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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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Novia De Un Extraño [Justin Y Tu]
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: Novia De Un Extraño [Justin Y Tu]
hkaghasshsgddsfasdgaf ¡el oso de Luke!. Sólo quiero que Justin esté en el campamento asdgfadsgasdfgasd(?)
Angie∞{THG}
Re: Novia De Un Extraño [Justin Y Tu]
Capítulo 5
__________
Penn Station se hallaba tan atestada de gente, tan pestilente y horrenda como la recordaba.
Hombres trajeados y mujeres con niños corrían por todas direcciones; la mayoría parecía ser la victima de un ser espantoso que los perseguía y se los comería vivos si no tomaban el tren a tiempo. Junto a la tumultuosa sala de espera vi a un hombre muy arrugado que jugaba al monte de tres naipes con tres turistas incautos.
“despídete de tus primeros veinte dólares”, pensé mientras miraba al hombre de bermudas y sobrero de paja caer en la trampa del anciano.
Crucé toda la estación, rumbo al colosal cartel colgante que anunciaba todos los horarios de salida. Juan me hizo un gesto agitando la mano en el aire. Estaba de pie junto a mi pila de maletas, sonriente.
—Hola, Juan ¿Cómo estás? —Pregunté, aliviada al ver un rostro conocido.
—Tu tren partirá dentro de cinco minutos, niña —respondió—. Todavía no han anunciado el número del andén.
—Voy corriendo hasta el tocador —le dije.
—Date prisa —me recomendó, mirando con ansiedad el cartel.
Asentí con la cabeza y me perdí entre la multitud. Mientras caminaba advertí la presencia de otros chicos que evidentemente también partían de campamento. Por supuesto, llevaban pantalones prehistóricos, y descoloridos como el mío. No obstante, con resentimiento noté que cada uno estaba acompañado por lo menos por uno de sus padres. Yo sólo podía contar con Juan, que había recibido cincuenta dólares por la tarea.
Antes de salir de allí me lavé las manos rápidamente. El trámite me había llevado más tiempo del esperado, y sin duda Juan estaría muy preocupado. Salí corriendo hacia donde se hallaba el cartel; el bolso me golpeaba rítmicamente la cadera al andar y casi pasaba a presión entre persona y persona.
— ¡Todos arriba! ¡Andén catorce! —gritó Juan en cuanto me vio.
Fuimos corriendo hasta la plataforma de salida y por un momento fantaseé con la posibilidad de perder el tren de verdad. Podría quedarme en el apartamento, sola, y ver a
Luke todo el tiempo que se me antojara. Mi padre no tendría por qué enterarse.
Meneé la cabeza, no ir a ese campamento era un sueño imposible. Mientras yo planeaba mi plan. Juan ya había abordado el tren para acomodar todo mi equipaje en el compartimiento superior.
—Cuando llegues, tendrás que pedir a alguien que te ayude —me advirtió.
—De acuerdo —respondí como una zombi. No quería creer que estaba a punto de ocupar mi asiento para que ese tren me llevase en medio de la nada.
—Que te diviertas, querida. —dijo Juan. Me tocó el hombro y se fue.
“Igual que todos los demás” pensé.
Me senté y tomé una revista gratuita, que estaba en el bolsillo de red del asiento situado frente al mío. Había una foto, que ocupaba dos páginas de la revista, donde mostraban el medio oeste. Traté de imaginar a mi padre dando una conferencia en un maizal de
Nebraska, y esa imagen me hizo reír por primera vez en todo el día.
En la página siguiente una propaganda de los osos de peluche Vermont. Observé los peludos animales y lentamente un pánico horrendo se apodero de mí.
“el oso de peluche… el oso de peluche”
Busque con desesperación a mí alrededor y luego en el compartimiento superior. De repente, como si hubiera recibido una potente descarga eléctrica, recordé que había apoyado a mi oso junto al lavabo del baño de la estación. Después salí corriendo y… ¡olvide mi oso allí!
— ¿Cuánto falta para que salga el tren? —grité al hombre sentando frente a mí.
Levantó la vista del libro que estaba leyendo, obviamente sorprendido por el tono de urgencia de mi voz. Miró el reloj digital.
—Tres minutos, aproximadamente —respondió
Calculé el tiempo que me llevaría al volver al baño de damas. Tome mi bolso y me dirigí a la puerta. Si corría a toda velocidad podría lograrlo.
—Cuide mi equipaje, por favor —le pedí, hablándole por sobre el hombro. Me importaba muy poco si me había oído o no. Tenía una misión que cumplir.
Salí corriendo hasta la multitudinaria estación. Esquivé a un chico que llevaba una patineta y me enganché con la rueda de la maleta de una mujer. La maleta se ladeo yo tropecé y caí de lleno con las manos y rodillas.
— ¡Mira por dónde vas, jovencita! —gritó, mientras se agachaba a recoger la maleta.
Yo estaba tan desesperada que ni se me cruzó por la cabeza disculparme. No bien puede volverme a poner de pié, continué mi camino a toda velocidad.
Por fin me detuve cuando llegué a la puerta del baño de mujeres. Una niña pequeña, de cabellos rojizos, estaba de pié junto a su madre, que se retocaba el maquillaje con un lápiz labial magenta. La niña cargaba mi precioso oso de peluche.
— ¡Eso es mío! —grité, abalanzándome hacia el oso.
La niña aterrada, inmediatamente empezó a lloriquear con voz tan fina y estruendosa que hizo temblar hasta las paredes.
—Estaba apoyado aquí —se defendió la mujer, entregándome el oso y a la vez protegiendo a su hija de mi mirada asesina—. Pensamos que a alguien se le había olvidado.
Aferré al animal con toda mi fuerza y me tomé del lavabo para recuperar mi aliento.
La mujer sonrió con expresión compasiva.
—No hay nada que lamentar, querida. Lo has recuperado sano y salvo.
El encuentro con esta mujer tan maternal me conmovió, imagine a mi madre, protegiéndome del peligro y secándome la lagrimas. Abracé al oso con más fuerza y me volví rápidamente hacía la puerta. Mi reloj mental no dejaba de avanzar. Sí perdía el tren en ese momento, después de que Juan me había visto subir sin dificultades, mi padre primero me mataría y luego me encerraría por el resto de mis días.
La estación seguía tan llena de gente como antes. Mientras yo corría a toda velocidad hacia el andén catorce imágenes borrosas de brillantes camisetas con logos, posters de películas y carteles de restaurantes pasaban junto a mí con la misma prisa. Entonces disminuí la marcha ¿Dónde está el andén catorce?
Había estado corriendo con tanto ahincó que no presté atención al rumbo que tomaba. Me detuve y estudié el sitio en el que me encontraba. Cuando vi el andén 1. Seguí corriendo. De pronto, como si hubiera surgido de la nada aparecieron frente a mí tres escalones. Los bajé de un salto, decidida a no perder ni un segundo, pero justo cuando puse lo pies en el suelo uno de mis tacones se engancho en el último peldaño.
Por un momento, todo fue en cámara lenta. Luego el tiempo avanzo despiadadamente y yo perdí mi precario equilibrio. El piso blanco de linóleo se me acercaba a la velocidad de la luz. No había manera de impedir la caída.
Desde algún sitio distante oí un golpe seco. Mi cabeza contra el piso. El mundo se escapo a hurtadillas de mi mente y el blanco linóleo se convirtió en un perverso manto negro.
Ven!! les dije que no lo podrían creer!!
comenten si les gustó!!
NO GHOSTS!
__________
Penn Station se hallaba tan atestada de gente, tan pestilente y horrenda como la recordaba.
Hombres trajeados y mujeres con niños corrían por todas direcciones; la mayoría parecía ser la victima de un ser espantoso que los perseguía y se los comería vivos si no tomaban el tren a tiempo. Junto a la tumultuosa sala de espera vi a un hombre muy arrugado que jugaba al monte de tres naipes con tres turistas incautos.
“despídete de tus primeros veinte dólares”, pensé mientras miraba al hombre de bermudas y sobrero de paja caer en la trampa del anciano.
Crucé toda la estación, rumbo al colosal cartel colgante que anunciaba todos los horarios de salida. Juan me hizo un gesto agitando la mano en el aire. Estaba de pie junto a mi pila de maletas, sonriente.
—Hola, Juan ¿Cómo estás? —Pregunté, aliviada al ver un rostro conocido.
—Tu tren partirá dentro de cinco minutos, niña —respondió—. Todavía no han anunciado el número del andén.
—Voy corriendo hasta el tocador —le dije.
