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Seamos Honestos (Dont Lie To Me) Joe&Tu HOT(TERMINADA)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Seamos Honestos (Dont Lie To Me) Joe&Tu HOT(TERMINADA)
HOLA CHICAS SOLO ENTRO RAPIDO ANTES DE IR A DORMIR PARA INFORMARLES QUE ESTA NOVELA YA VA A TERMINAR QUEDAN 2 CAPITULOS Y SERA EL FINAL... SI COMO LO LEEN 2 CAPITULOS Y SE TERMINA :C PERO TRANQUILAS QUE LA ADAPTACION DEL SEGUNDO LIBRO YA ESTA EN PROCESO LO MALO ES QUE NO ES EL UNICO QUE ESTOY ADAPTANDO Y VA UN POCO LENTO PERO ESA ES OTRA HISTORIA LES RECUERO 2 CAPITULOS Y TERMINA GRACIAS POR SU ATENCION Y PACIENCIA Y SUS COMENTARIOS ñ.ñ
MileyCyruZ
Re: Seamos Honestos (Dont Lie To Me) Joe&Tu HOT(TERMINADA)
CUANDO VI QUE COMENTASTE ME PUSE MALA CREYENDO QUE LA CONTINUABAS PERO NO FUE ASI!!xD HHAHAAAHAH! OK TE ESPEROOOOOO!!:DDDD Y TIENE SEGUNDO LIBRO ?:O WOWWWWWWW!! QUE BIEN!!:D
AniitaRP4
Re: Seamos Honestos (Dont Lie To Me) Joe&Tu HOT(TERMINADA)
waaa entonces esperoo creo que son tres libross nooo wiiii
sere pacientee :bye:
sere pacientee :bye:
Samantha
Re: Seamos Honestos (Dont Lie To Me) Joe&Tu HOT(TERMINADA)
Hola chicas aqui les dejo el capituloo ñ.ñ me elegra que la nove les guste y si son 3 libron de esta novela pro el tercero sun no sale a la venta pero por lo pronto les subire el dos preparecce que ya solo queda un capitulo
Capitulo 21
—Perdonadme. —Me retiré de la mesa y busqué a Joe. Lo vi en la barra y fui hacia él. Justo en ese momento, él se alejaba del camarero con dos copas en las manos cuando lo intercepté. Cogí mi copa y me la bebí de un trago. Lo dientes me dolieron cuando los cubitos de hielo chocaron contra ellos.
—_______... —Había en su voz un suave toque de reprensión.
—Me voy —dije de plano, rodeándolo para dejar la copa sobre la barra—. A esto no lo considero salir huyendo porque te lo estoy diciendo por adelantado y te estoy dando la opción de que te vengas conmigo. Dejó escapar un fuerte suspiro y pude ver que entendía mi mal humor. Sabía que yo lo sabía.
—No puedo irme. Me di la vuelta. Él me agarró del brazo.
—Sabes que no puedo quedarme si te vas. Estás enfadada por nada, ______.
—¿Nada? —Me quedé mirando cómo su mano me agarraba—. Te advertí que me puedo enfadar y que soy celosa. Esta vez me has dado un buen motivo.
—¿El hecho de que me hayas avisado es excusa para que actúes de una forma tan ridícula? —Tenía el rostro relajado y hablaba en voz baja y tranquila. Nadie que mirara desde cierta distancia distinguiría la tensión que había entre los dos, pero sí que se veía en sus ojos. Un deseo ardiente y una ira gélida. Se le daba muy bien combinar las dos cosas.
—¿Quién está siendo ridícula? ¿Qué me dices de Daniel, el entrenador? ¿O de Martin, un miembro de mi familia? —Me acerqué y le susurré—: Nunca he follado con ninguno de los dos, y mucho menos tenía pensado casarme con ellos. ¡Y desde luego, no hablo con ellos cada maldito día! De repente, me agarró de la cintura y tiró de mí con fuerza apretándome contra él.
—Necesitas que te folle ahora —me susurró al oído pegando sus dientes al lóbulo de mi oreja—. No debería haberte hecho esperar.
—Quizá lo tenías planeado —le espeté—. Reservándote por si acaso brotaba en tu vida una antigua llama y preferías follártela a ella en lugar de a mí.
Joe dejó su copa, me sujetó a su lado por la cintura con brazo férreo y me condujo hacia la puerta a través de la multitud. Sacó del bolsillo su teléfono móvil y pidió que le trajeran la limusina. Cuando llegamos a la calle, el largo y elegante coche ya estaba allí. Joe me empujó para que entrara por la puerta que Angus mantenía abierta.
—Da vueltas a la manzana hasta que te diga —le dijo. A continuación, él entró justo después que yo, tan cerca que pude sentir su respiración sobre mi espalda desnuda. Yo me moví hacia el asiento de enfrente, decidida a apartarme de él...
—Quieta —dijo con brusquedad. Hundí mis rodillas sobre el suelo enmoquetado respirando con dificultad. Podría correr hasta los confines de la tierra y, aun así, no podría escapar del hecho de que Megan Fox tenía que ser mejor para Joe de lo que yo era. Era calmada y simpática, una presencia balsámica incluso para mí, la persona que se asustaba ante la inoportuna realidad de su simple existencia. Mi peor pesadilla. Su mano se retorció entre mi pelo, dominándome. Sus piernas extendidas rodearon las mías y apretó la mano de forma que mi cabeza estaba inclinada ligeramente hacia atrás y tocaba su hombro.
—Voy a darte lo que los dos necesitamos, ________. Vamos a follar todo el tiempo que haga falta para enfriarnos lo suficiente para ir a cenar. Y no te vas a tener que preocupar por Megan, porque mientras ella está en el salón de baile, yo voy a estar dentro de ti.
—Sí —susurré lamiéndome los labios secos.
—Olvidas quién se somete,______ —dijo con aspereza—. Te he dejado el control a ti. Me he doblegado y me he ajustado a ti. Haré lo que sea por tenerte a mi lado y hacerte feliz. Pero no seré manso ni me dejaré dominar. No confundas indulgencia con debilidad. Tragué saliva mientras mi sangre ardía por él.
—Joe...
—Agárrate con las dos manos al asa de la ventanilla. No te sueltes hasta que yo te lo diga, ¿entendido? Hice lo que ordenó y metí las manos por la lazada de cuero. Mientras me agarraba bien, mi cuerpo cobró vida, tomando conciencia de que él tenía razón sobre lo que yo necesitaba. Este amante mío me conocía demasiado bien. Metiendo las manos por dentro de mi corpiño, Joe apretó mis redondos y ansiosos pechos. Cuando me cogió y me tiró de los pezones, dejé caer la cabeza contra él mientras la tensión abandonaba mi cuerpo de repente.
—Dios. —Acarició su boca contra mi sien—. Es maravilloso cuando te entregas a mí de esta forma... De una vez, como si fuera un tremendo alivio.
—Fóllame —supliqué, ansiando aquella conexión—. Por favor. Me soltó el pelo, metió las manos por debajo de mi vestido y me bajó las medias. Su chaqueta salió volando por encima de mí hasta el asiento. Después, metió la mano entre mis piernas desde delante. Gruñó al ver que yo estaba húmeda e hinchada.
—Fuiste creada para mí,______. No puedes pasar mucho tiempo sin tenerme dentro. Me fue preparando pasando sus habilidosos dedos por mi coño, extendiendo la humedad por encima del clítoris y de los labios de mi sexo. Me metió dos dedos, abriéndolos, preparándome para la embestida de su larga y gruesa polla.
—¿No me deseas, Joe? —le pregunté con la voz quebrada, ansiosa por montar sobre sus vigorosos dedos, pero incómoda por lo mucho que tenía que estirar los brazos para agarrarme a la correa.
—Más que respirar. —Movía sus labios por mi cuello y por la parte superior de mi hombro, el cálido terciopelo de su lengua deslizándose provocadoramente por mi piel—. Yo tampoco puedo pasar mucho tiempo sin ti, _____. Eres una adicción... mi obsesión...
Mordió suavemente mi carne, expresando su ansia animal con un ronco sonido de deseo. Mientras él me follaba con los dedos, su otra mano me masajeaba el clítoris haciendo que me corriera una y otra vez gracias a aquella estimulación simultánea.
—¡Joe! —exclamé ahogando un grito cuando mis dedos húmedos empezaron a resbalarse por el cuero. Sacó las manos y escuché el erótico sonido de su cremallera bajándose.
—Suéltate y ponte boca arriba con las piernas extendidas. Me moví hacia el asiento y me tumbé sobre él, ofreciéndole mi cuerpo con temblorosa expectación. Sus ojos se cruzaron con los míos y su rostro se iluminó brevemente cuando unos faros pasaron a nuestro lado.
—No tengas miedo. —Se echó sobre mí, colocando su peso sobre mi cuerpo con enorme cuidado.
—Estoy demasiado caliente como para tener miedo —Me agarré a él y tiré de mi cuerpo hacia arriba para presionarlo contra la dureza del suyo—. Te deseo.
Su capullo hurgó entre los labios de mi sexo. Con una flexión de su cadera, me penetró y soltó un bufido al igual que hice yo al sentir aquella conexión abrasadora. Dejé mi cuerpo relajado sobre el sillón mientras mis dedos apenas se aferraban a su delgada cintura.
—Te quiero —susurré, observando su cara mientras empezaba a moverse. Cada centímetro de mi piel ardía como si perteneciera al sol y sentía tanta opresión en el pecho por el deseo y la emoción que me costaba respirar—. Y te necesito, Joe.
—Me tienes —susurró mientras deslizaba su polla hacia adentro y hacia fuera—. Soy todo tuyo. Me agité y me puse en tensión recibiendo en mis caderas sus implacables y acompasadas embestidas. Llegué al orgasmo con un grito jadeante, estremeciéndome mientras el éxtasis tensaba mi sexo, ordeñándole hasta que soltó un resoplido y empezó a propulsarse dentro de mí.
