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Seamos Honestos (Dont Lie To Me) Joe&Tu HOT(TERMINADA)

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Seamos Honestos (Dont Lie To Me) Joe&Tu HOT(TERMINADA) - Página 6 Empty Re: Seamos Honestos (Dont Lie To Me) Joe&Tu HOT(TERMINADA)

Mensaje por AniitaRP4 Lun 01 Abr 2013, 6:26 am

SIGUELA!!!DDDD:
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Seamos Honestos (Dont Lie To Me) Joe&Tu HOT(TERMINADA) - Página 6 Empty Re: Seamos Honestos (Dont Lie To Me) Joe&Tu HOT(TERMINADA)

Mensaje por Samantha Lun 01 Abr 2013, 2:35 pm

waaa siguela quiero saber que pasa :ilusion:
Samantha
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Seamos Honestos (Dont Lie To Me) Joe&Tu HOT(TERMINADA) - Página 6 Empty Re: Seamos Honestos (Dont Lie To Me) Joe&Tu HOT(TERMINADA)

Mensaje por AniitaRP4 Lun 01 Abr 2013, 6:53 pm

:////////// otra que no la sigue!:/
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Seamos Honestos (Dont Lie To Me) Joe&Tu HOT(TERMINADA) - Página 6 Empty Re: Seamos Honestos (Dont Lie To Me) Joe&Tu HOT(TERMINADA)

Mensaje por AniitaRP4 Mar 02 Abr 2013, 10:33 am

:333
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Seamos Honestos (Dont Lie To Me) Joe&Tu HOT(TERMINADA) - Página 6 Empty Re: Seamos Honestos (Dont Lie To Me) Joe&Tu HOT(TERMINADA)

Mensaje por MileyCyruZ Mar 02 Abr 2013, 10:44 pm

Hola chicas jhajha no es que ya no valla a seguir la novela pero es que a veces entro a checar y como no hay comentarios puespienso que no han leido y me espero tiempo ñ.ñ por esoo bueno ya aqui les dejo el capitulo de hoy


Seamos Honestos (Dont Lie To Me) Joe&Tu HOT(TERMINADA) - Página 6 529026_440096532745313_2057160319_n

