Butterflies and Bullets.|Novela Colectiva

Capitulo 018. +

No podía dejar de mirarla, y temer por mi vida. ¿Qué? Cualquiera en mi lugar estaría igual. Así va la cosa, unos ojos avellanados taladrándote, un ceñudo rostro que acompaña lo anterior; Unos labios color rosa apretados, deduciendo que maldición proferirte; Dos brazos totalmente cruzados  que distorsionaban el movimiento de su pie izquierdo, momento, derecho. Pie derecho. Esta chica necesita con urgencia un Terapeuta, tiene cambios de humor muy repentino, típico de las pelirrojas.

—Ehh… ¿Estás molesta?—la pregunta salió de mis labios casi en murmulló. Pronto me arrepentí de haber dicho aquello.
— ¿Tu qué crees?—  espetó recalcando lo obvio mientras dejaba de mírame y se lanzaba en el sillón más cercano a ella.
—Vamos no es mi culpa—dije en mi mejor tono arrepentido— Además este pequeño departamento es medio lujoso, estoy seguro que Carolina Herrera se quedó aquí una vez.

Su expresión se relajó ya no intentaba matarme, sólo se volvió confundido, como si fuera dicho algo extraño.

— ¡Deja de decir idioteces!—gritó. Si, la paz duró poco. En tiempo record lanzó uno de los cojines a mi dirección. Muy tarde para reaccionar.
— ¡Auch!—exclamé— ¿Exactamente que te sucede?
—Potter.
— ¿Potter?, ¿Así como Harry, el mago?, ¿Qué tienen que ver los libros esos con…?—no podía articular aquello. ¿O yo me había vuelto loco—hay que aclarar que ella ya lo estaba—O el cojín me había mandado a otra dimensión.?
—Sí. Potter—Volvió a decir cruzándose de nuevo de brazos— ¿Melissa Potter? Digo estamos en Londres, pero no podían ponerme un apellido, no lo sé, ¿más real y creíble?

Le regresé una mirada extrañada. ¿Por eso había querido matarme? ¿Por un apellido que ni yo sabía que le pondrían? Pero hice algo que quizá no debí hacer. Largué una carcajada.

— ¿Qué te causa risa idiota?—exigió Emma.
— ¿Estamos huyendo, acabamos presos en California, me detestas desde hace más de cuatro años, y te preocupas por un simple apellido?—respondí aun riendo y devolviendo el cojín a su lugar.

Hizo lo que mejor hacía. Ignorarme. Se levantó del sillón y a paso firmé dejó la sala, perdiéndose por uno de los pasillos contiguos a la pequeña sala.

Ya era costumbre desde hace seis horas, aproximadamente,  que se encerraba en su habitación, sólo salía a gritarme, recriminarme, y más de lo mismo.

Era una suerte que aquel edificio estuviera lo que digamos, resguardado. Como para aquellas personas que no quieren ser vistas. En lo personal vivir en un sitio así, es cómodo, tranquilo y pacífico. Lástima que tenga que compartirlo con una pelirroja que me está sacando de mis casillas y que no podemos quedarnos mucho tiempo. No me importa lo que piense el señor Wilde, pero la suma de dinero por cuidar de su pequeño monstruo tendrá que aumentar.

Con todos esos pensamientos me recosté de uno de los sillones, aun se me hacía extraño no escuchar nada, ni un solo murmullo, nada. Eso que al frente del departamento que me había tocado, estaba el de Calum, y no es por presumir, pero esa chica que le toco a él…bueno, sólo digamos que no parece nada tranquila.

Mis parpados pesaban, la tenue tranquilidad que poco duraba, parecía acobijarme. He de admitir que la suavidad de aquellos muebles era impresionante. El cansancio se estaba haciendo notar, por más que mi mente solo daba una orden: ¡no te duermas!

Pero todo se volvió negro y empezó a disolverse. Escuchaba varias voces, sobre todo una cálida y dulce voz, Rose, mi pequeña hermana. Le había prometido regresar vivo, y comprarle una de esas muñecas con cabello bonito que tanto quería. La imagen cambiaba de momento, la podía observar, reía, lo veía tan real. Rose daba vueltas, en un extraño pero gracioso baile, su cabello chocolate estaba trenzado. Por un momento se detuvo y sentí que me veía, en ese instante dejó de reír, y sus ojos azules  me miraron fijamente, de ellos brotaron lágrimas. Un grito, hizo que perdiera la imagen y noción de todo.

Me incorporé agitado. Tallándome los ojos, solo para darme cuenta que estaba en aquel sillón del departamento, en Londres. Por instinto di una mirada a todo. ¡Maldición!, me había quedado dormido. Seguro Emma ya se había escapado. Me levanté como pude, y en ese momento, lo volví a escuchar. No fue mi sueño. Emma estaba gritando.

Corrí hacia su habitación, llevándome muebles, mesas de adornos y demás mobiliario de aquel lugar, finalmente había llegado, no sabía ¿si era mejor tocar o entrar de una vez?, bah, iba entrar, pero más le vale estar muriendo.

No pude abrir la puerta como quería, al muy estilo James Bond. La puerta tenia seguro. Cortesía de la niña mimada que no soportaba que su falso apellido fuera Potter. Tardé cinco minutos buscando la llave, no me mies así, no iba a romper semejante puerta, después podían descotarlo de mi paga, y eso ni pensarlo.

Cuando logré entrar, no me fijé en los detalles de esa habitación, mi vista se fijó fue en Emma; Sus manos las pasaba constantemente por su cabello, la expresión de su cara era de horror, y estaba ligeramente temblando. Me acerqué un poco más, notando que su mirada había cruzado con la mía y ella rápidamente la había apartado mirando a un punto sobre su cama. Fue cuando me di cuenta que era su teléfono celular.

«—Primera regla: Corta todo tipo de comunicaciones»


Me maldije mentalmente, no le había quitado el estúpido celular.  Y no había duda, Emma había recibido un mensaje, o bien una llamada.