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Dolor, Amor & Otras Pasiones... [Nick&tu]
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: Dolor, Amor & Otras Pasiones... [Nick&tu]
Oh, God! Me encantó el capítulo
Nicholas invitó a Rayis a salir. Oh, sí. Que rayis no sea tan testaruda y vaya, yo sé que quiere, se le nota(8) okno
Me dio pena lo de la mamá de rayis, que no la recuerde :c
Y la última parte, wao, alguién se pasó de copas xd
Síguela pronto (:
Nicholas invitó a Rayis a salir. Oh, sí. Que rayis no sea tan testaruda y vaya, yo sé que quiere, se le nota(8) okno
Me dio pena lo de la mamá de rayis, que no la recuerde :c
Y la última parte, wao, alguién se pasó de copas xd
Síguela pronto (:
Mire
Re: Dolor, Amor & Otras Pasiones... [Nick&tu]
Capítulo 6
Gruñí levemente mientras veía los rayos del sol a través de mis párpados. Sentía que mi cabeza punzaba horriblemente, como si alguien me hubiera golpeado con un bate de béisbol, pero lo más irritante era que nadie hacia que el sol se fuera. ¿Por qué demonios el sol no se iba? ¿Por qué mi cabeza me dolía tanto? Y, sobre todo, ¿Dónde rayos estaba?
Entreabrí mis ojos y me di cuenta de que el diván que había en una de las esquinas era igual al mío, la cómoda era igual a la mía e incluso las sábanas. Abrí más los ojos y me di cuenta de que estaba en mi dormitorio. ¿Cómo era que había llegado hasta aquí?
Consulté el reloj digital que había en la mesilla de noche y me percaté de que era medio día. ¡Había dormido toda la mañana!
Con mucho pesar, me enderecé y me senté sobre mi cama; fue en ese momento en que me di cuenta de que solo llevaba una blusa de tirantes y un diminuto bóxer blanco. ¿Quién me había desvestido?
Me levanté y fui a verme al espejo de la habitación de baño, algo completamente erróneo porque me di cuenta de las ojeras que traía y del maquillaje —y cabello— hecho un desastre.
¿Qué demonios había hecho anoche para terminar así?
Lavé mi cara para refrescarme y para retirar el maquillaje; cepillé mi cabello recogiéndolo e una cola de caballo y cepillé mis dientes tres veces porque mi boca sabía a whisky y lo peor era que no sabia porque. Cuando salí del baño, tomé el short de fondo gris con rayas negras de una de mis pijamas y me lo puse. No me atrevía a andar en bóxers diminutos por toda la casa.
Bajé las escalera sintiendo como cada paso que daba mi cabeza dolía más; al llegar a la cocina me encontré con la rubia de Jenni sentada comiendo un bagel y un vaso enorme de refresco de lima.
—Buenos días, dormilona —saludó con cierta amabilidad—. Toma un bagel, están deliciosos. Adam los trajo de esa panadería famosa del centro.
—No, gracias, no tengo hambre.
—Bien, te guardaré uno para cuando quieras.
Con pasos tímidos me senté en la mesa, justo en la silla frente a ella.
—Jenni, ¿puedo preguntarte algo?
—Claro —expresó mientras daba una mordida enorme a su bagel.
—¿Qué demonios me pasó anoche?
La chica rió y dio un sorbo a su jugo, cuando pasó la comida dijo:
—¿Quieres que empiece por el hecho de que llegaste a casa pasada media noche? O ¿El que te trajera un chico desconocido? O ¿El que me hayas gritado por haberte presionado por salir con Mr. Hot? Algo por lo cual me disculpo totalmente.
—¿Te grité? —Recordaba vagamente lo sucedido, pero seria mejor que ella me lo recordara.
—Solo un poco… Pero yo también te presioné con salir con Mr. Hot, algo que no estuvo bien.
—Discúlpame. No quería gritarte pero… —sacudí mi cabeza de un lado a otro— Cuando lo hice… Ayer fui a ver a mi madre y creo que eso me hizo traer de vuelta recuerdos que me pusieron a la defensiva. Discúlpame.
—Oh, cariño, lo siento.
—Pierde cuidado —musité.
—¿Y como sigue?
—Igual. No me recuerda —me encogí de hombros—. Y dime… ¿Cómo fue que llegué a la casa?
—Te trajo un chico…
—Ay, Dios… No me digas que él y yo…
—Bueno, eso no lo sé pero no lo creo porque él dijo que habías estado bebiendo whisky en el bar y que después le dijiste que te llevara a su departamento pero él prefirió traerte a casa.
Ella rió como si algo fuera demasiado gracioso y continuó comiendo el bagel hasta terminárselo.
—Mi cabeza me duele horrible —refunfuñé y dejé caer la frente sobre la mesa.
—Por cierto, alguien ha estado llamándote toda la mañana y dice que no descansará a hasta hablar contigo.
—¿Quién? —pregunté sin despegar la cabeza de la mesa.
—Nicholas Reston.
Levanté la cabeza de inmediato y le miré atentamente mientras ella, no sorprendida por la situación, se comía otro bagel.
—¿Por qué quiere hablar conmigo? ¿Por qué tanta insistencia? ¿Qué demonios ocurre con ese tipo? —fruncí el ceño y sentí que acribillaban mi cabeza cuando el teléfono de la casa sonó—. ¡Haz que se detenga! —me quejé, cubriendo mis oídos con mis manos.
La escuché que contestó entre risas y que decía algo pero no le puse atención.
—Claro… Ten, _____. Es para ti.
Jenni deslizó el teléfono por la mesa hasta que llegó frente a mí. Entorné mis ojos y la miré de mala manera pero ella solo sonrió y continuó comiendo.
—¿Aló? —respondí, no muy emocionada por la situación.
—Buenas tardes, Srta. Alexander.
¡Reconocía esa voz! ¡Era Mr. Hot!
—¿Usted? —Gruñí—. ¿Cómo es que consiguió mi número?
—No es difícil de saberlo.
—¿No le bastó con ser grosero en San Francisco que ahora quiere serlo en San Diego también?
—Si me permite defenderme, el asunto de San Francisco fue una lamentable confusión; además planeaba disculparme ayer por la noche durante la cena pero desafortunadamente usted no se presentó.
—¡Porque usted no me agrada! —Bufé—. Así que deje de estarme molestando o pediré una orden de restricción.
Finalicé la llamada y vi a Jenni reprochándome con la mirada.
—No me veas así. No has tratado con él como para darte cuenta la clase de persona que en realidad es.
—_____, solo quiere enmendar la situación con una cena. No le veo lo malo en eso.
—No necesito esto ahora —refunfuñé y me levanté de mi asiento para regresar a mi cama a continuar durmiendo.
Regresé a mi habitación y me tumbé en mi cama a dormir de nuevo sin ser consciente de las manecillas del reloj y, habría logrado dormir el resto de la tarde si no hubiera sido por la inoportuna llamada de Katherina a las seis de la tarde, quien de inmediato comenzó a quejarse.
—Tengo mucha flojera de tratar este tema ahora —refunfuñé—. ¡Quiero dormir!
—¡Tienes que salir con él! —chilló a punto de caer en la histeria.
—Katherina, cálmate y deja la paranoia de lado —rogué, hundiendo mi cabeza en la almohada bostezando—. No saldré con él y no me importa lo que él, tú o Jenni digan. Es más, ni siquiera saldría con él si el presidente me lo pidiera.
—_____, escúchame muy bien. Eres mi mejor amiga y créeme que si no estuviera en esta situación no te lo pediría pero tienes que salir con él.
—¿Por que? —Fruncí mi ceño y dibujé una mueca en mis labios—. Dame una buena razón para hacerlo.
—Si tú no sales con él, me dijo que me despedirá.
—¡¿Qué?! —Chillé, sentándome sobre la cama en un intento de entender la situación—. ¿De que demonios hablas?
—Hace un rato que tú le dijiste que dejara de molestarte porque no te agradaba, él vino a mi oficina y me dijo que si tú no aceptabas me despediría.
