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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA
No sonreía. Su rostro no mostraba ninguna suavidad cuando bajó la vista para mirarla; la piel que cubría sus angulosas mejillas estaba completamente tensa y su boca se había torcido en una mueca.
Hasta su pene parecía más un arma que un instrumento de placer. Era gordo, duro como una porra y mucho más largo que ningún miembro que hubiera visto nunca. Era el peligro personificado y podía escapar. El cuerpo se le cerró en banda, presa del pánico, pero ya era demasiado tarde.
Jonas la cubrió. Era grande e intransigente. Durante unos segundos, fue incapaz de respirar. Una mano enorme se puso entre ellos, buscando los labios de la vagina. Sintió cómo ajustaba la ancha y dura cabeza del pene contra ella y, antes de que le diera tiempo a relajar los músculos de la vagina para facilitarle el paso, empujó con toda la fuerza de su pelvis, con dureza y hasta el fondo.
Le dolió.
El pene de Jonas era demasiado grande para ella y no estaba preparada. Le quemó el interior, abriéndola sin piedad.
___________ parpadeó para hacer desaparecer las repentinas lágrimas, se quejó una vez antes de morderse el labio. Se lo había buscado ella, era lo que había querido. Si era demasiado para ella, era su jodida culpa.
Jonas alzó la cabeza y la echó hacia atrás, buscando aire, como si surfeara una ola. Un grueso mechón de pelo negro le caía por la frente; tensó la mandíbula y los tendones del cuello se le marcaron como cuerdas.
—Joder —dijo entre dientes, agarrándola con fuerza de las caderas—. No estás lista. —Estaba sudando; una gota de sudor le rodó por la mejilla—. No puedo parar. No puedo. Lo siento. —Su profunda voz sonaba tensa—. Perdón.
—No pasa nada —le susurró.
Con un gruñido, Jonas bajó el pecho hasta tumbarse pesadamente sobre ella, con la cara hundida en la almohada que había junto a ella. Flexionó los muslos con fuerza y empezó a dar empellones fuertes y duros, con toda la fuerza de su cuerpo.
Era como si estuviera atrapada en una tormenta, abofeteada por la fuerza del viento. ___________ se aferró a los hombros de Jonas como se aferraría a un árbol en una tormenta infernal, no como se abrazaría a un amante.
El ritmo de los empellones de Jonas fue in crescendo hasta acabar golpeándola, provocando con ello que la cama diera con fuerza contra la pared y los muelles chirriaran en protesta. Siguió así durante tanto tiempo que ___________ perdió la noción del tiempo; le daba la sensación de que el pene de Jonas llevaba toda la vida dentro de ella, bombeando hacia delante y hacia atrás.
De pronto, y sin previo aviso, ___________ llegó al clímax. Gritó cuando la oleada la golpeó con la fuerza de un tren en movimiento y todo su cuerpo se convulsionó.
Normalmente tardaba mucho en llegar al orgasmo. Solía empezar sintiendo remolinillos de placer, como si vinieran de muy lejos; después, le empezaban a temblar los muslos y sentiría una oleada de calor en la parte inferior del vientre. De hecho, su cuerpo solía avisarle con mucha antelación de lo que iba a suceder.
Pero esta vez no. Esta vez fue como si encendieran de pronto un poderoso interruptor, provocándole el orgasmo más potente que hubiera experimentado nunca y haciendo que su vagina se aferrara con fuerza al pene de Jonas.
Jonas gritó contra la almohada; ___________ sintió la vibración de su profunda voz contra los brazos y el pecho. Gimió y gruñó, se hundió aún más en ella y llegó al clímax él también. Sus empujones cesaron mientras empujaba contra ella, todo lo que pudo, soltando oleadas de semen en su interior.
El orgasmo de ___________ llegó a su fin. Se agarraba con fuerza a la espalda de Jonas; sus músculos estaban duros como piedras de la tensión y la espalda pringosa de sudor. Ella también estaba pringosa, del sudor de Jonas, del suyo propio y del semen que le resbalaba por las pantorrillas. ___________ se dio cuenta de pronto de lo... de la forma tan educada en que había hecho el amor siempre; habían sido sesiones de sexo amable, sin sudor, como si se tomara el té con un tío, solo que más divertido y desnudos.
Con Jonas, sin embargo, había sido elemental, brutal, animal. Nada de amabilidad y suavidad. Hasta el placer había sido un... placer animal, idéntico a la forma en que copulaban los águilas o los pumas.
Seguía estando duro como el acero dentro de ella. No había estado bromeando cuando le dijo que con una vez no le bastaría.
Ella había tenido más que suficiente con una vez.
___________ estaba agotada, abrumada por la forma áspera e interminable en que le había hecho el amor y el explosivo orgasmo. Se sentía incapaz de mover los músculos. Jonas pesaba tanto que tenía que inflar los pulmones con fuerza para lograr respirar. Tenía los muslos abiertos de par en par, al máximo, completamente abiertos para él. ___________ estaba empezando a pensar cuándo podría empujar a Jonas para que se retirara, cuando las caderas de éste empezaron a moverse de nuevo.
«Oh, Dios, otra vez no». Ya había sido el polvo más largo de su vida. Y el más excitante. De hecho, seguía siendo excitante. Pese a que su mente le decía que ya estaba bien, la parte inferior de su cuerpo no quería hacerle caso.
Los empellones profundos y pesados de Jonas eran más excitantes que los de antes. Ahora estaba completamente húmeda, debido al orgasmo y a la cantidad de semen que había eyaculado antes. Jonas se movía con habilidad dentro y fuera de ella, abrasándola de placer.
Jonas alzó la cabeza y se la quedó mirando; su rostro era duro e inexpresivo. Estaban unidos en el acto más íntimo entre dos seres humanos y, aun así, era incapaz de saber en qué estaba pensando ni qué sentía.
Empujaba pesadamente ahora; sus fuertes y profundos empellones la llenaban de pasión. Alzó las manos para rodearle la cara, apoyando los pulgares sobre las mejillas. ___________ estaba completamente inmovilizada; no podía mover el cuerpo en ninguna dirección, pues la tenía presa con su pesado cuerpo. Tampoco podía mover la cara, y su mirada era tan intensa que ni siquiera podía cerrar los ojos.
Poco a poco, Jonas fue bajando la cabeza hasta que cubrirle la boca con la suya.
Hasta su pene parecía más un arma que un instrumento de placer. Era gordo, duro como una porra y mucho más largo que ningún miembro que hubiera visto nunca. Era el peligro personificado y podía escapar. El cuerpo se le cerró en banda, presa del pánico, pero ya era demasiado tarde.
Jonas la cubrió. Era grande e intransigente. Durante unos segundos, fue incapaz de respirar. Una mano enorme se puso entre ellos, buscando los labios de la vagina. Sintió cómo ajustaba la ancha y dura cabeza del pene contra ella y, antes de que le diera tiempo a relajar los músculos de la vagina para facilitarle el paso, empujó con toda la fuerza de su pelvis, con dureza y hasta el fondo.
Le dolió.
El pene de Jonas era demasiado grande para ella y no estaba preparada. Le quemó el interior, abriéndola sin piedad.
