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"Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
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Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
Veinte
Era casi mediodía cuando Joe recibió una llamada de Jordan para que se reuniera con el equipo en el otro apartamento mientras Emily Krieger, Morganna McIntyre y Kira Richards se encargaban de la vigilancia de ____.
La joven observó a sus amigas entrar en la habitación y cerrar la puerta.
—Es demasiado temprano para tomar vino. —____ se encogió de hombros con despreocupación y se dirigió al escritorio—. Pero hay café.
Se volvió hacia las tres mujeres y le temblaron los labios al ver las lágrimas de Emily.
Maldición, quería a Emily como si fuera una hermana. Habían sido secuestradas la misma noche, y aunque a Emily no la habían violado, ____ sabía que había profundas cicatrices en el alma de su amiga desde esa noche.
—No quiero que llores. —____ sintió que le resbalaba una lágrima por la mejilla y se apresuró a secársela—. Tienes que dejar de llorar por mí, Emily.
____ quería que todo aquello terminara. Necesitaba que aquellas mujeres pensaran que todo había acabado. Cuando finalizara la misión y Joe se fuera, quería estar sola. Necesitaría tiempo para llorar, y querría hacerlo a solas. Pero no quería pensar en ello antes de tiempo.
—¿Eso quiere decir que ya no somos amigas, ____? —le preguntó Emily con voz firme a pesar de las lágrimas.
Así era Emily. Una de las personas con más fuerza interior que ____ había conocido nunca.
—Somos amigas —dijo con sencillez—. Nada ha cambiado.
—¿Aunque te hayamos mentido sobre Joe? ¿Aunque te hayamos tendido una trampa? —Sí, así era Emily, dispuesta a ir al grano si era necesario.
____ curvó los labios.
—Sí, bueno, pero te aseguro que te recordaré todo esto la próxima vez que intentes emparejarme con uno de los amigos de tu marido.
No habría una próxima vez.
—Café. —Se aclaró la garganta mientras se giraba y se dirigía a la cocina—. Joe lo bebe como si fuera agua. Se termina la cafetera antes de que yo haya acabado la primera taza.
Estaba incómoda, y ____ odiaba sentirse así con las amigas que la habían ayudado tanto cuando la rescataron de aquella maldita clínica.
Entró en la cocina y comenzó a preparar una buena tanda de café. Quería estar con ellas, bromear como siempre, pero el tiempo de las bromas ya había pasado y el futuro se presentaba sombrío.
—¿Desde cuándo conocéis los detalles de esta operación? —les preguntó una vez que terminó con la cafetera.
Se dio la vuelta para enfrentarlas y se aferró al borde del mostrador mientras las observaba.
Emily respiró hondo.
—Kell me lo dijo en cuanto descubrió que estabas en peligro. Tardaron muy poco en trazar todos los planes para protegerte.
____ sintió que le ardía la garganta con una mezcla de desesperación y humillación.
—¿Por qué no me dijisteis la verdad? —Ahora ya no estaba enfadada. La rabia que había ardido en su interior al descubrir la verdad la reservaba para cuando todo hubiera terminado, para cuando Joe se hubiera ido para siempre—. ¿Pensasteis que no iba a poder soportarlo?
—No teníamos tiempo —le explicó Kira—. Ideamos un plan para que conocieras a Joe. Sólo conocerlo, ____, para ver si conectabais. Tuvimos que presionarte para que acudieras al club porque no te mostrabas precisamente proclive a tener una cita con nadie.
____ taladró a su amiga con la mirada mientras esbozaba una débil sonrisa.
—Sí, es que ser la más bella del baile no ocupaba el lugar más alto en mi lista de prioridades. Puede que haya tenido algo que ver con todas esas desagradables pesadillas que han estado atormentándome.
Kira inclinó la cabeza.
—La verdad es que eres más fuerte de lo que jamás hubiera imaginado, pero no podíamos arriesgarnos a decirte la verdad antes de que conocieras a Joe. No estábamos seguras de que tuvieras la fuerza o la habilidad necesaria para manejar lo que tenías que afrontar. Por eso decidimos esperar y dejar que fuera el fiscal del Estado el que te contara lo que estaba pasando.
—Puede que fuera lo mejor —asintió ____.
—Mentimos para protegerte —intervino Emily—. Joe nunca ha sido un SEAL; pero es nuestro amigo, y lo sabes.
—¿Por qué él y no otro? —exigió saber, clavando los ojos en las tres mujeres.
____ no hizo la pregunta de manera agresiva. No había rabia en su interior. De hecho, ni siquiera estaba enfadada. Sentía curiosidad, pero le asustaba conocer la respuesta.
—Joe solicitó esta misión —respondió Kira con una sonrisa en los labios—. Tras proferir algunas frases en su idioma sobre la ascendencia de Orión, no permitió que nadie más aceptara el trabajo.
—¿Sabes hebreo? —preguntó ____ con el corazón latiéndole a toda velocidad. Las palabras que Joe le había susurrado esa mañana todavía resonaban en su mente.
Kira asintió con la cabeza.
—No lo domino, pero entendí lo suficiente para saber que los padres de Orión son unos camellos cojos que se revuelcan en sus propias heces, o algo por el estilo.
____ sonrió ampliamente al pensar en ello. Por un momento, un breve momento, consideró preguntarle a Kira qué querían decir las palabras que Joe le había susurrado al oído. Sin embargo, se mantuvo en silencio. Fuera lo que fuese, era algo privado entre ellos. Quizá después, cuando él ya se hubiera ido, resolvería la duda. Hasta entonces, dejaría que Joe guardara sus secretos.
—____, era necesario mentirte —le aseguró Emily. Sus ojos estallan llenos de sombras y pesar—. Se trataba de tu vida.
____ sostuvo la mirada de su amiga durante un buen rato antes de asentir lentamente con la cabeza.
—Yo habría hecho lo mismo por ti —murmuró finalmente, sabiendo que era verdad—. Nuestra amistad no corre peligro, Emily.
No, sólo su vida estaba en peligro y en manos de un asesino que nunca había fracasado.
—El café. —____ se giró cuando sonó el temporizador—. Podríamos haber tomado vino, pero es un poco temprano.
—Bueno, seguro que son las cinco en alguna parte —dijo Kira arrastrando la voz—. Propongo que bebamos primero el vino y luego el café.
—Somos sus guardaespaldas —le recordó Morganna con una sonrisa—. No podemos beber vino.
—Claro que sí. —Kira le devolvió la sonrisa—. Lo único que no podemos hacer es emborracharnos. Bueno, salvo ____. Y creo que beber un poco no le haría daño.
____ lanzó una carcajada y colocó las tazas de café sobre la mesa.
No quería tomar una copa de vino. No quería emborracharse. No quería perderse ni un solo momento con Joe por estar bajo los efectos del alcohol.
—Decidme, ¿para qué necesitaba Jordan a Joe? —preguntó mientras ponía la cafetera en la mesa, cogía una taza y tomaba asiento—. Normalmente no lo convoca tan temprano.
—Una agente de la CIA os ha estado vigilando a Joe y a ti — le explicó Kira—. Nik logró capturarla un poco antes del amanecer, y están interrogándola en este momento. Joe es especialista en interrogatorios.
____ respiró hondo.
—¿De la CIA? ¿Por qué nos vigilaban?
—Supongo que lo sabremos cuando Joe termine. —Kira se encogió de hombros, aunque su mirada era cautelosa—. ¿Estás segura de que no prefieres vino?
La verdad es que en ese momento ya no estaba tan segura.
Joe contuvo un suspiro al entrar en la habitación y clavar la mirada en la mujer que estaba sentada, atada, amordazada y con los ojos vendados en una silla de madera contra la pared, desprovista del disfraz que había usado para vigilarlos a ____ y a él cada vez que salían del edificio.
Joe era el especialista en interrogatorios del equipo. Ése era su trabajo, y tenía que hacerlo sin revelar su identidad a esa mujer... una prima a la que tenía mucho cariño.
Ahora todos estaban jodidos.
—Bailey Serborne. —Joe casi sonrió cuando ella se quedó completamente inmóvil—. Has ido demasiado lejos.
Le hizo una seña con la cabeza a John y éste sonrió con malicia antes de arrancarle la cinta de la boca a la prisionera.
—¡Bastardos! —El insulto fue un gruñido furioso—. ¿Acaso creéis que no sé qué diablos estáis haciendo? Lo pagaréis muy caro.
Joe contuvo una carcajada. Bailey era una luchadora; estaba cabreada y con razón. No le cabía duda de que Nik había logrado aterrorizarla cuando la capturó.
Como si tuviera todo el tiempo del mundo, se sentó a horcajadas en la silla que había colocado a un metro y medio delante de ella y cruzó los brazos sobre el respaldo.
—Tenemos un problema, amigo. —Miró a John.
—¿De veras? —Las cejas doradas del australiano se arquearon de manera inquisitiva—. ¿Cuál? Te apuesto lo que quieras a que podríamos arrancarle la piel a tiras y cortarla en pedazos para venderla a una compañía de comida para perros. Siempre andan buscando carne barata.
Joe hizo una mueca. «¿Carne barata?», vocalizó asombrado conteniendo la risa.
John esbozó una amplia sonrisa y se encogió de hombros.
—¿Carne barata? Y una mierda, culos escuálidos —espetó ella, forcejeando contra las cuerdas que la sujetaban y la venda que le cubría los ojos. Era frustrante no poder verlos.
—¿Culos escuálidos? Sólo puede referirse a ti, Rastreador —dijo Joe sacudiendo la cabeza—. Me consta que tengo un culo bonito.
—Sí, pero tu opinión no cuenta. —John se rió entre dientes—. Y ella no me lo ha visto todavía.
—Si quieres conservarlo, asegúrate de que siga siendo así. —Joe frunció el ceño severamente. Aquello ya no le parecía tan gracioso.
Rastreador no contestó, limitándose a sonreír con ironía.
—Me refería a los dos, bastardos —gritó ella—. Iros al infierno.
—Baja la voz o volveremos a amordazarte —le advirtió Joe con dureza—. No olvides, agente Serborne, quién está al mando aquí.
—Y pensar que el jefe no me ha dejado atarla a la cama —gruñó John—. ¿Qué clase de captor no ata a una hermosa prisionera a la cama? Creo que deberíamos presentar una queja.
Mientras hablaba, John inclinó la cabeza para soplar en el oído de la joven con una sonrisa juguetona en los labios. Un día de esos, John Vincent iba a tener que tomarse las cosas en serio, y Joe quería estar allí para verlo.
—No trabajo sola —rugió al tiempo que intentaba darle un cabezazo a John—. Me encontrarán.
—Tu compañero está muerto —dijo Joe con voz glacial—. Murió en Rusia en esa pequeña trampa que le tendisteis a Orión, y desde entonces no te han asignado otro. En realidad, no le das más que quebraderos de cabeza a tu jefe. ¿No te dijo que dejaras de buscar a Orión?
Joe sabía a ciencia cierta que el propio director de la CIA le había ordenado que abandonara la investigación.
Ella se quedó paralizada.
—Hijos de perra —maldijo—. ¿Quién demonios sois?
Joe chasqueó la lengua, reprendiéndola.
—Somos nosotros quienes hacemos las preguntas.
—No pienso daros ninguna información —gruñó Bailey, forcejeando contra las cuerdas de nuevo.
Joe esbozó una amplia sonrisa. Sabía muy bien como presionarla.
—Sigo diciendo que podríamos venderla como carne barata — intervino John—. No sacaríamos mucho, pero...
—Sería difícil de roer incluso para un rottweiler —se rió entre dientes Joe—. Nuestra agente Serborne es una mujer dura ¿no es cierto?
Bailey estaba quieta ahora, pero apretaba los dientes con tal fuerza que Joe creyó incluso oírlos rechinar.
—Me gusta oírla gemir —se burló John, sonriendo irónicamente.
A pesar de que respiraba ásperamente y temblaba de rabia, ella siguió inmóvil.
—¿Sabes?, me estás haciendo perder el tiempo y tengo cosas más importantes que hacer —masculló Joe al cabo de unos segundos—. Si no me dices lo que quiero oír en los próximos... digamos diez minutos, dejaré que mi compañero te arranque la piel a tiras y que la venda como carne barata. ¿Te parece bien?
John se rió mientras se ponía en cuclillas junto a la silla y revisaba las cuerdas que aprisionaban a la joven.
—Por mí, vale. El terrier de alguna anciana se lo pasará en grande con ella.
—Acabaría por escupirla —se rió Joe.
John arqueó las cejas y vocalizó «yo no». Joe sólo pudo sacudir la cabeza, divertido.
—Vamos, agente Serborne, estoy seguro de que no te gustaría acabar siendo comida de perros. ¿Por qué no nos dices lo que queremos saber? Has puesto en peligro nuestra misión y no podemos permitir que sigas haciéndolo.
La boca de la joven siguió formando una línea recta y terca. Joe reconoció el gesto. Por extraño que pareciera, su padre había mostrado la misma mueca decidida en los labios cuando se enfurecía.
Era cosa de familia.
El padre de Joe, Garren Abijah, no era de origen israelí. Había sido adoptado por la familia Abijah cuando sus padres murieron en un atentado.
Garren Serborne se había convertido en Garren Abijah sin que la rama americana de la familia pusiera objeciones. Fue adiestrado por el ejército israelí y había sido reclutado más tarde por la CIA, con la bendición del Mossad.
Bailey Serborne, la pequeña bruja que estaba sentada frente a él, era hija del primo americano favorito de Garren. Al hacerse adultos, ambos hombres se habían visto muy a menudo en los Estados Unidos.
Joe no podía olvidar que Ben Serborne y su esposa, los padres de Bailey, habían sido los únicos familiares que habían asistido a los entierros de Ariela y Garren Abijah.
Bailey había llorado en el hombro de Joe y jurado matar a Orión. Sin embargo, había sido el asesino el que casi había logrado acabar con ella. Había matado a su compañero y dejado inconsciente a Bailey con unos cortes en las muñecas. No habían sido lo suficientes profundos para que se desangrara, pero sí para dejarle cicatrices de por vida.
Aquel bastardo había estado a punto de acabar con toda su familia, pensó Joe furioso.
—Deberías hacerle más preguntas a nuestra prisionera ¿no crees? —dijo John de pronto, interrumpiendo sus pensamientos.
Mientras hablaba, frotaba un largo mechón del pelo negro y espeso de Bailey entre los dedos, tirando levemente de él y provocando otro ataque de furia en la joven.
—Estás aquí por Orión —comenzó Joe.
—No es Orión quien me interesa —replicó ella—. Ya no.
Joe arqueó las cejas.
—¿Por qué no?
—Eres el bastardo que se está acostándose con ____ Clay, ¿no es cierto? Reconozco tu voz. —Una sonrisa de satisfacción curvó los labios de la joven—. Llevo una semana tratando de averiguar quién demonios eres. ¿Dónde encontraste a tu amigo?
John le sopló en la oreja y ella intentó darle otro cabezazo.
—¿Dónde has oído mi voz? —preguntó Joe sin confirmar ni negar nada.
—En el club donde conociste a ____ —resopló Bailey—. No te resultó difícil llevarla a la cama ¿verdad?
Fue una condenada suerte que Bailey fuera familiar suyo. En caso contrario, Joe la habría matado por decir aquello.
—Deberías haber avisado de que querías jugar duro —le espetó con frialdad—. Habría dejado que mi amigo te arrancara alguna tira de piel sólo para que vieras de lo que es capaz.
Ella se quedó inmóvil mientras John le pasaba un dedo lentamente por el brazo.
Joe iba a tener que hablar con John de un momento a otro sobre su manera de abordarla.
—Lo siento. No he debido decir eso. —Su voz sonó sincera—. Pero eres el hombre que se marchó con ella, sé que lo eres. Vas detrás de Orión, ¿verdad?
—¿Qué te hace pensar que voy tras él? —inquirió con curiosidad.
—Joe Jonas, treinta y dos años, SEAL... Y una mierda —se mofó—. Puede que tengas un historial impresionante y que hayas trabajado con el equipo de Durango en Oriente Medio, pero sé perfectamente que no eres un SEAL.
—¿Y qué soy?
—Una pesadilla —afirmó ella—. Me preguntaba si trabajarías con Orión, pero ese bastardo trabaja solo.
Tras decir aquello, intentó darle otro cabezazo a John, y esta vez acertó de lleno.
—Maldita sea, no deberías haber hecho eso —gruñó el australiano.
—¿De dónde has sacado a tu compañero? —se burló ella—. ¿No has podido encontrar nada mejor?
Volvió a rechinar los dientes cuando John le sopló de nuevo en la oreja.
Bailey tenía los oídos muy sensibles, y Joe lo sabía. Diez años atrás había sido testigo de su furia cuando un hombre se tomó con ella libertades que no debía y se atrevió a soplarle en el oído.
—No con tan poca antelación —dijo fríamente—. ¿Por qué me seguías?
—Orión mató a mi familia —respondió ella—. Tengo un asunto pendiente con él.
—Tú y otra docena de familias más —gruñó Joe—, ¿Qué hace que tú seas especial?
—Mató a mi familia, a mi compañero y me dejó unas buenas cicatrices —masculló Bailey—. ¿Qué más razones necesito?
Joe volvió a negar con la cabeza. Sabía que su prima escondía algo.
—Estoy perdiendo la paciencia —siseó entre dientes—. ¿Por qué quieres a Orión?
—Porque él conoce la identidad del médico que trabajó para el padre de ____ Clay —gritó—. Ese hombre es un monstruo. Fue el responsable de la tortura y violación de cuatro niñas en Ucrania. —Su voz se convirtió en un susurro—. Unas niñas que yo había prometido proteger.
Joe cerró los ojos y suspiró pesadamente. No sabía que Bailey hubiera formado parte del grupo de agentes encargado de la protección de las niñas que fueron secuestradas en Ucrania. Las encontraron tres semanas más tarde en San Petersburgo, en un callejón oscuro. Desnudas y mutiladas, torturadas más allá de lo imaginable.
—Siento oír eso —dijo con suavidad.
—Teníamos que protegerlas. —Respiró hondo—. Juramos que lo haríamos. Una de ellas era un genio de las matemáticas. Otra una artista. La más mayor quería ser astronauta; y la pequeña... la pequeña sólo quería estar a salvo.
—¿Y matar a Orión te ayudará a encontrarle? —inquirió Joe—. Puede que haya sido otra persona quien haya contratado los servicios de Orión esta vez.
—Es la misma persona —contestó la joven con cansancio—. El mismo médico que ordenó a Orión la muerte de mi familia.
—Ariela Abijah —dijo Joe con suavidad.
Bailey se quedó inmóvil mientras John los observaba con curiosidad.
—Sí. —Ella asintió finalmente y tragó saliva—. Mató a Ariela. Seis semanas más tarde mi primo Garren se dejó matar al intentar detener a un terrorista suicida. Y dos años después, su hijo, David... —pronunció el nombre como sonaba en hebreo, de una manera que Joe no había oído en muchos años—. David fue asesinado dos años después cuando seguía la pista de Orión en un carguero frente a la costa de Tel Aviv. Tres años más tarde, contrataron a Orión para matar a un espía ruso que yo protegía. Mató a mi compañero y casi me mató a mí.
—Y luego secuestraron a las niñas en Ucrania —concluyó Joe.
Ella asintió con aire cansado.
—Es el mismo hombre —susurró—. El científico que ordenó matar a Ariela es el mismo que torturó a las niñas, y Orión puede conducirme hasta él. He seguido todas las pistas que ha dejado a través de los años. Casi le tenía cuando trató de secuestrar a ____ en la interestatal. —Sacudió la cabeza con pesar—. En la confusión otro vehículo impactó contra el lateral de mi coche y le perdí.
Joe se pasó la mano por la cara antes de darse la vuelta y clavar los ojos en Jordan, que estaba parado en la puerta.
