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"Un disfraz para una dama" (Joseph & Tú) Terminada
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: "Un disfraz para una dama" (Joseph & Tú) Terminada
JAJAJAJAJAJA, SUELO PUBLICAR PERO NO MUCHAS LEEN, ENTONCES ME OLVIDO SÓLO USTEDES, GRACIAS LINDAS :)
Cande Luque
Re: "Un disfraz para una dama" (Joseph & Tú) Terminada
Tus novelas me ENCANTAN!
Pero bueno, las otras se lo pierden... haha
Muchas gracias a vos cande!!
Pero bueno, las otras se lo pierden... haha
Muchas gracias a vos cande!!
Augustinesg
Re: "Un disfraz para una dama" (Joseph & Tú) Terminada
Capítulo 15
JOE DEJÓ A BUCEPHALUS EN LAS MANOS DE BEN, el muchacho encargado de las cuadras, y con paso lento se dirigió ala entrada lateral de la casa que daba al estudio. Había sido un día demasiado largo desde que saliera temprano hacia su propiedad. Desde que su hermano enfermó, no se había acercado a sus tierras. No le preocupaba demasiado ya que tenía un excelente administrador de confianza que cuidaba de que todo estuviera en orden. Jack Regis había sido cocinero, marinero, vendedor y un sinfín de cosas más. Joe lo había conocido durante uno de sus viajes. Ambos eran parte de la tripulación del barco en que se habían enrolado. Cuando supo de la historia de Jack, creyó que era una mentira. Se decía que era un rico hombre dé negocios que en una sola semana fue estafado por su socio y engañado por su mujer, quien lo abandonó para escapar junto a ese socio ladrón. Se decía que había pasado de tener una fortuna incontable a quedarse en la calle solamente con lo puesto y que el cerebro de ese plan haba sido su esposa, de la que él estaba totalmente enamorado.
Se hicieron amigos cuando Jack le salvó la vida en una tormenta en alta mar. Y cuando Richard y él se establecieron y fundaron la compañía naviera, Jack dejó su vida de trotamundos para aceptar el trabajo que le ofrecieron. Administraba la propiedad de Joe y los ayudaba con la compañía. Tenía un don para las finanzas que pronto los llevó a ofrecerle convertirse en socio. Jack se negó sin dar más explicación y siguió con su trabajo, del que decía, era más que suficiente.
Era un hombre con cicatrices, con un pasado, pero en el que se podía confiar.
Al entrar en el estudio, un ruido le llamó la atención. Era su hermano que, sentado en el sillón del rincón, intentaba leer un libro, aunque por su expresión, sin mucho éxito.
—No se te ve de muy buen humor.
Kevin levantó la mirada y al verlo frunció el ceño.
—Te has perdido la cena.
—¿Ha ocurrido algo interesante?
Kevin cerró el libro de un manotazo, lo que hizo que Joe alzara la ceja izquierda.
—Decididamente algo ha sucedido. ¿Debo preocuparme? —le dijo mientras se apoyaba sobre el escritorio y cruzaba las piernas a la altura de los tobillos.
—El señor Eric Fairbank ha estado hoy aquí.
—Eso llamó la atención de Joe.
—¿Y que quería?
—Invitarnos al concierto que su madre dará pasado mañana. A Joe no le pasó inadvertida la cara que su hermano había puesto al decir lo de la invitación.
—Ya sé que Eric Fairbank no es de tu agrado, créeme que yo no puedo ni verlo, pero no creo que estés así solo por su visita.
Kevin soltó un suspiro. No podía engañar a su hermano. Se conocían demasiado bien contó para intentar disimular ante él.
—Cuando entré en la biblioteca, Fairbank tenía la mano de Sarah entre las suyas. No me fío de ese hombre. Sarah se merece algo mejor.
—¿Estaban solos?
—No, ____ estaba con ellos y por el modo en que miraba a Eric creo que es de los nuestros.
Joe esbozó una sonrisa. Sabía que Fairbank disgustaría a ____. Era una mujer lo bastante observadora y perspicaz como para no dejarse engañar por ese mequetrefe.
—Yo diría que a Sarah tampoco le gusta.
—Sí, pero es demasiado dulce e inocente. Seguramente no sabe cómo frenar el interés de Fairbank.
—No te preocupes, si tiene alguna dificultad acudirá a nosotros.
—Yo no estoy tan seguro de eso —dijo Kev entre dientes.
—¿A qué te refieres? —le preguntó Joe mientras se alejaba del escritorio y se sentaba frente a su hermano.
—Hoy me ha dicho que no desea presentarse en sociedad.
Joe se mantuvo impasible ante la noticia.
—No pareces sorprendido.
—Ya te dije una vez que quizá eso no era lo que ella deseaba.
—De acuerdo, si sabes tanto, ilústrame.
Joe no pudo evitar soltar una risilla.
—Se ha acostumbrado a estar aquí, junto a ti y los niños. Es un hogar para ella y le resulta difícil dar el siguiente paso. No la atosigues.
—Entonces ¿qué pretendes?, ¿que se quede aquí hasta que sea una anciana y renuncie a tener una vida propia?
—No, Kev, lo que te estoy diciendo es que lo hables con ella.
—Ya lo he hecho y casi me da un ataque.
—¿Qué quieres decir?
Kevin se acercó a su hermano inclinándose hacia delante.
—Me ha dicho que no quiere casarse. Nunca.
—Vaya.
—Sí, vaya, pero eso no es lo peor.
—¿Hay más?
—Sí. Sujétate bien al sillón. No quiere casarse porque dice que sigue enamorada de alguien que está muerto.
Joe intentó no sonreír. Parecía que a Sarah se le estaba pegando la audacia de ____. Él sospechaba desde hacía tiempo que Sarah tenía ciertos sentimientos hacia su hermano y que ese era el motivo de su renuencia a dejar la casa, pero jamás hubiese imaginado que la tímida muchacha que conocía enfrentara a su hermano de esa manera. Le hubiese gustado que Kev también se fijara en Sarah. Era una mujer cariñosa y sincera. Entendió a su hermano cuando al morir Danielle juró no volver a casarse, pero tampoco quería que renunciara a rehacer su vida. Kevin era muy diferente a él. Su hermano creía en el matrimonio y en el amor, y negarse eso por el resto de su vida era algo que sin duda no le hubiese gustado a Danielle. Ella había sido una mujer extraordinaria que había querido a Kev más que a nada en el mundo. Hasta él, que siempre había sido un escéptico, había sentido una punzada de envidia al ver cómo su cuñada miraba a su hermano con ternura y amor. A él ninguna mujer lo había mirado de aquella forma. En los ojos de las mujeres que había conocido había visto pasión, lascivia, recelo, incluso miedo, pero nunca amor. Y no es que él no lo buscara. A temprana edad había aprendido la lección. Una experiencia que le costó un alto precio, como fue romper definitivamente la relación con su padre y perder la oportunidad de resolverlo antes de que muriera. Se imaginó a Sarah frente a Kev diciéndole que no se casaría nunca. Había que admitir que la historia de que seguía enamorada de alguien que estaba muerto había sido demasiado teatral.
—¿Te dijo quién era?
—No —dijo Kev frunciendo el ceño.
—¿Y qué es lo que no me cuentas? —le preguntó Joe, que sabía que su hermano le estaba ocultando algo. Podía verlo en sus ojos igual que uno lee en un libro abierto.
—A veces eres un verdadero fastidio.
Joe sonrió ante la mueca que Kev había hecho al decir esas palabras. Parecía que le fastidiara que lo conociera tan bien, pero sus ojos le decían otra cosa. Expresaban alivio.
—Temo que no quiera ir a Londres y que no quiera casarse, no solo porque siga profesándole amor a un hombre que está muerto, sino porque si lo hace podría descubrirse algo que dañaría a su familia y sobre todo a ella misma.
—¿Estás diciéndome que Sarah se entregó a ese hombre?
—Sí, así es.
Joe pensó que aquello se estaba complicando. Sin embargo, su hermano parecía querer retorcerle el cuello a alguien y eso era muy esperanzador.
—Sinceramente, Kev, yo no lo creo.
—Entonces debemos hacerle entender que tiene que seguir con su vida.
—¿Debemos?
Kev alzó una ceja claramente fastidiado.
—De acuerdo —le dijo Joe mientras sonreía.
—Me alegro que te haga tanta gracia.
—No es eso, es que deberías verte la cara. Parece que lo de Sarah te ha afectado demasiado —dijo alargando las últimas sílabas.
—Ya sé lo que estás pensando, y si no fueras mi hermano, te borraría esa sonrisa tuya en un segundo.
—Bueno, puedo estar equivocado.
—Estás equivocado.
—Si tú lo dices...
Kev salió de la habitación maldiciendo por lo bajo, lo que hizo que Joe soltara una carcajada en cuanto la puerta se cerró.
¿Por qué no la habían dejado en casa en vez de obligarla a ir a ese concierto? En sentido estricto, no la habían obligado; no le habían puesto un puñal en el pecho, pero le habían hecho chantaje emocional. Después de que Sarah le contara sobre su conversación con el Marqués, ____ la estuvo consolando mientras le decía que no había salido tan mal. Por lo menos, no le había dicho a Kevin que el hombre del que estaba enamorada y que supuestamente había pasado a mejor vida, era él mismo. Sin embargo, Sarah estaba hecha un manojo de nervios desde entonces. Le había suplicado que la acompañara al concierto, ya que lo último que quería era verse a solas con el pesado de Fairbank. Allí ____ tuvo que darle la razón, y no solo porque ese hombre fuera mi presuntuoso, sino porque era un sinvergüenza. Lo malo era que ella conocía a Sienna Mangieri. Era una vieja amiga de su tía y no sabia cómo iba a hacer para que no la descubriera entre los invitados. Aquello no sería una fiesta común y corriente en la que sería sencillo esconderse de alguien durante toda la noche. Estarían sentados frente a ella bien visibles buena parte de la velada. Solo podía rezar para que no se diera cuenta de su presencia y después, cuando tuviera lugar la recepción, intentar pasar inadvertida entre la gente. Esa noche iba a resultar una pesadilla si no tenía cuidado.
Atraída como si de un imán se tratase, levantó la mirada y se encontró con la de Joe. Iba todo vestido de negro, salvo por la camisa blanca, anudada sencillamente, pero con un impecable estilo que desprendía una distinguida elegancia. Además de ser demasiado guapo para cualquier mujer, tenía esa aura de misterio y ese toque felino y peligroso que lo convertían en un hombre tremendamente atractivo. Sus ojos, clavados en los de ella y oscurecidos por la escasa iluminación del interior del coche, parecían brillar, lo que produjo que sus mejillas se riñeran de rojo. Menos mal que con esa penumbra, él no podía darse cuenta. Era increíble que con solo mirarla podía despertar en ella sentimientos y producir reacciones que antes ni siquiera había soñado. Era perturbador y la hacía sentirse vulnerable. Algo a lo que no estaba acostumbrada y que la irritaba sobremanera. Nunca había imaginado que un hombre pudiera hacer que su autocontrol quedara reducido a cenizas, porque eso era lo que le ocurría cada vez que Joe estaba cerca.
Joe vio como las mejillas de ____ se sonrojaban. Al parecer no era tan inmune a su presencia. Claramente había descubierto en sus ojos el deseo que se instaló en su interior desde que la viera bajar por las escaleras con ese vestido de seda verde que tanto le había molestado que él le encargara. Recordó cómo se le había entrecortado la respiración al verla allí parada frente a él con los hombros parcialmente desnudos y el pelo que le caía sobre el busto. Era irresistible para cualquier hombre. Había tenido que frenar el impulso de rozar su piel con las yemas de los dedos para comprobar si era cálida y no de porcelana como parecía. Sin embargo, solo había que mirarla a los ojos para comprender que, lejos de ser una mujer fría, era apasionada y de carácter. Al fijar los ojos en ella se podía ver la llama que brillaba en su interior. Lo había tomado por sorpresa el deseo salvaje que había corrido por sus venas al tenerla cerca. Había llegado a ser doloroso. Nunca su autocontrol se había visto azotado con tanta intensidad y de manera tan rotunda. Eso lo había enfurecido y lo había dejado perplejo. Su necesidad de ella era abrumadora y eso lo había hecho maldecir entre dientes durante todo el trayecto. Por eso la había mirado de esa forma, porque quería que ella no estuviera tan tranquila mientras él luchaba internamente por restaurar años de control sobre sus instintos.
—Esto parece un funeral —dijo Amelia mientras alisaba varios pliegues de su vestido—. ¿Hay algo que yo deba saber?
—Nada, tía —le dijo Sarah con una sonrisa en los labios.
—¿Entonces por qué estáis todos tan callados?
—Estamos guardando fuerzas para el concierto —dijo Joe con ironía, lo que hizo que Amelia lo mirara como una madre a un niño pequeño que acaba de hacer alguna travesura.
____ no pudo evitar sonreír. Joe podía sacar de quicio a cualquiera.
Sarah miró por la ventanilla los jardines que rodeaban la casa de los Fairbank. Esa noche hubiese deseado encerrarse en su habitación, meter la cabeza debajo de las almohadas y regodearse en su autocompasión, ya que le era imposible olvidar lo estúpida que había sido. No podía haber hecho más el ridículo durante su conversación con Kevin. Cada vez que cerraba los ojos, veía la expresión de Kev mientras ella le decía que estaba enamorada de un hombre. Esas palabras se le habían escapado de los labios antes de pensar en el lío en que se metería. Si lo que quería era que Kevin la dejara tranquila, ahora sabía que no lo haría. Lo había visto en sus ojos. Él quería respuestas y no se contentaría con menos. ¡Incluso había llegado a pensar que ella podía haber quedado comprometida! Antes la veía como a una mojigata y ahora pensaba que era una perdida. Mirara por donde lo mirara, a pesar de que ____ le había dicho que no era tan malo, la situación era para ponerse a llorar.
Amelia miraba a su sobrina intentando dilucidar qué era lo que la tenía tan pensativa. Parecía estar a punto de llorar en cualquier momento. Definitivamente algo había ocurrido y no se había enterado, eso no iba a ser por mucho tiempo. Si Sarah continuaba con ese talante, hablaría con ella. No soportaba verla así. Sabía que sufría en silencio por Kevin. Durante los dos años que llevaban viviendo allí, había tenido tiempo suficiente para comprender que su sobrina estaba enamorada del muchacho. Quizá otra persona no se diera cuenta, pero ella conocía a Sarah como si fuera su propia hija y había visto el anhelo en cada mirada suya, en cada suspiro, en cada silencio y en cada sonrisa. Sabía que mientras había estado fuera visitando a la señora Fairbank, Sarah había hablado con Kevin, y era muy significativo que a partir de eso su sobrina hubiese cambiado. Si su instinto no le fallaba, algo había ocurrido entre ellos. "Bueno, poco puedo hacer por el momento", se dijo a sí misma mientras echaba una mirada a Joe. Otro que estaba de lo más extraño. Llevaba la mandíbula tan apretada que parecía que en cualquier momento saltaría hecha pedazos. Seguramente sería porque le estaba costando reconocer que había una mujer sobre la faz de la tierra capaz de hacerle perder ese autocontrol que dominaba hasta la última de sus reacciones. Bien, ya era hora de que alguien lo hiciera despertar. Ya era hora de que dejara de pensar que enamorarse era una enfermedad mortal, y de que olvidara a Elinor. Ese muchacho tenía un corazón de oro del que ni siquiera él mismo era consciente, y se merecía ser feliz. La verdad era que difícilmente podía ser indiferente a ____. Era una mujer demasiado hermosa, no solo por fuera sino también en su interior, como para obviar su presencia. Era incluso más hermosa que su madre. Vittoria había tenido una naturaleza más sosegada, mientras que ____ tenía fuego en las venas y un carácter endiablado. Lo que no se explicaba era qué hacía la hija de una condesa disfrazada de institutriz. Sabía que era cuestión de tiempo saber la respuesta, y ella era una mujer muy paciente. Si no fuera porque era el vivo retrato de su madre, salvo por el color de pelo y sus maravillosos ojos verdes, podía haber pensado que era una mera coincidencia, pero en su interior sabía que no era así. Quizá la edad le estaba jugando una mala pasada, pero no lo creía. Podía haber muchas explicaciones para el parecido casi total con la difunta Vittoria Bright, pero ninguno tan convincente. Sabía que Vittoria había tenido una hija y que cuando aún era pequeña la habían enviado a vivir con su tía. Se había comentado en sociedad la falta de interés maternal por parte de Vittoria. Ella nunca había creído las idioteces que se decían, porque, a pesar de conocerla escasamente, siempre había tenido la sensación de que era una buena mujer desgraciadamente involucrada en circunstancias poco felices.
Sabía que una vez hacía mucho tiempo, su hermano Alan y Vittoria se habían sentido atraídos. Sí, se acordaba como si fuera ayer. Varios años después de que Alan enviudara, ella lo había invitado a Londres a pasar una temporada. Recordaba la primera fiesta a la que fueron y cómo su hermano se había quedado prendado de Vittoria nada más verla. Después de aquello fue frecuente verlos bailar juntos y hablar durante largo rato. Si había ocurrido algo más, ella lo desconocía, y a pesar de lo que los demás pudieran pensar le parecía bien que así fuera. Era más que evidente que Vittoria no era feliz en su matrimonio. Solo había que mirar a los ojos a su marido, al cortés y amable conde de Kensington, para saber que ese hombre tenía una doble cara. Por eso ella nunca censuró a Vittoria a pesar de lo que se decía de ella, como la cantidad de amantes que se cuchicheaba que habían pasado por su cama. Bueno, fuera como fuera, su hermano terminó volviendo a Edimburgo y Vittoria siguió con su vida, tuvo una hija y siguió siendo el blanco de las murmuraciones y las censuras por parte de la sociedad.
El coche se detuvo bruscamente y la sacudió hacia delante, lo que la trajo de nuevo al presente.
—Este hombre quiere mandarme a la tumba antes de tiempo —dijo entre dientes mientras se cercioraba de que su peinado seguía intacto.
—No creo que eso sea tan fácil —le dijo Joe con una sonrisa.
—Eres un diablillo, pero con una sonrisa preciosa —le contestó Amelia, guiñándole un ojo.
Después de que las ayudó a bajar, Joe tomó la mano de Amelia y la colocó por debajo de su brazo para que se apoyara en él. ____ se quedó un poco más atrás con Sarah, ninguna de las dos se sentía muy dispuesta a soportar aquella velada.
—¿Todavía le estás dando vueltas a lo que le dijiste al marqués de Stamford?
—Sí —le contestó Sarah alzando una ceja—. No puedo quitarme de la cabeza su expresión cuando le dije lo del muerto.
—Sí, en eso te pasaste.
—¡____!, me dijiste que no había sido tan malo y que podríamos utilizarlo para que él se diese cuenta de que soy la mujer de su vida.
—Y lo haremos, no te preocupes. Entre las dos conseguiremos que vea lo que está perdiendo al no fijarse en ti.
—Creo que debería ser realista. Kevin no me verá nunca de esa manera.
____ se detuvo y miró fijamente a Sarah.
—No te rindas antes de empezar. Si es verdad que él no siente nada por ti, entonces podrás seguir adelante con tu vida, pero ya no tendrás que preguntarte nunca más qué hubiera pasado si lo hubieses intentado.
Sarah se mordió el labio inferior mientras parecía pensar en las palabras de ____.
—Gracias, ____.
—¿Por qué?
—Por ser una amiga.
Joe y Amelia se hallaban en la puerta a punto de entrar cuando se dieron cuenta de que ____ y Sarah se habían quedado atrás.
—Estas jovencitas se traen algo entre manos y se creen que no me doy cuenta.
Joe no pudo menos que sonreír. Era verdad que a Amelia no se le escapaba nada. Al contrario de su sordera, que sospechosamente iba y venía, su inteligencia y picardía eran mucho más agudas de lo que solía aparentar. De un genio vivaz y un temperamento que haría temblar hasta al guerrero más aguerrido, Amelia era una de las mujeres que más respeto le inspiraban.
—Conociendo a la señorita Greyson, se tratará de algo impredecible.
—Vaya, muchacho, ¿he sentido cierto tono de admiración?
—Eso me temo, Amelia —dijo Joe sintiendo que esa confesión lo tomaba por sorpresa.
Amelia le dio cariñosamente varias palmaditas en el brazo mientras lo miraba a los ojos con algo cercano al alivio.
—Ya era hora.
En ese momento, ____ y Sarah se acercaron y, sin más dilación, todos entraron en la casa en la que tendría lugar una velada, se temían, muy larga.
—Ha estado magnífica —le dijo Sarah a ____ mientras todos los invitados pasaban al salón donde se serviría un refrigerio, al tiempo que la música de la orquesta ubicada en el extremo de la sala animaba la velada.
—Sí, es muy buena —le contestó ____ intentando mezclarse con el resto de los invitados para así pasar inadvertida, aunque eso sería tener mucha suerte, pensó cuando vio a la señora Fairbank acercarse a ellas con Sienna Mangieri a su lado.
Amelia y Joe, que también se acercaban por el otro extremo, hacían que la situación no pudiese ser más desastrosa. Mirando hacia los lados en busca de una escapatoria, vio que las puertas de la terraza estaban abiertas y, aunque había que reconocer que la noche estaba algo fresca, soportaría hasta una pulmonía con tal de no ser descubierta allí mismo por una de las mejores amigas de su tía que, a pesar de ser cantante y actriz, no sabía disimular sus reacciones. —Voy a tomar algo de aire fresco.
—¿Ahora? —le preguntó Sarah como si ____ le hubiese dicho que iba a correr desnuda por el salón.
—Sí, es que me siento un poco mareada.
Ante la mirada de alerta de Sarah, ____ intentó suavizar su afirmación.
—Estoy bien, Sarah, no te preocupes, no estaré mucho tiempo fuera.
Antes de que su amiga pudiese decir algo más y que la cercanía de Amelia y Joe le hiciera imposible la retirada, se dirigió con paso ligero hacia la terraza.
Eric Fairbank llevaba toda la velada sintiendo como su miembro se endurecía cada vez que miraba a la institutriz. Vaya sorpresa había resultado ser, hermosa y sensual. Sin duda creía que lo engañaba con ese porte y esa mirada capaz de helar cualquier intención por parte de un hombre. Sin embargo, él sabía que eso no era más que una pose. Ella era consciente de que así era aun más deseable. Pensaba que podía dárselas de inocente cuando él sabía que le estaba calentando la cama al Marqués, hasta que este se cansara. O tal vez pensara que él era demasiado poco cuando sus miras estaban puestas en un noble, pero la realidad era que debería dar las gracias de que se fijara en ella, porque él sí que estaba más que dispuesto a ofrecerle un acuerdo cuando el marqués de Stamford la echara de su casa. Eric dejó de apoyarse en una de las columnas del salón cuando la perdió de vista. ¿A dónde había ido? Miró hacia todas partes, hasta que consiguió divisar un remolino de seda verde que traspasaba las puertas de la terraza.
____ sintió el aire fresco de la noche en la cara, y por unos instantes la tensión que había acumulado se disipó como por arte de magia. Acercándose a la balaustrada, observó el delicioso jardín que rodeaba la casa. La luna llena parcialmente cubierta por unas traviesas nubes hacía que las sombras crearan raras formas en la hierba. En ese momento, las copas de los árboles se inclinaron como dos amantes que anhelaban un beso, lo que le produjo un leve escalofrío.
—¿Le ha gustado la representación, señorita Greyson?
____ se sobresaltó al escuchar la voz de Eric Fairbank. Solo lo había visto a su llegada y apenas la había mirado, lo que hizo que confiara en que no volviera a molestarla. Sin embargo, ahora se daba cuenta de que había esperado en vano.
—Sí, por supuesto —le dijo ____ en un tono frío y cortante—. Y ahora si me permite voy a entrar, de repente hace bastante frío aquí fuera.
Fairbank dio un paso a la izquierda bloqueándole el paso.
—Hay una conversación pendiente entre nosotros, señorita Greyson.
____ lo miró a los ojos con una furia apenas contenida. Era increíble que le hablara como si no hubiese ocurrido nada.
—Yo no tengo nada más que hablar con usted.
—Pues yo creo que sí, ¿sabe? Sea quien sea de los dos, el Marques o el hermano el que se meta debajo de sus faldas, se cansará pronto y la echará sin recomendación. Los nobles son así, mi querida señorita, y le digo esto porque admiro su apuesta, aunque tengo que advertirle que le va a salir mal. Sin embargo, yo estoy dispuesto a hacer un trato con usted, uno muy ventajoso para los dos —le dijo mientras alzaba una mano para tocarla.
—No se atreva a tocarme —le dijo ____ entre dientes.
—¿Quién va a impedírmelo?
Antes de que ____ pudiese reaccionar, Fairbank la tomó fuertemente por los brazos imponiendo sus labios sobre los suyos con una crueldad insaciable. ____ se sintió acorralada e intentó librarse de sus manos y de su boca luchando con todas sus fuerzas, pero eso solo hizo que Fairbank soltara una risa y la apretara aun más contra el. En medio del pánico que empezó a apoderarse de ella, se acordó de las enseñanzas de Roberto: "Siempre que quieras derribar a un hombre, si lo tienes suficientemente cerca, dale un golpe en la entrepierna. Sin dudar ni un segundo, levantó la rodilla y la impactó con toda la fuerza de la que fue capaz en la entrepierna de Fairbank, quien con un gemido de dolor la soltó de inmediato. ____ perdió el equilibrio momentáneamente al verse liberada de él. Recobrándose de inmediato, recogió su falda con la mano y salió corriendo hacia las puertas que comunicaban con el salón. Cuando le faltaban solo unos metros, un tirón en la parte de atrás del vestido la arrojó al suelo.
