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"Dominada por el deseo" (Joe y tu) Terminada
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: "Dominada por el deseo" (Joe y tu) Terminada
CTM!!!
Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
lo va hacer! lo va a hacer!!
o puedo creerlo!!!
Siguelaaa!! :D
Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
lo va hacer! lo va a hacer!!
o puedo creerlo!!!
Siguelaaa!! :D
CariitoJonas15
Re: "Dominada por el deseo" (Joe y tu) Terminada
Continuacion....
—¿P-por qué?
Cualquier rastro de relajación tras el orgasmo había desaparecido de la expresión de Joe.
—Porque lo digo yo. Yo mando, tú te sometes. Si vuelves a preguntarme o si vacilas otra vez, te sacudiré el trasero.
Tic-tac, tic-tac. De repente, ________ fue consciente de cada uno de los segundos que transcurrían entre ellos. Dirigió la mirada a la cama deshecha y luego a Joe, cuya respiración regular y cuya mirada firme le decían que hablaba completamente en serio.
No quería eso, no lo quería. Pero el dolor entre sus piernas se había convertido en un sordo latido. Aún tenía en la boca el tentador sabor salado de él. El placer que le había proporcionado el febril encuentro contra la puerta irrumpió en su mente. Quería volver a sentir eso, quería ser poseída y experimentar otro orgasmo que sacudiera los cimientos de su cuerpo.
Joe tenía algo. De alguna manera esa presencia dominante que alternaba con esas sonrisas burlonas la tranquilizaban, a la vez que la hacía sentirse protegida. La había ayudado a librarse de un francotirador. El hecho de que a menudo fuera capaz de leerle la mente como si la comprendiera, la desconcertaba. Estaba tratando de convertirla en una sumisa, aunque ella no lo era.
Joe cerró los puños y luego los relajó.
—________.
Dio un paso amenazador hacia ella con la sombra de una reprimenda ardiendo en sus ojos.
Al final, el deseo de ________ tomó la decisión por ella. Se sometería a él. Sólo esa noche. Como si fuera un experimento. Una sola vez no podía hacer daño a nadie, ¿verdad?
Se subió gateando a la cama y se arrodilló frente a él.
—Date la vuelta. De cara al cabecero.
En otras palabras, que le diera la espalda. Sabiendo que sólo tenía unos segundos para decidirse, ________ buceó en sus pensamientos. ¿Qué iba a hacer Joe? No la lastimaría. La había protegido cuando el acosador había comenzado a disparar. Había logrado sacarla de Lafayette de una pieza, pero...
—Mi paciencia tiene un límite —ladró Joe—. Date la vuelta.
El gruñido exigente la sobresaltó. Quería que lo hiciera ya.
Con una última mirada, una que ella sabía que mostraba toda su incertidumbre y ansiedad, ________ accedió.
—Siéntate sobre los talones. —La voz sonaba ahora más cerca, acentuada por la precisión militar de los pasos de Joe en el suelo de madera.
El tono severo de la voz masculina era algo que ________no podía pasar por alto. No se atrevió ni a ignorarle ni a vacilar.
Una vez que se hubo sentado sobre los talones, Joe le pasó la yema de un dedo por la curva del hombro, como si la recompensara. Se quedó sin aliento. El suave toque la alarmó y la inflamó. Un rastro de fuego permaneció tras esa simple caricia.
Luego él deslizó la palma de la mano entre sus omóplatos.
—Inclínate hacia delante hasta que te toques las rodillas con los pechos. Pon los brazos por encima de la cabeza con las palmas de las manos extendidas sobre la cama.
________ procesó la orden, imaginándose la posición que adoptaría. Sería una postura inocente si estuviera en una de sus clases de yoga. Pero hacerlo ahora significaba dejar el trasero y la espalda totalmente vulnerables a Joe.
Los dedos de Joe empujaron suave pero inexorablemente la espalda de ________ hasta que finalmente ella accedió. Siempre podía dejarlo si Joe la presionaba demasiado. Tenía una palabra de seguridad.
Con la mejilla descansando sobre las suaves sábanas, extendió los brazos por encima de la cabeza, mientras las piernas permanecían dobladas bajo su cuerpo. Joe retiró la mano de su espalda. ________ observó cómo él se acercaba con pasos acompasados hasta el cabecero de la cama.
Tensó el vientre ante el miedo a lo desconocido. ¿Qué estaba haciendo él? ¿Qué planeaba hacer?
—¿ Señor?
—________, ya hemos hablado de esto. No puedes abrir la boca a no ser que te dé permiso.
—Sólo quiero saber qué vas a hacer.
El aire de la habitación pareció espesarse. ________ sintió su silencio, el latigazo de desaprobación que atravesó a Joe. Saber que lo había decepcionado provocó una desagradable sensación acida en el estómago de ________. Hablar sin permiso estaba prohibido, al igual que hacer preguntas. No sabía porqué, pero tenía la certeza de que esta vez se había extralimitado.
Sin previo aviso, él le agarró la muñeca izquierda con una mano. Al cabo de unos instantes, se la ató con un lazo de terciopelo. Un tirón, otro más y un segundo después él se apartó. Discretamente, ________ intentó tirar de la muñeca.
Estaba firmemente atada.
Antes de que pudiera comenzar a comprender las implicaciones, Joe rodeó la cama, le cogió la muñeca derecha y repitió el proceso.
Tenía los dos brazos inmovilizados, firmemente atados con un lazo de terciopelo a los postes de la cama. Dio un suave tirón, luego otro no tan suave. Nada. Las ataduras no cedieron ni un centímetro. Joe debía de haber sido un buen Boy Scout si sabía hacer esos nudos tan perfectos.
El pánico la invadió como la ola de un tsunami. Oh, no. Estaba totalmente perdida. Joe estaba determinado a tomar el control. Un control que ella no estaba dispuesta a darle.
Luchó, tirando de los brazos con un gemido atemorizado. Dios mío, ¿en que había estado pensando? Una cosa era imaginar dar a un hombre el control absoluto de su cuerpo. Y otra muy diferente era hacerlo realmente, incluso aunque le confiara a éste su seguridad física. ¿Cómo sabía realmente que podía confiar en él?
Pero las ataduras no cedían.
Cuando gimió otra vez, Joe la tranquilizó acariciando suavemente la cabeza de ________.
—________, respira hondo. —Esperó hasta que lo hizo, entonces susurró con una voz tranquilizadora e hipnótica—: Estás a salvo. Estás bien. Confía en mí.
Ese ronco susurro le llegó hasta el fondo del alma. El tono suave de su voz le pedía que fuera razonable, que no tuviera miedo. Por alguna razón que no pudo comprender, la tranquilizó. Le hizo caso y se quedó quieta.
Como recompensa, él le deslizó la palma de la mano por la espalda expuesta.
—La sumisión consiste en tener confianza, ________. Tienes que confiar no sólo en que te cuidaré, sino en que te daré todo lo que necesitas, cada placer inimaginable. Pero para dártelo necesito tu ayuda. Él placer se origina, en parte, en la entrega total del control.
De repente, la caricia en su espalda desapareció. Unos momentos después, fue reemplazada por una palmada fuerte en su trasero.
Alarmada por su acción, ________ tiró de las ataduras.
—¡Ay! Detente.
Pero antes siquiera de haber acabado de decir las palabras, comenzó a sentir una peculiar picazón en la piel que dio paso a un fuego persistente en el lugar donde la había zurrado.
—Aquí mando yo, ________. Tu cuerpo es mío para darte placer o para castigarlo según me convenga. Ahora mismo, te mereces un castigo.
Apenas se había recobrado de la sorpresa cuando la zurró de nuevo con la misma fuerza que la vez anterior, pero esta vez en la otra nalga. ________ se mordió los labios cuando sintió el aguijón inicial. Luego, como antes, el ramalazo de dolor dio paso a un calor inesperado que se extendió desde su trasero.
—Sorprenderte. Eso es lo que pretendo. Haré cosas que no siempre comprenderás ni creerás desear, puede que no estés de acuerdo con ellas. Lo importante es que confíes en que conozco los límites de tu cuerpo, y que lo aceptes. Si confías en mí, en mi habilidad para derribar tus barreras mentales, te daré el placer que tu cuerpo desea.
Volvió a golpearla de nuevo, una fuerte palmada en cada nalga.
________ se quedó sin aliento.
—Vete al infierno.
La risa atronadora de Joe sonó a sus espaldas.
—Sólo estás cavando tu propia fosa, cher.
Le pasó la callosa palma sobre la piel hormigueante de su trasero. La calidez de la piel de Joe penetró en ella, mezclándose con el ardor de su trasero, creando un fuego que casi la hizo gemir. ¿Cómo podía gustarle eso? No tenía sentido.
—No puedes experimentar lo que quieres hasta que aprendas a entregarte a mí por completo —le susurró en el oído.
Mentalmente, se rebeló contra sus palabras, pero al mismo tiempo se dio cuenta de que tenía la vagina completamente empapada.
¡No, no, no! La estaba zurrando como a una niña caprichosa. Y no le gustaba eso, de verdad que no.
Pero el dolor se estaba convirtiendo rápidamente en un latido placentero e imposible de ignorar.
________ cambió de posición, procurando evitar la mano de Joe. No lo consiguió. Dos cachetadas más, una en cada nalga, y más fuertes que las anteriores. Sintió una oleada de furia, pero eso no detuvo el ardor que se extendía por su piel, el calor palpitante que le llegaba hasta los huesos. Oh, Dios mío..., su carne comenzaba a palpitar dolorida. ________ sintió la sangre bullir bajo su piel, inundándole el clítoris.
Luchar contra ello era inútil.
—¿Lo has comprendido?
Esa voz era como la de un sargento de instrucción sexual. Cada palabra estaba envuelta en acero, pero por debajo subyacía la burlona promesa de lo que podría llegar a ser, la promesa aterciopelada del éxtasis.
Una nueva oleada de calor atravesó su cuerpo, inflamó su clítoris y ahogó sus protestas. Su cuerpo exigía más.
—Sí, señor.
—Mucho mejor —la elogió él.
Fue entonces cuando ________ se dio cuenta de que elevaba el trasero, anticipando el siguiente golpe. Que era muy consciente del vacío de su sexo, y que se retorcía contra la sábana, ansiando que la llenara.
Las excitantes sensaciones la sacudían. Los escalofríos recorrían su espalda. Sentía todo su cuerpo caliente y agitado. Había estado inflamada por las sensaciones y el olor de Joe cuando lo había tomado con la boca, pero en esa posición, las suaves caricias castigadoras la habían hecho consciente de sí misma como mujer y de que estaba bajo su control. Sin duda esa postura revelaba las partes más secretas de su cuerpo, y al estar atada, él podría tocarla siempre que así lo quisiera.
Algo que —de una manera escalofriante— le daba más placer que hacerle perder el control.
Él le deslizó la mano por la espalda. ________ se arqueó como un gato, buscando el cálido hormigueo que provocaba su caricia.
Inmediatamente, Joe apartó la mano.
—Estarás quieta a menos que te diga otra cosa.
El tono de su voz le dejó bien claro que él esperaba una respuesta.
—Sí, señor.
—Excelente.
No, no lo era. ________ sentía que la temperatura de su cuerpo aumentaba, que sus pensamientos comenzaban a deslizarse dentro de una espiral de lujuria. Lo que era correcto o no estaba siendo reemplazado por el placer y el dolor, por la necesidad de alcanzar el orgasmo. Y extrañamente, por la necesidad de complacer a Joe.
Joe se giró y se dirigió hacia la puerta. ________ miró por encima del hombro y lo observó salir. Con el trasero tenso y desnudo, sintió una nueva corriente de necesidad, al mismo tiempo que la desaparición de Joe provocaba su miedo. ¿A dónde había ido? ¡No podía dejarla allí así! ¿Cuándo tiempo creía él que podía estar esperando en esa posición?
________ movió la cabeza y miró el reloj de la mesilla de noche. El tictac resonaba en el silencio. El único otro sonido que se escuchaba era el latido de su corazón.
Pasaron cinco minutos. Luego otros cinco. Se le comenzaron a entumecer las piernas. Notó el leve frío de la habitación al no estar Joe presente. Pero algo le decía que no se moviera. Algo le decía que aquello era una prueba.
Y no tenía intención de fallar.
Después de otros ocho minutos, él regresó con una pequeña caja negra en una mano, y una erección que no dejó lugar a dudas sobre la habilidad de Joe para excitarse de nuevo. Sin decir nada, él dejó la caja en la mesilla de noche y la miró.
—Aún estás en la posición correcta. Bien. Muy bien.
Le pasó un dedo por la curva de la espalda y más abajo, entre sus nalgas. Ella se puso tensa, jadeó, y apretó las nalgas intentando escapar de él. Él vaciló, pero como ella no protestó, continuó viajando hasta su sexo.
Luego se quedó allí. Las yemas de sus dedos se pasearon sobre la resbaladiza superficie que se apretaba contra su mano. Se deslizaron de un lado a otro, rodearon los labios mayores, extendiendo la humedad con un ritmo descuidado y pausado.
Estaba jugando con ella. ¡Sólo jugando! Pero estaba demasiado excitada para encolerizarse. ________ movió las caderas contra su mano. «¡Haz algo!», gritaba su cuerpo en silencio.
Él simplemente usó la otra mano para darle una nueva cachetada en el trasero.
—Estáte quieta —exigió.
Joe agarró a ________ por las caderas para detener el movimiento provocativo. Ella se tensó, luchando por permanecer quieta. Los músculos le temblaban tanto del esfuerzo como del placer inmisericorde que la invadía.
—Tu sexo está mojado, ________. Incluso más mojado que esta mañana. E hinchado. ¿Piensas que estás lista para ser poseída?
Cerrando los ojos con fuerza, ________ intentó contener la respuesta. Si le decía que sí, sólo la atormentaría. Si le decía que no, la atormentaría aún más. Pero pretender fingir indiferencia ante el mágico dominio de los dedos que se paseaban entre sus jugos, entre sus pliegues sensibles, sencillamente, no era posible.
—Sí, señor —gimió finalmente.
Le dolía por todos lados. Palpitaba de deseo. Todo lo que había entre sus rodillas y su ombligo pedía a gritos su boca, su miembro. ¡Lo que fuera! Necesitaba que hiciera algo.
Joe siguió jugueteando con ella.
—Eres demasiado respondona. Cuando te sometas por completo. .. entonces ya veremos.
Oh, también quería responder a eso. Eso era todo lo sumisa que iba a ser. Joe podía tomarlo o dejarlo...
«¡Oh, Dios mío!»
