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Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Página 7 de 19. • 1 ... 6, 7, 8 ... 13 ... 19
Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA
Jimee Jonas <3 escribió:siguela
siguelaa
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Qiero cap :D
Pase de paguina (?
Invitado
Invitado
Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA
#MakeYouMine_KevinJonas escribió:Gracias por la bienvenida y por acordarte de mi :3siguela
Aunque no comente mucho... Soy lectora invisible pero siempre fiel :D
De es encuando me gusta comentra para que sepan que no me e ido ;)
Joseph, nunca cambiara (? Pero no pretendo que lo haga! :twisted:
Rafael y Fred me encantan :3 Amo a los perros (tengo 5 :B) y tambn los niNos y entre mas hermosos mejor :'D
siguela
siguela
siguela
siguela
siguela
siguela
siguela
siguela
siguela
siguela
siguela
siguela
siguela
Porfa!! :D:hug:
Claro que me acuerdo de ti :D
Nunca olvido a mis lectoras
Y no importa si casi no comentas
Lo importante es que a veces cojes un poco de tu tiempo para hacerlo :D
Aunque no dejes de comentar eh :D
♫ Laura Jonas ♥
Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA
Bueno chicas me han pasado de pagina :D
Aqui les dejo su capi
Aqui les dejo su capi
♫ Laura Jonas ♥
Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA
Capitulo 8
«Preliminares, preliminares, preliminares».
Jonas se repetía las palabras como si fueran un mantra mientras conducía de vuelta a Simpson y a ___________*, tras haber dejado a Rafael en el rancho. A lo mejor convendría que se golpeara la frente contra el volante para que la sangre le volviera a la cabeza y pudiera acordarse después.
«Preliminares, preliminares, preliminares».
No iba a alzar a ___________*, desnudarla, ponerla contra la pared y meterle la po.lla hasta el fondo.
No, no, no.
Iba a haber preliminares. Sí. Trató de grabarse la idea en la mente, mientras aún le funcionara.
Llevaba dos días enteros empalmado, lo que le valió un montón de miradas extrañas por parte de sus hombres mientras hacían la ronda por las cabañas de las colinas. Si su po.lla se tranquilizaba unos segundos, bastaba cualquier recuerdo... el pezón de ___________*, por ejemplo, y su sabor, o aquel instante eléctrico en que había metido la po.lla entre los prietos tejidos de su co.ño, abriéndolos... para que volviera a ponerse más dura que antes.
La noche anterior no había dormido, ni siquiera unos minutos. No había echado ni una cabezadita. Estaba entrenado para ello, claro; parte del entrenamiento de los SEAL incluía, estar despierto varios días seguidos, en aguas poco profundas, después de una larga caminata. Era un test de resistencia en el que se mezclaba el cansancio, con la incomodidad extrema y la falta de sueño. Había superado las sesiones de entrenamiento gracias a su fuerza de voluntad.
Pero esta falta de sueño no tenía nada que ver, era exclusivamente voluntaria. No es que no quisiera dormir, simplemente, cada vez que se tumbaba en la cama podía ver —casi podía sentir—, el suave cuerpo de ___________*. Sus piernas rodeándole las caderas, los pequeños pechos contra su pecho, su suave boca rozándole la oreja. Cuando cerraba los ojos en un vano intento de apartarlos, era capaz de oler su piel, con un ligero toque de rosas, el femenino y único olor de ___________*.
Así que llevaba dos noches sin pegar ojo, aunque no estaba cansado. Estaba hasta arriba de testosterona.
No podía hacer nada, no podía hacer uso de ningún juego mental para controlar su erección por las noches. En su vida normal A.M. (Antes de Melissa), había sufrido noches de insatisfacción durante su segundo año de instituto, tras haberse metido en las bragas de Lory Kendall. Desde entonces, siempre que estaba cachondo, siempre había habido alguna mujer cerca, en algún sitio. Sólo había que saber dónde buscar. Las únicas veces en que las mujeres no estuvieron disponibles fue porque estuviera completamente concentrado con los entrenamientos o hasta metido hasta las trancas en alguna misión peligrosa, tan ocupado luchando por mantener sus pelotas a salvo que no podía pensar en nada que implicara utilizarlas. Y, por supuesto, durante lo que duró su matrimonio, y un año después de que se fuera al garete, su po.lla permaneció tan tranquila entre sus piernas y dentro de los pantalones.
Ahora saltaba a la mínima de cambio, especialmente por las noches. La noche anterior estaba tumbado despierto, en su saco de dormir, sudando pese a lo frío que estaba el suelo y pensando una y otra vez en tirarse a ___________*como si se le hubiera rayado la película en la cabeza. Se habría hecho una paja, pero sus hombres se habrían dado cuenta de ello.
Normalmente tampoco pasaba nada por que lo hiciera. Las cabañas eran lo más parecido a los barracones que había entre los civiles, y los hombres se la machacaban en los barracones; era lo más normal del mundo. Ser soldado era un trabajo peligroso y solitario y si un hombre podía encontrar algo de alivio en su puño, nadie se lo echaría en cara.
Pero ni él ni sus hombres estaban en un campo de batalla, a miles de kilómetros de cualquier mujer dispuesta. Tenías todo tipo de mujeres disponibles, si estabas dispuesto a conducir hasta Rupert, Dead Horse o Boise. No tenía razón alguna para machacársela; sólo que su po.lla deseaba a ___________*y nada más que ___________*. No estaba allí, y exigía saber la razón.
Apenas había saciado su apetito follándose a ___________*una vez, y el haber tenido la po.lla metida dentro un par de minutos, hacía ya una hora, no contaba. En todo caso, le ponía mucho más. Había hecho muchas cosas difíciles a lo largo de su vida, pero sacársela cuando acababa de metérsela había sido la más difícil. Mientras ella aún se estaba corriendo.
Se merecía una jodida medalla.
El corazón de Jonas se puso a mil por hora cuando se acercó y vio la destartalada casita de ___________*. Habría querido aparcar justo enfrente e ir directamente hacia la puerta, pero se tomó su tiempo y pasó de largo, para una manzana más allá. Iba a dejar la camioneta allí toda la noche, aunque tendría que salir al alba para llegar a tiempo para las sesiones de entrenamiento de primera hora de la mañana.
Era un vano intento de proteger la reputación de ___________*, pese a que la mayor parte de los habitantes de Simpson sabía siempre qué hacía el resto.
Había oído decir que los profesores tenían una cláusula en sus contratos acerca de la «inmoralidad». Si hacían algo que fuera contra la moral de la comunidad, podían despedirlos.