—¡No puede hacer eso! —bufé.
—Claro que puede. ¿Acaso no sabes que la compañía es de él? —explicó—. Así que por favor, _____, te lo pido como hermana que eres. Sal con el tipo de una vez por todas. Será solo una salida a cenar. Por favor.
—¿Por qué demonios tiene tanta insistencia en salir conmigo? ¡Ya me confundió con una prostituta! ¿Qué más quiere de mí?
Sentía unos deseos enormes de estrangular al tipo por ese tipo de coacción de tan baja calidad.
—Por favor, _____. Sal con él. No hagas que pierda mi trabajo… Por favor… —rogó y, no podía permitir que eso ocurriera.
—De acuerdo, de acuerdo —gruñí con mis dientes apretados—. Saldré con él.
Katherina comenzó a dar las gracias y cuando por fin finalizó la llamada, tuve que levantarme a arreglarme para la estúpida cita que Nicholas Reston había conseguido por medio de chantaje.
Entré a la habitación de baño y me metí en la tina a relajarme un poco. Necesitaría de toda la paciencia del mundo si tendría que soportar a un niño rico consentido y malcriado que siempre obtenía lo que quería.
Opté por ponerme un vestido blanco con negro y un par de zapatos a juego en negro. Exactamente a las siete con cuarenta minutos de la tarde, alguien llamó a la puerta, al abrir, vi que era un tipo con un uniforme de chofer que estaba de pie en el porche de la casa.
—¿Sí?
—Buenas noches, ¿Usted es la señorita Alexander?
—¿Quién la busca? —Era obvio que debía de cerciorarme si no iban a lastimarme.
—Vengo de parte del Sr. Reston para llevarla hasta donde él la está esperando.
—¿Y a donde es eso exactamente? —quise saber antes de embarcarme en un auto con un completo extraño.
—El Sr. Reston me dio órdenes estrictas de no decirle nada. Solo debo de llevarla hasta el lugar y allí dejarla.
Entorné mis ojos y le miré atentamente.
—¿Y como se que el Sr. Reston no me quiere dejar abandonada a mitad de la nada?
El señor rió y negó de inmediato.
—Créame, el Sr. Reston no es capaz de hacerle eso a una dama.
Blanqueé mis ojos y le dije al chofer que me esperara un momento; tomé mi bolso y dejé una nota a Jenni diciéndole que me iría con un chofer a quien sabe donde gracias que Nicholas Reston no quiso decirme a donde me llevarían.
Al salir de la casa, el chofer me estaba esperando recargado en un lujoso Maserati Quattroporte de color gris oscuro, tan reluciente como si acabaran de encerarlo.
Bien, al menos no había enviado una calabaza por mí.
Subí al auto y deje al chofer hacer su trabajo mientras yo me aburría en el asiento trasero.
—¿Cómo se llama? —pregunté educadamente.
—Paxton, señorita.
—Un gusto conocerte, Paxton. Mi nombre es _____.
—Lo sé —comentó sonriendo por el retrovisor.
—Si, lo imagino —musité sarcástica—. Y… ¿Desde cuando trabajas para la familia? —Debía de saber si Paxton era una fuente en la que podía confiar.
—Dentro de un mes cumplo cinco años al servicio del Sr. Reston.
—Y… ¿Tienes alguna idea de porque el Sr. Reston tiene tanto empeño en que yo cene con él?
—No —aseguró—. El señor no es de los que andan contando su vida privada.
Fruncí mi boca y volteé hacia la ventanilla a mirar y a sacar conjeturas de mi propia mano.
—¿Falta mucho para llegar? —formulé mi pregunta, nerviosa por no saber que me esperaba al llegar a donde fuera que me llevaran.
—No.
Suspiré y me relajé —o al menos lo intenté— en el asiento trasero; pasé una mano por el tapiz y este era de piel suave y en un color negro. Sin duda era el auto más lujoso al que me había subido en la vida. Pero el que haya enviado un auto lujoso a buscarme no significaba que me agradara.
Entrelacé mis manos sobre mi bolso y acaricié el anillo que tenia un adorno de un ala sobre la alianza dorada. Ese era mi símbolo de suerte; jamás me quitaba el anillo. Aquel había sido un regalo de mi madre cuando cumplí quince años; era el mayor tesoro que tenia en el mundo.
Era la única cosa que servía de algo en mi mundo personal destrozado. Era mi salvación.
—Llegamos, señorita.
La voz de Paxton me hizo regresar a la realidad y también me hizo darme cuenta de que habíamos llegado a un exclusivo club de yates.
—¿Qué hacemos aquí?
—El Sr. Reston la espera en aquel yate —señaló un barco de dos pisos; tan enorme que sobresalía de los demás.
Agradecí a Paxton y bajé del auto sin mucho ánimo. En realidad no me emocionaba la idea de ir a encontrarme con uno de los tipos más insoportables del planeta. Decidida a poner un fin a esta estupidez e insistencia de su parte, comencé a caminar con paso decidido por todo el muelle hasta aquel enorme bote que estaba segura que era de su propiedad.
Al llegar lo pillé mirándome fijamente con una sonrisa sobre su rostro y una copa de lo que estaba cien por ciento segura de que era champán.
Fruncí mi boca y crucé mis brazos a la altura de mi pecho, queriendo ahorcarlo con tan solo mirarlo.
—Buenas noches, Srta. Alexander —saludo con esa sonrisa destellante—. Bienvenida.
El muy cínico tenía la desfachatez de sonreír divertidamente por toda la situación mientras mis ganas de asesinarle no disminuían.
—Esto ha sido muy taimado de su parte, Sr. Reston —comenté, sin moverme de donde estaba parada.
Sonrió torcidamente y continuó mirándome como si fuera algo sumamente entretenido a la vista.
—Digamos que no me gusta que me dejen plantado por más de una ocasión. Es mejor asegurar las cosas.
—¿Por qué tenemos que cenar en un yate? ¿Acaso no le gustan los restaurantes?
—Intenté llevarla a un restaurante pero usted me dejó plantado.
—Y ¿No se le ha ocurrido que tal vez sería mejor dejar pasar a la gente que no gusta de su compañía?
Su rostro fue atrapado por una expresión de sorpresa fingida y de inmediato llevó una mano a su corazón. O al menos donde estaba el agujero negro donde debía de estar.
—Hiere mis sentimientos, Srta. Alexander.
—Dudo que usted posea alguno.
—Por favor, acompáñeme aquí arriba y permítame mostrarle que no soy tan malo como usted cree que soy.
Fruncí mis labios y suspiré sin moverme de donde estaba; miré a ambos lados del muelle considerando la idea de huir despavorida y dejarlo plantado de nuevo pero al parecer vio mis intenciones ya que me lanzó una advertencia.
—Si huye, además de que mi corazón se hará añicos, también la Srta. Cullen perderá su trabajo.
Apreté los dientes y mis manos se convirtieron en puños y, no tuve más remedio que subir hasta donde él me esperaba.
—Es usted el ser más despreciable que conozco —gruñí cuando tomó mi mano para ayudarme a subir.
—Ouch. Muy duras palabras, _____ —comentó, sin borrar esa sonrisa.
—¿Quién se cree que es para tutearme? —bufé, quitando mi mano de la suya.
—Por favor —repitió—; creo que el hecho de que estuviéramos en ese penoso incidente en San Francisco nos ha convertido en amigos.
—¿Está usted loco? ¡Yo no soy su amiga! Y créame que si por mi fuera, yo no estaría aquí sino en mi casa, durmiendo lo que no dormí anoche.
Indicó con su mano que le siguiera a la mesa adornada románticamente; un par de velas, una rosa roja del mismo tono de las que me había enviado. Me ayudó a sentarme como todo un caballero y después se sentó en la silla frente a mí y dijo:
—¿Y puedo preguntar que fue más importante que el cenar conmigo?
—No. No puede —acoté.
—Bien. Me parece justo.
Como por décima vez en la noche, su sonrisa continuaba radiante y de cierto modo, a pesar de que estaba enojada por semejante manera de invitarme a cenar, me agradaba que sonriera.
