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Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA
Nueva Lectora! <3
Me encanto "Soy Toda Tuya" & "El Secreto De Joe" ^^'
No me parece raro que esta tambn me haya encantado! :D
Siguela!!
Me encanto "Soy Toda Tuya" & "El Secreto De Joe" ^^'
No me parece raro que esta tambn me haya encantado! :D
Siguela!!
Última edición por #MakeYouMine_KevinJonas el Mar 29 Nov 2011, 10:52 pm, editado 4 veces
Invitado
Invitado
Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA
Ahhhh!!! ¿Cómo nos dejas esooo!?? Es que nos quieres mataaar!??! hahahaa
Sigueelaa!!! :affraid:
Sigueelaa!!! :affraid:
Última edición por TeenageDreamJB❤ el Miér 30 Nov 2011, 8:43 am, editado 1 vez
TeenageDreamJB❤
Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA
#MakeYouMine_KevinJonas escribió:Nueva Lectora! <3
Me encanto "Soy Toda Tuya" & "El Secreto De Joe" ^^'
No me parece raro que esta tambn me haya encantado! :D
Siguela!!
BIENVENIDA!!!!!!!!!!!!! :grupo: :grupo:
Que bueno que te haya gustado esta nove tambn
Gracias por haber leido tambien las otras dos, me aucerdo de ti muy bn
Nunca se me olvida una de mis lectoras :D
♫ Laura Jonas ♥
Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA
TeenageDreamJB escribió:Ahhhh!!! ¿Cómo nos dejas esooo!?? Es que nos quieres mataaar!??! hahahaa
Sigueelaa!!! :affraid:
No las quiero matar
Por que si no
¿Quien lee mis noves? :lol!:
♫ Laura Jonas ♥
Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA
Bueno chicas, han pasado de pagina, asi que les dejo.........EL PRIMER CAPI HOT!!!!!!! :twisted: :twisted:
♫ Laura Jonas ♥
Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA
Capitulo 6 Parte 2
Quería meter la lengua en su suave boca. También quería meterle la poll.a ahí, pero ahora no tocaba pensar en eso. Ya estaba suficientemente excitado así.
Jonas abrió la boca, un poquito, y el corazón se le desbocó cuando ella abrió la suya. Ladeó la cabeza para llegar mejor, lamiéndole el interior del labio inferior y volviendo a ladear la cabeza para saborearla mejor y en profundidad. Casi se corre en los pantalones cuando la lengua de ___________*rozó la suya, tímidamente.
La cosa no iba a acabar bien sí un simple beso le ponía tanto que apenas podía respirar... Agarró la silla con más fuerza mientras cubría la boca de ella con la suya, explorándole con la lengua. Sabía tan bien como se había imaginado; era un sabor ligeramente dulce, no sabía si por el té que se habían tomado o porque tuviera alguna cualidad innata dulce.
Jonas soltó el borde de la mesa para poco a poco, como si luchara con la mano contra una fuerte corriente de agua, para llevarla al cuello de ___________*. Sin dejar de besarla, le acarició la suave piel del cuello con el dorso del dedo índice y siguió por la delicada línea de la clavícula.
La boca de ___________*se suavizó con su contacto y Jonas estuvo a punto de correrse, allí mismo. Era tan receptiva que podía sentir la reacción a sus caricias en la boca.
Tocarla en dos puntos era más de lo que podría soportar en aquellos momentos. Apartó la boca de la de ella; ___________*tardó unos segundos en darse cuenta de que se había apartado. Tenía los ojos aún cerrados, la boca húmeda y entreabierta. Los tonos de su piel, crema y marfil, tenían un ligero toque rosado. Parpadeó y abrió los ojos, buscando algo en el rostro de Jonas. Algo que él no sabía cómo darle.
—¿Jonas? —susurró.
No podía responder; no le salían las palabras. Emitió un sonido desde lo más hondo del pecho que ni él mismo comprendió. Todos y cada uno de los músculos de su cuerpo estaban tensos de deseo. Se sentía exactamente igual que debía haberse sentido Grayhawk, tras la pared de madera de su cuadra, oliendo a Leyla y con todos sus instintos pidiendo a gritos poder poseerla.
La pared de madera representaba la violencia que había en su deseo. Jonas debía tener cuidado si no quería herir a aquella preciosidad. Jamás había deseado ser tan cuidadoso con nadie como en aquellos instantes, con ___________*Anderson. Claro que jamás había sentido aquella sed de sangre que le ponía tan cachondo y le hacía perder el control. Si la hería, fuera como fuera, nunca se lo perdonaría.
Con mucho cuidado, Jonas abrió la mano para rodearle el cuello. La piel era suave, mucho más suave que la seda más fina. Sus manos eran ásperas y callosas, y casi había esperado que su suave piel quedara atrapada en sus manos, como lo habría hecho una tela delicada. Le acarició hacia arriba hasta que llegó al corto pelo castaño y sintió la delicada estructura de su cráneo.
