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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA
Hahahahahah chicas que bueno que les haya gustado el capi
Aqui les pongo el del dia de hoy :D
Aqui les pongo el del dia de hoy :D
♫ Laura Jonas ♥
Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA
Oh pase de pagina!!!!
BAILE DE 5 SEGUNDOS!!!!!!!!!!!
BAILE DE 5 SEGUNDOS!!!!!!!!!!!
♫ Laura Jonas ♥
Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA
Capitulo 10
—¿Y? —El sábado por la mañana, Alice miró a __________ con gesto expectante y sin parpadear.
___________ se metió otro trozo de tarta de limón en la boca para asegurarse de no haber cometido un error.
—¿Qué me dices? —preguntó Alice con impaciencia.
«Maravilloso, —pensó ___________—. Si quieres un coma diabético».
—Um, Alice —empezó a decir ___________, pues no quería herir los sentimientos de la chica—, ¿seguiste mi receta al pie de la letra?
—Claro. —Alice frunció el entrecejo—. Bueno, pensé que el azúcar era algo escasa, así que añadí un poco más.
—Tal vez sea mejor que te ciñas a la receta original —dijo ___________ con diplomacia.
—Está bien. —Alice le sonrió—. A partir de ahora, voy a seguir tu receta punto por punto. Tres clientes han repetido para tomar té y Karen Lindberger me dijo que iba a tratar de convencer a algunas de sus amigas de la Asociación de Mujeres de Rupert para organizar algunas de las reuniones aquí. ¿Te imaginas? Karen me dijo que le había dicho a la presidenta de la Asociación de Mujeres que iba a hablar con la gerente al respecto. Se refería a mí. —Alice se llevó la mano al pecho y sonrió—. La gerente.
___________ hizo un mohín, tratando de no mirar a su alrededor, a las sucias paredes y al suelo rayado. Gerente. Tal vez debería haberlo llamado guardián.
—Qué bien —dijo, tratando de parecer entusiasmada por el bien de Alice—. La semana que viene te daré un par de recetas más de tartas.
—Gracias. —Alice le sirvió un poco más de té a ___________ y observó su reacción—. ¿Qué te parece el té?
—Excelente —dijo ___________ entre sorbo y sorbo. Y lo era—. Felicidades.
Alice se reclinó en el asiento, encantada. Tenían la cafetería para ellas solas. En contra de las expectativas de Alice, seguía estando vacía un sábado por la mañana. ___________ estaba allí porque era sábado, y el sábado era el día de la cafetería. También estaba medio esperando a Jonas, que se había medio ofrecido a llevarla a Rupert de compras.
Pero eso había sido hacía una semana y no había vuelto a mencionarlo desde entonces. Tampoco es que hubieran... hablado mucho desde entonces. Las tardes y noches habían caído en una rutina: Jonas llegaba a última hora de la tarde y, mientras ella ponía al día a Rafael con los deberes, Jonas le arreglaba la casa en silencio. La caldera funcionaba como la seda, no había goteras por ningún lado de la casa ya, el escalón del porche ya no crujía y, sobre todo, al parecer tenía todas las medidas de seguridad inventadas por el ser humano.
De pronto se había vuelto un obseso de su seguridad, de forma que todas las puertas tenían ahora cerraduras nuevas y resplandecientes y cadenas de seguridad, las puertas y ventanas tenían alarmas y estaban conectadas a la oficina del sheriff, había mirillas en la puerta principal y la de la cocina, y lo que Jonas llamaba «luces de seguridad» fuera, que eran focos excesivamente potentes para que pudiera ver quién había fuera.
Era un poco excesivo para Simpson, pero ___________ necesitaba protección y tenía que admitir que le hacía sentirse segura.
Por no mencionar el hecho de que todas las noches se llevaba la mejor y mayor medida de seguridad de todas a la cama con ella: Joseph Jonas.
Después de trabajar en la casa y llevar a Rafael de vuelta al rancho, Jonas volvía, la llevaba al dormitorio, la desnudaba, se desnudaba, la lanzaba sobre la cama y se dejaba caer sobre ella. Un segundo después, estaban haciendo el amor. Fuerte y rápido.
No era del tipo de lo que se encuentran en las novelas románticas, pero era jodidamente excitante. Aquellas últimas noches ___________ había experimentado diez veces más de orgasmos que en toda su vida. No se paraban a hablar, no se detenían para comer, ni siquiera para dormir. Antes de conocer a Jonas, no había tenido la más remota idea de que fuera físicamente posible hacer el amor durante horas, noche tras noche.
A veces, cuando Jonas se retiraba de ella antes del amanecer, seguía estando empalmado. Se vestía, se iba dándole un beso y ___________ caía dormida como un muerto hasta las siete y media. Pese a que tenía un atraso de sueño de unas cincuenta y dos horas, estaba revolucionada, pero nada cansada. Y entre el colegio, Rafael, Fred y Jonas, se mantenía ocupada todo el día; no le quedaba tiempo para pensar. Ni para tener pesadillas. ¿Cómo iba a tenerlas? Sus noches estaban plagadas de sexo y placer.
A lo mejor debería decirles a los tipos del Programa de Protección de Testigos que el sexo era la mejor forma de mantener a sus protegidos a salvo.
—Así que —dijo Alice con tono casual—, te vas a Rupert con Joe, ¿no?
___________ se la quedó mirando.
—¿Cómo demonios sabes...? —Y cayó en la cuenta: era la comidilla del pueblo—. No lo sé —le dijo a Alice sinceramente—. Jonas me lo dijo el sábado pasado, de manera algo informal, pero no ha vuelto a mencionarlo desde entonces. —Se encogió de hombros—. Así que... no lo sé. A lo mejor se le ha olvidado. O puede que esté ocupado.
—Oh, si Joe dice que va a hacer algo, lo hace —le aseguró Alice con franqueza—. Jonas es un hombre de palabra.
—Cuando habla —dijo ___________. Sintió que enrojecía. Jonas hacía otras cosas mejor que hablar.
—Ya, bueno. —Alice estaba estudiando su expresión y ___________ se preguntó qué vería en ella—. Jonas no habla demasiado, pero es buen tipo, ¿sabes?
♫ Laura Jonas ♥
Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA
—Sí. —___________ enrojeció levemente.
—Quiero decir que es... es... algo silencioso, y eso en parte hace que sea más fácil... bueno... subestimarle. Es lo que hizo su mujer, te lo aseguro.
___________ fue incapaz de reprimir la curiosidad. Ni siquiera lo intentó. «No estoy cotilleando», se dijo. No era más que interés sano por otro ser humano. Por un ser humano que se había convertido en su amante. Se inclinó hacia delante y trató de que su voz no la delatara:
—¿Su mujer? ¿Cómo era?
—¿Quién, Melissa? —Alice hizo amago de servirle más té, pero ___________ sacudió la cabeza y puso una mano sobre la taza—. Melissa trabajaba para los corredores de bolsa de Joe en Seattle. Nunca lo habrías adivinado, por la vida que lleva, pero Joe es un tío muy rico y Melissa sabía lo que valía. Se lo ligó en Seattle y un día apareció con esta mujer, con la que se había casado. —Alice arrugó la nariz—. Todos hicimos un esfuerzo por aceptarla, por el bien de Jonas, pero nunca encajó demasiado bien.
—Qué pena. —___________ no pudo evitar chasquear la lengua.
—Y otra cosa —continuó Alice—: Melissa siempre andaba quejándose por la increíble carrera profesional que había sacrificado para venir a enterrarse aquí en vida, y por cómo estaba desperdiciando su MBA entre los pinos de Idaho. —De pronto, el dulce rostro de Alice se iluminó con una sonrisa endiablada, mirando a ___________—. Hasta que Matt, mi hermano...
—Le he conocido —murmuró ___________.
