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"Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
Nueva lectora! Me encanta esta novela, esta diferente por lo del polvo de afrodita y eso. Joseph es ldfjdsljflsdalsskalfjsal
SIGUELA
SIGUELA
Creadora
Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
Diez
—Tengo que ir a casa de mi abuela —anunció ____ a la mañana siguiente, intentando romper el incómodo silencio que se había instalado entre ellos. Acababa de lavar los platos del desayuno y quería salir del apartamento como fuese.
—¿Por qué? —Joe arqueó una ceja y la observó atentamente desde el sillón.
Aquel hombre exudaba arrogancia por todos sus poros, concluyó ____ devolviéndole la mirada. Y también era condenadamente sexy. La camisa de algodón azul que se había puesto no ocultaba el poderoso pecho que cubría, y los vaqueros y las botas lo hacían parecer demasiado masculino, demasiado viril.
—Me gustaría verla para poder tranquilizarla, eso es todo —le explicó ella—. Sé que está sufriendo por mí.
—¿Y por qué no viene tu abuela aquí? —sugirió él, deslizando la mirada por el cuerpo de ____.
Siempre hacía eso. La examinaba con aquellos ojos que brillaban con un propósito que ella no entendía, pero que su cuerpo parecía conocer a la perfección. ____ casi suspiró al sentir que una oleada de deseo la recorría por entero.
—Tengo que ir a su casa, Joe. No voy a discutirlo. Es un trayecto corto y deberías ser capaz de arreglarlo.
—Acércate aquí y lo discutiremos. —Se palmeó el regazo mientras miraba a la joven con una chispa de diversión—. Quizás puedas convencerme.
____ parpadeó sorprendida. ¿Estaba bromeando con ella?
—No hay nada que discutir —dijo con rigidez, obligándose a no cerrar los puños al tiempo que luchaba contra la necesidad de hacer lo que le pedía.
—Lo cierto es que esa visita me parece arriesgada —reflexionó él, palmeándose la recia pierna de nuevo. Sus ojos brillaban con una provocativa mezcla de risa y lujuria—. Siéntate aquí y hablaremos de ello.
—Deja de jugar conmigo, Joe —le exigió, nerviosa—. La situación ya es difícil de por sí, no hace falta complicarla aún más.
No podía manejar a un hombre como Joe, decidió. Obviamente, era más exigente en su sexualidad de lo que ella había escuchado que eran los hombres. ¿Qué había sucedido con aquello de aquí-te-pillo-aquí-te-mato? ¿Cuándo habían cambiado las reglas?
—Me gustan las complicaciones, ____. Hacen la vida más interesante —bromeó él con suavidad—. Ahora, o te sientas aquí y me dejas mimarte un poco mientras me explicas esa necesidad tuya de escapar de la seguridad del apartamento, o seguimos como estamos.
—O bien me marcho y punto —gruñó ella, tensa—. Estoy segura de que tú y tus amigos no me dejaríais sin protección si decidiera irme por mi cuenta a ver a mi abuela.
—Tendrás que pasar por encima de mí para salir por esa puerta — le aseguró Joe—. ¿Cómo piensas hacer eso?
Con un bate de béisbol. Lamentablemente, ____ no tenía ninguno.
—Por favor, no lo hagas más difícil —le pidió, tratando de hablar con calma—. No resolveremos ni ganaremos nada si me siento en tu regazo para que puedas seguir atormentándome.
Él la miró de forma inquietante.
—Oh, ganaremos mucho, ____. Sólo para empezar, un gran placer. Orión desaparecerá de nuestras cabezas y estaremos mucho más relajados.
La joven bajó la mirada al regazo de Joe y tragó saliva.
Tenía una erección. Era imposible ocultarla. Las explicaciones del día anterior sobre por qué no se había corrido la noche que habían estado juntos tenían sentido, pero la mente de ____ seguía sin aceptarlas. Los nervios y el miedo le revolvían el estómago cada vez que pensaba en esa noche, cada vez que recordaba las oleadas de sensaciones contra las que había luchado.
La habían asustado. Sin embargo, el solo hecho de pensar en experimentarlas de nuevo le resultaba excitante y aterrador a la vez. Por desgracia, el miedo a volver a decepcionarle hacía que se contuviera. Saber que no podría controlar su cuerpo, que estaría indefensa ante la marea de sensaciones que la invadirían, la llenaba de pánico.
—Lo discutiremos aquí. —Se volvió a palmear el regazo—. O no salimos. Tú eliges.
Así que ella elegía. Qué ironía. ¿Acaso había tenido ella alguna posibilidad de elegir en toda aquella situación?
—Es una locura —susurró roncamente. Su mirada cayó de nuevo sobre la erección de Joe y sintió que la carne entre sus muslos palpitaba, que sus jugos mojaban los labios desnudos de su sexo bajo las nuevas bragas que él le había comprado.
Joe arqueó la ceja y sus ojos brillaron expectantes.
—¿Qué... —____ tragó saliva— qué vas a hacer?
—¿Qué me dejarás hacer? —le preguntó con una ligera sonrisa.
Un estremecimiento recorrió la espalda de la joven.
Joe observó cómo se le dilataban las pupilas, cómo el deseo le oscurecía los claros ojos azules, y tuvo que contener un gemido cuando su polla palpitó por la necesidad de volver a poseerla.
Esta vez podría hacer que fuera plenamente satisfactorio para ella. Se prometió a sí mismo que lo conseguiría, aunque no la poseyera por completo; era demasiado pronto. ____ todavía no estaba acostumbrada a sus caricias, a que memorizase sus curvas con las manos, ni a las necesidades que ardían entre ellos.
El cuerpo de una mujer era una delicada obra de arte. Había sido creado para el placer, para ser la mayor tentación de un hombre, para ser la fuerza que lo impulsaba y también su mayor debilidad.
Joe lucharía por proteger a ____ por todos los medios; daría la vida por mantenerla a salvo.
—Lo que yo te permitiera o no hacer, no viene al caso. Los dos sabemos que no funcionará.
—Esto no es cuestión de que funcione o no, cariño —señaló Joe, que se tensó al ver que ella estaba a punto de ceder—. Esto no es cuestión de sexo. Se trata de caricias, nada más. De conocer el cuerpo de tu amante, el tacto de su piel. ¿No te gustaría disfrutar de mis caricias, ____?
La joven abrió mucho los ojos y un profundo rubor inundó su piel. Un rubor que revelaba el fuego que recorría sus venas.
Joe conocía ese fuego. Conocía el calor de su apretado sexo, la rigidez de sus duros pezones, su sabor. ____ era un afrodisíaco para sus sentidos.
—Ven, ____ —susurró, tendiéndole la mano y calibrando la débil necesidad que reflejaban los ojos femeninos—. Ven a mí. Déjame darte placer.
La mano de la joven temblaba cuando la puso sobre la suya. Aquel ligero temblor tocó el corazón de Joe de una manera que no debería haberlo hecho. ____ nunca había conocido las caricias de un amante, excepto las suyas. Y tampoco conocía el poder de su sexualidad ni el efecto que tenía sobre él. ¿Se sorprendería ella si supiera cuánto lo excitaba?
—Ah, cariño. —La atrajo hacia sí, cogiéndola de las caderas y colocándole las piernas a ambos lados de las suyas hasta que quedó a horcajadas sobre él—. Así —susurró, sujetándola con suavidad y firmeza a la vez—. Adoro ver tu hermoso rostro cuando te toco, el rubor de tus mejillas. Observar cómo se te dilatan las pupilas. Te excito, ____, admítelo. —Su amplia sonrisa provocó otro destello de confusión en la expresión de la joven.
—Me asustas —confesó ____ al tiempo que él le colocaba un mechón rebelde tras la oreja—. No puedo controlar lo que me haces sentir, Joe.
Oh, sí, el control. Pero no había control posible cuando la lujuria se descontrolaba y los restos de la droga que todavía permanecían en su cuerpo le provocaban una turbadora excitación que la aterrorizaba. No quería suplicar ni humillarse ante él. El control era ahora lo que más le preocupaba.
—Bésame —musitó él, consciente de que ____ pensaba que todas sus reacciones se debían a la droga. Maldita droga. La joven tenía que aprender que el control no era necesario cuando no sólo su cuerpo necesitaba las caricias, sino también su corazón y su mente—. Haz cualquier cosa que desees, ____.
Joe observó el frenético latido del pulso en el cuello de la joven. Sólo pensar en tocarle provocaba una desgarradora respuesta en ella. Podía verlo, lo sentía en la tensión de los delgados muslos que descansaban sobre los suyos. ____ se moría por sus caricias, y él estaba tan ansioso por dárselas que se preguntó si sobreviviría a la espera.
Antes de contestar, ella se humedeció los labios con nerviosismo sin dejar de mirarlo.
—¿Y qué deseo? —Formuló la pregunta antes de que su mente tuviera la oportunidad de censurarla.
Joe deslizó las manos desde su torso a su cuello. Sintió el calor de su piel bajo los dedos, el latido de su pulso, el martilleo de su corazón.
—Quieres besarme.
—¿Me acariciarás mientras te beso, Joe? —inquirió, sabiendo que quería mucho más.
Su carne estaba tensa y dolorida. La necesidad de ser tocada era arrolladora. Le dolía. Y ese dolor era como una enfermedad, como una fiebre de la que no podía librarse.
—Te acariciaré cada vez que quieras, ____. Sólo tienes que decírmelo.
La joven sintió que las fuerzas la abandonaban. Estaba segura que habría caído al suelo si él no la estuviera sujetando. Puso las manos en los hombros de Joe y se aferró a sus duros músculos mientras inclinaba la cabeza.
Jamás había besado a nadie por iniciativa propia.
Joe permanecía sentado bajo ella con el cuerpo rígido, palpitando de poder y de masculinidad cuando los labios de la joven rozaron los suyos.
____ dejó escapar un breve suspiro, abrió ligeramente la boca y le acarició con la lengua la curva del labio inferior, degustando su cálido sabor a café.
Vacilante, ladeó la cabeza y presionó levemente su boca contra la suya, acariciándole con la lengua la comisura de los labios y quedándose maravillada ante la sensualidad que comenzaba a fluir lentamente entre ellos.
No era sólo lujuria. Era mucho más.
—Tócame —susurró contra sus labios—. Por favor, Joe, tócame.
Un áspero gemido surgió de la garganta de Joe mientras movía las manos por sus caderas y abría los labios bajo los de ella. Entonces, ____ no supo quién besaba a quién, quién controlaba y quién guiaba.
Joe alzó un brazo, le rozó suavemente la mejilla con el dorso de los dedos, y finalmente le colocó la mano alrededor de la nuca. A ____ le encantó aquella caricia. La hizo sentirse protegida, querida. Él deslizó la otra mano bajo la blusa de la joven y le acarició la espalda. Las puntas de sus dedos recorrieron por completo su espina dorsal. Un placer eléctrico pareció envolverla y se dejó llevar por las oleadas de sensaciones que se formaron en su interior.
El roce de los labios de Joe contra los suyos, el sabor de su beso, la hizo sentirse embriagadoramente confiada. El tacto de su cuello y sus fuertes hombros bajo las manos, el martilleo de su corazón, le daban valor.
Pensó con desesperación que él tenía que estar disfrutando con ella. ¿Acaso la besaría con aquel deseo si no fuera así? ¿Acaso su corazón latiría de esa manera?
De pronto, ____ dio un respingo y cualquier pensamiento coherente desapareció de su cabeza. Joe había apresado uno de sus pechos con la mano y le estaba acariciando el pezón con el pulgar.
Gimiendo, levantó la cabeza y abrió los ojos. No debería haberlo hecho, porque la imagen de los labios de Joe, hinchados y húmedos por el beso, le provocó una dolorosa contracción en el vientre.
—Joe. Dime qué debo hacer —jadeó.
—Sólo deja que te toque, ____ —susurró él—. Que te guste lo que hago ya es suficiente, cariño. Déjame hacerte sentir bien. Eso es todo. Déjame tocarte. Sólo acariciarte, pequeña. Nada más.
Sólo acariciarla. Quizá pudiera manejar unas simples caricias.
—Quiero verte sin la camiseta. —Joe unió la acción a las palabras y ____ levantó los brazos, ansiosa por librarse de la restrictiva prenda—. Demonios. Eres preciosa.
Le acunó los pechos con las manos, cubriendo el sujetador de media copa color violeta que le aprisionaba los senos y los elevaba hacia él.
____ paseó las manos por sus hombros y le arañó la piel con las uñas.
No era suficiente. Mientras Joe movía los labios sobre su cuello formando un ardiente sendero hacia sus pechos, ____ forcejeó con los botones de su camisa. Estaba segura de que le había arrancado más de uno.
No estaba pendiente ahora del oscuro e intenso deseo que la inundaba. Eran sólo caricias, como él le había dicho. No tenía que preocuparse de caer en una vorágine que podría acabar desgarrándole el alma.
Eran sólo caricias.
Comenzó a respirar entrecortadamente. El atronador latido de su corazón resonaba en sus oídos al tiempo que el fuego de su vientre se extendía por todo su cuerpo.
Le palpitaba el clítoris. Y, más adentro, su sexo latía dolorosamente suplicando que lo acariciaran, inundándose de jugos mientras ella tiraba de la camisa de Joe.
Él se apartó lo suficiente para quitársela y tirarla a un lado; pero en cuanto soltó la prenda, volvió a rodear a ____ con sus brazos.
Posó los labios sobre sus pechos, rozándole con la lengua los tensos pezones que se erguían bajo las copas de encaje del sujetador.
Caricias. Él le había prometido sólo caricias.
____ hundió los dedos en su pelo negro mientras él le bajaba el encaje que le cubría los pechos, tomando un pezón en su cálida y húmeda boca.
Sin poder contenerse, la joven se arqueó con violencia al tiempo que intensas llamaradas de explosivo placer se extendían por todas sus terminaciones nerviosas, desde el pezón hasta lo más profundo de su ser.
Eran sólo caricias.
Unas caricias que la conducían a un oscuro abismo que amenazaba con arrebatarle el sentido.
—Sí, cariño. —El susurro de Joe fue como una oscura melodía para sus sentidos—. Deja que te toque. Que te saboree. Eres tan dulce, ____. Tan dulce...
Ella no pudo contener el gemido que salió de su garganta al sentir que le bajaba la cremallera de los pantalones y exploraba los hinchados pliegues de su sexo.
Caricias, eran sólo caricias.
Joe le rozó tentativamente el clítoris con los dedos al tiempo que le mordisqueaba el pezón, haciendo que una oleada de doloroso placer la atravesara como una lanza.
Ella se movió contra sus dedos, perdida en las intensas sensaciones que la hacían arder. No tenía miedo. No había oscuridad. Joe se limitaba a rodearla con sus brazos y a envolverla lentamente con su calor. Pero no de un modo vertiginoso, ni tampoco aterrador.
Apenas era consciente de los gemidos que salían de sus labios. Temblando, arqueó sensualmente las caderas contra los dedos de Joe mientras él continuaba acariciándole el clítoris. Sin embargo, no bajó más los dedos. No invadió el desesperado vacío que sentía en su sexo. No la penetró. Le sujetó las caderas con un brazo, pero no la apresó. Sólo la sostuvo, dejándola moverse con total libertad.
Unas brillantes chispas de luz comenzaron a arder tras los párpados de ____. Ardientes llamas la recorrieron por entero y, antes de que pudiera controlar la oscuridad, estalló en una oleada de luz y color que la hizo sentir un éxtasis que nunca hubiera imaginado posible.
____ gritó el nombre de Joe. Se estremeció salvajemente bajo sus caricias y se permitió abandonarse a la siguiente oleada de placer cuando sus dedos finalmente se detuvieron. Él no se movió, pero le cubrió el monte de Venus con la palma de la mano y fue la propia ____ quien rozó su clítoris contra ella, disfrutando de los últimos espasmos mientras se contoneaba desenfrenadamente contra él.
Al cabo de unos segundos eternos, se dejó caer exhausta contra el pecho de Joe y jadeó entrecortadamente. Dejó de clavarle las uñas en los hombros y aflojó los muslos, permaneciendo laxa sobre el cuerpo masculino, desgarrada por el conocimiento de que unas simples caricias pudieran provocar aquel efecto tan arrollador.
—Mi preciosa ____. —Joe la besó en la frente con extrema ternura. Le retiró el pelo de la mejilla y le rozó apenas el pómulo, aunque la joven podía sentir la tensión que tensaba su cuerpo y la lujuria que crepitaba en su interior.
—Pero ¿y tú? —susurró con pesar—. Te has quedado insatisfecho otra vez.
—Shhh. Ya me tocará —le dijo con voz ronca mientras la besaba en el lóbulo de la oreja—. Esto era para ti, cariño. Y créeme, sentir que alcanzas el orgasmo compensa cualquier incomodidad.
Su firme mano todavía permanecía acunándole el sexo, pero su palma le rozaba el clítoris sólo cuando ella se movía.
____ mantuvo el rostro enterrado en su cuello, disfrutando de los últimos espasmos de su vientre.
Nunca había creído que pudiera existir un placer tan intenso, tan... demoledor. ¿Era eso contra lo que ella había luchado la noche que él la había poseído? ¿Cómo podía haber sido tan insensata?
—¿Sabías —le susurró Joe al oído— que un hombre de verdad siente el placer de su mujer como suyo? ¿Y que la liberación que siente es totalmente vacía cuando su amante no ha alcanzado también el orgasmo? Cariño, no hay palabras para describir el placer que he sentido al verte alcanzar el clímax.
____ se acurrucó contra él, notando que el rubor le encendía la piel.
—Vuelves a tener acento —señaló débilmente.
Él se rió entre dientes en su oído.
—Cierto. Tienes que perdonarme. Todavía estoy inmerso en el placer de mi amante.
Una sonrisa pesarosa curvó los labios de la joven, consciente del deseo insatisfecho del cuerpo masculino.
—¿Duele? —le preguntó.
—¿Si duele qué? —Apartó la mano de su sexo sólo para abrazarla con más fuerza, dejándola sentir la dura protuberancia de su miembro bajo los vaqueros—. ¿Esto? Después de varios días en tu compañía, me he acostumbrado a ello.
La joven levantó la cabeza y lo miró. Había diversión en aquellos ojos oscuros y en la curva de sus labios. No estaba enfadado, pero sí muy excitado.
—Podríamos ir al dormitorio e intentarlo. —____ tragó saliva—. No ha sido justo para ti.
No sabía cómo manejar la situación. Había alcanzado un éxtasis explosivo bajo los dedos de Joe, que la había dejado agotada y casi saciada en sus brazos. Sin embargo, tenía la sensación de que faltaba algo.
