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Mensaje por Monse_Jonas Miér 05 Mar 2014, 11:50 pm

Capitulo Diecinueve Segunda Parte
Sí, tarde o temprano se iría. ¿Qué mujer sería capaz de vivir con un hombre obsesionado por algo que no puede remediar? Además, había visto algo nuevo en ella, algo que jamás se le había ocurrido que podría formar parte de su relación: miedo. _____ lo miraba con recelo, y se apartaba cuando él intentaba tocarla.
—Bueno… No puedo asegurar al cien por cien lo que sucederá en el futuro, nadie puede hacerlo…
Sí, pensó Joe con tristeza. _____ no era la misma. Y se sintió dolido. Dolido y enfadado.
—Por cierto —dijo de pronto _____, alarmada—, vas a llegar tarde al trabajo, tendrás que llamar al juzgado y dar alguna excusa…
—¡Hoy es sábado! Tenemos todo el día para nosotros solos.
Se sintió agobiada al pensar que tendría que pasar el día entero junto a él. ¿Qué harían? ¿Comportarse como dos seres civilizados, cada uno con miedo de decir algo que pudiera herir al otro?
—Vaya, qué tonta, es verdad. Ni siquiera sé en qué día vivo…
—¿Qué te pasa, _____?
—Nada. ¿Por qué crees que me pasa algo? Sólo que… Bueno… Esperaba que te pusieras muy contento al ver que había vuelto, pero parece que te molesta, ni siquiera me has dado un beso…
—Eso tiene fácil arreglo.
Bajó la cabeza y la besó. Mientras lo hacía, le abrió el albornoz y comenzó a acariciarla. Tenía un plan: si le hacía el amor quizá todo volviera a ser como antes, el sexo los había unido desde el principio, había sido la base de su relación, sin él acabarían rompiendo, así que…
—¿Quieres que siga? —le habló al oído. Su aliento le rozaba la mejilla y _____ se estremeció.
Sí, quería que siguiese. Sabía lo que él estaba haciendo y le gustó, porque eso significaba que deseaba continuar a su lado. Cuando hacían el amor era lo mejor del mundo, se acababan las dudas y los recelos. Quizá, incluso, como él decía, volvieran a ser los de antes.
—Si te paras, me cabrearé mucho, mucho…
Se notó húmeda de repente y Joe a esas alturas estaba tan excitado que tomó la mano de la joven y se la llevó hasta el pene.
—Mira lo que me haces… Esto sí que no ha cambiado.
—Te digo lo mismo… Mira lo que me haces tú a mí…
_____ llevó la mano de Joe a su sexo, húmedo por la excitación, y se removió, sensual, contra la palma. Ninguno de los dos fue consciente de lo que estaba pasando, ni _____ ni Joe supieron nunca cómo habían llegado allí, pero de pronto se encontraron en la habitación, dando vueltas en la cama, besándose y acariciándose con frenesí. Joe le sujetó los brazos por encima de la cabeza y comenzó a besarle el cuerpo: el cuello, los pezones… Luego le soltó el brazo y tomó entre sus manos uno de sus pechos, masajeándolo, removiendo el pezón con el dedo índice y el pulgar, pellizcándola, haciendo que se removiera, que lo buscara… Le besó el lóbulo de la oreja y _____ gimió, complacida; la naricilla, que lo volvía loco; las cejas; los ojos cerrados; los labios…
—No vuelvas a marcharte, _____ —su tono de voz era implacable—. Quiero que te quedes —el beso que siguió a esa declaración fue duro, posesivo, como si Joe quisiera marcarla para que nunca olvidara dónde estaba su lugar; pero _____, acostumbrada a recibir sólo ternura por parte de él, se asustó y lo apartó de un manotazo.
—Me haces daño.
—Perdona, lo siento… perdona —se apartó de ella—. Me tienes miedo, _____, esto no va a funcionar…
—¿Qué tonterías dices? Sí que va a funcionar, y no te atrevas a dejarme ahora…
Él iba a decir algo, pero _____ acalló sus protestas tapándole la boca con la suya y comenzó a estimularlo con sus caricias hasta que volvió a besarla con el mismo ardor de antes.
—No he sabido expresarte mis sentimientos —dijo entre gemidos—, pero claro que me he alegrado de verte… Es que… estaba convencido de que no volverías y ha sido toda una sorpresa… —mientras hablaba no dejaba de besarla, de acariciarla, y _____ aceptaba sus caricias, ahora pasiva, dejándose hacer, dejándose querer.
—Las sorpresas pueden ser buenas o malas… —dijo.
—Ésta ha sido magnífica.
_____ le acariciaba la espalda, disfrutando con el tacto de cada centímetro de su piel. Él estaba sobre ella, dedicado a la tarea de besarle el pecho, el estómago, el vientre, de trazar círculos con la lengua sobre su ombligo… Ella se retorcía a causa del deseo. Siguió bajando las manos por su espalda hasta llegar al trasero, que acarició con movimientos sensuales. Cuando Joe le abrió las piernas y comenzó a acariciar con la lengua, con suavidad, los lugares donde sabía que más podía excitarla, _____ dejó de acariciar y le arañó la espalda mientras meneaba las caderas, alzándolas, animándolo a penetrarla. Y
Joe lo hizo, primero poco a poco, lo que a ______ le pareció frustrante, por lo que envolvió sus piernas contra sus caderas, apretando fuerte, mientras con las manos le acariciaba los testículos, animándolo a penetrarla por completo.
—Así, mi amor, así…
Joe gritó y aumentó el ritmo, penetrándola con más fuerza. Le había puesto las manos en el trasero para empujarla contra él, y _____ gemía y empujaba a su vez, respirando agitadamente.
—Sí, por favor…
Joe logró alargar el momento, se contenía, luego se volvía a soltar y después se contenía otra vez.
El placer de oírla gritar de esa forma, de verla tan excitada, lo volvía loco. Ella arremetía contra él cada vez con más ímpetu, gimiendo desesperada, hasta que por fin Sergio perdió el control y empujó con todas sus fuerzas, gritando su nombre. _____ también gritó y los dos se movieron con frenesí, poseyéndose por completo.
Tardaron unos minutos en volver a la realidad. Estaban agotados y sudorosos, y permanecieron abrazados en silencio.
_____ cerró los ojos y, cuando él la acarició, se removió para apartarlo. No estaba dormida, pero quería que él lo pensara. Como siempre, habían ignorado los problemas haciendo el amor. Sus dificultades acababan en la cama, pero luego regresaban con más intensidad. No creía que pudieran soportar durante mucho tiempo una situación tan artificial, tan poco sincera.
Permanecieron tumbados mucho tiempo, silenciosos, inmerso cada uno en sus propios pensamientos.
—Llegará un momento en que no podremos solucionar todos nuestros problemas echando un polvo — dijo al fin _____.
—¿Por qué? —Joe sonrió—. Además, éste ha sido glorioso. ¿Echamos otro?
Ya la estaba acariciando de nuevo, y lo peor era que ella ya empezaba a estremecerse y a temblar.
¿Por qué era tan seductor, tan encantador? _____ le sonrió. Ese hombre la tenía pillada. Si no fuera tan guapo, si no fuera tan tierno y a la vez tan complicado… Si no fuera Joe, quizá no estaría tan coladita por él.
—Ahora no…
—No, claro, tú sólo quieres hablar… Las mujeres creéis que todo se soluciona hablando, desnudando los sentimientos…
—Alguna vez tendremos que hacerlo. Es mucho peor callar, créeme. Aunque en este momento llevas razón. Necesitamos tiempo para pensar…
