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"La Redentora de Almas" (Nick&Tu) Terminada
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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"La Redentora de Almas" (Nick&Tu) Terminada
¡Hola chicas! Aquí les traigo una nueva novela, la cual es una adaptación. Espero les guste tanto como a mí. Gracias.
Ficha:
Nombre: "La Redentora de Almas" (Nick&Tu)
Autor: Kelly Dreams
Adaptación: Si
Género: De todo un poco: romance, pasión y paranormal
Advertencias: No
Otras Páginas: No lose, ya que es una adaptación
Nombre: "La Redentora de Almas" (Nick&Tu)
Autor: Kelly Dreams
Adaptación: Si
Género: De todo un poco: romance, pasión y paranormal
Advertencias: No
Otras Páginas: No lose, ya que es una adaptación
Última edición por Natuu! el Dom 11 Mar 2012, 1:01 am, editado 1 vez
Natuu!
Re: "La Redentora de Almas" (Nick&Tu) Terminada
helloo
reportandome como you first new reader!!! :study: :D
sube el primer cap creo que sera buena tu nove!!
reportandome como you first new reader!!! :study: :D
sube el primer cap creo que sera buena tu nove!!
mary&jooe....
Re: "La Redentora de Almas" (Nick&Tu) Terminada
ARGUMENTO
¿Qué ocurre cuando la única posibilidad que tiene un espíritu de alcanzar la
paz está en manos de una mujer que no cree en su herencia?
En solo unos meses, la vida de ________ se había ido por el desagüe.
Descubrir que su novio le era infiel escasos días antes de la boda
debería haberla hundido, o al menos molestado. Ella en cambio
optó por pasar unas merecidas vacaciones en el lugar que había
escogido como su Luna de Miel. Después de todo, no iba a tirar
con el dinero, ¿no?
Unos cuantos días en un idílico paraje rural, lejos del bullicio de la
ciudad y sin nadie que le comiese la cabeza diciéndole que
terminaría sus días como una solterona... Lástima que aquel lugar
idílico fuera el hogar de un fantasma... y que ella fuera la única
capaz de liberar su alma.
Nicholas se ha pasado la eternidad observando las idas y venidas de
los vivos, se contentaba con contemplarlos y sonreír ante lo
absurdo de sus vidas, sin aspirar a más... Hasta que apareció ella.
Una mujer con una oscura herencia, la única capaz de guiarle hacia
el siguiente pasó y borrar de una vez por todas, su solitaria
eternidad.
Ella era una Sanadora de Almas... y él nunca había estado tan dispuesto a
condenarse por toda la eternidad.
¿Qué ocurre cuando la única posibilidad que tiene un espíritu de alcanzar la
paz está en manos de una mujer que no cree en su herencia?
En solo unos meses, la vida de ________ se había ido por el desagüe.
Descubrir que su novio le era infiel escasos días antes de la boda
debería haberla hundido, o al menos molestado. Ella en cambio
optó por pasar unas merecidas vacaciones en el lugar que había
escogido como su Luna de Miel. Después de todo, no iba a tirar
con el dinero, ¿no?
Unos cuantos días en un idílico paraje rural, lejos del bullicio de la
ciudad y sin nadie que le comiese la cabeza diciéndole que
terminaría sus días como una solterona... Lástima que aquel lugar
idílico fuera el hogar de un fantasma... y que ella fuera la única
capaz de liberar su alma.
Nicholas se ha pasado la eternidad observando las idas y venidas de
los vivos, se contentaba con contemplarlos y sonreír ante lo
absurdo de sus vidas, sin aspirar a más... Hasta que apareció ella.
Una mujer con una oscura herencia, la única capaz de guiarle hacia
el siguiente pasó y borrar de una vez por todas, su solitaria
eternidad.
Ella era una Sanadora de Almas... y él nunca había estado tan dispuesto a
condenarse por toda la eternidad.
Última edición por Natuu! el Dom 11 Mar 2012, 12:57 am, editado 1 vez
Natuu!
Re: "La Redentora de Almas" (Nick&Tu) Terminada
PRÓLOGO
Las nubes dibujaban extrañas formas sobre el amplio cielo azul, mullidas montañas de algodón blanquecino, paraíso de unos pocos soñadores que se atrevían a alzar los ojos, buscando una vía de escape a una humanidad llena de dolor, sufrimiento y miedos, un mudo consuelo para aquellos que veían pasar la vida bajo aquella eterna cúpula.
Para otros, no era más que un viejo compañero, algo que siempre había estado ahí y que seguiría incluso cuando muchos se hubiesen ido, marcando el cambio de estación, el paso de los años, viendo como una época se desteñía en el olvido dejando paso a una nueva, un continuo ciclo de muerte y resurrección.
Sus labios se estiraron en una irónica sonrisa al tiempo que una fuerte mano de largos dedos frotaba distraídamente el mentón sin afeitar, su pecho se ondulaba suavemente bajo la oscura camisa de algodón al compás de su reposada respiración, era irónico que todavía pudiera hacer algo así, o al menos dar la impresión de hacerlo. Dejando de lado sus vagabundos pensamientos obligó a sus músculos a trabajar, levantando el enorme y cincelado cuerpo masculino al tiempo que su mano abandonaba su barbilla y ascendía unos pocos centímetros hacia el sombrero tejano que había estado cubriéndole el rostro mientras descansaba a la privacidad del amplio tejado de la vieja casa de campo, con un simple golpe de dedos dejó al descubierto unos profundos y viejos ojos cafes en el rostro de un hombre joven.
—Hay cosas que nunca cambian —murmuró en una voz grave, profunda, totalmente masculina en la que se notaba un ligero acento. Su mirada giró hacia la izquierda siguiendo el murmullo de voces y risas que empezaron a oírse junto al ronroneo del motón de los automóviles que empezaban a desfilar ya por el camino de entrada.
Recostándose hacia atrás sobre su brazo izquierdo observó con cierto aire de aburrimiento a los primeros inquilinos de la temporada, una pareja, ella baja, algo regordeta, con un llamativo vestido estampado y un desordenado y rizado pelo negro la cual gesticulaba de manera ansiosa y contundente hacia el hombre que la acompañaba el cual no podía ser más opuesto a ella con esa peculiar parsimonia y lentitud de movimientos otorgados a un cuerpo alto y desgarbado, maltratado por el paso de los años y sin duda por el agotador esfuerzo de lidiar con su mujer, al menos en esta ocasión no llevaba el ridículo peluquín que le había robado el pequeño monito de la Sra. Bell en año pasado. Elena Hernández y su marido, Richard habían vuelto de nuevo a pasar sus vacaciones a la casa.
Los potentes ladridos que salían del segundo coche que acababa de aparcar en un lateral del edificio atrajeron nuevamente su mirada, sus labios eligieron ese instante para estirarse en una hermosa sonrisa, su cara se iluminó en el momento en que vio abrirse la puerta trasera y bajar de ella el escandaloso perro de aguas peludo junto con la adolescente desgarbada que tan bien conocía.
Había visto nacer a esa chiquilla, la había visto crecer y corretear por todos los recovecos de aquella enorme casa y sus jardines, hablando con los árboles, las plantas y sobre todo con él… aunque para ella solo existiese en su imaginación. Jamás pensó que la echaría tanto en falta como cuando empezó a ir a clases y sus abuelos decidieron enviarla a Nueva Orleáns. Había llegado a esperar con ansias el comienzo de la temporada solo para poder verla, ella había sido la única que realmente había creído en él, aunque fuese en su mente infantil.
—Bienvenida a casa, Shady —murmuró él sonriendo al ver a la chica dirigirse a las carreras hacia la puerta principal. Sabía lo que vendría a continuación, un rápido beso a sus abuelos, dejar su mochila tirada en el suelo junto a la cama y una rápida visita al jardín en la parte de atrás, donde lo saludaría como todos los años y le contaría encaramada a la rama de algún árbol sus últimas vivencias lejos de su hogar.
Decidido a acudir a su cita, estiró con pereza sus largas piernas enfundadas en unos gastados jeans para después ponerse en pie. Sus dedos pasaron a través de su ensortijado pelo castaño con reflejos oscuros antes de volver a encasquetarse el sombrero y girar sobre sus talones caminado hacia el otro lado del tejado.
Apenas había dado un par de pasos cuando se detuvo en seco. Una ráfaga de cálido viento con olor a rosas lo envolvió un instante antes de alejarse en dirección al sendero que serpenteaba por la vasta extensión de tierra que conducía directamente hasta el hotel. Apenas un punto en el extenso terreno, pudo distinguir lo que parecía ser un taxi color azul claro que avanzaba poco a poco en aquella dirección.
No sabía cómo explicarlo, algo le decía que en aquel vehículo llegaba algo que cambiaría su mundo por completo… y su eternidad.
—Qué tontería —musitó para sí borrando de su mente aquella absurda idea un instante antes de desvanecerse en el aire.
Para otros, no era más que un viejo compañero, algo que siempre había estado ahí y que seguiría incluso cuando muchos se hubiesen ido, marcando el cambio de estación, el paso de los años, viendo como una época se desteñía en el olvido dejando paso a una nueva, un continuo ciclo de muerte y resurrección.
Sus labios se estiraron en una irónica sonrisa al tiempo que una fuerte mano de largos dedos frotaba distraídamente el mentón sin afeitar, su pecho se ondulaba suavemente bajo la oscura camisa de algodón al compás de su reposada respiración, era irónico que todavía pudiera hacer algo así, o al menos dar la impresión de hacerlo. Dejando de lado sus vagabundos pensamientos obligó a sus músculos a trabajar, levantando el enorme y cincelado cuerpo masculino al tiempo que su mano abandonaba su barbilla y ascendía unos pocos centímetros hacia el sombrero tejano que había estado cubriéndole el rostro mientras descansaba a la privacidad del amplio tejado de la vieja casa de campo, con un simple golpe de dedos dejó al descubierto unos profundos y viejos ojos cafes en el rostro de un hombre joven.
—Hay cosas que nunca cambian —murmuró en una voz grave, profunda, totalmente masculina en la que se notaba un ligero acento. Su mirada giró hacia la izquierda siguiendo el murmullo de voces y risas que empezaron a oírse junto al ronroneo del motón de los automóviles que empezaban a desfilar ya por el camino de entrada.
