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Novia De Un Extraño [Justin Y Tu]

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Novia De Un Extraño [Justin Y Tu] Empty Novia De Un Extraño [Justin Y Tu]

Mensaje por Cony.sweet Jue 24 Ene 2013, 7:39 am

Nombre: Novia De Un Extraño
Autor: Cony.sweet
Adaptación: Si, Libro.
Género: Drama, Romance, Misterio
Advertencias: Ninguna
Otras páginas: No


Novia De Un Extraño


“Justin y yo siempre hemos estado juntos. Al menos, es lo que él dice”

_______ Pendleton no sabe por qué se ha enamorado de su novio, Justin Bieber. ¿Habrá sido su sonrisa sexy o su estilo romántico?
En realidad, últimamente ______ está muy confundida. Todos sus recuerdos, sentimiento y sueños se esfumaron a partir del golpe que se dio en la estación, el día en que iba a partir hacia un campamento de verano.
A medida que _______ recupera la memoria, descubre que algunas cosas no encajan. ¿Por qué no reaparece el rostro de Justin en sus recuerdos? ¿Por qué se pone tan nervioso cuando ella le pregunta cómo se conocieron?


Última edición por Cony.sweet el Mar 12 Feb 2013, 7:22 pm, editado 2 veces
Cony.sweet
Cony.sweet


https://facebook.com/conny.osito

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Novia De Un Extraño [Justin Y Tu] Empty Re: Novia De Un Extraño [Justin Y Tu]

Mensaje por raquellovehollywood Jue 24 Ene 2013, 10:14 am

siguela me encanta bueno quiero que la empieces tiene que estar chula y lee hollywood,tenemos un problema
raquellovehollywood
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Novia De Un Extraño [Justin Y Tu] Empty Re: Novia De Un Extraño [Justin Y Tu]

Mensaje por merybibs Jue 24 Ene 2013, 10:50 am

siguela me encanta plisssssssssssssssssssssssssssssssssssssss¡¡¡¡¡¡¡¡
merybibs
merybibs


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Novia De Un Extraño [Justin Y Tu] Empty Re: Novia De Un Extraño [Justin Y Tu]

Mensaje por Cony.sweet Jue 24 Ene 2013, 12:34 pm

Capítulo 1 [dedicado a mis dos primeras lectoras, mery y Raquel!]