—Lo haremos más tarde. —Le abrochó el botón de los pantalones y le subió la cremallera antes de volver a colocarle el sujetador sobre los pechos—. Vamos. —La levantó de su regazo y la puso en pie—. Ahora ponte uno de esos vaqueros ceñidos que te compré con uno de esos preciosos tops, y una de las nuevas bragas de encaje. Me harías muy feliz si lo hicieras.
Tras el clímax que él acababa de provocarle, negarse a lo que le pedía parecía infantil. Además, ____ se había preguntado cómo le sentarían los vaqueros y los tops. Jamás se había puesto ropa diseñada para cubrir y exhibir su cuerpo a la vez. Siempre se había vestido de una manera sencilla, ya que le asustaba demasiado ser el centro de atención. Y después del secuestro y de su reclusión en la clínica privada, a ____ le había aterrorizado ponerse cualquier prenda que revelara una parte de su cuerpo.
Hasta la noche que conoció a Joe.
«¿Por qué había estado tan resuelta a atraer su atención?», se preguntó mientras él se ponía la camisa. Había comprado el vestido color bronce para llamar la atención, para tentar a un hombre. Y, ahora lo sabía, no para tentar a cualquier hombre, sino al hombre del que sus amigos le habían hablado tan bien.
—De acuerdo, me pondré esa ropa. —Cuadró los hombros casi a la defensiva—. Pero no estoy acostumbrada a llevar ese tipo de prendas.
—Ya es hora de que te acostumbres —le dijo con firmeza—. Deberías aprender qué tipo de ropa te gusta y comprarla. Unos días de tiendas, probándote todo lo que te apetezca y lo que te hace sentir más mujer, y no tendrás ningún problema en llenar tu armario. Una mujer hermosa siempre debería ir vestida con ropa que la haga sentir más segura de sí misma.
Ella casi lanzó una carcajada amarga al oír aquello.
—Es difícil sentirse segura con un asesino a sueldo vigilándome y una condenada droga excitando mi cuerpo a cada momento.
El placer de los momentos anteriores se había desvanecido, reemplazado ahora por una ira familiar. ____ ya estaba harta de sentir tanta cólera. Cansada de la frustrante falta de control sobre su vida. De tener que estar en guardia ante esa nueva amenaza.
«¿No había sido suficiente —se preguntó—, haber tenido que sobrevivir a lo que Jansen Clay, su propio padre, le había hecho?». Si no hubiera sido por la bondad del personal de la clínica privada, Dios sabía que se hubiera rendido a los pocos meses de estar allí.
Dos de los celadores, un hombre y una mujer, habían considerado su misión personal asegurarse de que se la trataba bien y no era víctima de abusos. Pero no habían podido evitar las visitas de Jansen Clay, y nunca habían visto al hombre que ella sabía que había acompañado a su padre en varias ocasiones y que le inyectaba una sustancia similar al «polvo de afrodita» que le provocaba un terrible dolor.
—Estuvo en la clínica —susurró con el ceño fruncido, intentando retener los recuerdos que empezaban a aflorar a la superficie de su memoria.
Sus manos le habían llamado la atención. Siempre se había fijado en esas manos. Grandes, firmes y suaves como la seda.
—¿Quién estuvo en la clínica? —le preguntó Joe con voz neutra, como si no quisiera interferir en lo que ella estaba recordando.
—El hombre que me violó en el avión estuvo en la clínica. —Levantó la mirada hacia él—. Fue con Jansen en varias ocasiones. Los médicos casi no me dejaban salir de la neblina que me provocaba el sedante que me administraban y sólo lo hacían porque se lo exigía el hombre que iba con Jansen. No era mi padre quien me inyectaba la droga. Era él.
Hizo una pausa y luego continuó hablando.
—Me hacía daño con las manos —dijo débilmente—. Llegué a pensar que me rompería el brazo mientras me sujetaba. Luego me clavaba la aguja y me inyectaba la droga con rapidez. Me dolía.
—Fueron los intentos de reproducir el «polvo de afrodita» —masculló Joe—. Probaron el resultado en ti varias veces.
Ella asintió con la cabeza.
—Era mucho peor que el «polvo de afrodita». —Levantó la cabeza y se lo quedó mirando con pesar—. Los efectos permanecían más tiempo, haciendo que el dolor pareciera infinito. Duraba hasta mucho después de que ellos se hubieran ido. —Cerró los ojos e intentó apartarse de él.
—No luches contra los recuerdos, ____. —La agarró por los hombros y la zarandeó con suavidad—. No debes culparte ni avergonzarte por lo que ellos te hicieron. Todo esto es culpa suya. No puedes combatir los recuerdos porque son tu única defensa.
Su defensa contra un asesino.
____ respiró lentamente, incapaz de evitar que los recuerdos se fueran con la misma rapidez con la que habían llegado. Pero ahora sabía que quien fuera que la había violado no se había contentado con tomarla por la fuerza. Por alguna razón, había querido torturarla aún más. Había querido verla sufrir.
La odiaba.
...
—¿Por qué? —Joe arqueó una ceja y la observó atentamente desde el sillón.
Aquel hombre exudaba arrogancia por todos sus poros, concluyó ____ devolviéndole la mirada. Y también era condenadamente sexy. La camisa de algodón azul que se había puesto no ocultaba el poderoso pecho que cubría, y los vaqueros y las botas lo hacían parecer demasiado masculino, demasiado viril.
—Me gustaría verla para poder tranquilizarla, eso es todo —le explicó ella—. Sé que está sufriendo por mí.
—¿Y por qué no viene tu abuela aquí? —sugirió él, deslizando la mirada por el cuerpo de ____.
Siempre hacía eso. La examinaba con aquellos ojos que brillaban con un propósito que ella no entendía, pero que su cuerpo parecía conocer a la perfección. ____ casi suspiró al sentir que una oleada de deseo la recorría por entero.
—Tengo que ir a su casa, Joe. No voy a discutirlo. Es un trayecto corto y deberías ser capaz de arreglarlo.
—Acércate aquí y lo discutiremos. —Se palmeó el regazo mientras miraba a la joven con una chispa de diversión—. Quizás puedas convencerme.
____ parpadeó sorprendida. ¿Estaba bromeando con ella?
—No hay nada que discutir —dijo con rigidez, obligándose a no cerrar los puños al tiempo que luchaba contra la necesidad de hacer lo que le pedía.
—Lo cierto es que esa visita me parece arriesgada —reflexionó él, palmeándose la recia pierna de nuevo. Sus ojos brillaban con una provocativa mezcla de risa y lujuria—. Siéntate aquí y hablaremos de ello.
—Deja de jugar conmigo, Joe —le exigió, nerviosa—. La situación ya es difícil de por sí, no hace falta complicarla aún más.
No podía manejar a un hombre como Joe, decidió. Obviamente, era más exigente en su sexualidad de lo que ella había escuchado que eran los hombres. ¿Qué había sucedido con aquello de aquí-te-pillo-aquí-te-mato? ¿Cuándo habían cambiado las reglas?
—Me gustan las complicaciones, ____. Hacen la vida más interesante —bromeó él con suavidad—. Ahora, o te sientas aquí y me dejas mimarte un poco mientras me explicas esa necesidad tuya de escapar de la seguridad del apartamento, o seguimos como estamos.
—O bien me marcho y punto —gruñó ella, tensa—. Estoy segura de que tú y tus amigos no me dejaríais sin protección si decidiera irme por mi cuenta a ver a mi abuela.
—Tendrás que pasar por encima de mí para salir por esa puerta — le aseguró Joe—. ¿Cómo piensas hacer eso?
Con un bate de béisbol. Lamentablemente, ____ no tenía ninguno.
—Por favor, no lo hagas más difícil —le pidió, tratando de hablar con calma—. No resolveremos ni ganaremos nada si me siento en tu regazo para que puedas seguir atormentándome.
Él la miró de forma inquietante.
—Oh, ganaremos mucho, ____. Sólo para empezar, un gran placer. Orión desaparecerá de nuestras cabezas y estaremos mucho más relajados.
La joven bajó la mirada al regazo de Joe y tragó saliva.
Tenía una erección. Era imposible ocultarla. Las explicaciones del día anterior sobre por qué no se había corrido la noche que habían estado juntos tenían sentido, pero la mente de ____ seguía sin aceptarlas. Los nervios y el miedo le revolvían el estómago cada vez que pensaba en esa noche, cada vez que recordaba las oleadas de sensaciones contra las que había luchado.
La habían asustado. Sin embargo, el solo hecho de pensar en experimentarlas de nuevo le resultaba excitante y aterrador a la vez. Por desgracia, el miedo a volver a decepcionarle hacía que se contuviera. Saber que no podría controlar su cuerpo, que estaría indefensa ante la marea de sensaciones que la invadirían, la llenaba de pánico.
—Lo discutiremos aquí. —Se volvió a palmear el regazo—. O no salimos. Tú eliges.
Así que ella elegía. Qué ironía. ¿Acaso había tenido ella alguna posibilidad de elegir en toda aquella situación?
—Es una locura —susurró roncamente. Su mirada cayó de nuevo sobre la erección de Joe y sintió que la carne entre sus muslos palpitaba, que sus jugos mojaban los labios desnudos de su sexo bajo las nuevas bragas que él le había comprado.
Joe arqueó la ceja y sus ojos brillaron expectantes.
—¿Qué... —____ tragó saliva— qué vas a hacer?
—¿Qué me dejarás hacer? —le preguntó con una ligera sonrisa.
Un estremecimiento recorrió la espalda de la joven.
Joe observó cómo se le dilataban las pupilas, cómo el deseo le oscurecía los claros ojos azules, y tuvo que contener un gemido cuando su polla palpitó por la necesidad de volver a poseerla.
Esta vez podría hacer que fuera plenamente satisfactorio para ella. Se prometió a sí mismo que lo conseguiría, aunque no la poseyera por completo; era demasiado pronto. ____ todavía no estaba acostumbrada a sus caricias, a que memorizase sus curvas con las manos, ni a las necesidades que ardían entre ellos.
El cuerpo de una mujer era una delicada obra de arte. Había sido creado para el placer, para ser la mayor tentación de un hombre, para ser la fuerza que lo impulsaba y también su mayor debilidad.
Joe lucharía por proteger a ____ por todos los medios; daría la vida por mantenerla a salvo.
—Lo que yo te permitiera o no hacer, no viene al caso. Los dos sabemos que no funcionará.
—Esto no es cuestión de que funcione o no, cariño —señaló Joe, que se tensó al ver que ella estaba a punto de ceder—. Esto no es cuestión de sexo. Se trata de caricias, nada más. De conocer el cuerpo de tu amante, el tacto de su piel. ¿No te gustaría disfrutar de mis caricias, ____?
La joven abrió mucho los ojos y un profundo rubor inundó su piel. Un rubor que revelaba el fuego que recorría sus venas.
Joe conocía ese fuego. Conocía el calor de su apretado sexo, la rigidez de sus duros pezones, su sabor. ____ era un afrodisíaco para sus sentidos.
—Ven, ____ —susurró, tendiéndole la mano y calibrando la débil necesidad que reflejaban los ojos femeninos—. Ven a mí. Déjame darte placer.
La mano de la joven temblaba cuando la puso sobre la suya. Aquel ligero temblor tocó el corazón de Joe de una manera que no debería haberlo hecho. ____ nunca había conocido las caricias de un amante, excepto las suyas. Y tampoco conocía el poder de su sexualidad ni el efecto que tenía sobre él. ¿Se sorprendería ella si supiera cuánto lo excitaba?
—Ah, cariño. —La atrajo hacia sí, cogiéndola de las caderas y colocándole las piernas a ambos lados de las suyas hasta que quedó a horcajadas sobre él—. Así —susurró, sujetándola con suavidad y firmeza a la vez—. Adoro ver tu hermoso rostro cuando te toco, el rubor de tus mejillas. Observar cómo se te dilatan las pupilas. Te excito, ____, admítelo. —Su amplia sonrisa provocó otro destello de confusión en la expresión de la joven.
—Me asustas —confesó ____ al tiempo que él le colocaba un mechón rebelde tras la oreja—. No puedo controlar lo que me haces sentir, Joe.
Oh, sí, el control. Pero no había control posible cuando la lujuria se descontrolaba y los restos de la droga que todavía permanecían en su cuerpo le provocaban una turbadora excitación que la aterrorizaba. No quería suplicar ni humillarse ante él. El control era ahora lo que más le preocupaba.
—Bésame —musitó él, consciente de que ____ pensaba que todas sus reacciones se debían a la droga. Maldita droga. La joven tenía que aprender que el control no era necesario cuando no sólo su cuerpo necesitaba las caricias, sino también su corazón y su mente—. Haz cualquier cosa que desees, ____.
Joe observó el frenético latido del pulso en el cuello de la joven. Sólo pensar en tocarle provocaba una desgarradora respuesta en ella. Podía verlo, lo sentía en la tensión de los delgados muslos que descansaban sobre los suyos. ____ se moría por sus caricias, y él estaba tan ansioso por dárselas que se preguntó si sobreviviría a la espera.
Antes de contestar, ella se humedeció los labios con nerviosismo sin dejar de mirarlo.
—¿Y qué deseo? —Formuló la pregunta antes de que su mente tuviera la oportunidad de censurarla.
Joe deslizó las manos desde su torso a su cuello. Sintió el calor de su piel bajo los dedos, el latido de su pulso, el martilleo de su corazón.
—Quieres besarme.
—¿Me acariciarás mientras te beso, Joe? —inquirió, sabiendo que quería mucho más.
Su carne estaba tensa y dolorida. La necesidad de ser tocada era arrolladora. Le dolía. Y ese dolor era como una enfermedad, como una fiebre de la que no podía librarse.
—Te acariciaré cada vez que quieras, ____. Sólo tienes que decírmelo.
La joven sintió que las fuerzas la abandonaban. Estaba segura que habría caído al suelo si él no la estuviera sujetando. Puso las manos en los hombros de Joe y se aferró a sus duros músculos mientras inclinaba la cabeza.
Jamás había besado a nadie por iniciativa propia.
Joe permanecía sentado bajo ella con el cuerpo rígido, palpitando de poder y de masculinidad cuando los labios de la joven rozaron los suyos.
____ dejó escapar un breve suspiro, abrió ligeramente la boca y le acarició con la lengua la curva del labio inferior, degustando su cálido sabor a café.
Vacilante, ladeó la cabeza y presionó levemente su boca contra la suya, acariciándole con la lengua la comisura de los labios y quedándose maravillada ante la sensualidad que comenzaba a fluir lentamente entre ellos.
No era sólo lujuria. Era mucho más.
—Tócame —susurró contra sus labios—. Por favor, Joe, tócame.
Un áspero gemido surgió de la garganta de Joe mientras movía las manos por sus caderas y abría los labios bajo los de ella. Entonces, ____ no supo quién besaba a quién, quién controlaba y quién guiaba.
Joe alzó un brazo, le rozó suavemente la mejilla con el dorso de los dedos, y finalmente le colocó la mano alrededor de la nuca. A ____ le encantó aquella caricia. La hizo sentirse protegida, querida. Él deslizó la otra mano bajo la blusa de la joven y le acarició la espalda. Las puntas de sus dedos recorrieron por completo su espina dorsal. Un placer eléctrico pareció envolverla y se dejó llevar por las oleadas de sensaciones que se formaron en su interior.
El roce de los labios de Joe contra los suyos, el sabor de su beso, la hizo sentirse embriagadoramente confiada. El tacto de su cuello y sus fuertes hombros bajo las manos, el martilleo de su corazón, le daban valor.
Pensó con desesperación que él tenía que estar disfrutando con ella. ¿Acaso la besaría con aquel deseo si no fuera así? ¿Acaso su corazón latiría de esa manera?
De pronto, ____ dio un respingo y cualquier pensamiento coherente desapareció de su cabeza. Joe había apresado uno de sus pechos con la mano y le estaba acariciando el pezón con el pulgar.
Gimiendo, levantó la cabeza y abrió los ojos. No debería haberlo hecho, porque la imagen de los labios de Joe, hinchados y húmedos por el beso, le provocó una dolorosa contracción en el vientre.
—Joe. Dime qué debo hacer —jadeó.
—Sólo deja que te toque, ____ —susurró él—. Que te guste lo que hago ya es suficiente, cariño. Déjame hacerte sentir bien. Eso es todo. Déjame tocarte. Sólo acariciarte, pequeña. Nada más.
Sólo acariciarla. Quizá pudiera manejar unas simples caricias.
—Quiero verte sin la camiseta. —Joe unió la acción a las palabras y ____ levantó los brazos, ansiosa por librarse de la restrictiva prenda—. Demonios. Eres preciosa.
Le acunó los pechos con las manos, cubriendo el sujetador de media copa color violeta que le aprisionaba los senos y los elevaba hacia él.
____ paseó las manos por sus hombros y le arañó la piel con las uñas.
No era suficiente. Mientras Joe movía los labios sobre su cuello formando un ardiente sendero hacia sus pechos, ____ forcejeó con los botones de su camisa. Estaba segura de que le había arrancado más de uno.
No estaba pendiente ahora del oscuro e intenso deseo que la inundaba. Eran sólo caricias, como él le había dicho. No tenía que preocuparse de caer en una vorágine que podría acabar desgarrándole el alma.
Eran sólo caricias.
Comenzó a respirar entrecortadamente. El atronador latido de su corazón resonaba en sus oídos al tiempo que el fuego de su vientre se extendía por todo su cuerpo.
Le palpitaba el clítoris. Y, más adentro, su sexo latía dolorosamente suplicando que lo acariciaran, inundándose de jugos mientras ella tiraba de la camisa de Joe.
Él se apartó lo suficiente para quitársela y tirarla a un lado; pero en cuanto soltó la prenda, volvió a rodear a ____ con sus brazos.
Posó los labios sobre sus pechos, rozándole con la lengua los tensos pezones que se erguían bajo las copas de encaje del sujetador.
Caricias. Él le había prometido sólo caricias.
____ hundió los dedos en su pelo negro mientras él le bajaba el encaje que le cubría los pechos, tomando un pezón en su cálida y húmeda boca.
Sin poder contenerse, la joven se arqueó con violencia al tiempo que intensas llamaradas de explosivo placer se extendían por todas sus terminaciones nerviosas, desde el pezón hasta lo más profundo de su ser.
Eran sólo caricias.
Unas caricias que la conducían a un oscuro abismo que amenazaba con arrebatarle el sentido.
