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"Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
omj la rayis esta recondarndo
joe nserio ama a la rayis :)
siguela me encanta
joe nserio ama a la rayis :)
siguela me encanta
andreita
Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
awww mi Joe es tan lindo
Mi vida es tan dfghjkd
Siguela!!!!!
Mi vida es tan dfghjkd
Siguela!!!!!
aranzhitha
Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
Trece
Si seguía así, se moriría de deseo.
____ se encontró mirando al techo al despertarse, consciente de que sus dedos habían intentado aplacar su deseo inútilmente mientras trataba de salir del tórrido sueño que la había hecho jadear.
Mordiéndose el labio inferior, giró la cabeza y observó la figura de Joe tendida a su lado. Estaba boca arriba, con un brazo debajo de la cabeza y la sábana cubriéndole hasta la cintura.
Los duros abdominales y el pecho se movían al compás de su profunda respiración. Estaba dormido. La oscuridad realzaba su musculatura; lo sumía en sombras, envolviéndolo y haciéndole parecer aún más grande y sexy.
Quería tocarle. Sus manos temblaban a causa del deseo, así que cerró los puños sobre el estómago para contenerse.
Dios, había perdido la cordura, se acusó a sí misma, sintiéndose avergonzada por observarle mientras dormía.
Su libido aceptó con gusto la acusación. No podía recordar haber estado nunca tan condenadamente excitada. Ni siquiera aquella noche humillante en la que se había acostado con él había estado tan deseosa de que Joe la hiciera suya.
Si no hacía algo para remediarlo, iba a tener que levantarse de la cama para cambiarse de bragas.
«Piensa en otra cosa. En algo totalmente distinto al sexo». Pero no podía pensar en nada que no fuera la necesidad de tocarle.
Sus arraigados instintos de supervivencia salieron en su ayuda y le hicieron pensar en una endodoncia. Lamentablemente, jamás le habían practicado ninguna. ¿Cómo iba a ayudarle eso?
Se puso lentamente de lado para poder observar mejor aquel magnífico cuerpo masculino. Sí, sin duda era magnífico. Todo músculos duros, poder y masculinidad. Quería lamer cada centímetro de su piel.
Se había vuelto loca. Era una pervertida, se dijo a sí misma alargando la mano, preguntándose si le despertaría aquel pequeño roce. Sólo quería sentir su piel. La suave calidez contra la yema de sus dedos.
No, no podía hacerlo. Tenía que contenerse. Después de todo, no quería perturbar su sueño. Pero, maldita sea, estaba en su cama. Esa era su cama, y él se hacía pasar por su amante.
Su vientre se contrajo con fuerza al pensar en Joe como su amante. El recuerdo de la noche que lo conoció irrumpió en su memoria y casi gimió por el deseo que la atravesó.
Tocó con dedos temblorosos los abdominales de Joe, recorriendo con lentitud la estrecha franja de vello que se perdía por debajo de la sábana. Era cálida y sedosa.
De pronto, la piel bajo sus dedos se tensó y ____ alzó la mirada de golpe hacia la cara de Joe.
Aún seguía con los ojos cerrados y su respiración no se había alterado. Pero no se atrevió a comprobar el latido de su corazón para ver si era lento o atronador.
¿O sí se atrevería?
Deslizó los dedos por su pecho y su propio corazón empezó a latir frenéticamente al sentir bajo la palma los rápidos latidos de los de él.
Cerró los ojos durante un largo segundo. Cuando los abrió, observó el grueso bulto que se había formado bajo la sábana que cubría las caderas masculinas. El duro y erecto miembro empujaba la tela y se alargaba hacia el ombligo de Joe.
Un latido de pura lujuria atravesó las venas de ____.
Joe estaba excitado. Sabía que lo estaba. Podía sentirlo. Cada músculo del cuerpo del israelí estaba ahora en tensión. La joven alzó la mirada de nuevo a su cara y vio el brillo de aquellos ojos oscuros entre las espesas pestañas.
Joe no dijo ni una palabra. ____ lo observó tragar saliva y abrir los labios para respirar hondo.
Dios, lo deseaba. Sólo una vez más. La estaba torturando obligándola a dormir en la misma cama que él, acostumbrándola a su contacto. ¿Cómo iba a poder resistirlo? ¿Acaso ella era un frío robot que no sentía ni padecía? ¿Que no lo deseaba?
—Lo siento —susurró, repentinamente avergonzada por aquella incontrolable necesidad que la impulsaba a tocarle mientras dormía.
Comenzó a apartar la mano de él, pero Joe la retuvo contra su cuerpo con un ágil movimiento. ____ clavó los ojos como platos en la mano que cubría la suya, observando cómo él la deslizaba por su estómago. Tragó saliva compulsivamente, casi gimiendo cuando la sábana se deslizó por sus muslos y él le hizo cerrar los dedos en torno a su gruesa polla.
Entonces sí que gimió. El sonido que escapó de sus labios la hizo darse cuenta de cuánto lo deseaba.
—Lo siento —susurró de nuevo, con los dedos todavía cerrados en torno al palpitante miembro—. Oh, Dios, Joe. No sé qué hacer. No sé cómo hacerlo. —Contuvo la respiración y reprimió un sollozo.
—No necesitas saber nada. —La voz de Joe era áspera y dura—. Mi cuerpo es tuyo, ____. Sólo tuyo. Tócalo dónde y cuándo desees. Lo que sea que necesites, sólo tienes que pedirlo y te lo daré.
____ quiso llorar, gritar de frustración mientras luchaba por respirar. Una parte de ella quería exigirle que la follara de una vez, que satisficiera su deseo hasta que no pudiera pensar en nada más. Pero otra no quería apresurar el momento. Quería conservar aquel recuerdo. Lo quería todo.
Deslizó la mano de arriba abajo por su miembro, observando cómo palpitaba el glande, brillante y húmedo. Podía sentir cómo las gruesas venas que recorrían la longitud de su erección latían con fuerza bajo su palma.
—Ojalá supiera cómo darte placer —musitó afligida.
—¿Qué quieres hacer? —La voz de Joe era ronca, tan oscura como las sombras que besaban su cuerpo—. Dímelo. Esta noche todo está a tu alcance, ____.
—¿Cualquier cosa?
—Cualquier cosa —le aseguró utilizando aquel tono extranjero lleno de deseo y lujuria—. No existe la vergüenza entre nosotros, cariño. Sólo placer. Sólo el placer que deseas tener.
Sólo el placer que ella deseaba. La joven pensó en el sueño que había tenido, y dejó que la sensualidad —la sexualidad— de éste tomara el control.
Se incorporó, apartó la sábana y se movió sobre la cama. Sintiendo la penetrante mirada de Joe sobre ella, se quitó la larga camiseta que usaba para dormir, y luego se deshizo del pantalón del pijama y de las bragas que se había puesto después de ducharse.
Se quedó completamente desnuda ante él. El aire fresco le recorrió la piel al tiempo que un estremecimiento de placer la atravesaba. Podía sentir la caricia de los ojos de Joe, el poder impreso en cada línea de su musculoso cuerpo.
Temblando, en silencio, ____ se colocó de rodillas en la cama, con una palma sobre los duros pectorales y otra sobre el plano abdomen.
—Puedo hacer cualquier cosa —gimió ella casi para sí misma, deslizando la mano por el cuerpo masculino hasta sujetar en la palma de nuevo su grueso miembro.
—Sí —siseó Joe entre dientes—. Cualquier cosa, ____. Toma lo que te pertenece.
Lo que le pertenecía. ¿Le había pertenecido algo alguna vez? No que pudiera recordar, pero aquel hombre fuerte y poderoso le ofrecía su cuerpo, de cualquier manera que quisiera utilizarlo.
—Quiero... —Tragó saliva y levantó la mirada hacia la de él—. Quiero saborearte, Joe.
Quería meterse su polla en la boca. Quería conocer su sabor, sentirla latir entre los labios. Quería liberar a la criatura sexy que había dentro de ella.
____ ignoraba si aquello era producto de la lujuria o del «polvo de afrodita». Tampoco le importaba. Todo lo que sabía era que lo provocaba ese hombre. Sólo Joe la hacía morir de deseo por él; sólo Joe le daba el valor suficiente para intentar alcanzar lo que quería.
—Entonces, hazlo —musitó él—. Saboréame, cariño, y cuando estés preparada, llegará mi turno de saborearte a ti.
____ se removió inquieta al sentir la punzada de deseo que aquella respuesta provocó en lo más profundo de su vientre. Su sexo ya estaba mojado, pero nuevos jugos lo cubrieron ante la aguda necesidad de sentir los labios de él en su carne.
—Sueño con sentir tu lengua en mi polla —susurró Joe cuando ella se inclinó sobre él—. Sueño con verte entre mis muslos, inclinando la cabeza, como ahora, mientras sujetas mi polla con la mano. Sueño con ver tu lengua lamiéndome.
Ella se dispuso a cumplir sus sueños. Se movió entre sus muslos abiertos, sostuvo su pesada erección por la base y la dirigió a sus labios.
—Eres tan hermosa —jadeó él, alargando la mano para acariciarle el pelo que se extendía sobre sus hombros—. Déjame mirar, cariño. Deja que vea cómo tomas mi polla en tu boca.
Joe apenas podía hablar a causa de la lujuria que invadía su sangre. Nunca había imaginado que su paciencia sería puesta a prueba de esa manera, que su autocontrol podría romperse con tanta facilidad.
La lengua de ____ era como una lanza de fuego sobre el ancho glande. La piel sensible se sacudió ante el placer, haciendo que ella levantara la cabeza alarmada.
—Todo está bien —consiguió decir Joe—. Es el placer, ____. ¿Ves cómo disfruto con tus caricias, cariño? Incluso mi polla tiembla de deseo por ti.
Una tímida sonrisa apareció en los labios de ____ un segundo antes de que inclinara de nuevo la cabeza y él se viera forzado a contener un grito de puro éxtasis. Cálida y húmeda, la lengua de la joven cayó sobre él, lamiéndole primero la punta y luego la piel más sensible de debajo, provocándole una sensación exquisita. Jamás las caricias de una mujer le habían proporcionado tal placer.
—Es increíble. —Las palabras de Joe sonaron entrecortadas—. Dulce ____...
Su voz se cortó cuando ella lo acogió en su boca y comenzó a succionar tímidamente.
Joe no podía soportarlo y tuvo que cerrar los puños sobre las sábanas. Las inocentes caricias de ____ y sus tiernas succiones lo volvían loco.
—Lámeme —jadeó. Estuvo a punto de eyacular en el instante en que ella colocó la lengua justo debajo del glande—. Eso es, cariño, juega con la lengua. Fóllame.
____ siguió lamiéndolo sin piedad con aquella inquisitiva lengua, provocándolo con su dulce boca, haciendo que a Joe casi le estallara la cabeza.
—Oh, ____ —gimió—. Acaríciame los testículos, cariño. Siente lo tensos que están. Acarícialos en círculos muy lentamente. Usa los dedos. Sí, así. —Apenas lograba pronunciar las palabras con claridad.
La estaba guiando a través de una senda que era pura magia sexual, diseñada para que ambos perdieran el control. Le estaba enseñando como amante todo lo que ella no sabía. Una completa inocencia se reflejaba en el hermoso rostro de la joven y en el brillo de sus ojos. El deseo y la curiosidad le iluminaban los rasgos, y la combinación era absolutamente erótica. Más sexy que cualquier cosa que él hubiera conocido.
El gemido de ____ vibró en torno a su polla y Joe tuvo que apretar los dientes y cerrar con más fuerza los puños, tensando cada músculo de su cuerpo para no correrse en su boca. Dios, esos labios... Esa lengua... Unos labios que se deslizaban con diferentes presiones alrededor de su palpitante glande, una cálida lengua que sentía el gran esfuerzo que hacía él para mantener el control ante la inminente liberación.
No podía soportarlo. Sentía el cuerpo rígido, al límite de su control, mientras los ágiles y suaves dedos de ____ jugaban con sus testículos. Una pátina de sudor le cubrió por completo y le corrió por la sien. Se sentía torturado, consumido por llamas de placer que eran el éxtasis y el infierno a la vez.
—____. —Arqueó las caderas involuntariamente contra su boca e introdujo su polla más profundamente. Quería follarla. Quería enterrar cada duro centímetro de su miembro tan profundamente en su interior como pudiera.
La joven volvió a gemir contra él, introduciéndolo más en la boca, y él siseó ante el violento estremecimiento que le recorrió. Que Dios se apiadara de él, aquella boca virginal lo volvía loco. Jamás había tenido una necesidad tan grande de tirar del pelo de una mujer. Debía detenerla. No quería correrse, todavía no. Pero su boca seguía seduciéndolo, bañándole de sensaciones, y ____ parecía disfrutar follándolo de esa manera.
Podía verlo en su cara, en su expresión, en el brillo de sus ojos cuando lo miraba. La joven disfrutaba de cada lametazo, de cada succión, de cada caricia de sus dedos contra sus testículos, y no le cabía ninguna duda de que la parte más femenina de ____ sabía que estaba derribando las defensas y escudos que él se había pasado media vida levantando.
Arqueó las caderas de nuevo y sintió que sus testículos se tensaban aún más.
—____, cariño —jadeó, conteniéndose a duras penas para no explotar—. Tengo un límite. Me correré en tu boca si no te detienes.
La expresión de ____ se volvió más intensa al oír aquello, más hambrienta, y sus ojos brillaron de excitación. Como si hubiera tomado una decisión irrevocable, abrió más la boca sobre la carne de Joe, apresándolo entre los dientes y acariciándolo con la lengua.