—________. Me balanceé contra sus feroces embestidas y le insté a que continuara. Él me apretó, montándome con más fuerza y velocidad. Mi cabeza se volvió loca y empecé a gemir sin pudor, encantada de tenerlo dentro, aquella decadente sensación de ser poseída y recibir placer sin piedad alguna. Éramos salvajes el uno con el otro, follábamos como bestias salvajes y yo estaba tan excitada por aquella lujuria primitiva que pensé que me iba a morir con el orgasmo que estaba formándose en mi interior.
—Se te da muy bien esto, Joe. Muy bien... Él me agarró de las nalgas y tiró de mí hacia arriba para recibir su siguiente estocada, llegando hasta el último extremo de mi interior, obligándome a jadear de placer y dolor. Volví a correrme, apretándome contra él con fuerza.
—Ah, Dios, _______. —Con un gemido, estalló con fuerza y me inundó con su calor. Balanceando mis caderas, se oprimió contra mi cuerpo y se vació en lo más profundo de mí que pudo llegar. Cuando terminó, respiró hondo y me cogió el pelo entre las manos, besando el lateral de mi húmedo cuello.
—Ojalá supieras lo que me haces. Ojalá pudiera explicártelo. Le sostuve con fuerza.
—No puedo evitar ser una estúpida contigo. Es demasiado, Joe. Es...
—... incontrolable. —Volvió a empezar, embistiendo cadenciosamente. Pausadamente. Como si tuviéramos todo el tiempo del mundo. Volviéndose más grueso y largo con cada empuje y retirada.
—Y tú necesitas control. —Me quedé sin aliento tras una estocada especialmente imperiosa.
—Te necesito a ti, ________. —Me miraba intensamente a la cara mientras se movía dentro de mí—. Te necesito.
Joe no se apartó de mi lado ni permitió que yo me fuera del suyo durante el resto de la noche. Mantuvo su mano derecha entrelazada a mi izquierda durante toda la cena, decidiendo de nuevo comer con una mano antes que soltarme. Megan, que se había sentado al otro lado de él en nuestra mesa, lo miró con curiosidad.
—Creo recordar que eras diestro.
—Y lo sigo siendo —contestó, levantando nuestras manos unidas de debajo de la mesa y besándome los dedos. Yo me sentí tonta e insegura cuando hizo aquello, consciente del escrutinio de Megan.
Por desgracia, aquel gesto romántico no le impidió hablar con Megan durante toda la comida en lugar de conmigo, lo cual hizo que me sintiera inquieta y desgraciada. Vi más la parte posterior de la cabeza de Joe que su rostro.
—Al menos, no es pollo. Giré la cabeza hacia el hombre que estaba sentado a mi lado. Había estado tan concentrada en tratar de escuchar a hurtadillas la conversación de Joe que no había prestado ninguna atención a nuestros compañeros de mesa.
—A mí me gusta el pollo —dije. Y me había gustado el pescado que habían servido para la cena. Había dejado mi plato vacío.
—No estaba engomado, la verdad. —Sonrió y, de repente, pareció mucho más joven de lo que indicaba su cabello completamente canoso—. Ah, ya veo que sonríe —murmuró—. Y es una sonrisa bonita.
—Gracias —contesté antes de presentarme.
—Doctor Thomas Lucas —dijo—. Pero prefiero que me llamen Tom.
—Encantada de conocerle, doctor Tom. Volvió a sonreír.
—Sólo Tom, _______. Durante los siguientes minutos que estuvimos hablando, llegué a creer que el doctor Lucas no era mucho mayor que yo, sólo prematuramente canoso. Aparte de eso, su rostro era atractivo y sin arrugas y sus ojos verdes, inteligentes y amables. Cambié el cálculo aproximado de su edad a la de la treintena mediada.
—Pareces tan aburrida como yo —dijo—. Estos eventos recaudan una considerable cantidad de dinero para el centro de acogida, pero pueden ser muy sosos. ¿Te gustaría acompañarme a la barra? Te invito a una copa. Por debajo de la mesa, puse a prueba el apretón de Joe flexionando mi mano. La suya se tensó.
—¿Qué haces? —murmuró. Miré hacia atrás y vi que me estaba observando. Luego vi que levantaba los ojos hacia el doctor Lucas, que estaba detrás. Los ojos de Joe se enfriaron sensiblemente.
—Va a paliar el aburrimiento de ser ignorada, Jonas, pasando un rato con alguien que estará más que feliz de prestarle atención a una mujer tan guapa —dijo Tom colocando las manos en el respaldo de mi silla. Me sentí incómoda de inmediato, consciente de la crepitante animosidad que había entre los dos hombres.
—Vete por ahí, Tom.
—Has estado tan ocupado con la señora Fox que ni siquiera te has dado cuenta de que me he sentado en la mesa. —La sonrisa de Tom se volvió algo nerviosa—. _______, ¿nos vamos?
—No te muevas,_______.
Yo me estremecí ante el tono gélido de la voz de Joe pero estaba lo suficientemente indignada como para decir:
—No es culpa suya que tenga razón. La mano de Joe me apretó hasta dolerme.
—Ahora no. Los ojos de Tom se movieron hacia mi cara.
—No tienes por qué tolerar que te hable de ese modo. Ni todo el dinero del mundo da derecho a que nadie te esté dando órdenes. Furiosa y terriblemente avergonzada, miré a Joe.
—Jonasfire. No estaba segura de poder utilizar la palabra de seguridad fuera del dormitorio, pero él me soltó como si le quemara la mano. Aparté la silla y lancé la servilleta sobre el plato.
—Disculpadme. Los dos. Con el bolso en la mano, me alejé de la mesa, con paso tranquilo y regular. Fui directa a los servicios con la intención de retocarme el maquillaje y recomponerme, pero entonces vi el letrero luminoso de la salida y sentí el impulso de irme. Saqué el móvil cuando salí a la acera y le envié un mensaje a Joe:
«No estoy huyendo. Simplemente me voy».
Conseguí parar un taxi que pasaba y me dirigí a casa para ocuparme de mi rabia. Estaba deseando darme un baño y abrir una botella de vino cuando llegué a mi apartamento. Introduje la llave en la cerradura, la giré y entré en un vídeo porno. Durante los pocos segundos de estupefacción que mi cerebro tardó en registrar lo que estaba viendo, me quedé fascinada en la puerta, inundando el pasillo que había detrás de mí de atronadora música pop. Había tantas partes del cuerpo participando que tuve tiempo de cerrar de golpe y precipitadamente la puerta detrás de mí antes de que se juntaran. Había una mujer con los brazos y piernas en cruz en el suelo. La cara de otra mujer estaba en su entrepierna. Cary se la estaba tirando como loco mientras otro hombre le penetraba a él por el culo. Eché la cabeza hacia atrás y grité furiosa, absolutamente harta de toda la gente que había en mi vida. Y como competía con el equipo de música, me saqué uno de mis zapatos y lo lancé en su dirección. El CD saltó, lo que hizo que el ménage à quatre que se estaba desarrollando en mi sala de estar tomara conciencia de mi presencia. Me acerqué cojeando, bajé el volumen y, a continuación, me giré hacia el grupo.
—Salgan cagando leches de mi casa —solté con brusquedad—. Ahora mismo.
—¿Quién coño es ésta? —preguntó la pelirroja que estaba debajo de todos—. ¿Tu mujer? Hubo un breve destello de vergüenza y culpa en el rostro de Cary y, a continuación, me lanzó una mirada y una sonrisa de gallito.
—Mi compañera de piso. Hay espacio para más, nena.
—Cary Taylor, no me provoques —le advertí—. No está siendo una noche nada, nada buena. El hombre de pelo moreno que estaba encima se salió de Cary, se puso de pie y se acercó despacio a mí. A medida que lo hacía vi que sus ojos marrones estaban anormalmente dilatados y que el pulso de su cuello latía ferozmente.
—Yo puedo hacer que mejore —se ofreció con una mirada lasciva.
—No te acerques, joder. —Corregí mi postura preparándome para enfrentarme a él físicamente si era necesario.
—Déjala en paz, Ian —le ordenó Cary poniéndose de pie.
—Vamos, nena —dijo Ian con voz persuasiva, mientras yo sentía asco de que utilizara el apodo con el que Cary me llamaba—. Necesitas pasar un buen rato. Deja que yo me encargue. En un momento estaba a pocos centímetros de mí y al siguiente volaba hacia el sofá con un grito. Joe se colocó entre los demás y yo, lleno de furia.
—Llévatelo a tu habitación, Cary —masculló—. O a cualquier otro sitio. Ian daba gritos en el sofá mientras sangraba por la nariz a pesar de tratar de contenerla con las dos manos. Cary cogió sus vaqueros del suelo.
—Tú no eres mi jodida madre,______. Yo di un paso por delante de Joe.
—¿Después de cagarla con Trey no has aprendido ninguna puta lección, imbécil?
—¡Esto no tiene nada que ver con Trey!
—¿Quién es Trey? —preguntó la rubia de bote mientras se ponía de pie. Cuando pudo ver bien a Joe se atusó visiblemente el pelo y lució lo que claramente era un cuerpo precioso. Sus esfuerzos consiguieron una mirada tan desdeñosa, displicente y poco impresionada que finalmente tuvo la delicadeza de sonrojarse y cubrirse con un ajustado vestido de lamé dorado que recogió del suelo.
