I Want You To Stay With Me (Ziam)

Hola Lectores, pase para avisarles que hoy publicare capitulo, espero ver comentarios. Que tengan un buen día, nos vemos en la tarde.

aquí está ---> Nuestras Vidas (Ziam y Larry)

Teniendo en cuenta que se me venía otro día igual al anterior encima, dominado por la asqueaste rutina, me fui al pueblo por la mañana y se pasó el tiempo rápidamente. Volví a mi tienda con dos libros nuevos ya cuando entraba la hora del almuerzo. Me puse mi bañador rojo, una camisa ceñida al cuerpo, mis zapatillas y fui al self-service a por mí menú.

Un chico de cabello negro y sonriente, me dejó paso en la fila mirándome fijamente, pero no habló. Observé, mientras elegía los platos, que venía detrás de mí y me miraba aun sosteniendo esa sonrisa en su rostro. Por fin, una de las veces le oí hablar para pedir algo, cuál fue mi sorpresa por su acento; vaya es inglés, aunque no uso un tono de voz fuerte como para que yo escuchara bien, no supe qué decía.

Caminé hasta la mesa larga y extendí el pequeño mantel de papel en ella para poner allí mi bandeja y, al alzar la cabeza, el chico de cabello negro estaba en pie frente a mí… aun sonriendo, exhibiendo las perfectas perlas blancas que tenía por dientes.

- ¿Te importa que me siente aquí? – preguntó amablemente -.

- ¡No! ¡Por favor! –Al fin hablaba con alguien - ¡Siéntate! No muerdo.

Demonios por que dije eso…

Se sentó justo enfrente de mí sin dejar de sonreír y comenzó a preguntarme cosas con su suave acento. Muchas respuestas no las sabía porque no conocía bien ni el pueblo ni la playa, pero pude observar su rostro, sus cabellos oscuros como la noche de luna nueva, su sonrisa y sus hermosos ojos chocolate, profundos como nada que hubiese visto jamás. Era de aspecto  varonil, con un cuerpo bien marcado, definitivamente tiene una gran belleza. Su pecho al descubierto me hizo bajar la vista más de una vez. Era realmente simpático y agradable y, por ciertos comentarios que hizo, me pareció alguien muy culto aunque… un tanto impulsivo, se notaba que defendía con fervor cualquier idea que pensara correcta, incluso alcanzando los extremos, tal vez llegando a los golpes ¿Quién sabe?

Al terminar el almuerzo, nos levantamos juntos, recogimos los papeles y nos dirigimos al lugar donde se dejaban las bandejas y la basura. Cuando los dos dejamos allí las cosas, nos miramos fijamente sin hablar, analizándonos mutuamente, parecerá loco pero fue al estilo Hollywood; el tiempo se detuvo para nosotros. Algo nos estaba uniendo de tal forma que pensé que no quería que se fuese, no puedo negarlo, me aterraba la idea de tal vez, no verlo más y volver a la angustiosa soledad en la que… casi toda mi vida he estado inmerso. Me dio la sensación de que algo parecido le pasaba a él por la cabeza pues a pesar de los minutos, seguía ahí, inerte ante mi presencia. La situación era bastante obvia así que sin dejar que el tiempo trascurriera libremente, tome una bocanada de aire  y le hable.

- ¿Has venido solo?

- ¡Sí!- carraspeo un poco jugueteando con los dedos de sus manos- tengo familia en la ciudad pero quería conocer esto ¿Y tú? ¿Vienes solo?

- Sí, también – agaché la vista - necesitaba abandonar la ciudad unos días, pero la verdad es que aquí no sé qué hacer ¡Me siento solo!

- ¿Por qué? – Rió abiertamente - ¡Estás conmigo! ¡No estás solo! Mi tienda está allí es la que tiene una banderita azul, puedes buscarme cuando quieras.

- ¡Ah, sí! – Miré de puntillas - ¡No está lejos de la mía! ¡Esto… es muy grande!

- Yo quiero ahora dar un paseo- esa sonrisa segadora regreso a su rostro- eso es bueno para después de comer ¿Vienes?

- ¡Sí! – No creía mi suerte - ¡Claro que sí! ¡Gracias! Vamos a caminar juntos y felices

Rayos ¿Por qué dije eso?, lo arruine.

Habíamos evitado, sin darnos cuenta de las cosas, una despedida. Posiblemente nos hubiésemos visto más tarde u otro día, pero seguimos juntos y hablamos muchas irrelevancias. En medio de pasos y uno que otro tema, logre averiguar su nombre, se llamaba Zayn y le dije que mi nombre era Liam. Desde entonces, además de caminar y hablar, fui notando que nuestras miradas se cruzaban de forma muy especial, de manera casi… casi mágica, algo así como inexplicable. Lo sorprendí mirándome extraño, nuevamente me fue indefinible la forma en la que me miraba, me recordaba a un niño pequeño enfrente de su regalo de navidad, ansioso por abrirlo y escudriñar en él, pero a la vez nervioso por romper incluso el papel que lo cubre, alejándolo de sus manos, protegiéndolo, o… ¿no es indefinible? Bueno a mi parecer, con sus ojos chocolate examinaba cada parte de mi cuerpo, deteniéndose en la zona que mi bañador cubría, pero ¡no!, lo más probable es que lo haya imaginado.

