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"La Redentora de Almas" (Nick&Tu) Terminada
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: "La Redentora de Almas" (Nick&Tu) Terminada
CAPÍTULO 12
Café. Una taza de café bien cargado y humeante para terminar de despertarse por completo y alejar de una vez por todas las pesadillas de aquella madrugada.
Susan se apartó de manera descuidada un par de mechones de pelo que se habían escapado de la coleta en la que solía recogerlo para dormir para luego tirar del viejo y gastado pantalón gris de felpa se había deslizado hasta sus caderas, una de las tiras de la oscura camiseta se deslizó por su hombro mostrando una más que generosa porción de piel cuando estiró la mano para tomar la taza de café pero lo único que consiguió fue soltar una maldición y retirar de inmediato la mano llevándose el dedo índice a la boca. Se había quemado. Suspirando resignada se dejó caer en uno de los taburetes de la barra de su lujoso apartamento; El apartamento de la empresa, se corrigió mentalmente.
Apoyando el codo sobre la repisa se llevó la mano a la frente, hundiendo los dedos en el suave cabello y retirándolo de ese modo de la cara, sus ojos de un tono violáceo más oscuro que los de su hermana estaban bordeados por unas profundas bolsas moradas, apenas había podido conciliar el sueño, las últimas semanas habían sido un cúmulo de acontecimientos que se habían ido encadenando hasta terminar en el desastroso final que había protagonizado ante su hermana. Nunca debió ceder y presentarse en el piso de _____ como lo hizo. ¿Cuándo se había alejado tanto de su hermana hasta el punto de hacerla a ella responsable de la estupidez y lujuria de un pobre infeliz? Ese cabrón se merecía lo que _____ le había hecho y mucho más. Merecía que le cortaran los huevos.
Volvió a acercar las manos a la taza pero esta vez se aseguró de mantenerlas lo suficientemente alejadas para no quemarse, el vapor que salía de la caliente bebida le acarició la cara. Apenas había dormido un par de horas cuando las pesadillas habían vuelto a asaltarla obligándola a abandonar la cama, ya había olvidado lo que era dormir toda una noche y la falta de sueño no hacía sino contribuir a que estuviera irascible y mal humorada con todo el mundo. No podía seguir así.
Su mirada ascendió al reloj situado al otro lado de la pared, las cuatro de la madrugada, con suerte en Dublín serían ya más de las nueve. Volviéndose con un suspiro de resignación atravesó la habitación de camino al salón y se dejó caer en el sofá, estirándose después para coger el teléfono a su lado. Buscando en los contactos seleccionó el número correspondiente, le dio al botón de llamada y esperó.
—¿Frank? —preguntó nada más oyó el clic que indicaba que acababan de descolgar—. Tenemos que hablar.
_____ acarició distraída las delgadas láminas de hierba a su lado, se había sentado a la sombra de uno de los árboles que bordeaban el cerco de las caballerizas observando a Nicholas rascar la testuz del semental marrón. El caballo se había acercado en un suave trote cuando los había visto caminar a lo largo de la empalizada hacia una de las zonas más apartadas del sendero principal buscando algo de privacidad. Sus dedos enredaron durante unos momentos con la textura de las verdes láminas mientras intentaba poner orden en sus caóticos pensamientos. Las revelaciones se habían sucedido una detrás de otra, Nicholas se había abierto a ella hablándole de su hogar como él lo recordaba, de su hermana Catherine, de su madre, de cómo había sido su infancia en aquel lugar... había estado relajado e incluso había reído al recordar algunas partes de su infancia, pero cuando llegaba al tema de su progenitor, el tono de su voz cambiaba por completo, su expresión se endurecía y solo respondía con monosílabos.
Se echó el sombrero hacia atrás lo suficiente para poder mirarlo, Nicholas se lo había puesto en la cabeza para protegerla del sol, como bien había dicho, él no corría riesgo de coger una insolación. El pelo café con mechones unos más oscuros que otros caían despeinado y se rizaba ligeramente en su cuello, de espalda ancha, cintura estrecha, un atractivo trasero encerrado en unos pantalones vaqueros que daban ganas de pellizcar. Sacudió la cabeza ante el repentino pensamiento, sintiendo como sus mejillas cogían calor, sus ojos violetas recorrieron el paisaje antes de volver de nuevo al hombre que, apoyado con despreocupación en la cerca se había vuelto hacia ella y la miraba con cierta expresión satisfecha en el rostro y una delgada y oscura ceja café arqueada. El calor se intensificó llenándole toda la cara.
—¿Tienes más parientes raros de los que debería saber? —preguntó ella observando la hierba a sus pies como si fuera un nuevo descubrimiento importantísimo.
Nicholas dejó escapar una especie de bufido mitad risa y caminó hasta quedar ante sus piernas, apoyando un brazo en el tronco unos centímetros por encima de la cabeza de _____ e inclinarse así sobre ella. Esta apretó la espalda todavía más con el tronco, de ser posible estaba seguro de que se metería en el interior solo por escapar de él.
—Mi cupo está lleno —respondió Nicholas examinando la textura de su pelo oscuro con una mano libre antes de bajar la mirada hacia ella y preguntarle—. ¿Qué hay del tuyo?
_____ observó cómo cogía un mechón de su pelo y lo enredaba entre los dedos.
—Yo soy la rara en mi familia, así que, estamos a mano —le respondió ella.
Nicholas hizo un apenas perceptible movimiento de negación con la cabeza.
—No eres rara, eres especial —la corrigió él con ese tono de voz meloso y profundo que conseguía hacer de ella un charco de gelatina.
—Sí, casi tanto como tú —replicó ella retirando el mechón de su pelo del alcance de Nicholas.
—Yo estoy muerto, cariño —respondió él con ligereza, frunciendo el ceño al ver que ella le había quitado su pasatiempo—. Es una gran diferencia.
_____ sopesó sus palabras al tiempo que lo miraba discretamente, en efecto, él era un espíritu, un fantasma en forma corpórea y no estaba muy segura de poder tenerlo presente cada vez que lo miraba y veía simplemente un hombre de carne y hueso, incluso su piel era cálida al tacto. Solo cuando posabas la mano sobre su corazón te dabas cuenta de que no había latido.
Observó cómo se apartaba de ella para dejarse caer a continuación a su lado, flexionando una pierna y dejando la otra estirada al tiempo que apoyaba la espalda en el tronco. Sus antebrazos, el doble al lado de los suyos la rozaban provocándole un agradable cosquilleo en el vientre.
—¿Y qué hay de tu padre? ¿Por qué está él aquí? —preguntó volviendo su mirada hacia él.
Nicholas echó la cabeza atrás recostándola en el tronco del árbol y suspiró.
—Le gusta venir y que yo le dé una patada en el culo —respondió él, su voz era nuevamente dura, oscura.
_____ se giró de lado posando su mano sobre el antebrazo de él.
—Nicholas…
El vaquero bajó la mirada hacia la pequeña mano que entibiaba su brazo y luego pasó a mirarla a los ojos.
—No te preocupes por él, _____, se irá igual que ha venido —le aseguró, _____ se estremeció ligeramente, había creído percibir una amenaza en sus palabras.
Nicholas no vaciló, se inclinó lo suficiente hasta estar casi sobre ella y esperó. La deseaba, de una manera extraña e ilógica, deseaba a la pequeña morena.
—Te deseo… —las palabras escaparon de sus labios sin apenas darse cuenta.
_____ se derretía, su intensa mirada café, el delicioso aroma masculino y a algo más hacía que se le acelerara el pulso calentando la sangre en sus venas. Sin saber qué hacer, se lamió nerviosa el labio inferior, aquello fue toda la invitación que necesitó el vaquero para apropiarse de su boca.
Susan colgó el teléfono y se lo quedó mirando durante unos instantes intentando asimilar poco a poco todo lo que Frank le había contado.
Sabía que _____ se había ido de viaje, lo había descubierto cuando sus padres la habían llamado por si su hermana le había comunicado a ella el destino de sus vacaciones o cuando pensaba regresar, para ser sincera consigo misma, había sido su padre quien la había llamado, su madre se había limitado a repetir que su niña había perdido el juicio y que todo era una catástrofe. Después de la repentina ruptura del compromiso a escasos días de la boda y la escasa información o explicaciones por parte de ella, los había dejado realmente preocupados por su hija menor. Pero si lo que Frank estaba en lo cierto, su hermana tenía problemas más importantes que el simple hecho de cancelar una estúpida ceremonia con un cabrón oportunista.
Dejando escapar un cansado suspiro se dirigió hacia la encimera en la que había dejado el café, se dejó caer en uno de los taburetes y tomó la taza llevándosela a los labios dándole un largo trago. Ya estaba frío.
Al fin sus sospechas se veían confirmadas, _____ había sido la depositaria de aquella extraña herencia familia. Era una Redentora de Almas. Ahora, algunos episodios de la infancia de _____ empezaban a encajar, no había amigos imaginarios, simplemente... esa gente… sí había estado allí.
—Dios mío, todo esto es una locura —susurró para sí al tiempo que enterraba una mano en su desordenado cabello.
Con un fuerte golpe de la palma de su mano sobre la encimera se levantó y caminó de regreso al salón con paso decidido, levantó el teléfono del auricular y marcó rápidamente.
—Laurel, sí, se la hora que es, cancela toda mi agenda para las próximas dos semanas y consígueme un billete a Baton Rogue —aquella volvía a ser la mujer de negocios, la Susan que tenía todo bajo control—, para hoy mismo.
Satisfecha colgó el auricular y se dirigió con el ánimo renovado al baño para darse una ducha y empezar la mañana.
—Esta vez no podrás hacerlo todo a tu maldita manera, _____ —murmuró para sí antes de desaparecer en el enorme baño de su piso.
Nicholas la atrajo más cerca, su boca había abandonado los labios femeninos y se concentraba en depositar pequeños mordiscos seguidos por el alivio de su lengua por toda la columna del delicado cuello, sus manos hacía tiempo que se habían perdido bajo la camiseta de _____ acariciando la piel de su vientre y ascendiendo hasta sus pechos, sobándolos por encima del sedoso encaje del sostén consiguiendo arrancar de su garganta pequeños jadeos.
Tendida a medias entre el tronco del árbol y su regazo y sin saber cómo había llegado allí, se perdía en la marea de sensaciones que el vaquero la hacía experimentar, sentía el cuerpo envuelto en llamas, le faltaba la respiración y se desesperaba por algo que todavía no llegaba a comprender. Lo único que quería era atraer de nuevo aquella boca a la suya, que le robara el aliento con uno de sus húmedos besos.
Como si hubiera escuchado sus pensamientos, Nicholas abandonó el cuello de la chica y volvió a subir esparciendo pequeños besos hasta tomar de nuevo posesión de su boca, un ronco gemido de placer quedó ahogado por la boca femenina, ella era adictiva, pasión en estado puro, su sexo pujó contra sus pantalones impaciente por hundirse en ella, la deseaba ardientemente. Su lengua ahondó en su boca enlazándola con la suya, saboreando su dulzura al tiempo que su mano hacía el encaje del sostén a un lado y disfrutaba del peso y la textura de sus senos, rozando sus pezones con las yemas de los dedos.
Ella dejó escapar un gemido ante la sensación de las manos de él sobre sus pechos, acariciando las cumbres endurecidas de sus pezones, estaba perdiendo la cabeza, su cuerpo se estremecía bajo su contacto buscando más, queriendo más. Sus propias manos subieron tímidamente por sus brazos, acariciando la dura textura de sus bíceps para hundirse después en la suavidad de su pelo.
Nicholas se detuvo de repente, abandonando sus labios y volviendo a colocarle el sostén pese al murmullo de protesta de ella.
—Shhh, cariño —volvió a besarla suavemente, apenas el roce de los labios—. Tenemos compañía.
Aquel par de palabras tardó un tiempo en penetrar la neblina en la que estaba envuelta la mente de _____, sus sentidos estaban saturados de aquel hombre que había hecho con un simple beso que se olvidara de hasta su nombre permitiéndole casi poseerla allí mismo, a la vista de cualquiera. Estúpida, estúpida, eres una estúpida, _____. Se amonestó a si misma al tiempo que se apartaba de Nicholas luchando por ponerse de pie, ni siquiera sabía que había hecho con su bastón, ¿Dónde diablos estaba? Un par de fuertes manos la ayudaron a la levantarse, sujetándola pese a que ella intentaba librarse de ellas, su mirada se negaba a buscar la cara masculina.
—_____… —la detuvo Nicholas al notar la repentina reacción avergonzada de ella, con mucha delicadeza la sujetó con un brazo contra su cuerpo y le giró la cara con la otra mano doliéndose interiormente cuando vio el brillo de las lágrimas en sus ojos y la expresión avergonzada de su cara—. Todo está bien, pequeña.
_____ sacudió la cabeza, reemplazando su vergüenza con indignación.
—No, no está bien —peleó para apartarse de sus brazos—, cualquiera podría habernos visto y...
—_____, tú eres la única que puede verme —la interrumpió Nicholas con suavidad, dándole tiempo para que se calmara—, nadie iba a saber jamás lo que estábamos haciendo…
—¡Oh, claro, como que eso lo arregla todo! —se enfureció ella apartándose de Nicholas de un empujón golpeándose la espalda contra el tronco.
Nicholas suspiró moviéndose incómodo, tenía una contundente erección empujando contra sus pantalones y una mujer totalmente furiosa mirándole como si quisiera arrancarle la cabeza de los hombros. Oh, sí, era una suerte que ya estuviera muerto. Mascullando una maldición volvió de nuevo la mirada hacia el final de la cerca donde había oído una voz femenina gritando el nombre de _____, después de todo no se había equivocado, Shadow caminaba en aquel momento hacia ellos.
—Shadow te está buscando —respondió él enfrentándose a la malhumorada mujer—, creí que preferirías recibirla en pie, y no medio desnuda en mi regazo.
¿Lo que equivaldría para ella a estar sentada en el suelo y medio desnuda?
_____ le dedicó una mirada fulminante y volvió hacia el final de la empalizada para ver a la chica morena alzar una mano a modo de saludo.
Nicholas dio un pequeño rodeo hasta situarse a su espalda y susurrarle al oído.
—Esta vez nos han interrumpido querida, pero no siempre va a ser así —exhaló el cálido aliento en su oído.
_____ se estremeció involuntariamente ante el tono y la promesa que encerraban sus palabras antes de volverse dispuesta a enfrentarle solo para encontrarse que se había esfumado.
—¡Cobarde! —acabó gritando ella moviéndose de un lado a otro como si espera encontrarlo en otro lugar.
Shadow llegó en ese momento a donde estaba ella y en su rostro se veía una mirada medio sorprendida, medio divertida.
—¿Me acabas de llamar cobarde? —la morena casi se ríe.
_____ miró a Shadow y suspiró negando con la cabeza.
—Lo siento, estaba… pensando en voz alta —respondió _____ pasándose la mano por la frente.
Si Shadow no la creyó no dijo nada, se limitó a encogerse de hombros y caminar hacia la empalizada sobre la que se asomaba nuevamente uno de los caballos.
—Parece que le gustas a Duke —comentó ella acariciando la testuz del caballo antes de volverse nuevamente a _____—, me dijo Mary Rose que te había visto tan pálida como un fantasma después de dejarle el ordenador a toda prisa, ¿Va todo bien?
_____ suspiró. Oh, sí. Todo lo bien que podía ir con dos fantasmas pululando por el hotel y acabar retozando en el suelo con uno de ellos.
—Tuve una pequeña indisposición —argumentó _____ restándole importancia al asunto.
—¿Seguro? —insistió Shadow.
_____ asintió. La preocupación de aquella chica la sorprendía y la halagaba a la vez. No estaba acostumbrada a que los extraños se preocuparan por lo que le pasaba cuando ni su propia familia lo hacía.
—Al cien por cien —asintió _____ con total convicción.
Shadow sonrió entonces y caminó hacia ella.
—Sé que esto va a sonarte muy raro, pero me gustaría hacerte una pregunta, si me lo permites —respondió la chica.
La curiosidad de _____ pudo más que su natural recelo.
—Sí, de que se trata.
—Falta algo más de una semana para Halloween —respondió la chica—, por lo general en el hotel celebramos todos los años una fiesta de disfraces para los huéspedes, hay baile y esas cosas, algo muy tradicional, nada de discoteca. Me ha costado mucho convencer a mi tía de que me dejara organizarlo a mí este año y bueno, quería preguntarte si te interesaría echarme una mano con la decoración. Nada complicado —se apresuró a decir ante la vacilación de _____.
¿Una fiesta de disfraces? ¿Halloween? ¿Es que no tenía ya suficientes problemas que tenían que aparecer más? _____ se debatió interiormente, realmente se lo debía a Shadow por echarle una mano cuando casi pilla una pulmonía y después al dejarle su propio ordenador, si ahora le decía que no… Suspiró. Sabía que se arrepentiría de ello, pero no le quedaba de otra, después de todo lo que había ocurrido en la última semana, ¿Qué era echarle una mano a esa chica? Por lo menos sería algo normal en su destartalada y absurda vida.
—Si no es muy complicado, cuenta conmigo —aceptó ella con resignación.
Shadow pegó un gritito y se abrazó a _____.
—Muchas gracias, _____ —aseguró ella con una amplia sonrisa al tiempo que tomaba a la chica de ambas manos—, te prometo que no será nada complicado y lo pasaremos bien.
_____ sonrió en respuesta.
Oh, sí, ya estaba empezando a arrepentirse.
Su mirada cayó sobre la figura del hombre que caminaba lentamente hacia él entre los exuberantes rosales. Hubiese deseado que _____ estuviese equivocada, pero su descripción y el tiempo transcurrido desde su último encuentro no dejaban lugar a dudas. Le sorprendía que siguiera viniendo sabiendo lo que le esperaba, pero al igual que él no tenía voz ni voto en aquella decisión, tan solo había sido víctima de sus propias palabras.
—No me digas que ya han pasado cien años —respondió entrecerrando los ojos al ver al recién llegado.
Nicholas dejó escapar un bufido mitad molestia mitad sonrisa, incluso después de tanto tiempo, su afición por las prendas caras y por los trajes de buen corte seguía siendo el eje central de su vida… o su muerte. Los ancianos ojos cafés que lo observaban desde una cara curtida por la edad y por los excesos de la vida seguían conservando las facciones que tan bien reconocía en él mismo, a pesar de que su apariencia era la de un hombre entrado en los cuarenta, su alma era mucho más vieja, mucho más negra.
—Si no recuerdo mal, la última vez te dije que te excusaba de tus indeseables visitas —continuó, su voz había bajado dos octavos y poseía el borde filoso del resentimiento y en cierto modo, una nota de odio.
El hombre se detuvo a escasos pasos de Nicholas, sus labios se curvaron en una irónica sonrisa al tiempo que una voz profunda, con un matiz grave reverberaba en la tranquilidad del jardín.
—Veo que el paso del tiempo no ha mejorado en absoluto tus deplorables modales, Nicholas —fue la risueña respuesta del hombre.
Nicholas ignoró el sarcasmo que marcaba la masculina y ajada voz, había sabido que antes o después aquel encuentro tendría que celebrarse, ya habían transcurrido cien años desde la última vez que había estado frente a aquel deplorable despojo de humanidad que una vez le había dado la vida, y que en cierto modo… se la había quitado.
—Mis modales son impecables con quienes realmente se los merecen, padre — respondió él sin apartar la mirada de aquellos ojos que eran una copia de los suyos. Nicholas observó cuidadosamente a una versión más adulta de sí mismo, su parecido con aquel hombre era notable, apenas podía despistar un poco el cabello café que tanto él como su hermana Cathie habían heredado de su madre. Realmente, si hubiese tenido tiempo de llegar a su edad, su aspecto sería muy probablemente el que tenía su padre ahora. Ahogando una cruda maldición continuó—. Bien, ya estás aquí, ya me has visto. La respuesta sigue siendo no. Y lo será también el siglo que viene, y el siguiente, y el siguiente a ese… hasta el fin de los tiempos.
El hombre lo ignoró y pasó ante él hasta detenerse en un rosal de unas hermosas rosas amarillas.
—Si juegas bien tus cartas, no tendríamos por qué llegar a eso —respondió acariciando los pétalos de una de las flores—. La Redentora de Almas se ha presentado ante ti, tengo que reconocer que es una jovencita de lo más peculiar.
Nicholas acortó la distancia entre ambos y aferró la camisa del hombre obligándole a enfrentar su mirada.
—No te acerques a ella —masculló Nicholas, su tono era totalmente amenazador— Mantente alejado de ella.
El hombre esbozó una conocedora sonrisa y se soltó de un tirón. Sus manos alisaron la camisa y compusieron su aspecto al tiempo que su cabeza se sacudía en una muda negación.
—Reconozco una escena similar a esta —respondió el hombre chasqueando la lengua—. Incluso las mismas frases. ¿Vamos a repetir los errores que nos han traído hasta aquí?
Nicholas se quedó congelado al escuchar sus palabras, su rostro reflejaba el conocimiento de la escena a la que se refería. Su mente voló como por embrujo a aquella misma noche, aquella última discusión en la biblioteca en la que se había enterado de la verdad… de parte de la verdad.
—¡No te acerques a ella! —había gritado él, el alcohol había nublado su mente, su corazón estaba rodeado por las espinas de la traición, en lo único en lo que podía pensar era en su hermosa e inocente Veronike en brazos de ese hombre que tenía delante—. Mantente alejado de ella… o te mataré.
Aquello había ocurrido tiempo atrás, en otra época, él había sido otro hombre, sus metas habían sido otras.
—Sí, son las mismas palabras —aceptó Nicholas enderezándose, su cuerpo todavía tenso—. Pero no somos las mismas personas, al menos yo no, padre. Ya no.
—No es a mí a quien tienes que convencer, Nicholas —le aseguró él tomándose su tiempo para alisar cada arruga de las mangas de la camisa—. Sabías tan bien como yo que solo hay un culpable en esto… el que lo aceptes o no…
Nicholas apretó los puños a ambos lados de sus caderas sin dejarse llevar por la rabia, ya había cometido ese error en otras ocasiones y jamás le había deparado nada bueno.
—No se trata de aceptarlo —respondió Nicholas a modo de despedida—, se trata de poder vivir con ello.
El hombre arqueó una ceja observando a su hijo, el cual le había dado ya la espalda y se alejaba nuevamente de él en más de una manera. Se quedó allí en medio del jardín que en otro tiempo y lugar había sido una parte importante de su vida, quizás la mejor de ellas, su mirada bajó nuevamente a las rosas abanicadas por el viento.
—Tenías razón, Aislin —susurró él como si hablara con el jardín—. Se puede ser libre de muchas maneras.
Susan se apartó de manera descuidada un par de mechones de pelo que se habían escapado de la coleta en la que solía recogerlo para dormir para luego tirar del viejo y gastado pantalón gris de felpa se había deslizado hasta sus caderas, una de las tiras de la oscura camiseta se deslizó por su hombro mostrando una más que generosa porción de piel cuando estiró la mano para tomar la taza de café pero lo único que consiguió fue soltar una maldición y retirar de inmediato la mano llevándose el dedo índice a la boca. Se había quemado. Suspirando resignada se dejó caer en uno de los taburetes de la barra de su lujoso apartamento; El apartamento de la empresa, se corrigió mentalmente.
Apoyando el codo sobre la repisa se llevó la mano a la frente, hundiendo los dedos en el suave cabello y retirándolo de ese modo de la cara, sus ojos de un tono violáceo más oscuro que los de su hermana estaban bordeados por unas profundas bolsas moradas, apenas había podido conciliar el sueño, las últimas semanas habían sido un cúmulo de acontecimientos que se habían ido encadenando hasta terminar en el desastroso final que había protagonizado ante su hermana. Nunca debió ceder y presentarse en el piso de _____ como lo hizo. ¿Cuándo se había alejado tanto de su hermana hasta el punto de hacerla a ella responsable de la estupidez y lujuria de un pobre infeliz? Ese cabrón se merecía lo que _____ le había hecho y mucho más. Merecía que le cortaran los huevos.
Volvió a acercar las manos a la taza pero esta vez se aseguró de mantenerlas lo suficientemente alejadas para no quemarse, el vapor que salía de la caliente bebida le acarició la cara. Apenas había dormido un par de horas cuando las pesadillas habían vuelto a asaltarla obligándola a abandonar la cama, ya había olvidado lo que era dormir toda una noche y la falta de sueño no hacía sino contribuir a que estuviera irascible y mal humorada con todo el mundo. No podía seguir así.
Su mirada ascendió al reloj situado al otro lado de la pared, las cuatro de la madrugada, con suerte en Dublín serían ya más de las nueve. Volviéndose con un suspiro de resignación atravesó la habitación de camino al salón y se dejó caer en el sofá, estirándose después para coger el teléfono a su lado. Buscando en los contactos seleccionó el número correspondiente, le dio al botón de llamada y esperó.
—¿Frank? —preguntó nada más oyó el clic que indicaba que acababan de descolgar—. Tenemos que hablar.
_____ acarició distraída las delgadas láminas de hierba a su lado, se había sentado a la sombra de uno de los árboles que bordeaban el cerco de las caballerizas observando a Nicholas rascar la testuz del semental marrón. El caballo se había acercado en un suave trote cuando los había visto caminar a lo largo de la empalizada hacia una de las zonas más apartadas del sendero principal buscando algo de privacidad. Sus dedos enredaron durante unos momentos con la textura de las verdes láminas mientras intentaba poner orden en sus caóticos pensamientos. Las revelaciones se habían sucedido una detrás de otra, Nicholas se había abierto a ella hablándole de su hogar como él lo recordaba, de su hermana Catherine, de su madre, de cómo había sido su infancia en aquel lugar... había estado relajado e incluso había reído al recordar algunas partes de su infancia, pero cuando llegaba al tema de su progenitor, el tono de su voz cambiaba por completo, su expresión se endurecía y solo respondía con monosílabos.
Se echó el sombrero hacia atrás lo suficiente para poder mirarlo, Nicholas se lo había puesto en la cabeza para protegerla del sol, como bien había dicho, él no corría riesgo de coger una insolación. El pelo café con mechones unos más oscuros que otros caían despeinado y se rizaba ligeramente en su cuello, de espalda ancha, cintura estrecha, un atractivo trasero encerrado en unos pantalones vaqueros que daban ganas de pellizcar. Sacudió la cabeza ante el repentino pensamiento, sintiendo como sus mejillas cogían calor, sus ojos violetas recorrieron el paisaje antes de volver de nuevo al hombre que, apoyado con despreocupación en la cerca se había vuelto hacia ella y la miraba con cierta expresión satisfecha en el rostro y una delgada y oscura ceja café arqueada. El calor se intensificó llenándole toda la cara.
—¿Tienes más parientes raros de los que debería saber? —preguntó ella observando la hierba a sus pies como si fuera un nuevo descubrimiento importantísimo.
Nicholas dejó escapar una especie de bufido mitad risa y caminó hasta quedar ante sus piernas, apoyando un brazo en el tronco unos centímetros por encima de la cabeza de _____ e inclinarse así sobre ella. Esta apretó la espalda todavía más con el tronco, de ser posible estaba seguro de que se metería en el interior solo por escapar de él.
—Mi cupo está lleno —respondió Nicholas examinando la textura de su pelo oscuro con una mano libre antes de bajar la mirada hacia ella y preguntarle—. ¿Qué hay del tuyo?
_____ observó cómo cogía un mechón de su pelo y lo enredaba entre los dedos.
—Yo soy la rara en mi familia, así que, estamos a mano —le respondió ella.
Nicholas hizo un apenas perceptible movimiento de negación con la cabeza.
—No eres rara, eres especial —la corrigió él con ese tono de voz meloso y profundo que conseguía hacer de ella un charco de gelatina.
—Sí, casi tanto como tú —replicó ella retirando el mechón de su pelo del alcance de Nicholas.
—Yo estoy muerto, cariño —respondió él con ligereza, frunciendo el ceño al ver que ella le había quitado su pasatiempo—. Es una gran diferencia.
_____ sopesó sus palabras al tiempo que lo miraba discretamente, en efecto, él era un espíritu, un fantasma en forma corpórea y no estaba muy segura de poder tenerlo presente cada vez que lo miraba y veía simplemente un hombre de carne y hueso, incluso su piel era cálida al tacto. Solo cuando posabas la mano sobre su corazón te dabas cuenta de que no había latido.
Observó cómo se apartaba de ella para dejarse caer a continuación a su lado, flexionando una pierna y dejando la otra estirada al tiempo que apoyaba la espalda en el tronco. Sus antebrazos, el doble al lado de los suyos la rozaban provocándole un agradable cosquilleo en el vientre.
—¿Y qué hay de tu padre? ¿Por qué está él aquí? —preguntó volviendo su mirada hacia él.
Nicholas echó la cabeza atrás recostándola en el tronco del árbol y suspiró.
—Le gusta venir y que yo le dé una patada en el culo —respondió él, su voz era nuevamente dura, oscura.
_____ se giró de lado posando su mano sobre el antebrazo de él.
—Nicholas…
El vaquero bajó la mirada hacia la pequeña mano que entibiaba su brazo y luego pasó a mirarla a los ojos.
—No te preocupes por él, _____, se irá igual que ha venido —le aseguró, _____ se estremeció ligeramente, había creído percibir una amenaza en sus palabras.
Nicholas no vaciló, se inclinó lo suficiente hasta estar casi sobre ella y esperó. La deseaba, de una manera extraña e ilógica, deseaba a la pequeña morena.
—Te deseo… —las palabras escaparon de sus labios sin apenas darse cuenta.
_____ se derretía, su intensa mirada café, el delicioso aroma masculino y a algo más hacía que se le acelerara el pulso calentando la sangre en sus venas. Sin saber qué hacer, se lamió nerviosa el labio inferior, aquello fue toda la invitación que necesitó el vaquero para apropiarse de su boca.
Susan colgó el teléfono y se lo quedó mirando durante unos instantes intentando asimilar poco a poco todo lo que Frank le había contado.
Sabía que _____ se había ido de viaje, lo había descubierto cuando sus padres la habían llamado por si su hermana le había comunicado a ella el destino de sus vacaciones o cuando pensaba regresar, para ser sincera consigo misma, había sido su padre quien la había llamado, su madre se había limitado a repetir que su niña había perdido el juicio y que todo era una catástrofe. Después de la repentina ruptura del compromiso a escasos días de la boda y la escasa información o explicaciones por parte de ella, los había dejado realmente preocupados por su hija menor. Pero si lo que Frank estaba en lo cierto, su hermana tenía problemas más importantes que el simple hecho de cancelar una estúpida ceremonia con un cabrón oportunista.
Dejando escapar un cansado suspiro se dirigió hacia la encimera en la que había dejado el café, se dejó caer en uno de los taburetes y tomó la taza llevándosela a los labios dándole un largo trago. Ya estaba frío.
Al fin sus sospechas se veían confirmadas, _____ había sido la depositaria de aquella extraña herencia familia. Era una Redentora de Almas. Ahora, algunos episodios de la infancia de _____ empezaban a encajar, no había amigos imaginarios, simplemente... esa gente… sí había estado allí.
—Dios mío, todo esto es una locura —susurró para sí al tiempo que enterraba una mano en su desordenado cabello.
Con un fuerte golpe de la palma de su mano sobre la encimera se levantó y caminó de regreso al salón con paso decidido, levantó el teléfono del auricular y marcó rápidamente.
—Laurel, sí, se la hora que es, cancela toda mi agenda para las próximas dos semanas y consígueme un billete a Baton Rogue —aquella volvía a ser la mujer de negocios, la Susan que tenía todo bajo control—, para hoy mismo.
Satisfecha colgó el auricular y se dirigió con el ánimo renovado al baño para darse una ducha y empezar la mañana.
—Esta vez no podrás hacerlo todo a tu maldita manera, _____ —murmuró para sí antes de desaparecer en el enorme baño de su piso.
Nicholas la atrajo más cerca, su boca había abandonado los labios femeninos y se concentraba en depositar pequeños mordiscos seguidos por el alivio de su lengua por toda la columna del delicado cuello, sus manos hacía tiempo que se habían perdido bajo la camiseta de _____ acariciando la piel de su vientre y ascendiendo hasta sus pechos, sobándolos por encima del sedoso encaje del sostén consiguiendo arrancar de su garganta pequeños jadeos.
Tendida a medias entre el tronco del árbol y su regazo y sin saber cómo había llegado allí, se perdía en la marea de sensaciones que el vaquero la hacía experimentar, sentía el cuerpo envuelto en llamas, le faltaba la respiración y se desesperaba por algo que todavía no llegaba a comprender. Lo único que quería era atraer de nuevo aquella boca a la suya, que le robara el aliento con uno de sus húmedos besos.
Como si hubiera escuchado sus pensamientos, Nicholas abandonó el cuello de la chica y volvió a subir esparciendo pequeños besos hasta tomar de nuevo posesión de su boca, un ronco gemido de placer quedó ahogado por la boca femenina, ella era adictiva, pasión en estado puro, su sexo pujó contra sus pantalones impaciente por hundirse en ella, la deseaba ardientemente. Su lengua ahondó en su boca enlazándola con la suya, saboreando su dulzura al tiempo que su mano hacía el encaje del sostén a un lado y disfrutaba del peso y la textura de sus senos, rozando sus pezones con las yemas de los dedos.
Ella dejó escapar un gemido ante la sensación de las manos de él sobre sus pechos, acariciando las cumbres endurecidas de sus pezones, estaba perdiendo la cabeza, su cuerpo se estremecía bajo su contacto buscando más, queriendo más. Sus propias manos subieron tímidamente por sus brazos, acariciando la dura textura de sus bíceps para hundirse después en la suavidad de su pelo.
Nicholas se detuvo de repente, abandonando sus labios y volviendo a colocarle el sostén pese al murmullo de protesta de ella.
—Shhh, cariño —volvió a besarla suavemente, apenas el roce de los labios—. Tenemos compañía.
Aquel par de palabras tardó un tiempo en penetrar la neblina en la que estaba envuelta la mente de _____, sus sentidos estaban saturados de aquel hombre que había hecho con un simple beso que se olvidara de hasta su nombre permitiéndole casi poseerla allí mismo, a la vista de cualquiera. Estúpida, estúpida, eres una estúpida, _____. Se amonestó a si misma al tiempo que se apartaba de Nicholas luchando por ponerse de pie, ni siquiera sabía que había hecho con su bastón, ¿Dónde diablos estaba? Un par de fuertes manos la ayudaron a la levantarse, sujetándola pese a que ella intentaba librarse de ellas, su mirada se negaba a buscar la cara masculina.
—_____… —la detuvo Nicholas al notar la repentina reacción avergonzada de ella, con mucha delicadeza la sujetó con un brazo contra su cuerpo y le giró la cara con la otra mano doliéndose interiormente cuando vio el brillo de las lágrimas en sus ojos y la expresión avergonzada de su cara—. Todo está bien, pequeña.
_____ sacudió la cabeza, reemplazando su vergüenza con indignación.
—No, no está bien —peleó para apartarse de sus brazos—, cualquiera podría habernos visto y...
—_____, tú eres la única que puede verme —la interrumpió Nicholas con suavidad, dándole tiempo para que se calmara—, nadie iba a saber jamás lo que estábamos haciendo…
—¡Oh, claro, como que eso lo arregla todo! —se enfureció ella apartándose de Nicholas de un empujón golpeándose la espalda contra el tronco.
Nicholas suspiró moviéndose incómodo, tenía una contundente erección empujando contra sus pantalones y una mujer totalmente furiosa mirándole como si quisiera arrancarle la cabeza de los hombros. Oh, sí, era una suerte que ya estuviera muerto. Mascullando una maldición volvió de nuevo la mirada hacia el final de la cerca donde había oído una voz femenina gritando el nombre de _____, después de todo no se había equivocado, Shadow caminaba en aquel momento hacia ellos.
—Shadow te está buscando —respondió él enfrentándose a la malhumorada mujer—, creí que preferirías recibirla en pie, y no medio desnuda en mi regazo.
¿Lo que equivaldría para ella a estar sentada en el suelo y medio desnuda?
_____ le dedicó una mirada fulminante y volvió hacia el final de la empalizada para ver a la chica morena alzar una mano a modo de saludo.
Nicholas dio un pequeño rodeo hasta situarse a su espalda y susurrarle al oído.
—Esta vez nos han interrumpido querida, pero no siempre va a ser así —exhaló el cálido aliento en su oído.
_____ se estremeció involuntariamente ante el tono y la promesa que encerraban sus palabras antes de volverse dispuesta a enfrentarle solo para encontrarse que se había esfumado.
—¡Cobarde! —acabó gritando ella moviéndose de un lado a otro como si espera encontrarlo en otro lugar.
Shadow llegó en ese momento a donde estaba ella y en su rostro se veía una mirada medio sorprendida, medio divertida.
—¿Me acabas de llamar cobarde? —la morena casi se ríe.
_____ miró a Shadow y suspiró negando con la cabeza.
—Lo siento, estaba… pensando en voz alta —respondió _____ pasándose la mano por la frente.
Si Shadow no la creyó no dijo nada, se limitó a encogerse de hombros y caminar hacia la empalizada sobre la que se asomaba nuevamente uno de los caballos.
—Parece que le gustas a Duke —comentó ella acariciando la testuz del caballo antes de volverse nuevamente a _____—, me dijo Mary Rose que te había visto tan pálida como un fantasma después de dejarle el ordenador a toda prisa, ¿Va todo bien?
_____ suspiró. Oh, sí. Todo lo bien que podía ir con dos fantasmas pululando por el hotel y acabar retozando en el suelo con uno de ellos.