—Ven aquí, puta —dijo entre dientes Fairbank mientras se acercaba a ella ligeramente encorvado.
____, desde el suelo, se levantó la falda hasta los muslos y de la liga izquierda sacó el estilete que tan fielmente la acompañaba siempre. Fairbank, que pareció no darse cuenta, se abalanzó sobre ella solo para quedar a escasos centímetros de la punta del arma que ____ le apoyó en la garganta.
—Se lo diré solo una vez. Si vuelve a acercarse a mí o a Sarah, le juro que no me temblará la mano a la hora de hacerle un nuevo orificio en el cuerpo. ¿Me he expresado con suficiente claridad?
Fairbank, que de repente estaba más pálido que una sábana blanca, tragó con dificultad antes de dejar salir un sonido entrecortado que podía entenderse como un sí.
____ se levantó poco a poco, sin dejar de apoyar el arma contra el cuello de Fairbank, mientras lo instó a que se levantara también.
—Ahora váyase y no vuelva ni siquiera a mirarme.
Fairbank se dio la vuelta y se alejó andando, perdiéndose por el lateral de la casa.
Ahora que todo había pasado, ____ guardó el estilete mientras intentaba controlar los temblores que se habían apoderado de su cuerpo.
—¿Qué hace aquí sola?
____ giró sobresaltada por esa voz conocida.
Joe solo tuvo que verla para saber que alguien la había atacado. Tenía el pelo revuelto y el vestido desgarrado por un lateral.
—¿Quien ha sido? —bramó Joe mientras se acercaba a ella en dos pasos.
—Me he caído —le dijo ____ intentando parecer convincente, aunque sin conseguirlo.
Joe la tomó con suma delicadeza de los brazos, y eso fue suficiente para que ____ soltara un gemido de dolor al sentir sus dedos en el mismo sitio de donde Fairbank la había agarrado.
Joe la llevó hacia la luz para poder examinar el daño. La mirada de furia que apareció en sus ojos la dejó helada.
—¿Y esto también te lo has hecho al caerte? —le preguntó mientras le señalaba el brazo, donde se veían con claridad los moretones que en forma de dedos iban surgiendo en su delicada piel.
____ no estaba preparada para aquello. Había mantenido el control durante toda aquella noche, incluso cuando apuntaba a Fairbank con el estilete, pero la mirada penetrante de Joe y su ira con tenida eran más de lo que podía tolerar. Sintiendo que de un momento a otro podría echarse a llorar, intentó librarse de Joe. Este no se lo permitió y como si pudiera leer en su interior la abrazó estrechándola contra su pecho.
Joe intentaba controlar la rabia que sentía. Verla alterada, con los ojos húmedos y cargados de lágrimas sin derramar e intentando mantener la compostura con una fuerza de voluntad admirable fue demasiado. Le dolió verla en ese estado, y toda su ira inicial fue desplazada a un segundo plano frente a su preocupación por ella. Sintió que necesitaba tenerla entre sus brazos para poder comprobar que estaba bien, para intentar calmar los terribles temblores que parecían dominar su cuerpo. La oyó soltar un sollozo mientras se apretaba más contra él.
____ no quería que ese abrazo terminara nunca. Jamás se había sentido tan segura como en ese instante. Se acurrucó entre sus brazos intentando llenarse de él. Parecía que sus sentidos no tenían suficiente y anhelaban su contacto más que nada en el mundo. Sintió los labios de él sobre su pelo, acariciándola con una ternura tal que la llevó de nuevo al borde de las lágrimas. Levantó la cabeza para encontrar su mirada, que la atrapó en un instante con esa fuerza y calor que la hacía querer más. Quería lo que esos ojos prometían y escondían al segundo siguiente. Lo quería a él.
Joe estaba echando mano a todo su autocontrol para no asustarla más por esa noche. Él sabía que después de lo que había ocurrido allí unos momentos antes, lo que menos necesitaba ____ era que otro hombre se abalanzara sobre ella. Sin embargo, le estaba resultando más que difícil no hacer eso cuando ella lo miraba de ese modo. Sabía reconocer el deseo en los ojos de una mujer, pero sabía que lo que ____ creía sentir en ese momento era fruto de todo lo que había pasado. Cuando el miedo cesa, deja los sentidos aturdidos y agudizados, lleva a hacer cosas que de otra manera nunca se harían. Pero a pesar de todo, él era solo un hombre y la deseaba más de lo que nunca había deseado a ninguna mujer. Lo que más le asombraba no era ese deseo devastador que corría por sus venas, sino la necesidad que sentía de protegerla, de cuidarla y de amarla.
Rindiéndose a ese impulso, acercó sus labios a los de ella rozándolos en una leve acaricia. Sintió como ____ se relajaba en sus brazos mientras tímidamente abría la boca. Joe no necesitó más. Introdujo la lengua entre sus labios, con lo que ____ se estremeció. Saboreó el interior de su boca lentamente, parecía tan dulce como el néctar. Casi sin atreverse, ____ rozó la lengua de Joe con la suya, lo que hizo que él soltara un fuerte gemido de aprobación mientras profundizaba el beso. ____ creyó que las piernas no la sostendrían. Enredó las manos en el pelo de Joe para sujetarse a él, sintiendo que cada centímetro de sus cuerpos estaban pegados. Jamás hubiese imaginado que un beso pudiese hacerla sentir así. Quería ser más atrevida, deseaba más, anhelaba calmar el calor que se estaba extendiendo por su vientre y que comenzaba a humedecerla. Podía sentir la excitación dura y poderosa de Joe a través de las capas de ropa que los separaban, y eso la hizo sentirse audaz. Copió los movimientos de Joe e inventó algunos nuevos dejándose llevar por la pasión que corría sin medida por su interior.
Joe sentía que el corazón le latía como un potro salvaje. ____, que al principio había sido tímida y dulcemente inexperta, estaba acabando con los pocos vestigios de control que aún le quedaban. Su pasión igualaba a la de él, mostrándola como una mujer sensual que despertaba al deseo con un anhelo exquisito. Sus lenguas estaban enredadas en una danza salvaje donde cada uno quería entregarse por completo al otro. Tenía todos los sentidos embriagados de ella. Su olor fresco a flores silvestres, su sabor dulce y adictivo, su cuerpo cálido y hermoso al que sus manos no podían dejar de tocar y su imagen clavada a fuego en la mente. Demasiado perturbador para un beso, sobre todo para un hombre que sabía demasiado de la pasión y de cómo complacer a una mujer, pero nada del amor. Demasiado para alguien que había jurado no enamorarse nunca.
____ no quería que aquel beso acabara. Se sentía vulnerable, descontrolada, excitada y deseada. Para alguien como ella, que no quería perder las riendas de sus emociones, era demasiado peligroso; sin embargo, la prudencia había hecho sus maletas dejándole al corazón como único compañero de viaje. Su instinto le decía que se arriesgara, que se dejara llevar por lo que no podía evitar. Había luchado contra esa atracción con todas sus fuerzas, pero sin éxito, porque su batalla ya estaba perdida desde el principio. Desde el primer momento en que lo vio.
Joe terminó el beso antes de que su voluntad quedara reducida a cenizas.
—Debemos irnos antes de que alguien te vea con ese aspecto.
—¿Tan mal estoy? —le preguntó ____.
—Estás horrible —le dijo Joe con una sonrisa y una calidez en los ojos que desmentían sus palabras.
____ lo miró en silencio y deseó que volviera a tomarla en sus brazos y le permitiera olvidarse de todo lo demás. Su padre, su engaño, Eric Fairbank y la certeza de que su corazón se quedaría con él cuando tuviera que marcharse, porque sabía que tarde o temprano ese día llegaría. De todos modos, dejó que Joe la condujera hasta el coche, en donde esperó que se despidiera de la señora Fairbank y les diera a Amelia y a Sarah una excusa creíble para su partida. Cuando volvió junto a ella, llevaba su abrigo y la capa de ella, que le colocó sobre los hombros con exquisita ternura. Sentándose a su lado, la atrajo hacia sus brazos y ____ por fin tuvo que admitir para sí la verdad: estaba profundamente enamorada de Joe, el conde de Ashford.
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JOE DEJÓ A BUCEPHALUS EN LAS MANOS DE BEN, el muchacho encargado de las cuadras, y con paso lento se dirigió ala entrada lateral de la casa que daba al estudio. Había sido un día demasiado largo desde que saliera temprano hacia su propiedad. Desde que su hermano enfermó, no se había acercado a sus tierras. No le preocupaba demasiado ya que tenía un excelente administrador de confianza que cuidaba de que todo estuviera en orden. Jack Regis había sido cocinero, marinero, vendedor y un sinfín de cosas más. Joe lo había conocido durante uno de sus viajes. Ambos eran parte de la tripulación del barco en que se habían enrolado. Cuando supo de la historia de Jack, creyó que era una mentira. Se decía que era un rico hombre dé negocios que en una sola semana fue estafado por su socio y engañado por su mujer, quien lo abandonó para escapar junto a ese socio ladrón. Se decía que había pasado de tener una fortuna incontable a quedarse en la calle solamente con lo puesto y que el cerebro de ese plan haba sido su esposa, de la que él estaba totalmente enamorado.
Se hicieron amigos cuando Jack le salvó la vida en una tormenta en alta mar. Y cuando Richard y él se establecieron y fundaron la compañía naviera, Jack dejó su vida de trotamundos para aceptar el trabajo que le ofrecieron. Administraba la propiedad de Joe y los ayudaba con la compañía. Tenía un don para las finanzas que pronto los llevó a ofrecerle convertirse en socio. Jack se negó sin dar más explicación y siguió con su trabajo, del que decía, era más que suficiente.
Era un hombre con cicatrices, con un pasado, pero en el que se podía confiar.
Al entrar en el estudio, un ruido le llamó la atención. Era su hermano que, sentado en el sillón del rincón, intentaba leer un libro, aunque por su expresión, sin mucho éxito.
—No se te ve de muy buen humor.
Kevin levantó la mirada y al verlo frunció el ceño.
—Te has perdido la cena.
—¿Ha ocurrido algo interesante?
Kevin cerró el libro de un manotazo, lo que hizo que Joe alzara la ceja izquierda.
—Decididamente algo ha sucedido. ¿Debo preocuparme? —le dijo mientras se apoyaba sobre el escritorio y cruzaba las piernas a la altura de los tobillos.
—El señor Eric Fairbank ha estado hoy aquí.
—Eso llamó la atención de Joe.
—¿Y que quería?
—Invitarnos al concierto que su madre dará pasado mañana. A Joe no le pasó inadvertida la cara que su hermano había puesto al decir lo de la invitación.
—Ya sé que Eric Fairbank no es de tu agrado, créeme que yo no puedo ni verlo, pero no creo que estés así solo por su visita.
Kevin soltó un suspiro. No podía engañar a su hermano. Se conocían demasiado bien contó para intentar disimular ante él.
—Cuando entré en la biblioteca, Fairbank tenía la mano de Sarah entre las suyas. No me fío de ese hombre. Sarah se merece algo mejor.
—¿Estaban solos?
—No, ____ estaba con ellos y por el modo en que miraba a Eric creo que es de los nuestros.
Joe esbozó una sonrisa. Sabía que Fairbank disgustaría a ____. Era una mujer lo bastante observadora y perspicaz como para no dejarse engañar por ese mequetrefe.
—Yo diría que a Sarah tampoco le gusta.
—Sí, pero es demasiado dulce e inocente. Seguramente no sabe cómo frenar el interés de Fairbank.
—No te preocupes, si tiene alguna dificultad acudirá a nosotros.
—Yo no estoy tan seguro de eso —dijo Kev entre dientes.
—¿A qué te refieres? —le preguntó Joe mientras se alejaba del escritorio y se sentaba frente a su hermano.
—Hoy me ha dicho que no desea presentarse en sociedad.
Joe se mantuvo impasible ante la noticia.
—No pareces sorprendido.
—Ya te dije una vez que quizá eso no era lo que ella deseaba.
—De acuerdo, si sabes tanto, ilústrame.
Joe no pudo evitar soltar una risilla.
—Se ha acostumbrado a estar aquí, junto a ti y los niños. Es un hogar para ella y le resulta difícil dar el siguiente paso. No la atosigues.
—Entonces ¿qué pretendes?, ¿que se quede aquí hasta que sea una anciana y renuncie a tener una vida propia?
—No, Kev, lo que te estoy diciendo es que lo hables con ella.
—Ya lo he hecho y casi me da un ataque.
—¿Qué quieres decir?
Kevin se acercó a su hermano inclinándose hacia delante.
—Me ha dicho que no quiere casarse. Nunca.
—Vaya.
—Sí, vaya, pero eso no es lo peor.
—¿Hay más?
—Sí. Sujétate bien al sillón. No quiere casarse porque dice que sigue enamorada de alguien que está muerto.
Joe intentó no sonreír. Parecía que a Sarah se le estaba pegando la audacia de ____. Él sospechaba desde hacía tiempo que Sarah tenía ciertos sentimientos hacia su hermano y que ese era el motivo de su renuencia a dejar la casa, pero jamás hubiese imaginado que la tímida muchacha que conocía enfrentara a su hermano de esa manera. Le hubiese gustado que Kev también se fijara en Sarah. Era una mujer cariñosa y sincera. Entendió a su hermano cuando al morir Danielle juró no volver a casarse, pero tampoco quería que renunciara a rehacer su vida. Kevin era muy diferente a él. Su hermano creía en el matrimonio y en el amor, y negarse eso por el resto de su vida era algo que sin duda no le hubiese gustado a Danielle. Ella había sido una mujer extraordinaria que había querido a Kev más que a nada en el mundo. Hasta él, que siempre había sido un escéptico, había sentido una punzada de envidia al ver cómo su cuñada miraba a su hermano con ternura y amor. A él ninguna mujer lo había mirado de aquella forma. En los ojos de las mujeres que había conocido había visto pasión, lascivia, recelo, incluso miedo, pero nunca amor. Y no es que él no lo buscara. A temprana edad había aprendido la lección. Una experiencia que le costó un alto precio, como fue romper definitivamente la relación con su padre y perder la oportunidad de resolverlo antes de que muriera. Se imaginó a Sarah frente a Kev diciéndole que no se casaría nunca. Había que admitir que la historia de que seguía enamorada de alguien que estaba muerto había sido demasiado teatral.
—¿Te dijo quién era?
—No —dijo Kev frunciendo el ceño.
—¿Y qué es lo que no me cuentas? —le preguntó Joe, que sabía que su hermano le estaba ocultando algo. Podía verlo en sus ojos igual que uno lee en un libro abierto.
—A veces eres un verdadero fastidio.
Joe sonrió ante la mueca que Kev había hecho al decir esas palabras. Parecía que le fastidiara que lo conociera tan bien, pero sus ojos le decían otra cosa. Expresaban alivio.
—Temo que no quiera ir a Londres y que no quiera casarse, no solo porque siga profesándole amor a un hombre que está muerto, sino porque si lo hace podría descubrirse algo que dañaría a su familia y sobre todo a ella misma.
—¿Estás diciéndome que Sarah se entregó a ese hombre?
—Sí, así es.
Joe pensó que aquello se estaba complicando. Sin embargo, su hermano parecía querer retorcerle el cuello a alguien y eso era muy esperanzador.
—Sinceramente, Kev, yo no lo creo.
—Entonces debemos hacerle entender que tiene que seguir con su vida.
—¿Debemos?
Kev alzó una ceja claramente fastidiado.
—De acuerdo —le dijo Joe mientras sonreía.
—Me alegro que te haga tanta gracia.
—No es eso, es que deberías verte la cara. Parece que lo de Sarah te ha afectado demasiado —dijo alargando las últimas sílabas.
—Ya sé lo que estás pensando, y si no fueras mi hermano, te borraría esa sonrisa tuya en un segundo.
—Bueno, puedo estar equivocado.
—Estás equivocado.
—Si tú lo dices...
Kev salió de la habitación maldiciendo por lo bajo, lo que hizo que Joe soltara una carcajada en cuanto la puerta se cerró.
¿Por qué no la habían dejado en casa en vez de obligarla a ir a ese concierto? En sentido estricto, no la habían obligado; no le habían puesto un puñal en el pecho, pero le habían hecho chantaje emocional. Después de que Sarah le contara sobre su conversación con el Marqués, ____ la estuvo consolando mientras le decía que no había salido tan mal. Por lo menos, no le había dicho a Kevin que el hombre del que estaba enamorada y que supuestamente había pasado a mejor vida, era él mismo. Sin embargo, Sarah estaba hecha un manojo de nervios desde entonces. Le había suplicado que la acompañara al concierto, ya que lo último que quería era verse a solas con el pesado de Fairbank. Allí ____ tuvo que darle la razón, y no solo porque ese hombre fuera mi presuntuoso, sino porque era un sinvergüenza. Lo malo era que ella conocía a Sienna Mangieri. Era una vieja amiga de su tía y no sabia cómo iba a hacer para que no la descubriera entre los invitados. Aquello no sería una fiesta común y corriente en la que sería sencillo esconderse de alguien durante toda la noche. Estarían sentados frente a ella bien visibles buena parte de la velada. Solo podía rezar para que no se diera cuenta de su presencia y después, cuando tuviera lugar la recepción, intentar pasar inadvertida entre la gente. Esa noche iba a resultar una pesadilla si no tenía cuidado.
Atraída como si de un imán se tratase, levantó la mirada y se encontró con la de Joe. Iba todo vestido de negro, salvo por la camisa blanca, anudada sencillamente, pero con un impecable estilo que desprendía una distinguida elegancia. Además de ser demasiado guapo para cualquier mujer, tenía esa aura de misterio y ese toque felino y peligroso que lo convertían en un hombre tremendamente atractivo. Sus ojos, clavados en los de ella y oscurecidos por la escasa iluminación del interior del coche, parecían brillar, lo que produjo que sus mejillas se riñeran de rojo. Menos mal que con esa penumbra, él no podía darse cuenta. Era increíble que con solo mirarla podía despertar en ella sentimientos y producir reacciones que antes ni siquiera había soñado. Era perturbador y la hacía sentirse vulnerable. Algo a lo que no estaba acostumbrada y que la irritaba sobremanera. Nunca había imaginado que un hombre pudiera hacer que su autocontrol quedara reducido a cenizas, porque eso era lo que le ocurría cada vez que Joe estaba cerca.
Joe vio como las mejillas de ____ se sonrojaban. Al parecer no era tan inmune a su presencia. Claramente había descubierto en sus ojos el deseo que se instaló en su interior desde que la viera bajar por las escaleras con ese vestido de seda verde que tanto le había molestado que él le encargara. Recordó cómo se le había entrecortado la respiración al verla allí parada frente a él con los hombros parcialmente desnudos y el pelo que le caía sobre el busto. Era irresistible para cualquier hombre. Había tenido que frenar el impulso de rozar su piel con las yemas de los dedos para comprobar si era cálida y no de porcelana como parecía. Sin embargo, solo había que mirarla a los ojos para comprender que, lejos de ser una mujer fría, era apasionada y de carácter. Al fijar los ojos en ella se podía ver la llama que brillaba en su interior. Lo había tomado por sorpresa el deseo salvaje que había corrido por sus venas al tenerla cerca. Había llegado a ser doloroso. Nunca su autocontrol se había visto azotado con tanta intensidad y de manera tan rotunda. Eso lo había enfurecido y lo había dejado perplejo. Su necesidad de ella era abrumadora y eso lo había hecho maldecir entre dientes durante todo el trayecto. Por eso la había mirado de esa forma, porque quería que ella no estuviera tan tranquila mientras él luchaba internamente por restaurar años de control sobre sus instintos.
—Esto parece un funeral —dijo Amelia mientras alisaba varios pliegues de su vestido—. ¿Hay algo que yo deba saber?
—Nada, tía —le dijo Sarah con una sonrisa en los labios.
—¿Entonces por qué estáis todos tan callados?
—Estamos guardando fuerzas para el concierto —dijo Joe con ironía, lo que hizo que Amelia lo mirara como una madre a un niño pequeño que acaba de hacer alguna travesura.
____ no pudo evitar sonreír. Joe podía sacar de quicio a cualquiera.
Sarah miró por la ventanilla los jardines que rodeaban la casa de los Fairbank. Esa noche hubiese deseado encerrarse en su habitación, meter la cabeza debajo de las almohadas y regodearse en su autocompasión, ya que le era imposible olvidar lo estúpida que había sido. No podía haber hecho más el ridículo durante su conversación con Kevin. Cada vez que cerraba los ojos, veía la expresión de Kev mientras ella le decía que estaba enamorada de un hombre. Esas palabras se le habían escapado de los labios antes de pensar en el lío en que se metería. Si lo que quería era que Kevin la dejara tranquila, ahora sabía que no lo haría. Lo había visto en sus ojos. Él quería respuestas y no se contentaría con menos. ¡Incluso había llegado a pensar que ella podía haber quedado comprometida! Antes la veía como a una mojigata y ahora pensaba que era una perdida. Mirara por donde lo mirara, a pesar de que ____ le había dicho que no era tan malo, la situación era para ponerse a llorar.
Amelia miraba a su sobrina intentando dilucidar qué era lo que la tenía tan pensativa. Parecía estar a punto de llorar en cualquier momento. Definitivamente algo había ocurrido y no se había enterado, eso no iba a ser por mucho tiempo. Si Sarah continuaba con ese talante, hablaría con ella. No soportaba verla así. Sabía que sufría en silencio por Kevin. Durante los dos años que llevaban viviendo allí, había tenido tiempo suficiente para comprender que su sobrina estaba enamorada del muchacho. Quizá otra persona no se diera cuenta, pero ella conocía a Sarah como si fuera su propia hija y había visto el anhelo en cada mirada suya, en cada suspiro, en cada silencio y en cada sonrisa. Sabía que mientras había estado fuera visitando a la señora Fairbank, Sarah había hablado con Kevin, y era muy significativo que a partir de eso su sobrina hubiese cambiado. Si su instinto no le fallaba, algo había ocurrido entre ellos. "Bueno, poco puedo hacer por el momento", se dijo a sí misma mientras echaba una mirada a Joe. Otro que estaba de lo más extraño. Llevaba la mandíbula tan apretada que parecía que en cualquier momento saltaría hecha pedazos. Seguramente sería porque le estaba costando reconocer que había una mujer sobre la faz de la tierra capaz de hacerle perder ese autocontrol que dominaba hasta la última de sus reacciones. Bien, ya era hora de que alguien lo hiciera despertar. Ya era hora de que dejara de pensar que enamorarse era una enfermedad mortal, y de que olvidara a Elinor. Ese muchacho tenía un corazón de oro del que ni siquiera él mismo era consciente, y se merecía ser feliz. La verdad era que difícilmente podía ser indiferente a ____. Era una mujer demasiado hermosa, no solo por fuera sino también en su interior, como para obviar su presencia. Era incluso más hermosa que su madre. Vittoria había tenido una naturaleza más sosegada, mientras que ____ tenía fuego en las venas y un carácter endiablado. Lo que no se explicaba era qué hacía la hija de una condesa disfrazada de institutriz. Sabía que era cuestión de tiempo saber la respuesta, y ella era una mujer muy paciente. Si no fuera porque era el vivo retrato de su madre, salvo por el color de pelo y sus maravillosos ojos verdes, podía haber pensado que era una mera coincidencia, pero en su interior sabía que no era así. Quizá la edad le estaba jugando una mala pasada, pero no lo creía. Podía haber muchas explicaciones para el parecido casi total con la difunta Vittoria Bright, pero ninguno tan convincente. Sabía que Vittoria había tenido una hija y que cuando aún era pequeña la habían enviado a vivir con su tía. Se había comentado en sociedad la falta de interés maternal por parte de Vittoria. Ella nunca había creído las idioteces que se decían, porque, a pesar de conocerla escasamente, siempre había tenido la sensación de que era una buena mujer desgraciadamente involucrada en circunstancias poco felices.
Sabía que una vez hacía mucho tiempo, su hermano Alan y Vittoria se habían sentido atraídos. Sí, se acordaba como si fuera ayer. Varios años después de que Alan enviudara, ella lo había invitado a Londres a pasar una temporada. Recordaba la primera fiesta a la que fueron y cómo su hermano se había quedado prendado de Vittoria nada más verla. Después de aquello fue frecuente verlos bailar juntos y hablar durante largo rato. Si había ocurrido algo más, ella lo desconocía, y a pesar de lo que los demás pudieran pensar le parecía bien que así fuera. Era más que evidente que Vittoria no era feliz en su matrimonio. Solo había que mirar a los ojos a su marido, al cortés y amable conde de Kensington, para saber que ese hombre tenía una doble cara. Por eso ella nunca censuró a Vittoria a pesar de lo que se decía de ella, como la cantidad de amantes que se cuchicheaba que habían pasado por su cama. Bueno, fuera como fuera, su hermano terminó volviendo a Edimburgo y Vittoria siguió con su vida, tuvo una hija y siguió siendo el blanco de las murmuraciones y las censuras por parte de la sociedad.
El coche se detuvo bruscamente y la sacudió hacia delante, lo que la trajo de nuevo al presente.
—Este hombre quiere mandarme a la tumba antes de tiempo —dijo entre dientes mientras se cercioraba de que su peinado seguía intacto.