—¿Ah, sí? —Alice puso los ojos en blanco—. Entonces sabrás lo puñetero que es. De hecho, en aquel momento sólo estaba empezando a serlo. Pero acabó tan hasta las narices de sus llantos y lamentos como el resto de Simpson, así que investigó entre los archivos de la Universidad de Washington y descubrió que nuestra querida Melissa técnicamente nunca se había graduado. Luego se metió en los archivos de los corredores de bolsa y se encontró con que Melissa no era más que una secretaria. Y en todo este tiempo, Joe ha sido demasiado caballeroso como para decir nada.
___________ podía verlo. Veía que sus silencios no sólo iban con su naturaleza, sino también con su caballerosidad.
—Pasado un tiempo, Melissa empezó a quejarse ante todo el mundo de lo aburrido que era Jonas. —De pronto, Alice taladró a ___________ con su mirada azul clarito—. No crees que Joe sea aburrido, ¿verdad?
___________ se quedó sorprendida. ¿Jonas? ¿Aburrido? Se acomodó en su asiento y notó las agujetas. Normalmente hasta media mañana no conseguía deshacerse de la rigidez de sus muslos.
—No —respondió de corazón—. Creo que es misterioso y fascinante, y un poco frustrante, ¿pero aburrido? Nunca.
—Vale. —Alice parpadeó con una ligera y preciosa sonrisa—. Vale, eso es genial. Sabía que eras...
—Ehhh, Alice, mira. —___________ estaba incómoda. ¿El pueblo entero se dedicaba a emparejarles? Esa... cosa, fuera lo que fuera, con Jonas era algo temporal. ___________ se piraría a Boston en cuanto el asunto de Santana hubiera acabado—. Si estás pensando en lo que creo que estás pensando...
Alice se puso de pie, sin escucharla, y recogió la mesa.
—Lo sabía, sencillamente lo sabía. Esto es genial. Ya era hora de que Jonas se acostara con alguien. Y tú eres demasiado inteligente como para hacer caso de esa estúpida maldición.
___________ se quedó paralizada. ¿Maldición? ¿Se había perdido algo? ¿Algo importante, al parecer?
—¿Alice? ¿Qué maldición?
Pero Alice había desaparecido en la cocina.
—¿Alice? ¿Alice? —___________ alzó la voz, casi gritando—. ¿De qué maldición estás hablando?
Alice asomó la cabeza por la puerta de la cocina.
—De la maldición de los Jonas, claro. —Abrió mucho los ojos al mirar detrás de ___________—. ¿Qué hay, Joe? Estás fantástico. ¿Te has arreglado así para casarte o para que te entierren?
* * * * * * * *
—Ha subido la apuesta medio millón más. —Aaron Barclay le lanzó una cinta de audio a su jefe.
Herbert Davis no se molestó en alzar los ojos del archivo que estaba leyendo; alargó la mano y cazó la cinta al vuelo. Davis levantó la vista a tiempo para ver el gesto de sorpresa de su ayudante y trató de no echarse a reír. Puede que ya no tuviera la cintura de antes, pero su coordinación ojo-mano seguía siendo la misma.
—¿Quién —preguntó— ha subido el qué?
—Santana. —Aaron Barclay hizo una mueca de disgusto—. Está todo ahí, en la cinta—. Su portavoz acaba de proclamar a los cuatro vientos de parte de Santana que el precio por la cabeza de ___________ Devaux se ha incrementado en otros quinientos mil.
Davis dejó de tamborilear los dedos sobre la cinta y se lo quedó mirando.
—Joder —dijo sin aliento—. Santana está ofreciendo... —Davis se detuvo un segundo, sin poder creer lo que decía—... dos millones de dólares por... por...
—Por la cabeza de ___________ Devaux —dijo Barclay con voz sombría—. Esa parte no ha cambiado.
—Pero es... es de locos. —Davis se oyó a sí mismo—. Hombre... de locos. ¿Qué significado tiene eso cuando estamos hablando de un psicópata como Santana? ¿Y qué más le da lo que se gaste? Con Devaux muerta, saldrá de rositas y tendrá otros 348 millones en el banco. Aun así esto va... va en contra de las reglas. Vamos a tener a todos los aspirantes a listillos del país deseando forjarse un nombre y hacer su agosto de golpe. Esto va a ser la jungla. ¿Qué ha pasado? Pensaba que S. T. Akers estaba haciendo bien su trabajo.
Barclay apoyó una cadera en la mesa de Davis.
—Quiero decir que es... es... algo silencioso, y eso en parte hace que sea más fácil... bueno... subestimarle. Es lo que hizo su mujer, te lo aseguro.
___________ fue incapaz de reprimir la curiosidad. Ni siquiera lo intentó. «No estoy cotilleando», se dijo. No era más que interés sano por otro ser humano. Por un ser humano que se había convertido en su amante. Se inclinó hacia delante y trató de que su voz no la delatara:
—¿Su mujer? ¿Cómo era?
—¿Quién, Melissa? —Alice hizo amago de servirle más té, pero ___________ sacudió la cabeza y puso una mano sobre la taza—. Melissa trabajaba para los corredores de bolsa de Joe en Seattle. Nunca lo habrías adivinado, por la vida que lleva, pero Joe es un tío muy rico y Melissa sabía lo que valía. Se lo ligó en Seattle y un día apareció con esta mujer, con la que se había casado. —Alice arrugó la nariz—. Todos hicimos un esfuerzo por aceptarla, por el bien de Jonas, pero nunca encajó demasiado bien.
—Qué pena. —___________ no pudo evitar chasquear la lengua.
—Y otra cosa —continuó Alice—: Melissa siempre andaba quejándose por la increíble carrera profesional que había sacrificado para venir a enterrarse aquí en vida, y por cómo estaba desperdiciando su MBA entre los pinos de Idaho. —De pronto, el dulce rostro de Alice se iluminó con una sonrisa endiablada, mirando a ___________—. Hasta que Matt, mi hermano...
—Le he conocido —murmuró ___________.
—¿Ah, sí? —Alice puso los ojos en blanco—. Entonces sabrás lo puñetero que es. De hecho, en aquel momento sólo estaba empezando a serlo. Pero acabó tan hasta las narices de sus llantos y lamentos como el resto de Simpson, así que investigó entre los archivos de la Universidad de Washington y descubrió que nuestra querida Melissa técnicamente nunca se había graduado. Luego se metió en los archivos de los corredores de bolsa y se encontró con que Melissa no era más que una secretaria. Y en todo este tiempo, Joe ha sido demasiado caballeroso como para decir nada.
___________ podía verlo. Veía que sus silencios no sólo iban con su naturaleza, sino también con su caballerosidad.
—Pasado un tiempo, Melissa empezó a quejarse ante todo el mundo de lo aburrido que era Jonas. —De pronto, Alice taladró a ___________ con su mirada azul clarito—. No crees que Joe sea aburrido, ¿verdad?
___________ se quedó sorprendida. ¿Jonas? ¿Aburrido? Se acomodó en su asiento y notó las agujetas. Normalmente hasta media mañana no conseguía deshacerse de la rigidez de sus muslos.
—No —respondió de corazón—. Creo que es misterioso y fascinante, y un poco frustrante, ¿pero aburrido? Nunca.
—Vale. —Alice parpadeó con una ligera y preciosa sonrisa—. Vale, eso es genial. Sabía que eras...
—Ehhh, Alice, mira. —___________ estaba incómoda. ¿El pueblo entero se dedicaba a emparejarles? Esa... cosa, fuera lo que fuera, con Jonas era algo temporal. ___________ se piraría a Boston en cuanto el asunto de Santana hubiera acabado—. Si estás pensando en lo que creo que estás pensando...
Alice se puso de pie, sin escucharla, y recogió la mesa.