Dos dedos se deslizaron en la humedad, atravesando sus pliegues resbaladizos y penetrando con rapidez en su interior. Un giro de la muñeca, un toquecito de esos dedos y encontró el punto G donde comenzó una lenta, pero firme caricia.
Casi de inmediato, el placer se extendió por los muslos de ________, se clavó en su clítotis y subió por su pasaje. Todo su cuerpo cobró vida mientras él continuaba la despiadada presión en ese lugar tan sensible.
________ gimió, larga y roncamente. Luego arqueó de nuevo las caderas en una muda invitación a que fuera más rápido, pero él la ignoró. Siguió penetrándola con la misma profundidad y el mismo ritmo pausado.
La sangre comenzó a rugir en los oídos de ________. Se percató de que los latidos de su corazón vibraban en su interior, de que su clítoris palpitaba con el mismo ritmo. Se le formó una patina de sudor entre los pechos doloridos, en las sienes, en la nuca, entre los rígidos muslos.
Ese hombre la llevaba más y más alto. Dios mío, ya estaba llegando a la recta final, estaba casi al borde del precipicio. E iba a caer en picado desde una altura desconocida. Su cuerpo estaba tenso, preparándose. ________ jadeó, gimió, ansiándolo más que nada en el mundo...
De repente, él se retiró.
—No te he dado permiso para correrte.
—¿Qué? —________ apenas podía hablar.
—No te correrás hasta que yo lo diga. El control es mío, cher.
Joe desapareció y rodeó la cama para coger la caja negra. ¿Qué demonios estaba haciendo? Ella estaba allí, agonizando, deshaciéndose en un charco de necesidad, y él se dedicaba a jugar con esa maldita caja.
Gimió dolorida mientras la frustración que atormentaba su cuerpo la hacía temblar. Bueno, si él no la ayudaba, se las arreglaría sola.
________ intentó moverse en vaivén para producir la suficiente fricción sobre su clítoris y así llegar al clímax. Al instante, Joe la detuvo con una palmada en el trasero. Luego le inmovilizó la cadera con la mano, impidiendo que se moviera bajo la presión de su presa.
—Eres una chica mala. Te correrás cuando yo te lo diga, en mi mano, con mi miembro dentro. No porque te retuerzas para conseguirlo.
Con ese comentario, Joe se subió a la cama tras ________ y volvió a zambullir los dedos en ella. Pero no volvió a tocar ese dulce lugar de su interior, sólo movió las yemas de un lado para otro, mojando los dedos.
—Separa las rodillas —exigió, acomodando la mano libre entre ellas para urgirla a separar los muslos.
________ accedió, jadeante y aturdida, hundida en el pantano de deseo al que la llevaban sus caricias.
Joe sacó los dedos del pasaje femenino y le dio un ligero toquecito al clítoris, dejándola paralizada y sin aliento. ¿Qué iba a pasar ahora? ¿Qué iba a hacer Joe?
Un toque más tarde, donde ella menos lo esperaba, contestó a sus preguntas.
Antes de que ________ pudiera protestar, uno de los dedos de Joe, empapado con sus jugos, le penetró el ano, traspasando el apretado anillo de músculos. El dedo invasor le provocó un aterrador estremecimiento de placer. Jadeó.
—No —gimió ella.
—Sí —afirmó él—. Tienes un culo hermoso. No voy a ignorarlo.
Le invadió el trasero con otro dedo más, creando una ardiente presión. Algo extraño y prohibido. El placer la propulsó al cielo. ________ contuvo el aliento, luego se mordió los labios. ¿Cómo podía gustarle eso?
Pero de repente, le fue imposible no desear más de lo mismo.
—Eso es, cher. Haz presión contra mis dedos. Tengo que abrirte bien para tomarte por aquí.
Entonces Joe la hizo arder más que con cualquier cosa que ella pudiera haber imaginado, llevándola cada vez más cerca del borde, mientras la penetraba con los dedos con un ritmo hipnotizante. Dentro, fuera, dentro, fuera...
Las sensaciones eran demasiado nuevas e inesperadas. Él había encendido demasiadas partes de su cuerpo, y todas gritaban de necesidad. Los tensos pezones se frotaban contra las sábanas con cada penetración. El clítoris palpitaba. El anegado sexo aún latía bajo su toque.
Y ahora, los dedos de Joe la llevaban a una lenta y alocada excitación, despertando demasiadas sensaciones en una parte de su cuerpo que sólo había considerado erótica en sus más prohibidas fantasías nocturnas.
Luego el placer fue demasiado intenso para pensar. Sólo podía moverse con su toque, arqueándose para salir al encuentro de sus dedos, mientras gemía y se estremecía. Tenía el cuerpo tenso y centrado en alcanzar el clímax que estaba cada vez más cerca, dominándola y engulléndola.
Cuando Joe retiró los dedos de su culo, ________ gimió en señal de protesta sin poder evitarlo, sin poder pensar siquiera qué estaba haciendo.
—No he terminado, cher—la tranquilizó.
Un poco después ________ oyó un pequeño estallido seguido de un sonido vibrante, y sintió algo nuevo, ligeramente frío y definitivamente extraño en su entrada trasera. Un vibrador. Tembló cuando Joe jugueteó con él en torno a su sensible abertura.
El placer de ________ se centró allí tan agudo que no podía imaginar nada igual. En especial cuando Joe empujó el vibrador un poco.
—Presiona contra él —le ordenó con suavidad.
________ lo hizo encantada. La vibrante sonda se calentó con rapidez ante el contacto con su cuerpo. Soltó un sonido de puro placer por el oscuro deseo que creó el aparato. El vibrador era del mismo tamaño que uno de los dedos de Joe, pero muy suave, mientras él lo deslizaba dentro y fuera de su cuerpo. ________ se arqueó contra él, buscándolo, febril en su lujuria. Gritó, agarrando la sábana con los puños.
Joe se movió detrás de ella, cubriéndola con su cuerpo mientras le murmuraba en el oído.
—Estás muy sexy con el vibrador dándote placer en el culo. Un hombre podría perder el control simplemente mirándote.
________ miró a Joe por encima del hombro. Estaba arrodillado detrás de ella, mirándola con esos ardientes ojos color chocolate que le abrasaban la piel ya de por sí caliente. Sus anchos hombros ocuparon todo su campo de visión cuando le agarró las caderas con esas grandes manos. Su pecho musculoso, cubierto de sudor, subía y bajaba por la respiración jadeante. Parecía un hombre cuyo control pendía de un hilo.
No tuvo tiempo para recrearse cuando él la penetró hasta la empuñadura con un golpe de su sexo. ________ jadeó ante la sensación de él llenando completamente el pasaje que ahora era más estrecho por el vibrador que ocupaba su trasero. Se sentía llena por completo. La doble penetración la hizo agarrarse a las sábanas otra vez, cerrando los puños con desesperación.
—¡Joe!
—Sí, cher. Eres deliciosa —gimió él mientras empujaba en ella—. Es como follar nata montada y canela.
Aumentó el ritmo con rapidez hasta un nivel frenético. La fricción y las vibraciones resonaban en sus sensibles aberturas, provocándole miles de escalofríos. Sintió que su sangre corría desesperada, inundándole el sexo, el ano. ________ jadeó, gritó cuando el placer se extendió por su cuerpo más rápido de lo que podía soportar. Los nudillos se le quedaron blancos cuando apretó con fuerza las sábanas. La peligrosa necesidad amenazaba con tragarla, con hacerle perder el juicio para no recobrarlo jamás.
Joe era implacable. La escalada hacia el clímax fue rápida. Se mordió el labio hasta sentir el regusto de la sangre en su boca, pero nada podía contener el placer.
Sus gemidos se convirtieron en gritos ensordecedores. ________ sentía cómo su vagina se cerraba en torno al miembro de Joe, agarrándolo como si nunca lo fuera a dejar salir, palpitando con la inminente tormenta. Él continuó con el mismo ritmo pausado, tomando su sexo con una poderosa determinación.
Con los dos pasajes repletos, la mente de ________ dio rienda suelta a sus fantasías. Esas fantasías que se negaba a tener a la luz del día, esas imágenes que la fascinaban. Dos hombres penetrándola, trabajándola para poseerla y llenarla, para follarla hasta...
—Córrete, ________. ¡Ya! —gritó Joe con voz ronca.
Ella soltó un grito ronco cuando un impresionante orgasmo atravesó su cuerpo. Se estremeció una y otra vez mientras lo ordeñaba. Aquel torbellino de placer superaba cualquier cosa que hubiera conocido antes, le aniquilaba todo vestigio de pensamiento y control, la capacidad del habla. Lo único cierto era el devastador clímax que le nublaba la vista, que tensaba su cuerpo hasta dejarla ingrávida mientras Joe la empujaba a esa clase de éxtasis que sólo había imaginado.
El ronco grito de Joe hizo eco al suyo mientras se corría con una prisa febril.
Cayeron desmadejados sobre la cama. Joe la liberó del vibrador pero se mantuvo a sí mismo profundamente enterrado en ella, acariciándole suavemente la piel como si quisiera poseerla más allá del orgasmo. Como si ella no sólo fuera aceptable, sino maravillosa.
Cuando Joe curvó su cuerpo alrededor de ella, con la respiración jadeante contra su hombro, el cuerpo de ________—peor aún, su corazón— brincó de alegría ante esos maravillosos pensamientos.
—¿P-por qué?
Cualquier rastro de relajación tras el orgasmo había desaparecido de la expresión de Joe.
—Porque lo digo yo. Yo mando, tú te sometes. Si vuelves a preguntarme o si vacilas otra vez, te sacudiré el trasero.
Tic-tac, tic-tac. De repente, ________ fue consciente de cada uno de los segundos que transcurrían entre ellos. Dirigió la mirada a la cama deshecha y luego a Joe, cuya respiración regular y cuya mirada firme le decían que hablaba completamente en serio.
No quería eso, no lo quería. Pero el dolor entre sus piernas se había convertido en un sordo latido. Aún tenía en la boca el tentador sabor salado de él. El placer que le había proporcionado el febril encuentro contra la puerta irrumpió en su mente. Quería volver a sentir eso, quería ser poseída y experimentar otro orgasmo que sacudiera los cimientos de su cuerpo.
Joe tenía algo. De alguna manera esa presencia dominante que alternaba con esas sonrisas burlonas la tranquilizaban, a la vez que la hacía sentirse protegida. La había ayudado a librarse de un francotirador. El hecho de que a menudo fuera capaz de leerle la mente como si la comprendiera, la desconcertaba. Estaba tratando de convertirla en una sumisa, aunque ella no lo era.
Joe cerró los puños y luego los relajó.
—________.
Dio un paso amenazador hacia ella con la sombra de una reprimenda ardiendo en sus ojos.
Al final, el deseo de ________ tomó la decisión por ella. Se sometería a él. Sólo esa noche. Como si fuera un experimento. Una sola vez no podía hacer daño a nadie, ¿verdad?
Se subió gateando a la cama y se arrodilló frente a él.
—Date la vuelta. De cara al cabecero.
En otras palabras, que le diera la espalda. Sabiendo que sólo tenía unos segundos para decidirse, ________ buceó en sus pensamientos. ¿Qué iba a hacer Joe? No la lastimaría. La había protegido cuando el acosador había comenzado a disparar. Había logrado sacarla de Lafayette de una pieza, pero...
—Mi paciencia tiene un límite —ladró Joe—. Date la vuelta.
El gruñido exigente la sobresaltó. Quería que lo hiciera ya.
Con una última mirada, una que ella sabía que mostraba toda su incertidumbre y ansiedad, ________ accedió.
—Siéntate sobre los talones. —La voz sonaba ahora más cerca, acentuada por la precisión militar de los pasos de Joe en el suelo de madera.
El tono severo de la voz masculina era algo que ________no podía pasar por alto. No se atrevió ni a ignorarle ni a vacilar.
Una vez que se hubo sentado sobre los talones, Joe le pasó la yema de un dedo por la curva del hombro, como si la recompensara. Se quedó sin aliento. El suave toque la alarmó y la inflamó. Un rastro de fuego permaneció tras esa simple caricia.
Luego él deslizó la palma de la mano entre sus omóplatos.
—Inclínate hacia delante hasta que te toques las rodillas con los pechos. Pon los brazos por encima de la cabeza con las palmas de las manos extendidas sobre la cama.
________ procesó la orden, imaginándose la posición que adoptaría. Sería una postura inocente si estuviera en una de sus clases de yoga. Pero hacerlo ahora significaba dejar el trasero y la espalda totalmente vulnerables a Joe.
Los dedos de Joe empujaron suave pero inexorablemente la espalda de ________ hasta que finalmente ella accedió. Siempre podía dejarlo si Joe la presionaba demasiado. Tenía una palabra de seguridad.
Con la mejilla descansando sobre las suaves sábanas, extendió los brazos por encima de la cabeza, mientras las piernas permanecían dobladas bajo su cuerpo. Joe retiró la mano de su espalda. ________ observó cómo él se acercaba con pasos acompasados hasta el cabecero de la cama.
Tensó el vientre ante el miedo a lo desconocido. ¿Qué estaba haciendo él? ¿Qué planeaba hacer?
—¿ Señor?
—________, ya hemos hablado de esto. No puedes abrir la boca a no ser que te dé permiso.
—Sólo quiero saber qué vas a hacer.
El aire de la habitación pareció espesarse. ________ sintió su silencio, el latigazo de desaprobación que atravesó a Joe. Saber que lo había decepcionado provocó una desagradable sensación acida en el estómago de ________. Hablar sin permiso estaba prohibido, al igual que hacer preguntas. No sabía porqué, pero tenía la certeza de que esta vez se había extralimitado.
Sin previo aviso, él le agarró la muñeca izquierda con una mano. Al cabo de unos instantes, se la ató con un lazo de terciopelo. Un tirón, otro más y un segundo después él se apartó. Discretamente, ________ intentó tirar de la muñeca.
Estaba firmemente atada.
Antes de que pudiera comenzar a comprender las implicaciones, Joe rodeó la cama, le cogió la muñeca derecha y repitió el proceso.
Tenía los dos brazos inmovilizados, firmemente atados con un lazo de terciopelo a los postes de la cama. Dio un suave tirón, luego otro no tan suave. Nada. Las ataduras no cedieron ni un centímetro. Joe debía de haber sido un buen Boy Scout si sabía hacer esos nudos tan perfectos.
El pánico la invadió como la ola de un tsunami. Oh, no. Estaba totalmente perdida. Joe estaba determinado a tomar el control. Un control que ella no estaba dispuesta a darle.
Luchó, tirando de los brazos con un gemido atemorizado. Dios mío, ¿en que había estado pensando? Una cosa era imaginar dar a un hombre el control absoluto de su cuerpo. Y otra muy diferente era hacerlo realmente, incluso aunque le confiara a éste su seguridad física. ¿Cómo sabía realmente que podía confiar en él?