Capitulo 17
Me puse de pie de inmediato.
—No —me advirtió con un oscuro susurro—. Todavía no vas a salir corriendo. No hemos terminado.
—No sabes de lo que hablas. —Estar dominada por alguien... ¡Perder mi derecho a decir no! Eso no iba a volver a ocurrir—. Sabes por lo que he pasado. Necesito el control tanto como tú.
—Siéntate,______. Me quedé de pie, sólo por demostrar que tenía razón. Su sonrisa se amplió y yo me derretí por dentro.
—¿Tienes idea de lo loco que estoy por ti? —murmuró.
—Sí que estás loco, si crees que voy a aceptar que me estén dando órdenes, sobre todo en el sexo.
—Vamos, _______. Sabes que no quiero golpearte, castigarte, hacerte daño, degradarte ni darte órdenes como si fueras un perro. Eso no son cosas que ninguno de los dos necesitamos. —Joe se inclinó hacia delante y apoyó los codos sobre el escritorio—. Tú eres lo más importante que hay en mi vida. Quiero protegerte y hacer que te sientas segura. Por eso estamos hablando de esto. Dios mío. ¿Cómo podía ser tan maravilloso y, a la vez, estar tan loco?
—¡Yo no necesito que me dominen!
—Lo que necesitas es alguien en quien confiar. No. Cierra la boca, _______. Vas a esperar hasta que yo haya terminado. Seguí protestando mientras balbuceaba hasta quedar en silencio.
—Me has pedido que vuelva a familiarizar tu cuerpo con actos que anteriormente habían utilizado para hacerte daño y aterrorizarte. No sabes cuánto significa para mí tu confianza y lo que me pasaría si yo traicionara esa confianza. No puedo arriesgarme, _______. Tenemos que hacerlo bien. Me crucé de brazos.
—Supongo que estoy tonta perdida. Creía que nuestra vida sexual era alucinante. Dejando la copa sobre el escritorio, Joe continuó hablando como si yo no hubiese dicho nada.
—Me has pedido que satisfaga una necesidad tuya y yo he aceptado. Ahora tenemos que...
—Si no soy lo que quieres, ¿por qué no lo dices de una vez? —Dejé el marco de fotos y la copa antes de hacer con ellos algo de lo que me pudiese arrepentir—. No trates de arreglarlo con...
Rodeó el escritorio y se acercó a mí antes de que yo pudiese dar dos pasos atrás. Su boca selló la mía y sus brazos me aprisionaron. Tal y como había hecho antes, me llevó hasta una pared y me contuvo contra ella, agarrándome las muñecas con las manos y subiéndolas por encima de mi cabeza. Atrapada, no pude hacer nada mientras doblaba sus piernas y me golpeaba la vagina con su larga y rígida erección. Una vez, dos. La seda provocaba un sonido áspero sobre mi clítoris hinchado. El mordisco de sus dientes sobre mi pezón cubierto hizo que sintiera un escalofrío. Ahogando un grito, me hundí en su abrazo.
—¿Ves lo fácil que te entregas cuando yo tomo el control? —Sus labios recorrieron el arco de mi frente—. Y te gusta, ¿verdad? Te hace sentir bien.
—Esto no es justo —dije mirándole fijamente. ¿Cómo podía esperar que reaccionara de otro modo? Por muy preocupada y confundida que estuviera, sentía una atracción desesperada por él.
—Por supuesto que lo es. Y también es verdad. Pasé la mirada por aquella espléndida melena de cabello negro y las líneas cinceladas de su rostro incomparable. El deseo que yo sentía era tan intenso que dolía. El daño que se ocultaba en su interior hacía que no pudiera hacer otra cosa más que amarle más. Había veces en las que creía que en él había encontrado mi otra mitad.
—No puedo evitar que me excites —murmuré—. Se supone que fisiológicamente mi cuerpo debe ablandarse y relajarse para que puedas meter tu polla grande dentro de mí.
—_______, seamos sinceros. Tú quieres que yo tenga todo el control. Para ti es importante que puedas confiar en que yo voy a cuidar de ti. No hay nada malo en ello. Para mí es importante lo contrario. Necesito que confíes en mí lo suficiente como para dejarme ese control. Yo no podía pensar cuando él se apretaba contra mí, cuando mi cuerpo era ansiosamente consciente de cada centímetro de su piel.
—No soy sumisa.
—Estás conmigo. Si echas la vista atrás te darás cuenta de que has estado rindiéndote ante mí todo el tiempo.
—¡Eres bueno en la cama! Y tienes más experiencia. Claro que voy a dejar que me hagas lo que quieras. —Me mordí el labio inferior para impedir que siguiera temblando.
—Tonterias, _______. Sabes cuánto disfruto haciéndote el amor. Si pudiera hacer lo que me diera la gana, no podría hacer otra cosa. No estamos hablando de juegos que me den morbo.
—Entonces, ¿estamos hablando de lo que me da morbo a mí? ¿Es eso?
—Sí, eso creo. —Frunció el ceño—. Estás enfadada. No he pretendido...
Mierda. Creía que hablarlo nos ayudaría. Sentí un escozor en los ojos y, a continuación, se inundaron de lágrimas. Él parecía tan herido y confuso como yo.
—Joe, me estás partiendo el corazón. Soltándome las muñecas, dio un paso atrás y me tomó en brazos, sacándome de su despacho y recorriendo el largo pasillo hasta una puerta cerrada.
—Ábrela —dijo en voz baja. Entramos en una habitación iluminada por velas que seguía oliendo ligeramente a recién pintada. Durante unos segundos, me sentí desorientada, incapaz de entender cómo habíamos salido del apartamento de Joe y entrado en mi dormitorio.
—No lo entiendo. —Al decir aquello me quedaba corta, pero mi cerebro seguía tratando de superar la sensación de haber sido teletransportada de una casa a la otra—. Tú... ¿me he mudado a vivir contigo?
—No del todo. —Me dejó en el suelo, pero mantuvo un brazo alrededor de mí—. He recreado tu habitación basándome en la fotografía que te hice mientras dormías.
—¿Por qué? ¿Qué demonios? ¿Quién era capaz de hacer algo así? ¿Todo aquello era para evitar que yo presenciara sus pesadillas?
Aquella idea me destrozó aún más el corazón. Sentí como si Joe y yo nos estuviéramos separando cada vez más por momentos. Pasó sus manos por mi pelo húmedo, lo cual no hizo más que acrecentar mi inquietud. Me dieron ganas de apartarle la mano y alejarme de él, al menos, lo que medía la habitación. O quizá dos habitaciones.
—Si sientes la necesidad de salir corriendo —dijo con voz suave—, puedes venir aquí y cerrar la puerta. Prometo no molestarte hasta que estés lista. Así tendrás tu lugar seguro y sabré que no me has dejado. Por mi mente pasaron un millón de preguntas y conjeturas, pero la que más resaltaba era:
—¿Vamos a seguir compartiendo la cama para dormir? Los labios de Joe me acariciaron la frente.
—Cada noche. ¿Cómo puedes pensar lo contrario? Háblame,______. ¿Qué está pasando por esa preciosa cabecita tuya?
—¿Que qué está pasando por mi cabeza? —pregunté con brusquedad—. ¿Qué cojones pasa por la tuya? ¿Qué te ha pasado en los cuatro días en que rompimos? Apretó la mandíbula.
—Nunca hemos roto, ______. El teléfono sonó en la otra habitación. Maldije entre dientes. Yo quería que habláramos y quería que se fuera, las dos cosas a la vez. Me apretó los hombros y, a continuación, me soltó.
—Es nuestra cena. No le seguí cuando salió. Estaba demasiado nerviosa como para comer. En lugar de eso, me arrastré hasta la cama, que era exactamente como la mía, y me acurruqué alrededor de una almohada cerrando los ojos. No oí a Joe volver, pero lo sentí cuando se detuvo al borde de la cama.