_________

Nunca olvidaré la noche que conocí a Justin Bieber… y tampoco a él. Por fin la primavera había borrado el aburrido gris de las grises calles neoyorkinas para convertirlas en una policromía de árboles y capullos listos para florecer. Por lo menos en mi barrio había árboles. Gran parte de Manhattan todavía cargaba sobre sus espaldas ese gris plomizo, sucio y totalmente deprimente. Pero ninguna de esas tristes imágenes abrumaba mis pensamientos mientras me pasaba por la cabeza el nuevo vestido blanco que me había comprado. Ya me había puesto las sandalias blancas y el collar de perlas que heredé de mi madre cuando murió, hacía cinco años.
Eché un vistazo al reloj digital ubicado junto a mi cama de dosel; ya estaba casi lista para el baile de promoción, ¡y con diez minutos de adelanto!
“No está nada mal”, me felicité en silencio.
Luke siempre protestaba cuando se veía obligado a esperarme sentado en el desván del
penthouse de Upper East Side, charlando tonterías con mi padre para matar el tiempo.
A él tampoco le agradaban demasiado esas conversaciones, pero es un secreto que jamás confesé a Luke. Mi novio se consideraba el candidato ideal paro los padres ricos y bien trajeados.
Sonreí con una descarada satisfacción cuando completé mi propia imagen en el espejo colgado justo frente a mi cama. El blanco inmaculado de mi vestido de marca destacaba mi piel suave y bronceada a la perfección. Mi negra cabellera ondulaba libremente sobre los hombros, enmarcándome el rostro con rizos no muy pronunciados. Sólo debía aplicar un poco de rímel —también costoso y de buena marca— sobre las pestañas para acentuar la expresión de mis ojos color chocolate. Era hermosa, y lo sabía. ¿Cuántas chicas de dieciséis años tendrían la valentía y la seguridad para realizar semejante aseveración de sí mismas, aunque fuera cierta?
Pero cuando me dirigí al otro lado de mi cuarto para mirar Central Park desde la ventana, experimenté una horrenda sensación de soledad que de repente se apoderó de mí. Afuera, la represa del parque brillaba como un manto de seda negra bajo el estrellado cielo nocturno.
Pero en el santuario de mi habitación (a la que solía llamar mi “tocador” cuando estaba de un humor muy chic) eché de menos a mi madre como si hubiera muerto apenas días atrás.
De pie sobre mi alfombra azul celeste, recreé en mi mente la imagen de mi madre antes de su cáncer de mama: estaba riendo con su tez del mismo tono que la mía, fresca y juvenil, sin arrugas, mientras trataba de recoger mis rizos rebeldes con una cinta. Yo tenía diez años entonces y mi madre tuvo que luchar bastante contra mi indisciplinado cabello antes de que yo estuviera lista para disfrutar del primer baile de chicos y chicas de la escuela.
Aparté de mi mente la autocompasión, como quien esconde debajo de la alfombra de la basura que barre del piso. Era una persona muy realista como para perder el tiempo en devaneos sobre recuerdos lejanos e imposibles. Yo era _______ Pendleton la extraordinaria hija de Lincoln Pendleton, y nunca permitiría que los demás supieran de mis puntos débiles. Y mucho menos mi padre, que sin duda estaría esperándome para tomar la tradicional fotografía de su única hija yendo al baile de promoción.
Jamás desperdiciaba la oportunidad de tomarme una foto; empapelar nuestro apartamento con retratos míos convenía a su imagen de su estupendo filántropo internacional.
Después de todo, ¿cómo se puede confiar en la generosidad de un hombre que no se ocupa de su propia hija? Sólo yo sabía que mi padre siempre estaba demasiado atareado atendiendo sus negociosos como abogado en materia civil como para invertir parte de su tiempo en mí o compartir conmigo momentos “de buena calidad”. Pero me había propuesto guardar el secreto bajo siete llaves. Como ya he dicho, no tenía por costumbre lamentarme por cosas imposibles.
Cuando entré en el santuario del desván de mi padre, levantó ligeramente la cabeza de la alta pila de papeles que tenía frente a sí, sobre el escritorio. Los anteojos de lectura hacían equilibrio sobre su nariz y los pronunciados surcos de su frente lo avejentaban más de la cuenta. Parecía tener mucho más que cuarenta y un años.
—Estás preciosa —dijo, aunque su elogio parecía alarmarlo.
—Gracias, papá —respondí, y di una vuelta para que pudiera contemplarme.
Estaba de pie y vi algo brillante en su mirada, sospechosamente parecido a una lágrima.
—Estás idéntica a tu madre. Eres el calco de Lindsay.
El elogio me envolvió como una nube de algodón. Nunca me había dicho nada igual, de modo que guardé sus palabras para poder pensar en ellas después. Por un instante, mi padre estaba tal como antes de que mi madre se enfermara. Pero casi de inmediato el hombre cariñoso y despreocupado desapareció, para que de nuevo ocupara su lugar el severo robot adicto al trabajo en el cual se había convertido. Carraspeé nerviosa, un poco sensible por la emoción que me había demostrado, al menos por unos breves segundos.
—Espero que a Luke le agrade —comenté mientras extraía un tubo de lápiz labial de mi bolso plateado.
Mi padre me revoleó los ojos.
—Luke —repitió con su desdén habitual.
—Papá, por favor, no empieces a criticarlo. Va a llegar de un momento a otro.
Mi padre se sentó en su escritorio
—Simplemente, no comprendo por qué te empecinas en salir con un mocoso malcriado, farsante y esnob —dijo por décima vez como mínimo en cinco meses.
—Eso se llama estar enamorada —respondí. Un sentimiento de ira me quemó la boca del estómago. Mi padre siempre estaba demasiado ocupado como para dedicarme su tiempo, pero tenía el coraje de insultar al chico que adoraba pasar cada minuto de su vida a mi lado.
—Eso se llama estupidez. —Mi padre era siempre muy directo, y esa noche no fue la excepción.
