Creaste mi mundo [Liam Payne&LorenaWoodson]

Louis está contento, quiere levantarse y abrazar a Liam, pero evidentemente no puede, ya que la aguja que tiene en sus venas puede moverse de sitio y lastimarlo.

– ¿Cómo pasó? –Preguntó atónito.

– Yo estaba al lado tuyo y vi cuando el pulso de Harry fue descendiendo. Fue en ese momento cuando otra carga lo reanimó, volviéndolo a la vida. Al darme cuenta me emocioné, pero volteé a mi lado y ya no estabas, así que me di la vuelta y pude verte caminando, corrí hacia ti y comencé a saltar de la emoción y de pronto caíste en mis brazos, me preocupaste amigo.

– Pensé que Harry había muerto.

– Pero no amigo, está más vivo y pronto estará con nosotros, jugando o haciendo bromas –le dio una sonrisa de aliento.

Abren la puerta de la habitación y ven entrando a la enfermera de siempre.

– Gracias por el favor –le dice Liam amablemente.

– De nada, ojalá que me suban el sueldo por haber atendido a tantos pacientes –contestó bromeando–. Creo que ya podemos quitarte esto –se dirige a Louis–, realmente estabas pálido del susto que pasaste –quitó su aguja y les dijo que ya podían desocupar la habitación, ya que venían otros pacientes. Louis se levantó y abrazó a su amigo.




Habían pasado dos días y ya el padre de Lorena le dieron de alta, Harry aún seguía con el tratamiento, pero a diferencia de antes, estaba mucho mejor. Las esperanzas habían regresado. Hendrick junto a Lorena se fue a la casa donde se encontraban Niall y Zayn.

El rubio al verlo corrió a sus brazos sin pensarlo, lo amaba demasiado, él era como un padre para el pequeño duende.

En el hospital seguían Louis y Liam, esperando a que Harry se recuperara por completo. Louis sonreía a cada mensaje que le llegaba, su novia lo apoyaba mucho en esta situación y nada lo podía poner más feliz.

– Extraño verla –le confiesa a su amigo, que voltea a verlo fijamente, dándole una sonrisa torcida, mientras comienza a escuchar un bullicio en la entrada del hospital. Sin duda eran paparazzis. Cuando logran ver una cabellera rubia, que segundos después pudieron darse cuenta que era de Taylor Swift. Ven como se acerca a recepción y luego a hacia ellos.

– Hola –saludó carismática.

– ¿Por qué viniste tan tarde y no cuando estaba realmente grave? –Preguntó Louis un poco molesto.

– Vengo a ver a mi novio y estoy preocupada por él y si no vine antes, fue porque no tuve tiempo.

– Solo viniste porque está vivo ¿no?

– ¡¡Louis‼ –Lo reprime Liam–. Disculpa Tay ¿cómo has estado?

– Como ya dije, algo ocupada, gracias por preocuparte Liam ¿no sabes a qué hora puedo entrar a verlo?

– Creo que dentro de dos horas.

– Gracias –contesta y se aleja a cinco asientos de ellos, junto a sus guardaespaldas, que miran a Louis, algo ofendidos.
Liam le echa una mirada acusadora a Louis y se sienta. El castaño solo echa un simple bufido.


Lorena le pregunta a su padre qué adónde se dirigía, pero este solo se limitó a contestar que llegaría lo más pronto posible. El día anterior Hendrick había ido a una tienda a comprar un arma y por supuesto municiones. Carl (uno de los cómplices de Michael) lo dejó una dirección para que él fuera. Así que no tuvo más remedio que aceptar, quizás de esta manera pudieran arreglarse las cosas, tomó un abrigo que le prestó Zayn y se fue.

Cuando llegó vio que era una residencia. Fue al número de la casa indicada en la dirección que había anotado a través del teléfono. Tocó la puerta dos veces, hasta que logró abrir, el hombre lo invitó a pasar y este aceptó, tocando la pistola que tenía bajo el abrigo, atento a cualquier acontecimiento.

Estudia cada faceta de Carl y ve que está bastante relajado a diferencia de él.