Pero las ataduras no cedían.
Cuando gimió otra vez, Joe la tranquilizó acariciando suavemente la cabeza de ________.
—________, respira hondo. —Esperó hasta que lo hizo, entonces susurró con una voz tranquilizadora e hipnótica—: Estás a salvo. Estás bien. Confía en mí.
Ese ronco susurro le llegó hasta el fondo del alma. El tono suave de su voz le pedía que fuera razonable, que no tuviera miedo. Por alguna razón que no pudo comprender, la tranquilizó. Le hizo caso y se quedó quieta.
Como recompensa, él le deslizó la palma de la mano por la espalda expuesta.
—La sumisión consiste en tener confianza, ________. Tienes que confiar no sólo en que te cuidaré, sino en que te daré todo lo que necesitas, cada placer inimaginable. Pero para dártelo necesito tu ayuda. Él placer se origina, en parte, en la entrega total del control.
De repente, la caricia en su espalda desapareció. Unos momentos después, fue reemplazada por una palmada fuerte en su trasero.
Alarmada por su acción, ________ tiró de las ataduras.
—¡Ay! Detente.
Pero antes siquiera de haber acabado de decir las palabras, comenzó a sentir una peculiar picazón en la piel que dio paso a un fuego persistente en el lugar donde la había zurrado.
—Aquí mando yo, ________. Tu cuerpo es mío para darte placer o para castigarlo según me convenga. Ahora mismo, te mereces un castigo.
Apenas se había recobrado de la sorpresa cuando la zurró de nuevo con la misma fuerza que la vez anterior, pero esta vez en la otra nalga. ________ se mordió los labios cuando sintió el aguijón inicial. Luego, como antes, el ramalazo de dolor dio paso a un calor inesperado que se extendió desde su trasero.
—Sorprenderte. Eso es lo que pretendo. Haré cosas que no siempre comprenderás ni creerás desear, puede que no estés de acuerdo con ellas. Lo importante es que confíes en que conozco los límites de tu cuerpo, y que lo aceptes. Si confías en mí, en mi habilidad para derribar tus barreras mentales, te daré el placer que tu cuerpo desea.
Volvió a golpearla de nuevo, una fuerte palmada en cada nalga.
________ se quedó sin aliento.
—Vete al infierno.
La risa atronadora de Joe sonó a sus espaldas.
—Sólo estás cavando tu propia fosa, cher.
Le pasó la callosa palma sobre la piel hormigueante de su trasero. La calidez de la piel de Joe penetró en ella, mezclándose con el ardor de su trasero, creando un fuego que casi la hizo gemir. ¿Cómo podía gustarle eso? No tenía sentido.
—No puedes experimentar lo que quieres hasta que aprendas a entregarte a mí por completo —le susurró en el oído.
Mentalmente, se rebeló contra sus palabras, pero al mismo tiempo se dio cuenta de que tenía la vagina completamente empapada.
¡No, no, no! La estaba zurrando como a una niña caprichosa. Y no le gustaba eso, de verdad que no.
Pero el dolor se estaba convirtiendo rápidamente en un latido placentero e imposible de ignorar.
________ cambió de posición, procurando evitar la mano de Joe. No lo consiguió. Dos cachetadas más, una en cada nalga, y más fuertes que las anteriores. Sintió una oleada de furia, pero eso no detuvo el ardor que se extendía por su piel, el calor palpitante que le llegaba hasta los huesos. Oh, Dios mío..., su carne comenzaba a palpitar dolorida. ________ sintió la sangre bullir bajo su piel, inundándole el clítoris.
Luchar contra ello era inútil.
—¿Lo has comprendido?
Esa voz era como la de un sargento de instrucción sexual. Cada palabra estaba envuelta en acero, pero por debajo subyacía la burlona promesa de lo que podría llegar a ser, la promesa aterciopelada del éxtasis.
Una nueva oleada de calor atravesó su cuerpo, inflamó su clítoris y ahogó sus protestas. Su cuerpo exigía más.
—Sí, señor.
—Mucho mejor —la elogió él.
Fue entonces cuando ________ se dio cuenta de que elevaba el trasero, anticipando el siguiente golpe. Que era muy consciente del vacío de su sexo, y que se retorcía contra la sábana, ansiando que la llenara.
Las excitantes sensaciones la sacudían. Los escalofríos recorrían su espalda. Sentía todo su cuerpo caliente y agitado. Había estado inflamada por las sensaciones y el olor de Joe cuando lo había tomado con la boca, pero en esa posición, las suaves caricias castigadoras la habían hecho consciente de sí misma como mujer y de que estaba bajo su control. Sin duda esa postura revelaba las partes más secretas de su cuerpo, y al estar atada, él podría tocarla siempre que así lo quisiera.
Algo que —de una manera escalofriante— le daba más placer que hacerle perder el control.
Él le deslizó la mano por la espalda. ________ se arqueó como un gato, buscando el cálido hormigueo que provocaba su caricia.
Inmediatamente, Joe apartó la mano.
—Estarás quieta a menos que te diga otra cosa.
El tono de su voz le dejó bien claro que él esperaba una respuesta.
—Sí, señor.
—Excelente.
No, no lo era. ________ sentía que la temperatura de su cuerpo aumentaba, que sus pensamientos comenzaban a deslizarse dentro de una espiral de lujuria. Lo que era correcto o no estaba siendo reemplazado por el placer y el dolor, por la necesidad de alcanzar el orgasmo. Y extrañamente, por la necesidad de complacer a Joe.
Joe se giró y se dirigió hacia la puerta. ________ miró por encima del hombro y lo observó salir. Con el trasero tenso y desnudo, sintió una nueva corriente de necesidad, al mismo tiempo que la desaparición de Joe provocaba su miedo. ¿A dónde había ido? ¡No podía dejarla allí así! ¿Cuándo tiempo creía él que podía estar esperando en esa posición?
________ movió la cabeza y miró el reloj de la mesilla de noche. El tictac resonaba en el silencio. El único otro sonido que se escuchaba era el latido de su corazón.
Pasaron cinco minutos. Luego otros cinco. Se le comenzaron a entumecer las piernas. Notó el leve frío de la habitación al no estar Joe presente. Pero algo le decía que no se moviera. Algo le decía que aquello era una prueba.
Y no tenía intención de fallar.
Después de otros ocho minutos, él regresó con una pequeña caja negra en una mano, y una erección que no dejó lugar a dudas sobre la habilidad de Joe para excitarse de nuevo. Sin decir nada, él dejó la caja en la mesilla de noche y la miró.
—Aún estás en la posición correcta. Bien. Muy bien.
Le pasó un dedo por la curva de la espalda y más abajo, entre sus nalgas. Ella se puso tensa, jadeó, y apretó las nalgas intentando escapar de él. Él vaciló, pero como ella no protestó, continuó viajando hasta su sexo.
Luego se quedó allí. Las yemas de sus dedos se pasearon sobre la resbaladiza superficie que se apretaba contra su mano. Se deslizaron de un lado a otro, rodearon los labios mayores, extendiendo la humedad con un ritmo descuidado y pausado.
Estaba jugando con ella. ¡Sólo jugando! Pero estaba demasiado excitada para encolerizarse. ________ movió las caderas contra su mano. «¡Haz algo!», gritaba su cuerpo en silencio.
Él simplemente usó la otra mano para darle una nueva cachetada en el trasero.
—Estáte quieta —exigió.
Joe agarró a ________ por las caderas para detener el movimiento provocativo. Ella se tensó, luchando por permanecer quieta. Los músculos le temblaban tanto del esfuerzo como del placer inmisericorde que la invadía.
—Tu sexo está mojado, ________. Incluso más mojado que esta mañana. E hinchado. ¿Piensas que estás lista para ser poseída?
Cerrando los ojos con fuerza, ________ intentó contener la respuesta. Si le decía que sí, sólo la atormentaría. Si le decía que no, la atormentaría aún más. Pero pretender fingir indiferencia ante el mágico dominio de los dedos que se paseaban entre sus jugos, entre sus pliegues sensibles, sencillamente, no era posible.
—Sí, señor —gimió finalmente.
Le dolía por todos lados. Palpitaba de deseo. Todo lo que había entre sus rodillas y su ombligo pedía a gritos su boca, su miembro. ¡Lo que fuera! Necesitaba que hiciera algo.
Joe siguió jugueteando con ella.
—Eres demasiado respondona. Cuando te sometas por completo. .. entonces ya veremos.
Oh, también quería responder a eso. Eso era todo lo sumisa que iba a ser. Joe podía tomarlo o dejarlo...
«¡Oh, Dios mío!»
Dos dedos se deslizaron en la humedad, atravesando sus pliegues resbaladizos y penetrando con rapidez en su interior. Un giro de la muñeca, un toquecito de esos dedos y encontró el punto G donde comenzó una lenta, pero firme caricia.
Casi de inmediato, el placer se extendió por los muslos de ________, se clavó en su clítotis y subió por su pasaje. Todo su cuerpo cobró vida mientras él continuaba la despiadada presión en ese lugar tan sensible.
________ gimió, larga y roncamente. Luego arqueó de nuevo las caderas en una muda invitación a que fuera más rápido, pero él la ignoró. Siguió penetrándola con la misma profundidad y el mismo ritmo pausado.
La sangre comenzó a rugir en los oídos de ________. Se percató de que los latidos de su corazón vibraban en su interior, de que su clítoris palpitaba con el mismo ritmo. Se le formó una patina de sudor entre los pechos doloridos, en las sienes, en la nuca, entre los rígidos muslos.
Ese hombre la llevaba más y más alto. Dios mío, ya estaba llegando a la recta final, estaba casi al borde del precipicio. E iba a caer en picado desde una altura desconocida. Su cuerpo estaba tenso, preparándose. ________ jadeó, gimió, ansiándolo más que nada en el mundo...
De repente, él se retiró.
—No te he dado permiso para correrte.
—¿Qué? —________ apenas podía hablar.
—No te correrás hasta que yo lo diga. El control es mío, cher.
Joe desapareció y rodeó la cama para coger la caja negra. ¿Qué demonios estaba haciendo? Ella estaba allí, agonizando, deshaciéndose en un charco de necesidad, y él se dedicaba a jugar con esa maldita caja.
Gimió dolorida mientras la frustración que atormentaba su cuerpo la hacía temblar. Bueno, si él no la ayudaba, se las arreglaría sola.
________ intentó moverse en vaivén para producir la suficiente fricción sobre su clítoris y así llegar al clímax. Al instante, Joe la detuvo con una palmada en el trasero. Luego le inmovilizó la cadera con la mano, impidiendo que se moviera bajo la presión de su presa.
—Eres una chica mala. Te correrás cuando yo te lo diga, en mi mano, con mi miembro dentro. No porque te retuerzas para conseguirlo.
Con ese comentario, Joe se subió a la cama tras ________ y volvió a zambullir los dedos en ella. Pero no volvió a tocar ese dulce lugar de su interior, sólo movió las yemas de un lado para otro, mojando los dedos.
—Separa las rodillas —exigió, acomodando la mano libre entre ellas para urgirla a separar los muslos.
________ accedió, jadeante y aturdida, hundida en el pantano de deseo al que la llevaban sus caricias.
Joe sacó los dedos del pasaje femenino y le dio un ligero toquecito al clítoris, dejándola paralizada y sin aliento. ¿Qué iba a pasar ahora? ¿Qué iba a hacer Joe?
Un toque más tarde, donde ella menos lo esperaba, contestó a sus preguntas.
Antes de que ________ pudiera protestar, uno de los dedos de Joe, empapado con sus jugos, le penetró el ano, traspasando el apretado anillo de músculos. El dedo invasor le provocó un aterrador estremecimiento de placer. Jadeó.
—No —gimió ella.
—Sí —afirmó él—. Tienes un culo hermoso. No voy a ignorarlo.
Le invadió el trasero con otro dedo más, creando una ardiente presión. Algo extraño y prohibido. El placer la propulsó al cielo. ________ contuvo el aliento, luego se mordió los labios. ¿Cómo podía gustarle eso?
Pero de repente, le fue imposible no desear más de lo mismo.
—Eso es, cher. Haz presión contra mis dedos. Tengo que abrirte bien para tomarte por aquí.
Entonces Joe la hizo arder más que con cualquier cosa que ella pudiera haber imaginado, llevándola cada vez más cerca del borde, mientras la penetraba con los dedos con un ritmo hipnotizante. Dentro, fuera, dentro, fuera...
Las sensaciones eran demasiado nuevas e inesperadas. Él había encendido demasiadas partes de su cuerpo, y todas gritaban de necesidad. Los tensos pezones se frotaban contra las sábanas con cada penetración. El clítoris palpitaba. El anegado sexo aún latía bajo su toque.
Y ahora, los dedos de Joe la llevaban a una lenta y alocada excitación, despertando demasiadas sensaciones en una parte de su cuerpo que sólo había considerado erótica en sus más prohibidas fantasías nocturnas.
Luego el placer fue demasiado intenso para pensar. Sólo podía moverse con su toque, arqueándose para salir al encuentro de sus dedos, mientras gemía y se estremecía. Tenía el cuerpo tenso y centrado en alcanzar el clímax que estaba cada vez más cerca, dominándola y engulléndola.
Cuando Joe retiró los dedos de su culo, ________ gimió en señal de protesta sin poder evitarlo, sin poder pensar siquiera qué estaba haciendo.
—No he terminado, cher—la tranquilizó.
Un poco después ________ oyó un pequeño estallido seguido de un sonido vibrante, y sintió algo nuevo, ligeramente frío y definitivamente extraño en su entrada trasera. Un vibrador. Tembló cuando Joe jugueteó con él en torno a su sensible abertura.
El placer de ________ se centró allí tan agudo que no podía imaginar nada igual. En especial cuando Joe empujó el vibrador un poco.
—Presiona contra él —le ordenó con suavidad.
________ lo hizo encantada. La vibrante sonda se calentó con rapidez ante el contacto con su cuerpo. Soltó un sonido de puro placer por el oscuro deseo que creó el aparato. El vibrador era del mismo tamaño que uno de los dedos de Joe, pero muy suave, mientras él lo deslizaba dentro y fuera de su cuerpo. ________ se arqueó contra él, buscándolo, febril en su lujuria. Gritó, agarrando la sábana con los puños.
Joe se movió detrás de ella, cubriéndola con su cuerpo mientras le murmuraba en el oído.
—Estás muy sexy con el vibrador dándote placer en el culo. Un hombre podría perder el control simplemente mirándote.
