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"Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
Ohh mierda! para q mierda Joe le dice q quiere tocarla si sabe que despues la dejara ?? ¬¬ Ahora porque ? O.o
SIGUELAAA
SIGUELAAA
jb_fanvanu
Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
SIGUELAAAAAAAAAAAA :D
¡Está demasiado buena!
Me gustaría que Joe le dijera que él también quiere estar con ella, tal vez eso la ayude a decidirse y además sería la pura verdad.
Él está siendo tan tierno con ella :') Es una hermosura.
Maldigo 20 mil veces a Jansen, ese hdp merece estar ardiendo enel infierno. Lo odio.
Espero puedas seguir pronto :D
¡Está demasiado buena!
Me gustaría que Joe le dijera que él también quiere estar con ella, tal vez eso la ayude a decidirse y además sería la pura verdad.
Él está siendo tan tierno con ella :') Es una hermosura.
Maldigo 20 mil veces a Jansen, ese hdp merece estar ardiendo enel infierno. Lo odio.
Espero puedas seguir pronto :D
Dayi_JonasLove!*
Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
Ocho
____ llevaba dos días viviendo en el infierno.
La joven salió del dormitorio, sintiendo que la falta de sueño y el cansancio comenzaban a pasarle factura.
No podía seguir compartiendo la cama con Joe. Dormía desnudo. Se acurrucaba junto a ella y siempre acababa acurrucada junto a él. En una ocasión, le había ahuecado un pecho con la mano y le había hecho arder el pezón.
No había sido fácil quitarle la mano de encima al muy bastardo. No importaba qué se pusiera ____ para dormir, él acababa tocando piel desnuda. Y ahora le aterraba la idea de ir a acostarse. Sabía que si lo hacía, se despertaría tumbada sobre su cuerpo, probablemente rogándole que la follara.
Era lo que le hacía falta para redondear la semana más humillante de su vida.
—El desayuno ya está listo —dijo él desde la cocina cuando ____ entró en la sala y lo miró irritada.
—Ya te he dicho —y lo había hecho justo la mañana anterior— que yo no desayuno.
—Y yo te respondí —no, más bien se lo había gritado— que el desayuno es la comida más importante del día.
Si ____ tuviera que desayunar algo sería a él, con el pecho desnudo y sólo unos vaqueros caídos sobre las caderas, los pies descalzos y el pelo húmedo. Pero en vez de enzarzarse en otra batalla inútil, se acercó a la mesa de la cocina y aceptó agradecida el café. Miró fijamente los huevos, el tocino y las tostadas que Joe había dispuesto ante ella. Demonios, tendría que comérselos. Estaba demasiado cansada para discutir con él.
—No has dormido bien —comentó Joe mientras llevaba su plato sin beicon a la mesa y se sentaba para tomar un sorbo de café—. Espero no estar molestándote mucho.
Parecía tan condenadamente alegre que ____ quiso gruñirle irritada.
—Estoy acostumbrada a dormir sola —le recordó por centésima vez—. No me gusta compartir la cama.
—Ya te acostumbrarás. —Asintió para remarcar sus palabras, como si fuera un hecho inevitable.
Sólo en sus sueños se acostumbraría a él.
—Hoy vamos a salir —le informó Joe mientras ella mordisqueaba la tostada—. Tenemos que comprar ropa para ti.
—Ya tengo ropa —replicó antes de tomar un sorbo de café para bajar la tostada.
—Las parejas suelen ir de compras juntos —adujo él—. Morganna lo puso como primer punto de la lista de cosas que deberíamos comenzar a hacer de inmediato. Si Orión decide actuar pronto, tenemos que darle vía libre. Es necesario que actuemos con la mayor normalidad posible.
Ella se encogió de hombros. Estupendo, irían de compras. Pero eso no quería decir que tuviera que comprar nada.
—Antes de irnos deberías deshacerte de todas esas prendas sin forma que tienes y dejar sitio a las cosas nuevas que pienso comprarte —comentó Joe a la ligera, haciendo que ella detuviera el tenedor a pocos centímetros de la boca y lo mirara furiosa.
—No necesito ropa nueva. —Depositó el tenedor con estrépito en el plato—. No puedo permitirme comprarla, y lo que es más, me gusta mucho la que tengo.
—Pero yo soy tu novio a los ojos de todos, y a mí no me gusta —replicó después de tragar otro bocado—. Te escondes tras esas ropas y, como amante tuyo, no puedo permitir que ocultes un cuerpo tan hermoso.
Ella apretó los labios.
—Estás llevando esto demasiado lejos. —Se agarró al borde de la mesa—. Mi cuerpo y mi ropa no son asunto tuyo. Dedícate a la misión y olvídate de lo demás.
La expresión de Joe era tranquila y fría. Siempre se mostraba igual de calmado e impasible. No se había enfadado en los dos últimos días y tampoco había discutido con ella. Había sido como una apisonadora empujándola hacia donde él quería.
Llena de determinación, ____ apartó el plato y lo miró fijamente.
—¿De verdad quieres convertir esto en una pelea? —preguntó él con suavidad.
¿Quería? Había visto algo en los ojos de Joe durante los últimos dos días que le había hecho desistir de enfrentarse a él.
—Oh, está bien —masculló—. No tengo otra cosa que hacer. Si quieres malgastar tu dinero es cosa tuya, porque no pienso pagar por un montón de ropa que no necesito ni quiero.
Joe asintió con la cabeza.
—De acuerdo. Ahora acábate el desayuno, no quiero que luego te desmayes en mis brazos. Tienes cara de sueño, pero ese aire adormilado y sensual te sienta bien. Si Orión nos está observando, no dudará de que me estoy acostando contigo.
Un profundo rubor inundó las mejillas de ____ al pensar en los sueños que había tenido durante las pocas horas que había dormido. Unos sueños vívidos donde él le exigía que lo follara, que lo montara, donde le hablaba con palabras gráficas y explícitas que sólo hacían que lo deseara más.
—Esperemos que intente matarme pronto —repuso ella con irritación—. O al final seré yo quien tenga que matarte a ti.
—¿No dijo tu abuela que eras muy apacible? —se burló Joe con suavidad—. Juraría que lo mencionó cuando estuvo ayer aquí.
____ sólo quería olvidarse de esa visita. Su abuela los había observado con recelo, como si se hubiera estado preguntando si no habrían tenido en realidad relaciones sexuales. Había sido de lo más embarazoso. Antes de irse, Abigail le había lanzado una mirada furiosa a Joe mientras hablaba a ____ como si ésta fuera todavía una niña. No quería recordarlo y mucho menos discutir sobre el tema.
—Mi abuela jamás ha vivido conmigo —le informó—. No puede saber si soy apacible o no.
—¿No os veíais antes del secuestro? —preguntó Joe llevándose la taza de nuevo a los labios. Dios, cómo deseaba ella ser esa taza.
—No. Jansen no solía visitarla, y no le gustaba que ella lo hiciera. Sólo me he relacionado con ella en los últimos seis años.
Él asintió.
—Obviamente, Jansen quería mantenerte alejada de cualquiera que pudiera influenciarte de alguna manera contraria a sus deseos. Y, definitivamente, Abigail hubiera protestado por la manera en que te trataba.
____ reflexionó un momento sobre sus palabras antes de encogerse de hombros.
—Antes del secuestro no se mostraba cruel conmigo. Sólo un poco estricto. —No era cierto. Había sido grosero con ella. Se había asegurado de que supiera que su falta de belleza era un inconveniente y se había portado de una forma mezquina y ofensiva.
—Según el informe del psicólogo, te convenció de que no valías nada —dijo él en voz baja—. Y eso es falso, ____.
La joven tomó otro sorbo de café y se obligó a comer un poco más de huevos y tocino. A pesar del maltrato verbal constante en su adolescencia, nada que hubiera vivido antes del secuestro la había preparado para el verdadero monstruo que había sido su padre.
—Te oí hablando con Reno cuando vino anoche —comentó ella para cambiar de tema—. Le dijiste que atraparías a Orión aunque te fuera la vida en ello. ¿Por qué?
Joe se tensó.
—Hace seis años mató a alguien muy querido para mí —le explicó finalmente, reclinándose en la silla y respirando hondo—. Una agente del Mossad. Estuvo desaparecida durante más de doce horas antes de que avisaran a su marido y a su... —vaciló—. Antes de que avisaran a su marido y a su hijo de lo sucedido. —Los oscuros ojos de Joe brillaron con ferocidad durante un momento—. Seis semanas después, su marido se vio envuelto en una confrontación con un terrorista suicida en Tel Aviv. Se arrojó sobre él sin dudarlo. Considero a Orión responsable de ambas muertes, y Reno lo sabe.
—¿Y su hijo? —inquirió ella con voz débil—. ¿Qué le sucedió a su hijo?
Joe guardó silencio durante un buen rato.
—Continuó con la investigación, pero fue traicionado por un amigo cuando estaba a punto de atrapar al culpable. Murió ahogado.
—Lo siento —susurró ____—. Parece que estabas muy unido a ellos. ¿Llegaste a saber por qué mataron a la madre de tu amigo?
—Estaba investigando unos rumores sobre la venta de armamento biológico por parte de un científico americano. —Sacudió la cabeza—. Desapareció justo cuando creía estar a punto de descubrir su identidad, por lo que siempre he pensado que ambos hechos estaban relacionados.
—Así que regresaste a Israel para investigar —concluyó ____ con el ceño fruncido.
—Soy americano. No había mucho que pudiera investigar allí.
Eso no le hubiera detenido, estaba segura.
—A veces creo escuchar un acento en tu voz difícil de identificar —dijo ella—. ¿Tus padres eran emigrantes?
Joe asintió bruscamente antes de coger su taza y terminarse el café.
—Bien, ya he contestado a tus preguntas. Ahora me toca a mí. Quiero que me hables de Jansen Clay.
—Jansen ya no importa. —No quería discutir sobre su padre biológico. Todavía había partes de su alma que seguían ensombrecidas por lo que él le había hecho y el odio que la había obligado a sentir.
—Jansen es el origen de todo, ____. —Apoyó los brazos sobre la mesa y la miró—. El FBI ha seguido todos estos años tus progresos con el psicólogo. Han estudiado las grabaciones de tus sesiones y las notas del médico. Les diste permiso, ¿recuerdas?
—No me trates con condescendencia —le espetó—. Sí, recuerdo haberles dado permiso en su día para que siguieran mis progresos. Pero no he recordado nada más.
—Puede que no hayas recordado caras o nombres, sin embargo, es evidente que tu memoria está volviendo —insistió él en voz baja—. Has recordado la violación, estoy seguro.
____ se encogió de miedo, cruzó los brazos sobre el pecho e intentó contener el horror que le provocaba lo poco que recordaba.
—No sigas por ahí —suplicó—. No puedo hablar de eso contigo.
—¿Por qué? ¿Quién mejor que yo para discutirlo? ____, lo que sea que te hicieron no afecta a lo que hay entre nosotros. Nada que recuerdes podría cambiar mi opinión sobre ti.
Una trémula sonrisa sobrevoló los labios femeninos.
—Nada de lo que digas me convencerá —afirmó tajante—. Déjalo estar, Joe. Hablo de eso con mi psicólogo, no contigo.
—Algo de lo que has recordado en estos últimos meses es la razón por la que han puesto a Orión tras tus pasos. Si fuéramos capaces de averiguar qué esconde tu subconsciente, podríamos poner fin a esto. Ese maldito asesino no completa sus misiones si su salario está en juego. Tiene una reputación que mantener y nunca se permite olvidarlo. Si supiéramos quién lo ha contratado, huiría y se olvidaría de ti.
—Pero tú vas detrás de Orión. —____ se forzó a decir aquellas palabras—. ¿De qué te serviría que yo recordara, Joe? No tendrías la oportunidad de atraparle.
Y no estaría más tiempo con ella. Qué patética era. No podía estar con él ni sin él. Que pareciera que tenía un amante era un bálsamo para su ego.
—Tarde o temprano, lo atraparé —le aseguró con voz gélida—. Si pudiera alejarte del peligro, lo haría. ¿Qué te hace pensar que actuaría de otra manera?
