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"Quererte A Ti" - Joe y tu Terminada
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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"Quererte A Ti" - Joe y tu Terminada
Nombre: Quererte A Ti
Autor: Nani Jonas
Adaptacion: Si
Genero: Romantica
Advertencias: No de mi parte
Otras paginas: No de mi parte
Hola chicas, aqi les traigo una nueva nove qe la verdad esta muy bonita espero les guste
Sinopsis:
Por fin ________ había encontrado un hombre con el cual compartir su vida y tener hijos y Joseph Jonas, el nuevo pediatra, parecía sentir lo mismo. Era un padre soltero totalmente entregado al cuidado de sus hijos y deseoso de encontrar a alguien con el cual compartir todo aquello, y ________ parecía la mujer adecuada.
Aunque la pasión y la ternura habían surgido entre ellos de forma instantánea, sabía que era totalmente imposible que ________ empezara a formar parte de su familia. Por mucho que quisiera a sus hijos, Joe estaba seguro de que, como cualquier mujer, ella tarde o temprano querría tener los suyos propios y acabaría abandonándolo. Creía que nunca podría darle lo que ella necesitaba, sin embargo ________ sabía que estaba completamente equivocado…
La sigo?
Autor: Nani Jonas
Adaptacion: Si
Genero: Romantica
Advertencias: No de mi parte
Otras paginas: No de mi parte
Hola chicas, aqi les traigo una nueva nove qe la verdad esta muy bonita espero les guste
Sinopsis:
Por fin ________ había encontrado un hombre con el cual compartir su vida y tener hijos y Joseph Jonas, el nuevo pediatra, parecía sentir lo mismo. Era un padre soltero totalmente entregado al cuidado de sus hijos y deseoso de encontrar a alguien con el cual compartir todo aquello, y ________ parecía la mujer adecuada.
Aunque la pasión y la ternura habían surgido entre ellos de forma instantánea, sabía que era totalmente imposible que ________ empezara a formar parte de su familia. Por mucho que quisiera a sus hijos, Joe estaba seguro de que, como cualquier mujer, ella tarde o temprano querría tener los suyos propios y acabaría abandonándolo. Creía que nunca podría darle lo que ella necesitaba, sin embargo ________ sabía que estaba completamente equivocado…
La sigo?
Última edición por Nani Jonas el Mar 14 Ago 2012, 8:10 am, editado 1 vez
Nani Jonas
Re: "Quererte A Ti" - Joe y tu Terminada
ola!!! nueva lectora!!!
me ha enkntado!!!
siguela!!
xfavor!!!!
me ha enkntado!!!
siguela!!
xfavor!!!!
jamileth
Re: "Quererte A Ti" - Joe y tu Terminada
Bienvenidas chicas gracias por pasarse aqi les dejo el primer capitulo
Capítulo 1
Estaba de pie ante la ventana, contemplando con satisfacción la calle, débilmente iluminada. Era una calle agradable, con las casas a bastante distancia de las aceras y protegidas de los curiosos por una alameda de cerezos.
Un movimiento en la casa de enfrente llamó su atención. Había luces en la planta baja y vio gente moviéndose en el interior, preparándose para la noche.
Su casa ya estaba en silencio, excepto por el sonido de los pasos que bajaban en esos momentos la escalera. Se detuvieron en el umbral.
—¿Joe? Voy a salir, ¿de acuerdo?
Joe se volvió con resignación hacia la joven que había hablado.
—De acuerdo. ¿A qué hora vas a volver? —preguntó, suponiendo que no le iba a gustar la respuesta. Y tenía razón. No le gustó.
—Tarde. Voy a ir al pub a reunirme con unos amigos. Me llevo las llaves.
—Buenas noches, Carla.
La puerta se cerró tras ella y el sonido resonó por toda la casa. Joe apoyó la cabeza contra el marco de la ventana y suspiró.
Estaba cansado. Había sido una semana muy ajetreada. El traslado les había llevado tres días y había pasado los cuatro siguientes abriendo cajas y colocando las cosas en su sitio mientras los niños no paraban de corretear a su alrededor y Carla apenas hacía nada por ayudarlo. La gran casa pareada de estilo eduardiano aún parecía vacía y daba la sensación de que sus enormes dormitorios habían engullido las pocas posesiones que habían instalado en ellos, pero con tiempo los decorarían y comprarían más mobiliario para llenarlos.
Era un pensamiento desalentador, pero no tenían prisa, y de momento estaban disfrutando la novedad de tener demasiado espacio. Después de haber pasado casi tres años luchando por conservar un poco de sitio y de no parar de tropezar con juguetes y otros objetos, era maravilloso poder disfrutar de tanto espacio.
Skye tenía por primera vez su propio dormitorio, el de los chicos era lo suficientemente grande como para que cada uno tuviera su espacio, y Carla, su au pair danesa, tenía un cuarto en la planta alta, un cuarto enorme con una ducha adyacente. Eso le daba intimidad, y él tenía la que necesitaba, además de espacio de sobra en el dormitorio principal, que se encontraba justo debajo.
El tamaño del dormitorio resaltaba especialmente incongruente, sobre todo comparado con el que había ocupado hasta entonces en la otra casa que, pequeño y siempre abarrotado, no había hecho resaltar tanto su soledad.
Se dejó caer en una silla y cerró los ojos, sintiéndose cansado de repente, y se preguntó cómo se las arreglarían los niños y Carla al día siguiente, su primer día en el nuevo trabajo. ¿Y cómo se las arreglaría él? No solo era un nuevo trabajo, si no que se trataba de su primer puesto de especialista, y se sentía un poco nervioso.
Pero eso era absurdo, se dijo. Era más que capaz de hacerlo, y estaba perfectamente preparado para asumir la responsabilidad y el reto. Lo único que sucedía era que el traslado de zona y de casa, el nuevo colegio para Skye y Danny y la nueva guardería para Jaz habían supuesto muchas cosas a las que enfrentarse.
Alguien con quien compartirlo habría hecho que todo resultara mucho más fácil, pensó, suspirando, pero no había contado con esa opción. Y Carla había sido más un estorbo que una ayuda desde que se habían mudado. Ya parecía infeliz antes, inquieta e insatisfecha, y desde que se habían trasladado no parecía despegarse del teléfono inalámbrico y de hablar en danés cada vez que creía que él no la estaba escuchando. Si estaba llamando a su casa, solo Dios sabía a cuánto ascendería la factura.
Tenía la sensación de que la marcha de su au pair era bastante inminente, cosa que supondría tener que sustituirla de inmediato mientras se enfrentaba a su nuevo trabajo y a poner en orden la casa.
Y aquello último ya iba a ser bastante por sí mismo. Solo se había podido permitir comprar esa antigua y magnífica casa porque había sido puesta en venta por motivos económicos. Las cañerías eran antiguas y sospechosas, la calefacción funcionaba de forma intermitente, el cableado eléctrico era seguro pero totalmente inadecuado para los tiempos que corrían, y no había ni un solo cuarto que no necesitara una buena mano de pintura, alfombras nuevas y cortinas.
