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Seamos Honestos (Dont Lie To Me) Joe&Tu HOT(TERMINADA)

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Seamos Honestos (Dont Lie To Me) Joe&Tu HOT(TERMINADA) - Página 4 Empty Re: Seamos Honestos (Dont Lie To Me) Joe&Tu HOT(TERMINADA)

Mensaje por MileyCyruZ Lun 11 Mar 2013, 9:46 pm

HOLA HOLA chicas lo se me desaparesi unos dias pero es que jhajah si yo les contara uff :maloso: bueno siento mucho no haber subido capitulo :oops: y me pone feliz ver que hay mas lectoras :aah: bueno les dejo el capitulo rapidito que voy de salida creepygusta gracias por comentar

Seamos Honestos (Dont Lie To Me) Joe&Tu HOT(TERMINADA) - Página 4 479708_433040536784246_930670879_n

Mantuve la cabeza baja al pasar por el mostrador de recepción y salí del hotel por una puerta lateral. Tenía la cara roja de vergüenza al recordar al gerente que había saludado a Joe cuando entramos en el ascensor. Era fácil imaginarse lo que habría pensado de mí. Él debía de saber para qué tenía Joe reservada la habitación. No podía soportar la idea de ser una de tantas y, sin embargo, eso es exactamente lo que había sido desde el momento en que entré en el hotel. ¿Tanto habría costado acercarse al mostrador y conseguir una habitación que sólo fuera para nosotros? Empecé a caminar sin rumbo. Ya era de noche y la ciudad asumía una vida completamente diferente a la que tenía durante la jornada. Carros de comida humeante salpicaban las aceras, un puesto donde se vendían cuadros enmarcados, otro de camisetas, y otro, y otro más que tenía dos mesas plegables cubiertas de guiones de películas y series de televisión. Con cada paso que daba se iba quemando la adrenalina de la huida. Se desvanecía el malicioso regocijo al imaginar a Joe saliendo del baño y encontrándose con una habitación vacía y una cama llena de trastos desparramados. Empecé a calmarme... y a pensar seriamente en lo que acababa de suceder. ¿Había sido pura coincidencia que Joe me hubiera invitado a un gimnasio que estaba justo al lado de su picadero? Recordé la conversación que habíamos tenido en su oficina a la hora de la comida y cómo se había esforzado para retenerme. Estaba tan confuso como yo respecto a lo que estaba pasando entre nosotros, y a mí me constaba lo fácil que era caer en los patrones establecidos. Después de todo, ¿no había caído yo en uno de los míos al salir huyendo? Había pasado bastantes años haciendo terapia como para salir corriendo cuando algo me dolía. Completamente abatida, entré en un restaurante italiano y me senté a una mesa. Pedí un vaso de syrah y una pizza margarita, esperando que el vino y la comida aplacaran mi ansiedad y pudiera pensar con lucidez. Cuando el camarero volvió con el vino, me bebí media copa sin saborearlo. Ya echaba de menos a Joe y el ánimo alegre y divertido que tenía cuando me fui. Estaba invadida por su olor —la fragancia de su piel y de su sexo caliente y juguetón—. Me escocían los ojos y dejé resbalar unas lágrimas por las mejillas, a pesar de que era un restaurante muy concurrido. Llegó la comida, escarbé un poco en ella. Me sabía a cartón, aunque suponía que ni el cocinero ni el lugar tenían la culpa. Acerqué la silla donde había puesto el bolso y saqué mi nuevo smartphone con la intención de dejar un mensaje en el contestador del doctor Travis. Me había sugerido que nos comunicáramos por video-chat hasta que encontrara otro psicólogo en Nueva York y decidí aceptar su propuesta. Entonces fue cuando vi las veintiuna llamadas perdidas y un mensaje de Joe: «La he cagado otra vez. No me dejes. Habla conmigo. J.J». Las lágrimas brotaron de nuevo. Sujeté el teléfono contra el pecho, sin saber qué hacer. No podía quitarme de la cabeza las imágenes de Joe con otras mujeres. No podía dejar de imaginármelo follando a todo follar con otra en aquella misma cama, usando juguetes con ella, volviéndola loca, obteniendo placer de su cuerpo. Pensar en esas cosas era irracional e inútil, y me hacía sentir mezquina, y enferma.
Di un respingo cuando vibró el teléfono, y casi lo dejé caer. Me daba pena de mí misma y no sabía si dejar contestar al buzón de voz porque veía en la pantalla que era Joe (además, era el único que tenía el número), pero no podía pasar de él porque se veía que estaba desesperado. Con todo lo que había querido herirle antes, ahora me era imposible hacerlo.
—Hola. —Mi voz no parecía la mía, empañada como estaba de lágrimas y emoción.
—¡_________! Gracias a Dios —Joe parecía muy preocupado—, ¿dónde estás? Miré a mi alrededor pero no vi nada que me indicara el nombre del restaurante.
—No lo sé. Yo... lo siento, Joe.
—No, Eva. No lo sientas. Es culpa mía. Tengo que encontrarte ¿Puedes describir dónde estás? ¿Has ido andando?
—Sí, he venido andando.
—Sé por qué puerta saliste. ¿Hacia dónde fuiste luego? —Respiraba deprisa y se oían de fondo el ruido del tráfico.
—A la izquierda.
—¿Y luego te metiste por alguna calle lateral?
—Creo que no. No lo sé. —Busqué con la mirada algún camarero a quien preguntar—. Estoy en un restaurante italiano. Tiene mesas en la acera... y una verja de hierro forjado. Ventanas francesas. Por Dios, Joe, yo... Apareció su silueta en la entrada, con el teléfono pegado al oído. Le reconocí de inmediato, le vi detenerse cuando me encontró sentada contra la pared del fondo. Se guardó el teléfono en el bolsillo de los vaqueros que tenía en el hotel. Pasó de largo delante de la encargada, que le estaba diciendo algo, y fue directo hasta mí. Apenas me había puesto en pie cuando me atrapó entre sus brazos y me atrajo con fuerza hacia él.
—Dios mío —temblando ligeramente, hundió la cara en mi cuello—, ________.
Yo también le abracé. Estaba fresco por la ducha reciente y me hizo darme cuenta de que yo también necesitaba una.
—No puedo estar aquí —dijo con voz trémula y separándose un poco para cogerme la cara con las manos—; no puedo dejarme ver en público ahora, ¿vienes a casa conmigo? De algún modo mi expresión debió de traicionar mi persistente cautela, porque me besó en la frente y murmuró: —No será como el hotel, te lo prometo. Mi madre es la única mujer que ha estado en mi casa, aparte del ama de llaves y el servicio.
—Esto es una idiotez —dije entre dientes—. Soy una idiota.
—No. —Me retiró el pelo hacia atrás y me susurró al oído—. Si tú me hubieras llevado a un sitio que reservaras para follar con otros, no lo habría soportado. El camarero regresó y nos separamos.
—¿Le traigo una carta, señor?
—No hace falta —Joe sacó la cartera del bolsillo posterior y le dio su tarjeta de crédito—, nos vamos ya.
Cogimos un taxi hasta su casa y no me soltó la mano en todo el tiempo. No debería haberme puesto tan nerviosa en el ascensor privado que nos llevaba al ático de Joe en la Quinta Avenida. Los techos altos y la arquitectura de antes de la guerra no eran nuevos para mí y, en realidad, era de esperar si salías con un hombre que parecía tenerlo casi todo. Y las codiciadas vistas a Central Park, por supuesto que también las tenía.
Pero la tensión de Joe era palpable, y ello me hizo darme cuenta de que para él esto era algo importante. Cuando el ascensor se abrió directamente al vestíbulo de mármol del apartamento me dio un apretón en la mano antes de soltarme. Abrió la doble puerta de entrada para hacerme pasar, y pude notar su nerviosismo mientras observaba mi reacción.
La casa de Joe era tan hermosa como el hombre que la habitaba. Muy diferente de su oficina, tan aséptica, moderna y fría. Su espacio privado era cálido y suntuoso, lleno de antigüedades y objetos de arte, realzados por preciosas alfombras Aubusson sobre relucientes suelos de maderas nobles.
—Es... impresionante —dije en voz baja, sintiéndome privilegiada de poder verlo. Era como un atisbo del Joe privado que yo me moría por conocer, y resultaba maravilloso.
—Entra —me llevó dentro del apartamento—. Quiero que duermas aquí esta noche.
—No tengo ropa ni mis cosas...
—Sólo necesitas un cepillo de dientes y tienes uno en el bolso. Podemos acercarnos a tu casa por la mañana y traemos lo demás. Te prometo que te llevaré a trabajar a tiempo. —Me atrajo contra su cuerpo y apoyó la barbilla sobre mi cabeza—. De verdad, me encantaría que te quedaras, ________. No te culpo por escaparte de aquella habitación, pero al ver que te habías ido me llevé un susto de muerte. Necesito estar contigo un poco más.
—Necesito que me abraces. —Metí las manos debajo de su camiseta para acariciar la dureza sedosa de su espalda desnuda—. También me vendría bien una ducha. Con la nariz en mi pelo, inhaló profundamente.
—Me gusta que huelas como yo. Pero me llevó a través de la sala de estar y un pasillo hasta la entrada de su dormitorio.
—¡Vaya! —exclamé cuando dio la luz. Una enorme cama trineo dominaba la estancia, de madera oscura, que parecía su favorita, y la ropa de cama de suave color crema. El resto del mobiliario iba a juego, y los accesorios eran de oro pulido. Era un espacio acogedor y masculino, sin cuadros en las paredes que distrajeran de la serena vista nocturna de Central Park y los magníficos edificios residenciales del otro lado. Mi lado de Manhattan.
—El baño está aquí. Mientras yo observaba el tocador, que parecía estar hecho de una antigua vitrina de nogal con patas en forma de garra, él sacó toallas de un armario del mismo estilo y me las entregó, moviéndose con aquella seguridad elegante y sensual que tanto admiraba en él. Verlo en su casa, con ropa informal, me llegó al alma. Saber que era la primera mujer que vivía esa experiencia con él me emocionó aún más. Sentí que lo estaba viendo más desnudo que nunca.
—Gracias. Me miró y pareció entender que me refería a algo más que a las toallas.
—Está muy bien tenerte aquí.
—No tengo ni idea de cómo he terminado así, contigo. —Pero de verdad, de verdad, me encantaba.
—¿Importa mucho? —Joe se acercó a mí, levantándome la barbilla para besarme la punta de la nariz—. Te dejaré una camiseta encima de la cama. ¿Qué te parecen caviar y vodka?
—Bueno, está un peldaño por encima de la pizza.
—Petrossian’s Ossetra —dijo, sonriendo.
—Rectifico. Cientos de peldaños por encima. —Sonreí yo también. Me duché y me vestí con la enorme camisa de Jonas Industries que me había preparado. Luego llamé a Cary para decirle que pasaría la noche fuera y hacerle un breve resumen del incidente del hotel. Cary soltó un silbido.
—No sé qué decir. Decía mucho de él que no dijera nada. Busqué a Joe en la sala de estar y nos sentamos en el suelo para comer sobre la mesa de centro el costoso caviar con mini tostadas y nata fresca. Vimos una reposición de una serie policíaca ambientada en Nueva York que, curiosamente, incluía una escena filmada en la calle del Jonasfire.
—Creo que sería Cool ver un edificio mío en la televisión —dije.
—No está mal, si no cierran la calle durante varias horas para filmar. Le di un golpecito en un hombro con el mío.
—Pesimista. Nos metimos en la cama de Joe a las diez y media y vimos juntitos la mitad de un programa. Saltaban chispas por el aire de la tensión sexual que había entre nosotros, pero él no hizo ningún avance ni yo tampoco. Suponía que aún estaba intentando desagraviarme por lo del hotel, intentando demostrar que quería pasar tiempo conmigo sin necesidad de follar.
Funcionó. A pesar de desearlo tanto, se estaba bien estando sólo abrazados.
Dormía desnudo, así que fue estupendo acurrucarse junto a él. Puse una pierna sobre la suya, un brazo alrededor de su cintura y apoyé una mejilla sobre su corazón. No me acuerdo del final del programa, así que supongo que me quedé dormida antes de que terminara.