El comandante negó con la cabeza lentamente. No podía meterla en esto, pero Joe sabía que ella tampoco se mantendría apartada. Bailey era tan condenadamente terca como sus primos. Moriría antes de darse por vencida. Orión le había arrebatado demasiadas cosas, le había hecho demasiado daño para que ella se olvidara de todo aquello.
—Vas a tener que olvidarte del científico —sentenció Joe con frialdad—. Y de Orión. Soy yo quien va a matarle, sin darle opción a que hable.
Ella se rió. Un sonido extrañamente hueco y lleno de dolor que traspasó la coraza de Joe.
—Tú también quieres a los dos, Joe Jonas —le espetó ella—. Todo el mundo sabe que el principal cliente de Orión trabajaba con Jansen Clay y que estaba presente la noche que secuestraron a su hija y a las otras dos chicas. Él fue quien violó a ____, a la mujer que amas. La violó y tú no descansarás hasta que esté muerto.
—Te equivocas —mintió. Tanto Orión como el científico estarían muertos antes de que todo terminara. Joe se aseguraría de ello—. Agente Serborne, mañana vendrán a recogerte dos compañeros. Tu jefe te encerrará por tu propio bien hasta que la misión haya acabado.
—¡No! —Ella intentó levantarse de la silla. La rabia le desgarró la voz, le enrojeció las mejillas y provocó que casi cayera al suelo mientras forcejeaba contra las cuerdas—. No puedes hacer eso. No te atrevas. Deja que te ayude. Puedo hacerlo.
—No necesito tu ayuda. —Se levantó y se dirigió hacia la puerta.
—Claro que me necesitas —gritó Bailey—. Sé algo que tú no sabes.
Joe se detuvo. Conocía su voz, sabía cuándo mentía y cuándo decía la verdad. La conocía desde que era niña y sabía que ahora no estaba tirándose un farol.
—¿Qué es lo que sabes?
—Quiero hacer un trato —negoció ella con la respiración entrecortada, girando la cabeza hacia el lugar del que provenía su voz —. Quiero participar en esto.
Joe negó con la cabeza.
—Lo siento, agente Serborne. La familia Abijah ya ha perdido a demasiados miembros. Además, si conocieras realmente su identidad, ya te habrías encargado de él.
—Usa una peluca —dijo ella con rapidez, desesperada—. Lo sé. Puedo reconocerlo. Le he visto dos veces. Sé cómo camina, conozco su voz. ¡No me apartes de esto!
—Puedo encontrarle sin tu información —afirmó Joe—. Saluda de mi parte a tu jefe cuando lo veas, agente Serborne. Y si quieres continuar con tu carrera, asegúrate de seguir sus órdenes. Puedo hacer que te echen de la agencia. ¿Te ha quedado claro?
—Te mataré. —Bailey se retorció con tanta fuerza contra las ataduras que obligó a John a sujetar la silla.
Lamentablemente, el australiano recibió otro cabezazo por sus esfuerzos.
—¡Joder! —maldijo John soltándola. La silla se balanceó y cayó al suelo mientras ella gritaba furiosa.
—Amordázala —gruñó Joe—. Después avisa a su gente y asegúrate de que no la pierdan de vista.
Se encaminó a la puerta con paso firme aunque marcharse lo desgarraba por dentro. Ella jamás le perdonaría si alguna vez descubría quién era. David Abijah acabaría realmente muerto, porque Bailey Serborne se aseguraría de matarlo con sus propias manos.
¡Hola chicas!
Perdón por la demora.
Como recompensa, hoy subire dos capítulos :D
Aquí esta el primero, ahora subo el siguiente.
La joven observó a sus amigas entrar en la habitación y cerrar la puerta.
—Es demasiado temprano para tomar vino. —____ se encogió de hombros con despreocupación y se dirigió al escritorio—. Pero hay café.
Se volvió hacia las tres mujeres y le temblaron los labios al ver las lágrimas de Emily.
Maldición, quería a Emily como si fuera una hermana. Habían sido secuestradas la misma noche, y aunque a Emily no la habían violado, ____ sabía que había profundas cicatrices en el alma de su amiga desde esa noche.
—No quiero que llores. —____ sintió que le resbalaba una lágrima por la mejilla y se apresuró a secársela—. Tienes que dejar de llorar por mí, Emily.
____ quería que todo aquello terminara. Necesitaba que aquellas mujeres pensaran que todo había acabado. Cuando finalizara la misión y Joe se fuera, quería estar sola. Necesitaría tiempo para llorar, y querría hacerlo a solas. Pero no quería pensar en ello antes de tiempo.
—¿Eso quiere decir que ya no somos amigas, ____? —le preguntó Emily con voz firme a pesar de las lágrimas.
Así era Emily. Una de las personas con más fuerza interior que ____ había conocido nunca.
—Somos amigas —dijo con sencillez—. Nada ha cambiado.
—¿Aunque te hayamos mentido sobre Joe? ¿Aunque te hayamos tendido una trampa? —Sí, así era Emily, dispuesta a ir al grano si era necesario.
____ curvó los labios.
—Sí, bueno, pero te aseguro que te recordaré todo esto la próxima vez que intentes emparejarme con uno de los amigos de tu marido.
No habría una próxima vez.
—Café. —Se aclaró la garganta mientras se giraba y se dirigía a la cocina—. Joe lo bebe como si fuera agua. Se termina la cafetera antes de que yo haya acabado la primera taza.
Estaba incómoda, y ____ odiaba sentirse así con las amigas que la habían ayudado tanto cuando la rescataron de aquella maldita clínica.
Entró en la cocina y comenzó a preparar una buena tanda de café. Quería estar con ellas, bromear como siempre, pero el tiempo de las bromas ya había pasado y el futuro se presentaba sombrío.
—¿Desde cuándo conocéis los detalles de esta operación? —les preguntó una vez que terminó con la cafetera.
Se dio la vuelta para enfrentarlas y se aferró al borde del mostrador mientras las observaba.
Emily respiró hondo.
—Kell me lo dijo en cuanto descubrió que estabas en peligro. Tardaron muy poco en trazar todos los planes para protegerte.
____ sintió que le ardía la garganta con una mezcla de desesperación y humillación.
—¿Por qué no me dijisteis la verdad? —Ahora ya no estaba enfadada. La rabia que había ardido en su interior al descubrir la verdad la reservaba para cuando todo hubiera terminado, para cuando Joe se hubiera ido para siempre—. ¿Pensasteis que no iba a poder soportarlo?
—No teníamos tiempo —le explicó Kira—. Ideamos un plan para que conocieras a Joe. Sólo conocerlo, ____, para ver si conectabais. Tuvimos que presionarte para que acudieras al club porque no te mostrabas precisamente proclive a tener una cita con nadie.
____ taladró a su amiga con la mirada mientras esbozaba una débil sonrisa.
—Sí, es que ser la más bella del baile no ocupaba el lugar más alto en mi lista de prioridades. Puede que haya tenido algo que ver con todas esas desagradables pesadillas que han estado atormentándome.
Kira inclinó la cabeza.
—La verdad es que eres más fuerte de lo que jamás hubiera imaginado, pero no podíamos arriesgarnos a decirte la verdad antes de que conocieras a Joe. No estábamos seguras de que tuvieras la fuerza o la habilidad necesaria para manejar lo que tenías que afrontar. Por eso decidimos esperar y dejar que fuera el fiscal del Estado el que te contara lo que estaba pasando.
—Puede que fuera lo mejor —asintió ____.
—Mentimos para protegerte —intervino Emily—. Joe nunca ha sido un SEAL; pero es nuestro amigo, y lo sabes.
—¿Por qué él y no otro? —exigió saber, clavando los ojos en las tres mujeres.
____ no hizo la pregunta de manera agresiva. No había rabia en su interior. De hecho, ni siquiera estaba enfadada. Sentía curiosidad, pero le asustaba conocer la respuesta.
—Joe solicitó esta misión —respondió Kira con una sonrisa en los labios—. Tras proferir algunas frases en su idioma sobre la ascendencia de Orión, no permitió que nadie más aceptara el trabajo.
—¿Sabes hebreo? —preguntó ____ con el corazón latiéndole a toda velocidad. Las palabras que Joe le había susurrado esa mañana todavía resonaban en su mente.
Kira asintió con la cabeza.
—No lo domino, pero entendí lo suficiente para saber que los padres de Orión son unos camellos cojos que se revuelcan en sus propias heces, o algo por el estilo.
____ sonrió ampliamente al pensar en ello. Por un momento, un breve momento, consideró preguntarle a Kira qué querían decir las palabras que Joe le había susurrado al oído. Sin embargo, se mantuvo en silencio. Fuera lo que fuese, era algo privado entre ellos. Quizá después, cuando él ya se hubiera ido, resolvería la duda. Hasta entonces, dejaría que Joe guardara sus secretos.
—____, era necesario mentirte —le aseguró Emily. Sus ojos estallan llenos de sombras y pesar—. Se trataba de tu vida.
____ sostuvo la mirada de su amiga durante un buen rato antes de asentir lentamente con la cabeza.
—Yo habría hecho lo mismo por ti —murmuró finalmente, sabiendo que era verdad—. Nuestra amistad no corre peligro, Emily.
No, sólo su vida estaba en peligro y en manos de un asesino que nunca había fracasado.
—El café. —____ se giró cuando sonó el temporizador—. Podríamos haber tomado vino, pero es un poco temprano.
—Bueno, seguro que son las cinco en alguna parte —dijo Kira arrastrando la voz—. Propongo que bebamos primero el vino y luego el café.
—Somos sus guardaespaldas —le recordó Morganna con una sonrisa—. No podemos beber vino.
—Claro que sí. —Kira le devolvió la sonrisa—. Lo único que no podemos hacer es emborracharnos. Bueno, salvo ____. Y creo que beber un poco no le haría daño.
____ lanzó una carcajada y colocó las tazas de café sobre la mesa.
No quería tomar una copa de vino. No quería emborracharse. No quería perderse ni un solo momento con Joe por estar bajo los efectos del alcohol.
—Decidme, ¿para qué necesitaba Jordan a Joe? —preguntó mientras ponía la cafetera en la mesa, cogía una taza y tomaba asiento—. Normalmente no lo convoca tan temprano.
—Una agente de la CIA os ha estado vigilando a Joe y a ti — le explicó Kira—. Nik logró capturarla un poco antes del amanecer, y están interrogándola en este momento. Joe es especialista en interrogatorios.
____ respiró hondo.
—¿De la CIA? ¿Por qué nos vigilaban?
—Supongo que lo sabremos cuando Joe termine. —Kira se encogió de hombros, aunque su mirada era cautelosa—. ¿Estás segura de que no prefieres vino?
La verdad es que en ese momento ya no estaba tan segura.
Joe contuvo un suspiro al entrar en la habitación y clavar la mirada en la mujer que estaba sentada, atada, amordazada y con los ojos vendados en una silla de madera contra la pared, desprovista del disfraz que había usado para vigilarlos a ____ y a él cada vez que salían del edificio.
Joe era el especialista en interrogatorios del equipo. Ése era su trabajo, y tenía que hacerlo sin revelar su identidad a esa mujer... una prima a la que tenía mucho cariño.
Ahora todos estaban jodidos.
—Bailey Serborne. —Joe casi sonrió cuando ella se quedó completamente inmóvil—. Has ido demasiado lejos.
Le hizo una seña con la cabeza a John y éste sonrió con malicia antes de arrancarle la cinta de la boca a la prisionera.
—¡Bastardos! —El insulto fue un gruñido furioso—. ¿Acaso creéis que no sé qué diablos estáis haciendo? Lo pagaréis muy caro.
Joe contuvo una carcajada. Bailey era una luchadora; estaba cabreada y con razón. No le cabía duda de que Nik había logrado aterrorizarla cuando la capturó.
Como si tuviera todo el tiempo del mundo, se sentó a horcajadas en la silla que había colocado a un metro y medio delante de ella y cruzó los brazos sobre el respaldo.
—Tenemos un problema, amigo. —Miró a John.
—¿De veras? —Las cejas doradas del australiano se arquearon de manera inquisitiva—. ¿Cuál? Te apuesto lo que quieras a que podríamos arrancarle la piel a tiras y cortarla en pedazos para venderla a una compañía de comida para perros. Siempre andan buscando carne barata.
Joe hizo una mueca. «¿Carne barata?», vocalizó asombrado conteniendo la risa.
John esbozó una amplia sonrisa y se encogió de hombros.
—¿Carne barata? Y una mierda, culos escuálidos —espetó ella, forcejeando contra las cuerdas que la sujetaban y la venda que le cubría los ojos. Era frustrante no poder verlos.
—¿Culos escuálidos? Sólo puede referirse a ti, Rastreador —dijo Joe sacudiendo la cabeza—. Me consta que tengo un culo bonito.
—Sí, pero tu opinión no cuenta. —John se rió entre dientes—. Y ella no me lo ha visto todavía.
—Si quieres conservarlo, asegúrate de que siga siendo así. —Joe frunció el ceño severamente. Aquello ya no le parecía tan gracioso.
Rastreador no contestó, limitándose a sonreír con ironía.
—Me refería a los dos, bastardos —gritó ella—. Iros al infierno.
—Baja la voz o volveremos a amordazarte —le advirtió Joe con dureza—. No olvides, agente Serborne, quién está al mando aquí.
—Y pensar que el jefe no me ha dejado atarla a la cama —gruñó John—. ¿Qué clase de captor no ata a una hermosa prisionera a la cama? Creo que deberíamos presentar una queja.
Mientras hablaba, John inclinó la cabeza para soplar en el oído de la joven con una sonrisa juguetona en los labios. Un día de esos, John Vincent iba a tener que tomarse las cosas en serio, y Joe quería estar allí para verlo.
—No trabajo sola —rugió al tiempo que intentaba darle un cabezazo a John—. Me encontrarán.
—Tu compañero está muerto —dijo Joe con voz glacial—. Murió en Rusia en esa pequeña trampa que le tendisteis a Orión, y desde entonces no te han asignado otro. En realidad, no le das más que quebraderos de cabeza a tu jefe. ¿No te dijo que dejaras de buscar a Orión?
Joe sabía a ciencia cierta que el propio director de la CIA le había ordenado que abandonara la investigación.
Ella se quedó paralizada.
—Hijos de perra —maldijo—. ¿Quién demonios sois?
Joe chasqueó la lengua, reprendiéndola.
—Somos nosotros quienes hacemos las preguntas.
—No pienso daros ninguna información —gruñó Bailey, forcejeando contra las cuerdas de nuevo.
Joe esbozó una amplia sonrisa. Sabía muy bien como presionarla.
—Sigo diciendo que podríamos venderla como carne barata — intervino John—. No sacaríamos mucho, pero...
—Sería difícil de roer incluso para un rottweiler —se rió entre dientes Joe—. Nuestra agente Serborne es una mujer dura ¿no es cierto?
Bailey estaba quieta ahora, pero apretaba los dientes con tal fuerza que Joe creyó incluso oírlos rechinar.
—Me gusta oírla gemir —se burló John, sonriendo irónicamente.
A pesar de que respiraba ásperamente y temblaba de rabia, ella siguió inmóvil.
—¿Sabes?, me estás haciendo perder el tiempo y tengo cosas más importantes que hacer —masculló Joe al cabo de unos segundos—. Si no me dices lo que quiero oír en los próximos... digamos diez minutos, dejaré que mi compañero te arranque la piel a tiras y que la venda como carne barata. ¿Te parece bien?
John se rió mientras se ponía en cuclillas junto a la silla y revisaba las cuerdas que aprisionaban a la joven.
—Por mí, vale. El terrier de alguna anciana se lo pasará en grande con ella.
—Acabaría por escupirla —se rió Joe.
John arqueó las cejas y vocalizó «yo no». Joe sólo pudo sacudir la cabeza, divertido.
—Vamos, agente Serborne, estoy seguro de que no te gustaría acabar siendo comida de perros. ¿Por qué no nos dices lo que queremos saber? Has puesto en peligro nuestra misión y no podemos permitir que sigas haciéndolo.
La boca de la joven siguió formando una línea recta y terca. Joe reconoció el gesto. Por extraño que pareciera, su padre había mostrado la misma mueca decidida en los labios cuando se enfurecía.
Era cosa de familia.
El padre de Joe, Garren Abijah, no era de origen israelí. Había sido adoptado por la familia Abijah cuando sus padres murieron en un atentado.
Garren Serborne se había convertido en Garren Abijah sin que la rama americana de la familia pusiera objeciones. Fue adiestrado por el ejército israelí y había sido reclutado más tarde por la CIA, con la bendición del Mossad.
Bailey Serborne, la pequeña bruja que estaba sentada frente a él, era hija del primo americano favorito de Garren. Al hacerse adultos, ambos hombres se habían visto muy a menudo en los Estados Unidos.
Joe no podía olvidar que Ben Serborne y su esposa, los padres de Bailey, habían sido los únicos familiares que habían asistido a los entierros de Ariela y Garren Abijah.
Bailey había llorado en el hombro de Joe y jurado matar a Orión. Sin embargo, había sido el asesino el que casi había logrado acabar con ella. Había matado a su compañero y dejado inconsciente a Bailey con unos cortes en las muñecas. No habían sido lo suficientes profundos para que se desangrara, pero sí para dejarle cicatrices de por vida.
Aquel bastardo había estado a punto de acabar con toda su familia, pensó Joe furioso.
—Deberías hacerle más preguntas a nuestra prisionera ¿no crees? —dijo John de pronto, interrumpiendo sus pensamientos.
Mientras hablaba, frotaba un largo mechón del pelo negro y espeso de Bailey entre los dedos, tirando levemente de él y provocando otro ataque de furia en la joven.
—Estás aquí por Orión —comenzó Joe.
—No es Orión quien me interesa —replicó ella—. Ya no.
Joe arqueó las cejas.
—¿Por qué no?
—Eres el bastardo que se está acostándose con ____ Clay, ¿no es cierto? Reconozco tu voz. —Una sonrisa de satisfacción curvó los labios de la joven—. Llevo una semana tratando de averiguar quién demonios eres. ¿Dónde encontraste a tu amigo?
John le sopló en la oreja y ella intentó darle otro cabezazo.
—¿Dónde has oído mi voz? —preguntó Joe sin confirmar ni negar nada.
—En el club donde conociste a ____ —resopló Bailey—. No te resultó difícil llevarla a la cama ¿verdad?
Fue una condenada suerte que Bailey fuera familiar suyo. En caso contrario, Joe la habría matado por decir aquello.
—Deberías haber avisado de que querías jugar duro —le espetó con frialdad—. Habría dejado que mi amigo te arrancara alguna tira de piel sólo para que vieras de lo que es capaz.
Ella se quedó inmóvil mientras John le pasaba un dedo lentamente por el brazo.
Joe iba a tener que hablar con John de un momento a otro sobre su manera de abordarla.
—Lo siento. No he debido decir eso. —Su voz sonó sincera—. Pero eres el hombre que se marchó con ella, sé que lo eres. Vas detrás de Orión, ¿verdad?
—¿Qué te hace pensar que voy tras él? —inquirió con curiosidad.
—Joe Jonas, treinta y dos años, SEAL... Y una mierda —se mofó—. Puede que tengas un historial impresionante y que hayas trabajado con el equipo de Durango en Oriente Medio, pero sé perfectamente que no eres un SEAL.
—¿Y qué soy?
—Una pesadilla —afirmó ella—. Me preguntaba si trabajarías con Orión, pero ese bastardo trabaja solo.
Tras decir aquello, intentó darle otro cabezazo a John, y esta vez acertó de lleno.
—Maldita sea, no deberías haber hecho eso —gruñó el australiano.
—¿De dónde has sacado a tu compañero? —se burló ella—. ¿No has podido encontrar nada mejor?