Recostándose hacia atrás sobre su brazo izquierdo observó con cierto aire de aburrimiento a los primeros inquilinos de la temporada, una pareja, ella baja, algo regordeta, con un llamativo vestido estampado y un desordenado y rizado pelo negro la cual gesticulaba de manera ansiosa y contundente hacia el hombre que la acompañaba el cual no podía ser más opuesto a ella con esa peculiar parsimonia y lentitud de movimientos otorgados a un cuerpo alto y desgarbado, maltratado por el paso de los años y sin duda por el agotador esfuerzo de lidiar con su mujer, al menos en esta ocasión no llevaba el ridículo peluquín que le había robado el pequeño monito de la Sra. Bell en año pasado. Elena Hernández y su marido, Richard habían vuelto de nuevo a pasar sus vacaciones a la casa.
Los potentes ladridos que salían del segundo coche que acababa de aparcar en un lateral del edificio atrajeron nuevamente su mirada, sus labios eligieron ese instante para estirarse en una hermosa sonrisa, su cara se iluminó en el momento en que vio abrirse la puerta trasera y bajar de ella el escandaloso perro de aguas peludo junto con la adolescente desgarbada que tan bien conocía.
Había visto nacer a esa chiquilla, la había visto crecer y corretear por todos los recovecos de aquella enorme casa y sus jardines, hablando con los árboles, las plantas y sobre todo con él… aunque para ella solo existiese en su imaginación. Jamás pensó que la echaría tanto en falta como cuando empezó a ir a clases y sus abuelos decidieron enviarla a Nueva Orleáns. Había llegado a esperar con ansias el comienzo de la temporada solo para poder verla, ella había sido la única que realmente había creído en él, aunque fuese en su mente infantil.
—Bienvenida a casa, Shady —murmuró él sonriendo al ver a la chica dirigirse a las carreras hacia la puerta principal. Sabía lo que vendría a continuación, un rápido beso a sus abuelos, dejar su mochila tirada en el suelo junto a la cama y una rápida visita al jardín en la parte de atrás, donde lo saludaría como todos los años y le contaría encaramada a la rama de algún árbol sus últimas vivencias lejos de su hogar.
Decidido a acudir a su cita, estiró con pereza sus largas piernas enfundadas en unos gastados jeans para después ponerse en pie. Sus dedos pasaron a través de su ensortijado pelo castaño con reflejos oscuros antes de volver a encasquetarse el sombrero y girar sobre sus talones caminado hacia el otro lado del tejado.
Apenas había dado un par de pasos cuando se detuvo en seco. Una ráfaga de cálido viento con olor a rosas lo envolvió un instante antes de alejarse en dirección al sendero que serpenteaba por la vasta extensión de tierra que conducía directamente hasta el hotel. Apenas un punto en el extenso terreno, pudo distinguir lo que parecía ser un taxi color azul claro que avanzaba poco a poco en aquella dirección.
No sabía cómo explicarlo, algo le decía que en aquel vehículo llegaba algo que cambiaría su mundo por completo… y su eternidad.
—Qué tontería —musitó para sí borrando de su mente aquella absurda idea un instante antes de desvanecerse en el aire.
Última edición por Natuu! el Dom 11 Mar 2012, 12:58 am, editado 1 vez
Natuu!
Re: "La Redentora de Almas" (Nick&Tu) Terminada
nueva lectora la nove esta super buena seguilaa porfavor :D
raqel d' Jonas(NJJ<3
Re: "La Redentora de Almas" (Nick&Tu) Terminada
nueva y fiel lectora!! :)
se ve muy interesante
siguelaaaa
se ve muy interesante
siguelaaaa
Angel´S // JB
Re: "La Redentora de Almas" (Nick&Tu) Terminada
CAPÍTULO 1
_______ dejó de escuchar al taxista en el momento en que el coche enfiló por el sendero franqueado a ambos lados por una larga fila de árboles centenarios que entrecruzaban sus ramas formando una espesa cúpula de color marrón, sus ojos violetas brillaban de emoción al observar el colorido otoñal que vestía el paisaje, para luego dejar escapar una pequeña exclamación al ver al final del camino el principio del enorme edificio colonial.
El taxista sonrió observándola por el retrovisor.
—Quita el aliento, ¿no es así?
_______ dejó caer la mirada sobre el hombre antes de volver a mirar por la ventana el magnífico edificio de piedra blanquecina que se alzaba al final del estrecho camino de entrada, dividida en dos plantas y una tercera con buhardilla, guardaba el estilo propio de las grandes mansiones coloniales del sur de los Estados Unidos, sus paredes debían haber visto pasar a lo largo de los siglos lo más cruento de la guerra de aquel estado.
Su corazón empezó a latir más rápido a medida que el automóvil salía de la cúpula de árboles y empezaba a rodear el amplio estanque que dominaba la entrada principal donde ya había algún que otro coche aparcado de los cuales se afanaban a sacar maletas y diversos equipajes.
La enorme casa había sufrido varias restauraciones y ampliaciones debidas al paso del tiempo y a los cambios de propietarios hasta terminar en lo que era en la actualidad, un pequeño hotel rural en medio de la campiña de Luisiana.
El automóvil se detuvo frente a la entrada principal, donde pudo observar un enorme poste de madera blanca en la que colgaba una elaborada placa con el nombre del hotel y una pequeña bienvenida en letras doradas.
—Bienvenida a Los Robles —respondió el conductor echando el freno de mano y dejando el cambio de marchas en punto muerto, para volverse un instante a su pasajera— Veré que le recojan las maletas y la ayuden a llevarlas al interior.
_______ se volvió lentamente al hombre y asintió con un murmullo de gracias antes de volver de nuevo la mirada a la casa.
El taxista sonrió en respuesta antes de bajar del coche y abrirle la puerta trasera para luego continuar hacia el maletero y sacar la maleta y el neceser de viaje de la chica mientras parloteaba sin cesar como había estado haciendo durante todo el trayecto.
—Aire puro, buena comida y agradable compañía —parloteaba el taxista llevando la maleta y el neceser hacia la puerta de atrás donde todavía no se había decidido a salir su pasajera—. Es el lugar ideal para un buen descanso.
Empujando hasta abrir completamente la puerta de atrás del asiento del pasajero, bajó primero su inseparable bastón seguido casi al mismo tiempo por ambas piernas, apoyándose en el bastón y en la puerta abierta se impulsó con cuidado hasta dejar el interior del coche. Dio un par de pasos vacilantes hasta estabilizarse por completo, tenía los músculos agarrotado de pasar tanto tiempo sentada en el avión y ahora confinada en la parte de atrás del automóvil.
El aire frío de la tarde otoñal acarició sus pálidas mejillas, jugueteando con su largo pelo negro y las solapas de su gastado abrigo, había cierto aroma floral bastante agradable que la envolvió casi al mismo tiempo, el sol todavía brillaba con intensidad dotando a todas las cosas un aspecto de salud, vida.
_______ cerró los ojos e inspiró con fuerza, las dudas intentaron volver a asaltarla per no estaba dispuesta a permitirse flaquear, no cuando había llegado tan lejos.
— Bonito, ¿eh? —Sugirió el taxista deteniéndose un segundo a su lado con su maleta en una mano y el neceser en otra al tiempo que miraba el edificio y sus alrededores con cierta muestra de orgullo—. Ya lo verá, cuando lleve aquí un par de días, ya no querrá marcharse.
La chica se limitó a mirar también a su alrededor, extendiendo luego la mano para tomar el neceser al tiempo que preguntaba.
—¿Cuánto le debo?
El hombre señaló el indicador del coche con un gesto de cabeza.
—20,75 $, señorita —Le respondió el taxista antes de levantar ligeramente su maleta e indicarle con la barbilla la entrada del hotel—. Le dejaré la maleta en la recepción, si le parece bien.
_______ asintió al tiempo que se las ingeniaba para hurgar dentro del bolso que llevaba cruzado sobre un hombro para sacar el dinero y pagarle.
—Gracias —aseguró ella sacando un billete de cincuenta del monedero.
El hombre dejó un instante la maleta en el suelo y tomó el billete en una mano mientras rebuscaba en el bolsillo de su camisa por el cambio. Satisfecho, le devolvió a su pasajera un par de billetes y unas monedas.
—Acompáñeme —le sugirió tomando de nuevo su maleta y echando a andar hacia la puerta de entrada.
_______ echó una última mirada a su alrededor y correspondió a los mudos saludos de la gente con la que cruzaba la mirada, poniendo una mano a modo de visera alzó la mirada hacia el edificio blanco que tenía ante ella, su corazón latía apresuradamente, estaba emocionada, deseosa de continuar y al mismo tiempo temerosa de dar el siguiente paso.
—Vamos, _______, ya has llegado hasta aquí —se animó a sí misma. Respiró hondo, volvió la mirada al frente y apoyándose en el bastón cojeó lentamente hacia la puerta de entrada por donde ya se estaba perdiendo el taxista.
La primera sala con la que se encontraba uno al entrar en el hotel había hecho que los gerentes del Palace llorasen, no había lujosas arañas colgando del techo, ni sofás de carísimo cuero donde esperar a una visita o estirados botones y empleados que te mirasen de arriba abajo si no vestías con el glamur que se esperaba en ese tipo de hotel. No era el lujo lo que predominaba aquí, pero había un aire de mundo antiguo, de elegancia que se notaba en las elaboradas molduras que decoraban el alto techo y las columnas de las esquinas, en la enorme y antiquísima escalera de madera de roble en forma de “U” que se extendía hacia el piso superior dominando la parte central de la sala. Muérete de envidia, Scarlet O´Hara, esta escalera le da mil vueltas a la de Lo que el Viento se Llevó.
_______ observaba con detenimiento los diseños de las molduras en el techo, cada uno de los detalles que daban ese aire de película antigua a toda aquella estancia, desde las largas y pesadas cortinas de raso en tonos verde y melocotón que colgaban sujetas por cordones a cada lado de los ventanales, pasando el suave color de las paredes y el antiguo y gastado escudo tallado en piedra que dominaba la parte más alta de la pared central, por encima de la escalera. Había algo plasmado en relieve, parecía la efigie de un águila o algún tipo de pájaro, entrecerró los ojos intentando ver que había en las patas del animal pero estaba demasiado alto como para verlo con claridad.
