Conectarse
Últimos temas
miembros del staff
Beta readers
|
|
|
|
Equipo de Baneo
|
|
Equipo de Ayuda
|
|
Equipo de Limpieza
|
|
|
|
Equipo de Eventos
|
|
|
Equipo de Tutoriales
|
|
Equipo de Diseño
|
|
créditos.
Skin hecho por Hardrock de Captain Knows Best. Personalización del skin por Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
"Un lugar para Nicholas" (Nick J. y Tu) TERMINADA
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
Página 12 de 15. • Comparte
Página 12 de 15. • 1 ... 7 ... 11, 12, 13, 14, 15
Re: "Un lugar para Nicholas" (Nick J. y Tu) TERMINADA
Capitulo 18
Era casi de noche cuando _____ regresó a casa. Las niñas estaban en la cocina y levantaron la vista esperanzadas al verla entrar.
—¿No ha vuelto?
—No, mamá —respondió Becky sacando del horno una barra de pan de maíz—. Ya he terminado de preparar la cena.
_____ miró a Sophi y a Marian y vio la desilusión en sus rostros.
Atravesó la habitación y rodeó a Becky con el brazo.
—Gracias, cariño. Será mejor que comamos.
Así lo hicieron y la cena transcurrió en un inusitado silencio.
Fue Marian la que lo rompió finalmente preguntando en voz alta lo que todas estaban pensando.
—¿Ha huido de casa el señor Nicholas, mamá?
—¡El señor Nicholas no haría eso! —gritó Sophi dejando caer la cuchara dentro del guiso y mirando a su hermana indignada—. No se marcharía sin decir adiós. Sé que no lo haría.
_____ alargó la mano y la apoyó con gesto de consuelo en el brazo de su hija.
—Sé que te gusta el señor Nicholas, pero puede que se haya marchado. Acuérdate de que ésta no es su casa.
—Deberíamos buscarlo —dijo Sophi—. A lo mejor se ha caído, puede que esté herido.
—He mirado por todas partes —contestó suavemente _____—. Además, ahora es de noche. No podemos ir a buscarlo en medio de la oscuridad. —Vio la expresión alicaída de la pequeña y añadió—: Iremos a buscarle por la mañana.
Después de cenar, acostó a las taciturnas niñas y se fue a la cocina donde puso la plancha a calentar. Podía sacar algo de trabajo y siempre había mucha plancha. Sabía que no podría dormirse todavía, no antes de que él volviese. Si es que volvía.
Qué estupidez. Mientras planchaba, pensó que probablemente estaba ya a mitad de camino hacia Shreveport y que debía estar contenta. Era un hombre que no necesitaba a nadie, que podía recoger sus cosas y seguir adelante sin mirar atrás. Además, las niñas le habían tomado demasiado cariño. Se alegraba de que se hubiera marchado.
Oyó un ruido fuera y corrió hasta la puerta con un grito de alivio. La abrió de par en par dispuesta a decirle a Nicholas Jonas que las había tenido muy preocupadas. Pero no había nadie. Salió y se dirigió hasta las escaleras del porche y escudriñó la oscuridad, más allá de la zona iluminada por la tenue luz que salía de la ventana de la cocina. Pero no pudo ver nada. No había regresado. Se dio la vuelta para entrar en casa, pero le llamó la atención un movimiento en la sombra. Se quedó helada cuando vio que de la oscuridad salía un hombre que se acercaba hacia la zona iluminada del porche. No era Nicholas.
—Buenas noches, _____ —dijo Joshua Harlan acercándosele con andares algo inestables. Puso una bota en el primer escalón, se agarró a la baranda y le sonrió. Tenía la mejilla abultada por la bola de tabaco de mascar.
_____ notó un escalofrío recorriéndole la espalda al ver su sonrisa y se acordó de la advertencia de Oren de que tuviese cuidado. Todos los Harlan eran unos matones, y también sabía por su voz pastosa y sus andares tambaleantes que Joshua estaba borracho. Pero lo miró de frente acordándose de la época en que la familia de Joshua vivía al otro lado de Sugar Creek y de todas las veces en que él y sus hermanos se habían burlado de ella, le habían tirado del pelo y habían intentado intimidarla. En aquel entonces lo habían conseguido, pero no lo lograrían aquella noche.
—Buenas noches, Joshua, un poco tarde para dar un paseo, ¿no?
Él se encogió de hombros y se metió la mano en el bolsillo de los pantalones.
—Hace una buena noche, ¿no crees?
—No, no lo creo. Si quieres que te dé mi opinión, hace demasiado calor y humedad —cruzó los brazos—. ¿Qué es lo que quieres, Joshua?
Él giró la cabeza y escupió un chorro de saliva mezclada con tabaco al suelo.
—Jack estará fuera en viaje de negocios durante varias semanas, pero me ha pedido que me acerque mientras él no está y averigüe si has cambiado de opinión.
¿Cuántas veces tenía que repetir su respuesta para que la aceptaran?
—No, no he cambiado de opinión.
—También me ha dicho que está dispuesto a subir su oferta cien dólares más.
—La respuesta sigue siendo no. Dile a Jack que no importa el dinero que me ofrezca, no voy a vender mi tierra.
Joshua asintió y movió la bola de tabaco al otro lado de la boca.
—Se lo diré.
Giró levemente la cabeza y miró en dirección al melocotonar.
—¿Qué tal están tus melocotoneros últimamente?
_____ se puso tensa.
—Mis melocotoneros están bien, Joshua. Díselo a Jack.
Se dio la vuelta para entrar en casa, pero no había dado ni dos pasos cuando el hombre la cogió por el brazo y la obligó a girarse:
—Ah, me alegra oírlo. Son buenos árboles y sería una pena que les ocurriese algo. Un incendio, por ejemplo.
—¡Déjame! —gritó ella intentando desasirse de él.
—Un incendio podría destrozar toda tu cosecha —insistió Joshua agarrándola más fuerte—. ¿Por qué no vendes la tierra ahora y ya está?
—He dicho que no, Joshua, y lo digo de verdad —levantó el brazo que tenía libre para golpearle, pero él le cogió por la muñeca. La acorraló contra la puerta de la casa y se acercó más.
—Creo que harías bien en aceptar la oferta de Jack, muy bien.
El olor a aguardiente y tabaco le provocaron náuseas. Apartó el rostro y por primera vez en su vida, tuvo verdadero miedo de Joshua y no sabía qué hacer.
Pero antes de que pudiese pensar en algo, se vio libre de repente. Oyó un grito de sorpresa y volvió la cabeza a tiempo para ver cómo Nicholas cogía a Joshua, más bajo que él, por el cuello y lo apartaba de ella.
—Creo que no le interesa, tío —dijo Nicholas con la mandíbula tensa, estirando el brazo de Joshua hacia atrás y retorciéndoselo—. ¿Hace falta que te explique lo que significa la palabra «no»?
Le torció aún más el brazo en la espalda y Joshua dejó escapar un grito de dolor, negando con la cabeza. _____ vio aliviada cómo Nicholas lo llevaba hasta el final del porche y lo acorralaba contra el pasamanos. Le cogió la camisa con la mano izquierda, y después le golpeó en medio de la cara con la derecha.
_____ oyó el horrible ruido de los huesos al chocar y parpadeó. Nicholas levantó a Joshua por encima de la barandilla y lo lanzó al suelo. Su cuerpo hizo un ruido sordo al caer.
—Creo que estás en una propiedad privada —dijo apoyándose en la barandilla—. Ahora lárgate de aquí.
Joshua se levantó a trompicones.
—Bastardo irlandés —gimió llevándose la mano a la cara—. Me has roto la nariz.
Nicholas empezó a dar la vuelta a la barandilla en su busca con la intención de romperle el resto de los huesos, pero Joshua se dio la vuelta y salió disparado perdiéndose en la oscuridad.
_____ lanzó un suspiro de alivio y se dejó caer contra la puerta.
—¿Estás bien? —le preguntó Nicholas atravesando el porche y deteniéndose frente a ella.
—Estoy bien —contestó ella irguiéndose, pero en seguida empezó a temblar y se le doblaron las rodillas.
Nicholas la cogió y la atrajo hacia él para que mantuviese el equilibrio. _____ le rodeó el cuello con las manos y hundió el rostro en su pecho.
—He oído un ruido —dijo con voz ahogada—. Creía que eras tú. Pero Joshua me ha cogido y no sabía qué hacer.
Nicholas pensó en lo que podría haber pasado de haber llegado unos minutos más tarde y notó que la rabia volvía a apoderarse de él. La rodeó con fuerza, protector.
—¿Te ha hecho daño?
—No —dijo _____ sacudiendo la cabeza—. Estaba borracho y un poco pesado.
Él le pasó la mano por la espalda acariciándola con dulzura, y la rabia desapareció para transformarse en algo totalmente distinto e inesperado. Ternura.
—Está bien —murmuró, apoyando los labios en su cabello—. Está bien.
—Lo sé —susurró _____.
La abrazó durante un buen rato, disfrutando de la calidez de su cuerpo y de la suavidad de su cabello bajo su mandíbula. Cuando ella se apartó, Nicholas supo que debía dejarla marchar, pero no quería hacerlo. Tuvo que hacer un esfuerzo para bajar los brazos y dar un paso hacia atrás, liberándola.
_____ se estiró el delantal y se apartó un mechón de pelo que le caía por la cara, tan nerviosa y tímida que Nicholas sonrió.
—Gracias. Estoy bien —y sin mirarlo añadió en voz baja—: Pensábamos que te habías marchado.
—Lo hice.
_____ levantó el rostro.
—¿Por qué has vuelto?
No le dijo la verdad.
—No encontré a nadie que me llevase al pueblo —mintió.
—Me alegro de que hayas vuelto —murmuró ella—. Gracias.
—¿Quién era? ¿Lo conoces?
—Sí —dijo _____ suspirando.
—¿Qué quería?
Ella cruzó los brazos, pasó junto a Nicholas y se apoyó en la baranda mirando a la oscuridad.
—Es una larga historia.
—Precisamente estos días me sobra el tiempo. ¿Qué quería, _____?
—Quería asustarme. ¿Te lo imaginas? Joshua creyéndose que puede asustarme —se rio, pero a Nicholas le pareció que era una risa de inseguridad.
—¿Asustarte? —preguntó frunciendo el ceño. Atravesó el porche y le puso una mano en el hombro, haciendo que se diese la vuelta—. ¿Por qué?
—Trabaja para un hombre rico y poderoso que quiere construir una vía de ferrocarril que pase justo por aquí. Quiere mi tierra. Esta es la única tierra que no ha podido conseguir de todas las que atraviesa su ruta.
—Pero ¿querrá comprártela?
—Oh, sí —dijo _____ sonriendo irónicamente—. Me ha hecho una generosa oferta. Pero me temo que soy algo tozuda al respecto. No voy a vender. Así que está tratando de intimidarme para que venda. Estoy segura de que mandó a Joshua aquí para eso.
Nicholas casi sintió ganas de reírse ante la ironía. Llevaba toda su vida viendo a la gente aterrorizada, muerta de hambre, desahuciada, todo por un pedazo de tierra. Había visto a la gente trabajando duro, sin descanso, rompiéndose la espalda y el alma en sus pequeñas granjas, sólo para dejárselas a sus hijos y para que ellos siguiesen trabajándola duramente. Y había viajado hasta la otra punta del mundo sólo para ver lo mismo. ¿Es que nadie se daba cuenta de que no merecía la pena?
—Sólo es un trozo de tierra, _____.
—¡No! —gritó mirándolo y con una determinación en el rostro que él nunca le había visto antes—. No es sólo un pedazo de tierra. Es mi hogar. Mi familia ha vivido aquí durante setenta años, cinco generaciones de Monroe han nacido aquí, cinco generaciones han vertido sudor y sangre por esta tierra. Mis hermanos murieron defendiéndola. Peachtree es mi legado y mi responsabilidad.
—Pero si te están amenazando.
—Tonterías. No me echarán de mis tierras con amenazas vacías de explotadores y bribones avariciosos.
Observó la determinación de su barbilla y se preguntó cuántos rostros como el suyo había visto en su vida. Docenas, quizá centenares. Todos ellos creyendo que las raíces y los lazos familiares eran más importantes que cualquier otra cosa, todos ellos legando la tierra y las tradiciones de generación en generación, todos ellos creyendo que algún día las cosas mejorarían, si no para ellos, sí para sus hijos.
Pero Nicholas sabía que las cosas no mejoraban, y que no se podía luchar eternamente. Los arrendatarios eran desahuciados, las vías de ferrocarril se construían, los niños sin hogar pasaban hambre y la vida era injusta.
—Así que no te echarán de tus tierras, ¿verdad, _____? —Había un atisbo de burla en su voz—. ¿Y cómo lo conseguirás?
—Los ignoraré.
—Ah, es una brillante idea, sí. La próxima vez que ese Joshua venga por aquí, dejaré que te maltrate y observaré cómo lo ignoras.
_____ le lanzó una mirada furiosa que le indicó que no le sentaba muy bien el sarcasmo.
—Pelearé.
—¿Cómo?
—No lo sé, de alguna manera.
Nicholas miró su cara orgullosa y llena de determinación y se preguntó cuánto tiempo aguantaría las amenazas de esa gente. Los hombres ricos y poderosos no dejaban que una mujer se interpusiese en su camino. No tenía ni idea de con qué se enfrentaba.
Abrió la boca para decirle la amarga verdad, pero en su rostro pudo ver un atisbo del brillo de sus ideales perdidos, y no tuvo valor para decirle que los explotadores y los bribones generalmente eran los vencedores.
Nicholas se despertó a la mañana siguiente pensando que había sido un blando la noche anterior. Un auténtico blando. No había forma posible de que _____ pudiese enfrentarse a esos especuladores y debería habérselo dicho. Decidió hablar con ella después del desayuno. Le había explicado que aquellos hombres le habían hecho una generosa oferta por su tierra. Si la vendía, podía utilizar el dinero para comprarse otra parcela de tierra donde además hubiese una casa sin cercas deterioradas ni un tejado con goteras. Era la única solución razonable y Nicholas pensó que tenía la obligación de hacérselo ver a _____.
La encontró en el establo poniendo paja fresca en una de las cuadras.
Ella lo miró por encima de la valla de la cuadra.
—Buenos días.
Nicholas decidió ir directo al grano, así que atravesó el establo, abrió la valla y le dijo:
—¿Sigues pensando en pelear con esos hombres?
_____ se apoyó en el rastrillo que tenía en la mano y se apartó un mechón de pelo que le caía sobre la frente.
—Por supuesto.
—Confiaba en que lo hubieses pensado un poco y hubieses cambiado de opinión.
Ella movió la cabeza negativamente.
—No —contestó, y se giró volviendo a hundir el rastrillo en el montón de paja a sus pies—. ¿Por qué habría de hacerlo?
—Porque ellos tienen dinero y está claro que tú no. Porque ellos tienen poder y tú no. Porque es una batalla perdida.
—Ya te lo he dicho, éste es mi hogar. No me obligarán a dejar mi tierra.
—No estás siendo razonable.
_____ dejó de trabajar y lo miró.
—¿Qué es lo razonable? —le preguntó con suavidad—. ¿Coger el dinero y marcharme? Eso es lo que tú harías, ¿verdad?
Pensó en las innumerables veces en que había librado esa batalla consigo mismo, conociendo el curso razonable, incapaz de seguirlo, rebelándose contra él. Y siempre se había arrepentido de su rebeldía más tarde.
—Sí —dijo—. Eso es lo que yo haría.
—Bueno, yo no soy como tú —contestó ella y siguió con su tarea—. No voy a irme a ningún sitio.
—¿Y qué piensas hacer? ¿Ponerte delante de la puerta y decirles a los chicos malos que se vayan?
—No hace falta que seas sarcástico.
—¡Por el amor de Dios! —Dio un paso al frente y le quitó el rastrillo de las manos, obligándola a prestarle atención—. Esto no es una parroquia —dijo apoyando el rastrillo en un rincón de la cuadra—. El tipo que estuvo ayer aquí no venía a tomar una taza de té.
—Ya te lo dije. Conozco a Joshua de toda la vida. No me habría hecho daño. Sólo quería asustarme.
—Bien. ¿Y qué pasará si la próxima vez que viene decide asustarte un poco más? —Le vio erguir la barbilla y pensó que nunca antes había conocido mujer más exasperante—. ¿Qué vas a hacer? Es un hombre y tú una mujer. Dios, ¿te lo tengo que explicar con más detalles?
_____ se puso como la grana.
—Bueno, tú estás aquí. No podrá hacerme nada.
—Yo sólo me quedaré para ayudarte a recolectar los melocotones —le rebatió—. Después me iré. ¿Qué harás entonces?
Ella apretó los labios y no contestó.
—¿Qué harás? —preguntó de nuevo.
—¡No lo sé! —gritó ella mirándolo fijamente—. Pero no voy a dejar que Joshua Harlan me intimide.
—¿Y qué pasa con las niñas? ¿Estás dispuesta a ponerlas en peligro?
—Joshua no les hará nada a las niñas. Sólo es el matón de Jack, y Jack nunca le ordenaría hacer daño a mis hijas.
Nicholas oyó el nombre y se echó para atrás como si le acabasen de dar un puñetazo en el estómago.
—¿Quién?
—Jack Tyler. Él es el hombre que quiere mis tierras.
Nicholas se pasó la mano por el pelo.
—No, no, no —gruñó moviendo la cabeza—. Soy hombre muerto.
_____ frunció el ceño perpleja.
—¿De qué estás hablando?
Él se dio la vuelta sin prestar atención a su pregunta.
—De entre todas las estupideces y majaderías que he hecho… Jack Tyler. ¡Oh, Dios mío!
Nicholas pensó en el carro del granjero que lo podría haber llevado lejos de aquel lugar, y se habría querido dar a sí mismo una patada en el trasero por ser tan estúpido.
—Tendría que haber seguido mi camino.
«Si alguna vez vuelves a cruzarte en mi camino, chaval, te haré pedazos como si fueses un palo seco y servirás de pasto a las llamas.»
Apartó el recuerdo de su cabeza con frustración y violencia. El hecho de haber golpeado al matón de Jack la noche anterior haría que volviesen a darle una paliza, o algo peor. Se volvería a marchar, pero esta vez de verdad. Mantener la promesa hecha a una mujer no merecía la pena.
—¿Nicholas?
La suave voz de _____ irrumpió en sus tumultuosos pensamientos. Se dio la vuelta y se apoyó en uno de los laterales de la cuadra.
—Jack Tyler es el hombre que ordenó que me dieran una paliza.
—¿Qué? Por el amor de Dios, ¿por qué?
Él frunció el ceño.
—Porque fui un idiota. Un estúpido bastardo que no soporta que le digan lo que tiene que hacer.
—¿De qué estás hablando?
Nicholas se pasó la mano por la barbilla y dejó escapar un suspiro.
—Jack había organizado el combate contra Elroy Harlan.
—Sí, lo sé. Vi un anuncio del combate en el colmado.
—Jack financió las apuestas, era el corredor de apuestas. Cuando vio que podía perder dinero si yo ganaba, me ordenó que cayese noqueado.
—Me temo que no entiendo mucho de apuestas. ¿Qué quieres decir?
—Dejarse ganar, perder a propósito. Dejo que Elroy me dé un buen golpe, me caigo al suelo, gimo y gruño un poco para que resulte convincente. Elroy gana la pelea y Jack saca un buen tajo. Yo cobro igualmente mis veinticinco dólares y todos contentos.
—Pero eso sería hacer trampas.
Nicholas dejó escapar una carcajada al ver la mirada de desaprobación de _____.
—Pero ¿qué te crees, que Jack es un ciudadano respetable que nunca haría nada deshonesto?
Ella se sonrojó al ver que Nicholas se reía de su inocencia.
—Pero no hiciste lo que Jack quería, ¿por qué?
—Nunca se me ha dado muy bien acatar órdenes. Como te he dicho, fui un idiota. Así que los chicos de Jack decidieron darme una lección. Él mismo me dijo que si volvía a cruzarme en su camino, sería peor, mucho peor.
—¡Oh, Dios mío! —_____ se llevó las manos a la cara.
Nicholas asintió aprobando su expresión.
—Cuando todo lo demás falle, reza. Buena idea. Mientras estés en ello, pídele al Señor a ver si consideraría la posibilidad de dejarme salir de ésta sin que me rompan otra vez las costillas, ¿de acuerdo?
_____ emitió un gemido de angustia y se dio la vuelta.
—Deberías marcharte —dijo en voz baja mirando la paja que rodeaba sus pies—. No me gustaría que te hiriesen de nuevo por mi enfrentamiento con Jack.
—_____, sé razonable. Si le vendes la tierra, con el dinero podrás comprar una granja en otro sitio, una que no sea demasiado grande para que la puedas llevar tú sola. No podrás ganar de ningún modo.
Despacio, ella se giró hacia él cuadrando sus hombros e irguiendo la espalda.
—He estado rechazando las ofertas de Jack para comprar mis tierras desde hace casi cuatro años. Confío en poder seguir rechazándolas unos años más hasta que finalmente se canse de pedírmelo y abandone —dijo, y se volvió de nuevo para coger el rastrillo—. Aprecio tu consejo, señor Jonas, pero tal como has señalado claramente, te marchas y mi tierra no es de tu incumbencia.
Así que volvía a ser el señor Jonas. Nicholas la observó durante un rato, pero ella siguió con sus tareas como si él no estuviese allí, así que supo que la discusión había terminado.
Ella tenía razón, claro está. No era su tierra y no era asunto suyo. Lo más inteligente que podía hacer era marcharse ya.
Salió del establo y, sin pensar hacia dónde se dirigía, cogió el primer camino que encontró. _____ estaba librando una batalla perdida, pero era su elección. Si quería seguir luchando por ese pedazo de tierra, ¿quién era él para interferir?
Se imaginó cómo se enfrentaría a todo aquello sola, sin que él estuviese allí para protegerla. Sabía que la presión no haría más que crecer. Se imaginó que Joshua volvería para amenazarla, o algo peor, y la rabia que sintió al pensarlo salió a la superficie. No era asunto suyo, se dijo a sí mismo enterrando su furia. Ya había vivido suficientes causas perdidas. Se iba.
—¡Señor Nicholas!
La voz de Sophi interrumpió sus pensamientos. No quería ver a las niñas en aquel momento, así que se detuvo un instante y después siguió caminando como si no hubiese oído nada, acelerando el paso.
—¡Señor Nicholas! ¡Espérenos!
En aquella ocasión era Marian. Podía oír sus pasos corriendo detrás de él por el camino de tierra dura.
—Mierda —murmuró pasándose la mano por el pelo. Se detuvo de golpe y se dio la vuelta, abandonándose a su suerte.
Las tres niñas venían hacia él por el camino; Sophi y Marian corriendo y Becky detrás a paso más lento, procurando actuar como si fuese una digna señorita.
Sophi fue la primera en alcanzarlo.
—¡Ha vuelto! —gritó tirándose encima de él—. ¡Sabía que volvería! ¡Lo sabía!
Y lo miró con los ojos brillantes llenos de confianza.
—¿Lo sabías? —murmuró anonadado ante la fe inquebrantable que la niña tenía en él. Si pudiera saber lo poco que se la merecía.
Marian siguió a su hermana y lo abrazó con un grito de alegría.
—¡Ha vuelto! Teníamos miedo de que nos hubiese dejado.
—¡Yo no tenía miedo! —dijo Sophi cogiéndolo de la mano—. Sabía que no nos abandonaría.
Oh, Dios. El corazón le dio un vuelco y se sintió como un animal sin alma. Apretó la mano de Sophi, tan pequeña.
—¿Adónde fue? —le preguntó la niña.
—Fui a dar un paseo y me perdí —mintió.
—La próxima vez iremos con usted —le aseguró Marian agarrándole las piernas con los brazos—. Si vamos nosotras, no se perderá; sobre todo con Becky, ella nunca se pierde.
—Eso es verdad —añadió la hermana mayor, que estaba de pie frente a él. Sonrió con timidez—. Nunca me pierdo.
Nicholas paseó la mirada por las tres caras que lo estaban observando. Lo único que había hecho era ayudar en el parto de un ternero, jugar un poco a las damas, arreglar un tejado y contar unos cuantos cuentos, nada muy especial. Pero aquellas niñas se empeñaban en mirarlo como si fuera una especie de héroe. Le habían echado de menos.
«Así que ¿cómo se van a sentir, cuando estés en la carretera de nuevo, cuando no vuelvas?»
Seguramente abandonadas. Traicionadas. Heridas. Sintió de nuevo el incómodo cargo de conciencia, y no le gustó lo más mínimo. En una ocasión se había disfrazado de héroe, tenía una causa por la que luchar, se había sentido valiente, noble… Pero todo había sido un fiasco, su valentía se había roto en el momento crucial y Nicholas sabía que no era ningún héroe.
Aquél no era su hogar. Aquellas niñas no eran sus hijas. _____ no era su mujer. No eran responsabilidad suya. Él tenía su propia vida y ellas no tenían cabida en ella, así que no iba a sentirse culpable por dejarlas allí solas. De ningún modo.
Pero sí, se sentía tremendamente culpable.
Nicholas no comentó nada más sobre la pequeña guerra de _____. Estuvo callado durante todo el desayuno y después se puso a trabajar en el tejado. Se pasó el día allí arriba y sólo bajó para comer y para cenar. Tras de la cena, salió a dar un paseo. Solo.
Cuando _____ acostó a las niñas, él todavía no había regresado. _____ recorrió la primera planta de la casa, pero no le encontró, así que salió al porche de atrás y vio que salía luz de la puerta del establo. ¿Qué estaría haciendo allí? Caminó hasta el establo y se detuvo en la puerta mirando fijamente a Nicholas y al saco de arena que había colgado de una viga con ayuda de una cuerda. Estaba desnudo de cintura para arriba y golpeaba con los puños el saco.
_____ lo observó fascinada. El trabajo al aire libre le había tostado la piel y en ella contrastaban más las cicatrices que le cubrían la espalda, de un blanco vivido contra el marrón color nuez. Tenía los músculos de los brazos en tensión y se le contraían y estiraban dinámicamente mientras golpeaba el saco y lo hacía bailar.
En su mente, _____ recordó la imagen de la noche anterior cuando había golpeado a Joshua casi sin esfuerzo y con rapidez, para sólo unos momentos más tarde rodearla con sus brazos como un escudo para protegerla. Pensó en aquella tarde en la cocina y en el modo en que la había tocado, con unas manos tan fuertes como para partir a alguien en dos, pero tan tiernas como para poder acariciarla con ternura. Sentía curiosidad por la naturaleza contradictoria de aquel hombre.
Nicholas se abrazó al saco cuando regresó hasta él como si estuviese mareado y no pudiese mantenerse en pie. Entonces la vio en el marco de la puerta. Su respiración entrecortada se mezcló con el sonido de los grillos que entraba a través de la ventana abierta.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—He visto la luz, y no sé… pensaba que tú…
Nicholas le lanzó una mirada furibunda.
—He venido aquí para estar solo.
Ella vio la furia en sus ojos y oyó el claro rechazo en su voz.
—No quería molestar.
Sabía que tenía que marcharse, pero parecía como si sus pies se hubiesen quedado clavados. Lo recordó jugueteando nerviosamente con el cuello alto de su vestido. Anhelaba que él la volviese a tomar en sus brazos.
—_____ —dijo él ásperamente.
Dio un paso hacia ella, después otro, después otro, hasta estar justo delante de ella a unos pocos centímetros. _____ vio cómo se le nublaban los ojos, cómo le bajaban las pestañas e instintivamente se balanceó hacia él, deseando que la besase.
Pero él no se movió. El sonido de los grillos marcó los segundos que transcurrieron mientras se miraban.
—Me quedaré hasta la cosecha, porque te lo prometí —dijo rompiendo el silencio y con la voz repentinamente áspera como un latigazo—. Después me iré.
Sus palabras la atravesaron, la hirieron, le causaron dolor. Porque no eran otra cosa que la verdad. Levantó la mano y tocó la línea inflexible y dura de sus labios.
—Lo sé.
Nicholas dio un paso atrás como si su caricia le hubiese quemado.
—Vete, _____ —le dijo, y ella pudo notar una ligera súplica en su voz—. Vete ahora mismo.
Ella lo miró mientras se dirigía de nuevo al saco y lo golpeaba con el puño con tanta fuerza que logró que diese contra la pared opuesta. Se dio la vuelta y se marchó.
Sus palabras la siguieron hasta la casa. «Después me iré.»
Había pronunciado esas palabras ya varias veces. ¿Por qué le dolía oírlas aquella noche? _____ se detuvo en medio del jardín y giró la cabeza para mirar la luz que salía de la puerta abierta del establo. Le dolía porque estaba enamorada de él.
Quería que dejase de vagabundear y se quedase con ella. Quería que estuviese allí cada mañana cuando se despertase y cada noche cuando se fuese a dormir. Quería oír cómo contaba historias a las niñas, quería que la volviese a tocar y a besar. Quería que encontrase consuelo en sus colinas de Luisiana y que dejase de preguntarse qué había más allá de ellas.
No quería que se quedase por su guerra contra Jack, ni quería que se quedase por sentirse obligado a cumplir una promesa.
Quería que se quedase porque la amaba. Pero no la amaba. Quizá sintiese algo de afecto por ella, pero nada más. Y darse cuenta de ello era lo que más le dolía.
Hasta mas tarde!! :D
Era casi de noche cuando _____ regresó a casa. Las niñas estaban en la cocina y levantaron la vista esperanzadas al verla entrar.
—¿No ha vuelto?
—No, mamá —respondió Becky sacando del horno una barra de pan de maíz—. Ya he terminado de preparar la cena.
_____ miró a Sophi y a Marian y vio la desilusión en sus rostros.
Atravesó la habitación y rodeó a Becky con el brazo.
