"La Estacion Del Arcoiris" Joe Jonas [TERMINADA]

porfaaaa otro caapiiiss

pon mas caps :) porfa quiero besoooo

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chelis escribió:porfaa otro capis

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La comida no fue, desde luego, un éxito total, pero por lo menos no resultó una guerra declarada. Stu y Joe estuvieron callados y guardaron las formas; _______ contenía la respiración, temerosa de que algún comentario desafortunado los hiciera saltar, pero no ocurrió nada. Con cierta extrañeza, comprobó que se sentía un poco separada da Jenny y Stu; de alguna forma, ya no era la ________ de siempre sino que formaba parte de una unidad integrada únicamente por joe y _______. Durante dos semanas, lo había visto sólo a él; habían compartido sus vidas. Vivía y trabajaba con él y, aunque seguían siendo dos extraños, en cierto modo estaban unidos uno al otro. Tal pensamiento la inquietó un tanto..., no quería separarse de Jenny y de Stu.
Después de comer, joe  se escabulló al granero y las niñas salieron a jugar. Las mujeres lavaron los platos y luego se reunieron con Stu en el porche. Se sentaron los tres un poco incómodos, sin saber qué decir. ______ y Jenny habían estado charlando en la cocina, pero se quedaron calladas cuando se reunieron con Stu; según parecía, Harper había tomado la determinación de mantenerse frío y distante. A ________ se le escapó un suspiro: los hombres a veces podían ser realmente exasperantes. Se preguntaba dónde podían estar sus sobrinas. Normalmente, se pegaban a sus faldas y le pedían que les contara un cuento. Para liberarse del incómodo panorama, la joven se levantó caminó hacia el extremo del porche para ver el patio de la granja. Descubrió que las niñas estaban sentadas en las vallas del corral; el azul de la camisa de Joe y sus luminosos cabellos resaltaban entre ellas.
Con una sonrisa, volvió a donde se hallaba sentada.
-¿Dónde están? -preguntó Jenny.
-En el corral, con Joe
Al oírlo, Stu frunció el entrecejo. ______ una cólera repentina. Se lo imaginaba diciéndoles a las chiquillas que debían mantenerse lejos de su marido, previniéndolas en contra de él. ¡No era justo! ¿Por qué nadie podía ver cómo era en realidad joe?
Al cabo de un poco rato, Stu se levantó y dijo que era hora de marcharse. Jenny llamó a las niñas, que acudieron corriendo al porche en un revuelo de enaguas y coletas.
-¡Mamá, papá! ¡Tía ______! -gritaron tendiéndoles las manos-. ¡Mirad lo que Joe  ha hecho para nosotras!
________ se inclinó y vio que traían en las manos unas sencillas figuritas de madera tallada. En la palma de Penny había un perro acurrucado con las patas delanteras en el hocico, y en las de Missy un gato con el lomo erizado.
-¡Qué bonitas! -exclamó la madre, y _____se dio cuenta de que joe había ganado mucho a los ojos de su hermana-.
-_______, ¿no te parecen una monada?
Las mujeres de la familia reían con las cabezas juntas, mirando extasiadas las graciosas figuritas labradas. Stu fruncía el entrecejo, celoso de aquella intromisión en su baño.
- Y nos ha explicado un cuento maravilloso! -añadió Penny, abriendo con admiración sus azules ojos-. El cuento del indio Satchemach, que robó los ponies a los apaches.
-Y que además salvó a su hermana de una manada de búfalos -chilló Melissa-. El próximo día nos explicará cómo le ganó una carrera a Iron Horse.
-¡Vaya! ¡Qué bien! -rió _______-. Parece que os habéis divertido mucho con el tío Joe
-¡Mucho, mucho! -dijo Penny entusiasmada-. Sabe hacer toda clase de cosas. Nos mostró cómo lanza el cuchillo y nos ha prometido que nos enseñará a cazar conejos, ardillas y ciervos.
Jenny y ______ se echaron a reír.
-¡Vaya!, vas a tenerlo muy ocupado, hermana -dijo Jennifer empujando a las niñas hacia el coche.
Después de que se hubieran marchado, ______ fue en busca de su marido. Ya no estaba en el corral, había ido a cortar leña. Se había quitado la camisa y la había colgado de la rama más baja de un olmo. Al verla, le sonrió, pero no se molestó en ponerse la ropa; la joven supuso que ya se había acostumbrado a ella... o que hacía demasiado calor para andarse con remilgos.
-Parece que has encantado a Penny y Melissa.
Él se echó a reír y sacudió la cabeza.
-Acaban con la paciencia de cualquiera. Nunca en mi vida me habían hecho tantas preguntas.
-Han dicho que les contaste historias del indio Satchenach.
-¡Demonios! ¡Algo tenía que hacer para que dejaran de preguntarme acerca de todo!
Clavó el hacha en el tocón y se apoyó ligeramente en elmango escrutándola a contraluz.
-El robo de los ponies a los apaches era en realidad el robo de sandías al señor Gilstrap.