—Date prisa —me recomendó, mirando con ansiedad el cartel.
Asentí con la cabeza y me perdí entre la multitud. Mientras caminaba advertí la presencia de otros chicos que evidentemente también partían de campamento. Por supuesto, llevaban pantalones prehistóricos, y descoloridos como el mío. No obstante, con resentimiento noté que cada uno estaba acompañado por lo menos por uno de sus padres. Yo sólo podía contar con Juan, que había recibido cincuenta dólares por la tarea.
Antes de salir de allí me lavé las manos rápidamente. El trámite me había llevado más tiempo del esperado, y sin duda Juan estaría muy preocupado. Salí corriendo hacia donde se hallaba el cartel; el bolso me golpeaba rítmicamente la cadera al andar y casi pasaba a presión entre persona y persona.
— ¡Todos arriba! ¡Andén catorce! —gritó Juan en cuanto me vio.
Fuimos corriendo hasta la plataforma de salida y por un momento fantaseé con la posibilidad de perder el tren de verdad. Podría quedarme en el apartamento, sola, y ver a
Luke todo el tiempo que se me antojara. Mi padre no tendría por qué enterarse.
Meneé la cabeza, no ir a ese campamento era un sueño imposible. Mientras yo planeaba mi plan. Juan ya había abordado el tren para acomodar todo mi equipaje en el compartimiento superior.
—Cuando llegues, tendrás que pedir a alguien que te ayude —me advirtió.
—De acuerdo —respondí como una zombi. No quería creer que estaba a punto de ocupar mi asiento para que ese tren me llevase en medio de la nada.
—Que te diviertas, querida. —dijo Juan. Me tocó el hombro y se fue.
“Igual que todos los demás” pensé.
Me senté y tomé una revista gratuita, que estaba en el bolsillo de red del asiento situado frente al mío. Había una foto, que ocupaba dos páginas de la revista, donde mostraban el medio oeste. Traté de imaginar a mi padre dando una conferencia en un maizal de
Nebraska, y esa imagen me hizo reír por primera vez en todo el día.
En la página siguiente una propaganda de los osos de peluche Vermont. Observé los peludos animales y lentamente un pánico horrendo se apodero de mí.
“el oso de peluche… el oso de peluche”
Busque con desesperación a mí alrededor y luego en el compartimiento superior. De repente, como si hubiera recibido una potente descarga eléctrica, recordé que había apoyado a mi oso junto al lavabo del baño de la estación. Después salí corriendo y… ¡olvide mi oso allí!
— ¿Cuánto falta para que salga el tren? —grité al hombre sentando frente a mí.
Levantó la vista del libro que estaba leyendo, obviamente sorprendido por el tono de urgencia de mi voz. Miró el reloj digital.
—Tres minutos, aproximadamente —respondió
Calculé el tiempo que me llevaría al volver al baño de damas. Tome mi bolso y me dirigí a la puerta. Si corría a toda velocidad podría lograrlo.
—Cuide mi equipaje, por favor —le pedí, hablándole por sobre el hombro. Me importaba muy poco si me había oído o no. Tenía una misión que cumplir.
Salí corriendo hasta la multitudinaria estación. Esquivé a un chico que llevaba una patineta y me enganché con la rueda de la maleta de una mujer. La maleta se ladeo yo tropecé y caí de lleno con las manos y rodillas.
— ¡Mira por dónde vas, jovencita! —gritó, mientras se agachaba a recoger la maleta.
Yo estaba tan desesperada que ni se me cruzó por la cabeza disculparme. No bien puede volverme a poner de pié, continué mi camino a toda velocidad.
Por fin me detuve cuando llegué a la puerta del baño de mujeres. Una niña pequeña, de cabellos rojizos, estaba de pié junto a su madre, que se retocaba el maquillaje con un lápiz labial magenta. La niña cargaba mi precioso oso de peluche.
— ¡Eso es mío! —grité, abalanzándome hacia el oso.
La niña aterrada, inmediatamente empezó a lloriquear con voz tan fina y estruendosa que hizo temblar hasta las paredes.
—Estaba apoyado aquí —se defendió la mujer, entregándome el oso y a la vez protegiendo a su hija de mi mirada asesina—. Pensamos que a alguien se le había olvidado.
Aferré al animal con toda mi fuerza y me tomé del lavabo para recuperar mi aliento.
La mujer sonrió con expresión compasiva.
—No hay nada que lamentar, querida. Lo has recuperado sano y salvo.
El encuentro con esta mujer tan maternal me conmovió, imagine a mi madre, protegiéndome del peligro y secándome la lagrimas. Abracé al oso con más fuerza y me volví rápidamente hacía la puerta. Mi reloj mental no dejaba de avanzar. Sí perdía el tren en ese momento, después de que Juan me había visto subir sin dificultades, mi padre primero me mataría y luego me encerraría por el resto de mis días.
La estación seguía tan llena de gente como antes. Mientras yo corría a toda velocidad hacia el andén catorce imágenes borrosas de brillantes camisetas con logos, posters de películas y carteles de restaurantes pasaban junto a mí con la misma prisa. Entonces disminuí la marcha ¿Dónde está el andén catorce?
Había estado corriendo con tanto ahincó que no presté atención al rumbo que tomaba. Me detuve y estudié el sitio en el que me encontraba. Cuando vi el andén 1. Seguí corriendo. De pronto, como si hubiera surgido de la nada aparecieron frente a mí tres escalones. Los bajé de un salto, decidida a no perder ni un segundo, pero justo cuando puse lo pies en el suelo uno de mis tacones se engancho en el último peldaño.
Por un momento, todo fue en cámara lenta. Luego el tiempo avanzo despiadadamente y yo perdí mi precario equilibrio. El piso blanco de linóleo se me acercaba a la velocidad de la luz. No había manera de impedir la caída.
Desde algún sitio distante oí un golpe seco. Mi cabeza contra el piso. El mundo se escapo a hurtadillas de mi mente y el blanco linóleo se convirtió en un perverso manto negro.
♪♪♪♪♪♪♪
Ven!! les dije que no lo podrían creer!!
comenten si les gustó!!
NO GHOSTS!
Cony.sweet
Re: Novia De Un Extraño [Justin Y Tu]
aaah me encantó! :O tienes que seguirla porfis!! QUiero ver si alcanzó el tren o no, ashdlkgfhjas, y al shastem XD
P.D.
La otra vez se me olvidó decirte mi nombre: Itzel. Pero aún así muchas gracias por dedicarme el capi, fue tan lindo *.*
P.D.
La otra vez se me olvidó decirte mi nombre: Itzel. Pero aún así muchas gracias por dedicarme el capi, fue tan lindo *.*
vitzieerocks
Re: Novia De Un Extraño [Justin Y Tu]
WHAT'S UP GIRLS!!!
itzel que bueno que te gusto el cap que te dediqué...
a proposito tu nombre es raro LOL sin animo de ofender! :hug:
bueno chicas
ahorita les subo el cap :D
itzel que bueno que te gusto el cap que te dediqué...
a proposito tu nombre es raro LOL sin animo de ofender! :hug:
bueno chicas
ahorita les subo el cap :D
Love_Cony
Cony.sweet
Re: Novia De Un Extraño [Justin Y Tu]
Capítulo 6
Justin
Estaba apoyado contra el pilar de cemento en la estación de subterráneo de la avenida
Atlantic, mientras observaba a Ryan juguetear con la pelota, cerca de los andenes. Él iba a la ciudad, a jugar pickup ball, y yo me dirigía a una tienda de la calle Treinta y Cuatro, donde vendían cámaras fotográficas con descuento. Cuando terminara el verano, con suerte, tendría el dinero suficiente como para comprarme una cámara digital, y por eso quería empezar a mirar distintos modelos con anticipación. En el bolsillo trasero de mi pantalón llevaba una guía para el consumidor.
Los rebotes de la pelota hacían eco en las paredes de la estación. Una mujer que llevaba un bebé dormido dirigió una mirada de irritación a Ryan.
—Por favor —le dijo, haciendo un gesto en dirección al bebé.
Ryan detuvo la pelota.
—Disculpe. —Se encaminó hacia mí y me arrojó la pelota al pecho. —Piensa rápido.
Tomé la pelota sin dificultades y la sostuve debajo del brazo.
—no la recuperarás antes de que bajemos del tren —le dije.
Se encogió de hombros y comenzó a hacer ejercicios de estiramiento para prepararse para su partido.
— ¿Irás a la fiesta de Jasmine de esta noche? —preguntó cuando volvió a incorporarse.
Hice girar la pelota entre mis dos dedos índices.