No podía hacerlo, se dijo Joe a sí mismo con desesperación. Correrse en su boca no era parte del trato. Era una intimidad para la que ella no estaba todavía preparada. Algo que no podía imponerle. ____ no tenía ni idea de...
—¡Maldita sea! —Alargó las manos temblorosas y la agarró del pelo. Su control estaba a punto de hacerse pedazos. Podía sentir el pulso de la liberación en los testículos, surgiendo de su glande—. ____ —suspiró—, cariño, no estás preparada para esto.
Intentó apartar la cabeza de la joven de su palpitante miembro; le tiró del pelo y ella gimió. Lo lamió con desenfreno, lo succionó en su boca una vez más y él supo que no ganaría esa batalla.
Nunca había perdido el control con tanta facilidad en la boca de una mujer. Joe se corría cuando él decidía, no cuando su polla quería. Pero aquella noche, la dulce boca de ____ lo estaba llevando hasta el límite, tomando la decisión por él.
—____. —Su voz era ronca, una débil protesta cuando su lengua comenzó a rodearle el glande de nuevo—. Cariño, voy a correrme. No puedo contenerme. —Tensó las caderas, las arqueó—. Demonios, ¡____!
La joven cerró la boca sobre la punta de su polla y la succionó con más firmeza, tomándolo tan profundamente como podía. Movió la lengua sobre la pequeña abertura del glande y le acarició los testículos utilizando un poco más de presión. Quería que se corriera. Quería saborearle, disfrutar con él. Quería conservar una parte de Joe para siempre.
El áspero jadeo con el que él dijo su nombre fue una advertencia. ____ no quería soltarle, no quería perderse aquello. Dios sabía que si se detenía ahora, no volvería a encontrar el valor necesario para hacerlo otra vez.
Jadeante, Joe cerró los puños sobre el pelo de ____ y la punzada en su cuero cabelludo fue un placer añadido. El glande palpitó una vez más, tan violentamente esta vez que el primer chorro de semen inundó por completo la boca femenina.
Prohibido, salado, excitante... Ese era el sabor de su semen. ____ gimió al degustarlo y tragó glotonamente. Ávida y anhelante, siguió succionándole el palpitante glande sintiendo que el sabor masculino le colmaba los sentidos y enviaba llamaradas de placer a su hambriento sexo. Aceptó todo lo que él le daba, tragando y lamiendo con su lengua ansiosa, disfrutando de los estremecimientos que atravesaban el cuerpo de Joe y la presión de sus manos en el pelo.
Joe se perdió en su liberación. ____ lo sintió y se felicitó por ello. Su feminidad lanzó un grito triunfal y gimió con creciente excitación cuando el último chorro de semen inundó su boca.
Él era fuerte y poderoso, pero en ese momento, ella lo reclamó. El corazón y el alma de ____ se abrieron para él. Se sentía mujer por primera vez, llena de una fuerza interior que ella apenas reconocía. Levantó la cabeza y se lamió los labios, observando cómo Joe alzaba sus oscuras pestañas y le devolvía la mirada.
Más segura de sí misma que nunca, la joven se llevó las manos al vientre y las deslizó hacia arriba hasta ahuecar sus pechos hinchados, tocándose los duros pezones. Se sentía tan poderosa como una diosa pagana.
—Eres peligrosa —gruñó Joe, estirando las manos hacia ella.
—Soy tuya —susurró ella, sintiendo que las manos masculinas cubrían las suyas, que sus dedos se entrelazaban con los suyos para presionar la carne sensible de sus senos.
—Toda mía —afirmó él, incorporándose para posar sus labios en el valle que formaban los pechos de la joven—. Ven aquí. Sé mía, ____. Durante esta noche, sé toda mía.
Para siempre.
Ella dejó caer la cabeza hacia atrás y gritó su nombre cuando él le apartó la mano de un pecho y le cubrió con los labios el pico erguido, succionándolo con un gemido hambriento.
____ sintió cómo esa caricia la atravesaba como una lanza. Colocó una mano alrededor de la nuca masculina, y con la otra se acarició el otro seno imitando los movimientos de los dedos de Joe. Le estaba enseñando cómo pellizcarse los pezones, cómo hacer el placer más ardiente, más salvaje.
Perdida en un mar de sensualidad, ____ dejó a un lado cualquier atisbo de miedo. La ardiente hoguera que consumía su vientre no dejaba espacio para nada más que Joe y sus caricias.
—Es mi turno —gruñó él.
La agarró por las caderas, la alzó y la tendió en la cama. Le separó los muslos y se ubicó entre ellos sin ningún tipo de vacilación, envolviéndola con su potente sexualidad, intensificando las devastadoras sensaciones que la recorrían.
—Tócate los pezones. —Su voz era como áspero terciopelo negro para sus sentidos—. Déjame ver cómo te das placer, ____. Disfruta, cariño. De todo.
—¡Joe! —gritó al sentir que él introducía la lengua dentro de los sedosos confines de su sexo.
Él le levantó una pierna y la sostuvo en alto mientras la follaba con su húmeda y aterciopelada lengua, acariciándole las sensibles terminaciones nerviosas de su tierna carne y haciéndole perder el sentido.
____ se retorció bajo él. Sintió la oscuridad envolvente del placer inminente y le dio la bienvenida. No había miedo en aquella oscuridad, en aquella pérdida de control, sino un éxtasis que no había imaginado que existiera.
—Más —gritó, desesperada por sentirle en su interior—. Por favor, Joe. Necesito más, mucho más.
Necesitaba sentirlo dentro, que la hiciera arder con el largo y pesado grosor de su polla. Lo deseaba ahora. No quería esperar más.
Él gimió al penetrarla de nuevo con la lengua, saboreando los jugos que manaban del sexo de ____. Su sabor le excitaba tanto como el suyo la había excitado a ella.
—Joe, por favor. —La joven alzó las caderas y se presionó con más fuerza los pezones, imaginándose allí sus labios, sus dientes.
Agitó la cabeza sobre la cama y el sudor le cubrió la piel. Hacía mucho calor en la habitación, o quizá fuera el calor que provenía de su interior el que estuviera provocando que perdiera la cordura.
Cuando la lengua de Joe se deslizó desde la abertura de su cuerpo hasta su tenso clítoris, ella supo que había llegado al límite. Y en el instante en que lo tomó entre los labios y lo succionó, ella explotó.
Una luz centelleaba en la profunda oscuridad que se cernió sobre ella, luego irradió y estalló de nuevo a su alrededor mientras gritaba el nombre del hombre que la había conducido hasta allí.
Las caderas de ____ se arquearon bajo las manos de Joe sin que ella pudiera evitarlo. Hundió los dedos en su pelo y no pudo obligarse a soltarlo. Estaba sumida en un erótico abismo del que sólo había oído hablar.
Se retorció ante la destrucción de sus sentidos, agarrándose a él, obligándolo a seguir, exigiéndoselo, desesperada por experimentar cada gramo de placer, cada caricia, cada gemido, cada pequeña parte de aquella liberación que la hizo estremecerse hasta que colapsó sobre la cama, jadeando y necesitando más.
—Ahora —gimió, observando cómo él se inclinaba sobre ella y alargaba el brazo hacia la mesilla de noche. Hacia el cajón donde guardaba los condones que nunca había usado.
—No. —Le agarró la mano, consciente de la sorpresa que reflejaron los ojos masculinos—. Quiero sentirte sin que exista ninguna barrera entre nosotros —imploró—. Estoy protegida. Te lo juro.
Él la observó durante lo que a ella le pareció una eternidad antes de relajarse.
____ no quería que nada se interpusiera entre ellos. Quería tomarlo en su interior igual que lo había tomado en su boca. Se sentía salvaje y provocativa. Quería alcanzar con él todo lo que no había tenido. Quería ser deseada, perderse en los brazos de Joe.
—Vas a destruirme —murmuró él, presionando la punta de su miembro contra su sexo. Era cálido, pulsante y duro como el acero.
____ se quedó sin aliento cuando sintió su cálida erección dilatándola, penetrándola profundamente. Lanzó un gemido ahogado, abrió las piernas aún más y bajó la vista de forma audaz hasta el punto en el que sus cuerpos se unían.
—Demonios, ____ —gimió él—. Sí, cariño, observa cómo te poseo. Observa lo dulcemente que te abres a mí. Cómo tu coño me succiona en tu interior.
Aquellas explícitas palabras fueron demasiado para ____, que tuvo que contener el aliento al sentir una pequeña explosión en los tiernos tejidos que rodeaban la erección de Joe.
—Te gusta eso ¿verdad, cariño? —Se adentró todavía más—. Te gusta ser mala, ¿no es cierto?
La joven abrió los labios, luchando por respirar.
—¿Te gusta ver cómo mi polla te posee? La próxima vez dejaremos las luces encendidas. Podrás ver lo que yo siento. Cómo me cubren tus jugos, cómo brillan sobre mi piel. Maldición, juntos podríamos hacer arder el infierno.
Sin previo aviso, Joe deslizó las manos bajo sus muslos para alzarle las piernas y ahondar la penetración, haciendo que ella se aferrara a sus muñecas.
Lo observó con atención. La habitación estaba oscura, pero podía ver sus propios jugos brillando en su polla cuando él se retiraba. Luego volvía a embestir hasta llenarla, colmándola en una brutal invasión de sus sentidos.
Joe estaba perdiendo el control; ____ podía sentirlo.
—Más profundo —susurró ella—. Fóllame hasta el fondo, Joe.
Él arqueó las caderas para ahondar la salvaje penetración y ella salió ávidamente a su encuentro. Se alzó hacia él y dejó escapar un gemido roto ante la oleada de placer que la consumía. Se retorció bajo su poderoso cuerpo frenéticamente, emitiendo gritos desgarradores y siguiendo el ritmo que él imponía.
—Por favor —jadeó, sintiendo cómo la adrenalina le recorría las venas a toda velocidad, cómo el violento latido de deseo que pulsaba en su sexo le atravesaba las entrañas—. Por favor, Joe. Te necesito.
Un cegador destello de placer la hizo clavarle las uñas en la espalda e inclinar la cabeza hacia atrás.
Sus envites eran largos, acompasados con las contracciones de los músculos internos de la joven.
Más. Necesitaba más. Oh, Dios, necesitaba que Joe la follara como si aquél fuera el último día de su vida.
—Fóllame más duro. Más profundo. —Las palabras salían como una letanía susurrada de sus labios, provocando que el control de Joe se hiciera añicos.
Duro. Profundo. Rápido. Joe embistió con más fuerza, hundiendo su erección dentro de ella, envolviéndola en su magia, completándola. Acarició implacable con su gruesa polla los cálidos tejidos que lo acogían hasta que sintió que el cuerpo de la joven se ponía completamente rígido.
Sólo entonces se permitió dejar rienda suelta a sus instintos. Se tensó brutalmente y, cuando eyaculó dentro de ella gritando su nombre, ____ hubiera jurado que su espíritu la abandonaba. Que explotaba en un millar de fragmentos mientras oía cómo su propio gemido se unía al de Joe al alcanzar el éxtasis.
La joven se arqueó hasta casi lo imposible, con los músculos completamente tensos mientras volaba más alto, más rápido, y alcanzaba la liberación con una violencia que la estremeció hasta lo más hondo de su ser.
Luego vino la paz, el silencio compartido, la satisfacción de haber llegado al orgasmo juntos.
____ se sentía saciada, pero, aún así, tembló ligeramente con los ecos del clímax que había atravesado su cuerpo cuando Joe se tumbó a su lado e hizo que se apoyara en su pecho.
La abrazó con fuerza, como un ancla en una tormenta que ella debería haber temido. Pero él la protegía, la estrechaba contra sí. Por primera vez en su vida, ____ había tenido el valor de ser simplemente ella misma. Porque si se caía, Joe estaría allí. La sostendría. La reviviría con su fuerza hasta que ella pudiera recobrar la suya y ponerse en pie otra vez.
Por primera vez en su vida, pensó que sabía lo que era el amor.
Era ser abrazada sin sentir miedo.
Era confianza porque sabía que él jamás le haría daño.
Era intimidad. La risa de Joe y su callada confianza en ella. Su semilla en el interior de su cuerpo.
Por primera vez en su vida, ____ se sentía completa.
Natuu♥!!
____ se encontró mirando al techo al despertarse, consciente de que sus dedos habían intentado aplacar su deseo inútilmente mientras trataba de salir del tórrido sueño que la había hecho jadear.
Mordiéndose el labio inferior, giró la cabeza y observó la figura de Joe tendida a su lado. Estaba boca arriba, con un brazo debajo de la cabeza y la sábana cubriéndole hasta la cintura.
Los duros abdominales y el pecho se movían al compás de su profunda respiración. Estaba dormido. La oscuridad realzaba su musculatura; lo sumía en sombras, envolviéndolo y haciéndole parecer aún más grande y sexy.
Quería tocarle. Sus manos temblaban a causa del deseo, así que cerró los puños sobre el estómago para contenerse.
Dios, había perdido la cordura, se acusó a sí misma, sintiéndose avergonzada por observarle mientras dormía.
Su libido aceptó con gusto la acusación. No podía recordar haber estado nunca tan condenadamente excitada. Ni siquiera aquella noche humillante en la que se había acostado con él había estado tan deseosa de que Joe la hiciera suya.
Si no hacía algo para remediarlo, iba a tener que levantarse de la cama para cambiarse de bragas.
