The Driveway {Harry Styles}

En la oscuridad, me puse el traje de baño debajo del vestido sin muchos problemas. Una vez que estuvo atado, me quité el vestido y lo remplacé con la camiseta de neopreno de Linda, que se sentía apretada y ligera.

—Hola. —Liam se aproximó, sólo llevando bermudas—. Toma —dijo—. Te voy a dar un poco de peso para que te sea más fácil sumergirte al principio.

—¿Sumergirme? —Eso sonaba mal. Prefería nadar, o flotar, como Jade y yo, y algunos chicos que ella reunía en el río los días calurosos de verano—. No lo sé…

—Estarás bien —dijo Liam, sosteniendo un cinturón con dos bolsitas atadas—. Levanta los brazos. —Lo hice, y deslizó el cinturón por mi cintura. Mantuve la mirada en bajo, intentando no sonreír cuando sus manos rozaron mi estómago—. ¿Así está bien?

Estaba mirándome, de cerca, y sonriéndome con la misma dulzura con la que me había sonreído anoche.

—Sí. —Bajé la mirada al cinturón que colgaba pesadamente de mis caderas y contuve la sonrisita que me estaba invadiendo—. Está, eh, está bien. —Retrocedió, y puse los ojos en blanco en la oscuridad ante los nervios que comenzaron a danzar en mi estómago.

Niall se acercó, ya con un tanque de oxígeno en la espalda.

—No tenemos más aletas, pero de todas formas estarás enganchada a Liam. —Hubo un tono burlón en su voz cuando lo dijo, y mis mejillas ardieron a pesar del aire frío de la mañana. Se giró hacia Liam—. Ustedes sólo sigan la línea hacia abajo. Así sabrán a qué profundidad están. Y no la lleves a más de seis metros, ¿de acuerdo?

Liam asintió y Zayn se volvió hacia mí, con una voz que inspiraba confianza.

—Nosotros tenemos que entrar para llegar al fondo a tiempo para el amanecer. Liam te ayudará con todo, pero en realidad sólo debes respirar lenta y tranquilamente, y mantenerte relajada. Él hará el resto.

Liam me golpeó con su hombro.

—Recuerda, manos firmes.

Miré el agua oscura e inspiré hondo.

—No sé por qué, pero confío en ti.

Zayn apretó mi hombro, luego fue a una rampa al borde del agujero, donde lo esperaban Linda y Niall. Ella estaba en puntas de pie y lo besó tímidamente antes de que las siluetas de los tres desaparecieran con un estallido en el agua. Una luz parpadeó bajo la superficie y los iluminó en el centro de una nube de burbujas, rodeados por un anillo luminoso verde azuloso.

Mientras se seguían hundiendo, la luz se hizo más tenue, creando un brillo verde profundo en el centro de la laguna. Sin contar las burbujas que seguían saliendo a la superficie, la mañana estaba totalmente tranquila, y en ese momento parecía tan hermosamente frágil que ninguno de los dos habló. Allí, en el tranquilo espacio entre las estrellas sobre nosotros y la luz que se desvanecía debajo, todo en mí pareció suavizarse un poco.

Nos quedamos así, muy quietos hasta que Liam habló, reticentemente, imaginé, para romper el silencio.

—Hace que valga la pena despertarse tan temprano, ¿verdad? —Estaba mirando el círculo de luz que se iba desvaneciendo.

Lo miré, intentando retener la imagen en mi mente antes de volverme hacia él.

—Sí. Esto es hermoso. Gracias por traerme.

Mantuvo mi mirada un largo rato.

—Espera a verlo debajo del agua. —Señaló la laguna, ahora sólo ligeramente iluminada—. Vamos, te mostraré qué hacer.
∞
Era una sensación extraña, seguir respirando incluso cuando me hundía en el agua. Me concentré en respirar lenta y pausadamente como Zayn y Liam me habían recomendado, y el sonido del aire moviéndose en la manguera hizo que fuera más fácil concentrarse en ello. Mis piernas rozaban las de Liam en el agua, y era consciente de lo cerca que estábamos en ese momento, literalmente respirando el mismo aire. Me hizo sentir chispas, y temblé a pesar de la inusitada sensación del calor del agua. Encendió su pequeña linterna submarina y señaló sus orejas, indicándome que encendiera la mía. Luego sonrió bajo la máscara y me hizo una señal de todo bien con la mano. Cuando respondí con lo mismo, tomó la cuerda a la que estaba aferrada y señaló hacia abajo, hacia donde desaparecía en la oscuridad.

Inspiré hondo exageradamente, y comenzamos a descender con las manos por la cuerda, alternando uno con el otro, cruzando el agua. Nuestras burbujas bailaban alrededor de ambos, luego ascendían, dejando un camino claro hacia la superficie. No sentí el tirón del cinturón de peso, no noté la presión que me había incomodado. Estaba flotando hacia abajo sin sentirme caer. Hundiéndome, aunque sentía cómo si no pesara nada. Fuimos lentamente, uno frente al otro, con Liam revisando constantemente para ver si yo estaba bien, me aseguré de estarlo. Lo más profundo que jamás había estado bajo el agua era el fondo de la piscina de Jade, ella no se mojaba el cabello, por si tenía que verse bien en caso de que alguno de sus numerosos admiradores pasara. Para cuando estábamos en tercer año, ella ya tenía sus opciones.

Yo nadé bajo el agua, segura de que mi cabello realmente no importaba. Aún no tenía un posible novio. Tan pronto parecía que podría ocurrir, Louis y Harry aparecían para asustarlo, y era botada sin miramientos. Entonces, mientras a Jade le frotaban el bloqueador en su espalda, yo nadaba.