– Siéntate.

– Solo vine porque quería arreglar las cosas, conozco a Michael y no se va a quedar tranquilo hasta hacerle daño a mi hija.

– Lo sé, por eso te dije que vinieras. Tuve una fuerte pelea con él, ya que quería que hiciera lo que él me pidiera, pero ya no podía seguir siendo su marioneta. La cosa es que Wilson no quiere escucharme y se fue con él hasta tu casa, ambos están esperando que tú llegues junto a Lorena, ellos no saben que yo me arrepentí y te estoy diciendo.

– Es raro –frunció el ceño sentándose en el mueble–, tuviste mucho tiempo compartiendo con Michael y de la noche a mañana te arrepentiste.

– Tuve tiempo queriendo dejarlo y poder ser feliz ¿quieres qué te traiga algún café u otra cosa?

– No, gracias.

– Vamos, no quiero ser descortés.

Hendrick a duras penas aceptó. Carl con una sonrisa maliciosa se fue acercando a la cocina. Obviamente no estaba arrepentido, todo era un plan, para distraerlo, mientras Michael junto a Wilson se iba a la casa donde estaba Lorena, junto con Niall. Todo fue fácil, ya que solo tuvieron que rastrear la llamada ¿cómo encontraron el número de Niall? Simple.
Cuando Michael fue a la casa donde sucedió todo, se dirigió a una tablita en donde estaban anotados varios números, lo arrancó y viajó de nuevo para Londres, donde se encontraban Carl y Wilson. Llamaron a cada uno de los números, hasta que por fin encontraron lo que buscaban.

El plan era, echarle algo en la bebida de Hendrick, algo que lo pondría inmóvil por una hora más o menos, pero podría escuchar o sentir, así daba más chance para hacer todo lo demás.

Carl hace todo lo que tenía que hacer y le entrego el pequeño vaso de café a Hendrick, quien dudosamente lo toma.

– Y bien… ¿qué tal ha estado Lorena?

– Está bien –lo mira extrañado–. ¿Puedo usar el baño?

– Eehmm, claro.

Deja la taza de café en la mesa y se dirige al baño. Se encierra y suspira, sabía que algo malo estaba ocurriendo, lo presentía. Tantos años trabajando en eso, le servía de algo. La cosa es que no sabía qué hacer, tampoco quería que las cosas se salieran de control.

Pensó en Michael e inmediatamente se acordó de su hija, sintió un gran vacío en el estómago.

Volvió a salir y vio a Carl todavía sentado en el mueble, volvió a su lugar y le entregó la taza a él. Si algo le habían enseñado era a no probar cosas preparadas por el enemigo.

– ¿No te apetece? –Lo mira suspicaz.

– Porque no lo pruebas tú y veremos que tal.

Carl agarra la taza y la huele, esbozando una sonrisa.

– ¡Qué lastima Hendrick! Pensé que ibas a ser más tonto, pero ya veo que no lo eres –solo es cuestión de segundos cuando lanza el líquido sobre los ojos de Hendrick, este grito por lo caliente que estaba. Sus ojos comienzan a arder y no ve nada.

Tantea en su abrigo buscando la pistola, pero este lo agarra y lo tira contra el piso. Se seca rápidamente los ojos y busca la pistola que se había salido. Estaba a la misma distancia de ambos, él arrastrándose, pudo llegar hasta donde ella, incluso cuando Carl apretó con sus zapatos la mano de él, para que soltara el arma.
Hendrick con un movimiento rápido le lanza una patada a su compañero y lo tira al suelo junto con él. Se para y lo apunta.

– Dime dónde carajos está Michael.

– No pensarás que traicionaré a un amigo ¿o sí?

– No es tu amigo, como bien lo dijiste al principio. Solo eres su marioneta.

– Los amigos están para ayudarse.

– ¿Y cuándo él te ha ayudado a ti? ¡¿Cuándo?!

– Solo estás molesto, porque tú ya perdiste su amistad.

– Yo no soy amigo de falsos –replicó.

– Lamento informarte que la vida es así, está llena de falsos.