—Me siento como un bicho raro al que te dispones a analizar en el laboratorio. No es una sensación agradable, _____, me gustaría que lo entendieras.
______ calló. Debía ser más cuidadosa en su presencia. Había cosas que no debía decirle, no quería que se sintiera incómodo con ella, porque sí pensaba analizarlo como a un bichito en un laboratorio. Ya no se conformaba con seguir como hasta ahora, quería algo más: estaba enamorada de él y debía averiguar si podía tener un futuro con Joe.
Después de hacer el amor, algo de su antigua confianza había vuelto. Pero no toda. Estaba casi segura de que, si seguían así unos días, todo iba a volver a ser como antes, pero eso ya se le quedaba muy corto.
Hacer el amor y hablar únicamente de libros y de películas pasando de puntillas sobre los temas incómodos no era una solución.
Al menos no era lo que ella quería.
«Todo o nada», se dijo. No había término medio.
—Por cierto, esta noche tengo un compromiso, un cóctel al que no puedo faltar —dijo Joe en tono de fastidio, interrumpiendo sus pensamientos.
—Perfecto, es bueno que salgas.
_____ sintió un gran alivio al saber que él saldría esa noche y podría quedarse sola para pensar.
Había otra cosa que la preocupaba, una idea que no había tomado aún forma, pero que no dejaba de rondarle por la cabeza: algo que no entendía en el relato, y le molestaba no saber exactamente qué era.
Quería volver a leerlo; era doloroso pero necesario. Intuía que las palabras de Joe encerraban una verdad que ni siquiera él conocía.
—Creo que no lo has entendido. Estás muy distraída… Lo que te estoy diciendo es que… En fin, quiero que vengas conmigo.
—¿Qué?
—Ya sabes que no soy un hombre muy sociable, pero hay un colega con el que me une lo más parecido a una amistad que conozco… No es que seamos íntimos, pero es la única persona que soporto…
—¡No me digas! —lo interrumpió _____ poniendo cara de indignación—. ¡La única persona que soportas…! ¿Y yo qué? ¿A mí no me soportas?
—Ya sabes a lo que me refiero…
—Te estaba tomando el pelo… ¿Qué me decías?
—Que el juez del que hablo se jubila y entre unos cuantos han organizado un cóctel en su honor, ya sabes, discursitos y esas cosas… Bueno, el caso es que me mandaron una invitación y tenía que confirmar si iría solo o seríamos dos. El jueves por la mañana confirmé que seríamos dos… Con todo este jaleo se me olvidó decírtelo.
—Pero yo no conozco a nadie…
—Claro que sí, seguro que estará ese fiscal amigo tuyo y también algunos jueces y abogados que conozcas. Venga, acompáñame. Yo no puedo faltar, ese hombre se portó muy bien conmigo al principio y sería un desagradecido si no participara en su homenaje. Pero la verdad es que no tengo ningunas ganas de ir… Es un coñazo. Si vinieras conmigo, sería más llevadero.
_____ no contestó. Se levantó de la cama y se puso una camiseta que había tirada en el suelo.
—Esta habitación es una leonera —de pronto fue consciente del desorden, de la desorganización que presidía sus vidas, y se sintió muy molesta. Si iban a seguir juntos, tendrían que cambiar muchas cosas. Lo miró muy seria—. Joe, tenemos que organizarnos, tenemos que ordenar nuestra vida. He vuelto y me quedaré contigo, pero necesito unas pautas. Yo no puedo vivir en un continuo caos, confundiendo el día y la noche, comiendo a deshoras o, lo que es peor, no comiendo. Si organizamos nuestro día a día también organizaremos nuestras mentes, que es lo que necesitamos. No podemos seguir así.
—¿De qué hablas? Algo parecido te dije yo hace unos días, ¿recuerdas? Pero no hablaba muy en serio.
—Pues yo sí.
—De acuerdo, me parece bien. Si quieres organización, la tendrás, por mí que no quede… Bueno, y volviendo a mi pregunta: ¿vendrás conmigo esta noche? —Joe sonrió. Sabía que sus esfuerzos por parecer animado no estaban teniendo mucho éxito.
—No sé…
Quería quedarse sola esa noche, pero también tenía mucha curiosidad por ver a sus «conocidos», como él decía, al círculo en que ahora se movía Joe. Por otro lado, si quería normalizar su relación, que ambos tuvieran cada vez más cosas en común, ésa era una buena manera de empezar a hacerlo. ¿Qué hay más normal en una pareja que ir juntos a una fiesta?
—De acuerdo, me parece bien, me apetece conocer a tus amigos.
—Gracias. ¿Sabes una cosa? En estos años he asistido a muy pocos acontecimientos sociales, pero las veces que lo he hecho siempre he ido solo… Podría haber llamado a alguna de mis «mujeres de una noche», claro, pero nunca lo hice porque eran eso, de una noche, y no quería entablar una relación más duradera con ninguna.
—Ni siquiera conmigo.
—Al principio no… No sabes cuánto le agradezco al cielo que se te rompiera el coche. De no ser por esa casualidad no habríamos vuelto a vernos, porque, aunque te esperé en la puerta de tu oficina…
—Y te quedaste frito…
Los dos rieron al recordar aquel episodio. Poco a poco la tensión se iba desvaneciendo entre ellos.
—Sí. Me quedé dormido y tú pasaste por mi lado sin que yo te viera, y puede que no hubiéramos vuelto a vernos si no se hubiera agotado la batería de tu coche…
_____ se sentó en la cama.
—Hay que ver cómo juega el destino con nosotros, ¿verdad? Si la mañana que nos vimos por primera vez yo no hubiera llegado tan pronto al juzgado, no habría entrado en esa cafetería y no te habría conocido.
—Sí que me habrías conocido, recuerda, en la comparecencia…
—Ya, pero no te habrías fijado en mí ni yo en ti si no nos hubiéramos visto antes en la cafetería.
—Creo que te equivocas, yo sí que me habría fijado en ti, y te habría seguido igual, y habría intentado atracarte en el aparcamiento…
_____ rio.
—¡Cuántas cosas en tan poco tiempo! Yo he cambiado mucho desde que te conocí —dijo _____, acariciándole la mejilla.
—Y yo… —la mirada de Joe se oscureció—. Y justo cuando todo podría haber empezado a ir bien para mí, tuvo que aparecer esa…
_____ se asustó al ver la dureza y el odio que se reflejaban en sus ojos.
—No creo que ella sea la culpable de todo…
—¿Qué estás diciendo? —la miraba con incredulidad, como si de repente se hubiera vuelto loca.
—Que ella sólo removió tus recuerdos, pero el problema está en ti, y tienes que solucionarlo…
—No te entiendo, _____, no te entiendo… —meneaba la cabeza con pesadumbre. Parecía cansado, agotado—. No. Yo creo que este embrollo no tiene solución.
—Sí la tiene. Ya te lo he dicho, necesitas ayuda profesional, has soportado más de lo que cualquier persona corriente habría aguantado. Y lo has hecho tú solo.
Joe le acarició el pelo.
—Lo cierto es que, aunque no lo creas porque yo no he sido capaz de demostrártelo, desde que tú lo sabes me encuentro mejor. Tenía un miedo terrible de que te enteraras, es cierto, pero ahora me alegro.
—Y te sentirás aún mejor cuando lo compartas con alguien que pueda proporcionarte la ayuda que necesitas.
La insistencia de _____ en este punto empezaba a resultarle muy molesta.
—Tú eres la única que puede ayudarme. No quiero a nadie más. Cuando dimita, quizá Marga me deje por fin en paz. Entonces podremos empezar tú y yo, desde cero.