___________ parpadeó para hacer desaparecer las repentinas lágrimas, se quejó una vez antes de morderse el labio. Se lo había buscado ella, era lo que había querido. Si era demasiado para ella, era su jodida culpa.
Jonas alzó la cabeza y la echó hacia atrás, buscando aire, como si surfeara una ola. Un grueso mechón de pelo negro le caía por la frente; tensó la mandíbula y los tendones del cuello se le marcaron como cuerdas.
—Joder —dijo entre dientes, agarrándola con fuerza de las caderas—. No estás lista. —Estaba sudando; una gota de sudor le rodó por la mejilla—. No puedo parar. No puedo. Lo siento. —Su profunda voz sonaba tensa—. Perdón.
—No pasa nada —le susurró.
Con un gruñido, Jonas bajó el pecho hasta tumbarse pesadamente sobre ella, con la cara hundida en la almohada que había junto a ella. Flexionó los muslos con fuerza y empezó a dar empellones fuertes y duros, con toda la fuerza de su cuerpo.
Era como si estuviera atrapada en una tormenta, abofeteada por la fuerza del viento. ___________ se aferró a los hombros de Jonas como se aferraría a un árbol en una tormenta infernal, no como se abrazaría a un amante.
El ritmo de los empellones de Jonas fue in crescendo hasta acabar golpeándola, provocando con ello que la cama diera con fuerza contra la pared y los muelles chirriaran en protesta. Siguió así durante tanto tiempo que ___________ perdió la noción del tiempo; le daba la sensación de que el pene de Jonas llevaba toda la vida dentro de ella, bombeando hacia delante y hacia atrás.
De pronto, y sin previo aviso, ___________ llegó al clímax. Gritó cuando la oleada la golpeó con la fuerza de un tren en movimiento y todo su cuerpo se convulsionó.
Normalmente tardaba mucho en llegar al orgasmo. Solía empezar sintiendo remolinillos de placer, como si vinieran de muy lejos; después, le empezaban a temblar los muslos y sentiría una oleada de calor en la parte inferior del vientre. De hecho, su cuerpo solía avisarle con mucha antelación de lo que iba a suceder.
Pero esta vez no. Esta vez fue como si encendieran de pronto un poderoso interruptor, provocándole el orgasmo más potente que hubiera experimentado nunca y haciendo que su vagina se aferrara con fuerza al pene de Jonas.
Jonas gritó contra la almohada; ___________ sintió la vibración de su profunda voz contra los brazos y el pecho. Gimió y gruñó, se hundió aún más en ella y llegó al clímax él también. Sus empujones cesaron mientras empujaba contra ella, todo lo que pudo, soltando oleadas de semen en su interior.
El orgasmo de ___________ llegó a su fin. Se agarraba con fuerza a la espalda de Jonas; sus músculos estaban duros como piedras de la tensión y la espalda pringosa de sudor. Ella también estaba pringosa, del sudor de Jonas, del suyo propio y del semen que le resbalaba por las pantorrillas. ___________ se dio cuenta de pronto de lo... de la forma tan educada en que había hecho el amor siempre; habían sido sesiones de sexo amable, sin sudor, como si se tomara el té con un tío, solo que más divertido y desnudos.
Con Jonas, sin embargo, había sido elemental, brutal, animal. Nada de amabilidad y suavidad. Hasta el placer había sido un... placer animal, idéntico a la forma en que copulaban los águilas o los pumas.
Seguía estando duro como el acero dentro de ella. No había estado bromeando cuando le dijo que con una vez no le bastaría.
Ella había tenido más que suficiente con una vez.
___________ estaba agotada, abrumada por la forma áspera e interminable en que le había hecho el amor y el explosivo orgasmo. Se sentía incapaz de mover los músculos. Jonas pesaba tanto que tenía que inflar los pulmones con fuerza para lograr respirar. Tenía los muslos abiertos de par en par, al máximo, completamente abiertos para él. ___________ estaba empezando a pensar cuándo podría empujar a Jonas para que se retirara, cuando las caderas de éste empezaron a moverse de nuevo.
«Oh, Dios, otra vez no». Ya había sido el polvo más largo de su vida. Y el más excitante. De hecho, seguía siendo excitante. Pese a que su mente le decía que ya estaba bien, la parte inferior de su cuerpo no quería hacerle caso.
Los empellones profundos y pesados de Jonas eran más excitantes que los de antes. Ahora estaba completamente húmeda, debido al orgasmo y a la cantidad de semen que había eyaculado antes. Jonas se movía con habilidad dentro y fuera de ella, abrasándola de placer.
Jonas alzó la cabeza y se la quedó mirando; su rostro era duro e inexpresivo. Estaban unidos en el acto más íntimo entre dos seres humanos y, aun así, era incapaz de saber en qué estaba pensando ni qué sentía.
Empujaba pesadamente ahora; sus fuertes y profundos empellones la llenaban de pasión. Alzó las manos para rodearle la cara, apoyando los pulgares sobre las mejillas. ___________ estaba completamente inmovilizada; no podía mover el cuerpo en ninguna dirección, pues la tenía presa con su pesado cuerpo. Tampoco podía mover la cara, y su mirada era tan intensa que ni siquiera podía cerrar los ojos.
Poco a poco, Jonas fue bajando la cabeza hasta que cubrirle la boca con la suya.
♫ Laura Jonas ♥
Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA
Para su sorpresa, su beso no fue áspero y posesivo, sino que le tocó la boca con suavidad y cuidado, una y otra vez. Le cubrió las mejillas y los párpados de ligeros besos, suaves y delicados con las alas de las mariposas. La boca de Jonas vagó por la frente de ___________, rozándole ligeramente la oreja y la línea de la mandíbula. Su boca era cálida y suave. Dolorosamente tierna.
El contraste entre sus besos, dulces y suaves, y la forma ruda, casi violenta, con que hacían el amor era eléctrico, como si le estuvieran haciendo el amor dos tipos distintos a la vez. Por primera vez en su vida, ___________ se quedó sin palabras y, aunque hubiera sabido qué decir, cada vez que quería decirlo se encontraba con que tenía la boca ocupada.
Paseó la mano por la fuerte espalda de Jonas y se colgó de sus hombros, deleitándose en el tacto de los músculos. Era tan asombroso; como el acero, solo que cálido. Pese a que sus besos eran lentos y lánguidos, como si dispusieran de todo el tiempo del mundo, como si fueran dos jóvenes besándose por primera vez en un prado, los golpes de sus caderas eran fuertes y cada vez más rápidos.
Jonas abrió la boca de ___________ son suavidad. El roce de la lengua de Jonas contra la suya fue suficiente para acabar de ponerla a cien. Su grito quedó ahogado en la boca de Jonas; ___________ volvió a experimentar un orgasmo, más fuerte que el anterior, las inmensas olas de ardiente placer la sacudieron, su vagina se cerraba con fuerza y volvía a relajarse al ritmo de las sacudidas de Jonas. Era tan intenso que le entraron ganas de gritar, de llorar; el corazón se le salía del pecho. Se aferraba a Jonas con los ojos llenos de lágrimas que rodaron por sus mejillas hasta caer en la almohada.