Cuando me desperté, aún estaba oscuro en la habitación y yo me había movido hasta el otro lado de mi mitad de la cama. Me incorporé para mirar la hora en el reloj digital de la mesilla de Joe y vi que apenas eran las tres de la mañana. Yo solía dormir toda la noche de un tirón y pensé que tal vez había extrañado el lugar y eso me había quitado el sueño. Entonces Joe emitió un quejido y se revolvió, muy inquieto, así que comprendí qué era lo que me había despertado. Escapaba de él un murmullo dolorido junto a una respiración atormentada.
—¡No me toques! —murmuraba con violencia—. ¡Quítame esas manos asquerosas de encima! Me quedé helada, con el corazón a mil. Sus palabras, llenas de furia, rasgaban la oscuridad.
—¡Maldito cabrón! —Se retorcía y daba patadas a las mantas. Arqueaba la espalda con un lamento que resultaba perversamente erótico—. ¡No! ¡Dios mío...! Me duele. Yo no podía soportar ver cómo se crispaba y estremecía. —Joseph. —Como Cary a veces tenía pesadillas, yo sabía que no hay que tocar a nadie en ese trance, así que me arrodillé al lado de la cama y le llamé—: Joseph, despierta. Paralizado de súbito, se dejó caer de espaldas, tenso y expectante. Su respiración era agitada. Tenía la polla dura reposando sobre el vientre. Le hablé con firmeza, aunque se me estaba rompiendo el corazón.
—Joe, estás soñando. Vuelve conmigo. Se desmadejó sobre el colchón.
—¡_________!
—Me tienes aquí. —Me alejé de la luz de la luna, pero no vi ningún brillo que me indicara que tuviera los ojos abiertos—. ¿Estás despierto? Empezó a respirar con más calma, pero se quedó callado. Tenía los puños cerrados en la sábana bajera. Me saqué por la cabeza la camisa que llevaba puesta y la dejé caer sobre la cama. Me acerqué sigilosamente, estirando una mano cautelosa para tocarle el brazo. Como no se movía, lo acaricié, deslizando suavemente los dedos sobre el duro músculo de sus bíceps.
—Joe... Se despertó con un sobresalto
—¿Qué? ¿Qué pasa? Me senté sobre los talones, con las manos en los muslos. Me miró parpadeando y se pasó los dedos por el pelo. Aún se percibía la pesadilla que le tenía atrapado, yo la notaba en la rigidez de su cuerpo. —¿Qué ocurre? —preguntó con brusquedad, apoyándose en un codo—. ¿Estás bien?
—Te deseo. Me estiré a su lado, alineando mi cuerpo desnudo contra el suyo. Presioné la cara contra su garganta, húmeda de sudor, y lamí con delicadeza la piel salada. Sabía por mis propias pesadillas que sentirte abrazado y querido podía devolver a los fantasmas al armario durante un rato. Me rodeó con los brazos y recorrió la curva de mi columna de arriba a abajo. Oí cómo se libraba del mal sueño con un suspiro largo y profundo. Le empujé hacia atrás, me subí encima de él y sellé su boca con la mía. Su pene erecto apuntaba hacia los labios de mi sexo y yo me friccionaba con él. Me sujetó la cabeza para tomar las riendas del beso, y el simple contacto de su mano en mi pelo me puso enseguida a punto. Froté el clítoris una y otra vez contra toda la longitud de su atributo y lo usé para masturbarme hasta que Joe lanzó una brusca exclamación y se giró para ponerme debajo.
—No tengo condones aquí —musitó, antes de envolverme un pezón con los labios y lamerlo tiernamente. Me encantó que no estuviese preparado. Aquél no era su picadero; era su casa y yo, la única amante que había llevado allí.
—Ya sé que hablaste de intercambiar certificados de no padecer enfermedades contagiosas cuando tocamos el tema del control de natalidad y ése es el comportamiento más responsable, pero...
—Yo confío en ti. —Levantó la cabeza para mirarme a la pálida luz de la luna. Luego, separándome las rodillas, me penetró unos centímetros. Estaba ardiente y suave como la seda—. _________ —me dijo, agarrándome muy fuerte—, yo nunca... ¡Cuánto me gusta tocarte! ¡Cuánto me alegro de que estés aquí! Atraje sus labios hasta los míos y le besé.
—Yo también.
Me desperté como me había quedado dormida, con Joe encima y dentro de mí. Él tenía los ojos entrecerrados de deseo mientras yo pasaba de la inconsciencia al placer encendido. Le caía el pelo por la cara y los hombros, alborotado, y así parecía todavía más sexy. Pero lo mejor de todo era que no había sombras en sus espléndidos ojos, ningún resto del sufrimiento que rondaba sus sueños.
—Espero que no te importe —murmuró con una sonrisa malvada, saliendo y entrando—, pero estás suave y calentita. No puedo evitar desearte. Estiré los brazos y arqueé la espalda, apretando los senos contra su pecho. Por las esbeltas ventanas rematadas por un arco entraba la tenue luz del amanecer que se extendía por el cielo.
—Mmm... qué fácil sería acostumbrarse a despertar así.
—Eso mismo pensé yo a las tres de la madrugada. —Hizo girar las caderas y se hundió en mi cuerpo—. Pensé que podía devolver el favor. Mi ser entero se activó, con el pulso a toda pastilla.
—Sí, por favor.
Cary se había ido ya cuando llegamos a mi apartamento; había dejado una nota diciendo que tenía trabajo, pero que volvería con tiempo de sobra para la pizza con Trey. Como el día anterior estaba demasiado disgustada para disfrutarla, no me importaba intentarlo de nuevo ahora que me sentía tan bien.
—Tengo una cena de negocios esta noche —dijo Joe, asomándose por encima de mi hombro para leer la nota—. Esperaba que vinieras conmigo para hacerla más llevadera.
—No puedo dejar tirado a Cary —dije en tono de disculpa y me volví a mirarle—. Las chicas antes que las pollas y todo eso. Frunció los labios y me aprisionó contra la encimera. Llevaba un traje que yo le había elegido, un Prada gris grafito, con un brillo muy sutil. La corbata era del Olivo de sus ojos, y como estaba tumbada en la cama mientras él se vestía, tuve que contenerme para no quitárselo todo.
—Cary no es una chica, pero entiendo lo que quieres decir. Quiero verte esta noche. ¿Puedo venir después de la cena y quedarme a dormir? Me estremecí de placer con sólo pensarlo. Le alisé la chaqueta con la sensación de que yo guardaba un secreto especial porque sabía exactamente cómo estaba sin ropa.
—Me encantaría.
—Bien —asintió con satisfacción—. Haré café mientras te vistes.
—El café en grano está en el congelador. El molinillo, al lado de la cafetera. Me gusta con mucha leche y un poco de edulcorante. Cuando volví, veinte minutos después, Joe cogió dos tazas desechables y salimos. Paul nos apremió a salir por la puerta y a subir al asiento trasero del Bentley de Joe, que nos estaba esperando. Mientras el chófer se incorporaba al tráfico, Joe me echó un vistazo y dijo:
—Decididamente, quieres matarme. ¿Te has puesto ligueros otra vez? Me levanté la falda y le enseñé el punto en que el liguero prendía la media negra de seda.
Soltó un suspiro entre dientes que me hizo sonreír. Yo llevaba un jersey de cuello alto de seda negra y manga corta a juego con una falda roja plisada, de limitada pero decente longitud, y unos zapatos Mary Janes de tacón. Como Cary no estaba para hacerme algo bonito en el pelo, me lo recogí en una cola de caballo.
—¿Te gusta?
—Estoy empalmado. —Hablaba con la voz ronca mientras se organizaba el interior de la bragueta—. ¿Cómo quieres que aguante todo el día pensando en ti vestida de esa manera?
—Siempre está la hora de la comida —sugerí fantaseando con un polvo a mediodía en el sofá de la oficina de Joe.
—Hoy tengo un almuerzo de trabajo. La pospondría si no lo hubiera hecho ya ayer.
—¿La cambiaste por mí? Me siento muy halagada.
Se acercó y me rozó la mejilla con los dedos, un gesto afectuoso que ahora era habitual, tierno y muy íntimo. Estaba empezando a depender de aquellas caricias. Apoyé la cara en la palma de su mano.
—¿No puedes sacar quince minutos para mí?
—Lo intentaré.
—Llámame cuando sepas la hora.
Respiré hondo, busqué en mi bolso y cogí un regalo que no estaba segura de si Joe querría recibir, pero no podía dejar de pensar en su pesadilla. Esperaba que lo que iba a darle le hiciera recordarme a mí y al polvo de las tres de la mañana, y le ayudaría a sobrellevar....
—Tengo una cosa. Pensé... De pronto me pareció presuntuoso dárselo.
—¿Qué pasa? —Frunció el ceño.
—Nada. Sólo que... —se lo solté de golpe—: Mira, te he traído una cosa, pero acabo de darme cuenta de que es uno de esos regalos... bueno, no es un regalo de verdad. Estoy pensando que no sería adecuado y...
—Dámelo. —Me tendió la mano con brusquedad.
—Puedes rechazarlo sin problemas...
—Cállate,________, dámelo ya. Lo saqué del bolso y se lo di.
Joe miró la fotografía en completo silencio. Era lo último en marcos digitales, con imágenes troqueladas que tenían que ver con la graduación, incluida una esfera digital que marcaba las 3:00 A.M. En la foto estaba yo posando en Coronado Beach, con un bikini de color coral y un gran sombrero de paja. Estaba bronceada, feliz y le tiraba un beso a Cary, que había hecho el papel de fotógrafo de alta costura, gritando palabras ridículas para animar: Preciosa, cariño. Ponte atrevida. Ponte sexy. Espléndida. Ponte traviesa...guau... Me dio vergüenza y me moví, inquieta, en el asiento.
—Como te dije, no tienes que quedarte con...
—Yo... —carraspeó—. Gracias, _______.
—Bueno... —Agradecí ver el Jonasfire por la ventanilla. Salté deprisa cuando el chófer se detuvo, y me arreglé la falda, sintiéndome cohibida.
—Si quieres, me la quedo hasta más tarde.
Joe cerró la puerta del Bentley y negó con la cabeza.
—Es mía, no te la voy a devolver. Entrelazó los dedos de nuestras manos y señaló la puerta giratoria con la mano con que sostenía el marco. Me emocioné cuando comprendí que pensaba llevárselo al trabajo.
Una de las cosas divertidas del negocio de la publicidad era que ningún día era igual que el anterior. Estuve corriendo de acá para allá toda la mañana y ya estaba pensando en qué hacer durante la hora la comida cuando sonó el teléfono.
—Oficina de Mark Garrity. Le habla ______ Tramell.
—Tengo noticias —dijo Cary a modo de saludo.
—¿Qué? —se notaba por su voz que eran buenas noticias, fuera lo que fuera.
—He conseguido una campaña de Grey Isles.
—¡Oh, Dios mío, Cary! ¡Es fantástico! Me encantan sus vaqueros.
—¿Qué vas a hacer en el descanso para comer? Sonreí.
—Celebrarlo contigo. ¿Puedes venir a las doce?
—Ya voy para allá.
Colgué y me balanceé en la silla, tan entusiasmada por lo de Cary que me entraron ganas de bailar. Necesitaba algo que hacer para rellenar los quince minutos que quedaban hasta la hora del almuerzo, así que revisé mi correo y encontré una alerta de Google con el nombre de Joseph. Más de treinta entradas en sólo un día. Abrí el correo y aluciné con todos los titulares de «mujer misteriosa» que aparecían. Pinché el primer enlace y me vi a mí misma en un blog de cotilleos. Allí, a todo color, había una foto de Joe besándome locamente en la acera de enfrente de su gimnasio. El artículo adjunto era corto e iba al grano:
"Joseph Jonas, el soltero más codiciado de Nueva York desde John F. Kennedy Jr., fue visto ayer besándose apasionadamente en público con una mujer misteriosa. Fuentes de Jonas Industries identificaron a la afortunada como la socialité ________ Tramell, hija del multimillonario Richard Stanton y su esposa Monica. Cuando se le preguntó por la naturaleza de la relación, dicha fuente confirmó que Miss Tramell es la «actual pareja» del magnate. Imaginamos que muchos corazones se estarán rompiendo esta mañana por todo el país".
—¡Mierda! —exclamé.
MileyCyruZ
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Seamos Honestos (Dont Lie To Me) Joe&Tu HOT(TERMINADA) - Página 4 Empty Re: Seamos Honestos (Dont Lie To Me) Joe&Tu HOT(TERMINADA)

