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Cazadores de Sombras - Ciudad de Almas Perdidas - NicholasJ&TU (Adaptación)- TERMINADA!
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Cazadores de Sombras - Ciudad de Almas Perdidas - NicholasJ&TU (Adaptación)- TERMINADA!
SIMON SERA EL ENCARGADOOO DE MATAR A SEBASTIAN??????.....
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHH!!!
SEBASTIAN O JONATHAN O COMO SE LLAMEEE ESTA RELOOOCOOOOO!!!!
COMO PUEDE DECIR ESO?????
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHH!!!!!
EQUIPO BUENOOOOO!!!!!!! APARECE PRONTOOOO!!!!
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHH!!!
SEBASTIAN O JONATHAN O COMO SE LLAMEEE ESTA RELOOOCOOOOO!!!!
COMO PUEDE DECIR ESO?????
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHH!!!!!
EQUIPO BUENOOOOO!!!!!!! APARECE PRONTOOOO!!!!
chelis
Re: Cazadores de Sombras - Ciudad de Almas Perdidas - NicholasJ&TU (Adaptación)- TERMINADA!
LO SABIA!
Sebastian es un jodido demente! ME DA ASCO!
Es que asdsasassass, me voy a desquitar con el sebastian de mi curso, ajajajajaj
Rayis tranquila, todavia no lo mates, una vez que los separan yo te ayudo a cortarlo en pedazitos!
Chicos por favor lleguen rapido, no ven que ya queremos darle muerte a Sebastian "mal aborto del infierno"
Siguela pronto
Kiss xx.
Sebastian es un jodido demente! ME DA ASCO!
Es que asdsasassass, me voy a desquitar con el sebastian de mi curso, ajajajajaj
Rayis tranquila, todavia no lo mates, una vez que los separan yo te ayudo a cortarlo en pedazitos!
Chicos por favor lleguen rapido, no ven que ya queremos darle muerte a Sebastian "mal aborto del infierno"
Siguela pronto
Kiss xx.
Val x.
Re: Cazadores de Sombras - Ciudad de Almas Perdidas - NicholasJ&TU (Adaptación)- TERMINADA!
Hay dios que enfermo, esta enamorado de su propia sangre! seguramente Nicholas llega en cualquier momento, digo, con todas las beses que lastimo a Sebastian seguramente el tiene que haber sentido algo...
Yo sabia que el tenia el anillo, osea siempre sospeche! MADITA REINA HADA! la odio incluso mas que Sebastian, nunca pero nunca me callo bien, desde el primer momento que aparecio por primera vez me dio mala vibra...traidora ya decia yo que no los iba a ayudar...
SEGUILA RAPIDO!! quiero saber que pasa, este cap. fue realmente....interesante(? Un beso...
Yo sabia que el tenia el anillo, osea siempre sospeche! MADITA REINA HADA! la odio incluso mas que Sebastian, nunca pero nunca me callo bien, desde el primer momento que aparecio por primera vez me dio mala vibra...traidora ya decia yo que no los iba a ayudar...
SEGUILA RAPIDO!! quiero saber que pasa, este cap. fue realmente....interesante(? Un beso...
I.am.rayita (Anto!!!)
Re: Cazadores de Sombras - Ciudad de Almas Perdidas - NicholasJ&TU (Adaptación)- TERMINADA!
Seguila porfass...
I.am.rayita (Anto!!!)
Re: Cazadores de Sombras - Ciudad de Almas Perdidas - NicholasJ&TU (Adaptación)- TERMINADA!
aranzhitha escribió:ese tipo esta loco!!! :wut: es un desquiciado :misery:
Como puede amar a su hermana!!??? :imdead:
Porque quiere siempre lo de Nicholas!! :muere:
Loco de remat ojala se muera!!!
Siguela!!!
Bueno loco se queda corto! :muack:
Esta enfermo el hombre ese! :gasp:
Así es, siempre quiere lo del Nicho! u.u le tiene celos en todo....
Ya se, si Sebastian muriera, todo sería mejor! :ilusion:
:imdead: :imdead: :imdead: :imdead: :imdead:
\^.^/
Ya la Sigo! ;)
X
PD: Feliz Día de la Mujer! :hug:
:bye:
HeyItsLupitaNJ
Re: Cazadores de Sombras - Ciudad de Almas Perdidas - NicholasJ&TU (Adaptación)- TERMINADA!
chelis escribió:SIMON SERA EL ENCARGADOOO DE MATAR A SEBASTIAN??????.....
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHH!!!
SEBASTIAN O JONATHAN O COMO SE LLAMEEE ESTA RELOOOCOOOOO!!!!
COMO PUEDE DECIR ESO?????
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHH!!!!!
EQUIPO BUENOOOOO!!!!!!! APARECE PRONTOOOO!!!!
No exactamente, él es el encargado de llevar el arma....
No, loco es poco, el hombre esta demente, algo fuera de este mundo!
:wut: :wut: :wut: :wut: :wut: :wut:
Siiiiiiiiiii, ojala que pronto aparezcan! *.*
\^.^/
Ya la Sigo! ;)
X
PD: Feliz Día de la Mujer! :hug:
:bye:
HeyItsLupitaNJ
Re: Cazadores de Sombras - Ciudad de Almas Perdidas - NicholasJ&TU (Adaptación)- TERMINADA!
Valeefor1D ツ escribió:LO SABIA!
Sebastian es un jodido demente! ME DA ASCO!
Es que asdsasassass, me voy a desquitar con el sebastian de mi curso, ajajajajaj
Rayis tranquila, todavia no lo mates, una vez que los separan yo te ayudo a cortarlo en pedazitos!
Chicos por favor lleguen rapido, no ven que ya queremos darle muerte a Sebastian "mal aborto del infierno"
Siguela pronto
Kiss xx.
JAJAJA yo lo siento por el Sebastian de tu curso! :scratch:
Pero AAAAAAAAAAAAA si, este hombre esta demente! :wut:
No se, no puedo encontrar la palabra!.... pero bueno Enfermo Ay no se!
Siiiiiiiiii, también me apunto para hacer picadillo a Sebastian! :twisted:
Ojala lleguen pronto!
\^.^/
Ya la Sigo! ;)
X
PD: Feliz Día de la Mujer! :hug:
:bye:
HeyItsLupitaNJ
Re: Cazadores de Sombras - Ciudad de Almas Perdidas - NicholasJ&TU (Adaptación)- TERMINADA!
I.am.rayita (Anto!!!) escribió:Hay dios que enfermo, esta enamorado de su propia sangre! seguramente Nicholas llega en cualquier momento, digo, con todas las beses que lastimo a Sebastian seguramente el tiene que haber sentido algo...
Yo sabia que el tenia el anillo, osea siempre sospeche! MADITA REINA HADA! la odio incluso mas que Sebastian, nunca pero nunca me callo bien, desde el primer momento que aparecio por primera vez me dio mala vibra...traidora ya decia yo que no los iba a ayudar...
SEGUILA RAPIDO!! quiero saber que pasa, este cap. fue realmente....interesante(? Un beso...
Si, buen punto, esperemos que el Nicho se aparezca.....
Lo sé, que asco de persona, enamorarse de su hermana... ahora sabemos que cuando
la defendía, era con doble intención....
Siiiiiiiiiiiiiii, igual ODIO a la Reina, siempre me calló mal también!
