Pacific Coast Academy. {1D and Logan Lerman} ¡CANCELADA!

—¿Y qué te da tanta gracia? —me preguntó ofendida.
—Es que... yo sí creo que te guste Logan—canturreé burlona.
Como sonreía inconscientemente cada vez que contaba algo sobre él, como sus ojos brillaban y lo peor de todo, era la ansiedad que se hacía presente cuando asistía a sus clases personales de su tutoría y a pesar de todo eso, no se daba cuenta de una vez de lo que estaba experimentado.
Des abrió la boca simulando sorpresa y me golpeó con la almohada que estaba en su cama. Las dos reímos a coro durante un rato hasta que la diversión se fue apagando y llegó el sermón que tarde o temprano le esperaba.
—Ya, Destiny. Volviendo al tema pienso que te metiste en un lío.
—¿Por qué?
—Primero que todo, te encanta Logan, me lo niegues o no.
Guardó silencio y pareció callarse la boca cuando iba a protesta sobre mi teoría.
—¿Y segundo?—preguntó, luego de una pausa.
—Es que vas a perder la apuesta.
—Ajá. ¿Y qué hay de malo en eso?—enarcó una ceja.
Le sonreí irónicamente. Ignoraba la verdadera razón por la que ella aceptó la apuesta. Una de las cosas que hacía que a Des le hirviera la sangre era perder contra algo o alguien; la razón era un dote por su parte sin derecho a refuta.
—¿Te haces la estúpida o empiezas a convertirte en una? Des, todos sabemos que odias perder.
El sonido de unos nudillos golpetear con nuestra puerta de madera nos distrajo de la conversación que manteníamos y las dos ladeamos la cabeza en la dirección de esta.
Destiny apartó la vista y se hizo la loca, literalmente. Empezó a silbar y alzó las cejas.
—Yo voy, tranquila —farfullé restándole importancia.
Me pregunté quién era mientras caminaba hacia la puerta con gesto ausente. Tampoco es que estuviera en condiciones de recibir alguna visita en estos momentos; cargaba aún mi pijama de Bob Esponja y mis pantuflas de Patricio Estrella y seguramente mi cabello estuviera alborotado, así que recé para que no fuera alguien importante.
Abrí la puerta y puse los ojos en blanco debido a la sorpresa que me provocaron esos tiernos y avergonzados ojos avellana.
Una sonrisa tímida se posó en sus labios mientras se removía en su posición y sujetaba con un temblor el gigante ramo de flores rojas y el gran oso de felpa blanco, que parecía demasiado suave y rechoncho.
—Liam… tú… ¿Qué haces aquí? —sostuve la puerta de la habitación con firmeza para no resbalar y caer al piso.
—Vengo a ofrecerte unas disculpas —me tendió las rosas y el gran oso de felpa con una sonrisa realmente hermosa que dejaba apreciar sus perfectos y alineados dientes.
Las tomé con algo de cuidado y aspiré el olor que irradiaban estás, embriagandome su dulce aroma. Apreté el osito a mi pecho y me ruboricé de sobremanera al levantar la vista y encontrarme con sus profundos ojos examinándome con una media sonrisa de lado.
Por un segundo, su mirada se encontró con mi facha y pantuflas, trató de asfixiar una sonrisa suave pero simpática a la vez.
Hice una mueca al recordar que no estábamos solos. Al parecer, Destiny me leyó el pensamiento porque en cuestión de segundos apareció a mi lado con una mirada cauta y despectiva.
—¿Y tú eres Liam, no?
—Sí.
—Más te vale que no le toques ni un solo cabello a Francesca, de lo contrario, amanecerás sin pelotas, ¿me oíste bien?
Abrí los ojos desmesuradamente y la golpee con un zape en la cabeza. Más ella me ignoro y todo su odio fue dirigido hacia Liam.
—¡Sí, mi capitán! —Liam empleó una de esas voces que se utilizan en la milicia y le lanzó una sonrisa amable.
—Ajá, cuidadito con esas manos —posó sus débiles brazos entorno el hombro de Liam y lo estrecho rústicamente.
Entorné los ojos y le hice una seña para que se largara. Ella me dio a entender que tenía su vista fijada en mí y se fue del lugar meneando las caderas, orgullosa y vanidosa, como siempre.
—Lo siento, ella es algo… Atrevida, si me permites decirlo —me excusé arrugando la nariz.
—Está bien, de hecho, me agradó —se encogió de hombros.
—Adelante, Liam —tomé su mano y lo guié hacia adentro de nuestra habitación.
Liam, se sentó en la silla rodante de nuestro mini estudio rosa y me pareció que reprimía las ganas de hacer o decir algo, lo podía ver en sus ojos con toda claridad.