Ella sonrió, y Joe, tras ajustarse los guantes y enjugar el sudor de la frente, volvió a la tarea de cortar leña. ______ se sentó bajo el olmo y se apoyó en el tronco, satisfecha de poder sentarse y contemplar el rítmico movimiento con que él se arqueaba, levantaba el hacha y la dejaba caer contra la madera. Cortaba limpiamente cada leño, luego lo arrojaba en un montón y cogía otro; sus movimientos eran precisos, seguros.
Tenía muchas cosas que hacer, pero decidió no pensar en ellas. Prefería estar allí sentada perezosamente, soñar con ver a Joe trabajar. Al cabo de un rato, clavó el hacha en el tocón y se dejó caer en el suelo, junto a ella. Notaba el calor de su cuerpo y veía en su piel las gotitas de sudor. Tenía lo brazos detrás de la cabeza y los ojos cerrados; el pecho subía y bajaba rítmicamente con la respiración.
-¿Soy un mal ejemplo?
-Mm -respondió él asintiendo con la cabeza-. Una gandula.
-Joe... -dijo ella en un tono suplicante que hizo que él abriera los ojos y la mirara-, -Podríamos ir a la ciudad e sábado?
-¿Por qué? -inquirió.
No tenía ganas de llevarla a la ciudad; nunca se habían mostrado juntos en público, y se le hacía un nudo en el estómago al pensar cómo la gente se portaría con él, y aún peor, cómo podrían portarse con ella por el simple hecho de que estuviera con él. Pero, claro, tarde o temprano había que pasar por ello. No podían permanecer escondidos para siempre en la granja. Sin embargo, aún no se sentía con ánimos.
-Para recoger el correo. Hace tiempo que no lo hacemos y debe de haber un montón de Saturday Evening Posts Estaba leyendo una novela por entregas que trae publicada, de misterio, y tengo muchas ganas de saber lo que ha ocurrido. Por favor, Joe, vayamos -se lo pedía de una forma encantadora, inclinando la cabeza hacia un lado y abriendo mucho los ojos.
Joe tuvo la impresión de que estaba pidiendo permiso y parpadeó desconcertado. Parecía concederle potestad sobre ella y aquello le producía una sensación embriagadora. Deseaba prolongarla, obligarla a insistir, a halagarlo y camelarlo para que asintiera a su deseo; por eso dijo:
-Tengo que trabajar el sábado.
-Trabajas demasiado. Al ritmo que llevas, vas a acabar exhausto. Por favor, Joe. ¿No sería estupendo? -le tocó ligeramente el brazo y le sonrió-. Te haré un montón de buñuelos.
Él también sonrió. ​
-Está bien. ​
Si se hubiera tratado de otra pareja, se habrían dado un beso. Pero no era el caso, y no se besaron. Jonas se incorporó para desembarazarse de la mano que ella depositaba sobre su brazo, pues incluso aquel leve contacto lo excitaba. ​
-Mañana comenzaré a plantar el huerto. ¿Cuántas hileras quieres de cada cosa? ​
La joven se dio cuenta, entonces, de que no tenía ni idea; su madre era quien se había encargado siempre de aquello. Permaneció pensativa unos instantes, tratando de imaginarse el huerto, y comenzó a describirlo, esperando no equivocarse. De la conversación sobre el huerto pasaron a hablar de los planes que Joe tenía para la granja. Era agradable oírlo cómo planeaba segar los prados de pasto para el ganado con el fin de recoger más heno para el invierno; así podría sacar beneficio comprando, engordando y vendiendo ganado en invierno. Qmzás incluso podría dedicar menos terreno al cultivo del trigo; y estaba pensando en plantar melocotoneros y cerezos frente a la casa. ​
-Sobre todo -añadió con una sonrisa traviesa- porque me encanta la confitura de melocotón.
-Será estupendo. Oh, Joe, plantemos también flores. Me encantaría hacerlo alrededor del porche.
-¿Sabes lo que me gustaría a mí? –dijo él con timidez.
-¿Qué?
-Madreselvas. Ya me entiendes, una de esas plantas que suben... ​
-Enredaderas -lo interrumpió ella. ​
-Eso es. Quizás en el extremo sur del porche. Darían sombra. ​
-Oh, Joe, creo que será magnífico. Y el olor... ¿te imaginas qué bien olerán las tardes de verano? Oh, plantémoslas.
Excitados, empezaron a hablar de la casa y a hacer planes: arreglar, pintar, agrandar el porche y hasta plantar césped delante. ______ confesó que siempre había soñado con tener en la parte de atrás una parra. Joe le prometió que algún día la tendría. Perdidos en tales sueños, fueron quedándose callados y él se adormiló con los brazos bajo la cabeza. ______ lo contemplaba apoyada en un codo. Así tendido, se le notaba cansado y se le dibujaban arrugas de fatiga. Al cabo de poco tiempo, dormía profundamente con los brazos y las manos completamente extendidos. Deseaba cogerlo entre sus brazos y acunarlo como si fuera un niño para hacer aún más tranquilo y reparador su sueño. Era una tontería, y sonrió, ella contribuyó a su descanso quedándose quieta a su lado, para no despertarlo al ponerse en pie. Y se smtió muy útil, allí, inmóvil sin hacer nada.
 