Ni siquiera con su nuevo sueldo de especialista podría enfrentarse a todo ello de una vez, y mucho menos pagar a alguien para que lo hiciera por él. Inquieto, se levantó de la silla y fue a la cocina a servirse un vaso de vino. Cuando miró a su alrededor se sintió engullido por la enormidad de lo que lo esperaba. Eran las pequeñas cosas lo que más lo agobiaban: la puerta del armario que colgaba de forma precaria por que le faltaba el gozne superior, la quemadura que había en la encimera, las baldosas rotas, la persiana desprendida…
¿Qué más cosas estarían a punto de romperse? ¿En qué otros detalles no se había fijado? Sabía con certeza que estructuralmente, la casa estaba en perfecto estado; sin embargo había otros mil detalles a tener en cuenta.
Pero nada que el tiempo no pudiera curar. Cuando pudiera ocuparse de todo ello sería una casa maravillosa, cálida y llena de luz.
Algún día.
Volvió al cuarto de estar, echó otra palada de carbón en la estufa, puso un CD, se sentó y cerró los ojos para no fijarse en la lista de tareas que le aguardaban en aquella habitación.
No quería ver la grieta que había en una esquina del techo, el papel soltándose por la parte baja de las paredes, la ajada alfombra… Ya tendría tiempo de examinarlo todo con atención una vez que estuvieran instalados. Entretanto, debía relajarse y prepararse para el día siguiente, tratando de no pensar en que Carla con toda probabilidad llegaría ya de madrugada, agotada después de pasar la tarde en el pub, y en lo complicado que sería ocuparse de los niños por la mañana para que llegaran a tiempo al colegio. Lo que significaba que, una vez más, él tendría que ocuparse de ello.
Desconectó el interruptor de su mente. Se enfrentaría a ello cuando llegara el momento. Una vez por día, se recordó. Aquel principio lo había ayudado a superar los dos años que habían transcurrido desde la marcha de Lyn. Y tendría que ayudarlo a superar los veinte siguientes.
Maldición. Iba a llegar tarde. Su primer día de trabajo e iba a llegar tarde.
—Papá, no encuentro mis zapatos…
—Búscalos debajo de tu abrigo, en el suelo del comedor, donde los tiraste ayer. Jasper, cómete tu desayuno.
—No me gustan los cereales…
—Ayer te gustaban. Danny, ¿has encontrado tus zapatos ya?
Un murmullo llegó del salón. Podía haber sido un «sí», pero…
Joe pasó una mano por su pelo corto y oscuro y miró al techo. ¿Dónde estaba Carla? Ya la había llamado tres veces.
—¿Tenemos que ir a ese colegio? No me gusta. Quiero ir al de antes.
Joe miró los tristes ojos azules de Skye, ya cansados a pesar de sus seis años, y deseó poder abrazarla y hacer que se sintiera mejor. Pero ya había renunciado a intentarlo. Cuando lo hacía, Skye se limitaba a permanecer totalmente quieta y se alejaba en cuanto la soltaba. La asistente social le había dicho que la niña necesitaba tiempo para recuperarse, pero ya habían pasado casi tres años y, a pesar de que estaba mejor, su seguridad emocional dejaba mucho que desear.
Y que Lyn los dejara no había servido precisamente para ayudarla.
—Sí, cariño, tienes que ir —contestó con suavidad—. Ya lo sabes. Sé que al principio es duro, pero pronto te acostumbrarás y estaremos mucho mejor viviendo cerca de los abuelos. Te gustará verlos más a menudo, ¿verdad?
Skye se encogió de hombros. Joe suspiró y fue hasta el pie de las escaleras.
—¿Carla? —gritó, y de inmediato recordó a los vecinos que vivían al otro lado de la pared. Al menos, la casa anterior no era adosada. Por fortuna, sus vecinos aún no se habían quejado de ellos, y las adolescentes de la zona ya habían ido a visitarlos y a ofrecer sus servicios como canguros.
¡Y si Carla no se levantaba enseguida, no le iba a quedar más remedio que aceptarlos! Por enésima vez, se preguntó si había hecho bien siguiendo con la adopción tras la marcha de Lyn. Tal vez debería haber permitido que los niños se quedaran con la asistente social en lugar de luchar por conservarlos. Tal vez habrían estado mejor con otra persona que con él. Con dos personas, a ser posible.
Cuando Danny salió al vestíbulo con la corbata retorcida, los zapatos sin atar, el pelo revuelto y una sonrisa que habría animado al corazón más solitario, Joe alargó una mano hacia él para atraerlo contra su costado y entraron juntos en la cocina.
—Mira… te hice una tarjeta en el colegio.
El niño entregó a Joe un trozo de papel arrugado con unas letras torcidas imposibles de descifrar, aunque su mensaje estaba bastante claro: Te quiero, papi. De Danny. Encima había un dibujo de una casa con una gran chimenea y una puerta roja, como la de la casa nueva.
Joe tuvo que tragar para deshacer el nudo de su garganta. Luego dio las gracias a Danny y sujetó el dibujo a la nevera con un imán.
La siempre maternal Skye, que estaba animando a Jasper a comer sus cereales, miró a Joe con gesto serio.
—¿Va a venir Carla? —preguntó.
Joe frunció el ceño.
—Voy a tener que subir a levantarla —contestó—. Voy a tener que dejaros para irme a trabajar. Hoy es un día muy especial y no puedo llegar tarde.
—¿Estás asustado? —preguntó Jasper.
—No seas tonto… ¡claro que no! —dijo Danny en tono condescendiente.
Joe se sentó.
—Puede que un poco —confesó—. No exactamente asustado, pero nunca es fácil conocer gente nueva y empezar a trabajar en un lugar desconocido. Da lo mismo que uno sea joven o viejo; siempre resulta difícil al principio.
—¿Incluso para ti? —preguntó Danny, asombrado, mirando a su héroe con ojos como platos.
Joe sonrió.
—Incluso para mí, amigo.
—Verás como todo va bien —dijo Skye cariñosamente, dando la vuelta a sus papeles, y él volvió a sentir que se le hacía un nudo en la garganta.
No. A pesar del caos y el drama que suponían en su vida, no podía imaginarla sin ellos. Eran una familia y, como todas las familias, pasaban por buenos y malos momentos.
La mayoría eran buenos, pero si Carla no se levantaba enseguida, sospechaba que aquel día no iba a ser de los mejores…
Capítulo 1
Estaba de pie ante la ventana, contemplando con satisfacción la calle, débilmente iluminada. Era una calle agradable, con las casas a bastante distancia de las aceras y protegidas de los curiosos por una alameda de cerezos.
Un movimiento en la casa de enfrente llamó su atención. Había luces en la planta baja y vio gente moviéndose en el interior, preparándose para la noche.
Su casa ya estaba en silencio, excepto por el sonido de los pasos que bajaban en esos momentos la escalera. Se detuvieron en el umbral.
—¿Joe? Voy a salir, ¿de acuerdo?
Joe se volvió con resignación hacia la joven que había hablado.
—De acuerdo. ¿A qué hora vas a volver? —preguntó, suponiendo que no le iba a gustar la respuesta. Y tenía razón. No le gustó.
—Tarde. Voy a ir al pub a reunirme con unos amigos. Me llevo las llaves.
—Buenas noches, Carla.
La puerta se cerró tras ella y el sonido resonó por toda la casa. Joe apoyó la cabeza contra el marco de la ventana y suspiró.