Pero _____ no estaba tan segura de que pudieran empezar de nuevo con una carga semejante sobre sus espaldas. Era demasiado pesada, aunque ahora fueran dos para repartirla.
Monse_Jonas
Monse_Jonas


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Mensaje por Monse_Jonas Miér 05 Mar 2014, 11:51 pm

Capitulo Diecinueve Segunda Parte
Sí, tarde o temprano se iría. ¿Qué mujer sería capaz de vivir con un hombre obsesionado por algo que no puede remediar? Además, había visto algo nuevo en ella, algo que jamás se le había ocurrido que podría formar parte de su relación: miedo. _____ lo miraba con recelo, y se apartaba cuando él intentaba tocarla.
—Bueno… No puedo asegurar al cien por cien lo que sucederá en el futuro, nadie puede hacerlo…
Sí, pensó Joe con tristeza. _____ no era la misma. Y se sintió dolido. Dolido y enfadado.
—Por cierto —dijo de pronto _____, alarmada—, vas a llegar tarde al trabajo, tendrás que llamar al juzgado y dar alguna excusa…
—¡Hoy es sábado! Tenemos todo el día para nosotros solos.
Se sintió agobiada al pensar que tendría que pasar el día entero junto a él. ¿Qué harían? ¿Comportarse como dos seres civilizados, cada uno con miedo de decir algo que pudiera herir al otro?
—Vaya, qué tonta, es verdad. Ni siquiera sé en qué día vivo…
—¿Qué te pasa, _____?
—Nada. ¿Por qué crees que me pasa algo? Sólo que… Bueno… Esperaba que te pusieras muy contento al ver que había vuelto, pero parece que te molesta, ni siquiera me has dado un beso…
—Eso tiene fácil arreglo.
Bajó la cabeza y la besó. Mientras lo hacía, le abrió el albornoz y comenzó a acariciarla. Tenía un plan: si le hacía el amor quizá todo volviera a ser como antes, el sexo los había unido desde el principio, había sido la base de su relación, sin él acabarían rompiendo, así que…
—¿Quieres que siga? —le habló al oído. Su aliento le rozaba la mejilla y _____ se estremeció.
Sí, quería que siguiese. Sabía lo que él estaba haciendo y le gustó, porque eso significaba que deseaba continuar a su lado. Cuando hacían el amor era lo mejor del mundo, se acababan las dudas y los recelos. Quizá, incluso, como él decía, volvieran a ser los de antes.
—Si te paras, me cabrearé mucho, mucho…
Se notó húmeda de repente y Joe a esas alturas estaba tan excitado que tomó la mano de la joven y se la llevó hasta el pene.
—Mira lo que me haces… Esto sí que no ha cambiado.
—Te digo lo mismo… Mira lo que me haces tú a mí…
_____ llevó la mano de Joe a su sexo, húmedo por la excitación, y se removió, sensual, contra la palma. Ninguno de los dos fue consciente de lo que estaba pasando, ni _____ ni Joe supieron nunca cómo habían llegado allí, pero de pronto se encontraron en la habitación, dando vueltas en la cama, besándose y acariciándose con frenesí. Joe le sujetó los brazos por encima de la cabeza y comenzó a besarle el cuerpo: el cuello, los pezones… Luego le soltó el brazo y tomó entre sus manos uno de sus pechos, masajeándolo, removiendo el pezón con el dedo índice y el pulgar, pellizcándola, haciendo que se removiera, que lo buscara… Le besó el lóbulo de la oreja y _____ gimió, complacida; la naricilla, que lo volvía loco; las cejas; los ojos cerrados; los labios…
—No vuelvas a marcharte, _____ —su tono de voz era implacable—. Quiero que te quedes —el beso que siguió a esa declaración fue duro, posesivo, como si Joe quisiera marcarla para que nunca olvidara dónde estaba su lugar; pero _____, acostumbrada a recibir sólo ternura por parte de él, se asustó y lo apartó de un manotazo.
—Me haces daño.
—Perdona, lo siento… perdona —se apartó de ella—. Me tienes miedo, _____, esto no va a funcionar…
—¿Qué tonterías dices? Sí que va a funcionar, y no te atrevas a dejarme ahora…
Él iba a decir algo, pero _____ acalló sus protestas tapándole la boca con la suya y comenzó a estimularlo con sus caricias hasta que volvió a besarla con el mismo ardor de antes.
—No he sabido expresarte mis sentimientos —dijo entre gemidos—, pero claro que me he alegrado de verte… Es que… estaba convencido de que no volverías y ha sido toda una sorpresa… —mientras hablaba no dejaba de besarla, de acariciarla, y _____ aceptaba sus caricias, ahora pasiva, dejándose hacer, dejándose querer.
—Las sorpresas pueden ser buenas o malas… —dijo.
—Ésta ha sido magnífica.
_____ le acariciaba la espalda, disfrutando con el tacto de cada centímetro de su piel. Él estaba sobre ella, dedicado a la tarea de besarle el pecho, el estómago, el vientre, de trazar círculos con la lengua sobre su ombligo… Ella se retorcía a causa del deseo. Siguió bajando las manos por su espalda hasta llegar al trasero, que acarició con movimientos sensuales. Cuando Joe le abrió las piernas y comenzó a acariciar con la lengua, con suavidad, los lugares donde sabía que más podía excitarla, _____ dejó de acariciar y le arañó la espalda mientras meneaba las caderas, alzándolas, animándolo a penetrarla. Y
Joe lo hizo, primero poco a poco, lo que a ______ le pareció frustrante, por lo que envolvió sus piernas contra sus caderas, apretando fuerte, mientras con las manos le acariciaba los testículos, animándolo a penetrarla por completo.
—Así, mi amor, así…
Joe gritó y aumentó el ritmo, penetrándola con más fuerza. Le había puesto las manos en el trasero para empujarla contra él, y _____ gemía y empujaba a su vez, respirando agitadamente.
—Sí, por favor…
Joe logró alargar el momento, se contenía, luego se volvía a soltar y después se contenía otra vez.
El placer de oírla gritar de esa forma, de verla tan excitada, lo volvía loco. Ella arremetía contra él cada vez con más ímpetu, gimiendo desesperada, hasta que por fin Sergio perdió el control y empujó con todas sus fuerzas, gritando su nombre. _____ también gritó y los dos se movieron con frenesí, poseyéndose por completo.
Tardaron unos minutos en volver a la realidad. Estaban agotados y sudorosos, y permanecieron abrazados en silencio.
_____ cerró los ojos y, cuando él la acarició, se removió para apartarlo. No estaba dormida, pero quería que él lo pensara. Como siempre, habían ignorado los problemas haciendo el amor. Sus dificultades acababan en la cama, pero luego regresaban con más intensidad. No creía que pudieran soportar durante mucho tiempo una situación tan artificial, tan poco sincera.
Permanecieron tumbados mucho tiempo, silenciosos, inmerso cada uno en sus propios pensamientos.
—Llegará un momento en que no podremos solucionar todos nuestros problemas echando un polvo — dijo al fin _____.
—¿Por qué? —Joe sonrió—. Además, éste ha sido glorioso. ¿Echamos otro?
Ya la estaba acariciando de nuevo, y lo peor era que ella ya empezaba a estremecerse y a temblar.
¿Por qué era tan seductor, tan encantador? _____ le sonrió. Ese hombre la tenía pillada. Si no fuera tan guapo, si no fuera tan tierno y a la vez tan complicado… Si no fuera Joe, quizá no estaría tan coladita por él.
—Ahora no…
—No, claro, tú sólo quieres hablar… Las mujeres creéis que todo se soluciona hablando, desnudando los sentimientos…
—Alguna vez tendremos que hacerlo. Es mucho peor callar, créeme. Aunque en este momento llevas razón. Necesitamos tiempo para pensar…
