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"Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]

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Mensaje por Creadora Mar 09 Oct 2012, 9:02 am

Ya se entero que no era Seal. Siento que ese doctor tiene algo raro.
Pobre de ella Joe le ha mentido en todo. Estara muy molesta. SIGUELA

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"Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada] - Página 8 Empty Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]

Mensaje por aranzhitha Mar 09 Oct 2012, 3:44 pm

ahh Joseph!!!!
Ya casi te descubren!!
Pobre de la rayiz
Se va a sentir traicionada
Siguela!!!!
aranzhitha
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"Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada] - Página 8 Empty Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]

Mensaje por andreita Mar 09 Oct 2012, 4:04 pm

ohoh la rayis va a matarlo!

waaa 10 caps?? me encantaaaaaaaaaaaa
andreita
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"Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada] - Página 8 Empty Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]

Mensaje por Natuu! Jue 11 Oct 2012, 6:51 pm

Dieciocho



Cuando la limusina se detuvo delante del edificio de apartamentos, la tensión entre ____ y Joe era casi palpable.
La joven rezumaba furia, y Joe sabía que sólo era cuestión de tiempo que estallase.
Ian y Kira aparcaron su coche en el garaje del edificio, justo donde ____ les indicó con una sonrisa que no dulcificaba lo que en realidad era una orden firme, como bien sabían Joe e Ian. La invitación que le hizo a la otra pareja para subir al apartamento fue expresada con palabras suaves; sin embargo, la mirada en sus ojos no engañaba a nadie.
Kira parecía divertida, pero observaba a Joe y a Ian con aire inquisitivo preguntándose si sabían lo que Knight le había dicho a ____.
Que condenaran a Joe si tenía una sola pista, aunque había tomado nota mental de buscar pronto a aquel bastardo para averiguar exactamente qué había ocurrido.
—Me sorprende que quieras compañía esta noche —comentó Joe mientras Travis abría la puerta de la limusina y ayudaba a salir a ____.
La joven soltó la mano del otro agente tan rápido como le fue posible, gesto que a Joe no le pasó desapercibido.
—Seguro que sí. —La voz de ____ era tan tensa como su cuerpo y, en algún momento del trayecto, Joe había creído ver un trémulo brillo de lágrimas en sus ojos.
—Cariño, ¿hay algo que debería saber? —Ladeó la cabeza y la observó fijamente mientras Ian y Kira cruzaban el aparcamiento.
Ella le lanzó una mirada dolida.
—No lo sé, Joe. ¿Hay algo que debería saber yo?
La llegada de Ian y Kira impidió que Joe contestara.
—____, ¿va todo bien? —Kira miró a su alrededor y observó con detenimiento los bien cuidados jardines y el pequeño e iluminado parque que había frente al aparcamiento.
—Sí. —____ se encogió de hombros y se giró para dirigirse hacia la puerta que Clive había abierto para ella.
El portero saludó a ____ con la cabeza cuando entró, y ella le respondió con una dulce sonrisa. No había vuelto a sonreír ni a hablar desde el baile con Mac Knight.
La tensión que emanaba de ____ afectaba a los demás y subieron en el ascensor en medio de un ominoso silencio.
Cuando por fin llegaron a la planta donde vivía, la joven salió del ascensor, recorrió el pasillo con paso airado y esperó a que Joe abriera la puerta de su apartamento. John salió entonces y se dirigió a la vivienda de enfrente.
____ entró en la sala, preguntándose si estallaría de furia mientras se giraba hacia los demás y componía una falsa sonrisa en su cara.
—No tengo vino. ¿Os apetece una cerveza?
—Una cerveza nos vendrá bien, ____ —asintió Ian.
—Perfecto. —Bien, puede que su sonrisa fuera demasiado forzada, pero al menos aún no había comenzado a gritarles—. Iré a por ellas.
Cogió cuatro cervezas de la nevera, las abrió y regresó a la sala.
Cuando todos tuvieron su bebida y se hubieron sentado, Ian y Kira en el sofá y Joe en uno de los dos sillones, ____ se acomodó en el sillón que quedaba libre y miró a Ian fijamente.
—Dime, Ian, ¿cuánto tiempo hace que conoces a Joe? —le preguntó.
—Unos cinco años. —La mirada del SEAL era ligeramente curiosa—. ¿Por qué?
¿Por qué? Como si él no le hubiera mentido, como si no hubiera tomado parte en el engaño igual que los demás.
—¿Le conociste en Oriente Medio? —siguió preguntando. La presión en su corazón se intensificaba por momentos—. Me dijiste que Joe era un ex SEAL y que había trabajado con tu equipo. Incluso el fiscal lo mencionó.
Ian la miró durante un buen rato antes de inclinarse hacia delante y dejar la cerveza en la mesa.
—____, ¿por qué no nos dices qué te preocupa? —dijo en voz baja—. No te andes con rodeos.
A la joven casi le temblaron los labios. Tuvo que apretarlos para contener las ganas de llorar. Jansen la había llamado llorona en muchas ocasiones. Le había dicho que no sabía asumir la verdad ni comportarse como una adulta. Que siempre intentaba resolver sus problemas con lágrimas.
Parecía que había tenido razón. Al menos en este caso.
—Estabas allí —susurró ella—. Viste el agujero infernal donde me metió Jansen. Tú fuiste parte del equipo que se encargó de rescatarme, Ian.
Él asintió mientras Joe maldecía por lo bajo.
—Así es —convino Ian—, Y quise matar a cada uno de aquellos bastardos por lo que os hicieron a Emily, a Carrie y a ti. Si hubiera sabido lo que ocurrió después, te habría sacado de esa clínica y me habría asegurado de que estabas bien protegida. Habría matado a Jansen con mis propias manos.
____ inclinó la cabeza. Sabía todo eso. Ian era así. Siempre intentaba proteger a los demás; era parte de su manera de ser.
—Confié en ti, Ian. En ti, y en Reno, Kell y Macey. Os hubiera confiado mi vida porque estuvisteis allí. —Se le entrecortó la respiración.
Cada vez más tenso, Joe se levantó de un salto del sillón y se acercó a ella.
—____, ¿por qué no nos dices qué te ha dicho Knight? —intervino entonces Kira en un tono compasivo pero firme.
La joven se volvió hacia la ex agente y quiso gritar de furia. Las lágrimas le desgarraban el pecho. Le ardían tras los ojos. La ahogaban y le oprimían el corazón.
Quiso salir de allí para siempre y escapar. Esconderse como Joe le había acusado de hacer. Pero ocultarse de todo no podía ser tan doloroso como hacer frente a las mentiras que la rodeaban.
Ojalá fuera tan fuerte como Kira. Tan segura de sí misma. Durante seis años, ____ había sentido envidia de su amiga aunque estaba segura de que había tenido que sufrir un infierno para adquirir aquella absoluta confianza que mostraba al mundo exterior.
—No tendríais que haberme mentido para que accediera a conocer a Joe —susurró, volviendo a mirar a Ian—. No tendríais que haberme mentido, ni decirme que era amigo vuestro. No me habría negado a participar en la misión. Todo lo que teníais que hacer era decirme que era de confianza, Ian. Eso era todo.
El silencio cayó sobre la habitación cuando ella se puso en pie y les dio la espalda a los tres. Se sentía como si estuviera a punto de hacerse añicos.
—Debería estar acostumbrada a las mentiras —reflexionó en voz baja—. Debería, ¿verdad? No tendrían que afectarme tanto. El hecho de que me hayáis mentido tampoco es tan importante.
Se dio la vuelta y se enfrentó a ellos. Nadie dijo una palabra. La observaban con cautela, como si todavía no estuvieran seguros de qué sabía ella exactamente. Los oscuros ojos de Joe parecían querer penetrar su alma y fruncía el ceño mientras la miraba.