Claro que el único que podía echarla era el director del colegio, Larry Janssen, primo segundo suyo. Y estaba seguro de que Larry no la despediría por acostarse con él; sino que estaría feliz de que Jonas echara un polvo por fin.
Aun así, lo que ___________*y él hicieran juntos no tenía por qué importarle a nadie más a ellos.
Jonas subió las escaleras del porche con la sangre hirviéndole en las venas, e hizo una mueca al oír el crujido. Ese escalón era el siguiente en su lista de arreglos. La puerta se abrió antes de que llamara y una ___________*sonriente apareció en el marco de la puerta. Tan preciosa como la recordaba, tan frágil y preciada. Y había abierto la puerta sin saber quién estaba al otro lado.
Eso le dejó helado.
—Has abierto la puerta —dijo, frunciendo el ceño con gesto de desaprobación.
Se le borró la sonrisa de la cara. Le miró, miró la puerta y volvió a mirarle a él.
—Ehh, sí, así es.
—No te he dicho quién era.
___________*puso los ojos en blanco.
—Jonas, te he oído llegar desde el camino y estaba esperándote; ¿quién iba a ser si no?
Cabronazos, drogadictos, violadores, asesinos en serie... ¡cualquiera cosa! Jonas tuvo una repentina y espantosa visión de ___________*herida, tal vez muerta; de pronto sintió un pánico atroz por lo que perdería si a ___________*le sucedía algo.
Jonas había tenido más de una visión intuitiva en su vida, impresiones sensoriales muy precisas de peligro. Una vez se había visto en el suelo, junto a la pared de un precipicio, con una cadera rota y el fémur destrozado. Se había visto a sí mismo con la pierna doblada en un ángulo muy poco natural, había sentido el dolor de los huesos rotos, mientras observaba cómo le salía la sangre a borbotones de una arteria cortada. Se había dejado llevar por la oscuridad mientras se desangraba. Le había puesto tan nervioso que había vuelto a comprobar el equipo y había descubierto una cuerda deshilachada que se le había pasado por alto antes.
En otra ocasión, había tenido la repentina visión de que él y sus hombres se encaminaban a una emboscada en la densa y calurosa jungla de una isla de Indonesia. Había alzado el puño, la señal de que se detuvieran, y su equipo se había quedado completamente quieto en su sitio. Permanecieron ocultos más de cuatro horas, sin moverse, sin respirar apenas y con el dedo en el gatillo. Justo cuando Jonas había empezado a pensar que su famosa intuición podía haberle fallado, se oyó una señal y veinte islamistas insurgentes salieron de sus agujeros camuflados. Su equipo los masacró. Si no hubiera detenido a sus hombres, habrían ido derechos a la emboscada.
Jonas había aprendido por las malas a confiar en sus instintos. No se trataba de ningún tipo de magia, y él no era ningún *****. Tenía unos sentidos muy agudos y le habían entrenado para ser muy buen observador. Cogía al vuelo las sutiles señales de peligro, que su subconsciente unía y le mandaba una señal de alarma en forma de visión.
Y eso era precisamente lo que acababa de tener. Una repentina y dolorosa visión en la que ___________*yacía en un charco de su propia sangre, sin vida, lejos de él para siempre. Algo en su subconsciente le decía que ___________*estaba en peligro. Podían hacerle daño. Podía morir.
No mientras él viviera.
Jonas entró en la casa, se quitó el sombrero y se acercó tanto a ___________*que ésta tuvo que echar la cabeza hacia atrás para verle. Estaba tocando su espacio personal y lo sabía, pero quería grabarle bien en la cabeza lo que tenía que decirle.
—No vuelvas a abrir esa puerta sin saber antes quién está al otro lado, ¿está claro? —El tono de su voz era brusco, duro, era el tono que usaba con sus hombres. El ser humano recuerda lo que aprende por las malas, especialmente en lo que se refiere al dolor. Así es como nos han programado. ___________*tenía que acordarse de lo que le estaba diciendo, así que usó su tono más áspero para asegurarse de que así fuera.
La sonrisa de ___________*desapareció y lo lamentó, pero no lo suficiente para dejar de llegar a donde quería.
—Sí, Jonas —murmuró, buscando su mirada—. Tienes razón, ha sido una tontería.
—Mañana pondré una mirilla y otro cerrojo en la puerta de atrás. Hay que poner alarmas en las ventanas.
—Sí, Jonas.
—Quiero que estés a salvo. —Las palabras salieron de lo más profundo de su pecho, posiblemente de algún punto cercano a donde debería estar su corazón, si lo tuviera.
___________*se estremeció y perdió el color. *******, la estaba asustando. «Hora de dejarlo, Jonas». La mujer más guapa y deseable del mundo quería acostarse con él, y él se dedicaba a asustarla.
No podía evitarlo.
—Prométeme que no volverás a hacerlo.
—Te lo prometo. —Fue un susurro tembloroso, sus asombrosos ojos turquesa se ensancharon. Alzó una mano y la apoyó contra el pecho de Jonas, sobre su corazón—. Créeme, te lo prometo.
Las palabras se amontonaron en la cabeza de Jonas; había tantas que no conseguía decir ninguna. No conseguía apartar de su cabeza la imagen de ___________*herida.
La imagen hizo que le hirviera la sangre, y se dio cuenta de que mataría con tal de mantenerla a salvo.
Jonas metió las manos entre el pelo de ___________*y se inclinó para besarla. Su boca era suave, acogedora, tal y como sabía que sería su co.ño. Estaba lista. Su cuerpo entero se lo decía. La forma en que recibió la lengua de Jonas, abriendo la boca aún más para saborearla mejor. La forma en que se retorció contra él para permitir que le tocara donde pudiera. La forma en que le agarró los hombros con las manos.
Su pequeño co.ño estaría húmedo y caliente, como había estado hacía una hora. Lo sabía con la misma seguridad con que sabía su nombre.
La idea de ello, de que ya estuviera húmeda y suave, aguardándole, le puso a mil.
Jonas la alzó en volandas y la llevó al dormitorio. El simple hecho de llegar a la cama le exigía un esfuerzo por controlarse, porque lo que de verdad quería hacer era tirarla al suelo, ahí, donde estaban, y abrirle la ropa lo suficiente para meterle la po.lla y empezar a moverse con fuerza y rápido.