—No creo que eso sea tan fácil —le dijo Joe con una sonrisa.
—Eres un diablillo, pero con una sonrisa preciosa —le contestó Amelia, guiñándole un ojo.
Después de que las ayudó a bajar, Joe tomó la mano de Amelia y la colocó por debajo de su brazo para que se apoyara en él. ____ se quedó un poco más atrás con Sarah, ninguna de las dos se sentía muy dispuesta a soportar aquella velada.
—¿Todavía le estás dando vueltas a lo que le dijiste al marqués de Stamford?
—Sí —le contestó Sarah alzando una ceja—. No puedo quitarme de la cabeza su expresión cuando le dije lo del muerto.
—Sí, en eso te pasaste.
—¡____!, me dijiste que no había sido tan malo y que podríamos utilizarlo para que él se diese cuenta de que soy la mujer de su vida.
—Y lo haremos, no te preocupes. Entre las dos conseguiremos que vea lo que está perdiendo al no fijarse en ti.
—Creo que debería ser realista. Kevin no me verá nunca de esa manera.
____ se detuvo y miró fijamente a Sarah.
—No te rindas antes de empezar. Si es verdad que él no siente nada por ti, entonces podrás seguir adelante con tu vida, pero ya no tendrás que preguntarte nunca más qué hubiera pasado si lo hubieses intentado.
Sarah se mordió el labio inferior mientras parecía pensar en las palabras de ____.
—Gracias, ____.
—¿Por qué?
—Por ser una amiga.
Joe y Amelia se hallaban en la puerta a punto de entrar cuando se dieron cuenta de que ____ y Sarah se habían quedado atrás.
—Estas jovencitas se traen algo entre manos y se creen que no me doy cuenta.
Joe no pudo menos que sonreír. Era verdad que a Amelia no se le escapaba nada. Al contrario de su sordera, que sospechosamente iba y venía, su inteligencia y picardía eran mucho más agudas de lo que solía aparentar. De un genio vivaz y un temperamento que haría temblar hasta al guerrero más aguerrido, Amelia era una de las mujeres que más respeto le inspiraban.
—Conociendo a la señorita Greyson, se tratará de algo impredecible.
—Vaya, muchacho, ¿he sentido cierto tono de admiración?
—Eso me temo, Amelia —dijo Joe sintiendo que esa confesión lo tomaba por sorpresa.
Amelia le dio cariñosamente varias palmaditas en el brazo mientras lo miraba a los ojos con algo cercano al alivio.
—Ya era hora.
En ese momento, ____ y Sarah se acercaron y, sin más dilación, todos entraron en la casa en la que tendría lugar una velada, se temían, muy larga.
—Ha estado magnífica —le dijo Sarah a ____ mientras todos los invitados pasaban al salón donde se serviría un refrigerio, al tiempo que la música de la orquesta ubicada en el extremo de la sala animaba la velada.
—Sí, es muy buena —le contestó ____ intentando mezclarse con el resto de los invitados para así pasar inadvertida, aunque eso sería tener mucha suerte, pensó cuando vio a la señora Fairbank acercarse a ellas con Sienna Mangieri a su lado.
Amelia y Joe, que también se acercaban por el otro extremo, hacían que la situación no pudiese ser más desastrosa. Mirando hacia los lados en busca de una escapatoria, vio que las puertas de la terraza estaban abiertas y, aunque había que reconocer que la noche estaba algo fresca, soportaría hasta una pulmonía con tal de no ser descubierta allí mismo por una de las mejores amigas de su tía que, a pesar de ser cantante y actriz, no sabía disimular sus reacciones. —Voy a tomar algo de aire fresco.
—¿Ahora? —le preguntó Sarah como si ____ le hubiese dicho que iba a correr desnuda por el salón.
—Sí, es que me siento un poco mareada.
Ante la mirada de alerta de Sarah, ____ intentó suavizar su afirmación.
—Estoy bien, Sarah, no te preocupes, no estaré mucho tiempo fuera.
Antes de que su amiga pudiese decir algo más y que la cercanía de Amelia y Joe le hiciera imposible la retirada, se dirigió con paso ligero hacia la terraza.
Eric Fairbank llevaba toda la velada sintiendo como su miembro se endurecía cada vez que miraba a la institutriz. Vaya sorpresa había resultado ser, hermosa y sensual. Sin duda creía que lo engañaba con ese porte y esa mirada capaz de helar cualquier intención por parte de un hombre. Sin embargo, él sabía que eso no era más que una pose. Ella era consciente de que así era aun más deseable. Pensaba que podía dárselas de inocente cuando él sabía que le estaba calentando la cama al Marqués, hasta que este se cansara. O tal vez pensara que él era demasiado poco cuando sus miras estaban puestas en un noble, pero la realidad era que debería dar las gracias de que se fijara en ella, porque él sí que estaba más que dispuesto a ofrecerle un acuerdo cuando el marqués de Stamford la echara de su casa. Eric dejó de apoyarse en una de las columnas del salón cuando la perdió de vista. ¿A dónde había ido? Miró hacia todas partes, hasta que consiguió divisar un remolino de seda verde que traspasaba las puertas de la terraza.
____ sintió el aire fresco de la noche en la cara, y por unos instantes la tensión que había acumulado se disipó como por arte de magia. Acercándose a la balaustrada, observó el delicioso jardín que rodeaba la casa. La luna llena parcialmente cubierta por unas traviesas nubes hacía que las sombras crearan raras formas en la hierba. En ese momento, las copas de los árboles se inclinaron como dos amantes que anhelaban un beso, lo que le produjo un leve escalofrío.
—¿Le ha gustado la representación, señorita Greyson?
____ se sobresaltó al escuchar la voz de Eric Fairbank. Solo lo había visto a su llegada y apenas la había mirado, lo que hizo que confiara en que no volviera a molestarla. Sin embargo, ahora se daba cuenta de que había esperado en vano.
—Sí, por supuesto —le dijo ____ en un tono frío y cortante—. Y ahora si me permite voy a entrar, de repente hace bastante frío aquí fuera.
Fairbank dio un paso a la izquierda bloqueándole el paso.
—Hay una conversación pendiente entre nosotros, señorita Greyson.
____ lo miró a los ojos con una furia apenas contenida. Era increíble que le hablara como si no hubiese ocurrido nada.
—Yo no tengo nada más que hablar con usted.
—Pues yo creo que sí, ¿sabe? Sea quien sea de los dos, el Marques o el hermano el que se meta debajo de sus faldas, se cansará pronto y la echará sin recomendación. Los nobles son así, mi querida señorita, y le digo esto porque admiro su apuesta, aunque tengo que advertirle que le va a salir mal. Sin embargo, yo estoy dispuesto a hacer un trato con usted, uno muy ventajoso para los dos —le dijo mientras alzaba una mano para tocarla.
—No se atreva a tocarme —le dijo ____ entre dientes.
—¿Quién va a impedírmelo?
Antes de que ____ pudiese reaccionar, Fairbank la tomó fuertemente por los brazos imponiendo sus labios sobre los suyos con una crueldad insaciable. ____ se sintió acorralada e intentó librarse de sus manos y de su boca luchando con todas sus fuerzas, pero eso solo hizo que Fairbank soltara una risa y la apretara aun más contra el. En medio del pánico que empezó a apoderarse de ella, se acordó de las enseñanzas de Roberto: "Siempre que quieras derribar a un hombre, si lo tienes suficientemente cerca, dale un golpe en la entrepierna. Sin dudar ni un segundo, levantó la rodilla y la impactó con toda la fuerza de la que fue capaz en la entrepierna de Fairbank, quien con un gemido de dolor la soltó de inmediato. ____ perdió el equilibrio momentáneamente al verse liberada de él. Recobrándose de inmediato, recogió su falda con la mano y salió corriendo hacia las puertas que comunicaban con el salón. Cuando le faltaban solo unos metros, un tirón en la parte de atrás del vestido la arrojó al suelo.
—Ven aquí, puta —dijo entre dientes Fairbank mientras se acercaba a ella ligeramente encorvado.
____, desde el suelo, se levantó la falda hasta los muslos y de la liga izquierda sacó el estilete que tan fielmente la acompañaba siempre. Fairbank, que pareció no darse cuenta, se abalanzó sobre ella solo para quedar a escasos centímetros de la punta del arma que ____ le apoyó en la garganta.
—Se lo diré solo una vez. Si vuelve a acercarse a mí o a Sarah, le juro que no me temblará la mano a la hora de hacerle un nuevo orificio en el cuerpo. ¿Me he expresado con suficiente claridad?
Fairbank, que de repente estaba más pálido que una sábana blanca, tragó con dificultad antes de dejar salir un sonido entrecortado que podía entenderse como un sí.
____ se levantó poco a poco, sin dejar de apoyar el arma contra el cuello de Fairbank, mientras lo instó a que se levantara también.
—Ahora váyase y no vuelva ni siquiera a mirarme.
Fairbank se dio la vuelta y se alejó andando, perdiéndose por el lateral de la casa.
Ahora que todo había pasado, ____ guardó el estilete mientras intentaba controlar los temblores que se habían apoderado de su cuerpo.
—¿Qué hace aquí sola?
____ giró sobresaltada por esa voz conocida.
Joe solo tuvo que verla para saber que alguien la había atacado. Tenía el pelo revuelto y el vestido desgarrado por un lateral.
—¿Quien ha sido? —bramó Joe mientras se acercaba a ella en dos pasos.
—Me he caído —le dijo ____ intentando parecer convincente, aunque sin conseguirlo.
Joe la tomó con suma delicadeza de los brazos, y eso fue suficiente para que ____ soltara un gemido de dolor al sentir sus dedos en el mismo sitio de donde Fairbank la había agarrado.
Joe la llevó hacia la luz para poder examinar el daño. La mirada de furia que apareció en sus ojos la dejó helada.
—¿Y esto también te lo has hecho al caerte? —le preguntó mientras le señalaba el brazo, donde se veían con claridad los moretones que en forma de dedos iban surgiendo en su delicada piel.
____ no estaba preparada para aquello. Había mantenido el control durante toda aquella noche, incluso cuando apuntaba a Fairbank con el estilete, pero la mirada penetrante de Joe y su ira con tenida eran más de lo que podía tolerar. Sintiendo que de un momento a otro podría echarse a llorar, intentó librarse de Joe. Este no se lo permitió y como si pudiera leer en su interior la abrazó estrechándola contra su pecho.
Joe intentaba controlar la rabia que sentía. Verla alterada, con los ojos húmedos y cargados de lágrimas sin derramar e intentando mantener la compostura con una fuerza de voluntad admirable fue demasiado. Le dolió verla en ese estado, y toda su ira inicial fue desplazada a un segundo plano frente a su preocupación por ella. Sintió que necesitaba tenerla entre sus brazos para poder comprobar que estaba bien, para intentar calmar los terribles temblores que parecían dominar su cuerpo. La oyó soltar un sollozo mientras se apretaba más contra él.
____ no quería que ese abrazo terminara nunca. Jamás se había sentido tan segura como en ese instante. Se acurrucó entre sus brazos intentando llenarse de él. Parecía que sus sentidos no tenían suficiente y anhelaban su contacto más que nada en el mundo. Sintió los labios de él sobre su pelo, acariciándola con una ternura tal que la llevó de nuevo al borde de las lágrimas. Levantó la cabeza para encontrar su mirada, que la atrapó en un instante con esa fuerza y calor que la hacía querer más. Quería lo que esos ojos prometían y escondían al segundo siguiente. Lo quería a él.
Joe estaba echando mano a todo su autocontrol para no asustarla más por esa noche. Él sabía que después de lo que había ocurrido allí unos momentos antes, lo que menos necesitaba ____ era que otro hombre se abalanzara sobre ella. Sin embargo, le estaba resultando más que difícil no hacer eso cuando ella lo miraba de ese modo. Sabía reconocer el deseo en los ojos de una mujer, pero sabía que lo que ____ creía sentir en ese momento era fruto de todo lo que había pasado. Cuando el miedo cesa, deja los sentidos aturdidos y agudizados, lleva a hacer cosas que de otra manera nunca se harían. Pero a pesar de todo, él era solo un hombre y la deseaba más de lo que nunca había deseado a ninguna mujer. Lo que más le asombraba no era ese deseo devastador que corría por sus venas, sino la necesidad que sentía de protegerla, de cuidarla y de amarla.
Rindiéndose a ese impulso, acercó sus labios a los de ella rozándolos en una leve acaricia. Sintió como ____ se relajaba en sus brazos mientras tímidamente abría la boca. Joe no necesitó más. Introdujo la lengua entre sus labios, con lo que ____ se estremeció. Saboreó el interior de su boca lentamente, parecía tan dulce como el néctar. Casi sin atreverse, ____ rozó la lengua de Joe con la suya, lo que hizo que él soltara un fuerte gemido de aprobación mientras profundizaba el beso. ____ creyó que las piernas no la sostendrían. Enredó las manos en el pelo de Joe para sujetarse a él, sintiendo que cada centímetro de sus cuerpos estaban pegados. Jamás hubiese imaginado que un beso pudiese hacerla sentir así. Quería ser más atrevida, deseaba más, anhelaba calmar el calor que se estaba extendiendo por su vientre y que comenzaba a humedecerla. Podía sentir la excitación dura y poderosa de Joe a través de las capas de ropa que los separaban, y eso la hizo sentirse audaz. Copió los movimientos de Joe e inventó algunos nuevos dejándose llevar por la pasión que corría sin medida por su interior.
Joe sentía que el corazón le latía como un potro salvaje. ____, que al principio había sido tímida y dulcemente inexperta, estaba acabando con los pocos vestigios de control que aún le quedaban. Su pasión igualaba a la de él, mostrándola como una mujer sensual que despertaba al deseo con un anhelo exquisito. Sus lenguas estaban enredadas en una danza salvaje donde cada uno quería entregarse por completo al otro. Tenía todos los sentidos embriagados de ella. Su olor fresco a flores silvestres, su sabor dulce y adictivo, su cuerpo cálido y hermoso al que sus manos no podían dejar de tocar y su imagen clavada a fuego en la mente. Demasiado perturbador para un beso, sobre todo para un hombre que sabía demasiado de la pasión y de cómo complacer a una mujer, pero nada del amor. Demasiado para alguien que había jurado no enamorarse nunca.
____ no quería que aquel beso acabara. Se sentía vulnerable, descontrolada, excitada y deseada. Para alguien como ella, que no quería perder las riendas de sus emociones, era demasiado peligroso; sin embargo, la prudencia había hecho sus maletas dejándole al corazón como único compañero de viaje. Su instinto le decía que se arriesgara, que se dejara llevar por lo que no podía evitar. Había luchado contra esa atracción con todas sus fuerzas, pero sin éxito, porque su batalla ya estaba perdida desde el principio. Desde el primer momento en que lo vio.
Joe terminó el beso antes de que su voluntad quedara reducida a cenizas.
—Debemos irnos antes de que alguien te vea con ese aspecto.
—¿Tan mal estoy? —le preguntó ____.
—Estás horrible —le dijo Joe con una sonrisa y una calidez en los ojos que desmentían sus palabras.
____ lo miró en silencio y deseó que volviera a tomarla en sus brazos y le permitiera olvidarse de todo lo demás. Su padre, su engaño, Eric Fairbank y la certeza de que su corazón se quedaría con él cuando tuviera que marcharse, porque sabía que tarde o temprano ese día llegaría. De todos modos, dejó que Joe la condujera hasta el coche, en donde esperó que se despidiera de la señora Fairbank y les diera a Amelia y a Sarah una excusa creíble para su partida. Cuando volvió junto a ella, llevaba su abrigo y la capa de ella, que le colocó sobre los hombros con exquisita ternura. Sentándose a su lado, la atrajo hacia sus brazos y ____ por fin tuvo que admitir para sí la verdad: estaba profundamente enamorada de Joe, el conde de Ashford.
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Cande Luque
Re: "Un disfraz para una dama" (Joseph & Tú) Terminada
Capítulo 16
ANDREW BRIGHT MIRABA CON IMPOTENCIA como su gran esperanza de acabar con el pozo de deudas que lo venían acosando desde hacía tiempo se desvanecía entre sus dedos. Tenía sobre la mesa un informe de los investigadores privados que había contratado para encontrar a su hija. Debía haber tomado precauciones, pero ¿quién podía pensar que el ratón asustado que había llegado a su puerta desde Italia tenía en verdad las suficientes agallas como para desafiarlo?
El informe no era muy alentador. Al parecer había pocas pistas. Habían interrogado a los criados y a todos los servicios de carruajes de Londres. Esa noche habían viajado solas más mujeres de las que cabía esperar. Varios cocheros habían llevado a damas a altas horas de la noche, aunque solo tres podían ajustarse a la descripción de ____. La primera había ido a la parte este de la ciudad, otra había alquilado un coche para que la llevara a un pueblo cercano de Londres y la última había terminado su viaje en la posada The Red Rose que estaba a unos kilómetros afuera de la ciudad. Al parecer esa mujer había preguntado por los coches que pasaban por allí con dirección al Norte.
La primera había sido descartada ya que resultó ser una prostituta de lujo. Las otras dos parecían haber desaparecido por arte de magia, pues los hombres todavía no habían localizado a ninguna de las dos.
Últimamente las cosas no le salían nada bien. Por un lado, ____ se había fugado, con lo que frustraba la mejor posibilidad de acabar con sus deudas y volver a entrar en juego. También las cosas iban mal en el negocio en el que había invertido el grueso de sus bienes. Las acciones de la Sea Star, la compañía naviera que antaño había sido la empresa más lucrativa en el sector naviero, cada vez arrojaba ganancias más exiguas debido a la durísima competencia de la compañía de lord Jonas Miller y su socio Richard Flanaghan. Esos jóvenes emprendedores habían monopolizado el mercado sin que la compañía pudiese evitarlo. Como socio mayoritario en la Sea Star, sus pérdidas durante los últimos años constituían el motivo principal de su desastrosa situación financiera. Lo único que le restaba era intentar que las acciones de la compañía subieran y poder venderlas al mejor precio. Pero para ello, la competencia debía sufrir serios reveses. Con ese propósito había contratado a Lacroix, un hombre sin escrúpulos capaz de vender a su hermana por unas monedas. Era un profesional hundiendo empresas molestas y haciendo desaparecer a hombres aun más molestos. A pesar de ello y de tres sabotajes a los barcos de Flanaghan, los navíos de sus competidores seguían siendo los más solicitados. Se le estaba acabando la paciencia y el tiempo. Debía encontrar a ____ antes de que el Duque perdiera su interés, y con ello se esfumará la importante suma de dinero que iría a parar a sus manos, y por otro lado le diría a Lacroix que fuera más creativo porque necesitaba que Flanaghan se hundiera.
Joe la esperaba en el estudio. Eso era lo que le había dicho O'Connell con cara de "si yo fuera usted, saldría corriendo", lo que no hacía nada por tranquilizarla. La noche anterior, después de volver de casa de la señora Fairbank, Joe le deseó las buenas noches y la acompañó hasta su habitación, donde la despidió con un beso abrasador, excitante y abiertamente carnal. Eso le impidió conciliar el sueño hasta el amanecer. Aún no podía entender qué le había sucedido para arrojarse a los brazos de Joe. Era un hombre tremendamente atractivo, de eso no cabía duda, y demasiado perturbador como para no verse afectada por él. Pero de ahí a perder totalmente el control de sus sentidos... Porque eso era lo que había ocurrido. Había sufrido una especie de locura transitoria que la había llevado a comportarse de manera licenciosa y atrevida. No cabía duda de que Joe era un maestro en el arte de la seducción, por lo menos con ella. Solo con mirarla a los ojos hacía que se le doblaran las piernas y que el estómago se le revolviera lleno de mariposas. Se comportaba como una niña que suspira en cada esquina por el príncipe de sus sueños. Y Joe no era ninguna ilusión, sino un hombre de carne y hueso que a pesar de toda su arrogancia y dureza podía ser tierno y encantador, aunque se esforzara continuamente por acallar esas cualidades. Sin embargo, nada justificaba que ella se hubiese dejado enredar en su tela de araña. Sabía que pronto debería abandonar la casa, y si comprometía su corazón más de lo que ya lo estaba, su partida sería muy dolorosa. Además, sabía que, aunque las cosas no fueran como eran, si su vida fuera otra y fuese libre para decidir, Joe no era el tipo de hombre que se comprometería. Eso se deducía claramente de su estilo de vida, por los comentarios de Amelia y Sarah, y por la sonrisa irónica que acudía a sus labios cada vez que alguien le hablaba del amor o de matrimonio. En una ocasión en que Sarah le contó del compromiso de un antiguo amigo de la familia con una joven presentada ese año en sociedad, Joe solo le dijo que esperaba que el pobre no estuviese enamorado. Sin duda, para Joe enamorarse era sinónimo de estupidez. Joe buscaba el placer y, aunque le costara reconocerlo, ella empezaba a entender por qué. Aunque solo había vislumbrado el principio de algo que desconocía, la noche anterior había deseado más, había ansiado alcanzar algo que no entendía, pero que su cuerpo le pedía a gritos. Sin embargo, pensaba que eso solo no bastaba. A ella no le resultaba suficiente porque lo que sentía por Joe iba más allá. Con un fuerte suspiro, salió de su habitación camino al estudio.
Kevin se sentía cada vez más fuerte, aunque todavía le costaba dar un paseo sin que sus pulmones parecieran a punto de explotar. Si todo seguía así, en un mes podrían ir a Londres y, aunque la idea no le apeteciera mucho, se lo debía a Sarah y a Amelia. Sarah podría tener su presentación en sociedad largamente postergada y Amelia podría ver a las viejas amistades que tanto tiempo hacía que no frecuentaba. También podría liberar a su hermano de la carga que se había echado a la espalda desde que él enfermó. Se había hecho cargo de las propiedades, de la contabilidad y de todos los problemas que ello conllevaba. Había estado a cargo de la casa cuidando de todos, incluido él mismo, ya que no se había separado de la familia en ningún momento. Joe podía decir lo que quisiera, pero él lo conocía bien. Había visto su rostro nada más salir de aquella horrible fiebre. Joe le había sonreído, pero no había podido disimular la palidez ni las ojeras de preocupación, que le hacían aparentar al menos diez años más de los que realmente tenía. Él no le había dicho nada, pero Amelia le había contado que lo había acompañado durante su convalecencia y que se había quedado al lado de su cama sin dejar que nadie más permaneciera las noches enteras en vela.
—¿Otra vez haciendo de las tuyas?
Kevin levantó la cabeza ante la voz conocida.
—Buenos días, Amelia.
—No sé si son buenos días —le dijo con un mohín que desmentía su enfado con un brillo de picardía en los ojos.
—¿Sabes que eres encantadora cuando te enfadas?
—Eres igualito a tu hermano. Creéis que con halagos me vais a ablandar, pero yo no me dejo convencer fácilmente. ¿De verdad crees que estoy encantadora?
—La mujer más hermosa.
—Ahí te has pasado, pero qué diablos, me ha gustado oírlo.
Kevin soltó una carcajada.
—¿Has dado un paseo muy largo? —le preguntó Amelia mientras se sentaba junto a él en uno de los bancos de piedra que daban al jardín.
—Una hora.
—Vaya, eso es maravilloso, aunque recuerda que nada de hacer tonterías, ya sabes lo que dijo el médico, poco a poco.
—No te preocupes. Con tantos vigilantes es imposible que haga ningún esfuerzo. Además, ya sabes que soy el hermano formal.
—Sí, si hubiese sido Joe el que hubiese caído, enfermo hubiéramos tenido que atarlo. Ese muchacho es demasiado inquieto. Aunque tengo que reconocer que me ha sorprendido. Parece más tranquilo y sosegado que antes de irse. Claro está que cuando se marchó era solo un muchacho y ahora es un hombre. Lo que no consigo entender es por qué se fue tan precipitadamente.
Kevin miró hacia el frente, pensativo.
—Mi padre quería cosas para él que Joe no compartía, y al ser los dos tan testarudos, sabían que ninguno daría su brazo a torcer frente al otro. Joe tomó la decisión por ambos.
—Sí, pero tanto tiempo... Creí que había sido por una mujer.
Amelia se dio cuenta de que había preguntado demasiado cuando vio endurecerse la mandíbula de Kevin en un gesto de rabia contenida.
—Lo siento, he sido demasiado curiosa, pero ya sabes cómo somos las viejas, nos metemos en todo —le dijo Amelia con una sonrisa.
Kevin la miró con un brillo pícaro en la mirada, sin rastros de esa tensión que momentos antes había sentido.
—No eres vieja, Amelia, si pareces una adolescente.
Amelia soltó una risa mientras pasaba su mano por el brazo de Kevin. Quería a ese muchacho como si fuera su propio hijo.
—No te rías de mí, porque si sigues diciendo esas cosas pensaré que la enfermedad ha hecho algo más que dejarte débil.
—Eso ha sido un golpe bajo.
—Eso es lo que tiene la edad, muchacho, hace que se nos suelte la lengua.
—He decidido que vayamos a Londres dentro de unas semanas —le dijo Kevin cambiando de tema.
—¿Quiénes?
—Los niños, tú y Sarah. Quiero que Sarah disfrute de la temporada social. Ya la ha retrasado suficiente.
Amelia asintió con comprensión.
—¿Y crees que sería conveniente que te sometieras a todo ese ajetreo? Podemos dejarlo para más adelante.
Kevin la miró fijamente.