Mensaje por Samantha Mar 12 Mar 2013, 4:34 pm

waaaa ya lo sabe todo el mundo que emoción waaaa aunque traerá unos problemillas :-w-:
síguela please se te extraño mucho en tus días de desaparecida xD
Samantha
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Seamos Honestos (Dont Lie To Me) Joe&Tu HOT(TERMINADA) - Página 4 Empty Re: Seamos Honestos (Dont Lie To Me) Joe&Tu HOT(TERMINADA)

Mensaje por JB&1D2 Miér 13 Mar 2013, 10:49 am

siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
JB&1D2
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Seamos Honestos (Dont Lie To Me) Joe&Tu HOT(TERMINADA) - Página 4 Empty Re: Seamos Honestos (Dont Lie To Me) Joe&Tu HOT(TERMINADA)

Mensaje por MileyCyruZ Miér 13 Mar 2013, 10:26 pm

HOLA!! me encanta que la nove les encante ;) estoy deprimidaa chicas U_U ver a Jose con Blanda me deprimee :lloro: espero no ser la unika! bueno hoy no tengo muchos animos de expresarme asi que he aqui el capitulo.

Seamos Honestos (Dont Lie To Me) Joe&Tu HOT(TERMINADA) - Página 4 6588_433958386692461_570744956_n
Abrí rápidamente los otros enlaces del boletín y me encontré con la misma fotografía y similares pies de foto y artículos. Sobresaltada, me eché hacia atrás y pensé en qué significaba todo aquello. Si un solo beso era noticia de primera plana, ¿qué posibilidad tendríamos Joe y yo de conseguir que nuestra relación funcionara?
Me temblaban las manos según cerraba las pestañas del navegador. No había tenido en cuenta a la prensa, pero debería haberlo hecho.
—¡Maldita sea!
El anonimato era mi aliado. Me protegía de mi pasado. Protegía a mi familia de la vergüenza, y a Joe también. Ni siquiera tenía cuentas en redes sociales, de manera que sólo las personas con las que mantenía una estrecha relación podían encontrarme.
El muro delgado e invisible que había entre la atención mediática y yo había desaparecido.
—¡Demonios! —exclamé en voz baja, al encontrarme en una dolorosa situación que podría haber evitado si hubiera empleado las neuronas en algo más aparte de Joe.
Además, había que tener en cuenta cómo iba a reaccionar él a todo esto... Me moría de vergüenza sólo de pensarlo. Y mi madre. No tardaría mucho en llamarme y sacar las cosas de quicio.
—¡Mierda! —Al acordarme de que ella no tenía mi nuevo número de móvil, descolgué el teléfono de mi mesa y llamé a mi otro buzón de voz para ver si ya había intentado ponerse en contacto conmigo. Me estremecí al oír tenía el buzón lleno.
Colgué, agarré el bolso y me fui a almorzar, segura de que Cary me ayudaría a poner todo aquello en perspectiva. Estaba tan aturdida cuando llegué al vestíbulo que salí corriendo del ascensor con la sola idea de encontrar a mi compañero de piso. Cuando le vi, no me fijé en nadie más hasta que Joe se hizo a un lado delante de mí y me cerró el paso.
—__________. —Me miró con el ceño fruncido. Cogiéndome del codo, me giró ligeramente. Fue entonces cuando me fijé en las dos mujeres y el hombre que me habían impedido verle.
Les sonreí como buenamente pude.
—Hola. Joe me presentó a las personas con las que había quedado para almorzar.
—¿Qué ocurre? Pareces alterada.
—Está por todos lados —susurré—. Una foto de ti y de mí juntos. El afirmó con la cabeza.
—La he visto. Le miré sorprendida, desconcertada por su despreocupación.
—¿No te importa?
—¿Por qué iba importarme? —respondió tranquilamente—. Para una vez que dicen la verdad... Me asaltó una duda.
—Lo has planeado tú. Tú has filtrado esta historia.
—Eso no es del todo cierto —dijo suavemente—. El fotógrafo estaba allí por casualidad. Yo sólo le di una fotografía que valiera la pena imprimir, y dije a los de relaciones públicas que aclararan quién eres tú y lo que significas para mí.
—¿Por qué? ¿Por qué tenías que hacerlo?
—Tú superas los celos a tu manera y yo a la mía. Ambos estamos fuera del mercado y ahora todo el mundo lo sabe. ¿Qué problema tienes?
—Me preocupaba cómo reaccionarías, pero hay algo más... Hay cosas que no sabes y yo... —Inspiré profunda y temblorosamente—. Nuestra relación no puede ser así, Joe. No puede ser de dominio público. No quiero... ¡Maldita sea! No quiero avergonzarte.
—No podrías. Es imposible. —Me retiró un mechón de pelo suelto de la cara—. ¿Podemos hablar de ello luego? Si me necesitas...
—No, no pasa nada. Vete. Cary se me acercó. Aun vestido con unos holgados pantalones de cargo negros y una camisa blanca de cuello pico daba la impresión de llevar ropa cara.
—¿Todo bien?
—Hola, Cary. Todo bien. Joe me apretó la mano.
—Disfruta del almuerzo y no te preocupes.
Eso lo decía él porque no sabía. Y yo no sabía si seguiría queriéndome cuando lo hiciera. Cary se me puso delante cuando Joe se alejó.
—¿Qué te preocupa? ¿Qué ocurre?
—Todo. —Suspiré—. Vámonos de aquí y te lo contaré mientras comemos.
—Bueno —murmuró Cary, mirando el enlace que le había enviado desde mi smartphone al suyo—. Eso sí que es un beso. La postura es todo un detalle. No podría parecer más colado por ti ni aunque se lo propusiera.
—Ésa es la cuestión. —Tomé otro buen trago de agua—. Que se lo propuso. Se guardó el teléfono en el bolsillo.
—La semana pasada no dejabas de meterte con él porque sólo le interesaba tu vagina. Esta semana está anunciando a los cuatro vientos que mantiene una seria y apasionada relación contigo, y tampoco estás contenta. Estoy empezando a compadecerle. Parece que todo lo que hace está mal. Eso me dolió.
—Los periodistas van a investigar, Cary, y encontrarán trapos sucios. Y como es material escabroso, lo esparcirán por todas partes, y pondrá a Joe en una situación embarazosa.
—Nena. —Me puso una mano encima de la mía—. Stanton enterró todo aquello.
Stanton. Me enderecé. No había pensado en mi padrastro. Él vería avecinarse el desastre y se encargaría de taparlo porque sabía lo que supondría para mi madre el que aquello saliera a la luz. Aun así...
—Tengo que contárselo a Joe. Tiene derecho a estar prevenido.
Me sentía desgraciada sólo de pensar en esa conversación. Cary sabía cómo funcionaba mi cabeza.
—Me parece que te equivocas si crees que va a cortar y salir corriendo. Te mira como si no existiera nadie más. Hurgué en la ensalada César que me había pedido.
—Él tiene sus propios demonios. Pesadillas. Se ha encerrado en sí mismo, creo, por lo que sea que le reconcome.
—Pero a ti te ha dejado entrar.
—Y ya ha dado muestras de lo posesivo que podría ser respecto a esa relación. Lo he aceptado porque es un defecto que yo tengo también, pero aun así...
—Lo analizas todo hasta el cansancio, ________ —dijo Cary—. Piensas que lo que él siente por ti tiene que ser un golpe de suerte o un error. Alguien como él no podría colgarse de ti por tu gran corazón y tu inteligencia, ¿verdad?
—No tengo la autoestima tan mal —protesté.
Tomó un sorbo de champán.
—¿De veras? Pues dime algo que tú creas que le gusta de ti que no tenga nada que ver con el sexo ni la dependencia mutua. Lo pensé y no se me ocurrió nada, lo cual me hizo fruncir el ceño. —Vale —siguió, con un gesto de la cabeza—. Y si por un casual Jonas tiene tantos problemas como nosotros, estará pensando lo mismo sólo que al revés, y se preguntará qué ve una chica tan despampanante como tú en un tipo como él. Tienes dinero, así que ¿qué tiene él aparte de ser un semental que no para de joder? Apoyé la espalda en la silla y asimilé todo lo que había dicho.
—Cary, cuánto te quiero. Sonrió.
—Lo mismo digo, mi vida. Si quieres un consejo: terapia de pareja. Es lo que siempre he pensado que haré yo cuando encuentre a la persona con la que sentar la cabeza. Y procura divertirte con él. Tienes que tener tantos buenos ratos como malos; si no, todo se vuelve muy complicado y doloroso. Me acerqué y le apreté la mano.
—Gracias.
—¿Por qué? —Quitó importancia a mi gratitud con un elegante gesto de la mano—. Es fácil criticar la vida de los demás. Tú sabes que no podría sobrellevar mis puntos débiles sin ti.
—Que ahora mismo no tienes —señalé, centrando la atención en él—. Estás a punto de aparecer en la cartelera de Times Square. Vas a dejar de ser mi secreto. ¿No crees que deberíamos elevar la categoría de la cena de pizza a algo más acorde con la ocasión? ¿Qué te parece si sacamos la caja de Cristal que nos dio Stanton?
—Así se habla.
—¿Vamos al cine? ¿Hay alguna película que quieras ver?
—Lo que tú quieras. No me gustaría interferir con un genio de los peliculones. Sonreí, sintiéndome mejor, como sabría que me sentiría después de una hora con Cary. —Tú dime si me pongo muy espesa para darme cuenta de que Trey y tú quieren estar solos.
—¡Ja! No te preocupes por eso. Tu agitada vida amorosa me hace sentir soso y aburrido. No me vendría mal echar un buen polvo con mi propio semental.
—Sólo tuviste un revolcón de cuarto de mantenimiento hace un par de días. Él suspiró.
—Casi me había olvidado. ¿A que es triste?
—No lo es cuando tus ojos se están riendo.
Acababa de volver a mi mesa cuando comprobé mi smartphone y me encontré con un texto de Joe en el que me decía que tenía quince minutos libres a las tres menos cuarto. Me pasé la siguiente hora y media dejándome llevar por la imaginación, ya que había decidido seguir el consejo de Cary y divertirme un poco. Joe y yo, no tardando, tendríamos que lidiar con la fealdad de nuestro pasado, pero de momento, yo podría ofrecer algo que nos hiciera sonreír a ambos. Le envié un mensaje de texto antes de salir para decirle que iba de camino. Teniendo en cuenta las limitaciones de tiempo, no podríamos perder ni un minuto. Joe debía de haber pensado lo mismo, pues me encontré con que Scott me esperaba en recepción cuando llegué a la zona de espera de Jonas Industries. Me acompañó en cuanto la recepcionista me abrió la puerta.
—¿Cómo te va el día? —le pregunté. Él sonrió.
—Hasta ahora bien. ¿Y a ti? Le devolví la sonrisa.
—Los he tenido peores. Joe estaba al teléfono cuando entré en su oficina. Su tono de voz era cortante e impaciente mientras le decía a la persona que estaba al otro lado de la línea que tenían que ser capaces de arreglárselas sin que él tuviera que supervisar el trabajo personalmente. Levantó un dedo en mi dirección, dándome a entender que sólo tardaría un minuto. Yo respondí haciendo un enorme globo con el chicle que tenía en la boca y reventándolo después ruidosamente. Él enarcó las cejas, y presionó los botones para cerrar las puertas y escarchar la pared de cristal. Sonriendo, me acerqué despacio a su mesa y me senté en ella, haciendo espirales con los dedos alrededor de los labios y balanceando las piernas. Él estalló el siguiente globo que hice de un pinchazo con el dedo. Hice un gracioso mohín.
—Soluciónalo —dijo con serena autoridad a quien estuviera al teléfono—. No podría ir allí hasta la semana que viene, y esperando sólo conseguiríamos retrasarlo más. Deja ya de hablar. Tengo algo encima de la mesa que requiere atención inmediata y estás impidiendo que se la dedique. Te aseguro que eso no mejora mi predisposición. Arregla lo que haya que arreglar y vuelve a informarme mañana. Dejó el teléfono en su soporte con violencia reprimida.
—___________... Levanté una mano para interrumpirle y envolví el chicle en un Post-it que cogí de un dispensador que tenía en la mesa.
—Antes de que me riña, señor Jonas, quiero decir que cuando, ayer en el hotel, llegamos a un punto muerto en nuestras negociaciones de fusión, yo no debería haberme marchado. No ayudó a resolver la situación. Y sé que no he reaccionado muy bien al asunto de los relaciones públicas con la foto. Pero aun así... Aunque no he sido una buena secretaria, creo que se me debería dar otra oportunidad para superarme. Afiló la mirada mientras me observaba, aquilatando, reevaluando la situación a toda pastilla.
—¿Le he pedido su opinión sobre la medida más adecuada que hay que tomar, señorita Tramell?
Negué con la cabeza y le miré desde debajo de mis pestañas. Vi cómo la frustración que le había producido la llamada telefónica le desaparecía e iba dando paso a un creciente interés y a la excitación sexual.
Me bajé de la mesa de un salto, me fui acercando a él y le aflojé su inmaculada corbata con las dos manos.
—¿Podemos solucionar algo? Poseo una amplia variedad de útiles destrezas. Me cogió por las caderas.
—Que es una de las muchas razones por las que nunca he considerado a ninguna otra mujer para el puesto. Me invadió una oleada de ternura al oír sus palabras. Rodeándole la polla con la mano descaradamente, le acaricié a través de los pantalones.
—¿Debería volver a mis obligaciones, entonces? Puedo mostrarle en qué aspectos estoy excepcionalmente capacitada para ser su ayudante. A Joe se le puso dura con deliciosa prontitud.
—¡Qué iniciativa la suya, señorita Tramell! Pero tengo una reunión dentro de diez minutos. Y además, no acostumbro estudiar nuevas oportunidades de ampliación de las responsabilidades laborales en mi oficina. Le desabroché el botón de la bragueta y le bajé la cremallera.
—Si crees que hay algún sitio en el que no puedo hacer que te corras, habrá que volver y comprobarlo.
—________—dijo entre dientes, con la mirada tierna y ardiente. Me rodeó la garganta, acariciándome la mandíbula con los pulgares. —Me estás derritiendo, ¿lo sabías? ¿Lo haces a propósito? Hurgué dentro de sus calzoncillos bóxers y le rodeé la verga con las manos, ofreciéndole los labios para besarnos. Él me complació, cogiéndome la boca con una intensidad que me dejó sin respiración. —Te deseo —masculló.
Me arrodillé en el suelo enmoquetado y le bajé los pantalones lo suficiente para acceder a lo que me interesaba. Él espiró con fuerza.
—_________, ¿qué estás...? Posé los labios en el ancho capullo. Él se agarró al borde de la mesa, con tanta fuerza que los nudillos se le pusieron blancos. Le sujeté el miembro con ambas manos, me metí la suave cabeza en la boca y empecé a succionar con delicadeza. La suavidad de la piel y aquel olor tan increíblemente atrayente me hicieron gemir. Noté cómo se le sacudía todo el cuerpo y oí que en su pecho resonaba un sonido ronco. Joe me rozó la mejilla.
—Lámeme. Excitada por aquella orden, deslicé la lengua por la cara inferior y me estremecí de gusto cuando me recompensó con un chorro caliente de líquido preseminal. Agarrándole por la base del tronco con una mano, ahuequé los carrillos y mamé rítmicamente, esperando que me diera más. Pensé que ojalá tuviera tiempo para prolongarlo. Para volverle loco... Emitió un sonido teñido de dulce agonía.
—¡Dios, _________... qué boca! No dejes de chupar. Así... con fuerza. Yo estaba tan caliente viéndole disfrutar que me revolvía inquieta. Él me empujaba la cabeza con las manos, tirándome del pelo, que llevaba recogido. Me encantaba la ternura con que había empezado y cómo había ido volviéndose más rudo a medida que el deseo podía con él. Aquellas pequeñas punzadas de dolor me hacían más ávida, más codiciosa. Movía la cabeza arriba y abajo mientras le daba placer, masturbándole con una mano a la vez que le chupaba y le acariciaba el glande con la boca. Se le marcaban las venas a lo largo de la polla, y yo, ladeando la cabeza, se las recorrí una a una con la lengua.