—¿Es americano? —le preguntó a Ian como si sólo sintiera curiosidad—. A veces juraría que no lo es. ¿Puede decirme alguien la verdad?
—____... —Ian se aclaró la garganta.
—Por favor, no me mientas más, Ian —le pidió la joven en tono ligero, como si su alma no estuviera resquebrajándose—. Siempre había pensado que Kira y tú erais mis amigos. Gente en la que podía confiar. Pero quizá debería haberlo pensado mejor. La misión es lo más importante, ¿verdad?
—Te lo advertí —le dijo Kira con suavidad a su marido sin apartar sus ojos grises de su amiga.
____ odió la mirada en los ojos de Kira. Odió ser observada como un insecto bajo la lente de un microscopio.
—¿Por qué me habéis mentido? —les gritó, apenas consciente del sutil estremecimiento que recorrió el cuerpo de Joe.
—Porque necesitabas confiar en el hombre que iba a dormir contigo —respondió Kira.
La ex agente se puso en pie. Su mirada era tan condenadamente compasiva que ____ tuvo que cerrar los puños para no arañarle la cara.
—Mírate —la acusó bruscamente—. Sientes pena por mí, ¿verdad, Kira? Estoy harta de ver compasión en vuestros ojos. Probad a decirme la maldita verdad para variar y así no tendríais que sentir lástima por la pequeña y pobre ____.
Kira hizo una mueca.
—No voy a negarlo —admitió—. Y tienes razón, deberíamos haber sido francos contigo. Pero tengo que decir en nuestra defensa que no estábamos seguros de lo fuerte que eras, o de cómo te habrías tomado la verdad.
—Y esa verdad, ¿cuál es? —____ se rió sin humor—. Veamos... —Se volvió hacia Joe—. La primera noche, él era un buen amigo que había luchado con tu marido en Oriente Medio. A la mañana siguiente era uno de los agentes a los que Jordan Malone había ordenado protegerme. —Se giró hacia Kira—. ¿Qué es ahora?
Nadie le contestó. ____ sentía cómo la amargura le oprimía cruelmente el corazón, asfixiándola. Por un momento pensó que sus piernas le fallarían y se obligó a afianzar los pies en el suelo.
—¿No hay ninguna explicación? ¿Ninguna respuesta? —insistió con voz ronca.
—No puedo contestarte a eso —dijo Joe finalmente. Su mirada era en parte tormento y en parte arrogancia puramente masculina—. Pero te aseguro una cosa, ____: no te he mentido. Nada de lo que he hecho, nada de lo que te he dado, ha sido una mentira.
—¡Mientes! —Quería haber gritado, pero la acusación sonó rota y áspera—. Me has mentido cada vez que me has tocado, Joe. Me has mentido con cada palabra que ha salido de tu boca para poder llevar a cabo esta misión. Al menos admite eso.
—No te he mentido, ____ —le aseguró él sombríamente—. Porque tú no hiciste preguntas. —Hizo una pausa—. Y ahora, me haces preguntas que no puedo contestar.
—Por supuesto que no. —Su susurro estaba cargado de pesar—. Los agentes encubiertos no responden preguntas, ¿verdad, señor Jonas?
—Basta, ____. —Sus oscuros ojos brillaban de forma inquietante—. Sabes muy bien lo que hay en juego. No puedes esperar que arriesgue la misión respondiendo preguntas cuyas respuestas podrían ser peligrosas en las manos equivocadas. La verdad sólo acabará haciéndote daño.
Ella se estremeció ante la cólera de su voz y su negativa a responder a algo tan sencillo como quién diablos era.
—Bueno, supongo que le estoy preguntando a la persona equivocada. —Se dio la vuelta y se dirigió a la puerta—. Veamos qué tiene que decir Jordan.
—No, ____. —Intentó detenerla, pero ella se movió con una rapidez asombrosa. En apenas un segundo, la joven había salido por la puerta, atravesado el pasillo y llamado al apartamento de enfrente.
Quería respuestas. No aceptaría más mentiras ni encubrimientos. Quería saber exactamente a quién le había entregado su cuerpo y su corazón. Quería conocer al hombre que iba a perder.
—____, ahora no es el momento —gruñó Joe, agarrándola por el brazo.
—Suéltame. —Se zafó de él justo en el momento en que se abría la puerta.
Jordan clavó en ____ sus asombrosos ojos azules y luego miró furioso a Joe. Pero no fue Jordan quien captó la atención de la joven.
Aturdida, oyó la maldición de Joe a sus espaldas y el «Dios mío, Jordan, ¿qué diablos has hecho?» de Ian, antes de enfocar su atención en el hombre que se giró para mirarla, el hombre que soltó una serie de fotos en la mesa y la observó confundido.
Mac Knight.
El hombre que había sido su amigo cuando otros jóvenes no se habían dignado a dirigirle la palabra. El que había bailado con ella cuando se había sentido humillada por no haber ido acompañada a una fiesta. El que le había enseñado a jugar al póquer un verano. Con el que había bebido su primera cerveza.
El que había sido como un hermano. Sus padres y él habían vivido en la casa de al lado de los Clay, así que se habían relacionado muy a menudo.
Él era uno de los pocos recuerdos buenos que tenía de su adolescencia.
—____. —Mac se puso en pie lentamente, mirándola con una dolorosa mezcla de horror y compasión—. No lo sabía. Dios mío, ____, no lo sabía.
Su voz estaba ronca por la rabia y la pena.
—Habría hecho algo —murmuró al cabo de unos segundos.
____ lo ignoró y su mirada cayó sobre las fotos esparcidas sobre la mesa.
Fotos suyas.
De pronto recordó el destello de unos flashes cuando alguien sacó fotos en el avión. También había habido una cámara de vídeo. Diego Fuentes había insistido en que todo quedara grabado para luego extorsionar a las víctimas. Tenía muy poca cantidad de «polvo de afrodita», así que sólo lo había utilizado con las víctimas que podían beneficiarle. Con los hijos de los más poderosos. Mujeres que trabajaban en áreas conflictivas o secretas. Esas habían sido principalmente las víctimas que él había elegido.
—No es precisamente mi mejor pose —susurró ____, clavando los ojos en la foto de arriba.
Tenía la cara roja, la boca abierta en un grito, los ojos perdidos y llenos de lágrimas. Había más fotos debajo. Fotografías vividas y espantosas, demasiado gráficas.
Oyó a Joe a sus espaldas. Parecía como si estuviera preparado para matar, pero calló al ver las fotos.
____ nunca había visto aquellas imágenes. Ni siquiera sabía que Jordan las tuviera.
—Te han obligado a mirarlas —le dijo a Mac señalando las fotos, sintiendo que se le entumecía todo el cuerpo—. Supongo que te están castigando por delatar a Joe.
Temblando, se inclinó y cogió algunas fotos. Estaban desenfocadas, pero eran explícitas. Nada se había ocultado al ojo de la cámara. Todo estaba allí, hasta el más mínimo detalle. Al menos no eran en color, pensó vagamente.
Las fotos cayeron de sus dedos exánimes y tuvo que cubrirse la boca con la mano para contener los gritos, para contener las arcadas al ver su propio cuerpo desnudo, amoratado y sucio, sobre la manta que estaba llena de su sangre.
—Es horrible que te hayan enseñado esto. —____ no podía respirar. Sabía que tenía que hacerlo, pero no podía obtener el suficiente aire—. Deberías haberlas roto por mí.
Oía sus propios gritos resonando dentro de su cabeza. Los gritos y los ruegos que le había hecho a Jansen.
«Papá, por favor. Por favor, haz que paren.»
«Eres una condenada llorona. Sólo las niñas lloran, pequeña perra.»
Las carcajadas y las burlas de aquella noche le desgarraban la mente y la dejaban mareada y débil.
Podía oír voces detrás de ella. A Joe que maldecía a Jordan, a Ian y a Mac y a cualquiera que se le pusiera a tiro. No vio los ojos húmedos de Kira, ni a Tehya, que había girado la cara hacia la pared cuando las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas.
____ levantó la mirada hacia Mac.
—Qué triste —susurró ella—. Definitivamente soy un patito feo, ¿verdad?
Tenía la expresión torcida en esas fotos. Fea, imperfecta, sucia. Todo había quedado al descubierto en aquellas imágenes.
