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Por los Servicios Prestados nick y tu TERMINADA
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Por los Servicios Prestados nick y tu TERMINADA
GUUUAAUUUUU!!!
SOLO UNA NOCHE LE BASTO PARA CONFIRMAR LO QUE SENTIA POR ELLLAAA!!!!!
AAAII Y PPEGGGGGGYYYYYYYY LO SABIIIAAAA!!!
AAAII SIGUEELAAA
SOLO UNA NOCHE LE BASTO PARA CONFIRMAR LO QUE SENTIA POR ELLLAAA!!!!!
AAAII Y PPEGGGGGGYYYYYYYY LO SABIIIAAAA!!!
AAAII SIGUEELAAA
chelis
Re: Por los Servicios Prestados nick y tu TERMINADA
Awwww que bello mi Nick
Quiere vivir con la rayis!! :)
Y auckland pobre Karen y Wlker
Ojalá se arreglen sus cosas
Plis siguelaaaaa!!
Quiere vivir con la rayis!! :)
Y auckland pobre Karen y Wlker
Ojalá se arreglen sus cosas
Plis siguelaaaaa!!
Karli Jonas
Re: Por los Servicios Prestados nick y tu TERMINADA
Dios!Me encanta la nove!Es increíble, espero que la sigas pronto!
Sunny
Re: Por los Servicios Prestados nick y tu TERMINADA
olaa chicas gracias x los comentarios aqui sta l cp
^.^
Capítulo 5
Una hora después, _____ entraba en su despacho.
—Ya he instalado a Karen. Está leyendo unos informes para ponerse al día —suspiró, sentándose en la esquina de su escritorio—. Menudo bombazo.
se quitó las gafas para masajearse el puente de la nariz.
—Yo no lo esperaba, desde luego.
—No tenía ni idea de que hubieran estado casados.
—He vuelto a mirar el expediente de Karen. Allí no dice nada, pero no tenía por qué —dijo Nick.
_____ empezó a jugar con sus gafas.
—¿Qué vamos a hacer ahora?
—Nada. Vamos a contratarla y Walker tendrá que acostumbrarse. No puedo despedirla sólo porque alguien no quiere trabajar con ella. Le he dicho que intentaré arreglarlo para que tengan que trabajar juntos lo menos posible.____ levantó una ceja.
—¿Crees que podrás conseguirlo?
—Lo intentaré, al menos.
—Espero que salga bien —murmuró ella, limpiando las gafas con el faldón de su camisa. Luego las colocó frente a la ventana para comprobar si estaban limpias… y arrugó la nariz—. ¿Nick?
—¿Sí? —Nick seguía pensando en Walker. Él había sentido lo mismo cuando Usa lo dejó. Y no era una sensación agradable.
—¿Por qué llevas gafas si no las necesitas? No están graduadas.
—Pues… no, no están graduadas.
—¿Y por qué las llevas?
Nick buscó una explicación más o menos convincente. No podía decirle: «Porque no quiero que me reconozcan».
—Porque… he descubierto que hacen que la gente me tome más en serio.
____ lo miró, burlona.
—Las mujeres, claro. Pobrecito. ¿Te daban mucho la lata?
—¿Te hace gracia?
—Nick Deering, el semental del año.
Riendo, Nick tiró de ella para sentarla sobre sus rodillas.
—¿Quieres darme la lata, preciosa?
____ enredó los brazos alrededor de su cuello.
—Es posible.
—Yo no voy a poner ninguna pega —murmuró él, jugando con los botones de su camisa.
—Jefe, tengo… ¡Huy, perdón! —Peggy entró en el despacho y salió a toda velocidad, cerrando la puerta.
Desde el pasillo, podían oír auténticas risotadas.
—Maldita sea. Ahora nadie va a tomarme en serio.
—Ni a mí. Qué horror —exclamó ____, abrochándose el botón de la camisa.
—No te preocupes por eso. Todo el mundo sabe que soy irresistible.
—Sí, desde luego —dijo ella, intentado disimular la risa mientras salía al pasillo para lidiar con Peggy.
Aparte del problema con Walker y su ex mujer, fue la mejor semana de su vida. ____ y él se levantaban juntos, desayunaban juntos, iban a trabajar juntos por la mañana… En el trabajo, después de que Peggy los pillara besándose, fueron un modelo de comportamiento… excepto por alguna mirada que otra.
Hasta que se quedaban solos en el despacho.
Entonces no podía apartar sus manos de ella. Aun así, lograba hacer su trabajo mientras la tenía sentada sobre sus rodillas para discutir presupuestos. Y tampoco era un problema que, mientras ella le explicaba cómo había quedado el último folleto publicitario, metiese la mano por debajo de la camisa para acariciar sus pechos…
—Estate quieto. Si haces eso no puedo pensar.
Mejor. No quería que pensara demasiado. Quería que pensara sólo en él.
Después de trabajar, hacían la cena juntos.____ no era ni mejor ni peor que él en la cocina y, entre los dos, podían hacer un pollo con patatas bastante decente.
Le asombraba, cuando se paraba a pensar en ello, lo fácilmente que habían entrado uno en la vida del otro. Era como si llevaran años juntos. Lo cual, seguramente, no estaba lejos de la verdad. Aunque no habían vivido juntos, habían trabajado uno al lado del otro durante tanto tiempo que sabían de qué humor estaban sin necesidad de hablar.