- ¡Podemos bajar a la playa a tomar un baño! – Señalo el lugar- ¡Hace calor!

- Como quieras – le dije - la verdad es que yo, solo jamás bajaría, pero en su compañía... si me gustaría hacerlo.

Por el camino de arena que bajaba hasta la playa, nos tomamos de la mano varias veces, pues solo se encontraba a un metro del acantilado. Era algo peligroso y estuvimos a punto de caernos varias veces, pero  su fuerte brazo me detenía en todo momento, la situación era casi cómica, simplemente no dejaba de reír, en varias ocasiones me pregunto “¿Cómo podía hacerlo en esos casos?” pero no respondía, miraba su hermoso rostro, su cuerpo junto al mío mientras su brazo rodeaba mi espalda y simplemente un grupo de risitas estúpidas se escapaban a fuerza por entre mis labios.

Nos acercamos a la orilla y comprobamos que el agua estaba helada, pero él siguió introduciéndose en el mar. Lo seguí con ansias. Cuando llegué a él, sacó el brazo del agua con su bañador y se echó a reír otra vez.  

- ¡Me gusta nadar desnudo!

Lo vi acercarse a mí nadando lentamente y me asusté, me quede estático en el agua imaginándome mil cosas. Cuando llegó hasta mí, paró en seco, me miró en silencio y tiró de mi bañador hacia abajo. Si antes estaba asustado, ahora podría desfallecer a causa de un paro cardiaco. El rose de su piel con la mía  provoco un sinfín de reacciones químicas en mi cuerpo. Lo más seguro es que para ese momento mi cara estuviese totalmente roja, mis pantorrillas, cual gelatina se movían sin control y a mi boca llego el deseo de probar sus labios, eso sin contar cuantas cosas más pasaban por todo mi ser y mi entrepierna.  

- ¡Vamos! – Gritó levantando los brazos sobre el agua, salpicándome un poco- ¡Es perfecto!

Ya con el estando desnudo no me quedo otra opción de terminar de arrancarme el bañador, enredándolo entre mi brazo izquierdo. No quería perderlo y tener que salir desnudo de las aguas heladas como  tempano de hielo. Levanté mi brazo y también le grité y reí. Entonces hizo algo que no entendí, me dejo sin aliento y no supe cómo reaccionar. Volvió a acercarse a mí y me tomó por la cintura pegando bastante su cuerpo al mío. No era un gesto sexual; era un gesto natural de sentirse a gusto. En ningún momento me rozaron otras partes. Nadamos un rato, nos colocamos nuevamente los bañadores  y salimos del agua.

- ¡Mejor ahora subir y ducharse! – Dijo - ¡Mi madre dice que el agua del mar está sucia de todas nuestras porquerías!

- ¡Puede ser! – Le contesté - pero en el mar hay muchos animales que se alimentan de esas cosas, como sobreviven ellos estando día a día entre “nuestras porquerías”.

- ¡Mejor no pensar! – rió ensanchando su sonrisa humedeciéndose los labios con la lengua, volviéndome loco con esa simple acción.

Cuando entramos en los servicios de caballeros, se quitó las la ropa con total normalidad, me agarró de la mano y se puso a buscar la puerta abierta de una ducha. Cuando encontró una, me volvió a sonreír y tiró de mí hacia adentro. No me pareció nada raro, pero luego puso el seguro de la puerta.

Sinceramente si pensaba tocarme, iba a hacerme un favor, porque yo no me hubiese atrevido a hacerlo. Lo que ocurrió fue que me hizo señas para que me pusiera al igual con su cuerpo, diciéndome “desnúdate para mi” con su mirada penetrante y profunda, pero yo estaba a mil y con mi “amigo” despierto por la emoción adictiva del momento, me volví disimuladamente de espaldas. Entonces abrió la ducha y noté sus manos sobre mi espalda ¡Me estaba enjabonando! Provocando que un escalofrió me atravesara el cuerpo, erizándome cada uno de los cabellos de la cabeza.

Me moví y no dijo nada de mi erección, pues él estaba empalmado también. Se volvió de espaldas y lo enjaboné. La cosa no pasó de ahí. No entendía aquella situación, todo era locamente desesperante, un juego vicioso y extraño de tocarnos. Yo quería que las cosas avanzaran, no podía negar que rogaba por un mísero rose con su cuerpo, pero una vez rota esa barrera empecé a necesitar más de él y más de esa emoción desmedida que provocaba en mí, como una quinceañera cegada por la efervescencia del primer amor. Me veía desesperado por tenerlo solo para mí, necesitaba decir Zayn eres mío…