—Basta. —Joe la hizo girarse y ____ levantó la vista hacia él, conmocionada. Los oscuros ojos del israelí tenían una mirada primitiva, haciéndolos parecer casi inhumanos.
—¿Te ha enseñado Jordan el vídeo también? —Se dijo a sí misma que sólo lo preguntaba por curiosidad. El vídeo no podía ser peor que las fotos.
—____, basta ya. —Joe acunó su rostro con las manos, sosteniéndole la mirada con otra atormentada—. Knight se negaba a aceptar las explicaciones de Jordan y quería pruebas. No había manera de detenerlo. O le enseñábamos las pruebas o le matábamos.
Una sonrisa curvó los labios de ____. Una sonrisa involuntaria. Una respuesta automática a algo que había comenzado a destrozarle el alma.
—Creo que yo hubiera preferido que me mataran antes de verlas —murmuró—. ¿Tú las habías visto antes?
—____ —objetó él con aspereza—. Volvamos a casa. Hablaremos de esto allí.
La joven sacudió la cabeza para soltarse de sus manos y miró a su alrededor. Ian y Kira los habían seguido. También estaba allí John, el agente que se había quedado en su apartamento, y Travis, el chofer que había conducido la limusina. Nik la observaba con sus helados ojos azules, y Tehya, la pelirroja del ascensor, trataba de ocultar que había estado llorando. ____ se sentía tan aturdida que ni siquiera le extrañó ver al marido de su buena amiga Emily, Kell, apoyado en una columna.
—¿Han visto todos las fotos? —____ se volvió de nuevo hacia Joe—. ¿Habéis tenido una reunión para verlas y debatir sobre mí? ¿Habéis visto también el vídeo? No creo que fuera muy interesante.
—No, ____ —respondió Joe con suavidad—. Las fotos estaban en el archivo. No había visto antes esas imágenes y tampoco lo han hecho los demás. Sólo sabíamos lo que te había ocurrido.
—Y tú no eres un SEAL. —Se sentía como una muñeca de madera sin alma—. Apuesto a que esto ha sido idea de Emily, ¿verdad? Sabía que solía soñar con que un SEAL entraba en mi dormitorio cuando era niña y me rescataba. ¿Fue ella quien os lo sugirió?
—____, cariño. —La voz de Joe era ronca, y ella se preguntó si su mano tembló cuando le acarició la mejilla o si era ella la que estaba temblando contra su mano.
—¿Nadie va a contestarme? —Se sentía débil. Como si se estuviera quebrando por dentro. Pero, curiosamente, ni siquiera ahora podía dejar salir la furia. No podía golpearle. No podía odiarle. Se quedó allí, con la mirada clavada en él, y en ese segundo de agonía se dio cuenta de cuánto le amaba.
Casi se rió al pensarlo. Pobre y fea ____. Pensaba que había encontrado a su SEAL, y ahora sabía que ni siquiera eso era cierto.
—Joe es un ex agente del Mossad, ____ —intervino Jordan de pronto. Era gracioso, sonaba como si estuviera apenado.
—El Mossad —repinó ella con debilidad—. El mejor Servicio de Inteligencia del mundo. Vaya, ¿por qué no me sorprende?
—____, basta. —Joe tenía una expresión preocupada. Atormentada.
Ella giró la cabeza y clavó los ojos en Mac. Nunca había visto sus ojos tan oscuros.
—Éramos amigos —susurró ella.
—Todavía lo somos. —Mac tragó saliva—. Siempre seremos amigos, ____.
Ella negó con la cabeza.
—No existen los amigos, Mac. Nadie es tu amigo, siempre te mienten, ¿no te das cuenta?
____ oyó que alguien sollozaba, y pensó que quizá se tratara de la pelirroja.
—Joe, joder, sácala de aquí —maldijo Jordan—. Llamaré a su psicólogo y le diré que venga.
____ quiso reírse ante eso. Pero en lugar de hacerlo, se volvió hacia Jordan.
—No se preocupe, señor Malone. Tengo medicación en casa y se qué debo tomar si lo necesito. —Clavó los ojos en él con una rabia fría y brutal—. ¿Sabe?, cada vez que me he encontrado con usted, ha sido desastroso para mí. Debería buscarse otra profesión.
La sorpresa brilló en los ojos del comandante al oír aquello.
Sin más, ____ se encogió de hombros y cruzó la estancia con deliberada lentitud, seguida de Joe. No iba a echarse a llorar allí. Cuando llegó a la puerta, se dio la vuelta y buscó a Kell con la mirada. Los ojos del ex SEAL estaban llenos de pesar.
—Dile a Emily que la quiero a pesar de todo —susurró, apretando los labios para no sollozar—. Me ha mentido, Kell. Los dos me habéis mentido.
Se sentía perdida y sola. Paseó la mirada por la habitación, dándose cuenta de que todos los que amaba le habían mentido porque la consideraban una niña que no podía asimilar la verdad, que no podía asumir la realidad.
—Todo lo que tenías que haber hecho era decirme la verdad. — Clavó los ojos en Joe, sintiendo que el corazón se le rompía a la vez que le caía la primera lágrima—. Sólo la verdad.
Abrió la puerta y, en medio de un silencio tan helado como la muerte, Joe la condujo de vuelta a su apartamento.
____ cruzó la sala, se dirigió al dormitorio y cerró la puerta a su espalda con cerrojo.
Luego entró en el baño, donde también cerró la puerta.
Se puso frente al espejo de cuerpo entero y contempló su imagen.
Parecía distinta.
No vio al patito feo.
No vio a la mujer poseída por el «polvo de afrodita» ni a la niña que, desesperada, solía sentarse ante la ventana del dormitorio para soñar con que un SEAL la rescataba.
Vio sólo a una mujer. No era fea pero tampoco era guapa. Se le estaba corriendo el rímel y tenía la punta de la nariz roja.
Se enjugó las amargas lágrimas que no dejaban de caer. Quizá no estuviera tan mal, después de todo. Al fin y al cabo, Joe no necesitaba taparle la cara para follarla.
Él sólo tenía que mentirle.
Alargó la mano y tocó el pesado y oscuro espejo que la había visto crecer.
Entonces, sin pararse a pensar, cogió un bote del armario y lo arrojó contra el espejo con un grito enfurecido.
Completamente inmóvil, observó cómo el valioso objeto se hacía mil pedazos. Los cristales se desperdigaron a su alrededor al tiempo que oía romperse la puerta del dormitorio.
Un segundo después la puerta del baño se estrellaba contra la pared a sus espaldas.
Temblando de furia, se dio la vuelta y se enfrentó a Joe.
—Aquí está tu condenado espejo. Y tu patito feo. Te necesito tanto como necesito a ese maldito espejo.
Se abalanzó sobre él con los ojos llenos de lágrimas y comenzó a golpearle en el pecho. No había nada mejor que pegar puñetazos. Todo el dolor y la furia que había sentido durante esos seis años crecieron en su interior hasta que se puso a gritar.
Ignorando los golpes, Joe la cogió en brazos a pesar de sus forcejeos y la condujo al sillón de la esquina del dormitorio.
La abrazó con fuerza y empezó a mecerla suavemente, con una mano contra su cabeza para acallar sus gritos contra su corazón.
____ no podía rechazarlo. No podía luchar contra él. Llevaba seis años luchando, sin llorar, sin perder el control. Se había asegurado de no ser la llorona que Jansen Clay la había acusado de ser tantas veces.
—____, cariño —susurró Joe acariciándole la espalda—. Estoy aquí, pequeña. Te tengo justo aquí, contra mi corazón, ____.
La joven podía sentir el latido del corazón de Joe contra su mejilla, fuerte y constante, el pesado latido que conseguía tranquilizarla noche tras noche. Y, sin poder contener más, se aferró a él con desesperación y derramó sobre su pecho ocho años de furia, dolor y pena. Dejó que la niña que había sido se desahogara contra su torso, y también la mujer que no había sabido ser libre.
Lo aceptó.
No siempre se podía ser fuerte.
Los amigos mentían.
Algunas veces, por compasión.
Y un día, muy pronto, Joe, el hombre que amaba, se iría sin mirar atrás.
Nunca vio las lágrimas que Joe derramó mientras ella sollozaba contra él. Nunca vio el dolor que le quemaba el alma por la mujer que no podía ser suya. La mujer que era lo suficientemente fuerte para llorar, y lo suficientemente fuerte para sobrevivir.
