—No lo tomes como algo personal. Prefiere a las morenas —le dije aprovechando que estaba de mal humor. La mirada que me lanzó Joe fue letal. Nunca había visto en él unos ojos tan furiosos. Literalmente vibraba por la violencia contenida. Asustada por aquella mirada, di sin querer un paso atrás. Maldijo muy enfadado y se pasó las dos manos por el pelo. De repente, agotada y profundamente decepcionada con los hombres que había en mi vida, me di la vuelta.
—Saca todo este desastre de mi casa, Cary. Atravesé el pasillo quitándome por el camino el otro zapato de tacón con una patada. Me había deshecho del vestido antes de llegar a mi cuarto de baño y estaba dentro de la ducha menos de un minuto después. Me mantuve fuera del chorro hasta que el agua se calentó y, entonces, me metí debajo. Demasiado cansada para quedarme de pie mucho rato, me agaché y me senté bajo el chorro con los ojos cerrados y los brazos alrededor de las rodillas.
—_______. Me encogí al oír la voz de Joe y apreté el cuerpo hasta convertirme en una bola más compacta.
—¡Maldita sea! —exclamó—. Me estás jodiendo más que ninguna otra persona que conozco. Lo miré a través del velo de mi pelo mojado. Estaba entrando en el baño. Había dejado la chaqueta en algún sitio y llevaba la camisa por fuera del pantalón.
—Vete a casa, Joe. Se detuvo y me miró incrédulo.
—No voy a dejarte aquí, joder. ¡A Cary se le ha ido la cabeza! Ese gilipollas estaba a punto de ponerte las manos encima cuando he llegado.
—Cary no hubiera permitido que eso ocurriera. Pero, de todos modos, no puedo encargarme de él y de ti a la vez. —Lo cierto era que no quería encargarme de ninguno de ellos. Simplemente, quería estar sola.
—Entonces, ocúpate sólo de mí. Me aparté el pelo de la cara con un impaciente golpe de la mano.
—¿Qué? ¿Se supone que yo debo darte prioridad a ti? Retrocedió como si le hubiese golpeado.
—Yo creía que cada uno éramos la prioridad del otro.
—Sí, eso creía yo también. Hasta esta noche.
—¡Dios! ¿Vas a dejar ya lo de Megan? —Abrió los brazos—. Estoy aquí contigo, ¿no? Apenas he podido despedirme de ella porque he salido detrás de ti. Otra vez.
—Vete a la mierda. No me hagas ningún favor. Joe se metió en la ducha completamente vestido. Me puso de pie y me besó. Con fuerza. Su boca devoraba la mía y sus manos me agarraban los brazos para que no me moviera. Pero esta vez no me ablandé. No sucumbí. Ni siquiera cuando él trató de persuadirme con sugerentes lametones.
—¿Por qué? —murmuró, deslizando los labios por mi cuello—. ¿Por qué me estás volviendo loco?
—No sé qué problema tienes con el doctor Lucas y sinceramente me importa una mierda. Pero él tenía razón. Megan estaba recibiendo demasiada atención por tu parte esta noche. Casi no me has hecho caso durante la cena.
—Es imposible que yo te ignore, ______. —Tenía una expresión dura—. Si estás en la misma habitación que yo, no tengo ojos para nadie más.
—Qué curioso. Cada vez que yo te miraba, tú la estabas mirando a ella.
—Eso es una estupidez. —Me soltó y se apartó el pelo mojado de la cara—. Ya sabes lo que siento por ti.
—¿Sí? Me deseas. Me necesitas. Pero, ¿quieres a Megan?
—No me jodas. ¡No! —Cerró el grifo y me atrapó contra el cristal con los dos brazos—. ¿Quieres que te diga que te quiero, _______? ¿Es eso lo que pasa?
Sentí un calambre en el estómago como si me hubiese golpeado con toda la fuerza de su puño. Nunca antes había sentido ese tipo de dolor, ni sabía que existía. Los ojos me abrasaron y me agaché por debajo de su brazo antes de ponerme en evidencia echándome a llorar.
—Vete a casa, Joe. Por favor.
—Estoy en casa. —Me cogió por detrás y enterró su cara en mi cabello empapado—. Estoy contigo. Traté de soltarme, pero estaba demasiado agotada. Físicamente. Emocionalmente. Las lágrimas salieron en torrente y no pude contenerlas. Y yo odiaba llorar delante de nadie.
—Vete, por favor.
—Te quiero,______. Claro que te quiero.
—Oh, Dios mío. —Empecé a golpearle sin sentido. Cualquier cosa con tal de huir de la persona que se había convertido en una enorme fuente de dolor y tristeza—. No quiero tu jodida compasión. Sólo quiero que te vayas.
—No puedo. Sabes que no puedo._____, deja de pegarme. Escúchame.
—Todo lo que dices me causa dolor, Joe.
—Es que ésa no es la palabra exacta, ______. —Siguió sujetándome obstinadamente con sus labios en mi oído—. Por eso no la he pronunciado. No es la palabra exacta para ti ni para lo que siento por ti.
—Cállate. Si te importo algo, cállate y vete.
—Me han querido antes... Megan y otras mujeres... Pero ¿qué demonios saben ellas de mí? ¿De quién coño están enamoradas si no saben lo jodido que estoy? Si eso es amor, no es nada comparado con lo que siento por ti. Me quedé inmóvil, temblando, con la mirada fija en el espejo que reflejaba mi rostro con el rímel corrido y el pelo enmarañado junto a la devastada belleza de Joe. Una voluble emoción se había adueñado de sus rasgos mientras me envolvía con fuerza entre sus brazos. Parecíamos no estar hechos el uno para el otro.
Y sin embargo, sentía la alienación de estar rodeada por otros que no podían verme realmente o que preferían no hacerlo. Había sentido odio hacia mí misma, provocado por la sensación de ser un fraude, de interpretar una imagen de lo que deseaba ser pero no era. Había vivido con el miedo a que la gente que quería pudiera alejarse de mí si alguna vez llegaba a conocer a la verdadera persona que se ocultaba en mi interior.
—Joe... Sus labios rozaron mi sien.
—Creo que te he querido desde el momento en que te vi. Luego, hicimos el amor aquella primera vez en la limusina y se convirtió en algo más. Algo más.
—Sí, claro. Aquella noche me dejaste y fuiste a ocuparte de Megan. ¿Cómo pudiste hacerlo, Joe? Me soltó sólo el tiempo suficiente para cogerme en brazos y llevarme hasta donde colgaba mi albornoz, detrás de la puerta. Me envolvió en sus brazos y, a continuación, me obligó a sentarme en el filo de la bañera mientras él se acercaba al lavabo y sacaba del cajón las toallitas desmaquilladoras. Agachándose delante de mí, me pasó el paño por la mejilla.
—Cuando Megan me llamó durante la cena de beneficencia, fue el momento perfecto para que yo hubiera hecho algo estúpido. —Sus ojos tranquilos y cálidos miraban mi rostro surcado de lágrimas—. Tú y yo acabábamos de hacer el amor y yo no pensaba con claridad. Le dije que estaba ocupado y que estaba con alguien y cuando noté el dolor de su voz, supe que tenía que ocuparme de ella para poder seguir adelante contigo.
—No lo comprendo. Me dejaste para irte con ella. ¿Cómo puede eso significar que seguíamos adelante?
—La cagué con Megan, _______. —Me levantó el mentón para limpiarme los ojos de mapache—. La conocí en mi primer año en la Universidad de Columbia. Me fijé en ella, claro. Era guapa y dulce y nunca decía una palabra desagradable de nadie. Cuando ella vino detrás de mí, yo dejé que me cazara y ella se convirtió en mi primera relación sexual consentida.
—La odio —Aquello hizo que sonriera ligeramente—. No estoy bromeando, Joe. Me estoy muriendo de celos ahora mismo.
—Con ella sólo fue sexo, cielo. Por muy salvajemente que follemos tú y yo, sigue siendo hacer el amor. Cada vez, desde la primera. Tú eres la única que me ha tenido así. Expulsé el aire con fuerza.
—Vale. Me siento un poco mejor. Me besó.
—Supongo que se puede decir que estuvimos saliendo. Teníamos exclusividad sexualmente y, a menudo, terminábamos yendo a los mismos sitios como pareja. Aun así, cuando ella me dijo que me quería, me sorprendí. Y me sentí halagado. Yo le tenía cariño. Disfrutaba pasando el tiempo con ella.
—Al parecer, sigue siendo así —murmuré.
—Escúchame —me reprendió con un golpecito de su dedo sobre la punta de mi nariz—. Pensé que quizá podría enamorarme de ella también, a mi modo... El único modo que yo conocía. No quería que estuviera con ningún otro. Así que acepté cuando ella me pidió matrimonio. Yo me aparté hacia atrás para mirarlo.
—¿Ella te pidió matrimonio?
—No te sorprendas tanto —dijo irónicamente—. Me vas a destrozar el ego. Una sensación de alivio me inundó de repente y me sentí mareada. Me lancé sobre él, abrazándolo tan fuerte como pude. Su abrazo fue igual de violento.
—Oye, ¿estás bien?
—Sí. Sí. Casi lo estoy. —Me aparté y coloqué la mano sobre su barbilla—. Continúa.
—Dije que sí por los motivos equivocados. Después de dos años saliendo juntos, nunca habíamos pasado una noche entera juntos. Nunca hablamos de ninguna de las cosas de las que hablo contigo. Ella no me conocía, no de verdad, y, sin embargo, yo me convencí de que el hecho de que me quisiera era algo a lo que podía agarrarme. ¿Quién más iba a arreglar las cosas si no era ella? Dirigió su atención a mi otro ojo y me limpió las manchas negras.
—Creo que ella esperaba que al estar prometidos alcanzaríamos otro nivel. Quizá yo me abriera más. Quizá pasaríamos la noche en el hotel, algo que ella consideraba muy romántico, por cierto. En lugar de eso, terminábamos a primera hora de la noche porque a la mañana siguiente teníamos clases. No lo sé.