Se ponía más grande y más gruesa por momentos. Yo estaba incómoda de rodillas, pero me daba igual; no apartaba los ojos de Joe, que tenía la cabeza hacia atrás y trataba de respirar normalmente.
—_________, ¡qué bien me chupas! —Me sujetó la cabeza para que estuviera quieta y asumió el control de los movimientos: impulsaba violentamente las caderas, restregándose dentro de mi boca, despojado de todo lo que no fuera el instinto básico de conseguir el orgasmo.
Me electrizaba la imagen de nosotros que tenía en el cerebro: Joe, con toda la urbana sofisticación que le adornaba, junto a la mesa desde donde dirigía su imperio, metiendo y sacando su gran polla en mi ávida cavidad bucal. Le agarré con fuerza por los muslos, tan tirantes, y usé frenéticamente los labios y la lengua en un irresistible intento por que llegara a su clímax. Luego, le cogí las bolas, grandes y cargadas, ostentosa evidencia de su potente virilidad, y las acaricié con dulzura, notando cómo se endurecían y preparaban para el acto final.
—¡Ay, ___________! —exclamó con un timbre gutural, al tiempo que se aferraba a mi pelo—, me obligas a correrme...
El primer chorro de semen fue tan espeso que lo tragué con dificultad. Inmerso en su placer, Joe me hundía la polla hasta el fondo de la garganta, vibrando dentro de mi boca a cada sinuoso envite. Me lloraban los ojos, los pulmones me quemaban, pero yo seguía bombeando con las manos para exprimírsela al máximo. Se estremeció todo entero cuando le extraje hasta la última gota. Sus jadeos y el balbuceante elogio que me hizo fueron los sonidos más gratificantes de toda mi vida. Le limpié lamiéndole, maravillada de que no se le ablandara del todo ni siquiera después de un orgasmo tan explosivo. Todavía era capaz de follarme a lo loco, y de muy buena gana, yo lo sabía. Pero no había tiempo y a mí no me importaba. Yo quería hacer aquello por él. Por nosotros. Por mí misma, en realidad, pues necesitaba estar segura de que podía permitirme una práctica sexual desinteresada sin sentir que se aprovechaban de mí.
—Tengo que irme —le susurré, incorporándome y apretando sus labios contra los míos—. Espero que el resto del día sea estupendo, y la cena de negocios también.
Empecé a alejarme pero me asió por las muñecas, con la mirada puesta en la pantallita del reloj de su teléfono de mesa. En ese momento advertí mi fotografía, colocada en un lugar prominente donde podía verla todo el tiempo.
—_________, coño, espera... Hablaba con un tono de inquietud y frustración y yo torcí un poco el gesto. Enseguida recuperó su apariencia normal; se puso los calzoncillos y estiró el faldón de la camisa para poder abrocharse los pantalones. Era muy agradable verle recomponerse, restablecer la fachada que llevaba para el mundo mientras yo conocía por lo menos un poco del hombre que había detrás. Me atrajo hacia él y me besó en la frente. Metió las manos entre mi pelo para quitar el pasador de carey que me lo sujetaba.
—Yo no te lo he hecho a ti.
—Ni falta que hace. —Me encantaba el roce de sus manos en mi cuero cabelludo—. Eso ha estado bien así. Estaba concentrado en colocarme el pelo, con las mejillas encendidas por el orgasmo.
—En esto es necesario un intercambio equitativo. No puedo dejar que te sientas como si yo te hubiera utilizado. Una ternura agridulce me invadió el alma. Joe me había escuchado. Y le importaba. Le cogí la cara con las manos.
—Sí, me has utilizado, pero con mi permiso, y ha sido increíble. Yo quería darte eso, Joe, ¿recuerdas? Quería que tuvieras ese recuerdo mío, te lo dije.
—¿Para qué coño necesito recuerdos tuyos si te tengo a ti? Si te refieres a la foto...
—Calla y disfruta de la euforia. —No teníamos tiempo de tocar el tema de la foto en ese momento, y además yo no quería porque iba a estropearlo todo—. Si tuviéramos una hora, tampoco dejaría que me lo hicieras a mí. No llevo la cuenta de los tantos, campeón. Y, sinceramente, eres el primer hombre a quien puedo decírselo. Ahora, tengo que irme. Y tú, también. Volví a intentar marcharme, pero me retuvo. La voz de Scott salió del altavoz.
—Disculpe, señor Jonas, pero son las tres.
—Estoy bien, Joe, te lo aseguro. Vendrás esta noche, ¿verdad?
—Nada podría impedírmelo. Me puse de puntillas y le besé en la mejilla.
—Ya hablaremos luego. Al terminar la jornada, bajé por las escaleras hasta la planta baja para sentirme menos culpable por no haber ido al gimnasio y lo lamenté muchísimo cuando llegué al vestíbulo. La falta de sueño de la noche anterior me había dejado hecha polvo. Estaba contemplando la posibilidad de coger el metro en vez de volver andando a casa, cuando vi el Bentley de Joe aparcado allí delante. El chófer salió y se dirigió a mí por mi nombre; yo me detuve, extrañada.
—El señor Jonas me ha dicho que la lleve a casa —me informó, muy elegante con un traje negro y gorra de chófer. Era un hombre mayor, con el pelo rojo canoso, los ojos de un azul pálido y acento agradable y cultivado. Con lo que me dolían las piernas, agradecí mucho la oferta.
—Gracias... lo siento, ¿cómo se llama?
—Angus, señorita Tramell. ¿Cómo no me había acordado? Tenía un nombre tan original que me hizo sonreír.
—Gracias, Angus. Se llevó la mano a la gorra.
—No hay de qué. Entré por la puerta que él había abierto para mí y me acomodé en el asiento. Alcancé a ver la pistola que llevaba enfundada en un costado, debajo de la chaqueta. Parecía que Angus, igual que Clancy, eran tanto guardaespaldas como chóferes. Nos pusimos en marcha y le pregunté:
—Angus, ¿cuánto tiempo lleva trabajando con el señor Jonas?
—Ocho años ya.
—Bastante.
—Le conozco desde mucho antes —me informó motu proprio, mirándome por el espejo retrovisor—. Le llevaba a la escuela cuando era niño. Después, en su momento, dejé de trabajar con el señor Vidal y me fui con él.
Una vez más intenté imaginarme a Joe de pequeño. Seguro que ya entonces era guapísimo y atractivo. ¿Habría tenido relaciones sexuales «normales» de adolescente? No podía dejar de pensar que las mujeres se le echarían a los brazos incluso entonces. Y, con esa sensualidad innata que poseía, seguro que era un jovencito muy fogoso. Busqué unas llaves en mi bolso y me incliné hacia delante para dejarlas en el asiento delantero.
—¿Puede dárselas a Joe? Vendrá después de terminar lo que esté haciendo ahora y, según lo tarde que sea, puede que no le oiga llamar.
—Por supuesto. Al llegar a mi casa, Paul abrió la puerta y saludó a Angus por su nombre, haciéndome recordar quién era el propietario del edificio. Me despedí de los dos hombres, dije en recepción que Joe vendría después y subí a mi apartamento. La expresión de Cary me hizo reír.
—Joe viene luego —le expliqué—, pero me encuentro tan molida que no sé si podré estar levantada mucho tiempo, así que le he dado unas llaves para que entre. ¿Has pedido la cena?
—Sí, y he puesto unas botellas de Cristal en el vinoteca.
—Eres un encanto —le dije, y le pasé mi bolso. Me duché y llamé a mi madre desde mi habitación. Hice una mueca de crispación cuando la oí decir con tono estridente:
—¡Llevo varios días intentando localizarte!
—Mamá, si es por Joseph Jonas...
—Bueno, en parte, sí. ________, por amor de Dios, te llaman la actual pareja en su vida. ¿Cómo no iba a hablar de eso contigo?
—Mamá...
—Pero también está la cita con el doctor Petersen. —El matiz de petulante regocijo de su voz me provocó una risita—. Tenemos que verle el jueves a las seis. Espero que esa hora te venga bien. No da muchas citas por la tarde. Me dejé caer en la cama suspirando. Había estado tan entretenida con el trabajo y con Joe que lo de la cita se me había olvidado.
—El jueves a las seis está bien. Gracias.
—Y ahora, háblame de Jonas...
Cuando salí del dormitorio, vestida con pantalones de punto y camiseta de la Universidad de San Diego, encontré a Trey con Cary en el salón. Los dos se levantaron al verme y Trey me saludó con una franca y amistosa sonrisa.
—Siento que me veáis con esta pinta —dije, con un poco de vergüenza y pasándome la mano por la coleta mojada—. Bajar por las escaleras hoy en el trabajo casi me mata.
—¿El ascensor tenía el día libre?
—Pues no, pero mi cerebro sí; no sé en qué estaría yo pensando. —Pasar la noche con Joe ya era un buen ejercicio.
Sonó el timbre de la puerta y Cary fue a abrir mientras yo me dirigía a la cocina a buscar el Cristal. Me reuní con él junto al mostrador del desayuno mientras él firmaba el recibo de haber pagado con la tarjeta de crédito. Me enterneció la mirada que le dedicó a Trey.
Se cruzaron muchas más miradas como aquélla entre los dos a lo largo de la noche. Y tuve que admitir que, como decía Cary, Trey era un bombonazo. Vestido con vaqueros envejecidos, chaqueta a juego y camiseta de manga larga, el aspirante a veterinario tenía un aspecto informal pero bien conjuntado. Parecía muy diferente del tipo de hombres con los que Cary solía salir. Trey parecía más asentado; no excesivamente formal, pero tampoco frívolo. Pensé que sería una buena influencia para Cary si seguían juntos el tiempo suficiente.
Entre los tres nos zampamos dos pizzas, dos botellas de Cristal y toda Demolition Man antes de darme por satisfecha. Le sugerí a Trey que se quedara a ver Driven para redondear la minimaratón de Stallone; yo me fui a mi cuarto y me puse un «picardías» negro, que me habían regalado en una boda en que fui dama de honor, pero sin la parte de abajo. Encendí una vela para Joe y me quedé frita.
Me desperté en medio de la oscuridad, percibiendo el fragante aroma de la piel Joe. Los ruidos de la ciudad quedaban amortiguados por las ventanas insonorizadas; las luces, por las cortinas opacas. Joe se deslizó sobre mí, como una sombra, con la piel desnuda, fresca al tacto. Su boca, besándome la mía despacio y sutilmente, tenía sabor a menta además del suyo propio, insuperable. Le pasé las manos por la espalda, musculosa y elegante al mismo tiempo, y separé las piernas para que se colocase cómodamente entre ellas. Sentir su peso en mi cuerpo hizo suspirar a mi corazón y encendió mi sangre de deseo.
—Bueno, hola a ti también —dije casi sin respiración.
—La próxima vez vendrás conmigo —me susurró con aquella voz sexy y decadente, mientras me mordisqueaba el cuello.
—¿Ah, sí? Metió las manos debajo de mi trasero, adaptándolo a un hábil movimiento de sus caderas.
—Sí, _______. Te he echado de menos. Le acaricié el pelo con los dedos, deseando poder verle.
—No me conoces lo suficiente como para echarme de menos.
—Eso da una idea de lo que sabes —dijo, burlándose, y se escurrió más abajo para poner la boca entre mis pechos. Lancé una exclamación cuando me apresó un pezón y comenzó a chuparlo por encima del satén, Profundas succiones que repercutían en mis entrañas, forzándolas a contraerse. Se cambió al otro pecho, levantando el camisón al mismo tiempo. Yo me curvé hacia él, perdida entre la magia de sus labios que se movían por doquier, su lengua que se hundía en el ombligo y luego bajaba más.
—Y tú me has echado de menos también —dijo en un arrullo lleno de satisfacción masculina, mientras me bordeaba la vagina con el dedo corazón—. Está abultada y húmeda para mí. Colocó mis piernas sobre sus hombros y comenzó a lamerme los pliegues de la vulva en tenues y estimulantes lengüetazos, como de terciopelo caliente, por mi carne tan sensible. Me agarré a las sábanas con los puños cerrados y mi pecho empezó a palpitar cuando se puso a hacer círculos alrededor del clítoris con la punta de la lengua, presionando suavemente sobre ese hiperdelicado nudo de nervios. Gemí, agitando las caderas sin parar y contrayendo los músculos por la desesperada necesidad de correrme.
Los ligeros y excitantes lametones estaban volviéndome loca; me hacían retorcerme pero no me daban lo suficiente para culminar.
—Joe, por favor...
—Todavía no.
Era una tortura que me llevara al borde del orgasmo y luego me dejase venirme abajo una y otra vez, hasta que el sudor me cubría la piel y el corazón parecía a punto de estallar. Tenía una lengua incansable y diabólica, hábilmente concentrada en mi clítoris hasta que un único roce me hiciera explotar, para luego bajar un poco y clavármela descaradamente.
—Por favor, Joseph... déjame llegar... necesito llegar, por favor.
—Shh.. , cielo mío... ya me ocupo yo de ti.
Concluyó conmigo tan tiernamente que el orgasmo se expandió por mi cuerpo como una onda que nace y aumenta mientras avanza, hasta hacerse una ola que choca y se convierte en un torrente de placer. Enlazó sus dedos con los míos cuando se puso encima de mí otra vez, sujetándome los brazos. Acercó la punta de la polla a la resbaladiza entrada de mi cuerpo. Yo gemía, moviéndome para dar cabida a la tremenda crecida de su pene.
Joe me echaba su trabajosa y húmeda respiración en el cuello, estremeciéndose todo él al deslizarse cuidadosamente dentro de mí.
—Eres tan cálida y tan suave... Mía, _______. Eres mía.
Le rodeé las caderas con mis piernas, invitándole a entrar más hondo, sintiendo cómo contraía y relajaba las nalgas contra mis pantorrillas, mientras le mostraba a mi cuerpo que iba a introducir todo el grueso largo de su miembro hasta la raíz.
Con nuestras manos entrelazadas, me tomó la boca y empezó a moverse, deslizándose adentro y afuera con lánguida destreza, con el tempo preciso e implacable, pero tranquilo y sin prisa. Yo notaba cada endurecido centímetro de su cuerpo, notaba la inconfundible reiteración de que cada centímetro de mí le pertenecía. Él insistió en ese mensaje hasta que yo jadeaba contra su boca, agitándome sin cesar debajo de él, con las manos sin sangre en las venas por la fuerza con que me agarraba a él.
Me alababa y animaba con encendidas palabras, diciéndome lo hermosa que era... lo perfecta que le parecía... que nunca pararía... que no podía parar. Me corrí con un agudo grito de alivio, vibrando con el éxtasis, y allí estaba él conmigo. Aceleró el ritmo durante varias potentes embestidas; luego alcanzó el clímax susurrando mi nombre, derramándose dentro de mí. Me hundí con el cuerpo laxo en el colchón, sudorosa, desmadejada, repleta.
—No he acabado —musitó enigmáticamente, ajustando las rodillas para aumentar la fuerza de sus envites. Siguió midiendo el ritmo con pericia, reclamando con cada inmersión: tu cuerpo existe para servirme. Mordiéndome el labio, reprimí los sonidos de inevitable placer que podrían haber roto la tranquilidad de la noche... y delatado la inquietante profundidad de los sentimientos que empezaba a albergar hacia Joseph Jonas.
MileyCyruZ
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Mensaje por Samantha Jue 14 Mar 2013, 9:13 am