—Gracias, cariño. Será mejor que comamos.
Así lo hicieron y la cena transcurrió en un inusitado silencio.
Fue Marian la que lo rompió finalmente preguntando en voz alta lo que todas estaban pensando.
—¿Ha huido de casa el señor Nicholas, mamá?
—¡El señor Nicholas no haría eso! —gritó Sophi dejando caer la cuchara dentro del guiso y mirando a su hermana indignada—. No se marcharía sin decir adiós. Sé que no lo haría.
_____ alargó la mano y la apoyó con gesto de consuelo en el brazo de su hija.
—Sé que te gusta el señor Nicholas, pero puede que se haya marchado. Acuérdate de que ésta no es su casa.
—Deberíamos buscarlo —dijo Sophi—. A lo mejor se ha caído, puede que esté herido.
—He mirado por todas partes —contestó suavemente _____—. Además, ahora es de noche. No podemos ir a buscarlo en medio de la oscuridad. —Vio la expresión alicaída de la pequeña y añadió—: Iremos a buscarle por la mañana.
Después de cenar, acostó a las taciturnas niñas y se fue a la cocina donde puso la plancha a calentar. Podía sacar algo de trabajo y siempre había mucha plancha. Sabía que no podría dormirse todavía, no antes de que él volviese. Si es que volvía.
Qué estupidez. Mientras planchaba, pensó que probablemente estaba ya a mitad de camino hacia Shreveport y que debía estar contenta. Era un hombre que no necesitaba a nadie, que podía recoger sus cosas y seguir adelante sin mirar atrás. Además, las niñas le habían tomado demasiado cariño. Se alegraba de que se hubiera marchado.
Oyó un ruido fuera y corrió hasta la puerta con un grito de alivio. La abrió de par en par dispuesta a decirle a Nicholas Jonas que las había tenido muy preocupadas. Pero no había nadie. Salió y se dirigió hasta las escaleras del porche y escudriñó la oscuridad, más allá de la zona iluminada por la tenue luz que salía de la ventana de la cocina. Pero no pudo ver nada. No había regresado. Se dio la vuelta para entrar en casa, pero le llamó la atención un movimiento en la sombra. Se quedó helada cuando vio que de la oscuridad salía un hombre que se acercaba hacia la zona iluminada del porche. No era Nicholas.
—Buenas noches, _____ —dijo Joshua Harlan acercándosele con andares algo inestables. Puso una bota en el primer escalón, se agarró a la baranda y le sonrió. Tenía la mejilla abultada por la bola de tabaco de mascar.
_____ notó un escalofrío recorriéndole la espalda al ver su sonrisa y se acordó de la advertencia de Oren de que tuviese cuidado. Todos los Harlan eran unos matones, y también sabía por su voz pastosa y sus andares tambaleantes que Joshua estaba borracho. Pero lo miró de frente acordándose de la época en que la familia de Joshua vivía al otro lado de Sugar Creek y de todas las veces en que él y sus hermanos se habían burlado de ella, le habían tirado del pelo y habían intentado intimidarla. En aquel entonces lo habían conseguido, pero no lo lograrían aquella noche.
—Buenas noches, Joshua, un poco tarde para dar un paseo, ¿no?
Él se encogió de hombros y se metió la mano en el bolsillo de los pantalones.
—Hace una buena noche, ¿no crees?
—No, no lo creo. Si quieres que te dé mi opinión, hace demasiado calor y humedad —cruzó los brazos—. ¿Qué es lo que quieres, Joshua?
Él giró la cabeza y escupió un chorro de saliva mezclada con tabaco al suelo.
—Jack estará fuera en viaje de negocios durante varias semanas, pero me ha pedido que me acerque mientras él no está y averigüe si has cambiado de opinión.
¿Cuántas veces tenía que repetir su respuesta para que la aceptaran?
—No, no he cambiado de opinión.
—También me ha dicho que está dispuesto a subir su oferta cien dólares más.
—La respuesta sigue siendo no. Dile a Jack que no importa el dinero que me ofrezca, no voy a vender mi tierra.
Joshua asintió y movió la bola de tabaco al otro lado de la boca.
—Se lo diré.
Giró levemente la cabeza y miró en dirección al melocotonar.
—¿Qué tal están tus melocotoneros últimamente?
_____ se puso tensa.
—Mis melocotoneros están bien, Joshua. Díselo a Jack.
Se dio la vuelta para entrar en casa, pero no había dado ni dos pasos cuando el hombre la cogió por el brazo y la obligó a girarse:
—Ah, me alegra oírlo. Son buenos árboles y sería una pena que les ocurriese algo. Un incendio, por ejemplo.
—¡Déjame! —gritó ella intentando desasirse de él.
—Un incendio podría destrozar toda tu cosecha —insistió Joshua agarrándola más fuerte—. ¿Por qué no vendes la tierra ahora y ya está?
—He dicho que no, Joshua, y lo digo de verdad —levantó el brazo que tenía libre para golpearle, pero él le cogió por la muñeca. La acorraló contra la puerta de la casa y se acercó más.
—Creo que harías bien en aceptar la oferta de Jack, muy bien.
El olor a aguardiente y tabaco le provocaron náuseas. Apartó el rostro y por primera vez en su vida, tuvo verdadero miedo de Joshua y no sabía qué hacer.
Pero antes de que pudiese pensar en algo, se vio libre de repente. Oyó un grito de sorpresa y volvió la cabeza a tiempo para ver cómo Nicholas cogía a Joshua, más bajo que él, por el cuello y lo apartaba de ella.
—Creo que no le interesa, tío —dijo Nicholas con la mandíbula tensa, estirando el brazo de Joshua hacia atrás y retorciéndoselo—. ¿Hace falta que te explique lo que significa la palabra «no»?
Le torció aún más el brazo en la espalda y Joshua dejó escapar un grito de dolor, negando con la cabeza. _____ vio aliviada cómo Nicholas lo llevaba hasta el final del porche y lo acorralaba contra el pasamanos. Le cogió la camisa con la mano izquierda, y después le golpeó en medio de la cara con la derecha.
_____ oyó el horrible ruido de los huesos al chocar y parpadeó. Nicholas levantó a Joshua por encima de la barandilla y lo lanzó al suelo. Su cuerpo hizo un ruido sordo al caer.
—Creo que estás en una propiedad privada —dijo apoyándose en la barandilla—. Ahora lárgate de aquí.
Joshua se levantó a trompicones.
—Bastardo irlandés —gimió llevándose la mano a la cara—. Me has roto la nariz.
Nicholas empezó a dar la vuelta a la barandilla en su busca con la intención de romperle el resto de los huesos, pero Joshua se dio la vuelta y salió disparado perdiéndose en la oscuridad.
_____ lanzó un suspiro de alivio y se dejó caer contra la puerta.
—¿Estás bien? —le preguntó Nicholas atravesando el porche y deteniéndose frente a ella.
—Estoy bien —contestó ella irguiéndose, pero en seguida empezó a temblar y se le doblaron las rodillas.
Nicholas la cogió y la atrajo hacia él para que mantuviese el equilibrio. _____ le rodeó el cuello con las manos y hundió el rostro en su pecho.
—He oído un ruido —dijo con voz ahogada—. Creía que eras tú. Pero Joshua me ha cogido y no sabía qué hacer.
Nicholas pensó en lo que podría haber pasado de haber llegado unos minutos más tarde y notó que la rabia volvía a apoderarse de él. La rodeó con fuerza, protector.
—¿Te ha hecho daño?
—No —dijo _____ sacudiendo la cabeza—. Estaba borracho y un poco pesado.
Él le pasó la mano por la espalda acariciándola con dulzura, y la rabia desapareció para transformarse en algo totalmente distinto e inesperado. Ternura.
—Está bien —murmuró, apoyando los labios en su cabello—. Está bien.
—Lo sé —susurró _____.
La abrazó durante un buen rato, disfrutando de la calidez de su cuerpo y de la suavidad de su cabello bajo su mandíbula. Cuando ella se apartó, Nicholas supo que debía dejarla marchar, pero no quería hacerlo. Tuvo que hacer un esfuerzo para bajar los brazos y dar un paso hacia atrás, liberándola.
_____ se estiró el delantal y se apartó un mechón de pelo que le caía por la cara, tan nerviosa y tímida que Nicholas sonrió.
—Gracias. Estoy bien —y sin mirarlo añadió en voz baja—: Pensábamos que te habías marchado.
—Lo hice.
_____ levantó el rostro.
—¿Por qué has vuelto?
No le dijo la verdad.
—No encontré a nadie que me llevase al pueblo —mintió.
—Me alegro de que hayas vuelto —murmuró ella—. Gracias.
—¿Quién era? ¿Lo conoces?
—Sí —dijo _____ suspirando.
—¿Qué quería?
Ella cruzó los brazos, pasó junto a Nicholas y se apoyó en la baranda mirando a la oscuridad.
—Es una larga historia.
—Precisamente estos días me sobra el tiempo. ¿Qué quería, _____?
—Quería asustarme. ¿Te lo imaginas? Joshua creyéndose que puede asustarme —se rio, pero a Nicholas le pareció que era una risa de inseguridad.
—¿Asustarte? —preguntó frunciendo el ceño. Atravesó el porche y le puso una mano en el hombro, haciendo que se diese la vuelta—. ¿Por qué?
—Trabaja para un hombre rico y poderoso que quiere construir una vía de ferrocarril que pase justo por aquí. Quiere mi tierra. Esta es la única tierra que no ha podido conseguir de todas las que atraviesa su ruta.
—Pero ¿querrá comprártela?
—Oh, sí —dijo _____ sonriendo irónicamente—. Me ha hecho una generosa oferta. Pero me temo que soy algo tozuda al respecto. No voy a vender. Así que está tratando de intimidarme para que venda. Estoy segura de que mandó a Joshua aquí para eso.
Nicholas casi sintió ganas de reírse ante la ironía. Llevaba toda su vida viendo a la gente aterrorizada, muerta de hambre, desahuciada, todo por un pedazo de tierra. Había visto a la gente trabajando duro, sin descanso, rompiéndose la espalda y el alma en sus pequeñas granjas, sólo para dejárselas a sus hijos y para que ellos siguiesen trabajándola duramente. Y había viajado hasta la otra punta del mundo sólo para ver lo mismo. ¿Es que nadie se daba cuenta de que no merecía la pena?
—Sólo es un trozo de tierra, _____.
—¡No! —gritó mirándolo y con una determinación en el rostro que él nunca le había visto antes—. No es sólo un pedazo de tierra. Es mi hogar. Mi familia ha vivido aquí durante setenta años, cinco generaciones de Monroe han nacido aquí, cinco generaciones han vertido sudor y sangre por esta tierra. Mis hermanos murieron defendiéndola. Peachtree es mi legado y mi responsabilidad.
—Pero si te están amenazando.
—Tonterías. No me echarán de mis tierras con amenazas vacías de explotadores y bribones avariciosos.
Observó la determinación de su barbilla y se preguntó cuántos rostros como el suyo había visto en su vida. Docenas, quizá centenares. Todos ellos creyendo que las raíces y los lazos familiares eran más importantes que cualquier otra cosa, todos ellos legando la tierra y las tradiciones de generación en generación, todos ellos creyendo que algún día las cosas mejorarían, si no para ellos, sí para sus hijos.
Pero Nicholas sabía que las cosas no mejoraban, y que no se podía luchar eternamente. Los arrendatarios eran desahuciados, las vías de ferrocarril se construían, los niños sin hogar pasaban hambre y la vida era injusta.
—Así que no te echarán de tus tierras, ¿verdad, _____? —Había un atisbo de burla en su voz—. ¿Y cómo lo conseguirás?
—Los ignoraré.
—Ah, es una brillante idea, sí. La próxima vez que ese Joshua venga por aquí, dejaré que te maltrate y observaré cómo lo ignoras.
_____ le lanzó una mirada furiosa que le indicó que no le sentaba muy bien el sarcasmo.
—Pelearé.
—¿Cómo?
—No lo sé, de alguna manera.
Nicholas miró su cara orgullosa y llena de determinación y se preguntó cuánto tiempo aguantaría las amenazas de esa gente. Los hombres ricos y poderosos no dejaban que una mujer se interpusiese en su camino. No tenía ni idea de con qué se enfrentaba.
Abrió la boca para decirle la amarga verdad, pero en su rostro pudo ver un atisbo del brillo de sus ideales perdidos, y no tuvo valor para decirle que los explotadores y los bribones generalmente eran los vencedores.
Nicholas se despertó a la mañana siguiente pensando que había sido un blando la noche anterior. Un auténtico blando. No había forma posible de que _____ pudiese enfrentarse a esos especuladores y debería habérselo dicho. Decidió hablar con ella después del desayuno. Le había explicado que aquellos hombres le habían hecho una generosa oferta por su tierra. Si la vendía, podía utilizar el dinero para comprarse otra parcela de tierra donde además hubiese una casa sin cercas deterioradas ni un tejado con goteras. Era la única solución razonable y Nicholas pensó que tenía la obligación de hacérselo ver a _____.
La encontró en el establo poniendo paja fresca en una de las cuadras.
Ella lo miró por encima de la valla de la cuadra.
—Buenos días.
Nicholas decidió ir directo al grano, así que atravesó el establo, abrió la valla y le dijo:
—¿Sigues pensando en pelear con esos hombres?
_____ se apoyó en el rastrillo que tenía en la mano y se apartó un mechón de pelo que le caía sobre la frente.
—Por supuesto.
—Confiaba en que lo hubieses pensado un poco y hubieses cambiado de opinión.
Ella movió la cabeza negativamente.
—No —contestó, y se giró volviendo a hundir el rastrillo en el montón de paja a sus pies—. ¿Por qué habría de hacerlo?
—Porque ellos tienen dinero y está claro que tú no. Porque ellos tienen poder y tú no. Porque es una batalla perdida.
—Ya te lo he dicho, éste es mi hogar. No me obligarán a dejar mi tierra.
—No estás siendo razonable.
_____ dejó de trabajar y lo miró.
—¿Qué es lo razonable? —le preguntó con suavidad—. ¿Coger el dinero y marcharme? Eso es lo que tú harías, ¿verdad?
Pensó en las innumerables veces en que había librado esa batalla consigo mismo, conociendo el curso razonable, incapaz de seguirlo, rebelándose contra él. Y siempre se había arrepentido de su rebeldía más tarde.
—Sí —dijo—. Eso es lo que yo haría.
—Bueno, yo no soy como tú —contestó ella y siguió con su tarea—. No voy a irme a ningún sitio.
—¿Y qué piensas hacer? ¿Ponerte delante de la puerta y decirles a los chicos malos que se vayan?
—No hace falta que seas sarcástico.
—¡Por el amor de Dios! —Dio un paso al frente y le quitó el rastrillo de las manos, obligándola a prestarle atención—. Esto no es una parroquia —dijo apoyando el rastrillo en un rincón de la cuadra—. El tipo que estuvo ayer aquí no venía a tomar una taza de té.
—Ya te lo dije. Conozco a Joshua de toda la vida. No me habría hecho daño. Sólo quería asustarme.
—Bien. ¿Y qué pasará si la próxima vez que viene decide asustarte un poco más? —Le vio erguir la barbilla y pensó que nunca antes había conocido mujer más exasperante—. ¿Qué vas a hacer? Es un hombre y tú una mujer. Dios, ¿te lo tengo que explicar con más detalles?
_____ se puso como la grana.
—Bueno, tú estás aquí. No podrá hacerme nada.
—Yo sólo me quedaré para ayudarte a recolectar los melocotones —le rebatió—. Después me iré. ¿Qué harás entonces?
Ella apretó los labios y no contestó.
—¿Qué harás? —preguntó de nuevo.
—¡No lo sé! —gritó ella mirándolo fijamente—. Pero no voy a dejar que Joshua Harlan me intimide.
—¿Y qué pasa con las niñas? ¿Estás dispuesta a ponerlas en peligro?
—Joshua no les hará nada a las niñas. Sólo es el matón de Jack, y Jack nunca le ordenaría hacer daño a mis hijas.
Nicholas oyó el nombre y se echó para atrás como si le acabasen de dar un puñetazo en el estómago.
—¿Quién?
—Jack Tyler. Él es el hombre que quiere mis tierras.
Nicholas se pasó la mano por el pelo.
—No, no, no —gruñó moviendo la cabeza—. Soy hombre muerto.
_____ frunció el ceño perpleja.
—¿De qué estás hablando?
Él se dio la vuelta sin prestar atención a su pregunta.
—De entre todas las estupideces y majaderías que he hecho… Jack Tyler. ¡Oh, Dios mío!
Nicholas pensó en el carro del granjero que lo podría haber llevado lejos de aquel lugar, y se habría querido dar a sí mismo una patada en el trasero por ser tan estúpido.
—Tendría que haber seguido mi camino.
«Si alguna vez vuelves a cruzarte en mi camino, chaval, te haré pedazos como si fueses un palo seco y servirás de pasto a las llamas.»
Apartó el recuerdo de su cabeza con frustración y violencia. El hecho de haber golpeado al matón de Jack la noche anterior haría que volviesen a darle una paliza, o algo peor. Se volvería a marchar, pero esta vez de verdad. Mantener la promesa hecha a una mujer no merecía la pena.
—¿Nicholas?
La suave voz de _____ irrumpió en sus tumultuosos pensamientos. Se dio la vuelta y se apoyó en uno de los laterales de la cuadra.
—Jack Tyler es el hombre que ordenó que me dieran una paliza.
—¿Qué? Por el amor de Dios, ¿por qué?
Él frunció el ceño.
—Porque fui un idiota. Un estúpido bastardo que no soporta que le digan lo que tiene que hacer.
—¿De qué estás hablando?
Nicholas se pasó la mano por la barbilla y dejó escapar un suspiro.
—Jack había organizado el combate contra Elroy Harlan.
—Sí, lo sé. Vi un anuncio del combate en el colmado.
—Jack financió las apuestas, era el corredor de apuestas. Cuando vio que podía perder dinero si yo ganaba, me ordenó que cayese noqueado.
—Me temo que no entiendo mucho de apuestas. ¿Qué quieres decir?
—Dejarse ganar, perder a propósito. Dejo que Elroy me dé un buen golpe, me caigo al suelo, gimo y gruño un poco para que resulte convincente. Elroy gana la pelea y Jack saca un buen tajo. Yo cobro igualmente mis veinticinco dólares y todos contentos.
—Pero eso sería hacer trampas.
Nicholas dejó escapar una carcajada al ver la mirada de desaprobación de _____.
—Pero ¿qué te crees, que Jack es un ciudadano respetable que nunca haría nada deshonesto?
Ella se sonrojó al ver que Nicholas se reía de su inocencia.
—Pero no hiciste lo que Jack quería, ¿por qué?
—Nunca se me ha dado muy bien acatar órdenes. Como te he dicho, fui un idiota. Así que los chicos de Jack decidieron darme una lección. Él mismo me dijo que si volvía a cruzarme en su camino, sería peor, mucho peor.
—¡Oh, Dios mío! —_____ se llevó las manos a la cara.
Nicholas asintió aprobando su expresión.
—Cuando todo lo demás falle, reza. Buena idea. Mientras estés en ello, pídele al Señor a ver si consideraría la posibilidad de dejarme salir de ésta sin que me rompan otra vez las costillas, ¿de acuerdo?
_____ emitió un gemido de angustia y se dio la vuelta.
—Deberías marcharte —dijo en voz baja mirando la paja que rodeaba sus pies—. No me gustaría que te hiriesen de nuevo por mi enfrentamiento con Jack.
—_____, sé razonable. Si le vendes la tierra, con el dinero podrás comprar una granja en otro sitio, una que no sea demasiado grande para que la puedas llevar tú sola. No podrás ganar de ningún modo.
Despacio, ella se giró hacia él cuadrando sus hombros e irguiendo la espalda.
—He estado rechazando las ofertas de Jack para comprar mis tierras desde hace casi cuatro años. Confío en poder seguir rechazándolas unos años más hasta que finalmente se canse de pedírmelo y abandone —dijo, y se volvió de nuevo para coger el rastrillo—. Aprecio tu consejo, señor Jonas, pero tal como has señalado claramente, te marchas y mi tierra no es de tu incumbencia.
Así que volvía a ser el señor Jonas. Nicholas la observó durante un rato, pero ella siguió con sus tareas como si él no estuviese allí, así que supo que la discusión había terminado.
Ella tenía razón, claro está. No era su tierra y no era asunto suyo. Lo más inteligente que podía hacer era marcharse ya.
Salió del establo y, sin pensar hacia dónde se dirigía, cogió el primer camino que encontró. _____ estaba librando una batalla perdida, pero era su elección. Si quería seguir luchando por ese pedazo de tierra, ¿quién era él para interferir?
Se imaginó cómo se enfrentaría a todo aquello sola, sin que él estuviese allí para protegerla. Sabía que la presión no haría más que crecer. Se imaginó que Joshua volvería para amenazarla, o algo peor, y la rabia que sintió al pensarlo salió a la superficie. No era asunto suyo, se dijo a sí mismo enterrando su furia. Ya había vivido suficientes causas perdidas. Se iba.
—¡Señor Nicholas!
La voz de Sophi interrumpió sus pensamientos. No quería ver a las niñas en aquel momento, así que se detuvo un instante y después siguió caminando como si no hubiese oído nada, acelerando el paso.
—¡Señor Nicholas! ¡Espérenos!
En aquella ocasión era Marian. Podía oír sus pasos corriendo detrás de él por el camino de tierra dura.
—Mierda —murmuró pasándose la mano por el pelo. Se detuvo de golpe y se dio la vuelta, abandonándose a su suerte.
Las tres niñas venían hacia él por el camino; Sophi y Marian corriendo y Becky detrás a paso más lento, procurando actuar como si fuese una digna señorita.
Sophi fue la primera en alcanzarlo.
—¡Ha vuelto! —gritó tirándose encima de él—. ¡Sabía que volvería! ¡Lo sabía!
Y lo miró con los ojos brillantes llenos de confianza.
—¿Lo sabías? —murmuró anonadado ante la fe inquebrantable que la niña tenía en él. Si pudiera saber lo poco que se la merecía.
Marian siguió a su hermana y lo abrazó con un grito de alegría.
—¡Ha vuelto! Teníamos miedo de que nos hubiese dejado.
—¡Yo no tenía miedo! —dijo Sophi cogiéndolo de la mano—. Sabía que no nos abandonaría.
Oh, Dios. El corazón le dio un vuelco y se sintió como un animal sin alma. Apretó la mano de Sophi, tan pequeña.
—¿Adónde fue? —le preguntó la niña.
—Fui a dar un paseo y me perdí —mintió.
—La próxima vez iremos con usted —le aseguró Marian agarrándole las piernas con los brazos—. Si vamos nosotras, no se perderá; sobre todo con Becky, ella nunca se pierde.
—Eso es verdad —añadió la hermana mayor, que estaba de pie frente a él. Sonrió con timidez—. Nunca me pierdo.
Nicholas paseó la mirada por las tres caras que lo estaban observando. Lo único que había hecho era ayudar en el parto de un ternero, jugar un poco a las damas, arreglar un tejado y contar unos cuantos cuentos, nada muy especial. Pero aquellas niñas se empeñaban en mirarlo como si fuera una especie de héroe. Le habían echado de menos.
«Así que ¿cómo se van a sentir, cuando estés en la carretera de nuevo, cuando no vuelvas?»
Seguramente abandonadas. Traicionadas. Heridas. Sintió de nuevo el incómodo cargo de conciencia, y no le gustó lo más mínimo. En una ocasión se había disfrazado de héroe, tenía una causa por la que luchar, se había sentido valiente, noble… Pero todo había sido un fiasco, su valentía se había roto en el momento crucial y Nicholas sabía que no era ningún héroe.
Aquél no era su hogar. Aquellas niñas no eran sus hijas. _____ no era su mujer. No eran responsabilidad suya. Él tenía su propia vida y ellas no tenían cabida en ella, así que no iba a sentirse culpable por dejarlas allí solas. De ningún modo.
Pero sí, se sentía tremendamente culpable.
Nicholas no comentó nada más sobre la pequeña guerra de _____. Estuvo callado durante todo el desayuno y después se puso a trabajar en el tejado. Se pasó el día allí arriba y sólo bajó para comer y para cenar. Tras de la cena, salió a dar un paseo. Solo.
Cuando _____ acostó a las niñas, él todavía no había regresado. _____ recorrió la primera planta de la casa, pero no le encontró, así que salió al porche de atrás y vio que salía luz de la puerta del establo. ¿Qué estaría haciendo allí? Caminó hasta el establo y se detuvo en la puerta mirando fijamente a Nicholas y al saco de arena que había colgado de una viga con ayuda de una cuerda. Estaba desnudo de cintura para arriba y golpeaba con los puños el saco.
_____ lo observó fascinada. El trabajo al aire libre le había tostado la piel y en ella contrastaban más las cicatrices que le cubrían la espalda, de un blanco vivido contra el marrón color nuez. Tenía los músculos de los brazos en tensión y se le contraían y estiraban dinámicamente mientras golpeaba el saco y lo hacía bailar.
En su mente, _____ recordó la imagen de la noche anterior cuando había golpeado a Joshua casi sin esfuerzo y con rapidez, para sólo unos momentos más tarde rodearla con sus brazos como un escudo para protegerla. Pensó en aquella tarde en la cocina y en el modo en que la había tocado, con unas manos tan fuertes como para partir a alguien en dos, pero tan tiernas como para poder acariciarla con ternura. Sentía curiosidad por la naturaleza contradictoria de aquel hombre.
Nicholas se abrazó al saco cuando regresó hasta él como si estuviese mareado y no pudiese mantenerse en pie. Entonces la vio en el marco de la puerta. Su respiración entrecortada se mezcló con el sonido de los grillos que entraba a través de la ventana abierta.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—He visto la luz, y no sé… pensaba que tú…
Nicholas le lanzó una mirada furibunda.
—He venido aquí para estar solo.
Ella vio la furia en sus ojos y oyó el claro rechazo en su voz.
—No quería molestar.
Sabía que tenía que marcharse, pero parecía como si sus pies se hubiesen quedado clavados. Lo recordó jugueteando nerviosamente con el cuello alto de su vestido. Anhelaba que él la volviese a tomar en sus brazos.
—_____ —dijo él ásperamente.
Dio un paso hacia ella, después otro, después otro, hasta estar justo delante de ella a unos pocos centímetros. _____ vio cómo se le nublaban los ojos, cómo le bajaban las pestañas e instintivamente se balanceó hacia él, deseando que la besase.
Pero él no se movió. El sonido de los grillos marcó los segundos que transcurrieron mientras se miraban.
—Me quedaré hasta la cosecha, porque te lo prometí —dijo rompiendo el silencio y con la voz repentinamente áspera como un latigazo—. Después me iré.
Sus palabras la atravesaron, la hirieron, le causaron dolor. Porque no eran otra cosa que la verdad. Levantó la mano y tocó la línea inflexible y dura de sus labios.
—Lo sé.
Nicholas dio un paso atrás como si su caricia le hubiese quemado.
—Vete, _____ —le dijo, y ella pudo notar una ligera súplica en su voz—. Vete ahora mismo.
Ella lo miró mientras se dirigía de nuevo al saco y lo golpeaba con el puño con tanta fuerza que logró que diese contra la pared opuesta. Se dio la vuelta y se marchó.
Sus palabras la siguieron hasta la casa. «Después me iré.»
Había pronunciado esas palabras ya varias veces. ¿Por qué le dolía oírlas aquella noche? _____ se detuvo en medio del jardín y giró la cabeza para mirar la luz que salía de la puerta abierta del establo. Le dolía porque estaba enamorada de él.
Quería que dejase de vagabundear y se quedase con ella. Quería que estuviese allí cada mañana cuando se despertase y cada noche cuando se fuese a dormir. Quería oír cómo contaba historias a las niñas, quería que la volviese a tocar y a besar. Quería que encontrase consuelo en sus colinas de Luisiana y que dejase de preguntarse qué había más allá de ellas.
No quería que se quedase por su guerra contra Jack, ni quería que se quedase por sentirse obligado a cumplir una promesa.
Quería que se quedase porque la amaba. Pero no la amaba. Quizá sintiese algo de afecto por ella, pero nada más. Y darse cuenta de ello era lo que más le dolía.
Hasta mas tarde!! :D
Andrea P. Jonas:)
Re: "Un lugar para Nicholas" (Nick J. y Tu) TERMINADA
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHH!!
REGREESOOOOO!!!!
SIIIIIII!!!!
OJALA QUE JACK NO SE SALGA CON LA SUYAAA
REGREESOOOOO!!!!
SIIIIIII!!!!
OJALA QUE JACK NO SE SALGA CON LA SUYAAA
chelis
Re: "Un lugar para Nicholas" (Nick J. y Tu) TERMINADA
Hola chicas! vengo a dejarles el cap de la tarde! espero que les guste! :D
Capitulo 19
Nicholas empezó a evitarla. A lo largo de las dos semanas que siguieron, encontró un sinfín de excusas para estar tan alejado de ella como fuera posible. Terminó de arreglar el tejado y empezó a reparar el porche dedicando todo su tiempo a esa tarea. Cuando acabó con eso, cortó toda la maleza que estorbaba en el jardín de alrededor de la casa, y después empezó a reparar los edificios de fuera.
Las lecciones de lectura de las noches se acabaron. Ya sabía leer suficientemente bien como para valerse por sí mismo, pero _____ las echaba de menos. Echaba de menos sentarse en su compañía en la mesa de la cocina, sorbiendo té y charlando.
No quedaba mucho tiempo antes de su marcha, y lo que más quería era pasar los pocos días que faltaban junto a él. Sólo quería mirarlo, escuchar su voz, estar cerca de él, hasta que todo él quedase grabado en su mente. Cuando se fuese, su recuerdo era lo único que le quedaría. Pero él no quería su compañía. _____ sólo lo veía en las comidas o cuando lo observaba trabajar sin que él se diese cuenta.