Al oír aquello me pareció que debió sentirse terriblemente solo. Pobre Joe. Había estado demasiado tiempo solo. Quizá toda su vida.
—Y cuando ella rompió un año después —continuó—, supongo que esperaba que eso reactivara las cosas, que yo me esforzara más por mantenerla a mi lado. En lugar de eso, me sentí aliviado porque había empezado a darme cuenta de que iba a ser imposible compartir un hogar con ella. ¿Qué excusa se me iba a ocurrir para dormir en habitaciones separadas y tener mi propio espacio?
—¿Nunca pensaste en decírselo?
—No. —Se encogió de hombros—. Hasta que llegaste tú no pensé que mi pasado fuera un problema. Sí, afectaba en cierto sentido a mi modo de hacer las cosas, pero todo estaba en su sitio y yo no era un desdichado. De hecho, creía que tenía una vida cómoda y sin complicaciones.
—Ay, chico —dije arrugando la nariz—. Bienvenido, señor Comodón. Yo soy la señora Complicaciones. Su sonrisa se iluminó.
—No nos vamos a aburrir nunca.
Capitulo 21
—Perdonadme. —Me retiré de la mesa y busqué a Joe. Lo vi en la barra y fui hacia él. Justo en ese momento, él se alejaba del camarero con dos copas en las manos cuando lo intercepté. Cogí mi copa y me la bebí de un trago. Lo dientes me dolieron cuando los cubitos de hielo chocaron contra ellos.
—_______... —Había en su voz un suave toque de reprensión.
—Me voy —dije de plano, rodeándolo para dejar la copa sobre la barra—. A esto no lo considero salir huyendo porque te lo estoy diciendo por adelantado y te estoy dando la opción de que te vengas conmigo. Dejó escapar un fuerte suspiro y pude ver que entendía mi mal humor. Sabía que yo lo sabía.
—No puedo irme. Me di la vuelta. Él me agarró del brazo.
—Sabes que no puedo quedarme si te vas. Estás enfadada por nada, ______.
—¿Nada? —Me quedé mirando cómo su mano me agarraba—. Te advertí que me puedo enfadar y que soy celosa. Esta vez me has dado un buen motivo.
—¿El hecho de que me hayas avisado es excusa para que actúes de una forma tan ridícula? —Tenía el rostro relajado y hablaba en voz baja y tranquila. Nadie que mirara desde cierta distancia distinguiría la tensión que había entre los dos, pero sí que se veía en sus ojos. Un deseo ardiente y una ira gélida. Se le daba muy bien combinar las dos cosas.
—¿Quién está siendo ridícula? ¿Qué me dices de Daniel, el entrenador? ¿O de Martin, un miembro de mi familia? —Me acerqué y le susurré—: Nunca he follado con ninguno de los dos, y mucho menos tenía pensado casarme con ellos. ¡Y desde luego, no hablo con ellos cada maldito día! De repente, me agarró de la cintura y tiró de mí con fuerza apretándome contra él.
—Necesitas que te folle ahora —me susurró al oído pegando sus dientes al lóbulo de mi oreja—. No debería haberte hecho esperar.
—Quizá lo tenías planeado —le espeté—. Reservándote por si acaso brotaba en tu vida una antigua llama y preferías follártela a ella en lugar de a mí.
Joe dejó su copa, me sujetó a su lado por la cintura con brazo férreo y me condujo hacia la puerta a través de la multitud. Sacó del bolsillo su teléfono móvil y pidió que le trajeran la limusina. Cuando llegamos a la calle, el largo y elegante coche ya estaba allí. Joe me empujó para que entrara por la puerta que Angus mantenía abierta.
—Da vueltas a la manzana hasta que te diga —le dijo. A continuación, él entró justo después que yo, tan cerca que pude sentir su respiración sobre mi espalda desnuda. Yo me moví hacia el asiento de enfrente, decidida a apartarme de él...
—Quieta —dijo con brusquedad. Hundí mis rodillas sobre el suelo enmoquetado respirando con dificultad. Podría correr hasta los confines de la tierra y, aun así, no podría escapar del hecho de que Megan Fox tenía que ser mejor para Joe de lo que yo era. Era calmada y simpática, una presencia balsámica incluso para mí, la persona que se asustaba ante la inoportuna realidad de su simple existencia. Mi peor pesadilla. Su mano se retorció entre mi pelo, dominándome. Sus piernas extendidas rodearon las mías y apretó la mano de forma que mi cabeza estaba inclinada ligeramente hacia atrás y tocaba su hombro.
—Voy a darte lo que los dos necesitamos, ________. Vamos a follar todo el tiempo que haga falta para enfriarnos lo suficiente para ir a cenar. Y no te vas a tener que preocupar por Megan, porque mientras ella está en el salón de baile, yo voy a estar dentro de ti.
—Sí —susurré lamiéndome los labios secos.
—Olvidas quién se somete,______ —dijo con aspereza—. Te he dejado el control a ti. Me he doblegado y me he ajustado a ti. Haré lo que sea por tenerte a mi lado y hacerte feliz. Pero no seré manso ni me dejaré dominar. No confundas indulgencia con debilidad. Tragué saliva mientras mi sangre ardía por él.
—Joe...
—Agárrate con las dos manos al asa de la ventanilla. No te sueltes hasta que yo te lo diga, ¿entendido? Hice lo que ordenó y metí las manos por la lazada de cuero. Mientras me agarraba bien, mi cuerpo cobró vida, tomando conciencia de que él tenía razón sobre lo que yo necesitaba. Este amante mío me conocía demasiado bien. Metiendo las manos por dentro de mi corpiño, Joe apretó mis redondos y ansiosos pechos. Cuando me cogió y me tiró de los pezones, dejé caer la cabeza contra él mientras la tensión abandonaba mi cuerpo de repente.
—Dios. —Acarició su boca contra mi sien—. Es maravilloso cuando te entregas a mí de esta forma... De una vez, como si fuera un tremendo alivio.
—Fóllame —supliqué, ansiando aquella conexión—. Por favor. Me soltó el pelo, metió las manos por debajo de mi vestido y me bajó las medias. Su chaqueta salió volando por encima de mí hasta el asiento. Después, metió la mano entre mis piernas desde delante. Gruñó al ver que yo estaba húmeda e hinchada.
—Fuiste creada para mí,______. No puedes pasar mucho tiempo sin tenerme dentro. Me fue preparando pasando sus habilidosos dedos por mi coño, extendiendo la humedad por encima del clítoris y de los labios de mi sexo. Me metió dos dedos, abriéndolos, preparándome para la embestida de su larga y gruesa polla.
—¿No me deseas, Joe? —le pregunté con la voz quebrada, ansiosa por montar sobre sus vigorosos dedos, pero incómoda por lo mucho que tenía que estirar los brazos para agarrarme a la correa.
—Más que respirar. —Movía sus labios por mi cuello y por la parte superior de mi hombro, el cálido terciopelo de su lengua deslizándose provocadoramente por mi piel—. Yo tampoco puedo pasar mucho tiempo sin ti, _____. Eres una adicción... mi obsesión...
Mordió suavemente mi carne, expresando su ansia animal con un ronco sonido de deseo. Mientras él me follaba con los dedos, su otra mano me masajeaba el clítoris haciendo que me corriera una y otra vez gracias a aquella estimulación simultánea.
—¡Joe! —exclamé ahogando un grito cuando mis dedos húmedos empezaron a resbalarse por el cuero. Sacó las manos y escuché el erótico sonido de su cremallera bajándose.
—Suéltate y ponte boca arriba con las piernas extendidas. Me moví hacia el asiento y me tumbé sobre él, ofreciéndole mi cuerpo con temblorosa expectación. Sus ojos se cruzaron con los míos y su rostro se iluminó brevemente cuando unos faros pasaron a nuestro lado.
—No tengas miedo. —Se echó sobre mí, colocando su peso sobre mi cuerpo con enorme cuidado.
—Estoy demasiado caliente como para tener miedo —Me agarré a él y tiré de mi cuerpo hacia arriba para presionarlo contra la dureza del suyo—. Te deseo.
Su capullo hurgó entre los labios de mi sexo. Con una flexión de su cadera, me penetró y soltó un bufido al igual que hice yo al sentir aquella conexión abrasadora. Dejé mi cuerpo relajado sobre el sillón mientras mis dedos apenas se aferraban a su delgada cintura.
—Te quiero —susurré, observando su cara mientras empezaba a moverse. Cada centímetro de mi piel ardía como si perteneciera al sol y sentía tanta opresión en el pecho por el deseo y la emoción que me costaba respirar—. Y te necesito, Joe.
—Me tienes —susurró mientras deslizaba su polla hacia adentro y hacia fuera—. Soy todo tuyo. Me agité y me puse en tensión recibiendo en mis caderas sus implacables y acompasadas embestidas. Llegué al orgasmo con un grito jadeante, estremeciéndome mientras el éxtasis tensaba mi sexo, ordeñándole hasta que soltó un resoplido y empezó a propulsarse dentro de mí.
—________. Me balanceé contra sus feroces embestidas y le insté a que continuara. Él me apretó, montándome con más fuerza y velocidad. Mi cabeza se volvió loca y empecé a gemir sin pudor, encantada de tenerlo dentro, aquella decadente sensación de ser poseída y recibir placer sin piedad alguna. Éramos salvajes el uno con el otro, follábamos como bestias salvajes y yo estaba tan excitada por aquella lujuria primitiva que pensé que me iba a morir con el orgasmo que estaba formándose en mi interior.
—Se te da muy bien esto, Joe. Muy bien... Él me agarró de las nalgas y tiró de mí hacia arriba para recibir su siguiente estocada, llegando hasta el último extremo de mi interior, obligándome a jadear de placer y dolor. Volví a correrme, apretándome contra él con fuerza.