—Tal vez. Pero seguro que será lamentable.
Ryan meneó la cabeza. No podía creer lo que estaba oyendo.
—Amigo, será maravillosa. Jasmine me dijo que su madre prepararía asado y que habrá muchas chicas bonitas.
— ¿Y con eso qué? Tengo cosas mucho más importantes por las que debo preocuparme antes que de las chicas —mascullé entre dientes.
— ¿Sí? ¿Cuáles, por ejemplo? —Se interpuso en mi camino y me arrebató la pelota. Dejé que se saliera con la suya. De pronto me sentí un poco cansado como para preocuparme por si Ryan volvía locos a todos los que estaban en la estación.
—mi trabajo con el señor Branin. El picnic del Cuatro de Julio para los huérfanos en St.
Ann’s. Tomar fotografías…
Mis planes para el verano me tenían realmente entusiasmado. Trabajar en la casa de fotografía del señor Branin sería una experiencia de aprendizaje estupenda para mí, además de representar un modo decente de ganar algún dinero. Y como había perdido a mis padres, siempre quise participar en las reuniones caritativas, como el picnic a beneficio de esos huérfanos que no habían tenido tanta suerte como yo.
—Dios santo, Biebs. ¿Entonces tienes dieciséis para setenta? Necesitas una chica hermosa que te recuerde de qué se trata la vida.
—Una chica es lo último que necesito —contesté con amargura. Desde ese baile de promoción me alejé de la población femenina. Salir con chicas era demasiado complicado; por eso decidí concentrarme en aquellos aspectos de la vida que no causaran miedo, dolor o humillación.
—Pensé que era tu primera necesidad —replicó Ryan, haciendo rebotar la pelota contra el pilar de cemento por últimas vez, cuando el tren número dos anunció su llegada con un chillido—. ¿Recuerdas el último verano, el último otoño y el último invierno? Debes de haber tenido cinco novias diferentes.
Me quedé callado, esperando que se abrieran las puertas. Un par de curas bajaron del vagón que estaba frente a nosotros y Ryan se apresuró a ocupar los asientos que dejaron libres.
—Entonces he madurado —dije. El tren se puso en marcha y nos alejamos de la estación.
—No necesito hacer el ridículo frente a una mujer para sentirme hombre.
Ryan se echo a reír.
—Has estado inhalando demasiados productos químicos para revelar rollos de fotografías,
Bieber. Se te ha echado a perder el cerebro.
Apoyé la cabeza contra el vidrio fresco de la ventanilla.
—Puedes torturarme cuanto desees, Ryan. De todos modos, en estas vacaciones de verano me tomaré un descanso de las mujeres.
Ryan colocó la pelota de básquet sobre la palma de su mano y se quedó observándola durante un rato.
—Bueno amigo, lo que tú pierdes yo lo aprovecho. Tendré más chicas para elegir en la fiesta de Jasmine.
Cerré los ojos, agradecido de que la conversación, en apariencia, hubiera llegado a su fin.
Ryan era mi mejor amigo, pero en ocasiones podía ser un verdadero estorbo.
Fingí dormitar mientras el tren subterráneo nos conducía desde Brooklyn a Manhattan.
Cuando nos detuvimos en la calle Veintinueve ya me sentía mejor. El suave traqueteo del subterráneo siempre me tranquilizaba, y ese día no fue la excepción. Al llegar a Penn Station me puse de pie y me ubiqué junto a la puerta.
― Te llamaré más tarde ―dijo Ryan ―. Tal vez cambies de opinión con respecto a la fiesta de Jasmine.
―Han ocurrido cosas más extrañas ―comenté cuando las puertas se abrieron. Bajé al andén atestado de gente y sentí esa familiar bocanada de aire caliente cuando el tren se alejó detrás de mí, rumbo a Times Square.
Cómo detestaba Penn Station los sábados. Siempre era un basural, pero al estar tan lleno de gente, hacía calor y en el ambiente reinaba un olor hediondo. Me dirigí hacia uno de los carteles rojos que decían “Salida”; luego me volví unos pasos por el mismo camino. Si tenía que enfrentarme en un combate con las multitudes y el tránsito de la calle Treinta y
Cuatro, lo mejor era fortificarme con una lata de Cherry Coke, aunque estuvieran más cara de lo debido.
Sostuve la lata fría de aluminio contra mi frente, mientras me alejabas de uno de los doce puestos cerrados de Penn Station. Me abrí paso entre un apretado grupo de gente, pensando en lo deliciosa que estaría mi bebida una vez que lograse probar el primer sorbo.
A unos quince metros de la salida más cercana había un círculo de personas que murmuraban. Un imán invisible me atrajo hacia ellos. ¿Estarían llevándose preso a alguien?
¿Acaso habría alguna celebridad? ¿Algún apuñalado, tal vez? Con la mórbida curiosidad de la mayoría de los neoyorquinos, no podía pasar por alto semejante espectáculo.
Cuando llegué a la parte externa del círculo, me quedé boquiabierto. Tendida sobre el piso sucio de Penn Station, con los ojos cerrados y el rostro macilento, yacía _______ Pendleton.
Miré rápidamente alrededor, tratando de ver a Caitlin o al apuesto novio de la Reina, pero nadie de todos los que estaban allí se acercó para ayudarla. Sólo se quedaban mirándola, preguntándose si estaría muerta o no.
Sin pensarlo ni por un segundo, rompí el círculo humano, fui corriendo hacia ella y me hinqué a su lado. En ese momento, en que no olía el aire ni me miraba con desdén, parecía una niña. Me dolió el corazón cuando le tomé la mano y susurré su nombre.
―_______, ¿me oyes? ¿Puedes oírme?
Noté que respiraba, pero evidentemente no me oía. Una mujer de expresión preocupada, con una niña pelirroja a su lado, avanzó un paso hacia mí.
―Se cayó por las escaleras hace unos segundos ―explicó la mujer―. Debe de haberse golpeado la cabeza.
Asentí y coloqué mi lata de Cherry Coke fría sobre la mejilla de _______.
―Despierta, _______ ―urgí.
― ¿La conoces? ―me preguntó la mujer.
―Sí… podría decirse que sí.
La pequeña empezó a llorar y ocultó su rostro en la falda de la madre.
―Joannie y yo la vimos justo antes de caer ―continuó―. Parecía muy nerviosa… se había olvidado el oso de peluche en el baño de damas.
Por primera vez reparé en el peludo oso marrón que estaba junto a _______. También había un bolso de cuero a sus pies, con el contenido desparramado en el piso.
― ¿Dijo qué estaba haciendo aquí? ―pregunté―. ¿Alguien la acompañaba?
A pesar de que la Reina del Hielo parecía vulnerable, no me entusiasmaba en absoluto la idea de hacer de protector. Ya me imaginaba cómo me agradecería si al despertar fuera el rostro de su enemigo número uno el que viera en primer lugar.
La mujer negó con la cabeza.
―No, estaba sola. Dijo algo que casi no pude comprender. Algo respecto de un novio… un campamento. Parecía desesperada por recuperar el oso.
Recogí el oso de peluche y lo coloqué entre los brazos de _______. ¿Habría estado a punto de subir a algún tren cuando sufrió el accidente? ¿Iría a algún campamento de verano?
¿Pero dónde estaba su padre? ¿La habría dejado sola? Me di cuenta de que no obtendría ninguna respuesta hasta que recuperara la conciencia. Mientras tanto, pediría a alguien que llamara una ambulancia.
―Será mejor que llame al 911 ―le dije a la mujer―. Debemos de llevarla a un hospital.
La mujer asintió con la cabeza y se dirigió hacia un teléfono público, con su hija detrás. En ese momento, los ojos de _______ Pendleton se abrieron.
― ¿Quién va al hospital? ―preguntó de repente.
La miré, sorprendido.
―Tú ―le respondí con suavidad―. Te has caído. Te golpeaste y perdiste el conocimiento…
― ¿Quién eres tú? ―preguntó, interrumpiendo mi frase.
“Típico ―pensé―. Esta chica es tan altanera que ni siquiera puede recordar al pobre diablo a quien bañó con un vaso de ponche. Tal vez hayan sido tantas sus víctimas que le resulta imposible tener presentes a todas.”
―Justin Bieber ―respondí, tratando de dejar a un lado mi tono cáustico. Después de todo, era ella la que estaba tendida en el piso de Penn Station. Se merecía una pizca de compasión.
―Ah. ―No había expresión alguna en su rostro. ― ¿Quién soy?
― ¿Qué? ―pregunté, en estado de shock.