________ miró a Joe por encima del hombro. Estaba arrodillado detrás de ella, mirándola con esos ardientes ojos color chocolate que le abrasaban la piel ya de por sí caliente. Sus anchos hombros ocuparon todo su campo de visión cuando le agarró las caderas con esas grandes manos. Su pecho musculoso, cubierto de sudor, subía y bajaba por la respiración jadeante. Parecía un hombre cuyo control pendía de un hilo.
No tuvo tiempo para recrearse cuando él la penetró hasta la empuñadura con un golpe de su sexo. ________ jadeó ante la sensación de él llenando completamente el pasaje que ahora era más estrecho por el vibrador que ocupaba su trasero. Se sentía llena por completo. La doble penetración la hizo agarrarse a las sábanas otra vez, cerrando los puños con desesperación.
—¡Joe!
—Sí, cher. Eres deliciosa —gimió él mientras empujaba en ella—. Es como follar nata montada y canela.
Aumentó el ritmo con rapidez hasta un nivel frenético. La fricción y las vibraciones resonaban en sus sensibles aberturas, provocándole miles de escalofríos. Sintió que su sangre corría desesperada, inundándole el sexo, el ano. ________ jadeó, gritó cuando el placer se extendió por su cuerpo más rápido de lo que podía soportar. Los nudillos se le quedaron blancos cuando apretó con fuerza las sábanas. La peligrosa necesidad amenazaba con tragarla, con hacerle perder el juicio para no recobrarlo jamás.
Joe era implacable. La escalada hacia el clímax fue rápida. Se mordió el labio hasta sentir el regusto de la sangre en su boca, pero nada podía contener el placer.
Sus gemidos se convirtieron en gritos ensordecedores. ________ sentía cómo su vagina se cerraba en torno al miembro de Joe, agarrándolo como si nunca lo fuera a dejar salir, palpitando con la inminente tormenta. Él continuó con el mismo ritmo pausado, tomando su sexo con una poderosa determinación.
Con los dos pasajes repletos, la mente de ________ dio rienda suelta a sus fantasías. Esas fantasías que se negaba a tener a la luz del día, esas imágenes que la fascinaban. Dos hombres penetrándola, trabajándola para poseerla y llenarla, para follarla hasta...
—Córrete, ________. ¡Ya! —gritó Joe con voz ronca.
Ella soltó un grito ronco cuando un impresionante orgasmo atravesó su cuerpo. Se estremeció una y otra vez mientras lo ordeñaba. Aquel torbellino de placer superaba cualquier cosa que hubiera conocido antes, le aniquilaba todo vestigio de pensamiento y control, la capacidad del habla. Lo único cierto era el devastador clímax que le nublaba la vista, que tensaba su cuerpo hasta dejarla ingrávida mientras Joe la empujaba a esa clase de éxtasis que sólo había imaginado.
El ronco grito de Joe hizo eco al suyo mientras se corría con una prisa febril.
Cayeron desmadejados sobre la cama. Joe la liberó del vibrador pero se mantuvo a sí mismo profundamente enterrado en ella, acariciándole suavemente la piel como si quisiera poseerla más allá del orgasmo. Como si ella no sólo fuera aceptable, sino maravillosa.
Cuando Joe curvó su cuerpo alrededor de ella, con la respiración jadeante contra su hombro, el cuerpo de ________—peor aún, su corazón— brincó de alegría ante esos maravillosos pensamientos.
aranzhitha
Re: "Dominada por el deseo" (Joe y tu) Terminada
Capítulo 8
Con los ojos cerrados, ________ se dio la vuelta y se desperezó entre las sábanas calientes y arrugadas. Sentía los músculos deliciosamente laxos y relajados, y se sentía dolorida en algunos lugares inusuales. Pero vaya, aunque fuera difícil de creer, dormir profundamente la había rejuvenecido. No podía recordar la última vez que se había sentido tan descansada. Sonriendo, medio adormilada, inspiró profundamente. Olores a cuero, a hombre, a medianoche, a pantano y a sexo inundaron sus sentidos.
Los olores de Joe.
Los acontecimientos de la noche anterior regresaron a su mente. Todos y cada uno de ellos. Hasta el más mínimo detalle. Con un grito ahogado, ________ se incorporó en la cama, aferrando la sábana con los puños. Todo lo que ella había hecho..., y no sólo eso, sino que también lo había disfrutado. La lujuria invadió su vientre y su vagina se tensó con un ansia voraz ante esos recuerdos tan vívidos.
Su mente se bloqueó con una mezcla de sorpresa e incredulidad. Y de consternación.
Aún estaba desnuda. Ella, que jamás dormía sin pijama, había dormido desnuda en la cama de un hombre que le había hecho caer en el pecado más prohibido y había logrado que le gustara a pesar de todo. Y ahora, permanecía en la cama como si estuviera esperando que él volviera a hacerla caer.
Frunciendo el ceño, ________ lo recordó durmiendo a su lado. No, no a su lado, sino con su cuerpo entrelazado al suyo. El sólido tórax contra su espalda, la mano extendida sobre su vientre. El ritmo constante de la respiración masculina le había rozado el oído.
________ llevaba semanas sin dormir bien, desde que los problemas con el acosador se habían vuelto más serios. Pero incluso aunque se sentía a salvo en la relativa seguridad de su apartamento, jamás había dormido tan profundamente. Con Joe cerca de ella, se había sentido querida, protegida, y absolutamente capaz de caer en el negro abismo del sueño.
También se había sentido reclamada, en especial cuando Joe la había despertado bruscamente en mitad de la noche. La había colocado de espaldas sobre la cama y había acomodado sus caderas entre los muslos abiertos de ________ que jadeó ante el suave empuje de su miembro en su sexo inflamado.
A pesar de estar medio dormida, la sensación de esos lentos y perezosos envites la había envuelto en una roja neblina de necesidad. Al cabo de unos minutos, ella había intentado aferrarse a los hombros de Joe en una súplica silenciosa y se había dado cuenta de que él la había atado otra vez, además de vendarle los ojos.
Recordó que le había soltado las ataduras de los tobillos repentinamente, luego la movió cerca de la cabecera de la cama, sin desatarle las muñecas, él se había sentado con ella encima y, con un arranque de pasión controlado, la bajó sobre su miembro.
—Móntame, cher. Envuélveme con esa preciosa vaina tuya —le susurró él después de la medianoche.
Agarrándola firmemente por las caderas, Joe marcó el ritmo y la profundidad de la penetración. Nunca demasiado rápido. Nunca demasiado profundo, pero bastaba para convertirla en una masa temblorosa y jadeante.
________ había gemido pidiendo más. El sudor le resbalaba por el vientre, por la espalda, mientras buscaba una liberación que él no parecía querer darle. Simplemente la hacía subir y bajar con interminables y lentos envites.
—Joe —gimió ella.
—Non —él se enderezó bajo ella y le pellizcó el pezón con los dientes, al tiempo que le golpeaba el trasero con una de las manos.
La doble sensación de placer y dolor atravesaron su cuerpo como una oleada de lava líquida. ________ se quedó sin aliento cuando Joe se sumergió profundamente en su interior. El empujó hacia arriba, pero con golpes largos y lentos que multiplicaron la fricción y sacudieron a ________ con estremecimientos de placer.
—Incorrecto. —La castigó levantándola, dejando casi fuera la totalidad de su erección—. ¿Cómo tienes que llamarme?
________ vaciló, casi al borde del abismo. Jadeando, con el sexo en llamas y las manos atadas que impedía que lo acariciara, gimió:
—Más, por favor...
—Sólo cuando te dirijas a mí de manera correcta.
—Señor —se apresuró a decir—. Señor.
Joe la recompensó entonces, levantándole las caderas y penetrándola tan profundamente que ________ gritó. La mano de la cadera se movió lentamente hasta que el pulgar jugueteó con su clítoris. Con un gemido, ella se arqueó bajo su toque, buscando alcanzar el clímax.
Con dedos rápidos, él le soltó las manos y le dejó claro que no quería verlas desocupadas.
—Juega con tus pezones, ________. Muéstrame cómo te gusta tocarlos.
Ella vaciló, la aprensión se mezclaba con un estremecimiento de lujuria. ¿Tocarse mientras él la observaba? Oh, Dios, la idea la excitó.
Como ella no se movió, Joe detuvo los lentos y constantes envites. ________ gimió.
—Tócalos ya —le exigió—, o dejaré de follarte y volveré a zurrar ese pequeño trasero tuyo.
________ no quiso pensar en cuánto le gustaba que esa ancha palma le calentara las nalgas. Pero también quería tener su miembro dentro, además de complacerle. Se llevó las manos a los pechos y se los ahuecó, deseando más que nada poder verle la cara. ¿Se sentiría Joe excitado por lo que ella estaba haciendo? ¿Sentiría rechazo?
— ¿Y los pezones? No se merecen que los ignores cuando estás a punto de correrte, ¿verdad?
—No —dijo ella entre jadeos, apretándoselos y retorciéndoselos con los dedos—. No, señor.
Un nuevo brote de humedad inundó su pasaje, empapando todavía más sus pliegues. La reacción de su cuerpo no le pasó desapercibida a Joe.
—Sí, cher. Me encanta que te mojes. Eres perfecta, estás hecha para mi polla.
Joe la bajó otra vez sobre su erección y comenzó a invadirla de nuevo con un ritmo duro y constante que hizo que la cabeza le diera vueltas y que le ardiera el cuerpo. Lo siguió, envite a envite, gemido a gemido, pellizcándose los pezones con cada estocada del miembro de Joe hasta que estuvieron duros y sensibles.
—Mueve las manos —murmuró él contra su piel.
Casi con renuencia ella soltó los duros brotes. Fue difícil seguir la orden cuando estaba tan cerca de la satisfacción que casi podía saborearla. Gimió. Pellizcarse los pezones era un placer añadido al que Joe le proporcionaba.
No tuvo que prescindir de ese deleite demasiado tiempo. Él se llevó una de las tensas cimas a la boca, succionándola con fuerza contra el paladar mientras con la lengua le lamía la parte inferior. Sus dedos atormentaron el otro pecho con tanta fuerza, con tanta presión que ella casi gritó.
—Me aprietas la polla, cher. No quiero que te corras hasta que yo te lo diga —le recordó.
—No puedo evitarlo, señor —gimió ella, indefensa ante el creciente mar de éxtasis que amenazaba con ahogarla.
—Puedes y lo harás. Y mientras te tocarás el clítoris. —Él se llevó una de las manos de ________ a su boca y le chupó un dedo, sumergiéndolo en la estremecedora calidez—. Mójate así el dedo, déjalo brillante y húmedo, luego acaricíate el clítoris para mí.
Ella quería hacerlo. Oh, Dios, quería hacerlo. El mero pensamiento la hizo sentir una nueva oleada de necesidad.
—Pero... así, llegaré al orgasmo.
Joe le golpeó el trasero.
—Dirígete a mí de manera correcta.
________ tragó luchando contra la necesidad.
—Eso me llevará al orgasmo, señor.
—No hasta que yo te lo permita —la advirtió—. Ahora llévate el dedo a la boca. Sí. Hasta el fondo. Chúpalo. Así, cher. Precioso.
La bajó profundamente sobre su miembro. La sangre corría con rapidez hacia la unión de sus cuerpos, inundando cada célula, hinchando sus pliegues hasta que sintió la fricción de cada envite, dentro, fuera..., por todas partes. Apretó los ojos cerrados, intentando contenerse, pero sabía que no podría hacerlo por más tiempo... Joe la estaba llevando hasta el límite de su resistencia.
Pero lo último que quería era usar la palabra de seguridad para detenerle.
—Apriétame con tu sexo. Sí —murmuró—. Ahora ponte el dedo en el clítoris y enséñame cómo te lo frotas.
Excitada más allá de la modestia o la vergüenza por las llamas del placer, ________ hizo lo que él exigía, deslizándose la palma de la mano por el abdomen hasta el húmedo nicho de sus rizos y rodando el dedo mojado sobre el clítoris.
—¡Oh, sí! —no pudo contener el sonido. De inmediato, ________ se dio cuenta de que el clítoris se había salido de su capuchón y que cada roce de su dedo sobre el hinchado brote era como fuego en su sexo, un fuego que se extendía por el pasaje que el miembro de Joe llenaba con cada envite.
—No te detengas —gruñó él—. Déjame ver cómo juegas con tu clítoris.
Lo cierto era que ella no hubiera podido detenerse por nada del mundo. Su saliva se mezcló con sus propios jugos cuando presionó un segundo dedo encima del clítoris y comenzó a realizar los movimientos que sabía que la llevarían directamente al clímax.
Se esforzó por contener el orgasmo, esperando la aprobación de Joe. Necesitándola. La presión creció y se acumuló. Tensó cada uno de sus músculos mientras se sentía compelida a dejarse llevar cada vez más alto. Y Joe... ahora estaba embistiendo en ella, gimiendo con cada estocada. Podía sentir cómo su miembro se hinchaba cada vez más en su interior, penetrándola con mayor profundidad, con el glande golpeando su punto G.
Y ________ se aferró a él, clavándole las uñas en la cadera mientras con la otra mano seguía acariciándose el nudo de nervios de su entrepierna. Apretó los muslos en torno a él. Gritó, intentando aguantar hasta que Joe le diera su consentimiento, intentando contener la gigantesca explosión que se arremolinaba dentro de ella con la brillante promesa del Nirvana.
—Jouis vierte à moi—le exigió—. ¡Córrete para mí!
Joe no había terminado la frase cuando ________ estalló, y pudo ver las brillantes estrellas girando dentro de su cabeza. Aquel bello despliegue de luces tenía, sin embargo, un lado oscuro que la envolvió y tiró de ella como si hubiera sido arrastrada por las aguas revueltas del pantano y se ahogara en un inmenso y violento placer, uno en el que sólo aquel candente ardor era capaz de provocarle una vívida satisfacción. El retumbar de sus oídos y la sequedad de su garganta le indicaban que estaba gritando. El largo gemido de satisfacción de Joe se unió al de ella.
Después no recordó nada más, sólo que durmió profundamente y sin pesadillas, envuelta en el calor de Joe.
Ahora la cama estaba vacía, y la puerta del dormitorio cerrada.
Y sólo pensar en él y en la noche que habían pasado juntos la hacía sentirse dolorida y mojada otra vez.
________ enterró la cara entre las manos. Dios, ¿qué había hecho?
Antes de que Joe la tocase, le había preocupado que después de pasar una noche con él, no volviera a ser la misma. Había hecho bien en preocuparse.