—Tuve una pequeña indisposición —argumentó _____ restándole importancia al asunto.
—¿Seguro? —insistió Shadow.
_____ asintió. La preocupación de aquella chica la sorprendía y la halagaba a la vez. No estaba acostumbrada a que los extraños se preocuparan por lo que le pasaba cuando ni su propia familia lo hacía.
—Al cien por cien —asintió _____ con total convicción.
Shadow sonrió entonces y caminó hacia ella.
—Sé que esto va a sonarte muy raro, pero me gustaría hacerte una pregunta, si me lo permites —respondió la chica.
La curiosidad de _____ pudo más que su natural recelo.
—Sí, de que se trata.
—Falta algo más de una semana para Halloween —respondió la chica—, por lo general en el hotel celebramos todos los años una fiesta de disfraces para los huéspedes, hay baile y esas cosas, algo muy tradicional, nada de discoteca. Me ha costado mucho convencer a mi tía de que me dejara organizarlo a mí este año y bueno, quería preguntarte si te interesaría echarme una mano con la decoración. Nada complicado —se apresuró a decir ante la vacilación de _____.
¿Una fiesta de disfraces? ¿Halloween? ¿Es que no tenía ya suficientes problemas que tenían que aparecer más? _____ se debatió interiormente, realmente se lo debía a Shadow por echarle una mano cuando casi pilla una pulmonía y después al dejarle su propio ordenador, si ahora le decía que no… Suspiró. Sabía que se arrepentiría de ello, pero no le quedaba de otra, después de todo lo que había ocurrido en la última semana, ¿Qué era echarle una mano a esa chica? Por lo menos sería algo normal en su destartalada y absurda vida.
—Si no es muy complicado, cuenta conmigo —aceptó ella con resignación.
Shadow pegó un gritito y se abrazó a _____.
—Muchas gracias, _____ —aseguró ella con una amplia sonrisa al tiempo que tomaba a la chica de ambas manos—, te prometo que no será nada complicado y lo pasaremos bien.
_____ sonrió en respuesta.
Oh, sí, ya estaba empezando a arrepentirse.
Su mirada cayó sobre la figura del hombre que caminaba lentamente hacia él entre los exuberantes rosales. Hubiese deseado que _____ estuviese equivocada, pero su descripción y el tiempo transcurrido desde su último encuentro no dejaban lugar a dudas. Le sorprendía que siguiera viniendo sabiendo lo que le esperaba, pero al igual que él no tenía voz ni voto en aquella decisión, tan solo había sido víctima de sus propias palabras.
—No me digas que ya han pasado cien años —respondió entrecerrando los ojos al ver al recién llegado.
Nicholas dejó escapar un bufido mitad molestia mitad sonrisa, incluso después de tanto tiempo, su afición por las prendas caras y por los trajes de buen corte seguía siendo el eje central de su vida… o su muerte. Los ancianos ojos cafés que lo observaban desde una cara curtida por la edad y por los excesos de la vida seguían conservando las facciones que tan bien reconocía en él mismo, a pesar de que su apariencia era la de un hombre entrado en los cuarenta, su alma era mucho más vieja, mucho más negra.
—Si no recuerdo mal, la última vez te dije que te excusaba de tus indeseables visitas —continuó, su voz había bajado dos octavos y poseía el borde filoso del resentimiento y en cierto modo, una nota de odio.
El hombre se detuvo a escasos pasos de Nicholas, sus labios se curvaron en una irónica sonrisa al tiempo que una voz profunda, con un matiz grave reverberaba en la tranquilidad del jardín.
—Veo que el paso del tiempo no ha mejorado en absoluto tus deplorables modales, Nicholas —fue la risueña respuesta del hombre.
Nicholas ignoró el sarcasmo que marcaba la masculina y ajada voz, había sabido que antes o después aquel encuentro tendría que celebrarse, ya habían transcurrido cien años desde la última vez que había estado frente a aquel deplorable despojo de humanidad que una vez le había dado la vida, y que en cierto modo… se la había quitado.
—Mis modales son impecables con quienes realmente se los merecen, padre — respondió él sin apartar la mirada de aquellos ojos que eran una copia de los suyos. Nicholas observó cuidadosamente a una versión más adulta de sí mismo, su parecido con aquel hombre era notable, apenas podía despistar un poco el cabello café que tanto él como su hermana Cathie habían heredado de su madre. Realmente, si hubiese tenido tiempo de llegar a su edad, su aspecto sería muy probablemente el que tenía su padre ahora. Ahogando una cruda maldición continuó—. Bien, ya estás aquí, ya me has visto. La respuesta sigue siendo no. Y lo será también el siglo que viene, y el siguiente, y el siguiente a ese… hasta el fin de los tiempos.
El hombre lo ignoró y pasó ante él hasta detenerse en un rosal de unas hermosas rosas amarillas.
—Si juegas bien tus cartas, no tendríamos por qué llegar a eso —respondió acariciando los pétalos de una de las flores—. La Redentora de Almas se ha presentado ante ti, tengo que reconocer que es una jovencita de lo más peculiar.
Nicholas acortó la distancia entre ambos y aferró la camisa del hombre obligándole a enfrentar su mirada.
—No te acerques a ella —masculló Nicholas, su tono era totalmente amenazador— Mantente alejado de ella.
El hombre esbozó una conocedora sonrisa y se soltó de un tirón. Sus manos alisaron la camisa y compusieron su aspecto al tiempo que su cabeza se sacudía en una muda negación.
—Reconozco una escena similar a esta —respondió el hombre chasqueando la lengua—. Incluso las mismas frases. ¿Vamos a repetir los errores que nos han traído hasta aquí?
Nicholas se quedó congelado al escuchar sus palabras, su rostro reflejaba el conocimiento de la escena a la que se refería. Su mente voló como por embrujo a aquella misma noche, aquella última discusión en la biblioteca en la que se había enterado de la verdad… de parte de la verdad.
—¡No te acerques a ella! —había gritado él, el alcohol había nublado su mente, su corazón estaba rodeado por las espinas de la traición, en lo único en lo que podía pensar era en su hermosa e inocente Veronike en brazos de ese hombre que tenía delante—. Mantente alejado de ella… o te mataré.
Aquello había ocurrido tiempo atrás, en otra época, él había sido otro hombre, sus metas habían sido otras.
—Sí, son las mismas palabras —aceptó Nicholas enderezándose, su cuerpo todavía tenso—. Pero no somos las mismas personas, al menos yo no, padre. Ya no.
—No es a mí a quien tienes que convencer, Nicholas —le aseguró él tomándose su tiempo para alisar cada arruga de las mangas de la camisa—. Sabías tan bien como yo que solo hay un culpable en esto… el que lo aceptes o no…
Nicholas apretó los puños a ambos lados de sus caderas sin dejarse llevar por la rabia, ya había cometido ese error en otras ocasiones y jamás le había deparado nada bueno.
—No se trata de aceptarlo —respondió Nicholas a modo de despedida—, se trata de poder vivir con ello.
El hombre arqueó una ceja observando a su hijo, el cual le había dado ya la espalda y se alejaba nuevamente de él en más de una manera. Se quedó allí en medio del jardín que en otro tiempo y lugar había sido una parte importante de su vida, quizás la mejor de ellas, su mirada bajó nuevamente a las rosas abanicadas por el viento.
—Tenías razón, Aislin —susurró él como si hablara con el jardín—. Se puede ser libre de muchas maneras.
Paty, gracias por tus comentarios, especialmente porque creo que eres una de las pocas que le gusta la novela. Pero si pudieras hacerme un favor y no hacer tan extensos los comentarios, pues eso es spam y eso aquí esta prohibido. Aun asi te lo agradesco mucho porque me demuestra que te gusta la nove (: pero con un comentario pequeño diciendomelo, estaria mucho mejor.
Natuu(:
Última edición por Natuu! el Dom 11 Mar 2012, 12:44 am, editado 1 vez
Natuu!
Re: "La Redentora de Almas" (Nick&Tu) Terminada
ja ja ja ja si creo que me alargue pero bueno, me encanta tu nove sigue por favor
Invitado
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Re: "La Redentora de Almas" (Nick&Tu) Terminada
CAPÍTULO 13
_____ cerró los ojos y se dejó ir hacia atrás hasta terminar acostada sobre el colchón de su cama, le dolía la cabeza de intentar sacar algo en claro de aquel enredo que eran las cartas que había recibido de Frank. Suspirando abrió los ojos y se quedó con la mirada perdida en el techo repasando mentalmente los acontecimientos de los últimos dos días. Nicholas no había vuelto a hacer acto de presencia, la manera en que se habían separado, su velada amenaza de terminar lo que habían empezado provocaba un cosquilleo de anticipación en su estómago al mismo tiempo que una profunda sensación de desasosiego. Se sentía muy atraída por él, pero no estaba segura de sí lo suficiente para rendirse al calor del momento y mandar al diablo su conciencia. ¿Qué futuro habría para ellos? ¡Él ni siquiera estaba vivo!
Sacudió la cabeza de un lado a otro sobre el colchón, su pelo suelto abriéndose en un destartalado abanico bajo ella mientras intentaba borrar de su cabeza las imágenes eróticas que se habían colado en su mente. Ardientes y sudorosos cuerpos entrelazándose bajo las sábanas…
—¡Basta! —se ordenó sacudiendo la cabeza de un lado a otro—. ¡Todo esto es culpa tuya, Nicholas! ¡Tú jodida culpa!
Se giró lo justo para enterrar la cara contra la almohada y aferrarla con las dos manos al tiempo que dejaba escapar un desesperado grito que quedó amortiguado contra esta. La melodía de su teléfono móvil eligió ese momento para sonar.
—¡Y ahora qué diablos quieres, jodido teléfono! —gritó incorporándose de nuevo buscando con la mirada el lugar del que procedía el sonido.
Dejando escapar un bufido se dejó caer nuevamente sobre la cama mientras el teléfono seguía sonando una y otra vez hasta que por fin se quedó en silencio.
Entonces se echó a reír ante lo absurdo de su reacción, sacudió la cabeza una vez más y se incorporó lentamente apartándose el revuelto pelo de la cara. Haciendo a un lado el portátil que había sido desplazado ligeramente por su pataleta encima de la cama, deslizó las piernas al suelo y cojeó hasta el mueble sobre el que estaba su teléfono. Tras apretar un par de botones buscó el número desde el que acaban de llamar.
—Frank —murmuró viendo el número que había quedado registrado en la pantalla.
Tras una leve vacilación activó la opción de re-llamada y se llevó el teléfono a la oreja mientras cojeaba de regreso a la cama y dejaba el ordenador en el suelo donde no podría caer por accidente. Con un suspiro se dejó caer sobre el mullido colchón.
—Sí, soy yo, dime que has descubierto —preguntó directamente después de escuchar la profunda voz masculina.
Frank sonrió al escuchar la directa respuesta de su nieta, la chica no se andaba con rodeos. Observó por un momento el montón de papeles esparcidos por su mesa para después darles la espalda y dirigirse hacia la cocina situada en una habitación a la derecha.
—Pues la verdad es que nada nuevo —respondió él mientras traspasaba el umbral de la cocina. Los muebles rústicos de madera, y el suave tono crema de las paredes hacía de esta una estancia agradable y hogareña—, pero no era por eso por lo que te llamaba sino por Susan.
No podía ver la expresión que había puesto su nieta mientras se levantaba de un salto de la cama, de haberlo hecho se habría cuidado mucho de continuar.
_____ se había quedado totalmente sorprendida, no podía evitar preguntarse que tenía que ver su hermana en todo aquello.
—¿Susan? —oyó la respuesta de _____, en su voz se notaba el desconcierto—. ¿Mi hermana Susan?
Frank apartó la cortina que cubría el enorme ventanal de la cocina y observó el tráfico.
—¿Es que tengo otra nieta y tu padre se ha olvidado de decírmelo? —respondió con cierto toque de humor.
La joven se mordió la lengua para no contestar a eso.
—¿Qué pasa con ella? —optó por preguntar.
—Me llamó hace un par de días haciéndome unas preguntas un tanto extrañas — aceptó con un cierto tono de curiosidad en su voz—, el caso es que también me preguntó por ti. ¿Todavía no has llamado a tus padres?
La chica puso los ojos en blanco. Había estado retrasando aquella maldita llamada todo lo que había podido, realmente no había mucho que decir, no a ellos al menos.
—No he tenido tiempo —respondió quitándole importancia como si con ello pudiese quitarse la pregunta de encima.
Frank chasqueó la lengua y meneó la cabeza antes de responder.
—¿Desde cuándo eres tan cobarde, _____? —la acusó.
Ella apartó el teléfono de la oreja y lo miró como si fuera una serpiente de cascabel que acabara de silbarle al oído. Con reticencia volvió a llevarlo al oído.
—No es cobardía, es don de la oportunidad… y todavía no lo he encontrado esa oportunidad —le espetó. Suspirando sacudió la cabeza—. ¿Qué tiene que ver que te llamara Susan, conmigo?
La línea quedó en silencio durante un instante, llegó a pensar que se había cortado y estaba a punto de comprobarlo cuando oyó la profunda voz de su abuelo.
—Al principio nada —continuó Frank con un tono de voz mucho más despreocupado—, pero la conversación terminó derivando en ti y en tus repentinas vacaciones…
El tono de su voz logró traer un mal presentimiento a la mente de _____.
—…Y decidió que era hora de que también se tomaría unas vacaciones.
El color abandonó la cara de la joven un instante antes de gritarle.
—¡Susan no se tomaría vacaciones ni aunque se acabara mañana mismo el mundo! — respondió con un tono que rozaba ligeramente la histeria.
El hombre se echó a reír ante el desesperado tono de su nieta más joven.
—Desconozco su destino, pero no me sorprendería que se dejara caer por ahí de un momento a otro —respondió como si no hubiese oído su estridente respuesta—, ¿Es tan agradable ese sitio como dicen?
_____ abrió y cerró la boca varias veces antes de gritar al auricular.
—¡No, acaba de convertirse en un infierno! —respondió antes de darle a la tecla de colgar.
Se quedó mirando durante un buen rato el teléfono que tenía en sus manos, su mente era un torbellino de hipótesis sin control, Frank no podía estar hablando en serio… ¡Mierda, sí podía, toda su familia estaba loca! No dudaba de la capacidad de Susan para caer con toda su elegancia y brutal sinceridad en el momento menos oportuno si lo que había dicho el viejo era verdad, y empezaba a sospechar que no sería la única.
Sus manos se enredaron en el pelo en un gesto de profunda desesperación, quedaba escasamente una semana para Sammain, sus “vacaciones” habían sido oportunamente interrumpidas por un vaquero del siglo XIX que no tenía la menor idea de cómo liberar, sabía que su exasperante y totalmente perfecta hermana estaba a punto de caer sobre ella como una apisonadora y si conocía bien a su excéntrico y ligeramente raro abuelo, ahora estaría al teléfono comprobando las reservas del hotel y el avión.
_____ alzó la mirada al techo y se dejó caer de nuevo sobre el colchón.
—¡Nicholas, retiro todo lo que dije! ¡No eres cobarde, ni oportunista, ni un criador de cerdos del siglo pasado! —Clamó alzando la voz—. ¡Y sobre todo, sí quiero verte de nuevo! ¡¡Nicholas!!
Tras un largo instante de tensa espera, suspiró y se acurrucó sobre la cama.
—Ya nada puede ir a peor —farfulló enterrando la cabeza bajo la almohada.
Lentamente levantó la almohada que le cubría la cabeza, su largo pelo negro parecía una revuelta maraña de seda que se esparcía sobre sus hombros y parte de su rostro. Le apartó lentamente el pelo de la cara, estaba profundamente dormida. Después de descargar su repentina rabieta se había dormido y él había aprovechado ese momento para acercarse a ella. Era más fácil enfrentarla de ese modo, cuando estaba en pie y con aquellos preciosos ojos violeta que tanto le gustaban clavados sobre él y echando chispas realmente no atendía a razones… le gustaban sus ojos brillantes de emoción u oscurecidos por el deseo. Se acuclilló a su lado viéndola dormir, aquella pequeña mujer se estaba haciendo poco a poco un hueco en su corazón y en su alma y eso realmente lo asustaba.
—Supongo que debería darte las gracias por que hayas retirado lo de criador de cerdos del siglo pasado, ¿um? —murmuró acariciándole el pelo.
Con un profundo suspiro se inclinó para besarla en la frente un instante antes de desaparecer.
Sumida en sus sueños, _____ se revolvió en la cama y dejó escapar su nombre en un débil susurro.
—Nicholas…
Una lágrima solitaria resbaló por la mejilla femenina desapareciendo entre las hebras morenas de su pelo.
Alguien golpeaba con insistencia la puerta, pero se resistía a dejar su inesperada siesta para ir a ver quién era. Los golpes seguían sucediéndose a intervalos, intuía que si no se levantaba o respondía, seguirían hasta instalarse en su cabeza como un incesante martillear. Se incorporó lentamente dejando escapar un bostezo, su cuerpo se arqueó estirando los brazos, desperezándose igual que un gato tras una larga y agradable siesta. Tuvo que parpadear un par de veces hasta que su visión fue capaz de soportar la brillante luz que penetraba por la ventana.
Los golpes se volvieron cada vez más insistentes.
—Ya va —respondió, su voz salió como una ahogada cacofonía, tuvo que salivar un par de veces antes de poder tener un tono ligeramente normal—, un momento.
Ahogando un ligero bostezo tras la palma de la mano abrió la puerta para encontrarse a una sonriente Shadow cargando con una pequeña caja bajo el brazo.
—Hola —saludó la chica levantando ligeramente la caja a modo de respuesta—. Tienes que ver lo que he encontrado, estaba rebuscando en el trastero intentando encontrar los adornos para Halloween y me he encontrado con esto.
Shadow pasó a la habitación y dejó la caja sobre la cama para luego sacar un par de fotografías de esta y pasárselas a _____ al tiempo que explicaba.
—No estoy segura, pero creo que este salón es nuestro comedor, el que da al jardín —respondió la chica señalando diversas partes de la foto amarilleada por el tiempo—, fíjate aquí y aquí… ¿No parece el jardín? Y he contado las ventanas y la distribución también es la misma.
_____ bostezó y se frotó los ojos mirando una fotografía y luego la otra, ambas pertenecían a una panorámica de lo que parecía ser un salón de baile en una antigua fiesta, la gente iba toda vestida con trajes de época, al estilo de los que había visto en películas como Norte y Sur o Lo Que el Viento se Llevó. Los adornos se asemejaban a los que posiblemente se habrían usado en navidad, unas fotos bastante extrañas para aquella época.
_____ intentó distinguir alguna silueta conocida, pero las fotos estaban demasiado viejas y dañadas.
—Parece que se sacaron en algún tipo de fiesta —comentó devolviéndole las fotos—, ¿Estás pensando en algo así para la decoración?
Shadow tomó las fotos y las miró antes de devolverlas a la caja y sacar de ella unas cuantas fotos más, estas ya eran distintas, pues pertenecían a retratos familiares. _____ observó cómo la chica se fijaba especialmente en una de ellas y pasaba suavemente los dedos por ella.
—Mi madre solía decirme que todos tenemos un ángel de la guarda y que el mío llevaba muchísimo tiempo viviendo aquí y continuaría aquí hasta que yo fuera mayor y ya no lo necesitara —murmuró tendiéndole la fotografía al tiempo que se acercaba para indicarle a un hombre vestido de forma parecida a los de la foto anterior, el cual permanecía de pie a un lado de un diván en el que permanecían sentadas dos mujeres—, no se ve muy bien, pero por los vestidos, creo que son las dos mujeres que aparecen en el cuadro de la biblioteca… y este es N. Jerry… mi ángel de la guarda.
La modorra que había estado envolviéndola desapareció por completo dejándola despierta y alerta, palideció cuando reconoció a la gente retratada en aquella foto, las palabras de la muchacha solo habían conseguido dejarla todavía más blanca. Se le contrajo la garganta haciendo casi imposible el dar una respuesta. Shadow pareció no darse cuenta pues siguió hablando mientras observaba la foto. El escenario mostraba a un Nicholas mucho más joven pero sin duda era él. Tomando la foto para examinarla de cerca, realmente sintió como si el suelo se moviera bajo sus pies, de pie al lado de Nicholas, estaba el mismo hombre que había conocido días atrás en la biblioteca, aún sin llevar el traje de Armani, seguía siendo igual de imponente. Las dos mujeres sentadas con las manos en el regazo debían de ser Catherine y su madre.
Shadow tomó nuevamente la foto y le dio la vuelta, para mostrarle en una escritura antigua y ya borrosa, cuatro nombres, dos de hombre y dos de mujer, junto con una fecha.
—N. Jerry, Jerry, Cathie y Aislin —leyó Shadow con su suave y musical voz.
Las piernas empezaban a temblarle tanto que _____ tuvo que buscar casi a tientas la cama para dejarse caer sobre ella. Shadow debió percibir su movimiento pues se volvió a ella, su sonrisa cambió casi de inmediato por un preocupado ceño.
—¿Estás bien? —se preocupó la chica. Devolvió las fotos en la caja y se apresuró a agacharse al lado de _____—. Estás tan pálida como si hubieses visto un fantasma.
Le hubiese gustado reírse. ¿Un fantasma? En aquel antiguo retrato conocía por los menos a dos. Cerrando los ojos y respirando profundamente intentó calmarse.
—Me he mareado, no es nada —respondió intentando quitarle importancia al asunto—, posiblemente solo haya sido un bajón de azúcar…
Shadow la miró no muy convencida durante unos momentos como si sospechase que _____ no le estaba diciendo toda la verdad.
—¿Estás segura? ¿Necesitas alguna cosa? —se preocupó a pesar de todo.
Sacudiendo la cabeza, murmuró un “estoy bien” y se concentró de nuevo en la idea que estaba presentando la muchacha.
—La idea es buena, pero no estoy segura de que podamos disponer del comedor el tiempo suficiente como para poder hacer algo como eso —señaló la morena con una sonrisa poco convincente—, los huéspedes del hotel querrán seguir haciendo sus comidas.
—El año pasado cerramos el comedor después de la comida del mediodía, a la noche se dio un bufé de bocaditos y cosas de esas en la fiesta y a todos pareció gustarles —explicó la adolescente.
_____ asintió, aquello era más factible.
—En ese caso, creo que solo necesitamos el decorado y ver como apartar las mesas para dejar sitio para moverse —comentó ella.
Shadow sonrió recogiendo la caja dispuesta a dar rienda suelta a las ideas que empezaban a agolpársele en la cabeza, consultaría sus posibilidades y vería que podría sacar de ello. Con aquella perspectiva en mente enfiló hacia la puerta.
—¿Shadow? —la llamó _____ en el último momento. Cojeando ligeramente se acercó a la chica que la miraba con expresión interrogativa. —¿Puedo quedármela por unas horas? —pidió sacando la foto de la antigua familia de la caja. Al ver la mirada de extrañeza en la cara de Shadow se apresuró en añadir—. Siento curiosidad por los nombres de la gente de la foto, me gustaría ver si puedo llegar a averiguar quiénes eran.
Shadow inclinó la cabeza y se la quedó mirando durante un instante antes de responder.
—No estoy muy segura, pero puede que fueran los primeros propietarios de esta casa —respondió la chica observando la foto ahora entre los dedos de _____. Un segundo después su mirada se cerró en la de su compañera—. ¿Hay algo que no me has dicho y que debiera saber?
_____ se encogió de hombros de manera casual. Había demasiadas cosas que su amiga desconocía y quizás fuera mejor así.
—Todo el mundo tiene derecho a guardar secretos —fue su respuesta.
Con un ligero asentimiento de cabeza, tomó el pomo de la puerta y la abrió.
—Sí, tienes mucha razón —aceptó la chica con una dulce sonrisa antes de señalar la foto con un movimiento de barbilla—, pero si descubres algo interesante…
—Te lo haré saber.
Shadow asintió y tras despedirse con la mano que llevaba libre, se marchó de la misma manera que había llegado. Cerrando la puerta tras de ella, _____ se dejó ir apoyando la frente sobre la fría madera antes de volver a observar la foto que tenía entre las manos.
—Pensé que ya se habían perdido todas las fotografías.
Un pequeño grito escapó de su garganta, el corazón le palpitaba con fuerza debido al sobresalto que le había producido la profunda voz a sus espaldas.
Nicholas sonrió para sus adentros, no había sido su intención asustarla, pero era divertirlo verla dar esos pequeños saltitos. Acortando la distancia entre ellos, avanzó extendiendo la mano hacia la fotografía. Pareció encogerse ligeramente contra la puerta, sus brillantes ojos violetas lo miraron un instante antes de desviarse hacia un lado, su voz sonaba algo temblorosa, pero fue el ligero sonrojo que empezó a teñir sus mejillas lo que hizo que Nicholas sonriese satisfecho.
—Me has dado un susto de muerte —protestó en tono indignado, pero no alzó los ojos del suelo.
Deteniéndose brevemente ante ella, tomó la foto en una mano y con la otra le levantó la barbilla obligándola de ese modo a encontrarse con su mirada.
—Lo siento —se disculpó, su voz había sonado casi como un ronroneo.
Le apartó la mano de golpe y se enderezó, señalando la foto con la barbilla.
—Casi me da un ataque cuando Shadow me enseñó eso —respondió, al menos la indignación no la hacía sentirse tan vulnerable junto a él—, me dio un paro cardíaco cuando dijo tu nombre como si te conociese.
Nicholas bajó su mirada café sobre la cara femenina.
—¿Celosa?
—Vete al infierno.
El vaquero sonrió de medio lado y se volvió a observar la foto.
—Shadow cree conocerme —puntualizó él, su mirada volvió de nuevo a ella—, ha estado a mi alrededor desde que era casi un bebé. Su madre le contaba historias con estas fotos, una parte de verdad con otra de intuición y demasiados cuentos de hadas.
_____ hizo un ruido de asentimiento y se las ingenió para pasar junto a él sin siquiera rozarle. Nicholas dudó en estirar el brazo y detenerla, finalmente se limitó a dejarla ir mirándola por el rabillo del ojo. Aquella pequeña bruja morena lo tenía hechizado, desde que la había sentido casi bajo él, acariciado y probado la textura de su piel solo había podido pensar en lo que sería terminar lo que habían empezado hundiéndose entre sus piernas, sintiéndose rodeado por ellas mientras empujaba en su húmedo, caliente y apretado interior.
—Podrías haberme avisado de ello —murmuró _____ desde el dormitorio, interrumpiendo los pensamientos de Nicholas.
Encogiéndose de hombros se giró y caminó hacia el dormitorio.
—¿Y dónde diablos te habías metido? —Protestó nuevamente—. Queda menos de una semana para Sammain y todavía no hemos dado con la manera de romper…
—¿Tanta prisa tienes por deshacerte de mí? —la atacó de manera seca y contundente, a continuación añadió—. He estado ocupado.
Ocupado asegurándose de que el viejo no pusiera las manos ni ninguna otra cosa sobre su mujer. ¿Desde cuándo se había implantado esa absurda idea en su cabeza? Suspiró, justo en el momento en que había acariciado su piel y probado el sabor de su boca, desde ese momento solo había pensado en lo que sentiría cuando la hiciese suya.
Haciendo esos descabellados pensamientos a un lado se centró en la pequeña morena, la cual lo miraba con los ojos entrecerrados como si no se hubiese creído ni una sola palabra.
—Habría jurado que eras tú el que tenía prisa por desembarazarse de mí —replicó ella alzando la barbilla como invitándole a desafiar sus palabras.
Sonrió de medio lado y respondió mirándola por debajo de las espesas pestañas que enmarcaban unos brillantes ojos cafés. Su voz era una ligera caricia que enviaba descargas eléctricas a través de su piel.
—Ni lo más mínimo —respondió al tiempo que echaba el pulgar sobre el hombro indicando a la puerta—. ¿Te ha convencido Shadow para que la ayudes a organizar la fiesta de este año?
Ella se encogió de hombros.
—Me pidió ayuda y no pude negarme, me cae bien y le debía una por el portátil — respondió empezando a relajarse nuevamente en su presencia.
Nicholas bajó la mirada al suelo, el aparato seguía a un lado de la cama.
—¿Has descubierto algo que sea de alguna utilidad? —preguntó volviendo la mirada nuevamente hacia ella.
Su melena oscura voló de un lado a otro cuando sacudió la cabeza y dejó escapar un resignado suspiro.
—Nada. Esas cartas son un completo enredo para mí, en ningún sitio dice como liberar un alma —respondió ella cojeando de regreso hacia la cama—, solo habla una y otra vez de lo mismo… pero nada que sirva realmente.
—El tiempo se agota —le recordó él.
—¡Ya lo sé! —Replicó exaltada a lo que él respondió arqueando una delgada ceja—. Estoy algo tensa, lo siento.
Nicholas observó como ella desviaba la mirada antes de dejarse caer hacia atrás sobre la cama, para luego cubrirse los ojos con un brazo.
—¿Qué ha pasado? —preguntó sin moverse de donde estaba.
_____ suspiró, apartó el brazo que cubría sus ojos y lo dejó caer nuevamente sobre la almohada.
—He hablado con Frank —respondió en tono bajo, ligeramente molesto—, parece que mi hermana Susan ha decidido tomarse unas vacaciones.
—Bueno, todo el mundo tiene derecho a tomarse un respiro, no puedes condenar a alguien por querer tomarse un descanso en su trabajo —argumentó Nicholas, su mirada café barriéndola lentamente.
Su melena negra se esparció ligeramente cuando negó con la cabeza, los ojos violetas se clavaron entonces en los de él, manteniendo en todo momento la mirada.
—No se trata de que se tome o no un descanso —suspiró incorporándose hasta quedarse sentada en la cama—, el problema aparece cuando elige Los Robles con su destino de vacaciones.
Arqueando una de sus cafés cejas, el vaquero rodeó lentamente la cama hasta terminar apoyándose contra el alfeizar de la ventana impidiendo así el paso de la luz. Con un golpe de los dedos alzó el sombrero, algo que se había convertido ya en costumbre.
—¿Por qué viniste aquí, _____? ¿Qué te impulsó a abandonarlo todo y escapar?
Abrió la boca dispuesta a rebatir esa declaración pero se detuvo en el último instante, ¿De qué servía que se engañase a sí misma? Tenía razón, había escapado huyendo de su propia vida, de sus miedos y de una relación que en el fondo de su alma siempre había intuido que jamás conduciría a ningún sitio. Había evitado hacer frente a las lamentaciones de conocidos, a los “te lo dije” de los únicos que tenían derecho a juzgarla, había huido de los reproches de su propia familia, de las duras palabras que no quería oír buscando la única compañía de la soledad y encontrando en cambio…
—Tú —respondió echándose a reír.
Nicholas no podía si no mirarla, había reaccionado a sus palabras como alguien que se da con una pared que siempre había estado allí y que hasta ese momento no lo había asimilado para después echarse a reír sin más. Realmente, las mujeres de cualquier siglo eran difíciles de entender.
Ella lo miró entonces, su rostro mostrando una inmensa ternura y algo más que no estaba todavía dispuesto a analizar.
—Es absurdo, lo sé, pero es la única explicación que le encuentro —respondió ella, en su voz había todavía una nota cómica—, tenía que abandonarlo todo para poder encontrarte, este era el momento, era tu momento.
El vaquero se limitó a mirarla, sus palabras no sonaban tan descabelladas como habría podido pensar en un principio. Siempre había estado esperando que sucediera ese algo que cambiara su muerte, ese algo que le diera la oportunidad de deshacer todos los errores cometidos. Pero no era un algo, la había estado esperando a ella.
—Estamos jugando con fuego, _____ —murmuró él, su mirada fija en la de la mujer—, antes o después acabaremos quemándonos.
Sacudió la cabeza de un lado a otro sobre el colchón, su pelo suelto abriéndose en un destartalado abanico bajo ella mientras intentaba borrar de su cabeza las imágenes eróticas que se habían colado en su mente. Ardientes y sudorosos cuerpos entrelazándose bajo las sábanas…
—¡Basta! —se ordenó sacudiendo la cabeza de un lado a otro—. ¡Todo esto es culpa tuya, Nicholas! ¡Tú jodida culpa!
Se giró lo justo para enterrar la cara contra la almohada y aferrarla con las dos manos al tiempo que dejaba escapar un desesperado grito que quedó amortiguado contra esta. La melodía de su teléfono móvil eligió ese momento para sonar.
—¡Y ahora qué diablos quieres, jodido teléfono! —gritó incorporándose de nuevo buscando con la mirada el lugar del que procedía el sonido.
Dejando escapar un bufido se dejó caer nuevamente sobre la cama mientras el teléfono seguía sonando una y otra vez hasta que por fin se quedó en silencio.
Entonces se echó a reír ante lo absurdo de su reacción, sacudió la cabeza una vez más y se incorporó lentamente apartándose el revuelto pelo de la cara. Haciendo a un lado el portátil que había sido desplazado ligeramente por su pataleta encima de la cama, deslizó las piernas al suelo y cojeó hasta el mueble sobre el que estaba su teléfono. Tras apretar un par de botones buscó el número desde el que acaban de llamar.
—Frank —murmuró viendo el número que había quedado registrado en la pantalla.
Tras una leve vacilación activó la opción de re-llamada y se llevó el teléfono a la oreja mientras cojeaba de regreso a la cama y dejaba el ordenador en el suelo donde no podría caer por accidente. Con un suspiro se dejó caer sobre el mullido colchón.
—Sí, soy yo, dime que has descubierto —preguntó directamente después de escuchar la profunda voz masculina.
Frank sonrió al escuchar la directa respuesta de su nieta, la chica no se andaba con rodeos. Observó por un momento el montón de papeles esparcidos por su mesa para después darles la espalda y dirigirse hacia la cocina situada en una habitación a la derecha.
—Pues la verdad es que nada nuevo —respondió él mientras traspasaba el umbral de la cocina. Los muebles rústicos de madera, y el suave tono crema de las paredes hacía de esta una estancia agradable y hogareña—, pero no era por eso por lo que te llamaba sino por Susan.
No podía ver la expresión que había puesto su nieta mientras se levantaba de un salto de la cama, de haberlo hecho se habría cuidado mucho de continuar.
_____ se había quedado totalmente sorprendida, no podía evitar preguntarse que tenía que ver su hermana en todo aquello.
—¿Susan? —oyó la respuesta de _____, en su voz se notaba el desconcierto—. ¿Mi hermana Susan?
Frank apartó la cortina que cubría el enorme ventanal de la cocina y observó el tráfico.
—¿Es que tengo otra nieta y tu padre se ha olvidado de decírmelo? —respondió con cierto toque de humor.
La joven se mordió la lengua para no contestar a eso.
—¿Qué pasa con ella? —optó por preguntar.
—Me llamó hace un par de días haciéndome unas preguntas un tanto extrañas — aceptó con un cierto tono de curiosidad en su voz—, el caso es que también me preguntó por ti. ¿Todavía no has llamado a tus padres?
La chica puso los ojos en blanco. Había estado retrasando aquella maldita llamada todo lo que había podido, realmente no había mucho que decir, no a ellos al menos.
—No he tenido tiempo —respondió quitándole importancia como si con ello pudiese quitarse la pregunta de encima.
Frank chasqueó la lengua y meneó la cabeza antes de responder.
—¿Desde cuándo eres tan cobarde, _____? —la acusó.
Ella apartó el teléfono de la oreja y lo miró como si fuera una serpiente de cascabel que acabara de silbarle al oído. Con reticencia volvió a llevarlo al oído.
—No es cobardía, es don de la oportunidad… y todavía no lo he encontrado esa oportunidad —le espetó. Suspirando sacudió la cabeza—. ¿Qué tiene que ver que te llamara Susan, conmigo?
La línea quedó en silencio durante un instante, llegó a pensar que se había cortado y estaba a punto de comprobarlo cuando oyó la profunda voz de su abuelo.
—Al principio nada —continuó Frank con un tono de voz mucho más despreocupado—, pero la conversación terminó derivando en ti y en tus repentinas vacaciones…
El tono de su voz logró traer un mal presentimiento a la mente de _____.
—…Y decidió que era hora de que también se tomaría unas vacaciones.
El color abandonó la cara de la joven un instante antes de gritarle.
—¡Susan no se tomaría vacaciones ni aunque se acabara mañana mismo el mundo! — respondió con un tono que rozaba ligeramente la histeria.
El hombre se echó a reír ante el desesperado tono de su nieta más joven.
—Desconozco su destino, pero no me sorprendería que se dejara caer por ahí de un momento a otro —respondió como si no hubiese oído su estridente respuesta—, ¿Es tan agradable ese sitio como dicen?
_____ abrió y cerró la boca varias veces antes de gritar al auricular.
—¡No, acaba de convertirse en un infierno! —respondió antes de darle a la tecla de colgar.
Se quedó mirando durante un buen rato el teléfono que tenía en sus manos, su mente era un torbellino de hipótesis sin control, Frank no podía estar hablando en serio… ¡Mierda, sí podía, toda su familia estaba loca! No dudaba de la capacidad de Susan para caer con toda su elegancia y brutal sinceridad en el momento menos oportuno si lo que había dicho el viejo era verdad, y empezaba a sospechar que no sería la única.
Sus manos se enredaron en el pelo en un gesto de profunda desesperación, quedaba escasamente una semana para Sammain, sus “vacaciones” habían sido oportunamente interrumpidas por un vaquero del siglo XIX que no tenía la menor idea de cómo liberar, sabía que su exasperante y totalmente perfecta hermana estaba a punto de caer sobre ella como una apisonadora y si conocía bien a su excéntrico y ligeramente raro abuelo, ahora estaría al teléfono comprobando las reservas del hotel y el avión.
