The Driveway {Harry Styles}

Harry asumió su lugar tendido en el asiento de atrás de nuevo, y yo hice lo mismo en el de adelante, con la espalda apoyada en la puerta del lado del conductor y las piernas sobre el asiento. Nos sentamos allí tranquilos y la gravedad de la situación poco a poco se apoderó de mí.

—Esta podría ser la cosa más estúpιda que he hecho —dije finalmente.

Harry tomó un trago de su botella y tragó saliva.

—¿Qué? ¿Golpear el Pala?

—No, me refiero a todo este viaje. Ir al concierto. Salir. Faltar a orientación. —Miré a Harry—. Es egoísta, ¿no? Aunque me consiguiera las entradas. —Él no contestó y tomé eso como que estaba de acuerdo.

Dirigí mis ojos a la ventana, no quería volver a llorar, pero estaba terriblemente cerca de hacerlo.

—Sólo quería hacer algo por él, ¿sabes? Algo grande y loco, como él habría hecho. Y cuando empezó la broma de hablarle a Kyra Kelley sobre él, pensé… —Negué con la cabeza—. No sé lo que pensé. Ni siquiera sé lo que le diría si realmente tuviera la oportunidad, o que a ella le importara. Fue una locura pensarlo. —Me reí desganada—. Especialmente ahora que he hecho que nos quedemos atrapados aquí en una zanja y he estropeado la única cosa que significaba algo para él. Es estúpιdo.

Harry se apretó contra la puerta opuesta, así que nos quedamos frente a frente.

—Está en la sangre entonces. —Lo miré—. Quiero decir, tu hermano hizo algo estúpιdo por ti en su día, es todo. —Harry tomó otro trago del frasco y me lo tendió.

Negué con la cabeza y él se echó hacia atrás contra la puerta, una suave sonrisa apareció en su rostro.

—Lo mejor fue verte con tu vestido de graduación, cuando fuiste con ese vaquero pequeño y delgaducho.

—¿El rojo? Gina me lo consiguió.

—No… Louis lo consiguió. Yo estaba con él. Llevó nuestros traseros todo el camino hasta Odessa para conseguirlo. Dos veces. La segunda vez también llevó a ese chico vaquero y se lo hizo probar. —Debía de parecer confundida, ya que Harry se echó a reír—. Nunca te lo dijo, ¿eh?

—No. ¿Hizo que Steve se probara mi vestido?

Harry se sentó y apoyó los brazos en el asiento delantero.

—Mιerda —dijo entre risas—. No puedo creer que nunca te lo dijera. —Se aclaró la garganta, pero la sonrisa no se movió de su rostro—. Todo fue porque llegaste a casa llorando sobre cómo no podías encontrar ese vestido por ningún lado y que todo era muy injusto y que odiabas vivir ahí… toda esa mιerda. Gina no podía conseguirlo, y tú estabas desecha por eso, así que él llamó a todos lados para ver si alguien tenía el vestido que querías. Tenían dos. En Odessa. Así que me despertó temprano y nos fuimos, y con seguridad, estaban allí. —Harry hizo una pausa, sonrió y su historia quedó allí como un regalo sorpresa. Me hizo reír a medida que continuaba.

»Sólo que… el genio no tenía idea de cuál era tu talla, no podía ponerse en contacto contigo o con Gina para preguntar. Entonces, primero nos dimos una vuelta por el centro comercial en busca de alguien de tu tamaño, pero nadie lo haría. Entonces hice un chiste sobre tu delgaducha cita, y Louis se emocionó, hicimos todo el camino de regreso a la escuela y arrastramos a Steve de la práctica…

—¿Por qué simplemente no fueron a buscarme?

Harry negó con la cabeza.

—Ya sabes cómo era. Tenía en la cabeza por aquel entonces que tenía que ser una sorpresa. Además, Steve y tú eran casi de la misma talla en aquel entonces, así que… —Me crucé de brazos y traté de no reír, porque era un poco verdad. Aunque yo odiaba que Harry lo dijera.

»Así que todo salió muy bien. Regresamos a Odessa y descubrimos que Stevie y tú eran talla dos, recibiste tu vestido, y nosotros ya no tuvimos que escucharte llorar por eso.

Sonreí ante esa nueva historia de mi hermano. Sonaba como a él. Y como a Harry, que había ido por el vestido con él. Era la única persona a la que Louis nunca tenía que pedir dos veces nada. Sostuvo mi mirada un momento y luego se echó a reír, y yo también. Se sentía bien hablar de Louis de esa manera. Juntos. Sin embargo, después de un segundo, se perdió con el sonido de la lluvia en el techo. Bajé la vista y jugueteé con el cinturón de seguridad.

Harry se echó hacia atrás y tomó un trago de su frasco.

—Sí. Hay un montón de cosas estúpιdas de las que me convenció tu hermano. —Sus ojos me miraron—. Y ahora tú. Continúas con la tradición familiar.

—Yo no te convencí de nada. Tú te desmayaste en mi auto.

—Tú seguiste conduciendo. —Esa sonrisa de nuevo.

Sonreí.

—Lo sé. Estúpιdo.

