"Summer Nights" { Harry & Grace.

SUMMER NIGHTS

Capítulo 1

Grace empezó a ver naranja en sus sueños. Todo, absolutamente todo, estaba coloreado de naranja pálido. En su sueño había un lago, y en el lago estaba ella nadando, sola. Había estado soñado con lo mismo desde que cerró los ojos, y cada cosa había tenido su tinte: el cielo grisáceo por las nubes que lo poblaban, los árboles verde oscuro, y el agua azul turquesa del lago. Pero ahora todo era naranja.
Cuando Grace tenía once años, su mamá la llevaba al lago que estaba cerca de su casa en Tennessee. A veces estaba soleado y a veces llovía, pero aunque hiciera un frío que calaba los huesos, ella y Grace nadaban. La relajaba. Despejaba su mente.
Después sus padres se divorciaron cuando ella tenía catorce, y se tuvo que ir a vivir con su papá a Chicago. Donde no había un lugar tranquilo por ninguna parte y mucho menos un lago. Cada que tenía vacaciones o días libres de la escuela, iba a Tennessee a visitar a su mamá e iban al lago. Los recuerdos más felices de Grace estaban en ese lago.
Luego la mamá de Grace murió. Y desde ese día, Grace odiaba los lagos.
Por eso no tenía sentido que estuviera soñando eso.
También era por eso que Grace odiaba a su papá por mandarla a un campamento donde las actividades principales se desarrollaban alrededor, o dentro de un lago.
Finalmente, después de algunos momentos de confusión y debate en su mente, abrió los ojos.
La razón de que todo fuera naranja se volvió evidente: el sol del alba le estaba pegando directamente en la cara. Emitió un sonido de quejido y se acomodó en el asiento del copiloto, pasándose los dedos por los rizos dorados para tratar de peinarlos un poco.
—Justo te iba a despertar —dijo su papá, George, bajándole al volumen del estéreo por el que escuchaba Kings Of Leon a todo volumen. Sonreía y no había rastros de que estuviera enojado. No como antier, que se había puesto como una fiera cuando descubrió los planes de vacaciones de su hija—. Faltan diez minutos para llegar.
En cuanto George se enteró de lo que Grace planeaba, había llamado inmediatamente al campamento y había solicitado (o, más bien, demandado) un puesto para su hija. El campamento estaba más o menos lleno, pero aún había espacio para Grace. Ahora, en lunes, habían conducido por varias horas desde Chicago a Louisiana, pasándose a por una hamburguesa a las tres de la mañana, y a partir de ahí siguiendo su camino sin escalas hasta llegar a “Smile, Sunshine”.
Ahora estaban a diez minutos del lugar, y el estómago de Grace dio un vuelco a medida que el letrero de madera gigantesco se hacía más y más claro a medida que avanzaban.
—No esperes que te llame. —soltó, suspirando y recargando la cabeza contra el vidrio. Su papá se rio a su lado.
—Cuento con que no lo hagas. Voy a estar en Hawaii, ¿por qué querría que mi hija adolescente me llamara? No tiene sentido. —canturreó su papá como respuesta.
Grace rodó los ojos. Eso fue suficiente confirmación de que seguía enojado, y de que no se le pasaría pronto.
Enfocó su mirada más allá de la ventana. Afuera estaba lloviendo ligeramente, y mientras pasaban por debajo del letrero de bienvenida dirigiéndose al estacionamiento, Grace vio a muchísimas niñas y a personas con shorts verdes y sudaderas blancas que reconoció como monitores.
Las niñas tenían el equipaje en su mano. Todas tenían su edad o por lo menos estaban cerca (en internet había leído que la edad límite era diecisiete, y lo menos catorce). Los monitores se veían mayores. La edad a partir de la que podían ser monitores era veinte, y la mayoría lucía joven, aunque también había algunos que pasaban los treinta o incluso los cuarenta.
Grace se bajó del auto cuando llegaron al estacionamiento. Su papá se bajó después de ella para abrir el maletero del auto. Cuando Grace iba a poner una mano en su equipaje, otra mano, un poco más alargada y pálida la apartó.
—Oh, no se preocupen por eso. Lo llevaremos nosotros a tu cabaña. Tú puedes ir a registrarte por allá. —su delicada mano señaló hacia una fila frente a una mesa donde otros dos monitores registraban a las chicas que llegaban— Soy Elle, por cierto. Él es Liam.