_____ alzó la mirada al techo y se dejó caer de nuevo sobre el colchón.
—¡Nicholas, retiro todo lo que dije! ¡No eres cobarde, ni oportunista, ni un criador de cerdos del siglo pasado! —Clamó alzando la voz—. ¡Y sobre todo, sí quiero verte de nuevo! ¡¡Nicholas!!
Tras un largo instante de tensa espera, suspiró y se acurrucó sobre la cama.
—Ya nada puede ir a peor —farfulló enterrando la cabeza bajo la almohada.
Lentamente levantó la almohada que le cubría la cabeza, su largo pelo negro parecía una revuelta maraña de seda que se esparcía sobre sus hombros y parte de su rostro. Le apartó lentamente el pelo de la cara, estaba profundamente dormida. Después de descargar su repentina rabieta se había dormido y él había aprovechado ese momento para acercarse a ella. Era más fácil enfrentarla de ese modo, cuando estaba en pie y con aquellos preciosos ojos violeta que tanto le gustaban clavados sobre él y echando chispas realmente no atendía a razones… le gustaban sus ojos brillantes de emoción u oscurecidos por el deseo. Se acuclilló a su lado viéndola dormir, aquella pequeña mujer se estaba haciendo poco a poco un hueco en su corazón y en su alma y eso realmente lo asustaba.
—Supongo que debería darte las gracias por que hayas retirado lo de criador de cerdos del siglo pasado, ¿um? —murmuró acariciándole el pelo.
Con un profundo suspiro se inclinó para besarla en la frente un instante antes de desaparecer.
Sumida en sus sueños, _____ se revolvió en la cama y dejó escapar su nombre en un débil susurro.
—Nicholas…
Una lágrima solitaria resbaló por la mejilla femenina desapareciendo entre las hebras morenas de su pelo.
Alguien golpeaba con insistencia la puerta, pero se resistía a dejar su inesperada siesta para ir a ver quién era. Los golpes seguían sucediéndose a intervalos, intuía que si no se levantaba o respondía, seguirían hasta instalarse en su cabeza como un incesante martillear. Se incorporó lentamente dejando escapar un bostezo, su cuerpo se arqueó estirando los brazos, desperezándose igual que un gato tras una larga y agradable siesta. Tuvo que parpadear un par de veces hasta que su visión fue capaz de soportar la brillante luz que penetraba por la ventana.
Los golpes se volvieron cada vez más insistentes.
—Ya va —respondió, su voz salió como una ahogada cacofonía, tuvo que salivar un par de veces antes de poder tener un tono ligeramente normal—, un momento.
Ahogando un ligero bostezo tras la palma de la mano abrió la puerta para encontrarse a una sonriente Shadow cargando con una pequeña caja bajo el brazo.
—Hola —saludó la chica levantando ligeramente la caja a modo de respuesta—. Tienes que ver lo que he encontrado, estaba rebuscando en el trastero intentando encontrar los adornos para Halloween y me he encontrado con esto.
Shadow pasó a la habitación y dejó la caja sobre la cama para luego sacar un par de fotografías de esta y pasárselas a _____ al tiempo que explicaba.
—No estoy segura, pero creo que este salón es nuestro comedor, el que da al jardín —respondió la chica señalando diversas partes de la foto amarilleada por el tiempo—, fíjate aquí y aquí… ¿No parece el jardín? Y he contado las ventanas y la distribución también es la misma.
_____ bostezó y se frotó los ojos mirando una fotografía y luego la otra, ambas pertenecían a una panorámica de lo que parecía ser un salón de baile en una antigua fiesta, la gente iba toda vestida con trajes de época, al estilo de los que había visto en películas como Norte y Sur o Lo Que el Viento se Llevó. Los adornos se asemejaban a los que posiblemente se habrían usado en navidad, unas fotos bastante extrañas para aquella época.
_____ intentó distinguir alguna silueta conocida, pero las fotos estaban demasiado viejas y dañadas.
—Parece que se sacaron en algún tipo de fiesta —comentó devolviéndole las fotos—, ¿Estás pensando en algo así para la decoración?
Shadow tomó las fotos y las miró antes de devolverlas a la caja y sacar de ella unas cuantas fotos más, estas ya eran distintas, pues pertenecían a retratos familiares. _____ observó cómo la chica se fijaba especialmente en una de ellas y pasaba suavemente los dedos por ella.
—Mi madre solía decirme que todos tenemos un ángel de la guarda y que el mío llevaba muchísimo tiempo viviendo aquí y continuaría aquí hasta que yo fuera mayor y ya no lo necesitara —murmuró tendiéndole la fotografía al tiempo que se acercaba para indicarle a un hombre vestido de forma parecida a los de la foto anterior, el cual permanecía de pie a un lado de un diván en el que permanecían sentadas dos mujeres—, no se ve muy bien, pero por los vestidos, creo que son las dos mujeres que aparecen en el cuadro de la biblioteca… y este es N. Jerry… mi ángel de la guarda.
La modorra que había estado envolviéndola desapareció por completo dejándola despierta y alerta, palideció cuando reconoció a la gente retratada en aquella foto, las palabras de la muchacha solo habían conseguido dejarla todavía más blanca. Se le contrajo la garganta haciendo casi imposible el dar una respuesta. Shadow pareció no darse cuenta pues siguió hablando mientras observaba la foto. El escenario mostraba a un Nicholas mucho más joven pero sin duda era él. Tomando la foto para examinarla de cerca, realmente sintió como si el suelo se moviera bajo sus pies, de pie al lado de Nicholas, estaba el mismo hombre que había conocido días atrás en la biblioteca, aún sin llevar el traje de Armani, seguía siendo igual de imponente. Las dos mujeres sentadas con las manos en el regazo debían de ser Catherine y su madre.
Shadow tomó nuevamente la foto y le dio la vuelta, para mostrarle en una escritura antigua y ya borrosa, cuatro nombres, dos de hombre y dos de mujer, junto con una fecha.
—N. Jerry, Jerry, Cathie y Aislin —leyó Shadow con su suave y musical voz.
Las piernas empezaban a temblarle tanto que _____ tuvo que buscar casi a tientas la cama para dejarse caer sobre ella. Shadow debió percibir su movimiento pues se volvió a ella, su sonrisa cambió casi de inmediato por un preocupado ceño.
—¿Estás bien? —se preocupó la chica. Devolvió las fotos en la caja y se apresuró a agacharse al lado de _____—. Estás tan pálida como si hubieses visto un fantasma.
Le hubiese gustado reírse. ¿Un fantasma? En aquel antiguo retrato conocía por los menos a dos. Cerrando los ojos y respirando profundamente intentó calmarse.
—Me he mareado, no es nada —respondió intentando quitarle importancia al asunto—, posiblemente solo haya sido un bajón de azúcar…
Shadow la miró no muy convencida durante unos momentos como si sospechase que _____ no le estaba diciendo toda la verdad.
—¿Estás segura? ¿Necesitas alguna cosa? —se preocupó a pesar de todo.
Sacudiendo la cabeza, murmuró un “estoy bien” y se concentró de nuevo en la idea que estaba presentando la muchacha.
—La idea es buena, pero no estoy segura de que podamos disponer del comedor el tiempo suficiente como para poder hacer algo como eso —señaló la morena con una sonrisa poco convincente—, los huéspedes del hotel querrán seguir haciendo sus comidas.
—El año pasado cerramos el comedor después de la comida del mediodía, a la noche se dio un bufé de bocaditos y cosas de esas en la fiesta y a todos pareció gustarles —explicó la adolescente.
_____ asintió, aquello era más factible.
—En ese caso, creo que solo necesitamos el decorado y ver como apartar las mesas para dejar sitio para moverse —comentó ella.
Shadow sonrió recogiendo la caja dispuesta a dar rienda suelta a las ideas que empezaban a agolpársele en la cabeza, consultaría sus posibilidades y vería que podría sacar de ello. Con aquella perspectiva en mente enfiló hacia la puerta.
—¿Shadow? —la llamó _____ en el último momento. Cojeando ligeramente se acercó a la chica que la miraba con expresión interrogativa. —¿Puedo quedármela por unas horas? —pidió sacando la foto de la antigua familia de la caja. Al ver la mirada de extrañeza en la cara de Shadow se apresuró en añadir—. Siento curiosidad por los nombres de la gente de la foto, me gustaría ver si puedo llegar a averiguar quiénes eran.
Shadow inclinó la cabeza y se la quedó mirando durante un instante antes de responder.
—No estoy muy segura, pero puede que fueran los primeros propietarios de esta casa —respondió la chica observando la foto ahora entre los dedos de _____. Un segundo después su mirada se cerró en la de su compañera—. ¿Hay algo que no me has dicho y que debiera saber?
_____ se encogió de hombros de manera casual. Había demasiadas cosas que su amiga desconocía y quizás fuera mejor así.
—Todo el mundo tiene derecho a guardar secretos —fue su respuesta.
Con un ligero asentimiento de cabeza, tomó el pomo de la puerta y la abrió.
—Sí, tienes mucha razón —aceptó la chica con una dulce sonrisa antes de señalar la foto con un movimiento de barbilla—, pero si descubres algo interesante…
—Te lo haré saber.
Shadow asintió y tras despedirse con la mano que llevaba libre, se marchó de la misma manera que había llegado. Cerrando la puerta tras de ella, _____ se dejó ir apoyando la frente sobre la fría madera antes de volver a observar la foto que tenía entre las manos.
—Pensé que ya se habían perdido todas las fotografías.
Un pequeño grito escapó de su garganta, el corazón le palpitaba con fuerza debido al sobresalto que le había producido la profunda voz a sus espaldas.
Nicholas sonrió para sus adentros, no había sido su intención asustarla, pero era divertirlo verla dar esos pequeños saltitos. Acortando la distancia entre ellos, avanzó extendiendo la mano hacia la fotografía. Pareció encogerse ligeramente contra la puerta, sus brillantes ojos violetas lo miraron un instante antes de desviarse hacia un lado, su voz sonaba algo temblorosa, pero fue el ligero sonrojo que empezó a teñir sus mejillas lo que hizo que Nicholas sonriese satisfecho.
—Me has dado un susto de muerte —protestó en tono indignado, pero no alzó los ojos del suelo.
Deteniéndose brevemente ante ella, tomó la foto en una mano y con la otra le levantó la barbilla obligándola de ese modo a encontrarse con su mirada.
—Lo siento —se disculpó, su voz había sonado casi como un ronroneo.
Le apartó la mano de golpe y se enderezó, señalando la foto con la barbilla.
—Casi me da un ataque cuando Shadow me enseñó eso —respondió, al menos la indignación no la hacía sentirse tan vulnerable junto a él—, me dio un paro cardíaco cuando dijo tu nombre como si te conociese.
Nicholas bajó su mirada café sobre la cara femenina.
—¿Celosa?
—Vete al infierno.
El vaquero sonrió de medio lado y se volvió a observar la foto.
—Shadow cree conocerme —puntualizó él, su mirada volvió de nuevo a ella—, ha estado a mi alrededor desde que era casi un bebé. Su madre le contaba historias con estas fotos, una parte de verdad con otra de intuición y demasiados cuentos de hadas.
_____ hizo un ruido de asentimiento y se las ingenió para pasar junto a él sin siquiera rozarle. Nicholas dudó en estirar el brazo y detenerla, finalmente se limitó a dejarla ir mirándola por el rabillo del ojo. Aquella pequeña bruja morena lo tenía hechizado, desde que la había sentido casi bajo él, acariciado y probado la textura de su piel solo había podido pensar en lo que sería terminar lo que habían empezado hundiéndose entre sus piernas, sintiéndose rodeado por ellas mientras empujaba en su húmedo, caliente y apretado interior.
—Podrías haberme avisado de ello —murmuró _____ desde el dormitorio, interrumpiendo los pensamientos de Nicholas.
Encogiéndose de hombros se giró y caminó hacia el dormitorio.
—¿Y dónde diablos te habías metido? —Protestó nuevamente—. Queda menos de una semana para Sammain y todavía no hemos dado con la manera de romper…
—¿Tanta prisa tienes por deshacerte de mí? —la atacó de manera seca y contundente, a continuación añadió—. He estado ocupado.
Ocupado asegurándose de que el viejo no pusiera las manos ni ninguna otra cosa sobre su mujer. ¿Desde cuándo se había implantado esa absurda idea en su cabeza? Suspiró, justo en el momento en que había acariciado su piel y probado el sabor de su boca, desde ese momento solo había pensado en lo que sentiría cuando la hiciese suya.
Haciendo esos descabellados pensamientos a un lado se centró en la pequeña morena, la cual lo miraba con los ojos entrecerrados como si no se hubiese creído ni una sola palabra.
—Habría jurado que eras tú el que tenía prisa por desembarazarse de mí —replicó ella alzando la barbilla como invitándole a desafiar sus palabras.
Sonrió de medio lado y respondió mirándola por debajo de las espesas pestañas que enmarcaban unos brillantes ojos cafés. Su voz era una ligera caricia que enviaba descargas eléctricas a través de su piel.
—Ni lo más mínimo —respondió al tiempo que echaba el pulgar sobre el hombro indicando a la puerta—. ¿Te ha convencido Shadow para que la ayudes a organizar la fiesta de este año?
Ella se encogió de hombros.
—Me pidió ayuda y no pude negarme, me cae bien y le debía una por el portátil — respondió empezando a relajarse nuevamente en su presencia.
Nicholas bajó la mirada al suelo, el aparato seguía a un lado de la cama.
—¿Has descubierto algo que sea de alguna utilidad? —preguntó volviendo la mirada nuevamente hacia ella.
Su melena oscura voló de un lado a otro cuando sacudió la cabeza y dejó escapar un resignado suspiro.
—Nada. Esas cartas son un completo enredo para mí, en ningún sitio dice como liberar un alma —respondió ella cojeando de regreso hacia la cama—, solo habla una y otra vez de lo mismo… pero nada que sirva realmente.
—El tiempo se agota —le recordó él.
—¡Ya lo sé! —Replicó exaltada a lo que él respondió arqueando una delgada ceja—. Estoy algo tensa, lo siento.
Nicholas observó como ella desviaba la mirada antes de dejarse caer hacia atrás sobre la cama, para luego cubrirse los ojos con un brazo.
—¿Qué ha pasado? —preguntó sin moverse de donde estaba.
_____ suspiró, apartó el brazo que cubría sus ojos y lo dejó caer nuevamente sobre la almohada.
—He hablado con Frank —respondió en tono bajo, ligeramente molesto—, parece que mi hermana Susan ha decidido tomarse unas vacaciones.
—Bueno, todo el mundo tiene derecho a tomarse un respiro, no puedes condenar a alguien por querer tomarse un descanso en su trabajo —argumentó Nicholas, su mirada café barriéndola lentamente.
Su melena negra se esparció ligeramente cuando negó con la cabeza, los ojos violetas se clavaron entonces en los de él, manteniendo en todo momento la mirada.
—No se trata de que se tome o no un descanso —suspiró incorporándose hasta quedarse sentada en la cama—, el problema aparece cuando elige Los Robles con su destino de vacaciones.
Arqueando una de sus cafés cejas, el vaquero rodeó lentamente la cama hasta terminar apoyándose contra el alfeizar de la ventana impidiendo así el paso de la luz. Con un golpe de los dedos alzó el sombrero, algo que se había convertido ya en costumbre.
—¿Por qué viniste aquí, _____? ¿Qué te impulsó a abandonarlo todo y escapar?
Abrió la boca dispuesta a rebatir esa declaración pero se detuvo en el último instante, ¿De qué servía que se engañase a sí misma? Tenía razón, había escapado huyendo de su propia vida, de sus miedos y de una relación que en el fondo de su alma siempre había intuido que jamás conduciría a ningún sitio. Había evitado hacer frente a las lamentaciones de conocidos, a los “te lo dije” de los únicos que tenían derecho a juzgarla, había huido de los reproches de su propia familia, de las duras palabras que no quería oír buscando la única compañía de la soledad y encontrando en cambio…
—Tú —respondió echándose a reír.
Nicholas no podía si no mirarla, había reaccionado a sus palabras como alguien que se da con una pared que siempre había estado allí y que hasta ese momento no lo había asimilado para después echarse a reír sin más. Realmente, las mujeres de cualquier siglo eran difíciles de entender.
Ella lo miró entonces, su rostro mostrando una inmensa ternura y algo más que no estaba todavía dispuesto a analizar.
—Es absurdo, lo sé, pero es la única explicación que le encuentro —respondió ella, en su voz había todavía una nota cómica—, tenía que abandonarlo todo para poder encontrarte, este era el momento, era tu momento.
El vaquero se limitó a mirarla, sus palabras no sonaban tan descabelladas como habría podido pensar en un principio. Siempre había estado esperando que sucediera ese algo que cambiara su muerte, ese algo que le diera la oportunidad de deshacer todos los errores cometidos. Pero no era un algo, la había estado esperando a ella.
—Estamos jugando con fuego, _____ —murmuró él, su mirada fija en la de la mujer—, antes o después acabaremos quemándonos.
Última edición por Natuu! el Dom 11 Mar 2012, 12:44 am, editado 1 vez
Natuu!
Re: "La Redentora de Almas" (Nick&Tu) Terminada
Me encanto toooooodos los capis!! SEGUILA!!! ^^
DrippyJoBrosBTR
Re: "La Redentora de Almas" (Nick&Tu) Terminada
CAPÍTULO 13
(Segunda parte)
(Segunda parte)
Se deslizó lentamente hacia el borde de la cama opuesto a la ventana, sus pies tocaron el suelo un instante antes de incorporarse y desplazarse cojeando hacia el baño. Su voz apenas fue un apagado murmullo cuando abandonó sus labios.
—Hay cosas por las que merece la pena arder en el infierno.
Y él estaría más que gustoso de quemarse por tenerla.
Antes de darse cuenta, ya estaba tras ella, envolviendo un brazo alrededor de la cintura haciéndola perder el equilibrio hasta terminar chocando con la dura pared de su pecho. Su cálido aliento susurró en su oído.
—Debiste abandonar cuando te lo pedí.
—Te lo dije, no soy una cobarde.
—Que el cielo nos perdone, Redentora de Almas, porque nadie más lo hará — suspiró volviéndola en sus brazos.
Hundiendo los dedos en el sedoso pelo café lo acercó hasta que sus labios estuvieron a un suspiro de los propios, sus ojos ascendieron a los de él viéndose reflejada en ellos. Ya era demasiado tarde para las advertencias, había pasado toda su vida huyendo de sí misma y de sus propios deseos, era hora de detenerse y enfrentarse a la realidad, y su realidad era el hombre que la estrechaba contra su pecho reclamando su boca y en cierto modo también su alma.
Se estaba dando un banquete con la lujuriosa boca de ella, adoraba su sabor, los suaves gemidos que escapaban de su boca no hacían otra cosa que contribuir a ponerle todavía más duro. Arrastró los labios bajando por su cuello, dejando un húmedo sendero de besos a su paso, mientras sus manos trabajaban rápidamente en los botones de su blusa, uno por uno fueron cediendo hasta dejar a la vista un simple sostén de algodón con dibujos de gatitos, Nicholas la miró de nuevo con una divertida sonrisa curvándole los labios, a lo que ella respondió farfullando y con las mejillas totalmente sonrojadas.
—Me gustó cuando lo compré —farfulló incómoda bajo aquel repentino escrutinio. Ni siquiera sabía que estaba haciendo permitiendo que aquel hombre llegase a donde nadie había llegado antes.
Su respuesta fue simple y rápida y más efectiva que cualquier posible palabra, enganchó un dedo por la cinturilla de los jeans que llevaba y la atrajo contra él, bajando de nuevo la boca sobre la suya, lamiéndole y mordisqueándoles los labios para después hundirle la lengua y recorrer la húmeda cavidad de su boca.
Ella gimió, sus manos aferrándose a sus bíceps, mientras él posaba una decidida mano en su trasero y la empujaba a la pesada erección que pujaba contra sus pantalones.
—Te deseo gatita —susurró acariciando sus labios, continuando con pequeños besos a lo largo de toda la mandíbula y besándole y mordisqueándole el cuello, sus manos apretaban sus redondos glúteos a través del pantalón empujándola contra él para que sintiese la verdad de sus palabras—, te necesito, _____…
Ella se estaba derritiendo en sus brazos, no era la primera vez que pasaba por unos preliminares, pero jamás había estado tan caliente con nadie como lo estaba con él, la hacía arder y desear algo que estaba más allá de su escasa experiencia.
La boca masculina bajaba por su clavícula dejando un sendero mojado por su lengua, al llegar a los hinchados senos, Nicholas se entretuvo delineando la línea del sujetador con la lengua mientras una de sus manos se enlazaba en su cintura y la otra ascendía por el cuerpo femenino posándose sobre su pecho izquierdo, apretándolo y masajeándolo mientras con el pulgar jugueteaba con el diminuto pezón que ya empezaba a hincharse y endurecerse por sus caricias.
_____ subió las manos hasta apoyarlas sobre sus fuertes hombros, las sensaciones que le estaba provocando ese hombre le estaban nublando todo juicio, lo único que quería era sentirle, tenerle incluso más cerca de lo que estaba ahora, la ropa empezaba a ser un verdadero incordio y maldita fuera, la habitación estaba volviéndose demasiado calurosa.
—Nicholas… —jadeó ella, deseando decirle algo pero sin saber exactamente el qué.
—Paciencia, amor, no hay por qué apresurarse… —ronroneó al tiempo que su mano tironeaba del cierre delantero del sujetador hasta lograr soltarlo. Sus ojos se dilataron ante la visión de esos dos hermosos globos saltando libres fuera de su confinamiento ante su hambrienta mirada. Su boca se cerró entorno a uno de los oscurecidos pezones succionándolo con avidez, aquel atrevido gesto hizo que ella gimiera y arquease la espalda acercándole el pecho incluso más.
Ella sabía a miel y gloria, nunca había probado nada igual y se estaba emborrachando de su olor y su sabor, deseaba beber de ella, sentir como se corría mientras la chupaba y lamía a voluntad, pero _____ no tenía experiencia, podía verlo en la torpe manera en que se aferraba a él, en la sincera y espontánea respuesta que obtenía de su cuerpo.
Su boca dejó uno de los senos y se dirigió al otro para prodigarle las mismas atenciones al tiempo que una de las manos que tenía libres se deslizaba por su estómago hasta la cintura del pantalón desabotonándolo con maestría y bajando la estrecha cremallera dejando al descubierto una diminuta y tierna braguita con gatitos, a juego con el sujetador. Abandonando sus pechos volvió nuevamente a su boca, arrasándola en un caliente beso mientras hundía su mano por dentro de la braguita y sus dedos hurgaban entre los encrespados rizos entre sus piernas hasta encontrar la húmeda entrada.
Ella gimió y se tensó, sus dedos se le clavaron en los hombros, Nicholas suavizó entonces el beso y subió la mano que tenía libre por su espalda, acariciándola hasta detenerse en la base del cuello y utilizar los dedos para masajearla. Su boca voló al oído.
—Todo va bien, cariño, no tienes nada que temer —su voz era como un suave ronroneo, sedante y atrayente que la ponía incluso más mojada de lo que estaba.
Acarició suavemente los pliegues húmedos, separándolos para hundir lentamente un delgado dedo en su estrecho pasaje. Ella lloriqueó y se apretó contra él haciendo que profundizara todavía más en su interior arrancándole un nuevo lloriqueo. Nicholas se detuvo y observó su rostro sonrojado, se estaba mordiendo el labio inferior y sus ojos violetas estaban oscurecidos por el deseo. La mano que había estado acariciándole el cuello descendió nuevamente por su espalda hasta la base de su pequeño y redondeado trasero. Lentamente y sin dejar de mirarla retiró lentamente el dedo y volvió a penetrarla con él arrancando un nuevo gemido de su apetecible boca. Avergonzada enterró la cara en el hueco de su cuello, sus dedos se clavaron con fuerza en sus hombros aferrándose a él mientras lubricaba su pasaje todavía más para finalmente introducir un segundo dedo, estirándola, ensanchándola, preparándola para su futura invasión.
Ella se estremeció en sus brazos mientras seguía hundiendo ahora dos dedos en su estrecho pasaje ya lubricado por sus propios jugos, su miembro empujaba furioso contra sus pantalones desesperado por enterrarse a sí mismo en el canal que ahora ocupaban sus dedos. Aumentó poco a poco el ritmo hasta que la sintió tensarse ante la creciente ola del orgasmo que estaba a punto de alcanzar. Le acarició lentamente la base de la espalda con pequeños círculos al tiempo que su cálido aliento le susurraba tranquilizadoramente al oído, invitándola a alcanzar la liberación que tanto deseaba.
—Shh…déjate ir bebé… no lo reprimas… córrete para mí.
Sus palabras fueron como el detonador de una carga explosiva que la envió directa al clímax, las piernas le fallaron y se sintió caer durante unos instantes antes de unos fuertes brazos la levantaran del suelo y la llevaran hasta la cama.
Nicholas la dejó sentada, sus ojos no se apartaron ni un segundo de los de ella mientras la desnudaba muy lentamente, deslizándole la blusa por los hombros y quitándole el suave sujetador de algodón que caía abierto a ambos lados de sus pechos. Con todo descaro se lo mostró un instante antes de lanzarlo por encima de su hombro y descender sobre ella para besarle los labios, el cuello siguiendo por su clavícula y sus pechos desnudos, continuando su camino hacia la cintura abierta del pantalón y las braguitas que asomaban entre la cremallera abierta.
Encerrado entre sus piernas, _____ observó nerviosa y excitada como enganchaba los dedos en los bolsillos de sus jeans y empezaba a tirar de ellos hacia abajo, desnudando sus piernas. Los ojos cafés del hombre no se apartaron ni un solo instante de los de ella, abrasándola con la fuerza de su deseo. Jamás se había sentido tan valorada y deseada por nadie.
Con un leve tirón, sus zapatillas deportivas terminaron a un lado en el suelo, seguidas de los jeans. Las manos masculinas ascendieron acariciando lentamente sus piernas, poniendo un cuidado especial en la piel llena de cicatrices de su rodilla izquierda hasta llegar a las divertidas braguitas. Enganchó un dedo por cada lado y acarició a _____ con la mirada mientras se las arrancaba con un seco tirón que produjo un pequeño jadeo en la chica, deslizándolas lentamente por sus piernas hasta sacárselas y tirarlas también sobre su hombro en un gesto del todo satisfecho.
Totalmente desnuda y expuesta a su mirada, comenzó a sentir vergüenza e incomodidad, jamás había estado tan desnuda delante de un hombre y el que la primera vez fuese delante de este en particular la dejaba floja y temblorosa de expectación. Cerró los ojos con fuerza cuando notó sus manos acariciando nuevamente sus muslos, ascendiendo por su cuerpo, acariciándole los pechos, el cuello y deteniéndose entonces a acariciarle la mejilla con ternura. _____ abrió los ojos para encontrárselo tumbado a su lado, todavía vestido y con una hambrienta mirada en sus ojos.
—Eres lo más hermoso que he visto en toda mi vida —le susurró él depositando un suave beso en la punta de la nariz para después deleitarse la mirada con el cuerpo femenino expuesto para él.
_____ abrió y cerró la boca y se sonrojó, no sabía que decir, jamás se había encontrado en una situación ni remotamente parecida, se sentía expuesta y tímida ante él y carecía de experiencia para poder corresponderle adecuadamente.
—Nicholas yo no sé…
Sacudiendo la cabeza le cubrió los labios con un dedo.
—Solo siente, _____… —le susurró acariciándole el cuerpo con la yema de los dedos—, limítate a disfrutar y a sentir…
_____ lo observó mientras se deslizaba bajando por su cuerpo hasta detenerse en la unión de sus muslos, le dedicó un guiño antes de sumergir el rostro entre las piernas y atacar su sexo como un hombre muerto de sed. Ella jadeó y se retorció hasta que las manos de Nicholas la obligaron a permanecer quieta sobre el colchón mientras se daba un festín con el tesoro encontrado entre sus piernas. La lamía y la chupaba volviéndola loca, hundiendo su lengua hasta conseguir hacerla jadear y gemir su nombre, mientras movía la cabeza de un lado a otro sobre la cama, aferrándose con fuerza a la colcha mientras él desataba un infierno de sensuales sensaciones en su cuerpo.
Se vino por segunda vez con un ahogado grito, sus pechos subiendo y bajando al compás de la acelerada respiración mientras sobrevolaba las olas del nuevo orgasmo al que la había llevado. Sintió el agradable y desconocido peso del cuerpo masculino sobre el suyo al tiempo que la lengua de Nicholas se hundía en su boca permitiéndole probar su propio sabor. Todavía llevaba la ropa puesta, no sabía por qué le molestaba aquello, pero así era… deseaba sentir su piel contra la suya.
Antes de poder darse cuenta de lo que estaba haciendo, sus manos ya habían subido a la camisa negra del hombre y la empezaban a desabrochar.
—Espera, pequeña impaciente —rió ayudándole a quitarse la camisa ya por la cabeza.
—No me gusta sentirme en desventaja —murmuró ella, su voz ronca por el deseo.
Nicholas se alzó un instante montado a horcajas sobre el cuerpo femenino para sacarse la camisa por la cabeza y lanzarla al suelo. _____ se lamió los labios mientras lo miraba llevarse las manos al botón de los viejos jeans y bajando la cremallera. Un absurdo pensamiento cruzó por su mente en aquel momento.
—¿Por qué llevas pantalones? —preguntó mirándole intrigada.
Nicholas se detuvo en el acto con una divertida sonrisa extendiéndose por sus labios.
—Bueno, cariño, no creo que una falda fuese a quedarme demasiado bien — respondió con lo que a _____ seguía pareciéndole un tierno ronroneo.
_____ sacudió la cabeza.
—No, esos pantalones… jeans… —respondió con el ceño fruncido, ¿Por qué diablos se interesaba por algo tan absurdo en ese momento?
Nicholas rió.
—Olvídate de los pantalones, _____… —le sugirió volviendo a besarla con hambre de ella, su boca y su lengua hicieron estragos en la mente femenina—, solo concéntrate en nosotros… en mí.
Ella le sonrió con tal inocencia y confianza que Nicholas realmente quiso maldecir, estaba rompiendo todos los tabúes que conocía al mezclarse de esa manera con esta mujer, pero lo que sentía por ella era más fuerte que todo eso y por primera vez en los últimos siglos, le importaba bien poco todo lo demás, solo la deseaba a ella.
Deslizó finalmente la cremallera de su pantalón liberando la palpitante erección que se alzaba y palpitaba de deseo, los ojos violetas se abrieron sorprendidos al tiempo que la pequeña lengua asomaba entre los labios mojándoselos de anticipación. Sus ojos volaron entonces a los de Nicholas, quien se inclinó sobre ella y unió nuevamente su boca a la suya despertando nuevamente el deseo y alejando cualquier duda de su mente.
Se deslizó lentamente posicionándose entre sus piernas, abriendo sus muslos mientras la acariciaba y continuaba besándola sin dejarle opción a pensar. La punta de su miembro acarició los húmedos pliegues vacilando en la invitante entrada, le dolía por el deseo insatisfecho y se moría por hundirse en ella y cabalgarla con fuerza hasta alcanzar su propia liberación. Pero no ahora, ella se merecería ternura y suavidad en su primera vez, había notado la fina barrera de su virginidad cuando la había penetrado con los dedos y estaba dispuesto a darle el tiempo que necesitara aunque se muriera en el intento.
Conteniendo el aliento empujó lentamente, abriéndose paso en el estrecho canal hasta que sintió la barrera y a ella revolviéndose inquieta bajo suya. La sensación de las paredes agarrándose a su sexo era más de lo que podía soportar, cambiando ligeramente de posición, le alzó las caderas y la empaló llenándola por completo.
Ella dejó escapar un jadeo de sorpresa al sentir un ardiente y fugaz dolor al que siguió la sensación de plenitud, de sentirle profundamente enterrado en su interior llenándola y estirándola mientras su cuerpo se acostumbraba y se acomodaba para darle cabida.
Nicholas dejó sus labios, ahora hinchados por los abrasadores besos y la miró buscando su rostro queriendo comprobar que se encontraba bien y que no la había lastimado demasiado. La preocupación fue sustituida por la sorpresa al verla rodearle el cuello con los brazos y acercarlo más a ella emitiendo un pequeño quejido cuando se movió contra él.
—Despacio, nena —la mantuvo quieta bajo él—, date unos segundos…
_____ soltó alguna clase de maldición que a Nicholas se le escapó en el momento en que la sintió moverse nuevamente.
—Oh, diablos _____ —masculló antes de retirarse de ella y volver a penetrarla con suavidad al principio, para ir imprimiendo más fuerza y velocidad a sus golpes a medida que el deseo tomaba el control de ambos.
Con todo, Nicholas se obligó a ser suave con ella mientras la montaba, conduciéndolos a ambos hacia el ansiado clímax, los suaves gemidos de ella, y las uñas clavándose ahora en su espalda eran más de lo que podía soportar, aceleró el ritmo apretando los dientes cuando el orgasmo de ella lo alcanzó estrujándolo y enviándolo también a su propia liberación.
Jadeantes y sudorosos, permanecieron en silencio durante unos instantes, uno en brazos del otro intentando recuperar la respiración.
—¿Crees que la próxima vez podríamos hacerlo, dentro de las sábanas? —sugirió ella con toda inocencia.
Nicholas respondió con una sonora carcajada antes de volverse hacia ella y acariciarle la nariz con un dedo.
—Dudo que nos dé tiempo a abrir la cama, pero podemos intentarlo… otra vez —le aseguró volviendo a besarla y a despertar la pasión en su interior.
—Hay cosas por las que merece la pena arder en el infierno.
Y él estaría más que gustoso de quemarse por tenerla.
Antes de darse cuenta, ya estaba tras ella, envolviendo un brazo alrededor de la cintura haciéndola perder el equilibrio hasta terminar chocando con la dura pared de su pecho. Su cálido aliento susurró en su oído.
—Debiste abandonar cuando te lo pedí.
—Te lo dije, no soy una cobarde.
—Que el cielo nos perdone, Redentora de Almas, porque nadie más lo hará — suspiró volviéndola en sus brazos.
Hundiendo los dedos en el sedoso pelo café lo acercó hasta que sus labios estuvieron a un suspiro de los propios, sus ojos ascendieron a los de él viéndose reflejada en ellos. Ya era demasiado tarde para las advertencias, había pasado toda su vida huyendo de sí misma y de sus propios deseos, era hora de detenerse y enfrentarse a la realidad, y su realidad era el hombre que la estrechaba contra su pecho reclamando su boca y en cierto modo también su alma.
Se estaba dando un banquete con la lujuriosa boca de ella, adoraba su sabor, los suaves gemidos que escapaban de su boca no hacían otra cosa que contribuir a ponerle todavía más duro. Arrastró los labios bajando por su cuello, dejando un húmedo sendero de besos a su paso, mientras sus manos trabajaban rápidamente en los botones de su blusa, uno por uno fueron cediendo hasta dejar a la vista un simple sostén de algodón con dibujos de gatitos, Nicholas la miró de nuevo con una divertida sonrisa curvándole los labios, a lo que ella respondió farfullando y con las mejillas totalmente sonrojadas.
—Me gustó cuando lo compré —farfulló incómoda bajo aquel repentino escrutinio. Ni siquiera sabía que estaba haciendo permitiendo que aquel hombre llegase a donde nadie había llegado antes.
Su respuesta fue simple y rápida y más efectiva que cualquier posible palabra, enganchó un dedo por la cinturilla de los jeans que llevaba y la atrajo contra él, bajando de nuevo la boca sobre la suya, lamiéndole y mordisqueándoles los labios para después hundirle la lengua y recorrer la húmeda cavidad de su boca.
Ella gimió, sus manos aferrándose a sus bíceps, mientras él posaba una decidida mano en su trasero y la empujaba a la pesada erección que pujaba contra sus pantalones.
—Te deseo gatita —susurró acariciando sus labios, continuando con pequeños besos a lo largo de toda la mandíbula y besándole y mordisqueándole el cuello, sus manos apretaban sus redondos glúteos a través del pantalón empujándola contra él para que sintiese la verdad de sus palabras—, te necesito, _____…
Ella se estaba derritiendo en sus brazos, no era la primera vez que pasaba por unos preliminares, pero jamás había estado tan caliente con nadie como lo estaba con él, la hacía arder y desear algo que estaba más allá de su escasa experiencia.
La boca masculina bajaba por su clavícula dejando un sendero mojado por su lengua, al llegar a los hinchados senos, Nicholas se entretuvo delineando la línea del sujetador con la lengua mientras una de sus manos se enlazaba en su cintura y la otra ascendía por el cuerpo femenino posándose sobre su pecho izquierdo, apretándolo y masajeándolo mientras con el pulgar jugueteaba con el diminuto pezón que ya empezaba a hincharse y endurecerse por sus caricias.
_____ subió las manos hasta apoyarlas sobre sus fuertes hombros, las sensaciones que le estaba provocando ese hombre le estaban nublando todo juicio, lo único que quería era sentirle, tenerle incluso más cerca de lo que estaba ahora, la ropa empezaba a ser un verdadero incordio y maldita fuera, la habitación estaba volviéndose demasiado calurosa.
—Nicholas… —jadeó ella, deseando decirle algo pero sin saber exactamente el qué.