______ se subió al carromato y se sentó muy erguida, con el rostro resplandeciente bajo la pamela que la protegía del sol. Estaba exultante ante el primer viaje a la ciudad después de varias semanas. Además se había pasado horas mirando revistas y tenía en mente algo que le había ocultado a Joe: un regalo de cumpleaños para él. Recordaba que su abuela, en aquella desagradable visita, había mencionado el día once de mayo, y sólo faltaba una semana. Todavía estaba segura de lo que iba a comprar, pero disfrutaba con la perspectiva.
A su lado, Joe mientras conducía las mulas, tenía pensamientos menos agradables. Los malos presentimientos le encogían el estómago. No quería que ella lo viera simplemente, no lo quería. Él solo podría soportarlo; estaba acostumbrado. Pero también estaba seguro de no poder soportar que ella viera claramente lo que los demás pensaban de él. ¿Qué ocurriría si se daba cuenta de que los otros tenían razón? ¿Si veía claramente que estaba perdiendo el tiempo? ¿Qué sucedería si él descubría de pronto en los ojos de ella la repulsión que veía en los de los demás.
Se detuvieron primero en la oficina de Correos. Joe notó que la mirada de la gente se clavaba en ellos y tuvo que hacer un verdadero esfuerzo para no salir corriendo. ______ también notó las miradas y echó una ojeada inquieta a su marido. De pronto, le pareció un desconocido; tenía en el rostro aquella expresión insolente e inescrutable. Se sintió en cierto modo abandonada a su suerte. Pidió rápidarnente el correo y se marchó sin detenerse a charlar con la administradora de Correos, que evidentemente se moría de curiosidad.
-Vamos a la tienda de Stu -dijo al salir, y Joe se encogió de hombros.
Caminaron por la acera hacia la tienda de Harper atrayendo todas las miradas. La señora Parker, la esposa del banquero, pasó junto a ellos, saludó con un leve movimiento de cabeza y se recogió descaradamente las faldas para evitar el menor contacto con Joe. Las mejillas de _______ enrojecieron de vergüenza y cólera. ¡Cómo se atrevían ¡Cómo se atrevían a mirar a su esposo de aquel modo, como si fuera el polvo que uno puede pisotear! Se irguió aún más y levantó la mandíbula orgullosamente; se iban a enterar.
Entró decidida y presa de la indignación en la tienda, ignorando friamente a los que la miraban y haciendo un leve movimiento de cabeza a los que le murmuraron algún saludo. Joe la seguía intranquilo, arrastrando los pies y silencioso. _______ se dirigió directamente a la trastienda para hablar con Stu y su marido torció el gesto a modo de sonrisa... Era de esperar que quisiera ver a su cuñado.
-Voy al almacén de granos -dijo interrumpiendo la conversación.
Los ojos de ella expresaron alivio al oírlo, y Joe sintió un nudo en el estómago al comprobar con cuánta alegría parecía deshacerse de él.
_______ estuvo hablando con Stu de los niños hasta que Jonas abandonó la tienda, y luego empezó a buscar el regalo. Menos mal que había decidido ir al almacen de granos; se había estado preguntando cómo iba a librarse de él para elegir con tranquilidad el obsequio. Vagó por la tienda, mirando objetos y rechazándolos uno tras otro hasta que dio con el mostrador de los cuchillos. Entonces se acordó de las figuritas que había labrado y supo que había dado con lo que buscaba. Eligió un pequeño cuchillo de hoja muy fina y mango labrado.( regalar cuchillos es de mala suerte :/ ) 
Muy satisfecha de sí misma, procedió a hacer las compras ordinarias: hilo, un bol para reemplazar uno que había roto, harina, azúcar, sal, café. Cuando estaba mirando un pieza de tela, preguntándose si debería comprarla para hacer unas cortmas nuevas para el cuarto de Joe , oyó unos pasos precipitados en la acera y una voz que decía:
