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"Un disfraz para una dama" (Joseph & Tú) Terminada
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: "Un disfraz para una dama" (Joseph & Tú) Terminada
Holaaaa!!!
Y "se hizo la luz" haha, es una expresion porque volvio WN haham, te juro que no sabia que hacer desde que se tubo que cerrar la pag para refaccionamiento e.e
Hhaha, te digo que me fascina la novela!!
Ese Joe es un picaro, pero, dice cosas dulces :3
Por favor continuala, me muero por abstinencia.
hahaha
Y "se hizo la luz" haha, es una expresion porque volvio WN haham, te juro que no sabia que hacer desde que se tubo que cerrar la pag para refaccionamiento e.e
Hhaha, te digo que me fascina la novela!!
Ese Joe es un picaro, pero, dice cosas dulces :3
Por favor continuala, me muero por abstinencia.
hahaha
Augustinesg
Re: "Un disfraz para una dama" (Joseph & Tú) Terminada
Mañana subo chichis, gracias por pasarse :)
Cande Luque
Re: "Un disfraz para una dama" (Joseph & Tú) Terminada
Aww que DIOSA!!!!!!
Te adoro!! haha
Pasala hermoso y GRACIAS UN MILLON DE VECES!
Te adoro!! haha
Pasala hermoso y GRACIAS UN MILLON DE VECES!
Augustinesg
Re: "Un disfraz para una dama" (Joseph & Tú) Terminada
Capítulo 19
A LA MAÑANA SIGUIENTE, ____ SE LEVANTÓ MÁS TEMPRANO que de costumbre. Cuando bajaba para desayunar vio que lady Haston y su hija estaban en la puerta con las maletas hechas, dispuestas a salir en ese momento. El marqués de Stamford estaba despidiéndose de ellas, al igual que Amelia. O'Connell se apresuraba a llevar las cosas de ambas al coche que esperaba frente a la casa. Por lo que se veía, el anciano mayordomo al que le costaba realizar algunos ejercicios debido a su artritis, esa mañana tenía una agilidad especial.
Como habían organizado su partida en secreto y con tanta celeridad, ____ sospechaba el motivo. Sin duda, la escena que había presenciado la noche anterior había sido la causa de tan presurosa marcha. Cuando lady Mansfield iba a cruzar la puerta para salir, miró hacia las escaleras y la vio. Su mirada se convirtió en puro hielo, hasta tal punto que ____ podía imaginarse sin esfuerzo cómo era la vida de los pingüinos.
Ese día la vida volvía a la normalidad y todos estuvieron sumamente ocupados. Joe había partido temprano hacia su propiedad, de la que al parecer no se esperaba que llegase hasta la tarde. Amelia había quedado con Sarah para hacer unas compras en el pueblo. Ella tenía las clases de los niños y, Kevin, al que se veía prácticamente recuperado, iba a hablar con varios de sus arrendatarios después de echar un vistazo a la contabilidad. Así llegó la tarde y, todos inmersos en sus obligaciones, apenas fueron conscientes del transcurso apresurado del tiempo.
Ese día ____, se había reído con los niños. Anthony no había dejado de imitar a lady Haston y, a pesar de que ella lo reprendía por tal falta de respeto, las payasadas del niño le habían hecho difícil poder mantener la seriedad.
Solo fue por la tarde cuando se permitió tener un rato de soledad. Salió al jardín y echó a andar sin rumbo fijo. Extrañaba los largos paseos por las calles de Venecia, por el bullicio de la plaza de San Mateos y las tiendas que daban color al Puente del Rialto. Sin embargo, la vasta extensión de bosque y el hermoso manto verde que sus ojos no podían abarcar eran una verdadera delicia para sus sentidos. Había convertido sus paseos en una necesidad, esperando ese momento como un verdadero regalo.
Esa tarde algo la había impulsado a salir de la casa. Sus pensamientos volvían una y otra vez sobre la misma cuestión, sobre la misma persona. Y una y otra vez llegaba a la misma conclusión: que estaba perdidamente enamorada de Joe. Se había adueñado de cada uno de sus actos, pensaba y reaccionaba en función de ello. Si veía un hermoso atardecer, pensaba en que sería maravilloso compartirlo con él. Si estaba dando clase a los niños, lo veía en la sonrisa de Anthony, en el entrecejo fruncido de Margareth o en la mirada inquieta de Lizzy. Cuando se acostaba soñaba con él y cuando se reprochaba que fuera dueño de su paz mental no podía sino reír ante esa locura. Intentaba ser realista, práctica; intentaba dominar ese sentimiento que le hacía sentir un cosquilleo en el estómago a la vez que desbocaba su corazón como un tambor cada vez que él la tocaba. Porque tenía que reconocer que cada vez que la besó había visto fuegos artificiales. Menos mal que él no parecía tener conciencia de cómo la afectaba. Sintió un escalofrío solo de pensar en ello. Si tuviese aunque fuera la más remota idea... ¿Cómo iba a hacer para olvidarlo? No podía mentirse. Sabía que nunca lo lograría, aunque tenía que intentarlo.
Eso hizo que pensara en su plan. Ya había decidido qué hacer con respecto a su marcha. Joe se iría en unos días, antes que el resto de la familia, que se reuniría con él en la ciudad. Ella se marcharía después de Joe. Había pensado volver a Londres, pero no podía hacerlo con ellos. Debía saber si su padre seguía buscándola, si su vigilancia no era tan férrea y si existía la posibilidad de tomar un barco hacia Venecia.
Pensando en sus asuntos no se dio cuenta de que la tarde estaba bien avanzada y que se había alejado bastante de la casa hasta que casi se cayó al suelo al meter accidentalmente el pie en una hondonada del camino. Hizo una mueca de disgusto ante su distracción. Su tía siempre la había reprendido por lo mismo. Sonrió al recordar sus palabras: "Si sigues así, un día te vas a caer a un canal", y debía reconocer que tenía razón. No se había caído, pero se podía haber roto el tobillo.
Apresuró el paso. No quería que se le hiciera más tarde. Si Amelia y Sarah habían vuelto del pueblo, pronto empezarían a preocuparse. Eran sumamente protectoras. Soltó una carcajada ante ese pensamiento, porque Kevin y Joe no se quedaban atrás. La ceja alzada y el entrecejo fruncido era una técnica pulida por los hermanos.
Era muy tierno ver la preocupación por su bienestar en los ojos de esos dos hombres tan duros y fuertes. Empezó a sentir que su tobillo se estaba inflamando. El dolor que sintió al primer momento pareció menguar, solo para disfrazar su verdadera cara. Ahora le latía con fuerza y hacía que su paso fuera errático y doloroso. ¿Qué más podía pasarle? Apenas terminó de decir esas palabras escuchó un sonido a sus espaldas. Al mirar hacia atrás vio a un jinete a lo lejos que le resultó vagamente familiar.
—No puede ser —dijo entre dientes.
Pero sí, el día no había terminado y aún faltaba la última broma, era Joe. ¿Quién si no? Si alguien tenía que verla así, tenía que ser precisamente él.
Joe la vio cuando intentaba apartarse del camino. ¿Qué demonios hacía ____ allí? Le pareció verla cojear, aunque desde esa distancia no pudo estar seguro. Urgió a Bucephalus a ir más deprisa. Últimamente se encontraba demasiadas veces pensando en ella, una costumbre que se estaba convirtiendo en algo peligroso.
—¿Qué haces por aquí sola? —le preguntó mientras desmontaba para acercarse a ella. Su voz había sonado dura y reprobatoria.
____ intentó mantenerse lo más erguida posible a pesar de la punzada de dolor que le atravesó el pie.
—He salido a dar un paseo, de todas formas no creo que tenga que darle explicaciones. Tengo la tarde libre y lo que haga con ella no le incumbe.
____ sabía que había sido demasiado dura, pero no soportaba que la regañaran como a una niña. El tono con el que le había preguntado era del todo censurador. Joe levantó una ceja ante la respuesta. ____ pensó que quizá tendría que haberse mordido la lengua, después de todo.
—Siento haberle contestado de esa manera, pero me miraba como si hubiese cometido un delito y luego, en cuanto al tono en el que me ha hablado, parecía que estaba tratando con una niña. Yo no soy uno de sus sobrinos.
—Eso salta a la vista. Ellos tienen más sensatez que tú.
____ hizo una mueca con la boca antes de intentar marcharse.
La exclamación de dolor que soltó cuando intentó andar no hizo de su retirada una de las más elegantes.
Joe la tomó por la cintura antes de que la pierna cediera y cayera al suelo.
—¿Qué te ocurre? —le preguntó consternado.
—Me he torcido el tobillo.
—¿Qué has estado haciendo? Déjame ver qué te has hecho.
____ exclamó un: "¡No lo puedo creer, será cretino!", que Joe escuchó claramente. Tuvo que sonreír a su pesar. Esa mujer lo enojaba y lo divertía en partes iguales. En ese momento estaba preciosa.
—Antes muerta que dejarlo ver mi pierna.
—O me la enseñas o te coloco sobre mis rodillas y te levanto la falda. Entonces puede que haga algo más que ver tu pierna.
—No se atreverá.
El brillo que cruzó por los ojos de Joe la convenció.
—Ya me siento mejor. Casi no me duele.
—No te sale bien mentir.
Joe la miraba de un modo que intimidaría al guerrero más curtido. ____ alzó el mentón en un intento de mantener la compostura.
—Oh, está bien.
Joe levantó el borde del vestido. Le tomó el pie con delicadeza y lo examinó. ____ soltó un suspiro por el contacto de sus dedos. A pesar del dolor solo podía ser consciente de sus manos.
—No te lo has roto, pero se está hinchando. No puedes caminar hasta que la inflamación baje.
Antes de que ella tuviera tiempo de responderle, la tomó en brazos y la montó sobre Bucephalus, acomodándola delante de él. Tomó las riendas con una mano mientras le rodeaba la cintura con la otra acercándola más, hasta que su espalda descansó sobre el pecho de él.
—Así está mejor. Y ahora relájate que parece que te has tragado un palo.
—Ya veo que esto le hace gracia —le dijo ____ mientras intentaba sin éxito inclinarse hacia delante para no apoyarse en él.
—¿Cómo te has lastimado? —le preguntó con un dejo de ternura.
____ sintió que su piel se estremecía cuando su aliento le rozó el cuello.
—No vi una hondonada que había en el suelo y metí el pie en ella. Al principio no me dolía demasiado, pero al rato me era casi imposible dar un paso.
—Ha sido una suerte que yo pasara por aquí. ¿Cómo te has distanciado tanto de la casa? ¿No te diste cuenta de que pronto se haría de noche? ¡Y encima sin poder andar! ¿Te das cuenta del problema en que te habrías metido si no te hubiese visto? Es peligroso hacer lo que has hecho.
"Adiós a la ternura", pensó ____. Joe había ido enfureciéndose según le hablaba, terminando con una maldición.
—Lo siento —le dijo—, pero no creo que sea para tanto. Nadie podía prever que me lastimara.
—¿Que nadie podía preverlo? ¡Por Dios, ____! Desde que te conozco has estado flirteando con el peligro. Era cuestión de tiempo que una de tus alocadas ideas te metiera en un lío.
—Soy una institutriz, milord. Las institutrices no tenemos ideas alocadas.
____ sintió que Joe acercaba la boca a su oído.
—Ojalá yo hubiese tenido una institutriz como tú. No puedes engañarme. Quieres hacer creer a todo el mundo que eres una mujer anodina, pero nada más lejos de la verdad. He de decirte que has fracasado totalmente, porque eres incapaz de ocultar tu rebeldía y tu naturaleza apasionada.
____ sintió como todo su cuerpo entraba en calor. Debería cambiar de tema. Él creía conocerla demasiado bien y eso la asustaba, porque en su interior sabía que podía tener razón.
—¿Ha tenido un buen día?
Joe soltó la carcajada.
—De acuerdo, si así lo quieres….sí, he tenido un buen día.
—¿No va a contarme nada más, verdad?
—Mi vida no es muy interesante, sin embargo, me fascina todo lo que tenga que ver contigo.
—¿Ahora quien es el que miente? No puede convencerme de que su vida es rutinaria, insulsa. De verdad, lord Jonas Miller, está insultando mi inteligencia.
—Jamás. Si hay algo que respeto de ti, es tu inteligencia.
—Ya veo —refunfuñó ____.
—¿Sabes? Creo que estás enfadada conmigo y no tienes ningún motivo para ello. Lady Mansfield no significa nada para mí.
—¿Está insinuando que yo estoy enfadada con Usted porque estoy celosa? ¡Es el colmo! ¿Cómo puede ser tan presuntuoso?
Joe soltó una carcajada. Su risa hizo que el enojo de ____ desapareciera. Le fascinaba escucharlo reír.
—¿Le encanta provocarme, verdad?
—¿Tanto se me nota?
—Sí, salta a la vista que disfruta de ello.
Joe sonrió mientras le apretaba más contra su pecho. Sus labios rozaban la coronilla de ____, mientras sus sentidos se inundaban del olor a flores frescas que desprendía su hermoso cabello. Todo en ella lo hacía reaccionar físicamente. ¿Desde cuando permitía que una mujer ocupase todos sus pensamientos?
—Dentro de poco podrá descansar de mí.
—¿Cuándo se va? – le preguntó demasiado ansiosa.
—Podría disimular un poco. Eso no es nada alentador para el ego de un hombre.
—No me importa lo que haga. Me es totalmente indiferente.
—Realmente estoy conmovido.
—No mal interprete mis palabras. Yo no he dicho que esté deseando perderlo de vista.
—Eso espero, porque dentro de una semana nos volveremos a ver en Londres.
____ se puso tensa como una cuerda.
—¿Hay algo que te preocupa? No he podido dejar de apreciar que siempre que menciono Londres saltas como un resorte.
—No sé de que hablas. Estoy cómoda aquí. Nunca me ha gustado mucho la ciudad. Eso es todo.
—¿Tiene algo que ver con lo que me contó de su anterior empleo?
—No.
Joe no estaba tan seguro de ello. Sabía que ____ temía ese viaje y que eso tenía que ver con sus preferencias. Sabía que no era una mujer que se asustaba con facilidad, así que algo había en Londres que la perturbaba. No podía dejar de pensar que ese miedo era producto de la experiencia sufrida en su anterior empleo. Si descubría que tenía razón, ese malnacido iba a pagarlo caro. Desde la noche en que se lo contó, se había propuesto descubrir el nombre de aquel canalla. Ahora solo le faltaba saber en qué medida le haría pagar el daño que le había hecho a ____.
—¿Usted tiene ganas de ir a Londres?
—No voy por placer, ____.
—¡Quien lo diría!
—¿Qué quieres insinuar?
—Todos saben que es muy requerido en las fiestas que tienen lugar durante la temporada.
—¿Y por eso debe gustarme ese ambiente? Quizá no me creas, pero disfruto más aquí, en el campo. A pesar de la imagen que parece que te has hecho de mí, soy un hombre de gustos sencillos. Pero no siempre se puede tener lo que se quiere.
—Pero usted puede. Tiene una propiedad, una posición...
—Eso es desde hace poco. Antes era el segundo hijo de un marqués que debía buscar la forma de ganarse la vida. Estuve muchos años fuera, lejos de mi familia. No estaba aquí cuando murió mi padre, ni cuando se casó mi hermano o nació Margareth. Mi vida no es tan frívola como piensas.
—Lo siento, no insinuaba eso. Bueno, sí lo insinuaba, pero no lo pensaba realmente. Sé que es un hombre de honor y, aunque intenta disimularlo, con un corazón noble.
Joe pensó que ____ había sonado como si le hubieran estado sacando una muela. Le había costado mucho decirle que no lo consideraba un indeseable. El efecto que produjeron sus palabras en él fue del todo inesperado. No sabía por que había sido tan importante que ____ no creyera lo peor de él. Eso nunca le había ocurrido antes. Es más, había alimentado esa impresión durante largos años. Eso le había servido para alcanzar todo lo que tenía. Tanto Richard como él habían trabajado en asuntos con gente con la que era mejor no cruzarse. Que ellos le temieran, era esencial para seguir adelante. No habrían sobrevivido ni una semana si no hubieran sido duros e inmensamente desconfiados. Por eso no podía creer que todas esas defensas que constituían una segunda piel para él se estuvieran cayendo como fichas de dominó, rápidamente, sin darle tiempo a reaccionar. ¿Qué era lo que tenía esa mujer? La deseaba más de lo que podía soportar. Había estado bañándose con agua fría dos veces al día. A ese paso si no moría por el deseo insatisfecho moriría de una pulmonía.
Joe estrechó más la mano de ____. Ella la había puesto sin darse cuenta sobre la de él, y entrelazó sus dedos. ¡Qué dulce era! Tenía que reconocer que ____ a veces tenía un genio de mil demonios y que no le daba miedo enfrentarse a él de igual a igual, cosa que le asombraba y le fascinaba a la vez. Sin embargo, debajo de toda esa fuerza que emanaba de su interior, vislumbraba a una mujer tierna y apasionada capaz de hacerle perder aún más la cabeza.
—No estaba celosa —la oyó decir en un murmullo, casi más para sí misma que para él.
Joe sonrió mientras rozaba los suaves cabellos de ____ con los labios.
—Yo sí estuve celoso.
____ giró tan rápido la cabeza para poder mirarlo que le golpeó en la barbilla y Joe soltó un quejido de protesta.
—¿De quién?
____ apenas contenía la ansiedad por conocer la respuesta. La afirmación de Joe la había dejado de piedra.
—De todos los hombres que te presentaron. De todos aquellos que disfrutaron de tu compañía y de tu tiempo. Estoy celoso por perderme tus miradas, el mohín de tus labios cuando te enfadas, de no ser el destinatario de tu pasión, que está presente en cada centímetro de tu cuerpo y de tu afilada lengua, sabiendo que otros la disfrutan en mi ausencia.
Joe le tocó el labio inferior con el pulgar, lentamente. Tenía los ojos fijos en su boca. ____ puso fin a su sufrimiento y se acercó a él para besarlo. La mano de Joe se enredó en su flamígero cabello bebiendo lentamente de ella. Su boca era dulce y exquisita y lo estaba volviendo loco. Decidió tomar la iniciativa antes de que ____, con su inocente entrega, le hiciera perder el control. La besó lenta e inexorablemente como si el tiempo no fuera importante. ____ se apretó más a él rodeándole el cuello con los brazos. Un gemido ronco de satisfacción surgió de la garganta de Joe mientras la estrechaba entre sus brazos como si no la fuera a dejar marchar jamás. Introdujo la lengua en su boca saqueándola sin tregua, sin piedad. ____ no se quedó atrás. Le salió al encuentro como si hubiese estado esperando eso mismo durante toda su vida. Las manos de Joe se movieron por su cuerpo mientras excitaban cada una de sus terminaciones nerviosas. El mundo exterior había desaparecido por completo, solo quedaba Joe, sus labios, sus manos, su aroma, su sabor. Era suyo en ese momento y eso era más de lo que se atrevía a soñar.
Joe sabía que en tan solo unos instantes le iba a ser imposible detenerse. Su voluntad se había hecho añicos como siempre que ____ estaba cerca. Jamás había sentido un deseo tan absoluto, una necesidad tan extrema ni un anhelo tan profundo. Se separó de ella y comprobó con asombro que las manos le temblaban levemente. Las mejillas de ____ estaban sonrojadas y los labios hinchados por los besos que acababan de compartir. Sus ojos brillaban y varios de sus cabellos se habían soltado.
—Lo siento, pero no pude evitarlo —le dijo ____ ruborizándose aún más.
Joe le levantó la barbilla para que lo mirara directamente a los ojos.
—Jamás lamentes ser tú misma. Eres una mujer apasionada. No temas demostrar tu sensualidad conmigo. He deseado besarte cada minuto de estas últimas semanas. Me has salvado.
—¿Salvado? —le preguntó tragando saliva con cierta dificultad.
—Sí, de volverme loco de deseo.
Joe volvió a besarla. Esta vez el beso fue duro y abiertamente carnal. Exploró su boca con fiera decisión, devorando sus labios, mientras las lenguas danzaban a un ritmo salvaje y primitivo. La respiración de ____ se aceleró al emitir gemidos de placer. Rodeó la cintura de Joe con los brazos, deseosa de tenerlo junto a su cuerpo. Joe soltó un ronco gemido mientras su mano adoraba el pecho de ____ y sentía como el pezón se endurecía entre sus dedos. ____ se arqueó contra él sin sentir nada más que el insoportable placer, la absoluta felicidad de esos momentos.
—____, si no nos detenemos ahora te haré mía aquí mismo.
—¿Encima del caballo? —le preguntó abriendo desmesuradamente los ojos.
Joe soltó una carcajada mientras la abrazaba contra sí.
—Joe... no tiene gracia.
Joe sofocó la risa al escucharla llamarlo por su nombre. Lo había dicho con tanta naturalidad, con tanta dulzura que había despertado en él una ternura que pensaba no poseer.
—Cariño, podría hacerte el amor ahora y aquí mismo.
____ sonrió sin saber por qué. Los brazos de ese hombre rodeándola la hacían sentir más segura y protegida que nunca. Deseaba quedarse allí para siempre. Era un sentimiento maravilloso y aterrador. La abrumaba la reacción de su cuerpo ante la cercanía de Joe, pero más la asustaba perderlo. En ese momento solo quería permanecer entre sus brazos.
La casa ya se veía a lo lejos cuando Joe detuvo a Bucephalus tirando suavemente de las riendas.
—Ya estamos cerca.
____ levantó la cabeza para mirarlo, deshaciéndose de su abrazo.
—No puedo ser un caballero, ____. No en esto. Me he negado lo que deseo desde que me pediste que me alejara de ti, pero no puedo seguir haciéndolo. Tú deseas lo mismo. Puedo verlo en tus ojos. Tu mirada no puede ocultármelo.
Joe le rozó la mejilla con la mano.
—Es verdad que deseo estar contigo, aunque solo Dios sabe por qué —dijo ____ en un susurro, y Joe sonrió mientras alzaba la ceja izquierda en signo de interrogación.
—Está bien. No tenemos que hablarlo ahora. Estarán preocupados por ti.
—No era mi intención preocuparlos.
—Lo sé, pero es imposible que no piensen en ti, mi temeraria institutriz.
Después de besarla con ternura, reanudaron la marcha pensando ambos en las consecuencias de sus propios sentimientos.
Esa noche ____ no bajó a cenar. Como muy bien le dijera Joe, Sarah y Amelia habían puesto el grito en el cielo cuando vieron la hora que era y ella no había regresado. Nada más verla entrar en brazos de Joe, expresaron su profunda preocupación tratándola como si fuera una niña para después regañarla hasta la saciedad. ____ se había reído interiormente de las caras que ponían al hacerlo. Kevin no se había quedado atrás. Cuando llegaron, bajaba las escaleras decidido a salir a buscarla después de que los hombres le dijeran que no la habían visto por los alrededores. Su ceño fruncido y su: "Como vuelva a hacer algo parecido, la mato", le habían valido para comprender que también le había dado un buen susto.
____ intentó tranquilizarlos a todos explicándoles lo que le había ocurrido, y que accidentalmente se había torcido un tobillo. Eso no sirvió de mucho. La llevaron al dormitorio, hicieron llamar al médico, le apoyaron el pie sobre un cojín y le hicieron beber una taza de té para calmar sus supuestos nervios. ____ no quiso desilusionarlos diciéndoles que no se sentía para nada conmocionada, así que se dejó cuidar bajo la atenta mirada de Joe, que con expresión divertida veía las caras que ella ponía ante el aluvión de cuidados que le profesaban. Se sintió otra vez como cuando tenía diez años y su tía la reprendía y la cuidaba después de alguna de sus travesuras, y, en verdad, estaba emocionada. Sabía que todo ese escándalo se debía al cariño que le tenían.
Cuando el médico les comunicó que no tenía nada grave, todos empezaron a hablar a la vez. Joe y ella se miraron riéndose sin poder evitarlo. Amelia, Sarah, Kevin, el médico y Joe permanecían en el cuarto. Aquello parecía una conferencia más que el dormitorio de una mujer. El médico les dijo que solo necesitaba un poco de descanso y que al día siguiente estaría como nueva.
Después de eso, no la dejaron hacer nada. Le subieron la cena, los niños estuvieron con ella un buen rato contándole como todos se habían preocupado menos ellos, porque sabían que ____ podía cuidarse sola. Que no se parecía en nada a las demás institutrices y que ellos estaban contentos de que fuera la suya, porque era la mejor de todas. ____ se derritió al escuchar esas palabras, tanto que sintió que se le humedecían los ojos. Estaba muy conmocionada, ella nunca lloraba. Al rato llegó Sarah para llevarse a los niños a la cama. La pequeña se había quedado dormida con la cabeza en su regazo. Más tarde, Sarah volvió y se quedaron hablando un rato hasta que la vio bostezar y la dejó descansar. Pensaba que todo estaba bien hasta que Amelia le dijo que descansara el pie, porque al día siguiente estaban todos invitados a la fiesta de la señora Trent.
A LA MAÑANA SIGUIENTE, ____ SE LEVANTÓ MÁS TEMPRANO que de costumbre. Cuando bajaba para desayunar vio que lady Haston y su hija estaban en la puerta con las maletas hechas, dispuestas a salir en ese momento. El marqués de Stamford estaba despidiéndose de ellas, al igual que Amelia. O'Connell se apresuraba a llevar las cosas de ambas al coche que esperaba frente a la casa. Por lo que se veía, el anciano mayordomo al que le costaba realizar algunos ejercicios debido a su artritis, esa mañana tenía una agilidad especial.
Como habían organizado su partida en secreto y con tanta celeridad, ____ sospechaba el motivo. Sin duda, la escena que había presenciado la noche anterior había sido la causa de tan presurosa marcha. Cuando lady Mansfield iba a cruzar la puerta para salir, miró hacia las escaleras y la vio. Su mirada se convirtió en puro hielo, hasta tal punto que ____ podía imaginarse sin esfuerzo cómo era la vida de los pingüinos.
Ese día la vida volvía a la normalidad y todos estuvieron sumamente ocupados. Joe había partido temprano hacia su propiedad, de la que al parecer no se esperaba que llegase hasta la tarde. Amelia había quedado con Sarah para hacer unas compras en el pueblo. Ella tenía las clases de los niños y, Kevin, al que se veía prácticamente recuperado, iba a hablar con varios de sus arrendatarios después de echar un vistazo a la contabilidad. Así llegó la tarde y, todos inmersos en sus obligaciones, apenas fueron conscientes del transcurso apresurado del tiempo.
Ese día ____, se había reído con los niños. Anthony no había dejado de imitar a lady Haston y, a pesar de que ella lo reprendía por tal falta de respeto, las payasadas del niño le habían hecho difícil poder mantener la seriedad.
Solo fue por la tarde cuando se permitió tener un rato de soledad. Salió al jardín y echó a andar sin rumbo fijo. Extrañaba los largos paseos por las calles de Venecia, por el bullicio de la plaza de San Mateos y las tiendas que daban color al Puente del Rialto. Sin embargo, la vasta extensión de bosque y el hermoso manto verde que sus ojos no podían abarcar eran una verdadera delicia para sus sentidos. Había convertido sus paseos en una necesidad, esperando ese momento como un verdadero regalo.
Esa tarde algo la había impulsado a salir de la casa. Sus pensamientos volvían una y otra vez sobre la misma cuestión, sobre la misma persona. Y una y otra vez llegaba a la misma conclusión: que estaba perdidamente enamorada de Joe. Se había adueñado de cada uno de sus actos, pensaba y reaccionaba en función de ello. Si veía un hermoso atardecer, pensaba en que sería maravilloso compartirlo con él. Si estaba dando clase a los niños, lo veía en la sonrisa de Anthony, en el entrecejo fruncido de Margareth o en la mirada inquieta de Lizzy. Cuando se acostaba soñaba con él y cuando se reprochaba que fuera dueño de su paz mental no podía sino reír ante esa locura. Intentaba ser realista, práctica; intentaba dominar ese sentimiento que le hacía sentir un cosquilleo en el estómago a la vez que desbocaba su corazón como un tambor cada vez que él la tocaba. Porque tenía que reconocer que cada vez que la besó había visto fuegos artificiales. Menos mal que él no parecía tener conciencia de cómo la afectaba. Sintió un escalofrío solo de pensar en ello. Si tuviese aunque fuera la más remota idea... ¿Cómo iba a hacer para olvidarlo? No podía mentirse. Sabía que nunca lo lograría, aunque tenía que intentarlo.