Se sentó y se apartó el cabello del rostro.
Hope You Like It! (:
Justin
Estaba apoyado contra el pilar de cemento en la estación de subterráneo de la avenida
Atlantic, mientras observaba a Ryan juguetear con la pelota, cerca de los andenes. Él iba a la ciudad, a jugar pickup ball, y yo me dirigía a una tienda de la calle Treinta y Cuatro, donde vendían cámaras fotográficas con descuento. Cuando terminara el verano, con suerte, tendría el dinero suficiente como para comprarme una cámara digital, y por eso quería empezar a mirar distintos modelos con anticipación. En el bolsillo trasero de mi pantalón llevaba una guía para el consumidor.
Los rebotes de la pelota hacían eco en las paredes de la estación. Una mujer que llevaba un bebé dormido dirigió una mirada de irritación a Ryan.
—Por favor —le dijo, haciendo un gesto en dirección al bebé.
Ryan detuvo la pelota.
—Disculpe. —Se encaminó hacia mí y me arrojó la pelota al pecho. —Piensa rápido.
Tomé la pelota sin dificultades y la sostuve debajo del brazo.
—no la recuperarás antes de que bajemos del tren —le dije.
Se encogió de hombros y comenzó a hacer ejercicios de estiramiento para prepararse para su partido.
— ¿Irás a la fiesta de Jasmine de esta noche? —preguntó cuando volvió a incorporarse.
Hice girar la pelota entre mis dos dedos índices.
—Tal vez. Pero seguro que será lamentable.
Ryan meneó la cabeza. No podía creer lo que estaba oyendo.
—Amigo, será maravillosa. Jasmine me dijo que su madre prepararía asado y que habrá muchas chicas bonitas.
— ¿Y con eso qué? Tengo cosas mucho más importantes por las que debo preocuparme antes que de las chicas —mascullé entre dientes.
— ¿Sí? ¿Cuáles, por ejemplo? —Se interpuso en mi camino y me arrebató la pelota. Dejé que se saliera con la suya. De pronto me sentí un poco cansado como para preocuparme por si Ryan volvía locos a todos los que estaban en la estación.
—mi trabajo con el señor Branin. El picnic del Cuatro de Julio para los huérfanos en St.
Ann’s. Tomar fotografías…
Mis planes para el verano me tenían realmente entusiasmado. Trabajar en la casa de fotografía del señor Branin sería una experiencia de aprendizaje estupenda para mí, además de representar un modo decente de ganar algún dinero. Y como había perdido a mis padres, siempre quise participar en las reuniones caritativas, como el picnic a beneficio de esos huérfanos que no habían tenido tanta suerte como yo.
—Dios santo, Biebs. ¿Entonces tienes dieciséis para setenta? Necesitas una chica hermosa que te recuerde de qué se trata la vida.
—Una chica es lo último que necesito —contesté con amargura. Desde ese baile de promoción me alejé de la población femenina. Salir con chicas era demasiado complicado; por eso decidí concentrarme en aquellos aspectos de la vida que no causaran miedo, dolor o humillación.
—Pensé que era tu primera necesidad —replicó Ryan, haciendo rebotar la pelota contra el pilar de cemento por últimas vez, cuando el tren número dos anunció su llegada con un chillido—. ¿Recuerdas el último verano, el último otoño y el último invierno? Debes de haber tenido cinco novias diferentes.
Me quedé callado, esperando que se abrieran las puertas. Un par de curas bajaron del vagón que estaba frente a nosotros y Ryan se apresuró a ocupar los asientos que dejaron libres.
—Entonces he madurado —dije. El tren se puso en marcha y nos alejamos de la estación.
—No necesito hacer el ridículo frente a una mujer para sentirme hombre.
Ryan se echo a reír.
—Has estado inhalando demasiados productos químicos para revelar rollos de fotografías,
Bieber. Se te ha echado a perder el cerebro.
Apoyé la cabeza contra el vidrio fresco de la ventanilla.
—Puedes torturarme cuanto desees, Ryan. De todos modos, en estas vacaciones de verano me tomaré un descanso de las mujeres.
Ryan colocó la pelota de básquet sobre la palma de su mano y se quedó observándola durante un rato.
—Bueno amigo, lo que tú pierdes yo lo aprovecho. Tendré más chicas para elegir en la fiesta de Jasmine.
Cerré los ojos, agradecido de que la conversación, en apariencia, hubiera llegado a su fin.
Ryan era mi mejor amigo, pero en ocasiones podía ser un verdadero estorbo.
Fingí dormitar mientras el tren subterráneo nos conducía desde Brooklyn a Manhattan.
Cuando nos detuvimos en la calle Veintinueve ya me sentía mejor. El suave traqueteo del subterráneo siempre me tranquilizaba, y ese día no fue la excepción. Al llegar a Penn Station me puse de pie y me ubiqué junto a la puerta.
― Te llamaré más tarde ―dijo Ryan ―. Tal vez cambies de opinión con respecto a la fiesta de Jasmine.
―Han ocurrido cosas más extrañas ―comenté cuando las puertas se abrieron. Bajé al andén atestado de gente y sentí esa familiar bocanada de aire caliente cuando el tren se alejó detrás de mí, rumbo a Times Square.
Cómo detestaba Penn Station los sábados. Siempre era un basural, pero al estar tan lleno de gente, hacía calor y en el ambiente reinaba un olor hediondo. Me dirigí hacia uno de los carteles rojos que decían “Salida”; luego me volví unos pasos por el mismo camino. Si tenía que enfrentarme en un combate con las multitudes y el tránsito de la calle Treinta y
Cuatro, lo mejor era fortificarme con una lata de Cherry Coke, aunque estuvieran más cara de lo debido.
Sostuve la lata fría de aluminio contra mi frente, mientras me alejabas de uno de los doce puestos cerrados de Penn Station. Me abrí paso entre un apretado grupo de gente, pensando en lo deliciosa que estaría mi bebida una vez que lograse probar el primer sorbo.
A unos quince metros de la salida más cercana había un círculo de personas que murmuraban. Un imán invisible me atrajo hacia ellos. ¿Estarían llevándose preso a alguien?
¿Acaso habría alguna celebridad? ¿Algún apuñalado, tal vez? Con la mórbida curiosidad de la mayoría de los neoyorquinos, no podía pasar por alto semejante espectáculo.
Cuando llegué a la parte externa del círculo, me quedé boquiabierto. Tendida sobre el piso sucio de Penn Station, con los ojos cerrados y el rostro macilento, yacía _______ Pendleton.
Miré rápidamente alrededor, tratando de ver a Caitlin o al apuesto novio de la Reina, pero nadie de todos los que estaban allí se acercó para ayudarla. Sólo se quedaban mirándola, preguntándose si estaría muerta o no.
Sin pensarlo ni por un segundo, rompí el círculo humano, fui corriendo hacia ella y me hinqué a su lado. En ese momento, en que no olía el aire ni me miraba con desdén, parecía una niña. Me dolió el corazón cuando le tomé la mano y susurré su nombre.
―_______, ¿me oyes? ¿Puedes oírme?
Noté que respiraba, pero evidentemente no me oía. Una mujer de expresión preocupada, con una niña pelirroja a su lado, avanzó un paso hacia mí.
―Se cayó por las escaleras hace unos segundos ―explicó la mujer―. Debe de haberse golpeado la cabeza.
Asentí y coloqué mi lata de Cherry Coke fría sobre la mejilla de _______.
―Despierta, _______ ―urgí.
― ¿La conoces? ―me preguntó la mujer.
―Sí… podría decirse que sí.
La pequeña empezó a llorar y ocultó su rostro en la falda de la madre.
―Joannie y yo la vimos justo antes de caer ―continuó―. Parecía muy nerviosa… se había olvidado el oso de peluche en el baño de damas.
Por primera vez reparé en el peludo oso marrón que estaba junto a _______. También había un bolso de cuero a sus pies, con el contenido desparramado en el piso.
― ¿Dijo qué estaba haciendo aquí? ―pregunté―. ¿Alguien la acompañaba?
A pesar de que la Reina del Hielo parecía vulnerable, no me entusiasmaba en absoluto la idea de hacer de protector. Ya me imaginaba cómo me agradecería si al despertar fuera el rostro de su enemigo número uno el que viera en primer lugar.
La mujer negó con la cabeza.
―No, estaba sola. Dijo algo que casi no pude comprender. Algo respecto de un novio… un campamento. Parecía desesperada por recuperar el oso.
Recogí el oso de peluche y lo coloqué entre los brazos de _______. ¿Habría estado a punto de subir a algún tren cuando sufrió el accidente? ¿Iría a algún campamento de verano?