Mientras descendíamos, me pregunté si podría haber convencido a Jade de bucear con un desconocido en la oscuridad, que llevaba una máscara que incluso le quedaba bonita de un modo tonto. Miré nuestras manos deslizarse en la cuerda, rozándose todo el tiempo, y me imaginé que no.

Cuando Liam apoyó la mano en una línea negra, me hizo un gesto de parar, y comprendí que ya debíamos estar a seis metros. Volvió a señalarse las orejas, y apreté mi nariz y soplé suavemente, aliviando algo de presión. Le hice un gesto de todo bien, y él señaló su linterna, y luego la superficie, preguntándome con la mirada si estaba lista para que la apagara. Inspiré hondo de nuevo, lo dejé salir, y asentí, justo cuando todo se volvió oscuro.

Por un segundo entré en pánico.

Pero luego las manos de Liam se apoyaron en las mías, y las sostuvo firmemente hasta que me relajé. Esperó un momento, y me soltó. El agua hacía ruido mientras nadaba a mi alrededor y volvía a aferrar la cuerda, con sus brazos rodeando de forma segura los míos, aseguró sus manos sobre las mías. Me pregunté si podría oír mi respiración irregular en ese momento. Nuestras piernas flotaban lánguidamente en la oscuridad, y nos quedamos así, suspendidos verticalmente juntos, por un largo rato antes de que liberara mis dedos, uno a uno, de la cuerda. Lo dejé, y cuando el último se aflojó, sus manos fueron a mi cintura y me tiraron suavemente hacia él hasta que estuve mirando a la superficie. Pude ver una luz débil, apareciendo por el agua, y luego otra y otra. Las estrellas parpadearon en el cielo pálido, enviando luz del pasado hacia nosotros.

Louis una vez me contó, mientras mirábamos el atardecer en el porche, que recordaba a mamá diciéndole que la vida a veces te da un pequeño momento de paz cuando más lo necesitas. Y que tienes que tener cuidado y buscarlo o puedes perderlo. Había dicho eso justo cuando el último destello del sol desaparecía en el horizonte, dejando un cielo rosado detrás. Nos sentamos allí en el calor, y creí entender lo que quería decir, porque me sentía tan bien y a salvo sentada con él a mi lado. Aunque ahora lo entendía de una forma más profunda que me hacía querer reír y llorar al mismo tiempo, y realmente deseé poder decírselo.

Liam apretó mi mano, y ahora había suficiente luz para que viera su rostro señalando la silueta de un árbol contra el cielo, con una minúscula estrella encima. Parpadeé y se había ido. Las otras se disolvieron en la mañana con la misma rapidez y fueron remplazadas por un cielo pálido, sin nubes con tonos azulados. Sobre la superficie, podría haber sido un momento en el que mirara de reojo a Liam y él comprendiera. Él incluso se habría inclinado a besarme. Me habría hecho sentir menos sola y pérdida. Pero bajo el agua, no nos movimos ni hablamos, y mi momento de paz se disolvió en el azul que nos rodeaba.

—¡Eso fue asombroso! ¡¿No fue asombroso?! —Linda levantó su máscara, claramente eufórica mientras se balanceaba en la superficie.

—La mejor idea que has tenido —concordó Zayn, enviando gotas de agua altas en el aire.

—Manos abajo, es el mejor momento de este viaje. Aparte de conocer a mi chica soñada, por supuesto. —Liam me miró, y sus ojos marrones buscaron los míos por algún tipo de reacción. En realidad había habido un momento allí con él, bajo el azul del agua, pero no era el tipo de momento que él suponía. No dije nada, pero esbocé una sonrisa débil y asentí, y cuando sentí un bulto en la parte posterior de mi garganta, supe que no podía confiar en mi voz.

Las cejas de Liam se juntaron, y él bajó su barbilla hasta el agua, haciendo unas pocas burbujas. Linda y Niall me miraron y luego el uno al otro, y supe que estaba actuando raro. Supe que debía haber estado aturdida y riendo como ellos cuando salieron a la superficie. Debería haber estado encantada y orgullosa de que hubiera intentado algo tan fuera de mi pequeña rango de experiencia. Debí haber sonreído o apretado la mano de Liam, que aún conservaba la mía. Pero a la vez, quería salir e irme muy lejos de la posibilidad de perder el control frente a todos. No quería llorar por Louis frente a ellos… frente a cualquiera, en realidad.

Por mucho tiempo después de que nuestros padres murieron, lloré demasiado. Cualquier cosa me hacía estallar, y nada que los demás dijeran o hicieran lo hacía mejor, excepto por Louis. Él sabía qué decir, o qué no decir. Y él nunca lloró. Al menos, no que yo viera. Era el fuerte de los dos, y si me daba por vencida y me permitía llorar por él ahora, no habría nadie allí para detenerlo.

Dejé ir la mano de Liam y miré hacia la rampa que habíamos usado para entrar. Él asintió sin decir palabra, e hicimos nuestro camino hacia el borde, juntos, dejando a los otros tres flotando en medio de la nada. Cuando mis dedos tocaron la piedra áspera del fondo, me levanté lentamente, evitando los ojos de Liam, y comencé a desengancharme. Mis dedos hurgaron cuando llegaron al peso de la hebilla de mi cinturón alrededor de mi cintura, y junté mis labios, furiosa porque este pequeño asunto estuviera a punto de romperme.

—Ven. —La mano de Liam calmó la mía—. Yo lo haré. Se atasca a veces. —Dejé que mis brazos cayeran a los costados, y él se soltó fácilmente, entonces se agachó y me obligó a mirarlo a los ojos. Las gotas de agua aún se aferraban a su rostro—. Parece como si no estuvieras bien.