—Paciencia, amor, no hay por qué apresurarse… —ronroneó al tiempo que su mano tironeaba del cierre delantero del sujetador hasta lograr soltarlo. Sus ojos se dilataron ante la visión de esos dos hermosos globos saltando libres fuera de su confinamiento ante su hambrienta mirada. Su boca se cerró entorno a uno de los oscurecidos pezones succionándolo con avidez, aquel atrevido gesto hizo que ella gimiera y arquease la espalda acercándole el pecho incluso más.
Ella sabía a miel y gloria, nunca había probado nada igual y se estaba emborrachando de su olor y su sabor, deseaba beber de ella, sentir como se corría mientras la chupaba y lamía a voluntad, pero _____ no tenía experiencia, podía verlo en la torpe manera en que se aferraba a él, en la sincera y espontánea respuesta que obtenía de su cuerpo.
Su boca dejó uno de los senos y se dirigió al otro para prodigarle las mismas atenciones al tiempo que una de las manos que tenía libres se deslizaba por su estómago hasta la cintura del pantalón desabotonándolo con maestría y bajando la estrecha cremallera dejando al descubierto una diminuta y tierna braguita con gatitos, a juego con el sujetador. Abandonando sus pechos volvió nuevamente a su boca, arrasándola en un caliente beso mientras hundía su mano por dentro de la braguita y sus dedos hurgaban entre los encrespados rizos entre sus piernas hasta encontrar la húmeda entrada.
Ella gimió y se tensó, sus dedos se le clavaron en los hombros, Nicholas suavizó entonces el beso y subió la mano que tenía libre por su espalda, acariciándola hasta detenerse en la base del cuello y utilizar los dedos para masajearla. Su boca voló al oído.
—Todo va bien, cariño, no tienes nada que temer —su voz era como un suave ronroneo, sedante y atrayente que la ponía incluso más mojada de lo que estaba.
Acarició suavemente los pliegues húmedos, separándolos para hundir lentamente un delgado dedo en su estrecho pasaje. Ella lloriqueó y se apretó contra él haciendo que profundizara todavía más en su interior arrancándole un nuevo lloriqueo. Nicholas se detuvo y observó su rostro sonrojado, se estaba mordiendo el labio inferior y sus ojos violetas estaban oscurecidos por el deseo. La mano que había estado acariciándole el cuello descendió nuevamente por su espalda hasta la base de su pequeño y redondeado trasero. Lentamente y sin dejar de mirarla retiró lentamente el dedo y volvió a penetrarla con él arrancando un nuevo gemido de su apetecible boca. Avergonzada enterró la cara en el hueco de su cuello, sus dedos se clavaron con fuerza en sus hombros aferrándose a él mientras lubricaba su pasaje todavía más para finalmente introducir un segundo dedo, estirándola, ensanchándola, preparándola para su futura invasión.
Ella se estremeció en sus brazos mientras seguía hundiendo ahora dos dedos en su estrecho pasaje ya lubricado por sus propios jugos, su miembro empujaba furioso contra sus pantalones desesperado por enterrarse a sí mismo en el canal que ahora ocupaban sus dedos. Aumentó poco a poco el ritmo hasta que la sintió tensarse ante la creciente ola del orgasmo que estaba a punto de alcanzar. Le acarició lentamente la base de la espalda con pequeños círculos al tiempo que su cálido aliento le susurraba tranquilizadoramente al oído, invitándola a alcanzar la liberación que tanto deseaba.
—Shh…déjate ir bebé… no lo reprimas… córrete para mí.
Sus palabras fueron como el detonador de una carga explosiva que la envió directa al clímax, las piernas le fallaron y se sintió caer durante unos instantes antes de unos fuertes brazos la levantaran del suelo y la llevaran hasta la cama.
Nicholas la dejó sentada, sus ojos no se apartaron ni un segundo de los de ella mientras la desnudaba muy lentamente, deslizándole la blusa por los hombros y quitándole el suave sujetador de algodón que caía abierto a ambos lados de sus pechos. Con todo descaro se lo mostró un instante antes de lanzarlo por encima de su hombro y descender sobre ella para besarle los labios, el cuello siguiendo por su clavícula y sus pechos desnudos, continuando su camino hacia la cintura abierta del pantalón y las braguitas que asomaban entre la cremallera abierta.
Encerrado entre sus piernas, _____ observó nerviosa y excitada como enganchaba los dedos en los bolsillos de sus jeans y empezaba a tirar de ellos hacia abajo, desnudando sus piernas. Los ojos cafés del hombre no se apartaron ni un solo instante de los de ella, abrasándola con la fuerza de su deseo. Jamás se había sentido tan valorada y deseada por nadie.
Con un leve tirón, sus zapatillas deportivas terminaron a un lado en el suelo, seguidas de los jeans. Las manos masculinas ascendieron acariciando lentamente sus piernas, poniendo un cuidado especial en la piel llena de cicatrices de su rodilla izquierda hasta llegar a las divertidas braguitas. Enganchó un dedo por cada lado y acarició a _____ con la mirada mientras se las arrancaba con un seco tirón que produjo un pequeño jadeo en la chica, deslizándolas lentamente por sus piernas hasta sacárselas y tirarlas también sobre su hombro en un gesto del todo satisfecho.
Totalmente desnuda y expuesta a su mirada, comenzó a sentir vergüenza e incomodidad, jamás había estado tan desnuda delante de un hombre y el que la primera vez fuese delante de este en particular la dejaba floja y temblorosa de expectación. Cerró los ojos con fuerza cuando notó sus manos acariciando nuevamente sus muslos, ascendiendo por su cuerpo, acariciándole los pechos, el cuello y deteniéndose entonces a acariciarle la mejilla con ternura. _____ abrió los ojos para encontrárselo tumbado a su lado, todavía vestido y con una hambrienta mirada en sus ojos.
—Eres lo más hermoso que he visto en toda mi vida —le susurró él depositando un suave beso en la punta de la nariz para después deleitarse la mirada con el cuerpo femenino expuesto para él.
_____ abrió y cerró la boca y se sonrojó, no sabía que decir, jamás se había encontrado en una situación ni remotamente parecida, se sentía expuesta y tímida ante él y carecía de experiencia para poder corresponderle adecuadamente.
—Nicholas yo no sé…
Sacudiendo la cabeza le cubrió los labios con un dedo.
—Solo siente, _____… —le susurró acariciándole el cuerpo con la yema de los dedos—, limítate a disfrutar y a sentir…
_____ lo observó mientras se deslizaba bajando por su cuerpo hasta detenerse en la unión de sus muslos, le dedicó un guiño antes de sumergir el rostro entre las piernas y atacar su sexo como un hombre muerto de sed. Ella jadeó y se retorció hasta que las manos de Nicholas la obligaron a permanecer quieta sobre el colchón mientras se daba un festín con el tesoro encontrado entre sus piernas. La lamía y la chupaba volviéndola loca, hundiendo su lengua hasta conseguir hacerla jadear y gemir su nombre, mientras movía la cabeza de un lado a otro sobre la cama, aferrándose con fuerza a la colcha mientras él desataba un infierno de sensuales sensaciones en su cuerpo.
Se vino por segunda vez con un ahogado grito, sus pechos subiendo y bajando al compás de la acelerada respiración mientras sobrevolaba las olas del nuevo orgasmo al que la había llevado. Sintió el agradable y desconocido peso del cuerpo masculino sobre el suyo al tiempo que la lengua de Nicholas se hundía en su boca permitiéndole probar su propio sabor. Todavía llevaba la ropa puesta, no sabía por qué le molestaba aquello, pero así era… deseaba sentir su piel contra la suya.
Antes de poder darse cuenta de lo que estaba haciendo, sus manos ya habían subido a la camisa negra del hombre y la empezaban a desabrochar.
—Espera, pequeña impaciente —rió ayudándole a quitarse la camisa ya por la cabeza.
—No me gusta sentirme en desventaja —murmuró ella, su voz ronca por el deseo.
Nicholas se alzó un instante montado a horcajas sobre el cuerpo femenino para sacarse la camisa por la cabeza y lanzarla al suelo. _____ se lamió los labios mientras lo miraba llevarse las manos al botón de los viejos jeans y bajando la cremallera. Un absurdo pensamiento cruzó por su mente en aquel momento.
—¿Por qué llevas pantalones? —preguntó mirándole intrigada.
Nicholas se detuvo en el acto con una divertida sonrisa extendiéndose por sus labios.
—Bueno, cariño, no creo que una falda fuese a quedarme demasiado bien — respondió con lo que a _____ seguía pareciéndole un tierno ronroneo.
_____ sacudió la cabeza.
—No, esos pantalones… jeans… —respondió con el ceño fruncido, ¿Por qué diablos se interesaba por algo tan absurdo en ese momento?
Nicholas rió.
—Olvídate de los pantalones, _____… —le sugirió volviendo a besarla con hambre de ella, su boca y su lengua hicieron estragos en la mente femenina—, solo concéntrate en nosotros… en mí.
Ella le sonrió con tal inocencia y confianza que Nicholas realmente quiso maldecir, estaba rompiendo todos los tabúes que conocía al mezclarse de esa manera con esta mujer, pero lo que sentía por ella era más fuerte que todo eso y por primera vez en los últimos siglos, le importaba bien poco todo lo demás, solo la deseaba a ella.
Deslizó finalmente la cremallera de su pantalón liberando la palpitante erección que se alzaba y palpitaba de deseo, los ojos violetas se abrieron sorprendidos al tiempo que la pequeña lengua asomaba entre los labios mojándoselos de anticipación. Sus ojos volaron entonces a los de Nicholas, quien se inclinó sobre ella y unió nuevamente su boca a la suya despertando nuevamente el deseo y alejando cualquier duda de su mente.
Se deslizó lentamente posicionándose entre sus piernas, abriendo sus muslos mientras la acariciaba y continuaba besándola sin dejarle opción a pensar. La punta de su miembro acarició los húmedos pliegues vacilando en la invitante entrada, le dolía por el deseo insatisfecho y se moría por hundirse en ella y cabalgarla con fuerza hasta alcanzar su propia liberación. Pero no ahora, ella se merecería ternura y suavidad en su primera vez, había notado la fina barrera de su virginidad cuando la había penetrado con los dedos y estaba dispuesto a darle el tiempo que necesitara aunque se muriera en el intento.
Conteniendo el aliento empujó lentamente, abriéndose paso en el estrecho canal hasta que sintió la barrera y a ella revolviéndose inquieta bajo suya. La sensación de las paredes agarrándose a su sexo era más de lo que podía soportar, cambiando ligeramente de posición, le alzó las caderas y la empaló llenándola por completo.
Ella dejó escapar un jadeo de sorpresa al sentir un ardiente y fugaz dolor al que siguió la sensación de plenitud, de sentirle profundamente enterrado en su interior llenándola y estirándola mientras su cuerpo se acostumbraba y se acomodaba para darle cabida.
Nicholas dejó sus labios, ahora hinchados por los abrasadores besos y la miró buscando su rostro queriendo comprobar que se encontraba bien y que no la había lastimado demasiado. La preocupación fue sustituida por la sorpresa al verla rodearle el cuello con los brazos y acercarlo más a ella emitiendo un pequeño quejido cuando se movió contra él.
—Despacio, nena —la mantuvo quieta bajo él—, date unos segundos…
_____ soltó alguna clase de maldición que a Nicholas se le escapó en el momento en que la sintió moverse nuevamente.
—Oh, diablos _____ —masculló antes de retirarse de ella y volver a penetrarla con suavidad al principio, para ir imprimiendo más fuerza y velocidad a sus golpes a medida que el deseo tomaba el control de ambos.
Con todo, Nicholas se obligó a ser suave con ella mientras la montaba, conduciéndolos a ambos hacia el ansiado clímax, los suaves gemidos de ella, y las uñas clavándose ahora en su espalda eran más de lo que podía soportar, aceleró el ritmo apretando los dientes cuando el orgasmo de ella lo alcanzó estrujándolo y enviándolo también a su propia liberación.
Jadeantes y sudorosos, permanecieron en silencio durante unos instantes, uno en brazos del otro intentando recuperar la respiración.
—¿Crees que la próxima vez podríamos hacerlo, dentro de las sábanas? —sugirió ella con toda inocencia.
Nicholas respondió con una sonora carcajada antes de volverse hacia ella y acariciarle la nariz con un dedo.
—Dudo que nos dé tiempo a abrir la cama, pero podemos intentarlo… otra vez —le aseguró volviendo a besarla y a despertar la pasión en su interior.
Natuu(:
Última edición por Natuu! el Dom 11 Mar 2012, 12:45 am, editado 1 vez
Natuu!
Re: "La Redentora de Almas" (Nick&Tu) Terminada
SEGUILA!!! Me encantaaAaaaaaaaaaaaaaaaa LA A-M-O !
DrippyJoBrosBTR
Re: "La Redentora de Almas" (Nick&Tu) Terminada
CAPÍTULO 14
La niebla del amanecer permanecía estancada sobre los páramos como una tenue cortina que se iba desprendiendo en jirones, el cristal de la ventana se había empañado hacía rato, el calor de la habitación en contraste con las frías temperaturas de la noche lo había dejado opaco a excepción de un fragmento que había sido aclarado como por una mano que se pasa al descuido, dejando una franja más clara.
La mano volvió a deslizarse sobre la húmeda superficie del cristal limpiando un nuevo trozo a su paso, Nicholas miró unos instantes a través de la franja que había limpiado antes de volverse nuevamente hacia la mujer que dormía agotada en la cama. Sus dedos ascendieron por la franja de metal hasta posarse sobre la manilla y tirar de ella abriendo la ventana. El frío de la mañana se coló inmediatamente a través de la estrecha rendija aliviando un poco el calor del interior del dormitorio y dejando un aire a frescura que se llevaba el almizclado olor a sexo.
Abrió un poco más la hoja de la ventana para dejar que la niebla de la mañana le acariciara el rostro y el pecho desnudo, había transgredido las normas, atravesado la barrera que sabía que nunca debería haberse atrevido a penetrar, pero no se arrepentía, por esa pequeña mujer se condenaría a los mismísimos infiernos… si no lo había hecho ya.
Su mirada café volvió a posarse sobre la cama, la melena negra caía sobre su espalda, la sábana se había enrollado en sus piernas y dejaba una generosa porción de piel de la curva de su trasero al descubierto. Era preciosa, generosa, la amaba como jamás había amado a ninguna mujer y aún sin ser consciente de ello, le había concedido por fin la libertad.
Suspirando le dio la espalda y se permitió dejar vagar la mirada por las siluetas que se dibujaban entre la niebla. No duraría mucho, antes de una hora saldría el sol y la niebla se levantaría hasta desaparecer por completo.
Y entonces lo vio, un par de tenues luces que se abrían paso a través de la niebla, Nicholas frunció el ceño intentando situar las luces, era demasiado pronto para que los espíritus de Sammain vagaran por los páramos, su noche no llegaría hasta dentro de unos siete días, poco a poco las luces fueron haciéndose más intensas hasta llegar a oírse un ronco ronroneo, había un coche acercándose por la carretera que llevaba al hotel. Si bien era bastante temprano para recibir visitantes, el ruido era inequívoco.
Algunos minutos después, un taxi color azul entró por la fila de árboles centenarios, rodeando la explanada hasta quedar prácticamente delante de la puerta principal. Desde su posición en la ventana, Nicholas no pudo ver al ocupante del vehículo pero tampoco le hacía falta, sabía perfectamente de quien se trataba.
Cerrando de nuevo la ventana, dejando apenas un par de dedos para que pudiera seguir ventilando la habitación, dejó caer las cortinas y volvió a la cama, al calor del cuerpo de la mujer que le entibiaba el corazón y el alma.
El enorme edificio se alzaba envuelto en girones de niebla que daban un aspecto incluso más impresionante del que tenía. El trayecto desde el aeropuerto había sido extraño, la niebla lo había cubierto todo, habían pasado de observar un tenue manto que difuminaba los paisajes y lo que veía al otro lado del cristal de la ventanilla, a ser un tupido y espeso humo blanco que a duras penas atravesaban los faros del coche. El taxista, un hombre que posiblemente pasase de los cincuenta, le había explicado en un acento profundamente marcado, que aquello era un fenómeno bastante común en aquella zona. “En cuanto se levante el sol, había dicho, la niebla se evaporará y entonces podrá disfrutar del verdadero esplendor de estos parajes”.
Nada más traspasar el largo pasillo de árboles que formaban una especie de cúpula sobre sus cabezas, había tenido el primer vistazo del magnífico edificio de piedra blanco que se elevaba ante ellos. El coche había rodeado la entrada hasta detenerse ante la puerta principal; En un alto poste de madera, colgando de un par de bisagras doradas había un letrero con letras en relieve en el que podía leerse el nombre de la plantación “Los Robles”.
—Bienvenida a los Robles, señora —le dijo el taxista con su áspera voz de marcado acento.
Susan abrió la puerta y se sorprendió al sentir el frescor de la niebla en el rostro, se arrebujó más en su abrigo de cachemira antes de descender una delgada pierna enfundada en unas caras botas de Prada con un agudo tacón y apearse del coche. El taxista ya había rodeado el coche y sacado del maletero la pesada y dura maleta color violeta y su neceser los cuales dejó en el suelo a su lado mientras ella cerraba la puerta sin dejar de mirar el edificio con verdadero asombro.
—Es más impresionante cuando se ve a pleno sol —aseguró el taxista indicando nuevamente las maletas con un gesto de la barbilla—, le entraré las maletas. Es algo temprano, pero estoy seguro que Mary Rose ya estará dando órdenes.
Susan parpadeó un par de veces y se apresuró a seguir al buen hombre, que ya había cogido sus maletas y se dirigía con paso decidido hacia la puerta principal. Su mente no dejaba de tomar nota de todo lo que había a su alrededor, haciéndose la promesa de volver cuando se hubiese levantado la niebla para poder contemplar el verdadero esplendor, como le gustaba llamarlo al taxista.
_____ se revolvió bajo la sábana y gimoteó, tenía el cuerpo ligeramente dolorido pero completamente saciado, se resistía a dejar el sueño y enfrentarse a la luz de la mañana que se colaba ya por entre las cortinas pese que el cuerpo que yacía pegado a su espalda y con una mano descansando sobre su cadera la hacían tener que enfrentarse a la realidad.
Abrió tentativamente uno ojo y volvió a cerrarlo para después esconder la cara contra la almohada, la luz del día había osado entrar en la habitación por entre la cortina y caía directamente sobre la cama. Refunfuñó con la cara pegada a la almohada, para sentir casi al mismo tiempo un cálido aliento acariciándole el oído al tiempo que escuchaba:
—Buenos días, perezosa —susurró antes de que los labios dejaran un sendero de húmedos besos tras el pabellón de su oreja haciéndola estremecer.
Ella se volvió ligeramente, aquel duro cuerpo masculino empezó a moverse a la par que el suyo hasta permitirle quedarse tumbada de espaldas mirando con ojos entrecerrados una luminosa mirada café. Con el pelo revuelto y una sombra de barba acariciándole la barbilla, era el hombre más sexy en varios kilómetros a la redonda. Casi sin proponérselo sonrió y se sonrojó, todo al mismo tiempo.
—Buenos días —respondió con voz somnolienta.
Una enorme y tierna mano le apartó un par de mechones que le caían delante de la cara.
—¿Cómo te encuentras? —le preguntó hociqueando su mejilla con la nariz, antes de quedarse suspendido a pocos centímetros de ella, sin dejar de mirarla.
—Estupendamente… —respondió ella, su mano ascendió sin pensar hacia los rebeldes mechones de pelo café, casi castaño que le caían sobre los ojos a Nicholas—, me gustas más sin el sombrero, tienes unos ojos muy bonitos así que no los escondas… y tu pelo es muy suave al tacto…
Nicholas se echó ligeramente atrás mirándola con extrañeza y cierto grado de diversión.
—Vaya, gracias —aceptó con un leve ronroneo antes de bajar de nuevo sobre ella y acariciarle suavemente los labios con los suyos y apartarle el pelo que insistentemente le iba para la cara. Le encantaba mirarla, le parecía del todo increíble que aquella pequeña criatura fuera suya, que él hubiese sido tan afortunado para conocerla y pudiera disfrutar de su dulzura y sin embargo allí estaba, esperándole a él—. ¿Tienes hambre?
Ella pareció dudar, pero su estómago respondió por ella. Su sonrojo aumentó.
—Me parece que sí —susurró, su cara coloreándose todavía más. Se giró hacia la mesilla que estaba a su derecha intentando alcanzar el reloj para comprobar la hora, pero no llegó a verlo del todo—. ¿Qué hora es?
—Hace un buen rato que amaneció —respondió Nicholas, era incapaz de sacarle las manos de encima durante mucho tiempo—. Qué te parece si mientras te vas al baño y te das una ducha, yo bajo y consigo algo para desayunar.
—¿Un desayuno en la cama? —sugirió ella estirándose bajo las sábanas.
—Solo si dejas de restregarte contra mí lo suficiente para que pueda dejar esta cama —respondió conteniendo el aliento.
_____ sonrió y volvió a apretarse contra él.
—_____… si aspiras a caminar hoy, deja los juegos para más tarde —rogó en una especie de quejido.
_____ lo complació y se quedó quieta, pero su mano ya ascendía por entre los cuerpos de ambos hacia la barbilla de Nicholas. Con la yema del dedo índice empezó a trazar la línea de la mandíbula de Nicholas.
—¿Nicholas?
—¿Um?
—¿Los fantasmas no se afeitan? —susurró ella como si fuera la pregunta más común de todas.
Nicholas abrió la boca y volvió a cerrarla y entonces irrumpió en carcajadas, tumbándose de nuevo de espaldas en la cama. _____ se sonrojó todavía más al percatarse de la absurda pregunta que había hecho. ¿En que estaba pensando?... Claro, como que te es muy fácil pensar ahora, verdad, nena. Le aguijoneó su conciencia.
Al ver que las carcajadas no cesaban, intentó zarandearlo.
—Deja de reírte —pidió totalmente mortificada.
—Hay amor, solo a ti se te podría ocurrir hacer una pregunta cómo esa a tales horas de la mañana.
_____ se sintió derretir por dentro ante la cariñosa manera en que la llamó. Abrió la boca para responder pero se quedó sin aire cuando se vio apresada contra el pecho de Nicholas un instante antes de que él se volviese en la cama, invirtiendo las posiciones, de modo que fue ella la que quedó nuevamente abajo.
—Hazme caso, prepárate un buen baño y disfrútalo —le sugirió acariciando su cuello con los labios para luego volver a ascender hacia su oído—, todavía estás dolorida como para continuar con estos juegos.
_____ realmente hizo un puchero cuando vio que se apartaba de ella, hacía las sábanas a un lado y se levantaba de la cama tan desnudo como lo había estado ella.
Como cualquier mujer curiosa por su nuevo amante, se tomó su tiempo para disfrutar de la vista del duro trasero y las largas y musculosas piernas que tenía ante ella, para luego mojarse los labios con anticipación al pensar en lo que vendría si se daba la vuelta. Una mezcla de vergüenza y excitación la recorrió por igual.
Nicholas no se dio prisa en vestirse, como cualquier hombre, disfrutaba de la visión de una mujer hermosa comiéndoselo con los ojos, y el que esa mujer fuese _____, no hacía sino endurecerlo. Recogiendo los pantalones del suelo, se los calzó sin molestarse en ropa interior alguna, luego se sentó para ponerse las botas que habían quedado abandonadas una aquí y otra allá y finalmente se puso la camisa. Estaba a punto de coger el sombrero y ponérselo, más por costumbre, que por otra cosa, pero en el último momento, con una divertida sonrisa cubriendo sus labios, se volvió hacia _____ y se lo lanzó.
El sombrero fue a caer a la cama donde _____ se estiró para cogerlo.
—Te lo dejo en custodia— le respondió Nicholas para luego señalar la puerta del baño—. Date al menos una ducha, te sentirás mucho mejor, en serio. Volveré enseguida.
_____ lo vio marchar, en cuanto salió por la puerta acarició el sombrero y lo acercó más a ella, inhalando el conocido aroma masculino de Nicholas. Su mirada entonces se volvió hacia la ventana, la cual ahora pudo ver que estaba empañada, y en el cristal, encontró escritas las palabras que trajeron lágrimas a sus ojos:
—Eternamente, mi amada.
Aquellas palabras la entibiaron y entristecieron al mismo tiempo, ellos no iban a tener eternidad alguna. Deseaba gritar, deseaba luchar… pero nadie era oponente para la muerte. Suspirando se obligó a hacer a un lado las sábanas y se levantó. Necesitaba un baño, quizás el agua que borrara el sudor y la suciedad, podría mitigar en algo el dolor que empezaba a resquebrajar su alma.
Menos de una semana para Sammain. ¿Cómo podía liberar a la persona que le había cambiado la vida si eso significaba perderla?
—Eternamente, Nicholas —susurró, su mirada volvió a caer nuevamente en el par de palabras escritas en la ventana—. Eternamente, amor mío.
Si había algo bueno al ser un fantasma, y uno de sus años, era la posibilidad de ir y venir sin ser molestado. Uno de sus lugares favoritos había sido siempre la cocina, de niño se había pasado el tiempo entre fogones viendo a su madre cocinar o hablar con las cocineras para preparar el menú familiar, pero aquel refugio había desaparecido hacía siglos y hoy en día en su lugar había una moderna cocina industrial adecuada a las necesidades del hotel. Nada quedaba de la estancia de antaño a excepción de las paredes y del hueco que una vez albergó un antiguo fogón. A esas horas de la mañana, la actividad era como siempre frenética. Los camareros entraban y salían llevando bandejas o cafeteras humeantes intentando no tropezar con las dos mujeres que trabajaban afanosamente en los fogones de la cocina principal. El olor a pan recién horneado y café inundaba la habitación.
Nicholas paseó la mirada por la gente que iba y venía pero ninguno de ellos era la persona a la que buscaba, ataviada con un mandilón blanco y un simpático gorro de redecilla que le recogía el pelo trigueño, la encontró comprobando los ingredientes que había distribuidos sobre una encimera en una de las esquinas más alejadas de la atareada cocina. Mary estaba cerca de cumplir los cincuenta y cinco, pero seguía conservando la vitalidad de una juventud bien llevada y una vida alegre, la pequeña y redonda mujer era la abuela de Shadow y la actual propietaria de Los Robles.
Se quedó a su lado viéndola trabajar, había algo en aquella mujer que siempre le había trasmitido paz, no podía explicarlo pero era un alma noble.
—…Bella, tráeme la vainilla que tengo guardada en el cajón de la alacena —pidió con una melosa voz, matizada por su acento Cajun. Su mano no dejaba de remover el contenido del bol mientras echaba un vistazo al barullo que se formaba a su alrededor.
Su mirada hizo un rápido inventario de los productos que había sobre la mesa y sonrió al reconocerlos. Aquella era una de las recetas favoritas de la mujer, y no por ello era la que más solía hacer; Reservaba ese platillo para ocasiones especiales y solo para su entorno familiar, quizás aquello fuera lo que más sorprendía y al mismo tiempo agradaba a Nicholas de aquella mujer. La manera en como cuidaba a su familia… en cierto modo, le recordaba a su propia madre.
—Solo queda esto —sus pensamientos fueron interrumpidos por la voz de una de las ayudas de cocina—, la próxima vez que se vaya a la ciudad habrá que traer otro frasco, y también algunas otras cosas, nos estamos quedando sin especias.
—Haz una lista y dásela a Janet —fue la respuesta de la mujer quien cogió el frasco que se le tendía y se concentró nuevamente en sus quehaceres.
Cruzándose de brazos y apoyándose descuidadamente sobre la pared, Nicholas se dispuso a esperar.
El comedor bullía de actividad cuando Susan entró por la puerta, se había tomado su tiempo en deshacer la maleta y contemplar desde su ventana como la niebla se había ido desvaneciendo para dar paso a la luminosa mañana. Tenía una fantástica vista de la parte de atrás del hotel desde la que alcanzaba a ver una vasta extensión de terreno, las caballerizas y parte del fragante jardín que se elevaba tras la casa como un pequeño nido privado. Aquel lugar era realmente impresionante, los tonos marrones, dorados y amarillos que vestían el paisaje le quitaba el aliento. Empezaba a entender que _____ hubiese elegido aquel lugar para ocultarse y huir de todo, hasta las heridas más profundas podrían ser curadas allí.
Había deshecho su equipaje colgando los pantalones y un par de vestidos en el armario, los había traído más por costumbre que por comodidad, el resto de la ropa y sus cosméticos habían ido a parar a los cajones o a la encimera del lavabo de su baño. Una vez todo quedó a su gusto, optó por bajar de nuevo a la recepción y preguntar por _____.
Rose Mary, la recepcionista se había mostrado un tanto reacia al principio, solo después de haberle enseñado una foto de hacía algunos años en la que estaban las dos y el evidente parecido entre ambas, ablandó lo suficiente a la sureña para que accediera al menos a comunicarle a _____, que Susan estaba allí… Realmente, si conocía bien a su hermana y sabía que así era, no esperaba una cordial bienvenida por parte de ella y después de la última vez que se habían visto y la manera en que se habían separado, no podía culparla.
Así pues ahí estaba ahora, de pie entre las puertas abiertas del comedor del hotel, decidiendo donde sentarse.
Ocupó una mesa junto a la ventana desde la que podía disfrutar de una espléndida vista del jardín y al mismo tiempo vería a todo el que se acercara por la puerta.
—¿Café? ¿Leche? —sugirió una de las camareras deteniéndose a su lado. Susan alzó la mirada y luego la bajó a la mesa buscando la taza que estaba boca abajo.
Le dio la vuelta y acercó el plato hacia un lado de la mesa.
—Solo, gracias —pidió al mismo tiempo que echaba una furtiva mirada a su alrededor y veía lo que solían desayunar—. ¿Sería posible que me trajera unas tostadas y un zumo de naranja natural?
—Por supuesto —asintió la camarera con amabilidad—, en un momento se lo traigo.
—Gracias —aceptó Susan estirando el brazo para recuperar la taza ahora humeante. Giró la taza para poder tomarla y cuando estaba a punto de llevársela a los labios empezó a sonar una débil musiquita. Dejó escapar una maldición en voz baja, era su teléfono.
Susan echó la mano al bolsillo de la chaqueta dispuesta a desconectar el maldito aparato cuando vio el número en el identificador de llamadas. Suspirando, tomó la llamada.
—Buenos días, Frank… —saludó nada más descolgar, mientras escuchaba la respuesta del otro lado del teléfono su mirada vagó por el amplio lugar hasta cruzarse con la intensa mirada de un hombre que permanecía de pie ante la puerta de la sala sin llegar a parecer interesado en entrar. Un escalofrío bajó por su columna poniéndole todos los pelos de punta, lentamente, fingiendo no haberse percatado de su cruce de miradas, Susan se obligó a seguir dejando vagar la mirada por el resto de la habitación, como si estudiase el mobiliario al tiempo que sus labios susurraban al teléfono—. Frank. ¿El custodio de _____ es un hombre joven?... Porque creo que acabamos de cruzar la mirada.
Nicholas entrecerró los ojos cuando la mujer siguió dejando vagar la mirada por el resto de la sala como si no lo hubiese visto, le había llamado la atención cuando la vio allí sentada, había algo en ella… atrayente… de una manera compulsiva… y sus ojos violetas… eran una réplica bastante exacta de los de otra mujer que conocía… e igual de especiales.
En sus labios empezó a dibujarse la sonrisa de alguien que ha descubierto el enigma que nadie ha podido comprender.
—Y se acercaba la noche de Halloween y todas las almas puras salían de caza… — murmuró para sí mismo—…lástima que solo una tenga la llave que las libere…
_____ abrió la ventana y aspiró profundamente absorbiendo el dulce aroma de las rosas que había viajado con el viento hasta llegar a ella. Había sacado del fondo del cajón de la mesilla su libreta de notas y comprobado nuevamente cada anotación que había registrado de los escritos que le había enviado Frank sobre la Redentora de Almas. Pero aquello no era más que un galimatías de pensamientos, poemas sin sentido, vivencias y sentimientos de mujeres que como ella, eran capaces de contactar con el otro lado, pero ninguna daba pista alguna sobre la manera de liberar el alma de un condenado.
Bufó pasando nuevamente las hojas hacia delante y hacia atrás, nada de aquello tenía sentido para ella.
—No sé qué es lo que tengo que hacer —musitó mirando la libreta como si esta pudiese darle la respuesta que buscaba—, ni estoy segura de querer hacerlo.
Estornudó. Todavía tenía el pelo húmedo después del baño, se lo había secado un poco con la toalla para darle después una pasada con el secador, pero se había distraído ojeando la libreta y repasando las notas y lo había dejado estar.
El secador seguía sobre el mueble del lavabo, junto con su pequeño neceser de artículos de primera necesidad, al lado un gastado peine de madera al que ya le faltaban algunos dientes y que aun así conservaba.
Arrebujándose en el suave albornoz que Nicholas había preparado para ella junto con la tibia bañera de agua perfumada, tiró la libreta sobre la cama y volvió al cuarto de baño para terminar de arreglarse.
El ruido de la puerta principal de la habitación abriéndose y cerrándose cuando salió minutos después ya vestida y recogiéndose el pelo en una cola de caballo la hizo detenerse… Nicholas no utilizaba las puertas…
—¿Nicholas? —preguntó bajando las mano, en su voz se perfilaba un matiz de desconfianza.
Lo primero que vio aparecer por el hueco del recibidor fue una bandeja con un plato de lo que parecían ser tortitas con alguna clase de salsa rosa y trocitos de frutas, acompañado de zumo de naranja y algo humeante que debía ser café; Todo esto acompañado de un solitario capullo de rosa blanca metido en un pequeño florero.
—Su desayuno, madeimoselle —apareció finalmente Nicholas.
_____ dejó escapar el aire que ni siquiera se había dado cuenta que estaba conteniendo y sonrió.
—¿Desde cuándo utilizas las puertas?
Dejando la bandeja en una esquina sobre la cama recién hecha, se volvió hacia ella.
—Me imaginé que apreciarías un poquito de normalidad dadas las circunstancias — respondió estirando la mano para acariciarle la mejilla.
—Contigo esa palabra carece de significado —le aseguró _____ inclinándose hacia la mano que la acariciaba—, y me gusta eso de ti.
Aquellas palabras calentaron su corazón. Con una última caricia abandonó su cara para señalar la bandeja que había dejado sobre la cama.
—¿Desayuno?
_____ asintió y se acercó cojeando hacia la cama cogiendo la libreta de notas un instante antes de devolverla a un cajón de la mesilla para luego sentarse con cuidado de no mover la bandeja.
—¿Y qué es eso que huele tan bien?
—Tortitas con arándanos y salsa de yogur —le respondió cogiendo la bandeja y abriendo los soportes de modo que quedaran a ambos lados de los muslos de ella, como una pequeña mesa—, la cocinera se entusiasmó haciendo y haciendo tortitas, así que no las echará en falta. Zumo de naranja natural y café… conozco tu tendencia a llenarte de cafeína por las mañanas.
Su mirada deambuló por la cantidad de comida que tenía ante ella.
—Pero esto es mucha comida, de verdad, no esperarás que me lo coma yo todo. Acabaré como un tonel.
Nicholas fingió considerar la idea, mirando a _____ con ojo crítico.
—Um… a mí me vale —aseguró encogiéndose de hombros.
—¡Nicholas!
—Es broma, es broma. —se rió alzando las manos a modo de rendición para luego acercarse a la bandeja y tomar los cubiertos, cortando un trocito de la masa dorada y mojándola en la salsa para después acercarla a los labios de _____—, vamos, abre la boca…
Ella se echó instintivamente atrás, sus mejillas adquirieron un suave tono justo antes de separar lentamente los labios y aceptar el bocado que le daba. Aquel pequeño gesto tan íntimo la dejaba tierna y floja. La chica masticó ronroneando de placer.
—Um… ¡Está delicioso! —aseguró lamiéndose los labios y mirando el plato ante ella, Nicholas le cedió los cubiertos y la dejó desayunar.
Ella se volvió a él después de un nuevo bocado e hizo una mueca.
—Me resulta muy extraño estar desayunando sola, contigo aquí… —aseguró levantando el tenedor con un trocito de tortita—, ¿No quieres?
Nicholas negó con la cabeza, apartándose casi al mismo tiempo unos mechones rebeldes que le cayeron sobre los ojos. Aquel gesto le pareció tan sexy.
—No estás desayunando sola, me tienes a tu lado, justo aquí —le aseguró acariciándole la nariz con la punta de un dedo—, es mucho más de lo que hubieses tenido si hubieses nacido en mi época.
_____ ladeó la cabeza y preguntó.
—¿No desayunabas con tu hermana?
Nicholas asintió.
—Si conseguía levantarse antes de mediodía sí —aseguró él encogiéndose de hombros—, o cuando mi madre nos arrastraba a toda la familia de la cama y nos obligaba a sentarnos a la mesa en el salón… era buena en la cocina, le encantaba meterse entre cazuelas y eso volvía loca a nuestra cocinera… Pero no era tan íntimo como esto… nos sentábamos casi que a metros los unos de los otros y siempre nos vestíamos para cada comida…
—Agradezco no haber nacido en tu época, tener que cambiarse de vestido, enaguas y todas esas cosas que llevaban las mujeres bajo los vestidos varias veces al día tenía que ser agotador —aseguró _____, interrumpiéndose al darse cuenta la manera en que lo había dicho—, lo siento… no quería decir eso…
—Si hubieses nacido en mi época, es posible que ni siquiera nos hubiésemos cruzado —aseguró contemplándola—, eres una Sanadora de Almas… una chamán para mi época, una curandera… se te habría tratado como a una charlatana. Cada uno nacemos y vivimos en el tiempo que nos toca por algún motivo.