—Lo sabía, sencillamente lo sabía. Esto es genial. Ya era hora de que Jonas se acostara con alguien. Y tú eres demasiado inteligente como para hacer caso de esa estúpida maldición.
___________ se quedó paralizada. ¿Maldición? ¿Se había perdido algo? ¿Algo importante, al parecer?
—¿Alice? ¿Qué maldición?
Pero Alice había desaparecido en la cocina.
—¿Alice? ¿Alice? —___________ alzó la voz, casi gritando—. ¿De qué maldición estás hablando?
Alice asomó la cabeza por la puerta de la cocina.
—De la maldición de los Jonas, claro. —Abrió mucho los ojos al mirar detrás de ___________—. ¿Qué hay, Joe? Estás fantástico. ¿Te has arreglado así para casarte o para que te entierren?
* * * * * * * *
—Ha subido la apuesta medio millón más. —Aaron Barclay le lanzó una cinta de audio a su jefe.
Herbert Davis no se molestó en alzar los ojos del archivo que estaba leyendo; alargó la mano y cazó la cinta al vuelo. Davis levantó la vista a tiempo para ver el gesto de sorpresa de su ayudante y trató de no echarse a reír. Puede que ya no tuviera la cintura de antes, pero su coordinación ojo-mano seguía siendo la misma.
—¿Quién —preguntó— ha subido el qué?
—Santana. —Aaron Barclay hizo una mueca de disgusto—. Está todo ahí, en la cinta—. Su portavoz acaba de proclamar a los cuatro vientos de parte de Santana que el precio por la cabeza de ___________ Devaux se ha incrementado en otros quinientos mil.
Davis dejó de tamborilear los dedos sobre la cinta y se lo quedó mirando.
—Joder —dijo sin aliento—. Santana está ofreciendo... —Davis se detuvo un segundo, sin poder creer lo que decía—... dos millones de dólares por... por...
—Por la cabeza de ___________ Devaux —dijo Barclay con voz sombría—. Esa parte no ha cambiado.
—Pero es... es de locos. —Davis se oyó a sí mismo—. Hombre... de locos. ¿Qué significado tiene eso cuando estamos hablando de un psicópata como Santana? ¿Y qué más le da lo que se gaste? Con Devaux muerta, saldrá de rositas y tendrá otros 348 millones en el banco. Aun así esto va... va en contra de las reglas. Vamos a tener a todos los aspirantes a listillos del país deseando forjarse un nombre y hacer su agosto de golpe. Esto va a ser la jungla. ¿Qué ha pasado? Pensaba que S. T. Akers estaba haciendo bien su trabajo.
Barclay apoyó una cadera en la mesa de Davis.
♫ Laura Jonas ♥
Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA
—Sí, pero la juez Bromfield ha decidido que, mientras aguarda al juicio, Santana quede recluido en Furrow Island. La juez Bromfield tiene sus teorías acerca de los gángsters y ha tomado esa decisión, tal vez en beneficio de Akers. Su chico quiere librarse y ella pretende hacérselo pagar caro. —Barclay se estremeció—. Si le digo la verdad, jefe, si tuviera dos millones los usaría para mantenerme alejado de Furrow Island.
—Furrow Island. —Davis había estado allí en una ocasión, para hacer una entrega. Era una experiencia que no le apetecería repetir. Un montón de lóbregos edificios color ceniza en una isla lóbrega y azotada por el viento. Dentro había reinado lo más parecido al infierno en la tierra, una especie de tierra de nadie legal donde se enviaba a los prisioneros más violentos y pirados. Los guardias encerraban a los presos y tiraban la llave, de manera que cada tipo se las arreglara como pudiera. Era, básicamente, un contenedor de deshechos humanos.
Davis sabía que Santana era un tipo duro con el carácter violento del criminal innato. Pero Santana llevaba siendo rico demasiados años, y los ricos se hacen cada vez más blandos. Se acostumbran a que otras personas hagan el trabajo sucio por ellos y, después de todo, la violencia es un trabajo sucio.
Davis preguntó cuánto haría desde la última vez que Santana se habría manchado las manos... o se hubiera pringado los nudillos de sangre. Se preguntó si se acordaría de cómo se hacía. Bueno, si le mandaban al Furrow seguro que lo recordaría. Enseguida.
Entretanto, el Departamento de Justicia seguía teniendo un problema.
—Ahora sí que vamos a vernos presionados —meditó Barclay.
—Sí. —Davis giró la cabeza; de pronto tenía los músculos de los hombros cargados—. Pocos querrán desperdiciar la posibilidad de ganar dos millones de pavos... ¡Mier.da!
Con frustración, golpeó la mesa con el puño y recogió los papeles que se habían desperdigado con el golpe. Los ordenó y volvió a ordenarlos, más por mantener las manos ocupadas que por otra cosa. Después, se quedó mirando fijamente a Barclay, quien le miraba fijamente a su vez. Estaban pensando en lo mismo.
Barclay habló primero:
—Podríamos sacarla de allí.
—Podríamos —asintió Davis—. ¿Pero dónde la llevaríamos? ¿Dónde iba a estar más a salvo?
—No podemos sacarla del país, es ilegal —dijo Barclay con pesar. Se cruzó de brazos y miró al techo, pensando qué hacer—. Tampoco sería legal meterla entre rejas; sería el único sitio donde de verdad estaría a salvo.
Davis pensó seriamente en meter a ___________ Devaux en una de esas instalaciones federales pijas con saunas y pistas de tenis, pero la ley le impedía hacerlo. Una auténtica lástima. No se podía encarcelar a un ciudadano cuyo único delito era haber estado en el sitio equivocado, en el momento equivocado. ¿Así que, qué otra opción tenían?
—¿Cuánta gente tenemos en Boise? —Davis empezó a repasar mentalmente las opciones que les quedaban.
—Ocho.
—¡Eso es ridículo! —dijo Davis con indignación—. Jod.er, cualquier estación de servicio metropolitana que quiera rentabilizar sus surtidores tiene más personal.
—Recortes de presupuesto —respondió Barclay brevemente—. Cada vez recortan más y más.
Davis tamborileó los dedos.
—¿Qué recursos tenemos en Boise?
—Tome. —Barclay le entregó la documentación de la oficina de Boise y Davis le echó un vistazo rápido. Allí no sobraba nadie; a decir verdad, no tenía ni idea de cómo conseguían mantener abierta la oficina de Boise. Miró a Barclay—. ¿Podríamos sacar a Grizzard y Martínez del caso Krohn?
Barclay sacudió la cabeza.
—El senador Fillmore se ha interesado personalmente en ese caso. Quiere que se le dé «prioridad máxima». Cito textualmente. Y ya sabes el interés político que ha despertado ese caso. Santana no es más que un criminal; de acuerdo, un pez gordo entre los criminales, pero su caso no es nada en comparación con el caso Krohn, donde la condena puede valer diez mil votos. Las elecciones están a la vuelta de la esquina. Así que... ni de co.ña. En este sitio la política siempre gana al crimen, en especial desde que... —Barclay alzó los pulgares—... tomó el relevo.
Davis asintió con cansancio.
—No puedo meter a los becarios en un caso como este, eso está claro. ¿Quién nos queda? —Se quitó las gafas y se pellizcó el puente de la nariz—. ¿Pacini?
Barclay se cruzó de brazos con una sonrisilla en el rostro. Esto iba a ser divertido.
—Pacini está... de baja por paternidad —dijo.
—¡Cómo! —Davis se levantó de la silla como un cohete y volvió a sentarse. Tomó aire con fuerza y lo fue soltando poco a poco hasta que consiguió control el tono de voz. Puso los ojos en blanco—. Baja por paternidad. Dios, justo lo que necesitábamos. No me lo puedo creer. Baja por paternidad. ¿Y qué vendrá después? ¿Pedirse la baja por un padrastro? ¿O cuando se te muera el perro?