a mi tambien me pone mal eso :lloro: estoy muy colgada con el pero tengo que aceptarlo el ni me conoce :misery: por eso leo las webnovelas por que me hacen feliz
sigue con la novela que me encanta :happuy:


Última edición por Samantha el Miér 20 Mar 2013, 2:46 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Samantha Sáb 16 Mar 2013, 9:28 pm

waaaa please siguela mas novela por favorr siguela :bye:
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Mensaje por JB&1D2 Dom 17 Mar 2013, 7:03 am

siguelaaaaaaaaaaa
JB&1D2
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Mensaje por zai Mar 19 Mar 2013, 10:26 am

Siguela!!!!!!!!!!!!!!!!!!! :lloro:
zai
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Mensaje por Samantha Mar 19 Mar 2013, 1:48 pm

por favorr siguelaaa pronto pleaseee :lloro:
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Mensaje por MileyCyruZ Mar 19 Mar 2013, 9:11 pm

Hola se que deben querer matarme por no subir capitulo pero no saben jjajaj me descargue el juego de The Sims jajaja es geniall ya tengo un hijo con Joe y no es por nada pero me quedo identico pondre su foto como avatar para que lo chequen .... miiiill perdones por no subirr y desaparecer pero es que no me queda tiempo de noche me voy y en las mañanas estoy dormida y el rato libre checo mis sims jajaja deben bajarlo se avientan una cura tammbien hize a demi a miley a nick y a taylor swift jajaj todos igualitos peliandose taylor y demii aahhh que graciosoo bueno ya me tengo que ir nenass aki les dejo el capp ñ.ñ


Seamos Honestos (Dont Lie To Me) Joe&Tu HOT(TERMINADA) - Página 4 577577_436758493079117_1913926316_n