– Te equivocas compañero, en la mía no es así.

– Mátame ahora si quieres, pero ya para ese momento tu hija estará muerta.

– Eres un maldito hijo de…

– ¡Baja el arma! –Se escuchó en toda la sala y Carl suspiró aliviado al saber que era Wilson.

– ¿Y qué si no lo hago?

– Te mataré.

Hendrick no pudo evitar soltar una carcajada–. Tú jefe no dejarás que me mates así por así.

– ¿Y qué importa ya? Tu hija está muerta.

El rostro de Hendrick se pone serio y suelta un disparo que atraviesa directamente la cabeza de Carl, se voltea y Wilson lo ve sorprendido, pero sin dejarlo de apuntar.

– ¿En serio piensas que voy a creerte? ¡Mi hija no está muerta! –Se acerca a él.

– ¿Por qué lo mataste?

– No vale la pena, ahora te toca a ti… ¡Hazlo! –Lanza su pistola y estira los brazos hacia Wilson.

– Michael me mandó hasta aquí porque sabía que podía solo contra tu hija, dijo que era una tierna niña y delicada, además así podría tener tiempo solas con ellas para… tú sabes.

– ¡Maldito infeliz! –Grita Hendrick y se abalanza contra Wilson, ambos luchando con la pistola agarrada–. De aquí no sales vivo –sigue gritando el padre de Lorena, mientras forcejea.

La pistola vuela lejos de ellos y Hendrick aprovecha para darle una patada, pero inmediatamente Wilson se recupera y agarra lo agarra para evitar que agarre la pistola.

– ¿Por qué haces esto? No ves que Michael solo te utiliza.

– Deja de mentir.

– Solo digo la verdad, solo son sus marionetas, o eres, porque solo quedas tú.

– En tus sueños voy a creerte.

– ¿Qué pasará contigo cuando Michael cumpla lo que quiso? simple, te matará para no tener testigos ¿no crees?

– Estás mintiendo –dice tratando de zafarse de él, para coger el arma que había caído.

Los ojos de Hendrick se clavaban fijo sobre él, algo que le causaba una fuerte incomodidad, pero sin embargo se mantenía fuerte, no quería mostrar ningún signo de vulnerabilidad ante él. Quiso zafarse, pero una vez más Hendrick apretó sus puños, casi cortándole la respiración. Lo único que quería es que suplicara por su vida, que se arrepintiera de todo.

– Solo arrepiéntete –le sugiere el castaño–, pero hazlo de verdad. Como ya te dije anteriormente, no eres más que una simple marioneta.

Wilson revoleó los ojos y de una patada logró soltarse. Con pasos torpes se acercó a la pistola y con una gran dificultad (debido a que las manos de Hendrick sujetaron su camisa), logró coger el arma. Se dio la vuelta de forma astuta y lo apuntó.

– Aquí el único que debe arrepentirse eres tú. Pero de haber nacido.

– ¿Por qué no quieres admitir que Michael te utiliza?

– Porque no lo hace –responde a la defensiva.

– Pareciera que no fueras militar, careces de razonamiento lógico.

Wilson apretó el arma con más fuerza, y posó sus dedos sobre el gatillo. Tan solo faltaba un movimiento para que este se jalara y de impacto atravesara el pecho de Hendrick, quien no estaba nervioso de ello, solo disfrutaba de la situación en la que se encontraba su compañero. Sabía lo nervioso que estaba a causa de él y eso le gustaba.

Pudo notar el breve tambaleo de sus manos y una diminuta carcajada se escapó de sus labios.

– ¿Tienes miedo de matarme? ¿O estás intimidado por qué te estoy diciendo la verdad?

– Todo lo contrario –trató de reponerse–. Mientras tú estás aquí conmigo, Michael está abusando de tu hija.

– ¿Sabes algo Wilson? Eso no te va a servir conmigo. Además, en caso de que fuera verdad, ¿mi hija no se escapó una vez? Sí ¿verdad? Mi esposa murió y ella logró escaparse. Luego ¿qué pasó?...

– Cállate.