Eso hizo que pensara en su plan. Ya había decidido qué hacer con respecto a su marcha. Joe se iría en unos días, antes que el resto de la familia, que se reuniría con él en la ciudad. Ella se marcharía después de Joe. Había pensado volver a Londres, pero no podía hacerlo con ellos. Debía saber si su padre seguía buscándola, si su vigilancia no era tan férrea y si existía la posibilidad de tomar un barco hacia Venecia.
Pensando en sus asuntos no se dio cuenta de que la tarde estaba bien avanzada y que se había alejado bastante de la casa hasta que casi se cayó al suelo al meter accidentalmente el pie en una hondonada del camino. Hizo una mueca de disgusto ante su distracción. Su tía siempre la había reprendido por lo mismo. Sonrió al recordar sus palabras: "Si sigues así, un día te vas a caer a un canal", y debía reconocer que tenía razón. No se había caído, pero se podía haber roto el tobillo.
Apresuró el paso. No quería que se le hiciera más tarde. Si Amelia y Sarah habían vuelto del pueblo, pronto empezarían a preocuparse. Eran sumamente protectoras. Soltó una carcajada ante ese pensamiento, porque Kevin y Joe no se quedaban atrás. La ceja alzada y el entrecejo fruncido era una técnica pulida por los hermanos.
Era muy tierno ver la preocupación por su bienestar en los ojos de esos dos hombres tan duros y fuertes. Empezó a sentir que su tobillo se estaba inflamando. El dolor que sintió al primer momento pareció menguar, solo para disfrazar su verdadera cara. Ahora le latía con fuerza y hacía que su paso fuera errático y doloroso. ¿Qué más podía pasarle? Apenas terminó de decir esas palabras escuchó un sonido a sus espaldas. Al mirar hacia atrás vio a un jinete a lo lejos que le resultó vagamente familiar.
—No puede ser —dijo entre dientes.
Pero sí, el día no había terminado y aún faltaba la última broma, era Joe. ¿Quién si no? Si alguien tenía que verla así, tenía que ser precisamente él.
Joe la vio cuando intentaba apartarse del camino. ¿Qué demonios hacía ____ allí? Le pareció verla cojear, aunque desde esa distancia no pudo estar seguro. Urgió a Bucephalus a ir más deprisa. Últimamente se encontraba demasiadas veces pensando en ella, una costumbre que se estaba convirtiendo en algo peligroso.
—¿Qué haces por aquí sola? —le preguntó mientras desmontaba para acercarse a ella. Su voz había sonado dura y reprobatoria.
____ intentó mantenerse lo más erguida posible a pesar de la punzada de dolor que le atravesó el pie.
—He salido a dar un paseo, de todas formas no creo que tenga que darle explicaciones. Tengo la tarde libre y lo que haga con ella no le incumbe.
____ sabía que había sido demasiado dura, pero no soportaba que la regañaran como a una niña. El tono con el que le había preguntado era del todo censurador. Joe levantó una ceja ante la respuesta. ____ pensó que quizá tendría que haberse mordido la lengua, después de todo.
—Siento haberle contestado de esa manera, pero me miraba como si hubiese cometido un delito y luego, en cuanto al tono en el que me ha hablado, parecía que estaba tratando con una niña. Yo no soy uno de sus sobrinos.
—Eso salta a la vista. Ellos tienen más sensatez que tú.
____ hizo una mueca con la boca antes de intentar marcharse.
La exclamación de dolor que soltó cuando intentó andar no hizo de su retirada una de las más elegantes.
Joe la tomó por la cintura antes de que la pierna cediera y cayera al suelo.
—¿Qué te ocurre? —le preguntó consternado.
—Me he torcido el tobillo.
—¿Qué has estado haciendo? Déjame ver qué te has hecho.
____ exclamó un: "¡No lo puedo creer, será cretino!", que Joe escuchó claramente. Tuvo que sonreír a su pesar. Esa mujer lo enojaba y lo divertía en partes iguales. En ese momento estaba preciosa.
—Antes muerta que dejarlo ver mi pierna.
—O me la enseñas o te coloco sobre mis rodillas y te levanto la falda. Entonces puede que haga algo más que ver tu pierna.
—No se atreverá.
El brillo que cruzó por los ojos de Joe la convenció.
—Ya me siento mejor. Casi no me duele.
—No te sale bien mentir.
Joe la miraba de un modo que intimidaría al guerrero más curtido. ____ alzó el mentón en un intento de mantener la compostura.
—Oh, está bien.
Joe levantó el borde del vestido. Le tomó el pie con delicadeza y lo examinó. ____ soltó un suspiro por el contacto de sus dedos. A pesar del dolor solo podía ser consciente de sus manos.
—No te lo has roto, pero se está hinchando. No puedes caminar hasta que la inflamación baje.
Antes de que ella tuviera tiempo de responderle, la tomó en brazos y la montó sobre Bucephalus, acomodándola delante de él. Tomó las riendas con una mano mientras le rodeaba la cintura con la otra acercándola más, hasta que su espalda descansó sobre el pecho de él.
—Así está mejor. Y ahora relájate que parece que te has tragado un palo.
—Ya veo que esto le hace gracia —le dijo ____ mientras intentaba sin éxito inclinarse hacia delante para no apoyarse en él.
—¿Cómo te has lastimado? —le preguntó con un dejo de ternura.
____ sintió que su piel se estremecía cuando su aliento le rozó el cuello.
—No vi una hondonada que había en el suelo y metí el pie en ella. Al principio no me dolía demasiado, pero al rato me era casi imposible dar un paso.
—Ha sido una suerte que yo pasara por aquí. ¿Cómo te has distanciado tanto de la casa? ¿No te diste cuenta de que pronto se haría de noche? ¡Y encima sin poder andar! ¿Te das cuenta del problema en que te habrías metido si no te hubiese visto? Es peligroso hacer lo que has hecho.
"Adiós a la ternura", pensó ____. Joe había ido enfureciéndose según le hablaba, terminando con una maldición.
—Lo siento —le dijo—, pero no creo que sea para tanto. Nadie podía prever que me lastimara.
—¿Que nadie podía preverlo? ¡Por Dios, ____! Desde que te conozco has estado flirteando con el peligro. Era cuestión de tiempo que una de tus alocadas ideas te metiera en un lío.
—Soy una institutriz, milord. Las institutrices no tenemos ideas alocadas.
____ sintió que Joe acercaba la boca a su oído.
—Ojalá yo hubiese tenido una institutriz como tú. No puedes engañarme. Quieres hacer creer a todo el mundo que eres una mujer anodina, pero nada más lejos de la verdad. He de decirte que has fracasado totalmente, porque eres incapaz de ocultar tu rebeldía y tu naturaleza apasionada.
____ sintió como todo su cuerpo entraba en calor. Debería cambiar de tema. Él creía conocerla demasiado bien y eso la asustaba, porque en su interior sabía que podía tener razón.
—¿Ha tenido un buen día?
Joe soltó la carcajada.
—De acuerdo, si así lo quieres….sí, he tenido un buen día.
—¿No va a contarme nada más, verdad?
—Mi vida no es muy interesante, sin embargo, me fascina todo lo que tenga que ver contigo.
—¿Ahora quien es el que miente? No puede convencerme de que su vida es rutinaria, insulsa. De verdad, lord Jonas Miller, está insultando mi inteligencia.
—Jamás. Si hay algo que respeto de ti, es tu inteligencia.
—Ya veo —refunfuñó ____.
—¿Sabes? Creo que estás enfadada conmigo y no tienes ningún motivo para ello. Lady Mansfield no significa nada para mí.
—¿Está insinuando que yo estoy enfadada con Usted porque estoy celosa? ¡Es el colmo! ¿Cómo puede ser tan presuntuoso?
Joe soltó una carcajada. Su risa hizo que el enojo de ____ desapareciera. Le fascinaba escucharlo reír.
—¿Le encanta provocarme, verdad?
—¿Tanto se me nota?
—Sí, salta a la vista que disfruta de ello.
Joe sonrió mientras le apretaba más contra su pecho. Sus labios rozaban la coronilla de ____, mientras sus sentidos se inundaban del olor a flores frescas que desprendía su hermoso cabello. Todo en ella lo hacía reaccionar físicamente. ¿Desde cuando permitía que una mujer ocupase todos sus pensamientos?
—Dentro de poco podrá descansar de mí.
—¿Cuándo se va? – le preguntó demasiado ansiosa.
—Podría disimular un poco. Eso no es nada alentador para el ego de un hombre.
—No me importa lo que haga. Me es totalmente indiferente.
—Realmente estoy conmovido.
—No mal interprete mis palabras. Yo no he dicho que esté deseando perderlo de vista.
—Eso espero, porque dentro de una semana nos volveremos a ver en Londres.
____ se puso tensa como una cuerda.
—¿Hay algo que te preocupa? No he podido dejar de apreciar que siempre que menciono Londres saltas como un resorte.
—No sé de que hablas. Estoy cómoda aquí. Nunca me ha gustado mucho la ciudad. Eso es todo.
—¿Tiene algo que ver con lo que me contó de su anterior empleo?
—No.
Joe no estaba tan seguro de ello. Sabía que ____ temía ese viaje y que eso tenía que ver con sus preferencias. Sabía que no era una mujer que se asustaba con facilidad, así que algo había en Londres que la perturbaba. No podía dejar de pensar que ese miedo era producto de la experiencia sufrida en su anterior empleo. Si descubría que tenía razón, ese malnacido iba a pagarlo caro. Desde la noche en que se lo contó, se había propuesto descubrir el nombre de aquel canalla. Ahora solo le faltaba saber en qué medida le haría pagar el daño que le había hecho a ____.
—¿Usted tiene ganas de ir a Londres?
—No voy por placer, ____.
—¡Quien lo diría!
—¿Qué quieres insinuar?
—Todos saben que es muy requerido en las fiestas que tienen lugar durante la temporada.
—¿Y por eso debe gustarme ese ambiente? Quizá no me creas, pero disfruto más aquí, en el campo. A pesar de la imagen que parece que te has hecho de mí, soy un hombre de gustos sencillos. Pero no siempre se puede tener lo que se quiere.
—Pero usted puede. Tiene una propiedad, una posición...
—Eso es desde hace poco. Antes era el segundo hijo de un marqués que debía buscar la forma de ganarse la vida. Estuve muchos años fuera, lejos de mi familia. No estaba aquí cuando murió mi padre, ni cuando se casó mi hermano o nació Margareth. Mi vida no es tan frívola como piensas.
—Lo siento, no insinuaba eso. Bueno, sí lo insinuaba, pero no lo pensaba realmente. Sé que es un hombre de honor y, aunque intenta disimularlo, con un corazón noble.
Joe pensó que ____ había sonado como si le hubieran estado sacando una muela. Le había costado mucho decirle que no lo consideraba un indeseable. El efecto que produjeron sus palabras en él fue del todo inesperado. No sabía por que había sido tan importante que ____ no creyera lo peor de él. Eso nunca le había ocurrido antes. Es más, había alimentado esa impresión durante largos años. Eso le había servido para alcanzar todo lo que tenía. Tanto Richard como él habían trabajado en asuntos con gente con la que era mejor no cruzarse. Que ellos le temieran, era esencial para seguir adelante. No habrían sobrevivido ni una semana si no hubieran sido duros e inmensamente desconfiados. Por eso no podía creer que todas esas defensas que constituían una segunda piel para él se estuvieran cayendo como fichas de dominó, rápidamente, sin darle tiempo a reaccionar. ¿Qué era lo que tenía esa mujer? La deseaba más de lo que podía soportar. Había estado bañándose con agua fría dos veces al día. A ese paso si no moría por el deseo insatisfecho moriría de una pulmonía.
Joe estrechó más la mano de ____. Ella la había puesto sin darse cuenta sobre la de él, y entrelazó sus dedos. ¡Qué dulce era! Tenía que reconocer que ____ a veces tenía un genio de mil demonios y que no le daba miedo enfrentarse a él de igual a igual, cosa que le asombraba y le fascinaba a la vez. Sin embargo, debajo de toda esa fuerza que emanaba de su interior, vislumbraba a una mujer tierna y apasionada capaz de hacerle perder aún más la cabeza.
—No estaba celosa —la oyó decir en un murmullo, casi más para sí misma que para él.
Joe sonrió mientras rozaba los suaves cabellos de ____ con los labios.
—Yo sí estuve celoso.
____ giró tan rápido la cabeza para poder mirarlo que le golpeó en la barbilla y Joe soltó un quejido de protesta.
—¿De quién?
____ apenas contenía la ansiedad por conocer la respuesta. La afirmación de Joe la había dejado de piedra.
—De todos los hombres que te presentaron. De todos aquellos que disfrutaron de tu compañía y de tu tiempo. Estoy celoso por perderme tus miradas, el mohín de tus labios cuando te enfadas, de no ser el destinatario de tu pasión, que está presente en cada centímetro de tu cuerpo y de tu afilada lengua, sabiendo que otros la disfrutan en mi ausencia.
Joe le tocó el labio inferior con el pulgar, lentamente. Tenía los ojos fijos en su boca. ____ puso fin a su sufrimiento y se acercó a él para besarlo. La mano de Joe se enredó en su flamígero cabello bebiendo lentamente de ella. Su boca era dulce y exquisita y lo estaba volviendo loco. Decidió tomar la iniciativa antes de que ____, con su inocente entrega, le hiciera perder el control. La besó lenta e inexorablemente como si el tiempo no fuera importante. ____ se apretó más a él rodeándole el cuello con los brazos. Un gemido ronco de satisfacción surgió de la garganta de Joe mientras la estrechaba entre sus brazos como si no la fuera a dejar marchar jamás. Introdujo la lengua en su boca saqueándola sin tregua, sin piedad. ____ no se quedó atrás. Le salió al encuentro como si hubiese estado esperando eso mismo durante toda su vida. Las manos de Joe se movieron por su cuerpo mientras excitaban cada una de sus terminaciones nerviosas. El mundo exterior había desaparecido por completo, solo quedaba Joe, sus labios, sus manos, su aroma, su sabor. Era suyo en ese momento y eso era más de lo que se atrevía a soñar.
Joe sabía que en tan solo unos instantes le iba a ser imposible detenerse. Su voluntad se había hecho añicos como siempre que ____ estaba cerca. Jamás había sentido un deseo tan absoluto, una necesidad tan extrema ni un anhelo tan profundo. Se separó de ella y comprobó con asombro que las manos le temblaban levemente. Las mejillas de ____ estaban sonrojadas y los labios hinchados por los besos que acababan de compartir. Sus ojos brillaban y varios de sus cabellos se habían soltado.
—Lo siento, pero no pude evitarlo —le dijo ____ ruborizándose aún más.
Joe le levantó la barbilla para que lo mirara directamente a los ojos.
—Jamás lamentes ser tú misma. Eres una mujer apasionada. No temas demostrar tu sensualidad conmigo. He deseado besarte cada minuto de estas últimas semanas. Me has salvado.
—¿Salvado? —le preguntó tragando saliva con cierta dificultad.
—Sí, de volverme loco de deseo.
Joe volvió a besarla. Esta vez el beso fue duro y abiertamente carnal. Exploró su boca con fiera decisión, devorando sus labios, mientras las lenguas danzaban a un ritmo salvaje y primitivo. La respiración de ____ se aceleró al emitir gemidos de placer. Rodeó la cintura de Joe con los brazos, deseosa de tenerlo junto a su cuerpo. Joe soltó un ronco gemido mientras su mano adoraba el pecho de ____ y sentía como el pezón se endurecía entre sus dedos. ____ se arqueó contra él sin sentir nada más que el insoportable placer, la absoluta felicidad de esos momentos.
—____, si no nos detenemos ahora te haré mía aquí mismo.
—¿Encima del caballo? —le preguntó abriendo desmesuradamente los ojos.
Joe soltó una carcajada mientras la abrazaba contra sí.
—Joe... no tiene gracia.
Joe sofocó la risa al escucharla llamarlo por su nombre. Lo había dicho con tanta naturalidad, con tanta dulzura que había despertado en él una ternura que pensaba no poseer.
—Cariño, podría hacerte el amor ahora y aquí mismo.
____ sonrió sin saber por qué. Los brazos de ese hombre rodeándola la hacían sentir más segura y protegida que nunca. Deseaba quedarse allí para siempre. Era un sentimiento maravilloso y aterrador. La abrumaba la reacción de su cuerpo ante la cercanía de Joe, pero más la asustaba perderlo. En ese momento solo quería permanecer entre sus brazos.
La casa ya se veía a lo lejos cuando Joe detuvo a Bucephalus tirando suavemente de las riendas.
—Ya estamos cerca.
____ levantó la cabeza para mirarlo, deshaciéndose de su abrazo.
—No puedo ser un caballero, ____. No en esto. Me he negado lo que deseo desde que me pediste que me alejara de ti, pero no puedo seguir haciéndolo. Tú deseas lo mismo. Puedo verlo en tus ojos. Tu mirada no puede ocultármelo.
Joe le rozó la mejilla con la mano.
—Es verdad que deseo estar contigo, aunque solo Dios sabe por qué —dijo ____ en un susurro, y Joe sonrió mientras alzaba la ceja izquierda en signo de interrogación.
—Está bien. No tenemos que hablarlo ahora. Estarán preocupados por ti.
—No era mi intención preocuparlos.
—Lo sé, pero es imposible que no piensen en ti, mi temeraria institutriz.
Después de besarla con ternura, reanudaron la marcha pensando ambos en las consecuencias de sus propios sentimientos.
Esa noche ____ no bajó a cenar. Como muy bien le dijera Joe, Sarah y Amelia habían puesto el grito en el cielo cuando vieron la hora que era y ella no había regresado. Nada más verla entrar en brazos de Joe, expresaron su profunda preocupación tratándola como si fuera una niña para después regañarla hasta la saciedad. ____ se había reído interiormente de las caras que ponían al hacerlo. Kevin no se había quedado atrás. Cuando llegaron, bajaba las escaleras decidido a salir a buscarla después de que los hombres le dijeran que no la habían visto por los alrededores. Su ceño fruncido y su: "Como vuelva a hacer algo parecido, la mato", le habían valido para comprender que también le había dado un buen susto.
____ intentó tranquilizarlos a todos explicándoles lo que le había ocurrido, y que accidentalmente se había torcido un tobillo. Eso no sirvió de mucho. La llevaron al dormitorio, hicieron llamar al médico, le apoyaron el pie sobre un cojín y le hicieron beber una taza de té para calmar sus supuestos nervios. ____ no quiso desilusionarlos diciéndoles que no se sentía para nada conmocionada, así que se dejó cuidar bajo la atenta mirada de Joe, que con expresión divertida veía las caras que ella ponía ante el aluvión de cuidados que le profesaban. Se sintió otra vez como cuando tenía diez años y su tía la reprendía y la cuidaba después de alguna de sus travesuras, y, en verdad, estaba emocionada. Sabía que todo ese escándalo se debía al cariño que le tenían.
Cuando el médico les comunicó que no tenía nada grave, todos empezaron a hablar a la vez. Joe y ella se miraron riéndose sin poder evitarlo. Amelia, Sarah, Kevin, el médico y Joe permanecían en el cuarto. Aquello parecía una conferencia más que el dormitorio de una mujer. El médico les dijo que solo necesitaba un poco de descanso y que al día siguiente estaría como nueva.
Después de eso, no la dejaron hacer nada. Le subieron la cena, los niños estuvieron con ella un buen rato contándole como todos se habían preocupado menos ellos, porque sabían que ____ podía cuidarse sola. Que no se parecía en nada a las demás institutrices y que ellos estaban contentos de que fuera la suya, porque era la mejor de todas. ____ se derritió al escuchar esas palabras, tanto que sintió que se le humedecían los ojos. Estaba muy conmocionada, ella nunca lloraba. Al rato llegó Sarah para llevarse a los niños a la cama. La pequeña se había quedado dormida con la cabeza en su regazo. Más tarde, Sarah volvió y se quedaron hablando un rato hasta que la vio bostezar y la dejó descansar. Pensaba que todo estaba bien hasta que Amelia le dijo que descansara el pie, porque al día siguiente estaban todos invitados a la fiesta de la señora Trent.
Cande Luque
Re: "Un disfraz para una dama" (Joseph & Tú) Terminada
Capítulo 20
ESA MAÑANA, ____ SE LEVANTÓ CON DOLOR DE CABEZA. Su pie parecía estar normal, aunque todavía le molestaba un poco. A pesar de lo que le había dicho Amelia la noche anterior, no podía quedarse quieta durante todo ese día en la cama. Se vistió y bajó hasta el comedor, despacio para no cargar el tobillo. Era más tarde que de costumbre y al parecer todos ya habían desayunado.
—Señorita Greyson, ¿no debería estar acostada?
____ se sobresaltó al escuchar la voz grave de O'Connell desde el umbral de la puerta.
—Me ha asustado.
—Pues más nos asustó usted ayer.
____ se sintió algo culpable al pensar en ello.
—¿Dónde están todos?
—La señorita Sarah se ha llevado a los niños a dar un paseo con el marqués de Stamford y lady Bruce ha ido a visitar a la señora Fairbank. El conde de Ashford está en el estudio. Todos creían que usted descansaría durante todo el día como el médico le señaló.
____ observó el entrecejo fruncido del viejo mayordomo.
—¿Me está regañando, O'Connell?
—Nunca osaría hacer algo semejante. Solo estoy haciéndole una observación que espero que usted sepa comprender. No queremos que su salud se resienta.
—Es usted un hombre muy sabio, O'Connell —dijo mientras esbozaba una sonrisa.
—Menos mal que alguien se da cuenta...
____ rió abiertamente.
—¿Qué desea desayunar? Le diré a Chloe que le haga algo especial, ya sabe, para recuperar las fuerzas.
—Le estaría muy agradecida.
—No tiene por qué, señorita.
Después de que ____ se comiera vanas tartas de frambuesa con un delicioso té, salió del comedor con intención de ir a la biblioteca; quizá si leía un buen libro pudiese descansar el pie sin que el día se le hiciera eterno. En el mismo momento en que se dirigía allí, la puerta del despacho se abrió.
A ____ no le dio tiempo de retirarse antes de que Joe la viera.
—¿Se puede saber qué haces levantada?
Ahí estaba el encanto de la familia en todo su esplendor.
—No podía quedarme todo el día de brazos cruzados en mi habitación —le dijo desafiándolo con la mirada a que le dijera lo contrario.
Antes de que pudiera parpadear dos veces, él la tomó en brazos y la llevó dentro del estudio.
—¿Se puede saber qué estás haciendo? ¡Suéltame enseguida!
En cuanto cerró la puerta tras de sí, la llevó hasta uno de los sillones que había frente a la mesa y la depositó con cuidado en él.
—Y ahora me vas a escuchar —le dijo mirándola fijamente.
—Como si pudiera hacer otra cosa...
—Tienes que descansar el pie si no quieres que vuelva a empeorar.
—Ya no me duele.
Joe se sentó frente a ella inclinándose hacia delante para poder estar más cerca.
—Ya lo sé, pero eres demasiado impulsiva.
—¿Yo, impulsiva?
—Sí, ¿o ya no te acuerdas de cuando ayer me besaste?
____ enrojeció hasta las pestañas.
—No es de caballero recordarme eso.
—Yo nunca he dicho que sea un caballero. Y me encanta que me beses. Ya te dije que no debes esconder tu sensualidad conmigo.
____ apretó su espalda contra el respaldo del sillón. Teniéndolo tan cerca sentía que su lógica se desvanecía. Un mechón castaño dorado de su cabello le caía sobre la frente, y el impulso de tocarlo con los dedos para ponerlo en su lugar era irresistible. Estaba vestido con unos pantalones de montar de color beige y la camisa blanca abierta informalmente, que dejaba entrever la parte superior del pecho. ____ sabía que los pensamientos que le provocaba verlo así no eran muy decentes, pero no podía evitarlos.
—Entiendo que se preocupen, pero no puedo estar todo el día acostada. Me dará un ataque —le dijo ____ mientras recordaba qué era lo último que él le había dicho.
—Entonces quédate sentada, leyendo un libro o hablando conmigo.
—Creo que estar contigo es mucho más peligroso que ponerme a brincar.
Joe sonrió con expresión voraz.
—No es mi culpa que cada vez que te tengo cerca tenga que dominarme para no tocarte.
____ sintió que un escalofrío le recorría la espalda. La verdad es que esas palabras no la ayudaban a refrenar sus pensamientos.
—¿Qué estabas haciendo? —le preguntó con fingida inocencia.
—Un día tendremos que hablar de tu tendencia a cambiar de tema.
—No estoy cambiando de tema, estoy intentando mantener una conversación decente.
—De acuerdo, si deseas engañarte... Estoy leyendo los informes que mi administrador me dio ayer sobre mis negocios.
—¿Qué clase de negocios?
—Ahora tendré que añadir "curiosa" a la lista de tus cualidades.
—Y yo tendré que añadir "maleducado".
—Y yo que creía que estaba ganando puntos —le dijo con gesto teatral mientras se llevaba la mano al pecho como si le doliese de verdad.
—Eres un payaso —le dijo ____ sin poder contener la sonrisa.
____ ya pensaba que no le iba a contar nada cuando empezó a hablar.
—Soy el dueño de la mitad de una compañía naviera, socio en una empresa textil y también en unas minas en Escocia. ¿Está satisfecha tu curiosidad?
—Completamente, y como puedes ver no te ha ocurrido nada por contármelo. No te ha caído un rayo ni te has desplomado en la alfombra.
Joe intentó no sonreír, pero desde que conocía a ____, cada vez le resultaba más difícil no hacerlo.
—No sé por qué me fascina tanto tu faceta de sabionda. Puede ser porque me hace desear besar tus labios y embriagarme con toda esa pasión con la que impregnas cada una de tus palabras.
____ tragó saliva antes de hablar.
—Te encanta dejarme sin palabras, ¿verdad?
—Más me encantaría tenerte entre mis brazos.
—Jamás pensé que fueras tímido —le dijo ____. Joe soltó una carcajada, que hizo que a ____ le temblaran las rodillas.
—Touché, aunque si uno hace un desafío como ese tiene que estar dispuesto a pagar el precio.
—Yo jamás falto a mi palabra.
—Jamás hubiese pensado lo contrario —le dijo Joe antes de acercarse a ella y besarla.
—Oh, querida, me recuerda usted a alguien, aunque ahora no sé a quién —dijo la señora Trent mientras se daba un pequeño toque en la frente.
La señora Trent era todo lo que le habían dicho y más. Mujer de un barón, y viuda desde hacía una década, se había trasladado allí para descansar de la ajetreada vida en la ciudad. Solo iba a Londres a ver a sus hijas, todas casadas, y a ver a sus antiguas amistades. De ahí que ____ todavía no la hubiese conocido. La señora Trent había regresado de la ciudad tan solo unos días atrás. Esa mujer era un terremoto. Gesticulaba con la misma rapidez con la que hablaba, aunque en su mirada había una calidez que reconfortaba y que hacía que le cayera bien.
—No digas tonterías, Gladys, a quién te va a recordar. Esta muchacha es única —dijo Amelia guiñándole un ojo.
—Sí, por supuesto, eso no te lo discuto, Amelia. Imagino que tendrá un montón de pretendientes.
—La verdad es que no —le dijo ____ con una sonrisa.
—Estos muchachos de hoy en día son un poco lentos, ¿verdad, Amelia?
—Sí, son todos unos burros.
Rieron a la vez sin poder contenerse. Desde que llegaron, ____ tenía que reconocer que lo estaba pasando bien. La fiesta era alegre, llena de gente, tanto de los alrededores como de Londres, a quienes la señora Trent había invitado a su casa para pasar el fin de semana.
—Bueno, os dejo por unos momentos. Debo atender al resto de los invitados. Amelia, ¿Por qué no vienes conmigo y me ayudas?
Amelia la miró con el entrecejo fruncido antes de soltar un suspiro de resignación.
—De acuerdo, pero luego no digas que todo el mérito ha sido tuyo.
Las dos amigas se fueron discutiendo mientras Sarah y ella las miraban.
