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"Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Página 3 de 13. • 1, 2, 3, 4 ... 11, 12, 13
Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
espera me perdi!!
es asesino no era joseph????
:/
me confundi
quiero mas
es asesino no era joseph????
:/
me confundi
quiero mas
andreita
Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
hola nueva lectora
Me encanta
Ya he leido el primer libro el de Noah aunque no lo he terminado aun pero si es muy linda esa historia y te confieso que me ha hecho llorar mucho
Y esta nove me gusta que feo todo lo que le ha pasado a la rayiz
Y Joe como perdio a sus padres maldito Orion
Siguela pronto!!!
Me encanta
Ya he leido el primer libro el de Noah aunque no lo he terminado aun pero si es muy linda esa historia y te confieso que me ha hecho llorar mucho
Y esta nove me gusta que feo todo lo que le ha pasado a la rayiz
Y Joe como perdio a sus padres maldito Orion
Siguela pronto!!!
aranzhitha
Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
El mismo asecino de sus padres ahora quiere matar a ___ !! O__O
Encima ella no quiere saber nada con él :O Y bue es entendible .-.
Se pone mas interesante! SIGUELAAA
Encima ella no quiere saber nada con él :O Y bue es entendible .-.
Se pone mas interesante! SIGUELAAA
jb_fanvanu
Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
¡Nueva lectora! :D
Me fascinan este tipo de novelas, SIGUELAAAAAAAAA :love:
Me fascinan este tipo de novelas, SIGUELAAAAAAAAA :love:
Dayi_JonasLove!*
Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
Seis
____ no cerró la puerta de un portazo aquella tarde. Al contrario; la cerró despacio. El cerrojo encajó con un suave clic y, cuando se dio la vuelta, se quedó paralizada. En el salón de su casa había dos hombres vestidos con monos de trabajo, y ambos la miraban fijamente.
Joe no parecía demasiado preocupado por la presencia de los desconocidos.
Uno era muy alto; debía de medir al menos metro noventa. Llevaba el pelo rubio a la altura de los hombros y sus ojos azul hielo la observaban con un indicio de sombrío interés en vez de piedad. El otro era un poco más bajo, tenía el pelo castaño, los ojos grises, y la miraba con algo más que interés. Había un toque de diversión tanto en sus labios como en su expresión y a ____ le cayó mal en el acto. Sin duda era una de esas personas a las que no se les podía llevar la contraria.
—Hola Joe, ¿no nos presentas a tu amiga? —dijo el rubio arqueando las cejas de manera inquisitiva mientras levantaba una aspiradora—. Hemos eliminado todos los bichos.
—¿Hay bichos en mi apartamento? —preguntó ella frunciendo el ceño—. No parecéis trabajadores de control de plagas.
—Es otra clase de plaga —respondió Joe mirando la aspiradora—. ¿Los habéis desactivado?
____ se quedó paralizada, empezando a comprender de qué estaban hablando. ¿Habría puesto el asesino micrófonos en su casa?
—Todos. Y hemos encontrado... eh..., algo muy interesante. —El hombre del pelo más oscuro observó a la joven de nuevo—. Había una cámara en la lámpara del dormitorio. Inalámbrica. De última generación.
____ respiró hondo y Joe maldijo por lo bajo.
«Sorpresa, sorpresa», pensó ella con un sentimiento distante de profunda humillación. No sólo la habían estado escuchando, sino que también la habían estado observando. ¿Había hecho algo últimamente de lo que debía avergonzarse? ¿Se habría masturbado o intentado hacerlo desde que habían instalado la cámara?
—Eres un bastardo, John —gruñó Joe—. Lleva todos los dispositivos a la base y haz que los examinen. Si hay suerte podremos rastrear la señal de esa cámara.
____ se dio la vuelta y se dirigió al dormitorio. No podía estar allí con ellos. Ni siquiera podía estar consigo misma.
Cuando la puerta del dormitorio se cerró a sus espaldas, Joe hizo una mueca y se volvió hacia Nik y John. Rara vez el ruso y el australiano trabajaban bien juntos, pero parecía que aquel día aún no habían llegado a las manos.
—Gracias por decirle lo de esa condenada cámara del dormitorio —le increpó al agente de pelo castaño.
John arqueó las cejas.
—¿No te estás tomando esto demasiado en serio? —dijo arrastrando la voz al tiempo que fruncía el ceño. Aquel acento ponía a Joe de los nervios. John sólo lo usaba cuando quería cabrear a alguien.
—Eso no es asunto tuyo —le espetó—. Lárgate de una vez y llévate todos esos micros. Quizá Jordan pueda sacar algo en claro.
—Dalo por hecho. —John lanzó a Joe una última mirada de curiosidad, se despidió con un gesto de cabeza y se fue en silencio.
Una vez que se quedó a solas con Nik, Joe se volvió hacia él y arqueó una ceja inquisitivamente.
—Hemos situado la base en el apartamento de enfrente y los dispositivos de vigilancia ya están en marcha —le informó el agente ruso—. Tehya y Kira te esperan allí para hablar contigo sobre los informes médicos y psicológicos de ____. Me dijeron que te reunieras con ellas en cuanto te fuera posible.
Joe asintió con la cabeza. Tenía algunas preguntas que necesitaban respuesta y sabía que ambas mujeres habían consultado con uno de los científicos del gobierno que investigaba los efectos de la droga en el organismo.
—Me reuniré con ellas dentro de unas horas. —Asintió y deslizó la mirada hacia la puerta del dormitorio donde ____ se había encerrado.
Estaba demasiado tranquila. Una calma antinatural parecía haberse apoderado de ella desde el momento en que había claudicado ante él y accedido a participar en la operación.
—Se lo diré —contestó Nik—. Estaremos vigilando desde el apartamento de enfrente y alguien permanecerá con ____ cuando tú no estés. Además, Travis y Noah están protegiendo a la abuela y el equipo de Durango nos respaldará, así que todo está controlado.
Sí, tenían todo cubierto; pero a Joe no le gustaba aquella operación. No le había gustado desde el principio porque sabía que, aunque ____ sobreviviera, saldría perjudicada de nuevo.
Y no se había equivocado. La noche anterior era una prueba de ello. Nunca debería haberla dejado sola en la habitación, ni siquiera para intentar recuperar el control.
«Dos minutos», se había dicho a sí mismo. Sólo necesitaba dos minutos para mantener a raya el deseo de follarla sin importarle lo tensa que estuviera ella. Aquella tensión no había tenido nada que ver con el deseo sexual y sí con el temor. Cada vez que ____ se había acercado al orgasmo, se había contenido y no se había permitido la explosiva liberación que él sabía que podía alcanzar.
Habían bastado dos minutos para que ella huyera de él. El tiempo necesario para escapar antes de que él regresara dispuesto a llevarla al clímax.
Joe había estado condenadamente duro, demasiado excitado. Ninguna otra mujer había conseguido llevarlo a tal punto de excitación.
Frunciendo el ceño, cerró la puerta y echó el cerrojo después de que Nik comprobara el pasillo y abandonara el apartamento. Luego se dio la vuelta y miró a su alrededor, preguntándose cómo diablos iba a manejar todo aquello.
Aunque había acabado follando con ella la noche anterior, las cosas no habían salido según sus planes. Los restos del «polvo de afrodita» en el organismo de ____, junto con los temores de la joven y el propio deseo de Joe, habían desembocado en un fiasco que la había hecho huir. Por suerte, Nik y John habían estado fuera vigilando, la habían visto salir y la habían seguido. La presencia de los micros en el apartamento revelaba que Orión ya estaba preparándose para hacer el trabajo.
____ y él iban a tener que hablar muy pronto. No soportaba verla paralizada por el pánico. Su única intención al enfrentarse a ella en la sala de interrogatorios había sido enfurecerla para lograr que olvidara su miedo.
Aquella mirada de absoluto horror en la cara de la joven había acabado con el control de Joe. Por primera vez en años, el agente israelí había sentido algo más que la sed de venganza. La necesidad de protegerla, la rabia que le invadió ante el evidente dolor de ____ y el deseo de abrazarla, lo habían envuelto con una fuerza arrolladora. No era de extrañar que los miembros de la unidad lo miraran ahora con recelo.
Cansado, se pasó las manos por el pelo y se dirigió a la cocina. Abrió la nevera y la despensa, y se dedicó a hacer una lista de los víveres que necesitarían. Después recorrió el apartamento de arriba abajo, salvo el dormitorio, y examinó las ventanas y las persianas. Luego, se encaminó hacia la habitación.
____ estaba tumbada en la cama mirando hacia arriba con curiosidad. La lámpara tenía una serie de adornos de capullos de rosa que colgaban en cascada desde la tulipa, y sólo al cabo de unos segundos se dio cuenta de que faltaba uno justo en el centro.
¿Habrían metido la cámara en uno de los capullos? Imaginó que sería posible, ya que la tecnología permitía casi cualquier cosa. Claro que alguien que utilizara la tecnología para eso no debía de estar demasiado cuerdo.
Quizá la cordura, como la belleza, fuera algo subjetivo. Dios Santo, aquello era un desastre. No había dejado de temblar desde que estampó su firma en los papeles que el fiscal había puesto frente a ella en las oficinas federales.
Huir y esconderse no era una opción, Joe se lo había asegurado como si hubiera sabido que eso era exactamente lo que ella quería hacer. Por desgracia, no parecía existir un agujero lo suficientemente profundo y oscuro donde ocultarse de aquel hombre al que llamaban Orión.
Un asesino. Un hombre que ataba a sus víctimas y las desangraba. Que las observaba morir y que parecía encontrar un inconmensurable placer en ello.
Tuvo que agarrarse el estómago de nuevo a causa de las náuseas, aunque sabía que no había nada que vomitar.
La comida no había estado en su lista de prioridades esa mañana. Cuando su abogado la había llamado pidiendo que su abuela la acompañara a las oficinas federales para firmar unos papeles, no había imaginado que más tarde sentiría náuseas al pensar en la comida.
Ahora entendía por qué su abogado había sido tan ambiguo al explicarle que tenía que firmar rápidamente unos papeles. Ingenuamente, ____ había pensado que tenía algo que ver con las vastas propiedades que el gobierno había confiscado a Jansen Clay.
____ se había pasado años reclamando los objetos personales de su madre, fallecida años antes del secuestro. Joyas, algunas de las cuales habían sido robadas por la segunda esposa de Jansen, y varios cuadros. Había rezado para que aquello finalmente se hubiera resuelto, sólo para descubrir que su vida había dejado de pertenecerle una vez más.
Aún seguía sin encontrarle sentido a todo aquello. Jansen había pensado que no era digna ni de ser vendida, pero alguien estaba dispuesto a pagar dos millones de dólares por matarla. Era ridículo. Se echaría a reír si no fuera porque temía acabar gritando.
Se incorporó, dobló las rodillas y apoyó la cabeza en ellas. Cerró los ojos y respiró hondo para contener el pánico que crecía en su interior.
Había aceptado ser el cebo. Permanecer en su apartamento con el que sería, a los ojos de todos, su amante. Eso por sí solo ya era suficiente para hacerla llorar. Su cuerpo todavía ardía de deseo por Joe a pesar de la realidad de la situación, y la necesidad de tocarle de nuevo era como una fiebre que aumentaba con cada segundo que pasaba. Aquella maldita droga que corría por sus venas convertía un deseo normal en algo mucho peor. Algo que la destruía por dentro.
El sonido de la puerta al abrirse la puso en guardia. Levantó la cabeza con rapidez y se mordió el labio mientras maldecía para sus adentros al ver que Joe entraba en la habitación.
—He pedido la cena. —Su voz la atravesó y la hizo estremecerse anhelante.
Ella asintió en respuesta.
—También he mandado a alguien a hacer la compra. —Ahora su voz era dura—. Tenemos que hablar, ____. Ahora, mientras sea seguro hacerlo aquí. Ignorar la situación no va a hacer que mejore.