Volvió a rechinar los dientes cuando John le sopló de nuevo en la oreja.
Bailey tenía los oídos muy sensibles, y Joe lo sabía. Diez años atrás había sido testigo de su furia cuando un hombre se tomó con ella libertades que no debía y se atrevió a soplarle en el oído.
—No con tan poca antelación —dijo fríamente—. ¿Por qué me seguías?
—Orión mató a mi familia —respondió ella—. Tengo un asunto pendiente con él.
—Tú y otra docena de familias más —gruñó Joe—, ¿Qué hace que tú seas especial?
—Mató a mi familia, a mi compañero y me dejó unas buenas cicatrices —masculló Bailey—. ¿Qué más razones necesito?
Joe volvió a negar con la cabeza. Sabía que su prima escondía algo.
—Estoy perdiendo la paciencia —siseó entre dientes—. ¿Por qué quieres a Orión?
—Porque él conoce la identidad del médico que trabajó para el padre de ____ Clay —gritó—. Ese hombre es un monstruo. Fue el responsable de la tortura y violación de cuatro niñas en Ucrania. —Su voz se convirtió en un susurro—. Unas niñas que yo había prometido proteger.
Joe cerró los ojos y suspiró pesadamente. No sabía que Bailey hubiera formado parte del grupo de agentes encargado de la protección de las niñas que fueron secuestradas en Ucrania. Las encontraron tres semanas más tarde en San Petersburgo, en un callejón oscuro. Desnudas y mutiladas, torturadas más allá de lo imaginable.
—Siento oír eso —dijo con suavidad.
—Teníamos que protegerlas. —Respiró hondo—. Juramos que lo haríamos. Una de ellas era un genio de las matemáticas. Otra una artista. La más mayor quería ser astronauta; y la pequeña... la pequeña sólo quería estar a salvo.
—¿Y matar a Orión te ayudará a encontrarle? —inquirió Joe—. Puede que haya sido otra persona quien haya contratado los servicios de Orión esta vez.
—Es la misma persona —contestó la joven con cansancio—. El mismo médico que ordenó a Orión la muerte de mi familia.
—Ariela Abijah —dijo Joe con suavidad.
Bailey se quedó inmóvil mientras John los observaba con curiosidad.
—Sí. —Ella asintió finalmente y tragó saliva—. Mató a Ariela. Seis semanas más tarde mi primo Garren se dejó matar al intentar detener a un terrorista suicida. Y dos años después, su hijo, David... —pronunció el nombre como sonaba en hebreo, de una manera que Joe no había oído en muchos años—. David fue asesinado dos años después cuando seguía la pista de Orión en un carguero frente a la costa de Tel Aviv. Tres años más tarde, contrataron a Orión para matar a un espía ruso que yo protegía. Mató a mi compañero y casi me mató a mí.
—Y luego secuestraron a las niñas en Ucrania —concluyó Joe.
Ella asintió con aire cansado.
—Es el mismo hombre —susurró—. El científico que ordenó matar a Ariela es el mismo que torturó a las niñas, y Orión puede conducirme hasta él. He seguido todas las pistas que ha dejado a través de los años. Casi le tenía cuando trató de secuestrar a ____ en la interestatal. —Sacudió la cabeza con pesar—. En la confusión otro vehículo impactó contra el lateral de mi coche y le perdí.
Joe se pasó la mano por la cara antes de darse la vuelta y clavar los ojos en Jordan, que estaba parado en la puerta.
El comandante negó con la cabeza lentamente. No podía meterla en esto, pero Joe sabía que ella tampoco se mantendría apartada. Bailey era tan condenadamente terca como sus primos. Moriría antes de darse por vencida. Orión le había arrebatado demasiadas cosas, le había hecho demasiado daño para que ella se olvidara de todo aquello.
—Vas a tener que olvidarte del científico —sentenció Joe con frialdad—. Y de Orión. Soy yo quien va a matarle, sin darle opción a que hable.
Ella se rió. Un sonido extrañamente hueco y lleno de dolor que traspasó la coraza de Joe.
—Tú también quieres a los dos, Joe Jonas —le espetó ella—. Todo el mundo sabe que el principal cliente de Orión trabajaba con Jansen Clay y que estaba presente la noche que secuestraron a su hija y a las otras dos chicas. Él fue quien violó a ____, a la mujer que amas. La violó y tú no descansarás hasta que esté muerto.
—Te equivocas —mintió. Tanto Orión como el científico estarían muertos antes de que todo terminara. Joe se aseguraría de ello—. Agente Serborne, mañana vendrán a recogerte dos compañeros. Tu jefe te encerrará por tu propio bien hasta que la misión haya acabado.
—¡No! —Ella intentó levantarse de la silla. La rabia le desgarró la voz, le enrojeció las mejillas y provocó que casi cayera al suelo mientras forcejeaba contra las cuerdas—. No puedes hacer eso. No te atrevas. Deja que te ayude. Puedo hacerlo.
—No necesito tu ayuda. —Se levantó y se dirigió hacia la puerta.
—Claro que me necesitas —gritó Bailey—. Sé algo que tú no sabes.
Joe se detuvo. Conocía su voz, sabía cuándo mentía y cuándo decía la verdad. La conocía desde que era niña y sabía que ahora no estaba tirándose un farol.
—¿Qué es lo que sabes?
—Quiero hacer un trato —negoció ella con la respiración entrecortada, girando la cabeza hacia el lugar del que provenía su voz —. Quiero participar en esto.
Joe negó con la cabeza.
—Lo siento, agente Serborne. La familia Abijah ya ha perdido a demasiados miembros. Además, si conocieras realmente su identidad, ya te habrías encargado de él.
—Usa una peluca —dijo ella con rapidez, desesperada—. Lo sé. Puedo reconocerlo. Le he visto dos veces. Sé cómo camina, conozco su voz. ¡No me apartes de esto!
—Puedo encontrarle sin tu información —afirmó Joe—. Saluda de mi parte a tu jefe cuando lo veas, agente Serborne. Y si quieres continuar con tu carrera, asegúrate de seguir sus órdenes. Puedo hacer que te echen de la agencia. ¿Te ha quedado claro?
—Te mataré. —Bailey se retorció con tanta fuerza contra las ataduras que obligó a John a sujetar la silla.
Lamentablemente, el australiano recibió otro cabezazo por sus esfuerzos.
—¡Joder! —maldijo John soltándola. La silla se balanceó y cayó al suelo mientras ella gritaba furiosa.
—Amordázala —gruñó Joe—. Después avisa a su gente y asegúrate de que no la pierdan de vista.
Se encaminó a la puerta con paso firme aunque marcharse lo desgarraba por dentro. Ella jamás le perdonaría si alguna vez descubría quién era. David Abijah acabaría realmente muerto, porque Bailey Serborne se aseguraría de matarlo con sus propias manos.
¡Hola chicas!
Perdón por la demora.
Como recompensa, hoy subire dos capítulos :D
Aquí esta el primero, ahora subo el siguiente.
Natuu!
Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
Veintiuno
Conocía la voz de Orión. Sabía que usaba peluca, cómo caminaba, cómo se movía. Era la única persona que se había enfrentado a aquel maldito asesino y había vivido para contarlo.
—Sabe algo del científico que no nos ha contado —dijo John cuando se reunieron en la sala del apartamento. Su voz denotaba preocupación.
Jordan, al igual que el resto del equipo, guardó silencio.
Joe estaba de pie ante las ventanas con los brazos cruzados sobre el pecho.
—Sí, sabe algo —asintió finalmente—. Ha sido demasiado evasiva sobre el científico y ha intentado centrar la atención en Orión. Sin embargo, lo que sea que esté ocultando, sólo podremos sonsacárselo con drogas.
—No será fácil. El Mossad la adiestró para resistir cualquier cosa —señaló Jordan.
Joe suspiró con fuerza mientras negaba con la cabeza.
—No aguantaría demasiado. Garren Abijah supervisó parte de su entrenamiento, y al final encontraron la droga adecuada para quebrarla.
John apretó los puños y maldijo por lo bajo. Sabía que parte del entrenamiento en el Mossad consistía en resistir las drogas y sus efectos. No era agradable ni fácil. Y el hecho de que ella se hubiera desmoronado no era señal de debilidad, sino de que podrían doblegarla. La CIA sabía eso y le habían encomendado misiones que no entrañaban ese tipo de riesgo. Muchos de los agentes de la CIA no habían pasado las pruebas del Mossad. Eran muy rigurosas, a veces, incluso mortales.
—Entonces, hagámoslo —concluyó Jordan—. ¿Te encargarás tú, Joe?
—No puedo permitir que la tortures —replicó el israelí con voz cortante—. Bailey es parte de mi familia.
—¿Estuviste presente en su adiestramiento? —preguntó Jordan entrecerrando los ojos.
Joe asintió con la cabeza.
—Pero no pude quedarme hasta el final. Ni siquiera Garren pudo hacerlo. Es como una hermana para mí. No seré yo quien le saque la información que estoy casi seguro que oculta para ser la primera en acabar con el científico.
—¿Y si pone en riesgo nuestra misión? —Travis dio un paso al frente y su expresión amenazadora se ensombreció aún más.
—La CIA la mantendrá a buen recaudo hasta que todo esto acabe —adujo Joe—. Es tarea de su superior decidir qué hacer después con ella.
—Sabe algo, Joe —sostuvo Travis—. Tú mismo has dicho que mantuvo el interrogatorio alejado del tema del científico. ¿Y si sabe quién es el cliente de Orión? ¿Y si está confabulada con ellos?
—Travis —Jordan se dirigió al antiguo miembro del MI6 aunque no apartó la mirada de Joe—, llévala al otro centro de operaciones y obtén la información que necesitamos.
—No permitiré que... —Joe dio un paso adelante como advertencia.
—¿Vale la pena correr el riesgo a cambio de la vida de ____, Joe? —le preguntó entonces el comandante, dejándolo paralizado—. Travis no matará a tu prima, pero sabe qué hacer y cómo conseguir esa información.
Joe apretó la mandíbula con fuerza. ¿Podían arriesgar la vida de ____ de esa manera?
No. ____ lo significaba todo para él.
Aún así, Bailey era su único familiar vivo. Todos habían desaparecido salvo Bailey y Joe, y él jamás podría decirle a la joven que seguía con vida.
—Travis, John, encargaos de ella —ordenó Jordan—. Trasladadla al centro de operaciones y ved qué podéis averiguar.
—Travis... —Joe dio un paso adelante, y luego se detuvo. Tenía los dientes apretados porque sabía que estaba a punto de ir contra todo lo aprendido en el Mossad, y pedir clemencia.
Pero no podía hacerlo.
—Cuando todo esto acabe —se limitó a decir—, si tiene más pesadillas de las que ya sufre, sabré de quién es la culpa.
Travis negó con la cabeza.
—Si sufre más pesadillas, será culpa suya, Joe. Su deber como agente es trasmitirnos toda la información que pueda llevarnos a Orión. Le daré una oportunidad de que entienda que estamos del mismo lado. Si luego sufre será cosa de ella, no mía.
Jordan continuó mirando a Joe. Él era el especialista en interrogatorios. Conocía el límite de Bailey. Incluso más, conocía la droga adecuada para hacer que su prima se derrumbara.
—Es el momento de hablar, Joe —le instó Jordan.
El israelí respiró hondo y, al cabo de unos segundos, le dijo a Travis el nombre del alucinógeno adecuado. Bailey no podría combatir los efectos. Esa droga era su punto débil.
Travis clavó los ojos en él y frunció el ceño.
—Es un alucinógeno muy fuerte —dijo al cabo de unos segundos—. ¿Estás seguro?
Joe asintió con la cabeza.
—Los médicos del Mossad no fallan. Les llevó una semana dar con la droga adecuada para doblegarla.
Travis asintió con la cabeza.
—John, llama a su superior —ordenó entonces Jordan—. Podrán recogerla cuando hayáis terminado con ella. —Se volvió hacia Joe y lo miró fijamente—. Mañana tendrás que acompañar a ____ a la fiesta que organiza la asociación de médicos. Aunque no le guste, es necesario que asista. Quizá pueda reconocer a alguien.
El israelí asintió. Se temía lo peor, pero sabía que tenían que ir. No había otra manera de proteger a ____ de aquella situación, por mucho que quisiera hacerlo.
—Joe —continuó Jordan—, no te involucres más con ____ de lo que ya lo has hecho. —Giró la cabeza y clavó sus ojos en Noah, que había permanecido en silencio todo ese tiempo—. Pensé que todos habíamos comprendido la necesidad de evitar este tipo de situaciones.
Joe apretó la mandíbula para no saltar sobre Jordan y machacarle a golpes.
—Puede que los hombres muertos no tengan debilidades —dijo finalmente—, pero sí tenemos conciencia, Jordan.
Sin más, se dio la vuelta y abandonó el apartamento, consciente de la culpa que atormentaría su alma por lo que Bailey tendría que soportar.
Cruzó el pasillo, llamó con suavidad a la puerta y utilizó sus propias llaves para entrar.
Cerró la puerta tras él y entró en el salón. Kira miraba sin ganas la televisión y tenía un arma en el brazo del sillón donde estaba sentada. Morganna y Emily se habían tumbado en el suelo y ____ estaba dormida en el sofá.
—Alguien debería llamar a Clint y a Kell —dijo Kira con suavidad mientras se ponía en pie.
Joe inclinó la cabeza levemente en señal de asentimiento y dirigió su atención a ____. La joven se había acurrucado en un rincón del sofá y su expresión reflejaba calma y serenidad.
Sintiendo un nudo en la garganta, se acercó al sofá, tomó a su mujer en brazos y la llevó a la cama. Le acarició el pelo con extrema delicadeza y la arropó antes de regresar a la sala a tiempo de ver cómo Morganna se levantaba adormilada y Kell alzaba a su esposa en brazos.
Los dos hombres saludaron a su amigo con un gesto de la cabeza mientras Kira se acercaba a la puerta, comprobaba el pasillo y les daba luz verde.
Una vez salieron, Joe cerró la puerta deseoso de volver con la mujer que amaba. Revisó con rapidez los cerrojos y el resto de las habitaciones, comprobando las ventanas y que todo estuviera en orden.
No podía evitar recordar la pena de Bailey en el entierro de sus padres, ni la decisión que él había tomado esa noche.
Se estaba haciendo viejo para aquel trabajo, concluyó mientras regresaba al dormitorio y se quitaba la ropa. Acababa de pasarse ocho horas rastreando los movimientos de Bailey, así como cualquier conexión que pudiera tener con Orión, y luego la había interrogado. Y lo que era peor, la había dejado en manos de John y Travis para que quebrantaran su resistencia y les dijera lo que les estaba ocultando.
Lanzando un suspiro de frustración, se tumbó en la cama y cerró los ojos cuando ____ rodó hacia él, acurrucándose contra su cuerpo. Sus brazos se alzaron por voluntad propia y la estrechó contra sí con desesperación mientras enterraba la cara en su pelo y combatía los instintos de tomarla y huir con ella de todo aquello. Se dijo a sí mismo que podía esconderla. Había pertenecido al Mossad. No era un simple agente. Cada uno de sus instintos había sido entrenado con una agudeza letal. Podría protegerla.
A menos que le ocurriese algo. A menos que cometiera un fallo y ocurriera lo peor. Y, entonces, la perdería.
La besó en el pelo.
—Ano ohev otach, ____ —susurró casi para sus adentros. «Te amo, ____».
La amaba.
Era su vida.
Y Joe temía no poder sobrevivir cuando se viese obligado a alejarse de ella.
—Joe —musitó ella contra su pecho.
La joven deslizó la mano por su torso hasta detenerla en su vientre, a unos centímetros del miembro que se erguía reclamando su atención.
La deseaba. Ardía de deseo por ella. Pero a pesar de lo mucho que la necesitaba físicamente, esa noche sólo quería abrazarla.
Había cosas a las que jamás había esperado enfrentarse cuando entregó su vida al cuerpo de Fuerzas Especiales. No había esperado conocer a una mujer que le tocara el alma, igual que no había esperado tener que permitir el interrogatorio de su único familiar vivo.
Y ahora tenía que admitir que el coste de lo que estaba perdiendo era demasiado alto.
—Por favor, haz que se detenga. —El miedo en la voz de ____ captó su atención.
No estaba gritando. No profería gritos de terror ni de dolor. El sonido era ronco y roto, un siseo de agonía que hizo que Joe se estremeciera.
—Por favor, papá, haz que se detenga.
Joe apretó los brazos en torno a ella, desesperado por despertarla pero sabiendo con certeza que esos sueños podrían ser la clave para salvarla.
Cerró los ojos y la estrechó aún más contra su cuerpo, prometiéndose a sí mismo que si alguna vez atrapaba vivo al malnacido que se había atrevido a tocarla, lo mataría asegurándose de que sufriera.
____ no había vuelto a soñar desde que Joe dormía en su cama. Se acurrucaba en el cálido refugio de sus brazos, sintiéndose protegida de las pesadillas que solían perseguirla.
Entre los brazos de Joe estaba segura. Su presencia era casi como un escudo entre ella y el dolor.
Esa vez, sin embargo, cuando comenzaron los sueños, era como si se viera a sí misma desde fuera en vez de vivir la pesadilla en primera persona.
Clavó los ojos en la mujer atada a la camilla. Sus dilatados ojos azules reflejaron terror cuando dos figuras masculinas se acercaron a la estrecha cama.
Vio a Jansen Clay, su cabello rubio perfectamente peinado, la burla en su rostro al mirar al otro hombre.
____ no podía ver la cara del científico. Sólo la espalda. No importaba lo mucho que ella quisiera mirarle y memorizar cualquier cosa que pudiera de ese sueño, no podía apartar la atención de la mujer que se debatía contra las sujeciones de la cama.
—No sé por qué no la matas. —____ se estremeció ante la fría hostilidad en la educada voz del médico. Hablaba como si tuviera los labios fruncidos y escupiera las palabras.
—Por ahora sirve a mis propósitos. —Jansen se encogió de hombros—. Además, si la mato, no tendré acceso al fondo fiduciario que le dejó su madre. Posee un montón de dinero que irá a parar a manos de su abuela si dejo que le ocurra algo.
—Entonces mata también a Abigail —dijo el otro hombre con crueldad—. ¿Qué más da?
—¿Matricidio? —reflexionó Jansen—. No estoy preparado para cruzar esa línea.
Pero no había tenido ningún problema para exterminar lentamente a su hija.
—El matricidio sería el menor de tus crímenes, Clay.
Jansen se rió.
—¿Y qué me dices de tus crímenes, amigo? Puede que no quiera a mi hija, pero tampoco he permitido que forme parte de esos horribles experimentos a los que sometes a esas niñas que compras. No deberías de lanzar la primera piedra.
El científico tensó la espalda.
—Ha sido en aras de la ciencia —replicó—. He hecho grandes descubrimientos gracias a esas niñas. Sin embargo, tus víctimas sólo han contribuido a incrementar tu riqueza.
Jansen le lanzó una mirada escéptica.
—Ahórrame la condescendencia y ocúpate de ____ —masculló—. Tengo que asistir después a una fiesta y no quiero retrasarme.
Unas manos enormes agarraron el brazo de ____ y ella centró su atención en la cara del extraño.
—Te recordaré —gritó—. Te recordaré.
El científico soltó un bufido mientras le clavaba la aguja de la jeringuilla en una de las venas de la muñeca.
—Tendrás suerte si recuerdas tu nombre cuando hayamos acabado con esto.
—Te recordaré. —____ sintió que esas palabras salían de sus labios mientras se veía a sí misma en sueños—. Tus manos me hacen daño. Son demasiado grandes para un cirujano. ¿Matas a tus pacientes?
La mano se detuvo. La ____ del sueño tenía la jeringuilla clavada en la muñeca y fulminaba al científico con la mirada.