Puso la plancha en el fuego y fue hasta la ventana de la cocina. Apretó la nariz contra el cristal y observó la luz del candil que salía de la puerta del establo. Nicholas iba cada noche allí, pero ella no lo había vuelto a seguir. Él había dejado bien claro que quería que lo dejasen solo. Sin embargo, _____ encontraba excusas para quedarse despierta, trabajando en los vestidos para el baile de la cosecha, planchando o lavando las tazas, cualquier cosa que le permitiese quedarse en la cocina hasta su vuelta. Nunca se iba a la cama antes que él, pero él siempre pasaba a su lado murmurando buenas noches y se iba directamente a su habitación sin decir nada más.
_____ bajó la vista hacia la camisa que estaba planchando, una camisa para él que había pertenecido a Stuart. Él también se había ido. Mamá, Stuart, Charles, papá. Todos se habían marchado.
De otro modo, Nicholas también se marcharía. Pensó en todos los días que le quedaban por delante y le parecieron vacíos. Pensar en su marcha la llenaba de una tristeza tan honda que le dolía el pecho. Una lágrima le resbaló por la mejilla y cayó sobre el algodón blanco.
Oyó sus pisadas en el porche de atrás y se limpió sus inútiles lágrimas con un rápido movimiento. Cogió la plancha y no levantó la vista cuando él entró. Mantuvo la espalda erguida y los ojos fijos en lo que estaba haciendo.
—Buenas noches, _____ —dijo Nicholas al pasar.
—Buenas noches, Nicholas.
Pero las lágrimas le volvieron a nublar la vista mientras él salía de la cocina. Nicholas rechazaba todo lo que para _____ era querido, y ella no podía curar sus heridas.
«Haz que se quede. Por favor, encuentra un modo de que se quede.»
Era una plegaria fútil. No había nada que pudiera hacer que se quedase. Absolutamente nada.
Cuando _____ fue a recoger agua a la mañana siguiente, encontró un gato muerto junto al pozo. Se quedó mirando a la pobre criatura a la que, evidentemente, habían disparado y habían puesto allí de forma deliberada. Otro mensaje muy claro de Jack. Podía haberles dicho a sus chicos que dejasen al animal muerto dentro del pozo y haber envenenado así el agua, pero no lo había hecho. En lugar de eso, le había hecho saber a _____ lo fácil que le resultaría hacerlo si seguía siendo tan terca.
Apretó los labios mientras miraba el cadáver rígido y sangriento del animal, y se puso furiosa. Se acordó de la amenaza de Joshua de quemar su melocotonar y sus chulescos intentos de intimidarla. Se preguntó cuánta gente habría vendido sus tierras a Jack a base de amenazas.
Se dirigió al establo para coger una pala y sus gruesos y grandes guantes de cuero. Enterró el gato en el bosque y regresó a casa. Subió al ático y estuvo removiendo todos los baúles hasta que dio con el que contenía los rifles, las pistolas y la munición de su padre y hermanos. Escogió el rifle del ejército de Stuart, pensando que era el que tenía el aspecto más intimidador de todos. Después dejó caer la tapa del baúl y bajó con el rifle.
Cuando Nicholas se despertó y fue a la cocina, se encontró a _____ de pie en el porche de atrás con el rifle en la mano. Al oír sus pasos atravesando la estancia, ella se dio la vuelta y lo miró a través de la puerta abierta. Al ver la decisión en su cara, él intuyó que había ocurrido algo.
—He encontrado un gato muerto junto al pozo —explicó ella como si hubiese oído su pregunta no formulada—. Le habían disparado.
Nicholas sabía lo que eso significaba y podía ver que ella también. Miró el rifle.
—Así que va a haber guerra, ¿verdad, _____?
—Sólo estoy tomando precauciones, eso es todo.
—¿Sabes usar eso? —le preguntó.
Ella negó con la cabeza.
—¿Y tú? —le preguntó.
Miró fijamente el arma pensando en Sean y en los rifles americanos.
—Sí, sí que sé —contestó.
—¿Me enseñarás a disparar?
—¿Por qué no les vendes la tierra? No merece la pena esta lucha, _____, no merece la pena.
Ella se puso tensa.
—Si tú no me enseñas, tendré que aprender yo sola.
Nicholas vio cómo _____ le daba la espalda y sopesaba el rifle experimentalmente con las manos, levantándolo como para apuntar el blanco. Estaba más claro que el agua que no tenía ni idea sobre armas. Si no le enseñaba cómo manejar el rifle, acabaría haciéndose daño.
—Maldita sea —murmuró y salió al porche. Pasó la mano por encima del hombro de _____ y bajó el cañón para que apuntase al suelo.
Ella volvió la cabeza y lo miró con curiosidad.
—¿Estás preparada para disparar a alguien, quizás para matarlo? —preguntó—. ¿Crees que puedes?
—Si tengo que hacerlo…
Nicholas estudió su serio semblante un momento y después asintió.
—Está bien. Entonces será mejor que aprendas cómo hacerlo.
Le quitó el rifle de las manos y lo estudió. Era un Henry 44, no muy apropiado para disparar a distancia, y un poco pesado para una mujer, pero una buena arma.
—¿Cuándo fue la última vez que se utilizó?
—En el sesenta y tres. Era de mi hermano Stuart.
Nicholas se aseguró de que no estaban cargadas ni la cámara ni la recámara y después levantó el arma. La amartilló, apuntó hacia el poste derecho del tendedero y apretó el gatillo.
El percutor cayó con un clic vacilante.
—Primero le hará falta una buena limpieza —le dijo bajando el arma—. Necesitaré algunos trapos, un cubo de agua hirviendo y una baqueta. ¿Tienes aceite para lubricarlo?
—Aceite dulce.
—Nos servirá. ¿Tienes cartuchos?
—Sí, una caja entera.
—Tráelos.
Ella asintió y entró en casa.
Nicholas miró fijamente el arma que tenía en las manos. No podía hacerlo. Lo más inteligente que podía hacer _____ era vender la tierra, coger el dinero y las niñas y empezar de nuevo en otro lugar. Pero sabía que no iba a hacer lo más inteligente.
En unas semanas, él no iba a estar allí para protegerla si esos hombres venían a por ella en medio de la noche. Lo menos que podía hacer era proveerle de los medios para protegerse.
—Mierda —murmuró.
Después del desayuno, Nicholas llevó a _____ a uno de los campos que antes habían servido para cultivar algodón, pero que entonces estaban en barbecho invadidos por las malas hierbas. A las niñas sólo les habían dicho que _____ quería aprender a disparar e insistieron en presenciar su primera lección. Ella no estaba convencida de que fuese buena idea, pero él señaló que era mejor que supiesen exactamente dónde estaban las niñas mientras hacían las prácticas de tiro.
Se había provisto de un montón de latas de hojalata, y Nicholas las puso en fila sobre la valla. Les ordenó a las niñas que estuviesen unos metros por detrás de ellos y les dio una buena charla sobre el peligro de las armas.
—No piensen que esto es un juguete —dijo con severidad—. No lo es.
Se desabrochó el primer botón de la camisa y se agachó para que Sophi y Marian pudieran ver la cicatriz circular que tenía en el hombro.
—Esto me lo hizo una bala, niñas, y casi acabo muerto. Las pistolas pueden ser muy peligrosas.
_____ lo observó y pensó nostálgica que podría ser un buen padre. Y eso a pesar de que no se había tomado el asunto del beso entre Becky y Jeremiah tan en serio como debería haber hecho. Al recordarlo, pensó en su propia experiencia primera en el tema y un escalofrío le recorrió el cuerpo de la cabeza a los pies.
—¿Cómo ocurrió? —le preguntó Sophi, tocando la cicatriz del hombro de Nicholas con el dedo.
—Un chiquillo que se creyó que el arma era un juguete me disparó sin querer —se irguió y se abrochó la camisa—. Así que ni se les ocurra tocar este rifle bajo ningún pretexto. ¿Entendido?
—Sí, señor —contestaron con los ojos muy abiertos las dos.
—Buenas chicas.
Nicholas volvió donde estaba _____ y le cogió la caja de cartuchos de la mano, después se agachó y los amontonó en el suelo.
—Es un rifle de repetición del calibre cuarenta y cuatro y de quince balas —le dijo y se puso en pie tomando un montón de cartuchos—. Eso quiere decir que puede disparar hasta dieciséis balas del cuarenta y cuatro, quince en la recámara y una en la cámara. Cargas los cartuchos a través de la recámara, aquí.
_____ observó atentamente mientras él le enseñaba cómo cargar el arma. Metió quince cartuchos a través de una abertura tubular que había en la parte frontal del gatillo debajo del cañón y después le tendió el rifle y se puso detrás de ella.
—Sujétalo apoyando la culata en tu hombro —le ordenó rodeándola con los brazos desde atrás y colocando el rifle en la posición correcta—. Así tendrás mejor control, relájate —añadió—. Estás demasiado tensa.
_____ lo intentó, lo intentó de verdad, pero en lo único en lo que podía pensar era en lo maravilloso que sería apoyar la espalda contra él y disfrutar de la sensación de sus brazos rodeándola. La idea de que realmente era capaz de hacer algo así la intimidó.
Las manos de Nicholas tomaron las suyas por encima del cañón, haciendo que con ellas bajase una palanca que había detrás del gatillo y la colocase en su sitio.
—Esto carga el arma —le explicó—, y eso quiere decir que la primera bala ya está en la cámara y el rifle está listo para ser disparado. Cada vez que vayas a disparar tienes que cargarlo.
Le quería preguntar cómo apuntar con el rifle, pero cuando volvió la cabeza para mirarlo, la pregunta se le fue de la cabeza. Estaba tan cerca de ella que con un solo movimiento, sus bocas se habrían tocado. Se puso tensa y se pasó la lengua por sus labios repentinamente secos. Vio cómo la sonrisa de Nicholas desaparecía y sus ojos azules se nublaban.
Dijo lo primero que le vino a la cabeza.
—¿De verdad esa cicatriz te la hizo un niño? —susurró.
—Diablos, no —murmuró él—. Me disparó un granjero protestante cuando tenía quince años. Estaba intentando hacerme con una de sus ovejas.
_____ ahogó una carcajada procurando poner cara de desaprobación.
—¿Hacerte con…? Querrás decir robar.
Él le sonrió.
—Bueno, no podía decírselo a las niñas, ¿no? ¿Qué ejemplo sería para sus impresionables mentes?
El comentario le recordó que las tres impresionables niñas los estaban observando. Él también pareció darse cuenta porque bajó las manos y dio un paso hacia atrás alejándose de ella. _____ encaró la valla que estaba a varios metros y procuró centrar sus pensamientos en lo que tenía que hacer.
—Esto lo tengo que utilizar para apuntar, ¿verdad? —preguntó tomando el rifle con el dedo para señalar la pestaña de metal que sobresalía del cañón.
—Sí, se llama la mira. Lo único que tienes que hacer es apretar el gatillo, pero ya sabes, hazlo con suavidad, no bruscamente. Y…
La fuerte detonación le interrumpió. La fuerza del disparo hizo que la culata del rifle golpease el hombro de _____ lanzándola hacia atrás. Cayó pesadamente sobre Nicholas, que estaba justo detrás de ella. Él la aguantó sin inmutarse, como si hubiese estado esperándolo, y la tomó en sus brazos.
—Y —continuó divertido— un rifle del calibre cuarenta y cuatro tiene su retroceso, así que debes estar preparada.
_____ bajó el rifle y, apoyándose en Nicholas, se frotó el hombro.
—Lo recordaré la próxima vez —dijo apesadumbrada mirando hacia la valla. Se dio cuenta de que la lata de hojalata a la que había apuntado estaba en el suelo—. ¡Por lo menos, le he dado! —exclamó orgullosa.
Nicholas asintió con gesto de aprobación.
—No ha estado mal, nada mal, para ser una chica.
_____ le golpeó con el codo, estiró los brazos, cargó el rifle, apuntó y otra lata de las que estaban sobre la valla saltó volando por los aires.
Nicholas era inteligente y no hizo ningún otro comentario burlón sobre sus habilidades como tiradora.
Siguieron dos semanas de mucho trabajo. Después de varias lecciones de tiro, _____ pudo olvidarse momentáneamente del arma y la dejó en la estantería más alta de la despensa de la cocina, junto con dos cajas de cartuchos, pensando que era el lugar más adecuado para guardarla. Siguiendo la sugerencia de Nicholas, cogió otro rifle del baúl y después de que él lo hubiese limpiado, lo dejó debajo de su cama y en el cajón de su mesilla, depositó una caja de cartuchos. Pero afortunadamente no hubo ningún incidente que le obligara a usarlo.
Mientras Nicholas seguía trabajando en la finca, _____ se preparaba para la cosecha. Sacó las cestas grandes, las limpió de telas de araña, trasladó las escaleras y se aseguró con cuidado de que no se habían estropeado con la carcoma después de un año.
Fue al pueblo y llegó a un acuerdo con Grady McCann para alquilarle dos mulas y dos carromatos que le pagaría después de la cosecha. Necesitaría los carromatos para llevar los melocotones hasta Monroe y venderlos, y Grady era el dueño de las caballerizas, uno de los pocos negocios en Callersville que no había podido comprar Jack.
A su paso por el pueblo, se detuvo en el aserradero para coger serrín y toneles con los que trasladar la mercancía. Jack todavía estaba fuera, pero Joshua le informó fríamente de que no podía hacerle ningún préstamo.
—Órdenes de Jack —le dijo sonriendo con presunción.
_____ le vendió entonces el ternero a Oren Johnson y compró lo que necesitaba con el dinero obtenido de la venta. También le pidió a Oren que alimentase sus animales y vigilase la granja mientras ella estuviese fuera. Él le prometió que así lo haría.
En casa de los Johnson, estuvo arrullando a su bebé y charlando con Kate, quien le aseguró que las niñas podrían quedarse aquel año también en su casa mientras ella iba al mercado de Monroe a vender los melocotones. Cuando Kate le preguntó cómo iba a arreglárselas aquel año para recolectar la fruta, _____ le dijo que había encontrado un temporero para la cosecha y se marchó antes de que la mujer pudiera hacerle más preguntas.
Cuando no estaba ocupada con los preparativos de la cosecha, se dedicaba a preparar a las niñas para la vuelta al colegio, justo después. Deshizo las costuras de todos sus vestidos, añadió volantes a los dobladillos para alargarlos, remendó todos los calcetines agujereados, y le vendió a Lila suficientes tarros de melocotones en almíbar del año anterior como para poder comprar zapatos para todas. Planchó los uniformes y los lazos para el pelo. Aunque Jack dijese que eran unas huérfanas y que no tenían ropa decente, _____ siempre se aseguraba de que las niñas fuesen al colegio limpias y pulcras, y aquel año no era ninguna excepción.
Daba gracias por tener tantas cosas que hacer y mantenerse ocupada. Así no pensaba en el hecho de que la cosecha implicaba la partida de Nicholas. Los húmedos y calurosos días de agosto fueron desvaneciéndose, y cuando _____ paseaba por el melocotonar y veía las frutas madurando rápidamente, deseaba que el tiempo se detuviese para no verlo marchar.
Pero eso no ocurrió, claro está. Los melocotones maduraron y llegó el día en que _____ supo que había que recogerlos.
Nicholas y las niñas la acompañaron al melocotonar provistos de cestas y escaleras. Chester los siguió y al llegar al campo se tumbó cómodamente a la sombra de un árbol a observar. Becky y Sophi cogieron una cesta y una escalera cada una, escogieron una hilera de árboles y se pusieron manos a la obra inmediatamente, sin hacer demasiado caso de las advertencias de _____ de que tuvieran cuidado.
—Por el amor de Dios, mamá —dijo Sophi apoyándose en la escalera y frunciendo el ceño—. Deja de preocuparte.
Y miró a Nicholas con cara de sufrimiento.
—Cada año igual —le dijo poniendo los ojos en blanco.
Él miró a _____, pero ésta no le estaba mirando, tenía los ojos puestos en Sophi. Nicholas vio su expresión de preocupación.
—Todo irá bien, _____ —le dijo—. No se harán daño.
—Lo sé —contestó, pero siguió mirando a su hija hasta que la niña hubo dejado firmemente la cesta entre las ramas y se hubo instalado cómodamente en una de ellas. Después se giró hacia Nicholas.
—¿Has cogido melocotones alguna vez?
Él hizo un gesto negativo con la cabeza.
Marian tiró de la falda de _____.
—Mamá, ¿puedo coger yo también?
—Este año no, cariño. Quizás el año que viene.
—¿Qué puedo hacer? —preguntó la niña decepcionada.
—Bueno, vamos a ver —dijo _____ ladeando la cabeza—. Primero tenemos que enseñarle a Nicholas cómo coger fruta. Después podemos empezar a poner los melocotones en los barriles. ¿Qué te parece?
—Bueno.
Le dio la mano a la niña y miró a Nicholas.
—¿Listo?
Él asintió.
—¿Qué haremos cuando los hayamos recogido? —le preguntó siguiendo a _____ y a Marian hasta otra hilera con la escalera en una mano y una cesta en la otra.
—Tú y yo los llevaremos a Monroe —le contestó—. Es un día entero de viaje desde aquí. Las niñas se quedarán en casa de los Johnson mientras estemos fuera. Tendremos que pasar una noche en Monroe. Te pagaré habitación y comida mientras estemos allí, claro está. —Lo último que quería era malentendidos, así que añadió ásperamente—: Es lo mínimo que puedo hacer teniendo en cuenta que me estás ayudando.
—No me debes nada por esto, _____. Yo correré con mis gastos. Pero mientras estemos allí, deberíamos ir a cenar a algún sitio bonito.
—No es necesario.
—Los dos tendremos que comer —dijo él apoyando la escalera en un árbol y sujetando la cesta con la cadera—. Venga, ahora explícame cómo se cogen los melocotones.
_____ abrió la boca para protestar, pero la cerró acto seguido. Señaló el árbol y dijo:
—Lo primero que tienes que saber, es que sólo puedes coger los que están maduros.
Alargó el brazo y rodeó un melocotón con los dedos.
—Este está maduro. Lo sabes porque no tiene ninguna zona verde. La piel tiene un fondo de color amarillo y está algo sonrosada. Lo coges así con los dedos y lo arrancas del árbol con un simple giro de muñeca. Si tienes que hacer mucha fuerza, es que no está maduro; si lo arrancases, se estropearía.
Nicholas pensó que los melocotones eran como las mujeres. Mujeres inocentes, pensó, viendo cómo _____ arrancaba la pieza del árbol. No había sido muy delicado en la cocina con ella aquella tarde cuando la había besado y sintió cierto remordimiento. La próxima vez lo haría de otro modo. Pero aquel pensamiento le produjo un agudo dolor. No habría próxima vez.
Había algo en ella, algo en la forma inexperta pero apasionada en la que se había movido bajo sus manos, en los sonidos suaves de sorpresa que había emitido, que había derribado todas sus defensas y lo había encendido como si fuera pura dinamita. Y aquella noche en el establo, cuando lo había estado observando mientras boxeaba, su mirada parecía tener una fuerza indefinible, más potente que las cadenas, y su caricia le había turbado más que una jarra entera de aguardiente. Sabía que no debía tocarla de nuevo. Pero quería hacerlo. La miró mientras mordía el melocotón y se relamía el jugo de su labio inferior. Se sintió arder en deseos. Dios, cómo quería hacerlo.»
_____ levantó la vista y lo sorprendió mirándola. Nicholas supo que ambos estaban pensando lo mismo. «Ay —pensó, viendo cómo se le sonrojaban las mejillas—, los melocotones son, sin duda, como las mujeres.»
—Un buen restaurante —le dijo con firmeza—. Y ponte ese vestido rojo de seda. Me gustaría verte vestida con algo que no sea gris ni marrón, para variar.
Aquella noche _____ se despertó con el ruido de cristales rotos y los ladridos de Chester. Después oyó un chillido de terror y supo al instante que era Marian. Apartó deprisa las sábanas y saltó de la cama. Fuera había un tremendo alboroto. Los ladridos de Chester y los gritos de Marian se acrecentaron. Corrió al pasillo y casi atropello al perro. Al mismo tiempo, las niñas salieron corriendo de sus habitaciones.
Marian fue la primera en alcanzarla.
—¡Mamá! ¡Mamá! —La niña se agarró a _____ rodeándole las piernas con los brazos—. ¡Alguien ha roto mi ventana! —gimoteó—. Han tirado una piedra a mi ventana.
_____ cogió a la niña en brazos.
—Tranquila, cariño —dijo abrazándola con fuerza—. Tranquila.
—¿Mamá?
Notó el brazo de Sophi sujetándola y le acarició el pelo para tranquilizarla. Fuera continuaban los gritos y podían oír el ruido de piedras golpeando la casa. Chester seguía ladrando y corría adelante y atrás por el pasillo como si no supiese si quedarse cerca y protegerlas o bajar abajo y destrozar a los asaltantes.
—¿Quiénes son? —preguntó Becky en un susurro.
Antes de que pudiera contestar, oyó la voz de Nicholas que venía de abajo.
—¡_____!
Con Marian en sus brazos y Chester justo detrás de ella, corrió hasta las escaleras y se encontró con él que subía con un candil en la mano.
—Estamos bien —le gritó, y Nicholas se detuvo a medio camino—. Pero han roto la ventana de Marian.
—¡Que no bajen! —les ordenó dándose la vuelta para volver abajo.
—Venga, niñas —_____ aupó a Marian, cogió la mano de Sophi y corrió a la habitación de Becky. Chester las siguió.
—Voy a ayudar al señor Nicholas —le dijo a su hija mayor, dejando a Marian en el suelo—. Quiero que cerréis la puerta con llave cuando salga. Después os tumbáis en el suelo y os quedáis ahí hasta que yo vuelva a buscaros. Y no os acerquéis a la ventana, ¿de acuerdo?
—Sí, mamá —dijo Becky asintiendo.
_____ se dirigió hacia la puerta.
—¿Mamá?
Se dio la vuelta al oír la voz asustada de Marian y se agachó para darle un beso en la mejilla.
—Todo irá bien, cariño, te lo prometo. Ahora quedaos aquí.
Cerró la puerta al salir y corrió hacia su habitación, encendió el candil, se arrodilló junto a la cama y cogió el rifle, dando gracias por haber hecho caso a Nicholas y haber dejado una segunda arma arriba.
A través de la ventana abierta, podía oír las voces y los gritos de los hombres que rodeaban la casa. Pudo oír también el ruido de cascos y supo que iban a caballo. Se puso en pie, abrió el cajón de su mesita de noche y cogió un montón de cartuchos. Después se sentó en el borde de la cama para cargar el arma. Intentó darse prisa, pero las manos le temblaban y manejó con torpeza los cartuchos. Le pareció que tardaba una eternidad.
El estampido de un disparo le hizo ponerse en pie de un salto. Rezó para que el disparo hubiese salido del arma de Nicholas, puso el último cartucho en la recámara del rifle, abrió las cristaleras de su habitación que daban a la terraza de arriba y salió afuera.
En esos momentos, la Luna salió de detrás de las nubes y con su resplandor pudo ver a tres jinetes que daban la vuelta a la casa. Estaba demasiado enfadada como para ser consciente de lo que hacía, así que fue hasta el final de la terraza, se apoyó contra la barandilla que le llegaba a la altura de la cintura y miró a los tres jinetes. Apuntó a la cabeza del primer hombre que, en ese momento, levantó el brazo y lanzó una piedra contra la casa. El ruido de cristales rotos le hizo saber que habían destrozado otra ventana y _____ apretó el gatillo. El sombrero del hombre salió despedido y ella sonrió. Se estaba convirtiendo en una buena tiradora.
—¡Vámonos de aquí! —gritó el hombre. _____ habría jurado que era la voz de Joshua Harlan. Cuando levantó de nuevo el arma, los hombres se perdían en lo profundo del espeso bosque que rodeaba la finca.
Cargó y apuntó, pero la Luna se había ocultado tras una nube y los jinetes se habían perdido ya entre los robles y la oscuridad. Bajó el arma y se dejó caer sobre la barandilla, tomando aire rápida y entrecortadamente mientras el ruido de cascos se desvanecía. Tenía la frente sudorosa y la apoyó en la fría barandilla de hierro forjado.
—¿_____?
Se incorporó y se dio la vuelta con el rifle levantado. Nicholas estaba en el marco de los ventanales, con el otro rifle en las manos y la luz proveniente del candil de la habitación iluminaba su enorme y oscura silueta. _____ dio un suspiro de alivio y bajó el rifle.
—¿Estás bien? —le preguntó caminando hacia ella.
Ella asintió.
—¿Y tú?
—Perfectamente. —Le cogió el rifle de las manos y lo dejó en el suelo. Después le acarició el rostro y pasó el dedo pulgar por su labio inferior.
—Estás sangrando.
Nicholas apartó la mano y _____ se llevó un dedo a su labio, dándose cuenta de que se lo debía haber mordido mientras estaba disparando.
—Vaya —dijo notando la herida por primera vez.
Nicholas recordó el día en que _____ le había confesado su miedo a las alturas y cómo era incapaz de pasear por la terraza del primer piso.
—¿Te das cuenta de dónde estás? —le preguntó.
_____ echó un vistazo por encima de la barandilla y vio el suelo allá abajo.
—Oh, Dios mío —susurró apartando la mirada. Se llevó la mano a la boca y se quedó allí clavada incapaz de moverse, cerrando los ojos con fuerza—. Creo que voy a devolver —dijo con voz ahogada.
Él dejó su rifle y la cogió en sus brazos, apoyándola contra él.
—Ya te tengo —dijo—. Ya te tengo.
La llevó hasta su habitación, la sentó en el borde de su alta cama y se quedó de pie frente a ella.
—Pon la cabeza entre las piernas —le ordenó— y coge aire en bocanadas cortas y rápidas.
—¿Dónde están las niñas?
Nicholas empujó la cabeza de _____ con la mano e hizo que la bajase hasta el regazo.
—Están bien. Un poco asustadas, pero nada más. Están en la habitación de Becky, les he dicho que se queden allí.
_____ hizo fuerza contra la mano de Nicholas, intentando sentarse.
—Deben estar muertas de miedo. Será mejor que vaya.
Nicholas la forzó a seguir con la cabeza agachada.
—Quédate así —murmuró acariciando ligeramente su nuca con los dedos.
La soltó y se dio la vuelta en dirección a la puerta, pero _____ se irguió y alargó el brazo para tomar su mano.
—Gracias por estar aquí —susurró.
Nicholas empezó a estirar el brazo para desasirse, pero de pronto se detuvo y tomó la pequeña mano de _____ en la suya mucho más grande. No podía evitar preguntarse si los acontecimientos de aquella noche le habrían hecho cambiar de opinión con respecto a la decisión de vender su tierra, pero no se lo preguntó.
Finalmente la soltó.
—¿Estás segura de que estás bien? —Cuando ella asintió, se dio la vuelta—. Yo iré a por las niñas.
Cuando las niñas y Chester entraron en la habitación de _____, ésta extendió los brazos y todas corrieron hacia ella. Las tomó en sus brazos con besos y caricias.
—¿Estáis bien? —preguntó sin estar segura hasta que hubo hecho la misma pregunta una docena de veces.
Becky subió a la cama junto a _____.
—¿Quiénes eran, mamá?
—¿Qué querían? —preguntó Sophi.
Marian tiró del camisón de _____ para que le prestase atención:
—¿Por qué me han roto la ventana?
Ella extendió los brazos para que Marian se pusiese en su regazo.
—Bueno —contestó— hay unos hombres que quieren que venda la granja para que ellos puedan construir una vía de ferrocarril. Y yo no quiero venderla porque es nuestro hogar. Así que están intentando que nos vayamos tirándonos piedras, rompiendo los cristales y gritando —miró hacia Nicholas—. El señor Nicholas y yo los hemos asustado y se han ido, pero puede que vuelvan.
Sophi se puso de pie y golpeó el hombro de su madre.
—No te preocupes, mamá —dijo. Se dirigió hacia Nicholas y lo miró con una expresión de adoración y completa confianza en su rostro de pilla. Lo cogió de la mano y se dio la vuelta para mirar a su madre—. Todo irá bien, ya lo verás, el señor Nicholas no dejará que nos pase nada malo.
Él no podía respirar. Sintió que en la habitación hacía un calor sofocante y que tenía que salir.
—Es tarde —logró decir—. Lo mejor es que os vayáis a dormir.
Se soltó de la mano de la niña y notó una presión en el pecho. Se dio la vuelta y salió al pasillo, cerrando la puerta tras de sí.
Empezó a bajar las escaleras, pero se detuvo en el rellano. Miró la oscuridad del vestíbulo, la oscuridad que lo rodeaba. No quería que nadie confiara en él, ni que nadie lo necesitara o lo mirara con fe. No podría estar nunca a la altura. No se lo merecía. Nicholas hundió el rostro en las manos con una sensación de pánico.
Capitulo 19
Nicholas empezó a evitarla. A lo largo de las dos semanas que siguieron, encontró un sinfín de excusas para estar tan alejado de ella como fuera posible. Terminó de arreglar el tejado y empezó a reparar el porche dedicando todo su tiempo a esa tarea. Cuando acabó con eso, cortó toda la maleza que estorbaba en el jardín de alrededor de la casa, y después empezó a reparar los edificios de fuera.
Las lecciones de lectura de las noches se acabaron. Ya sabía leer suficientemente bien como para valerse por sí mismo, pero _____ las echaba de menos. Echaba de menos sentarse en su compañía en la mesa de la cocina, sorbiendo té y charlando.