—Tu tía es una mujer increíble.
—Sí, lo es. A veces te dan ganas de estrangularla, pero es maravillosa.
____ vio que Sarah fruncía el ceño mientras apretaba su abanico con demasiada fuerza.
—No es por nada, Sarah, pero el abanico es un adorno, no un arma. Me da la sensación de que quieres atizar a alguien con él.
____ siguió la mirada de Sarah hasta que descubrió la razón de su enfado. Kevin había asistido a una fiesta, por primera vez desde su enfermedad, y estaba rodeado de dos damas. Quedaba claro que estaban desplegando todo su encanto. ____ entendía perfectamente a su amiga.
—De acuerdo, yo me encargo de la delgada y morena y tú te encargas de la otra.
Sarah la miró con extrañeza antes de percatarse de lo que quería decirle.
—Por Dios, ____, eres un caso —le dijo esbozando una sonrisa—, aunque no te creas que no tengo ganas de aceptar tu propuesta.
—Deberías ser tú la que estuvieras allí con él.
—Dime cómo. Esta mañana vino conmigo y los niños a dar un paseo y estuvimos discutiendo todo el tiempo.
—¿De qué?
—De lo mismo que llevamos discutiendo las últimas semanas. De mi presentación en Londres. Se cree que soy una niña.
—Sí, ese debe ser un rasgo que tienen en común los dos hermanos. ¿Pero sabes una cosa? No nos vamos a quedar de brazos cruzados. Vamos.
____ entrelazó su brazo con el de Sarah y lentamente la conminó a moverse a través del salón hasta donde se encontraba Kevin.
—____, si esta es una de tus ideas, me das miedo.
—No te preocupes. Todo saldrá bien.
El Marqués se quedó mirándolas un momento antes de que ellas llegaran. ____ pudo ver como sus ojos brillaron al posarse en Sarah. Cada vez estaba más segura de que el Marqués sentía algo por ella. Solo había que ver cómo la miraba y cómo su expresión se suavizaba cada vez que su amiga estaba cerca de él.
Las dos mujeres que estaban a su lado las miraron con malévola tirantez.
—Veníamos a reclamar el vals que le prometió a Sarah, Marqués.
Las dos mujeres abrieron la boca escandalizadas, y Sarah la miró estupefacta. Ambas sabían que él no le había prometido ningún baile.
—Por supuesto —dijo Kevin mientras miraba a ____ con curiosidad—. No sé cómo he podido olvidarlo. Si me disculpan, señoras.
Tomó a Sarah de la mano y la condujo hasta la pista de baile, en donde las primeras notas del vals empezaban a oírse.
____ se despidió con una inclinación de cabeza de las dos arpías, que levantaron la nariz dándole la espalda antes de volver su mirada para contemplar el salón. Sarah estaba muy guapa esa noche con su vestido color azul marino, con un escote profundo, que, sonrió al recordar, había provocado el ceño fruncido de Kevin nada más verla esa noche. El Marqués también estaba muy atractivo. Recuperado prácticamente de la enfermedad, había recobrado algo de peso, lo que había suavizado sus facciones y lo hacía parecer más joven. El brillo de sus ojos esa noche hacía que las mujeres se sintieran atraídas por su mirada. Sin embargo, el hombre más atractivo que ____ había visto esa noche era Joe. Su camisa blanca anudada con un sencillo, pero elegante nudo era lo único que destacaba sobre su traje negro, que remarcaba su cuerpo atlético y extremadamente masculino. El pelo lanzaba destellos dorados bajo las luces del salón y le hacía desear introducir los dedos entre ellos.
—Muy hábil, ____.
____ se sobresaltó cuando escuchó la voz ele Joe a su lado. Menos mal que no podía saber en lo que había estado pensando.
—No sé de qué estás hablando.
—¿Por qué siempre tienes que discutirlo todo cuando sabes perfectamente a lo que me refiero?
—Porque así es más interesante y porque me encanta ver como se te inflama la vena del cuello.
—Eres terrible —le dijo Joe como si en verdad estuviera enojado.
—Milord, eso es lo peor que le puede decir a una institutriz recta y seria como yo.
Joe soltó una carcajada mientras la miraba embelesado. Esa mujer era preciosa y esa noche estaba bellísima. Con su vestido color turquesa y su cabello recogido con varios mechones cayéndole por la espalda podía llevar a cualquier hombre a la locura. Había tenido que controlar con la mirada a más de un hombre esa noche para que entendiera que si se acercaba a ella tendría serios problemas.
—Quiero que me prometa todos los bailes hasta el final de la velada.
—Sabe que eso es imposible. Más de dos bailes y estaría deshonrada. Sí, ya sé que desea hacérmelas pagar, pero si lo intenta le pateo una espinilla.
—¿De verdad eres institutriz? ¿No has trabajado antes de estibador en los muelles?
—Oh, eso me ha dolido —le dijo ____ posando su mano al lado del corazón, lo que hizo que Joe se fijara en su escote y su respiración empezara a acelerarse.
—Me lanza mis mismas palabras. Eso es jugar sucio, señorita Greyson. Ahora no tendré más remedio que cumplir mi amenaza.
—Eso ni lo sueñe, sin embargo, debido a que hoy me siento generosa, le reservaré el próximo vals.
—Estoy estupefacto por tal honor. ¿Podría dejarme también besar el suelo que pisa?
—Es cuestión de pensarlo, lord Jonas Miller —le dijo ____ mientras le ofrecía la más dulce de las sonrisas.
—Te das cuenta de que estás jugando con fuego, ¿verdad?
—Lo hago porque sé que no dejarás que me queme.
Esas sencillas palabras, llenas de sentimiento, le hicieron comprender a Joe que ____ estaba bromeando porque confiaba en él. Con esa frase le había dicho que se sentía segura a su lado. Eso hizo que un extraño calor se extendiera por su pecho.
—Si yo estuviera en tu lugar no estaría tan segura.
—Me arriesgaré —le dijo ____ mirándolo fijamente a los ojos.
—Siempre me han gustado las mujeres valientes.
El tono de admiración que había detectado detrás de sus palabras hizo que ____ se sonrojara.
Ambos se quedaron mirando lo que parecía una danza de deseo cuando Amelia se les unió.
—¿No bailáis ninguno de los dos? Si yo fuera más joven me tendrían que sacar de la pista a rastras.
—¿No nos harás creer que ya estás mayor para bailar, verdad? —le preguntó Joe mientras la miraba con picardía.
—Bueno, si quieres podemos intentar descubrirlo.
—Será todo un placer.
Joe acompañó a Amelia hasta la pista de baile no sin antes recordarle a ____ que el siguiente baile le tocaba a ella.
Sarah sentía que flotaba por la pista. En brazos de Kevin parecía más liviana que nunca. Tenía la sensación de que sus pies apenas rozaban el suelo y que la mano de él apoyada en su espalda la quemaba a fuego lento. Sin poder mirarlo a los ojos, porque temía que pudiera leer en ellos, intentaba detener el vertiginoso correr de su corazón, que latía desbocado.
—¿Qué tramáis ____ y tú?
Sarah levantó la cabeza al escuchar la pregunta.
—No tramamos nada.
—¿Entonces a qué ha venido lo de antes?
Sarah intentó pensar deprisa.
—____ y yo pensamos que quizá estabas cansado de tanto hablar y como parecías no tener escapatoria...
—Decidisteis rescatarme, ¿es así?
—Sí, así es. ¿Te ha molestado?
—No, en absoluto. La verdad es que esas dos mujeres me estaban haciendo desear huir.
Sarah sonrió y Kevin sintió que la habitación se iluminaba.
—Estás preciosa esta noche —le dijo, sintiendo un extraño placer al ver como las mejillas de Sarah se sonrojaban.
—Gracias.
—No sé cómo voy a hacer para contener a la fila de pretendientes que tendrás en Londres.
Sarah sintió que el mundo se hundía a sus pies.
—Creía que ese era el propósito. Venderme al mejor postor.
Sarah apenas pensó en sus palabras antes de pronunciarlas. Sintió como Kevin se ponía rígido ante ellas y como le estrechaba con más fuerza la mano en un acto reflejo.
—Si piensas eso de mí, me decepcionas, Sarah.
—Lo siento, he hablado así porque me enfurece que creas saber lo que más me conviene.
—Es que sé qué es lo que más te conviene.
—¿Cómo? ¿Acaso me has preguntado?
—Sí, y no me has dado ninguna buena razón para cancelar nuestra marcha a Londres.
—Te he dicho que no quería ir, y eso debía de haber sido suficiente.
—No cuando esa negativa está basada en tu absurda idea de esconderte del mundo para el resto de tu vida.
Ante eso Sarah lo miró furiosa.
—Creo que no me conoces.
—Pues yo creo que te conozco lo suficiente. Me importas, Sarah, y mucho, y no quiero ver como desaprovechas las oportunidades que te ofrece la vida.
—¿Y qué me dices de ti?
—No estamos hablando de mí, pero si quieres saberlo, yo ya tuve mi oportunidad. Conocí a la mujer de mi vida y la perdí. Mi caso es diferente.
—No, tu caso es igual. Tú dices que yo me escondo de la vida en tu casa y yo te digo que tú te escondes detrás de un fantasma.
Kevin la miró con una furia apenas contenida. El resto del vals lo bailaron en silencio. Sarah sabía que esas palabras la habían sentenciado porque él jamás se las perdonaría.
—¿Sarah, qué ocurre?
____ intentó que Sarah le dijera algo entre los sollozos que se escapaban de su garganta. Después de que Kevin la dejara junto a ella, Sarah susurró una disculpa y desapareció tras las puertas que daban al jardín. ____ la siguió ya que sabía que algo andaba mal.
—Por favor, dime qué sucede, me estás asustando. ¿Ha ocurrido algo con Kevin?
Al mencionar su nombre, Sarah soltó un sollozo más fuerte. Ya sabía de dónde provenía el problema.
—Está bien, tranquilízate y cuéntame qué ha ocurrido.
—¡Que lo he echado todo a perder! Tenías que haber visto cómo me ha mirado. A un insecto lo hubiese contemplado con más afecto.
—No puede haber sido tan terrible, Sarah.
—Le dije que se escondía detrás de un fantasma para no vivir la vida.
____ soltó un silbido poco femenino que hizo que Sarah volviera a llorar.
—Hay que decir que cuando te decides a hablar lo haces a lo grande.
—Oh, ____, no me estás ayudando.
—Entiendo que estés mal, pero no es para tanto. Solo has dicho una verdad que todos sabían, pero que nadie se atrevía a decir. Quizá no hayas escogido el momento oportuno o las palabras apropiadas, pero el mensaje es el correcto. Si es un hombre inteligente, tarde o temprano comprenderá que tenías razón y que se lo has dicho porque te importa.
—Yo creo que no me perdonará. Tú no has visto con qué frialdad me ha mirado. Era como si hubiese visto a una extraña.
—Lo que no sé es cómo ha llegado la conversación a ese término. La última vez, que os vi estabais bailando un vals.
—Estuvimos conversando mientras bailábamos. Me habló de mi presentación en Londres, yo me enojé, él me dijo que me escondía en su casa y yo le dije que él se escondía tras un fantasma, y entonces me miró como... como..., oh, ____, no va a perdonarme.
—No te preocupes. Eso fue la sorpresa por lo que le dijiste. Conociéndote, no creo que pensara que le fueras a soltar eso.
—¿Por qué no?
—Porque eres una mujer muy...
—¿Previsible?
—No —le dijo ____ con una sonrisa—, lo que iba a decir es que eres una mujer muy dulce que prefiere morderse la lengua antes que molestar a nadie.
—Entonces es que soy idiota.
—No, Sarah, eres una mujer maravillosa.
—Eso me lo dices porque estoy llorando.
—Te lo digo porque es la verdad, porque eres mi amiga y... sí, también porque estás llorando.
Sarah no pudo contener una risilla.
—Gracias.
—De nada. Y ahora vamos a entrar; si no, dentro de unos minutos tendremos a la caballería buscándonos.
—De acuerdo.
Cuando cruzaron la puerta que daba al salón, intentaron pasar inadvertidas hasta que Sarah se tranquilizara. Pero tenían que haber supuesto que la suerte no estaría de su lado.
—Oh, querida, está muy pálida, ¿se encuentra bien?
"Es demasiado pedir que nadie haga preguntas", pensó ____. La señora Fairbank las paró en seco. No la había visto en toda la noche y justo en el peor momento hacía acto de presencia. Amelia y la señora Trent venían detrás de ella. ____ pensó que solo les había faltado vender entradas.
—¿Te encuentras mal, Sarah? —le preguntó Amelia con el ceño fruncido cuando estuvo junto a ellas.
____ miró a Sarah, que cada vez tenía menos color en la cara. Si no decían algo pronto, las tres damas iban a empezar a sospechar cosas raras.
—Sarah se sintió algo indispuesta y me pidió que saliera con ella al jardín.
—¿Qué te ocurre? ¿Te duele algo? —preguntó Amelia ya abiertamente preocupada.
—No te preocupes, tía, es solo un pequeño mareo. Quizá si pudiera descansar un rato...
—Por supuesto, querida —dijo la señora Trent—. ¿Cómo no se me ha ocurrido antes? Ven, te acompañaré a una de las habitaciones para que puedas echarte.
Amelia y ella las acompañaron seguidas por la señora Fairbank, que parecía no querer perderse nada. Cuando ya estaban cerca de la puerta, Sarah soltó un pequeño chillido.
—¿Qué sucede? —le dijeron todas a la vez, salvo la señora Fairbank, que pegó un salto como si hubiese visto a un ratón—. Dios mío, ahora también yo tendré que echarme un rato —dijo la pobre mujer mientras intentaba recuperar el equilibrio.
—Mi... mi abanico, no lo tengo, y es el que me regaló Danielle, Dios mío, no puedo perderlo.
____ vio que Sarah parecía a punto de echarse a llorar de nuevo.
—No te preocupes, yo lo buscaré, ¿te acuerdas de la última vez que te diste cuenta de que lo tenías?
—Sí, cuando salí a la terraza lo llevaba.
—Entonces no será difícil encontrarlo. Ahora vuelvo.
____ bajó las escaleras pensando que ojalá tuviera razón.
Llevaba un rato mirando cuando por fin vio el abanico en la esquina de la terraza. Sintió un alivio inmenso al saber que Sarah no lo había perdido.
—Vaya, vaya, es todo un placer volver a verla.
____ sintió que se le erizaban los pelos de la nuca. Ese hombre parecía no haber escarmentado.
—La última vez que nos vimos le prometí que seguiríamos nuestra conversación, y yo nunca defraudo a una mujer.
Eric Fairbank salió de las sombras con sumo sigilo. ____ no sabía que estaba en la fiesta esa noche. Tenía en la cara una expresión burlona que contrastaba con la mirada de depredador de sus ojos.
—Yo creo que las cosas quedaron bastante claras, señor —le dijo ____ intentando que sus palabras fueran lo más cortantes posible.
—Pues me temo que no, querida. Una osadía como la suya no puede caer en el olvido. No habrá pensado que iba a olvidar como se despidió de mí. ¿Una vulgar institutriz que no sabe cerrar las piernas atacando a un caballero? Eso no puede permanecer impune.
—Creo que está borracho o demente, y ninguna de las dos cosas son de mi incumbencia. Y ahora si me perdona, debo entrar —le dijo furiosa.
____ intentó actuar con rapidez, pero Eric estaba preparado. La atrapó antes de que ella pudiera dar un paso o que pudiera alcanzar su estilete. La aferró entre sus brazos para que no pudiera girar y darle una patada.
—Suélteme, bastardo.
—Veo que ya empieza a utilizar el vocabulario de ramera.
____ echó la cabeza hacia atrás dando en el blanco. Fairbank soltó un aullido de dolor al recibir el fuerte golpe en la nariz, que empezó a sangrar al instante.
—Esto me lo vas a pagar.
La arrastró hacia el jardín, donde la luz era más tenue y el bullicio de la fiesta, más lejano. ____ sabía que si la llevaba hasta allí sus posibilidades de escapar serían escasas. Abrió la boca para gritar cuando la mano de él se la tapó, asfixiándola. ____ se la mordió y logró que la soltara, aunque la tomó nuevamente tras dos pasos desgarrando el hombro del vestido al tirar con fuerza de ella.
—Pequeña estúpida —le dijo Eric mientras le daba un bofetón que la tiró al suelo y la dejó aturdida.
—Esto no tiene por qué ser así. Solo quiero lo que a otros les das con tanta facilidad. Yo podría darte placer.
____ lo miró con furia.
—Si me tocas te mato.
Fairbank soltó una carcajada.
—Cuando acabe contigo, solo desearas que te dé más. Fairbank cayó sobre ella mientras ____ se debatía con toda su fuerza. Le dolía el mentón y sentía que la cabeza le daba vueltas. Cuando pensaba que no podría escapar, un bramido de furia rasgó la noche.
En un instante, ____ se sintió libre de las manos de Fairbank. Joe lo había sujetado por la espalda y lo arrojó al suelo. Antes de que Fairbank hubiera tenido tiempo ni siquiera de pestañear, Joe se lanzó sobre él dándole un puñetazo tras otro, castigándolo sin piedad. Fairbank empezó a suplicar que se detuviera, pero Joe parecía no oírlo.
—Por favor, detente —le dijo ____.
Su dulce voz llamándolo hizo que se detuviera. Fairbank estaba llorando a la vez que le suplicaba. Joe lo soltó antes de que la furia que corría por sus venas le hiciera perder la razón. Había querido buscar a ____ cuando no la encontró por el salón. Cuando salió, un quejido lo puso alerta. Se encaminó hacia el jardín y entonces durante un momento el corazón se le detuvo. Cuando la vio tumbada luchando con un hombre que intentaba abusar de ella, quiso matar a ese malnacido.
Dejó al deshecho de Fairbank que apenas podía hablar, se acercó a ____ que estaba sentada en el suelo mirándolo fijamente. Se agachó para poder cerciorarse de que estaba bien. Le tembló ligeramente la mano cuando le apartó varios mechones del cabello que se le habían soltado. Sin poder contenerse ni un minuto más le abrió los brazos, lo que hizo que ____ se lanzara a ellos sin pensarlo. Él la acunó contra su pecho.
—¿Te ha hecho daño?
—No, has llegado a tiempo.
Joe sintió que un nudo lo golpeaba en el estómago. Solo de pensar en lo que hubiera ocurrido si él no hubiese salido a buscarla haría que se le helara la sangre. Sintió como ____ empezaba a tiritar.
—Vámonos, voy a sacarte de aquí ahora mismo —le dijo mientras se quitaba su chaqueta y la cubría con ella.
La ayudó a levantarse tomándola por la cintura. Cuando la tuvo frente a él, le cerró el abrigo. De ese modo, impidió que tuviera frío y que se viese el vestido desgarrado que prácticamente le dejaba el pecho al descubierto. Al mirarla más detenidamente vio como un inmenso moretón se le iba formando en la quijada. ____ supo que algo ocurría cuando las manos de Joe, tiernas y protectoras, se tensaron sobre sus brazos como unas tenazas. Lo miró a los ojos y lo que vio en ellos le cortó la respiración. Sus ojos estaban fríos como el acero y en ellos había una rabia contenida.
—Te ha pegado. Ese hijo de puta te ha pegado —dijo mientras se daba la vuelta para ir por Fairbank otra vez. ____ corrió tras él.
—Joe, estoy bien. Si le vuelves a pegar, vas a matarlo.
Joe la apartó para seguir su camino. ____ lo abrazó por la espalda haciendo que se detuviera por un instante.
—Por favor, Joe, estoy bien. Déjalo. Por favor.
Joe se giró mirando a ____.
—Por favor, déjalo.
La súplica que había en sus ojos hizo que parte de su rabia se aplacara. Sabía que estaba asustada, aunque intentara disimularlo. Verla así despertó en él la necesidad de protegerla, de mimarla y de besarla hasta que olvidase por completo lo que acababa de ocurrir.
—Está bien. Vámonos —le dijo mientras observaba de reojo a Fairbank.
—Si me entero de que vuelves a mirar o a tocar un solo pelo de alguna otra mujer sin su consentimiento, será lo último que hagas.
Dicho esto, Joe rodeó la cintura de ____ con fuerza, como si temiera que ella fuera a desaparecer, y la condujo por la parte lateral de la casa hasta donde estaban los coches.
—No podemos irnos así —le dijo cuando vio que el cochero le abría la puerta.
—No te preocupes. Entraré un momento y hablaré con Kevin. Él tendrá que arreglárselas con Amelia y Sarah.
—Maldición —dijo ____ entre dientes—. Siempre salgo de los bailes de la misma manera. A este paso voy a implantar una moda.
Joe tuvo que sonreír a su pesar. Esa mujer lo asombraba cada vez más. Acababa de pasar por una experiencia terrible y, sin embrago, allí estaba, serena, bromeando acerca de la situación. La admiró como no había admirado nunca a ninguna mujer. No quería dejarla sola ni siquiera por un instante, así que finalmente escribió una nota a su hermano e hizo que se la entregaran.
____ se limitaba a mirar por la ventanilla del coche mientras se ponían en camino.
—No estás tan bien como quieres hacerme creer. Conmigo no hace falta que finjas.
____ lo miró a los ojos intentando decidir qué hacer. Era verdad que no estaba tan tranquila. Le temblaba todo el cuerpo y el miedo que no había sentido entonces, ahora corroía su interior con absoluto despotismo.
Joe decidió por ella alzándola para sentarla en su regazo, ____ se acurrucó contra su pecho mientras él le frotaba la espalda con ternura.
—Fairbank fue quien te atacó la otra vez, ¿verdad?
____ sabía que Joe no estaba tan despreocupado como pretendía parecer. La tensión de sus músculos cuando hizo la pregunta se lo indicó.
—Sí.
—____, ¿por qué no me lo dijiste?
—Porque en aquella ocasión me defendí bastante bien yo sola y creí que le había dejado bien claro que no deseaba que volviera a acercarse a mí. Al parecer me equivoqué.
—Sí, así es. Prométeme que si alguna vez ocurre algo parecido me lo dirás.
—Yo...
—Prométemelo ____.
No era una sugerencia, sino una orden, que no dejaba lugar a discusión.
—De acuerdo, te lo prometo.
____ sintió que se iba relajando poco a poco. Los brazos de Joe actuaban como un bálsamo para sus sentidos. Se sentía segura y mimada, y eso en ese momento era lo único que le importaba. Le llegó el perfume a sándalo de su colonia y otro olor propio de él que era aún más seductor y masculino.
Joe le levantó el mentón con cuidado para no rozarle la herida.
—Tendría que haber hecho picadillo a ese bastardo.
—Me temo que eso fue lo que hiciste. Creo que tendrá que comer sopa durante un tiempo.
Joe no pudo contener una sonrisa. Esa mujer era increíble.
—¿Por qué sonríes así? —le preguntó ____.
—Porque jamás he conocido a ninguna mujer tan hermosa, valiente, sabionda y maravillosa.
—Eso es lo más bonito que me han dicho jamás, aunque lo de sabionda ha estropeado un poco el efecto.
—Para nada, porque eso es lo que más me gusta de ti —le dijo mientras se acercaba lentamente para besarla.
Solo fue un suave roce en los labios, pero ____ sintió que su cuerpo se estremecía. Después volvió a besarla, pero de manera diferente. La besó con ansia, como si el beso anterior solo hubiese sido el comienzo de algo mucho más grande. La estrechaba con fuerza entre sus brazos sintiendo el latido desbocado del corazón de ella, que al igual que el suyo exigía que se rindieran a lo inevitable. Desgraciada mente, ese no era el sitio más adecuado y menos cuando solo faltaban unos minutos para que el cochero se detuviera frente a la casa.
—Casi hemos llegado —dijo Joe, que detestó la idea de dejar de tocar a ____.
Se amoldaba perfectamente a su cuerpo, como si fueran dos partes complementarias. La devolvió con delicadeza a su asiento. Vio como ella tenía las mejillas sonrosadas y los labios hinchados por sus besos, y pensó que era la mujer más hermosa que jamás había conocido. Todo su cuerpo respondía a ella con una intensidad desconocida. Solo le hacía falta escuchar su nombre para que algo en su interior despertara, y eso lo tenía desconcertado. Se decía a sí mismo que era el deseo lo que le hacía sentir aquello, pero el deseo era un viejo amigo que nunca le había jugado con esas cartas. Quizá la diferencia residía en que había pasado más tiempo con ____ que con ninguna otra mujer que hubiera despertado su interés, o quizá en que ____ rompía todas sus reglas. Estaba ardiendo de deseo por una institutriz que aparentaba ser bastante inocente, a la que le encantaba discutir y que trepaba a los árboles a recoger gatos en peligro. Si eso no era una locura, pocas cosas lo serían; sin embargo, no pensaba renunciar a ella. Era demasiado egoísta para dejarla marchar.
ESA MAÑANA, ____ SE LEVANTÓ CON DOLOR DE CABEZA. Su pie parecía estar normal, aunque todavía le molestaba un poco. A pesar de lo que le había dicho Amelia la noche anterior, no podía quedarse quieta durante todo ese día en la cama. Se vistió y bajó hasta el comedor, despacio para no cargar el tobillo. Era más tarde que de costumbre y al parecer todos ya habían desayunado.
—Señorita Greyson, ¿no debería estar acostada?
____ se sobresaltó al escuchar la voz grave de O'Connell desde el umbral de la puerta.
—Me ha asustado.
—Pues más nos asustó usted ayer.
____ se sintió algo culpable al pensar en ello.
—¿Dónde están todos?
—La señorita Sarah se ha llevado a los niños a dar un paseo con el marqués de Stamford y lady Bruce ha ido a visitar a la señora Fairbank. El conde de Ashford está en el estudio. Todos creían que usted descansaría durante todo el día como el médico le señaló.
____ observó el entrecejo fruncido del viejo mayordomo.
—¿Me está regañando, O'Connell?
—Nunca osaría hacer algo semejante. Solo estoy haciéndole una observación que espero que usted sepa comprender. No queremos que su salud se resienta.
—Es usted un hombre muy sabio, O'Connell —dijo mientras esbozaba una sonrisa.
—Menos mal que alguien se da cuenta...
____ rió abiertamente.
—¿Qué desea desayunar? Le diré a Chloe que le haga algo especial, ya sabe, para recuperar las fuerzas.
—Le estaría muy agradecida.
—No tiene por qué, señorita.
Después de que ____ se comiera vanas tartas de frambuesa con un delicioso té, salió del comedor con intención de ir a la biblioteca; quizá si leía un buen libro pudiese descansar el pie sin que el día se le hiciera eterno. En el mismo momento en que se dirigía allí, la puerta del despacho se abrió.
A ____ no le dio tiempo de retirarse antes de que Joe la viera.
—¿Se puede saber qué haces levantada?
Ahí estaba el encanto de la familia en todo su esplendor.
—No podía quedarme todo el día de brazos cruzados en mi habitación —le dijo desafiándolo con la mirada a que le dijera lo contrario.
Antes de que pudiera parpadear dos veces, él la tomó en brazos y la llevó dentro del estudio.
—¿Se puede saber qué estás haciendo? ¡Suéltame enseguida!
En cuanto cerró la puerta tras de sí, la llevó hasta uno de los sillones que había frente a la mesa y la depositó con cuidado en él.
—Y ahora me vas a escuchar —le dijo mirándola fijamente.
—Como si pudiera hacer otra cosa...
—Tienes que descansar el pie si no quieres que vuelva a empeorar.
—Ya no me duele.
Joe se sentó frente a ella inclinándose hacia delante para poder estar más cerca.
—Ya lo sé, pero eres demasiado impulsiva.
—¿Yo, impulsiva?
—Sí, ¿o ya no te acuerdas de cuando ayer me besaste?
____ enrojeció hasta las pestañas.
—No es de caballero recordarme eso.
—Yo nunca he dicho que sea un caballero. Y me encanta que me beses. Ya te dije que no debes esconder tu sensualidad conmigo.
____ apretó su espalda contra el respaldo del sillón. Teniéndolo tan cerca sentía que su lógica se desvanecía. Un mechón castaño dorado de su cabello le caía sobre la frente, y el impulso de tocarlo con los dedos para ponerlo en su lugar era irresistible. Estaba vestido con unos pantalones de montar de color beige y la camisa blanca abierta informalmente, que dejaba entrever la parte superior del pecho. ____ sabía que los pensamientos que le provocaba verlo así no eran muy decentes, pero no podía evitarlos.