Y lo que era peor aún. Después de excitarla hasta hacerla jadear por todo lo que había jurado que nunca desearía, después de satisfacerla más allá de cualquier fantasía erótica que pudiera haber tenido, Joe, sencillamente, se había despertado en algún momento de la noche y se había ido. No, no había esperado devoción eterna ni confesiones de amor. Sería una locura. Por otra parte, Joe Jonas no parecía el tipo de hombre que se doblegara ante algo tan tierno como las emociones. La simple idea la haría reír, si estuviera de humor.
Fuera como fuese, el hecho es que se había entregado a alguien —y además repetidas veces— que podría poner su mundo del revés y convertirla en alguien que horrorizaría a su propia madre, o que Andrew despreciaría. La convertiría en una depravada, algo con lo que no estaba segura de poder lidiar. Luego, él la abandonaría.
Tenía que ponerle fin aquello, incluso aunque esa temeraria parte de su alma deseaba ardientemente a Joe y la dulce locura del placer que le daba.
Y eso no podía ser. Aparte de esa noche de sexo, no tenían nada en común. Sencillamente, Joe tenía una actitud despreocupada que no encajaba en su mundo. Y ella no quería encajar en el de él, un mundo lleno de órdenes susurradas, ataduras de terciopelo, azotainas y actos que la horrorizaban y fascinaban a la vez.
¿Y cómo podía estar contemplando si quiera la posibilidad de compartir más noches de locura con Joe?
La había desafiado a que se entregara a él sólo por una noche. Bien, pues ya lo había hecho y no iba a ocurrir de nuevo. Ahora sólo tenían que descubrir la identidad del acosador y ella podría recuperar su vida. Y encontrar la manera de olvidarse de Joe antes de que la sometiera por completo.
Si lo miraba por el lado bueno, cuando llegara el momento de presentar el tema de la dominación en su programa Provócame, estaría más que preparada.
Sonriendo sardónicamente ante su propio humor negro, ________ se levantó y buscó por la habitación algo con lo que cubrir su desnudez y protegerse del frío de la mañana. Más tarde, después de vestirse con una enorme sudadera de Joe que le llegaba hasta la mitad del muslo y un par de calcetines, se peinó el pelo con los dedos para deshacer los peores enredos. Maldición, ni siquiera había podido encontrar ropa interior. Y el resto tendría que esperar. Le rugía el estómago y tenía que comer.
Respirando hondo, ________ abrió la puerta del dormitorio y salió al pasillo.
Lo último que esperaba ver era a otro hombre en medio de la cocina.
De complexión fuerte y antepasados obviamente alemanes, el hombre era unos diez centímetros más alto que Joe que no era precisamente un enano. El pelo castaño claro con un corte militar, la mandíbula cuadrada y los anchísimos hombros lo hacían rezumar virilidad por los cuatro costados. Pero fueron los ojos, brillantes, perspicaces y de un profundo azul claro —que la fulminaron por encima del hombro de Joe con una descarada y abrasadora apreciación—, los que sobresaltaron a ________.
La miraba como si sospechara que había pasado la noche haciendo el amor con Joe. Como si su comportamiento licencioso no hubiera sido ya lo suficientemente malo, aquella nueva revelación provocó que sus mejillas se cubrieran con un rubor mortificante.
Joe se giró para mirarla paralizada en el pasillo. Lo más probable es que ella pareciera un ciervo cegado por los faros de un coche, pensó ________, obligándose a respirar hondo y a enfrentarse a la mirada del desconocido.
—________—la llamó Joe.
Ella lo miró. Dios, estaba guapísimo por la mañana. Sólo su voz, susurrante y ronca, con un leve matiz dominante, la hacía excitarse y mojarse una vez más. Mala señal, muy mala.
El estómago le dio un vuelco, y sus mejillas se ruborizaron de nuevo cuando recordó por segunda vez todo lo que habían hecho la noche anterior.
Los ojos oscuros de Joe ardían con los recuerdos, incluso cuando cruzó los brazos sobre el enorme pecho y apretó los dientes. Su postura no invitaba a un beso de buenos días aunque ella hubiera estado dispuesta a dárselo. ¿Era ese hombre distante el mismo que había entrelazado sus extremidades con las de ella en un tierno abrazo protector durante la oscuridad de la noche?
—Este es mi socio, Deke Trenton —dijo sencillamente.
Joe y el recién llegado se parecían tanto como la noche y el día, como la luz y la oscuridad, pero sus cuerpos y ojos duros, estaban cortados por el mismo patrón militar. Sintió un escalofrío. Demasiada testosterona en una sola habitación.
El enorme guerrero pasó junto a Joe y extendió la mano con una sonrisa cordial que transformó la expresión inescrutable de su cara en otra sorprendentemente amigable.
Vacilando, ________ extendió la mano y se la estrechó.
—________ O'Malley.
—Joe, eres un aprovechado. Siempre andas acaparando a las chicas bonitas. Debería darte una patada en el trasero.
Joe bufó.
—Bueno, puedes intentarlo.
Deke sonrió ampliamente.
—Más tarde. Fuera. Tú, yo y los caimanes. —Miró a ________ soltando un suspiro conspirador—. Si me permites, te diré por quién puedes apostar. Mejor aún, quizá pueda convencerte de premiar con un beso al ganador. Te prometo que nunca verás ningún otro combate igual.
El tono burlón agradó a ________ de inmediato. A pesar de lo delicado de la situación, ella se sintió relajada y le devolvió la sonrisa.
—No estoy dispuesta a ser considerada una apuesta —bromeó ________ mirándolo a los ojos.
—Buena chica —la elogió Joe—. Y si mi socio no deja de meterse en donde nadie le llama, acabará encontrándose con la nariz rota...y todavía más feo de lo que ya es.
Deke se rió y se acercó con paso lento hacia Joe para darle una palmadita en el hombro.
—No eres demasiado sutil, Joe. —Lanzó otra acalorada mirada en dirección a ________, disfrutando un buen rato de las piernas desnudas y de la forma de sus pechos sin sujetador a través de la sudadera—. Eres un bastardo afortunado.
________, desconcertada, se mordisqueó el labio bajo esa mirada apreciativa. Se sentía vergonzosamente intrigada. Deke parecía el protagonista de una película sobre la guerra fría, no era su tipo. Aunque tampoco lo era Joe si lo pensaba bien. Pero... no importaba; no quería pensar en ello.
—¿Has venido aquí por alguna razón en concreto o sólo para atormentarme? —le replicó Joe con aspereza.
A pesar del sarcasmo que notó en su voz, ________ tenía claro que Deke y él eran grandes amigos. Joe no confiaba en demasiadas personas, pero apostaría lo que fuera a que le confiaría la vida a ese grandullón rubio. Sin embargo, en ese momento, Joe estaba tenso y vigilante, incluso un poco enfadado. Fingía bromear con Deke, pero no lo hacía.
—Bueno, ya sabes que jamás dejo pasar la oportunidad de atormentarte. Y no es que necesite esforzarme mucho.
—No, te sale a la perfección.
—Años de práctica —suspiró Deke—. Pero he venido aquí por una razón. —Se volvió hacia ________, esta vez con aire serio—. Puede que tú también quieras oír esto. Es sobre tu acosador.
Ella contuvo el aliento. Con todas esas emociones conflictivas que bullían en su interior y esas bromas, se había olvidado de ese homicida lunático. Menuda tonta.
—Bueno. Hum, dame un minuto. No puedo enfrentarme a eso sin comer algo antes.
—Y de tomar un buen café, claro —añadió Deke.
________ frunció el ceño. Joe se rió.
—No le gusta —le dijo a Deke.
Deke arqueó una de sus cejas leonadas.
—¿Es humana?
Poniendo los ojos en blanco, ________ regresó al dormitorio. Si iba a enfrentarse a toda esa testosterona tenía que cubrirse el trasero con algo más que el faldón de una sudadera. En cuanto recuperó la bata de Joe, entró en el baño y se cepilló los dientes y el pelo.
Cuando salió al pasillo de nuevo, Joe y Deke estaban sentados en la mesa redonda de la cocina, con sendas tazas de café en la suave superficie de pino. A ella la esperaban una tostada y un vaso de zumo de naranja.
Miró a Joe sorprendida. Él le señaló la silla sin decir nada.
¿Había hecho la cena y ahora eso? ¿El hombre que la había atado y le había dicho cómo debía comportarse en el dormitorio para llevarla directamente a un increíble orgasmo se había convertido en su cocinero personal? ¿Le gustaba que él se ocupara de ella?
—Gracias —murmuró, completamente confundida, mientras se acomodaba en la silla frente a Deke.
Joe, que estaba sentado a su izquierda, asintió y se volvió hacia su socio.
—Deke tiene algunos contactos en el FBI. Han estudiado las copias de las fotos que ese enfermo bastardo te ha enviado, y el patrón de comportamiento.
Deke agarró la taza de café y observó a ________ desde el otro lado de la mesa; era una presencia imponente, incluso en esa espaciosa habitación. ________ contuvo el aliento, esperando que él supiera algo, cualquier cosa que ayudara a atrapar a su Norman Bates personal antes de que se convirtiera en un auténtico psicópata.
—El acosador es, con toda probabilidad, un hombre entre veinte y cuarenta y cinco años. Alguien conocido. Su comportamiento es el de una pareja celosa en extremo. Está totalmente obsesionado contigo.
—Pero aunque él me conozca, quizás yo no lo haga. Es decir, si así fuera, ¿no querría que yo supiera quién es?
—La manera en que oculta su identidad es algo inusual. Quizá lo haga a propósito o piense que es obvio que tú deberías conocerlo. A juzgar por las pruebas que tenemos, creemos que es esto último. No creo que esa persona esté intentando ocultar su identidad. Eso es lo que lo hace tan peligroso.
________ suspiró, cada vez más atemorizada por las palabras de Deke.
—¿Podría existir otra explicación?
—No, el hecho que te siguiera a Houston cuando fuiste a casa de tu novio, nos indica que va en serio —añadió Joe.
Deke volvió la mirada hacia ella con la sorpresa reflejada en sus cejas arqueadas.
¿Novio? ________ hizo memoria. La tensa mandíbula de Joe y su ceño oscuro la hicieron recordar de repente que ya le había mencionado que estaba comprometida con Brandon. La mentira no había logrado que se mantuviera a distancia. Pero revelar la verdad en ese momento, sólo le daría alas a Joe para conseguir cualquier acuerdo sexual que quisiera obtener de ella. No. Mejor aferrarse a la mentira que podría esgrimir como excusa si se le acercaba de nuevo. La próxima vez, tendría que acordarse de que se suponía que era una mujer comprometida.
—Entre Los Angeles y Houston hay demasiada distancia para que sea una broma —convino ella.
—Exacto —dijo Deke—. Pero que te haya tiroteado sugiere que en su mente sólo hay lugar para la venganza.
—Piensa que eres suya —dijo Joe—. Pero fue al verte conmigo tomando café cuando intentó dispararte por primera vez. Como si quisiera castigarte e impedir que cualquier otro te tuviera.
—Es de locos. —________ hizo una mueca.
—Los acosadores no son gente normal y agradable—dijo Deke, encogiendo los hombros.
Ella suspiró.
—Pues no tengo ni idea de quién es.
—Estoy seguro de que lo conoces, ________. Es alguien que en algún momento de tu vida ha estado próximo a ti, bien sea como amigo o como amante. Pero por lo que parece, cree que eres suya, lo que le da derecho a castigar tu mal comportamiento, como por ejemplo estar viéndote con otro hombre. Está claro que es bastante tenaz.
—Sí, sé ve que no es cosa de un día. —El nudo de aprensión de su estómago se apretó todavía más.
—Bien —dijo Deke—. Joe y tú estáis haciendo todo lo que está en vuestra mano. Por ahora es mejor que te quedes aquí. Así que no intentes ser Doña Independencia.
Alejarse de Joe sería genial para su amor propio, pero terrible para su seguridad. ________ suspiró.
—Me molesta tener una niñera, pero hasta que sepa quién es y se hayan ocupado de él, me siento más segura estando con alguien.
—Bien. ¿Te ha llamado alguna vez al móvil? —preguntó Deke.
—No. Hace seis meses que conseguí un número nuevo. Sólo tres personas lo tienen: mi madre, Brandon y mi agente.
—¿Brandon?
—Su novio.
El rencor de Joe al contestar a su socio la aturdió. No sonaba precisamente contento por el hecho de que ella pronto estaría casada con otro. ________ frunció el ceño. Ya había obtenido todo lo que quería de ella, ¿no? No podía estar celoso.
—Ah, y mi ayudante de producción, Reggie, también tiene el número.
Joe y Deke se miraron de reojo.
— ¿Qué sabes de Reggie?
Estaba claro que sospechaban de él. ________ iba a decirles que eso era absurdo. Reggie era un cruce entre un osito de peluche gigante y un padre sustituto. Pero entonces se dio cuenta de que cualquiera podría ser sospechoso. Cualquiera, no importaba lo absurdo que pareciera.
—Reggie ha estado conmigo desde que comenzó el programa. Tiene algo más de cuarenta años. Divorciado. No parece un mal tipo. Pero supongo que nadie lleva tatuado en la frente la palabra acosador.
—Exacto. ¿Hablas con él sobre cosas personales?
Ella se encogió de hombros.
—Supongo que a veces. Me dejó llorar sobre su hombro un par de veces después de que terminara con Andrew. Luego, cuando la cadena renovó Provócame, el equipo solía reunirse en un bar de moda de Los Angeles. Reggie y yo coincidimos allí algunas veces. Una noche, él me contó lo de su divorcio y cómo le engañó su esposa, y yo acabé como una cuba, así que me acompañó a casa.
— ¿Te has acostado con él? —la aguijoneó Joe.
________ abrió la boca.
— ¡No! Ya te he contado mi pasado, el cual, estoy segura, has compartido con Deke.
—Sólo lo que consideraba más importante —dijo Deke con una mueca de pesar—. Pero eres libre de contármelo todo. Y en particular cualquier detalle jugoso.
Joe se volvió en su asiento y le lanzó una mirada furiosa a Dcke.
—O no —añadió el gigantesco rubio.
La mirada de ________ fue de uno a otro ¿Qué demonios pasaba allí? Joe actuaba de una manera casi posesiva. Contuvo un bufido. Bueno, como si ella fuera importante para un tío como Joe. Para él, ella sólo era un juguete.
— ¿Podría ser que estuvieras demasiado ebria para recordar haberte acostado con Reggie? —preguntó Joe.
—No. Me desperté al día siguiente con las bragas puestas.
Joe se relajó y miró a su amigo.
—¿Algo más, compañero?
La respuesta de Deke fue inusitadamente seria.
—Por el momento no. Me llevaré las fotos originales para que las analicen, a ver si encuentran alguna huella o pista.
—No lo creo posible —dijo ella.