Estuve a punto de recitar el millón de cualidades maravillosas que caracterizaban a
Luke, cuando sonó el timbre.
—Ahí está —dije de inmediato—. Sé amable.
Con su esmoquin negro, Luke Gallagher lucía mucho más increíble que de costumbre.
Se había cortado la negra cabellera casi al ras, y por su perfume era obvio que acababa de bañarse en una costosa colonia para hombres. Sus ojos azabaches recorrieron todo mi cuerpo y finalmente se posaron sobre mis labios. Cuando me besó, una cálida sensación de seguridad recorrió todo mi cuerpo. Luke era tan buen mozo como una estrella de cine y tenía una jugosa fortuna… mejor dicho, el que la tenía era su padre.
—Hola, hermosa —dijo Luke cuando me soltó—. ¿Lista para llamar la atención de todos en ese baile de parásitos?
—Ten cuidado con lo que dices sobre el baile de promoción. No olvides que pertenezco a la comisión de decoración. Hemos gastado una fortuna para que esta noche sea realmente especial.
Luke se mofó, si es posible que un chico de dieciséis sepa mofarse como Dios manda.
—Vamos, ________. ¿Cómo puedes pretender hacer una velada especial de un baile que estará plagado de esos sucios y perdedores habitantes de Brooklyn? Lo único que espero es no ser presa fácil de ningún carterista.
Por un momento me quedé muda. Coincidía con Luke respecto a los chicos de
Brooklyn. ¿Qué podían tener en común con nosotros? Ése había sido mi argumento cuando el director Hager sugirió que unificáramos nuestro baile de promoción con otras escuelas
—menos elitistas, claro—, porque nuestra clase era muy poco numerosa. A Hager no le agradó en lo más mínimo mi comentario, y desde entonces no me quedó otra alternativa que cerrar el pico. Sin embargo, en ese momento mi desdén recobraba fuerzas, de sólo pensar que tendría que soportar a un grupo de extraños que tratarían de acosarnos en la pista de baile.
De pronto advertí la presencia de mi padre, que estaba de pie junto a la puerta.
—Con esa actitud, tendrás suerte si no te rompen la nariz de un puñetazo —comentó cortante, mirando fijo a Luke.
En ese momento sentí pena por mi novio. Sabía que mi padre tenía un arte muy especial para hacer que la gente se sintiera como una goma de mascar pegada a la suela de un zapato
—Buenas noches, señor Pendleton, Claro… usted tiene razón, señor. Sólo estaba bromeando… —Su voz se quebró ligeramente.
Me volví hacia mi padre.
—Sucede que Luke no desea compartirme. Eso es todo, papá.
Mi padre arqueó las cejas.
—Bien, sí estos invitados al baile de promoción de la alta sociedad pueden disponer de un par de minutos, me gustaría tomarles algunas fotografías.
Nos condujo hacía el desván, donde me tomó unas diez fotografías a mí sola y sólo una con
Luke. Cuando por fin terminamos la sesión, advertí que unas gotas de sudor humedecían las sienes de mi novio. Me habría echado a reír a carcajadas, pero bastó mirarlo una sola vez para darme cuenta de que no le habría causado ninguna gracia su propia incomodidad.
—Vuelve a casa a las doce y media —ordenó mi padre mientras Luke me ayudaba a ponerme la chaqueta de seda celeste que combinaba perfectamente con el vestido.
— ¡Papá! —protesté.
—A la una —corrigió.
— ¡Todos volverán a las tres! —exclamé.
Se encogió de brazos y regresó al desván.
—Te espero a la una —repitió.
Luke se me acercó.
—Trataremos de cumplir el horario de regreso —murmuró a mi oído—. Aunque a veces suelen suceder cosas terribles cuando uno vuelve de un baile de promoción…
Sentí un escalofrío en la espalda. Luke Gallagher no estaba acostumbrado a cumplir órdenes. ¿Acaso esa noche sería la excepción?
La música estallaba en los enormes altoparlantes cuando Luke y yo ingresamos en el
Eden Club. Cuando cruzamos el umbral del gigantesco salón donde tenía lugar el baile de promoción, me quedé tiesa a mitad de camino. Aunque ya había estado allí más temprano, supervisando las decoraciones, me impresionó la magia del club, ahora que estaba lleno de gente, música y luces parpadeantes.
En el techo habían colgado docenas de lamparitas con pantallas de papel en rosa y blanco.
Las mesas estaban dispuestas a un costado del salón, con manteles rosados. Cada silla llevaba un moño rosado también, y en todo el ambiente se habían colocado estratégicamente maceteros con flores. Sin pensarlo siquiera, comencé a mover los pies de un lado al otro. Me encaminé hacia la pista de baile, pero Luke me detuvo.
—Bebamos un poco de ponche primero, querida —me dijo con voz autoritaria—. Quiero inspeccionar a toda esta gente.
Antes de que yo pudiera responder, Luke desapareció entre la multitud y yo me quedé allí de pie, sola. Escruté la pista de baile, tratando de localizar a alguno de mis amigos, pero eran todas caras extrañas. Según parecía, estaban divirtiéndose a lo grande y nadie tuvo el buen gusto de darse cuenta de que había una belleza sola. Una vez más me sentí irritada por tener que compartir nuestra noche con chicos que no tenían nada en común con nosotros.
— ¿Es el hombre más hermoso que has conocido, o qué? —me preguntó mi mejor amiga,
Caitlin Washington, que acababa de acercarse.
—Sí, pero olvida todas tus ideas —le respondí, sonriéndole. Con un vestido amarillo de falda corta y zapatos con plataforma, Caitlin estaba tan moderna como yo clásicamente elegante. Se la veía maravillosa.
Caitlin abrió mucho los ojos.
—No me dirás que hay problemas en el Jardín del Edén, ¿verdad? ¿Acaso Luke no es el
Adán ideal para esta Eva?
Fruncí el entrecejo. Supuse que hablaba de Luke cuando se refirió al hombre más hermoso que había conocido, pero en ese momento me di cuenta de que estaba mirando a un chico que se encontraba a escasos cinco metros de distancia. Era alto, aunque no tanto como Luke, de cabello dorado que le llegaba apenas a la nuca, y tez mate muy tersa. A pesar de su porte arrogante, observé que no tenía ni punto de comparación con mi novio.