Nick sabía cuál era su pizza favorita, la de jamón, y que cuando se enfadaba sus ojos se volvían casi verdes. Ella sabía que el helado le producía indigestión y que no era capaz de hacerse el nudo de la corbata. Su costumbre de repiquetear con los dedos sobre la mesa cuando estaba pensativa lo sacaba de quicio y cuando él mordisqueaba el capuchón del primer bolígrafo que encontrase a mano, ____ le daba la charla sobre los gérmenes que estaba extendiendo por toda la oficina.
Pero ______ seguía siendo un enigma para él. Su vida era tan solitaria como la suya. No parecía tener amigos y en el calendario de la cocina no había nada anotado, excepto los cumpleaños de sus compañeros de trabajo. Aparentemente, su vida se centraba en SPP, como la de él.
Eso era raro. La mayoría de las mujeres tenían amigas. Pero jamás la había oído hablar de alguien que no tuviese algo que ver con la empresa… además de su madre. Y aunque se llevaba bien con todos los empleados de SPP, particularmente con Peggy, sabía que la relación terminaba en la puerta de la oficina. Excepto en las fiestas de cumpleaños, pensó, sonriendo para sí mismo.
El viernes por la noche fueron a cenar con una posible cliente, una actriz californiana que había recibido amenazas de muerte. Nick siempre iba con ______ a comer o cenar con los clientes porque era mucho mejor relaciones públicas que él.
—¿Por qué quiere contratarnos Savannah Raines?
—Un acosador —contestó Nick, mientras se ponía la chaqueta—. ¿Piensas ir así?
Así era un pantalón negro con chaqueta a juego. Ahora que lo pensaba, ______ había llevado el mismo traje a todas las cenas durante los últimos siete años.
—Sí. ¿Por qué?
—Pues… porque te lo has puesto muchas veces.
—¿Y? —preguntó ella, sorprendida—. Es un traje muy cómodo.
—Y te ayuda a esconderte, claro.
—¿Esconderme? —repitió ______ con voz helada.
Evidentemente, le había molestado la pregunta, pero le dio igual. Alguien le había hecho creer que no era una mujer atractiva y, desde entonces, se escondía tras aquella ropa ancha y sin forma.
—Sí, te escondes.
—Tú también te escondes detrás de esas gafas.
—Pero eres una mujer guapísima —insistió Nick, ignorando el comentario sobre las gafas—. El vestido negro que te envió tu madre te queda de maravilla. Este traje… parece diseñado para hacerte invisible.
—Es posible que eso sea lo que quiero —admitió ella—. A lo mejor me gusta ser invisible.
—¿Por qué?
______ vaciló antes de contestar:
—Tengo razones para no querer llamar la atención. Aunque me alegro mucho de no haber sido invisible el viernes pasado —dijo, sonriendo.
—Yo también —rió Nick.
Estaba dispuesto a dejar el tema por el momento, pero si pensaba que iba a dejarlo para siempre estaba muy equivocada. Había despertado su interés con la frase: «Tengo razones para no querer llamar la atención».
¿Qué razones podían ser esas? ¿Qué razones podían existir para que una mujer guapa hiciera lo imposible para disimular que lo era?
El marido de Savannah Raines acudió con ella a la cita y, durante la cena, discutieron la mejor manera de conseguir que ella y su familia se sintieran a salvo mientras buscaban al individuo que los amenazaba.
La actriz era sorprendentemente encantadora y su marido, un arquitecto, no se parecía en nada a los tipos absurdos de Hollywood con los que tenían que lidiar de cuando en cuando. Nick habría disfrutado de la cena si no fuera porque ______ apenas decía palabra. No era grosera, de hecho explicó mucho mejor que él qué podía hacer SPP por Savannah. Pero cuando no estaban hablando de negocios, dejaba que él dirigiese la conversación y eso no era lo suyo. Normalmente lo hacía ella.
La estaba mirando de reojo cuando Savannah preguntó:
—¿Sabes una cosa, ______? Me suena mucho tu cara. ¿Nos hemos visto en algún sitio?
______ levantó una ceja, un gesto habitual en ella.
—Lo dudo. ¿Sueles venir a Virginia?
La pregunta implicaba que ella era de Virginia y Nick sabía que eso no era verdad. Había estudiado en Massachussets… Había estudiado allí la carrera, pero Nick no sabía de dónde era en realidad. ¿Cómo era posible que llevasen siete años trabajando juntos y no supiera dónde había nacido? Él era discreto sobre su vida porque tenía algo que esconder… Y, aparentemente, también lo tenía ______.
«Tengo buenas razones para no querer llamar la atención». Esa frase seguía dando vueltas en su cabeza.
¿Qué razones podía tener? ¿Qué estaba escondiendo? Dudaba que fuese algo como no querer ser reconocido por la mitad del país en cuanto saliera de casa.
Al final de la noche, cuando se despidieron de Savannah Raines y su marido, Nick seguía pensando en las razones de ______ para esconderse.
—Esta noche has mentido —le dijo, mientras volvían a casa.
—¿Qué?
—Bueno, por omisión. Has hecho creer a Savannah que eras de Virginia.
—No veo por qué iba a contarle mi vida —replicó ella, irritada.
—¿A que no sabes dónde nací yo? —preguntó Nick entonces. Sería absurdo presionarla. Aunque estaba decidido a sacarle información, tenía que darle tiempo.
Ella pareció pensarlo un momento.
—No lo sé. ¿De California?
No era de California, pero que hubiese elegido precisamente ese estado lo sorprendió. Nunca le había contado a nadie que había estado destinado en San Diego durante sus años con los Navy Seal. De hecho, no creía que nadie supiera que había estado en ese cuerpo. Sus empleados sabían que había estado en el ejército, nada más.