_____ bajó la mirada al plato y empezó a jugar con el tenedor.
—Tu mundo podía ser igual de cruel que lo es el mío —murmuró ella, pinchando un trocito de masa y mirándolo como hipnotizada—, no debimos…
Nicholas se acercó a _____ y le alzó la barbilla con un dedo obligándola a mirarle.
—No me arrepiento absolutamente de nada de lo que ha pasado entre nosotros —le aseguró, su voz era fuerte, decidida—, eres lo único verdaderamente decente que he tenido en mi vida, _____.
Ella apartó la mirada.
—No quiero que llegue Sammain. —murmuró un instante antes de levantar de nuevo los ojos hacia él. La angustia que había en ellos lo enfermaba—, no sé qué tengo que hacer…
—Aprovechar el tiempo —le aseguró acariciando su mejilla con el pulgar—, aprovechar cada segundo…
—Nicholas…
Él negó con la cabeza girando la taza de café hacia ella.
—Termina de desayunar, tenemos todo un día por delante.
Mejor que no se diera cuenta de lo que su unión había desencadenado, había visto la tristeza en aquellos ojos violetas demasiadas veces como para querer causarle más daño con una separación que ni siquiera sabía si llegaría a suceder o que sería imposible de evitar. Prefería concentrarse en el ahora y disfrutar de la mujer que tenía ante él. El destino a veces era una jodida puta.
El teléfono eligió ese momento para sonar, era la terminal del hotel, suspirando _____ miró a Nicholas y se estiró por el auricular.
—¿Sí? —respondió. Se quedó durante un buen rato con el auricular pegado a la oreja para después murmurar un escueto gracias y colgar—, sí, gracias, Mary Rose… sí, sí lo es… te veré después.
Nicholas observó cómo se había puesto rígida en un instante, sus manos se cerraron nuevamente alrededor de la taza de café antes de responder:
—Mi hermana está aquí —susurró mirando a Nicholas—, y quiere verme.
La mano volvió a deslizarse sobre la húmeda superficie del cristal limpiando un nuevo trozo a su paso, Nicholas miró unos instantes a través de la franja que había limpiado antes de volverse nuevamente hacia la mujer que dormía agotada en la cama. Sus dedos ascendieron por la franja de metal hasta posarse sobre la manilla y tirar de ella abriendo la ventana. El frío de la mañana se coló inmediatamente a través de la estrecha rendija aliviando un poco el calor del interior del dormitorio y dejando un aire a frescura que se llevaba el almizclado olor a sexo.
Abrió un poco más la hoja de la ventana para dejar que la niebla de la mañana le acariciara el rostro y el pecho desnudo, había transgredido las normas, atravesado la barrera que sabía que nunca debería haberse atrevido a penetrar, pero no se arrepentía, por esa pequeña mujer se condenaría a los mismísimos infiernos… si no lo había hecho ya.
Su mirada café volvió a posarse sobre la cama, la melena negra caía sobre su espalda, la sábana se había enrollado en sus piernas y dejaba una generosa porción de piel de la curva de su trasero al descubierto. Era preciosa, generosa, la amaba como jamás había amado a ninguna mujer y aún sin ser consciente de ello, le había concedido por fin la libertad.
Suspirando le dio la espalda y se permitió dejar vagar la mirada por las siluetas que se dibujaban entre la niebla. No duraría mucho, antes de una hora saldría el sol y la niebla se levantaría hasta desaparecer por completo.
Y entonces lo vio, un par de tenues luces que se abrían paso a través de la niebla, Nicholas frunció el ceño intentando situar las luces, era demasiado pronto para que los espíritus de Sammain vagaran por los páramos, su noche no llegaría hasta dentro de unos siete días, poco a poco las luces fueron haciéndose más intensas hasta llegar a oírse un ronco ronroneo, había un coche acercándose por la carretera que llevaba al hotel. Si bien era bastante temprano para recibir visitantes, el ruido era inequívoco.
Algunos minutos después, un taxi color azul entró por la fila de árboles centenarios, rodeando la explanada hasta quedar prácticamente delante de la puerta principal. Desde su posición en la ventana, Nicholas no pudo ver al ocupante del vehículo pero tampoco le hacía falta, sabía perfectamente de quien se trataba.
Cerrando de nuevo la ventana, dejando apenas un par de dedos para que pudiera seguir ventilando la habitación, dejó caer las cortinas y volvió a la cama, al calor del cuerpo de la mujer que le entibiaba el corazón y el alma.
El enorme edificio se alzaba envuelto en girones de niebla que daban un aspecto incluso más impresionante del que tenía. El trayecto desde el aeropuerto había sido extraño, la niebla lo había cubierto todo, habían pasado de observar un tenue manto que difuminaba los paisajes y lo que veía al otro lado del cristal de la ventanilla, a ser un tupido y espeso humo blanco que a duras penas atravesaban los faros del coche. El taxista, un hombre que posiblemente pasase de los cincuenta, le había explicado en un acento profundamente marcado, que aquello era un fenómeno bastante común en aquella zona. “En cuanto se levante el sol, había dicho, la niebla se evaporará y entonces podrá disfrutar del verdadero esplendor de estos parajes”.
Nada más traspasar el largo pasillo de árboles que formaban una especie de cúpula sobre sus cabezas, había tenido el primer vistazo del magnífico edificio de piedra blanco que se elevaba ante ellos. El coche había rodeado la entrada hasta detenerse ante la puerta principal; En un alto poste de madera, colgando de un par de bisagras doradas había un letrero con letras en relieve en el que podía leerse el nombre de la plantación “Los Robles”.
—Bienvenida a los Robles, señora —le dijo el taxista con su áspera voz de marcado acento.
Susan abrió la puerta y se sorprendió al sentir el frescor de la niebla en el rostro, se arrebujó más en su abrigo de cachemira antes de descender una delgada pierna enfundada en unas caras botas de Prada con un agudo tacón y apearse del coche. El taxista ya había rodeado el coche y sacado del maletero la pesada y dura maleta color violeta y su neceser los cuales dejó en el suelo a su lado mientras ella cerraba la puerta sin dejar de mirar el edificio con verdadero asombro.
—Es más impresionante cuando se ve a pleno sol —aseguró el taxista indicando nuevamente las maletas con un gesto de la barbilla—, le entraré las maletas. Es algo temprano, pero estoy seguro que Mary Rose ya estará dando órdenes.
Susan parpadeó un par de veces y se apresuró a seguir al buen hombre, que ya había cogido sus maletas y se dirigía con paso decidido hacia la puerta principal. Su mente no dejaba de tomar nota de todo lo que había a su alrededor, haciéndose la promesa de volver cuando se hubiese levantado la niebla para poder contemplar el verdadero esplendor, como le gustaba llamarlo al taxista.
_____ se revolvió bajo la sábana y gimoteó, tenía el cuerpo ligeramente dolorido pero completamente saciado, se resistía a dejar el sueño y enfrentarse a la luz de la mañana que se colaba ya por entre las cortinas pese que el cuerpo que yacía pegado a su espalda y con una mano descansando sobre su cadera la hacían tener que enfrentarse a la realidad.
Abrió tentativamente uno ojo y volvió a cerrarlo para después esconder la cara contra la almohada, la luz del día había osado entrar en la habitación por entre la cortina y caía directamente sobre la cama. Refunfuñó con la cara pegada a la almohada, para sentir casi al mismo tiempo un cálido aliento acariciándole el oído al tiempo que escuchaba:
—Buenos días, perezosa —susurró antes de que los labios dejaran un sendero de húmedos besos tras el pabellón de su oreja haciéndola estremecer.
Ella se volvió ligeramente, aquel duro cuerpo masculino empezó a moverse a la par que el suyo hasta permitirle quedarse tumbada de espaldas mirando con ojos entrecerrados una luminosa mirada café. Con el pelo revuelto y una sombra de barba acariciándole la barbilla, era el hombre más sexy en varios kilómetros a la redonda. Casi sin proponérselo sonrió y se sonrojó, todo al mismo tiempo.
—Buenos días —respondió con voz somnolienta.
Una enorme y tierna mano le apartó un par de mechones que le caían delante de la cara.
—¿Cómo te encuentras? —le preguntó hociqueando su mejilla con la nariz, antes de quedarse suspendido a pocos centímetros de ella, sin dejar de mirarla.
—Estupendamente… —respondió ella, su mano ascendió sin pensar hacia los rebeldes mechones de pelo café, casi castaño que le caían sobre los ojos a Nicholas—, me gustas más sin el sombrero, tienes unos ojos muy bonitos así que no los escondas… y tu pelo es muy suave al tacto…
Nicholas se echó ligeramente atrás mirándola con extrañeza y cierto grado de diversión.
—Vaya, gracias —aceptó con un leve ronroneo antes de bajar de nuevo sobre ella y acariciarle suavemente los labios con los suyos y apartarle el pelo que insistentemente le iba para la cara. Le encantaba mirarla, le parecía del todo increíble que aquella pequeña criatura fuera suya, que él hubiese sido tan afortunado para conocerla y pudiera disfrutar de su dulzura y sin embargo allí estaba, esperándole a él—. ¿Tienes hambre?
Ella pareció dudar, pero su estómago respondió por ella. Su sonrojo aumentó.
—Me parece que sí —susurró, su cara coloreándose todavía más. Se giró hacia la mesilla que estaba a su derecha intentando alcanzar el reloj para comprobar la hora, pero no llegó a verlo del todo—. ¿Qué hora es?
—Hace un buen rato que amaneció —respondió Nicholas, era incapaz de sacarle las manos de encima durante mucho tiempo—. Qué te parece si mientras te vas al baño y te das una ducha, yo bajo y consigo algo para desayunar.
—¿Un desayuno en la cama? —sugirió ella estirándose bajo las sábanas.
—Solo si dejas de restregarte contra mí lo suficiente para que pueda dejar esta cama —respondió conteniendo el aliento.
_____ sonrió y volvió a apretarse contra él.
—_____… si aspiras a caminar hoy, deja los juegos para más tarde —rogó en una especie de quejido.
_____ lo complació y se quedó quieta, pero su mano ya ascendía por entre los cuerpos de ambos hacia la barbilla de Nicholas. Con la yema del dedo índice empezó a trazar la línea de la mandíbula de Nicholas.
—¿Nicholas?
—¿Um?
—¿Los fantasmas no se afeitan? —susurró ella como si fuera la pregunta más común de todas.
Nicholas abrió la boca y volvió a cerrarla y entonces irrumpió en carcajadas, tumbándose de nuevo de espaldas en la cama. _____ se sonrojó todavía más al percatarse de la absurda pregunta que había hecho. ¿En que estaba pensando?... Claro, como que te es muy fácil pensar ahora, verdad, nena. Le aguijoneó su conciencia.
Al ver que las carcajadas no cesaban, intentó zarandearlo.
—Deja de reírte —pidió totalmente mortificada.
—Hay amor, solo a ti se te podría ocurrir hacer una pregunta cómo esa a tales horas de la mañana.
_____ se sintió derretir por dentro ante la cariñosa manera en que la llamó. Abrió la boca para responder pero se quedó sin aire cuando se vio apresada contra el pecho de Nicholas un instante antes de que él se volviese en la cama, invirtiendo las posiciones, de modo que fue ella la que quedó nuevamente abajo.
—Hazme caso, prepárate un buen baño y disfrútalo —le sugirió acariciando su cuello con los labios para luego volver a ascender hacia su oído—, todavía estás dolorida como para continuar con estos juegos.
_____ realmente hizo un puchero cuando vio que se apartaba de ella, hacía las sábanas a un lado y se levantaba de la cama tan desnudo como lo había estado ella.
Como cualquier mujer curiosa por su nuevo amante, se tomó su tiempo para disfrutar de la vista del duro trasero y las largas y musculosas piernas que tenía ante ella, para luego mojarse los labios con anticipación al pensar en lo que vendría si se daba la vuelta. Una mezcla de vergüenza y excitación la recorrió por igual.
Nicholas no se dio prisa en vestirse, como cualquier hombre, disfrutaba de la visión de una mujer hermosa comiéndoselo con los ojos, y el que esa mujer fuese _____, no hacía sino endurecerlo. Recogiendo los pantalones del suelo, se los calzó sin molestarse en ropa interior alguna, luego se sentó para ponerse las botas que habían quedado abandonadas una aquí y otra allá y finalmente se puso la camisa. Estaba a punto de coger el sombrero y ponérselo, más por costumbre, que por otra cosa, pero en el último momento, con una divertida sonrisa cubriendo sus labios, se volvió hacia _____ y se lo lanzó.
El sombrero fue a caer a la cama donde _____ se estiró para cogerlo.
—Te lo dejo en custodia— le respondió Nicholas para luego señalar la puerta del baño—. Date al menos una ducha, te sentirás mucho mejor, en serio. Volveré enseguida.
_____ lo vio marchar, en cuanto salió por la puerta acarició el sombrero y lo acercó más a ella, inhalando el conocido aroma masculino de Nicholas. Su mirada entonces se volvió hacia la ventana, la cual ahora pudo ver que estaba empañada, y en el cristal, encontró escritas las palabras que trajeron lágrimas a sus ojos:
—Eternamente, mi amada.
Aquellas palabras la entibiaron y entristecieron al mismo tiempo, ellos no iban a tener eternidad alguna. Deseaba gritar, deseaba luchar… pero nadie era oponente para la muerte. Suspirando se obligó a hacer a un lado las sábanas y se levantó. Necesitaba un baño, quizás el agua que borrara el sudor y la suciedad, podría mitigar en algo el dolor que empezaba a resquebrajar su alma.
Menos de una semana para Sammain. ¿Cómo podía liberar a la persona que le había cambiado la vida si eso significaba perderla?
—Eternamente, Nicholas —susurró, su mirada volvió a caer nuevamente en el par de palabras escritas en la ventana—. Eternamente, amor mío.
Si había algo bueno al ser un fantasma, y uno de sus años, era la posibilidad de ir y venir sin ser molestado. Uno de sus lugares favoritos había sido siempre la cocina, de niño se había pasado el tiempo entre fogones viendo a su madre cocinar o hablar con las cocineras para preparar el menú familiar, pero aquel refugio había desaparecido hacía siglos y hoy en día en su lugar había una moderna cocina industrial adecuada a las necesidades del hotel. Nada quedaba de la estancia de antaño a excepción de las paredes y del hueco que una vez albergó un antiguo fogón. A esas horas de la mañana, la actividad era como siempre frenética. Los camareros entraban y salían llevando bandejas o cafeteras humeantes intentando no tropezar con las dos mujeres que trabajaban afanosamente en los fogones de la cocina principal. El olor a pan recién horneado y café inundaba la habitación.
Nicholas paseó la mirada por la gente que iba y venía pero ninguno de ellos era la persona a la que buscaba, ataviada con un mandilón blanco y un simpático gorro de redecilla que le recogía el pelo trigueño, la encontró comprobando los ingredientes que había distribuidos sobre una encimera en una de las esquinas más alejadas de la atareada cocina. Mary estaba cerca de cumplir los cincuenta y cinco, pero seguía conservando la vitalidad de una juventud bien llevada y una vida alegre, la pequeña y redonda mujer era la abuela de Shadow y la actual propietaria de Los Robles.
Se quedó a su lado viéndola trabajar, había algo en aquella mujer que siempre le había trasmitido paz, no podía explicarlo pero era un alma noble.
—…Bella, tráeme la vainilla que tengo guardada en el cajón de la alacena —pidió con una melosa voz, matizada por su acento Cajun. Su mano no dejaba de remover el contenido del bol mientras echaba un vistazo al barullo que se formaba a su alrededor.
Su mirada hizo un rápido inventario de los productos que había sobre la mesa y sonrió al reconocerlos. Aquella era una de las recetas favoritas de la mujer, y no por ello era la que más solía hacer; Reservaba ese platillo para ocasiones especiales y solo para su entorno familiar, quizás aquello fuera lo que más sorprendía y al mismo tiempo agradaba a Nicholas de aquella mujer. La manera en como cuidaba a su familia… en cierto modo, le recordaba a su propia madre.
—Solo queda esto —sus pensamientos fueron interrumpidos por la voz de una de las ayudas de cocina—, la próxima vez que se vaya a la ciudad habrá que traer otro frasco, y también algunas otras cosas, nos estamos quedando sin especias.
—Haz una lista y dásela a Janet —fue la respuesta de la mujer quien cogió el frasco que se le tendía y se concentró nuevamente en sus quehaceres.
Cruzándose de brazos y apoyándose descuidadamente sobre la pared, Nicholas se dispuso a esperar.
El comedor bullía de actividad cuando Susan entró por la puerta, se había tomado su tiempo en deshacer la maleta y contemplar desde su ventana como la niebla se había ido desvaneciendo para dar paso a la luminosa mañana. Tenía una fantástica vista de la parte de atrás del hotel desde la que alcanzaba a ver una vasta extensión de terreno, las caballerizas y parte del fragante jardín que se elevaba tras la casa como un pequeño nido privado. Aquel lugar era realmente impresionante, los tonos marrones, dorados y amarillos que vestían el paisaje le quitaba el aliento. Empezaba a entender que _____ hubiese elegido aquel lugar para ocultarse y huir de todo, hasta las heridas más profundas podrían ser curadas allí.
Había deshecho su equipaje colgando los pantalones y un par de vestidos en el armario, los había traído más por costumbre que por comodidad, el resto de la ropa y sus cosméticos habían ido a parar a los cajones o a la encimera del lavabo de su baño. Una vez todo quedó a su gusto, optó por bajar de nuevo a la recepción y preguntar por _____.
Rose Mary, la recepcionista se había mostrado un tanto reacia al principio, solo después de haberle enseñado una foto de hacía algunos años en la que estaban las dos y el evidente parecido entre ambas, ablandó lo suficiente a la sureña para que accediera al menos a comunicarle a _____, que Susan estaba allí… Realmente, si conocía bien a su hermana y sabía que así era, no esperaba una cordial bienvenida por parte de ella y después de la última vez que se habían visto y la manera en que se habían separado, no podía culparla.
Así pues ahí estaba ahora, de pie entre las puertas abiertas del comedor del hotel, decidiendo donde sentarse.
Ocupó una mesa junto a la ventana desde la que podía disfrutar de una espléndida vista del jardín y al mismo tiempo vería a todo el que se acercara por la puerta.
—¿Café? ¿Leche? —sugirió una de las camareras deteniéndose a su lado. Susan alzó la mirada y luego la bajó a la mesa buscando la taza que estaba boca abajo.
Le dio la vuelta y acercó el plato hacia un lado de la mesa.
—Solo, gracias —pidió al mismo tiempo que echaba una furtiva mirada a su alrededor y veía lo que solían desayunar—. ¿Sería posible que me trajera unas tostadas y un zumo de naranja natural?
—Por supuesto —asintió la camarera con amabilidad—, en un momento se lo traigo.
—Gracias —aceptó Susan estirando el brazo para recuperar la taza ahora humeante. Giró la taza para poder tomarla y cuando estaba a punto de llevársela a los labios empezó a sonar una débil musiquita. Dejó escapar una maldición en voz baja, era su teléfono.
Susan echó la mano al bolsillo de la chaqueta dispuesta a desconectar el maldito aparato cuando vio el número en el identificador de llamadas. Suspirando, tomó la llamada.
—Buenos días, Frank… —saludó nada más descolgar, mientras escuchaba la respuesta del otro lado del teléfono su mirada vagó por el amplio lugar hasta cruzarse con la intensa mirada de un hombre que permanecía de pie ante la puerta de la sala sin llegar a parecer interesado en entrar. Un escalofrío bajó por su columna poniéndole todos los pelos de punta, lentamente, fingiendo no haberse percatado de su cruce de miradas, Susan se obligó a seguir dejando vagar la mirada por el resto de la habitación, como si estudiase el mobiliario al tiempo que sus labios susurraban al teléfono—. Frank. ¿El custodio de _____ es un hombre joven?... Porque creo que acabamos de cruzar la mirada.
Nicholas entrecerró los ojos cuando la mujer siguió dejando vagar la mirada por el resto de la sala como si no lo hubiese visto, le había llamado la atención cuando la vio allí sentada, había algo en ella… atrayente… de una manera compulsiva… y sus ojos violetas… eran una réplica bastante exacta de los de otra mujer que conocía… e igual de especiales.
En sus labios empezó a dibujarse la sonrisa de alguien que ha descubierto el enigma que nadie ha podido comprender.
—Y se acercaba la noche de Halloween y todas las almas puras salían de caza… — murmuró para sí mismo—…lástima que solo una tenga la llave que las libere…
_____ abrió la ventana y aspiró profundamente absorbiendo el dulce aroma de las rosas que había viajado con el viento hasta llegar a ella. Había sacado del fondo del cajón de la mesilla su libreta de notas y comprobado nuevamente cada anotación que había registrado de los escritos que le había enviado Frank sobre la Redentora de Almas. Pero aquello no era más que un galimatías de pensamientos, poemas sin sentido, vivencias y sentimientos de mujeres que como ella, eran capaces de contactar con el otro lado, pero ninguna daba pista alguna sobre la manera de liberar el alma de un condenado.
Bufó pasando nuevamente las hojas hacia delante y hacia atrás, nada de aquello tenía sentido para ella.
—No sé qué es lo que tengo que hacer —musitó mirando la libreta como si esta pudiese darle la respuesta que buscaba—, ni estoy segura de querer hacerlo.
Estornudó. Todavía tenía el pelo húmedo después del baño, se lo había secado un poco con la toalla para darle después una pasada con el secador, pero se había distraído ojeando la libreta y repasando las notas y lo había dejado estar.
El secador seguía sobre el mueble del lavabo, junto con su pequeño neceser de artículos de primera necesidad, al lado un gastado peine de madera al que ya le faltaban algunos dientes y que aun así conservaba.
Arrebujándose en el suave albornoz que Nicholas había preparado para ella junto con la tibia bañera de agua perfumada, tiró la libreta sobre la cama y volvió al cuarto de baño para terminar de arreglarse.
El ruido de la puerta principal de la habitación abriéndose y cerrándose cuando salió minutos después ya vestida y recogiéndose el pelo en una cola de caballo la hizo detenerse… Nicholas no utilizaba las puertas…
—¿Nicholas? —preguntó bajando las mano, en su voz se perfilaba un matiz de desconfianza.
Lo primero que vio aparecer por el hueco del recibidor fue una bandeja con un plato de lo que parecían ser tortitas con alguna clase de salsa rosa y trocitos de frutas, acompañado de zumo de naranja y algo humeante que debía ser café; Todo esto acompañado de un solitario capullo de rosa blanca metido en un pequeño florero.
—Su desayuno, madeimoselle —apareció finalmente Nicholas.
_____ dejó escapar el aire que ni siquiera se había dado cuenta que estaba conteniendo y sonrió.
—¿Desde cuándo utilizas las puertas?
Dejando la bandeja en una esquina sobre la cama recién hecha, se volvió hacia ella.
—Me imaginé que apreciarías un poquito de normalidad dadas las circunstancias — respondió estirando la mano para acariciarle la mejilla.
—Contigo esa palabra carece de significado —le aseguró _____ inclinándose hacia la mano que la acariciaba—, y me gusta eso de ti.
Aquellas palabras calentaron su corazón. Con una última caricia abandonó su cara para señalar la bandeja que había dejado sobre la cama.
—¿Desayuno?
_____ asintió y se acercó cojeando hacia la cama cogiendo la libreta de notas un instante antes de devolverla a un cajón de la mesilla para luego sentarse con cuidado de no mover la bandeja.
—¿Y qué es eso que huele tan bien?
—Tortitas con arándanos y salsa de yogur —le respondió cogiendo la bandeja y abriendo los soportes de modo que quedaran a ambos lados de los muslos de ella, como una pequeña mesa—, la cocinera se entusiasmó haciendo y haciendo tortitas, así que no las echará en falta. Zumo de naranja natural y café… conozco tu tendencia a llenarte de cafeína por las mañanas.
Su mirada deambuló por la cantidad de comida que tenía ante ella.
—Pero esto es mucha comida, de verdad, no esperarás que me lo coma yo todo. Acabaré como un tonel.
Nicholas fingió considerar la idea, mirando a _____ con ojo crítico.
—Um… a mí me vale —aseguró encogiéndose de hombros.
—¡Nicholas!
—Es broma, es broma. —se rió alzando las manos a modo de rendición para luego acercarse a la bandeja y tomar los cubiertos, cortando un trocito de la masa dorada y mojándola en la salsa para después acercarla a los labios de _____—, vamos, abre la boca…
Ella se echó instintivamente atrás, sus mejillas adquirieron un suave tono justo antes de separar lentamente los labios y aceptar el bocado que le daba. Aquel pequeño gesto tan íntimo la dejaba tierna y floja. La chica masticó ronroneando de placer.
—Um… ¡Está delicioso! —aseguró lamiéndose los labios y mirando el plato ante ella, Nicholas le cedió los cubiertos y la dejó desayunar.
Ella se volvió a él después de un nuevo bocado e hizo una mueca.
—Me resulta muy extraño estar desayunando sola, contigo aquí… —aseguró levantando el tenedor con un trocito de tortita—, ¿No quieres?
Nicholas negó con la cabeza, apartándose casi al mismo tiempo unos mechones rebeldes que le cayeron sobre los ojos. Aquel gesto le pareció tan sexy.
—No estás desayunando sola, me tienes a tu lado, justo aquí —le aseguró acariciándole la nariz con la punta de un dedo—, es mucho más de lo que hubieses tenido si hubieses nacido en mi época.
_____ ladeó la cabeza y preguntó.
—¿No desayunabas con tu hermana?
Nicholas asintió.
—Si conseguía levantarse antes de mediodía sí —aseguró él encogiéndose de hombros—, o cuando mi madre nos arrastraba a toda la familia de la cama y nos obligaba a sentarnos a la mesa en el salón… era buena en la cocina, le encantaba meterse entre cazuelas y eso volvía loca a nuestra cocinera… Pero no era tan íntimo como esto… nos sentábamos casi que a metros los unos de los otros y siempre nos vestíamos para cada comida…
—Agradezco no haber nacido en tu época, tener que cambiarse de vestido, enaguas y todas esas cosas que llevaban las mujeres bajo los vestidos varias veces al día tenía que ser agotador —aseguró _____, interrumpiéndose al darse cuenta la manera en que lo había dicho—, lo siento… no quería decir eso…
—Si hubieses nacido en mi época, es posible que ni siquiera nos hubiésemos cruzado —aseguró contemplándola—, eres una Sanadora de Almas… una chamán para mi época, una curandera… se te habría tratado como a una charlatana. Cada uno nacemos y vivimos en el tiempo que nos toca por algún motivo.
_____ bajó la mirada al plato y empezó a jugar con el tenedor.
—Tu mundo podía ser igual de cruel que lo es el mío —murmuró ella, pinchando un trocito de masa y mirándolo como hipnotizada—, no debimos…
Nicholas se acercó a _____ y le alzó la barbilla con un dedo obligándola a mirarle.
—No me arrepiento absolutamente de nada de lo que ha pasado entre nosotros —le aseguró, su voz era fuerte, decidida—, eres lo único verdaderamente decente que he tenido en mi vida, _____.
Ella apartó la mirada.
—No quiero que llegue Sammain. —murmuró un instante antes de levantar de nuevo los ojos hacia él. La angustia que había en ellos lo enfermaba—, no sé qué tengo que hacer…
—Aprovechar el tiempo —le aseguró acariciando su mejilla con el pulgar—, aprovechar cada segundo…
—Nicholas…
Él negó con la cabeza girando la taza de café hacia ella.
—Termina de desayunar, tenemos todo un día por delante.
Mejor que no se diera cuenta de lo que su unión había desencadenado, había visto la tristeza en aquellos ojos violetas demasiadas veces como para querer causarle más daño con una separación que ni siquiera sabía si llegaría a suceder o que sería imposible de evitar. Prefería concentrarse en el ahora y disfrutar de la mujer que tenía ante él. El destino a veces era una jodida puta.
El teléfono eligió ese momento para sonar, era la terminal del hotel, suspirando _____ miró a Nicholas y se estiró por el auricular.
—¿Sí? —respondió. Se quedó durante un buen rato con el auricular pegado a la oreja para después murmurar un escueto gracias y colgar—, sí, gracias, Mary Rose… sí, sí lo es… te veré después.
Nicholas observó cómo se había puesto rígida en un instante, sus manos se cerraron nuevamente alrededor de la taza de café antes de responder:
—Mi hermana está aquí —susurró mirando a Nicholas—, y quiere verme.
Nataly(:
Última edición por Natuu! el Dom 11 Mar 2012, 12:46 am, editado 1 vez
Natuu!
Re: "La Redentora de Almas" (Nick&Tu) Terminada
CAPÍTULO 15
_____ seguía refunfuñando cuando Nicholas la dejó en el corredor que llevaba a la habitación donde se alojaba Susan, había conseguido posponer la reunión un par de horas, alargando el desayuno de manera absurda, tanto que su amante se había aburrido de esperar y verla jugar con la comida hasta el punto que apartó la bandeja y obligó a la chica a levantarse y caminar hacia la puerta. _____ había pasado de encontrarse de pie en el suelo de su dormitorio, para al parpadeo siguiente, sentir el relincho de placer del hermoso caballo castaño que trotaba hacia la empalizada del curro en las caballerizas. Se estremeció mirando rápidamente a su alrededor. Odiaba cuando hacía eso sin avisar.
La verdad era que no quería ver a Susan, no quería enfrentarse con su hermana y decirse de nuevo algo que solo las lastimaría a ambas. Quizás era una cobardía por su parte, pero ya estaba harta de oír hablar a otras personas de su vida, de decirle lo que tenía que hacer con ella... “Las palabras dichas en un momento de rabia no salen del corazón”, las palabras todavía resonaban en sus oídos, Nicholas había parecido realmente alcanzado por sus propias palabras cuando lo había dicho. Suspiró, ¿Llegaría el día en el que le contase toda la verdad acerca de su permanencia allí?
Suspirando se obligó a caminar hacia la tercera puerta de la derecha, no había traído su bastón y los pasos se hacían incluso más tambaleantes cuando caminaba, pero no le dolía la rodilla, lo cual ya era mucho.
Susan frunció el ceño cuando oyó el suave toque en la puerta, su primer pensamiento fue que quizás se hubiese olvidado alguna cosa en la recepción o que la recepcionista se hubiese olvidado de comunicarle alguna cosa. Dejó el suéter que estaba sacando de la maleta abierta encima de la cama y se dirigió hacia la puerta.
—¿Sí? —preguntó Susan con la mano en el pomo, había hábitos difíciles de cambiar.
—Soy _____ —fue la respuesta del otro lado de la puerta.
La puerta se abrió lentamente hasta mostrar a una vacilante _____ a escasos pasos del umbral. Menuda y delicada, Susan siempre la había visto como un pequeño duendecillo y la juvenil apariencia de ella, con el pelo recogido en una cola y unos simples jeans y camiseta, casaban perfectamente con esa imagen.
Tenía las manos en los bolsillos de los jeans y parecía bastante incómoda, su mirada iba del corredor a la puerta y finalmente recayó en Susan.
—Hola —la saludó Susan, sin saber realmente que decir en aquellos momentos.
_____ simplemente asintió con la cabeza a modo de saludo, antes de sacar una de las manos del bolsillo e indicar con un suave movimiento la habitación.
—¿Puedo pasar?
—Claro —aseguró Susan haciéndose a un lado al tiempo que abría la puerta de par en par para dejarla pasar.
_____ sacó entonces también la otra mano del bolsillo del pantalón y se apoyó en la puerta para entrar cojeando en la habitación. Susan volvió la mirada alrededor como si buscara algo.
—¿Dónde está tu bastón?
_____ se volvió a medias, una mano apoyada en la pared y el pulgar de la otra indicando por encima de su hombro.
—Lo dejé en mi habitación —respondió antes de continuar hacia el dormitorio. La habitación era parecida a la suya, lo único que cambiaba era el empapelado de la pared y la ventana que estaba situada en el lado derecho del dormitorio. Se sentó en la cama con una mueca y estiró la pierna. Su mirada ascendió inmediatamente hacia la otra mujer que permanecía en pie en la entrada a la habitación—. Mary Rose me dio el mensaje de que alguien que decía llamarse mi hermana estaba preguntando por mí, teniendo en cuenta que Frank me advirtió que quizás vendrías, no me sorprendió. ¿No encontraste otro lugar más chic para tus vacaciones?
—_____…
—Oh, vamos, Sue… si querías saber de mí, podrías haberle pedido al Frank mi número de teléfono si es que lo has perdido, porque te aseguro que no lo he cambiado desde la última vez que hablamos —respondió ella con un leve tono de cinismo en la voz.
Susan entró entonces en la habitación hasta quedar casi en frente de ella.
—No te va el cinismo, _____.
Ella medio sonrió, al tiempo que se sentaba de otra manera en la cama.
—No, supongo que no —respondió encogiéndose de hombros antes de volver a responderle—, así que te repetiré lo mismo que te dije la última vez que hablamos… “deja mi jodida vida en paz”.
Susan sacude la cabeza y se la queda mirando.
—Siempre quieres hacer las cosas a tu manera, prefieres darte de bruces con una pared antes que permitir que se te ayude —suspiró negando con la cabeza—, no pretendo meterme en tu vida ni decirte lo que debes hacer, _____… pero tampoco voy a permitir que te encierres en ti misma y huyas cada vez que las cosas se ponen feas y evites a cualquiera que quiera acercarse a ti con la única intención de ayudarte.
—Yo no he pedido esa ayuda —respondió ella con voz cortante.
—Lo sé. No la pedirías ni aunque te estuvieses desangrando en medio del desierto y sin asistencia alguna. —aseguró Susan exagerando la respuesta con la única intención de hacerla ver que la conocía y que la conocía muy bien—, pero ya me he cansado de ser una simple espectadora, eres mi hermana, quizás no he sabido cómo ayudarte o que decir para que me hables como antes, pero maldito si voy a dejar que hagas de nuevo lo que te dé la gana y desaparezcas dejándonos a todos al borde de la histeria.
Susan suspiró y se acercó a _____ que continuaba sentada en la cama, para asombro de la pequeña morena, la chica se sentó a su lado y entrelazó las manos en su regazo.
—No he sido lo que se dice un ejemplo a seguir —comentó volviéndose a medias hacia _____—, pero me gustaría intentarlo de nuevo, no quiero dejarte sola, no es bueno que te escondas de esta manera…
_____ se apresuró en responder.
—Yo no me escondo.
—¿No? ¿Y qué haces entonces aquí? —Le respondió Susan, aquella frase no era una acusación, era una simple pregunta—. Te has marchado sin dar explicación ninguna, llegas un buen día a casa y dices “se cancela la boda” y al día siguiente te has esfumado del mapa. Nuestra madre ha estado realmente preocupada.
_____ arqueó una ceja ante ese último comentario y añadió con ironía.
—¿Qué estaba haciendo mamá la última vez que la viste? —Le preguntó, sus ojos se entrecerraron levemente al ver como Susan abría la boca y volvía a cerrarla inmediatamente y desviaba ligeramente la mirada—. Gracias, ya has respondido a mí pregunta.
—_____, estás siendo injusta… mamá se quedó muy preocupada después de que te marcharas de la casa familiar sin decir ni una sola palabra —aseguró Susan.
—Estoy segura de que sí —Argumentó ella sacudiendo la cabeza—. Vamos, Susan, tú conoces a nuestra madre y sabes perfectamente lo que pasó cuando llegué a casa y le dije que la boda se había cancelado.
Sí, lo sabía porque había estado allí cuando _____ había dado la noticia y había visto la desilusión en el rostro de su madre y la manera en que esta había atacado verbalmente a _____ achacándolo todo a locura transitoria, diciendo que su hija pequeña había perdido realmente la cabeza. Susan había visto la reacción de su madre como algo normal, a ninguna madre le gustaba que se burlaran de su hija, y teniendo en cuenta la indecisión de ella y el accidente en el que _____ había perdido la movilidad parcial de su pierna, pensaba que la cancelación de la boda era solo otro de los caprichos de ella.
—Sé que su manera de proceder no fue la correcta —aceptó Susan, como si intentara disculpar a la madre de ambas—, no debió haberte hablado de esa manera, ella no tenía idea de lo que estaba pasando realmente.
_____ negó con la cabeza.
—Ella se negó a ver lo que no quería ver, Susan, no te engañes —le respondió _____ encogiéndose de hombros—. Conozco a nuestros padres, a mamá lo único que puede importarle de todo este asunto es cómo va a afectar todo esto en su exclusivo grupo de amigas. ¿Tienes idea de lo que es ser una cría de cinco años, encerrada en la consulta de un psicólogo que te dice que lo que has visto son solo mis amigos imaginarios y que tengo que ignorarlos y no hacerles caso porque si no su mamá se pondrá triste? Cinco años, Susan. Tenía apenas cinco años. Llegué a auto convencerme que la niña que había visto columpiándose descalza en aquel parque de juegos, era simplemente una amiga imaginaria. No quería que mamá me mirase y le dijese a papá que me estaba volviendo esquizofrénica, que estaba loca. Aprendí a mentir, aprendí a mentir tan bien que llegué a auto convencerme de ello. Y entonces, cuando le dije que ese hijo de puta me había puesto los cuernos me miró como aquella vez, me dijo que había perdido por completo la cabeza. No Susan, las cosas no son siempre como uno las ve, si no como las interpreta.