—Ah, Dios, _______. —Con un gemido, estalló con fuerza y me inundó con su calor. Balanceando mis caderas, se oprimió contra mi cuerpo y se vació en lo más profundo de mí que pudo llegar. Cuando terminó, respiró hondo y me cogió el pelo entre las manos, besando el lateral de mi húmedo cuello.
—Ojalá supieras lo que me haces. Ojalá pudiera explicártelo. Le sostuve con fuerza.
—No puedo evitar ser una estúpida contigo. Es demasiado, Joe. Es...
—... incontrolable. —Volvió a empezar, embistiendo cadenciosamente. Pausadamente. Como si tuviéramos todo el tiempo del mundo. Volviéndose más grueso y largo con cada empuje y retirada.
—Y tú necesitas control. —Me quedé sin aliento tras una estocada especialmente imperiosa.
—Te necesito a ti, ________. —Me miraba intensamente a la cara mientras se movía dentro de mí—. Te necesito.
Joe no se apartó de mi lado ni permitió que yo me fuera del suyo durante el resto de la noche. Mantuvo su mano derecha entrelazada a mi izquierda durante toda la cena, decidiendo de nuevo comer con una mano antes que soltarme. Megan, que se había sentado al otro lado de él en nuestra mesa, lo miró con curiosidad.
—Creo recordar que eras diestro.
—Y lo sigo siendo —contestó, levantando nuestras manos unidas de debajo de la mesa y besándome los dedos. Yo me sentí tonta e insegura cuando hizo aquello, consciente del escrutinio de Megan.
Por desgracia, aquel gesto romántico no le impidió hablar con Megan durante toda la comida en lugar de conmigo, lo cual hizo que me sintiera inquieta y desgraciada. Vi más la parte posterior de la cabeza de Joe que su rostro.
—Al menos, no es pollo. Giré la cabeza hacia el hombre que estaba sentado a mi lado. Había estado tan concentrada en tratar de escuchar a hurtadillas la conversación de Joe que no había prestado ninguna atención a nuestros compañeros de mesa.
—A mí me gusta el pollo —dije. Y me había gustado el pescado que habían servido para la cena. Había dejado mi plato vacío.
—No estaba engomado, la verdad. —Sonrió y, de repente, pareció mucho más joven de lo que indicaba su cabello completamente canoso—. Ah, ya veo que sonríe —murmuró—. Y es una sonrisa bonita.
—Gracias —contesté antes de presentarme.
—Doctor Thomas Lucas —dijo—. Pero prefiero que me llamen Tom.
—Encantada de conocerle, doctor Tom. Volvió a sonreír.
—Sólo Tom, _______. Durante los siguientes minutos que estuvimos hablando, llegué a creer que el doctor Lucas no era mucho mayor que yo, sólo prematuramente canoso. Aparte de eso, su rostro era atractivo y sin arrugas y sus ojos verdes, inteligentes y amables. Cambié el cálculo aproximado de su edad a la de la treintena mediada.
—Pareces tan aburrida como yo —dijo—. Estos eventos recaudan una considerable cantidad de dinero para el centro de acogida, pero pueden ser muy sosos. ¿Te gustaría acompañarme a la barra? Te invito a una copa. Por debajo de la mesa, puse a prueba el apretón de Joe flexionando mi mano. La suya se tensó.
—¿Qué haces? —murmuró. Miré hacia atrás y vi que me estaba observando. Luego vi que levantaba los ojos hacia el doctor Lucas, que estaba detrás. Los ojos de Joe se enfriaron sensiblemente.
—Va a paliar el aburrimiento de ser ignorada, Jonas, pasando un rato con alguien que estará más que feliz de prestarle atención a una mujer tan guapa —dijo Tom colocando las manos en el respaldo de mi silla. Me sentí incómoda de inmediato, consciente de la crepitante animosidad que había entre los dos hombres.
—Vete por ahí, Tom.
—Has estado tan ocupado con la señora Fox que ni siquiera te has dado cuenta de que me he sentado en la mesa. —La sonrisa de Tom se volvió algo nerviosa—. _______, ¿nos vamos?
—No te muevas,_______.
Yo me estremecí ante el tono gélido de la voz de Joe pero estaba lo suficientemente indignada como para decir:
—No es culpa suya que tenga razón. La mano de Joe me apretó hasta dolerme.
—Ahora no. Los ojos de Tom se movieron hacia mi cara.
—No tienes por qué tolerar que te hable de ese modo. Ni todo el dinero del mundo da derecho a que nadie te esté dando órdenes. Furiosa y terriblemente avergonzada, miré a Joe.
—Jonasfire. No estaba segura de poder utilizar la palabra de seguridad fuera del dormitorio, pero él me soltó como si le quemara la mano. Aparté la silla y lancé la servilleta sobre el plato.
—Disculpadme. Los dos. Con el bolso en la mano, me alejé de la mesa, con paso tranquilo y regular. Fui directa a los servicios con la intención de retocarme el maquillaje y recomponerme, pero entonces vi el letrero luminoso de la salida y sentí el impulso de irme. Saqué el móvil cuando salí a la acera y le envié un mensaje a Joe:
«No estoy huyendo. Simplemente me voy».
Conseguí parar un taxi que pasaba y me dirigí a casa para ocuparme de mi rabia. Estaba deseando darme un baño y abrir una botella de vino cuando llegué a mi apartamento. Introduje la llave en la cerradura, la giré y entré en un vídeo porno. Durante los pocos segundos de estupefacción que mi cerebro tardó en registrar lo que estaba viendo, me quedé fascinada en la puerta, inundando el pasillo que había detrás de mí de atronadora música pop. Había tantas partes del cuerpo participando que tuve tiempo de cerrar de golpe y precipitadamente la puerta detrás de mí antes de que se juntaran. Había una mujer con los brazos y piernas en cruz en el suelo. La cara de otra mujer estaba en su entrepierna. Cary se la estaba tirando como loco mientras otro hombre le penetraba a él por el culo. Eché la cabeza hacia atrás y grité furiosa, absolutamente harta de toda la gente que había en mi vida. Y como competía con el equipo de música, me saqué uno de mis zapatos y lo lancé en su dirección. El CD saltó, lo que hizo que el ménage à quatre que se estaba desarrollando en mi sala de estar tomara conciencia de mi presencia. Me acerqué cojeando, bajé el volumen y, a continuación, me giré hacia el grupo.
—Salgan cagando leches de mi casa —solté con brusquedad—. Ahora mismo.
—¿Quién coño es ésta? —preguntó la pelirroja que estaba debajo de todos—. ¿Tu mujer? Hubo un breve destello de vergüenza y culpa en el rostro de Cary y, a continuación, me lanzó una mirada y una sonrisa de gallito.
—Mi compañera de piso. Hay espacio para más, nena.
—Cary Taylor, no me provoques —le advertí—. No está siendo una noche nada, nada buena. El hombre de pelo moreno que estaba encima se salió de Cary, se puso de pie y se acercó despacio a mí. A medida que lo hacía vi que sus ojos marrones estaban anormalmente dilatados y que el pulso de su cuello latía ferozmente.
—Yo puedo hacer que mejore —se ofreció con una mirada lasciva.
—No te acerques, joder. —Corregí mi postura preparándome para enfrentarme a él físicamente si era necesario.
—Déjala en paz, Ian —le ordenó Cary poniéndose de pie.
—Vamos, nena —dijo Ian con voz persuasiva, mientras yo sentía asco de que utilizara el apodo con el que Cary me llamaba—. Necesitas pasar un buen rato. Deja que yo me encargue. En un momento estaba a pocos centímetros de mí y al siguiente volaba hacia el sofá con un grito. Joe se colocó entre los demás y yo, lleno de furia.
—Llévatelo a tu habitación, Cary —masculló—. O a cualquier otro sitio. Ian daba gritos en el sofá mientras sangraba por la nariz a pesar de tratar de contenerla con las dos manos. Cary cogió sus vaqueros del suelo.
—Tú no eres mi jodida madre,______. Yo di un paso por delante de Joe.
—¿Después de cagarla con Trey no has aprendido ninguna puta lección, imbécil?
—¡Esto no tiene nada que ver con Trey!
—¿Quién es Trey? —preguntó la rubia de bote mientras se ponía de pie. Cuando pudo ver bien a Joe se atusó visiblemente el pelo y lució lo que claramente era un cuerpo precioso. Sus esfuerzos consiguieron una mirada tan desdeñosa, displicente y poco impresionada que finalmente tuvo la delicadeza de sonrojarse y cubrirse con un ajustado vestido de lamé dorado que recogió del suelo.
—No lo tomes como algo personal. Prefiere a las morenas —le dije aprovechando que estaba de mal humor. La mirada que me lanzó Joe fue letal. Nunca había visto en él unos ojos tan furiosos. Literalmente vibraba por la violencia contenida. Asustada por aquella mirada, di sin querer un paso atrás. Maldijo muy enfadado y se pasó las dos manos por el pelo. De repente, agotada y profundamente decepcionada con los hombres que había en mi vida, me di la vuelta.
—Saca todo este desastre de mi casa, Cary. Atravesé el pasillo quitándome por el camino el otro zapato de tacón con una patada. Me había deshecho del vestido antes de llegar a mi cuarto de baño y estaba dentro de la ducha menos de un minuto después. Me mantuve fuera del chorro hasta que el agua se calentó y, entonces, me metí debajo. Demasiado cansada para quedarme de pie mucho rato, me agaché y me senté bajo el chorro con los ojos cerrados y los brazos alrededor de las rodillas.
—_______. Me encogí al oír la voz de Joe y apreté el cuerpo hasta convertirme en una bola más compacta.