—Pensé que hablábamos de Luke —le dije abruptamente a Caitlin—. Él sí que es mucho más hermoso que el Señor Hielo que está parado allí.
—Vaya, querida, qué humos —comentó Caitlin—. Nadie ha rebatido el hecho de que Luke
Gallagher es el mejor partido de Manhattan. Pero es tuyo. Danos al resto de las chicas una oportunidad de disfrutar del romance.
De reojo, volví a echar un vistazo al galán. El esmoquin negro le quedaba bien; el moño y la faja roja que había elegido como complementos hacían un buen contraste con la camisa blanca. Sin embargo, no podía asegurar que el esmoquin no fuera alquilado… a diferencia de Luke, que mandaba a hacer de medida toda su ropa de etiqueta. De pronto se volvió y me miró a los ojos. Sonrió vagamente y me hizo un guiño. Sentí que la sangre acudía a mi rostro.
—Quédate con los chicos de tu círculo —aconsejé a Caitlin—. Lo único que puede traerte ese estúpido son problemas. Seguramente ni siquiera tendrá el dinero suficiente para pagar el taxi de regreso a su casa.
Sabía que a mi padre se le habrían puesto los pelos de punta si me hubiera oído hablar de ese modo, pero en aquel momento me importaba muy poco. Me sentía dueña de la verdad.
Caitlin resopló.
—Discúlpeme, señorita Pendleton, si soy incapaz de juzgar a un hombre por el tamaño de su Tarjeta Dorada. Supongo que formo parte de ese grupo de gente estúpida que todavía cree en cosas como la personalidad, la inteligencia y el ingenio. —Echó otro vistazo al
Señor Hielo. —Sin mencionar el eterno amor a primera vista.
Estuve a punto de decirle que para mí Luke representaba más, mucho más que el límite de una tarjeta de crédito, cuando el hombre en cuestión comenzó a acercarse a nosotras.
Caitlin hizo una de sus típicas sonrisas “cazabobos” y lo miró, radiante. Yo revoleé los ojos y suspiré exasperada.
— ¿Me harías el honor? —oí que decía una voz ronca detrás de mí. Volví la cabeza para poder ver cómo Caitlin se ponía en ridículo frente a alguien a quien jamás había visto es su vida.
Pero cuando lo miré a él y luego a Caitlin, me di cuenta de que no está hablándole a ella. Se dirigía a mí.
— ¿Cómo? —dije, con la esperanza de que mi voz sonara lo más indignada posible.
—Justin Bieber, para servirte —respondió. Tenía una amplia sonrisa a flor de labios, casi burlona, y sus ojos parecían emitir haces de luz. Enseguida advertí que su esmoquin estaba arrugado y que de su moño ya no quedaba ni el recuerdo.
Afortunadamente, vi que en ese momento Luke se me acercaba con dos vasos de ponche en las manos.
—Disculpa, pero a mi novio no le agradaría verte tratando de conquistarme —respondí, deseando que se marchara de una vez. Caitlin nos observaba con una mezcla de decepción y diversión.
Por una décima de segundo, Justin Bieber pareció sorprendido. Luego volvió a guiñarme el ojo.
—Claro, los hombres inseguros siempre son demasiado posesivos —contestó, y se alejó en el momento justo en que Luke llegaba con mi ponche.
— ¿Quién era? —preguntó Luke, ignorando por completo a Caitlin, pues la creía demasiado extravagante y siempre se las ingeniaba para mostrarse grosero con ella.
—Un total desconocido —respondí—. Un Don Nadie.
Una hora después cerré los ojos, en los brazos de Luke. La banda tocaba un tema lento de Bob Marley, y por fin yo había logrado arrastrar a mi novio hasta la pista de baile. Hasta el momento había pasado todo el tiempo con sus compañeros de clase; su objetivo era llegar a presidente del consejo estudiantil cuando llegáramos al último año de la secundaria, de modo que constantemente se lo pasaba haciendo promesas con tal de conseguir votos.
Aun así, en ese momento yo había conseguido acaparar su atención.
Me estrechó contra su cuerpo y me acarició la espalda. Ladeó la cabeza para besarme el cuello, y sentí que se me erizaba la piel.
— ¿Ves? De esto se trata realmente el baile de promoción —murmuré, llena de dicha.
Luke asintió.
—Y de esto… —agregó. Me besó en la boca, allí, en medio de la pista. Traté de disfrutar del sabor aquellos labios carnosos, pero estaba demasiado consciente de que todas las miradas curiosas que nos rodeaban se habían posado sobre nosotros.
Después de unos momentos me aparté de él.
—Aquí no —le dije—. Todos nos miran.
— ¿Y a quién le importa? —preguntó, se me acercó otra vez para besarme.
Retrocedí un paso y le puse una mano sobre el pecho.
—A mí.
Por un momento pareció enojado, y luego su rostro volvió a convertirse en una máscara.
—Tienes razón —admitió—. Además, acabo de ver por allí algunas personas con las que me gustaría conversar. No te importa, ¿verdad, querida?
—La verdad, yo…
Sin escuchar mi repuesta, Luke comenzó a alejarse. ¡No podía creerlo! Me había dejado plantada en el medio de la pista. Una ira incontrolable se apoderó de mí y hasta me robó la cordura.
Fue en ese momento cuando vi a Justin Bieber, que estaba de pie, solo, al borde de la pista de baile. Sin detenerme a pensar, me lancé a la carga.
—Bailemos —le dije, y lo tomé de la mano.
—Pensé que nunca me lo pedirías —respondió, mientras me tomaba entre sus brazos y me llevaba hasta el centro de la pista.
Por primera vez miré a Justin Bieber directamente a los ojos. Al instante supe que había estado observando mi escena con Luke. Había sido testigo de mi plantón frente a todos y seguro que había disfrutado cada momento del espectáculo.
—Te odio —le dije cuando, como un experto bailarín, me dejó suspendida en el aire, casi en posición horizontal, muy cerca del piso.
Cuando volvió a enderezarme, estaba riéndose.
—Bueno, es un comienzo —comentó. Y repitió el movimiento.
Cony.sweet
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Novia De Un Extraño [Justin Y Tu] Empty Re: Novia De Un Extraño [Justin Y Tu]