Su mirada bajó lentamente observando las puertas del corredor al que llevaba la escalera y la entrada situada justo bajo el escudo de piedra que suponía llevaría al piso siguiente. Situado en el centro del recibidor, entre los dos grandes arcos de la escalera se encontraba el mostrador de recepción, el conductor del taxi charlaba animadamente con la mujer situada tras el mostrador, por su manera de expresarse y la sonrisa de ella supuso que serían viejos conocidos. También había una extraña pareja discutiendo por una enorme maleta de cuero marrón, una robusta mujer de oscuro pelo rizo miraba al que debía ser su marido al tiempo que discutía con el adolescente que acababa de coger la maleta y se dirigía hacia el ala derecha de la escalera justo al mismo tiempo que un niño bajaba corriendo por el otro lado de la escalinata seguido de cerca por el que debía ser su hermano mayor. Con un último y breve vistazo a su alrededor comenzó a caminar lentamente hacia el mostrador de recepción.
—Sabe dios que me encantaría hacerlo —respondía en ese momento el hombre con un bajo quejido—, pero todavía tengo trabajo pendiente, quizás para la primavera pueda estar ya a punto —El taxista se volvió entonces hacia su pasajera y le indicó la maleta a sus pies—. Pues yo ya he cumplido mi parte —dijo a modo de despedida, su mirada fue de la recepcionista a la chica—, le dejo aquí su maleta, espero que tenga una agradable estancia en Los Robles. Buenas tardes.
—Gracias —asintió ella con un leve gesto de cabeza a modo de despedida antes de volverse a la mujer, quien le sonrió y procedió a darle la bienvenida.
—Bienvenida a Los Robles —sonrió la chica.
El taxista sonrió observándola por el retrovisor.
—Quita el aliento, ¿no es así?
_______ dejó caer la mirada sobre el hombre antes de volver a mirar por la ventana el magnífico edificio de piedra blanquecina que se alzaba al final del estrecho camino de entrada, dividida en dos plantas y una tercera con buhardilla, guardaba el estilo propio de las grandes mansiones coloniales del sur de los Estados Unidos, sus paredes debían haber visto pasar a lo largo de los siglos lo más cruento de la guerra de aquel estado.
Su corazón empezó a latir más rápido a medida que el automóvil salía de la cúpula de árboles y empezaba a rodear el amplio estanque que dominaba la entrada principal donde ya había algún que otro coche aparcado de los cuales se afanaban a sacar maletas y diversos equipajes.
La enorme casa había sufrido varias restauraciones y ampliaciones debidas al paso del tiempo y a los cambios de propietarios hasta terminar en lo que era en la actualidad, un pequeño hotel rural en medio de la campiña de Luisiana.
El automóvil se detuvo frente a la entrada principal, donde pudo observar un enorme poste de madera blanca en la que colgaba una elaborada placa con el nombre del hotel y una pequeña bienvenida en letras doradas.
—Bienvenida a Los Robles —respondió el conductor echando el freno de mano y dejando el cambio de marchas en punto muerto, para volverse un instante a su pasajera— Veré que le recojan las maletas y la ayuden a llevarlas al interior.
_______ se volvió lentamente al hombre y asintió con un murmullo de gracias antes de volver de nuevo la mirada a la casa.
El taxista sonrió en respuesta antes de bajar del coche y abrirle la puerta trasera para luego continuar hacia el maletero y sacar la maleta y el neceser de viaje de la chica mientras parloteaba sin cesar como había estado haciendo durante todo el trayecto.
—Aire puro, buena comida y agradable compañía —parloteaba el taxista llevando la maleta y el neceser hacia la puerta de atrás donde todavía no se había decidido a salir su pasajera—. Es el lugar ideal para un buen descanso.
Empujando hasta abrir completamente la puerta de atrás del asiento del pasajero, bajó primero su inseparable bastón seguido casi al mismo tiempo por ambas piernas, apoyándose en el bastón y en la puerta abierta se impulsó con cuidado hasta dejar el interior del coche. Dio un par de pasos vacilantes hasta estabilizarse por completo, tenía los músculos agarrotado de pasar tanto tiempo sentada en el avión y ahora confinada en la parte de atrás del automóvil.
El aire frío de la tarde otoñal acarició sus pálidas mejillas, jugueteando con su largo pelo negro y las solapas de su gastado abrigo, había cierto aroma floral bastante agradable que la envolvió casi al mismo tiempo, el sol todavía brillaba con intensidad dotando a todas las cosas un aspecto de salud, vida.
_______ cerró los ojos e inspiró con fuerza, las dudas intentaron volver a asaltarla per no estaba dispuesta a permitirse flaquear, no cuando había llegado tan lejos.
— Bonito, ¿eh? —Sugirió el taxista deteniéndose un segundo a su lado con su maleta en una mano y el neceser en otra al tiempo que miraba el edificio y sus alrededores con cierta muestra de orgullo—. Ya lo verá, cuando lleve aquí un par de días, ya no querrá marcharse.
La chica se limitó a mirar también a su alrededor, extendiendo luego la mano para tomar el neceser al tiempo que preguntaba.
—¿Cuánto le debo?
El hombre señaló el indicador del coche con un gesto de cabeza.
—20,75 $, señorita —Le respondió el taxista antes de levantar ligeramente su maleta e indicarle con la barbilla la entrada del hotel—. Le dejaré la maleta en la recepción, si le parece bien.
_______ asintió al tiempo que se las ingeniaba para hurgar dentro del bolso que llevaba cruzado sobre un hombro para sacar el dinero y pagarle.
—Gracias —aseguró ella sacando un billete de cincuenta del monedero.
El hombre dejó un instante la maleta en el suelo y tomó el billete en una mano mientras rebuscaba en el bolsillo de su camisa por el cambio. Satisfecho, le devolvió a su pasajera un par de billetes y unas monedas.
—Acompáñeme —le sugirió tomando de nuevo su maleta y echando a andar hacia la puerta de entrada.
_______ echó una última mirada a su alrededor y correspondió a los mudos saludos de la gente con la que cruzaba la mirada, poniendo una mano a modo de visera alzó la mirada hacia el edificio blanco que tenía ante ella, su corazón latía apresuradamente, estaba emocionada, deseosa de continuar y al mismo tiempo temerosa de dar el siguiente paso.
—Vamos, _______, ya has llegado hasta aquí —se animó a sí misma. Respiró hondo, volvió la mirada al frente y apoyándose en el bastón cojeó lentamente hacia la puerta de entrada por donde ya se estaba perdiendo el taxista.
La primera sala con la que se encontraba uno al entrar en el hotel había hecho que los gerentes del Palace llorasen, no había lujosas arañas colgando del techo, ni sofás de carísimo cuero donde esperar a una visita o estirados botones y empleados que te mirasen de arriba abajo si no vestías con el glamur que se esperaba en ese tipo de hotel. No era el lujo lo que predominaba aquí, pero había un aire de mundo antiguo, de elegancia que se notaba en las elaboradas molduras que decoraban el alto techo y las columnas de las esquinas, en la enorme y antiquísima escalera de madera de roble en forma de “U” que se extendía hacia el piso superior dominando la parte central de la sala. Muérete de envidia, Scarlet O´Hara, esta escalera le da mil vueltas a la de Lo que el Viento se Llevó.
_______ observaba con detenimiento los diseños de las molduras en el techo, cada uno de los detalles que daban ese aire de película antigua a toda aquella estancia, desde las largas y pesadas cortinas de raso en tonos verde y melocotón que colgaban sujetas por cordones a cada lado de los ventanales, pasando el suave color de las paredes y el antiguo y gastado escudo tallado en piedra que dominaba la parte más alta de la pared central, por encima de la escalera. Había algo plasmado en relieve, parecía la efigie de un águila o algún tipo de pájaro, entrecerró los ojos intentando ver que había en las patas del animal pero estaba demasiado alto como para verlo con claridad.
Su mirada bajó lentamente observando las puertas del corredor al que llevaba la escalera y la entrada situada justo bajo el escudo de piedra que suponía llevaría al piso siguiente. Situado en el centro del recibidor, entre los dos grandes arcos de la escalera se encontraba el mostrador de recepción, el conductor del taxi charlaba animadamente con la mujer situada tras el mostrador, por su manera de expresarse y la sonrisa de ella supuso que serían viejos conocidos. También había una extraña pareja discutiendo por una enorme maleta de cuero marrón, una robusta mujer de oscuro pelo rizo miraba al que debía ser su marido al tiempo que discutía con el adolescente que acababa de coger la maleta y se dirigía hacia el ala derecha de la escalera justo al mismo tiempo que un niño bajaba corriendo por el otro lado de la escalinata seguido de cerca por el que debía ser su hermano mayor. Con un último y breve vistazo a su alrededor comenzó a caminar lentamente hacia el mostrador de recepción.
—Sabe dios que me encantaría hacerlo —respondía en ese momento el hombre con un bajo quejido—, pero todavía tengo trabajo pendiente, quizás para la primavera pueda estar ya a punto —El taxista se volvió entonces hacia su pasajera y le indicó la maleta a sus pies—. Pues yo ya he cumplido mi parte —dijo a modo de despedida, su mirada fue de la recepcionista a la chica—, le dejo aquí su maleta, espero que tenga una agradable estancia en Los Robles. Buenas tardes.
—Gracias —asintió ella con un leve gesto de cabeza a modo de despedida antes de volverse a la mujer, quien le sonrió y procedió a darle la bienvenida.
—Bienvenida a Los Robles —sonrió la chica.
¡Bienvenidas chicas! Gracias por pasarse. Aquí va comenzando la novela, así que puede que un poco aburrido el capitulo, pero en el siguiente ya comenzara todo C:
Natuu♥!!
Última edición por Natuu! el Dom 11 Mar 2012, 12:59 am, editado 1 vez
Natuu!
Re: "La Redentora de Almas" (Nick&Tu) Terminada
Capítulo 1
(Segunda parte)
(Segunda parte)
De cerca era incluso más atractiva de lo que había supuesto _______, no era una belleza, pero había algo en sus amables ojos castaños y en la elegancia del sencillo vestido marrón y crema que la hacía llamativa. Unos rizos de un castaño claro, casi rubio se rizaban sobre sus orejas, enmarcando una cara redonda y adorable.