—Venga, Herb. Estoy harto de escuchar el Lamento de los Viejos Tiempos... lo fuertes que erais, que nada os detenía...
—La puta verdad —asintió Davis—. Si te metían un balazo te tomabas dos aspirinas y al día siguiente estabas de vuelta. En mis tiempos, cuando tenías un hijo te daban la tarde libre y un puro. Sin excepciones. —Davis sabía que sonaba como un dinosaurio. Jod.er, a veces se sentía como uno de ellos. Viejo, escamoso y a punto de extinguirse—. Yo me perdí el parto de dos de mis hijos.
—Y yo no vi a mi hijo recién nacido en un mes. —Barclay bajó la voz como con pesar—. A lo mejor por eso me dejó mi mujer.
Davis observó la mano izquierda de su ayudante y se fijó en la línea blanca que rodeaba el dedo anular. El chico lo estaba pasando mal con el divorcio. El cotilleo de la oficina decía que la mujer le estaba dejando seco.
Hubo un silencio incómodo.
—Bien... ya es suficiente. —Davis cambió de tema y volvió al archivo de Boise—. Al parecer no vamos a poder tener ningún hombre extra disponible hasta dentro de... ¿qué? ¿dos o tres meses? Para entonces, ___________ Devaux estará ya testificando en el tribunal o... —vaciló.
—Frita —dijo Barclay.
—Furrow Island. —Davis había estado allí en una ocasión, para hacer una entrega. Era una experiencia que no le apetecería repetir. Un montón de lóbregos edificios color ceniza en una isla lóbrega y azotada por el viento. Dentro había reinado lo más parecido al infierno en la tierra, una especie de tierra de nadie legal donde se enviaba a los prisioneros más violentos y pirados. Los guardias encerraban a los presos y tiraban la llave, de manera que cada tipo se las arreglara como pudiera. Era, básicamente, un contenedor de deshechos humanos.
Davis sabía que Santana era un tipo duro con el carácter violento del criminal innato. Pero Santana llevaba siendo rico demasiados años, y los ricos se hacen cada vez más blandos. Se acostumbran a que otras personas hagan el trabajo sucio por ellos y, después de todo, la violencia es un trabajo sucio.
Davis preguntó cuánto haría desde la última vez que Santana se habría manchado las manos... o se hubiera pringado los nudillos de sangre. Se preguntó si se acordaría de cómo se hacía. Bueno, si le mandaban al Furrow seguro que lo recordaría. Enseguida.
Entretanto, el Departamento de Justicia seguía teniendo un problema.
—Ahora sí que vamos a vernos presionados —meditó Barclay.
—Sí. —Davis giró la cabeza; de pronto tenía los músculos de los hombros cargados—. Pocos querrán desperdiciar la posibilidad de ganar dos millones de pavos... ¡Mier.da!
Con frustración, golpeó la mesa con el puño y recogió los papeles que se habían desperdigado con el golpe. Los ordenó y volvió a ordenarlos, más por mantener las manos ocupadas que por otra cosa. Después, se quedó mirando fijamente a Barclay, quien le miraba fijamente a su vez. Estaban pensando en lo mismo.
Barclay habló primero:
—Podríamos sacarla de allí.
—Podríamos —asintió Davis—. ¿Pero dónde la llevaríamos? ¿Dónde iba a estar más a salvo?
—No podemos sacarla del país, es ilegal —dijo Barclay con pesar. Se cruzó de brazos y miró al techo, pensando qué hacer—. Tampoco sería legal meterla entre rejas; sería el único sitio donde de verdad estaría a salvo.
Davis pensó seriamente en meter a ___________ Devaux en una de esas instalaciones federales pijas con saunas y pistas de tenis, pero la ley le impedía hacerlo. Una auténtica lástima. No se podía encarcelar a un ciudadano cuyo único delito era haber estado en el sitio equivocado, en el momento equivocado. ¿Así que, qué otra opción tenían?
—¿Cuánta gente tenemos en Boise? —Davis empezó a repasar mentalmente las opciones que les quedaban.
—Ocho.
—¡Eso es ridículo! —dijo Davis con indignación—. Jod.er, cualquier estación de servicio metropolitana que quiera rentabilizar sus surtidores tiene más personal.
—Recortes de presupuesto —respondió Barclay brevemente—. Cada vez recortan más y más.
Davis tamborileó los dedos.
—¿Qué recursos tenemos en Boise?
—Tome. —Barclay le entregó la documentación de la oficina de Boise y Davis le echó un vistazo rápido. Allí no sobraba nadie; a decir verdad, no tenía ni idea de cómo conseguían mantener abierta la oficina de Boise. Miró a Barclay—. ¿Podríamos sacar a Grizzard y Martínez del caso Krohn?
Barclay sacudió la cabeza.
—El senador Fillmore se ha interesado personalmente en ese caso. Quiere que se le dé «prioridad máxima». Cito textualmente. Y ya sabes el interés político que ha despertado ese caso. Santana no es más que un criminal; de acuerdo, un pez gordo entre los criminales, pero su caso no es nada en comparación con el caso Krohn, donde la condena puede valer diez mil votos. Las elecciones están a la vuelta de la esquina. Así que... ni de co.ña. En este sitio la política siempre gana al crimen, en especial desde que... —Barclay alzó los pulgares—... tomó el relevo.
Davis asintió con cansancio.
—No puedo meter a los becarios en un caso como este, eso está claro. ¿Quién nos queda? —Se quitó las gafas y se pellizcó el puente de la nariz—. ¿Pacini?
Barclay se cruzó de brazos con una sonrisilla en el rostro. Esto iba a ser divertido.
—Pacini está... de baja por paternidad —dijo.
—¡Cómo! —Davis se levantó de la silla como un cohete y volvió a sentarse. Tomó aire con fuerza y lo fue soltando poco a poco hasta que consiguió control el tono de voz. Puso los ojos en blanco—. Baja por paternidad. Dios, justo lo que necesitábamos. No me lo puedo creer. Baja por paternidad. ¿Y qué vendrá después? ¿Pedirse la baja por un padrastro? ¿O cuando se te muera el perro?
—Venga, Herb. Estoy harto de escuchar el Lamento de los Viejos Tiempos... lo fuertes que erais, que nada os detenía...
—La puta verdad —asintió Davis—. Si te metían un balazo te tomabas dos aspirinas y al día siguiente estabas de vuelta. En mis tiempos, cuando tenías un hijo te daban la tarde libre y un puro. Sin excepciones. —Davis sabía que sonaba como un dinosaurio. Jod.er, a veces se sentía como uno de ellos. Viejo, escamoso y a punto de extinguirse—. Yo me perdí el parto de dos de mis hijos.
—Y yo no vi a mi hijo recién nacido en un mes. —Barclay bajó la voz como con pesar—. A lo mejor por eso me dejó mi mujer.
Davis observó la mano izquierda de su ayudante y se fijó en la línea blanca que rodeaba el dedo anular. El chico lo estaba pasando mal con el divorcio. El cotilleo de la oficina decía que la mujer le estaba dejando seco.
Hubo un silencio incómodo.
—Bien... ya es suficiente. —Davis cambió de tema y volvió al archivo de Boise—. Al parecer no vamos a poder tener ningún hombre extra disponible hasta dentro de... ¿qué? ¿dos o tres meses? Para entonces, ___________ Devaux estará ya testificando en el tribunal o... —vaciló.
—Frita —dijo Barclay.
♫ Laura Jonas ♥
Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA
Chicas el capi de hoy
DISFRUTENLO!!!!!!!!!
Comenten, espero ver muchos comments
DISFRUTENLO!!!!!!!!!