—Por favor, no me hagas comer solo —dijo tras mi espalda tensa.
—¿Y por qué no simplemente me ordenas que coma contigo? Suspiró y, después, se tumbó sobre la cama abrazándome por detrás. Agradecí su calor, que ahuyentó el frío que me había puesto la piel de gallina. Él no dijo nada durante un buen rato. O quizá fuera que se sentía a gusto conmigo. Sus dedos acariciaron mi brazo cubierto de seda.
—_______, no puedo soportar que seas infeliz. Háblame.
—No sé qué decir. Creía que por fin estábamos llegando a un punto en que las cosas entre nosotros se suavizarían. —Me abracé con más fuerza a la almohada.
—No te pongas tensa, ______. Me duele ver que te apartas de mí. Yo sentía que era él quien me apartaba. Dándome la vuelta, lo empujé para que se pusiera de espaldas; después, me subí encima de él y la bata se me abrió cuando monté a horcajadas sobre él. Pasé la palma de mis manos por su fuerte pecho y arañé su piel bronceada con las uñas. Ondulé las caderas por encima de él mientras acariciaba mi coño desnudo sobre su polla. A través de la fina seda de sus pantalones pude sentir cada bulto y cada vena gruesa. Por el modo en que se oscurecieron sus ojos y su boca esculpida se abrió con una respiración acelerada, supe que él también podía notar el contorno y el calor húmedo de mi.
—¿Te resulta tan desagradable esto? —pregunté moviendo mi cadera—. ¿Estás ahí tumbado pensando que no me estás dando lo que quiero porque soy yo la que tiene el control?
Joe puso las manos sobre mis muslos. Incluso aquella caricia inconsciente me pareció dominante. La irritabilidad y la mirada afilada que detecté en él no mucho tiempo atrás de repente tuvo sentido. Ya no refrenaba su fuerza de voluntad. La tremenda energía que se enroscaba dentro de él la dirigía ahora hacia mí como una oleada de calor.
—Ya te lo he dicho —dijo con voz ronca—. Te aceptaré del modo que sea.
—Sí, vale. No creas que no me estoy dando cuenta de que estás controlándome desde abajo. Sonrió divertido y sin mostrar remordimiento. Me deslicé hacia abajo y jugueteé con el disco liso de su pezón con la punta de mi lengua. Lo cubrí como había hecho él anteriormente, extendiendo mi cuerpo sobre su cadera y sus piernas y acariciando con mis manos su precioso culo para apretar la carne dura y atraerlo hacia mí. Su polla era una columna gruesa bajo mi vientre, renovando mi feroz apetito de él.
—¿Vas a castigarme dándome placer? —me preguntó en voz baja—. Porque puedes hacerlo. Puedes ponerme de rodillas, _______. Dejé caer la frente sobre su pecho y expulsé el aire de mis pulmones con un fuerte suspiro.
—Ojalá.
—Por favor, no te preocupes tanto. Superaremos esto junto a todo lo demás. Entrecerré los ojos.
—Estás demasiado seguro de llevar la razón. Intentas demostrar que la tienes.
—Y tú podrías demostrar que la tienes tú. —Joe se lamió el labio inferior y mi sexo se apretó con un deseo silencioso. Había en sus ojos una profunda y brillante emoción. Ocurriera lo que ocurriera después en nuestra relación, no había duda de que estábamos enredados el uno en el otro. Y yo estaba a punto de demostrarlo en vivo. El cuello de Joe se arqueó cuando moví mi boca por su torso.
—Ah, _______.
—Tu mundo está a punto de sufrir una sacudida, señor Jonas. Así fue. Me aseguré de ello.
Sintiéndome tontorrona tras mi triunfo femenino, me senté en la mesa del comedor de Joe y lo recordé tal y como había estado poco antes: mojado por el sudor y jadeante, maldiciendo mientras yo me tomaba mi tiempo para saborear su delicioso cuerpo. Dio un bocado a su filete, que se había mantenido caldeado gracias a un calienta platos, y dijo con voz calmada:
—Eres insaciable.
—Obvio. Eres guapo, sexy y estás muy bien dotado.
—Me alegra que te guste. También soy tremendamente rico. Moví una mano con aire despreocupado por todo lo que debía ser un apartamento de cincuenta millones de dólares.
—¿A quién le importa eso?
—Bueno, la verdad es que a mí sí. Clavé el tenedor en una patata frita pensando que la comida del restaurante de Peter Luger era casi tan buena como el sexo. Casi.
—Sólo me interesa tu dinero si eso implica que puedes dejar de trabajar para andar por ahí desnudo como mi esclavo sexual.
—Podría permitírmelo económicamente, sí. Pero te aburrirías y me dejarías y, entonces, ¿qué haría yo? —Me miró con ojos cálidos y divertidos—. Crees que has demostrado tener razón, ¿no? Mastiqué y, después, dije:
—¿Quieres que vuelva a demostrártelo?
—El hecho de que sigas estando bastante caliente como para querer hacerlo demuestra que soy yo quien tiene razón. Me terminé el vino.
—Mmm. ¿Estás planeando algo? Me lanzó una mirada y, con indiferencia, dio otro bocado al más tierno de los filetes que yo había comido nunca. Impaciente y preocupada, respiré hondo y pregunté:
—Si nuestra vida sexual no te satisficiera, ¿me lo dirías?
—No seas ridícula,______. ¿Qué otra cosa podría haber provocado que él sacara aquella conversación tras nuestra ruptura de cuatro días?
—Estoy segura de que no ayuda el hecho de que no soy el tipo de chica con el que sueles estar. Y no hemos utilizado ninguno de esos juguetes que tenías en el hotel...
—Deja de hablar.
—¿Perdona? Joe dejó los cubiertos sobre la mesa.
—No voy a escuchar cómo haces trizas tu autoestima. —
¿Qué? Eres tú él único que consigue hablar siempre.
—Puedes buscar pelea conmigo,______, pero aun así, no vas a joderte.
—¿Quién ha dicho...? —Cerré la boca mientras él me fulminaba con la mirada. Tenía razón. Seguía deseándolo. Quería tenerlo encima de mí, con una lujuria explosiva, tomando el control absoluto tanto de mi placer como del suyo. Levantándose de la mesa, dijo con sequedad:
—Espera aquí. Cuando volvió un momento después, colocó una cajita de piel negra junto a mi plato y volvió a sentarse. Aquella visión me sacudió como si de un golpe físico se tratase. Al principio, sentí miedo, me quedé helada. A lo que rápidamente le siguió un deseo candente. Las manos me temblaban en el regazo. Junté los dedos y me di cuenta de que todo el cuerpo me temblaba. Sin saber qué hacer, levanté la mirada hacia el rostro de Joe. Sentir sus dedos acariciándome la mejilla calmó gran parte de la palpitante inquietud que sentía en mi interior y dejó atrás la horrible ansiedad.
—No se trata de ese anillo —murmuró suavemente—. Todavía no. No estás preparada. Algo en mi interior se marchitó. Después, el alivio me invadió. Era demasiado pronto. Ninguno de los dos estaba preparado. Pero si alguna vez me había preguntado si estaba profundamente enamorada de Joe, entonces lo supe. Asentí.
—Ábrelo —dijo. Con dedos cautelosos, me acerqué la caja y abrí la tapa.
—Vaya. Entre la piel negra y el terciopelo había un anillo como no había visto otro. Dos tiras de oro que imitaban una cuerda se entrelazaban y estaban adornadas con diamantes en forma de equis. Murmuré:
—Cadenas unidas por cruces. Joseph Jonas.