Jonas murmuraba algo que no lograba descifrar. Era incapaz de oír ni de pensar, sólo podía sentir.
Seguía duro dentro de ella —parecía poder quedarse así, duro y dentro de ella, el resto de su vida—, pero sus movimientos habían cesado. El sexo había parado, pero seguía haciéndole el amor, llenándole la cara y el cuello de suaves y cariñosos besos.
___________ estrechó su abrazo y escondió la cara en el pecho de Jonas. No tenía nada que decirle, absolutamente nada. Había roto todas sus defensas y, si abría la boca, todos sus secretos saldrían a borbotones.
Así que se agarró y escondió el rostro, con los ojos firmemente cerrados, abrumada por las emociones, con el pecho dolorido y aguardando a que su corazón se tranquilizara. Agarrada firmemente a Jonas, lo único estable en su destartalado mundo, ___________ se quedó dormida.
* * * * * * * * * * *
Había tanta sangre.
El huesudo y pálido hombre yacía en el asfalto sobre un río de sangre que salía de su propia cabeza y que formaba una mancha gruesa y viscosa en el suelo. Retrocedió horrorizada, escurriéndose por el pegajoso suelo. El hombre de la pistola se giró lentamente, tenía la boca abierta y curvada en una sonrisa cruel, y sus labios eran de un color rojo sangre.
—Preciosidad —gruñó, ensanchando la roja sonrisa y alzando lentamente la pistola—. Muere.
—¡No! —gritó, pero le falló la voz. La palabra resonó en su pecho, pero el mundo guardaba un silencio glacial. Estaba de rodillas ahora, buscando algo, cualquier cosa; oyó los latidos de su corazón en la base de la garganta y se preguntó si sentiría el momento en que dejara de latir.
—Demasiado tarde —gruñó el hombretón, apretó el gatillo y ella se dispuso a morir allí, en el suelo de grava y arrodillada sobre la sangre de otro.
* * * * * * * * * *
___________ jadeó y abrió los ojos, temblando desorientada, perdida. Estaba paralizada de miedo y sudando. ¿Dónde estaba? ¿Qué...?
Había una figura alta y más oscura que la noche junto a su cama. El grito no salió de su garganta; salió en forma de susurro ahogado mientras se pegaba al cabecero de la cama, tratando de acurrucarse y esperando no sentir la bala...
La amplia silueta se agachó a su lado y tomó la mano entre las suyas.
—___________*—dijo una voz profunda.
—¿Quién? —___________ sacudió la cabeza, esforzándose por pasar de la pesadilla a la realidad—. ¿Quién es Sa...? —Las alarmas resonaron en su cabeza. Se mordió los labios con tanta fuerza que se hizo sangre. Los ojos se le llenaron de lágrimas.
Jonas le sostenía la mano con firmeza. Sus manos eran cálidas, duras y seguras.
—___________*, cariño, escúchame.
___________ parpadeó, tratando de pensar con claridad pero sin conseguirlo. Lo único que la mantenía entera era la mano de Jonas. Se aferró a él y éste se inclinó sobre ella. Podía sentir el calor de su cuerpo en la oscura y fría noche.
—Tengo que irme, cariño. —Jonas estaba completamente vestido y se había puesto hasta el pesado abrigo negro de invierno. Su rostro quedaba medio oculto por las sombras, pero pudo ver que flexionaba con fuerza los músculos de la mandíbula—. A las 4:30 de la mañana tengo que salir a caballo con cinco de mis hombres para comprobar las cabañas que hay en las colinas. Nos llevará al menos treinta y seis horas, tal vez algo más, y tendremos que pasar la noche en una de las cabañas. No podré llamarte porque ahí arriba no hay cobertura.
—De... de acuerdo. —Le castañeaban los dientes y era casi incapaz de hablar. Las terribles imágenes de la pesadilla seguían dando vueltas en su mente como el humo tras un fuego. Apenas sabía de qué estaba hablando, ni siquiera sabía a qué cabañas se refería. Lo único que sabía era que Jonas se marchaba y la dejaba sola, en la oscuridad, luchando ella sola contra sus fantasmas.
Tenía el ceño fruncido. La miró fijamente durante un segundo o dos.
—¿Estás bien? —le preguntó por fin con su profunda voz.
___________ sabía a qué se refería. Todos y cada uno de sus músculos protestaron cuando se incorporó. Le dolían los muslos, que estaban escocidos y pringosos. El sexo había sido increíblemente duro. Mucho más fuerte y profundo y largo que nunca. Jonas no había sido capaz de controlarse y presentía, de alguna forma, que se arrepentía de ello.
Le estaba preguntando si le había hecho daño.
No, la verdad es que no. Estaba dolorida, pero en gran medida se debía a la intensidad de sus orgasmos.
«¿Estás bien?».
No, la verdad es que no estaba bien. Estaba perdida, muerta de miedo y sola. Quería desesperadamente que Jonas se quedara con ella. Quería agarrarse a él y sentir su fuerza. Quería que mantuviera el miedo y la soledad apartados.
—Bien —dijo sin más. Abrió la boca para esgrimir una enorme y falsa sonrisa, consciente de que en la oscuridad no vería la falta de naturalidad de su expresión, sólo el blanco de los dientes—. Estoy bien.
La agarró más fuerte y se le volvieron a tensar los músculos de la mandíbula. Sabía que estaba mintiendo.
Jonas abrió la boca para volver a cerrarla. Estaba claro que no podía decirle lo que quería decir.
—Tengo que irme —repitió.
___________ asintió con cuidado, moviendo la cabeza despacio como si estuviera debajo del agua, ocultando sus emociones bajo una capa finísima. Apretó la mandíbula con fuerza. Si abría la boca se echaría a llorar y le suplicaría a Jonas que se quedara.
Pero no podía.
Nadie podía quedarse con ella. Estaba completamente sola.
Jonas la observó unos instantes. ___________ estaba desnuda y muerta de frío. El único punto cálido de su cuerpo, de su vida, era la mano que agarraba Jonas. Cuando la soltó, centró todos sus esfuerzos en no echarse a temblar. Estaba helada hasta la médula.
Estaba allí de pie, alto y ancho, a medio metro de la cama. Costaba creer que hacía muy poco había estado desnudo y dentro de ella. Durante todo el rato en que estuvieron haciendo el amor, ___________ no pensó en nada que no fuera el cuerpo de él sobre el suyo y la explosión de placer casi aterradora que le estaba proporcionando. Mientras hacían el amor se había sentido más unida a él que a ningún otro ser humano. No se había sentido perdida ni sola.
Ahora se alejaba, se iba, y la dejaba sola en la fría oscuridad de la noche.
La lucecita de su reloj de alarma indicaba que eran las 4 de la mañana. Si quería llegar a tiempo a su rancho, debería irse ya.
Jonas retrocedió un paso y se detuvo. ___________ podía oírle respirar hondamente, casi podía sentir las vibraciones de la frustración que le embargaba. Pasó el peso de un pie al otro; estaba claro que no quería marcharse.
—Vete —le dijo con suavidad.