Estaba cansado. Había sido una semana muy ajetreada. El traslado les había llevado tres días y había pasado los cuatro siguientes abriendo cajas y colocando las cosas en su sitio mientras los niños no paraban de corretear a su alrededor y Carla apenas hacía nada por ayudarlo. La gran casa pareada de estilo eduardiano aún parecía vacía y daba la sensación de que sus enormes dormitorios habían engullido las pocas posesiones que habían instalado en ellos, pero con tiempo los decorarían y comprarían más mobiliario para llenarlos.
Era un pensamiento desalentador, pero no tenían prisa, y de momento estaban disfrutando la novedad de tener demasiado espacio. Después de haber pasado casi tres años luchando por conservar un poco de sitio y de no parar de tropezar con juguetes y otros objetos, era maravilloso poder disfrutar de tanto espacio.
Skye tenía por primera vez su propio dormitorio, el de los chicos era lo suficientemente grande como para que cada uno tuviera su espacio, y Carla, su au pair danesa, tenía un cuarto en la planta alta, un cuarto enorme con una ducha adyacente. Eso le daba intimidad, y él tenía la que necesitaba, además de espacio de sobra en el dormitorio principal, que se encontraba justo debajo.
El tamaño del dormitorio resaltaba especialmente incongruente, sobre todo comparado con el que había ocupado hasta entonces en la otra casa que, pequeño y siempre abarrotado, no había hecho resaltar tanto su soledad.
Se dejó caer en una silla y cerró los ojos, sintiéndose cansado de repente, y se preguntó cómo se las arreglarían los niños y Carla al día siguiente, su primer día en el nuevo trabajo. ¿Y cómo se las arreglaría él? No solo era un nuevo trabajo, si no que se trataba de su primer puesto de especialista, y se sentía un poco nervioso.
Pero eso era absurdo, se dijo. Era más que capaz de hacerlo, y estaba perfectamente preparado para asumir la responsabilidad y el reto. Lo único que sucedía era que el traslado de zona y de casa, el nuevo colegio para Skye y Danny y la nueva guardería para Jaz habían supuesto muchas cosas a las que enfrentarse.
Alguien con quien compartirlo habría hecho que todo resultara mucho más fácil, pensó, suspirando, pero no había contado con esa opción. Y Carla había sido más un estorbo que una ayuda desde que se habían mudado. Ya parecía infeliz antes, inquieta e insatisfecha, y desde que se habían trasladado no parecía despegarse del teléfono inalámbrico y de hablar en danés cada vez que creía que él no la estaba escuchando. Si estaba llamando a su casa, solo Dios sabía a cuánto ascendería la factura.
Tenía la sensación de que la marcha de su au pair era bastante inminente, cosa que supondría tener que sustituirla de inmediato mientras se enfrentaba a su nuevo trabajo y a poner en orden la casa.
Y aquello último ya iba a ser bastante por sí mismo. Solo se había podido permitir comprar esa antigua y magnífica casa porque había sido puesta en venta por motivos económicos. Las cañerías eran antiguas y sospechosas, la calefacción funcionaba de forma intermitente, el cableado eléctrico era seguro pero totalmente inadecuado para los tiempos que corrían, y no había ni un solo cuarto que no necesitara una buena mano de pintura, alfombras nuevas y cortinas.
Ni siquiera con su nuevo sueldo de especialista podría enfrentarse a todo ello de una vez, y mucho menos pagar a alguien para que lo hiciera por él. Inquieto, se levantó de la silla y fue a la cocina a servirse un vaso de vino. Cuando miró a su alrededor se sintió engullido por la enormidad de lo que lo esperaba. Eran las pequeñas cosas lo que más lo agobiaban: la puerta del armario que colgaba de forma precaria por que le faltaba el gozne superior, la quemadura que había en la encimera, las baldosas rotas, la persiana desprendida…
¿Qué más cosas estarían a punto de romperse? ¿En qué otros detalles no se había fijado? Sabía con certeza que estructuralmente, la casa estaba en perfecto estado; sin embargo había otros mil detalles a tener en cuenta.
Pero nada que el tiempo no pudiera curar. Cuando pudiera ocuparse de todo ello sería una casa maravillosa, cálida y llena de luz.
Algún día.
Volvió al cuarto de estar, echó otra palada de carbón en la estufa, puso un CD, se sentó y cerró los ojos para no fijarse en la lista de tareas que le aguardaban en aquella habitación.
No quería ver la grieta que había en una esquina del techo, el papel soltándose por la parte baja de las paredes, la ajada alfombra… Ya tendría tiempo de examinarlo todo con atención una vez que estuvieran instalados. Entretanto, debía relajarse y prepararse para el día siguiente, tratando de no pensar en que Carla con toda probabilidad llegaría ya de madrugada, agotada después de pasar la tarde en el pub, y en lo complicado que sería ocuparse de los niños por la mañana para que llegaran a tiempo al colegio. Lo que significaba que, una vez más, él tendría que ocuparse de ello.
Desconectó el interruptor de su mente. Se enfrentaría a ello cuando llegara el momento. Una vez por día, se recordó. Aquel principio lo había ayudado a superar los dos años que habían transcurrido desde la marcha de Lyn. Y tendría que ayudarlo a superar los veinte siguientes.
Maldición. Iba a llegar tarde. Su primer día de trabajo e iba a llegar tarde.
—Papá, no encuentro mis zapatos…
—Búscalos debajo de tu abrigo, en el suelo del comedor, donde los tiraste ayer. Jasper, cómete tu desayuno.
—No me gustan los cereales…
—Ayer te gustaban. Danny, ¿has encontrado tus zapatos ya?
Un murmullo llegó del salón. Podía haber sido un «sí», pero…
Joe pasó una mano por su pelo corto y oscuro y miró al techo. ¿Dónde estaba Carla? Ya la había llamado tres veces.
—¿Tenemos que ir a ese colegio? No me gusta. Quiero ir al de antes.
Joe miró los tristes ojos azules de Skye, ya cansados a pesar de sus seis años, y deseó poder abrazarla y hacer que se sintiera mejor. Pero ya había renunciado a intentarlo. Cuando lo hacía, Skye se limitaba a permanecer totalmente quieta y se alejaba en cuanto la soltaba. La asistente social le había dicho que la niña necesitaba tiempo para recuperarse, pero ya habían pasado casi tres años y, a pesar de que estaba mejor, su seguridad emocional dejaba mucho que desear.
Y que Lyn los dejara no había servido precisamente para ayudarla.
—Sí, cariño, tienes que ir —contestó con suavidad—. Ya lo sabes. Sé que al principio es duro, pero pronto te acostumbrarás y estaremos mucho mejor viviendo cerca de los abuelos. Te gustará verlos más a menudo, ¿verdad?
Skye se encogió de hombros. Joe suspiró y fue hasta el pie de las escaleras.
—¿Carla? —gritó, y de inmediato recordó a los vecinos que vivían al otro lado de la pared. Al menos, la casa anterior no era adosada. Por fortuna, sus vecinos aún no se habían quejado de ellos, y las adolescentes de la zona ya habían ido a visitarlos y a ofrecer sus servicios como canguros.