—Se me da muy bien ignorar las cosas —replicó ella—. Créeme, hace la vida más fácil.
—¿Incluso aunque te maten? —preguntó él con frialdad.
—Así es la vida, ¿no? —respondió con cinismo.
Joe apretó los labios.
—Levántate y habla conmigo. Si no, me tumbaré contigo en la cama.
Ella se echó a reír. Era sorprendente que pudiera reírse sin ponerse histérica.
—Bueno, eso es algo que ninguno de los dos queremos, ¿verdad? —le espetó burlonamente mientras se levantaba de la cama y se dirigía a la puerta—. Odiaría ponerte en esa situación de nuevo.
Una corriente eléctrica pareció atravesar el cuerpo de ____ cuando pasó por su lado y salió de la habitación. Desesperada, apeló a su fuerza de voluntad y contuvo el gemido que se le formó en la garganta, la necesidad que sintió de tocarlo.
—Fuiste tú quien huyó anoche —le recordó Joe al ver que se acurrucaba en una esquina del sofá—. ¿Por qué?
____ lo miró sorprendida. ¿Por qué se preocupaba por ella? No era más que un cebo para él, un medio para conseguir atrapar a un asesino peligroso.
—Creo que no hace falta decirlo.
—Si hubieras esperado, ____, podríamos haber resuelto el problema.
Apartando la mirada, la joven se preguntó irónicamente cómo, exactamente, habría resuelto él ese problema en particular.
—No había nada que resolver —le espetó rígida—. Tenemos que estar juntos, eso es todo. Intentaré mantenerme apartada de tu camino tanto como me sea posible.
—Si lo haces tendrás que atenerte a las consecuencias —gruñó él en respuesta.
____ apartó la mirada, concentrándose en el rincón del salón donde había instalado una pequeña oficina con una mesa, un archivador y un ordenador. Tenía trabajo pendiente, pero no se sentía capaz de hacerlo en aquel momento. Se encargaba de la contabilidad de varias pequeñas empresas, y el sueldo que le pagaban le permitía hacer frente a las facturas, le salvaba de tener que recurrir al fondo fiduciario que le había dejado su madre y de pedirle dinero a su abuela.
—¿Hay algo más de lo que quieras hablar? —inquirió—. Estoy exhausta. Pensaba darme una ducha y echarme una siesta.
—La cena está a punto de llegar. —Se sentó en una silla enfrente de ella—. Y ya te he dicho que tenemos que hablar.
—Que lo hayas dicho no quiere decir que esté de acuerdo con ello. —Cabía la posibilidad de que no le quedara mucho tiempo de vida y no pensaba malgastarlo acatando las órdenes de Joe. Ya era bastante malo que tuviera que estar a su lado y que ella no pudiera contener su propio deseo, para encima tener que preocuparse de cambiarse de bragas porque estaba continuamente mojada.
Él se pasó la mano por la cara y por un momento ____ vio lo cansado que estaba. No debía de haber dormido la noche anterior, pensó, sin sentirlo en absoluto. Al menos ella no había sido la única.
—____, tenemos que llegar a un acuerdo para hacer que esto funcione. —Sus ojos brillaban a causa de la frustración.
—Ya tenemos un acuerdo —dijo ella con voz firme—. Tu misión consiste en quedarte aquí para atrapar a un asesino ¿recuerdas? Puedes ocupar el dormitorio de invitados, procuraré no estorbarte.
En los ojos de Joe brilló algo oscuro y peligroso, al tiempo que su expresión se volvía fría e inexpresiva. Por un instante, ____ sintió un escalofrío de miedo en la espalda, pero se obligó a enderezar los hombros. Al fin y al cabo, no iba a matarla por llevarle la contraria. Y Dios sabía que estaba cansada de agachar la cabeza y no enfrentarse al destino.
La vida la había golpeado con tanta dureza en el pasado que aún hoy seguía sin haberse recuperado.
—Escucha —____ levantó la mano para detenerlo cuando él comenzó a hablar—, lo que sucedió anoche fue un error, y te pido disculpas por haberte involucrado en mis problemas. —Tragó saliva—. Algunas veces... necesito que me toquen ¿sabes? No debería haberte elegido a ti. Debería haberme buscado a un condenado borracho o algo por el estilo.
Se preguntó si él se habría corrido la noche anterior si hubiera estado borracho. Odiaba el hecho de que no hubiese encontrado placer con ella. Le dolía más aquello que su propia incapacidad para encontrar la satisfacción que tanto había necesitado. No había sido culpa de él. Simplemente, se había visto envuelto en toda aquella situación. Lo más probable era que hubiera decidido acostarse con ella por el bien de la misión. Parecía capaz de hacer cualquier cosa por atrapar al asesino que trataba de matarla. Incluso llevársela a la cama aunque no la considerara atractiva.
—Me sorprendes. —La voz de Joe era tan fría como el brillo de sus ojos.
—Bueno, yo también me sorprendo a mí misma algunas veces. —Contuvo a duras penas las lágrimas, la necesidad de llorar. El deseo de arrojarse a sus brazos para encontrar un poco de sosiego. Estaba cansada, temblorosa y aterrorizada, y hubiera dado todo lo que poseía para que él volviera a estrecharla contra sí. Jamás en su vida se había sentido tan segura como cuando Joe la había abrazado la noche anterior—. ¿De qué más quieres hablar?
—De tus dificultades para alcanzar el orgasmo.
Ella se estremeció ante esas palabras. La humillación le oprimió el estómago.
—No es culpa tuya —consiguió decir, encogiéndose de hombros.
—Ojalá hubiera leído antes los informes que ocultaba tu médico —masculló él—. Si hubiera sabido que todavía quedaban restos de «polvo de afrodita» en tu organismo, habría sabido qué hacer.
Ella cruzó los brazos sobre el pecho y apartó la mirada. Sentía que le ardían la cara y el cuello. No quería hablar de eso. No podía soportar hablar de eso con él.
—____, el efecto del «polvo de afrodita» es espantoso. Llevamos años recopilando informes de hombres y mujeres que han sobrevivido a esa droga. A ti te inyectaron la cantidad suficiente para que afectara a los receptores del placer de tu cerebro y es necesario que conozcas las consecuencias.
La joven sacudió la cabeza y tragó convulsivamente al recordar la dolorosa necesidad que las caricias de Joe habían provocado en su interior apenas unas horas antes.
—Tras la inyección inicial, no crea necesidades sexuales más fuertes, pero sí intensifica las ya existentes.
—No quiero seguir hablando de este tema. —____ se levantó del sofá temiendo que la histeria acabase con su frágil control.
—Debemos hacerlo. —Él se puso en pie frente a ella, observándola fijamente con aquellos gélidos ojos negros—. Y tiene que ser ahora, porque no pienso pasar la noche en la habitación de invitados, ni utilizar el otro baño. Dormiré en la cama contigo. Esto no es sólo una tapadera; esto tiene que ver con nosotros, ____.
Ella negó con la cabeza. No podía dejar que se acostara en su cama, no podría compartir tanto con él. Había noches que se despertaba con la mano bajo el pijama, acariciándose porque no podía contenerse ni en sueños. Y luego estaban las pesadillas. Cuando se despertaba gritando y suplicando, rogándole a Jansen Clay que no la lastimara. «Por favor, papá, no dejes que me haga daño».
—No. —La palabra fue un sonido ronco y desesperado—. Eso no es posible.
No podría soportarlo. No podría hacerlo sabiendo que era incapaz de satisfacerlo, que lo despertaría con los gritos de sus pesadillas o mientras ella intentaba alcanzar inútilmente su propia satisfacción.
—Lo es —le aseguró él—. Seré tu amante, con todo lo que eso implica.
Ella negó con la cabeza.
—No. Ese no era el trato. En los papeles que firmé no decía que tuviera que acostarme contigo.
—Pero es lo que tú deseas —replicó Joe—. Te excita; niégalo si te atreves.
____ sabía que iba a perder la batalla contra las lágrimas. Que iba a derrumbarse por la agonía. El dolor de su mente, de su cuerpo, era demasiado fuerte. Tan intenso que la desgarraba por dentro.
Lo deseaba. Oh, Dios. Quería tocarle y quería que la tocara. Quería sentirle dentro de su cuerpo otra vez, que la penetrara y la poseyera hasta hacerla arder. Quería que la follara tan dura y salvajemente que no sintiera nada más que fuego en su interior. Esa mezcla de placer y dolor contra la que no podía luchar. Lo necesitaba hasta el punto que tenía que clavarse las uñas en las palmas de las manos. Hasta el punto que podía sentir aquella violenta necesidad en lo más íntimo de su ser.
Joe había dicho que ella deseaba aquello. Que estaba excitada. No que él la deseara, ni que estuviera excitado. ____ incluso temía bajar la mirada para comprobarlo. Si lo miraba y no veía nada, ninguna señal de erección, sabía que se rompería aquel último hilo de control que la ayudaba a enfrentarse a cada nuevo día.
Su vida sería aún más estéril. En los seis años transcurridos desde que la habían rescatado del hospital había luchado por sobrevivir día a día. Se levantaba por la mañana, iba de compras, visitaba a sus amigas... Intentaba encontrar un equilibrio en su vida incluso cuando le parecía imposible.
Todo en vano.
Nada de su vida anterior la había preparado para estar allí, frente al único hombre que había podido tocar en esos seis años, y que la había tocado a su vez. Había salido varias veces resuelta a encontrar un amante y siempre se había echado atrás. Hasta la noche anterior. Se había acostado con él sólo una noche y debería pagar las consecuencias para siempre.
—No puedes negarlo, ____. —La ronca voz de Joe había adquirido un matiz cálido, lleno de un falso deseo que ella sabía que él no podía estar sintiendo. No podía desearla. No después de lo ocurrido.
—No me hagas esto —susurró, sintiendo que las lágrimas le atenazaban la garganta—. Por favor, Joe. ¿No ves que me haces daño?
Sentía demasiadas emociones en su interior, sensaciones que no podía manejar, que no podía asimilar. El «polvo de afrodita» hacía que se muriera por el sexo, que suplicara de deseo. Un contrato de por vida. Y ahora, Joe, un hombre más fuerte, arrogante y autoritario que ninguno de los que hubiera conocido hasta entonces, ejercía una fascinación sobre ella de la que no podía liberarse.
Aquella niña fea que no podía conseguir un novio cuando era adolescente, tampoco podía obtener un amante ahora, a menos que éste tuviera una misión que lo obligara a interesarse por ella. Un hombre que no había podido alcanzar la satisfacción con la mujer en la que se había convertido.
Se tapó la boca con la mano y se dio la vuelta para buscar refugio en su habitación, para huir de él.
—____, maldita sea —estalló Joe cuando ella cerró de un portazo.
La joven se apoyó contra la puerta al sentir que se le debilitaban las piernas y se dejó caer al suelo. No podía contener las lágrimas, el dolor era demasiado intenso, se le clavaba en el alma llenándola de un sentimiento oscuro.
Por primera vez en su vida, sintió odio. Un odio tan horrible y profundo que la dejó aterrorizada. Pero lo más horrible de todo era la certeza de que ese odio iba dirigido hacia sí misma. Odiaba su debilidad, odiaba su impotencia ante lo que le había sucedido, y odiaba su rostro, aquél que Jansen Clay había asegurado siempre que era feo. Tan feo que ni siquiera podía pagar a un hombre para que se acostara con ella. Tan feo que esperaba que no tuviera hijos que heredasen sus genes.
Que Dios librara a ____ de creer que se merecía las mismas cosas que otras mujeres.
La frustración devoraba las entrañas de Joe mientras se paseaba de un lado a otro de la sala del apartamento que estaba frente al de ____. Morganna estaba con ella, dándole a Joe la oportunidad de recuperar el control después de que ____ se hubiera encerrado en el dormitorio. Había huido de él y del peligro. Pero tenía que enfrentarse a ambas cosas, y se prometió a sí mismo que lo haría pronto.