Pero el suelo estaba frío y era duro, y el pesaba mucho. Necesitaban una cama. Se la llevó al dormitorio, quitándole el jersey y el sujetador antes de caer en la cama sin dejar de besarla. Se movía frenéticamente ahora, confiando en no herirla con las manos. Menos mal que llevaba falda; se la levantó y le arrancó las medias y las braguitas, al tiempo que se desabrochaba la cremallera del pantalón. Jonas indagó en las profundidades de su boca mientras le recorría los muslos rápidamente con una mano y, con la otra, le abría las piernas.
Estaba húmeda y gimió contra su boca cuando le tocó el co.ño. Suave, cálido y acogedor, igual que su boca.
Jonas gruñó mientras la mantenía abierta con dos dedos y sintió que todo su cuerpo se estremecía cuando empujó con fuerza para metérsela.
«¡*******!».
Se mantuvo profundamente dentro de ella y se apoyó en los antebrazos. Sus miradas se encontraron. Las pupilas se le habían agrandado de la excitación, y tal vez del susto, de modo que ahora no quedaba más que un borde turquesa a su alrededor. Tenía la boca húmeda e hinchada.
—Preliminares —jadeó. Se había olvidado por completo.
___________*tiró de los músculos del cuello de Jonas hasta que la boca de él estuvo junto a la suya.
—Después —susurró, y le besó.
«Preliminares, preliminares, preliminares».
Jonas se repetía las palabras como si fueran un mantra mientras conducía de vuelta a Simpson y a ___________*, tras haber dejado a Rafael en el rancho. A lo mejor convendría que se golpeara la frente contra el volante para que la sangre le volviera a la cabeza y pudiera acordarse después.
«Preliminares, preliminares, preliminares».
No iba a alzar a ___________*, desnudarla, ponerla contra la pared y meterle la po.lla hasta el fondo.
No, no, no.
Iba a haber preliminares. Sí. Trató de grabarse la idea en la mente, mientras aún le funcionara.
Llevaba dos días enteros empalmado, lo que le valió un montón de miradas extrañas por parte de sus hombres mientras hacían la ronda por las cabañas de las colinas. Si su po.lla se tranquilizaba unos segundos, bastaba cualquier recuerdo... el pezón de ___________*, por ejemplo, y su sabor, o aquel instante eléctrico en que había metido la po.lla entre los prietos tejidos de su co.ño, abriéndolos... para que volviera a ponerse más dura que antes.
La noche anterior no había dormido, ni siquiera unos minutos. No había echado ni una cabezadita. Estaba entrenado para ello, claro; parte del entrenamiento de los SEAL incluía, estar despierto varios días seguidos, en aguas poco profundas, después de una larga caminata. Era un test de resistencia en el que se mezclaba el cansancio, con la incomodidad extrema y la falta de sueño. Había superado las sesiones de entrenamiento gracias a su fuerza de voluntad.
Pero esta falta de sueño no tenía nada que ver, era exclusivamente voluntaria. No es que no quisiera dormir, simplemente, cada vez que se tumbaba en la cama podía ver —casi podía sentir—, el suave cuerpo de ___________*. Sus piernas rodeándole las caderas, los pequeños pechos contra su pecho, su suave boca rozándole la oreja. Cuando cerraba los ojos en un vano intento de apartarlos, era capaz de oler su piel, con un ligero toque de rosas, el femenino y único olor de ___________*.
Así que llevaba dos noches sin pegar ojo, aunque no estaba cansado. Estaba hasta arriba de testosterona.
No podía hacer nada, no podía hacer uso de ningún juego mental para controlar su erección por las noches. En su vida normal A.M. (Antes de Melissa), había sufrido noches de insatisfacción durante su segundo año de instituto, tras haberse metido en las bragas de Lory Kendall. Desde entonces, siempre que estaba cachondo, siempre había habido alguna mujer cerca, en algún sitio. Sólo había que saber dónde buscar. Las únicas veces en que las mujeres no estuvieron disponibles fue porque estuviera completamente concentrado con los entrenamientos o hasta metido hasta las trancas en alguna misión peligrosa, tan ocupado luchando por mantener sus pelotas a salvo que no podía pensar en nada que implicara utilizarlas. Y, por supuesto, durante lo que duró su matrimonio, y un año después de que se fuera al garete, su po.lla permaneció tan tranquila entre sus piernas y dentro de los pantalones.
Ahora saltaba a la mínima de cambio, especialmente por las noches. La noche anterior estaba tumbado despierto, en su saco de dormir, sudando pese a lo frío que estaba el suelo y pensando una y otra vez en tirarse a ___________*como si se le hubiera rayado la película en la cabeza. Se habría hecho una paja, pero sus hombres se habrían dado cuenta de ello.
Normalmente tampoco pasaba nada por que lo hiciera. Las cabañas eran lo más parecido a los barracones que había entre los civiles, y los hombres se la machacaban en los barracones; era lo más normal del mundo. Ser soldado era un trabajo peligroso y solitario y si un hombre podía encontrar algo de alivio en su puño, nadie se lo echaría en cara.
Pero ni él ni sus hombres estaban en un campo de batalla, a miles de kilómetros de cualquier mujer dispuesta. Tenías todo tipo de mujeres disponibles, si estabas dispuesto a conducir hasta Rupert, Dead Horse o Boise. No tenía razón alguna para machacársela; sólo que su po.lla deseaba a ___________*y nada más que ___________*. No estaba allí, y exigía saber la razón.
Apenas había saciado su apetito follándose a ___________*una vez, y el haber tenido la po.lla metida dentro un par de minutos, hacía ya una hora, no contaba. En todo caso, le ponía mucho más. Había hecho muchas cosas difíciles a lo largo de su vida, pero sacársela cuando acababa de metérsela había sido la más difícil. Mientras ella aún se estaba corriendo.
Se merecía una jodida medalla.
El corazón de Jonas se puso a mil por hora cuando se acercó y vio la destartalada casita de ___________*. Habría querido aparcar justo enfrente e ir directamente hacia la puerta, pero se tomó su tiempo y pasó de largo, para una manzana más allá. Iba a dejar la camioneta allí toda la noche, aunque tendría que salir al alba para llegar a tiempo para las sesiones de entrenamiento de primera hora de la mañana.
Era un vano intento de proteger la reputación de ___________*, pese a que la mayor parte de los habitantes de Simpson sabía siempre qué hacía el resto.
Había oído decir que los profesores tenían una cláusula en sus contratos acerca de la «inmoralidad». Si hacían algo que fuera contra la moral de la comunidad, podían despedirlos.
Claro que el único que podía echarla era el director del colegio, Larry Janssen, primo segundo suyo. Y estaba seguro de que Larry no la despediría por acostarse con él; sino que estaría feliz de que Jonas echara un polvo por fin.