—Amelia, he estado enfermo, pero no me he muerto. Por Dios, solo tengo treinta y cinco años, y me habláis como si fuera un anciano.
Amelia sonrió abiertamente.
—Solo es que nos preocupamos por ti. Tendemos a protegerte, pero tú haces lo mismo con todos nosotros.
—Eso es distinto.
—Yo diría que no. Ya me callo —dijo después de ver como Kevin alzaba la ceja izquierda.
—¿Le has hablado a Sarah de esto?
—Sí, y me temo que no le hizo mucha ilusión.
—Imagino.
—¿Qué? —pregunto Kev.
—Nada, que digo que es normal. Se ha acostumbrado a la vida del campo a los niños, y ahora la ciudad, Londres, las fiestas y las soirées. Le tiene que dar vértigo —le dijo Amelia intentando morderse la lengua.
—Si solo fuese por eso... —dijo por lo bajo Kev.
—¿Qué? —preguntó Amelia.
—No, que digo que tienes razón, no había pensado en todo eso. Sin embargo puede quedarse recluida aquí para el resto de sus días. Tiene toda una vida por delante y no voy a permitir que la desperdicie.
Amelia calló largo rato después de las palabras de Kevin.
Él tenía toda la razón si no fuera por un pequeño e insignificante detalle que Sarah estaba enamorada de él. Y habría que hacer mucho más que llevarla a Londres para que su sobrina olvidara al que sin duda era el hombre que amaba.
Joe la miraba fijamente, lo que la hacía sentirse vulnerable. Después de la noche anterior, le afectaba el doble ese don con el que parecía poder adivinar los pensamientos de los demás. Ahora más que nunca le recordaba a un depredador que vigila atentamente a su presa antes de convertirla en su cena. Y francamente la situación era preocupante cuando la idea, más que aterrorizarla, la hacía estremecerse.
Joe pareció darse cuenta de su reacción porque frunció el entrecejo.
—A pesar de lo que puedas pensar, no voy a morderte.
____ no pudo sino sonreír, así que él también esbozó una maravillosa sonrisa.
Antes de que pudiera decir nada, Joe avanzó hasta ella y le tomó una mano entre las suyas. Comenzó a acariciarla mientras la miraba a los ojos intentando leer más en ellos de lo que ella quería dejar ver. Sonrojándose a su pesar por el deseo que vio en sus ojos, retiró la mirada, tratando de apartar la mano sin que él se lo permitiera.
—Jamás pensé que fueras tímida —le dijo mientras le levantaba la barbilla con la mano para que volviera a mirarlo.
—Y no lo soy —le dijo ____ alzando el mentón.
Joe tuvo que reprimir otra sonrisa. ____ no sabía disimular sus emociones. Eso era lo que más le gustaba de ella. No era capaz de fingir, de mentir sin que se le notara. Sabía que no le había contado todo acerca de lo que le había ocurrido antes de llegar allí, pero era paciente y con el tiempo sabía que confiaría en él. La noche anterior su rostro había sido un libro abierto. Sabía que se sentía atraída hacia él, como en ese momento, aunque intentara disimularlo con todas sus fuerzas. Su sonrojo no dejaba de ser una agradable sorpresa. Muchas mujeres fingían esa candidez, esa reacción inocente y dulce que a él nunca le había atraído, pero que en ____ le fascinaba. En ella era algo que le despertaba la necesidad de protegerla y de mimarla. Dos cosas que ninguna mujer había provocado en él, pero que últimamente parecían vibrar en su interior cada vez que la tenía cerca. La había picado con lo de su timidez solo para tener la satisfacción de verla reaccionar, y no lo había defraudado. Le encantaba ese genio que iba tan bien con el color de su pelo y que hacía que sus magníficos ojos verdes brillaran ion intensidad. Unos ojos verdes que lo atraían como un imán.
Acercándose más a ella hasta que pudo sentir su aliento en la mejilla, miró atentamente sus labios, que devoraba en su imaginación. Nada le impedía besarla hasta que se rindiera a la verdad, pero quería que ella lo aceptara antes. Sintió que la respiración de ____ se volvía cada vez más trabajosa y que empezaba a balancearse un poco sobre la punta de los pies mirando atentamente sus labios. En ese mismo instante, Joe le soltó la mano y se dio la vuelta como si no hubiese ocurrido nada, con una sonrisa que ella no pudo ver.
____ quedó en primer lugar estupefacta y después enfadada. La había mirado como si fuera la única mujer en la tierra, había logrado que le flaquearan las piernas y que el corazón le palpitara al doble de su ritmo normal, había clavado los ojos en sus labios hasta hacerla sentir tentadora e irresistible, y la había hecho desear que por fin se decidiera a besarla hasta dejarla sin aliento. Había estado a punto de arrojarse en sus brazos y él, ¿qué hacía?, se daba media vuelta como si hubiesen estado hablando del tiempo y la dejaba plantada en medio de la habitación con el cuerpo temblando de la cabeza a los pies. ¡Era un, un...!
—Me gustaría que me dijeras para qué querías verme. Hoy tengo muchas cosas que hacer —le dijo ____ intentando controlarlas ganas de tirarle algo a su bonita cara y borrarle esa expresión de auto complacencia que tenía.
—Quería que habláramos de lo que ocurrió anoche.
____ no pudo disimular otro sonrojo que le hizo arder hasta las mejillas.
—No me refería a eso, aunque también tendremos que hablar de ello —le dijo Joe sin apartar los ojos de los de ella—, pero quiero que me cuentes exactamente lo que sucedió en casa de la señora Fairbank.
____ lo hubiese matado en el mismo momento en que le dijo que sabía que aquello en lo que pensaba era en los besos de la noche anterior. Era un presuntuoso, y en ese instante no podía recordar por qué creía que había sentido algo por él en algún momento. Lo miró con furia sin poder contenerse por más tiempo. Si pensaba que le iba a decir algo de lo que había pasado con Eric Fairbank se equivocaba. Ni con la peor de las torturas le sacaría algo.
—No tengo nada que contarle.
—Pues entonces tenemos un problema, porque no vas a salir de aquí hasta que me des una explicación que me convenza.
____ empezó a dar toquecitos en el suelo con la puntera de su zapato.
—Así están las cosas, ¿eh?
—Exacto —le contestó Joe con gesto intimidatorio.
____ se dio media vuelta para salir de aquella habitación.
—Yo lo pensaría antes de salir, a no ser que quieras que vaya a buscarte y te traiga a la rastra.
____ soltó un bufido por lo bajo que hizo que Joe alzara las dos cejas. ____ cruzó el estudio hasta quedar a escasos centímetros de él, con la barbilla levantada y el ceño fruncido.
—Por si no se ha dado cuenta, milord, soy mayorcita. Si he tenido o tengo algún problema, es solo asunto mío, y en cuanto a lo de anoche, solo tengo que decir que lo resolví y que ya no volverá a ocurrir jamás.
Joe, que estaba descansando sobre el escritorio, se incorporó hasta quedar solo a un suspiro del cuerpo de ____.
—Dejemos una cosa clara, señorita Greyson, usted trabaja en esta casa, y su seguridad mientras así sea es responsabilidad de mi hermano, y mía. Sí algo le ocurre tengo todo el derecho de saberlo y la obligación de cuidar de usted.
—Yo lo eximo de esa responsabilidad —le dijo ____ con la respiración entrecortada no solo por la discusión, sino también por la proximidad del cuerpo de Joe, que la hacía sentirse confusa y aturdida.
—No puedes —le dijo Joe antes de tomarla entre sus brazos—. Eres la mujer más testaruda que he conocido en mi vida.
—Y usted el hombre más engreído y prepotente y...
—¿Seductor?
—Sí —le dijo ____ con una sonrisa—, increíblemente arrogante, sabelotodo, autoritario...
____ calló al escuchar la carcajada de Joe, que la miraba de nuevo con deseo.
—No se atreva a mirarme así.
—¿Cómo?
—Como si tuviera mucha hambre y yo fuera la comida más apetitosa.
Joe soltó otra carcajada. No podía evitar reírse de las ocurrencias de ____. Hacía demasiado tiempo que no reía de ese modo y, aunque al principio su propia risa le sonaba extraña, tenía que reconocer que lo hacía sentir bien.
—La verdad es que sí tengo hambre.
—Pues ya sabe dónde está la cocina —le dijo ____ cada vez más bajo. Sus ojos no podían apartarse de los labios de ese hombre que la abrazaba, aprisionándola contra su cuerpo musculoso y haciéndola perder el poco control que aún le quedaba sobre sus sentidos.
Joe se acercó a sus labios y ella salió a su encuentro. El beso no tenía nada que ver con el de la noche anterior. Este fue desesperado y febril. Abrieron sus bocas devorándose mutuamente con un ansia apenas contenida. ____ gimió, y Joe le acomodó la cabeza sobre su brazo para poder saquear su boca a placer. Su lengua exigía de ____ una total rendición y ella no dudó en entregarse. Rodeó el cuello de Joe con los brazos, estrechándose aún más a su cuerpo. Enredó los dedos en su pelo y succionó su labio inferior como si fuera el más exquisito de los manjares. Ante esa osadía, Joe lanzó un gruñido de aprobación y sus manos empezaron a moverse por el cuerpo de ____ hasta hacerle sentir que las llamas la consumían. Joe le acarició un pecho por encima del vestido, jugueteando con él hasta que el pezón se endureció rendido a ese dulce tormento. Eso hizo que ____ jadeara en la boca de él y le hiciera perder el escaso control que le quedaba. Un sentimiento de posesión tan antiguo como el principio de los tiempos lo golpeó y lo dejó totalmente perplejo.
En ese momento, ____ le apoyó una mano en el pecho y separó sus labios de los de él, mirándolo como si la pasión que se había apoderado de los dos hacía solo unos segundos nunca hubiese existido.
—Ha estado bien, pero tengo mucho trabajo que hacer, así que si me disculpa.
Antes de que pudiera reaccionar, ____ había salido por la puerta y, si no había visto mal, con una sonrisa en los labios. Sin poder evitar sonreír tuvo que reconocer que ____ era la mujer más fascinante, hermosa e inteligente que había conocido. Ella le había dado mía lección, jaque en su propio terreno, y la admiraba por ello. Sin embargo, la partida no había terminado y ya estaba impaciente por el próximo encuentro. Había intentado engañarlo, pero había visto la pasión que le nublaba la mirada. Su entrega había sido total y eso es lo que más lo había trastornado. Mientras la había tenido en sus brazos, había sentido que ____ no se guardaba nada para sí, se brindaba con una generosidad tal que él había querido embriagarse de ella. No se había saciado y pensaba que jamás podría acabar de hacerlo. Siempre que había estado con una mujer, ambos habían sabido las reglas del juego y nunca una mujer había depositado toda su confianza en él como lo hacía ____. Su inocencia, su sensualidad, habían estado presentes en cada beso, en cada caricia, y él los había sentido como nunca antes. La calidez de ____ estaba penetrando poco a poco en su coraza, empujando con una fuerza imparable. Debía tener cuidado, aunque algo dentro de él le decía que quizá ya fuera tarde.
____ había apelado a todos sus años de preparación para fingir durante unos segundos que los besos de Joe la habían dejado indiferente, cuando la verdad era que apenas podía respirar y sostenerse en pie. Había sido maravilloso y excitante, y había tenido que recurrir a toda su fuerza de voluntad para apartarse de él cuando lo único que hubiese deseado era quedarse entre sus brazos, pero había querido pagarle con la misma moneda y no cambiaría por nada del mundo la cara de incredulidad de Joe cuando lo dejó sin más en el estudio. "Eso le enseñará que conmigo no se juega", se dijo con resolución. Sin embargo, cuando las piernas le flaquearon al subir las escaleras tuvo que admitir la verdad. No podría volver a escapar de sus brazos porque la escasa voluntad que le quedaba había sido aplastada por los besos, por las caricias y por los ojos de Joe.
CAPÍTULO ADICIONAL POR LO QUE TUVIERON QUE ESPERAR ;)
Hope you like it- C
ANDREW BRIGHT MIRABA CON IMPOTENCIA como su gran esperanza de acabar con el pozo de deudas que lo venían acosando desde hacía tiempo se desvanecía entre sus dedos. Tenía sobre la mesa un informe de los investigadores privados que había contratado para encontrar a su hija. Debía haber tomado precauciones, pero ¿quién podía pensar que el ratón asustado que había llegado a su puerta desde Italia tenía en verdad las suficientes agallas como para desafiarlo?
El informe no era muy alentador. Al parecer había pocas pistas. Habían interrogado a los criados y a todos los servicios de carruajes de Londres. Esa noche habían viajado solas más mujeres de las que cabía esperar. Varios cocheros habían llevado a damas a altas horas de la noche, aunque solo tres podían ajustarse a la descripción de ____. La primera había ido a la parte este de la ciudad, otra había alquilado un coche para que la llevara a un pueblo cercano de Londres y la última había terminado su viaje en la posada The Red Rose que estaba a unos kilómetros afuera de la ciudad. Al parecer esa mujer había preguntado por los coches que pasaban por allí con dirección al Norte.
La primera había sido descartada ya que resultó ser una prostituta de lujo. Las otras dos parecían haber desaparecido por arte de magia, pues los hombres todavía no habían localizado a ninguna de las dos.
Últimamente las cosas no le salían nada bien. Por un lado, ____ se había fugado, con lo que frustraba la mejor posibilidad de acabar con sus deudas y volver a entrar en juego. También las cosas iban mal en el negocio en el que había invertido el grueso de sus bienes. Las acciones de la Sea Star, la compañía naviera que antaño había sido la empresa más lucrativa en el sector naviero, cada vez arrojaba ganancias más exiguas debido a la durísima competencia de la compañía de lord Jonas Miller y su socio Richard Flanaghan. Esos jóvenes emprendedores habían monopolizado el mercado sin que la compañía pudiese evitarlo. Como socio mayoritario en la Sea Star, sus pérdidas durante los últimos años constituían el motivo principal de su desastrosa situación financiera. Lo único que le restaba era intentar que las acciones de la compañía subieran y poder venderlas al mejor precio. Pero para ello, la competencia debía sufrir serios reveses. Con ese propósito había contratado a Lacroix, un hombre sin escrúpulos capaz de vender a su hermana por unas monedas. Era un profesional hundiendo empresas molestas y haciendo desaparecer a hombres aun más molestos. A pesar de ello y de tres sabotajes a los barcos de Flanaghan, los navíos de sus competidores seguían siendo los más solicitados. Se le estaba acabando la paciencia y el tiempo. Debía encontrar a ____ antes de que el Duque perdiera su interés, y con ello se esfumará la importante suma de dinero que iría a parar a sus manos, y por otro lado le diría a Lacroix que fuera más creativo porque necesitaba que Flanaghan se hundiera.
Joe la esperaba en el estudio. Eso era lo que le había dicho O'Connell con cara de "si yo fuera usted, saldría corriendo", lo que no hacía nada por tranquilizarla. La noche anterior, después de volver de casa de la señora Fairbank, Joe le deseó las buenas noches y la acompañó hasta su habitación, donde la despidió con un beso abrasador, excitante y abiertamente carnal. Eso le impidió conciliar el sueño hasta el amanecer. Aún no podía entender qué le había sucedido para arrojarse a los brazos de Joe. Era un hombre tremendamente atractivo, de eso no cabía duda, y demasiado perturbador como para no verse afectada por él. Pero de ahí a perder totalmente el control de sus sentidos... Porque eso era lo que había ocurrido. Había sufrido una especie de locura transitoria que la había llevado a comportarse de manera licenciosa y atrevida. No cabía duda de que Joe era un maestro en el arte de la seducción, por lo menos con ella. Solo con mirarla a los ojos hacía que se le doblaran las piernas y que el estómago se le revolviera lleno de mariposas. Se comportaba como una niña que suspira en cada esquina por el príncipe de sus sueños. Y Joe no era ninguna ilusión, sino un hombre de carne y hueso que a pesar de toda su arrogancia y dureza podía ser tierno y encantador, aunque se esforzara continuamente por acallar esas cualidades. Sin embargo, nada justificaba que ella se hubiese dejado enredar en su tela de araña. Sabía que pronto debería abandonar la casa, y si comprometía su corazón más de lo que ya lo estaba, su partida sería muy dolorosa. Además, sabía que, aunque las cosas no fueran como eran, si su vida fuera otra y fuese libre para decidir, Joe no era el tipo de hombre que se comprometería. Eso se deducía claramente de su estilo de vida, por los comentarios de Amelia y Sarah, y por la sonrisa irónica que acudía a sus labios cada vez que alguien le hablaba del amor o de matrimonio. En una ocasión en que Sarah le contó del compromiso de un antiguo amigo de la familia con una joven presentada ese año en sociedad, Joe solo le dijo que esperaba que el pobre no estuviese enamorado. Sin duda, para Joe enamorarse era sinónimo de estupidez. Joe buscaba el placer y, aunque le costara reconocerlo, ella empezaba a entender por qué. Aunque solo había vislumbrado el principio de algo que desconocía, la noche anterior había deseado más, había ansiado alcanzar algo que no entendía, pero que su cuerpo le pedía a gritos. Sin embargo, pensaba que eso solo no bastaba. A ella no le resultaba suficiente porque lo que sentía por Joe iba más allá. Con un fuerte suspiro, salió de su habitación camino al estudio.
Kevin se sentía cada vez más fuerte, aunque todavía le costaba dar un paseo sin que sus pulmones parecieran a punto de explotar. Si todo seguía así, en un mes podrían ir a Londres y, aunque la idea no le apeteciera mucho, se lo debía a Sarah y a Amelia. Sarah podría tener su presentación en sociedad largamente postergada y Amelia podría ver a las viejas amistades que tanto tiempo hacía que no frecuentaba. También podría liberar a su hermano de la carga que se había echado a la espalda desde que él enfermó. Se había hecho cargo de las propiedades, de la contabilidad y de todos los problemas que ello conllevaba. Había estado a cargo de la casa cuidando de todos, incluido él mismo, ya que no se había separado de la familia en ningún momento. Joe podía decir lo que quisiera, pero él lo conocía bien. Había visto su rostro nada más salir de aquella horrible fiebre. Joe le había sonreído, pero no había podido disimular la palidez ni las ojeras de preocupación, que le hacían aparentar al menos diez años más de los que realmente tenía. Él no le había dicho nada, pero Amelia le había contado que lo había acompañado durante su convalecencia y que se había quedado al lado de su cama sin dejar que nadie más permaneciera las noches enteras en vela.
—¿Otra vez haciendo de las tuyas?
Kevin levantó la cabeza ante la voz conocida.
—Buenos días, Amelia.
—No sé si son buenos días —le dijo con un mohín que desmentía su enfado con un brillo de picardía en los ojos.
—¿Sabes que eres encantadora cuando te enfadas?
—Eres igualito a tu hermano. Creéis que con halagos me vais a ablandar, pero yo no me dejo convencer fácilmente. ¿De verdad crees que estoy encantadora?
—La mujer más hermosa.
—Ahí te has pasado, pero qué diablos, me ha gustado oírlo.
Kevin soltó una carcajada.
—¿Has dado un paseo muy largo? —le preguntó Amelia mientras se sentaba junto a él en uno de los bancos de piedra que daban al jardín.
—Una hora.
—Vaya, eso es maravilloso, aunque recuerda que nada de hacer tonterías, ya sabes lo que dijo el médico, poco a poco.
—No te preocupes. Con tantos vigilantes es imposible que haga ningún esfuerzo. Además, ya sabes que soy el hermano formal.
—Sí, si hubiese sido Joe el que hubiese caído, enfermo hubiéramos tenido que atarlo. Ese muchacho es demasiado inquieto. Aunque tengo que reconocer que me ha sorprendido. Parece más tranquilo y sosegado que antes de irse. Claro está que cuando se marchó era solo un muchacho y ahora es un hombre. Lo que no consigo entender es por qué se fue tan precipitadamente.
Kevin miró hacia el frente, pensativo.
—Mi padre quería cosas para él que Joe no compartía, y al ser los dos tan testarudos, sabían que ninguno daría su brazo a torcer frente al otro. Joe tomó la decisión por ambos.
—Sí, pero tanto tiempo... Creí que había sido por una mujer.
Amelia se dio cuenta de que había preguntado demasiado cuando vio endurecerse la mandíbula de Kevin en un gesto de rabia contenida.
—Lo siento, he sido demasiado curiosa, pero ya sabes cómo somos las viejas, nos metemos en todo —le dijo Amelia con una sonrisa.
Kevin la miró con un brillo pícaro en la mirada, sin rastros de esa tensión que momentos antes había sentido.
—No eres vieja, Amelia, si pareces una adolescente.
Amelia soltó una risa mientras pasaba su mano por el brazo de Kevin. Quería a ese muchacho como si fuera su propio hijo.
—No te rías de mí, porque si sigues diciendo esas cosas pensaré que la enfermedad ha hecho algo más que dejarte débil.
—Eso ha sido un golpe bajo.
—Eso es lo que tiene la edad, muchacho, hace que se nos suelte la lengua.
—He decidido que vayamos a Londres dentro de unas semanas —le dijo Kevin cambiando de tema.
—¿Quiénes?
—Los niños, tú y Sarah. Quiero que Sarah disfrute de la temporada social. Ya la ha retrasado suficiente.
Amelia asintió con comprensión.
—¿Y crees que sería conveniente que te sometieras a todo ese ajetreo? Podemos dejarlo para más adelante.
Kevin la miró fijamente.
—Amelia, he estado enfermo, pero no me he muerto. Por Dios, solo tengo treinta y cinco años, y me habláis como si fuera un anciano.
Amelia sonrió abiertamente.
—Solo es que nos preocupamos por ti. Tendemos a protegerte, pero tú haces lo mismo con todos nosotros.
—Eso es distinto.
—Yo diría que no. Ya me callo —dijo después de ver como Kevin alzaba la ceja izquierda.
—¿Le has hablado a Sarah de esto?
—Sí, y me temo que no le hizo mucha ilusión.
—Imagino.
—¿Qué? —pregunto Kev.
—Nada, que digo que es normal. Se ha acostumbrado a la vida del campo a los niños, y ahora la ciudad, Londres, las fiestas y las soirées. Le tiene que dar vértigo —le dijo Amelia intentando morderse la lengua.
—Si solo fuese por eso... —dijo por lo bajo Kev.
—¿Qué? —preguntó Amelia.
—No, que digo que tienes razón, no había pensado en todo eso. Sin embargo puede quedarse recluida aquí para el resto de sus días. Tiene toda una vida por delante y no voy a permitir que la desperdicie.
Amelia calló largo rato después de las palabras de Kevin.
Él tenía toda la razón si no fuera por un pequeño e insignificante detalle que Sarah estaba enamorada de él. Y habría que hacer mucho más que llevarla a Londres para que su sobrina olvidara al que sin duda era el hombre que amaba.
Joe la miraba fijamente, lo que la hacía sentirse vulnerable. Después de la noche anterior, le afectaba el doble ese don con el que parecía poder adivinar los pensamientos de los demás. Ahora más que nunca le recordaba a un depredador que vigila atentamente a su presa antes de convertirla en su cena. Y francamente la situación era preocupante cuando la idea, más que aterrorizarla, la hacía estremecerse.
Joe pareció darse cuenta de su reacción porque frunció el entrecejo.
—A pesar de lo que puedas pensar, no voy a morderte.
____ no pudo sino sonreír, así que él también esbozó una maravillosa sonrisa.
Antes de que pudiera decir nada, Joe avanzó hasta ella y le tomó una mano entre las suyas. Comenzó a acariciarla mientras la miraba a los ojos intentando leer más en ellos de lo que ella quería dejar ver. Sonrojándose a su pesar por el deseo que vio en sus ojos, retiró la mirada, tratando de apartar la mano sin que él se lo permitiera.
—Jamás pensé que fueras tímida —le dijo mientras le levantaba la barbilla con la mano para que volviera a mirarlo.
—Y no lo soy —le dijo ____ alzando el mentón.
Joe tuvo que reprimir otra sonrisa. ____ no sabía disimular sus emociones. Eso era lo que más le gustaba de ella. No era capaz de fingir, de mentir sin que se le notara. Sabía que no le había contado todo acerca de lo que le había ocurrido antes de llegar allí, pero era paciente y con el tiempo sabía que confiaría en él. La noche anterior su rostro había sido un libro abierto. Sabía que se sentía atraída hacia él, como en ese momento, aunque intentara disimularlo con todas sus fuerzas. Su sonrojo no dejaba de ser una agradable sorpresa. Muchas mujeres fingían esa candidez, esa reacción inocente y dulce que a él nunca le había atraído, pero que en ____ le fascinaba. En ella era algo que le despertaba la necesidad de protegerla y de mimarla. Dos cosas que ninguna mujer había provocado en él, pero que últimamente parecían vibrar en su interior cada vez que la tenía cerca. La había picado con lo de su timidez solo para tener la satisfacción de verla reaccionar, y no lo había defraudado. Le encantaba ese genio que iba tan bien con el color de su pelo y que hacía que sus magníficos ojos verdes brillaran ion intensidad. Unos ojos verdes que lo atraían como un imán.
Acercándose más a ella hasta que pudo sentir su aliento en la mejilla, miró atentamente sus labios, que devoraba en su imaginación. Nada le impedía besarla hasta que se rindiera a la verdad, pero quería que ella lo aceptara antes. Sintió que la respiración de ____ se volvía cada vez más trabajosa y que empezaba a balancearse un poco sobre la punta de los pies mirando atentamente sus labios. En ese mismo instante, Joe le soltó la mano y se dio la vuelta como si no hubiese ocurrido nada, con una sonrisa que ella no pudo ver.