—Yo tampoco —admitió Deke con un encogimiento de hombros—. Pero nunca se sabe. Tal vez tuvo algún descuido, o no se planteó que intentarías analizarlas. No sabré nada hasta dentro de unos días. Tendrás que tener paciencia. Llegaremos hasta el fondo del asunto. —Le palmeó la mano.
De repente, Joe se puso de pie. Su silla rechinó en el suelo de madera, rompiendo la silenciosa quietud matutina. Estaba tenso cuando le dio a Deke una palmada en la espalda.
—Tenemos que hablar de negocios.
Deke vaciló, esbozando una sonrisa. ________ tuvo el presentimiento de que la orden le hacia gracia.
—Vale. —Miró a ________—. Ha sido un placer conocerte.
Cuando extendió la mano por encima de la mesa, ________ apenas tuvo tiempo de estrechársela antes de que Joe lo instara a seguirlo hasta la puerta del final del pasillo. La abrió y lo empujó para que entrara. Los observó desaparecer con el ceño fruncido. ¿Qué demonios le pasaba a Joe?
Con los ojos cerrados, ________ se dio la vuelta y se desperezó entre las sábanas calientes y arrugadas. Sentía los músculos deliciosamente laxos y relajados, y se sentía dolorida en algunos lugares inusuales. Pero vaya, aunque fuera difícil de creer, dormir profundamente la había rejuvenecido. No podía recordar la última vez que se había sentido tan descansada. Sonriendo, medio adormilada, inspiró profundamente. Olores a cuero, a hombre, a medianoche, a pantano y a sexo inundaron sus sentidos.
Los olores de Joe.
Los acontecimientos de la noche anterior regresaron a su mente. Todos y cada uno de ellos. Hasta el más mínimo detalle. Con un grito ahogado, ________ se incorporó en la cama, aferrando la sábana con los puños. Todo lo que ella había hecho..., y no sólo eso, sino que también lo había disfrutado. La lujuria invadió su vientre y su vagina se tensó con un ansia voraz ante esos recuerdos tan vívidos.
Su mente se bloqueó con una mezcla de sorpresa e incredulidad. Y de consternación.
Aún estaba desnuda. Ella, que jamás dormía sin pijama, había dormido desnuda en la cama de un hombre que le había hecho caer en el pecado más prohibido y había logrado que le gustara a pesar de todo. Y ahora, permanecía en la cama como si estuviera esperando que él volviera a hacerla caer.
Frunciendo el ceño, ________ lo recordó durmiendo a su lado. No, no a su lado, sino con su cuerpo entrelazado al suyo. El sólido tórax contra su espalda, la mano extendida sobre su vientre. El ritmo constante de la respiración masculina le había rozado el oído.
________ llevaba semanas sin dormir bien, desde que los problemas con el acosador se habían vuelto más serios. Pero incluso aunque se sentía a salvo en la relativa seguridad de su apartamento, jamás había dormido tan profundamente. Con Joe cerca de ella, se había sentido querida, protegida, y absolutamente capaz de caer en el negro abismo del sueño.
También se había sentido reclamada, en especial cuando Joe la había despertado bruscamente en mitad de la noche. La había colocado de espaldas sobre la cama y había acomodado sus caderas entre los muslos abiertos de ________ que jadeó ante el suave empuje de su miembro en su sexo inflamado.
A pesar de estar medio dormida, la sensación de esos lentos y perezosos envites la había envuelto en una roja neblina de necesidad. Al cabo de unos minutos, ella había intentado aferrarse a los hombros de Joe en una súplica silenciosa y se había dado cuenta de que él la había atado otra vez, además de vendarle los ojos.
Recordó que le había soltado las ataduras de los tobillos repentinamente, luego la movió cerca de la cabecera de la cama, sin desatarle las muñecas, él se había sentado con ella encima y, con un arranque de pasión controlado, la bajó sobre su miembro.
—Móntame, cher. Envuélveme con esa preciosa vaina tuya —le susurró él después de la medianoche.
Agarrándola firmemente por las caderas, Joe marcó el ritmo y la profundidad de la penetración. Nunca demasiado rápido. Nunca demasiado profundo, pero bastaba para convertirla en una masa temblorosa y jadeante.
________ había gemido pidiendo más. El sudor le resbalaba por el vientre, por la espalda, mientras buscaba una liberación que él no parecía querer darle. Simplemente la hacía subir y bajar con interminables y lentos envites.
—Joe —gimió ella.
—Non —él se enderezó bajo ella y le pellizcó el pezón con los dientes, al tiempo que le golpeaba el trasero con una de las manos.
La doble sensación de placer y dolor atravesaron su cuerpo como una oleada de lava líquida. ________ se quedó sin aliento cuando Joe se sumergió profundamente en su interior. El empujó hacia arriba, pero con golpes largos y lentos que multiplicaron la fricción y sacudieron a ________ con estremecimientos de placer.
—Incorrecto. —La castigó levantándola, dejando casi fuera la totalidad de su erección—. ¿Cómo tienes que llamarme?
________ vaciló, casi al borde del abismo. Jadeando, con el sexo en llamas y las manos atadas que impedía que lo acariciara, gimió:
—Más, por favor...
—Sólo cuando te dirijas a mí de manera correcta.
—Señor —se apresuró a decir—. Señor.
Joe la recompensó entonces, levantándole las caderas y penetrándola tan profundamente que ________ gritó. La mano de la cadera se movió lentamente hasta que el pulgar jugueteó con su clítoris. Con un gemido, ella se arqueó bajo su toque, buscando alcanzar el clímax.
Con dedos rápidos, él le soltó las manos y le dejó claro que no quería verlas desocupadas.
—Juega con tus pezones, ________. Muéstrame cómo te gusta tocarlos.
Ella vaciló, la aprensión se mezclaba con un estremecimiento de lujuria. ¿Tocarse mientras él la observaba? Oh, Dios, la idea la excitó.
Como ella no se movió, Joe detuvo los lentos y constantes envites. ________ gimió.
—Tócalos ya —le exigió—, o dejaré de follarte y volveré a zurrar ese pequeño trasero tuyo.
________ no quiso pensar en cuánto le gustaba que esa ancha palma le calentara las nalgas. Pero también quería tener su miembro dentro, además de complacerle. Se llevó las manos a los pechos y se los ahuecó, deseando más que nada poder verle la cara. ¿Se sentiría Joe excitado por lo que ella estaba haciendo? ¿Sentiría rechazo?
— ¿Y los pezones? No se merecen que los ignores cuando estás a punto de correrte, ¿verdad?
—No —dijo ella entre jadeos, apretándoselos y retorciéndoselos con los dedos—. No, señor.
Un nuevo brote de humedad inundó su pasaje, empapando todavía más sus pliegues. La reacción de su cuerpo no le pasó desapercibida a Joe.
—Sí, cher. Me encanta que te mojes. Eres perfecta, estás hecha para mi polla.
Joe la bajó otra vez sobre su erección y comenzó a invadirla de nuevo con un ritmo duro y constante que hizo que la cabeza le diera vueltas y que le ardiera el cuerpo. Lo siguió, envite a envite, gemido a gemido, pellizcándose los pezones con cada estocada del miembro de Joe hasta que estuvieron duros y sensibles.
—Mueve las manos —murmuró él contra su piel.
Casi con renuencia ella soltó los duros brotes. Fue difícil seguir la orden cuando estaba tan cerca de la satisfacción que casi podía saborearla. Gimió. Pellizcarse los pezones era un placer añadido al que Joe le proporcionaba.
No tuvo que prescindir de ese deleite demasiado tiempo. Él se llevó una de las tensas cimas a la boca, succionándola con fuerza contra el paladar mientras con la lengua le lamía la parte inferior. Sus dedos atormentaron el otro pecho con tanta fuerza, con tanta presión que ella casi gritó.
—Me aprietas la polla, cher. No quiero que te corras hasta que yo te lo diga —le recordó.
—No puedo evitarlo, señor —gimió ella, indefensa ante el creciente mar de éxtasis que amenazaba con ahogarla.
—Puedes y lo harás. Y mientras te tocarás el clítoris. —Él se llevó una de las manos de ________ a su boca y le chupó un dedo, sumergiéndolo en la estremecedora calidez—. Mójate así el dedo, déjalo brillante y húmedo, luego acaricíate el clítoris para mí.
Ella quería hacerlo. Oh, Dios, quería hacerlo. El mero pensamiento la hizo sentir una nueva oleada de necesidad.
—Pero... así, llegaré al orgasmo.
Joe le golpeó el trasero.
—Dirígete a mí de manera correcta.
________ tragó luchando contra la necesidad.
—Eso me llevará al orgasmo, señor.
—No hasta que yo te lo permita —la advirtió—. Ahora llévate el dedo a la boca. Sí. Hasta el fondo. Chúpalo. Así, cher. Precioso.
La bajó profundamente sobre su miembro. La sangre corría con rapidez hacia la unión de sus cuerpos, inundando cada célula, hinchando sus pliegues hasta que sintió la fricción de cada envite, dentro, fuera..., por todas partes. Apretó los ojos cerrados, intentando contenerse, pero sabía que no podría hacerlo por más tiempo... Joe la estaba llevando hasta el límite de su resistencia.
Pero lo último que quería era usar la palabra de seguridad para detenerle.
—Apriétame con tu sexo. Sí —murmuró—. Ahora ponte el dedo en el clítoris y enséñame cómo te lo frotas.
Excitada más allá de la modestia o la vergüenza por las llamas del placer, ________ hizo lo que él exigía, deslizándose la palma de la mano por el abdomen hasta el húmedo nicho de sus rizos y rodando el dedo mojado sobre el clítoris.
—¡Oh, sí! —no pudo contener el sonido. De inmediato, ________ se dio cuenta de que el clítoris se había salido de su capuchón y que cada roce de su dedo sobre el hinchado brote era como fuego en su sexo, un fuego que se extendía por el pasaje que el miembro de Joe llenaba con cada envite.
—No te detengas —gruñó él—. Déjame ver cómo juegas con tu clítoris.
Lo cierto era que ella no hubiera podido detenerse por nada del mundo. Su saliva se mezcló con sus propios jugos cuando presionó un segundo dedo encima del clítoris y comenzó a realizar los movimientos que sabía que la llevarían directamente al clímax.
Se esforzó por contener el orgasmo, esperando la aprobación de Joe. Necesitándola. La presión creció y se acumuló. Tensó cada uno de sus músculos mientras se sentía compelida a dejarse llevar cada vez más alto. Y Joe... ahora estaba embistiendo en ella, gimiendo con cada estocada. Podía sentir cómo su miembro se hinchaba cada vez más en su interior, penetrándola con mayor profundidad, con el glande golpeando su punto G.
Y ________ se aferró a él, clavándole las uñas en la cadera mientras con la otra mano seguía acariciándose el nudo de nervios de su entrepierna. Apretó los muslos en torno a él. Gritó, intentando aguantar hasta que Joe le diera su consentimiento, intentando contener la gigantesca explosión que se arremolinaba dentro de ella con la brillante promesa del Nirvana.
—Jouis vierte à moi—le exigió—. ¡Córrete para mí!
Joe no había terminado la frase cuando ________ estalló, y pudo ver las brillantes estrellas girando dentro de su cabeza. Aquel bello despliegue de luces tenía, sin embargo, un lado oscuro que la envolvió y tiró de ella como si hubiera sido arrastrada por las aguas revueltas del pantano y se ahogara en un inmenso y violento placer, uno en el que sólo aquel candente ardor era capaz de provocarle una vívida satisfacción. El retumbar de sus oídos y la sequedad de su garganta le indicaban que estaba gritando. El largo gemido de satisfacción de Joe se unió al de ella.
Después no recordó nada más, sólo que durmió profundamente y sin pesadillas, envuelta en el calor de Joe.
Ahora la cama estaba vacía, y la puerta del dormitorio cerrada.
Y sólo pensar en él y en la noche que habían pasado juntos la hacía sentirse dolorida y mojada otra vez.
________ enterró la cara entre las manos. Dios, ¿qué había hecho?
Antes de que Joe la tocase, le había preocupado que después de pasar una noche con él, no volviera a ser la misma. Había hecho bien en preocuparse.
Y lo que era peor aún. Después de excitarla hasta hacerla jadear por todo lo que había jurado que nunca desearía, después de satisfacerla más allá de cualquier fantasía erótica que pudiera haber tenido, Joe, sencillamente, se había despertado en algún momento de la noche y se había ido. No, no había esperado devoción eterna ni confesiones de amor. Sería una locura. Por otra parte, Joe Jonas no parecía el tipo de hombre que se doblegara ante algo tan tierno como las emociones. La simple idea la haría reír, si estuviera de humor.
Fuera como fuese, el hecho es que se había entregado a alguien —y además repetidas veces— que podría poner su mundo del revés y convertirla en alguien que horrorizaría a su propia madre, o que Andrew despreciaría. La convertiría en una depravada, algo con lo que no estaba segura de poder lidiar. Luego, él la abandonaría.
Tenía que ponerle fin aquello, incluso aunque esa temeraria parte de su alma deseaba ardientemente a Joe y la dulce locura del placer que le daba.
Y eso no podía ser. Aparte de esa noche de sexo, no tenían nada en común. Sencillamente, Joe tenía una actitud despreocupada que no encajaba en su mundo. Y ella no quería encajar en el de él, un mundo lleno de órdenes susurradas, ataduras de terciopelo, azotainas y actos que la horrorizaban y fascinaban a la vez.
¿Y cómo podía estar contemplando si quiera la posibilidad de compartir más noches de locura con Joe?
La había desafiado a que se entregara a él sólo por una noche. Bien, pues ya lo había hecho y no iba a ocurrir de nuevo. Ahora sólo tenían que descubrir la identidad del acosador y ella podría recuperar su vida. Y encontrar la manera de olvidarse de Joe antes de que la sometiera por completo.
Si lo miraba por el lado bueno, cuando llegara el momento de presentar el tema de la dominación en su programa Provócame, estaría más que preparada.
Sonriendo sardónicamente ante su propio humor negro, ________ se levantó y buscó por la habitación algo con lo que cubrir su desnudez y protegerse del frío de la mañana. Más tarde, después de vestirse con una enorme sudadera de Joe que le llegaba hasta la mitad del muslo y un par de calcetines, se peinó el pelo con los dedos para deshacer los peores enredos. Maldición, ni siquiera había podido encontrar ropa interior. Y el resto tendría que esperar. Le rugía el estómago y tenía que comer.
Respirando hondo, ________ abrió la puerta del dormitorio y salió al pasillo.
Lo último que esperaba ver era a otro hombre en medio de la cocina.
