¿Quien es ese chico? [Logan Lerman]

—Y bien…— Pollet oyó a Sara continuar juguetonamente al teléfono — ¿En que estábamos cariño?
Polly rodo los ojos y soltó el cerrojo dejando que la puerta se cerrara automáticamente con el aire y se llevara la conversación vía línea de su compañera.

Mientras sus rodillas se flexionaban al bajar de dos en dos los escalones del segundo piso se le vino a la mente el día que conoció a su amiga Clara. Ese día apenas los ciudadanos de la comunidad de Chulota habían sobrepasado la noche anterior a una tormenta que había venido del este de Titusville, cuando un fuerte ventarrón y una llovizna que termino por transformarse en un etéreo granizo cayó en las tierras fértiles del jardín de niños donde ella y Clara asistían de lunes a viernes de 8:00 de la mañana a 1:00 de la tarde. Era de suponerse que el suelo y los juegos del patio estarían húmedos o totalmente mojados y, por ende el espacio resbaladizo, pese a eso se les permitió la salida puntual a la hora del recreo.

Todavía puede oír el sonido de las bolitas de granizo pegando en el plástico de los resbaladores y las gotas resonar en un resonante trontron en la casa de madera que estaba en el centro del patio cerca de un árbol focus de hojas grandes y muy verdes. Las educadoras, jóvenes e inexpertas en aquel entonces, salieron gritando a todo pulmón a los niños que se metieran de inmediato a los salones; dado a esto se vino un atiborramiento de infantes que corrieron despavoridos en todas direcciones a refugiarse bajo la protección de un techo. Gritaban pero se divertían. En el momento en que subía apresuradamente los escalones para llegar al otro lado con su maestra, un niño de un grado superior pasó por su costado a toda velocidad que, si nos ponemos a pensar, y comparamos fuerzas por peso y edad, mas aparte de la impertinente zona climática de la semana causo que perdiera el equilibrio; resbalara y se raspara la rodilla con la áspera esquina del escalón. Se sentó en el bloque y con una mueca de dolor estiro la pierna para obtener mejor vista; miraba y volvía a mirar la mancha roja que se originaba caliente de la herida. La lluvia le empapaba los cabellos negros y arruinaba su moño de lado hasta dejarlo colgado y aguado. Entonces, de pronto, una niña de coletas amarillas e igual de aguadas se agacho para verle la cara mojada. Estaba llorando, no obstante, por las gotas de la lluvia la desconocida no podía notarlas.
“No creo que quieras mojarte mas de lo que ya estas…Ven, dame la mano” La pequeña de coletas color amarillo le tendió la palma de la mano y ella, apesadumbrada como estaba acepto en sus pesares. Su auxiliadora le regalo una sonrisa que le ocupo todo el rostro y, se presento a pesar de no ser el momento indicado para hacerlo.
“Soy Clara… ¿y tu como te llamas?” Dijo alegremente a la vez que de sus pestañas goteaban diminutas gotas de agua heladas. Ahora que la veía bien, Polly sabía bien de quien se trataba: era la chica pollo o algo parecido, según los otros decían.
“Dime Polly” Sonrió. Tomadas de la mano y Polly apoyándose de Clara para disminuir el peso en su pierna, corrieron a través de los charcos y el lodo a resguardarse del aguacero que las atacaban. Reían y eran dichosas también.
“Gracias” menciono Pollet luego de que llegaran agitadas al techo de la casa de madera. La niña de melena castaña se encogió de hombros y le tomo del brazo en señal de no hay de qué.

Y desde ese día se hicieron más que grandes y mejores amigas; como uña y carne: una y la misma.

Ahora el día era completamente distinto: no llovía y el cielo estaba de un azul fresco y sereno a pesar de la temporada invernal.Llamaría a Clara y le pediría una disculpa por no apoyarla en los últimos días con el asunto de su papá e ignorarla cuando salían juntas. Ella no era así, no, definitivamente no, solo que el amor había tocado a su puerta, y lamentablemente la había disturbado de su gran amistad.