—No exactamente. Para mí las cuerdas representan los muchos hilos que hay en ti, no implica nada de esclavitud. Pero sí, las equis son mi forma de aferrarme a ti. Como si fuese a través de mis uñas. —Se terminó la copa de vino y volvió a llenar las dos. Yo me quedé sentada e inmóvil, sorprendida, tratando de asimilar todo aquello. Todo lo que había hecho mientras estábamos separados: las fotos, el anillo, el doctor Petersen, la réplica del dormitorio y quienquiera que hubiese estado siguiéndome. Todo ello me decía que nunca me había alejado de su mente, si es que alguna vez me había salido de ella.
—Me devolviste las llaves —susurré, recordando aún aquel dolor. Estiró la mano y cubrió con ella la mía.
—Hay muchas razones por las que lo hice. Te fuiste sin llevar nada puesto más que una bata,_______, y sin tus llaves. No puedo soportar pensar qué habría ocurrido si Cary no hubiese estado en casa para dejarte entrar en ese momento. Levantando su mano hasta mi boca, la besé y luego la solté y cerré la tapa de la caja.
—Es precioso, Joe. Gracias. Significa mucho para mí.
—Pero no te lo pones. —No era una pregunta.
—Después de la conversación que hemos tenido esta noche, me parece más como un collar de perro. Unos segundos después, asintió.
—No te equivocas del todo. Me dolía el cerebro y el corazón. Cuatro noches durmiendo inquieta no ayudaban. No podía comprender por qué pensaba que yo era tan necesaria aun cuando yo sentía lo mismo por él. Había miles de mujeres sólo en Nueva York que podrían ocupar mi puesto en su vida, pero solamente había un Joe Jonas.
—Siento como si te estuviera decepcionando, Joe. Después de todo lo que hemos hablado esta noche... Creo que éste es el principio del fin. Apartando su silla, se inclinó sobre mí y me acarició la mejilla.
—No lo es.
—¿Cuándo vamos a ver al doctor Petersen?
—Los martes iré yo solo. Después de que tú hables con él para la terapia de parejas, podemos ir juntos los jueves.
—Dos horas a la semana, todas las semanas. Sin incluir el camino de ida y el de vuelta. Eso es comprometerse mucho. —Levanté la mano y le aparté el pelo de la mejilla—. Gracias. Joe me cogió la mano y me besó en la palma.
—No es ningún sacrificio,________. E
ntró en su despacho para trabajar un poco antes de irse a la cama y me llevé la caja del anillo al baño del dormitorio principal. Lo examiné con más atención mientras me cepillaba los dientes y el pelo. Había cierta sensación de necesidad por debajo de mi piel, un persistente grado de excitación que no tenía lógica considerando la cantidad de orgasmos que ya había tenido a lo largo de ese día. Se trataba de una necesidad emocional de conectar con Joe, de asegurarme de que estábamos bien. Agarrando la caja en la mano, me dirigí a mi lado de la cama de Joe y la dejé sobre la mesa de noche. Quería que estuviera donde pudiera verla nada más despertar, tras haber dormido toda la noche. Con un suspiro, dejé mi preciosa bata nueva sobre los pies de la cama y me metí en ella. Me desperté en mitad de la noche al notar un pulso acelerado y una respiración rápida y superficial. Desorientada, me quedé quieta un momento, mientras volvía en mí y recordaba dónde estaba. Me puse tensa cuando desperté del todo y agucé el oído para escuchar si Joe estaba teniendo otra pesadilla. Cuando vi que estaba tumbado tranquilamente a mi lado respirando profundamente y con normalidad, me relajé con un suspiro. ¿A qué hora había vuelto por fin a la cama? Tras los días que habíamos pasado separados, me preocupó que quizá tuviera la necesidad de estar solo. Entonces, lo sentí. Estaba excitada. Desesperadamente. Tenía los pechos apretados y pesados y los pezones duros. Estaba ansiosa y tenía el sexo húmedo. Tumbada allí en la oscuridad iluminada por la luna, me di cuenta de que había sido mi propio cuerpo quien me había despertado con sus exigencias. ¿Había tenido algún sueño erótico? ¿O era suficiente con que Joe estuviera tumbado a mi lado? Apoyándome en los codos, lo miré. La sábana y el edredón se le habían bajado hasta la cintura y dejaban desnudos su esculpido pecho y sus bíceps. Tenía el brazo derecho extendido por encima de la cabeza, enmarcando la caída de su pelo oscuro alrededor de su rostro. Su brazo izquierdo yacía entre los dos sobre las mantas y la mano se cerraba en un puño que liberaba la red de gruesas venas que recorrían sus antebrazos. Incuso en reposo parecía feroz y poderoso. Fui más consciente de la tensión que había en mi interior, la sensación de que me atraía hacia él el esfuerzo silencioso de su imponente voluntad. No era posible que estuviera exigiendo mi rendición mientras dormía y, sin embargo, yo lo sentía así, sentía cómo esa cuerda invisible que existía entre los dos tiraba de mí hacia él. Las punzadas entre mis piernas se volvieron insoportables y apreté una mano contra aquella fuerte vibración, esperando aliviar el ansia. Pero la presión lo empeoró. No podía quedarme quieta. Retirando la colcha, deslicé las piernas por fuera del colchón y pensé en probar a tomarme un vaso de leche caliente con el brandy que Joe me había ofrecido antes. De repente, me detuve, fascinada por el reflejo de la piel de la caja del anillo que estaba en la mesilla. Pensé en la joya que había en su interior y el deseo aumentó. En ese momento, la idea de que Joe me pusiera un collar de perro me llenó de una acalorada ansia. Simplemente estás cachonda, me reprendí. Una de las chicas del grupo había hablado de cómo su «amo» utilizaba el cuerpo de ella en el momento y del modo que él quería, buscando solamente su propio placer. No vi en ello nada que me pareciera erótico... hasta que introduje a Joe en aquella imagen. Me encantaba darle morbo. Me encantaba hacer que se corriera. Simplemente porque sí. Acaricié con los dedos la tapa de la diminuta caja. Con un suspiro tembloroso, la cogí y la abrí. Un momento después, me estaba deslizando el frío anillo por el dedo anular de la mano derecha.
—¿Te gusta, ______? Un escalofrío me recorrió el cuerpo al escuchar la voz de Joe, más profunda y dura de lo que la había oído nunca. Estaba despierto, observándome. ¿Cuánto tiempo llevaba consciente? ¿Estaba sintonizado con mi sueño como yo parecía estarlo con el suyo?
—Me encanta. «Te quiero». Dejando la caja, giré la cabeza y vi que estaba sentado. Sus ojos brillaban de un modo que me excitó tremendamente, pero también me asustaban. Se trataba de una mirada desprotegida, como la que literalmente me había hecho caer de culo cuando nos conocimos. Abrasadora y posesiva, llena de oscuras amenazas de éxtasis. Su maravilloso rostro desprendía dureza entre las sombras y tensó la mandíbula mientras se llevaba mi mano derecha hasta la boca y besaba el anillo que me había regalado. Me moví para ponerme de rodillas en la cama y le pasé los brazos alrededor del cuello.
—Tómame. Hazme lo que quieras. Colocó las manos sobre mi culo y apretó.
—¿Qué se siente al decir eso?
—Casi tan bien como los orgasmos que vas a darme.
—Vaya, un desafío —Pasó la punta de la lengua por mis labios, provocándome con la promesa de un beso que deliberadamente se reservaba.
—¡Joe!
—Túmbate, cielo, y agárrate a la almohada con las dos manos. —Sonrió maliciosamente—. No te sueltes bajo ningún concepto, ¿entendido?