De complexión fuerte y antepasados obviamente alemanes, el hombre era unos diez centímetros más alto que Joe que no era precisamente un enano. El pelo castaño claro con un corte militar, la mandíbula cuadrada y los anchísimos hombros lo hacían rezumar virilidad por los cuatro costados. Pero fueron los ojos, brillantes, perspicaces y de un profundo azul claro —que la fulminaron por encima del hombro de Joe con una descarada y abrasadora apreciación—, los que sobresaltaron a ________.
La miraba como si sospechara que había pasado la noche haciendo el amor con Joe. Como si su comportamiento licencioso no hubiera sido ya lo suficientemente malo, aquella nueva revelación provocó que sus mejillas se cubrieran con un rubor mortificante.
Joe se giró para mirarla paralizada en el pasillo. Lo más probable es que ella pareciera un ciervo cegado por los faros de un coche, pensó ________, obligándose a respirar hondo y a enfrentarse a la mirada del desconocido.
—________—la llamó Joe.
Ella lo miró. Dios, estaba guapísimo por la mañana. Sólo su voz, susurrante y ronca, con un leve matiz dominante, la hacía excitarse y mojarse una vez más. Mala señal, muy mala.
El estómago le dio un vuelco, y sus mejillas se ruborizaron de nuevo cuando recordó por segunda vez todo lo que habían hecho la noche anterior.
Los ojos oscuros de Joe ardían con los recuerdos, incluso cuando cruzó los brazos sobre el enorme pecho y apretó los dientes. Su postura no invitaba a un beso de buenos días aunque ella hubiera estado dispuesta a dárselo. ¿Era ese hombre distante el mismo que había entrelazado sus extremidades con las de ella en un tierno abrazo protector durante la oscuridad de la noche?
—Este es mi socio, Deke Trenton —dijo sencillamente.
Joe y el recién llegado se parecían tanto como la noche y el día, como la luz y la oscuridad, pero sus cuerpos y ojos duros, estaban cortados por el mismo patrón militar. Sintió un escalofrío. Demasiada testosterona en una sola habitación.
El enorme guerrero pasó junto a Joe y extendió la mano con una sonrisa cordial que transformó la expresión inescrutable de su cara en otra sorprendentemente amigable.
Vacilando, ________ extendió la mano y se la estrechó.
—________ O'Malley.
—Joe, eres un aprovechado. Siempre andas acaparando a las chicas bonitas. Debería darte una patada en el trasero.
Joe bufó.
—Bueno, puedes intentarlo.
Deke sonrió ampliamente.
—Más tarde. Fuera. Tú, yo y los caimanes. —Miró a ________ soltando un suspiro conspirador—. Si me permites, te diré por quién puedes apostar. Mejor aún, quizá pueda convencerte de premiar con un beso al ganador. Te prometo que nunca verás ningún otro combate igual.
El tono burlón agradó a ________ de inmediato. A pesar de lo delicado de la situación, ella se sintió relajada y le devolvió la sonrisa.
—No estoy dispuesta a ser considerada una apuesta —bromeó ________ mirándolo a los ojos.
—Buena chica —la elogió Joe—. Y si mi socio no deja de meterse en donde nadie le llama, acabará encontrándose con la nariz rota...y todavía más feo de lo que ya es.
Deke se rió y se acercó con paso lento hacia Joe para darle una palmadita en el hombro.
—No eres demasiado sutil, Joe. —Lanzó otra acalorada mirada en dirección a ________, disfrutando un buen rato de las piernas desnudas y de la forma de sus pechos sin sujetador a través de la sudadera—. Eres un bastardo afortunado.
________, desconcertada, se mordisqueó el labio bajo esa mirada apreciativa. Se sentía vergonzosamente intrigada. Deke parecía el protagonista de una película sobre la guerra fría, no era su tipo. Aunque tampoco lo era Joe si lo pensaba bien. Pero... no importaba; no quería pensar en ello.
—¿Has venido aquí por alguna razón en concreto o sólo para atormentarme? —le replicó Joe con aspereza.
A pesar del sarcasmo que notó en su voz, ________ tenía claro que Deke y él eran grandes amigos. Joe no confiaba en demasiadas personas, pero apostaría lo que fuera a que le confiaría la vida a ese grandullón rubio. Sin embargo, en ese momento, Joe estaba tenso y vigilante, incluso un poco enfadado. Fingía bromear con Deke, pero no lo hacía.
—Bueno, ya sabes que jamás dejo pasar la oportunidad de atormentarte. Y no es que necesite esforzarme mucho.
—No, te sale a la perfección.
—Años de práctica —suspiró Deke—. Pero he venido aquí por una razón. —Se volvió hacia ________, esta vez con aire serio—. Puede que tú también quieras oír esto. Es sobre tu acosador.
Ella contuvo el aliento. Con todas esas emociones conflictivas que bullían en su interior y esas bromas, se había olvidado de ese homicida lunático. Menuda tonta.
—Bueno. Hum, dame un minuto. No puedo enfrentarme a eso sin comer algo antes.
—Y de tomar un buen café, claro —añadió Deke.
________ frunció el ceño. Joe se rió.
—No le gusta —le dijo a Deke.
Deke arqueó una de sus cejas leonadas.
—¿Es humana?
Poniendo los ojos en blanco, ________ regresó al dormitorio. Si iba a enfrentarse a toda esa testosterona tenía que cubrirse el trasero con algo más que el faldón de una sudadera. En cuanto recuperó la bata de Joe, entró en el baño y se cepilló los dientes y el pelo.
Cuando salió al pasillo de nuevo, Joe y Deke estaban sentados en la mesa redonda de la cocina, con sendas tazas de café en la suave superficie de pino. A ella la esperaban una tostada y un vaso de zumo de naranja.
Miró a Joe sorprendida. Él le señaló la silla sin decir nada.
¿Había hecho la cena y ahora eso? ¿El hombre que la había atado y le había dicho cómo debía comportarse en el dormitorio para llevarla directamente a un increíble orgasmo se había convertido en su cocinero personal? ¿Le gustaba que él se ocupara de ella?
—Gracias —murmuró, completamente confundida, mientras se acomodaba en la silla frente a Deke.
Joe, que estaba sentado a su izquierda, asintió y se volvió hacia su socio.
—Deke tiene algunos contactos en el FBI. Han estudiado las copias de las fotos que ese enfermo bastardo te ha enviado, y el patrón de comportamiento.
Deke agarró la taza de café y observó a ________ desde el otro lado de la mesa; era una presencia imponente, incluso en esa espaciosa habitación. ________ contuvo el aliento, esperando que él supiera algo, cualquier cosa que ayudara a atrapar a su Norman Bates personal antes de que se convirtiera en un auténtico psicópata.
—El acosador es, con toda probabilidad, un hombre entre veinte y cuarenta y cinco años. Alguien conocido. Su comportamiento es el de una pareja celosa en extremo. Está totalmente obsesionado contigo.
—Pero aunque él me conozca, quizás yo no lo haga. Es decir, si así fuera, ¿no querría que yo supiera quién es?
—La manera en que oculta su identidad es algo inusual. Quizá lo haga a propósito o piense que es obvio que tú deberías conocerlo. A juzgar por las pruebas que tenemos, creemos que es esto último. No creo que esa persona esté intentando ocultar su identidad. Eso es lo que lo hace tan peligroso.
________ suspiró, cada vez más atemorizada por las palabras de Deke.
—¿Podría existir otra explicación?
—No, el hecho que te siguiera a Houston cuando fuiste a casa de tu novio, nos indica que va en serio —añadió Joe.
Deke volvió la mirada hacia ella con la sorpresa reflejada en sus cejas arqueadas.
¿Novio? ________ hizo memoria. La tensa mandíbula de Joe y su ceño oscuro la hicieron recordar de repente que ya le había mencionado que estaba comprometida con Brandon. La mentira no había logrado que se mantuviera a distancia. Pero revelar la verdad en ese momento, sólo le daría alas a Joe para conseguir cualquier acuerdo sexual que quisiera obtener de ella. No. Mejor aferrarse a la mentira que podría esgrimir como excusa si se le acercaba de nuevo. La próxima vez, tendría que acordarse de que se suponía que era una mujer comprometida.
—Entre Los Angeles y Houston hay demasiada distancia para que sea una broma —convino ella.
—Exacto —dijo Deke—. Pero que te haya tiroteado sugiere que en su mente sólo hay lugar para la venganza.
—Piensa que eres suya —dijo Joe—. Pero fue al verte conmigo tomando café cuando intentó dispararte por primera vez. Como si quisiera castigarte e impedir que cualquier otro te tuviera.
—Es de locos. —________ hizo una mueca.
—Los acosadores no son gente normal y agradable—dijo Deke, encogiendo los hombros.
Ella suspiró.
—Pues no tengo ni idea de quién es.
—Estoy seguro de que lo conoces, ________. Es alguien que en algún momento de tu vida ha estado próximo a ti, bien sea como amigo o como amante. Pero por lo que parece, cree que eres suya, lo que le da derecho a castigar tu mal comportamiento, como por ejemplo estar viéndote con otro hombre. Está claro que es bastante tenaz.
—Sí, sé ve que no es cosa de un día. —El nudo de aprensión de su estómago se apretó todavía más.
—Bien —dijo Deke—. Joe y tú estáis haciendo todo lo que está en vuestra mano. Por ahora es mejor que te quedes aquí. Así que no intentes ser Doña Independencia.
Alejarse de Joe sería genial para su amor propio, pero terrible para su seguridad. ________ suspiró.
—Me molesta tener una niñera, pero hasta que sepa quién es y se hayan ocupado de él, me siento más segura estando con alguien.
—Bien. ¿Te ha llamado alguna vez al móvil? —preguntó Deke.
—No. Hace seis meses que conseguí un número nuevo. Sólo tres personas lo tienen: mi madre, Brandon y mi agente.
—¿Brandon?
—Su novio.
El rencor de Joe al contestar a su socio la aturdió. No sonaba precisamente contento por el hecho de que ella pronto estaría casada con otro. ________ frunció el ceño. Ya había obtenido todo lo que quería de ella, ¿no? No podía estar celoso.
—Ah, y mi ayudante de producción, Reggie, también tiene el número.
Joe y Deke se miraron de reojo.
— ¿Qué sabes de Reggie?
Estaba claro que sospechaban de él. ________ iba a decirles que eso era absurdo. Reggie era un cruce entre un osito de peluche gigante y un padre sustituto. Pero entonces se dio cuenta de que cualquiera podría ser sospechoso. Cualquiera, no importaba lo absurdo que pareciera.
—Reggie ha estado conmigo desde que comenzó el programa. Tiene algo más de cuarenta años. Divorciado. No parece un mal tipo. Pero supongo que nadie lleva tatuado en la frente la palabra acosador.
—Exacto. ¿Hablas con él sobre cosas personales?
Ella se encogió de hombros.
—Supongo que a veces. Me dejó llorar sobre su hombro un par de veces después de que terminara con Andrew. Luego, cuando la cadena renovó Provócame, el equipo solía reunirse en un bar de moda de Los Angeles. Reggie y yo coincidimos allí algunas veces. Una noche, él me contó lo de su divorcio y cómo le engañó su esposa, y yo acabé como una cuba, así que me acompañó a casa.
— ¿Te has acostado con él? —la aguijoneó Joe.
________ abrió la boca.
— ¡No! Ya te he contado mi pasado, el cual, estoy segura, has compartido con Deke.
—Sólo lo que consideraba más importante —dijo Deke con una mueca de pesar—. Pero eres libre de contármelo todo. Y en particular cualquier detalle jugoso.
Joe se volvió en su asiento y le lanzó una mirada furiosa a Dcke.
—O no —añadió el gigantesco rubio.
La mirada de ________ fue de uno a otro ¿Qué demonios pasaba allí? Joe actuaba de una manera casi posesiva. Contuvo un bufido. Bueno, como si ella fuera importante para un tío como Joe. Para él, ella sólo era un juguete.
— ¿Podría ser que estuvieras demasiado ebria para recordar haberte acostado con Reggie? —preguntó Joe.
—No. Me desperté al día siguiente con las bragas puestas.
Joe se relajó y miró a su amigo.
—¿Algo más, compañero?
La respuesta de Deke fue inusitadamente seria.
—Por el momento no. Me llevaré las fotos originales para que las analicen, a ver si encuentran alguna huella o pista.
—No lo creo posible —dijo ella.
—Yo tampoco —admitió Deke con un encogimiento de hombros—. Pero nunca se sabe. Tal vez tuvo algún descuido, o no se planteó que intentarías analizarlas. No sabré nada hasta dentro de unos días. Tendrás que tener paciencia. Llegaremos hasta el fondo del asunto. —Le palmeó la mano.
De repente, Joe se puso de pie. Su silla rechinó en el suelo de madera, rompiendo la silenciosa quietud matutina. Estaba tenso cuando le dio a Deke una palmada en la espalda.
—Tenemos que hablar de negocios.
Deke vaciló, esbozando una sonrisa. ________ tuvo el presentimiento de que la orden le hacia gracia.
—Vale. —Miró a ________—. Ha sido un placer conocerte.
Cuando extendió la mano por encima de la mesa, ________ apenas tuvo tiempo de estrechársela antes de que Joe lo instara a seguirlo hasta la puerta del final del pasillo. La abrió y lo empujó para que entrara. Los observó desaparecer con el ceño fruncido. ¿Qué demonios le pasaba a Joe?
aranzhitha
Re: "Dominada por el deseo" (Joe y tu) Terminada
Nueva Lectora!!!
woooo
siguela esta super plis
ya quiero saber que le va decir joe a su amigo jajajajaja :twisted:
siguela plissss
woooo
siguela esta super plis
ya quiero saber que le va decir joe a su amigo jajajajaja :twisted:
siguela plissss
Nicole
Re: "Dominada por el deseo" (Joe y tu) Terminada
Hola bienvenida, mañana mismo la sigo gracias por pasarte :)AndreaCullen*_* escribió:Nueva Lectora!!!
woooo
siguela esta super plis
ya quiero saber que le va decir joe a su amigo jajajajaja :twisted:
siguela plissss
aranzhitha
Re: "Dominada por el deseo" (Joe y tu) Terminada
que pasa que no la sigues :(
plisss siguela
ashhh no me obliges a ir a buscarte porque te encontrare :caliente:
siguela plis :D
plisss siguela
ashhh no me obliges a ir a buscarte porque te encontrare :caliente:
siguela plis :D
Nicole
Re: "Dominada por el deseo" (Joe y tu) Terminada
lo siento por no seguirla es que tengo problemas con mi compu y hay tengo la nove pero apenas pueda subo un maraton, ya lo tengo editado solo me falta que mi compu prenda :( pero espero pronto subir :)
aranzhitha
Re: "Dominada por el deseo" (Joe y tu) Terminada
ok entonces espero con ansias el maraton
y no te preocupes aca todas te esperamos :D
y suerte con tu compu
y no te preocupes aca todas te esperamos :D
y suerte con tu compu
Nicole
Re: "Dominada por el deseo" (Joe y tu) Terminada
Chicas disculpen que no haya subido capi, pero he tenido problemas con mi compu pero ya estan resueltos, pero ahora ya entre en la escuela y me dejan mucha tarea asi que me tardare en subir pero no se preocupen seguire con la nove tengan me paciencia
aranzhitha
Re: "Dominada por el deseo" (Joe y tu) Terminada
Joe contuvo el deseo de cerrar la puerta de un portazo. También se contuvo para no pegarle un puñetazo a Deke en la cara, aunque eso le costó un poco más.