—No —respondió por fin—. Viví en California antes de abrir la empresa, pero nací en Nebraska.
—¿En Nebraska? —repitió ______, con expresión incrédula.
—Sí. En un rancho, a unos kilómetros de la frontera con Dakota del Sur.
—Lo dirás de broma. Jamás se me habría ocurrido pensar que eras un vaquero.
—Porque lo escondo muy bien.
—¿Sabes montar a caballo? —preguntó ella, escéptica.
—Por supuesto que sé montar a caballo. En un rancho, todo el mudo sabe montar a caballo. Pero aprendí a conducir cuando tenía trece años porque a mi padre le partió una pierna un caballo.
—Yo no aprendí a conducir hasta que llegué a la universidad.
—¿Por qué?
______ se encogió de hombros.
—Nunca me había hecho falta conducir hasta entonces. ¿Tus padres siguen viviendo en Nebraska?
Nick asintió, percatándose de que, de nuevo, ella había evitado hablar sobre sí misma.
—Y mis hermanos. David y su mujer tienen tres hijos y viven en la casa en la que nacimos. Mi hermana, Rachel, vive a unos veinte minutos, con su familia. Mis padres se mudaron a otra casa más pequeña dentro del rancho hace un par de años.
—¿O sea, que tú eres el único que no sigue viviendo en casa?
—Así es —contestó Nick—. Ingresé en la Marina cuando tenía dieciocho años.
—¿Por qué la Marina?
—Porque quería entrar en el cuerpo de los Navy Seal.
Ella se quedó un momento en silencio.
—Ah, eso lo explica todo.
—¿Qué es lo que explica?
—Que sepas todo lo que hay que saber sobre los asuntos militares más extraños.
—¿Extraños? ¿Qué quieres decir?
—Conoces todos los explosivos que hay en el mercado, todas las armas… Siempre piensas en el peor escenario posible. Ésa es una de las razones por las que tu empresa va tan bien. Cuando aceptamos un trabajo, se hace incluso cuando algo inesperado nos obliga a cambiar el plan original.
Nick no sabía cómo responder a eso. En realidad, no lo había pensado hasta aquel momento.
—Levantar esta empresa ha sido muy emocionante, pero no habríamos llegado donde estamos de no ser por ti, ______. Algún día tendré que darle las gracias a Robert por recomendarte.
—¿Cómo conociste a Robert?
Nick suspiró. Aún no estaba preparado para hablarle de eso. Aunque tendría que hacerlo.
—Un año antes de abrir SPP tuve un accidente que me obligó a retirarme del servicio.
Era cierto. Lo que no dijo era cómo había sufrido ese «accidente».
—Estaba tumbado en una camilla de hospital, esperando que me dieran el resultado de unos rayos X, cuando un tipo empezó a hablar conmigo. Estaba allí para que lo operasen de la rodilla y los dos teníamos que matar el tiempo de alguna forma. Al final, descubrí que estaba casado con una actriz de Hollywood…
—Robert —dijo ella.
—Sí. ¿Cómo lo conociste tú? Cuando te recomendó, tuve la impresión de que te conocía muy bien.
—Es un… amigo de la familia.
—¿Amigo de tu madre?
—Sí.
—Es un tipo estupendo.
Nick no podía imaginar al elegante y distinguido Robert Lyon mezclado con una mujer como la que ______ había descrito.
—¿Sufriste ese accidente durante una misión?
Esa pregunta lo pilló desprevenido, aunque seguramente debería haberla esperado. ______ había visto las heridas de bala en su cuerpo… la del bíceps y la que le atravesó la cadera, saliendo por la espalda. Ésa le había rozado la espina dorsal y, aunque afectó a varios órganos, no había provocado el daño que temían los médicos. Nick experimentó una parálisis temporal. Por supuesto, nadie sabía que fuese temporal hasta que empezó a desaparecer y, durante semanas, tuvo que intentar acostumbrarse a la idea de que se había quedado parapléjico.
Y que había sido abandonado por su prometida al dejar de ser el fuerte y valiente Navy Seal que Usa había querido.
Aún le dolía recordar esos días. Pero ______ estaba esperando una respuesta…
—Algo así —contestó, esperando que no insistiera.
—Pues debió ser muy serio.
—Lo fue —contestó él.
Los dos se quedaron en silencio. Nick no la miraba, pero sentía que ella lo estaba mirando fijamente.
—Me alegro de que no te murieses.
Habían llegado a casa y Nick aparcó el jeep antes de contestar. Luego la buscó en la oscuridad para tomarla entre sus brazos.
—Yo también me alegro. Si me hubiera muerto, no te habría conocido.
______ le devolvió el beso con toda la pasión de la que era capaz.
—¿Entramos?
—Sí, claro.
Mientras subían los escalones, se le ocurrió pensar que nunca habían mantenido una conversación sobre el futuro. ______ le había permitido, a regañadientes, llevar algunas de sus cosas y, durante la semana, había ido llevando más y más para no tener que ir a su casa a cambiarse de ropa. Ella tenía que haberse dado cuenta, pero no había protestado y él lo tomó como una buena señal.
Pero, de repente, se sintió inseguro.
—¿______?
—¿Sí? —murmuró ella, distraída, mientras sacaba las llaves del bolso.
—¿Te parece bien esto, lo nuestro?
—Sí. ¿Ya ti?
Había contestado que sí, de modo que no debía sentirse inseguro. Pero quizá no había hecho la pregunta adecuada.
—Sí. A mí me parece bien.
