¿La magia es real? (James S. Potter & Tú)

Sharon no sabía cómo había hecho para convencer a McGonagall de que la dejara tener una habitación con Lottie y Rose, pero después de fastidiarla tanto diariamente que terminó cambiando a Lottie a Gryffindor para poder tener una habitación juntas. En fin, ahora las tres se encuentran en su habitación en la cama de Sharon charlando, aunque a ella no le guste mucho la idea ya que su “charla” constaba en sacarle la verdad sobre qué había hecho con Potter y bien, ella no quería hablar del tema.

—Da lo mismo, Sharon, ¡dinos que sientes por James! —dijo Lottie desesperada, estaba cansada de que Sharon lo negara absolutamente todo.
—Nada, te lo he dicho demasiadas veces.
—Sí, por eso casi comienzan a procrear —dijo Rose sarcástica.
—Fue sólo un beso.
—¿Un beso donde tú terminaste en ropa interior y él sin remera? Por favor, Sharon.
—Vamos, Rose, todos hemos besado a un chico así.
—No, sólo tú, Sharon. Además tienen quince años, él pronto cumple dieciséis, ¿qué harás por su cumpleaños? ¿desnudarte?
—Eres una estúpida, Lottie, además bien que tú te desnudarías por Albus.
—Es diferente.
—No, es exactamente lo mismo.
—A mí me gusta Albus y a ti James…

Sharon se quedó callada y mantuvo la mirada fija en la cama pero igual trató de parecer relajada. No podía negarlo, le gustaba un poco, pero muy, muy poco, casi nada. Daba igual, era de Potter de quien estaba hablando, la besaría, intentaría acostarse con ella y después probablemente la abandonaría como siempre hace con las chicas que llegan a sentir algo por él.

—¿Te gusta? —preguntó Rose con cierto interés.
—¿Potter? No, por supuesto que no.

Rose la miró mal y negó con la cabeza, ella sabía que Sharon no sentía sólo odio por James, era todo tan confuso, tanto como para la pelirroja como para ella, ninguna conocía muy bien a James, era impredecible, a veces decía sí, a veces no. Jamás podías estar seguro de qué diría y cómo te lo diría, siempre que intentabas llegar a pláticas y temas más profundos con él ponía una barrera, una barrera que no se podía destruir y nadie podía pasar por ella, ni evadirla. Era una barrera impenetrable.

—¿Segura?
—Sí, Rose, además no me dirás que no estás completamente enamorada de Malfoy.

La pelirroja se puso tan roja como su cabello, ahora parecía que el cabello también estaba en su cara. Sus ojos verdosos resaltaban de su rostro rojizo y eso hizo sonreír a Sharon.

—Sólo me gusta un poco —dijo en un susurro tratando de ocultar la cabeza.
—Tu rostro no dice lo mismo. —Comentó Lottie burlona recibiendo un almohadazo por parte de la pelirroja quien se echó a reír y las demás la imitaron.
—A ti te gusta mi primo.
—Pero yo lo admito.
—Yo nunca dije que no me gustara.
—Pero dijiste que no estabas enamorada de él…

Sharon se distrajo y se quedó observando por la ventana, ahora no todo parecía tan malo, sí que odiaba a Potter, siempre iba a odiarlo, pero había algo diferente que sentía cuando estaba con él. Odiaba tener aquella clase de sentimientos por alguien así, “estar enamorado de la persona incorrecta no importa, mientras ésta lo merezca”, y James Potter no merecía ni tener a una marmota enamorada. «Espera —se dijo Sharon—, ¿desde cuándo estoy enamorada de él». Jamás pensó en James de ésa manera, era como pensar en tener una relación con tu hermano odioso o tu primo odioso. Potter siempre sería como su familia mientras no regresara a casa.

Casa. Se preguntaba qué pensaban sus padres, pero ellos quizá estaban muertos y lo más probable era no volver a verlos nunca. Tener esa idea le revolvió el estómago; no le gustaba la idea de tener que perderlos, eran su familia, su sangre, sus padres. Deberían ser inmortales, no hay nada peor que perder a algún miembro de tu familia. Según decía su madre, quien perdió a una hija, que no había nada peor que perder a un hijo, no había dolor más fuerte como el saber que tu hijo estaba muerto o desaparecido.

Ella Smith desapareció cuando Sharon a penas tenía cinco años, por lo tanto su hermana tenía quince, era mucho más grande que la castaña. Sharon siempre la había envidiado, era el orgullo de la familia, su hermana era bellísima. Tenía el cabello rubio y ondulado, los ojos azules y brillantes, pómulos bien definidos, nariz pequeña y respingada y tez blanca. Sin duda ella siempre había querido parecerse a ella. Sharon era más bien una chica “normal” como se definía ella, una chica normal con amor por los libros. Su hermana le recordaba a Luna Lovegood pero sin la locura. Ella era una chica inteligente y bien portada, no soportaba a las personas ignorantes y malagradecidas, sin duda era algo que aborrecía tremendamente.

Cuando Ella desapareció la familia Smith cayó en una tremenda depresión, estaban todos devastados, incluso Sharon siendo tan pequeña sabía que todo estaba muy mal. El hombre que tenía a Ella exigía un millón de dólares en efectivo para poder soltar a su hermana, era demasiado excesivo para la familia así que intentaron convencer al hombre de que bajara la oferta. Al final el hombre se cansó de estar esperando el dinero y sin más mató a Ella. La familia se enteró dos días después de la muerte de la rubia debido a que la policía la encontró tirada en un callejón desangrada. Hubo funeral y todo, pero nadie lo recuerda ni habla de eso, la pérdida de Ella fue la etapa más dura que ha pasado Sharon y jamás quiere volver a recordarla.