____ quedó en primer lugar estupefacta y después enfadada. La había mirado como si fuera la única mujer en la tierra, había logrado que le flaquearan las piernas y que el corazón le palpitara al doble de su ritmo normal, había clavado los ojos en sus labios hasta hacerla sentir tentadora e irresistible, y la había hecho desear que por fin se decidiera a besarla hasta dejarla sin aliento. Había estado a punto de arrojarse en sus brazos y él, ¿qué hacía?, se daba media vuelta como si hubiesen estado hablando del tiempo y la dejaba plantada en medio de la habitación con el cuerpo temblando de la cabeza a los pies. ¡Era un, un...!
—Me gustaría que me dijeras para qué querías verme. Hoy tengo muchas cosas que hacer —le dijo ____ intentando controlarlas ganas de tirarle algo a su bonita cara y borrarle esa expresión de auto complacencia que tenía.
—Quería que habláramos de lo que ocurrió anoche.
____ no pudo disimular otro sonrojo que le hizo arder hasta las mejillas.
—No me refería a eso, aunque también tendremos que hablar de ello —le dijo Joe sin apartar los ojos de los de ella—, pero quiero que me cuentes exactamente lo que sucedió en casa de la señora Fairbank.
____ lo hubiese matado en el mismo momento en que le dijo que sabía que aquello en lo que pensaba era en los besos de la noche anterior. Era un presuntuoso, y en ese instante no podía recordar por qué creía que había sentido algo por él en algún momento. Lo miró con furia sin poder contenerse por más tiempo. Si pensaba que le iba a decir algo de lo que había pasado con Eric Fairbank se equivocaba. Ni con la peor de las torturas le sacaría algo.
—No tengo nada que contarle.
—Pues entonces tenemos un problema, porque no vas a salir de aquí hasta que me des una explicación que me convenza.
____ empezó a dar toquecitos en el suelo con la puntera de su zapato.
—Así están las cosas, ¿eh?
—Exacto —le contestó Joe con gesto intimidatorio.
____ se dio media vuelta para salir de aquella habitación.
—Yo lo pensaría antes de salir, a no ser que quieras que vaya a buscarte y te traiga a la rastra.
____ soltó un bufido por lo bajo que hizo que Joe alzara las dos cejas. ____ cruzó el estudio hasta quedar a escasos centímetros de él, con la barbilla levantada y el ceño fruncido.
—Por si no se ha dado cuenta, milord, soy mayorcita. Si he tenido o tengo algún problema, es solo asunto mío, y en cuanto a lo de anoche, solo tengo que decir que lo resolví y que ya no volverá a ocurrir jamás.
Joe, que estaba descansando sobre el escritorio, se incorporó hasta quedar solo a un suspiro del cuerpo de ____.
—Dejemos una cosa clara, señorita Greyson, usted trabaja en esta casa, y su seguridad mientras así sea es responsabilidad de mi hermano, y mía. Sí algo le ocurre tengo todo el derecho de saberlo y la obligación de cuidar de usted.
—Yo lo eximo de esa responsabilidad —le dijo ____ con la respiración entrecortada no solo por la discusión, sino también por la proximidad del cuerpo de Joe, que la hacía sentirse confusa y aturdida.
—No puedes —le dijo Joe antes de tomarla entre sus brazos—. Eres la mujer más testaruda que he conocido en mi vida.
—Y usted el hombre más engreído y prepotente y...
—¿Seductor?
—Sí —le dijo ____ con una sonrisa—, increíblemente arrogante, sabelotodo, autoritario...
____ calló al escuchar la carcajada de Joe, que la miraba de nuevo con deseo.
—No se atreva a mirarme así.
—¿Cómo?
—Como si tuviera mucha hambre y yo fuera la comida más apetitosa.
Joe soltó otra carcajada. No podía evitar reírse de las ocurrencias de ____. Hacía demasiado tiempo que no reía de ese modo y, aunque al principio su propia risa le sonaba extraña, tenía que reconocer que lo hacía sentir bien.
—La verdad es que sí tengo hambre.
—Pues ya sabe dónde está la cocina —le dijo ____ cada vez más bajo. Sus ojos no podían apartarse de los labios de ese hombre que la abrazaba, aprisionándola contra su cuerpo musculoso y haciéndola perder el poco control que aún le quedaba sobre sus sentidos.
Joe se acercó a sus labios y ella salió a su encuentro. El beso no tenía nada que ver con el de la noche anterior. Este fue desesperado y febril. Abrieron sus bocas devorándose mutuamente con un ansia apenas contenida. ____ gimió, y Joe le acomodó la cabeza sobre su brazo para poder saquear su boca a placer. Su lengua exigía de ____ una total rendición y ella no dudó en entregarse. Rodeó el cuello de Joe con los brazos, estrechándose aún más a su cuerpo. Enredó los dedos en su pelo y succionó su labio inferior como si fuera el más exquisito de los manjares. Ante esa osadía, Joe lanzó un gruñido de aprobación y sus manos empezaron a moverse por el cuerpo de ____ hasta hacerle sentir que las llamas la consumían. Joe le acarició un pecho por encima del vestido, jugueteando con él hasta que el pezón se endureció rendido a ese dulce tormento. Eso hizo que ____ jadeara en la boca de él y le hiciera perder el escaso control que le quedaba. Un sentimiento de posesión tan antiguo como el principio de los tiempos lo golpeó y lo dejó totalmente perplejo.
En ese momento, ____ le apoyó una mano en el pecho y separó sus labios de los de él, mirándolo como si la pasión que se había apoderado de los dos hacía solo unos segundos nunca hubiese existido.
—Ha estado bien, pero tengo mucho trabajo que hacer, así que si me disculpa.
Antes de que pudiera reaccionar, ____ había salido por la puerta y, si no había visto mal, con una sonrisa en los labios. Sin poder evitar sonreír tuvo que reconocer que ____ era la mujer más fascinante, hermosa e inteligente que había conocido. Ella le había dado mía lección, jaque en su propio terreno, y la admiraba por ello. Sin embargo, la partida no había terminado y ya estaba impaciente por el próximo encuentro. Había intentado engañarlo, pero había visto la pasión que le nublaba la mirada. Su entrega había sido total y eso es lo que más lo había trastornado. Mientras la había tenido en sus brazos, había sentido que ____ no se guardaba nada para sí, se brindaba con una generosidad tal que él había querido embriagarse de ella. No se había saciado y pensaba que jamás podría acabar de hacerlo. Siempre que había estado con una mujer, ambos habían sabido las reglas del juego y nunca una mujer había depositado toda su confianza en él como lo hacía ____. Su inocencia, su sensualidad, habían estado presentes en cada beso, en cada caricia, y él los había sentido como nunca antes. La calidez de ____ estaba penetrando poco a poco en su coraza, empujando con una fuerza imparable. Debía tener cuidado, aunque algo dentro de él le decía que quizá ya fuera tarde.
____ había apelado a todos sus años de preparación para fingir durante unos segundos que los besos de Joe la habían dejado indiferente, cuando la verdad era que apenas podía respirar y sostenerse en pie. Había sido maravilloso y excitante, y había tenido que recurrir a toda su fuerza de voluntad para apartarse de él cuando lo único que hubiese deseado era quedarse entre sus brazos, pero había querido pagarle con la misma moneda y no cambiaría por nada del mundo la cara de incredulidad de Joe cuando lo dejó sin más en el estudio. "Eso le enseñará que conmigo no se juega", se dijo con resolución. Sin embargo, cuando las piernas le flaquearon al subir las escaleras tuvo que admitir la verdad. No podría volver a escapar de sus brazos porque la escasa voluntad que le quedaba había sido aplastada por los besos, por las caricias y por los ojos de Joe.
CAPÍTULO ADICIONAL POR LO QUE TUVIERON QUE ESPERAR ;)
Hope you like it- C
Cande Luque
Re: "Un disfraz para una dama" (Joseph & Tú) Terminada
Bueno nena... Aqui tienes una nueva lectora wuju :cheers:
kmsjdcnjdnchdcnjdcfjvmf*gritodeemocion´* amo tu novela
Mas que todo porque es historica romantica y no he podido ncotrar muchas asi!
Porfis porfis siguela AMO TU NOVELA
kmsjdcnjdnchdcnjdcfjvmf*gritodeemocion´* amo tu novela
Mas que todo porque es historica romantica y no he podido ncotrar muchas asi!
Porfis porfis siguela AMO TU NOVELA
Caramelitooo
Re: "Un disfraz para una dama" (Joseph & Tú) Terminada
JAJAJA, bienvenida, gracias por leer! hoy a la tarde o a la noche la sigo :)
Cande Luque
Re: "Un disfraz para una dama" (Joseph & Tú) Terminada
Viste cuando decís, Me encanta, me encanta, me encanta, ME
ENCANTA!!!!
Bueno, eso.
Hhahah. Muchas gracias por subir la nove Cande!!!!! Y más
por ese regalito de un capitulo mas.
Fui una muy fiel seguidora de “Esplendida Pasión”, hubo un
momento en el que me tuve que mudar para irme a la universidad, y no tenia en
ese momento internet. Y estaba como LOCA!, hasta que bueno.. me gastaba todo el
crédito de mi teléfono para leer la novela haha xD. Mis papas me preguntaban cómo
era que se me iba todo el crédito y yo me hacia la boluda e.e hahah xD. Pero
bueno. Viste lo que hace la lectura a una muchacha haha no?¡
i,
ENCANTA!!!!
Bueno, eso.
Hhahah. Muchas gracias por subir la nove Cande!!!!! Y más
por ese regalito de un capitulo mas.
Fui una muy fiel seguidora de “Esplendida Pasión”, hubo un
momento en el que me tuve que mudar para irme a la universidad, y no tenia en
ese momento internet. Y estaba como LOCA!, hasta que bueno.. me gastaba todo el
crédito de mi teléfono para leer la novela haha xD. Mis papas me preguntaban cómo
era que se me iba todo el crédito y yo me hacia la boluda e.e hahah xD. Pero
bueno. Viste lo que hace la lectura a una muchacha haha no?¡
i,
Augustinesg
Re: "Un disfraz para una dama" (Joseph & Tú) Terminada
AJAJAJAJAJAJA, GRACIAS, EN SERIO, POR LEER Y SER UNA FIEL SEGUIDORA. Sí, las veces que me habrá pasado, soy una obsesionada por leer, jajaa. Los libros y las novelas son mi vida. Bueno, espero que hoy a la tarde pueda subir y andá a saber si no subo dos caps (?) jajaaj.
Cande Luque
Re: "Un disfraz para una dama" (Joseph & Tú) Terminada
Awww!! Genia!!
Somos dos, apasionadas por la lectura... no seremos de marte o de algun otro planeta? haha xD La gente comun no suele leer tanto hahah
Gracias encerio!!
Voy a esperar el cap o.o haha xD
Somos dos, apasionadas por la lectura... no seremos de marte o de algun otro planeta? haha xD La gente comun no suele leer tanto hahah
Gracias encerio!!
Voy a esperar el cap o.o haha xD
Augustinesg
Re: "Un disfraz para una dama" (Joseph & Tú) Terminada
Waaaa ya tenia tiempo sin pasarme
Y quiero que sepas que me encanta tu nove
Plis SIGUELA!!!
Y quiero que sepas que me encanta tu nove
Plis SIGUELA!!!
Karli Jonas
Re: "Un disfraz para una dama" (Joseph & Tú) Terminada
JAJA, gracias chicas, sí, seremos de marte ;P Bueno ayer no subí porque mi querido hermanito invadió la compu, ajjaa. Ahora va cap.
Cande Luque
Re: "Un disfraz para una dama" (Joseph & Tú) Terminada
Capítulo 17
—¡AJÁ! —exclamó Anthony con el parche de pirata en el ojo y un trozo de madera atado a la rodilla como pata de palo. —¿Os rendís, miserable?
—Tendréis que acabar conmigo antes de que yo os entregue mi navío —contestó ____ con una mirada penetrante mientras se alisaba con los dedos el gran bigote que se había puesto.
—Si así lo deseáis, con sumo placer os haré picadillo.
—Pero, Tony, tú eres el malo, no puedes ganar. ____ tiene que salvarme porque yo soy la princesa —dijo Lizzy con un mohín encantador.
—No te preocupes, Lizzy, ____ le dará un buen escarmiento a nuestro hermano —le dijo Margareth mientras alzaba a la pequeña y la sentaba sobre su regazo.
____ estaba encantada con el cambio que Margareth había dado en unas semanas. El mérito no era suyo ni mucho menos, pero si en algo había contribuido a que los ojos de la niña no reflejaran tanta preocupación y a que su risa fuera más frecuente, entonces se daba más que por satisfecha.
—Este bribón se cree que puede vencerme, pero no sabe quién soy yo —le dijo ____ a Anthony con voz grave y fuerte acento francés.
Anthony sacó un palo de madera de una cuerda que tenía atada a la cintura, simulando que era una espada.
—De acuerdo, déjese de tanta palabrería y desenvaine su espada milord —dijo Anthony con ironía.
____ sacó también su espada y ambos se enzarzaron en un baile de pies aparentando que luchaban bravamente por salvar su vida.
Las espadas chocaban entre sí mientras los gritos de Lizzy para animar a ____ hacían que Margareth riera estrepitosamente.
Joe que subía a su habitación después de pasar la mañana inspeccionando unas tierras de la propiedad, oyó la risa de su sobrina y la curiosidad pudo con él. Nada lo había preparado para el espectáculo con el que se encontró. La pequeña Lizzy saltaba sobre su hermana animando a ____ a que ganara lo que parecía ser una lucha entre su sobrino pirata Y una mujer con el bigote más enorme que había visto en su vida. A pesar del sombrero y de la indumentaria, estaba más hermosa que nunca. Concentrada en los envites de su sobrino, intentaba mantenerse seria, aunque no lo conseguía.
—Rendiros, no tenéis nada que hacer contra mí —dijo Anthony con una sonrisa radiante y lanzando una estocada al cuerpo de ____.
—Nunca subestiméis a un adversario —le dijo ____ mientras eludía la estocada con su cuerpo, y Anthony caía hacia delante. —La verdad, pirata, no tengo todo el día.
—Oh —exclamó Lizzy con los ojos como platos.
—Esto te va a costar caro, francés —le dijo Anthony.
Una carcajada hizo que todos se quedaran inmóviles y volvieran la vista hacia la puerta.
____ se quitó de un tirón el bigote cuando vio de quién se trataba.
—No por favor, no te lo quites —le dijo Joe todavía riendo. Te favorece mucho.
____ frunció el entrecejo aún más, con lo que Joe disfrutó de lo lindo.
—¡Tío Joe! —dijo Lizzy levantando los brazos hacia él.
Joe tomó a la niña mientras esta no paraba de parlotear.
—____ es un caballero y yo soy la princesa a la que tiene que salvar, y Anthony —dijo poniendo cara de asco— es un pirata malo que me tiene prisionera.
—¿Y quién es Margareth?
—Es mi dama de compañía.
—Ah, pues claro, una princesa no puede ir sin dama de compañía —le dijo Joe mientras le guiñaba un ojo.
Lizzy asintió con la cabeza aprobando el razonamiento de su tío.
—¿Desea algo? —le preguntó ____ con los dientes apretados.
—No, solo sentía curiosidad por las lecciones de mis sobrinos.
—No estamos dando clase en este momento, la tarde la tienen libre y nos estábamos divirtiendo.
—Eso ya lo veo —le dijo Joe con una intensa mirada que la hizo sonrojarse.
—Tío Joe, ¿por qué no te quedas con nosotros? íbamos a ir a dar un paseo hasta el lago. Podrías acompañarnos —le dijo Margareth con una sonrisa que iluminó por completo la cara de la niña.
—Imagino que tu tío estará muy ocupado —se apresuró a decir ____.
—La verdad es que ahora no se me ocurre nada que me apetezca más que ir a dar ese paseo —le dijo Joe con un tono de advertencia, en un claro desafío a que ____ lo contradijera.
—Estupendo —dijo Anthony mientras se quitaba la pata de palo.
—Entonces nos vemos en el vestíbulo dentro de media hora —dijo Joe, y ____ volvió a fruncir el ceño—. Señorita Greyson, me gustaría cambiarme si no es mucho pedir. He estado todo el día fuera.
—Claro —le contestó ____ sonrojándose. Iba a tener que empezar a controlar esos sonrojos. Joe la miraba con una chispa de picardía—. Lo estaremos esperando abajo —le dijo ____ intentando apartarse de la cabeza la imagen de lo que sería Joe cambiándose. Sus fantasías le jugaban malas pasadas sin que pudiera evitarlo, y eso estaba empezando a ser un serio problema.
Media hora después, tal y como habían quedado, iban camino al lago. Los niños, sonrientes; Joe, despreocupado y ____, más que furiosa, y todo por culpa de ese hombre arrogante que la desarmaba con solo mirarla. Cuando veía esos ojos posados en ella, sentía que las piernas le fallaban, que el aire le faltaba en los pulmones y que toda su templanza desaparecía como por arte de magia. Era como dar vueltas sobre sí misma, cada vez más aprisa, hasta perder el dominio de los sentidos, sin poder determinar a dónde iba ni cómo detenerse.
—No se te ve muy contenta, ¿acaso te disgusta que haya venido? —le dijo Joe con una media sonrisa que la puso aún más furiosa. No le iba a dar el gusto de que creyera que influía en su estado de ánimo.
—La verdad es que me da exactamente igual.
—¿Sabes?, no se te da nada bien mentir.
Los niños iban varios metros por delante de ellos, por lo que ____ podía hablar sin tapujos.
—¿Y cómo ha llegado a esa conclusión? ¡Ahí, ya lo sé. Se cree tan encantador e irresistible que ninguna mujer podría evitar la tentación de estar en su compañía. Pues déjeme que le aclare una cosa, yo no soy ese tipo de mujer.
—Es cierto, y eso es lo que más me gusta —le dijo Joe totalmente serio.
____ sintió sus ojos fijos en ella. Algo en su interior le gritaba que no lo mirara, pero no pudo evitarlo. La promesa que vio en ellos la dejó sin aliento. Estaban cargados de una emoción primitiva y salvaje que la hizo temblar de la cabeza a los pies. Tuvo que admitir que de nuevo lo había hecho. La había dejado sin aliento con tan solo unas palabras. ____ intentó buscar algún tema de conversación que le hiciera olvidar lo que acababa de decirle.
—Su hermano está cada vez mejor. Imaginó que pronto retomará sus obligaciones y usted podrá volver a las suyas.
—¿Ya quiere deshacerse de mí?
—No, yo... Oh, ya sabe a lo que me refiero.
—Sí, lo sé —le dijo Joe con una sonrisa—. Kev está casi recuperado. Está ansioso por volver a tomar las riendas y si no lo ha hecho antes es porque Amelia y Sarah aún están preocupadas por una posible recaída. Sin embargo, no creo que tarde mucho, y sí, pronto volveré a mis asuntos. Mi hermano quiere ir a Londres dentro de unas semanas. Yo me quedaré allí después de que ellos vuelvan.
Joe se dio cuenta de que ____ se había parado en seco cuando no la vio a su lado. Al mirarla, estaba pálida y parecía angustiada.
—¿Qué te ocurre?
____ se giró hacia Joe y vio el gesto de preocupación que tenía en el rostro. Cuando mencionó lo de Londres había sentido como si le hubieran dado un golpe seco en la boca del estómago. Tan solo unas semanas... ¿Cuántas? Dos, tres, ¿un mes? —Nada, estoy bien.
—No me mientas, ____, estás pálida.
—No, de verdad, solo ha sido un pequeño mareo, pero ya estoy bien.
A ____ le resultaba una carga tener que fingir, pero no podía hacer otra cosa. No podía decirle que lo que la había puesto así era la idea de tener que dejarlos tan pronto, porque era imposible que se quedara con ellos en Londres.
Joe la ayudó a sentarse debajo de un árbol mientras le decía a sus sobrinos que no se alejaran de su vista. Después tomó asiento junto a ella mirándola sin que la preocupación desapareciera del todo de su rostro. Mientras los niños jugaban a unos metros ofreciéndoles cierta intimidad, ____ trataba de tranquilizarse después de saber con certeza que pronto estaría lejos de ellos.
—¿Estás segura de que te encuentras bien? —le preguntó Joe en un tono de voz que hasta a él le resultó duro.
—Sí —le dijo ____ con una media sonrisa.
Esa era otra de las cosas que había descubierto de Joe y que le extraño que pareciera no la había sorprendido. A pesar de su apariencia externa de total indiferencia, estaba claro que era de todo menos indiferente ante lo que sucedía a su alrededor y a las personas que lo rodeaban. Su preocupación por su hermano, por sus sobrinos, por Sarah y Amelia, y por ella misma, no hacía más que evidenciar su naturaleza protectora, algo que la hacía sentir segura y creaba en su interior un anhelo absurdo e infantil. En ese momento hubiese querido que la rodeara con sus brazos, hubiese deseado apoyar la cabeza en su pecho y cerrar los ojos a todo el torbellino que sentía en su interior, al irracional pánico que se apoderaba de ella cada vez que pensaba en no volver a verlo.
Joe hubiese dado una fortuna por saber qué era lo que estaba pensando ____ en ese momento. Había visto como un sinfín de emociones cruzaban por sus hechiceros ojos verdes, que le hacían perder el aliento cada vez que lo miraban. Sabía que algo le ocultaban. No le había pasado inadvertida su reacción al decir que irían a Londres. Fuera lo que fuese que estaba ocultando, tenía origen en la ciudad. Quizá fuera ese hombre del que le habló, aquel que había intentado seducirla a la fuerza. Tenía que hacerle comprender que nada le sucedería mientras estuviese con él. Que no dejaría que nadie jamás volviera a hacerle daño.
____ vio un brillo de diversión en los ojos de él.
—¿En qué está pensando?
—Me estaba acordando de la primera vez que la vi. Si alguien me hubiese dicho que la misma mujer estirada de ese día jugaría con mis sobrinos a piratas y princesas totalmente disfrazada, pegando saltos mientras simulaba batirse a duelo con una espada de palo, lo hubiese mandado directamente al manicomio.
—No he cambiado tanto —le dijo ____ frunciendo el ceño.
—Sí, eso es verdad. Sigue siendo una gruñona sabelotodo.
____ lo sacudió de el brazo antes de pensarlo dos veces, y Joe rió por lo bajo.
—Bueno, ¿y qué me dice de usted? Yo tampoco me hubiese imaginado que el hombre maleducado y grosero que conocí ese día pudiese tener alguna cualidad aceptable —le dijo pronunciando entre dientes el final de la frase.
—¿Y puedo preguntar a qué cualidades se refiere?
—Ya sabía yo que iba a preguntar eso —dijo ____ apenas en un susurro.
Joe soltó una carcajada.
—¿Le parezco graciosa?
—No, para nada —le dijo Joe sin poder evitar soltar Otra carcajada.
—¡Sabe lo que le digo, que se olvide de que tiene alguna cualidad aceptable, porque la verdad es que no tiene ninguna!
En ese momento, Joe aullaba de risa. Sus sobrinos se habían acercado a ver qué era lo que ocurría y lo miraban boquiabiertos, sonriendo también como si nunca hubiesen visto nada igual.
Parte del enfado de ____ se esfumó en ese mismo instante. Antes de saber por qué, estaba riendo junto a los niños y Joe.
La tarde pasó más rápido de lo que hubiese querido. Antes de darse cuenta, va estaban de regreso. Sin embargo, Joe la sorprendió pidiéndole que diera una vuelta con él por los jardines mientras los niños entraban en la casa.
—Pensé que estaría harto de mi compañía después de esta tarde —le dijo ____ con una sonrisa.
Joe la miró fijamente mientras rodeaban el extremo de la casa dirigiéndose a los rosales que tía Amelia cuidaba tan celosamente.
—¿Está buscando un halago, señorita Greyson?
¡Dios!, ese hombre conseguía sacarla de quicio en solo dos segundos. ¿Cómo podía pensar que buscaba que la alabaran? Quizá ese era el tipo de mujer al que él estaba habituado. Frívola y superficial, pero ella no iba a seguirle el juego.
—Creo que ya hemos terminado el paseo, milord —le dijo con toda la calma que pudo. Luego dio media vuelta y con determinación inició su regreso a la casa. Sin embargo, no llegó muy lejos porque cuando había dado tan solo dos pasos Joe la retuvo por el brazo.
—Suélteme o no respondo de mí.
—¿Por qué se ha enojado tanto?
—Ni usted puede ser tan tonto.
—Vaya, ya decía yo que estaba tardando en aparecer su encanto natural —le dijo con una sonrisa mientras la asía por los brazos y quedaban a escasos centímetros de distancia uno de otro.
—¿Pero qué se ha...?
No pudo acabar la frase. Joe la acalló con su boca, apretándola contra él como si en ello le fuera la vida.
—¿Ni siquiera sabes reconocer una broma, verdad? —le preguntó Joe dándole solo respiro para volver a besarla y esta vez sin compasión. ____ ya no podía recordar por qué estaba tan enfadada. Para ser sincera, ni se acordaba dónde estaba. Solo era consciente de la boca de Joe, de su lengua abrasadora que la hacía estremecer y de su cuerpo duro y musculoso que parecía tocar cada centímetro de ella. Gimió sin que nada pudiera hacer por acallarlo. En ese preciso instante nada le importaba más que permanecer entre sus brazos.