_____ sacudió la cabeza, aquellos años habían quedado atrás, había sido una infancia complicada, adoraba a sus padres, y sabía que ellos, a su manera, también la querían, pero había cosas que simplemente no se pueden olvidar.
—He tenido que darme de narices con Nicholas para aceptar la verdad que me he estado negando tanto tiempo —Sacudió la cabeza—. Después de todo, que mi prometido se acostara con mi compañera de piso fue lo mejor que pudo haberme pasado.
—Ese hombre no era lo suficientemente bueno para ti —le aseguró Susan.
_____ hizo una mueca y se obligó a levantarse de la cama, en silencio cojeó hacia la ventana, Susan la siguió desde la cama con la mirada.
—En algún momento llegué a pensar eso mismo de mí —su voz empezó a endurecerse, su tono se hizo más lento, más pesado—. Que yo no era lo suficientemente buena para alguien como él, realmente no sabía qué era lo que había visto en mí, me veía tan insignificante a su lado, siempre sabía cómo comportarse en cualquier situación, vestía bien y teníamos los mismos gustos… pero había algo que no acababa de encajar. Ni siquiera sé por qué acepté casarme con él.
_____ cerró los ojos con fuerza, intentando borrar aquellas imágenes que acudieron como fantasmas atormentados a su mente.
—Recuerdo haberme despertado en la cama de aquel hospital, tenía la pierna totalmente destrozada, los analgésicos que me habían dado habían empezado a perder efecto y los oí discutir en el pasillo… te oí gritándole, reprochándole algo que en aquel momento ni siquiera podía llegar a entender —sus brazos rodearon el menudo cuerpo, como intentando alejar el repentino escalofrío que atravesó su menudo cuerpo—. Ese cabrón estaba borracho y me quitó lo único que podía ser realmente mío… ese accidente me destrozó la pierna y me arrebató lo que más ansiaba en este mundo… lo que cualquier mujer desea algún día.
Susan se levantó de la cama y caminó hacia ella, pero era incapaz de decir nada. Jamás había sospechado que _____ estuviese consciente durante el episodio aquel en el hospital.
—Me obligué de nuevo a convencerme de que había sido un accidente, que podría salir adelante, que nada de aquello importaba, que todo saldría bien. Me mentí a mí misma para poder salir del hoyo en que ese cabrón me había metido, me lo recordé cada vez que entraba en quirófano y cada vez que visitaba al ginecólogo y me confirmaba con pesar lo que yo ya sabía.
_____ se volvió entonces a Susan, en sus ojos había verdadero dolor.
—No sé por qué diablos continué con él…
A Susan se le encogió el estómago cuando vio el miedo y todo el dolor que ocultaban los ojos de _____ pero seguía sin encontrar las palabras que pudieran alejarlo.
—Tuve que llevarme un buen golpe en la cabeza —trató de restarle importancia a lo que estaba narrando—, no encuentro otra explicación a mí estupidez. Bien mirado, quizás debiera mandarle una tarjeta, y agradecerle que me haya puesto los cuernos. Necesitaba marcharme, alejarme, debía tomar de nuevo el control de mi vida, las cosas se estaban desmoronando a mí alrededor y nadie lo veía. Es irónico, pero gracias a él estoy ahora aquí y hay alguien que me necesita, solo a mí. Que me quiere por lo que soy y no por lo que pueda hacer por él.
—_____… —los ojos de Susan se abrieron ligeramente al reconocer aquella mirada en los ojos gemelos a los suyos.
—Y voy a perderle también —susurró con una tímida sonrisa—, pero está bien, así es como debe ser, ¿no?
— No, _____, nunca debe ser así —susurró Susan, sus ojos ya empezaban a humedecerse en reflejo a los de ella cuando se acercó a ella y le acarició la mejilla—. Ninguna Redentora de Almas debería enamorarse de su custodio.
Abrió la boca para negarlo, pero, ¿De qué serviría negarse a sí misma la verdad?
“¿Ahora lo ves claro, pedazo de estúpida enamoradiza?, ¿Todavía no te habías dado cuenta? Le amas… estás enamorada de él y vas a tener que dejarle marchar”.
_____ parpadeó para alejar las lágrimas, ya había llorado bastante últimamente y no estaba dispuesta a derramar más, ni siquiera delante de Susan. Pasándose las palmas de las manos por las mejillas se volvió nuevamente ya más serena hacia su hermana.
—Sabes lo que soy —respondió desviando el tema hacia el otro punto.
—Papá dejó de hablar con el abuelo después de que él le dijese que tú eras la próxima generación —respondió Susan levantándose de la cama y caminando hacia ella hasta quedarse apoyada en el alfeizar de la ventana con la mirada perdida en el horizonte—. No recuerdo muy bien cómo fueron los detalles, pese a ser algunos años mayor que tú, en aquel momento no entendía el enfado de papá hacia el abuelo Frank. Fue apenas hace unos días, después que hablases con Frank que él nos llamó para decirnos que te habías puesto en contacto con él y que estabas bien.
El bueno de Frank. _____ quería retorcerle el pescuezo a su abuelo.
—Me sorprendió mucho que lo llamaras a él —aseguró Susan volviéndose ahora hacia _____—, así que me limité a devolverle la llamada y sonsacarle el motivo por el que te habrías puesto en contacto con él, cuando nunca antes lo habías tenido.
_____ se quedó mirando a Susan durante unos instantes, había algo que no encajaba del todo en aquella extraña puesta en escena, era como si uno de los jugadores conociese el resultado del juego antes de tiempo.
—Tú sabes mucho más de lo que me estás diciendo, ¿verdad, Sue? —Murmuró _____ mirándola con cierta sospecha—. ¿Cómo es que sabes tanto acerca de la Redentora de Almas?
—Bueno, un poco gracias al curso intensivo de Frank y otro poco por haber investigado por mi propia cuenta —le respondió ella con un leve encogimiento de hombros—, veamos, no todos los días le dicen a una que su hermana pequeña juega con fantasmas…
“Oh, no te haces una idea de la clase de juegos que practico con fantasmas”
—¿Jugar con fantasmas? —Repitió _____ omitiendo el descarriado pensamiento de su conciencia—. Yo no lo llamaría precisamente jugar.
El rostro de Susan ahora se puso más serio, miró a _____ a los ojos cuando le respondió.
—Frank estaba realmente preocupado por ti, _____ —aseguró indicando con un gesto de la barbilla hacia la ventana—. La noche de difuntos se acerca, dice que es la única oportunidad que tiene la Redentora para liberar el alma de uno de los condenados…
—Eso dicen, sí —aseguró ella esquivando la mirada de Susan, para lo que optó por mirar por la ventana hacia los árboles que se veían a lo lejos—, pero nadie se molestó en mencionar el cómo.
Susan se quedó mirando a la chica y empezó a preocuparse en serio, por una vez esperaba estar equivocada.
La observó bajar las escaleras y se maravilló de lo frágil que parecía y lo fuerte que era sin embargo, su mano resbalaba lentamente sobre el pasamanos mientras se esforzaba por bajar escalón a escalón, tenía la frente ligeramente fruncida y supo instintivamente que la pierna volvía a molestarle nuevamente. Nicholas hizo un gesto de ir hacia ella pero se contuvo al mirar a la otra mujer que la acompañaba y que le decía alguna cosa a lo que ella ni siquiera prestaba atención. Era la misma que había visto en el comedor, la mujer con la que había cruzado la mirada… si es que eso era posible. _____ dio un nuevo paso y se tambaleó ligeramente haciendo que él se encogiera por dentro, todo él hervía con la urgencia de ir a ella, abrazarla y resguardarla de todo daño, pero no creía que ella apreciara demasiado ser el centro del mejor truco de prestidigitación que se pudiera ofrecer en mucho tiempo, mucho menos si se llevaba a cabo delante de los empleados del hotel y su hermana.
El parecido entre ambas era notable, si bien Susan era algo más alta y estilizada, compartía la misma mirada violeta y el oscuro color de pelo de _____, solo que en ella, caía en cortos y apretados rizos.
Sonrió, _____ ya se había percatado de su presencia, sus ojos se habían iluminado al posarse sobre él un instante antes de volverse a la mujer a su lado y dedicarle una escéptica mirada que acompañó con un escueto comentario que hizo reír a su acompañante. Era preciosa, la cosa más hermosa que le había pasado en todos los siglos que llevaba atrapado en aquella vacía existencia, la sola idea de perderla le dejaba un amargo sabor que no se disolvía con nada, pero todo mundo se regía por una leyes y él había quebrantado ya bastantes hasta el momento.
_____ se obligó a concentrarse de nuevo en Susan, honestamente había perdido el hilo de la conversación desde el momento en que había visto a Nicholas parado al pie de las escaleras y le costaba un mundo mirar a su hermana cuando su miraba se desviaba una y otra vez hacia el hombre que esperaba pacientemente con los brazos cruzados apoyado en la pared a escasos pasos de los pies de la escalera.
—Sabes, me recuerda a esas grandes mansiones al estilo de esas películas que relatan la Guerra de Secesión, estas viejas paredes han debido de servir en más de una ocasión de hospital de campaña para las guerras sin sentido que atravesaron estas tierras —comentó Susan mirando a su alrededor, al tiempo que se volvía de cuando en cuando a _____ para comprobar que bajaba las escaleras sin mayor dificultad de las que ya tenía.
_____ apenas farfulló un escueto:
—Supongo.
Susan la miró y observó cómo arrugaba la frente al bajar un nuevo peldaño.
—Te duele la pierna —aseguró echando instintivamente la mano hacia ella.
—No es nada —respondió _____ evitando el contacto, no le gustaba depender de nadie—, solo necesito sentarme un rato.
Susan volvió la mirada a su alrededor buscando algún asiento, a lo que _____ bufó con diversión.
—Por favor, ni se te ocurra empezar a gritar pidiendo una silla —le respondió ella con cierta diversión. Susan le correspondió con una sonrisa.
—Ni se me pasaba por la cabeza… rueda por las escaleras, bajarás antes y no tendrás que apoyarte sobre la pierna lastimada —le respondió como si fuese algo normal y cotidiano.
_____ sonrió y sacudió la cabeza.
—No funcionaría, con mi suerte me quedaría atascada en la bajada —le respondió aferrándose al pasamanos para seguir bajando.
Su mirada voló entonces a Nicholas, quien se había movido de su lugar y caminaba hacia ella con una expresión preocupada. _____ sacudió imperceptiblemente la cabeza y gesticuló con los labios un: “Estoy bien. En el jardín. Después.”
El vaquero asintió lentamente pero no estaba del todo conforme, _____ bajó la mirada para ver donde ponía el pie y cuando volvió a levantarla, él ya se había ido.
—Siempre puedes sentarte a los pies de la escalera —sugirió Susan ajena al intercambio de los dos.
_____ hizo un ruidito “um-hum” y se volvió hacia su hermana.
—Tú siempre buscando soluciones prácticas —le aseguró ella con diversión.
Unos repentinos ladridos llamaron la atención de las dos mujeres, Susan abrió varias veces la boca y volvió a cerrarla al ver entrar corriendo a un pequeño perro de aguas marrón cuya lengua traía colgándole de un lado de la boca. _____ sonrió y saludó a la chica que entraba tras él en el recibidor del hotel.
—Buenos días —sonrió _____ al tiempo que se inclinaba para rascarle la cabeza al pequeño perro marrón—. Hola a ti también, Ulises.
—Hola —la saludó Shadow acercándose a ellas con una enorme carpeta bajo el brazo. Sonrió a Susan, pero se dirigió directamente a _____ que reía al ver que el perro le lamía los dedos—, que bien que ya has bajado, estaba a punto de subir a tu habitación, quería que vieras algo…—su mirada fue entonces de una a otra mujer y añadió—, no te quitaré mucho tiempo.
_____ palmeó la cabeza del perro una última vez antes de coger la carpeta que le tendía y vio que sobresalían trozos de telas de distintos tonos, fotos antiguas, recortes de periódico. Miró a Shadow sin entender y esta se apresuró a pasar unas cuantas páginas y mostrarle un par de fotos envejecidas y manchadas por el tiempo de lo que parecía ser el comedor del hotel en sus inicios, es decir, un enorme salón adornado con lo que parecían ser artículos navideños.
—¿No sería genial poder darle este aspecto? Por supuesto, adecuándolo a Halloween —aseguró Shadow mientras le indicaba a _____ distintos puntos en la fotografía.
Susan se acercó un poco a _____, mirando disimuladamente sobre el hombro de la chica. _____ se apartó un poco y alzó el cuaderno de modo que la mujer pudiera tener una buena vista del cuaderno y la fotografía que estaba examinando.
—¿Crees que podría hacerse? —preguntó mientras su mirada iba de la carpeta a ella.
Tomando la carpeta de muestras, miró a Shadow como pidiendo permiso antes de echarle un vistazo a la foto.
—Este es el aspecto original que tenía el comedor, ¿verdad?
_____ asintió.
—Es lo más seguro —Su mirada voló ahora a Shadow—. Ella entiende un montón de decoración…
—Y te vengo como anillo al dedo, ¿A que sí? —se rió ella mirando a _____ quien sonrió en respuesta.
—Por supuesto —le aseguró, no sabía hasta qué punto le venía como anillo al dedo. Su ayuda la liberaba y le daba más tiempo para resolver sus propios problemas. Volviéndose a Shadow, quien las observaba sin hacer comentario alguno añadió—. Es mi hermana Susan, es Decoradora de Interiores y Paisajista, se le dan bien estas cosas.
Shadow abrió los ojos con sorpresa y reconocimiento, ya había notado un ligero parecido entre las dos mujeres. Susan alzó la mirada hacia la adolescente y le sonrió, la había visto un par de veces correteando por el hotel desde su llegada.
—Sí, supongo que se me dan bien —aseguró Susan sonriendo a la chica—. Soy Susan.
—Shadow —respondió la adolescente con una tierna sonrisa que encantó a Susan—. Es un placer conocerte.
—Lo mismo digo —aseguró Susan, y lo decía en serio. Había algo en aquella adolescente que la hacía encantadora. Su mirada volvió de nuevo hacia la carpeta de muestras—. No sé qué es exactamente lo que tienes en mente, pero esa habitación tiene muchas posibilidades.
—Shadow es la principal promotora de la idea, podrá explicarte mucho mejor que yo lo que habíamos pensando hacer en esa habitación… pero hay que tener en cuenta que nuestro presupuesto es inexistente, estábamos echando mano de las cosas que hay en el desván y que ya se han usado otros años.
—Sí —aceptó Shadow, indicando con el pulgar por encima de su hombro—, he estado echando un ojo al desván y estábamos pensado en utilizar lo que se pudiera reciclar de allí.
Susan miró a _____ quien hacía ya algunos minutos que echaba miradas furtivas hacia la puerta de la entrada.
—¿_____? —la llamó, haciendo que la chica saltara y la mirara con una sonrisa culpable.
—A ti se te dan genial estas cosas, Sue, estoy segura que entre Shadow y tú podrán encontrar el diseño perfecto —le aseguró al tiempo que empezaba a retroceder, su mirada fue entonces a la alta morena quien la miraba con sorpresa—, enséñale lo que estuvimos garabateando y lo que me comentaste, quizás pueda darte una idea de cómo llevarlo a cabo. Las veré… más tarde, ¿está bien?
Antes de que ninguna de las dos pudiese decir nada, dio media vuelta y se encaminó cojeando lentamente hacia la entrada principal del edificio, el pequeño perro de aguas marrón decidió acompañarla y salió corriendo delante de ella. Las dos mujeres se miraron y Susan sonrió.
—¿Hace esto muy a menudo?
Shadow asintió.
—Últimamente mucho —aceptó la chica observando a _____ desaparecer por la puerta—, siempre ha sido un poco… extraña… pero de un tiempo a esta parte, se ha vuelto más… misteriosa.
Shadow frunció el ceño y se volvió a Susan con un aire de reserva.
—Ella está bien, ¿verdad? —Preguntó la chica algo incómoda—, no quiero meterme donde nadie me llama, pero me cae bien _____ y cuando la conocí me pareció que había llegado aquí como huyendo de algo.
Vaya, la chiquilla era más astuta de lo que parecía. Susan cerró la carpeta y se la devolvió a la adolescente.
—Todos, en algún momento de nuestras vidas, huimos de algo —le aseguró Susan—, pero es bueno tener amigos que se den cuenta de ello porque serán los que nos ayuden a tomar las decisiones correctas.
Susan indicó la puerta del corredor que llevaba al comedor.
—¿Por qué no me cuentas que tienes pensado y lo vemos allí mismo?
Shadow asintió y acompañó a la mujer. La hermana de _____ estaba empezando a caerle muy bien.
El jardín se había convertido en su lugar de encuentro favorito, no podía culparla, dios sabía que él también adoraba ese lugar casi tanto como lo había adorado su madre. Su mente voló de regreso a su infancia, era extraño que justo ahora pensase tanto en lo que había sido su vida cuando nunca antes se había molestado. Sonrió, _____ tenía un extraño efecto en él. Recordaba cuando su madre había plantado con sus propias manos el rosal blanco de la esquina, él la había ayudado ensuciándose las rodillas y las manos, ella había bromeado sobre el que su ropa tuviera más barro encima del que había en el propio jardín. La había extrañado muchísimo cuando se había ido, había intentado hablarle a Cathie a menudo de ella, pero con el tiempo los recuerdos se iban haciendo más borrosos y las sensaciones se iban desvaneciendo.
Sacudió la cabeza intentando deshacerse de aquellos recuerdos, tenía que centrarse en el aquí y el ahora, ya no faltaba mucho para la noche de Sammain y después de lo ocurrido durante la noche, iba a serle muy difícil renunciar a ella.
—Realmente sabes cómo sacar provecho de las situaciones —oyó una profunda voz a sus espaldas.
Nicholas se tensó y se giró en redondo para encontrarse cara a cara con su progenitor.
—Creí que había quedado claro que no te quería aquí —le recordó Nicholas con voz helada.
El hombre se limitó a encogerse de hombros mientras observaba los rosales en flor y acariciaba ligeramente los pétalos de una rosa roja.
—Posiblemente lo dijeras, pero es decisión mía escucharte o no —le respondió él volviendo una mirada que era un espejo de la suya—, como lo es tuya el hacer o no hacer cosas que solo conducen a un verdadero infierno… ¿En qué diablos estabas pensando cuando tomaste a esa muchacha? Has roto al menos una docena de reglas en su cama.
—Lo que haga o deje de hacer no tiene nada que ver contigo, viejo —atajó Nicholas, su voz había pasado de un tono helado a uno de un filo mortal.
El hombre ignoró su tono y caminó directamente hacia él.
—Estás complicando demasiado las cosas, Nicholas Jerry —le aseguró parándose a escasos pasos de él—, hay dos caminos en este sendero y no se entrecruzan, no importa lo mucho que camines o durante cuánto tiempo esperes parado en un mismo lugar porque no se cruzarán. Ella tiene el secreto de tu libertad en las manos y una vez lo entienda, tu liberación será inmediata… lo quieras o no.
Nicholas se volvió lentamente hacia el viejo, odiaba sus visitas, pero odiaba todavía más tener que darle la razón.
—Entonces espero que nunca lo entienda, porque no quiero dejarla.
Una lenta a la par que triste sonrisa se extendió por los labios del hombre, su mirada recayó en uno de los arbustos más cercano a él y acarició suavemente los pétalos de una rosa.
—¿Sabes qué fue lo primero que me dijo tu madre cuando te tuvo en brazos? — respondió sorprendiendo a Nicholas con ese giro de conversación tan inusual en él. Su mirada fue de nuevo a su primogénitor—. Dijo que todo dolor provocado por causa del amor, tiene siempre una recompensa y una decepción, y que está en nosotros elegir cuál de ellas será nuestra. Y tenía razón así que procura elegir la recompensa, hijo, nadie debería recibir jamás una decepción por amar a la persona correcta.
Nicholas se quedó allí de pie, con la mirada perdida en el horizonte cuando Jerry pasó por su lado y le palmeó el hombro en un único movimiento para luego continuar y saludar con la cabeza a la pequeña mujer morena que permanecía de pie apoyada a la pared blanquecina del edificio.
_____ había escuchado la última parte de su conversación, la última frase había penetrado en sus oídos como si fuese también dirigida a ella.
“Nadie debería recibir jamás una decepción por amar a la persona correcta”.
Un ligero escalofrío la recorrió al tiempo que aquellas palabras acampaban en un rincón de su mente.
Nicholas se había vuelto al darse cuenta de su presencia y ya se le acercaba, su mirada se caldeó al posarla sobre ella, el ligero aire que movía los arbustos jugueteó con su pelo desordenándole los mechones que a plena luz del día se veían de un vibrante color castaño. Su eterno sombrero, había desaparecido.
—¿Todo bien, pequeñita? —sugirió llegando a su lado y subiendo la mano para acariciarle la mejilla.
_____ asintió y su mirada se volvió hacia el sendero por el que se había marchado el padre de Nicholas.
—¿Qué quería ahora? —preguntó tomando la mano que le tendía Nicholas para caminar con él.
—Nada —negó acercándola a él, su mirada bajó a su pierna lastimada, había podido observar como cojeaba más de lo normal—. Cojeas más de lo normal. ¿Te duele?
_____ se sonrojó ligeramente, intentó mirar cualquier cosa menos a él al responder.
—Por esta vez, no se trata de mi rodilla —aceptó ella, recordando que Susan había supuesto lo mismo.
Nicholas frunció el ceño hasta que cayó en la cuenta de cuál era la nueva “incomodidad” que acentuaba el ligero cojeo de la chica.
—Lo siento —fue la suave y susurrante disculpa de Nicholas, que llegó como un cálido beso en el pabellón de su oído. _____ prácticamente se derritió bajo su ronroneo.
—¿Has oído que me haya quejado? —respondió ella mirándole a través de las pestañas.
Nicholas se mordió una sonrisa.
—No. Ni un poco —aceptó acercándola a él lentamente, hasta que el cuerpo femenino estuvo pegado al suyo—. ¿Qué hay de tu hermana?
—Hemos hablado —aceptó con un leve encogimiento de hombros.
Nicholas le levantó la barbilla con un dedo para poder ver su rostro.
—¿Y?
—Le he dado el beneficio de la duda —aceptó ella con un suspiro—, hemos llegado a un mutuo entendimiento, creo que para empezar ya es bastante.
—Lo es —aceptó bajando la cabeza para acariciar sus labios.
— Nicholas —se apartó _____, su mirada era preocupada—. ¿Qué estaba haciendo él aquí?
Suspirando, se resignó a responderle.
—Vino a recordarme cosas que preferiría olvidar —murmuró con la mirada perdida en el horizonte para luego bajarla hacia la mujer que sostenía entre sus brazos.
—Sammain… —respondió ella apartando la mirada, sus largos dedos se habían aferrado casi sin darse cuenta a la camisa de él—, si tan solo supiera…
Nicholas le cubrió los labios con el dedo índice para silenciarla. Ella alzó la mirada y pudo ver las lágrimas sin derramar que hacía brillar sus ojos violetas. Nicholas ahuecó su cara con las manos y le susurró.
—Suceda lo que suceda —le respondió antes de bajar su boca a la de ella y acariciar sus labios—, siempre estaré contigo.
Un escalofrío le bajó por la columna mientras permitía que la besara y enlazaba sus brazos alrededor del cuello de él. No sabía por qué esa promesa solo la hacía acercarse un poco más a la respuesta de la pregunta que no se atrevía a formular.
La verdad era que no quería ver a Susan, no quería enfrentarse con su hermana y decirse de nuevo algo que solo las lastimaría a ambas. Quizás era una cobardía por su parte, pero ya estaba harta de oír hablar a otras personas de su vida, de decirle lo que tenía que hacer con ella... “Las palabras dichas en un momento de rabia no salen del corazón”, las palabras todavía resonaban en sus oídos, Nicholas había parecido realmente alcanzado por sus propias palabras cuando lo había dicho. Suspiró, ¿Llegaría el día en el que le contase toda la verdad acerca de su permanencia allí?
Suspirando se obligó a caminar hacia la tercera puerta de la derecha, no había traído su bastón y los pasos se hacían incluso más tambaleantes cuando caminaba, pero no le dolía la rodilla, lo cual ya era mucho.
Susan frunció el ceño cuando oyó el suave toque en la puerta, su primer pensamiento fue que quizás se hubiese olvidado alguna cosa en la recepción o que la recepcionista se hubiese olvidado de comunicarle alguna cosa. Dejó el suéter que estaba sacando de la maleta abierta encima de la cama y se dirigió hacia la puerta.
—¿Sí? —preguntó Susan con la mano en el pomo, había hábitos difíciles de cambiar.
—Soy _____ —fue la respuesta del otro lado de la puerta.
La puerta se abrió lentamente hasta mostrar a una vacilante _____ a escasos pasos del umbral. Menuda y delicada, Susan siempre la había visto como un pequeño duendecillo y la juvenil apariencia de ella, con el pelo recogido en una cola y unos simples jeans y camiseta, casaban perfectamente con esa imagen.
Tenía las manos en los bolsillos de los jeans y parecía bastante incómoda, su mirada iba del corredor a la puerta y finalmente recayó en Susan.
—Hola —la saludó Susan, sin saber realmente que decir en aquellos momentos.
_____ simplemente asintió con la cabeza a modo de saludo, antes de sacar una de las manos del bolsillo e indicar con un suave movimiento la habitación.
—¿Puedo pasar?
—Claro —aseguró Susan haciéndose a un lado al tiempo que abría la puerta de par en par para dejarla pasar.
_____ sacó entonces también la otra mano del bolsillo del pantalón y se apoyó en la puerta para entrar cojeando en la habitación. Susan volvió la mirada alrededor como si buscara algo.
—¿Dónde está tu bastón?
_____ se volvió a medias, una mano apoyada en la pared y el pulgar de la otra indicando por encima de su hombro.
—Lo dejé en mi habitación —respondió antes de continuar hacia el dormitorio. La habitación era parecida a la suya, lo único que cambiaba era el empapelado de la pared y la ventana que estaba situada en el lado derecho del dormitorio. Se sentó en la cama con una mueca y estiró la pierna. Su mirada ascendió inmediatamente hacia la otra mujer que permanecía en pie en la entrada a la habitación—. Mary Rose me dio el mensaje de que alguien que decía llamarse mi hermana estaba preguntando por mí, teniendo en cuenta que Frank me advirtió que quizás vendrías, no me sorprendió. ¿No encontraste otro lugar más chic para tus vacaciones?
—_____…
—Oh, vamos, Sue… si querías saber de mí, podrías haberle pedido al Frank mi número de teléfono si es que lo has perdido, porque te aseguro que no lo he cambiado desde la última vez que hablamos —respondió ella con un leve tono de cinismo en la voz.
Susan entró entonces en la habitación hasta quedar casi en frente de ella.
—No te va el cinismo, _____.
Ella medio sonrió, al tiempo que se sentaba de otra manera en la cama.
—No, supongo que no —respondió encogiéndose de hombros antes de volver a responderle—, así que te repetiré lo mismo que te dije la última vez que hablamos… “deja mi jodida vida en paz”.
Susan sacude la cabeza y se la queda mirando.
—Siempre quieres hacer las cosas a tu manera, prefieres darte de bruces con una pared antes que permitir que se te ayude —suspiró negando con la cabeza—, no pretendo meterme en tu vida ni decirte lo que debes hacer, _____… pero tampoco voy a permitir que te encierres en ti misma y huyas cada vez que las cosas se ponen feas y evites a cualquiera que quiera acercarse a ti con la única intención de ayudarte.
—Yo no he pedido esa ayuda —respondió ella con voz cortante.
—Lo sé. No la pedirías ni aunque te estuvieses desangrando en medio del desierto y sin asistencia alguna. —aseguró Susan exagerando la respuesta con la única intención de hacerla ver que la conocía y que la conocía muy bien—, pero ya me he cansado de ser una simple espectadora, eres mi hermana, quizás no he sabido cómo ayudarte o que decir para que me hables como antes, pero maldito si voy a dejar que hagas de nuevo lo que te dé la gana y desaparezcas dejándonos a todos al borde de la histeria.
Susan suspiró y se acercó a _____ que continuaba sentada en la cama, para asombro de la pequeña morena, la chica se sentó a su lado y entrelazó las manos en su regazo.
—No he sido lo que se dice un ejemplo a seguir —comentó volviéndose a medias hacia _____—, pero me gustaría intentarlo de nuevo, no quiero dejarte sola, no es bueno que te escondas de esta manera…
_____ se apresuró en responder.
—Yo no me escondo.
—¿No? ¿Y qué haces entonces aquí? —Le respondió Susan, aquella frase no era una acusación, era una simple pregunta—. Te has marchado sin dar explicación ninguna, llegas un buen día a casa y dices “se cancela la boda” y al día siguiente te has esfumado del mapa. Nuestra madre ha estado realmente preocupada.
_____ arqueó una ceja ante ese último comentario y añadió con ironía.
—¿Qué estaba haciendo mamá la última vez que la viste? —Le preguntó, sus ojos se entrecerraron levemente al ver como Susan abría la boca y volvía a cerrarla inmediatamente y desviaba ligeramente la mirada—. Gracias, ya has respondido a mí pregunta.
—_____, estás siendo injusta… mamá se quedó muy preocupada después de que te marcharas de la casa familiar sin decir ni una sola palabra —aseguró Susan.
—Estoy segura de que sí —Argumentó ella sacudiendo la cabeza—. Vamos, Susan, tú conoces a nuestra madre y sabes perfectamente lo que pasó cuando llegué a casa y le dije que la boda se había cancelado.
Sí, lo sabía porque había estado allí cuando _____ había dado la noticia y había visto la desilusión en el rostro de su madre y la manera en que esta había atacado verbalmente a _____ achacándolo todo a locura transitoria, diciendo que su hija pequeña había perdido realmente la cabeza. Susan había visto la reacción de su madre como algo normal, a ninguna madre le gustaba que se burlaran de su hija, y teniendo en cuenta la indecisión de ella y el accidente en el que _____ había perdido la movilidad parcial de su pierna, pensaba que la cancelación de la boda era solo otro de los caprichos de ella.
—Sé que su manera de proceder no fue la correcta —aceptó Susan, como si intentara disculpar a la madre de ambas—, no debió haberte hablado de esa manera, ella no tenía idea de lo que estaba pasando realmente.
_____ negó con la cabeza.
—Ella se negó a ver lo que no quería ver, Susan, no te engañes —le respondió _____ encogiéndose de hombros—. Conozco a nuestros padres, a mamá lo único que puede importarle de todo este asunto es cómo va a afectar todo esto en su exclusivo grupo de amigas. ¿Tienes idea de lo que es ser una cría de cinco años, encerrada en la consulta de un psicólogo que te dice que lo que has visto son solo mis amigos imaginarios y que tengo que ignorarlos y no hacerles caso porque si no su mamá se pondrá triste? Cinco años, Susan. Tenía apenas cinco años. Llegué a auto convencerme que la niña que había visto columpiándose descalza en aquel parque de juegos, era simplemente una amiga imaginaria. No quería que mamá me mirase y le dijese a papá que me estaba volviendo esquizofrénica, que estaba loca. Aprendí a mentir, aprendí a mentir tan bien que llegué a auto convencerme de ello. Y entonces, cuando le dije que ese hijo de puta me había puesto los cuernos me miró como aquella vez, me dijo que había perdido por completo la cabeza. No Susan, las cosas no son siempre como uno las ve, si no como las interpreta.
_____ sacudió la cabeza, aquellos años habían quedado atrás, había sido una infancia complicada, adoraba a sus padres, y sabía que ellos, a su manera, también la querían, pero había cosas que simplemente no se pueden olvidar.
—He tenido que darme de narices con Nicholas para aceptar la verdad que me he estado negando tanto tiempo —Sacudió la cabeza—. Después de todo, que mi prometido se acostara con mi compañera de piso fue lo mejor que pudo haberme pasado.
—Ese hombre no era lo suficientemente bueno para ti —le aseguró Susan.
_____ hizo una mueca y se obligó a levantarse de la cama, en silencio cojeó hacia la ventana, Susan la siguió desde la cama con la mirada.
—En algún momento llegué a pensar eso mismo de mí —su voz empezó a endurecerse, su tono se hizo más lento, más pesado—. Que yo no era lo suficientemente buena para alguien como él, realmente no sabía qué era lo que había visto en mí, me veía tan insignificante a su lado, siempre sabía cómo comportarse en cualquier situación, vestía bien y teníamos los mismos gustos… pero había algo que no acababa de encajar. Ni siquiera sé por qué acepté casarme con él.
_____ cerró los ojos con fuerza, intentando borrar aquellas imágenes que acudieron como fantasmas atormentados a su mente.
—Recuerdo haberme despertado en la cama de aquel hospital, tenía la pierna totalmente destrozada, los analgésicos que me habían dado habían empezado a perder efecto y los oí discutir en el pasillo… te oí gritándole, reprochándole algo que en aquel momento ni siquiera podía llegar a entender —sus brazos rodearon el menudo cuerpo, como intentando alejar el repentino escalofrío que atravesó su menudo cuerpo—. Ese cabrón estaba borracho y me quitó lo único que podía ser realmente mío… ese accidente me destrozó la pierna y me arrebató lo que más ansiaba en este mundo… lo que cualquier mujer desea algún día.
Susan se levantó de la cama y caminó hacia ella, pero era incapaz de decir nada. Jamás había sospechado que _____ estuviese consciente durante el episodio aquel en el hospital.
—Me obligué de nuevo a convencerme de que había sido un accidente, que podría salir adelante, que nada de aquello importaba, que todo saldría bien. Me mentí a mí misma para poder salir del hoyo en que ese cabrón me había metido, me lo recordé cada vez que entraba en quirófano y cada vez que visitaba al ginecólogo y me confirmaba con pesar lo que yo ya sabía.
_____ se volvió entonces a Susan, en sus ojos había verdadero dolor.
—No sé por qué diablos continué con él…
A Susan se le encogió el estómago cuando vio el miedo y todo el dolor que ocultaban los ojos de _____ pero seguía sin encontrar las palabras que pudieran alejarlo.
—Tuve que llevarme un buen golpe en la cabeza —trató de restarle importancia a lo que estaba narrando—, no encuentro otra explicación a mí estupidez. Bien mirado, quizás debiera mandarle una tarjeta, y agradecerle que me haya puesto los cuernos. Necesitaba marcharme, alejarme, debía tomar de nuevo el control de mi vida, las cosas se estaban desmoronando a mí alrededor y nadie lo veía. Es irónico, pero gracias a él estoy ahora aquí y hay alguien que me necesita, solo a mí. Que me quiere por lo que soy y no por lo que pueda hacer por él.
—_____… —los ojos de Susan se abrieron ligeramente al reconocer aquella mirada en los ojos gemelos a los suyos.
—Y voy a perderle también —susurró con una tímida sonrisa—, pero está bien, así es como debe ser, ¿no?
— No, _____, nunca debe ser así —susurró Susan, sus ojos ya empezaban a humedecerse en reflejo a los de ella cuando se acercó a ella y le acarició la mejilla—. Ninguna Redentora de Almas debería enamorarse de su custodio.
Abrió la boca para negarlo, pero, ¿De qué serviría negarse a sí misma la verdad?
“¿Ahora lo ves claro, pedazo de estúpida enamoradiza?, ¿Todavía no te habías dado cuenta? Le amas… estás enamorada de él y vas a tener que dejarle marchar”.
_____ parpadeó para alejar las lágrimas, ya había llorado bastante últimamente y no estaba dispuesta a derramar más, ni siquiera delante de Susan. Pasándose las palmas de las manos por las mejillas se volvió nuevamente ya más serena hacia su hermana.
—Sabes lo que soy —respondió desviando el tema hacia el otro punto.
—Papá dejó de hablar con el abuelo después de que él le dijese que tú eras la próxima generación —respondió Susan levantándose de la cama y caminando hacia ella hasta quedarse apoyada en el alfeizar de la ventana con la mirada perdida en el horizonte—. No recuerdo muy bien cómo fueron los detalles, pese a ser algunos años mayor que tú, en aquel momento no entendía el enfado de papá hacia el abuelo Frank. Fue apenas hace unos días, después que hablases con Frank que él nos llamó para decirnos que te habías puesto en contacto con él y que estabas bien.
El bueno de Frank. _____ quería retorcerle el pescuezo a su abuelo.
—Me sorprendió mucho que lo llamaras a él —aseguró Susan volviéndose ahora hacia _____—, así que me limité a devolverle la llamada y sonsacarle el motivo por el que te habrías puesto en contacto con él, cuando nunca antes lo habías tenido.
_____ se quedó mirando a Susan durante unos instantes, había algo que no encajaba del todo en aquella extraña puesta en escena, era como si uno de los jugadores conociese el resultado del juego antes de tiempo.
—Tú sabes mucho más de lo que me estás diciendo, ¿verdad, Sue? —Murmuró _____ mirándola con cierta sospecha—. ¿Cómo es que sabes tanto acerca de la Redentora de Almas?
—Bueno, un poco gracias al curso intensivo de Frank y otro poco por haber investigado por mi propia cuenta —le respondió ella con un leve encogimiento de hombros—, veamos, no todos los días le dicen a una que su hermana pequeña juega con fantasmas…
“Oh, no te haces una idea de la clase de juegos que practico con fantasmas”
—¿Jugar con fantasmas? —Repitió _____ omitiendo el descarriado pensamiento de su conciencia—. Yo no lo llamaría precisamente jugar.