¡Demonios, no! ¡El estaba loco y yo quería deshacerme de aquella “cena”!
Me repetí una y mil veces que todo en él era horrible pero ¿a quien engañaba? El tipo era una escultura perfecta enfundada en un traje Armani en un tono negro con la camisa blanca abierta del primer botón. Dándole un aspecto sexy.
«Demonios, esto no saldrá bien.» bufé en mis adentros.
—Para usted, _____ —dijo dándome una rosa.
—Gracias —balbuceé. Sintiéndome estúpida por hacerlo.
Tomé la rosa entre mis manos y la dejé a un lado en la mesa.
—¿La flor no ha sido de su agrado? —preguntó y al ver en sus ojos noté cierta preocupación por semejante cosa.
—Eh… Si. Si. ¿Por qué lo pregunta?
—Es que la ha dejado olvidada a un lado.
Miré la rosa un momento y regresé la vista a sus ojos marrones. Había algo que moría por preguntar y era mejor ahora o nunca.
—Mejor dejémonos de juegos, Sr. Reston.
—Por favor, dime Nicholas —comentó sonriendo.
—Dígame que estoy haciendo aquí —apunté directamente—. Porque no creo que quiera disculparse por algo que ocurrió hace más de una semana.
Su mirada se quedó estancada en la mía, pero me mantuve impasible.
—¿No tiene nada más importante que hacer que gastar su tiempo conmigo? ¿Por qué ha insistido? ¿Por qué chantajear a una empleada suya de semejante manera tan baja?
—¿De verdad podrá afrontar al realidad? —Preguntó, inclinándose sobre la mesa—. ¿Serás capaz de escuchar lo que diré?
—Solo quiero saber que hago aquí. No creo que quiera estar cenando con una desconocida si puede estar con alguien más importante en su vida.
Nicholas sonrió de medio lado, desvió la mirada hacia sus manos y negó con su cabeza. Un segundo después, levantó la mirada y me traspasó con esos ojos marrones que poseía.
—Me estoy consumiendo por dentro, _____ —respondió con honestidad.
—¿Disculpe? —mi pregunta sonó tan confusa como mis pensamientos. ¿A que se refería con consumir?—. ¿De que habla?
—Desde ese día en que entré a su habitación cuando se estaba duchando… —Esas palabras estaban tomando un rumbo que intuía que no deseaba escuchar y menos proviniendo de un ser como él— No logro sacarla de mi cabeza… Su cuerpo se ha grabado en mi mente con vehemencia.
Guiñé mis ojos y juré que moriría de vergüenza si él continuaba hablando.
—Oiga…
—¡Necesito decírtelo! —Exclamó, casi desesperado—. Necesito decirte que tu perfecto recuerdo me atormenta en sueños. Tanto que llevo una semana sin poder dormir como se debe. —Nicholas me miraba fijamente y me sentía expuesta ante su mirada. Si bien era cierto que yo quería saber la verdad, jamás pensé que él estuviera pensando en eso. Y mucho menos conmigo—. Por favor, _____. Concédeme solo una noche. Solo una noche para sacarte de mi cabeza —rogó.
Y esa fue la primera vez en mi vida que no supe que responder.
Continuará...
.Lu' Anne Lovegood.
Re: Dolor, Amor & Otras Pasiones... [Nick&tu]
Jellou
Sorry por haberlas hecho esperar tanto tiempo pero he estado ocupada, escribiendo, disfrutando de mis vacaciones, editando fotos ^^! Ya saben, todo lo que no se puede hacer cuando hay que asistir al colegio -.-!
En fin... Disfruten del capítulo...
XOXO♥
En fin... Disfruten del capítulo...
XOXO♥
.Lu' Anne Lovegood.
Re: Dolor, Amor & Otras Pasiones... [Nick&tu]
Oh, sí. Regresaste! :)
El capítulo me encantó
Y Nick, quedó marcado con el cuerpo de la rayis.
Rayis di que sí, por favor, sé que quieres okno xd
Síguela pronto
El capítulo me encantó
Y Nick, quedó marcado con el cuerpo de la rayis.
Rayis di que sí, por favor, sé que quieres okno xd
Síguela pronto
Mire
Re: Dolor, Amor & Otras Pasiones... [Nick&tu]
Mire escribió:Oh, sí. Regresaste! :)
El capítulo me encantó
Y Nick, quedó marcado con el cuerpo de la rayis.
Rayis di que sí, por favor, sé que quieres okno xd
Síguela pronto
JAJAJA siii!! Regrese & enseguida subo el next cap :3
XOXO Mire :3
.Lu' Anne Lovegood.
Re: Dolor, Amor & Otras Pasiones... [Nick&tu]
Capítulo 7
El tipo frente a mí esperaba una respuesta y yo solo quería reír a carcajadas a causa de mis nervios. Había algo en sus palabras que había hecho a mi cuerpo anhelar lo que él me ofrecía pero no podía aceptar. Me resultaba horrible ser considerada una mujer tan fácil.
—¿Usted está demente? —Bufé después de salir del trance de su voz y me levanté de mi asiento de inmediato—. ¿Cómo se atreve a pedirme que duerma con usted si ni siquiera lo conozco?
—Bien, entonces… ¿Cuánto me costaría una noche contigo?
—¡No soy una maldita prostituta! —ladré.
—Entonces dígame que le agradaría para que pueda pasar una noche junto a usted.
Al parecer él estaba dispuesto a hacer lo que fuera con tal de dormir conmigo y yo estaba más que dispuesta a arrancarle las pelotas por semejante proposición. Apreté mi mano en un puño y lo lancé directamente a su cara, golpeándole directamente la mejilla.
—Eso me haría feliz, pedazo de estúpido —grité y di media vuelta para bajarme del barco e irme corriendo fuera de ahí.
Al llegar a la carretera paré al primer taxi que tuve al alcance y pedí que me llevara a casa.
¿Cómo demonios se había atrevido a intentar comprarme como si fuera una cualquiera?
Llegué a casa echando chispas y azotando puertas, algo que sorprendió sin duda alguna a Jenni.
—¿Y a ti que te pasa? —bufó, adormilada mientras salía de su dormitorio.
—Me pasa que Nicholas Reston existe en el mundo. Eso me pasa —gruñí entrando a mi dormitorio y quitándome los zapatos, mismos que salieron volando hacia el otro extremo de la habitación.
Reemplacé mi vestido por una pijama de short con blusa de tirantes en cuya tela estaban estampados besos rojos.
—¿Tan rápido terminaron de cenar? —quiso saber mientras consultaba el reloj empotrado en la pared.
—Ni siquiera cené —resoplé y mi estómago comenzó a protestar por tenerle todo el día sin alimento—. No tuve tiempo porque estaba ocupada gritándole cuan estúpido era.
—No entiendo. ¿Por qué le gritaste?
Recogí mi cabello y suspiré desplomándome en la cama; Jenni se sentó a mi lado y yo comencé a contarle todo lo que había ocurrido durante la cena, pero obviamente ella encontraba la situación demasiado entretenida como para no reírse.
—Esto no tiene nada de gracioso —refunfuñé—. Él es un maldito enfermo.
—Oye, solo te dijo que te deseaba. ¿Cuál es el problema?
—Jenni, me ofreció dinero para acostarme con él. ¿Cómo no voy a estar cabreada con este tipo?
—Hum… Tal vez y tengas razón pero creo que estás exagerando un poquito.
La miré y fruncí mi ceño.
—Piensa que soy una cualquiera —expliqué, separando cada palabra para ver si de esa manera me entendía la situación.
—Te escuché la primera vez, no necesitas repetirlo.
—Necesito hablar con Katherina.
La ignoré porque sabía que ella no vería la situación desde mi punto de vista; la única que podría entenderme era Kath, quien sin duda alguna le convendría cambiar de trabajo antes que continuar laborando con un enfermo pervertido.
Aunque claro, tal parecía que las cosas últimamente me daban muchas sorpresas. Como si yo necesitara de más complicaciones en la vida.
