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Mensaje por chelis Miér 12 Feb 2014, 11:35 am

Pídemelo (Joe y Tú) ADAPTACiÓN - Página 9 1098156028 ya quiero leer el secreto de joe!!!!!
chelis
chelis


http://www.twitter.com/chelis960

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Pídemelo (Joe y Tú) ADAPTACiÓN - Página 9 Empty Re: Pídemelo (Joe y Tú) ADAPTACiÓN

Mensaje por @ntonella Miér 12 Feb 2014, 8:33 pm

Siiguelaaaaaa... prontooooo
@ntonella
@ntonella


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Pídemelo (Joe y Tú) ADAPTACiÓN - Página 9 Empty Re: Pídemelo (Joe y Tú) ADAPTACiÓN

Mensaje por Monse_Jonas Miér 12 Feb 2014, 9:49 pm

Capitulo Doce Segunda Parte
 


Se pasó la mano por la cabeza y se revolvió el pelo. Por más vueltas que le daba, siempre llegaba a la misma conclusión: sólo se le ocurría una solución para salir de ese espantoso lío. Tratar de convencer a Marga no era una opción, pues lo había intentado muchas veces y siempre se topaba con un muro de obstinación; esa mujer sabía lo que quería y estaba dispuesta a lograrlo, sin importarle el daño que pudiera causar por el camino. Si lo afectara únicamente a él, casi sería una liberación, un alivio, que por fin se supiera la verdad. Pero no estaba solo, ya no podía pensar sólo en él.
Ahora estaba _____. Por un momento imaginó a la joven como una molesta carga que le impedía moverse con comodidad, aunque enseguida desechó esa idea, por injusta y mezquina. Él la había metido en su vida sabiendo lo que lo esperaba, y quería conservarla. Si no fuera así, nada le impediría mandarlo todo al cuerno, que se supiera, no le importaba. Pero con _____… No podía seguir así, tenía que decírselo. Sin embargo, no quería que se enterase, porque si lo dejaba… Entonces sí que iba a estar jodido. No. Tenía que esperar, aún no, aún era demasiado pronto.
Ya no se engañaba. Sabía que la estaba utilizando, que se comportaba de forma estúpida, irracional y, sobre todo, egoísta, porque no pensaba más que en él. _____ era su tabla de salvación, y se aferraba a ella con la desesperación de quien lucha por salvar su vida.
¡Qué casualidad! El asunto de Marga y la aparición de _____ habían coincidido, apenas hacía unos pocos días, aunque él tenía la impresión de que llevaba años en esa situación. El bien y el mal, las dos caras de la moneda, la salsa de la que está hecha la vida, como decía su abuelo, lo que le da sabor e intensidad a nuestro tránsito por este mundo… Pues él habría preferido un poco menos de sabor; tanta intensidad lo abrumaba. ¿Por qué los dos acontecimientos más importantes de su vida, junto con aquello en lo que no se había atrevido a pensar en tantos años, tenían que presentarse a la vez? Estaba hecho un lío, sólo tenía clara una cosa: si ____ se marchaba lo mandaría todo al cuerno: que se hiciera público, que se supiera. Pero mientras ella estuviera con él no podía permitirlo. Sólo había una solución, sólo veía una salida, una única posibilidad de que Marga lo dejara en paz. Pero se resistía a ponerla en práctica, aunque sabía que, más temprano que tarde, acabaría haciéndolo.
Volvió a sentarse y a mirar el expediente que ya se sabía de memoria. Seguía deshojando la margarita… Sí… No… Decírselo… No decírselo… Decírselo… Sí. Debía hacerlo. Ella tenía derecho a saber dónde se había metido y a decidir por sí misma. Si lo abandonaba tendría que aguantarse y pechar con las consecuencias de sus actos.
El problema era cuándo y, sobre todo, cómo decírselo, aunque… ¿Y si ella lo descubría por sus propios medios? Podía esperar. Aún tenía tiempo, aún era pronto. Esperaría unos días más y luego ya vería…
Se moría por hablar con ella. Le puso un correo:
> Esta noche llegaré pronto. Por favor, no empieces sola.