«Piensa en otra cosa. En algo totalmente distinto al sexo». Pero no podía pensar en nada que no fuera la necesidad de tocarle.
Sus arraigados instintos de supervivencia salieron en su ayuda y le hicieron pensar en una endodoncia. Lamentablemente, jamás le habían practicado ninguna. ¿Cómo iba a ayudarle eso?
Se puso lentamente de lado para poder observar mejor aquel magnífico cuerpo masculino. Sí, sin duda era magnífico. Todo músculos duros, poder y masculinidad. Quería lamer cada centímetro de su piel.
Se había vuelto loca. Era una pervertida, se dijo a sí misma alargando la mano, preguntándose si le despertaría aquel pequeño roce. Sólo quería sentir su piel. La suave calidez contra la yema de sus dedos.
No, no podía hacerlo. Tenía que contenerse. Después de todo, no quería perturbar su sueño. Pero, maldita sea, estaba en su cama. Esa era su cama, y él se hacía pasar por su amante.
Su vientre se contrajo con fuerza al pensar en Joe como su amante. El recuerdo de la noche que lo conoció irrumpió en su memoria y casi gimió por el deseo que la atravesó.
Tocó con dedos temblorosos los abdominales de Joe, recorriendo con lentitud la estrecha franja de vello que se perdía por debajo de la sábana. Era cálida y sedosa.
De pronto, la piel bajo sus dedos se tensó y ____ alzó la mirada de golpe hacia la cara de Joe.
Aún seguía con los ojos cerrados y su respiración no se había alterado. Pero no se atrevió a comprobar el latido de su corazón para ver si era lento o atronador.
¿O sí se atrevería?
Deslizó los dedos por su pecho y su propio corazón empezó a latir frenéticamente al sentir bajo la palma los rápidos latidos de los de él.
Cerró los ojos durante un largo segundo. Cuando los abrió, observó el grueso bulto que se había formado bajo la sábana que cubría las caderas masculinas. El duro y erecto miembro empujaba la tela y se alargaba hacia el ombligo de Joe.
Un latido de pura lujuria atravesó las venas de ____.
Joe estaba excitado. Sabía que lo estaba. Podía sentirlo. Cada músculo del cuerpo del israelí estaba ahora en tensión. La joven alzó la mirada de nuevo a su cara y vio el brillo de aquellos ojos oscuros entre las espesas pestañas.
Joe no dijo ni una palabra. ____ lo observó tragar saliva y abrir los labios para respirar hondo.
Dios, lo deseaba. Sólo una vez más. La estaba torturando obligándola a dormir en la misma cama que él, acostumbrándola a su contacto. ¿Cómo iba a poder resistirlo? ¿Acaso ella era un frío robot que no sentía ni padecía? ¿Que no lo deseaba?
—Lo siento —susurró, repentinamente avergonzada por aquella incontrolable necesidad que la impulsaba a tocarle mientras dormía.
Comenzó a apartar la mano de él, pero Joe la retuvo contra su cuerpo con un ágil movimiento. ____ clavó los ojos como platos en la mano que cubría la suya, observando cómo él la deslizaba por su estómago. Tragó saliva compulsivamente, casi gimiendo cuando la sábana se deslizó por sus muslos y él le hizo cerrar los dedos en torno a su gruesa polla.
Entonces sí que gimió. El sonido que escapó de sus labios la hizo darse cuenta de cuánto lo deseaba.
—Lo siento —susurró de nuevo, con los dedos todavía cerrados en torno al palpitante miembro—. Oh, Dios, Joe. No sé qué hacer. No sé cómo hacerlo. —Contuvo la respiración y reprimió un sollozo.
—No necesitas saber nada. —La voz de Joe era áspera y dura—. Mi cuerpo es tuyo, ____. Sólo tuyo. Tócalo dónde y cuándo desees. Lo que sea que necesites, sólo tienes que pedirlo y te lo daré.
____ quiso llorar, gritar de frustración mientras luchaba por respirar. Una parte de ella quería exigirle que la follara de una vez, que satisficiera su deseo hasta que no pudiera pensar en nada más. Pero otra no quería apresurar el momento. Quería conservar aquel recuerdo. Lo quería todo.
Deslizó la mano de arriba abajo por su miembro, observando cómo palpitaba el glande, brillante y húmedo. Podía sentir cómo las gruesas venas que recorrían la longitud de su erección latían con fuerza bajo su palma.
—Ojalá supiera cómo darte placer —musitó afligida.
—¿Qué quieres hacer? —La voz de Joe era ronca, tan oscura como las sombras que besaban su cuerpo—. Dímelo. Esta noche todo está a tu alcance, ____.
—¿Cualquier cosa?
—Cualquier cosa —le aseguró utilizando aquel tono extranjero lleno de deseo y lujuria—. No existe la vergüenza entre nosotros, cariño. Sólo placer. Sólo el placer que deseas tener.
Sólo el placer que ella deseaba. La joven pensó en el sueño que había tenido, y dejó que la sensualidad —la sexualidad— de éste tomara el control.
Se incorporó, apartó la sábana y se movió sobre la cama. Sintiendo la penetrante mirada de Joe sobre ella, se quitó la larga camiseta que usaba para dormir, y luego se deshizo del pantalón del pijama y de las bragas que se había puesto después de ducharse.
Se quedó completamente desnuda ante él. El aire fresco le recorrió la piel al tiempo que un estremecimiento de placer la atravesaba. Podía sentir la caricia de los ojos de Joe, el poder impreso en cada línea de su musculoso cuerpo.
Temblando, en silencio, ____ se colocó de rodillas en la cama, con una palma sobre los duros pectorales y otra sobre el plano abdomen.
—Puedo hacer cualquier cosa —gimió ella casi para sí misma, deslizando la mano por el cuerpo masculino hasta sujetar en la palma de nuevo su grueso miembro.
—Sí —siseó Joe entre dientes—. Cualquier cosa, ____. Toma lo que te pertenece.
Lo que le pertenecía. ¿Le había pertenecido algo alguna vez? No que pudiera recordar, pero aquel hombre fuerte y poderoso le ofrecía su cuerpo, de cualquier manera que quisiera utilizarlo.
—Quiero... —Tragó saliva y levantó la mirada hacia la de él—. Quiero saborearte, Joe.
Quería meterse su polla en la boca. Quería conocer su sabor, sentirla latir entre los labios. Quería liberar a la criatura sexy que había dentro de ella.
____ ignoraba si aquello era producto de la lujuria o del «polvo de afrodita». Tampoco le importaba. Todo lo que sabía era que lo provocaba ese hombre. Sólo Joe la hacía morir de deseo por él; sólo Joe le daba el valor suficiente para intentar alcanzar lo que quería.
—Entonces, hazlo —musitó él—. Saboréame, cariño, y cuando estés preparada, llegará mi turno de saborearte a ti.
____ se removió inquieta al sentir la punzada de deseo que aquella respuesta provocó en lo más profundo de su vientre. Su sexo ya estaba mojado, pero nuevos jugos lo cubrieron ante la aguda necesidad de sentir los labios de él en su carne.
—Sueño con sentir tu lengua en mi polla —susurró Joe cuando ella se inclinó sobre él—. Sueño con verte entre mis muslos, inclinando la cabeza, como ahora, mientras sujetas mi polla con la mano. Sueño con ver tu lengua lamiéndome.
Ella se dispuso a cumplir sus sueños. Se movió entre sus muslos abiertos, sostuvo su pesada erección por la base y la dirigió a sus labios.
—Eres tan hermosa —jadeó él, alargando la mano para acariciarle el pelo que se extendía sobre sus hombros—. Déjame mirar, cariño. Deja que vea cómo tomas mi polla en tu boca.
Joe apenas podía hablar a causa de la lujuria que invadía su sangre. Nunca había imaginado que su paciencia sería puesta a prueba de esa manera, que su autocontrol podría romperse con tanta facilidad.
La lengua de ____ era como una lanza de fuego sobre el ancho glande. La piel sensible se sacudió ante el placer, haciendo que ella levantara la cabeza alarmada.
—Todo está bien —consiguió decir Joe—. Es el placer, ____. ¿Ves cómo disfruto con tus caricias, cariño? Incluso mi polla tiembla de deseo por ti.
Una tímida sonrisa apareció en los labios de ____ un segundo antes de que inclinara de nuevo la cabeza y él se viera forzado a contener un grito de puro éxtasis. Cálida y húmeda, la lengua de la joven cayó sobre él, lamiéndole primero la punta y luego la piel más sensible de debajo, provocándole una sensación exquisita. Jamás las caricias de una mujer le habían proporcionado tal placer.
—Es increíble. —Las palabras de Joe sonaron entrecortadas—. Dulce ____...
Su voz se cortó cuando ella lo acogió en su boca y comenzó a succionar tímidamente.
Joe no podía soportarlo y tuvo que cerrar los puños sobre las sábanas. Las inocentes caricias de ____ y sus tiernas succiones lo volvían loco.
—Lámeme —jadeó. Estuvo a punto de eyacular en el instante en que ella colocó la lengua justo debajo del glande—. Eso es, cariño, juega con la lengua. Fóllame.
____ siguió lamiéndolo sin piedad con aquella inquisitiva lengua, provocándolo con su dulce boca, haciendo que a Joe casi le estallara la cabeza.
—Oh, ____ —gimió—. Acaríciame los testículos, cariño. Siente lo tensos que están. Acarícialos en círculos muy lentamente. Usa los dedos. Sí, así. —Apenas lograba pronunciar las palabras con claridad.
La estaba guiando a través de una senda que era pura magia sexual, diseñada para que ambos perdieran el control. Le estaba enseñando como amante todo lo que ella no sabía. Una completa inocencia se reflejaba en el hermoso rostro de la joven y en el brillo de sus ojos. El deseo y la curiosidad le iluminaban los rasgos, y la combinación era absolutamente erótica. Más sexy que cualquier cosa que él hubiera conocido.
El gemido de ____ vibró en torno a su polla y Joe tuvo que apretar los dientes y cerrar con más fuerza los puños, tensando cada músculo de su cuerpo para no correrse en su boca. Dios, esos labios... Esa lengua... Unos labios que se deslizaban con diferentes presiones alrededor de su palpitante glande, una cálida lengua que sentía el gran esfuerzo que hacía él para mantener el control ante la inminente liberación.
No podía soportarlo. Sentía el cuerpo rígido, al límite de su control, mientras los ágiles y suaves dedos de ____ jugaban con sus testículos. Una pátina de sudor le cubrió por completo y le corrió por la sien. Se sentía torturado, consumido por llamas de placer que eran el éxtasis y el infierno a la vez.
—____. —Arqueó las caderas involuntariamente contra su boca e introdujo su polla más profundamente. Quería follarla. Quería enterrar cada duro centímetro de su miembro tan profundamente en su interior como pudiera.
La joven volvió a gemir contra él, introduciéndolo más en la boca, y él siseó ante el violento estremecimiento que le recorrió. Que Dios se apiadara de él, aquella boca virginal lo volvía loco. Jamás había tenido una necesidad tan grande de tirar del pelo de una mujer. Debía detenerla. No quería correrse, todavía no. Pero su boca seguía seduciéndolo, bañándole de sensaciones, y ____ parecía disfrutar follándolo de esa manera.
Podía verlo en su cara, en su expresión, en el brillo de sus ojos cuando lo miraba. La joven disfrutaba de cada lametazo, de cada succión, de cada caricia de sus dedos contra sus testículos, y no le cabía ninguna duda de que la parte más femenina de ____ sabía que estaba derribando las defensas y escudos que él se había pasado media vida levantando.
Arqueó las caderas de nuevo y sintió que sus testículos se tensaban aún más.
—____, cariño —jadeó, conteniéndose a duras penas para no explotar—. Tengo un límite. Me correré en tu boca si no te detienes.
La expresión de ____ se volvió más intensa al oír aquello, más hambrienta, y sus ojos brillaron de excitación. Como si hubiera tomado una decisión irrevocable, abrió más la boca sobre la carne de Joe, apresándolo entre los dientes y acariciándolo con la lengua.
No podía hacerlo, se dijo Joe a sí mismo con desesperación. Correrse en su boca no era parte del trato. Era una intimidad para la que ella no estaba todavía preparada. Algo que no podía imponerle. ____ no tenía ni idea de...
—¡Maldita sea! —Alargó las manos temblorosas y la agarró del pelo. Su control estaba a punto de hacerse pedazos. Podía sentir el pulso de la liberación en los testículos, surgiendo de su glande—. ____ —suspiró—, cariño, no estás preparada para esto.
Intentó apartar la cabeza de la joven de su palpitante miembro; le tiró del pelo y ella gimió. Lo lamió con desenfreno, lo succionó en su boca una vez más y él supo que no ganaría esa batalla.
Nunca había perdido el control con tanta facilidad en la boca de una mujer. Joe se corría cuando él decidía, no cuando su polla quería. Pero aquella noche, la dulce boca de ____ lo estaba llevando hasta el límite, tomando la decisión por él.
—____. —Su voz era ronca, una débil protesta cuando su lengua comenzó a rodearle el glande de nuevo—. Cariño, voy a correrme. No puedo contenerme. —Tensó las caderas, las arqueó—. Demonios, ¡____!
La joven cerró la boca sobre la punta de su polla y la succionó con más firmeza, tomándolo tan profundamente como podía. Movió la lengua sobre la pequeña abertura del glande y le acarició los testículos utilizando un poco más de presión. Quería que se corriera. Quería saborearle, disfrutar con él. Quería conservar una parte de Joe para siempre.