Katherina no demoró ni diez minutos en llegar a la casa y sus risas fueron casi igual de estridentes que las de Jenni.
—No es de risa —gruñí con mis dientes apretados.
—Oh, vamos —miró mi rostro y murmuró un «lo siento»—. Bueno, al menos ahora entiendo porque tanta insistencia.
—Si hubiera sabido sus razones hubiera llamado a la policía.
—No creo que al departamento de policía le interese saber que Nicholas Reston quiere meterse dentro de tus pantalones —aseguró Jenni.
—Como si no tuviera más problemas en la vida, este tipo viene y quiere pagarme por dormir con él.
—¿Qué? ¿Cómo que pagar? —Ahora si tenia la atención de Katherina.
—Tu estúpido jefe me ofreció dinero para dormir con él.
Los ojos de Kath se abrieron como platos y miró a Jenni preguntándole si era cierto, a lo que ella asintió.
—No puedo creerlo.
—Pues créelo —comentó Jenni.
—Digo, se que el tipo es un mujeriego pero su conducta me sorprende.
—Lo lamento Kath, pero creo que deberás de conseguir otro empleo. Después del golpe que le di no creo que esté muy feliz.
—Ow, estoy frita —se lamentó—. De verdad me gustaba trabajar ahí.
Jenni pasó un brazo por los hombros de Kath y recargó su cabeza sobre su hombro.
—Lo siento.
—Kath, de verdad que lo siento —dije sentándome a su lado.
—Bueno… Tal vez algo mejor venga —comentó haciendo un puchero con sus labios casi apunto de llorar. Y todo por culpa del tarado de Nicholas Reston.
Muy temprano a la mañana siguiente después de aquella noche tan poco increíble, desperté después escuchar el sonido de la podadora del Sr. Meyer, quien al parecer no tenia otra cosa que hacer más que despertar a todo el vecindario con su estúpido aparato ensordecedor. Cuando bajé hacia la puerta, el mismo chico del día anterior llegaba para entregarme flores enviadas por Reston. Acepte las flores y leí la nota de disculpa que me enviaba pero la arrugué y termino en la basura desechando la más remota idea de querer disculparlo. Sin embargo él no parecía rendirse tan fácilmente ya que al día siguiente volvió a enviarme otro arreglo enorme de rosas.
Y al día siguiente.
Y al día siguiente de ese.
Y al día siguiente de ese.
Después de tres días de recibir flores, mi casa estaba inundada de rosas rojas; el aroma era tanto que a pesar de que usaba perfume, mi ropa y yo misma olía a rosas naturales. Esa mañana, el ruidoso sonido de la podadora de mi vecino me despertó de nuevo; tal parecía que quería que su jardín estuviera bien podado aunque eso significara que no dejara dormir a los vecinos. De mala gana me levanté, tome una ducha y al salir me puse un par de jeans, una blusa roja y un par de TOMS en el mismo tono de la blusa, misma que me demoré el abrocharme porque tenia muchos botoncitos en el frente. Como era mi día libre para ir a tomar fotos de todo lo que quisiera, me puse un gorro tejido que Kath me había regalado de navidad; tomé mi par de lentes rojos en forma de corazón y me vi al espejo. Tal vez había exagerado al usar el color rojo pero me veía bien.
Tomé el bolso de D3 y al abrir la puerta ya lista para irme, tres chicos con arreglos de flores en sus manos caminaban hacia el porche de la casa.
—¿Más flores? —me pregunté, cansada y además, sin saber donde las pondría.
—¿Usted es la Srta. Alexander? —preguntó uno de ellos.
—Creo que después de traer tantas flores, me reconocerías.
—Esto es para usted —indicó, sonriendo y señalando los arreglos florales.
Los chicos dejaron los enormes arreglos sobre la mesa del comedor ya que no había espacio en otro lugar para tanta flor y firmé de recibido; después de que se fueron corrí a uno de los arreglos curiosa por saber quien enviaba tantas flores. Y rogaba al cielo porque no fuera quien había enviado el arreglo del otro día.
Abrí el sobrecito blanco y comencé a leer la nota.
—Este tipo si que no sabe cuando rendirse.
Me quedé contemplando las flores y una estúpida e irracional sonrisa se asomó por mi rostro.
De acuerdo, yo era una loca bipolar que ahora sonreía porque el tipo que le había ofrecido dinero por dormir con ella la noche anterior, le enviaba flores. Sin embargo, el que él estuviera tan desesperado por enmendar su error y aún más por dormir conmigo, me serviría —al menos— para hacer intentar que no despidiera a Katherina de su soñado empleo. Mi amiga se había esforzado mucho por llegar hasta donde estaba ahora y no permitiría que por una tontería, su sueño se arruinara. Además el gusanito de la curiosidad comenzaba a nacer dentro de mí. Quería saber más a cerca del famoso Nicholas Mr. Pretencioso Reston. Quiero decir, que se ofreciera de esa manera me hacia reconsiderar la idea de tal vez poder salir a distraer mi mente en algún lujoso lugar de la ciudad. Necesitaba distraerme de todo antes de que mis nervios me hicieran colapsar.
Envié un mensaje a Kath de inmediato y pedí que me enviara el número de la oficina de su jefe, ella respondió que si ocurría algo y le dije que no, que solo necesitaba el número y que después me pondría al día con los detalles.
Tecleé el número en el teléfono inalámbrico de la casa, y casi de inmediato la voz de la secretaria me atendió y me hizo esperar un par de segundos antes de que mis oídos pudieran escuchar su ronca y sexy voz.
—Me alegra que llamara, _____ —comentó con cierto tono alegre en su voz—. Pensé que no volvería a saber de usted.
—Pues ya ve que la vida puede dar sorpresas —respondí con sarcasmo—. Por cierto, gracias por las flores.
—¿Han sido de su agrado o debo de enviarle más para que pueda disculparme por mi momento de brutal honestidad?
—Creo que con esas son suficientes. Toda la casa está llena con las flores que ha enviado.
—Me alegra saberlo. —No sabía la razón pero podría jurar que en su rostro había una sonrisa—. Entonces… ¿Será una cena o un almuerzo? —quiso saber.
—Primero, tengo una condición —lancé de inmediato.
—Por supuesto.
—Yo acepto salir con usted, si Katherina conserva su empleo.
—Me parece justo —aseguró—. Y dadas las condiciones de nuestra fallida cena de hace un par de noches, me parece oportuno pedirlo como condición.
—¿Entonces…?
—Bien. Acepto… Si usted acepta mi condición.
—De acuerdo, de acuerdo —blanqueé mis ojos sin poder creer que fuera tan infantil—. ¿Cuál es?
—Que deje de hablarme de usted y me llame Nicholas.
Suspiré y agradecí que no fuera alguna condición más drástica.
—Esta bien… Nicholas.
Quise no sonreír pero me fue imposible. Todo esto era demasiado estúpidamente entretenido. Como si estuviera salido del guión de una película donde el tipo guapo acosa a la protagonista hasta que esta cae en sus redes. Algo que en nuestra situación no sucedería puesto que mis sentimientos hacia mi ex prometido continuaban estando presentes.
—_____, tengo que colgar, estoy por entrar a una junta y me están esperando —se explicó—. Te llamo más tarde para confirmar nuestra cita.
—Claro, le doy mi número de móvil…
Rió como si le hubiera contado un chiste y dijo:
—No es necesario. Te llamo más tarde. Adiós.
Y dicho eso cortó la llamada telefónica dejándome con la duda de como conseguiría mi número privado. Preferí ignorar eso de momento y concentrarme en lo que de verdad importaba en el momento: mi exposición en la Galería de San Diego. Me monté en mi coche y recorrí la ciudad desde norte a sur y de este a oeste buscando escenas que pudiera utilizar para la exposición y encontré algunas, aunque algunas otras las sacaría del archivo de viajes que tenia en la lap.
Al cabo de unas horas, regresé a casa solo para tumbarme en la cama a descansar. Me sentía abatida de tanto caminar, pero al menos eso me servía para distraerme de toda la locura en la que parecía estar cayendo mi vida.