Sintió un agradable cosquilleo en el estómago al pensar en cómo sonreiría _____ cuando lo leyera.
Esa mañana _____ trabajó como nunca. Decidió comportarse como si la desagradable reunión del día anterior no hubiera tenido lugar y fue capaz de aparecer ante todos cargada de seguridad en sí misma. A Juan no le hizo ni caso, como si no existiera. La pena fue el tropezón delante de don Tomás y dos de sus clientes, pero ellos se comportaron con mucha caballerosidad, sujetándola para que no cayera al suelo.
Los tres se lanzaron sobre ella a un tiempo y la agarraron tan fuerte que aún le dolían los brazos. Ese incidente hizo que, por fin, _____ tomase una decisión que llevaba largo tiempo meditando: no volvería a usar tacones. Pero ni esa desagradable escena pudo empañar su alegría… Sergio leía papeles de trabajo.
No estaba metido en ningún rollo mafioso ni era traficante de drogas. La vida era bella.
Esa mañana ni siquiera Rosa logró sacarla de sus casillas, como en otras ocasiones, con su ristra de preguntas indiscretas y sus cotilleos acerca de todo lo que se movía sobre la faz de la tierra.
La llamada de Antonio tampoco consiguió desestabilizarla, aunque empezaba a resultarle un poco antipática su insistencia.
Quería pasar a recogerla para ir a comer juntos. ¡Lo que faltaba! Que sus compañeros la vieran otra vez con él.
—Hoy no puedo, tengo mucho trabajo —le respondió, intentando imprimir firmeza a su voz, pero falló. Antonio era como un hermano con el que no podía ser estricta durante mucho tiempo.
—Sabes que no tardaremos nada, y fuiste tú quien me dijo que me pasara a comer contigo, ¿recuerdas? Tu novio es testigo.
_____ sonrió al notar el tono con que pronunció la última frase.
—Está bien, pásate a eso de las dos.
Tenía que acabar de una vez por todas con esa pesadilla. Cuanto antes, porque ya no lo soportaba; y aunque sabía que ése no era el día más apropiado para tener una charla con Antonio, pues en su mente sólo existía Joe, decidió no demorarlo más. Estaba haciendo planes para esa noche que incluían cierto corsé que su hermana le había prestado y se regodeaba en las imágenes que flotaban en su cabeza. Desde luego, era el peor momento. «Pero, en fin —se dijo—, en la vida hay cosas que tenemos que hacer aunque no nos agrade». Y hablar con Antonio era una de ellas.
Un ruidito en su ordenador le indicó que había recibido un nuevo correo. Era de Joe.
«Esta noche llegaré pronto. Por favor, no empieces sola».
_____ sonrió y volvieron a su mente esas imágenes que los incluían a los dos. Sobre todo a ella, vestida con un corsé negro y rojo y medias de seda sujetas a unos ligueros.
¡Qué largo iba a hacerse el día!
A la segunda campanada de las dos, puntual como siempre, Antonio llamó al despacho de _____ y entró antes de recibir respuesta. Llevaba una enorme caja de Pizza Hut en los brazos, de los cuales colgaba una bolsa blanca de plástico.
—He pensado que podemos comernos una pizza en tu despacho. Así no tendremos que salir y no perderás tiempo, dado que tienes tanto trabajo… —¿Por qué últimamente Antonio siempre tenía ese molesto tonillo?
—Me parece una idea excelente, de vez en cuando el cuerpo me pide comida basura. ¿Has traído Coca-Cola?
—No podía faltar —dijo, alzando los brazos, lo que hizo que la caja de pizza se tambalease peligrosamente.
_____ rió.
—Parece que vas esposado, no sé cómo has podido abrir la puerta.
—Sin problemas.
Avanzó, dispuesto a soltar su carga sobre la mesa de Laura.
—¡Espera! —la joven apartó de un manotazo los papeles que cubrían su escritorio y los echó a un lado—. No quedaría muy bien si me presentara en el juzgado con unos papeles manchados de grasa, ¿no crees? Vale, ahora ya puedes.
Antonio soltó por fin su carga.
—Y ahora, procedamos.
Sacó de la bolsa un montón de servilletas y dos latas de Coca-Cola, mientras _____ abría la caja de la pizza.
—¡Qué buena pinta!
Y se pusieron a comer. _____ temía que Antonio sacara el tema que lo había llevado hasta allí, y él la hacía sufrir empeñado en hablar de cosas intrascendentes, como el tiempo y la proximidad de las Navidades.
—¿Sabes que al final no viene mi hija? —dijo, súbitamente triste.
—¿Por qué?
—Su madre no hace más que poner problemas. Podría arreglarlo acudiendo al juez, pues el régimen de visitas quedó muy claro y las Navidades son mías… Pero no quiero que la niña pase otra vez por eso. Así que he decidido que, si Mahoma no va a la montaña, será la montaña la que se mueva. Me iré a
Málaga, esta Nochebuena ceno con mi hija como que me llamo Antonio.
—¡Bien dicho! Aunque me hubiera gustado conocerla. Cuando Daniel y yo nos casamos, hace seis años, ya estabas separado y nunca la he visto.
—Es una preciosa niña de doce años, alta para su edad, y muy guapa, aunque esté mal que lo diga yo, que soy su padre. Y, a pesar de la lagarta que tiene por madre, es una niña feliz.
Rieron. Parecía que, después de todo, Antonio no tenía ganas de hablar de la última y desastrosa visita a su casa. Bien, si él no sacaba el tema, lo haría ella. Tenía que acabar con esa historia de una vez por todas.
—Antonio, sobre lo del otro día en mi casa…
—He hablado con Celia —la interrumpió—. No te preocupes, no volveré a ponerme pesado —los dos sonrieron—. Celia me ha dicho que estás muy enamorada y me alegro por ti. Claro que siento no ser yo el afortunado. Pero así son las cosas, y ya me estoy haciendo a la idea. Aunque quiero que sepas…
Hasta entonces había hablado con un tono despreocupado, pero de pronto se puso muy serio. Dejó su trozo de pizza sobre la caja y tomó las manos de _____ entre las suyas. Su mirada era clara y sincera, y la joven sintió una infinita ternura. Si Joe no hubiera aparecido en su vida podría haberse enamorado de Antonio: era guapo, inteligente, comprensivo… Pero ya no tenía sentido pensar en eso.
—Quiero que sepas… —repitió. Parecía que le costaba trabajo pronunciar la frase que, evidentemente, llevaba preparada para soltarla en el momento oportuno— que yo siempre estaré a tu lado. No te juzgaré nunca, por nada. Tu vida es tuya y ahora sé que eres capaz de dar mucho más de lo que Daniel creía, y… —bajó la cabeza, un poco avergonzado—. Yo también me equivoqué contigo — volvió a alzar la cabeza y la miró a los ojos. Había en su mirada una dureza que quedó desmentida por sus palabras—. Te querré siempre, _____. Mientras no me necesites, puedes olvidarte de mí. Pero, si alguna vez me necesitas, llámame; estaré a tu lado. Me tendrás siempre dispuesto a ayudarte, en todo momento.
_____ estaba conmovida. Nunca conocería otra amistad como la de Antonio, se dijo, parpadeando para apartar unas indiscretas lagrimitas que estaban acudiendo a sus ojos sin que nadie las llamara.
—Nunca me olvidaré de ti. Seguiremos viéndonos, porque no se puede acabar así como así con una amistad de tantos años, y yo te considero un buen amigo. Joe es estupendo y, cuando pase un tiempo y todo esto se enfríe, estoy segura de que vosotros dos también llegaréis a ser muy buenos amigos.
—Eso lo dudo mucho. Creo que ese hombre jamás llegará a gustarme y desde luego no tengo ningún interés en conocerlo —_____ se sintió dolida; le molestó que hablara así de Joe en su presencia—. Aunque hay una cosa que debo reconocer: te quiere. Es una suerte que lo quieran a uno —esto último lo dijo en voz muy baja, como para sí mismo.
_____ se puso roja. En eso Antonio se equivocaba, como en otras muchas cosas. Pero no podía sacarlo de su error. Si le dijera que su acuerdo era meramente sexual, que el amor no entraba para nada, podía darle algo. Era mejor mantenerlo en la ignorancia.
Tendría que llamar a Celia para que no le hablara de los corsés, pues su hermana era muy capaz de hacerlo.
—¿Sabes? —le dijo sonriente—. Tú también tienes esa suerte. Hay alguien por ahí que te quiere…
—No sigas por ese camino —la cortó con rudeza—. Sé de quién hablas. Celia no se molesta en ocultar lo que siente por mí. Me llama cada dos por tres, se me insinúa… Me resulta muy penoso, porque yo no siento nada por ella y no quiero hacerle daño; pero la próxima vez que me llame le dejaré las cosas muy claras. Es la única solución.
_____ se sintió como si le hubieran echado en la cabeza un jarro de agua fría. El Antonio que acababa de hablar era un desconocido para ella. Toda la ternura que había sentido por él se desvaneció.
—No le hagas daño a mi hermana…
—¿Qué quieres decir con eso de «no le hagas daño»? ¿Que la engañe? ¿Que la deje concebir esperanzas para luego dejarla tirada? ¿No es eso peor? ¿No es más leal dejar las cosas claras desde el principio? No, tú eso no lo entiendes, claro.
Sí lo entendía. Sabía que hablaba de ellos, que le reprochaba que no lo hubiera sacado de su error y le hubiera dejado creer que podían llegar juntos a alguna parte. Pero después de sus palabras anteriores, de su ternura y su comprensión, _____ no entendía el brusco cambio experimentado por Antonio sólo porque ella había hablado de Celia. Si ni siquiera la había nombrado, por el amor de Dios; había sido él quien había saltado como un loco.
—No te metas en esto, _____. No le vayas con chismes a tu hermana. Déjanos, tanto Celia como yo nos merecemos hablar sin que tú te entrometas. Por favor, yo lo arreglaré.
—Haz lo que tengas que hacer. Pero, te lo suplico, sé bueno con ella. Procura hacerle el menor daño posible.
—¿Cómo puedes hacerle el menor daño posible a una persona que te quiere cuando le dices que pasas de ella? Dime, ¿cómo se hace eso? Claro, no puedes decírmelo porque tú no lo sabes —Antonio se levantó—. Con lo bien que me había quedado el discursito que había preparado, al final lo he fastidiado todo. Pero era sincero, _____. Siempre que me necesites, allí estaré.
_____ se quedó mirándolo mientras salía por la puerta. Luego bajó los ojos a su mesa, llena de restos de pizza y servilletas arrugadas, y se puso a recoger.
Últimamente iba de sorpresa en sorpresa. Nadie era como creía: Celia, Antonio… Dos de las personas más cercanas a ella, a las que mejor creía conocer, le habían mostrado en poco tiempo personalidades que no respondían para nada a la idea que tenía de ellos. Bastaba una sola chispa para que se incendiara el bosque, y eso era lo que había sucedido: su relación con Joe había sido la chispa que lo había revolucionado todo, y le había revelado las facetas ocultas de las personalidades de dos seres a los que quería muchísimo y a los que, por lo visto, apenas conocía. Claro que ellos debían pensar lo mismo, se dijo meneando la cabeza, porque ella también había cambiado, y mucho. A Antonio y a su hermana les había dicho en dos días cosas que llevaba años ocultándoles casi sin pretenderlo, sin pensarlo siquiera, por inercia, como siempre en su vida: dejándose llevar.
Hasta que saltó la chispa. Hasta que conoció a Joe y le fue imposible continuar con esa farsa de viuda y mujer perfecta.
En su círculo de tres, Antonio, Celia y ella, todos habían sufrido una decepción, aunque a Celia aún le faltaba un último trago. _____ dudó. ¿Qué hacer? Podía llamarla para prevenirla o podía dejarlo correr, no meterse en un asunto que, como decía Antonio, no era cosa suya.
Decidió hacer esto último. Esperaría a que Celia la llamara para contarle su entrevista con Antonio, era lo mejor. Si le decía algo ahora, su hermana podría enfadarse con ella. Era más sensato esperar para consolarla.

Además, ahora tenía muchas cosas en la cabeza, muchos planes… Y estaba deseando que llegara la noche para ponerlos en práctica.
Monse_Jonas
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Pídemelo (Joe y Tú) ADAPTACiÓN - Página 9 Empty Re: Pídemelo (Joe y Tú) ADAPTACiÓN

Mensaje por @ntonella Jue 13 Feb 2014, 10:06 am

Siguelaaaaaaaa
@ntonella
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Pídemelo (Joe y Tú) ADAPTACiÓN - Página 9 Empty Re: Pídemelo (Joe y Tú) ADAPTACiÓN

Mensaje por chelis Jue 13 Feb 2014, 3:13 pm

Tengo una enorme curiosidad por conocer el secretoo de joeeeeeee
chelis
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http://www.twitter.com/chelis960

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Mensaje por Monse_Jonas Jue 13 Feb 2014, 11:35 pm

Capítulo Trece
 


Y la noche al fin llegó. Cuando _____entró en casa, eran las siete de la tarde. Joe aún no había regresado; la casa vacía se le hacía extraña. Se dio una vuelta por las habitaciones, deteniéndose un rato en cada una de ellas, contemplando y tocando los objetos que contenían para ir haciéndolos suyos. Seguía eufórica, ni siquiera la actitud de Antonio había podido alterarla, y la preocupación por su hermana, aunque seguía presente, no constituía un obstáculo para su exultante alegría: el único problema que tenía Joe era la reaparición de su antigua novia, y ese asunto a _____ ya no le parecía tan grave. Joe prefería estar con ella, como lo demostraba el hecho de que fuera con ella con quien estaba viviendo, no con la rubia. Y eso tenía que significar algo.
Después de recorrer el salón y la cocina, _____ entró al cuarto que estaba al fondo del pasillo, que tan bien conocía, y donde pensaba esperarlo esa noche con un atuendo muy especial. El baño también era un viejo conocido. El único lugar que había visto de pasada, pero donde no había entrado, era la pequeña habitación de invitados cuya puerta estaba en el pasillo, junto al baño. Abrió y entró. Había una cama de matrimonio con dos mesillas, una a cada lado, y un armario casi tan grande como el de la habitación principal. La habitación era muy austera. No había adornos, ni siquiera cuadros en las paredes, salvo un espejo antiguo sobre una preciosa cómoda de caoba, cuyos cajones abrió _____. Estaban vacíos y la joven se sintió un poco decepcionada: había algo que echaba en falta en esa casa donde todo era perfecto. Sí, algo faltaba, aunque no se le ocurría qué podía ser. Dejó la cómoda y se dirigió al enorme armario, también vacío, y sonrió pensando que allí podría meter el resto de su ropa si al final se trasladaba definitivamente, cosa que estaba considerando con mucha seriedad. Se le iluminó la cara al pensar que ése era el único lugar de la casa donde no habían hecho el amor.
—Eso hay que arreglarlo —dijo en voz alta, canturreando y contemplando la enorme cama, muy adecuada para sus planes.
Salió del cuarto y se dirigió al salón. Encendió la tele y se preparó un té sin dejar de canturrear por lo bajo, admirando aquel enorme espacio, con la cocina americana y diversos ambientes. Era muy grande. Estaba claro que se habían hecho reformas y tirado tabiques para variar la disposición original.
Todo estaba dispuesto con exquisito buen gusto, aunque los cuadros por el suelo y los montoncitos de libros sin colocar, tirados donde cayesen, a la buena de Dios, por sofás y sillones, revelaban a las claras que ése era un pisito de soltero. Bien, si ella se quedaba, ordenaría a su manera. A pesar del aparente caos, todo estaba muy limpio, lo que hablaba del buen trabajo de Carmen.
Se sentó en el sofá delante de la tele para hacer tiempo antes de arreglarse, y volvió a pensar en Celia. Se moría por contarle lo que le había dicho Antonio, pero pensaba que era mejor mantener la decisión que había tomado y no inmiscuirse. De todos modos, le apetecía hablar con su hermana, así que sacó su móvil del bolso y la llamó.
—Hola, _____ —Celia parecía muy animada. Al menos su voz era clara y decidida, como cuando estaba contenta.
—¿Qué tal vas?
—Perfectamente. Esta noche voy a cenar con Antonio… Me ha llamado él, lo cual es un buen augurio, porque casi siempre soy yo la que lo llama. ¿Habéis hablado?
—Sí, ya le he dicho que salgo con Joe y… Bueno, creo que lo ha entendido.
¡Celia estaba tan contenta! ¿Se lo decía? No. Antonio tenía razón, ése era un asunto que debían resolver entre los dos, sin intromisiones. Aun así, decidió prevenirla.
—Pero estuvo muy raro, Celia. Hoy he visto a un Antonio que no conocía, duro, irritable… No me ha gustado nada. Cariño, ten mucho cuidado.
—¡Pero qué dices! Es él quien tiene que cuidarse de mí, hermanita. ¡Esta noche voy a por todas! Bueno, ahora no puedo hablar, estoy arreglándome. Hablamos mañana.
Y colgó. _____ se quedó con el teléfono en la mano unos instantes. Luego, aunque sabía que ya no había nadie al otro lado, dijo: «Sí, llámame mañana».
Iba a dejar el teléfono sobre la mesita, cuando entró un mensaje. Era de Joe:
> Llegaré a las nueve. No me esperes vestida. Y recuerda, no empieces sola.
Llegaría a las nueve y ya eran… ¡las ocho! ¡Qué barbaridad! ¿Había estado una hora tonteando por la casa?— ¡Cómo pasa el tiempo! —dijo en voz alta y se levantó del sofá. Tenía muchas cosas que hacer.
Primero se dio una ducha con un gel especial que había comprado esa tarde. Era un set con varias cremas que le había costado un ojo de la cara, pero no le importaba el gasto. Esa noche iba a ser diferente, y el gel lubricante tenía un olor muy especial, sexi… Pero eso se lo daría al final, poco antes de vestirse. Ahora tenía que disponer la habitación: velas aromáticas sobre la cómoda, sobre las mesillas, sobre la estantería donde estaban esas pequeñas esculturas de hierro. Apartó las esculturas y puso una vela grande allí. Era una vela muy especial, porque, según le había dicho la vendedora, desprendía un olor erótico, muy excitante, mientras ardía, y luego, una vez consumida, dejaba un aceite que, si lo extendías por el cuerpo de tu pareja, podías volverla loca. _____ pensaba extendérselo a Joe muy, muy despacito.
Se maquilló con cuidado. No mucho, pero sí lo suficiente para que sus ojos parecieran más rasgados gracias al perfilador de color verde. Se dejó la melena suelta, un poco alborotada para tener un aspecto salvaje y provocativo.
Se estaba excitando sólo de pensar en la noche que les esperaba, y cuando se estaba poniendo el corsé, ya se notaba preparada. Se estaba subiendo a los altos zapatos cuando oyó la llave y, corriendo, fue a situarse bajo la vela, para que su resplandor la alcanzara. Se puso las manos en las caderas, pero luego las bajó. No sabía qué postura adoptar. Oía la voz de Joe, llamándola, cada vez más cerca.
—_____, _____…, ¿dónde estás?
Entonces se abrió la puerta y vio a Joe. La luz del salón le daba en la espalda y su silueta inmóvil se recortaba en el vano. _____ contuvo la respiración mientras él continuaba allí parado, inmóvil. Al cabo de unos instantes se movió y se acercó a ella a grandes zancadas.
—¿Se puede saber qué estás haciendo?
Se quedó descolocada, había pensado en cómo reaccionaría Joe y se le habían ocurrido diversas maneras, pero jamás ésa.
—¡Contesta! —la tomó por los hombros y la sacudió—. ¿Por qué te has vestido como una puta barata?, ¿por qué coño me montas este numerito? Si lo que quieres es que nuestras relaciones vayan por ese camino, ya puedes ir largándote de aquí…
¿Por ese camino? ¿Qué camino? Ella sólo se había puesto un corsé sexi.
—Yo… no entiendo lo que dices… Quería darte una sorpresa… Creía que… te gustaba que tuviera iniciativa, dijiste que te encantaba que te sorprendiera… ¡No entiendo por qué te has puesto así! — tartamudeaba y le temblaba la voz, estaba tan avergonzada que estuvo a punto de echarse a llorar, pero logró contenerse con mucho trabajo, porque no quería darle la satisfacción de que viera lo mucho que le había dolido su rechazo.
Joe sabía que, en su ofuscación, había sido demasiado brusco. Se arrepintió, pero la cosa ya no tenía remedio: le había estropeado su sorpresa a _____ y, a pesar de la oscuridad, podía leer la desilusión en sus ojos.
—Lo siento, perdona. He reaccionado muy mal… —tenía que arreglarlo de algún modo, así que ahora habló con voz calmada, sin esa furia que tanto la había asustado—. Pero, por favor, quítate eso…
Y apaga esta vela —estiró los brazos y apagó la vela que brillaba sobre la cabeza de _____, cerrando los dedos sobre la llama. Las demás no parecían molestarle—. Perdona… —le acarició la cara con suavidad y ternura—. No llores, por favor —_____ había perdido su batalla por no llorar y las lágrimas se deslizaban silenciosamente por sus mejillas—. Siento haberme enfadado… Pero quítate eso.
Parecía que no podía pensar en otra cosa más que en que se quitara el corsé.
_____ no se movía, paralizada por el asombro y la decepción.
—Está bien, tendré que quitártelo yo.
Joe  comenzó a desabrochar los corchetes y ella le dio un manotazo.
—Espera, ¿no ves que las medias van enganchadas a los ligueros del corsé? Espera a que me las quite. Y sal de la habitación.
—No, me quedo aquí. La verdad es que estás muy sexi… y las putillas tenéis vuestro morbo… — acabó de desabrochar el corsé y metió la mano por debajo para acariciarle los pechos—. Pero quítate eso de una vez.
_____ se quitó las medias y descendió de los zapatos, lo que obligó a Joe a bajar más la cabeza para mirarla. «Se acabó el aspecto sexi», se dijo. «Ya no soy una mujer fatal, vuelvo a ser la misma pardilla de siempre». Al verla libre de las medias, Joe le quitó el corsé y _____ sintió un gran alivio, porque lo cierto era que la maldita prenda apretaba.
—Ahora sí —le puso las manos en los hombros, comiéndosela con la mirada—. Ahora estás como a mí me gusta.
—Pero no como me gusta a mí. ¿Por qué siempre acabamos haciendo lo que te gusta a ti? Y yo, ¿no cuento?
—Me parece que hasta ahora no hemos hecho nada que no te gustara.
—Bueno, sí… Pero había puesto mucha ilusión en preparar todo esto y me lo has chafado… ¡Estoy muy enfadada! Y lo peor es que no entiendo qué te pasa, ¿por qué te molesta tanto un maldito corsé?
Joe se acercó a ella y la besó, mientras con sus manos trazaba pequeños círculos sobre sus pechos.
______ ya estaba muy excitada, la escena y encontrarse desnuda mientras él estaba completamente vestido siempre la ponía fuera de sí. Pero no quería reconocerlo, no quería que Joe volviera a salirse con la suya, como siempre. Le demostraría lo enfadada que estaba.
—Soy un hombre muy tradicional —continuaba él, dándole breves y excitantes masajes en el pecho con las yemas de los dedos—, y creo que se puede disfrutar mucho a la manera clásica…
—Pues yo no —lo apartó con fuerza—. Me gustan los juegos y esta noche quería enseñarte unos cuantos, porque me aburren las relaciones a la manera tradicional…
—¿Ah, sí? —Joe arqueó las cejas, y asintió con la cabeza—. Vaya, vaya… —cruzó los brazos sobre el pecho y la miró desafiante—. ¿Y qué juegos son ésos? Vale, venga, enséñame alguno.
«¿Y ahora qué?», se dijo ______. «Vaya chasco».
—Necesito que tú también estés desnudo —dijo para ir ganando tiempo.

—Muy bien.
Monse_Jonas
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Mensaje por Monse_Jonas Jue 13 Feb 2014, 11:36 pm

Chicas, no se enojen con Joe!!! es el secreto!!!!!!!!
Monse_Jonas
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Mensaje por aranzhitha Vie 14 Feb 2014, 10:01 am

Owww se pasó Joseph!
Síguela!
aranzhitha
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Mensaje por chelis Vie 14 Feb 2014, 11:17 am

Por que reacciono así joe!!???...

Por que????
chelis
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Mensaje por @ntonella Vie 14 Feb 2014, 11:28 am

Continuaaaaa... mujer...
@ntonella
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Mensaje por chelis Vie 14 Feb 2014, 12:34 pm

;);););)... Feliz 14  de febrero!!!!....
chelis
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Mensaje por Monse_Jonas Vie 14 Feb 2014, 10:09 pm

Capitulo Trece Segunda Parte
 


Joe comenzó a desnudarse sin apartar los ojos de ella. Su mirada la estaba poniendo nerviosa y esa media sonrisa que le decía muy a las claras que no se creía ni una sola de sus palabras estaba acabando con su paciencia. Tendría que haber ido al sex-shop con Celia, al menos ahora podría sacar algún artilugio que lo dejara con la boca abierta, pero así, de repente, improvisando… No se le ocurría nada. Bueno, sí, se le ocurrían muchas cosas, pero todas entraban dentro del terreno de lo clásico, como él decía. Y esa noche ella quería innovar. Necesitaba innovar para demostrarle a Joe que era una mujer experta, que sabía de lo que hablaba.
Joe, ya desnudo, se sentó en la cama sin dejar de mirarla.
—Creo que será mejor que espere sentado, porque veo que vas a tardar algún tiempo, aunque… — señaló con la mano el pene, que ya estaba enorme e hinchado por la excitación—. Te ruego que no te demores mucho.
Cruzó las piernas y los brazos sobre el pecho y, con la cabeza ladeada, continuó mirándola impasible.
—Estoy esperando…
_____ seguía inmóvil, pensando. Estaba muy excitada y lo que más deseaba era lanzarse sobre él, abrazarlo y hacerle el amor como fuera. Pero por otra parte quería castigarlo, demostrarle que no iban a hacer siempre lo que a él le viniera en gana y cuando a él le conviniera. Su orgullo frente a sus necesidades más apremiantes, ¿qué hacer?
—Ven aquí…
Joe abrió los brazos y ella se lanzó con tanta fuerza que los dos cayeron sobre la cama. Ahora ya lo sabía. No tenía orgullo.
—_____, me gustas mucho. Nunca, y créeme, soy sincero al decirlo, nunca había estado tan bien con nadie. Y tú, ¿estás bien conmigo?
—Mi presencia en tu casa es la respuesta.
—Perdóname, he sido innecesariamente brusco, por favor, perdóname. Venga, di que me perdonas.
Le acariciaba la cara, dándole breves besitos mientras hablaba. Y estaba desnudo en sus brazos. ¿Cómo no perdonarlo?
—Está bien, sí, te perdono.
—_____, no puedo más…
—Muy bien, pero seré yo quien lleve la batuta…
—No, querida, la batuta siempre la llevo yo… Tú serás quien dirija la orquesta.
—¡Mira que eres tonto! —dijo _____ restregando el cuerpo contra el de Joe—. ¿No sabes que el que lleva la batuta y el que dirige la orquesta son la misma persona?
—Claro que lo sé. Por eso precisamente lo digo.
—¡Qué cosas tan bonitas dices a veces!
—¿Sólo a veces?
—Sólo.
_____ extendió el brazo y cogió de la mesilla el tubo de crema que había comprado esa tarde.
—Me ha costado carísima, me parecería un delito desperdiciarla.
—No tengo nada contra las cremas. Al contrario, me encanta que una bella sirena me embadurne todo el cuerpo con ese líquido pringoso…
—¡Cállate!
_____ se echó crema en la palma de la mano y comenzó a dar suaves masajes a Joe: el estómago, el pene, los testículos… Él se movía bajo ella jadeando…
—Si sigues así me voy a correr…
—Vale, pero antes voy a darme yo un poquito.
Estaba sobre él sujetándole las caderas con las piernas y se echó un poco hacia atrás para poder extender por el interior de su sexo la crema que llevaba en la punta de los dedos. Joe la miraba con ojos muy abiertos, haciendo evidentes esfuerzos por controlarse.
—Por Dios, _____…
Él tendió la mano y _____ puso unas gotitas en la punta de sus dedos, que rápidamente Joe metió en ella hasta rozar el clítoris, extendiendo la crema con un torturador masaje.
—Ábrete más, quiero llegar a todos los rincones.
_____ se echó hacia atrás y se abrió. ¡Era tan excitante!
—Me vuelves loco, mi amor…
_____ ya no podía más y cogió el preservativo que había dejado sobre la mesilla al preparar su espectáculo fallido. Había pensado ponérselo despacio, pero eso ya no le parecía tan buena idea, así que se lo puso tan deprisa como pudo y, con ansias, se metió el pene de Joe y empujó hacia abajo para que la llenara por completo. Se movió sobre él, con la espalda erguida, mientras ambos se convulsionaban y gritaban en la locura del orgasmo.
«Los métodos tradicionales no están tan mal, después de todo», se dijo antes de que el mundo se tambaleara a su alrededor por la fuerza del orgasmo, mientras Joe gritaba su nombre.
—¿Sabes una cosa? —dijo más tarde Joe, muy bajito, en su oído, mientras le daba leves mordisquitos en el lóbulo de la oreja—. Ninguna mujer me ha hecho tan feliz.

_____ estaba tan débil que no podía hablar, así que se limitó a quedarse dormida con una sonrisa en los labios.
Monse_Jonas
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Mensaje por Monse_Jonas Vie 14 Feb 2014, 10:10 pm


Gracias Chelis!! y feliz 14 de febrero a todas!!!!


Les dejo un capi ufff
Monse_Jonas
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Mensaje por chelis Sáb 15 Feb 2014, 7:51 am

;););););)   quiero saber eñ secreto de joeee!!!... pero esperare!!!
chelis
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Mensaje por aranzhitha Sáb 15 Feb 2014, 9:22 am

Cual es el secreto??
No puede estar tratando así a la rayiz y después hacerle elamorbpara que lo perdone!
Síguela!
aranzhitha
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