Mensaje por VaneBieber Sáb 26 Ene 2013, 9:03 am

new reader aquí!
soy vanessa!
OMB! está genial! siguela!!!!!!
Porfaaaaaaaaaaaaaaaa!

VaneBieber
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Novia De Un Extraño [Justin Y Tu] Empty Re: Novia De Un Extraño [Justin Y Tu]

Mensaje por Cony.sweet Sáb 26 Ene 2013, 9:34 pm

Capítulo 2 [dedicado a Vanessa]
Justin

Todavía no sabía siquiera cómo se llamaba. Y me convencí de que tampoco quería averiguarlo. La hermosa chica a la que había estrechado con tanta fuerza entre mis brazos era un sinónimo de malas noticias; MALAS con mayúscula.
Mientras bailábamos, volví a recostarla en el aire, disfruté de la fortaleza de mis brazos y del modo en que sus rizos apenas rozaban el piso antes que la enderezara nuevamente. Noté que estaba asombrada por mis habilidades de bailarín (al mejor estilo de salón de baile, nada menos), elevé una oración de agradecimiento a mi tía Rose, por las clases de danza que me había obligado a tomar en el living de su casa durante los últimos cinco años.
— ¿Cómo te llamas? —le pregunté, dando vía libre a mi curiosidad.
—No necesitas esa información —respondió ella, mirándome por encima del hombro.
No estaba acostumbrado a que las chicas me trataran en forma tan despectiva, pero de todas maneras pude mantenerme muy sereno y controlado cuando volví a dirigirle la palabra.
—Tu novio está parado al lado del salón —le dije, convencido de que ella lo buscaba con la mirada—. ¿Te parece qué vayamos a bailar cerca de donde él está, para que pueda vernos?
Me miró con los ojos entrecerrados.
—Para que te des por enterado, sé muy bien dónde está Luke… y qué está haciendo.
Simplemente eché un vistazo alrededor, a ver si conseguía un compañero más atractivo.
Una vez más logró hacerme sentir insignificante. ¿Qué problema tendría esa muchacha?
Sabía que tendría que haberla dejado plantada en medio de la pista, tal como había hecho su novio, pero su proximidad me producía una sensación tan agradable que no resistía la idea de alejarme de ella.
—Este tipo no es para ti —Espeté de pronto, sin desearlo.
Ella dejó de bailar en el acto, y entonces supe que había puesto el dedo en la llaga.
“Buen trabajo, Bieber —Me dije—. Esta princesa se ha hecho a tu medida”
—Y supongo que debo deducir que tú eres el hombre de mis sueños. —replicó con sarcasmo.
Me reí.
—No lo pienses. En lo que a mí concierne, representas una pesadilla.
Se quedó pensativa unos segundos, como imaginando todas las cosas terribles que podría hacerme.
—Bien, creo que adivino en quién pensarás esta noche cuando te vayas a dormir —dijo por fin.
No me dio oportunidad de hacer otro comentario sagaz. Con la misma espontaneidad con que me había tomado de la mano y obligado a bailar con ella, la Reina del Hielo desapareció. Observé cómo se alejaba aquel bonito vestido blanco entre los cuerpos apretados de la pista, mientras me preguntaba cómo habría respondido a su última contestación.
Me quedé allí parado, boquiabierto, con la amarga sensación de que tenía razón, esa noche, cuando me acostara, seguramente pensaría en ella. Me gustara o no.
Encontré a mi mejor amigo, Ryan Butler, repantingado en una silla, en un rincón del
Edén Club. Su larga cabellera era un desorden total y tenía el rostro bañado en sudor.
Parecía haber terminado un triatlón. Su versión muy personalizada de un traje de etiqueta, compuesto por pantalones de segunda y un estrafalario chaleco pasado de moda, estaba ligeramente arrugado. Cuando notó que me acercaba a él, bebió de un sorbo su vaso de ponche rosado y levantó la mano para chocarme los cinco.
—Haber venido solos a este baile fue la mejor movida que hemos podido hacer. Ya he bailado con una docena de ardientes chicas, como mínimo, y la noche recién empieza.
Me senté en una silla que estaba a su lado, deseando por millonésima vez que mi actitud frente a la vida fuera tan ligera como la de Ryan. Tenía un arte especial para encontrar el modo exacto de divertirse en cualquier situación. Hasta lo había visto besar a una o dos chicas en la iglesia.
—Habla en singular, Ryan. Acaba de dejarme plantado una chica con la que ni siquiera tuve intenciones de relacionarme. Me miraba como si hubiera tenido la palabra “idiota” rasurada en la cara.
— ¿Era la que llevaba el vestidito de Blancanieves?
Asentí casi imperceptiblemente. Mi mal humor se acentuó cuando vi que era evidente que
Ryan había sido testigo de mi humillación.
Mi amigo se rió y me dio un suave puñetazo en el brazo.
—No te preocupes, Biebs. —Se puso de pie y se pasó la mano por el pelo enredado. —
Regresaré en sesenta segundos con una chica fresca, que sepa cómo apreciar a los hombres como nosotros.
Alcé la mano.
—Ni se te ocurra, Ryan. Sólo quiero quedarme sentado aquí, pensando en las ventajas de vivir en un monasterio. —Me quité el moño que llevaba en el cuello y desabroché el primer botón de la camisa de mi esmoquin alquilado. En lo que a mi respectaba, el baile de promoción había terminado.
Debí haber imaginado que Ryan no se daría por vencido con tanta facilidad. Se recostó contra el respaldo de la silla, frente a mí.