_______ le devolvió la sonrisa por impulso ya que no era muy dada a esas muestras de afecto, ella era más bien reservada, le costaba relacionarse con la gente y más aún con extraños.
—Buenas tardes —respondió la pequeña morena en voz baja pero firme— Soy _______ Connors, hice una reserva hace ya varios meses.
La recepcionista asintió y se volvió hacia la pantalla del ordenador situado a su derecha, _______ observó como la mujer tecleaba algo en su ordenador y asentía satisfecha antes de volverse hacia ella.
—Sí, _______ Connors y Paul Devereau, habitación…
_______ se puso tensa al oír el nombre.
—Disculpe —la interrumpió _______ posando su mano libre sobre el mostrador—, pero la reserva del Sr. Deveraux la anulé la semana pasada, pedí que me cambiaran mi reserva a una habitación individual.
La recepcionista miró a _______ y volvió a mirar el ordenador, tecleando nuevamente, buscando durante unos segundos.
—Aquí está… —asintió la mujer satisfecha—. Sí, _______ Connors, anulación y cambio de reserva.
_______ dejó escapar el aire que había estado reteniendo casi sin darse cuenta. La recepcionista tecleó un par de veces más y se trasladó hacia el otro lado del mostrador donde sacó una tarjeta plástica y esperó a que saliera el papel que estaba mandando la impresora. Cuando esta hubo terminado colocó el papel ante _______ y le tendió un bolígrafo.
—Si es tan amable de firmarme aquí —pidió la recepcionista.
_______ cogió el bolígrafo que le tendía y garabateó su firma, con una sonrisa la mujer le tendió la llave y le indicó con un gesto la escalera de la izquierda.
—Tercer piso, mano izquierda, la última habitación del corredor —Le respondió la mujer con una sonrisa para luego fijarse en el bastón de _______ y su maleta—. ¿Quiere que le busque a alguien que le ayude a subir la maleta?
_______ negó con la cabeza y cogió la llave mirando el número gravado en la tarjeta.
—No hace falta, gracias —respondió ella metiéndose la llave en el bolsillo del abrigo.
Echando un último vistazo a la entrada principal, la chica se inclinó para coger su maleta, estirando el asa por completo aseguró el pequeño neceser encima con las cinchas de seguridad, por suerte la maleta tenía ruedas y podía llevarse cómodamente de un lado a otro con solo tirar. _______ alzó la mirada a las escaleras que ascendían a su izquierda, quizás se había precipitado a la hora de negar la amable ayuda de la recepcionista, volviendo la mirada hacia el mostrador de recepción vio que la mujer estaba atendiendo ya el teléfono y que había una nueva pareja delante del mostrador. No tenía sentido molestarla, así que dio media vuelta y apoyándose en el bastón cojeó hasta el amplio tramo de escaleras arrastrando la maleta tras de sí.
Los peldaños aparecían parcialmente cubiertos por una estrecha alfombra de color verde musgo que evitaba así el estropeado de la madera por el paso del tiempo y del uso. _______ empujó la maleta hacia el primer peldaño, dejó el bastón un momento y subió la maleta un par de peldaños, todo lo que sus brazos y pequeña estatura le permitían, la subida no prometía ser fácil, pero ella no era de las que se rendía, su mirada paseó discretamente por el recibidor, odiaba ser el centro de atención así como tampoco le gustaba depender de nadie, una vez comprobó que aparentemente nadie se estaba fijando en ella, se desplazó lentamente hacia el lado derecho de la escalera, se metió el bastón bajo el brazo y subió un par de peldaños más arriba de donde había dejado su maleta usando el pasamanos como apoyo. Volcando todo el peso en su pierna sana se inclinó para coger el asa de la maleta y tirar de ella otro par de escalones.
—De acuerdo, puedo hacerlo —murmuró ella para sí y continuó con la misma mecánica, subiendo un par de escalones y tirando después de la maleta.
En un par de minutos llegó al descanso, jadeando por el esfuerzo al tiempo que apoyaba disimuladamente la cadera contra la pared para descansar unos instantes.
Su mirada recorrió el corredor que se extendía ante ella, y la entrada que se abría a su izquierda unos cuantos pasos delante de ella. Con un suspiro de resignación se apoyó nuevamente en el bastón y continuó en aquella dirección.
—Tenía que haber pedido que me dieran una habitación en la primera planta… o al menos hacer las reservas en un hotel con ascensor —suspiró ella arrastrando nuevamente la maleta tras de sí—. Pero no se puede tener todo, ¿no es así?
Se detuvo ante la nueva entrada, ante ella se extendía un amplio corredor con puertas a ambos lados, y al final de este había un amplio ventanal, dando paso a un nuevo tramo que suponía sería otro tramo de escaleras que subiría al piso siguiente. Su mirada volvió a la entrada, echó la cabeza hacia atrás y observó con detenimiento la figura del escudo, desde aquella posición podía ver mejor que era lo que tenía el ave entre sus patas. Entrecerrando los ojos empezó a distinguir lo que parecía ser un bastón…no, una llave, una llave con, ¿Un par de alas?
_______ retrocedió un par de pasos para observar mejor la figura, también había unas letras talladas en la base del escudo, pero ya no eran legibles.
Los ladridos de un perro llamaron su atención, desde la planta baja, un pequeño perro de aguas apareció corriendo desde una de las entradas de la planta baja seguido de cerca por los dos niños que había visto al llegar. Sonriendo, _______ recogió su maleta y se dispuso a continuar por el corredor.
—Los árboles se están quedando sin hojas, pero me gustan los tonos marrones y amarillos con los que se viste el bosque, y las rosas todavía están en flor, me gustaría poner una en mi habitación, ¿Crees que se molestarán, Nicholas?
Nicholas observó cómo Shadow se inclinaba para acariciar los pétalos de una de las rosas del jardín, el rizado pelo castaño oscuro enmarcaba su cara en forma de corazón cayéndole a ambos lados de los hombros al inclinarse, aquellos arbustos de espinas que llenaban una gran parte del jardín trasero de la casa había sido siempre el lugar favorito de la niña, allí la había visto dar sus primeros pasos, dedicarle a sus padres su primera sonrisa, la había escuchado llorar cuando la regañaban y venía a esconderse entre los rosales.
La chica se enderezó, en sus cristalinos ojos cafés una mirada repentinamente triste atrajo inmediatamente la atención de él.
—Hoy solo he venido a despedirme —murmuró la niña alzando la mirada al cielo—, voy a cumplir los dieciséis en unas semanas, me gusta el nuevo instituto, Nueva Orleáns no está tan mal después de todo, incluso he pensado en apuntarme a clases de pintura…—su voz se fue apagando hasta quedar en silencio. Suspirando empezó a recorrer con la mirada los alrededores—. Me hubiese gustado conocerte, Nicholas, y no solo en mi imaginación. Ni siquiera sé si has escuchado cada palabra que he dicho durante todos estos años, ni si quiera sé si me estarás escuchando ahora…
Una luz de dolor atravesó los ojos cafés de Nicholas mientras observaba a su pequeña amiga.
—Sí, Shadow, te he escuchado siempre —respondió, aunque sabía que ella no lo escuchaba.
La chica sonrió como si hubiese escuchado sus palabras o intuyese que estaba allí.
—Solo quería decirte gracias, hayas estado a mi lado todo este tiempo, o te haya hecho parte de mi desbordante imaginación, has sido un gran apoyo para mí, Nick — aseguró ella con solemnidad, utilizando el diminutivo que le había dado de niña—. Desearía poder haberte visto aunque solo fuese una vez. Algo me dice que eres real, que están ahora mismo aquí, escuchando mis palabras… pero ya es hora de crecer y dejar atrás los cuentos de hadas.
Nicholas sintió que realmente se le encogía el corazón, sabía que tarde o temprano iba a llegar este momento, le sorprendía incluso que hubiese durado tanto.
—Ojalá que algún día, encuentres el camino, Nicholas. No quiero que estés más tiempo solo —murmuró ella cerrando los ojos y alzando la mirada hacia el tibio sol de la tarde. Una solitaria lágrima se deslizó por su mejilla justo en el momento en que dio media vuelta y comenzó a caminar hacia la casa.
Nicholas no dijo nada, simplemente se quedó allí viendo cómo se alejaba la niña que había sido su solaz durante los últimos años, y que había alejado en algo su eterna soledad.
—Adiós, Shadow y gracias.
Shadow se detuvo y volvió la mirada hacia atrás, como si buscara algo, en su rostro se dibujó una triste sonrisa y negó con la cabeza.
—Adiós, fantasma —musitó la chica a modo de despedida.
_______ le devolvió la sonrisa por impulso ya que no era muy dada a esas muestras de afecto, ella era más bien reservada, le costaba relacionarse con la gente y más aún con extraños.
—Buenas tardes —respondió la pequeña morena en voz baja pero firme— Soy _______ Connors, hice una reserva hace ya varios meses.
La recepcionista asintió y se volvió hacia la pantalla del ordenador situado a su derecha, _______ observó como la mujer tecleaba algo en su ordenador y asentía satisfecha antes de volverse hacia ella.
—Sí, _______ Connors y Paul Devereau, habitación…
_______ se puso tensa al oír el nombre.
—Disculpe —la interrumpió _______ posando su mano libre sobre el mostrador—, pero la reserva del Sr. Deveraux la anulé la semana pasada, pedí que me cambiaran mi reserva a una habitación individual.
La recepcionista miró a _______ y volvió a mirar el ordenador, tecleando nuevamente, buscando durante unos segundos.
—Aquí está… —asintió la mujer satisfecha—. Sí, _______ Connors, anulación y cambio de reserva.
_______ dejó escapar el aire que había estado reteniendo casi sin darse cuenta. La recepcionista tecleó un par de veces más y se trasladó hacia el otro lado del mostrador donde sacó una tarjeta plástica y esperó a que saliera el papel que estaba mandando la impresora. Cuando esta hubo terminado colocó el papel ante _______ y le tendió un bolígrafo.
—Si es tan amable de firmarme aquí —pidió la recepcionista.
_______ cogió el bolígrafo que le tendía y garabateó su firma, con una sonrisa la mujer le tendió la llave y le indicó con un gesto la escalera de la izquierda.