—Sí, cariño. —El susurro de Joe fue como una oscura melodía para sus sentidos—. Deja que te toque. Que te saboree. Eres tan dulce, ____. Tan dulce...
Ella no pudo contener el gemido que salió de su garganta al sentir que le bajaba la cremallera de los pantalones y exploraba los hinchados pliegues de su sexo.
Caricias, eran sólo caricias.
Joe le rozó tentativamente el clítoris con los dedos al tiempo que le mordisqueaba el pezón, haciendo que una oleada de doloroso placer la atravesara como una lanza.
Ella se movió contra sus dedos, perdida en las intensas sensaciones que la hacían arder. No tenía miedo. No había oscuridad. Joe se limitaba a rodearla con sus brazos y a envolverla lentamente con su calor. Pero no de un modo vertiginoso, ni tampoco aterrador.
Apenas era consciente de los gemidos que salían de sus labios. Temblando, arqueó sensualmente las caderas contra los dedos de Joe mientras él continuaba acariciándole el clítoris. Sin embargo, no bajó más los dedos. No invadió el desesperado vacío que sentía en su sexo. No la penetró. Le sujetó las caderas con un brazo, pero no la apresó. Sólo la sostuvo, dejándola moverse con total libertad.
Unas brillantes chispas de luz comenzaron a arder tras los párpados de ____. Ardientes llamas la recorrieron por entero y, antes de que pudiera controlar la oscuridad, estalló en una oleada de luz y color que la hizo sentir un éxtasis que nunca hubiera imaginado posible.
____ gritó el nombre de Joe. Se estremeció salvajemente bajo sus caricias y se permitió abandonarse a la siguiente oleada de placer cuando sus dedos finalmente se detuvieron. Él no se movió, pero le cubrió el monte de Venus con la palma de la mano y fue la propia ____ quien rozó su clítoris contra ella, disfrutando de los últimos espasmos mientras se contoneaba desenfrenadamente contra él.
Al cabo de unos segundos eternos, se dejó caer exhausta contra el pecho de Joe y jadeó entrecortadamente. Dejó de clavarle las uñas en los hombros y aflojó los muslos, permaneciendo laxa sobre el cuerpo masculino, desgarrada por el conocimiento de que unas simples caricias pudieran provocar aquel efecto tan arrollador.
—Mi preciosa ____. —Joe la besó en la frente con extrema ternura. Le retiró el pelo de la mejilla y le rozó apenas el pómulo, aunque la joven podía sentir la tensión que tensaba su cuerpo y la lujuria que crepitaba en su interior.
—Pero ¿y tú? —susurró con pesar—. Te has quedado insatisfecho otra vez.
—Shhh. Ya me tocará —le dijo con voz ronca mientras la besaba en el lóbulo de la oreja—. Esto era para ti, cariño. Y créeme, sentir que alcanzas el orgasmo compensa cualquier incomodidad.
Su firme mano todavía permanecía acunándole el sexo, pero su palma le rozaba el clítoris sólo cuando ella se movía.
____ mantuvo el rostro enterrado en su cuello, disfrutando de los últimos espasmos de su vientre.
Nunca había creído que pudiera existir un placer tan intenso, tan... demoledor. ¿Era eso contra lo que ella había luchado la noche que él la había poseído? ¿Cómo podía haber sido tan insensata?
—¿Sabías —le susurró Joe al oído— que un hombre de verdad siente el placer de su mujer como suyo? ¿Y que la liberación que siente es totalmente vacía cuando su amante no ha alcanzado también el orgasmo? Cariño, no hay palabras para describir el placer que he sentido al verte alcanzar el clímax.
____ se acurrucó contra él, notando que el rubor le encendía la piel.
—Vuelves a tener acento —señaló débilmente.
Él se rió entre dientes en su oído.
—Cierto. Tienes que perdonarme. Todavía estoy inmerso en el placer de mi amante.
Una sonrisa pesarosa curvó los labios de la joven, consciente del deseo insatisfecho del cuerpo masculino.
—¿Duele? —le preguntó.
—¿Si duele qué? —Apartó la mano de su sexo sólo para abrazarla con más fuerza, dejándola sentir la dura protuberancia de su miembro bajo los vaqueros—. ¿Esto? Después de varios días en tu compañía, me he acostumbrado a ello.
La joven levantó la cabeza y lo miró. Había diversión en aquellos ojos oscuros y en la curva de sus labios. No estaba enfadado, pero sí muy excitado.
—Podríamos ir al dormitorio e intentarlo. —____ tragó saliva—. No ha sido justo para ti.
No sabía cómo manejar la situación. Había alcanzado un éxtasis explosivo bajo los dedos de Joe, que la había dejado agotada y casi saciada en sus brazos. Sin embargo, tenía la sensación de que faltaba algo.
—Lo haremos más tarde. —Le abrochó el botón de los pantalones y le subió la cremallera antes de volver a colocarle el sujetador sobre los pechos—. Vamos. —La levantó de su regazo y la puso en pie—. Ahora ponte uno de esos vaqueros ceñidos que te compré con uno de esos preciosos tops, y una de las nuevas bragas de encaje. Me harías muy feliz si lo hicieras.
Tras el clímax que él acababa de provocarle, negarse a lo que le pedía parecía infantil. Además, ____ se había preguntado cómo le sentarían los vaqueros y los tops. Jamás se había puesto ropa diseñada para cubrir y exhibir su cuerpo a la vez. Siempre se había vestido de una manera sencilla, ya que le asustaba demasiado ser el centro de atención. Y después del secuestro y de su reclusión en la clínica privada, a ____ le había aterrorizado ponerse cualquier prenda que revelara una parte de su cuerpo.
Hasta la noche que conoció a Joe.
«¿Por qué había estado tan resuelta a atraer su atención?», se preguntó mientras él se ponía la camisa. Había comprado el vestido color bronce para llamar la atención, para tentar a un hombre. Y, ahora lo sabía, no para tentar a cualquier hombre, sino al hombre del que sus amigos le habían hablado tan bien.
—De acuerdo, me pondré esa ropa. —Cuadró los hombros casi a la defensiva—. Pero no estoy acostumbrada a llevar ese tipo de prendas.
—Ya es hora de que te acostumbres —le dijo con firmeza—. Deberías aprender qué tipo de ropa te gusta y comprarla. Unos días de tiendas, probándote todo lo que te apetezca y lo que te hace sentir más mujer, y no tendrás ningún problema en llenar tu armario. Una mujer hermosa siempre debería ir vestida con ropa que la haga sentir más segura de sí misma.
Ella casi lanzó una carcajada amarga al oír aquello.
—Es difícil sentirse segura con un asesino a sueldo vigilándome y una condenada droga excitando mi cuerpo a cada momento.
El placer de los momentos anteriores se había desvanecido, reemplazado ahora por una ira familiar. ____ ya estaba harta de sentir tanta cólera. Cansada de la frustrante falta de control sobre su vida. De tener que estar en guardia ante esa nueva amenaza.
«¿No había sido suficiente —se preguntó—, haber tenido que sobrevivir a lo que Jansen Clay, su propio padre, le había hecho?». Si no hubiera sido por la bondad del personal de la clínica privada, Dios sabía que se hubiera rendido a los pocos meses de estar allí.
Dos de los celadores, un hombre y una mujer, habían considerado su misión personal asegurarse de que se la trataba bien y no era víctima de abusos. Pero no habían podido evitar las visitas de Jansen Clay, y nunca habían visto al hombre que ella sabía que había acompañado a su padre en varias ocasiones y que le inyectaba una sustancia similar al «polvo de afrodita» que le provocaba un terrible dolor.
—Estuvo en la clínica —susurró con el ceño fruncido, intentando retener los recuerdos que empezaban a aflorar a la superficie de su memoria.
Sus manos le habían llamado la atención. Siempre se había fijado en esas manos. Grandes, firmes y suaves como la seda.
—¿Quién estuvo en la clínica? —le preguntó Joe con voz neutra, como si no quisiera interferir en lo que ella estaba recordando.
—El hombre que me violó en el avión estuvo en la clínica. —Levantó la mirada hacia él—. Fue con Jansen en varias ocasiones. Los médicos casi no me dejaban salir de la neblina que me provocaba el sedante que me administraban y sólo lo hacían porque se lo exigía el hombre que iba con Jansen. No era mi padre quien me inyectaba la droga. Era él.
Hizo una pausa y luego continuó hablando.
—Me hacía daño con las manos —dijo débilmente—. Llegué a pensar que me rompería el brazo mientras me sujetaba. Luego me clavaba la aguja y me inyectaba la droga con rapidez. Me dolía.
—Fueron los intentos de reproducir el «polvo de afrodita» —masculló Joe—. Probaron el resultado en ti varias veces.
Ella asintió con la cabeza.
—Era mucho peor que el «polvo de afrodita». —Levantó la cabeza y se lo quedó mirando con pesar—. Los efectos permanecían más tiempo, haciendo que el dolor pareciera infinito. Duraba hasta mucho después de que ellos se hubieran ido. —Cerró los ojos e intentó apartarse de él.
—No luches contra los recuerdos, ____. —La agarró por los hombros y la zarandeó con suavidad—. No debes culparte ni avergonzarte por lo que ellos te hicieron. Todo esto es culpa suya. No puedes combatir los recuerdos porque son tu única defensa.
Su defensa contra un asesino.
____ respiró lentamente, incapaz de evitar que los recuerdos se fueran con la misma rapidez con la que habían llegado. Pero ahora sabía que quien fuera que la había violado no se había contentado con tomarla por la fuerza. Por alguna razón, había querido torturarla aún más. Había querido verla sufrir.
La odiaba.
...
Natuu!
Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
Once/1
____ se puso los vaqueros nuevos con una blusa de seda azul oscuro de manga larga y una chaqueta de ante que Joe le había obligado a probarse en el centro comercial. Completaba el conjunto con unas zapatillas deportivas blancas y unos gruesos calcetines de algodón.
Tenía que admitir que tenía las curvas justas para que la ropa le quedase bien. Además, se había peinado de manera que el pelo le enmarcara la cara, y se había maquillado con moderación esperando no parecer un payaso.
—Estás muy guapa —le aseguró Joe cuando la joven se reunió con él en el salón—. Va a ser un tormento llevarte a casa de tu abuela.
Sus oscuros ojos reafirmaron sus palabras al recorrerle el cuerpo con avidez.
____ se sonrojó y se dijo que él en realidad no había querido decir eso. Sin embargo, al bajar la mirada vio que estaba excitado. Joe torció el gesto mientras se encogía de hombros y se ponía la cazadora.
—Podemos ir al dormitorio —susurró la joven, todavía un poco avergonzada por el hecho de que él no hubiera disfrutado como ella.
—Aún no estás preparada para eso —respondió Joe—. Cuando lo estés, cariño, tu cuerpo será el primero en decírmelo.
Sin más, la condujo a la puerta con mano firme mientras ella lo miraba con el ceño fruncido.
—Eso ha sonado muy arrogante —señaló irritada.
Oh, sí. Sin duda era el hombre más irritante y frustrante del mundo.
—Quizá porque soy un hombre muy arrogante —se mofó con suavidad al tiempo que se encaminaban al ascensor. Justo antes de apretar el botón para llamarlo, se abrió la puerta de la vivienda de enfrente de la suya y ____ observó cómo el agente que Joe había llamado John atravesaba el pasillo y entraba en su apartamento.
—¿Qué hace ahí mientras nosotros no estamos? —preguntó en voz baja.
—Créeme, es mejor no saberlo —gruñó Joe—. Ahora, sé una buena chica. No hablemos de los bichos de tu apartamento mientras estamos fuera.
____ casi se rió de su comentario antes de que él le mordisqueara suavemente la oreja y se metieran en el ascensor. La sonrisa permaneció durante mucho tiempo en su rostro. Joe decía las cosas de una manera que la hacía sonreír, la hacía querer participar en aquella diversión que titilaba en sus ojos negros.
—Esos vaqueros me está matando —susurró él en su oído mientras pulsaba el botón de bajada.
—Podría haberme puesto unos pantalones sueltos —bromeó mirándolo con su cara más seria.
—Si lo hubieras hecho te habría dado unos azotes —masculló él—. Tu cuerpo no se merece que lo cubras con tus antiguas ropas.
Ella le dio la espalda y se mordió los labios para no echarse a reír, pero fue muy consciente de su sólida presencia a su espalda, e incluso sintió su mirada fija en el trasero.
Cuando salieron del ascensor, no le sorprendió que él le rodease la cintura con el brazo, guiándola por el vestíbulo.
—Señor Jonas, su coche está aparcado en la entrada. —El portero le dio la llave—. Que disfruten del paseo, señor.
—Gracias, Clive. —Joe agradeció el gesto con una inclinación de cabeza y se acercaron al coche.
Haciendo gala de su educación, abrió la puerta del acompañante y ayudó a subir a ____. Luego rodeó rápidamente el vehículo, se acomodó en el asiento del conductor y cerró la puerta, puso el motor en marcha y se incorporó al tráfico.
Ella se mordió el labio inferior, preguntándose si estarían a salvo. ¿Y si habían puesto micros también allí?
La risa entre dientes de Joe hizo que lo mirara.
—Puedo leer tus pensamientos. —La sonrisa masculina fue breve y cálida—. Tranquila, estamos a salvo.
—¿Cómo lo sabes? —inquirió ____—. El coche ha estado aparcado en un lugar público.
—Nik lo ha estado vigilando —le explicó—. Nos hemos asegurado de que no haya ninguna sorpresa.
El motor ronroneó mientras ponía el intermitente y enfilaba hacia la interestatal.
—Es un alivio.
Le aterrorizaba la idea de que alguien quisiera su muerte hasta el punto de contratar a un asesino profesional para llevarla a cabo. Aunque al menos, le consolaba la idea de que su padre no estuviera detrás de todo aquello.
Jansen había alterado demasiadas vidas, había provocado demasiado dolor.
No sólo era el responsable de la desaparición y muerte de Nathan Malone, el esposo de Sabella, sino que casi había logrado matar a Emily y a Kell, y sólo Dios sabía cuántas más vidas habría destruido. El mundo debería saber que había sido un monstruo, pero el gobierno decidió en su día que era mejor mantener silencio al respecto.
Puede incluso que Jansen conociera a Orión. Sí, era muy posible. Dios, ese asesino estaba ahí fuera, esperando una oportunidad para atraparla.
—No pienso permitir que te ocurra nada —dijo Joe de pronto, como si estuviera leyéndole el pensamiento—. Te aseguro que ni siquiera irás al baño sola.
Emily había sido secuestrada al acompañar a la segunda esposa de Jansen al baño cuando ésta había fingido sentirse indispuesta.
____ estaba convencida de que su madrastra era una psicópata. Le gustaba manipular cruelmente a la gente, igual que a Jansen.
—Ni siquiera iré al baño —prometió—. Será una visita rápida.
—No te preocupes, no creo que Orión tenga vigilada a tu abuela. —La charla no afectaba a su concentración en el rápido e intenso tráfico vespertino.
—Eso espero —respondió ____, observando el tráfico con nerviosismo. Hubiera preferido salir un poco más tarde o más temprano para evitar los atascos.
Pero había estado distraída con otras cosas.
Cosas como la erección que palpitaba bajo los vaqueros de Joe, y la fantasía que le había estado dando vueltas en la cabeza. La misma fantasía con la que había soñado la noche anterior. Ella de rodillas a los pies de Joe, y éste diciéndole con voz excitada cómo tomarlo en su boca. Cómo darle placer.
____ se estremeció sin apenas poder contener el deseo. Quería experimentar todo lo que pudiera con él mientras estuviera a su lado. Sin embargo, seguía teniendo miedo. Ya se había acostado con Joe una vez y sabía que no le haría daño, pero el miedo seguía allí y no era fácil expulsarlo de la cabeza. Para su desgracia, las fantasías venían acompañadas de pesadillas. Se entrometían cuando menos lo esperaba, recordándole el dolor que podía llegar a sentir.
Por otro lado, todavía no estaba segura de si Joe la deseaba porque la encontraba atractiva o porque sentía lástima por ella. Sabía que un hombre podía excitarse e incluso llegar al clímax aunque no deseara realmente a la mujer con la que estuviera. O por lo menos eso decían las páginas web que había consultado el día anterior mientras Joe hablaba con varios miembros de su equipo en la cocina.
En una web militar aseguraban que incluso la adrenalina podía provocar una erección. Y que una vez que eso ocurría, no era difícil correrse.
—¿En qué piensas? —le preguntó Joe, interrumpiendo sus pensamientos.
____ giró la cabeza hacia él y, al sentir que se ruborizaba, apartó la mirada con rapidez.
—En nada —le aseguró, intentando ocultar su vergüenza.
Allí estaba ella pensando en erecciones, mientras él la llevaba a casa de su abuela. Era evidente que tenía poco o ningún autocontrol sobre su mente y su cuerpo, a pesar de la promesa que se había hecho a sí misma de dejar de desear algo que no podía tener.
—Te estás ruborizando —se burló él con suavidad. El sonido de su voz era como el terciopelo negro. Absolutamente tentador y prohibido—. Quizá me digas en qué estabas pensado cuando volvamos a casa.
A casa. Se aclaró la garganta y se arriesgó a mirarlo otra vez. Había una sonrisa en sus labios que los hacía todavía más sensuales.
—Tal vez —susurró ella de forma entrecortada, sonriendo a su vez al recordar cómo la había convencido antes para sentarse en su regazo—. Hay muchas probabilidades de que puedas convencerme.
Justo cuando acabó de decir aquello, la joven vio que él apretaba las manos en el volante. El coche dio un brusco bandazo y casi se salió de la carretera.
Joe miró a un lado y luego a la carretera de nuevo. Se le pusieron los nudillos blancos por la presión que ejercía sobre el volante y maldijo por lo bajo.
—Agárrate —gruñó con voz calmada, concentrándose en conducir.
____ sintió que el corazón se le subía a la garganta. Era evidente que había algún problema. El coche no respondía al volante.
Joe metió una marcha bruscamente y pisó el freno. Las bocinas sonaban a su alrededor. Hubo un chirrido de ruedas contra el asfalto y el vehículo perdió velocidad al entrar en el arcén. Pero antes de que pudieran detenerse, un SUV negro se colocó a su lado y los empujó a campo abierto.
Lívida, ____ trató de contener los gritos que pugnaban por salir de su garganta. Se agarró al asiento y clavó los dedos en la tela acolchada observando impotente cómo el coche avanzaba hasta pararse cerca de una hondonada.