Tomé el sillón rojo de Des y concentre mi peso en él.
—Francesca, yo… Vale, soy un completo imbécil. No debí haberte tomado por sorpresa con ese beso, aun si me lo hubieras pedido. Yo no soy así con las chicas, en lo absoluto, sólo que esta vez no pude comprimir el impulso de besarte. Es que contigo todo es diferente y sé que es difícil de comprender, pero es como me siento, ¿me entiendes? —las palabras se golpeaban unas a otras por salir y me apremie por entender el verdadero significado de estas.
Respiró hondo y me miró fijamente, aguardando mi respuesta. Más mi mente trabaja a 0.0% por hora mientras su respiración se acompasaba y su rostro mostraba compasión y amabilidad.
Siempre he sido una de esas chicas responsables, analíticas a partir de cada paso que daba y muy sincera, pero eso para que me servía, cuestionaba los principios que de pequeña cargaba dentro de mí, pero no me había dado tiempo de conocer ese lado que tanto aclamaba atención, la atrevida pero dulce chica que tenía tanto miedo a sacar debido a las posibles inseguridades que me invadían. El miedo de dejarme llevar, el miedo de ilusionarme con una tonta fantasía que se podría convertir en un desastre…
Entonces pensé, ¡Al diablo con las consecuencias! Si quería ser feliz, debía arriesgarme. Debo admitir que me causaba un poco de impresión mi razonamiento acerca de la situación, pero que más daba, ya era tarde.
Me acerqué a donde se encontraba sentado y me puse de rodillas frente a él, solo para no sentarme en sus piernas o algo parecido.
—Escúchame, Liam. No hay nada que desee más que otro beso tuyo, pero siempre hay algo que me lo impide. No eres tú, es mi personalidad precavida la que no me permite hacer nada de lo que me arrepienta si las cosas salen mal de alguna u otra manera —acorté la distancia entre los dos y susurré a milímetros de su rostro—: Sólo… dame tiempo.
Besé la punta de su nariz y me retiré de inmediato de su angelical rostro.
—Si así lo quieres, está bien —coincidió, sus ojos destilaban gracia y ternura.
—¿Qué quieres hacer? A penas son las tres y cuarto —pregunté, lanzándole una palomita de maíz en la cara.
Una melodiosa sonrisa hizo que centrara mi atención en el.
—No lo sé, en el campus es muy grande, si lo deseas podríamos dar una vuelta con tus amigas y así conoces a los míos.
—¡Me parece genial! Ya voy a llamar a las chicas.
Dando saltitos me paré de la cama y deposité el bol que contenía las palomitas en sus brazos. Liam sonrio divertido mientras tecleaba algo en su móvil.
Cogí el móvil que se encontraba en mi mesita de noche y marqué el número de Emily. Un pitido, dos pitidos, tres pitidos. ¡Enhorabuena!
—¿Sí? —contestó Emily del otro lado de la línea.
—¡Emilia! Soy Fran, ¿tienes planes esta noche, cariño? —inquirí con una sonrisa que golpeteo mi rostro.
—No, Fran. ¿Por qué?
—Hace un rato Liam me propuso salir con ustedes y unos amigos suyos a dar una vuelta por el campus. Es genial, ¿a que sí?
—Es una idea estupenda. Coméntale que Niall también irá —dijo, nerviosa.
—¡Claro que sí! ¿Le avisas a Des? —contesté, divertida.
Me emociono la idea de que quizás ya se hayan reconciliado.
—Ya voy saliendo para los dormitorios y sí, ok. Te quiero, dulzura.
Un sonido proveniente del teléfono me indico que ya había cortado la llamada.
—Fran, ya me tengo que ir. ¿A qué hora paso por ti? —su mano se deslizo por mi cintura y me hablo muy cerca del cuello.
Me estremecí y tragué en seco.
—Te enviaré un mensaje, todavía tengo que hablar con Des y Ems.
Me di la vuelta y besé la comisura de sus labios.
—Claro. Nos vemos después —soltó mi cintura y me sonrió de formal cálida y especial.

Distraída y aturdida, coloqué las latas de refresco y el bol de las palomitas cerca del refrigerador.
¿Qué me pondría hoy? Mi armario ahora estaba repleto debido al día en que fuimos de compra con Des, pero aun así no tenía tiempo para decidir entre tantos vestidos.
Opté por lo más sencillo, un vestido color crema corto y de encajes del mismo color, ajustado al cuerpo. Unos tacones del mismo color, por supuesto.
Y en menos de unos cuantos segundos, Des y Ems aparecieron tan resplandecientes como un sol en el umbral de la puerta.