Joe estaba a punto de perder el control. Esa mujer lo enfurecía, lo hacía reír y le hacía arder la sangre, más de lo que ninguna mujer había conseguido nunca. Hacía todo lo posible por sacarla de su cabeza para después encontrarse siguiendo cada uno de sus pasos, deseando, aunque solo fuera, verla a la distancia. Parecía un crío enamorado incapaz de dejar de soñar. No sabía cómo lo había logrado, ni cuándo, pero se le había metido en la sangre, corriendo por sus venas cada minuto del día y de la noche. La maldecía a cada instante por convertir todo su cinismo en una gran mentira. Pero qué suave era... Encajaba perfectamente en sus brazos y le era prácticamente imposible soltarla cuando por fin la tenía entre ellos.
Cuando apenas era un muchacho, se había hecho una promesa. No confiar jamás en una mujer. Sin embargo, le había sucedido una vez y le había cambiado la vida para dejarle algo más que su orgullo herido. Le había robado los últimos años de su padre, su estima y la posibilidad de hacer las paces con él antes de que muriera. Toda la rabia que sintió ante las mentiras de Elinor la volvió contra su padre, porque las había creído. Después ya fue demasiado tarde. Durante todos los años transcurridos desde entonces, había alimentado su cinismo sobre el amor anulando ese sentimiento, enorgulleciéndose de ello. Simplemente no quería ese sentimiento para él y lo había rehuido sin que fuera un gran esfuerzo. En cambio, ____ estaba siendo todo un desafío. A pesar de su determinación, se encontraba rendido ante su encanto. Anhelaba su sonrisa, su ceño fruncido, el modo que tenía de aferrarse el vestido con el puño cuando la sacaba de quicio, su voz sensual y profunda cuando pronunciaba su nombre, sus labios carnosos y sobre todo sus hechiceros ojos verdes, capaces de expresar en un instante toda la gama de emociones existentes. Le encantaba lo que veía en ellos cuando lo miraban. Eso lo había perturbado más que cualquier mirada sensual de la mujer más experimentada. Ahora lo estaba volviendo loco con su perfume, con su sabor dulce e inocente. Ella le rodeó el cuello con los brazos, jugueteando con su cabello sin tener conciencia de que eso prácticamente lo estaba matando. Su lengua rozó tímidamente la suya cuando profundizó el beso e hizo que el suspiro de placer que escuchó en ____ provocara un gruñido de deseo en el.
____ sabía que debía detener aquello, pero no tenía fuerzas para hacerlo. Las rodillas prácticamente no la sostenían. Estaba perdida, absolutamente perdida. En ese momento, ni siquiera un terremoto hubiese podido apartarla de él. La mano de Joe sobre su espalda y su cintura la quemaban a través del vestido y solo podía desear que esa tela que se interponía entre ellos desapareciera. Quería desesperadamente sentir ese fuego sobre su piel.
Joe acabó el beso y le dejó una sensación de pérdida difícil de ignorar. Aquel no era el momento ni el lugar, pero si lo que había ocurrido entre ellos le dejaba algo claro era que esa no iba a ser la última vez que ocurriera.
Algo primitivo y salvaje corría por sus venas, solo atemperado por la ternura inesperada que ____ despertaba en su interior y que lo empujaba a protegerla y cuidarla sin que nada pudiera hacer por evitarlo. Se había dado cuenta de ello el día de la fiesta en casa de los Fairbank. Había sentido una furia ciega al verla después de que alguien, por mucho que ella quisiera negarlo, la hubiese molestado. Hubiese deseado golpear al que la había perturbado y, aunque no había insistido, eso era un asunto pendiente, algo que tarde o temprano averiguaría. No sabía cómo, pero la institutriz que en un principio lo había enfurecido se había deslizado bajo su sólido escudo y sin previo aviso estaba derribando una a una sus defensas.
En ese instante, los dos tenían la respiración entrecortada mientras se miraban a los ojos como si no hubiera nada más a su alrededor, solo ellos dos.
—Esto no puede volver a ocurrir —dijo ____ en un susurro, rompiendo así el hechizo que parecía haber caído sobre los dos.
Joe endureció su mandíbula.
—Sabes que esto es inevitable. No lo niegues.
____ deseaba gritarle que no, pero sabía que decir eso sería una gran mentira. No podía mirarlo a los ojos porque si lo hacía no sería capaz de hablar con sensatez.
—Yo no puedo negar que me siento atraída, pero no por ello puedo permitir que siga ocurriendo.
Joe la tomó de la barbilla con suavidad y ternura, para que no pudiera seguir evitando su mirada, y sintió que su determinación flaqueaba por momentos.
—¿De qué tienes miedo? —le dijo mientras le acariciaba la mejilla con la mano haciendo que todo su cuerpo se estremeciera.
—De caer precisamente en aquello que siempre he tratado de evitar.
Un destello de furia cruzó por los ojos de Joe.
—¿Crees que soy de los que seducen a sus empleadas, aprovechándose de ellas para desentenderse después?
____ escuchó la frialdad con la que había pronunciado esas palabras. Sabía que podía decirle que sí, que pensaba lo peor de él y con ello conseguir levantar un muro entre ambos, pero no podía pronunciar esas palabras. Algo en su interior le decía que al igual que Joe no le entregaría su amor, tampoco le haría daño deliberadamente.
—No, no lo creo —le dijo ____ pudiendo sentir en sus palabras una nota de derrota—, y eso es lo peor. Si fuera uno de esos hombres entonces sabría cómo enfrentarlo, pero ante esto no sé cómo defenderme.
Al ver la expresión de ____ al decir esas palabras, Joe maldijo por lo bajo. ¿En qué estaba pensando?, le había asegurado que estaría segura, a salvo de los hombres que se aprovechaban de la vulnerabilidad de sus empleadas, y allí estaba él, enfurecido por no poder tener aquello que tanto deseaba. Ni siquiera sabía cómo había llegado a ese estado, en el que necesitaba tenerla tanto o más que el aire que respiraba. Aquello de lo que tan concienzudamente había escapado lo había atrapado como una araña en su tela. No podía ceder ante ese impulso, ante esa mujer, ante aquello que sentía y que no quería escuchar. Lo mejor para ambos era olvidar lo que había ocurrido. Olvidar la atracción que los envolvía cada vez que estaban cerca.
—Creo que esto ha llegado demasiado lejos —le dijo Joe con firme determinación—. No era mi intención ponerte en una situación incómoda. No volverá a pasar. Y ahora será mejor que vayamos dentro. Empieza a hacer frío aquí fuera.
____ levantó la cabeza al escuchar sus palabras. Algo había cambiado en él. Su mirada era fría y la sonrisa de su boca aún más fría.
____ lo siguió hasta el interior de la casa, repitiéndose una vez tras otra que era mejor así, que seguir involucrándose con él solo hubiese hecho más difícil su partida, que el conde de Ashford era un hombre magnífico, encantador y maravilloso, pero que nunca la amaría. Que tras su marcha a Londres, ella desaparecería de su vida para volver a Venecia, a su casa, a su propia vida, y que sería unía locura entregarle más de lo que ya le había entregado. Sin embargo, pese a todas estas razones, no pudo evitar que un hondo pesar se le instalara en el pecho y le dejara una sensación de pérdida. Se había enamorado de un hombre con el que jamás podría estar.
—¡AJÁ! —exclamó Anthony con el parche de pirata en el ojo y un trozo de madera atado a la rodilla como pata de palo. —¿Os rendís, miserable?
—Tendréis que acabar conmigo antes de que yo os entregue mi navío —contestó ____ con una mirada penetrante mientras se alisaba con los dedos el gran bigote que se había puesto.
—Si así lo deseáis, con sumo placer os haré picadillo.
—Pero, Tony, tú eres el malo, no puedes ganar. ____ tiene que salvarme porque yo soy la princesa —dijo Lizzy con un mohín encantador.
—No te preocupes, Lizzy, ____ le dará un buen escarmiento a nuestro hermano —le dijo Margareth mientras alzaba a la pequeña y la sentaba sobre su regazo.
____ estaba encantada con el cambio que Margareth había dado en unas semanas. El mérito no era suyo ni mucho menos, pero si en algo había contribuido a que los ojos de la niña no reflejaran tanta preocupación y a que su risa fuera más frecuente, entonces se daba más que por satisfecha.
—Este bribón se cree que puede vencerme, pero no sabe quién soy yo —le dijo ____ a Anthony con voz grave y fuerte acento francés.
Anthony sacó un palo de madera de una cuerda que tenía atada a la cintura, simulando que era una espada.
—De acuerdo, déjese de tanta palabrería y desenvaine su espada milord —dijo Anthony con ironía.
____ sacó también su espada y ambos se enzarzaron en un baile de pies aparentando que luchaban bravamente por salvar su vida.
Las espadas chocaban entre sí mientras los gritos de Lizzy para animar a ____ hacían que Margareth riera estrepitosamente.
Joe que subía a su habitación después de pasar la mañana inspeccionando unas tierras de la propiedad, oyó la risa de su sobrina y la curiosidad pudo con él. Nada lo había preparado para el espectáculo con el que se encontró. La pequeña Lizzy saltaba sobre su hermana animando a ____ a que ganara lo que parecía ser una lucha entre su sobrino pirata Y una mujer con el bigote más enorme que había visto en su vida. A pesar del sombrero y de la indumentaria, estaba más hermosa que nunca. Concentrada en los envites de su sobrino, intentaba mantenerse seria, aunque no lo conseguía.
—Rendiros, no tenéis nada que hacer contra mí —dijo Anthony con una sonrisa radiante y lanzando una estocada al cuerpo de ____.
—Nunca subestiméis a un adversario —le dijo ____ mientras eludía la estocada con su cuerpo, y Anthony caía hacia delante. —La verdad, pirata, no tengo todo el día.
—Oh —exclamó Lizzy con los ojos como platos.
—Esto te va a costar caro, francés —le dijo Anthony.
Una carcajada hizo que todos se quedaran inmóviles y volvieran la vista hacia la puerta.
____ se quitó de un tirón el bigote cuando vio de quién se trataba.
—No por favor, no te lo quites —le dijo Joe todavía riendo. Te favorece mucho.
____ frunció el entrecejo aún más, con lo que Joe disfrutó de lo lindo.
—¡Tío Joe! —dijo Lizzy levantando los brazos hacia él.
Joe tomó a la niña mientras esta no paraba de parlotear.
—____ es un caballero y yo soy la princesa a la que tiene que salvar, y Anthony —dijo poniendo cara de asco— es un pirata malo que me tiene prisionera.
—¿Y quién es Margareth?
—Es mi dama de compañía.
—Ah, pues claro, una princesa no puede ir sin dama de compañía —le dijo Joe mientras le guiñaba un ojo.
Lizzy asintió con la cabeza aprobando el razonamiento de su tío.
—¿Desea algo? —le preguntó ____ con los dientes apretados.
—No, solo sentía curiosidad por las lecciones de mis sobrinos.
—No estamos dando clase en este momento, la tarde la tienen libre y nos estábamos divirtiendo.
—Eso ya lo veo —le dijo Joe con una intensa mirada que la hizo sonrojarse.
—Tío Joe, ¿por qué no te quedas con nosotros? íbamos a ir a dar un paseo hasta el lago. Podrías acompañarnos —le dijo Margareth con una sonrisa que iluminó por completo la cara de la niña.
—Imagino que tu tío estará muy ocupado —se apresuró a decir ____.
—La verdad es que ahora no se me ocurre nada que me apetezca más que ir a dar ese paseo —le dijo Joe con un tono de advertencia, en un claro desafío a que ____ lo contradijera.
—Estupendo —dijo Anthony mientras se quitaba la pata de palo.
—Entonces nos vemos en el vestíbulo dentro de media hora —dijo Joe, y ____ volvió a fruncir el ceño—. Señorita Greyson, me gustaría cambiarme si no es mucho pedir. He estado todo el día fuera.
—Claro —le contestó ____ sonrojándose. Iba a tener que empezar a controlar esos sonrojos. Joe la miraba con una chispa de picardía—. Lo estaremos esperando abajo —le dijo ____ intentando apartarse de la cabeza la imagen de lo que sería Joe cambiándose. Sus fantasías le jugaban malas pasadas sin que pudiera evitarlo, y eso estaba empezando a ser un serio problema.
Media hora después, tal y como habían quedado, iban camino al lago. Los niños, sonrientes; Joe, despreocupado y ____, más que furiosa, y todo por culpa de ese hombre arrogante que la desarmaba con solo mirarla. Cuando veía esos ojos posados en ella, sentía que las piernas le fallaban, que el aire le faltaba en los pulmones y que toda su templanza desaparecía como por arte de magia. Era como dar vueltas sobre sí misma, cada vez más aprisa, hasta perder el dominio de los sentidos, sin poder determinar a dónde iba ni cómo detenerse.
—No se te ve muy contenta, ¿acaso te disgusta que haya venido? —le dijo Joe con una media sonrisa que la puso aún más furiosa. No le iba a dar el gusto de que creyera que influía en su estado de ánimo.
—La verdad es que me da exactamente igual.
—¿Sabes?, no se te da nada bien mentir.
Los niños iban varios metros por delante de ellos, por lo que ____ podía hablar sin tapujos.
—¿Y cómo ha llegado a esa conclusión? ¡Ahí, ya lo sé. Se cree tan encantador e irresistible que ninguna mujer podría evitar la tentación de estar en su compañía. Pues déjeme que le aclare una cosa, yo no soy ese tipo de mujer.
—Es cierto, y eso es lo que más me gusta —le dijo Joe totalmente serio.
____ sintió sus ojos fijos en ella. Algo en su interior le gritaba que no lo mirara, pero no pudo evitarlo. La promesa que vio en ellos la dejó sin aliento. Estaban cargados de una emoción primitiva y salvaje que la hizo temblar de la cabeza a los pies. Tuvo que admitir que de nuevo lo había hecho. La había dejado sin aliento con tan solo unas palabras. ____ intentó buscar algún tema de conversación que le hiciera olvidar lo que acababa de decirle.
—Su hermano está cada vez mejor. Imaginó que pronto retomará sus obligaciones y usted podrá volver a las suyas.
—¿Ya quiere deshacerse de mí?
—No, yo... Oh, ya sabe a lo que me refiero.
—Sí, lo sé —le dijo Joe con una sonrisa—. Kev está casi recuperado. Está ansioso por volver a tomar las riendas y si no lo ha hecho antes es porque Amelia y Sarah aún están preocupadas por una posible recaída. Sin embargo, no creo que tarde mucho, y sí, pronto volveré a mis asuntos. Mi hermano quiere ir a Londres dentro de unas semanas. Yo me quedaré allí después de que ellos vuelvan.
Joe se dio cuenta de que ____ se había parado en seco cuando no la vio a su lado. Al mirarla, estaba pálida y parecía angustiada.
—¿Qué te ocurre?
____ se giró hacia Joe y vio el gesto de preocupación que tenía en el rostro. Cuando mencionó lo de Londres había sentido como si le hubieran dado un golpe seco en la boca del estómago. Tan solo unas semanas... ¿Cuántas? Dos, tres, ¿un mes? —Nada, estoy bien.
—No me mientas, ____, estás pálida.
—No, de verdad, solo ha sido un pequeño mareo, pero ya estoy bien.
A ____ le resultaba una carga tener que fingir, pero no podía hacer otra cosa. No podía decirle que lo que la había puesto así era la idea de tener que dejarlos tan pronto, porque era imposible que se quedara con ellos en Londres.
Joe la ayudó a sentarse debajo de un árbol mientras le decía a sus sobrinos que no se alejaran de su vista. Después tomó asiento junto a ella mirándola sin que la preocupación desapareciera del todo de su rostro. Mientras los niños jugaban a unos metros ofreciéndoles cierta intimidad, ____ trataba de tranquilizarse después de saber con certeza que pronto estaría lejos de ellos.
—¿Estás segura de que te encuentras bien? —le preguntó Joe en un tono de voz que hasta a él le resultó duro.
—Sí —le dijo ____ con una media sonrisa.
Esa era otra de las cosas que había descubierto de Joe y que le extraño que pareciera no la había sorprendido. A pesar de su apariencia externa de total indiferencia, estaba claro que era de todo menos indiferente ante lo que sucedía a su alrededor y a las personas que lo rodeaban. Su preocupación por su hermano, por sus sobrinos, por Sarah y Amelia, y por ella misma, no hacía más que evidenciar su naturaleza protectora, algo que la hacía sentir segura y creaba en su interior un anhelo absurdo e infantil. En ese momento hubiese querido que la rodeara con sus brazos, hubiese deseado apoyar la cabeza en su pecho y cerrar los ojos a todo el torbellino que sentía en su interior, al irracional pánico que se apoderaba de ella cada vez que pensaba en no volver a verlo.
Joe hubiese dado una fortuna por saber qué era lo que estaba pensando ____ en ese momento. Había visto como un sinfín de emociones cruzaban por sus hechiceros ojos verdes, que le hacían perder el aliento cada vez que lo miraban. Sabía que algo le ocultaban. No le había pasado inadvertida su reacción al decir que irían a Londres. Fuera lo que fuese que estaba ocultando, tenía origen en la ciudad. Quizá fuera ese hombre del que le habló, aquel que había intentado seducirla a la fuerza. Tenía que hacerle comprender que nada le sucedería mientras estuviese con él. Que no dejaría que nadie jamás volviera a hacerle daño.
____ vio un brillo de diversión en los ojos de él.
—¿En qué está pensando?
—Me estaba acordando de la primera vez que la vi. Si alguien me hubiese dicho que la misma mujer estirada de ese día jugaría con mis sobrinos a piratas y princesas totalmente disfrazada, pegando saltos mientras simulaba batirse a duelo con una espada de palo, lo hubiese mandado directamente al manicomio.
—No he cambiado tanto —le dijo ____ frunciendo el ceño.
—Sí, eso es verdad. Sigue siendo una gruñona sabelotodo.
____ lo sacudió de el brazo antes de pensarlo dos veces, y Joe rió por lo bajo.
—Bueno, ¿y qué me dice de usted? Yo tampoco me hubiese imaginado que el hombre maleducado y grosero que conocí ese día pudiese tener alguna cualidad aceptable —le dijo pronunciando entre dientes el final de la frase.
—¿Y puedo preguntar a qué cualidades se refiere?
—Ya sabía yo que iba a preguntar eso —dijo ____ apenas en un susurro.
Joe soltó una carcajada.
—¿Le parezco graciosa?
—No, para nada —le dijo Joe sin poder evitar soltar Otra carcajada.
—¡Sabe lo que le digo, que se olvide de que tiene alguna cualidad aceptable, porque la verdad es que no tiene ninguna!
En ese momento, Joe aullaba de risa. Sus sobrinos se habían acercado a ver qué era lo que ocurría y lo miraban boquiabiertos, sonriendo también como si nunca hubiesen visto nada igual.
Parte del enfado de ____ se esfumó en ese mismo instante. Antes de saber por qué, estaba riendo junto a los niños y Joe.
La tarde pasó más rápido de lo que hubiese querido. Antes de darse cuenta, va estaban de regreso. Sin embargo, Joe la sorprendió pidiéndole que diera una vuelta con él por los jardines mientras los niños entraban en la casa.
—Pensé que estaría harto de mi compañía después de esta tarde —le dijo ____ con una sonrisa.
Joe la miró fijamente mientras rodeaban el extremo de la casa dirigiéndose a los rosales que tía Amelia cuidaba tan celosamente.
—¿Está buscando un halago, señorita Greyson?
¡Dios!, ese hombre conseguía sacarla de quicio en solo dos segundos. ¿Cómo podía pensar que buscaba que la alabaran? Quizá ese era el tipo de mujer al que él estaba habituado. Frívola y superficial, pero ella no iba a seguirle el juego.
—Creo que ya hemos terminado el paseo, milord —le dijo con toda la calma que pudo. Luego dio media vuelta y con determinación inició su regreso a la casa. Sin embargo, no llegó muy lejos porque cuando había dado tan solo dos pasos Joe la retuvo por el brazo.
—Suélteme o no respondo de mí.
—¿Por qué se ha enojado tanto?
—Ni usted puede ser tan tonto.
—Vaya, ya decía yo que estaba tardando en aparecer su encanto natural —le dijo con una sonrisa mientras la asía por los brazos y quedaban a escasos centímetros de distancia uno de otro.
—¿Pero qué se ha...?
No pudo acabar la frase. Joe la acalló con su boca, apretándola contra él como si en ello le fuera la vida.
—¿Ni siquiera sabes reconocer una broma, verdad? —le preguntó Joe dándole solo respiro para volver a besarla y esta vez sin compasión. ____ ya no podía recordar por qué estaba tan enfadada. Para ser sincera, ni se acordaba dónde estaba. Solo era consciente de la boca de Joe, de su lengua abrasadora que la hacía estremecer y de su cuerpo duro y musculoso que parecía tocar cada centímetro de ella. Gimió sin que nada pudiera hacer por acallarlo. En ese preciso instante nada le importaba más que permanecer entre sus brazos.
Joe estaba a punto de perder el control. Esa mujer lo enfurecía, lo hacía reír y le hacía arder la sangre, más de lo que ninguna mujer había conseguido nunca. Hacía todo lo posible por sacarla de su cabeza para después encontrarse siguiendo cada uno de sus pasos, deseando, aunque solo fuera, verla a la distancia. Parecía un crío enamorado incapaz de dejar de soñar. No sabía cómo lo había logrado, ni cuándo, pero se le había metido en la sangre, corriendo por sus venas cada minuto del día y de la noche. La maldecía a cada instante por convertir todo su cinismo en una gran mentira. Pero qué suave era... Encajaba perfectamente en sus brazos y le era prácticamente imposible soltarla cuando por fin la tenía entre ellos.
Cuando apenas era un muchacho, se había hecho una promesa. No confiar jamás en una mujer. Sin embargo, le había sucedido una vez y le había cambiado la vida para dejarle algo más que su orgullo herido. Le había robado los últimos años de su padre, su estima y la posibilidad de hacer las paces con él antes de que muriera. Toda la rabia que sintió ante las mentiras de Elinor la volvió contra su padre, porque las había creído. Después ya fue demasiado tarde. Durante todos los años transcurridos desde entonces, había alimentado su cinismo sobre el amor anulando ese sentimiento, enorgulleciéndose de ello. Simplemente no quería ese sentimiento para él y lo había rehuido sin que fuera un gran esfuerzo. En cambio, ____ estaba siendo todo un desafío. A pesar de su determinación, se encontraba rendido ante su encanto. Anhelaba su sonrisa, su ceño fruncido, el modo que tenía de aferrarse el vestido con el puño cuando la sacaba de quicio, su voz sensual y profunda cuando pronunciaba su nombre, sus labios carnosos y sobre todo sus hechiceros ojos verdes, capaces de expresar en un instante toda la gama de emociones existentes. Le encantaba lo que veía en ellos cuando lo miraban. Eso lo había perturbado más que cualquier mirada sensual de la mujer más experimentada. Ahora lo estaba volviendo loco con su perfume, con su sabor dulce e inocente. Ella le rodeó el cuello con los brazos, jugueteando con su cabello sin tener conciencia de que eso prácticamente lo estaba matando. Su lengua rozó tímidamente la suya cuando profundizó el beso e hizo que el suspiro de placer que escuchó en ____ provocara un gruñido de deseo en el.
____ sabía que debía detener aquello, pero no tenía fuerzas para hacerlo. Las rodillas prácticamente no la sostenían. Estaba perdida, absolutamente perdida. En ese momento, ni siquiera un terremoto hubiese podido apartarla de él. La mano de Joe sobre su espalda y su cintura la quemaban a través del vestido y solo podía desear que esa tela que se interponía entre ellos desapareciera. Quería desesperadamente sentir ese fuego sobre su piel.
Joe acabó el beso y le dejó una sensación de pérdida difícil de ignorar. Aquel no era el momento ni el lugar, pero si lo que había ocurrido entre ellos le dejaba algo claro era que esa no iba a ser la última vez que ocurriera.
Algo primitivo y salvaje corría por sus venas, solo atemperado por la ternura inesperada que ____ despertaba en su interior y que lo empujaba a protegerla y cuidarla sin que nada pudiera hacer por evitarlo. Se había dado cuenta de ello el día de la fiesta en casa de los Fairbank. Había sentido una furia ciega al verla después de que alguien, por mucho que ella quisiera negarlo, la hubiese molestado. Hubiese deseado golpear al que la había perturbado y, aunque no había insistido, eso era un asunto pendiente, algo que tarde o temprano averiguaría. No sabía cómo, pero la institutriz que en un principio lo había enfurecido se había deslizado bajo su sólido escudo y sin previo aviso estaba derribando una a una sus defensas.
En ese instante, los dos tenían la respiración entrecortada mientras se miraban a los ojos como si no hubiera nada más a su alrededor, solo ellos dos.
—Esto no puede volver a ocurrir —dijo ____ en un susurro, rompiendo así el hechizo que parecía haber caído sobre los dos.
Joe endureció su mandíbula.
—Sabes que esto es inevitable. No lo niegues.
____ deseaba gritarle que no, pero sabía que decir eso sería una gran mentira. No podía mirarlo a los ojos porque si lo hacía no sería capaz de hablar con sensatez.
—Yo no puedo negar que me siento atraída, pero no por ello puedo permitir que siga ocurriendo.