—¡Maldita sea! —exclamó—. Me estás jodiendo más que ninguna otra persona que conozco. Lo miré a través del velo de mi pelo mojado. Estaba entrando en el baño. Había dejado la chaqueta en algún sitio y llevaba la camisa por fuera del pantalón.
—Vete a casa, Joe. Se detuvo y me miró incrédulo.
—No voy a dejarte aquí, joder. ¡A Cary se le ha ido la cabeza! Ese gilipollas estaba a punto de ponerte las manos encima cuando he llegado.
—Cary no hubiera permitido que eso ocurriera. Pero, de todos modos, no puedo encargarme de él y de ti a la vez. —Lo cierto era que no quería encargarme de ninguno de ellos. Simplemente, quería estar sola.
—Entonces, ocúpate sólo de mí. Me aparté el pelo de la cara con un impaciente golpe de la mano.
—¿Qué? ¿Se supone que yo debo darte prioridad a ti? Retrocedió como si le hubiese golpeado.
—Yo creía que cada uno éramos la prioridad del otro.
—Sí, eso creía yo también. Hasta esta noche.
—¡Dios! ¿Vas a dejar ya lo de Megan? —Abrió los brazos—. Estoy aquí contigo, ¿no? Apenas he podido despedirme de ella porque he salido detrás de ti. Otra vez.
—Vete a la mierda. No me hagas ningún favor. Joe se metió en la ducha completamente vestido. Me puso de pie y me besó. Con fuerza. Su boca devoraba la mía y sus manos me agarraban los brazos para que no me moviera. Pero esta vez no me ablandé. No sucumbí. Ni siquiera cuando él trató de persuadirme con sugerentes lametones.
—¿Por qué? —murmuró, deslizando los labios por mi cuello—. ¿Por qué me estás volviendo loco?
—No sé qué problema tienes con el doctor Lucas y sinceramente me importa una mierda. Pero él tenía razón. Megan estaba recibiendo demasiada atención por tu parte esta noche. Casi no me has hecho caso durante la cena.
—Es imposible que yo te ignore, ______. —Tenía una expresión dura—. Si estás en la misma habitación que yo, no tengo ojos para nadie más.
—Qué curioso. Cada vez que yo te miraba, tú la estabas mirando a ella.
—Eso es una estupidez. —Me soltó y se apartó el pelo mojado de la cara—. Ya sabes lo que siento por ti.
—¿Sí? Me deseas. Me necesitas. Pero, ¿quieres a Megan?
—No me jodas. ¡No! —Cerró el grifo y me atrapó contra el cristal con los dos brazos—. ¿Quieres que te diga que te quiero, _______? ¿Es eso lo que pasa?
Sentí un calambre en el estómago como si me hubiese golpeado con toda la fuerza de su puño. Nunca antes había sentido ese tipo de dolor, ni sabía que existía. Los ojos me abrasaron y me agaché por debajo de su brazo antes de ponerme en evidencia echándome a llorar.
—Vete a casa, Joe. Por favor.
—Estoy en casa. —Me cogió por detrás y enterró su cara en mi cabello empapado—. Estoy contigo. Traté de soltarme, pero estaba demasiado agotada. Físicamente. Emocionalmente. Las lágrimas salieron en torrente y no pude contenerlas. Y yo odiaba llorar delante de nadie.
—Vete, por favor.
—Te quiero,______. Claro que te quiero.
—Oh, Dios mío. —Empecé a golpearle sin sentido. Cualquier cosa con tal de huir de la persona que se había convertido en una enorme fuente de dolor y tristeza—. No quiero tu jodida compasión. Sólo quiero que te vayas.
—No puedo. Sabes que no puedo._____, deja de pegarme. Escúchame.
—Todo lo que dices me causa dolor, Joe.
—Es que ésa no es la palabra exacta, ______. —Siguió sujetándome obstinadamente con sus labios en mi oído—. Por eso no la he pronunciado. No es la palabra exacta para ti ni para lo que siento por ti.
—Cállate. Si te importo algo, cállate y vete.
—Me han querido antes... Megan y otras mujeres... Pero ¿qué demonios saben ellas de mí? ¿De quién coño están enamoradas si no saben lo jodido que estoy? Si eso es amor, no es nada comparado con lo que siento por ti. Me quedé inmóvil, temblando, con la mirada fija en el espejo que reflejaba mi rostro con el rímel corrido y el pelo enmarañado junto a la devastada belleza de Joe. Una voluble emoción se había adueñado de sus rasgos mientras me envolvía con fuerza entre sus brazos. Parecíamos no estar hechos el uno para el otro.
Y sin embargo, sentía la alienación de estar rodeada por otros que no podían verme realmente o que preferían no hacerlo. Había sentido odio hacia mí misma, provocado por la sensación de ser un fraude, de interpretar una imagen de lo que deseaba ser pero no era. Había vivido con el miedo a que la gente que quería pudiera alejarse de mí si alguna vez llegaba a conocer a la verdadera persona que se ocultaba en mi interior.
—Joe... Sus labios rozaron mi sien.
—Creo que te he querido desde el momento en que te vi. Luego, hicimos el amor aquella primera vez en la limusina y se convirtió en algo más. Algo más.
—Sí, claro. Aquella noche me dejaste y fuiste a ocuparte de Megan. ¿Cómo pudiste hacerlo, Joe? Me soltó sólo el tiempo suficiente para cogerme en brazos y llevarme hasta donde colgaba mi albornoz, detrás de la puerta. Me envolvió en sus brazos y, a continuación, me obligó a sentarme en el filo de la bañera mientras él se acercaba al lavabo y sacaba del cajón las toallitas desmaquilladoras. Agachándose delante de mí, me pasó el paño por la mejilla.
—Cuando Megan me llamó durante la cena de beneficencia, fue el momento perfecto para que yo hubiera hecho algo estúpido. —Sus ojos tranquilos y cálidos miraban mi rostro surcado de lágrimas—. Tú y yo acabábamos de hacer el amor y yo no pensaba con claridad. Le dije que estaba ocupado y que estaba con alguien y cuando noté el dolor de su voz, supe que tenía que ocuparme de ella para poder seguir adelante contigo.
—No lo comprendo. Me dejaste para irte con ella. ¿Cómo puede eso significar que seguíamos adelante?
—La cagué con Megan, _______. —Me levantó el mentón para limpiarme los ojos de mapache—. La conocí en mi primer año en la Universidad de Columbia. Me fijé en ella, claro. Era guapa y dulce y nunca decía una palabra desagradable de nadie. Cuando ella vino detrás de mí, yo dejé que me cazara y ella se convirtió en mi primera relación sexual consentida.
—La odio —Aquello hizo que sonriera ligeramente—. No estoy bromeando, Joe. Me estoy muriendo de celos ahora mismo.
—Con ella sólo fue sexo, cielo. Por muy salvajemente que follemos tú y yo, sigue siendo hacer el amor. Cada vez, desde la primera. Tú eres la única que me ha tenido así. Expulsé el aire con fuerza.
—Vale. Me siento un poco mejor. Me besó.
—Supongo que se puede decir que estuvimos saliendo. Teníamos exclusividad sexualmente y, a menudo, terminábamos yendo a los mismos sitios como pareja. Aun así, cuando ella me dijo que me quería, me sorprendí. Y me sentí halagado. Yo le tenía cariño. Disfrutaba pasando el tiempo con ella.
—Al parecer, sigue siendo así —murmuré.
—Escúchame —me reprendió con un golpecito de su dedo sobre la punta de mi nariz—. Pensé que quizá podría enamorarme de ella también, a mi modo... El único modo que yo conocía. No quería que estuviera con ningún otro. Así que acepté cuando ella me pidió matrimonio. Yo me aparté hacia atrás para mirarlo.
—¿Ella te pidió matrimonio?
—No te sorprendas tanto —dijo irónicamente—. Me vas a destrozar el ego. Una sensación de alivio me inundó de repente y me sentí mareada. Me lancé sobre él, abrazándolo tan fuerte como pude. Su abrazo fue igual de violento.
—Oye, ¿estás bien?
—Sí. Sí. Casi lo estoy. —Me aparté y coloqué la mano sobre su barbilla—. Continúa.
—Dije que sí por los motivos equivocados. Después de dos años saliendo juntos, nunca habíamos pasado una noche entera juntos. Nunca hablamos de ninguna de las cosas de las que hablo contigo. Ella no me conocía, no de verdad, y, sin embargo, yo me convencí de que el hecho de que me quisiera era algo a lo que podía agarrarme. ¿Quién más iba a arreglar las cosas si no era ella? Dirigió su atención a mi otro ojo y me limpió las manchas negras.
—Creo que ella esperaba que al estar prometidos alcanzaríamos otro nivel. Quizá yo me abriera más. Quizá pasaríamos la noche en el hotel, algo que ella consideraba muy romántico, por cierto. En lugar de eso, terminábamos a primera hora de la noche porque a la mañana siguiente teníamos clases. No lo sé.
Al oír aquello me pareció que debió sentirse terriblemente solo. Pobre Joe. Había estado demasiado tiempo solo. Quizá toda su vida.
—Y cuando ella rompió un año después —continuó—, supongo que esperaba que eso reactivara las cosas, que yo me esforzara más por mantenerla a mi lado. En lugar de eso, me sentí aliviado porque había empezado a darme cuenta de que iba a ser imposible compartir un hogar con ella. ¿Qué excusa se me iba a ocurrir para dormir en habitaciones separadas y tener mi propio espacio?
—¿Nunca pensaste en decírselo?
—No. —Se encogió de hombros—. Hasta que llegaste tú no pensé que mi pasado fuera un problema. Sí, afectaba en cierto sentido a mi modo de hacer las cosas, pero todo estaba en su sitio y yo no era un desdichado. De hecho, creía que tenía una vida cómoda y sin complicaciones.