—Tercer piso, mano izquierda, la última habitación del corredor —Le respondió la mujer con una sonrisa para luego fijarse en el bastón de _______ y su maleta—. ¿Quiere que le busque a alguien que le ayude a subir la maleta?
_______ negó con la cabeza y cogió la llave mirando el número gravado en la tarjeta.
—No hace falta, gracias —respondió ella metiéndose la llave en el bolsillo del abrigo.
Echando un último vistazo a la entrada principal, la chica se inclinó para coger su maleta, estirando el asa por completo aseguró el pequeño neceser encima con las cinchas de seguridad, por suerte la maleta tenía ruedas y podía llevarse cómodamente de un lado a otro con solo tirar. _______ alzó la mirada a las escaleras que ascendían a su izquierda, quizás se había precipitado a la hora de negar la amable ayuda de la recepcionista, volviendo la mirada hacia el mostrador de recepción vio que la mujer estaba atendiendo ya el teléfono y que había una nueva pareja delante del mostrador. No tenía sentido molestarla, así que dio media vuelta y apoyándose en el bastón cojeó hasta el amplio tramo de escaleras arrastrando la maleta tras de sí.
Los peldaños aparecían parcialmente cubiertos por una estrecha alfombra de color verde musgo que evitaba así el estropeado de la madera por el paso del tiempo y del uso. _______ empujó la maleta hacia el primer peldaño, dejó el bastón un momento y subió la maleta un par de peldaños, todo lo que sus brazos y pequeña estatura le permitían, la subida no prometía ser fácil, pero ella no era de las que se rendía, su mirada paseó discretamente por el recibidor, odiaba ser el centro de atención así como tampoco le gustaba depender de nadie, una vez comprobó que aparentemente nadie se estaba fijando en ella, se desplazó lentamente hacia el lado derecho de la escalera, se metió el bastón bajo el brazo y subió un par de peldaños más arriba de donde había dejado su maleta usando el pasamanos como apoyo. Volcando todo el peso en su pierna sana se inclinó para coger el asa de la maleta y tirar de ella otro par de escalones.
—De acuerdo, puedo hacerlo —murmuró ella para sí y continuó con la misma mecánica, subiendo un par de escalones y tirando después de la maleta.
En un par de minutos llegó al descanso, jadeando por el esfuerzo al tiempo que apoyaba disimuladamente la cadera contra la pared para descansar unos instantes.
Su mirada recorrió el corredor que se extendía ante ella, y la entrada que se abría a su izquierda unos cuantos pasos delante de ella. Con un suspiro de resignación se apoyó nuevamente en el bastón y continuó en aquella dirección.
—Tenía que haber pedido que me dieran una habitación en la primera planta… o al menos hacer las reservas en un hotel con ascensor —suspiró ella arrastrando nuevamente la maleta tras de sí—. Pero no se puede tener todo, ¿no es así?
Se detuvo ante la nueva entrada, ante ella se extendía un amplio corredor con puertas a ambos lados, y al final de este había un amplio ventanal, dando paso a un nuevo tramo que suponía sería otro tramo de escaleras que subiría al piso siguiente. Su mirada volvió a la entrada, echó la cabeza hacia atrás y observó con detenimiento la figura del escudo, desde aquella posición podía ver mejor que era lo que tenía el ave entre sus patas. Entrecerrando los ojos empezó a distinguir lo que parecía ser un bastón…no, una llave, una llave con, ¿Un par de alas?
_______ retrocedió un par de pasos para observar mejor la figura, también había unas letras talladas en la base del escudo, pero ya no eran legibles.
Los ladridos de un perro llamaron su atención, desde la planta baja, un pequeño perro de aguas apareció corriendo desde una de las entradas de la planta baja seguido de cerca por los dos niños que había visto al llegar. Sonriendo, _______ recogió su maleta y se dispuso a continuar por el corredor.
—Los árboles se están quedando sin hojas, pero me gustan los tonos marrones y amarillos con los que se viste el bosque, y las rosas todavía están en flor, me gustaría poner una en mi habitación, ¿Crees que se molestarán, Nicholas?
Nicholas observó cómo Shadow se inclinaba para acariciar los pétalos de una de las rosas del jardín, el rizado pelo castaño oscuro enmarcaba su cara en forma de corazón cayéndole a ambos lados de los hombros al inclinarse, aquellos arbustos de espinas que llenaban una gran parte del jardín trasero de la casa había sido siempre el lugar favorito de la niña, allí la había visto dar sus primeros pasos, dedicarle a sus padres su primera sonrisa, la había escuchado llorar cuando la regañaban y venía a esconderse entre los rosales.
La chica se enderezó, en sus cristalinos ojos cafés una mirada repentinamente triste atrajo inmediatamente la atención de él.
—Hoy solo he venido a despedirme —murmuró la niña alzando la mirada al cielo—, voy a cumplir los dieciséis en unas semanas, me gusta el nuevo instituto, Nueva Orleáns no está tan mal después de todo, incluso he pensado en apuntarme a clases de pintura…—su voz se fue apagando hasta quedar en silencio. Suspirando empezó a recorrer con la mirada los alrededores—. Me hubiese gustado conocerte, Nicholas, y no solo en mi imaginación. Ni siquiera sé si has escuchado cada palabra que he dicho durante todos estos años, ni si quiera sé si me estarás escuchando ahora…
Una luz de dolor atravesó los ojos cafés de Nicholas mientras observaba a su pequeña amiga.
—Sí, Shadow, te he escuchado siempre —respondió, aunque sabía que ella no lo escuchaba.
La chica sonrió como si hubiese escuchado sus palabras o intuyese que estaba allí.
—Solo quería decirte gracias, hayas estado a mi lado todo este tiempo, o te haya hecho parte de mi desbordante imaginación, has sido un gran apoyo para mí, Nick — aseguró ella con solemnidad, utilizando el diminutivo que le había dado de niña—. Desearía poder haberte visto aunque solo fuese una vez. Algo me dice que eres real, que están ahora mismo aquí, escuchando mis palabras… pero ya es hora de crecer y dejar atrás los cuentos de hadas.
Nicholas sintió que realmente se le encogía el corazón, sabía que tarde o temprano iba a llegar este momento, le sorprendía incluso que hubiese durado tanto.
—Ojalá que algún día, encuentres el camino, Nicholas. No quiero que estés más tiempo solo —murmuró ella cerrando los ojos y alzando la mirada hacia el tibio sol de la tarde. Una solitaria lágrima se deslizó por su mejilla justo en el momento en que dio media vuelta y comenzó a caminar hacia la casa.
Nicholas no dijo nada, simplemente se quedó allí viendo cómo se alejaba la niña que había sido su solaz durante los últimos años, y que había alejado en algo su eterna soledad.
—Adiós, Shadow y gracias.
Shadow se detuvo y volvió la mirada hacia atrás, como si buscara algo, en su rostro se dibujó una triste sonrisa y negó con la cabeza.
—Adiós, fantasma —musitó la chica a modo de despedida.
Natuu!!
Última edición por Natuu! el Dom 11 Mar 2012, 12:59 am, editado 1 vez
Natuu!
Re: "La Redentora de Almas" (Nick&Tu) Terminada
CAPÍTULO 2
La casa estaba empezando a llenarse rápidamente de huéspedes, no es que fueran una gran cantidad de personas y casi siempre eran los mismos matrimonios y familias las que venían a pasar sus vacaciones al “hotel”. Nicholas miró las paredes ahora decoradas con estúpidos cuadros de florecillas, las lámparas que intentaban simular las de otra época las cuales no servían de otra cosa que de adorno, sus ojos cafes se alzaron a los detectores de humo que se distribuían a lo largo de los pasillos y suspiró. Alguna vez aquella había sido su casa, en aquel mismo piso había estado situada su habitación, de hecho todavía lo estaba, si es que podía reconocer en algo la decoración y los arreglos que habían hecho en ella, una de las buhardillas del tercer piso.
—Es absurdo preocuparse por esas cosas —se recordó a sí mismo, la comisura de sus labios se estiró con ironía—, pero que fue sino la preocupación, lo que te llevó a dónde estás ahora, viejo.
Chasqueando la lengua dio media vuelta y se dirigió hacia el otro lado del pasillo, pasando ante la entrada de las escaleras que llevaban a las tres únicas habitaciones que dominaban aquella parte de la casa.
Nicholas se detuvo en seco y volvió sobre sus pasos quedándose parado ante el umbral de la escalera, se echó ligeramente el sombrero hacia atrás para poder ver con detenimiento aquel insólito espectáculo.
Una mujer menuda, con un bonito pelo negro que caía en bucles sobre sus hombros, enfundada en un gastado abrigo de lana marrón, se afanaba por mantener el equilibrio sobre una pierna, apoyando el trasero contra la pared mientras tiraba con ahínco de una pequeña maleta roja. Un par de peldaños por encima de ella había otra maleta mucho más pequeña y un bastón de oscura madera.
Asentando el sombrero sobre su cabeza, se quedó absorto mirando a la nueva inquilina, si de algo estaba seguro es que esa chica era nueva por esos lares, pues de haberla visto antes, lo recordaría.
—Y tú de dónde habrás salido, ¿eh, pequeñita? —murmuró Nicholas ladeando ligeramente la cabeza al verla alzar la maleta un peldaño por encima de donde se encontraba ella.
_______ masculló con cansancio mientras apartaba de un manotazo un rebelde mechón de pelo que le caía delante de los ojos, subir aquella dichosa maleta le estaba costando la vida y un poco más. Haciendo tiempo para recuperar el aliento y poder continuar el ascenso, empezó a recorrer las escaleras contando los peldaños con la mirada, dos peldaños más allá de donde se encontraba ella, estaba su neceser y bastón y desde ahí la escalera ascendía dos, cuatro...
Un pequeño grito escapó de su garganta un segundo antes de que la chica se llevase las manos a la boca totalmente avergonzada.
—¡Maldición! —Masculló ella con las manos todavía tapándose la boca, _______ bajó lentamente las manos, mirando avergonzada al extraño—. Me ha dado un susto de muerte.