Aun así, lo que ___________*y él hicieran juntos no tenía por qué importarle a nadie más a ellos.
Jonas subió las escaleras del porche con la sangre hirviéndole en las venas, e hizo una mueca al oír el crujido. Ese escalón era el siguiente en su lista de arreglos. La puerta se abrió antes de que llamara y una ___________*sonriente apareció en el marco de la puerta. Tan preciosa como la recordaba, tan frágil y preciada. Y había abierto la puerta sin saber quién estaba al otro lado.
Eso le dejó helado.
—Has abierto la puerta —dijo, frunciendo el ceño con gesto de desaprobación.
Se le borró la sonrisa de la cara. Le miró, miró la puerta y volvió a mirarle a él.
—Ehh, sí, así es.
—No te he dicho quién era.
___________*puso los ojos en blanco.
—Jonas, te he oído llegar desde el camino y estaba esperándote; ¿quién iba a ser si no?
Cabronazos, drogadictos, violadores, asesinos en serie... ¡cualquiera cosa! Jonas tuvo una repentina y espantosa visión de ___________*herida, tal vez muerta; de pronto sintió un pánico atroz por lo que perdería si a ___________*le sucedía algo.
Jonas había tenido más de una visión intuitiva en su vida, impresiones sensoriales muy precisas de peligro. Una vez se había visto en el suelo, junto a la pared de un precipicio, con una cadera rota y el fémur destrozado. Se había visto a sí mismo con la pierna doblada en un ángulo muy poco natural, había sentido el dolor de los huesos rotos, mientras observaba cómo le salía la sangre a borbotones de una arteria cortada. Se había dejado llevar por la oscuridad mientras se desangraba. Le había puesto tan nervioso que había vuelto a comprobar el equipo y había descubierto una cuerda deshilachada que se le había pasado por alto antes.
En otra ocasión, había tenido la repentina visión de que él y sus hombres se encaminaban a una emboscada en la densa y calurosa jungla de una isla de Indonesia. Había alzado el puño, la señal de que se detuvieran, y su equipo se había quedado completamente quieto en su sitio. Permanecieron ocultos más de cuatro horas, sin moverse, sin respirar apenas y con el dedo en el gatillo. Justo cuando Jonas había empezado a pensar que su famosa intuición podía haberle fallado, se oyó una señal y veinte islamistas insurgentes salieron de sus agujeros camuflados. Su equipo los masacró. Si no hubiera detenido a sus hombres, habrían ido derechos a la emboscada.
Jonas había aprendido por las malas a confiar en sus instintos. No se trataba de ningún tipo de magia, y él no era ningún *****. Tenía unos sentidos muy agudos y le habían entrenado para ser muy buen observador. Cogía al vuelo las sutiles señales de peligro, que su subconsciente unía y le mandaba una señal de alarma en forma de visión.
Y eso era precisamente lo que acababa de tener. Una repentina y dolorosa visión en la que ___________*yacía en un charco de su propia sangre, sin vida, lejos de él para siempre. Algo en su subconsciente le decía que ___________*estaba en peligro. Podían hacerle daño. Podía morir.
No mientras él viviera.
Jonas entró en la casa, se quitó el sombrero y se acercó tanto a ___________*que ésta tuvo que echar la cabeza hacia atrás para verle. Estaba tocando su espacio personal y lo sabía, pero quería grabarle bien en la cabeza lo que tenía que decirle.
—No vuelvas a abrir esa puerta sin saber antes quién está al otro lado, ¿está claro? —El tono de su voz era brusco, duro, era el tono que usaba con sus hombres. El ser humano recuerda lo que aprende por las malas, especialmente en lo que se refiere al dolor. Así es como nos han programado. ___________*tenía que acordarse de lo que le estaba diciendo, así que usó su tono más áspero para asegurarse de que así fuera.
La sonrisa de ___________*desapareció y lo lamentó, pero no lo suficiente para dejar de llegar a donde quería.
—Sí, Jonas —murmuró, buscando su mirada—. Tienes razón, ha sido una tontería.
—Mañana pondré una mirilla y otro cerrojo en la puerta de atrás. Hay que poner alarmas en las ventanas.
—Sí, Jonas.
—Quiero que estés a salvo. —Las palabras salieron de lo más profundo de su pecho, posiblemente de algún punto cercano a donde debería estar su corazón, si lo tuviera.
___________*se estremeció y perdió el color. *******, la estaba asustando. «Hora de dejarlo, Jonas». La mujer más guapa y deseable del mundo quería acostarse con él, y él se dedicaba a asustarla.
No podía evitarlo.
—Prométeme que no volverás a hacerlo.
—Te lo prometo. —Fue un susurro tembloroso, sus asombrosos ojos turquesa se ensancharon. Alzó una mano y la apoyó contra el pecho de Jonas, sobre su corazón—. Créeme, te lo prometo.
Las palabras se amontonaron en la cabeza de Jonas; había tantas que no conseguía decir ninguna. No conseguía apartar de su cabeza la imagen de ___________*herida.
La imagen hizo que le hirviera la sangre, y se dio cuenta de que mataría con tal de mantenerla a salvo.
Jonas metió las manos entre el pelo de ___________*y se inclinó para besarla. Su boca era suave, acogedora, tal y como sabía que sería su co.ño. Estaba lista. Su cuerpo entero se lo decía. La forma en que recibió la lengua de Jonas, abriendo la boca aún más para saborearla mejor. La forma en que se retorció contra él para permitir que le tocara donde pudiera. La forma en que le agarró los hombros con las manos.
Su pequeño co.ño estaría húmedo y caliente, como había estado hacía una hora. Lo sabía con la misma seguridad con que sabía su nombre.
La idea de ello, de que ya estuviera húmeda y suave, aguardándole, le puso a mil.
Jonas la alzó en volandas y la llevó al dormitorio. El simple hecho de llegar a la cama le exigía un esfuerzo por controlarse, porque lo que de verdad quería hacer era tirarla al suelo, ahí, donde estaban, y abrirle la ropa lo suficiente para meterle la po.lla y empezar a moverse con fuerza y rápido.
Pero el suelo estaba frío y era duro, y el pesaba mucho. Necesitaban una cama. Se la llevó al dormitorio, quitándole el jersey y el sujetador antes de caer en la cama sin dejar de besarla. Se movía frenéticamente ahora, confiando en no herirla con las manos. Menos mal que llevaba falda; se la levantó y le arrancó las medias y las braguitas, al tiempo que se desabrochaba la cremallera del pantalón. Jonas indagó en las profundidades de su boca mientras le recorría los muslos rápidamente con una mano y, con la otra, le abría las piernas.