¿Pero dónde estaba su padre? ¿La habría dejado sola? Me di cuenta de que no obtendría ninguna respuesta hasta que recuperara la conciencia. Mientras tanto, pediría a alguien que llamara una ambulancia.
―Será mejor que llame al 911 ―le dije a la mujer―. Debemos de llevarla a un hospital.
La mujer asintió con la cabeza y se dirigió hacia un teléfono público, con su hija detrás. En ese momento, los ojos de _______ Pendleton se abrieron.
― ¿Quién va al hospital? ―preguntó de repente.
La miré, sorprendido.
―Tú ―le respondí con suavidad―. Te has caído. Te golpeaste y perdiste el conocimiento…
― ¿Quién eres tú? ―preguntó, interrumpiendo mi frase.
“Típico ―pensé―. Esta chica es tan altanera que ni siquiera puede recordar al pobre diablo a quien bañó con un vaso de ponche. Tal vez hayan sido tantas sus víctimas que le resulta imposible tener presentes a todas.”
―Justin Bieber ―respondí, tratando de dejar a un lado mi tono cáustico. Después de todo, era ella la que estaba tendida en el piso de Penn Station. Se merecía una pizca de compasión.
―Ah. ―No había expresión alguna en su rostro. ― ¿Quién soy?
― ¿Qué? ―pregunté, en estado de shock.
Se sentó y se apartó el cabello del rostro.
Hope You Like It! (:
Cony.sweet
Re: Novia De Un Extraño [Justin Y Tu]
OMFG el accidente fue tan adbahsdgdfgadfhdasvasdasvghcd ¡¡¡ahora el shasten va a fingir ser mi novio!!! okno.
Angie∞{THG}
Re: Novia De Un Extraño [Justin Y Tu]
Angie∞{THG} escribió:OMFG el accidente fue tan adbahsdgdfgadfhdasvasdasvghcd ¡¡¡ahora el shasten va a fingir ser mi novio!!! okno.
jakjakjajakaj cierto!! el accidente estuvo mal! _________ tiene que aprender a tratar bien a nuestro shastem sino la matare :twisted: muajajajajajaja nah mentira!!
me alegro que te haya gustado mañana subo cap si o si ;)
Love_Cony
Cony.sweet
Re: Novia De Un Extraño [Justin Y Tu]
:O que genial!! ahora si empiezaa el drama, jajaja, perdón soy muy dramática XD. Me encantó! Espero con ansias el siguiente capi:D
vitzieerocks
Re: Novia De Un Extraño [Justin Y Tu]
Hello There!!
vengo a decirles que siento mucho no haber subido cap en UNA SEMANA!!
pero ahora les haré una maratón para que me perdonen!
no se enojen conmigo! Please!
NO GHOSTS!!
vengo a decirles que siento mucho no haber subido cap en UNA SEMANA!!
pero ahora les haré una maratón para que me perdonen!
no se enojen conmigo! Please!
NO GHOSTS!!
Love_Cony
Cony.sweet
Re: Novia De Un Extraño [Justin Y Tu]
Capítulo 7 (1/4)
Justin
― ¿Quién soy? ―repitió.
Tragué saliva. ¿Tan fuerte se había golpeado la cabeza?
―Eres _______ Pendleton.
―Ah ―respondió de nuevo.
La gente que nos rodeaba comenzó a marcharse con lentitud; era evidente que se iban decepcionados porque _______ no resultó ser el cadáver en vivo y en directo que todos esperaban. Comenzó a incorporarse, y la tomé del brazo para impedírselo.
―Quédate sentada y espera a los paramédicos.
Me miró furiosa. Fue el primer gesto que me recordó a la chica que había conocido en el baile de promoción.
―No iré al hospital ―dijo categóricamente, abrazando a su oso. Parecía muy asustada.
―Tienes que ir ―insistí, tratando de mantenerme sereno para que se convenciera.
―De ninguna manera. Detesto los hospitales. Llévame a casa. ―Comenzó a recoger todas las cosas que se le habían caído del bolso, para ponerlas con rapidez en su lugar.
Me mordí el labio. No sabía qué hacer.
―_______, sé razonable.
Las lágrimas comenzaron a rodar sobre sus mejillas; en forma inesperada, se echó en mis brazos.
―Por favor, no me obligues a ir al hospital. No puedo ir. De verdad, no puedo.
Esa repentina presión de su cuerpo contra el mío me tomó tan desprevenido que estuve a punto de perder el equilibrio. Cuando por fin analicé la situación y descubrí que estaba abrazando a la reina ―abrazándola con fuerza―, mi corazón empezó a palpitar desesperado. Aquella noche, en el baile, cuando la abracé para bailar, ella se había mostrado fría y tiesa. Ahora la sentía suave y vulnerable. Además, en ese abrazo había algo distinto: su confianza en mí.
― ¿Por qué no puedes ir?
Frunció el entrecejo.
―No lo sé. ―Su voz era tan baja que casi no pude oírla.
Durante unos segundos me di el gusto de acariciar su cabellera de seda con mi mejilla.
Tenía el rostro tan cerca del mío que percibí una suave fragancia a jabón de lavanda. Le alisé el cabello con ternura, tratando de transmitirle mentalmente el mensaje de que nada le sucedería, y no porque fuera _______, si no porque era un ser humano que estaba en problemas. Cuando le toqué la nuca, palpé un bulto gigante que iba formándose donde se había golpeado contra el duro piso de Penn Station.
― ¡Dios! Parece que tuvieras una pelota de golf aquí atrás ―mascullé, y me aparté de ella para poder mirarla a los ojos.
Hizo una mueca.
―Con razón. Tengo la sensación de que todo el grupo de constructores de la Carretera de
West Side están martillándome la cabeza a la vez. ―Luego logró sonreír. ―Pero estoy bien. De verdad…
Me eché a reír. Por lo menos recordaba Nueva York.
―Salvo un pequeño detalle: no recuerdas quién eres, no me conoces y tampoco sabes qué sucedió.
Se puso de pie y me hizo incorporar también. Miró alrededor y frunció la nariz en señal de desagrado, como si viera la estación por primera vez.
―Justin, si es cierto que compartimos ciertos sentimientos, por favor te suplico que me saques ya de este infierno.
Traté de protestar, pero no bien abrí la boca para hablar, ella me la cubrió con la mano para impedírmelo.
―Y si te niegas ―continuó― saldré a la calle por las mías. Estoy segura de que mis padres, quienesquiera sean, no se sentirán muy felices de que me hayas perdido.
Suspiré, declarando en silencio mi derrota. Con memoria o sin ella, _______ Pendleton estaba acostumbrada a hacer siempre lo que se le daba la gana. No me quedaba otra alternativa más que olvidar lo de la tienda de cámaras fotográficas y llevarla a casa, o con tía Rose.
―Bien, vamos. Iremos a mi casa para pedirle a mi tía que te revise. Es enfermera.
_______ se encogió de hombros.
―No me importa adónde vayamos, siempre y cuando no sea un hospital. ―Comenzó a sonreír, pero luego hizo una mueca de dolor y me tomó de la mano.
Entrelacé mis dedos con los suyos y me dirigí otra vez hacia la estación de subterráneos. Le entregué una ficha que llevaba en el bolsillo, pero ella aminoró la marcha.
― ¿Vamos a subir a ese subterráneo? ―Evidentemente, el proyecto no le fascinaba ni mucho menos.
Justin
― ¿Quién soy? ―repitió.
Tragué saliva. ¿Tan fuerte se había golpeado la cabeza?
―Eres _______ Pendleton.
―Ah ―respondió de nuevo.
La gente que nos rodeaba comenzó a marcharse con lentitud; era evidente que se iban decepcionados porque _______ no resultó ser el cadáver en vivo y en directo que todos esperaban. Comenzó a incorporarse, y la tomé del brazo para impedírselo.
―Quédate sentada y espera a los paramédicos.
Me miró furiosa. Fue el primer gesto que me recordó a la chica que había conocido en el baile de promoción.
―No iré al hospital ―dijo categóricamente, abrazando a su oso. Parecía muy asustada.
―Tienes que ir ―insistí, tratando de mantenerme sereno para que se convenciera.
―De ninguna manera. Detesto los hospitales. Llévame a casa. ―Comenzó a recoger todas las cosas que se le habían caído del bolso, para ponerlas con rapidez en su lugar.
Me mordí el labio. No sabía qué hacer.
―_______, sé razonable.