Nicholas se olvidó de reaccionar, el pequeño gritito de la mujer lo había sorprendido pero no era nada comparado a darse cuenta de que había gritado cuando levantó la mirada y lo vio allí de pie en la cima de las escaleras. Se había girado intentando averiguar que había causado la alteración de la hembra cuando se encontró el pasillo totalmente vacío y había escuchado la réplica de la pequeña morena.
—Es imposible —respondió Nicholas más para sí mismo que para ella.
La chica alzó una oscura ceja como si cuestionase su buen juicio.
—¿Imposible? Quédese ahí quieto y añada la luz de una linterna a su cara y verá que efecto causa —murmuró _______ para sí misma.
Nicholas imitó su gesto como si la hubiese oído.
—Lo siento —respondió Nicholas con una voz profunda, matizada con un extraño acento, mirando a la chica como si le resultase extraño estar ante una mujer—. No pretendía asustarte.
_______ se limitó a asentir con la cabeza, había gritado al ver unas botas seguidas por unas largas piernas, ni siquiera se había detenido a comprobar el resto de la persona a la que pertenecían y se alegraba de ello, o su grito habría sido totalmente distinto.
Aquel individuo era enorme, enorme en todos los sentidos, debía rondar tranquilamente el metro noventa, sus largas piernas estaban enfundadas en unos desteñidos vaqueros que se ceñían a sus muslos abrazando unas estrechas caderas y delgada cintura, sus músculos se ondulaban bajo la camisa blanca con cada movimiento que hacía, vientre plano, un amplio pecho y fuertes hombros, los músculos de sus brazos asomaban henchidos bajo las mangas remangadas de la camisa. Aquel hombre era puro músculo.
_______ tragó con dificultad, tanta testosterona en el ambiente no podía ser buena para ninguna mujer.
Una ligera sombra de barba oscurecía su mentón, sus labios permanecían cerrados sin expresión ninguna, llenos, masculinos, de los que seguro podían enseñar una cosa o dos a alguien como ella.
¿Qué diablos pasa contigo, _______? Ella no era de las que caía babeando a los pies de ningún hombre, y menos con un completo desconocido pero con este, bueno, pronto necesitaría un babero.
Finalmente alcanzó a ver sus ojos bajo el ala del sombrero tejano que llevaba, bordeados de espesas pestañas, aquellos ojos de un café brillante y ligeramente oscuro la miraban con una ceja arqueada.
Te han pillado, pequeña lujuriosa. O cállate ya estúpida conciencia. _______ se sonrojó y empezó a esquivar su mirada concentrándose nuevamente en la maleta.
—¿Aceptarías ayuda? —la sorprendió de nuevo aquella cadenciosa voz.
Nicholas había empezado a descender las escaleras muy lentamente como si quisiera evitar que ella se asustase y saliese huyendo, todavía no podía creer que ella lo viese, no solo eso, que le escuchase, que hablase con él, en todo el tiempo que llevaba allí jamás le había ocurrido nada parecido. Estaba acostumbrado a que la gente pasase ante él sin saber que estaba allí, hablarles y que no le respondieran, solo Shadow había hablado con él, pero ni siquiera eso había sido una verdadera conversación.
Ella era real, su imaginación no le estaba jugando malas pasadas, ella estaba realmente allí, lo había estado mirando embelesada, aquello era asombroso y aterrador.
Agachándose recogió el neceser y el bastón de madera, la eternidad le había dado tiempo más que suficiente para dominar ciertos aspectos de su nuevo estado, con un ligero movimiento de muñeca se los tendió, ella vaciló un instante antes de estirar una diminuta mano hacia él y tomar ambas cosas.
—Gracias —asintió ella apoyándose nuevamente en la pared para estabilizarse y pasar el neceser de una mano a otra—. Con que me deje la maleta en el pasillo me daré más que por satisfecha.
Nicholas solo asintió y cogió la maleta más grande subiéndola sin esfuerzo, su mirada se detuvo nuevamente en la muchachita, con su pequeña estatura y ese aire de fragilidad no parecía más que una niña, había que mirarla a los ojos para darse cuenta de la experiencia que se reflejaba en ellos. Subió delante de ella hasta entrar de nuevo en el pasillo dejando la maleta a sus pies, ella subía lentamente, usando el bastón de apoyo y apoyando la mano que portaba el neceser contra la pared, su rostro llegó a arrugarse en un par de ocasiones como si la aquejase un repentino y fugar dolor.
_______ subió el último peldaño con un suspiro de alivio y se volvió a mirar nuevamente el tramo de escaleras, si tenía que subir y bajar a menudo todas esas escaleras, tendría que pedir que le cambiasen la habitación, o le construyesen un ascensor.
—¿Por qué no pediste que te dieran una habitación en el primer piso? —la pregunta abandonó los labios de Nicholas antes de que pudiese contenerse. Estaba tan acostumbrado a hablar y que no se le escuchase, que se sorprendió cuando la chica se giró hacia él.
_______ tuvo que levantar la mirada para verle, era realmente un gigante, con su metro sesenta y siete ella apenas le llegaba a los hombros.
—La verdad es que no se me ocurrió —respondió ella sorprendiéndose de lo fácil que le resultaba hablar con aquel completo desconocido. Tendiendo la mano hacia la maleta, le dedicó una tímida sonrisa a modo de agradecimiento—. Muchas gracias por esto.
Nicholas asintió con la cabeza a modo de respuesta mientras veía como la chica sacaba la llave del bolsillo, miraba el número en la tarjeta y se alejaba cojeando hacia el final del corredor.
Una repentina sonrisa empezó a extenderse por los labios del hombre cuando vio a la chica abrir la puerta de la habitación situada al final del pasillo.
—No tengo la menor idea de quién eres, pequeñita, pero has conseguido que esta nueva temporada en el hotel se presente interesante.
Con una ligera inclinación de cabeza hacia la puerta cerrada, Nicholas dio media vuelta y desanduvo sus pasos hasta desvanecerse a mitad de camino.
—Es absurdo preocuparse por esas cosas —se recordó a sí mismo, la comisura de sus labios se estiró con ironía—, pero que fue sino la preocupación, lo que te llevó a dónde estás ahora, viejo.
Chasqueando la lengua dio media vuelta y se dirigió hacia el otro lado del pasillo, pasando ante la entrada de las escaleras que llevaban a las tres únicas habitaciones que dominaban aquella parte de la casa.
Nicholas se detuvo en seco y volvió sobre sus pasos quedándose parado ante el umbral de la escalera, se echó ligeramente el sombrero hacia atrás para poder ver con detenimiento aquel insólito espectáculo.
Una mujer menuda, con un bonito pelo negro que caía en bucles sobre sus hombros, enfundada en un gastado abrigo de lana marrón, se afanaba por mantener el equilibrio sobre una pierna, apoyando el trasero contra la pared mientras tiraba con ahínco de una pequeña maleta roja. Un par de peldaños por encima de ella había otra maleta mucho más pequeña y un bastón de oscura madera.
Asentando el sombrero sobre su cabeza, se quedó absorto mirando a la nueva inquilina, si de algo estaba seguro es que esa chica era nueva por esos lares, pues de haberla visto antes, lo recordaría.
—Y tú de dónde habrás salido, ¿eh, pequeñita? —murmuró Nicholas ladeando ligeramente la cabeza al verla alzar la maleta un peldaño por encima de donde se encontraba ella.
_______ masculló con cansancio mientras apartaba de un manotazo un rebelde mechón de pelo que le caía delante de los ojos, subir aquella dichosa maleta le estaba costando la vida y un poco más. Haciendo tiempo para recuperar el aliento y poder continuar el ascenso, empezó a recorrer las escaleras contando los peldaños con la mirada, dos peldaños más allá de donde se encontraba ella, estaba su neceser y bastón y desde ahí la escalera ascendía dos, cuatro...
Un pequeño grito escapó de su garganta un segundo antes de que la chica se llevase las manos a la boca totalmente avergonzada.
—¡Maldición! —Masculló ella con las manos todavía tapándose la boca, _______ bajó lentamente las manos, mirando avergonzada al extraño—. Me ha dado un susto de muerte.
Nicholas se olvidó de reaccionar, el pequeño gritito de la mujer lo había sorprendido pero no era nada comparado a darse cuenta de que había gritado cuando levantó la mirada y lo vio allí de pie en la cima de las escaleras. Se había girado intentando averiguar que había causado la alteración de la hembra cuando se encontró el pasillo totalmente vacío y había escuchado la réplica de la pequeña morena.
—Es imposible —respondió Nicholas más para sí mismo que para ella.
La chica alzó una oscura ceja como si cuestionase su buen juicio.
—¿Imposible? Quédese ahí quieto y añada la luz de una linterna a su cara y verá que efecto causa —murmuró _______ para sí misma.
Nicholas imitó su gesto como si la hubiese oído.
—Lo siento —respondió Nicholas con una voz profunda, matizada con un extraño acento, mirando a la chica como si le resultase extraño estar ante una mujer—. No pretendía asustarte.
_______ se limitó a asentir con la cabeza, había gritado al ver unas botas seguidas por unas largas piernas, ni siquiera se había detenido a comprobar el resto de la persona a la que pertenecían y se alegraba de ello, o su grito habría sido totalmente distinto.
Aquel individuo era enorme, enorme en todos los sentidos, debía rondar tranquilamente el metro noventa, sus largas piernas estaban enfundadas en unos desteñidos vaqueros que se ceñían a sus muslos abrazando unas estrechas caderas y delgada cintura, sus músculos se ondulaban bajo la camisa blanca con cada movimiento que hacía, vientre plano, un amplio pecho y fuertes hombros, los músculos de sus brazos asomaban henchidos bajo las mangas remangadas de la camisa. Aquel hombre era puro músculo.
_______ tragó con dificultad, tanta testosterona en el ambiente no podía ser buena para ninguna mujer.
Una ligera sombra de barba oscurecía su mentón, sus labios permanecían cerrados sin expresión ninguna, llenos, masculinos, de los que seguro podían enseñar una cosa o dos a alguien como ella.
¿Qué diablos pasa contigo, _______? Ella no era de las que caía babeando a los pies de ningún hombre, y menos con un completo desconocido pero con este, bueno, pronto necesitaría un babero.
Finalmente alcanzó a ver sus ojos bajo el ala del sombrero tejano que llevaba, bordeados de espesas pestañas, aquellos ojos de un café brillante y ligeramente oscuro la miraban con una ceja arqueada.