Pero quería algo más. Más de qué, no tenía ni idea. Pero definitivamente quería más de ______ Smith y no estaba seguro de que ella quisiera dárselo.
Esa noche, por primera vez en más de seis meses, Nick tuvo el sueño.
Iba caminando por una calle no lejos del apartamento de San Diego donde residía cuando no estaba de servicio. Llevaba una bolsa del supermercado en la mano.
Era un soleado sábado del mes de noviembre y la temperatura era muy agradable. Había montones de turistas en el mercadillo y gente paseando por la calle. Era un día perfecto.
Y entonces un loco empezó a disparar. Nick reconoció enseguida el tableteo de un arma automática y reaccionó tirándose al suelo. Mientras buscaba refugio detrás de un coche, sintió un golpe en el brazo izquierdo seguido unos segundos después por un dolor terrible.
Le habían disparado.
Y quien hubiera sido seguía disparando. Durante todos esos años en el cuerpo de los Navy Seal sólo había sufrido cortes y rasguños y, en una ocasión, una conmoción cerebral por una explosión demasiado cercana. Y allí estaba, al lado de su casa, de permiso, con una herida de bala en el brazo. Dios debía tener un gran sentido del humor.
Con mucho cuidado, miró por encima del parachoques del coche. Un hombre solitario iba caminando por la calle a unos treinta metros de él. Había tres personas tiradas en el suelo, inmóviles. Al menos una, un hombre, estaba muerto. Nick estaba seguro. Otra mujer había caído de rodillas en la acera, con un niño en los brazos.
El hombre levantó el arma y le disparó en la cabeza.
Nick cerró los ojos, su mente negándose a aceptar lo que acababa de ver. Oyó otro disparo, un alarido de dolor y luego un disparo más. Los gritos cesaron inmediatamente.
Aquel hombre estaba asesinando a sangre fría a todo aquél que se ponía en su camino. Inmediatamente, Nick se puso en lo que él llamaba «táctica de protección», estudiando las posibilidades de eliminar al enemigo mientras salvaba su propio cuello y el de los transeúntes.
Miró detrás de él, al final de la calle. Había varias personas tiradas en el suelo, pero la mayoría de ellos se movían. Y estaba seguro de que muchas otras se habrían puesto a cubierto, como él. Aquello podría ser una masacre.
En un portal cercano, casi pegado al coche, se escondía una mujer de mediana edad. Estaba aterrorizada. Un chico joven, con gorra y vaqueros anchos, estaba tendido en el suelo. La sangre que manaba de su pierna empezaba a formar un charco en la acera. El pobre intentaba arrastrarse hasta el portal.
Pero Nick podía oír los pasos del asesino.
—¡Oye, chico! —lo llamó el pistolero—. ¿Qué pasa, tienes miedo? —preguntó, con una risotada que se repetiría en la cabeza de Nick durante el resto de su vida—. Hoy va a morir mucha gente, ¿sabes?
Nick se incorporó un poco, todos los músculos de su cuerpo preparados para entrar en acción. El tipo no estaba tan cerca como para saltar sobre él, tendría que correr para tumbarlo. Y si no lo hacía rápidamente, la mujer y el chico iban a morir.
El asesino se acercaba lentamente…
Nick salió de detrás del coche y se lanzó en tromba hacia él. El tipo se volvió al oír sus pasos, pero cuando giró la pistola, Nick estaba encima. Los dos hombres cayeron al suelo, golpeando la acera con la cabeza. Nick oyó un disparo y notó un estallido en la zona de su riñón izquierdo. Mientras intentaba sujetarlo, una parte de su cerebro registró que había recibido otro balazo.
Pero aún no sentía dolor. No tenía tiempo de pensar en eso mientras intentaba inmovilizar al asesino.
El tipo sujetaba la pistola con mano de hierro y seguía disparando… Había tanta gente alrededor que Nick estaba prácticamente seguro de que habría matado a alguien más. De modo que, sin pensar, hizo lo que estaba entrenado para hacer: arqueando el cuerpo hacia atrás con todas sus fuerzas, le partió el cuello.
El silencio después del estallido de los disparos era ensordecedor.
Nick se quedó tumbado sobre la acera, con el cuerpo del asesino sobre él. Entonces empezó a oír sirenas a lo lejos, gritos, gemidos de dolor. El chaval que estaba tumbado en el suelo llamaba a su madre.
La mujer que se había escondido en el portal corrió a su lado.
—No te muevas —le dijo, intentando detener la hemorragia con un torniquete—. Tranquilo, no te va a pasar nada.
—¡Soy enfermera! —oyó Nick otra voz—. Tenemos que identificar a los heridos y ver quién necesita ayuda más urgente.
—Ese hombre de ahí…, el que ha detenido al asesino, necesita ayuda. Recibió un disparo cuando se le echaba encima…
Nick empujó el peso muerto del hombre. El movimiento hizo que sintiera un dolor terrible en el abdomen, un dolor que pareció reverberar por todo su cuerpo.
Apretando los dientes, levantó la cabeza y miró la herida. La segunda bala le había dado en la parte baja del torso, cerca de la cadera. La sangre oscurecía su camisa y empezaba a formar un charco en la acera.
Intentó levantarse, pero las piernas no le respondían. La mujer que decía ser enfermera se arrodilló a su lado.
—No se mueva. La ambulancia está a punto de llegar.
Y así era. Nick podía oír la sirena cada vez más cerca, las puertas abriéndose y el ruido metálico de la camilla…
—¡Aquí, aquí! —gritó la enfermera.
—¿Tan mal estoy? —murmuró él. Pero apenas le salió un hilo de voz.