Empezó a suspirar aliviada y, de pronto, algo impactó contra la parte trasera arrojándola contra la puerta, mientras se preguntaba frenéticamente dónde estaban los airbags. Los cinturones de seguridad los protegieron del impacto, pero no impidieron que Joe recibiera una lluvia de cristales cuando el parabrisas se hizo pedazos.
Una vez el coche se detuvo, la joven giró la cabeza hacia el asiento del conductor en medio de una nube de humo.
—¡Joe! —gritó aterrada al ver que él se desplomaba inconsciente contra el asiento.
Extendió la mano en su dirección y casi había llegado a tocarlo cuando la puerta se abrió de golpe.
La joven se dio la vuelta, esperando que fuera Nik o Travis, o cualquier otro hombre del equipo de Joe. Pero el que trataba de agarrarla y sacarla del coche era un desconocido. Llevaba gafas de sol y tenía el pelo oscuro. Un vehículo estaba aparcado con las puertas abiertas al lado del suyo.
—¡Joe! —gritó sintiendo que la histeria comenzaba a apoderarse de ella.
Se aferró desesperadamente a él, luchando contra las fuertes manos que intentaban sacarla del vehículo.
—¡Joe, despierta! —gritó de nuevo aún sabiendo que había perdido la batalla. Aquellas manos brutales tiraron de ella hasta que ____ soltó a Joe con un grito de dolor.
Fue arrastrada fuera del coche con tanta fuerza que cayó de rodillas. Indefensa ante el desconocido, ____ trató de zafarse inútilmente sin dejar de gritar el nombre de Joe.
¿Por qué no la ayudaba nadie? Podía oír bocinas y coches pasando. Incluso alcanzó a ver algunas caras conmocionadas cuando el hombre la cogió del pelo y empezó a empujarla hacia el SUV.
—¡Joe!
Estaba segura de que su secuestrador no era otro que Orión y no podía permitir que la raptara. Si lo hacía, estaría perdida.
Intentó verle la cara, arrancarle las gafas de sol para poder identificarle. Tenía que acordarse de los detalles. Tenía que conocer el aspecto de aquel hombre. Joe la salvaría y necesitaría saber quién era Orión.
Dios, ya habían llegado al SUV.
—Zorra —exclamó el secuestrador al sentir las uñas de ____ clavándosele en la cara.
La joven luchó con todas sus fuerzas para zafarse de él. Se retorció salvajemente para soltarse, golpeándole e intentando arañarle otra vez.
Orión dejó por un instante de intentar meterla en el coche y cogió algo del asiento delantero. En medio de sus forcejeos, ____ vio que se trataba de una jeringuilla y, un instante después, sintió un pinchazo en el brazo.
Aquel bastardo le estaba inyectando algo. Llena de rabia, le clavó las uñas en la mano al tiempo que una tenebrosa oscuridad comenzaba a apoderarse de ella.
No. No podía permitirlo. Joe jamás se lo perdonaría a sí mismo y ella no tendría ninguna posibilidad de sobrevivir si aquel hombre la metía en el SUV.
—¡Joe! —Su voz era cada vez más débil.
Las lágrimas le anegaron los ojos y se le doblaron las rodillas. Se sintió caer, notó la hierba en la cara y, antes de perder el conocimiento, creyó oír un disparo.
¡Chicas! :D
Perdón por la demora, la escuela, ya saben u.u
¡Bienvenida Stefany! Gracias por comentar & leer la novela :)
Bueno, pues aquí les dejo un capítulo & medio. El diez y la mitad del once, para dejarlas en suspenso jaja :D
Espero les gusten, más tarde subo la otra mitad y el doce.
Gracias por seguir por aquí, comentando & leyendo la novela.
Besos
Natuu!!
Tenía que admitir que tenía las curvas justas para que la ropa le quedase bien. Además, se había peinado de manera que el pelo le enmarcara la cara, y se había maquillado con moderación esperando no parecer un payaso.
—Estás muy guapa —le aseguró Joe cuando la joven se reunió con él en el salón—. Va a ser un tormento llevarte a casa de tu abuela.
Sus oscuros ojos reafirmaron sus palabras al recorrerle el cuerpo con avidez.
____ se sonrojó y se dijo que él en realidad no había querido decir eso. Sin embargo, al bajar la mirada vio que estaba excitado. Joe torció el gesto mientras se encogía de hombros y se ponía la cazadora.
—Podemos ir al dormitorio —susurró la joven, todavía un poco avergonzada por el hecho de que él no hubiera disfrutado como ella.
—Aún no estás preparada para eso —respondió Joe—. Cuando lo estés, cariño, tu cuerpo será el primero en decírmelo.
Sin más, la condujo a la puerta con mano firme mientras ella lo miraba con el ceño fruncido.
—Eso ha sonado muy arrogante —señaló irritada.
Oh, sí. Sin duda era el hombre más irritante y frustrante del mundo.
—Quizá porque soy un hombre muy arrogante —se mofó con suavidad al tiempo que se encaminaban al ascensor. Justo antes de apretar el botón para llamarlo, se abrió la puerta de la vivienda de enfrente de la suya y ____ observó cómo el agente que Joe había llamado John atravesaba el pasillo y entraba en su apartamento.
—¿Qué hace ahí mientras nosotros no estamos? —preguntó en voz baja.
—Créeme, es mejor no saberlo —gruñó Joe—. Ahora, sé una buena chica. No hablemos de los bichos de tu apartamento mientras estamos fuera.
____ casi se rió de su comentario antes de que él le mordisqueara suavemente la oreja y se metieran en el ascensor. La sonrisa permaneció durante mucho tiempo en su rostro. Joe decía las cosas de una manera que la hacía sonreír, la hacía querer participar en aquella diversión que titilaba en sus ojos negros.
—Esos vaqueros me está matando —susurró él en su oído mientras pulsaba el botón de bajada.
—Podría haberme puesto unos pantalones sueltos —bromeó mirándolo con su cara más seria.
—Si lo hubieras hecho te habría dado unos azotes —masculló él—. Tu cuerpo no se merece que lo cubras con tus antiguas ropas.
Ella le dio la espalda y se mordió los labios para no echarse a reír, pero fue muy consciente de su sólida presencia a su espalda, e incluso sintió su mirada fija en el trasero.
Cuando salieron del ascensor, no le sorprendió que él le rodease la cintura con el brazo, guiándola por el vestíbulo.
—Señor Jonas, su coche está aparcado en la entrada. —El portero le dio la llave—. Que disfruten del paseo, señor.
—Gracias, Clive. —Joe agradeció el gesto con una inclinación de cabeza y se acercaron al coche.
Haciendo gala de su educación, abrió la puerta del acompañante y ayudó a subir a ____. Luego rodeó rápidamente el vehículo, se acomodó en el asiento del conductor y cerró la puerta, puso el motor en marcha y se incorporó al tráfico.
Ella se mordió el labio inferior, preguntándose si estarían a salvo. ¿Y si habían puesto micros también allí?
La risa entre dientes de Joe hizo que lo mirara.
—Puedo leer tus pensamientos. —La sonrisa masculina fue breve y cálida—. Tranquila, estamos a salvo.
—¿Cómo lo sabes? —inquirió ____—. El coche ha estado aparcado en un lugar público.
—Nik lo ha estado vigilando —le explicó—. Nos hemos asegurado de que no haya ninguna sorpresa.
El motor ronroneó mientras ponía el intermitente y enfilaba hacia la interestatal.
—Es un alivio.
Le aterrorizaba la idea de que alguien quisiera su muerte hasta el punto de contratar a un asesino profesional para llevarla a cabo. Aunque al menos, le consolaba la idea de que su padre no estuviera detrás de todo aquello.
Jansen había alterado demasiadas vidas, había provocado demasiado dolor.
No sólo era el responsable de la desaparición y muerte de Nathan Malone, el esposo de Sabella, sino que casi había logrado matar a Emily y a Kell, y sólo Dios sabía cuántas más vidas habría destruido. El mundo debería saber que había sido un monstruo, pero el gobierno decidió en su día que era mejor mantener silencio al respecto.
Puede incluso que Jansen conociera a Orión. Sí, era muy posible. Dios, ese asesino estaba ahí fuera, esperando una oportunidad para atraparla.
—No pienso permitir que te ocurra nada —dijo Joe de pronto, como si estuviera leyéndole el pensamiento—. Te aseguro que ni siquiera irás al baño sola.
Emily había sido secuestrada al acompañar a la segunda esposa de Jansen al baño cuando ésta había fingido sentirse indispuesta.
____ estaba convencida de que su madrastra era una psicópata. Le gustaba manipular cruelmente a la gente, igual que a Jansen.
—Ni siquiera iré al baño —prometió—. Será una visita rápida.
—No te preocupes, no creo que Orión tenga vigilada a tu abuela. —La charla no afectaba a su concentración en el rápido e intenso tráfico vespertino.
—Eso espero —respondió ____, observando el tráfico con nerviosismo. Hubiera preferido salir un poco más tarde o más temprano para evitar los atascos.
Pero había estado distraída con otras cosas.
Cosas como la erección que palpitaba bajo los vaqueros de Joe, y la fantasía que le había estado dando vueltas en la cabeza. La misma fantasía con la que había soñado la noche anterior. Ella de rodillas a los pies de Joe, y éste diciéndole con voz excitada cómo tomarlo en su boca. Cómo darle placer.
____ se estremeció sin apenas poder contener el deseo. Quería experimentar todo lo que pudiera con él mientras estuviera a su lado. Sin embargo, seguía teniendo miedo. Ya se había acostado con Joe una vez y sabía que no le haría daño, pero el miedo seguía allí y no era fácil expulsarlo de la cabeza. Para su desgracia, las fantasías venían acompañadas de pesadillas. Se entrometían cuando menos lo esperaba, recordándole el dolor que podía llegar a sentir.
Por otro lado, todavía no estaba segura de si Joe la deseaba porque la encontraba atractiva o porque sentía lástima por ella. Sabía que un hombre podía excitarse e incluso llegar al clímax aunque no deseara realmente a la mujer con la que estuviera. O por lo menos eso decían las páginas web que había consultado el día anterior mientras Joe hablaba con varios miembros de su equipo en la cocina.
En una web militar aseguraban que incluso la adrenalina podía provocar una erección. Y que una vez que eso ocurría, no era difícil correrse.
—¿En qué piensas? —le preguntó Joe, interrumpiendo sus pensamientos.
____ giró la cabeza hacia él y, al sentir que se ruborizaba, apartó la mirada con rapidez.
—En nada —le aseguró, intentando ocultar su vergüenza.
Allí estaba ella pensando en erecciones, mientras él la llevaba a casa de su abuela. Era evidente que tenía poco o ningún autocontrol sobre su mente y su cuerpo, a pesar de la promesa que se había hecho a sí misma de dejar de desear algo que no podía tener.
—Te estás ruborizando —se burló él con suavidad. El sonido de su voz era como el terciopelo negro. Absolutamente tentador y prohibido—. Quizá me digas en qué estabas pensado cuando volvamos a casa.
A casa. Se aclaró la garganta y se arriesgó a mirarlo otra vez. Había una sonrisa en sus labios que los hacía todavía más sensuales.
—Tal vez —susurró ella de forma entrecortada, sonriendo a su vez al recordar cómo la había convencido antes para sentarse en su regazo—. Hay muchas probabilidades de que puedas convencerme.
Justo cuando acabó de decir aquello, la joven vio que él apretaba las manos en el volante. El coche dio un brusco bandazo y casi se salió de la carretera.
Joe miró a un lado y luego a la carretera de nuevo. Se le pusieron los nudillos blancos por la presión que ejercía sobre el volante y maldijo por lo bajo.
—Agárrate —gruñó con voz calmada, concentrándose en conducir.
____ sintió que el corazón se le subía a la garganta. Era evidente que había algún problema. El coche no respondía al volante.
Joe metió una marcha bruscamente y pisó el freno. Las bocinas sonaban a su alrededor. Hubo un chirrido de ruedas contra el asfalto y el vehículo perdió velocidad al entrar en el arcén. Pero antes de que pudieran detenerse, un SUV negro se colocó a su lado y los empujó a campo abierto.
Lívida, ____ trató de contener los gritos que pugnaban por salir de su garganta. Se agarró al asiento y clavó los dedos en la tela acolchada observando impotente cómo el coche avanzaba hasta pararse cerca de una hondonada.
Empezó a suspirar aliviada y, de pronto, algo impactó contra la parte trasera arrojándola contra la puerta, mientras se preguntaba frenéticamente dónde estaban los airbags. Los cinturones de seguridad los protegieron del impacto, pero no impidieron que Joe recibiera una lluvia de cristales cuando el parabrisas se hizo pedazos.
Una vez el coche se detuvo, la joven giró la cabeza hacia el asiento del conductor en medio de una nube de humo.
—¡Joe! —gritó aterrada al ver que él se desplomaba inconsciente contra el asiento.
Extendió la mano en su dirección y casi había llegado a tocarlo cuando la puerta se abrió de golpe.
La joven se dio la vuelta, esperando que fuera Nik o Travis, o cualquier otro hombre del equipo de Joe. Pero el que trataba de agarrarla y sacarla del coche era un desconocido. Llevaba gafas de sol y tenía el pelo oscuro. Un vehículo estaba aparcado con las puertas abiertas al lado del suyo.
—¡Joe! —gritó sintiendo que la histeria comenzaba a apoderarse de ella.
Se aferró desesperadamente a él, luchando contra las fuertes manos que intentaban sacarla del vehículo.
—¡Joe, despierta! —gritó de nuevo aún sabiendo que había perdido la batalla. Aquellas manos brutales tiraron de ella hasta que ____ soltó a Joe con un grito de dolor.
Fue arrastrada fuera del coche con tanta fuerza que cayó de rodillas. Indefensa ante el desconocido, ____ trató de zafarse inútilmente sin dejar de gritar el nombre de Joe.
¿Por qué no la ayudaba nadie? Podía oír bocinas y coches pasando. Incluso alcanzó a ver algunas caras conmocionadas cuando el hombre la cogió del pelo y empezó a empujarla hacia el SUV.
—¡Joe!
Estaba segura de que su secuestrador no era otro que Orión y no podía permitir que la raptara. Si lo hacía, estaría perdida.
Intentó verle la cara, arrancarle las gafas de sol para poder identificarle. Tenía que acordarse de los detalles. Tenía que conocer el aspecto de aquel hombre. Joe la salvaría y necesitaría saber quién era Orión.
Dios, ya habían llegado al SUV.
—Zorra —exclamó el secuestrador al sentir las uñas de ____ clavándosele en la cara.
La joven luchó con todas sus fuerzas para zafarse de él. Se retorció salvajemente para soltarse, golpeándole e intentando arañarle otra vez.
Orión dejó por un instante de intentar meterla en el coche y cogió algo del asiento delantero. En medio de sus forcejeos, ____ vio que se trataba de una jeringuilla y, un instante después, sintió un pinchazo en el brazo.
Aquel bastardo le estaba inyectando algo. Llena de rabia, le clavó las uñas en la mano al tiempo que una tenebrosa oscuridad comenzaba a apoderarse de ella.
No. No podía permitirlo. Joe jamás se lo perdonaría a sí mismo y ella no tendría ninguna posibilidad de sobrevivir si aquel hombre la metía en el SUV.
—¡Joe! —Su voz era cada vez más débil.
Las lágrimas le anegaron los ojos y se le doblaron las rodillas. Se sintió caer, notó la hierba en la cara y, antes de perder el conocimiento, creyó oír un disparo.
¡Chicas! :D
Perdón por la demora, la escuela, ya saben u.u
¡Bienvenida Stefany! Gracias por comentar & leer la novela :)
Bueno, pues aquí les dejo un capítulo & medio. El diez y la mitad del once, para dejarlas en suspenso jaja :D
Espero les gusten, más tarde subo la otra mitad y el doce.
Gracias por seguir por aquí, comentando & leyendo la novela.
Besos
Natuu!!
Natuu!
Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
Oh maldicion!!! La atrapo Orion
Me encanta como Joe la ayuda a superar sus miedos
Ahhh que pasara???
Siguela!!!
PD. Amo a Joe es tan dfgksjf
Me encanta como Joe la ayuda a superar sus miedos
Ahhh que pasara???
Siguela!!!
PD. Amo a Joe es tan dfgksjf
aranzhitha
Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
omj no
tiene a la rayis!!
porfavor pon masss
tiene a la rayis!!
porfavor pon masss
andreita
Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
Ahhh no la podes dejar justo en ese momento!! .________. Espero q el disparo haya sido para orion de parte de Joe o su equipo O__O
SIGUELAAA
SIGUELAAA
jb_fanvanu
Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
¡Hola chicas! & ¡Bienvenida JB&1D! :D
Ahora que regrese del gimnasio les subo los caps :)
Natuu!!
Ahora que regrese del gimnasio les subo los caps :)
Natuu!!
Natuu!
Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
o por Dios que paso con tu novela el arte de pecar..no me aparece ...no me digas q la quitaste voy a empezar a hiperventilar....era demasiado buena...espero q no la hayas quitado no me rompas el corazon!!!!!
Julieta♥
Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
Julieta escribió:o por Dios que paso con tu novela el arte de pecar..no me aparece ...no me digas q la quitaste voy a empezar a hiperventilar....era demasiado buena...espero q no la hayas quitado no me rompas el corazon!!!!!
Perdón u.u
Si, la borre. La universidad no me deja mucho tiempo libre, y no podía con ambas novelas.
De verdad lo siento, y si, lo sé, es demasiado buena.
Si quieres puedo pasarte el link de donde la descargue para que lo hagas y la tengas en tu computadora :roll:
Natuu!
Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
Once/2
Joe recuperó la conciencia al escuchar los gritos de ____ resonándole en la cabeza. El aterrado sonido de su voz le conmocionó y supo al instante qué había sucedido.
Habían saboteado la dirección y los frenos del coche. Había sentido una explosión bajo ellos un segundo antes de que todo se hubiera ido al infierno. Casi había logrado controlar el vehículo y salirse de la calzada sin problemas cuando un condenado SUV los embistió.
Los airbags no habían saltado, por lo que era fácil deducir que alguien los había desactivado. Después, un disparo había atravesado el parabrisas trasero y delantero, y todo pareció estallar a su alrededor.
La sangre que caía por su frente le empañaba la visión mientras forcejeaba con el cinturón de seguridad. Tardó unos segundos preciosos en sacar el arma que guardaba en el costado y arrastrarse por encima de los asientos hacia la puerta del acompañante, desde donde podía ver cómo ____ luchaba contra un hombre que intentaba meterla en el SUV negro que los había sacado de la interestatal.