—Esto también saldrá bien. La lluvia parará pronto, y Pala no estará muy golpeado y seguiremos adelante. —Se encogió de hombros—. O tal vez no lo haremos. No importa. A él le hubiera gustado tu loca idea de todos modos.

—¿Sí? —Sonreí—. Apuesto a que le gustaría que te hubieras apuntado al viaje.

Harry asintió vagamente y miró por la ventana.

—Tal vez sea así. El jurado sigue deliberando sobre eso.

Estábamos cómodos. No cómodos como cerca uno del otro, sino cómodos como cuando está lloviendo y estás en tu casa todo cálido y seguro, y puedes sentarte ahí por siempre, mirando la lluvia caer por la ventana en pequeños ríos ondulados. Era esa la clase de sensación de estar sentada en el auto de Louis, con el olor de viejos discos de vinilo a nuestro alrededor y la lluvia repiqueteando constantemente. Harry y yo estábamos estirados en nuestros asientos, pasándonos lo último de nuestros bocadillos de carretera una y otra vez.

Sacudí el polvo amargo del fondo de la bolsa de Skittles en mi palma y los lamí.

—Hubo un montón de cosas que tú y Louis hicieron que nunca supe, ¿eh?

—Supongo. —Harry se encogió de hombros—. Apuesto que tú tampoco le dijiste todo.

Empujé los gránulos de azúcar restantes en el paladar de mi boca, pensando en ello, luego tragué.

—No, no todo. Pero ustedes tenían secretos que empezaron desde hace mucho tiempo. —Podía recordar exactamente cuándo—. Fue en el tercer grado —dije—. Ese verano después de que terminaran tercer grado y yo recién salía de segundo. Ese fue el verano en que me abandonaron por el otro y dejaron de contarme cosas.

Harry me miró como si estuviera sorprendido, o simplemente sabía que algo más venía.

—Síp. Las niñas se aferran a esas cosas. Ése fue el primer verano que no me dejaron andar en bicicleta hasta el arroyo con ustedes o ir a su cuerda de columpio o al campamento en el patio o cualquier otra cosa. —Estaba un poco sorprendida de cómo toda mi indignación de siete años regresaba rápidamente, clara como el día. Pero hasta ese entonces, los tres habíamos sido como un equipo. Hacíamos todo juntos, yo trabajaba más duro para seguir el paso de lo que los chicos estaban haciendo y entonces ellos desacelerarían sólo lo suficiente para dejarme. Luego de que mis padres murieron, lo que difícilmente recordaba, Louis y Harry decidieron que no podía ser parte de eso nunca más ya que era la cosa más traumática que había pasado en mi pequeña y corta vida.

—No recuerdo nada de eso —dijo Harry.

—Por supuesto que no. No fuiste la que fue dejada llorando mientras tu hermano y su amigo, quienes solían jugar Barbie-Legos contigo, se fueron y te dijeron que no podías venir porque eras muy pequeña. Y una chica.

—¿Barbie-Legos?

—Sí, Barbie-Legos. Jugabas conmigo si Louis estaba haciendo algo que no querías hacer. Traías todos tus chicos Legos a mi casa de Barbie, y tenían fiestas en la piscina y barbacoas. —Me detuve, recordando algo más—. Y tus chicos Lego siempre estaban tratando de conseguir que mis Barbies fueran a nadar desnudas.

Harry casi escupió sus semillas de girasol.

—Quizás recuerdo eso —dijo, riendo.

—Y entonces me abandonaron. —Traté de ocultar la sonrisa, para ver si podía enfatizar lo destrozada que había estado al ser expulsada del club de chicos, pero el pensamiento de él, sentado conmigo y mis Barbies, era demasiado divertido para no hacerlo.

Harry puso una mano sobre su pecho.

—Mis disculpas, entonces. Por tratar de hacer que tus muñecas se desnudaran y luego abandonarte por tu hermano.

—Gracias —dije solemnemente—. Quizás uno de estos días lo superaré.

Estuvimos en silencio un momento, y el sonido de la lluvia se hizo más fuerte. Harry inclinó su cabeza contra la ventana y me miró.

—Sabes, no puedes culparme de todo a mí.

—¿Culparte de qué?

—Que no te juntaras con nosotros después. Lo intenté, en décimo grado, mantenerte alrededor.

Me enderecé.

—¿De qué estás hablando?

Harry se echó unas pocas semillas de girasol en la boca y sonrió.

—Le dije a Louis que iba a llevarte al baile de bienvenida.

—No lo hiciste. —Me incliné sobre el asiento, totalmente interesada en escuchar esto.

—Lo hice. Estabas linda ese año. Probablemente es por eso que me dijo que no.

Ese año… ¿a diferencia de ahora? Quería decir algo cortante, pero en una extraña manera, estaba muy halagada que hubiera pensado eso.