Estaba húmeda y gimió contra su boca cuando le tocó el co.ño. Suave, cálido y acogedor, igual que su boca.
Jonas gruñó mientras la mantenía abierta con dos dedos y sintió que todo su cuerpo se estremecía cuando empujó con fuerza para metérsela.
«¡*******!».
Se mantuvo profundamente dentro de ella y se apoyó en los antebrazos. Sus miradas se encontraron. Las pupilas se le habían agrandado de la excitación, y tal vez del susto, de modo que ahora no quedaba más que un borde turquesa a su alrededor. Tenía la boca húmeda e hinchada.
—Preliminares —jadeó. Se había olvidado por completo.
___________*tiró de los músculos del cuello de Jonas hasta que la boca de él estuvo junto a la suya.
—Después —susurró, y le besó.
♫ Laura Jonas ♥
Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA
Como se que el capi no es tan...HOT como se lo esperaban les dejo aqui el capi 9
Disfrutenlo!!!!
Ahi tuvieron una MARATON!!!!!!!!
Disfrutenlo!!!!
Ahi tuvieron una MARATON!!!!!!!!
♫ Laura Jonas ♥
Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA
Capitulo 9
—Toma, querida —le dijo el día siguiente Loren Jensen, el tendero, a su mujer—, puedes empezar a meter esto en bolsas. —Pasó los productos muy despacio, pero ___________ no se impacientó.
A decir verdad, casi empezaba a... bueno... a gustarle el ritmo propio de Simpson. Algo bueno, por otro lado, pues los Jensen debían de ser los tenderos más tranquilos de todo Estados Unidos.
En Boston se habría puesto a tamborilear y a mirar constantemente el reloj si la cajera del supermercado se hubiera movido con la lentitud de Loren.
Le parecía que había pasado una eternidad desde la última vez que tamborileara los dedos sobre el volante, aguardando a que el semáforo se pusiera en verde, o desde que aguardara impacientemente su turno en la cola del banco. En Simpson no había razón para hacer eso, pues con ello no conseguiría que nadie fuera más rápido y, de todas formas, ¿qué prisa había? Ni ella ni el resto tenían otra cosa que hacer.
Le recordaba a algunos de los sitios en los que había vivido con sus padres siendo una niña. Antes de que el trabajo de su padre les llevara a París y Londres, habían vivido en un pueblecito a las afueras de Dublín y en un pueblo cerca de Ámsterdam. Había vivido la mayoría de su infancia al ritmo de los pueblecitos y casi lo había olvidado. Hasta que llegó a Simpson.
«Soy una verdadera Devaux», pensó con ironía. Se atrincheraba, tratando de amoldarse cuanto pudiera, antes de volver a mudarse.
Hacer la compra en la tienda de los Jensen se estaba convirtiendo en un agradable ritual. Loren y Beth eran encantadores, parecían la típica pareja de abueletes. Loren era alto y delgado, mientras que Beth era bajita y rechoncha. Recordaba un poco a la mujer del granjero de Babe, el cerdito valiente.
Cada vez que ___________ pedía algo que no tenían en el almacén, como algún pan integral especial, yogures griegos o pasta hecha de trigo duro, lo apuntaban y se lo pedían a algún mayorista de Rupert.
—...yogur, leche, huevos, pan; ¿sabes que desde que empezaste a pedir el pan de harina de avena, cada vez lo compra más gente? —Loren le sonrió y se giró hacia su mujer—: ¿A que sí, querida?
—Así es. La semana que viene vamos a pedir pan de salvado. Y también hemos vendido todos los yogures griegos esos que pediste. No eres nuestra mejor clienta, porque comes menos que un pajarito, ___________*, pero eres la más lista de todas. —Beth Jensen le sonrió—. ¿Tienes todo lo que necesitas? —Entrecerró los ojos y se mordió el labio mientras echaba un vistazo a las estanterías de la tienda.
___________ se preguntaba si estaría viendo la tienda por lo que era, o si llevaba tanto tiempo allí que se había vuelto invisible, como esas mujeres incapaces de ver cómo tienen el salón; las telas desgastadas, los muebles arañados y la tapicería destrozada de una casa en la que la joven esposa veía a sus hijos crecer sin darse cuenta de que para su casa también pasaban los años.
La tienda era pequeña, más ancha que larga y un escaparate con expositores decolorados por el sol que ___________ no había visto que cambiaran en el tiempo que llevaba en Simpson. A decir verdad, la tienda entera parecía no haber cambiado desde los tiempos en que Eisenhower era presidente.
Se oyó un tintineó y ___________ se dio la vuelta. El alcalde y propietario del Emporio de Ferreterías Kellogg entró. Glenn Kellogg era un hombre panzudo de edad media. Solía blandir una enorme sonrisa y saludaba efusivamente a todo el mundo. El día en que conoció a ___________, se mostró especialmente bullicioso. Según Beth, se debía a que era la primera persona en cinco años que se mudaba a vivir a Simpson, y a Glenn le gustaba pensar que era la primera de un montón que estaban por venir. A ___________ le divertía su vociferante simpatía. Era inofensivo, si no se tenían en cuenta su retahíla sin fin de chistes verdaderamente malos. Se preparó para escuchar uno de ellos, pero vio que estaba pálido y parecía alicaído.
—Hola, Glenn —dijo.
Glenn asintió con los labios apretados. A ___________ le pareció que no le había reconocido siquiera.
Loren estaba apuntando el nuevo pedido de ___________: pan de pita y tomates italianos. Alzó la vista con una sonrisa.
—Ey, Glenn.
—Ey, Loren. —Gleen esbozó una sonrisa a su vez, pero el tono de su voz era apagado y carecía de su exaltación habitual.
—¿Estás bien? —preguntó Loren.
—Sí, sí. Bien. —Glenn no parecía estar bien. ___________ pudo ver que le temblaba la mano al sacar una hoja de papel del bolsillo de la camisa y desdoblarla poco a poco. Aun cuando por fin la tuvo completamente estirada, siguió mirándola con gesto inexpresivo, como si se le olvidara lo que estuviera leyendo.
—¿Cómo va el negocio? —Loren le miraba con curiosidad.
—Bien. —Glenn dejó caer la hoja en el mostrador y miró a su alrededor, como si le sorprendiera estar donde estaba.
—¿Y los chicos? ¿Qué tal les va en la universidad?