:wut: :wut: :wut: :wut: :wut:
Bueno y el siguiente capi es más interesante! ;)
\^.^/
Ya la Sigo! ;)
X
PD: Feliz Día de la Mujer! :hug:
:bye:
HeyItsLupitaNJ
Re: Cazadores de Sombras - Ciudad de Almas Perdidas - NicholasJ&TU (Adaptación)- TERMINADA!
• Una Puerta Hacia la Oscuridad - Capitulo 20 (Parte 1) •
____(tn) gritó en voz alta por pura frustración mientras el trozo de vidrio se clavaba en el piso de madera, a centímetros de la garganta de Sebastian. Lo sintió reír bajo ella.
―No puedes hacerlo ―dijo él―. No puedes matarme.
―Al diablo contigo ―soltó ella―. No puedo matar a Nicholas.
―Es lo mismo ―dijo él, y sentándose tan rápido que apenas lo vio moverse, la golpeó en el rostro con la fuerza suficiente para hacer que se deslizara por el suelo cubierto de vidrios. Su deslizamiento se detuvo cuando golpeó la pared, atragantada, y tosiendo sangre. Enterró la cabeza contra su antebrazo, el sabor y el olor de su propia sangre en todos lados era enfermizo y metálico. Un momento después, la mano de Sebastian estaba empuñada en su chaqueta y la estaba poniendo de pie.
No luchó contra él, ¿cuál era el punto? ¿Por qué luchar contra alguien que estaba dispuesto a matarte y sabía que tú no estabas dispuesto a matar, o siquiera a herirlo seriamente? Esas personas siempre ganan. Se quedó quieta mientras la examinaba.
―Podría ser peor ―dijo―. Parece que la chaqueta te salvó de cualquier daño real.
¿Daño real? Su cuerpo se sentía como si hubiera sido rebanado por finas cuchillas.
Lo miró fijamente a través de las pestañas cuando la giró en sus brazos. Fue como había sido en Paris, cuando la había cargado para alejarla del demonio Dahak, pero entonces ella había estado, sino agradecida, por lo menos confundida, y ahora estaba llena de un odio burbujeante. Mantuvo su cuerpo tenso mientras la cargaba escaleras arriba, sus botas sonando en el cristal. Estaba intentando olvidar que la estaba tocando, que tenía el brazo bajo sus piernas, las manos posesivamente en su espalda.
Yo lo voy a matar, pensó. Encontraré la manera, y lo voy a matar.
Él caminó hasta el cuarto de Nicholas y la tiró al piso. Ella se balanceó un paso hacia atrás. La atrapó y le arrancó la chaqueta. Debajo sólo estaba usando una camiseta. Estaba destrozada como si le hubiera pasado un rallador de queso por encima, y manchada de sangre por todos lados.
Sebastian silbó.
―Eres un desastre, hermanita ―dijo―. Será mejor que te metas en el baño y limpies algo de esa sangre.
―No ―contestó ella―. Deja que me vean así. Déjales ver lo que tuviste que hacer para conseguir que vaya contigo.
Su mano se alzó y la agarró por debajo de la barbilla, forzándola a enfrentarlo. Sus rostros estaban a centímetros de distancia. Ella quería cerrar los ojos pero se rehusó a darle esa satisfacción; le devolvió la mirada, a los destellos plateados en sus ojos negros; la sangre en su labio donde lo había mordido.
―Tú me perteneces ―le dijo otra vez―. Y te voy a tener a mi lado, aunque tenga que forzarte para que estés allí.
―¿Por qué? ―demandó ella, la furia tan amarga en su lengua como el gusto a sangre―. ¿Qué te importa? Sé que no puedes matar a Nicholas, pero podrías matarme a mí. ¿Por qué no lo haces?
Sólo por un momento, los ojos de Sebastian se distanciaron, vidriosos, como si estuviera viendo algo invisible para ella.
―Este mundo será consumido por el fuego del infierno ―dijo él―. Pero yo los traeré a Nicholas y a ti a salvo a través de las llamas si simplemente haces lo que pido. Es una gracia que no extenderé hacia nadie más. ¿No te das cuenta de lo tonta que eres al rechazarla?
―Jonathan ―dijo ella―. ¿No te das cuenta de cuán absurdo es que me pidas que pelee a tu lado cuando quieres quemar el mundo?
Sus ojos se volvieron a enfocar en los de ella.
―Pero, ¿por qué? ―Parecía casi adolorido―. ¿Por qué es tan precioso este mundo para ti? Tú sabes que hay otros. ―Su propia sangre era demasiado roja contra su blanca piel―. Dime que me quieres. Dime que me quieres y que pelearás conmigo.
―Nunca te querré. Estabas equivocado cuando dijiste que teníamos la misma sangre. Tu sangre es veneno. Veneno de demonio ―dijo, escupiendo las palabras.
Él solamente sonrió, sus ojos brillando oscuramente. Ella sintió que algo quemaba su antebrazo, y saltó antes de darse cuenta que era una estela; le estaba pasando una iratze por la piel. Lo odió incluso mientras el dolor se desvanecía. Su brazalete sonó en su muñeca cuando movió la mano con habilidad, completando la runa.
―Sabía que mentías ―le dijo de repente.
―Digo tantas mentiras, cariño ―contestó él―. ¿Cuál, específicamente?
―Tu brazalete —respondió ella―. “Acheronta movebo.” No significa “Por siempre los tiranos.” Eso es “sic semper tyrannis.” Esto es de Virgil. “Flectere si nequeo superos, Acheronta movebo.” “Si no puedo mover el Cielo, levantaré el Infierno.”
―Tu latín es mejor de lo que pensaba.
―Aprendo rápido.
―No lo suficiente. ―Soltó el agarre de su barbilla―. Ahora métete en el baño y límpiate ―dijo él, empujándola hacia atrás. Agarró el vestido ceremonial de su madre de la cama y se lo tiró a los brazos―. El tiempo se acorta, y mi paciencia se agota. Si no sales en diez minutos, volveré por ti. Y confía en mí, eso no te gustará.
―Muero de hambre ―dijo Maia―. Siento como si no hubiera comido en días. Abrió la puerta del refrigerador y miró dentro―. Oh, puaj.
Jordan tiró de ella hacia atrás, envolviendo los brazos a su alrededor, y pasó la nariz por su nuca.
―Podemos ordenar comida. Pizza, Thai, Mexicana, lo que quieras. Mientras no cueste más de veinticinco dólares.
Ella se giró en sus brazos, riendo. Estaba usando una de sus camisas; era un poco demasiado grande para él, y a ella le llegaba cerca de las rodillas. Su pelo estaba recogido en un moño en la parte de atrás su cuello.
―Gran derrochador ―dijo ella.
―Por ti, lo que sea. ―La levantó por la cintura y la acomodó en uno de los taburetes del mostrador―. Puedes pedir un taco. ―La besó. Sus labios eran dulces, con un ligero sabor a menta por la pasta de dientes. Ella sintió el zumbido en su cuerpo que venía por tocarlo, que empezaba en la base de su espina dorsal y se disparaba por todos sus nervios.
Se rio tontamente contra su boca, envolviendo los brazos alrededor de su cuello. Un fuerte ring cortó el zumbido en su sangre mientras Jordan se alejaba, frunciendo el ceño.
―Mi teléfono. ―Sosteniéndose a ella con una mano, tanteó detrás de él en el mostrador hasta que lo encontró. Había dejado de sonar, pero lo levantó de todos modos, frunciendo el ceño―. Es el Praetor.