—¿Con quién irán al baile? —Preguntó Rose dando fin a la discusión que había tenido con Lottie minutos atrás mientras Sharon recordaba a su familia.
—Tal vez con Albus si me invita.
—¿Sharon?
—No lo sé, supongo que no iré, me sentiré extraña bailando con un chico al que le doblo la edad.
—Puedes ir con James.
—Como si fuera a invitarme, además le diría que no.
—¡Por supuesto que irías con él! —chilló Rose de pronto.
—No iré con él, seguro irá con alguna niña de trece años y luego se acostará con ella, quiero evitarme eso.
—James es virgen —confesó Lottie.
—Ajá, y yo soy la reina de Inglaterra, me casaré con Albus Dumbledore cuando regrese de la tumba y después tendremos dos hijos llamados: Annie y Finnick. —Dijo Sharon sarcásticamente—. Por favor, Lottie, él es tan virgen como tu padre.
—No, te lo digo de verdad, él es virgen.
—Lottie, —interrumpió Rose— no creo que James sea virgen.
—Él me lo dijo.
—Entré a su dormitorio y estaba con una chica semidesnuda, ¿eso es ser virgen?
—¿Y tú que hacías en su dormitorio, Sharon?
—Escuché ruidos y la curiosidad me venció.

Rose sonrió y se preguntó el por qué Sharon era tan curiosa, siempre quería enterarse de todo y lo sabía todo, realmente podría ser la persona que más supiera a cerca de los alumnos y de los maestros en todo Hogwarts.

—¿Por qué eres tan curiosa?
—Es la manera por la cual aprendo cosas.

Lottie suspiró seguida de Rose y se quedaron calladas por un momento hundidas en sus pensamientos, cada una tenía un chico en mente y podían perderse por horas y horas pensando en él.

Rose hubiera querido que Scorpius los acompañara a su extraño viaje en el tiempo. Moría de curiosidad por saber quiénes eran sus hijos, pero por más que les preguntaba a algunos alumnos todos le decían que no tenían idea de a quién se refería. Seguramente no estaba casada con Scorpius así que sus hijos no se apellidarían Malfoy, pero ella sólo había preguntado por Weasley, tal vez si preguntara por algún Malfoy sabría si se casó con él o él jamás le hizo el más mínimo caso. Prefería la primera opción.

—Iré por algo de comer, regreso dentro de un rato. —Dijo Sharon y salió de la habitación.

La sala común estaba completamente vacía, debía ser algo tarde, pero nunca era tan tarde como para aguantarse el hambre hasta la mañana siguiente. Cuando salió al pasillo un golpe de aire helado la golpeó, sin duda hacía demasiado frío pero si regresaba por algo de ropa para cubrirse la Señora Gorda se enojaría más de lo que ya estaba, no dejaba de decirle que era una desconsiderada e insolente.

—¡Niña desconsiderada, igual a cuando estabas aquí, creí que ya me habría librado de ti! —Gritaba mientras Sharon se alejaba por los oscuros y silenciosos pasillos.

Conocía tan bien el camino a las cocinas como la palma de su mano, podría llegar hasta allá dormida. Cuanto más se aproximaba más vacía se sentía, era como si por primera vez en su vida estuviera completamente sola. Pero a unos metros estaban Lottie y Rose charlando, sus mejores amigas. También tenía a Albus, a Ted y a… James. Del tercero aún dudaba que estuviera siempre para ella, pero ella estaría siempre para él pasara lo que pasara.

Llegó a las cocinas y entró no sin antes fijarse de que alguien la estuviera siguiendo. Cuando entró se percató de que había muy pocos elfos, ¿dónde estaban los demás? Ella recordaba a millones de elfos trabajando y entusiasmados por servirle a cualquier alumno que fuese a visitarlos.

—Hola. —Saludó la castaña a un elfo junto a ella quien sonrió ligeramente.
—Buenas noches, señorita, soy Fily, ¿qué necesita?
—Quisiera un pastelito como los del desayuno.

En unos segundos tenía una bandeja llena de millones de pastelitos de diferentes tamaños, formas y colores. Los elfos estaban entusiasmados de tener visitas, según le habían contado McGonagall había prohibido estrictamente la entrada a las cocinas, creía que eso distraía a los elfos, pero sólo los alegraba y la alegría era buena según Sharon. Cuando terminó de comer y se guardó unos pastelitos para después salió del lugar y caminó con pereza por los pasillos. El cansancio y la falta de sueño comenzaban a pesarle y lo que más quería era tirarse en su cama y dormir por siempre.

Alguien la retuvo contra la pared, sintió su aliento sobre el cuello y supuso que era James, nadie la tomaría de esa forma, con fuerza pero con cariño.

—Potter —susurró ella.
—Necesito preguntarte algo.
—Dime.
—¿Qué quieres de mí?

Sharon razonó su pregunta, ¿qué quería de James Potter realmente? No quería una relación pero tampoco quería alguien pasajero con el cual divertirse un rato, Potter le agradaba y lo quería mucho como para hacerle eso.

—Comprenderte.

Fue lo único que dijo, no le explicó nada y él no intentó hacer que le explicara, dejó que ella se fuera caminando con tranquilidad y con el corazón latiéndole fuertemente en el pecho.