En parte se alegraba de que ___________*no fuera pelirroja. Le encantaba el pelo rojo; siempre le había puesto a mil. Todo en ella le gustaba tanto que, si hubiera sido pelirroja, probablemente ya se habría corrido.(si supiera)
Sin apartar los ojos de los de ella, Jonas bajó la palma de la mano hacia los frágiles huesos de los hombros de ___________*, para después seguir hacia los botones del jersey. Tuvo que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad para no arrancarle el jersey de cuajo.
Aunque podría hacerlo; ___________*le habría dejado, lo veía en sus ojos. Vacilaba un poco, parecía un poco tímida, pero estaba claro que le deseaba.
Puede que incluso le pareciera excitante que le arrancara la ropa. Pero si empezaba arrancándole la ropa, abriría un agujero enorme en su dudoso autocontrol y la lujuria saldría con fuerza, como el agua a través de una presa rota.
No se detendría tras haberle arrancado la ropa, el sujetador, los pantalones y las braguitas. No, si emprendía ese camino resbaladizo y dejaba que sus instintos se libraran del encierro en que los tenía, la acabaría tumbando en el suelo, la abriría con los dedos y le metería la poll.a hasta el fondo, estuviera preparada o no. Le abriría las piernas con tanta fuerza que no podría moverse, y la folla.ría con fuerza allí mismo, en el suelo...
No estaba preparada para que la follara furiosamente y con fuerza, tal vez no lo estuviera nunca. Jonas aceptaría lo que ___________*estuviera dispuesta a darle, pero tenía que dárselo ella, cuando estuviera preparada.
Así que, en lugar de arrancarle la ropa y hacerla trizas, lanzarla al suelo y montarla, Jonas le acarició el cuello del jersey con el dedo índice y jugueteó con el botón superior, sin perder a
___________*de vista. Su expresión no cambió. Muy despacio, desabrochó el botón con manos torpes.
Cuando se abrió, revelando un trocito de piel cremosa, el rostro de ___________*se relajó. Si no hubiera estado tan pendiente de sus reacciones, tal vez no se habría dado cuenta. No era una sonrisa, sino algo mucho más sutil. La tensión desapareció un poco, lo justo para que Jonas supiera que iban por el camino que ___________*conocía. Y quería.
A nivel animal, ___________*había notado la violencia del deseo de Jonas. Percibía la tensión en sus músculos y la fuerza con que se agarraba a la silla. Era como una yegua que se movía incómoda al ver que el semental se acercaba. Las yeguas saben que el apareamiento va a ser salvaje, furioso y brutal y, de alguna forma, ___________*sabía que su apareamiento con Jonas también podía volverse brutal.
Los primeros pasos hacia el sexo, su beso moderado y la forma en que le había desabrochado el botón del jersey, le demostraban que, después de todo, podía confiar en que se controlara.
Jonas esperaba que estuviera en lo cierto.
Otro botón. Y otro, y otro. La mano temblorosa de Jonas empezó a moverse. Por suerte sólo había seis botones; la expresión de ___________*se hacía más apacible con cada botón que desabrochaba. Cuando por fin pudo abrir el jersey y se lo deslizó con cuidado por los hombros, soltó un suspiro.
El sujetador blanco que llevaba se abrochaba en el centro, algo que Jonas agradeció; si hubiera tenido que ponerle las manos en la espalda para desabrocharle el sujetador, a lo mejor habría perdido el control. ___________*dejó caer los brazos y el sujetador se quedó entre la cintura y el respaldo de la silla, encima del jersey. Estaba desnuda de cintura para arriba.
___________*le dedicó una sonrisa temblorosa que Jonas no le devolvió. Sentía demasiadas cosas como para sonreír. Aun así, era bueno que le sonriera pues significaba que lo estaba haciendo bien. Al menos de momento.
Jonas respiró entrecortadamente. Ya no tenía que concentrarse tanto en la expresión de su rostro; ahora podía fijarse bien en lo que se había afanado por dejar al descubierto.
Cuando por fin bajó la vista se sintió medio mareado. Era pequeña, delicada y completamente perfecta. Casi le daba miedo tocarla; le daba miedo estropear la pálida piel lechosa tan delicada que parecía que fuera a hacerle un moratón si respiraba demasiado fuerte.
Paseó su largo dedo índice alrededor del pecho derecho, para luego cogerlo entre sus manos. Había estado en lo cierto; cabía perfectamente bien en su mano cerrada. Era como tocar un cálido satén. Agachó la cabeza y acercó la boca al pecho, lamiéndole el pequeño pezón rosado y chupándolo. Sabía exactamente como había imaginado. A cereza. Sus dos pezones sabían a cereza. Cuando levantó la cabeza, estaban duros, rosa oscuro y húmedos por haberlos tenido en su boca.
Se le había acelerado la respiración y podía ver el latido del corazón, a toda velocidad, en su pecho izquierdo. ¿Deseo? ¿Miedo?
Jonas volvió a inclinarse hacia delante, rozándole la boca con la suya.
—No me temas —le susurró—, no voy a hacerte daño. —Rogó a Dios porque fuera cierto.