El Praetor nunca llamaba, o por lo menos lo hacía raramente. Sólo cuando algo era de mortal importancia. Maia suspiró y se inclinó hacia atrás.
―Atiende.
Él asintió, levantando el teléfono a su oído. Su voz era un suave murmullo en la parte de atrás de su consciencia mientras saltaba del taburete e iba al refrigerador, donde estaban pegados los menús. Los ojeó hasta que encontró el menú del local de comida Thai que le gustaba, y se volteó con él en la mano.
Ahora Jordan estaba parado en el medio de la sala, pálido, con el teléfono olvidado en su mano. Maia podía escuchar una voz pequeña y distante saliendo de éste, diciendo su nombre.
Maia dejó caer el menú y se apresuró a través de la habitación hacia él. Le sacó el teléfono de la mano, desconectando la llamada, y lo puso en el mostrador.
―¿Jordan? ¿Qué pasó?
―Mi compañero de cuarto, Jason, ¿lo recuerdas? ―preguntó él, con incredulidad en sus ojos castaños―. Nunca lo conociste pero…
―Vi fotos de él ―dijo ella―. ¿Pasó algo?
―Está muerto.
―¿Cómo?
—Le arrancaron la garganta, drenaron toda su sangre. Piensan que rastreó a su objetivo y que ella lo mató.
―¿Maureen? ―Maia estaba sorprendida―. Pero sólo era una niña.
―Es un vampiro ahora. ―Él tomó un respiro tembloroso―. Maia.
Ella lo miró fijamente, sus ojos estaban vidriosos, su pelo revuelto. Un pánico repentino se levantó dentro de ella. Besarse y acurrucarse e incluso el sexo era una cosa. Consolar a alguien cuando había sido golpeado por la pérdida era otra. Significaba compromiso. Significaba cariño. Significaba que quieres alivianar su dolor, y al mismo tiempo le estás agradecido a Dios que, cual fuera la cosa mala que había pasado, no le había sucedido a esa persona.
―Jordan ―dijo suavemente, y alzándose en los dedos de sus pies, puso sus brazos entorno a él―. Lo siento.
El latido del corazón de Jordan era fuerte contra el de ella.
―Jason sólo tenía diecisiete.
―Él era un Praetor, como tú ―dijo ella suavemente―. Sabía que era peligroso. Tú sólo tienes dieciocho. ―Él apretó su agarre en ella pero no dijo nada―. Jordan ―dijo―. Te amo. Te amo y lo siento.
Lo sintió congelarse. Era la primera vez que decía las palabras desde unas semanas antes de ser mordida. Él parecía estar conteniendo el aliento; finalmente lo soltó con un jadeo.
―Maia ―dijo con voz ronca. Y después, increíblemente, antes de que pudiera decir otra palabra, sonó el teléfono de ella.
—Olvídalo ―dijo ella―. Lo voy a ignorar.
Él la dejó ir, su rostro suave, perplejo con dolor y asombro.
―No ―dijo―. No, puede ser importante. Ve.
Ella suspiró y fue al mostrador. Había dejado de sonar para cuando lo alcanzó, pero había un mensaje de texto parpadeando en la pantalla. Ella sintió tensarse los músculos de su estómago.
―¿Qué es? ―preguntó Jordan, como si hubiera sentido su repentina tensión. Tal vez lo hizo.
―Un 911. Una emergencia. ―Se volvió hacia él, sosteniendo el teléfono―. Una llamada de batalla. Fue enviado a todos en la manada, de parte de Luke, y Magnus. Tenemos que irnos ya.
____(tn) estaba sentada en el suelo del baño de Nicholas, con la espalda contra el azulejo de la bañera y las piernas estiradas frente a ella. Había limpiado la sangre de su rostro y cuerpo, y se había enjuagado el pelo ensangrentado en el lavabo. Estaba usando el vestido de ceremonia de su madre, arrugado hasta los muslos y el piso de cerámica estaba frío contra sus pies y pantorrillas desnudos.
Se miró las manos. Deberían verse diferentes, pensó. Pero eran las mismas manos que siempre había tenido, dedos delgados, uñas cortas, uno no quiere uñas largas cuando eres artista, y pecas en el dorso de los nudillos. Su cara se veía igual también.
Todo se veía igual, pero ella no lo era. Estos últimos días la habían cambiado en formas que no podía comprender completamente todavía.
Se puso de pie y se miró en el espejo. Estaba pálida, entre su pelo del color de las llamas y su vestido. Moretones decoraban sus hombros y garganta.
―¿Admirándote? ―No había escuchado a Sebastian abrir la puerta, pero ahí estaba él, sonriendo intolerablemente como siempre, apoyado contra el umbral de la puerta. Llevaba puesto un tipo de traje que nunca había visto: el material duro usual, pero de un color escarlata como la sangre fresca. También había añadido un accesorio a su atuendo: una ballesta recurvada. La sostenía casualmente en una mano, aunque debía ser pesada―. Te ves adorable, hermana. Una compañera adecuada para mí.
Ella se tragó las palabras con el sabor a sangre que todavía persistía en su boca, y caminó hacia él. Éste atrapó su brazo cuando intentó pasar junto a él en el umbral de la puerta. Su mano le recorrió el hombro desnudo.
―Bien ―dijo él―. No estás marcada aquí. Odio cuando las mujeres arruinan su piel con cicatrices. Mantén las marcas en tus brazos y piernas.
―Preferiría que no me tocaras.
Él resopló y giró la ballesta. Había una flecha ajustada a ésta, lista para disparar.
―Camina ―dijo―. Estaré detrás de ti.
Tomó todo el esfuerzo que tenía para no alejarse de él. Se giró y caminó hacia la puerta, sintiendo un calor entre los omóplatos donde imaginó que estaba apuntando el arco de la ballesta. Así bajaron las escaleras de cristal y fueron a través de la cocina y la sala de estar. Él gruñó ante la vista de la runa de ____(tn) en la pared, estirando la mano alrededor de ella, y debajo de su mano apareció una entrada. La puerta se abrió hacia un cuadrado de oscuridad.
La ballesta se le clavó duramente en su espalda.
―Muévete.
Respirando hondo, ____(tn) dio un paso hacia las sombras.
Alec golpeó la mano contra el botón en la pequeña jaula del elevador, y se desplomó devuelta contra la pared.
―¿Cuánto tiempo tenemos?
Isabelle comprobó la pantalla brillante de su teléfono móvil.
―Cerca de cuarenta minutos.
El ascensor se lanzó hacia arriba. Isabelle le echó una mirada encubierta a su hermano. Se veía cansado. Había círculos oscuros bajo sus ojos. A pesar de su altura y fuerza, Alec, con sus ojos azules y suave pelo negro casi hasta su cuello, se veía más delicado de lo que era.
―Estoy bien ―dijo él, respondiendo su pregunta implícita―. Tú eres la que tendrá problemas por mantenerse alejada de casa. Yo tengo más de dieciocho, puedo hacer lo quiera.
―Le mandé un mensaje de texto a mamá todas las noches y le dije que estaba contigo y Magnus ―dijo Isabelle mientras se detenía el elevador―. No es como si no supiera dónde estoy. Y hablando de Magnus…
Alec se estiró al otro lado de ella y abrió la puerta de la jaula del interior del ascensor.
―¿Qué?
―¿Están bien ustedes dos? Quiero decir, se están llevando bien.
Alec le disparó una mirada incrédula mientras salía hacia la entrada.