—Entiendo que se preocupen, pero no puedo estar todo el día acostada. Me dará un ataque —le dijo ____ mientras recordaba qué era lo último que él le había dicho.
—Entonces quédate sentada, leyendo un libro o hablando conmigo.
—Creo que estar contigo es mucho más peligroso que ponerme a brincar.
Joe sonrió con expresión voraz.
—No es mi culpa que cada vez que te tengo cerca tenga que dominarme para no tocarte.
____ sintió que un escalofrío le recorría la espalda. La verdad es que esas palabras no la ayudaban a refrenar sus pensamientos.
—¿Qué estabas haciendo? —le preguntó con fingida inocencia.
—Un día tendremos que hablar de tu tendencia a cambiar de tema.
—No estoy cambiando de tema, estoy intentando mantener una conversación decente.
—De acuerdo, si deseas engañarte... Estoy leyendo los informes que mi administrador me dio ayer sobre mis negocios.
—¿Qué clase de negocios?
—Ahora tendré que añadir "curiosa" a la lista de tus cualidades.
—Y yo tendré que añadir "maleducado".
—Y yo que creía que estaba ganando puntos —le dijo con gesto teatral mientras se llevaba la mano al pecho como si le doliese de verdad.
—Eres un payaso —le dijo ____ sin poder contener la sonrisa.
____ ya pensaba que no le iba a contar nada cuando empezó a hablar.
—Soy el dueño de la mitad de una compañía naviera, socio en una empresa textil y también en unas minas en Escocia. ¿Está satisfecha tu curiosidad?
—Completamente, y como puedes ver no te ha ocurrido nada por contármelo. No te ha caído un rayo ni te has desplomado en la alfombra.
Joe intentó no sonreír, pero desde que conocía a ____, cada vez le resultaba más difícil no hacerlo.
—No sé por qué me fascina tanto tu faceta de sabionda. Puede ser porque me hace desear besar tus labios y embriagarme con toda esa pasión con la que impregnas cada una de tus palabras.
____ tragó saliva antes de hablar.
—Te encanta dejarme sin palabras, ¿verdad?
—Más me encantaría tenerte entre mis brazos.
—Jamás pensé que fueras tímido —le dijo ____. Joe soltó una carcajada, que hizo que a ____ le temblaran las rodillas.
—Touché, aunque si uno hace un desafío como ese tiene que estar dispuesto a pagar el precio.
—Yo jamás falto a mi palabra.
—Jamás hubiese pensado lo contrario —le dijo Joe antes de acercarse a ella y besarla.
—Oh, querida, me recuerda usted a alguien, aunque ahora no sé a quién —dijo la señora Trent mientras se daba un pequeño toque en la frente.
La señora Trent era todo lo que le habían dicho y más. Mujer de un barón, y viuda desde hacía una década, se había trasladado allí para descansar de la ajetreada vida en la ciudad. Solo iba a Londres a ver a sus hijas, todas casadas, y a ver a sus antiguas amistades. De ahí que ____ todavía no la hubiese conocido. La señora Trent había regresado de la ciudad tan solo unos días atrás. Esa mujer era un terremoto. Gesticulaba con la misma rapidez con la que hablaba, aunque en su mirada había una calidez que reconfortaba y que hacía que le cayera bien.
—No digas tonterías, Gladys, a quién te va a recordar. Esta muchacha es única —dijo Amelia guiñándole un ojo.
—Sí, por supuesto, eso no te lo discuto, Amelia. Imagino que tendrá un montón de pretendientes.
—La verdad es que no —le dijo ____ con una sonrisa.
—Estos muchachos de hoy en día son un poco lentos, ¿verdad, Amelia?
—Sí, son todos unos burros.
Rieron a la vez sin poder contenerse. Desde que llegaron, ____ tenía que reconocer que lo estaba pasando bien. La fiesta era alegre, llena de gente, tanto de los alrededores como de Londres, a quienes la señora Trent había invitado a su casa para pasar el fin de semana.
—Bueno, os dejo por unos momentos. Debo atender al resto de los invitados. Amelia, ¿Por qué no vienes conmigo y me ayudas?
Amelia la miró con el entrecejo fruncido antes de soltar un suspiro de resignación.
—De acuerdo, pero luego no digas que todo el mérito ha sido tuyo.
Las dos amigas se fueron discutiendo mientras Sarah y ella las miraban.
—Tu tía es una mujer increíble.
—Sí, lo es. A veces te dan ganas de estrangularla, pero es maravillosa.
____ vio que Sarah fruncía el ceño mientras apretaba su abanico con demasiada fuerza.
—No es por nada, Sarah, pero el abanico es un adorno, no un arma. Me da la sensación de que quieres atizar a alguien con él.
____ siguió la mirada de Sarah hasta que descubrió la razón de su enfado. Kevin había asistido a una fiesta, por primera vez desde su enfermedad, y estaba rodeado de dos damas. Quedaba claro que estaban desplegando todo su encanto. ____ entendía perfectamente a su amiga.
—De acuerdo, yo me encargo de la delgada y morena y tú te encargas de la otra.
Sarah la miró con extrañeza antes de percatarse de lo que quería decirle.
—Por Dios, ____, eres un caso —le dijo esbozando una sonrisa—, aunque no te creas que no tengo ganas de aceptar tu propuesta.
—Deberías ser tú la que estuvieras allí con él.
—Dime cómo. Esta mañana vino conmigo y los niños a dar un paseo y estuvimos discutiendo todo el tiempo.
—¿De qué?
—De lo mismo que llevamos discutiendo las últimas semanas. De mi presentación en Londres. Se cree que soy una niña.
—Sí, ese debe ser un rasgo que tienen en común los dos hermanos. ¿Pero sabes una cosa? No nos vamos a quedar de brazos cruzados. Vamos.
____ entrelazó su brazo con el de Sarah y lentamente la conminó a moverse a través del salón hasta donde se encontraba Kevin.
—____, si esta es una de tus ideas, me das miedo.
—No te preocupes. Todo saldrá bien.
El Marqués se quedó mirándolas un momento antes de que ellas llegaran. ____ pudo ver como sus ojos brillaron al posarse en Sarah. Cada vez estaba más segura de que el Marqués sentía algo por ella. Solo había que ver cómo la miraba y cómo su expresión se suavizaba cada vez que su amiga estaba cerca de él.
Las dos mujeres que estaban a su lado las miraron con malévola tirantez.
—Veníamos a reclamar el vals que le prometió a Sarah, Marqués.
Las dos mujeres abrieron la boca escandalizadas, y Sarah la miró estupefacta. Ambas sabían que él no le había prometido ningún baile.
—Por supuesto —dijo Kevin mientras miraba a ____ con curiosidad—. No sé cómo he podido olvidarlo. Si me disculpan, señoras.
Tomó a Sarah de la mano y la condujo hasta la pista de baile, en donde las primeras notas del vals empezaban a oírse.
____ se despidió con una inclinación de cabeza de las dos arpías, que levantaron la nariz dándole la espalda antes de volver su mirada para contemplar el salón. Sarah estaba muy guapa esa noche con su vestido color azul marino, con un escote profundo, que, sonrió al recordar, había provocado el ceño fruncido de Kevin nada más verla esa noche. El Marqués también estaba muy atractivo. Recuperado prácticamente de la enfermedad, había recobrado algo de peso, lo que había suavizado sus facciones y lo hacía parecer más joven. El brillo de sus ojos esa noche hacía que las mujeres se sintieran atraídas por su mirada. Sin embargo, el hombre más atractivo que ____ había visto esa noche era Joe. Su camisa blanca anudada con un sencillo, pero elegante nudo era lo único que destacaba sobre su traje negro, que remarcaba su cuerpo atlético y extremadamente masculino. El pelo lanzaba destellos dorados bajo las luces del salón y le hacía desear introducir los dedos entre ellos.
—Muy hábil, ____.
____ se sobresaltó cuando escuchó la voz ele Joe a su lado. Menos mal que no podía saber en lo que había estado pensando.
—No sé de qué estás hablando.
—¿Por qué siempre tienes que discutirlo todo cuando sabes perfectamente a lo que me refiero?
—Porque así es más interesante y porque me encanta ver como se te inflama la vena del cuello.
—Eres terrible —le dijo Joe como si en verdad estuviera enojado.
—Milord, eso es lo peor que le puede decir a una institutriz recta y seria como yo.
Joe soltó una carcajada mientras la miraba embelesado. Esa mujer era preciosa y esa noche estaba bellísima. Con su vestido color turquesa y su cabello recogido con varios mechones cayéndole por la espalda podía llevar a cualquier hombre a la locura. Había tenido que controlar con la mirada a más de un hombre esa noche para que entendiera que si se acercaba a ella tendría serios problemas.
—Quiero que me prometa todos los bailes hasta el final de la velada.
—Sabe que eso es imposible. Más de dos bailes y estaría deshonrada. Sí, ya sé que desea hacérmelas pagar, pero si lo intenta le pateo una espinilla.
—¿De verdad eres institutriz? ¿No has trabajado antes de estibador en los muelles?
—Oh, eso me ha dolido —le dijo ____ posando su mano al lado del corazón, lo que hizo que Joe se fijara en su escote y su respiración empezara a acelerarse.
—Me lanza mis mismas palabras. Eso es jugar sucio, señorita Greyson. Ahora no tendré más remedio que cumplir mi amenaza.
—Eso ni lo sueñe, sin embargo, debido a que hoy me siento generosa, le reservaré el próximo vals.
—Estoy estupefacto por tal honor. ¿Podría dejarme también besar el suelo que pisa?
—Es cuestión de pensarlo, lord Jonas Miller —le dijo ____ mientras le ofrecía la más dulce de las sonrisas.
—Te das cuenta de que estás jugando con fuego, ¿verdad?
—Lo hago porque sé que no dejarás que me queme.
Esas sencillas palabras, llenas de sentimiento, le hicieron comprender a Joe que ____ estaba bromeando porque confiaba en él. Con esa frase le había dicho que se sentía segura a su lado. Eso hizo que un extraño calor se extendiera por su pecho.
—Si yo estuviera en tu lugar no estaría tan segura.
—Me arriesgaré —le dijo ____ mirándolo fijamente a los ojos.
—Siempre me han gustado las mujeres valientes.
El tono de admiración que había detectado detrás de sus palabras hizo que ____ se sonrojara.
Ambos se quedaron mirando lo que parecía una danza de deseo cuando Amelia se les unió.
—¿No bailáis ninguno de los dos? Si yo fuera más joven me tendrían que sacar de la pista a rastras.
—¿No nos harás creer que ya estás mayor para bailar, verdad? —le preguntó Joe mientras la miraba con picardía.
—Bueno, si quieres podemos intentar descubrirlo.
—Será todo un placer.
Joe acompañó a Amelia hasta la pista de baile no sin antes recordarle a ____ que el siguiente baile le tocaba a ella.
Sarah sentía que flotaba por la pista. En brazos de Kevin parecía más liviana que nunca. Tenía la sensación de que sus pies apenas rozaban el suelo y que la mano de él apoyada en su espalda la quemaba a fuego lento. Sin poder mirarlo a los ojos, porque temía que pudiera leer en ellos, intentaba detener el vertiginoso correr de su corazón, que latía desbocado.
—¿Qué tramáis ____ y tú?
Sarah levantó la cabeza al escuchar la pregunta.
—No tramamos nada.
—¿Entonces a qué ha venido lo de antes?
Sarah intentó pensar deprisa.
—____ y yo pensamos que quizá estabas cansado de tanto hablar y como parecías no tener escapatoria...
—Decidisteis rescatarme, ¿es así?
—Sí, así es. ¿Te ha molestado?
—No, en absoluto. La verdad es que esas dos mujeres me estaban haciendo desear huir.
Sarah sonrió y Kevin sintió que la habitación se iluminaba.
—Estás preciosa esta noche —le dijo, sintiendo un extraño placer al ver como las mejillas de Sarah se sonrojaban.
—Gracias.
—No sé cómo voy a hacer para contener a la fila de pretendientes que tendrás en Londres.
Sarah sintió que el mundo se hundía a sus pies.
—Creía que ese era el propósito. Venderme al mejor postor.
Sarah apenas pensó en sus palabras antes de pronunciarlas. Sintió como Kevin se ponía rígido ante ellas y como le estrechaba con más fuerza la mano en un acto reflejo.
—Si piensas eso de mí, me decepcionas, Sarah.
—Lo siento, he hablado así porque me enfurece que creas saber lo que más me conviene.
—Es que sé qué es lo que más te conviene.
—¿Cómo? ¿Acaso me has preguntado?
—Sí, y no me has dado ninguna buena razón para cancelar nuestra marcha a Londres.
—Te he dicho que no quería ir, y eso debía de haber sido suficiente.
—No cuando esa negativa está basada en tu absurda idea de esconderte del mundo para el resto de tu vida.
Ante eso Sarah lo miró furiosa.
—Creo que no me conoces.
—Pues yo creo que te conozco lo suficiente. Me importas, Sarah, y mucho, y no quiero ver como desaprovechas las oportunidades que te ofrece la vida.
—¿Y qué me dices de ti?
—No estamos hablando de mí, pero si quieres saberlo, yo ya tuve mi oportunidad. Conocí a la mujer de mi vida y la perdí. Mi caso es diferente.
—No, tu caso es igual. Tú dices que yo me escondo de la vida en tu casa y yo te digo que tú te escondes detrás de un fantasma.
Kevin la miró con una furia apenas contenida. El resto del vals lo bailaron en silencio. Sarah sabía que esas palabras la habían sentenciado porque él jamás se las perdonaría.
—¿Sarah, qué ocurre?
____ intentó que Sarah le dijera algo entre los sollozos que se escapaban de su garganta. Después de que Kevin la dejara junto a ella, Sarah susurró una disculpa y desapareció tras las puertas que daban al jardín. ____ la siguió ya que sabía que algo andaba mal.
—Por favor, dime qué sucede, me estás asustando. ¿Ha ocurrido algo con Kevin?
Al mencionar su nombre, Sarah soltó un sollozo más fuerte. Ya sabía de dónde provenía el problema.
—Está bien, tranquilízate y cuéntame qué ha ocurrido.
—¡Que lo he echado todo a perder! Tenías que haber visto cómo me ha mirado. A un insecto lo hubiese contemplado con más afecto.
—No puede haber sido tan terrible, Sarah.
—Le dije que se escondía detrás de un fantasma para no vivir la vida.
____ soltó un silbido poco femenino que hizo que Sarah volviera a llorar.
—Hay que decir que cuando te decides a hablar lo haces a lo grande.
—Oh, ____, no me estás ayudando.
—Entiendo que estés mal, pero no es para tanto. Solo has dicho una verdad que todos sabían, pero que nadie se atrevía a decir. Quizá no hayas escogido el momento oportuno o las palabras apropiadas, pero el mensaje es el correcto. Si es un hombre inteligente, tarde o temprano comprenderá que tenías razón y que se lo has dicho porque te importa.
—Yo creo que no me perdonará. Tú no has visto con qué frialdad me ha mirado. Era como si hubiese visto a una extraña.
—Lo que no sé es cómo ha llegado la conversación a ese término. La última vez, que os vi estabais bailando un vals.
—Estuvimos conversando mientras bailábamos. Me habló de mi presentación en Londres, yo me enojé, él me dijo que me escondía en su casa y yo le dije que él se escondía tras un fantasma, y entonces me miró como... como..., oh, ____, no va a perdonarme.
—No te preocupes. Eso fue la sorpresa por lo que le dijiste. Conociéndote, no creo que pensara que le fueras a soltar eso.
—¿Por qué no?
—Porque eres una mujer muy...
—¿Previsible?
—No —le dijo ____ con una sonrisa—, lo que iba a decir es que eres una mujer muy dulce que prefiere morderse la lengua antes que molestar a nadie.
—Entonces es que soy idiota.
—No, Sarah, eres una mujer maravillosa.
—Eso me lo dices porque estoy llorando.
—Te lo digo porque es la verdad, porque eres mi amiga y... sí, también porque estás llorando.
Sarah no pudo contener una risilla.
—Gracias.
—De nada. Y ahora vamos a entrar; si no, dentro de unos minutos tendremos a la caballería buscándonos.
—De acuerdo.
Cuando cruzaron la puerta que daba al salón, intentaron pasar inadvertidas hasta que Sarah se tranquilizara. Pero tenían que haber supuesto que la suerte no estaría de su lado.
—Oh, querida, está muy pálida, ¿se encuentra bien?
"Es demasiado pedir que nadie haga preguntas", pensó ____. La señora Fairbank las paró en seco. No la había visto en toda la noche y justo en el peor momento hacía acto de presencia. Amelia y la señora Trent venían detrás de ella. ____ pensó que solo les había faltado vender entradas.
—¿Te encuentras mal, Sarah? —le preguntó Amelia con el ceño fruncido cuando estuvo junto a ellas.
____ miró a Sarah, que cada vez tenía menos color en la cara. Si no decían algo pronto, las tres damas iban a empezar a sospechar cosas raras.
—Sarah se sintió algo indispuesta y me pidió que saliera con ella al jardín.
—¿Qué te ocurre? ¿Te duele algo? —preguntó Amelia ya abiertamente preocupada.
—No te preocupes, tía, es solo un pequeño mareo. Quizá si pudiera descansar un rato...
—Por supuesto, querida —dijo la señora Trent—. ¿Cómo no se me ha ocurrido antes? Ven, te acompañaré a una de las habitaciones para que puedas echarte.
Amelia y ella las acompañaron seguidas por la señora Fairbank, que parecía no querer perderse nada. Cuando ya estaban cerca de la puerta, Sarah soltó un pequeño chillido.
—¿Qué sucede? —le dijeron todas a la vez, salvo la señora Fairbank, que pegó un salto como si hubiese visto a un ratón—. Dios mío, ahora también yo tendré que echarme un rato —dijo la pobre mujer mientras intentaba recuperar el equilibrio.
—Mi... mi abanico, no lo tengo, y es el que me regaló Danielle, Dios mío, no puedo perderlo.
____ vio que Sarah parecía a punto de echarse a llorar de nuevo.
—No te preocupes, yo lo buscaré, ¿te acuerdas de la última vez que te diste cuenta de que lo tenías?
—Sí, cuando salí a la terraza lo llevaba.
—Entonces no será difícil encontrarlo. Ahora vuelvo.
____ bajó las escaleras pensando que ojalá tuviera razón.
Llevaba un rato mirando cuando por fin vio el abanico en la esquina de la terraza. Sintió un alivio inmenso al saber que Sarah no lo había perdido.
—Vaya, vaya, es todo un placer volver a verla.
____ sintió que se le erizaban los pelos de la nuca. Ese hombre parecía no haber escarmentado.
—La última vez que nos vimos le prometí que seguiríamos nuestra conversación, y yo nunca defraudo a una mujer.
Eric Fairbank salió de las sombras con sumo sigilo. ____ no sabía que estaba en la fiesta esa noche. Tenía en la cara una expresión burlona que contrastaba con la mirada de depredador de sus ojos.
—Yo creo que las cosas quedaron bastante claras, señor —le dijo ____ intentando que sus palabras fueran lo más cortantes posible.
—Pues me temo que no, querida. Una osadía como la suya no puede caer en el olvido. No habrá pensado que iba a olvidar como se despidió de mí. ¿Una vulgar institutriz que no sabe cerrar las piernas atacando a un caballero? Eso no puede permanecer impune.
—Creo que está borracho o demente, y ninguna de las dos cosas son de mi incumbencia. Y ahora si me perdona, debo entrar —le dijo furiosa.
____ intentó actuar con rapidez, pero Eric estaba preparado. La atrapó antes de que ella pudiera dar un paso o que pudiera alcanzar su estilete. La aferró entre sus brazos para que no pudiera girar y darle una patada.
—Suélteme, bastardo.
—Veo que ya empieza a utilizar el vocabulario de ramera.
____ echó la cabeza hacia atrás dando en el blanco. Fairbank soltó un aullido de dolor al recibir el fuerte golpe en la nariz, que empezó a sangrar al instante.
—Esto me lo vas a pagar.
La arrastró hacia el jardín, donde la luz era más tenue y el bullicio de la fiesta, más lejano. ____ sabía que si la llevaba hasta allí sus posibilidades de escapar serían escasas. Abrió la boca para gritar cuando la mano de él se la tapó, asfixiándola. ____ se la mordió y logró que la soltara, aunque la tomó nuevamente tras dos pasos desgarrando el hombro del vestido al tirar con fuerza de ella.
—Pequeña estúpida —le dijo Eric mientras le daba un bofetón que la tiró al suelo y la dejó aturdida.
—Esto no tiene por qué ser así. Solo quiero lo que a otros les das con tanta facilidad. Yo podría darte placer.
____ lo miró con furia.
—Si me tocas te mato.
Fairbank soltó una carcajada.
—Cuando acabe contigo, solo desearas que te dé más. Fairbank cayó sobre ella mientras ____ se debatía con toda su fuerza. Le dolía el mentón y sentía que la cabeza le daba vueltas. Cuando pensaba que no podría escapar, un bramido de furia rasgó la noche.
En un instante, ____ se sintió libre de las manos de Fairbank. Joe lo había sujetado por la espalda y lo arrojó al suelo. Antes de que Fairbank hubiera tenido tiempo ni siquiera de pestañear, Joe se lanzó sobre él dándole un puñetazo tras otro, castigándolo sin piedad. Fairbank empezó a suplicar que se detuviera, pero Joe parecía no oírlo.
—Por favor, detente —le dijo ____.
Su dulce voz llamándolo hizo que se detuviera. Fairbank estaba llorando a la vez que le suplicaba. Joe lo soltó antes de que la furia que corría por sus venas le hiciera perder la razón. Había querido buscar a ____ cuando no la encontró por el salón. Cuando salió, un quejido lo puso alerta. Se encaminó hacia el jardín y entonces durante un momento el corazón se le detuvo. Cuando la vio tumbada luchando con un hombre que intentaba abusar de ella, quiso matar a ese malnacido.
Dejó al deshecho de Fairbank que apenas podía hablar, se acercó a ____ que estaba sentada en el suelo mirándolo fijamente. Se agachó para poder cerciorarse de que estaba bien. Le tembló ligeramente la mano cuando le apartó varios mechones del cabello que se le habían soltado. Sin poder contenerse ni un minuto más le abrió los brazos, lo que hizo que ____ se lanzara a ellos sin pensarlo. Él la acunó contra su pecho.
—¿Te ha hecho daño?
—No, has llegado a tiempo.
Joe sintió que un nudo lo golpeaba en el estómago. Solo de pensar en lo que hubiera ocurrido si él no hubiese salido a buscarla haría que se le helara la sangre. Sintió como ____ empezaba a tiritar.
—Vámonos, voy a sacarte de aquí ahora mismo —le dijo mientras se quitaba su chaqueta y la cubría con ella.
La ayudó a levantarse tomándola por la cintura. Cuando la tuvo frente a él, le cerró el abrigo. De ese modo, impidió que tuviera frío y que se viese el vestido desgarrado que prácticamente le dejaba el pecho al descubierto. Al mirarla más detenidamente vio como un inmenso moretón se le iba formando en la quijada. ____ supo que algo ocurría cuando las manos de Joe, tiernas y protectoras, se tensaron sobre sus brazos como unas tenazas. Lo miró a los ojos y lo que vio en ellos le cortó la respiración. Sus ojos estaban fríos como el acero y en ellos había una rabia contenida.
—Te ha pegado. Ese hijo de puta te ha pegado —dijo mientras se daba la vuelta para ir por Fairbank otra vez. ____ corrió tras él.
—Joe, estoy bien. Si le vuelves a pegar, vas a matarlo.
Joe la apartó para seguir su camino. ____ lo abrazó por la espalda haciendo que se detuviera por un instante.
—Por favor, Joe, estoy bien. Déjalo. Por favor.
Joe se giró mirando a ____.
—Por favor, déjalo.
La súplica que había en sus ojos hizo que parte de su rabia se aplacara. Sabía que estaba asustada, aunque intentara disimularlo. Verla así despertó en él la necesidad de protegerla, de mimarla y de besarla hasta que olvidase por completo lo que acababa de ocurrir.
—Está bien. Vámonos —le dijo mientras observaba de reojo a Fairbank.
—Si me entero de que vuelves a mirar o a tocar un solo pelo de alguna otra mujer sin su consentimiento, será lo último que hagas.
Dicho esto, Joe rodeó la cintura de ____ con fuerza, como si temiera que ella fuera a desaparecer, y la condujo por la parte lateral de la casa hasta donde estaban los coches.
—No podemos irnos así —le dijo cuando vio que el cochero le abría la puerta.
—No te preocupes. Entraré un momento y hablaré con Kevin. Él tendrá que arreglárselas con Amelia y Sarah.
—Maldición —dijo ____ entre dientes—. Siempre salgo de los bailes de la misma manera. A este paso voy a implantar una moda.
Joe tuvo que sonreír a su pesar. Esa mujer lo asombraba cada vez más. Acababa de pasar por una experiencia terrible y, sin embrago, allí estaba, serena, bromeando acerca de la situación. La admiró como no había admirado nunca a ninguna mujer. No quería dejarla sola ni siquiera por un instante, así que finalmente escribió una nota a su hermano e hizo que se la entregaran.
____ se limitaba a mirar por la ventanilla del coche mientras se ponían en camino.
—No estás tan bien como quieres hacerme creer. Conmigo no hace falta que finjas.
____ lo miró a los ojos intentando decidir qué hacer. Era verdad que no estaba tan tranquila. Le temblaba todo el cuerpo y el miedo que no había sentido entonces, ahora corroía su interior con absoluto despotismo.
Joe decidió por ella alzándola para sentarla en su regazo, ____ se acurrucó contra su pecho mientras él le frotaba la espalda con ternura.
—Fairbank fue quien te atacó la otra vez, ¿verdad?
____ sabía que Joe no estaba tan despreocupado como pretendía parecer. La tensión de sus músculos cuando hizo la pregunta se lo indicó.
—Sí.
—____, ¿por qué no me lo dijiste?
—Porque en aquella ocasión me defendí bastante bien yo sola y creí que le había dejado bien claro que no deseaba que volviera a acercarse a mí. Al parecer me equivoqué.
—Sí, así es. Prométeme que si alguna vez ocurre algo parecido me lo dirás.
—Yo...
—Prométemelo ____.
No era una sugerencia, sino una orden, que no dejaba lugar a discusión.
—De acuerdo, te lo prometo.
____ sintió que se iba relajando poco a poco. Los brazos de Joe actuaban como un bálsamo para sus sentidos. Se sentía segura y mimada, y eso en ese momento era lo único que le importaba. Le llegó el perfume a sándalo de su colonia y otro olor propio de él que era aún más seductor y masculino.
Joe le levantó el mentón con cuidado para no rozarle la herida.
—Tendría que haber hecho picadillo a ese bastardo.
—Me temo que eso fue lo que hiciste. Creo que tendrá que comer sopa durante un tiempo.
Joe no pudo contener una sonrisa. Esa mujer era increíble.
—¿Por qué sonríes así? —le preguntó ____.
—Porque jamás he conocido a ninguna mujer tan hermosa, valiente, sabionda y maravillosa.
—Eso es lo más bonito que me han dicho jamás, aunque lo de sabionda ha estropeado un poco el efecto.
—Para nada, porque eso es lo que más me gusta de ti —le dijo mientras se acercaba lentamente para besarla.
Solo fue un suave roce en los labios, pero ____ sintió que su cuerpo se estremecía. Después volvió a besarla, pero de manera diferente. La besó con ansia, como si el beso anterior solo hubiese sido el comienzo de algo mucho más grande. La estrechaba con fuerza entre sus brazos sintiendo el latido desbocado del corazón de ella, que al igual que el suyo exigía que se rindieran a lo inevitable. Desgraciada mente, ese no era el sitio más adecuado y menos cuando solo faltaban unos minutos para que el cochero se detuviera frente a la casa.
—Casi hemos llegado —dijo Joe, que detestó la idea de dejar de tocar a ____.