Observó una banca solitaria en los arrabales del jardín y se aproximó a ella con paso intrépido.

Ya allí, verificó el número de su amiga en la agenda de favoritos y apretó el botón verde. Esperó. Llamada desviada. La chica dejo salir un resoplido de decepción.

—Hola, Pollet— Polly se sobresalto tanto al oír su nombre que casi salto del asiento— ¿Eres Pollet o me equivoco?
—Si —todavía estaba con la mano en el pecho y el corazón acelerado.
—Lo siento…No quise asustarte —el rubio la saludo de mano cortésmente como era su hábito y carácter— Soy Richard Tyler, profesor de práctica en la escuela de… al lado—hizo una pausa y prosiguió —, y leal amigo de Clara Mcguire—la muchacha entrecerró los ojos y le miro arriba abajo, suspicaz. Le devolvió el saludo, aún con un gesto receloso en los labios—Se todo. De verdad puedes confiar en mí.
—Eres muy joven para ser maestro y algo grandecito para ser amigo de Clara.
—Voy a cumplir 22—el joven hizo un movimiento negando con la cabeza—.Eso no importa ahora, si no ayudarla con su padre. Por eso he venido a buscarte. Clara nos necesita a los dos.
— ¿Es muy grave? ¡¿Qué le paso?! —cuestiono Pollet repentinamente exaltada, preocupada en que su amiga se encontrara en líos como era su costumbre.
—Descuida. Solo será una salida de padre a… “hijo”, pero insiste en que la vea como Clara y no como Bobby. Supongo que ella te explicará mejor las cosas—la morena hizo un ademan de consentimiento dejando la desconfianza de lado.



CASI TODO ESTABA LISTO, solo era cuestión de encontrarme con Kevin y el plan se llevaría a cabo de la manera precisa en que realizamos el bosquejo de fases.
Mi mejor amiga, de quien estaba segura no me fallaría en esta “misión” me obsequió una sonrisa decidida, mostrando sus dientes blancos. “Por siempre” Leí en sus labios. La tome de la mano como cuando éramos niñas y la apreté levemente. Enseguida, volví la vista a Richard: estaba vacilando. Miraba de un lado a otro, temeroso, movía lentamente pero nervioso el pie…Choque con su mirada y entonces me di cuenta de que solamente estaba jugando, puesto que al lado de las comisuras de su boca se dibujaron unas agraciadas arruguitas que luego le estiraron la piel alrededor. Parecía que lo disfrutaba.
Sujeto con firmeza el tablón del esquema y, cediendo su apoyo oficialmente a nuestro grupo extendió su brazo y posó su mano sobre encima de la de nosotras.
— ¡Hagámoslo! —clamamos al unísono alzando los brazos al cielo.
Posteriormente, Polly se ajusto la peluca de Bobby y se puso los lentes oscuros de estrella de rock que a las dos nos sentaba bien. Le di el pañuelo que le seria de mucha ayuda y, se fue en busca de Kevin, no sin antes devolverse a mostrarme su afecto con un caluroso abrazo.
—Gracias por hacer esto, Polly—dije afianzándome a ella
—Estamos a mano—consumo mi amiga cuando nos separamos.

Richard y yo nos encargamos de seguirla a todas partes para no perderle el paso, por supuesto, con más precaución por los primeros rumbos.
Nos detuvimos como fugitivos detrás de la acera donde nos tapaba un auto descolorido que al parecer estaba averiado y esperamos a que Pollet apareciera en escena. Ya llegaba, y con el pañuelo blanco a la altura de la boca para que el hombre no se percatara del doble fiasco de Bobby Liars (A doble fiasco me refiero a que yo soy la primera).