Jonas exhaló y asintió. Un segundo después, sin decir nada más, se había marchado. Escuchó el sonido de la puerta principal al abrir y cerrar y, un segundo después, el ruido del motor de su coche.
El silencio la embargó, tan oscuro y frío como la noche. ___________ hundió la frente en las rodillas y dejó fluir las lágrimas.
El contraste entre sus besos, dulces y suaves, y la forma ruda, casi violenta, con que hacían el amor era eléctrico, como si le estuvieran haciendo el amor dos tipos distintos a la vez. Por primera vez en su vida, ___________ se quedó sin palabras y, aunque hubiera sabido qué decir, cada vez que quería decirlo se encontraba con que tenía la boca ocupada.
Paseó la mano por la fuerte espalda de Jonas y se colgó de sus hombros, deleitándose en el tacto de los músculos. Era tan asombroso; como el acero, solo que cálido. Pese a que sus besos eran lentos y lánguidos, como si dispusieran de todo el tiempo del mundo, como si fueran dos jóvenes besándose por primera vez en un prado, los golpes de sus caderas eran fuertes y cada vez más rápidos.
Jonas abrió la boca de ___________ son suavidad. El roce de la lengua de Jonas contra la suya fue suficiente para acabar de ponerla a cien. Su grito quedó ahogado en la boca de Jonas; ___________ volvió a experimentar un orgasmo, más fuerte que el anterior, las inmensas olas de ardiente placer la sacudieron, su vagina se cerraba con fuerza y volvía a relajarse al ritmo de las sacudidas de Jonas. Era tan intenso que le entraron ganas de gritar, de llorar; el corazón se le salía del pecho. Se aferraba a Jonas con los ojos llenos de lágrimas que rodaron por sus mejillas hasta caer en la almohada.
Jonas murmuraba algo que no lograba descifrar. Era incapaz de oír ni de pensar, sólo podía sentir.
Seguía duro dentro de ella —parecía poder quedarse así, duro y dentro de ella, el resto de su vida—, pero sus movimientos habían cesado. El sexo había parado, pero seguía haciéndole el amor, llenándole la cara y el cuello de suaves y cariñosos besos.
___________ estrechó su abrazo y escondió la cara en el pecho de Jonas. No tenía nada que decirle, absolutamente nada. Había roto todas sus defensas y, si abría la boca, todos sus secretos saldrían a borbotones.
Así que se agarró y escondió el rostro, con los ojos firmemente cerrados, abrumada por las emociones, con el pecho dolorido y aguardando a que su corazón se tranquilizara. Agarrada firmemente a Jonas, lo único estable en su destartalado mundo, ___________ se quedó dormida.
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Había tanta sangre.
El huesudo y pálido hombre yacía en el asfalto sobre un río de sangre que salía de su propia cabeza y que formaba una mancha gruesa y viscosa en el suelo. Retrocedió horrorizada, escurriéndose por el pegajoso suelo. El hombre de la pistola se giró lentamente, tenía la boca abierta y curvada en una sonrisa cruel, y sus labios eran de un color rojo sangre.
—Preciosidad —gruñó, ensanchando la roja sonrisa y alzando lentamente la pistola—. Muere.
—¡No! —gritó, pero le falló la voz. La palabra resonó en su pecho, pero el mundo guardaba un silencio glacial. Estaba de rodillas ahora, buscando algo, cualquier cosa; oyó los latidos de su corazón en la base de la garganta y se preguntó si sentiría el momento en que dejara de latir.
—Demasiado tarde —gruñó el hombretón, apretó el gatillo y ella se dispuso a morir allí, en el suelo de grava y arrodillada sobre la sangre de otro.
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___________ jadeó y abrió los ojos, temblando desorientada, perdida. Estaba paralizada de miedo y sudando. ¿Dónde estaba? ¿Qué...?
Había una figura alta y más oscura que la noche junto a su cama. El grito no salió de su garganta; salió en forma de susurro ahogado mientras se pegaba al cabecero de la cama, tratando de acurrucarse y esperando no sentir la bala...
La amplia silueta se agachó a su lado y tomó la mano entre las suyas.
—___________*—dijo una voz profunda.
—¿Quién? —___________ sacudió la cabeza, esforzándose por pasar de la pesadilla a la realidad—. ¿Quién es Sa...? —Las alarmas resonaron en su cabeza. Se mordió los labios con tanta fuerza que se hizo sangre. Los ojos se le llenaron de lágrimas.
Jonas le sostenía la mano con firmeza. Sus manos eran cálidas, duras y seguras.
—___________*, cariño, escúchame.
___________ parpadeó, tratando de pensar con claridad pero sin conseguirlo. Lo único que la mantenía entera era la mano de Jonas. Se aferró a él y éste se inclinó sobre ella. Podía sentir el calor de su cuerpo en la oscura y fría noche.
—Tengo que irme, cariño. —Jonas estaba completamente vestido y se había puesto hasta el pesado abrigo negro de invierno. Su rostro quedaba medio oculto por las sombras, pero pudo ver que flexionaba con fuerza los músculos de la mandíbula—. A las 4:30 de la mañana tengo que salir a caballo con cinco de mis hombres para comprobar las cabañas que hay en las colinas. Nos llevará al menos treinta y seis horas, tal vez algo más, y tendremos que pasar la noche en una de las cabañas. No podré llamarte porque ahí arriba no hay cobertura.
—De... de acuerdo. —Le castañeaban los dientes y era casi incapaz de hablar. Las terribles imágenes de la pesadilla seguían dando vueltas en su mente como el humo tras un fuego. Apenas sabía de qué estaba hablando, ni siquiera sabía a qué cabañas se refería. Lo único que sabía era que Jonas se marchaba y la dejaba sola, en la oscuridad, luchando ella sola contra sus fantasmas.
Tenía el ceño fruncido. La miró fijamente durante un segundo o dos.
—¿Estás bien? —le preguntó por fin con su profunda voz.
___________ sabía a qué se refería. Todos y cada uno de sus músculos protestaron cuando se incorporó. Le dolían los muslos, que estaban escocidos y pringosos. El sexo había sido increíblemente duro. Mucho más fuerte y profundo y largo que nunca. Jonas no había sido capaz de controlarse y presentía, de alguna forma, que se arrepentía de ello.
Le estaba preguntando si le había hecho daño.
No, la verdad es que no. Estaba dolorida, pero en gran medida se debía a la intensidad de sus orgasmos.
«¿Estás bien?».
No, la verdad es que no estaba bien. Estaba perdida, muerta de miedo y sola. Quería desesperadamente que Jonas se quedara con ella. Quería agarrarse a él y sentir su fuerza. Quería que mantuviera el miedo y la soledad apartados.
—Bien —dijo sin más. Abrió la boca para esgrimir una enorme y falsa sonrisa, consciente de que en la oscuridad no vería la falta de naturalidad de su expresión, sólo el blanco de los dientes—. Estoy bien.
La agarró más fuerte y se le volvieron a tensar los músculos de la mandíbula. Sabía que estaba mintiendo.
Jonas abrió la boca para volver a cerrarla. Estaba claro que no podía decirle lo que quería decir.
—Tengo que irme —repitió.