—Me siento como un bicho raro al que te dispones a analizar en el laboratorio. No es una sensación agradable, _____, me gustaría que lo entendieras.
______ calló. Debía ser más cuidadosa en su presencia. Había cosas que no debía decirle, no quería que se sintiera incómodo con ella, porque sí pensaba analizarlo como a un bichito en un laboratorio. Ya no se conformaba con seguir como hasta ahora, quería algo más: estaba enamorada de él y debía averiguar si podía tener un futuro con Joe.
Después de hacer el amor, algo de su antigua confianza había vuelto. Pero no toda. Estaba casi segura de que, si seguían así unos días, todo iba a volver a ser como antes, pero eso ya se le quedaba muy corto.
Hacer el amor y hablar únicamente de libros y de películas pasando de puntillas sobre los temas incómodos no era una solución.
Al menos no era lo que ella quería.
«Todo o nada», se dijo. No había término medio.
—Por cierto, esta noche tengo un compromiso, un cóctel al que no puedo faltar —dijo Joe en tono de fastidio, interrumpiendo sus pensamientos.
—Perfecto, es bueno que salgas.
_____ sintió un gran alivio al saber que él saldría esa noche y podría quedarse sola para pensar.
Había otra cosa que la preocupaba, una idea que no había tomado aún forma, pero que no dejaba de rondarle por la cabeza: algo que no entendía en el relato, y le molestaba no saber exactamente qué era.
Quería volver a leerlo; era doloroso pero necesario. Intuía que las palabras de Joe encerraban una verdad que ni siquiera él conocía.
—Creo que no lo has entendido. Estás muy distraída… Lo que te estoy diciendo es que… En fin, quiero que vengas conmigo.
—¿Qué?
—Ya sabes que no soy un hombre muy sociable, pero hay un colega con el que me une lo más parecido a una amistad que conozco… No es que seamos íntimos, pero es la única persona que soporto…
—¡No me digas! —lo interrumpió _____ poniendo cara de indignación—. ¡La única persona que soportas…! ¿Y yo qué? ¿A mí no me soportas?
—Ya sabes a lo que me refiero…
—Te estaba tomando el pelo… ¿Qué me decías?
—Que el juez del que hablo se jubila y entre unos cuantos han organizado un cóctel en su honor, ya sabes, discursitos y esas cosas… Bueno, el caso es que me mandaron una invitación y tenía que confirmar si iría solo o seríamos dos. El jueves por la mañana confirmé que seríamos dos… Con todo este jaleo se me olvidó decírtelo.
—Pero yo no conozco a nadie…
—Claro que sí, seguro que estará ese fiscal amigo tuyo y también algunos jueces y abogados que conozcas. Venga, acompáñame. Yo no puedo faltar, ese hombre se portó muy bien conmigo al principio y sería un desagradecido si no participara en su homenaje. Pero la verdad es que no tengo ningunas ganas de ir… Es un coñazo. Si vinieras conmigo, sería más llevadero.
_____ no contestó. Se levantó de la cama y se puso una camiseta que había tirada en el suelo.
—Esta habitación es una leonera —de pronto fue consciente del desorden, de la desorganización que presidía sus vidas, y se sintió muy molesta. Si iban a seguir juntos, tendrían que cambiar muchas cosas. Lo miró muy seria—. Joe, tenemos que organizarnos, tenemos que ordenar nuestra vida. He vuelto y me quedaré contigo, pero necesito unas pautas. Yo no puedo vivir en un continuo caos, confundiendo el día y la noche, comiendo a deshoras o, lo que es peor, no comiendo. Si organizamos nuestro día a día también organizaremos nuestras mentes, que es lo que necesitamos. No podemos seguir así.
—¿De qué hablas? Algo parecido te dije yo hace unos días, ¿recuerdas? Pero no hablaba muy en serio.
—Pues yo sí.
—De acuerdo, me parece bien. Si quieres organización, la tendrás, por mí que no quede… Bueno, y volviendo a mi pregunta: ¿vendrás conmigo esta noche? —Joe sonrió. Sabía que sus esfuerzos por parecer animado no estaban teniendo mucho éxito.
—No sé…
Quería quedarse sola esa noche, pero también tenía mucha curiosidad por ver a sus «conocidos», como él decía, al círculo en que ahora se movía Joe. Por otro lado, si quería normalizar su relación, que ambos tuvieran cada vez más cosas en común, ésa era una buena manera de empezar a hacerlo. ¿Qué hay más normal en una pareja que ir juntos a una fiesta?
—De acuerdo, me parece bien, me apetece conocer a tus amigos.
—Gracias. ¿Sabes una cosa? En estos años he asistido a muy pocos acontecimientos sociales, pero las veces que lo he hecho siempre he ido solo… Podría haber llamado a alguna de mis «mujeres de una noche», claro, pero nunca lo hice porque eran eso, de una noche, y no quería entablar una relación más duradera con ninguna.
—Ni siquiera conmigo.
—Al principio no… No sabes cuánto le agradezco al cielo que se te rompiera el coche. De no ser por esa casualidad no habríamos vuelto a vernos, porque, aunque te esperé en la puerta de tu oficina…
—Y te quedaste frito…
Los dos rieron al recordar aquel episodio. Poco a poco la tensión se iba desvaneciendo entre ellos.
—Sí. Me quedé dormido y tú pasaste por mi lado sin que yo te viera, y puede que no hubiéramos vuelto a vernos si no se hubiera agotado la batería de tu coche…
_____ se sentó en la cama.
—Hay que ver cómo juega el destino con nosotros, ¿verdad? Si la mañana que nos vimos por primera vez yo no hubiera llegado tan pronto al juzgado, no habría entrado en esa cafetería y no te habría conocido.
—Sí que me habrías conocido, recuerda, en la comparecencia…
—Ya, pero no te habrías fijado en mí ni yo en ti si no nos hubiéramos visto antes en la cafetería.
—Creo que te equivocas, yo sí que me habría fijado en ti, y te habría seguido igual, y habría intentado atracarte en el aparcamiento…
_____ rio.
—¡Cuántas cosas en tan poco tiempo! Yo he cambiado mucho desde que te conocí —dijo _____, acariciándole la mejilla.
—Y yo… —la mirada de Joe se oscureció—. Y justo cuando todo podría haber empezado a ir bien para mí, tuvo que aparecer esa…
_____ se asustó al ver la dureza y el odio que se reflejaban en sus ojos.
—No creo que ella sea la culpable de todo…
—¿Qué estás diciendo? —la miraba con incredulidad, como si de repente se hubiera vuelto loca.
—Que ella sólo removió tus recuerdos, pero el problema está en ti, y tienes que solucionarlo…
—No te entiendo, _____, no te entiendo… —meneaba la cabeza con pesadumbre. Parecía cansado, agotado—. No. Yo creo que este embrollo no tiene solución.
—Sí la tiene. Ya te lo he dicho, necesitas ayuda profesional, has soportado más de lo que cualquier persona corriente habría aguantado. Y lo has hecho tú solo.
Joe le acarició el pelo.
—Lo cierto es que, aunque no lo creas porque yo no he sido capaz de demostrártelo, desde que tú lo sabes me encuentro mejor. Tenía un miedo terrible de que te enteraras, es cierto, pero ahora me alegro.
—Y te sentirás aún mejor cuando lo compartas con alguien que pueda proporcionarte la ayuda que necesitas.
La insistencia de _____ en este punto empezaba a resultarle muy molesta.
—Tú eres la única que puede ayudarme. No quiero a nadie más. Cuando dimita, quizá Marga me deje por fin en paz. Entonces podremos empezar tú y yo, desde cero.