— ¿De qué hablas, amigo? ¿Vas a decirme que tú, el hombre que podría tener cualquier chica de Brooklyn, está a punto de abandonar a la mitad de la población sólo por una mocosa que se cree una reina?
—Bueno, debe de haber sido alguien realmente importante, porque se nota que no es una chica cualquiera. A lo mejor es de la alta alcurnia y ésta es su presentación en sociedad.
Seguro que el padre…
—Basta ya, Bieber —Me interrumpió Ryan—. Caso perdido. —Corrió su silla hacia atrás y se ajustó el nudo de la corbata.
—Tienes razón —respondí—. Vayámonos de aquí. —Comencé a ponerme de pie. Ya me sentía mejor. Estaba ansioso por escapar de allí.
—No tan de prisa. —De un empujón, Ryan me sentó de nuevo en la silla—. Sesenta segundos, tómame el tiempo.
Salió corriendo en busca de una chica y yo me repantingué en el asiento, resignándome a mi destino. Si Ryan se proponía levantarle el ánimo a alguien, nadie se lo impediría.
Fin de la discusión.
Tomé un vaso y bebí un sorbo de ponche. La bebida me resultó nauseabunda, tan dulce que me empalagó. Dejé el vaso en la mesa con un violento golpe. Estaba harto de todo. Pero mientras observaba el líquido rosado rebasar el borde del vaso para derramarse sobre el mantel, la ira superó la sensación de bochorno que se apoderaba de mí. Ryan tenía razón.
¿Por qué permitir que la Reina de la Perfección echara a perder mi diversión? Seguramente se pondría feliz si me viera salir cabizbajo y solo del salón de baile. Decidí ir a la pista para demostrarle lo mucho que me estaba divirtiendo.
De pronto se me representó la imagen de la Reina, de pie, sin bailar, insultándose por lo bajo mientras me veía dar vueltas y vueltas con una bella muchacha entre mis brazos. Por primera vez en media hora, logré sonreír.
—Permiso…permiso…Déjenme pasar. —Oí la voz de Ryan que trataba de abrirse paso entre la multitud, para acercarse a nuestra mesa.
Por fin llegó a mi lado y yo levanté la vista para ver a quién me había asignado como compañera. Mi sonrisa se borró por completo cuando vi a la chica de amarillo que había estado antes con la Reina de Hielo.
—Supongo que eres Justin Bieber —dijo la muchacha con una sonrisa.
Hice una pequeña reverencia. Me alegré de que al menos hubiera alguien que todavía conservaba el buen humor.
— ¿Se conocen? —preguntó Ryan, confundido.
—No exactamente—contestó ella, mientras me tendía la mano para que se la estrechara—.
Me llamo Caitlin Washington. —Se volvió hacia Ryan—. Yo estaba con _______ cuando ella rechazó lisa y llanamente su invitación a bailar. —explicó gesticulando en dirección a mí.
________, ________. El nombre hacía eco en mi mente. Yo me había imaginado un nombre más imponente; tal vez Victoria, Eleanor o Margaret. Cualquier otro menos ________.
—De modo que así se llama, ¿eh? —La voz de Ryan interrumpió mis cavilaciones—.
¿________ qué?
—Pendleton —respondió Caitlin. Nos miraba con desconfianza; sospeché que pensaba que
Ryan la había invitado a bailar para que yo pudiera ametrallarla con preguntas sobre su amiga.
— ¿Y a quién le importa la tal ________ no sé cuánto? Vayamos a bailar. —dije enseguida.
Tomé la mano de Caitlin y fuimos esquivando mesas hasta que por fin llegamos a la pista. Las mesas, que al comenzar la velada se veían impecables, ahora estaban cubiertas con vasos plásticos, servilletas y hielo que se derretía. Había varias sillas caídas y cintas rosadas por doquier. A pesar de la música estridente, oí ruido de vidrios que se rompían. Cuando me volví a ver qué pasaba, vi a un enorme jugador de fútbol americano junto a los añicos a los que se había reducido uno de los grandes floreros.
— ¡Esto no es una fiesta hasta que alguien salga quebrado! —gritó la voz del estúpido.
Luego empezó a repartir las flores blancas que estaban en el florero a las chicas que lo rodeaban y que no dejaban de reír como tontas. Revoleé los ojos y noté que Caitlin meneaba la cabeza.
—Esto no le caerá nada bien a _______ —gritó para que pudiera oírla a pesar de la música—. Compró esos floreros con su propio dinero.
Arqueé las cejas. Me había sorprendido que la reina hubiera tenido tanto interés en el baile de la escuela como para costear los gastos de la decoración con dinero de su propio bolsillo.
Pero inmediatamente recordé que lo más probable era que su tarjeta de crédito no tuviera límite de compras, porque su papito y mamita del alma le consentirían todos los caprichos.
Me encogí de hombros y miré a Caitlin.
—Se me parte el corazón. —respondí también a gritos.
Logramos llegar al centro de la pista en el momento en que la orquesta comenzaba a interpretar un ritmo muy movido de James Brown. Ninguno de los dos se molestó en iniciar una conversación; sólo nos dejamos llevar por la música. A medida que me concentraba en el baile, la tensión vivida comenzaba a abandonar mis piernas. Mi camisa estaba empapándose en sudor; noté que varias chicas me miraban con admiración.
“Esto te lo dedico a ti, ________ Pendleton”, pensé.
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Mensaje por VaneBieber Lun 28 Ene 2013, 9:08 am