El áspero jadeo con el que él dijo su nombre fue una advertencia. ____ no quería soltarle, no quería perderse aquello. Dios sabía que si se detenía ahora, no volvería a encontrar el valor necesario para hacerlo otra vez.
Jadeante, Joe cerró los puños sobre el pelo de ____ y la punzada en su cuero cabelludo fue un placer añadido. El glande palpitó una vez más, tan violentamente esta vez que el primer chorro de semen inundó por completo la boca femenina.
Prohibido, salado, excitante... Ese era el sabor de su semen. ____ gimió al degustarlo y tragó glotonamente. Ávida y anhelante, siguió succionándole el palpitante glande sintiendo que el sabor masculino le colmaba los sentidos y enviaba llamaradas de placer a su hambriento sexo. Aceptó todo lo que él le daba, tragando y lamiendo con su lengua ansiosa, disfrutando de los estremecimientos que atravesaban el cuerpo de Joe y la presión de sus manos en el pelo.
Joe se perdió en su liberación. ____ lo sintió y se felicitó por ello. Su feminidad lanzó un grito triunfal y gimió con creciente excitación cuando el último chorro de semen inundó su boca.
Él era fuerte y poderoso, pero en ese momento, ella lo reclamó. El corazón y el alma de ____ se abrieron para él. Se sentía mujer por primera vez, llena de una fuerza interior que ella apenas reconocía. Levantó la cabeza y se lamió los labios, observando cómo Joe alzaba sus oscuras pestañas y le devolvía la mirada.
Más segura de sí misma que nunca, la joven se llevó las manos al vientre y las deslizó hacia arriba hasta ahuecar sus pechos hinchados, tocándose los duros pezones. Se sentía tan poderosa como una diosa pagana.
—Eres peligrosa —gruñó Joe, estirando las manos hacia ella.
—Soy tuya —susurró ella, sintiendo que las manos masculinas cubrían las suyas, que sus dedos se entrelazaban con los suyos para presionar la carne sensible de sus senos.
—Toda mía —afirmó él, incorporándose para posar sus labios en el valle que formaban los pechos de la joven—. Ven aquí. Sé mía, ____. Durante esta noche, sé toda mía.
Para siempre.
Ella dejó caer la cabeza hacia atrás y gritó su nombre cuando él le apartó la mano de un pecho y le cubrió con los labios el pico erguido, succionándolo con un gemido hambriento.
____ sintió cómo esa caricia la atravesaba como una lanza. Colocó una mano alrededor de la nuca masculina, y con la otra se acarició el otro seno imitando los movimientos de los dedos de Joe. Le estaba enseñando cómo pellizcarse los pezones, cómo hacer el placer más ardiente, más salvaje.
Perdida en un mar de sensualidad, ____ dejó a un lado cualquier atisbo de miedo. La ardiente hoguera que consumía su vientre no dejaba espacio para nada más que Joe y sus caricias.
—Es mi turno —gruñó él.
La agarró por las caderas, la alzó y la tendió en la cama. Le separó los muslos y se ubicó entre ellos sin ningún tipo de vacilación, envolviéndola con su potente sexualidad, intensificando las devastadoras sensaciones que la recorrían.
—Tócate los pezones. —Su voz era como áspero terciopelo negro para sus sentidos—. Déjame ver cómo te das placer, ____. Disfruta, cariño. De todo.
—¡Joe! —gritó al sentir que él introducía la lengua dentro de los sedosos confines de su sexo.
Él le levantó una pierna y la sostuvo en alto mientras la follaba con su húmeda y aterciopelada lengua, acariciándole las sensibles terminaciones nerviosas de su tierna carne y haciéndole perder el sentido.
____ se retorció bajo él. Sintió la oscuridad envolvente del placer inminente y le dio la bienvenida. No había miedo en aquella oscuridad, en aquella pérdida de control, sino un éxtasis que no había imaginado que existiera.
—Más —gritó, desesperada por sentirle en su interior—. Por favor, Joe. Necesito más, mucho más.
Necesitaba sentirlo dentro, que la hiciera arder con el largo y pesado grosor de su polla. Lo deseaba ahora. No quería esperar más.
Él gimió al penetrarla de nuevo con la lengua, saboreando los jugos que manaban del sexo de ____. Su sabor le excitaba tanto como el suyo la había excitado a ella.
—Joe, por favor. —La joven alzó las caderas y se presionó con más fuerza los pezones, imaginándose allí sus labios, sus dientes.
Agitó la cabeza sobre la cama y el sudor le cubrió la piel. Hacía mucho calor en la habitación, o quizá fuera el calor que provenía de su interior el que estuviera provocando que perdiera la cordura.
Cuando la lengua de Joe se deslizó desde la abertura de su cuerpo hasta su tenso clítoris, ella supo que había llegado al límite. Y en el instante en que lo tomó entre los labios y lo succionó, ella explotó.
Una luz centelleaba en la profunda oscuridad que se cernió sobre ella, luego irradió y estalló de nuevo a su alrededor mientras gritaba el nombre del hombre que la había conducido hasta allí.
Las caderas de ____ se arquearon bajo las manos de Joe sin que ella pudiera evitarlo. Hundió los dedos en su pelo y no pudo obligarse a soltarlo. Estaba sumida en un erótico abismo del que sólo había oído hablar.
Se retorció ante la destrucción de sus sentidos, agarrándose a él, obligándolo a seguir, exigiéndoselo, desesperada por experimentar cada gramo de placer, cada caricia, cada gemido, cada pequeña parte de aquella liberación que la hizo estremecerse hasta que colapsó sobre la cama, jadeando y necesitando más.
—Ahora —gimió, observando cómo él se inclinaba sobre ella y alargaba el brazo hacia la mesilla de noche. Hacia el cajón donde guardaba los condones que nunca había usado.
—No. —Le agarró la mano, consciente de la sorpresa que reflejaron los ojos masculinos—. Quiero sentirte sin que exista ninguna barrera entre nosotros —imploró—. Estoy protegida. Te lo juro.
Él la observó durante lo que a ella le pareció una eternidad antes de relajarse.
____ no quería que nada se interpusiera entre ellos. Quería tomarlo en su interior igual que lo había tomado en su boca. Se sentía salvaje y provocativa. Quería alcanzar con él todo lo que no había tenido. Quería ser deseada, perderse en los brazos de Joe.
—Vas a destruirme —murmuró él, presionando la punta de su miembro contra su sexo. Era cálido, pulsante y duro como el acero.
____ se quedó sin aliento cuando sintió su cálida erección dilatándola, penetrándola profundamente. Lanzó un gemido ahogado, abrió las piernas aún más y bajó la vista de forma audaz hasta el punto en el que sus cuerpos se unían.
—Demonios, ____ —gimió él—. Sí, cariño, observa cómo te poseo. Observa lo dulcemente que te abres a mí. Cómo tu coño me succiona en tu interior.
Aquellas explícitas palabras fueron demasiado para ____, que tuvo que contener el aliento al sentir una pequeña explosión en los tiernos tejidos que rodeaban la erección de Joe.
—Te gusta eso ¿verdad, cariño? —Se adentró todavía más—. Te gusta ser mala, ¿no es cierto?
La joven abrió los labios, luchando por respirar.
—¿Te gusta ver cómo mi polla te posee? La próxima vez dejaremos las luces encendidas. Podrás ver lo que yo siento. Cómo me cubren tus jugos, cómo brillan sobre mi piel. Maldición, juntos podríamos hacer arder el infierno.
Sin previo aviso, Joe deslizó las manos bajo sus muslos para alzarle las piernas y ahondar la penetración, haciendo que ella se aferrara a sus muñecas.
Lo observó con atención. La habitación estaba oscura, pero podía ver sus propios jugos brillando en su polla cuando él se retiraba. Luego volvía a embestir hasta llenarla, colmándola en una brutal invasión de sus sentidos.
Joe estaba perdiendo el control; ____ podía sentirlo.
—Más profundo —susurró ella—. Fóllame hasta el fondo, Joe.
Él arqueó las caderas para ahondar la salvaje penetración y ella salió ávidamente a su encuentro. Se alzó hacia él y dejó escapar un gemido roto ante la oleada de placer que la consumía. Se retorció bajo su poderoso cuerpo frenéticamente, emitiendo gritos desgarradores y siguiendo el ritmo que él imponía.
—Por favor —jadeó, sintiendo cómo la adrenalina le recorría las venas a toda velocidad, cómo el violento latido de deseo que pulsaba en su sexo le atravesaba las entrañas—. Por favor, Joe. Te necesito.
Un cegador destello de placer la hizo clavarle las uñas en la espalda e inclinar la cabeza hacia atrás.
Sus envites eran largos, acompasados con las contracciones de los músculos internos de la joven.
Más. Necesitaba más. Oh, Dios, necesitaba que Joe la follara como si aquél fuera el último día de su vida.
—Fóllame más duro. Más profundo. —Las palabras salían como una letanía susurrada de sus labios, provocando que el control de Joe se hiciera añicos.
Duro. Profundo. Rápido. Joe embistió con más fuerza, hundiendo su erección dentro de ella, envolviéndola en su magia, completándola. Acarició implacable con su gruesa polla los cálidos tejidos que lo acogían hasta que sintió que el cuerpo de la joven se ponía completamente rígido.
Sólo entonces se permitió dejar rienda suelta a sus instintos. Se tensó brutalmente y, cuando eyaculó dentro de ella gritando su nombre, ____ hubiera jurado que su espíritu la abandonaba. Que explotaba en un millar de fragmentos mientras oía cómo su propio gemido se unía al de Joe al alcanzar el éxtasis.
La joven se arqueó hasta casi lo imposible, con los músculos completamente tensos mientras volaba más alto, más rápido, y alcanzaba la liberación con una violencia que la estremeció hasta lo más hondo de su ser.
Luego vino la paz, el silencio compartido, la satisfacción de haber llegado al orgasmo juntos.
____ se sentía saciada, pero, aún así, tembló ligeramente con los ecos del clímax que había atravesado su cuerpo cuando Joe se tumbó a su lado e hizo que se apoyara en su pecho.
La abrazó con fuerza, como un ancla en una tormenta que ella debería haber temido. Pero él la protegía, la estrechaba contra sí. Por primera vez en su vida, ____ había tenido el valor de ser simplemente ella misma. Porque si se caía, Joe estaría allí. La sostendría. La reviviría con su fuerza hasta que ella pudiera recobrar la suya y ponerse en pie otra vez.
Por primera vez en su vida, pensó que sabía lo que era el amor.
Era ser abrazada sin sentir miedo.
Era confianza porque sabía que él jamás le haría daño.
Era intimidad. La risa de Joe y su callada confianza en ella. Su semilla en el interior de su cuerpo.
Por primera vez en su vida, ____ se sentía completa.
Natuu♥!!
Natuu!
Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
awwww que lindo mi Joe
Fue tan Hot este capi!!!
Se aman!!!
Siguela!!!
Fue tan Hot este capi!!!
Se aman!!!
Siguela!!!
aranzhitha
Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
ASDFGGHHJK que perfecto, pero me estresa que Joseph se ponga con eso de que no tiene alma y blablablabla. A la larga hara sufrir a ____ por eso.
SIGUELA
SIGUELA
Creadora
Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
waooooooooooooooooooooo me encanto me encanto me encanto
el cap!!!
:)
jajaja estuvo super
querpo anraton
el cap!!!
:)
jajaja estuvo super
querpo anraton
andreita
Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
Catorce
Jordan respondió al móvil al primer timbrazo, sin dejar de mirar las cámaras que conectaban el apartamento de ____ con el de enfrente.
—Jordan —contestó.
—Necesitamos un piso franco —dijo Joe al otro lado del teléfono. Su voz estaba cargada de pesar y algo más que hizo que el comandante esbozara una mueca—. Quiero alejarla de todo esto. Podemos convencer a Orión de que la mantengo encerrada en el apartamento y obligarlo a que actúe. La quiero fuera de la misión.
Jordan se pasó la mano por la cara.
—Eso es lo que pensó el FBI hace cinco años, cuando averiguaron que tenía como objetivo a la mujer de un senador. Orión mató al agente y a los guardaespaldas que la protegían, y ella acabó con las muñecas cortadas. Lo sabes tan bien como yo.
—El FBI no sabía con quién estaba tratando —replicó Joe—. La quiero fuera de esto ya.
—No hablas tú, sino tus emociones —adujo Jordan con calma—. No puedes dejar que tus sentimientos se interpongan en la misión.
El comandante era consciente de que Tehya estaba sentada en silencio en el sofá frente a él y de que lo observaba atentamente.
—¿Vas a joderme en esto, Jordan? —la voz de Joe era oscura y peligrosa.
En otro momento, el comandante no hubiera dudado en sacarle de la misión. Era él quien estaba al mando, no Joe. Pero en este caso, tenía el presentimiento de que ____ tendría mucho más que decir al respecto que el propio Jordan.
Había visto la mirada de la joven en la reunión con los abogados. Era mucho más fuerte de lo que pensaban. ____ había querido conocer los riesgos y sopesarlos, y Jordan creía que ella no estaría de acuerdo con lo que Joe proponía.
—Ya lo discutiremos —decidió finalmente—. Me pasaré por ahí esta tarde. Le preguntaremos a ____ qué le parece la idea y si está dispuesta a ir al piso franco. No podemos obligarla, recuérdalo.