El rostro de Susan ahora se puso más serio, miró a _____ a los ojos cuando le respondió.
—Frank estaba realmente preocupado por ti, _____ —aseguró indicando con un gesto de la barbilla hacia la ventana—. La noche de difuntos se acerca, dice que es la única oportunidad que tiene la Redentora para liberar el alma de uno de los condenados…
—Eso dicen, sí —aseguró ella esquivando la mirada de Susan, para lo que optó por mirar por la ventana hacia los árboles que se veían a lo lejos—, pero nadie se molestó en mencionar el cómo.
Susan se quedó mirando a la chica y empezó a preocuparse en serio, por una vez esperaba estar equivocada.
La observó bajar las escaleras y se maravilló de lo frágil que parecía y lo fuerte que era sin embargo, su mano resbalaba lentamente sobre el pasamanos mientras se esforzaba por bajar escalón a escalón, tenía la frente ligeramente fruncida y supo instintivamente que la pierna volvía a molestarle nuevamente. Nicholas hizo un gesto de ir hacia ella pero se contuvo al mirar a la otra mujer que la acompañaba y que le decía alguna cosa a lo que ella ni siquiera prestaba atención. Era la misma que había visto en el comedor, la mujer con la que había cruzado la mirada… si es que eso era posible. _____ dio un nuevo paso y se tambaleó ligeramente haciendo que él se encogiera por dentro, todo él hervía con la urgencia de ir a ella, abrazarla y resguardarla de todo daño, pero no creía que ella apreciara demasiado ser el centro del mejor truco de prestidigitación que se pudiera ofrecer en mucho tiempo, mucho menos si se llevaba a cabo delante de los empleados del hotel y su hermana.
El parecido entre ambas era notable, si bien Susan era algo más alta y estilizada, compartía la misma mirada violeta y el oscuro color de pelo de _____, solo que en ella, caía en cortos y apretados rizos.
Sonrió, _____ ya se había percatado de su presencia, sus ojos se habían iluminado al posarse sobre él un instante antes de volverse a la mujer a su lado y dedicarle una escéptica mirada que acompañó con un escueto comentario que hizo reír a su acompañante. Era preciosa, la cosa más hermosa que le había pasado en todos los siglos que llevaba atrapado en aquella vacía existencia, la sola idea de perderla le dejaba un amargo sabor que no se disolvía con nada, pero todo mundo se regía por una leyes y él había quebrantado ya bastantes hasta el momento.
_____ se obligó a concentrarse de nuevo en Susan, honestamente había perdido el hilo de la conversación desde el momento en que había visto a Nicholas parado al pie de las escaleras y le costaba un mundo mirar a su hermana cuando su miraba se desviaba una y otra vez hacia el hombre que esperaba pacientemente con los brazos cruzados apoyado en la pared a escasos pasos de los pies de la escalera.
—Sabes, me recuerda a esas grandes mansiones al estilo de esas películas que relatan la Guerra de Secesión, estas viejas paredes han debido de servir en más de una ocasión de hospital de campaña para las guerras sin sentido que atravesaron estas tierras —comentó Susan mirando a su alrededor, al tiempo que se volvía de cuando en cuando a _____ para comprobar que bajaba las escaleras sin mayor dificultad de las que ya tenía.
_____ apenas farfulló un escueto:
—Supongo.
Susan la miró y observó cómo arrugaba la frente al bajar un nuevo peldaño.
—Te duele la pierna —aseguró echando instintivamente la mano hacia ella.
—No es nada —respondió _____ evitando el contacto, no le gustaba depender de nadie—, solo necesito sentarme un rato.
Susan volvió la mirada a su alrededor buscando algún asiento, a lo que _____ bufó con diversión.
—Por favor, ni se te ocurra empezar a gritar pidiendo una silla —le respondió ella con cierta diversión. Susan le correspondió con una sonrisa.
—Ni se me pasaba por la cabeza… rueda por las escaleras, bajarás antes y no tendrás que apoyarte sobre la pierna lastimada —le respondió como si fuese algo normal y cotidiano.
_____ sonrió y sacudió la cabeza.
—No funcionaría, con mi suerte me quedaría atascada en la bajada —le respondió aferrándose al pasamanos para seguir bajando.
Su mirada voló entonces a Nicholas, quien se había movido de su lugar y caminaba hacia ella con una expresión preocupada. _____ sacudió imperceptiblemente la cabeza y gesticuló con los labios un: “Estoy bien. En el jardín. Después.”
El vaquero asintió lentamente pero no estaba del todo conforme, _____ bajó la mirada para ver donde ponía el pie y cuando volvió a levantarla, él ya se había ido.
—Siempre puedes sentarte a los pies de la escalera —sugirió Susan ajena al intercambio de los dos.
_____ hizo un ruidito “um-hum” y se volvió hacia su hermana.
—Tú siempre buscando soluciones prácticas —le aseguró ella con diversión.
Unos repentinos ladridos llamaron la atención de las dos mujeres, Susan abrió varias veces la boca y volvió a cerrarla al ver entrar corriendo a un pequeño perro de aguas marrón cuya lengua traía colgándole de un lado de la boca. _____ sonrió y saludó a la chica que entraba tras él en el recibidor del hotel.
—Buenos días —sonrió _____ al tiempo que se inclinaba para rascarle la cabeza al pequeño perro marrón—. Hola a ti también, Ulises.
—Hola —la saludó Shadow acercándose a ellas con una enorme carpeta bajo el brazo. Sonrió a Susan, pero se dirigió directamente a _____ que reía al ver que el perro le lamía los dedos—, que bien que ya has bajado, estaba a punto de subir a tu habitación, quería que vieras algo…—su mirada fue entonces de una a otra mujer y añadió—, no te quitaré mucho tiempo.
_____ palmeó la cabeza del perro una última vez antes de coger la carpeta que le tendía y vio que sobresalían trozos de telas de distintos tonos, fotos antiguas, recortes de periódico. Miró a Shadow sin entender y esta se apresuró a pasar unas cuantas páginas y mostrarle un par de fotos envejecidas y manchadas por el tiempo de lo que parecía ser el comedor del hotel en sus inicios, es decir, un enorme salón adornado con lo que parecían ser artículos navideños.
—¿No sería genial poder darle este aspecto? Por supuesto, adecuándolo a Halloween —aseguró Shadow mientras le indicaba a _____ distintos puntos en la fotografía.
Susan se acercó un poco a _____, mirando disimuladamente sobre el hombro de la chica. _____ se apartó un poco y alzó el cuaderno de modo que la mujer pudiera tener una buena vista del cuaderno y la fotografía que estaba examinando.
—¿Crees que podría hacerse? —preguntó mientras su mirada iba de la carpeta a ella.
Tomando la carpeta de muestras, miró a Shadow como pidiendo permiso antes de echarle un vistazo a la foto.
—Este es el aspecto original que tenía el comedor, ¿verdad?
_____ asintió.
—Es lo más seguro —Su mirada voló ahora a Shadow—. Ella entiende un montón de decoración…
—Y te vengo como anillo al dedo, ¿A que sí? —se rió ella mirando a _____ quien sonrió en respuesta.
—Por supuesto —le aseguró, no sabía hasta qué punto le venía como anillo al dedo. Su ayuda la liberaba y le daba más tiempo para resolver sus propios problemas. Volviéndose a Shadow, quien las observaba sin hacer comentario alguno añadió—. Es mi hermana Susan, es Decoradora de Interiores y Paisajista, se le dan bien estas cosas.
Shadow abrió los ojos con sorpresa y reconocimiento, ya había notado un ligero parecido entre las dos mujeres. Susan alzó la mirada hacia la adolescente y le sonrió, la había visto un par de veces correteando por el hotel desde su llegada.
—Sí, supongo que se me dan bien —aseguró Susan sonriendo a la chica—. Soy Susan.
—Shadow —respondió la adolescente con una tierna sonrisa que encantó a Susan—. Es un placer conocerte.
—Lo mismo digo —aseguró Susan, y lo decía en serio. Había algo en aquella adolescente que la hacía encantadora. Su mirada volvió de nuevo hacia la carpeta de muestras—. No sé qué es exactamente lo que tienes en mente, pero esa habitación tiene muchas posibilidades.
—Shadow es la principal promotora de la idea, podrá explicarte mucho mejor que yo lo que habíamos pensando hacer en esa habitación… pero hay que tener en cuenta que nuestro presupuesto es inexistente, estábamos echando mano de las cosas que hay en el desván y que ya se han usado otros años.
—Sí —aceptó Shadow, indicando con el pulgar por encima de su hombro—, he estado echando un ojo al desván y estábamos pensado en utilizar lo que se pudiera reciclar de allí.
Susan miró a _____ quien hacía ya algunos minutos que echaba miradas furtivas hacia la puerta de la entrada.
—¿_____? —la llamó, haciendo que la chica saltara y la mirara con una sonrisa culpable.
—A ti se te dan genial estas cosas, Sue, estoy segura que entre Shadow y tú podrán encontrar el diseño perfecto —le aseguró al tiempo que empezaba a retroceder, su mirada fue entonces a la alta morena quien la miraba con sorpresa—, enséñale lo que estuvimos garabateando y lo que me comentaste, quizás pueda darte una idea de cómo llevarlo a cabo. Las veré… más tarde, ¿está bien?
Antes de que ninguna de las dos pudiese decir nada, dio media vuelta y se encaminó cojeando lentamente hacia la entrada principal del edificio, el pequeño perro de aguas marrón decidió acompañarla y salió corriendo delante de ella. Las dos mujeres se miraron y Susan sonrió.
—¿Hace esto muy a menudo?
Shadow asintió.
—Últimamente mucho —aceptó la chica observando a _____ desaparecer por la puerta—, siempre ha sido un poco… extraña… pero de un tiempo a esta parte, se ha vuelto más… misteriosa.
Shadow frunció el ceño y se volvió a Susan con un aire de reserva.
—Ella está bien, ¿verdad? —Preguntó la chica algo incómoda—, no quiero meterme donde nadie me llama, pero me cae bien _____ y cuando la conocí me pareció que había llegado aquí como huyendo de algo.
Vaya, la chiquilla era más astuta de lo que parecía. Susan cerró la carpeta y se la devolvió a la adolescente.
—Todos, en algún momento de nuestras vidas, huimos de algo —le aseguró Susan—, pero es bueno tener amigos que se den cuenta de ello porque serán los que nos ayuden a tomar las decisiones correctas.
Susan indicó la puerta del corredor que llevaba al comedor.
—¿Por qué no me cuentas que tienes pensado y lo vemos allí mismo?
Shadow asintió y acompañó a la mujer. La hermana de _____ estaba empezando a caerle muy bien.
El jardín se había convertido en su lugar de encuentro favorito, no podía culparla, dios sabía que él también adoraba ese lugar casi tanto como lo había adorado su madre. Su mente voló de regreso a su infancia, era extraño que justo ahora pensase tanto en lo que había sido su vida cuando nunca antes se había molestado. Sonrió, _____ tenía un extraño efecto en él. Recordaba cuando su madre había plantado con sus propias manos el rosal blanco de la esquina, él la había ayudado ensuciándose las rodillas y las manos, ella había bromeado sobre el que su ropa tuviera más barro encima del que había en el propio jardín. La había extrañado muchísimo cuando se había ido, había intentado hablarle a Cathie a menudo de ella, pero con el tiempo los recuerdos se iban haciendo más borrosos y las sensaciones se iban desvaneciendo.
Sacudió la cabeza intentando deshacerse de aquellos recuerdos, tenía que centrarse en el aquí y el ahora, ya no faltaba mucho para la noche de Sammain y después de lo ocurrido durante la noche, iba a serle muy difícil renunciar a ella.
—Realmente sabes cómo sacar provecho de las situaciones —oyó una profunda voz a sus espaldas.
Nicholas se tensó y se giró en redondo para encontrarse cara a cara con su progenitor.
—Creí que había quedado claro que no te quería aquí —le recordó Nicholas con voz helada.
El hombre se limitó a encogerse de hombros mientras observaba los rosales en flor y acariciaba ligeramente los pétalos de una rosa roja.
—Posiblemente lo dijeras, pero es decisión mía escucharte o no —le respondió él volviendo una mirada que era un espejo de la suya—, como lo es tuya el hacer o no hacer cosas que solo conducen a un verdadero infierno… ¿En qué diablos estabas pensando cuando tomaste a esa muchacha? Has roto al menos una docena de reglas en su cama.
—Lo que haga o deje de hacer no tiene nada que ver contigo, viejo —atajó Nicholas, su voz había pasado de un tono helado a uno de un filo mortal.
El hombre ignoró su tono y caminó directamente hacia él.
—Estás complicando demasiado las cosas, Nicholas Jerry —le aseguró parándose a escasos pasos de él—, hay dos caminos en este sendero y no se entrecruzan, no importa lo mucho que camines o durante cuánto tiempo esperes parado en un mismo lugar porque no se cruzarán. Ella tiene el secreto de tu libertad en las manos y una vez lo entienda, tu liberación será inmediata… lo quieras o no.
Nicholas se volvió lentamente hacia el viejo, odiaba sus visitas, pero odiaba todavía más tener que darle la razón.
—Entonces espero que nunca lo entienda, porque no quiero dejarla.
Una lenta a la par que triste sonrisa se extendió por los labios del hombre, su mirada recayó en uno de los arbustos más cercano a él y acarició suavemente los pétalos de una rosa.
—¿Sabes qué fue lo primero que me dijo tu madre cuando te tuvo en brazos? — respondió sorprendiendo a Nicholas con ese giro de conversación tan inusual en él. Su mirada fue de nuevo a su primogénitor—. Dijo que todo dolor provocado por causa del amor, tiene siempre una recompensa y una decepción, y que está en nosotros elegir cuál de ellas será nuestra. Y tenía razón así que procura elegir la recompensa, hijo, nadie debería recibir jamás una decepción por amar a la persona correcta.
Nicholas se quedó allí de pie, con la mirada perdida en el horizonte cuando Jerry pasó por su lado y le palmeó el hombro en un único movimiento para luego continuar y saludar con la cabeza a la pequeña mujer morena que permanecía de pie apoyada a la pared blanquecina del edificio.
_____ había escuchado la última parte de su conversación, la última frase había penetrado en sus oídos como si fuese también dirigida a ella.
“Nadie debería recibir jamás una decepción por amar a la persona correcta”.
Un ligero escalofrío la recorrió al tiempo que aquellas palabras acampaban en un rincón de su mente.
Nicholas se había vuelto al darse cuenta de su presencia y ya se le acercaba, su mirada se caldeó al posarla sobre ella, el ligero aire que movía los arbustos jugueteó con su pelo desordenándole los mechones que a plena luz del día se veían de un vibrante color castaño. Su eterno sombrero, había desaparecido.
—¿Todo bien, pequeñita? —sugirió llegando a su lado y subiendo la mano para acariciarle la mejilla.
_____ asintió y su mirada se volvió hacia el sendero por el que se había marchado el padre de Nicholas.
—¿Qué quería ahora? —preguntó tomando la mano que le tendía Nicholas para caminar con él.
—Nada —negó acercándola a él, su mirada bajó a su pierna lastimada, había podido observar como cojeaba más de lo normal—. Cojeas más de lo normal. ¿Te duele?
_____ se sonrojó ligeramente, intentó mirar cualquier cosa menos a él al responder.
—Por esta vez, no se trata de mi rodilla —aceptó ella, recordando que Susan había supuesto lo mismo.
Nicholas frunció el ceño hasta que cayó en la cuenta de cuál era la nueva “incomodidad” que acentuaba el ligero cojeo de la chica.
—Lo siento —fue la suave y susurrante disculpa de Nicholas, que llegó como un cálido beso en el pabellón de su oído. _____ prácticamente se derritió bajo su ronroneo.
—¿Has oído que me haya quejado? —respondió ella mirándole a través de las pestañas.
Nicholas se mordió una sonrisa.
—No. Ni un poco —aceptó acercándola a él lentamente, hasta que el cuerpo femenino estuvo pegado al suyo—. ¿Qué hay de tu hermana?
—Hemos hablado —aceptó con un leve encogimiento de hombros.
Nicholas le levantó la barbilla con un dedo para poder ver su rostro.
—¿Y?
—Le he dado el beneficio de la duda —aceptó ella con un suspiro—, hemos llegado a un mutuo entendimiento, creo que para empezar ya es bastante.
—Lo es —aceptó bajando la cabeza para acariciar sus labios.
— Nicholas —se apartó _____, su mirada era preocupada—. ¿Qué estaba haciendo él aquí?
Suspirando, se resignó a responderle.
—Vino a recordarme cosas que preferiría olvidar —murmuró con la mirada perdida en el horizonte para luego bajarla hacia la mujer que sostenía entre sus brazos.
—Sammain… —respondió ella apartando la mirada, sus largos dedos se habían aferrado casi sin darse cuenta a la camisa de él—, si tan solo supiera…
Nicholas le cubrió los labios con el dedo índice para silenciarla. Ella alzó la mirada y pudo ver las lágrimas sin derramar que hacía brillar sus ojos violetas. Nicholas ahuecó su cara con las manos y le susurró.
—Suceda lo que suceda —le respondió antes de bajar su boca a la de ella y acariciar sus labios—, siempre estaré contigo.
Un escalofrío le bajó por la columna mientras permitía que la besara y enlazaba sus brazos alrededor del cuello de él. No sabía por qué esa promesa solo la hacía acercarse un poco más a la respuesta de la pregunta que no se atrevía a formular.
Natuu♥!!!
Última edición por Natuu! el Dom 11 Mar 2012, 12:39 am, editado 1 vez
Natuu!
Re: "La Redentora de Almas" (Nick&Tu) Terminada
o.o me encanta... me encanta.... me encanta... me encantaaa
ok ya me callo
porfa siguelaaa
ok ya me callo
porfa siguelaaa
Angel´S // JB
Re: "La Redentora de Almas" (Nick&Tu) Terminada
SEGUILAAAAAA NO quiero q nick se valla :(
DrippyJoBrosBTR
Re: "La Redentora de Almas" (Nick&Tu) Terminada
CAPÍTULO 16
“Nadie puede detener el tiempo, lo único que podemos hacer es disfrutar de cada minuto como si fuera el último de nuestras vidas y hacer que cada momento sea eterno. Ambos sabíamos que nos condenábamos cuando aceptamos trasgredir las reglas, pero si hay alguien capaz de ponerle freno al amor, que dé un paso adelante y hable, prefiero cargar toda la eternidad con mi penitencia y haberle amado, que pasar un solo segundo en soledad.”
En aquellos momentos _____ se arrepentía de haber pensado en Susan para el trabajo de decoración de la fiesta de Halloween, su hermana y Shadow había revolucionado al personal del hotel, lo cierto es que no habían dejado títere con cabeza y la hubiesen arrastrado a ella también en su entusiasmo si no hubiese aprovechado cada instante de los últimos siete días para pasarlo con Nicholas e indagar más en su herencia.
La gente había acogido más que con placer la idea del baile de disfraces, a lo largo de todo el día de ayer y aquella misma mañana, algunos huéspedes habían entrado y salido del hotel para hacer sus compras de última hora o para intentar encontrar alguna pieza de ropa que sirviese a su propósito para enmascarar su identidad durante aquella noche.
La semana había transcurrido a una velocidad pasmosa, había leído y examinado una y otra vez los archivos y los viejos papeles que Frank le había enviado intentando dar con una respuesta a la noche de Sammain, pero cuanto más indagaba y creía estar acercándose a una respuesta descubría que no eran más que castillos en el aire. Hablar con él no le había servido de gran cosa, cada vez que sacaba el tema él se negaba a escucharlo, la besaba y le decía que se limitara a atesorar los momentos que pasaban juntos.
Se habían convertido en íntimos amantes, pasaban cada minuto del día y de la noche juntos hasta el punto que Susan empezó a preocuparse de la continua desaparición de _____. Ella se justificaba aludiendo a que tenía mucho que preparar para aquella noche. Y en cierto modo, no mentía, ciertamente tendría que prepararse para lo inevitable… lo que quiera que fuera.
Descendió el último peldaño de la escalera apoyándose en el bastón y contempló a varios de los empleados del hotel corriendo de un lado a otro con cajas llenas de lo que parecían ser alguna especie de guirnaldas de color púrpura, al parecer estaban terminando con los últimos retoques.
Evitando que la arrollaran en su apresurada carrera, procuró pegarse a la pared, bordeando todo el recibidor para poder salir a fuera. Nicholas se había marchado antes de que ella se levantara, había encontrado una nota con una antigua y elegante letra escrita a mano y una rosa encima de la almohada en el lado que había ocupado él. En la nota la citaba para última hora de la tarde, diciéndole que pasaría a recogerla para acompañarla al baile de máscaras.
Maldito fuera el baile. Ella no quería asistir a esa estúpida fiesta de disfraces, no quería que llegase esa noche y sin embargo ahí estaba, a solo unas cuantas horas, no quería tener que enfrentarse a lo que era, a lo que sería, solo quería pasar el tiempo que pudiera quedarles junto a él y el muy cabrón se había marchado antes de que se despertara y le había dejado una única nota.
—No quiero ir a ninguna fiesta, no quiero sorpresas, solo quiero que estés conmigo, Nicholas —masculló saliendo por la puerta al frío aire de la mañana.
Por lo que pudo ver desde la puerta, el cielo seguía encapotado, la niebla matutina había tardado más tiempo del acostumbrado en levantarse y aún así, había zonas en las que todavía persistía. Sus labios se curvaron en una mueca, el día de hoy el tiempo parecía haber optado por reflejar su propio estado.
—¡_____!
La llamaron cuando estaba a punto de traspasar la puerta, al principio pensó en fingir que no la había oído y seguir adelante, pero conociendo a Susan, aquello no la disuadiría. Suspirando, se dio la vuelta obligándose a un encuentro que no tenía ganas ningunas de realizar.
—Menos mal que te encuentro —aseguró una agitada Susan. Sus jeans azules y el suéter blanco le daba un aspecto muy juvenil—. Últimamente resulta muy complicado seguirte la pista.
—Sue, si no es importante, tengo…
—Sí es importante —la atajó cortándola en seco—, acabo de recibir una llamada de Frank desde la terminal del aeropuerto.
¿Aeropuerto? ¿Por qué aquella palabra le había sonado tan mal?
—¿Aeropuerto? —repitió en voz alta.
—Estará aquí después de la hora de comer —aseguró Susan sonriendo al ver la expresión en la cara de _____—. Sí, lo sé… esa fue también la cara que se me quedó cuando hablé con él por teléfono. Parece que viene desde Baton Rougue, su avión aterrizó hace cuestión de un par de horas y quería hacer algunas gestiones, pero estará aquí para más o menos después de la hora de la comida.
_____ abrió y volvió a cerrar la boca. ¿De qué se sorprendía? Últimamente parecía que las locuras eran cosa de familia, de la suya para ser exactos y en el caso de Frank aquello era el pan de cada día. Su abuelo siempre había sido un hombre excéntrico y de decisiones radicales.
—Se preocupó cuando no respondiste a ninguna de las llamadas —aseguró Susan mirando disimuladamente a su alrededor para luego bajar la voz para añadir—, esta noche es muy importante y quería estar aquí.
_____ sacudió la cabeza y se alejó de Susan para sorpresa de esta.
¿Una noche muy importante? ¿Qué querían estar allí? ¿Qué diablos sabían ellos de lo que era o no importante para ella? ¡No tenían la más remota idea de nada de lo que estaba pasando! Ellos no tendrían que decirle adiós al único hombre que… El aliento se le quedó atascado en la garganta, allí estaba de nuevo, esa horrible sensación de final que últimamente no la abandonaba.
Susan observó el repentino dolor que cruzó por el rostro de _____, su mirada voló inmediatamente hacia su pierna, pero no podía ser eso, su mano seguía cerrada sobre la empuñadura del bastón.
—_____… —intentó acercarse nuevamente a ella.
—Sigue con lo que estés haciendo, Sue —le respondió _____, su voz más fría e impersonal que de costumbre, ni siquiera se había molestado en volverse para mirarla—, ya me ocupo yo de Frank en cuanto llegue.
Sin darle tiempo a decirle nada más, _____ salió al frío de la mañana, caminando con una lenta cojera y envuelta en un aire de melancolía que nunca había visto. Se quedó allí quieta, incapaz de moverse, todo su interior le gritaba que fuese hacia ella, que la sacudiera si hacía falta para que le hablase, que la obligara a dejarse ayudar. Suspiró, sabía que lo único que conseguiría con ello es hacerse más daño a ambas. Con las manos metidas en los bolsillos de sus jeans se dio media vuelta y jadeó abriendo desmesuradamente los ojos cuando se encontró cara a cara con un fantasma.
—¡Jesús! —jadeó ella llevándose la mano al pecho, su repentina aparición la había asustado.
Nicholas arqueó una ceja al tiempo que sus labios se curvaban en una divertida sonrisa.
—Me temo que Jesús no tiene nada que ver en esto —respondió él, para sorpresa de Susan, que era incapaz de quitarle los ojos de encima—, Sanadora.
Obligándose a cerrar la boca y recomponerse, la delgada mujer se enfrentó con decisión a Nicholas.
—Tú debes ser el custodio —respondió con voz firme, ignorando el título que le había dado, descubriendo su secreto.
Nicholas sonrió, sus ojos cafés recorrieron lentamente a la mujer.
—Hacía tiempo que nadie utilizaba ese término, pero sí —aceptó con una ligera inclinación de cabeza—, soy el custodio. Lo que me sorprende, ya que tú estás aquí y no es la primera vez que se cruzan nuestras miradas, aunque he de confesar que has llegado a confundirme en un par de ocasiones. ¿Por qué se lo ocultas a _____?
Susan alzó la barbilla desafiante.
—Mis motivos son únicamente cosa mía.
Nicholas contuvo una sonrisa ante su respuesta, no quería enemistarse con esta Redentora de Almas, la necesitaba ya que ella era lo más cercano que tenía _____.
—Guarda las uñas, Susan Connors, no me importan tus motivos ni tengo intención de descubrirte —aseguró con toda sinceridad—. _____ es todo lo que me importa en estos momentos.
—Si le pasa algo a mí hermana… —el tono en la voz de Susan y su expresión corporal hablaba por sí sola.
Nicholas ignoró la velada amenaza y se acercó incluso más a la mujer que estuvo a punto de dar un paso atrás. Sus ojos cafés la quemaron cuando se inclinó hasta poder mirarla de cerca y responderle:
—Daría mi propia alma con tal de no ver de nuevo la tristeza que he visto en los ojos de _____ desde el mismo momento en que nuestros caminos se cruzaron —le aseguró Nicholas, el fervor en su voz era suficiente para convencer a Susan de la veracidad de sus palabras—. Solo te pido que te quedes con ella cuando yo me haya ido.
—Tú… —empezó a murmurar Susan pero las palabras le quedaron estancadas en la garganta.
—Después de que amanezca, Susan, quédate con ella después de que amanezca — pidió antes de despedirse de ella con una leve inclinación de cabeza y dar media vuelta y desvanecerse a medida que caminaba.
Un repentino escalofrío atravesó la columna de Susan cuando lo vio desvanecerse delante de sus ojos.
—La… amas —terminó la frase que no había sido capaz de completar antes. Con un resignado suspiro volvió la mirada hacia la entrada de la puerta por donde se había ido _____—. Lo siento… por los dos. Cuidaré de ella.
Acababa de volver del jardín cuando vio un taxi rodeando la pista de grava hasta detenerse a pocos metros de la entrada principal. No necesitaba mirar al interior del vehículo para saber quién era el hombre que descendería de él con su eterna mochila y un aire de saberlo todo de todo el mundo.
_____ sonrió cuando vio a Frank descender del coche, habían pasado al menos un año desde la última vez que lo había visto en persona, durante las navidades en la casa familiar.
—Diablos, esto está más lejos que el jodido infierno —murmuró bajando del coche al tiempo que echaba un largo silbido al contemplar el enorme edificio que se alzaba ante él—, pero realmente impresiona.
—Solo las cuatro cinco primeras veces que te quedas mirándolo —le respondió ella llamando la atención del hombre, que se volvió de inmediato hacia el sonido de la voz femenina y sonrió—, después te parece solo una vieja casucha.
—Vieja casucha, ¿eh? —Se rió el hombre dejando la mochila en el suelo para recibir a su nieta en un enorme abrazo—. _____… estás más hermosa que la última vez que te vi.
—Ya sabes cómo funciona esto del tiempo, Frank —rió _____ correspondiendo al abrazo del hombre—. Cuanto más pasa, más guapa te pones.
—O más viejo te vuelves — concluyó él con un firme asentimiento de cabeza—. ¿Cómo estás, querida?
—¿Quieres la verdad, o que sea políticamente correcta? —respondió ella con una débil sonrisa.
Frank asintió entendiendo y rodeó los hombros de la muchacha con un brazo mientras recogía la mochila del suelo.
—No hay nada que decir, querida mía —aseguró apretando contra él a la muchacha—, tu mirada lo dice todo.
Sin decir una sola palabra más, _____ acompañó al viejo al hotel para que pudiera tomar las llaves de su habitación y asearse. Ya tendrían tiempo a lo largo del día para ponerse al corriente.
Abrió la puerta de su habitación y entró accionando al mismo tiempo el interruptor de la luz. Había pasado las últimas dos horas hablando con Frank, poniéndole al corriente de cómo se habían sucedido las cosas sin llegar a entrar en detalles, pero no es que eso hiciera falta, el hombre parecía tener un sexto sentido para saber lo que se ocultaba tras una simple mirada.
Cerró suavemente la puerta tras de sí y caminó lentamente hacia el dormitorio, su mirada hizo un rápido barrido por la habitación pero permanecía vacía, no había ni rastro del vaquero.
Los ojos se le llenaron instantáneamente de lágrimas, pero se negó a permitir que cayeran, parpadeó varias veces furiosa consigo misma y con su debilidad por ese hombre.
—Muy bien estúpido fantasma, púdrete en el infierno —gritó en voz alta, haciendo que un par de rebeldes lágrimas abandonaran sus ojos.
Agotada anímicamente y cansada por todos los sucesos de aquella mañana, se tiró encima de la cama y se encogió hecha un ovillo hasta que el cansancio ganó la partida sumiéndola en un intranquilo sueño.
Nicholas se apareció junto a la ventana, en sus manos traía un par de enormes cajas que depositó en la repisa de esta, para después caminar hacia la cama y limpiar una solitaria lágrima que había mojado las mejilla femenina.
—Solo un poco más, amor —susurró depositando un liviano beso en su mejilla.
La observó durante unos minutos más y entonces desapareció dejándola nuevamente sola.
En medio del sueño empezó a oír murmullos y golpes extraños, si tan solo pudiera ignorarlos podría continuar en el remanso de paz que le había proporcionado el sueño, estaba demasiado cansada para permitirse abrir los ojos y enfrentarse de nuevo a la devastadora realidad.
—_____…
Su nombre, pronunciado insistentemente igual que una insistente cancioncilla que se te mete en la cabeza y no eres capaz de alejarla de ti por mucho que lo intentes. Se revolvió en la cama y abrió lentamente los ojos, la luz había disminuido y el insistente tintineo que había oído de fondo procedía de la lluvia golpeando contra la ventana.
—Lluvia… —farfulló todavía narcotizada por el sueño.
Una tibia mano se posó entonces en su frente, apartándole el pelo, ella frunció el cejo y la apartó.
—No tienes fiebre… —oyó un suave murmullo a su lado.
Ahogando una ligera maldición se obligó a desperezarse por completo, incorporándose en la cama; Susan estaba sentada a su lado, observándola con detenimiento. _____ dejó vagar la mirada por la habitación todavía desorientada por el sueño, se pasó la mano por el pelo y volvió la mirada hacia el reloj que había sobre la mesilla de noche.
—Me he quedado dormida —gimió al ver la hora que marcaba el reloj, había estado durmiendo varias horas.
El colchón se movió ligeramente cuando Susan se levantó.
—Eso parece —aceptó Susan quedándose en pie al lado de la cama—. Te he llamado desde la recepción pero no cogías el teléfono, así que subí y te encontré dormida sobre la cama. ¿Sabes que tienes un sueño pesadísimo?
A _____ le estaba costando procesar todo lo que estaba diciendo Susan, su cabeza estaba todavía nublada por el sueño.
—Será mejor que te levantes y te des una ducha para despejarte del todo —le sugirió volviendo la muñeca para mirar su propio reloj—, todavía tienes que vestirte para la celebración de esta noche…
—Yo no tengo nada que celebrar esta noche —respondió en voz baja, sus piernas descendiendo de la cama—. No voy a bajar.
—Por supuesto que sí —le respondió Susan ignorando sus palabras—. Vas a levantarte de la cama, te darás una ducha y te pondrás el traje que han traído para ti. Bajarás a la fiesta de Halloween que Shadow tanto se ha esforzado en hacer.
_____ dedicó una mirada poco amistosa a su hermana. Ya lo estaba haciendo otra vez.
—¿Qué parte de no-voy-a-bajar no has entendido? —le respondió ella incorporándose de la cama.
Susan suspiró y caminó hacia ella, acariciando su brazo y buscando sus ojos al hablar.
—No te escondas de nuevo, no huyas, _____ —le susurró con un tono suave y decidido—. Olvídate de todos y de todo y solo disfruta de esta noche.
Susan le rodeó la espalda con el brazo y la obligó a darse la vuelta para terminar mirando hacia la ventana. Sobre la silla que había apoyada contra la pared, había dos cajas blancas, una más grande que la otra y sobre estas, un precioso capullo de rosa amarilla.
—Por lo que he podido comprobar, lo han dejado para ti —le susurró empujándola hacia las cajas.
La lluvia seguía golpeando contra el cristal, podía ver el agua escurriéndose en delgadas y distorsionadas líneas que bajaban perdiéndose en el marco de la ventana. Sus ojos cayeron entonces sobre las cajas, casi sin darse cuenta había cruzado la habitación hasta detenerse ante ellas, su mano estaba ahora a escasos centímetros de la caja de menor tamaño. Acarició los pétalos de la rosa y se mordió el labio inferior, ¿Por qué le hacía esto? Ya era suficientemente difícil estar allí así. Se permitió un segundo para mirar por encima del hombro, Susan se había quedado casi al lado de la cama y se limitaba a esperar.
Abrió la primera de las cajas, sobre el papel de seda color azul había un trozo de papel con una frase garabateada. El tipo de escritura era elegante y enrevesada, demasiado para esa época.
“Esta noche será solo nuestra”
Y como única firma, su nombre:
Nicholas J. Jonas.
Se le hizo un nudo en la garganta, se obligó a respirar profundamente para alejar las lágrimas que querían formarse en sus ojos y se concentró en la caja.
Dejando la nota a un lado, separó el papel de seda para encontrarse con un par de brillantes y suaves botines negros con cordones azules, a su lado, descansaban un par de medias de seda que terminaban en unas coquetas ligas. Sus labios se curvaron sin poder evitarlo en una divertida sonrisa… Hombres.
La segunda de las cajas era más grande, _____ cogió la de los zapatos y la dejó sobre el alfeizar de la ventana para volver a la otra y repetir la operación.
El papel de seda ocultaba una hermosa confinación de satén en color azul violáceo y negro, los bordados que decoraban el amplio escote del corpiño eran diminutos y muy elaborados, un par de guantes de seda negros acompañaban al traje, al igual que el tocado de una delicada pluma de un tono azul algo más claro, pero acorde al tono del vestido. Era el traje de una cabaretera. _____ se rió sacando el pesado vestido de la caja y lo apretó contra el pecho.
—Tú ganas, Nicholas —susurró solo para sus oídos—. Esta noche será solo nuestra.
Con el traje todavía contra el pecho, _____ se volvió hacia Susan. La mujer se sorprendió al ver el brillo de tristeza que desprendían los ojos de la pequeña morena.
—¿Tienes un momento para poder ayudarme con esto? —preguntó en voz baja, como si esperase una negativa de su parte y le diera la excusa que necesitaba para huir.
La respuesta de esta fue caminar hacia ella y quitarle el traje de las manos para extenderlo sobre la cama antes de volverse hacia _____.
—Ve a darte un baño, realmente necesitas despertarte —le aseguró Susan empujándola hacia el cuarto de baño—, y no te eternices, tenemos mucho que hacer.
_____ sonrió por primera vez con cariño, aquella era la Susan que recordaba y aunque no quisiera admitirlo, había llegado en el momento justo.
—Sue…
—Ni lo intentes —la cortó apuntándola con el dedo—. Al baño. Ahora.
Susan ocultó una sonrisa tras la mano, cuando un par de horas después observaba a _____ batallar ante el espejo con el escote del vestido para que permaneciera en su sitio, tironeó un par de veces más antes de inclinarse y fruncir el ceño. Sus pechos se asomaban invitantes por encima de la tela, como amenazando con salirse y aquello la estaba sacando de quicio.
—Si se me ocurre estornudar lo más seguro es que me salgan disparadas —farfulló volviéndose a Susan con un quejido, alzando los pechos con las manos para dar énfasis a sus palabras—, te digo que me queda pequeño.
Ignoró sus palabras, había oído aquello al menos una docena de veces en los últimos quince minutos y siempre que le daba una respuesta, _____ se encargaba de darle la vuelta. Sus manos se movieron sobre el pelo negro que había sido rizado en apretados tirabuzones y ligeramente recogido para prender la delicada pluma con unas horquillas.