Natuu!!
Natuu!
Natuu!


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Mensaje por Creadora Jue 11 Oct 2012, 7:16 pm

Oh por dios que triste, casi lloro con este cap :( SIGUELA pon un capitulo mas por favor. Le falta poco?

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Mensaje por aranzhitha Jue 11 Oct 2012, 8:31 pm

awww dios!! Me hizo llorar a mares :crybaby:
Es muy feo que las personas que mas quieres te mientan :(
Pobre rayiz todo lo que a sufrido
Y Joe que no le dice la verdad!!
Siguela!!!
aranzhitha
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Mensaje por andreita Vie 12 Oct 2012, 8:19 am

natu este cap me matooo enserio
llore junto con la rayis :/
pobre
quiero maraton
andreita
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Mensaje por aranzhitha Sáb 13 Oct 2012, 12:51 pm

siguela!!
aranzhitha
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"Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada] - Página 8 Empty Re: "Miénteme y dime que me quieres" (Joe&Tú)[Terminada]

Mensaje por Natuu! Sáb 13 Oct 2012, 2:45 pm

Diecinueve



Debía de haber dormido toda la noche y parte de la mañana, pensó al despertar. Cuando, horas antes, Joe le quitó el hermoso vestido de seda y la metió bajo las mantas, estaba exhausta de tanto llorar.
Se dio cuenta de que la desvestía y, en el momento en que se deslizó desnudo a su lado en la cama, no pudo evitar acurrucarse contra él.
—Mi madre me dijo una vez que cuando una mujer llora, los ángeles le dan fuerza —susurró Joe en la oscuridad, estrechándola contra sí—. No eres débil, ____. Y jamás te he compadecido. Ni una sola vez. Siempre he admirado tu valor y tu tenacidad para sobrevivir.
—Pero me escondí —musitó ella con voz ronca.
—Sí, te escondiste de la belleza que brilla en tu interior y que se refleja en los suaves rasgos de tu rostro —suspiró él—. Te has escondido de un pasado que nadie te culpa por no desear recordar. Y te has escondido de ti misma, ____. Pero no te escondiste de la vida ni de los acontecimientos que querías olvidar. Siempre has manejado la situación con valor.
—Estoy cansada. —Cerró los ojos—. Quiero olvidarme de todo por un rato, Joe.
Él le acarició la espalda antes de taparla con la sabana y la colcha hasta el cuello.
—Duerme, cariño. Yo estaré aquí.
La joven guardó silencio durante un buen rato, mirando fijamente la oscuridad.
—No quería que vieras esas fotos, ni el vídeo —susurró al cabo de unos minutos—. Quería olvidar que existían.
Sintió que la rodeaba con sus brazos y se dio cuenta de que nadie la había abrazado antes mientras lloraba. Jamás la habían abrazado, salvo su abuela en contadas ocasiones.
—No seguirán existiendo mucho más tiempo —le prometió—. En cuanto al vídeo, Jordan se aseguró de que todas las filmaciones confiscadas se destruyeran. No hay ningún vídeo ahí fuera, ____. Y te prometo que esas fotografías desaparecerán pronto.
Ella inclinó la cabeza, aliviada, y cerró lentamente los ojos.
El sueño la alcanzó con rapidez y, para su sorpresa, no tuvo pesadillas. Durmió, cómoda y abrigada sobre el pecho de Joe, y se despertó cuando la luz matutina se filtraba por las cortinas del dormitorio.
Estaba abrigada, acurrucada contra el hombre que amaba, con una pierna sobre la suya mientras él la envolvía entre sus brazos.
Protegiéndola.
Colocó la mano sobre el corazón de Joe, justo debajo de su propia mejilla. El latido lento y regular la tranquilizaba, la relajaba.
Siempre se había preguntado cómo sería despertarse junto a alguien cada mañana. Aunque quizá debería de dejar de pensar en ello; sabía que él se marcharía en cuanto atrapara al asesino, y eso le dolía. Su única opción era disfrutar del tiempo que les quedaba juntos.
Sí, él se iría, pero ella sabría lo que significaba amar. Puede que no supiera lo que era ser amada, pero amar era casi igual de bueno.
Y amar significaba desear.
Sentía palpitar su cuerpo, cada terminación nerviosa se excitaba y latía ante el contacto masculino. El deseo le encendió los sentidos y el recuerdo de su posesión la excitó hasta que su clítoris se hinchó y su sexo se contrajo anhelante.
—Estás despierta. —La voz de Joe no sonaba adormilada, sino oscura y ardiente de deseo. Su polla era una gruesa protuberancia que se apretaba contra el estómago de ____, latiendo con el mismo ritmo pesado de su corazón.
¿Qué era lo que la había despertado? ¿Quizá saber que él estaba esperándola, duro y dispuesto para darle placer? No podía dejar de pasar la yema de los dedos sobre los flexibles abdominales de Joe, disfrutando de la fuerza y el poder que allí había.
—He roto el espejo —murmuró de pronto al recordar lo ocurrido en el baño—. A la abuela le va a dar algo. Me lo regaló cuando era niña.
—No necesitamos el espejo.
La sábana susurró suavemente cuando él la hizo a un lado para poder verla desnuda. Un estremecimiento recorrió a ____ por entero.
No podía rechazar las caricias de Joe, no cuando las necesitaba con tanta desesperación. Cuando el dolor y la humillación, las mentiras y los temores, le retorcían el estómago como un puño ardiente.
—Ahuvati —musitó él con aquel oscuro y cálido acento del desierto, mientras su mano iniciaba con reverencia un sendero desde el vientre femenino a su seno hinchado—. Mi ____. No sabes cuánto te deseo.
Se incorporó sobre ella, inclinó la cabeza y se apoderó de su boca con un tierno beso que provocó ardientes oleadas de placer en el cuerpo de la joven.
—Bésame, ____ —susurró dulcemente contra sus labios—. Tómame.
Gimiendo, ____ le rodeó el cuello con los brazos y enterró los dedos en el corto cabello. Le acarició los labios con la lengua y él emitió un jadeo gutural ante la audaz caricia. Joe sabía a hombre y a deseo oscuro, una provocativa mezcla que ella anhelaba devorar.
Cuando se movió para acercarse más al cálido cuerpo de Joe, se le cortó el aliento al sentir su polla, dura y erguida, contra los muslos.
—Mi bella ____ —gimió él levantando la cabeza—. Mi dulce amor. Atjafa. Eres preciosa.
Ella se estremeció bajo la cadencia oscura de la voz de Joe y el tacto de su mano cubriéndole el pecho.
—Me haces arder. —Deslizó la cabeza hacia abajo para acariciarle con la lengua el tenso pezón mientras sus dedos presionaban el otro.