Mordí el interior de mi mejilla y bajé la mirada.

—Lo siento. Eso de verdad fue hermoso, y tú… es sólo que…

—Está bien. —Golpeó mi hombro con el suyo con suavidad—. Tengo el efecto de dejar sin palabras a las chicas, de verdad. —Sonreí, pero no dije nada. Cuando él tomó la palabra, fue suave y sincero—: Realmente lo siento por lo de tu hermano, _______. Yo sería un desastre si algo parecido le ocurriera a Linda... pero me pareces fuerte, lo que significa que probablemente estás haciendo bien las cosas. Como dije, la gente trata las cosas de manera diferente, y tal vez eres alguien que necesita seguir en movimiento… —Su voz se apagó, tal vez dándose cuenta lo que significaba.

Mis ojos fueron a los suyos, y sentí una oleada de gratitud por Liam. Por segunda vez, él había dicho lo correcto en el momento exacto en que lo necesitaba. No sabía cómo me podía entender, pero eso realmente no importaba.

—Gracias. —Fue lo que dije, pero había mucho más detrás de eso, no parecía suficiente. Quería decirle que era el tipo de persona que no conoces muy a menudo, uno que es bueno y del tipo que realmente ve a las personas. Del tipo que me hubiera gustado conocer bajo circunstancias diferentes, cuando no estuviera en medio de un ridículo viaje por carretera, con Harry cerca, y una meta imposible. El tipo de chico del que me hubiera enamorado sin pensarlo dos veces.

En cambio, me puse de puntillas, envolví mis brazos alrededor de su cuello, y susurré otra vez:

—Gracias, Liam, por decir eso, y gracias por… esto. —Hice un gesto hacia el agua detrás de él—. Fue perfecto. —Sus brazos rodearon mi cintura y, a pesar de la frialdad de su piel, me envolvió en el calor sólido. Donde los brazos del general a mí alrededor me habían transmitido respeto y compartido el dolor, los de Liam eran confortables y compasivos. Y quería permanecer en este estado por el tiempo que pudiera, porque sabía que al otro lado, seguiría moviéndome, justo como él había dicho.

Estaba bastante segura que él también lo sabía, porque cuando nos soltamos, se quedó mirándome en la forma en que ves algo que desearías tener pero sabes que realmente no puedes. Me sonrió, triste, en la cálida luz del amanecer, fuimos una de esas canciones que hablan sobre un momento que se perdió o la posibilidad de volver y pensarlo una y otra vez, preguntándote: ¿Qué pasaría si?

Enderezó sus hombros y sacudió la decepción de su sonrisa.

—Bueno… tal vez deberíamos regresar… antes de que tu buen amigo despierte y piense que huiste conmigo o algo así. —Sostuvo mi mirada por un largo momento. Lo suficientemente largo para ser una invitación.

—No queremos que piense eso. —Suspiré, deseando por un segundo que pudiera aceptar. Y entonces sólo me quedé ahí. No quería moverme de donde estábamos o volver con Harry, o irme de aquí con uno de los momentos “que hubiera pasado si” para preguntarme en el camino. En cambio, di un paso hacia Liam, me puse otra vez de puntillas, y lo besé suavemente en sus labios sorprendidos que se tomaron un latido del corazón para ponerse al corriente. No duró más que unos pocos segundos, pero cuando nos separamos y sonreímos tímidamente el uno al otro, se sentía más como una pequeña conclusión que como una oportunidad perdida.

Esa dulzura duró incluso después que intercambiamos nuestros números telefónicos, prometiendo mantenernos en contacto, y más de un abrazo prolongado. Duró hasta que me metí en el sendero entre los arbustos, entre nuestros sitios de camping. Y entonces terminó abruptamente. Justo cuando miré a Harry apoyándose sin camisa en el capó abierto del Impala. Se puso de pie casualmente con el sonido de pisadas, y me sentí tensarme con irritación mientras se limpiaba la grasa de las manos sobre su camisa hecha bola. Me miró por un momento, luego cerró fuertemente el capó.

—Buenos días.

Lo dijo como si nada. Como si no hubiera sido un completo ιdιota anoche, como si pensara que lo había perdonado y que todo estaba bien. Ni siquiera preguntó cómo había estado el buceo, o si estaba bien. Lo que me hizo estar incluso más enojada. Esperaba que todavía estuviera dormido cuando regresara, o tal vez despierto y preguntándose cuándo estaría de vuelta, sintiéndose mal por lo que me había dicho la noche anterior. En su lugar, estaba despierto, duchado e indiferente. Pasé a su lado sin decir nada y me incliné hacia el lado del conductor para abrir el auto.

—¿Cuándo fue la última vez que le diste a esta cosa una alienación? —Se apoyó en el capó, entornando los ojos hacia el sol.

Lo ignoré y resoplé y me dirigí a la cajuela, saqué ropa interior, una camiseta sin mangas, y un pantalón cortado. Y también medias, para usar bajo las botas. No quería darle nada para quejarse. Entonces me escondí detrás de la cajuela abierta y acomodé mi toalla para que pudiera cambiarme bajo ella.

Harry elevó su voz sobre la cajuela.

—Parece que ya lleva tiempo. Tienes suerte de que nada esté mal. —Dejó de hablar, y escuché el inconfundible crujido de las botas sobre la tierra, conforme se acercaba a donde me estaba cambiando—. ¿Me estás escuchando? —Me puse la camiseta sobre mi cabeza y la bajé, rápido como un rayo, antes de soltar la toalla.