—Ay, chico —dije arrugando la nariz—. Bienvenido, señor Comodón. Yo soy la señora Complicaciones. Su sonrisa se iluminó.
—No nos vamos a aburrir nunca.
MileyCyruZ
Re: Seamos Honestos (Dont Lie To Me) Joe&Tu HOT(TERMINADA)
waaa siguelaaa prontooo
UU Cary debe de ordenar sus emociones me caía bien Trey uuu buenooo
siguelaa prontooo :bye:
UU Cary debe de ordenar sus emociones me caía bien Trey uuu buenooo
siguelaa prontooo :bye:
Samantha
Re: Seamos Honestos (Dont Lie To Me) Joe&Tu HOT(TERMINADA)
Ay por dios , con tu nove siento tantas cosas al mismo tiempo
tienes que seguirla por favor
tienes que seguirla por favor
fernanda
Re: Seamos Honestos (Dont Lie To Me) Joe&Tu HOT(TERMINADA)
hey hola chicas perdon por no subir el capitulo final pero me enferme y les juro que me estava muriendo D: no sabes horrible pero ya aqui les traigo el capitulo final y pronto subire le segundo libro ñ.ñ
Capitulo 22 (Final)
Joe lanzó la toallita desmaquillante a la basura. Después, cogió una toalla para secar el charco que había dejado en el suelo y se quitó los zapatos. Para mi completo deleite, empezó a quitarse la ropa mojada.
—Te sientes culpable porque ella sigue enamorada de ti —dije extasiada mientras le veía.
—Sí, así es. Conocí a su marido. Era un buen tipo y estaba loco por ella, hasta que supo que ella no sentía lo mismo y todo se vino abajo. Me miró mientras se quitaba la camisa.
—Yo no entendía por qué él lo permitió. Se había casado con la chica que quería, vivían en otro país, lejos de mí, ¿qué problema había? Ahora lo entiendo. Si tú quisieras a otra persona,______, yo me rompería en pedazos, cada día de mi vida. Me destrozaría incluso si estuvieras conmigo en lugar de con ese otro. Pero al contrario de Giroux, yo no te dejaría marchar. Quizá no te tendría del todo, pero seguirías siendo mía y me conformaría con ello. Entrelacé los dedos en mi regazo.
—Eso es lo que me asusta, Joe. No sabes lo que vales.
—Lo cierto es que sí. Doce mil millo...
—Cierra la boca. —Giré la cabeza y apreté los dedos contra mis ojos—. No tiene tanto misterio que las mujeres se enamoren de ti y continúen estándolo. ¿Sabías que Demi se dejó el pelo largo con la esperanza de recordarte a Megan? Se bajó los pantalones y me miró frunciendo el ceño.
—¿Por qué? Suspiré ante su ignorancia.
—Porque cree que es a Megan a quien quieres.
—Entonces es que no está prestando atención.
—¿No? Megan me ha dicho que habla contigo casi todos los días.
—No tanto. A menudo no estoy disponible. Ya sabes lo ocupado que estoy. —En sus ojos apareció la mirada caliente que me era tan familiar. Supe que estaba pensando en las veces en que estaba ocupado conmigo.
—Eso es una locura, Joe. Que te llame todos los días, que te aceche así. —Lo cual me recordó que ella me había contado que había sido tan posesivo con ella como lo era conmigo. Eso me inquietó terriblemente.
—¿Adónde quieres llegar a parar? —preguntó con una voz teñida de diversión.
—¿No lo entiendes? Haces que las mujeres pierdan la cabeza porque eres lo máximo. Eres el gran premio. Si una mujer no puede tenerte, sabe que tiene que conformarse con algo inferior. Así que no pueden pensar en no tenerte. Simplemente piensan en locuras para conseguirte.
—A excepción de la única a la que quiero —contestó con frialdad—, que pasa gran parte del tiempo corriendo en la dirección opuesta. Me quedé mirándolo con descaro, empapándome de él mientras permanecía allí de pie, desnudo, delante de mí.
—Contéstame a una pregunta, Joe. ¿Por qué me deseas a mí, cuando puedes conseguir la perfección? Y no lo digo porque esté buscando cumplidos ni palabras de consuelo. Te estoy haciendo una pregunta sincera. Me cogió y me llevó al dormitorio.
—_______, si no dejas de pensar en nosotros como algo temporal, voy a tener que darte de azotes y asegurarme de que te gusta. Me dejó en una silla y fue a buscar en mis cajones. Vi que sacaba ropa interior, pantalones de yoga y una camiseta.
—¿Has olvidado que duermo desnuda contigo? Me miró.
—No vamos a quedarnos aquí. No me fío de que Cary no traiga a más gilipollas borrachos a casa. Cuando nos acostemos, voy a tomarme la medicación que el doctor Petersen me ha recetado y es posible que no esté en condiciones de protegerte. Así que nos vamos a mi casa. Bajé la mirada hacia mis manos retorcidas, pensando en si podría necesitar también protección de Joe.
—Yo ya he pasado antes por esta situación con Cary, Joe. No puedo refugiarme en tu casa sin más y esperar que él salga de esto solo. Necesita que esté más cerca de él que nunca. Joe me trajo la ropa y se agachó delante de mí.
—_______. Sé que tienes que apoyar a Cary. Buscaremos una solución mañana. Cogí su cara entre mis manos.
—Gracias.
—Pero yo también te necesito —dijo en voz baja. —Nos necesitamos el uno al otro. Se puso de pie. Volvió al vestidor, abrió sus cajones y cogió ropa para él. Yo me levanté y empecé a vestirme.
—Oye... Se puso unos vaqueros de cintura baja.
—¿Sí?
—Me siento muchísimo mejor ahora que conozco la historia, pero Megan va a seguir suponiendo un problema para mí. —Hice una pausa con la camisa en las manos
—Tú quieres que corte de raíz sus ilusiones rápidamente.
—Guárdate la culpa y empieza a alejarte de ella. Se sentó en el filo de la cama para ponerse los calcetines.
—Es amiga mía, ______, y está atravesando una etapa difícil.
—Piénsalo bien, Joe. Yo también tengo antiguos novios. Con esto estás sentando un precedente de cómo puedo tratarme con ellos. Seguiré tu ejemplo. Se puso de pie con el ceño fruncido.
—Me estás amenazando.
—Yo prefiero considerarlo como una coacción. Las relaciones funcionan en ambos sentidos. Tú no eres su único amigo. Ella puede encontrar a alguien más adecuado en quien apoyarse durante su época de crisis. Cogimos lo que necesitábamos y volvimos a la sala de estar. Vi el desorden que habían dejado —un sujetador de color aguamarina debajo de una mesita auxiliar y sangre sobre mi sofá de color crema— y deseé que Cary siguiera allí para hacerle entrar algo en razón.
—Mañana lo hablaré con él —dije entre dientes, apretando la mandíbula por la rabia y la preocupación—. Maldita sea, debí tumbarlo de un golpe cuando tuve ocasión, debí noquearlo y después encerrarlo en su habitación hasta que su cerebro vuelva a funcionar de nuevo. Joe me acarició suavemente la espalda.
—Será mejor dejarlo para mañana, cuando esté solo y con resaca. Es más efectivo así.
Cuando bajamos, Angus nos estaba esperando. Yo estaba a punto de subir a la parte de atrás de la limusina cuando Joe maldijo en voz baja haciendo que me detuviera.
—¿Qué? —le pregunté.
—Me he olvidado de una cosa.
—Deja que coja mis llaves —Extendí la mano hacia el bolso de viaje que Joe tenía en la mano y donde guardaba mi bolso.
—No es necesario. Tengo una copia. —Me lanzó una sonrisa descarada cuando lo miré sorprendida—. Mandé que me la hicieran antes de devolvértelas.
—¿En serio? Me besó en la cabeza.
—Si hubieses prestado atención, habrías notado que tenías la llave de mi casa en tu llavero desde que te devolví las tuyas. Yo ahogué un grito en su dirección mientras él pasaba rápidamente junto al portero y volvía a entrar en el edificio. Recordé el tormento de aquellos cuatro días cuando había creído que habíamos roto y el espantoso dolor que había sentido cuando aquellas llaves salieron del sobre y cayeron sobre la palma de mi mano. Había tenido la llave para estar con él durante todo ese tiempo. Moviendo la cabeza, eché un vistazo a mi ciudad de adopción, enamorada de todo lo que en ella había y sintiéndome agradecida por la loca fuente de felicidad que había encontrado en ella. Joe y yo teníamos todavía mucho trabajo por delante. Por mucho que nos amáramos, eso no garantizaba que pudiéramos superar nuestras heridas individuales. Pero hablábamos, éramos sinceros el uno con el otro y Dios sabía que los dos éramos demasiado obstinados como para rendirnos sin luchar. Joe volvió a aparecer justo cuando pasaban dos grandes caniches preciosamente acicalados junto a su dueña, peinada igual que ellos. Subí a la limusina. Mientras nos alejábamos de la acera, Joe me atrajo a su lado y me abrazó.
—Hemos tenido una noche movidita, pero la hemos superado.
—Sí, es verdad. —Eché la cabeza hacia atrás y le ofrecí mi boca para que la besara. Él me respondió con un beso suave y dulce, una sencilla confirmación de nuestra preciosa, complicada, desesperante y necesaria conexión. Agarrándome a su nuca, pasé los dedos por su sedoso pelo.
—Estoy deseando volver a tenerte en la cama. Él soltó un pequeño y sugerente gruñido y se lanzó a mi cuello con mordiscos y besos que me hacían cosquillas y que conseguían que nuestros fantasmas y sus sombras se desvanecieran. Al menos, durante un rato...