Se amoldaba perfectamente a su cuerpo, como si fueran dos partes complementarias. La devolvió con delicadeza a su asiento. Vio como ella tenía las mejillas sonrosadas y los labios hinchados por sus besos, y pensó que era la mujer más hermosa que jamás había conocido. Todo su cuerpo respondía a ella con una intensidad desconocida. Solo le hacía falta escuchar su nombre para que algo en su interior despertara, y eso lo tenía desconcertado. Se decía a sí mismo que era el deseo lo que le hacía sentir aquello, pero el deseo era un viejo amigo que nunca le había jugado con esas cartas. Quizá la diferencia residía en que había pasado más tiempo con ____ que con ninguna otra mujer que hubiera despertado su interés, o quizá en que ____ rompía todas sus reglas. Estaba ardiendo de deseo por una institutriz que aparentaba ser bastante inocente, a la que le encantaba discutir y que trepaba a los árboles a recoger gatos en peligro. Si eso no era una locura, pocas cosas lo serían; sin embargo, no pensaba renunciar a ella. Era demasiado egoísta para dejarla marchar.
Cande Luque
Re: "Un disfraz para una dama" (Joseph & Tú) Terminada
Capítulo 21
____ ENTRÓ EN LA BIBLIOTECA DETRÁS DE JOE. Este le indicó que se sentara en el sillón que había junto a la chimenea mientras servía una copa de coñac.
A ____ le encantaba esa biblioteca. Grandes estantes llenos de libros hasta el techo, el hogar, sobre el cual descansaba un hermoso reloj dorado con un mecanismo que dejaba ver el movimiento de su interior. La gran alfombra de Aubusson sobre la que descansaba sus pies y el sillón con un estampado de flores en malva pastel y tierra siena. Colores que la hacían sentir cálida y confortable.
—Toma —le dijo Joe acercándole la copa a las manos.
—¿Quieres emborracharme? —le preguntó cuándo comprendió que el coñac no era para él.
A los ojos de Joe asomó una mirada picara a la vez que la comisura de su boca se curvaba hacia arriba en lo que parecía un intento por no sonreír.
—Solo pretendo que te relajes un poco y dejes de tiritar, y... bueno, ahora que lo mencionas puede que también intente emborracharte.
____ rió abiertamente.
—Eres un verdadero diablo, Joe Jonas Miller.
—Eso decía mi padre.
Por unos segundos le pareció ver un destello de dolor en sus ojos.
—¿Cómo era él?
Joe sabía por quién le preguntaba. Hacía años que no hablaba con nadie de su padre. Con su hermano había zanjado el tema, luego de que él muriera. Entonces regresó a la casa y ni siquiera a Kevin le había contado todo lo que había sucedido entre ellos dos mientras Joe estuvo ausente. Eso pertenecía al pasado y allí debía quedarse.
—Era un hombre con mucho carácter. Bastante firme en sus convicciones, a veces llegaba a ser inflexible.
____ sabía que no debía preguntar más. Había sentido en su tono de voz que le incomodaba hablar de ello. Había algo de resentimiento en sus palabras. Algo con lo que sin duda llevaba muchos años cargando a sus espaldas. Desde que lo conocía, jamás le había visto esa expresión.
Joe se acercó más a ella desde el sillón que había enfrente. Sus rodillas casi se tocaban.
—A veces es mejor dejar las cosas atrás.
____ lo miró a los ojos, lo entendía demasiado bien.
—Sí, pero eso no significa que podamos olvidarlas... —le dijo mientras apoyaba su mano encima de la de Joe.
—Eres demasiado intuitiva.
—A veces meto la pata y otras me meto donde no me llaman.
Joe sonrió.
—De eso ya me había dado cuenta.
____ hizo una mueca que provocó en Joe una carcajada. Había dejado de temblar y un agradable calor se había extendido por su cuerpo hasta dejarla relajada y tranquila.
—¿Me vas a tener aquí toda la noche hasta que te cuente exactamente qué es lo que ha ocurrido con Fairbank, verdad?
—Parece que soy previsible...
—Tu expresión de "no te creas que te vas a escapar" no deja lugar a dudas.
____ soltó un suspiro indicando que se rendía.
—No hay mucho que contar. Quería que fuera más amable con él de lo que yo estaba dispuesta a ser. Al parecer tiene problemas para aceptar una negativa.
—¿En el concierto que ofreció su madre fue la primera vez que te molestó?
—Sí.
Joe la miró sin decir nada, pero la puso nerviosa.
—Ahora dime la verdad.
—¿Qué te hace pensar que no te la he dicho?
—Tus ojos. Son una ventana abierta a tus emociones.
____ se quedó con la boca abierta. Nunca le había gustado mentir, pero reconocía que cuando hacía falta no lo hacía nada mal. Sin embargo, Joe, con solo mirarla a los ojos, podía saber si era sincera. Eso era increíble y aterrador.
—No quiero que hablemos más del tema. Estoy bien.
—Responde a mi pregunta.
—No fue la primera vez —le dijo ____.
Joe maldijo en voz baja mientras apretaba con fuetea el brazo del sillón con su mano.
—¿Cuándo?
____ sabía que le estaba preguntando cuál había sido la primera vez.
—Cuando vino a invitarnos a ese concierto. Lo acompañe a la puerta y me hizo una insinuación. Al parecer, se llevó una impresión equivocada de mí.
—¿Cuan equivocada?
—Nada fuera de lo corriente. En esta profesión te das cuenta de que muchos suponen cosas sobre ti por el mero hecho de no tener el dinero suficiente, ni la posición adecuada.
—¿Insinuó que eras la amante de alguno de nosotros?
____ miró hacia otro lado. Dada la recién descubierta habilidad de Joe de leer en ella como en un libro abierto, no quería que viera la respuesta en sus ojos. Intentó calmarlo.
—No creo que Fairbank vuelva a molestar a nadie más. No después de lo que le dijiste. Y al final no ha sucedido nada que haya que lamentar.
—¿Te resulta difícil dejar que alguien cuide de ti, verdad?
La pregunta la tomó por sorpresa. Joe lo supo al ver pasar por sus ojos un sinfín de emociones.
—Siempre me ha gustado ser yo la que cuide de los demás. Es mi forma de ser.
—Lo sé. Desde que llegaste, has estado intentando cuidar de todos. De los niños, de Amelia, sentándote con ella por las tardes mientras toma el té y hablando de sus viejas amistades. De Sarah, haciendo de celestina...
—¿Quién, yo? —dijo ____ con cara de asombro. Joe enarcó una ceja, y ____ debió dejar de fingir inocencia. —Puede que lo haya hecho un poco. Pero es que Sarah es una mujer extraordinaria y él parece que no se da cuenta...
—A mí no tienes que convencerme. Yo estoy de acuerdo contigo.
—¿Sí?
—Sí. Pero has de entender que mi hermano es muy testarudo.
—Debe de ser un rasgo de familia —susurró ____.
—Te he oído —le dijo Joe mientras se acercaba más a ella. Tanto que su boca solo estaba a unos centímetros. ____ sonrió al ver su expresión.
—Quería que me escucharas —le dijo ____ mientras sentía que su respiración era cada vez más rápida.
—Mentirosa —le dijo él sin apartar la mirada de sus labios.
—Engreído sabelotodo.
Antes de que pudiera terminar, Joe la estaba besando. Se sentó junto a ella sin dejar que sus labios dejaran de rozarse. La estrechó entre sus brazos manteniéndola pegada a su cuerpo. ____ sintió que le faltaba el aire. Cuando separó sus labios, Joe introdujo la lengua entre ellos rozándolos de manera exquisita para después saquear lentamente cada rincón de su boca. ____ soltó un gemido de placer mientras se aferraba a él con sus brazos. Enredó sus dedos en el cabello de Joe, que gruñó con evidente satisfacción. El beso cada vez se volvía más salvaje, más apasionado. ____ ya no sabía dónde acababa su boca y empezaba la de él, solo sabía que deseaba que aquello no terminara.
Joe le cubrió el pecho con la mano, y sintió como su pezón se endurecía al instante; apretó la tela del vestido en un intento de salvar el escudo que lo separaba de sus tiernas caricias. ____ se arqueó contra esa mano, incapaz de controlar las sacudidas de deseo que recorrían su cuerpo , porque eso debía de ser el deseo. La necesidad acuciante de alcanzar algo que i siquiera sabía que era, la necesidad de tocar a Joe con sus manos, de sentir su piel contra la de él. Un calor abrasador que la consumía empezó a extenderse por su vientre. Sin percibir lo que había hecho él, sintió el aire en los pechos, que estaban descubiertos. No experimentó ni un atisbo de timidez al ver la mirada de Joe al posarse en ellos. La hizo sentir hermosa, y se estremeció ante el destello de deseo que vio en sus ojos. Joe los acarició suavemente deleitándose en su textura, en su perfección, tomando entre los dedos las cimas, que se irguieron al contacto de sus manos. Acercó su boca al pezón para chuparlo, lamerlo, sin que se saciara de ello. Lo tomó entre los dientes y ____ soltó un gemido de placer a la vez que se arqueaba contra él en un intento desesperado de que terminara por fin con su sufrimiento. Joe adoró su otro pecho con la misma devoción hasta hacerla suplicar.
—____ —le dijo con la respiración agitada—, debemos parar ahora o después no seré capaz de detenerme. Te deseo demasiado para llevar este juego más allá.
____ sabía qué era lo que debía decirle, pero eso era algo muy distinto de lo quería hacer. Sabía qué era lo que sentía, lo sabía desde hacía tiempo. Estaba enamorada de Joe. Lo amaba como jamás había amado a nadie. No volver a verlo, perderlo, iba a ser una tortura a la que tendría que hacer frente llegado el momento, y cuando eso ocurriese quería poder mirar atrás y recordar esa noche. Jamás se había imaginado estar con nadie de ese modo hasta que conoció a Joe. Deseaba estar con él. Lo deseaba con toda su alma.
—No quiero que te detengas —le dijo ____ mientras retiraba con los dedos un mechón que cubría la frente de Joe.
Ese gesto lleno de ternura hizo que Joe retuviera el aire por unos instantes. ____ hacía que todo su autocontrol se esfumara. Siempre había dominado su deseo, sus impulsos, sin dejar que en ningún momento ellos se apoderaran de él. Lo hacía desde que era solo un muchacho. Y así estaba ahora, sintiéndose otra vez como un jovencito que deseaba tanto a ____ que ni siquiera podía dominar sus emociones.
—Te deseo más de lo que puedas imaginar..., pero eres inocente ____, y no creo que..., maldición —masculló por lo bajo.
—Siempre te dije que eras un caballero, pero... Yo también te deseo, y jamás imaginé estar así con nadie hasta ahora. No es un capricho ni estoy bajo los efectos de la pasión. Bueno eso sí...
Joe sonrió, y ____ sintió que su corazón se detenía.
—Yo... —intentó continuar ____.
—Shh —le dijo Joe mientras se acercaba a ella—, si dices una palabra más, no saldrás de esta habitación durante décadas.
____ soltó una risa antes de que Joe volviera a besarla con pasión, con ternura, tomándose todo el tiempo del mundo. Volvió a sus pechos y la hizo sollozar nuevamente de deseo. ____ le desabrochó la camisa para meter sus manos debajo de ella y pasarlas por su espalda, tocando su piel cálida y musculosa que se endurecía al paso de sus dedos. Joe la besó en el cuello, mientras su cadera se movía contra la de ella y la hacía desear más. ____ sentía su creciente excitación sobre su vientre y el impulso de tocarlo era cada vez más intenso. Joe fue bajando poco a poco entre sus pechos hasta el ombligo, besando cada centímetro de su piel. Fue levantando lentamente la falda de su vestido hasta que sus muslos estuvieron descubiertos. Pasó la mano por la cara interior de su pierna, con lo que ____ se mordió el labio inferior, hasta llegar al centro de su feminidad. ____ se sobresaltes al sentir los dedos de él tocándola en ese lugar oculto. Jamás pensó que eso le causara tanto placer, pero la verdad es que sentía que le faltaba el aire y que sus extremidades se tensaban por algo que cada vez deseaba más y que ni siquiera sabía identificar. Se apretó contra su mano sin poder contener un gemido de placer que hizo que Joe sonriera abiertamente. Tocó el montículo de piel que coronaba su sexo mientras ____ repetía su nombre sin cesar. Quería darle todo el placer del mundo, aunque eso acabara matándolo, porque su deseo por ella lo estaba abrasando, hacía que todas sus terminaciones nerviosas estuvieran sensibles a cualquier reacción de la hermosa mujer que tenía entre sus brazos. La sintió húmeda y dispuesta, pero quería más. Quería que temblara de placer bajo sus manos. Introdujo uno de sus dedos en el estrecho pasadizo, a lo que ____ se aferró a él como si quisiera fundirse. Al sentir sus senos sobre su pecho y sus pezones que le quemaban la piel, Joe tuvo que apretar los clientes para no penetrarla en ese mismo instante. Lo estaba volviendo loco. La besó desesperadamente mientras introducía un segundo dedo en su interior. ____ exclamó en su boca clavándole las uñas en la espalda. Joe gruñó de placer, incapaz de soportar por más tiempo ese tormento. Cuando ____ empezó a sentir los primeros espasmos, creyó que moriría. Joe la apretó más entre sus brazos mientras ella sentía que se fragmentaba en miles de pedazos. Oleadas de placer se expandieron por cada rincón de su cuerpo. Ni siquiera fue consciente de cuándo Joe se desabrochó los pantalones hasta que sintió su dureza en el mismo lugar donde antes había estado la magia de sus dedos. Joe se acomodó lentamente en ella hasta que se topó con la barrera de su virginidad. Aunque sabía que probablemente fuera inocente, lo sorprendió. La miró a los ojos, unos ojos llenos de pasión que lo miraban con intensidad.
—____, intentaré que sea lo menos doloroso posible pero...
—Shh... —le dijo ____ poniéndole un dedo en los labios. Después se abrazó por completo a él. Sabía que la primera vez le dolería. Su tía Francesca le había hablado de ello. Eso era lo bueno de su tía, con ella había hablado abiertamente de temas que muchas jóvenes jamás imaginarían hablar.
Joe embistió de manera rápida para atravesar la barrera en un instante y quedar completamente en su interior. ____ se mordió el labio para no soltar el grito que se había formado en su garganta. Joe se apoyó en los antebrazos para poder mirarla. Sabía que le había hecho daño, pero eso era inevitable. Ahora lo único que deseaba era que ____ volviera a sollozar de placer entre sus brazos. Verla alcanzar el clímax una vez más. ____ empezó a sentir que el dolor cedía y que una extraña sensación se instalaba en su lugar. Lo miró a los ojos cuando él se separó un poco para mirarla. Su cara reflejaba cierta preocupación, y sus facciones estaban tensas. Su frente estaba perlada de sudor y su mirada..., eso fue lo que hizo que ____ sintiera nacer de nuevo esa dulce sensación en su vientre. La pasión, el deseo que vio en ellos la abrasó por completo hasta hacerla sentir la mujer más hermosa y amada que había sobre la tierra. Joe bajó lentamente sobre ella, mientras ____ retenía la respiración al sentir como sus pezones se endurecían por el calor de la piel de él. Joe salió lentamente de ella para volver a entrar hasta el fondo. ____ sintió una punzada de placer que la hizo soltar un gemido. A Joe aquello lo estaba matando, y cuando ____ se arqueó contra él moviendo sus caderas, perdió el poco control que le quedaba. Empezó a embestirla cada vez más rápido mientras ____ lo rodeaba con las piernas. ____ copió cada uno de sus movimientos hasta llevarlo al borde del abismo. Cuando sintió que ____ gritaba su nombre, se rindió al exquisito placer que desbordó cada uno de sus sentidos.
____ jamás imaginó poder volver a sentir lo que había experimentado momentos antes entre sus brazos, pero había sido incluso mejor. Sentirlo dentro de ella, estar tan unida a alguien, saborear el placer y la felicidad que le había hecho experimentar era más de lo que había creído posible. Lo oyó dar un gruñido de satisfacción a la vez, que ella gritaba su nombre para después quedar abrazados en un profundo silencio. Solo la respiración agitada de ambos se oía en la noche.
—¿Estás bien? —le preguntó Joe.
—Ha sido increíble —le dijo ____ percibiendo cómo se ponía roja.
—Sí —dijo Joe con una expresión extraña en los ojos.
—¿He... he estado...? —____ se moría de vergüenza, pero Joe le había dado un placer inmenso y no sabía si él había disfrutado igual. No sabía por qué, pero eso era algo importante para ella en ese momento.
Joe sonrió mientras se acercaba a ella para darle un dulce beso en los labios.
—Has estado a punto de matarme, ____.
____ soltó una risa que calentó el interior de Joe nuevamente.
—Jamás imaginé que esta noche terminaría de esta manera —le dijo ____ mientras con los dedos le arreglaba el mechón de pelo que le caía por la frente.
Joe se quejó de repente.
—¿Qué ocurre?
—No he cerrado la puerta.
____ pegó un salto que la hizo caer del sillón.
Kevin, Sarah y Amelia podían llegar en cualquier momento.
Sin poder contenerse, empezó a reír cuando se dio cuenta de que los dos corrían como locos intentando recomponer su aspecto. Joe dejó de abrocharle el vestido cuando la escuchó reír, y sin poder evitarlo se unió a ella. Les provocaba risa el aspecto que tenían y la cara que habían puesto. No podían detener las carcajadas. Después de un rato, Joe la rodeó con sus brazos rozando suavemente sus labios.
—Eres una mujer extraordinaria, ____ Greyson.
—Jamás osaría desafiarte en eso, lord Jonas Miller.
Joe sonrió, sintiendo que parte del cinismo que lo había acompañado durante los últimos años se había desvanecido. Eso era algo peligroso y esperanzador. Quizá todavía no estuviera todo perdido para él, quizá todavía podía volver a creer en el amor.
—¿Cómo es París, señorita Greyson?
—¿Quién quiere ver París? —dijo Anthony con el entrecejo fruncido mientras miraba a su hermana Margareth como si hubiera dicho la mayor estupidez del mundo—. A mí me gustaría ver el Caribe, ver algún barco pirata, o ir a Egipto a contemplar las Pirámides.
—Todos los sitios que habéis nombrado son muy hermosos.
—¿En cuántos países ha estado? —le preguntó Anthony con curiosidad.
—Veréis, hace tiempo viajé como dama de compañía de una tía mía, y tuve la suerte de ver muchos lugares —les dijo ____ odiándose por no decirles toda la verdad. He visto casi toda Europa, he estado en Egipto, en la India, y también he navegado por el Caribe.
—Entonces es muy vieja —dijo Lizzy, arrugando su naricita.
____ soltó una risa que hizo que la niña riera también.
—Bueno, supongo que comparada contigo, soy toda una anciana —le dijo mientras se acercaba a ella y le daba un beso en la mejilla.
—En cuanto tenga edad suficiente me iré a ver esos lugares —dijo Anthony con determinación.
—No te apresures, esos sitios te estarán esperando todo el tiempo que haga falta.
—A mí me gustaría ver París. Me acuerdo una vez cuando papá y mamá fueron de viaje allí. Al volver, mamá estaba radiante y decía que aquello era precioso.
____ vio como Margareth sonreía al recordar a su madre. Hasta hacía poco eso no había sido posible. Le alegraba comprobar que los niños hablaban de ella cada vez con más frecuencia. Se iluminaban sus rostros con los recuerdos que ya no parecían enturbiados por la culpa que los había estado atenazando durante largo tiempo.
—Yo he estado en París dos veces. La primera vez tenía quince años y me enamoré de esa ciudad. Me fascinaron sus pequeñas calles, las Tullerías, Versalles, la Opera.
—¿Fuiste a la Opera? —le preguntó Margareth entusiasmada.
—Sí, fui al estreno de Los puritanos. Me acuerdo que era enero, porque hacía mucho frío.
—Debe de haber sido toda una experiencia.
—Sí, lo fue —dijo ____ recordando cómo antes del tercer acto su tía había repelido al prestigioso banquero Villon por intentar seducirla.
—Bueno, creo que por hoy es suficiente —les dijo ____ mientras se acercaba a la ventana para comprobar el magnífico día que hacía. Brillaba el sol, desnudando al cielo con su luz. "Esa no es la mejor comparación posible", pensó ____ estremeciéndose al recordar la noche anterior.
—¿Está bien, señorita Greyson? Se ha puesto como un tomate... —le dijo Anthony mientras la miraba con preocupación—. Creo que todavía no se ha recuperado de la caída que sufrió ayer.
____ les había dicho a los niños que el moretón había sido producto de una caída. Los demás sabían lo que en verdad había ocurrido. Esa misma mañana, nada más bajar a desayunar, se había encontrado con todo el clan reunido en el comedor aguardando su llegada. Habían querido conocer toda la historia detalle por detalle. Joe había estado allí para ayudarla, porque en más de una ocasión Kevin había estado a punto de ir en busca de Fairbank para estrangularlo. Sarah había palidecido y Amelia, soltado varios improperios nada aconsejables para los oídos de una dama. En resumen, no había ido mal del todo, además ella no había podido prestar mucha atención a sus demandas, porque en cuanto entró en la habitación y lo vio, fue como sentir un golpe en el estómago. Las piernas le flaquearon y le faltó el aliento. Los ojos de Joe brillaron cuando la miraron y el deseo volvió a asomarse. Todo el ardor que corría en sus venas se hizo presente como el recuerdo sin palabras de todo lo que había sucedido entre los dos la noche anterior. ____ hubiese deseado salir de allí con él y encerrarse en una habitación durante horas. Quizá ese no era un pensamiento muy decente, pero le daba igual porque estar entre sus brazos era lo que más deseaba en el mundo. ____ los había tranquilizado asegurándoles que estaba bien, aunque nadie pareció hacerle mucho caso, ya que estaban todos muy ocupados pensando en cómo darle a Fairbank su merecido. Joe solucionó el problema diciéndoles que después de la noche anterior estaba seguro de que Fairbank no volvería a hacer nada parecido. Su cara lo dijo todo ya que Kevin asintió como si entre los dos hubiera habido una conversación que nadie más había presenciado.
Después de eso, ____ había subido a dar la clase a los niños no sin que en toda la mañana desde que vio a Joe hubiese podido borrar de su estómago la sensación de un montón de mariposas que revoloteaban sin control. Cuando lo veía, su corazón se descontrolaba y sus piernas temblaban. Desde la noche anterior su mente solo volvía una y otra vez a él, y eso la hacía sentir más viva que nunca.
No fue hasta después de comer cuando ____ pudo hablar tranquilamente con Sarah. Desde que la noche anterior se fuera precipitadamente de la fiesta, no había vuelto a estar a solas con ella para poder hablar con tranquilidad y preguntarle cómo estaban las cosas con Kevin. Había podido, pese a todo, escabullir el abanico entre sus ropas y le había pedido a Joe que se lo diera.
La encontró en el invernadero sentada sobre el banco de piedra que había detrás de las orquídeas. Parecía estar muy interesada leyendo un libro.
—¿Sarah?
—Hola, ____. Gracias por haber recuperado mi abanico, lastima que fuera en circunstancias tan penosas. ¿Cómo estás?
—Eso mismo venía a preguntarte yo. Anoche no pude terminar de hablar contigo y me preguntaba si Kevin y tú habíais aclarado la conversación que mantuvisteis durante el baile.
—No, ____, no hablamos. Después de recibir la nota de Joe, nos buscó. Amelia le dijo que yo estaba indispuesta y que la señora Trent me había acompañado a una de las habitaciones para que descansara un rato. Cuando me encontré mejor, bajé. Él me miró con el ceño fruncido, me preguntó si estaba bien y después vinimos de vuelta a casa. Y no nos dijimos nada más. Ya te dije que no me perdonaría.
—Pues si no lo hace es que es un perfecto imbécil.
—¡____!
—No, Sarah, es la verdad. Entiendo que se enfade. No fuiste muy diplomática a la hora de decirle lo que pensabas, pero tenías razón, y si es inteligente, cuando lo piense con calma se dará cuenta da que no pretendías herirlo, solo ayudarlo. Si te culpa por preocuparle por él, entonces es que no te merece.
—____, eso no es justo. Él es un hombre maravilloso. Tenías que haberlo visto cuando Danielle vivía. Es normal que no pueda volver a amar a nadie más. He sido una estúpida.
—No, Sarah, las cosas no son así. Sobre el corazón no se manda, Él decide de quién nos enamoramos, aunque no sea la persona adecuada o el momento preciso. Solo podemos intentar ignorarlo y créeme que eso no sirve de mucho. En cuanto a Kevin, es un hombre joven con toda una vida por delante. No creo que no pueda haber espacio para nadie más en su vida. Nunca olvidará a Danielle, pero no por ello ya no podrá volver a amar. Solo necesita tiempo y alguien como tú que le demuestre que puede ser feliz.
—¿Lo dices en serio?
—Totalmente en serio.
Sarah sonrió levemente con los ojos húmedos por las lágrimas.
—Bueno, ¿y tú que me dices?
—¿De qué me hablas?
—Lo sabes perfectamente. Sé que crees que soy una mojigata que no me entero de nada, pero he visto como os miráis Joe y tú.
—Debes de tener un problema en la vista, Sarah.
—¿No confías en mí? Yo te he contado todo lo que siento por Kevin. Creía que éramos amigas.
____ sabía que tenía razón y una parte de ella había estado deseosa de decirle lo que sentía por Joe desde hacía tiempo, aunque siempre que había pensado hacerlo, algo la detenía. Sabía qué era lo que la había frenado hasta entonces: el miedo a que si decía en alto las palabras, si admitía ante alguien los sentimientos que albergaba hacia Joe, estos se hicieran realidad, convirtiéndose en algo tangible imposible de negar. Pero ya no podía refugiarse detrás de eso, no desde lo ocurrido la noche anterior. La noche anterior había hecho lo que deseaba, a pesar de saber que tendría que pagar por ello. Esos momentos juntos la acompañarían durante toda su vida. Ese recuerdo sería su tesoro más preciado.
—Claro que confío en ti, Sarah. No puedo negar que siento algo por Joe, pero no puedo alimentar algo que es tan solo una ilusión.
—____, no es una ilusión. Yo he visto cómo te mira y te aseguro que jamás lo había visto contemplar a una mujer de esa manera.
—Y si eso fuera cierto, ¿qué más da? ¿Una institutriz y un conde? Sabes mejor que yo que eso no tiene futuro.
—Joe no es un hombre corriente, ____.
—No, pero tampoco es un loco.
—¡Maldición! —dijo Sarah mientras se mordía el labio inferior.
—¿Qué has dicho? —le preguntó ____ sin poder contener una sonrisa.
—He dicho "maldición" —volvió a decir Sarah con cara de pocos amigos.
Las dos se echaron a reír al mismo tiempo.
—¿Interrumpo algo divertido?
____ y Sarah dieron un salto cuando escucharon la voz de Joe.
—No, no, yo ya me iba —dijo Sarah en un intento poco disimulado de dejarlos a solas.
Sarah la miró guiñándole un ojo mientras una sonrisa traviesa asomaba a sus labios. Antes de poder detenerla ya había salido del invernadero.
—Jamás vi a Sarah tan deseosa de salir de una habitación —le dijo Joe arqueando una ceja.
—Sospecha que hay algo entre nosotros.
—Has dicho "nosotros", eso es un paso —le dijo Joe mientras la miraba con tal intensidad que ____ pensó que iba a derretirse allí mismo.
—¿Por qué dices eso?
—Porque temí que después de lo de anoche volvieras a esconderte.
____ se ruborizó al escucharlo mencionar la noche anterior. Joe pensó que estaba más hermosa que nunca. Jamás imaginó que le sucedería algo parecido a lo que sentía en ese momento. Se había negado a admitir lo que ____ significaba para él. Su cinismo se volvía contra él ahora que tenía que reconocer que ____ no era solo una aventura de una noche, ni una mujer más en su vida. Había maldecido en voz baja cada día y cada noche para reírse de sí mismo cuando se sorprendía buscándola con la mirada, sintiendo celos de todo aquel que la miraba. También había intentando detener esa necesidad acuciante de protegerla y de cuidarla que en cada momento se adueñaba de él, sin embargo, había sido en vano. ____ lo miró a los ojos haciendo que la deseara con desesperación.
—No voy a esconderme. Si lo hiciera no podría estar contigo —le dijo mientras una sonrisa picara asomaba a sus labios.