―Todo se está yendo al infierno por la cesta, y tú quieres saber sobre mi relación con Magnus?
―Siempre me pregunté sobre esa expresión ―comentó Isabelle pensativamente mientras se apresuraba detrás de su hermano por el pasillo. Alec tenía largas, largas piernas y, aunque ella era rápida, era difícil mantener el paso con él cuando quería―. ¿Por qué “por la cesta”? ¿Qué es una cesta, y por qué es una forma particularmente buena de transporte?
Alec, que había sido el parabatai de Nicholas lo suficiente como para aprender a ignorar tangentes conversacionales, dijo―: Magnus y yo estamos bien, supongo.
―Oh-oh ―dijo Isabelle―. Está bien, ¿supones? Sé lo que significa cuando dices eso. ¿Qué pasó? ¿Tuvieron una pelea?
Alec golpeteaba los dedos contra la pared mientras corrían a la par, una señal segura de que estaba incómodo.
―Deja de intentar entrometerte en mi vida amorosa, Iz. ¿Qué hay de ti? ¿Por qué no son pareja tú y Simón? Es obvio que te gusta.
Isabelle dejó salir un chillido.
―Yo no soy obvia.
―Lo eres, en realidad ―dijo Alec, sonando como si le sorprendiera, también, ahora que pensaba en eso―. Mirarlo con ojos soñadores, la forma en que enloqueciste en el lago cuando el Ángel apareció…
―¡Pensé que Simón estaba muerto!
―¿Qué, más muerto? ―preguntó Alec cruelmente. Viendo la expresión en el rostro de su hermana, se encogió de hombros―. Mira, si te gusta, bien. Simplemente no veo por qué no están saliendo.
―Porque yo no le gusto.
―Por supuesto que sí. Siempre les gustaste a los chicos.
―Perdóname si creo que tu opinión es parcial.
―Isabelle ―dijo Alec, y ahora había amabilidad en su voz, el tono que ella asociaba a su hermano, amor y exasperación mezclados entre sí―. Tú sabes que eres preciosa. Los chicos te han perseguido desde… siempre. ¿Por qué Simón sería diferente?
Ella se encogió de hombros.
―No lo sé. Pero lo es. Supongo que la bola estaba en su cancha. Él sabe cómo me siento. Pero no creo que se esté apresurando para hacer algo al respecto.
―Para ser justos, no es como si no le estuviera pasando nada más.
―Lo sé, pero… él siempre ha sido así. ____(tn)…
―¿Piensas que todavía está enamorado de ____(tn)?
Isabelle se mordió el labio.
―Yo… no exactamente. Creo que ella es lo único que tiene de su vida humana, y no la puede dejar ir. Y mientras no la deje ir, no sé si hay lugar para mí.
Casi habían llegado a la biblioteca. Alec miró al costado, hacia Isabelle, a través de sus pestañas.
―Pero si solamente son amigos…
―Alec. ―Ella levantó la mano, indicándole que debía callarse. Voces salían de la biblioteca, la primera estridente e inmediatamente reconocible como la de su madre:
―¿Qué quieres decir con que está perdida?
―Nadie la ha visto en dos días ―dijo otra voz, suave, femenina y con ligera disculpa―. Ella vive sola, así que la gente no estaba segura, pero nosotras pensamos, ya que usted conoce a su hermano…
Sin ninguna pausa, Alec abrió la puerta de la biblioteca con los brazos estirados.
Isabelle pasó por su lado para ver a su madre sentada detrás de un enorme escritorio de caoba en el centro de la habitación. Frente a ella había dos figuras familiares: Aline Penhallow, con su equipo, y a su lado estaba Helen Blackthorn, su pelo rizado desaliñado. Ambas se giraron, sorprendidas, cuando la puerta se abrió. Helen, debajo de sus pecas, estaba pálida; también estaba con su equipo, cosa que drenaba el color de su piel todavía más.
―Isabelle ―dijo Maryse, poniéndose de pie―. Alexander. ¿Qué pasó?
Aline buscó la mano de Helen. Unos anillos plateados centellaron en los dedos de ambas. El anillo Penhallow, con sus diseños de montañas, brillaba en el dedo de Helen, mientras que el patrón de espinas entrelazadas del anillo de la familia Blackthorn adornaba el de Aline. Isabelle sintió que se le levantaban las cejas; intercambias anillos de familia era un asunto serio.
―Si estamos entrometiéndonos, podemos irnos… ―comenzó Aline.
―No, quédense ―dijo Izzy, caminando hacia delante―. Podríamos necesitarlas.
Maryse se volvió a sentar en.
―Así que ―dijo―, mis hijos me honran con su presencia. ¿Dónde han estado ustedes dos?
―Te lo dije ―respondió Isabelle―. Estábamos en casa de Magnus.
―¿Por qué? ―demandó Maryse―. Y no te estoy preguntando a ti, Alexander. Le estoy preguntando a mi hija.
―Porque la Clave dejó de buscar a Nicholas ―respondió Isabelle―, pero nosotros no lo hicimos.
―Y Magnus estaba dispuesto a ayudar ―añadió Alec―. Él se quedó levantado todas estas noches, buscando en libros de hechizos, intentando averiguar dónde podría estar Nicholas. Incluso invocó al…
―No. ―Maryse levantó una mano para silenciarlo―. No me digas. No quiero saber. ―El teléfono negro en su escritorio empezó a sonar. Todos lo observaron. Una llamada al teléfono negro era una llamada de Idris. Nadie se movió para contestarlo, y en un momento estaba en silencio―. ¿Por qué están aquí? ―demandó Maryse, devolviendo su atención a su descendencia.
―Estuvimos buscando a Nicholas ―comenzó Isabelle otra vez.
―Es el trabajo de la Clave hacer eso ―soltó Maryse. Se veía cansada, notó Isabelle, la piel se le estiraba bajo los ojos. Las líneas en la comisura de su boca llevaban sus labios a una mueca. Era lo suficiente delgada para que los huesos de sus muñecas parecieran sobresaltar―. No de ustedes.
Alec golpeó su mano contra el escritorio, lo suficientemente fuerte para hacer sonar los cajones.
―¿Podrías escucharnos? La Clave no encontró a Nicholas, pero nosotros sí. Y a Sebastian con él. Y ahora sabemos qué están planeando, y tenemos ―Miró el reloj en la pared―, apenas tiempo para detenerlos. ¿Vas a ayudarnos o no?
El teléfono negro volvió a sonar. Y nuevamente Maryse ni siquiera se movió para contestarlo. Ella estaba mirando a Alec, su rostro blanco con sorpresa.
―¿Hicieron, qué?
―Sabemos dónde está Nicholas, mamá ―dijo Isabelle―, o por lo menos, en dónde va a estar. Y lo que va a hacer. Conocemos el plan de Sebastian, y tenemos que detenerlo. Oh, y sabemos cómo matar a Sebastian pero no a Nicholas…
―Detente. ―Maryse sacudió la cabeza―. Alexander, explica. Concisamente, y sin histeria. Gracias.
Alec se lanzó hacia la historia, dejando fuera, pensó Isabelle, todas las partes buenas, que fue cómo se las arregló para resumir las cosas tan ordenadamente. Tan abreviada como fue su versión, ambas, Aline y Helen estaban jadeando al final. Maryse se quedó muy quieta, sus facciones inmóviles.
Cuando Alec terminó, ella dijo en un susurro:
―¿Por qué has hecho esas cosas?
Alec se mostró desconcertado.