Se limpió la sangre que le corría por los ojos, pero todo estaba borroso. Veía doble y aquel hijo de perra estaba demasiado cerca de ____. No podía dispararle sin correr el riesgo de darle a ella.
Tenía que hacer algo. ____ estaba a la derecha... bueno, las dos ____. Y había dos secuestradores a la izquierda. Joe disparó hacia allí.
El muy bastardo todavía trataba de meterla en el SUV.
Con un rápido movimiento, Joe se dejó caer al suelo y disparó otra vez, esta vez cerca del pie del secuestrador.
Al instante, el desconocido soltó a ____, se metió en el SUV y apretó el acelerador antes de cerrar siquiera la puerta.
¿Dónde demonios se habían metido los hombres de la Unidad de Fuerzas Especiales?
Desesperado, Joe se arrastró a través de la hierba hacia la figura inmóvil que yacía a pocos metros.
—¡____! —gritó.
Santo Dios, ¿le habría disparado a ella? ¿Acaso tenía la visión peor de lo que pensaba?
Oyó ruido de frenos y un montón de gritos mientras seguía acercándose a ella.
—____, pequeña. —Le acarició el pelo con extrema suavidad. Había sangre en su cara y en el brazo. Su cuerpo estaba laxo y tenía los ojos cerrados.
—____, por favor. Cariño, por favor. —Se inclinó sobre ella y le pasó las manos frenéticamente por todo el cuerpo en busca de lesiones.
Dios, no podía estar herida. No podía haberle disparado. No a ____. ¿Cómo podría seguir viviendo consigo mismo si le hubiera hecho daño en aquel alocado esfuerzo por protegerla?
Sacudió la cabeza y, al ver que varias sombras caían sobre ellos, levantó la pistola de golpe.
—Somos nosotros, Joe. Baja el arma y hazte a un lado. —Jordan apoyó una mano en su hombro y se arrodilló a su lado junto con Nik y Noah.
Joe se pasó el brazo por la cara, en un intento de aclarar su visión.
—¿Está herida? —gritó—. He disparado. He disparado, Jordan. ¿Le he dado a ella? —Le pasó de nuevo las manos por los brazos, por la cintura. No encontraba ninguna herida, pero le aterraba la idea de darle la vuelta y empeorar de alguna manera su estado.
—Ya viene la ambulancia —les comunicó Noah por encima del ruido de las sirenas que se acercaban.
—Maldito hijo de perra. Veíamos cómo se la llevaba y no podíamos colarnos entre los malditos coches que se habían parado. No había corrido tan rápido en mi vida.
Joe sacudió la cabeza de nuevo. La sangre seguía cayéndole sobre los ojos y todavía no podía ver con claridad.
—____ —dijo con voz ahogada—. ¿Le he dado? He disparado. Ese bastardo casi la tenía, Jordan. Casi logró llevársela.
Control. Estaba perdiendo el control, la concentración. La había tenido sentada en su regazo hacía apenas una hora y le había mostrado que era plenamente capaz de sentir placer. Estaba sonriendo justo antes de que todo se hubiera ido al infierno. Había parecido... casi feliz. No, no podía haberle hecho daño.
—¡Te he dicho que te retires, Joe! —ordenó Jordan de nuevo—. La ambulancia ya ha llegado. Tiene un pinchazo en el brazo y creo que le han inyectado un sedante. Sólo ha perdido la conciencia. No parece tener ninguna otra herida.
—Noah, ve con ella. Será más seguro. —Joe se sintió ligeramente mareado y apenas se dio cuenta de que alguien le ponía una venda en la cabeza—. No la dejes sola.
—No vamos a dejarla sola —estalló Jordan—. Maldición, te portas como Noah cuando está herido.
¿Cómo Noah? Nadie se portaba como Noah cuando estaba herido. Su compañero era como un kamikaze cuando sangraba, a menos que su esposa estuviera cerca. En ese caso era como un niño de pecho reclamando su atención. No, Joe no era así, no cuando le herían a él; pero que ____ estuviera herida era algo muy distinto. Le volvía loco.
Con extremo cuidado para no dañarla más, Joe levantó a la joven contra su pecho, inclinó la cabeza sobre ella y murmuró una oración. Estaba bien. No le costaba respirar. Le buscó el pulso, y comprobó que era lento pero fuerte.
Le habían inyectado algo. Un sedante. Pero había luchado contra aquel bastardo. Joe había oído sus gritos. Le había visto arañar la cara de su asaltante.
—Sus uñas. —Levantó la cabeza buscando a Jordan—. Sus uñas. ADN. Le arañó la cara.
—¡Buena chica! —exclamó Jordan—. Los sanitarios ya están aquí. Les diré que conserven cualquier cosa que encuentren. Suéltala ya, maldita sea; tenemos que trasladarla.
Joe la abrazó con fuerza. No podía dejarla ir. No hasta asegurarse de que estaba a salvo. Casi le había fallado una vez, no podía fallarle otra.
—Joe...
—Jordan, mételos a los dos en la misma ambulancia —gruñó Noah—. No va a soltarla.
Era cierto. Joe agarraba el arma con una mano mientras estrechaba a ____ contra su pecho.
—Tienes la autoridad para hacerlo, Jordan —insistió Noah—, así que da las órdenes pertinentes y que se larguen de una vez de aquí.
Joe dejó de prestar atención a la discusión y forcejeó para levantarse mientras ponían a ____ en una camilla. El sanitario intentó hacerle a un lado, pero desistió cuando se encontró con el arma del israelí en la garganta.
Joe observó cómo la metían en la ambulancia y luego subió él. Débil pero consciente, permitió que el paramédico le examinara la herida de la cabeza, sosteniendo el arma al lado de la pierna mientras oía a Jordan ladrar órdenes al conductor en la parte delantera del vehículo.
Maldición, Joe sabía que aquello podía joder la misión. Esperaba que Orión hubiera escapado lo más rápido y lejos posible al darse cuenta de que le estaban disparando y que se acercaba gente corriendo.
No había modo de que descubriera que los que se habían acercado a socorrerlos eran los miembros de un equipo de Fuerzas Especiales. Jordan, con su habitual eficiencia, se encargaría de que se mantuviese en silencio ese hecho en concreto. Por lo pronto, la ambulancia ya se dirigía a una clínica privada en vez de a un hospital público.
Funcionaría. Jordan les contaría a los sanitarios alguna historia creíble. Se le daban muy bien las mentiras. Era lo que le había convertido en un jefe de equipo tan bueno. Hacía bien las cosas. Lo resolvía todo con rapidez y sin dejar cabos sueltos.
—¿Cómo está? —Joe se giró hacia el sanitario que estaba terminando de transmitir sus indicaciones por radio a la clínica.
—Sus constantes son buenas.
Joe observó con atención al paramédico. Era mayor, probablemente cuarentón. Su expresión mostraba reserva y preocupación. No estaba desconcertado; parecía un hombre acostumbrado a enfrentarse a todo tipo de situaciones.
—¿Qué ve? —le preguntó entonces el sanitario al tiempo que alzaba dos dedos.
—Tiene dos dedos en alto y tres encogidos. Una cabeza y dos ojos —gruñó Joe —. Cuando lleguemos a la clínica, manténgase apartado de mi camino. Donde va ella, voy yo.
—Esa parte me ha quedado muy clara cuando me ha apuntado con su arma —masculló el paramédico—. Deje de preocuparse. No nos interpondremos en su camino.
—Faltan sólo dos minutos para llegar y me han comunicado que los médicos nos están esperando en la entrada —dijo Jordan de pronto por el intercomunicador de la cabina—. Deja que hagan su trabajo, Joe, o haré que te seden también a ti.
Joe gruñó.
—Donde va ella, voy yo. Punto.
Jordan soltó una maldición.
—Esa mujer debe ser condenadamente importante para usted —murmuró el sanitario.
—Lo es. —Lo supo en el instante en que la había visto luchar con el hombre que no podía ser otro que Orión.
Podría haberla perdido. No sólo la oportunidad de cazar a Orión, sino también a ____. Demonios, todavía no la había oído reírse. Podría haberse perdido su asombro ante las caricias que compartirían. Podría haber perdido aquella cálida y frágil emoción que había comenzado a sentir por ella y que nunca había sentido por ninguna otra mujer.
¿Cómo había podido joderlo todo? Orión casi gritaba de dolor por la bala que le había atravesado el pie cuando había intentado meter a aquella zorra en el SUV.
¿Cómo podía haber imaginado que el hombre que viajaba con ella en el coche llevaba un arma? Orión sabía que debería haber encontrado la manera de colarse en el apartamento y averiguar quién era realmente ese amante desconocido antes de pasar al ataque, y así se lo había comunicado a su cliente.
Sin embargo, su cliente se había negado a escucharle y le había obligado a actuar con rapidez, antes de que ella recordara nada más.
Orión gimió de dolor mientras hacía salir el SUV de la interestatal y buscaba rápidamente un lugar donde esconderse, un área segura donde pudiera curarse la herida del pie y conseguir un taxi para regresar a su guarida.
Había intentado colarse varias veces en el apartamento de ____ Clay con el fin de poner nuevos micros.
Ocurría algunas veces. Para obtener los datos que necesitaba para llevar a cabo sus crímenes, tenía que usar artilugios electrónicos que algunas veces desaparecían. Había colocado incluso una cámara en la lámpara del dormitorio, pero, al parecer, también habían cambiado las bombillas.
Debería haber sido sencillo, debería haberle resultado fácil colarse y reemplazar los micros. Pero ____ y su amante nunca salían del jodido apartamento. En tres días, no habían salido ni una sola vez, y su cliente no hacía más que llamarle por teléfono.
Orión sabía que la prisa era mala consejera. Esa era la razón de que Jansen Clay lo hubiera fastidiado todo y hubiese acabado muerto. Había dejado que su socio le metiera prisa, obligándolo a reajustar su agenda. Jansen había pagado un precio muy alto por permitir que le intimidaran.
Orión casi lo había pagado también.
Demonios, era demasiado viejo para todo aquello. Debería haberse retirado hacía seis años. No, lo que debería haber hecho era matar al socio de Jansen Clay por ser tan estúpido. No debería haber aceptado matar a Ariela seis años antes, y tampoco tenía que haber aceptado este encargo ahora.
Debería haber matado a su cliente, el socio de Jansen, el único hombre que conocía su identidad.
...
Habían saboteado la dirección y los frenos del coche. Había sentido una explosión bajo ellos un segundo antes de que todo se hubiera ido al infierno. Casi había logrado controlar el vehículo y salirse de la calzada sin problemas cuando un condenado SUV los embistió.
Los airbags no habían saltado, por lo que era fácil deducir que alguien los había desactivado. Después, un disparo había atravesado el parabrisas trasero y delantero, y todo pareció estallar a su alrededor.
La sangre que caía por su frente le empañaba la visión mientras forcejeaba con el cinturón de seguridad. Tardó unos segundos preciosos en sacar el arma que guardaba en el costado y arrastrarse por encima de los asientos hacia la puerta del acompañante, desde donde podía ver cómo ____ luchaba contra un hombre que intentaba meterla en el SUV negro que los había sacado de la interestatal.
Se limpió la sangre que le corría por los ojos, pero todo estaba borroso. Veía doble y aquel hijo de perra estaba demasiado cerca de ____. No podía dispararle sin correr el riesgo de darle a ella.
Tenía que hacer algo. ____ estaba a la derecha... bueno, las dos ____. Y había dos secuestradores a la izquierda. Joe disparó hacia allí.
El muy bastardo todavía trataba de meterla en el SUV.
Con un rápido movimiento, Joe se dejó caer al suelo y disparó otra vez, esta vez cerca del pie del secuestrador.
Al instante, el desconocido soltó a ____, se metió en el SUV y apretó el acelerador antes de cerrar siquiera la puerta.
¿Dónde demonios se habían metido los hombres de la Unidad de Fuerzas Especiales?
Desesperado, Joe se arrastró a través de la hierba hacia la figura inmóvil que yacía a pocos metros.
—¡____! —gritó.
Santo Dios, ¿le habría disparado a ella? ¿Acaso tenía la visión peor de lo que pensaba?
Oyó ruido de frenos y un montón de gritos mientras seguía acercándose a ella.
—____, pequeña. —Le acarició el pelo con extrema suavidad. Había sangre en su cara y en el brazo. Su cuerpo estaba laxo y tenía los ojos cerrados.
—____, por favor. Cariño, por favor. —Se inclinó sobre ella y le pasó las manos frenéticamente por todo el cuerpo en busca de lesiones.
Dios, no podía estar herida. No podía haberle disparado. No a ____. ¿Cómo podría seguir viviendo consigo mismo si le hubiera hecho daño en aquel alocado esfuerzo por protegerla?
Sacudió la cabeza y, al ver que varias sombras caían sobre ellos, levantó la pistola de golpe.
—Somos nosotros, Joe. Baja el arma y hazte a un lado. —Jordan apoyó una mano en su hombro y se arrodilló a su lado junto con Nik y Noah.
Joe se pasó el brazo por la cara, en un intento de aclarar su visión.
—¿Está herida? —gritó—. He disparado. He disparado, Jordan. ¿Le he dado a ella? —Le pasó de nuevo las manos por los brazos, por la cintura. No encontraba ninguna herida, pero le aterraba la idea de darle la vuelta y empeorar de alguna manera su estado.
—Ya viene la ambulancia —les comunicó Noah por encima del ruido de las sirenas que se acercaban.
—Maldito hijo de perra. Veíamos cómo se la llevaba y no podíamos colarnos entre los malditos coches que se habían parado. No había corrido tan rápido en mi vida.
Joe sacudió la cabeza de nuevo. La sangre seguía cayéndole sobre los ojos y todavía no podía ver con claridad.
—____ —dijo con voz ahogada—. ¿Le he dado? He disparado. Ese bastardo casi la tenía, Jordan. Casi logró llevársela.
Control. Estaba perdiendo el control, la concentración. La había tenido sentada en su regazo hacía apenas una hora y le había mostrado que era plenamente capaz de sentir placer. Estaba sonriendo justo antes de que todo se hubiera ido al infierno. Había parecido... casi feliz. No, no podía haberle hecho daño.
—¡Te he dicho que te retires, Joe! —ordenó Jordan de nuevo—. La ambulancia ya ha llegado. Tiene un pinchazo en el brazo y creo que le han inyectado un sedante. Sólo ha perdido la conciencia. No parece tener ninguna otra herida.
—Noah, ve con ella. Será más seguro. —Joe se sintió ligeramente mareado y apenas se dio cuenta de que alguien le ponía una venda en la cabeza—. No la dejes sola.
—No vamos a dejarla sola —estalló Jordan—. Maldición, te portas como Noah cuando está herido.
¿Cómo Noah? Nadie se portaba como Noah cuando estaba herido. Su compañero era como un kamikaze cuando sangraba, a menos que su esposa estuviera cerca. En ese caso era como un niño de pecho reclamando su atención. No, Joe no era así, no cuando le herían a él; pero que ____ estuviera herida era algo muy distinto. Le volvía loco.
Con extremo cuidado para no dañarla más, Joe levantó a la joven contra su pecho, inclinó la cabeza sobre ella y murmuró una oración. Estaba bien. No le costaba respirar. Le buscó el pulso, y comprobó que era lento pero fuerte.
Le habían inyectado algo. Un sedante. Pero había luchado contra aquel bastardo. Joe había oído sus gritos. Le había visto arañar la cara de su asaltante.
—Sus uñas. —Levantó la cabeza buscando a Jordan—. Sus uñas. ADN. Le arañó la cara.
—¡Buena chica! —exclamó Jordan—. Los sanitarios ya están aquí. Les diré que conserven cualquier cosa que encuentren. Suéltala ya, maldita sea; tenemos que trasladarla.
Joe la abrazó con fuerza. No podía dejarla ir. No hasta asegurarse de que estaba a salvo. Casi le había fallado una vez, no podía fallarle otra.
—Joe...
—Jordan, mételos a los dos en la misma ambulancia —gruñó Noah—. No va a soltarla.
Era cierto. Joe agarraba el arma con una mano mientras estrechaba a ____ contra su pecho.
—Tienes la autoridad para hacerlo, Jordan —insistió Noah—, así que da las órdenes pertinentes y que se larguen de una vez de aquí.
Joe dejó de prestar atención a la discusión y forcejeó para levantarse mientras ponían a ____ en una camilla. El sanitario intentó hacerle a un lado, pero desistió cuando se encontró con el arma del israelí en la garganta.
Joe observó cómo la metían en la ambulancia y luego subió él. Débil pero consciente, permitió que el paramédico le examinara la herida de la cabeza, sosteniendo el arma al lado de la pierna mientras oía a Jordan ladrar órdenes al conductor en la parte delantera del vehículo.
Maldición, Joe sabía que aquello podía joder la misión. Esperaba que Orión hubiera escapado lo más rápido y lejos posible al darse cuenta de que le estaban disparando y que se acercaba gente corriendo.
No había modo de que descubriera que los que se habían acercado a socorrerlos eran los miembros de un equipo de Fuerzas Especiales. Jordan, con su habitual eficiencia, se encargaría de que se mantuviese en silencio ese hecho en concreto. Por lo pronto, la ambulancia ya se dirigía a una clínica privada en vez de a un hospital público.
Funcionaría. Jordan les contaría a los sanitarios alguna historia creíble. Se le daban muy bien las mentiras. Era lo que le había convertido en un jefe de equipo tan bueno. Hacía bien las cosas. Lo resolvía todo con rapidez y sin dejar cabos sueltos.
—¿Cómo está? —Joe se giró hacia el sanitario que estaba terminando de transmitir sus indicaciones por radio a la clínica.
—Sus constantes son buenas.
Joe observó con atención al paramédico. Era mayor, probablemente cuarentón. Su expresión mostraba reserva y preocupación. No estaba desconcertado; parecía un hombre acostumbrado a enfrentarse a todo tipo de situaciones.
—¿Qué ve? —le preguntó entonces el sanitario al tiempo que alzaba dos dedos.
—Tiene dos dedos en alto y tres encogidos. Una cabeza y dos ojos —gruñó Joe —. Cuando lleguemos a la clínica, manténgase apartado de mi camino. Donde va ella, voy yo.
—Esa parte me ha quedado muy clara cuando me ha apuntado con su arma —masculló el paramédico—. Deje de preocuparse. No nos interpondremos en su camino.
—Faltan sólo dos minutos para llegar y me han comunicado que los médicos nos están esperando en la entrada —dijo Jordan de pronto por el intercomunicador de la cabina—. Deja que hagan su trabajo, Joe, o haré que te seden también a ti.