—Si haces bien tu trabajo, jamás recordará quién eres —se rió Jansen entre dientes.
—Tienes cicatrices en las manos —susurró ____, centrando la atención en las manos que la sujetaban—. Sé que las he visto antes y me dan miedo. Te recordaré.
No podía escapar. Tenía la jeringuilla clavada en la carne y un segundo después una lava ardiente le recorría las venas.
____ no sentía el dolor, pero lo veía en aquellos claros ojos azules que de repente se pusieron blancos. El cuerpo de la joven se sacudió con fuerza contra las ataduras que la sujetaban a la camilla mientras un grito ahogado escapaba de sus labios. Luchaba por atraer la atención de Jansen. Intentaba implorar, suplicar misericordia.
—Papa, por favor —gimió—. Por favor...
Jansen se rió de ella.
Era su padre. Nunca se había mostrado cariñoso con ella, pero no había imaginado de lo que era capaz hasta el secuestro.
Ella siguió observando cómo la ____ del sueño se retorcía en la cama, cómo gritaba, perdida en una agonía que sólo recordaba vagamente.
—Parece más dolorida que excitada, mi buen doctor —dijo Jansen arrastrando la voz. Tanto él como el científico permanecían allí de pie, con la atención dividida entre ella y los monitores conectados a los electrodos—. Tendrás que volver a reajustar de nuevo la fórmula de la droga.
—Tiene el corazón en un nivel crítico —reflexionó el científico mientras daba un golpecito en el monitor cardíaco—. Deberías dejarme abrirle el corazón para ver si ha sufrido algún daño.
—Olvídalo. —Jansen negó con la cabeza.
____ quería gritar, dar voz a la silenciosa agonía que soportaba la ____ del sueño.
—Tanto dolor —susurró a la espalda de su padre—. ¿Por qué me haces daño?
—Conseguir la fórmula exacta para reproducir el «polvo de afrodita» no va a ser tan fácil como pensábamos —comentó el científico pensativamente antes de volver su atención hacia la joven—. Deberías haber vendido a tu hija a alguna red de trata de blancas hace años. Ahora sólo es una carga para tí.
____ se centró entonces en el médico y vio que su pelo era oscuro y canoso. De repente, se le nubló la vista. Sentía que se mareaba, estaba asustada.
—Lo conoces —gritó agónicamente la ____ atada a la cama—. Lo conoces. No confíes en él. Lo conoces.
La joven luchó por normalizar la respiración a pesar del miedo que sentía e intentó mirar al científico de nuevo.
—Míralo —gritó de nuevo la ____ del sueño—. Le conoces. Detenle. Oh, Dios mío. Por favor. ¡Por favor, detenle!
De pronto se escucharon más gritos. Resonaban en su mente mientras trataba de aferrarse a las barandillas metálicas que se sacudían ante el forcejeo de la ____ del sueño. Apelando a todas sus fuerzas, se movió hasta quedar delante del científico y levantó la mirada...
—¡Despierta de una puta vez, maldita sea!
____ abrió los ojos de golpe.
Ya no estaba soñando. Forcejeaba contra Joe, que no dejaba de gritar para que volviera a la realidad.
Estaba de rodillas frente a él y vio que un arañazo ensangrentado le cruzaba la mejilla. Se había puestos los vaqueros. Tenía el pecho desnudo y húmedo, y una mancha de sangre en el hombro, y... había alguien con él.
Jadeando, luchando para recobrar la respiración, ____ observó con espanto la habitación. Jordan y la pelirroja estaban allí. ____ no recordaba el nombre de la mujer. ¿Las habían llegado a presentar? La observaban con los ojos entrecerrados y una expresión de preocupación en sus rostros. La pelirroja parecía a punto de llorar.
—¿Qué hacen aquí? —____ sentía la garganta irritada; tenía la voz ronca.
—Escuchamos tus gritos y vinimos para ayudar —le explicó Jordan antes de que Joe pudiera responder.
A Joe no pareció gustarle que Jordan hubiera intervenido. El implacable jefe del equipo tenía la habilidad de asustarla.
____ se volvió hacia Joe.
—¿Pueden marcharse ya?
La joven no quería que Jordan estuviera en el dormitorio. No le gustaba que los desconocidos la mirasen como si estuvieran diseccionándola por algo que hubiera dicho en sueños.
Se estremeció por lo que había soñado esta vez. Por la manera en que se había desarrollado el sueño. Por primera vez no había revivido aquellos recuerdos de pesadilla, limitándose a observar la escena como si ella no hubiera estado implicada.
—¿Qué viste en tu sueño, ____? —le preguntó Joe, tenso—. ¿Qué te hizo gritar así?
La mirada de la joven regresó a Jordan. Todavía estaba vestido con unos pantalones negros y una almidonada camisa gris de algodón. Pero ¿es que ese hombre jamás llevaba la ropa arrugada?
—Me vi a mí misma. —Se apartó de la calidez de los brazos masculinos, se sentó en la cama y apoyó los pies en el suelo para mirar a los demás—. Diles que se vayan, Joe, por favor. No estoy de humor para tener compañía a las tres de la madrugada. —Giró la cabeza y le lanzó una mirada airada a Jordan—. ¿Acaso no duerme nunca?
El comandante arqueó una espesa ceja negra con un deje de burla.
—Sólo recargo las pilas cuando se agotan —contestó lacónicamente—. Es más eficiente.
Ella soltó un bufido, negando con la cabeza mientras Joe salía de la cama.
—Tehya, llévate a Jordan de aquí —le ordenó bruscamente—. Y la próxima vez que quiera irrumpir en la habitación, hazme un favor y encadénale a la cama o algo por el estilo.
—Antes tendría que conseguir que se acostara —repuso Tehya—. Creo que le da miedo que quiera compartir la cama con él.
____ respiró hondo y cerró los ojos. Casi podía ver al hombre que la había violado, el que había acompañado a su padre a la clínica y le había inyectado aquella droga.
Lo conocía. La ____ del sueño se lo había gritado. Lo conocía.
La imagen de las manos del científico le atravesó la cabeza como un relámpago. Eran grandes y morenas. Parecían ásperas, pero las palmas eran suaves como las de un bebé. Tan suaves que resultaba espeluznante.
Se estremeció ante el recuerdo de su tacto en sus muñecas, cuando la tumbó bocabajo contra el suelo del avión para violarla. Era extraño que recordara más ese detalle que lo que le había hecho.
—¿____?
Abrió los ojos y vio a Joe arrodillado frente a ella. Una expresión preocupada atemperaba la rabia que brillaba en sus ojos.
—Tranquila, ya se han ido. —Le retiró el pelo de la cara, sujetándole el mechón detrás de la oreja.
—Ese hombre es un entrometido. —Ella negó con la cabeza—. ¿Qué pasa? ¿Cree que no le dirás lo que yo recuerde en sueños?
Él frunció los labios.
—Es un poco impaciente.
____ casi se rió, porque en eso tenía razón.
—Cariño. —Joe le acarició con ternura la mejilla—. Si pudiera hacer desaparecer las pesadillas, lo haría. Si pudiera ahorrarte el dolor, el miedo, lo haría.
Realmente lo haría. ____ lo vio en su cara, en su mirada.
—Pronto se acabará todo —susurró, lamentando que así fuera. No le importaría vivir con el miedo, en constante peligro, si eso significaba estar con él un poco más.
—Sí, pronto estarás a salvo. —Joe le pasó una mano por el pelo mientras le apretaba la cintura con la otra.
Pronto estaría sola.
Levantó las manos del regazo y las posó en los hombros de Joe, extendiendo los dedos para acariciar los duros músculos, para sentir el calor y la fuerza bajo su piel.
—¿Por qué llevas puestos los vaqueros? —le preguntó con la respiración entrecortada—. Estabas desnudo cuando te metiste en la cama.
Joe curvó los labios.
—Me los puse cuando oí entrar en el apartamento a Jordan y a Tehya. No quería que me vieran el trasero, cariño. Tehya es un poco juguetona y me habría dado alguna palmadita.
____ sonrió ante sus palabras.
—Yo le hubiera roto la mano.
—Sabía que podía confiar en que me ayudarías a conservar la dignidad. —Sus ojos le sonrieron. A ____ le encantaba eso. La manera en que se iluminaban, con diversión y calidez.
Lo amaba. Adoraba acostarse a su lado, tocarle, la manera en que la abrazaba y la mantenía a salvo de todo.
—Gracias por protegerme. —____ le sostuvo la mirada. Los ojos masculinos parecían haberse oscurecido aún más. Sus pupilas se dilataban poco a poco mientras le acariciaba los hombros—. Protégeme del frío esta noche, Joe.
Con mano firme, la joven deslizó los dedos por la cinturilla de los vaqueros, le desabrochó el botón, y luego le bajó la cremallera sobre la erección que se hinchaba bajo la tela.
—¿Tienes frío? —El ronco susurro de Joe resonó en la habitación.
—Sí —ronroneó sobre sus labios—. Y estoy muy necesitada.
—¿Necesitada tú? —le preguntó Joe ayudándola a quitarse la camiseta.
La respiración de ____ era ahora áspera y jadeante.
—¿Cómo me tomarías si te dejara elegir? —inquirió en voz baja.
—De una manera lenta y suave —respondió él sin dilación—. Te tumbaría y me pasaría horas, días, años, enseñándote lo que es la pasión.
Un sollozo oprimió la garganta de ____. Quería esos años. Quería pasarse el resto de su vida entre sus brazos, en su cama.
Arqueó las caderas mientras él tironeaba de los pantalones del pijama. Se los quitó junto con las bragas, deslizándolos por las caderas y las piernas. Luego tiro la ropa al suelo y se quitó los vaqueros, revelando la carne dura y completamente erecta de su miembro.
La joven no podía negarse a sí misma las apremiantes necesidades que la hacían vibrar. Sabía, sospechaba con cada fibra de su ser, que Joe desaparecería pronto de su vida. Tenía poco tiempo para almacenar los recuerdos que necesitaría para sobrevivir cuando se fuera.
—Pienso a todas horas en tocarte, en saborearte —suspiró ella al tiempo que deslizaba las manos por los duros muslos.
—Entonces, hazlo —gimió, estremeciéndose al sentir los dedos de ____ rodeándole la polla.
Era pesada, larga, y se ensanchaba aún más en la base antes de incrustarse en el eje. La piel era oscura con gruesas venas palpitantes. Cuando la acarició, una gota perlada de semen apareció en la punta, atrayendo la lengua de la joven.
—Oh, ____. Dulce ____ —murmuró él con aquella áspera voz del desierto, anhelando que ella siguiera torturándolo—. Mi dulce amor. ¿Cómo voy a poder vivir sin esto?
¿Cómo podría vivir sin ella?
Los labios de ____ siguieron el camino de su lengua, cubriendo el palpitante glande y acogiéndolo en la boca. Sabía como el verano en medio del invierno. Adictivo. Intenso.
Le pasó la lengua por la parte inferior mientras lo succionaba, amando la sensación y el sabor de él en su boca. Ardía de deseo por él. Un deseo que sólo podía provocar Joe. No la droga, ni nada antinatural. Necesitar a Joe era tan natural como la lluvia para la tierra o el sol para las flores. Era vital. Era la clave de su supervivencia.
Retirándose unos pocos centímetros, examinó la resbaladiza humedad que había dejado sobre la punta. Inclinó la cabeza de nuevo y al volver a introducirse el miembro de nuevo en la boca, se sintió encantada ante el duro gemido que resonó en el cuerpo masculino.
—Estoy mojada. —____ levantó la cabeza al cabo de unos largos segundos de tortura, y se lo quedó mirando excitada como nunca antes—. Necesito sentirte en mi interior.
—Demonios. —Joe la tumbó de espaldas y la cubrió con su cuerpo.
La posición era perfecta. Sus caderas quedaron a la misma altura cuando le separó los muslos para apretar la polla contra los pliegues hinchados de su sexo. El glande se hundió en los jugos que no cesaban de brotar, y los músculos de ____ se tensaron de anticipación.
Intentando coger algo de aire, la joven lo observó con los ojos muy abiertos, fascinada por la imagen de aquel grueso miembro separando sus pliegues y penetrando la entrada de su cuerpo.
Durante un momento de locura, deseó no haber estado tomando la píldora anticonceptiva. Deseaba cosas que no podía tener. Quería un hijo de Joe. Una parte de él que nadie podría arrebatarle.
—¿Lento y suave? —La áspera voz masculina la distrajo—. ¿O rápido y duro? ¿Cómo lo prefieres, cariño?
Amasó sus pechos con las manos, llevándoselos a la boca para saborearlos. Un fuego aniquilador devoró los pezones de la joven y se extendió hasta su vientre. Indefensa ante lo que Joe le hacía sentir, jadeó ante el placer y la increíble necesidad que la atravesaba.
—Rápido y duro —jadeó ____.
Él curvó los labios en una media sonrisa que arrasó sus sentidos.
—¿Será lento y suave la próxima vez? —inquirió al tiempo que se introducía en su cuerpo.
La anchura de su polla dilató la estrecha abertura, enviando llamaradas de calor líquido a las venas de la joven.
—Oh Dios, sí —gritó ella, apoyándose en los codos porque no tenía fuerzas para incorporarse y observar. Quería ver cómo la poseía—. Será como tú quieras.
Él se detuvo con sólo el ancho glande en su interior y ella sintió que sus músculos interiores se ceñían en torno a su polla, intentando atraerla hacia su interior.
—¿Eso es una promesa? —preguntó él de nuevo.
Ella levantó la cabeza y se humedeció los labios.
—Sí, es una promesa. Pero ahora lo quiero rápido y duro, Joe. Fóllame como si ésta fuera la última vez.
¡Listo!
Espero les gustes ambos capítulos.
Gracias por sus comentarios.
Más tarde subo el siguiente.
Besos
Natuu♥!!
—Sabe algo del científico que no nos ha contado —dijo John cuando se reunieron en la sala del apartamento. Su voz denotaba preocupación.
Jordan, al igual que el resto del equipo, guardó silencio.
Joe estaba de pie ante las ventanas con los brazos cruzados sobre el pecho.
—Sí, sabe algo —asintió finalmente—. Ha sido demasiado evasiva sobre el científico y ha intentado centrar la atención en Orión. Sin embargo, lo que sea que esté ocultando, sólo podremos sonsacárselo con drogas.
—No será fácil. El Mossad la adiestró para resistir cualquier cosa —señaló Jordan.
Joe suspiró con fuerza mientras negaba con la cabeza.
—No aguantaría demasiado. Garren Abijah supervisó parte de su entrenamiento, y al final encontraron la droga adecuada para quebrarla.
John apretó los puños y maldijo por lo bajo. Sabía que parte del entrenamiento en el Mossad consistía en resistir las drogas y sus efectos. No era agradable ni fácil. Y el hecho de que ella se hubiera desmoronado no era señal de debilidad, sino de que podrían doblegarla. La CIA sabía eso y le habían encomendado misiones que no entrañaban ese tipo de riesgo. Muchos de los agentes de la CIA no habían pasado las pruebas del Mossad. Eran muy rigurosas, a veces, incluso mortales.
—Entonces, hagámoslo —concluyó Jordan—. ¿Te encargarás tú, Joe?
—No puedo permitir que la tortures —replicó el israelí con voz cortante—. Bailey es parte de mi familia.
—¿Estuviste presente en su adiestramiento? —preguntó Jordan entrecerrando los ojos.
Joe asintió con la cabeza.
—Pero no pude quedarme hasta el final. Ni siquiera Garren pudo hacerlo. Es como una hermana para mí. No seré yo quien le saque la información que estoy casi seguro que oculta para ser la primera en acabar con el científico.
—¿Y si pone en riesgo nuestra misión? —Travis dio un paso al frente y su expresión amenazadora se ensombreció aún más.
—La CIA la mantendrá a buen recaudo hasta que todo esto acabe —adujo Joe—. Es tarea de su superior decidir qué hacer después con ella.
—Sabe algo, Joe —sostuvo Travis—. Tú mismo has dicho que mantuvo el interrogatorio alejado del tema del científico. ¿Y si sabe quién es el cliente de Orión? ¿Y si está confabulada con ellos?
—Travis —Jordan se dirigió al antiguo miembro del MI6 aunque no apartó la mirada de Joe—, llévala al otro centro de operaciones y obtén la información que necesitamos.
—No permitiré que... —Joe dio un paso adelante como advertencia.
—¿Vale la pena correr el riesgo a cambio de la vida de ____, Joe? —le preguntó entonces el comandante, dejándolo paralizado—. Travis no matará a tu prima, pero sabe qué hacer y cómo conseguir esa información.
Joe apretó la mandíbula con fuerza. ¿Podían arriesgar la vida de ____ de esa manera?
No. ____ lo significaba todo para él.
Aún así, Bailey era su único familiar vivo. Todos habían desaparecido salvo Bailey y Joe, y él jamás podría decirle a la joven que seguía con vida.
—Travis, John, encargaos de ella —ordenó Jordan—. Trasladadla al centro de operaciones y ved qué podéis averiguar.
—Travis... —Joe dio un paso adelante, y luego se detuvo. Tenía los dientes apretados porque sabía que estaba a punto de ir contra todo lo aprendido en el Mossad, y pedir clemencia.
Pero no podía hacerlo.
—Cuando todo esto acabe —se limitó a decir—, si tiene más pesadillas de las que ya sufre, sabré de quién es la culpa.
Travis negó con la cabeza.
—Si sufre más pesadillas, será culpa suya, Joe. Su deber como agente es trasmitirnos toda la información que pueda llevarnos a Orión. Le daré una oportunidad de que entienda que estamos del mismo lado. Si luego sufre será cosa de ella, no mía.
Jordan continuó mirando a Joe. Él era el especialista en interrogatorios. Conocía el límite de Bailey. Incluso más, conocía la droga adecuada para hacer que su prima se derrumbara.
—Es el momento de hablar, Joe —le instó Jordan.
El israelí respiró hondo y, al cabo de unos segundos, le dijo a Travis el nombre del alucinógeno adecuado. Bailey no podría combatir los efectos. Esa droga era su punto débil.
Travis clavó los ojos en él y frunció el ceño.
—Es un alucinógeno muy fuerte —dijo al cabo de unos segundos—. ¿Estás seguro?
Joe asintió con la cabeza.
—Los médicos del Mossad no fallan. Les llevó una semana dar con la droga adecuada para doblegarla.
Travis asintió con la cabeza.
—John, llama a su superior —ordenó entonces Jordan—. Podrán recogerla cuando hayáis terminado con ella. —Se volvió hacia Joe y lo miró fijamente—. Mañana tendrás que acompañar a ____ a la fiesta que organiza la asociación de médicos. Aunque no le guste, es necesario que asista. Quizá pueda reconocer a alguien.
El israelí asintió. Se temía lo peor, pero sabía que tenían que ir. No había otra manera de proteger a ____ de aquella situación, por mucho que quisiera hacerlo.
—Joe —continuó Jordan—, no te involucres más con ____ de lo que ya lo has hecho. —Giró la cabeza y clavó sus ojos en Noah, que había permanecido en silencio todo ese tiempo—. Pensé que todos habíamos comprendido la necesidad de evitar este tipo de situaciones.
Joe apretó la mandíbula para no saltar sobre Jordan y machacarle a golpes.
—Puede que los hombres muertos no tengan debilidades —dijo finalmente—, pero sí tenemos conciencia, Jordan.
Sin más, se dio la vuelta y abandonó el apartamento, consciente de la culpa que atormentaría su alma por lo que Bailey tendría que soportar.
Cruzó el pasillo, llamó con suavidad a la puerta y utilizó sus propias llaves para entrar.