Grace se giró para ver a la monitora. Debía tener a lo mucho unos veinticinco, y sonreía como si fuera el día más feliz de su vida. Tenía cabello largo y negro, y los ojos más azules que Grace había visto en su vida, era alta y bonita, y usaba el uniforme de los monitores. El monitor a su lado tenía cabello castaño y corto, y sus ojos avellana combinados con su sonrisa inspiraban confianza y calidez.
—Claro, claro. Iré a registrarme —Grace asintió con la cabeza y rodeó a Elle y a Liam, que ya estaban tomando su equipaje, para poder abrazar a su papa—. Todavía te odio, ¿estamos?
Su papa la abrazó de vuelta y le dio un beso en la frente.
—Sé buena, Grace.
Grace asintió con la cabeza, sintiendo una punzada en el estómago al recordar su sueño, y se separó, sonriéndole a su papá y agitando la mano en señal de despedida. Una vez que Elle y Liam tomaron su equipaje, su papá cerró el maletero, se subió al auto, y se fue.
Grace soltó un suspiro y caminó hacia la mesa de registro. Se formó detrás de una chica que debía tener su edad, con cabello pelirrojo y corto. Estaba de espaldas, por lo que no podía verle la cara. Hablaba con otras dos niñas, ambas de cabello castaño y ojos café oscuro. Se veían como hermanas.
—… y no traje repelente de insectos. Lo que, obviamente, significa que seré alimento de mosquitos —alcanzó escuchar Grace decir a la pelirroja—. No basta con que tenga piernas tan blancas que parezco fantasma. No, también hay que ponerle piquetes. —se quejó, cambiando el peso de una pierna a otra.
Una de las hermanas frente a ella soltó una exclamación. La otra la miró.
—¿Sue? —Arqueó una ceja— ¿Trajiste el repelente, verdad?
Sue la miró con una mueca.
—Creo que no.
La otra hermana frunció el ceño.
—Yo tengo de sobra —dijo Grace, haciendo que las tres chicas se voltearan. La pelirroja tenía pecas cubriendo sus mejillas y ojos azul oscuro. Tenía el tipo de cara que ves en Irlanda, o quizá en Inglaterra. Pero por su acento, Grace dedujo que debía de ser de Texas—. Mi papá es un paranoico y empacó dos botes grandes. Puedo prestarles uno, si quieren. —se encogió de hombros.
La pelirroja le sonrió.
—¿De verdad? Salvarías mi vida.
—Claro. —contestó Grace, sonriendo de vuelta.
—Soy Claire. Ellas son Sue y Sarah. —apuntó a cada una respectivamente, y las dos sonrieron y agitaron su mano en el aire.
—Yo soy Grace.
—¿En qué cabaña te quedarás? —preguntó Sarah, caminando a medida que la fila avanzaba.
—No lo sé. Supongo que en la que me pongan.
Claire negó con la cabeza, luciendo casi horrorizada.
—Ni hablar. Te quedarás con nosotras. No me voy a arriesgar a que te pongan con Charlotte o Lena para que te hagan bromas y te hagan limpiar la cabaña. Eres demasiado amable para ellas. Además, tenemos un puesto libre, la que usualmente se quedaba con nosotras no vendrá este año. ¿Así que, están de acuerdo? —miró a Sue y Sarah.
—Claro. —contestó Sarah.
—Estamos en la cabaña ocho. —dijo Sue, sonriendo.
Un gran peso se liberó del pecho de Grace. Había pensado que esto sería mucho más difícil de lo que estaba siendo. Creyó que en los dos meses y medio que estaría ahí nadie le hablaría y tendría que ser silenciosa en su cabaña. Sintió ganas de abrazar a las tres chicas y asfixiarlas, pero le pareció que sería muy pronto para lo poco que se conocían. De todas formas, les agradeció con la sonrisa más sincera que salió de su corazón y se prometió a si misma tratar a esas chicas lo más amablemente que pudiera.
Grace no trataba amablemente a las personas. Pero cuando te ofrecen quedarte con ellas para salvarte de una alberca de tiburones, eso es lo menos que puedes hacer para agradecerles.