-¡Eh, Johnny, ven, hay una pelea en el almacén de granos!
-¡Joe! Se llevó una mano a la garganta y miró hacia e escaparate. Stu también lo había oído y salió de detrás del mostrador, dirigiéndole una mirada que parecía decirle: «Ya te avisé». Se libró de la parálisis que parecía haberla invadido y miró con aire decidido hacia la puerta.
-No -dijo Stu sujetándola del brazo-. Yo iré a buscarlo. No hay necesidad de que tú veas el espectáculo.
-_______ se sacudió la mano de encima y se dirigió a la puerta, sin caer en la rudeza de sus maneras, porque el dolor que sentía en el estómago borraba todo lo demás. Se apresuró por la acera hasta el almacén, los latidos de su corazón se aceleraban al ritmo de sus rápidos pasos, y acabó casi por echar a correr.
Había un grupo de hombres en la acera y en la calle enfrente al almacén de granos de Warner. Se abrió paso dando codazos de forma no demasiado femenina. Joe y un muchacho de aspecto zafio se miraban de hito en hito como gallos de pelea. El ojo izquierdo del muchacho estaba tumefacto y morado, y además tenía la nariz hinchada. ______ se dio cuenta con pesar de que aquello era obra de los puños de su marido.
-¡Oh, Joe ! -murmuró, y se llevó la mano a la boca para reprimir las ganas de vomitar que le habían entrado. Jonas se había convertido en un completo desconocido. Sus ojos llameaban con ferocidad y tenía la cara iluminada por una excitación salvaje; la sangre le caía por la comisura de los labios y le manchaba la camisa azul. Nunca lo había visto así, tan salvaje, tan violento, tan ensangrentadio, y se sintió enferma.
De pronto, Joe se precipitó hacia adelante, cogiendo aor sorpresa a su robusto oponente, y lo golpeó con todas sus fuerzas en la barbilla. Se tambaleó; luego recobró el equilibrio y se quedó quieto, respirando profundamente dando tiempo a que la sangre, la excitación y el temor  cedieran un poco. A continuación, levantó la vista y vio a una mujer cerca en la acera, y se dio cuenta de que era su esposa. Estaba muy quieta, con la mano en los labios, y por encima de éstos sus ojos, grandes y oscurecidos, expresaban disgusto y horror.
Luke tragó saliva y se limpió la frente con el dorso de la mano. Toda su excitación había desaparecido. Trató de poner sus pensamientos en orden y decir algo, pero no pudo.
En realidad, no había buscado pelea, aunque se había encontrado mal y en tensión por el hecho de estar en la ciudad con ella. Había conducido el carromato hasta el almacén de granos y había entrado recordando continuamente una y otra vez cómo ella había deseado deshacerse de él en la tienda de Harper, para poder estar a solas con el hombre al que amaba. Luke la maldecía a ella y maldecía a Stu, y, como siempre le ocurría cuando se sentía excluido, tenía la sensibilidad a flor de piel. En el almacén había un puñado de granjeros y todos lo miraron fijamente mientras él adquiría las semillas que necesitaba para el jardín de Sarah. Iban haciendo comentarios mientras él compraba, y unos cuantos lo siguieron hasta la calle cuando comenzó a cargar el carromato. Alguien se echó a reír y dijo algo acerca de la posibilidad de casarse con una granja.