—Oh. —Se detuvo mientras yo alisaba mis pantalones cortos sobre mis piernas.

Puse mis ojos en blanco, luego los puse al nivel de los suyos.

—Te escuché, Harry. Y sí, probablemente ha pasado un tiempo, pero no es que el automóvil tenga algo mal, eres tú. —Mi voz fría como hielo—. En realidad, todo está mal, si no te has dado cuenta. Verás… mi hermano está muerto. Oh, espera, tú me recordaste eso anoche frente a todos. — Algo así como confusión, o sorpresa, se extendió por su rostro, y seguí adelante, fortalecida por su reacción. Bajé el tono de mi voz—. Pero. Mi hermano, que solía ser tu mejor amigo, me envió esta carta y estos boletos, y ahora estoy en este viaje, que no sería tan malo, excepto por… ti. —Se estremeció, y yo di un paso hacia atrás, perdiendo un poco de mi braveza. Miré hacia el piso y deseé que no pudiera ver que pasé de temblar de rabia a herida por lo de la noche anterior. Y ahora mi voz se quebró un poco más—. No tenías derecho alguno anoche.

Él no dijo nada.

—Y no tenías derecho de decir algo de cómo estoy manejando esto. Tú lo dejaste ir, hace mucho tiempo. —Era cruel, lo sabía, porque no importaba cómo había sido entre ellos cuando Louis se fue, sabía lo mucho que Harry se había interesado por él antes, y esa no era la clase de cosa que desaparecía repentinamente. Pero una vez que Louis se enlistó, Harry dejó de escribirle, y ese era un completo misterio para mí. Los mejores amigos no hacen eso. Y si él iba a decirme lo equivocada que estaba de estar aquí un día después de que lo enterraron, yo iba a hacerle saber lo equivocado que estaba al darle la espalda a una persona que te importaba.

Harry estaba en silencio. Un silencio rotundo.

Y entonces yo también lo estuve, y nos quedamos fulminándonos uno al otro en medio del desierto en Nuevo México, con el calor comenzando a aumentar, y quién sabe cuántos kilómetros frente a nosotros.

Él se rindió primero. Miró al piso, aclaró su garganta y asintió. Luego levantó la barbilla y me miró, y vi algo que creí reconocer en el verde de sus ojos. Sinceridad, tal vez.

—Lo siento, _______. Sobre lo que dije anoche. —Hizo una pausa—. No tenía ningún derecho. —Esperé. Primero, porque sonaba genuino, y segundo, porque aún no estaba lista para perdonarlo. Él miró hacia el auto, negro brillante en el sol de la mañana, y cuando sus ojos volvieron a mí, me pareció que algo pequeño había cambiado de alguna manera. Por un momento, de todos modos. Luego extendió las manos a los costados en duda—. ¿Qué quieres que haga? ¿Para compensarlo?

¿Eso era todo? Luché contra la urgencia de sacudirlo y me di cuenta que esto podría ser lo mejor que él podía hacer. Y estaba agotada, y muriendo de hambre.

—Compra el desayuno —dije terminantemente. Una sonrisa lenta y conocida se apoderó de su rostro y puse los ojos en blanco. Pero busqué en mi bolso de todos modos y puse el llavero de cuero alrededor de mi dedo—. Y luego conduce por un rato.
∞
Miré por la ventana mientras salíamos de nuestro lugar, y una punzada de vacío me golpeó conforme pasábamos por el sitio de camping desocupado de los chicos y volvíamos a la carretera. Era el mismo vacío que hay cuando despiertas de uno de esos sueños perfectos a los que no puedes volver, no importa cuánto lo intentes. Pensé en su número de teléfono guardado en mi bolso y supe que probablemente nunca llamaría, porque tal vez eso era lo que Liam había sido. Un buen sueño que se quedaría por un tiempo y eventualmente se fundiría en una espiral de un sentimiento.

No dijimos mucho durante el desayuno. Le pedí que me pasara el jarabe. Él le pidió más café a la camarera. El ruido de platos, tenedores chocando y la conversación de los viajeros de verano listos para salir a la carretera llenaron el fondo hasta que terminamos. Pero cuando salimos por la puerta y nos dirigimos al Pala, no había forma de evitarlo. Yo todavía estaba tensa. Había dejado de estar enojada con él, pero no estaba segura de cómo volver a actuar normal a su alrededor. Lo que sea que eso significara ahora. Por su parte, Harry no parecía darse cuenta. El estacionamiento estaba ya caliente, enviando olas de calor hasta el cielo despejado, y traté de pensar en maneras de evitar el silencio tenso en el auto... una pequeña conversación, música a todo volumen, las ventanas abiertas, fingir dormir… Con él ahí, este iba a ser un viaje más largo que si lo hubiera hecho sola.

Harry se detuvo en el capó.

—¿Todavía quieres que yo conduzca?

Asentí y le arrojé las llaves.

—Sí.

Casi dije algo sobre cuánto tiempo probablemente había pasado desde que él había conducido o incluso montado el Pala antes de ayer, pero me detuve en seco, dándome cuenta de que podría ser un complicado camino por el cual ir.

Abrió la pesada puerta y se metió al auto, yo hice lo mismo. Dimos un tirón cerrándolas, casi al mismo tiempo, luego nos quedamos allí un momento en el obvio silencio que siguió. Busqué algo que decir para llenarlo, porque el asunto que había entre nosotros ahora no era que él estuviera siendo un ιdιota o yo estuviera enojada. Era que estábamos en ese pequeño espacio en el auto, solamente él y yo, sin Louis. Ambos lo sentimos.