—Deja de quejarte y estate quieta —pidió Susan, mientras aguantaba una de las horquillas entre los dientes para abrir y fijar la otra—, el corpiño del vestido está bien.
—¿Estás insinuando que tengo las tetas grandes?
Susan encontró su mirada a través del espejo y arqueó una ceja.
—Olvídalo —suspiró _____—, ha sido una pregunta estúpida.
Metiendo la última de las horquillas entre los rizos negros para asegurar el tocado de pluma, se echó hacia atrás para contemplar el resultado final. Algunos rizos caían sobre las mejillas de la chica enfatizando su delicada piel mientras el peso del recogido se deslizaba sobre un lado del cuello, rozando su hombro con largos y apretados bucles. Después de todo, había quedado bastante bien.
El satén azul violáceo del vestido hacía juego con los ojos de _____, Susan se había encargado de realzarlos con un toque de perfilador y suave color que los hacían incluso más grandes y atrayentes. El traje le sentaba a la perfección, aunque se quejara una y otra vez del pronunciado escote del corpiño, desde la cinta de raso que rodeaba su garganta, hasta el brillante tono negro de sus botas, estaba perfecta. Realmente encantadora y sensual.
Sí, no cabía duda que el traje había sido elegido por un hombre, y no cualquier hombre. Una ligera sospecha empezó a filtrarse en su cabeza, anidando ahí como una insidiosa serpiente dispuesta a morderte si te mueves un solo milímetro.
_____ apartó la tela del vestido y de la fina enagua para ajustarse bien la liga de la media al muslo, las medias eran tan suaves y al mismo tiempo lo suficientemente oscuras para que no trasparentaran las desiguales cicatrices que manchaban la piel de su rodilla. Los suaves botines calzaban sus pies a la perfección, a pesar del elevado tacón, eran realmente cómodos y le permitían caminar sin mayor dificultad. Era un traje realmente hermoso, con cada detalle cuidado al milímetro.
Susan depositó las manos sobre sus hombros un instante antes de inclinarse sobre ella y acercar su rostro al de ella, así, una al lado de la otra, el parecido entre ellas era todavía más acentuado.
—Hemos hecho un buen trabajo, ¿no, crees? —le aseguró Susan con una cálida sonrisa.
Ella asintió en respuesta y se contempló por unos instantes en el espejo que devolvía su reflejo.
—El mejor, como siempre —le respondió ella llevándose la mano al hombro, donde Susan todavía mantenía la suya—. Gracias.
Esta se limitó a negar con la cabeza, darle un rápido beso en la mejilla e inclinarse sobre el mueble del baño para recoger las pinzas, tenazas y cosméticos que había traído de su habitación.
—Agradécemelo bajando a la fiesta —le sugirió metiendo todas las cosas de nuevo en el neceser—. Shadow se ha esforzado realmente muchísimo en prepararlo todo, esa niña tiene un talento increíble…
_____ volvió a mirarse al espejo e inclinó ligeramente la cabeza.
—Me pasaré por allí.
Susan señaló con el dedo el reflejo de la chica en el espejo.
—Una hora, _____ —le respondió ella a modo de advertencia—. Si en una hora no has bajado, subiré personalmente a buscarte.
_____ asintió al reflejo que emitía el espejo y la vio abandonar la habitación, a los pocos segundos se oyó la puerta de la habitación al cerrarse. Suspirando, _____ se inclinó hacia el espejo:
—Incluso una hora es demasiado tiempo ahora mismo, Su —susurró antes de apartar la mirada y levantarse para regresar a la habitación.
El tintineo de la lluvia en la ventana ahora se había hecho más fuerte, cojeando lentamente se acercó a las dos cajas ahora abiertas y abandonadas de cualquier manera sobre la cama para coger el par de guantes de redecilla que descansaban todavía en una de ellas.
—Un tiempo perfecto, para una noche perfecta… —murmuró con ironía mientras empezaba a colar el guante por su mano derecha.
—Si te gustan las tormentas, lo es.
_____ se puso rígida un instante antes de volverse hacia la voz masculina procedente del otro lado de la habitación. Nicholas estaba de pie al otro lado de la habitación, por primera vez desde que lo conocía, vestía de acorde a lo que debía haber sido su época y maldito fuera lo bien que le sentaba. Había desaparecido el chico descarado que había conocido al principio, ante ella ahora se mostraba el hombre, señor de la plantación. El traje azul oscuro le sentaba como un guante, el chaleco de un tono gris azulado le daba el justo toque de elegancia, al igual que la cadena de reloj que sobresalía de uno de los bolsillos. El pelo despeinado y ligeramente húmedo, y aquellos brillantes ojos cafés que parecían saberlo todo contemplaban el cuadro de la perfecta masculinidad. Ella sintió como le flaqueaban las rodillas, pero no iba a ceder.
Por primera vez en mucho tiempo, demasiado tiempo, supo lo que era tener suerte. Aquella pequeña beldad que se alzaba ante él había borrado de un plomazo todas las dudas que había podido albergar hasta ese momento, fue su mirada, una combinación de sorpresa y alivio lo que lo convenció de que lo que acaba de hacer había sido lo correcto.
Se veía hermosa. Había sabido que el vestido le sentaría bien, pero jamás pudo imaginar hasta que punto.
—Estás preciosa —su voz fue un sensual ronroneo que le erizó la piel.
Ella no se movió, se limitó a permanecer allí de pie, mirándolo como si fuese el último gusano sobre la tierra. Estaba furiosa con él y no la culpaba, la había oído llamarle, pero no había respondido.
—¿No te ha gustado mi regalo?
Ella se cruzó de brazos haciendo que sus pechos se llenaran todavía más, soltó un bufido al comprobar el resultado y volvió a tirar del ajustado corpiño intentando subirlo algunos centímetros.
—Tu regalo me está comprimiendo las ideas —le respondió ella un instante antes de mirarle con los ojos entrecerrados.
Nicholas sonrió para sí y caminó hacia ella, tomándole las manos y llevándose la palma todavía desnuda de una de ellas a los labios, para depositar un erótico beso en el pulso de su muñeca.
—Deja de tirar del corpiño, es perfecto —le aseguró con un sensual ronroneo, acariciándola con la mirada — tú eres perfecta.
Ella alzó sus ojos violetas encontrándose con los suyos hambrientos, aquel enfurecedor espécimen masculino la estaba dejando en un charco a sus pies y se odiaba a si misma por permitírselo.
—Lamento el retraso, _____ —le susurró al oído, su aliento la quemaba sin llegar realmente a tocarla—. He tenido que dejar algunas cosas listas.
Aquella simple frase la hizo reaccionar, se revolvió en sus brazos intentando soltarse de sus manos, pero en vez de dejarla ir, Nicholas le aferró las manos y la obligó a permanecer ante él, pegada a su cuerpo.
—Suéltame…
—No, _____ —se negó apretándola más contra él—, enfádate conmigo todo lo que quieras, insúltame si te place, pero no huyas de ti misma.
—Maldita sea Nicholas, déjame ir —protestó luchando por soltarse, estaba enfadada, temblando de rabia por la injusticia que se estaba cometiendo entre ellos—. ¿Por qué no vuelves a marcharte y esta vez para siempre? ¿Qué son unas horas más o unas horas menos? Digámonos adiós y terminemos con esto de una maldita vez… así yo podré…
Sus palabras fueron silenciadas al momento por un ardiente beso, su lengua se hundió en su boca con urgente necesidad, lamiéndola, chupándola, peleando con ella hasta conseguir doblegarla. Cuando por fin la dejó ir, ella jadeaba, sus labios húmedos e hinchados y su mirada fuego violeta.
—¿Crees que quiero irme? ¿Qué quiero dejarte? Maldición, eres lo único decente que he tenido en esta jodida vida, muerte o lo que sea —le acusó él, haciéndose eco del enfado de ella—, pero es lo que tiene que pasar, desde el momento en que nos encontramos sabías que esto iba a suceder, no importa lo mucho que intentemos evitarlo, solo hay un camino a seguir para la Redentora de Almas.
_____ sabía que tenía razón, pero no quería aceptarlo, no podía permitírselo.
Nicholas se acercó nuevamente a ella, lentamente, como alguien que tuviese miedo de lastimar a un animal herido.
—Permíteme darte al menos esta noche —susurró acariciándole la mejilla, alzando su barbilla para encontrar sus ojos—, hay dos regalos más que quiero entregarte.
Ella volvió a moverse incómoda.
—No necesito regalos, solo quiero…
Nicholas la silenció apoyando sus dedos contra los suaves labios femeninos.
—Es mi privilegio por esta noche… permítemelo.
Ella suspiró, ¿Qué otra cosa podía hacer? ¿Seguir peleando perder más tiempo del que ambos tenían? Esa noche tendría que liberarlo… no tenía idea de cómo lo haría, pero iba a ser libre… lo sabía… siempre lo supo.
—Solo quédate a mi lado el tiempo que sea posible, no necesito nada más — murmuró, su mirada oscurecida e insensibilizada.
Nicholas se limitó a asentir, atrayendo su menudo cuerpo de nuevo contra él, abrazándola. Permanecieron así un par de minutos.
—¿ Nicholas?
—¿Sí?
—El traje es hermoso, gracias —susurró cerrando los ojos durante un momento, refugiada al calor de su pecho—, pero el corpiño me queda pequeño.
Él se echó a reír.
_____ Connors, Redentora de Almas
En aquellos momentos _____ se arrepentía de haber pensado en Susan para el trabajo de decoración de la fiesta de Halloween, su hermana y Shadow había revolucionado al personal del hotel, lo cierto es que no habían dejado títere con cabeza y la hubiesen arrastrado a ella también en su entusiasmo si no hubiese aprovechado cada instante de los últimos siete días para pasarlo con Nicholas e indagar más en su herencia.
La gente había acogido más que con placer la idea del baile de disfraces, a lo largo de todo el día de ayer y aquella misma mañana, algunos huéspedes habían entrado y salido del hotel para hacer sus compras de última hora o para intentar encontrar alguna pieza de ropa que sirviese a su propósito para enmascarar su identidad durante aquella noche.
La semana había transcurrido a una velocidad pasmosa, había leído y examinado una y otra vez los archivos y los viejos papeles que Frank le había enviado intentando dar con una respuesta a la noche de Sammain, pero cuanto más indagaba y creía estar acercándose a una respuesta descubría que no eran más que castillos en el aire. Hablar con él no le había servido de gran cosa, cada vez que sacaba el tema él se negaba a escucharlo, la besaba y le decía que se limitara a atesorar los momentos que pasaban juntos.
Se habían convertido en íntimos amantes, pasaban cada minuto del día y de la noche juntos hasta el punto que Susan empezó a preocuparse de la continua desaparición de _____. Ella se justificaba aludiendo a que tenía mucho que preparar para aquella noche. Y en cierto modo, no mentía, ciertamente tendría que prepararse para lo inevitable… lo que quiera que fuera.
Descendió el último peldaño de la escalera apoyándose en el bastón y contempló a varios de los empleados del hotel corriendo de un lado a otro con cajas llenas de lo que parecían ser alguna especie de guirnaldas de color púrpura, al parecer estaban terminando con los últimos retoques.
Evitando que la arrollaran en su apresurada carrera, procuró pegarse a la pared, bordeando todo el recibidor para poder salir a fuera. Nicholas se había marchado antes de que ella se levantara, había encontrado una nota con una antigua y elegante letra escrita a mano y una rosa encima de la almohada en el lado que había ocupado él. En la nota la citaba para última hora de la tarde, diciéndole que pasaría a recogerla para acompañarla al baile de máscaras.
Maldito fuera el baile. Ella no quería asistir a esa estúpida fiesta de disfraces, no quería que llegase esa noche y sin embargo ahí estaba, a solo unas cuantas horas, no quería tener que enfrentarse a lo que era, a lo que sería, solo quería pasar el tiempo que pudiera quedarles junto a él y el muy cabrón se había marchado antes de que se despertara y le había dejado una única nota.
—No quiero ir a ninguna fiesta, no quiero sorpresas, solo quiero que estés conmigo, Nicholas —masculló saliendo por la puerta al frío aire de la mañana.
Por lo que pudo ver desde la puerta, el cielo seguía encapotado, la niebla matutina había tardado más tiempo del acostumbrado en levantarse y aún así, había zonas en las que todavía persistía. Sus labios se curvaron en una mueca, el día de hoy el tiempo parecía haber optado por reflejar su propio estado.
—¡_____!
La llamaron cuando estaba a punto de traspasar la puerta, al principio pensó en fingir que no la había oído y seguir adelante, pero conociendo a Susan, aquello no la disuadiría. Suspirando, se dio la vuelta obligándose a un encuentro que no tenía ganas ningunas de realizar.
—Menos mal que te encuentro —aseguró una agitada Susan. Sus jeans azules y el suéter blanco le daba un aspecto muy juvenil—. Últimamente resulta muy complicado seguirte la pista.
—Sue, si no es importante, tengo…
—Sí es importante —la atajó cortándola en seco—, acabo de recibir una llamada de Frank desde la terminal del aeropuerto.
¿Aeropuerto? ¿Por qué aquella palabra le había sonado tan mal?
—¿Aeropuerto? —repitió en voz alta.
—Estará aquí después de la hora de comer —aseguró Susan sonriendo al ver la expresión en la cara de _____—. Sí, lo sé… esa fue también la cara que se me quedó cuando hablé con él por teléfono. Parece que viene desde Baton Rougue, su avión aterrizó hace cuestión de un par de horas y quería hacer algunas gestiones, pero estará aquí para más o menos después de la hora de la comida.
_____ abrió y volvió a cerrar la boca. ¿De qué se sorprendía? Últimamente parecía que las locuras eran cosa de familia, de la suya para ser exactos y en el caso de Frank aquello era el pan de cada día. Su abuelo siempre había sido un hombre excéntrico y de decisiones radicales.
—Se preocupó cuando no respondiste a ninguna de las llamadas —aseguró Susan mirando disimuladamente a su alrededor para luego bajar la voz para añadir—, esta noche es muy importante y quería estar aquí.
_____ sacudió la cabeza y se alejó de Susan para sorpresa de esta.
¿Una noche muy importante? ¿Qué querían estar allí? ¿Qué diablos sabían ellos de lo que era o no importante para ella? ¡No tenían la más remota idea de nada de lo que estaba pasando! Ellos no tendrían que decirle adiós al único hombre que… El aliento se le quedó atascado en la garganta, allí estaba de nuevo, esa horrible sensación de final que últimamente no la abandonaba.
Susan observó el repentino dolor que cruzó por el rostro de _____, su mirada voló inmediatamente hacia su pierna, pero no podía ser eso, su mano seguía cerrada sobre la empuñadura del bastón.
—_____… —intentó acercarse nuevamente a ella.
—Sigue con lo que estés haciendo, Sue —le respondió _____, su voz más fría e impersonal que de costumbre, ni siquiera se había molestado en volverse para mirarla—, ya me ocupo yo de Frank en cuanto llegue.
Sin darle tiempo a decirle nada más, _____ salió al frío de la mañana, caminando con una lenta cojera y envuelta en un aire de melancolía que nunca había visto. Se quedó allí quieta, incapaz de moverse, todo su interior le gritaba que fuese hacia ella, que la sacudiera si hacía falta para que le hablase, que la obligara a dejarse ayudar. Suspiró, sabía que lo único que conseguiría con ello es hacerse más daño a ambas. Con las manos metidas en los bolsillos de sus jeans se dio media vuelta y jadeó abriendo desmesuradamente los ojos cuando se encontró cara a cara con un fantasma.
—¡Jesús! —jadeó ella llevándose la mano al pecho, su repentina aparición la había asustado.
Nicholas arqueó una ceja al tiempo que sus labios se curvaban en una divertida sonrisa.
—Me temo que Jesús no tiene nada que ver en esto —respondió él, para sorpresa de Susan, que era incapaz de quitarle los ojos de encima—, Sanadora.
Obligándose a cerrar la boca y recomponerse, la delgada mujer se enfrentó con decisión a Nicholas.
—Tú debes ser el custodio —respondió con voz firme, ignorando el título que le había dado, descubriendo su secreto.
Nicholas sonrió, sus ojos cafés recorrieron lentamente a la mujer.
—Hacía tiempo que nadie utilizaba ese término, pero sí —aceptó con una ligera inclinación de cabeza—, soy el custodio. Lo que me sorprende, ya que tú estás aquí y no es la primera vez que se cruzan nuestras miradas, aunque he de confesar que has llegado a confundirme en un par de ocasiones. ¿Por qué se lo ocultas a _____?
Susan alzó la barbilla desafiante.
—Mis motivos son únicamente cosa mía.
Nicholas contuvo una sonrisa ante su respuesta, no quería enemistarse con esta Redentora de Almas, la necesitaba ya que ella era lo más cercano que tenía _____.
—Guarda las uñas, Susan Connors, no me importan tus motivos ni tengo intención de descubrirte —aseguró con toda sinceridad—. _____ es todo lo que me importa en estos momentos.
—Si le pasa algo a mí hermana… —el tono en la voz de Susan y su expresión corporal hablaba por sí sola.
Nicholas ignoró la velada amenaza y se acercó incluso más a la mujer que estuvo a punto de dar un paso atrás. Sus ojos cafés la quemaron cuando se inclinó hasta poder mirarla de cerca y responderle:
—Daría mi propia alma con tal de no ver de nuevo la tristeza que he visto en los ojos de _____ desde el mismo momento en que nuestros caminos se cruzaron —le aseguró Nicholas, el fervor en su voz era suficiente para convencer a Susan de la veracidad de sus palabras—. Solo te pido que te quedes con ella cuando yo me haya ido.
—Tú… —empezó a murmurar Susan pero las palabras le quedaron estancadas en la garganta.
—Después de que amanezca, Susan, quédate con ella después de que amanezca — pidió antes de despedirse de ella con una leve inclinación de cabeza y dar media vuelta y desvanecerse a medida que caminaba.
Un repentino escalofrío atravesó la columna de Susan cuando lo vio desvanecerse delante de sus ojos.
—La… amas —terminó la frase que no había sido capaz de completar antes. Con un resignado suspiro volvió la mirada hacia la entrada de la puerta por donde se había ido _____—. Lo siento… por los dos. Cuidaré de ella.
Acababa de volver del jardín cuando vio un taxi rodeando la pista de grava hasta detenerse a pocos metros de la entrada principal. No necesitaba mirar al interior del vehículo para saber quién era el hombre que descendería de él con su eterna mochila y un aire de saberlo todo de todo el mundo.
_____ sonrió cuando vio a Frank descender del coche, habían pasado al menos un año desde la última vez que lo había visto en persona, durante las navidades en la casa familiar.
—Diablos, esto está más lejos que el jodido infierno —murmuró bajando del coche al tiempo que echaba un largo silbido al contemplar el enorme edificio que se alzaba ante él—, pero realmente impresiona.
—Solo las cuatro cinco primeras veces que te quedas mirándolo —le respondió ella llamando la atención del hombre, que se volvió de inmediato hacia el sonido de la voz femenina y sonrió—, después te parece solo una vieja casucha.
—Vieja casucha, ¿eh? —Se rió el hombre dejando la mochila en el suelo para recibir a su nieta en un enorme abrazo—. _____… estás más hermosa que la última vez que te vi.
—Ya sabes cómo funciona esto del tiempo, Frank —rió _____ correspondiendo al abrazo del hombre—. Cuanto más pasa, más guapa te pones.
—O más viejo te vuelves — concluyó él con un firme asentimiento de cabeza—. ¿Cómo estás, querida?
—¿Quieres la verdad, o que sea políticamente correcta? —respondió ella con una débil sonrisa.
Frank asintió entendiendo y rodeó los hombros de la muchacha con un brazo mientras recogía la mochila del suelo.
—No hay nada que decir, querida mía —aseguró apretando contra él a la muchacha—, tu mirada lo dice todo.
Sin decir una sola palabra más, _____ acompañó al viejo al hotel para que pudiera tomar las llaves de su habitación y asearse. Ya tendrían tiempo a lo largo del día para ponerse al corriente.
Abrió la puerta de su habitación y entró accionando al mismo tiempo el interruptor de la luz. Había pasado las últimas dos horas hablando con Frank, poniéndole al corriente de cómo se habían sucedido las cosas sin llegar a entrar en detalles, pero no es que eso hiciera falta, el hombre parecía tener un sexto sentido para saber lo que se ocultaba tras una simple mirada.
Cerró suavemente la puerta tras de sí y caminó lentamente hacia el dormitorio, su mirada hizo un rápido barrido por la habitación pero permanecía vacía, no había ni rastro del vaquero.
Los ojos se le llenaron instantáneamente de lágrimas, pero se negó a permitir que cayeran, parpadeó varias veces furiosa consigo misma y con su debilidad por ese hombre.
—Muy bien estúpido fantasma, púdrete en el infierno —gritó en voz alta, haciendo que un par de rebeldes lágrimas abandonaran sus ojos.
Agotada anímicamente y cansada por todos los sucesos de aquella mañana, se tiró encima de la cama y se encogió hecha un ovillo hasta que el cansancio ganó la partida sumiéndola en un intranquilo sueño.
Nicholas se apareció junto a la ventana, en sus manos traía un par de enormes cajas que depositó en la repisa de esta, para después caminar hacia la cama y limpiar una solitaria lágrima que había mojado las mejilla femenina.
—Solo un poco más, amor —susurró depositando un liviano beso en su mejilla.
La observó durante unos minutos más y entonces desapareció dejándola nuevamente sola.
En medio del sueño empezó a oír murmullos y golpes extraños, si tan solo pudiera ignorarlos podría continuar en el remanso de paz que le había proporcionado el sueño, estaba demasiado cansada para permitirse abrir los ojos y enfrentarse de nuevo a la devastadora realidad.
—_____…
Su nombre, pronunciado insistentemente igual que una insistente cancioncilla que se te mete en la cabeza y no eres capaz de alejarla de ti por mucho que lo intentes. Se revolvió en la cama y abrió lentamente los ojos, la luz había disminuido y el insistente tintineo que había oído de fondo procedía de la lluvia golpeando contra la ventana.
—Lluvia… —farfulló todavía narcotizada por el sueño.
Una tibia mano se posó entonces en su frente, apartándole el pelo, ella frunció el cejo y la apartó.
—No tienes fiebre… —oyó un suave murmullo a su lado.
Ahogando una ligera maldición se obligó a desperezarse por completo, incorporándose en la cama; Susan estaba sentada a su lado, observándola con detenimiento. _____ dejó vagar la mirada por la habitación todavía desorientada por el sueño, se pasó la mano por el pelo y volvió la mirada hacia el reloj que había sobre la mesilla de noche.
—Me he quedado dormida —gimió al ver la hora que marcaba el reloj, había estado durmiendo varias horas.
El colchón se movió ligeramente cuando Susan se levantó.
—Eso parece —aceptó Susan quedándose en pie al lado de la cama—. Te he llamado desde la recepción pero no cogías el teléfono, así que subí y te encontré dormida sobre la cama. ¿Sabes que tienes un sueño pesadísimo?
A _____ le estaba costando procesar todo lo que estaba diciendo Susan, su cabeza estaba todavía nublada por el sueño.
—Será mejor que te levantes y te des una ducha para despejarte del todo —le sugirió volviendo la muñeca para mirar su propio reloj—, todavía tienes que vestirte para la celebración de esta noche…
—Yo no tengo nada que celebrar esta noche —respondió en voz baja, sus piernas descendiendo de la cama—. No voy a bajar.
—Por supuesto que sí —le respondió Susan ignorando sus palabras—. Vas a levantarte de la cama, te darás una ducha y te pondrás el traje que han traído para ti. Bajarás a la fiesta de Halloween que Shadow tanto se ha esforzado en hacer.
_____ dedicó una mirada poco amistosa a su hermana. Ya lo estaba haciendo otra vez.
—¿Qué parte de no-voy-a-bajar no has entendido? —le respondió ella incorporándose de la cama.
Susan suspiró y caminó hacia ella, acariciando su brazo y buscando sus ojos al hablar.
—No te escondas de nuevo, no huyas, _____ —le susurró con un tono suave y decidido—. Olvídate de todos y de todo y solo disfruta de esta noche.
Susan le rodeó la espalda con el brazo y la obligó a darse la vuelta para terminar mirando hacia la ventana. Sobre la silla que había apoyada contra la pared, había dos cajas blancas, una más grande que la otra y sobre estas, un precioso capullo de rosa amarilla.
—Por lo que he podido comprobar, lo han dejado para ti —le susurró empujándola hacia las cajas.
La lluvia seguía golpeando contra el cristal, podía ver el agua escurriéndose en delgadas y distorsionadas líneas que bajaban perdiéndose en el marco de la ventana. Sus ojos cayeron entonces sobre las cajas, casi sin darse cuenta había cruzado la habitación hasta detenerse ante ellas, su mano estaba ahora a escasos centímetros de la caja de menor tamaño. Acarició los pétalos de la rosa y se mordió el labio inferior, ¿Por qué le hacía esto? Ya era suficientemente difícil estar allí así. Se permitió un segundo para mirar por encima del hombro, Susan se había quedado casi al lado de la cama y se limitaba a esperar.
Abrió la primera de las cajas, sobre el papel de seda color azul había un trozo de papel con una frase garabateada. El tipo de escritura era elegante y enrevesada, demasiado para esa época.
“Esta noche será solo nuestra”
Y como única firma, su nombre:
Nicholas J. Jonas.
Se le hizo un nudo en la garganta, se obligó a respirar profundamente para alejar las lágrimas que querían formarse en sus ojos y se concentró en la caja.
Dejando la nota a un lado, separó el papel de seda para encontrarse con un par de brillantes y suaves botines negros con cordones azules, a su lado, descansaban un par de medias de seda que terminaban en unas coquetas ligas. Sus labios se curvaron sin poder evitarlo en una divertida sonrisa… Hombres.
La segunda de las cajas era más grande, _____ cogió la de los zapatos y la dejó sobre el alfeizar de la ventana para volver a la otra y repetir la operación.
El papel de seda ocultaba una hermosa confinación de satén en color azul violáceo y negro, los bordados que decoraban el amplio escote del corpiño eran diminutos y muy elaborados, un par de guantes de seda negros acompañaban al traje, al igual que el tocado de una delicada pluma de un tono azul algo más claro, pero acorde al tono del vestido. Era el traje de una cabaretera. _____ se rió sacando el pesado vestido de la caja y lo apretó contra el pecho.
—Tú ganas, Nicholas —susurró solo para sus oídos—. Esta noche será solo nuestra.
Con el traje todavía contra el pecho, _____ se volvió hacia Susan. La mujer se sorprendió al ver el brillo de tristeza que desprendían los ojos de la pequeña morena.
—¿Tienes un momento para poder ayudarme con esto? —preguntó en voz baja, como si esperase una negativa de su parte y le diera la excusa que necesitaba para huir.
La respuesta de esta fue caminar hacia ella y quitarle el traje de las manos para extenderlo sobre la cama antes de volverse hacia _____.
—Ve a darte un baño, realmente necesitas despertarte —le aseguró Susan empujándola hacia el cuarto de baño—, y no te eternices, tenemos mucho que hacer.
_____ sonrió por primera vez con cariño, aquella era la Susan que recordaba y aunque no quisiera admitirlo, había llegado en el momento justo.
—Sue…
—Ni lo intentes —la cortó apuntándola con el dedo—. Al baño. Ahora.
Susan ocultó una sonrisa tras la mano, cuando un par de horas después observaba a _____ batallar ante el espejo con el escote del vestido para que permaneciera en su sitio, tironeó un par de veces más antes de inclinarse y fruncir el ceño. Sus pechos se asomaban invitantes por encima de la tela, como amenazando con salirse y aquello la estaba sacando de quicio.
—Si se me ocurre estornudar lo más seguro es que me salgan disparadas —farfulló volviéndose a Susan con un quejido, alzando los pechos con las manos para dar énfasis a sus palabras—, te digo que me queda pequeño.
Ignoró sus palabras, había oído aquello al menos una docena de veces en los últimos quince minutos y siempre que le daba una respuesta, _____ se encargaba de darle la vuelta. Sus manos se movieron sobre el pelo negro que había sido rizado en apretados tirabuzones y ligeramente recogido para prender la delicada pluma con unas horquillas.
—Deja de quejarte y estate quieta —pidió Susan, mientras aguantaba una de las horquillas entre los dientes para abrir y fijar la otra—, el corpiño del vestido está bien.
—¿Estás insinuando que tengo las tetas grandes?
Susan encontró su mirada a través del espejo y arqueó una ceja.
—Olvídalo —suspiró _____—, ha sido una pregunta estúpida.
Metiendo la última de las horquillas entre los rizos negros para asegurar el tocado de pluma, se echó hacia atrás para contemplar el resultado final. Algunos rizos caían sobre las mejillas de la chica enfatizando su delicada piel mientras el peso del recogido se deslizaba sobre un lado del cuello, rozando su hombro con largos y apretados bucles. Después de todo, había quedado bastante bien.
El satén azul violáceo del vestido hacía juego con los ojos de _____, Susan se había encargado de realzarlos con un toque de perfilador y suave color que los hacían incluso más grandes y atrayentes. El traje le sentaba a la perfección, aunque se quejara una y otra vez del pronunciado escote del corpiño, desde la cinta de raso que rodeaba su garganta, hasta el brillante tono negro de sus botas, estaba perfecta. Realmente encantadora y sensual.
Sí, no cabía duda que el traje había sido elegido por un hombre, y no cualquier hombre. Una ligera sospecha empezó a filtrarse en su cabeza, anidando ahí como una insidiosa serpiente dispuesta a morderte si te mueves un solo milímetro.
_____ apartó la tela del vestido y de la fina enagua para ajustarse bien la liga de la media al muslo, las medias eran tan suaves y al mismo tiempo lo suficientemente oscuras para que no trasparentaran las desiguales cicatrices que manchaban la piel de su rodilla. Los suaves botines calzaban sus pies a la perfección, a pesar del elevado tacón, eran realmente cómodos y le permitían caminar sin mayor dificultad. Era un traje realmente hermoso, con cada detalle cuidado al milímetro.
Susan depositó las manos sobre sus hombros un instante antes de inclinarse sobre ella y acercar su rostro al de ella, así, una al lado de la otra, el parecido entre ellas era todavía más acentuado.
—Hemos hecho un buen trabajo, ¿no, crees? —le aseguró Susan con una cálida sonrisa.
Ella asintió en respuesta y se contempló por unos instantes en el espejo que devolvía su reflejo.
—El mejor, como siempre —le respondió ella llevándose la mano al hombro, donde Susan todavía mantenía la suya—. Gracias.
Esta se limitó a negar con la cabeza, darle un rápido beso en la mejilla e inclinarse sobre el mueble del baño para recoger las pinzas, tenazas y cosméticos que había traído de su habitación.
—Agradécemelo bajando a la fiesta —le sugirió metiendo todas las cosas de nuevo en el neceser—. Shadow se ha esforzado realmente muchísimo en prepararlo todo, esa niña tiene un talento increíble…
_____ volvió a mirarse al espejo e inclinó ligeramente la cabeza.
—Me pasaré por allí.
Susan señaló con el dedo el reflejo de la chica en el espejo.
—Una hora, _____ —le respondió ella a modo de advertencia—. Si en una hora no has bajado, subiré personalmente a buscarte.
_____ asintió al reflejo que emitía el espejo y la vio abandonar la habitación, a los pocos segundos se oyó la puerta de la habitación al cerrarse. Suspirando, _____ se inclinó hacia el espejo:
—Incluso una hora es demasiado tiempo ahora mismo, Su —susurró antes de apartar la mirada y levantarse para regresar a la habitación.
El tintineo de la lluvia en la ventana ahora se había hecho más fuerte, cojeando lentamente se acercó a las dos cajas ahora abiertas y abandonadas de cualquier manera sobre la cama para coger el par de guantes de redecilla que descansaban todavía en una de ellas.
—Un tiempo perfecto, para una noche perfecta… —murmuró con ironía mientras empezaba a colar el guante por su mano derecha.
—Si te gustan las tormentas, lo es.
_____ se puso rígida un instante antes de volverse hacia la voz masculina procedente del otro lado de la habitación. Nicholas estaba de pie al otro lado de la habitación, por primera vez desde que lo conocía, vestía de acorde a lo que debía haber sido su época y maldito fuera lo bien que le sentaba. Había desaparecido el chico descarado que había conocido al principio, ante ella ahora se mostraba el hombre, señor de la plantación. El traje azul oscuro le sentaba como un guante, el chaleco de un tono gris azulado le daba el justo toque de elegancia, al igual que la cadena de reloj que sobresalía de uno de los bolsillos. El pelo despeinado y ligeramente húmedo, y aquellos brillantes ojos cafés que parecían saberlo todo contemplaban el cuadro de la perfecta masculinidad. Ella sintió como le flaqueaban las rodillas, pero no iba a ceder.
Por primera vez en mucho tiempo, demasiado tiempo, supo lo que era tener suerte. Aquella pequeña beldad que se alzaba ante él había borrado de un plomazo todas las dudas que había podido albergar hasta ese momento, fue su mirada, una combinación de sorpresa y alivio lo que lo convenció de que lo que acaba de hacer había sido lo correcto.
Se veía hermosa. Había sabido que el vestido le sentaría bien, pero jamás pudo imaginar hasta que punto.
—Estás preciosa —su voz fue un sensual ronroneo que le erizó la piel.
Ella no se movió, se limitó a permanecer allí de pie, mirándolo como si fuese el último gusano sobre la tierra. Estaba furiosa con él y no la culpaba, la había oído llamarle, pero no había respondido.
—¿No te ha gustado mi regalo?
Ella se cruzó de brazos haciendo que sus pechos se llenaran todavía más, soltó un bufido al comprobar el resultado y volvió a tirar del ajustado corpiño intentando subirlo algunos centímetros.
—Tu regalo me está comprimiendo las ideas —le respondió ella un instante antes de mirarle con los ojos entrecerrados.
Nicholas sonrió para sí y caminó hacia ella, tomándole las manos y llevándose la palma todavía desnuda de una de ellas a los labios, para depositar un erótico beso en el pulso de su muñeca.
—Deja de tirar del corpiño, es perfecto —le aseguró con un sensual ronroneo, acariciándola con la mirada — tú eres perfecta.
Ella alzó sus ojos violetas encontrándose con los suyos hambrientos, aquel enfurecedor espécimen masculino la estaba dejando en un charco a sus pies y se odiaba a si misma por permitírselo.
—Lamento el retraso, _____ —le susurró al oído, su aliento la quemaba sin llegar realmente a tocarla—. He tenido que dejar algunas cosas listas.
Aquella simple frase la hizo reaccionar, se revolvió en sus brazos intentando soltarse de sus manos, pero en vez de dejarla ir, Nicholas le aferró las manos y la obligó a permanecer ante él, pegada a su cuerpo.
—Suéltame…
—No, _____ —se negó apretándola más contra él—, enfádate conmigo todo lo que quieras, insúltame si te place, pero no huyas de ti misma.
—Maldita sea Nicholas, déjame ir —protestó luchando por soltarse, estaba enfadada, temblando de rabia por la injusticia que se estaba cometiendo entre ellos—. ¿Por qué no vuelves a marcharte y esta vez para siempre? ¿Qué son unas horas más o unas horas menos? Digámonos adiós y terminemos con esto de una maldita vez… así yo podré…
Sus palabras fueron silenciadas al momento por un ardiente beso, su lengua se hundió en su boca con urgente necesidad, lamiéndola, chupándola, peleando con ella hasta conseguir doblegarla. Cuando por fin la dejó ir, ella jadeaba, sus labios húmedos e hinchados y su mirada fuego violeta.
—¿Crees que quiero irme? ¿Qué quiero dejarte? Maldición, eres lo único decente que he tenido en esta jodida vida, muerte o lo que sea —le acusó él, haciéndose eco del enfado de ella—, pero es lo que tiene que pasar, desde el momento en que nos encontramos sabías que esto iba a suceder, no importa lo mucho que intentemos evitarlo, solo hay un camino a seguir para la Redentora de Almas.
_____ sabía que tenía razón, pero no quería aceptarlo, no podía permitírselo.
Nicholas se acercó nuevamente a ella, lentamente, como alguien que tuviese miedo de lastimar a un animal herido.
—Permíteme darte al menos esta noche —susurró acariciándole la mejilla, alzando su barbilla para encontrar sus ojos—, hay dos regalos más que quiero entregarte.
Ella volvió a moverse incómoda.
—No necesito regalos, solo quiero…
Nicholas la silenció apoyando sus dedos contra los suaves labios femeninos.
—Es mi privilegio por esta noche… permítemelo.
Ella suspiró, ¿Qué otra cosa podía hacer? ¿Seguir peleando perder más tiempo del que ambos tenían? Esa noche tendría que liberarlo… no tenía idea de cómo lo haría, pero iba a ser libre… lo sabía… siempre lo supo.
—Solo quédate a mi lado el tiempo que sea posible, no necesito nada más — murmuró, su mirada oscurecida e insensibilizada.
Nicholas se limitó a asentir, atrayendo su menudo cuerpo de nuevo contra él, abrazándola. Permanecieron así un par de minutos.
—¿ Nicholas?
—¿Sí?
—El traje es hermoso, gracias —susurró cerrando los ojos durante un momento, refugiada al calor de su pecho—, pero el corpiño me queda pequeño.
Él se echó a reír.
Natuu♥!!
Última edición por Natuu! el Dom 11 Mar 2012, 12:39 am, editado 1 vez
Natuu!
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» witches of own
Dom 03 Nov 2024, 9:16 pm por hange.