—No —susurró ___________*. Pero su voz era suave e insegura.
Era el momento de darle confianza con sus palabras, de hacerle entrar en calor, de ablandarla. ___________*Anderson era una profesora, una lectora. Las palabras le ayudarían a relajarse con él e incluso, si daba con las adecuadas, las palabras la excitarían. Jonas necesitaba excitarla, necesitaba que su tono se humedeciera y estuviera listo para acogerle. Si no, la cosa no funcionaría.
Pero su asquerosa suerte quiso que Jonas no encontrara nada que decir para seducirla y tranquilizarla; absolutamente nada. No sería capaz ni en sus mejores tiempos, menos aún ahora que tenía la mente llena de lujuria. Era un milagro que hubiera logrado decir algo.
Jonas soltó la silla. Necesitaba desnudarla ya mismo y, para ello, necesitaba las dos manos. Le desabrochó los pantalones, bajó la cremallera y se los abrió; soltó un gruñido cuando rozó su suave y plano vientre con el dorso de la mano. Jonas le pasó una mano por la espalda y la levantó sin esfuerzo, quitándole los pantalones y las braguitas en un sólo movimiento con la otra mano y llevándose, con ello, los calcetines y los zapatos. Por fin estaba desnuda.
«Joder».
Jonas la empujó suavemente hacia atrás en la silla, sin apartar la mano del muslo, y se quedó mirando fijamente los brillantes rizos rojos que había junto a su mano. Alzó la vista para mirarla a los ojos.
—Eres pelirroja —dijo sin aliento.
___________*Anderson era pelirroja y él era, oficialmente, hombre muerto. Si albergaba alguna esperanza de no caer rendido a los pies de ___________*Anderson, podía olvidarse de ella. Era increíblemente guapa, inteligente, amable, cálida. Y pelirroja. Estaba acabado.
—Sí. Sí, ehh... Soy pelirroja. —Respiró hondo y le miró directamente a los ojos—. Ehh... ¿es un problema? —Por raro que pareciera, ___________*se quedó helada, sin saber muy bien qué hacer, e incluso con algo de miedo. ¿Pensaba que no le gustaban las pelirrojas?
—No. —Jonas se aclaró la garganta—. Me encantan las mujeres pelirrojas.
—Ah. —Más que una palabra, parecía una suave exhalación de aire—. Eso... eso es bueno entonces.
—Mmmm. —No podía responder. Había demasiado ruido en su cabeza y estaba demasiado concentrado estudiando el contraste entre su mano y los muslos de ella; su áspera y oscura piel frente a la de ella, suave y pálida. Sus manos se alzaron como si no le pertenecieran, como si tuvieran vida propia, y cubrieron la zona en la que quería meterle la po.lla en cuanto pudiera sin ser un animal.
___________*abrió las piernas un poco, lo justo para darle la bienvenida. El pelo que cubría su monte de Venus era suave, no demasiado grueso. Jonas deslizó los dedos por los pliegues del sexo de ___________*. Ahora que la exploraba, los dos temblaban. Tal y como sospechaba, era pequeña y estrecha. Pero estaba húmeda.
Eso era bueno. Un poco más y por fin podría meterle su palpitante pol.la. Ahora no, todavía no. Aunque muy pronto, o se moriría.
La sondeó, esparciendo con cuidado su leche por la pequeña apertura, rodeando el clítoris.
Se quedó muy sorprendido la vez en que una camarera le dijo que le encantaba que le tocara ahí. Al parecer, la mayoría de los hombres empujaban y sacaban, apretando con fuerza, sacudiendo y bombeando la mano como si el clítoris fuera una po.lla. Era sorprendente lo gili.pollas que podían llegar a ser los hombres.
Él tocaba a una mujer ahí con cuidado; eran tan suaves y aquello era tan pequeño... Si no prestabas atención, si en vez de manos tenías mazos, te perdías las pequeñas señales que emitía el cuerpo de la mujer.
El sexo de una mujer era como la boca de un caballo. Antes de contratar a un caballista, Jonas se fijaba en cómo usaba el bocado. Los caballos podían ser animales grandes y fuertes, pero tenían una boca muy delicada. Si los tratabas mal podías herirlos, pero si los tratabas bien, te los ganabas por completo.
La fuerza no servía de nada ahí. Había visto a caballistas fuertes y grandes cagarla con la boca de los caballos. Y a hombres fuertes y grandes cagarla con las mujeres.
Los caballos necesitaban una caricia de vez en cuando; lo mismo pasaba con las mujeres. Jonas la exploró con el dedo, mirándola fijamente. Vio que se ruborizaba, que abría ligeramente la boca en busca de aire; que su respiración se aceleraba.
Jonas presionó el dedo dentro de ella, sintiendo que su suave piel se abría a su paso. Movió el dedo con cuidado. La mayoría de las mujeres tenían un punto débil, justo ahí...
Gimió y abrió las piernas aún más; los músculos del estómago se le tensaron. Jonas se detuvo, paralizado unos instantes y sin mover la mano. Sintió bajo los vaqueros que su pene supuraba semen. Se estremeció, a punto de correrse.