—Dios…—musito Kevin cuando vio aparecer a “Bobby” con ese extraño aspecto — ¿Qué tienes, hijo? ¿Estás bien?
—Me tomo por sorpresa un resfriado—manifestó Polly sin darle más importancia al asunto.
No la reconoció. Fase 1, completada.
—Vaya que si, hasta la voz se te oye diferente—La morena respingo la nariz y simulo una fuerte tosedera que se quedo circunvalada en la tela blanca.
— ¿Seguro que no prefieres que nos quedemos? —Konrad frunció el seño, mostrándose intranquilo
—Muy seguro. Vamos, hay que irnos — rodeo la camioneta y sin más, se subió en el momento en que Kevin retiro el seguro de la puerta.

Inmediatamente que vimos que dieron vuelta en la esquina, nos encamínanos rápidamente al auto de Richard: un Volkswagen 92 de color blanco y dos franjas rojas que estaban trazadas en el medio; del techo al cofre. Suerte que había quedado ubicado cerca de donde el automóvil de Kevin.
—Te presento a Herbie— anunció el joven maestro con magnanimidad en el tono de su voz como si estuviera profetizando a la octava maravilla. Probablemente para él lo era. Seguro que sí.

No importaba a cuanta distancia ni a cuantos carros estuviéramos alejados en las avenidas; nos mantuvimos al margen de las vueltas, de las paradas en los semáforos, de cada coche achacoso, hasta el de último modelo que se colocara en cualquiera de sus costados o atrás. En dos ocasiones, y gracias a que Kevin no iba, ni aceleraba a una velocidad irrespetuosa a las de la ley, pudimos situarnos justo dos metros detrás de él sin que levantáramos sospechas.

Pronto divisamos el Nuevo Manises, donde la estatua de un hombre pegando la bola con el palo en un ángulo de 180º le daba una excelente apariencia y bienvenida al lugar. Richard busco un espacio desocupado a las afueras mientras mi padre paso un billete seguramente de 10 en la máquina de la caseta para uno dentro de las instalaciones.




COMO LA MAYORIA de las veces, en que solía saltarme o perder las clases del diario no me arrepentía.
La mañana había sido satisfactoria desde que me desperté y me dirigí a paso acelerado a la habitación de David. Ya que cuando llegue, este ya me esperaba en las escaleras; ahorrándome todo el trabajo de subir hasta allá y ayudarlo a distraer al inspector de turno. Toparnos en el algún otro sitio de la escuela era, a decir verdad un poco más difícil, puesto que en las primeras horas del día, los prefectos revisan precisamente que nadie este saltándose sus respectivas asignaturas, o de lo contrario ellos mismos se encargarían de que entraras al aula correspondiente y tristemente, con un reporte pegado en la frente. Nunca había querido decirlo, pero ya me había pasado más de una vez. Era realmente humillante. No obstante las llamadas de atención, según parece me entran por un oído y me salen por el otro. Seguido, tuvimos éxito en nuestra salida, disfrutamos de un par de chicas que también habían decidido pasar las clases, y luego…me dio la impresión de que el maldito destino quería que mi cerebro hiciera boom.

Ahí estaba Clara, sonriéndole al profesor muñequito de porcelana.

— ¿Qué haces? —pregunto David visiblemente confundido por mi inesperado cambio de carril
—Vamos a…—espere a ver a donde se dirigían esos dos. Vi como Richard Tyler le puso la mano en su espalda y saludo a un vigilante del campo de golf “Manises” al pasar a su lado —Jugar golf
—Estás loco, es juego de viejos, hermano,… ¿Estás jugando, cierto? —se le formo una arruga en el entrecejo.
—Sera…entretenido—frene casi en seco provocando que un rechinido se produjera en las llantas delanteras.


—Vamos, apúrate, sal de allí—Quizá todavía un poco de suerte estaba de mi lado pues encontré un buen lugar donde estacionarme sin estarme matando en buscar y para fortuna, exactamente enfrente del sitio.
Si que estaba cometiendo una locura... Pero solo me nacía hacerlo, ni siquiera lo pensaba… ¿Acaso esa maldita mujer me estaba embrujando o qué demonios era? ¡QUE!.