La joven lo miró a los ojos y Nick pudo leer la verdad en ellos.
—No está muy bien, pero no puede morirse. Es usted un héroe.
y gracias x los comentarios :D
^.^
Capítulo 5
Una hora después, _____ entraba en su despacho.
—Ya he instalado a Karen. Está leyendo unos informes para ponerse al día —suspiró, sentándose en la esquina de su escritorio—. Menudo bombazo.
se quitó las gafas para masajearse el puente de la nariz.
—Yo no lo esperaba, desde luego.
—No tenía ni idea de que hubieran estado casados.
—He vuelto a mirar el expediente de Karen. Allí no dice nada, pero no tenía por qué —dijo Nick.
_____ empezó a jugar con sus gafas.
—¿Qué vamos a hacer ahora?
—Nada. Vamos a contratarla y Walker tendrá que acostumbrarse. No puedo despedirla sólo porque alguien no quiere trabajar con ella. Le he dicho que intentaré arreglarlo para que tengan que trabajar juntos lo menos posible.____ levantó una ceja.
—¿Crees que podrás conseguirlo?
—Lo intentaré, al menos.
—Espero que salga bien —murmuró ella, limpiando las gafas con el faldón de su camisa. Luego las colocó frente a la ventana para comprobar si estaban limpias… y arrugó la nariz—. ¿Nick?
—¿Sí? —Nick seguía pensando en Walker. Él había sentido lo mismo cuando Usa lo dejó. Y no era una sensación agradable.
—¿Por qué llevas gafas si no las necesitas? No están graduadas.
—Pues… no, no están graduadas.
—¿Y por qué las llevas?
Nick buscó una explicación más o menos convincente. No podía decirle: «Porque no quiero que me reconozcan».
—Porque… he descubierto que hacen que la gente me tome más en serio.
____ lo miró, burlona.
—Las mujeres, claro. Pobrecito. ¿Te daban mucho la lata?
—¿Te hace gracia?
—Nick Deering, el semental del año.
Riendo, Nick tiró de ella para sentarla sobre sus rodillas.
—¿Quieres darme la lata, preciosa?
____ enredó los brazos alrededor de su cuello.
—Es posible.
—Yo no voy a poner ninguna pega —murmuró él, jugando con los botones de su camisa.
—Jefe, tengo… ¡Huy, perdón! —Peggy entró en el despacho y salió a toda velocidad, cerrando la puerta.
Desde el pasillo, podían oír auténticas risotadas.
—Maldita sea. Ahora nadie va a tomarme en serio.
—Ni a mí. Qué horror —exclamó ____, abrochándose el botón de la camisa.
—No te preocupes por eso. Todo el mundo sabe que soy irresistible.
—Sí, desde luego —dijo ella, intentado disimular la risa mientras salía al pasillo para lidiar con Peggy.
Aparte del problema con Walker y su ex mujer, fue la mejor semana de su vida. ____ y él se levantaban juntos, desayunaban juntos, iban a trabajar juntos por la mañana… En el trabajo, después de que Peggy los pillara besándose, fueron un modelo de comportamiento… excepto por alguna mirada que otra.
Hasta que se quedaban solos en el despacho.
Entonces no podía apartar sus manos de ella. Aun así, lograba hacer su trabajo mientras la tenía sentada sobre sus rodillas para discutir presupuestos. Y tampoco era un problema que, mientras ella le explicaba cómo había quedado el último folleto publicitario, metiese la mano por debajo de la camisa para acariciar sus pechos…
—Estate quieto. Si haces eso no puedo pensar.
Mejor. No quería que pensara demasiado. Quería que pensara sólo en él.
Después de trabajar, hacían la cena juntos.____ no era ni mejor ni peor que él en la cocina y, entre los dos, podían hacer un pollo con patatas bastante decente.
Le asombraba, cuando se paraba a pensar en ello, lo fácilmente que habían entrado uno en la vida del otro. Era como si llevaran años juntos. Lo cual, seguramente, no estaba lejos de la verdad. Aunque no habían vivido juntos, habían trabajado uno al lado del otro durante tanto tiempo que sabían de qué humor estaban sin necesidad de hablar.
Nick sabía cuál era su pizza favorita, la de jamón, y que cuando se enfadaba sus ojos se volvían casi verdes. Ella sabía que el helado le producía indigestión y que no era capaz de hacerse el nudo de la corbata. Su costumbre de repiquetear con los dedos sobre la mesa cuando estaba pensativa lo sacaba de quicio y cuando él mordisqueaba el capuchón del primer bolígrafo que encontrase a mano, ____ le daba la charla sobre los gérmenes que estaba extendiendo por toda la oficina.
Pero ______ seguía siendo un enigma para él. Su vida era tan solitaria como la suya. No parecía tener amigos y en el calendario de la cocina no había nada anotado, excepto los cumpleaños de sus compañeros de trabajo. Aparentemente, su vida se centraba en SPP, como la de él.
Eso era raro. La mayoría de las mujeres tenían amigas. Pero jamás la había oído hablar de alguien que no tuviese algo que ver con la empresa… además de su madre. Y aunque se llevaba bien con todos los empleados de SPP, particularmente con Peggy, sabía que la relación terminaba en la puerta de la oficina. Excepto en las fiestas de cumpleaños, pensó, sonriendo para sí mismo.
El viernes por la noche fueron a cenar con una posible cliente, una actriz californiana que había recibido amenazas de muerte. Nick siempre iba con ______ a comer o cenar con los clientes porque era mucho mejor relaciones públicas que él.