___________*le puso una mano temblorosa en la cara; ya no tenía las manos heladas sino al revés, parecía un hierro candente contra su piel.
—¿Jonas? —Le miró a los ojos—. ¿Quieres... quieres que vayamos a la cama?
—Más que nada en el mundo —logró articular. Tenía la garganta seca y rasposa; las palabras salían de su garganta como piedras, lenta y dolorosamente—. Pero en cuanto estemos en la cama y me haya quitado los pantalones, estaré dentro de ti en menos de medio segundo. No habrá nada que me detenga. Así que los únicos preliminares que vas a obtener son estos, aquí y ahora. En esta silla.
—Oh. —___________*formó una O perfecta con su preciosa boca. Casi podía ver cómo procesaba en su cabeza lo que acababa de decirle. Abrió la boca para volver a decir algo, pero Jonas le acarició el clítoris con el dedo, haciendo círculos, y los pulmones de ___________*se vaciaron de aire con un silbido audible. Sentía su excitación por la forma en que sus músculos internos le apretaban el dedo y podía verlo en su pecho y en el cuello, donde se le marcaba el pulso acelerado. Apretó los dientes. Si se le hinchaba la po.lla una gota más, le reventaría.
Respiró con dificultad, dentro y fuera, tratando de controlarse.
—Hay algo más —le advirtió Jonas. Tenía que decirlo mientras aún le quedara algo de sangre en la cabeza—. Sólo tengo un condón en la cartera. Por razones sentimentales, supongo, porque hace más de dos años que no me acuesto con nadie. Probablemente esté caducado. Y una goma no va a ser suficiente; por cómo me siento ahora mismo, no nos bastaría ni con diez. No sé cómo vamos a solucionar eso.
Se puso roja como un tomate, y pasó del rosado claro al rosa chillón en medio minuto. Sonrió poco segura y tiró de la mano que había dentro de ella. Jonas dejó que le sacara la mano y se quedó alucinado al ver que se llevaba la mano a la boca y le frotaba los nudillos contra los labios. Tenía los dedos y la palma pringosos de sus jugos.
—No pasa nada —susurró. Sus ojos eran dos piscinas color turquesa, tan brillantes y profundas que podía hundirse en ellas—. Mis reglas eran irregulares y la ginecóloga me recetó la píldora. No hace falta...
Lo que fuera a decir se ahogó en la boca de Jonas; la levantó en brazos y se la llevó.
Quería meter la lengua en su suave boca. También quería meterle la poll.a ahí, pero ahora no tocaba pensar en eso. Ya estaba suficientemente excitado así.
Jonas abrió la boca, un poquito, y el corazón se le desbocó cuando ella abrió la suya. Ladeó la cabeza para llegar mejor, lamiéndole el interior del labio inferior y volviendo a ladear la cabeza para saborearla mejor y en profundidad. Casi se corre en los pantalones cuando la lengua de ___________*rozó la suya, tímidamente.
La cosa no iba a acabar bien sí un simple beso le ponía tanto que apenas podía respirar... Agarró la silla con más fuerza mientras cubría la boca de ella con la suya, explorándole con la lengua. Sabía tan bien como se había imaginado; era un sabor ligeramente dulce, no sabía si por el té que se habían tomado o porque tuviera alguna cualidad innata dulce.
Jonas soltó el borde de la mesa para poco a poco, como si luchara con la mano contra una fuerte corriente de agua, para llevarla al cuello de ___________*. Sin dejar de besarla, le acarició la suave piel del cuello con el dorso del dedo índice y siguió por la delicada línea de la clavícula.
La boca de ___________*se suavizó con su contacto y Jonas estuvo a punto de correrse, allí mismo. Era tan receptiva que podía sentir la reacción a sus caricias en la boca.
Tocarla en dos puntos era más de lo que podría soportar en aquellos momentos. Apartó la boca de la de ella; ___________*tardó unos segundos en darse cuenta de que se había apartado. Tenía los ojos aún cerrados, la boca húmeda y entreabierta. Los tonos de su piel, crema y marfil, tenían un ligero toque rosado. Parpadeó y abrió los ojos, buscando algo en el rostro de Jonas. Algo que él no sabía cómo darle.
—¿Jonas? —susurró.
No podía responder; no le salían las palabras. Emitió un sonido desde lo más hondo del pecho que ni él mismo comprendió. Todos y cada uno de los músculos de su cuerpo estaban tensos de deseo. Se sentía exactamente igual que debía haberse sentido Grayhawk, tras la pared de madera de su cuadra, oliendo a Leyla y con todos sus instintos pidiendo a gritos poder poseerla.
La pared de madera representaba la violencia que había en su deseo. Jonas debía tener cuidado si no quería herir a aquella preciosidad. Jamás había deseado ser tan cuidadoso con nadie como en aquellos instantes, con ___________*Anderson. Claro que jamás había sentido aquella sed de sangre que le ponía tan cachondo y le hacía perder el control. Si la hería, fuera como fuera, nunca se lo perdonaría.