Joe la tomó de la barbilla con suavidad y ternura, para que no pudiera seguir evitando su mirada, y sintió que su determinación flaqueaba por momentos.
—¿De qué tienes miedo? —le dijo mientras le acariciaba la mejilla con la mano haciendo que todo su cuerpo se estremeciera.
—De caer precisamente en aquello que siempre he tratado de evitar.
Un destello de furia cruzó por los ojos de Joe.
—¿Crees que soy de los que seducen a sus empleadas, aprovechándose de ellas para desentenderse después?
____ escuchó la frialdad con la que había pronunciado esas palabras. Sabía que podía decirle que sí, que pensaba lo peor de él y con ello conseguir levantar un muro entre ambos, pero no podía pronunciar esas palabras. Algo en su interior le decía que al igual que Joe no le entregaría su amor, tampoco le haría daño deliberadamente.
—No, no lo creo —le dijo ____ pudiendo sentir en sus palabras una nota de derrota—, y eso es lo peor. Si fuera uno de esos hombres entonces sabría cómo enfrentarlo, pero ante esto no sé cómo defenderme.
Al ver la expresión de ____ al decir esas palabras, Joe maldijo por lo bajo. ¿En qué estaba pensando?, le había asegurado que estaría segura, a salvo de los hombres que se aprovechaban de la vulnerabilidad de sus empleadas, y allí estaba él, enfurecido por no poder tener aquello que tanto deseaba. Ni siquiera sabía cómo había llegado a ese estado, en el que necesitaba tenerla tanto o más que el aire que respiraba. Aquello de lo que tan concienzudamente había escapado lo había atrapado como una araña en su tela. No podía ceder ante ese impulso, ante esa mujer, ante aquello que sentía y que no quería escuchar. Lo mejor para ambos era olvidar lo que había ocurrido. Olvidar la atracción que los envolvía cada vez que estaban cerca.
—Creo que esto ha llegado demasiado lejos —le dijo Joe con firme determinación—. No era mi intención ponerte en una situación incómoda. No volverá a pasar. Y ahora será mejor que vayamos dentro. Empieza a hacer frío aquí fuera.
____ levantó la cabeza al escuchar sus palabras. Algo había cambiado en él. Su mirada era fría y la sonrisa de su boca aún más fría.
____ lo siguió hasta el interior de la casa, repitiéndose una vez tras otra que era mejor así, que seguir involucrándose con él solo hubiese hecho más difícil su partida, que el conde de Ashford era un hombre magnífico, encantador y maravilloso, pero que nunca la amaría. Que tras su marcha a Londres, ella desaparecería de su vida para volver a Venecia, a su casa, a su propia vida, y que sería unía locura entregarle más de lo que ya le había entregado. Sin embargo, pese a todas estas razones, no pudo evitar que un hondo pesar se le instalara en el pecho y le dejara una sensación de pérdida. Se había enamorado de un hombre con el que jamás podría estar.
Cande Luque
Re: "Un disfraz para una dama" (Joseph & Tú) Terminada
Capítulo 18
—¿QUIERES PARAR DE UNA VEZ? pareces un gato enjaulado. No extrañaría que me hubieras cavado un surco en la alfombra.
—No seas tan quisquilloso. Solo estoy estirando las piernas —le dijo Joe a su hermano mientras volvía sobre sus pasos para sentarse frente a él.
—¿Vas a contarme qué te ocurre o voy a tener que sacártelo a golpes?
—Muy gracioso, Kev.
—Llevas media hora paseándote por la biblioteca como si fueras un alma en pena.
—¿Te aburres tanto que no tienes otra cosa que hacer más que inventar? —le dijo Joe entre dientes. Kev esbozó una sonrisa.
—Si no fuera porque sé que es imposible, pensaría que todo ese mal humor es por una mujer, pero claro, como he dicho, eso es imposible, porque es bien sabido que mi hermético hermano jamás se dejaría embrujar por nadie. No, es él el que las seduce y después se marcha.
—Jamás he seducido a una mujer que no quisiera ser seducida, y siempre antes ha quedado claro qué era lo que ambos deseábamos de ese encuentro. No he engañado a ninguna con falsas promesas.
—Sí, eso es verdad, lo cual no significa que más de una no haya quedado con el corazón roto, ni que parte de las damas disponibles de la sociedad suspiren por ti cada vez que te ven entrar en un salón.
—Eres un cretino, ¿lo sabías?
—Sí, pero por eso me quieres. Es parte de mi encanto.
Joe tuvo que sonreír a su pesar. Su hermano estaba prácticamente recuperado. Había ganado algo de peso y las profundas ojeras que lo acompañaron durante su enfermedad eran ahora, tan solo, leves sombras. Dentro de unas semanas podría irse a Londres tranquilo. Había relegado durante demasiado tiempo los problemas que habían surgido en la compañía naviera. Richard le había mandado información sobre su investigación y, aunque en las últimas semanas no había vuelto a producirse ningún otro incidente, los dos estaban deseosos de descubrir quién andaba detrás de esos sabotajes.
—¿Has decidido ya la fecha de la partida a Londres? —le preguntó Joe.
—¿Esa es tu forma de decirme que no vas a responder a mi pregunta?
—No, esa es mi forma de decirte que tu pregunta no tiene ningún asidero. Además, si hablamos de mujeres no es a mí a quien deberíamos mirar.
—¿A qué te refieres?
—A la expresión de tu cara cada vez que Sarah entra en una habitación.
—No sé de qué estás hablando. Solo me preocupo por ella. No quiero que le hagan daño.
Joe sabía que eso era verdad. Su hermano era tremendamente protector con aquellos que estaban bajo su responsabilidad. Una cualidad que compartían y que en él últimamente se había agudizado con respecto a cierta institutriz.
—De eso estoy seguro. Yo tampoco quiero que le hagan daño, sin embargo, no frunzo el ceño cada vez que la veo.
—Yo no frunzo el ceño —le dijo Kev con cara de enfado.
—Sí que lo haces.
—Sabes como arruinarle la noche a cualquiera.
Joe sonrió. Por lo menos durante unos momentos se había olvidado de la escena en el jardín. ¿En qué había estado pensando? ____ no era como las demás mujeres que había conocido y eso lo había atraído como un imán. No era el tipo de mujer superficial y experimentada con la que él estaba acostumbrado a relacionarse, ni tampoco una muchacha inocente e insegura que sentía miedo con solo mirarlo. ____ era una mezcla afrodisíaca que embriagaba sus sentidos. Era inocente y a la vez apasionada. Inteligente y cautelosa, tierna e impulsiva. Lo enfurecía como nadie, y lo hacía reír al momento siguiente. Pero no debía pensar más en ella. Era lo mejor para los dos. En su vida no había cabida para una mujer así.
—Y ahora, ¿quién está frunciendo el ceño? —le preguntó Kev alzando una ceja.
—Está bien, dejémoslo en tablas.
Kev asintió antes de marcharse.
____ abrió los ojos cuando sintió unos golpes en su puerta. Era su día libre y, aunque estaba acostumbrada a levantarse temprano, ese día prefirió quedarse en la cama, meter la cabeza debajo de las mantas y autocompadecerse por ser la mujer más idiota que existía en el mundo entero. Por enésima vez recordó que pronto tendría que marcharse. En dos semanas, todos partirían para Londres. Se lo había dicho Amelia el día anterior, después de que mantuviera aquella discusión con Joe.
—____, ¿estás despierta?
____ sacó la cabeza de entre las sábanas y miró hacia la puerta. Sarah estaba asomada intentando verla.
—Sí, Sarah, entra.
—¿Te encuentras bien?
____ reprimió las ganas de decirle que no. Que sentía que había perdido algo muy valioso y que la sensación de vacío que la inundaba desde entonces la estaba matando.
—Sí, ¿por qué?
—No sé, es que son las diez y, aunque es tu día libre, siempre eres una de las primeras en levantarte.
—Hoy tenía ganas de descansar.
____ se dio cuenta de que Sarah tenía una expresión peculiar en la cara.
—¿Qué ocurre?
—Es lady Haston.
—¿Quién?
—Una vieja amiga de mi tía. Ella y su hija han llegado esta mañana temprano. Por lo visto van camino a Edimburgo y decidieron hacernos una visita.
—¿Y? —le dijo ____, sabiendo que tenía que haber algo más para que Sarah estuviera tan deseosa de hablar con ella como para subir a su habitación.
—Es una arpía. No deja títere con cabeza. Y su hija, que quedó viuda tan solo hace unos meses, es exactamente igual. Ridiculiza a todos aquellos que según ella no están a su altura. Le gusta meterse en la vida de los demás y lo hace con un descaro absoluto.
—En resumen, es un dechado de virtudes —le dijo ____ haciéndose mentalmente una idea de cómo sería la mujer. Para caer mal a Sarah, que era un ángel, tenía que ser todo un personaje.
—Sé que no debería hablar así de ella, pero es que tú no la conoces. La última vez que me vio tuve que aguantar sus desagradables indirectas sobre mi estado de soltería y que si seguía así acabaría siendo una vieja ermitaña. Que sin duda tendría que ser menos exigente ya que no podía aspirar a más con mi físico y mi belleza, que según ella era demasiado clásica como para despertar admiración en un hombre. Jamás le conté esto a tía Amelia porque es una vieja amiga suya.
A ____ ya le caía francamente mal. ¿Pero qué se creía esa bruja? ¿Que Sarah no podía despertar atracción en los hombres?, debía de estar ciega. Cualquiera podía ver que era una joven hermosa y noble con suficiente encanto como para poner de rodillas a la mitad de la sociedad londinense. Estaba claro que los comentarios habían sido fruto de una profunda envidia.
—¿Sabes si van a quedarse por mucho tiempo?
—Al parecer tienen pensado quedarse hasta el viernes, es decir tres interminables días.
—Bueno, no te preocupes, antes de que te des cuenta ya se habrán ido.
—Eso espero. Tenías que ver cómo lady Mansfield, la hija, miraba a Joe en esta mañana.
—¿Cómo lo miraba? —preguntó ____ con una ceja levantada.
—Como si fuera un pastel de frambuesa. Joe siempre provoca esa reacción entre las mujeres y por lo que se ve, lady Mansfield no va a ser una excepción.
____ apretó los puños sobre las blancas sábanas. ¿Qué más le daba a ella que esa mujer se sintiera atraída por Joe? Como bien le había dicho Sarah, él solía despertar esa reacción entre las féminas. Sin embargo, la posibilidad de que él respondiera a esa atracción era lo que le hacía sentir una furia interior como nunca antes había sentido. ¿Serían celos? No, simplemente era la conclusión lógica de lo que había ocurrido entre ellos. Solo habían pasado unas horas desde que se habían besado apasionadamente y no quería saber que él ya lo había olvidado. Sí, eso era. El que sufría era su amor propio, no su corazón. Suspiró profundamente, ya más relajada. Sin duda los siguientes días no serían los más tranquilos.
____ odiaba tener razón. Lady Haston y su hija lady Mansfield eran peor que un dolor de muelas, y a ella estaban a punto de hacerle perder la paciencia. Nada más conocerlas estuvo más que de acuerdo con la descripción que Sarah había hecho de ellas. La mirada que le echó lady Haston de arriba abajo, algo despreciativa, se acentuó cuando la presentaron como la institutriz de los niños. La nariz de las dos mujeres dieron un leve respingo como si hubiesen olido algo en mal estado. Por lo visto, era demasiado poca cosa como para prestarle atención. A ella le daba exactamente igual, pero lo que no toleraba era la falta de cortesía que también destinaban a Sarah. Tenían mucho cuidado de no desplegar su mala educación hacia su amiga delante de Amelia, pero en cuanto esta se daba la vuelta las dos se mostraban más que ansiosas por hacer sentir a Sarán insignificante. No le costó mucho descubrir la razón. La envidia y la posible competencia para la joven, que al parecer estaba a la caza de un nuevo marido. Sin duda el marqués de Stamford o el conde de Ashford eran presas más que deseables.
El marqués de Stamford no pasaba más allá de la cortesía. Se veía claramente que solo las toleraba. Aduciendo una debilidad que no era ya tal, dejaba verse en contadas ocasiones. El conde de Ashford, sin embargo, no había tomado una posición tan clara. Parecía compartir con su hermano la opinión sobre las invitadas, pero al contrario de él se lo veía muy a menudo en compañía de lady Mansfield, que parecía perseguirlo sin tregua.
Lo que en principio iba a ser una visita de tres días ya se prolongaba a cinco.
—Querida, esos niños deberían estar en sus habitaciones, ¿no crees?
Amelia miró por encima de su taza a la que en otro tiempo había sido una de las mujeres más hermosas de Escocia, pero a quien la codicia y la amargura le habían dejado huellas en su belleza. Con el pelo oscuro aún y extremadamente delgada, la que había sido su amiga de la infancia se había convertido en una mujer fría y altanera que ella soportaba solo por el recuerdo de sus días en Edimburgo y por cortesía.
—Si fuera por ti, ya los habrías encerrado en una mazmorra.
—Por Dios, Amelia, sabes que me gustan los niños, pero siempre que estén bien educados. Parece mentira que tengan institutriz. Por lo visto, esa muchacha no es competente. Hazme caso, deshazte de ella lo más pronto que puedas. Si quieres yo puedo recomendarte a una institutriz de confianza.
Amelia la miró con el ceño fruncido.
—Claramente te estás volviendo vieja, Harriet. Mis sobrinos nietos están muy bien educados, y ____ es una excelente institutriz.
—Si tú lo dices... —le dijo lady Haston mientras miraba con un brillo malicioso en los ojos hacia la puerta por la que en ese momento entraba Sarah.
—Vaya, estás muy pálida. Deberías tomarte un té —le dijo a la recién llegada.
—No, gracias, lady Haston. Es usted muy amable, pero solo he venido a decirle a mi tía que ____ y yo vamos a dar un paseo.
—Creo que es lo más acertado. ¿Por qué no se llevan a los niños?
Amelia reprimió el impulso de tirarle la taza de fina porcelana a Harriet en la cabeza. Era un verdadero incordio.
—No se preocupe, los niños vienen con nosotras.
Cuando su sobrina salió de la habitación, Amelia miró más detenidamente a su amiga.
—No me gustaría que nuestra amistad se viera resentida por tu comportamiento con aquellos a los que quiero, Harriet.
La cara de lady Haston denotaba sorpresa.
—¿De qué estás hablando, Amelia?
—De tu falta de delicadeza con mi sobrina para empezar. Ella es demasiado buena como para decírmelo, pero sé que la incomodas. Deja de hacerlo.
Esa última frase dejó con la boca abierta a Harriet, que calló porque sabía que cuando Amelia se enlaciaba no había quien pudiese detenerla.
Esa misma noche, ____ hubiese deseado no tener que bajar a cenar. La verdad era que estaba saturada de las dos mujeres y sus indirectas. Más que nada, tenía miedo de sí misma. Se conocía lo suficientemente bien como para saber que no iba a soportar mucho más tiempo sin responderles tal como se merecían.
Se puso su vestido de muselina verde. Era discreto y elegante. Sus líneas resaltaban su figura, aunque el escote alto no dejaba entrever sus encantos. Cuando bajó estaban todos en la salita.
—Ya estamos todos —dijo el marqués de Stamford con el entrecejo fruncido—. Pasemos al comedor.
____ se acercó a Sarah, que con su vestido azul marino estaba encantadora. El entrecejo fruncido de lady Haston así lo indicaba. Parecía ser que odiaba que alguien pudiese ensombrecer a su hija. Lady Mansfield, con su vestido amarillo pastel y un gran escote intentaba llamar la atención de todos los presentes, sobre todo de los de sexo masculino. Específicamente la atención de Joe, de quien, con un sonrisa absolutamente superficial, entró del brazo en el comedor.
____ se dijo por enésima vez que no le importaba en absoluto con quien se relacionara el Conde. Sin duda alguna, no era de su incumbencia, y menos cuando pronto saldría de su vida para no volver a verlo más. Sin embargo, cada vez que lo veía junto a Joe le daban ganas de armar una escena. Ciertamente era una reacción poco apropiada y nada alentadora para alguien que se decía a sí misma que debía olvidar todo sentimiento hacia él. Se estaba convirtiendo en toda una mentirosa en lo que a sí misma se refería. Sarah tampoco estaba muy a gusto con las sonrisas que Lilian le dedicaba a Kevin cada vez que tenía oportunidad.
El marqués de Stamford se sentó en la cabecera de la mesa y Amelia enfrente de él. A su derecha, estaba lady Haston, Sarah y ella, y a su izquierda, Joe y lady Mansfield.
La cena estuvo repleta de exquisitos platos y conversaciones banales. Lady Haston habló de sus relaciones con la alta aristocracia de Londres, y de la vida de ciertas amistades que parecía tener en común con Amelia. Lilian también conversó animadamente sobre la última moda y la cantidad de eventos a los que había acudido en el último mes. Al parecer, aunque hacía poco que había quedado viuda, su anciano marido le había transmitido antes de morir su deseo de que no le guardara luto durante largo tiempo, ya que era muy joven y era su deber disfrutar de la vida.
—Me comentó Amelia que os iréis dentro de unas semanas a Londres. Es una pena que nosotras ya no estemos, pero debemos volver a casa. Allí tenemos responsabilidades y nos debemos también a la buena sociedad escocesa.
—Sin duda, Harriet, será una verdadera pena —comentó Amelia—. Sin embargo, esperemos que nuestra apretada agenda mitigue esa pérdida.
A ____, al igual que al resto de quienes la conocían, no les pasó inadvertido el tono irónico con el que había dicho la frase, lo que hizo que Sarah se atragantara con el agua, que Kevin tosiera y que lady Haston frunciera el ceño. Joe se limitó a mirar a Amelia con un brillo risueño en los ojos.
—¿Usted también irá con ellos, señorita Greyson? —le preguntó lady Mansfield mientras desplazaba con la mano el plato con pastel Je frambuesa que habían servido de postre.
—Sí, claro, puesto que van los niños, yo también iré.
—¿Van los niños? —preguntó lady Haston asombrada.
Kevin levantó la cabeza de su plato para mirarla con detenimiento.
—Sí, ¿le parece raro que quiera que mis hijos me acompañen?
Lady Haston hizo una mueca de desagrado.
—No, pero es inusual. En medio de la temporada..., no sé qué van a hacer los niños en Londres. Sería mejor que se quedaran aquí con la institutriz, ¿no cree?
—No, no lo creo —le contestó el marqués de Stamford con una sonrisa que no presagiaba nada bueno.
—Y usted, lord Jonas Miller, ¿tiene pensado disfrutar de lo que queda de la temporada? —le preguntó Lilian, inclinándose de tal manera hacia él que parecía poder caerse de la silla en cualquier momento.
"La idea es tentadora", pensó ____ para sí.
Joe miró a lady Mansfield con un brillo irónico en la mirada.
—Sí, esa era mi intención —le dijo devolviéndole la sonrisa.
—Imagino que estará ocupadísimo. Todas las anfitrionas estarán deseosas de que acuda a sus fiestas —continuó lady Mansfield, coqueteando ya descaradamente.
—Puff —soltó ____ más alto de lo que hubiera deseado.
—¿Ha dicho algo, señorita Greyson? —le preguntó lady Mansfield mirándola como si ella fuera un sapo en mitad de una charca.
____ no pensaba responderle, aunque la tentación la estuviera matando por dentro.
—No, para nada. Solo estaba aclarándome la garganta. Lamento haber interrumpido su interesante conversación.
Joe contuvo una carcajada.
—No se preocupe, nada podría distraerme de hablar con Joe, y menos algo tan insignificante.
"Hasta aquí hemos llegado", se dijo ____ mientras se preparaba para decirle unas cuantas cosas a esa estirada presumida. El insulto que había detrás de sus palabras estaba bien claro.
—La señorita Greyson es una mujer de altos principios, noble, inteligente y muy hermosa. Le aseguro que es todo menos insignificante —le dijo Joe a lady Mansfield en un tono que no admitía discusión.
Kevin se quedó mirando a su hermano, mientras que Sarah y Amelia aplaudían en silencio su definición sobre ____. Lady Mansfield parecía haberse quedado muda, mientras que su madre miraba a la institutriz como si fuera una arpía.
____ simplemente se había quedado aturdida. Miró a Joe, quien le devolvió la mirada y la dejó, con ese gesto, sin respiración. La fuerza que veía en sus ojos, algo que ella no podía determinar, la asustaba y a la vez la excitaba. Parecía que quería apropiarse de ella como si le perteneciera, desnudándola hasta llegar a su alma. ____ aparto la mirada mientras bebía un poco de agua.
—Espero que no me haya malinterpretado. Jamás osaría decir que la señorita Greyson es insignificante —dijo lady Mansfield con fingida consternación—. Señorita Greyson, espero que no se haya ofendido.
—No se preocupe. He entendido perfectamente el sentido de sus palabras —le dijo ____ sonriendo.
—De todas maneras, lord Jonas Miller, tengo que alabar su fervorosa defensa de la señorita Greyson. No es corriente que un hombre de su estatus tenga ese gesto con la institutriz —dijo lady Haston claramente molesta.
Joe endureció la mandíbula por unos segundos para después volver a su postura normal. Aparentemente relajado, sin que nada ni nadie pudiera perturbarlo.
—Me he limitado a decir la verdad. Además, la señorita Greyson no necesita de mi defensa. Más bien, es por su propio bienestar que he hablado, lady Haston.
—No lo entiendo, ¿qué quiere decir con eso?
Amelia soltó una risilla mientras que Sarah intentaba mantener la compostura.
—Lo que quiere decir mi hermano, es que nosotros tratamos a la señorita Greyson como a una más de la familia. Al fin y al cabo es la que cuida de mis hijos. Y ahora si no les importa, mi hermano y yo nos retiraremos a la biblioteca mientras ustedes pasan al salón.
____ se disculpó unos minutos mientras subía a ver a los niños. Cuando se quedó a solas, aún no podía creer que no hubiera abierto la boca mientras se hablaba de ella. Definitivamente ese hombre la estaba volviendo tonta.
Más tarde, cuando ya todos se habían retirado a dormir, ____ no podía dejar de dar vueltas en su habitación. Inquieta, decidió balar a la biblioteca por un libro. Se puso la bata de color rosado que le tapaba hasta el cuello y salió de su cuarto con el mayor sigilo posible. Era extraño, pero desde que llegó a aquella casa había dormido bien durante todas las noches. Eso se debía en parte a que se sentía segura y en parte al cansancio con el que llegaba a la cama después de trabajar todo el día sin parar. Esos pequeños a los que adoraba tenían mucha más energía de la que ella hubiese podido imaginar.
Había bajado las escaleras cuando vio luz procedente de la biblioteca. Al acercarse más para saber quién la ocupaba escuchó varias voces. Una era la de Joe y la otra la de una mujer. Si no estaba equivocada, era la de lady Mansfield. Se dio la vuelta para retirarse a su dormitorio. Lo que hicieran los dos a esas horas en la biblioteca no era de su incumbencia. Sin embargo, al posar el pie en el primer escalón una punzada de celos le oprimió el estómago. Eso era demasiado. Siempre, en su fuero interno, había criticado a las mujeres celosas para terminar siendo una de ellas. No tenía ningún derecho sobre Joe, ni había ningún tipo de promesa entre ambos. Es más, había sido ella misma la que había cortado cualquier posibilidad de un mayor acercamiento, así que ahora ¿qué esperaba?, ¿que él no mirara a ninguna otra mujer? Era una ilusa. Joe era un hombre muy atractivo, y según los rumores toda una leyenda con las mujeres.
Su condición de mujeriego no era ningún secreto, al igual que el rastro de corazones destrozados que dejaba tras de sí.
Muchachas, mujeres e incluso madres, suspiraban por él.
Subió otro escalón antes de que la curiosidad se impusiera a su buen juicio. Sin saber cómo, en menos de un segundo estaba de nuevo junto a la puerta mirando por la abertura que dejaba entrever el interior del cuarto.
—Le repito que lamento mucho esta interrupción. Francamente no esperaba que hubiese nadie levantado a esta hora, pero, como verá, no podía dormir. Me siento algo inquieta. Desde la muerte de mi marido siento que estoy completamente sola, sobre todo por las noches, si sabe a lo que me refiero, lord Jonas Miller.
____ no pudo ver la expresión de Joe, que en ese momento se levantaba detrás del escritorio para acercarse a lady Mansfield.
—Puede que un libro la ayude a conciliar el sueño. No hay nada mejor que leer un rato cuando uno está desvelado. ¿Es ese el motivo por el que ha bajado, no?
—Sí, claro. Aunque ahora que estoy aquí y descubro que no soy la única que no puede dormir, pienso que quizá podamos hacer algo entre los dos.
____ pudo ver como la mujer se acercaba a Joe, acortaba la distancia que los separaba y apoyaba una mano sobre el pecho de él. Vio como se ponía de puntillas para rozar sus labios con los de él. Cuando ya levantaba los brazos para rodearle el cuello, Joe la tomó de la muñeca, sin demasiada fuerza, pero con determinación.
—Es usted muy amable, pero siento decirle que declino su oferta. Suelo ser yo el que elige a sus compañeras de cama. Lo que usted desea no es una noche, sino un nuevo marido, y a mí no me gusta que intenten manipularme.
—¿Sabe? —le dijo lady Mansfield mientras se soltaba de él—. Estoy segura de que no hubiese despreciado mi ofrecimiento si no fuera porque está pensando en esa cualquiera pelirroja que tiene por institutriz.