Joe sintió una cálida sensación en el pecho.
—¿Eso que he escuchado es un cumplido? Estoy soñando...
____ puso cara de fastidio, aunque por dentro estaba haciendo todo lo posible por no sonreír.
—Creo que por un momento he sufrido de enajenación pasajera. No sabía lo que decía —le dijo ____ con una expresión de sabionda, lo que hizo que los ojos de Joe relucieran.
—Es una pena —le dijo para después callarse de modo misterioso.
____ aguantó solo treinta segundos antes de que su curiosidad pudiese con ella.
—¿Por qué es una pena?
Joe soltó una carcajada que hizo que ____ frunciera el entrecejo.
—Amor, estás preciosa cuando te enfadas.
____ sintió que su corazón le daba un vuelco al escucharlo llamarla amor. ¿Se habría dado cuenta de lo que le había dicho? Antes de que pudiera reaccionar, Joe la estaba besando con una pasión abrasadora que la hizo gemir. ____ le devolvió el beso con igual ardor mientras devoraba sus labios en una danza que carecía de pudor. Después de la noche anterior, todo su cuerpo estaba extremadamente sensible a su cercanía, a sus caricias, y la hacía temblar de deseo.
—He querido hacer esto desde que te vi esta mañana —le dijo Joe cuando ambos se separaron con esfuerzo y con la respiración agitada.
—¿Entonces por qué has tardado tanto?
Joe volvió a reír sin poder evitarlo. La sinceridad de ____ era como un soplo de aire fresco que lo embrujaba con absoluta fascinación.
—Mi pequeña hechicera de ojos verdes, ¿qué me has hecho?
____ no supo qué contestar. La forma en que la miraba Joe, la calidez de sus ojos, la ternura que veía en ellos la dejaba sin palabras, así que posó sus dedos sobre los labios de él rozando su boca con las puntas. Esa maravillosa boca que le había hecho descubrir más placer que el que creía permitido.
—Jamás pensé que diría esto, pero te amo.
____ se dio cuenta demasiado tarde de que había pronunciado esas palabras en alto. La mirada de Joe se hizo más intensa, y sus ojos brillaron de un modo peligroso.
—Lo siento —le dijo ____—. No debería haberlo dicho.
—No se te ocurra retirar esas palabras —dijo Joe con vehemencia.
____ se quedó asombrada. Era la primera vez que lo veía vulnerable.
—No pienso negar algo que es verdad, solo que quizá no debería habértelo dicho.
—¿Por qué?
—Porque todos los que te conocen saben qué piensas acerca del amor.
—¿Y crees que tienen razón?
Joe la miraba como un maestro que espera que el alumno diga la respuesta acertada, aunque ____ temía que ese no iba a ser el caso.
—Sí —dijo con pesar.
Para su sorpresa, Joe sonrió tomándole la cara con ambas manos.
—Entonces hazme cambiar de opinión —le dijo antes de que sus labios rozaran los de ella con ternura.
Mientras intentaba leer un libro para dormir, no podía dejar de volver una y otra vez a esa tarde. Le había dicho que lo quería. Sentía una gran satisfacción por haberle dicho esas palabras en alto. Siempre había sido demasiado impulsiva, según su tía Francesca, y esta vez no había sido menos. Joe la había besado con ardor y la había mirado con una intensidad que había enviado varios escalofríos por su cuerpo. Sin embargo, lo que no dejaba de resonar en su cabeza eran las palabras de Joe cuando le dijo: "Entonces hazme cambiar de opinión". ¿Eso significaba que estaba dispuesto a tener algo más con ella, algo más que una aventura? Lamentablemente eso no lo sabría nunca, y era lo que la angustiaba. Se habían despedido esa misma tarde en el invernadero, ya que Joe no tenía más remedio que partir al día siguiente hacia Londres. Lo había besado con todo el amor que sentía, controlando unas lágrimas que amenazaban con brotarle sin control. Joe se rió de su cara de tristeza porque creía que se debía al tiempo que estarían separados. Le dijo que si ella pensaba que lo pasaría mal, no tenía ni idea del infierno que esos días serían para él, y algo más sobre un montón de baños con agua fría que no logró entender porque estaba demasiado ocupada intentando memorizar cada uno de sus rasgos. ¿Quién le hubiera dicho que se iba a enamorar por primera vez en esas circunstancias? ____ movió la cabeza hacia ambos lados intentando centrarse en su propio plan. Se iría de allí a la noche siguiente. Ya lo tenía todo preparado. Iría a caballo hasta el camino principal, donde varios coches pasaban con dirección a Londres. Antes de subirse se disfrazaría, ya que estaba segura de que la buscarían. Odiaba tener que marcharse de aquella manera, sobre todo porque había llegado a querer a aquella familia y a todos los que vivían en la casa como si fueran su propia gente. Había pensado en dejar una nota, aunque estaba segura de que eso no los detendría a la hora de intentar encontrarla. Cuando pasó la noche junto a Joe, pensó que eso le bastaría para soportar una vida sin él, aunque ahora sabía con absoluta certeza que eso ni siquiera conseguiría consolar su corazón.
—Bueno, ¿a qué hora te vas mañana? —le preguntó su hermano mientras se sentaba en el sillón con una copa de coñac en la mano.
—Al amanecer. Quiero llegar pronto a Londres.
—¿Cuándo vas a decirme qué ocurre?
—¿De qué hablas? —le preguntó Joe. Sabía que a su hermano nunca se le escapaba nada.
—Sé que Richard vino a verte cuando estuve enfermo, y las últimas veces que recibiste correspondencia de él, tu rostro te hacía ver preocupado. Te encerrabas en el estudio, para después salir con otra carta que mandabas con urgencia. Joe, sé que es tu socio, pero no soy tan inocente.
—A veces eres un verdadero fastidio, ¿te lo he dicho alguna vez?
—Sí, desde que eras un mocoso que me perseguía a todas partes.
Joe hizo una mueca de disgusto que hizo que Kevin sonriera.
—No es nada por lo que haya que preocuparse.
—¿Y no puedes contármelo para que yo lo juzgue?
Joe lo miró con seriedad. Sabía que su hermano era un hombre duro, capaz de enfrentarse a cualquier cosa. Cuando estuvo fuera durante tantos años, había veces que las cosas que dejaba entrever en sus cartas le hacían preocuparse en demasía, pero no podía evitarlo. Era su hermano y lo quería a pesar de ser un testarudo autosuficiente.
—Sabes que tarde o temprano me enteraré.
—Eres un fastidio.
—Eso es lo que todo hermano espera escuchar.
Joe sonrió a su pesar.
—Está bien, estos últimos meses hemos sufrido varios sabotajes en los barcos. Nada muy importante, pero ha puesto nerviosos a nuestros clientes.
—¿Y habéis descubierto algo?
—Richard está investigando con el detective que contraté antes de que llegara.
—Si hubiera sabido que tenías problemas no te hubiera retenido durante tanto tiempo aquí. No habrías tenido que contratar a nadie y quizá ahora sabríais quién ha sido.
—Deja de hacerte la víctima. Tú no me has retenido. Hacía más falta aquí. Y en cuanto al culpable, solo ha tenido un poco más de tiempo, pero eso se le va a acabar pronto.
—Ten cuidado.
—Siempre lo tengo, gruñón. Quiero que me hagas un favor mientras esté fuera.
—¿Qué cosa?
—Quiero que cuides de ____. Sé que Fairbank no volverá a acercarse a ella, pero...
—No te preocupes. Estará bien. Yo me ocupo de ello. ¿Eso significa lo que yo creo?
—Eso significa que ya me has sacado suficiente información por una noche.
—¿Quién ha dicho que yo era un fastidio?
Joe soltó una carcajada.
—Buenas noches, hermano.
—Hasta dentro de unos días.
Después de que Joe saliera de la biblioteca, Kevin se quedó mirando las llamas del hogar mientras pensaba en cómo sé enredaban las cosas. Sin ir más lejos, él estaba de un humor de perros. Sabía por qué. Por las palabras de Sarah que aún le hacían eco en la cabeza. "Te escondes detrás de un fantasma". Esas palabras lo habían hecho enfurecerse como no le ocurría hacía tiempo. Y lo que era peor aún, se había enfurecido porque quizá fueran verdad.
Hope you like it.
Gracias a todas mis lectoras que se toman el tiempo de leer, queda muy poco.
____ ENTRÓ EN LA BIBLIOTECA DETRÁS DE JOE. Este le indicó que se sentara en el sillón que había junto a la chimenea mientras servía una copa de coñac.
A ____ le encantaba esa biblioteca. Grandes estantes llenos de libros hasta el techo, el hogar, sobre el cual descansaba un hermoso reloj dorado con un mecanismo que dejaba ver el movimiento de su interior. La gran alfombra de Aubusson sobre la que descansaba sus pies y el sillón con un estampado de flores en malva pastel y tierra siena. Colores que la hacían sentir cálida y confortable.
—Toma —le dijo Joe acercándole la copa a las manos.
—¿Quieres emborracharme? —le preguntó cuándo comprendió que el coñac no era para él.
A los ojos de Joe asomó una mirada picara a la vez que la comisura de su boca se curvaba hacia arriba en lo que parecía un intento por no sonreír.
—Solo pretendo que te relajes un poco y dejes de tiritar, y... bueno, ahora que lo mencionas puede que también intente emborracharte.
____ rió abiertamente.
—Eres un verdadero diablo, Joe Jonas Miller.
—Eso decía mi padre.
Por unos segundos le pareció ver un destello de dolor en sus ojos.
—¿Cómo era él?
Joe sabía por quién le preguntaba. Hacía años que no hablaba con nadie de su padre. Con su hermano había zanjado el tema, luego de que él muriera. Entonces regresó a la casa y ni siquiera a Kevin le había contado todo lo que había sucedido entre ellos dos mientras Joe estuvo ausente. Eso pertenecía al pasado y allí debía quedarse.
—Era un hombre con mucho carácter. Bastante firme en sus convicciones, a veces llegaba a ser inflexible.
____ sabía que no debía preguntar más. Había sentido en su tono de voz que le incomodaba hablar de ello. Había algo de resentimiento en sus palabras. Algo con lo que sin duda llevaba muchos años cargando a sus espaldas. Desde que lo conocía, jamás le había visto esa expresión.
Joe se acercó más a ella desde el sillón que había enfrente. Sus rodillas casi se tocaban.
—A veces es mejor dejar las cosas atrás.
____ lo miró a los ojos, lo entendía demasiado bien.
—Sí, pero eso no significa que podamos olvidarlas... —le dijo mientras apoyaba su mano encima de la de Joe.
—Eres demasiado intuitiva.
—A veces meto la pata y otras me meto donde no me llaman.
Joe sonrió.
—De eso ya me había dado cuenta.
____ hizo una mueca que provocó en Joe una carcajada. Había dejado de temblar y un agradable calor se había extendido por su cuerpo hasta dejarla relajada y tranquila.
—¿Me vas a tener aquí toda la noche hasta que te cuente exactamente qué es lo que ha ocurrido con Fairbank, verdad?
—Parece que soy previsible...
—Tu expresión de "no te creas que te vas a escapar" no deja lugar a dudas.
____ soltó un suspiro indicando que se rendía.
—No hay mucho que contar. Quería que fuera más amable con él de lo que yo estaba dispuesta a ser. Al parecer tiene problemas para aceptar una negativa.
—¿En el concierto que ofreció su madre fue la primera vez que te molestó?
—Sí.
Joe la miró sin decir nada, pero la puso nerviosa.
—Ahora dime la verdad.
—¿Qué te hace pensar que no te la he dicho?
—Tus ojos. Son una ventana abierta a tus emociones.
____ se quedó con la boca abierta. Nunca le había gustado mentir, pero reconocía que cuando hacía falta no lo hacía nada mal. Sin embargo, Joe, con solo mirarla a los ojos, podía saber si era sincera. Eso era increíble y aterrador.
—No quiero que hablemos más del tema. Estoy bien.
—Responde a mi pregunta.
—No fue la primera vez —le dijo ____.
Joe maldijo en voz baja mientras apretaba con fuetea el brazo del sillón con su mano.
—¿Cuándo?
____ sabía que le estaba preguntando cuál había sido la primera vez.
—Cuando vino a invitarnos a ese concierto. Lo acompañe a la puerta y me hizo una insinuación. Al parecer, se llevó una impresión equivocada de mí.
—¿Cuan equivocada?
—Nada fuera de lo corriente. En esta profesión te das cuenta de que muchos suponen cosas sobre ti por el mero hecho de no tener el dinero suficiente, ni la posición adecuada.
—¿Insinuó que eras la amante de alguno de nosotros?
____ miró hacia otro lado. Dada la recién descubierta habilidad de Joe de leer en ella como en un libro abierto, no quería que viera la respuesta en sus ojos. Intentó calmarlo.
—No creo que Fairbank vuelva a molestar a nadie más. No después de lo que le dijiste. Y al final no ha sucedido nada que haya que lamentar.
—¿Te resulta difícil dejar que alguien cuide de ti, verdad?
La pregunta la tomó por sorpresa. Joe lo supo al ver pasar por sus ojos un sinfín de emociones.
—Siempre me ha gustado ser yo la que cuide de los demás. Es mi forma de ser.
—Lo sé. Desde que llegaste, has estado intentando cuidar de todos. De los niños, de Amelia, sentándote con ella por las tardes mientras toma el té y hablando de sus viejas amistades. De Sarah, haciendo de celestina...
—¿Quién, yo? —dijo ____ con cara de asombro. Joe enarcó una ceja, y ____ debió dejar de fingir inocencia. —Puede que lo haya hecho un poco. Pero es que Sarah es una mujer extraordinaria y él parece que no se da cuenta...
—A mí no tienes que convencerme. Yo estoy de acuerdo contigo.
—¿Sí?
—Sí. Pero has de entender que mi hermano es muy testarudo.
—Debe de ser un rasgo de familia —susurró ____.
—Te he oído —le dijo Joe mientras se acercaba más a ella. Tanto que su boca solo estaba a unos centímetros. ____ sonrió al ver su expresión.
—Quería que me escucharas —le dijo ____ mientras sentía que su respiración era cada vez más rápida.
—Mentirosa —le dijo él sin apartar la mirada de sus labios.
—Engreído sabelotodo.
Antes de que pudiera terminar, Joe la estaba besando. Se sentó junto a ella sin dejar que sus labios dejaran de rozarse. La estrechó entre sus brazos manteniéndola pegada a su cuerpo. ____ sintió que le faltaba el aire. Cuando separó sus labios, Joe introdujo la lengua entre ellos rozándolos de manera exquisita para después saquear lentamente cada rincón de su boca. ____ soltó un gemido de placer mientras se aferraba a él con sus brazos. Enredó sus dedos en el cabello de Joe, que gruñó con evidente satisfacción. El beso cada vez se volvía más salvaje, más apasionado. ____ ya no sabía dónde acababa su boca y empezaba la de él, solo sabía que deseaba que aquello no terminara.
Joe le cubrió el pecho con la mano, y sintió como su pezón se endurecía al instante; apretó la tela del vestido en un intento de salvar el escudo que lo separaba de sus tiernas caricias. ____ se arqueó contra esa mano, incapaz de controlar las sacudidas de deseo que recorrían su cuerpo , porque eso debía de ser el deseo. La necesidad acuciante de alcanzar algo que i siquiera sabía que era, la necesidad de tocar a Joe con sus manos, de sentir su piel contra la de él. Un calor abrasador que la consumía empezó a extenderse por su vientre. Sin percibir lo que había hecho él, sintió el aire en los pechos, que estaban descubiertos. No experimentó ni un atisbo de timidez al ver la mirada de Joe al posarse en ellos. La hizo sentir hermosa, y se estremeció ante el destello de deseo que vio en sus ojos. Joe los acarició suavemente deleitándose en su textura, en su perfección, tomando entre los dedos las cimas, que se irguieron al contacto de sus manos. Acercó su boca al pezón para chuparlo, lamerlo, sin que se saciara de ello. Lo tomó entre los dientes y ____ soltó un gemido de placer a la vez que se arqueaba contra él en un intento desesperado de que terminara por fin con su sufrimiento. Joe adoró su otro pecho con la misma devoción hasta hacerla suplicar.
—____ —le dijo con la respiración agitada—, debemos parar ahora o después no seré capaz de detenerme. Te deseo demasiado para llevar este juego más allá.
____ sabía qué era lo que debía decirle, pero eso era algo muy distinto de lo quería hacer. Sabía qué era lo que sentía, lo sabía desde hacía tiempo. Estaba enamorada de Joe. Lo amaba como jamás había amado a nadie. No volver a verlo, perderlo, iba a ser una tortura a la que tendría que hacer frente llegado el momento, y cuando eso ocurriese quería poder mirar atrás y recordar esa noche. Jamás se había imaginado estar con nadie de ese modo hasta que conoció a Joe. Deseaba estar con él. Lo deseaba con toda su alma.
—No quiero que te detengas —le dijo ____ mientras retiraba con los dedos un mechón que cubría la frente de Joe.
Ese gesto lleno de ternura hizo que Joe retuviera el aire por unos instantes. ____ hacía que todo su autocontrol se esfumara. Siempre había dominado su deseo, sus impulsos, sin dejar que en ningún momento ellos se apoderaran de él. Lo hacía desde que era solo un muchacho. Y así estaba ahora, sintiéndose otra vez como un jovencito que deseaba tanto a ____ que ni siquiera podía dominar sus emociones.
—Te deseo más de lo que puedas imaginar..., pero eres inocente ____, y no creo que..., maldición —masculló por lo bajo.
—Siempre te dije que eras un caballero, pero... Yo también te deseo, y jamás imaginé estar así con nadie hasta ahora. No es un capricho ni estoy bajo los efectos de la pasión. Bueno eso sí...
Joe sonrió, y ____ sintió que su corazón se detenía.
—Yo... —intentó continuar ____.
—Shh —le dijo Joe mientras se acercaba a ella—, si dices una palabra más, no saldrás de esta habitación durante décadas.
____ soltó una risa antes de que Joe volviera a besarla con pasión, con ternura, tomándose todo el tiempo del mundo. Volvió a sus pechos y la hizo sollozar nuevamente de deseo. ____ le desabrochó la camisa para meter sus manos debajo de ella y pasarlas por su espalda, tocando su piel cálida y musculosa que se endurecía al paso de sus dedos. Joe la besó en el cuello, mientras su cadera se movía contra la de ella y la hacía desear más. ____ sentía su creciente excitación sobre su vientre y el impulso de tocarlo era cada vez más intenso. Joe fue bajando poco a poco entre sus pechos hasta el ombligo, besando cada centímetro de su piel. Fue levantando lentamente la falda de su vestido hasta que sus muslos estuvieron descubiertos. Pasó la mano por la cara interior de su pierna, con lo que ____ se mordió el labio inferior, hasta llegar al centro de su feminidad. ____ se sobresaltes al sentir los dedos de él tocándola en ese lugar oculto. Jamás pensó que eso le causara tanto placer, pero la verdad es que sentía que le faltaba el aire y que sus extremidades se tensaban por algo que cada vez deseaba más y que ni siquiera sabía identificar. Se apretó contra su mano sin poder contener un gemido de placer que hizo que Joe sonriera abiertamente. Tocó el montículo de piel que coronaba su sexo mientras ____ repetía su nombre sin cesar. Quería darle todo el placer del mundo, aunque eso acabara matándolo, porque su deseo por ella lo estaba abrasando, hacía que todas sus terminaciones nerviosas estuvieran sensibles a cualquier reacción de la hermosa mujer que tenía entre sus brazos. La sintió húmeda y dispuesta, pero quería más. Quería que temblara de placer bajo sus manos. Introdujo uno de sus dedos en el estrecho pasadizo, a lo que ____ se aferró a él como si quisiera fundirse. Al sentir sus senos sobre su pecho y sus pezones que le quemaban la piel, Joe tuvo que apretar los clientes para no penetrarla en ese mismo instante. Lo estaba volviendo loco. La besó desesperadamente mientras introducía un segundo dedo en su interior. ____ exclamó en su boca clavándole las uñas en la espalda. Joe gruñó de placer, incapaz de soportar por más tiempo ese tormento. Cuando ____ empezó a sentir los primeros espasmos, creyó que moriría. Joe la apretó más entre sus brazos mientras ella sentía que se fragmentaba en miles de pedazos. Oleadas de placer se expandieron por cada rincón de su cuerpo. Ni siquiera fue consciente de cuándo Joe se desabrochó los pantalones hasta que sintió su dureza en el mismo lugar donde antes había estado la magia de sus dedos. Joe se acomodó lentamente en ella hasta que se topó con la barrera de su virginidad. Aunque sabía que probablemente fuera inocente, lo sorprendió. La miró a los ojos, unos ojos llenos de pasión que lo miraban con intensidad.
—____, intentaré que sea lo menos doloroso posible pero...
—Shh... —le dijo ____ poniéndole un dedo en los labios. Después se abrazó por completo a él. Sabía que la primera vez le dolería. Su tía Francesca le había hablado de ello. Eso era lo bueno de su tía, con ella había hablado abiertamente de temas que muchas jóvenes jamás imaginarían hablar.
Joe embistió de manera rápida para atravesar la barrera en un instante y quedar completamente en su interior. ____ se mordió el labio para no soltar el grito que se había formado en su garganta. Joe se apoyó en los antebrazos para poder mirarla. Sabía que le había hecho daño, pero eso era inevitable. Ahora lo único que deseaba era que ____ volviera a sollozar de placer entre sus brazos. Verla alcanzar el clímax una vez más. ____ empezó a sentir que el dolor cedía y que una extraña sensación se instalaba en su lugar. Lo miró a los ojos cuando él se separó un poco para mirarla. Su cara reflejaba cierta preocupación, y sus facciones estaban tensas. Su frente estaba perlada de sudor y su mirada..., eso fue lo que hizo que ____ sintiera nacer de nuevo esa dulce sensación en su vientre. La pasión, el deseo que vio en ellos la abrasó por completo hasta hacerla sentir la mujer más hermosa y amada que había sobre la tierra. Joe bajó lentamente sobre ella, mientras ____ retenía la respiración al sentir como sus pezones se endurecían por el calor de la piel de él. Joe salió lentamente de ella para volver a entrar hasta el fondo. ____ sintió una punzada de placer que la hizo soltar un gemido. A Joe aquello lo estaba matando, y cuando ____ se arqueó contra él moviendo sus caderas, perdió el poco control que le quedaba. Empezó a embestirla cada vez más rápido mientras ____ lo rodeaba con las piernas. ____ copió cada uno de sus movimientos hasta llevarlo al borde del abismo. Cuando sintió que ____ gritaba su nombre, se rindió al exquisito placer que desbordó cada uno de sus sentidos.
____ jamás imaginó poder volver a sentir lo que había experimentado momentos antes entre sus brazos, pero había sido incluso mejor. Sentirlo dentro de ella, estar tan unida a alguien, saborear el placer y la felicidad que le había hecho experimentar era más de lo que había creído posible. Lo oyó dar un gruñido de satisfacción a la vez, que ella gritaba su nombre para después quedar abrazados en un profundo silencio. Solo la respiración agitada de ambos se oía en la noche.
—¿Estás bien? —le preguntó Joe.
—Ha sido increíble —le dijo ____ percibiendo cómo se ponía roja.
—Sí —dijo Joe con una expresión extraña en los ojos.
—¿He... he estado...? —____ se moría de vergüenza, pero Joe le había dado un placer inmenso y no sabía si él había disfrutado igual. No sabía por qué, pero eso era algo importante para ella en ese momento.
Joe sonrió mientras se acercaba a ella para darle un dulce beso en los labios.
—Has estado a punto de matarme, ____.
____ soltó una risa que calentó el interior de Joe nuevamente.
—Jamás imaginé que esta noche terminaría de esta manera —le dijo ____ mientras con los dedos le arreglaba el mechón de pelo que le caía por la frente.
Joe se quejó de repente.
—¿Qué ocurre?
—No he cerrado la puerta.
____ pegó un salto que la hizo caer del sillón.
Kevin, Sarah y Amelia podían llegar en cualquier momento.
Sin poder contenerse, empezó a reír cuando se dio cuenta de que los dos corrían como locos intentando recomponer su aspecto. Joe dejó de abrocharle el vestido cuando la escuchó reír, y sin poder evitarlo se unió a ella. Les provocaba risa el aspecto que tenían y la cara que habían puesto. No podían detener las carcajadas. Después de un rato, Joe la rodeó con sus brazos rozando suavemente sus labios.
—Eres una mujer extraordinaria, ____ Greyson.
—Jamás osaría desafiarte en eso, lord Jonas Miller.
Joe sonrió, sintiendo que parte del cinismo que lo había acompañado durante los últimos años se había desvanecido. Eso era algo peligroso y esperanzador. Quizá todavía no estuviera todo perdido para él, quizá todavía podía volver a creer en el amor.
—¿Cómo es París, señorita Greyson?
—¿Quién quiere ver París? —dijo Anthony con el entrecejo fruncido mientras miraba a su hermana Margareth como si hubiera dicho la mayor estupidez del mundo—. A mí me gustaría ver el Caribe, ver algún barco pirata, o ir a Egipto a contemplar las Pirámides.
—Todos los sitios que habéis nombrado son muy hermosos.
—¿En cuántos países ha estado? —le preguntó Anthony con curiosidad.
—Veréis, hace tiempo viajé como dama de compañía de una tía mía, y tuve la suerte de ver muchos lugares —les dijo ____ odiándose por no decirles toda la verdad. He visto casi toda Europa, he estado en Egipto, en la India, y también he navegado por el Caribe.
—Entonces es muy vieja —dijo Lizzy, arrugando su naricita.
____ soltó una risa que hizo que la niña riera también.
—Bueno, supongo que comparada contigo, soy toda una anciana —le dijo mientras se acercaba a ella y le daba un beso en la mejilla.
—En cuanto tenga edad suficiente me iré a ver esos lugares —dijo Anthony con determinación.
—No te apresures, esos sitios te estarán esperando todo el tiempo que haga falta.
—A mí me gustaría ver París. Me acuerdo una vez cuando papá y mamá fueron de viaje allí. Al volver, mamá estaba radiante y decía que aquello era precioso.
____ vio como Margareth sonreía al recordar a su madre. Hasta hacía poco eso no había sido posible. Le alegraba comprobar que los niños hablaban de ella cada vez con más frecuencia. Se iluminaban sus rostros con los recuerdos que ya no parecían enturbiados por la culpa que los había estado atenazando durante largo tiempo.
—Yo he estado en París dos veces. La primera vez tenía quince años y me enamoré de esa ciudad. Me fascinaron sus pequeñas calles, las Tullerías, Versalles, la Opera.
—¿Fuiste a la Opera? —le preguntó Margareth entusiasmada.
—Sí, fui al estreno de Los puritanos. Me acuerdo que era enero, porque hacía mucho frío.
—Debe de haber sido toda una experiencia.
—Sí, lo fue —dijo ____ recordando cómo antes del tercer acto su tía había repelido al prestigioso banquero Villon por intentar seducirla.
—Bueno, creo que por hoy es suficiente —les dijo ____ mientras se acercaba a la ventana para comprobar el magnífico día que hacía. Brillaba el sol, desnudando al cielo con su luz. "Esa no es la mejor comparación posible", pensó ____ estremeciéndose al recordar la noche anterior.
—¿Está bien, señorita Greyson? Se ha puesto como un tomate... —le dijo Anthony mientras la miraba con preocupación—. Creo que todavía no se ha recuperado de la caída que sufrió ayer.