Harry era el único otro estudiante de segundo año además de Louis que estaba en el equipo principal ese año, y cuando volvían después de la práctica, me aseguraba de estar cerca. Quizás pasaba por la cocina en pantalones cortos, actuando como si me diera exactamente lo mismo que Harry estuviera ahí. Pero también había pensado que estaba lindo ese año. Hasta después de la fiesta de bienvenida, cuando escuché que se había enrollado con esa zorrilla de última año en el asiento de atrás del Pala. Entonces traté de boicotearlo dejando de subir en el auto por principio, pero era demasiado lejos caminar a la escuela. En cambio opté por hacer un gran espectáculo de desinfectarlo en frente de Louis y Harry, para asegurarme que supieran la profundidad de mi disgusto.

—Supongo que Louis sabía lo que estaba haciendo diciéndote que no — dije—. Todos sabíamos lo que estabas haciendo con Melanie Sloan esa noche.

Harry negó con la cabeza, sonriendo.

—Melanie Sloan. Olía a cigarrillos y Sour Apple Pucker.

—Asqueroso.

—Sí —reflexionó Harry—, pero en una buena manera.

—Oh, Dios mío. Tú…

Simplemente me sonrió, y estuvimos allí de regreso, en la secundaria, cuando era el mejor amigo de Louis que alternativamente me intrigaba y me rechazaba. Nos sentamos por quién sabe cuánto tiempo de esa manera, como niños acampando, esperando que la lluvia aminorara, intercambiando historias de Louis y terminando de comer mis escasos dulces, mientras la lluvia manchaba el cielo de gris. Allí, en nuestro propio y pequeño mundo, con Louis como el vínculo entre nosotros, bajamos nuestras guardias, lo suficiente como para en realidad reírnos juntos.

Así que cuando el sol salió finalmente, estaba más que un poco decepcionada de que tuviera que terminar. Harry fue el primero en abrir la puerta y traernos de vuelta a la realidad. Se estiró en el aire lleno de humedad, con los brazos sobre su cabeza, y me sorprendí mirando unos segundos de más la delgada línea de su estómago que se mostraba entre su remera elevada y sus jeans caídos.

La pequeña sacudida que se envió a través de mi estómago me sorprendió, y salí rápidamente, mirando alrededor por algo más en qué centrar mi atención. Por lo que veía, habíamos zigzagueado fuera de la carretera y nos deslizamos a través del barro hasta que un cactus, uno de esos altos, separados, de dos brazos, nos detuvo. Saqué el cabello de mi cara, y esperé que el rubor ya no estuviera en mis mejillas, y me acerqué a examinar el cactus. Estaba inclinado hacia un lado, como una persona que había bebido demasiado, y me sentí un poco mal por la abolladura en el parachoques del Pala que estaba segura que quedaría.

Excepto por el sonido de una camioneta en la deriva en la carretera, el desierto con restos de lluvia estaba tan en calma y tranquilo como podría estar. Harry abrió el capó con un golpe apagado, y nos acercamos a inspeccionar el motor. No tenía idea de qué estábamos buscando, pero me imaginaba que él sabía. Y tenía razón. Fue directo a la tapa del radiador, probándolo por calor primero, a pesar de que se había enfriado hace mucho tiempo. Tan pronto como la abrió, sabía qué estábamos esperando.

—Maldita sea —dijo, mirando más cerca—. Está completamente seco.

—¿Qué significa?

—Significa que todo ese vapor era el agua saliendo por alguna parte. —Se inclinó sobre el radiador, inspeccionándolo—. Podría ser una grieta. Una manguera. Un goteo lento. ¿Se había quedado sin agua antes?

Vacilé, reacia a admitir que no lo había mantenido tan bien en todos esos pequeños detalles en los últimos meses.

—No lo sé. Nada que me diera cuenta.

Harry descansó un antebrazo en el capó levantado, considerando el motor.

—Vamos a necesitar esa agua que conseguiste.

Regresé a la cabina y agarré la jarra casi llena, agradeciéndole silenciosamente al viejo de la gasolinera otra vez.

—¿Crees que esto nos durará? —le pregunté, entregándosela.

—Veremos. —La vertió y dejó la mitad del agua burbujeando en el radiador antes de taparlo—. Como dije, si pasa lo peor, nos detendremos donde mi mamá. —Antes de que pudiera responder o hacer una pregunta, bajó el capó con firmeza y se dirigió al lado del conductor, oscilando la jarra de agua casi vacía en su mano. Todo frío y distante de nuevo, de una manera que me hacía querer llamar su atención. No me moví del capó. Simplemente me paré allí tratando de averiguar cómo habíamos pasado de algo tan fácil y cómodo en el auto a… esto.

—Oye, ¿Harry? —Quería decirle gracias… o que estaba realmente feliz de que estuviera aquí… o…

—¿Sí? —Lo dijo por encima del hombro, ni siquiera se molestó en darse la vuelta mientras se dirigía hacia el lado del conductor, y de alguna manera esa pequeña cosa trajo mis sentidos de vuelta.

—Voy a conducir —dije. Eso consiguió que se diera vuelta—. Has estado bebiendo. De tu pequeño frasco. —Moví algo invisible entre mi pulgar y mi dedo índice.

Parpadeó una, dos veces, y luego me dio las llaves.

—Bien. Sólo mira los frenos. Y el indicador de temperatura. Si comienza a subir, tendremos un problema.