Cerró la puerta tras él y entró en el salón. Kira miraba sin ganas la televisión y tenía un arma en el brazo del sillón donde estaba sentada. Morganna y Emily se habían tumbado en el suelo y ____ estaba dormida en el sofá.
—Alguien debería llamar a Clint y a Kell —dijo Kira con suavidad mientras se ponía en pie.
Joe inclinó la cabeza levemente en señal de asentimiento y dirigió su atención a ____. La joven se había acurrucado en un rincón del sofá y su expresión reflejaba calma y serenidad.
Sintiendo un nudo en la garganta, se acercó al sofá, tomó a su mujer en brazos y la llevó a la cama. Le acarició el pelo con extrema delicadeza y la arropó antes de regresar a la sala a tiempo de ver cómo Morganna se levantaba adormilada y Kell alzaba a su esposa en brazos.
Los dos hombres saludaron a su amigo con un gesto de la cabeza mientras Kira se acercaba a la puerta, comprobaba el pasillo y les daba luz verde.
Una vez salieron, Joe cerró la puerta deseoso de volver con la mujer que amaba. Revisó con rapidez los cerrojos y el resto de las habitaciones, comprobando las ventanas y que todo estuviera en orden.
No podía evitar recordar la pena de Bailey en el entierro de sus padres, ni la decisión que él había tomado esa noche.
Se estaba haciendo viejo para aquel trabajo, concluyó mientras regresaba al dormitorio y se quitaba la ropa. Acababa de pasarse ocho horas rastreando los movimientos de Bailey, así como cualquier conexión que pudiera tener con Orión, y luego la había interrogado. Y lo que era peor, la había dejado en manos de John y Travis para que quebrantaran su resistencia y les dijera lo que les estaba ocultando.
Lanzando un suspiro de frustración, se tumbó en la cama y cerró los ojos cuando ____ rodó hacia él, acurrucándose contra su cuerpo. Sus brazos se alzaron por voluntad propia y la estrechó contra sí con desesperación mientras enterraba la cara en su pelo y combatía los instintos de tomarla y huir con ella de todo aquello. Se dijo a sí mismo que podía esconderla. Había pertenecido al Mossad. No era un simple agente. Cada uno de sus instintos había sido entrenado con una agudeza letal. Podría protegerla.
A menos que le ocurriese algo. A menos que cometiera un fallo y ocurriera lo peor. Y, entonces, la perdería.
La besó en el pelo.
—Ano ohev otach, ____ —susurró casi para sus adentros. «Te amo, ____».
La amaba.
Era su vida.
Y Joe temía no poder sobrevivir cuando se viese obligado a alejarse de ella.
—Joe —musitó ella contra su pecho.
La joven deslizó la mano por su torso hasta detenerla en su vientre, a unos centímetros del miembro que se erguía reclamando su atención.
La deseaba. Ardía de deseo por ella. Pero a pesar de lo mucho que la necesitaba físicamente, esa noche sólo quería abrazarla.
Había cosas a las que jamás había esperado enfrentarse cuando entregó su vida al cuerpo de Fuerzas Especiales. No había esperado conocer a una mujer que le tocara el alma, igual que no había esperado tener que permitir el interrogatorio de su único familiar vivo.
Y ahora tenía que admitir que el coste de lo que estaba perdiendo era demasiado alto.
—Por favor, haz que se detenga. —El miedo en la voz de ____ captó su atención.
No estaba gritando. No profería gritos de terror ni de dolor. El sonido era ronco y roto, un siseo de agonía que hizo que Joe se estremeciera.
—Por favor, papá, haz que se detenga.
Joe apretó los brazos en torno a ella, desesperado por despertarla pero sabiendo con certeza que esos sueños podrían ser la clave para salvarla.
Cerró los ojos y la estrechó aún más contra su cuerpo, prometiéndose a sí mismo que si alguna vez atrapaba vivo al malnacido que se había atrevido a tocarla, lo mataría asegurándose de que sufriera.
____ no había vuelto a soñar desde que Joe dormía en su cama. Se acurrucaba en el cálido refugio de sus brazos, sintiéndose protegida de las pesadillas que solían perseguirla.
Entre los brazos de Joe estaba segura. Su presencia era casi como un escudo entre ella y el dolor.
Esa vez, sin embargo, cuando comenzaron los sueños, era como si se viera a sí misma desde fuera en vez de vivir la pesadilla en primera persona.
Clavó los ojos en la mujer atada a la camilla. Sus dilatados ojos azules reflejaron terror cuando dos figuras masculinas se acercaron a la estrecha cama.
Vio a Jansen Clay, su cabello rubio perfectamente peinado, la burla en su rostro al mirar al otro hombre.
____ no podía ver la cara del científico. Sólo la espalda. No importaba lo mucho que ella quisiera mirarle y memorizar cualquier cosa que pudiera de ese sueño, no podía apartar la atención de la mujer que se debatía contra las sujeciones de la cama.
—No sé por qué no la matas. —____ se estremeció ante la fría hostilidad en la educada voz del médico. Hablaba como si tuviera los labios fruncidos y escupiera las palabras.
—Por ahora sirve a mis propósitos. —Jansen se encogió de hombros—. Además, si la mato, no tendré acceso al fondo fiduciario que le dejó su madre. Posee un montón de dinero que irá a parar a manos de su abuela si dejo que le ocurra algo.
—Entonces mata también a Abigail —dijo el otro hombre con crueldad—. ¿Qué más da?
—¿Matricidio? —reflexionó Jansen—. No estoy preparado para cruzar esa línea.
Pero no había tenido ningún problema para exterminar lentamente a su hija.
—El matricidio sería el menor de tus crímenes, Clay.
Jansen se rió.
—¿Y qué me dices de tus crímenes, amigo? Puede que no quiera a mi hija, pero tampoco he permitido que forme parte de esos horribles experimentos a los que sometes a esas niñas que compras. No deberías de lanzar la primera piedra.
El científico tensó la espalda.
—Ha sido en aras de la ciencia —replicó—. He hecho grandes descubrimientos gracias a esas niñas. Sin embargo, tus víctimas sólo han contribuido a incrementar tu riqueza.
Jansen le lanzó una mirada escéptica.
—Ahórrame la condescendencia y ocúpate de ____ —masculló—. Tengo que asistir después a una fiesta y no quiero retrasarme.
Unas manos enormes agarraron el brazo de ____ y ella centró su atención en la cara del extraño.
—Te recordaré —gritó—. Te recordaré.
El científico soltó un bufido mientras le clavaba la aguja de la jeringuilla en una de las venas de la muñeca.
—Tendrás suerte si recuerdas tu nombre cuando hayamos acabado con esto.
—Te recordaré. —____ sintió que esas palabras salían de sus labios mientras se veía a sí misma en sueños—. Tus manos me hacen daño. Son demasiado grandes para un cirujano. ¿Matas a tus pacientes?
La mano se detuvo. La ____ del sueño tenía la jeringuilla clavada en la muñeca y fulminaba al científico con la mirada.
—Si haces bien tu trabajo, jamás recordará quién eres —se rió Jansen entre dientes.
—Tienes cicatrices en las manos —susurró ____, centrando la atención en las manos que la sujetaban—. Sé que las he visto antes y me dan miedo. Te recordaré.
No podía escapar. Tenía la jeringuilla clavada en la carne y un segundo después una lava ardiente le recorría las venas.
____ no sentía el dolor, pero lo veía en aquellos claros ojos azules que de repente se pusieron blancos. El cuerpo de la joven se sacudió con fuerza contra las ataduras que la sujetaban a la camilla mientras un grito ahogado escapaba de sus labios. Luchaba por atraer la atención de Jansen. Intentaba implorar, suplicar misericordia.
—Papa, por favor —gimió—. Por favor...
Jansen se rió de ella.
Era su padre. Nunca se había mostrado cariñoso con ella, pero no había imaginado de lo que era capaz hasta el secuestro.
Ella siguió observando cómo la ____ del sueño se retorcía en la cama, cómo gritaba, perdida en una agonía que sólo recordaba vagamente.
—Parece más dolorida que excitada, mi buen doctor —dijo Jansen arrastrando la voz. Tanto él como el científico permanecían allí de pie, con la atención dividida entre ella y los monitores conectados a los electrodos—. Tendrás que volver a reajustar de nuevo la fórmula de la droga.
—Tiene el corazón en un nivel crítico —reflexionó el científico mientras daba un golpecito en el monitor cardíaco—. Deberías dejarme abrirle el corazón para ver si ha sufrido algún daño.
—Olvídalo. —Jansen negó con la cabeza.
____ quería gritar, dar voz a la silenciosa agonía que soportaba la ____ del sueño.
—Tanto dolor —susurró a la espalda de su padre—. ¿Por qué me haces daño?
—Conseguir la fórmula exacta para reproducir el «polvo de afrodita» no va a ser tan fácil como pensábamos —comentó el científico pensativamente antes de volver su atención hacia la joven—. Deberías haber vendido a tu hija a alguna red de trata de blancas hace años. Ahora sólo es una carga para tí.
____ se centró entonces en el médico y vio que su pelo era oscuro y canoso. De repente, se le nubló la vista. Sentía que se mareaba, estaba asustada.
—Lo conoces —gritó agónicamente la ____ atada a la cama—. Lo conoces. No confíes en él. Lo conoces.
La joven luchó por normalizar la respiración a pesar del miedo que sentía e intentó mirar al científico de nuevo.
—Míralo —gritó de nuevo la ____ del sueño—. Le conoces. Detenle. Oh, Dios mío. Por favor. ¡Por favor, detenle!
De pronto se escucharon más gritos. Resonaban en su mente mientras trataba de aferrarse a las barandillas metálicas que se sacudían ante el forcejeo de la ____ del sueño. Apelando a todas sus fuerzas, se movió hasta quedar delante del científico y levantó la mirada...
—¡Despierta de una puta vez, maldita sea!
____ abrió los ojos de golpe.
Ya no estaba soñando. Forcejeaba contra Joe, que no dejaba de gritar para que volviera a la realidad.
Estaba de rodillas frente a él y vio que un arañazo ensangrentado le cruzaba la mejilla. Se había puestos los vaqueros. Tenía el pecho desnudo y húmedo, y una mancha de sangre en el hombro, y... había alguien con él.
Jadeando, luchando para recobrar la respiración, ____ observó con espanto la habitación. Jordan y la pelirroja estaban allí. ____ no recordaba el nombre de la mujer. ¿Las habían llegado a presentar? La observaban con los ojos entrecerrados y una expresión de preocupación en sus rostros. La pelirroja parecía a punto de llorar.
—¿Qué hacen aquí? —____ sentía la garganta irritada; tenía la voz ronca.
—Escuchamos tus gritos y vinimos para ayudar —le explicó Jordan antes de que Joe pudiera responder.
A Joe no pareció gustarle que Jordan hubiera intervenido. El implacable jefe del equipo tenía la habilidad de asustarla.
____ se volvió hacia Joe.
—¿Pueden marcharse ya?
La joven no quería que Jordan estuviera en el dormitorio. No le gustaba que los desconocidos la mirasen como si estuvieran diseccionándola por algo que hubiera dicho en sueños.
Se estremeció por lo que había soñado esta vez. Por la manera en que se había desarrollado el sueño. Por primera vez no había revivido aquellos recuerdos de pesadilla, limitándose a observar la escena como si ella no hubiera estado implicada.
—¿Qué viste en tu sueño, ____? —le preguntó Joe, tenso—. ¿Qué te hizo gritar así?
La mirada de la joven regresó a Jordan. Todavía estaba vestido con unos pantalones negros y una almidonada camisa gris de algodón. Pero ¿es que ese hombre jamás llevaba la ropa arrugada?
—Me vi a mí misma. —Se apartó de la calidez de los brazos masculinos, se sentó en la cama y apoyó los pies en el suelo para mirar a los demás—. Diles que se vayan, Joe, por favor. No estoy de humor para tener compañía a las tres de la madrugada. —Giró la cabeza y le lanzó una mirada airada a Jordan—. ¿Acaso no duerme nunca?
El comandante arqueó una espesa ceja negra con un deje de burla.
—Sólo recargo las pilas cuando se agotan —contestó lacónicamente—. Es más eficiente.
Ella soltó un bufido, negando con la cabeza mientras Joe salía de la cama.
—Tehya, llévate a Jordan de aquí —le ordenó bruscamente—. Y la próxima vez que quiera irrumpir en la habitación, hazme un favor y encadénale a la cama o algo por el estilo.
—Antes tendría que conseguir que se acostara —repuso Tehya—. Creo que le da miedo que quiera compartir la cama con él.
____ respiró hondo y cerró los ojos. Casi podía ver al hombre que la había violado, el que había acompañado a su padre a la clínica y le había inyectado aquella droga.
Lo conocía. La ____ del sueño se lo había gritado. Lo conocía.
La imagen de las manos del científico le atravesó la cabeza como un relámpago. Eran grandes y morenas. Parecían ásperas, pero las palmas eran suaves como las de un bebé. Tan suaves que resultaba espeluznante.
Se estremeció ante el recuerdo de su tacto en sus muñecas, cuando la tumbó bocabajo contra el suelo del avión para violarla. Era extraño que recordara más ese detalle que lo que le había hecho.
—¿____?
Abrió los ojos y vio a Joe arrodillado frente a ella. Una expresión preocupada atemperaba la rabia que brillaba en sus ojos.
—Tranquila, ya se han ido. —Le retiró el pelo de la cara, sujetándole el mechón detrás de la oreja.
—Ese hombre es un entrometido. —Ella negó con la cabeza—. ¿Qué pasa? ¿Cree que no le dirás lo que yo recuerde en sueños?
Él frunció los labios.
—Es un poco impaciente.
____ casi se rió, porque en eso tenía razón.
—Cariño. —Joe le acarició con ternura la mejilla—. Si pudiera hacer desaparecer las pesadillas, lo haría. Si pudiera ahorrarte el dolor, el miedo, lo haría.
Realmente lo haría. ____ lo vio en su cara, en su mirada.
—Pronto se acabará todo —susurró, lamentando que así fuera. No le importaría vivir con el miedo, en constante peligro, si eso significaba estar con él un poco más.
—Sí, pronto estarás a salvo. —Joe le pasó una mano por el pelo mientras le apretaba la cintura con la otra.
Pronto estaría sola.
Levantó las manos del regazo y las posó en los hombros de Joe, extendiendo los dedos para acariciar los duros músculos, para sentir el calor y la fuerza bajo su piel.
—¿Por qué llevas puestos los vaqueros? —le preguntó con la respiración entrecortada—. Estabas desnudo cuando te metiste en la cama.
Joe curvó los labios.
—Me los puse cuando oí entrar en el apartamento a Jordan y a Tehya. No quería que me vieran el trasero, cariño. Tehya es un poco juguetona y me habría dado alguna palmadita.
____ sonrió ante sus palabras.
—Yo le hubiera roto la mano.
—Sabía que podía confiar en que me ayudarías a conservar la dignidad. —Sus ojos le sonrieron. A ____ le encantaba eso. La manera en que se iluminaban, con diversión y calidez.
Lo amaba. Adoraba acostarse a su lado, tocarle, la manera en que la abrazaba y la mantenía a salvo de todo.
—Gracias por protegerme. —____ le sostuvo la mirada. Los ojos masculinos parecían haberse oscurecido aún más. Sus pupilas se dilataban poco a poco mientras le acariciaba los hombros—. Protégeme del frío esta noche, Joe.
Con mano firme, la joven deslizó los dedos por la cinturilla de los vaqueros, le desabrochó el botón, y luego le bajó la cremallera sobre la erección que se hinchaba bajo la tela.
—¿Tienes frío? —El ronco susurro de Joe resonó en la habitación.
—Sí —ronroneó sobre sus labios—. Y estoy muy necesitada.
—¿Necesitada tú? —le preguntó Joe ayudándola a quitarse la camiseta.
La respiración de ____ era ahora áspera y jadeante.
—¿Cómo me tomarías si te dejara elegir? —inquirió en voz baja.
—De una manera lenta y suave —respondió él sin dilación—. Te tumbaría y me pasaría horas, días, años, enseñándote lo que es la pasión.
Un sollozo oprimió la garganta de ____. Quería esos años. Quería pasarse el resto de su vida entre sus brazos, en su cama.
Arqueó las caderas mientras él tironeaba de los pantalones del pijama. Se los quitó junto con las bragas, deslizándolos por las caderas y las piernas. Luego tiro la ropa al suelo y se quitó los vaqueros, revelando la carne dura y completamente erecta de su miembro.
La joven no podía negarse a sí misma las apremiantes necesidades que la hacían vibrar. Sabía, sospechaba con cada fibra de su ser, que Joe desaparecería pronto de su vida. Tenía poco tiempo para almacenar los recuerdos que necesitaría para sobrevivir cuando se fuera.
—Pienso a todas horas en tocarte, en saborearte —suspiró ella al tiempo que deslizaba las manos por los duros muslos.
—Entonces, hazlo —gimió, estremeciéndose al sentir los dedos de ____ rodeándole la polla.
Era pesada, larga, y se ensanchaba aún más en la base antes de incrustarse en el eje. La piel era oscura con gruesas venas palpitantes. Cuando la acarició, una gota perlada de semen apareció en la punta, atrayendo la lengua de la joven.
—Oh, ____. Dulce ____ —murmuró él con aquella áspera voz del desierto, anhelando que ella siguiera torturándolo—. Mi dulce amor. ¿Cómo voy a poder vivir sin esto?
¿Cómo podría vivir sin ella?
Los labios de ____ siguieron el camino de su lengua, cubriendo el palpitante glande y acogiéndolo en la boca. Sabía como el verano en medio del invierno. Adictivo. Intenso.
Le pasó la lengua por la parte inferior mientras lo succionaba, amando la sensación y el sabor de él en su boca. Ardía de deseo por él. Un deseo que sólo podía provocar Joe. No la droga, ni nada antinatural. Necesitar a Joe era tan natural como la lluvia para la tierra o el sol para las flores. Era vital. Era la clave de su supervivencia.
Retirándose unos pocos centímetros, examinó la resbaladiza humedad que había dejado sobre la punta. Inclinó la cabeza de nuevo y al volver a introducirse el miembro de nuevo en la boca, se sintió encantada ante el duro gemido que resonó en el cuerpo masculino.
—Estoy mojada. —____ levantó la cabeza al cabo de unos largos segundos de tortura, y se lo quedó mirando excitada como nunca antes—. Necesito sentirte en mi interior.
—Demonios. —Joe la tumbó de espaldas y la cubrió con su cuerpo.
La posición era perfecta. Sus caderas quedaron a la misma altura cuando le separó los muslos para apretar la polla contra los pliegues hinchados de su sexo. El glande se hundió en los jugos que no cesaban de brotar, y los músculos de ____ se tensaron de anticipación.
Intentando coger algo de aire, la joven lo observó con los ojos muy abiertos, fascinada por la imagen de aquel grueso miembro separando sus pliegues y penetrando la entrada de su cuerpo.
Durante un momento de locura, deseó no haber estado tomando la píldora anticonceptiva. Deseaba cosas que no podía tener. Quería un hijo de Joe. Una parte de él que nadie podría arrebatarle.
—¿Lento y suave? —La áspera voz masculina la distrajo—. ¿O rápido y duro? ¿Cómo lo prefieres, cariño?
Amasó sus pechos con las manos, llevándoselos a la boca para saborearlos. Un fuego aniquilador devoró los pezones de la joven y se extendió hasta su vientre. Indefensa ante lo que Joe le hacía sentir, jadeó ante el placer y la increíble necesidad que la atravesaba.
—Rápido y duro —jadeó ____.
Él curvó los labios en una media sonrisa que arrasó sus sentidos.
—¿Será lento y suave la próxima vez? —inquirió al tiempo que se introducía en su cuerpo.
La anchura de su polla dilató la estrecha abertura, enviando llamaradas de calor líquido a las venas de la joven.
