Eternos {N.C

El auto iba a toda velocidad, ella trató de sostenerse con firmeza del asiento. Giró su cabeza hacia el chico que la acompañaba, —el chico que conducía— no le pudo observar bien el rostro, y a pesar de la adrenalina en la que se encontraba, el chico mantenía su lenguaje corporal totalmente calmo al igual que su voz.

Él le susurro sin quitar la vista del camino: —No te preocupes Alice, todo estará bien. Ella asintió creyendo en sus palabras, ese sentimiento de protección la envolvió.

Por el brusco viento entrando de la ventanilla  su cabello rojizo bailaba violentamente no permitiendo vislumbrar quien los estaba persiguiendo, con miedo estiró su mano temblorosa hasta el espejo lateral, no obstante, preparada para acomodar el espejo algo la detuvo; su reflejo. Esa no era ella.

Ahora todo lo que la rodeaba estaba borroso e iba en retroceso, justo como si estuvieran rebobinando ese momento. Astoria comenzó a recapitular lo que acababa de pasar: El chico le llamo Alice, después ella recordó los mechones rojizos siendo ella rubia, el aspecto del auto le daba la impresión de que estaba en auto viejo, y tal vez en otra época. Fue sin duda el reflejo de aquella chica pelirroja que confirmó sus sospechas; Astoria estaba definitivamente soñando.

Abrió sus ojos lentamente y su viejo golden retriever le dio la bienvenida al mundo real con uno de sus típicos lengüetazos.
Astoria nunca antes había tardado tanto en reconocer que estaba soñando, por lo general, esa habilidad le permitía hacer lo que quisiera o despertar cuando ella así le apetecía, claro no es la mejor y muchas veces la muerte dentro del sueño le ganaba o caía en el “falso despertar” pero incluso al cambiar de sueño —debido al falso despertar—, la muerte le seguía esperando.


Al terminar de ducharse, Astoria bajó hasta la cocina de su abuela, una anciana excéntrica de cabello grisáceo quien la crió poco después de que su madre adolescente la abandonó al nacer. Astoria hablaba con su madre, la mayoría de las veces por teléfono, por lo cual no tiene mucha memoria de la apariencia física de su madre.

Le pareció extraño no encontrar a su abuela en la cocina preparando el desayuno, todas las mañanas desde siempre su abuela hacía la comida a esa misma hora, el reproductor de música estaba encendido dejando soltar la melodía de la canción Don't Worry Baby, la canción favorita de su abuela con la que comúnmente preparaba todas las comidas.

—¡Por aquí, niña! —chilló su abuela haciendo un ademán desde un sofá detrás de Astoria.

Astoria dio media vuelta y unos cuantos pasos hasta su abuela, se dejó caer al lado de ella quien miraba unas viejas fotografías. Su abuela no pronunció palabra o le miró simplemente le entregó una foto a su nieta, Astoria tomó la foto, en ella estaban dos parejas una viendo a la cámara, sin duda alguna eran sus abuelos puesto que, reconoció la excentricidad de su abuela y la serenidad que emanaba su abuelo, ninguno de los dos había cambiado. Justo detrás de sus abuelos se encontraba un antiguo Chevrolet Bel Air y arriba del maletero es dónde la otra pareja descansaban abrazados viendo el océano, por la posición en la que se encontraban le fue imposible a Astoria ver el rostro de aquella pareja, ellos reflejaban un aura de completa tranquilidad.

Le producía curiosidad saber quienes eran esos extraños, su abuela al fin habló: —Recuerdo ese día, ese auto, tu abuelo tan apuesto como siempre —dijo Marsha, su abuela.
—Ellos —señaló a la otra pareja —eran nuestros amigos, los mejores amigos que pudimos tener gracias a ellos conocí a tu abuelo.

Ambas mujeres tenían la mirada fija sobre aquella pareja. —Fue nuestro primer carro, lo adquirimos tu abuelo y yo antes de casarnos, tantas aventuras y secretos que se quedaron en ese carro —suspiró la anciana —Pero cuando tu abuelo y yo estuvimos apunto de separarnos les obsequio a Richard y Alice el auto, no imaginas como me puse al enterarme —Astoria tenía una idea bastante cerca a la realidad al imaginarse a su abuela haciendo una rabieta por el auto, pues ha sido testigo de varias escenas dramáticas cortesía de su amada abuela, de lo que no tenía conocimiento era de la extraña sensación de déjà vu que sintió al escuchar el nombre de Alice.

La joven podía ver la felicidad de su abuela al contar esa anécdota, sin embargo, todo cambió de un segundo para otro, la felicidad de la anciana fue arrancada, Marsha quedo con la mirada al piso de madera y Astoria podía oír los sollozos de su abuela, ella jamás habría adivinado cual era la razón si no fuese por que su abuelo interrumpió.

—Cada historia, cada risa, cada diablura que hicimos con ellos quedaron en lo profundo del océano —Para Astoria todo era confusión en ese momento, le parecía increíble y no entendía nada de lo que sucedía, pero sabía que su abuelo no era una persona mentirosa o alguien que exagerara.

—¿Por qué nunca me hablaron de ellos? —preguntó Astoria aún con sus pensamientos alborotados. —Porque su perdida fue mucho para nosotros, eran las mejores personas con las que nos hemos topado, ellos era nuestra familia y nosotros los suyos, no había nadie más, además, no merecían morir de esa manera. —él hizo una pausa para evitar quebrarse en llanto. —No tengo palabras para describir a Richard y Alice, tampoco creo que tengas las palabras exactas para describir tu amistad con Alex.

Alex era su mejor amigo desde hace trece años, Astoria nunca fue muy popular y la mayoría de las personas con las que sostenía cierta amistad eran mayores de veinticinco años cuando era solo una niña. Él siempre ha sido la "roca" de Astoria ha estado para ella en las malas y buenas, tienen una relación especial, es un integrante más de su familia y no se imaginaba su vida sin Alex.

Astoria comprendía lo más que podía la reacción de sus abuelos, no obstante, eso no le hacía olvidar ese déjà vu, y esa enorme curiosidad por saber más sobre los fallecidos amigos de sus abuelos.
Existía solo una persona que podría ayudarle a calmar esas dudas que surgían segundo a segundo y Astoria presentía que de alguna extraña manera toda esa situación se relacionaba con sus sueños.

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