Joe se apoyó en la mesa mientras cruzaba los brazos a la altura del pecho.
—Le aconsejaría que no siguiera por ese camino. Tengo muy poca paciencia y menos cuando la gente intenta decirme qué es lo que pienso.
—¿Cree que no he visto cómo la mira? Es indignante que prefiera a una simple empleada antes que a mí.
Joe se incorporó, hasta quedar a escasos centímetros de la mujer.
—____ Greyson es una dama y toda una mujer. No puedo decir lo mismo de usted. Y ahora salga de esta habitación.
La expresión de Joe hizo que lady Mansfield saliera a toda prisa de la biblioteca. ____ se acurrucó en el hueco de la escalera en el mismo momento en que ella se iba casi sin posar los pies en el suelo. Cuando sintió que podía volver a su habitación sin miedo a ser descubierta, subió despacio las escaleras. Al cerrar la puerta de su dormitorio vio por el espejo que tenía una sonrisa en los labios. Quizá ese hombre jamás la amara, pero ahora sabía con certeza que le importaba.
Hope you like it.
Como prometí dos capítulos. Para colmo los capítulos que publico siempre son re largos porque no los corto del libro lo hago todo completo, entre los dos son como 17 páginas del word, ajaja.
—¿QUIERES PARAR DE UNA VEZ? pareces un gato enjaulado. No extrañaría que me hubieras cavado un surco en la alfombra.
—No seas tan quisquilloso. Solo estoy estirando las piernas —le dijo Joe a su hermano mientras volvía sobre sus pasos para sentarse frente a él.
—¿Vas a contarme qué te ocurre o voy a tener que sacártelo a golpes?
—Muy gracioso, Kev.
—Llevas media hora paseándote por la biblioteca como si fueras un alma en pena.
—¿Te aburres tanto que no tienes otra cosa que hacer más que inventar? —le dijo Joe entre dientes. Kev esbozó una sonrisa.
—Si no fuera porque sé que es imposible, pensaría que todo ese mal humor es por una mujer, pero claro, como he dicho, eso es imposible, porque es bien sabido que mi hermético hermano jamás se dejaría embrujar por nadie. No, es él el que las seduce y después se marcha.
—Jamás he seducido a una mujer que no quisiera ser seducida, y siempre antes ha quedado claro qué era lo que ambos deseábamos de ese encuentro. No he engañado a ninguna con falsas promesas.
—Sí, eso es verdad, lo cual no significa que más de una no haya quedado con el corazón roto, ni que parte de las damas disponibles de la sociedad suspiren por ti cada vez que te ven entrar en un salón.
—Eres un cretino, ¿lo sabías?
—Sí, pero por eso me quieres. Es parte de mi encanto.
Joe tuvo que sonreír a su pesar. Su hermano estaba prácticamente recuperado. Había ganado algo de peso y las profundas ojeras que lo acompañaron durante su enfermedad eran ahora, tan solo, leves sombras. Dentro de unas semanas podría irse a Londres tranquilo. Había relegado durante demasiado tiempo los problemas que habían surgido en la compañía naviera. Richard le había mandado información sobre su investigación y, aunque en las últimas semanas no había vuelto a producirse ningún otro incidente, los dos estaban deseosos de descubrir quién andaba detrás de esos sabotajes.
—¿Has decidido ya la fecha de la partida a Londres? —le preguntó Joe.
—¿Esa es tu forma de decirme que no vas a responder a mi pregunta?
—No, esa es mi forma de decirte que tu pregunta no tiene ningún asidero. Además, si hablamos de mujeres no es a mí a quien deberíamos mirar.
—¿A qué te refieres?
—A la expresión de tu cara cada vez que Sarah entra en una habitación.
—No sé de qué estás hablando. Solo me preocupo por ella. No quiero que le hagan daño.
Joe sabía que eso era verdad. Su hermano era tremendamente protector con aquellos que estaban bajo su responsabilidad. Una cualidad que compartían y que en él últimamente se había agudizado con respecto a cierta institutriz.
—De eso estoy seguro. Yo tampoco quiero que le hagan daño, sin embargo, no frunzo el ceño cada vez que la veo.
—Yo no frunzo el ceño —le dijo Kev con cara de enfado.
—Sí que lo haces.
—Sabes como arruinarle la noche a cualquiera.
Joe sonrió. Por lo menos durante unos momentos se había olvidado de la escena en el jardín. ¿En qué había estado pensando? ____ no era como las demás mujeres que había conocido y eso lo había atraído como un imán. No era el tipo de mujer superficial y experimentada con la que él estaba acostumbrado a relacionarse, ni tampoco una muchacha inocente e insegura que sentía miedo con solo mirarlo. ____ era una mezcla afrodisíaca que embriagaba sus sentidos. Era inocente y a la vez apasionada. Inteligente y cautelosa, tierna e impulsiva. Lo enfurecía como nadie, y lo hacía reír al momento siguiente. Pero no debía pensar más en ella. Era lo mejor para los dos. En su vida no había cabida para una mujer así.
—Y ahora, ¿quién está frunciendo el ceño? —le preguntó Kev alzando una ceja.
—Está bien, dejémoslo en tablas.
Kev asintió antes de marcharse.
____ abrió los ojos cuando sintió unos golpes en su puerta. Era su día libre y, aunque estaba acostumbrada a levantarse temprano, ese día prefirió quedarse en la cama, meter la cabeza debajo de las mantas y autocompadecerse por ser la mujer más idiota que existía en el mundo entero. Por enésima vez recordó que pronto tendría que marcharse. En dos semanas, todos partirían para Londres. Se lo había dicho Amelia el día anterior, después de que mantuviera aquella discusión con Joe.
—____, ¿estás despierta?
____ sacó la cabeza de entre las sábanas y miró hacia la puerta. Sarah estaba asomada intentando verla.
—Sí, Sarah, entra.
—¿Te encuentras bien?
____ reprimió las ganas de decirle que no. Que sentía que había perdido algo muy valioso y que la sensación de vacío que la inundaba desde entonces la estaba matando.
—Sí, ¿por qué?
—No sé, es que son las diez y, aunque es tu día libre, siempre eres una de las primeras en levantarte.
—Hoy tenía ganas de descansar.
____ se dio cuenta de que Sarah tenía una expresión peculiar en la cara.
—¿Qué ocurre?
—Es lady Haston.
—¿Quién?
—Una vieja amiga de mi tía. Ella y su hija han llegado esta mañana temprano. Por lo visto van camino a Edimburgo y decidieron hacernos una visita.
—¿Y? —le dijo ____, sabiendo que tenía que haber algo más para que Sarah estuviera tan deseosa de hablar con ella como para subir a su habitación.
—Es una arpía. No deja títere con cabeza. Y su hija, que quedó viuda tan solo hace unos meses, es exactamente igual. Ridiculiza a todos aquellos que según ella no están a su altura. Le gusta meterse en la vida de los demás y lo hace con un descaro absoluto.
—En resumen, es un dechado de virtudes —le dijo ____ haciéndose mentalmente una idea de cómo sería la mujer. Para caer mal a Sarah, que era un ángel, tenía que ser todo un personaje.
—Sé que no debería hablar así de ella, pero es que tú no la conoces. La última vez que me vio tuve que aguantar sus desagradables indirectas sobre mi estado de soltería y que si seguía así acabaría siendo una vieja ermitaña. Que sin duda tendría que ser menos exigente ya que no podía aspirar a más con mi físico y mi belleza, que según ella era demasiado clásica como para despertar admiración en un hombre. Jamás le conté esto a tía Amelia porque es una vieja amiga suya.
A ____ ya le caía francamente mal. ¿Pero qué se creía esa bruja? ¿Que Sarah no podía despertar atracción en los hombres?, debía de estar ciega. Cualquiera podía ver que era una joven hermosa y noble con suficiente encanto como para poner de rodillas a la mitad de la sociedad londinense. Estaba claro que los comentarios habían sido fruto de una profunda envidia.
—¿Sabes si van a quedarse por mucho tiempo?
—Al parecer tienen pensado quedarse hasta el viernes, es decir tres interminables días.
—Bueno, no te preocupes, antes de que te des cuenta ya se habrán ido.
—Eso espero. Tenías que ver cómo lady Mansfield, la hija, miraba a Joe en esta mañana.
—¿Cómo lo miraba? —preguntó ____ con una ceja levantada.
—Como si fuera un pastel de frambuesa. Joe siempre provoca esa reacción entre las mujeres y por lo que se ve, lady Mansfield no va a ser una excepción.
____ apretó los puños sobre las blancas sábanas. ¿Qué más le daba a ella que esa mujer se sintiera atraída por Joe? Como bien le había dicho Sarah, él solía despertar esa reacción entre las féminas. Sin embargo, la posibilidad de que él respondiera a esa atracción era lo que le hacía sentir una furia interior como nunca antes había sentido. ¿Serían celos? No, simplemente era la conclusión lógica de lo que había ocurrido entre ellos. Solo habían pasado unas horas desde que se habían besado apasionadamente y no quería saber que él ya lo había olvidado. Sí, eso era. El que sufría era su amor propio, no su corazón. Suspiró profundamente, ya más relajada. Sin duda los siguientes días no serían los más tranquilos.
____ odiaba tener razón. Lady Haston y su hija lady Mansfield eran peor que un dolor de muelas, y a ella estaban a punto de hacerle perder la paciencia. Nada más conocerlas estuvo más que de acuerdo con la descripción que Sarah había hecho de ellas. La mirada que le echó lady Haston de arriba abajo, algo despreciativa, se acentuó cuando la presentaron como la institutriz de los niños. La nariz de las dos mujeres dieron un leve respingo como si hubiesen olido algo en mal estado. Por lo visto, era demasiado poca cosa como para prestarle atención. A ella le daba exactamente igual, pero lo que no toleraba era la falta de cortesía que también destinaban a Sarah. Tenían mucho cuidado de no desplegar su mala educación hacia su amiga delante de Amelia, pero en cuanto esta se daba la vuelta las dos se mostraban más que ansiosas por hacer sentir a Sarán insignificante. No le costó mucho descubrir la razón. La envidia y la posible competencia para la joven, que al parecer estaba a la caza de un nuevo marido. Sin duda el marqués de Stamford o el conde de Ashford eran presas más que deseables.
El marqués de Stamford no pasaba más allá de la cortesía. Se veía claramente que solo las toleraba. Aduciendo una debilidad que no era ya tal, dejaba verse en contadas ocasiones. El conde de Ashford, sin embargo, no había tomado una posición tan clara. Parecía compartir con su hermano la opinión sobre las invitadas, pero al contrario de él se lo veía muy a menudo en compañía de lady Mansfield, que parecía perseguirlo sin tregua.
Lo que en principio iba a ser una visita de tres días ya se prolongaba a cinco.
—Querida, esos niños deberían estar en sus habitaciones, ¿no crees?
Amelia miró por encima de su taza a la que en otro tiempo había sido una de las mujeres más hermosas de Escocia, pero a quien la codicia y la amargura le habían dejado huellas en su belleza. Con el pelo oscuro aún y extremadamente delgada, la que había sido su amiga de la infancia se había convertido en una mujer fría y altanera que ella soportaba solo por el recuerdo de sus días en Edimburgo y por cortesía.
—Si fuera por ti, ya los habrías encerrado en una mazmorra.
—Por Dios, Amelia, sabes que me gustan los niños, pero siempre que estén bien educados. Parece mentira que tengan institutriz. Por lo visto, esa muchacha no es competente. Hazme caso, deshazte de ella lo más pronto que puedas. Si quieres yo puedo recomendarte a una institutriz de confianza.
Amelia la miró con el ceño fruncido.
—Claramente te estás volviendo vieja, Harriet. Mis sobrinos nietos están muy bien educados, y ____ es una excelente institutriz.
—Si tú lo dices... —le dijo lady Haston mientras miraba con un brillo malicioso en los ojos hacia la puerta por la que en ese momento entraba Sarah.
—Vaya, estás muy pálida. Deberías tomarte un té —le dijo a la recién llegada.
—No, gracias, lady Haston. Es usted muy amable, pero solo he venido a decirle a mi tía que ____ y yo vamos a dar un paseo.
—Creo que es lo más acertado. ¿Por qué no se llevan a los niños?
Amelia reprimió el impulso de tirarle la taza de fina porcelana a Harriet en la cabeza. Era un verdadero incordio.
—No se preocupe, los niños vienen con nosotras.
Cuando su sobrina salió de la habitación, Amelia miró más detenidamente a su amiga.
—No me gustaría que nuestra amistad se viera resentida por tu comportamiento con aquellos a los que quiero, Harriet.
La cara de lady Haston denotaba sorpresa.
—¿De qué estás hablando, Amelia?
—De tu falta de delicadeza con mi sobrina para empezar. Ella es demasiado buena como para decírmelo, pero sé que la incomodas. Deja de hacerlo.
Esa última frase dejó con la boca abierta a Harriet, que calló porque sabía que cuando Amelia se enlaciaba no había quien pudiese detenerla.
Esa misma noche, ____ hubiese deseado no tener que bajar a cenar. La verdad era que estaba saturada de las dos mujeres y sus indirectas. Más que nada, tenía miedo de sí misma. Se conocía lo suficientemente bien como para saber que no iba a soportar mucho más tiempo sin responderles tal como se merecían.
Se puso su vestido de muselina verde. Era discreto y elegante. Sus líneas resaltaban su figura, aunque el escote alto no dejaba entrever sus encantos. Cuando bajó estaban todos en la salita.
—Ya estamos todos —dijo el marqués de Stamford con el entrecejo fruncido—. Pasemos al comedor.
____ se acercó a Sarah, que con su vestido azul marino estaba encantadora. El entrecejo fruncido de lady Haston así lo indicaba. Parecía ser que odiaba que alguien pudiese ensombrecer a su hija. Lady Mansfield, con su vestido amarillo pastel y un gran escote intentaba llamar la atención de todos los presentes, sobre todo de los de sexo masculino. Específicamente la atención de Joe, de quien, con un sonrisa absolutamente superficial, entró del brazo en el comedor.
____ se dijo por enésima vez que no le importaba en absoluto con quien se relacionara el Conde. Sin duda alguna, no era de su incumbencia, y menos cuando pronto saldría de su vida para no volver a verlo más. Sin embargo, cada vez que lo veía junto a Joe le daban ganas de armar una escena. Ciertamente era una reacción poco apropiada y nada alentadora para alguien que se decía a sí misma que debía olvidar todo sentimiento hacia él. Se estaba convirtiendo en toda una mentirosa en lo que a sí misma se refería. Sarah tampoco estaba muy a gusto con las sonrisas que Lilian le dedicaba a Kevin cada vez que tenía oportunidad.
El marqués de Stamford se sentó en la cabecera de la mesa y Amelia enfrente de él. A su derecha, estaba lady Haston, Sarah y ella, y a su izquierda, Joe y lady Mansfield.
La cena estuvo repleta de exquisitos platos y conversaciones banales. Lady Haston habló de sus relaciones con la alta aristocracia de Londres, y de la vida de ciertas amistades que parecía tener en común con Amelia. Lilian también conversó animadamente sobre la última moda y la cantidad de eventos a los que había acudido en el último mes. Al parecer, aunque hacía poco que había quedado viuda, su anciano marido le había transmitido antes de morir su deseo de que no le guardara luto durante largo tiempo, ya que era muy joven y era su deber disfrutar de la vida.
—Me comentó Amelia que os iréis dentro de unas semanas a Londres. Es una pena que nosotras ya no estemos, pero debemos volver a casa. Allí tenemos responsabilidades y nos debemos también a la buena sociedad escocesa.
—Sin duda, Harriet, será una verdadera pena —comentó Amelia—. Sin embargo, esperemos que nuestra apretada agenda mitigue esa pérdida.
A ____, al igual que al resto de quienes la conocían, no les pasó inadvertido el tono irónico con el que había dicho la frase, lo que hizo que Sarah se atragantara con el agua, que Kevin tosiera y que lady Haston frunciera el ceño. Joe se limitó a mirar a Amelia con un brillo risueño en los ojos.
—¿Usted también irá con ellos, señorita Greyson? —le preguntó lady Mansfield mientras desplazaba con la mano el plato con pastel Je frambuesa que habían servido de postre.
—Sí, claro, puesto que van los niños, yo también iré.
—¿Van los niños? —preguntó lady Haston asombrada.
Kevin levantó la cabeza de su plato para mirarla con detenimiento.
—Sí, ¿le parece raro que quiera que mis hijos me acompañen?
Lady Haston hizo una mueca de desagrado.
—No, pero es inusual. En medio de la temporada..., no sé qué van a hacer los niños en Londres. Sería mejor que se quedaran aquí con la institutriz, ¿no cree?
—No, no lo creo —le contestó el marqués de Stamford con una sonrisa que no presagiaba nada bueno.
—Y usted, lord Jonas Miller, ¿tiene pensado disfrutar de lo que queda de la temporada? —le preguntó Lilian, inclinándose de tal manera hacia él que parecía poder caerse de la silla en cualquier momento.
"La idea es tentadora", pensó ____ para sí.
Joe miró a lady Mansfield con un brillo irónico en la mirada.
—Sí, esa era mi intención —le dijo devolviéndole la sonrisa.
—Imagino que estará ocupadísimo. Todas las anfitrionas estarán deseosas de que acuda a sus fiestas —continuó lady Mansfield, coqueteando ya descaradamente.
—Puff —soltó ____ más alto de lo que hubiera deseado.
—¿Ha dicho algo, señorita Greyson? —le preguntó lady Mansfield mirándola como si ella fuera un sapo en mitad de una charca.
____ no pensaba responderle, aunque la tentación la estuviera matando por dentro.
—No, para nada. Solo estaba aclarándome la garganta. Lamento haber interrumpido su interesante conversación.
Joe contuvo una carcajada.
—No se preocupe, nada podría distraerme de hablar con Joe, y menos algo tan insignificante.
"Hasta aquí hemos llegado", se dijo ____ mientras se preparaba para decirle unas cuantas cosas a esa estirada presumida. El insulto que había detrás de sus palabras estaba bien claro.
—La señorita Greyson es una mujer de altos principios, noble, inteligente y muy hermosa. Le aseguro que es todo menos insignificante —le dijo Joe a lady Mansfield en un tono que no admitía discusión.
Kevin se quedó mirando a su hermano, mientras que Sarah y Amelia aplaudían en silencio su definición sobre ____. Lady Mansfield parecía haberse quedado muda, mientras que su madre miraba a la institutriz como si fuera una arpía.
____ simplemente se había quedado aturdida. Miró a Joe, quien le devolvió la mirada y la dejó, con ese gesto, sin respiración. La fuerza que veía en sus ojos, algo que ella no podía determinar, la asustaba y a la vez la excitaba. Parecía que quería apropiarse de ella como si le perteneciera, desnudándola hasta llegar a su alma. ____ aparto la mirada mientras bebía un poco de agua.
—Espero que no me haya malinterpretado. Jamás osaría decir que la señorita Greyson es insignificante —dijo lady Mansfield con fingida consternación—. Señorita Greyson, espero que no se haya ofendido.
—No se preocupe. He entendido perfectamente el sentido de sus palabras —le dijo ____ sonriendo.
—De todas maneras, lord Jonas Miller, tengo que alabar su fervorosa defensa de la señorita Greyson. No es corriente que un hombre de su estatus tenga ese gesto con la institutriz —dijo lady Haston claramente molesta.
Joe endureció la mandíbula por unos segundos para después volver a su postura normal. Aparentemente relajado, sin que nada ni nadie pudiera perturbarlo.
—Me he limitado a decir la verdad. Además, la señorita Greyson no necesita de mi defensa. Más bien, es por su propio bienestar que he hablado, lady Haston.
—No lo entiendo, ¿qué quiere decir con eso?
Amelia soltó una risilla mientras que Sarah intentaba mantener la compostura.
—Lo que quiere decir mi hermano, es que nosotros tratamos a la señorita Greyson como a una más de la familia. Al fin y al cabo es la que cuida de mis hijos. Y ahora si no les importa, mi hermano y yo nos retiraremos a la biblioteca mientras ustedes pasan al salón.
____ se disculpó unos minutos mientras subía a ver a los niños. Cuando se quedó a solas, aún no podía creer que no hubiera abierto la boca mientras se hablaba de ella. Definitivamente ese hombre la estaba volviendo tonta.
Más tarde, cuando ya todos se habían retirado a dormir, ____ no podía dejar de dar vueltas en su habitación. Inquieta, decidió balar a la biblioteca por un libro. Se puso la bata de color rosado que le tapaba hasta el cuello y salió de su cuarto con el mayor sigilo posible. Era extraño, pero desde que llegó a aquella casa había dormido bien durante todas las noches. Eso se debía en parte a que se sentía segura y en parte al cansancio con el que llegaba a la cama después de trabajar todo el día sin parar. Esos pequeños a los que adoraba tenían mucha más energía de la que ella hubiese podido imaginar.
Había bajado las escaleras cuando vio luz procedente de la biblioteca. Al acercarse más para saber quién la ocupaba escuchó varias voces. Una era la de Joe y la otra la de una mujer. Si no estaba equivocada, era la de lady Mansfield. Se dio la vuelta para retirarse a su dormitorio. Lo que hicieran los dos a esas horas en la biblioteca no era de su incumbencia. Sin embargo, al posar el pie en el primer escalón una punzada de celos le oprimió el estómago. Eso era demasiado. Siempre, en su fuero interno, había criticado a las mujeres celosas para terminar siendo una de ellas. No tenía ningún derecho sobre Joe, ni había ningún tipo de promesa entre ambos. Es más, había sido ella misma la que había cortado cualquier posibilidad de un mayor acercamiento, así que ahora ¿qué esperaba?, ¿que él no mirara a ninguna otra mujer? Era una ilusa. Joe era un hombre muy atractivo, y según los rumores toda una leyenda con las mujeres.
Su condición de mujeriego no era ningún secreto, al igual que el rastro de corazones destrozados que dejaba tras de sí.
Muchachas, mujeres e incluso madres, suspiraban por él.
Subió otro escalón antes de que la curiosidad se impusiera a su buen juicio. Sin saber cómo, en menos de un segundo estaba de nuevo junto a la puerta mirando por la abertura que dejaba entrever el interior del cuarto.
—Le repito que lamento mucho esta interrupción. Francamente no esperaba que hubiese nadie levantado a esta hora, pero, como verá, no podía dormir. Me siento algo inquieta. Desde la muerte de mi marido siento que estoy completamente sola, sobre todo por las noches, si sabe a lo que me refiero, lord Jonas Miller.
____ no pudo ver la expresión de Joe, que en ese momento se levantaba detrás del escritorio para acercarse a lady Mansfield.
—Puede que un libro la ayude a conciliar el sueño. No hay nada mejor que leer un rato cuando uno está desvelado. ¿Es ese el motivo por el que ha bajado, no?
—Sí, claro. Aunque ahora que estoy aquí y descubro que no soy la única que no puede dormir, pienso que quizá podamos hacer algo entre los dos.
____ pudo ver como la mujer se acercaba a Joe, acortaba la distancia que los separaba y apoyaba una mano sobre el pecho de él. Vio como se ponía de puntillas para rozar sus labios con los de él. Cuando ya levantaba los brazos para rodearle el cuello, Joe la tomó de la muñeca, sin demasiada fuerza, pero con determinación.
—Es usted muy amable, pero siento decirle que declino su oferta. Suelo ser yo el que elige a sus compañeras de cama. Lo que usted desea no es una noche, sino un nuevo marido, y a mí no me gusta que intenten manipularme.
—¿Sabe? —le dijo lady Mansfield mientras se soltaba de él—. Estoy segura de que no hubiese despreciado mi ofrecimiento si no fuera porque está pensando en esa cualquiera pelirroja que tiene por institutriz.
Joe se apoyó en la mesa mientras cruzaba los brazos a la altura del pecho.
—Le aconsejaría que no siguiera por ese camino. Tengo muy poca paciencia y menos cuando la gente intenta decirme qué es lo que pienso.
—¿Cree que no he visto cómo la mira? Es indignante que prefiera a una simple empleada antes que a mí.
Joe se incorporó, hasta quedar a escasos centímetros de la mujer.
—____ Greyson es una dama y toda una mujer. No puedo decir lo mismo de usted. Y ahora salga de esta habitación.
La expresión de Joe hizo que lady Mansfield saliera a toda prisa de la biblioteca. ____ se acurrucó en el hueco de la escalera en el mismo momento en que ella se iba casi sin posar los pies en el suelo. Cuando sintió que podía volver a su habitación sin miedo a ser descubierta, subió despacio las escaleras. Al cerrar la puerta de su dormitorio vio por el espejo que tenía una sonrisa en los labios. Quizá ese hombre jamás la amara, pero ahora sabía con certeza que le importaba.
Hope you like it.
Como prometí dos capítulos. Para colmo los capítulos que publico siempre son re largos porque no los corto del libro lo hago todo completo, entre los dos son como 17 páginas del word, ajaja.
Cande Luque
Re: "Un disfraz para una dama" (Joseph & Tú) Terminada
Woooow 6 CAPS
Ahhhh :( noooo ya se va acabar la nove
OMJ creeme que esta SUPER genial
Me encanta y wuauuu ha sido muy rápido
Jejejeje plis SIGUELA!!
Ahhhh :( noooo ya se va acabar la nove
OMJ creeme que esta SUPER genial
Me encanta y wuauuu ha sido muy rápido
Jejejeje plis SIGUELA!!
Karli Jonas
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