Comenten, espero ver muchos comments
♫ Laura Jonas ♥
Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA
Siguela
siguelaa
siguelaaa
siguelaaaa
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siguela
Siguela
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siguela
Siguela
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siguelaaaa
siguelaaaaa
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siguelaa
siguela
☎ Jimena Horan ♥
Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA
OOOO QUEEEE AAAIII SIGUELA PORFAAA
Y WUUUAAUUU CUANTO DINERO POR ______
PORFAAA SIGUELAAA
Y WUUUAAUUU CUANTO DINERO POR ______
PORFAAA SIGUELAAA
chelis
Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA
Siguela
Siguelaa
siguelaaa
siguelaaaa
siguelaaaaa Qiero mas caps!! :D
siguelaaaa
siguelaaa
siguelaa
siguela
Siguelaa
siguelaaa
siguelaaaa
siguelaaaaa Qiero mas caps!! :D
siguelaaaa
siguelaaa
siguelaa
siguela
☎ Jimena Horan ♥
Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA
Ahh... me encanta!! hahah
Síguela porfaaa!!! :P
Síguela porfaaa!!! :P
TeenageDreamJB❤
Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA
Chicas perdon por haberles subido capis
Es que la proxima semana comienzan mis examenes de fin de semestre
Asi que la proxima semana no me podre conectar mucho
Pero despues de eso................ESTARE TODO EL TIEMPO QUE QUIERAN!!!!!!!
Aqui les dejo el proximo capi
Disfrutenlo
Y por cierto grax por los comments!!!!!!
Es que la proxima semana comienzan mis examenes de fin de semestre
Asi que la proxima semana no me podre conectar mucho
Pero despues de eso................ESTARE TODO EL TIEMPO QUE QUIERAN!!!!!!!
Aqui les dejo el proximo capi
Disfrutenlo
Y por cierto grax por los comments!!!!!!
♫ Laura Jonas ♥
Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA
Capitulo 11
___________ estaba sentándose en el cómodo asiento delantero de la camioneta cuando, de pronto, se quedó petrificada.
—¿J-Jonas?
La camioneta se inclinó hacia el lado de Jonas cuando éste se subió. Cerró la puerta del conductor sin hacer ruido.
—¿Hmm?
—Jonas. —Bajó la voz hasta hacerla apenas un susurro y se inclinó hacia él—. Ahí hay una... una pistola.
Jonas echó un vistazo con indiferencia por encima del hombro antes de poner la camioneta en marcha.
—Nop —dijo.
—¿Ah, no? —preguntó ella, confusa. La camioneta arrancó con un brinco hacia delante y tuvo que agarrarse al cinturón de seguridad.
—No es una pistola.
___________ se había quedado asombrada ante lo diferente que le hacía parecer el traje de negocios de corte elegante que llevaba puesto. No le hacía parecer guapo, eso sería imposible, pero decididamente le hacía parecer... imponente. Serio.
Había aparecido por la pequeña y destartalada cafetería de Alice enfundado en ese traje elegante y se había quedado allí de pie, alto, grande y poderoso, con expresión fría, dura y remota, y por una fracción de segundo ___________ había sentido un momento de pánico al pensar que iba a meterse en un coche y a adentrarse en el desierto sola con aquel tipo que parecía tan aterrador. Fue una sensación momentánea que desapareció enseguida.
Jonas no suponía ningún peligro para ella. Estaba segura de ello. Al fin y al cabo, llevaba durmiendo con aquel tipo esa última semana. Pero no le costaba nada separar al hombre que le calentaba la cama por las noches de este hombre poderoso y con pinta de peligroso.
Después, Alice había cortado una rodaja de aquella tarta espantosa, pesadilla de todo diabético, y se la había puesto en la mano. Jonas se la había tomado con valentía bajo la atenta mirada de ___________ que, cuando le miró a los ojos, estaba convencida de que los dos pensaban lo mismo: «¿A que es asqueroso?». Pero había alabado la tarta con voz suave y amable, y había esbozado una ligera sonrisa cuando Alice le miró sonriente, aunque cuando la joven quiso ofrecerle otro trozo de tarta, «invitación de la casa», la sonrisa se le borró inmediatamente de los labios. Pero se había zampado el segundo trozo también.
___________ era capaz de imaginar un montón de cosas, era uno de sus muchos defectos, pero era incapaz de imaginarse un tipo violento que se comiera un segundo trozo de aquella tarta por el bien de su amistad con nadie. Cuando le miró, sus ojos oscuros estaban llenos de amabilidad y tal vez algo de soledad. Un poco como Fred.
Pero ahí estaba, aventurándose en aquellos caminos infinitos con un hombre que tenía una pistola en la parte delantera de la camioneta, a mano, y su imaginación empezó a recalentarse de nuevo. Luego Jonas empezó a hacer ese movimiento tan sexy que hacía con sus muslos y se le empezó a recalentar algo más. ___________ apartó la vista un momento antes de volver a mirarle y centrarse con determinación en el rostro de Jonas.
—¿Quieres hacerme creer que eso... —La señaló con la barbilla, pues no quería tocarla—... no es una pistola?
—No —dijo Jonas—. Es una Springfield. Un rifle de caza muy bueno.
—Ah. —___________ enmudeció por unos segundos, luego se revolvió en el asiento.
Ahí estaba, quieta, larga, brillante y mortal. Nunca había estado en un espacio cerrado con una pistola —un rifle—, jamás. Nunca se habría imaginado que pudiera estar junto a un hombre capaz de tener una pistola. O rifle.
—¿Tienes pensado pegarle un tiro a alguien de Rupert hoy?
Jonas pareció pensárselo.
—Hombre, ahora que lo mencionas, no estoy demasiado satisfecho con la calidad del pienso que me vendió Davis Walker la semana pasada... —Se volvió hacía ella al ver que jadeaba horrorizada—. Era broma, ___________*.
—Ah. —Dejó de sentir pánico, pero seguía preocupada—. Eso está bien; está muy bien. ¿Entonces para qué necesitas... —Volvió a señalar la parte de atrás con la barbilla— ...eso?
—Lo cierto es que no es mío. Bernie es quien normalmente usa esta camioneta y la Springfield es suya. Yo prefiero las escopetas.
—¿Y Bernie para qué quiere una pisto... un rifle?
—Alimañas.
Aparte de en las viejas reposiciones de la serie Bonanza, y en los tropecientas películas malas del oeste, ___________ nunca había escuchado a nadie usar esa palabra en la vida real.
—¿Alimañas? ¿Como qué? ¿Ladrones de ganado?
Jonas seguía moviendo rítmicamente el embrague y el pedal del freno, además de la palanca de cambios, y ___________ trataba de no quedarse mirándole fascinada, así que no vio la expresión de su rostro, aunque sí que oyó lo que le pareció una risa ahogada. ¿De Jonas?
—¿Qué? —Estaban saliendo hacia la autopista, de modo que dejó de mover las piernas y ___________ pudo relajarse. Le miró y creyó detectar una sonrisa.
—Ya no quedan demasiados ladrones de ganado. Además, nosotros no tenemos ganado. Por lo general, Bernie la usa para matar ratas y liebres. Durante la época de caza puede cazar uno o dos ciervos; todos tenemos debilidad por la carne de venado. —La miró y frunció el ceño—. ¿Te molesta la pistola, ___________*?
♫ Laura Jonas ♥
Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA
¿Quieres que la guarde en la parte de atrás? Aunque es más seguro llevarla donde está. Y te prometo que está descargada; la munición está en la guantera.
___________ se acordó de pronto de todas las razones por las que vivía en la ciudad. Allí ibas a restaurantes con camareros encantadores que te servían en el plato cosas que aquellos que vivían en el campo tenían que cazar y despellejar.
—N-no, no pasa nada. —No quería que pensara que era una endeble. Al fin y al cabo, estaban en el Oeste. Era probable que allí los chicos aprendieran a disparar antes que a andar—. Me sorprendía, eso es todo. Al fin y al cabo —dijo, tratando de tranquilizarse a sí misma—, sabes muy bien cómo se utilizan.