OMG!
esta buenisima!!!!!!!
siguela si?
quiero saber que pasa con rayis!!
SIGUELA!!!!!!!!!!
VaneBieber
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Mensaje por Cony.sweet Lun 28 Ene 2013, 12:49 pm

VaneBieber escribió:OMG!
esta buenisima!!!!!!!
siguela si?
quiero saber que pasa con rayis!!
SIGUELA!!!!!!!!!!


Vaneeee! me alegro que te hay gustado!!!!
pronto subiré el tercer capítulo!!

porfavor sigan comentando!!!
NO GHOSTS!!!!!
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Mensaje por Abigails8 Lun 28 Ene 2013, 6:12 pm

Hola nueva lectora;siguela me a encantado del todo ;bessossss
Abigails8
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Mensaje por Cony.sweet Mar 29 Ene 2013, 3:38 pm

Abigails8 escribió:Hola nueva lectora;siguela me a encantado del todo ;bessossss

BIENVENIDA ABIGAIL!!! :hug:
que bueno que te haya gustado!!!!! :P
ahorita subo cap!! ;)

Love_Cony
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Mensaje por Cony.sweet Mar 29 Ene 2013, 3:43 pm

Capítulo 3 [Dedicado a Abigail]
Justin

Cuando la canción terminó, me puse de pie junto a Caitlin tratando de recuperar el aliento. La banda empezó a interpretar entonces una de las baladas melosas que las mujeres adoran y los hombres detestamos. Decidí ir a sentarme, Caitlin me resultaba bastante simpática, pero no me inspiraba la necesidad imperiosa de bailar mejilla con mejilla con ella. Incliné la cabeza para decirle que iría a la mesa a descansar, pero antes de que pudiera articular palabra, noté a la arrogante _______ Pendleton, que nos miraba con sus impenetrables ojos de hielo. No necesite más coraje. Estreche a Caitlin contra mi pecho, disfrutando de lo furiosa que se pondría Su Alteza cuando viera a su amiga bailando.
Caitlin resultó una compañera entusiasta, y cada vez que me sonreía mi culpable conciencia me hacía un nuevo nudo en el estomago. Mi actitud era la de un canalla; estaba usándola para vengarme de _______. Caitlin no merecía ser un arma en la batalla de poder que librábamos ________ y yo en esos momentos. ¿Pero qué podía hacer? Ya estábamos bailando y abandonarla en medio de un tema romántico habría sido mucho más grosero que seguir usándola. Bajé la vista, decidido a demostrarme atento, por lo menos.
Ella me miraba directamente a los ojos y yo sentí que el rubor me teñía toda la cara.
—No es tan mala. ¿Sabes? —comentó Caitlin.
No necesité preguntarle de quién hablaba.
— ¿De verdad? Casi me engaña.
Con mi tono de voz quise dar a entender que no tenía intenciones de hablar con su amiga, pero Caitlin me ignoró.
—Una vez que la conoces, descubres que _______ es una persona maravillosa. Sólo que está muy reprimida…
El volumen de la música ya no era tan ensordecedor; podía oír cada una de las palabras que
Caitlin me decía. Tuve que reconocer que sentía una curiosidad desesperada por ________
Pendleton, la misma desesperación que sentía por mantener una expresión indiferente. ¿Se imaginan la conversación de esas dos chicas un par de horas después, si yo me daba el gusto y preguntaba todo lo que quería saber?
—Quería conocer todos los detalles —comentaría Caitlin.
—Bueno, sólo espero que no le hayas dicho dónde vivo. ¿Quién sabe de lo que es capaz un tipo de esa calaña? —respondería ________.
De todas maneras, mordí el anzuelo de Caitlin.
— ¿Y por qué cuidan tanto a ________?—pregunté por fin, con la esperanza de que creyera que sólo era una conversación casual.
—Su madre murió de cáncer hace cinco años —respondió Caitlin sin rodeos—. Desde entonces, _______ ha construido una especie de muro a su alrededor. Nadie puede acercársele…excepto Luke Gallagher el Grande, por supuesto.
Sentía que el corazón se me destrozaba por dos motivos. Por un lado, me compadecí de ella. Como mis padres también habían muerto seis años atrás en un accidente automovilístico, instantáneamente sentí que teníamos algo en común. Pero de inmediato califiqué mi ternura de sentimentalismo idiota; la muerte de su madre nada tenía que ver conmigo. Por otro lado, me agobiaban los celos, sencillos y mortificantes celos. Traté de remendar mi corazón doblemente destrozado lo antes posible. Como no respondí a la revelación de Caitlin, ella dejó de bailar y me apretó la mano. Demoré un par de segundos en darme cuenta de que me conducía directamente hacia la Reina de Hielo. Me detuve de golpe.
— ¿Qué crees que estás haciendo?
—Dándote una segunda oportunidad con ________ —respondió con lentitud, como si le hablara a un niño de cinco años—. Si le caes bien, tal vez puedas devolverme el favor haciéndome buena propaganda con tu amigo Ryan.
Debí inspirar hondo para evitar que se me quebrara la voz.
—No quiero una segunda oportunidad.
Me dirigió una breve media sonrisa.
—Por supuesto que no, Justin. —Siguió el camino que se había propuesto; la seguí sumisamente.
No bien llegamos a donde estaba la Reina, supe que Caitlin había cometido un error. Los ojos de la Reina de Hielo me miraron de forma tan impenetrable y malévola como antes.
— ¿No sientes un olor extraño, Cait? Creo que debe ser ese parasito arrogante que llevas de la mano.
Caitlin me dirigió una mirada furtiva.
—Anda, ________, sé amable —le dijo con tono convincente.
_______ me obsequió una sonrisa falsa.
—Oh… ¿Dónde he dejado mis modales? Supongo que en Upper East Side, con el resto de mi civilizada existencia.
—Creo que iré a buscar un poco de ponche para todos. —balbuceó Caitlin, y desapareció antes de que yo pudiera decirle lo mucho que le agradecía que me hubiera dado “una segunda oportunidad”. Ya podía ir despidiéndose de Ryan.
Tenía los ojos muy irritados mientras observaba a la hermosa muchacha que tenía frente a mí. Por lo general no soy demasiado temperamental, pero _______ Pendleton me había hecho llegar al límite, mejor dicho, me lo había hecho superar por varios cuerpos.
— ¿Qué problema tienes, mocosa rica y malcriada de papito?—No le hablé. Prácticamente le grité. — ¿Acaso tienes miedo de que un chico que vive en el lado feo de la ciudad sea capaz de derretir tu hielo, y por eso no te atreves a ser amable?
Note furia en su cara, pero nada iba a detener mi sermón.
—Pensé que las chicas descerebradas como tú, que se presentan en sociedad en estos bailes de escuela, por lo menos aprenden el arte de conversar —continué—. Debes de haber reprobado la materia de buenos modales.
Cuando por fin me quede callado, vi que Caitlin regresaba con el ponche. Nos miraba fijamente y tenía la boca muy abierta. La palabra “peligro” parecía escrita en letras mayúsculas en el rostro de la reina. La voz le tembló de verdad cuando hablo.
— ¿Me convidas un vaso de ponche, Caitlin? —dijo.
—Gracias —dijo _______ con una sonrisa.
Luego, _______ Pendleton Se movió tan rápido que sentí antes de ver, cómo vaciaba todo el contenido del vaso plástico sobre mi cabeza. Un cubo de hielo se deslizó entre mi camisa y mi espalda; el veloz camino que dibujó sobre mi columna me dio escalofríos. Entre tanto, el líquido pegajoso y rosado empapaba la pechera de mi arrugada camisa de alquiler. Por primera vez me quedé sin palabras.
—Te aconsejo que te retires ya mismo de este baile, antes de que mi novio y todo el equipo de rugby de Pembroke Day School te muelan los huesos a golpes —dijo, mirándome con sus ojos como dagas. Ante la frase, hice lo que habría hecho cualquier hombre que tuviera dos dedos de frente: huí.