―Por Nicholas ―dijo Isabelle―. Para tenerlo de vuelta.
―Se dan cuenta de que al ponerme en esta posición, no me dan más opción que notificar a la Clave ―dijo Maryse, su mano descansando en el teléfono negro―.Desearía que no hubieran venido aquí.
La boca de Isabelle se secó.
―¿Realmente estás enojada con nosotros por decirte finalmente lo que está pasando?
―Si notifico a la Clave, ellos enviarán todos sus refuerzos. Jia no tendrá otra alternativa que darles instrucciones de matar a Nicholas en cuanto lo vean. ¿Tienen alguna idea de cuántos Cazadores de Sombras están siguiendo al hijo de Valentine?
Alec negó con la cabeza.
―Tal vez cuarenta, eso parece.
―Digamos que llevamos el doble de eso. Apenas podríamos confiar en vencer sus fuerzas, ¿pero qué clase de oportunidad tendría Nicholas? Casi no hay seguridad de que consiga salir con vida. Lo matarán sólo para estar seguros.
―Entonces, no podemos decirles ―dijo Isabelle―. Iremos nosotros solos. Haremos esto sin la Clave.
Pero Maryse, mirándola, estaba sacudiendo la cabeza.
―La Ley dice que debemos decirles.
―No me importa la Ley ―comenzó Isabelle furiosamente. Atrapó a Aline observándola, y cerró la boca de golpe.
―No te preocupes ―dijo Aline―. No voy a decirle nada a mi madre. Se los debo, chicos. Especialmente a ti, Isabelle. ―Tensó la mandíbula, e Isabelle recordó la oscuridad bajo el puente de Idris, su látigo desgarrando un demonio, las garras de éste trabadas en Aline―. Y además, Sebastian mató a mi primo. El verdadero Sebastian Verlac. Tengo mis propias razones para odiarlo, saben.
―No obstante ―comenzó Maryse― si no les decimos, estaremos rompiendo la Ley. Podemos ser sancionados, o peor.
―¿Peor? ―preguntó Alec―. ¿De qué estamos hablando aquí? ¿Exilio?
―No lo sé, Alexander ―dijo su madre―. Dependerá de Jia Penhallow, y de quien quiera que gane la posición de Inquisidor el decidir nuestro castigo.
―Tal vez sea papá ―murmuró Izzy―. Tal vez sea leve con nosotros.
―Si erramos en notificar esta situación, Isabelle, no hay ninguna posibilidad de que tu padre consiga ser Inquisidor. Ninguna ―dijo Maryse.
Isabelle respiró hondo.
―¿Podríamos conseguir que nos despojen de nuestras marcas? ―preguntó―. ¿Podríamos… perder el Instituto?
―Isabelle ―contestó Maryse―. Podríamos perderlo todo.
―No puedes hacerlo ―dijo él―. No puedes matarme.
―Al diablo contigo ―soltó ella―. No puedo matar a Nicholas.
―Es lo mismo ―dijo él, y sentándose tan rápido que apenas lo vio moverse, la golpeó en el rostro con la fuerza suficiente para hacer que se deslizara por el suelo cubierto de vidrios. Su deslizamiento se detuvo cuando golpeó la pared, atragantada, y tosiendo sangre. Enterró la cabeza contra su antebrazo, el sabor y el olor de su propia sangre en todos lados era enfermizo y metálico. Un momento después, la mano de Sebastian estaba empuñada en su chaqueta y la estaba poniendo de pie.
No luchó contra él, ¿cuál era el punto? ¿Por qué luchar contra alguien que estaba dispuesto a matarte y sabía que tú no estabas dispuesto a matar, o siquiera a herirlo seriamente? Esas personas siempre ganan. Se quedó quieta mientras la examinaba.
―Podría ser peor ―dijo―. Parece que la chaqueta te salvó de cualquier daño real.
¿Daño real? Su cuerpo se sentía como si hubiera sido rebanado por finas cuchillas.
Lo miró fijamente a través de las pestañas cuando la giró en sus brazos. Fue como había sido en Paris, cuando la había cargado para alejarla del demonio Dahak, pero entonces ella había estado, sino agradecida, por lo menos confundida, y ahora estaba llena de un odio burbujeante. Mantuvo su cuerpo tenso mientras la cargaba escaleras arriba, sus botas sonando en el cristal. Estaba intentando olvidar que la estaba tocando, que tenía el brazo bajo sus piernas, las manos posesivamente en su espalda.
Yo lo voy a matar, pensó. Encontraré la manera, y lo voy a matar.
Él caminó hasta el cuarto de Nicholas y la tiró al piso. Ella se balanceó un paso hacia atrás. La atrapó y le arrancó la chaqueta. Debajo sólo estaba usando una camiseta. Estaba destrozada como si le hubiera pasado un rallador de queso por encima, y manchada de sangre por todos lados.
Sebastian silbó.
―Eres un desastre, hermanita ―dijo―. Será mejor que te metas en el baño y limpies algo de esa sangre.
―No ―contestó ella―. Deja que me vean así. Déjales ver lo que tuviste que hacer para conseguir que vaya contigo.
Su mano se alzó y la agarró por debajo de la barbilla, forzándola a enfrentarlo. Sus rostros estaban a centímetros de distancia. Ella quería cerrar los ojos pero se rehusó a darle esa satisfacción; le devolvió la mirada, a los destellos plateados en sus ojos negros; la sangre en su labio donde lo había mordido.
―Tú me perteneces ―le dijo otra vez―. Y te voy a tener a mi lado, aunque tenga que forzarte para que estés allí.
―¿Por qué? ―demandó ella, la furia tan amarga en su lengua como el gusto a sangre―. ¿Qué te importa? Sé que no puedes matar a Nicholas, pero podrías matarme a mí. ¿Por qué no lo haces?
Sólo por un momento, los ojos de Sebastian se distanciaron, vidriosos, como si estuviera viendo algo invisible para ella.
―Este mundo será consumido por el fuego del infierno ―dijo él―. Pero yo los traeré a Nicholas y a ti a salvo a través de las llamas si simplemente haces lo que pido. Es una gracia que no extenderé hacia nadie más. ¿No te das cuenta de lo tonta que eres al rechazarla?
―Jonathan ―dijo ella―. ¿No te das cuenta de cuán absurdo es que me pidas que pelee a tu lado cuando quieres quemar el mundo?
Sus ojos se volvieron a enfocar en los de ella.
―Pero, ¿por qué? ―Parecía casi adolorido―. ¿Por qué es tan precioso este mundo para ti? Tú sabes que hay otros. ―Su propia sangre era demasiado roja contra su blanca piel―. Dime que me quieres. Dime que me quieres y que pelearás conmigo.
―Nunca te querré. Estabas equivocado cuando dijiste que teníamos la misma sangre. Tu sangre es veneno. Veneno de demonio ―dijo, escupiendo las palabras.
Él solamente sonrió, sus ojos brillando oscuramente. Ella sintió que algo quemaba su antebrazo, y saltó antes de darse cuenta que era una estela; le estaba pasando una iratze por la piel. Lo odió incluso mientras el dolor se desvanecía. Su brazalete sonó en su muñeca cuando movió la mano con habilidad, completando la runa.
―Sabía que mentías ―le dijo de repente.
―Digo tantas mentiras, cariño ―contestó él―. ¿Cuál, específicamente?