—Claro —dijo Jonas, pisando el acelerador al ver que llegaban a una extensión abierta. La miró de reojo—. Pero se me dan mucho mejor los cuchillos.
* * * * * * * *
«Dos millones de dólares por la cabeza de ___________ Devaux».
El profesional resopló con desprecio al ver el mensaje de la pantalla. Decididamente, Santana estaba desquiciado.
El mundo entero estaba desquiciado.
Ya nada era como en los viejos tiempos, cuando el mundo estaba dividido entre los doce, tal vez quince, tipos duros. Hombres que reinaban con mano de hierro, tipos despiadados y decididos que nunca, jamás, se desquiciaban. Hombres con los que se podía contar que mantuvieran el control y que nunca enviarían mensajes lamentables como aquél desde la cárcel, clara muestra de debilidad.
Pagar un millón de dólares por un golpe ya era algo escandaloso, algo que iba en contra de las reglas.
Los golpes iban de los cien mil a los doscientos mil como mucho. El que se ofreciera más no significaba necesariamente que el golpe fuera a hacerse mejor; en todo caso, lo único que se conseguía era que los mentecatos que vivían bajo un puente salieran a probar suerte, interfiriendo en el camino de los profesionales y abarrotando el territorio. Ofrecer dos millones de dólares era algo de locos. Los hombres de antaño no lo habrían tolerado ni por un momento, estuvieran o no en Furrow's Island. Pero, al parecer, esos tiempos habían pasado y las tranquilas y mortales normas que habían gobernado el mundo estaban destrozadas.
Era una señal muy clara de que ya iba siendo hora de retirarse; sin duda alguna. Invertiría muy bien los dos millones de la recompensa de Santana. De todas formas, los matones como Santana desperdiciaban el dinero. No tenía la menor idea de para qué servía el dinero. Los hombres de antaño sabían muy bien que el dinero era una herramienta de precisión: un bisturí, no una porra.
El profesional se quedó mirando fijamente las ventanas del ático, que iban del suelo al techo, observando cómo se arremolinaban las nubes cargadas de tormenta. La vista era maravillosa, tal y como le había indicado la agente inmobiliaria. La mujer se había ido encantada con la compra, convencida de que las vistas habían sido decisivas para cerrar el trato. La hermosa y joven agente jamás habría imaginado que la venta se había llevado a cabo porque, salvo que apareciera un francotirador en helicóptero, el ático estaba fuera del campo de tiro de cualquiera.
La lluvia empezó a golpear el cristal blindado de las ventanas. El invierno llegaba pronto este año; iba siendo hora de deshacerse de ___________ Devaux y desaparecer en el Caribe.
El profesional ejercía una disciplina mental de lo más estricta cuando se centraba en una misión, pero por unos segundos, mientras el cielo se volvía gris y la lluvia se convertía en granizo, le fue fácil soñar despierto con su casita en la playa. A lo lejos, los edificios de oficinas empezaban a encender las luces temprano. Diez pisos más abajo, la gente corría a resguardarse de la lluvia y del viento que golpeaba sus chubasqueros y abrigos.
La casa de St. Lucía, que estaba en lo alto de un acantilado, miraba hacia una extensión de playa sin límites y de arena fina como el polvo. El agua era del mismo color que el cielo y se veía el fondo aun desde la distancia.
El profesional no se hacía demasiadas ilusiones con respecto a los habitantes de la isla. El Caribe estaba plagado de personajes extraños, evasores de impuestos en su gran mayoría, algunos de ellos hombres de negocios que habían caminado demasiado cerca de la cuerda floja. Gente que probablemente pagaría muy bien cualquier consejo sobre cómo mover divisas, sin hacer preguntas. Sería muy agradable, y lucrativo, proporcionarles algo de consejo. Iba a ser divertido tratar con gente cuyo dinero no viniera en maletines llenos de billetes pequeños.
Podía oír el viento a través de los gruesos ventanales, por lo que lo de fuera debía de ser un auténtico vendaval. Los rayos iluminaban el cielo y las nubes siguieron amontonándose, cada vez más grises.
El profesional se sirvió dos dedos de Calvados y contempló su futuro de playas de arena, atardeceres eternos y una vida de delincuencia mucho mejor.
* * * * * * * *
Jonas recordaba haber leído en algún sitio que los científicos habían descubierto por qué a algunas personas se las consideraba guapas. Era un juego de la mente, relacionado con la geometría. La belleza era simetría, era así de simple. Si los dos lados de la cara eran idénticos: ¡bingo! Estrella de cine o chica de portada.
Jonas miró un segundo a la mujer que había sentada a su lado. Tenía una de las paletas ligeramente rota y el arco de su ceja derecha era un poco más alto que el de la izquierda. Y, aun así, era asombrosa. No podía apartar los ojos de ella. Lo que demostraba que los científicos no tenían ni puñetera idea de nada.
Allá donde estuviera ___________*, el aire vibraba a su alrededor como un colibrí. Tenía un brillo especial, como si tuviera luz propia.
Menos mal que se sabía el camino hasta Rupert con los ojos cerrados, porque se distraía fácilmente con las emociones que se veían en su expresivo rostro, tan sincero y a todo color. Era tan exquisita, desde la perfección perlada de su piel con ligeros toques rosados a los profundos ojos color turquesa y las cejas color caoba perfectamente arqueadas.
___________ se acordó de pronto de todas las razones por las que vivía en la ciudad. Allí ibas a restaurantes con camareros encantadores que te servían en el plato cosas que aquellos que vivían en el campo tenían que cazar y despellejar.
—N-no, no pasa nada. —No quería que pensara que era una endeble. Al fin y al cabo, estaban en el Oeste. Era probable que allí los chicos aprendieran a disparar antes que a andar—. Me sorprendía, eso es todo. Al fin y al cabo —dijo, tratando de tranquilizarse a sí misma—, sabes muy bien cómo se utilizan.
—Claro —dijo Jonas, pisando el acelerador al ver que llegaban a una extensión abierta. La miró de reojo—. Pero se me dan mucho mejor los cuchillos.
* * * * * * * *
«Dos millones de dólares por la cabeza de ___________ Devaux».
El profesional resopló con desprecio al ver el mensaje de la pantalla. Decididamente, Santana estaba desquiciado.
El mundo entero estaba desquiciado.
Ya nada era como en los viejos tiempos, cuando el mundo estaba dividido entre los doce, tal vez quince, tipos duros. Hombres que reinaban con mano de hierro, tipos despiadados y decididos que nunca, jamás, se desquiciaban. Hombres con los que se podía contar que mantuvieran el control y que nunca enviarían mensajes lamentables como aquél desde la cárcel, clara muestra de debilidad.
Pagar un millón de dólares por un golpe ya era algo escandaloso, algo que iba en contra de las reglas.
Los golpes iban de los cien mil a los doscientos mil como mucho. El que se ofreciera más no significaba necesariamente que el golpe fuera a hacerse mejor; en todo caso, lo único que se conseguía era que los mentecatos que vivían bajo un puente salieran a probar suerte, interfiriendo en el camino de los profesionales y abarrotando el territorio. Ofrecer dos millones de dólares era algo de locos. Los hombres de antaño no lo habrían tolerado ni por un momento, estuvieran o no en Furrow's Island. Pero, al parecer, esos tiempos habían pasado y las tranquilas y mortales normas que habían gobernado el mundo estaban destrozadas.
Era una señal muy clara de que ya iba siendo hora de retirarse; sin duda alguna. Invertiría muy bien los dos millones de la recompensa de Santana. De todas formas, los matones como Santana desperdiciaban el dinero. No tenía la menor idea de para qué servía el dinero. Los hombres de antaño sabían muy bien que el dinero era una herramienta de precisión: un bisturí, no una porra.