Harry se veía como si fuera a decir algo, luego puso la llave y prendió el motor en su lugar. Encendió la radio, ajustó los espejos, consiguió familiarizarse, luego se sentó y contempló la vista desde detrás del volante.

—Ha pasado tiempo, Pala. —Le dio una palmada de satisfacción al tablero y sonrió abiertamente hacia mí, arqueando una ceja—. ¿California? ¿Para ir al concierto de “como se llame”?

No estaba segura si se estaba burlando de mí o si lo decía en serio.

—Su nombre es Kyra Kelley. Y tienes que dejar de actuar como si no supieras quién es ella, ya que una vez viajaste en este auto a uno de sus conciertos, luego babeaste todo el tiempo que ella estuvo en el escenario. Y sí, ir a su concierto sigue siento el plan, a menos que puedas pensar en algo mejor —dije como si todavía estuviera completamente segura, luego esperé por el comentario sabelotodo que estaba segura que seguiría.

Harry puso su brazo sobre el asiento detrás de mí y giró el volante con fuerza, mientras se echaba hacia atrás.

—Puedo pensar en muchísimas cosas mejores que eso, pero este es tú pacto y tu auto, así que… —Giró hacia atrás y puso el auto en posición de conducir—. Tú eres la jefa.

Con eso apretó fuertemente el pedal acelerando fuera del estacionamiento y dando marcha atrás a la polvorienta I-40 con un salto. Había una especie de encanto en su estilo campestre, y olvidé por un momento cómo se veía el otro lado de la moneda.

A través del parabrisas, el camino se extendía eternamente delante de nosotros, una cinta sin fin de negro dividiendo la tierra agrietada del desierto. El cielo se expandía brillantemente azul en todas direcciones, y la enorme inmensidad de la mañana se hacía sentir llena de posibilidades. Bajé mi ventana completamente y saqué mi brazo al calor, absorbiéndolo. En casi dos parpadeos, pasamos volando un letrero que decía: USTED ESTÁ DEJANDO SANTA ROSA, ¡VUELVA PRONTO!, y mientras lo hacíamos oí las primeras notas familiares de "Wayward Son", una de las canciones favoritas de Louis de todos los tiempos. También una por la que yo solía armar un gran alboroto, poniendo los ojos en blanco y tapándome los oídos. Pensaba que era la canción más cursi de la historia. Él la había amado por eso. Harry me miró con una sonrisa fría, luego asintió con la cabeza y subió el volumen justo a tiempo cuando el coro comenzaba:

"Sigue adelante, mi hijo rebelde,
habrá paz cuando hayas terminado"

Me senté en el asiento y abrí la boca para protestar, pero él sacudió su cabeza.

—Nadie habla durante "Wayward Son". Reglas del auto.—Y volvió a subir el volumen.

Traté de ocultarlo, traté de parecer exasperada, pero fue inútil. Sentí una sonrisa feliz crecer en mí, mientras Harry cantaba. Golpeaba un puño en el volante al ritmo, y puse los ojos en blanco otra vez, a pesar de que estaba a punto de unirme a él. Me gustaba esto, este momento. Era uno que Louis habría amado, y nos imaginé levantando un camino ondulante de polvo mientras nos dirigíamos hacia el gran espacio abierto, en honor a él.
∞
Un cómodo silencio se estableció entre nosotros mientras navegábamos sobre kilómetros y kilómetros de desierto llano y marrón. Se sentía diferente en el asiento del pasajero, con Harry conduciendo estable y rápido. Él parecía cómodo en el auto de Louis, como si perteneciera allí tanto como yo. Y para decir la pura verdad, lo hacía. Fue Harry quien había ido con Louis a hablar con su propietario anterior teniendo quince años, sin una licencia y la mitad del precio a la venta. Louis había trabajado todo el verano, acarreando tierra y haciendo cualquier cosa en el rancho de un vecino, y había decidido que ese era el auto.

Era un pedazo en ese momento, toda la pintura pelada y el vinilo desgarrado, probablemente valía más o menos lo que él tenía en su bolsillo que lo que el hombre estaba pidiendo. Pero cuando rodaron por el camino de entrada de la tía Gina en el auto, él y Harry eran reyes. Reyes que pasaban todo momento despiertos trabajando en ese auto y salían del garaje cubiertos de grasa y con olor a chicos.

Yo principalmente trataba de mantenerme alejada cuando Harry estaba allí. Él era el tipo de chico que habría, o bien, llegado a mí con la manguera a toda potencia, o me ignoraba completamente mientras él y Louis hablaban sobre Sydney Bennett, la chica de último año que Louis (junto con toda la población masculina de la escuela) amaba en secreto. Ella era una chica de mitos y leyendas que detenía incluso a los chicos más engreídos con su largo cabello oscuro, ojos azules y una sonrisa que era sólo la combinación correcta de traviesa y linda. Había perfeccionado el arte de insinuar una posibilidad, una sonrisa o un fugaz momento de contacto con sus ojos podía mantener a un chico esperanzado por sólo Dios sabía cuánto tiempo.

Yo sabía todo esto por estar escuchando detrás de la puerta entrecerrada entre el garaje y la cocina, hubiera dado cualquier cosa por saber simplemente cómo lo hacía ella. Ellos hablaban de su ropa y especulaban sobre qué tipo de ropa interior había estado usando, o si había usado algo. Orgullosamente repetían cada pequeño momento que ella les daba, si los había pasado en el pasillo y mirado en su dirección o les sonrió en la cima de la pirámide de porristas. No importaba que Louis y Harry tuvieran su parte justa de admiradoras de fútbol quienes estaban más que felices de arrojarse a sí mismas patéticamente a sus pies. Hubieran cambiado a cualquiera de esas chicas en un segundo por Sydney Bennett. Siendo estudiantes de segundo año, nunca tuvieron ni una maldita oportunidad con ella, pero trabajaban en ese auto como si de alguna manera eso les daría una.