Joe gruñó.
—Donde va ella, voy yo. Punto.
Jordan soltó una maldición.
—Esa mujer debe ser condenadamente importante para usted —murmuró el sanitario.
—Lo es. —Lo supo en el instante en que la había visto luchar con el hombre que no podía ser otro que Orión.
Podría haberla perdido. No sólo la oportunidad de cazar a Orión, sino también a ____. Demonios, todavía no la había oído reírse. Podría haberse perdido su asombro ante las caricias que compartirían. Podría haber perdido aquella cálida y frágil emoción que había comenzado a sentir por ella y que nunca había sentido por ninguna otra mujer.
¿Cómo había podido joderlo todo? Orión casi gritaba de dolor por la bala que le había atravesado el pie cuando había intentado meter a aquella zorra en el SUV.
¿Cómo podía haber imaginado que el hombre que viajaba con ella en el coche llevaba un arma? Orión sabía que debería haber encontrado la manera de colarse en el apartamento y averiguar quién era realmente ese amante desconocido antes de pasar al ataque, y así se lo había comunicado a su cliente.
Sin embargo, su cliente se había negado a escucharle y le había obligado a actuar con rapidez, antes de que ella recordara nada más.
Orión gimió de dolor mientras hacía salir el SUV de la interestatal y buscaba rápidamente un lugar donde esconderse, un área segura donde pudiera curarse la herida del pie y conseguir un taxi para regresar a su guarida.
Había intentado colarse varias veces en el apartamento de ____ Clay con el fin de poner nuevos micros.
Ocurría algunas veces. Para obtener los datos que necesitaba para llevar a cabo sus crímenes, tenía que usar artilugios electrónicos que algunas veces desaparecían. Había colocado incluso una cámara en la lámpara del dormitorio, pero, al parecer, también habían cambiado las bombillas.
Debería haber sido sencillo, debería haberle resultado fácil colarse y reemplazar los micros. Pero ____ y su amante nunca salían del jodido apartamento. En tres días, no habían salido ni una sola vez, y su cliente no hacía más que llamarle por teléfono.
Orión sabía que la prisa era mala consejera. Esa era la razón de que Jansen Clay lo hubiera fastidiado todo y hubiese acabado muerto. Había dejado que su socio le metiera prisa, obligándolo a reajustar su agenda. Jansen había pagado un precio muy alto por permitir que le intimidaran.
Orión casi lo había pagado también.
Demonios, era demasiado viejo para todo aquello. Debería haberse retirado hacía seis años. No, lo que debería haber hecho era matar al socio de Jansen Clay por ser tan estúpido. No debería haber aceptado matar a Ariela seis años antes, y tampoco tenía que haber aceptado este encargo ahora.
Debería haber matado a su cliente, el socio de Jansen, el único hombre que conocía su identidad.
...
Natuu!
Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
Doce
Cuatro horas después, ____ todavía continuaba inconsciente. Joe se había sentado junto a su cama y la observaba de cerca esperando que abriese los ojos, mientras los monitores controlaban sus funciones vitales.
Jordan estaba a los pies de la cama. Y fuera, en el pasillo, el resto del equipo se había colocado en posiciones estratégicas para vigilar la puerta y el pasillo.
Noah, Jordan y Nik los habían seguido en un coche. Debido a la confusión creada cuando habían sacado al vehículo de Joe y ____ de la carretera, y dada la distancia a la que estaban, no habían podido prestarles apoyo de inmediato.
Sin embargo, habían estado lo suficientemente cerca para ver a Orión. Llevaba unas gafas oscuras que le cubrían la mayor parte de la cara. Tenía el pelo negro, una constitución fuerte, y era mayor de lo que pensaban. Lamentablemente, esos datos no eran suficientes para identificarlo.
Por suerte, habían encontrado restos de piel bajo las uñas de ____, y Joe esperaba que el análisis de ADN les diera alguna pista.
Cansado, se pasó la mano por la mandíbula antes de frotarse la nuca sin dejar de observar a la joven.
Aquélla era la primera vez que Orión fallaba al intentar secuestrar a su víctima. En cuanto ____ se despertara, podría contestar a algunas preguntas de vital importancia.
Joe le había mentido cuando le contó que quería atrapar a Orión porque había matado a la madre de un amigo; la víctima había sido su propia madre. Tampoco había sido el padre de un amigo el que se había lanzado sobre un terrorista suicida; había sido el de Joe. Y no había sido un amigo quien había rastreado al asesino hasta un carguero; había sido el propio Joe.
Orión le estaba esperando aquella noche hacía cuatro años. Tenía amigos poderosos y alguien del Mossad le había facilitado la información de que Joe estaba a punto de atraparlo.
La bala que Orión le había disparado le había rozado la cabeza y le había hecho caer a las negras aguas del océano. Se habría ahogado si un equipo de SEALs que estaba haciendo prácticas en esa zona no hubiera oído el disparo.
Joe se preguntaba qué hubiera sido de su vida si el comandante de aquel equipo no hubiera notificado a Jordan lo que le había ocurrido. ¿Hubiera acabado como su padre? ¿O quienquiera que hubiera contratado a Orión tenía suficientes conexiones con su gobierno como para deshacerse de él tarde o temprano?
La noche en que las aguas se abatieron sobre él, Joe comprendió que la misión en la que su madre había estado involucrada no había sido autorizada. Ariela Abijah había recibido órdenes de dejar la investigación. Le dijeron que los rumores eran sólo eso, rumores. Pero su madre había ignorado esa orden y había acabado muerta.
Orión había destruido la vida que Joe había conocido y tenía que pagar por ello. Al comenzar la misión, al israelí le importaba ____, pero también atrapar al asesino de su familia. Jamás se le hubiera pasado por la cabeza que tan sólo unos días después, salvar a la joven que utilizaban como cebo sería lo más importante para él.
—Necesito tiritas —le dijo a Jordan, refiriéndose a unos pequeños discos adhesivos que contenían localizadores electrónicos—. Del color de su piel. También quiero una pulsera, algo sencillo que pueda llevar siempre puesto, con un chip GPS que se active a distancia. No quiero nada que pueda ser localizado por un detector electrónico.
—Orión siempre despoja de joyas a sus víctimas —señaló Jordan—. Y lava sus cuerpos antes de que despierten. Las tiritas no funcionan si se mojan.
—Las joyas y la ropa siempre han aparecido cerca del lugar donde retiene a las víctimas. Sólo una vez se quedó con un objeto personal. La estrella de David que pertenecía a Ariela Abijah —indicó Joe—. Los móviles y otro tipo de dispositivos no sirven en este caso. —Se dio la vuelta y miró a su superior con ferocidad—. Casi lo consigue, Jordan. La habríamos perdido si llega a meterla en el SUV. No puedo arriesgarme a que ocurra de nuevo.
Había estado completamente seguro de que podría protegerla. Había pensado que con él y el equipo de refuerzo, no había manera de que Orión pudiera llegar hasta ____.
Se había equivocado.
—¿Ha averiguado Nik cómo pudo acceder al coche?
Jordan negó con la cabeza.
—Ha regresado al apartamento para mirar la filmación de la cámara de seguridad. Aún no ha encontrado nada.
—Es muy posible que a estas alturas Orión sospeche que esto sea una misión. —Eso iba a hacer que protegerla fuera todavía más difícil—. Tenemos que contactar con el informador, averiguar si sabe algo más.
—Travis está en ello —le informó Jordan—. Deberíamos tener algo en las próximas doce horas.
—Sus víctimas siempre están despiertas cuando les corta las muñecas —dijo Joe en voz baja—. Los informes toxicológicos indican que las asesina cuando llevan una hora conscientes. Siempre ha utilizado GHB. No le gusta perder demasiado el tiempo. Las traslada al lugar donde las mata, las desnuda y asea, lo que le lleva otra hora, y quizá disponga de treinta minutos o una hora más hasta que se despiertan, tiempo que aprovecha para encadenarlas.
—Así que tiene conocimientos médicos —apuntó Jordan.
Joe asintió con la cabeza.
—Los suficientes como para saber dosificar la droga; de otra manera podría matarlas. La mierda que les inyecta es demasiado peligrosa para andar a ciegas.
Cerró los dedos en torno a la barra de metal de la cama sintiendo que una oleada de furia incontrolable corría con fuerza por sus venas. Había jurado protegerla. Se lo había prometido a ella, había conseguido que confiara en él.
Y casi la había perdido.
Alargó la mano y le acarició el pelo. Sólo el pelo. Luego se lo colocó detrás de la oreja con suavidad. Ese sencillo gesto parecía tranquilizarla cuando estaba nerviosa. Era una costumbre que él encontraba encantadora.
Aquella mujer llevaba fascinándole cuatro años. La había visto en algunas ocasiones en las que ella llegaba o se iba de casa de Emily, de Raven o de Morganna, y siempre le había atraído. Siempre le había asombrado el coraje y la fuerza que había visto en sus ojos, en su cara, en el gesto terco de la barbilla o en la postura de sus hombros. Puede que ____ hubiera vivido un infierno, pero era una superviviente y estaba resuelta a mostrarle al mundo de qué pasta estaba hecha.
Ese tipo de coraje la hacía aún más bella, como si una luz brillante irradiara desde su interior.
Era una mujer fuerte. Y esa fuerza le confería un atractivo que le resultaba irresistible.
—Vamos a continuar adelante con la misión como si esto hubiera sido un atentado chapucero y tú un amante preocupado. Utilizaremos a una firma de seguridad privada para protegeros, y de esa forma le daremos a Orión la impresión de que has contratado un guardaespaldas a causa del secuestro frustrado. Puede que Orión sospeche que el gobierno esté detrás de todo esto, pero no encontrará pruebas de ello.
Joe acarició el pelo de ____ de nuevo.
—A él le da igual ir contra un agente o contra toda una organización —señaló—. Ariela era miembro del Mossad. Su marido formaba parte de la CIA y su hijo pertenecía también al Mossad. No le preocupan las complicaciones, ni las posibles operaciones en su contra.
—Según nuestra fuente, su cliente le está presionando —continuó Jordan—. Creemos que él conoce su identidad, y eso hará que cometa errores. Concéntrate en la operación y no en ____ Clay, Joe. Ella no es relevante.
Joe levantó la cabeza de golpe. La furia que ardía en su interior se había convertido en una ardiente cólera que amenazaba con consumirle las entrañas.
—Por supuesto que es relevante —rugió—. Escúchame bien, Jordan, ni se te ocurra hacerle correr un peligro mayor del que ya está corriendo. No voy a consentirlo.
Jordan esbozó una mueca furiosa.
—Hijo de perra —siseó—. Sabía que estabas perdiendo la cabeza por ella. No puedes hacerlo, Joe. Cuando el cebo se vuelve más importante que la operación, todo se va a la mierda. Ya viste lo que ocurrió cuando aquella milicia secuestró a la esposa de Noah. Tienes que concentrarte en la misión o perderemos tanto a Orión como a ____.
—No perderé a ____ por culpa de ese bastardo —rugió rechinando los dientes—. Consigue los dispositivos que te he pedido y encárgate de que revisen su apartamento de nuevo. Si ha logrado instalar más micros durante este tiempo, me la llevaré a otro lado. Pero escúchame bien, Jordan, no la atrapará. —«Es mía». Joe contuvo esas últimas palabras. No podía permitirse el sentimiento de posesión que le invadía con respecto a la joven.
Aunque no pudiese estar con ella, ____ era una mujer por la que merecía la pena arriesgar la vida, una mujer por la que sería capaz de morir.
—De acuerdo. Te conseguiré lo que necesitas —le aseguró Jordan—. Pero tienes que controlarte con respecto a ella, Joe. Siempre había pensado que podía confiar en tu frialdad, sobre todo en lo que a mujeres se refiere. Quizá debería haber hecho que John ocupara tu lugar.
Joe volvió a mirar a su superior, consciente de que sus emociones estaban acabando con aquella coraza impasible y lógica que siempre había mostrado. Jamás las había dejado salir a la superficie hasta entonces. Siempre había sido frío y duro. Incluso cuando Orión le había destruido la vida, Joe había sabido proteger su alma. Pero, de alguna manera, ____ había logrado atravesar aquella barrera, y ahora poseía una parte de él con la que Joe no estaba familiarizado.
—Intenta relevarme con otro agente y todos lo lamentaremos —afirmó con severidad.
Jordan abrió la boca para replicarle y, justo en ese momento, un grito ahogado atrajo la mirada de ambos hombres hacia ____.
La joven estaba lívida. Tenía los ojos abiertos y en su expresión se reflejaba un terror absoluto.
____ desplazó la mirada de Jordan a Joe. Éste jamás había visto un miedo semejante en los ojos de nadie.
—Quiero salir de aquí.
No se había sentido tan aterrorizada desde que había estado prisionera en la clínica donde Jansen Clay la había encerrado, después de que los SEALs la hubieran liberado de la prisión de Diego Fuentes. ____ había estado inconsciente durante el rescate, pero al despertar, se había encontrado atada a una cama, semidrogada por los sedantes. Había permanecido en aquel infierno durante casi los dos años siguientes.
La habían vuelto a sedar, estaba segura. La adrenalina comenzó a recorrerle el cuerpo a toda velocidad, incrementando los efectos del sedante. El pánico se había apoderado de ella y sabía que no podía hacer nada para evitarlo. Tenía que salir de allí, pero no podía moverse.
El olor a desinfectante le inundó los sentidos, provocándole náuseas. Sentía calambres en el estómago, y un cierto estado de lucidez empezaba a abrirse paso en su mente mientras intentaba comprender qué le había ocurrido.
Joe estaba con ella. Se recordó a sí misma que él no dejaría que le hicieran daño. Había prometido protegerla.
—¿____? —Joe le colocó un mechón de pelo detrás de la oreja y le acarició la mejilla con el pulgar—. ¿Recuerdas el accidente?
La joven asintió rápidamente.
—Lo recuerdo todo. Sácame de aquí, por favor.
Observó la mirada que él intercambió con Jordan. Santo Dios, iban a hacer que se quedara. No podría soportarlo.
Joe abrió la boca.
—No puedo quedarme —le interrumpió ____ con voz ronca, casi sin respiración—. Por favor, no me obligues. Sé que me drogaron. Recuerdo que perdí la conciencia y que ese hombre intentaba meterme en su vehículo. Recuerdo la inyección. Sé que estoy a salvo. —Se le quebró la voz con un sollozo—. No me obligues a quedarme.
Era una clínica y seguramente estaría llena de médicos y enfermeras que le mentirían y le inyectarían medicación lo quisiera ella o no.
No podía separar el presente del pasado. De nuevo, la inundaron los recuerdos crueles y dolorosos del infierno sedado en el que había vivido durante casi dos años.
Podía sentir una mano dura agarrándole del brazo. El tacto era suave, muy suave, pero la mano era enorme y pesada. Una mano masculina. Luego sintió que le clavaban una aguja en el brazo y oyó una voz furiosa.
«Deberías matarla de una vez —susurraba una voz en su mente. Una voz culta, cargada de autoridad y condescendencia—. Es un lastre que no podemos permitirnos.»
«Un hombre no mata a sus propios hijos. —Había sido la respuesta de Jansen—. Por el momento, ella sigue siendo útil para mí. Y para ti. Tenemos que saber si la droga funciona.»
Los efectos de la droga eran espantosos.
____ sacudió la cabeza y la voz de Joe consiguió devolverla al presente. Decía algo sobre quedarse, sobre que los médicos tenían que examinarla.
La joven negó con la cabeza desesperadamente.
—Estoy bien. —Tenía que salir de allí antes de que el pasado se adueñara de ella y se pusiera a gritar de horror—. Sácame de aquí, te lo ruego. No puedo soportarlo.
____ observó la expresión tensa de Joe, la batalla interior que reflejaban sus ojos, y le agarró la muñeca con fuerza mientras intentaba deshacerse de la neblina que le embotaba los sentidos.
—No puedo... —Sus palabras terminaron en un sollozo y se odió por ser tan débil. El terror le retorció el estómago y dejó sin aire sus pulmones, haciéndole más difícil respirar—. Por favor... sácame de... aquí.
—Jordan, ordena que traigan el coche —decidió Joe de repente.
—Ella no está lo suficientemente bien para marcharse —protestó su superior en voz baja—. Los médicos tienen que examinarla. Debemos asegurarnos de que no sufra ninguna reacción a la droga que le han inyectado.
—Por favor —susurró ella—. No me obligues a quedarme. Sácame de aquí, por favor.
Joe había jurado que la protegería, que no dejaría que le hicieran daño. ____ confiaba en él; el simple hecho de que no se hubiera dejado dominar por la histeria lo probaba. Pero sabía que si no la sacaba de la clínica ahora, esa confianza se rompería en mil pedazos y aquello la destrozaría. No podían continuar allí ni un momento más.
—Haz que traigan el maldito coche —ordenó de nuevo. La envolvió con cuidado en la sábana, se inclinó y la cogió en brazos.
____ enterró la cara en su hombro, intentando contener las lágrimas que amenazaban con desbordarse. Se estremeció al notar que el olor a desinfectante desaparecía. Ahora sólo olía a Joe. Su perfume, cálido y masculino, llenó sus sentidos cuando la estrechó contra sí y alivió el horror que le entumecía la mente y amenazaba con hacerle perder la cordura.
Oyó protestas mientras se encaminaban a la salida. De enfermeras quizá, o de algún médico.
—Se encuentra bien —le gruñó Joe a alguien—. Ya no le necesitamos, doctor.
____ escuchó el chasquido de la puerta de cristal cerrarse a su espalda y sintió el frío aire de la noche traspasar la fina tela que la cubría. Luego, apenas unos segundos más tarde, Joe se inclinó, la metió en el asiento trasero de un coche y se sentó a su lado.
Aterrada de perder su contacto, se aferró a él con fuerza.
—Está bien —susurró él contra su pelo, sentándola en su regazo—. Jordan ha enviado una limusina. Estás a salvo. Confía en mí, ____. Todo está bien.
Todavía se hallaba aturdida. El sedante que le habían inyectado no le permitía pensar con claridad. Sabía que había sido un sedante; lo recordaba de la clínica. Y también recordaba al médico discutiendo con su padre sobre aquella droga.
—Es el mismo —susurró contra el hombro de Joe—. El mismo sedante. El mismo que Jansen ordenó que me pusieran en la clínica.
Joe se tensó bajo ella.
—¿Estás segura?
Ella asintió con la cabeza.
—Conozco los efectos.