Entonces William Garrett, un acomodado granjero de Choctaw, exclamó:
-Sí, pero pensad en la pobre Sarah McGowan. Es un precio muy alto el que tiene que pagar para comprar un nombre para su hijo.
Luke había saltado sobre él con extraordinaria furia.
-Mi mujer se llama Turner, no McGowan, y te agradeceré que te guardes de pronunciar su nombre con tu sucia boca.
El hijo de Garrett, un muchacho fuerte y grandullón, se había echado a reír y había dicho:
-Vaya chica con suerte, ahora es una Turner. Y no cabe duda de que, como es usual, tendrá un bebé Turner dos meses antes de la cuenta.
Se había echado a reír de su propia gracia y por eso no vio venir el puñetazo que lo arrojó fuera de la acera en plena calle. Garrett era fuerte y grande, pero no tenía experiencia alguna en peleas, y Luke pronto dio buena cuenta de él.
Pero luego, cuando levantó la vista y vio a su mujer, se sintió avergonzado y asustado. Las explicaciones no servían de nada; lo había descubierto hacía mucho tiempo. Además, no podía revelarle el motivo por el que había iniciado la pelea, el insulto que habían proferido contra ella. Por eso se quedó quieto, sin apenas mirarla, esperando que lo riñera.
Pero había juzgado mal a su esposa. El horror que la había invadido ante la violencia desatada por Luke no iba a empujarla a reñirlo. Sin embargo, lo que en aquel momento había vislumbrado del carácter de Turner la había asustado tanto que lo único que deseaba era salir huyendo de él. Pero Sarah no era de las que hacen una escena en público; se daba perfecta cuenta del corro de hombres que la observaban y se sentía suficientemente avergonzada y angustiada como para ponerse en evidencia.
-Sarah -oyó tras ella la preocupada voz de Stu al tiempo que le tocaba la espalda-. Ven. Te llevaré a casa. No pudo reprimir el estremecimiento que le causó tal contacto y la protección que le deparaba, y estuvo a punto de marcharse con él. Pero algo dentro de ella le impidió moverse. Era la hija de su padre: no se puede condenar a hombre sin conocer los hechos. Y era la hija de su madre: cualesquiera que sean los sentimientos más íntimos, la lealtad está por encima de todo, y un marido y una esposa deben presentar ante los demás un sólido frente común.
Y así, ante el asombro tanto de Luke como de Stu, rechazó la mano que le ofrecía su cuñado y avanzó hacia el lugar donde estaba Digger. Se sacó un pañuelo del bolso le enjugó la sangre del labio.
-¿Te has hecho daño? -preguntó sorprendiéndose de la calma que había en su voz.
-No.
-Bien. ¿Ya has acabado de hacer las compras?
-Sí.
-¿Nos vamos a casa?
Él asintió en silencio y la ayudó a subir al carro. Se alejaron lentamente, dejando a Stu en plena calle con la boca abierta.
 
 

que lindooo joe
pobresito se gano un monton de sangre
y toda la gente depueblo me cae mal solo hablan feo de ellos


que linda ellla que se fue con joe :)

quiero besooooo!

qe tierno joe defendio ala rayis y luego ella qe no se fue stu y se qedo con joe
ai amo tu nove siguela pronto

capppppppp

me encantan quiero beso
enserio y joe :(

quiero capppppp

por faaaaaaaaaaaaaaaaa