¡Y si Carla no se levantaba enseguida, no le iba a quedar más remedio que aceptarlos! Por enésima vez, se preguntó si había hecho bien siguiendo con la adopción tras la marcha de Lyn. Tal vez debería haber permitido que los niños se quedaran con la asistente social en lugar de luchar por conservarlos. Tal vez habrían estado mejor con otra persona que con él. Con dos personas, a ser posible.
Cuando Danny salió al vestíbulo con la corbata retorcida, los zapatos sin atar, el pelo revuelto y una sonrisa que habría animado al corazón más solitario, Joe alargó una mano hacia él para atraerlo contra su costado y entraron juntos en la cocina.
—Mira… te hice una tarjeta en el colegio.
El niño entregó a Joe un trozo de papel arrugado con unas letras torcidas imposibles de descifrar, aunque su mensaje estaba bastante claro: Te quiero, papi. De Danny. Encima había un dibujo de una casa con una gran chimenea y una puerta roja, como la de la casa nueva.
Joe tuvo que tragar para deshacer el nudo de su garganta. Luego dio las gracias a Danny y sujetó el dibujo a la nevera con un imán.
La siempre maternal Skye, que estaba animando a Jasper a comer sus cereales, miró a Joe con gesto serio.
—¿Va a venir Carla? —preguntó.
Joe frunció el ceño.
—Voy a tener que subir a levantarla —contestó—. Voy a tener que dejaros para irme a trabajar. Hoy es un día muy especial y no puedo llegar tarde.
—¿Estás asustado? —preguntó Jasper.
—No seas tonto… ¡claro que no! —dijo Danny en tono condescendiente.
Joe se sentó.
—Puede que un poco —confesó—. No exactamente asustado, pero nunca es fácil conocer gente nueva y empezar a trabajar en un lugar desconocido. Da lo mismo que uno sea joven o viejo; siempre resulta difícil al principio.
—¿Incluso para ti? —preguntó Danny, asombrado, mirando a su héroe con ojos como platos.
Joe sonrió.
—Incluso para mí, amigo.
—Verás como todo va bien —dijo Skye cariñosamente, dando la vuelta a sus papeles, y él volvió a sentir que se le hacía un nudo en la garganta.
No. A pesar del caos y el drama que suponían en su vida, no podía imaginarla sin ellos. Eran una familia y, como todas las familias, pasaban por buenos y malos momentos.
La mayoría eran buenos, pero si Carla no se levantaba enseguida, sospechaba que aquel día no iba a ser de los mejores…
Nani Jonas
Re: "Quererte A Ti" - Joe y tu Terminada
Me gustaa, se ve interesante SIGUELAA
Creadora
Re: "Quererte A Ti" - Joe y tu Terminada
aqui presente para leer la nove
siguela pronto por fissssss
siguela pronto por fissssss
Julieta♥
Re: "Quererte A Ti" - Joe y tu Terminada
los hijos de joe son adoptados?????
ahhh es tan hermosa!!! me enknta!!!
siguela
siguelaaaaaaa
siguelaaaaaaaaaaaa
ahhh es tan hermosa!!! me enknta!!!
siguela
siguelaaaaaaa
siguelaaaaaaaaaaaa
jamileth
Re: "Quererte A Ti" - Joe y tu Terminada
Bienvenidas chicas muchas gracias por pasarse
Capitulo 2
________ se sentía triste. Desde que se había levantado no había dejado de preguntarse a qué se debería, y dos horas después aún no tenía la respuesta. Despertarse, levantarse, comer, ir al trabajo, ir a casa, comer, acostarse, despertarse… siempre la misma rutina, sin nada que la animara.
¿Era esa la causa de su tristeza? ¿Sería tan desagradecida? Vivía en una casita encantadora de la que estaba orgullosa, tenía buenos amigos y un trabajo maravilloso que no cambiaría por nada del mundo… pero esa mañana, por primera en su vida, no quería estar allí.
¿Qué le sucedía?
Estúpida pregunta. Sabía con exactitud lo que le sucedía. Estaba sola. Tenía veintiocho años, estaba sola y no quería estarlo. Quería casarse y tener muchos hijos. Hijos suyos, concebidos con amor, alimentados con su cuerpo, criados por ella y un hombre moreno de ojos cálidos y sonrisa sexy… un hombre al que aún no conocía.
________ se sentía triste. Desde que se había levantado no había dejado de preguntarse a qué se debería, y dos horas después aún no tenía la respuesta. Despertarse, levantarse, comer, ir al trabajo, ir a casa, comer, acostarse, despertarse… siempre la misma rutina, sin nada que la animara.
¿Era esa la causa de su tristeza? ¿Sería tan desagradecida? Vivía en una casita encantadora de la que estaba orgullosa, tenía buenos amigos y un trabajo maravilloso que no cambiaría por nada del mundo… pero esa mañana, por primera en su vida, no quería estar allí.
¿Qué le sucedía?
Estúpida pregunta. Sabía con exactitud lo que le sucedía. Estaba sola. Tenía veintiocho años, estaba sola y no quería estarlo. Quería casarse y tener muchos hijos. Hijos suyos, concebidos con amor, alimentados con su cuerpo, criados por ella y un hombre moreno de ojos cálidos y sonrisa sexy… un hombre al que aún no conocía.
Y que nunca llegaría a conocer si su vida seguía así, pensó, frustrada. A aquella marcha, su reloj biológico iba a estropearse antes de que sucediera nada.
Se levantó de la silla, miró automáticamente la sala… y se detuvo en seco al sentir de pronto una inesperada sacudida interior.
¡Era él! Pelo oscuro y corto, pero no tanto como para quitarle aquel aire revoltoso que resultaba tan sexy. Alto, pero no demasiado, de hombros anchos, pero sin resultar intimidantes, tenía el aspecto de un hombre en quien se podía confiar.
Caderas estrechas, mandíbula firme y boca bien esculpida, cejas oscuras, tupidas y expresivas, sonrisa encantadora… Se había detenido para hablar con un niño, con las manos metidas en los bolsillos de su bata, y el niño sonreía y señalaba en su dirección.
No había duda de que era atractivo, pero no era su aspecto lo que llamaba la atención en aquel hombre. Había algo en él, pensó ________ mientras veía cómo se volvía hacia ella, fuerte y poderoso… y a la vez amable, infinitamente amable y desinteresado.
Nunca lo había visto, pero su cuerpo lo reconoció al instante.
«¡Por fin!», pensó, mientras veía cómo se encaminaba hacia ella.
—¿Enfermera Long? —preguntó él, aunque no le habría hecho falta si hubiera leído la placa de identificación que llevaba en la solapa de la bata.
—________ —corrigió ella.
Joe se sobresaltó al sentir un repentino renacer de su conciencia sexual al mirar los ojos verdes de la enfermera. Tuvo que contenerse para no retirar un mechón de cabello pelirrojo que había escapado de su cuidada melena y caía sobre su frente.
—Y usted debe ser el doctor Jonas, el nuevo pediatra ortopedista —dijo ella a la vez que le ofrecía su mano.
Él asintió.
—Joseph —dijo con voz ronca, y tuvo que aclararse la garganta—. Joseph Jonas. Me alegro de conocerla. ¿Tiene tiempo para charlar un rato? Mi departamento parece haber organizado las cosas de manera que hoy no tenga nada que hacer, así que he pensado en pasar el día orientándome.
Ella dejó escapar una risa grave y sexy que hizo que el cuerpo de Joe reaccionara al instante.