El profesional se quedó mirando fijamente las ventanas del ático, que iban del suelo al techo, observando cómo se arremolinaban las nubes cargadas de tormenta. La vista era maravillosa, tal y como le había indicado la agente inmobiliaria. La mujer se había ido encantada con la compra, convencida de que las vistas habían sido decisivas para cerrar el trato. La hermosa y joven agente jamás habría imaginado que la venta se había llevado a cabo porque, salvo que apareciera un francotirador en helicóptero, el ático estaba fuera del campo de tiro de cualquiera.
La lluvia empezó a golpear el cristal blindado de las ventanas. El invierno llegaba pronto este año; iba siendo hora de deshacerse de ___________ Devaux y desaparecer en el Caribe.
El profesional ejercía una disciplina mental de lo más estricta cuando se centraba en una misión, pero por unos segundos, mientras el cielo se volvía gris y la lluvia se convertía en granizo, le fue fácil soñar despierto con su casita en la playa. A lo lejos, los edificios de oficinas empezaban a encender las luces temprano. Diez pisos más abajo, la gente corría a resguardarse de la lluvia y del viento que golpeaba sus chubasqueros y abrigos.
La casa de St. Lucía, que estaba en lo alto de un acantilado, miraba hacia una extensión de playa sin límites y de arena fina como el polvo. El agua era del mismo color que el cielo y se veía el fondo aun desde la distancia.
El profesional no se hacía demasiadas ilusiones con respecto a los habitantes de la isla. El Caribe estaba plagado de personajes extraños, evasores de impuestos en su gran mayoría, algunos de ellos hombres de negocios que habían caminado demasiado cerca de la cuerda floja. Gente que probablemente pagaría muy bien cualquier consejo sobre cómo mover divisas, sin hacer preguntas. Sería muy agradable, y lucrativo, proporcionarles algo de consejo. Iba a ser divertido tratar con gente cuyo dinero no viniera en maletines llenos de billetes pequeños.
Podía oír el viento a través de los gruesos ventanales, por lo que lo de fuera debía de ser un auténtico vendaval. Los rayos iluminaban el cielo y las nubes siguieron amontonándose, cada vez más grises.
El profesional se sirvió dos dedos de Calvados y contempló su futuro de playas de arena, atardeceres eternos y una vida de delincuencia mucho mejor.
* * * * * * * *
Jonas recordaba haber leído en algún sitio que los científicos habían descubierto por qué a algunas personas se las consideraba guapas. Era un juego de la mente, relacionado con la geometría. La belleza era simetría, era así de simple. Si los dos lados de la cara eran idénticos: ¡bingo! Estrella de cine o chica de portada.
Jonas miró un segundo a la mujer que había sentada a su lado. Tenía una de las paletas ligeramente rota y el arco de su ceja derecha era un poco más alto que el de la izquierda. Y, aun así, era asombrosa. No podía apartar los ojos de ella. Lo que demostraba que los científicos no tenían ni puñetera idea de nada.
Allá donde estuviera ___________*, el aire vibraba a su alrededor como un colibrí. Tenía un brillo especial, como si tuviera luz propia.
Menos mal que se sabía el camino hasta Rupert con los ojos cerrados, porque se distraía fácilmente con las emociones que se veían en su expresivo rostro, tan sincero y a todo color. Era tan exquisita, desde la perfección perlada de su piel con ligeros toques rosados a los profundos ojos color turquesa y las cejas color caoba perfectamente arqueadas.
♫ Laura Jonas ♥
Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA
Cuando reuniera el valor suficiente, le pediría que volviera a dejarse el pelo pelirrojo. De pelirroja, ___________*debía de ser absolutamente irresistible.
Menudo gilip.ollas era. Ni siquiera era capaz de reunir el valor suficiente para pedirle que no volviera a teñirse el pelo.
Probablemente se hubiera tirado a ___________*más veces durante aquella semana que a su mujer durante el tiempo que duró su matrimonio. Era cierto que aún no había explorado todo su cuerpo. No le había mostrado sus dotes con la lengua; jo.der, pero si no habían pasado de la postura del misionero. No creía poder saciarse nunca de ella lo suficiente como para ponerse a explorar nuevas formas. Pero sabía muy bien qué hacer para que se corriera y estaba deseando explorar, en algún momento en el futuro en el que no se muriera por metérsela inmediatamente, nuevas formas de hacerle el amor despacio. Sabía a qué sabían sus pezones, cómo eran los sexies gemidos que hacía cuando la foll.aba con fuerza, claro que tampoco es que la hubiera fol.lado de otra forma, las fuertes contracciones con que le agarraba cuando se corría...
Mier.da. Ya estaba otra vez empalmado. Menos mal que se había dejado la chaqueta puesta. «Piensa en otra cosa», se ordenó. Pero su mente volvía una y otra vez a ___________*. Se sentía más cerca de ella de lo que se hubiera sentido nunca con ninguna mujer. Mucho más cerca de lo que se había sentido con Melissa, eso seguro.
Jonas se preguntó con profunda inquietud si encontraría sus silencios ofensivos o extraños. Melissa siempre estaba quejándose de ello, pues le acusaba de ignorarla.
___________*era habladora. Normalmente eso le irritaba. Él era un solitario por carácter y por decisión propia, pero cuando hablaba de lo que había hecho en la semana, su adorable y suave voz le atraía sin remedio. Escucharla era una maravilla; era divertida y elocuente.
Luego, mientras la escuchaba hablar, se quedaba cada vez más sorprendido con las historias que le contaba de los habitantes de Simpson. ¿Habría dos pueblos distintos pero con el mismo nombre? ¿Cómo podía haber estado en los mismos sitios y a la misma hora que ella, y no haberse enterado de lo que pasaba a su alrededor? ¿Por qué sabía todo aquello? ¿Y por qué no lo sabía él?
Se enteró de que había algo llamado el «síndrome del nido vacío», que Maisie Kellogg lo padecía y que Beth Jensen lo había pasado también, hacía tiempo; también supo que Chuck Pedersen seguía deprimido por la muerte de Carly. Al escucharla hablar de la gente con la que él había crecido, se quedó sorprendido y algo triste. ¿Por qué a él nadie le decía nunca nada?
¿Dónde había estado él mientras sucedía todo aquello?
* * * * * * * * *
Al cabo de un rato, mientras Jonas la llevaba a través de ese desierto, ___________ pensó que no le hablaba porque era una mujer. Se pasó el viaje mirando fugazmente su duro y marcado rostro hasta que al final decidió que probablemente hablara igual de poco con los hombres.
No era la primera vez que se le ocurría que sabía de su cuerpo mucho más que lo que sabía de lo que pensaba. Era el polvo más intenso que hubiera tenido nunca, pero era incapaz de hacerle abrir la boca.
Normalmente no obligaba a nadie a que le hablara si no quería. Bueno, de acuerdo, prefería hablar a estar callada, pero aun así... había que respetar las decisiones de la gente. Pese a que fuera incapaz de comprender esas decisiones.
Pero ahora estaban fuera, en campo abierto. Allí no había nadie, sólo grandes extensiones de hierba. Y luego, peor aún, a unos pocos kilómetros de Simpson el paisaje cambiaba y atravesaron el corazón de un bosque donde los árboles, altos y espantosamente oscuros, bloqueaban el sol.
Él paisaje estaba tan vacío como su alma; como su vida.
Su vida. ___________ se esforzó por no pensar en qué iba a ser de su vida. Más tarde. Después del juicio, si conseguía llegar. No tendría una vida a la que volver.
Si es que volvía.
Sabía muy bien que su trabajo no le estaría esperando para cuando volviera. Sí, si el gobierno le diera la suficiente importancia, la compañía tal vez no la echara, pero le dejarían algún trabajo de poca monta, y no el trabajo de editora al que había conseguido llegar.