Te han pillado, pequeña lujuriosa. O cállate ya estúpida conciencia. _______ se sonrojó y empezó a esquivar su mirada concentrándose nuevamente en la maleta.
—¿Aceptarías ayuda? —la sorprendió de nuevo aquella cadenciosa voz.
Nicholas había empezado a descender las escaleras muy lentamente como si quisiera evitar que ella se asustase y saliese huyendo, todavía no podía creer que ella lo viese, no solo eso, que le escuchase, que hablase con él, en todo el tiempo que llevaba allí jamás le había ocurrido nada parecido. Estaba acostumbrado a que la gente pasase ante él sin saber que estaba allí, hablarles y que no le respondieran, solo Shadow había hablado con él, pero ni siquiera eso había sido una verdadera conversación.
Ella era real, su imaginación no le estaba jugando malas pasadas, ella estaba realmente allí, lo había estado mirando embelesada, aquello era asombroso y aterrador.
Agachándose recogió el neceser y el bastón de madera, la eternidad le había dado tiempo más que suficiente para dominar ciertos aspectos de su nuevo estado, con un ligero movimiento de muñeca se los tendió, ella vaciló un instante antes de estirar una diminuta mano hacia él y tomar ambas cosas.
—Gracias —asintió ella apoyándose nuevamente en la pared para estabilizarse y pasar el neceser de una mano a otra—. Con que me deje la maleta en el pasillo me daré más que por satisfecha.
Nicholas solo asintió y cogió la maleta más grande subiéndola sin esfuerzo, su mirada se detuvo nuevamente en la muchachita, con su pequeña estatura y ese aire de fragilidad no parecía más que una niña, había que mirarla a los ojos para darse cuenta de la experiencia que se reflejaba en ellos. Subió delante de ella hasta entrar de nuevo en el pasillo dejando la maleta a sus pies, ella subía lentamente, usando el bastón de apoyo y apoyando la mano que portaba el neceser contra la pared, su rostro llegó a arrugarse en un par de ocasiones como si la aquejase un repentino y fugar dolor.
_______ subió el último peldaño con un suspiro de alivio y se volvió a mirar nuevamente el tramo de escaleras, si tenía que subir y bajar a menudo todas esas escaleras, tendría que pedir que le cambiasen la habitación, o le construyesen un ascensor.
—¿Por qué no pediste que te dieran una habitación en el primer piso? —la pregunta abandonó los labios de Nicholas antes de que pudiese contenerse. Estaba tan acostumbrado a hablar y que no se le escuchase, que se sorprendió cuando la chica se giró hacia él.
_______ tuvo que levantar la mirada para verle, era realmente un gigante, con su metro sesenta y siete ella apenas le llegaba a los hombros.
—La verdad es que no se me ocurrió —respondió ella sorprendiéndose de lo fácil que le resultaba hablar con aquel completo desconocido. Tendiendo la mano hacia la maleta, le dedicó una tímida sonrisa a modo de agradecimiento—. Muchas gracias por esto.
Nicholas asintió con la cabeza a modo de respuesta mientras veía como la chica sacaba la llave del bolsillo, miraba el número en la tarjeta y se alejaba cojeando hacia el final del corredor.
Una repentina sonrisa empezó a extenderse por los labios del hombre cuando vio a la chica abrir la puerta de la habitación situada al final del pasillo.
—No tengo la menor idea de quién eres, pequeñita, pero has conseguido que esta nueva temporada en el hotel se presente interesante.
Con una ligera inclinación de cabeza hacia la puerta cerrada, Nicholas dio media vuelta y desanduvo sus pasos hasta desvanecerse a mitad de camino.
Espero que les guste, es su regalito de navidad
Natuuu!!
Última edición por Natuu! el Dom 11 Mar 2012, 1:00 am, editado 1 vez
Natuu!
Re: "La Redentora de Almas" (Nick&Tu) Terminada
Gracias!! Nueva lectora! Me encantaaa
Seguila! ^^
Seguila! ^^
DrippyJoBrosBTR
Re: "La Redentora de Almas" (Nick&Tu) Terminada
Capítulo 2
(Segunda parte)
(Segunda parte)
Olvidadas las maletas a un lado de la cama, _______ cojeó hasta la ventana, separó las cortinas de golpe y se inclinó para abrir las dos hojas de la ventana permitiendo que la luz natural inundara la habitación. Aspiró el fresco aire de la tarde, la brisa se elevaba trayendo consigo cierto olor a rosas, el cielo continuaba despejado y el campo se extendía ante sus ojos, cubierto de tonos marrones y amarillos propios de la época.
Se giró lentamente, apoyando la cadera contra el alfeizar de la ventana, sus manos alcanzaron la tira del bolso que llevaba cruzado y maniobró para sacárselo lanzándolo después a los pies de la cama donde aterrizó junto al neceser y el bastón que había abandonado allí.
Su mirada recorrió lentamente la pequeña habitación, las paredes de un suave verde, muebles rústicos de madera que parecían sacados de alguna tienda de antigüedades, apenas un par de cuadros de escenas campestres adornaban el cabezal de la cama, todo era impersonal, pulcramente limpio y al mismo tiempo el edredón tejido a mano de la cama, y la vieja mecedora que permanecía olvidada en un rincón le daban el toque hogareño. Esbozando una sonrisa se separó de la ventana y caminó hacia la puerta entreabierta a su derecha, pegada al pequeño cajonero sobre el que reposaba una moderna televisión.
El espejo de encima del lavabo reflejó la mueca que hizo ella al ver su aspecto, tenía el pelo ligeramente enmarañado y unos rojos coloretes en las mejillas debidos al esfuerzo de subir las escaleras. _______ se apoyó en el lavabo con una mano mientras la otra intentaba poner un poco de orden en su pelo. Sus ojos recorrieron a continuación el resto del aseo, pegado al lavabo había un pequeño armario de madera donde suponía guardarían las toallas, en la cesta de mimbre que descansaba sobre él había un pequeño surtido de sales y jabones y muestras de otros productos. El wc estaba situado al otro lado, casi oculto tras la puerta. Pero fue la bañera, que dominaba toda la pared del fondo la que dibujó una amplia sonrisa en los labios de la chica, la idea de sumergirse en el agua caliente que calmaría sus doloridos músculos era lo que más le apetecía.
—No te lo pienses dos veces, _______, lo quieres…oh, sí… lo quieres —se animó imaginándose ya sumergida en una bañera de espuma.
Lentamente se acercó a la bañera y comprobó el sistema de agua caliente, un brillo de placer se extendió por sus labios cuando el agua empezó a salir por la boquilla y poco a poco empezó a calentarse, elevando un ligero vapor bajo el ruidoso correr del agua. Remangándose, taponó la bañera.
—Perfecto —asintió satisfecha levantándose lentamente.
Una mueca de dolor arrugó su cara, _______ jadeó enderezándose, conteniendo el aire unos segundos antes de expulsarlo suavemente. La rodilla había empezado a darle calambres.
Con una anhelante mirada hacia la bañera que empezaba a llenarse se apoyó en la pared de azulejos y cojeó de nuevo hasta la habitación. Sus pequeñas manos ascendieron a los botones de su abrigo y los liberaron uno a uno hasta poder dejarlo caer suavemente deslizándose de sus hombros para doblarlo y depositarlo a un lado de la cama. Alcanzando el pequeño maletín neceser descorrió la cremallera, haciendo la tapa a un lado y empezó a sacar cosas de su interior.
Sus manos se paralizaron sobre la suave bufanda de seda color canela que apareció bajo el estuche de sus cosméticos, lentamente sus dedos se curvaron alrededor de la tela sacándola del maletín como si fuese una venenosa serpiente de cascabel, aquel había sido su regalo de las pasadas navidades.
—Nunca más —susurró ella levantándose con la bufanda en las manos rodeando la cama hasta llegar a la ventana.
La tela se desplegó envuelta por la repentina ráfaga de viento que arrancó la prenda de sus dedos, elevándola y haciéndola girar mientras se alejaba llevada por el viento como si fuese una cometa. Con sus ojos violeta nublados por lágrimas no derramadas, los labios apretados en una firme línea, _______ arrancó del maletín un par de prendas y entró en el cuarto de baño empujando la puerta hasta cerrarla de golpe.
Como si pudiera dejar el pasado también fuera.
El agua se escurría entre sus dedos dejando la espuma en el hueco de sus palmas, el vapor inundaba la estancia humedeciendo los azulejos de las paredes y empañando el cristal de la pequeña ventana sobre su cabeza. Suspiró, hacía tiempo que no disfrutaba de un baño de esas características, acostumbrada a la rápida vida de la ciudad nunca tenía tiempo de darse nada más que una ducha, a parte que su pequeño apartamento en Rhode Island parecía una caja de cerillas en comparación con este cuarto de baño. Suspirando se sumergió hasta apoyar la nuca en la toalla que le hacía la función de reposacabezas, sus dedos se habían arrugado con el agua pero no le importaba, la verdad había muchas cosas que habían dejado de importarle en las últimas semanas.
—Es culpa tuya, _______, si no fueses tan… tan tú no habría tenido la necesidad de buscarse a nadie más —las últimas palabras de su hermana todavía estaban frescas en su memoria.
_______ se llevó una mano húmeda a la cara, no podía llorar, no podía dejar salir las lágrimas o ellos habrían ganado. Ladeó ligeramente la cabeza y cerró los ojos, le era imposible no pensar en los acontecimientos de las pasadas semanas, en unos cuantos días se había ido al traste muchas cosas.
—Había pensado en darte los prendedores en forma de orquídea que llevé en mi boda, y que llevó tu abuela antes que yo —le había dicho su madre mientras retiraba el asado del horno y lo dejaba sobre la repisa de la cocina—. Han permanecido en la familia desde hace generaciones, ya sé que la juventud de ahora son más modernos, tienen otros conceptos, pero…
—No los necesitaré, mamá —había respondido _______ de pie, en el umbral de la cocina, sin saber realmente si entrar o salir.
Eileen traslado su mirada violeta del asado que estaba controlando a su hija, de pie en el umbral como un fantasma. Su redondeado rostro se frunció con preocupación al ver el aspecto de su hija, el pelo negro revuelto, las horquillas casi colgándole de un par de mechones, sus mejillas rojas y los ojos brillantes de lágrimas no derramadas.