―Tu brazalete —respondió ella―. “Acheronta movebo.” No significa “Por siempre los tiranos.” Eso es “sic semper tyrannis.” Esto es de Virgil. “Flectere si nequeo superos, Acheronta movebo.” “Si no puedo mover el Cielo, levantaré el Infierno.”
―Tu latín es mejor de lo que pensaba.
―Aprendo rápido.
―No lo suficiente. ―Soltó el agarre de su barbilla―. Ahora métete en el baño y límpiate ―dijo él, empujándola hacia atrás. Agarró el vestido ceremonial de su madre de la cama y se lo tiró a los brazos―. El tiempo se acorta, y mi paciencia se agota. Si no sales en diez minutos, volveré por ti. Y confía en mí, eso no te gustará.
*********************************
―Muero de hambre ―dijo Maia―. Siento como si no hubiera comido en días. Abrió la puerta del refrigerador y miró dentro―. Oh, puaj.
Jordan tiró de ella hacia atrás, envolviendo los brazos a su alrededor, y pasó la nariz por su nuca.
―Podemos ordenar comida. Pizza, Thai, Mexicana, lo que quieras. Mientras no cueste más de veinticinco dólares.
Ella se giró en sus brazos, riendo. Estaba usando una de sus camisas; era un poco demasiado grande para él, y a ella le llegaba cerca de las rodillas. Su pelo estaba recogido en un moño en la parte de atrás su cuello.
―Gran derrochador ―dijo ella.
―Por ti, lo que sea. ―La levantó por la cintura y la acomodó en uno de los taburetes del mostrador―. Puedes pedir un taco. ―La besó. Sus labios eran dulces, con un ligero sabor a menta por la pasta de dientes. Ella sintió el zumbido en su cuerpo que venía por tocarlo, que empezaba en la base de su espina dorsal y se disparaba por todos sus nervios.
Se rio tontamente contra su boca, envolviendo los brazos alrededor de su cuello. Un fuerte ring cortó el zumbido en su sangre mientras Jordan se alejaba, frunciendo el ceño.
―Mi teléfono. ―Sosteniéndose a ella con una mano, tanteó detrás de él en el mostrador hasta que lo encontró. Había dejado de sonar, pero lo levantó de todos modos, frunciendo el ceño―. Es el Praetor.
El Praetor nunca llamaba, o por lo menos lo hacía raramente. Sólo cuando algo era de mortal importancia. Maia suspiró y se inclinó hacia atrás.
―Atiende.
Él asintió, levantando el teléfono a su oído. Su voz era un suave murmullo en la parte de atrás de su consciencia mientras saltaba del taburete e iba al refrigerador, donde estaban pegados los menús. Los ojeó hasta que encontró el menú del local de comida Thai que le gustaba, y se volteó con él en la mano.
Ahora Jordan estaba parado en el medio de la sala, pálido, con el teléfono olvidado en su mano. Maia podía escuchar una voz pequeña y distante saliendo de éste, diciendo su nombre.
Maia dejó caer el menú y se apresuró a través de la habitación hacia él. Le sacó el teléfono de la mano, desconectando la llamada, y lo puso en el mostrador.
―¿Jordan? ¿Qué pasó?
―Mi compañero de cuarto, Jason, ¿lo recuerdas? ―preguntó él, con incredulidad en sus ojos castaños―. Nunca lo conociste pero…
―Vi fotos de él ―dijo ella―. ¿Pasó algo?
―Está muerto.
―¿Cómo?
—Le arrancaron la garganta, drenaron toda su sangre. Piensan que rastreó a su objetivo y que ella lo mató.
―¿Maureen? ―Maia estaba sorprendida―. Pero sólo era una niña.
―Es un vampiro ahora. ―Él tomó un respiro tembloroso―. Maia.
Ella lo miró fijamente, sus ojos estaban vidriosos, su pelo revuelto. Un pánico repentino se levantó dentro de ella. Besarse y acurrucarse e incluso el sexo era una cosa. Consolar a alguien cuando había sido golpeado por la pérdida era otra. Significaba compromiso. Significaba cariño. Significaba que quieres alivianar su dolor, y al mismo tiempo le estás agradecido a Dios que, cual fuera la cosa mala que había pasado, no le había sucedido a esa persona.
―Jordan ―dijo suavemente, y alzándose en los dedos de sus pies, puso sus brazos entorno a él―. Lo siento.
El latido del corazón de Jordan era fuerte contra el de ella.
―Jason sólo tenía diecisiete.
―Él era un Praetor, como tú ―dijo ella suavemente―. Sabía que era peligroso. Tú sólo tienes dieciocho. ―Él apretó su agarre en ella pero no dijo nada―. Jordan ―dijo―. Te amo. Te amo y lo siento.
Lo sintió congelarse. Era la primera vez que decía las palabras desde unas semanas antes de ser mordida. Él parecía estar conteniendo el aliento; finalmente lo soltó con un jadeo.
―Maia ―dijo con voz ronca. Y después, increíblemente, antes de que pudiera decir otra palabra, sonó el teléfono de ella.
—Olvídalo ―dijo ella―. Lo voy a ignorar.
Él la dejó ir, su rostro suave, perplejo con dolor y asombro.
―No ―dijo―. No, puede ser importante. Ve.
Ella suspiró y fue al mostrador. Había dejado de sonar para cuando lo alcanzó, pero había un mensaje de texto parpadeando en la pantalla. Ella sintió tensarse los músculos de su estómago.
―¿Qué es? ―preguntó Jordan, como si hubiera sentido su repentina tensión. Tal vez lo hizo.
―Un 911. Una emergencia. ―Se volvió hacia él, sosteniendo el teléfono―. Una llamada de batalla. Fue enviado a todos en la manada, de parte de Luke, y Magnus. Tenemos que irnos ya.
*************************************
____(tn) estaba sentada en el suelo del baño de Nicholas, con la espalda contra el azulejo de la bañera y las piernas estiradas frente a ella. Había limpiado la sangre de su rostro y cuerpo, y se había enjuagado el pelo ensangrentado en el lavabo. Estaba usando el vestido de ceremonia de su madre, arrugado hasta los muslos y el piso de cerámica estaba frío contra sus pies y pantorrillas desnudos.
Se miró las manos. Deberían verse diferentes, pensó. Pero eran las mismas manos que siempre había tenido, dedos delgados, uñas cortas, uno no quiere uñas largas cuando eres artista, y pecas en el dorso de los nudillos. Su cara se veía igual también.
Todo se veía igual, pero ella no lo era. Estos últimos días la habían cambiado en formas que no podía comprender completamente todavía.
Se puso de pie y se miró en el espejo. Estaba pálida, entre su pelo del color de las llamas y su vestido. Moretones decoraban sus hombros y garganta.
―¿Admirándote? ―No había escuchado a Sebastian abrir la puerta, pero ahí estaba él, sonriendo intolerablemente como siempre, apoyado contra el umbral de la puerta. Llevaba puesto un tipo de traje que nunca había visto: el material duro usual, pero de un color escarlata como la sangre fresca. También había añadido un accesorio a su atuendo: una ballesta recurvada. La sostenía casualmente en una mano, aunque debía ser pesada―. Te ves adorable, hermana. Una compañera adecuada para mí.
Ella se tragó las palabras con el sabor a sangre que todavía persistía en su boca, y caminó hacia él. Éste atrapó su brazo cuando intentó pasar junto a él en el umbral de la puerta. Su mano le recorrió el hombro desnudo.
―Bien ―dijo él―. No estás marcada aquí. Odio cuando las mujeres arruinan su piel con cicatrices. Mantén las marcas en tus brazos y piernas.