—Sí, sí —dijo Glenn con voz apagada—. Les va bien.
—¿El estado de Idaho va bien?
—Mmm. —Se tocó el estómago distraídamente.
—¿Y tu úlcera?
—Bien. —Glenn se pasó la mano por la cabeza, despeinándose por completo—. Está bien.
Loren parecía confundido y se mordió el labio.
—Bueno, qué... ¿vas a ensañarme esa lista?
—¿Qué lista? —Glenn bajó la vista, sorprendido, hacia el papel que tenía sobre el mostrador de linóleo—. Ah, sí. Toma. —Se la tendió a Loren.
—¿Qué tal está Maisie, Loren? —preguntó Beth con voz amable.
—Ah... bien —respondió éste— Está... no. —Miró a Beth con pesar—. No, no está bien. No está nada bien. No puede... no quiere... ¡joder! —Glenn soltó el aire con fuerza, frustrado, y los ojos se le humedecieron.
—No pasa nada, Glenn. Tranquilízate. —Beth se acercó y le puso una mano en los hombros—. ¿Qué es lo que no puede hacer?
—Nada. —Glenn se giró hacia Beth miserablemente—. Ya no puede hacer nada. O no quiere, no sabría decírtelo. Lo único que sé es que la mayoría de las veces ni siquiera sale de la cama en toda la mañana, y cuando lo hace no se molesta en vestirse. Lleva así desde septiembre, desde que el pequeño comenzó en la universidad. Lo único que hace es quedarse mirando fijamente la pared y decir que ya nada le importa.
—Yo estuve un tiempo algo deprimida cuando nuestra Karen se casó. —Beth le puso una mano en el hombro—. Fue horrible. Era como si mi vida se hubiera... detenido. Luego me recetaron unas medicinas contra la depresión y empecé a sentirme algo mejor, pero sólo porque estaba todo el tiempo grogui. La verdad es que no me importaba si estaba triste o no.
—¿Deprimida? —Glenn miró a Beth con inquietud, y luego a Loren—. ¿Eso es lo que es? ¿Una depresión? ¿Pero por qué iba a estar deprimida? —Incluyó a ___________ en la mirada que les lanzó con los ojos del azul de Simpson húmedos y dolidos—. ¿Qué? —Alargó las manos como suplicando—. Nuestro matrimonio es maravilloso. Quiero a Maisie, siempre la he querido. Tenemos dos chicos maravillosos. Tenemos buena salud, todos, los chicos también. ¿Qué más quiere? ¿Qué otra cosa podría querer? —Se giró hacia Loren, luego hacia Beth y después hacia ___________—. ¿Eh?
Loren se encogió de hombros y evadió la mirada de Glenn, Claramente incómodo con las preguntas y con los sentimientos que desprendía Glenn a borbotones.
Beth y ___________ se miraron con gesto de: «Hombres... ¡no tienen ni idea!».
___________ dio un paso hacia atrás para que Beth se encargara de ayudarle. Glenn parecía completamente perdido.
___________ se había encontrado un par de veces con Maisie Kellogg. Ahora que lo pensaba, hacía al menos dos semanas que no veía a Maisie por ahí.
—Hombre, Glenn. —Beth apretó los dientes—. No estoy muy segura de que todo en la vida funcione así.
—¿Cómo? —preguntó Glenn.
—Eso. —Loren miró a su mujer con curiosidad—. ¿Cómo?
—Toma, querido. Encárgate de esto, ¿quieres? Creo que Glenn necesita hablar con alguien. —Beth empujó las cosas de ___________ hacia su marido—. Mira, Glenn, el hecho de que tú y los chicos estéis bien no tiene por qué significar que Maisie esté bien.
—Pero... pero no pasa nada. —Glenn alzó las manos, confuso.
—Glenn. —Beth tomó aire con fuerza y lo soltó poco a poco. ¿Te acuerdas del '79, cuando la tienda se quemó y Maisie estaba embarazada de Rosie?
—Claro —dijo Glenn, sonriendo débilmente—. Maisie era como una piedra. Montó una cocina sobre la marcha para dar de comer a los que luchaban por apagar las llamas y, después, a los que reconstruyeron la tienda. Se negó a dar a luz hasta que la tienda estuvo terminada. —Sacudió la cabeza con admiración—. Rosie nació doce horas después de que amartillaran el último clavo.
—¿Y de la vez que pensabas que te estaba dando un ataque al corazón pero los médicos descubrieron que no era más que una hernia hiatal?
—Sí, claro. —Glenn frunció el ceño—. Maisie me llevó hasta Boise a pesar de la nevada que estaba cayendo, y no me dejo solo hasta que los médicos nos dijeron que estaba bien. —Suspiró frustrado—. Pero a eso es a lo que me refiero, Beth. Maisie y yo hemos pasado por un montón de cosas. Hemos superado momentos malos y baches horrorosos, pero siempre hemos salido adelante. ¿Qué pasa ahora?
—Creo —dijo Beth con suavidad—... Creo que el problema es que ya nadie la necesita. Los chicos son mayores, corre el rumor de que estás pensando en vender el negocio... —Le miró con curiosidad.
—Es cierto. —Glenn miró a Beth con gesto de culpabilidad, y luego a Loren. Si la única ferretería que había en el pueblo cerraba, las cosas se iban a poner algo más complicadas para los habitantes de Simpson—. El pueblo parecer estar haciéndose cada vez más pequeño y cada año nuestros ingresos son menores. Además, nuestro Lee no tiene ninguna intención de seguir con el negocio. Quiere ser profesor de historia, ¿qué te parece? Es una verdadera lástima. Ferreterías Kellogg lleva en pie desde 1938; la fundó mi abuelo. Seguiré un año más, tal vez dos, pero si las cosas no mejoran, me veré obligado a cerrarlo. —Encogió los hombros—. Supongo que así es la vida.
—Pero mientras tanto tienes tu negocio, y tus cosas: la caza en otoño. —Beth miró con gesto de desaprobación a Glenn y a Loren—. Las partidas de póquer del viernes por la noche.
Los dos hombres se revolvieron incómodos.
—¿Y qué tiene Maisie? —continuó—. Hasta ahora tenía que cuidar de ti, porque tenías la tienda. Y de los chicos. Pero ahora...
—Yo la necesito —protestó Glenn—. Sigo necesitándola.
—No, no es verdad. —La voz de Beth era suave—. Tú y los chicos la necesitabais antes, pero ya no. Ahora tiene... tiene que hacer algo por ella misma.