Las lágrimas comenzaron a rodar sobre sus mejillas; en forma inesperada, se echó en mis brazos.
―Por favor, no me obligues a ir al hospital. No puedo ir. De verdad, no puedo.
Esa repentina presión de su cuerpo contra el mío me tomó tan desprevenido que estuve a punto de perder el equilibrio. Cuando por fin analicé la situación y descubrí que estaba abrazando a la reina ―abrazándola con fuerza―, mi corazón empezó a palpitar desesperado. Aquella noche, en el baile, cuando la abracé para bailar, ella se había mostrado fría y tiesa. Ahora la sentía suave y vulnerable. Además, en ese abrazo había algo distinto: su confianza en mí.
― ¿Por qué no puedes ir?
Frunció el entrecejo.
―No lo sé. ―Su voz era tan baja que casi no pude oírla.
Durante unos segundos me di el gusto de acariciar su cabellera de seda con mi mejilla.
Tenía el rostro tan cerca del mío que percibí una suave fragancia a jabón de lavanda. Le alisé el cabello con ternura, tratando de transmitirle mentalmente el mensaje de que nada le sucedería, y no porque fuera _______, si no porque era un ser humano que estaba en problemas. Cuando le toqué la nuca, palpé un bulto gigante que iba formándose donde se había golpeado contra el duro piso de Penn Station.
― ¡Dios! Parece que tuvieras una pelota de golf aquí atrás ―mascullé, y me aparté de ella para poder mirarla a los ojos.
Hizo una mueca.
―Con razón. Tengo la sensación de que todo el grupo de constructores de la Carretera de
West Side están martillándome la cabeza a la vez. ―Luego logró sonreír. ―Pero estoy bien. De verdad…
Me eché a reír. Por lo menos recordaba Nueva York.
―Salvo un pequeño detalle: no recuerdas quién eres, no me conoces y tampoco sabes qué sucedió.
Se puso de pie y me hizo incorporar también. Miró alrededor y frunció la nariz en señal de desagrado, como si viera la estación por primera vez.
―Justin, si es cierto que compartimos ciertos sentimientos, por favor te suplico que me saques ya de este infierno.
Traté de protestar, pero no bien abrí la boca para hablar, ella me la cubrió con la mano para impedírmelo.
―Y si te niegas ―continuó― saldré a la calle por las mías. Estoy segura de que mis padres, quienesquiera sean, no se sentirán muy felices de que me hayas perdido.
Suspiré, declarando en silencio mi derrota. Con memoria o sin ella, _______ Pendleton estaba acostumbrada a hacer siempre lo que se le daba la gana. No me quedaba otra alternativa más que olvidar lo de la tienda de cámaras fotográficas y llevarla a casa, o con tía Rose.
―Bien, vamos. Iremos a mi casa para pedirle a mi tía que te revise. Es enfermera.
_______ se encogió de hombros.
―No me importa adónde vayamos, siempre y cuando no sea un hospital. ―Comenzó a sonreír, pero luego hizo una mueca de dolor y me tomó de la mano.
Entrelacé mis dedos con los suyos y me dirigí otra vez hacia la estación de subterráneos. Le entregué una ficha que llevaba en el bolsillo, pero ella aminoró la marcha.
― ¿Vamos a subir a ese subterráneo? ―Evidentemente, el proyecto no le fascinaba ni mucho menos.
Cony.sweet
Re: Novia De Un Extraño [Justin Y Tu]
Capítulo 8 (2/4)
Justin
Ignoré el indicio de esnobismo que percibí en su voz.
―De modo que recuerdas el sistema de tránsito de Nueva York, ¿eh?
―Sí… Algo. No del todo.
Revoleé los ojos. Lo más probable era que _______ no hubiera tomado el subterráneo las veces suficientes como para tener una imagen fresca del sistema, pero estaba convencido de que, si tenía oportunidad de salir a la calle, lo primero que haría sería tomar un taxi. No obstante, siguió caminando; en apariencia, acababa de aceptar que descender a las profundidades del subte neoyorquino formaba parte de su vida diaria.
Cuando por fin subimos, la noté nerviosa. La conduje hacia la parte trasera del vagón, donde había una hilera vacía de sillas plásticas anaranjadas. Me apretó la mano mientras leía los graffiti que habían garabateado sobre las paredes y analizaba la diversidad de pasajeros.
Se volvió hacia mí con expresión seria.
―Gracias a Dios que estabas conmigo, Justin. Qué suerte he tenido. ―Me apretó la mano con más fuerza aún y apoyó la cabeza sobre mi hombro. ―Ojalá pudiera recordar cómo era todo antes de hoy.
Con gran asombro y profunda satisfacción, descubrí que _______ creía que yo era su novio.
No sé por qué no lo había adivinado antes. Claro, cuando despertó, yo estaba a su lado, tomándole la mano, haciéndome cargo de toda la situación… asumiendo todas las responsabilidades de un novio. Y sin embargo seguía siendo el chico a quien ella había humillado frente a todos la noche del baile de promoción. Todo aquel concepto erróneo me cautivó. En ese momento, en todas las circunstancias y para todos los fines, yo era el novio de _______ Pendleton. El chico de quien ella se había enamorado… tal vez el que le había regalado ese oso de peluche que llevaba celosamente sobre la falda.
Venganza.
Esa palabra me daba vueltas en la mente mientras le acariciaba el dorso de la mano con el dedo pulgar. Se me presentaba la oportunidad de pagar con la misma moneda a la Reina del
Hielo, por el modo en que me había tratado, no me cabían dudas de que en algún momento recordaría quién era exactamente y, además, todo su pasado. Y cuando llegara ese momento, la expresión de su rostro sería digna de fotografiar y esa imagen merecía sin duda un gran premio. Sonreí para mis adentros.
_______ Pendleton había perdido la memoria, pero yo estaba a punto de hacerle vivir una experiencia que jamás olvidaría.
Justin
Ignoré el indicio de esnobismo que percibí en su voz.
―De modo que recuerdas el sistema de tránsito de Nueva York, ¿eh?
―Sí… Algo. No del todo.
Revoleé los ojos. Lo más probable era que _______ no hubiera tomado el subterráneo las veces suficientes como para tener una imagen fresca del sistema, pero estaba convencido de que, si tenía oportunidad de salir a la calle, lo primero que haría sería tomar un taxi. No obstante, siguió caminando; en apariencia, acababa de aceptar que descender a las profundidades del subte neoyorquino formaba parte de su vida diaria.
Cuando por fin subimos, la noté nerviosa. La conduje hacia la parte trasera del vagón, donde había una hilera vacía de sillas plásticas anaranjadas. Me apretó la mano mientras leía los graffiti que habían garabateado sobre las paredes y analizaba la diversidad de pasajeros.
Se volvió hacia mí con expresión seria.
―Gracias a Dios que estabas conmigo, Justin. Qué suerte he tenido. ―Me apretó la mano con más fuerza aún y apoyó la cabeza sobre mi hombro. ―Ojalá pudiera recordar cómo era todo antes de hoy.
Con gran asombro y profunda satisfacción, descubrí que _______ creía que yo era su novio.
No sé por qué no lo había adivinado antes. Claro, cuando despertó, yo estaba a su lado, tomándole la mano, haciéndome cargo de toda la situación… asumiendo todas las responsabilidades de un novio. Y sin embargo seguía siendo el chico a quien ella había humillado frente a todos la noche del baile de promoción. Todo aquel concepto erróneo me cautivó. En ese momento, en todas las circunstancias y para todos los fines, yo era el novio de _______ Pendleton. El chico de quien ella se había enamorado… tal vez el que le había regalado ese oso de peluche que llevaba celosamente sobre la falda.
Venganza.
Esa palabra me daba vueltas en la mente mientras le acariciaba el dorso de la mano con el dedo pulgar. Se me presentaba la oportunidad de pagar con la misma moneda a la Reina del
Hielo, por el modo en que me había tratado, no me cabían dudas de que en algún momento recordaría quién era exactamente y, además, todo su pasado. Y cuando llegara ese momento, la expresión de su rostro sería digna de fotografiar y esa imagen merecía sin duda un gran premio. Sonreí para mis adentros.
_______ Pendleton había perdido la memoria, pero yo estaba a punto de hacerle vivir una experiencia que jamás olvidaría.
Cony.sweet
Re: Novia De Un Extraño [Justin Y Tu]
Capítulo 9 (3/4)
________
Nada del barrio de Brooklyn, donde vivía Justin, me resultaba familiar. Caminamos calle tras calle, pasando frente a casas altas, con fachadas de marrón rojizo, pero ninguna despertó recuerdos en mí. Cuando por fin él se detuvo frente a la suya, me quedé en la acera, observando. Me había contado que nuestro noviazgo había comenzado cinco meses atrás, de modo que esperé que esa casa evocara imágenes de nuestro pasado juntos.