―Preferiría que no me tocaras.
Él resopló y giró la ballesta. Había una flecha ajustada a ésta, lista para disparar.
―Camina ―dijo―. Estaré detrás de ti.
Tomó todo el esfuerzo que tenía para no alejarse de él. Se giró y caminó hacia la puerta, sintiendo un calor entre los omóplatos donde imaginó que estaba apuntando el arco de la ballesta. Así bajaron las escaleras de cristal y fueron a través de la cocina y la sala de estar. Él gruñó ante la vista de la runa de ____(tn) en la pared, estirando la mano alrededor de ella, y debajo de su mano apareció una entrada. La puerta se abrió hacia un cuadrado de oscuridad.
La ballesta se le clavó duramente en su espalda.
―Muévete.
Respirando hondo, ____(tn) dio un paso hacia las sombras.
***********************************
Alec golpeó la mano contra el botón en la pequeña jaula del elevador, y se desplomó devuelta contra la pared.
―¿Cuánto tiempo tenemos?
Isabelle comprobó la pantalla brillante de su teléfono móvil.
―Cerca de cuarenta minutos.
El ascensor se lanzó hacia arriba. Isabelle le echó una mirada encubierta a su hermano. Se veía cansado. Había círculos oscuros bajo sus ojos. A pesar de su altura y fuerza, Alec, con sus ojos azules y suave pelo negro casi hasta su cuello, se veía más delicado de lo que era.
―Estoy bien ―dijo él, respondiendo su pregunta implícita―. Tú eres la que tendrá problemas por mantenerse alejada de casa. Yo tengo más de dieciocho, puedo hacer lo quiera.
―Le mandé un mensaje de texto a mamá todas las noches y le dije que estaba contigo y Magnus ―dijo Isabelle mientras se detenía el elevador―. No es como si no supiera dónde estoy. Y hablando de Magnus…
Alec se estiró al otro lado de ella y abrió la puerta de la jaula del interior del ascensor.
―¿Qué?
―¿Están bien ustedes dos? Quiero decir, se están llevando bien.
Alec le disparó una mirada incrédula mientras salía hacia la entrada.
―Todo se está yendo al infierno por la cesta, y tú quieres saber sobre mi relación con Magnus?
―Siempre me pregunté sobre esa expresión ―comentó Isabelle pensativamente mientras se apresuraba detrás de su hermano por el pasillo. Alec tenía largas, largas piernas y, aunque ella era rápida, era difícil mantener el paso con él cuando quería―. ¿Por qué “por la cesta”? ¿Qué es una cesta, y por qué es una forma particularmente buena de transporte?
Alec, que había sido el parabatai de Nicholas lo suficiente como para aprender a ignorar tangentes conversacionales, dijo―: Magnus y yo estamos bien, supongo.
―Oh-oh ―dijo Isabelle―. Está bien, ¿supones? Sé lo que significa cuando dices eso. ¿Qué pasó? ¿Tuvieron una pelea?
Alec golpeteaba los dedos contra la pared mientras corrían a la par, una señal segura de que estaba incómodo.
―Deja de intentar entrometerte en mi vida amorosa, Iz. ¿Qué hay de ti? ¿Por qué no son pareja tú y Simón? Es obvio que te gusta.
Isabelle dejó salir un chillido.
―Yo no soy obvia.
―Lo eres, en realidad ―dijo Alec, sonando como si le sorprendiera, también, ahora que pensaba en eso―. Mirarlo con ojos soñadores, la forma en que enloqueciste en el lago cuando el Ángel apareció…
―¡Pensé que Simón estaba muerto!
―¿Qué, más muerto? ―preguntó Alec cruelmente. Viendo la expresión en el rostro de su hermana, se encogió de hombros―. Mira, si te gusta, bien. Simplemente no veo por qué no están saliendo.
―Porque yo no le gusto.
―Por supuesto que sí. Siempre les gustaste a los chicos.
―Perdóname si creo que tu opinión es parcial.
―Isabelle ―dijo Alec, y ahora había amabilidad en su voz, el tono que ella asociaba a su hermano, amor y exasperación mezclados entre sí―. Tú sabes que eres preciosa. Los chicos te han perseguido desde… siempre. ¿Por qué Simón sería diferente?
Ella se encogió de hombros.
―No lo sé. Pero lo es. Supongo que la bola estaba en su cancha. Él sabe cómo me siento. Pero no creo que se esté apresurando para hacer algo al respecto.
―Para ser justos, no es como si no le estuviera pasando nada más.
―Lo sé, pero… él siempre ha sido así. ____(tn)…
―¿Piensas que todavía está enamorado de ____(tn)?
Isabelle se mordió el labio.
―Yo… no exactamente. Creo que ella es lo único que tiene de su vida humana, y no la puede dejar ir. Y mientras no la deje ir, no sé si hay lugar para mí.
Casi habían llegado a la biblioteca. Alec miró al costado, hacia Isabelle, a través de sus pestañas.
―Pero si solamente son amigos…
―Alec. ―Ella levantó la mano, indicándole que debía callarse. Voces salían de la biblioteca, la primera estridente e inmediatamente reconocible como la de su madre:
―¿Qué quieres decir con que está perdida?
―Nadie la ha visto en dos días ―dijo otra voz, suave, femenina y con ligera disculpa―. Ella vive sola, así que la gente no estaba segura, pero nosotras pensamos, ya que usted conoce a su hermano…
Sin ninguna pausa, Alec abrió la puerta de la biblioteca con los brazos estirados.
Isabelle pasó por su lado para ver a su madre sentada detrás de un enorme escritorio de caoba en el centro de la habitación. Frente a ella había dos figuras familiares: Aline Penhallow, con su equipo, y a su lado estaba Helen Blackthorn, su pelo rizado desaliñado. Ambas se giraron, sorprendidas, cuando la puerta se abrió. Helen, debajo de sus pecas, estaba pálida; también estaba con su equipo, cosa que drenaba el color de su piel todavía más.
―Isabelle ―dijo Maryse, poniéndose de pie―. Alexander. ¿Qué pasó?
Aline buscó la mano de Helen. Unos anillos plateados centellaron en los dedos de ambas. El anillo Penhallow, con sus diseños de montañas, brillaba en el dedo de Helen, mientras que el patrón de espinas entrelazadas del anillo de la familia Blackthorn adornaba el de Aline. Isabelle sintió que se le levantaban las cejas; intercambias anillos de familia era un asunto serio.
―Si estamos entrometiéndonos, podemos irnos… ―comenzó Aline.
―No, quédense ―dijo Izzy, caminando hacia delante―. Podríamos necesitarlas.
Maryse se volvió a sentar en.
―Así que ―dijo―, mis hijos me honran con su presencia. ¿Dónde han estado ustedes dos?
―Te lo dije ―respondió Isabelle―. Estábamos en casa de Magnus.
―¿Por qué? ―demandó Maryse―. Y no te estoy preguntando a ti, Alexander. Le estoy preguntando a mi hija.
―Porque la Clave dejó de buscar a Nicholas ―respondió Isabelle―, pero nosotros no lo hicimos.