Con mucho cuidado, Jonas abrió la mano para rodearle el cuello. La piel era suave, mucho más suave que la seda más fina. Sus manos eran ásperas y callosas, y casi había esperado que su suave piel quedara atrapada en sus manos, como lo habría hecho una tela delicada. Le acarició hacia arriba hasta que llegó al corto pelo castaño y sintió la delicada estructura de su cráneo.
En parte se alegraba de que ___________*no fuera pelirroja. Le encantaba el pelo rojo; siempre le había puesto a mil. Todo en ella le gustaba tanto que, si hubiera sido pelirroja, probablemente ya se habría corrido.(si supiera)
Sin apartar los ojos de los de ella, Jonas bajó la palma de la mano hacia los frágiles huesos de los hombros de ___________*, para después seguir hacia los botones del jersey. Tuvo que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad para no arrancarle el jersey de cuajo.
Aunque podría hacerlo; ___________*le habría dejado, lo veía en sus ojos. Vacilaba un poco, parecía un poco tímida, pero estaba claro que le deseaba.
Puede que incluso le pareciera excitante que le arrancara la ropa. Pero si empezaba arrancándole la ropa, abriría un agujero enorme en su dudoso autocontrol y la lujuria saldría con fuerza, como el agua a través de una presa rota.
No se detendría tras haberle arrancado la ropa, el sujetador, los pantalones y las braguitas. No, si emprendía ese camino resbaladizo y dejaba que sus instintos se libraran del encierro en que los tenía, la acabaría tumbando en el suelo, la abriría con los dedos y le metería la poll.a hasta el fondo, estuviera preparada o no. Le abriría las piernas con tanta fuerza que no podría moverse, y la folla.ría con fuerza allí mismo, en el suelo...
No estaba preparada para que la follara furiosamente y con fuerza, tal vez no lo estuviera nunca. Jonas aceptaría lo que ___________*estuviera dispuesta a darle, pero tenía que dárselo ella, cuando estuviera preparada.
Así que, en lugar de arrancarle la ropa y hacerla trizas, lanzarla al suelo y montarla, Jonas le acarició el cuello del jersey con el dedo índice y jugueteó con el botón superior, sin perder a
___________*de vista. Su expresión no cambió. Muy despacio, desabrochó el botón con manos torpes.
Cuando se abrió, revelando un trocito de piel cremosa, el rostro de ___________*se relajó. Si no hubiera estado tan pendiente de sus reacciones, tal vez no se habría dado cuenta. No era una sonrisa, sino algo mucho más sutil. La tensión desapareció un poco, lo justo para que Jonas supiera que iban por el camino que ___________*conocía. Y quería.
A nivel animal, ___________*había notado la violencia del deseo de Jonas. Percibía la tensión en sus músculos y la fuerza con que se agarraba a la silla. Era como una yegua que se movía incómoda al ver que el semental se acercaba. Las yeguas saben que el apareamiento va a ser salvaje, furioso y brutal y, de alguna forma, ___________*sabía que su apareamiento con Jonas también podía volverse brutal.
Los primeros pasos hacia el sexo, su beso moderado y la forma en que le había desabrochado el botón del jersey, le demostraban que, después de todo, podía confiar en que se controlara.
Jonas esperaba que estuviera en lo cierto.
Otro botón. Y otro, y otro. La mano temblorosa de Jonas empezó a moverse. Por suerte sólo había seis botones; la expresión de ___________*se hacía más apacible con cada botón que desabrochaba. Cuando por fin pudo abrir el jersey y se lo deslizó con cuidado por los hombros, soltó un suspiro.
El sujetador blanco que llevaba se abrochaba en el centro, algo que Jonas agradeció; si hubiera tenido que ponerle las manos en la espalda para desabrocharle el sujetador, a lo mejor habría perdido el control. ___________*dejó caer los brazos y el sujetador se quedó entre la cintura y el respaldo de la silla, encima del jersey. Estaba desnuda de cintura para arriba.
___________*le dedicó una sonrisa temblorosa que Jonas no le devolvió. Sentía demasiadas cosas como para sonreír. Aun así, era bueno que le sonriera pues significaba que lo estaba haciendo bien. Al menos de momento.
Jonas respiró entrecortadamente. Ya no tenía que concentrarse tanto en la expresión de su rostro; ahora podía fijarse bien en lo que se había afanado por dejar al descubierto.
Cuando por fin bajó la vista se sintió medio mareado. Era pequeña, delicada y completamente perfecta. Casi le daba miedo tocarla; le daba miedo estropear la pálida piel lechosa tan delicada que parecía que fuera a hacerle un moratón si respiraba demasiado fuerte.
Paseó su largo dedo índice alrededor del pecho derecho, para luego cogerlo entre sus manos. Había estado en lo cierto; cabía perfectamente bien en su mano cerrada. Era como tocar un cálido satén. Agachó la cabeza y acercó la boca al pecho, lamiéndole el pequeño pezón rosado y chupándolo. Sabía exactamente como había imaginado. A cereza. Sus dos pezones sabían a cereza. Cuando levantó la cabeza, estaban duros, rosa oscuro y húmedos por haberlos tenido en su boca.