Pero _____ no estaba tan segura de que pudieran empezar de nuevo con una carga semejante sobre sus espaldas. Era demasiado pesada, aunque ahora fueran dos para repartirla.
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Mensaje por chelis Jue 06 Mar 2014, 9:56 am

Esperemos que joe se deje ayudar por ella!!!... Y por un especialista!!!!!... Y que marga se valla muy lejos de ellos!!!!!!
chelis
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Mensaje por Monse_Jonas Jue 06 Mar 2014, 8:28 pm

Capítulo Veinte
Cuando salió del cuarto la asaltaron un montón de ricos olores. Joe estaba cocinando y el agradable aroma de un guiso especiado impregnaba todos los rincones de la casa.
—Te quedaste dormida y me dio pena despertarte, así que estoy haciendo la comida.
—¡Qué bien huele!
—Ya verás, te vas a chupar los dedos —destapó la cazuela y cogió un poquito de salsa con una cuchara de madera—. Prueba, seguro que en tu vida has comido un estofado mejor.
—¡Delicioso!
—Y mira —la tomó de la mano y la llevó a la habitación—. He recogido.
—¿Cuándo?
—Mientras dormías. Estabas como un tronco, ni te has enterado, claro que he sido muy silencioso, lo he hecho con mucho cuidadito. Ahora haré la cama.
Se dirigió a la ventana y la abrió.
—Primero hay que ventilar la habitación.
_____ sonrió para sus adentros. Él creía que había recogido, pero lo único que había hecho en realidad era quitar de en medio la ropa que estaba tirada de cualquier manera sobre las sillas y el sillón, aunque ella había dejado la suya doblada.
—¿Y mi ropa?
—He metido la ropa que andaba tirada por ahí en el cesto de la colada. ¿Satisfecha?
Sonrió. Tenía el pelo revuelto y aún no se había afeitado, por lo que asomaba a su rostro una tímida barba que le daba un aspecto descuidado y seductor. _____ lo acarició.
—Estás muy guapo…
—Vaya, muchas gracias, me encanta ser tu hombre objeto. Ya lo verás, voy a cambiar.
La fingida alegría de Joe la entristeció. Era evidente que se estaba esforzando por ocultar su verdadero estado de ánimo para complacerla, pero que no se encontraba de tan buen humor como quería hacerle creer.
—El caso es que yo no quiero que cambies. Me gustas tal y como eres.
—No es cierto, no puedo gustarte tal y como soy, un misántropo obsesionado. Lo de esta noche es un importante primer paso. Saldremos, veremos gente… Me lo has pedido muchas veces y yo no te he hecho caso hasta ahora. ¿Sabes una cosa? El otro día, cuando tuve que confirmar mi asistencia y dije que llevaría acompañante, me sentí feliz. Por primera vez desde que te conozco pensé que estaba haciendo algo que tú querías que hiciera, que estaba haciendo algo por ti…
_____ le sonrió, pero no dijo nada. Le disgustaba que él se sintiera obligado a aparentar alegría para complacerla, y se apartó cuando alargó el brazo para acariciarla. Fue un gesto instintivo, no premeditado, pero Joe la miró dolido y salió de la habitación.
_____ se sentó en el sillón con la cabeza entre las manos. ¿Era ella la culpable de lo que pasaba? ¿Se estaba comportando como una estúpida melindrosa? Dudaba que su relación volviera a ser la de antes por mucho que se esforzaran. Si continuaban juntos, tendrían épocas buenas, claro. Pero, mientras el problema persistiera, iría reconcomiéndolos hasta que no pudieran soportarlo.
Entonces tocó el sillón donde estaba sentada.
—¡Joe!
—¿Qué pasa? —Joe asomó la cabeza por la puerta, dudando si entrar o no.
—¿Y mis pantalones? No los veo…
—Los he echado a lavar, junto con tu ropa interior y tu camiseta. Andaban tirados por el suelo. No me mires así, has sido tú la que ha dicho que debíamos ser más organizados…
—Yo los dejé aquí bien dobladitos.
—Pues debieron de caerse, porque estaban tirados en el suelo.
—Vale, pero… Es que me llevé mis cosas cuando me marche, ¿lo recuerdas? No tengo nada de ropa aquí… Ni mis cremas, ni el ordenador, nada… Y luego salí tan deprisa de mi casa, sin pensar, que me lo dejé todo… ¿Qué hago?
—No te preocupes, yo iré a recoger tus cosas. Hazme una lista de todo lo que quieres que guarde en la maleta y te lo traeré.
—No, no la deshice —lo interrumpió con una sonrisa. Al menos algo había salido bien, pues no se imaginaba a Joe hurgando entre sus cosas y decidiendo qué llevarle—. Está en el salón. También tienes que coger mi portátil… Ah, y un vestido para esta noche… ¿Es formal?
—Bueno, es un cóctel.
—¡Qué bien! Tengo un vestido de cóctel muy bonito. Me lo compré hace unos meses, estaba deprimida… —_____ se ruborizó, fue un dispendio que no podía permitirse, pero le alegró el día—. Ni siquiera lo he estrenado, lo reconocerás fácilmente en cuanto abras el armario: el que notes que jamás me pondría para ir a la compra.
La verdad era que había sido una extravagancia que aún no entendía. Pero estaba deprimida, triste, se encontraba muy sola y ese vestido la animó. Cuando se lo puso en el probador de la exclusiva tienda fue como si le inyectaran una dosis de adrenalina. Era rojo, con tirantes, y la falda de seda le caía con suavidad hasta media pierna, remarcando su silueta. Se había sentido guapa, seductora… y se lo compró, aunque le costó una barbaridad y sabía que quizá nunca tendría la oportunidad de ponérselo. Era elegante y sensual, pero su sencillo diseño lo hacía especialmente apto para acontecimientos como el de esa noche. Durante unos días estuvo a punto de devolverlo varias veces; pero, cuando lo cogía, le resultaba imposible desprenderse de él y volvía a guardarlo. Y ahora se alegraba de haberlo comprado, por fin tenía ocasión para lucirlo.
—Perfecto, me ducho, me cambio en un santiamén, y voy a tu casa. Tú mientras vigila el estofado.
Joe se dirigió al baño. No le había dicho nada a _____, pero pensaba comprarle ropa, quería regalarle las cosas más bonitas que pudiera encontrar: perfumes, adornos, todas esas fruslerías que tanto les gustan a las mujeres, o eso pensaba él. Todo le parecía poco. No es que planeara volver a los círculos de la alta sociedad que había frecuentado hasta los veinte años, eso nunca. Pero había decidido salir de su aislamiento, viajar, e incluso asistir a alguna que otra fiesta; él recibía muchas invitaciones y siempre las rechazaba todas. Bueno, ahora aceptaría alguna…, una o dos al año, se dijo, pues tampoco había que pasarse. Lo haría por ella, porque entendía que no podían estar siempre solos y encerrados; él lo prefería, pero _____ era diferente, ella era alegre, sociable, no podía condenarla a una vida de soledad. Además, tenía tanto miedo de que lo dejara que estaba dispuesto a hacer lo que fuera para retenerla, hasta salir de vez en cuando a alguna fiesta.
Mientras se afeitaba pensó que _____ llevaba razón en una cosa, tenían que hablar. Hablaría con ella, pero con nadie más, en eso no pensaba ceder. Nada de terapeutas ni chorradas por el estilo, él no necesitaba eso. En su opinión, lo más importante era resolver su problema con Marga, y se le había metido en la cabeza que sólo su dimisión podría arreglarlo. Tampoco pensaba ceder en eso, dijera lo que dijese ______. En los demás aspectos se amoldaría a ella de todo corazón, pero en esos dos puntos iba a ser inflexible.
Cuando salió de la ducha, listo para ir a buscar la maleta, _____ estaba sacudiendo su bolso como una posesa y dando saltitos de frustración.
—¿Qué pasa ahora?
—Que no tengo las llaves de mi casa. Anoche salí tan deprisa que me las dejé…
—¿Y qué hacemos?
—La única solución es llamar a Celia, ella tiene unas. La llamaré y le diré que vaya a recoger las cosas y me las traiga aquí.
—¿Aquí? —Joe puso cara de espanto—. ¿No puedo quedar con ella en tu casa y que me las dé?
—Le parecería muy raro. ¿Qué tiene de malo que venga? Sabe que vivimos juntos.
—Ya, pero… Nunca traigo gente aquí, ya lo sabes. Durante muchos años, aparte de Carmen, tú eres la única mujer que ha entrado en esta casa.
—¿No traías aquí a tus ligues de una noche?
—No. No quería que supieran dónde vivía, ya sabes, para que no pudieran localizarme si por casualidad les daba por ponerse pesadas.
—Pues a mí me invitaste a subir aquella primera noche… ¿No tenías miedo de que yo también me pusiera pesada?
—Contigo todo fue diferente desde el principio…Tú eres especial. La verdad es que yo mismo me sorprendí bastante cuando te invité a subir…
_____ hizo un gesto de frustración.
—Me parece absurdo que no quieras que venga mi hermana, no lo entiendo.
—Vale, tienes razón… Que venga, después de todo es tu hermana.
—Y te la presentaré. Es un encanto.
_____ le sonrió satisfecha. Joe había empezado a abrirse por fin, lo notaba. Era un buen comienzo.
Celia se quedó estupefacta cuando _____ le dijo que tenía que ir a su casa a recoger la maleta, además de un montón de cosas que había ido añadiendo a la lista.
—No entiendo nada. ¿Te fuiste a tu casa con la maleta y ahora no tienes ropa? ¿Por qué?
—Ahora no puedo hablar —dijo, casi en un susurro para que Joe no la oyera.
—Discutisteis y lo abandonaste, es la única explicación… Venga, cuéntamelo.
—Luego te lo cuento —le dio la dirección de Joe y Celia quedó en llamarla cuando llegara para que él bajase a ayudarla a subir todo lo que le había pedido que le llevase.
—Te espero entonces a eso de las cinco. Un beso, hermana. Te quiero.
—Un beso. Y no te creas que te vas a ir de rositas de este embrollo… Me lo vas a contar todo, quieras o no. Empiezo a pensar que te traes demasiados líos.
—¿De qué hablas? Y no te retrases, que necesito el vestido esta noche.