Por ahora, estaba dispuesto a darle el espacio que necesitaba porque entendía que estuviera sobrecogida por todo aquello. Pero esa noche se enfrentaría a él y al hecho de que no podría volver a huir.
—Es horrible. —Kira Richards estaba sentada en el suelo delante de una mesita de café atestada de papeles—. Su padre la hizo sufrir mucho antes de permitir que la violaran en su presencia.
Joe se estremeció ante esas palabras, pero aún así, se volvió hacia ella y volvió a tomar asiento en el sofá. Ojalá hubiera tenido acceso a aquel dossier antes de reunirse con ____ la noche anterior. Pero, lamentablemente, habían tenido que actuar a toda prisa. Les habían comunicado apenas cuarenta y ocho horas antes cuál era el objetivo de Orión, así que actuar con rapidez había sido imperativo. Y aún lo era, aunque por razones diferentes.
Había leído los informes de ____ al completo dos veces mientras esperaba que le trajeran la comida a domicilio de Blanchard's, uno de sus restaurantes favoritos.
—¿Cómo pudo sobrevivir a esto? —susurró Kira señalando una de las páginas—. Su padre le dijo que esperaba que no tuviera hijos tan feos como ella. —El horror asomaba en su rostro cuando levantó la vista hacia Joe—. Recuerda perfectamente que fue él quien hizo que la drogaran, que se burló de ella diciéndole que no podría venderla, que tendría suerte si podía encontrar a alguien para que la violara. —Negó con la cabeza—. Al psicólogo le sorprende que no esté bajo tratamiento. Según el informe...
—Según su informe, «____ está sana mental, física y psicológicamente, sólo necesita resolver algunos problemas, valorarse más a sí misma» —citó Joe textualmente.
Él no estaba de acuerdo con eso. ____ estaba herida, y aunque era fuerte, no podía curarse resolviendo sólo unos cuantos problemas.
Se obligó a tranquilizarse y volvió a mirar el reloj. Quería estar en el apartamento con ____ cuando llegara la cena. Quería asegurarse de que comía. Había perdido demasiado peso el año anterior. Todavía estaba sana, pero sabía que eso podía cambiar. No había desayunado antes de la reunión, y tampoco había comido luego.
—____ es nuestra mejor oportunidad de atrapar a Orión —les recordó Jordan desde su asiento delante de los monitores de seguridad—. Si se echa atrás, él la atrapará y no podremos hacer nada.
—No se echará atrás. —Joe se iba a asegurar de ello.
—No podrás impedírselo —dijo Kira suavemente—. Tiene veintiséis años y se ha pasado media vida creyendo la mierda que su padre le metió en la cabeza. Y por si eso fuera poco, tiene que lidiar con la droga que queda en su organismo y han puesto a un asesino tras ella. No podrá salir de esto sin que quede marcada de por vida.
—Ya está marcada. —Joe le dirigió una dura mirada—. Su alma ya está marcada, Kira. Nadie podrá cambiar nada al respecto. Pero eso no quiere decir que no pueda ser feliz. Si lo intenta, estoy seguro de que será capaz de vivir una vida plena.
En opinión de Kira, ____ estaba lejos de ser fea. Aunque no poseía unos rasgos llamativos, tenía los ojos bonitos y una sonrisa preciosa cuando se molestaba en sonreír. Había algo en ella que la hacía hermosa a pesar de sus rasgos comunes.
Volvió a mirar a Joe y frunció el ceño al ver que cogía una de las fotos en blanco y negro que le habían hecho a ____. Parecía incapaz de apartar la vista de la imagen.
—Sus ojos brillan cuando encuentra una razón para ser feliz — murmuró él con voz ronca—. Incluso cuando está triste, hay una luz en ellos que me dice que luchará por su vida. —Pasó un dedo por la foto con delicadeza—. ¿Cómo puede creerse fea? —Levantó la mirada hacia Kira con el ceño fruncido—. Su sonrisa es cálida e, incluso en estas fotos, puedes apreciar cómo su fortaleza interior le ilumina los rasgos. —Tiró la foto sobre la mesa—. ¿Cómo un padre puede ser tan cruel? ¿Tan inhumano?
Kira casi sonrió. Cuando ella había visto esa condenada foto, también había percibido lo mismo que Joe. La curiosidad reflejada en los ojos de ____, la pasión latente. Había una belleza en ella que no podía ser ignorada.
Siempre había oído que la belleza está en el ojo del que mira. Y puede que en ese caso fuera más cierto que nunca.
¡Hola chicas! Y ¡Bienvenidas aranzhitha & Dayi_JonasLove!*!
Perdón por la tardanza, la universidad, ya saben :|
Pero tengo buenas noticias :D
La primera: No tendre clases hasta el lunes
Y la segunda: Podre subir varios capítulos, seguido, durante esos días.
Bueno, por ahora les dejo este. Ya es tarde y muero de sueño.
Mañana subo el siguiente :D
& andreita, respondiendo a tu duda, no, Joe no es el asesino, es Orión :)
Besos
Natuu!!
Joe no parecía demasiado preocupado por la presencia de los desconocidos.
Uno era muy alto; debía de medir al menos metro noventa. Llevaba el pelo rubio a la altura de los hombros y sus ojos azul hielo la observaban con un indicio de sombrío interés en vez de piedad. El otro era un poco más bajo, tenía el pelo castaño, los ojos grises, y la miraba con algo más que interés. Había un toque de diversión tanto en sus labios como en su expresión y a ____ le cayó mal en el acto. Sin duda era una de esas personas a las que no se les podía llevar la contraria.
—Hola Joe, ¿no nos presentas a tu amiga? —dijo el rubio arqueando las cejas de manera inquisitiva mientras levantaba una aspiradora—. Hemos eliminado todos los bichos.
—¿Hay bichos en mi apartamento? —preguntó ella frunciendo el ceño—. No parecéis trabajadores de control de plagas.
—Es otra clase de plaga —respondió Joe mirando la aspiradora—. ¿Los habéis desactivado?
____ se quedó paralizada, empezando a comprender de qué estaban hablando. ¿Habría puesto el asesino micrófonos en su casa?
—Todos. Y hemos encontrado... eh..., algo muy interesante. —El hombre del pelo más oscuro observó a la joven de nuevo—. Había una cámara en la lámpara del dormitorio. Inalámbrica. De última generación.
____ respiró hondo y Joe maldijo por lo bajo.
«Sorpresa, sorpresa», pensó ella con un sentimiento distante de profunda humillación. No sólo la habían estado escuchando, sino que también la habían estado observando. ¿Había hecho algo últimamente de lo que debía avergonzarse? ¿Se habría masturbado o intentado hacerlo desde que habían instalado la cámara?
—Eres un bastardo, John —gruñó Joe—. Lleva todos los dispositivos a la base y haz que los examinen. Si hay suerte podremos rastrear la señal de esa cámara.
____ se dio la vuelta y se dirigió al dormitorio. No podía estar allí con ellos. Ni siquiera podía estar consigo misma.
Cuando la puerta del dormitorio se cerró a sus espaldas, Joe hizo una mueca y se volvió hacia Nik y John. Rara vez el ruso y el australiano trabajaban bien juntos, pero parecía que aquel día aún no habían llegado a las manos.
—Gracias por decirle lo de esa condenada cámara del dormitorio —le increpó al agente de pelo castaño.
John arqueó las cejas.
—¿No te estás tomando esto demasiado en serio? —dijo arrastrando la voz al tiempo que fruncía el ceño. Aquel acento ponía a Joe de los nervios. John sólo lo usaba cuando quería cabrear a alguien.
—Eso no es asunto tuyo —le espetó—. Lárgate de una vez y llévate todos esos micros. Quizá Jordan pueda sacar algo en claro.
—Dalo por hecho. —John lanzó a Joe una última mirada de curiosidad, se despidió con un gesto de cabeza y se fue en silencio.
Una vez que se quedó a solas con Nik, Joe se volvió hacia él y arqueó una ceja inquisitivamente.
—Hemos situado la base en el apartamento de enfrente y los dispositivos de vigilancia ya están en marcha —le informó el agente ruso—. Tehya y Kira te esperan allí para hablar contigo sobre los informes médicos y psicológicos de ____. Me dijeron que te reunieras con ellas en cuanto te fuera posible.
Joe asintió con la cabeza. Tenía algunas preguntas que necesitaban respuesta y sabía que ambas mujeres habían consultado con uno de los científicos del gobierno que investigaba los efectos de la droga en el organismo.
—Me reuniré con ellas dentro de unas horas. —Asintió y deslizó la mirada hacia la puerta del dormitorio donde ____ se había encerrado.
Estaba demasiado tranquila. Una calma antinatural parecía haberse apoderado de ella desde el momento en que había claudicado ante él y accedido a participar en la operación.
—Se lo diré —contestó Nik—. Estaremos vigilando desde el apartamento de enfrente y alguien permanecerá con ____ cuando tú no estés. Además, Travis y Noah están protegiendo a la abuela y el equipo de Durango nos respaldará, así que todo está controlado.
Sí, tenían todo cubierto; pero a Joe no le gustaba aquella operación. No le había gustado desde el principio porque sabía que, aunque ____ sobreviviera, saldría perjudicada de nuevo.
Y no se había equivocado. La noche anterior era una prueba de ello. Nunca debería haberla dejado sola en la habitación, ni siquiera para intentar recuperar el control.
«Dos minutos», se había dicho a sí mismo. Sólo necesitaba dos minutos para mantener a raya el deseo de follarla sin importarle lo tensa que estuviera ella. Aquella tensión no había tenido nada que ver con el deseo sexual y sí con el temor. Cada vez que ____ se había acercado al orgasmo, se había contenido y no se había permitido la explosiva liberación que él sabía que podía alcanzar.
Habían bastado dos minutos para que ella huyera de él. El tiempo necesario para escapar antes de que él regresara dispuesto a llevarla al clímax.
Joe había estado condenadamente duro, demasiado excitado. Ninguna otra mujer había conseguido llevarlo a tal punto de excitación.
Frunciendo el ceño, cerró la puerta y echó el cerrojo después de que Nik comprobara el pasillo y abandonara el apartamento. Luego se dio la vuelta y miró a su alrededor, preguntándose cómo diablos iba a manejar todo aquello.
Aunque había acabado follando con ella la noche anterior, las cosas no habían salido según sus planes. Los restos del «polvo de afrodita» en el organismo de ____, junto con los temores de la joven y el propio deseo de Joe, habían desembocado en un fiasco que la había hecho huir. Por suerte, Nik y John habían estado fuera vigilando, la habían visto salir y la habían seguido. La presencia de los micros en el apartamento revelaba que Orión ya estaba preparándose para hacer el trabajo.
____ y él iban a tener que hablar muy pronto. No soportaba verla paralizada por el pánico. Su única intención al enfrentarse a ella en la sala de interrogatorios había sido enfurecerla para lograr que olvidara su miedo.
Aquella mirada de absoluto horror en la cara de la joven había acabado con el control de Joe. Por primera vez en años, el agente israelí había sentido algo más que la sed de venganza. La necesidad de protegerla, la rabia que le invadió ante el evidente dolor de ____ y el deseo de abrazarla, lo habían envuelto con una fuerza arrolladora. No era de extrañar que los miembros de la unidad lo miraran ahora con recelo.
Cansado, se pasó las manos por el pelo y se dirigió a la cocina. Abrió la nevera y la despensa, y se dedicó a hacer una lista de los víveres que necesitarían. Después recorrió el apartamento de arriba abajo, salvo el dormitorio, y examinó las ventanas y las persianas. Luego, se encaminó hacia la habitación.