No quedaba mucho tiempo antes de su marcha, y lo que más quería era pasar los pocos días que faltaban junto a él. Sólo quería mirarlo, escuchar su voz, estar cerca de él, hasta que todo él quedase grabado en su mente. Cuando se fuese, su recuerdo era lo único que le quedaría. Pero él no quería su compañía. _____ sólo lo veía en las comidas o cuando lo observaba trabajar sin que él se diese cuenta.
Puso la plancha en el fuego y fue hasta la ventana de la cocina. Apretó la nariz contra el cristal y observó la luz del candil que salía de la puerta del establo. Nicholas iba cada noche allí, pero ella no lo había vuelto a seguir. Él había dejado bien claro que quería que lo dejasen solo. Sin embargo, _____ encontraba excusas para quedarse despierta, trabajando en los vestidos para el baile de la cosecha, planchando o lavando las tazas, cualquier cosa que le permitiese quedarse en la cocina hasta su vuelta. Nunca se iba a la cama antes que él, pero él siempre pasaba a su lado murmurando buenas noches y se iba directamente a su habitación sin decir nada más.
_____ bajó la vista hacia la camisa que estaba planchando, una camisa para él que había pertenecido a Stuart. Él también se había ido. Mamá, Stuart, Charles, papá. Todos se habían marchado.
De otro modo, Nicholas también se marcharía. Pensó en todos los días que le quedaban por delante y le parecieron vacíos. Pensar en su marcha la llenaba de una tristeza tan honda que le dolía el pecho. Una lágrima le resbaló por la mejilla y cayó sobre el algodón blanco.
Oyó sus pisadas en el porche de atrás y se limpió sus inútiles lágrimas con un rápido movimiento. Cogió la plancha y no levantó la vista cuando él entró. Mantuvo la espalda erguida y los ojos fijos en lo que estaba haciendo.
—Buenas noches, _____ —dijo Nicholas al pasar.
—Buenas noches, Nicholas.
Pero las lágrimas le volvieron a nublar la vista mientras él salía de la cocina. Nicholas rechazaba todo lo que para _____ era querido, y ella no podía curar sus heridas.
«Haz que se quede. Por favor, encuentra un modo de que se quede.»
Era una plegaria fútil. No había nada que pudiera hacer que se quedase. Absolutamente nada.
Cuando _____ fue a recoger agua a la mañana siguiente, encontró un gato muerto junto al pozo. Se quedó mirando a la pobre criatura a la que, evidentemente, habían disparado y habían puesto allí de forma deliberada. Otro mensaje muy claro de Jack. Podía haberles dicho a sus chicos que dejasen al animal muerto dentro del pozo y haber envenenado así el agua, pero no lo había hecho. En lugar de eso, le había hecho saber a _____ lo fácil que le resultaría hacerlo si seguía siendo tan terca.
Apretó los labios mientras miraba el cadáver rígido y sangriento del animal, y se puso furiosa. Se acordó de la amenaza de Joshua de quemar su melocotonar y sus chulescos intentos de intimidarla. Se preguntó cuánta gente habría vendido sus tierras a Jack a base de amenazas.
Se dirigió al establo para coger una pala y sus gruesos y grandes guantes de cuero. Enterró el gato en el bosque y regresó a casa. Subió al ático y estuvo removiendo todos los baúles hasta que dio con el que contenía los rifles, las pistolas y la munición de su padre y hermanos. Escogió el rifle del ejército de Stuart, pensando que era el que tenía el aspecto más intimidador de todos. Después dejó caer la tapa del baúl y bajó con el rifle.
Cuando Nicholas se despertó y fue a la cocina, se encontró a _____ de pie en el porche de atrás con el rifle en la mano. Al oír sus pasos atravesando la estancia, ella se dio la vuelta y lo miró a través de la puerta abierta. Al ver la decisión en su cara, él intuyó que había ocurrido algo.
—He encontrado un gato muerto junto al pozo —explicó ella como si hubiese oído su pregunta no formulada—. Le habían disparado.
Nicholas sabía lo que eso significaba y podía ver que ella también. Miró el rifle.
—Así que va a haber guerra, ¿verdad, _____?
—Sólo estoy tomando precauciones, eso es todo.
—¿Sabes usar eso? —le preguntó.
Ella negó con la cabeza.
—¿Y tú? —le preguntó.
Miró fijamente el arma pensando en Sean y en los rifles americanos.
—Sí, sí que sé —contestó.
—¿Me enseñarás a disparar?
—¿Por qué no les vendes la tierra? No merece la pena esta lucha, _____, no merece la pena.
Ella se puso tensa.
—Si tú no me enseñas, tendré que aprender yo sola.
Nicholas vio cómo _____ le daba la espalda y sopesaba el rifle experimentalmente con las manos, levantándolo como para apuntar el blanco. Estaba más claro que el agua que no tenía ni idea sobre armas. Si no le enseñaba cómo manejar el rifle, acabaría haciéndose daño.
—Maldita sea —murmuró y salió al porche. Pasó la mano por encima del hombro de _____ y bajó el cañón para que apuntase al suelo.
Ella volvió la cabeza y lo miró con curiosidad.
—¿Estás preparada para disparar a alguien, quizás para matarlo? —preguntó—. ¿Crees que puedes?
—Si tengo que hacerlo…
Nicholas estudió su serio semblante un momento y después asintió.
—Está bien. Entonces será mejor que aprendas cómo hacerlo.
Le quitó el rifle de las manos y lo estudió. Era un Henry 44, no muy apropiado para disparar a distancia, y un poco pesado para una mujer, pero una buena arma.
—¿Cuándo fue la última vez que se utilizó?
—En el sesenta y tres. Era de mi hermano Stuart.
Nicholas se aseguró de que no estaban cargadas ni la cámara ni la recámara y después levantó el arma. La amartilló, apuntó hacia el poste derecho del tendedero y apretó el gatillo.
El percutor cayó con un clic vacilante.
—Primero le hará falta una buena limpieza —le dijo bajando el arma—. Necesitaré algunos trapos, un cubo de agua hirviendo y una baqueta. ¿Tienes aceite para lubricarlo?
—Aceite dulce.
—Nos servirá. ¿Tienes cartuchos?
—Sí, una caja entera.
—Tráelos.
Ella asintió y entró en casa.
Nicholas miró fijamente el arma que tenía en las manos. No podía hacerlo. Lo más inteligente que podía hacer _____ era vender la tierra, coger el dinero y las niñas y empezar de nuevo en otro lugar. Pero sabía que no iba a hacer lo más inteligente.
En unas semanas, él no iba a estar allí para protegerla si esos hombres venían a por ella en medio de la noche. Lo menos que podía hacer era proveerle de los medios para protegerse.
—Mierda —murmuró.
Después del desayuno, Nicholas llevó a _____ a uno de los campos que antes habían servido para cultivar algodón, pero que entonces estaban en barbecho invadidos por las malas hierbas. A las niñas sólo les habían dicho que _____ quería aprender a disparar e insistieron en presenciar su primera lección. Ella no estaba convencida de que fuese buena idea, pero él señaló que era mejor que supiesen exactamente dónde estaban las niñas mientras hacían las prácticas de tiro.
Se había provisto de un montón de latas de hojalata, y Nicholas las puso en fila sobre la valla. Les ordenó a las niñas que estuviesen unos metros por detrás de ellos y les dio una buena charla sobre el peligro de las armas.
—No piensen que esto es un juguete —dijo con severidad—. No lo es.
Se desabrochó el primer botón de la camisa y se agachó para que Sophi y Marian pudieran ver la cicatriz circular que tenía en el hombro.
—Esto me lo hizo una bala, niñas, y casi acabo muerto. Las pistolas pueden ser muy peligrosas.
_____ lo observó y pensó nostálgica que podría ser un buen padre. Y eso a pesar de que no se había tomado el asunto del beso entre Becky y Jeremiah tan en serio como debería haber hecho. Al recordarlo, pensó en su propia experiencia primera en el tema y un escalofrío le recorrió el cuerpo de la cabeza a los pies.
—¿Cómo ocurrió? —le preguntó Sophi, tocando la cicatriz del hombro de Nicholas con el dedo.
—Un chiquillo que se creyó que el arma era un juguete me disparó sin querer —se irguió y se abrochó la camisa—. Así que ni se les ocurra tocar este rifle bajo ningún pretexto. ¿Entendido?
—Sí, señor —contestaron con los ojos muy abiertos las dos.
—Buenas chicas.
Nicholas volvió donde estaba _____ y le cogió la caja de cartuchos de la mano, después se agachó y los amontonó en el suelo.
—Es un rifle de repetición del calibre cuarenta y cuatro y de quince balas —le dijo y se puso en pie tomando un montón de cartuchos—. Eso quiere decir que puede disparar hasta dieciséis balas del cuarenta y cuatro, quince en la recámara y una en la cámara. Cargas los cartuchos a través de la recámara, aquí.
_____ observó atentamente mientras él le enseñaba cómo cargar el arma. Metió quince cartuchos a través de una abertura tubular que había en la parte frontal del gatillo debajo del cañón y después le tendió el rifle y se puso detrás de ella.
—Sujétalo apoyando la culata en tu hombro —le ordenó rodeándola con los brazos desde atrás y colocando el rifle en la posición correcta—. Así tendrás mejor control, relájate —añadió—. Estás demasiado tensa.
_____ lo intentó, lo intentó de verdad, pero en lo único en lo que podía pensar era en lo maravilloso que sería apoyar la espalda contra él y disfrutar de la sensación de sus brazos rodeándola. La idea de que realmente era capaz de hacer algo así la intimidó.
Las manos de Nicholas tomaron las suyas por encima del cañón, haciendo que con ellas bajase una palanca que había detrás del gatillo y la colocase en su sitio.
—Esto carga el arma —le explicó—, y eso quiere decir que la primera bala ya está en la cámara y el rifle está listo para ser disparado. Cada vez que vayas a disparar tienes que cargarlo.
Le quería preguntar cómo apuntar con el rifle, pero cuando volvió la cabeza para mirarlo, la pregunta se le fue de la cabeza. Estaba tan cerca de ella que con un solo movimiento, sus bocas se habrían tocado. Se puso tensa y se pasó la lengua por sus labios repentinamente secos. Vio cómo la sonrisa de Nicholas desaparecía y sus ojos azules se nublaban.
Dijo lo primero que le vino a la cabeza.
—¿De verdad esa cicatriz te la hizo un niño? —susurró.
—Diablos, no —murmuró él—. Me disparó un granjero protestante cuando tenía quince años. Estaba intentando hacerme con una de sus ovejas.
_____ ahogó una carcajada procurando poner cara de desaprobación.
—¿Hacerte con…? Querrás decir robar.
Él le sonrió.
—Bueno, no podía decírselo a las niñas, ¿no? ¿Qué ejemplo sería para sus impresionables mentes?
El comentario le recordó que las tres impresionables niñas los estaban observando. Él también pareció darse cuenta porque bajó las manos y dio un paso hacia atrás alejándose de ella. _____ encaró la valla que estaba a varios metros y procuró centrar sus pensamientos en lo que tenía que hacer.
—Esto lo tengo que utilizar para apuntar, ¿verdad? —preguntó tomando el rifle con el dedo para señalar la pestaña de metal que sobresalía del cañón.
—Sí, se llama la mira. Lo único que tienes que hacer es apretar el gatillo, pero ya sabes, hazlo con suavidad, no bruscamente. Y…
La fuerte detonación le interrumpió. La fuerza del disparo hizo que la culata del rifle golpease el hombro de _____ lanzándola hacia atrás. Cayó pesadamente sobre Nicholas, que estaba justo detrás de ella. Él la aguantó sin inmutarse, como si hubiese estado esperándolo, y la tomó en sus brazos.
—Y —continuó divertido— un rifle del calibre cuarenta y cuatro tiene su retroceso, así que debes estar preparada.
_____ bajó el rifle y, apoyándose en Nicholas, se frotó el hombro.
—Lo recordaré la próxima vez —dijo apesadumbrada mirando hacia la valla. Se dio cuenta de que la lata de hojalata a la que había apuntado estaba en el suelo—. ¡Por lo menos, le he dado! —exclamó orgullosa.
Nicholas asintió con gesto de aprobación.
—No ha estado mal, nada mal, para ser una chica.
_____ le golpeó con el codo, estiró los brazos, cargó el rifle, apuntó y otra lata de las que estaban sobre la valla saltó volando por los aires.
Nicholas era inteligente y no hizo ningún otro comentario burlón sobre sus habilidades como tiradora.
Siguieron dos semanas de mucho trabajo. Después de varias lecciones de tiro, _____ pudo olvidarse momentáneamente del arma y la dejó en la estantería más alta de la despensa de la cocina, junto con dos cajas de cartuchos, pensando que era el lugar más adecuado para guardarla. Siguiendo la sugerencia de Nicholas, cogió otro rifle del baúl y después de que él lo hubiese limpiado, lo dejó debajo de su cama y en el cajón de su mesilla, depositó una caja de cartuchos. Pero afortunadamente no hubo ningún incidente que le obligara a usarlo.
Mientras Nicholas seguía trabajando en la finca, _____ se preparaba para la cosecha. Sacó las cestas grandes, las limpió de telas de araña, trasladó las escaleras y se aseguró con cuidado de que no se habían estropeado con la carcoma después de un año.
Fue al pueblo y llegó a un acuerdo con Grady McCann para alquilarle dos mulas y dos carromatos que le pagaría después de la cosecha. Necesitaría los carromatos para llevar los melocotones hasta Monroe y venderlos, y Grady era el dueño de las caballerizas, uno de los pocos negocios en Callersville que no había podido comprar Jack.
A su paso por el pueblo, se detuvo en el aserradero para coger serrín y toneles con los que trasladar la mercancía. Jack todavía estaba fuera, pero Joshua le informó fríamente de que no podía hacerle ningún préstamo.
—Órdenes de Jack —le dijo sonriendo con presunción.
_____ le vendió entonces el ternero a Oren Johnson y compró lo que necesitaba con el dinero obtenido de la venta. También le pidió a Oren que alimentase sus animales y vigilase la granja mientras ella estuviese fuera. Él le prometió que así lo haría.
En casa de los Johnson, estuvo arrullando a su bebé y charlando con Kate, quien le aseguró que las niñas podrían quedarse aquel año también en su casa mientras ella iba al mercado de Monroe a vender los melocotones. Cuando Kate le preguntó cómo iba a arreglárselas aquel año para recolectar la fruta, _____ le dijo que había encontrado un temporero para la cosecha y se marchó antes de que la mujer pudiera hacerle más preguntas.
Cuando no estaba ocupada con los preparativos de la cosecha, se dedicaba a preparar a las niñas para la vuelta al colegio, justo después. Deshizo las costuras de todos sus vestidos, añadió volantes a los dobladillos para alargarlos, remendó todos los calcetines agujereados, y le vendió a Lila suficientes tarros de melocotones en almíbar del año anterior como para poder comprar zapatos para todas. Planchó los uniformes y los lazos para el pelo. Aunque Jack dijese que eran unas huérfanas y que no tenían ropa decente, _____ siempre se aseguraba de que las niñas fuesen al colegio limpias y pulcras, y aquel año no era ninguna excepción.
Daba gracias por tener tantas cosas que hacer y mantenerse ocupada. Así no pensaba en el hecho de que la cosecha implicaba la partida de Nicholas. Los húmedos y calurosos días de agosto fueron desvaneciéndose, y cuando _____ paseaba por el melocotonar y veía las frutas madurando rápidamente, deseaba que el tiempo se detuviese para no verlo marchar.
Pero eso no ocurrió, claro está. Los melocotones maduraron y llegó el día en que _____ supo que había que recogerlos.
Nicholas y las niñas la acompañaron al melocotonar provistos de cestas y escaleras. Chester los siguió y al llegar al campo se tumbó cómodamente a la sombra de un árbol a observar. Becky y Sophi cogieron una cesta y una escalera cada una, escogieron una hilera de árboles y se pusieron manos a la obra inmediatamente, sin hacer demasiado caso de las advertencias de _____ de que tuvieran cuidado.
—Por el amor de Dios, mamá —dijo Sophi apoyándose en la escalera y frunciendo el ceño—. Deja de preocuparte.
Y miró a Nicholas con cara de sufrimiento.
—Cada año igual —le dijo poniendo los ojos en blanco.
Él miró a _____, pero ésta no le estaba mirando, tenía los ojos puestos en Sophi. Nicholas vio su expresión de preocupación.
—Todo irá bien, _____ —le dijo—. No se harán daño.
—Lo sé —contestó, pero siguió mirando a su hija hasta que la niña hubo dejado firmemente la cesta entre las ramas y se hubo instalado cómodamente en una de ellas. Después se giró hacia Nicholas.
—¿Has cogido melocotones alguna vez?
Él hizo un gesto negativo con la cabeza.
Marian tiró de la falda de _____.
—Mamá, ¿puedo coger yo también?
—Este año no, cariño. Quizás el año que viene.
—¿Qué puedo hacer? —preguntó la niña decepcionada.
—Bueno, vamos a ver —dijo _____ ladeando la cabeza—. Primero tenemos que enseñarle a Nicholas cómo coger fruta. Después podemos empezar a poner los melocotones en los barriles. ¿Qué te parece?
—Bueno.
Le dio la mano a la niña y miró a Nicholas.
—¿Listo?
Él asintió.
—¿Qué haremos cuando los hayamos recogido? —le preguntó siguiendo a _____ y a Marian hasta otra hilera con la escalera en una mano y una cesta en la otra.
—Tú y yo los llevaremos a Monroe —le contestó—. Es un día entero de viaje desde aquí. Las niñas se quedarán en casa de los Johnson mientras estemos fuera. Tendremos que pasar una noche en Monroe. Te pagaré habitación y comida mientras estemos allí, claro está. —Lo último que quería era malentendidos, así que añadió ásperamente—: Es lo mínimo que puedo hacer teniendo en cuenta que me estás ayudando.
—No me debes nada por esto, _____. Yo correré con mis gastos. Pero mientras estemos allí, deberíamos ir a cenar a algún sitio bonito.
—No es necesario.
—Los dos tendremos que comer —dijo él apoyando la escalera en un árbol y sujetando la cesta con la cadera—. Venga, ahora explícame cómo se cogen los melocotones.
_____ abrió la boca para protestar, pero la cerró acto seguido. Señaló el árbol y dijo:
—Lo primero que tienes que saber, es que sólo puedes coger los que están maduros.
Alargó el brazo y rodeó un melocotón con los dedos.
—Este está maduro. Lo sabes porque no tiene ninguna zona verde. La piel tiene un fondo de color amarillo y está algo sonrosada. Lo coges así con los dedos y lo arrancas del árbol con un simple giro de muñeca. Si tienes que hacer mucha fuerza, es que no está maduro; si lo arrancases, se estropearía.
Nicholas pensó que los melocotones eran como las mujeres. Mujeres inocentes, pensó, viendo cómo _____ arrancaba la pieza del árbol. No había sido muy delicado en la cocina con ella aquella tarde cuando la había besado y sintió cierto remordimiento. La próxima vez lo haría de otro modo. Pero aquel pensamiento le produjo un agudo dolor. No habría próxima vez.
Había algo en ella, algo en la forma inexperta pero apasionada en la que se había movido bajo sus manos, en los sonidos suaves de sorpresa que había emitido, que había derribado todas sus defensas y lo había encendido como si fuera pura dinamita. Y aquella noche en el establo, cuando lo había estado observando mientras boxeaba, su mirada parecía tener una fuerza indefinible, más potente que las cadenas, y su caricia le había turbado más que una jarra entera de aguardiente. Sabía que no debía tocarla de nuevo. Pero quería hacerlo. La miró mientras mordía el melocotón y se relamía el jugo de su labio inferior. Se sintió arder en deseos. Dios, cómo quería hacerlo.»
_____ levantó la vista y lo sorprendió mirándola. Nicholas supo que ambos estaban pensando lo mismo. «Ay —pensó, viendo cómo se le sonrojaban las mejillas—, los melocotones son, sin duda, como las mujeres.»
—Un buen restaurante —le dijo con firmeza—. Y ponte ese vestido rojo de seda. Me gustaría verte vestida con algo que no sea gris ni marrón, para variar.
Aquella noche _____ se despertó con el ruido de cristales rotos y los ladridos de Chester. Después oyó un chillido de terror y supo al instante que era Marian. Apartó deprisa las sábanas y saltó de la cama. Fuera había un tremendo alboroto. Los ladridos de Chester y los gritos de Marian se acrecentaron. Corrió al pasillo y casi atropello al perro. Al mismo tiempo, las niñas salieron corriendo de sus habitaciones.
Marian fue la primera en alcanzarla.
—¡Mamá! ¡Mamá! —La niña se agarró a _____ rodeándole las piernas con los brazos—. ¡Alguien ha roto mi ventana! —gimoteó—. Han tirado una piedra a mi ventana.
_____ cogió a la niña en brazos.
—Tranquila, cariño —dijo abrazándola con fuerza—. Tranquila.
—¿Mamá?
Notó el brazo de Sophi sujetándola y le acarició el pelo para tranquilizarla. Fuera continuaban los gritos y podían oír el ruido de piedras golpeando la casa. Chester seguía ladrando y corría adelante y atrás por el pasillo como si no supiese si quedarse cerca y protegerlas o bajar abajo y destrozar a los asaltantes.
—¿Quiénes son? —preguntó Becky en un susurro.
Antes de que pudiera contestar, oyó la voz de Nicholas que venía de abajo.
—¡_____!
Con Marian en sus brazos y Chester justo detrás de ella, corrió hasta las escaleras y se encontró con él que subía con un candil en la mano.
—Estamos bien —le gritó, y Nicholas se detuvo a medio camino—. Pero han roto la ventana de Marian.
—¡Que no bajen! —les ordenó dándose la vuelta para volver abajo.
—Venga, niñas —_____ aupó a Marian, cogió la mano de Sophi y corrió a la habitación de Becky. Chester las siguió.
—Voy a ayudar al señor Nicholas —le dijo a su hija mayor, dejando a Marian en el suelo—. Quiero que cerréis la puerta con llave cuando salga. Después os tumbáis en el suelo y os quedáis ahí hasta que yo vuelva a buscaros. Y no os acerquéis a la ventana, ¿de acuerdo?
—Sí, mamá —dijo Becky asintiendo.
_____ se dirigió hacia la puerta.
—¿Mamá?
Se dio la vuelta al oír la voz asustada de Marian y se agachó para darle un beso en la mejilla.
—Todo irá bien, cariño, te lo prometo. Ahora quedaos aquí.
Cerró la puerta al salir y corrió hacia su habitación, encendió el candil, se arrodilló junto a la cama y cogió el rifle, dando gracias por haber hecho caso a Nicholas y haber dejado una segunda arma arriba.
A través de la ventana abierta, podía oír las voces y los gritos de los hombres que rodeaban la casa. Pudo oír también el ruido de cascos y supo que iban a caballo. Se puso en pie, abrió el cajón de su mesita de noche y cogió un montón de cartuchos. Después se sentó en el borde de la cama para cargar el arma. Intentó darse prisa, pero las manos le temblaban y manejó con torpeza los cartuchos. Le pareció que tardaba una eternidad.
El estampido de un disparo le hizo ponerse en pie de un salto. Rezó para que el disparo hubiese salido del arma de Nicholas, puso el último cartucho en la recámara del rifle, abrió las cristaleras de su habitación que daban a la terraza de arriba y salió afuera.
En esos momentos, la Luna salió de detrás de las nubes y con su resplandor pudo ver a tres jinetes que daban la vuelta a la casa. Estaba demasiado enfadada como para ser consciente de lo que hacía, así que fue hasta el final de la terraza, se apoyó contra la barandilla que le llegaba a la altura de la cintura y miró a los tres jinetes. Apuntó a la cabeza del primer hombre que, en ese momento, levantó el brazo y lanzó una piedra contra la casa. El ruido de cristales rotos le hizo saber que habían destrozado otra ventana y _____ apretó el gatillo. El sombrero del hombre salió despedido y ella sonrió. Se estaba convirtiendo en una buena tiradora.
—¡Vámonos de aquí! —gritó el hombre. _____ habría jurado que era la voz de Joshua Harlan. Cuando levantó de nuevo el arma, los hombres se perdían en lo profundo del espeso bosque que rodeaba la finca.
Cargó y apuntó, pero la Luna se había ocultado tras una nube y los jinetes se habían perdido ya entre los robles y la oscuridad. Bajó el arma y se dejó caer sobre la barandilla, tomando aire rápida y entrecortadamente mientras el ruido de cascos se desvanecía. Tenía la frente sudorosa y la apoyó en la fría barandilla de hierro forjado.
—¿_____?
Se incorporó y se dio la vuelta con el rifle levantado. Nicholas estaba en el marco de los ventanales, con el otro rifle en las manos y la luz proveniente del candil de la habitación iluminaba su enorme y oscura silueta. _____ dio un suspiro de alivio y bajó el rifle.
—¿Estás bien? —le preguntó caminando hacia ella.
Ella asintió.
—¿Y tú?
—Perfectamente. —Le cogió el rifle de las manos y lo dejó en el suelo. Después le acarició el rostro y pasó el dedo pulgar por su labio inferior.
—Estás sangrando.
Nicholas apartó la mano y _____ se llevó un dedo a su labio, dándose cuenta de que se lo debía haber mordido mientras estaba disparando.
—Vaya —dijo notando la herida por primera vez.
Nicholas recordó el día en que _____ le había confesado su miedo a las alturas y cómo era incapaz de pasear por la terraza del primer piso.
—¿Te das cuenta de dónde estás? —le preguntó.
_____ echó un vistazo por encima de la barandilla y vio el suelo allá abajo.
—Oh, Dios mío —susurró apartando la mirada. Se llevó la mano a la boca y se quedó allí clavada incapaz de moverse, cerrando los ojos con fuerza—. Creo que voy a devolver —dijo con voz ahogada.
Él dejó su rifle y la cogió en sus brazos, apoyándola contra él.
—Ya te tengo —dijo—. Ya te tengo.
La llevó hasta su habitación, la sentó en el borde de su alta cama y se quedó de pie frente a ella.
—Pon la cabeza entre las piernas —le ordenó— y coge aire en bocanadas cortas y rápidas.
—¿Dónde están las niñas?
Nicholas empujó la cabeza de _____ con la mano e hizo que la bajase hasta el regazo.
—Están bien. Un poco asustadas, pero nada más. Están en la habitación de Becky, les he dicho que se queden allí.
_____ hizo fuerza contra la mano de Nicholas, intentando sentarse.
—Deben estar muertas de miedo. Será mejor que vaya.
Nicholas la forzó a seguir con la cabeza agachada.
—Quédate así —murmuró acariciando ligeramente su nuca con los dedos.
La soltó y se dio la vuelta en dirección a la puerta, pero _____ se irguió y alargó el brazo para tomar su mano.
—Gracias por estar aquí —susurró.
Nicholas empezó a estirar el brazo para desasirse, pero de pronto se detuvo y tomó la pequeña mano de _____ en la suya mucho más grande. No podía evitar preguntarse si los acontecimientos de aquella noche le habrían hecho cambiar de opinión con respecto a la decisión de vender su tierra, pero no se lo preguntó.
Finalmente la soltó.
—¿Estás segura de que estás bien? —Cuando ella asintió, se dio la vuelta—. Yo iré a por las niñas.
Cuando las niñas y Chester entraron en la habitación de _____, ésta extendió los brazos y todas corrieron hacia ella. Las tomó en sus brazos con besos y caricias.
—¿Estáis bien? —preguntó sin estar segura hasta que hubo hecho la misma pregunta una docena de veces.
Becky subió a la cama junto a _____.
—¿Quiénes eran, mamá?
—¿Qué querían? —preguntó Sophi.
Marian tiró del camisón de _____ para que le prestase atención:
—¿Por qué me han roto la ventana?
Ella extendió los brazos para que Marian se pusiese en su regazo.
—Bueno —contestó— hay unos hombres que quieren que venda la granja para que ellos puedan construir una vía de ferrocarril. Y yo no quiero venderla porque es nuestro hogar. Así que están intentando que nos vayamos tirándonos piedras, rompiendo los cristales y gritando —miró hacia Nicholas—. El señor Nicholas y yo los hemos asustado y se han ido, pero puede que vuelvan.
Sophi se puso de pie y golpeó el hombro de su madre.
—No te preocupes, mamá —dijo. Se dirigió hacia Nicholas y lo miró con una expresión de adoración y completa confianza en su rostro de pilla. Lo cogió de la mano y se dio la vuelta para mirar a su madre—. Todo irá bien, ya lo verás, el señor Nicholas no dejará que nos pase nada malo.
Él no podía respirar. Sintió que en la habitación hacía un calor sofocante y que tenía que salir.
—Es tarde —logró decir—. Lo mejor es que os vayáis a dormir.
Se soltó de la mano de la niña y notó una presión en el pecho. Se dio la vuelta y salió al pasillo, cerrando la puerta tras de sí.
Empezó a bajar las escaleras, pero se detuvo en el rellano. Miró la oscuridad del vestíbulo, la oscuridad que lo rodeaba. No quería que nadie confiara en él, ni que nadie lo necesitara o lo mirara con fe. No podría estar nunca a la altura. No se lo merecía. Nicholas hundió el rostro en las manos con una sensación de pánico.
Andrea P. Jonas:)
Re: "Un lugar para Nicholas" (Nick J. y Tu) TERMINADA
aaaaaii ese maaaldiitoo!!!.. pero seguroo que no se sale con la suyaaa!!!... nick.. pobre denick tiene un miedo enormee!!!!... pero creo que lo superaraa!!!.. verdad???
chelis
Re: "Un lugar para Nicholas" (Nick J. y Tu) TERMINADA
Wowwww ya creía que tenía que traer a Nick de las orejas!
Mmmm la segunda opción creo es la que más me gusta!
Ojalá y si puedas subir!
Y no maaaa voy a conocer por fin a Nick en Febrerooooo!!
Siguelaaaa!!
Besos y abrazos!