—¿Pero el qué? Has dicho antes que pasaste por lo mismo. ¿Qué hiciste?
—Empecé a ayudar a Loren con la tienda. —Beth miró a su alrededor con gesto de disgusto—. Aunque nadie diría que una mujer trabaja aquí.
—¿Trabajar en la tienda? —Glenn tamborileó un dedo sobre la barbilla, pensando, antes de sacudir la cabeza—. Nooo. Maisie odia las herramientas.
—Hombre, no tiene por qué estar con las herramientas —dijo Beth—. Puede ser cualquier cosa. ¿Qué le gusta hacer a Beth?
♫ Laura Jonas ♥
Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA
—No lo sé, de verdad. Nunca... —empezó a decir Glenn; de pronto se le iluminó el rostro—. Cocinar. Le gusta cocinar. Es una cocinera maravillosa. Sabe todo lo que hay que saber acerca de la comida y esas cosas. ¿Qué tal si Loren y tú...?
—Lo siento, Glenn. —Loren había acabado de llenar una bolsa de plástico con las cosas que había en la lista—. Apenas llegamos a fin de mes como estamos. Ya sabes cómo va la economía local desde hace un par de años. Puede que nosotros también acabemos cerrando; a ninguno de nuestros hijos le atrae la idea de continuar con el negocio. —Suspiró—. Ni siquiera quieren quedarse en Simpson. Ningún joven quiere. De aquí a diez años Simpson será una ciudad fantasma, ya verás. Será mejor que le busques a Maisie trabajo en otro sitio.
—Ya, claro. —Glenn hundió los hombros—. Como si eso fuera posible por aquí. —Pagó lo que había comprado y cogió la bolsa—. Muchas gracias por escucharme. Beth. Loren. —Asintió en dirección a ___________—. Señorita Anderson.
Beth le acompañó hasta la puerta y le dio unas palmaditas en el hombro.
—Dale un beso a Maisie de mi parte; dile que me llame si necesita hablar con alguien. —Le observó mientras se alejaba, se encogió de hombros y se volvió con gesto de haber hecho lo que tenía que hacer.
—Gracias por ser tan paciente —le dijo a ___________—. Ahora mismo pido lo que querías.
—No pasa nada —dijo ___________ con suavidad—. Mi madre tuvo una depresión de caballo cuando yo tenía quince años. Me asusté mucho. —Hasta que abrió la boca, ___________ ni siquiera sabía que iba a decir aquello.
—¿Ah, sí? —Beth la miró con gesto amable—. Mis hijos también se asustaron cuando estuve deprimida, pero no podía evitarlo. ¿Y cómo consiguió superarlo tu madre?
—Se... —Fue cuando ___________ tenía quince años. A su padre le enviaron de pronto de París a Riyadh. A su madre le encantaba París y odiaba Arabia Saudí; odiaba las humillantes restricciones que imponían a las mujeres, y aquella sociedad estricta, inculta y dominada por los hombres. Entonces, un sábado, su padre se encontró con su madre y con las mujeres del embajador, del agregado cultural y del que se decía que era un oficial de la CIA, conduciendo por el gigantesco recinto de la embajada, puesto que no se les permitía conducir por ningún otro sitio, achispadas por haber bebido demasiado oporto del que la mujer del embajador había introducido en el país en las valijas diplomáticas, y cantando a pleno pulmón No hay nada como una Dama.
Después de aquello, Alexandra Devaux se calmó y se dedicó a llevar la mejor vida posible junto con su familia en Riyadh, tal y como había conseguido hacer en cada lugar en el que habían vivido.
___________ parpadeó para deshacerse de las lágrimas. Le gustaría poder contarle la historia a Beth; estaba segura de que le habría gustado. Pero Beth creía que ella era ___________*Anderson, quien nunca había salido del país y cuya madre seguía vivita y coleando en Bend.
—¿___________*? —Beth la observaba con la cabeza ladeada—. ¿Qué le pasó a tu madre?
___________ se limpió los ojos furtivamente y pensó en algo a toda velocidad.
—Ah, se... se alistó voluntaria para ayudar a los hijos de los trabajadores inmigrantes a aprender a leer en inglés, y luego se convirtió en tutora por las tardes. Sigue haciéndolo. —Tampoco era una mentira tan mala, en especial porque se la había inventado sobre la marcha. Además, si su madre hubiera sido Laverne Anderson, en lugar de Alexandra Devaux, seguro que habría hecho eso.
Beth suspiró.
—Eso es lo que necesita hacer Maisie. ¿Sabes qué creo? Que seguro que es una gran cocinera, ¿pero quién iba a contratar una cocinera en Simpson? —Beth sacudió la cabeza con pesar y se puso detrás del mostrador. Empezó a apuntar las cosas de ___________—. Paquete de arroz, lata de salsa de tomate, macarrones... no, ya no se llaman así: pasta... café descafeinado. Vale, creo que eso es todo. ¡Ah! —Alargó una mano y puso un paquete de seis cervezas sobre el resto de las cosas de ___________—. Casi se me olvida.
—Pero... pero... no quiero cervezas —protestó ___________. Prefería el vino, aunque aún tenía un agujero en el estómago de la vez que probó el vino de Loren. Desde entonces no había vuelto a probarlo—. No es que me guste demasiado la cerveza.
—No es para ti, querida —dijo Beth con sencillez—, sino para Joe. Es su marca preferida.
—Yo... —___________ sintió que se ponía colorada—. Ah, es... ehhh... —Las palabras no querían salirle. La lengua había desconectado por completo del cerebro y se movía sin sentido por su boca—. De acuerdo, ehhh... aña... añádelo a la cuenta.
—No —dijo Loren—. Se lo debo a Joe; me dejó una de sus camionetas cuando se rompió nuestra camioneta de reparto. Dile que invita la casa.
—De acuerdo... muchas gracias, entonces.
—Un placer. —Loren le dio las dos bolsas de provisiones y pasó el brazo por los amplios hombros de su mujer.
Beth sonrió y sus redondas mejillas rosadas brillaron.
—Estamos muy contentos de que Joe por fin se acueste con alguien —dijo. Si, yo tambien me quede en shock
—Lo siento, Glenn. —Loren había acabado de llenar una bolsa de plástico con las cosas que había en la lista—. Apenas llegamos a fin de mes como estamos. Ya sabes cómo va la economía local desde hace un par de años. Puede que nosotros también acabemos cerrando; a ninguno de nuestros hijos le atrae la idea de continuar con el negocio. —Suspiró—. Ni siquiera quieren quedarse en Simpson. Ningún joven quiere. De aquí a diez años Simpson será una ciudad fantasma, ya verás. Será mejor que le busques a Maisie trabajo en otro sitio.