____ estaba tumbada en la cama mirando hacia arriba con curiosidad. La lámpara tenía una serie de adornos de capullos de rosa que colgaban en cascada desde la tulipa, y sólo al cabo de unos segundos se dio cuenta de que faltaba uno justo en el centro.
¿Habrían metido la cámara en uno de los capullos? Imaginó que sería posible, ya que la tecnología permitía casi cualquier cosa. Claro que alguien que utilizara la tecnología para eso no debía de estar demasiado cuerdo.
Quizá la cordura, como la belleza, fuera algo subjetivo. Dios Santo, aquello era un desastre. No había dejado de temblar desde que estampó su firma en los papeles que el fiscal había puesto frente a ella en las oficinas federales.
Huir y esconderse no era una opción, Joe se lo había asegurado como si hubiera sabido que eso era exactamente lo que ella quería hacer. Por desgracia, no parecía existir un agujero lo suficientemente profundo y oscuro donde ocultarse de aquel hombre al que llamaban Orión.
Un asesino. Un hombre que ataba a sus víctimas y las desangraba. Que las observaba morir y que parecía encontrar un inconmensurable placer en ello.
Tuvo que agarrarse el estómago de nuevo a causa de las náuseas, aunque sabía que no había nada que vomitar.
La comida no había estado en su lista de prioridades esa mañana. Cuando su abogado la había llamado pidiendo que su abuela la acompañara a las oficinas federales para firmar unos papeles, no había imaginado que más tarde sentiría náuseas al pensar en la comida.
Ahora entendía por qué su abogado había sido tan ambiguo al explicarle que tenía que firmar rápidamente unos papeles. Ingenuamente, ____ había pensado que tenía algo que ver con las vastas propiedades que el gobierno había confiscado a Jansen Clay.
____ se había pasado años reclamando los objetos personales de su madre, fallecida años antes del secuestro. Joyas, algunas de las cuales habían sido robadas por la segunda esposa de Jansen, y varios cuadros. Había rezado para que aquello finalmente se hubiera resuelto, sólo para descubrir que su vida había dejado de pertenecerle una vez más.
Aún seguía sin encontrarle sentido a todo aquello. Jansen había pensado que no era digna ni de ser vendida, pero alguien estaba dispuesto a pagar dos millones de dólares por matarla. Era ridículo. Se echaría a reír si no fuera porque temía acabar gritando.
Se incorporó, dobló las rodillas y apoyó la cabeza en ellas. Cerró los ojos y respiró hondo para contener el pánico que crecía en su interior.
Había aceptado ser el cebo. Permanecer en su apartamento con el que sería, a los ojos de todos, su amante. Eso por sí solo ya era suficiente para hacerla llorar. Su cuerpo todavía ardía de deseo por Joe a pesar de la realidad de la situación, y la necesidad de tocarle de nuevo era como una fiebre que aumentaba con cada segundo que pasaba. Aquella maldita droga que corría por sus venas convertía un deseo normal en algo mucho peor. Algo que la destruía por dentro.
El sonido de la puerta al abrirse la puso en guardia. Levantó la cabeza con rapidez y se mordió el labio mientras maldecía para sus adentros al ver que Joe entraba en la habitación.
—He pedido la cena. —Su voz la atravesó y la hizo estremecerse anhelante.
Ella asintió en respuesta.
—También he mandado a alguien a hacer la compra. —Ahora su voz era dura—. Tenemos que hablar, ____. Ahora, mientras sea seguro hacerlo aquí. Ignorar la situación no va a hacer que mejore.
—Se me da muy bien ignorar las cosas —replicó ella—. Créeme, hace la vida más fácil.
—¿Incluso aunque te maten? —preguntó él con frialdad.
—Así es la vida, ¿no? —respondió con cinismo.
Joe apretó los labios.
—Levántate y habla conmigo. Si no, me tumbaré contigo en la cama.
Ella se echó a reír. Era sorprendente que pudiera reírse sin ponerse histérica.
—Bueno, eso es algo que ninguno de los dos queremos, ¿verdad? —le espetó burlonamente mientras se levantaba de la cama y se dirigía a la puerta—. Odiaría ponerte en esa situación de nuevo.
Una corriente eléctrica pareció atravesar el cuerpo de ____ cuando pasó por su lado y salió de la habitación. Desesperada, apeló a su fuerza de voluntad y contuvo el gemido que se le formó en la garganta, la necesidad que sintió de tocarlo.
—Fuiste tú quien huyó anoche —le recordó Joe al ver que se acurrucaba en una esquina del sofá—. ¿Por qué?
____ lo miró sorprendida. ¿Por qué se preocupaba por ella? No era más que un cebo para él, un medio para conseguir atrapar a un asesino peligroso.
—Creo que no hace falta decirlo.
—Si hubieras esperado, ____, podríamos haber resuelto el problema.
Apartando la mirada, la joven se preguntó irónicamente cómo, exactamente, habría resuelto él ese problema en particular.
—No había nada que resolver —le espetó rígida—. Tenemos que estar juntos, eso es todo. Intentaré mantenerme apartada de tu camino tanto como me sea posible.
—Si lo haces tendrás que atenerte a las consecuencias —gruñó él en respuesta.
____ apartó la mirada, concentrándose en el rincón del salón donde había instalado una pequeña oficina con una mesa, un archivador y un ordenador. Tenía trabajo pendiente, pero no se sentía capaz de hacerlo en aquel momento. Se encargaba de la contabilidad de varias pequeñas empresas, y el sueldo que le pagaban le permitía hacer frente a las facturas, le salvaba de tener que recurrir al fondo fiduciario que le había dejado su madre y de pedirle dinero a su abuela.
—¿Hay algo más de lo que quieras hablar? —inquirió—. Estoy exhausta. Pensaba darme una ducha y echarme una siesta.
—La cena está a punto de llegar. —Se sentó en una silla enfrente de ella—. Y ya te he dicho que tenemos que hablar.
—Que lo hayas dicho no quiere decir que esté de acuerdo con ello. —Cabía la posibilidad de que no le quedara mucho tiempo de vida y no pensaba malgastarlo acatando las órdenes de Joe. Ya era bastante malo que tuviera que estar a su lado y que ella no pudiera contener su propio deseo, para encima tener que preocuparse de cambiarse de bragas porque estaba continuamente mojada.
Él se pasó la mano por la cara y por un momento ____ vio lo cansado que estaba. No debía de haber dormido la noche anterior, pensó, sin sentirlo en absoluto. Al menos ella no había sido la única.
—____, tenemos que llegar a un acuerdo para hacer que esto funcione. —Sus ojos brillaban a causa de la frustración.
—Ya tenemos un acuerdo —dijo ella con voz firme—. Tu misión consiste en quedarte aquí para atrapar a un asesino ¿recuerdas? Puedes ocupar el dormitorio de invitados, procuraré no estorbarte.
En los ojos de Joe brilló algo oscuro y peligroso, al tiempo que su expresión se volvía fría e inexpresiva. Por un instante, ____ sintió un escalofrío de miedo en la espalda, pero se obligó a enderezar los hombros. Al fin y al cabo, no iba a matarla por llevarle la contraria. Y Dios sabía que estaba cansada de agachar la cabeza y no enfrentarse al destino.
La vida la había golpeado con tanta dureza en el pasado que aún hoy seguía sin haberse recuperado.
—Escucha —____ levantó la mano para detenerlo cuando él comenzó a hablar—, lo que sucedió anoche fue un error, y te pido disculpas por haberte involucrado en mis problemas. —Tragó saliva—. Algunas veces... necesito que me toquen ¿sabes? No debería haberte elegido a ti. Debería haberme buscado a un condenado borracho o algo por el estilo.
Se preguntó si él se habría corrido la noche anterior si hubiera estado borracho. Odiaba el hecho de que no hubiese encontrado placer con ella. Le dolía más aquello que su propia incapacidad para encontrar la satisfacción que tanto había necesitado. No había sido culpa de él. Simplemente, se había visto envuelto en toda aquella situación. Lo más probable era que hubiera decidido acostarse con ella por el bien de la misión. Parecía capaz de hacer cualquier cosa por atrapar al asesino que trataba de matarla. Incluso llevársela a la cama aunque no la considerara atractiva.
—Me sorprendes. —La voz de Joe era tan fría como el brillo de sus ojos.
—Bueno, yo también me sorprendo a mí misma algunas veces. —Contuvo a duras penas las lágrimas, la necesidad de llorar. El deseo de arrojarse a sus brazos para encontrar un poco de sosiego. Estaba cansada, temblorosa y aterrorizada, y hubiera dado todo lo que poseía para que él volviera a estrecharla contra sí. Jamás en su vida se había sentido tan segura como cuando Joe la había abrazado la noche anterior—. ¿De qué más quieres hablar?
—De tus dificultades para alcanzar el orgasmo.
Ella se estremeció ante esas palabras. La humillación le oprimió el estómago.
—No es culpa tuya —consiguió decir, encogiéndose de hombros.
—Ojalá hubiera leído antes los informes que ocultaba tu médico —masculló él—. Si hubiera sabido que todavía quedaban restos de «polvo de afrodita» en tu organismo, habría sabido qué hacer.
Ella cruzó los brazos sobre el pecho y apartó la mirada. Sentía que le ardían la cara y el cuello. No quería hablar de eso. No podía soportar hablar de eso con él.
—____, el efecto del «polvo de afrodita» es espantoso. Llevamos años recopilando informes de hombres y mujeres que han sobrevivido a esa droga. A ti te inyectaron la cantidad suficiente para que afectara a los receptores del placer de tu cerebro y es necesario que conozcas las consecuencias.
La joven sacudió la cabeza y tragó convulsivamente al recordar la dolorosa necesidad que las caricias de Joe habían provocado en su interior apenas unas horas antes.
—Tras la inyección inicial, no crea necesidades sexuales más fuertes, pero sí intensifica las ya existentes.
—No quiero seguir hablando de este tema. —____ se levantó del sofá temiendo que la histeria acabase con su frágil control.
—Debemos hacerlo. —Él se puso en pie frente a ella, observándola fijamente con aquellos gélidos ojos negros—. Y tiene que ser ahora, porque no pienso pasar la noche en la habitación de invitados, ni utilizar el otro baño. Dormiré en la cama contigo. Esto no es sólo una tapadera; esto tiene que ver con nosotros, ____.
Ella negó con la cabeza. No podía dejar que se acostara en su cama, no podría compartir tanto con él. Había noches que se despertaba con la mano bajo el pijama, acariciándose porque no podía contenerse ni en sueños. Y luego estaban las pesadillas. Cuando se despertaba gritando y suplicando, rogándole a Jansen Clay que no la lastimara. «Por favor, papá, no dejes que me haga daño».
—No. —La palabra fue un sonido ronco y desesperado—. Eso no es posible.
No podría soportarlo. No podría hacerlo sabiendo que era incapaz de satisfacerlo, que lo despertaría con los gritos de sus pesadillas o mientras ella intentaba alcanzar inútilmente su propia satisfacción.
—Lo es —le aseguró él—. Seré tu amante, con todo lo que eso implica.
Ella negó con la cabeza.
—No. Ese no era el trato. En los papeles que firmé no decía que tuviera que acostarme contigo.
—Pero es lo que tú deseas —replicó Joe—. Te excita; niégalo si te atreves.
____ sabía que iba a perder la batalla contra las lágrimas. Que iba a derrumbarse por la agonía. El dolor de su mente, de su cuerpo, era demasiado fuerte. Tan intenso que la desgarraba por dentro.
Lo deseaba. Oh, Dios. Quería tocarle y quería que la tocara. Quería sentirle dentro de su cuerpo otra vez, que la penetrara y la poseyera hasta hacerla arder. Quería que la follara tan dura y salvajemente que no sintiera nada más que fuego en su interior. Esa mezcla de placer y dolor contra la que no podía luchar. Lo necesitaba hasta el punto que tenía que clavarse las uñas en las palmas de las manos. Hasta el punto que podía sentir aquella violenta necesidad en lo más íntimo de su ser.
Joe había dicho que ella deseaba aquello. Que estaba excitada. No que él la deseara, ni que estuviera excitado. ____ incluso temía bajar la mirada para comprobarlo. Si lo miraba y no veía nada, ninguna señal de erección, sabía que se rompería aquel último hilo de control que la ayudaba a enfrentarse a cada nuevo día.
Su vida sería aún más estéril. En los seis años transcurridos desde que la habían rescatado del hospital había luchado por sobrevivir día a día. Se levantaba por la mañana, iba de compras, visitaba a sus amigas... Intentaba encontrar un equilibrio en su vida incluso cuando le parecía imposible.
Todo en vano.
Nada de su vida anterior la había preparado para estar allí, frente al único hombre que había podido tocar en esos seis años, y que la había tocado a su vez. Había salido varias veces resuelta a encontrar un amante y siempre se había echado atrás. Hasta la noche anterior. Se había acostado con él sólo una noche y debería pagar las consecuencias para siempre.
—No puedes negarlo, ____. —La ronca voz de Joe había adquirido un matiz cálido, lleno de un falso deseo que ella sabía que él no podía estar sintiendo. No podía desearla. No después de lo ocurrido.
—No me hagas esto —susurró, sintiendo que las lágrimas le atenazaban la garganta—. Por favor, Joe. ¿No ves que me haces daño?
Sentía demasiadas emociones en su interior, sensaciones que no podía manejar, que no podía asimilar. El «polvo de afrodita» hacía que se muriera por el sexo, que suplicara de deseo. Un contrato de por vida. Y ahora, Joe, un hombre más fuerte, arrogante y autoritario que ninguno de los que hubiera conocido hasta entonces, ejercía una fascinación sobre ella de la que no podía liberarse.
Aquella niña fea que no podía conseguir un novio cuando era adolescente, tampoco podía obtener un amante ahora, a menos que éste tuviera una misión que lo obligara a interesarse por ella. Un hombre que no había podido alcanzar la satisfacción con la mujer en la que se había convertido.
Se tapó la boca con la mano y se dio la vuelta para buscar refugio en su habitación, para huir de él.
—____, maldita sea —estalló Joe cuando ella cerró de un portazo.
La joven se apoyó contra la puerta al sentir que se le debilitaban las piernas y se dejó caer al suelo. No podía contener las lágrimas, el dolor era demasiado intenso, se le clavaba en el alma llenándola de un sentimiento oscuro.
Por primera vez en su vida, sintió odio. Un odio tan horrible y profundo que la dejó aterrorizada. Pero lo más horrible de todo era la certeza de que ese odio iba dirigido hacia sí misma. Odiaba su debilidad, odiaba su impotencia ante lo que le había sucedido, y odiaba su rostro, aquél que Jansen Clay había asegurado siempre que era feo. Tan feo que ni siquiera podía pagar a un hombre para que se acostara con ella. Tan feo que esperaba que no tuviera hijos que heredasen sus genes.
Que Dios librara a ____ de creer que se merecía las mismas cosas que otras mujeres.
La frustración devoraba las entrañas de Joe mientras se paseaba de un lado a otro de la sala del apartamento que estaba frente al de ____. Morganna estaba con ella, dándole a Joe la oportunidad de recuperar el control después de que ____ se hubiera encerrado en el dormitorio. Había huido de él y del peligro. Pero tenía que enfrentarse a ambas cosas, y se prometió a sí mismo que lo haría pronto.
Por ahora, estaba dispuesto a darle el espacio que necesitaba porque entendía que estuviera sobrecogida por todo aquello. Pero esa noche se enfrentaría a él y al hecho de que no podría volver a huir.
—Es horrible. —Kira Richards estaba sentada en el suelo delante de una mesita de café atestada de papeles—. Su padre la hizo sufrir mucho antes de permitir que la violaran en su presencia.
Joe se estremeció ante esas palabras, pero aún así, se volvió hacia ella y volvió a tomar asiento en el sofá. Ojalá hubiera tenido acceso a aquel dossier antes de reunirse con ____ la noche anterior. Pero, lamentablemente, habían tenido que actuar a toda prisa. Les habían comunicado apenas cuarenta y ocho horas antes cuál era el objetivo de Orión, así que actuar con rapidez había sido imperativo. Y aún lo era, aunque por razones diferentes.
Había leído los informes de ____ al completo dos veces mientras esperaba que le trajeran la comida a domicilio de Blanchard's, uno de sus restaurantes favoritos.
—¿Cómo pudo sobrevivir a esto? —susurró Kira señalando una de las páginas—. Su padre le dijo que esperaba que no tuviera hijos tan feos como ella. —El horror asomaba en su rostro cuando levantó la vista hacia Joe—. Recuerda perfectamente que fue él quien hizo que la drogaran, que se burló de ella diciéndole que no podría venderla, que tendría suerte si podía encontrar a alguien para que la violara. —Negó con la cabeza—. Al psicólogo le sorprende que no esté bajo tratamiento. Según el informe...
—Según su informe, «____ está sana mental, física y psicológicamente, sólo necesita resolver algunos problemas, valorarse más a sí misma» —citó Joe textualmente.
Él no estaba de acuerdo con eso. ____ estaba herida, y aunque era fuerte, no podía curarse resolviendo sólo unos cuantos problemas.
Se obligó a tranquilizarse y volvió a mirar el reloj. Quería estar en el apartamento con ____ cuando llegara la cena. Quería asegurarse de que comía. Había perdido demasiado peso el año anterior. Todavía estaba sana, pero sabía que eso podía cambiar. No había desayunado antes de la reunión, y tampoco había comido luego.
—____ es nuestra mejor oportunidad de atrapar a Orión —les recordó Jordan desde su asiento delante de los monitores de seguridad—. Si se echa atrás, él la atrapará y no podremos hacer nada.
—No se echará atrás. —Joe se iba a asegurar de ello.
—No podrás impedírselo —dijo Kira suavemente—. Tiene veintiséis años y se ha pasado media vida creyendo la mierda que su padre le metió en la cabeza. Y por si eso fuera poco, tiene que lidiar con la droga que queda en su organismo y han puesto a un asesino tras ella. No podrá salir de esto sin que quede marcada de por vida.
—Ya está marcada. —Joe le dirigió una dura mirada—. Su alma ya está marcada, Kira. Nadie podrá cambiar nada al respecto. Pero eso no quiere decir que no pueda ser feliz. Si lo intenta, estoy seguro de que será capaz de vivir una vida plena.
En opinión de Kira, ____ estaba lejos de ser fea. Aunque no poseía unos rasgos llamativos, tenía los ojos bonitos y una sonrisa preciosa cuando se molestaba en sonreír. Había algo en ella que la hacía hermosa a pesar de sus rasgos comunes.
Volvió a mirar a Joe y frunció el ceño al ver que cogía una de las fotos en blanco y negro que le habían hecho a ____. Parecía incapaz de apartar la vista de la imagen.
—Sus ojos brillan cuando encuentra una razón para ser feliz — murmuró él con voz ronca—. Incluso cuando está triste, hay una luz en ellos que me dice que luchará por su vida. —Pasó un dedo por la foto con delicadeza—. ¿Cómo puede creerse fea? —Levantó la mirada hacia Kira con el ceño fruncido—. Su sonrisa es cálida e, incluso en estas fotos, puedes apreciar cómo su fortaleza interior le ilumina los rasgos. —Tiró la foto sobre la mesa—. ¿Cómo un padre puede ser tan cruel? ¿Tan inhumano?
Kira casi sonrió. Cuando ella había visto esa condenada foto, también había percibido lo mismo que Joe. La curiosidad reflejada en los ojos de ____, la pasión latente. Había una belleza en ella que no podía ser ignorada.
Siempre había oído que la belleza está en el ojo del que mira. Y puede que en ese caso fuera más cierto que nunca.
¡Hola chicas! Y ¡Bienvenidas aranzhitha & Dayi_JonasLove!*!
Perdón por la tardanza, la universidad, ya saben :|
Pero tengo buenas noticias :D
La primera: No tendre clases hasta el lunes
Y la segunda: Podre subir varios capítulos, seguido, durante esos días.
Bueno, por ahora les dejo este. Ya es tarde y muero de sueño.
Mañana subo el siguiente :D
& andreita, respondiendo a tu duda, no, Joe no es el asesino, es Orión :)
Besos
Natuu!!
Natuu!
Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
awww pobre rayiz
Que maldito su padre :caliente:
Que hijo de puta como le hizo todo eso a su propia hija
Siguela!!!!!
Que maldito su padre :caliente:
Que hijo de puta como le hizo todo eso a su propia hija
Siguela!!!!!
aranzhitha
Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
aaaaaaaaaaaaaaaaaa jajaj estaba algo confundida :)
muchos caps siii
los esperare
muchos caps siii
los esperare
andreita
Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
Ahh pobre ___ su padre fue un hdp !
SIGUELAA
SIGUELAA
jb_fanvanu
Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
Siete
La noche llegó demasiado pronto. ____ nunca se había dado cuenta de cuánto odiaba los cortos días del invierno, hasta que tuvo que enfrentarse a la perspectiva de pasar la noche con Joe.
No iba a poder hacerlo. Cada vez que pensaba en ello, recordaba lo que había ocurrido el día anterior.
Pero ya había anochecido y ella siempre se acostaba temprano para intentar conciliar el sueño. Llevaba casi cuarenta y ocho horas sin dormir y su cuerpo exigía descanso.
Sin embargo, su mente estaba centrada en algo muy distinto.
—Te preocupas demasiado —comentó él cuando la encontró con la mirada fija en la pantalla del ordenador, examinando una columna de números—. ____, estás cansada. Apaga el ordenador y acuéstate. Yo iré dentro de un rato.
La joven odiaba ese tono, la compasión que contenía. No necesitaba que la tratara con condescendencia.
Se volvió lentamente en su silla y lo fulminó con la mirada. Joe estaba tumbado en su sofá como si fuera el dueño de todo lo que le rodeaba y la miraba como si estuviera recordando la noche anterior.
«¿Qué recordaría exactamente?», se preguntó. ¿La culparía a ella de aquel fracaso?
—¿Por qué iba a querer acostarme? —inquirió con suavidad—. Apenas son las diez.
Los labios de Joe formaron una dura línea, aquellos labios tan sensuales que besaban con maestría, que la hacían sentirse como si estuviera viviendo un tórrido e inquietante sueño. Esos labios habían estado sobre los suyos, los habían lamido y mordisqueado.
La había besado como si quisiera devorarla.
—Estás tan cansada que te quedarás dormida en cualquier momento delante del ordenador. —Joe la observó con el ceño fruncido—. A estas alturas ya deberías saber que no voy a hacerte daño. Seguro que pasar la noche en la misma cama que yo, no será tan traumático como follar conmigo.
____ sintió cómo un rubor ardiente le inundaba las mejillas cuando le devolvió la mirada, asombrada y furiosa.
—Eso ha estado completamente fuera de lugar. —Se levantó de un salto de la silla, totalmente indignada—. Si no sabes moderar tu lenguaje, entonces no abras la boca.
Había recurrido a aquel aire de anticuada superioridad que usaba su abuela. Santo Dios, ¿acaso estaba tan necesitada que ni siquiera podía oír aquella palabra en sus labios? Follar. Habían follado. Él la había follado. Quiso cubrirse las orejas con la esperanza de borrar aquellos pensamientos porque no le parecían tan desagradables como debieran. Las implicaciones de esa palabra le traían a la memoria los sudorosos movimientos de sus cuerpos desnudos. Los gritos que ella había emitido. Los gemidos de él. Sus manos recorriéndola, su miembro penetrándola con fuerza.
Casi tuvo que apretar los muslos para contener la abrumadora lujuria que amenazaba con tomar el control de su cuerpo.
¿El «polvo de afrodita» provocaba eso? No quería ni pensarlo. Nada le parecía tan natural como desear a Joe.
—Si estás cansado, vete tú a la cama —le espetó al fin—. Yo iré más tarde.
Él sonrió ampliamente. Esa boca tan plena y sensual se curvó en una arrogante sonrisa puramente masculina; la misma sonrisa que ella había visto en los maridos de sus amigas cuando estaban decididos a salirse con la suya.
—Estoy muy cansado —se mofó con suavidad—. Una mujer huyó de mí anoche y tuve que seguirla. Estuve bajo su ventana toda la noche con la esperanza de que me prestara atención.
—O con la esperanza de que no la secuestraran antes de poder capturar al sicario que quiere matarla —gruñó ella en respuesta—. ¿Tanto te importa capturar a Orión que eres capaz de follarte a alguien que no deseas?
Él arqueó una ceja.
—Modera tu lenguaje, ____. —Sus ojos brillaron divertidos—. Si sigues hablando así, conseguirás que me excite. Sería muy incómodo dormir en ese estado.
Ella casi se quedó sin respiración al pensarlo. Joe, excitado, en su cama. Le bajó un escalofrío por la espalda antes de girarse y dirigirse a la ventana.
Apartó la cortina y miró al parque que estaba frente al edificio de apartamentos, luchando por encontrarle sentido a la reacción de su cuerpo ante él, una reacción que nunca había tenido con ningún otro hombre.
Aunque, por desgracia, tampoco había estado con otro hombre para poder comparar. Para colmo, Joe era la masculinidad personificada. Si buscaba en el diccionario la palabra «masculino» seguro que venía acompañada de su foto.
Era alto y moreno. Los vaqueros se le ceñían al trasero como una segunda piel. Una camisa de algodón blanca enfatizaba los hombros anchos y musculosos. Llevaba botas. Unas botas vaqueras gastadas y llenas de marcas. El tipo de botas que usaría un vaquero.
—____.
La joven dio un respingo cuando el rostro de él apareció reflejado al lado del suyo en el cristal de la ventana. Con cuidado, él le puso las manos sobre los hombros y la apartó suavemente, dejando que la cortina cayera en su lugar otra vez.
____ se estremeció al sentir la calidez de sus manos antes de apartarse y girarse para mirarlo enfadada.
—¿Qué pasa?
Joe la observó con detenimiento, pero sus ojos ya no reflejaban diversión. De hecho, parecían sombríos.
—Deberías mantenerte alejada de las ventanas —le explicó—. Algunos dispositivos pueden captar lo que dices cuando hay una línea de visión perfecta. Las cortinas y el sonido de la tele distorsionan esa señal.
Oh.
Consternada, ____ miró la televisión encendida y luego a la ventana. Había pasado tanto tiempo a oscuras durante los meses que había estado en la clínica privada, que ahora no podía estar sin la luz del sol. Le encantaba que entrara a raudales por las ventanas y que iluminara todo el apartamento.
—Ya veo. —Cruzó los brazos sobre el pecho y bajó la cabeza—. Voy a darme una ducha. O lo que sea.
Quería sentarse en el suelo y comenzar a gritar furiosa. ¿Acaso aquello era justo? Ya había pasado por suficientes cosas, no necesitaba añadir un asesino a las pesadillas que ya tenía.
—____. —Joe volvió a sujetarla por los hombros, pero esta vez se negó a soltarla cuando ella intentó zafarse de él—. Vamos a protegerte. Te lo prometo.
—Sé que lo haréis —dijo débilmente. No tenía más remedio que creerlo—. Dime, ¿ese asesino ha fallado alguna vez?
No, no lo había hecho. El asesino que había descrito el fiscal no cometía errores. Llevaba años matando y no habían podido impedírselo. Jamás había fracasado. De hecho, ni siquiera habían podido identificarlo.
—Eso no debe preocuparte. Vamos muy por delante de él. Sabemos cuál es su objetivo, pero ese hijo de perra no sabe nada de nosotros. No dependemos del gobierno, ni de ninguna agencia. Cuando dé el primer paso, estaremos allí para atraparlo.
Le presionó los hombros con delicadeza e inclinó la cabeza hasta que casi le rozó los labios con los suyos. Hasta que ella casi pudo saborearlos.
—Y entonces, ¿qué? —Sacudió la cabeza luchando contra el creciente deseo—. ¿Otro se encargará de hacer su trabajo?
—Luego, hablará.
____ casi se estremeció ante el tono helado de su voz, ante la letal amenaza que brillaba en sus ojos.
Y casi le creyó.
—Lo matarás antes de que hable —susurró, repentinamente consciente de que, fuera quien fuese Orión, Joe le odiaba con una pasión que la mayoría de la gente reservaba para amar.
—No. —Le rozó los labios con el pulgar—. No le mataré hasta saber quién te amenaza. Después sí —siseó entre dientes—. Oh, sí, ____. Te prometo que luego mataré a Orión, mataré a ese bastardo que ha creído que podía seguir atormentándote.
La joven no tuvo que forcejear de nuevo para liberarse. Fue él quien se apartó. La sombría expresión que reflejaban sus ojos era salvaje, primaria. Pero aquella extraña mirada sólo duró un momento.
—Ve a ducharte —dijo Joe, dirigiéndose a la cocina—. Es hora de acostarse. —Se detuvo en el umbral y se volvió hacia ella—. Aprenderás a dormir a mi lado, y empezarás esta noche. Si por casualidad el asesino lograra infiltrarse en el apartamento para colocar otro micro, no le quedará ninguna duda de que somos amantes. No le cabrá duda a ningún hombre.
Ella lo observó por un momento con los ojos llenos de confusión, antes de encaminarse con paso rápido hacia su cuarto.
Joe se acercó al fregadero, llenó un vaso de agua y se lo bebió como si intentara apagar el fuego que ardía en su interior.
Imposible. Deseaba a ____. La deseaba con la misma intensidad que odiaba a Orión.
Apretó los dientes cuando la imagen de su madre muerta apareció en su mente. Tan delicada, tan pálida. Orión le había cortado las muñecas y había dejado que se desangrara hasta morir. Había sufrido. El asesino le había quitado la ropa y la vida, pero no había podido quitarle la dignidad. De todas sus víctimas sólo su madre había sido hallada con los ojos cerrados y una expresión de serenidad en la cara.
Sin embargo, saber que había muerto con la misma dignidad que había vivido no reconfortaba a Joe. Ariela Abijah había poseído una inmensa fortaleza interior que se reflejaba en sus ojos, en la manera de erguir la cabeza, en su amor por su marido, por su hijo, por sus ideales.
Clavó los dedos en la encimera y se imaginó que era el cuello de Orión. El asesino lo miraba a los ojos mientras sentía cómo la vida abandonaba lentamente su cuerpo. Joe apenas podía contener el odio que corroía sus entrañas. Ardía como una llama negra en su alma, corrompiéndola, llenándola de sombras oscuras.
Un segundo después, la imagen del asesino se desvaneció y en su lugar apareció el rostro de ____. La vio bailando, su expresión llena de asombro al experimentar el primer estallido de pasión. Su rostro encendido por una salvaje lujuria que oscurecía sus ojos azules mientras luchaba por alcanzar el orgasmo para luego contenerlo.
La vio llena de una tranquila belleza que no exigía nada. Vio la fuerza de su mirada, su lucha por salir adelante, la determinación de llenar su vida con algo más que pesadillas.
Inclinó la cabeza e hizo una mueca ante el deseo que fluía con rapidez por sus venas, más fuerte incluso que el odio que sentía por Orión.
Había creído que nada podía ser más poderoso que la necesidad que tenía de matar a ese bastardo, pero en las últimas veinticuatro horas había aprendido que la lujuria podía crecer en su interior con la misma fuerza y retorcerle las entrañas, que el deseo por ____ podía clavársele en los testículos como uñas afiladas y hacerlo estremecer por la necesidad de tocarla.
Y esa noche, se acostaría en la misma cama que ella.
Se le cubrió la frente de sudor al pensarlo.
Iba a tener que acostarse junto a ella, dormir a su lado y contener su lujuria. Porque si no lo hacía, podría arruinar el delicado plan que había trazado para ella. Un plan muy diferente al de utilizarla como cebo.
No, Joe no sólo quería a ____ porque fuera la única pista que podía conducirlos hasta Orión. La quería porque su calidez le llenaba. Por primera vez en su vida, alguien había tocado una parte de su alma que él no había sabido que existía. Una parte que había sido creada sólo para ella.
Su padre le había dicho una vez que un hombre sabía cuándo encontraba a su alma gemela, que el amor de una mujer podía cambiarlo, sin importar si él podía tenerla o no. Lo único que importaba era amarla, conocerla, cuidarla.
Joe sentía que ____ era la única mujer que podía domar al hombre que era ahora. La había sentido como un lobo sentía a su pareja. Como la flor sentía la luz del sol. Como sólo un hombre muerto podía sentir su destrucción total.
Pero no podía tenerla, no para siempre. Ella jamás adoptaría un apellido falso. Nunca sabría si podrían haber tenido una vida juntos, porque él no podía revelarle los sentimientos que ardían en su interior cada vez que la veía.
Oh sí, la había visto en muchas ocasiones a lo largo de los años. Y se había desvivido por verla cuando llevaba mucho tiempo sin hacerlo.
Sí, entonces la había esperado escondido en algún lugar cercano a las casas de sus amigos, sabiendo que acabaría como un condenado macho en celo.
Se pasó la mano por el pelo y soltó un suspiro de cansancio. Estaba agotado. Necesitaba dormir; y hacerlo junto a la tentadora calidez de ____ sería muy duro.
Aunque «duro», no era una palabra adecuada para describir su estado. Y lo peor es que estaba deseando que llegara el momento de unirse a ella en la cama.
Se demoró un instante para acomodar su miembro en los vaqueros antes de revisar el apartamento. Examinó la puerta y los cerrojos, y luego las ventanas.
John y Nik habían mejorado el sistema de seguridad del apartamento antes de que Joe llegara a la casa con ____. Los dispositivos electrónicos que habían instalado en apenas unas horas detectarían incluso a una mosca.
Frunció los labios y suspiró en silencio mientras se dirigía a la habitación de ____.
Ella había terminado de ducharse unos minutos antes. Estaría en el dormitorio o escondiéndose en el cuarto de baño pensando en alguna excusa que lo mantuviera alejado de su cama.
Pero eso no iba a ser posible. Sencillamente, el deseo de dormir junto a ella no seguía las reglas de la lógica.
Abrió la puerta dejando que sus ojos se acostumbraran a la oscuridad de la habitación y enseguida detectó su silueta sobre el lecho.
Sin hacer el menor ruido, cerró la puerta a sus espaldas, se acercó a la cama y se sentó para quitarse las botas.
—No has traído pijama —dijo ____ con voz un poco temblorosa.
Joe cerró los ojos. ¿Tenía ella alguna idea de cuánto odiaba hacerle eso? ¿Podría sentir su renuencia a asustarla o a obligarla a enfrentarse a sus demonios?
—Cariño, yo no uso pijama —contestó con suavidad al tiempo que dejaba caer al suelo la segunda bota y la cogía para colocarla junto a la otra.
Se puso en pie, se quitó los vaqueros, la camisa y, por último, la ropa interior.
—No creo que pueda hacerlo. —____ sonaba jadeante pero no asustada. Estaba claramente excitada, y luchaba por calmarse con todas sus fuerzas.
—No tienes elección.
No le dio tiempo a pensar. Levantó la sábana y se introdujo en la cama junto a ella, casi sonriendo al ver el poco espacio que había para los dos.
Se colocó la sábana sobre las caderas, ahuecó la almohada y cerró los ojos. No tenía que verla para sentirla. No tenía que tocarla para disfrutar de la calidez de su cuerpo junto al suyo.
____ permanecía rígida y silenciosa. Joe podía percibir la tensión que la envolvía y sabía que esa tensión le impediría dormir.
—¿Me tienes miedo? —le preguntó quedamente—. Después de lo ocurrido anoche, ¿hay alguna razón por la que no confíes en poder compartir la cama conmigo? ¿No sabes que daría mi vida por ti?
Jamás le haría daño. Jamás podría quebrar el espíritu que luchaba tan desesperadamente por sobrevivir en el interior de la joven.
—No es una cuestión de confianza —susurró ____.
—¿Entonces de qué se trata? —Se volvió hacia ella, permitiéndose poner la mano sobre su cadera a pesar del escalofrío que la estremeció—. Dímelo. ¿Por qué te niegas esto cuando no tienes por qué hacerlo?
La joven permaneció quieta y en silencio con la respiración agitada.
—Porque —musitó al cabo de unos segundos—, llegará una noche en que tú no estarás aquí. Entonces tendré que enfrentarme a la realidad y no creo que pueda hacerlo.
Por extraño que pareciera, Joe la comprendía. Era cierto que la dejaría, y pensar lo contrario les haría daño a los dos. Él era un hombre que no se hacía falsas ilusiones, que aceptaba la cruda realidad.
—Los recuerdos pueden calentarte en el frío de la noche —le dijo con suavidad—. Lo sé muy bien, cariño. Si quieres tener esos recuerdos, házmelo saber.
Que se lo hiciera saber.
____ se quedó mirando la oscuridad durante un buen rato antes de ponerse de lado, notando que Joe levantaba la mano para colocarla en la otra cadera cuando se quedó de cara a él.
Por la puerta del cuarto de baño se filtraba un rayo de luz, la suficiente para iluminar los oscuros rasgos masculinos. Era igual de atractivo en la oscuridad que a la luz. Su firme mandíbula estaba claramente definida, igual que la plenitud de su labio inferior. No se había afeitado, y la barba de un día le hacía aún más atrayente.
Quería tocarlo, pero tenía demasiado miedo. Quería acariciarlo, sentirlo contra la palma de la mano.
¿A quién intentaba engañar? Quería sentirlo sobre su cuerpo. Quería que le acariciara los pechos, el vientre, la unión entre sus muslos.
—Desear tener buenos recuerdos es una pobre excusa —musitó ella con la respiración agitada ante el mero pensamiento de que el cuerpo de él cubriera el suyo otra vez.
Joe era cálido y duro, intensamente viril.
—¿De veras?
Movió los dedos sobre la cadera de ____, y a ella le llevó unos segundos darse cuenta de que había deslizado la mano bajo la camiseta para posarla sobre su cintura desnuda. La callosa y cálida palma parecía un hierro al rojo en contacto con su sensible piel.
—Deberías considerarlo —susurró, acercando la cabeza. Los labios de Joe captaron la atención de la joven, provocándole una aleada de deseo—. ¿Recuerdas lo ardiente que fue, pequeña? ¿Nuestros cuerpos sudorosos y excitados?
Sí, pero él no se había corrido.
____ cerró los ojos, estremeciéndose cuando la mano de Joe se deslizó hasta su pecho.
Eran los efectos del «polvo de afrodita»; eso era lo que le habían dicho. Aunque, ¿se trataba sólo de eso? Si todo era debido a esa condenada droga, ¿por qué no ardía de esa manera cuando no estaba con él? Se sentía excitada pero no con tanta intensidad. No hasta el punto de querer arriesgarse y rogarle que la poseyera.
—No —logró decir al cabo de unos segundos—. Por favor, Joe.
Él le rozó la frente con los labios y ella quiso gritar por el deseo de sentir esa caricia en la boca.
—No te haré daño, ____. —La voz de Joe acariciaba sus sentidos incrementando su deseo—. Te lo prometo.
Un gemido de necesidad surgió de los labios de la joven.
—No, Joe, eso me destruiría, y los dos lo sabemos.
Él no era el tipo de hombre del que una mujer debiera enamorarse. El tipo de hombre al que una mujer pudiera aferrarse.
____ se obligó a darle la espalda de nuevo, a apartarse de él salvo por esa mano en su cadera. No era el miedo a sus caricias lo que la contenía. Era el miedo a acostumbrase a ellas, a desearlas con desesperación para luego no volver a sentirlas nunca más.
¡Hola chicas!
Mañana pongo otro capítulo si la universidad me lo permite :D
Besos
Natuu!!
No iba a poder hacerlo. Cada vez que pensaba en ello, recordaba lo que había ocurrido el día anterior.
Pero ya había anochecido y ella siempre se acostaba temprano para intentar conciliar el sueño. Llevaba casi cuarenta y ocho horas sin dormir y su cuerpo exigía descanso.
Sin embargo, su mente estaba centrada en algo muy distinto.
—Te preocupas demasiado —comentó él cuando la encontró con la mirada fija en la pantalla del ordenador, examinando una columna de números—. ____, estás cansada. Apaga el ordenador y acuéstate. Yo iré dentro de un rato.
La joven odiaba ese tono, la compasión que contenía. No necesitaba que la tratara con condescendencia.
Se volvió lentamente en su silla y lo fulminó con la mirada. Joe estaba tumbado en su sofá como si fuera el dueño de todo lo que le rodeaba y la miraba como si estuviera recordando la noche anterior.
«¿Qué recordaría exactamente?», se preguntó. ¿La culparía a ella de aquel fracaso?
—¿Por qué iba a querer acostarme? —inquirió con suavidad—. Apenas son las diez.
Los labios de Joe formaron una dura línea, aquellos labios tan sensuales que besaban con maestría, que la hacían sentirse como si estuviera viviendo un tórrido e inquietante sueño. Esos labios habían estado sobre los suyos, los habían lamido y mordisqueado.
La había besado como si quisiera devorarla.
—Estás tan cansada que te quedarás dormida en cualquier momento delante del ordenador. —Joe la observó con el ceño fruncido—. A estas alturas ya deberías saber que no voy a hacerte daño. Seguro que pasar la noche en la misma cama que yo, no será tan traumático como follar conmigo.
____ sintió cómo un rubor ardiente le inundaba las mejillas cuando le devolvió la mirada, asombrada y furiosa.
—Eso ha estado completamente fuera de lugar. —Se levantó de un salto de la silla, totalmente indignada—. Si no sabes moderar tu lenguaje, entonces no abras la boca.
Había recurrido a aquel aire de anticuada superioridad que usaba su abuela. Santo Dios, ¿acaso estaba tan necesitada que ni siquiera podía oír aquella palabra en sus labios? Follar. Habían follado. Él la había follado. Quiso cubrirse las orejas con la esperanza de borrar aquellos pensamientos porque no le parecían tan desagradables como debieran. Las implicaciones de esa palabra le traían a la memoria los sudorosos movimientos de sus cuerpos desnudos. Los gritos que ella había emitido. Los gemidos de él. Sus manos recorriéndola, su miembro penetrándola con fuerza.
Casi tuvo que apretar los muslos para contener la abrumadora lujuria que amenazaba con tomar el control de su cuerpo.
¿El «polvo de afrodita» provocaba eso? No quería ni pensarlo. Nada le parecía tan natural como desear a Joe.
—Si estás cansado, vete tú a la cama —le espetó al fin—. Yo iré más tarde.
Él sonrió ampliamente. Esa boca tan plena y sensual se curvó en una arrogante sonrisa puramente masculina; la misma sonrisa que ella había visto en los maridos de sus amigas cuando estaban decididos a salirse con la suya.
—Estoy muy cansado —se mofó con suavidad—. Una mujer huyó de mí anoche y tuve que seguirla. Estuve bajo su ventana toda la noche con la esperanza de que me prestara atención.
—O con la esperanza de que no la secuestraran antes de poder capturar al sicario que quiere matarla —gruñó ella en respuesta—. ¿Tanto te importa capturar a Orión que eres capaz de follarte a alguien que no deseas?
Él arqueó una ceja.
—Modera tu lenguaje, ____. —Sus ojos brillaron divertidos—. Si sigues hablando así, conseguirás que me excite. Sería muy incómodo dormir en ese estado.
Ella casi se quedó sin respiración al pensarlo. Joe, excitado, en su cama. Le bajó un escalofrío por la espalda antes de girarse y dirigirse a la ventana.
Apartó la cortina y miró al parque que estaba frente al edificio de apartamentos, luchando por encontrarle sentido a la reacción de su cuerpo ante él, una reacción que nunca había tenido con ningún otro hombre.
Aunque, por desgracia, tampoco había estado con otro hombre para poder comparar. Para colmo, Joe era la masculinidad personificada. Si buscaba en el diccionario la palabra «masculino» seguro que venía acompañada de su foto.
Era alto y moreno. Los vaqueros se le ceñían al trasero como una segunda piel. Una camisa de algodón blanca enfatizaba los hombros anchos y musculosos. Llevaba botas. Unas botas vaqueras gastadas y llenas de marcas. El tipo de botas que usaría un vaquero.
—____.
La joven dio un respingo cuando el rostro de él apareció reflejado al lado del suyo en el cristal de la ventana. Con cuidado, él le puso las manos sobre los hombros y la apartó suavemente, dejando que la cortina cayera en su lugar otra vez.
____ se estremeció al sentir la calidez de sus manos antes de apartarse y girarse para mirarlo enfadada.
—¿Qué pasa?
Joe la observó con detenimiento, pero sus ojos ya no reflejaban diversión. De hecho, parecían sombríos.
—Deberías mantenerte alejada de las ventanas —le explicó—. Algunos dispositivos pueden captar lo que dices cuando hay una línea de visión perfecta. Las cortinas y el sonido de la tele distorsionan esa señal.
Oh.
Consternada, ____ miró la televisión encendida y luego a la ventana. Había pasado tanto tiempo a oscuras durante los meses que había estado en la clínica privada, que ahora no podía estar sin la luz del sol. Le encantaba que entrara a raudales por las ventanas y que iluminara todo el apartamento.
—Ya veo. —Cruzó los brazos sobre el pecho y bajó la cabeza—. Voy a darme una ducha. O lo que sea.
Quería sentarse en el suelo y comenzar a gritar furiosa. ¿Acaso aquello era justo? Ya había pasado por suficientes cosas, no necesitaba añadir un asesino a las pesadillas que ya tenía.
—____. —Joe volvió a sujetarla por los hombros, pero esta vez se negó a soltarla cuando ella intentó zafarse de él—. Vamos a protegerte. Te lo prometo.
—Sé que lo haréis —dijo débilmente. No tenía más remedio que creerlo—. Dime, ¿ese asesino ha fallado alguna vez?
No, no lo había hecho. El asesino que había descrito el fiscal no cometía errores. Llevaba años matando y no habían podido impedírselo. Jamás había fracasado. De hecho, ni siquiera habían podido identificarlo.
—Eso no debe preocuparte. Vamos muy por delante de él. Sabemos cuál es su objetivo, pero ese hijo de perra no sabe nada de nosotros. No dependemos del gobierno, ni de ninguna agencia. Cuando dé el primer paso, estaremos allí para atraparlo.
Le presionó los hombros con delicadeza e inclinó la cabeza hasta que casi le rozó los labios con los suyos. Hasta que ella casi pudo saborearlos.
—Y entonces, ¿qué? —Sacudió la cabeza luchando contra el creciente deseo—. ¿Otro se encargará de hacer su trabajo?
—Luego, hablará.
____ casi se estremeció ante el tono helado de su voz, ante la letal amenaza que brillaba en sus ojos.
Y casi le creyó.
—Lo matarás antes de que hable —susurró, repentinamente consciente de que, fuera quien fuese Orión, Joe le odiaba con una pasión que la mayoría de la gente reservaba para amar.
—No. —Le rozó los labios con el pulgar—. No le mataré hasta saber quién te amenaza. Después sí —siseó entre dientes—. Oh, sí, ____. Te prometo que luego mataré a Orión, mataré a ese bastardo que ha creído que podía seguir atormentándote.
La joven no tuvo que forcejear de nuevo para liberarse. Fue él quien se apartó. La sombría expresión que reflejaban sus ojos era salvaje, primaria. Pero aquella extraña mirada sólo duró un momento.
—Ve a ducharte —dijo Joe, dirigiéndose a la cocina—. Es hora de acostarse. —Se detuvo en el umbral y se volvió hacia ella—. Aprenderás a dormir a mi lado, y empezarás esta noche. Si por casualidad el asesino lograra infiltrarse en el apartamento para colocar otro micro, no le quedará ninguna duda de que somos amantes. No le cabrá duda a ningún hombre.
Ella lo observó por un momento con los ojos llenos de confusión, antes de encaminarse con paso rápido hacia su cuarto.
Joe se acercó al fregadero, llenó un vaso de agua y se lo bebió como si intentara apagar el fuego que ardía en su interior.
Imposible. Deseaba a ____. La deseaba con la misma intensidad que odiaba a Orión.
Apretó los dientes cuando la imagen de su madre muerta apareció en su mente. Tan delicada, tan pálida. Orión le había cortado las muñecas y había dejado que se desangrara hasta morir. Había sufrido. El asesino le había quitado la ropa y la vida, pero no había podido quitarle la dignidad. De todas sus víctimas sólo su madre había sido hallada con los ojos cerrados y una expresión de serenidad en la cara.
Sin embargo, saber que había muerto con la misma dignidad que había vivido no reconfortaba a Joe. Ariela Abijah había poseído una inmensa fortaleza interior que se reflejaba en sus ojos, en la manera de erguir la cabeza, en su amor por su marido, por su hijo, por sus ideales.
Clavó los dedos en la encimera y se imaginó que era el cuello de Orión. El asesino lo miraba a los ojos mientras sentía cómo la vida abandonaba lentamente su cuerpo. Joe apenas podía contener el odio que corroía sus entrañas. Ardía como una llama negra en su alma, corrompiéndola, llenándola de sombras oscuras.
Un segundo después, la imagen del asesino se desvaneció y en su lugar apareció el rostro de ____. La vio bailando, su expresión llena de asombro al experimentar el primer estallido de pasión. Su rostro encendido por una salvaje lujuria que oscurecía sus ojos azules mientras luchaba por alcanzar el orgasmo para luego contenerlo.
La vio llena de una tranquila belleza que no exigía nada. Vio la fuerza de su mirada, su lucha por salir adelante, la determinación de llenar su vida con algo más que pesadillas.
Inclinó la cabeza e hizo una mueca ante el deseo que fluía con rapidez por sus venas, más fuerte incluso que el odio que sentía por Orión.
Había creído que nada podía ser más poderoso que la necesidad que tenía de matar a ese bastardo, pero en las últimas veinticuatro horas había aprendido que la lujuria podía crecer en su interior con la misma fuerza y retorcerle las entrañas, que el deseo por ____ podía clavársele en los testículos como uñas afiladas y hacerlo estremecer por la necesidad de tocarla.
Y esa noche, se acostaría en la misma cama que ella.
Se le cubrió la frente de sudor al pensarlo.
Iba a tener que acostarse junto a ella, dormir a su lado y contener su lujuria. Porque si no lo hacía, podría arruinar el delicado plan que había trazado para ella. Un plan muy diferente al de utilizarla como cebo.
No, Joe no sólo quería a ____ porque fuera la única pista que podía conducirlos hasta Orión. La quería porque su calidez le llenaba. Por primera vez en su vida, alguien había tocado una parte de su alma que él no había sabido que existía. Una parte que había sido creada sólo para ella.
Su padre le había dicho una vez que un hombre sabía cuándo encontraba a su alma gemela, que el amor de una mujer podía cambiarlo, sin importar si él podía tenerla o no. Lo único que importaba era amarla, conocerla, cuidarla.
Joe sentía que ____ era la única mujer que podía domar al hombre que era ahora. La había sentido como un lobo sentía a su pareja. Como la flor sentía la luz del sol. Como sólo un hombre muerto podía sentir su destrucción total.
Pero no podía tenerla, no para siempre. Ella jamás adoptaría un apellido falso. Nunca sabría si podrían haber tenido una vida juntos, porque él no podía revelarle los sentimientos que ardían en su interior cada vez que la veía.
Oh sí, la había visto en muchas ocasiones a lo largo de los años. Y se había desvivido por verla cuando llevaba mucho tiempo sin hacerlo.
Sí, entonces la había esperado escondido en algún lugar cercano a las casas de sus amigos, sabiendo que acabaría como un condenado macho en celo.
Se pasó la mano por el pelo y soltó un suspiro de cansancio. Estaba agotado. Necesitaba dormir; y hacerlo junto a la tentadora calidez de ____ sería muy duro.
Aunque «duro», no era una palabra adecuada para describir su estado. Y lo peor es que estaba deseando que llegara el momento de unirse a ella en la cama.
Se demoró un instante para acomodar su miembro en los vaqueros antes de revisar el apartamento. Examinó la puerta y los cerrojos, y luego las ventanas.
John y Nik habían mejorado el sistema de seguridad del apartamento antes de que Joe llegara a la casa con ____. Los dispositivos electrónicos que habían instalado en apenas unas horas detectarían incluso a una mosca.
Frunció los labios y suspiró en silencio mientras se dirigía a la habitación de ____.
Ella había terminado de ducharse unos minutos antes. Estaría en el dormitorio o escondiéndose en el cuarto de baño pensando en alguna excusa que lo mantuviera alejado de su cama.
Pero eso no iba a ser posible. Sencillamente, el deseo de dormir junto a ella no seguía las reglas de la lógica.
Abrió la puerta dejando que sus ojos se acostumbraran a la oscuridad de la habitación y enseguida detectó su silueta sobre el lecho.
Sin hacer el menor ruido, cerró la puerta a sus espaldas, se acercó a la cama y se sentó para quitarse las botas.
—No has traído pijama —dijo ____ con voz un poco temblorosa.
Joe cerró los ojos. ¿Tenía ella alguna idea de cuánto odiaba hacerle eso? ¿Podría sentir su renuencia a asustarla o a obligarla a enfrentarse a sus demonios?
—Cariño, yo no uso pijama —contestó con suavidad al tiempo que dejaba caer al suelo la segunda bota y la cogía para colocarla junto a la otra.
Se puso en pie, se quitó los vaqueros, la camisa y, por último, la ropa interior.
—No creo que pueda hacerlo. —____ sonaba jadeante pero no asustada. Estaba claramente excitada, y luchaba por calmarse con todas sus fuerzas.
—No tienes elección.
No le dio tiempo a pensar. Levantó la sábana y se introdujo en la cama junto a ella, casi sonriendo al ver el poco espacio que había para los dos.
Se colocó la sábana sobre las caderas, ahuecó la almohada y cerró los ojos. No tenía que verla para sentirla. No tenía que tocarla para disfrutar de la calidez de su cuerpo junto al suyo.
____ permanecía rígida y silenciosa. Joe podía percibir la tensión que la envolvía y sabía que esa tensión le impediría dormir.
—¿Me tienes miedo? —le preguntó quedamente—. Después de lo ocurrido anoche, ¿hay alguna razón por la que no confíes en poder compartir la cama conmigo? ¿No sabes que daría mi vida por ti?
Jamás le haría daño. Jamás podría quebrar el espíritu que luchaba tan desesperadamente por sobrevivir en el interior de la joven.
—No es una cuestión de confianza —susurró ____.
—¿Entonces de qué se trata? —Se volvió hacia ella, permitiéndose poner la mano sobre su cadera a pesar del escalofrío que la estremeció—. Dímelo. ¿Por qué te niegas esto cuando no tienes por qué hacerlo?
La joven permaneció quieta y en silencio con la respiración agitada.
—Porque —musitó al cabo de unos segundos—, llegará una noche en que tú no estarás aquí. Entonces tendré que enfrentarme a la realidad y no creo que pueda hacerlo.
Por extraño que pareciera, Joe la comprendía. Era cierto que la dejaría, y pensar lo contrario les haría daño a los dos. Él era un hombre que no se hacía falsas ilusiones, que aceptaba la cruda realidad.
—Los recuerdos pueden calentarte en el frío de la noche —le dijo con suavidad—. Lo sé muy bien, cariño. Si quieres tener esos recuerdos, házmelo saber.
Que se lo hiciera saber.
____ se quedó mirando la oscuridad durante un buen rato antes de ponerse de lado, notando que Joe levantaba la mano para colocarla en la otra cadera cuando se quedó de cara a él.
Por la puerta del cuarto de baño se filtraba un rayo de luz, la suficiente para iluminar los oscuros rasgos masculinos. Era igual de atractivo en la oscuridad que a la luz. Su firme mandíbula estaba claramente definida, igual que la plenitud de su labio inferior. No se había afeitado, y la barba de un día le hacía aún más atrayente.
Quería tocarlo, pero tenía demasiado miedo. Quería acariciarlo, sentirlo contra la palma de la mano.
¿A quién intentaba engañar? Quería sentirlo sobre su cuerpo. Quería que le acariciara los pechos, el vientre, la unión entre sus muslos.
—Desear tener buenos recuerdos es una pobre excusa —musitó ella con la respiración agitada ante el mero pensamiento de que el cuerpo de él cubriera el suyo otra vez.
Joe era cálido y duro, intensamente viril.
—¿De veras?
Movió los dedos sobre la cadera de ____, y a ella le llevó unos segundos darse cuenta de que había deslizado la mano bajo la camiseta para posarla sobre su cintura desnuda. La callosa y cálida palma parecía un hierro al rojo en contacto con su sensible piel.
—Deberías considerarlo —susurró, acercando la cabeza. Los labios de Joe captaron la atención de la joven, provocándole una aleada de deseo—. ¿Recuerdas lo ardiente que fue, pequeña? ¿Nuestros cuerpos sudorosos y excitados?
Sí, pero él no se había corrido.
____ cerró los ojos, estremeciéndose cuando la mano de Joe se deslizó hasta su pecho.
Eran los efectos del «polvo de afrodita»; eso era lo que le habían dicho. Aunque, ¿se trataba sólo de eso? Si todo era debido a esa condenada droga, ¿por qué no ardía de esa manera cuando no estaba con él? Se sentía excitada pero no con tanta intensidad. No hasta el punto de querer arriesgarse y rogarle que la poseyera.
—No —logró decir al cabo de unos segundos—. Por favor, Joe.
Él le rozó la frente con los labios y ella quiso gritar por el deseo de sentir esa caricia en la boca.
—No te haré daño, ____. —La voz de Joe acariciaba sus sentidos incrementando su deseo—. Te lo prometo.
Un gemido de necesidad surgió de los labios de la joven.
—No, Joe, eso me destruiría, y los dos lo sabemos.
Él no era el tipo de hombre del que una mujer debiera enamorarse. El tipo de hombre al que una mujer pudiera aferrarse.
____ se obligó a darle la espalda de nuevo, a apartarse de él salvo por esa mano en su cadera. No era el miedo a sus caricias lo que la contenía. Era el miedo a acostumbrase a ellas, a desearlas con desesperación para luego no volver a sentirlas nunca más.
¡Hola chicas!
Mañana pongo otro capítulo si la universidad me lo permite :D
Besos
Natuu!!
Natuu!
Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
ahhh pobre de la rayiz :(
Joe es tan lindo deberia de darle una opprtunidad
Siguela!!!
Joe es tan lindo deberia de darle una opprtunidad
Siguela!!!
aranzhitha
Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
por fin cap! :)
pobre rayis ella cree que es culpa de ella
si porfa otro cap
pobre rayis ella cree que es culpa de ella
si porfa otro cap
andreita
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