Enardecida por la lujuria, ____ hundió la cabeza en la almohada y agrandó los ojos al sentir los dientes de Joe cerrándose sobre la dura cima y tirando suavemente de ella.
Pequeñas llamaradas de un placer casi doloroso la atravesaron y fueron directas a su sexo. Las sensaciones que él le provocaba con sus labios tirándole del pezón, y sus manos acariciándole el cuerpo, eran pura magia. Eran la esencia del placer. Le acariciaba algo más que la piel y ella se preguntó si él lo intuiría de alguna forma. ¿Sabría Joe que cuando la tocaba, le acariciaba también el alma?
—Joe —gimió, desesperada por expresar las sensaciones que la inundaban como una cálida y sedosa oleada—. Tócame. Déjame sentir, Joe. Sólo eso. —Sentir con su cuerpo, con su corazón, con su alma.
Anhelaba hacerle sentir lo mismo que él le hacía sentir a ella. Y lo haría, se prometió en silencio. Pero no lo aprisionaría en las necesidades y emociones que ardían en su interior. Le daría la libertad que necesitaba para alejarse de ella.
—Por favor. —____ levantó la cabeza y acarició con los labios los duros músculos de su hombro mientras Joe seguía mordisqueándole el pecho—. Déjame sentirte.
—Ahuvati. —«Mi amor». Las palabras escaparon de los labios masculinos de nuevo cuando el dulce deseo de ____ le atravesó los sentidos. Un deseo que no sólo era sexual, sino el vínculo que él siempre había sentido entre ellos, incluso antes de tocarla.
Por un momento recordó aquellas visitas a Atlanta, cuando sólo la había visto ir o volver de la casa de un miembro del equipo de Durango. ____ siempre había agachado la cabeza, ocultando la cara con el pelo. Sin embargo, él la había sentido. Había sentido el resplandor de su espíritu, una parte de ella a la que él siempre se había resistido.
Pero ahora no se contenía. Se entregaba a ella. No podía detenerse.
____ era su corazón. Le hacía sentir todas las emociones que nunca se había permitido experimentar. La acariciaba con todo su ser, como nunca antes había acariciado a otra mujer.
Seda y terciopelo, calidez y deseo. Todas las cosas que él jamás había pensado que poseería.
Moldeó su seno con la palma de la mano mientras con la otra le acariciaba el estómago para sentir la marea de placer que la recorría bajo la suave piel, y emitió un sonido satisfecho al sentir su respuesta. Tan tentadora, tan inocente.
Siguió descendiendo hasta que sus dedos le rozaron la carne desnuda que le esperaba entre sus muslos, y Joe gimió ante el tacto cálido y resbaladizo de sus jugos. Aquel néctar, dulce y caliente, manaba de su cuerpo para cubrir los hinchados pliegues de su sexo.
Saber que ella no tenía miedo le llegó al alma.
____ se entregaba a él sin reservas. Se daba por entero, sin esperar nada a cambio.
—Podría pasarme la eternidad tocándote —le aseguró contra su seno.
La mezcla de placer y deseo que se había apoderado de ____ la dejaba sin respiración. Miró aquellos ojos negros, atraída por las suaves llamas que iluminaban las oscuras profundidades.
Le temblaban las manos cuando le clavó los dedos en los hombros, observando cómo él deslizaba los labios entre sus pechos, trazando un errático sendero de besos que descendía por su cuerpo.
—Joe. —Su nombre fue un suspiro en los labios de la joven—. No te detengas. Por favor, no te detengas. —Siempre. Querría sus caricias siempre.
Un trémulo gemido salió de su pecho al sentir que las puntas de los dedos de Joe le cubrían el monte de Venus. Él acarició con suavidad la estrecha hendidura antes de abrirse camino entre los sensibles pliegues, y la joven se convulsionó en respuesta.
Los dos tenían la respiración entrecortada. ____ podía oír cómo jadeaban, cómo gemían. La temperatura de la habitación subió hasta que el sudor empapó sus cuerpos.
—Joe —suspiró, arqueando las caderas instintivamente cuando él rozó la estrecha entrada a su cuerpo. Los dedos masculinos la exploraban de forma tierna y a la vez inclemente, como si quisieran conocer todos sus secretos.
—Tranquila. —Le mordisqueó el muslo y le separó más las piernas con la mano libre—. Déjame darte placer, cariño.
Sus palabras provocaron que un gemido involuntario abandonara los labios de ____. Fue como si le acariciaran por dentro, alimentando las llamas que ya ardían en su vientre.
—Quiero saborearte —susurró Joe contra su muslo—. Quiero toda esa dulzura para mí. Penetrarte con la lengua.
Ella hundió la cabeza en la almohada y cerró los puños sobre las sábanas mientras luchaba por conservar sus sentidos lo suficiente para recordar cada caricia, cada sensación.
La cabeza de Joe se posicionó entre sus muslos y le pasó la lengua por el clítoris al tiempo que introducía dos dedos en las anhelantes profundidades del interior de la joven.
____ se retorció bajo él y gritó de placer. Sintió que un rayo la atravesaba, provocando diminutas explosiones en su cuerpo mientras Joe la llenaba con los dedos y la poseía con la boca.
El placer fue creciendo en intensidad. La necesidad de alcanzar el orgasmo era acuciante y le provocaba sensaciones sobrecogedoras. Luchaba por alcanzarlo, por conseguirlo.
—Adoro tu sabor —gimió él antes de volver a atrapar su clítoris entre los dientes—. Es tan cálido... Tan dulce...
Joe era paciente. Se tomó su tiempo. La lamió al tiempo que sus dedos la acariciaban lentamente por dentro, llenándola, abriéndola, dilatándola.
____ deseaba que siguiera, que no parara nunca. Pero no sólo quería permanecer allí tendida aceptando el placer que él le daba. Quería que Joe sintiera lo mismo que ella.
Levantó la cabeza y clavó la vista en él, en sus ojos cerrados, en la lengua rodeándole el clítoris con exquisitas caricias.
—Quiero tocarte. —Se retorció bajo él, devorada por la necesidad—. Yo también te deseo, Joe. Déjame tocarte.
Joe apoyó la barbilla en su vientre para mirarla, tomó aliento de forma entrecortada y negó con la cabeza lentamente.
—Por favor —musitó la joven aferrándose a sus hombros—. Enséñame cómo tocarte también.
—____ —gimió él—. Déjame amarte de esta forma. Déjame darte placer.
Ella negó con la cabeza. Lo quería todo. Esa mañana, con la habitación iluminándose poco a poco a su alrededor, lo quería todo de él. Acariciarle y mostrarle su propio deseo. Darle tanto como él le daba.