Tragué saliva e hice lo que me dijo, tan excitada que creí que me correría simplemente por los agitados espasmos de mi impaciente sexo. Con una patada, lanzó el edredón a los pies de la cama.
—Extiende las piernas y levanta las rodillas. Empecé a respirar con fuerza mientras los pezones se me ponían más duros, provocándome una profunda ansia en mi pecho. Dios, Joe estaba buenísimo así. Yo jadeaba por la excitación y la cabeza me daba vueltas, llena de posibilidades. La carne entre mis piernas se estremecía de deseo. Me habló con voz suave mientras recorría con el dedo índice mi resbaladiza entrada:
—Ah,_______. Estás muy deseosa de mí. Tener satisfecho este dulce coñito requiere dedicación completa. Ese único dedo rígido se introdujo en mí, separando mis hinchados tejidos. Apreté mi cuerpo alrededor del suyo, tan a punto de correrme que casi podía saborearlo. Él se retiró y se llevó la mano a la boca, lamiendo mi sabor, que había quedado impregnado en su piel. Arqueé las caderas involuntariamente para acercar mi cuerpo al suyo.
—Tú eres el culpable de que esté tan caliente —dije jadeando—. Has descuidado tus obligaciones durante varios días.
—Entonces, más vale que recupere el tiempo perdido. —Poniéndose boca abajo, colocó los hombros debajo de mis piernas y lamió la temblorosa entrada de mi cuerpo con la punta de la lengua. Dando una vuelta tras otra a su alrededor, sin tocarme el clítoris y absteniéndose de follarme aun cuando yo se lo suplicaba.
—Por favor, Joe.
—Calla. Primero tengo que prepararte.
—Lo estoy. Estaba lista para ti antes de que te despertaras.
—Entonces, deberías haberme despertado antes. Siempre cuidaré de ti, ______. No vivo para otra cosa. Con un quejido de angustia, levanté las caderas hacia esa lengua provocadora. Cuando estuve empapada por mi propia excitación, humedeciéndome desesperadamente, deseando que me introdujera cualquier parte de su cuerpo, se arrastró por encima de mí y se colocó entre mis piernas extendidas, apoyando los antebrazos sobre la cama. Me miró fijamente. Su polla, tremendamente caliente y dura como una piedra, yacía sobre los labios de mi sexo. Deseé que estuviera dentro de mí más de lo que deseaba respirar.
—Ya —dije entre jadeos—. Ahora. Con un experto movimiento de su cintura, se clavó dentro de mí, empujándome hacia la parte superior de la cama.
—¡Oh, Dios! —exclamé ahogando un grito, sacudiéndome eufórica alrededor de la gruesa columna de carne que me poseía. Eso era lo que yo necesitaba desde que habíamos hablado en su despacho de la casa, lo que ansiaba mientras me movía arriba y abajo montada sobre su férrea erección antes de la cena, lo que había necesitado cuando llegué al orgasmo rodeada por su fuerte cuerpo.
—No te corras —murmuró en mi oído, colocándome la palma de las manos sobre los pechos y frotando mis pezones con sus dedos pulgar e índice.
—¿Qué? —Estaba segura de que simplemente con que él respirara hondo, yo me correría.
—Y no sueltes la almohada. Joe empezó a moverse con un ritmo lento y perezoso. —Vas a querer hacerlo —susurró, rozando con la nariz el punto sensible que había bajo mi oreja—. Te encanta agarrarme el pelo y clavarme las uñas en la espalda. Y cuando estás a punto de correrte te gusta apretarme el culo para hacer que entre más profundo. Me pone muchísimo cuando te pones así de salvaje, cuando me demuestras lo mucho que te gusta sentirme dentro de ti.
—No es justo —me quejé, sabiendo que me estaba provocando deliberadamente. La cadencia de su voz áspera se acompasaba a la perfección con el incesante movimiento de su cadera—. Me estás torturando.
—Lo bueno se hace esperar. —Recorrió con la lengua el exterior de mi oreja y luego la metió dentro a la vez que tiraba de mis pezones Me sacudí con su siguiente empujón y casi me corrí. Joe conocía bien mi cuerpo, conocía todos sus secretos y sus zonas erógenas. Daba embistes perfectos con su polla dentro de mí, frotando una y otra vez el tierno lío de nervios que se estremecían de placer. Curvando la cintura, me penetró aún más e hizo estallar otros puntos. Yo solté otro sonido lastimero mientras ardía por él, con desesperada obsesión. Mis dedos se retorcían al agarrar la almohada y movía la cabeza ante la huracanada necesidad de llegar al orgasmo. Joe podía llevarme a él mientras frotaba mi interior, el único hombre que había sabido provocarme un intenso orgasmo vaginal.
—No te corras —repitió con voz ronca—. Haz que dure.
—No... puedo. Me gusta mucho. Dios, Joe... —Empezaron a salirme lágrimas por el rabillo de los ojos—. Me... vuelves loca.
Solté un pequeño grito, temiendo decir demasiado pronto la palabra «amor». Él frotó su mejilla contra mi cara húmeda.
—_____, he debido desearte tanto y tantas veces que, al final, no podías más que hacerte realidad.
—Por favor —supliqué—. Más despacio. Joe levantó la cabeza para mirarme, eligiendo ese momento para apretarme los pezones sólo con la fuerza suficiente como para infligirme un ligero dolor. Los músculos sensibles de mi interior se tensaron con tanta fuerza que su siguiente empujón me hizo gemir.
—Por favor —volví a suplicarle, temblando mientras me esforzaba por evitar el orgasmo que iba creciendo en mí—. Voy a correrme si no paras. Miraba mi rostro con ojos ardientes y su cintura seguía con sus arremetidas a un ritmo cuidado que, poco a poco, iba haciendo que perdiera la cordura.
—¿No quieres correrte, _______? —susurró con aquella voz que me llevaba al infierno con una sutil sonrisa—. ¿No es eso lo que has querido toda la noche? Arqueé el cuello mientras sus labios lo recorrían.
—Sólo cuando digas que puedo hacerlo —respondí entre jadeos—. Sólo... cuando tú lo digas.
—Cielo. —Acercó una mano a mi cara, apartándome los pelos que se me quedaban pegados a la piel con el sudor. Me besó profundamente, con veneración, lamiendo el interior de mi boca. Sí...
—Córrete para mí —me ordenó aligerando el ritmo—. Córrete, ________. Siguiendo sus órdenes, el orgasmo me golpeó como una explosión, sacudiendo mi cuerpo con una sobrecarga. Una oleada tras otra de ardiente calor me recorrió el cuerpo, contrayendo mi sexo y tensando todo mi ser. Grité, primero con un sonido inarticulado de placer agonizante y, después, con su nombre. Lo grité una y otra vez mientras él introducía su preciosa polla dentro de mí y prolongaba mi clímax antes de llevarme a otro orgasmo.
—Acaríciame —me espetó mientras yo caía debajo de él—. Abrázame. Liberándome de su orden de agarrarme a la almohada, lo atraje hacia mi cuerpo resbaladizo y sudado con brazos y piernas. Él me machacó con fuerza mientras llegaba enérgicamente a su orgasmo. Se corrió con un gruñido, echando la cabeza hacia atrás mientras se vaciaba dentro de mí durante un largo rato. Me agarré a él hasta que nuestros cuerpos se enfriaron y nuestra respiración se calmó. Cuando por fin Joe se salió de mí, no fue muy lejos. Me abrazó por la espalda y me susurró:
—Ahora, a dormir. No recuerdo si me quedé despierta el suficiente tiempo para poder contestarle.
MileyCyruZ
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Mensaje por AniitaRP4 Miér 03 Abr 2013, 10:25 am