—Oh Dios, sí —gritó ella, apoyándose en los codos porque no tenía fuerzas para incorporarse y observar. Quería ver cómo la poseía—. Será como tú quieras.
Él se detuvo con sólo el ancho glande en su interior y ella sintió que sus músculos interiores se ceñían en torno a su polla, intentando atraerla hacia su interior.
—¿Eso es una promesa? —preguntó él de nuevo.
Ella levantó la cabeza y se humedeció los labios.
—Sí, es una promesa. Pero ahora lo quiero rápido y duro, Joe. Fóllame como si ésta fuera la última vez.
¡Listo!
Espero les gustes ambos capítulos.
Gracias por sus comentarios.
Más tarde subo el siguiente.
Besos
Natuu♥!!
Natuu!
Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
Por lo que veo sera la ultima vez antes que Orion ataque no?
Es el tipo del restauran?
SIGUELA
Es el tipo del restauran?
SIGUELA
Creadora
Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
owww me encanta Joe
Es tan lindo!!
No lo quiero perder :(
Siguela!!!
Es tan lindo!!
No lo quiero perder :(
Siguela!!!
aranzhitha
Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
ay yo no quiero que joe sa valla :(
dale otr5o capi
dale otr5o capi
andreita
Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
Oh por favor ! estos chicos viven cojiendo .____. jajajaja
No quiero q se vaya joe :'(
SIGUELAA
No quiero q se vaya joe :'(
SIGUELAA
jb_fanvanu
Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
Veintidós
Joe entrecerró los ojos y se quedó inmóvil cuando ____ pronunció aquellas palabras.
—Eres una chica mala —susurró al tiempo que sus labios esbozaban una amplia y sensual sonrisa.
—No es la primera vez que lo dices —dijo ella conteniendo la respiración al sentir la polla dilatando la estrecha entrada a su cuerpo.
—¿No quieres ser más mala todavía, mi preciosa ____? —Deslizó las manos desde los muslos a los pechos de la joven. Los acunó con reverencia, los moldeó y le pellizcó los pezones, frotándoselos luego con suavidad.
—¿Contigo? Creo que podría ser muy mala, Joe —musitó.
Con un duro envite, él enterró la mitad de su erección en su interior a modo de recompensa. Jadeando, ____ alzó las caderas y levantó las piernas para rodearle con ellas.
—Mi preciosa ____... Tu dulce coño está tan apretado, tan ardiente alrededor de mi polla... —La voz de Joe era oscura, áspera, y dejaba traslucir aquel leve acento del desierto.
—Oh Dios, Joe, vas a volverme loca. —La joven agrandó los ojos y levantó la cabeza.
Clavó la mirada allí donde sus cuerpos se unían, conteniendo el aliento ante la imagen de sus pliegues separándose para dar entrada al rígido miembro medio enterrado en ella.
—¿Es eso todo lo que tienes para mí? —suspiró ella decepcionada.
Joe gimió... Y luego se retiró.
____ contuvo un gemido ahogado al ver los resbaladizos jugos que cubrían la dura carne masculina.
—Tan ardiente y mojada para mí. —Joe pasó el dedo sobre la longitud de su polla, recogió la humedad con el dedo para llevársela a los labios, y luego impulsó las caderas con fuerza hacia delante.
____ soltó un grito de placer. La imagen de él saboreándola, la sensación de su polla hundiéndose por completo en su interior, casi era demasiado. Las sensaciones que atravesaban su cuerpo eran cada vez más intensas, más abrumadoras.
—¿Sabes lo que quiero, mi dulce ____? —Joe le sujetó las caderas inmovilizándola, con su polla palpitando contra los finos tejidos que lo apresaban.
—¿Qué quieres? —gimió ____. Sabía lo que ella quería. Quería que se moviera, que la tomara por entero, que la penetrara a fondo hasta hacerla gritar de placer.
Su polla se enterró más profundamente, llenándola y pulsando en su interior mientras ella jadeaba de placer.
—Quiero tomarte desde atrás, ____ —susurró con suavidad—. Quiero embestir tu precioso trasero mientras te follo. Quiero poseerte por completo, cariño.
Ella levantó la mirada hacia él, con un estremecimiento de incertidumbre y temor.
—¿Desde atrás? —____ intentó pensar, diciéndose a sí misma que podría hacerlo, pero todo lo que podía hacer en ese momento era sentirlo clavado en lo más profundo de su ser.
Él se movió, se retiró y volvió a hundirse en ella.
—Por detrás, ____. Será condenadamente bueno. Podría rozarte el clítoris mientras te follo rápido y profundo, o juguetear con tus pequeños y tensos pezones. Te encantará.
Ella sacudió la cabeza. ¿Podría soportarlo? ¿O se vería asaltada por las pesadillas? ¿Podría el miedo dominarla y arrebatarle el placer?
—Joe. —Lo miró angustiada. No sabía si debía darse la vuelta o morirse de miedo ante lo que él deseaba.
Entonces, él se apartó.
—No. No te detengas. —Trató de alcanzarlo, desesperada por sentirlo de nuevo.
—Ven aquí, cariño. —La alzó y la giró, presionando una mano entre sus hombros para que se arrodillara sobre la cama—. Así —ronroneó deslizando la mano desde los hombros a la barbilla—. Ahora levanta la cara. ¿Ves lo que yo veo?
Lo que ella vio reflejado en el espejo de la cómoda, fue su propio rostro ruborizado de excitación y los ojos agrandados y oscurecidos por el deseo.
Detrás de ella, Joe parecía un conquistador. Su cara morena estaba tensa por la lujuria y sus ojos negros brillaban con aprobación cuando buscaron los de ella en el espejo.
____ abrió los labios sorprendida y maravillada a la vez. No era fea. Era una mujer bella, deseable, llena de pasión.
—Eres jodidamente hermosa —le aseguró Joe con voz ronca.
____ clavó los ojos en la imagen, en la manera en que Joe la miraba mientras se agarraba la polla, gruesa y oscura, con una mano, y con la otra le sujetaba la cadera.
—Ahora cariño, déjame llevarte al siguiente nivel de placer. —Colocó el glande entre los muslos femeninos, apretó la polla contra los pliegues hinchados de su sexo y se introdujo con facilidad en su interior—. Tómame, ____. Aférrate a mí. Enséñame lo mala que puedes llegar a ser.
Joe tenía los hombros duros y tensos; un riachuelo de sudor le recorría el pecho hasta perderse en el espeso vello negro que lo cubría. Su abdomen estaba contraído y sujetaba con fuerza las caderas de ____ mientras la joven empujaba hacia él.
Ella echó la cabeza hacia atrás para apoyarse en su pecho y sintió la anchura de la polla abriéndose paso entre los sensibilizados tejidos de su sexo, poseyéndola completamente.
—Joe —jadeó, envuelta en una oleada de exquisito placer.
Se movió de pronto hacia delante, liberándose de él, y observó la tensa mueca de deseo que torció los rasgos de Joe. Tenía los labios abiertos; parecía salvaje y primitivo, y hacía que ella misma se sintiera salvaje.
—Tócate los pechos, ____ —gimió cuando ella se empaló de nuevo en la erección—. Juega con tus pezones. Adoro cuando se endurecen para mí y reclaman mi boca.
Ella gimió y levantó la mano hasta uno de sus pechos. Agarró el pezón entre el índice y el pulgar y lo presionó con fuerza mientras arqueaba las caderas hacia atrás para salir al encuentro de la rígida carne de Joe.
Estaba perdiéndose en el mundo de placer que él había creado para ella. Podía sentirlo. Con los ojos fijos en Joe, deslizó la mano desde los pechos al vientre. La curiosidad la consumía tan profundamente como la pasión. Movió los dedos entre los muslos abiertos y gimió al notar los cálidos jugos que inundaban su sexo. Y, sin poder evitarlo, abrió los labios en un grito silencioso cuando esos mismos dedos encontraron la dura carne que se deslizaba en su interior.
Un gruñido ahogado curvó los labios de Joe, que echó la cabeza hacia atrás con el rostro contraído a causa del placer. Esa imagen debilitó a ____, llevándola casi al orgasmo e intensificando sus sensaciones.
Sabiéndose segura entre sus brazos, se inclinó hacia delante y hundió los hombros sobre la cama cuando sus dedos encontraron el clítoris. Con la otra mano se apretó el pezón y supo que él la estaba observando. Podía sentir sus ojos clavados en ella mientras ____ retorcía las caderas, empujando hacia atrás y tomándolo por completo.
Se deslizó por su polla hasta liberarse, sólo para volver a empalarse con un gemido desesperado mientras su sexo hambriento lo succionaba de nuevo.
____ estaba perdida. Gemía, lloraba, se llenaba de él y se moría por más.
—Abre los ojos —ordenó él ásperamente—. Mírame, maldita sea. Mírame, ____. Mira cómo te amo.
La joven abrió los ojos y giró la cabeza para mirarlo. Él estaba arrodillado entre sus muslos y ahora tenía la cara junto a la de ella. La estaba marcando, posesionándose por completo de su cuerpo, embistiendo contra ella, dominándola, penetrándola con duros envites que la llevaban cada vez más alto, más cerca del límite.
—Joe —susurró ella, sintiéndose al borde del abismo—. Oh, Dios. Esto es demasiado bueno. Demasiado.
—Siempre —gimió él—. Ano ohev otach. Ano ohev otach, ____. —«Te amo». Se sentía desgarrado por las emociones que lo atravesaban, que le nublaban la mente a la vez que le tensaban los testículos.
—Joe —gritó ella—. Oh Dios. Ámame, Joe —gimió—. Oh Dios, por favor. Por favor, Joe.
____ se retorció con violencia y estalló salvajemente entre sus brazos. Sus jugos envolvieron la polla de Joe mientras él llegaba al orgasmo. La sensación le recorrió la columna y se estrelló en sus testículos. El semen salió a chorros por la punta de su polla, inundando a ____ con una oleada de calor al tiempo que él tomaba posesión de su boca para no proferir los votos de amor eterno que llevaba grabados a fuego en el alma.
Ella era suya ahora. Igual que él era suyo. Y siempre lo sería, siempre la amaría. Si no supiese que ella estaba tomando la píldora, habría jurado que un placer así de intenso, así de profundo, sólo podía tener una conclusión.
Estremeciéndose contra ella, Joe apartó los labios y gimió cuando un último estremecimiento de liberación palpitó con fuerza en su polla. Le parecía que no lograba inspirar suficiente aire para oxigenar su cerebro. Que no podía apaciguar el rugido de la sangre para sentir todas las emociones, todas las sensaciones, de aquel éxtasis arrollador.
Ella se derrumbó en el colchón saciada y la tensión fue abandonando lentamente su cuerpo, sabiéndose cobijada por él. La confianza que le había demostrado a Joe al permitir que la tomara por detrás conmovió al israelí profundamente. No lo había esperado. Había esperado su miedo, quizá una negativa. Pero no aquella muestra de total confianza.
—Ano ohev otach —susurró él de nuevo. Eran palabras de amor en su lengua materna, palabras con un significado tan antiguo como el tiempo.
Joe nunca había conocido más amor que el que había sentido por sus padres y estos por él. Jamás había conocido el amor que sentía un hombre por la mujer que llenaba cada rincón de su corazón, que lo hacía sentir completo por primera vez... Hasta que ____ llegó a su vida.
—Te amo, Joe. —No fue nada más que un susurro, pero impactó en él con una fuerza que hizo vibrar su cuerpo.
Que Dios le ayudara. ¿Cómo iba a poder alejarse de ella cuando la misión terminara? Sabía, desde lo más profundo de su ser, como el guerrero que era en su subconsciente, que el final estaba cerca. ____ estaría a salvo y él tendría su venganza, pero luego no quedaría nada a lo que aferrarse. La venganza sólo sería ceniza en el viento, y su corazón permanecería siempre en la oscuridad, acosado por el recuerdo de una mujer, una sombra de su sombra.
—Podría quedarme aquí, cubriéndote como una manta, para siempre —le musitó al oído—. Eres la razón de mi existencia, la luz que me guiará siempre.
El esbelto cuerpo de ____ se estremeció y él vio que clavaba los dedos en el colchón.
—Quiero que lo sepas, ____. —La besó con ternura en el cuello y en el hombro—. Recuérdalo siempre. Jamás conoceré un sabor tan cálido y dulce como el tuyo.
Ella negó con la cabeza mientras Joe la liberaba, pero se acurrucó contra él cuando se tumbó a su lado.
—Háblame.
Joe percibió las lágrimas en su voz y, cuando cayeron sobre su pecho, casi pudo escuchar el sonido de la terrible grieta de dolor que se abría en su interior.
—¿De qué quieres que te hable? —Peinó con los dedos las sedosas hebras de su pelo.
—¿Qué te hace feliz? ¿Cuáles son tus mejores recuerdos? Sólo habla conmigo, Joe. Cuéntame cosas de ti.
Él respiró hondo. ____ le hacía feliz. Los recuerdos de sus momentos con ella siempre serían los mejores para él.
—Recuerdo el desierto —dijo finalmente—. Puede freír a un hombre durante el día y congelarlo durante la noche. Es un lugar lleno de fuerza y salvaje belleza. Alienta a un hombre y, a la vez, lo desafía.
—Estuve en Israel hace mucho tiempo, con Jansen —susurró ____—. No me dejó salir de la casa protegida que había alquilado.
—Te gustaría si tuvieras ocasión de conocerlo bien —le aseguró Joe. Ojalá pudiera verla bajo el resplandeciente sol de su país. Mostrarle los secretos que Israel escondía, así como su vasta riqueza—. Puede que sea un lugar violento, como muestran las televisiones de todo el mundo. Pero pocas veces muestran las hermosas playas acariciadas por la luna. O el desierto que se transforma todos los días. Tan fuerte y sabio. Tan sigiloso y poderoso.
—¿Cómo es el viento? —La voz de ____ era cálida miel y dulce placer. Era una luz en la oscuridad, la promesa del calor en el invierno.
—La brisa puede ser muy suave cuando estás en el desierto y penetrar en tus poros como si te nutriese con el calor de la tierra. Pero también puede ser afilada y peligrosa; rasgarte la piel y los huesos como si fuera una mujer traicionada por su amante.
Él se rió al sentir el ligero pellizco que ella le dio en los duros abdominales.
—¿Ves lo que quiero decir? —Tomó la mano de ____ en la suya—. Sí, sin duda eres peligrosa.
La breve risa de la joven lo envolvió como una dulce caricia del desierto.
—¿Tienes familia?
Joe clavó los ojos en el techo antes de asentir.
—Sólo tengo una prima. Una fierecilla tan terca como el propio desierto.
—A la que quieres mucho —dijo ella con suavidad—. Lo percibo en tu voz.
—Sí, la quiero mucho. —Joe habría sonreído ante ese pensamiento si no fuera plenamente consciente de la situación en la que la había dejado. La elección entre la seguridad de ____ y liberar a Bailey no había sido fácil. Se consoló pensando que ambas sobrevivirían igualmente. Tendrían toda la vida por delante para obtener cualquier cosa que desearan.
—¿Te acordarás de mí cuando te vayas, Joe? —preguntó ____ entonces, acariciándole los sentidos con su voz.
—Ni siquiera la muerte podría borrarte de mi memoria —le prometió él.
El silencio inundó la estancia tras aquellas palabras. Llegaba el amanecer, y con él, la conciencia de que tendría que hacerle daño otra vez. La abuela de ____ le había dicho a Noah que su nieta siempre se había negado a asistir al baile que la asociación de médicos organizaba cada año. Profesionales de la medicina de todo el mundo se daban cita en él. Los mejores y más brillantes médicos se ponían sus mejores galas y se relacionaban entre sí con el fin de establecer contactos y obtener fondos para sus investigaciones.
El baile se celebraría al cabo de una semana y, hasta entonces, habría varias fiestas en honor de los científicos y doctores que iban llegando a la ciudad.
La primera de esas fiestas tendría lugar al día siguiente. ____ y él acudirían como invitados de Abigail, igual que Ian y Kira Richards. Jordan y Tehya también asistirían, y el resto del equipo les prestaría respaldo y apoyo.
Joe sabía que Orión atacaría pronto. Probablemente en una de esas fiestas.
—Tengo frío. —La suave voz de ____ lo arrancó de sus pensamientos.
Joe le acarició la espalda antes de coger la manta para cubrirla hasta los hombros.
____ se acurrucó contra su pecho y guardó silencio durante tanto tiempo que él se preguntó si se habría quedado dormida.
—Me habría encantado ver el desierto contigo —dijo de pronto. Había tanta emoción en su voz que a Joe se le oprimió el corazón—. ¿Pensarás en mí si alguna vez vuelves a él?
—Siempre —le aseguró—. Siempre pensaré en ti cuando recuerde el desierto.
Siempre pensaría en ella, sin importar dónde estuviera o lo que hiciera. Siempre llevaría sus recuerdos con él y el dolor de haberla perdido.
—Quizá algún día vea tu desierto —musitó ella—. Si lo hago, pensaré en ti, Joe.
Él miró al techo, consciente de la desolada oscuridad que había sido su vida antes de conocerla; como volvería a ser en cuanto ella estuviera a salvo.
Podía incluso verse a sí mismo observándola de lejos. Siempre deseándola.
Alejarse de ____ sería la cosa más difícil que haría en la vida.
A ____ le sorprendió poder dormir. Sin embargo, en algún momento antes del amanecer, se quedó dormida en brazos de Joe y no tuvo pesadillas.
Era consciente de él, incluso en sueños. Supo exactamente el momento en que sus respiraciones se acompasaron. Soñó que él la besaba en la frente y que le susurraba «te amo» con voz suave.
Soñó con el calor del desierto, con el sol brillando sobre ellos, y que él desaparecía de su lado para formar parte de aquel árido paisaje.
Cuando se despertó a la mañana siguiente, se dio una ducha, desayunó lo que le había preparado Joe y volvió a su trabajo en el ordenador.
No podía pensar en lo que ocurriría después. No podía imaginarse el resto de su vida sin el hombre que amaba, aunque sabía que él se marcharía antes de lo que había pensado.
—Tengo un par de reuniones hoy —le dijo a Joe cuando encendió el ordenador y los avisos aparecieron en la pantalla—. Vendrán varios clientes a proporcionarme la información que necesito para sus cuentas.
—Lo sé —respondió él—. Jordan los investigó hace varios días. Todos están limpios, así que tienen vía libre. Yo me quedaré aquí contigo por si acaso.
Ella se volvió hacia él con el ceño fruncido.
—A los clientes no les gusta hablar de sus asuntos delante de la gente —repuso con inquietud—. Si te ven, sospecharán algo. Son clientes habituales, así que están acostumbrados a que nos reunamos a solas.
Joe la miró también con el ceño fruncido desde la puerta de la cocina y ____ tuvo que sacudir la cabeza para alejar los tentadores pensamientos que ocupaban su mente.
Sabía que tenía que centrarse en los problemas de sus clientes en vez de en la camiseta y los vaqueros que él llevaba puestos o en lo sexys que estos parecían con unas botas a juego.
Ese hombre era un placer para la vista. No era guapo de una manera convencional, pero sí endiabladamente atractivo y sexy. Y ahora, tenía ese peligroso brillo en la mirada que le decía que iba a salirse con la suya.
—Puedo permanecer en la cocina —dijo con voz firme—. Les dejaré entrar y luego me retiraré. Estaré cerca en caso de que alguno de ellos se vuelva una amenaza.
Un escalofrío recorrió la columna de ____ al tiempo que una oleada de cautela la atravesaba. Debería haber cancelado las reuniones. Ahora ya era demasiado tarde, pero debería haber seguido el consejo de Jordan en vez de insistir en mantener todas esas citas.