—Me parece muy buena idea. ¿Qué le parece si vamos a la cocina y preparo un café?
Mientras la seguía, Joe fue incapaz de apartar la mirada de su delgada cintura, del suave y femenino balanceo de sus caderas mientras abría la puerta y la sostenía para dejarlo pasar a la vez que le dedicaba una sonrisa con aquellos ojos tan expresivos.
Dijo algo, pero el cuerpo de Joe estaba tan ocupado con sus nuevas reacciones que no le dejó oír nada.
—¿Disculpe?
Ella sonrió burlonamente.
—Le he preguntado que si quiere té o café.
—Oh… té, gracias —contestó él, y trató de concentrarse en algo que no fuera la cálida y suave boca de la enfermera—. Es un poco pronto para el café.
—Vaya, por fin un compañero para tomar té. Todos los demás prefieren café —________ sonrió y sus ojos brillaron.
Joe decidió que no eran verdes, sino azules y dorados.
Unos ojos fascinantes color dormitorio. Oh, Dios.
Volvió a meter las manos en sus bolsillos y cubrió con ellas su abdomen como si fuera un escudo. Tenía que trabajar con ella. ¡No podía tener la vergonzosa reacción de un adolescente en su presencia!
________ lo llevó a dar una vuelta mientras el agua hervía, y se alegró de salir de la cocina, pues la corriente que se había establecido entre ellos era demasiado intensa, demasiado poderosa. A pesar de que él no había dado ningún indicio de estar interesado en ella, algo vibraba bajo la superficie.
—Solo tenemos veintiun camas —explicó mientras caminaban hacia la sección de ortopedia—. Seis de atención médica, seis quirúrgicas, seis ortopédicas y otras tres aisladas para pacientes infecciosos o simplemente ruidosos. También hay una sala aislada para pacientes inmunodeficientes. Es la única que no roban para otras cosas.
—¿Roban? —repitió Joe, extrañado.
—Sí. En las demás suele haber confusiones a causa de los números y los niños acaban en lugares donde no les corresponde, cosa que vuelve loco al encargado de las camas y a los especialistas cuando hacen la ronda.
Los labios de Joe se curvaron en una apreciativa sonrisa y el corazón de ________ latió más rápido. «Concéntrate», se dijo.
—Tratamos de mantener a los niños reunidos por edades siempre que es posible; como supondrá, los peores son los que más tiempo tienen que quedarse, y los adolescentes sometidos a tratamiento de tracción son una pesadilla.
—Podría someter a esos niños a unas sesiones en la cama Stryker para que saboreen lo que de verdad supone estar privado de libertad —sugirió Joe con ironía.
—¡Qué idea tan fascinante…!
Joe rio y ________ sintió que sus rodillas iban a ceder. «Lo más seguro es que esté casado y tenga un millón de niños», se reprendió.
—¿Ha venido de muy lejos? —preguntó mientras caminaban por la sala, sin poder reprimir su curiosidad.
—Vivía en Oxford, a unos doscientos cincuenta kilómetros de aquí.
—¿Oxford? Qué encantador. ¿Y cómo va a llevar el aislamiento rural de Audley? —preguntó ________. Luego, sin poder contenerse, añadió—: ¿Y no le importa a su esposa?
—Tal vez, si tuviera una, pero no la tengo.
—Supongo que eso facilita las cosas —replicó ________, y trató de no sonreír, encantada con la información. Pero las siguientes palabras de Joe la dejaron sin viento en las velas.
—En realidad no —dijo—. Tengo tres hijos menores de seis años, una au pair danesa bastante difícil de llevar, y hemos comprado una enorme casa estilo eduardiano que necesita montones de reparaciones. No puede decirse que sea una situación fácil, pero me gustan los retos.
________ se detuvo ante la puerta de la sala de juegos y lo miró con gesto culpable.
—Lo siento —dijo con sinceridad—. No pretendía entrometerme.
—No se ha entrometido —replicó él, y sonrió amablemente—. Solo me siento un poco abrumado por esta nueva situación. ¿Y qué me dice de usted? ¿Está casada, soltera, divorciada…?
________ rio.
—Soltera —contestó. Para siempre. Lamentablemente.
No llegó a averiguar lo que habría dicho Joe a continuación porque en ese momento se abrió la puerta de la sala de juegos y un niño que salió corriendo de ella estuvo a punto de tirarla.
—Nunca aprenderás, Karl, ¿verdad?
El niño sonrió.
—Lo siento, enfermera. Tenía prisa.
—Ya me he fijado. Así fue como te sucedió eso, ¿no? Tenías mucha prisa —________ lo miró con el ceño fruncido—. Si no tienes cuidado vas a hacer daño a alguien con esa escayola. Haz el favor de subir a sentarte y entretenerte con alguna actividad más tranquila. A última hora de la mañana vas a entrar al quirófano y conviene que estés relajado.
—¿Tal vez Karl debería ser nuestro primer experimento en la cama Stryker? —sugirió Joe.
—Qué buena idea —murmuró ________, mirando a Karl.
El niño los miró alternativamente, sin saber exactamente de qué estaban hablando, pero claramente preocupado.
—¿Qué es… esa cama?
—Te meten en ella como si fueras el relleno de un sandwich y de vez en cuando gira. Es para mantener muy quietas a personas con lesiones de columna.
—O para calmar a jóvenes hiperactivos —añadió Joe con una sonrisa.
—Me están tomando el pelo —dijo Karl, aún inseguro, y ________ rio y le acarició el pelo.
—Tienes razón. Y ahora ve a hacer algo tranquilo y yo iré a darte tus medicinas más tarde.
El niño salió corriendo, claramente aliviado, y ellos se encaminaron de vuelta a la cocina.
—Tuvo una fea fractura y su radio no se une, de manera que van a tener que operarlo esta tarde. No sé si han decidido exactamente lo que le van a hacer.
—¿Quién va a realizar la intervención?
—El doctor Robert Ryder. ¿Lo ha conocido ya?
—No. Puede que vaya a buscarlo para ver si puedo asistir a la operación. Podría resultar interesante.
—Estoy segura de que no le importará; es un médico muy accesible. ¿Qué tal ese té ahora? —añadió ________ mientras se acercaban a la puerta que había junto a su despacho. Pero el teléfono sonó en ese momento y tuvo que atenderlo. Había un paciente en camino, un visitante asiduo que había sufrido un nuevo ataque de asma—. ¿Puede esperar un momento? —preguntó a Joe, y le explicó el caso con rapidez—. Tengo que ver al niño. Desgraciadamente, suele venir a menudo por aquí. También puede prepararse usted mismo el té si quiere.
—Creo que no. Voy a conocer al resto del grupo de pediatría y a dar la lata en algún otro sitio. Puede que vaya a las salas de cirugía ortopédica a husmear un poco y a presentarme a Ryder.
________ sintió una punzada de decepción.
—De acuerdo. Puede que en otra ocasión —sugirió, y podría haberse dado de bofetadas por haber sonado como una virgen sin aliento. Era ridículo. A fin de cuentas, estaba demasiado ocupada como para tomar té con él—. Que pase un buen día —añadió con una sonrisa.
—Seguro que así será, y gracias por el paseo. Nos veremos mañana, sin duda.