—Ya, claro. —Glenn hundió los hombros—. Como si eso fuera posible por aquí. —Pagó lo que había comprado y cogió la bolsa—. Muchas gracias por escucharme. Beth. Loren. —Asintió en dirección a ___________—. Señorita Anderson.
Beth le acompañó hasta la puerta y le dio unas palmaditas en el hombro.
—Dale un beso a Maisie de mi parte; dile que me llame si necesita hablar con alguien. —Le observó mientras se alejaba, se encogió de hombros y se volvió con gesto de haber hecho lo que tenía que hacer.
—Gracias por ser tan paciente —le dijo a ___________—. Ahora mismo pido lo que querías.
—No pasa nada —dijo ___________ con suavidad—. Mi madre tuvo una depresión de caballo cuando yo tenía quince años. Me asusté mucho. —Hasta que abrió la boca, ___________ ni siquiera sabía que iba a decir aquello.
—¿Ah, sí? —Beth la miró con gesto amable—. Mis hijos también se asustaron cuando estuve deprimida, pero no podía evitarlo. ¿Y cómo consiguió superarlo tu madre?
—Se... —Fue cuando ___________ tenía quince años. A su padre le enviaron de pronto de París a Riyadh. A su madre le encantaba París y odiaba Arabia Saudí; odiaba las humillantes restricciones que imponían a las mujeres, y aquella sociedad estricta, inculta y dominada por los hombres. Entonces, un sábado, su padre se encontró con su madre y con las mujeres del embajador, del agregado cultural y del que se decía que era un oficial de la CIA, conduciendo por el gigantesco recinto de la embajada, puesto que no se les permitía conducir por ningún otro sitio, achispadas por haber bebido demasiado oporto del que la mujer del embajador había introducido en el país en las valijas diplomáticas, y cantando a pleno pulmón No hay nada como una Dama.
Después de aquello, Alexandra Devaux se calmó y se dedicó a llevar la mejor vida posible junto con su familia en Riyadh, tal y como había conseguido hacer en cada lugar en el que habían vivido.
___________ parpadeó para deshacerse de las lágrimas. Le gustaría poder contarle la historia a Beth; estaba segura de que le habría gustado. Pero Beth creía que ella era ___________*Anderson, quien nunca había salido del país y cuya madre seguía vivita y coleando en Bend.
—¿___________*? —Beth la observaba con la cabeza ladeada—. ¿Qué le pasó a tu madre?
___________ se limpió los ojos furtivamente y pensó en algo a toda velocidad.
—Ah, se... se alistó voluntaria para ayudar a los hijos de los trabajadores inmigrantes a aprender a leer en inglés, y luego se convirtió en tutora por las tardes. Sigue haciéndolo. —Tampoco era una mentira tan mala, en especial porque se la había inventado sobre la marcha. Además, si su madre hubiera sido Laverne Anderson, en lugar de Alexandra Devaux, seguro que habría hecho eso.
Beth suspiró.
—Eso es lo que necesita hacer Maisie. ¿Sabes qué creo? Que seguro que es una gran cocinera, ¿pero quién iba a contratar una cocinera en Simpson? —Beth sacudió la cabeza con pesar y se puso detrás del mostrador. Empezó a apuntar las cosas de ___________—. Paquete de arroz, lata de salsa de tomate, macarrones... no, ya no se llaman así: pasta... café descafeinado. Vale, creo que eso es todo. ¡Ah! —Alargó una mano y puso un paquete de seis cervezas sobre el resto de las cosas de ___________—. Casi se me olvida.
—Pero... pero... no quiero cervezas —protestó ___________. Prefería el vino, aunque aún tenía un agujero en el estómago de la vez que probó el vino de Loren. Desde entonces no había vuelto a probarlo—. No es que me guste demasiado la cerveza.
—No es para ti, querida —dijo Beth con sencillez—, sino para Joe. Es su marca preferida.
—Yo... —___________ sintió que se ponía colorada—. Ah, es... ehhh... —Las palabras no querían salirle. La lengua había desconectado por completo del cerebro y se movía sin sentido por su boca—. De acuerdo, ehhh... aña... añádelo a la cuenta.
—No —dijo Loren—. Se lo debo a Joe; me dejó una de sus camionetas cuando se rompió nuestra camioneta de reparto. Dile que invita la casa.
—De acuerdo... muchas gracias, entonces.
—Un placer. —Loren le dio las dos bolsas de provisiones y pasó el brazo por los amplios hombros de su mujer.
Beth sonrió y sus redondas mejillas rosadas brillaron.
—Estamos muy contentos de que Joe por fin se acueste con alguien —dijo. Si, yo tambien me quede en shock
♫ Laura Jonas ♥
Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA
Bueno chicas ahi esta la parte que les debia + un BONUS
Disfrutenlo!!!
A por cierto se me olvidaba
¿Vieron el capi de hoy de Last Man Stading? Aparecia Nick Jonas
Me rei MUCHISIMO, aunque estaba en ingles, pero quizas cuando lo vea con subs. me voy a reir MUCHO MAS :risa: :risa:
Deben verlo le toco el capi de Navidad :grupo:
Disfrutenlo!!!
A por cierto se me olvidaba
¿Vieron el capi de hoy de Last Man Stading? Aparecia Nick Jonas
Me rei MUCHISIMO, aunque estaba en ingles, pero quizas cuando lo vea con subs. me voy a reir MUCHO MAS :risa: :risa:
Deben verlo le toco el capi de Navidad :grupo:
♫ Laura Jonas ♥
Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA
jajajajajajaja joe y los preliminares?????
jajajajajaja en un pueblito se sabe todo
aaaiii siguela porfaaaaa
jajajajajaja en un pueblito se sabe todo
aaaiii siguela porfaaaaa
chelis
Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA
hahahaha.. me encantaron los caps!!!
No he visto lo de Nick!! Ahora voyyyyY!!! hahaha xD
No he visto lo de Nick!! Ahora voyyyyY!!! hahaha xD
SandyJonas
Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA
—Estamos muy contentos de que Joe por fin se acueste con alguien —dijo. OMG!
Jajajaja, seguila! :D
Jajajaja, seguila! :D
Daai.Jonas.Lovato
Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA
OMJ...Siguelaaaaa!!
porfavorcitoo :)
qiero mas caps!!
porfavorcitoo :)
qiero mas caps!!
☎ Jimena Horan ♥
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