____ lo sabía porque el médico que la atendía en la clínica siempre le había suministrado un sedante después de que su padre se fuera tras haberle inyectado la droga. Ese sedante no la afectaba tanto, le permitía conservar los recuerdos, las sensaciones sobre lo que estaba ocurriendo.
—Ya estoy en ello, Joe —dijo Jordan desde el asiento delantero—. Sabremos con exactitud de qué sedante se trata dentro de doce horas. Los análisis de sangre llevan su tiempo.
____ negó con la cabeza. Sabía el nombre de esa droga. Lo tenía en la punta de la lengua. Recordaba que Jansen la había mencionado alguna vez.
—Tenemos los informes de la clínica y los del hospital al que la llevaron después del rescate. —La voz de Joe parecía llegar de muy lejos—. Podremos cotejar ambas drogas.
—La droga que hallaron en su organismo después del rescate de la clínica no es la misma —indicó Jordan—. Se lo he preguntado al médico. La droga que le suministraban era más suave.
—No siempre. —Aunque ____ tuvo que esforzarse para que las palabras salieran de sus labios, cada vez le era más fácil pensar, más fácil encontrarle sentido a lo que ocurría a su alrededor.
—¿Cómo que «no siempre»? —preguntó Joe.
La joven respiró hondo, esforzándose por despejar la mente lo suficiente para poder hablar con coherencia.
—El médico. —Su voz sonó vacilante y arrastrada—. Cuando Jansen no estaba, cambiaba el sedante. Decía que el otro me hacía daño. No quería que sufriera, no como Jansen.
—Tenías halperidol en la sangre cuando te sacaron de la clínica —señaló Joe.
____ asintió con la cabeza.
—Pero me inyectaban GHB cuando Jansen venía a verme. — Frunció el ceño, ¿por qué no lo había recordado antes?—. Así era como lo llamaba el médico. Decía que era algo que podía matarme.
Oyó de nuevo voces en la cabeza, aquellos susurros insidiosos de los que no podía escapar. La risa de Jansen, la preocupación del médico. Y también oyó a otro hombre. Un hombre con una voz imperiosa y sarcástica que se reía de ella.
—No me dejes, Joe —susurró, sintiendo que el aturdimiento daba paso a la oscuridad—. No dejes que me toquen.
—Estoy contigo, ____. —La estrechó con más fuerza—. Estás a salvo.
____ se dejó arrastrar por la oscuridad, consciente de la tensión que había invadido de pronto el cuerpo de Joe. Se dijo a sí misma que luego le preguntaría al respecto... Si se acordaba.
Jordan clavó la mirada en la joven que Joe sostenía entre sus brazos, consciente de la manera en que la abrazaba, el sentido de posesión de ese gesto y su mirada.
—A Ariela Abijah le dieron GHB. —Jordan sabía que estaba tocando una fibra sensible al nombrar a la madre de Joe. Ariela había poseído una extraña fortaleza. La había visto una vez, sólo una vez, y le había dejado impresionado, cosa que muy poca gente conseguía.
—Orión siempre utiliza GHB —dijo Joe con voz neutra—. Es fácil de conseguir e imposible de rastrear.
—Ella conoce la diferencia. —Jordan señaló a ____ con la cabeza—. El médico sospechaba que podría tratarse de GHB.
—Si fuera otra cosa ya se habría recuperado —afirmó Joe.
El comandante observó atentamente cómo el israelí acariciaba con ternura el brazo de la joven. «Maldita sea, otro agente perfecto que se enamora». Su unidad de Fuerzas Especiales se estaba yendo al infierno. Primero Noah, y ahora Joe. Aunque al menos, John, Travis y Nik parecían inmunes.
—¿Cómo lo sabes? —le preguntó con curiosidad.
—Se ha vuelto a quedar dormida —respondió Joe—. Jamás lo habría hecho si no estuviera todavía bajo la influencia de la droga. Habría luchado. Creo que le han inyectado una dosis para seis u ocho horas; los análisis de sangre lo confirmarán. Eso quiere decir que ese bastardo tiene su guarida en alguna parte de Atlanta, quizá un poco más lejos. El SUV tenía las ventanas tintadas. Podría haberla dejado en el asiento de atrás y conducido al menos cuatro horas antes de tener que atarla. Lo tenía planeado hasta el último segundo, desde el secuestro hasta la muerte. Ahora se mantendrá cerca, ya que no puede valerse de los micros del apartamento. Hoy ha corrido un gran riesgo. Lo están presionando para que acabe el trabajo, y eso lo lleva a cometer errores.
—Y seguirá cometiéndolos —concluyó Jordan—. Tenemos que esbozar un plan y ceñirnos a él.
Observó a Joe atentamente. El ex agente del Mossad no asintió con la cabeza. No se mostró de acuerdo. Esa era una mala señal. Quería decir que, de un momento a otro, ____ Clay podía terminar en la lista de gente desaparecida, y sólo una persona sabría dónde encontrarla: el hombre que la había reclamado.
«Malditos agentes del Mossad». Jamás había conocido agentes más duros y astutos que los israelíes. El problema con ellos era que, una vez perdían la cabeza por una mujer, eran peores que una leona protegiendo a su cachorro. Podías darte por muerto si ponías en peligro la vida de su mujer.
Noah también era extremadamente peligroso en todo lo concerniente a su Sabella, o Bella, como la conocían todos. Sí, ése era el problema con agentes secretos y curtidos. Eran muy buenos hasta que aparecía alguna condenada mujer que decidía cambiarles la vida.
Jordan se pasó la mano por el pelo y comenzó a considerar otras alternativas al plan inicial. Tenía que asegurarse de que ____ no sólo estaba protegida sino que, además, tenía una maldita burbuja antibalas a su alrededor. De lo contrario, Joe actuaría por su cuenta.
Por un momento se le pasó por la cabeza que quizá fuera mejor reemplazar a Joe en aquella misión, pero desechó la idea con rapidez. Como Joe le había dicho, todos lo lamentarían. ____ desaparecería, y con ella uno de los mejores agentes que había sobre la faz de la tierra. No, aquél no era el camino.
—No debería recordar el accidente —señaló Jordan de repente—. El GHB afecta a la memoria y las sensaciones.
—Tampoco debería recordar su violación o el hecho de que su padre dejara que experimentaran con ella. —Joe maldijo—. Y lo recuerda. Esa es la razón de que la ingresara en esa clínica privada. El cliente de Orión estaba presente cuando despertó la primera vez, y vio cómo recordaba. Es por eso que la mantuvo drogada, para que no pudiera revelar su identidad.
—Es muy extraño —reflexionó Jordan—. Ni siquiera Emily Stanton recuerda con exactitud lo que ocurrió después de que Jansen la secuestrara de nuevo. Sin embargo, según el psicólogo, los recuerdos de ____ están asombrosamente intactos bajo una capa de miedo.
—Lo suficientemente intactos para que alguien quiera verla muerta —señaló Joe con la voz más dura y fría que antes, tan feroz que podía penetrar la neblina que envolvía la mente de ____.
La joven podía oírlos. Podía sentir la tensión de Joe, oír la muerte en su voz cuando hablaba del científico que había acompañado a su padre a la clínica. El científico estaba furioso porque su padre se había reído de él. Le había obligado a ir, a inyectarla con lo que él llamaba su creación. Pero su creación no había funcionado como ellos habían querido. Había sido doloroso. Y cada vez que Jansen entraba en la habitación, ____ había luchado por huir, por apartarse de ellos.
«Ella me conoce. —La voz del científico reverberó en su cabeza—. Puede identificarme.»
____ le había mirado. Lo había observado fijamente. Pero tenía la vista borrosa y su mente estaba abotargada. ¿Quién era él? Quizás fuese capaz de reconocerlo si lo viera otra vez.
—Le conozco... Puedo... puedo identificarlo —susurró contra el pecho de Joe, agradecida por la fuerza que le brindaba—. Tiene las manos suaves como un bebé. Unas manos grandes y llenas de cicatrices. Pero las palmas de sus manos son suaves... —Sintió como si se desvaneciera y luchó por conservar la conciencia. Lo que fuera que ella sabía, Joe tenía que saberlo también—. No puedo verle la cara —suspiró—. Estoy tan cansada, no puedo verle la cara... —Su voz se desvaneció.
Joe quiso maldecir. Apoyó la frente en la de ella y apretó los parpados durante un buen rato antes de besarla en la frente.
Fuerza. Había oído la fuerza en sus palabras. Estaba atrapada entre los recuerdos y la realidad, y luchaba por recuperar las dos cosas. Joe conocía los efectos del GHB, sabía que era extraño que no hubiera hecho desaparecer los distantes y tormentosos recuerdos de la joven.
____ era lo suficientemente fuerte como para combatirlos, igual que había sido lo bastante fuerte como para luchar contra Orión cuando él había tratado de llevársela. Lo bastante fuerte para contener la histeria al recuperar la conciencia y contarle los detalles que acudían a su mente.
—Quiero muerto a ese maldito científico —murmuró Joe contra la frente de ____ antes de levantar la mirada y clavarla en Jordan—. Y seré yo quien lo mate.
—Antes tienes que averiguar quién es —masculló Jordan—. Y para eso tienes que atrapar a Orión vivo.
Joe apretó los labios furioso y estrechó a ____ con más fuerza contra su pecho. Volvían al apartamento en vez de ir a un hotel como él hubiera preferido. John ya lo había revisado y estaba limpio. El equipo los cubría de camino a casa. Nik todavía estaba trabajando con las cintas de vídeo del aparcamiento, intentando averiguar la manera en que Orión había conseguido burlar la vigilancia y manipular el coche.
Se estaban acercando al asesino; Joe podía sentirlo. Orión había cometido su primer error. Ahora tenían su ADN y ____ comenzaba a recordar más cosas.
Cogerían a Orión y luego a su cliente. Sólo un poco más y ____ estaría a salvo.
Después, él saldría de su vida y ella sería libre para tener el futuro que se merecía. Uno en el que pudiera hacer realidad sus sueños. Donde no conocería el miedo, ni el peligro.
Estaría a salvo.
Joe se aseguraría de que siempre estuviera protegida, pero antes, pensó, tendría que sacarla de todo aquello. Podía enviarla a un piso franco. Cabía la posibilidad de que si Orión no la veía llegar o salir del apartamento, sospechara que estaba escondida dentro y planeara la manera de entrar cuando Joe estuviera ausente. Llevarla a un piso franco aseguraría su vida, sus sueños.
Pero no podría soñar con él. Una mujer no podía soñar con un hombre muerto, se recordó a sí mismo. Joe Jonas no era más que un nombre prestado para un hombre que había muerto hacía años.
David Abijah ya no existía. Había vendido su alma por venganza. Había perdido el derecho a soñar.
Bueno chicas, aquí les dejo la segunda parte del capítulo once y el doce.
Espero les gusten. Cuando pueda, subo más.
Besos
Natuu♥!!
Jordan estaba a los pies de la cama. Y fuera, en el pasillo, el resto del equipo se había colocado en posiciones estratégicas para vigilar la puerta y el pasillo.
Noah, Jordan y Nik los habían seguido en un coche. Debido a la confusión creada cuando habían sacado al vehículo de Joe y ____ de la carretera, y dada la distancia a la que estaban, no habían podido prestarles apoyo de inmediato.
Sin embargo, habían estado lo suficientemente cerca para ver a Orión. Llevaba unas gafas oscuras que le cubrían la mayor parte de la cara. Tenía el pelo negro, una constitución fuerte, y era mayor de lo que pensaban. Lamentablemente, esos datos no eran suficientes para identificarlo.
Por suerte, habían encontrado restos de piel bajo las uñas de ____, y Joe esperaba que el análisis de ADN les diera alguna pista.
Cansado, se pasó la mano por la mandíbula antes de frotarse la nuca sin dejar de observar a la joven.
Aquélla era la primera vez que Orión fallaba al intentar secuestrar a su víctima. En cuanto ____ se despertara, podría contestar a algunas preguntas de vital importancia.
Joe le había mentido cuando le contó que quería atrapar a Orión porque había matado a la madre de un amigo; la víctima había sido su propia madre. Tampoco había sido el padre de un amigo el que se había lanzado sobre un terrorista suicida; había sido el de Joe. Y no había sido un amigo quien había rastreado al asesino hasta un carguero; había sido el propio Joe.
Orión le estaba esperando aquella noche hacía cuatro años. Tenía amigos poderosos y alguien del Mossad le había facilitado la información de que Joe estaba a punto de atraparlo.
La bala que Orión le había disparado le había rozado la cabeza y le había hecho caer a las negras aguas del océano. Se habría ahogado si un equipo de SEALs que estaba haciendo prácticas en esa zona no hubiera oído el disparo.
Joe se preguntaba qué hubiera sido de su vida si el comandante de aquel equipo no hubiera notificado a Jordan lo que le había ocurrido. ¿Hubiera acabado como su padre? ¿O quienquiera que hubiera contratado a Orión tenía suficientes conexiones con su gobierno como para deshacerse de él tarde o temprano?
La noche en que las aguas se abatieron sobre él, Joe comprendió que la misión en la que su madre había estado involucrada no había sido autorizada. Ariela Abijah había recibido órdenes de dejar la investigación. Le dijeron que los rumores eran sólo eso, rumores. Pero su madre había ignorado esa orden y había acabado muerta.
Orión había destruido la vida que Joe había conocido y tenía que pagar por ello. Al comenzar la misión, al israelí le importaba ____, pero también atrapar al asesino de su familia. Jamás se le hubiera pasado por la cabeza que tan sólo unos días después, salvar a la joven que utilizaban como cebo sería lo más importante para él.
—Necesito tiritas —le dijo a Jordan, refiriéndose a unos pequeños discos adhesivos que contenían localizadores electrónicos—. Del color de su piel. También quiero una pulsera, algo sencillo que pueda llevar siempre puesto, con un chip GPS que se active a distancia. No quiero nada que pueda ser localizado por un detector electrónico.
—Orión siempre despoja de joyas a sus víctimas —señaló Jordan—. Y lava sus cuerpos antes de que despierten. Las tiritas no funcionan si se mojan.
—Las joyas y la ropa siempre han aparecido cerca del lugar donde retiene a las víctimas. Sólo una vez se quedó con un objeto personal. La estrella de David que pertenecía a Ariela Abijah —indicó Joe—. Los móviles y otro tipo de dispositivos no sirven en este caso. —Se dio la vuelta y miró a su superior con ferocidad—. Casi lo consigue, Jordan. La habríamos perdido si llega a meterla en el SUV. No puedo arriesgarme a que ocurra de nuevo.
Había estado completamente seguro de que podría protegerla. Había pensado que con él y el equipo de refuerzo, no había manera de que Orión pudiera llegar hasta ____.
Se había equivocado.
—¿Ha averiguado Nik cómo pudo acceder al coche?
Jordan negó con la cabeza.
—Ha regresado al apartamento para mirar la filmación de la cámara de seguridad. Aún no ha encontrado nada.
—Es muy posible que a estas alturas Orión sospeche que esto sea una misión. —Eso iba a hacer que protegerla fuera todavía más difícil—. Tenemos que contactar con el informador, averiguar si sabe algo más.
—Travis está en ello —le informó Jordan—. Deberíamos tener algo en las próximas doce horas.
—Sus víctimas siempre están despiertas cuando les corta las muñecas —dijo Joe en voz baja—. Los informes toxicológicos indican que las asesina cuando llevan una hora conscientes. Siempre ha utilizado GHB. No le gusta perder demasiado el tiempo. Las traslada al lugar donde las mata, las desnuda y asea, lo que le lleva otra hora, y quizá disponga de treinta minutos o una hora más hasta que se despiertan, tiempo que aprovecha para encadenarlas.
—Así que tiene conocimientos médicos —apuntó Jordan.
Joe asintió con la cabeza.
—Los suficientes como para saber dosificar la droga; de otra manera podría matarlas. La mierda que les inyecta es demasiado peligrosa para andar a ciegas.
Cerró los dedos en torno a la barra de metal de la cama sintiendo que una oleada de furia incontrolable corría con fuerza por sus venas. Había jurado protegerla. Se lo había prometido a ella, había conseguido que confiara en él.
Y casi la había perdido.
Alargó la mano y le acarició el pelo. Sólo el pelo. Luego se lo colocó detrás de la oreja con suavidad. Ese sencillo gesto parecía tranquilizarla cuando estaba nerviosa. Era una costumbre que él encontraba encantadora.
Aquella mujer llevaba fascinándole cuatro años. La había visto en algunas ocasiones en las que ella llegaba o se iba de casa de Emily, de Raven o de Morganna, y siempre le había atraído. Siempre le había asombrado el coraje y la fuerza que había visto en sus ojos, en su cara, en el gesto terco de la barbilla o en la postura de sus hombros. Puede que ____ hubiera vivido un infierno, pero era una superviviente y estaba resuelta a mostrarle al mundo de qué pasta estaba hecha.
Ese tipo de coraje la hacía aún más bella, como si una luz brillante irradiara desde su interior.
Era una mujer fuerte. Y esa fuerza le confería un atractivo que le resultaba irresistible.
—Vamos a continuar adelante con la misión como si esto hubiera sido un atentado chapucero y tú un amante preocupado. Utilizaremos a una firma de seguridad privada para protegeros, y de esa forma le daremos a Orión la impresión de que has contratado un guardaespaldas a causa del secuestro frustrado. Puede que Orión sospeche que el gobierno esté detrás de todo esto, pero no encontrará pruebas de ello.
Joe acarició el pelo de ____ de nuevo.
—A él le da igual ir contra un agente o contra toda una organización —señaló—. Ariela era miembro del Mossad. Su marido formaba parte de la CIA y su hijo pertenecía también al Mossad. No le preocupan las complicaciones, ni las posibles operaciones en su contra.
—Según nuestra fuente, su cliente le está presionando —continuó Jordan—. Creemos que él conoce su identidad, y eso hará que cometa errores. Concéntrate en la operación y no en ____ Clay, Joe. Ella no es relevante.
Joe levantó la cabeza de golpe. La furia que ardía en su interior se había convertido en una ardiente cólera que amenazaba con consumirle las entrañas.
—Por supuesto que es relevante —rugió—. Escúchame bien, Jordan, ni se te ocurra hacerle correr un peligro mayor del que ya está corriendo. No voy a consentirlo.
Jordan esbozó una mueca furiosa.
—Hijo de perra —siseó—. Sabía que estabas perdiendo la cabeza por ella. No puedes hacerlo, Joe. Cuando el cebo se vuelve más importante que la operación, todo se va a la mierda. Ya viste lo que ocurrió cuando aquella milicia secuestró a la esposa de Noah. Tienes que concentrarte en la misión o perderemos tanto a Orión como a ____.