Con el rabillo del ojo, ________ vio cómo se alejaba a la vez que echaba un vistazo a la sala para decidir en qué cama poner al joven Toby Cardew. De pronto se dio cuenta de que, por primera vez en mucho tiempo, estaba deseando que llegara el día siguiente.
La tristeza de la mañana había sido sustituida por un estremecimiento de anticipación. Joe no tenía esposa, y el hecho de que ya tuviera hijos no era ningún elemento disuasorio para una enfermera especializada en pediatría. Además, cuantos más, mejor.
«Estás yendo demasiado deprisa», se dijo mientras iba a preparar una cama para Toby. «El mero hecho de que lo encuentres atractivo y él te haya preguntado si estas casada no significa que la cosa vaya a ir más allá. Además, puede que tenga costumbres terribles. ¿Por qué lo dejó su esposa?»
«Puede que haya muerto y que él esté sufriendo lo indecible por su pérdida», sugirió su alter ego.
Pero no parecía que el doctor estuviera sufriendo. Simplemente tenía ojeras a causa del cansancio y, si no estaba equivocada, parecía haberse interesado por ella. No se estaba equivocando. Conocía aquella mirada. Había adquirido mucha experiencia interceptándola a lo largo de los años.
Demasiados años, demasiadas veces, demasiados «por poco». El problema era que cuanto más vieja se hiciera, menos interés tendrían los hombres de su edad en entablar una relación permanente con ella.
Tal vez había llegado su momento. Tal vez no acabaría viéndose en la necesidad de quitarse al doctor Jonas de encima.
—¿Quién era ese?
________ se volvió hacia Allie Bajer, su subordinada y asistente en el cargo de jefa de enfermeras, y movió un dedo admonitorio ante ella.
—Tú ya tienes uno —dijo a su amiga.
Allie sonrió.
—Lo sé, y no lo cambiaría por nada del mundo. Solo he pensado que, fuera quien fuese, era muy atractivo. Así que, ¿quién era?
—Joe Jonas, el nuevo cirujano jefe ortopedista.
—No sabía que ya tuviéramos uno.
—No lo tenemos. Es una nueva plaza. Va a dedicarse a problemas de desarrollo y a reconstrucciones postraumáticas. También trabajará con los oncólogos en reconstrucción de huesos cancerígenos, espina bífida y cosas por el estilo. Supongo que es un tipo bastante listo.
Allie sonrió.
—Y lleva tu nombre grabado en la frente.
________ rio con timidez.
—No lo sé. Espero que sí. Tiene tres hijos, pero no esposa.
—¡Oh, Dios mío! —exclamó Allie, horrorizada—. ¿Nada menos que tres?
________ se encogió de hombros.
—A mí me gustan los niños.
—Sí, pero puede que estos sean unos adolescentes a punto de escapársele de las manos, o puede que pasen temporadas con su madre.
________ rio y empujó a Allie con suavidad.
—Te lo contaré si alguna vez tengo oportunidad de averiguarlo. Entretanto, tengo cosas que hacer y me estás entreteniendo. Toby Cardew ha vuelto.
—¿Otra vez? ¿Qué le ha pasado ahora?
—No lo sé. Supongo que ha sufrido un ataque bastante severo. Sus padres se van a volver locos tratando de averiguar qué le causa los ataques de asma. Tienen la casa limpia como una patena. La señora Cardew va a limpiarla a diario.
—Puede que no sea la casa. Tal vez es el colegio, o algo en el trayecto, o algún niño junto al que se siente…
—Ya lo han comprobado todo. Puede que algún día lo averigüen y resulte ser lo más obvio.
El sonido de una silla de ruedas las alertó de la llegada del nuevo paciente y ________ fue a recibirlo.
—Hola de nuevo, jovencito —dijo, y sonrió a la vez que palmeaba su mano—. Parece que no puedes estar mucho tiempo alejado de aquí, ¿no? Debe ser nuestro encanto lo que te atrae.
El niño sonrió un poco y su madre dedicó a ________ una mirada mezcla de cansancio y desesperación.
—Siento dar tanto la lata —se disculpó.
—No sea tonta —replicó ________ con cariño—. Para eso estamos aquí, y nos gusta ver rostros conocidos.
Tras dejar al niño instalado en una cama, Allie preparó un café para la señora Cardew y ________ fue a preparar a Karl para su operación. Esta apenas duró unos minutos. Mientras volvía a instalarlo en su cama, ________ pensó que iba a pasarse unos días sin correr y se preguntó si Joe habría asistido a la operación.
Una pequeña descarga de algo parecido a la adrenalina recorrió su cuerpo y se encontró mirando el reloj y contando las horas que faltaban para volver a verlo al día siguiente.
Capitulo 2
________ se sentía triste. Desde que se había levantado no había dejado de preguntarse a qué se debería, y dos horas después aún no tenía la respuesta. Despertarse, levantarse, comer, ir al trabajo, ir a casa, comer, acostarse, despertarse… siempre la misma rutina, sin nada que la animara.
¿Era esa la causa de su tristeza? ¿Sería tan desagradecida? Vivía en una casita encantadora de la que estaba orgullosa, tenía buenos amigos y un trabajo maravilloso que no cambiaría por nada del mundo… pero esa mañana, por primera en su vida, no quería estar allí.
¿Qué le sucedía?
Estúpida pregunta. Sabía con exactitud lo que le sucedía. Estaba sola. Tenía veintiocho años, estaba sola y no quería estarlo. Quería casarse y tener muchos hijos. Hijos suyos, concebidos con amor, alimentados con su cuerpo, criados por ella y un hombre moreno de ojos cálidos y sonrisa sexy… un hombre al que aún no conocía.
________ se sentía triste. Desde que se había levantado no había dejado de preguntarse a qué se debería, y dos horas después aún no tenía la respuesta. Despertarse, levantarse, comer, ir al trabajo, ir a casa, comer, acostarse, despertarse… siempre la misma rutina, sin nada que la animara.
¿Era esa la causa de su tristeza? ¿Sería tan desagradecida? Vivía en una casita encantadora de la que estaba orgullosa, tenía buenos amigos y un trabajo maravilloso que no cambiaría por nada del mundo… pero esa mañana, por primera en su vida, no quería estar allí.
¿Qué le sucedía?
Estúpida pregunta. Sabía con exactitud lo que le sucedía. Estaba sola. Tenía veintiocho años, estaba sola y no quería estarlo. Quería casarse y tener muchos hijos. Hijos suyos, concebidos con amor, alimentados con su cuerpo, criados por ella y un hombre moreno de ojos cálidos y sonrisa sexy… un hombre al que aún no conocía.
Y que nunca llegaría a conocer si su vida seguía así, pensó, frustrada. A aquella marcha, su reloj biológico iba a estropearse antes de que sucediera nada.
Se levantó de la silla, miró automáticamente la sala… y se detuvo en seco al sentir de pronto una inesperada sacudida interior.
¡Era él! Pelo oscuro y corto, pero no tanto como para quitarle aquel aire revoltoso que resultaba tan sexy. Alto, pero no demasiado, de hombros anchos, pero sin resultar intimidantes, tenía el aspecto de un hombre en quien se podía confiar.
Caderas estrechas, mandíbula firme y boca bien esculpida, cejas oscuras, tupidas y expresivas, sonrisa encantadora… Se había detenido para hablar con un niño, con las manos metidas en los bolsillos de su bata, y el niño sonreía y señalaba en su dirección.