Mmmm la segunda opción creo es la que más me gusta!
Ojalá y si puedas subir!
Y no maaaa voy a conocer por fin a Nick en Febrerooooo!!
Siguelaaaa!!
Besos y abrazos!
Pamm Jonas
Re: "Un lugar para Nicholas" (Nick J. y Tu) TERMINADA
chelis escribió:aaaaaii ese maaaldiitoo!!!.. pero seguroo que no se sale con la suyaaa!!!... nick.. pobre denick tiene un miedo enormee!!!!... pero creo que lo superaraa!!!.. verdad???
NO! no lo supera al final los matan a todos! :twisted:
Aaaaaaaa no te creas! :P me gusta hacer lo mismo cuando alguien no a visto una pelicula y yo si! jajaja siempre se enojan! :P pero no es verdad! pronto lo sabremos! :fiu:
Andrea P. Jonas:)
Re: "Un lugar para Nicholas" (Nick J. y Tu) TERMINADA
Pamm Jonas escribió:Wowwww ya creía que tenía que traer a Nick de las orejas!
Mmmm la segunda opción creo es la que más me gusta!
Ojalá y si puedas subir!
Y no maaaa voy a conocer por fin a Nick en Febrerooooo!!
Siguelaaaa!!
Besos y abrazos!
De verdad??? que genial!! felicidades!!!!! a mi ciudad nunca vienen! :lloro: pero me alegra que tu podrás conocerlo! :D gritas y le dices que lo amas por mi! :P
Andrea P. Jonas:)
Re: "Un lugar para Nicholas" (Nick J. y Tu) TERMINADA
Hoooolaaaaa!!! (leanlo cantando! :P )
Como están?? espero que estén bien! yo estoy llorando en mi rincón porque no iré a ver mis Jonas! :lloro: pero cuando sea millonaria los secuestrare!!! :twisted: espero que ustedes si tengan oportunidad de ir! eeeen fin! vengo con el cap! yo se que ya es tarde pero se me olvido que hoy me tocaba hacer de sirvienta sin sueldo en mi casa y pues ya no tuve tiempo! :roll: espero que les guste!!! :D
Capitulo 20
LUÍOCHÁN
Lurgangreen, Irlanda, 1867
El tren llegaba tarde.
Nicholas caminó por encima de la densa maleza que había al lado de las vías del tren hasta llegar a la altura de Adam McMahon.
—Donnelly está listo con el carro —dijo suavemente bajando la voz.
—Estupendo —respondió Adam—. ¿Dónde está el maldito tren? Hace un frío de mil demonios aquí.
Nicholas juntó las manos y se sopló los dedos helados mirando al cielo, dando gracias porque no hubiese luna en aquella noche de enero. Tardarían por lo menos dos horas en sacar los rifles del escondite bajo el falso suelo del vagón del tren, cargarlos en el carromato y llevarlos hasta la granja de Dooley, y un poco más si algo iba mal. Dios, si no llegaba pronto aquel tren, se verían obligados a vaciar un cargamento entero de rifles en medio de County Louth a plena luz del día.
Aquél era el décimo envío, el décimo encuentro a media noche. Las entregas habían sido meticulosamente planeadas en la diminuta habitación que había encima del pub de McGrath, y lo que era más sorprendente, los planes se habían llevado a cabo nueve veces a lo largo de dos años sin ninguna dificultad. Nicholas confiaba en que la suerte les acompañase sólo un poco más.
Novecientos rifles americanos de Sean —bendita la generosidad de sus compatriotas al otro lado del océano— estaban a buen resguardo escondidos por toda Irlanda. Sólo Nicholas, Sean y Adam sabían las localizaciones exactas de aquellas armas y la manera en la que habían llegado hasta allí.
Nicholas sabía que el Consejo estaba preparando algo gordo, a lo mejor un auténtico levantamiento, pero no le habían dicho nada todavía. También sabía que no se hacía una guerra con mil rifles, y tenía miedo de que el Consejo estuviese yendo demasiado deprisa. Se habían organizado campos de entrenamiento de tal modo que cada joven irlandés pudiese aprender cómo utilizar armas que nunca antes habían tenido oportunidad de tocar, pero una cosa era tirar latas de un muro de piedra y otra muy distinta acabar con el Ejército británico.
Había intentando convencer a Sean de que era demasiado pronto, pero sólo dos semanas atrás habían sido detenidos en Belfast nueve camaradas, haciendo que el fervor patriótico irlandés se encendiese en el Ulster, la región donde los fenianos eran más débiles, y probablemente el Consejo quería aprovecharse de ello antes de que el incidente se transformase en otra canción trágica y otro sueño perdido. O'Bourne no había dicho todavía quién había sido el informador, pero Nicholas había jurado partirle el cuello con sus propias manos en cuanto lo descubriese.
A lo lejos, vio el resplandor de una luz. Al fin, pensó, acercándose más a las vías al ver la señal de la linterna de Dooley. Adam le siguió. Protegidos por la espesa maleza, los dos hombres esperaron a que el tren de mercancías frenase y entrase en la diminuta estación de paso que no era más que un banco y un alero de madera.
Los dos hombres corrieron hasta el tren en el mismo momento en que se detenía. Nicholas sacó una llave inglesa de su bolsillo, se metió entre las ruedas del tren y empezó a quitar los tornillos que fijaban el tablero del falso suelo, mientras Adam se dirigía hacia la locomotora a charlar con el conductor.
Su grito de advertencia cortó el frío de la noche como un viento gélido.
—Luíochán!
Nicholas se dio la vuelta y vio dos pares de botas lustrosas del Ejército británico en el suelo junto a él.
—Luíochán! ¡Nicholas, emboscada, corre! —gritó de nuevo Adam esta vez con dolor—. ¡Oh, Dios!
Nicholas intentó escabullirse por debajo de las ruedas hacia el otro lado, pero el acero frío del cañón de una pistola contra su nuca lo dejó helado e inmóvil.
—No hagas ningún movimiento, irlandés —le ordenaron en voz baja—, a no ser que quieras ver tus sesos esparcidos por las vías.
Nicholas lanzó un suspiro que sonó como un silbido. Se les había acabado la suerte.
Este cap es de los cortitos :D espero que les haya gustado nos leemos mas tarde!
Como están?? espero que estén bien! yo estoy llorando en mi rincón porque no iré a ver mis Jonas! :lloro: pero cuando sea millonaria los secuestrare!!! :twisted: espero que ustedes si tengan oportunidad de ir! eeeen fin! vengo con el cap! yo se que ya es tarde pero se me olvido que hoy me tocaba hacer de sirvienta sin sueldo en mi casa y pues ya no tuve tiempo! :roll: espero que les guste!!! :D
Capitulo 20
LUÍOCHÁN
Lurgangreen, Irlanda, 1867
El tren llegaba tarde.
Nicholas caminó por encima de la densa maleza que había al lado de las vías del tren hasta llegar a la altura de Adam McMahon.
—Donnelly está listo con el carro —dijo suavemente bajando la voz.
—Estupendo —respondió Adam—. ¿Dónde está el maldito tren? Hace un frío de mil demonios aquí.
Nicholas juntó las manos y se sopló los dedos helados mirando al cielo, dando gracias porque no hubiese luna en aquella noche de enero. Tardarían por lo menos dos horas en sacar los rifles del escondite bajo el falso suelo del vagón del tren, cargarlos en el carromato y llevarlos hasta la granja de Dooley, y un poco más si algo iba mal. Dios, si no llegaba pronto aquel tren, se verían obligados a vaciar un cargamento entero de rifles en medio de County Louth a plena luz del día.
Aquél era el décimo envío, el décimo encuentro a media noche. Las entregas habían sido meticulosamente planeadas en la diminuta habitación que había encima del pub de McGrath, y lo que era más sorprendente, los planes se habían llevado a cabo nueve veces a lo largo de dos años sin ninguna dificultad. Nicholas confiaba en que la suerte les acompañase sólo un poco más.
Novecientos rifles americanos de Sean —bendita la generosidad de sus compatriotas al otro lado del océano— estaban a buen resguardo escondidos por toda Irlanda. Sólo Nicholas, Sean y Adam sabían las localizaciones exactas de aquellas armas y la manera en la que habían llegado hasta allí.
Nicholas sabía que el Consejo estaba preparando algo gordo, a lo mejor un auténtico levantamiento, pero no le habían dicho nada todavía. También sabía que no se hacía una guerra con mil rifles, y tenía miedo de que el Consejo estuviese yendo demasiado deprisa. Se habían organizado campos de entrenamiento de tal modo que cada joven irlandés pudiese aprender cómo utilizar armas que nunca antes habían tenido oportunidad de tocar, pero una cosa era tirar latas de un muro de piedra y otra muy distinta acabar con el Ejército británico.
Había intentando convencer a Sean de que era demasiado pronto, pero sólo dos semanas atrás habían sido detenidos en Belfast nueve camaradas, haciendo que el fervor patriótico irlandés se encendiese en el Ulster, la región donde los fenianos eran más débiles, y probablemente el Consejo quería aprovecharse de ello antes de que el incidente se transformase en otra canción trágica y otro sueño perdido. O'Bourne no había dicho todavía quién había sido el informador, pero Nicholas había jurado partirle el cuello con sus propias manos en cuanto lo descubriese.
A lo lejos, vio el resplandor de una luz. Al fin, pensó, acercándose más a las vías al ver la señal de la linterna de Dooley. Adam le siguió. Protegidos por la espesa maleza, los dos hombres esperaron a que el tren de mercancías frenase y entrase en la diminuta estación de paso que no era más que un banco y un alero de madera.
Los dos hombres corrieron hasta el tren en el mismo momento en que se detenía. Nicholas sacó una llave inglesa de su bolsillo, se metió entre las ruedas del tren y empezó a quitar los tornillos que fijaban el tablero del falso suelo, mientras Adam se dirigía hacia la locomotora a charlar con el conductor.
Su grito de advertencia cortó el frío de la noche como un viento gélido.
—Luíochán!
Nicholas se dio la vuelta y vio dos pares de botas lustrosas del Ejército británico en el suelo junto a él.
—Luíochán! ¡Nicholas, emboscada, corre! —gritó de nuevo Adam esta vez con dolor—. ¡Oh, Dios!
Nicholas intentó escabullirse por debajo de las ruedas hacia el otro lado, pero el acero frío del cañón de una pistola contra su nuca lo dejó helado e inmóvil.
—No hagas ningún movimiento, irlandés —le ordenaron en voz baja—, a no ser que quieras ver tus sesos esparcidos por las vías.
Nicholas lanzó un suspiro que sonó como un silbido. Se les había acabado la suerte.
Este cap es de los cortitos :D espero que les haya gustado nos leemos mas tarde!
Andrea P. Jonas:)
Re: "Un lugar para Nicholas" (Nick J. y Tu) TERMINADA
ES MUY TRISTE LO QUE PASO EN EL PASADO!!!!!!
PERO BUENO CREO QUE EN EL PRESENTE LE VA A IR BIEN!!!! :)
PERO BUENO CREO QUE EN EL PRESENTE LE VA A IR BIEN!!!! :)
chelis
Re: "Un lugar para Nicholas" (Nick J. y Tu) TERMINADA
Hooooolaaaa!
Aqui el cap de la tarde! :D
Capitulo 21
Durante los siete días que siguieron, Nicholas cogió melocotones de sol a sol agradeciendo tener que pasar largas horas dedicado a aquella tarea. Durante el día, no estaba suficientemente cerca de _____ como para tocarla y por la noche estaba tan exhausto que ni siquiera podía ocupar su mente con sus desesperados deseos de acariciarla. Se iba a la cama cada noche justo después de cenar y se quedaba dormido al instante. Durante su sueño, no le atormentaban ni las pesadillas sobre Mountjoy, ni la culpa por su inminente marcha, ni los sueños eróticos con _____. Simplemente estaba agotado.
El trabajo también le estaba haciendo recuperar la fuerza. Sabía que cuando volviese al ring lo haría en plena forma. Cuando pensaba en marcharse, sentía en igual medida culpa y alivio, como si ambos sentimientos batallasen por hacerse con el control, así que no pensaba en el momento de la partida. Dejaba pasar los días como siempre había hecho, uno a uno. Era la única forma que conocía de seguir adelante.
Cuando acabaron de recoger todos los melocotones y estuvieron metidos en barriles llenos de serrín, los cargó en los dos carromatos que _____ había traído del pueblo. Tuvo que ponerlos en varias pilas que aseguró atándolas con cuerdas. A la mañana siguiente, al alba, _____ se llevó a las niñas a la granja de los Johnson para que pasaran allí los siguientes dos días. Cuando volvió, preparó una pequeña bolsa de viaje y ella y Nicholas, cada uno en un carromato, partieron rumbo a Monroe.
Él estaba encantado con la solución ya que prefería estar a la prudente distancia que mediaba entre los dos carromatos. Pero puesto que _____ iba la primera, se pasó toda la mañana mirándola, y hacia el mediodía llegó a la conclusión de que para volver a sentirse realmente cómodo harían falta cincuenta millas más de distancia entre ellos.
Cuando _____ se quitó el sombrero y el sol tiñó su cabello castaño de tonos rojizos, Nicholas recordó la sensación de su pelo entre sus dedos. Cuando ella soltó las riendas y levantó los brazos arqueando la espalda para estirarse lánguidamente, se la imaginó desnuda en medio de un revoltijo de almohadas y sábanas. Cuando se detuvieron a comer los bocadillos que _____ había preparado y se sentaron a la sombra de un pinar, Nicholas pudo observar cómo se desabrochaba los dos botones más altos de su vestido haciendo referencia al calor y sintió que se deshacía.
En aquel momento habría deseado no haberla invitado a cenar en Monroe. La verdad es que había sido una idea estúpida. Iba a sentarse frente a ella deseándola desesperadamente, sin poder ni tan siquiera tocarla sólo porque parecía haber desarrollado un ridículo sentido del decoro en su compañía.
«Sólo unos días más», se dijo a sí mismo moviendo las riendas para que el carromato arrancase de nuevo. Se trataba sólo de unos días más. Después se iría de aquel lugar por su bien. Había decidido que iría primero a Nueva Orleans, al distrito irlandés, donde pensaba enfrentarse a todos los novatos en Shaugnessey. Con las ganancias, compraría suficiente whisky, puros y mujeres y se dedicaría a jugar a las cartas como para ahuyentar cualquier recuerdo de _____ Maitland y confirmar que sus escrúpulos no le habían hecho mella permanente.
Vio cómo _____ se masajeaba la nuca para aliviar la rigidez y se imaginó a sí mismo dándole ese masaje, comenzando por el cuello y siguiendo más abajo. Lo imaginó una y otra vez.
Iba a ser un viaje muy largo.
Llegaron a Monroe al caer la tarde. _____ estuvo negociando con Silas Shaw, el propietario de la fábrica de conservas un buen precio por sus melocotones y, una vez que llegaron a un acuerdo, descargaron los carromatos y ella se guardó el preciado dinero que le permitiría vivir un año entero dentro de una de las altas botas que calzaba. Nicholas condujo los carromatos hasta las caballerizas que había más allá del Hotel Whitmore y después entró en el establecimiento para pedir las habitaciones donde pasarían la noche. _____ fue al colmado de Danby y compró ocho paneles de cristal para las ventanas que deberían entregarle en el Whitmore por la mañana y después se dirigió al hotel para encontrarse con Nicholas.
La estaba esperando en el vestíbulo. Cuando firmó su registro, percibió la mirada inquisidora del recepcionista al darse cuenta de que obviamente no eran un matrimonio pero estaban juntos, una idea que Nicholas confirmó cuando le preguntó dónde podían cenar. Ella sintió que se sonrojaba, pero él le lanzó una sonrisa burlona al ver su mirada de reproche. _____ tomó la llave de la mano del recepcionista sin decir palabra y siguió arriba al botones con su bolsa de viaje.
Media hora más tarde, estaba sumergida en un baño de espuma que le habían preparado las camareras, un baño de agua templada, ideal para refrescarse después del calor del día y eliminar de su cuerpo el sudor y el polvo del viaje. Se permitió un baño sin prisas, después se lavó el cabello, lo envolvió en una toalla y salió de la bañera.
Se secó el cuerpo con la toalla, se vistió con su combinación de encaje, se abrochó los cordeles del corsé y se metió por la cabeza el vestido de seda rojo.
Se sentó en el tocador y se cepilló el pelo todavía ligeramente húmedo, pero que ya empezaba a ondularse, se hizo un recogido ligero en el cogote y dejó que algunos rizos sueltos le cayesen por el rostro. El domingo que había afeitado a Nicholas, él le había dicho que le gustaba su pelo de aquel modo. Se fijó el recogido con dos horquillas y se acordó de cómo él le había soltado el pelo aquel día en la cocina. El recuerdo le hizo estremecerse.
_____ se estiró los pliegues del vestido, contenta de haberlo llevado. Intentó acordarse de la última vez que se había puesto aquel precioso vestido, que había sentido el delicioso roce de las delicadas piezas íntimas de encaje. Pero no lo recordaba. Hacía mucho tiempo, demasiado.
Se levantó y dio unos pasos hacia atrás para verse mejor y estudió el reflejo en el espejo con sorpresa. No se reconoció. Estaba bastante guapa.
Se quedó allí de pie mirando su propia imagen. Nicholas había insistido en llevarla a cenar y _____ había decidido que aquella noche iba a ser diferente. Aquella noche no iba a ser la mujer gris de siempre. Miró fijamente el corpiño que dejaba descubiertos sus hombros y que bajaba formando un escote en uve, bastante casto aunque para ella muy atrevido. Pero no le importaba. Por una vez en su vida quería ser osada, incluso algo descarada. Quería algo de romance, y aquella noche era su única oportunidad. Pensó en los ojos azules y turbios de Nicholas y notó otra vez que se estremecía. «Sólo esta vez —pensó cubriéndose con los brazos—, sólo esta vez.» Tenía el resto de su vida para arrepentirse.
Cuando _____ abrió la puerta de su habitación, Nicholas sintió que la garganta se le quedaba totalmente seca y que de pronto sentía una imperiosa necesidad de tomar un buen trago de whisky. Pasó la mirada por su silueta deteniéndose abruptamente en el escote que formaba el corpiño de oscura seda roja de su vestido. Mejor dos tragos. ¿Cómo diablos iba a aguantar una noche entera de ligera conversación con ella si lo único que quería era besarle la suave piel?
—¿Pasa algo? —le preguntó ella.
—¿Que si pasa? —Sacudió la cabeza—. Estoy anonadado —dijo soltando una carcajada y procurando trivializar—. Estás tan hermosa que seré la envidia de todos los hombres.
Por sus mejillas acaloradas y su sonrisa vacilante, Nicholas intuyó que ella no le creía del todo.
—Es el vestido —murmuró.
—No, no lo es. —Lanzó una nueva mirada al escote de _____—. Aunque el vestido, sin duda, tengo que reconocer que ayuda.
—Tú también estás muy guapo —dijo _____ con timidez, señalando su traje.
Nicholas pasó la mano por el chaleco gris marengo. Había pagado la habitación, se había cortado el pelo, se había dado un baño y se había comprado ese traje por tres dólares.
—Por lo menos me va bien. Y creo que todavía me queda dinero para invitarte a cenar.
—No tienes por qué. Puedo pagarme la cena.
—Puede que sí, pero no lo harás —le ofreció el brazo—. ¿Vamos, señorita Maitland?
_____ lo cogió del brazo y bajaron juntos al restaurante del hotel. Cenaron sopa de verduras, salmón con salsa de eneldo, espárragos y pastel de melocotón. Todo estaba delicioso, algo más lujoso que lo que tomaban habitualmente en la cocina de _____, pero Nicholas afirmó que igual de rico.
Después de la comida, el camarero le ofreció a la dama café y al caballero una copa y un puro. Nicholas respondió sin vacilar:
—Whisky irlandés, por favor, y un habano.
—Muy bien, señor —contestó el camarero retirándose. Entonces Nicholas miró a _____ y vio que se mordía el labio inferior y bajaba la vista.
—Te molesta —dijo.
—No.
—_____, lo tienes escrito en la cara. Se me había olvidado que no aprobabas el whisky. Pediré que no lo traigan.
—No, por favor, no lo hagas —lo miró con sinceridad—. Por favor, disfruta de tu whisky y tu puro, si te apetece.
A pesar de sus palabras, él se dio cuenta de que no se sentía cómoda.
—¿Por qué te molesta?
_____ vaciló, después bajó la mirada hacia su plato y con los dedos jugueteó con la servilleta que tenía en el regazo.
—Mi padre bebía whisky —dijo en voz baja—. Bourbon, en realidad, mucho bourbon. No lo llevaba muy bien.
Estaba retorciendo la servilleta con los dedos, pero pareció darse cuenta y la alisó sobre la falda.
—Cuando yo era pequeña —continuó— no era tan terrible. A mamá no le gustaba el alcohol, así que no bebía delante de ella y escondía el bourbon en un lugar concreto que mi madre conocía. Todos lo conocíamos. Pero por el bien de mi madre, lo tenía controlado. Cuando ella murió, dejó de esconderlo. Bebía abiertamente y muy a menudo. Podía llegar a ser bastante… embarazoso.
Nicholas de pronto entendió muchas cosas.
—Por eso no tuviste bailes ni fiestas.
—Sí. Mis hermanos estaban en la universidad la mayor parte del año, así que claro está, yo no podía ir a ningún acontecimiento social sin acompañante. Así que, no iba con mucha frecuencia, y cuando lo hacía, me acompañaba mi padre. Después de varios incidentes bochornosos, dejaron de invitarnos. —Hizo una pausa y luego añadió—: Mi padre llevó muy mal la muerte de mi madre. Se sentía perdido sin ella y se volvió muy dependiente de mí, incluso posesivo. Los hombres que se acercaban a mi padre para pedirle permiso para cortejarme, eran rechazados.
—¿Y no te daba rabia?
—Sí —admitió—. Pero era mi padre.
El camarero apareció de nuevo. Dejó una taza de café para _____ y un vaso de whisky para Nicholas, junto con una pequeña bandeja de plata con el puro y un par de cortapuros. Él dio un sorbo a la bebida, pero de algún modo ya no le apetecía tanto. Dejó el vaso en la mesa.
_____ bebió un poco de café, y empezó a acariciar el borde de la taza con la yema de los dedos.
—Después vino la guerra y todos los hombres se fueron al frente. Muchos de ellos no volvieron. Los esclavos se marcharon, y la plantación se echó a perder porque no había nadie que la trabajase, sólo yo. Y entonces nos llegó la noticia de que mis dos hermanos habían muerto en Gettysburg.
Detuvo el movimiento de la mano y levantó la vista hacia Nicholas.
—Creo que aquello fue el golpe de gracia para mi padre. Lo vi deteriorarse y pasar de ser un hombre de voluntad fuerte y de gran energía a una sombra desconcertada. Y no había nada que yo pudiera hacer para detener ese deterioro. Intenté cuidarlo, ayudarle, pero no pude. Por eso se cayó de la escalera y se rompió la columna. Estaba borracho y yo creo que quería morir.
No había asomo de desaprobación en su voz, ni rabia ni rencor, simplemente una resignación cansada y una dolorosa señal de algo que emocionó a Nicholas porque era algo que conocía muy bien: soledad. A pesar de sus vidas dispares, sus valores opuestos y sus experiencias tan diferentes, tenían algo en común. Alargó la mano y la posó sobre la de _____ en un gesto de apoyo que le sorprendió a él mismo. A ella también. Bajó la vista hacia las manos unidas y, lentamente, _____ entrelazó sus dedos con los de él.
—Gracias —dijo.
—¿Por qué?
—Por escucharme. Nunca antes había hablado de esto con nadie.
_____ le sonrió y el deseo de Nicholas de reconfortarla se transformó al instante en algo muy diferente, algo que sin duda había dejado traslucir porque la sonrisa se desvaneció del rostro de _____, que de repente lo miró con intensidad.
—¿De verdad crees que soy hermosa? —le preguntó.
Nicholas se quedó helado, mirándola fijamente a los ojos y sintiendo que se estaba derritiendo en dulce chocolate deshecho.
—Creo que es mejor que vayamos a descansar —dijo despacio y a regañadientes, retiró la mano—. Mañana nos espera un largo viaje y es mejor que duermas bien.
Dormir era lo último que necesitaba _____ y no sabía qué hacer. Miró la puerta cerrada de su habitación confusa y frustrada. Su noche romántica se había terminado antes de empezar.
No sabía muy bien cómo había ocurrido, pero estaban cogidos de la mano compartiendo un momento de intimidad y al minuto siguiente Nicholas la estaba empujando a su habitación y le daba unas secas buenas noches.
Le había preguntado si de verdad pensaba que era hermosa, una pregunta estúpida y de la que se arrepentía, pero él la había mirado como si lo fuese y le había dicho que lo era, así que igual no había sido eso lo que había acabado con la velada de manera tan abrupta.
A lo mejor no debería haber hablado tanto de su padre, no era un tema precisamente romántico, pero no tenía ni idea de qué temas eran los que se consideraban románticos.
O puede que hubiese sido su reacción cuando él había pedido la bebida. Por Dios, el hombre tenía derecho a tomarse una copa después de cenar, o lo que le apeteciese. Era sólo una copa y _____ no debería haberse comportado de manera tan estúpida. Le habría gustado darse ella misma una patada.
Suspiró y le dio la espalda a la puerta para dejar su bolso y sus guantes sobre la cama. Sea lo que fuese lo que había hecho, ya era tarde para remediarlo. Ella estaba en su habitación, Nicholas en la suya y la velada juntos se había terminado. Estaba claro que no era una gran seductora y, además, ya lo sabía.
Él se marcharía. No se hacía ilusiones al respecto. Su vida volvería a la normalidad de antes, pero aquella noche deseaba tanto que todo hubiese sido diferente. Desde el momento en que se habían conocido, _____ había sentido lo que él podía darle, y aquel día en la cocina, él le había dado a probar todo lo que ella se había perdido. Quería probar de nuevo. ¿Podía simplemente alargar la mano y tomarlo? ¿Y podría vivir después con el dolor, amándolo y viéndolo marchar?
Pero, ¿cómo se seducía a alguien? No podía simplemente ir a su habitación y decirle «¿Me besas, por favor?». No podía.
¿O sí?
Se quedó de pie durante varios minutos de agónica incertidumbre. El dolor iba a ser el mismo de todos modos. Pero no quería dejarle marchar sin sentir primero la pasión que él podía ofrecerle, la pasión que ella ni siquiera había sabido que podría sentir hasta que él llegó.
Se metió la llave de la habitación en el bolsillo del vestido y agarró el pomo de la puerta antes de que pudiera cambiar de opinión.
Cuando llamó a la puerta, pensó que igual había oído mal al recepcionista y que, si resultaba ser la habitación equivocada, se moriría de vergüenza. Pero no se había equivocado de habitación. La puerta se abrió y Nicholas apareció en el umbral.
Se había quitado el chaleco y tenía la camisa arrugada en la mano como si se la acabase de quitar al oír la puerta. Lo había visto muchas veces sin ella, así que no debería haberse puesto nerviosa, pero se puso.
—¿_____? —dijo él frunciendo el ceño sorprendido y dejó la camisa a un lado—. ¿Qué demonios haces aquí?
—Hay algo que quería decirte antes —empezó ella intentando disimular su nerviosismo sin lograrlo—, pero no he tenido ocasión.
Se oyeron unos pasos en las escaleras al final del pasillo y Nicholas se asomó. Lanzó una maldición en voz baja, la cogió del brazo, la metió en la habitación y cerró la puerta. _____ se apoyó en ella y lo miró. Él no parecía contento de verla y ella sintió que le fallaban las fuerzas. No parecía nada contento.
—¿Qué querías decirme? —le preguntó con una voz que no invitaba a _____ a continuar. Tomó aire profundamente.
—Antes te he explicado que de joven me perdí muchas cosas. —Se alisó los laterales del vestido y sintió que nunca en su vida había estado tan asustada como en aquel momento. Pero no apartó la vista de Nicholas—. Lo que no te he dicho —continuó con voz temblorosa— es que deseaba todas esas cosas. Deseaba bailes y fiestas y escaparme de las carabinas para dar paseos románticos con un novio. Quería reír y bailar y enamorarme. Quería… quería que me besaran, pero nunca me besaron, por lo menos no hasta que tú… hasta que nosotros… Bueno, te mentí.
—Sí —dijo él. En su boca asomó una sonrisa—. Lo sé. —Ella nunca le había oído hablar con tanta dulzura.
_____ dejó de alisarse el vestido y juntó las palmas abiertas de sus manos.
—Así que eso es lo que quería decirte.
—¿Por qué has venido a mi habitación a estas horas a decirme eso?
El corazón de _____ latía desbocado. Levantó el rostro, se humedeció los labios secos e intentó hablar, pero no le salía una sola palabra. Tragó dos veces saliva e hizo acopio de valor.
—Quiero un poquito de todo lo que me perdí hace ya tantos años, y aquella tarde en la cocina me dijiste que tú me lo podías mostrar, y lo hiciste, un poco. Quiero que me lo muestres, Nicholas, otra vez. Quiero pasar la noche contigo.
—¡Dios! —exclamó él mirándola con tal consternación que ella deseó que se la tragase la tierra. Le abandonó todo el valor y vio cómo era sustituido por una tremenda vergüenza.
—Perdona si la idea no es de tu agrado —dijo dándose la vuelta y tomando el pomo de la puerta. No iba a dejar que Nicholas viese lo dolida que estaba, ni hablar. Ya había hecho bastante el ridículo. Intentó abrir la puerta, pero no pudo y se dio cuenta de que el pestillo estaba echado. Movió desesperadamente adelante y atrás el cerrojo y oyó que Nicholas se acercaba por detrás justo en el momento en que lograba entreabrir la puerta.