—No perderé a ____ por culpa de ese bastardo —rugió rechinando los dientes—. Consigue los dispositivos que te he pedido y encárgate de que revisen su apartamento de nuevo. Si ha logrado instalar más micros durante este tiempo, me la llevaré a otro lado. Pero escúchame bien, Jordan, no la atrapará. —«Es mía». Joe contuvo esas últimas palabras. No podía permitirse el sentimiento de posesión que le invadía con respecto a la joven.
Aunque no pudiese estar con ella, ____ era una mujer por la que merecía la pena arriesgar la vida, una mujer por la que sería capaz de morir.
—De acuerdo. Te conseguiré lo que necesitas —le aseguró Jordan—. Pero tienes que controlarte con respecto a ella, Joe. Siempre había pensado que podía confiar en tu frialdad, sobre todo en lo que a mujeres se refiere. Quizá debería haber hecho que John ocupara tu lugar.
Joe volvió a mirar a su superior, consciente de que sus emociones estaban acabando con aquella coraza impasible y lógica que siempre había mostrado. Jamás las había dejado salir a la superficie hasta entonces. Siempre había sido frío y duro. Incluso cuando Orión le había destruido la vida, Joe había sabido proteger su alma. Pero, de alguna manera, ____ había logrado atravesar aquella barrera, y ahora poseía una parte de él con la que Joe no estaba familiarizado.
—Intenta relevarme con otro agente y todos lo lamentaremos —afirmó con severidad.
Jordan abrió la boca para replicarle y, justo en ese momento, un grito ahogado atrajo la mirada de ambos hombres hacia ____.
La joven estaba lívida. Tenía los ojos abiertos y en su expresión se reflejaba un terror absoluto.
____ desplazó la mirada de Jordan a Joe. Éste jamás había visto un miedo semejante en los ojos de nadie.
—Quiero salir de aquí.
No se había sentido tan aterrorizada desde que había estado prisionera en la clínica donde Jansen Clay la había encerrado, después de que los SEALs la hubieran liberado de la prisión de Diego Fuentes. ____ había estado inconsciente durante el rescate, pero al despertar, se había encontrado atada a una cama, semidrogada por los sedantes. Había permanecido en aquel infierno durante casi los dos años siguientes.
La habían vuelto a sedar, estaba segura. La adrenalina comenzó a recorrerle el cuerpo a toda velocidad, incrementando los efectos del sedante. El pánico se había apoderado de ella y sabía que no podía hacer nada para evitarlo. Tenía que salir de allí, pero no podía moverse.
El olor a desinfectante le inundó los sentidos, provocándole náuseas. Sentía calambres en el estómago, y un cierto estado de lucidez empezaba a abrirse paso en su mente mientras intentaba comprender qué le había ocurrido.
Joe estaba con ella. Se recordó a sí misma que él no dejaría que le hicieran daño. Había prometido protegerla.
—¿____? —Joe le colocó un mechón de pelo detrás de la oreja y le acarició la mejilla con el pulgar—. ¿Recuerdas el accidente?
La joven asintió rápidamente.
—Lo recuerdo todo. Sácame de aquí, por favor.
Observó la mirada que él intercambió con Jordan. Santo Dios, iban a hacer que se quedara. No podría soportarlo.
Joe abrió la boca.
—No puedo quedarme —le interrumpió ____ con voz ronca, casi sin respiración—. Por favor, no me obligues. Sé que me drogaron. Recuerdo que perdí la conciencia y que ese hombre intentaba meterme en su vehículo. Recuerdo la inyección. Sé que estoy a salvo. —Se le quebró la voz con un sollozo—. No me obligues a quedarme.
Era una clínica y seguramente estaría llena de médicos y enfermeras que le mentirían y le inyectarían medicación lo quisiera ella o no.
No podía separar el presente del pasado. De nuevo, la inundaron los recuerdos crueles y dolorosos del infierno sedado en el que había vivido durante casi dos años.
Podía sentir una mano dura agarrándole del brazo. El tacto era suave, muy suave, pero la mano era enorme y pesada. Una mano masculina. Luego sintió que le clavaban una aguja en el brazo y oyó una voz furiosa.
«Deberías matarla de una vez —susurraba una voz en su mente. Una voz culta, cargada de autoridad y condescendencia—. Es un lastre que no podemos permitirnos.»
«Un hombre no mata a sus propios hijos. —Había sido la respuesta de Jansen—. Por el momento, ella sigue siendo útil para mí. Y para ti. Tenemos que saber si la droga funciona.»
Los efectos de la droga eran espantosos.
____ sacudió la cabeza y la voz de Joe consiguió devolverla al presente. Decía algo sobre quedarse, sobre que los médicos tenían que examinarla.
La joven negó con la cabeza desesperadamente.
—Estoy bien. —Tenía que salir de allí antes de que el pasado se adueñara de ella y se pusiera a gritar de horror—. Sácame de aquí, te lo ruego. No puedo soportarlo.
____ observó la expresión tensa de Joe, la batalla interior que reflejaban sus ojos, y le agarró la muñeca con fuerza mientras intentaba deshacerse de la neblina que le embotaba los sentidos.
—No puedo... —Sus palabras terminaron en un sollozo y se odió por ser tan débil. El terror le retorció el estómago y dejó sin aire sus pulmones, haciéndole más difícil respirar—. Por favor... sácame de... aquí.
—Jordan, ordena que traigan el coche —decidió Joe de repente.
—Ella no está lo suficientemente bien para marcharse —protestó su superior en voz baja—. Los médicos tienen que examinarla. Debemos asegurarnos de que no sufra ninguna reacción a la droga que le han inyectado.
—Por favor —susurró ella—. No me obligues a quedarme. Sácame de aquí, por favor.
Joe había jurado que la protegería, que no dejaría que le hicieran daño. ____ confiaba en él; el simple hecho de que no se hubiera dejado dominar por la histeria lo probaba. Pero sabía que si no la sacaba de la clínica ahora, esa confianza se rompería en mil pedazos y aquello la destrozaría. No podían continuar allí ni un momento más.
—Haz que traigan el maldito coche —ordenó de nuevo. La envolvió con cuidado en la sábana, se inclinó y la cogió en brazos.
____ enterró la cara en su hombro, intentando contener las lágrimas que amenazaban con desbordarse. Se estremeció al notar que el olor a desinfectante desaparecía. Ahora sólo olía a Joe. Su perfume, cálido y masculino, llenó sus sentidos cuando la estrechó contra sí y alivió el horror que le entumecía la mente y amenazaba con hacerle perder la cordura.
Oyó protestas mientras se encaminaban a la salida. De enfermeras quizá, o de algún médico.
—Se encuentra bien —le gruñó Joe a alguien—. Ya no le necesitamos, doctor.
____ escuchó el chasquido de la puerta de cristal cerrarse a su espalda y sintió el frío aire de la noche traspasar la fina tela que la cubría. Luego, apenas unos segundos más tarde, Joe se inclinó, la metió en el asiento trasero de un coche y se sentó a su lado.
Aterrada de perder su contacto, se aferró a él con fuerza.
—Está bien —susurró él contra su pelo, sentándola en su regazo—. Jordan ha enviado una limusina. Estás a salvo. Confía en mí, ____. Todo está bien.
Todavía se hallaba aturdida. El sedante que le habían inyectado no le permitía pensar con claridad. Sabía que había sido un sedante; lo recordaba de la clínica. Y también recordaba al médico discutiendo con su padre sobre aquella droga.
—Es el mismo —susurró contra el hombro de Joe—. El mismo sedante. El mismo que Jansen ordenó que me pusieran en la clínica.
Joe se tensó bajo ella.
—¿Estás segura?
Ella asintió con la cabeza.
—Conozco los efectos.
____ lo sabía porque el médico que la atendía en la clínica siempre le había suministrado un sedante después de que su padre se fuera tras haberle inyectado la droga. Ese sedante no la afectaba tanto, le permitía conservar los recuerdos, las sensaciones sobre lo que estaba ocurriendo.
—Ya estoy en ello, Joe —dijo Jordan desde el asiento delantero—. Sabremos con exactitud de qué sedante se trata dentro de doce horas. Los análisis de sangre llevan su tiempo.
____ negó con la cabeza. Sabía el nombre de esa droga. Lo tenía en la punta de la lengua. Recordaba que Jansen la había mencionado alguna vez.
—Tenemos los informes de la clínica y los del hospital al que la llevaron después del rescate. —La voz de Joe parecía llegar de muy lejos—. Podremos cotejar ambas drogas.
—La droga que hallaron en su organismo después del rescate de la clínica no es la misma —indicó Jordan—. Se lo he preguntado al médico. La droga que le suministraban era más suave.
—No siempre. —Aunque ____ tuvo que esforzarse para que las palabras salieran de sus labios, cada vez le era más fácil pensar, más fácil encontrarle sentido a lo que ocurría a su alrededor.
—¿Cómo que «no siempre»? —preguntó Joe.
La joven respiró hondo, esforzándose por despejar la mente lo suficiente para poder hablar con coherencia.
—El médico. —Su voz sonó vacilante y arrastrada—. Cuando Jansen no estaba, cambiaba el sedante. Decía que el otro me hacía daño. No quería que sufriera, no como Jansen.
—Tenías halperidol en la sangre cuando te sacaron de la clínica —señaló Joe.
____ asintió con la cabeza.
—Pero me inyectaban GHB cuando Jansen venía a verme. — Frunció el ceño, ¿por qué no lo había recordado antes?—. Así era como lo llamaba el médico. Decía que era algo que podía matarme.
Oyó de nuevo voces en la cabeza, aquellos susurros insidiosos de los que no podía escapar. La risa de Jansen, la preocupación del médico. Y también oyó a otro hombre. Un hombre con una voz imperiosa y sarcástica que se reía de ella.
—No me dejes, Joe —susurró, sintiendo que el aturdimiento daba paso a la oscuridad—. No dejes que me toquen.
—Estoy contigo, ____. —La estrechó con más fuerza—. Estás a salvo.
____ se dejó arrastrar por la oscuridad, consciente de la tensión que había invadido de pronto el cuerpo de Joe. Se dijo a sí misma que luego le preguntaría al respecto... Si se acordaba.
Jordan clavó la mirada en la joven que Joe sostenía entre sus brazos, consciente de la manera en que la abrazaba, el sentido de posesión de ese gesto y su mirada.
—A Ariela Abijah le dieron GHB. —Jordan sabía que estaba tocando una fibra sensible al nombrar a la madre de Joe. Ariela había poseído una extraña fortaleza. La había visto una vez, sólo una vez, y le había dejado impresionado, cosa que muy poca gente conseguía.
—Orión siempre utiliza GHB —dijo Joe con voz neutra—. Es fácil de conseguir e imposible de rastrear.
—Ella conoce la diferencia. —Jordan señaló a ____ con la cabeza—. El médico sospechaba que podría tratarse de GHB.
—Si fuera otra cosa ya se habría recuperado —afirmó Joe.
El comandante observó atentamente cómo el israelí acariciaba con ternura el brazo de la joven. «Maldita sea, otro agente perfecto que se enamora». Su unidad de Fuerzas Especiales se estaba yendo al infierno. Primero Noah, y ahora Joe. Aunque al menos, John, Travis y Nik parecían inmunes.
—¿Cómo lo sabes? —le preguntó con curiosidad.
—Se ha vuelto a quedar dormida —respondió Joe—. Jamás lo habría hecho si no estuviera todavía bajo la influencia de la droga. Habría luchado. Creo que le han inyectado una dosis para seis u ocho horas; los análisis de sangre lo confirmarán. Eso quiere decir que ese bastardo tiene su guarida en alguna parte de Atlanta, quizá un poco más lejos. El SUV tenía las ventanas tintadas. Podría haberla dejado en el asiento de atrás y conducido al menos cuatro horas antes de tener que atarla. Lo tenía planeado hasta el último segundo, desde el secuestro hasta la muerte. Ahora se mantendrá cerca, ya que no puede valerse de los micros del apartamento. Hoy ha corrido un gran riesgo. Lo están presionando para que acabe el trabajo, y eso lo lleva a cometer errores.
—Y seguirá cometiéndolos —concluyó Jordan—. Tenemos que esbozar un plan y ceñirnos a él.
Observó a Joe atentamente. El ex agente del Mossad no asintió con la cabeza. No se mostró de acuerdo. Esa era una mala señal. Quería decir que, de un momento a otro, ____ Clay podía terminar en la lista de gente desaparecida, y sólo una persona sabría dónde encontrarla: el hombre que la había reclamado.
«Malditos agentes del Mossad». Jamás había conocido agentes más duros y astutos que los israelíes. El problema con ellos era que, una vez perdían la cabeza por una mujer, eran peores que una leona protegiendo a su cachorro. Podías darte por muerto si ponías en peligro la vida de su mujer.
Noah también era extremadamente peligroso en todo lo concerniente a su Sabella, o Bella, como la conocían todos. Sí, ése era el problema con agentes secretos y curtidos. Eran muy buenos hasta que aparecía alguna condenada mujer que decidía cambiarles la vida.
Jordan se pasó la mano por el pelo y comenzó a considerar otras alternativas al plan inicial. Tenía que asegurarse de que ____ no sólo estaba protegida sino que, además, tenía una maldita burbuja antibalas a su alrededor. De lo contrario, Joe actuaría por su cuenta.
Por un momento se le pasó por la cabeza que quizá fuera mejor reemplazar a Joe en aquella misión, pero desechó la idea con rapidez. Como Joe le había dicho, todos lo lamentarían. ____ desaparecería, y con ella uno de los mejores agentes que había sobre la faz de la tierra. No, aquél no era el camino.
—No debería recordar el accidente —señaló Jordan de repente—. El GHB afecta a la memoria y las sensaciones.
—Tampoco debería recordar su violación o el hecho de que su padre dejara que experimentaran con ella. —Joe maldijo—. Y lo recuerda. Esa es la razón de que la ingresara en esa clínica privada. El cliente de Orión estaba presente cuando despertó la primera vez, y vio cómo recordaba. Es por eso que la mantuvo drogada, para que no pudiera revelar su identidad.
—Es muy extraño —reflexionó Jordan—. Ni siquiera Emily Stanton recuerda con exactitud lo que ocurrió después de que Jansen la secuestrara de nuevo. Sin embargo, según el psicólogo, los recuerdos de ____ están asombrosamente intactos bajo una capa de miedo.
—Lo suficientemente intactos para que alguien quiera verla muerta —señaló Joe con la voz más dura y fría que antes, tan feroz que podía penetrar la neblina que envolvía la mente de ____.
La joven podía oírlos. Podía sentir la tensión de Joe, oír la muerte en su voz cuando hablaba del científico que había acompañado a su padre a la clínica. El científico estaba furioso porque su padre se había reído de él. Le había obligado a ir, a inyectarla con lo que él llamaba su creación. Pero su creación no había funcionado como ellos habían querido. Había sido doloroso. Y cada vez que Jansen entraba en la habitación, ____ había luchado por huir, por apartarse de ellos.
«Ella me conoce. —La voz del científico reverberó en su cabeza—. Puede identificarme.»
____ le había mirado. Lo había observado fijamente. Pero tenía la vista borrosa y su mente estaba abotargada. ¿Quién era él? Quizás fuese capaz de reconocerlo si lo viera otra vez.
—Le conozco... Puedo... puedo identificarlo —susurró contra el pecho de Joe, agradecida por la fuerza que le brindaba—. Tiene las manos suaves como un bebé. Unas manos grandes y llenas de cicatrices. Pero las palmas de sus manos son suaves... —Sintió como si se desvaneciera y luchó por conservar la conciencia. Lo que fuera que ella sabía, Joe tenía que saberlo también—. No puedo verle la cara —suspiró—. Estoy tan cansada, no puedo verle la cara... —Su voz se desvaneció.
Joe quiso maldecir. Apoyó la frente en la de ella y apretó los parpados durante un buen rato antes de besarla en la frente.
Fuerza. Había oído la fuerza en sus palabras. Estaba atrapada entre los recuerdos y la realidad, y luchaba por recuperar las dos cosas. Joe conocía los efectos del GHB, sabía que era extraño que no hubiera hecho desaparecer los distantes y tormentosos recuerdos de la joven.
____ era lo suficientemente fuerte como para combatirlos, igual que había sido lo bastante fuerte como para luchar contra Orión cuando él había tratado de llevársela. Lo bastante fuerte para contener la histeria al recuperar la conciencia y contarle los detalles que acudían a su mente.
—Quiero muerto a ese maldito científico —murmuró Joe contra la frente de ____ antes de levantar la mirada y clavarla en Jordan—. Y seré yo quien lo mate.
—Antes tienes que averiguar quién es —masculló Jordan—. Y para eso tienes que atrapar a Orión vivo.
Joe apretó los labios furioso y estrechó a ____ con más fuerza contra su pecho. Volvían al apartamento en vez de ir a un hotel como él hubiera preferido. John ya lo había revisado y estaba limpio. El equipo los cubría de camino a casa. Nik todavía estaba trabajando con las cintas de vídeo del aparcamiento, intentando averiguar la manera en que Orión había conseguido burlar la vigilancia y manipular el coche.
Se estaban acercando al asesino; Joe podía sentirlo. Orión había cometido su primer error. Ahora tenían su ADN y ____ comenzaba a recordar más cosas.
Cogerían a Orión y luego a su cliente. Sólo un poco más y ____ estaría a salvo.
Después, él saldría de su vida y ella sería libre para tener el futuro que se merecía. Uno en el que pudiera hacer realidad sus sueños. Donde no conocería el miedo, ni el peligro.
Estaría a salvo.
Joe se aseguraría de que siempre estuviera protegida, pero antes, pensó, tendría que sacarla de todo aquello. Podía enviarla a un piso franco. Cabía la posibilidad de que si Orión no la veía llegar o salir del apartamento, sospechara que estaba escondida dentro y planeara la manera de entrar cuando Joe estuviera ausente. Llevarla a un piso franco aseguraría su vida, sus sueños.
Pero no podría soñar con él. Una mujer no podía soñar con un hombre muerto, se recordó a sí mismo. Joe Jonas no era más que un nombre prestado para un hombre que había muerto hacía años.
David Abijah ya no existía. Había vendido su alma por venganza. Había perdido el derecho a soñar.
Bueno chicas, aquí les dejo la segunda parte del capítulo once y el doce.
Espero les gusten. Cuando pueda, subo más.
Besos
Natuu♥!!
Natuu!
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