___________ asintió con cuidado, moviendo la cabeza despacio como si estuviera debajo del agua, ocultando sus emociones bajo una capa finísima. Apretó la mandíbula con fuerza. Si abría la boca se echaría a llorar y le suplicaría a Jonas que se quedara.
Pero no podía.
Nadie podía quedarse con ella. Estaba completamente sola.
Jonas la observó unos instantes. ___________ estaba desnuda y muerta de frío. El único punto cálido de su cuerpo, de su vida, era la mano que agarraba Jonas. Cuando la soltó, centró todos sus esfuerzos en no echarse a temblar. Estaba helada hasta la médula.
Estaba allí de pie, alto y ancho, a medio metro de la cama. Costaba creer que hacía muy poco había estado desnudo y dentro de ella. Durante todo el rato en que estuvieron haciendo el amor, ___________ no pensó en nada que no fuera el cuerpo de él sobre el suyo y la explosión de placer casi aterradora que le estaba proporcionando. Mientras hacían el amor se había sentido más unida a él que a ningún otro ser humano. No se había sentido perdida ni sola.
Ahora se alejaba, se iba, y la dejaba sola en la fría oscuridad de la noche.
La lucecita de su reloj de alarma indicaba que eran las 4 de la mañana. Si quería llegar a tiempo a su rancho, debería irse ya.
Jonas retrocedió un paso y se detuvo. ___________ podía oírle respirar hondamente, casi podía sentir las vibraciones de la frustración que le embargaba. Pasó el peso de un pie al otro; estaba claro que no quería marcharse.
—Vete —le dijo con suavidad.
Jonas exhaló y asintió. Un segundo después, sin decir nada más, se había marchado. Escuchó el sonido de la puerta principal al abrir y cerrar y, un segundo después, el ruido del motor de su coche.
El silencio la embargó, tan oscuro y frío como la noche. ___________ hundió la frente en las rodillas y dejó fluir las lágrimas.
♫ Laura Jonas ♥
Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA
Bueno ahi su capi HOT!!!!!!!!!! :twisted: :twisted:
Espero que sigan comentando :D
Bye bye :hi:
Espero que sigan comentando :D
Bye bye :hi:
♫ Laura Jonas ♥
Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA
OHMYGODDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDD!!!!
Siguelaa! :¬w¬:
Siguelaa! :¬w¬:
TeenageDreamJB❤
Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA
aaaaaaaaaaaiiiii que locura de como hicieron el amor..
jejejeje
aaaii pobre de ___ con esa pesadillaaa
porfaaa siguelaaaa
jejejeje
aaaii pobre de ___ con esa pesadillaaa
porfaaa siguelaaaa
chelis
Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA
Chicas grax por sus comments :D
Aqui les dejo capi :D
Disfrutenlo !!!!!!!
Aqui les dejo capi :D
Disfrutenlo !!!!!!!
♫ Laura Jonas ♥
Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA
Capitulo 8
La habitación seguía resonando con el Do de pecho de Luciano cuando la señal del correo electrónico se puso a parpadear.
VEINTE MIL DÓLARES AMERICANOS DEPOSITADOS EN CUENTA SUIZA. ¿ACCIDENTE DE COCHE OK?
El profesional comprobó la cuenta de Ginebra, una de las diez que tenía en Suiza, y bendijo a las autoridades de los bancos suizos por permitir que se hicieran transferencias veinticuatro horas al día. Ahí estaban los UD$20.000
Mimi se estaba poniendo los manguitos, diciéndole a Rodolfo que le calentaría las manos. Se estaba muriendo. Los dedos del profesional se apartaron del teclado del ordenador para saborear aquel doloroso y colosal momento. Esa parte era tan conmovedora, tan trágica. El profesional tarareó suavemente la parte en que Rodolfo toma el cuerpo sin vida de Mimi entre sus manos, cantando su pena. Cuando la música acabó, tardó unos momentos en recuperar la compostura antes de ponerse a escribir la respuesta para el noruego.
RICHARD M. ABT: TRASLADADO A ROCKVILLE, IDAHO. DIRECCIÓN 120 CRESCENT DRIVE, BAJO EL NOMBRE DE ROBERT LITTLEWOOD. OK ACCIDENTE COCHE. BUENA SUERTE.
De improviso y por pura curiosidad, el profesional indagó un poco por la ficha robada en busca del segundo nombre de Richard Abt. Se sentía casi como si revolviera en una habitación vieja. El proceso era rápido. Ahí estaba: Marion. II segundo nombre de Richard Abt era Marion. ¿Qué clase de nombre era ése para un tío? No le extrañaba que sólo pusiera la inicial.
Daba igual, el tipo era historia.
El profesional sonrió. Richard Marion Abt. Destruido por medio del ratón.
* * * * * * * * *
—¡Oye!
El lunes por la tarde ___________ sonrió y se quitó el jabón de los ojos. Le gustaba tanto que hubiera otro ser humano en la casa. El domingo había estado dando vueltas por la casa vacía, sintiéndose atrapada entre las cuatro paredes, perdida y sola, hablando con Fred, quien sólo podía responderle ladrando. Dio gracias a Dios de que llegara el lunes y tuviera una clase abarrotada de niños.
Rafael la había acompañado después de clase y habían repasado sus deberes, pero la Guerra Civil y los verbos quedaron relegados inmediatamente a un segundo plano al ver a Fred. Rafael se había apresurado a acabar los deberes y a aprenderse los verbos de memoria antes de salir escopetado a ayudar en la fascinante tarea de adecentar a Fred.
Para ello necesitaron la bañera, medio bote de jabón con esencia de rosa y prácticamente todas las toallas que había en la casa. Tras un par de días de comida, descanso y cariño, Fred ya parecía otro. Ya casi no cojeaba e iba camino de enamorarse de Rafael; sentimiento claramente recíproco, pues Fred y Rafael sonreían con la misma cara de bobos.
—Sigues oliendo, compañero —le dijo ___________ a Fred mientras le frotaba con fuerza—. Pero al menos ahora hueles un poco más a rosas.
El perro gimió en respuesta.
Llamaron con fuerza a la puerta. ___________ se puso en pie con el corazón desbocado.
—Jonas. —La puerta ahogaba su voz, pero no había duda de que era él. No había sabido nada de él desde que se marchara el domingo antes de que amaneciera siquiera.
Se secó las manos en la única toalla que quedaba limpia y, tratando de calmarse, fue a abrir la puerta. Ahí estaba, alto y ancho, vestido de negro y sosteniendo un paquete envuelto en papel marrón. Se había pasado el día anterior entero pensando en él y, aunque no hubiera estado pensando en él, su cuerpo se habría acordado de él pues tenía agujetas y los muslos doloridos, como si siguiera dentro de ella.
En cuanto la vio se quitó el sombrero de vaquero que llevaba.
—___________*.
«Oh, Dios». Esa voz. Le había murmurado cosas al oído mientras le hacía el amor con aquella profundísima voz. Al oírla ahora, tuvo un flashback momentáneo de la oscura habitación y Jonas profundamente dentro de ella, moviéndose con rapidez y fuerza. Le temblaron las rodillas.