—Irá —afirmó Joe con voz gélida antes de cortar la comunicación.
Jordan cerró el móvil y se apoyó en la mesa, observando los vídeos de seguridad con aire pensativo.
—Joe tiene un punto débil —comentó Tehya en voz baja—. No lo previste, ¿verdad, general Malone?
Jordan le dirigió una mirada gélida. No era general, y Tehya lo sabía perfectamente.
—Lo superará. —Se encogió de hombros aunque conocía la realidad. Había visto los ojos de su agente en la limusina, había sido consciente de cómo abrazaba a ____. Joe estaba perdido. Tan atrapado en sus sentimientos por ____ que no daría su brazo a torcer.
—¿Lo superará? —preguntó Tehya, enrollándose en un dedo un largo mechón de pelo rojizo—. Uno no supera el amor, Jordan. Uno no se enamora o desenamora a voluntad.
—No está enamorado, sólo quiere acostarse con ella —replicó Jordan, a pesar de saber que no era así.
—No crees en el amor, ¿verdad? —La suave risa de Tehya estaba teñida de burla.
—No. —Creía en el instinto de posesión, en la lujuria. Y se decía a sí mismo que eso era lo que le estaba ocurriendo a Joe. Un exceso de lujuria.
—Entonces explícame lo que le sucede a Noah —lo desafió.
—Noah es un Malone. La locura corre a veces por la sangre de nuestra familia.
Noah era sobrino de Jordan, y también uno de los mejores agentes del equipo. Poco tiempo atrás, había reclamado a la que antes había sido su esposa y recuperado el alma que Jordan había creído que había perdido para siempre.
—Pero aunque seas un Malone, tú no tienes que cargar con esa herencia, ¿verdad? —inquirió Tehya.
Él no apartó la mirada de los monitores de vigilancia.
—¿Acaso me has visto alguna vez mostrar síntomas de locura? — inquirió en vez de responder a su pregunta.
—No, Jordan, nunca —susurró ella.
—Ahí tienes tu respuesta.
Ahora tenía que pensar en cómo convencer a Joe de que tampoco era un demente. Porque sin duda alguna, Joe estaba cayendo en una oscura espiral de emociones de la que los hombres no parecían recuperarse nunca.
«¿Amor? Y una mierda», pensó. Quizá él mismo debería volarle la cabeza al israelí, porque sin duda alguna iba a perderla antes de que terminara la misión. Y que Dios los ayudara a todos si ____ no sobrevivía al siguiente ataque de Orión.
—Sí. —Se puso en pie de forma que sus largas y magníficas piernas ocuparan la visión periférica de Jordan mientras su voz resonaba con rabia—. Responde a mi condenada pregunta. Buenas noches, jefe.
Jordan no dijo nada. No se permitió seguirla con la mirada, pero le costó lo suyo. Si alguna mujer había sido creada para ser un punto débil, ésa, sin duda, era Tehya. Y Jordan se había jurado a sí mismo que él nunca tendría una debilidad.
Por primera vez en su vida, Joe supo que su corazón estaba en peligro. Clavando los ojos en la tenue luz del amanecer que se filtraba a través de las cortinas, sintió que se le encogía el pecho ante las emociones que lo desbordaban y que no estaba seguro de poder afrontar.
Acurrucada cómodamente contra su pecho, ____ continuaba durmiendo, agotada y saciada. Su cuerpo se amoldaba al suyo, suave donde él era duro, tierno donde él era rudo.
Le deslizó la mano por la espalda desnuda permitiéndose disfrutar de su calidez y su piel suave. Como si nunca antes hubiera tocado el cuerpo de una mujer, se entregó al lujo de esas sensaciones. Quería memorizar cada curva de su cuerpo, y tuvo que recordarse a sí mismo que los muertos no sueñan.
Era una de las reglas del equipo.
Los muertos no hablan.
Los muertos no sueñan.
Los muertos no aman.
Los muertos no tienen familia.
Los muertos no tienen recuerdos.
Los muertos no pueden, en definitiva, tener puntos débiles.
Pero Joe tenía una debilidad. Una debilidad pequeña, hermosa y apasionada que podía convertirse en la destrucción de su alma.
Una vez, hacía mucho tiempo, Joe se había preguntado si llegaría a establecerse, si ser amante y marido formaría parte de su futuro. Pero eso había sido antes de desobedecer la orden de los jefes del Mossad. Una orden que decía que Orión estaba prohibido. Que cualquier investigación sobre su identidad había sido suspendida.
Esa orden había llegado unas semanas después de la muerte de la madre de Joe. Una orden que ni Joe ni su padre habían acatado, y cuya desobediencia los había llevado a ambos a la muerte.
Su padre murió a manos de un terrorista suicida.
Joe, o David, como se llamaba entonces, murió cuando la bala de Orión le rozó la sien y cayó por la borda de aquel carguero en el que había seguido al asesino a sueldo.
David Abijah había sido traicionado por los suyos. Había cometido el error de comunicar la posición de Orión y pedir refuerzos; y finalmente había sido Orión el que lo había encontrado a él.
Ahora, Orión amenazaba a la mujer que se había abierto camino en el corazón de Joe, un corazón que él no había creído que tuviera.
«Los muertos no tienen debilidades», se recordó a sí mismo. Estaba muerto, formaba parte de una unidad de Operaciones de Élite que sólo existía en las sombras, que llevaba a cabo oscuras misiones al margen de cualquier gobierno.
David Abijah ya no existía. La identidad de Joe Jonas podía ser destruida en cualquier momento y ser sustituida por una nueva. Una relación, en especial un matrimonio o una familia, no sobreviviría a esa presión.
Levantó la mano para acariciar el pelo de ____, apretando los dientes ante la sedosa calidez de los espesos mechones. Nadie, ninguna otra mujer, había resultado tan cálida entre sus brazos, ni tan perfecta.
—Nunca me habían abrazado así. —La voz femenina era suave como el amanecer, un susurro temeroso que hizo que Joe parpadeara para eliminar la extraña y repentina humedad de sus ojos.
Su ____ jamás había sido abrazada por un amante y, sin embargo, había nacido para que un hombre la protegiera y la quisiera.
—Es un honor haber sido el primero —le aseguró al tiempo que le hacía alzar el rostro hacia él.
La sonrisa que apareció en los labios de ____ reflejó un manifiesto escepticismo.
—No soy precisamente guapa, Joe.
Él frunció el ceño ante esa declaración.
—Eso no es cierto, ____. Eres la mujer más atractiva que he conocido. ¿Cómo explicas si no que esté siempre duro por ti? Apenas puedo caminar sin que mi polla me torture.
Algo brilló en los ojos de ____. Un deseo velado, quizá un pequeño indicio de que comenzaba a considerarse hermosa.
—Tú no eres como el resto de los hombres —respondió con un deje de diversión—. Así que no cuentas.
—Mi opinión es la única que cuenta. —La abrazó con más fuerza mientras apretaba su polla contra la unión de los sedosos muslos de ____—. Mi polla es la única que importa, porque es la única que hay en esta cama.
—Eso es cierto —convino ella—. Sólo tú.
____ acabaría con su cordura antes de que todo eso terminara, estaba seguro de ello.
—Recuérdalo, ____. —Cerró la mano sobre su pelo—. En el futuro, cuando tengas otro amante, recuerda que tu belleza no tiene igual. Es un reflejo de tu alma, fuerte y sabia. Recuérdalo porque quienquiera que esté contigo verá lo mismo que yo veo.
Pensar en que ella tendría otro amante lo enfurecía. Tendría que mantenerse alejado de Atlanta, se dijo a sí mismo. No podría volver a la ciudad sin comprobar cómo estaba, ni controlar su furia si la veía con otro hombre.
—Cuándo tenga otro amante... —repitió la joven pensativamente—. Entonces ¿no piensas quedarte durante un tiempo?
Joe escuchó que ____ contenía el aliento y percibió claramente la tensión que atravesó su cuerpo cuando lo miró.
—No me necesitarás cuando estés a salvo. —Mantuvo un tono neutro, sin permitir que el pesar que clavaba sus furiosas garras en su alma se reflejara en sus rasgos. No podía decirle que se alejaría de ella para siempre, todavía no. No podía obligarse a expulsar las palabras de sus labios.
—Ya entiendo. —Se quedó inmóvil contra él. Joe no sintió que se hubiera enfurecido ni que estuviera dolida. Parecía totalmente serena; lo que sea que ____ estuviera sintiendo lo ocultó a la perfección.
Eso le enfureció.
La joven volvía a encerrarse en sí misma, incluso más que él. Contenía las emociones en su interior de tal manera que Joe no podía acceder a ellas.
—¿Qué es lo que entiendes? —Fue incapaz de evitar hacerle aquella pregunta.
—Que tendré que disfrutar del tiempo que nos queda juntos —dijo con suavidad, a pesar de que sentía que algo se estaba rompiendo muy dentro de sí—. De la forma que quieras pasar ese tiempo.
La joven se había dicho durante la última semana que Joe no significaba nada para ella y que no se quedaría mucho tiempo.
Había sabido desde el principio que Joe se marcharía una vez que Orión fuera detenido. Pero quizá una parte de ella esperaba lo contrario. Una parte que no había querido reconocer hasta ese momento.
Sobreviviría a la marcha de Joe, se dijo. Sin embargo, supo que se estaba mintiendo a sí misma incluso antes de que finalizara aquel pensamiento.
—Sé cómo quiero pasar ese tiempo contigo —susurró él en su oído con su acento del desierto. Era raro que se le escapara esa fluida cadencia que acariciaba los sentidos de la joven.
____ se estremeció ante el sonido, ante la repentina tensión del cuerpo masculino.
Temblando, se humedeció los labios aunque sabía que no había razón para que estuviera nerviosa. No debería estarlo. Joe la había tocado muchas veces, la había poseído hacía tan sólo unas horas, le había mostrado la belleza y el placer de sus caricias, apartando con ellas los dolorosos recuerdos del pasado.
Alzó la cabeza y abrió los labios para recibir su beso, dejando que el ardor que le provocaban sus caricias la inundara.
Aún no estaba acostumbrada al cuerpo de Joe, se dijo cuando la firme mano masculina se posó en su pecho, excitándola y haciendo que su corazón se desbocara. Quizá después de unas semanas sus labios no le robarían el aliento cada vez que la besara.
¿O sí?
Un gemido escapó de su garganta y no pudo evitar moverse sensualmente contra él al sentir la palma de Joe en el seno, y cómo le apretaba la tensa cima del pezón entre el pulgar y el índice.
No había nada mejor que perderse en la magia con que Joe la envolvía. Las sensaciones todavía la asustaban un poco, como si aquel tipo de placer estuviera prohibido para ella y sólo pudiera disfrutar de él durante unos instantes robados.
—Mi ____ —susurró él sobre sus labios mientras la hacía rodar sobre su espalda y se inclinaba sobre ella.
Joe sólo era una oscura silueta encima de ella, iluminado por la trémula luz del amanecer que se filtraba por las gruesas cortinas que cubrían la ventana. Una sombra cálida que le daba vida.
Decía que era suya y sin embargo hablaba de dejarla.
Pero ahora estaba allí. ____ podía aprenderse de memoria su sabor y el tacto de su piel. Podía dejar que el rápido latir del corazón de Joe se acompasara al de ella, la tranquilizara.
—Tuya. —____ no pudo contener la palabra cuando él le acarició el cuello con los labios y empezó a crear un ardiente sendero hasta su pecho—. Joe —suspiró, arqueándose hacia él al sentir que le rozaba el pezón con la lengua—. Acaríciame.
Le encantaban sus caricias. El tacto de aquellas fuertes manos tomando posesión de su cuerpo, separándole los muslos. El roce del vello masculino contra su piel sensible; sus labios, sus dientes y su lengua atormentando la dura cima de su pecho.
—Adoro acariciarte, ____. —Joe levantó la cabeza con sus oscuros ojos brillando en la penumbra. Un lujurioso y placentero brillo que provocaban diminutos escalofríos en la espalda de la joven.
Joe la deseaba. Podía sentirlo.
Su polla presionó contra la unión de sus muslos, hasta que ella abrió aún más las piernas para darle acceso a su cuerpo.
—Eres tan hermosa... —Le acunó los pechos con las manos y los alzó para que ella los viera—. Estos preciosos y dulces pezones están duros y tensos por mí, ____.
La joven lo miró a los ojos y le temblaron las manos cuando se aferró a sus brazos. La expresión de Joe era de intenso placer, como si tocarla fuera más que un acto sexual.
Sabía que se estaba engañando a sí misma, pero no le importó. Había vivido sin caricias y sin emociones durante tanto tiempo que necesitaba esa ilusión. Necesitaba sentir que ella era más que un cálido cuerpo dispuesto a tener sexo con él.
—____, me vuelves loco —gimió él, incorporándose un poco. Se agarró la base de la polla y empezó a deslizarla por los sedosos y resbaladizos pliegues del sexo de la joven.
____ gimió ante el placer renovado, consciente de que su cuerpo se humedecía aún más para recibirlo, anticipándose a su penetración.
Con los ojos muy abiertos y la respiración jadeante resonando en el silencio de la habitación, observó cómo él acercaba su miembro a la ceñida entrada a su cuerpo.
Le dolía. Una ardiente necesidad estalló entre sus muslos al recibir aquellos lentos y tensos envites. Inclemente, Joe le sujetó firmemente las caderas y las alzó hacia su pelvis para penetrarla más profundamente.