La mujer se quitó las manoplas de las manos con intención de ir al encuentro de su hija, pero la expresión de esta la detuvo. Sus ojos llameaban, había rabia contenida en ellos.
—No habrá boda —concluyó ella antes de dar media vuelta y desaparecer por el pasillo en dirección a su habitación.
_______ hizo un recuento mental a todas las preguntas formuladas en los días posteriores a aquello, la decepción en el rostro de su familia, el reproche en la cara de sus amigos o quizás solo fuesen conocidos como demostraron después. La loca de _______, la chalada que veía cosas que nadie más veía, la estúpida que había dejado que un hombre fabuloso se le escapara de las manos. Pobre _______, pobre niña tonta.
Suspiró y se sentó doblando la rodilla sana al tiempo que la rodeaba con los brazos y apoyaba la cabeza en ellos, la espuma resbalaba por su cuerpo desnudo hasta detenerse sobre el agua, formando una cortina de burbujas a su alrededor. Los recuerdos empezaban a despertar con desgarradora claridad.
—¿Qué diablos está mal contigo, _______? —aquellas habían sido las primeras palabras de Susan, la persona que se suponía que tendría que estar a su lado, la que la entendería sin necesidad de palabras y que sin embargo, era la que más la había defraudado.
Había entrado en su apartamento apenas un par de días después de que _______ le hubiese colgado el teléfono. Alta, esbelta, con una larga y cuidada melena negra y los ojos violáceos de su padre, una mujer de negocios, una mujer segura de si misma, alguien a quien _______ siempre había adorado y justo en el momento en que más la necesitaba, la acusaba igual que tantos otros.
—¿Has perdido el juicio? ¿Por qué cancelas la boda? —Había exclamado su hermana nada más traspasar la puerta de entrada—. Vamos, _______, nada puede ser tan grave como para que tires por la borda más de dos años de relación. ¡Diablos, _______! ¡Nunca encontrarás nada mejor!
Aquello realmente le había dolido.
Con un suspiro, _______ volvió a recostarse en la bañera, cerrando los ojos antes de hundir por completo la cabeza bajo el agua.
Se giró lentamente, apoyando la cadera contra el alfeizar de la ventana, sus manos alcanzaron la tira del bolso que llevaba cruzado y maniobró para sacárselo lanzándolo después a los pies de la cama donde aterrizó junto al neceser y el bastón que había abandonado allí.
Su mirada recorrió lentamente la pequeña habitación, las paredes de un suave verde, muebles rústicos de madera que parecían sacados de alguna tienda de antigüedades, apenas un par de cuadros de escenas campestres adornaban el cabezal de la cama, todo era impersonal, pulcramente limpio y al mismo tiempo el edredón tejido a mano de la cama, y la vieja mecedora que permanecía olvidada en un rincón le daban el toque hogareño. Esbozando una sonrisa se separó de la ventana y caminó hacia la puerta entreabierta a su derecha, pegada al pequeño cajonero sobre el que reposaba una moderna televisión.
El espejo de encima del lavabo reflejó la mueca que hizo ella al ver su aspecto, tenía el pelo ligeramente enmarañado y unos rojos coloretes en las mejillas debidos al esfuerzo de subir las escaleras. _______ se apoyó en el lavabo con una mano mientras la otra intentaba poner un poco de orden en su pelo. Sus ojos recorrieron a continuación el resto del aseo, pegado al lavabo había un pequeño armario de madera donde suponía guardarían las toallas, en la cesta de mimbre que descansaba sobre él había un pequeño surtido de sales y jabones y muestras de otros productos. El wc estaba situado al otro lado, casi oculto tras la puerta. Pero fue la bañera, que dominaba toda la pared del fondo la que dibujó una amplia sonrisa en los labios de la chica, la idea de sumergirse en el agua caliente que calmaría sus doloridos músculos era lo que más le apetecía.
—No te lo pienses dos veces, _______, lo quieres…oh, sí… lo quieres —se animó imaginándose ya sumergida en una bañera de espuma.
Lentamente se acercó a la bañera y comprobó el sistema de agua caliente, un brillo de placer se extendió por sus labios cuando el agua empezó a salir por la boquilla y poco a poco empezó a calentarse, elevando un ligero vapor bajo el ruidoso correr del agua. Remangándose, taponó la bañera.
—Perfecto —asintió satisfecha levantándose lentamente.
Una mueca de dolor arrugó su cara, _______ jadeó enderezándose, conteniendo el aire unos segundos antes de expulsarlo suavemente. La rodilla había empezado a darle calambres.
Con una anhelante mirada hacia la bañera que empezaba a llenarse se apoyó en la pared de azulejos y cojeó de nuevo hasta la habitación. Sus pequeñas manos ascendieron a los botones de su abrigo y los liberaron uno a uno hasta poder dejarlo caer suavemente deslizándose de sus hombros para doblarlo y depositarlo a un lado de la cama. Alcanzando el pequeño maletín neceser descorrió la cremallera, haciendo la tapa a un lado y empezó a sacar cosas de su interior.
Sus manos se paralizaron sobre la suave bufanda de seda color canela que apareció bajo el estuche de sus cosméticos, lentamente sus dedos se curvaron alrededor de la tela sacándola del maletín como si fuese una venenosa serpiente de cascabel, aquel había sido su regalo de las pasadas navidades.
—Nunca más —susurró ella levantándose con la bufanda en las manos rodeando la cama hasta llegar a la ventana.
La tela se desplegó envuelta por la repentina ráfaga de viento que arrancó la prenda de sus dedos, elevándola y haciéndola girar mientras se alejaba llevada por el viento como si fuese una cometa. Con sus ojos violeta nublados por lágrimas no derramadas, los labios apretados en una firme línea, _______ arrancó del maletín un par de prendas y entró en el cuarto de baño empujando la puerta hasta cerrarla de golpe.
Como si pudiera dejar el pasado también fuera.
El agua se escurría entre sus dedos dejando la espuma en el hueco de sus palmas, el vapor inundaba la estancia humedeciendo los azulejos de las paredes y empañando el cristal de la pequeña ventana sobre su cabeza. Suspiró, hacía tiempo que no disfrutaba de un baño de esas características, acostumbrada a la rápida vida de la ciudad nunca tenía tiempo de darse nada más que una ducha, a parte que su pequeño apartamento en Rhode Island parecía una caja de cerillas en comparación con este cuarto de baño. Suspirando se sumergió hasta apoyar la nuca en la toalla que le hacía la función de reposacabezas, sus dedos se habían arrugado con el agua pero no le importaba, la verdad había muchas cosas que habían dejado de importarle en las últimas semanas.
—Es culpa tuya, _______, si no fueses tan… tan tú no habría tenido la necesidad de buscarse a nadie más —las últimas palabras de su hermana todavía estaban frescas en su memoria.
_______ se llevó una mano húmeda a la cara, no podía llorar, no podía dejar salir las lágrimas o ellos habrían ganado. Ladeó ligeramente la cabeza y cerró los ojos, le era imposible no pensar en los acontecimientos de las pasadas semanas, en unos cuantos días se había ido al traste muchas cosas.
—Había pensado en darte los prendedores en forma de orquídea que llevé en mi boda, y que llevó tu abuela antes que yo —le había dicho su madre mientras retiraba el asado del horno y lo dejaba sobre la repisa de la cocina—. Han permanecido en la familia desde hace generaciones, ya sé que la juventud de ahora son más modernos, tienen otros conceptos, pero…
—No los necesitaré, mamá —había respondido _______ de pie, en el umbral de la cocina, sin saber realmente si entrar o salir.
Eileen traslado su mirada violeta del asado que estaba controlando a su hija, de pie en el umbral como un fantasma. Su redondeado rostro se frunció con preocupación al ver el aspecto de su hija, el pelo negro revuelto, las horquillas casi colgándole de un par de mechones, sus mejillas rojas y los ojos brillantes de lágrimas no derramadas.
La mujer se quitó las manoplas de las manos con intención de ir al encuentro de su hija, pero la expresión de esta la detuvo. Sus ojos llameaban, había rabia contenida en ellos.
—No habrá boda —concluyó ella antes de dar media vuelta y desaparecer por el pasillo en dirección a su habitación.
_______ hizo un recuento mental a todas las preguntas formuladas en los días posteriores a aquello, la decepción en el rostro de su familia, el reproche en la cara de sus amigos o quizás solo fuesen conocidos como demostraron después. La loca de _______, la chalada que veía cosas que nadie más veía, la estúpida que había dejado que un hombre fabuloso se le escapara de las manos. Pobre _______, pobre niña tonta.
Suspiró y se sentó doblando la rodilla sana al tiempo que la rodeaba con los brazos y apoyaba la cabeza en ellos, la espuma resbalaba por su cuerpo desnudo hasta detenerse sobre el agua, formando una cortina de burbujas a su alrededor. Los recuerdos empezaban a despertar con desgarradora claridad.
—¿Qué diablos está mal contigo, _______? —aquellas habían sido las primeras palabras de Susan, la persona que se suponía que tendría que estar a su lado, la que la entendería sin necesidad de palabras y que sin embargo, era la que más la había defraudado.
Había entrado en su apartamento apenas un par de días después de que _______ le hubiese colgado el teléfono. Alta, esbelta, con una larga y cuidada melena negra y los ojos violáceos de su padre, una mujer de negocios, una mujer segura de si misma, alguien a quien _______ siempre había adorado y justo en el momento en que más la necesitaba, la acusaba igual que tantos otros.
—¿Has perdido el juicio? ¿Por qué cancelas la boda? —Había exclamado su hermana nada más traspasar la puerta de entrada—. Vamos, _______, nada puede ser tan grave como para que tires por la borda más de dos años de relación. ¡Diablos, _______! ¡Nunca encontrarás nada mejor!
Aquello realmente le había dolido.
Con un suspiro, _______ volvió a recostarse en la bañera, cerrando los ojos antes de hundir por completo la cabeza bajo el agua.
¡Bienvenida Dripy!
Gracias por pasarte
Espero que les guste el capitulo.
Natuu!!
Última edición por Natuu! el Dom 11 Mar 2012, 12:55 am, editado 1 vez
Natuu!
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