.—¡Grace! Veo que ya hiciste amigas. —Elle paso al lado de Sue y Sarah y palmeó sus hombros— Sean buenas con ella, chicas. —les guiñó un ojo y luego se alejó, yendo directamente hacia una cabaña de la que salían y entraban bastantes personas. A juzgar por el humo que salía de la chimenea, Grace supuso que debía ser el equivalente a una cafetería.
Sarah y Sue hicieron una mueca de asco. Claire rodó los ojos.
—Ah, vamos, ¿aún no lo superan?
—¿Superar qué? —preguntó Grace, confundida.
—Venimos aquí desde hace dos años. Elle ha estado desde que llegamos, y sí, puede que su sonrisa sea muy falsa y ella sea muy tonta pero no nos ha hecho nada.
Sue torció la boca.
—Nada más que ser novia de Harry.
—¿Quién? —Grace frunció el ceño. Aún no entendía de lo que hablaban.
—Harry Styles. Él llegó el año pasado y es menor que ella. Elle tiene veinticuatro y Harry veintiuno.
—¿Por qué una chica estaría con alguien menor que ella?
—Porque Harry es el hombre más guapo que he visto en toda mi vida. —soltó Sarah.
—Estoy de acuerdo. —dijo Sue.
Caire rio.
—No es para tanto. Se ve bien cuando se quita la playera. Y cuando sale de nadar. Y cuando…
Sarah soltó un sonido de indignación.
—Harry se vería guapo vestido de mono y con una piña en la cabeza, Claire, ¿qué pasa contigo?
Claire suspiró y se dio por vencida.
—Está bien, tienen razón.
—¡Pero esa no es razón para odiar a Elle! —se quejó Grace.
—Lo es si tomas en cuenta que si le hablas a Harry, ella se encargará de que te toque limpiar la cafetería, y de que te caigas en la tirolesa, y de que tu kayak se voltee en los rápidos.
Grace hizo una mueca.
—Oh. —no podía imaginarse a Elle haciendo todas esas cosas… y menos por un chico— Opino que le dan mucho importancia a ese tal Harry.
—¡Todo el campamento le da mucha importancia! —exclamó Sue.
Sarah asintió, mostrando que estaba de acuerdo con su hermana.
Grace notó que había dejado de llover, pero el camino de tierra rojiza debajo de ella tardaría toda la noche y parte del día en secar. En los requerimientos del campamento habían advertido que habría días fríos y días cálidos. Grace había decidido irse preparada para cualquier cosa y llevaba tenis, shorts, y una gruesa sudadera. Las elecciones de Sue y Claire eran parecidas a las de ella, pero Sarah llevaba un conjunto completo de pants.
—Mañana por la noche, en la fogata, verás que es verdad que a todo el campamento le gusta. Hasta tenemos apuestas relacionadas a él, ¡es tan divertido! —dijo Sarah, palmeando suavemente el hombre de Grace. Las tres chicas rieron.
Grace rodó los ojos.
—De todas formas no entiendo cómo es que Elle puede ser tan mala por un chico. Tampoco entiendo por qué hablan de Harry como si fuera un Dios griego, es sólo un chico. Simplemente, no entiendo la situación.
Sólo faltaba una persona para que fuera el turno de Sue en la fila de registros, pero en cuanto las tres chicas terminaron de escuchar lo que Grace acababa de decir, se sonrieron mutuamente, la tomaron por los brazos y la empujaron frente a Sue.
—Estás a punto de entender. —susurró Claire en su oído.
—¿Qu- —Grace se cortó a la mitad de la palabra cuando la chica que se estaba registrando frente a ella terminó y se alejó.
—¿Nombre? —peguntó una voz grave, pero al mismo tiempo infantil.
Frente a ella estaba, en efecto, el hombre más guapo que Grace había visto en su vida. Es decir, sí, su novio West era guapo… pero lo que tenía en frente era irreal. Los rizos brillaban ligeramente cada que se movían por la corriente de aire. Su sonrisa era amplia y perfecta. Sus hoyuelos eran adorables, y sus ojos verde esmeralda miraban a Grace esperando una respuesta.
—Uh… ¿qué? —fue lo único que salió de la boca de Grace. Sabía que se escuchaba estúpida, porque oyó las risitas de sus nuevas amigas detrás de ella, pero no podía evitarlo.
Harry alejó el extremo de la pluma de sus labios y rio de la forma más adorable posible.
—Pregunté tu nombre.
—Yo… um…
Ahora Grace entendía.
Vaya que entendía.