No había duda de que era atractivo, pero no era su aspecto lo que llamaba la atención en aquel hombre. Había algo en él, pensó ________ mientras veía cómo se volvía hacia ella, fuerte y poderoso… y a la vez amable, infinitamente amable y desinteresado.
Nunca lo había visto, pero su cuerpo lo reconoció al instante.
«¡Por fin!», pensó, mientras veía cómo se encaminaba hacia ella.
—¿Enfermera Long? —preguntó él, aunque no le habría hecho falta si hubiera leído la placa de identificación que llevaba en la solapa de la bata.
—________ —corrigió ella.
Joe se sobresaltó al sentir un repentino renacer de su conciencia sexual al mirar los ojos verdes de la enfermera. Tuvo que contenerse para no retirar un mechón de cabello pelirrojo que había escapado de su cuidada melena y caía sobre su frente.
—Y usted debe ser el doctor Jonas, el nuevo pediatra ortopedista —dijo ella a la vez que le ofrecía su mano.
Él asintió.
—Joseph —dijo con voz ronca, y tuvo que aclararse la garganta—. Joseph Jonas. Me alegro de conocerla. ¿Tiene tiempo para charlar un rato? Mi departamento parece haber organizado las cosas de manera que hoy no tenga nada que hacer, así que he pensado en pasar el día orientándome.
Ella dejó escapar una risa grave y sexy que hizo que el cuerpo de Joe reaccionara al instante.
—Me parece muy buena idea. ¿Qué le parece si vamos a la cocina y preparo un café?
Mientras la seguía, Joe fue incapaz de apartar la mirada de su delgada cintura, del suave y femenino balanceo de sus caderas mientras abría la puerta y la sostenía para dejarlo pasar a la vez que le dedicaba una sonrisa con aquellos ojos tan expresivos.
Dijo algo, pero el cuerpo de Joe estaba tan ocupado con sus nuevas reacciones que no le dejó oír nada.
—¿Disculpe?
Ella sonrió burlonamente.
—Le he preguntado que si quiere té o café.
—Oh… té, gracias —contestó él, y trató de concentrarse en algo que no fuera la cálida y suave boca de la enfermera—. Es un poco pronto para el café.
—Vaya, por fin un compañero para tomar té. Todos los demás prefieren café —________ sonrió y sus ojos brillaron.
Joe decidió que no eran verdes, sino azules y dorados.
Unos ojos fascinantes color dormitorio. Oh, Dios.
Volvió a meter las manos en sus bolsillos y cubrió con ellas su abdomen como si fuera un escudo. Tenía que trabajar con ella. ¡No podía tener la vergonzosa reacción de un adolescente en su presencia!
________ lo llevó a dar una vuelta mientras el agua hervía, y se alegró de salir de la cocina, pues la corriente que se había establecido entre ellos era demasiado intensa, demasiado poderosa. A pesar de que él no había dado ningún indicio de estar interesado en ella, algo vibraba bajo la superficie.
—Solo tenemos veintiun camas —explicó mientras caminaban hacia la sección de ortopedia—. Seis de atención médica, seis quirúrgicas, seis ortopédicas y otras tres aisladas para pacientes infecciosos o simplemente ruidosos. También hay una sala aislada para pacientes inmunodeficientes. Es la única que no roban para otras cosas.
—¿Roban? —repitió Joe, extrañado.
—Sí. En las demás suele haber confusiones a causa de los números y los niños acaban en lugares donde no les corresponde, cosa que vuelve loco al encargado de las camas y a los especialistas cuando hacen la ronda.
Los labios de Joe se curvaron en una apreciativa sonrisa y el corazón de ________ latió más rápido. «Concéntrate», se dijo.
—Tratamos de mantener a los niños reunidos por edades siempre que es posible; como supondrá, los peores son los que más tiempo tienen que quedarse, y los adolescentes sometidos a tratamiento de tracción son una pesadilla.
—Podría someter a esos niños a unas sesiones en la cama Stryker para que saboreen lo que de verdad supone estar privado de libertad —sugirió Joe con ironía.
—¡Qué idea tan fascinante…!
Joe rio y ________ sintió que sus rodillas iban a ceder. «Lo más seguro es que esté casado y tenga un millón de niños», se reprendió.
—¿Ha venido de muy lejos? —preguntó mientras caminaban por la sala, sin poder reprimir su curiosidad.
—Vivía en Oxford, a unos doscientos cincuenta kilómetros de aquí.
—¿Oxford? Qué encantador. ¿Y cómo va a llevar el aislamiento rural de Audley? —preguntó ________. Luego, sin poder contenerse, añadió—: ¿Y no le importa a su esposa?
—Tal vez, si tuviera una, pero no la tengo.
—Supongo que eso facilita las cosas —replicó ________, y trató de no sonreír, encantada con la información. Pero las siguientes palabras de Joe la dejaron sin viento en las velas.
—En realidad no —dijo—. Tengo tres hijos menores de seis años, una au pair danesa bastante difícil de llevar, y hemos comprado una enorme casa estilo eduardiano que necesita montones de reparaciones. No puede decirse que sea una situación fácil, pero me gustan los retos.
________ se detuvo ante la puerta de la sala de juegos y lo miró con gesto culpable.
—Lo siento —dijo con sinceridad—. No pretendía entrometerme.
—No se ha entrometido —replicó él, y sonrió amablemente—. Solo me siento un poco abrumado por esta nueva situación. ¿Y qué me dice de usted? ¿Está casada, soltera, divorciada…?
________ rio.
—Soltera —contestó. Para siempre. Lamentablemente.
No llegó a averiguar lo que habría dicho Joe a continuación porque en ese momento se abrió la puerta de la sala de juegos y un niño que salió corriendo de ella estuvo a punto de tirarla.
—Nunca aprenderás, Karl, ¿verdad?
El niño sonrió.
—Lo siento, enfermera. Tenía prisa.
—Ya me he fijado. Así fue como te sucedió eso, ¿no? Tenías mucha prisa —________ lo miró con el ceño fruncido—. Si no tienes cuidado vas a hacer daño a alguien con esa escayola. Haz el favor de subir a sentarte y entretenerte con alguna actividad más tranquila. A última hora de la mañana vas a entrar al quirófano y conviene que estés relajado.
—¿Tal vez Karl debería ser nuestro primer experimento en la cama Stryker? —sugirió Joe.
—Qué buena idea —murmuró ________, mirando a Karl.
El niño los miró alternativamente, sin saber exactamente de qué estaban hablando, pero claramente preocupado.
—¿Qué es… esa cama?
—Te meten en ella como si fueras el relleno de un sandwich y de vez en cuando gira. Es para mantener muy quietas a personas con lesiones de columna.
—O para calmar a jóvenes hiperactivos —añadió Joe con una sonrisa.
—Me están tomando el pelo —dijo Karl, aún inseguro, y ________ rio y le acarició el pelo.
—Tienes razón. Y ahora ve a hacer algo tranquilo y yo iré a darte tus medicinas más tarde.
El niño salió corriendo, claramente aliviado, y ellos se encaminaron de vuelta a la cocina.