Durante la comida, ambos se esforzaron por hablar de cosas triviales para no tocar el tema que ocupaba sus pensamientos. Cuando Joe  se ponía a hablar de derecho, no había quien lo parase y _____ lo animó, haciéndole preguntas, consultándole sobre algunos casos que habría podido llevar de seguir en el bufete y que le interesaban por su complejidad jurídica… En ese tema se sentía seguro y sus consejos y apreciaciones eran brillantes y acertados. También hablaron de cine, como siempre, y de literatura… De todo menos de lo único que los obsesionaba.
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Mensaje por aranzhitha Jue 06 Mar 2014, 9:58 pm

Awww ya no es igual!
Cuando regresarán las cosas a la normalidad!?
Síguela!
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Mensaje por @ntonella Vie 07 Mar 2014, 9:42 am

Continuaaaaa....
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Mensaje por Monse_Jonas Vie 07 Mar 2014, 10:51 pm

Capitulo veinte segunda parte
Recogieron en silencio. _____ estaba muy pensativa, tenía esa arruguita en el entrecejo que Joe había aprendido a identificar como un signo de concentración y procuraba mantenerse alejada de él. Sus esfuerzos por no tocarlo le parecían ofensivos, le dolía pensar que no se sentía segura en su presencia.
Pero en esa ocasión Joe se equivocaba. No lo rehuía, sólo estaba muy concentrada dándole vueltas a esa idea que no podía sacarse de la cabeza.
—Joe… No sé… Verás, no sabía si decírtelo, pero hay algo extraño en tu relato…
—¿Qué? ¿Piensas que te he mentido?
La miró consternado y _____ se apresuró a sacarlo de su error.
—¡No! Claro que no. Pero creo que quizá se te escape algo, que haya algún detalle que desconozcas… Te desmayaste, y cuando despertaste todo había pasado… estabas solo… Y luego nadie fue a verte, nadie te dio explicaciones. Reconoce que es raro que Marga no volviera a visitarte, que ni siquiera se interesara por cómo estabas.
—Sé lo que tengo que saber. Yo la maté, la vi. Estaba muerta. Y fue mejor para mí que Marga y su hermano desaparecieran… Créeme, fue mejor para mí no volver a saber nada de todo aquel asunto.
—Pero Marga… —insistió—. ¿No te ha contado nada? ¿No te ha dicho por qué no fue a verte después de…? —se interrumpió.
—Sólo me ha dicho que después de lo que pasó se le quitaron las ganas de verme otra vez. No quería saber nada de mí, y es comprensible. Yo la entiendo. Yo tampoco quería saber nada de ella.
El sentimiento de culpa era tan grande que Joe se creía merecedor de todos los castigos. En ese punto no razonaba con claridad, y _____ pensó que ella, por mucho que lo intentara, no iba a poder cambiarlo. Aun así, continuó:
—Marga participó en todo aquello, no es tan inocente como dice. Y si todo sale a la luz, también se verá perjudicada… Eso es lo que me hace pensar que quizá sólo sea un farol. Sinceramente, Joe, no creo que esté en disposición de cumplir su amenaza; ella misma tiene mucho que perder. Sospecho que te ha amenazado con contarlo porque, si caes en la trampa, ella y su hermano saldrán beneficiados; ha probado a ver qué pasaba… Pero si tú no caes, si te inhibes del caso y pasas de ella, no tiene nada que hacer… ¿No te das cuenta?
—¡Oh, _____! La que no se da cuenta eres tú… No me importa Marga, no me importan Lucas Salcedo ni sus negocios ilegales… Lo importante es que yo maté a Carla, ¿no lo entiendes? Había aprendido a vivir sobrellevándolo y las cosas empezaban a irme bien… Pero Marga me lo ha recordado, y es casi como empezar de nuevo.
—No es como empezar de nuevo. Ahora me tienes a mí.
En ese momento sonó el timbre del telefonillo y Joe fue a contestar.
—De acuerdo, ahora bajo —colgó—. Es tu hermana, bajo a ayudarla.
_____ asintió con la cabeza y lo vio marchar.
A los pocos minutos oyó voces y una risa femenina que conocía muy bien.
—Cómo pesa esa condenada maleta —dijo Celia como saludo al entrar en el salón. Llevaba su cartera con el ordenador y se la tendió a _____—. Menos mal que tu chico es muy fuerte, y si no lo es, que se aguante, porque le ha tocado subirlo todo.
Se oían los ruidos que hacía Joe, primero metiendo paquetes y luego arrastrando la maleta por el pasillo.
_____ salió al pasillo y miró. Aparte de la maleta, había un maletín y cuatro enormes bolsas.
—Pero ¿qué es esto? Yo no te he pedido que trajeras todas estas cosas.
—No, pero he mirado la maleta y no había casi nada. He cogido las cosas más básicas, para que no tengas que ir a tu casa todos los días.
—Pienso seguir yendo a mi casa casi todos los días, aún es mi casa.
—Bueno, no te enfades… Oye —Celia acercó la cabeza a la de su hermana y le habló al oído—. ¡Está buenísimo!
_____ rió e iba a decirle algo a su hermana cuando entró Joe.
—Creo que ya está todo. He extendido tu vestido de cóctel sobre la cama para que no se arrugue.
Celia había llevado el vestido en su percha, cubierto con la bolsa de ropa con que _____ lo tenía en el armario.
—Es verdad, el vestido. Es precioso. Cuando tenga alguna fiesta te lo pediré. ¿Me lo prestarás, no?
—Claro, teniendo en cuenta que esta noche tú me vas a prestar los tacones. Necesito los rojos, que van que ni pintados con el vestido.
—Aún los tienes, es verdad, no me los devolviste.
—Ni pienso hacerlo.
—Chica, qué bonito es esto —Celia parecía impresionada—. ¡Vaya casa!
Se sentaron y se pusieron a charlar: de Luisa, del trabajo de Celia… Joe las escuchaba sonriente, mientras preparaba café. Era agradable tener a dos mujeres hablando, más bien cotorreando, se corrigió, en su casa. Le gustaba el sonido de sus voces, su intimidad, y envidiaba un poco la relación que mantenían. Él nunca había conocido una amistad así.
Cuando el café estuvo listo lo puso todo en una bandeja y lo llevó a la mesita.
—¿Os apetece un café?
—Claro, nos viene de perlas —Celia miró a su hermana con un gesto de picardía.
Joe se sentó con ellas y las miró sonriente. No hablaba, pero se encontraba a gusto oyéndolas.
—Ayer salí con Antonio.
Se hizo un silencio. _____ y Joe se miraron. Celia miró de reojo a Joe y bajó la cabeza. Era evidente que se encontraba incómoda hablando de Antonio con él presente.
—Hay algo de Antonio que no te he contado —aún no había tenido ocasión de decirle a Celia que la habían despedido y que sospechaba que Antonio era el responsable de su despido.
Al ver el cariz que tomaba la conversación Joe pensó que hablarían con más libertad si él no estaba presente.
—Si no os importa, os dejo. Tengo que revisar unos papeles del juzgado.
Salió. Las hermanas ni lo miraron, pensó que ni siquiera lo habían oído. Bueno, mejor así —se dijo —. Hay momentos en los que es preferible pasar desapercibido, y me parece que éste es uno de ellos. Sí, se avecinaba una tormenta.
—¿Qué es eso que no me has dicho? —le preguntó Celia cuando Joe hubo salido.
—Me han despedido del trabajo.
—¿Qué? Pero ¿cómo? ¿Cuándo?
—El jueves. Y lo peor es que creo saber por qué.
—¿Por qué?
Celia la miraba con recelo, como intuyendo que la respuesta de su hermana no le iba a gustar nada.
—Sospecho que por imposición de Antonio. Él tiene mucha influencia sobre don Tomás, quizá porque es uno de los clientes que más dinero proporcionan al bufete, no lo sé…
—No puedo creerlo —la interrumpió Celia—. Dices que son sospechas, así que puedes estar equivocada. Ayer fue muy amable, muy dulce conmigo. Se disculpó por lo que me había dicho el otro día, y…, en fin… Creo que sus sentimientos hacia mí están cambiando —se ruborizó—. Nuestra relación ha empezado a tomar un cariz más especial, ya sabes.
_____ sintió sonar miles de alarmas. ¿Sería cierto? ¿Estaría Antonio enamorándose de Celia? ¿O tramaba algo y la estaba utilizando?
—¿Estás segura?
—Sí, conozco a los hombres y sé cuándo me están tirando los tejos. Hablamos mucho, de mí, de ti… También me hizo algunas preguntas sobre Joe. Me dijo que, si estás enamorada, él no pensaba interponerse y que sólo quería asegurarse de que tu novio era un…, ¿qué expresión utilizó? Ah, sí…, un
tío legal… —Celia sonrió—. El caso es que se preocupa por ti como un hermano mayor. No es un interés de tipo sexual, _____, eso ya pasó.
—¿Te hizo preguntas sobre Joe? —de todo el parlamento de Celia, _____ sólo se quedó con esa parte—. ¿Qué tipo de preguntas?
—Bueno, cómo era, a qué se dedicaba… esas cosas. Yo no pude decirle mucho, porque sólo sé de Joe lo que tú me has contado, que es muy poco. Pero estoy segura de que su interés era sano.
—¿Qué estás diciendo?
No podía creerlo. Si Joe se enterase de que Celia había estado hablando de él con Antonio… Prefería no pensarlo.
—Bueno, no es para tanto, no te pongas así. Antonio sólo quiere tu bienestar, por eso no puedo creer que le dijera a don Tomás que te despidiese. Simplemente no puedo creerlo.
_____ pensó que su hermana estaba equivocada. Pero de momento no tenía forma de demostrárselo.
Le dolió que prefiriera creer a Antonio antes que a ella, pero en ese aspecto no podía hacer nada, salvo advertirla.
—Vale, dejémoslo. Sólo te pido que tengas cuidado. El Antonio que se me ha revelado estos días no es el que yo creía. No sé si será mala persona, supongo que en el fondo no lo es, pero no es trigo limpio. Es hipócrita, Celia, y la hipocresía es uno de los más terribles defectos. Te pido que seas precavida y no intimes mucho con él.
—No. Intimaré con él lo que me dé la gana si él me lo permite. ¿Qué pasa? Eres como el perro del hortelano. No quieres a Antonio, pero te molesta que lo tenga yo.
«Otra vez igual», se dijo _____, muy cansada de las absurdas acusaciones de su hermana.
—Está bien, haz lo que quieras. Pero prométeme que no le hablarás de Joe ni de mí. No quiero que sepa nada de él, ni dónde vivimos… nada.
—Eso me parece absurdo. ¿Temes que venga por la noche a esta casa y asesine a tu Joe? Vamos, sé seria…
—Prométemelo.
—No. Ya está bien de melodramas, hermanita. Déjate de tonterías. Desde que sales con este tío te has vuelto una paranoica.
_____ no contestó. En cierto modo Celia tenía razón. Desde que conocía a Joe se había vuelto una paranoica.
—Me gustaría que vinieras mucho a esta casa, que nos viéramos a menudo, que conocieras a Joe a fondo… Pero si no me prometes que no le irás con chismes a Antonio no será posible. Estoy paranoica, vale, lo que tú quieras. Pero prométemelo… Si te pregunta le dirás que no sabes nada, que no nos vemos. Es lo único que te pido.
—De acuerdo —accedió Celia de mala gana—. Me parece una tontería. Pero, si es tan importante para ti, lo haré. Te lo prometo.
_____ le dio las gracias con una sonrisa.
—Se ha hecho tardísimo y tengo que arreglarme para la fiesta, ¿te quedas a ayudarme?
—No, he quedado con unos amigos y debo pasar antes por casa a cambiarme.
_____ estuvo segura de que «unos amigos» era Antonio, pero no dijo nada. Esperaba que Celia cumpliera su palabra y no hablara a «unos amigos» de ellos. Era una tontería, pero se iba a sentir más tranquila si lograba mantenerlo completamente al margen de su vida.
Se sintió orgullosa de Joe cuando se despidieron de Celia. ¡Era tan sincero! No había nada de fingido ni impostado en él, y cuando lograba mantener controlada su obsesión y se mostraba tal y como era nadie podía resistirse a su encanto. Ni siquiera Celia, que aceptó con orgullo los dos besos que Joe le plantó en las mejillas, sus amables palabras y su invitación a que considerase esa casa como la suya.
—Me gusta tu hermana —dijo Joe cuando cerraron la puerta.
—Y a mí me gustas tú.
—Qué novedad. Empezaba a pensar que me rehúyes…
_____ lo abrazó y comenzaron a besarse. La tentación de decirle que no salieran, que se quedaran allí toda la noche haciendo el amor era demasiado fuerte y la consideró con seriedad. Pero se le adelantó Joe que, en el fondo, odiaba la idea de tener que asistir a esa fiesta.
—Y si nos quedamos aquí y…
—No.
Por mucho que a los dos les agradara la idea de quedarse en casa, protegidos, sería perjudicial que lo hicieran. Debían dejar de mantener su relación al margen de los demás, y sobre todo a Joe le convenía salir de su aislamiento social. Era admirable cómo, solo, sin ninguna ayuda, había logrado encarrilar su vida y mantener controlada su obsesión; poco a poco había avanzado hasta lograr llevar una vida normal.
Pero aún tenía muchas carencias, aún debía vencer varios obstáculos, y uno de ellos era su miedo a las relaciones sociales.
—Es que… —parecía desvalido. _____ olvidó sus recelos y sintió una gran ternura por él—. Llevo tanto tiempo sin asistir a reuniones sociales que temo quedarme callado sin saber qué decir o comportarme como un patán… No quiero ir.
—Miedo escénico —le dijo sonriendo—. Lo superaremos, yo estaré contigo.