La sensación del enorme y cálido glande en su interior era exquisita. Los músculos internos de ____ se abrían para él, rodeando aquel rígido miembro que rozaba terminaciones nerviosas que habían permanecido ocultas hasta que lo conoció. Ahora estaban excitadas, palpitantes de necesidad y sensibles a cada caricia que incrementaba sus gemidos de placer.
Ávida, ____ se arqueó contra él observando cómo su erección entraba en ella y se retiraba con sus propios jugos brillando en su carne antes de volver a penetrarla de nuevo.
Él se meció contra ella. La llenó hasta que quedó colmada, sólo para convencerla de que su cuerpo podía tomar mucho más, de que podía abrirse aún más para él.
—¿Sabes lo hermosa que eres, ____? —gimió Joe con la voz cargada de lujuria—. Quiero colocarte ante un espejo. Quiero que veas tu cara mientras penetro tu pequeño coño. El más estrecho que he tenido. —Su voz, cargada de tensión y placer, incrementó el fuego que ardía en las entrañas de ____—. Quiero que veas lo hermosa que eres.
La joven se agitaba, se estremecía de placer sin dejar de mirarlo a la cara, a los ojos. La trémula luz del amanecer que comenzaba a colarse entre las ranuras de las persianas y las cortinas que cubrían la ventana, parecía adorar la cara de Joe, los ángulos y músculos de su tenso cuerpo.
Con los ojos clavados en él, abrió los labios luchando por respirar, sintiendo sus caricias como un regalo que nunca había esperado recibir. Joe le daba su pasión, su deseo, el cobijo de sus brazos. La hacía confiar en sí misma.
Clavando los talones en la cama a ambos lados del cuerpo masculino, comenzó a gemir y a moverse al compás de sus lentas penetraciones. Aquellas lentas embestidas la mataban. Necesitaba más. Estaba cerca del orgasmo, muy cerca. Si la poseyera con más fuerza, con mayor profundidad, podría llegar al clímax sin tener que luchar contra ese velo oscuro que amenazaba con engullirla, que nublaba sus sentidos hasta el punto de que se sentía flotar fuera de su cuerpo.
El deseo la desbordaba por completo, obligándola a deslizar la mano entre sus cuerpos, a buscar con los dedos desesperadamente su atormentado e hinchado clítoris mientras él la observaba.
—Eres una chica mala, ____ —jadeó Joe—. No tienes permiso para hacer trampa, cariño.
Pero no la detuvo. Al contrario. Hundió los dedos en sus caderas y aumentó el ritmo con una mueca torcida. Tensó los muslos, y los duros abdominales se cubrieron de sudor mientras embestía con más fuerza en el interior de la joven, esclavizándola con su invasión.
____ gemía con abandono. Jamás había imaginado que podría estar en la cama con Joe de aquella forma, acariciarse mientras él bombeaba en su interior, o la intensidad de las salvajes sensaciones eróticas que fluían salvajemente por sus venas.
Sin dejar de arquearse contra él, se acarició más rápido el clítoris bajo la atenta mirada masculina. No podía luchar contra las exigencias de su cuerpo. No podía combatir contra la espiral de sensaciones que se cernió sobre ella, que le inundó la mente cuando el intenso placer se convirtió en un infierno. Aceleró la caricia de sus dedos sobre el clítoris y de pronto todo pareció estallar a su alrededor. Agónicos jadeos escaparon de sus labios y las fuertes contracciones de sus músculos internos presionaron el miembro de Joe e incrementaron el aniquilador orgasmo. La oscuridad la atrapó, y por unos instantes pareció perder la consciencia.
El agudo jadeo que salió de los labios de Joe atravesó entonces su embotado cerebro.
Apoyándose en los codos, él comenzó a mover las caderas con mayor rapidez, embistiéndola con furia y dureza y provocándole un segundo orgasmo casi brutal. Con los músculos tensos y soltando una dura maldición, Joe la penetró una última vez y permaneció palpitando en su interior al tiempo que cálidos chorros de semen la inundaban proclamándola como suya.
____ estuvo segura de que había dejado de respirar durante unos largos y cegadores segundos, pues estaba sin aliento cuando la realidad comenzó a filtrarse en su mente de nuevo. Se aferró a él, rodeándolo con brazos y piernas, mientras Joe se estremecía con violencia.
Lentamente, la tensión abandonó el cuerpo de la joven, y sus piernas cayeron laxas en la cama, aunque siguió rodeando a Joe con los brazos, esperando que él se quedara allí unos segundos más. Que la cubriera y le dejara recrearse en aquella falsa sensación de haber encontrado su hogar.
Sentía que pertenecía a ese lugar, entre sus brazos, aunque sabía que no era real. ____ jamás había pertenecido a ningún sitio.
Orión clavó los ojos en el número que parpadeaba en su móvil y torció la boca antes de contestar. Su cliente intentaba ocultar su número, como si eso pudiera cambiar el hecho de que él conocía su identidad.
—¿Diga? —Orión fingió desconocer quién le llamaba.
—Vi las noticias de anoche. —La educada voz de su cliente rezumaba sarcasmo—. Al parecer varios automovilistas presenciaron un secuestro frustrado en la interestatal. Las cámaras del paso elevado de la carretera mostraron lo ocurrido con todo lujo de detalles.
Orión hizo una mueca.
—Nadie puede identificarme. Me he asegurado de ello.
—No me importa si pueden identificarte o no —resopló su cliente, furioso—. Has fracasado.
—El novio de la víctima tenía un arma —le espetó Orión—. Se te olvidó informarme de que se acostaba con un condenado SEAL. Llegar hasta ella ahora no es fácil.
¿Qué demonios sabía ese hijo de perra de su trabajo? Sólo quería resultados inmediatos; no comprendía que un asesinato perfecto implicaba planificar hasta el último detalle. No era un trabajo que pudiera improvisarse de la noche a la mañana.
—Ni siquiera un perro se tiraría a esa repugnante perra —escupió su cliente—. Tiene que ser un guardaespaldas o algo por el estilo. Te has delatado.
Orión sonrió burlonamente ante la acusación.
—Yo nunca me delato, amigo, y lo sabes muy bien. Créeme, es su novio.
Sólo había tenido que verlos juntos para saber que eran amantes. Amantes recientes. Ella todavía era tímida con él, todavía vacilaba, pero, definitivamente, se acostaba con él.
—Es amigo del antiguo equipo de los SEALs de Durango —le explicó—. Pillarlos desprevenidos será casi imposible ahora, y todo por tu culpa. Te dije que era demasiado pronto para actuar. Que había que seguir mis planes. Y eso es lo que haré de ahora en adelante.
Un furioso silencio inundó la línea. Orión conocía bien a su interlocutor y sabía que no toleraría otro fracaso.
—Escúchame bien, Orión —le espetó su cliente al cabo de unos segundos—. Si esa perra recuerda quién soy antes de que acabes con ella, haré un trato con cualquier agencia que intente arrestarme. Mi reputación y mi vida ya no valdrán nada, pero me aseguraré de que tu identidad quede al descubierto. Les daré la llave y la localización de mi caja de seguridad, y tú serás hombre muerto. ¿Ha quedado claro?
Orión se puso rígido. Estaba harto de aquella amenaza, de que la información que tenía aquel hombre pusiera en riesgo todo lo que tenía.
En cierta ocasión había cometido el error de creer en la amistad de su cliente, un error que llevaba años pagando muy caro. Había ocurrido hacía mucho tiempo, en una de sus primeras misiones con la CIA. Al científico con el que estaba trabajando le gustaban las jovencitas y, por desgracia, una de ellas había amenazado con denunciarle.
Orión se había encargado de ella de una manera que había apartado cualquier sospecha sobre su amigo. Pero el científico había querido observar y Orión cedió, sin tener ni idea de que había una cámara oculta inmortalizando el acontecimiento.
Habían pasado más de dos décadas desde entonces; sin embargo, Orión sabía que sus rasgos no habían cambiado mucho en ese tiempo. Había envejecido, pero podrían identificarle fácilmente con los programas informáticos de envejecimiento que existían en la actualidad.
Iba a tener que encontrar la manera de recuperar aquella maldita prueba, y luego tendría que matar a su cliente. Aquel hijo de perra se estaba volviendo demasiado arrogante para su gusto.
—Dejemos las cosas claras —dijo Orión finalmente—. Acepté el trabajo. —En realidad no había tenido otra opción—. Te dije que la mataría antes de que ella recordara nada, y así será.
—Asegúrate de ello —bramó su cliente—. Si no lo haces, te delataré a tus superiores.
La línea quedó muerta y Orión rechinó los dientes furioso mientras arrojaba el teléfono a un lado de la cama. Lanzó una mirada furiosa a su pie. La bala le había roto un hueso y ahora tenía un condenado agujero. Estaba herido y cabreado.
Alargó la mano hacia el bote de analgésicos que su intermediario le había proporcionado, se tragó un par con agua y luego volvió a dejar caer la cabeza contra la almohada.
Respiró hondo para tranquilizarse y decidió que permanecería oculto una semana, quizá dos. Si esa perra no había recordado nada hasta ahora, entonces existían muchas posibilidades de que no lo hiciera durante el tiempo que su pie tardase en curarse. Puede incluso que aquello ayudase a que el novio SEAL de la chica bajara la guardia.
Orión frunció el ceño al pensar en él. Era un individuo bastante atractivo, por lo que había podido observar.
Había estudiado las fotografías que había sacado de ____ Clay antes y después de que el SEAL hubiera aparecido en escena. Las últimas imágenes eran diferentes. Su novio había sacado a la luz algo que Orión no había esperado... algo que la hacía parecer distinta.
¿Quién demonios era él?
Joe Jonas era sólo un nombre. Un SEAL, según la información que había recabado. Tenía treinta y dos años, y los diez últimos los había pasado en Oriente Medio. Al parecer resultó herido en una misión y ahora disfrutaba de un permiso indefinido por razones médicas.
Su hoja de servicio no era exactamente perfecta. A Joe Jonas le gustaba actuar por su cuenta y no era dado a seguir órdenes de sus superiores. Se había escapado por los pelos de un consejo de guerra.
Había nacido en América. Sus padres estaban muertos y no tenía hermanos. Poseía una buena línea de crédito y sólo debía algunos recibos del coche que Orión había saboteado. Tenía una cuenta corriente saneada y un apartamento en Atlanta. Nada interesante. Era el típico vecino de al lado y eso molestaba mucho a Orión.
Pero parte de la información era esperanzadora. A Joe Jonas le gustaba la vida nocturna y frecuentaba clubs a menudo. Seguramente pensaría que podría proteger a la mujer durante el trayecto a algún local de copas cuando salieran.
Orión tamborileó los dedos contra la pierna cuando los analgésicos comenzaron a surtir efecto. ____ Clay sería más fácil de secuestrar entonces. Él sólo tendría que seguirlos y esperar. Vigilar. Y cuando el señor Jonas comenzara a salir con su nueva amante, Orión podría actuar.
Funcionaría, se aseguró a sí mismo mientras comenzaba a quedarse adormilado por la medicación. Sólo había que tener un poco de paciencia, y él tenía de sobra.
Giró la cabeza y se fijó en una fotografía de ____ Clay. La había tomado en el centro comercial, cuando ella estaba paseando con su nuevo amante. Para la mente obnubilada por los analgésicos de Orión, la tímida sonrisa de la joven, el destello luminoso de sus ojos azules y la inocencia de su expresión traspasaron el papel.
Pensó que era hermosa, y luego frunció el ceño. Era la mirada en sus ojos lo que siempre le molestaba, y justo en ese momento comprendió por qué.
Ariela Abijah. Seis años antes. La agente del Mossad se había negado a suplicar. Era el único de sus trabajos que siempre lo había obsesionado. La joven le recordaba a Ariela. Poseía fuerza. Valor. Era una superviviente, una luchadora, y estaba rodeaba de un aura de dignidad que pocas mujeres poseían. Y por un momento, por segunda vez en su vida, Orión sintió pena.
¡Hola chicas!
Perdón por la tardanza, la universidad u.u
Bueno, aquí les dejo este capítulo
Cuando pueda, subo más :D
Besos
Natuu!!
—Jordan —contestó.
—Necesitamos un piso franco —dijo Joe al otro lado del teléfono. Su voz estaba cargada de pesar y algo más que hizo que el comandante esbozara una mueca—. Quiero alejarla de todo esto. Podemos convencer a Orión de que la mantengo encerrada en el apartamento y obligarlo a que actúe. La quiero fuera de la misión.
Jordan se pasó la mano por la cara.
—Eso es lo que pensó el FBI hace cinco años, cuando averiguaron que tenía como objetivo a la mujer de un senador. Orión mató al agente y a los guardaespaldas que la protegían, y ella acabó con las muñecas cortadas. Lo sabes tan bien como yo.
—El FBI no sabía con quién estaba tratando —replicó Joe—. La quiero fuera de esto ya.
—No hablas tú, sino tus emociones —adujo Jordan con calma—. No puedes dejar que tus sentimientos se interpongan en la misión.
El comandante era consciente de que Tehya estaba sentada en silencio en el sofá frente a él y de que lo observaba atentamente.
—¿Vas a joderme en esto, Jordan? —la voz de Joe era oscura y peligrosa.
En otro momento, el comandante no hubiera dudado en sacarle de la misión. Era él quien estaba al mando, no Joe. Pero en este caso, tenía el presentimiento de que ____ tendría mucho más que decir al respecto que el propio Jordan.