____ les había dicho a los niños que el moretón había sido producto de una caída. Los demás sabían lo que en verdad había ocurrido. Esa misma mañana, nada más bajar a desayunar, se había encontrado con todo el clan reunido en el comedor aguardando su llegada. Habían querido conocer toda la historia detalle por detalle. Joe había estado allí para ayudarla, porque en más de una ocasión Kevin había estado a punto de ir en busca de Fairbank para estrangularlo. Sarah había palidecido y Amelia, soltado varios improperios nada aconsejables para los oídos de una dama. En resumen, no había ido mal del todo, además ella no había podido prestar mucha atención a sus demandas, porque en cuanto entró en la habitación y lo vio, fue como sentir un golpe en el estómago. Las piernas le flaquearon y le faltó el aliento. Los ojos de Joe brillaron cuando la miraron y el deseo volvió a asomarse. Todo el ardor que corría en sus venas se hizo presente como el recuerdo sin palabras de todo lo que había sucedido entre los dos la noche anterior. ____ hubiese deseado salir de allí con él y encerrarse en una habitación durante horas. Quizá ese no era un pensamiento muy decente, pero le daba igual porque estar entre sus brazos era lo que más deseaba en el mundo. ____ los había tranquilizado asegurándoles que estaba bien, aunque nadie pareció hacerle mucho caso, ya que estaban todos muy ocupados pensando en cómo darle a Fairbank su merecido. Joe solucionó el problema diciéndoles que después de la noche anterior estaba seguro de que Fairbank no volvería a hacer nada parecido. Su cara lo dijo todo ya que Kevin asintió como si entre los dos hubiera habido una conversación que nadie más había presenciado.
Después de eso, ____ había subido a dar la clase a los niños no sin que en toda la mañana desde que vio a Joe hubiese podido borrar de su estómago la sensación de un montón de mariposas que revoloteaban sin control. Cuando lo veía, su corazón se descontrolaba y sus piernas temblaban. Desde la noche anterior su mente solo volvía una y otra vez a él, y eso la hacía sentir más viva que nunca.
No fue hasta después de comer cuando ____ pudo hablar tranquilamente con Sarah. Desde que la noche anterior se fuera precipitadamente de la fiesta, no había vuelto a estar a solas con ella para poder hablar con tranquilidad y preguntarle cómo estaban las cosas con Kevin. Había podido, pese a todo, escabullir el abanico entre sus ropas y le había pedido a Joe que se lo diera.
La encontró en el invernadero sentada sobre el banco de piedra que había detrás de las orquídeas. Parecía estar muy interesada leyendo un libro.
—¿Sarah?
—Hola, ____. Gracias por haber recuperado mi abanico, lastima que fuera en circunstancias tan penosas. ¿Cómo estás?
—Eso mismo venía a preguntarte yo. Anoche no pude terminar de hablar contigo y me preguntaba si Kevin y tú habíais aclarado la conversación que mantuvisteis durante el baile.
—No, ____, no hablamos. Después de recibir la nota de Joe, nos buscó. Amelia le dijo que yo estaba indispuesta y que la señora Trent me había acompañado a una de las habitaciones para que descansara un rato. Cuando me encontré mejor, bajé. Él me miró con el ceño fruncido, me preguntó si estaba bien y después vinimos de vuelta a casa. Y no nos dijimos nada más. Ya te dije que no me perdonaría.
—Pues si no lo hace es que es un perfecto imbécil.
—¡____!
—No, Sarah, es la verdad. Entiendo que se enfade. No fuiste muy diplomática a la hora de decirle lo que pensabas, pero tenías razón, y si es inteligente, cuando lo piense con calma se dará cuenta da que no pretendías herirlo, solo ayudarlo. Si te culpa por preocuparle por él, entonces es que no te merece.
—____, eso no es justo. Él es un hombre maravilloso. Tenías que haberlo visto cuando Danielle vivía. Es normal que no pueda volver a amar a nadie más. He sido una estúpida.
—No, Sarah, las cosas no son así. Sobre el corazón no se manda, Él decide de quién nos enamoramos, aunque no sea la persona adecuada o el momento preciso. Solo podemos intentar ignorarlo y créeme que eso no sirve de mucho. En cuanto a Kevin, es un hombre joven con toda una vida por delante. No creo que no pueda haber espacio para nadie más en su vida. Nunca olvidará a Danielle, pero no por ello ya no podrá volver a amar. Solo necesita tiempo y alguien como tú que le demuestre que puede ser feliz.
—¿Lo dices en serio?
—Totalmente en serio.
Sarah sonrió levemente con los ojos húmedos por las lágrimas.
—Bueno, ¿y tú que me dices?
—¿De qué me hablas?
—Lo sabes perfectamente. Sé que crees que soy una mojigata que no me entero de nada, pero he visto como os miráis Joe y tú.
—Debes de tener un problema en la vista, Sarah.
—¿No confías en mí? Yo te he contado todo lo que siento por Kevin. Creía que éramos amigas.
____ sabía que tenía razón y una parte de ella había estado deseosa de decirle lo que sentía por Joe desde hacía tiempo, aunque siempre que había pensado hacerlo, algo la detenía. Sabía qué era lo que la había frenado hasta entonces: el miedo a que si decía en alto las palabras, si admitía ante alguien los sentimientos que albergaba hacia Joe, estos se hicieran realidad, convirtiéndose en algo tangible imposible de negar. Pero ya no podía refugiarse detrás de eso, no desde lo ocurrido la noche anterior. La noche anterior había hecho lo que deseaba, a pesar de saber que tendría que pagar por ello. Esos momentos juntos la acompañarían durante toda su vida. Ese recuerdo sería su tesoro más preciado.
—Claro que confío en ti, Sarah. No puedo negar que siento algo por Joe, pero no puedo alimentar algo que es tan solo una ilusión.
—____, no es una ilusión. Yo he visto cómo te mira y te aseguro que jamás lo había visto contemplar a una mujer de esa manera.
—Y si eso fuera cierto, ¿qué más da? ¿Una institutriz y un conde? Sabes mejor que yo que eso no tiene futuro.
—Joe no es un hombre corriente, ____.
—No, pero tampoco es un loco.
—¡Maldición! —dijo Sarah mientras se mordía el labio inferior.
—¿Qué has dicho? —le preguntó ____ sin poder contener una sonrisa.
—He dicho "maldición" —volvió a decir Sarah con cara de pocos amigos.
Las dos se echaron a reír al mismo tiempo.
—¿Interrumpo algo divertido?
____ y Sarah dieron un salto cuando escucharon la voz de Joe.
—No, no, yo ya me iba —dijo Sarah en un intento poco disimulado de dejarlos a solas.
Sarah la miró guiñándole un ojo mientras una sonrisa traviesa asomaba a sus labios. Antes de poder detenerla ya había salido del invernadero.
—Jamás vi a Sarah tan deseosa de salir de una habitación —le dijo Joe arqueando una ceja.
—Sospecha que hay algo entre nosotros.
—Has dicho "nosotros", eso es un paso —le dijo Joe mientras la miraba con tal intensidad que ____ pensó que iba a derretirse allí mismo.
—¿Por qué dices eso?
—Porque temí que después de lo de anoche volvieras a esconderte.
____ se ruborizó al escucharlo mencionar la noche anterior. Joe pensó que estaba más hermosa que nunca. Jamás imaginó que le sucedería algo parecido a lo que sentía en ese momento. Se había negado a admitir lo que ____ significaba para él. Su cinismo se volvía contra él ahora que tenía que reconocer que ____ no era solo una aventura de una noche, ni una mujer más en su vida. Había maldecido en voz baja cada día y cada noche para reírse de sí mismo cuando se sorprendía buscándola con la mirada, sintiendo celos de todo aquel que la miraba. También había intentando detener esa necesidad acuciante de protegerla y de cuidarla que en cada momento se adueñaba de él, sin embargo, había sido en vano. ____ lo miró a los ojos haciendo que la deseara con desesperación.
—No voy a esconderme. Si lo hiciera no podría estar contigo —le dijo mientras una sonrisa picara asomaba a sus labios.
Joe sintió una cálida sensación en el pecho.
—¿Eso que he escuchado es un cumplido? Estoy soñando...
____ puso cara de fastidio, aunque por dentro estaba haciendo todo lo posible por no sonreír.
—Creo que por un momento he sufrido de enajenación pasajera. No sabía lo que decía —le dijo ____ con una expresión de sabionda, lo que hizo que los ojos de Joe relucieran.
—Es una pena —le dijo para después callarse de modo misterioso.
____ aguantó solo treinta segundos antes de que su curiosidad pudiese con ella.
—¿Por qué es una pena?
Joe soltó una carcajada que hizo que ____ frunciera el entrecejo.
—Amor, estás preciosa cuando te enfadas.
____ sintió que su corazón le daba un vuelco al escucharlo llamarla amor. ¿Se habría dado cuenta de lo que le había dicho? Antes de que pudiera reaccionar, Joe la estaba besando con una pasión abrasadora que la hizo gemir. ____ le devolvió el beso con igual ardor mientras devoraba sus labios en una danza que carecía de pudor. Después de la noche anterior, todo su cuerpo estaba extremadamente sensible a su cercanía, a sus caricias, y la hacía temblar de deseo.
—He querido hacer esto desde que te vi esta mañana —le dijo Joe cuando ambos se separaron con esfuerzo y con la respiración agitada.
—¿Entonces por qué has tardado tanto?
Joe volvió a reír sin poder evitarlo. La sinceridad de ____ era como un soplo de aire fresco que lo embrujaba con absoluta fascinación.
—Mi pequeña hechicera de ojos verdes, ¿qué me has hecho?
____ no supo qué contestar. La forma en que la miraba Joe, la calidez de sus ojos, la ternura que veía en ellos la dejaba sin palabras, así que posó sus dedos sobre los labios de él rozando su boca con las puntas. Esa maravillosa boca que le había hecho descubrir más placer que el que creía permitido.
—Jamás pensé que diría esto, pero te amo.
____ se dio cuenta demasiado tarde de que había pronunciado esas palabras en alto. La mirada de Joe se hizo más intensa, y sus ojos brillaron de un modo peligroso.
—Lo siento —le dijo ____—. No debería haberlo dicho.
—No se te ocurra retirar esas palabras —dijo Joe con vehemencia.
____ se quedó asombrada. Era la primera vez que lo veía vulnerable.
—No pienso negar algo que es verdad, solo que quizá no debería habértelo dicho.
—¿Por qué?
—Porque todos los que te conocen saben qué piensas acerca del amor.
—¿Y crees que tienen razón?
Joe la miraba como un maestro que espera que el alumno diga la respuesta acertada, aunque ____ temía que ese no iba a ser el caso.
—Sí —dijo con pesar.
Para su sorpresa, Joe sonrió tomándole la cara con ambas manos.
—Entonces hazme cambiar de opinión —le dijo antes de que sus labios rozaran los de ella con ternura.
Mientras intentaba leer un libro para dormir, no podía dejar de volver una y otra vez a esa tarde. Le había dicho que lo quería. Sentía una gran satisfacción por haberle dicho esas palabras en alto. Siempre había sido demasiado impulsiva, según su tía Francesca, y esta vez no había sido menos. Joe la había besado con ardor y la había mirado con una intensidad que había enviado varios escalofríos por su cuerpo. Sin embargo, lo que no dejaba de resonar en su cabeza eran las palabras de Joe cuando le dijo: "Entonces hazme cambiar de opinión". ¿Eso significaba que estaba dispuesto a tener algo más con ella, algo más que una aventura? Lamentablemente eso no lo sabría nunca, y era lo que la angustiaba. Se habían despedido esa misma tarde en el invernadero, ya que Joe no tenía más remedio que partir al día siguiente hacia Londres. Lo había besado con todo el amor que sentía, controlando unas lágrimas que amenazaban con brotarle sin control. Joe se rió de su cara de tristeza porque creía que se debía al tiempo que estarían separados. Le dijo que si ella pensaba que lo pasaría mal, no tenía ni idea del infierno que esos días serían para él, y algo más sobre un montón de baños con agua fría que no logró entender porque estaba demasiado ocupada intentando memorizar cada uno de sus rasgos. ¿Quién le hubiera dicho que se iba a enamorar por primera vez en esas circunstancias? ____ movió la cabeza hacia ambos lados intentando centrarse en su propio plan. Se iría de allí a la noche siguiente. Ya lo tenía todo preparado. Iría a caballo hasta el camino principal, donde varios coches pasaban con dirección a Londres. Antes de subirse se disfrazaría, ya que estaba segura de que la buscarían. Odiaba tener que marcharse de aquella manera, sobre todo porque había llegado a querer a aquella familia y a todos los que vivían en la casa como si fueran su propia gente. Había pensado en dejar una nota, aunque estaba segura de que eso no los detendría a la hora de intentar encontrarla. Cuando pasó la noche junto a Joe, pensó que eso le bastaría para soportar una vida sin él, aunque ahora sabía con absoluta certeza que eso ni siquiera conseguiría consolar su corazón.
—Bueno, ¿a qué hora te vas mañana? —le preguntó su hermano mientras se sentaba en el sillón con una copa de coñac en la mano.
—Al amanecer. Quiero llegar pronto a Londres.
—¿Cuándo vas a decirme qué ocurre?
—¿De qué hablas? —le preguntó Joe. Sabía que a su hermano nunca se le escapaba nada.
—Sé que Richard vino a verte cuando estuve enfermo, y las últimas veces que recibiste correspondencia de él, tu rostro te hacía ver preocupado. Te encerrabas en el estudio, para después salir con otra carta que mandabas con urgencia. Joe, sé que es tu socio, pero no soy tan inocente.
—A veces eres un verdadero fastidio, ¿te lo he dicho alguna vez?
—Sí, desde que eras un mocoso que me perseguía a todas partes.
Joe hizo una mueca de disgusto que hizo que Kevin sonriera.
—No es nada por lo que haya que preocuparse.
—¿Y no puedes contármelo para que yo lo juzgue?
Joe lo miró con seriedad. Sabía que su hermano era un hombre duro, capaz de enfrentarse a cualquier cosa. Cuando estuvo fuera durante tantos años, había veces que las cosas que dejaba entrever en sus cartas le hacían preocuparse en demasía, pero no podía evitarlo. Era su hermano y lo quería a pesar de ser un testarudo autosuficiente.
—Sabes que tarde o temprano me enteraré.
—Eres un fastidio.
—Eso es lo que todo hermano espera escuchar.
Joe sonrió a su pesar.
—Está bien, estos últimos meses hemos sufrido varios sabotajes en los barcos. Nada muy importante, pero ha puesto nerviosos a nuestros clientes.
—¿Y habéis descubierto algo?
—Richard está investigando con el detective que contraté antes de que llegara.
—Si hubiera sabido que tenías problemas no te hubiera retenido durante tanto tiempo aquí. No habrías tenido que contratar a nadie y quizá ahora sabríais quién ha sido.
—Deja de hacerte la víctima. Tú no me has retenido. Hacía más falta aquí. Y en cuanto al culpable, solo ha tenido un poco más de tiempo, pero eso se le va a acabar pronto.
—Ten cuidado.
—Siempre lo tengo, gruñón. Quiero que me hagas un favor mientras esté fuera.
—¿Qué cosa?
—Quiero que cuides de ____. Sé que Fairbank no volverá a acercarse a ella, pero...
—No te preocupes. Estará bien. Yo me ocupo de ello. ¿Eso significa lo que yo creo?
—Eso significa que ya me has sacado suficiente información por una noche.
—¿Quién ha dicho que yo era un fastidio?
Joe soltó una carcajada.
—Buenas noches, hermano.
—Hasta dentro de unos días.
Después de que Joe saliera de la biblioteca, Kevin se quedó mirando las llamas del hogar mientras pensaba en cómo sé enredaban las cosas. Sin ir más lejos, él estaba de un humor de perros. Sabía por qué. Por las palabras de Sarah que aún le hacían eco en la cabeza. "Te escondes detrás de un fantasma". Esas palabras lo habían hecho enfurecerse como no le ocurría hacía tiempo. Y lo que era peor aún, se había enfurecido porque quizá fueran verdad.
Hope you like it.
Gracias a todas mis lectoras que se toman el tiempo de leer, queda muy poco.
Cande Luque
Re: "Un disfraz para una dama" (Joseph & Tú) Terminada
Buaaa nooo!!
No quiero que se termine sniff!!
Igual MUCHISIMAS GRACIAS encerio, si bien nosotras leemos, vos te llevas la parte mas dura, que es la de poner la novela. :) Eso te lo agradesco muchisimo :)
Me encanta, no tengo palabras!!!!!!
Es divino, >3
No quiero que se termine sniff!!
Igual MUCHISIMAS GRACIAS encerio, si bien nosotras leemos, vos te llevas la parte mas dura, que es la de poner la novela. :) Eso te lo agradesco muchisimo :)
Me encanta, no tengo palabras!!!!!!
Es divino, >3
Augustinesg
Re: "Un disfraz para una dama" (Joseph & Tú) Terminada
Haaaaaay, me muero por saber que pasa :D :D
Augustinesg
Re: "Un disfraz para una dama" (Joseph & Tú) Terminada
Si comentan más personas pongo cap porque está re abandonado esto, jaajajjaa.
Cande Luque
Re: "Un disfraz para una dama" (Joseph & Tú) Terminada
ahah, tendrias que hacer de esas clases de barners y poner "Lee mi novela o no tenes mas Jonas" (? ahaha xD
Es la unica forma.
Igual, ponele que desde que salio la nueva organizacion de la pagina ya no hay tantas lectoras. Tambien debe de ser por las clases y todo eso u.u
Hhaha, bueno, vos decirme cuando lo pones que me muero de la intriga haha, encima falta poco, me quiero morir haha xD
Es la unica forma.
Igual, ponele que desde que salio la nueva organizacion de la pagina ya no hay tantas lectoras. Tambien debe de ser por las clases y todo eso u.u
Hhaha, bueno, vos decirme cuando lo pones que me muero de la intriga haha, encima falta poco, me quiero morir haha xD
Augustinesg
Re: "Un disfraz para una dama" (Joseph & Tú) Terminada
Hola soy nueva lectora debo decir qe llevo tiempo leyendo tu
nove pero no habia comentado pero lo importante esqe ya lo hice
sube pronto el siguiente cap porfavor
nove pero no habia comentado pero lo importante esqe ya lo hice
sube pronto el siguiente cap porfavor
Nani Jonas
Re: "Un disfraz para una dama" (Joseph & Tú) Terminada
jajajaja, no pasa nada :) igual ya no tenía lectoras desde antes y a mi no me importa tanto pero antes por lo menos dos me firmaban ahora nadie excepto hasta hace dos días ustedes dos. Me da medio vagancia publicar cuando nadie lee pero sólo por ustedes pongo cap.
Cande Luque
Re: "Un disfraz para una dama" (Joseph & Tú) Terminada
Capítulo 22
Londres, una semana después.
—¿CÓMO QUE HA DESAPARECIDO? —preguntó Joe mientras intentaba mantener la calma. Su hermano y el resto de la familia habían llegado esa mañana. Él había pasado el día fuera investigando el paradero de uno de los tripulantes de su compañía naviera que podía estar involucrado en los sabotajes. Al regresar a casa, se había encontrado con la sorpresa de verlos, ya que no los esperaba hasta dos días después. Su primera reacción fue de alegría, ya que ello suponía volver a ver a ____. No había dejado de pensar en ella en todo ese tiempo. Sin embargo, allí estaba, sentado en la biblioteca con Amelia, Sarah y su hermano, intentando descubrir qué había ocurrido, por qué ____ había desaparecido dejando tras de sí una nota sin sentido.
—Solo puedo decirte lo que sabemos. Sarah encontró esta nota encima de su escritorio. Decía que debía irse. Que lamentaba no poder despedirse de nosotros, pero que sabía que si lo hacía le haríamos preguntas que no podía responder. Que le dolía tener que dejarnos porque solo había recibido cariño de nosotros y que recordaría esos días como los más felices de su vida. Después de que Sarah me mostrara la nota, subimos a su habitación y no quedaba nada. Al parecer se había marchado durante la noche. Salí a buscarla, pero nadie parecía haberla visto.
—¿Averiguaste si alguien la había visto tomar algún coche?
—Sí, lo hice.
—Maldición, no puede haber desaparecido sin más —dijo Joe furioso y preocupado.
—A mí me parece tan extraño. No nos dijo nada. El día anterior estuvo igual que siempre —comentó Sarah con los ojos húmedos.
—Tranquila, Sarah, averiguaremos a dónde se ha ido y por qué —le dijo Amelia con suma seriedad.
Joe intentó imaginar qué era lo que había llevado a ____ a huir de aquella manera. Quizá lo que había ocurrido entre los dos la había hecho tomar esa precipitada decisión, aunque se rehusaba a pensar eso. Cuando la dejó, ____ se había despedido de él con una sonrisa en los labios. La había mirado a los ojos y en ellos no había visto miedo o indecisión. ____ era impulsiva, pero no una cobarde. Jamás huiría de él para no enfrentarse a algo.
—¿No notasteis nada extraño en ella? ¿Alguien fue a verla o recibió algún mensaje? —preguntó Joe mirándolos atentamente.
—Que nosotros sepamos, no —contestó Amelia—. Ese día fue como cualquier otro. Estuvo con los niños por la mañana y por la tarde con nosotras. No salió, ni siquiera a dar el paseo que tanto le gusta, y cuando le preguntamos a O'Connell nos dijo que nadie había llegado ese día con ningún mensaje para ____.
—Lo que me parece imposible es que nadie recuerde haberla visto. Alguien tiene que acordarse de ella. ____ no pasa inadvertida. ¿Estás seguro de que preguntaste a todos los que viven en los alrededores?
Kevin endureció la mandíbula antes de asentir con la cabeza.
—Créeme, Joe, pregunté en vanos kilómetros a la redonda.
Fui hasta el camino principal y a la posada de Harold. Solo pasaron tres coches esa noche. Dos a Londres y uno a Bath, y en ninguno de ellos subió nadie con sus características.
Joe levantó la mirada de golpe al escuchar las últimas palabras de su hermano.
—Pero quizá no sea una mujer joven de pelo rojo a quien estemos buscando.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Sarah algo confundida.
Amelia y Kevin miraron a Joe y entendieron de inmediato.
—¿Ya no te acuerdas de cómo llegó ____ a Cravencross?
Kevin maldijo en voz baja.
—¡No reparamos en ello! —exclamó Amelia golpeando en la rodilla con la mano con evidente frustración.
—¿Te dijeron qué viajeros tomaron esos coches?
Kevin miró a su hermano. Joe estaba mucho más alterado de lo que pretendía demostrar. No lo culpaba y menos si su hermano sentía por ____ lo que él suponía.
—El de Bath queda descartado. Era un hombre el que subió a él, y ni ____ puede disfrazarse así. Y de los dos que iban a Londres uno pasó a medianoche.
—¿Y qué?
—Pues que ____ estuvo con nosotros hasta las once y media. Es imposible que tuviera tiempo para llegar hasta el camino principal y menos de noche.
—¿Y qué me dices del otro? —preguntó Joe.
—El otro pasó de madrugada y subió a él una mujer mayor. No pudieron darme más detalles. Al parecer no se fijaron mucho en ella.
—Debía de ser ____.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque es nuestra única pista —le dijo Joe mientras cerraba la mano en un puño.
En ese momento la puerta de la biblioteca se abrió y Darrows, el sobrino de O'Connell y mayordomo de la casa en la que residía la familia en Londres, apareció con aire solemne.
—Lord Jonas, lord Bruce acaba de llegar y solicita verlos.
—¿Mi hermano? —preguntó Amelia sorprendida.
—El mismo —dijo Alan Bruce desde la puerta.
—¡Qué sorpresa!, ¿cuándo has llegado? —preguntó Amelia mientras se levantaba rápida como una jovencita para acercarse a su hermano.
Los ojos de Alan, de un verde intenso, se llenaron de una dulce calidez cuando abrazó a su hermana y la besó cariñosamente en la mejilla. Era un hombre que pese a su edad se conservaba en plena forma. Su pelo rojizo, que se había oscurecido con los años, estaba salpicado de canas en las sienes y lo hacía parecer aún más interesante.
—Pareces más joven —le dijo al oído, lo que hizo que Amelia soltara una carcajada.
—Y tú más guapo.
—Me encanta escucharte decir esas cosas, aunque sepa que las dice tu corazón de hermana y no tus ojos.
Después de eso, levantó la mirada y sus ojos buscaron a Kevin con clara preocupación. Había pasado los últimos dos meses en el continente, visitando a unos viejos amigos y hasta que regresó a Escocia no supo de la enfermedad de su yerno.
—¿Cómo estás, hijo? He venido en cuanto leí la carta de Amelia. Antes pasé por Cravencross. O'Connell me dijo que todos estabais en Londres y entonces comprendí que lo peor había quedado atrás.
Kevin sonrió a su suegro. Su relación había sido más que cordial. Podía decirse que durante los años que estuvo casado con Danielle ambos habían llegado a ser buenos amigos.
—Como ves, sigo aquí. Con tu hermana, tu sobrina y el testarudo de mi hermano cuidándome todo el día, no podía menos que recuperarme —dijo con una mueca, lo que hizo que lord Bruce soltara una carcajada.
—Ya me imagino.
—La verdad es que ha sido un enfermo insoportable —dijo Joe adelantándose para estrechar la mano del recién llegado.
—Eso es fácil de creer. Sarah, estás preciosa —le dijo a su sobrina mientras esta se acercaba a él—. ¿Con cuántos pretendientes tendré que pelearme?
Sarah soltó una risita que hizo que su tío sonriera a su vez.
—Bueno, ¿dónde están mis nietos?
—Están arriba, pero en cuanto sepan que has llegado no van a dejarte en paz.
Lord Bruce miró a su yerno con una mirada picara.
—Estoy deseándolo, esos niños son mi debilidad. Alan se sentó en el sillón de brocado verde con flores de color gris perla, junto a su hermana y su sobrina.
—No quisiera parecer entrometido, pero cuando entré me pareció que todos estabais sumamente serios. ¿Hay algo en lo que pueda ser de ayuda?
—Te lo agradecemos, Alan, pero realmente... —empezó a decir Kevin.
—____ ha desaparecido —le dijo Amelia.
—¿Quién es ____?
—____ es la institutriz de los niños —le dijo Joe apoyándose en la mesa mientras cruzaba los brazos sobre el pecho.
—¿Y cómo ha desaparecido?
Amelia le contó de manera abreviada todo lo que había acontecido. Desde que ____ llegó a Cravencross hasta cómo se fue ganando el cariño de todos y cómo después desapareció en extrañas circunstancias dejando solo una nota sin mucho significado.
—La verdad es que es muy extraño, sin embargo, tampoco la conocíais tanto como para saber si tenía algún problema que no había llegado a contaros.
—Si la hubieras conocido, te hubieses dado cuenta de que ____ no hubiera hecho nada así a no ser que le ocurriera algo grave. Se hubiera despéchelo de nosotros —le dijo Sarah con aflicción.
—¿Habéis averiguado algo?
—Hemos llegado a la conclusión de que tomó un coche que venía a Londres la madrugada del viernes. Mañana temprano iré a hablar con la compañía para poder interrogar al cochero a ver si puede darnos alguna otra información.
Alan miró a Joe mientras le hablaba. Lo conocía desde hacía muchos años, pero solo lo había tratado en los dos últimos. Lo apreciaba, era un hombre de honor y uno de los pocos en los que se podía confiar. Era una pena que el padre de Joe, su viejo amigo, el difunto marqués de Stamford, no hubiera recapacitado a tiempo y hubiera hecho las paces con su hijo. Ahora ya era demasiado tarde. Joe era un hombre endurecido por la vida y eso se le veía en la mirada, que resultaba bastante peligrosa. Todos estaban afectados por la desaparición de la institutriz, pero si su instinto no le fallaba, él estaba más que afectado. Parecía una fiera intentando dominar sus impulsos.
—Si queréis, os ayudaré en todo lo que esté a mi alcance. Me quedaré en Londres durante un mes, así que estoy a vuestra disposición.
—Gracias, Alan —le dijo Joe asintiendo levemente con la cabeza.
—No tienes por qué. A mi edad se agradece que cuenten con uno.
—¿A tu edad?, pero si solo tienes cincuenta y cinco años... —le dijo Amelia frunciendo el ceño—. Cuando dices esas cosas me haces sentir vieja.
—Cariño. Para ti no pasa el tiempo.
—Ahora arréglalo —dijo Amelia entre dientes.
—¿Dónde te hospedas? —le preguntó Kevin.
—Había pensado en alquilar una casa en Mayfair.
—¿Y por qué no te quedas aquí con nosotros? A todos nos gustaría y más que nadie a tus nietos.
—No quisiera molestar...
—Tonterías —dijeron todos a la vez, lo que hizo que lord Bruce sonriera sin poder evitarlo—. Esta bien, no tendrás que insistirme mucho más. Será un placer estar cerca de mi familia.