«El hecho de que para atrapar al asesino, se había visto obligado a acostarse con ella», pensó ____ apesadumbrada.
—No he recordado mucho más. —Su voz adquirió un tono áspero y ronco—. Sólo que me ataron. —Se le revolvió el estómago—. Y él dijo... —Inspiró bruscamente, sintiendo un sudor frío sobre la piel—. Dijo que no podía mirarme a la cara porque era demasiado fea. Que si lo hacía nunca lograría correrse. Estaba furioso con Jansen porque quería acostarse con Emily, pero mi padre le dijo que yo era su única opción y luego se rió. —Bajó la vista avergonzada—. También dijo que, después de todo, tendría que pagarle a alguien para que me violara.
Empujó la silla y se levantó de un salto. Se estremecía sólo de pensar en ello. No era sólo un recuerdo, era una pesadilla. Una horrible pesadilla de la que no podía escapar cada vez que cometía el error de pensar en ella.
—No sé quién fue —gritó, dándole la espalda mientras se dirigía a la sala—. Y no quiero saberlo.
—Porque tienes miedo de conocerle. Tu mente sabe quién fue, y te protege de ello.
Oh, Dios, esa voz. De espaldas a él, ____ pudo oír algo tan oscuro y peligroso en el tono duro y carente de emoción, que instintivamente se protegió contra ello.
—Le pedí a mi psicóloga, la doctora Brinegar, que probara con la hipnosis. —____ meneó la cabeza—. Quería acabar con todo esto de una vez por todas. Quería que lo que fuera que tuviera en mi cabeza, desapareciera. Pero no obtuvo más respuestas de las que ya le había dado. —Se giró hacia él—. Quizá nunca vi quién fue. Quizá esto sea debido a otra cosa, a algo relacionado con la muerte de Jansen.
Él negó con la cabeza sin apartar la vista de la joven.
—Nuestro informante dice lo contrario, ____. —Los ojos de Joe eran profundos pozos oscuros.
—Quizá vuestro maldito informante se equivoque —gritó ella de nuevo, descruzando los brazos y cerrando los puños a los costados.
Joe se levantó de la silla.
—No se equivoca, ____. Me ha llevado seis años dar con este contacto y te aseguro que no comete errores. Todo esto ha sido provocado por algo que recordaste en los últimos tres meses y que no deberías haber recordado. Algo que hace que alguien crea que recordarás más.
____ negó con la cabeza.
—No sé qué puede ser.
—Estoy seguro de que se trata de la identidad de tu violador. Todo lo que has recordado durante los últimos tres meses, los pequeños detalles, el hecho de que fuera Jansen quien observara cómo te violaban, quien te sujetaba las manos contra el suelo del avión mientras Emily le gritaba, tiene que ver con la violación. Intentas recordar a tu violador, y él teme que lo hagas. Te está vigilando, igual que lo ha estado haciendo el FBI, temiendo que recuerdes algo. Lo único que pretende es cubrirse las espaldas.
Por un momento, sólo por un momento, ella regresó a aquel avión. Podía oír el ronroneo de los motores, sentir el terror que la inundó al clavar los ojos en Jansen. Ver la diversión en su mirada y en su rostro cuando la sujetó para que la violaran.
Apretando los puños, luchó con todas sus fuerzas para expulsar aquellos recuerdos de su mente. Llevaba años tratando de olvidar. Quería vivir el presente, no revivir el pasado. Si recordaba... Si llegaba a recordar...
—Nunca te hablaré de eso —musitó angustiada—. Descubrid lo antes posible quién es Orión y luego dejadme en paz.
Pero sabía muy bien lo que él no decía. A menos que lograran descubrir la identidad del cliente de Orión, todo lo que hicieran no serviría de nada. Había más asesinos ahí fuera. Asesinos a los que no les importaría disparar.
La matarían.
____ se dio la vuelta y observó las pesadas cortinas que cubrían las ventanas. La sala estaba en penumbra a pesar de la brillante luz del sol invernal y la oscuridad del apartamento la llenaba de inquietud.
Se encerró en sus pensamientos, en sus certezas. No se percató de que Joe se había acercado a ella hasta que sintió las palmas de sus manos en los hombros.
No pudo apartarse de él. Su presencia, cálida y firme, el tacto de sus manos sobre ella, su abrumadora masculinidad, multiplicaba la excitación que le provocaba la droga.
Porque era la droga la que le aflojaba las rodillas, le oprimía el vientre y la hacía temblar hasta que su sexo clamaba por la liberación, ¿verdad?
Los recuerdos de su infierno fueron reemplazados por lo ocurrido la noche que se conocieron. Por los besos de Joe. Por la caricia de esos labios a lo largo de su cuerpo, en sus pezones, entre los muslos. Por la sensación de su miembro penetrando en ella, dilatándola, haciéndola arder hasta que se había preguntado si podría albergar su largo y grueso miembro.
—No dejaré que te haga daño —le aseguró Joe al oído, acariciándola con su aliento—. Moriría por protegerte, ____. Y si eso ocurriera, otros ocuparán mi lugar y se asegurarán de que sigas con vida.
Ella negó con la cabeza al tiempo que una solitaria lágrima se deslizaba por su mejilla.
—No hagas esto, Joe. No me atormentes más.
Estaba segura de que aquellas palabras no significaban nada. Si las había dicho, no era porque la amara o porque supiera que sufriría si a ella le ocurriese algo. Era porque Orión había matado a sus amigos. Porque era un hombre que haría lo que fuera necesario para proteger a los que consideraba su responsabilidad.
Y ahora su responsabilidad era ____.
—Pequeña, mírame. —Sus fuertes manos la hicieron girar lentamente.
La joven apretó las palmas contra el pecho desnudo de Joe, quedándose sin aliento al sentir la calidez de su piel, el tacto placentero bajo la yema de los dedos.
La sedosa mata de vello de aquel torso captó toda su atención. Le hizo preguntarse qué se sentiría al apretar los senos contra aquel pecho.
No podía detenerse; tenía que acariciarle. Sólo una pequeña caricia.
Cerró los ojos y se concentró en las manos. Sintió el nudo tenso y duro de sus pezones, el retumbar del corazón de Joe.
—Sí, tócame. —La áspera voz masculina parecía venir desde muy lejos—. Tus manos son como la seda.
Joe la rodeó con sus brazos y le acarició la espalda bajo la blusa. ____ no protestó. No quería hacerlo. Quería volver a sentir las ardientes sensaciones que le habían robado la cordura la noche del club.
Anhelaba sentirle contra ella, que sus pieles se rozaran como ya habían hecho una vez. Temblorosa, la joven le deslizó las manos por los hombros, palpando los firmes músculos que allí había. Era más fuerte de lo que había pensado el día que lo conoció, más musculoso. Más duro de lo que ella había imaginado entonces.
Recordaba muy bien su dureza.
—____. —Joe bajó la cabeza para rozarle la frente con los labios—. Me estás haciendo morir de deseo.
¿Morir de deseo? Ella sí que se moría de deseo. Se sentía como si nunca la hubieran tocado, como si la noche en que la hizo suya hubiera ocurrido en otra vida. Ahora quería más, necesitaba mucho más.
—Dame tus labios.
A ____ le encantó que él le rodeara la nuca con la mano, el roce del pulgar bajo la barbilla. Era fuerte y dominante, y la hacía sentirse femenina y deseada.
Por un momento, se permitió creer que ella le gustaba.
—Joe —susurró cuando sus labios le acariciaron la frente, la mejilla, la mandíbula, enviando oleadas de placer a sus terminaciones nerviosas. Abrió los labios, excitada. Un beso, necesitaba un beso de Joe. Sólo una vez más.
—Dime —murmuró él—. No me apresuraré esta vez, cariño. Dime qué necesitas.
Sólo amor. Quería dar sentido a las emociones que ardían en su interior, a las necesidades que no podía controlar.
—Bésame —musitó. Dios, ojalá la besara pronto...
Un gemido resonó en la garganta de Joe justo antes de que posara los labios sobre los de ella y la envolviera de nuevo en su oscura magia.
¿Era la droga que permanecía en su organismo la que provocaba aquello en el cuerpo de la joven? ¿O era Joe? Sus besos eran adictivos. Ésa era la verdadera droga, no el «polvo de afrodita». Había podido controlar la excitación hasta que lo conoció, hasta que la tocó. Pero estuvo perdida en el momento en que sus labios rozaron los de ella.
Abrió los labios bajo la boca de Joe y se dejó llevar. Sabía a café y a calidez masculina. Debía de ser un afrodisíaco también, porque ____ sólo quería más. Lo deseaba tanto que se arqueó contra él, tratando de encontrar una manera de apaciguar la necesidad que crecía en su interior.
—Cariño. —Apartó los labios para besarla en la comisura de la boca sin soltarle la cabeza todavía, y ____ apenas fue capaz de escuchar el repentino timbre de la puerta.
Abrió los ojos desorientada y miró a Joe, sin saber de dónde provenía el sonido.
—Morganna y Clint. —Le pasó el pulgar por los sensibles labios—. Es una salida de parejas. Vienen con nosotros.
—¿Vienen? ¿Por qué?
—Es una salida de parejas —repitió—. Morganna y Raven lo incluyeron en la lista. Al parecer las parejas salen juntas. Cuando un hombre y una mujer se plantean una relación a largo plazo, matrimonio y todas esas cosas, salen con otras parejas. Somos amantes, ¿recuerdas? Amantes formales.
—¿Es eso lo que hacen las parejas? —Raven no le había dicho nada de eso. Por supuesto, no había hablado sobre parejas, matrimonio y cosas por el estilo con Raven—. ¿Estás seguro?
—Sí. —La soltó lentamente—. Vístete. Los entretendré mientras te cambias.
Joe cogió una camiseta de la silla que tenía a sus espaldas, y ella no pudo dejar de admirar su cuerpo mientras metía los brazos en las mangas y se la pasaba por la cabeza.
—Vete. —La hizo girar hacia el dormitorio y le dio un ligero empujón hacia la puerta—. Apresúrate, o creerán que estábamos ocupados en otra cosa.
____ se sonrojó. Sin duda habían estado ocupados en otra cosa. Se dirigió al dormitorio con pasos inseguros, cerró la puerta y se dejó caer contra ella. Realmente quería haber estado ocupada en otra cosa.
O lo que era peor, quería estar ocupada con Joe de maneras que, estaba segura, la destruirían por completo.
¡Hola chicas!
Perdón por la demora.
Bueno, aquí les dejo este capítulo, espero les guste.
Muchas gracias a todas por sus comentarios :D
Más tarde subo más.
Besos
Natu!!
La joven salió del dormitorio, sintiendo que la falta de sueño y el cansancio comenzaban a pasarle factura.
No podía seguir compartiendo la cama con Joe. Dormía desnudo. Se acurrucaba junto a ella y siempre acababa acurrucada junto a él. En una ocasión, le había ahuecado un pecho con la mano y le había hecho arder el pezón.
No había sido fácil quitarle la mano de encima al muy bastardo. No importaba qué se pusiera ____ para dormir, él acababa tocando piel desnuda. Y ahora le aterraba la idea de ir a acostarse. Sabía que si lo hacía, se despertaría tumbada sobre su cuerpo, probablemente rogándole que la follara.
Era lo que le hacía falta para redondear la semana más humillante de su vida.
—El desayuno ya está listo —dijo él desde la cocina cuando ____ entró en la sala y lo miró irritada.
—Ya te he dicho —y lo había hecho justo la mañana anterior— que yo no desayuno.
—Y yo te respondí —no, más bien se lo había gritado— que el desayuno es la comida más importante del día.
Si ____ tuviera que desayunar algo sería a él, con el pecho desnudo y sólo unos vaqueros caídos sobre las caderas, los pies descalzos y el pelo húmedo. Pero en vez de enzarzarse en otra batalla inútil, se acercó a la mesa de la cocina y aceptó agradecida el café. Miró fijamente los huevos, el tocino y las tostadas que Joe había dispuesto ante ella. Demonios, tendría que comérselos. Estaba demasiado cansada para discutir con él.
—No has dormido bien —comentó Joe mientras llevaba su plato sin beicon a la mesa y se sentaba para tomar un sorbo de café—. Espero no estar molestándote mucho.