—Muy bien, de acuerdo. Pero que conste que lo hago por ti, _____. Prometí hacerte caso y voy a cumplir mi promesa.
Monse_Jonas
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Mensaje por Monse_Jonas Vie 07 Mar 2014, 10:52 pm

Aquí tienen chicas, gracias por sus comentarios xDDD 
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Mensaje por aranzhitha Sáb 08 Mar 2014, 10:21 am

Awww Joe! Es un amor!
Antonio me cae mal y a veces Celia también!
Síguela!
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Mensaje por @ntonella Sáb 08 Mar 2014, 12:58 pm

Cap...
Continuaaaa
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Mensaje por @ntonella Sáb 08 Mar 2014, 12:59 pm

Cap...
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Mensaje por aranzhitha Mar 11 Mar 2014, 9:26 pm

Síguela!
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Mensaje por @ntonella Miér 12 Mar 2014, 6:24 pm

Cap
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Mensaje por Monse_Jonas Miér 12 Mar 2014, 10:23 pm

Capítulo Veintiuno
El cóctel se celebraba en un lujoso hotel situado en una tranquila calle de Madrid, en el barrio de Chamberí. Cuando _____ y Joe entraron ya había bastante gente. La joven se sintió un poco cohibida, pues le pareció que las mujeres iban demasiado vestidas, mucho más que ella, cuyo traje era bastante sencillo. No llevaba joyas, sólo unas perlas en las orejas, que su hermana había tenido la previsión de meter en su maleta, en una cajita.
—Estás preciosa —le dijo Joe cuando entregaron los abrigos a la entrada—. Ese vestido te sienta genial.
—Gracias —le agradeció el cumplido, aunque no las tenía todas consigo.
De todas formas, su mayor preocupación no era su aspecto, sino Joe, que parecía un poco perdido entre la multitud. Iban de la mano, contemplando en silencio lo que los rodeaba, cuando se les acercó un hombre mayor que saludó a Joe con afecto. Era el juez objeto del homenaje. Joe le presentó a
_____ y a partir de ese momento ya no estuvieron solos ni un segundo, charlando con unos y otros. Para su asombro, Joe se transformó entonces como por ensalmo; se movía entre la gente con soltura y elegancia. _____ se dijo que él había nacido en ese ambiente y, por mucho que lo rehuyera, estaba en su elemento. No tenía que preocuparse. Entonces vio a un conocido que se acercaba a ella abriéndose paso entre la multitud; era Roberto. La joven se alegró de poder charlar con alguien a quien la unían, al menos, ciertos vínculos de amistad y confianza.
—Vuelvo enseguida, voy a saludar a alguien —le dijo a Joe, que en ese momento charlaba con otro juez al que _____ no conocía y cuyo nombre ya ni siquiera recordaba, pues le habían presentado a tanta gente en tan poco tiempo que estaba un poco aturdida.
—De acuerdo, pero no te pierdas por ahí…
—No te preocupes —_____ se dirigió al juez cuyo nombre no recordaba—: Mucho gusto…
Después de las formalidades de rigor, corrió a encontrarse con Roberto.
—Menos mal que te encuentro —le dijo a modo de saludo—. Empiezo a marearme; creo que si me presentan a una persona más me caeré redonda.
—Estás guapísima, _____.
—Gracias.
—¿Tomamos algo?
—Sí, claro —ya se había tomado dos vinos, poco, se dijo, para aguantar la velada que la esperaba.
—¿Cómo es que estás aquí? ¿A quién conoces para que te hayan invitado?
—Vaya, ¿es que soy tan miserable que si no me trae alguien yo no puedo venir? ¿Tan raro es que me hayan invitado?
—No me refiero a eso, lo sabes.
—Ya sé, era una broma. He venido con Joe… —se corrigió—. Con el juez Mendizábal.
—Vaya, vaya… Ya sabía yo que había algo entre vosotros. Tu reacción el otro día al ver a aquella señora imponente…
—Déjalo, por favor. Te pedí que no volviéramos a hablar de ello. Metí la pata pero bien.
—No creo. Desde entonces he estado alerta y he oído algunas cosas sobre tu juez que…
—¿Qué cosas? ¿De qué me hablas?
_____ intentaba parecer indiferente, pero estaba muy alarmada. ¿Corrían rumores sobre Joe por los juzgados?
—Esa mujer, la del otro día… Él la conoce y está mareando el caso de su hermano. Es cierto que su juzgado, como todos, por otra parte, está colapsado y hasta arriba de papeles. Pero le está dando muchas largas a ese asunto. Además es un hombre muy raro, no se relaciona con nadie y es muy seco. Hasta el momento esas características nos habían hecho creer a todos que sencillamente era serio y riguroso, pero ahora… Bueno, la gente murmura. Máxime cuando todo el mundo sabe ya que hace años salió con esa tal
Marga Salcedo… Tu juez está jugando con fuego, _____.
—¿Cómo saben que salió con ella? ¿Quién se ha dedicado a investigar sobre su vida? No lo entiendo, eso fue hace mucho tiempo…
—Hasta ahora yo creía que habías sido tú.
—¿Yo? Pero qué dices, ¿por qué piensas eso?
—Porque los rumores han salido de tu bufete, y como el otro día te pusiste así, pensé que tú andabas difundiéndolos… La verdad es que yo me enteré después, pero los chismes ya llevaban varios días corriendo por todos los juzgados…
—¿De mi bufete? ¿Cómo lo sabes?
—Vamos, querida. Todo se sabe en nuestro pequeño mundo —Roberto la miró muy serio. Se veía que no fingía, su desconcierto era real—. Me preocupas, _____. No sé qué líos se traerá tu juez. Puede ser que ninguno, puede que todo sea un bulo sin fundamento. Pero es muy grave que se vaya diciendo por ahí que un juez está tratando un caso digamos «con favoritismo» porque fue novio de una de las implicadas.
—¡Es que no es cierto! Y me sorprende mucho que tú te creas todas esas mentiras. Pensaba que eras más serio, no imaginaba que fueras un chismoso…
—Puede que tengas razón y que todo sean chismes malintencionados —la interrumpió—, pero Mendizábal debería andarse con más cuidado. Si no se inhibe, tendrá muchos problemas.
—Él sabe muy bien lo que hace, y hasta ahora no ha hecho nada de lo que tenga que avergonzarse.
Permanecieron un rato en silencio, bebiendo. Roberto porque no quería echar más leña al fuego y _____ porque no sabía qué decir y qué callar para no perjudicar a Joe. Pero sentía curiosidad por algo que había dicho su amigo.
—¿Y dices que los rumores parten de mi bufete?
—Eso tengo entendido, sí. Pero no sé decirte, sólo sé lo que me han contado personas a las que, a su vez, les han contado… Ya sabes cómo son estas cosas.
—Sí que lo sé, pero… Bueno, lo cierto es que ése ya no es mi bufete. Me han despedido.
—¿Qué? No lo sabía.
—Sí, me han echado con cajas destempladas y, creo yo, sin motivo.
Roberto la miró asombrado.
—Cuánto lo siento… ¿Puedo preguntarte por qué? Llevabas muy poco tiempo.
—No sé por qué. Me despidieron… y ya está. Don Tomás me llamó el jueves a su despacho, me dijo que no estaba contento y que adiós. Fin de la historia.
_____ no quería seguir hablando de su despido; cuando pensaba en cómo la habían tratado, en lo injusto que había sido que la echaran de esa manera, se indignaba. Y esa noche quería estar tranquila.
—La verdad es que es muy curioso, una coincidencia asombrosa. Tú sales con el juez Mendizábal, los rumores sobre él proceden de tu bufete y a ti te despiden… ¿Sabes cómo interpretar tanta casualidad?
No, no lo sabía. Pero empezaba a hacerse una pequeña idea de por dónde empezar.
Estaba tan distraída pensando en las novedades que acababa de contarle Roberto que no se fijó en que Joe le hacía señas desde el otro extremo para que se acercase. Por fin se dio cuenta.
—Perdona, Roberto, Joe me llama. Tenemos que hablar más de todo esto, me has dejado de piedra.
—¿Se lo vas a contar? —hizo un gesto con la cabeza en dirección a Joe.
—Lo cierto es que no sé qué hacer. Todo esto no tiene ningún sentido y no quiero que se preocupe. Bastante tiene ya, pero por otra parte…
_____ se interrumpió. Roberto no conocía el alcance real del asunto y no quería que sus palabras le dieran una pista para suponer que había algo más que mala intención en esos chismes. Era mejor callar.
El lunes Joe iba a zanjar ese asunto de la forma más expeditiva y las habladurías cesarían.
Tendió la mano a su amigo:
—Muchas gracias por todo, espero que volvamos a vernos… Supongo que pronto encontraré otro trabajo. La verdad es que tengo muchas ganas de volver a los juzgados. Me gusta mi profesión y voy a echar de menos la actividad.
—Tómatelo como unas vacaciones. No creo que tardes en encontrar otra cosa.
Se despidieron y _____ se dirigió hacia donde estaba Joe, que la miraba expectante. Se hallaba rodeado por un corrillo, todos hablaban animadamente y parecían dirigirse a él. Cuando llegó se acercó a Joe y éste le rodeó los hombros con los brazos.
—Disculpen un momento, señores, por favor, ahora vuelvo.
Se alejó con _____ presuroso, apremiándola como si tuvieran algo muy urgente que hacer.
—¿Qué pasa? —preguntó ella, bastante alarmada.
—Que toda esa gente me está agobiando. No sé cómo ha podido pasar, pero muchos parecen conocer detalles relativos al caso Salcedo. Nadie lo dice con claridad, pero todos me preguntan… ¿Estoy paranoico, _____?
—¿Quiénes son esas señoras?
_____ movió la cabeza en dirección a dos mujeres que hablaban animadamente y en ese momento los estaban mirando sin ningún disimulo.
—No lo sé. ¿Lo ves? La verdad es que me da la impresión de que todo el mundo me mira y lo sabe.
—Quizá esas dos sólo se interesen por ti porque estás guapísimo con ese traje negro. ¿Alguna te ha tirado los tejos?
—No me tomes el pelo, no estoy para bromas. Toda esa gente sabe algo, seguro.
—Creo que sí estás un poco paranoico después de todo.
_____ sabía que Joe no estaba muy desencaminado en sus suposiciones. Pero no quería alarmarlo, al menos allí, delante de toda esa gente. Intentaría razonar con él más tarde, cuando estuvieran en casa.

—No tendría que haber dejado pasar tanto tiempo; debería haberme inhibido hace dos semanas, cuando me llamó Marga, y apencar con las consecuencias. Ya no aguanto más. Vámonos.
Monse_Jonas
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Pídemelo (Joe y Tú) ADAPTACiÓN - Página 15 Empty Re: Pídemelo (Joe y Tú) ADAPTACiÓN