Joe me encontró en la ducha a la mañana siguiente. Entró con determinación en el baño principal con su gloriosa desnudez y con el andar elegante y seguro que admiré en él desde el principio. Observando la flexión de sus músculos mientras se movía, ni siquiera fingí no mirar el magnífico bulto que había entre sus piernas. A pesar de lo caliente del agua, los pezones se me endurecieron y por todo el cuerpo se me puso la carne de gallina.
Su sonrisa cómplice mientras se acercaba me indicaba que sabía exactamente qué tipo de efecto producía en mí. Yo respondí pasando las manos enjabonadas por todo su cuerpo divino. A continuación, me senté y empecé a chupársela con tal entusiasmo que tuvo que apoyarse fuertemente y con las dos manos sobre los azulejos. Su voz ronca y rasgada dándome instrucciones resonaba todo el rato en mi mente mientras me vestía para ir a trabajar, lo cual hice rápido, antes de darle la oportunidad de que terminara de ducharse y me follara bien fuerte, tal y como había amenazado justo antes de correrse a chorros y con fuerza dentro de mi garganta. No había tenido pesadillas durante la noche. El sexo parecía funcionar como sedante y yo me sentí enormemente agradecida por ello.
—Espero que no creas que te vas a escapar —me dijo cuando entró después en la cocina. Inmaculadamente vestido con un traje negro de raya diplomática, aceptó la taza de café que le pasé y me lanzó una mirada que prometía todo tipo de perversidades. Lo vi con su atuendo sumamente civilizado y pensé en el hombre insaciable que se había deslizado con sigilo en el interior de mi cama durante la noche. El pulso se me aceleró. Estaba dolorida. Los músculos me vibraban de placer al recordarlo y aún seguía deseando más.
—Sigue mirándome así y verás lo que pasa —me advirtió, apoyándose con indiferencia sobre la barra mientras daba sorbos a su café.
—Voy a perder mi trabajo por tu culpa.
—Yo te conseguiré otro. Solté un resoplido.
—¿De qué? ¿De esclava sexual tuya?
—Una sugerencia muy provocadora. Hablémoslo.
—Malo —murmuré mientras enjuagaba mi taza en el fregadero y la metía en el lavavajillas—. ¿Listo? ¿Para ir a trabajar?
Se terminó el café y yo alargué la mano para cogerle la taza, pero él la eludió y enjuagó él mismo la taza. Otra tarea mortal que lo convertía en más asequible y menos en una fantasía a la que yo nunca tendría la oportunidad de aferrarme. Él me miró.
—Quiero invitarte a cenar por ahí esta noche y, después, llevarte a mi casa y meterte en mi cama.
—No quiero que te canses de mí, Joseph. —Era un hombre acostumbrado a estar solo, un hombre que no había tenido una relación física importante en mucho tiempo, si es que la había tenido alguna vez. ¿Cuánto tiempo pasaría antes de que aparecieran sus instintos de huida? Además, teníamos que permanecer ocultos ante la gente como pareja.
—No me pongas excusas. —Sus rasgos se endurecieron—. No eres tú quien decide si puedo hacer esto. Me di de cabezazos contra la pared por haberle ofendido. Se estaba esforzando y yo tenía que asegurarme de reconocérselo, no desanimarle.
—No me refería a eso. Simplemente, no quiero agobiarte. Además, todavía tenemos que...
—_________—dijo con un suspiro mientras la fuerte tensión desaparecía de él con aquella exhalación de frustración—. Tienes que confiar en mí. Yo confío en ti. De no ser así no estaríamos aquí.
—Vale —asentí tragando saliva—. Cenamos y, después, a tu casa. Lo estoy deseando.
Aquellas palabras de Joe sobre la confianza permanecieron en mi mente durante toda la mañana, lo cual me vino bien cuando sonó la alerta de Google en mi bandeja de entrada.
Esta vez había más de una foto. Cada artículo y entrada del blog tenía varias instantáneas de Cary y yo despidiéndonos con un abrazo en la puerta del restaurante donde habíamos almorzado el día anterior. Los pies de foto especulaban sobre la naturaleza de nuestra relación y en algunas decían que vivíamos juntos. Otras sugerían que yo había pescado al «playboy multimillonario, Joseph Jonas» mientras continuaba con mi novio, el prometedor modelo.
El motivo de la publicidad se hizo patente cuando vi la foto de Joe mezclada con las que nos sacaron a Cary y a mí. La habían sacado la noche anterior mientras yo estaba viendo películas con Cary y Trey y mientras se suponía que Joe se encontraba en una cena de negocios. En la foto, Joe y Demetria Lovato se sonreían de una forma íntima mientras ella apoyaba la mano en el brazo de él en la puerta de un restaurante. Los pies de foto iban desde los elogios por «el grupo de guapas famosas» de Joseph hasta la especulación de que él estuviera ocultando su mal de amores, provocado por mi infidelidad, saliendo con otras mujeres. Tienes que confiar en mí. Cerré mi correo electrónico, respirando con rapidez y con el corazón acelerado. Aquella confusión de los celos me retorcía las entrañas. Yo sabía que era imposible que hubiese tenido una relación íntima con otra mujer y sabía que yo le importaba. Pero odiaba a Demi con todas mis fuerzas —lo cierto es que ella me había dado buenas razones para ello durante nuestra conversación en el baño— y no soportaba verla con Joe. No podía soportar ver cómo él le sonreía de una forma tan tierna, sobre todo después del modo en que ella me había tratado. Pero aparté todo aquello. Lo metí en un cajón de mi mente y me concentré en el trabajo. Mark se iba a reunir al día siguiente con Joe para repasar la solicitud de propuestas para la campaña de Kingsman y yo estaba organizando el flujo de información entre Mark y los departamentos que participaban. Mark asomó la cabeza por la puerta de su despacho.
—Oye, _______, vamos a comer juntos Steve y yo en el Asador de Bryant Park. Me ha preguntado si quieres venir. Quiere volver a verte.
—Me encantaría. —La tarde se me arregló ante la idea de disfrutar de un almuerzo en uno de mis restaurantes favoritos con dos chicos realmente encantadores. Harían que no pensara en la conversación que en pocas horas iba a tener con Joseph sobre mi pasado.
Claramente, mi intimidad había desaparecido. Tendría que echarle pelotas y hablar con Joe antes de que saliéramos a cenar. Antes de que siguieran viéndolo conmigo en público. Tenía que saber el riesgo que corría por relacionarse conmigo.
Cuando recibí un sobre interno poco después, supuse que se trataba del bosquejo de uno de los anuncios de Kingman, pero en lugar de ello, me encontré con una tarjeta de Joe.
A MEDIODÍA. EN MI DESPACHO.
—¿De verdad? —murmuré, enfadada por la ausencia de un saludo y una despedida. Por no mencionar la falta de ninguna fórmula de petición. ¿Y cómo olvidar el hecho de que Joe ni siquiera hubiese mencionado haberse encontrado con Demetria en la cena? ¿La había invitado a ella como sustituta mía? Al fin y al cabo, para eso estaba, para ser una de las mujeres con las que él alternaba fuera de su habitación de hotel. Le di la vuelta a la tarjeta de Joe y le escribí el mismo número de palabras sin firmar.
LO SIENTO. YA TENGO PLANES.
Una contestación irritante, pero se la merecía. Cuando dieron las doce menos cuarto, Mark y yo nos dirigimos a la planta baja. Cuando me detuvieron los de seguridad y el guardia llamó a Joe para decirle que yo estaba en el vestíbulo, mi irritación pasó al enfado.
—Vámonos —le dije a Mark mientras daba zancadas hacia la puerta giratoria sin hacer caso a las súplicas del guardia de seguridad para que esperara un momento. Me sentí mal por meterle en esto. Vi a Angus y al Bentley parados en el bordillo en el mismo momento en que escuché a Joe gritar mi nombre detrás de mí como el golpe de una fusta. Lo miré mientras se unía a nosotros en la acera con rostro impasible y una mirada gélida. —Voy a comer con mi jefe —le dije desafiante.
—¿Adónde vais, Garrity? —preguntó Joe sin apartar los ojos de mí.
—Al Asador de Bryant Park.
—Me aseguraré de que ella va. —Dicho lo cual, me agarró del brazo y me condujo con firmeza hacia el Bentley y hacia la puerta trasera que Angus mantenía abierta para mí. Joe entró detrás de mí obligándome a arrastrarme por el asiento. La puerta se cerró y salimos de allí. Tiré de la falda de mi vestido de tubo para colocármela bien.
—¿Qué haces, además de avergonzarme delante de mi jefe? Pasó un brazo por encima del respaldo del asiento y se inclinó hacia mí.
—¿Cary está enamorado de ti?
—¿Qué? ¡No!
—¿Te lo has follado?
—¿Has perdido la cabeza? —Avergonzada, miré a Angus y vi que actuaba como si estuviera sordo—. Que te follen, conquistador millonario con tu grupito de famosas guapas.
—Así que has visto las fotos.
Estaba tan enfadada que resollaba. Los nervios. Aparté la cabeza haciendo caso omiso de él y de sus estúpidas acusaciones.
—Cary es como un hermano para mí. Ya lo sabes.
—Sí, pero, ¿qué eres tú para él? Las fotos son increíblemente claras, ________. Sé reconocer el amor cuando lo veo.
Angus aminoró la marcha para que una multitud de peatones cruzara la calle. Yo abrí la puerta y giré la cabeza hacia atrás mirando a Joe para que pudiera ver bien mi cara.
—Está claro que no es así. Cerré la puerta de golpe y empecé a andar con paso enérgico dejando claro mi enfado. Había reprimido mis dudas y mis celos con un esfuerzo hercúleo, ¿y qué obtenía a cambio? Un Joe con un cabreo irracional.
—_______, párate ahora mismo.
Le hice una peineta con el dedo sin girar la cabeza y subí corriendo los escalones de la puerta de Bryant Park, un exuberante oasis verde y tranquilo en medio de la ciudad. El simple hecho de cruzar la calle y subir desde la acera era como transportarte a un mundo completamente distinto. Achaparrado bajo los imponentes rascacielos que lo rodeaban, Bryant Park era una zona ajardinada que quedaba tras una hermosa y antigua biblioteca. Un lugar donde el tiempo se detenía, los niños reían con la alegría inocente de unas vueltas en el tiovivo y los libros constituían unos preciados compañeros. Por desgracia para mí, el guapísimo ogro de un mundo me siguió al otro. Joe me agarró de la muñeca.
—No corras —me siseó al oído.
—Actúas como un demente.
—Quizá sea porque me estás volviendo loco, joder. —Sus brazos se endurecieron hasta convertirse en cintas de acero—. Eres mía. Dime que Cary lo sabe.
—Claro, igual que Demetria sabe que tú eres mío. —Deseé que pusiera algo cerca de mi boca para poder morderlo—. Estás llamando la atención.
—Podríamos haber hecho esto en mi despacho si no hubieses sido tan condenadamente cabezota.
—Tenía planes, idiota. Y me los estás arruinando. —La voz se me rompió y las lágrimas empezaron a salir mientras notaba que había muchos ojos puestos sobre nosotros. Me iban a despedir por dar aquel espectáculo tan vergonzoso—. Lo estás jodiendo todo.
Joe me soltó en ese instante y me dio la vuelta para que lo mirara. Con sus manos sobre mis hombros se aseguró de que aún no pudiera escaparme de allí.
—Dios mío. —Me aplastó contra él colocando los labios sobre mi cabello—. No llores. Lo siento. Golpeé el puño contra su pecho, lo cual tuvo el mismo efecto que si hubiese golpeado una roca.
—¿Qué pasa contigo? ¿Puedes salir con una mala zorra que me llama puta y que cree que va a casarse contigo y yo no puedo ir a comer con un buen amigo que ha estado apoyándote desde el principio? Colocó la palma de la mano sobre la parte de atrás de mi cabeza y apretó su mejilla contra mi sien.
—Eva, Demi estaba por casualidad en el mismo restaurante donde yo cenaba con mis socios.
—No me importa. Quieres hablar sobre cómo me mira una persona. Y tú... ¿Cómo puedes mirarla así después de lo que me dijo?
—Cielo... —Sus labios se movían fervientemente por mi rostro—. Esa mirada era por ti. Demi me alcanzó en la puerta y le dije que me iba a casa contigo. No puedo evitar la mirada que pongo al pensar en nosotros estando a solas y juntos.
—¿Y esperas que me crea que ella sonrió al escuchar aquello?
—Me dijo que te saludara de su parte, pero supuse que eso no te sentaría bien y no estaba dispuesto a fastidiar nuestra noche por ella. Mis brazos se deslizaron alrededor de su cintura por debajo de su chaqueta.
—Tenemos que hablar. Esta noche, Joseph. Hay cosas que tengo que contarte. Si un periodista busca bien y tiene suerte... Tenemos que mantener nuestra relación en privado o terminar con ella. Cualquiera de las dos cosas será lo mejor para ti. Joe colocó las manos sobre mi cara y apretó su frente contra la mía.
—Ninguna de las dos es una opción válida. Sea lo que sea, lo solucionaremos. Me puse de puntillas y apreté la boca contra la de él. Nuestras lenguas se acariciaron y se sumieron en un beso muy apasionado. Tomé algo de conciencia de la multitud de personas que pululaban a nuestro alrededor, el murmullo de numerosas conversaciones y el continuo ruido del incesante tráfico del centro de la ciudad, pero nada de aquello importaba estando al abrigo de Joe, mientras él me acariciaba. Me producía tanta tortura como placer. Era un hombre cuyos cambios de humor y pasiones volubles rivalizaban con los míos.