Había visto la mirada de la joven en la reunión con los abogados. Era mucho más fuerte de lo que pensaban. ____ había querido conocer los riesgos y sopesarlos, y Jordan creía que ella no estaría de acuerdo con lo que Joe proponía.
—Ya lo discutiremos —decidió finalmente—. Me pasaré por ahí esta tarde. Le preguntaremos a ____ qué le parece la idea y si está dispuesta a ir al piso franco. No podemos obligarla, recuérdalo.
—Irá —afirmó Joe con voz gélida antes de cortar la comunicación.
Jordan cerró el móvil y se apoyó en la mesa, observando los vídeos de seguridad con aire pensativo.
—Joe tiene un punto débil —comentó Tehya en voz baja—. No lo previste, ¿verdad, general Malone?
Jordan le dirigió una mirada gélida. No era general, y Tehya lo sabía perfectamente.
—Lo superará. —Se encogió de hombros aunque conocía la realidad. Había visto los ojos de su agente en la limusina, había sido consciente de cómo abrazaba a ____. Joe estaba perdido. Tan atrapado en sus sentimientos por ____ que no daría su brazo a torcer.
—¿Lo superará? —preguntó Tehya, enrollándose en un dedo un largo mechón de pelo rojizo—. Uno no supera el amor, Jordan. Uno no se enamora o desenamora a voluntad.
—No está enamorado, sólo quiere acostarse con ella —replicó Jordan, a pesar de saber que no era así.
—No crees en el amor, ¿verdad? —La suave risa de Tehya estaba teñida de burla.
—No. —Creía en el instinto de posesión, en la lujuria. Y se decía a sí mismo que eso era lo que le estaba ocurriendo a Joe. Un exceso de lujuria.
—Entonces explícame lo que le sucede a Noah —lo desafió.
—Noah es un Malone. La locura corre a veces por la sangre de nuestra familia.
Noah era sobrino de Jordan, y también uno de los mejores agentes del equipo. Poco tiempo atrás, había reclamado a la que antes había sido su esposa y recuperado el alma que Jordan había creído que había perdido para siempre.
—Pero aunque seas un Malone, tú no tienes que cargar con esa herencia, ¿verdad? —inquirió Tehya.
Él no apartó la mirada de los monitores de vigilancia.
—¿Acaso me has visto alguna vez mostrar síntomas de locura? — inquirió en vez de responder a su pregunta.
—No, Jordan, nunca —susurró ella.
—Ahí tienes tu respuesta.
Ahora tenía que pensar en cómo convencer a Joe de que tampoco era un demente. Porque sin duda alguna, Joe estaba cayendo en una oscura espiral de emociones de la que los hombres no parecían recuperarse nunca.
«¿Amor? Y una mierda», pensó. Quizá él mismo debería volarle la cabeza al israelí, porque sin duda alguna iba a perderla antes de que terminara la misión. Y que Dios los ayudara a todos si ____ no sobrevivía al siguiente ataque de Orión.
—Sí. —Se puso en pie de forma que sus largas y magníficas piernas ocuparan la visión periférica de Jordan mientras su voz resonaba con rabia—. Responde a mi condenada pregunta. Buenas noches, jefe.
Jordan no dijo nada. No se permitió seguirla con la mirada, pero le costó lo suyo. Si alguna mujer había sido creada para ser un punto débil, ésa, sin duda, era Tehya. Y Jordan se había jurado a sí mismo que él nunca tendría una debilidad.
Por primera vez en su vida, Joe supo que su corazón estaba en peligro. Clavando los ojos en la tenue luz del amanecer que se filtraba a través de las cortinas, sintió que se le encogía el pecho ante las emociones que lo desbordaban y que no estaba seguro de poder afrontar.
Acurrucada cómodamente contra su pecho, ____ continuaba durmiendo, agotada y saciada. Su cuerpo se amoldaba al suyo, suave donde él era duro, tierno donde él era rudo.
Le deslizó la mano por la espalda desnuda permitiéndose disfrutar de su calidez y su piel suave. Como si nunca antes hubiera tocado el cuerpo de una mujer, se entregó al lujo de esas sensaciones. Quería memorizar cada curva de su cuerpo, y tuvo que recordarse a sí mismo que los muertos no sueñan.
Era una de las reglas del equipo.
Los muertos no hablan.
Los muertos no sueñan.
Los muertos no aman.
Los muertos no tienen familia.
Los muertos no tienen recuerdos.
Los muertos no pueden, en definitiva, tener puntos débiles.
Pero Joe tenía una debilidad. Una debilidad pequeña, hermosa y apasionada que podía convertirse en la destrucción de su alma.
Una vez, hacía mucho tiempo, Joe se había preguntado si llegaría a establecerse, si ser amante y marido formaría parte de su futuro. Pero eso había sido antes de desobedecer la orden de los jefes del Mossad. Una orden que decía que Orión estaba prohibido. Que cualquier investigación sobre su identidad había sido suspendida.
Esa orden había llegado unas semanas después de la muerte de la madre de Joe. Una orden que ni Joe ni su padre habían acatado, y cuya desobediencia los había llevado a ambos a la muerte.
Su padre murió a manos de un terrorista suicida.
Joe, o David, como se llamaba entonces, murió cuando la bala de Orión le rozó la sien y cayó por la borda de aquel carguero en el que había seguido al asesino a sueldo.
David Abijah había sido traicionado por los suyos. Había cometido el error de comunicar la posición de Orión y pedir refuerzos; y finalmente había sido Orión el que lo había encontrado a él.
Ahora, Orión amenazaba a la mujer que se había abierto camino en el corazón de Joe, un corazón que él no había creído que tuviera.
«Los muertos no tienen debilidades», se recordó a sí mismo. Estaba muerto, formaba parte de una unidad de Operaciones de Élite que sólo existía en las sombras, que llevaba a cabo oscuras misiones al margen de cualquier gobierno.
David Abijah ya no existía. La identidad de Joe Jonas podía ser destruida en cualquier momento y ser sustituida por una nueva. Una relación, en especial un matrimonio o una familia, no sobreviviría a esa presión.
Levantó la mano para acariciar el pelo de ____, apretando los dientes ante la sedosa calidez de los espesos mechones. Nadie, ninguna otra mujer, había resultado tan cálida entre sus brazos, ni tan perfecta.
—Nunca me habían abrazado así. —La voz femenina era suave como el amanecer, un susurro temeroso que hizo que Joe parpadeara para eliminar la extraña y repentina humedad de sus ojos.
Su ____ jamás había sido abrazada por un amante y, sin embargo, había nacido para que un hombre la protegiera y la quisiera.
—Es un honor haber sido el primero —le aseguró al tiempo que le hacía alzar el rostro hacia él.
La sonrisa que apareció en los labios de ____ reflejó un manifiesto escepticismo.
—No soy precisamente guapa, Joe.
Él frunció el ceño ante esa declaración.
—Eso no es cierto, ____. Eres la mujer más atractiva que he conocido. ¿Cómo explicas si no que esté siempre duro por ti? Apenas puedo caminar sin que mi polla me torture.
Algo brilló en los ojos de ____. Un deseo velado, quizá un pequeño indicio de que comenzaba a considerarse hermosa.
—Tú no eres como el resto de los hombres —respondió con un deje de diversión—. Así que no cuentas.
—Mi opinión es la única que cuenta. —La abrazó con más fuerza mientras apretaba su polla contra la unión de los sedosos muslos de ____—. Mi polla es la única que importa, porque es la única que hay en esta cama.
—Eso es cierto —convino ella—. Sólo tú.
____ acabaría con su cordura antes de que todo eso terminara, estaba seguro de ello.
—Recuérdalo, ____. —Cerró la mano sobre su pelo—. En el futuro, cuando tengas otro amante, recuerda que tu belleza no tiene igual. Es un reflejo de tu alma, fuerte y sabia. Recuérdalo porque quienquiera que esté contigo verá lo mismo que yo veo.
Pensar en que ella tendría otro amante lo enfurecía. Tendría que mantenerse alejado de Atlanta, se dijo a sí mismo. No podría volver a la ciudad sin comprobar cómo estaba, ni controlar su furia si la veía con otro hombre.
—Cuándo tenga otro amante... —repitió la joven pensativamente—. Entonces ¿no piensas quedarte durante un tiempo?
Joe escuchó que ____ contenía el aliento y percibió claramente la tensión que atravesó su cuerpo cuando lo miró.
—No me necesitarás cuando estés a salvo. —Mantuvo un tono neutro, sin permitir que el pesar que clavaba sus furiosas garras en su alma se reflejara en sus rasgos. No podía decirle que se alejaría de ella para siempre, todavía no. No podía obligarse a expulsar las palabras de sus labios.
—Ya entiendo. —Se quedó inmóvil contra él. Joe no sintió que se hubiera enfurecido ni que estuviera dolida. Parecía totalmente serena; lo que sea que ____ estuviera sintiendo lo ocultó a la perfección.
Eso le enfureció.
La joven volvía a encerrarse en sí misma, incluso más que él. Contenía las emociones en su interior de tal manera que Joe no podía acceder a ellas.
—¿Qué es lo que entiendes? —Fue incapaz de evitar hacerle aquella pregunta.
—Que tendré que disfrutar del tiempo que nos queda juntos —dijo con suavidad, a pesar de que sentía que algo se estaba rompiendo muy dentro de sí—. De la forma que quieras pasar ese tiempo.
La joven se había dicho durante la última semana que Joe no significaba nada para ella y que no se quedaría mucho tiempo.
Había sabido desde el principio que Joe se marcharía una vez que Orión fuera detenido. Pero quizá una parte de ella esperaba lo contrario. Una parte que no había querido reconocer hasta ese momento.
Sobreviviría a la marcha de Joe, se dijo. Sin embargo, supo que se estaba mintiendo a sí misma incluso antes de que finalizara aquel pensamiento.
—Sé cómo quiero pasar ese tiempo contigo —susurró él en su oído con su acento del desierto. Era raro que se le escapara esa fluida cadencia que acariciaba los sentidos de la joven.
____ se estremeció ante el sonido, ante la repentina tensión del cuerpo masculino.
Temblando, se humedeció los labios aunque sabía que no había razón para que estuviera nerviosa. No debería estarlo. Joe la había tocado muchas veces, la había poseído hacía tan sólo unas horas, le había mostrado la belleza y el placer de sus caricias, apartando con ellas los dolorosos recuerdos del pasado.
Alzó la cabeza y abrió los labios para recibir su beso, dejando que el ardor que le provocaban sus caricias la inundara.
Aún no estaba acostumbrada al cuerpo de Joe, se dijo cuando la firme mano masculina se posó en su pecho, excitándola y haciendo que su corazón se desbocara. Quizá después de unas semanas sus labios no le robarían el aliento cada vez que la besara.
¿O sí?
Un gemido escapó de su garganta y no pudo evitar moverse sensualmente contra él al sentir la palma de Joe en el seno, y cómo le apretaba la tensa cima del pezón entre el pulgar y el índice.
No había nada mejor que perderse en la magia con que Joe la envolvía. Las sensaciones todavía la asustaban un poco, como si aquel tipo de placer estuviera prohibido para ella y sólo pudiera disfrutar de él durante unos instantes robados.
—Mi ____ —susurró él sobre sus labios mientras la hacía rodar sobre su espalda y se inclinaba sobre ella.
Joe sólo era una oscura silueta encima de ella, iluminado por la trémula luz del amanecer que se filtraba por las gruesas cortinas que cubrían la ventana. Una sombra cálida que le daba vida.
Decía que era suya y sin embargo hablaba de dejarla.
Pero ahora estaba allí. ____ podía aprenderse de memoria su sabor y el tacto de su piel. Podía dejar que el rápido latir del corazón de Joe se acompasara al de ella, la tranquilizara.
—Tuya. —____ no pudo contener la palabra cuando él le acarició el cuello con los labios y empezó a crear un ardiente sendero hasta su pecho—. Joe —suspiró, arqueándose hacia él al sentir que le rozaba el pezón con la lengua—. Acaríciame.
Le encantaban sus caricias. El tacto de aquellas fuertes manos tomando posesión de su cuerpo, separándole los muslos. El roce del vello masculino contra su piel sensible; sus labios, sus dientes y su lengua atormentando la dura cima de su pecho.
—Adoro acariciarte, ____. —Joe levantó la cabeza con sus oscuros ojos brillando en la penumbra. Un lujurioso y placentero brillo que provocaban diminutos escalofríos en la espalda de la joven.
Joe la deseaba. Podía sentirlo.
Su polla presionó contra la unión de sus muslos, hasta que ella abrió aún más las piernas para darle acceso a su cuerpo.
—Eres tan hermosa... —Le acunó los pechos con las manos y los alzó para que ella los viera—. Estos preciosos y dulces pezones están duros y tensos por mí, ____.
La joven lo miró a los ojos y le temblaron las manos cuando se aferró a sus brazos. La expresión de Joe era de intenso placer, como si tocarla fuera más que un acto sexual.
Sabía que se estaba engañando a sí misma, pero no le importó. Había vivido sin caricias y sin emociones durante tanto tiempo que necesitaba esa ilusión. Necesitaba sentir que ella era más que un cálido cuerpo dispuesto a tener sexo con él.
—____, me vuelves loco —gimió él, incorporándose un poco. Se agarró la base de la polla y empezó a deslizarla por los sedosos y resbaladizos pliegues del sexo de la joven.
____ gimió ante el placer renovado, consciente de que su cuerpo se humedecía aún más para recibirlo, anticipándose a su penetración.