En el mundo de la empresa, nadie deja un agujero al irse. Las empresas eran como el océano: las olas cubrían los espacios vacíos, de manera que nunca sabrías si ahí había habido alguien.
Federico Fellini tenía otra familia ahora y, mientras le dieran raciones generosas y nadie le molestara, estaría encantado. Jean y Dora se acordarían de ella los sábados por la mañana, pero ya está. No había ningún hueco vacío en Boston esperando a que ella llegara a llenarlo. No había estado allí el tiempo suficiente para echar raíces. De hecho, nunca había estado el tiempo suficiente para echar raíces en ningún lado, pensó ___________ con tristeza.
Para bien o para mal, la vida que llevaba en Simpson era su vida ahora.
Se estremeció y apenas notó que Jonas se agachaba para encender la calefacción. No tenía frío fuera, sino dentro de su cuerpo. Se sentía fría, miserable y sola.
¿Quién sabía cuántos tipos la perseguían para matarla? Herbert Davis siempre intentaba tranquilizarla cuando llamaba, pero sabía que estaba preocupado. Preocupado por el caso, por el testimonio. Preocupado por que no consiguiera llegar.
Bueno, ella también lo estaba.
Aun así, seguro que mientras estaba en un coche en movimiento, y con Jonas, estaba a salvo. No necesitaba echar un vistazo al volante para saber que tenía manos grandes y competentes. Para saber que era alto y fuerte. Que parecía saber muy bien qué hacer en cualquier situación.
Si se les pinchara una rueda seguramente fuera capaz de levantar el coche con una cuerda que mantuviera entre los dientes y cambiar la rueda mientras ahuyentaba a los maleantes. Después de todo, era un soldado entrenado. Y para colmo, había un arma en la camioneta y Jonas había dicho que sabía cómo usarla.
Menudo gilip.ollas era. Ni siquiera era capaz de reunir el valor suficiente para pedirle que no volviera a teñirse el pelo.
Probablemente se hubiera tirado a ___________*más veces durante aquella semana que a su mujer durante el tiempo que duró su matrimonio. Era cierto que aún no había explorado todo su cuerpo. No le había mostrado sus dotes con la lengua; jo.der, pero si no habían pasado de la postura del misionero. No creía poder saciarse nunca de ella lo suficiente como para ponerse a explorar nuevas formas. Pero sabía muy bien qué hacer para que se corriera y estaba deseando explorar, en algún momento en el futuro en el que no se muriera por metérsela inmediatamente, nuevas formas de hacerle el amor despacio. Sabía a qué sabían sus pezones, cómo eran los sexies gemidos que hacía cuando la foll.aba con fuerza, claro que tampoco es que la hubiera fol.lado de otra forma, las fuertes contracciones con que le agarraba cuando se corría...
Mier.da. Ya estaba otra vez empalmado. Menos mal que se había dejado la chaqueta puesta. «Piensa en otra cosa», se ordenó. Pero su mente volvía una y otra vez a ___________*. Se sentía más cerca de ella de lo que se hubiera sentido nunca con ninguna mujer. Mucho más cerca de lo que se había sentido con Melissa, eso seguro.
Jonas se preguntó con profunda inquietud si encontraría sus silencios ofensivos o extraños. Melissa siempre estaba quejándose de ello, pues le acusaba de ignorarla.
___________*era habladora. Normalmente eso le irritaba. Él era un solitario por carácter y por decisión propia, pero cuando hablaba de lo que había hecho en la semana, su adorable y suave voz le atraía sin remedio. Escucharla era una maravilla; era divertida y elocuente.
Luego, mientras la escuchaba hablar, se quedaba cada vez más sorprendido con las historias que le contaba de los habitantes de Simpson. ¿Habría dos pueblos distintos pero con el mismo nombre? ¿Cómo podía haber estado en los mismos sitios y a la misma hora que ella, y no haberse enterado de lo que pasaba a su alrededor? ¿Por qué sabía todo aquello? ¿Y por qué no lo sabía él?
Se enteró de que había algo llamado el «síndrome del nido vacío», que Maisie Kellogg lo padecía y que Beth Jensen lo había pasado también, hacía tiempo; también supo que Chuck Pedersen seguía deprimido por la muerte de Carly. Al escucharla hablar de la gente con la que él había crecido, se quedó sorprendido y algo triste. ¿Por qué a él nadie le decía nunca nada?
¿Dónde había estado él mientras sucedía todo aquello?
* * * * * * * * *
Al cabo de un rato, mientras Jonas la llevaba a través de ese desierto, ___________ pensó que no le hablaba porque era una mujer. Se pasó el viaje mirando fugazmente su duro y marcado rostro hasta que al final decidió que probablemente hablara igual de poco con los hombres.
No era la primera vez que se le ocurría que sabía de su cuerpo mucho más que lo que sabía de lo que pensaba. Era el polvo más intenso que hubiera tenido nunca, pero era incapaz de hacerle abrir la boca.
Normalmente no obligaba a nadie a que le hablara si no quería. Bueno, de acuerdo, prefería hablar a estar callada, pero aun así... había que respetar las decisiones de la gente. Pese a que fuera incapaz de comprender esas decisiones.
Pero ahora estaban fuera, en campo abierto. Allí no había nadie, sólo grandes extensiones de hierba. Y luego, peor aún, a unos pocos kilómetros de Simpson el paisaje cambiaba y atravesaron el corazón de un bosque donde los árboles, altos y espantosamente oscuros, bloqueaban el sol.
Él paisaje estaba tan vacío como su alma; como su vida.
Su vida. ___________ se esforzó por no pensar en qué iba a ser de su vida. Más tarde. Después del juicio, si conseguía llegar. No tendría una vida a la que volver.
Si es que volvía.
Sabía muy bien que su trabajo no le estaría esperando para cuando volviera. Sí, si el gobierno le diera la suficiente importancia, la compañía tal vez no la echara, pero le dejarían algún trabajo de poca monta, y no el trabajo de editora al que había conseguido llegar.
En el mundo de la empresa, nadie deja un agujero al irse. Las empresas eran como el océano: las olas cubrían los espacios vacíos, de manera que nunca sabrías si ahí había habido alguien.
Federico Fellini tenía otra familia ahora y, mientras le dieran raciones generosas y nadie le molestara, estaría encantado. Jean y Dora se acordarían de ella los sábados por la mañana, pero ya está. No había ningún hueco vacío en Boston esperando a que ella llegara a llenarlo. No había estado allí el tiempo suficiente para echar raíces. De hecho, nunca había estado el tiempo suficiente para echar raíces en ningún lado, pensó ___________ con tristeza.
Para bien o para mal, la vida que llevaba en Simpson era su vida ahora.
Se estremeció y apenas notó que Jonas se agachaba para encender la calefacción. No tenía frío fuera, sino dentro de su cuerpo. Se sentía fría, miserable y sola.
¿Quién sabía cuántos tipos la perseguían para matarla? Herbert Davis siempre intentaba tranquilizarla cuando llamaba, pero sabía que estaba preocupado. Preocupado por el caso, por el testimonio. Preocupado por que no consiguiera llegar.
Bueno, ella también lo estaba.
Aun así, seguro que mientras estaba en un coche en movimiento, y con Jonas, estaba a salvo. No necesitaba echar un vistazo al volante para saber que tenía manos grandes y competentes. Para saber que era alto y fuerte. Que parecía saber muy bien qué hacer en cualquier situación.
Si se les pinchara una rueda seguramente fuera capaz de levantar el coche con una cuerda que mantuviera entre los dientes y cambiar la rueda mientras ahuyentaba a los maleantes. Después de todo, era un soldado entrenado. Y para colmo, había un arma en la camioneta y Jonas había dicho que sabía cómo usarla.
♫ Laura Jonas ♥
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