—No. —Sacudió la cabeza de nuevo—. Por favor, Joe. Enséñame. Yo también quiero tocarte.
Joe sacó los dedos de su interior y se incorporó sobre ella con los ojos entrecerrados.
—¿Estás segura, ____? —Su voz era oscura, llena de matices sexuales, y la miraba con una expresión posesiva que debería haberle asustado—. El placer puede descontrolarse, cariño. Puedes perderte en él. Podría ser más de lo que estés dispuesta a aceptar.
Era un desafío. Un reto sexual que la llenaba de excitación en vez de miedo.
—¿Qué podrías hacerme que no me hayas hecho ya? —____ permitió que una sonrisa provocativa le curvara los labios mientras lanzaba su propio reto.
Una áspera carcajada fue la respuesta.
—Tu precioso trasero estará a disposición de mis manos y mis dedos. —La lujuria tensó la expresión de Joe—. Déjame tener ese poder sobre ti, y te sorprenderás al ver al animal que has desatado.
Ella separó los labios y aspiró entrecortadamente.
—Haz conmigo lo que desees.
Estaba deseando aprender. Deseaba ardientemente cada caricia, cada nuevo conocimiento que pudiera descubrir entre sus brazos. Deseaba al hombre que ella sabía que Joe podía ser si dejaba de contenerse.
—Me dejas sin aliento —gruñó él, tendiéndose de espalda en la cama y extendiendo los brazos hacia ella—. Ven aquí, cariño. Tómame, y yo te tomaré a su vez.
¿Podría? ¿Se atrevería? Esos eran los recuerdos que le quedarían cuando él se fuera, cuando todo hubiera terminado. Y si ocurría lo peor y Orión se salía con la suya, podría refugiarse en esos recuerdos en el instante de su muerte. No quería morir arrepintiéndose por no haber disfrutado al máximo con Joe.
Arrodillándose, tragó saliva y apartó a un lado cualquier vacilación, el miedo instintivo a lo desconocido. No importaba cuán poderosas fueran las sensaciones, sabía que él la guiaría.
—Así, cariño. —Joe la sujetó con fuerza, hizo que se diera la vuelta y la alzó hasta que ella quedó de espaldas, a horcajadas sobre él.
____ se estremeció ante esa posición poco familiar. Deseo, excitación y cautela la atravesaron mientras miraba la erección, engrosada y pesada que se erguía sobre el vientre de Joe.
La excitación la inundó al ser consciente de que no sólo él estaba expuesto a sus caricias, sino que también ella estaba expuesta a él.
—Despacio —jadeó ____, inclinándose hacia delante—. Quiero disfrutar de cada momento.
Joe arqueó las caderas, alzándola con él cuando ella cedió a sus impulsos y le lamió el largo miembro.
—Vas a acabar conmigo. —Le ahuecó las nalgas con las manos y la acercó hacia sus labios.
Pero era él quien acabaría con ella. Cuando ____ había dicho «despacio», había querido pedir clemencia, porque cualquier caricia de él tenía la habilidad de dejarla sin sentido. Debería haberle rogado que se apiadara de ella.
Aún estaba a tiempo de hacerlo, pero cada vez que pasaba la lengua por la punta de su miembro, sentía la respuesta del cuerpo de Joe. La propia lengua masculina se volvió más atrevida mientras le sujetaba con fuerza el trasero, separándole las nalgas; ____ sintió que sus terminaciones nerviosas respondían allí donde no deberían responder.
Agarrando la pesada longitud de la erección con una mano, la alzó para cubrir con los labios el palpitante glande. Él tomó represalias. Le atravesó la vagina con la lengua, y jugó con ella hasta que la joven dejó escapar un grito agónico.
Iniciando un salvaje asalto a sus sentidos, Joe hundió los dedos en la humedad que manaba del sexo femenino y la extendió a lo largo de la hendidura entre sus nalgas hasta la diminuta entrada de su ano. La acarició allí con diabólica precisión hasta que ____ se perdió en las sensaciones, sin poder pensar en nada más que en el placer que la consumía del mismo modo que ella le consumía a él.
Hambrienta de su sabor, la joven llenó su boca con la cálida carne masculina, succionando el glande mientras acariciaba el resto del miembro con los dedos. Deslizó la boca de arriba abajo, sintiendo cómo él se endurecía todavía más, oyendo los gemidos de Joe, enterrando una porción más de su miembro entre sus labios.
____ sintió el primer estremecimiento de la dura erección y supo que él estaba a punto de llegar al clímax. La joven estaba acabando con aquel asombroso control que él poseía.
De hecho, lo habría conseguido si no fuera porque en ese momento la mano de Joe aterrizó en su trasero con una palmada ardiente y pesada.
Jadeando, ____ apartó la boca para tomar un poco de preciado oxígeno. Todos los músculos de su cuerpo estaban tensos cuando los labios de Joe le rodearon el clítoris, succionándolo, haciéndolo vibrar, mientras dejaba caer la mano de nuevo sobre su nalga.
Aturdida, inmóvil, dejó que las sensaciones la inundaran, aceptando gustosa el dolor que conllevaba el placer.
Cuando la cuarta palmada resonó contra su carne y el fuego amenazó con consumirla, ____ oyó su propio gemido ahogado. El éxtasis estaba muy cerca. Podía sentirlo pulsando en sus venas, palpitando en su vientre.
—Maldita sea —los labios de Joe soltaron su clítoris mientras deslizaba una mano por la espalda de ____ y la empujaba hacia él—. Toma mi polla en tu dulce boca, cariño, o nos detenemos ahora mismo.
¿Detenerse? Si Joe se detenía ahora, ella moriría.
Bajó la cabeza, pero también arqueó las caderas hacia él. Presionó sus sensibles pliegues contra la boca masculina y gimió en torno a la carne que llenaba su boca, sintiendo que él le hundía la lengua en las ávidas profundidades de su sexo.
La mano de Joe volvió a caer de nuevo contra sus nalgas, haciendo que ____ se olvidara de quién y qué había sido. Una mujer asustada que no disfrutaba del placer. Ya no era la misma que había sido entonces. Ahora era la mujer de Joe. Desde ese momento pertenecería a aquel hombre para siempre.
Movió provocativamente las caderas ante sus provocativas caricias y presionó muy suavemente sus testículos mientras abría aún más los labios para albergar el palpitante glande. Saboreó su esencia cuando una gota de semen le inundó la boca y succionó con más fuerza, con más dureza. Entonces, él recogió más cantidad de sus jugos para lubricar su ano, y ____ sintió cómo la punta de un dedo penetraba en la diminuta abertura de su trasero, al tiempo que otra palmada le hacía arder las nalgas.