Parecía tan condenadamente alegre que ____ quiso gruñirle irritada.
—Estoy acostumbrada a dormir sola —le recordó por centésima vez—. No me gusta compartir la cama.
—Ya te acostumbrarás. —Asintió para remarcar sus palabras, como si fuera un hecho inevitable.
Sólo en sus sueños se acostumbraría a él.
—Hoy vamos a salir —le informó Joe mientras ella mordisqueaba la tostada—. Tenemos que comprar ropa para ti.
—Ya tengo ropa —replicó antes de tomar un sorbo de café para bajar la tostada.
—Las parejas suelen ir de compras juntos —adujo él—. Morganna lo puso como primer punto de la lista de cosas que deberíamos comenzar a hacer de inmediato. Si Orión decide actuar pronto, tenemos que darle vía libre. Es necesario que actuemos con la mayor normalidad posible.
Ella se encogió de hombros. Estupendo, irían de compras. Pero eso no quería decir que tuviera que comprar nada.
—Antes de irnos deberías deshacerte de todas esas prendas sin forma que tienes y dejar sitio a las cosas nuevas que pienso comprarte —comentó Joe a la ligera, haciendo que ella detuviera el tenedor a pocos centímetros de la boca y lo mirara furiosa.
—No necesito ropa nueva. —Depositó el tenedor con estrépito en el plato—. No puedo permitirme comprarla, y lo que es más, me gusta mucho la que tengo.
—Pero yo soy tu novio a los ojos de todos, y a mí no me gusta —replicó después de tragar otro bocado—. Te escondes tras esas ropas y, como amante tuyo, no puedo permitir que ocultes un cuerpo tan hermoso.
Ella apretó los labios.
—Estás llevando esto demasiado lejos. —Se agarró al borde de la mesa—. Mi cuerpo y mi ropa no son asunto tuyo. Dedícate a la misión y olvídate de lo demás.
La expresión de Joe era tranquila y fría. Siempre se mostraba igual de calmado e impasible. No se había enfadado en los dos últimos días y tampoco había discutido con ella. Había sido como una apisonadora empujándola hacia donde él quería.
Llena de determinación, ____ apartó el plato y lo miró fijamente.
—¿De verdad quieres convertir esto en una pelea? —preguntó él con suavidad.
¿Quería? Había visto algo en los ojos de Joe durante los últimos dos días que le había hecho desistir de enfrentarse a él.
—Oh, está bien —masculló—. No tengo otra cosa que hacer. Si quieres malgastar tu dinero es cosa tuya, porque no pienso pagar por un montón de ropa que no necesito ni quiero.
Joe asintió con la cabeza.
—De acuerdo. Ahora acábate el desayuno, no quiero que luego te desmayes en mis brazos. Tienes cara de sueño, pero ese aire adormilado y sensual te sienta bien. Si Orión nos está observando, no dudará de que me estoy acostando contigo.
Un profundo rubor inundó las mejillas de ____ al pensar en los sueños que había tenido durante las pocas horas que había dormido. Unos sueños vívidos donde él le exigía que lo follara, que lo montara, donde le hablaba con palabras gráficas y explícitas que sólo hacían que lo deseara más.
—Esperemos que intente matarme pronto —repuso ella con irritación—. O al final seré yo quien tenga que matarte a ti.
—¿No dijo tu abuela que eras muy apacible? —se burló Joe con suavidad—. Juraría que lo mencionó cuando estuvo ayer aquí.
____ sólo quería olvidarse de esa visita. Su abuela los había observado con recelo, como si se hubiera estado preguntando si no habrían tenido en realidad relaciones sexuales. Había sido de lo más embarazoso. Antes de irse, Abigail le había lanzado una mirada furiosa a Joe mientras hablaba a ____ como si ésta fuera todavía una niña. No quería recordarlo y mucho menos discutir sobre el tema.
—Mi abuela jamás ha vivido conmigo —le informó—. No puede saber si soy apacible o no.
—¿No os veíais antes del secuestro? —preguntó Joe llevándose la taza de nuevo a los labios. Dios, cómo deseaba ella ser esa taza.
—No. Jansen no solía visitarla, y no le gustaba que ella lo hiciera. Sólo me he relacionado con ella en los últimos seis años.
Él asintió.
—Obviamente, Jansen quería mantenerte alejada de cualquiera que pudiera influenciarte de alguna manera contraria a sus deseos. Y, definitivamente, Abigail hubiera protestado por la manera en que te trataba.
____ reflexionó un momento sobre sus palabras antes de encogerse de hombros.
—Antes del secuestro no se mostraba cruel conmigo. Sólo un poco estricto. —No era cierto. Había sido grosero con ella. Se había asegurado de que supiera que su falta de belleza era un inconveniente y se había portado de una forma mezquina y ofensiva.
—Según el informe del psicólogo, te convenció de que no valías nada —dijo él en voz baja—. Y eso es falso, ____.
La joven tomó otro sorbo de café y se obligó a comer un poco más de huevos y tocino. A pesar del maltrato verbal constante en su adolescencia, nada que hubiera vivido antes del secuestro la había preparado para el verdadero monstruo que había sido su padre.
—Te oí hablando con Reno cuando vino anoche —comentó ella para cambiar de tema—. Le dijiste que atraparías a Orión aunque te fuera la vida en ello. ¿Por qué?
Joe se tensó.
—Hace seis años mató a alguien muy querido para mí —le explicó finalmente, reclinándose en la silla y respirando hondo—. Una agente del Mossad. Estuvo desaparecida durante más de doce horas antes de que avisaran a su marido y a su... —vaciló—. Antes de que avisaran a su marido y a su hijo de lo sucedido. —Los oscuros ojos de Joe brillaron con ferocidad durante un momento—. Seis semanas después, su marido se vio envuelto en una confrontación con un terrorista suicida en Tel Aviv. Se arrojó sobre él sin dudarlo. Considero a Orión responsable de ambas muertes, y Reno lo sabe.
—¿Y su hijo? —inquirió ella con voz débil—. ¿Qué le sucedió a su hijo?
Joe guardó silencio durante un buen rato.
—Continuó con la investigación, pero fue traicionado por un amigo cuando estaba a punto de atrapar al culpable. Murió ahogado.
—Lo siento —susurró ____—. Parece que estabas muy unido a ellos. ¿Llegaste a saber por qué mataron a la madre de tu amigo?
—Estaba investigando unos rumores sobre la venta de armamento biológico por parte de un científico americano. —Sacudió la cabeza—. Desapareció justo cuando creía estar a punto de descubrir su identidad, por lo que siempre he pensado que ambos hechos estaban relacionados.
—Así que regresaste a Israel para investigar —concluyó ____ con el ceño fruncido.
—Soy americano. No había mucho que pudiera investigar allí.
Eso no le hubiera detenido, estaba segura.
—A veces creo escuchar un acento en tu voz difícil de identificar —dijo ella—. ¿Tus padres eran emigrantes?
Joe asintió bruscamente antes de coger su taza y terminarse el café.
—Bien, ya he contestado a tus preguntas. Ahora me toca a mí. Quiero que me hables de Jansen Clay.
—Jansen ya no importa. —No quería discutir sobre su padre biológico. Todavía había partes de su alma que seguían ensombrecidas por lo que él le había hecho y el odio que la había obligado a sentir.
—Jansen es el origen de todo, ____. —Apoyó los brazos sobre la mesa y la miró—. El FBI ha seguido todos estos años tus progresos con el psicólogo. Han estudiado las grabaciones de tus sesiones y las notas del médico. Les diste permiso, ¿recuerdas?
—No me trates con condescendencia —le espetó—. Sí, recuerdo haberles dado permiso en su día para que siguieran mis progresos. Pero no he recordado nada más.
—Puede que no hayas recordado caras o nombres, sin embargo, es evidente que tu memoria está volviendo —insistió él en voz baja—. Has recordado la violación, estoy seguro.
____ se encogió de miedo, cruzó los brazos sobre el pecho e intentó contener el horror que le provocaba lo poco que recordaba.
—No sigas por ahí —suplicó—. No puedo hablar de eso contigo.
—¿Por qué? ¿Quién mejor que yo para discutirlo? ____, lo que sea que te hicieron no afecta a lo que hay entre nosotros. Nada que recuerdes podría cambiar mi opinión sobre ti.
Una trémula sonrisa sobrevoló los labios femeninos.
—Nada de lo que digas me convencerá —afirmó tajante—. Déjalo estar, Joe. Hablo de eso con mi psicólogo, no contigo.
—Algo de lo que has recordado en estos últimos meses es la razón por la que han puesto a Orión tras tus pasos. Si fuéramos capaces de averiguar qué esconde tu subconsciente, podríamos poner fin a esto. Ese maldito asesino no completa sus misiones si su salario está en juego. Tiene una reputación que mantener y nunca se permite olvidarlo. Si supiéramos quién lo ha contratado, huiría y se olvidaría de ti.
—Pero tú vas detrás de Orión. —____ se forzó a decir aquellas palabras—. ¿De qué te serviría que yo recordara, Joe? No tendrías la oportunidad de atraparle.
Y no estaría más tiempo con ella. Qué patética era. No podía estar con él ni sin él. Que pareciera que tenía un amante era un bálsamo para su ego.
—Tarde o temprano, lo atraparé —le aseguró con voz gélida—. Si pudiera alejarte del peligro, lo haría. ¿Qué te hace pensar que actuaría de otra manera?
«El hecho de que para atrapar al asesino, se había visto obligado a acostarse con ella», pensó ____ apesadumbrada.
—No he recordado mucho más. —Su voz adquirió un tono áspero y ronco—. Sólo que me ataron. —Se le revolvió el estómago—. Y él dijo... —Inspiró bruscamente, sintiendo un sudor frío sobre la piel—. Dijo que no podía mirarme a la cara porque era demasiado fea. Que si lo hacía nunca lograría correrse. Estaba furioso con Jansen porque quería acostarse con Emily, pero mi padre le dijo que yo era su única opción y luego se rió. —Bajó la vista avergonzada—. También dijo que, después de todo, tendría que pagarle a alguien para que me violara.
Empujó la silla y se levantó de un salto. Se estremecía sólo de pensar en ello. No era sólo un recuerdo, era una pesadilla. Una horrible pesadilla de la que no podía escapar cada vez que cometía el error de pensar en ella.
—No sé quién fue —gritó, dándole la espalda mientras se dirigía a la sala—. Y no quiero saberlo.
—Porque tienes miedo de conocerle. Tu mente sabe quién fue, y te protege de ello.
Oh, Dios, esa voz. De espaldas a él, ____ pudo oír algo tan oscuro y peligroso en el tono duro y carente de emoción, que instintivamente se protegió contra ello.
—Le pedí a mi psicóloga, la doctora Brinegar, que probara con la hipnosis. —____ meneó la cabeza—. Quería acabar con todo esto de una vez por todas. Quería que lo que fuera que tuviera en mi cabeza, desapareciera. Pero no obtuvo más respuestas de las que ya le había dado. —Se giró hacia él—. Quizá nunca vi quién fue. Quizá esto sea debido a otra cosa, a algo relacionado con la muerte de Jansen.
Él negó con la cabeza sin apartar la vista de la joven.
—Nuestro informante dice lo contrario, ____. —Los ojos de Joe eran profundos pozos oscuros.
—Quizá vuestro maldito informante se equivoque —gritó ella de nuevo, descruzando los brazos y cerrando los puños a los costados.
Joe se levantó de la silla.
—No se equivoca, ____. Me ha llevado seis años dar con este contacto y te aseguro que no comete errores. Todo esto ha sido provocado por algo que recordaste en los últimos tres meses y que no deberías haber recordado. Algo que hace que alguien crea que recordarás más.
____ negó con la cabeza.
—No sé qué puede ser.
—Estoy seguro de que se trata de la identidad de tu violador. Todo lo que has recordado durante los últimos tres meses, los pequeños detalles, el hecho de que fuera Jansen quien observara cómo te violaban, quien te sujetaba las manos contra el suelo del avión mientras Emily le gritaba, tiene que ver con la violación. Intentas recordar a tu violador, y él teme que lo hagas. Te está vigilando, igual que lo ha estado haciendo el FBI, temiendo que recuerdes algo. Lo único que pretende es cubrirse las espaldas.