Cerré mis ojos y mi respiración se fue haciendo más calmada, aunque claro, yo nunca podía tener un minuto de tranquilidad porque de inmediato alguien me tenía que llamar al móvil.
Alargué mi mano y respondí sin siquiera detenerme a ver quien era el que llamaba.
—¿Aló? —le pregunté aun con mis ojos cerrados.
—_____. —Era él de nuevo. Abrí mis ojos sorprendida por que conociera mi número de móvil privado. O sea, era privado por una razón.
—¿Cómo has conseguido mi número? —le pregunté, sorprendida.
—Digamos que tengo contactos.
—Se supone que mi número es privado.
—Eso no es problema para mí —escuché que sonreía—. Además, poseo suficiente dinero para saber la historia de cualquier persona de este mundo.
—¿Me has estado investigado? —inquirí. Estupefacta—. ¿Cómo te atreves?
—Quería saber más acerca de ti.
—Eso no es excusa, Nicholas… —iba a seguirle reprendiendo por el atrevimiento de investigar sobre mi vida pero me interrumpió.
—Me has llamado Nicholas —expresó con repentina alegría—. Eso ha sido un gran avance.
Blanqueé los ojos y sonreí sin siquiera pensarlo.
—Eres…
—El ser más perfecto de la tierra. Lo sé.
—…Arrogante. —Me acomodé en mi cama recargando mi cabeza contra una almohada y agarré otra para abrazarla.
—Tal vez lo soy, pero también soy irresistible.
—Escucha, si hablaste solo para elogiarte a ti mismo, te hubieras ahorrado la llamada porque si quisiera escuchar a un ser egocéntrico, le hubiera pedido a mi vecino que conversara conmigo —lancé, cerrando de nuevo mis ojos y acomodándome para irme en el tren de los sueños.
—No solo hablé por eso, también quise saber si gustarías acompañarme a almorzar o prefieres que cenemos esta noche. Tú decides.
Lo medité por medio segundo y decidí que seria mejor ir a almorzar ya que tal parecía que la noche era de mala suerte para comer juntos.
—Un almuerzo.
—Perfecto. Entonces te espero.
—Si, dime el restaurante y yo…
—Me refiero a que te espero aquí abajo.
—¿Abajo? ¿De dónde?
—Estoy estacionado frente a tu casa. Aquí te espero —dicho esto finalizó la llamada dejándome con la enorme interrogante en mi cabeza.
Me levanté a trompicones hacia la ventana y, en efecto, allí frente a mi casa estaba estacionado el Maserati que había enviado por mí un par de noches atrás. Él estaba allí esperándome a mí.
Era como un cuento de hadas donde el príncipe esperaba a su princesa en el carruaje más precioso del reino. De acuerdo, esta vez si que me había vuelto loca. Ni él era un príncipe ni yo una princesa. Nuestros mundos eran completamente diferentes al igual que nuestras vidas; él un famoso empresario que, según Jenni, provenía de una familia que siempre había sido rica, tal vez desde sus tatarabuelos, y yo, una niña de clase media con una madre enferma, un padre desaparecido y un hermano problemático, cuyo único motivo en la vida era sobrevivir al caos que la vida parecía ofrecerle y que la fotografía era lo que utilizaba para consolar a mi alma perdida.
Reemplacé lo más rápido que pude la ropa que llevaba puesta por un vestido sin mangas en un tono naranja que sin duda alguna le agradaría puesto que el escote era demasiado pronunciado, aunque se quedaría con las ganas de ver algo porque lo pronunciado lo cubría el encaje color naranja que también cubría parte de mi espalda hasta formar un cuello en forma de ojal. Agarré un par de zapatos de tacón en un tono dorado que fueron los primeros que divise y retoqué mi maquillaje; un poco de perfume y estaba lista.
Antes de salir respiré profundamente para darme valor de salir con ese tipo y, aunque tenía que hacerlo para que Katherina no perdiera su empleo, también me serviría de distracción al menos un ratito antes de volver a mis preocupaciones de siempre.
Salí por fin de la casa y vi a Paxton esperándome al pie del auto.
—Hola, Paxton —le saludé con alegría.
—Buenas tardes, Srta. Alexander.
Arrugué la nariz y le dije:
—Paxton, dime _____, por favor.
Asintió y abrió la puerta del Maserati para dejarme ver a Nicholas sentado mirándome con una sonrisa de oreja a oreja sobre su rostro.
—_____ —saludó sin darme tiempo a saludarle.
—Buenas tardes, Nicholas —le dediqué un intento de sonrisa pero solo salió una muy pero muy tímida mueca.
La puerta del auto se cerró y por diez segundos estuve sola con él y con su penetrante mirada que me incomodaba.
—Por la mueca que haces cualquiera pensaría que prefieres la compañía de Paxton a la mía.
Asentí y continué mirando hacia adelante. No me atrevía a mirarlo a los ojos; era demasiado intimidante hacerlo.
—Paxton me agrada más porque él no ha estado investigándome.
—Muy justo. Tienes razón.
—Lo sé. Yo siempre tengo razón —aseguré sonriendo de medio lado.
Escuché su risa para después comentar:
—¿No te lo dije, Paxton? Ella es muy divertida.
—Si lo dijo, señor.
Blanqueé mis ojos y miré por la ventanilla distraídamente, tanto que solo me sacó de concentración su respiración sobre mi oído y su voz diciéndome:
—Te ves muy hermosa usando ese color —susurró con la voz más ronca y cerca de mí—, pero no tienes una idea de lo que ese escote está provocando en mí.
Sonreí de medio lado pero tampoco me atreví a mirarlo de frente.
—Eso es lo que le dices a todas, ¿no?
Odiaba que comenzar a sentir que su voz y sus palabras causaran nervios en mi interior.
Escuché que se volvía a sentar correctamente y por un segundo guardó silencio para después romperlo él mismo.
—Tal vez —respondió indiferente—; sin embargo, tú tienes algo completamente diferente a las demás.
Asentí.
—Eso es cierto. Yo no soy una estúpida que se lanzaría a tus brazos a la menor provocación.
—Ya me lo has demostrado.
—Y espero que haya quedado claro ese punto. —Giré mi rostro solo para encontrarme con el suyo que me miraba fijamente y, fue en ese momento, en que me percaté de que su mejilla lucía amoratada—. ¡Ay, Cristo! ¿Qué te pasó? —le pregunté alarmada y tontamente preocupada.
—No es nada. Me pondré bien. —Intentó desviar su rostro pero puse mi mano sobre su mejilla impidiéndoselo. Su piel era suave al tacto.
—¿Fui yo, verdad? —Acaricié la zona amoratada con mi pulgar y, sin desearlo o necesitarlo, me perdí en sus ojos pardos y dulces.
—No necesitas preocuparte —murmuró destellando esa sonrisa—, aunque es agradable sentir tu piel sobre la mía.
Fruncí el ceño y de inmediato alejé mi mano de él, sentándome correctamente sobre el asiento.
—¿He dicho algo malo?
Su “inocencia” me causaba incomodidad. No me sentía a gusto intentando ser conquistada por alguien, cuando aun tenía sentimientos por Kevin.
—Si. No me agradan los comentarios de ese tipo.
—No es mi culpa que sea lo que siento.
—Solo… No seas tan honesto. Reserva esa clase de comentarios para ti y tus pensamientos.
—Lo intentaré, aunque no se si pueda lograrlo.
—¿Acaso tu madre nunca te dijo que hay cosas en esta vida que es mejor no decirlas?
—Lo hizo —aseguró—. Y toda la vida me ha reprendido por lo mismo.
—Pues hazle caso.
En ese segundo, Paxton estacionaba frente al restaurante y me bajé sin dudarlo.
—Me agradan las mujeres con determinación —confesó y sentí su mano sobre mi cintura baja.
—Quita tu mano de mí si no quieres terminar con la otra mejilla morada —refunfuñé.
—¿Sabes cuanto me excita el que te pongas como una fierecilla?
Blanqueé mis ojos y dije:
—Es todo, llegué a mi límite. Me voy.