– Luego ¿qué pasó? –Repitió Hendrick.

– Intenté matarla.

– Ah claro… fuiste a matarla junto a Carl y…

– Se escapó de nuevo –dice entre dientes.

– ¡Se escapó de nuevo! –Exclamó Hendrick con una sonrisa gigantesca–. No tengo miedo Wilson, cuando pasa una vez, pasa dos y tres veces.

– Pero la tercera es la vencida –contesta sin bajar el arma. Está temblando cada vez más.

Hendrick entrecierra los ojos y voltea a su lado, localizando la cocina. Si tal vez saliese corriendo, pudiera coger un cuchillo y clavárselo en el pecho, pero luego la lógica lo abrumó. Una pistola era más poderosa que el cuchillo, e increíblemente más rápida. Tenía que pensar algo inmediatamente.

Estaba en una situación crítica. A pesar de lo asustado que estaba su compañero, podía fácilmente jalar el gatillo en cualquier momento y hasta ahí llegaría definitivamente su vida. Por lo menos mató a uno de ellos, pero eso no era lo suficiente.

Notó que solamente quedaba una bala en la pistola, pensó recordó a Carl y se le ocurrió algo.

– ¿Qué haremos con el muerto? –Con la quijada señaló a Carl y como se lo esperaba Wilson volteó curiosamente, provocando su absoluta distracción.

En un movimiento veloz, se acerca a él y sube el arma jalando del gatillo. Una bala torcida atraviesa una de las paredes de la casa.

La pistola ya no estaba cargada y ya no había ninguna posibilidad de que Wilson arremetiera contra él.

– Pequeño imbécil –lo volvió apuntar, esta vez jalando del gatillo. Pero como ya saben, no salió nada. Hendrick esbozó una sonrisa.

Wilson desesperado estampa el arma con todas sus fuerzas contra una pared y se acerca al enrulado, su mirada es fija, aterradora, incluso pareciera que fuera a matarlo con ella. Intenta dar un puño, intenta dar otro. Se estresa y en un movimiento logra agarrarlo por el cuello de la camisa.

– De aquí no sales vivo –gritó pavorosamente pegándolo contra la pared.

– Habla por ti mismo.

– Maldito.

El castaño se zafa de su agarre, dándole una patada en toda la barriga. Corre hacia la cocina e intenta hacer lo que hace rato pensaba. Husmea entre las gavetas, no encontraba nada hasta los momentos.

Sintió los pasos de de Wilson y aceleró su búsqueda.

– Morirás.

– No lo digas muy duro, los vecinos se darán cuenta.

Wilson estaba molesto, ofuscado. Quería acabar con esto de una vez por todas y Hendrick no se quedaba atrás.

Lo agarra por la espalda y en una maniobra lo tira contra el piso. Hendrick se defiende y le estampa un puño. Ambos luchan tal y como les habían enseñado. Estaban en la cocina dando vueltas por doquier. Peleando y clavándose puños sin parar.
De pronto los ojos de Hendrick localizaron el arma punzante. Disimula un poco y aleja su vista de allí, concentrándose en las manos de Wilson, que estaban arremetiéndose contra él.

Tira una patada en su entrepierna, un codazo en su quijada y se para del suelo. Corre torpemente hacia el arma que se encontraba sobre una mesa. Se preguntaba si Carl pensaba utilizarla como recurso para matarlo en cualquier momento, pero bueno... de igual maneras murió.

Lo agarra, lo sostiene fuertemente y se acerca a su compañero, quien se encontraba de espaldas.

– El primer consejo que nos enseñaron –dice rápidamente–. Nunca le des la espalda a tus enemigos.

Y pasó. Enterró aquel cuchillo en la espalda de Wilson, quien soltó un grito ahogado y terminó de caer en el suelo. La sangre comenzó a esparcirse.

– Ayúdame –pidió a súplicas. Hendrick se vio sus manos y notó que estaban manchadas de sangre. Algo le removió el estómago. Era uno de los suyos y sin embargo hizo eso, pero también él quiso matar a su hija y eso no se perdona.

