Moments of my life. {nc.

Prólogo

Recuerdo aquella tarde en la que junto a mi primo, Zayn, habíamos ayudado a nuestra abuela a ordenar y limpiar los rosales blancos de La habitación. Con Zayn sabíamos que no era un nombre muy original que ponerle a una habitación, pero la abuela había decidido llamarle así: La habitación. Era un lugar muy bonito;  las paredes eran de color blanco con muchas fotos colgadas en ellas, una silla de madera y una pequeña mesita en el centro del lugar.
Ese día habíamos decidido pasar la tarde con ella, porqué no teníamos nada que hacer y, ademas, con un poco de suerte la abuela nos haría galletas de chocolate. En ese tiempo eramos niños, y también un poco interesados en lo material.
Esa tarde la abuela nos había recibido con un gran abrazo y varios besos en la mejilla. Justamente ella estaba sentada meditando en La habitación y no tardamos en sentarnos junto a ella. Todas la tardes ella se encontraba en ese lugar. Ami eso me parecía extraño, pero Zayn me había dicho que no me preocupara que después de todo La habitación era un lugar bonito para descansar en silencio por un par de horas.
Después de un rato nos pusimos a limpiar los rosales.

— ¿Sabes abuela? Él esta enamorado de la niña de aquí en frente. – Zayn había dicho eso apuntándome y riéndose de mi.
— ¡Mentira! Sólo es mi amiga. – respondí de inmediato.

Recuerdo que, mientras desmentía las tonterías que decía mi primo, la abuela nos miraba con una sonrisa que nunca supe que significaba. Era indescifrable para mi en ese entonces, hoy en día me doy cuenta que era una sonrisa que reflejaba tristeza. Si en ese momento yo me hubiera dado cuenta de ésto de seguro no hubiese dicho nada, pero no fue así.

— ¿Qué sucede abue? – le pregunté.
— No gasten fuerzas peleando ahora. Cuando sean grandes se enamoraran y ahí empezara la guerra. – dijo sin dejar de mirar los rosales.

Con Zayn nos habíamos mirado extrañados. Lo admito, eramos unos ingenuos, pero eramos niños y no entendíamos lo que ella nos había dicho.

— ¿Qué quieres decir abuela? – pregunto Zayn como todo curioso que era.

Él se sentó en el piso alfombrado, justo al frente de mi abuela para escuchar y verla mejor. Yo, para ese entonces, sabia que empezaría a hablar cosas de niñas, pero no quería ser maleducado así que lo imite.

— Todo el mundo se enamora, aunque sea una vez. No pueden evitarlo, sólo sucede. Es un sentimiento hermoso y a la vez es horrible. – arranco una rosa del rosal y empezó a quitarles las hojas secas. – Puedes llegar a hacer cualquier cosa por amor. Por eso el dicho dice: En el amor y la guerra todo se vale.
— ¡Yo nunca me voy a enamorar! – Exclamo mi primo.
— Niño tonto. – La abuela lo regaño. – Sólo por decir eso serás él primero en caer.

Cuando la abuela lo había terminado de regañar él se puso rojo e hizo una mueca extraña, creo que si lo viera hacer esa mueca en el presente no podría parar de reír.

— ¿Qué pasa si mueres sin enamorarte? Como en un accidente. – pregunté.

Lo que ella nos dijo me había intrigado mucho. Jamas creí nada de esas tonterías que ella decía. Ni una sola vez. Pero me arrepiento de no haberlo echo.

— Buena pregunta Nathaniel. – me miró. – mi padre me decía que cuando sucede eso las almas gemelas de los perdidos se encuentran con otras en la misma situación, o en casos extremos mueren solitarios porqué la vida no tiene sentido sin amor.
— Eso es triste. – dije mirando a la nada.
— Y cursi. – reí junto a Zayn por su comentario. – abuela deja de mirar telenovelas.
— Eres terrible, ¿Eh?. – lo volvió a regañar.

Nunca supe porqué o cómo, pero Zayn siempre tuvo el don de hacer que ella se enoje. Creo que siempre le gustó hacer eso.

— Estoy feliz de tener esta conversación con ustedes, aunque se rían de mi. Porqué en un futuro pasaran por mal de amores y recordaran este momento, van a sonreír y dirán que yo tenia razón. – Dijo con una sonrisa mientras seguía su labor con las rosas.

Cuando había terminado de limpiar el rosal, nos entrego unas regaderas para tirarles a las hermosas flores blancas.

— En las películas, todas las historias son iguales. Se conocen, se enamoran, no pueden estar juntos, y al final eso no les importa. Resuelven sus problemas, se casan y tienen hijos. – Sin pensarlo esas palabras habían salido de mi boca.
— Por eso es una película.

Ella me había pegado en la cabeza con la palma de su mano. Fue despacio, pero me había dolido igual. Ademas, era injusto, Zayn siempre la hacia enojar, no yo. Él todavía se ríe de mí cada vez que recordamos esa charla y yo solo trato de ignorarlo.

— Eso es lo que la gente muestra en el comercio del cine, pero no es así. Muchas parejas terminan, toman malas decisiones, arman conflictos entre ellos, diferencias y al final el amor solo se hace un pequeño sentimiento indiferente en medio de una guerra sin sentido. Otras sienten tanto amor que logran cruzar esas barreras para poder estar juntos, pase lo que pase...
— ¿Cómo seria lo tuyo con el abuelo? – preguntó Zayn.

Hace bastante tiempo que no hablábamos de nuestro abuelo. Yo deje de hacerlo porqué mi madre me pidió que no lo hiciera, pero no entendía exactamente porqué. Después de todo era mi abuelo. No lo podíamos olvidar así como así, él era una persona para recordar y yo quería hacerlo.
Después de un momento de silencio, en que los dos estuvimos esperando su respuesta, ella hablo:

— Lo nuestro fue inevitable. El destino lo quiso así y nada puede contra eso. Pero están nuestros recuerdos juntos y eso es suficiente para mí. Espero que para ustedes sea así. – Sonrió con melancolía. – Ahora vallan a la cocina que iré a prepararles algo para comer.

Siempre tuvo razón. Cada palabra que había dicho era verdad. No podíamos evitarlo. Quisiera abrazarla y decirle que tenía razón para que ella pueda regalarme una sonrisa. Sé que cada vez que recordamos esto Zayn piensa lo mismo.
Cuando había terminado de hablar, Zayn se dirigió a la cocina sin dudarlo. En cambio yo me quede acomodando el rosal y poniéndolo en su lugar junto a la pequeña mesa. Me alegra que a esa edad tuve la posibilidad de aprender a leer, porqué o sino nunca hubiera sabido que decía en el pequeño cuadro que se encontraba en la mesa con las fotografías de mi abuelo. Así que, antes de ir a la cocina, volví a leerlo una vez mas: