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"Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]

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Mensaje por Natuu! Vie 17 Ago 2012, 10:54 pm

Tres



Aquello iba demasiado rápido.
____ se quedó quieta en la silla después de que Joe, Reno, Ian y Clint se alejaran de la mesa.
Intentó intervenir en la conversación en la que las mujeres bromeaban con el único varón que permanecía en la mesa, pero sus esfuerzos fueron en vano.
En el club hacía calor y había mucha gente. ____ estaba habituada a refugiarse en su apartamento, no a las multitudes.
No estaba acostumbrada a que su cuerpo estuviera tan sensibilizado ni a sentirse desgarrada por la confusión. No estaba acostumbrada a tener que enfrentarse a... algo que no tenía sentido. Sensaciones a las que no podía dar nombre.
No era el primer hombre que se le acercaba en aquellos últimos años. Otros tipos la habían rondado desde que la habían liberado de la clínica donde su padre la había internado después de que la hubieran rescatado de las garras de Diego Fuentes.
En aquella maldita e infernal clínica privada la habían mantenido sedada durante diecinueve meses. Recordaba que algunas veces un médico entraba con su padre a la habitación. Jansen se reía y bromeaba en esas ocasiones, palmeándole el brazo mientras le inyectaban una droga parecida al «polvo de afrodita».
«¿Por qué?», se preguntaba todavía. No la habían violado. Después de la primera vez, nadie había vuelto a tocarla. Jansen Clay le había dicho que era tan fea que no conseguía que nadie se acostara con ella ni pagando, ni siquiera para comprobar si la droga surtía efecto.
Se estremeció ante aquel recuerdo que siempre era distante, excepto en sus pesadillas. Por lo general, los recuerdos y el dolor de aquellos meses le resultaban extraños, casi como si le hubieran ocurrido a otra persona. Sólo cuando pensaba en permitir que un hombre la tocara, el miedo y las náuseas la envolvían como una ola gigantesca que amenazaba con ahogarla.
Hasta esa noche. Esa noche, habría dado todo lo que poseía por el beso que Joe le había prometido. ¿Qué había en él que lo hacía diferente a todos los hombres? ¿Qué hacía que su cuerpo reaccionara de manera diferente ante él? ¿Era el hombre en sí o el reconocimiento instintivo del control que poseía?
Había preguntas que era mejor no hacerse, así que volvió su atención a la pista de baile y observó fascinada los cuerpos que se movían al ritmo de la música.
Antes del secuestro le encantaba bailar. Cuando era adolescente había ido a todos los bailes y fiestas a los que su padre le había permitido asistir. Solía suplicarle durante semanas para que la dejara ir hasta que finalmente lo conseguía.
Le divertía bailar tanto sola como en pareja. Se había reído entonces, se había sentido libre durante esas horas.
«Déjala ir, Jansen, es tan fea que no tienes que preocuparte por el hecho de que pueda perder su virginidad».
La rabia frustrada de su madrastra, Elaine, ante las súplicas de ____, irrumpió en su mente. La joven sacudió la cabeza ante el recuerdo, luchando contra la cobardía y el familiar dolor que la invadía.
Se prometió que eso no le pasaría esa noche.
Esa noche tendría un amante.
Podía hacerlo. Joe pensaba que ella había llevado una vida muy apartada y que la habían sobreprotegido. Eso era lo que Morganna le había dicho. ____ se había sentido avergonzada por ello, pero ahora sólo sentía un ligero estremecimiento al pensarlo. Si Joe creía eso, podría comprender sus vacilaciones, ¿no?
—¿Qué opinas, ____? —le preguntó de pronto Morganna, inclinándose hacia ella con una sonrisa radiante en los labios.
—¿Sobre qué? —Resultaba evidente que no había prestado atención a la conversación.
—Sobre que Raven, tú y yo deberíamos mostrarles a Clint, Reno y Joe la locura que han cometido al abandonarnos. —Soltó una carcajada—. ¿Vienes a bailar con nosotras?
¿Bailar con otras mujeres como cuando era más joven? Santo Dios, si algo podía minar su confianza en ese momento era estar en la pista de baile sin pareja, sabiendo que ningún hombre querría bailar con ella.
El pánico se apoderó de ella, oprimiéndole el pecho y la garganta.
Hizo un gesto de negación y clavó la mirada en la pista. Nadie la había sacado a bailar jamás.
No es que ella hubiera aceptado hacerlo con un desconocido, pero es que ni siquiera se lo habían pedido. Ni una sola vez.
Apenas fue consciente de que las demás mujeres seguían hablando entre risas.
—Ven con nosotras, ____. Divirtámonos un poco —la animó Morganna.
____ abrió la boca, se llevó una mano temblorosa a la garganta y luchó contra la sensación de asfixia. Sencillamente, no podía hacerlo.
—Lo siento, pero ____ me prometió el primer baile.
La joven volvió la cabeza bruscamente y vio a Joe a su lado. Él la observaba sonriente, con su ardiente mirada oscura envolviéndola como una calurosa noche de verano cuando le tendió la mano.
—Reno y Clint hablan demasiado —bromeó mientras la conducía a la pista abarrotada de parejas.
Cuando llegaron a la marea de cuerpos danzantes, la música cambió haciéndose más lenta.
—Me han debido de leer el pensamiento —comentó mirándola a los ojos—. ¿Sigues interesada?
____ jamás había bailado un baile lento y sintió como si el resto del mundo desapareciera en el instante en que él le colocó la mano en la cadera para atraerla hacia su cuerpo.
La joven se quedó sin aliento al sentir que sus pezones se aplastaban contra el torso masculino. Incluso a través de las capas de ropa el contacto fue eléctrico y violento.
—No suelo bailar —murmuró, intentando recuperar el control de sus piernas.
—Yo tampoco.
La mano apoyada en la parte inferior de su espalda la instó suavemente a acercarse más. Nerviosa, curvó los dedos en su hombro cuando sintió la erección de Joe apretada contra su vientre, cuando sintió la calidez de su cuerpo protegiéndola.
Cerró los ojos y apoyó la cabeza en su pecho. Lentamente, se obligó a relajarse, se permitió actuar como una mujer segura de sí misma en vez de una niña asustada.
El miedo todavía estaba allí, agazapado, esperando para atacar de nuevo. Pero, oh Dios, aquello era... agradable. De hecho, más que agradable. Era reconfortante y a la vez la hacía sentir más viva que nunca.
Una de las firmes manos de Joe le acariciaba la espalda mientras la otra sostenía la mano de ____ contra su pecho, justo al lado de su seno. Si se movía un poco, sentiría cómo los dedos masculinos le rozaban la cima anhelante.
No quería que la canción terminara. No quería que finalizara la noche. Quería seguir viviendo aquel instante para siempre, disfrutando del tacto de su cuerpo contra el de ella.
—Te mueves como si hubieras nacido para bailar —le susurró él al oído.
Quería creerle y, aunque no era capaz, las palabras hicieron desaparecer parte del dolor y el miedo que sentía en su interior.
Después, ninguno de los dos dijo nada. ____ se dejó llevar por el momento, se relajó y se apretó contra Joe, permitiendo que su cuerpo se moviera con el suyo, más cerca, más caliente, hasta que sus frágiles brazos se alzaron para rodear la fuerte columna de su cuello y él la estrechó con más fuerza. Podía sentirlo envolviéndola, abrazándola, y no tenía miedo.
Podría hacerlo.
Levantó la cabeza y se lo quedó mirando fijamente.
—No tenemos por qué quedarnos aquí —musitó. Puede que no la hubiera oído, pero ____ estaba observando sus ojos, y cuando vio el ardor que los oscureció, supo que la había entendido.
—¿Estás segura? —Durante un segundo, su expresión cambió y un indicio de deseo asomó a sus, normalmente, imperturbables rasgos.
—Estoy segura. —Ya se derretía por dentro.
Joe le subió la mano por la espalda en una ardiente caricia, una susurrante sensación contra la seda del vestido, luego la deslizó por el brazo desnudo hasta que tomó su mano en la de él y dio un paso atrás.
—Tenemos que decirle a nuestros amigos que nos vamos —dijo con suavidad.
____ asintió con la cabeza. Sí, tenía que enfrentarse a sus amigos y a la preocupación que sentirían.
—Muy bien. —Con la mano libre, Joe le colocó de nuevo el pelo detrás de la oreja y le acarició la mandíbula con el pulgar—. Vámonos ya.


Orión observó cómo la pareja se deslizaba por la pista de baile, intentando borrar el ceño que se le había formado en la frente. No debía mostrar ningún interés en ellos. Por el momento se centraría en la mujer con la que había empezado a charlar, una morena menuda que le deslizaba los dedos por los muslos mientras él fingía interés, pero sin dejar de mirar de reojo a la pareja.
Conocía a aquel hombre, lo sabía. Jamás olvidaba una cara ni un nombre, pero en esta ocasión no podía relacionar la cara con ningún nombre. Qué extraño.
¿Cirugía plástica, quizá?, se preguntó. Tenía que ser eso. De lo contrario, hubiera reconocido de inmediato al hombre que había conducido a ____ Clay a la pista de baile.
Quiso esbozar una mueca al pensar que aquel tipo tenía la mirada de un hombre que quería hacer suya a la mujer con la que estaba.
Incluso maquillada y con aquel vestido, la joven no le atraía en absoluto. Había mejorado mucho, desde luego, pero había algo en ella que no le gustaba.
¿Qué había en aquella joven que le molestaba tanto?, se preguntó. Tenía los pómulos altos y sus ojos ligeramente rasgados poseían un extraño color azul que contrastaba a la perfección con las mechas de sus cabellos.
Sin duda, había mejorado, pero él no podía olvidar lo fea que había sido antes.
Había esperado que no le encargaran la tarea de matarla. Recordaba que ocho años antes, cuando había sido secuestrada, su rostro había aparecido en todos los periódicos. Entonces había hecho una mueca. Dos años más tarde, una vez que salió a la luz la muerte de Jansen Clay, había tenido una vaga premonición de lo que se avecinaba.
Era una pena. Su cliente debería haber sido más selectivo con sus amigos y las mujeres con las que se acostaba. Si no hubiera estado con Jansen la noche en que seleccionó a las chicas, no habría tenido que escoger a la hija de Clay.
Sin embargo, lo había hecho. Había aplastado la cara de la joven contra el suelo del avión y, delante del padre, le había levantado las faldas hasta la cintura y la había violado.
Se había sentido muy furioso, según le había dicho a Orión. A la chica le habían inyectado tanto «polvo de afrodita» que estaba seguro de que no recordaría nada. Pero al parecer, empezaba a acordarse de algunas cosas y su cliente había decidido que no podía consentirlo. No podía permitir que recordara quién la había violado.
Ésa era la causa por la que debía morir. Demonios, lo más sencillo hubiera sido meterle una bala en la cabeza; sin embargo, Orión no se resignaba a matarla de esa manera. Se enorgullecía de su trabajo, y si no la hacía desangrarse hasta morir, nadie creería que había sido obra suya.
Una lástima.
Vivía sola, y eso le facilitaba la tarea. Podría entrar en su apartamento, amordazarla y matarla en su propia casa, aunque no era su forma habitual de proceder.
Tendría que ponerla bocabajo. Definitivamente, había algo en su cara, en sus ojos, que prefería evitar. Sería una prueba muy interesante para él. Jamás había tenido que matar a una mujer que le inquietara tanto como ____ Clay.


























¡Hola chicas!
Perdón por tardar tanto en subir, como dije en el capítulo anterior, entre a la universidad y he estado ocupada con las tareas. Trataré de subir al menos dos capítulos más en este fin de semana.
Espero me comprendan.
Andreita, respondiendo a tus preguntas:
1.- Si, Joe la conocía de antes. Sabía todo lo que pasó, pero nunca había hablado con ella, hasta ahora.
2.- Si, los demás son amigos de la rayis :)
Espero haber aclarado tus dudas.
No duden en preguntar, yo les contesto a todo.
Bueno, me voy. Más tarde subo el siguiente capítulo.
Besos

Natuu♥️!!
Natuu!
Natuu!


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Mensaje por jb_fanvanu Sáb 18 Ago 2012, 1:28 am

Aggg odio q le diga fea a ____ -.- mientras q el Joseph se la quiere comer enterita :twisted:

SIGUELAAAA
jb_fanvanu
jb_fanvanu


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"Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada] - Página 2 Empty Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]

Mensaje por fernanda Sáb 18 Ago 2012, 2:33 pm

Hola!
me gusta muchísimo tu nove
aunque creo queme asusta un poco
pero me encanta :P
SÍGUELA!
fernanda
fernanda


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"Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada] - Página 2 Empty Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]

Mensaje por Natuu! Dom 19 Ago 2012, 7:06 pm

Cuatro



Su abuela siempre le había dicho que era muy testaruda, pero ____ nunca lo había creído. No obstante, cuando entró en la habitación del hotel con Joe, se dijo que quizás la anciana estuviera en lo cierto. Tal vez fuera demasiado terca.
Se había obligado a ir hasta allí, y ahora que lo había hecho, su cuerpo era un manojo de nervios. No conocía a ese hombre, no sabía nada de él.
Bueno, casi nada. Morganna, Raven y Emily le habían hablado de él. Tenía treinta y dos años, poseía una constitución atlética y medía más de uno ochenta y cinco. Sus maridos le respetaban. Estaba completamente sano, según los últimos análisis de sangre que se había hecho, y Morganna incluso había dicho que Clint creía que era un buen tipo. Que se portaba bien con los animales y los niños.
Y eso era más de lo que sabía de los maridos de sus amigas.
—¿Quieres beber algo?
____ dio un respingo al sentir que él le ponía las manos sobre los hombros para quitarle el chal.
—No, gracias —contestó finalmente, sacudiendo la cabeza. Casi nunca bebía alcohol. Tenía un extraño efecto en ella. Le hacía desear cosas, cosas que no podía comprender, cosas sobre las que sólo había leído o visto en las películas.
—____, ¿estás segura de que es esto lo que quieres? —le preguntó él entonces, rozándole el cuello con su cálido aliento al inclinar la cabeza sobre la de ella—. No es tarde para cambiar de idea. Podemos ir al bar del hotel y hablar. Luego te llevaría a casa.
La joven se puso rígida a causa de la repentina timidez que la embargó.
—Si es eso lo que quieres... —Casi temblando, se volvió para coger el chal que había dejado que le quitara con tanta facilidad. Santo Dios, ¿acaso la escasa iluminación en el club había impedido que él viera lo poco atractiva que era en realidad?
—¿Lo que yo quiero? Por supuesto que no. —La giró para poder mirarla a los ojos e hizo que colocara la mano sobre su erección, despejando cualquier duda sobre lo mucho que la deseaba.
____ clavó la mirada en su mano, asombrada de la rígida evidencia que latía contra su palma.
Se sintió llena de curiosidad. De curiosidad y de un intenso deseo que pareció surgir de su interior, haciéndola preguntarse por qué no estallaban chispas entre ellos.
—No sé cómo...
Joe puso un dedo contra sus labios, interrumpiendo las palabras.
—No hay nada que saber —le aseguró con suavidad—. Sólo seguiremos adelante si lo deseas. Si no, sólo tienes que decirlo y me detendré.
Ella se humedeció los labios con nerviosismo y observó con interés la boca de Joe. Tenía el labio inferior más lleno y sensual que el superior. Y le favorecía, le hacía parecer muy sexy.
—¿Quieres besarme? —Su voz se asemejó demasiado a una súplica. Estaba indefensa ante la tentación, ante las confusas necesidades que atravesaban su cuerpo.
—Sueño con besarte —murmuró él, colocándole la mano en torno la nuca y sujetándola con firmeza y suavidad a la vez.
La joven se permitió aceptar aquella mentira. Joe no había soñado con besarla, pero a ____ le gustaba cómo sonaba. La calmaba y a la vez la excitaba.
Observó cómo él bajaba la cabeza, sintiendo su aliento contra ella, la cálida y aterciopelada caricia de sus labios cuando rozaron los suyos.
Turbada, ____ inhaló bruscamente ante la oleada de inquietantes sensaciones que atravesaron sus labios. Parpadeó nerviosa y retrocedió de manera involuntaria, poniendo las manos en el pecho de él.
Los labios de Joe se curvaron en una amplia sonrisa ante su reacción.
—¿Volvemos a intentarlo? —susurró—. Quizá la próxima vez el placer no nos pille tan desprevenidos.
«¿Eso era placer?», se preguntó la joven.
—Me gusta que me mires así —ronroneó él con voz ronca mientras tensaba la mano con que le sostenía la nuca—. Con los ojos muy abiertos y oscurecidos por la necesidad de ser complacida. Ni siquiera imaginas cuánto deseo complacerte, ____.
¿De verdad? Oh, Santo Dios, ¿realmente aquello era placer? ¿Podría ella soportar mucho más si así fuera?
—Vamos a ir despacio —la tranquilizó—. Despacio y con calma.
«Despacio y con calma». ____ cerró los ojos, dejando que el placer venciera al miedo cuando él capturó su boca y empezó a besarla. Le lamió los labios y luego deslizó la lengua ligeramente entre ellos, jugueteando con la punta de la de ella.
Temblando, ____ abrió aún más la boca en señal de aceptación. Oh, Dios, ¿qué le estaba haciendo? Su corazón retumbaba contra sus costillas y podía percibir cómo el de él latía con violencia bajo sus manos. Un latido salvaje que resonaba en sus palmas, llenándola de asombro.
Nunca la habían besado de aquella forma. Los labios de Joe eran cálidos y dominantes, firmes. Poseían los de ella con maestría, guiándola en un baile erótico y ardiente que la hacía ponerse de puntillas para acercarse más a él, para hundirse en la boca masculina y saciar el hambre que surgía en lo más profundo de su ser.
Deslizó las manos por su torso y le rodeó el cuello con los brazos. Dejó caer la cabeza contra el brazo de Joe y se rindió a las sensaciones que fluían en su interior. Al tiempo que sus lenguas se enredaban, un líquido ardiente le atravesó las venas a toda velocidad hasta impactar en su sexo. Y, sin poder evitarlo, su clítoris empezó a palpitar con una dolorosa necesidad que la obligó a apretarse desesperadamente contra la dura protuberancia de su miembro cuando Joe la sujetó por las caderas, estrechándola con más fuerza.
____ apenas podía contener los gemidos de deseo. Toda ella era un manojo suplicante de sensaciones que no sabía cómo manejar.
Intentó tomar aliento, pero no pudo y tampoco le importó. Siguiendo su instinto, trató de alzarse un poco más, apretar los pezones contra el cálido pecho de Joe, frotar el clítoris con más fuerza contra su erección. No sabía si podría aguantar las rápidas y desconocidas sensaciones que la desgarraban ahora.
—Joe. —Apartó la cabeza unos centímetros para hablar, pero el volvió a deslizarle la mano por el cuello para inmovilizarla y sus labios poseyeron los suyos de nuevo en un beso tan voraz y desesperado como las sensuales necesidades que la atravesaban.
—Tranquila —gimió Joe contra su boca, con el enorme cuerpo tenso y más duro que nunca—. Diablos, ____. Me haces perder la cabeza.
«¿De veras?»
La joven abrió los ojos y, por un segundo, casi le creyó. Los ojos masculinos estaban llenos de lujuria y la miraban brillantes de deseo.
La deseaba. No podía fingir la erección que presionaba contra la tela de su pantalón y, desde luego, aquello no era rabia ni depravación. Era simple deseo por ella.
Vacilante, alzó las manos y las metió bajo su chaqueta para quitársela.
La sorpresa brilló en los ojos de Joe, pero dejó que la prenda cayera al suelo.
____ se humedeció lentamente los labios, deseando volver a besarlo, deseando tocarlo sin restricciones. Volvió a deslizarle las manos por el pecho hasta los botones de la camisa y desabrochó el primero antes de levantar la mirada hacia él.
—Haz lo que quieras. —La voz de Joe era áspera y ronca.
Reconfortada por sus palabras, abrió el segundo botón al tiempo que él bajaba la cabeza para recorrer con sus labios un ardiente sendero desde el hombro de la joven hasta la sensible línea del cuello.
____ se estremeció de anticipación. El roce de los dientes de Joe le produjo pequeños escalofríos en la espalda, y una centelleante sensación estalló en su vientre, haciéndola temblar tan violentamente que soltó un ahogado grito de asombro.
Debía de ser normal, ya que él no se detuvo. Ahora le estaba acariciando las caderas, deslizando la seda del vestido por su piel y haciéndola desear las caricias de sus manos.
____ siguió abriéndole los botones de la camisa con dedos temblorosos mientras arqueaba el cuello, intentando acercarse más a la boca que le daba tanto placer.
—En cuanto me quites la camisa, yo haré lo mismo con el vestido —le advirtió él, demostrando que sabía lo que quería. Había determinación y deseo en su voz.
____ quería deshacerse ya del vestido, de cualquier restricción que hubiera entre ellos. Quería saber qué se sentía al estar tan cerca de un hombre como Joe. ¿Cuánto placer podría aguantar? ¿Cuántas caricias podría tolerar allí de pie sin derretirse por el crepitante fuego que consumía su vientre?
Extendió las manos hacia la cinturilla de los pantalones de Joe para sacarle la camisa. Ahora estaba abierta del todo y mostraba un tórax sorprendentemente ancho. Un vello suave y sedoso le cubría el pecho y le bajaba en forma de flecha por el tenso estómago.
Rozó con los dedos aquella mata rizada y recorrió la línea oscura que desaparecía bajo la cinturilla de los pantalones.
«Haz lo que quieras», había dicho él.
Joe levantó la cabeza de su hombro cuando la joven buscó su mirada mientras cogía la hebilla del cinturón.
—Haz lo que quieras —volvió a susurrar él—. Esta noche soy tuyo, ____.
Esa noche, sólo esa noche. Podría tener esto, sin explicaciones, sin saber nada el uno del otro. Eso era todo lo que necesitaba. No tendría que enfrentarse a él a la mañana siguiente, podría marcharse cuando todo terminara. Jamás volvería a verlo y él nunca conocería sus vergonzosos secretos.
Tiró de la hebilla y le desabrochó el cinturón para luego seguir con el botón y la cremallera del pantalón.
No era tan difícil. Podía hacerlo.
Le abrió los pantalones con facilidad. Debajo llevaba unos boxers de algodón y la gruesa y dura erección presionaba contra la tela. Sintió el calor que emanaba de su palpitante miembro contra el dorso de los dedos y le dolió la mano por el ansia de tocarlo.
—Tu turno —gruñó Joe roncamente.
____ notó que le abría la cremallera de la espalda del vestido y se quedó quieta. Sin decir una sola palabra, observó cómo le bajaba suavemente los tirantes por los brazos para luego deslizar el vestido por su cuerpo.
La tela le rozó los pechos, y la joven hubiera jurado que lo vio tragar saliva cuando la deslizó por los erectos pezones. El tacto de la seda rozándose contra las tensas cimas la hizo jadear; un sonido que fue incapaz de reprimir.
—Quiero tocarte. —El gemido de Joe fue más áspero ahora, contenía un poder primitivo que provocó un escalofrío en la espalda de ____. Se le tensó el vientre y sintió que una humedad resbaladiza lubricaba su sexo cuando él bajó la mirada a sus pechos—. Santo Dios. Haces que me estremezca por la necesidad de tocarte.
Ella lo miró pensativa, preguntándose si estaría mintiendo, si tan sólo eran palabras vacías. Tanto su mente como su corazón dudaban, pero era su cuerpo quien dictaba las normas, y la necesidad y el deseo borraron cualquier duda cuando Joe acunó sus pechos con firmeza y delicadeza a la vez.
Se le aflojaron las rodillas y la habitación pareció dar vueltas a su alrededor. ¿Cómo iba a poder seguir de pie? Se aferró a los hombros de Joe y observó, con los ojos muy abiertos, cómo él le acariciaba los senos. Le pasó los pulgares por los tensos pezones y una oleada de calor la pilló por sorpresa, haciéndola tambalearse.
—Me dejas sin fuerzas —consiguió murmurar cuando él la sostuvo contra su cuerpo.
Los labios de Joe interrumpieron cualquier cosa que la joven fuera a añadir. Se inclinó sobre ella y la besó con una hambrienta necesidad que dejó a ____ completamente indefensa. Le rodeó el cuello con los brazos cuando él la alzó en los suyos y dejó escapar un jadeo al sentir que la dejaba sobre la cama.
—Haces que pierda el control, ____ —murmuró, colocándose sobre ella y cogiéndole de nuevo un seno para moldearlo con la palma de la mano—. Quiero saborearte por completo. Devorar cada centímetro de ti.
El cuerpo de la joven reaccionó tensándose con violencia cuando él bajo la cabeza.
____ no creía posible que algo así le estuviera sucediendo a ella. Había leído sobre ello, pero no había imaginado que fuera posible sentir aquella marea de sensaciones con tal intensidad. Joe le apretó el pecho para levantar el pezón y luego lo cubrió con la boca para succionarlo, haciendo que ____ gimiera ante el brutal estremecimiento que se apoderó de su cuerpo.
—Joe. No puedo soportarlo... —Se arqueó, meneando la cabeza. Quería que él se detuviera, y al mismo tiempo no quería que lo hiciera.
Inclementes, los labios masculinos siguieron succionando mientras violentos estremecimientos la desgarraban y, entre sus muslos, se desencadenaba una tormenta de devastador placer.
Se le saltaron las lágrimas, más aterrorizada ahora por sus reacciones que por aquel hombre.
—Shh... Tranquila —jadeó él antes de atrapar con sus labios el otro pezón. Acarició la cadera de ____ y deslizó los dedos por el muslo hasta cubrir los hinchados y resbaladizos pliegues de su sexo.
—Oh, Dios, no. —¿Qué le sucedía? Algo oscuro y primitivo crecía en el interior de ____, haciendo que impulsara las caderas contra la mano y apretara las piernas. No podía respirar. No podía entender lo que estaba sintiendo, hacia dónde se dirigía, ni la aterradora montaña rusa de sensaciones que la recorrían—. Joe, ayúdame.
—Tranquila, pequeña. Yo cuidaré de ti.
Esparció pequeños besos sobre sus senos mientras ____ alzaba las caderas, atrapando entre los muslos la mano que casi había conseguido que alcanzara el clímax. Oh, Dios, casi.
Con extremo cuidado, él curvó dos dedos para abrirse paso entre sus pliegues y tentar la entrada de su sexo. ____ cerró los ojos aterrorizada y contuvo las lágrimas. Se quedó quieta bajo su cuerpo, jadeando, esperando el dolor.
—Mírame, pequeña —murmuró Joe con suavidad, acariciándole ahora la barbilla con los labios, rozándole la boca—. Abre esos ojos tan bonitos. Prometiste mirarme, ¿recuerdas?
Ella agitó las pestañas. Lo vio, pero sólo era consciente de la firme presencia de sus dedos entre los muslos.
—Abre las piernas, ____. Relájate. Todo está bien, yo cuidaré de ti.
Movió la mano entre sus muslos, acariciándole el sensible clítoris hasta hacerla jadear.
—Así —la instó suavemente con la voz, con los ojos—. Déjame enseñarte lo hermosa que es tu pasión. Ábrete para mí, pequeña.
Conteniendo un trémulo gemido, ____ se obligó a separar los muslos.
—Un poco más, cariño. —Ella obedeció sin dejar de observar los ojos y la cara de Joe—. Mírame, pequeña —le pidió entonces, bajando la mirada hacia la mano con que le había cubierto el monte de Venus.
____ agrandó los ojos, dobló las rodillas, y alzó las caderas desesperada por sentir aquello que sabía que no le provocaría otra cosa excepto dolor.
—Tranquila —le susurró él al oído al tiempo que la penetraba con dos dedos—. Iré despacio, muy despacio.
____ sintió que se estremecía, sintió cómo sus jugos se extendía por la mano de Joe, cómo sus músculos internos temblaban palpitantes en torno a aquellos dedos mientras arqueaba la espalda y el placer la atravesaba. Placer y dolor. Una mezcla de ardiente placer y dolorosa tensión.
—Eso es —gimió él, mordisqueándole la oreja—. Toma mis dedos, ____. Sólo mis dedos.
La penetró más profundamente y ____ clavó las uñas en los hombros masculinos cuando su carne se sublevó con una oleada de alocado deseo que la desgarraba, la oprimía y la hacía desear más.
—¡Joe, tengo miedo! —Odió decirlo. Pero más que reconocer su temor, le avergonzaban las lágrimas que se deslizaron por sus mejillas y que él secó con los labios.
—Shhh. Todo saldrá bien, ____. —Detuvo los dedos en su interior—. No sentirás ningún dolor, ni miedo.
«Ningún dolor, ni miedo». Eso tenía sentido con un hombre como él. La joven inspiró temblorosamente y apretó en su interior los dedos invasores.
No había dolor, ni miedo.
—Ahora. —Giró la cabeza buscando los ojos masculinos—. Tómame ahora.
____ no podía esperar. Una extraña mezcla de miedo e intenso placer la atenazaban. Su cuerpo exigía satisfacción al tiempo que los terribles recuerdos de una noche lejana irrumpían en su cabeza.
Sostuvo la mirada de Joe, luchando por mantener alejado el pasado. Los ojos de él se clavaron en los suyos, calmándola.
—Aún no estás preparada —susurró—. Necesitas un poco más de tiempo.
—Ahora. —____ sacudió la cabeza cuando Joe se movió, trazando un sendero de besos sobre sus pechos—. No puedo soportarlo.
Tenía miedo de esperar. Demasiadas sensaciones se acumulaban en su interior; se sentía atrapada entre el pasado y el presente mientras su mente trataba de lidiar con la rugiente lujuria que la inundaba.
—Sólo unos minutos más, pequeña —jadeó él— Pronto…
Consciente de la trabajosa respiración de la joven, Joe deslizó los labios por el valle que formaban sus senos, por su vientre, las caderas. Le separó más los muslos con los hombros mientras ahondaba aún más la penetración de sus dedos, hasta que ella no pudo contener un grito de placer que la hizo tensarse como un arco.
—Voy a adorar esta parte de ti —musitó él contra su clítoris—. Quiero conocer tu sabor, ____.
Acomodó la cabeza entre sus muslos, cubrió su clítoris con los labios sin dejar de mover los dedos, y luego los hundió por completo, llenándola y provocándole una oleada de sensaciones que la aterrorizó. ____ intentaba liberarse y, al momento siguiente, trataba de acercarse más. Clavó los talones en el colchón y arqueó las caderas en respuesta a la provocación de la lengua de Joe, sintiendo cómo su mente perdía la batalla contra su cuerpo. Presa del placer, salió al encuentro de sus dedos, de su boca, temblando y estremeciéndose ante las intensas sensaciones mientras luchaba por respirar.
Lo necesitaba. Necesitaba aquello con desesperación. La necesidad que la desgarraba le cubría la piel de sudor, haciéndola tensar los músculos en busca del alivio. Eso tenía que ser deseo.
—Más fuerte... Más rápido. —Las palabras salieron de sus labios mientras enredaba los dedos en su pelo. Se sentía como una criatura sedienta de sexo, que vivía sólo para eso.
Joe movió los dedos hábilmente, follándola con duros y profundos envites al tiempo que le succionaba el clítoris, lamiéndoselo con la lengua, rozándolo hasta que ella se quedó inmóvil bajo la oleada de sensaciones que la inundó de repente. Agrandó los ojos y se le agarrotaron todos los músculos. Cuando por fin estalló, no fue tan malo. Sintió un pequeño estremecimiento de placer en vez de una horrible y cegadora pérdida del conocimiento.
—Ah, ____. —Joe apoyó la cabeza en su tenso vientre. Su voz reflejaba un sombrío pesar y su mirada estaba tan llena de ternura que a ____ se le llenaron los ojos de lágrimas.
—¿Qué me pasa? —susurró ella, moviendo levemente las caderas con la necesidad todavía consumiéndole el vientre—. Haz algo, por favor, haz algo.
Joe se puso de rodillas y retiró los dedos del cuerpo de ____ a pesar de que ella intentaba retenerle en su interior.
Sólo entonces vio la joven el condón que él se había puesto. Joe se acarició el duro y grueso miembro y extendió los jugos femeninos sobre el látex antes de sujetarse la erección por la base y dirigirla hacia ella.
—¿Estás segura? —inquirió con suavidad mientras le abría aún más los muslos—. ¿Estás segura, pequeña?
____ observó asombrada el palpitante glande mientras Joe se posicionaba entre sus piernas para tomarla.
—Tranquila —le dijo él de nuevo.
Despacio, con cuidado, la ancha punta de su erección abrió los húmedos pliegues de su sexo al tiempo que ella se lamía los labios e intentaba acercarse más. Con una mano sujetando la cadera de la joven, Joe presionó el glande contra la estrecha abertura de su cuerpo, dilatándola, y comenzó a penetrarla. Los muslos de ____ se separaron todavía más cuando él se inclinó sobre ella, apoyándose sobre un brazo. Joe movió entonces las caderas, introduciendo su polla lentamente en su interior hasta que la joven pensó que estallaría en llamas por el lento y firme empalamiento.
Era demasiado... Y no era suficiente. La lujuria se apoderó de su cuerpo hasta que no pudo evitar suplicarle, arquearse y retorcer las caderas contra las de él, tomándole y llevándole más adentro mientras intentaba contener las lágrimas.
Su mente, aterrada, luchaba contra su cuerpo anhelante. Deseaba a Joe, lo necesitaba, pero el oscuro vacío que parecía adueñarse de ella era demasiado aterrador, lleno de recuerdos que no podía soportar.
Joe gimió su nombre y tomó uno de sus pezones en los labios.
—Déjate llevar, pequeña. —Su voz era ronca, quebrada por el placer—. Te juro que yo te sostendré.
A ____ le palpitaban las sienes. No comprendía lo que él quería, y mucho menos las sensaciones que experimentaba su propio cuerpo.
—¡Déjate llevar, ____! —La voz de Joe sonó imperiosa mientras embestía con las caderas y la penetraba con su miembro más profundamente, acariciándola con las manos, con la piel, con su boca, con todo su cuerpo.
El vacío y la oscuridad lidiaban una cruenta batalla contra el placer en el interior de ____. Le clavó las uñas en los hombros y hundió la cabeza en las mantas tratando de luchar contra la perturbadora tormenta de sensaciones que la atenazaban, oponiéndose con todas sus fuerzas a ellas. Gritó una y otra vez, negándose a dejarse llevar, y cuando estalló de nuevo, no fue tan malo. Se contuvo lo suficiente para no sentir más que una pequeña oleada de placer que la atravesó a toda velocidad, haciendo que se estremeciera de pies a cabeza. Cuando se quedó quieta, él soltó un rudo y ronco gemido, y tembló violentamente antes de quedarse inmóvil.
La respiración de Joe era pesada y jadeante. Su polla latía en el interior de ____ con tanta fuerza, que la joven la sentía como un hierro al rojo. Pero no se había corrido. Él había querido correrse, lo había necesitado, pero no lo había hecho.
—Lo siento, pequeña —susurró Joe con voz apesadumbrada, apoyando la frente en su hombro—. Lo siento tanto.
____ parpadeó cuando él salió de su interior, y sintió cómo otra dura y renovada oleada de necesidad tomaba el mando de su cuerpo. Moviéndose con una agilidad impropia de un hombre de su tamaño, Joe se levantó de la cama antes de que ella pudiera retenerlo para satisfacer el nuevo latido de deseo. Se pasó las manos por el pelo con expresión tensa y el miembro todavía erecto, y la miró con ojos llenos de pesar.
No se había corrido.
Ese pensamiento la atravesó como si fuera un cuchillo mellado. De alguna manera, ella había fallado. Él no se había corrido. No había alcanzado el orgasmo.
____ tragó saliva y le devolvió la mirada.
—No te muevas de aquí —le advirtió Joe, señalándola con el dedo para recalcar su orden—. Volveré enseguida.
Tras decir aquello, se dirigió al cuarto de baño con paso firme a pesar de su erección.
En cuanto la puerta se cerró tras él, ____ saltó de la cama tan sigilosamente como pudo. Le llevó sólo un instante ponerse el vestido y colocarse el chal en los hombros. Cogió el bolso y los zapatos, y escapó.
Estaba terriblemente avergonzada. Sentía una angustiosa presión en el pecho y temblaba cuando se dirigió a las escaleras en vez de esperar al ascensor. Bajó los escalones de dos en dos, conteniendo los sollozos, luchando contra la sensibilidad de su cuerpo y los gritos que le inundaban la mente.
Había fallado. La había llevado a la cama por piedad. Aquel enorme y rudo SEAL había sentido lástima por ella. Había notado sus temores e intentado hacerlos desaparecer, pero no había logrado correrse. Había sido un condenado acto de piedad. Estaba segura de ello, y no podía soportarlo.
Tras hacerle señas a un taxi y darle la dirección de su apartamento al conductor, se acurrucó en el asiento y dio gracias a Dios por no tener que volver a encontrarse con Joe nunca más.
Él debería haber hecho lo mismo que el amigo de su padre: ponerla bocabajo para no ver su cara.
Se le escapó una lágrima. Los recuerdos acudieron a su mente en tropel, y oyó aquel brutal susurro en el oído:
«Qué zorra más fea. Jamás me correría si tuviera que verle la cara.»
Se cubrió la boca con la mano y contuvo los sollozos mientras miraba fijamente las calles iluminadas de la ciudad.
Horas antes había creído que podría sobrevivir a una sola noche de placer.
Se había equivocado.


























¡Hola chicas! Y ¡Bienvenida Fernanda! ¿Por qué te asusta? jaja
Bueno, aquí les dejo un capítulo más como había dicho antes.
Gracias por sus comentarios.
Besos

Natuu!!
Natuu!
Natuu!


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Mensaje por jb_fanvanu Dom 19 Ago 2012, 11:33 pm

Ayy noo pobre ___ :( Joe porq mierda no te corriste ?? :@ Encima piensa q no lo va a ver mas y no sabe q él va a cuidar de ella O___O

SIGUELAAA
jb_fanvanu
jb_fanvanu


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Mensaje por andreita Lun 20 Ago 2012, 7:57 am

ay no pobre rayis :/ y joesph jum :/
dale quiero mas capis

gracais por resolver mis dudas :)
andreita
andreita


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Mensaje por andreita Lun 20 Ago 2012, 7:58 am

capss
andreita
andreita


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Mensaje por Julieta♥ Lun 20 Ago 2012, 12:07 pm

pobre rayis q trauma tan terrible
q le paso a joe??!!
siguela por favor!!!!!
Julieta♥
Julieta♥


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Mensaje por andreita Miér 22 Ago 2012, 7:41 am

dondee stas=?
andreita
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Mensaje por jb_fanvanu Jue 23 Ago 2012, 11:48 pm

siguelaaaa
jb_fanvanu
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Mensaje por andreita Vie 24 Ago 2012, 8:23 am

ola?
andreita
andreita


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Mensaje por Julieta♥ Vie 24 Ago 2012, 5:27 pm

donde andas!!!!
aparece por favor!!!!
Julieta♥
Julieta♥


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Mensaje por Natuu! Sáb 25 Ago 2012, 1:42 am

¡Hola chicas!

Perdón por desaparecerme así. He estado muy ocupada con la universidad. Lo siento. Aprovechare el fin de semana para subirles varios capítulos, quizás haga maratón :D
Pero eso tendra que ser más tarde, porque aquí ya es tarde y muero de sueño.
Gracias por todos sus comentarios y por seguir aquí.
Besos

Natuu♥️!!
Natuu!
Natuu!


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Mensaje por Natuu! Sáb 25 Ago 2012, 4:18 pm

Cinco



A la mañana siguiente

Joe estaba de un humor de perros cuando llegó al edificio federal y se abrió paso en dirección a la sala que habían dispuesto para las reuniones del equipo.
Recorrió con paso airado el estrecho pasillo subterráneo hasta la puerta correcta, llamó y esperó a que le abrieran. Al entrar en la habitación vio a través del espejo de doble cara la sala de al lado. Furioso, cerró los puños con fuerza al ver que ____ permanecía sentada en silencio junto con su abuela y su abogado.
El abogado levantó la vista y miró con el ceño fruncido el espejo que ocultaba la estancia donde se encontraba Joe, como si supiera que los estaban observando.
Todos los miembros de su equipo, así como Clint, Reno, Kell, Ian y Kira, dirigieron a Joe una extraña mirada antes de volver la atención hacia la ventana que daba a la sala de interrogatorios.
—Acabamos de tener acceso a unos informes médicos que desconocíamos. —Jordan, el comandante del grupo, le puso un dossier en la mano—. ¿Puedes creer que esa vieja obligó al médico que supervisaba a ____ a que le ocultara todo? Ella no tiene ni idea de qué efectos tiene el «polvo de afrodita» a largo plazo.
Joe abrió el dossier, empezó a leerlo y sintió que la rabia hervía en su interior.
—¿Aún no lo sabe? —preguntó mientras evaluaba mentalmente los informes de las pruebas que ____ tenía que hacerse mensualmente. La presencia de la droga en su organismo no había disminuido, tal y como Joe había comprobado la noche anterior.
Sin embargo, saberlo no aliviaba la frustración que sentía. El «polvo de afrodita» provocaba una reacción casi violenta durante el coito, en especial en las mujeres. La explosiva y terrorífica mezcla de sensaciones impedía a menudo el orgasmo y, en caso de que éste se produjera, era tan fuerte que sólo conseguía aumentar el deseo sexual.
Por eso ____ no había respondido. Se había contenido. Y Joe sabía que los juguetes de su mesilla de noche tampoco la ayudaban. La noche anterior, entre sus brazos, la joven había luchado con tanto ahínco contra el clímax que si había alcanzado el orgasmo no había sido más que una pobre sombra de lo que podría haber sido.
«Maldita sea.»
«Maldito Fuentes y maldita droga.»
—Según le ha contado el médico a Nik, Abigail Clay le amenazó con arruinar su carrera si informaba a ____ sobre los efectos de la droga. En su opinión, su nieta ya estaba demasiado aterrada por lo que había pasado y no quería empeorar la situación.
En el fondo, Joe casi estaba de acuerdo con ella.
—¿Quién hablará primero con ellos? —inquirió.
Sabía que no podían postergar más aquello. Habían puesto precio a la cabeza de ____ y se rumoreaba que el asesino que había aceptado el encargo era el mismo que Joe llevaba buscando desde hacía seis años. El mismo hombre que había matado a su madre y causado de forma indirecta el fallecimiento de su padre, estaba esperando la oportunidad de acabar cruelmente con la vida de ____.
Al parecer, también estaba relacionado con el secuestro que tuvo lugar años atrás. Y no era el único. El Gobierno de los Estados Unidos había sabido que había más hombres involucrados, en especial un médico que había intentado reproducir inútilmente la fórmula del «polvo de afrodita».
Pero, ¿por qué atacar a ____ ahora? La única respuesta estaba en los informes que sostenía en las manos. Alguien había encontrado la manera de acceder a los archivos médicos y psicológicos de la joven, y sabía que durante los últimos meses la joven había comenzado a tener destellos de memoria. Voces, caras oscuras. ____ empezaba a recordar detalles, algo más que la versión nebulosa y distante de lo que le había ocurrido durante su secuestro y la estancia en la clínica privada.
—Yo entraré primero con el fiscal —contestó finalmente Jordan—. Necesitamos que ____ firme los papeles. Si no es así, los burócratas se olvidarán de ella y nos sacarán del caso. Recemos para que ella atienda a razones.
Oh, ella atendería a razones de una u otra manera, se prometió Joe a sí mismo.
Dejó el dossier a un lado y centró la atención en la joven. No se había maquillado. Se había retirado el pelo de la cara y se lo había atado en la nuca. Sus profundas ojeras evidenciaban que no había dormido y tenía los labios apretados. Un rubor le teñía las mejillas, un remanente de lujuria, aunque probablemente estaba provocado por el «polvo de afrodita», más que por lo sucedido la noche anterior.
Dios santo, si hubiera tenido acceso antes a aquellos informes, hubiera sabido qué demonios le pasaba. Pero, lamentablemente, se había limitado a confiar en el dossier censurado por Abigail Clay.
Aquella mujer era condenadamente protectora con ____. La anciana casi se había derrumbado al enterarse de lo que su hijo le había hecho a su nieta. Joe sabía por el informe previo que, después de rescatar a ____ de la clínica, el equipo de Durango se puso en contacto con Abigail. Cuando ésta llegó al hospital y descubrió la verdad de lo ocurrido, estalló en cólera y atacó a Clint. No porque hubieran matado a su hijo, sino porque no le habían dado la oportunidad de estrangularle con sus propias manos.
Desde entonces, había vigilado a su nieta como un halcón, a pesar de las protestas de la joven.
De pronto, Nik abrió la puerta y asomó la cabeza.
—El fiscal ya está aquí, Jordan —dijo. El pelo rubio claro le caía sobre la frente y sus gélidos ojos azules brillaban en la oscuridad.
Jordan asintió con la cabeza, cogió los dossieres y salió de la estancia.
Joe centró su atención en la otra sala.
____ estaba sentada justo enfrente del espejo, por lo que Joe tenía una buena vista de ella. Aquellas malditas ropas anchas que vestía lo enfurecían. Llevaba una camisa blanca por encima de los pantalones sueltos y calzaba unos zapatos planos. Maldita sea, se estaba escondiendo. Pero no podía estar más equivocada si pensaba que vistiéndose como una indigente iba a aplacar su deseo.
Inspiró lenta y profundamente, y observó cómo Jordan y el fiscal entraban en la sala.
—Señor Landowne. Señoras. —El letrado los saludó con la cabeza mientras tomaba asiento en la cabecera de la mesa.
Jordan se sentó en el otro extremo y permaneció en silencio.
—¿Qué significa todo esto, Carl? —preguntó el abogado de ____ al fiscal lanzándole una mirada airada—. ¿Desde cuándo no me tuteas?
—Lo siento, Marion. —El letrado hizo una mueca—. Éste es un asunto oficial; tenemos información que afecta a tu cliente y una propuesta que hacerle. No estaba seguro de si querrías mantener esta conversación en un tono distendido dadas las circunstancias.
Carl Stephens sostuvo la mirada del abogado con serenidad. Un grueso mechón de pelo castaño y canoso le caía sobre la cara y tenía una mirada sombría en sus ojos castaños.
—¿Qué está pasando aquí? —Abigail Clay se inclinó hacia adelante, con su conocido temperamento fogoso chispeando en sus ojos azul claro—. Carl, te conozco desde que usabas pañales. Y antes de que mi hijo destrozara la relación, eras amigo de la familia. No estoy de humor para aguantar tus frases hechas.
—Abuela —intervino ____—. Me prometiste que te comportarías.
La joven parecía serena. Estaba sentada con los brazos cruzados encima de la mesa y su rostro reflejaba tranquilidad, pero Joe podía leer el miedo en sus ojos.
Abigail Clay hizo una mueca. Sus manos temblaron y apretó los labios mientras se reclinaba en su asiento y dirigía una mirada enfurecida al fiscal.
—Gracias, señorita Clay. —dijo el letrado en dirección a ____. Luego, centró su atención en Abigail—. Antes de que comencemos, debe saber que voy a informar a la señorita Clay de los verdaderos resultados de las pruebas que el médico le ha estado haciendo cada mes.
____ observó al fiscal asombrada, inconsciente de la repentina palidez de su abuela.
Joe se tensó, y tuvo que obligarse a permanecer en su silla mientras Carl Stephens explicaba a la joven qué clase de pruebas le habían realizado todos los meses. Cuando le informó de que el «polvo de afrodita» todavía seguía presente en su organismo y lo que eso suponía, la cara de ____ ardió y sus ojos se llenaron de temor.
El israelí podía ver claramente que ____ se sentía avergonzada por el hecho de que todos supieran que la droga multiplicaba su deseo sexual por diez, que sus orgasmos podían llegar a ser explosivos o que sus necesidades sexuales eran más dolorosas que en otras personas. Si antes de la explicación ____ había estado pálida, cuando el fiscal terminó de hablar estaba blanca como el papel.
—¿Qué razón hay para esto? —gritó Abigail Clay furiosa mientras empujaba la silla hacia atrás y se ponía en pie—. Sólo tienes que mirarla para entender por qué no dejaba que su médico le hablara de ello. Estaba mejor sin saberlo.
Vestida con unos pantalones de color café y una blusa color crema, la anciana dio unos pocos pasos por la sala antes de detenerse y pasarse la mano por el elegante y corto pelo.
—Ya basta, abuela —le conminó ____ con suavidad—. No deberías haberme mentido.
—Fue por tu...
—Como vuelvas a decir que fue por mi bien, me iré de Atlanta — le advirtió. Joe vio la determinación en la mirada de la joven, así como el dolor—. No soy una niña a la que tengas que proteger. Créeme, tus mentiras no me hacen ningún favor.
Abigail se cubrió la boca con una mano y bajó la vista.
—Señor Stephens, todo esto es muy interesante —siguió entonces ____ con una voz áspera y ronca que Joe sabía era provocada por las lágrimas contenidas—. Pero estoy segura de que no nos han traído aquí sólo por los informes del médico.
Carl Stephens se inclinó hacia delante con mirada sombría.
—Sus informes psicológicos son muy objetivos y nos han sido enviados puntualmente. Durante los últimos meses se nos ha informado de que sus recuerdos son cada vez más claros y que comienza a acordarse de frases, que el hombre que acompañaba a su padre en sus visitas a la clínica mencionó que pagaría una enorme cantidad de dinero si lograban reproducir la fórmula de la droga.
Joe observó cómo ella asentía con rigidez.
—Ignoraba que también supervisaran eso —dijo ella débilmente.
—Señorita Clay, cualquier cosa que recuerde de esa noche o del tiempo que pasó encerrada, es importante para nosotros. Como sabe, esa droga es muy peligrosa. Es imperativo mantenerla fuera de las calles.
Ella asintió bruscamente.
—Todo lo que dicen los informes es cierto, pero no he recordado nada más desde entonces. Así que, ¿por qué razón estamos aquí?
Joe fue capaz de vislumbrar un destello en los ojos de ____ y supo que estaba mintiendo. Había recordado algo más. Quizá la noche anterior. ¿Era por eso por lo que había huido?
Carl bajó la vista durante un largo segundo antes de volver a levantar la mirada hacia ella.
—Sabemos que alguien, además de nosotros, ha tenido acceso a sus informes —le explicó en voz baja—. Señorita Clay, han puesto precio a su vida. Dos millones de dólares. —____ se quedó paralizada mientras la sala retumbaba con el grito que lanzó Abigail—. Hemos averiguado que han contratado a un asesino conocido como Orión para matarla. Es una de las personas más buscadas por el Gobierno de los Estados Unidos, y ésta es la primera vez que sabemos que va a actuar antes de que lo haga. Queremos atraparle y necesitamos que nos ayude a hacerlo.
Al ver que ____ se tambaleaba en la silla, muerta de miedo, Joe se levantó de un salto y se encaminó a la salida. «Condenado Stephens. Condenados todos».
No llamó a la puerta de la sala donde se celebraba la reunión; abrió de golpe y entró, acercándose con rapidez a ____, envolviéndola entre sus brazos cuando ella se puso temblorosamente en pie.
La estrechó contra su pecho, dirigiéndole a Stephens una mirada gélida mientras ella se aferraba con desesperación a él y soltaba un gemido ahogado.
—Maldito hijo de perra —le espetó furioso—. Podrías habérselo dicho con más suavidad.
—¿Quién diablos eres tú? —Abigail se acercó a su nieta como una tigresa protegiendo a su cachorro—. Suéltala. Yo cuidaré de ella, al igual que lo hice cuando la dejasteis en mi puerta como si no os importara nada. —Su rostro estaba lleno de lágrimas—. ¡Bastardos!
____ se moría por dentro.
No podía llorar. Se sentía completamente bloqueada. Quería esconderse. Quería encontrar un agujero y hundirse en él, quería gritar de agonía. Quería respuestas.
¿Por qué? ¿Por qué ella?
Primero su padre se había limitado a ver cómo la violaban sin hacer nada. Y luego, en la clínica, había ayudado a sujetarla mientras le inyectaban una droga que la había hecho retorcerse de dolor. La había considerado indigna incluso de venderla al mejor postor. ¿Podía haber algo más horrible que eso? Y ahora, cuando pensaba que podría encauzar su vida, le ocurría esto.
Se rió. No podía creer que estuviera haciéndolo y, evidentemente, los demás tampoco, porque la estancia se quedó en silencio.
Levantó la cabeza del hombro de Joe y se apartó de él. Santo Dios, no quería que la tocara, no quería su piedad.
Se volvió hacia el fiscal y lanzó una seca carcajada.
—¿Dos millones de dólares? —le espetó con voz quebrada—. Mi padre no me consideraba digna de que nadie se acostase conmigo, el gobierno no quiso saber nada de mí mientras estuve internada durante dos años, ¿y ahora alguien piensa que mi vida vale dos millones de dólares?
Un asfixiante dolor le oprimió el pecho al ver compasión en los ojos de los presentes. Lástima. Sentían lástima por ella.
—____. Ya basta. —Joe puso las manos en sus hombros, agarrándola con firmeza y haciéndola sentir su calidez.
Ella anhelaba fundirse en él y absorber esa ternura. Quiso rogarle que la protegiera, que ahuyentara sus demonios, que hiciera desaparecer el dolor, que la tranquilizara. Quería implorárselo, pero no pudo.
—Señorita Clay, entiendo su actitud... —comenzó el fiscal.
—¿De veras, señor Stephens? —le cortó con brusquedad—. ¿Comprende alguna maldita cosa en este momento? —Paseó la mirada por la sala y centró su atención en su abuela; la misma abuela que le había ocultado los informes médicos, que le había negado una información vital.
—¿Por qué me mentiste? —susurró—. ¿Por qué no me dijiste la verdad?
—____, parecía que finalmente empezabas a recuperarte —sollozó Abigail suavemente—. No podía decírtelo. Ese médico tiene que estar equivocado, ya han pasado muchos años.
—Tenía derecho a saberlo. —Cerró los puños con fuerza—. Dios mío, ¿piensas que soy estúpida? ¿Acaso creías que no me había dado cuenta de que me ocurría algo que no era normal? ¿Tienes idea de cómo me sentía, abuela?
Por supuesto que no la tenía. Nadie le había preguntado, nadie había querido escuchar, así que ella tampoco había querido hablar.
—Y tú, ¿qué demonios estás haciendo aquí? —Se volvió hacia Joe evitando su mirada, porque le aterrorizaba ver la piedad reflejada en sus ojos.
—Señorita Clay —intervino el fiscal—, el señor Jonas fue SEAL, trabajó con el equipo de Durango en Oriente Medio y ahora es un agente privado que colabora con el Departamento de Justicia. Él y su Unidad son quienes se encargarán de mantenerla a salvo.
____ iba a vomitar. Miró el espejo de doble cara, preguntándose quién la estaría observando desde allí.
—Lo sabían —murmuró con los labios entumecidos al tiempo que giraba la cabeza hacia Joe—. Anoche todo el mundo sabía quién eras.
—Así es —afirmó él con tono firme, tranquilo.
Le habían mentido. Morganna y Clint, Ian y Kira, Kell y Reno, Emily y Raven. Todos le habían mentido.
—¿De qué te conocen mis «amigos»? —le preguntó entonces, intentando averiguar hasta dónde llegaban las mentiras.
—He trabajado varias veces con ellos —le explicó—. Los conozco desde hace años. Cuando el Departamento de Justicia se puso en contacto con mi equipo para que nos encargáramos de tu protección, decidimos que ellos eran la mejor forma de llegar a ti.
—Ya no trabajan para la Marina. —Lo sabía. Morganna y Raven habían dado una fiesta por todo lo alto cuando sus maridos habían abandonado el ejército.
—No, ya no lo hacen. Ahora trabajan por su cuenta, igual que mi equipo.
Trabajaban por su cuenta. Por eso desaparecían tantas veces, porque tenían una agencia privada. Al igual que Joe, eran unos mentirosos. Ahora entendía por qué Clint le había recriminado que siguiera escondiéndose en su apartamento. Había sido tan duro con ella que al final había conseguido que fuera al club con ellos para conocer a su buen amigo Joe.
—Perfecto. —Se rió otra vez, un sonido hueco que desgarró su pecho—. Sí, es perfecto. ¿Está Clint ahí detrás? —Señaló el espejo con la mano—. ¿Está Morganna con él? ¿Crees que se hacen una idea de lo mucho que me ha gustado saber que he sido utilizada? —le preguntó a gritos.
Se estaba desmoronando. Sentía que algo se rompía en su interior y no podía hacer nada por evitarlo.
Dándole la espalda a Joe, se enfrentó al fiscal. No la conocía, no sabía nada de la estupidez que había cometido la noche anterior.
—Dígame, señor Stephens. —Le resultaba casi imposible respirar. Tenía la impresión de que de un momento a otro se le doblarían las rodillas. Odiaba la piedad que reflejaban los ojos del letrado—. ¿Qué necesitan de mí exactamente los poderosos Estados Unidos? ¿Que me pinte una diana en el pecho? ¿Que ponga un anuncio en el periódico?
—No, señorita Clay —dijo el fiscal en voz baja, apoyando las manos en la mesa—. Queremos que trabaje para nosotros y que colabore con el señor Jonas. Queremos que permita que nuestro agente se quede en su casa, que finja ser su amante. Que el equipo la vigile, la proteja. Cuando Orión ataque, estaremos allí para atraparle.
____ se humedeció los labios e intentó contener las náuseas que le revolvían el estómago. Quizá debería haber desayunado después de todo; al menos habría tenido algo que vomitar.
—¿Cómo van a protegerme de una bala? —Sacudió la cabeza con desdén—. No soy estúpida, señor Stephens. Es imposible impedir que me disparen.
En el rostro del fiscal pudo verse un atisbo de pesar antes de desviar la mirada hacia el agente israelí.
—____, es mejor que te sientes. —Joe volvió a colocarle las manos en los hombros. Esa vez, cuando ella intentó zafarse, sus dedos se lo impidieron. Un segundo después hizo que se girara hacia él y la sujetó con fuerza cuando la joven le golpeó en el pecho.
—Deja de luchar contra mí —masculló en un tono que sólo ella pudo oír—. Deberías sentarte. Si quieres saberlo todo, siéntate y escucha.
El tono rudo de la voz masculina derritió el hielo que se había formado en el vientre de ____. Tuvo que tragar saliva, tuvo que hacer acopio de todas sus fuerzas para apartarse de él y tomar asiento de nuevo. Pero lo logró.
Lo fulminó con la mirada cuando él se sentó a su lado. Respiró hondo para tratar de recomponerse y, volviéndose hacia el fiscal, esbozó una sonrisa forzada.
—¿Así que no usa balas?
Stephens tomó asiento y negó con la cabeza.
—En efecto, no las usa.
—Adelante, dígame toda la verdad de una vez —le exigió—. No finja preocuparse por mis sentimientos a estas alturas.
El fiscal ensanchó las fosas nasales, pero no por ello la compasión abandonó sus ojos.
—Encuentra la manera de sedar a sus víctimas y secuestrarlas. Como ya le he dicho, ésta es la primera vez que sabemos quién será su próximo objetivo. Nuestro deber, señorita Clay, es impedir que vuelva a matar. Y, con un poco de suerte, averiguar quién lo contrató y qué es lo que no quieren que recuerde.
—¿Cómo mata a sus víctimas?
Stephens bajó la vista a la mesa durante un largo momento antes de volver a levantar la mirada hacia ella.
—Lo hace de dos maneras. Si su víctima es un hombre, se muestra bastante compasivo y sólo le corta el cuello. Con las mujeres, por el contrario, no se porta tan bien. Las ata con las piernas alzadas y los brazos colgando; luego les corta las venas de las muñecas y observa cómo se desangran.
____ parpadeó. Sintió que se le nublaba la vista y se obligó a apoyar la cabeza sobre los brazos cruzados en la mesa. Cerró los ojos y contuvo la necesidad de desmayarse. Dios santo, iba a desmayarse.
—____. —Joe posó la mano en su espalda, un cálido y reconfortante peso que le provocaba punzadas de dolorosa necesidad—. Podemos protegerte. Como ha dicho Carl, es la primera vez que sabemos que va a actuar. Podemos protegerte.
La joven levantó la cabeza, hizo un gesto de negación y clavó los ojos en su abuela. Abigail estaba mortalmente pálida, tenía la cara manchada de lágrimas y una expresión atormentada deformaba sus rasgos.
Con miedo a ser rechazada, la anciana estiró la mano hacia su nieta. Temblorosa, conteniendo el terror que crecía en su interior, ____ tomó la frágil mano de su abuela en la suya.
—No sabes cuánto lo siento, cariño —sollozó Abigail, sin contener ahora las lágrimas. Su voz se había vuelto ronca a causa de la pena y la rabia—. Lamento haber dado a luz a ese monstruo. Que Dios me perdone, ____. No sabes cuánto lo siento.
La anciana bajó la cabeza y sollozó en silencio mientras su abogado se levantaba y se acercaba para consolarla. ____ sólo pudo observarla con impotencia. Pobre abuela. ¿Qué cantidad de dolor era capaz de soportar un ser humano? Abigail había tenido que enfrentarse a las atrocidades de su hijo, y ahora tenía que asimilar la posible muerte de su nieta.
____ respiró hondo de nuevo y, sintiendo que una extraña y oscura sensación de tranquilidad se apoderaba de ella, se volvió hacia el fiscal.
—Quiero a otro agente —dijo con voz firme—. No puedo trabajar con el que han designado.
No podía enfrentarse a él, no podría disimular. No después de lo que había ocurrido la noche anterior. La humillación la quemaba por dentro y amenazaba con hacer desaparecer el poco autocontrol que le quedaba.
—Olvídalo —rugió Joe atravesándola con la mirada. El músculo que le palpitaba en la mejilla era una clara evidencia de su cólera.
—¿Por qué? —susurró ____—. No me hagas esto, Joe. Acabarás conmigo. ¿Cuánto más tendré que soportar? ¿Cómo voy enfrentarme a ti todos los días y fingir que soy tu amante, cuando los dos sabemos la verdad?
—Será mejor que no discutamos esto aquí. —Inclinó la cabeza en su dirección y esbozó una mueca—. Ningún otro agente ocupará mi lugar. Ni siquiera lo pienses. Si quieres vivir, entonces maldita sea, aceptarás a tu lado al hombre que puede mantenerte con vida.
—¿Por qué? —La humillación que sentía era tan ardiente y profunda como aquel deseo del que no podía librarse. No había alcanzado el orgasmo con ella y ahora Joe quería hacer ¿qué? ¿Enfrentarse a su fracaso? ¿Obligarla a aceptarlo?
—Acepta el trato —le ordenó furioso—. Acéptalo y acéptame a mí. Si tengo que obligarte a firmarlo, lo haré. Sostendré la pluma entre tus dedos hasta que lo hagas. ¿Lo has comprendido?
—No me des órdenes —le espetó airada—. No puedes obligarme a hacer nada.
—No estés tan segura. —Nariz contra nariz, fulminándose con la mirada, la furia que flotaba entre ellos provocaba que el vientre de ____ se contrajera anhelante, que se le endurecieran los pezones.
—¡Te odio! —Quería golpearlo. Quería borrar la arrogancia de su rostro de un puñetazo.
—Ódiame todo lo que quieras. —La sonrisa de Joe era tensa, confiada—. Pero al menos seguirás con vida. De lo contrario, te calentaré tanto el trasero que no podrás sentarte en una semana.
La joven abrió mucho los ojos, llena de indignación.
—¡No te atreverás!
—Oh, créeme, ____. Me atreveré a eso y a mucho más.
























¡Hola chicas!
Aquí les dejo un capítulo.
Más tarde subo otros :D

Natuu♥️!!
Natuu!
Natuu!


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Mensaje por Julieta♥ Sáb 25 Ago 2012, 5:55 pm

pobre rayis!!!!! estoy indignada por ella jummm
y joe que se trae con ella ehh??..siguela
quiero mas capssss
stuviste desaparecida muchisisisiismo tiempo
necesito mas capssssssss
Julieta♥
Julieta♥


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"Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada] - Página 2 Empty Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]

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