____ intentó no perder el equilibrio al subir las escaleras con los dos vestidos que acababa de planchar. Las chicas ya estarían vistiéndose. Eran las nueve y pronto aquella casa se llenaría de los caballeros más poderosos de media Inglaterra, ha verdad es que nunca imaginó que pasaría el último mes trabajando en un lugar como aquel, pero las cosas habían salido así y no podía quejarse.
Cuando llegó a Londres, después de dejar Cravencross de madrugada, se enteró de que acababa de zarpar un barco para Italia. Tenía otras posibilidades, pero viajar por el continente con el poco dinero que le quedaría después de pagar el pasaje no era la mejor opción. En un mes saldría otro barco y en él esperaba ir.
Después de eso, se dedicó a buscar alojamiento. Algo que fuera económico, pero que no la llevara por la peor parte de la ciudad.
Estaba en ello cuando en un callejón cerca de Hyde Park escucho el grito sofocado de una mujer. Un hombre estaba atacando a una joven que se defendía con uñas y dientes, pero la fuerza de aquel hombre le impedía siquiera respirar. ____ la ayudó atizándolo por la espalda con el bolso de viaje. Todavía recordaba la cara de asombro de aquel cavernícola que le mostró todos los dientes al verla. Después soltó una carcajada al comprobar que se trataba solo de una mujer mayor, ya que ____ iba disfrazada. Aunque esa sonrisa se le borró de la cara cuando sintió el frío metal del estilete de ____ en la garganta. Cuando soltó a la muchacha y se fue, ____ soltó un suspiro de alivio.
Aquella chica resultó ser una de las chicas de Madame Vale, la dueña de uno de los prostíbulos más famosos de Londres. En agradecimiento por salvarle la vida, Grace, como se llamaba, le presentó a Madame Vale, quien le ofreció un empleo en la casa como ayudante personal de sus muchachas. ____ pensó en no aceptar, pero ¿qué mejor sitio para esconderse que aquel, donde tendría comida y cama gratis y algo de dinero extra? Era el escondite perfecto.
____ recorrió el lujoso pasillo que daba a las habitaciones y llamó a la penúltima puerta.
—Entra —dijo una voz suave desde dentro.
—Te traigo los vestidos para que decidas cuál quieres utilizar.
—Oh, gracias, Leída —le dijo Grace mientras le daba un abrazo.
____ había dicho que se llamaba Leída y que era alemana, aunque llevaba muchos años viviendo en Inglaterra. El acento con el que imprimía sus palabras era contundente.
—Esta noche me pondré el verde. No quiero resultarle demasiado atractiva a ese francés con modales de carnicero.
—Si es un bruto, ¿cómo es que entra aquí? Creía que esta casa era una de las más selectas de la ciudad.
—Y así es, pero este hombre es socio o algo parecido de uno de los clientes más antiguos de Madame Vale al que no hay que enfadar. Las chicas le tienen miedo, pero es un viejo amigo de Vala.
Vala era el verdadero nombre de Madame Vale, y, aunque delante de ella ninguna osaba llamarla por él, en privado las chicas se referían a ella de ese modo.
—Y a este hombre, ¿también le tenéis miedo?
—Lacroix es también peligroso a su manera. Tiene la mirada fría y sus modales son... Bueno, poco refinados, pero no nos ha hecho daño a ninguna, sin embargo, el amigo de Vala, ese hombre importante del que te he hablado, tiene por costumbre pegar a las chicas. Le excita ver el miedo en las mujeres.
____ no podía ni imaginar cómo aquellas mujeres podían soportar aquella vida, y, aunque Grace parecía resignada a ello, incluso feliz, la verdad es que a veces podía ver la tristeza en sus ojos.
—De todas formas no hay nada que temer y menos estando tú cerca, ¿verdad? Eres mi ángel de la guarda…
—Muchacha, yo soy de todo menos un ángel —le dijo ____ con la voz más ronca para parecer mayor. Su disfraz, el pelo oscurecido con algunas canas, su maquillaje y las gafas hacían el resto. Grace soltó una carcajada.
—Alguna vez, Felda, tienes que contarme tu vida. Seguro que fuiste una picara a mi edad.
—Uff, eso fue hace mucho tiempo. Y ahora date prisa si quieres que te peine.
Grace se dejó hacer. ____ le sacó partido a una cara que era de por sí una preciosidad. Era una muchacha menuda con los ojos del color del mar y el cabello negro como el azabache. Su rostro era demasiado dulce para haber vivido tanto en tan poco tiempo. Grace le caía bien. Era risueña y charlatana y tenía buen corazón. Era una pena que tuviera que soportar algunas cosas como las que acababa de contarle, aunque sabía que nada la convencería de dejar aquella vida.
No fue hasta más tarde cuando estuvo a punto de sufrir una apoplejía. Era la una de la madrugada cuando Madame Vale la llamó para encargarle que arreglara una de las habitaciones del piso superior. Cuando hubo terminado, se dispuso a retirarse bajando por las escaleras de atrás que daban a la planta inferior y fue entonces cuando lo vio. En aquel momento se quedó paralizada como si todos y cada uno de sus músculos se hubieran convertido en piedra. Allí estaba su padre, vestido con un abrigo negro, con una sonrisa en los labios saludando a Madame Vale.
Cuando se obligó a respirar de nuevo, los dos ya habían desaparecido detrás de una puerta. ____ sabía que debía irse a su cuarto y permanecer allí hasta la mañana siguiente, pero cuando segundos más tarde vio llegar a Grace con un hombre y acompañarlo hasta la misma puerta, su curiosidad fue mayor que su sentido de la cautela. Se escondió entre las sombras que había detrás de las escaleras y los observó. El hombre que acompañaba a Grace debía de ser ese tal Lacroix. Sus ojos fríos, negros como la noche, no dejaban de mirarla, atentos a ella que fingía una sonrisa que la hacía parecer aún más joven.
Dio unos toques en la puerta que se abrió casi al instante. Madame Vale saludó al acompañante de Grace y luego lo invitó a entrar. Después cerró la puerta tras de sí y dejó a ambos hombres dentro, mientras que ellas se dirigieron de nuevo a la sala principal. Al parecer aquello era una reunión, y si ese era el tal Lacroix, entonces ¿qué hacía reunido con su padre? Sabía que no iba a irse a su habitación sin intentar saber qué era lo que pasaba tras aquella puerta. Había una pequeña habitación contigua. Era parte de una vieja sala que más tarde, cuando remodelaron la casa, dejaron como almacén. Ella había entrado allí varias veces y sabía que había una puerta que conectaba con aquella habitación. Por experiencia sabía que se podía escuchar con bastante claridad las conversaciones que tenían lugar allí dentro. La última vez que fue a buscar unas telas, escuchó sin querer a Madame Vale regañar a una de las chicas porque no había complacido del todo al cliente. Lo que describió que quería ese hombre que le hiciera hizo que bajo todo su maquillaje las mejillas de ____ ardieran como el fuego. Sin pensarlo dos veces se deslizó hasta el interior del pequeño cuarto con mucho cuidado para no hacer ningún ruido que pudiera descubrirla. Una vez dentro, no encendió la luz que había sobre una encimera, por miedo a que se viera por debajo de la puerta que comunicaba ambas habitaciones. Las voces que provenían de allí se oían con claridad y más cuando pegó la oreja a la fina madera.
—Todo está preparado. Para el viernes el conde de Ashford, Flanaghan y la compañía naviera y habrán pasado a la historia.
—Asegúrate de que no haya ningún fallo. No me puedo permitir que algo salga mal.
—Está hablando conmigo, lord Bright, no con un vulgar matón.
—Eso espero, Lacroix. Te pago para que seas invisible y eficaz —dijo Andrew Bright mirándolo con dureza.
—Me paga para hundir una compañía naviera y matar si hace falta a los dueños.
____ tuvo que contenerse para no soltar el grito que pugnaba por salir de su garganta. Las rodillas le temblaban y sentía que el miedo atenazaba cada uno de sus nervios. Sin embargo, esa sensación solo duró unos segundos, porque de repente ese temor fue convirtiéndose en una rabia difícil de controlar. Su padre quería matar a Joe y a su socio, y tenía que ver con algo de su compañía naviera. Fuera como fuese, no iba a permitir que le hicieran daño. Tenía cinco días para evitarlo. En ese tiempo debía descubrir la dirección de Joe y avisarle. Tenía tiempo de sobra, aunque había una cosa que no resultaba tan fácil. ¿Cómo iba a presentarse de nuevo ante él después de haber huido de aquella manera? Y peor aún, ¿cómo iba a contarle lo que sabía sin tener que decirle toda la verdad?
El sonido de la puerta de la habitación contigua al abrirse la sacó de sus pensamientos. Instintivamente se pegó a la pared de aquel cuarto sumido en la oscuridad como si aquello le diera mayor seguridad. Después de escuchar los pasos de los dos hombres que desaparecían por el pasillo, ____ esperó varios minutos intentando normalizar su agitada respiración. Cuando estuvo segura de que se habían ido, abrió con sigilo la puerta del almacén, deslizándose al exterior con sumo cuidado. Recién en su habitación pudo soltar el aire que había estado conteniendo.
Hope you like it. Falta muy poco para el final.
Londres, una semana después.
—¿CÓMO QUE HA DESAPARECIDO? —preguntó Joe mientras intentaba mantener la calma. Su hermano y el resto de la familia habían llegado esa mañana. Él había pasado el día fuera investigando el paradero de uno de los tripulantes de su compañía naviera que podía estar involucrado en los sabotajes. Al regresar a casa, se había encontrado con la sorpresa de verlos, ya que no los esperaba hasta dos días después. Su primera reacción fue de alegría, ya que ello suponía volver a ver a ____. No había dejado de pensar en ella en todo ese tiempo. Sin embargo, allí estaba, sentado en la biblioteca con Amelia, Sarah y su hermano, intentando descubrir qué había ocurrido, por qué ____ había desaparecido dejando tras de sí una nota sin sentido.
—Solo puedo decirte lo que sabemos. Sarah encontró esta nota encima de su escritorio. Decía que debía irse. Que lamentaba no poder despedirse de nosotros, pero que sabía que si lo hacía le haríamos preguntas que no podía responder. Que le dolía tener que dejarnos porque solo había recibido cariño de nosotros y que recordaría esos días como los más felices de su vida. Después de que Sarah me mostrara la nota, subimos a su habitación y no quedaba nada. Al parecer se había marchado durante la noche. Salí a buscarla, pero nadie parecía haberla visto.
—¿Averiguaste si alguien la había visto tomar algún coche?
—Sí, lo hice.
—Maldición, no puede haber desaparecido sin más —dijo Joe furioso y preocupado.
—A mí me parece tan extraño. No nos dijo nada. El día anterior estuvo igual que siempre —comentó Sarah con los ojos húmedos.
—Tranquila, Sarah, averiguaremos a dónde se ha ido y por qué —le dijo Amelia con suma seriedad.
Joe intentó imaginar qué era lo que había llevado a ____ a huir de aquella manera. Quizá lo que había ocurrido entre los dos la había hecho tomar esa precipitada decisión, aunque se rehusaba a pensar eso. Cuando la dejó, ____ se había despedido de él con una sonrisa en los labios. La había mirado a los ojos y en ellos no había visto miedo o indecisión. ____ era impulsiva, pero no una cobarde. Jamás huiría de él para no enfrentarse a algo.
—¿No notasteis nada extraño en ella? ¿Alguien fue a verla o recibió algún mensaje? —preguntó Joe mirándolos atentamente.
—Que nosotros sepamos, no —contestó Amelia—. Ese día fue como cualquier otro. Estuvo con los niños por la mañana y por la tarde con nosotras. No salió, ni siquiera a dar el paseo que tanto le gusta, y cuando le preguntamos a O'Connell nos dijo que nadie había llegado ese día con ningún mensaje para ____.
—Lo que me parece imposible es que nadie recuerde haberla visto. Alguien tiene que acordarse de ella. ____ no pasa inadvertida. ¿Estás seguro de que preguntaste a todos los que viven en los alrededores?
Kevin endureció la mandíbula antes de asentir con la cabeza.
—Créeme, Joe, pregunté en vanos kilómetros a la redonda.
Fui hasta el camino principal y a la posada de Harold. Solo pasaron tres coches esa noche. Dos a Londres y uno a Bath, y en ninguno de ellos subió nadie con sus características.
Joe levantó la mirada de golpe al escuchar las últimas palabras de su hermano.
—Pero quizá no sea una mujer joven de pelo rojo a quien estemos buscando.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Sarah algo confundida.
Amelia y Kevin miraron a Joe y entendieron de inmediato.
—¿Ya no te acuerdas de cómo llegó ____ a Cravencross?
Kevin maldijo en voz baja.
—¡No reparamos en ello! —exclamó Amelia golpeando en la rodilla con la mano con evidente frustración.
—¿Te dijeron qué viajeros tomaron esos coches?
Kevin miró a su hermano. Joe estaba mucho más alterado de lo que pretendía demostrar. No lo culpaba y menos si su hermano sentía por ____ lo que él suponía.
—El de Bath queda descartado. Era un hombre el que subió a él, y ni ____ puede disfrazarse así. Y de los dos que iban a Londres uno pasó a medianoche.
—¿Y qué?
—Pues que ____ estuvo con nosotros hasta las once y media. Es imposible que tuviera tiempo para llegar hasta el camino principal y menos de noche.
—¿Y qué me dices del otro? —preguntó Joe.
—El otro pasó de madrugada y subió a él una mujer mayor. No pudieron darme más detalles. Al parecer no se fijaron mucho en ella.
—Debía de ser ____.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque es nuestra única pista —le dijo Joe mientras cerraba la mano en un puño.
En ese momento la puerta de la biblioteca se abrió y Darrows, el sobrino de O'Connell y mayordomo de la casa en la que residía la familia en Londres, apareció con aire solemne.
—Lord Jonas, lord Bruce acaba de llegar y solicita verlos.
—¿Mi hermano? —preguntó Amelia sorprendida.
—El mismo —dijo Alan Bruce desde la puerta.
—¡Qué sorpresa!, ¿cuándo has llegado? —preguntó Amelia mientras se levantaba rápida como una jovencita para acercarse a su hermano.
Los ojos de Alan, de un verde intenso, se llenaron de una dulce calidez cuando abrazó a su hermana y la besó cariñosamente en la mejilla. Era un hombre que pese a su edad se conservaba en plena forma. Su pelo rojizo, que se había oscurecido con los años, estaba salpicado de canas en las sienes y lo hacía parecer aún más interesante.
—Pareces más joven —le dijo al oído, lo que hizo que Amelia soltara una carcajada.
—Y tú más guapo.
—Me encanta escucharte decir esas cosas, aunque sepa que las dice tu corazón de hermana y no tus ojos.
Después de eso, levantó la mirada y sus ojos buscaron a Kevin con clara preocupación. Había pasado los últimos dos meses en el continente, visitando a unos viejos amigos y hasta que regresó a Escocia no supo de la enfermedad de su yerno.
—¿Cómo estás, hijo? He venido en cuanto leí la carta de Amelia. Antes pasé por Cravencross. O'Connell me dijo que todos estabais en Londres y entonces comprendí que lo peor había quedado atrás.
Kevin sonrió a su suegro. Su relación había sido más que cordial. Podía decirse que durante los años que estuvo casado con Danielle ambos habían llegado a ser buenos amigos.
—Como ves, sigo aquí. Con tu hermana, tu sobrina y el testarudo de mi hermano cuidándome todo el día, no podía menos que recuperarme —dijo con una mueca, lo que hizo que lord Bruce soltara una carcajada.
—Ya me imagino.
—La verdad es que ha sido un enfermo insoportable —dijo Joe adelantándose para estrechar la mano del recién llegado.
—Eso es fácil de creer. Sarah, estás preciosa —le dijo a su sobrina mientras esta se acercaba a él—. ¿Con cuántos pretendientes tendré que pelearme?
Sarah soltó una risita que hizo que su tío sonriera a su vez.
—Bueno, ¿dónde están mis nietos?
—Están arriba, pero en cuanto sepan que has llegado no van a dejarte en paz.
Lord Bruce miró a su yerno con una mirada picara.
—Estoy deseándolo, esos niños son mi debilidad. Alan se sentó en el sillón de brocado verde con flores de color gris perla, junto a su hermana y su sobrina.
—No quisiera parecer entrometido, pero cuando entré me pareció que todos estabais sumamente serios. ¿Hay algo en lo que pueda ser de ayuda?
—Te lo agradecemos, Alan, pero realmente... —empezó a decir Kevin.
—____ ha desaparecido —le dijo Amelia.
—¿Quién es ____?
—____ es la institutriz de los niños —le dijo Joe apoyándose en la mesa mientras cruzaba los brazos sobre el pecho.
—¿Y cómo ha desaparecido?
Amelia le contó de manera abreviada todo lo que había acontecido. Desde que ____ llegó a Cravencross hasta cómo se fue ganando el cariño de todos y cómo después desapareció en extrañas circunstancias dejando solo una nota sin mucho significado.
—La verdad es que es muy extraño, sin embargo, tampoco la conocíais tanto como para saber si tenía algún problema que no había llegado a contaros.
—Si la hubieras conocido, te hubieses dado cuenta de que ____ no hubiera hecho nada así a no ser que le ocurriera algo grave. Se hubiera despéchelo de nosotros —le dijo Sarah con aflicción.
—¿Habéis averiguado algo?
—Hemos llegado a la conclusión de que tomó un coche que venía a Londres la madrugada del viernes. Mañana temprano iré a hablar con la compañía para poder interrogar al cochero a ver si puede darnos alguna otra información.
Alan miró a Joe mientras le hablaba. Lo conocía desde hacía muchos años, pero solo lo había tratado en los dos últimos. Lo apreciaba, era un hombre de honor y uno de los pocos en los que se podía confiar. Era una pena que el padre de Joe, su viejo amigo, el difunto marqués de Stamford, no hubiera recapacitado a tiempo y hubiera hecho las paces con su hijo. Ahora ya era demasiado tarde. Joe era un hombre endurecido por la vida y eso se le veía en la mirada, que resultaba bastante peligrosa. Todos estaban afectados por la desaparición de la institutriz, pero si su instinto no le fallaba, él estaba más que afectado. Parecía una fiera intentando dominar sus impulsos.
—Si queréis, os ayudaré en todo lo que esté a mi alcance. Me quedaré en Londres durante un mes, así que estoy a vuestra disposición.
—Gracias, Alan —le dijo Joe asintiendo levemente con la cabeza.
—No tienes por qué. A mi edad se agradece que cuenten con uno.
—¿A tu edad?, pero si solo tienes cincuenta y cinco años... —le dijo Amelia frunciendo el ceño—. Cuando dices esas cosas me haces sentir vieja.
—Cariño. Para ti no pasa el tiempo.
—Ahora arréglalo —dijo Amelia entre dientes.
—¿Dónde te hospedas? —le preguntó Kevin.
—Había pensado en alquilar una casa en Mayfair.
—¿Y por qué no te quedas aquí con nosotros? A todos nos gustaría y más que nadie a tus nietos.
—No quisiera molestar...
—Tonterías —dijeron todos a la vez, lo que hizo que lord Bruce sonriera sin poder evitarlo—. Esta bien, no tendrás que insistirme mucho más. Será un placer estar cerca de mi familia.
____ intentó no perder el equilibrio al subir las escaleras con los dos vestidos que acababa de planchar. Las chicas ya estarían vistiéndose. Eran las nueve y pronto aquella casa se llenaría de los caballeros más poderosos de media Inglaterra, ha verdad es que nunca imaginó que pasaría el último mes trabajando en un lugar como aquel, pero las cosas habían salido así y no podía quejarse.
Cuando llegó a Londres, después de dejar Cravencross de madrugada, se enteró de que acababa de zarpar un barco para Italia. Tenía otras posibilidades, pero viajar por el continente con el poco dinero que le quedaría después de pagar el pasaje no era la mejor opción. En un mes saldría otro barco y en él esperaba ir.
Después de eso, se dedicó a buscar alojamiento. Algo que fuera económico, pero que no la llevara por la peor parte de la ciudad.
Estaba en ello cuando en un callejón cerca de Hyde Park escucho el grito sofocado de una mujer. Un hombre estaba atacando a una joven que se defendía con uñas y dientes, pero la fuerza de aquel hombre le impedía siquiera respirar. ____ la ayudó atizándolo por la espalda con el bolso de viaje. Todavía recordaba la cara de asombro de aquel cavernícola que le mostró todos los dientes al verla. Después soltó una carcajada al comprobar que se trataba solo de una mujer mayor, ya que ____ iba disfrazada. Aunque esa sonrisa se le borró de la cara cuando sintió el frío metal del estilete de ____ en la garganta. Cuando soltó a la muchacha y se fue, ____ soltó un suspiro de alivio.
Aquella chica resultó ser una de las chicas de Madame Vale, la dueña de uno de los prostíbulos más famosos de Londres. En agradecimiento por salvarle la vida, Grace, como se llamaba, le presentó a Madame Vale, quien le ofreció un empleo en la casa como ayudante personal de sus muchachas. ____ pensó en no aceptar, pero ¿qué mejor sitio para esconderse que aquel, donde tendría comida y cama gratis y algo de dinero extra? Era el escondite perfecto.
____ recorrió el lujoso pasillo que daba a las habitaciones y llamó a la penúltima puerta.
—Entra —dijo una voz suave desde dentro.
—Te traigo los vestidos para que decidas cuál quieres utilizar.
—Oh, gracias, Leída —le dijo Grace mientras le daba un abrazo.
____ había dicho que se llamaba Leída y que era alemana, aunque llevaba muchos años viviendo en Inglaterra. El acento con el que imprimía sus palabras era contundente.
—Esta noche me pondré el verde. No quiero resultarle demasiado atractiva a ese francés con modales de carnicero.
—Si es un bruto, ¿cómo es que entra aquí? Creía que esta casa era una de las más selectas de la ciudad.
—Y así es, pero este hombre es socio o algo parecido de uno de los clientes más antiguos de Madame Vale al que no hay que enfadar. Las chicas le tienen miedo, pero es un viejo amigo de Vala.
Vala era el verdadero nombre de Madame Vale, y, aunque delante de ella ninguna osaba llamarla por él, en privado las chicas se referían a ella de ese modo.
—Y a este hombre, ¿también le tenéis miedo?
—Lacroix es también peligroso a su manera. Tiene la mirada fría y sus modales son... Bueno, poco refinados, pero no nos ha hecho daño a ninguna, sin embargo, el amigo de Vala, ese hombre importante del que te he hablado, tiene por costumbre pegar a las chicas. Le excita ver el miedo en las mujeres.
____ no podía ni imaginar cómo aquellas mujeres podían soportar aquella vida, y, aunque Grace parecía resignada a ello, incluso feliz, la verdad es que a veces podía ver la tristeza en sus ojos.
—De todas formas no hay nada que temer y menos estando tú cerca, ¿verdad? Eres mi ángel de la guarda…
—Muchacha, yo soy de todo menos un ángel —le dijo ____ con la voz más ronca para parecer mayor. Su disfraz, el pelo oscurecido con algunas canas, su maquillaje y las gafas hacían el resto. Grace soltó una carcajada.
—Alguna vez, Felda, tienes que contarme tu vida. Seguro que fuiste una picara a mi edad.
—Uff, eso fue hace mucho tiempo. Y ahora date prisa si quieres que te peine.
Grace se dejó hacer. ____ le sacó partido a una cara que era de por sí una preciosidad. Era una muchacha menuda con los ojos del color del mar y el cabello negro como el azabache. Su rostro era demasiado dulce para haber vivido tanto en tan poco tiempo. Grace le caía bien. Era risueña y charlatana y tenía buen corazón. Era una pena que tuviera que soportar algunas cosas como las que acababa de contarle, aunque sabía que nada la convencería de dejar aquella vida.
No fue hasta más tarde cuando estuvo a punto de sufrir una apoplejía. Era la una de la madrugada cuando Madame Vale la llamó para encargarle que arreglara una de las habitaciones del piso superior. Cuando hubo terminado, se dispuso a retirarse bajando por las escaleras de atrás que daban a la planta inferior y fue entonces cuando lo vio. En aquel momento se quedó paralizada como si todos y cada uno de sus músculos se hubieran convertido en piedra. Allí estaba su padre, vestido con un abrigo negro, con una sonrisa en los labios saludando a Madame Vale.
Cuando se obligó a respirar de nuevo, los dos ya habían desaparecido detrás de una puerta. ____ sabía que debía irse a su cuarto y permanecer allí hasta la mañana siguiente, pero cuando segundos más tarde vio llegar a Grace con un hombre y acompañarlo hasta la misma puerta, su curiosidad fue mayor que su sentido de la cautela. Se escondió entre las sombras que había detrás de las escaleras y los observó. El hombre que acompañaba a Grace debía de ser ese tal Lacroix. Sus ojos fríos, negros como la noche, no dejaban de mirarla, atentos a ella que fingía una sonrisa que la hacía parecer aún más joven.
Dio unos toques en la puerta que se abrió casi al instante. Madame Vale saludó al acompañante de Grace y luego lo invitó a entrar. Después cerró la puerta tras de sí y dejó a ambos hombres dentro, mientras que ellas se dirigieron de nuevo a la sala principal. Al parecer aquello era una reunión, y si ese era el tal Lacroix, entonces ¿qué hacía reunido con su padre? Sabía que no iba a irse a su habitación sin intentar saber qué era lo que pasaba tras aquella puerta. Había una pequeña habitación contigua. Era parte de una vieja sala que más tarde, cuando remodelaron la casa, dejaron como almacén. Ella había entrado allí varias veces y sabía que había una puerta que conectaba con aquella habitación. Por experiencia sabía que se podía escuchar con bastante claridad las conversaciones que tenían lugar allí dentro. La última vez que fue a buscar unas telas, escuchó sin querer a Madame Vale regañar a una de las chicas porque no había complacido del todo al cliente. Lo que describió que quería ese hombre que le hiciera hizo que bajo todo su maquillaje las mejillas de ____ ardieran como el fuego. Sin pensarlo dos veces se deslizó hasta el interior del pequeño cuarto con mucho cuidado para no hacer ningún ruido que pudiera descubrirla. Una vez dentro, no encendió la luz que había sobre una encimera, por miedo a que se viera por debajo de la puerta que comunicaba ambas habitaciones. Las voces que provenían de allí se oían con claridad y más cuando pegó la oreja a la fina madera.
—Todo está preparado. Para el viernes el conde de Ashford, Flanaghan y la compañía naviera y habrán pasado a la historia.
—Asegúrate de que no haya ningún fallo. No me puedo permitir que algo salga mal.
—Está hablando conmigo, lord Bright, no con un vulgar matón.
—Eso espero, Lacroix. Te pago para que seas invisible y eficaz —dijo Andrew Bright mirándolo con dureza.
—Me paga para hundir una compañía naviera y matar si hace falta a los dueños.
____ tuvo que contenerse para no soltar el grito que pugnaba por salir de su garganta. Las rodillas le temblaban y sentía que el miedo atenazaba cada uno de sus nervios. Sin embargo, esa sensación solo duró unos segundos, porque de repente ese temor fue convirtiéndose en una rabia difícil de controlar. Su padre quería matar a Joe y a su socio, y tenía que ver con algo de su compañía naviera. Fuera como fuese, no iba a permitir que le hicieran daño. Tenía cinco días para evitarlo. En ese tiempo debía descubrir la dirección de Joe y avisarle. Tenía tiempo de sobra, aunque había una cosa que no resultaba tan fácil. ¿Cómo iba a presentarse de nuevo ante él después de haber huido de aquella manera? Y peor aún, ¿cómo iba a contarle lo que sabía sin tener que decirle toda la verdad?
El sonido de la puerta de la habitación contigua al abrirse la sacó de sus pensamientos. Instintivamente se pegó a la pared de aquel cuarto sumido en la oscuridad como si aquello le diera mayor seguridad. Después de escuchar los pasos de los dos hombres que desaparecían por el pasillo, ____ esperó varios minutos intentando normalizar su agitada respiración. Cuando estuvo segura de que se habían ido, abrió con sigilo la puerta del almacén, deslizándose al exterior con sumo cuidado. Recién en su habitación pudo soltar el aire que había estado conteniendo.
Hope you like it. Falta muy poco para el final.
Cande Luque
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