SIGUEEEELAAA!!:3
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Mensaje por AniitaRP4 Jue 04 Abr 2013, 6:31 pm

SIGUELA!x)
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Mensaje por AniitaRP4 Vie 05 Abr 2013, 3:39 am

Siguelaaaaaa!D: Que te he hecho?!d:
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Mensaje por AniitaRP4 Sáb 06 Abr 2013, 10:14 am

SIGUELA!:c Pensaba que te iba a comprometer a terminarla!u_u
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Mensaje por JB&1D2 Sáb 06 Abr 2013, 3:31 pm

por que no la sigues???
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Mensaje por MileyCyruZ Sáb 06 Abr 2013, 10:48 pm

Hola chicas noo me maten apiadence de mi mañana es mi cumple numero 20 y me siento depree U_U y este maldito dolor de cabeza no me ayuda bueno aqui les dejo el capitulo y muchas gracias por comentar tenganme pacienciaa pliiss

Seamos Honestos (Dont Lie To Me) Joe&Tu HOT(TERMINADA) - Página 6 8153_440096542745312_1246937262_n

Capitulo 18
Los lunes por la mañana podían ser estupendos si se empezaban con Joe Jonas. Fuimos al trabajo con mi espalda apoyada a su lado y su brazo echado por encima de mi hombro, de modo que sus dedos se entrelazaban con los míos. Mientras él jugueteaba con el anillo que me había regalado, yo extendí las piernas y vi los tacones que me había comprado junto con otra ropa para ponerme cuando me quedara a dormir en su casa. Para empezar la nueva semana, me había decidido por un vestido de tubo de raya diplomática con un cinturón fino de color olivo que me recordaba a sus ojos. Tenía un gusto excelente, eso había que reconocerlo. A no ser que estuviera enviando a una de sus «conocidas» morenas a que fuera de tiendas... Alejé ese desagradable pensamiento de mi cabeza. Cuando miré los cajones que él había dejado libres para mí en su baño, encontré todos mis cosméticos y artículos de tocador habituales con los tonos que yo solía utilizar. No me molesté en preguntarle cómo lo sabía, porque eso podría haber hecho que me asustara. Por el contrario, decidí verlo como una prueba más de su carácter detallista. Pensaba en todo. El punto culminante de mi mañana había sido ayudar a Joe a ponerse uno de sus trajes enormemente atractivos. Le abotoné la camisa y él se la remetió entre los pantalones. Yo le subí la cremallera y él se apretó la corbata. Él se colocó el chaleco y yo le alisé el tejido elegantemente confeccionado por encima de su igual de elegante camisa, sorprendiéndome al descubrir que podía ser tan erótico verle ponerse la ropa que quitársela. Era como envolver mi propio regalo. Todo el mundo vería lo bonito que resultaba el envoltorio, pero sólo yo conocía al hombre que había dentro y su verdadero valor. Sus íntimas sonrisas y su profunda y ronca risa, la suavidad de su tacto y la fiereza de su pasión quedaban reservadas para mí. El Bentley se sacudió un poco al pasar por un bache de la carretera y Joe me apretó la mano.
—¿Qué planes tienes después del trabajo?
—Hoy empiezo mis clases de Krav Maga —No pude evitar la excitación que se desprendió de mi voz.
—Ah, es verdad. —Puso los labios sobre mi sien—. Sabes que voy a tener que vigilar que haces tus ejercicios. Sólo con pensarlo se me pone dura.
—¿No habíamos quedado ya en que a ti todo te la pone dura? —bromeé, dándole un suave golpe con el codo.
—Todo lo que tenga que ver contigo. Lo cual es una suerte para los dos, puesto que eres insaciable. Envíame un mensaje cuando hayas terminado y nos vemos en tu casa. Miré en mi bolso, saqué el móvil para ver si todavía tenía batería y vi un mensaje de Cary. Lo abrí y encontré un video junto con un mensaje: «¿Sabe X que su hermano es un ser despreciable? Mantente alejada de NV, nena. Besitos». Puse en marcha la reproducción pero tardé un momento en saber qué estaba viendo. Cuando lo comprendí, me quedé helada.
—¿Qué es? —preguntó Joe con los labios en mi pelo. Entonces, se puso tenso, por lo que supe que estaba mirando por encima de mi hombro. Cary había grabado un vídeo en la fiesta del jardín de los Vidal. Desde los setos de dos metros y medio de alto del fondo, cuando estaba en el laberinto, y desde las hojas que enmarcaban la pantalla, escondido. Las estrellas del espectáculo eran una pareja fundida en un abrazo pasional. La mujer sollozaba y hablaba con desesperación mientras él la besaba y la tranquilizaba con suaves caricias de sus manos. Estaban hablando de Joe y de mí, de cómo yo estaba utilizando mi cuerpo para meter las manos en su dinero.
—No te preocupes —le susurraba Nicholas a una desconsolada Demetria—. Ya sabes que Joe se aburre enseguida.
—Ha cambiado con ella. Creo que se ha enamorado. Él la besó en la frente.
—Ella no es su tipo. Los dedos que tenía entrelazados con los de Joe se tensaron. Mientras veíamos el vídeo, la conducta de Demetria fue cambiando poco a poco. Ella empezó a frotarse contra Nicholas, su voz se suavizó y su boca empezó a buscarlo. Para cualquier observador, estaba claro que él conocía bien el cuerpo de ella, dónde acariciar y dónde restregarse. Cuando ella reaccionó a la hábil seducción de él, éste le levantó el vestido y se la folló. Era obvio que se estaba aprovechando de ella. Se podía ver en la mirada triunfal y desdeñosa que había en su rostro mientras la penetraba hasta que ella se quedó sin fuerzas. Yo no reconocía al Nicholas que veía en la pantalla. Su cara, su gesto, su voz... era como si se tratase de un hombre distinto. Me sentí aliviada cuando el móvil se quedó sin batería y la pantalla se apagó de repente. Joe me envolvió en sus brazos. Suspiró con fuerza.
—Así es Nicholas.
—Un gilipollas. Ese engreimiento en su rostro... ¡Uf! —Sentí un escalofrío. Apretando sus labios contra mi pelo, murmuró:
—Yo creía que Demi estaría a salvo de él. Nuestras madres se conocen desde hace años. Se me olvida lo mucho que él me odia.
—¿Por qué? Durante un breve momento me pregunté si las pesadillas de Joe estaban relacionadas con Nicholas pero, después, aparté esa idea de mi mente. Ni hablar. Joe era varios años mayor y mucho más fuerte. Le podría dar a Nicholas una paliza.
—Piensa que yo recibía toda la atención cuando éramos más jóvenes —me explicó Joe con voz cansina—, porque todos estaban preocupados por cómo estaba llevando yo el suicidio de mi padre. Así que, él quiere lo que es mío. Todo aquello a lo que pueda echar mano.
Giré la cabeza hacia él y metí los brazos por debajo de su chaqueta para acercarme más. Había algo en su voz que hizo que me preocupara por él. La casa familiar era un lugar que, según dijo, aparecía en sus pesadillas y estaba muy alejado de su familia Nunca lo habían querido. Era así de simple... y complicado.
—¿Joe?
—¿Sí? Me retiré para mirarlo. Extendí la mano y recorrí con ella el marcado arco de su ceja.
—Te quiero. Un violento estremecimiento lo recorrió, lo suficientemente fuerte como para que yo también me estremeciera.
—No quiero asustarte —le aseguré enseguida, apartando la cara para darle algo de privacidad—. No tienes que decir nada al respecto. Simplemente, no quería que pasara un minuto más sin que supieras lo que siento. Ahora, olvídalo.
Con una de sus manos me agarró la nuca. La otra la escondió casi con violencia en mi cintura. Joe me sostuvo así, inmóvil, apretada contra él como si el viento pudiera llevárme. Su respiración era entrecortada y el corazón le latía con fuerza. No dijo una palabra más durante el resto del camino hacia el trabajo, pero tampoco me soltó. Pensé en volver a decírselo una vez más en el futuro, pero, para ser la primera vez, pensé que los dos lo habíamos hecho bien. A las diez en punto mandé que enviaran dos docenas de rosas rojas y tallo largo al despacho de Joe con una nota:
PARA CELEBRAR LOS VESTIDOS ROJOS Y LOS VIAJES EN LIMUSINA.