La mano de Nicholas golpeó la puerta y la cerró. No la estaba tocando en absoluto, pero podía sentir el calor de su cuerpo como si lo estuviese haciendo. _____ sintió su cálido aliento en la mejilla cuando agachó la cabeza.
—Amor, espero que te des cuenta de lo que realmente me estás pidiendo —murmuró en su oído—. Quieres que te haga el amor.
_____ se dio la vuelta y lo miró directamente a sus intensos ojos azules.
—Sí —dijo—. Eso es exactamente lo que quiero.
:twisted: Que pasara???? :fiu:
Aqui el cap de la tarde! :D
Capitulo 21
Durante los siete días que siguieron, Nicholas cogió melocotones de sol a sol agradeciendo tener que pasar largas horas dedicado a aquella tarea. Durante el día, no estaba suficientemente cerca de _____ como para tocarla y por la noche estaba tan exhausto que ni siquiera podía ocupar su mente con sus desesperados deseos de acariciarla. Se iba a la cama cada noche justo después de cenar y se quedaba dormido al instante. Durante su sueño, no le atormentaban ni las pesadillas sobre Mountjoy, ni la culpa por su inminente marcha, ni los sueños eróticos con _____. Simplemente estaba agotado.
El trabajo también le estaba haciendo recuperar la fuerza. Sabía que cuando volviese al ring lo haría en plena forma. Cuando pensaba en marcharse, sentía en igual medida culpa y alivio, como si ambos sentimientos batallasen por hacerse con el control, así que no pensaba en el momento de la partida. Dejaba pasar los días como siempre había hecho, uno a uno. Era la única forma que conocía de seguir adelante.
Cuando acabaron de recoger todos los melocotones y estuvieron metidos en barriles llenos de serrín, los cargó en los dos carromatos que _____ había traído del pueblo. Tuvo que ponerlos en varias pilas que aseguró atándolas con cuerdas. A la mañana siguiente, al alba, _____ se llevó a las niñas a la granja de los Johnson para que pasaran allí los siguientes dos días. Cuando volvió, preparó una pequeña bolsa de viaje y ella y Nicholas, cada uno en un carromato, partieron rumbo a Monroe.
Él estaba encantado con la solución ya que prefería estar a la prudente distancia que mediaba entre los dos carromatos. Pero puesto que _____ iba la primera, se pasó toda la mañana mirándola, y hacia el mediodía llegó a la conclusión de que para volver a sentirse realmente cómodo harían falta cincuenta millas más de distancia entre ellos.
Cuando _____ se quitó el sombrero y el sol tiñó su cabello castaño de tonos rojizos, Nicholas recordó la sensación de su pelo entre sus dedos. Cuando ella soltó las riendas y levantó los brazos arqueando la espalda para estirarse lánguidamente, se la imaginó desnuda en medio de un revoltijo de almohadas y sábanas. Cuando se detuvieron a comer los bocadillos que _____ había preparado y se sentaron a la sombra de un pinar, Nicholas pudo observar cómo se desabrochaba los dos botones más altos de su vestido haciendo referencia al calor y sintió que se deshacía.
En aquel momento habría deseado no haberla invitado a cenar en Monroe. La verdad es que había sido una idea estúpida. Iba a sentarse frente a ella deseándola desesperadamente, sin poder ni tan siquiera tocarla sólo porque parecía haber desarrollado un ridículo sentido del decoro en su compañía.
«Sólo unos días más», se dijo a sí mismo moviendo las riendas para que el carromato arrancase de nuevo. Se trataba sólo de unos días más. Después se iría de aquel lugar por su bien. Había decidido que iría primero a Nueva Orleans, al distrito irlandés, donde pensaba enfrentarse a todos los novatos en Shaugnessey. Con las ganancias, compraría suficiente whisky, puros y mujeres y se dedicaría a jugar a las cartas como para ahuyentar cualquier recuerdo de _____ Maitland y confirmar que sus escrúpulos no le habían hecho mella permanente.
Vio cómo _____ se masajeaba la nuca para aliviar la rigidez y se imaginó a sí mismo dándole ese masaje, comenzando por el cuello y siguiendo más abajo. Lo imaginó una y otra vez.
Iba a ser un viaje muy largo.
Llegaron a Monroe al caer la tarde. _____ estuvo negociando con Silas Shaw, el propietario de la fábrica de conservas un buen precio por sus melocotones y, una vez que llegaron a un acuerdo, descargaron los carromatos y ella se guardó el preciado dinero que le permitiría vivir un año entero dentro de una de las altas botas que calzaba. Nicholas condujo los carromatos hasta las caballerizas que había más allá del Hotel Whitmore y después entró en el establecimiento para pedir las habitaciones donde pasarían la noche. _____ fue al colmado de Danby y compró ocho paneles de cristal para las ventanas que deberían entregarle en el Whitmore por la mañana y después se dirigió al hotel para encontrarse con Nicholas.
La estaba esperando en el vestíbulo. Cuando firmó su registro, percibió la mirada inquisidora del recepcionista al darse cuenta de que obviamente no eran un matrimonio pero estaban juntos, una idea que Nicholas confirmó cuando le preguntó dónde podían cenar. Ella sintió que se sonrojaba, pero él le lanzó una sonrisa burlona al ver su mirada de reproche. _____ tomó la llave de la mano del recepcionista sin decir palabra y siguió arriba al botones con su bolsa de viaje.
Media hora más tarde, estaba sumergida en un baño de espuma que le habían preparado las camareras, un baño de agua templada, ideal para refrescarse después del calor del día y eliminar de su cuerpo el sudor y el polvo del viaje. Se permitió un baño sin prisas, después se lavó el cabello, lo envolvió en una toalla y salió de la bañera.
Se secó el cuerpo con la toalla, se vistió con su combinación de encaje, se abrochó los cordeles del corsé y se metió por la cabeza el vestido de seda rojo.
Se sentó en el tocador y se cepilló el pelo todavía ligeramente húmedo, pero que ya empezaba a ondularse, se hizo un recogido ligero en el cogote y dejó que algunos rizos sueltos le cayesen por el rostro. El domingo que había afeitado a Nicholas, él le había dicho que le gustaba su pelo de aquel modo. Se fijó el recogido con dos horquillas y se acordó de cómo él le había soltado el pelo aquel día en la cocina. El recuerdo le hizo estremecerse.
_____ se estiró los pliegues del vestido, contenta de haberlo llevado. Intentó acordarse de la última vez que se había puesto aquel precioso vestido, que había sentido el delicioso roce de las delicadas piezas íntimas de encaje. Pero no lo recordaba. Hacía mucho tiempo, demasiado.
Se levantó y dio unos pasos hacia atrás para verse mejor y estudió el reflejo en el espejo con sorpresa. No se reconoció. Estaba bastante guapa.
Se quedó allí de pie mirando su propia imagen. Nicholas había insistido en llevarla a cenar y _____ había decidido que aquella noche iba a ser diferente. Aquella noche no iba a ser la mujer gris de siempre. Miró fijamente el corpiño que dejaba descubiertos sus hombros y que bajaba formando un escote en uve, bastante casto aunque para ella muy atrevido. Pero no le importaba. Por una vez en su vida quería ser osada, incluso algo descarada. Quería algo de romance, y aquella noche era su única oportunidad. Pensó en los ojos azules y turbios de Nicholas y notó otra vez que se estremecía. «Sólo esta vez —pensó cubriéndose con los brazos—, sólo esta vez.» Tenía el resto de su vida para arrepentirse.
Cuando _____ abrió la puerta de su habitación, Nicholas sintió que la garganta se le quedaba totalmente seca y que de pronto sentía una imperiosa necesidad de tomar un buen trago de whisky. Pasó la mirada por su silueta deteniéndose abruptamente en el escote que formaba el corpiño de oscura seda roja de su vestido. Mejor dos tragos. ¿Cómo diablos iba a aguantar una noche entera de ligera conversación con ella si lo único que quería era besarle la suave piel?
—¿Pasa algo? —le preguntó ella.
—¿Que si pasa? —Sacudió la cabeza—. Estoy anonadado —dijo soltando una carcajada y procurando trivializar—. Estás tan hermosa que seré la envidia de todos los hombres.
Por sus mejillas acaloradas y su sonrisa vacilante, Nicholas intuyó que ella no le creía del todo.
—Es el vestido —murmuró.
—No, no lo es. —Lanzó una nueva mirada al escote de _____—. Aunque el vestido, sin duda, tengo que reconocer que ayuda.
—Tú también estás muy guapo —dijo _____ con timidez, señalando su traje.
Nicholas pasó la mano por el chaleco gris marengo. Había pagado la habitación, se había cortado el pelo, se había dado un baño y se había comprado ese traje por tres dólares.
—Por lo menos me va bien. Y creo que todavía me queda dinero para invitarte a cenar.
—No tienes por qué. Puedo pagarme la cena.
—Puede que sí, pero no lo harás —le ofreció el brazo—. ¿Vamos, señorita Maitland?
_____ lo cogió del brazo y bajaron juntos al restaurante del hotel. Cenaron sopa de verduras, salmón con salsa de eneldo, espárragos y pastel de melocotón. Todo estaba delicioso, algo más lujoso que lo que tomaban habitualmente en la cocina de _____, pero Nicholas afirmó que igual de rico.
Después de la comida, el camarero le ofreció a la dama café y al caballero una copa y un puro. Nicholas respondió sin vacilar:
—Whisky irlandés, por favor, y un habano.
—Muy bien, señor —contestó el camarero retirándose. Entonces Nicholas miró a _____ y vio que se mordía el labio inferior y bajaba la vista.
—Te molesta —dijo.
—No.
—_____, lo tienes escrito en la cara. Se me había olvidado que no aprobabas el whisky. Pediré que no lo traigan.
—No, por favor, no lo hagas —lo miró con sinceridad—. Por favor, disfruta de tu whisky y tu puro, si te apetece.
A pesar de sus palabras, él se dio cuenta de que no se sentía cómoda.
—¿Por qué te molesta?
_____ vaciló, después bajó la mirada hacia su plato y con los dedos jugueteó con la servilleta que tenía en el regazo.
—Mi padre bebía whisky —dijo en voz baja—. Bourbon, en realidad, mucho bourbon. No lo llevaba muy bien.
Estaba retorciendo la servilleta con los dedos, pero pareció darse cuenta y la alisó sobre la falda.
—Cuando yo era pequeña —continuó— no era tan terrible. A mamá no le gustaba el alcohol, así que no bebía delante de ella y escondía el bourbon en un lugar concreto que mi madre conocía. Todos lo conocíamos. Pero por el bien de mi madre, lo tenía controlado. Cuando ella murió, dejó de esconderlo. Bebía abiertamente y muy a menudo. Podía llegar a ser bastante… embarazoso.
Nicholas de pronto entendió muchas cosas.
—Por eso no tuviste bailes ni fiestas.
—Sí. Mis hermanos estaban en la universidad la mayor parte del año, así que claro está, yo no podía ir a ningún acontecimiento social sin acompañante. Así que, no iba con mucha frecuencia, y cuando lo hacía, me acompañaba mi padre. Después de varios incidentes bochornosos, dejaron de invitarnos. —Hizo una pausa y luego añadió—: Mi padre llevó muy mal la muerte de mi madre. Se sentía perdido sin ella y se volvió muy dependiente de mí, incluso posesivo. Los hombres que se acercaban a mi padre para pedirle permiso para cortejarme, eran rechazados.
—¿Y no te daba rabia?
—Sí —admitió—. Pero era mi padre.
El camarero apareció de nuevo. Dejó una taza de café para _____ y un vaso de whisky para Nicholas, junto con una pequeña bandeja de plata con el puro y un par de cortapuros. Él dio un sorbo a la bebida, pero de algún modo ya no le apetecía tanto. Dejó el vaso en la mesa.
_____ bebió un poco de café, y empezó a acariciar el borde de la taza con la yema de los dedos.
—Después vino la guerra y todos los hombres se fueron al frente. Muchos de ellos no volvieron. Los esclavos se marcharon, y la plantación se echó a perder porque no había nadie que la trabajase, sólo yo. Y entonces nos llegó la noticia de que mis dos hermanos habían muerto en Gettysburg.
Detuvo el movimiento de la mano y levantó la vista hacia Nicholas.
—Creo que aquello fue el golpe de gracia para mi padre. Lo vi deteriorarse y pasar de ser un hombre de voluntad fuerte y de gran energía a una sombra desconcertada. Y no había nada que yo pudiera hacer para detener ese deterioro. Intenté cuidarlo, ayudarle, pero no pude. Por eso se cayó de la escalera y se rompió la columna. Estaba borracho y yo creo que quería morir.
No había asomo de desaprobación en su voz, ni rabia ni rencor, simplemente una resignación cansada y una dolorosa señal de algo que emocionó a Nicholas porque era algo que conocía muy bien: soledad. A pesar de sus vidas dispares, sus valores opuestos y sus experiencias tan diferentes, tenían algo en común. Alargó la mano y la posó sobre la de _____ en un gesto de apoyo que le sorprendió a él mismo. A ella también. Bajó la vista hacia las manos unidas y, lentamente, _____ entrelazó sus dedos con los de él.
—Gracias —dijo.
—¿Por qué?
—Por escucharme. Nunca antes había hablado de esto con nadie.
_____ le sonrió y el deseo de Nicholas de reconfortarla se transformó al instante en algo muy diferente, algo que sin duda había dejado traslucir porque la sonrisa se desvaneció del rostro de _____, que de repente lo miró con intensidad.
—¿De verdad crees que soy hermosa? —le preguntó.
Nicholas se quedó helado, mirándola fijamente a los ojos y sintiendo que se estaba derritiendo en dulce chocolate deshecho.
—Creo que es mejor que vayamos a descansar —dijo despacio y a regañadientes, retiró la mano—. Mañana nos espera un largo viaje y es mejor que duermas bien.
Dormir era lo último que necesitaba _____ y no sabía qué hacer. Miró la puerta cerrada de su habitación confusa y frustrada. Su noche romántica se había terminado antes de empezar.
No sabía muy bien cómo había ocurrido, pero estaban cogidos de la mano compartiendo un momento de intimidad y al minuto siguiente Nicholas la estaba empujando a su habitación y le daba unas secas buenas noches.
Le había preguntado si de verdad pensaba que era hermosa, una pregunta estúpida y de la que se arrepentía, pero él la había mirado como si lo fuese y le había dicho que lo era, así que igual no había sido eso lo que había acabado con la velada de manera tan abrupta.
A lo mejor no debería haber hablado tanto de su padre, no era un tema precisamente romántico, pero no tenía ni idea de qué temas eran los que se consideraban románticos.
O puede que hubiese sido su reacción cuando él había pedido la bebida. Por Dios, el hombre tenía derecho a tomarse una copa después de cenar, o lo que le apeteciese. Era sólo una copa y _____ no debería haberse comportado de manera tan estúpida. Le habría gustado darse ella misma una patada.
Suspiró y le dio la espalda a la puerta para dejar su bolso y sus guantes sobre la cama. Sea lo que fuese lo que había hecho, ya era tarde para remediarlo. Ella estaba en su habitación, Nicholas en la suya y la velada juntos se había terminado. Estaba claro que no era una gran seductora y, además, ya lo sabía.
Él se marcharía. No se hacía ilusiones al respecto. Su vida volvería a la normalidad de antes, pero aquella noche deseaba tanto que todo hubiese sido diferente. Desde el momento en que se habían conocido, _____ había sentido lo que él podía darle, y aquel día en la cocina, él le había dado a probar todo lo que ella se había perdido. Quería probar de nuevo. ¿Podía simplemente alargar la mano y tomarlo? ¿Y podría vivir después con el dolor, amándolo y viéndolo marchar?
Pero, ¿cómo se seducía a alguien? No podía simplemente ir a su habitación y decirle «¿Me besas, por favor?». No podía.
¿O sí?
Se quedó de pie durante varios minutos de agónica incertidumbre. El dolor iba a ser el mismo de todos modos. Pero no quería dejarle marchar sin sentir primero la pasión que él podía ofrecerle, la pasión que ella ni siquiera había sabido que podría sentir hasta que él llegó.
Se metió la llave de la habitación en el bolsillo del vestido y agarró el pomo de la puerta antes de que pudiera cambiar de opinión.
Cuando llamó a la puerta, pensó que igual había oído mal al recepcionista y que, si resultaba ser la habitación equivocada, se moriría de vergüenza. Pero no se había equivocado de habitación. La puerta se abrió y Nicholas apareció en el umbral.
Se había quitado el chaleco y tenía la camisa arrugada en la mano como si se la acabase de quitar al oír la puerta. Lo había visto muchas veces sin ella, así que no debería haberse puesto nerviosa, pero se puso.
—¿_____? —dijo él frunciendo el ceño sorprendido y dejó la camisa a un lado—. ¿Qué demonios haces aquí?
—Hay algo que quería decirte antes —empezó ella intentando disimular su nerviosismo sin lograrlo—, pero no he tenido ocasión.
Se oyeron unos pasos en las escaleras al final del pasillo y Nicholas se asomó. Lanzó una maldición en voz baja, la cogió del brazo, la metió en la habitación y cerró la puerta. _____ se apoyó en ella y lo miró. Él no parecía contento de verla y ella sintió que le fallaban las fuerzas. No parecía nada contento.
—¿Qué querías decirme? —le preguntó con una voz que no invitaba a _____ a continuar. Tomó aire profundamente.
—Antes te he explicado que de joven me perdí muchas cosas. —Se alisó los laterales del vestido y sintió que nunca en su vida había estado tan asustada como en aquel momento. Pero no apartó la vista de Nicholas—. Lo que no te he dicho —continuó con voz temblorosa— es que deseaba todas esas cosas. Deseaba bailes y fiestas y escaparme de las carabinas para dar paseos románticos con un novio. Quería reír y bailar y enamorarme. Quería… quería que me besaran, pero nunca me besaron, por lo menos no hasta que tú… hasta que nosotros… Bueno, te mentí.
—Sí —dijo él. En su boca asomó una sonrisa—. Lo sé. —Ella nunca le había oído hablar con tanta dulzura.
_____ dejó de alisarse el vestido y juntó las palmas abiertas de sus manos.
—Así que eso es lo que quería decirte.
—¿Por qué has venido a mi habitación a estas horas a decirme eso?
El corazón de _____ latía desbocado. Levantó el rostro, se humedeció los labios secos e intentó hablar, pero no le salía una sola palabra. Tragó dos veces saliva e hizo acopio de valor.
—Quiero un poquito de todo lo que me perdí hace ya tantos años, y aquella tarde en la cocina me dijiste que tú me lo podías mostrar, y lo hiciste, un poco. Quiero que me lo muestres, Nicholas, otra vez. Quiero pasar la noche contigo.
—¡Dios! —exclamó él mirándola con tal consternación que ella deseó que se la tragase la tierra. Le abandonó todo el valor y vio cómo era sustituido por una tremenda vergüenza.
—Perdona si la idea no es de tu agrado —dijo dándose la vuelta y tomando el pomo de la puerta. No iba a dejar que Nicholas viese lo dolida que estaba, ni hablar. Ya había hecho bastante el ridículo. Intentó abrir la puerta, pero no pudo y se dio cuenta de que el pestillo estaba echado. Movió desesperadamente adelante y atrás el cerrojo y oyó que Nicholas se acercaba por detrás justo en el momento en que lograba entreabrir la puerta.
La mano de Nicholas golpeó la puerta y la cerró. No la estaba tocando en absoluto, pero podía sentir el calor de su cuerpo como si lo estuviese haciendo. _____ sintió su cálido aliento en la mejilla cuando agachó la cabeza.
—Amor, espero que te des cuenta de lo que realmente me estás pidiendo —murmuró en su oído—. Quieres que te haga el amor.
_____ se dio la vuelta y lo miró directamente a sus intensos ojos azules.
—Sí —dijo—. Eso es exactamente lo que quiero.
:twisted: Que pasara???? :fiu:
Andrea P. Jonas:)
Re: "Un lugar para Nicholas" (Nick J. y Tu) TERMINADA
YY???
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHH!!
DE SEGURO LA CORTATES EN LA MEJOR PARTEEE!!!!!!!!!!
AAII SIGUELA PORFIISS
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHH!!
DE SEGURO LA CORTATES EN LA MEJOR PARTEEE!!!!!!!!!!
AAII SIGUELA PORFIISS
chelis
Re: "Un lugar para Nicholas" (Nick J. y Tu) TERMINADA
Buenos diiiiasss!!! :D
Pues aquí llego con el cap! y QUE! cap! :twisted: es una forma bonita de empezar el día! :P creo que no hace falta advertir que es un cap hot! por que lo es! y ya viene lo bueno ya estamos en los últimos caps! y no saben lo que viene!!!!! :fiu: eeeen fin! aquí les dejo el cap espero que les guste! :D
Pues aquí llego con el cap! y QUE! cap! :twisted: es una forma bonita de empezar el día! :P creo que no hace falta advertir que es un cap hot! por que lo es! y ya viene lo bueno ya estamos en los últimos caps! y no saben lo que viene!!!!! :fiu: eeeen fin! aquí les dejo el cap espero que les guste! :D
Andrea P. Jonas:)
Re: "Un lugar para Nicholas" (Nick J. y Tu) TERMINADA
Capitulo 22
Por Dios bendito. Iba en serio.
La observó bañada por la luz del candil y la sombra de su propio cuerpo y no supo qué decir o qué hacer. Estaba apoyada en la puerta, el rostro pálido, sus oscuros ojos cautelosos muy abiertos, esa expresión que le recordaba a una cierva en medio del bosque, lista para huir al menor peligro, completamente vulnerable.
En realidad, ésa era su situación: vulnerable, inocente y sin tener la más remota idea de lo que estaba pidiendo. Quería romanticismo, pero no sexo.
Nicholas se maldijo a sí mismo por su actitud aquella tarde en la cocina, por sus malditas bromas, por sus palabras engreídas.
Claro que podía mostrárselo. Quería hacerlo más de lo que nunca había querido nada en la vida. Dios, el deseo que sentía por ella lo había estado carcomiendo desde hacía un mes y había llegado a pensar que lo iba a volver loco. Pero en aquel momento, cuando la tenía tan cerca, cuando lo único que tenía que hacer era bajar la cabeza y besarla, se sentía incapaz de moverse.
Sería fácil. No, no sería nada fácil.
Le haría daño y no había forma de evitarlo. Y él no quería vivir con eso. Se recordó a sí mismo de nuevo que ella no era de esa clase de mujeres, que necesitaba un hombre que no estuviera condenado a dar vueltas por el mundo, un hombre que no tuviera el alma poseída por sus demonios, un hombre al que de verdad le gustase la granja, la familia y asistir a misa. Necesitaba y se merecía un hombre que se casase con ella, que la protegiese, que la mantuviera y que fuese un padre para sus hijas. Y él no era ese hombre.
—Vuelve a tu habitación, _____ —le dijo antes de cambiar de opinión—. No soy bueno.
—No me lo creo.
—Entonces eres boba. —Vio cómo _____ levantaba la barbilla temblorosa con terca valentía. Suspiró—. Bueno, está bien, digamos que no soy bueno para ti.
—Creo que soy perfectamente capaz de decidir lo que es bueno para mí. —Y le miró con aquellos malditos ojos oscuros—. Y creo que eres tú.
—Quizás esta noche, pero no mañana cuando me marche para seguir mi camino.
—No pido nada para mañana —susurró ella—. Lo que pido es esta noche.
—No sabes lo que dices.
_____ levantó las manos y Nicholas vio cómo temblaban cuando las llevó a sus brazos desnudos y se los frotó como si tuviese frío.
—Sé perfectamente lo que estoy diciendo. Quiero que me hagas el amor. Puede que no tenga… experiencia, pero sé lo que significa.
Nicholas recordó aquel beso en la cocina y pensó que no tenía ni la más remota idea.
—¿Es que no… no quieres?
¿Quería? Perderse en su suavidad sería como probar el cielo. Debía rechazarla, echarla, decirle que no. Cerró los ojos, luchando contra su deseo con todas sus fuerzas.
—¿Nicholas?
Fue la forma de decir su nombre lo que lo deshizo. Lo pronunció como una caricia, pero con una nota de dolor y temblor que lo desgarró, le removió por dentro y le hizo vulnerable. Había perdido y lo sabía. Se había acabado lo de ser caballeroso y noble y lo de actuar correctamente. De todos modos, hacía tiempo que había demostrado que no era un héroe.
Abrió los ojos.
—No me odies mañana por esto, _____ —dijo, y le tomó las mejillas con las manos, echando la cabeza de la joven hacia atrás mientras acercaba su boca a la de ella—. Por lo que más quieras, no me odies.
Antes de que ella pudiera responderle, la besó en la boca. Los labios de _____ se abrieron y al probarla por primera vez supo que no había marcha atrás. La besó más profundamente, acariciándole el cabello.
Encontró las horquillas y se las quitó, soltándole el pelo. Las horquillas cayeron al suelo y él tomó sus cabellos con las manos, deleitándose en el tacto sedoso y en el sabor dulce y cálido de ella. Le dio rápidos y ligeros besos en los labios y en las mejillas mientras caminaba hacia atrás arrastrándola hacia la cama. La excitación se apoderó de él y la besó con más profundidad, hundiendo la lengua en su boca.
_____ emitió un leve y suave gemido de deseo y tembló entre sus manos, un pálpito femenino que el cuerpo de Nicholas reconoció al instante. Quería tomarla sin preliminares, sin la ternura que ella deseaba y la delicadeza que necesitaba. Pero debía.
Apartó los labios de los suyos y hundió su rostro en la curva de su cuello. Bajó las manos hasta su fina cintura y la continuó besando por el hombro, acariciando su espalda obligándose a seguir con movimientos contenidos, a ser paciente, a esperar.
Se apartó y la miró mientras ella abría lentamente los ojos. Nunca la había visto más hermosa, con el cabello cayéndole en lustrosas ondas por los hombros y una expresión de aturdido asombro en el rostro, una imagen que le complació más que todas las sonrisas forzadas y los gemidos de las mujeres fáciles que había conocido.
_____ le regaló una de sus impresionantes sonrisas y echó la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos y pronunciando su nombre en un suspiro. Nicholas sintió que aquella imagen y aquel quedo gemido iban a acompañarle durante muchas de las noches solitarias que le esperaban.
Sin dejar de contemplar su rostro, subió las manos de la cintura hasta el primer botón de su vestido, que se escondía detrás de un adorno floral de seda.
_____ dio un respingo y abrió los ojos de nuevo luchando contra su ligera resistencia.
—¿No deberías apagar la luz? —susurró.
Él negó con la cabeza y le desabrochó el botón. Después el siguiente, y el otro, rozando sus pechos con los nudillos, después sus costillas, hacia abajo, notando cómo ella temblaba cada vez que desabrochaba un botón. Cuando llegó a la cintura, _____ le empujó los hombros.
—Por favor, apaga la luz —le susurró apartando el rostro enrojecido por la confusión y la vergüenza.
—¿Por qué? —preguntó él besando su cuello—. Tú me has visto desnudo —le dijo bromeando al oído—. Tengo derecho a verte a ti.
Aquello la puso aún más nerviosa y emitió un gemido agitado. Nicholas dejó de desvestirla, la atrajo hacia él y le mordisqueó el lóbulo de la oreja mientras le acariciaba las costillas.
—_____, creo que no seré capaz de soltarte todos esos botones sin luz —le confesó—. Además, quiero verte, mirarte. Déjame.
Ella no respondió. Le acarició con la palma de la mano el torso, le besó la aterciopelada piel de su oreja, la garganta, el hombro… Después volvió a subir, cada movimiento pensado para convencerla, para persuadirla, para hacer que se rindiese.
—¿Me dejarás?
—Bueno —susurró ella en voz tan baja que Nicholas apenas pudo oírla. Tenía el cuerpo en tensión.
Se apartó y la miró a la cara.
—_____, mírame.
Ella, a regañadientes, abrió los ojos y lo miró.
Él sacudió la cabeza.
—No, mírame —le cogió la mano y la atrajo hacia él, poniéndola sobre su pecho—. Tócame y mírame.
Ella intentó apartar la mano, pero él se la retuvo contra su pecho hasta que notó que ya no oponía resistencia. Con la mano extendida sobre su pecho, _____ susurró:
—Es que no sé que se supone que debo hacer.
Él soltó su mano y extendió los brazos.
—Haz lo que te apetezca.
_____ bajó las pestañas y se quedó callada un largo rato mirándole el pecho. Después se acercó hacia Nicholas, apoyó las manos sobre su pecho y posó los labios en las cicatrices dentadas fruto de las navajas y el odio. Sus besos eran tan indecisos como la caricia de las alas de una mariposa. El muro defensivo que Nicholas llevaba construyendo toda su vida se vino abajo como si fuese de arena.
_____ sintió cómo el cuerpo de Nicholas temblaba con cada uno de sus besos, y se sintió desarmada al comprobar que tenía ese poder. Bajo sus labios podía notar el áspero tacto del vello de su cuerpo, el latido de su corazón, la respiración agitada de su pecho.
—Ya está bien —gruñó Nicholas tomándole la cabeza con las manos, apartándola con suavidad—. Creo que… por ahora… es suficiente.
La tomó por los hombros y metiendo los pulgares por los pliegues del cuello del vestido, se lo bajó hasta la cintura y lo dejó caer a sus pies. _____ dio un paso al frente emergiendo de él y lo empujó de una patada.
Tiró del protector del corsé y, adivinando lo que tenía que hacer, levantó los brazos para que Nicholas le pudiera quitar la prenda por la cabeza. Él inclinó la cabeza y le besó los hombros mientras con los dedos intentaba soltarle los cierres del corsé. Finalmente, lo logró y lo dejó a un lado junto con las enaguas.
La ansiedad de _____ iba creciendo con cada prenda que él le quitaba. No quería que la viese sin ropa, era demasiado embarazoso, demasiado agónico. Debía haber visto a muchas otras mujeres, mujeres mucho más bonitas que ella y no quería sufrir la comparación.