Mensaje por Monse_Jonas Miér 12 Mar 2014, 10:24 pm

Capitulo Veintiuno Segunda Parte
—No podemos irnos ahora. Tenemos que quedarnos a escuchar los discursitos y marcharnos discretamente cuando acaben. Si no, todos pensarían que las habladurías son ciertas…
—¿Qué habladurías?
—Luego te lo cuento.
—No. Dímelo ahora.
De mala gana, _____ le resumió la conversación que había tenido con Roberto, aunque le ocultó que los rumores habían salido de su bufete y sus sospechas sobre quién los había difundido.
—Después de todo son ciertas.
—¿Qué?
—Las habladurías, _____. Son ciertas.
_____ ya no se separó de Joe durante el resto de la velada y él le agradeció su silencioso apoyo, aunque todo el mundo era amable y a ella le parecía que se comportaban de forma natural con ellos. Pero Joe no era de la misma opinión: por todas partes veía conspiraciones contra él, era como si todos supieran lo que había ocurrido con Carla y lo mirasen acusadoramente. _____, que era consciente de lo que sentía, estaba admirada de su comportamiento. Sólo ella sabía lo que estaba pasando, porque mantenía la compostura como nadie lo hubiera hecho en sus circunstancias. Una vez más pensó que su educación tenía mucho que ver en su forma de ser: estaba educado para ocultar sus sentimientos y era capaz de mantenerse erguido ante la mayor adversidad. Ella no habría sido capaz de hacerlo.
Cuando al fin salieron al frío de la noche, _____ suspiró aliviada. La dura prueba había pasado.
De camino a casa no hablaron ni una palabra.
—Creo que todo se ha desmadrado. No sé por qué. Pero lo más curioso es que no me importa… Fue una estupidez querer formar parte de todo este tinglado; mi vanidad me pudo. Yo sabía que podía sacar esas oposiciones con facilidad, y lo hice. Necesitaba demostrarme que era capaz. Bien, pues ya me lo he demostrado.
_____ lo escuchaba sin responder. Estaban en el salón, tomando una copa antes de acostarse. Recordó el güisqui que se había tomado la primera vez que había estado allí y se estremeció, anticipando lo que los esperaba. Pero Joe aún seguía dándole vueltas al dichoso cóctel.
—Déjalo ya —dijo al fin _____—. Yo creo que le das más importancia de la que tiene. Es cierto que corren rumores, pero no sólo sobre ti. Sabes bien que el cuchicheo está a la orden del día y que también se habla de otros jueces y abogados; olvida tus paranoias, cariño. Yo no he oído a nadie decirte una sola palabra ofensiva, todo lo contrario. Y el juez Robles te ha nombrado en su discurso.
—No son paranoias. En cuanto a Robles, es un buen hombre, tiene una fe ciega en mí, el pobre…
—Déjate de tonterías. Mira, si crees que lo mejor que puedes hacer es dimitir, hazlo. A mí me parece una equivocación, pero hazlo si es la única salida que le ves a todo este embrollo… Lo que no voy a consentir es que vuelvas a encerrarte aquí en plan misántropo lamiendo tus heridas, ni hablar.
—Creía que lo había superado, pero la aparición de Marga me ha hecho revivirlo todo y ahora estoy casi como al principio. Si no fuera por ti, no sé qué haría. Hablarlo contigo me tranquiliza, me relaja. De todas formas, no sé. Dudo que puedas seguir confiando en mí ahora que sabes lo que soy capaz de hacer.
—Sé muy bien de lo que eres capaz: eres capaz de ser tierno, dulce, cariñoso…
—No te esfuerces. Me he dado cuenta de que desde que volviste no eres la misma conmigo, recelas de mí y te apartas a veces cuando te toco… y en cierto modo es lógico, aunque eso no significa que no me duela tu actitud.
_____ no supo qué decirle, porque tenía parte de razón, aunque no toda, y decidió que debía dejarlo claro.
—Verás, vine sin saber muy bien qué esperar de ti, y me recibiste tan… No sé, como si no te alegrase verme.
—Sabes que me alegré muchísimo de verte, pero estabas tan rara, recelosa… Hubo momentos en que me dio la impresión de que incluso me tenías miedo…
—He estado muy confusa, es cierto. No voy a negarlo. Cuando uno no sabe qué pensar tampoco sabe qué actitud tomar en determinadas circunstancias. Pero ahora tengo las ideas mucho más claras.
Era cierto. Y le demostraría hasta qué punto se habían aclarado sus ideas.
—Espera aquí.
Sólo podía hacer una cosa para convencerlo, y dicho y hecho. Se levantó de un salto y fue corriendo al dormitorio para encender las velas que aún tenían repartidas por la habitación. Luego fue hasta el cajón donde había guardado la venda para los ojos que le había dado su hermana, la sacó y la dejó sobre la cama. Cuando lo hubo dispuesto todo, volvió al salón.
—Ven. Voy a enseñarte una cosa.
Joe la siguió sonriente. Volvía a ser su _____ y empezó a excitarse sólo de pensar en lo que ella le tendría preparado.
—Mira —señaló la cama—. La tengo desde hace días —no le dijo desde cuándo para no recordarle la escena del corsé—, y quiero usarla esta noche. Confío plenamente en ti, te confiaría mi vida… Dijiste que harías lo que te pidiera, pues esto es lo que te pido.
—¿Y esto? —Joe tomó la venda entre sus dedos y la contempló divertido.
—Hoy no quiero verte —hizo un gesto melodramático, poniendo los brazos frente a su cara, como un escudo, para protegerse de él—. Sólo sentirte…
Le quitó la cinta negra de las manos y se la puso sobre los ojos.
No veía nada, sólo podía oír la respiración agitada de Joe. Luego notó su mano en la espalda, el simple roce la hizo estremecerse y alzó los brazos para que él pudiera quitarle el vestido. Sintió la tela sobre su cuerpo y luego el frío, que pronto se convirtió en calor con las caricias de Joe, que le dio un leve empujoncito para tumbarla sobre la cama y comenzó a quitarle las medias, desprendiéndolas del liguero. Primero una, bajando la suave seda por su piel con movimientos lentos, acariciando con pericia.
Luego la otra, y después metió la mano bajo las braguitas de _____ y acarició su sexo depilado. _____ gimió, y cuando él comenzó a bajárselas por las piernas se removió impaciente para que acabara antes.
Entonces dejó de sentir el roce de sus manos y pudo oír su respiración agitada y el ruidillo que hacía el tejido de la ropa a medida que Joe iba desprendiéndose de ella. Aguardó expectante, excitada, hasta que volvió a sentir sus manos sobre su cuerpo. Estaba tumbada y no veía, por lo que las sensaciones resultaban mucho más intensas. No sabía cuál iba a ser el próximo movimiento de Joe y lo anticipaba anhelante. Por eso cuando notó sus dedos en los pezones, retorciéndolos, pellizcándolos hasta hacerla gritar de placer, se sorprendió y alzó la cabeza, esperando que él sí la viera y supiera lo que quería. Lo supo al instante, porque posó sus labios sobre los de ella. Mientras la besaba, Joe no dejaba de acariciar sus pechos, pero ahora sus manos bajaban por el estómago. _____ supo lo que vendría enseguida y gimió anticipando el placer que la esperaba.
Pero se equivocó, porque de pronto él se apartó y _____ se quedó sola, excitada, su sexo clamando por esas manos que creía que iban a acariciarla y no llegaban nunca. Entonces sintió que algo rozaba su boca, y acarició con las manos y luego con la lengua el pene de Joe, duro, listo para ella. Pero _____ seguía deseando que la tocase, iba a volverse loca si no lo hacía.
—Por favor, tócame… —le dijo en un susurro, entre jadeos. No veía, pero conocía muy bien a Joe y adivinó que en ese momento estaba sonriendo. Cuando podía verlo, incluso sus gestos la excitaban.
Pero en las condiciones en que estaba, sin ver, necesitaba sus caricias—. Necesito sentir tus caricias.
Joe no dijo nada y empujó un poco más el pene contra su boca para que _____ lo tomara entre sus labios. Lo hizo, y comenzó a chuparlo suave y lentamente mientras le acariciaba los testículos con las manos. Oyó sus jadeos y sintió un inmenso placer al imaginar su rostro, y el placer fue mayor aún cuando él comenzó a acariciarla de nuevo. Se retiró de su boca y _____ sintió su cuerpo sobre ella, tocando cada rincón, cada palmo de su piel, sus muslos, que abrió con urgencia para rozar con su lengua las ingles, su sexo, pero sólo rozar, con mucha suavidad, de manera que ella se derretía esperando que fuera más allá, apremiándolo con sus movimientos de caderas.
—Por favor…
—No, vamos a alargarlo un poquito más… ¡Qué suerte he tenido contigo, mi amor!
Susurró esas palabras en su oído. Su cálido aliento la hizo estremecerse de placer. En realidad cualquier parte de su cuerpo que él tocara se convertía en una llama y _____ empezaba a pensar que acabaría abrasándose. La lengua de Joe comenzó a juguetear con su clítoris, suave, fuerte, luego suave otra vez, dejándola al borde del orgasmo, deseosa de más, implorando que la penetrase de una vez.
Entonces la abrazó y ambos rodaron por la cama sin soltarse, hasta que ella quedó tumbada sobre él.
Joe puso las manos sobre sus nalgas y comenzó a acariciarlas, jugueteando con sus dedos mientras ella lo besaba, enredándose en una danza que los hizo gemir.
Volvieron a rodar sobre la cama sin dejar de besarse hasta que Joe quedó nuevamente encima y complació el mayor deseo de _____ cuando la penetró al fin y comenzó a moverse sobre ella. ______ sólo vivía para satisfacer la excitación que la dominaba y también se movió, buscándolo, arqueando el cuerpo, ayudándolo con sus movimientos a invadirla por completo. Al principio los movimientos fueron lentos, pero crecieron poco a poco en intensidad en respuesta a la urgencia que ambos sentían de liberarse.
Quedaron exhaustos después del clímax y, abrazados, se durmieron casi al mismo tiempo.
La habitación estaba inundada de luz cuando _____ abrió los ojos. Algunas velas se habían consumido y otras lucían sin impulso, apagado su brillo por la luz del sol. Era una mañana luminosa, una de esas mañanas de domingo que ella tanto disfrutaba.
Joe aún dormía a su lado. Lo besó. Él abrió los ojos y con la voz ronca por el sueño dijo:
—Te quiero.
—¿Qué dices? —lo miró con los ojos como platos.
—Lo que ya sabes, aunque no te lo haya dicho hasta ahora. Te quiero.
—Yo también a ti.
Era la primera vez que se declaraban su amor y _____ se apretó contra él, pensando en la forma tan extraña en que lo habían hecho. Pero todo en su relación era atípico, insólito. Desde que se habían conocido nada había discurrido por los cauces normales en que suelen desarrollarse las relaciones. Todo había sido como un torbellino en el que se había visto envuelta casi sin ser consciente de ello, una espiral que la había llevado hasta un punto sin retorno. Porque, ahora lo sabía, ya no había vuelta atrás. Había regresado con Joe y no pensaba abandonarlo. Seguiría con él mientras él quisiera tenerla a su lado.
Se besaron. Pero _____ se dio cuenta de que él estaba muy triste, podía palpar su tristeza. Iba a peor, eso estaba claro, y ella se veía impotente, incapaz de hacer algo que pudiera cambiar esa situación.
Intentó parecer alegre.
—Hace una mañana luminosa. ¿Por qué no damos un paseo y desayunamos por ahí como en los viejos tiempos?
—De acuerdo, me parece bien. Voy a darme una ducha.
—Voy contigo.
Sonrieron y se besaron otra vez. Luego se dirigieron a la ducha. _____ sólo conocía una manera de mantenerlo cerca de ella. Pues bien, mientras no cambiaran las cosas, no tendría ningún problema en centrar todas sus artes en ese único fin.
Monse_Jonas
Monse_Jonas


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