—No te preocupes, ____ —la tranquilizó Joe al ver su preocupación—. Jordan y los demás están al otro lado del pasillo. Activaremos el dispositivo de escucha antes de la primera reunión, así que Jordan sabrá si ocurre algo, y yo no me moveré de la cocina. Estarás completamente protegida.
____ asintió con cierta vacilación y volvió a centrarse en el ordenador. Estaría a salvo, se dijo a sí misma. Todo iría bien.
Era casi la hora.
Orión examinó la herida curada del pie antes de dejar caer varios analgésicos en la palma de la mano y tragarlos con agua.
La medicación ayudaba a soportar el dolor sin que se le embotaran los sentidos. Todavía tenía todo bajo control y eso era lo único que importaba.
Metió el bote de pastillas en el cajón de la mesilla de noche, cogió el portátil de la cama para ponérselo en el regazo y clicó en las fotografías que había tomado durante la noche.
La cámara que había instalado en el ascensor del edificio de ____ le permitía estar al tanto de sus idas y venidas.
Su amante la había mantenido encerrada en casa. Salvo una noche que habían salido a un club, siempre habían permanecido en el apartamento.
El señor Jonas estaba en guardia. Era un SEAL, lo que quería decir que podía ser un problema si Orión no jugaba bien sus cartas.
Sonrió ante ese pensamiento; tenía varios ases en la manga y los utilizaría.
Esa noche había una importante fiesta a la que ella asistiría. Una fiesta privada para un científico llegado de Alemania. Orión casi lanzó una carcajada al pensarlo. Si ____ había conseguido completar el puzzle de sus recuerdos en su mente, tal y como él preveía, reconocería a su cliente en cuanto lo viera. Lo presentía. Y lo había previsto.
Bueno, eso estaba mucho mejor, se dijo a sí mismo cuando el analgésico comenzó a surtir efecto. Un hombre no podía planificar bien su último trabajo si se retorcía de dolor. Podría pasársele algo por alto, o calcular mal el tiempo. Orión no podía permitirse ni el más mínimo error.
En los últimos días había tenido que rehacer por completo el plan original, pero confiaba en poder llevarlo a cabo. Silbó por lo bajo y revisó el correo electrónico con minuciosidad.
Sonriendo, clicó en el e-mail que había estado esperando desde que había comenzado el trabajo. En él estaba el código que necesitaba.
Se lo aprendió de memoria y luego lo borró.
Pronto. Un día más y podría pasar a la acción.
Ese plan era muchísimo mejor que el anterior y le proporcionaría el dinero que él había soñado para su jubilación.
Había elegido incluso la isla perfecta en la que retirarse. Estaba casi desierta y coronada por una montaña donde el dueño anterior había construido la mansión. El único acceso a la isla era una laguna. Los altos acantilados imposibilitaban acercarse de otra manera.
Orión estaría a salvo allí. Podría jugar a lo que deseara.
Y a Orión le gustaba jugar.
Suspiró al pensar en su jubilación. Se dijo a sí mismo que no echaría de menos el trabajo. Cada vez le aburría más, ya que no suponía ningún reto para él. Hasta este último trabajo, todo le había resultado muy fácil.
Pero ese maldito SEAL, Joe Jonas, le había perforado el pie con una bala.
Todavía no tenía suficiente información sobre él. Sin embargo, sabía que había estado en Oriente Medio. Lo había averiguado cuando hackeó el sistema del centro de mando de los EEUU en Irak. Aún así, prefirió corroborar los datos y llamó a un amigo que conocía a todos los SEALs que se movían por la zona. Mac Knight. Aquel bastardo era un hacha con los nombres. Orión lo había conocido a través de un amigo de Mac algunos años antes.
Él le había proporcionado la información suficiente para saber que Joe era realmente un SEAL. Al parecer, tenía problemas de insubordinación con sus superiores y puede que dejara el ejército muy pronto.
Sí, relacionarse con Knight había sido una buena jugada. Un hombre nunca sabía cuándo necesitaría información sobre una misión en Oriente Medio o sobre un militar en particular. Y Orión se las había arreglado para que Knight le debiera los suficientes favores para que no pudiera negarse. Sus esfuerzos habían merecido la pena.
Joe Jonas no sería un problema. Todo era cuestión de esperar el momento adecuado para atacar.
Frunciendo el ceño, clicó una de las fotos más recientes de Jonas y ____ Clay. Ella parecía resplandecer. Su amante la estaba satisfaciendo en la cama, reflexionó Orión. Y resultaba evidente que Jonas estaba enamorado de ella.
Luego clicó la fotografía de Jonas solo. El programa de reconocimiento de rostros que Orión utilizaba había seleccionado la cara de David Abijah al examinar la imagen del SEAL.
Tamborileó los dedos contra la cama. Joe Jonas no podía ser dos hombres a la vez, ¿verdad?
Hizo una mueca y meneó la cabeza. No era posible. Sencillamente no era posible; se estaba dejando llevar por la culpa que sentía por la familia Abijah.
Luego clicó la fotografía de su cliente e hizo una mueca. Aquel bastardo lo estaba presionando demasiado.
Por último examinó la foto de su pequeña isla. Sí, a mediados de la semana siguiente estaría tomando el sol. Todo estaba saliendo justo como él había soñado.
Jordan contestó el móvil tras oír el primer timbrazo.
—Soy Knight. —La voz del militar era un furioso gruñido a través de la línea—. Me ha llamado.
Jordan sonrió. Sabía que ocurriría. En cuanto se había dado cuenta de la amenaza que suponía Knight para esa misión, se había ocupado de ponerlo de su lado.
—El nombre con el que lo conozco es Paul Blade —siguió Knight—. Es de la CIA. Me lo presentó un amigo común hace varios años y unos meses después me lo encontré en un pequeño bar que teníamos en la base. Bebimos unas copas, me ofreció pasarme whisky de contrabando de mi marca favorita, y al día siguiente empezó a cobrarme el favor. Ahora quería información sobre un SEAL llamado Joe Jonas, así que le he dicho lo que acordamos.
—Interesante. Ha sabido seguirte la pista hasta los Estados Unidos —reflexionó Jordan—. ¿Cuándo te incorporas a tu puesto?
—Dentro de cuatro semanas —le informó—. Quiero participar en esto, Malone. Si él es Orión, entonces ____ tiene más problemas de los que piensas. Sus propios compañeros le temen, y estamos hablando de gente curtida.
Jordan soltó un gruñido ante sus palabras.
—Dame su descripción. Me pondré en contacto con el centro de operaciones para ver si pueden identificarlo. Quizá haya más suerte que con su ADN.
—La última vez que lo vi, tenía unos cuarenta o cuarenta y cinco años. Fornido. Con bigote y perilla canosos. La cabeza afeitada. De cara ancha y ojos pequeños. Parece un profesor de universidad.
Jordan asintió con la cabeza mientras anotaba lo que le decía.
—¿Su tapadera es Paul Blade? —se aseguró.
—Definitivamente —dijo Mac con voz firme—. Y es una buena tapadera. Conocí a su compañero antes de que lo mataran. Se lo mencioné a Paul en una ocasión y pareció inquietarse. Me dijo que era mejor que me ocupara de mis propios asuntos.
—¿Y lo hiciste?
—Demonios, Malone, yo sólo distribuyo a la gente. Sabes dónde trabajo. Lo único que veo son equipos yendo y viniendo. No hay muchas probabilidades de que me metiera en problemas allí.
Era cierto; lo que había sido una jodida suerte.
—Vente para acá —le ordenó Jordan—. No quiero arriesgarme a que sospeche nada. Hemos tomado fotos de cada una de las personas que ha entrado en el edificio de apartamentos y quizás puedas identificarlo.
—Salgo para allá ahora mismo.
—Usa las escaleras en vez del ascensor —le advirtió Jordan—. Sabemos que ha instalado una cámara de seguridad en él. Estamos tratando de rastrear la señal GPS pero aún no lo hemos logrado. Es muy posible que tengamos que actuar con rapidez.
Cuando cortó la comunicación, Jordan levantó la cabeza y le brindó a Tehya una sonrisa mientras ella observaba los monitores que mostraban la puerta del apartamento de ____.
—Bingo. —Sonrió ampliamente enseñando los dientes—. Ha cometido el error de preguntarle a Knight por Joe. Ya lo tenemos.
Tehya arqueó una ceja.
—¿Cantando victoria, Jordan? —le preguntó con cinismo.
Él no pudo evitar reírse ante esa respuesta.
—No tanto como quisiera. —Se pasó la mano por el pelo y rezó para que en esta ocasión todo saliera bien—. Llama a los demás. Tenemos que idear un plan. Pertenece a la CIA, así que eso explica la filtración en Ucrania y el hecho de que su cliente siempre está un paso por delante de nosotros. Toda una trama, ¿no crees?
—En efecto —acordó ella, apoyando la mano en la barbilla y volviendo la atención a los monitores.
Jordan también los miró y luego la observó a ella.
—Llama al resto del equipo, Tehya.
Ella puso los ojos en blanco, pero sacó el móvil y llamó, sin apartar la mirada de la puerta del apartamento de ____.
—¿Qué demonios estás mirando? —le preguntó Jordan, exasperado.
—A una víctima. —Suspiró y sacudió la cabeza antes de alzar la vista hacia su jefe—. No vas a decirle que no es necesario que la deje, ¿verdad?
Jordan se quedó inmóvil y apartó la mirada.
—Tiene que dejarla —dijo con frialdad—. Conoces las reglas. Está muerto. Su vida pertenece al cuerpo de Fuerzas Especiales.
—Noah está casado, y su mujer dará a luz pronto a su primer hijo —le recordó ella con suavidad—. Joe no volverá a ser el mismo si tiene que abandonarla.
—Es un hombre muerto —repitió Jordan—. Sabía lo que hacía cuando firmó los papeles. Además, el caso de Noah es diferente. Ellos lo saben y yo también.
Ella negó con la cabeza.
—Estás cometiendo un grave error, jefe. Ojalá te des cuenta antes de que sea demasiado tarde.
Jordan esperó a que ella se levantara de la silla y le diera la espalda para sonreír ampliamente. Ya se vería de quién era el error, y Jordan apostaba lo que fuera a que no sería suyo.
¡Hola chicas! :D
jb_fanvanu, lo sé jajajaja, yo también pense lo mismo mientras la leía, fue algo de lo que no me gusto, pero bueno, es una novela erótica, que se puede esperar xD.
Niñas, aquí les dejo este capítulo, espero les guste.
Cuando pueda, subo el siguiente.
Besos
Natuu♥!!
—Eres una chica mala —susurró al tiempo que sus labios esbozaban una amplia y sensual sonrisa.
—No es la primera vez que lo dices —dijo ella conteniendo la respiración al sentir la polla dilatando la estrecha entrada a su cuerpo.
—¿No quieres ser más mala todavía, mi preciosa ____? —Deslizó las manos desde los muslos a los pechos de la joven. Los acunó con reverencia, los moldeó y le pellizcó los pezones, frotándoselos luego con suavidad.
—¿Contigo? Creo que podría ser muy mala, Joe —musitó.
Con un duro envite, él enterró la mitad de su erección en su interior a modo de recompensa. Jadeando, ____ alzó las caderas y levantó las piernas para rodearle con ellas.
—Mi preciosa ____... Tu dulce coño está tan apretado, tan ardiente alrededor de mi polla... —La voz de Joe era oscura, áspera, y dejaba traslucir aquel leve acento del desierto.
—Oh Dios, Joe, vas a volverme loca. —La joven agrandó los ojos y levantó la cabeza.
Clavó la mirada allí donde sus cuerpos se unían, conteniendo el aliento ante la imagen de sus pliegues separándose para dar entrada al rígido miembro medio enterrado en ella.
—¿Es eso todo lo que tienes para mí? —suspiró ella decepcionada.
Joe gimió... Y luego se retiró.
____ contuvo un gemido ahogado al ver los resbaladizos jugos que cubrían la dura carne masculina.
—Tan ardiente y mojada para mí. —Joe pasó el dedo sobre la longitud de su polla, recogió la humedad con el dedo para llevársela a los labios, y luego impulsó las caderas con fuerza hacia delante.
____ soltó un grito de placer. La imagen de él saboreándola, la sensación de su polla hundiéndose por completo en su interior, casi era demasiado. Las sensaciones que atravesaban su cuerpo eran cada vez más intensas, más abrumadoras.
—¿Sabes lo que quiero, mi dulce ____? —Joe le sujetó las caderas inmovilizándola, con su polla palpitando contra los finos tejidos que lo apresaban.
—¿Qué quieres? —gimió ____. Sabía lo que ella quería. Quería que se moviera, que la tomara por entero, que la penetrara a fondo hasta hacerla gritar de placer.
Su polla se enterró más profundamente, llenándola y pulsando en su interior mientras ella jadeaba de placer.
—Quiero tomarte desde atrás, ____ —susurró con suavidad—. Quiero embestir tu precioso trasero mientras te follo. Quiero poseerte por completo, cariño.
Ella levantó la mirada hacia él, con un estremecimiento de incertidumbre y temor.
—¿Desde atrás? —____ intentó pensar, diciéndose a sí misma que podría hacerlo, pero todo lo que podía hacer en ese momento era sentirlo clavado en lo más profundo de su ser.
Él se movió, se retiró y volvió a hundirse en ella.
—Por detrás, ____. Será condenadamente bueno. Podría rozarte el clítoris mientras te follo rápido y profundo, o juguetear con tus pequeños y tensos pezones. Te encantará.
Ella sacudió la cabeza. ¿Podría soportarlo? ¿O se vería asaltada por las pesadillas? ¿Podría el miedo dominarla y arrebatarle el placer?
—Joe. —Lo miró angustiada. No sabía si debía darse la vuelta o morirse de miedo ante lo que él deseaba.
Entonces, él se apartó.
—No. No te detengas. —Trató de alcanzarlo, desesperada por sentirlo de nuevo.
—Ven aquí, cariño. —La alzó y la giró, presionando una mano entre sus hombros para que se arrodillara sobre la cama—. Así —ronroneó deslizando la mano desde los hombros a la barbilla—. Ahora levanta la cara. ¿Ves lo que yo veo?
Lo que ella vio reflejado en el espejo de la cómoda, fue su propio rostro ruborizado de excitación y los ojos agrandados y oscurecidos por el deseo.
Detrás de ella, Joe parecía un conquistador. Su cara morena estaba tensa por la lujuria y sus ojos negros brillaban con aprobación cuando buscaron los de ella en el espejo.
____ abrió los labios sorprendida y maravillada a la vez. No era fea. Era una mujer bella, deseable, llena de pasión.
—Eres jodidamente hermosa —le aseguró Joe con voz ronca.
____ clavó los ojos en la imagen, en la manera en que Joe la miraba mientras se agarraba la polla, gruesa y oscura, con una mano, y con la otra le sujetaba la cadera.
—Ahora cariño, déjame llevarte al siguiente nivel de placer. —Colocó el glande entre los muslos femeninos, apretó la polla contra los pliegues hinchados de su sexo y se introdujo con facilidad en su interior—. Tómame, ____. Aférrate a mí. Enséñame lo mala que puedes llegar a ser.
Joe tenía los hombros duros y tensos; un riachuelo de sudor le recorría el pecho hasta perderse en el espeso vello negro que lo cubría. Su abdomen estaba contraído y sujetaba con fuerza las caderas de ____ mientras la joven empujaba hacia él.
Ella echó la cabeza hacia atrás para apoyarse en su pecho y sintió la anchura de la polla abriéndose paso entre los sensibilizados tejidos de su sexo, poseyéndola completamente.
—Joe —jadeó, envuelta en una oleada de exquisito placer.
Se movió de pronto hacia delante, liberándose de él, y observó la tensa mueca de deseo que torció los rasgos de Joe. Tenía los labios abiertos; parecía salvaje y primitivo, y hacía que ella misma se sintiera salvaje.
—Tócate los pechos, ____ —gimió cuando ella se empaló de nuevo en la erección—. Juega con tus pezones. Adoro cuando se endurecen para mí y reclaman mi boca.
Ella gimió y levantó la mano hasta uno de sus pechos. Agarró el pezón entre el índice y el pulgar y lo presionó con fuerza mientras arqueaba las caderas hacia atrás para salir al encuentro de la rígida carne de Joe.
Estaba perdiéndose en el mundo de placer que él había creado para ella. Podía sentirlo. Con los ojos fijos en Joe, deslizó la mano desde los pechos al vientre. La curiosidad la consumía tan profundamente como la pasión. Movió los dedos entre los muslos abiertos y gimió al notar los cálidos jugos que inundaban su sexo. Y, sin poder evitarlo, abrió los labios en un grito silencioso cuando esos mismos dedos encontraron la dura carne que se deslizaba en su interior.
Un gruñido ahogado curvó los labios de Joe, que echó la cabeza hacia atrás con el rostro contraído a causa del placer. Esa imagen debilitó a ____, llevándola casi al orgasmo e intensificando sus sensaciones.
Sabiéndose segura entre sus brazos, se inclinó hacia delante y hundió los hombros sobre la cama cuando sus dedos encontraron el clítoris. Con la otra mano se apretó el pezón y supo que él la estaba observando. Podía sentir sus ojos clavados en ella mientras ____ retorcía las caderas, empujando hacia atrás y tomándolo por completo.
Se deslizó por su polla hasta liberarse, sólo para volver a empalarse con un gemido desesperado mientras su sexo hambriento lo succionaba de nuevo.
____ estaba perdida. Gemía, lloraba, se llenaba de él y se moría por más.
—Abre los ojos —ordenó él ásperamente—. Mírame, maldita sea. Mírame, ____. Mira cómo te amo.
La joven abrió los ojos y giró la cabeza para mirarlo. Él estaba arrodillado entre sus muslos y ahora tenía la cara junto a la de ella. La estaba marcando, posesionándose por completo de su cuerpo, embistiendo contra ella, dominándola, penetrándola con duros envites que la llevaban cada vez más alto, más cerca del límite.
—Joe —susurró ella, sintiéndose al borde del abismo—. Oh, Dios. Esto es demasiado bueno. Demasiado.
—Siempre —gimió él—. Ano ohev otach. Ano ohev otach, ____. —«Te amo». Se sentía desgarrado por las emociones que lo atravesaban, que le nublaban la mente a la vez que le tensaban los testículos.
—Joe —gritó ella—. Oh Dios. Ámame, Joe —gimió—. Oh Dios, por favor. Por favor, Joe.
____ se retorció con violencia y estalló salvajemente entre sus brazos. Sus jugos envolvieron la polla de Joe mientras él llegaba al orgasmo. La sensación le recorrió la columna y se estrelló en sus testículos. El semen salió a chorros por la punta de su polla, inundando a ____ con una oleada de calor al tiempo que él tomaba posesión de su boca para no proferir los votos de amor eterno que llevaba grabados a fuego en el alma.
Ella era suya ahora. Igual que él era suyo. Y siempre lo sería, siempre la amaría. Si no supiese que ella estaba tomando la píldora, habría jurado que un placer así de intenso, así de profundo, sólo podía tener una conclusión.
Estremeciéndose contra ella, Joe apartó los labios y gimió cuando un último estremecimiento de liberación palpitó con fuerza en su polla. Le parecía que no lograba inspirar suficiente aire para oxigenar su cerebro. Que no podía apaciguar el rugido de la sangre para sentir todas las emociones, todas las sensaciones, de aquel éxtasis arrollador.
Ella se derrumbó en el colchón saciada y la tensión fue abandonando lentamente su cuerpo, sabiéndose cobijada por él. La confianza que le había demostrado a Joe al permitir que la tomara por detrás conmovió al israelí profundamente. No lo había esperado. Había esperado su miedo, quizá una negativa. Pero no aquella muestra de total confianza.
—Ano ohev otach —susurró él de nuevo. Eran palabras de amor en su lengua materna, palabras con un significado tan antiguo como el tiempo.