Diez minutos después, recibí un sobre interno con una tarjeta que decía:
HAGÁMOSLO OTRA VEZ, PRONTO.
A las once, envié un ramo de calas blancas y negras a su despacho con la nota:
EN HONOR A LOS VESTIDOS DE FIESTA BLANCOS Y NEGROS Y POR SER LLEVADA A RASTRAS A LA BIBLIOTECA.
Diez minutos después, obtuve su respuesta:
DENTRO DE UN MOMENTO TE VOY A ESTAR ARRASTRANDO POR EL SUELO...
A mediodía me fui de compras. A comprar un anillo. Fui a seis tiendas antes de encontrar el que me pareció absolutamente perfecto. Hecho de platino y tachonado con diamantes negros, se trataba de un anillo de apariencia industrial que me hizo pensar en poder y esclavitud. Era un anillo para alguien dominante, muy llamativo y masculino. Tuve que abrir una nueva cuenta de crédito en la tienda para poder cubrir su considerable precio, pero pensé que los meses de pagos que tenía por delante merecían la pena. Llamé al despacho de Joe y hablé con Scott, quien me ayudó a encontrar un descanso de quince minutos en el ocupado día de Joe para pasarme por ahí.
—Muchas gracias por tu ayuda, Scott.
—De nada. He disfrutado viendo cómo recibía tus flores hoy. Creo que nunca le había visto sonreír así.
Una cálida oleada de amor fluyó por mi cuerpo. Quería hacer feliz a Joe. Al igual que había dicho él, yo vivía para ello. Volví al trabajo con una sonrisa. A las dos mandé que enviaran un ramo de lirios atigrados al despacho de Joe y, a continuación, una nota privada a través de una comunicación interna:
COMO AGRADECIMIENTO POR TODO EL SEXO SALVAJE.
Su respuesta:
«NO VAYAS A KRAV MAGA. YO TE DARÉ TU DOSIS DE EJERCICIO».
Cuando dieron las cuatro menos veinte, cinco minutos antes de mi cita con Joe, me puse nerviosa. Me levanté de la silla con piernas temblorosas y me dirigí al ascensor para subir a su planta. Ahora que había llegado el momento de darle mi regalo, me preocupaba que quizá no le gustaran los anillos... Al fin y al cabo, no llevaba ninguno. ¿Era demasiado presuntuoso y posesivo por mi parte querer que él llevara uno sólo porque yo sí lo tenía? La recepcionista pelirroja no puso problema alguno para que yo entrara y cuando Scott me vio aparecer por el pasillo, me saludó con una amplia sonrisa. Cuando entré en el despacho de Joe, Scott cerró la puerta detrás de mí. Inmediatamente me sorprendió la encantadora fragancia de las flores y la calidez que aportaban a aquel despacho moderno y austero.
Joe levantó la mirada de su monitor, sorprendido de verme. Se levantó con fluidez.
—_______, ¿ocurre algo? Vi cómo cambiaba su actitud profesional hacia la personal.
—No, sólo que... —Tomé aire y me acerqué a él—. Tengo una cosa para ti.
—¿Más? ¿Me he olvidado de alguna ocasión especial? Coloqué la caja del anillo en el centro de su escritorio. Entonces, aparté la mirada con una sensación de intranquilidad. Dudaba seriamente de lo acertado de mi impetuoso regalo. Ahora me parecía una idea estúpida. ¿Qué podía decir yo para absolverle de toda culpa por no quererlo? Por si eso fuera poco, ese mismo día yo había dejado caer sobre él la bomba de la palabra «amor», y ahora había tenido que venir con el maldito anillo. Probablemente él estaría ya sintiendo los grilletes, arrastrándome con él en su huida. Y el lazo se iba tensando... Oí cómo se abría rápidamente la caja y cómo a Joe se le cortaba la respiración.
—_________. Su voz sonó oscura y peligrosa. Me giré con cautela, estremeciéndome ante la severidad de sus rasgos y la crudeza de su mirada. Sostenía la caja con fuerza.
—¿Es demasiado? —pregunté con aspereza.
—Sí. —Dejó la caja en la mesa y la rodeó—. Demasiado. No puedo quedarme sentado, no puedo concentrarme. No puedo sacarte de mi cabeza. Estoy jodidamente inquieto, y eso nunca me ha pasado en el trabajo. Estoy demasiado ocupado. Pero tú me tienes distraido.
Yo sabía muy bien lo exigente que debía ser su trabajo, pero no lo había tenido en cuenta cuando me entraron ganas de sorprenderle, una y otra vez.
—Lo siento, Joe. No se me había ocurrido. Él se acercó con un paso sensual, que insinuaba lo genial que era en la cama.
—No lo sientas. Hoy ha sido el mejor día de mi vida.
—¿De verdad? —Vi cómo se ponía el anillo en el dedo anular de su mano derecha—. Quería agradarte. ¿Se ajusta bien? He tenido que adivinar...
—Es perfecto. Tú eres perfecta —Joe me agarró de las manos y me besó el anillo y, después, me miró mientras yo repetía el mismo gesto—. Lo que tú me haces sentir, _______... duele. Me dio un vuelco el corazón.
—¿Tan malo es?
—Es maravilloso. —Colocó mi cara entre sus manos y el frío del anillo sobre mi mejilla. Me besó apasionadamente, con sus labios solícitos contra los míos y hundiendo la lengua en mi boca con gran habilidad. Yo quería más, pero me contuve, pensando que ya me había pasado suficiente para un día. Además, él se había distraído con mi inesperada aparición y no cubrió la pared de cristal para que tuviéramos algo de privacidad.
—Vuelve a decirme lo que me dijiste en el coche —susurró.
—Pues... no sé. —Le pasé la mano que tenía libre por el chaleco. Tenía miedo de volver a decirle que le quería. La primera vez le había afectado mucho y yo no estaba segura de que él hubiese comprendido del todo lo que eso significaba para los dos. Para él—. Eres terriblemente guapo, ¿sabes? Cada vez que te veo supone para mí un golpe a traición. De todos modos... No quiero arriesgarme a espantarte. Inclinándose hacia mí, acarició mi frente con la suya.
—Te arrepientes de lo que has dicho, ¿no? Todas esas flores, el anillo...
—¿Te ha gustado de verdad? —pregunté inquieta, dando un paso hacia atrás para examinar su cara y ver si decía la verdad—. No quiero que lo lleves si no te gusta. Pasó los dedos por mi oreja.
—Es perfecto. Es tal y como me ves. Estaré orgulloso de llevarlo. Yo estaba encantada de que lo tuviera. Por supuesto, era así porque él me tenía a mí.
—Si estás tratando de suavizar el golpe por retirar lo que has dicho... —empezó a decir, mientras su mirada delataba una sorprendente inquietud. No pude resistir la ligera súplica que había en sus ojos.
—Cada palabra era real, Joe.
—Te obligaré a decirlo otra vez —amenazó con seductor ronroneo—. Vas a gritarlo cuando haya acabado contigo. Sonreí y di un paso atrás.
—Vuelve al trabajo, malo. Me miró mientras yo me acercaba a la puerta.
—Te llevaré a casa a las cinco. Quiero tu coño desnudo y húmedo cuando bajes al coche. Si te tocas antes, no vayas a correrte o habrá consecuencias. Consecuencias. Un pequeño escalofrío me atravesó el cuerpo, pero era capaz de soportar ese temor. Confiaba en que Joe supiera cuánto podía presionarme.
—¿La tendrás dura y dispuesta? Una sonrisa sardónica se formó en sus labios.
—¿Cuándo no lo estoy contigo? Gracias por el día de hoy,______. Por cada minuto.
Le lancé un beso y vi cómo sus ojos se oscurecían. Su mirada permaneció conmigo durante el resto del día. Dieron las seis antes de que me pusiera en marcha hacia mi apartamento en un estado de desaliño tras haber sido bien follada. Sabía lo que se me venía encima cuando al salir del trabajo vi en la acera la limusina de Joe en lugar del Bentley. Él casi me abordó cuando subí a la parte de atrás y, a continuación, procedió a demostrar sus fenomenales habilidades orales antes de clavarme al asiento con un enérgico entusiasmo. Menos mal que yo me mantenía en forma. De lo contrario, el insaciable apetito sexual de Joe mezclado con su resistencia aparentemente infinita podrían haber acabado ya conmigo. No es que me quejara. Simplemente se trataba de una observación. Clancy me estaba esperando en el vestíbulo de mi edificio cuando entré a toda prisa. Si vio mi vestido espantosamente arrugado, mis mejillas enrojecidas y mi cabello revuelto, no lo demostró. Yo esperaba que la clase empezara tranquilamente porque seguía teniendo las piernas un poco temblorosas por los dos orgasmos increíblemente placenteros. Cuando llegamos al almacén reacondicionado de Brooklyn, yo estaba emocionada y preparada para aprender. Había alrededor de una docena de alumnos ocupados en distintos ejercicios y Parker los supervisaba y los animaba desde el borde de la colchoneta. Cuando me vio, se acercó y me llevó al otro extremo de la zona de entrenamiento donde podríamos trabajar individualmente.