—Qué extraño —dije con lentitud—. Seguramente debo de haber visitado tu casa docenas de veces, pero tengo la sensación de que jamás la he visto antes.
Justin introdujo ambas manos en los bolsillos traseros de su jean y comenzó a balancearse sobre un pie y el otro.
—Sí, a veces la mente nos juega malas pasadas —respondió. Subió con agilidad las escaleras del frente y extrajo un llavero del bolsillo.
—Tía Rose, he llegado —gritó Justin cuando entramos al vestíbulo.
Siguió caminando por la casa, pero yo me quedé atrás, me sentía muy cohibida. Estaba a punto de encontrarme con otra persona de quien sin duda, tampoco recordaría nada, y no sabía cómo comportarme ni qué decir. Empecé a temblar. Los acontecimientos de la última hora y media comenzaban a surtir efecto. Sabía que por fuera estaba muy serena, pero por dentro sentía pánico.
¿Y si nunca recuperaba la memoria? ¿Todos aquellos a quienes viera me resultarían extraños eternamente? Lo cierto era que había sentido una conexión inmediata con
Justin… pero eso era diferente. Él era mi novio. ¿Y mis padres? ¿Serían agradables?
¿Tendríamos una buena relación? Cientos de preguntas me acosaban, pero no encontraba ninguna respuesta.
Justin volvió a llamar a su tía. Una mujer atractiva, con una cálida sonrisa, salió de uno de los cuartos para recibirnos.
— ¿Justin, cómo es que has vuelto tan pronto? —preguntó.
—Me encontré con una situación, eh… inesperada —respondió, acercándosele. Se volvió hacia mí. —Siéntate aquí, _______. Iré un momento a la cocina a charlar con tía Rose. —
Me dirigió una sonrisa serena aunque su tía me miraba con desconcierto.
Todavía me latía la cabeza, pero estaba demasiado inquieta como para quedarme sentada sin hacer nada. Sobre la repisa de la chimenea había un espejo grande, con un marco antiguo. Observé mi imagen por primera vez desde que me había golpeado la cabeza. Mi rostro me resultó vagamente familiar, aunque me llevé una grata sorpresa al descubrir una piel tersa, labios rojos y carnosos y ojos grandes.
— ¿Quién eres tú, _______ Pendleton? —me pregunté en voz alta. Con desesperación traté de recordar mi pasado, pero sin éxito. En ese momento toda mi vida era aquel presente:
Justin, el living de su casa y su tía Rose.
Casi me eché a reír al pensar en Justin. Cuando desperté en el piso de la estación de tren, me sentí como la Bella Durmiente en versión moderna. Los ojos castaños e intensos de
Justin y su sonrisa cálida eran tan impresionantes que todos los demás que me rodeaban se convirtieron en un manchón impreciso. Todo mi ser se había concentrado en el hermoso
Justin. Y ahora estaba en su casa, un verdadero paraíso en comparación con el mundo de desconocidos que me esperaba fuera.
A la izquierda del espejo había una fotografía de un niño pequeño. De inmediato me di cuenta de que era una versión más joven de Justin; su sonrisa de entonces era tan única como la de ahora. En esa fotografía estaba parado entre un hombre y una mujer, jóvenes ambos (sus padres, supuse), en la acera. Noté que los ojos de Justin niño eran confiados, francos. En cambio, ahora eran intensos y cautelosos en ocasiones. ¿Por qué?
Me aparté de la fotografía cuando oí pasos que se acercaban.
________
Nada del barrio de Brooklyn, donde vivía Justin, me resultaba familiar. Caminamos calle tras calle, pasando frente a casas altas, con fachadas de marrón rojizo, pero ninguna despertó recuerdos en mí. Cuando por fin él se detuvo frente a la suya, me quedé en la acera, observando. Me había contado que nuestro noviazgo había comenzado cinco meses atrás, de modo que esperé que esa casa evocara imágenes de nuestro pasado juntos.
—Qué extraño —dije con lentitud—. Seguramente debo de haber visitado tu casa docenas de veces, pero tengo la sensación de que jamás la he visto antes.
Justin introdujo ambas manos en los bolsillos traseros de su jean y comenzó a balancearse sobre un pie y el otro.
—Sí, a veces la mente nos juega malas pasadas —respondió. Subió con agilidad las escaleras del frente y extrajo un llavero del bolsillo.
—Tía Rose, he llegado —gritó Justin cuando entramos al vestíbulo.
Siguió caminando por la casa, pero yo me quedé atrás, me sentía muy cohibida. Estaba a punto de encontrarme con otra persona de quien sin duda, tampoco recordaría nada, y no sabía cómo comportarme ni qué decir. Empecé a temblar. Los acontecimientos de la última hora y media comenzaban a surtir efecto. Sabía que por fuera estaba muy serena, pero por dentro sentía pánico.
¿Y si nunca recuperaba la memoria? ¿Todos aquellos a quienes viera me resultarían extraños eternamente? Lo cierto era que había sentido una conexión inmediata con
Justin… pero eso era diferente. Él era mi novio. ¿Y mis padres? ¿Serían agradables?
¿Tendríamos una buena relación? Cientos de preguntas me acosaban, pero no encontraba ninguna respuesta.
Justin volvió a llamar a su tía. Una mujer atractiva, con una cálida sonrisa, salió de uno de los cuartos para recibirnos.
— ¿Justin, cómo es que has vuelto tan pronto? —preguntó.
—Me encontré con una situación, eh… inesperada —respondió, acercándosele. Se volvió hacia mí. —Siéntate aquí, _______. Iré un momento a la cocina a charlar con tía Rose. —
Me dirigió una sonrisa serena aunque su tía me miraba con desconcierto.
Todavía me latía la cabeza, pero estaba demasiado inquieta como para quedarme sentada sin hacer nada. Sobre la repisa de la chimenea había un espejo grande, con un marco antiguo. Observé mi imagen por primera vez desde que me había golpeado la cabeza. Mi rostro me resultó vagamente familiar, aunque me llevé una grata sorpresa al descubrir una piel tersa, labios rojos y carnosos y ojos grandes.
— ¿Quién eres tú, _______ Pendleton? —me pregunté en voz alta. Con desesperación traté de recordar mi pasado, pero sin éxito. En ese momento toda mi vida era aquel presente:
Justin, el living de su casa y su tía Rose.
Casi me eché a reír al pensar en Justin. Cuando desperté en el piso de la estación de tren, me sentí como la Bella Durmiente en versión moderna. Los ojos castaños e intensos de
Justin y su sonrisa cálida eran tan impresionantes que todos los demás que me rodeaban se convirtieron en un manchón impreciso. Todo mi ser se había concentrado en el hermoso
Justin. Y ahora estaba en su casa, un verdadero paraíso en comparación con el mundo de desconocidos que me esperaba fuera.
A la izquierda del espejo había una fotografía de un niño pequeño. De inmediato me di cuenta de que era una versión más joven de Justin; su sonrisa de entonces era tan única como la de ahora. En esa fotografía estaba parado entre un hombre y una mujer, jóvenes ambos (sus padres, supuse), en la acera. Noté que los ojos de Justin niño eran confiados, francos. En cambio, ahora eran intensos y cautelosos en ocasiones. ¿Por qué?
Me aparté de la fotografía cuando oí pasos que se acercaban.
Cony.sweet
Re: Novia De Un Extraño [Justin Y Tu]
Capítulo 10 (4/4)
__________
—Hola otra vez —saludé, sonriendo a Rose con timidez. Me decepcionaba no recordar a esa mujer en absoluto, pero me cayó bien desde el primer momento.
—Hola, _______ —me dijo, mientras me tendía la mano para que se la estrechara—. Soy
Rose Bieber, la tía de Justin. —Se dirigió hacia un sillón largo, en apariencia muy cómodo, y me hizo un ademán como para que me sentara a su lado.
—Lamento no recordarla —le dije mientras me sentaba.
Y era cierto. Sus ojos me parecieron atentos e inteligentes. Deseé que cuando viera a mi madre, es decir, cuando nos reencontrásemos, ella tuviera esa misma mirada.
Arqueó una ceja en dirección a Justin.
—No te preocupes —me tranquilizó—. No esperaba que mi rostro causara gran sensación en tu mente. —Me tomó una mano entre las suyas y la palmeó con suavidad. —Bien, soy enfermera matriculada y me gustaría examinar el golpe del que tanto me ha hablado
Justin. ¿De acuerdo?