Di media vuelta para caminar al lado contrario pero no avancé mucho porque me sujetó de la muñeca con una de sus fuertes manos.
—De acuerdo, lo siento. No volveré a decir nada de eso pero por favor quédate.
—Bien, pero un comentario más de esos y me largo, ¿Entendiste?
Sonrió y asintió.
Me indicó el camino hacia el interior del restaurante y no tuve más remedio que seguirle, aunque una vez dentro me percaté de que éramos los únicos clientes en el lugar. Algo demasiado raro.
El tipo frente a mí esperaba una respuesta y yo solo quería reír a carcajadas a causa de mis nervios. Había algo en sus palabras que había hecho a mi cuerpo anhelar lo que él me ofrecía pero no podía aceptar. Me resultaba horrible ser considerada una mujer tan fácil.
—¿Usted está demente? —Bufé después de salir del trance de su voz y me levanté de mi asiento de inmediato—. ¿Cómo se atreve a pedirme que duerma con usted si ni siquiera lo conozco?
—Bien, entonces… ¿Cuánto me costaría una noche contigo?
—¡No soy una maldita prostituta! —ladré.
—Entonces dígame que le agradaría para que pueda pasar una noche junto a usted.
Al parecer él estaba dispuesto a hacer lo que fuera con tal de dormir conmigo y yo estaba más que dispuesta a arrancarle las pelotas por semejante proposición. Apreté mi mano en un puño y lo lancé directamente a su cara, golpeándole directamente la mejilla.
—Eso me haría feliz, pedazo de estúpido —grité y di media vuelta para bajarme del barco e irme corriendo fuera de ahí.
Al llegar a la carretera paré al primer taxi que tuve al alcance y pedí que me llevara a casa.
¿Cómo demonios se había atrevido a intentar comprarme como si fuera una cualquiera?
Llegué a casa echando chispas y azotando puertas, algo que sorprendió sin duda alguna a Jenni.
—¿Y a ti que te pasa? —bufó, adormilada mientras salía de su dormitorio.
—Me pasa que Nicholas Reston existe en el mundo. Eso me pasa —gruñí entrando a mi dormitorio y quitándome los zapatos, mismos que salieron volando hacia el otro extremo de la habitación.
Reemplacé mi vestido por una pijama de short con blusa de tirantes en cuya tela estaban estampados besos rojos.
—¿Tan rápido terminaron de cenar? —quiso saber mientras consultaba el reloj empotrado en la pared.
—Ni siquiera cené —resoplé y mi estómago comenzó a protestar por tenerle todo el día sin alimento—. No tuve tiempo porque estaba ocupada gritándole cuan estúpido era.
—No entiendo. ¿Por qué le gritaste?
Recogí mi cabello y suspiré desplomándome en la cama; Jenni se sentó a mi lado y yo comencé a contarle todo lo que había ocurrido durante la cena, pero obviamente ella encontraba la situación demasiado entretenida como para no reírse.
—Esto no tiene nada de gracioso —refunfuñé—. Él es un maldito enfermo.
—Oye, solo te dijo que te deseaba. ¿Cuál es el problema?
—Jenni, me ofreció dinero para acostarme con él. ¿Cómo no voy a estar cabreada con este tipo?
—Hum… Tal vez y tengas razón pero creo que estás exagerando un poquito.
La miré y fruncí mi ceño.
—Piensa que soy una cualquiera —expliqué, separando cada palabra para ver si de esa manera me entendía la situación.
—Te escuché la primera vez, no necesitas repetirlo.
—Necesito hablar con Katherina.
La ignoré porque sabía que ella no vería la situación desde mi punto de vista; la única que podría entenderme era Kath, quien sin duda alguna le convendría cambiar de trabajo antes que continuar laborando con un enfermo pervertido.
Aunque claro, tal parecía que las cosas últimamente me daban muchas sorpresas. Como si yo necesitara de más complicaciones en la vida.
Katherina no demoró ni diez minutos en llegar a la casa y sus risas fueron casi igual de estridentes que las de Jenni.
—No es de risa —gruñí con mis dientes apretados.
—Oh, vamos —miró mi rostro y murmuró un «lo siento»—. Bueno, al menos ahora entiendo porque tanta insistencia.
—Si hubiera sabido sus razones hubiera llamado a la policía.
—No creo que al departamento de policía le interese saber que Nicholas Reston quiere meterse dentro de tus pantalones —aseguró Jenni.
—Como si no tuviera más problemas en la vida, este tipo viene y quiere pagarme por dormir con él.
—¿Qué? ¿Cómo que pagar? —Ahora si tenia la atención de Katherina.
—Tu estúpido jefe me ofreció dinero para dormir con él.
Los ojos de Kath se abrieron como platos y miró a Jenni preguntándole si era cierto, a lo que ella asintió.
—No puedo creerlo.
—Pues créelo —comentó Jenni.
—Digo, se que el tipo es un mujeriego pero su conducta me sorprende.
—Lo lamento Kath, pero creo que deberás de conseguir otro empleo. Después del golpe que le di no creo que esté muy feliz.
—Ow, estoy frita —se lamentó—. De verdad me gustaba trabajar ahí.
Jenni pasó un brazo por los hombros de Kath y recargó su cabeza sobre su hombro.
—Lo siento.
—Kath, de verdad que lo siento —dije sentándome a su lado.
—Bueno… Tal vez algo mejor venga —comentó haciendo un puchero con sus labios casi apunto de llorar. Y todo por culpa del tarado de Nicholas Reston.
Muy temprano a la mañana siguiente después de aquella noche tan poco increíble, desperté después escuchar el sonido de la podadora del Sr. Meyer, quien al parecer no tenia otra cosa que hacer más que despertar a todo el vecindario con su estúpido aparato ensordecedor. Cuando bajé hacia la puerta, el mismo chico del día anterior llegaba para entregarme flores enviadas por Reston. Acepte las flores y leí la nota de disculpa que me enviaba pero la arrugué y termino en la basura desechando la más remota idea de querer disculparlo. Sin embargo él no parecía rendirse tan fácilmente ya que al día siguiente volvió a enviarme otro arreglo enorme de rosas.
Y al día siguiente.
Y al día siguiente de ese.
Y al día siguiente de ese.
Después de tres días de recibir flores, mi casa estaba inundada de rosas rojas; el aroma era tanto que a pesar de que usaba perfume, mi ropa y yo misma olía a rosas naturales. Esa mañana, el ruidoso sonido de la podadora de mi vecino me despertó de nuevo; tal parecía que quería que su jardín estuviera bien podado aunque eso significara que no dejara dormir a los vecinos. De mala gana me levanté, tome una ducha y al salir me puse un par de jeans, una blusa roja y un par de TOMS en el mismo tono de la blusa, misma que me demoré el abrocharme porque tenia muchos botoncitos en el frente. Como era mi día libre para ir a tomar fotos de todo lo que quisiera, me puse un gorro tejido que Kath me había regalado de navidad; tomé mi par de lentes rojos en forma de corazón y me vi al espejo. Tal vez había exagerado al usar el color rojo pero me veía bien.
Tomé el bolso de D3 y al abrir la puerta ya lista para irme, tres chicos con arreglos de flores en sus manos caminaban hacia el porche de la casa.
—¿Más flores? —me pregunté, cansada y además, sin saber donde las pondría.
—¿Usted es la Srta. Alexander? —preguntó uno de ellos.
—Creo que después de traer tantas flores, me reconocerías.
—Esto es para usted —indicó, sonriendo y señalando los arreglos florales.
Los chicos dejaron los enormes arreglos sobre la mesa del comedor ya que no había espacio en otro lugar para tanta flor y firmé de recibido; después de que se fueron corrí a uno de los arreglos curiosa por saber quien enviaba tantas flores. Y rogaba al cielo porque no fuera quien había enviado el arreglo del otro día.
Abrí el sobrecito blanco y comencé a leer la nota.
Querida _____.
Lamento mucho haber sido tan brutalmente honesto esa noche y me gustaría que reconsideraras la idea de invitarte a cenar. O a almorzar. Y de disculparme, por supuesto.