—Venga —susurró recorriendo mi mejilla con la yema de los dedos—. Vámonos para seguir con esto.
—No me escuchas, loco cabezota. Tengo que irme.
—Vámonos juntos a casa después del trabajo. —Fue apartándose, agarrándome de la mano hasta que la distancia hizo que los dedos se separaran. Cuando me giré hacia el restaurante cubierto de hiedra vi que Mark y Steven me esperaban en la entrada. Formaban una pareja extraña, Mark vestido con su traje y Steven con sus vaqueros gastados y sus botas viejas. Steven estaba con las manos en los bolsillos y una enorme sonrisa en su atractivo rostro.
—Creo que tengo ganas de aplaudir. Ha sido mejor que ver una película romántica. Me ruboricé mientras cambiaba mi peso de un pie a otro. Mark abrió la puerta y me hizo una señal para que pasara.
—Creo que puedes olvidar lo que te he dicho antes tan sabiamente sobre que Jonas es un mujeriego.
—Gracias por no despedirme —contesté irónicamente mientras esperábamos a que el encargado comprobaba nuestra reserva—. O al menos, por darme de comer antes. Steven me dio un golpecito en el hombro.
—Mark no puede permitirse el perderte. Mientras apartaba la silla para que me sentara, Mark sonrió.
—¿Cómo si no voy a informar a Steven con regularidad de tu vida amorosa? Es adicto a los culebrones, ¿sabes? Le encantan los dramas románticos.
—Estás de broma —dije soltando un bufido. Steven se pasó una mano por el mentón y sonrió.
—Nunca admitiría ni una cosa ni la otra. Los hombres deben mantener sus secretos ocultos. Sonreí, pero fui dolorosamente consciente de mis propios secretos. Y de lo rápido que pasaba el tiempo antes de tener que revelarlos.
A las cinco de la tarde me estaba armando de valor para contar mis secretos. Estaba tensa y triste cuando Jow entró en el Bentley y mi intranquilidad no hizo más que empeorar cuando vi cómo estudiaba mi rostro, que yo trataba de apartar. Cuando me cogió la mano y se la llevó a los labios, me dieron ganas de llorar. Aún me estaba recuperando de nuestra discusión en el parque y aquél era el menor de los problemas que debíamos tratar.
No hablamos hasta que llegamos a su apartamento. Cuando entramos en su casa, me condujo a través de su preciosa y cara sala de estar y a lo largo del pasillo hasta su dormitorio. Allí, extendido sobre la cama, había un fabuloso vestido de cóctel del color Azul y una bata de seda negra que llegaba hasta los tobillos.
—Tuve un poco de tiempo para ir de compras antes de la cena de anoche —me explicó. Mi temor se desvaneció un poco, suavizado por el placer que me produjo su consideración.
—Gracias. Colocó mi bolso en una silla junto al vestidor.
—Quiero que te pongas cómoda. Puedes ponerte la bata o algo mío. Voy a abrir una botella de vino y nos sentiremos mejor. Cuando estés lista, podremos hablar.
—Me gustaría darme una ducha rápida. —Deseé que pudiéramos separar lo que había ocurrido en el parque de lo que tenía que contarle para así poder tratar cada asunto como se merecía, pero no tuve otra opción. Cada día que pasaba suponía una oportunidad más para que alguien le contara a Gideon lo que tenía que escuchar de mis labios.
—Como quieras, cielo. Estás en tu casa. Cuando me quité los tacones y me metí en el baño, sentí el peso de su preocupación, pero mi revelación tendría que esperar hasta que yo me sintiera mejor. En un esfuerzo por hacerme con ese control, me tomé mi tiempo bajo la ducha. Por desgracia, eso hizo que me acordara de la que nos habíamos dado juntos esa misma mañana. ¿Había sido nuestra primera y última ducha como pareja? Cuando estuve preparada, encontré a Joe de pie junto al sofá de la sala de estar. Él se había puesto los pantalones de un pijama de seda negro que le quedaba por debajo de la cintura. Nada más. Una pequeña llama parpadeaba en la chimenea y en una cuba llena de hielo colocada sobre la mesita había una botella de vino. En el centro, había dispuesto varias velas de color marfil y su resplandor dorado era la única iluminación aparte de la del fuego.
—Perdone —dije desde la puerta de la habitación—. Estoy buscando a Joe Jonas, el hombre que no cuenta con ningún romanticismo en su repertorio.
Sonrió tímidamente, una sonrisa infantil que contrastaba enormemente con la sexualidad madura de su torso desnudo.
—No creo que sea así. Simplemente intento adivinar lo que te puede complacer y luego pruebo, con la esperanza de acertar.
—Tú me complaces. —Crucé la habitación hasta él y la bata negra osciló alrededor de mis piernas. Me gustó ver que él se había puesto algo que encajaba con lo que me había regalado.
—Eso quiero —dijo serio—. Me estoy esforzando. Me detuve delante de él y bebí ante la belleza de su rostro y la forma tan erótica con que su pelo le acariciaba la parte superior de los hombros. Pasé las manos por sus bíceps y estrujé con suavidad el fuerte músculo antes de dar un paso más hacia él y apretar mi rostro contra su pecho.
—Oye —murmuró envolviéndome con sus brazos—, ¿esto es por haber sido un estúpido a la hora del almuerzo? ¿O qué es lo que tienes que decirme? Háblame, ________, para que yo pueda decirte que no va a pasar nada malo.
Acaricié sus pectorales con mi nariz sintiendo el cosquilleo del pelo de su pecho contra mi mejilla y respirando el olor tranquilizador y familiar de su piel.
—Deberías sentarte. Tengo que contarte algunas cosas sobre mí. Cosas feas. Joe me soltó a regañadientes cuando me aparté de él. Me acurruqué en su sofá con las piernas encogidas por debajo de mi cuerpo y él nos sirvió unas copas de vino dorado antes de sentarse. Inclinándose hacia mí, pasó un brazo por detrás del respaldo del sofá mientras sostenía la copa con la otra mano, prestándome toda su atención.
—Bien. Allá va. —Respiré hondo antes de empezar, sintiéndome aturdida por el elevado ritmo de mi pulso. No podía recordar cuándo había sido la última vez que había estado tan nerviosa ni tan mal—. Mi madre y mi padre nunca se casaron. La verdad es que no sé mucho sobre cómo se conocieron porque ninguno de los dos habla de ello. Sí sé que mi madre procedía de una familia adinerada. No tanto como el que consiguió al casarse después, pero más del que la mayoría de la gente tiene. Se estaba presentando en sociedad. Con toda la parafernalia del vestido blanco y la presentación. El quedarse embarazada de mí fue un error que hizo que la repudiaran, pero se quedó conmigo. —Bajé la mirada hacia mi copa—. De verdad que la admiro por ello. Tuvo muchas presiones para deshacerse del bebé... de mí, pero siguió adelante con el embarazo. Claro está. Él pasaba los dedos por mi cabello mojado tras la ducha.
—Por suerte para mí —dijo. Agarré sus dedos y le besé los nudillos y, a continuación, él colocó la mano sobre mi regazo.
—Incluso con un bebé, pudo conseguir pescar un millonario. Él era un viudo con un hijo dos años mayor que yo, así que creo que los dos pensaron que se trataba de un acuerdo perfecto. Él viajaba mucho y apenas estaba en casa y mi madre se gastaba su dinero y se ocupaba de criar a su hijo.
—Comprendo la necesidad de dinero,_______ —murmuró—. Yo también necesito tenerlo. Necesito el poder que te da. La seguridad. Nuestros ojos se miraron. Algo ocurrió entre los dos tras aquella pequeña confesión. Hizo que me resultara más fácil contar lo que venía después. —Yo tenía diez años la primera vez que mi hermanastro me violó... El pie de su copa se rompió en su mano. Se movía con tanta rapidez que su rostro se desdibujó mientras agarraba el cuenco de su copa contra su muslo para que no se derramara. Me puse de pie cuando él lo hizo.
—¿Te has cortado? ¿Estás bien?
—Estoy bien —contestó con voz cortante. Fue a la cocina para tirar la copa rota haciéndola añicos. Yo dejé la mía con cuidado. Las manos me temblaban. Oí armarios abriéndose y cerrándose. Un momento después, Joe volvió con un vaso de algo más oscuro en la mano.
—Siéntate, ________. —Me quedé mirándole. Su cuerpo estaba tenso y su mirada, gélida. Se pasó una mano por la cara y dijo con más suavidad—: Siéntate... por favor.
Mis flaqueantes piernas cedieron y me senté en el filo del sofá, apretándome la bata alrededor del cuerpo. Joe se quedó de pie, dando un largo trago a lo que fuera que tenía en la mano.
—Has dicho la primera vez. ¿Cuántas veces fueron? Respiré varias veces tratando de calmarme.
—No lo sé. Perdí la cuenta.
—¿Se lo contaste a alguien? ¿Se lo contaste a tu madre?
—No. Por Dios, si lo llega a saber me habría sacado de allí. Pero Nathan se aseguró de que yo estuviera demasiado asustada como para contárselo. —Traté de tragar saliva para humedecerme la garganta e hice una mueca al sentir el dolor y la quemazón como si fuera de papel de lija. Cuando volvió a salirme la voz, apenas fue en forma de susurro—. Hubo una vez que me sentí tan mal que casi se lo conté, pero él se dio cuenta. Nathan sabía que yo estaba a punto de hacerlo. Así que le rompió el cuello a mi gata y la dejó sobre mi cama.
—¡Dios mío! —El pecho se le movía con fuerza—. No es sólo que fuera un hijo de puta, es que estaba loco. Y estaba abusando de ti.... ________.
—Los criados tuvieron que saberlo. —Continué aturdida mientras miraba mis manos retorcerse. Sólo quería terminar con aquello, sacarlo todo para poder volver a guardarlo en el cajón de mi mente donde poder olvidar aquello durante mi vida diaria—. El hecho de que tampoco dijeran nada me hizo pensar que también estaban asustados. Eran adultos y no dijeron nada. Yo era una niña. ¿Qué podía hacer si ellos no hacían nada?
—¿Cómo saliste de aquello? —preguntó con la voz quebrada—. ¿Cuándo acabó?
—Cuando cumplí catorce años. Creía que estaba teniendo el periodo, pero había demasiada sangre. Mi madre se asustó y me llevó a urgencias. Tuve un aborto. Mientras me examinaban encontraron pruebas de... otros traumatismos. Desgarros vaginales y anales...
Joe dejó el vaso en la mesa con un ruido sordo y fuerte.
—Lo siento —susurré, sintiéndome como si estuviera enferma—. Te ahorraría los detalles, pero tienes que saber lo que alguien podría descubrir. El hospital denunció los abusos ante los servicios sociales para menores. Todo está en los registros públicos y han sido precintados, pero hay gente que conoce la historia. Cuando mi madre se casó con Stanton, él reforzó aquellos precintos, pagó dinero a cambio de acuerdos de confidencialidad... cosas así. Pero tú tienes derecho a saber que esto puede volver a salir a la luz y hacer que te avergüences.
—¿Avergonzarme? —preguntó bruscamente lleno de rabia—. La vergüenza no está incluida en la lista de cosas que sentiría.
—JOE...
—Destruiría la carrera de cualquier periodista que escribiera sobre esto y luego desmantelaría la publicación que sacara el artículo. —Su voz sonaba tan fría y llena de furia que era glacial—. Encontraré a ese monstruo que te hizo daño,_______, dondequiera que esté y voy a hacer que desee estar muerto.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo porque le creí. Lo vi en su rostro. En su voz. En la energía que irradiaba y en su mirada afilada. No sólo era una mirada oscura y peligrosa. Joe era un hombre que conseguía lo que quería, no importa lo que costara. Me puse de pie.
—No merece la pena el esfuerzo. Él no merece que pierdas el tiempo.
—Tú sí. Tú lo mereces. ¡Maldita sea! ¡Joder! Me acerqué a la chimenea en busca de calor.
—También hay una estela de dinero. Los policías y los periodistas siempre siguen el dinero. Alguien puede preguntarse por qué mi madre dejó su primer matrimonio por dos millones de dólares, pero su hija, de una relación anterior, se quedó con cinco. —Sin mirarle, sentí su repentina quietud—. Por supuesto —continué—, es probable que ese puñetero dinero ahora haya aumentado considerablemente, yo no lo toco, pero Stanton administra la cuenta donde lo deposité y todo el mundo sabe que tiene la habilidad de ser un Midas. Si alguna vez te preocupa que yo quiera tu dinero...
—No sigas hablando. Giré la cara hacia él. Vi su cara, sus ojos. Vi la pena y el horror. Pero lo que más me dolió fue lo que no vi. Mi mayor pesadilla se había hecho realidad. Había temido que mi pasado pudiera afectar negativamente a la atracción que él sentía por mí. Le había dicho a Cary que Joe quizá se quedara conmigo por los motivos equivocados. Que podría quedarse a mi lado, pero que aun así —a todos los efectos—, lo perdería de todos modos. Y parecía que así era.
Me apreté el cinturón de la bata.
—Voy a vestirme y me voy
MileyCyruZ
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Seamos Honestos (Dont Lie To Me) Joe&Tu HOT(TERMINADA) - Página 4 Empty Re: Seamos Honestos (Dont Lie To Me) Joe&Tu HOT(TERMINADA)