Se le había acelerado la respiración y podía ver el latido del corazón, a toda velocidad, en su pecho izquierdo. ¿Deseo? ¿Miedo?
Jonas volvió a inclinarse hacia delante, rozándole la boca con la suya.
—No me temas —le susurró—, no voy a hacerte daño. —Rogó a Dios porque fuera cierto.
—No —susurró ___________*. Pero su voz era suave e insegura.
Era el momento de darle confianza con sus palabras, de hacerle entrar en calor, de ablandarla. ___________*Anderson era una profesora, una lectora. Las palabras le ayudarían a relajarse con él e incluso, si daba con las adecuadas, las palabras la excitarían. Jonas necesitaba excitarla, necesitaba que su tono se humedeciera y estuviera listo para acogerle. Si no, la cosa no funcionaría.
Pero su asquerosa suerte quiso que Jonas no encontrara nada que decir para seducirla y tranquilizarla; absolutamente nada. No sería capaz ni en sus mejores tiempos, menos aún ahora que tenía la mente llena de lujuria. Era un milagro que hubiera logrado decir algo.
Jonas soltó la silla. Necesitaba desnudarla ya mismo y, para ello, necesitaba las dos manos. Le desabrochó los pantalones, bajó la cremallera y se los abrió; soltó un gruñido cuando rozó su suave y plano vientre con el dorso de la mano. Jonas le pasó una mano por la espalda y la levantó sin esfuerzo, quitándole los pantalones y las braguitas en un sólo movimiento con la otra mano y llevándose, con ello, los calcetines y los zapatos. Por fin estaba desnuda.
«Joder».
Jonas la empujó suavemente hacia atrás en la silla, sin apartar la mano del muslo, y se quedó mirando fijamente los brillantes rizos rojos que había junto a su mano. Alzó la vista para mirarla a los ojos.
—Eres pelirroja —dijo sin aliento.
___________*Anderson era pelirroja y él era, oficialmente, hombre muerto. Si albergaba alguna esperanza de no caer rendido a los pies de ___________*Anderson, podía olvidarse de ella. Era increíblemente guapa, inteligente, amable, cálida. Y pelirroja. Estaba acabado.
—Sí. Sí, ehh... Soy pelirroja. —Respiró hondo y le miró directamente a los ojos—. Ehh... ¿es un problema? —Por raro que pareciera, ___________*se quedó helada, sin saber muy bien qué hacer, e incluso con algo de miedo. ¿Pensaba que no le gustaban las pelirrojas?
—No. —Jonas se aclaró la garganta—. Me encantan las mujeres pelirrojas.
—Ah. —Más que una palabra, parecía una suave exhalación de aire—. Eso... eso es bueno entonces.
—Mmmm. —No podía responder. Había demasiado ruido en su cabeza y estaba demasiado concentrado estudiando el contraste entre su mano y los muslos de ella; su áspera y oscura piel frente a la de ella, suave y pálida. Sus manos se alzaron como si no le pertenecieran, como si tuvieran vida propia, y cubrieron la zona en la que quería meterle la po.lla en cuanto pudiera sin ser un animal.
___________*abrió las piernas un poco, lo justo para darle la bienvenida. El pelo que cubría su monte de Venus era suave, no demasiado grueso. Jonas deslizó los dedos por los pliegues del sexo de ___________*. Ahora que la exploraba, los dos temblaban. Tal y como sospechaba, era pequeña y estrecha. Pero estaba húmeda.
Eso era bueno. Un poco más y por fin podría meterle su palpitante pol.la. Ahora no, todavía no. Aunque muy pronto, o se moriría.
La sondeó, esparciendo con cuidado su leche por la pequeña apertura, rodeando el clítoris.
Se quedó muy sorprendido la vez en que una camarera le dijo que le encantaba que le tocara ahí. Al parecer, la mayoría de los hombres empujaban y sacaban, apretando con fuerza, sacudiendo y bombeando la mano como si el clítoris fuera una po.lla. Era sorprendente lo gili.pollas que podían llegar a ser los hombres.
Él tocaba a una mujer ahí con cuidado; eran tan suaves y aquello era tan pequeño... Si no prestabas atención, si en vez de manos tenías mazos, te perdías las pequeñas señales que emitía el cuerpo de la mujer.
El sexo de una mujer era como la boca de un caballo. Antes de contratar a un caballista, Jonas se fijaba en cómo usaba el bocado. Los caballos podían ser animales grandes y fuertes, pero tenían una boca muy delicada. Si los tratabas mal podías herirlos, pero si los tratabas bien, te los ganabas por completo.
La fuerza no servía de nada ahí. Había visto a caballistas fuertes y grandes cagarla con la boca de los caballos. Y a hombres fuertes y grandes cagarla con las mujeres.