Con los ojos muy abiertos y la respiración jadeante resonando en el silencio de la habitación, observó cómo él acercaba su miembro a la ceñida entrada a su cuerpo.
Le dolía. Una ardiente necesidad estalló entre sus muslos al recibir aquellos lentos y tensos envites. Inclemente, Joe le sujetó firmemente las caderas y las alzó hacia su pelvis para penetrarla más profundamente.
La sensación del enorme y cálido glande en su interior era exquisita. Los músculos internos de ____ se abrían para él, rodeando aquel rígido miembro que rozaba terminaciones nerviosas que habían permanecido ocultas hasta que lo conoció. Ahora estaban excitadas, palpitantes de necesidad y sensibles a cada caricia que incrementaba sus gemidos de placer.
Ávida, ____ se arqueó contra él observando cómo su erección entraba en ella y se retiraba con sus propios jugos brillando en su carne antes de volver a penetrarla de nuevo.
Él se meció contra ella. La llenó hasta que quedó colmada, sólo para convencerla de que su cuerpo podía tomar mucho más, de que podía abrirse aún más para él.
—¿Sabes lo hermosa que eres, ____? —gimió Joe con la voz cargada de lujuria—. Quiero colocarte ante un espejo. Quiero que veas tu cara mientras penetro tu pequeño coño. El más estrecho que he tenido. —Su voz, cargada de tensión y placer, incrementó el fuego que ardía en las entrañas de ____—. Quiero que veas lo hermosa que eres.
La joven se agitaba, se estremecía de placer sin dejar de mirarlo a la cara, a los ojos. La trémula luz del amanecer que comenzaba a colarse entre las ranuras de las persianas y las cortinas que cubrían la ventana, parecía adorar la cara de Joe, los ángulos y músculos de su tenso cuerpo.
Con los ojos clavados en él, abrió los labios luchando por respirar, sintiendo sus caricias como un regalo que nunca había esperado recibir. Joe le daba su pasión, su deseo, el cobijo de sus brazos. La hacía confiar en sí misma.
Clavando los talones en la cama a ambos lados del cuerpo masculino, comenzó a gemir y a moverse al compás de sus lentas penetraciones. Aquellas lentas embestidas la mataban. Necesitaba más. Estaba cerca del orgasmo, muy cerca. Si la poseyera con más fuerza, con mayor profundidad, podría llegar al clímax sin tener que luchar contra ese velo oscuro que amenazaba con engullirla, que nublaba sus sentidos hasta el punto de que se sentía flotar fuera de su cuerpo.
El deseo la desbordaba por completo, obligándola a deslizar la mano entre sus cuerpos, a buscar con los dedos desesperadamente su atormentado e hinchado clítoris mientras él la observaba.
—Eres una chica mala, ____ —jadeó Joe—. No tienes permiso para hacer trampa, cariño.
Pero no la detuvo. Al contrario. Hundió los dedos en sus caderas y aumentó el ritmo con una mueca torcida. Tensó los muslos, y los duros abdominales se cubrieron de sudor mientras embestía con más fuerza en el interior de la joven, esclavizándola con su invasión.
____ gemía con abandono. Jamás había imaginado que podría estar en la cama con Joe de aquella forma, acariciarse mientras él bombeaba en su interior, o la intensidad de las salvajes sensaciones eróticas que fluían salvajemente por sus venas.
Sin dejar de arquearse contra él, se acarició más rápido el clítoris bajo la atenta mirada masculina. No podía luchar contra las exigencias de su cuerpo. No podía combatir contra la espiral de sensaciones que se cernió sobre ella, que le inundó la mente cuando el intenso placer se convirtió en un infierno. Aceleró la caricia de sus dedos sobre el clítoris y de pronto todo pareció estallar a su alrededor. Agónicos jadeos escaparon de sus labios y las fuertes contracciones de sus músculos internos presionaron el miembro de Joe e incrementaron el aniquilador orgasmo. La oscuridad la atrapó, y por unos instantes pareció perder la consciencia.
El agudo jadeo que salió de los labios de Joe atravesó entonces su embotado cerebro.
Apoyándose en los codos, él comenzó a mover las caderas con mayor rapidez, embistiéndola con furia y dureza y provocándole un segundo orgasmo casi brutal. Con los músculos tensos y soltando una dura maldición, Joe la penetró una última vez y permaneció palpitando en su interior al tiempo que cálidos chorros de semen la inundaban proclamándola como suya.
____ estuvo segura de que había dejado de respirar durante unos largos y cegadores segundos, pues estaba sin aliento cuando la realidad comenzó a filtrarse en su mente de nuevo. Se aferró a él, rodeándolo con brazos y piernas, mientras Joe se estremecía con violencia.
Lentamente, la tensión abandonó el cuerpo de la joven, y sus piernas cayeron laxas en la cama, aunque siguió rodeando a Joe con los brazos, esperando que él se quedara allí unos segundos más. Que la cubriera y le dejara recrearse en aquella falsa sensación de haber encontrado su hogar.
Sentía que pertenecía a ese lugar, entre sus brazos, aunque sabía que no era real. ____ jamás había pertenecido a ningún sitio.
Orión clavó los ojos en el número que parpadeaba en su móvil y torció la boca antes de contestar. Su cliente intentaba ocultar su número, como si eso pudiera cambiar el hecho de que él conocía su identidad.
—¿Diga? —Orión fingió desconocer quién le llamaba.
—Vi las noticias de anoche. —La educada voz de su cliente rezumaba sarcasmo—. Al parecer varios automovilistas presenciaron un secuestro frustrado en la interestatal. Las cámaras del paso elevado de la carretera mostraron lo ocurrido con todo lujo de detalles.
Orión hizo una mueca.
—Nadie puede identificarme. Me he asegurado de ello.
—No me importa si pueden identificarte o no —resopló su cliente, furioso—. Has fracasado.
—El novio de la víctima tenía un arma —le espetó Orión—. Se te olvidó informarme de que se acostaba con un condenado SEAL. Llegar hasta ella ahora no es fácil.
¿Qué demonios sabía ese hijo de perra de su trabajo? Sólo quería resultados inmediatos; no comprendía que un asesinato perfecto implicaba planificar hasta el último detalle. No era un trabajo que pudiera improvisarse de la noche a la mañana.
—Ni siquiera un perro se tiraría a esa repugnante perra —escupió su cliente—. Tiene que ser un guardaespaldas o algo por el estilo. Te has delatado.
Orión sonrió burlonamente ante la acusación.
—Yo nunca me delato, amigo, y lo sabes muy bien. Créeme, es su novio.
Sólo había tenido que verlos juntos para saber que eran amantes. Amantes recientes. Ella todavía era tímida con él, todavía vacilaba, pero, definitivamente, se acostaba con él.
—Es amigo del antiguo equipo de los SEALs de Durango —le explicó—. Pillarlos desprevenidos será casi imposible ahora, y todo por tu culpa. Te dije que era demasiado pronto para actuar. Que había que seguir mis planes. Y eso es lo que haré de ahora en adelante.
Un furioso silencio inundó la línea. Orión conocía bien a su interlocutor y sabía que no toleraría otro fracaso.
—Escúchame bien, Orión —le espetó su cliente al cabo de unos segundos—. Si esa perra recuerda quién soy antes de que acabes con ella, haré un trato con cualquier agencia que intente arrestarme. Mi reputación y mi vida ya no valdrán nada, pero me aseguraré de que tu identidad quede al descubierto. Les daré la llave y la localización de mi caja de seguridad, y tú serás hombre muerto. ¿Ha quedado claro?
Orión se puso rígido. Estaba harto de aquella amenaza, de que la información que tenía aquel hombre pusiera en riesgo todo lo que tenía.
En cierta ocasión había cometido el error de creer en la amistad de su cliente, un error que llevaba años pagando muy caro. Había ocurrido hacía mucho tiempo, en una de sus primeras misiones con la CIA. Al científico con el que estaba trabajando le gustaban las jovencitas y, por desgracia, una de ellas había amenazado con denunciarle.
Orión se había encargado de ella de una manera que había apartado cualquier sospecha sobre su amigo. Pero el científico había querido observar y Orión cedió, sin tener ni idea de que había una cámara oculta inmortalizando el acontecimiento.
Habían pasado más de dos décadas desde entonces; sin embargo, Orión sabía que sus rasgos no habían cambiado mucho en ese tiempo. Había envejecido, pero podrían identificarle fácilmente con los programas informáticos de envejecimiento que existían en la actualidad.
Iba a tener que encontrar la manera de recuperar aquella maldita prueba, y luego tendría que matar a su cliente. Aquel hijo de perra se estaba volviendo demasiado arrogante para su gusto.
—Dejemos las cosas claras —dijo Orión finalmente—. Acepté el trabajo. —En realidad no había tenido otra opción—. Te dije que la mataría antes de que ella recordara nada, y así será.
—Asegúrate de ello —bramó su cliente—. Si no lo haces, te delataré a tus superiores.
La línea quedó muerta y Orión rechinó los dientes furioso mientras arrojaba el teléfono a un lado de la cama. Lanzó una mirada furiosa a su pie. La bala le había roto un hueso y ahora tenía un condenado agujero. Estaba herido y cabreado.
Alargó la mano hacia el bote de analgésicos que su intermediario le había proporcionado, se tragó un par con agua y luego volvió a dejar caer la cabeza contra la almohada.
Respiró hondo para tranquilizarse y decidió que permanecería oculto una semana, quizá dos. Si esa perra no había recordado nada hasta ahora, entonces existían muchas posibilidades de que no lo hiciera durante el tiempo que su pie tardase en curarse. Puede incluso que aquello ayudase a que el novio SEAL de la chica bajara la guardia.
Orión frunció el ceño al pensar en él. Era un individuo bastante atractivo, por lo que había podido observar.
Había estudiado las fotografías que había sacado de ____ Clay antes y después de que el SEAL hubiera aparecido en escena. Las últimas imágenes eran diferentes. Su novio había sacado a la luz algo que Orión no había esperado... algo que la hacía parecer distinta.
¿Quién demonios era él?
Joe Jonas era sólo un nombre. Un SEAL, según la información que había recabado. Tenía treinta y dos años, y los diez últimos los había pasado en Oriente Medio. Al parecer resultó herido en una misión y ahora disfrutaba de un permiso indefinido por razones médicas.
Su hoja de servicio no era exactamente perfecta. A Joe Jonas le gustaba actuar por su cuenta y no era dado a seguir órdenes de sus superiores. Se había escapado por los pelos de un consejo de guerra.
Había nacido en América. Sus padres estaban muertos y no tenía hermanos. Poseía una buena línea de crédito y sólo debía algunos recibos del coche que Orión había saboteado. Tenía una cuenta corriente saneada y un apartamento en Atlanta. Nada interesante. Era el típico vecino de al lado y eso molestaba mucho a Orión.
Pero parte de la información era esperanzadora. A Joe Jonas le gustaba la vida nocturna y frecuentaba clubs a menudo. Seguramente pensaría que podría proteger a la mujer durante el trayecto a algún local de copas cuando salieran.
Orión tamborileó los dedos contra la pierna cuando los analgésicos comenzaron a surtir efecto. ____ Clay sería más fácil de secuestrar entonces. Él sólo tendría que seguirlos y esperar. Vigilar. Y cuando el señor Jonas comenzara a salir con su nueva amante, Orión podría actuar.
Funcionaría, se aseguró a sí mismo mientras comenzaba a quedarse adormilado por la medicación. Sólo había que tener un poco de paciencia, y él tenía de sobra.
Giró la cabeza y se fijó en una fotografía de ____ Clay. La había tomado en el centro comercial, cuando ella estaba paseando con su nuevo amante. Para la mente obnubilada por los analgésicos de Orión, la tímida sonrisa de la joven, el destello luminoso de sus ojos azules y la inocencia de su expresión traspasaron el papel.
Pensó que era hermosa, y luego frunció el ceño. Era la mirada en sus ojos lo que siempre le molestaba, y justo en ese momento comprendió por qué.
Ariela Abijah. Seis años antes. La agente del Mossad se había negado a suplicar. Era el único de sus trabajos que siempre lo había obsesionado. La joven le recordaba a Ariela. Poseía fuerza. Valor. Era una superviviente, una luchadora, y estaba rodeaba de un aura de dignidad que pocas mujeres poseían. Y por un momento, por segunda vez en su vida, Orión sintió pena.
¡Hola chicas!
Perdón por la tardanza, la universidad u.u
Bueno, aquí les dejo este capítulo
Cuando pueda, subo más :D
Besos
Natuu!!
Natuu!
Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
jajaja cap a fin!
ayyyyy joe enserio ama a ala rayis
y orien le parece linda la rayis??
que miedo :/
siguelaaaaaaaaaaaa
ayyyyy joe enserio ama a ala rayis
y orien le parece linda la rayis??
que miedo :/
siguelaaaaaaaaaaaa
andreita
Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
awww me encanta Joe
Es tan lindo
Lo amo!!!!!!!!!
Siguela!!!!
Es tan lindo
Lo amo!!!!!!!!!
Siguela!!!!
aranzhitha
Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
Espero que Orion lo mate y luego no mate a la mujer. SIGUELA
Joe no se puede ir/morir/o nada que termine mal. SIGUELA
Joe no se puede ir/morir/o nada que termine mal. SIGUELA
Creadora
Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
ya quiero saber quien es el tipo que quiere muerta la rayis!!!
tienes uqe segurla mujer por favor!!!!
tienes uqe segurla mujer por favor!!!!
Julieta♥
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