El castaño quiere ignorar lo que este le dice y se sale de la cocina, para luego salir de aquella casa e ir rápidamente a donde se encontraba su hija, probablemente en peligro. Pero un grito de súplica de Wilson lo detiene, duda en ir.

Al final, se voltea y se acerca a la cocina.

– No me dejes aquí, por favor. Lo siento –una lágrima solitaria, pero nada convincente para Hendrick, cae de su rostro.

– ¿Cómo dijiste? –se hace el desentendido.

– Que no me dejes aquí.

– No, lo otro –se apoya en el marco de la entrada de la cocina.

– Lo… siento –repite dudoso.

– ¿Por qué no lo hiciste antes? Te había dado una oportunidad para que lo hicieras, entonces… ¿por qué ahora? No puedo confiar en ti. Estás mintiendo.

– No lo hago –le replica gritando–. Sácame de aquí y yo te ayudo a matar a Michael.

– Ahora te lo digo yo a ti: Lo… siento.

Se da la media vuelta y camina hacia la puerta, no sin antes haber agarrado el arma que había traído, pero a la vez tirado cuando comenzó la pelea entre Wilson y él. Azota con fuerza la puerta y se dirige a la parada de taxis. Está entre corriendo y caminando. La calle estaba deshabitada, algo raro.

Para a un taxista, pero este pone mala cara cuando le ve sus manos ensangrentadas.

– Pagaré lo que sea –dice Hendrick para convencerlo.

– ¿Acaso seré cómplice de algo?

– No puedes negarte ante mí –saca su credencial de que pertenecía a la milicia. No tenía que hacerlo, pero en ese momento no le toco más remedio. Estaba apurado y aparentemente aquel era el único taxi que se encontraba desocupado.

– Disculpe señor.

Es increíble como su manera de hablarle cambió radicalmente. Ignora lo anterior y le indica la dirección. Sus pies comienzas a moverse desesperadamente, estaba ansioso. Ve que el taxi estaba muy decorado. Tenía varios muñecos, de esos que mueven sus cabezas.

– ¿Desde cuándo trabaja allí? –Pregunta inquietante. Hendrick voltea su mirada hacia él.

– Puedes tutearme –le indica–. Ahorita no tengo tiempo para cortesías.

– Pero no me has respondido la pregunta.

– No me apetece hablar sobre aquello.

– Como sea –dice aún inquietado por saber muchas cosas. Se para por el semáforo que por mala suerte se puso en rojo. Aunque no pasaba ningún carro, algo raro cuando siempre había tráfico en aquel lugar.

– Cómetelo.

– ¿Ah? –Frunce el ceño.

– Que te comas el semáforo. Sigue de largo.

– No puedo…

– Te he dicho que lo hagas.

– Van a ponerme una infracción.

– No lo harán, solo hazme caso.

De mala manera pisa el acelerador y arranca a toda velocidad. Hendrick le iba indicando pasadizos para que él se metiera, así llegarían más rápido y podía salvar a la luz de su ojos, a su hermosa pequeña.

Un frenazo duro, fue suficiente para saber que ya había llegado a su destino.

– Quédate aquí –le volvió a ordenar.

– Para nada ¿y el dinero que me prometiste?

– Será con el que pagarás todas las infracciones –soltó una leve risita, pero se calló al escuchar aquel grito.

Su corazón se paralizo y se dio cuenta de que había sido de Lorena, se acordó entonces para lo que vino e ignorando al taxista entró a la casa, apenas y escuchó los quejidos del hombre. Escuchó de nuevo otro grito de su hija y percibió que venía de alguno de los cuartos.

Subió las escaleras deliberadamente y abrió la primera puerta, nada.

La segunda, nada.

La tercera, de nuevo nada.

Solo quedaba una más y estaba completamente seguro de que estaba allí. Suspiró al ver la puerta abierta. Se acercó hasta quedar frente a la habitación y lo que vio no le agradó para nada.

– ¡Suéltalo por favor! –gritó Lorena, que obviamente no había visto a su padre.

Hendrick tenía que actuar rápido, tenía que pensar en una manera para salvarlo.