Nicholas deslizó las manos por su columna y tomó con sus dedos la combinación.
—Levanta los brazos, _____ —le dijo con suavidad—. Déjame verte.
Sin estar demasiado convencida, ella obedeció y dejó que Nicholas le quitase la prenda. La dejó en el suelo y _____ pudo sentir los ojos de Nicholas sobre su cuerpo. No podía mirarlo y se cubrió el pecho con sus brazos entrecerrando los ojos.
—Sí —dijo él.
La palabra le sorprendió y le confundió.
—¿Sí, qué? —preguntó ella con los ojos cerrados.
—Sí, creo que eres hermosa.
Abrumada, abrió los ojos y vio que Nicholas le sonreía. Sus ojos tenían ese tono neblinoso que la desarmaba. Vio cómo bajaba las pestañas negras, la cogía por las muñecas, le apartaba los brazos, los extendía y la miraba.
—Tan endiabladamente hermosa que la cabeza me da vueltas. Me da vueltas, de verdad.
_____ sintió un enorme alivio. No la consideraba una desilusión, no la consideraba poco agraciada. Pensaba que era hermosa, se lo decían no sólo sus palabras, sino sus ojos, sus manos, su voz. Bajo la ardiente mirada de Nicholas, su timidez y su embarazo se evaporaron.
—No deberías hablar mal, Nicholas —susurró al tiempo que liberaba una de sus manos para acariciarle la mejilla.
Él volvió la cabeza y le besó la palma de la mano, después la miró con aquel brillo perverso que ella conocía tan bien.
—Divina y endiabladamente hermosa.
Le soltó la otra mano y se arrodilló frente a ella. Le desató las botas y le levantó el primer pie con las manos. _____ se sujetó al dosel de la cama para mantener el equilibrio mientras él le sacaba primero una bota y luego la otra. Le tomó los tobillos y subió las manos por las pantorrillas hasta las rodillas, buscando por dentro de su ropa íntima el liguero que sujetaba las medias.
Con los dedos le acarició delicadamente la parte de atrás de las rodillas y ella sintió que una calidez lenta y penetrante le invadía el cuerpo, como si se estuviese deshaciendo bajo el mágico tacto de sus dedos. Se agarró con fuerza al dosel de la cama.
—Oh, Dios —gimió—. Oh, Dios.
Le pareció oír que él se reía quedamente, pero no podía estar segura. Nicholas deshizo los lazos de los ligueros y le quitó despacio las medias, deslizando las manos por su piel como si fuera una cálida brisa. Levantó su pie derecho y le quitó la media.
Cuando ya le había quitado las dos medias, subió las manos por sus piernas. El ardor de su tacto le quemaba a través de la fina tela de su prenda íntima. Le acarició los muslos, las caderas, hasta llegar a la cintura, Estiró de la cinta que mantenía sujeta su ropa íntima y deshizo el lazo. Agarró la tela con los puños y comenzó a tirar de ella bajándola por sus caderas.
_____ sintió que le invadía de nuevo la vergüenza al comprender lo que Nicholas estaba haciendo, lo que estaba viendo, y se puso tensa, luchando contra el impulso de huir.
—Maravilloso —murmuró él al tiempo que cada vez era mayor la desnudez de _____—. Absolutamente maravilloso.
Se acercó a ella, soltó la prenda y la tomó por las caderas desnudas. Ella sintió que la prenda se deslizaba por sus piernas y caía a sus pies, al tiempo que Nicholas la atraía hacia él y posaba los labios en su estómago.
_____ lanzó un grito de sorpresa ante el placer carnal de aquel beso y sintió escalofríos por todo el cuerpo. Soltó el dosel y apoyó sus manos en los hombros de Nicholas para evitar tambalearse, mientras él le llenaba el vientre y las costillas de besos, acariciando su piel con la lengua.
Movió las manos por sus caderas, siguiendo la curva de su cintura, a través de sus costillas, hasta tomarle el pecho, acariciándole con los dedos pulgares sus pezones. _____ echó la cabeza hacia atrás con un gemido, cerró los ojos y se agarró a sus hombros con fuerza.
Nicholas la tomó por la espalda, atrayéndola hacia él. _____ se dejó hacer y él abrió la boca alrededor de su pecho y le tomó el pezón entre los dientes. Ella sintió una sensación increíble que la dejó sin aliento. Apartó las manos de los hombros de Nicholas y le cogió la cabeza, apretándola contra ella.
Pero él se resistió. Se separó de ella, se puso de pie y apartó las sábanas. La tomó en sus brazos como si fuese una pluma y la depositó en el centro de la cama. _____ abrió los ojos y vio que se estaba quitando las botas. Le mantuvo la mirada, incapaz de bajar la vista mientras él se desabrochaba los pantalones y los dejaba caer.
Se tumbó junto a ella y el colchón se hundió bajo su peso. Se apoyó en el hombro y la miró un momento, después le acarició el rostro. _____ cerró los ojos y sintió las yemas de sus dedos acariciándole las mejillas, la barbilla, la garganta, la clavícula y luego detenerse un momento sobre sus pechos, para seguir bajando y acariciando delicadamente su estómago y después más abajo. _____ se quedó sin respiración cuando Nicholas metió sus dedos entre sus muslos. Cuando le acarició delicadamente la entrepierna, lanzó un grito y se sacudió contra él con un gemido, sintiendo cálidos escalofríos por todo el cuerpo.
Estaba tan abrumada por la intimidad del gesto que pensó que debía apartar su mano, pedirle que parase, pero no pudo hacerlo. Nada le importaba más allá de la tensión y del ardor que llenaba su cuerpo con el tacto de sus dedos. La tensión crecía dentro de ella con cada empuje de su mano.
—Nicholas. Oh, Nicholas… —gimió, notando que estaba al borde de algo glorioso y maravilloso.
—Eso es, cariño —murmuró él—. Eso es.
Se oyó a sí misma lanzar pequeños gemidos, pero no podía detenerlos. Sintió que debía estar ardiendo de vergüenza y de perversa y tremenda excitación, hasta que de pronto notó como si toda ella por dentro explotase en un estallido blanco y cálido que recorrió con deliciosas oleadas de placer todo su cuerpo.
Todavía temblaba por aquella increíble sensación cuando Nicholas apartó la mano y le notó moverse. Cayó su peso y su fuerza sobre ella, apretándola contra el colchón con una urgencia repentina, abrumándola con el poder de su cuerpo. Sus pulmones se quedaron sin aire y dio un respingo cuando él empujó contra ella, dentro de ella. Todas aquellas sensaciones increíbles y deliciosas de un instante antes la abandonaron y sintió como si la hubiesen metido en agua helada. Creía que estaba preparada para aquello, pero no lo estaba. Hacía daño.
Se mordió el labio para no gritar, pero él pareció darse cuenta porque su cuerpo se puso rígido y se detuvo. Inclinó la cabeza y le olisqueó el cuello suavemente.
—¿Estás bien, á mhúirnín? —dijo con una voz tensa que hizo que ella se preguntase si a él también le dolía—. _____, ¿estás bien?
—Eso creo —dijo sintiendo que la sensación dolorosa y aguda se le iba pasando. Movió las caderas debajo de él a modo de prueba.
—_____ —le dijo él con voz ronca al oído—. No te muevas, por el amor de Dios, no te muevas.
Ella intentó quedarse quieta, pero aunque ya no le dolía, notaba una incómoda sensación, algo extraño y tenso. No estaba segura de que le gustase, tomó aire de nuevo y movió otra vez las caderas.
—_____, oh, no hagas eso. Oh, Dios. Oh, Dios.
Empezó a moverse él también, con fuerza, con una respiración ronca y agitada, golpeando las caderas y empujándola contra el colchón. Ella empezó a acostumbrarse al movimiento de Nicholas y a disfrutar. Pero de pronto el cuerpo de Nicholas fue atravesado por un temblor, lanzó un grito ronco, empujó otra vez contra ella y se quedó quieto.
Se había terminado.
—Neamh —murmuró él—. Eres Neamh, _____.
Ella no entendió la palabra irlandesa, pero oyó su nombre y la ternura con la que Nicholas lo pronunciaba y pensó con algo de melancolía que debía ser una palabra cariñosa. Lo apretó más fuerte con los brazos y sintió que la invadía la ternura. Le acarició las anchas espaldas con una mano y con la otra el cabello mientras notaba cómo la tensión abandonaba el cuerpo de Nicholas y era sustituida por el letargo.
Él se dio la vuelta arrastrándola con él y reteniéndola entre sus brazos. Pronto se quedó dormido. _____ cogió la sábana que yacía a sus pies, la estiró para tapar a ambos, apagó el candil y se acurrucó entre los brazos de Nicholas.
Se suponía que en aquel momento era una mujer caída. No lo lamentaba, ni se avergonzaba, sólo sentía una alegría increíble y poderosa que brotaba como una flor y llenaba su cuerpo, haciéndole sentirse viva, vibrante y hermosa. Lo que más deseaba era estar tumbada así junto a él para siempre. Lo amaba. Cerró los ojos, apretó la mejilla contra su pecho y escuchó el latido de su corazón. Sólo por aquella noche, hizo ver que él también la amaba.
Nicholas se despertó con los sentidos embotados por el aroma de _____. No olía a empalagosa colonia, sino que de ella sólo emanaba el cálido y provocativo olor femenino de su delicada piel y sus cabellos revueltos.
En algún momento de la noche, _____ se había dado la vuelta y se había quedado con la espalda apoyada contra su pecho. Sin abrir los ojos, podía reconocer cada una de las formas de su cuerpo, la exquisita curva de sus pantorrillas entre sus piernas, la profunda curva de su cintura en el hueco de su brazo rodeándola, la aterciopelada parte inferior de su pecho contra el dorso de su mano, los mechones sedosos de su cabello bajo su barbilla. Su cuerpo encajaba perfectamente en el suyo, como si estuviese hecha para él. Medio dormido, lanzó un suspiro de absoluta felicidad, saboreando el placer poco habitual de despertarse con una mujer entre sus brazos.
Había dormido con ella.
Aquel pensamiento ahogó su alegría. Abrió los ojos y levantó la cabeza de la almohada que compartían. Observó la piel color crema del hombro de _____ y sus enredados mechones de cabello castaño que le caían sobre el pecho y que cubrían a su vez la mano de Nicholas, apenas perceptible a la tenue luz que se filtraba en la habitación a través de los postigos de la ventana.
Había dormido con ella.
Estaba anonadado. Él nunca dormía con mujeres. Las besaba, las desnudaba, disfrutaba de ellas y luego se marchaba y dormía solo, así sus pesadillas no podían despertarlas ni sus debilidades o secretos podían ser revelados. Así su vergüenza permanecía callada y escondida.
Miró el perfil de _____, perfecto con sus largas pestañas, su nariz respingona, los labios entreabiertos, el cabello revuelto, un desorden tentador. Pensó en la noche anterior, recordándolo todo: la fragancia de su piel, el sabor de su boca, el tacto de sus manos, los sonidos de su pasión, y cómo había encendido todo ello la lujuria de Nicholas como una cerilla una mecha, dejándolo después saciado y dormido y deseando únicamente abrazarla. Abrazarla. Por el amor de Dios.
Sintió que dentro de él crecía a la vez el pánico y el deseo. Quería volver a hacerlo, quería volver a sentir la intensa explosión de placer y la maravillosa descarga, quería el pacífico letargo y el sueño sin pesadillas, junto a ella, con ella. Nunca había sentido algo así con ninguna otra mujer.
Le aterrorizaba.
Se apartó para dejar de tocarla y se tumbó boca arriba mirando el techo. Podía marcharse en aquel mismo instante. Podía levantarse, vestirse y marcharse mientras ella dormía. Abandonar a una mujer era fácil y él lo había hecho miles de veces.
No se movió.
Se quedó tumbado escuchando su respiración y pensando en todas las razones que tenía para marcharse mientras ella todavía dormía. De aquel modo, no habría silencios embarazosos ni una escena, ni malditas lágrimas, ni un orgullo femenino herido, ni unos ojos castaños llenos de dolor para perseguirlo después de su marcha.
No se movió.
Odiaba estar atado. Pero se había atado dos meses atrás. Le ahogaba sentirla cerca. Sin embargo, no se había sentido así cuando se había despertado con ella entre sus brazos. Había sentido un momento de felicidad, ¿o no? Un momento de paz.
Apartó ese pensamiento al instante. Para _____ la tierra, el hogar y la familia lo eran todo. Pero para él aquello era todo lo que le habían quitado, todo lo que no podría soportar volver a perder.
Estaba claro que él había sido honesto con ella, que no le había dado falsas esperanzas. Ella le había ido a buscar la noche anterior y él le había dado lo que ella quería. Se lo había dado porque él también lo quería. Y punto. Había prometido quedarse hasta la cosecha y la cosecha ya había terminado. No había razón alguna para quedarse con ella un minuto más.
No se movió.
No podía marcharse todavía. No podía dejar que hiciera el viaje de vuelta sola; además ella lo necesitaba para conducir el segundo carromato y era peligroso que una mujer viajase sola. Debía quedarse hasta acompañarla de vuelta a la granja y con las niñas, al lugar al que pertenecía. Luego se marcharía. Se levantó de la cama y se puso los calzoncillos y los pantalones. Después atravesó la habitación para coger la camisa y se preguntó por qué le estaba pareciendo que tardaba una vida entera en atravesarla.
_____ se despertó lentamente. Con un enorme bostezo, levantó los brazos por encima de la cabeza y se estiró, haciendo una mueca al notar la punzada de dolor que atravesaba todos sus músculos. Se notaba rígida y algo irritada, como si hubiese estado cabalgando demasiado rato, pero también se sentía gloriosamente viva y feliz. Se recordó a sí misma que era una mujer caída e intentó sentirse avergonzada.
Le vinieron a la mente los recuerdos de la noche anterior. Sonrió al mismo tiempo que enrojecía, incapaz de sentirse culpable tal como cabía esperar. Abrió los ojos y vio a Nicholas ya despierto, vestido y sentado en una silla al otro lado de la habitación, observándola. Para su sorpresa, junto a la silla y en el suelo estaba su maleta.
Se puso rígida bajo la mirada de Nicholas y enrojeció de vergüenza, sintiéndose al mismo tiempo muy femenina.
—Buenos días —dijo apartándose el pelo de los ojos y tapándose con la sábana al sentarse.
—Buenos días —dijo él girando la cara. La felicidad de _____ se desvaneció.
Estaba sentado frente a ella, pero no estaba allí realmente. Había vuelto a encerrarse en sí mismo, a esconderse bajo su coraza. De nuevo era un extraño, un hombre aislado.
_____ sintió un profundo dolor, pero no lo mostró, no podía hacerlo. Habría sido demasiado humillante. Bajó la vista hacia las sábanas e hizo un esfuerzo por mantener el rostro inexpresivo, pero al cabo de un momento lo miró con el rabillo del ojo y se dio cuenta de que no era necesario ya que ni siquiera la estaba mirando.
Nicholas señaló una bandeja que había junto a la silla.
—He pensado que te apetecería desayunar algo —dijo con la vista fija en el plato y la taza de plata como si fuesen lo más fascinante del mundo.
—Gracias.
—Tendrás que comer rápido —continuó—. Ya son más de las siete y la camarera traerá el agua y las toallas a las siete y media. De todos modos, será mejor que nos pongamos en camino. Es un largo viaje —señaló la maleta—. Te he traído tus cosas y he puesto las mías en tu habitación. Te veré abajo dentro de una hora.
_____ apretó las sábanas con fuerza y las sujetó a su alrededor como si fueran una coraza.
—Por supuesto —dijo secamente, y vio cómo se marchaba y cerraba la puerta tras él.
_____ apartó las sábanas e inmediatamente vio las manchas de sangre que cubrían sus muslos y la ropa de cama. Miró las manchas oscuras totalmente sorprendida. Sabía que no le tocaba el período así que debía haber sido por lo sucedido la noche anterior. No se había dado cuenta de que sangraba y realmente no le había dolido tanto.
El dolor físico le parecía en aquel momento insignificante, pero no así el dolor emocional.
Cerró los ojos luchando contra el dolor de su rechazo, aunque debía aceptar su inevitable e inminente partida. Durante todo aquel tiempo había sabido que estaba en su vida de paso y no era culpa de él que ella hubiera albergado tontos deseos. No era culpa de Nicholas que ella se hubiera enamorado.
Cuando se marchase, ella tendría las niñas y el hogar para ocupar sus días y los recuerdos de él para pasar las noches. Pero en aquel momento, aquello era poco consuelo.
La reunión de costura en honor a Kate Johnson ya había comenzado hacía un buen rato cuando la invitada hizo su aparición. Las mujeres de Callersville habían ido llegando a la casa de madera detrás del colmado desde las diez de la mañana sin interrupción, acompañadas por sus costureros y sus agujas de hacer punto, hasta abarrotar el pequeño salón de Lila Miller. Todas las mujeres estaban haciendo colchas y vestiditos para el recién nacido de Kate pero, por supuesto, la verdadera razón de ser de la reunión era intercambiar recetas, consejos y cuchichear. Sobre todo, cuchichear.
Cara Johnson y Becky apartaron a sus hermanas pequeñas mientras todas las mujeres se abalanzaban en el vestíbulo a ver al bebé de Kate y dar su opinión. La opinión general parecía ser que era clavadito a su padre.
—Veo que has traído a las niñas de _____ —comentó Martha Chubb saludando a Becky y a sus hermanas, mientras las mujeres volvían a sentarse y proseguían con las agujas.
—La cosecha del melocotón —les recordó Kate. Pasó el bebé, Robert Thomas, a los brazos de su hija mayor, encantada, y ésta rápidamente empezó a presumir de hermano pequeño con las amigas que todavía no lo conocían. Kate se sentó junto a Becky en uno de los sofás y sacó sus agujas.
—Puesto que Nate ya no está para llevar los melocotones a Monroe, ha ido _____. Las niñas se quedan con nosotros hasta que regrese esta noche.
Martha frunció el ceño con gesto de desaprobación.
—La verdad es que _____ se está volviendo algo excéntrica, dejar a sus hijas al cuidado de otras personas, ir deambulando por los campos sola… Y tener que quedarse en un hotel sola, sin acompañante, claro está. Es sorprendente.
—Realmente sorprendente —corroboró Emily Chubb.
Becky levantó la vista al oír aquellos comentarios y miró a Marian y a Sophi que habían dejado de jugar a las damas para escuchar. Le enfureció que Martha dijese esas cosas delante de sus hermanas pequeñas. Frunció el ceño.
—No creo que deba decir esas cosas de mi madre. Es de mala educación.
—Calla, niña —dijo Martha haciendo un gesto despectivo con la mano—. Las señoritas sólo hablan cuando se les dice.
Becky se calló ante el reproche y bajó la vista notando que se ponía roja mientras Martha seguía hablando.
—El comportamiento de _____ desde la muerte de su padre ha sido muy poco decoroso, pero ir a Monroe sola… es indecente.
—¡Martha! —Kate bajó las agujas de hacer punto y se dirigió a la mujer para darle su opinión—. No es justo lo que dices. ¿Cómo quieres que venda sus melocotones? Ha estado intentando encontrar ayuda. De hecho, le dijo…
—Esa es otra —la interrumpió Martha con un movimiento enérgico de cabeza que hizo que la pluma de su sombrero se agitase—. Anunciar por toda la ciudad que buscaba mano de obra para la granja. Vergonzoso.
—Atroz —añadió Emily.
Becky empujó la aguja para atravesar la blonda que estaba bordando, demasiado furiosa para darse cuenta de lo que estaba haciendo y se pinchó el dedo con tanta violencia que se hizo sangre. Hizo una mueca y soltó la costura para chuparse la yema del dedo, deseando poder decirle a Martha Chubb lo que pensaba de ella, vieja cotilla.
Kate se puso tiesa en la silla.
—¿Y cómo quieres que encuentre _____ ayuda en la granja? —le preguntó—. Por Dios, Martha, _____ ya ha tenido suficientes problemas en la vida. Déjala en paz.
La aludida iba a interrumpirla, pero Kate tomó aire con fuerza y continuó. Cada vez estaba más furiosa y fue elevando el tono de voz.
—Los Harlan se emborracharon la otra noche y fueron a casa de _____. Le lanzaron piedras contra la ventana y asustaron a las chicas. Ella tuvo que usar el rifle para que se marchasen. Oímos claramente los tiros desde casa. _____ nos contó lo que había pasado cuando dejó ayer a las niñas con nosotros.
—¿Un rifle? —Martha levantó las manos en un gesto exagerado y se sorbió la nariz—. Eso es exactamente de lo que estoy hablando, rifles, no entiendo qué mosca le ha picado a _____.
—Creo que es una mujer valiente y que se las arregla lo mejor que puede —contestó Kate—. Es más, si no fuese por ella probablemente yo no estaría aquí. Ella me ayudó en el parto de Robert Thomas. Lo estaba pasando fatal y ella me ayudó. Podría estar muerta de no haber sido por _____.
Kate miró a Becky y la niña le lanzó una mirada de agradecimiento por salir en defensa de su madre cuando a ella le habían impedido hacerlo. Sintió una mano sobre el hombro y se dio la vuelta. Sophi y Marian se habían levantado y estaban junto a ella.
—¿Por qué están diciendo cosas malas de mamá las hermanas Chubb? —susurró Sophi.
—Porque son unas cotillas malísimas —contestó Becky entre dientes, mirando a Martha y a Emily—. Por eso.
Kate se apoyó en su silla y retomó la palabra.
—Todos sabemos que Jack fue quien mandó a los hermanos Harlan y todos sabemos por qué. Quiere la tierra de _____ para construir esa vía de ferrocarril con el dinero de su mujer yanqui. Ha hecho lo mismo con la mitad de la gente de la ciudad. ¡Yo felicito a _____ por enfrentarse a él!
Becky quería lanzar un hurra.
—¿Necesitas que te recuerde que Jack donó el órgano a la iglesia el año pasado? —comentó con aspereza Martha.
—Eso es porque Jack cree que lo puede comprar todo —le contestó Kate echándose el cabello rubio hacia atrás—, incluso su plaza en el paraíso.
Lila, que era la anfitriona, intentó intervenir para detener la discusión antes de que los ánimos se calentaran aún más. Cogió el plato de pastas de té y se puso en pie.
—¿Le apetece a alguien una pastita?
Todas la ignoraron, excepto Marian, que adoraba los dulces y tenía la bandeja a mano.
—No creo que sea necesario blasfemar, Kate —dijo Martha apoltronándose en la silla como una reina en su trono, sabiendo que tenía la atención de todo el mundo—. _____ no debería intentar sacar adelante Peachtree ella sola. Debería haber vendido la tierra cuando murió su padre.
—¡Tonterías! —exclamó Kate decidida.
Entre las mujeres que estaban presentes se elevaron algunas voces. Pero cuando Martha volvió a hablar, su potente voz se alzó por encima de las demás.
—Comprendo que, como eres amiga suya, te sientes obligada a defenderla, pero, de verdad, este viaje a Monroe sobrepasa todos los límites de la decencia femenina. ¡Hacer ese viaje ella sola!
Algunas mujeres asintieron aprobando su comentario y la discusión siguió adelante.
—Pero mamá no está sola —comentó Marian cogiendo una pasta de la bandeja de Lila—. El señor Nicholas está con ella.
El murmullo de las damas se cortó en seco y se hizo un silencio absoluto.
—¡Marian, se supone que no debías decirle a nadie nada del señor Nicholas! —gritó Sophi, dándole un codazo a su hermana—. Mamá dijo que era un secreto.
La pequeña dejó caer la pasta en el plato y se llevó la mano a la boca, mirando arrepentida a su hermana.
—Se me había olvidado.
Becky echó un vistazo a las caras horrorizadas que la rodeaban con un tremendo sentimiento de consternación.
Martha se incorporó en la silla y miró fijamente a Marian.
—¿Y quién es ese tal señor Nicholas, niña?
Becky recordó las palabras de su madre sobre lo fácil que era que una chica perdiese su reputación sólo por pasear con un chico, y comprendió de golpe el alcance del inocente comentario de Marian sobre su madre y el señor Nicholas. Escondió la cara en sus manos.
—Oh, no —susurró—. Oh, no.
TA TA TA TAAAAAANNN!!!!! les gusto??? que pasara con las mugrosas hermanas Chubb??? (confieso que las odie por metiches!!!! :¬¬: )
Por Dios bendito. Iba en serio.
La observó bañada por la luz del candil y la sombra de su propio cuerpo y no supo qué decir o qué hacer. Estaba apoyada en la puerta, el rostro pálido, sus oscuros ojos cautelosos muy abiertos, esa expresión que le recordaba a una cierva en medio del bosque, lista para huir al menor peligro, completamente vulnerable.
En realidad, ésa era su situación: vulnerable, inocente y sin tener la más remota idea de lo que estaba pidiendo. Quería romanticismo, pero no sexo.
Nicholas se maldijo a sí mismo por su actitud aquella tarde en la cocina, por sus malditas bromas, por sus palabras engreídas.
Claro que podía mostrárselo. Quería hacerlo más de lo que nunca había querido nada en la vida. Dios, el deseo que sentía por ella lo había estado carcomiendo desde hacía un mes y había llegado a pensar que lo iba a volver loco. Pero en aquel momento, cuando la tenía tan cerca, cuando lo único que tenía que hacer era bajar la cabeza y besarla, se sentía incapaz de moverse.
Sería fácil. No, no sería nada fácil.
Le haría daño y no había forma de evitarlo. Y él no quería vivir con eso. Se recordó a sí mismo de nuevo que ella no era de esa clase de mujeres, que necesitaba un hombre que no estuviera condenado a dar vueltas por el mundo, un hombre que no tuviera el alma poseída por sus demonios, un hombre al que de verdad le gustase la granja, la familia y asistir a misa. Necesitaba y se merecía un hombre que se casase con ella, que la protegiese, que la mantuviera y que fuese un padre para sus hijas. Y él no era ese hombre.
—Vuelve a tu habitación, _____ —le dijo antes de cambiar de opinión—. No soy bueno.
—No me lo creo.
—Entonces eres boba. —Vio cómo _____ levantaba la barbilla temblorosa con terca valentía. Suspiró—. Bueno, está bien, digamos que no soy bueno para ti.
—Creo que soy perfectamente capaz de decidir lo que es bueno para mí. —Y le miró con aquellos malditos ojos oscuros—. Y creo que eres tú.
—Quizás esta noche, pero no mañana cuando me marche para seguir mi camino.
—No pido nada para mañana —susurró ella—. Lo que pido es esta noche.
—No sabes lo que dices.
_____ levantó las manos y Nicholas vio cómo temblaban cuando las llevó a sus brazos desnudos y se los frotó como si tuviese frío.
—Sé perfectamente lo que estoy diciendo. Quiero que me hagas el amor. Puede que no tenga… experiencia, pero sé lo que significa.
Nicholas recordó aquel beso en la cocina y pensó que no tenía ni la más remota idea.
—¿Es que no… no quieres?
¿Quería? Perderse en su suavidad sería como probar el cielo. Debía rechazarla, echarla, decirle que no. Cerró los ojos, luchando contra su deseo con todas sus fuerzas.
—¿Nicholas?
Fue la forma de decir su nombre lo que lo deshizo. Lo pronunció como una caricia, pero con una nota de dolor y temblor que lo desgarró, le removió por dentro y le hizo vulnerable. Había perdido y lo sabía. Se había acabado lo de ser caballeroso y noble y lo de actuar correctamente. De todos modos, hacía tiempo que había demostrado que no era un héroe.
Abrió los ojos.
—No me odies mañana por esto, _____ —dijo, y le tomó las mejillas con las manos, echando la cabeza de la joven hacia atrás mientras acercaba su boca a la de ella—. Por lo que más quieras, no me odies.
Antes de que ella pudiera responderle, la besó en la boca. Los labios de _____ se abrieron y al probarla por primera vez supo que no había marcha atrás. La besó más profundamente, acariciándole el cabello.
Encontró las horquillas y se las quitó, soltándole el pelo. Las horquillas cayeron al suelo y él tomó sus cabellos con las manos, deleitándose en el tacto sedoso y en el sabor dulce y cálido de ella. Le dio rápidos y ligeros besos en los labios y en las mejillas mientras caminaba hacia atrás arrastrándola hacia la cama. La excitación se apoderó de él y la besó con más profundidad, hundiendo la lengua en su boca.
_____ emitió un leve y suave gemido de deseo y tembló entre sus manos, un pálpito femenino que el cuerpo de Nicholas reconoció al instante. Quería tomarla sin preliminares, sin la ternura que ella deseaba y la delicadeza que necesitaba. Pero debía.
Apartó los labios de los suyos y hundió su rostro en la curva de su cuello. Bajó las manos hasta su fina cintura y la continuó besando por el hombro, acariciando su espalda obligándose a seguir con movimientos contenidos, a ser paciente, a esperar.
Se apartó y la miró mientras ella abría lentamente los ojos. Nunca la había visto más hermosa, con el cabello cayéndole en lustrosas ondas por los hombros y una expresión de aturdido asombro en el rostro, una imagen que le complació más que todas las sonrisas forzadas y los gemidos de las mujeres fáciles que había conocido.
_____ le regaló una de sus impresionantes sonrisas y echó la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos y pronunciando su nombre en un suspiro. Nicholas sintió que aquella imagen y aquel quedo gemido iban a acompañarle durante muchas de las noches solitarias que le esperaban.
Sin dejar de contemplar su rostro, subió las manos de la cintura hasta el primer botón de su vestido, que se escondía detrás de un adorno floral de seda.
_____ dio un respingo y abrió los ojos de nuevo luchando contra su ligera resistencia.
—¿No deberías apagar la luz? —susurró.
