Into a Monster {n.c

Michael se estaba tardando más que de costumbre y eso no me daba buena pinta desde que las personas comenzaron a desaparecer por los alrededores, detestaba con todo mi ser tener que buscar a Michael por toda la ciudad y sacarlo del atolladero donde a veces se metía cuando no estaba cerca para sacarlo de donde se había metido.
Metí un mechón de mi cabello detrás de la oreja y camine derecho por detrás de un casa abandonada, era lo mismo de todos los días. Debía de enseñarle algún día a Michael como salir de sus propios problemas.
Trepe por una pared de una casa de madera lentamente, teniendo muchísimo cuidado de hacer el mínimo ruido, las noches eran más peligrosas que el mismo día, por lo que debía ser más sigilosa de lo habitual, aunque ya me había acostumbrado a hacerlo.
Salte de techo en techo, y ocasionalmente ocultándome cuando un guardia pasaba su linterna por los techos de las casa, daba gracias a que estuviera ligera, con toda esta pobreza apenas si tu casa podía tener techo, además de que se debía de agradecer que cuando lloviera no te lo tirara de una gota.
Pase por algunas calles y esquive a tiempo la luz que me delataría, estaba a punto de darme por vencida cuando ya había recorrido varias manzanas a la ciudad, además de que la segunda regla que más importaba en ese lugar era el toque de queda, esa maldita restricción causaba temor entre todos. Regla primordial, además de un dicho que se escucha: “Te encuentran en la noche, ruégales a los ángeles que tu muerte sea rápida”.
Me detuve un momento en un techo y me asegure perfectamente de que ningún tipo de luz me descubriría; tome asiento en mi escondrijo y tome la lógica de las cosas. Michael solo iba a cobrar unas cuantas cosas con el viejo de las frutas, era una tarea bastante sencilla, aunque ese chaval se entretenía hasta por ver una mosca pasar, por lo que esa tarea tan simple le debió de costar entre una hora o dos, tomando claramente la distancia entre nuestro punto de encuentro.
Un grito entre dolor y miedo resonó por toda la ciudad silenciosa e hizo que involuntariamente algunos escalofríos corrieran por mis brazos, por más que me dijera que eso era muy común entre este poblado algo me decía que iba a pasar algo malo y eso me daba muy mala espina.
Comencé a moverme sin la menor preocupación de causar ruido y con el corazón latiendo en mis oídos; tenía la corazonada de que algo malo había ocurrido y solo rezaba porque no fuera Michael el que había gritado de manera tan horrible.
Escuche varios gritos de policías a mis espaldas pero al parecer ninguno se aventuraba verdaderamente a seguirme, y tal vez simplemente tal vez, este día no estaban para causar dolor a las personas, esperaba que este día fuera el primero de ello. El siguiente grito me ayudo a orientarme mejor e hice un salto astronómico, era sin duda algo de lo que debía sentirme orgullosa.
Algo dentro de mí me decía hacia donde me estaba dirigiendo, estaba corriendo directamente hacia la tienda del viejo frutero y por centésima vez en mi vida el corazón me dio un vuelco de solo pensar en que Michael ya estuviera con ellos, realmente podía lidiar con una que otra gente molesta por su paga o un mal trato pero no podía lidiar con los guardias de los monstruos, la única diferencia era que ellos poseían armas y entrenamiento militar.
El tercer grito me advirtió lo cerca que estaba, por lo que disminuí la velocidad y seguí con pasos más seguros y tranquilos que antes. Y de poco a poco pude escuchar las ordenes que los guardias daban, además de los sollozos de alguien.
Cuando escuche todo a la perfección me tiro pecho abajo contra el techo y solo asome los ojos, recogiendo cuidadosamente mi cabello en una mano.
En la escena solo pude vislumbrar a dos guardias y un chico tirado en el suelo, pude adivinar que su cara era la verdadera sombra de la sangre pura, eso causo otro escalofrío por mi espalda.
Un silbido simple capto mi atención y de solo pensar que uno de esos monstruos estuviera silbando me causaba total repugnancia.

— ¡Date la vuelta! – grito uno de ellos provocando un temblor en el cuerpo del chico, estaba a punto de vomitar, eso era seguro
— No escuchaste sordo – secundo el otro

El chico como pudo dio vuelta y su rostro era totalmente diferente a Michael, era rubio o lo que quedaba de ese cabello, con labios gruesos y ojos verdes que suplicaban clemencia, al ver que sus ojos me detectaron, moví rápidamente mi cuerpo y me aleje de la orilla. Podía respirar nuevamente.

— Ayúdame – grito desesperado – no te quedes allá arriba sin hacer nada – los gritos prosiguieron hasta que un golpe los acallo.
— Sin duda estaba loco – declaro uno de ellos y por su tono dio a entender que fue su fin.

Escuche como los guardias arrastraban algo y el sonido poco a poco  se perdió en la lejanía. Quería gritar de coraje, de impotencia y sobre todo de frustración, pero alcance a detenerme justo en el momento que abría la boca. La cerré con fuerza sobre su lengua hasta que saboree el amargo trago de sangre.
Y sabía que después de todo lo que me había tocado vivir, no iba a poder olvidar los gritos del muchacho. Me levante de donde me encontraba y volví corriendo al lugar de encuentro. Era la única esperanza de Michael.
A unos cuantos saltos y estaba enfrente del refugio, del cual Michael asomo su cabellera negra como la noche.

— Ahora era yo el que me preocupe – reclamo con el ceño fruncido – por cierto – comento sacando tres monedas de su pantalón gastado – la paga del viejo – declaro orgulloso
— Genial, esto nos servirá para…para algo nos va a servir – concluí con una media sonrisa
— ¿Te pasa algo? – pregunto preocupado
— No, solo fue una larga noche y estoy algo cansada – mantuve la sonrisa y estaba segura de que volvía a escuchar los gritos del rubio
— Vamos a dormir entonces – bostezo el peli negro y se adentro al refugio

Asome la cabeza por el borde de nuestro refugio y me quede pensando si algún día, esta ciudad cambiaría por algo mejor.

Heeey chicasss: