Little White Lies.

'cause in my stomach world war three broke out.

Lo primero que recuerdo al abrir los ojos esta mañana son lo estridentes gritos de mamá a centímetros de mi rostro, atrapados en algún sitio, inmiscuyéndose lentamente en la nebulosa de mi sueño perfecto; donde estaba con Brad Pitt. Él posando sus labios sobre los míos, apunto de sellar nuestro amor con un beso de ensueño. Después me sentí desnuda, sin las sábanas sobre mí y el cuerpo de Brad con la cabeza de mi madre, mandándome un susto de muerte justo antes de que sus manos escurrieran una jarra de agua helada directo a mis globos oculares y la risa, tan subida de decibelios, de Jason a unos metros de distancia.

Oh, como les odio a él y al otro.

Intrusos.

Atravesando los pasillos de la solitaria escuela a zancadas, sacudo las migajas de galleta de mi mano y sujeto firmemente mi termo de café y los papeles que preparé hace unas noches atrás. El artículo está listo para ser publicado e imprimido. Ruego a la vida que Reagan llegue a tiempo para que me ayude. Ser la encargada del periódico escolar no es una tarea sencilla, no cuando sueles ser iracunda y poco paciente con los chicos nuevos de primer año. No estoy lista para los 6 reclutas.

Suspirando con pesadez, ingreso al aula de medios y dejo mis pertenencias sobre el escritorio. Comenzando con el ardua tarea del acomodo y la edición en la computadora. Una hora más tarde, apunto de que las puertas de la escuela se abran de par en par, entra Reg con medio sándwich de mermelada en su boca y medio litro de leche con chocolate inflando sus mofletes. Su largo y rizado cabello naranja sobre su rostro pecoso y la respiración fuera de sí.

Suelto una risotada y me paso a las últimas páginas, corrigiendo algunos imperfectos.

—Llegas tarde, Simmons —digo entre dientes, subiendo las gafas por el puente de mi nariz.
—Lo siento —es lo segundo que escucho, después de que se desplome sobre la incómoda silla de plástico. Engulle la otra mitad de su sándwich a mordidas y enciende el ordenador que le pertenece— Mi madre tuvo uno de sus percances con el trabajo, le hablaron de último momento hace unos días para que tomara el primer vuelo a Nueva York, así que estoy a cargo de Cin hasta nuevo aviso… tenía que dejarle el desayuno y todo preparado, lo bueno que el colectivo pasa por ella —se pasa un rizo detrás de su oreja y me sonríe, sacando del estuche sus lentes— ¿Qué tal está mi futuro marido?
—Te entiendo, no te preocupes Reg —le doy mi mejor sonrisa y dejo que termine de agregar cuántas cosas quiera— Y por favor, omite nombrar a ese intento de ser humano, que, Mamá y el Señor Don-déjame-suplir-a-tu-papá salieron de viaje esta mañana —suelto un bufido y le doy un sorbo a mi café— Me han dejado con él ¿Puedes creerlo? Y con el pequeño demonio, digo; no es que odie a Brad, pero, es un niño hiperactivo y llorón, además de que ellos vuelven hasta la semana entrante de su segunda luna de miel… Adivina a dónde fueron.

Reg me echa una ojeada.

— ¿Hawaii?
—Fueron a las Ba-ha-mas —deletreo, largando un profundo suspiro— Odio a Raymond, ese Señor sólo llegó a arruinar mi poca felicidad post-divorcio, papá dice que le debería de dar una oportunidad, ¡patrañas! —consigo respirar un poco más y una acidez estomacal me pega de lleno al recordar a mi hermanastro y al pequeño Brad, que, no es más que el producto atroz de su "amor"— Y aún así quiere que hasta quiera a Jason, ugh.
—Opino lo mismo —me comenta entre dientes, encogiéndose sobre la silla— No me vayas a golpear, Lex, pero es verdad… no puedes vivir odiando a tu padrastro y a su hijo eternamente. Ray hace feliz a tu mamá, y digo, es un excelente hombre...
— ¿Me odias? —chillo dramáticamente, hundiéndome en mi infelicidad.
—Te amo Lexi, eres mi mejor amiga desde el jardín de infantes —me regala su sonrisa del millón de dólares y sus brillantes ojos verdes no mienten antes de vociferar:— Y porque te amo, te ayudaré a que «aprecies» a Raymond Finnigan y al caliente de Jason.
—Imposible —refunfuño.
—Tú eres imposible.

Pongo los ojos en blanco y comenzamos con la impresión de documentos.


—Tengo que confesarte algo —le digo a mi mejor amiga, con el ojo pegado al lente de la cámara por la que tanto ahorré el año pasado. Ella termina de pasarse la grasienta pizza que nos dan en el comedor y me voltea a ver interesada.
— ¿Qué ocurre? —vuelvo la vista a ella y sonrío de medio lado— Alexis Rhodes —canturrea malhumorada y yo me río levemente.
—Tengo una carpeta llena de fotografías de “H” —siento mis mejillas ruborizadas y Reg frunce el entrecejo.
— ¿Quién demonios es ese?
—Horan —susurro y pego el ojo de nuevo, admirándole de lejos como toda una perdedora y nefasta chica. Y es que siempre es así. No es bueno para mi salud tenerlo casi todo los días en casa. No cuando se quedan él y el idiota de mi hermanastro a dormir en el sofá de la sala de estar y camina en calzoncillos. Él es guapo, popular, atlético y media ciudad se encuentra enamorada de él, y falta más, que, es el mejor amigo del chico que aborrezco y desgraciadamente comparto techo— Niall Horan —y despierto de mi ensoñación, por segunda ocasión en el día, con un tremendo golpetazo en el brazo. Chillo como una cría y me sobo, regresándole el golpe a mi mejor amiga— ¡Reagan!
— ¡Estás obsesionada con… —chilla, despotricada y con el rostro enrojecido por la furia— «ese»! ¡El playboy! —sisea, y me da un golpe en la nuca que me descoloca la barbilla.

Con toda la dignidad que me queda, y, demasiado molesta como para continuar escuchando sus palabrotas, me voy hasta la primer banca de las gradas y coloco los auriculares en mis orejas.

¡Lo que me faltaba!

Que le den.

Con Reagan nunca se sabe. Siempre molesta conque ni un chico llama mi atención, insinúa mi orientación sexual y se burla… y ahora que le confieso que estoy detrás de los huesitos del ardiente Niall Horan me golpea y se enoja.

Bah. ¿Qué con ésta gente?

Tarareando las canciones que reproduce mi iPod, vuelvo a colocar la cámara en mi ojo. Capto el cuerpo perfecto del chico por el cual metiera las cejas al fuego y suspiro. Utilizo el zoom de la maravilla con la que saco fotos fantásticas para el periódico y me embeleso con su rostro contraído en carcajadas, en como sus ojos se achinan y su cuerpo se inclina por el ataque catártico.

Jesús.

Vuelvo a suspirar, y, por una décima de segundo; tengo sus ojos en vivo y en directo observándome a mí o… quizá a la cámara profesional con la que lo acoso 24/7.

Demasiado asustada y no siendo tan tonta, alejo el lente de él y tomo fotografías a los árboles, al cielo y los futbolistas mientras mi corazón golpetea, furioso, contra mi caja torácica. Mierda, que me ha pillado en el acto. Maldiciendo unas cuantas palabras anti sonantes, que, de seguro mamá me lavara la boca con jabón si las escucha, alejo el cacharrito de mi ojo y lo primero que hago tras quitármelo de encima, es soltar un chillido. Me llevo una mano al pecho y boqueo como un pez.

—Hola —digo con la voz muy «demasiado» chillona.
—Eh, ¿qué hay? —las piernas se me entumecen y siento los vellos de mi espina dorsal erizarse.
—Er… disfrutando de… este maravilloso paisaje, uh —trago saliva y apenas y sonrío— Londres nunca deja de ser bello, ¿no crees? —sus cejas salen disparadas unos centímetros hacia arriba y un hoyuelo casi imperceptible se acomoda en su mejilla. Me ruborizo violentamente al ver su boca cincelada y rosada. Ay, por todo lo santo.
—Indudablemente —sonríe con todos los dientes y nos reímos— ¿Alexis? —pregunta no muy convencido y yo casi me derrito.
—Sip, pero, me dicen Lexi —jugueteo con el cordón de mi cámara y sonríe de nuevo, sentándose a mi lado. Mi ritmo cardíaco se vuelve torpe y tosco y creo que moriré feliz.
—Te diré Alex —agacha la cabeza y, tras levantar su mirada y yo ser el punto focalizado de entre sus pestañas, no sé si reír o llorar. Es tan guapo. Pasea el dedo por su labio inferior y se mofa, riéndose entre dientes— Me gusta tu nombre.

Me gustas tú, pienso; acalorada.


Camino por los pasillos abarrotados de personas y meto la mochila dentro del casillero, bufando y sacando los materiales para coger Aritmética. Soy muy perezoso a decir verdad, pero, si no quiero andar a pie y con los bolsillos vacíos, tengo que sacar buenas calificaciones. Papá es pesado y piensa que yo quiero vivir como él. Con la soga en el cuello debido al trabajo perturbador.

Pero él no entiende que lo que amo es hacer música.

Quito el gorro de lana de mi cabeza y me acomodo el cabello. Hoy luce terrorífico. Me lo vuelvo a colocar y, a punto de cerrar la taquilla, aparece Zayn. Sonrío.

—Chico —me saluda, arrastrando las palabras y acomodando en su rostro la típica sonrisa arrogante y ladeada que le moja las bragas a las chicas— ¿Cómo te ha ido con la rubiecilla?

Vuelvo los ojos y me río.

—Es bonita y agradable —me encojo de hombros y comenzamos a caminar hacia el aula.
— ¿Acabas de decir eso? —se carcajea y vuelvo a poner los ojos en blanco— Vamos, Niall, que tú nunca dices eso de las chicas. Si eres “don perfecto” —se vuelve a reír y me le uno.
—No todos somos así, hermano —me trueno los huesos de las manos y sonrío— Bueno, tiene un rostro perfecto y unos ojos como los de ninguna otra. ¿Sabes? Es inocente y sus mejillas siempre rojas me hicieron desear cosas que nunca he deseado —hago una pausa y trago saliva— Y es raro, ya que, la tengo a un lado desde hace mucho tiempo y jamás le hablé…
—Vamos —alarga la primera vocal y se burla de mí, empujándome con su hombro— Romeo.
—Pero tiene nombre de chico, en serio —me río y él también.
—Pero es caliente, ¿o no? —dejo de reír y un atisbo de sonrisa aparece en mis labios.

¡Caliente le queda corto!

Si ya la he visto andar por su casa. Uff.

—Lo es, pero, no me enrollo con chicas de esa escala —suspiro y sonrío de oreja a oreja— Basta, que, en lugar de liármela tendré que rezarle.
— ¿Santa Alexis? —se mofa y me carcajeo.
—Estoy absolutamente seguro que sí —bostezo y nos sentamos en los duros asientos— Vale que esta cosa me deja más plano el culo…
—No se puede —vuelve a mofarse y le doy un puñetazo amistoso en el hombro.

Y en ese preciso momento entra ella con la pelirroja a su lado. Ambas ríen y veo como su amiga —que siempre está pegada a ella como una lapa— le pasa el brazo por la estrecha cintura y la abraza levemente. Sonrío y la observo en silencio, escuchando las barbaridades que mis amigos dicen de todo.

Serán estúpidos.

Sonrío y veo sus caderas meciéndose en sus entallados vaqueros azulones. Lleva Vans y una sudadera negra dentro del pantalón de tiro alto, junto a una bufanda azul. Tan azul como sus ojos que éstos brillan con luz propia. Se deja caer tres asientos frente a mí y se acomoda su largo cabello rubio.

¿Qué pasaría si me la juego por conseguir su primera noche alocada conmigo?

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