LA HISTORIA DE JOE Y _____ CONTINÚA EN COMO TU REFLEJO LA PODEROSAMENTE SENSUAL SECUELA DE LA SERIE JONASFIRE Próximamente...
HEY MUCHAS GRACIAS POR LEER ESTA NOVE Y TENERME PACIENCIA CUANDO ME TARDABA EN SUBIR MUCHAS GRACIAS Y TAMBIEN POR SUS COMENTARIOS QUE ME ALEGRABAN EL DIA ESPERO VERLAS EN LA PARTE DOS DE ESTA NOVELA QUE SUBIRE PRONTO Y TAMBIEN EN CONOCIENDO A CIENCUENTA.. ESPERO QUE LES HAYA GUSTADO TANTO COMO A MI LAS VEO EN LA PROXIMA :) GRACIAS
Capitulo 22 (Final)
Joe lanzó la toallita desmaquillante a la basura. Después, cogió una toalla para secar el charco que había dejado en el suelo y se quitó los zapatos. Para mi completo deleite, empezó a quitarse la ropa mojada.
—Te sientes culpable porque ella sigue enamorada de ti —dije extasiada mientras le veía.
—Sí, así es. Conocí a su marido. Era un buen tipo y estaba loco por ella, hasta que supo que ella no sentía lo mismo y todo se vino abajo. Me miró mientras se quitaba la camisa.
—Yo no entendía por qué él lo permitió. Se había casado con la chica que quería, vivían en otro país, lejos de mí, ¿qué problema había? Ahora lo entiendo. Si tú quisieras a otra persona,______, yo me rompería en pedazos, cada día de mi vida. Me destrozaría incluso si estuvieras conmigo en lugar de con ese otro. Pero al contrario de Giroux, yo no te dejaría marchar. Quizá no te tendría del todo, pero seguirías siendo mía y me conformaría con ello. Entrelacé los dedos en mi regazo.
—Eso es lo que me asusta, Joe. No sabes lo que vales.
—Lo cierto es que sí. Doce mil millo...
—Cierra la boca. —Giré la cabeza y apreté los dedos contra mis ojos—. No tiene tanto misterio que las mujeres se enamoren de ti y continúen estándolo. ¿Sabías que Demi se dejó el pelo largo con la esperanza de recordarte a Megan? Se bajó los pantalones y me miró frunciendo el ceño.
—¿Por qué? Suspiré ante su ignorancia.
—Porque cree que es a Megan a quien quieres.
—Entonces es que no está prestando atención.
—¿No? Megan me ha dicho que habla contigo casi todos los días.
—No tanto. A menudo no estoy disponible. Ya sabes lo ocupado que estoy. —En sus ojos apareció la mirada caliente que me era tan familiar. Supe que estaba pensando en las veces en que estaba ocupado conmigo.
—Eso es una locura, Joe. Que te llame todos los días, que te aceche así. —Lo cual me recordó que ella me había contado que había sido tan posesivo con ella como lo era conmigo. Eso me inquietó terriblemente.
—¿Adónde quieres llegar a parar? —preguntó con una voz teñida de diversión.
—¿No lo entiendes? Haces que las mujeres pierdan la cabeza porque eres lo máximo. Eres el gran premio. Si una mujer no puede tenerte, sabe que tiene que conformarse con algo inferior. Así que no pueden pensar en no tenerte. Simplemente piensan en locuras para conseguirte.
—A excepción de la única a la que quiero —contestó con frialdad—, que pasa gran parte del tiempo corriendo en la dirección opuesta. Me quedé mirándolo con descaro, empapándome de él mientras permanecía allí de pie, desnudo, delante de mí.
—Contéstame a una pregunta, Joe. ¿Por qué me deseas a mí, cuando puedes conseguir la perfección? Y no lo digo porque esté buscando cumplidos ni palabras de consuelo. Te estoy haciendo una pregunta sincera. Me cogió y me llevó al dormitorio.
—_______, si no dejas de pensar en nosotros como algo temporal, voy a tener que darte de azotes y asegurarme de que te gusta. Me dejó en una silla y fue a buscar en mis cajones. Vi que sacaba ropa interior, pantalones de yoga y una camiseta.
—¿Has olvidado que duermo desnuda contigo? Me miró.
—No vamos a quedarnos aquí. No me fío de que Cary no traiga a más gilipollas borrachos a casa. Cuando nos acostemos, voy a tomarme la medicación que el doctor Petersen me ha recetado y es posible que no esté en condiciones de protegerte. Así que nos vamos a mi casa. Bajé la mirada hacia mis manos retorcidas, pensando en si podría necesitar también protección de Joe.
—Yo ya he pasado antes por esta situación con Cary, Joe. No puedo refugiarme en tu casa sin más y esperar que él salga de esto solo. Necesita que esté más cerca de él que nunca. Joe me trajo la ropa y se agachó delante de mí.
—_______. Sé que tienes que apoyar a Cary. Buscaremos una solución mañana. Cogí su cara entre mis manos.
—Gracias.
—Pero yo también te necesito —dijo en voz baja. —Nos necesitamos el uno al otro. Se puso de pie. Volvió al vestidor, abrió sus cajones y cogió ropa para él. Yo me levanté y empecé a vestirme.
—Oye... Se puso unos vaqueros de cintura baja.
—¿Sí?
—Me siento muchísimo mejor ahora que conozco la historia, pero Megan va a seguir suponiendo un problema para mí. —Hice una pausa con la camisa en las manos
—Tú quieres que corte de raíz sus ilusiones rápidamente.
—Guárdate la culpa y empieza a alejarte de ella. Se sentó en el filo de la cama para ponerse los calcetines.
—Es amiga mía, ______, y está atravesando una etapa difícil.
—Piénsalo bien, Joe. Yo también tengo antiguos novios. Con esto estás sentando un precedente de cómo puedo tratarme con ellos. Seguiré tu ejemplo. Se puso de pie con el ceño fruncido.
—Me estás amenazando.
—Yo prefiero considerarlo como una coacción. Las relaciones funcionan en ambos sentidos. Tú no eres su único amigo. Ella puede encontrar a alguien más adecuado en quien apoyarse durante su época de crisis. Cogimos lo que necesitábamos y volvimos a la sala de estar. Vi el desorden que habían dejado —un sujetador de color aguamarina debajo de una mesita auxiliar y sangre sobre mi sofá de color crema— y deseé que Cary siguiera allí para hacerle entrar algo en razón.
—Mañana lo hablaré con él —dije entre dientes, apretando la mandíbula por la rabia y la preocupación—. Maldita sea, debí tumbarlo de un golpe cuando tuve ocasión, debí noquearlo y después encerrarlo en su habitación hasta que su cerebro vuelva a funcionar de nuevo. Joe me acarició suavemente la espalda.
—Será mejor dejarlo para mañana, cuando esté solo y con resaca. Es más efectivo así.
Cuando bajamos, Angus nos estaba esperando. Yo estaba a punto de subir a la parte de atrás de la limusina cuando Joe maldijo en voz baja haciendo que me detuviera.
—¿Qué? —le pregunté.
—Me he olvidado de una cosa.
—Deja que coja mis llaves —Extendí la mano hacia el bolso de viaje que Joe tenía en la mano y donde guardaba mi bolso.
—No es necesario. Tengo una copia. —Me lanzó una sonrisa descarada cuando lo miré sorprendida—. Mandé que me la hicieran antes de devolvértelas.
—¿En serio? Me besó en la cabeza.
—Si hubieses prestado atención, habrías notado que tenías la llave de mi casa en tu llavero desde que te devolví las tuyas. Yo ahogué un grito en su dirección mientras él pasaba rápidamente junto al portero y volvía a entrar en el edificio. Recordé el tormento de aquellos cuatro días cuando había creído que habíamos roto y el espantoso dolor que había sentido cuando aquellas llaves salieron del sobre y cayeron sobre la palma de mi mano. Había tenido la llave para estar con él durante todo ese tiempo. Moviendo la cabeza, eché un vistazo a mi ciudad de adopción, enamorada de todo lo que en ella había y sintiéndome agradecida por la loca fuente de felicidad que había encontrado en ella. Joe y yo teníamos todavía mucho trabajo por delante. Por mucho que nos amáramos, eso no garantizaba que pudiéramos superar nuestras heridas individuales. Pero hablábamos, éramos sinceros el uno con el otro y Dios sabía que los dos éramos demasiado obstinados como para rendirnos sin luchar. Joe volvió a aparecer justo cuando pasaban dos grandes caniches preciosamente acicalados junto a su dueña, peinada igual que ellos. Subí a la limusina. Mientras nos alejábamos de la acera, Joe me atrajo a su lado y me abrazó.
—Hemos tenido una noche movidita, pero la hemos superado.
—Sí, es verdad. —Eché la cabeza hacia atrás y le ofrecí mi boca para que la besara. Él me respondió con un beso suave y dulce, una sencilla confirmación de nuestra preciosa, complicada, desesperante y necesaria conexión. Agarrándome a su nuca, pasé los dedos por su sedoso pelo.
—Estoy deseando volver a tenerte en la cama. Él soltó un pequeño y sugerente gruñido y se lanzó a mi cuello con mordiscos y besos que me hacían cosquillas y que conseguían que nuestros fantasmas y sus sombras se desvanecieran. Al menos, durante un rato...
LA HISTORIA DE JOE Y _____ CONTINÚA EN COMO TU REFLEJO LA PODEROSAMENTE SENSUAL SECUELA DE LA SERIE JONASFIRE Próximamente...
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MileyCyruZ
Re: Seamos Honestos (Dont Lie To Me) Joe&Tu HOT(TERMINADA)
ME ENCANTOOOO!:D Ansiosa por el segundo libro!:333
AniitaRP4
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