Asentí en silencio. Me tomó la cabeza entre las dos manos, grandes y fuertes. Mientras tocaba y tanteaba, Justin regresó a la cocina. Cerré los ojos, deseando que mi cerebro cooperase con el resto de mí ser.
—Bueno, supongo que sobrevivirás —declaró Rose—. Y recuperarás tu memoria.
También. Las lesiones en la cabeza a menudo producen traumas que bloquean la memoria a corto o a largo plazo. Tu problema es el largo plazo.
— ¿Significa que estaré en blanco durante mucho tiempo? —pregunté ansiosa. Me imaginé a los sesenta años, haciendo mi vida tranquilamente hasta que de pronto recordaba que había sido una asesina a sueldo o que tal vez había dejado alguna hornalla encendida en algún lado.
Rose me palmeó la mano.
—No. Significa que no puedes recordar qué sucedió antes del incidente. Si tu pérdida de memoria hubiera sido de corto plazo, no recordarías lo que sucedió hace cinco minutos. Por ejemplo, podrías preguntar: ¿Cómo está el tiempo afuera? Yo te respondería y poco después podrías hacer la misma pregunta. Y así sucesivamente.
Asentí con la cabeza, mucho más tranquila.
— ¿Quiere decir que estoy bien?
—No me caben dudas. Pero será mejor que te llevemos a un médico.
Justin regresó al living; al parecer estaba tan aliviado como yo al saber que los daños no eran serios.
—Quise comunicarme con tu padre —dijo, sentándose junto a mí—. Pero me han informado que salió de la cuidad. Cuando expliqué tu situación a la mujer que me atendió, me aseguró que trataría de localizarlo.
Me llamó la atención que Justin no estuviera al tanto de que mi padre no se hallaba en
Nueva York. ¿Por lo general los novios no se enteran enseguida de esas cosas? ¿Y dónde estaría mi padre? ¿Quién sería él? Una vez más, esa sarta de preguntas sin respuesta me atormentaba sin piedad.
— ¿Y mi madre? —quise saber. Era la pregunta más intrigante de todas las que me angustiaban.
Durante varios minutos Justin guardó silencio. Frunció el entrecejo y una expresión de tristeza le ensombreció el rostro. Miró a su tía y Rose asintió con firmeza.
—No sé cómo decirte esto, _______…
Su voz se apagó y el pánico se apoderó de mí. Antes de que abriera la boca, con profundo dolor, supe con exactitud qué me diría.
—Ella falleció hace cinco años, _______… igual que mis padres.
—Está muerta. —Me obligué a pronunciar las palabras en voz alta.
Sentí un vacío en el estómago que llegó dolorosamente hasta mi corazón. Los rítmicos latidos de mi cabeza se convirtieron en un horrendo clamor; aquel living, Justin y Rose dieron la impresión de desintegrarse frente a mí.
“Mi madre está muerta… y yo no puedo recordar nada de ella.”
— ¿Cómo murió? —pregunté con voz entrecortada. La idea de ignorar la causa de su fallecimiento me pareció tan irreal que estuve a punto de desmayarme.
—Padecía de cáncer de mama, _______ —respondió consternado. Me tomó la mano.
Recordé el pánico que sentí cuando Justin me propuso ir al hospital. ¿Acaso sería ésa la razón por la cual me había negado con tanto énfasis a caminar por esos corredores largos y estériles? ¿Habría pasado largas horas en un hospital, viendo cómo se apagaba la vida de mi madre día tras día?
hasta aquí el maratón!!
Hope You Like It!!
__________
—Hola otra vez —saludé, sonriendo a Rose con timidez. Me decepcionaba no recordar a esa mujer en absoluto, pero me cayó bien desde el primer momento.
—Hola, _______ —me dijo, mientras me tendía la mano para que se la estrechara—. Soy
Rose Bieber, la tía de Justin. —Se dirigió hacia un sillón largo, en apariencia muy cómodo, y me hizo un ademán como para que me sentara a su lado.
—Lamento no recordarla —le dije mientras me sentaba.
Y era cierto. Sus ojos me parecieron atentos e inteligentes. Deseé que cuando viera a mi madre, es decir, cuando nos reencontrásemos, ella tuviera esa misma mirada.
Arqueó una ceja en dirección a Justin.
—No te preocupes —me tranquilizó—. No esperaba que mi rostro causara gran sensación en tu mente. —Me tomó una mano entre las suyas y la palmeó con suavidad. —Bien, soy enfermera matriculada y me gustaría examinar el golpe del que tanto me ha hablado
Justin. ¿De acuerdo?
Asentí en silencio. Me tomó la cabeza entre las dos manos, grandes y fuertes. Mientras tocaba y tanteaba, Justin regresó a la cocina. Cerré los ojos, deseando que mi cerebro cooperase con el resto de mí ser.
—Bueno, supongo que sobrevivirás —declaró Rose—. Y recuperarás tu memoria.
También. Las lesiones en la cabeza a menudo producen traumas que bloquean la memoria a corto o a largo plazo. Tu problema es el largo plazo.
— ¿Significa que estaré en blanco durante mucho tiempo? —pregunté ansiosa. Me imaginé a los sesenta años, haciendo mi vida tranquilamente hasta que de pronto recordaba que había sido una asesina a sueldo o que tal vez había dejado alguna hornalla encendida en algún lado.
Rose me palmeó la mano.
—No. Significa que no puedes recordar qué sucedió antes del incidente. Si tu pérdida de memoria hubiera sido de corto plazo, no recordarías lo que sucedió hace cinco minutos. Por ejemplo, podrías preguntar: ¿Cómo está el tiempo afuera? Yo te respondería y poco después podrías hacer la misma pregunta. Y así sucesivamente.
Asentí con la cabeza, mucho más tranquila.
— ¿Quiere decir que estoy bien?
—No me caben dudas. Pero será mejor que te llevemos a un médico.
Justin regresó al living; al parecer estaba tan aliviado como yo al saber que los daños no eran serios.
—Quise comunicarme con tu padre —dijo, sentándose junto a mí—. Pero me han informado que salió de la cuidad. Cuando expliqué tu situación a la mujer que me atendió, me aseguró que trataría de localizarlo.
Me llamó la atención que Justin no estuviera al tanto de que mi padre no se hallaba en
Nueva York. ¿Por lo general los novios no se enteran enseguida de esas cosas? ¿Y dónde estaría mi padre? ¿Quién sería él? Una vez más, esa sarta de preguntas sin respuesta me atormentaba sin piedad.
— ¿Y mi madre? —quise saber. Era la pregunta más intrigante de todas las que me angustiaban.
Durante varios minutos Justin guardó silencio. Frunció el entrecejo y una expresión de tristeza le ensombreció el rostro. Miró a su tía y Rose asintió con firmeza.
—No sé cómo decirte esto, _______…
Su voz se apagó y el pánico se apoderó de mí. Antes de que abriera la boca, con profundo dolor, supe con exactitud qué me diría.
—Ella falleció hace cinco años, _______… igual que mis padres.
—Está muerta. —Me obligué a pronunciar las palabras en voz alta.
Sentí un vacío en el estómago que llegó dolorosamente hasta mi corazón. Los rítmicos latidos de mi cabeza se convirtieron en un horrendo clamor; aquel living, Justin y Rose dieron la impresión de desintegrarse frente a mí.
“Mi madre está muerta… y yo no puedo recordar nada de ella.”
— ¿Cómo murió? —pregunté con voz entrecortada. La idea de ignorar la causa de su fallecimiento me pareció tan irreal que estuve a punto de desmayarme.
—Padecía de cáncer de mama, _______ —respondió consternado. Me tomó la mano.
Recordé el pánico que sentí cuando Justin me propuso ir al hospital. ¿Acaso sería ésa la razón por la cual me había negado con tanto énfasis a caminar por esos corredores largos y estériles? ¿Habría pasado largas horas en un hospital, viendo cómo se apagaba la vida de mi madre día tras día?
hasta aquí el maratón!!
Hope You Like It!!
Cony.sweet
Re: Novia De Un Extraño [Justin Y Tu]
Oh mi dios el maratón estuvo tan ajgahgahjgajhga me enfadé cuando justin dijo que se vengaría de _______, o sea la pobre no sabe nada de nada y el se aprovecha!!
mas le vale que trate bien a _______ si no yo misma voy y le pego LOL
mas le vale que trate bien a _______ si no yo misma voy y le pego LOL
VaneBieber
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