Una vez que Harry se iba a casa, yo salía al garaje y estudiaba su progreso. No tenía idea de cómo sabían cómo trabajar en el auto y estaba medio sorprendida siempre que hacían algo bien. Louis siempre afirmó que una vez que un chico cumplía los trece, él automáticamente lo sabía todo. Me decía eso cada vez que le preguntaba cómo sabía hacer algo, y después de un rato, generalmente le creía. Incluso pensé que quizás una vez que cumpliera los trece habría sabido todas las cosas de chicas que necesitaba saber, como: cómo hacer un ojo ahumado o caminar como Sydney Bennett o mirar a un chico y decir mucho sin decir nada. Pero los trece llegaron y se fueron, y yo no era más sabia en nada de eso.

Jade era mucho mejor que yo en todas esas cosas, y ella hacía lo mejor para ayudarme, ya fuera haciéndome vestir algo que no tenía idea si podría quitarme, o comenzando una conversación con los chicos de los que estábamos enamoradas, y de alguna manera metiéndome en eso hasta que llegué a ser parte de ello. Y yo la amaba por todas esas cosas, pero en aquel entonces, era más yo misma cuando me sentaba con mis piernas colgando fuera del Pala, mientras Louis trabajaba y hacía planes para todo: el próximo partido de fútbol, el próximo verano, su último año, la universidad con Harry, todo. Yo estaría dispuesta a apostar que pasó sus ratos libres al otro lado del mundo planificando qué haría cuando regresara.

Antes de caer demasiado profundo en la tristeza de ese pensamiento, Harry bajó el volumen de la radio.

—Ella está sobrecalentándose un poco —dijo. Me miró cuando no respondí—. El auto.

—¿Que significa eso?

Esperaba que no fuera nada. No necesitábamos problemas con el auto en medio de la nada. No me lo podía permitir. Había planificado dormir en el auto y comer barato. No había lugar en mi presupuesto para un motel, y mucho menos para que el auto se descomponga. Y Kyra Kelley no iba a posponer su último concierto por nosotros.

Harry mordió el palillo que había tenido en sus dientes desde que dejamos el restaurante.

—No sé. Quizás sólo necesita algo más de agua. —Se encogió de hombros—. O podría ser algo más.

Miré a través de la extensión de arbustos que punteaban el desierto. Las oscuras siluetas de las montañas quedaron apenas visibles en la distancia. Entre nosotros y ellas era la nada absoluta, excepto por la tierra agrietada y una solitaria raya de aeroplano a través del cielo color cobalto.

—Entonces… ¿qué se supone que tenemos que hacer? —Miré a Harry buscando algún tipo de pista y traté de ocultar el pánico de mi voz.

Movió el palillo arriba y abajo entre sus dientes delanteros, pensando.

—¿Qué tanto quieres ir a ese concierto?

Lo dijo como si fuera una idea perfectamente aceptable ahora; lo que aprecié. Porque todavía sonaba ridículo en voz alta. Pero entonces no lo era. Yo sabía que había sido casi imposible y obscenamente caro conseguir esas entradas aquí. Sin embargo, de alguna manera Louis lo hizo desde la polvorienta base de su campamento en medio de una guerra. Se sentía como si se lo debiera.

Golpeé los dedos de mis pies contra el suelo.

—Lo suficiente para querer seguir adelante. —Salió sonando insegura, más como una pregunta que una respuesta. Harry no dijo nada, así que me giré hacia él directamente—. ¿Crees que estará todo bien para llegar allí? — Pensé en la carta de Louis en mi bolso y su petición simple—. Tiene que estarlo.

Harry respiró profundo, como si estuviera a punto de decir algo importante. Luego se encogió de hombros como si no pudiera importarle menos.

—Quizás. Si no, podemos detenernos donde mi mamá. Y arreglarlo allí.

Abrí la boca para decir algo, pero la costumbre me mantuvo callada. Desde que Harry tenía catorce y ella lo dejó, su mamá era un tema que siempre había imaginado que era mejor no mencionar, pero ahora él la sacaba a colación, como si no fuera nada. Debió haber visto mi reacción, porque sus ojos se movieron hacia mí un segundo, luego de vuelta a la carretera. Movió el palillo en su boca.

—Ella vive en Sedona. Vino a mis juegos una vez cuando estaba en la escuela. Fui a su casa una vez o dos.

Asentí con la cabeza, sabiendo que no debía pedir más de lo que estaba dispuesto a decir, pero curiosa de todos modos. Él nunca habló sobre ella después de que se fue. Yo no sabía dónde estaba, si se hablaban o algo así. Me pregunté si cuando llegó a la escuela, había sido él, el primero en ponerse en contacto con ella o si fue al revés. Quizás él había tenido nostalgia por alguien que lo conociera, o quizás ella sintió culpa y quería saber de su hijo otra vez. Sin embargo, él no dejó lugar para preguntas. Sus ojos se deslizaron sobre mí otra vez, y se río un poco.

—Ella incluso no te reconocería.

No sabía si era su tono de voz o su cara, pero algo me asustó en la forma en que lo dijo. Y un hormigueo nervioso pasó a través de mí. Me incorporé y miré por la ventana, consiente repentinamente de sus ojos sobre mí. Luego cogí un mechón suelto de cabello y lo giré alrededor de mi dedo.

—¿Por qué? —pregunté, un poco demasiado fuerte.