Los caballos necesitaban una caricia de vez en cuando; lo mismo pasaba con las mujeres. Jonas la exploró con el dedo, mirándola fijamente. Vio que se ruborizaba, que abría ligeramente la boca en busca de aire; que su respiración se aceleraba.
Jonas presionó el dedo dentro de ella, sintiendo que su suave piel se abría a su paso. Movió el dedo con cuidado. La mayoría de las mujeres tenían un punto débil, justo ahí...
Gimió y abrió las piernas aún más; los músculos del estómago se le tensaron. Jonas se detuvo, paralizado unos instantes y sin mover la mano. Sintió bajo los vaqueros que su pene supuraba semen. Se estremeció, a punto de correrse.
___________*le puso una mano temblorosa en la cara; ya no tenía las manos heladas sino al revés, parecía un hierro candente contra su piel.
—¿Jonas? —Le miró a los ojos—. ¿Quieres... quieres que vayamos a la cama?
—Más que nada en el mundo —logró articular. Tenía la garganta seca y rasposa; las palabras salían de su garganta como piedras, lenta y dolorosamente—. Pero en cuanto estemos en la cama y me haya quitado los pantalones, estaré dentro de ti en menos de medio segundo. No habrá nada que me detenga. Así que los únicos preliminares que vas a obtener son estos, aquí y ahora. En esta silla.
—Oh. —___________*formó una O perfecta con su preciosa boca. Casi podía ver cómo procesaba en su cabeza lo que acababa de decirle. Abrió la boca para volver a decir algo, pero Jonas le acarició el clítoris con el dedo, haciendo círculos, y los pulmones de ___________*se vaciaron de aire con un silbido audible. Sentía su excitación por la forma en que sus músculos internos le apretaban el dedo y podía verlo en su pecho y en el cuello, donde se le marcaba el pulso acelerado. Apretó los dientes. Si se le hinchaba la po.lla una gota más, le reventaría.
Respiró con dificultad, dentro y fuera, tratando de controlarse.
—Hay algo más —le advirtió Jonas. Tenía que decirlo mientras aún le quedara algo de sangre en la cabeza—. Sólo tengo un condón en la cartera. Por razones sentimentales, supongo, porque hace más de dos años que no me acuesto con nadie. Probablemente esté caducado. Y una goma no va a ser suficiente; por cómo me siento ahora mismo, no nos bastaría ni con diez. No sé cómo vamos a solucionar eso.
Se puso roja como un tomate, y pasó del rosado claro al rosa chillón en medio minuto. Sonrió poco segura y tiró de la mano que había dentro de ella. Jonas dejó que le sacara la mano y se quedó alucinado al ver que se llevaba la mano a la boca y le frotaba los nudillos contra los labios. Tenía los dedos y la palma pringosos de sus jugos.
—No pasa nada —susurró. Sus ojos eran dos piscinas color turquesa, tan brillantes y profundas que podía hundirse en ellas—. Mis reglas eran irregulares y la ginecóloga me recetó la píldora. No hace falta...
Lo que fuera a decir se ahogó en la boca de Jonas; la levantó en brazos y se la llevó.
♫ Laura Jonas ♥
Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA
Ohh.. "la alzó en brazo y se la llevó.".. uyuyuyuuuyyy....
A saber lo que le hace el Jonas... bueno, me lo puedo imaginaarr.. 1313
SIGUELA PRONTOO PORRRFIISSSS!! :3
A saber lo que le hace el Jonas... bueno, me lo puedo imaginaarr.. 1313
SIGUELA PRONTOO PORRRFIISSSS!! :3
TeenageDreamJB❤
Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA
O.O!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
la tiens que seguir porfaaaaa
porfaaaaa
la tiens que seguir porfaaaaa
porfaaaaa
chelis
Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA
:affraid: :affraid: :affraid: :affraid: :affraid: :affraid: :affraid: :affraid: :affraid: :affraid:
AY DIOS!! SIGUELAAAAAAAAAAAA!!!!
AY DIOS!! SIGUELAAAAAAAAAAAA!!!!
SandyJonas
Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA
bueno chicas aqui estoy
grax por todos sus comments :D
aqui les dejo el proximo capi que OBVIO es HOT!! :twisted:
grax por todos sus comments :D
aqui les dejo el proximo capi que OBVIO es HOT!! :twisted:
♫ Laura Jonas ♥
Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA
Capitulo 7
Era como volar.
___________ no tenía ninguna sensación de gravidez. Jonas la portaba con facilidad, como si fuera un peso pluma. Lo que la mantenía en la tierra era el abrazo de sus fuertes brazos y el beso de su boca.
No vaciló ni comprobó cuartos; como si llevara toda la vida viviendo en aquella casa, Jonas fue derecho a su cuarto. Abrió la puerta, que estaba medio cerrada, de una patada tan fuerte que rebotó contra la pared. Hizo un sonido parecido al de una bala en una noche silenciosa.