Demasiadas sensaciones la atravesaron a la vez. Joe la penetraba firmemente con la lengua, le acariciaba el clítoris con la barbilla y le palmeaba el trasero a la vez que deslizaba un dedo en su ano.
Indefensa ante lo que estaba experimentando, ____ gimió ahogadamente en torno a la polla de Joe. El cuerpo se le había tensado de tal manera que parecía como si fuera a romperse. Y cuando creía que ya no podía soportarlo más, algo estalló en su interior.
Se le sacudieron las caderas hasta que él las rodeó con un brazo, inmovilizándola para seguir torturándola con la boca, bombeando más fuerte con la lengua en su interior y profundizando la exploración de su dedo. Sus músculos internos empezaron a contraerse salvajemente y Joe la condujo sin piedad a un clímax brutal, explosivo, demoledor, al punto que ____ sintió que su alma estallaba de puro éxtasis.
Al instante, su boca se llenó con la eyaculación de Joe y tragó su semilla compulsivamente, queriéndolo todo de él. Amándolo, adorando su sabor hasta que, finalmente, Joe la liberó, dejándola laxa y jadeante, y permitió que su miembro, todavía excitado, saliera de los labios de la joven.
____ gimió cuando la movió.
Sonriendo, permitió que él la tendiese de espaldas contra las sábanas. Los ojos de Joe eran suaves y oscuros y todavía estaban llenos de calor mientras le separaba los muslos y la cubría con su cuerpo.
Desbordada por las abrumadoras sensaciones que la embargaban, inhaló con fuerza cuando sintió la presión del glande en la vagina, abriéndose camino a través de los delicados tejidos. Joe tenía los rasgos contraídos en una mueca y la miraba fijamente a los ojos.
Aquello era mucho más que simple placer. Mientras le observaba, sentía que el deseo de Joe se mezclaba con el suyo, que el cuerpo masculino se convertía en parte de ella.
—Sólo un poco más —gimió él empujando lentamente para llenarla con su polla—. Mi dulce ____. No puedo tener suficiente de ti. Nunca tendré suficiente de ti.
Fue como volar. ____ jamás había conocido esa intensa sensación de libertad que la invadía al estar entre los brazos de Joe. Clavó la mirada en el punto en el que se unían sus cuerpos, contemplando fascinada cómo sus pliegues se abrían, cómo apresaban el duro miembro que salía hasta dejarla vacía sólo para penetrarla de nuevo.
Se aferró a los duros bíceps de Joe y se abrió completamente a él, deleitándose con cada centímetro de su rígido miembro, de la cálida fuerza de su deseo.
El placer parecía no tener fin. ____ se arqueaba bajo cada embestida, observando cómo él se retiraba y jadeaba al colmarla de nuevo. Se moría entre sus brazos y no le importaba. Subió más y más alto en la escala del placer hasta que de pronto un grito demoledor le desgarró el pecho y explotó de nuevo en torno a él.
Implacable, Joe profundizó sus penetraciones e intensificó el orgasmo de ____ hasta que finalmente emitió un ronco gemido y eyaculó en el interior de la joven.
La saciedad trajo consigo unos breves momentos de tranquilidad en los que nada importaba salvo la sensación de unión y plenitud.
____ quiso prolongar el mágico momento todo lo posible. No quería regresar a la realidad.
Quería mentirse, creer que aquello sería para siempre. Quería capturar ese instante dentro de su alma para poder aferrarse a él cuando llegara la soledad.
Al sentir la leve aspereza de la barba matutina contra su mejilla, deslizó suavemente los dedos por los duros hombros de Joe con una media sonrisa sobrevolándole los labios.
—Me dejas sin fuerzas, ____ —gimió él, cambiando de posición y arrastrándola para que se apoyara contra su pecho.
—Tú siempre eres fuerte —musitó ella con suavidad, sabiendo que era verdad.
Pero ella tenía su propia fuerza. Una fuerza que no había sabido que poseía. Una fuerza que había encontrado al descubrir que nada era lo que parecía.
Quizá, pensó, había madurado la noche anterior al entrar en el otro apartamento, cuando había descubierto allí a sus amigos viendo las fotografías.
Todos las habían visto. Todos conocían ahora su vergüenza y sentían lástima por ella. Pero ____ no se compadecía de sí misma. No, eso se había acabado.
—Cuando te vayas —susurró contra el pecho de Joe—, ¿volveré a verte?
Sabía la respuesta.
—No.
Pero no había esperado que él le dijera la verdad.
—____...
Ella se movió y le cubrió los labios con los dedos, mirándole sombríamente.
—Nada de excusas —dijo con firmeza—. Ni de disculpas. Ni de mentiras.
Sin embargo, a pesar de sus palabras, tuvo que contener las lágrimas porque una parte de ella soñaba con oír sus mentiras.
Joe guardó silencio, reservándose los pensamientos que pugnaban por salir de sus labios y que contenían todos aquellos sueños que se suponía que no debía tener.
Se limitó a levantar la mano y acariciar con la yema de los dedos los sedosos labios de ____ mientras la miraba fijamente. «Nada de promesas —se recordó a sí mismo—. Ni de mentiras». Jamás volvería a mentirle.
Tenía que dejarla. No quería seguir haciéndole daño. Pronto llegaría el día en que tendría que abandonar a la otra mitad de su alma, y el hecho de saberlo le desgarraba las entrañas.
—Belibi tamiz. —«Siempre en mi corazón». No podía dar a ____ lo que necesitaba, no podía ser el hombre que ella quería, pero, aún así, le había entregado su corazón. Lo sabía. Lo aceptaba. Igual que sabía que jamás podría decírselo.
En los labios de la joven apareció una temblorosa y triste sonrisa mientras se le llenaban los ojos de lágrimas, como si supiera lo que él no podía decir.
—Ya es de día —susurró ella con voz ronca, acariciándole la mejilla.
La emoción que embargó a Joe le hizo apretar los dientes y los puños con tal fuerza que se preguntó cómo podía seguir respirando.
—Ya es de día —repitió.
____ inclinó la cabeza lentamente y luego se apartó de él.
Joe la observó levantarse de la cama, recreándose en aquel cuerpo esbelto y grácil.
—Me ducharé primero —dijo ____ en voz baja—. Prometo dejarte algo de agua caliente.
Joe sabía que aquello era una excusa para escapar.
Para que no la viera llorar.