—Jonas. —Casi no le salía la voz. Se hizo a un lado de la puerta y Joseph entró, pasando tan cerca de ella que podía olerle. Cuero, lluvia, hombre.
Desde el cuarto de baño, Rafael chilló de placer y Fred ladró. Jonas alzó la cabeza un momento y cuando volvió a bajarla para mirarle a los ojos, ___________ casi pudo ver lo que pensaba. Rafael estaba ocupado en el cuarto de baño con Fred. Estaban, de momento, solos.
___________ había ensayado las diferentes poses que podía adoptar cuando volviera a verle: simpática pero distante; no, fría pero divertida; no, cariñosa pero sin ser pegajosa; no, simpática pero irónica...
No le dio tiempo a poner en práctica ninguna de ellas porque Jonas dio un paso hacia delante y la besó. Profunda y apasionadamente. El beso fue el equivalente del polvo que habían echado, cuando su pene la poseyó por completo.
Se puso junto a ella, la alzó en brazos y se la llevó al dormitorio. Cerró la puerta y echó el pestillo sin soltarla. Metió una de sus enormes manos debajo de la falda para acariciarle la cadera. Oh, Dios, cómo le gustaba sentirle otra vez por su cuerpo.
Con los ojos cerrados, ___________ abrió más la boca para él y le apretó la lengua con la suya.
Jonas se estremeció. Se echó un poco hacia atrás y la alzó contra la pared, sujetándola con una mano mientras con la otra le quitaba las braguitas, las medias y los zapatos. La agarró de las piernas y las pasó por encima de sus caderas; con una mano le acariciaba el sexo mientras se desabrochaba la cremallera y volvía a estremecerse. Podía sentir lo húmeda que estaba.
Era sorprendente. A ___________ siempre le había llevado su tiempo calentarse sexualmente. Le gustaban los preliminares largos y lánguidos, que le dijeran palabras cariñosas y le acariciaran suavemente. No le había dado nada de eso y, aun así, estaba más que lista. Sólo con verle se había puesto a mil, como el hámster que sabe que si presiona la barra obtiene bolitas de comida. Jonas equivalía al sexo duro y excitante.
Se abrió los pantalones y su pene se liberó de inmediato. Lo guió con la mano hacia ella. La abrió con dos dedos, metió la punta del pene y empujó con fuerza.
___________ estaba completamente poseída por él. Se la comía con la boca y, con el peso de su cuerpo, la mantenía anclada contra la pared mientras le abría las piernas con las manos. La áspera tela de sus vaqueros le rozaba las piernas.
Se apoyó pesadamente contra ella, apartando la boca de la de ella. La miró con los ojos entrecerrados. Su rostro era tan duro, tan inflexible.
—Llevo un día y medio soñando con esto —murmuró con los ojos brillantes.
Así, de pronto, ___________ empezó a sentir el orgasmo, unos empujones fuertes que hicieron que los ojos de Jonas se abrieran y las narinas se le inflaran. Aspiró aire con fuerza y se la sacó casi entera para empezar a empujar con fuerza.
—¿Señorita Anderson? ¿Señorita Anderson? ¿Dónde está? Fred necesita un secador. ¿Señorita Anderson?
—Joder —suspiró Jonas.
Los dos se quedaron paralizados; ___________ miró fijamente los ojos negros de Jonas. Su orgasmo no se detuvo, pues su cuerpo seguía su camino pese a que su mente gritara: «¡Alto!».
La fuerza del orgasmo hizo que se estremeciera y que perdiera por completo el control de su cuerpo. Jonas respiraba con fuerza. Se quedó quieto dentro de ella.
—¿Señorita Anderson? —La voz de Rafael se perdió. Iba a buscarla a la cocina, donde obviamente no la encontraría. No quedaba más que una habitación más en la casa y enseguida se oyeron sus pasos atravesando la pequeña sala de estar.
Gracias a Dios, las contracciones empezaban a desaparecer. Temblando aún, ___________ empujó a Jonas de los hombros, que cerró los ojos como si le doliera y se retiró. Bajó las piernas confiando en que no le fallaran; estaba temblando.
—¿Señorita Anderson? Ey, ¿dónde está? —El picaporte de la puerta se movió.
—Un... —No le salía la voz. ___________ se aclaró la garganta y lo intentó de nuevo—: Un momento. No entres, Rafael, ahora mismo salgo.
—Vale. Necesitamos un secador. —Rafael silbó alegremente mientras volvía al cuarto de baño con Fred.
___________ sólo pudo bajar la vista. El pene de Jonas era oscuro y estaba totalmente hinchado y pringoso de sus jugos. Jonas trataba de meter su enorme erección en los pantalones, pero la cremallera se quedó enganchada. ___________ le miró con una mueca de dolor.
—Eso tiene que doler.
—No tienes ni idea —farfulló.
—¿Y no te has, ehh...?
—No. —La taladró con sus negros ojos—. Aunque pretendo hacerlo. En cuanto haya dejado a Rafael en casa, pretendo volver y pasarme toda la noche dentro de ti y entonces sí que lo haré. Y mucho.
No tenía aire en los pulmones, sólo calor. Por lo que había visto, y sentido, Jonas era muy capaz de hacer lo que decía.
—Ah —dijo débilmente—. Ah, eh, de acuerdo.
Le rodeó el cuello con una mano y la besó. Cuando alzó la cabeza, seguía acariciándole el cuello con el pulgar.
—Será mejor que vayas a ver a Rafael. Iré en un segundo.
___________ asintió y se dirigió lentamente hacia la puerta.
—¿Cariño? —___________ se giró y le miró inquisitivamente—. ¿No quieres ponerte los zapatos y algo de ropa interior antes de salir?
—Ya —dijo ___________, aún confusa. Sus palabras apenas habían calado en ella. Aún seguía sintiendo los efectos posteriores al orgasmo; las húmedas paredes de su sexo se rozaban cuando se movía—. Ropa interior.
Ropa interior, ropa interior. ¿Dónde...? Ah. Las medias, braguitas y zapatos estaban en un rincón. Para cuando por fin estuvo lista, Jonas parecía menos salvaje también, aunque se fijó en que no se había quitado la chaqueta, que le llegaba hasta los muslos y cubría la erección.
___________ sacó el secador del cajón y se dirigía a la puerta cuando le sintió justo detrás de ella; sintió el calor de su cuerpo y la enorme presencia de Jonas.
—¿Señorita Anderson? —La voz de Rafael llegaba débilmente desde el cuarto de baño.
—¡Voy corriendo! —Gritó ___________, y casi dio un brinco cuando sintió la áspera y enorme mano de Jonas en el cuello. Se inclinó y la besó en la nuca, un ligero beso que acabó casi antes de haber empezado.
—Eso espero —murmuró junto a la oreja de ___________—. Que te corras toda la noche.
Se detuvo con la mano en el picaporte, una oleada de calor casi le hace caer de rodillas. Jonas no debería decirle cosas como esas; especialmente cuando estaba a punto de salir al encuentro de un niño pequeño. Estaba segura de haber enrojecido. Estaba hecha un lío y tenía el pulso acelerado. Para conseguir abrir la puerta, tuvo que intentarlo dos veces. No podía darse la vuelta; si lo hacía, si veía a Jonas, cerraría la puerta, se giraría y le lanzaría los brazos al cuello. Así que fijó la vista al frente con decisión, abrió la puerta y salió con paso tembloroso hacia el cuarto de baño.