Por favor, me gustaría enmendar mi error y estaría encantado de saber que podemos comenzar desde cero.
PD. Considera estos tres arreglos como una parte de una ofrenda de paz.
Nicholas Reston
Lamento mucho haber sido tan brutalmente honesto esa noche y me gustaría que reconsideraras la idea de invitarte a cenar. O a almorzar. Y de disculparme, por supuesto.
Por favor, me gustaría enmendar mi error y estaría encantado de saber que podemos comenzar desde cero.
PD. Considera estos tres arreglos como una parte de una ofrenda de paz.
Nicholas Reston
—Este tipo si que no sabe cuando rendirse.
Me quedé contemplando las flores y una estúpida e irracional sonrisa se asomó por mi rostro.
De acuerdo, yo era una loca bipolar que ahora sonreía porque el tipo que le había ofrecido dinero por dormir con ella la noche anterior, le enviaba flores. Sin embargo, el que él estuviera tan desesperado por enmendar su error y aún más por dormir conmigo, me serviría —al menos— para hacer intentar que no despidiera a Katherina de su soñado empleo. Mi amiga se había esforzado mucho por llegar hasta donde estaba ahora y no permitiría que por una tontería, su sueño se arruinara. Además el gusanito de la curiosidad comenzaba a nacer dentro de mí. Quería saber más a cerca del famoso Nicholas Mr. Pretencioso Reston. Quiero decir, que se ofreciera de esa manera me hacia reconsiderar la idea de tal vez poder salir a distraer mi mente en algún lujoso lugar de la ciudad. Necesitaba distraerme de todo antes de que mis nervios me hicieran colapsar.
Envié un mensaje a Kath de inmediato y pedí que me enviara el número de la oficina de su jefe, ella respondió que si ocurría algo y le dije que no, que solo necesitaba el número y que después me pondría al día con los detalles.
Tecleé el número en el teléfono inalámbrico de la casa, y casi de inmediato la voz de la secretaria me atendió y me hizo esperar un par de segundos antes de que mis oídos pudieran escuchar su ronca y sexy voz.
—Me alegra que llamara, _____ —comentó con cierto tono alegre en su voz—. Pensé que no volvería a saber de usted.
—Pues ya ve que la vida puede dar sorpresas —respondí con sarcasmo—. Por cierto, gracias por las flores.
—¿Han sido de su agrado o debo de enviarle más para que pueda disculparme por mi momento de brutal honestidad?
—Creo que con esas son suficientes. Toda la casa está llena con las flores que ha enviado.
—Me alegra saberlo. —No sabía la razón pero podría jurar que en su rostro había una sonrisa—. Entonces… ¿Será una cena o un almuerzo? —quiso saber.
—Primero, tengo una condición —lancé de inmediato.
—Por supuesto.
—Yo acepto salir con usted, si Katherina conserva su empleo.
—Me parece justo —aseguró—. Y dadas las condiciones de nuestra fallida cena de hace un par de noches, me parece oportuno pedirlo como condición.
—¿Entonces…?
—Bien. Acepto… Si usted acepta mi condición.
—De acuerdo, de acuerdo —blanqueé mis ojos sin poder creer que fuera tan infantil—. ¿Cuál es?
—Que deje de hablarme de usted y me llame Nicholas.
Suspiré y agradecí que no fuera alguna condición más drástica.
—Esta bien… Nicholas.
Quise no sonreír pero me fue imposible. Todo esto era demasiado estúpidamente entretenido. Como si estuviera salido del guión de una película donde el tipo guapo acosa a la protagonista hasta que esta cae en sus redes. Algo que en nuestra situación no sucedería puesto que mis sentimientos hacia mi ex prometido continuaban estando presentes.
—_____, tengo que colgar, estoy por entrar a una junta y me están esperando —se explicó—. Te llamo más tarde para confirmar nuestra cita.
—Claro, le doy mi número de móvil…
Rió como si le hubiera contado un chiste y dijo:
—No es necesario. Te llamo más tarde. Adiós.
Y dicho eso cortó la llamada telefónica dejándome con la duda de como conseguiría mi número privado. Preferí ignorar eso de momento y concentrarme en lo que de verdad importaba en el momento: mi exposición en la Galería de San Diego. Me monté en mi coche y recorrí la ciudad desde norte a sur y de este a oeste buscando escenas que pudiera utilizar para la exposición y encontré algunas, aunque algunas otras las sacaría del archivo de viajes que tenia en la lap.
Al cabo de unas horas, regresé a casa solo para tumbarme en la cama a descansar. Me sentía abatida de tanto caminar, pero al menos eso me servía para distraerme de toda la locura en la que parecía estar cayendo mi vida.
Cerré mis ojos y mi respiración se fue haciendo más calmada, aunque claro, yo nunca podía tener un minuto de tranquilidad porque de inmediato alguien me tenía que llamar al móvil.
Alargué mi mano y respondí sin siquiera detenerme a ver quien era el que llamaba.
—¿Aló? —le pregunté aun con mis ojos cerrados.
—_____. —Era él de nuevo. Abrí mis ojos sorprendida por que conociera mi número de móvil privado. O sea, era privado por una razón.
—¿Cómo has conseguido mi número? —le pregunté, sorprendida.
—Digamos que tengo contactos.
—Se supone que mi número es privado.
—Eso no es problema para mí —escuché que sonreía—. Además, poseo suficiente dinero para saber la historia de cualquier persona de este mundo.
—¿Me has estado investigado? —inquirí. Estupefacta—. ¿Cómo te atreves?
—Quería saber más acerca de ti.
—Eso no es excusa, Nicholas… —iba a seguirle reprendiendo por el atrevimiento de investigar sobre mi vida pero me interrumpió.
—Me has llamado Nicholas —expresó con repentina alegría—. Eso ha sido un gran avance.
Blanqueé los ojos y sonreí sin siquiera pensarlo.
—Eres…
—El ser más perfecto de la tierra. Lo sé.
—…Arrogante. —Me acomodé en mi cama recargando mi cabeza contra una almohada y agarré otra para abrazarla.
—Tal vez lo soy, pero también soy irresistible.
—Escucha, si hablaste solo para elogiarte a ti mismo, te hubieras ahorrado la llamada porque si quisiera escuchar a un ser egocéntrico, le hubiera pedido a mi vecino que conversara conmigo —lancé, cerrando de nuevo mis ojos y acomodándome para irme en el tren de los sueños.
—No solo hablé por eso, también quise saber si gustarías acompañarme a almorzar o prefieres que cenemos esta noche. Tú decides.
Lo medité por medio segundo y decidí que seria mejor ir a almorzar ya que tal parecía que la noche era de mala suerte para comer juntos.
—Un almuerzo.
—Perfecto. Entonces te espero.
—Si, dime el restaurante y yo…
—Me refiero a que te espero aquí abajo.
—¿Abajo? ¿De dónde?
—Estoy estacionado frente a tu casa. Aquí te espero —dicho esto finalizó la llamada dejándome con la enorme interrogante en mi cabeza.
Me levanté a trompicones hacia la ventana y, en efecto, allí frente a mi casa estaba estacionado el Maserati que había enviado por mí un par de noches atrás. Él estaba allí esperándome a mí.
Era como un cuento de hadas donde el príncipe esperaba a su princesa en el carruaje más precioso del reino. De acuerdo, esta vez si que me había vuelto loca. Ni él era un príncipe ni yo una princesa. Nuestros mundos eran completamente diferentes al igual que nuestras vidas; él un famoso empresario que, según Jenni, provenía de una familia que siempre había sido rica, tal vez desde sus tatarabuelos, y yo, una niña de clase media con una madre enferma, un padre desaparecido y un hermano problemático, cuyo único motivo en la vida era sobrevivir al caos que la vida parecía ofrecerle y que la fotografía era lo que utilizaba para consolar a mi alma perdida.