♪♪♪♪♪♪♪


hasta aquí el cap
espero les guste y COMENTEN!!
NO GHOSTS!!!!!!!!!!
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Mensaje por vitzieerocks Miér 30 Ene 2013, 12:22 pm

AAAAHHH me encanta!! tienes que seguirla! <3
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Mensaje por Angie∞{THG} Miér 30 Ene 2013, 3:47 pm

Siguela porfa<<<3
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Mensaje por Cony.sweet Miér 30 Ene 2013, 8:26 pm

WELCOME VITZIEROCKS Y ANGIE!!!
el siguiente capítuloo está dedicado a ustedes!!! ;)
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Mensaje por Cony.sweet Miér 30 Ene 2013, 8:33 pm

Capítulo 4
________


TRES SEMANAS DESPUÉS
El sábado por la mañana me miré en mi espejo de cuerpo entero e hice una mueca tenía los ojos irritados e hinchados; las lágrimas habían dejado sus huellas al secarse sobre mis mejillas. Tuve que obligarme a recordar que esa pesadilla era una realidad: mi padre había decidido enviarme a un campamento de verano; estaría fuera de la ciudad de Nueva York durante un mes entero. Todavía me estremecía al recordar la terrible noche que me dio la noticia:
—_________, Irás a Camp Bon Vivant, y vas a adorar cada minuto que pases allí.
Inmediatamente tuve la sensación de que me había enviado exiliada a Siberia en lugar de enviarme a un lujoso retiro en Catskills. Y ciertamente era un exilio: una forma cruel de castigo.
La noche de baile de promoción llegué tarde a casa, muy tarde. Después de mi horrendo encuentro con Justin Bieber estuve inquieta, descontrolada. Por eso, cuándo Luke sugirió que no respetara el horario que me había impuesto mi padre y que lo acompañara a un lugar que tienen abierto hasta tarde, no lo pensé dos veces y acepté. Cuando llegué tarde al departamento, casi al amanecer, mi padre estaba esperándome despierto, nunca lo había visto tan furioso. En ese mismo momento decidió que Luke era el hijo de Satanás.
Por lo tanto, como él debía partir hacía una gira para dar varias conferencias, sintió la imperiosa necesidad de poner cientos de kilómetros entre Luke y yo. Nada de peleas ni de discusiones coherentes, ni de súplicas. Mi destino estaba en las manos de mi padre. Final de la historia.
Alguien golpeó con suavidad mi puerta. Enseguida me froté los ojos y me los sequé.
—Adelante —dije, deteste lo fina y quebradiza que me salió la voz.
—Hola, querida —Estaba de pie en la puerta de mi cuarto. Con su ropa de color militar, impecablemente planchada, me pareció como siempre, el perfecto espécimen masculino.
—Luke —Al verlo, recrudeció mi dolor. Aquellos ojos tiernos y sus largas pestañas fueron demasiado para mí. En una mano traía un enorme oso de peluche marrón.
Corrí a sus brazos, y hundí mi rostro en su pecho. Me abrazó con todas sus fuerzas por un rato y luego me apartó con delicadeza.
—No querrás mojarme esta costosa camisa de Armani, ¿verdad? —bromeó, pellizcándome con suavidad la mejilla.
Asentí con la cabeza, tragándome con sumo coraje el nudo que tenía en la garganta. No quería que Luke me recordase como una bruja; me chorreaba la nariz tenía los ojos tan hinchados que casi no podía abrirlos.
— ¿Eso es para mí? —pregunté señalando el oso.
Me sonrió y depositó el muñeco entre mis brazos.
—Él es el único que puede sustituirme mientras estés fuera de la ciudad. No puedes abrazar a ningún otro.
Apreté con fuerza el oso de peluche.
—Luke, ¿Cómo crees que podría mirar a otro cuándo te tengo a ti esperándome en casa?
No bien pronuncie esas palabras, una terrible inseguridad se apoderó de mí ser. Un chico como Luke no se quedaría solo mucho tiempo…. Si no quería. Inspiré profundamente para tranquilizarme y traté de aclarar mi voz para continuar.
—Me esperaras, ¿verdad? —mientras aguardaba su respuesta se me detuvo el corazón.
—Por supuesto, _________. —dijo depositando un delicado beso sobre cada uno de mis parpados—. Tú y yo formamos la pareja más solida de la escuela. Jamás separaría este dúo tan dinámico.
Su voz grave, de terciopelo, fue como una tierna caricia, mi corazón volvió a palpitar.
—Te escribiré todos los días —le prometí.
Luke asintió con la cabeza.
—Y me llamarás.
—No bien llegue a ese lugar —juré, apoyándome la cabeza sobre el hombro— ojalá pudieras acompañarme hasta la estación de tren, por lo menos.
Suspiró.
—Me encantaría, pero debo asistir a una clase del curso preparatorio para el examen de ingreso a la universidad….
En el pasillo al que deba la puerta abierta de mi habitación sonó la alarma del reloj de mi abuelo.
—Supongo que debo de terminar mis cosas. —murmuré con la voz muy ronca.
—Me iré. —dijo Luke, pero no se movió de donde estaba. Luego me estrecho contra su cuerpo casi con violencia.
Presionó sus labios con fuerza contra los míos, y compartimos un apasionado beso. Sentí el súbito estallido de adrenalina que normalmente acompaña el delito. Mi padre estaba muy cerca de allí, y en cualquier momento podría sorprendernos perdidos en ese descardo abrazo. Por fin, retrocedí.
—Creo que lo mejor será que te vayas. —dije débilmente.
Me apretó la mano y tiro con delicadeza de un mechón de mi cabello.
—No me olvides —se volvió abruptamente y yo me quede contemplando su espalda que se alejaba por el corredor.
—Jamás. —respondí en voz alta. Luego cerré la puerta de mi cuarto, como si quisiera dar un portazo a ese largo mes que nos separaría.
—Juan ya está en la estación con tus maletas —anunció mi padre una hora después.
Íbamos en un carro alquilado hacia Penn Station. Me dejaría en la estación y luego seguiría su camino hacia el aeropuerto la Guardia. Su primera conferencia —“las relaciones raciales a fines del siglo XX”— tendría lugar el día siguiente. Mientras el tren me llevaría a las montañas, mi padre estaría volando hacía Lincoln, Nebraska.
—Lo sé, papá. —dije entre suspiros. Había repasado los detalles de mi partida más de un millón de veces; en el fondo, se sentía bastante culpable por no ir a despedirme personalmente en el andén. En cambio Juan un ecuatoriano que trabajaba en nuestro edificio (y que a veces hacía horas extra desempeñándose como mi padre sustituto), me acompañaría hasta el andén para asegurarse de que subiera al tren sin ningún tipo de inconvenientes.
— ¿Tienes tu boleto? —preguntó papá.
Revoleé los ojos.
—Por supuesto que lo tengo. Hace bastante que deje de ser un bebé, ¿lo recuerdas?
Todavía estaba molesta con él por su decisión de mandarme fuera, y por lo tanto no tenía ninguna intención de calmar su ansiedad paternal.
—Puedo cuidarme sola. Estoy acostumbrada.
Luego ambos nos quedamos callados. Oí al conductor que insultaba a los taxistas que pasaban a su lado, y lo envidié de corazón. Ojala yo pudiera bajar la ventanilla e insultar de arriba abajo al mundo entero. En cambio, cerré los ojos y apoyé la cabeza sobre el respaldo de mi asiento, negando así a mi padre la última oportunidad de conversación.
Minutos más tarde, abrí los ojos de golpe cuando sentí que el conductor clavaba lo frenos.
—Penn Station —Ladró.
Tome mi bolso grande de cuero, el oso de peluche que Luke me había regalado y lleve la mano a la manija de la puerta. Sentí que las lágrimas acudían a mis ojos. Parpadeé varias veces. Lo más importante para mí en esos momentos era conservar la calma para poder despedir a mi padre.
—Bueno, creo que llegamos. —dijo.
—Sí. — ¿Qué otra cosa podía decirle?
Lo vi mordiéndose el labio y luego suspirar profundamente.
—Te quiero mucho, _________. Lo sabes ¿verdad?
Con la mirada fija en el tapizado vinílico marrón agrietado del asiento, asentí de manera imperceptible. El gigantesco nudo que oprimía la garganta se disolvió un poco.
—Sí, papá. Lo sé.
—No quiero herirte mandándote a este campamento. Creo que alejándote de esta loca ciudad aprenderás algunas cosas importantes sobre ti misma. —Hizo una pausa y miré su rostro sombrío—. Cosas que tu madre te habría… —Su voz se desvaneció y miro el reloj—
. Bueno, no importa… creo que será mejor que te vayas ya.
—Sí, debes tomar ese avión. —respondí, y abrí la puerta del auto.
—Y tú el tren. —Me palmeó torpemente la cabeza y me dio un beso ligero sobre la mejilla—. Que te diviertas en el campamento. Te escribiré.
—Adiós, papá. —lo saludé mientras me bajaba agitando la mano en el aire por última vez.
No bien cerré la puerta, escuche a mí padre dar instrucciones al conductor.
—Aeropuerto La Guardia. Rápido.
Las ruedas chillaron cuando el auto partió, aunque se quedó parado en el embotellamiento mientras el conductor esperaba para girar a la izquierda. Me quedé observándolo durante varios minutos y luego me dirigí hacia las puertas de Penn Station.
Estudié mi imagen reflejada en los vidrios, prestando particular atención en mis ceñidos jeans de buena marca y a mi chaqueta de cuero. Con ese enorme oso y mi costoso bolso, realmente parecía la dueña de toda la ciudad. Una última lágrima rodo por mis mejillas, y se estrelló contra la sucia acera. Estaba sola.

♪♪♪♪♪♪♪♪

bueno mis amores hasta aqui el cap!! no podrán creer lo que pasa en el siguiente cap!!!!
comenten si quieren saberlo!!!!!!!!!! ;) NO GHOSTS!!!
yo se que quieren! creepygusta
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