Aquello era un increíble desastre. La bañera estaba llena hasta arriba de agua y espuma, que fluía hasta el suelo cada vez que Fred se movía.
♫ Laura Jonas ♥
Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA
___________ le tendió el secador a Rafael, quien apenas alzó la vista.
—Genial, gracias señorita Anderson. Tengo que secar a Fred, si no se enfriará. Venga, Fred, sal. —Rafael chasqueó los dedos y Fred saltó fuera de la bañera, junto con la mitad del agua.
—¡Espera! —Demasiado tarde. Fred se sacudió y caló la habitación entera. ___________ levantó las manos para protegerse, pero Rafael estaba chorreando. El cuarto de baño estaba tan mojado que era demasiado peligroso utilizar un secador allí. Con un suspiro, ___________ le quitó el secador a Rafael, sacó una toalla vieja del armario y la extendió por el suelo de la despensa.
—Aquí, Rafael —dijo, enchufando el secador.
Rafael y Fred fueron afablemente hacia la despensa, chorreando agua a su paso. Cuando el niño encendió el secador, ___________ salió de allí.
Jonas la estaba esperando en el salón, con la enorme caja en las manos. Se la tendió.
—Es para ti —dijo sencillamente.
Un regalo. ___________ parpadeó. La caja iba envuelta en papel marrón y tenía un cordel. En Boston, el envoltorio con papel marrón y cordel se consideraba muy chic; claro que el papel tenía que estar hecho a mano, no estar teñido y ser tosco, y el cordel tenía que ser de cáñamo y solía envolver algo muy caro.
El papel de esta caja llevaba un sello desigual que rezaba «Emporio de Ferreterías Kellogg».
___________ cogió la caja y la sopesó. Era sorprendentemente pesada. Alzó los ojos hacia Jonas con el corazón desbocado.
—Gra... gracias.
Asintió con seriedad.
___________ sacudió la caja y algo grande botó en su interior. No tenía ni idea de qué podía ser. El rostro de Jonas no mostraba expresión alguna. ___________ cortó el cordel, rasgó el papel, abrió la caja... y se encontró con artilugio de acero y metal; miró desconcertada a Jonas.
—Cerrojo —dijo.
—Ah —contestó con un hilo de voz—. Un cerrojo. Ehh, gracias. Siempre había querido tener uno.
—La cerradura de la puerta es demasiado enclenque. —Jonas tenía el ceño fruncido, como si la cerradura de casa de ___________ fuera su reto personal.
—¿Sabes cómo... arreglarlo? —¿Se decía así? ¿Qué se hacía con los cerrojos? ¿Montar? Aunque ya estaba montado; era una sola y reluciente pieza. Aun así, Jonas parecía haberle entendido. Echó la cabeza hacia atrás, sorprendido, y frunció aún más el ceño.
—Claro —dijo, como si le hubiera preguntado si sabía andar o leer.
¿Le había ofendido? No había forma de saberlo, pues su expresión era exactamente igual que siempre: impenetrable. A los pocos minutos, Jonas se había enfrascado en su caja de herramientas y hacía algo varonil y competente con la puerta de ___________ y el cerrojo.
Así que ella fue a hacer algo femenino y competente en la cocina. Para cuando un Fred semiseco y que olía a rosas, y un sonriente Rafael entraron en la cocina, ___________ había puesto té y una tarta de limón, que había hecho el domingo en pleno aburrimiento, encima de la mesa.
Jonas apareció medio minuto después. A través de la puerta de la cocina pudo ver el cerrojo en la puerta, enorme y brillante, y capaz de proteger secretos nucleares.
Era tan dulce que hubiera pensado en eso. ___________ sonrió a Jonas, que estaba de pie en el marco de la puerta.
—Gracias, Jonas. —Su sonrisa le dejó paralizado, pero ___________ empezaba a reconocer ya los distintos grados de su impasibilidad. Ensanchó la sonrisa—. Toma un poco de tarta y té.
Rafael ya se había tomado tres trozos y ya le había pillado dándole disimuladamente trocitos a Fred. ___________ cortó un trozo enorme para Jonas y otro mucho más pequeño para ella. Le había puesto piel de naranja y unas barritas de canela al té, para darle más sabor. Jonas lo olió antes de beber con precaución al principio y, después, con evidente placer. Sonrió al ver cómo masticaba con entusiasmo tras el primer mordisco a su tarta de limón.
—Está bueno —farfulló—. Y el té.
«¿Bueno?». Por unos instantes, ___________ se indignó. ¿Estaba diciendo que su tarta de limón estaba buena? La receta era de su madre, y era famosa en tres continentes. No era buena, era fabulosa. Estaba a punto de echarle la bronca cuando vio que entrecerraba los ojos de placer, igual que había hecho Fred. Se relajó.
Estaba claro que cuando un vaquero decía «bueno», quería decir «fabuloso».
___________ envolvió el resto de la tarta de limón en papel de plata.
—Para Bernie —dijo, aunque sospechaba que Rafael se tomaría la mayor parte de ello.
Jonas se puso en pie y Rafael le imitó.
—A la camioneta, Rafael —dijo Jonas, sin apartar los ojos de ella—. Pero primero da las gracias a la señorita Anderson.
—Claro; muchas gracias, señorita —dijo Rafael obedientemente, tras lo que se inclinó para abrazar a Fred y salió corriendo.
Jonas se quedó quieto, observándola. Sus ojos negros bajaron hasta la boca de ___________.
—No puedo darte un beso ahora —dijo. Alzó la vista, llena de oscuro deseo—. Sería incapaz de parar.
___________ asintió. La intensidad de su mirada la dejó sin aliento. El aire estaba cargado de hormonas sexuales.
Jonas recogió el gorro de la percha de los abrigos, se pasó la mano por el pelo y se lo puso.
—Ahora vuelvo. Lo antes posible —dijo y salió.
___________ empezaba a acostumbrarse a sus abruptas despedidas.
—Genial, gracias señorita Anderson. Tengo que secar a Fred, si no se enfriará. Venga, Fred, sal. —Rafael chasqueó los dedos y Fred saltó fuera de la bañera, junto con la mitad del agua.
—¡Espera! —Demasiado tarde. Fred se sacudió y caló la habitación entera. ___________ levantó las manos para protegerse, pero Rafael estaba chorreando. El cuarto de baño estaba tan mojado que era demasiado peligroso utilizar un secador allí. Con un suspiro, ___________ le quitó el secador a Rafael, sacó una toalla vieja del armario y la extendió por el suelo de la despensa.
—Aquí, Rafael —dijo, enchufando el secador.
Rafael y Fred fueron afablemente hacia la despensa, chorreando agua a su paso. Cuando el niño encendió el secador, ___________ salió de allí.
Jonas la estaba esperando en el salón, con la enorme caja en las manos. Se la tendió.
—Es para ti —dijo sencillamente.