Joe nunca había conocido más amor que el que había sentido por sus padres y estos por él. Jamás había conocido el amor que sentía un hombre por la mujer que llenaba cada rincón de su corazón, que lo hacía sentir completo por primera vez... Hasta que ____ llegó a su vida.
—Te amo, Joe. —No fue nada más que un susurro, pero impactó en él con una fuerza que hizo vibrar su cuerpo.
Que Dios le ayudara. ¿Cómo iba a poder alejarse de ella cuando la misión terminara? Sabía, desde lo más profundo de su ser, como el guerrero que era en su subconsciente, que el final estaba cerca. ____ estaría a salvo y él tendría su venganza, pero luego no quedaría nada a lo que aferrarse. La venganza sólo sería ceniza en el viento, y su corazón permanecería siempre en la oscuridad, acosado por el recuerdo de una mujer, una sombra de su sombra.
—Podría quedarme aquí, cubriéndote como una manta, para siempre —le musitó al oído—. Eres la razón de mi existencia, la luz que me guiará siempre.
El esbelto cuerpo de ____ se estremeció y él vio que clavaba los dedos en el colchón.
—Quiero que lo sepas, ____. —La besó con ternura en el cuello y en el hombro—. Recuérdalo siempre. Jamás conoceré un sabor tan cálido y dulce como el tuyo.
Ella negó con la cabeza mientras Joe la liberaba, pero se acurrucó contra él cuando se tumbó a su lado.
—Háblame.
Joe percibió las lágrimas en su voz y, cuando cayeron sobre su pecho, casi pudo escuchar el sonido de la terrible grieta de dolor que se abría en su interior.
—¿De qué quieres que te hable? —Peinó con los dedos las sedosas hebras de su pelo.
—¿Qué te hace feliz? ¿Cuáles son tus mejores recuerdos? Sólo habla conmigo, Joe. Cuéntame cosas de ti.
Él respiró hondo. ____ le hacía feliz. Los recuerdos de sus momentos con ella siempre serían los mejores para él.
—Recuerdo el desierto —dijo finalmente—. Puede freír a un hombre durante el día y congelarlo durante la noche. Es un lugar lleno de fuerza y salvaje belleza. Alienta a un hombre y, a la vez, lo desafía.
—Estuve en Israel hace mucho tiempo, con Jansen —susurró ____—. No me dejó salir de la casa protegida que había alquilado.
—Te gustaría si tuvieras ocasión de conocerlo bien —le aseguró Joe. Ojalá pudiera verla bajo el resplandeciente sol de su país. Mostrarle los secretos que Israel escondía, así como su vasta riqueza—. Puede que sea un lugar violento, como muestran las televisiones de todo el mundo. Pero pocas veces muestran las hermosas playas acariciadas por la luna. O el desierto que se transforma todos los días. Tan fuerte y sabio. Tan sigiloso y poderoso.
—¿Cómo es el viento? —La voz de ____ era cálida miel y dulce placer. Era una luz en la oscuridad, la promesa del calor en el invierno.
—La brisa puede ser muy suave cuando estás en el desierto y penetrar en tus poros como si te nutriese con el calor de la tierra. Pero también puede ser afilada y peligrosa; rasgarte la piel y los huesos como si fuera una mujer traicionada por su amante.
Él se rió al sentir el ligero pellizco que ella le dio en los duros abdominales.
—¿Ves lo que quiero decir? —Tomó la mano de ____ en la suya—. Sí, sin duda eres peligrosa.
La breve risa de la joven lo envolvió como una dulce caricia del desierto.
—¿Tienes familia?
Joe clavó los ojos en el techo antes de asentir.
—Sólo tengo una prima. Una fierecilla tan terca como el propio desierto.
—A la que quieres mucho —dijo ella con suavidad—. Lo percibo en tu voz.
—Sí, la quiero mucho. —Joe habría sonreído ante ese pensamiento si no fuera plenamente consciente de la situación en la que la había dejado. La elección entre la seguridad de ____ y liberar a Bailey no había sido fácil. Se consoló pensando que ambas sobrevivirían igualmente. Tendrían toda la vida por delante para obtener cualquier cosa que desearan.
—¿Te acordarás de mí cuando te vayas, Joe? —preguntó ____ entonces, acariciándole los sentidos con su voz.
—Ni siquiera la muerte podría borrarte de mi memoria —le prometió él.
El silencio inundó la estancia tras aquellas palabras. Llegaba el amanecer, y con él, la conciencia de que tendría que hacerle daño otra vez. La abuela de ____ le había dicho a Noah que su nieta siempre se había negado a asistir al baile que la asociación de médicos organizaba cada año. Profesionales de la medicina de todo el mundo se daban cita en él. Los mejores y más brillantes médicos se ponían sus mejores galas y se relacionaban entre sí con el fin de establecer contactos y obtener fondos para sus investigaciones.
El baile se celebraría al cabo de una semana y, hasta entonces, habría varias fiestas en honor de los científicos y doctores que iban llegando a la ciudad.
La primera de esas fiestas tendría lugar al día siguiente. ____ y él acudirían como invitados de Abigail, igual que Ian y Kira Richards. Jordan y Tehya también asistirían, y el resto del equipo les prestaría respaldo y apoyo.
Joe sabía que Orión atacaría pronto. Probablemente en una de esas fiestas.
—Tengo frío. —La suave voz de ____ lo arrancó de sus pensamientos.
Joe le acarició la espalda antes de coger la manta para cubrirla hasta los hombros.
____ se acurrucó contra su pecho y guardó silencio durante tanto tiempo que él se preguntó si se habría quedado dormida.
—Me habría encantado ver el desierto contigo —dijo de pronto. Había tanta emoción en su voz que a Joe se le oprimió el corazón—. ¿Pensarás en mí si alguna vez vuelves a él?
—Siempre —le aseguró—. Siempre pensaré en ti cuando recuerde el desierto.
Siempre pensaría en ella, sin importar dónde estuviera o lo que hiciera. Siempre llevaría sus recuerdos con él y el dolor de haberla perdido.
—Quizá algún día vea tu desierto —musitó ella—. Si lo hago, pensaré en ti, Joe.
Él miró al techo, consciente de la desolada oscuridad que había sido su vida antes de conocerla; como volvería a ser en cuanto ella estuviera a salvo.
Podía incluso verse a sí mismo observándola de lejos. Siempre deseándola.
Alejarse de ____ sería la cosa más difícil que haría en la vida.
A ____ le sorprendió poder dormir. Sin embargo, en algún momento antes del amanecer, se quedó dormida en brazos de Joe y no tuvo pesadillas.
Era consciente de él, incluso en sueños. Supo exactamente el momento en que sus respiraciones se acompasaron. Soñó que él la besaba en la frente y que le susurraba «te amo» con voz suave.
Soñó con el calor del desierto, con el sol brillando sobre ellos, y que él desaparecía de su lado para formar parte de aquel árido paisaje.
Cuando se despertó a la mañana siguiente, se dio una ducha, desayunó lo que le había preparado Joe y volvió a su trabajo en el ordenador.
No podía pensar en lo que ocurriría después. No podía imaginarse el resto de su vida sin el hombre que amaba, aunque sabía que él se marcharía antes de lo que había pensado.
—Tengo un par de reuniones hoy —le dijo a Joe cuando encendió el ordenador y los avisos aparecieron en la pantalla—. Vendrán varios clientes a proporcionarme la información que necesito para sus cuentas.
—Lo sé —respondió él—. Jordan los investigó hace varios días. Todos están limpios, así que tienen vía libre. Yo me quedaré aquí contigo por si acaso.
Ella se volvió hacia él con el ceño fruncido.
—A los clientes no les gusta hablar de sus asuntos delante de la gente —repuso con inquietud—. Si te ven, sospecharán algo. Son clientes habituales, así que están acostumbrados a que nos reunamos a solas.
Joe la miró también con el ceño fruncido desde la puerta de la cocina y ____ tuvo que sacudir la cabeza para alejar los tentadores pensamientos que ocupaban su mente.
Sabía que tenía que centrarse en los problemas de sus clientes en vez de en la camiseta y los vaqueros que él llevaba puestos o en lo sexys que estos parecían con unas botas a juego.
Ese hombre era un placer para la vista. No era guapo de una manera convencional, pero sí endiabladamente atractivo y sexy. Y ahora, tenía ese peligroso brillo en la mirada que le decía que iba a salirse con la suya.
—Puedo permanecer en la cocina —dijo con voz firme—. Les dejaré entrar y luego me retiraré. Estaré cerca en caso de que alguno de ellos se vuelva una amenaza.
Un escalofrío recorrió la columna de ____ al tiempo que una oleada de cautela la atravesaba. Debería haber cancelado las reuniones. Ahora ya era demasiado tarde, pero debería haber seguido el consejo de Jordan en vez de insistir en mantener todas esas citas.
—No te preocupes, ____ —la tranquilizó Joe al ver su preocupación—. Jordan y los demás están al otro lado del pasillo. Activaremos el dispositivo de escucha antes de la primera reunión, así que Jordan sabrá si ocurre algo, y yo no me moveré de la cocina. Estarás completamente protegida.
____ asintió con cierta vacilación y volvió a centrarse en el ordenador. Estaría a salvo, se dijo a sí misma. Todo iría bien.
Era casi la hora.
Orión examinó la herida curada del pie antes de dejar caer varios analgésicos en la palma de la mano y tragarlos con agua.
La medicación ayudaba a soportar el dolor sin que se le embotaran los sentidos. Todavía tenía todo bajo control y eso era lo único que importaba.
Metió el bote de pastillas en el cajón de la mesilla de noche, cogió el portátil de la cama para ponérselo en el regazo y clicó en las fotografías que había tomado durante la noche.
La cámara que había instalado en el ascensor del edificio de ____ le permitía estar al tanto de sus idas y venidas.
Su amante la había mantenido encerrada en casa. Salvo una noche que habían salido a un club, siempre habían permanecido en el apartamento.
El señor Jonas estaba en guardia. Era un SEAL, lo que quería decir que podía ser un problema si Orión no jugaba bien sus cartas.
Sonrió ante ese pensamiento; tenía varios ases en la manga y los utilizaría.
Esa noche había una importante fiesta a la que ella asistiría. Una fiesta privada para un científico llegado de Alemania. Orión casi lanzó una carcajada al pensarlo. Si ____ había conseguido completar el puzzle de sus recuerdos en su mente, tal y como él preveía, reconocería a su cliente en cuanto lo viera. Lo presentía. Y lo había previsto.
Bueno, eso estaba mucho mejor, se dijo a sí mismo cuando el analgésico comenzó a surtir efecto. Un hombre no podía planificar bien su último trabajo si se retorcía de dolor. Podría pasársele algo por alto, o calcular mal el tiempo. Orión no podía permitirse ni el más mínimo error.
En los últimos días había tenido que rehacer por completo el plan original, pero confiaba en poder llevarlo a cabo. Silbó por lo bajo y revisó el correo electrónico con minuciosidad.
Sonriendo, clicó en el e-mail que había estado esperando desde que había comenzado el trabajo. En él estaba el código que necesitaba.
Se lo aprendió de memoria y luego lo borró.
Pronto. Un día más y podría pasar a la acción.
Ese plan era muchísimo mejor que el anterior y le proporcionaría el dinero que él había soñado para su jubilación.
Había elegido incluso la isla perfecta en la que retirarse. Estaba casi desierta y coronada por una montaña donde el dueño anterior había construido la mansión. El único acceso a la isla era una laguna. Los altos acantilados imposibilitaban acercarse de otra manera.
Orión estaría a salvo allí. Podría jugar a lo que deseara.
Y a Orión le gustaba jugar.
Suspiró al pensar en su jubilación. Se dijo a sí mismo que no echaría de menos el trabajo. Cada vez le aburría más, ya que no suponía ningún reto para él. Hasta este último trabajo, todo le había resultado muy fácil.
Pero ese maldito SEAL, Joe Jonas, le había perforado el pie con una bala.
Todavía no tenía suficiente información sobre él. Sin embargo, sabía que había estado en Oriente Medio. Lo había averiguado cuando hackeó el sistema del centro de mando de los EEUU en Irak. Aún así, prefirió corroborar los datos y llamó a un amigo que conocía a todos los SEALs que se movían por la zona. Mac Knight. Aquel bastardo era un hacha con los nombres. Orión lo había conocido a través de un amigo de Mac algunos años antes.
Él le había proporcionado la información suficiente para saber que Joe era realmente un SEAL. Al parecer, tenía problemas de insubordinación con sus superiores y puede que dejara el ejército muy pronto.
Sí, relacionarse con Knight había sido una buena jugada. Un hombre nunca sabía cuándo necesitaría información sobre una misión en Oriente Medio o sobre un militar en particular. Y Orión se las había arreglado para que Knight le debiera los suficientes favores para que no pudiera negarse. Sus esfuerzos habían merecido la pena.
Joe Jonas no sería un problema. Todo era cuestión de esperar el momento adecuado para atacar.
Frunciendo el ceño, clicó una de las fotos más recientes de Jonas y ____ Clay. Ella parecía resplandecer. Su amante la estaba satisfaciendo en la cama, reflexionó Orión. Y resultaba evidente que Jonas estaba enamorado de ella.
Luego clicó la fotografía de Jonas solo. El programa de reconocimiento de rostros que Orión utilizaba había seleccionado la cara de David Abijah al examinar la imagen del SEAL.
Tamborileó los dedos contra la cama. Joe Jonas no podía ser dos hombres a la vez, ¿verdad?
Hizo una mueca y meneó la cabeza. No era posible. Sencillamente no era posible; se estaba dejando llevar por la culpa que sentía por la familia Abijah.
Luego clicó la fotografía de su cliente e hizo una mueca. Aquel bastardo lo estaba presionando demasiado.
Por último examinó la foto de su pequeña isla. Sí, a mediados de la semana siguiente estaría tomando el sol. Todo estaba saliendo justo como él había soñado.
Jordan contestó el móvil tras oír el primer timbrazo.
—Soy Knight. —La voz del militar era un furioso gruñido a través de la línea—. Me ha llamado.
Jordan sonrió. Sabía que ocurriría. En cuanto se había dado cuenta de la amenaza que suponía Knight para esa misión, se había ocupado de ponerlo de su lado.
—El nombre con el que lo conozco es Paul Blade —siguió Knight—. Es de la CIA. Me lo presentó un amigo común hace varios años y unos meses después me lo encontré en un pequeño bar que teníamos en la base. Bebimos unas copas, me ofreció pasarme whisky de contrabando de mi marca favorita, y al día siguiente empezó a cobrarme el favor. Ahora quería información sobre un SEAL llamado Joe Jonas, así que le he dicho lo que acordamos.
—Interesante. Ha sabido seguirte la pista hasta los Estados Unidos —reflexionó Jordan—. ¿Cuándo te incorporas a tu puesto?
—Dentro de cuatro semanas —le informó—. Quiero participar en esto, Malone. Si él es Orión, entonces ____ tiene más problemas de los que piensas. Sus propios compañeros le temen, y estamos hablando de gente curtida.
Jordan soltó un gruñido ante sus palabras.
—Dame su descripción. Me pondré en contacto con el centro de operaciones para ver si pueden identificarlo. Quizá haya más suerte que con su ADN.
—La última vez que lo vi, tenía unos cuarenta o cuarenta y cinco años. Fornido. Con bigote y perilla canosos. La cabeza afeitada. De cara ancha y ojos pequeños. Parece un profesor de universidad.
Jordan asintió con la cabeza mientras anotaba lo que le decía.
—¿Su tapadera es Paul Blade? —se aseguró.
—Definitivamente —dijo Mac con voz firme—. Y es una buena tapadera. Conocí a su compañero antes de que lo mataran. Se lo mencioné a Paul en una ocasión y pareció inquietarse. Me dijo que era mejor que me ocupara de mis propios asuntos.
—¿Y lo hiciste?
—Demonios, Malone, yo sólo distribuyo a la gente. Sabes dónde trabajo. Lo único que veo son equipos yendo y viniendo. No hay muchas probabilidades de que me metiera en problemas allí.
Era cierto; lo que había sido una jodida suerte.
—Vente para acá —le ordenó Jordan—. No quiero arriesgarme a que sospeche nada. Hemos tomado fotos de cada una de las personas que ha entrado en el edificio de apartamentos y quizás puedas identificarlo.
—Salgo para allá ahora mismo.
—Usa las escaleras en vez del ascensor —le advirtió Jordan—. Sabemos que ha instalado una cámara de seguridad en él. Estamos tratando de rastrear la señal GPS pero aún no lo hemos logrado. Es muy posible que tengamos que actuar con rapidez.
Cuando cortó la comunicación, Jordan levantó la cabeza y le brindó a Tehya una sonrisa mientras ella observaba los monitores que mostraban la puerta del apartamento de ____.
—Bingo. —Sonrió ampliamente enseñando los dientes—. Ha cometido el error de preguntarle a Knight por Joe. Ya lo tenemos.
Tehya arqueó una ceja.
—¿Cantando victoria, Jordan? —le preguntó con cinismo.
Él no pudo evitar reírse ante esa respuesta.
—No tanto como quisiera. —Se pasó la mano por el pelo y rezó para que en esta ocasión todo saliera bien—. Llama a los demás. Tenemos que idear un plan. Pertenece a la CIA, así que eso explica la filtración en Ucrania y el hecho de que su cliente siempre está un paso por delante de nosotros. Toda una trama, ¿no crees?
—En efecto —acordó ella, apoyando la mano en la barbilla y volviendo la atención a los monitores.
Jordan también los miró y luego la observó a ella.
—Llama al resto del equipo, Tehya.
Ella puso los ojos en blanco, pero sacó el móvil y llamó, sin apartar la mirada de la puerta del apartamento de ____.
—¿Qué demonios estás mirando? —le preguntó Jordan, exasperado.
—A una víctima. —Suspiró y sacudió la cabeza antes de alzar la vista hacia su jefe—. No vas a decirle que no es necesario que la deje, ¿verdad?
Jordan se quedó inmóvil y apartó la mirada.
—Tiene que dejarla —dijo con frialdad—. Conoces las reglas. Está muerto. Su vida pertenece al cuerpo de Fuerzas Especiales.
—Noah está casado, y su mujer dará a luz pronto a su primer hijo —le recordó ella con suavidad—. Joe no volverá a ser el mismo si tiene que abandonarla.
—Es un hombre muerto —repitió Jordan—. Sabía lo que hacía cuando firmó los papeles. Además, el caso de Noah es diferente. Ellos lo saben y yo también.
Ella negó con la cabeza.
—Estás cometiendo un grave error, jefe. Ojalá te des cuenta antes de que sea demasiado tarde.
Jordan esperó a que ella se levantara de la silla y le diera la espalda para sonreír ampliamente. Ya se vería de quién era el error, y Jordan apostaba lo que fuera a que no sería suyo.
¡Hola chicas! :D
jb_fanvanu, lo sé jajajaja, yo también pense lo mismo mientras la leía, fue algo de lo que no me gusto, pero bueno, es una novela erótica, que se puede esperar xD.
Niñas, aquí les dejo este capítulo, espero les guste.
Cuando pueda, subo el siguiente.
Besos
Natuu♥!!
Natuu!
Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
Si es de el! Fuck him.
Joe le dijo que la amaba pero ella cree que es un sueño.
Al fin tienen a Orion ubicado. SIGUELA
Joe le dijo que la amaba pero ella cree que es un sueño.
Al fin tienen a Orion ubicado. SIGUELA
Creadora
Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
omj cada vez me pongo mas triste co nn la pronta partida de joe :/
andreita
Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]
awww Joe no te vayas!!! Quedate!!
Jordan deja que esten juntos :(
Siguela!!!
Jordan deja que esten juntos :(
Siguela!!!
aranzhitha
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