—Bueno... ¿qué tal te va? —pregunté para deshacer mi propia tensión. Él sonrió, haciendo resaltar una cara interesante y llamativa.
—¿Nerviosa?
—Un poco.
—Vamos a trabajar en tu fuerza y resistencia físicas, así como en tu nivel de atención. También voy a empezar a entrenarte para que no te quedes inmóvil ni vaciles ante un enfrentamiento inesperado. Antes de empezar, yo creía que tenía una fuerza y resistencia físicas bastante buenas, pero me di cuenta de que las dos cosas podían mejorar. Empezamos con una breve introducción sobre el equipo y la composición del espacio y, después, pasamos a una explicación tanto de posturas de ofensiva como neutrales o pasivas. Hicimos calentamiento con calistenia básica de peso corporal y, después, pasamos a la «marcación», donde tratamos de marcar los hombros y rodillas de cada uno mientras estábamos cara a cara y hacíamos contraataques de bloqueo. A Parker se le daba muy bien la marcación, claro, pero yo empecé a cogerle el tranquillo. La mayor parte del tiempo, sin embargo, la pasamos en preliminares y me metí de lleno en ello. Sabía muy bien lo que era estar en el suelo y en desventaja. Si Parker notó mi violencia subyacente, no lo dijo.
Cuando Joe apareció en mi apartamento esa misma noche, me encontró empapando mi dolorido cuerpo en la bañera. Aunque estoy segura de que se acababa de duchar tras haber hecho ejercicio con su entrenador personal, se desnudó y se metió en la bañera detrás de mí, acunándome con sus brazos y piernas. Gemí mientras me mecía.
—Ha estado bien, ¿eh? —bromeó mordiéndome la oreja.
—¿Quién iba a saber que revolcarte durante una hora con un tío bueno podría ser tan agotador? —Cary tenía razón al decir que el Krav Maga provocaba cardenales. Pude verme ya unas cuantas sombras que me aparecían por debajo de la piel y ni siquiera habíamos empezado aún con lo más duro.
—Me pondría celoso —murmuró Joe apretándome los pechos—, si no fuera porque sé que Smith está casado y tiene hijos. Resoplé ante aquella nueva muestra de conocer algo que no tenía por qué saber.
—¿Sabes también su número de pie y de sombrero?
—Todavía no. —Se rio ante mi gruñido exasperado y no pude evitar sonreír al escuchar aquel extraño sonido. Algún día de ésos hablaríamos sobre su obsesión por obtener información, pero éste no era el día de ocuparse de ello. Últimamente habíamos tenido muchas discusiones y en mi mente estaba siempre presente el consejo de Cary de que nos aseguráramos de que nos divertíamos. Jugueteando con el anillo del dedo de Joe, le hablé de la conversación que había mantenido con mi padre el sábado y de cómo sus compañeros policías le habían estado tomando el pelo con los cotilleos sobre mi relación con el famoso Joe Jonas. Dejó escapar un suspiro.
—Lo siento. Me di la vuelta para mirarle a la cara.
—No es culpa tuya que hablen de ti. No puedes evitar ser increíblemente atractivo.
—Algún día de éstos sabré si mi cara es una maldición o no —me respondió con un tono seco.
—Bueno, si mi opinión te sirve de algo, a mí me gusta mucho. Joe retorció los labios y me acarició la mejilla.
—Tu opinión es lo único que cuenta. Y la de tu padre. Quiero gustarle, ______, que no piense que estoy exponiendo a su hija a que invadan su privacidad.
—Le vas a gustar. Sólo quiere que esté bien y sea feliz. Se calmó visiblemente y se acercó más a mí.
—¿Te hago feliz?
—Sí. —Apoyé la cara en su corazón—. Me encanta estar contigo. Cuando no estamos juntos, deseo que lo estemos.
—Habías dicho que no querías que nos peleáramos más —murmuró sobre mi pelo—. Le he estado dando vueltas a eso. ¿Te estás cansando de que la esté cagando cada dos por tres?
—Tú no la estás cagando cada dos por tres. Yo también he metido la pata. Las relaciones son difíciles, Joe. La mayoría de ellas no tienen un sexo estupendo como nosotros. Creo que somos de los afortunados.
Cogió agua entre sus manos y me la echó por la espalda, una y otra vez. Tranquilizándome con su calor serpenteante.
—La verdad es que no recuerdo a mi padre. Intenté no ponerme tensa para no mostrar mi sorpresa. Ni mi agitada emoción ni mi deseo desesperado por saber más de él. Nunca antes me había hablado de su familia. Me moría por inundarlo a preguntas, pero no quise presionar por si no estaba preparado... Su pecho se elevó y se rebajó al respirar profundamente. Había algo en el sonido de sus susurros que hizo que yo levantara la cabeza y echara a perder mis intenciones de ser cautelosa. Pasé la mano por sus fuertes pectorales.
—¿Quieres hablar de lo que sí recuerdas?
—Son sólo... impresiones. No aparecía mucho por casa. Trabajaba mucho. Supongo que he salido a él.
—Quizá tengan en común la adicción al trabajo, si es que eso existe, pero sólo eso.
—¿Cómo lo sabes? —Me miró desafiante. Extendí la mano, y le aparté el pelo de la cara.
—Perdona, Joe, pero tu padre era un farsante que tomó la salida más fácil y egoísta. Tú no eres así.
—No, así no. —Hizo una pausa—. Pero creo que nunca aprendió a conectar con la gente, a ocuparse de nada que no fueran sus necesidades más inmediatas. Lo observé.
—¿Crees que tú eres igual en eso?
—No lo sé —respondió en voz baja.
—Pues yo sí, y no lo eres. —Le di un beso en la punta de la nariz—. Tú cuidas a la gente. Estrechó los brazos a mi alrededor.
—Más vale que sea así. No puedo pensar en ti con otra persona, ____________. La simple idea de que otro hombre te vea como lo hago yo, viéndote así... colocando sus manos sobre ti... Me lleva a un lugar oscuro.
—Eso no va a suceder, Joe. —Sabía cómo se sentía. Yo sería incapaz de soportarlo si lo viera en una actitud íntima con otra mujer.
—Lo has cambiado todo en mí. No podría soportar perderte. Lo abracé.
—Esa sensación es mutua. Incliné mi cabeza hacia atrás y Joe me besó la boca con intensidad. Pocos momentos después, quedó claro que pronto íbamos a derramar agua por todo el suelo. Me aparté.
—Necesito comer si quieres que nos pongamos de nuevo a ello, maníaco sexual.
—Dijo la novia frotando todo su cuerpo desnudo contra el mío. —Apoyó la espalda con una sonrisa pecaminosa.
—Vamos a pedir comida china barata y a comerla directamente de la caja con palillos.
—Hagamos lo mismo con comida china buena.
MileyCyruZ
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Seamos Honestos (Dont Lie To Me) Joe&Tu HOT(TERMINADA) - Página 6 Empty Re: Seamos Honestos (Dont Lie To Me) Joe&Tu HOT(TERMINADA)

Mensaje por AniitaRP4 Dom 07 Abr 2013, 11:29 am

SIIIGUEEEEEEEEELAAAAAAAA!:D NUNCA TENGO SUFICIENTE!xD
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Mensaje por AniitaRP4 Lun 08 Abr 2013, 10:50 am

SIGUELA!:3
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Mensaje por Invitado Lun 08 Abr 2013, 1:19 pm

Holaaaa!! nueva lectora!!! :amor:

Ame tu novee! esta genial!! :aah:

Siguela.... besos!
:hug:

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Mensaje por zai Lun 08 Abr 2013, 3:47 pm

que le habara pasado a Joe :misery:
Ese Nicholas es malo :muere:
seguro se la queria levantar a la rayis!!
perdon por no comentar antes pero la facultad me esta matando :imdead:
Pero siguela que me encanta!!!
zai
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Seamos Honestos (Dont Lie To Me) Joe&Tu HOT(TERMINADA) - Página 6 Empty Re: Seamos Honestos (Dont Lie To Me) Joe&Tu HOT(TERMINADA)

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