—Tuvo una fea fractura y su radio no se une, de manera que van a tener que operarlo esta tarde. No sé si han decidido exactamente lo que le van a hacer.
—¿Quién va a realizar la intervención?
—El doctor Robert Ryder. ¿Lo ha conocido ya?
—No. Puede que vaya a buscarlo para ver si puedo asistir a la operación. Podría resultar interesante.
—Estoy segura de que no le importará; es un médico muy accesible. ¿Qué tal ese té ahora? —añadió ________ mientras se acercaban a la puerta que había junto a su despacho. Pero el teléfono sonó en ese momento y tuvo que atenderlo. Había un paciente en camino, un visitante asiduo que había sufrido un nuevo ataque de asma—. ¿Puede esperar un momento? —preguntó a Joe, y le explicó el caso con rapidez—. Tengo que ver al niño. Desgraciadamente, suele venir a menudo por aquí. También puede prepararse usted mismo el té si quiere.
—Creo que no. Voy a conocer al resto del grupo de pediatría y a dar la lata en algún otro sitio. Puede que vaya a las salas de cirugía ortopédica a husmear un poco y a presentarme a Ryder.
________ sintió una punzada de decepción.
—De acuerdo. Puede que en otra ocasión —sugirió, y podría haberse dado de bofetadas por haber sonado como una virgen sin aliento. Era ridículo. A fin de cuentas, estaba demasiado ocupada como para tomar té con él—. Que pase un buen día —añadió con una sonrisa.
—Seguro que así será, y gracias por el paseo. Nos veremos mañana, sin duda.
Con el rabillo del ojo, ________ vio cómo se alejaba a la vez que echaba un vistazo a la sala para decidir en qué cama poner al joven Toby Cardew. De pronto se dio cuenta de que, por primera vez en mucho tiempo, estaba deseando que llegara el día siguiente.
La tristeza de la mañana había sido sustituida por un estremecimiento de anticipación. Joe no tenía esposa, y el hecho de que ya tuviera hijos no era ningún elemento disuasorio para una enfermera especializada en pediatría. Además, cuantos más, mejor.
«Estás yendo demasiado deprisa», se dijo mientras iba a preparar una cama para Toby. «El mero hecho de que lo encuentres atractivo y él te haya preguntado si estas casada no significa que la cosa vaya a ir más allá. Además, puede que tenga costumbres terribles. ¿Por qué lo dejó su esposa?»
«Puede que haya muerto y que él esté sufriendo lo indecible por su pérdida», sugirió su alter ego.
Pero no parecía que el doctor estuviera sufriendo. Simplemente tenía ojeras a causa del cansancio y, si no estaba equivocada, parecía haberse interesado por ella. No se estaba equivocando. Conocía aquella mirada. Había adquirido mucha experiencia interceptándola a lo largo de los años.
Demasiados años, demasiadas veces, demasiados «por poco». El problema era que cuanto más vieja se hiciera, menos interés tendrían los hombres de su edad en entablar una relación permanente con ella.
Tal vez había llegado su momento. Tal vez no acabaría viéndose en la necesidad de quitarse al doctor Jonas de encima.
—¿Quién era ese?
________ se volvió hacia Allie Bajer, su subordinada y asistente en el cargo de jefa de enfermeras, y movió un dedo admonitorio ante ella.
—Tú ya tienes uno —dijo a su amiga.
Allie sonrió.
—Lo sé, y no lo cambiaría por nada del mundo. Solo he pensado que, fuera quien fuese, era muy atractivo. Así que, ¿quién era?
—Joe Jonas, el nuevo cirujano jefe ortopedista.
—No sabía que ya tuviéramos uno.
—No lo tenemos. Es una nueva plaza. Va a dedicarse a problemas de desarrollo y a reconstrucciones postraumáticas. También trabajará con los oncólogos en reconstrucción de huesos cancerígenos, espina bífida y cosas por el estilo. Supongo que es un tipo bastante listo.
Allie sonrió.
—Y lleva tu nombre grabado en la frente.
________ rio con timidez.
—No lo sé. Espero que sí. Tiene tres hijos, pero no esposa.
—¡Oh, Dios mío! —exclamó Allie, horrorizada—. ¿Nada menos que tres?
________ se encogió de hombros.
—A mí me gustan los niños.
—Sí, pero puede que estos sean unos adolescentes a punto de escapársele de las manos, o puede que pasen temporadas con su madre.
________ rio y empujó a Allie con suavidad.
—Te lo contaré si alguna vez tengo oportunidad de averiguarlo. Entretanto, tengo cosas que hacer y me estás entreteniendo. Toby Cardew ha vuelto.
—¿Otra vez? ¿Qué le ha pasado ahora?
—No lo sé. Supongo que ha sufrido un ataque bastante severo. Sus padres se van a volver locos tratando de averiguar qué le causa los ataques de asma. Tienen la casa limpia como una patena. La señora Cardew va a limpiarla a diario.
—Puede que no sea la casa. Tal vez es el colegio, o algo en el trayecto, o algún niño junto al que se siente…
—Ya lo han comprobado todo. Puede que algún día lo averigüen y resulte ser lo más obvio.
El sonido de una silla de ruedas las alertó de la llegada del nuevo paciente y ________ fue a recibirlo.
—Hola de nuevo, jovencito —dijo, y sonrió a la vez que palmeaba su mano—. Parece que no puedes estar mucho tiempo alejado de aquí, ¿no? Debe ser nuestro encanto lo que te atrae.
El niño sonrió un poco y su madre dedicó a ________ una mirada mezcla de cansancio y desesperación.
—Siento dar tanto la lata —se disculpó.
—No sea tonta —replicó ________ con cariño—. Para eso estamos aquí, y nos gusta ver rostros conocidos.
Tras dejar al niño instalado en una cama, Allie preparó un café para la señora Cardew y ________ fue a preparar a Karl para su operación. Esta apenas duró unos minutos. Mientras volvía a instalarlo en su cama, ________ pensó que iba a pasarse unos días sin correr y se preguntó si Joe habría asistido a la operación.
Una pequeña descarga de algo parecido a la adrenalina recorrió su cuerpo y se encontró mirando el reloj y contando las horas que faltaban para volver a verlo al día siguiente.
Nani Jonas
Re: "Quererte A Ti" - Joe y tu Terminada
aww los dos sintieron la chispa del amor :hug:
Awww Joe es tan lindo y sexy
siguela!!!
Awww Joe es tan lindo y sexy
siguela!!!
aranzhitha
Re: "Quererte A Ti" - Joe y tu Terminada
adasdfsad ya se conocieron. Quierooo más caaap!
Creadora
Re: "Quererte A Ti" - Joe y tu Terminada
Hola Nani :D awww me ha encantado
jejejeje ya no puedo decir nueva jajajaja asi que
Vieja y Fiel Lectora jajajajaja ups se escucha raro ejeje
pero bueno aqui me tienes :D
jejejeje ya no puedo decir nueva jajajaja asi que
Vieja y Fiel Lectora jajajajaja ups se escucha raro ejeje
pero bueno aqui me tienes :D
Karli Jonas
Re: "Quererte A Ti" - Joe y tu Terminada
una de las cosas mas sexy que hay en la vida son los cirujanos pediatricos y mas si son jovenes y grandes jejeje
siguela pronto plisssss
siguela pronto plisssss
Julieta♥
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