Era el primer indicio de que estaba perdiendo el control, el indicio de que el puño de acero con que se mantenía a raya estaba quebrándose. Si no la tuviera en una red de fuego, se habría quedado helada. Pese a que todos sus músculos habían sido fuertes y tensos cuando la besaba, habría sido imposible saber que los besos le ponían enormemente. Sus besos eran suaves y dulces, de hecho. Mucho más suaves que muchos de los que le habían dado.
Cualquier otro hombre habría ido directo al grano en cuanto hubiera aceptado acostarse con él. Pero Jonas no; Jonas la había besado con cuidado, la había tocado con cuidado y había estado pendiente de ella, aguardando. Si no hubiera visto, y percibido, la forma en que se controlaba, habría pensado que era del tipo de hombres que se encienden despacito.
Pero los músculos de su cara se habían tensado y sus narinas se habían abierto como las de un semental. Había percibido fugazmente su brutal erección a través de los pantalones, aunque no se había atrevido a mirarla fijamente.
Ejercía tal control sobre sí mismo que pensó que tal vez lograra hacerle el amor suavemente, y después podría abrazarse a él. Esa era la parte que más le había gustado siempre del sexo: el sentirse protegida. Pero si Jonas empezaba abriendo la puerta a patadas, la cosa iba a ser más dura de lo que pensaba.
Jonas fue directamente a la cama, donde la depositó sin dejar de besarla en ningún momento. Cuando estuvo completamente tumbada, se apartó.
La pérdida de su intenso cuerpo la dejó helada. Allí, tumbada en la cama, ___________ se dio cuenta de pronto de que estaba completamente desnuda. Tiró de la colcha para cubrirse.
—No —gruñó, sacudiendo la cabeza con fuerza—. No te tapes.
—Tengo frío —susurró ___________. Y era verdad; aunque también estaba un poco asustada. Claro que no podía decírselo; después de todo, ella había empezado aquello. No podía mostrarse reticente ahora; había invitado a Joseph Jonas a su cama y ya no había vuelta atrás.
Pero había algo en la forma en que Jonas se desnudaba, con movimientos bruscos y sin la gracia masculina que había admirado hacía unos minutos, que le daba un poco de miedo. Sus gruesos y marcados músculos, que se flexionaban y se tensaban a medida que se desvestía, le hacían parecer aún más largo y más poderoso que nunca. La luz del salón que entraba por la puerta entreabierta le permitía ver cómo se quitaba Jonas el jersey y la camiseta y los lanzaba al suelo. Se desnudó con un par de movimientos de las manos; su enorme pene sobresalía de entre la densa capa de negro vello púbico.
___________ se estremeció de pronto al ver lo que había estado oculto por la ropa.
Había visto cuerpos así desnudos antes, claro que sí, en su gimnasio y en las revistas. Pero no tenían nada que ver con el poderoso ser que tenía desnudo junto a su cama. El cuerpo de Jonas no tenía nada que ver con el típico cuerpo de modelo de portadas. Era mucho más fuerte, duro y resistente que eso. Tenía el torso cubierto con una mata de grueso pelo negro, así como en los brazos y piernas. Los músculos que tenía no se debían a horas de gimnasio, sino a la vida, a las batallas. Su cuerpo era ancho, fuerte y tenía cicatrices. Era el cuerpo de un guerrero.
Era un guerrero.
___________ se había olvidado completamente de ello, había olvidado que no era un simple ranchero amable al que no se le daba bien conversar. Era, básicamente, un asesino entrenado. Probablemente igual que los asesinos que la buscaban.
Presa repentinamente del pánico, ___________ se dio cuenta de que en su dolor y soledad había roto una de las reglas cardinales de Herbert Davis: no involucrarse con los locales. En teoría no debía dejar que nadie se acercara demasiado a ella; le había dicho que era muy peligroso. No podía decirle a nadie que estaba en el Programa de Protección de Testigos. Los tentáculos de Santana eran muy largos y una recompensa de un millón de dólares tentaría a cualquiera. Invitar a Jonas a su cama era como firmar su sentencia de muerte.
En más de un sentido. Era el hombre más poderoso que hubiera visto nunca; podía romperle el cuello con un movimiento de la mano.
Jonas se giró un poco hacia ella. Su pene era enorme, largo, ancho y tenía la punta húmeda.
El peligro podía venir por distintos caminos; y éste era uno de ellos.
A ___________ le latía el corazón con tanta fuerza que pensó que la casa entera se temblaría con ello. El pánico, el miedo y la excitación se reunieron en un único y gigantesco sentimiento demasiado grande como para que su cuerpo lo albergara.
Jonas se arrodilló en la cama y el colchón se hundió con el peso de su cuerpo. ___________ tuvo que tensar los músculos para no rodar por el valle que había formado.
Cuando se inclinó sobre ella, Jonas no parecía un amante a punto de folla.rla, sino un guerrero a punto de matar. Los músculos de su pecho y de los brazos estaban en tensión, los bíceps flexionados sobresalieron cuando la rodeó con un fuerte y largo brazo para montarla al tiempo que, con la otra mano, le abría los muslos.
♫ Laura Jonas ♥
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