―Y Magnus estaba dispuesto a ayudar ―añadió Alec―. Él se quedó levantado todas estas noches, buscando en libros de hechizos, intentando averiguar dónde podría estar Nicholas. Incluso invocó al…
―No. ―Maryse levantó una mano para silenciarlo―. No me digas. No quiero saber. ―El teléfono negro en su escritorio empezó a sonar. Todos lo observaron. Una llamada al teléfono negro era una llamada de Idris. Nadie se movió para contestarlo, y en un momento estaba en silencio―. ¿Por qué están aquí? ―demandó Maryse, devolviendo su atención a su descendencia.
―Estuvimos buscando a Nicholas ―comenzó Isabelle otra vez.
―Es el trabajo de la Clave hacer eso ―soltó Maryse. Se veía cansada, notó Isabelle, la piel se le estiraba bajo los ojos. Las líneas en la comisura de su boca llevaban sus labios a una mueca. Era lo suficiente delgada para que los huesos de sus muñecas parecieran sobresaltar―. No de ustedes.
Alec golpeó su mano contra el escritorio, lo suficientemente fuerte para hacer sonar los cajones.
―¿Podrías escucharnos? La Clave no encontró a Nicholas, pero nosotros sí. Y a Sebastian con él. Y ahora sabemos qué están planeando, y tenemos ―Miró el reloj en la pared―, apenas tiempo para detenerlos. ¿Vas a ayudarnos o no?
El teléfono negro volvió a sonar. Y nuevamente Maryse ni siquiera se movió para contestarlo. Ella estaba mirando a Alec, su rostro blanco con sorpresa.
―¿Hicieron, qué?
―Sabemos dónde está Nicholas, mamá ―dijo Isabelle―, o por lo menos, en dónde va a estar. Y lo que va a hacer. Conocemos el plan de Sebastian, y tenemos que detenerlo. Oh, y sabemos cómo matar a Sebastian pero no a Nicholas…
―Detente. ―Maryse sacudió la cabeza―. Alexander, explica. Concisamente, y sin histeria. Gracias.
Alec se lanzó hacia la historia, dejando fuera, pensó Isabelle, todas las partes buenas, que fue cómo se las arregló para resumir las cosas tan ordenadamente. Tan abreviada como fue su versión, ambas, Aline y Helen estaban jadeando al final. Maryse se quedó muy quieta, sus facciones inmóviles.
Cuando Alec terminó, ella dijo en un susurro:
―¿Por qué has hecho esas cosas?
Alec se mostró desconcertado.
―Por Nicholas ―dijo Isabelle―. Para tenerlo de vuelta.
―Se dan cuenta de que al ponerme en esta posición, no me dan más opción que notificar a la Clave ―dijo Maryse, su mano descansando en el teléfono negro―.Desearía que no hubieran venido aquí.
La boca de Isabelle se secó.
―¿Realmente estás enojada con nosotros por decirte finalmente lo que está pasando?
―Si notifico a la Clave, ellos enviarán todos sus refuerzos. Jia no tendrá otra alternativa que darles instrucciones de matar a Nicholas en cuanto lo vean. ¿Tienen alguna idea de cuántos Cazadores de Sombras están siguiendo al hijo de Valentine?
Alec negó con la cabeza.
―Tal vez cuarenta, eso parece.
―Digamos que llevamos el doble de eso. Apenas podríamos confiar en vencer sus fuerzas, ¿pero qué clase de oportunidad tendría Nicholas? Casi no hay seguridad de que consiga salir con vida. Lo matarán sólo para estar seguros.
―Entonces, no podemos decirles ―dijo Isabelle―. Iremos nosotros solos. Haremos esto sin la Clave.
Pero Maryse, mirándola, estaba sacudiendo la cabeza.
―La Ley dice que debemos decirles.
―No me importa la Ley ―comenzó Isabelle furiosamente. Atrapó a Aline observándola, y cerró la boca de golpe.
―No te preocupes ―dijo Aline―. No voy a decirle nada a mi madre. Se los debo, chicos. Especialmente a ti, Isabelle. ―Tensó la mandíbula, e Isabelle recordó la oscuridad bajo el puente de Idris, su látigo desgarrando un demonio, las garras de éste trabadas en Aline―. Y además, Sebastian mató a mi primo. El verdadero Sebastian Verlac. Tengo mis propias razones para odiarlo, saben.
―No obstante ―comenzó Maryse― si no les decimos, estaremos rompiendo la Ley. Podemos ser sancionados, o peor.
―¿Peor? ―preguntó Alec―. ¿De qué estamos hablando aquí? ¿Exilio?
―No lo sé, Alexander ―dijo su madre―. Dependerá de Jia Penhallow, y de quien quiera que gane la posición de Inquisidor el decidir nuestro castigo.
―Tal vez sea papá ―murmuró Izzy―. Tal vez sea leve con nosotros.
―Si erramos en notificar esta situación, Isabelle, no hay ninguna posibilidad de que tu padre consiga ser Inquisidor. Ninguna ―dijo Maryse.
Isabelle respiró hondo.
―¿Podríamos conseguir que nos despojen de nuestras marcas? ―preguntó―. ¿Podríamos… perder el Instituto?
―Isabelle ―contestó Maryse―. Podríamos perderlo todo.
:wut: :wut: :wut: :wut: :wut: :wut: :wut:
Como la ven con este Enfermo que tiene la rayiz por hermano! :$
No, no!
& todo se va a poner peor! :sad:
Creen que al final se dará por vencido nuestro equipo bueno! (?
Esperemos que lleguen pronto! *.*
Disfruten del capi! ;)
Las leo después!
\^.^/
Lu wH!;*
X
PD: Feliz Día de la Mujer! :hug: niñas! que se la estén pasando super bien! ;)
:bye:
HeyItsLupitaNJ
Re: Cazadores de Sombras - Ciudad de Almas Perdidas - NicholasJ&TU (Adaptación)- TERMINADA!
ahhh entones que van a hacer???!
Maldito Sebastian loco!!!! Sicopata
Awww que mal lo del amigo de Jordan!!!
Siguela!!
Maldito Sebastian loco!!!! Sicopata
Awww que mal lo del amigo de Jordan!!!
Siguela!!
aranzhitha
Re: Cazadores de Sombras - Ciudad de Almas Perdidas - NicholasJ&TU (Adaptación)- TERMINADA!
Pienso en todo lo que esta pasando y me pongo nerviosa, pero despues me acuerdo que Simon el genio consiguio la espada que va a matar a Sebastian y que todo esto se va a acabar pronto...
Maia tiene una suerte con Jordan, yo quiero un novio asi. Bueno, en realidad quiero un novio que se una combinacion entre Nicholas, Simon, Jordan y Alec... no tiene que ser taaan dieficil conseguir un chico asi, no?
SEGUILA!!!un beso...
Maia tiene una suerte con Jordan, yo quiero un novio asi. Bueno, en realidad quiero un novio que se una combinacion entre Nicholas, Simon, Jordan y Alec... no tiene que ser taaan dieficil conseguir un chico asi, no?
SEGUILA!!!un beso...
I.am.rayita (Anto!!!)
Re: Cazadores de Sombras - Ciudad de Almas Perdidas - NicholasJ&TU (Adaptación)- TERMINADA!
Woww esto está cardíaco Sebastian esta locoooo!! Maldito depravado!!
Bueno siguelaaaa pobre de mi Nick!! Seguro le dolió el golpe del florero Jiji pero Sebastian se lo ganó!!
Síguela !!
Simon es genial!
:D
Bueno siguelaaaa pobre de mi Nick!! Seguro le dolió el golpe del florero Jiji pero Sebastian se lo ganó!!
Síguela !!
Simon es genial!
:D
Pamm Jonas
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