Mensaje por JB&1D2 Miér 20 Mar 2013, 6:28 pm

que? por que la dejas ahi?
siguelaaa
Joeee haz algo que no se vaya
pobre por todo lo que paso
siguela
JB&1D2
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Seamos Honestos (Dont Lie To Me) Joe&Tu HOT(TERMINADA) - Página 4 Empty Re: Seamos Honestos (Dont Lie To Me) Joe&Tu HOT(TERMINADA)

Mensaje por zai Miér 20 Mar 2013, 7:50 pm

Pobre rayis :misery:
que HDP ese Nathan :muere:
pero no entendi lo del dinero les dieron plata a la rayis y a la madre para q no dijieran nada???
ayyyy Joe no la dejes ir!!!!
Siguela quiero ver que dice Joe!!!
Por Favor!!!!!!!
zai
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Mensaje por JB&1D2 Vie 22 Mar 2013, 1:51 pm

siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
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Mensaje por Samantha Vie 22 Mar 2013, 2:47 pm

uuuuu pobre como le pudieron hacer eso ese **** de Nathan
siguela porfavor y que Joe lo a trape jummm
Samantha
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Seamos Honestos (Dont Lie To Me) Joe&Tu HOT(TERMINADA) - Página 4 Empty Re: Seamos Honestos (Dont Lie To Me) Joe&Tu HOT(TERMINADA)

Mensaje por zai Sáb 23 Mar 2013, 1:00 pm

Siguela!!!
zai
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