Un regalo. ___________ parpadeó. La caja iba envuelta en papel marrón y tenía un cordel. En Boston, el envoltorio con papel marrón y cordel se consideraba muy chic; claro que el papel tenía que estar hecho a mano, no estar teñido y ser tosco, y el cordel tenía que ser de cáñamo y solía envolver algo muy caro.
El papel de esta caja llevaba un sello desigual que rezaba «Emporio de Ferreterías Kellogg».
___________ cogió la caja y la sopesó. Era sorprendentemente pesada. Alzó los ojos hacia Jonas con el corazón desbocado.
—Gra... gracias.
Asintió con seriedad.
___________ sacudió la caja y algo grande botó en su interior. No tenía ni idea de qué podía ser. El rostro de Jonas no mostraba expresión alguna. ___________ cortó el cordel, rasgó el papel, abrió la caja... y se encontró con artilugio de acero y metal; miró desconcertada a Jonas.
—Cerrojo —dijo.
—Ah —contestó con un hilo de voz—. Un cerrojo. Ehh, gracias. Siempre había querido tener uno.
—La cerradura de la puerta es demasiado enclenque. —Jonas tenía el ceño fruncido, como si la cerradura de casa de ___________ fuera su reto personal.
—¿Sabes cómo... arreglarlo? —¿Se decía así? ¿Qué se hacía con los cerrojos? ¿Montar? Aunque ya estaba montado; era una sola y reluciente pieza. Aun así, Jonas parecía haberle entendido. Echó la cabeza hacia atrás, sorprendido, y frunció aún más el ceño.
—Claro —dijo, como si le hubiera preguntado si sabía andar o leer.
¿Le había ofendido? No había forma de saberlo, pues su expresión era exactamente igual que siempre: impenetrable. A los pocos minutos, Jonas se había enfrascado en su caja de herramientas y hacía algo varonil y competente con la puerta de ___________ y el cerrojo.
Así que ella fue a hacer algo femenino y competente en la cocina. Para cuando un Fred semiseco y que olía a rosas, y un sonriente Rafael entraron en la cocina, ___________ había puesto té y una tarta de limón, que había hecho el domingo en pleno aburrimiento, encima de la mesa.
Jonas apareció medio minuto después. A través de la puerta de la cocina pudo ver el cerrojo en la puerta, enorme y brillante, y capaz de proteger secretos nucleares.
Era tan dulce que hubiera pensado en eso. ___________ sonrió a Jonas, que estaba de pie en el marco de la puerta.
—Gracias, Jonas. —Su sonrisa le dejó paralizado, pero ___________ empezaba a reconocer ya los distintos grados de su impasibilidad. Ensanchó la sonrisa—. Toma un poco de tarta y té.
Rafael ya se había tomado tres trozos y ya le había pillado dándole disimuladamente trocitos a Fred. ___________ cortó un trozo enorme para Jonas y otro mucho más pequeño para ella. Le había puesto piel de naranja y unas barritas de canela al té, para darle más sabor. Jonas lo olió antes de beber con precaución al principio y, después, con evidente placer. Sonrió al ver cómo masticaba con entusiasmo tras el primer mordisco a su tarta de limón.
—Está bueno —farfulló—. Y el té.
«¿Bueno?». Por unos instantes, ___________ se indignó. ¿Estaba diciendo que su tarta de limón estaba buena? La receta era de su madre, y era famosa en tres continentes. No era buena, era fabulosa. Estaba a punto de echarle la bronca cuando vio que entrecerraba los ojos de placer, igual que había hecho Fred. Se relajó.
Estaba claro que cuando un vaquero decía «bueno», quería decir «fabuloso».
___________ envolvió el resto de la tarta de limón en papel de plata.
—Para Bernie —dijo, aunque sospechaba que Rafael se tomaría la mayor parte de ello.
Jonas se puso en pie y Rafael le imitó.
—A la camioneta, Rafael —dijo Jonas, sin apartar los ojos de ella—. Pero primero da las gracias a la señorita Anderson.
—Claro; muchas gracias, señorita —dijo Rafael obedientemente, tras lo que se inclinó para abrazar a Fred y salió corriendo.
Jonas se quedó quieto, observándola. Sus ojos negros bajaron hasta la boca de ___________.
—No puedo darte un beso ahora —dijo. Alzó la vista, llena de oscuro deseo—. Sería incapaz de parar.
___________ asintió. La intensidad de su mirada la dejó sin aliento. El aire estaba cargado de hormonas sexuales.
Jonas recogió el gorro de la percha de los abrigos, se pasó la mano por el pelo y se lo puso.
—Ahora vuelvo. Lo antes posible —dijo y salió.
___________ empezaba a acostumbrarse a sus abruptas despedidas.
♫ Laura Jonas ♥
Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA
¿Quién sabía? A lo mejor las despedidas elaboradas eran algo decadente, propio sólo de las ciudades. Aun así, y sin admitirse a sí misma que quería volver a echarle un vistazo, abrió las cortinas de la ventana y vio cómo Jonas ayudaba a Rafael a subir en el asiento de copiloto. Como siempre, los movimientos de Jonas eran precisos, ágiles y poderosos.
Aunque el jersey y los vaqueros que llevaba parecían perfectamente limpios, eran exactamente iguales que los que había llevado el sábado. Lo que no había visto nunca era la furgonetilla negra a la que se estaba subiendo.
___________ se quedó pensando en aquel hombre que parecía tener más coches que ropa.
Aunque el jersey y los vaqueros que llevaba parecían perfectamente limpios, eran exactamente iguales que los que había llevado el sábado. Lo que no había visto nunca era la furgonetilla negra a la que se estaba subiendo.
___________ se quedó pensando en aquel hombre que parecía tener más coches que ropa.
♫ Laura Jonas ♥
Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA
Falta otra parte chicas
Si me pasan de pagina se la pongo
Y por cierto la proxima parte es HO!!!!!!!!!!!!!!!! :twisted: :twisted:
Si me pasan de pagina se la pongo
Y por cierto la proxima parte es HO!!!!!!!!!!!!!!!! :twisted: :twisted:
♫ Laura Jonas ♥
Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA
siguela
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ya Qiero cap porfis
qiero cap,cap
cap,cap :D
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ya Qiero cap porfis
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cap,cap :D
☎ Jimena Horan ♥
Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA
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Qiero cap :D
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Qiero cap :D
☎ Jimena Horan ♥
Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA
Gracias por la bienvenida y por acordarte de mi :3
Aunque no comente mucho... Soy lectora invisible pero siempre fiel :D
De es encuando me gusta comentra para que sepan que no me e ido ;)
Joseph, nunca cambiara (? Pero no pretendo que lo haga! :twisted:
Rafael y Fred me encantan :3 Amo a los perros (tengo 5 :B) y tambn los niNos y entre mas hermosos mejor :'D
siguelaAunque no comente mucho... Soy lectora invisible pero siempre fiel :D
De es encuando me gusta comentra para que sepan que no me e ido ;)
Joseph, nunca cambiara (? Pero no pretendo que lo haga! :twisted:
Rafael y Fred me encantan :3 Amo a los perros (tengo 5 :B) y tambn los niNos y entre mas hermosos mejor :'D
siguela
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Porfa!! :D
:hug:
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