Harry sonrió y puso sus ojos de vuelta en la carretera.

—Nada, _______.

Irritada, me agaché por un paquete de regaliz que había escondido en el bolso.

—No deberías hacer eso, ya sabes.

—¿Hacer qué?

—Eso. Cuando dices algo como si fuera una especie de broma o como si quisieras decir algo y luego simplemente dices "Nada, _______." —Imité su respuesta despreocupada en la peor forma posible, burlándome de mí misma, en realidad.

Harry arqueó sus cejas y sonrió de nuevo, sin molestarse en esconder que esto era muy entretenido para él. Se estiró y agarro el pedazo de regaliz que había sacado del paquete, justo de mi mano y le dio una mordida. Luego habló y masticó al mismo tiempo.

—Tú sólo… creciste, eso es todo.

Saqué otro del paquete, lo mordí, y puse los ojos en blanco a pesar de que me sentí halagada sólo un poquito.

—Bueno. Que lindo de ti notarlo.

—No lo hice. No hasta que León o Lean o como sea su nombre estaba todo estúpιdo por ti y tus botas olorosas. —Él sonrió.

Oh. Presioné mis labios juntos y asentí con la cabeza, mi pequeña burbuja de orgullo estalló por la comprensión de adónde quería llegar. ¿Qué más podía esperar?

—Liam. Su nombre era Liam.

Traté de pensar en algo que decir en su defensa, pero sabía que lo que elaborara, no haría una diferencia. Harry sólo haría una broma sobre él, así que lo deje pasar y entrecerré los ojos a las ondulaciones de los cerros en el horizonte. Liam era dulce, sincero y me había dado unos pocos momentos de comprensión y bondad. Harry no necesitaba seguir adelante y arruinarlo.

Por el rabillo del ojo, lo vi asentir con la cabeza lentamente, y supe que no había terminado.

—Liam. Eso es correcto. —No dije nada, y Harry escupió su palillo por la ventana antes de girarse hacia mí—. ¿Todos fueron a nadar esta mañana? —Su tono había cambiado del más pequeño sarcasmo a un poco más de curiosidad.

Yo estaba todavía cautelosa de esta conversación, pero me di la pequeña satisfacción de decirle:

—Bucear. Vimos salir el sol bajo el agua. —Hice una pausa, sorprendida que con la imagen mental viniera la misma tristeza que había antes—. Fue la cosa más bonita que he visto en mi vida. —Mi voz vacilo un poco.

Harry no dijo nada, pero lo vi mirándome en el espejo. Mordí mi mejilla y me giré hacia la ventana, dejando al aire caliente correr sobre mi cara.

Después de un largo momento, él hizo algo que me sorprendió. Algo pequeño que simplemente me conmovió, viniendo de él. Envolvió una cálida mano alrededor de la parte posterior de mi cuello y apretó suavemente. Y por primera vez desde que habíamos salido, dijo algo correcto.

—Louis habría amado eso, ya sabes. Que tú hicieras eso. —Hizo una pausa por un latido, miro hacia mí rápidamente, luego alejó la mirada otra vez—. Él estaría orgulloso de ti, _______.

La línea amarilla que había estado mirando por la ventana se difuminó, y me tragué el regaliz rojo sobre el nudo en mi garganta. Harry apretó mi cuello de nuevo, y cuando apartó su mano deseé por un momento que la hubiera dejado, cálida y segura en mi hombro desnudo.

Lo miré luego y dije la única cosa que podía.

—Lo extraño. —La mandíbula de Harry se apretó y él se movió en su asiento—. Lo extraño muchísimo.

Miró el espejo lateral, luego de vuelta a la carretera.

—Yo también, _______. También lo extraño.

No dijimos nada por un largo tiempo. Sólo más o menos lo dejamos suspendido allí, algo en lo que realmente estábamos juntos. Después de un rato, mis ojos se hicieron pesados y apoyé la cabeza en el asiento. El sueño se acercó rápidamente, del tipo que sabes que va a tomarte profundamente, y yo estaba quedándome sin ganas de luchar.

Entre largos parpadeos, vi a Harry sentarse en el asiento, una mano en el volante, y más de una vez pensé que sentí sus ojos en mí. Pero podría haber estado durmiendo entonces. De cualquier forma, en ese momento, en la ruidosa cabina del Pala, él se sentía como la única otra persona en el mundo que podía estar sintiendo lo mismo que yo. Y eso, en sí mismo era un consuelo.

Tenía ganas de orinar, de esa clase de ganas que te retuerce las tripas y te hace cruzar las piernas, y ningún tipo de distracción iba a ayudar. Miré a Harry, intentando evaluar si se había tomado toda la bebida y podría necesitar parar pronto. No quería ser la que nos hiciera detenernos dos veces seguidas. Ya lo había hecho detenerse en una gasolinera sucia cuando me desperté hace una hora, y la parada que se suponía que iba a ser una rápida corrida dentro y fuera terminó tomando más de quince minutos mientras el viejo arrugado detrás del mostrador me enseñaba los peligros de manejar en la carretera a mitad de la temporada monzónica. Le aseguré que no estaba sola y hasta compré un bidón extra de agua junto con mis otros aperitivos porque él insistió que era importante tenerla. Lo que me hizo reír, ya que me parece que lo último que más necesitarías en un monzón es agua.

Cuando volví, Harry le dio una mirada a los 4 litros de agua y sodas enormes y sacudió su cabeza.

—Si tomas todo eso, pararemos cada maldita hora para que orines.

—No voy a tomarme todo esto. Una es para ti. Toma. —Le pasé una Coca Cola y puse el bidón de agua en el asiento trasero—. El agua es en caso de que nos quedemos atrapados en un monzón.