Él negó con la cabeza y le desabrochó el botón. Después el siguiente, y el otro, rozando sus pechos con los nudillos, después sus costillas, hacia abajo, notando cómo ella temblaba cada vez que desabrochaba un botón. Cuando llegó a la cintura, _____ le empujó los hombros.
—Por favor, apaga la luz —le susurró apartando el rostro enrojecido por la confusión y la vergüenza.
—¿Por qué? —preguntó él besando su cuello—. Tú me has visto desnudo —le dijo bromeando al oído—. Tengo derecho a verte a ti.
Aquello la puso aún más nerviosa y emitió un gemido agitado. Nicholas dejó de desvestirla, la atrajo hacia él y le mordisqueó el lóbulo de la oreja mientras le acariciaba las costillas.
—_____, creo que no seré capaz de soltarte todos esos botones sin luz —le confesó—. Además, quiero verte, mirarte. Déjame.
Ella no respondió. Le acarició con la palma de la mano el torso, le besó la aterciopelada piel de su oreja, la garganta, el hombro… Después volvió a subir, cada movimiento pensado para convencerla, para persuadirla, para hacer que se rindiese.
—¿Me dejarás?
—Bueno —susurró ella en voz tan baja que Nicholas apenas pudo oírla. Tenía el cuerpo en tensión.
Se apartó y la miró a la cara.
—_____, mírame.
Ella, a regañadientes, abrió los ojos y lo miró.
Él sacudió la cabeza.
—No, mírame —le cogió la mano y la atrajo hacia él, poniéndola sobre su pecho—. Tócame y mírame.
Ella intentó apartar la mano, pero él se la retuvo contra su pecho hasta que notó que ya no oponía resistencia. Con la mano extendida sobre su pecho, _____ susurró:
—Es que no sé que se supone que debo hacer.
Él soltó su mano y extendió los brazos.
—Haz lo que te apetezca.
_____ bajó las pestañas y se quedó callada un largo rato mirándole el pecho. Después se acercó hacia Nicholas, apoyó las manos sobre su pecho y posó los labios en las cicatrices dentadas fruto de las navajas y el odio. Sus besos eran tan indecisos como la caricia de las alas de una mariposa. El muro defensivo que Nicholas llevaba construyendo toda su vida se vino abajo como si fuese de arena.
_____ sintió cómo el cuerpo de Nicholas temblaba con cada uno de sus besos, y se sintió desarmada al comprobar que tenía ese poder. Bajo sus labios podía notar el áspero tacto del vello de su cuerpo, el latido de su corazón, la respiración agitada de su pecho.
—Ya está bien —gruñó Nicholas tomándole la cabeza con las manos, apartándola con suavidad—. Creo que… por ahora… es suficiente.
La tomó por los hombros y metiendo los pulgares por los pliegues del cuello del vestido, se lo bajó hasta la cintura y lo dejó caer a sus pies. _____ dio un paso al frente emergiendo de él y lo empujó de una patada.
Tiró del protector del corsé y, adivinando lo que tenía que hacer, levantó los brazos para que Nicholas le pudiera quitar la prenda por la cabeza. Él inclinó la cabeza y le besó los hombros mientras con los dedos intentaba soltarle los cierres del corsé. Finalmente, lo logró y lo dejó a un lado junto con las enaguas.
La ansiedad de _____ iba creciendo con cada prenda que él le quitaba. No quería que la viese sin ropa, era demasiado embarazoso, demasiado agónico. Debía haber visto a muchas otras mujeres, mujeres mucho más bonitas que ella y no quería sufrir la comparación.
Nicholas deslizó las manos por su columna y tomó con sus dedos la combinación.
—Levanta los brazos, _____ —le dijo con suavidad—. Déjame verte.
Sin estar demasiado convencida, ella obedeció y dejó que Nicholas le quitase la prenda. La dejó en el suelo y _____ pudo sentir los ojos de Nicholas sobre su cuerpo. No podía mirarlo y se cubrió el pecho con sus brazos entrecerrando los ojos.
—Sí —dijo él.
La palabra le sorprendió y le confundió.
—¿Sí, qué? —preguntó ella con los ojos cerrados.
—Sí, creo que eres hermosa.
Abrumada, abrió los ojos y vio que Nicholas le sonreía. Sus ojos tenían ese tono neblinoso que la desarmaba. Vio cómo bajaba las pestañas negras, la cogía por las muñecas, le apartaba los brazos, los extendía y la miraba.
—Tan endiabladamente hermosa que la cabeza me da vueltas. Me da vueltas, de verdad.
_____ sintió un enorme alivio. No la consideraba una desilusión, no la consideraba poco agraciada. Pensaba que era hermosa, se lo decían no sólo sus palabras, sino sus ojos, sus manos, su voz. Bajo la ardiente mirada de Nicholas, su timidez y su embarazo se evaporaron.
—No deberías hablar mal, Nicholas —susurró al tiempo que liberaba una de sus manos para acariciarle la mejilla.
Él volvió la cabeza y le besó la palma de la mano, después la miró con aquel brillo perverso que ella conocía tan bien.
—Divina y endiabladamente hermosa.
Le soltó la otra mano y se arrodilló frente a ella. Le desató las botas y le levantó el primer pie con las manos. _____ se sujetó al dosel de la cama para mantener el equilibrio mientras él le sacaba primero una bota y luego la otra. Le tomó los tobillos y subió las manos por las pantorrillas hasta las rodillas, buscando por dentro de su ropa íntima el liguero que sujetaba las medias.
Con los dedos le acarició delicadamente la parte de atrás de las rodillas y ella sintió que una calidez lenta y penetrante le invadía el cuerpo, como si se estuviese deshaciendo bajo el mágico tacto de sus dedos. Se agarró con fuerza al dosel de la cama.
—Oh, Dios —gimió—. Oh, Dios.
Le pareció oír que él se reía quedamente, pero no podía estar segura. Nicholas deshizo los lazos de los ligueros y le quitó despacio las medias, deslizando las manos por su piel como si fuera una cálida brisa. Levantó su pie derecho y le quitó la media.
Cuando ya le había quitado las dos medias, subió las manos por sus piernas. El ardor de su tacto le quemaba a través de la fina tela de su prenda íntima. Le acarició los muslos, las caderas, hasta llegar a la cintura, Estiró de la cinta que mantenía sujeta su ropa íntima y deshizo el lazo. Agarró la tela con los puños y comenzó a tirar de ella bajándola por sus caderas.
_____ sintió que le invadía de nuevo la vergüenza al comprender lo que Nicholas estaba haciendo, lo que estaba viendo, y se puso tensa, luchando contra el impulso de huir.
—Maravilloso —murmuró él al tiempo que cada vez era mayor la desnudez de _____—. Absolutamente maravilloso.
Se acercó a ella, soltó la prenda y la tomó por las caderas desnudas. Ella sintió que la prenda se deslizaba por sus piernas y caía a sus pies, al tiempo que Nicholas la atraía hacia él y posaba los labios en su estómago.
_____ lanzó un grito de sorpresa ante el placer carnal de aquel beso y sintió escalofríos por todo el cuerpo. Soltó el dosel y apoyó sus manos en los hombros de Nicholas para evitar tambalearse, mientras él le llenaba el vientre y las costillas de besos, acariciando su piel con la lengua.
Movió las manos por sus caderas, siguiendo la curva de su cintura, a través de sus costillas, hasta tomarle el pecho, acariciándole con los dedos pulgares sus pezones. _____ echó la cabeza hacia atrás con un gemido, cerró los ojos y se agarró a sus hombros con fuerza.
Nicholas la tomó por la espalda, atrayéndola hacia él. _____ se dejó hacer y él abrió la boca alrededor de su pecho y le tomó el pezón entre los dientes. Ella sintió una sensación increíble que la dejó sin aliento. Apartó las manos de los hombros de Nicholas y le cogió la cabeza, apretándola contra ella.
Pero él se resistió. Se separó de ella, se puso de pie y apartó las sábanas. La tomó en sus brazos como si fuese una pluma y la depositó en el centro de la cama. _____ abrió los ojos y vio que se estaba quitando las botas. Le mantuvo la mirada, incapaz de bajar la vista mientras él se desabrochaba los pantalones y los dejaba caer.
Se tumbó junto a ella y el colchón se hundió bajo su peso. Se apoyó en el hombro y la miró un momento, después le acarició el rostro. _____ cerró los ojos y sintió las yemas de sus dedos acariciándole las mejillas, la barbilla, la garganta, la clavícula y luego detenerse un momento sobre sus pechos, para seguir bajando y acariciando delicadamente su estómago y después más abajo. _____ se quedó sin respiración cuando Nicholas metió sus dedos entre sus muslos. Cuando le acarició delicadamente la entrepierna, lanzó un grito y se sacudió contra él con un gemido, sintiendo cálidos escalofríos por todo el cuerpo.
Estaba tan abrumada por la intimidad del gesto que pensó que debía apartar su mano, pedirle que parase, pero no pudo hacerlo. Nada le importaba más allá de la tensión y del ardor que llenaba su cuerpo con el tacto de sus dedos. La tensión crecía dentro de ella con cada empuje de su mano.
—Nicholas. Oh, Nicholas… —gimió, notando que estaba al borde de algo glorioso y maravilloso.
—Eso es, cariño —murmuró él—. Eso es.
Se oyó a sí misma lanzar pequeños gemidos, pero no podía detenerlos. Sintió que debía estar ardiendo de vergüenza y de perversa y tremenda excitación, hasta que de pronto notó como si toda ella por dentro explotase en un estallido blanco y cálido que recorrió con deliciosas oleadas de placer todo su cuerpo.
Todavía temblaba por aquella increíble sensación cuando Nicholas apartó la mano y le notó moverse. Cayó su peso y su fuerza sobre ella, apretándola contra el colchón con una urgencia repentina, abrumándola con el poder de su cuerpo. Sus pulmones se quedaron sin aire y dio un respingo cuando él empujó contra ella, dentro de ella. Todas aquellas sensaciones increíbles y deliciosas de un instante antes la abandonaron y sintió como si la hubiesen metido en agua helada. Creía que estaba preparada para aquello, pero no lo estaba. Hacía daño.
Se mordió el labio para no gritar, pero él pareció darse cuenta porque su cuerpo se puso rígido y se detuvo. Inclinó la cabeza y le olisqueó el cuello suavemente.
—¿Estás bien, á mhúirnín? —dijo con una voz tensa que hizo que ella se preguntase si a él también le dolía—. _____, ¿estás bien?
—Eso creo —dijo sintiendo que la sensación dolorosa y aguda se le iba pasando. Movió las caderas debajo de él a modo de prueba.
—_____ —le dijo él con voz ronca al oído—. No te muevas, por el amor de Dios, no te muevas.
Ella intentó quedarse quieta, pero aunque ya no le dolía, notaba una incómoda sensación, algo extraño y tenso. No estaba segura de que le gustase, tomó aire de nuevo y movió otra vez las caderas.
—_____, oh, no hagas eso. Oh, Dios. Oh, Dios.
Empezó a moverse él también, con fuerza, con una respiración ronca y agitada, golpeando las caderas y empujándola contra el colchón. Ella empezó a acostumbrarse al movimiento de Nicholas y a disfrutar. Pero de pronto el cuerpo de Nicholas fue atravesado por un temblor, lanzó un grito ronco, empujó otra vez contra ella y se quedó quieto.
Se había terminado.
—Neamh —murmuró él—. Eres Neamh, _____.
Ella no entendió la palabra irlandesa, pero oyó su nombre y la ternura con la que Nicholas lo pronunciaba y pensó con algo de melancolía que debía ser una palabra cariñosa. Lo apretó más fuerte con los brazos y sintió que la invadía la ternura. Le acarició las anchas espaldas con una mano y con la otra el cabello mientras notaba cómo la tensión abandonaba el cuerpo de Nicholas y era sustituida por el letargo.
Él se dio la vuelta arrastrándola con él y reteniéndola entre sus brazos. Pronto se quedó dormido. _____ cogió la sábana que yacía a sus pies, la estiró para tapar a ambos, apagó el candil y se acurrucó entre los brazos de Nicholas.
Se suponía que en aquel momento era una mujer caída. No lo lamentaba, ni se avergonzaba, sólo sentía una alegría increíble y poderosa que brotaba como una flor y llenaba su cuerpo, haciéndole sentirse viva, vibrante y hermosa. Lo que más deseaba era estar tumbada así junto a él para siempre. Lo amaba. Cerró los ojos, apretó la mejilla contra su pecho y escuchó el latido de su corazón. Sólo por aquella noche, hizo ver que él también la amaba.
Nicholas se despertó con los sentidos embotados por el aroma de _____. No olía a empalagosa colonia, sino que de ella sólo emanaba el cálido y provocativo olor femenino de su delicada piel y sus cabellos revueltos.
En algún momento de la noche, _____ se había dado la vuelta y se había quedado con la espalda apoyada contra su pecho. Sin abrir los ojos, podía reconocer cada una de las formas de su cuerpo, la exquisita curva de sus pantorrillas entre sus piernas, la profunda curva de su cintura en el hueco de su brazo rodeándola, la aterciopelada parte inferior de su pecho contra el dorso de su mano, los mechones sedosos de su cabello bajo su barbilla. Su cuerpo encajaba perfectamente en el suyo, como si estuviese hecha para él. Medio dormido, lanzó un suspiro de absoluta felicidad, saboreando el placer poco habitual de despertarse con una mujer entre sus brazos.
Había dormido con ella.
Aquel pensamiento ahogó su alegría. Abrió los ojos y levantó la cabeza de la almohada que compartían. Observó la piel color crema del hombro de _____ y sus enredados mechones de cabello castaño que le caían sobre el pecho y que cubrían a su vez la mano de Nicholas, apenas perceptible a la tenue luz que se filtraba en la habitación a través de los postigos de la ventana.
Había dormido con ella.
Estaba anonadado. Él nunca dormía con mujeres. Las besaba, las desnudaba, disfrutaba de ellas y luego se marchaba y dormía solo, así sus pesadillas no podían despertarlas ni sus debilidades o secretos podían ser revelados. Así su vergüenza permanecía callada y escondida.
Miró el perfil de _____, perfecto con sus largas pestañas, su nariz respingona, los labios entreabiertos, el cabello revuelto, un desorden tentador. Pensó en la noche anterior, recordándolo todo: la fragancia de su piel, el sabor de su boca, el tacto de sus manos, los sonidos de su pasión, y cómo había encendido todo ello la lujuria de Nicholas como una cerilla una mecha, dejándolo después saciado y dormido y deseando únicamente abrazarla. Abrazarla. Por el amor de Dios.
Sintió que dentro de él crecía a la vez el pánico y el deseo. Quería volver a hacerlo, quería volver a sentir la intensa explosión de placer y la maravillosa descarga, quería el pacífico letargo y el sueño sin pesadillas, junto a ella, con ella. Nunca había sentido algo así con ninguna otra mujer.
Le aterrorizaba.
Se apartó para dejar de tocarla y se tumbó boca arriba mirando el techo. Podía marcharse en aquel mismo instante. Podía levantarse, vestirse y marcharse mientras ella dormía. Abandonar a una mujer era fácil y él lo había hecho miles de veces.
No se movió.
Se quedó tumbado escuchando su respiración y pensando en todas las razones que tenía para marcharse mientras ella todavía dormía. De aquel modo, no habría silencios embarazosos ni una escena, ni malditas lágrimas, ni un orgullo femenino herido, ni unos ojos castaños llenos de dolor para perseguirlo después de su marcha.
No se movió.
Odiaba estar atado. Pero se había atado dos meses atrás. Le ahogaba sentirla cerca. Sin embargo, no se había sentido así cuando se había despertado con ella entre sus brazos. Había sentido un momento de felicidad, ¿o no? Un momento de paz.
Apartó ese pensamiento al instante. Para _____ la tierra, el hogar y la familia lo eran todo. Pero para él aquello era todo lo que le habían quitado, todo lo que no podría soportar volver a perder.
Estaba claro que él había sido honesto con ella, que no le había dado falsas esperanzas. Ella le había ido a buscar la noche anterior y él le había dado lo que ella quería. Se lo había dado porque él también lo quería. Y punto. Había prometido quedarse hasta la cosecha y la cosecha ya había terminado. No había razón alguna para quedarse con ella un minuto más.
No se movió.
No podía marcharse todavía. No podía dejar que hiciera el viaje de vuelta sola; además ella lo necesitaba para conducir el segundo carromato y era peligroso que una mujer viajase sola. Debía quedarse hasta acompañarla de vuelta a la granja y con las niñas, al lugar al que pertenecía. Luego se marcharía. Se levantó de la cama y se puso los calzoncillos y los pantalones. Después atravesó la habitación para coger la camisa y se preguntó por qué le estaba pareciendo que tardaba una vida entera en atravesarla.
_____ se despertó lentamente. Con un enorme bostezo, levantó los brazos por encima de la cabeza y se estiró, haciendo una mueca al notar la punzada de dolor que atravesaba todos sus músculos. Se notaba rígida y algo irritada, como si hubiese estado cabalgando demasiado rato, pero también se sentía gloriosamente viva y feliz. Se recordó a sí misma que era una mujer caída e intentó sentirse avergonzada.
Le vinieron a la mente los recuerdos de la noche anterior. Sonrió al mismo tiempo que enrojecía, incapaz de sentirse culpable tal como cabía esperar. Abrió los ojos y vio a Nicholas ya despierto, vestido y sentado en una silla al otro lado de la habitación, observándola. Para su sorpresa, junto a la silla y en el suelo estaba su maleta.
Se puso rígida bajo la mirada de Nicholas y enrojeció de vergüenza, sintiéndose al mismo tiempo muy femenina.
—Buenos días —dijo apartándose el pelo de los ojos y tapándose con la sábana al sentarse.
—Buenos días —dijo él girando la cara. La felicidad de _____ se desvaneció.
Estaba sentado frente a ella, pero no estaba allí realmente. Había vuelto a encerrarse en sí mismo, a esconderse bajo su coraza. De nuevo era un extraño, un hombre aislado.
_____ sintió un profundo dolor, pero no lo mostró, no podía hacerlo. Habría sido demasiado humillante. Bajó la vista hacia las sábanas e hizo un esfuerzo por mantener el rostro inexpresivo, pero al cabo de un momento lo miró con el rabillo del ojo y se dio cuenta de que no era necesario ya que ni siquiera la estaba mirando.
Nicholas señaló una bandeja que había junto a la silla.
—He pensado que te apetecería desayunar algo —dijo con la vista fija en el plato y la taza de plata como si fuesen lo más fascinante del mundo.
—Gracias.
—Tendrás que comer rápido —continuó—. Ya son más de las siete y la camarera traerá el agua y las toallas a las siete y media. De todos modos, será mejor que nos pongamos en camino. Es un largo viaje —señaló la maleta—. Te he traído tus cosas y he puesto las mías en tu habitación. Te veré abajo dentro de una hora.
_____ apretó las sábanas con fuerza y las sujetó a su alrededor como si fueran una coraza.
—Por supuesto —dijo secamente, y vio cómo se marchaba y cerraba la puerta tras él.
_____ apartó las sábanas e inmediatamente vio las manchas de sangre que cubrían sus muslos y la ropa de cama. Miró las manchas oscuras totalmente sorprendida. Sabía que no le tocaba el período así que debía haber sido por lo sucedido la noche anterior. No se había dado cuenta de que sangraba y realmente no le había dolido tanto.
El dolor físico le parecía en aquel momento insignificante, pero no así el dolor emocional.
Cerró los ojos luchando contra el dolor de su rechazo, aunque debía aceptar su inevitable e inminente partida. Durante todo aquel tiempo había sabido que estaba en su vida de paso y no era culpa de él que ella hubiera albergado tontos deseos. No era culpa de Nicholas que ella se hubiera enamorado.
Cuando se marchase, ella tendría las niñas y el hogar para ocupar sus días y los recuerdos de él para pasar las noches. Pero en aquel momento, aquello era poco consuelo.
La reunión de costura en honor a Kate Johnson ya había comenzado hacía un buen rato cuando la invitada hizo su aparición. Las mujeres de Callersville habían ido llegando a la casa de madera detrás del colmado desde las diez de la mañana sin interrupción, acompañadas por sus costureros y sus agujas de hacer punto, hasta abarrotar el pequeño salón de Lila Miller. Todas las mujeres estaban haciendo colchas y vestiditos para el recién nacido de Kate pero, por supuesto, la verdadera razón de ser de la reunión era intercambiar recetas, consejos y cuchichear. Sobre todo, cuchichear.
Cara Johnson y Becky apartaron a sus hermanas pequeñas mientras todas las mujeres se abalanzaban en el vestíbulo a ver al bebé de Kate y dar su opinión. La opinión general parecía ser que era clavadito a su padre.
—Veo que has traído a las niñas de _____ —comentó Martha Chubb saludando a Becky y a sus hermanas, mientras las mujeres volvían a sentarse y proseguían con las agujas.
—La cosecha del melocotón —les recordó Kate. Pasó el bebé, Robert Thomas, a los brazos de su hija mayor, encantada, y ésta rápidamente empezó a presumir de hermano pequeño con las amigas que todavía no lo conocían. Kate se sentó junto a Becky en uno de los sofás y sacó sus agujas.
—Puesto que Nate ya no está para llevar los melocotones a Monroe, ha ido _____. Las niñas se quedan con nosotros hasta que regrese esta noche.
Martha frunció el ceño con gesto de desaprobación.
—La verdad es que _____ se está volviendo algo excéntrica, dejar a sus hijas al cuidado de otras personas, ir deambulando por los campos sola… Y tener que quedarse en un hotel sola, sin acompañante, claro está. Es sorprendente.
—Realmente sorprendente —corroboró Emily Chubb.
Becky levantó la vista al oír aquellos comentarios y miró a Marian y a Sophi que habían dejado de jugar a las damas para escuchar. Le enfureció que Martha dijese esas cosas delante de sus hermanas pequeñas. Frunció el ceño.
—No creo que deba decir esas cosas de mi madre. Es de mala educación.
—Calla, niña —dijo Martha haciendo un gesto despectivo con la mano—. Las señoritas sólo hablan cuando se les dice.
Becky se calló ante el reproche y bajó la vista notando que se ponía roja mientras Martha seguía hablando.
—El comportamiento de _____ desde la muerte de su padre ha sido muy poco decoroso, pero ir a Monroe sola… es indecente.
—¡Martha! —Kate bajó las agujas de hacer punto y se dirigió a la mujer para darle su opinión—. No es justo lo que dices. ¿Cómo quieres que venda sus melocotones? Ha estado intentando encontrar ayuda. De hecho, le dijo…
—Esa es otra —la interrumpió Martha con un movimiento enérgico de cabeza que hizo que la pluma de su sombrero se agitase—. Anunciar por toda la ciudad que buscaba mano de obra para la granja. Vergonzoso.
—Atroz —añadió Emily.
Becky empujó la aguja para atravesar la blonda que estaba bordando, demasiado furiosa para darse cuenta de lo que estaba haciendo y se pinchó el dedo con tanta violencia que se hizo sangre. Hizo una mueca y soltó la costura para chuparse la yema del dedo, deseando poder decirle a Martha Chubb lo que pensaba de ella, vieja cotilla.
Kate se puso tiesa en la silla.
—¿Y cómo quieres que encuentre _____ ayuda en la granja? —le preguntó—. Por Dios, Martha, _____ ya ha tenido suficientes problemas en la vida. Déjala en paz.
La aludida iba a interrumpirla, pero Kate tomó aire con fuerza y continuó. Cada vez estaba más furiosa y fue elevando el tono de voz.
—Los Harlan se emborracharon la otra noche y fueron a casa de _____. Le lanzaron piedras contra la ventana y asustaron a las chicas. Ella tuvo que usar el rifle para que se marchasen. Oímos claramente los tiros desde casa. _____ nos contó lo que había pasado cuando dejó ayer a las niñas con nosotros.
—¿Un rifle? —Martha levantó las manos en un gesto exagerado y se sorbió la nariz—. Eso es exactamente de lo que estoy hablando, rifles, no entiendo qué mosca le ha picado a _____.
—Creo que es una mujer valiente y que se las arregla lo mejor que puede —contestó Kate—. Es más, si no fuese por ella probablemente yo no estaría aquí. Ella me ayudó en el parto de Robert Thomas. Lo estaba pasando fatal y ella me ayudó. Podría estar muerta de no haber sido por _____.
Kate miró a Becky y la niña le lanzó una mirada de agradecimiento por salir en defensa de su madre cuando a ella le habían impedido hacerlo. Sintió una mano sobre el hombro y se dio la vuelta. Sophi y Marian se habían levantado y estaban junto a ella.
—¿Por qué están diciendo cosas malas de mamá las hermanas Chubb? —susurró Sophi.
—Porque son unas cotillas malísimas —contestó Becky entre dientes, mirando a Martha y a Emily—. Por eso.
Kate se apoyó en su silla y retomó la palabra.
—Todos sabemos que Jack fue quien mandó a los hermanos Harlan y todos sabemos por qué. Quiere la tierra de _____ para construir esa vía de ferrocarril con el dinero de su mujer yanqui. Ha hecho lo mismo con la mitad de la gente de la ciudad. ¡Yo felicito a _____ por enfrentarse a él!
Becky quería lanzar un hurra.
—¿Necesitas que te recuerde que Jack donó el órgano a la iglesia el año pasado? —comentó con aspereza Martha.
—Eso es porque Jack cree que lo puede comprar todo —le contestó Kate echándose el cabello rubio hacia atrás—, incluso su plaza en el paraíso.
Lila, que era la anfitriona, intentó intervenir para detener la discusión antes de que los ánimos se calentaran aún más. Cogió el plato de pastas de té y se puso en pie.
—¿Le apetece a alguien una pastita?
Todas la ignoraron, excepto Marian, que adoraba los dulces y tenía la bandeja a mano.
—No creo que sea necesario blasfemar, Kate —dijo Martha apoltronándose en la silla como una reina en su trono, sabiendo que tenía la atención de todo el mundo—. _____ no debería intentar sacar adelante Peachtree ella sola. Debería haber vendido la tierra cuando murió su padre.
—¡Tonterías! —exclamó Kate decidida.
Entre las mujeres que estaban presentes se elevaron algunas voces. Pero cuando Martha volvió a hablar, su potente voz se alzó por encima de las demás.
—Comprendo que, como eres amiga suya, te sientes obligada a defenderla, pero, de verdad, este viaje a Monroe sobrepasa todos los límites de la decencia femenina. ¡Hacer ese viaje ella sola!
Algunas mujeres asintieron aprobando su comentario y la discusión siguió adelante.
—Pero mamá no está sola —comentó Marian cogiendo una pasta de la bandeja de Lila—. El señor Nicholas está con ella.
El murmullo de las damas se cortó en seco y se hizo un silencio absoluto.
—¡Marian, se supone que no debías decirle a nadie nada del señor Nicholas! —gritó Sophi, dándole un codazo a su hermana—. Mamá dijo que era un secreto.
La pequeña dejó caer la pasta en el plato y se llevó la mano a la boca, mirando arrepentida a su hermana.
—Se me había olvidado.
Becky echó un vistazo a las caras horrorizadas que la rodeaban con un tremendo sentimiento de consternación.
Martha se incorporó en la silla y miró fijamente a Marian.
—¿Y quién es ese tal señor Nicholas, niña?
Becky recordó las palabras de su madre sobre lo fácil que era que una chica perdiese su reputación sólo por pasear con un chico, y comprendió de golpe el alcance del inocente comentario de Marian sobre su madre y el señor Nicholas. Escondió la cara en sus manos.
—Oh, no —susurró—. Oh, no.
TA TA TA TAAAAAANNN!!!!! les gusto??? que pasara con las mugrosas hermanas Chubb??? (confieso que las odie por metiches!!!! :¬¬: )
Andrea P. Jonas:)
Re: "Un lugar para Nicholas" (Nick J. y Tu) TERMINADA
AAAII ESAS ARPIAS ENVIDIOSAASS!!!!!!
PERO LO BUENO QUE ___ NO SE ARREPIENTE DE LO QUE HIZO CON NICK!!!
JEJEJE SIGUELAA PORFIISS
PERO LO BUENO QUE ___ NO SE ARREPIENTE DE LO QUE HIZO CON NICK!!!
JEJEJE SIGUELAA PORFIISS
chelis
Página 12 de 15. • 1 ... 7 ... 11, 12, 13, 14, 15
Temas similares
» [One Direction y tu] ¡Tengo que tomar una decisión YA!
» "Mia Para Siempre" Nick J. y Tu Terminada
» Eres Para Mi...!!! Nick & Tu [ADAPTACION] TERMINADA
» Solo Para El (Nick & Tu) Adaptacion [Terminada]
» "Una casa para dos corazones" [Nick y tu]Adaptacion TERMINADA
» "Mia Para Siempre" Nick J. y Tu Terminada
» Eres Para Mi...!!! Nick & Tu [ADAPTACION] TERMINADA
» Solo Para El (Nick & Tu) Adaptacion [Terminada]
» "Una casa para dos corazones" [Nick y tu]Adaptacion TERMINADA
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
Página 12 de 15.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér 20 Nov 2024, 12:51 am por SweetLove22
» My dearest
Lun 11 Nov 2024, 7:37 pm por lovesick
» Sayonara, friday night
Lun 11 Nov 2024, 12:38 am por lovesick
» in the heart of the circle
Dom 10 Nov 2024, 7:56 pm por hange.
» air nation
Miér 06 Nov 2024, 10:08 am por hange.
» life is a box of chocolates
Mar 05 Nov 2024, 2:54 pm por 14th moon
» —Hot clown shit
Lun 04 Nov 2024, 9:10 pm por Jigsaw
» outoflove.
Lun 04 Nov 2024, 11:42 am por indigo.
» witches of own
Dom 03 Nov 2024, 9:16 pm por hange.