—¿Por qué quiere contratarnos Savannah Raines?
—Un acosador —contestó Nick, mientras se ponía la chaqueta—. ¿Piensas ir así?
Así era un pantalón negro con chaqueta a juego. Ahora que lo pensaba, ______ había llevado el mismo traje a todas las cenas durante los últimos siete años.
—Sí. ¿Por qué?
—Pues… porque te lo has puesto muchas veces.
—¿Y? —preguntó ella, sorprendida—. Es un traje muy cómodo.
—Y te ayuda a esconderte, claro.
—¿Esconderme? —repitió ______ con voz helada.
Evidentemente, le había molestado la pregunta, pero le dio igual. Alguien le había hecho creer que no era una mujer atractiva y, desde entonces, se escondía tras aquella ropa ancha y sin forma.
—Sí, te escondes.
—Tú también te escondes detrás de esas gafas.
—Pero eres una mujer guapísima —insistió Nick, ignorando el comentario sobre las gafas—. El vestido negro que te envió tu madre te queda de maravilla. Este traje… parece diseñado para hacerte invisible.
—Es posible que eso sea lo que quiero —admitió ella—. A lo mejor me gusta ser invisible.
—¿Por qué?
______ vaciló antes de contestar:
—Tengo razones para no querer llamar la atención. Aunque me alegro mucho de no haber sido invisible el viernes pasado —dijo, sonriendo.
—Yo también —rió Nick.
Estaba dispuesto a dejar el tema por el momento, pero si pensaba que iba a dejarlo para siempre estaba muy equivocada. Había despertado su interés con la frase: «Tengo razones para no querer llamar la atención».
¿Qué razones podían ser esas? ¿Qué razones podían existir para que una mujer guapa hiciera lo imposible para disimular que lo era?
El marido de Savannah Raines acudió con ella a la cita y, durante la cena, discutieron la mejor manera de conseguir que ella y su familia se sintieran a salvo mientras buscaban al individuo que los amenazaba.
La actriz era sorprendentemente encantadora y su marido, un arquitecto, no se parecía en nada a los tipos absurdos de Hollywood con los que tenían que lidiar de cuando en cuando. Nick habría disfrutado de la cena si no fuera porque ______ apenas decía palabra. No era grosera, de hecho explicó mucho mejor que él qué podía hacer SPP por Savannah. Pero cuando no estaban hablando de negocios, dejaba que él dirigiese la conversación y eso no era lo suyo. Normalmente lo hacía ella.
La estaba mirando de reojo cuando Savannah preguntó:
—¿Sabes una cosa, ______? Me suena mucho tu cara. ¿Nos hemos visto en algún sitio?
______ levantó una ceja, un gesto habitual en ella.
—Lo dudo. ¿Sueles venir a Virginia?
La pregunta implicaba que ella era de Virginia y Nick sabía que eso no era verdad. Había estudiado en Massachussets… Había estudiado allí la carrera, pero Nick no sabía de dónde era en realidad. ¿Cómo era posible que llevasen siete años trabajando juntos y no supiera dónde había nacido? Él era discreto sobre su vida porque tenía algo que esconder… Y, aparentemente, también lo tenía ______.
«Tengo buenas razones para no querer llamar la atención». Esa frase seguía dando vueltas en su cabeza.
¿Qué razones podía tener? ¿Qué estaba escondiendo? Dudaba que fuese algo como no querer ser reconocido por la mitad del país en cuanto saliera de casa.
Al final de la noche, cuando se despidieron de Savannah Raines y su marido, Nick seguía pensando en las razones de ______ para esconderse.
—Esta noche has mentido —le dijo, mientras volvían a casa.
—¿Qué?
—Bueno, por omisión. Has hecho creer a Savannah que eras de Virginia.
—No veo por qué iba a contarle mi vida —replicó ella, irritada.
—¿A que no sabes dónde nací yo? —preguntó Nick entonces. Sería absurdo presionarla. Aunque estaba decidido a sacarle información, tenía que darle tiempo.
Ella pareció pensarlo un momento.
—No lo sé. ¿De California?
No era de California, pero que hubiese elegido precisamente ese estado lo sorprendió. Nunca le había contado a nadie que había estado destinado en San Diego durante sus años con los Navy Seal. De hecho, no creía que nadie supiera que había estado en ese cuerpo. Sus empleados sabían que había estado en el ejército, nada más.
—No —respondió por fin—. Viví en California antes de abrir la empresa, pero nací en Nebraska.
—¿En Nebraska? —repitió ______, con expresión incrédula.
—Sí. En un rancho, a unos kilómetros de la frontera con Dakota del Sur.
—Lo dirás de broma. Jamás se me habría ocurrido pensar que eras un vaquero.
—Porque lo escondo muy bien.
—¿Sabes montar a caballo? —preguntó ella, escéptica.
—Por supuesto que sé montar a caballo. En un rancho, todo el mudo sabe montar a caballo. Pero aprendí a conducir cuando tenía trece años porque a mi padre le partió una pierna un caballo.
—Yo no aprendí a conducir hasta que llegué a la universidad.
—¿Por qué?
______ se encogió de hombros.
—Nunca me había hecho falta conducir hasta entonces. ¿Tus padres siguen viviendo en Nebraska?
Nick asintió, percatándose de que, de nuevo, ella había evitado hablar sobre sí misma.
—Y mis hermanos. David y su mujer tienen tres hijos y viven en la casa en la que nacimos. Mi hermana, Rachel, vive a unos veinte minutos, con su familia. Mis padres se mudaron a otra casa más pequeña dentro del rancho hace un par de años.