Reemplacé lo más rápido que pude la ropa que llevaba puesta por un vestido sin mangas en un tono naranja que sin duda alguna le agradaría puesto que el escote era demasiado pronunciado, aunque se quedaría con las ganas de ver algo porque lo pronunciado lo cubría el encaje color naranja que también cubría parte de mi espalda hasta formar un cuello en forma de ojal. Agarré un par de zapatos de tacón en un tono dorado que fueron los primeros que divise y retoqué mi maquillaje; un poco de perfume y estaba lista.
Antes de salir respiré profundamente para darme valor de salir con ese tipo y, aunque tenía que hacerlo para que Katherina no perdiera su empleo, también me serviría de distracción al menos un ratito antes de volver a mis preocupaciones de siempre.
Salí por fin de la casa y vi a Paxton esperándome al pie del auto.
—Hola, Paxton —le saludé con alegría.
—Buenas tardes, Srta. Alexander.
Arrugué la nariz y le dije:
—Paxton, dime _____, por favor.
Asintió y abrió la puerta del Maserati para dejarme ver a Nicholas sentado mirándome con una sonrisa de oreja a oreja sobre su rostro.
—_____ —saludó sin darme tiempo a saludarle.
—Buenas tardes, Nicholas —le dediqué un intento de sonrisa pero solo salió una muy pero muy tímida mueca.
La puerta del auto se cerró y por diez segundos estuve sola con él y con su penetrante mirada que me incomodaba.
—Por la mueca que haces cualquiera pensaría que prefieres la compañía de Paxton a la mía.
Asentí y continué mirando hacia adelante. No me atrevía a mirarlo a los ojos; era demasiado intimidante hacerlo.
—Paxton me agrada más porque él no ha estado investigándome.
—Muy justo. Tienes razón.
—Lo sé. Yo siempre tengo razón —aseguré sonriendo de medio lado.
Escuché su risa para después comentar:
—¿No te lo dije, Paxton? Ella es muy divertida.
—Si lo dijo, señor.
Blanqueé mis ojos y miré por la ventanilla distraídamente, tanto que solo me sacó de concentración su respiración sobre mi oído y su voz diciéndome:
—Te ves muy hermosa usando ese color —susurró con la voz más ronca y cerca de mí—, pero no tienes una idea de lo que ese escote está provocando en mí.
Sonreí de medio lado pero tampoco me atreví a mirarlo de frente.
—Eso es lo que le dices a todas, ¿no?
Odiaba que comenzar a sentir que su voz y sus palabras causaran nervios en mi interior.
Escuché que se volvía a sentar correctamente y por un segundo guardó silencio para después romperlo él mismo.
—Tal vez —respondió indiferente—; sin embargo, tú tienes algo completamente diferente a las demás.
Asentí.
—Eso es cierto. Yo no soy una estúpida que se lanzaría a tus brazos a la menor provocación.
—Ya me lo has demostrado.
—Y espero que haya quedado claro ese punto. —Giré mi rostro solo para encontrarme con el suyo que me miraba fijamente y, fue en ese momento, en que me percaté de que su mejilla lucía amoratada—. ¡Ay, Cristo! ¿Qué te pasó? —le pregunté alarmada y tontamente preocupada.
—No es nada. Me pondré bien. —Intentó desviar su rostro pero puse mi mano sobre su mejilla impidiéndoselo. Su piel era suave al tacto.
—¿Fui yo, verdad? —Acaricié la zona amoratada con mi pulgar y, sin desearlo o necesitarlo, me perdí en sus ojos pardos y dulces.
—No necesitas preocuparte —murmuró destellando esa sonrisa—, aunque es agradable sentir tu piel sobre la mía.
Fruncí el ceño y de inmediato alejé mi mano de él, sentándome correctamente sobre el asiento.
—¿He dicho algo malo?
Su “inocencia” me causaba incomodidad. No me sentía a gusto intentando ser conquistada por alguien, cuando aun tenía sentimientos por Kevin.
—Si. No me agradan los comentarios de ese tipo.
—No es mi culpa que sea lo que siento.
—Solo… No seas tan honesto. Reserva esa clase de comentarios para ti y tus pensamientos.
—Lo intentaré, aunque no se si pueda lograrlo.
—¿Acaso tu madre nunca te dijo que hay cosas en esta vida que es mejor no decirlas?
—Lo hizo —aseguró—. Y toda la vida me ha reprendido por lo mismo.
—Pues hazle caso.
En ese segundo, Paxton estacionaba frente al restaurante y me bajé sin dudarlo.
—Me agradan las mujeres con determinación —confesó y sentí su mano sobre mi cintura baja.
—Quita tu mano de mí si no quieres terminar con la otra mejilla morada —refunfuñé.
—¿Sabes cuanto me excita el que te pongas como una fierecilla?
Blanqueé mis ojos y dije:
—Es todo, llegué a mi límite. Me voy.
Di media vuelta para caminar al lado contrario pero no avancé mucho porque me sujetó de la muñeca con una de sus fuertes manos.
—De acuerdo, lo siento. No volveré a decir nada de eso pero por favor quédate.
—Bien, pero un comentario más de esos y me largo, ¿Entendiste?
Sonrió y asintió.
Me indicó el camino hacia el interior del restaurante y no tuve más remedio que seguirle, aunque una vez dentro me percaté de que éramos los únicos clientes en el lugar. Algo demasiado raro.
Continuará
.Lu' Anne Lovegood.
Re: Dolor, Amor & Otras Pasiones... [Nick&tu]
hola
nueva lectora
creo que ya me conoces ¿no?
al parecer el mundo si es muy pequeño :P :P
jajaj la nove me encanta seguila pronto :D
nueva lectora
creo que ya me conoces ¿no?
al parecer el mundo si es muy pequeño :P :P
jajaj la nove me encanta seguila pronto :D
dianajb
Re: Dolor, Amor & Otras Pasiones... [Nick&tu]
Tu nove me tiene engachada!
El Nicholas sí que es bien insistente, llenarle la casa de flores!
Pero sé que no va a parar hasta que logre lo que quiere
Síguela pronto sii?
El Nicholas sí que es bien insistente, llenarle la casa de flores!
Pero sé que no va a parar hasta que logre lo que quiere
Síguela pronto sii?
Mire
Re: Dolor, Amor & Otras Pasiones... [Nick&tu]
Holaaaaa!!
Nueva lectora!!
Me leí todos los CAPS ayer y aquí estoy comentando!
Me gusta bastante siguela , quiero ver porque Nick es tan exigente con verla!! Bueno ya dijo pero ahora quiero saber que haré al respecto ! siguelaaaa
:)
Nueva lectora!!
Me leí todos los CAPS ayer y aquí estoy comentando!
Me gusta bastante siguela , quiero ver porque Nick es tan exigente con verla!! Bueno ya dijo pero ahora quiero saber que haré al respecto ! siguelaaaa
:)
Pamm Jonas
Re: Dolor, Amor & Otras Pasiones... [Nick&tu]
PORFAAA SUBE CAPII! estoy obcesionada con esta novee
NicoleJB497
Re: Dolor, Amor & Otras Pasiones... [Nick&tu]
Pamm Jonas escribió:Holaaaaa!!
Nueva lectora!!
Me leí todos los CAPS ayer y aquí estoy comentando!
Me gusta bastante siguela , quiero ver porque Nick es tan exigente con verla!! Bueno ya dijo pero ahora quiero saber que haré al respecto ! siguelaaaa
:)
Pamm! Bienvenida :3
.Lu' Anne Lovegood.
Re: Dolor, Amor & Otras Pasiones... [Nick&tu]
NicoleJB497 escribió:PORFAAA SUBE CAPII! estoy obcesionada con esta novee
Enseguida subo capi :3
.Lu' Anne Lovegood.
Re: Dolor, Amor & Otras Pasiones... [Nick&tu]
Mire escribió:Tu nove me tiene engachada!
El Nicholas sí que es bien insistente, llenarle la casa de flores!
Pero sé que no va a parar hasta que logre lo que quiere
Síguela pronto sii?
Gracias (?
Me alegra que te gusta la novela :3
.Lu' Anne Lovegood.
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Dom 03 Nov 2024, 9:16 pm por hange.