Él simplemente me miró como si hubiera dicho algo *beep* mientras me agachaba dentro con el remolinante viento y tiraba para cerrar la puerta.

—Larga historia. Olvídalo. —Enganché el cinturón de seguridad a través de mi regazo y me estiré por el arrugado mapa en el suelo—. ¿Cuán lejos crees que podamos llegar hoy si vamos sin parar?

Harry puso el auto en marcha y se encogió de hombros.

—¿Si continúo manejando y no necesitas parar ocho veces más? —Tomó un largo trago de su bebida y retrocedió a la vacía carretera—. Podríamos seguir sin parar.

—¿Podríamos? —Levanté la mirada del mapa momentáneamente, luego me sentí algo ridícula. No quería sonar tan… como cualquier otra chica que hablaba con él.

Harry no respondió. Sólo puso sus ojos en el camino y dejó el indicio de una sonrisa en su cara, lo que me volvió a irritar. Encendí la radio, tomé mí revista de Kyra Kelley de la gasolinera del día anterior, e hice mi mejor esfuerzo para parecer ocupada mientras estaba decidida en no hacer el tonto en frente de él durante el resto del viaje. Y para asegurarme que la próxima vez que nos detuviéramos, no fuera por mí.
∞
Eso fue hace casi dos horas, y ahora estaba por explotar. Había pasado la mayoría del tiempo comiendo, tomando y tonteando con cualquier cosa que podía para pasar el tiempo y hacerlo no muy extraño mientras Harry manejaba en silencio. Nos habíamos rendido con la música luego de un rato, ya que no había nada más que estática en la radio y no iba a conectar mi iPod de nuevo. De vez en cuando, Harry pasaría una mano despreocupada por su cabello o estiraría sus piernas un poco, pero eso era todo. Parecía como si estuviera ido en sus propios pensamientos, así que lo dejé ser.

Miré hacia afuera de la ventana, esperando ver otro cartel diciendo que quedaban sólo unos pocos kilómetros para otro pueblito insignificante, o una parada de descanso hasta un arbusto habría bastado en este punto. Pero sólo había un desierto café llano, y un horizonte ribeteado con nubes. Y viento. Lo podía ver barriendo por el suelo, levantando remolinos en miniatura a la distancia. Me hacía recordar los videos en los noticieros o las noticias de los diarios que contaban todo sobre lo duro era el clima en los desiertos donde nuestras tropas estaban desplegadas. Cómo las tormentas de arena arrasarían, arremetiendo todo en su camino, haciendo difícil ver o hasta respirar. Le pregunté a Louis sobre eso una vez en un correo, y él le restó importancia, diciendo que no era tan malo, y que cuando eso pasaba ellos sólo tenían que agacharse y esperar para salir. Miré a Harry, que parecía cansado, y la idea que se me ocurrió era que quizás eso era lo que habíamos estado haciendo juntos en la cabina del Pala, sobre esta polvorienta autopista. Capeando el temporal que Louis había dejado después de que se fuera. Tal vez por eso Harry estaba tan callado. Miré hacia él otra vez por el rabillo de mi ojo, y él lo debió sentir, porque sus ojos parpadearon en mi dirección.

—Pásame ese vaso de allí abajo.

—Está vacío.

—Ya lo sé. Tengo que orinar. —Me indicó con la cabeza el vaso de Coca Cola a mis pies.

—¿Estas bromeando?

—¿Parezco que estoy bromeando? —Se quitó su cinturón—. Sólo dame el vaso y mira hacia otro lado.

—No. —Sólo de pensar en él orinando en un vaso de soda vacío a mi lado me repugnaba, pero doblarme para alcanzárselo cuando yo tenía que ir tan urgente me pondría sin duda al borde. Y estaba lo suficientemente desesperada para agacharme detrás del auto ahora mismo—. ¿Por qué no solamente aparcas? ¿Como las personas normales?

Harry rompió una semilla de girasol entre sus dientes y la tiró por la ventana.

—Bien. —Miró por el espejo retrovisor—. Luego conduces tú. Estoy cansado.
∞
Cada uno nos encargamos de nuestros asuntos afuera con el viento sofocante, lo que no fue una tarea fácil. Por lo menos para mí. Cuando volví a entrar, Harry estaba extendido en el asiento trasero con las manos detrás de la cabeza, sonriendo al techo.

—¿Te cayó algo en tus botas?

—Oh Dios mío, cállate.

Apoyó los talones en el reposabrazos.

—¿Qué? A mí sí. Hacía mucho viento ahí fuera.

Giré las llaves y encendí el motor, ajusté los espejos bajándolos al nivel de mis ojos.

—Encantador. Y creía que le gustabas a las chicas por tu estatus de deportista, no por tus habilidades en conversar.

—Hay muchas cosas de mí que les gusta, _______, pero no tiene mucho que ver con el fútbol. O la conversación. —No pude ver su rostro por el espejo, pero pude oír la sonrisa de suficiencia en su voz.

—Bien, puedes parar ahora. No necesito escuchar más.

—Simplemente lo digo…

Una ráfaga de viento con arena arremetió contra el parabrisas cuando estaba entrando de nuevo en la autopista y le di un poco más al acelerador.

—A lo mejor quieres cerrar los agujeros de ventilación. El viento está entrando por ahí. Y reducir la velocidad si se levanta la arena. No puedes ver a diez metros por delante de ti si sucede. Y….

—¿Quieres conducir?

—Claro que no.

—Entonces déjame en paz. He estado conduciendo esta cosa desde que Louis se fue.