—¿O sea, que tú eres el único que no sigue viviendo en casa?
—Así es —contestó Nick—. Ingresé en la Marina cuando tenía dieciocho años.
—¿Por qué la Marina?
—Porque quería entrar en el cuerpo de los Navy Seal.
Ella se quedó un momento en silencio.
—Ah, eso lo explica todo.
—¿Qué es lo que explica?
—Que sepas todo lo que hay que saber sobre los asuntos militares más extraños.
—¿Extraños? ¿Qué quieres decir?
—Conoces todos los explosivos que hay en el mercado, todas las armas… Siempre piensas en el peor escenario posible. Ésa es una de las razones por las que tu empresa va tan bien. Cuando aceptamos un trabajo, se hace incluso cuando algo inesperado nos obliga a cambiar el plan original.
Nick no sabía cómo responder a eso. En realidad, no lo había pensado hasta aquel momento.
—Levantar esta empresa ha sido muy emocionante, pero no habríamos llegado donde estamos de no ser por ti, ______. Algún día tendré que darle las gracias a Robert por recomendarte.
—¿Cómo conociste a Robert?
Nick suspiró. Aún no estaba preparado para hablarle de eso. Aunque tendría que hacerlo.
—Un año antes de abrir SPP tuve un accidente que me obligó a retirarme del servicio.
Era cierto. Lo que no dijo era cómo había sufrido ese «accidente».
—Estaba tumbado en una camilla de hospital, esperando que me dieran el resultado de unos rayos X, cuando un tipo empezó a hablar conmigo. Estaba allí para que lo operasen de la rodilla y los dos teníamos que matar el tiempo de alguna forma. Al final, descubrí que estaba casado con una actriz de Hollywood…
—Robert —dijo ella.
—Sí. ¿Cómo lo conociste tú? Cuando te recomendó, tuve la impresión de que te conocía muy bien.
—Es un… amigo de la familia.
—¿Amigo de tu madre?
—Sí.
—Es un tipo estupendo.
Nick no podía imaginar al elegante y distinguido Robert Lyon mezclado con una mujer como la que ______ había descrito.
—¿Sufriste ese accidente durante una misión?
Esa pregunta lo pilló desprevenido, aunque seguramente debería haberla esperado. ______ había visto las heridas de bala en su cuerpo… la del bíceps y la que le atravesó la cadera, saliendo por la espalda. Ésa le había rozado la espina dorsal y, aunque afectó a varios órganos, no había provocado el daño que temían los médicos. Nick experimentó una parálisis temporal. Por supuesto, nadie sabía que fuese temporal hasta que empezó a desaparecer y, durante semanas, tuvo que intentar acostumbrarse a la idea de que se había quedado parapléjico.
Y que había sido abandonado por su prometida al dejar de ser el fuerte y valiente Navy Seal que Usa había querido.
Aún le dolía recordar esos días. Pero ______ estaba esperando una respuesta…
—Algo así —contestó, esperando que no insistiera.
—Pues debió ser muy serio.
—Lo fue —contestó él.
Los dos se quedaron en silencio. Nick no la miraba, pero sentía que ella lo estaba mirando fijamente.
—Me alegro de que no te murieses.
Habían llegado a casa y Nick aparcó el jeep antes de contestar. Luego la buscó en la oscuridad para tomarla entre sus brazos.
—Yo también me alegro. Si me hubiera muerto, no te habría conocido.
______ le devolvió el beso con toda la pasión de la que era capaz.
—¿Entramos?
—Sí, claro.
Mientras subían los escalones, se le ocurrió pensar que nunca habían mantenido una conversación sobre el futuro. ______ le había permitido, a regañadientes, llevar algunas de sus cosas y, durante la semana, había ido llevando más y más para no tener que ir a su casa a cambiarse de ropa. Ella tenía que haberse dado cuenta, pero no había protestado y él lo tomó como una buena señal.
Pero, de repente, se sintió inseguro.
—¿______?
—¿Sí? —murmuró ella, distraída, mientras sacaba las llaves del bolso.
—¿Te parece bien esto, lo nuestro?
—Sí. ¿Ya ti?
Había contestado que sí, de modo que no debía sentirse inseguro. Pero quizá no había hecho la pregunta adecuada.
—Sí. A mí me parece bien.
Pero quería algo más. Más de qué, no tenía ni idea. Pero definitivamente quería más de ______ Smith y no estaba seguro de que ella quisiera dárselo.
Esa noche, por primera vez en más de seis meses, Nick tuvo el sueño.
Iba caminando por una calle no lejos del apartamento de San Diego donde residía cuando no estaba de servicio. Llevaba una bolsa del supermercado en la mano.
Era un soleado sábado del mes de noviembre y la temperatura era muy agradable. Había montones de turistas en el mercadillo y gente paseando por la calle. Era un día perfecto.
Y entonces un loco empezó a disparar. Nick reconoció enseguida el tableteo de un arma automática y reaccionó tirándose al suelo. Mientras buscaba refugio detrás de un coche, sintió un golpe en el brazo izquierdo seguido unos segundos después por un dolor terrible.
Le habían disparado.
Y quien hubiera sido seguía disparando. Durante todos esos años en el cuerpo de los Navy Seal sólo había sufrido cortes y rasguños y, en una ocasión, una conmoción cerebral por una explosión demasiado cercana. Y allí estaba, al lado de su casa, de permiso, con una herida de bala en el brazo. Dios debía tener un gran sentido del humor.