Por un momento, sólo por un momento, ella regresó a aquel avión. Podía oír el ronroneo de los motores, sentir el terror que la inundó al clavar los ojos en Jansen. Ver la diversión en su mirada y en su rostro cuando la sujetó para que la violaran.
Apretando los puños, luchó con todas sus fuerzas para expulsar aquellos recuerdos de su mente. Llevaba años tratando de olvidar. Quería vivir el presente, no revivir el pasado. Si recordaba... Si llegaba a recordar...
—Nunca te hablaré de eso —musitó angustiada—. Descubrid lo antes posible quién es Orión y luego dejadme en paz.
Pero sabía muy bien lo que él no decía. A menos que lograran descubrir la identidad del cliente de Orión, todo lo que hicieran no serviría de nada. Había más asesinos ahí fuera. Asesinos a los que no les importaría disparar.
La matarían.
____ se dio la vuelta y observó las pesadas cortinas que cubrían las ventanas. La sala estaba en penumbra a pesar de la brillante luz del sol invernal y la oscuridad del apartamento la llenaba de inquietud.
Se encerró en sus pensamientos, en sus certezas. No se percató de que Joe se había acercado a ella hasta que sintió las palmas de sus manos en los hombros.
No pudo apartarse de él. Su presencia, cálida y firme, el tacto de sus manos sobre ella, su abrumadora masculinidad, multiplicaba la excitación que le provocaba la droga.
Porque era la droga la que le aflojaba las rodillas, le oprimía el vientre y la hacía temblar hasta que su sexo clamaba por la liberación, ¿verdad?
Los recuerdos de su infierno fueron reemplazados por lo ocurrido la noche que se conocieron. Por los besos de Joe. Por la caricia de esos labios a lo largo de su cuerpo, en sus pezones, entre los muslos. Por la sensación de su miembro penetrando en ella, dilatándola, haciéndola arder hasta que se había preguntado si podría albergar su largo y grueso miembro.
—No dejaré que te haga daño —le aseguró Joe al oído, acariciándola con su aliento—. Moriría por protegerte, ____. Y si eso ocurriera, otros ocuparán mi lugar y se asegurarán de que sigas con vida.
Ella negó con la cabeza al tiempo que una solitaria lágrima se deslizaba por su mejilla.
—No hagas esto, Joe. No me atormentes más.
Estaba segura de que aquellas palabras no significaban nada. Si las había dicho, no era porque la amara o porque supiera que sufriría si a ella le ocurriese algo. Era porque Orión había matado a sus amigos. Porque era un hombre que haría lo que fuera necesario para proteger a los que consideraba su responsabilidad.
Y ahora su responsabilidad era ____.
—Pequeña, mírame. —Sus fuertes manos la hicieron girar lentamente.
La joven apretó las palmas contra el pecho desnudo de Joe, quedándose sin aliento al sentir la calidez de su piel, el tacto placentero bajo la yema de los dedos.
La sedosa mata de vello de aquel torso captó toda su atención. Le hizo preguntarse qué se sentiría al apretar los senos contra aquel pecho.
No podía detenerse; tenía que acariciarle. Sólo una pequeña caricia.
Cerró los ojos y se concentró en las manos. Sintió el nudo tenso y duro de sus pezones, el retumbar del corazón de Joe.
—Sí, tócame. —La áspera voz masculina parecía venir desde muy lejos—. Tus manos son como la seda.
Joe la rodeó con sus brazos y le acarició la espalda bajo la blusa. ____ no protestó. No quería hacerlo. Quería volver a sentir las ardientes sensaciones que le habían robado la cordura la noche del club.
Anhelaba sentirle contra ella, que sus pieles se rozaran como ya habían hecho una vez. Temblorosa, la joven le deslizó las manos por los hombros, palpando los firmes músculos que allí había. Era más fuerte de lo que había pensado el día que lo conoció, más musculoso. Más duro de lo que ella había imaginado entonces.
Recordaba muy bien su dureza.
—____. —Joe bajó la cabeza para rozarle la frente con los labios—. Me estás haciendo morir de deseo.
¿Morir de deseo? Ella sí que se moría de deseo. Se sentía como si nunca la hubieran tocado, como si la noche en que la hizo suya hubiera ocurrido en otra vida. Ahora quería más, necesitaba mucho más.
—Dame tus labios.
A ____ le encantó que él le rodeara la nuca con la mano, el roce del pulgar bajo la barbilla. Era fuerte y dominante, y la hacía sentirse femenina y deseada.
Por un momento, se permitió creer que ella le gustaba.
—Joe —susurró cuando sus labios le acariciaron la frente, la mejilla, la mandíbula, enviando oleadas de placer a sus terminaciones nerviosas. Abrió los labios, excitada. Un beso, necesitaba un beso de Joe. Sólo una vez más.
—Dime —murmuró él—. No me apresuraré esta vez, cariño. Dime qué necesitas.
Sólo amor. Quería dar sentido a las emociones que ardían en su interior, a las necesidades que no podía controlar.
—Bésame —musitó. Dios, ojalá la besara pronto...
Un gemido resonó en la garganta de Joe justo antes de que posara los labios sobre los de ella y la envolviera de nuevo en su oscura magia.
¿Era la droga que permanecía en su organismo la que provocaba aquello en el cuerpo de la joven? ¿O era Joe? Sus besos eran adictivos. Ésa era la verdadera droga, no el «polvo de afrodita». Había podido controlar la excitación hasta que lo conoció, hasta que la tocó. Pero estuvo perdida en el momento en que sus labios rozaron los de ella.
Abrió los labios bajo la boca de Joe y se dejó llevar. Sabía a café y a calidez masculina. Debía de ser un afrodisíaco también, porque ____ sólo quería más. Lo deseaba tanto que se arqueó contra él, tratando de encontrar una manera de apaciguar la necesidad que crecía en su interior.
—Cariño. —Apartó los labios para besarla en la comisura de la boca sin soltarle la cabeza todavía, y ____ apenas fue capaz de escuchar el repentino timbre de la puerta.
Abrió los ojos desorientada y miró a Joe, sin saber de dónde provenía el sonido.
—Morganna y Clint. —Le pasó el pulgar por los sensibles labios—. Es una salida de parejas. Vienen con nosotros.
—¿Vienen? ¿Por qué?
—Es una salida de parejas —repitió—. Morganna y Raven lo incluyeron en la lista. Al parecer las parejas salen juntas. Cuando un hombre y una mujer se plantean una relación a largo plazo, matrimonio y todas esas cosas, salen con otras parejas. Somos amantes, ¿recuerdas? Amantes formales.
—¿Es eso lo que hacen las parejas? —Raven no le había dicho nada de eso. Por supuesto, no había hablado sobre parejas, matrimonio y cosas por el estilo con Raven—. ¿Estás seguro?
—Sí. —La soltó lentamente—. Vístete. Los entretendré mientras te cambias.
Joe cogió una camiseta de la silla que tenía a sus espaldas, y ella no pudo dejar de admirar su cuerpo mientras metía los brazos en las mangas y se la pasaba por la cabeza.
—Vete. —La hizo girar hacia el dormitorio y le dio un ligero empujón hacia la puerta—. Apresúrate, o creerán que estábamos ocupados en otra cosa.
____ se sonrojó. Sin duda habían estado ocupados en otra cosa. Se dirigió al dormitorio con pasos inseguros, cerró la puerta y se dejó caer contra ella. Realmente quería haber estado ocupada en otra cosa.
O lo que era peor, quería estar ocupada con Joe de maneras que, estaba segura, la destruirían por completo.
¡Hola chicas!
Perdón por la demora.
Bueno, aquí les dejo este capítulo, espero les guste.
Muchas gracias a todas por sus comentarios :D
Más tarde subo más.
Besos
Natu!!
Natuu!
Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
awww me encanto
Joe es tan lindo y sexy
Siguela!!!
Joe es tan lindo y sexy
Siguela!!!
aranzhitha
Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
creo que mecrecemos maraton!!! :)
joseph si quiere a la rayi cierto?
pero la rayis no lo cree
joseph si quiere a la rayi cierto?
pero la rayis no lo cree
andreita
Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
Que bello Joe :')
Está muy muy buena la nove, SIGUELAAAAAA :love:
Está muy muy buena la nove, SIGUELAAAAAA :love:
Dayi_JonasLove!*
Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
pobre rayis..su vida es un verdadero asco!!!
debes seguirla mujer
muero por esta nove!!!!!
debes seguirla mujer
muero por esta nove!!!!!
Julieta♥
Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
La vida de ella fue un infierno! .____.
SIGUELAAA
SIGUELAAA
jb_fanvanu
Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
Nueve
La visita al centro comercial fue un desastre de proporciones épicas. No era de extrañar que Joe hubiera insistido en que les acompañara otra pareja, ya que había contado con que ____ no le montaría una escena delante de testigos. Y maldito fuera, tenía razón.
Negarse a probarse la ropa no le sirvió de nada. Él se la compró de todas maneras mientras Clint y Morganna los observaban divertidos.
Después fueron a una tienda de lencería. ____ jamás se había sentido tan humillada en público como cuando Joe la obligó a entrar allí. Pero fue todavía peor cuando él eligió un montón de diminutas prendas de encaje y seda, de algodón y lycra. Le compró suficiente lencería para vestir a veinte mujeres de su misma talla. Tanta ropa interior que no sabía cuándo podría usarla.
Sin duda, Joe había perdido la cordura. Había gastado una cantidad de dinero con la que ella hubiera podido vivir durante un año. Ella y una familia pequeña, concluyó.
Era él quien llevaba las bolsas. Quien la animó a probarse vaqueros ceñidos y quien, al negarse ella, los adquirió por su cuenta. También le compró tops y una chaqueta de ante increíblemente suave.
Incluso le compró vestidos. Vestidos que ella sabía que jamás se atrevería a ponerse. Estaba claro que dedicarse a las investigaciones privadas o a lo que fuera que él se dedicara estaba muy bien remunerado.
—Has gastado demasiado dinero —protestó ____ finalmente.
—Me gusta. —Se encogió de hombros, dándole a entender que lo único que le importaba era que ella dispusiera de un nuevo guardarropa—. Espero que siguieras mi consejo y hayas vaciado los armarios.
—¿Alguna vez he seguido tus consejos? —replicó ella por lo bajo.
—Bueno, recuerdo que una noche los seguiste al pie de la letra — le susurró al oído, haciendo que a ella le temblaran las rodillas.
Mientras recorrían el centro comercial, él la llevaba de la mano o le rodeaba la cintura con el brazo sin dejar de observar a la gente. Su penetrante mirada no permanecía mucho rato en un mismo sitio a menos que estuviera escogiendo una prenda para ella, calibrando cómo le quedaría.
Cuando abandonaron el lugar, ____ tenía cinco vaqueros, varios tops, lencería como para abrir una tienda, unas zapatillas de deporte, unos zapatos negros con tacones de infarto y tres vestidos espectaculares. Era evidente que a Joe le gustaba salir de noche.
Al caminar hacia el coche en el aparcamiento, ella notó que tanto Clint como Joe estaban tensos y vigilantes. No sabía qué era lo que esperaban que pasara hasta que Clint dijo en voz baja:
—El coche está limpio. Nik y John estuvieron vigilándolo. No se ha acercado nadie.
—¿Y el apartamento? —preguntó Joe en el mismo tono.
—También ha estado bajo vigilancia. Travis ha permanecido allí desde que salimos y no ha visto a nadie.
Joe asintió, desactivó las cerraduras con el mando a distancia y apretó el botón de autoencendido.
No hacía frío; el invierno en Atlanta solía ser muy suave. Hacía algo de fresco, pero eso era todo. Abrió el maletero y metieron las bolsas. Luego, Morganna y ____ se subieron al asiento de atrás mientras Clint y Joe se sentaban delante.
Al cabo de unos minutos, ____ apretó los labios pensativa.
—Conozco esa mirada —murmuró Morganna con diversión—. Estás imaginando cómo quedaría la cabeza de Joe exhibida sobre la repisa de la chimenea.
____ le lanzó una mirada airada. Todavía no sabía cuál había sido la participación de su amiga en la trampa que le había tendido Joe la noche que se habían conocido.
—No me mires así. —Los ojos de Morganna brillaban de preocupación—. Tu vida corría peligro y tenía que hacer algo. Eres mi amiga. Prefiero mentirte a verte muerta.
____ dirigió la mirada hacia el espejo retrovisor para encontrarse con los ojos de Joe observándola.
—No te preocupes —dijo finalmente, desviando la vista a la ventanilla—. No tiene importancia.
¿Por qué había dicho eso? Por supuesto que tenía importancia. ____ había comenzado a arder aquella noche, y aún le aterraban las reacciones de su propio cuerpo desde entonces.
—Estás dolida —susurró Morganna—. Y eso no me gusta.
—No pasa nada, de verdad. —Se encogió de hombros—. Por favor, déjalo estar.
En silencio, observó el paso rápido del paisaje urbano mientras Joe conducía entre el denso tráfico. Era consciente de que ambos hombres hablaban en voz baja entre ellos, discutiendo sobre vigilancia y precauciones.
Jamás había salido con un hombre y otra pareja antes. Se preguntó si siempre sería de esa manera. Los hombres sentados delante y las mujeres detrás, hablando de cualquier cosa. Siempre había pensado que las parejas se sentarían juntas. Lo hubiera preferido así si Joe hubiera sido realmente su novio. Preferiría tenerlo a su lado y apoyarse en él mientras todos participaban en la conversación.
Durante un momento imaginó que aquélla era una auténtica salida de parejas. En realidad podría haberlo sido, pero no podía olvidar que Joe y ella sólo estaban representando un papel.
—Entramos en el aparcamiento —anunció Joe en voz baja a lo que fuera que llevara bajo la manga de la chaqueta. Debía de tratarse de algún tipo de micrófono. También llevaba un auricular en la oreja con el pequeño cable sujeto detrás y escondido entre el pelo hasta desaparecer por debajo del cuello.
—Todo despejado —dijo Clint mientras Joe aparcaba en la plaza más cercana al ascensor.
—Recogeremos las bolsas luego —decidió Joe—. Antes quiero llevar a ____ al apartamento.
Clint asintió. Salieron del coche y cada uno abrió la puerta de atrás correspondiente. Joe alargó el brazo, cogió la mano de ____ y la ayudó a salir. Luego le rodeó la cintura con el brazo y se encaminaron hacia el ascensor.
Caminaron juntos hasta llegar al apartamento. Al acercarse a la puerta, ésta se abrió y apareció un hombre que los saludó con la cabeza y se dirigió a la vivienda de enfrente.
—Es uno de los miembros del equipo —le explicó Joe al oído—. No queremos que nadie coloque más dispositivos de vigilancia en tu apartamento.
La joven se estremeció. No había querido pensar en lo que podría haber filmado la cámara de la lámpara de su dormitorio. Se frotó la frente conteniendo una imprecación. Joe sólo trataba de ayudarla y no debía pagar con él su mal humor. Intentaba salvarle la vida. No era culpa suya que hubieran instalado cámaras en su apartamento.
En silencio, Joe la hizo pasar al salón y luego la dejó a solas con Morganna mientras Clint y él iban a por las bolsas de las compras.
—Debe resultar duro compartir tu apartamento después de haber vivido sola tantos años —comentó Morganna, acomodándose en el sillón de la esquina.
____ tomó asiento en el sofá.
—Es diferente —dijo finalmente, sólo porque la otra mujer esperaba una respuesta.
—Si necesitas hablar con alguien, yo estoy dispuesta a escuchar —se ofreció Morganna.
—No necesito hablar. —____ se obligó a quedarse sentada en vez de pasearse por la estancia—. Estoy bien, créeme.
—Hay un monstruo que intenta matarte, te ves a forzada a vivir con un hombre que no conoces, a dormir con él y ¿dices que estás bien? —Morganna le dirigió una mirada de incredulidad—. Sinceramente, lo dudo.
—¿Qué quieres que te diga? —le preguntó a la otra mujer dejando que vislumbrara la furia que la invadía—. Es muy autoritario, dominante, y esa maldita droga que Jansen Clay me inyectó tantas veces me impulsa a querer tener sexo a todas horas. Compartir la cama con él es un auténtico infierno. Llevo días sin poder dormir. Y, desde luego, no me siento feliz con la situación. ¿Hay algo más que quieras saber?
Morganna respiró hondo.
—El «polvo de afrodita» acrecienta el deseo —dijo al cabo de unos segundos, con los ojos cargados de compasión—. Pero sólo empeora algo que ya existe. Tú no lo deseas por la droga. Lo deseas porque eres una mujer y él un hombre muy sexy. No hay nada de malo en eso.
—¿De veras? —masculló ____ levantándose de un salto—. Sabes, si mis amigas hubieran sido lo suficientemente amables como para explicarme qué diablos iba a ocurrir la noche que me lo presentaron, quizá no habría estado tan confundida entonces. No habría cometido el error de acostarme con él, y ahora no tendría que dormir a su lado noche tras noche, sabiendo que tendría que enrollarme una manta a la cabeza para que folle conmigo. Pero gracias de todos modos. Ha sido una experiencia muy instructiva.
—Tú... él... —Morganna la miró asombrada—. Maldita sea, no lo sabía. Joe no ha puesto nada de eso en el informe de esa noche.
—Qué considerado por su parte —gruñó ____.
—¿Por qué demonios piensas que tendría que cubrirte la cabeza para acostarse contigo? —Morganna se puso en pie—. Sencillamente, ____, eso no cierto. Tienes que superar lo que te hizo Jansen Clay.
—Sí, quizá deba considerar la idea de presentarme a miss América —le espetó furiosa.
—Dios, eres una mujer muy atractiva. ¿Acaso no te miras al espejo? —El tono airado de Morganna no apaciguó precisamente la rabia con la que ____ la miró cuando se volvió hacia ella—. Lo que sea que haya pasado esa noche, tienes que hablarlo con Joe.
—¿Por qué no se me habrá ocurrido antes? —Lanzó una amarga carcajada—. Podría decirle: por cierto, Joe, ¿recuerdas cuando no pudiste follar conmigo la otra noche? Deberías haberme dicho que...
____ se interrumpió al percibir un movimiento por el rabillo del ojo, y se ruborizó intensamente al ver a Joe y Clint parados en la puerta, con las manos cargadas de bolsas y una expresión en sus caras que decía que habían oído hasta la última palabra.
«Maldición, maldición y doble maldición.»
—¿Decirte qué? —Los labios de Joe formaban una línea recta y furiosa mientras entraba en el apartamento y soltaba las bolsas en el sofá.
En los tensos y silenciosos segundos que siguieron, ____ apenas fue consciente de que la otra pareja se marchaba y cerraba la puerta.
—¿Por qué no me dijiste lo que pasaba con claridad en vez de tomarte la molestia de acostarte conmigo? —le espetó la joven finalmente—. ¿Acaso no hubieras preferido que te diera la espalda para poder follarme sin tener que mirarme a la cara?
Joe nunca había tenido que contener una cólera tan abrumadora como la que intentaba mantener bajo control en ese momento.
Podía perdonarle sus rabietas y todas sus tonterías en el centro comercial. Podía perdonarle cada maldita cosa que le hubiera dicho o hecho en los últimos dos días. Estaba asustada. Estaba pasando un infierno y sabía que aquella situación no era fácil para ella. Pero esto. Esto, sencillamente, no podía pasarlo por alto.
Tenía que admitir que ella estaba resultando ser mucho más fuerte de lo que él había esperado. No se acobardaba. No se había echado atrás ni una sola vez. Pero, por desgracia, combatía las cosas de manera incorrecta al no dejar de enfurecerlo.
—Será mejor que te replantees esa acusación que acabas de hacer —le advirtió con suavidad, envolviéndose en la frialdad que usaba para protegerse a él y a los demás—. Piensa con calma antes de hablar, ____.
Ella le lanzó una mirada llena de irritación.
—¿Y por qué debería hacerlo?
Al verla allí parada, vestida con una camisa ancha y unos pantalones sueltos, con los brazos cruzados sobre el pecho y una expresión de ira en el rostro, Joe sintió que su miembro se tensaba y latía dolorosamente. ¿Qué tenía aquella mujer que le ponía tan duro? ¿Por qué siempre estaba listo para follarla en cualquier momento? Ojalá él tuviera la excusa del «polvo de afrodita», pensó con ironía.
—Porque estoy a nada de arrastrarte a ese dormitorio y pasarme la noche demostrándote lo equivocada que estás —gruñó—. No puedo creer que hayas dicho tal estupidez. ¿Acaso piensas que no te encuentro atractiva? ¿Que no te deseo? ¿Que no me pongo duro como una piedra cuando te miro?
—No te corriste —le acusó bruscamente—. Sé que no lo hiciste.
Él se pasó las manos por el pelo, apretó los dientes e intentó mantener las manos alejadas de ella. Si la tocaba, no podría detenerse.
—Porque tú tampoco lo hiciste —respondió al cabo de unos segundos—. ¿Acaso me crees tan egoísta como para dejarme llevar por el placer a pesar de que tú no habías alcanzado el tuyo? ¿Qué demonios tienes en la cabeza, ____? ¿Has perdido el juicio? Tuve que salir de la cama para no follarte con todas mis fuerzas cuando resultó evidente que no habías alcanzado el orgasmo. Quise darnos un poco de tiempo para tranquilizarnos. Tiempo para recuperar el control. ¿Y qué me encontré cuando regresé?
Dio un paso amenazante hacia ella. La agarró por los hombros y la atrajo bruscamente hacia él, clavando los ojos en la sorprendida cara de la joven.
—¡Que te habías ido! —rugió—. Que habías escapado de mí, en vez de darme la oportunidad de ayudarte a encontrar el placer que necesitabas.
Ella negó con la cabeza y apretó las manos nerviosamente contra su pecho.
—Pero sí que lo hice —susurró tragando saliva con dificultad—. Alcancé el placer.
—¿A eso llamas alcanzar el placer? —masculló furioso—. Intentaste contenerlo. Comprendo por qué lo hiciste, sobre todo ahora. La intensidad de lo que sentías te asustaba y estabas con un hombre que no conocías. Pero huir no era la respuesta.
____ se zafó de él con un brusco movimiento, y Joe se obligó a no tomarla de nuevo entre sus brazos. La dejó alejarse. Tenía que ir despacio. Ya le habían hecho daño una vez y no quería incrementar su dolor. Había planeado seducirla, y lo haría. Lo aceptaría gustosa la próxima vez que él la hiciese suya, y lograría que alcanzara el orgasmo con su miembro en su interior. No aceptaría otra cosa. Pero sabía que ____ no estaba preparada todavía para eso. El miedo la contenía. Sus demonios la reprimían.
Observó cómo ella se pasaba la mano por el pelo, dejando que los brillantes y sedosos mechones cayeran libres por su espalda. Los claros ojos azules de ____ parecían ahora más oscuros y las ojeras más pronunciadas. Llevaba dos noches sin dormir. Había estado tumbada a su lado en la cama y no había hecho más que dormitar. Estaba acabando con los dos y no parecía darse cuenta.
¿Por qué ella le afectaba tanto? Había algo en el dolor que asomaba en los ojos femeninos que despertaba los instintos asesinos de Joe. La pronunciada curva de sus labios lo mataba de deseo por besarla, por hacerla sonreír. La pícara inclinación de su nariz le hacía preguntarse de cuántas maneras podía ella volver loco a un hombre, y de paso volverse loca a sí misma.
—Huir era la única opción —dijo ella con aire altivo finalmente.
El orgullo la hacía cuadrar los hombros y alzar la cabeza, costara lo que costase.
—¿Cómo pudiste considerar eso una opción? —la rebatió él—. Huir es la salida de los cobardes, ____. Y si hay algo que jamás has demostrado en los seis años que llevas intentando reconstruir tu vida, es cobardía.
La sonrisa de la joven fue burlona, amarga. Y, sin que Joe pudiera evitarlo, el dolor que asomaba en su mirada, en su expresión, le rompió en aquel instante el corazón. Ese corazón que él creía que se había roto años atrás.
—No, Joe —susurró ____, con la voz cargada del mismo pesar que reflejaban sus ojos—. Estás equivocado. Tardé seis años en atreverme a intentar acostarme con alguien. Seis años para reunir el valor necesario, hasta que ese condenado «polvo de afrodita» me hizo sentir lo suficientemente desesperada para intentarlo. Pero fracasé. Y en todos los aspectos, al parecer. Ya ves, incluso pensaba que había alcanzado el orgasmo. —La amargura curvó los labios de la joven—. Supongo que no fue así. Y los dos sabemos que tú no te corriste. Es evidente que soy todavía más cobarde de lo que pensabas, por eso no puedo permitir que ocurra otra vez.
De nuevo se apartó de él. Volvió a huir de él. Se encerró en el dormitorio y Joe tuvo que recurrir a todo su autocontrol para no seguirla, para no arrancar aquella maldita puerta de sus goznes y enseñarle exactamente qué ocurría cuando huía de su hombre.
Su hombre. Estaba perdiendo la cabeza. Joe Jonas no era un hombre en realidad. El hombre que se enfrentaba a ella cada día estaba muerto para el mundo. Y los hombres muertos no reclamaban a una mujer. Los muertos no soñaban con amar para siempre. Los muertos no hablaban, ni soñaban. Porque el infierno exigía un precio por permitir que un muerto viviera. Y ese precio bien podía ser la vida de la mujer que una parte de Joe comenzaba a reclamar.
Suspiró y se obligó a recordar los pasos que debía dar para seducirla. No podía perder el tiempo pensando en reclamarla o amarla. Tenía que centrarse en curarla y protegerla. Eso era lo que tenía que hacer. Podía curarla, mantenerla a salvo y destruir todos sus demonios.
Llevaba dos días acostumbrándola a su cuerpo por la noche, tumbándose junto a ella, tocándola, obligándola a sentir su calor. Aquello de salir con otra pareja había sido toda una inspiración. Su madre siempre decía que cuando un hombre busca un vínculo con una mujer, debía relacionarse con sus amistades.
Aunque, en realidad, a ____ no le había hecho mucha gracia salir de compras con sus amigos.
Se acercó a las bolsas que estaban tiradas sobre el sofá y clavó la mirada en un trozo de encaje color violeta que había caído al suelo. ____ se había fijado en aquella prenda en particular y él había visto el deseo de poseerla en sus ojos a pesar de sus protestas. Con cada prenda que le había comprado, había visto crecer la curiosidad de la joven.
A su ____ le gustaba la ropa y la lencería bonita. Se había dado cuenta la noche que se había acostado con ella, al ver sus medias de seda y las braguitas de encaje. Algo femenino y delicado. Como ella.
Y malditamente ardiente.
Lo estaba matando. Una vez había oído a su padre decir que la madre de Joe había hecho que le salieran canas cuando estaba intentando conquistarla. Joe no buscaba un compromiso, pero no había dudas de que le estaban saliendo canas también.
Orión pasó la mano sobre la mesa de metal, entrecerrando los ojos al comprobar su resistencia. ____ Clay era menuda, pero el miedo podía proporcionar una fortaleza asombrosa incluso a una mujer tan frágil y pequeña como ella.
Palmeando la mesa metálica con satisfacción, centró su atención en la barra metálica sujeta a las cadenas que colgaban del techo. Se colgó de ella, pero no logró alcanzarla con la barbilla. Sin duda había perdido parte de su fuerza física, pensó riéndose entre dientes.
Bueno, era algo que pasaba cuando un hombre pasaba la barrera de los cuarenta. Aunque lo cierto era que no necesitaba demasiada fuerza para llevar a cabo su trabajo. Necesitaba astucia, cálculo y paciencia. Y en eso seguía siendo el mejor. Quizá más que cuando era joven. Con la edad y la experiencia llegaba la sabiduría, concluyó.
Soltó la barra con una sonrisa de medio lado y comprobó la inclinación de la mesa que había encontrado. Hubiera preferido llevar a cabo el ritual en la casa de ____ Clay, pero el amante de la joven le había hecho cambiar los planes originales.
Jamás compraba los artículos que necesitaba por miedo a que pudieran ser localizados. Casi siempre los robaba. Esa mesa procedía del patio de un chatarrero. Orión se las había arreglado para sacarla de allí sin que nadie se enterara. La barra procedía del apartamento que había alquilado. Se trataba de una sencilla barra metálica para colgar ropa, sin huellas y lista para ser usada. Toda su guarida estaba limpia de huellas. Se había asegurado personalmente de ello. No quería que aquella pobre criatura muriera entre la inmundicia. Puede que fuera fea, pero había averiguado que ____ Clay era una joven amable que sólo intentaba vivir una vida sencilla.
Diablos, ni siquiera había intentado estafar a hacienda, lo cual resultaba aterrador. Quizá mereciera morir, después de todo. Alguien tan honrado como ella debía de ser eliminado antes de que pudiera traer al mundo más bastardos moralistas con los que tener que tratar.
Él ya tenía suficiente con tratar consigo mismo. La generosidad de las agencias gubernamentales que habían puesto precio a su cabeza, le preocupaba un poco. Su último trabajo, el asesinato de un científico americano que casi había conseguido una cura para un virus mortal, había molestado, y mucho, a varios gobiernos.
Matar a ____ Clay le proporcionaría varios millones. Con ese dinero tendría lo suficiente para jubilarse tranquilo, para comprar una pequeña isla en alguna parte donde llevar a algunas jovencitas que se encargaran de sus necesidades. No tendría que trabajar más. No tendría que seguir con aquel juego más tiempo. Podría retirarse.
Había decidido que aquél sería su último trabajo. Ya no le excitaban sus misiones. No captaban su interés como antes. Ahora sólo se trataba de trabajo.
¿Desde cuándo había empezado a ocurrirle eso?
Ah sí, desde hacía seis años. Desde Ariela Abijah.
Meneó la cabeza. El Mossad no se había tomado muy bien la muerte de aquella agente, ni tampoco la de su hijo. Gracias a un golpe de suerte, David Abijah no había logrado capturarle en el buque mercante en el que Orión había escapado de Rusia varios años después de que matara a su madre.
Sí, la suerte había estado de su lado. David Abijah había sido pasto de los peces esa noche. Ya no era un problema del que Orión tuviera que preocuparse.
Pero, sin duda, él había sido la razón por la que la excitación se había desvanecido. Abijah le había rastreado sin descanso, en especial después de que su padre hubiera fallecido a manos de un terrorista suicida.
Orión sacudió la cabeza. No había disfrutado matando a aquel joven. Había habido algo en esos ojos oscuros que había tocado la fibra sensible de Orión. Una fuerza, una llama de determinación. Había tenido una mirada muy parecida a la que había visto en los ojos de Ariela.
Aquella mirada le recordaba al hombre que se había mudado al apartamento de ____ Clay. No le había visto los ojos, pero sí la cara. Había una seguridad y una arrogancia en ella que le había provocado un escalofrío en la espalda.
Qué poco sentido de la oportunidad, pensó furioso mientras golpeaba la mesa metálica con sus dedos enguantados.
Esa joven miserable que ni siquiera había mirado a un hombre en los años que llevaba fuera del hospital, ahora tenía un amante, un amante con experiencia e intuición. Alguien que se había deshecho de los micros que Orión había colocado en el apartamento de su víctima.
La había estado investigando. Sabía que sus amigos eran SEALs y eso le había provocado un poco de inquietud. Eran SEALs retirados, pero los SEALs eran SEALs hasta el día de su muerte. E incluso después de ella. Eran como una plaga que se negaba a desaparecer cuando estaban furiosos.
Casi le habían hecho renunciar a ese trabajo, pero, sencillamente, no podía rechazar un encargo de aquel cliente en concreto. Era imposible.
Sacudiendo la cabeza con resignación, se sentó delante del portátil encendido y observó minuciosamente las fotos digitales que había hecho a la pareja.
El hombre llevaba gafas de sol. Orión no podía verle los ojos ni había podido obtener otra foto. El programa de identificación que utilizaba fallaba cuando el sujeto llevaba gafas, por lo que hasta ahora sólo había obtenido cinco identificaciones y dos eran de hombres muertos.
Abijah era uno de ellos.
Iba a tener que hablar con el programador al que le había comprado el software. O quizá no. ____ Clay sería su último trabajo, se aseguraría de ello.
Clavó los ojos en la pareja otra vez, ladeó la cabeza y miró fijamente a la mujer. Sus rasgos parecían iluminarse cuando levantaba la mirada hacia el hombre que caminaba junto a ella. Parecía furiosa, pero incluso así, se percibía un atisbo de belleza que Orión no había visto antes.
Quizá se tratara de una ilusión óptica. Había visto muchas fotos de ella, y jamás había percibido aquello. Se preguntó si no sería tan fea después de todo.
Concluyó, observándola de cerca, que se trataba sencillamente de una mujer corriente. ¿Cuándo había decidido que era corriente en vez de fea?
Definitivamente, debía de estar envejeciendo. Se estremeció ante la idea de que podía ser tan viejo que hasta sus ojos le jugaban malas pasadas. El oculista que le había examinado un año antes le había asegurado que tenía una vista perfecta.
Frunciendo el ceño, examinó otra serie de fotos y ladeó la cabeza. Sí, allí estaba. El hombre posaba su mano sobre la nuca de la joven como si la estuviera acariciando. Había un indicio de sensualidad en la cara de ____ Clay. Un brillo en sus ojos. Aquella boca demasiado grande parecía ahora sensual. Incluso con aquellas prendas poco favorecedoras se la veía atractiva.
Sacudió la cabeza. ¿Qué diablos le pasaba? Y en cualquier caso, ¿qué más daba? Atacaría pronto. Y en público, porque no podía perder más tiempo. Nadie podría anticiparse a su próximo movimiento. Se había asegurado de ello.
¡Hola chicas!
De nuevo, perdón por la tardanza u_u
Aquí les dejo este capítulo. Tengo algunas tareas por hacer, pero cuando las termine subire unos cuantos más.
Gracias por seguir aquí, siguiendome.
Besos
Natuu♥!!
Negarse a probarse la ropa no le sirvió de nada. Él se la compró de todas maneras mientras Clint y Morganna los observaban divertidos.
Después fueron a una tienda de lencería. ____ jamás se había sentido tan humillada en público como cuando Joe la obligó a entrar allí. Pero fue todavía peor cuando él eligió un montón de diminutas prendas de encaje y seda, de algodón y lycra. Le compró suficiente lencería para vestir a veinte mujeres de su misma talla. Tanta ropa interior que no sabía cuándo podría usarla.
Sin duda, Joe había perdido la cordura. Había gastado una cantidad de dinero con la que ella hubiera podido vivir durante un año. Ella y una familia pequeña, concluyó.
Era él quien llevaba las bolsas. Quien la animó a probarse vaqueros ceñidos y quien, al negarse ella, los adquirió por su cuenta. También le compró tops y una chaqueta de ante increíblemente suave.
Incluso le compró vestidos. Vestidos que ella sabía que jamás se atrevería a ponerse. Estaba claro que dedicarse a las investigaciones privadas o a lo que fuera que él se dedicara estaba muy bien remunerado.
—Has gastado demasiado dinero —protestó ____ finalmente.
—Me gusta. —Se encogió de hombros, dándole a entender que lo único que le importaba era que ella dispusiera de un nuevo guardarropa—. Espero que siguieras mi consejo y hayas vaciado los armarios.
—¿Alguna vez he seguido tus consejos? —replicó ella por lo bajo.
—Bueno, recuerdo que una noche los seguiste al pie de la letra — le susurró al oído, haciendo que a ella le temblaran las rodillas.
Mientras recorrían el centro comercial, él la llevaba de la mano o le rodeaba la cintura con el brazo sin dejar de observar a la gente. Su penetrante mirada no permanecía mucho rato en un mismo sitio a menos que estuviera escogiendo una prenda para ella, calibrando cómo le quedaría.
Cuando abandonaron el lugar, ____ tenía cinco vaqueros, varios tops, lencería como para abrir una tienda, unas zapatillas de deporte, unos zapatos negros con tacones de infarto y tres vestidos espectaculares. Era evidente que a Joe le gustaba salir de noche.
Al caminar hacia el coche en el aparcamiento, ella notó que tanto Clint como Joe estaban tensos y vigilantes. No sabía qué era lo que esperaban que pasara hasta que Clint dijo en voz baja:
—El coche está limpio. Nik y John estuvieron vigilándolo. No se ha acercado nadie.
—¿Y el apartamento? —preguntó Joe en el mismo tono.
—También ha estado bajo vigilancia. Travis ha permanecido allí desde que salimos y no ha visto a nadie.
Joe asintió, desactivó las cerraduras con el mando a distancia y apretó el botón de autoencendido.
No hacía frío; el invierno en Atlanta solía ser muy suave. Hacía algo de fresco, pero eso era todo. Abrió el maletero y metieron las bolsas. Luego, Morganna y ____ se subieron al asiento de atrás mientras Clint y Joe se sentaban delante.
Al cabo de unos minutos, ____ apretó los labios pensativa.
—Conozco esa mirada —murmuró Morganna con diversión—. Estás imaginando cómo quedaría la cabeza de Joe exhibida sobre la repisa de la chimenea.
____ le lanzó una mirada airada. Todavía no sabía cuál había sido la participación de su amiga en la trampa que le había tendido Joe la noche que se habían conocido.
—No me mires así. —Los ojos de Morganna brillaban de preocupación—. Tu vida corría peligro y tenía que hacer algo. Eres mi amiga. Prefiero mentirte a verte muerta.
____ dirigió la mirada hacia el espejo retrovisor para encontrarse con los ojos de Joe observándola.
—No te preocupes —dijo finalmente, desviando la vista a la ventanilla—. No tiene importancia.
¿Por qué había dicho eso? Por supuesto que tenía importancia. ____ había comenzado a arder aquella noche, y aún le aterraban las reacciones de su propio cuerpo desde entonces.
—Estás dolida —susurró Morganna—. Y eso no me gusta.
—No pasa nada, de verdad. —Se encogió de hombros—. Por favor, déjalo estar.
En silencio, observó el paso rápido del paisaje urbano mientras Joe conducía entre el denso tráfico. Era consciente de que ambos hombres hablaban en voz baja entre ellos, discutiendo sobre vigilancia y precauciones.
Jamás había salido con un hombre y otra pareja antes. Se preguntó si siempre sería de esa manera. Los hombres sentados delante y las mujeres detrás, hablando de cualquier cosa. Siempre había pensado que las parejas se sentarían juntas. Lo hubiera preferido así si Joe hubiera sido realmente su novio. Preferiría tenerlo a su lado y apoyarse en él mientras todos participaban en la conversación.
Durante un momento imaginó que aquélla era una auténtica salida de parejas. En realidad podría haberlo sido, pero no podía olvidar que Joe y ella sólo estaban representando un papel.
—Entramos en el aparcamiento —anunció Joe en voz baja a lo que fuera que llevara bajo la manga de la chaqueta. Debía de tratarse de algún tipo de micrófono. También llevaba un auricular en la oreja con el pequeño cable sujeto detrás y escondido entre el pelo hasta desaparecer por debajo del cuello.
—Todo despejado —dijo Clint mientras Joe aparcaba en la plaza más cercana al ascensor.
—Recogeremos las bolsas luego —decidió Joe—. Antes quiero llevar a ____ al apartamento.
Clint asintió. Salieron del coche y cada uno abrió la puerta de atrás correspondiente. Joe alargó el brazo, cogió la mano de ____ y la ayudó a salir. Luego le rodeó la cintura con el brazo y se encaminaron hacia el ascensor.
Caminaron juntos hasta llegar al apartamento. Al acercarse a la puerta, ésta se abrió y apareció un hombre que los saludó con la cabeza y se dirigió a la vivienda de enfrente.
—Es uno de los miembros del equipo —le explicó Joe al oído—. No queremos que nadie coloque más dispositivos de vigilancia en tu apartamento.
La joven se estremeció. No había querido pensar en lo que podría haber filmado la cámara de la lámpara de su dormitorio. Se frotó la frente conteniendo una imprecación. Joe sólo trataba de ayudarla y no debía pagar con él su mal humor. Intentaba salvarle la vida. No era culpa suya que hubieran instalado cámaras en su apartamento.
En silencio, Joe la hizo pasar al salón y luego la dejó a solas con Morganna mientras Clint y él iban a por las bolsas de las compras.
—Debe resultar duro compartir tu apartamento después de haber vivido sola tantos años —comentó Morganna, acomodándose en el sillón de la esquina.
____ tomó asiento en el sofá.
—Es diferente —dijo finalmente, sólo porque la otra mujer esperaba una respuesta.
—Si necesitas hablar con alguien, yo estoy dispuesta a escuchar —se ofreció Morganna.
—No necesito hablar. —____ se obligó a quedarse sentada en vez de pasearse por la estancia—. Estoy bien, créeme.
—Hay un monstruo que intenta matarte, te ves a forzada a vivir con un hombre que no conoces, a dormir con él y ¿dices que estás bien? —Morganna le dirigió una mirada de incredulidad—. Sinceramente, lo dudo.
—¿Qué quieres que te diga? —le preguntó a la otra mujer dejando que vislumbrara la furia que la invadía—. Es muy autoritario, dominante, y esa maldita droga que Jansen Clay me inyectó tantas veces me impulsa a querer tener sexo a todas horas. Compartir la cama con él es un auténtico infierno. Llevo días sin poder dormir. Y, desde luego, no me siento feliz con la situación. ¿Hay algo más que quieras saber?
Morganna respiró hondo.
—El «polvo de afrodita» acrecienta el deseo —dijo al cabo de unos segundos, con los ojos cargados de compasión—. Pero sólo empeora algo que ya existe. Tú no lo deseas por la droga. Lo deseas porque eres una mujer y él un hombre muy sexy. No hay nada de malo en eso.
—¿De veras? —masculló ____ levantándose de un salto—. Sabes, si mis amigas hubieran sido lo suficientemente amables como para explicarme qué diablos iba a ocurrir la noche que me lo presentaron, quizá no habría estado tan confundida entonces. No habría cometido el error de acostarme con él, y ahora no tendría que dormir a su lado noche tras noche, sabiendo que tendría que enrollarme una manta a la cabeza para que folle conmigo. Pero gracias de todos modos. Ha sido una experiencia muy instructiva.
—Tú... él... —Morganna la miró asombrada—. Maldita sea, no lo sabía. Joe no ha puesto nada de eso en el informe de esa noche.
—Qué considerado por su parte —gruñó ____.
—¿Por qué demonios piensas que tendría que cubrirte la cabeza para acostarse contigo? —Morganna se puso en pie—. Sencillamente, ____, eso no cierto. Tienes que superar lo que te hizo Jansen Clay.
—Sí, quizá deba considerar la idea de presentarme a miss América —le espetó furiosa.
—Dios, eres una mujer muy atractiva. ¿Acaso no te miras al espejo? —El tono airado de Morganna no apaciguó precisamente la rabia con la que ____ la miró cuando se volvió hacia ella—. Lo que sea que haya pasado esa noche, tienes que hablarlo con Joe.
—¿Por qué no se me habrá ocurrido antes? —Lanzó una amarga carcajada—. Podría decirle: por cierto, Joe, ¿recuerdas cuando no pudiste follar conmigo la otra noche? Deberías haberme dicho que...
____ se interrumpió al percibir un movimiento por el rabillo del ojo, y se ruborizó intensamente al ver a Joe y Clint parados en la puerta, con las manos cargadas de bolsas y una expresión en sus caras que decía que habían oído hasta la última palabra.
«Maldición, maldición y doble maldición.»
—¿Decirte qué? —Los labios de Joe formaban una línea recta y furiosa mientras entraba en el apartamento y soltaba las bolsas en el sofá.
En los tensos y silenciosos segundos que siguieron, ____ apenas fue consciente de que la otra pareja se marchaba y cerraba la puerta.
—¿Por qué no me dijiste lo que pasaba con claridad en vez de tomarte la molestia de acostarte conmigo? —le espetó la joven finalmente—. ¿Acaso no hubieras preferido que te diera la espalda para poder follarme sin tener que mirarme a la cara?
Joe nunca había tenido que contener una cólera tan abrumadora como la que intentaba mantener bajo control en ese momento.
Podía perdonarle sus rabietas y todas sus tonterías en el centro comercial. Podía perdonarle cada maldita cosa que le hubiera dicho o hecho en los últimos dos días. Estaba asustada. Estaba pasando un infierno y sabía que aquella situación no era fácil para ella. Pero esto. Esto, sencillamente, no podía pasarlo por alto.
Tenía que admitir que ella estaba resultando ser mucho más fuerte de lo que él había esperado. No se acobardaba. No se había echado atrás ni una sola vez. Pero, por desgracia, combatía las cosas de manera incorrecta al no dejar de enfurecerlo.
—Será mejor que te replantees esa acusación que acabas de hacer —le advirtió con suavidad, envolviéndose en la frialdad que usaba para protegerse a él y a los demás—. Piensa con calma antes de hablar, ____.
Ella le lanzó una mirada llena de irritación.
—¿Y por qué debería hacerlo?
Al verla allí parada, vestida con una camisa ancha y unos pantalones sueltos, con los brazos cruzados sobre el pecho y una expresión de ira en el rostro, Joe sintió que su miembro se tensaba y latía dolorosamente. ¿Qué tenía aquella mujer que le ponía tan duro? ¿Por qué siempre estaba listo para follarla en cualquier momento? Ojalá él tuviera la excusa del «polvo de afrodita», pensó con ironía.
—Porque estoy a nada de arrastrarte a ese dormitorio y pasarme la noche demostrándote lo equivocada que estás —gruñó—. No puedo creer que hayas dicho tal estupidez. ¿Acaso piensas que no te encuentro atractiva? ¿Que no te deseo? ¿Que no me pongo duro como una piedra cuando te miro?
—No te corriste —le acusó bruscamente—. Sé que no lo hiciste.
Él se pasó las manos por el pelo, apretó los dientes e intentó mantener las manos alejadas de ella. Si la tocaba, no podría detenerse.
—Porque tú tampoco lo hiciste —respondió al cabo de unos segundos—. ¿Acaso me crees tan egoísta como para dejarme llevar por el placer a pesar de que tú no habías alcanzado el tuyo? ¿Qué demonios tienes en la cabeza, ____? ¿Has perdido el juicio? Tuve que salir de la cama para no follarte con todas mis fuerzas cuando resultó evidente que no habías alcanzado el orgasmo. Quise darnos un poco de tiempo para tranquilizarnos. Tiempo para recuperar el control. ¿Y qué me encontré cuando regresé?
Dio un paso amenazante hacia ella. La agarró por los hombros y la atrajo bruscamente hacia él, clavando los ojos en la sorprendida cara de la joven.
—¡Que te habías ido! —rugió—. Que habías escapado de mí, en vez de darme la oportunidad de ayudarte a encontrar el placer que necesitabas.
Ella negó con la cabeza y apretó las manos nerviosamente contra su pecho.
—Pero sí que lo hice —susurró tragando saliva con dificultad—. Alcancé el placer.
—¿A eso llamas alcanzar el placer? —masculló furioso—. Intentaste contenerlo. Comprendo por qué lo hiciste, sobre todo ahora. La intensidad de lo que sentías te asustaba y estabas con un hombre que no conocías. Pero huir no era la respuesta.
____ se zafó de él con un brusco movimiento, y Joe se obligó a no tomarla de nuevo entre sus brazos. La dejó alejarse. Tenía que ir despacio. Ya le habían hecho daño una vez y no quería incrementar su dolor. Había planeado seducirla, y lo haría. Lo aceptaría gustosa la próxima vez que él la hiciese suya, y lograría que alcanzara el orgasmo con su miembro en su interior. No aceptaría otra cosa. Pero sabía que ____ no estaba preparada todavía para eso. El miedo la contenía. Sus demonios la reprimían.
Observó cómo ella se pasaba la mano por el pelo, dejando que los brillantes y sedosos mechones cayeran libres por su espalda. Los claros ojos azules de ____ parecían ahora más oscuros y las ojeras más pronunciadas. Llevaba dos noches sin dormir. Había estado tumbada a su lado en la cama y no había hecho más que dormitar. Estaba acabando con los dos y no parecía darse cuenta.
¿Por qué ella le afectaba tanto? Había algo en el dolor que asomaba en los ojos femeninos que despertaba los instintos asesinos de Joe. La pronunciada curva de sus labios lo mataba de deseo por besarla, por hacerla sonreír. La pícara inclinación de su nariz le hacía preguntarse de cuántas maneras podía ella volver loco a un hombre, y de paso volverse loca a sí misma.
—Huir era la única opción —dijo ella con aire altivo finalmente.
El orgullo la hacía cuadrar los hombros y alzar la cabeza, costara lo que costase.
—¿Cómo pudiste considerar eso una opción? —la rebatió él—. Huir es la salida de los cobardes, ____. Y si hay algo que jamás has demostrado en los seis años que llevas intentando reconstruir tu vida, es cobardía.
La sonrisa de la joven fue burlona, amarga. Y, sin que Joe pudiera evitarlo, el dolor que asomaba en su mirada, en su expresión, le rompió en aquel instante el corazón. Ese corazón que él creía que se había roto años atrás.
—No, Joe —susurró ____, con la voz cargada del mismo pesar que reflejaban sus ojos—. Estás equivocado. Tardé seis años en atreverme a intentar acostarme con alguien. Seis años para reunir el valor necesario, hasta que ese condenado «polvo de afrodita» me hizo sentir lo suficientemente desesperada para intentarlo. Pero fracasé. Y en todos los aspectos, al parecer. Ya ves, incluso pensaba que había alcanzado el orgasmo. —La amargura curvó los labios de la joven—. Supongo que no fue así. Y los dos sabemos que tú no te corriste. Es evidente que soy todavía más cobarde de lo que pensabas, por eso no puedo permitir que ocurra otra vez.
De nuevo se apartó de él. Volvió a huir de él. Se encerró en el dormitorio y Joe tuvo que recurrir a todo su autocontrol para no seguirla, para no arrancar aquella maldita puerta de sus goznes y enseñarle exactamente qué ocurría cuando huía de su hombre.
Su hombre. Estaba perdiendo la cabeza. Joe Jonas no era un hombre en realidad. El hombre que se enfrentaba a ella cada día estaba muerto para el mundo. Y los hombres muertos no reclamaban a una mujer. Los muertos no soñaban con amar para siempre. Los muertos no hablaban, ni soñaban. Porque el infierno exigía un precio por permitir que un muerto viviera. Y ese precio bien podía ser la vida de la mujer que una parte de Joe comenzaba a reclamar.
Suspiró y se obligó a recordar los pasos que debía dar para seducirla. No podía perder el tiempo pensando en reclamarla o amarla. Tenía que centrarse en curarla y protegerla. Eso era lo que tenía que hacer. Podía curarla, mantenerla a salvo y destruir todos sus demonios.
Llevaba dos días acostumbrándola a su cuerpo por la noche, tumbándose junto a ella, tocándola, obligándola a sentir su calor. Aquello de salir con otra pareja había sido toda una inspiración. Su madre siempre decía que cuando un hombre busca un vínculo con una mujer, debía relacionarse con sus amistades.
Aunque, en realidad, a ____ no le había hecho mucha gracia salir de compras con sus amigos.
Se acercó a las bolsas que estaban tiradas sobre el sofá y clavó la mirada en un trozo de encaje color violeta que había caído al suelo. ____ se había fijado en aquella prenda en particular y él había visto el deseo de poseerla en sus ojos a pesar de sus protestas. Con cada prenda que le había comprado, había visto crecer la curiosidad de la joven.
A su ____ le gustaba la ropa y la lencería bonita. Se había dado cuenta la noche que se había acostado con ella, al ver sus medias de seda y las braguitas de encaje. Algo femenino y delicado. Como ella.
Y malditamente ardiente.
Lo estaba matando. Una vez había oído a su padre decir que la madre de Joe había hecho que le salieran canas cuando estaba intentando conquistarla. Joe no buscaba un compromiso, pero no había dudas de que le estaban saliendo canas también.
Orión pasó la mano sobre la mesa de metal, entrecerrando los ojos al comprobar su resistencia. ____ Clay era menuda, pero el miedo podía proporcionar una fortaleza asombrosa incluso a una mujer tan frágil y pequeña como ella.
Palmeando la mesa metálica con satisfacción, centró su atención en la barra metálica sujeta a las cadenas que colgaban del techo. Se colgó de ella, pero no logró alcanzarla con la barbilla. Sin duda había perdido parte de su fuerza física, pensó riéndose entre dientes.
Bueno, era algo que pasaba cuando un hombre pasaba la barrera de los cuarenta. Aunque lo cierto era que no necesitaba demasiada fuerza para llevar a cabo su trabajo. Necesitaba astucia, cálculo y paciencia. Y en eso seguía siendo el mejor. Quizá más que cuando era joven. Con la edad y la experiencia llegaba la sabiduría, concluyó.
Soltó la barra con una sonrisa de medio lado y comprobó la inclinación de la mesa que había encontrado. Hubiera preferido llevar a cabo el ritual en la casa de ____ Clay, pero el amante de la joven le había hecho cambiar los planes originales.
Jamás compraba los artículos que necesitaba por miedo a que pudieran ser localizados. Casi siempre los robaba. Esa mesa procedía del patio de un chatarrero. Orión se las había arreglado para sacarla de allí sin que nadie se enterara. La barra procedía del apartamento que había alquilado. Se trataba de una sencilla barra metálica para colgar ropa, sin huellas y lista para ser usada. Toda su guarida estaba limpia de huellas. Se había asegurado personalmente de ello. No quería que aquella pobre criatura muriera entre la inmundicia. Puede que fuera fea, pero había averiguado que ____ Clay era una joven amable que sólo intentaba vivir una vida sencilla.
Diablos, ni siquiera había intentado estafar a hacienda, lo cual resultaba aterrador. Quizá mereciera morir, después de todo. Alguien tan honrado como ella debía de ser eliminado antes de que pudiera traer al mundo más bastardos moralistas con los que tener que tratar.
Él ya tenía suficiente con tratar consigo mismo. La generosidad de las agencias gubernamentales que habían puesto precio a su cabeza, le preocupaba un poco. Su último trabajo, el asesinato de un científico americano que casi había conseguido una cura para un virus mortal, había molestado, y mucho, a varios gobiernos.
Matar a ____ Clay le proporcionaría varios millones. Con ese dinero tendría lo suficiente para jubilarse tranquilo, para comprar una pequeña isla en alguna parte donde llevar a algunas jovencitas que se encargaran de sus necesidades. No tendría que trabajar más. No tendría que seguir con aquel juego más tiempo. Podría retirarse.
Había decidido que aquél sería su último trabajo. Ya no le excitaban sus misiones. No captaban su interés como antes. Ahora sólo se trataba de trabajo.
¿Desde cuándo había empezado a ocurrirle eso?
Ah sí, desde hacía seis años. Desde Ariela Abijah.
Meneó la cabeza. El Mossad no se había tomado muy bien la muerte de aquella agente, ni tampoco la de su hijo. Gracias a un golpe de suerte, David Abijah no había logrado capturarle en el buque mercante en el que Orión había escapado de Rusia varios años después de que matara a su madre.
Sí, la suerte había estado de su lado. David Abijah había sido pasto de los peces esa noche. Ya no era un problema del que Orión tuviera que preocuparse.
Pero, sin duda, él había sido la razón por la que la excitación se había desvanecido. Abijah le había rastreado sin descanso, en especial después de que su padre hubiera fallecido a manos de un terrorista suicida.
Orión sacudió la cabeza. No había disfrutado matando a aquel joven. Había habido algo en esos ojos oscuros que había tocado la fibra sensible de Orión. Una fuerza, una llama de determinación. Había tenido una mirada muy parecida a la que había visto en los ojos de Ariela.
Aquella mirada le recordaba al hombre que se había mudado al apartamento de ____ Clay. No le había visto los ojos, pero sí la cara. Había una seguridad y una arrogancia en ella que le había provocado un escalofrío en la espalda.
Qué poco sentido de la oportunidad, pensó furioso mientras golpeaba la mesa metálica con sus dedos enguantados.
Esa joven miserable que ni siquiera había mirado a un hombre en los años que llevaba fuera del hospital, ahora tenía un amante, un amante con experiencia e intuición. Alguien que se había deshecho de los micros que Orión había colocado en el apartamento de su víctima.
La había estado investigando. Sabía que sus amigos eran SEALs y eso le había provocado un poco de inquietud. Eran SEALs retirados, pero los SEALs eran SEALs hasta el día de su muerte. E incluso después de ella. Eran como una plaga que se negaba a desaparecer cuando estaban furiosos.
Casi le habían hecho renunciar a ese trabajo, pero, sencillamente, no podía rechazar un encargo de aquel cliente en concreto. Era imposible.
Sacudiendo la cabeza con resignación, se sentó delante del portátil encendido y observó minuciosamente las fotos digitales que había hecho a la pareja.
El hombre llevaba gafas de sol. Orión no podía verle los ojos ni había podido obtener otra foto. El programa de identificación que utilizaba fallaba cuando el sujeto llevaba gafas, por lo que hasta ahora sólo había obtenido cinco identificaciones y dos eran de hombres muertos.
Abijah era uno de ellos.
Iba a tener que hablar con el programador al que le había comprado el software. O quizá no. ____ Clay sería su último trabajo, se aseguraría de ello.
Clavó los ojos en la pareja otra vez, ladeó la cabeza y miró fijamente a la mujer. Sus rasgos parecían iluminarse cuando levantaba la mirada hacia el hombre que caminaba junto a ella. Parecía furiosa, pero incluso así, se percibía un atisbo de belleza que Orión no había visto antes.
Quizá se tratara de una ilusión óptica. Había visto muchas fotos de ella, y jamás había percibido aquello. Se preguntó si no sería tan fea después de todo.
Concluyó, observándola de cerca, que se trataba sencillamente de una mujer corriente. ¿Cuándo había decidido que era corriente en vez de fea?
Definitivamente, debía de estar envejeciendo. Se estremeció ante la idea de que podía ser tan viejo que hasta sus ojos le jugaban malas pasadas. El oculista que le había examinado un año antes le había asegurado que tenía una vista perfecta.
Frunciendo el ceño, examinó otra serie de fotos y ladeó la cabeza. Sí, allí estaba. El hombre posaba su mano sobre la nuca de la joven como si la estuviera acariciando. Había un indicio de sensualidad en la cara de ____ Clay. Un brillo en sus ojos. Aquella boca demasiado grande parecía ahora sensual. Incluso con aquellas prendas poco favorecedoras se la veía atractiva.
Sacudió la cabeza. ¿Qué diablos le pasaba? Y en cualquier caso, ¿qué más daba? Atacaría pronto. Y en público, porque no podía perder más tiempo. Nadie podría anticiparse a su próximo movimiento. Se había asegurado de ello.
¡Hola chicas!
De nuevo, perdón por la tardanza u_u
Aquí les dejo este capítulo. Tengo algunas tareas por hacer, pero cuando las termine subire unos cuantos más.
Gracias por seguir aquí, siguiendome.
Besos
Natuu♥!!
Natuu!
Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
awsw me encanta!!
Aunque Joe es un mando arrogante
Pero esta bien haci lo amo
Siguela!!
Aunque Joe es un mando arrogante
Pero esta bien haci lo amo
Siguela!!
aranzhitha
Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
creoq ue merecemos ,maraton por la demora :)
ay no el maton ese ahora piensa que la rayis es linda!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
ay no el maton ese ahora piensa que la rayis es linda!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
andreita
Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
Orión, sighed siendo un maldito.
Y, por supuesto, Joe es más astuto que tú.
Espero que ______ entienda que Joe de verdad la desea :(
SIGUELAAAAAAAAA :love:
Y, por supuesto, Joe es más astuto que tú.
Espero que ______ entienda que Joe de verdad la desea :(
SIGUELAAAAAAAAA :love:
Dayi_JonasLove!*
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