¡Hola chicas! :D
Andreita no puedo subir maratón, quedan sólo 8 capítulos y quiero alargar la novela lo más que se pueda.
Perdón u.u
Bueno, por ahora, aquí dejo este cap, espero que les guste.
Más tarde subo el siguiente.
Besos

Natuu♥️!!
Natuu!
Natuu!


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Mensaje por aranzhitha Sáb 13 Oct 2012, 4:10 pm

awww Joseph quedate con ella :(
No quiero perderte!!!
Siguela!!
aranzhitha
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Mensaje por jb_fanvanu Dom 14 Oct 2012, 1:01 am

Fuee ree perver este cap :twisted: lo ame!! creepygusta

No quiero q joe se vaya!! :'( ...Solo 8 caps o___o

siguelaa
jb_fanvanu
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Mensaje por andreita Dom 14 Oct 2012, 8:47 am

ayyy bueno :(
solo 8 caps bueneoo
ayy la rayis lo ama y el tamie pero no se peude quedar :/
andreita
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Mensaje por Creadora Dom 14 Oct 2012, 7:04 pm

kljkasjdksajd Por que no puede quedarse? Dios mio.
SIGUELA, falta mucho para que Orion ataque?

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Mensaje por aranzhitha Dom 14 Oct 2012, 7:13 pm

siguela!!
aranzhitha
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Mensaje por andreita Lun 15 Oct 2012, 8:07 am

capppppppppppp
andreita
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