Con mucho cuidado, miró por encima del parachoques del coche. Un hombre solitario iba caminando por la calle a unos treinta metros de él. Había tres personas tiradas en el suelo, inmóviles. Al menos una, un hombre, estaba muerto. Nick estaba seguro. Otra mujer había caído de rodillas en la acera, con un niño en los brazos.
El hombre levantó el arma y le disparó en la cabeza.
Nick cerró los ojos, su mente negándose a aceptar lo que acababa de ver. Oyó otro disparo, un alarido de dolor y luego un disparo más. Los gritos cesaron inmediatamente.
Aquel hombre estaba asesinando a sangre fría a todo aquél que se ponía en su camino. Inmediatamente, Nick se puso en lo que él llamaba «táctica de protección», estudiando las posibilidades de eliminar al enemigo mientras salvaba su propio cuello y el de los transeúntes.
Miró detrás de él, al final de la calle. Había varias personas tiradas en el suelo, pero la mayoría de ellos se movían. Y estaba seguro de que muchas otras se habrían puesto a cubierto, como él. Aquello podría ser una masacre.
En un portal cercano, casi pegado al coche, se escondía una mujer de mediana edad. Estaba aterrorizada. Un chico joven, con gorra y vaqueros anchos, estaba tendido en el suelo. La sangre que manaba de su pierna empezaba a formar un charco en la acera. El pobre intentaba arrastrarse hasta el portal.
Pero Nick podía oír los pasos del asesino.
—¡Oye, chico! —lo llamó el pistolero—. ¿Qué pasa, tienes miedo? —preguntó, con una risotada que se repetiría en la cabeza de Nick durante el resto de su vida—. Hoy va a morir mucha gente, ¿sabes?
Nick se incorporó un poco, todos los músculos de su cuerpo preparados para entrar en acción. El tipo no estaba tan cerca como para saltar sobre él, tendría que correr para tumbarlo. Y si no lo hacía rápidamente, la mujer y el chico iban a morir.
El asesino se acercaba lentamente…
Nick salió de detrás del coche y se lanzó en tromba hacia él. El tipo se volvió al oír sus pasos, pero cuando giró la pistola, Nick estaba encima. Los dos hombres cayeron al suelo, golpeando la acera con la cabeza. Nick oyó un disparo y notó un estallido en la zona de su riñón izquierdo. Mientras intentaba sujetarlo, una parte de su cerebro registró que había recibido otro balazo.
Pero aún no sentía dolor. No tenía tiempo de pensar en eso mientras intentaba inmovilizar al asesino.
El tipo sujetaba la pistola con mano de hierro y seguía disparando… Había tanta gente alrededor que Nick estaba prácticamente seguro de que habría matado a alguien más. De modo que, sin pensar, hizo lo que estaba entrenado para hacer: arqueando el cuerpo hacia atrás con todas sus fuerzas, le partió el cuello.
El silencio después del estallido de los disparos era ensordecedor.
Nick se quedó tumbado sobre la acera, con el cuerpo del asesino sobre él. Entonces empezó a oír sirenas a lo lejos, gritos, gemidos de dolor. El chaval que estaba tumbado en el suelo llamaba a su madre.
La mujer que se había escondido en el portal corrió a su lado.
—No te muevas —le dijo, intentando detener la hemorragia con un torniquete—. Tranquilo, no te va a pasar nada.
—¡Soy enfermera! —oyó Nick otra voz—. Tenemos que identificar a los heridos y ver quién necesita ayuda más urgente.
—Ese hombre de ahí…, el que ha detenido al asesino, necesita ayuda. Recibió un disparo cuando se le echaba encima…
Nick empujó el peso muerto del hombre. El movimiento hizo que sintiera un dolor terrible en el abdomen, un dolor que pareció reverberar por todo su cuerpo.
Apretando los dientes, levantó la cabeza y miró la herida. La segunda bala le había dado en la parte baja del torso, cerca de la cadera. La sangre oscurecía su camisa y empezaba a formar un charco en la acera.
Intentó levantarse, pero las piernas no le respondían. La mujer que decía ser enfermera se arrodilló a su lado.
—No se mueva. La ambulancia está a punto de llegar.
Y así era. Nick podía oír la sirena cada vez más cerca, las puertas abriéndose y el ruido metálico de la camilla…
—¡Aquí, aquí! —gritó la enfermera.
—¿Tan mal estoy? —murmuró él. Pero apenas le salió un hilo de voz.
La joven lo miró a los ojos y Nick pudo leer la verdad en ellos.
—No está muy bien, pero no puede morirse. Es usted un héroe.
y gracias x los comentarios :D
jamileth
Re: Por los Servicios Prestados nick y tu TERMINADA
ahh Dios! Pobre Nick
Pero es un heroe :)
Aww los cacharon infragantis en la oficina :¬w¬:
Me encanta Nick :hug:
Que esconde la rayiz???
Siguela!!!
Pero es un heroe :)
Aww los cacharon infragantis en la oficina :¬w¬:
Me encanta Nick :hug:
Que esconde la rayiz???
Siguela!!!
aranzhitha
Re: Por los Servicios Prestados nick y tu TERMINADA
guuuaauuuuu!!!
entonces es un herooeeeee??????
aaaii siguela porfiiss
entonces es un herooeeeee??????
aaaii siguela porfiiss
chelis
Re: Por los Servicios Prestados nick y tu TERMINADA
Eso explica todo
Nicholas Is My Hero :D
AME EL CAP
SEGUILAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA :D
Nicholas Is My Hero :D
AME EL CAP
SEGUILAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA :D
M i c a e l a
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