«¿Qué demonios me pasa?»
—Bueno, sea lo que sea, suéltalo ya —le exigió Deke, sentándose en la silla al lado del ordenador.
Joe no fingió no entenderle.
Suspiró y se dejó caer pesadamente en la silla. ¿Por dónde podía empezar? Todo esa historia se estaba volviendo cada vez más complicada. Venganza, lujuria, intento de asesinato, sexo intenso..., y todo en los últimos dos días.
Pero como en toda historia, Joe supuso que lo mejor sería empezar por el principio.
—Mi ex-esposa me puso los cuernos con otro hombre antes de dejarme.
—Lo mencionaste una vez, uno de tus fines de semana locos en Nueva Orleáns.
—Con Brandon Ross.
Deke frunció el ceño.
—¿Brandon Ross? ¿El mismo Brandon con el que ________ está comprometida?
Joe apoyó los codos en las rodillas y miró atentamente a su amigo.
—El mismo.
—Diría que es demasiada coincidencia que hayas terminado protegiendo y metiendo bajo tu techo a la novia de tu enemigo y, a menos que me equivoque, también la has metido en tu cama. Te conozco lo suficientemente bien para creer que no puede existir tal coincidencia.
—Lo había planeado —confirmó Joe—. Hasta el último detalle. Iba a seducirla, a tirármela y a restregárselo a Brandon por las narices de la misma manera en que él hizo conmigo.
Deke soltó un silbido.
—Eso es tener agallas, amigo. Retorcido, pero con un par de pelotas. ¿Qué ha ocurrido?
Joe se puso de pie, paseándose de un lado a otro por la pequeña estancia sin ventanas. ¿Desde cuándo la habitación se había vuelto tan pequeña? Nunca se lo había parecido antes.
Le dio la espalda a Deke. Suspiró. Entrelazó las manos. Merde, estaba nervioso.
No, era mucho más que eso. Estaba furioso porque la rabia que había sentido por Brandon antes de poner en marcha todo el asunto, el propio deseo de vengarse de su antiguo amigo, estaba siendo usurpado por el deseo de volver a tener a ________ bajo su cuerpo. Estaba furioso porque durante toda la noche, ________ no había sentido ni una pizca de remordimiento por haber engañado a su novio, y porque aún había logrado contener una parte de sí misma. Maldita sea, su cuerpo, su cara le decían que aún no había experimentado todo lo que deseaba.
Luego, había tenido que soportar el flirteo de Deke con ella y con tener las ganas de partirle la cabeza a ese rubio gigantesco.
Y por encima de todo eso, estaba ese deseo..., Joe luchó contra la necesidad que burbujeaba en su vientre. Hacía menos de cuatro horas que había estado en el interior de ________, y ya estaba de nuevo agonizando, jadeando y babeando por ella. Deseaba volver a saborearla. Esa necesidad lo enfurecía, y lo hacía perder el control. Indudablemente, eso era inaceptable.
—No lo sé —dijo Joe finalmente—. Sencillamente... no es tan fácil como creía.
—¿Has pagado al acosador para tenerla dónde querías?
—Me conoces muy bien. No te habría llamado si todo esto fuera un montaje. Sólo había pensado en seducir a ________ en Lafayette. Convencerla de que Brandon no era el mejor hombre para ella, y luego dejarla. Pero hay un acosador de verdad, y cuando le disparó en medio de la multitud a plena luz del día, estaba jodidamente aterrorizada. Así que la traje aquí.
—Me parece lógico, pero no entiendo ese sentimiento posesivo. No va contigo. En el pasado, hemos compartido...
—Ni siquiera lo pienses —gruñó Joe—. ________ es muy reservada. Además, es una mujer que lucha por su vida, no una furcia que nos hayamos ligado en un pub.
—Sin embargo, nada de eso te ha impedido tirártela.
—Déjalo ya, maldita sea.
—Está bien. —Deke respondió al gruñido de Joe con una sonrisa torcida y levantó las manos en un gesto de rendición—. No tendré más pensamientos lascivos sobre ese bomboncito pelirrojo que hay ahí fuera.
Joe se masajeó los hombros, intentando aliviar la tensión. Demonios, una noche con ________ atada y a su merced, y ya empezaba a perder la cabeza. Deseaba poder librarse de todos esos pensamientos lascivos sobre ella con tanta facilidad como Deke. Pero no podía. Deseaba a ________. Y la deseaba ya.
—La pregunta es, ¿por qué ese rollo del amante celoso? —Deke lo atravesó con una mirada penetrante, como si conociera cada maldito pensamiento que le cruzaba por la cabeza—. A menos, claro está, que estés celoso de verdad.
¡Maldición! La amarga realidad era que los celos le roían las entrañas No cabía duda. Había compartido algunas mujeres con Deke y había estado bien. Pero hacerlo con ________... sólo de pensarlo se ponía enfermo. El instinto le decía que a ella le encantaría un trío, si se permitiera considerar esa posibilidad. Pero él se sentía posesivo con ella. Prefería masticar clavos antes que permitir que su amigo y socio participara en la función.
Había algo en ________ que lo conmovía profundamente y lo dejaba sin aliento. Joe tenía demasiada experiencia para perder el tiempo mintiéndose a sí mismo. El deseo que sentía por la prometida de Brandon tenía, sencillamente, poco que ver con la venganza, y desear que fuera de otra manera no iba a cambiarlo.
Pero era algo más que todo eso. Hacer el amor con ________ durante toda la noche no había satisfecho su libido ni el deseo de traicionar a Brandon. En realidad, ella había sido perfecta. Joe no recordaba haber mantenido nunca relaciones sexuales con una mujer de una manera tan completa, como si pudiera ver dentro de ella, como si conociera todos y cada uno de sus deseos. Y aunque había estado totalmente dentro de ella —al menos físicamente— no era suficiente. Quería más, quería darle todo lo que necesitara, que ella se sintiera libre de pedirle cualquier cosa que deseara.
Pero ella seguía sin confiar en él.
Maldita sea, no quería eso. Ansiarla no era parte del plan. Tirársela, plantar la semilla de la duda para que dejara a Brandon y marcharse, ése ere el plan. Así de simple.
Pero no. Joe no sólo quería que dejara a Brandon para vengarse. Una temeraria desesperación lo embargaba. No estaba seguro de poder dejarla marchar. Si bien ella había engañado a Brandon, saberlo no le bastaba. Había pensado que podía pasar de las mujeres desde el momento en que se divorció de Kayla, pero con ________ no podía. La deseaba más de lo que había deseado nunca a su ex-mujer.
Por una parte, la estúpida hormona de la felicidad que llevaba dentro lo impulsaba a ganarse la confianza de ________, hacerla suya para someterla. Su instinto de posesión le exigía que la reclamara.
Bueno, ya lo había admitido. Quizá ése fuera era el primer paso para recuperarse de esa locura y centrarse en su venganza.
Joe siguió paseándose de un lado a otro de la habitación, sin poder concentrarse, como si su mente hubiera sufrido un cortocircuito. Lo más probable es que fuera debido a la maratón de sexo y a la falta de sueño.
Pero se conocía demasiado bien. Algo en su interior le gritaba que abandonara la venganza y reclamara a ________ para sí. Que la tratara como le gustaba tratar a las mujeres, que la enseñara a aceptar sus más profundos deseos, que la cuidara. Que la hiciera suya para siempre.
También había algo que le decía que haberle enviado a Brandon el vídeo en el que tomaba a ________ contra la puerta había sido un error. Uno bien grande.
Con un suspiro, Joe se hundió en la silla. No debería preocuparle que Brandon viera la cinta en la que poseía a ________. Pero como el tonto que era, le preocupaba. Maldita sea, ojalá no hubiera compartido los detalles de su primera vez juntos, y menos de esa manera.
Era una locura sentir remordimientos. ¡Enviarle el vídeo a Brandon era parte de su venganza! A pesar de eso, Joe era consciente de que había enviado a Brandon algo que sólo les concernía a ________ y a él. ¿Qué decía eso acerca de sus sentimientos por ella?
Lo peor era que si ________ se enteraba, no comprendería por qué lo había hecho, sólo vería sus acciones como una enorme traición a su confianza. Una que socavaría cualquier avance que hiciera con ella. Y si quería poseerla de nuevo, tenía que demostrarle que no sólo quería tener relaciones sexuales con ella. Tenía que demostrarle que le importaba.
Maldita sea. Iba a tener que escoger entre ________ o seguir con su venganza, porque una sola noche salvaje con ella no había sido suficiente para saciarse. No había sido suficiente ni por asomo. Al contrario, sólo había servido para que no se la pudiera quitar de la mente.
Pero, ¿cómo diantres podía renunciar a tres años de furia, de traición, de intrigas y odios?
¿Cómo podía renunciar a una dulce sumisa como ________?
—Oh —se rió Deke—. ________ te tiene cogido por las pelotas. Te tiene bien atado. Qué fuerte. No es que te culpe. Parece tener un polvo que...
—Cállate. No hables de ________ de esa manera —gruñó Joe.
En cuanto las palabras abandonaron su boca, se dio cuenta de que no había hecho sino confirmar cada una de las sospechas de Deke.
«¡Maldición!»
Deke se rió.
Joe se esforzó por aflojar la mandíbula tensa.
—Hablemos de trabajo.
Su amigo contuvo una amplia sonrisa.
—Claro. Venga. ¿Cuál de los sospechosos piensas que es el acosador de ________?
—Podría ser cualquiera. —Joe encogió los hombros, intentando relajarse—. No creo que sea el novio de la universidad que se casó hace poco y acaba de tener un bebé. También creo que ________ tiene razón sobre Brent Pherson. Un jugador de fútbol americano que esté de gira no pudo haberle sacado esas fotos. Lo que sólo nos deja a su antiguo novio, el ayudante de producción o algún admirador secreto.
—Sospecho que el viejo Reggie tiene madera de psicópata. No es tan leal como ________ cree. Caramba, le pagué para contactar con ella, y le pasé información sobre mí para el programa. Me cogió el dinero sin hacer preguntas, y me envió toda la información que le pedí por correo electrónico. Aunque amenazó con castrarme si se me ocurría insinuarme a ella —dijo Joe con una mueca.
—Así que la vendió y luego se volvió contra ti. Qué agradable. —Deke suspiró—. ¿En plan novio celoso o tiraba más a padre protector?
—Es difícil de decir, hablé con él por teléfono. Puede haber sido cualquiera de las dos cosas.
—Es un buen elemento. Le investigué ayer. Descubrí que se había librado de la cárcel por agresión sexual, debido a un tecnicismo legal.
El asombro embargó a Joe.
—¿En serio? ¡Maldita sea!
—Sí. Me pregunto si ________ conoce algo del pasado de Reggie.
—Lo dudo. Dijo que era como un padre para ella. No creo que pensara así si supiera que es un presunto violador. Pero, por si acaso, también tenemos que descartar a los admiradores y a los vecinos, en caso de que...
—Mi intuición me dice que es un conocido de ________, alguien en quien ella confía. Por eso cuando descubramos quién, será la primera en sorprenderse.
Joe estaba tan preocupado por la seguridad de ________que se agarró a los brazos de la silla. Ese tío estaba perdiendo la paciencia, y Joe estaba seguro de que daría problemas antes de que lo atraparan y le pararan los pies.
—Exacto.
—Así que no te despegues de ________. Tienes que vigilarla las veinticuatro horas del día.
Claro, eso sería de gran ayuda para apagar el deseo de su vientre y mantenerle cuerdo, ja.
—Sí.
Echando hacia atrás la cabeza, Deke se rió a carcajadas.
—Por lo que veo, la deseas tanto que no lo puedes controlar.
Joe suspiró. Odiaba ser tan transparente como el cristal.
—Sí.
La pregunta era, ¿su venganza o ________? ¿Qué debería elegir?
—Cuídate, ________. —Deke se había detenido en la puerta de la cabaña.
—Gracias —murmuró ella.
Desde su altura, él bajó la vista, esos inusuales ojos azules brillaban con preocupación. Le tocó el hombro con suavidad.
—Haré que examinen las fotos originales. Mientras tanto, Joe cuidará de ti.
A ________ le había gustado Deke de inmediato. Ese rostro severo se suavizaba cuando sonreía. Parecía agradable. Y lo suficientemente fuerte para protegerla. Y era de trato amable, por lo que probablemente sería más fácil hablar con él.
A diferencia de cierta persona que conocía.
________ lanzó una mirada hacia la derecha, hacia Joe. Tenía la mirada fija en la mano de Deke que le acariciaba el hombro. La furia de su mirada no podía ser confundida con otra cosa. ¿Qué le pasaba?
—Si Joe no te trata bien, llámame por teléfono. —Deke señaló el aparato negro que colgaba de la pared—. Mi número está guardado en la memoria, en el botón número dos. Vendré corriendo si me necesitas. —Le guiñó el ojo.
________ lo señaló con un dedo acusador, pero no pudo reprimir la sonrisa. Ese flirteo provocador la seducía. Era un hombre que había nacido para coquetear. Lo más probable es que las mujeres se mataran por llamar su atención, pero agradecía que intentara levantarle el ánimo cuando estaba preocupada tanto por su seguridad como por su vida sexual.
Otra mirada a Joe le dijo que a él eso no le hacía gracia. Ni la más mínima.
—Gracias —murmuró—. Espero que me llames si encuentras huellas digitales en las fotos. O alguna otra prueba.
Con otra caricia en el hombro, Deke arqueó las cejas.
—Puedes dar por sentado que estaremos en contacto.
De nuevo, ella se rió. Luego él saludó a Joe con la mano y salió al pantano iluminado por la puesta del sol.
La puerta se cerró y _______ se quedó a solas con Jack. Un silencio atronador cayó sobre la estancia. Dejó de sonreír. A lo lejos, oyó los chapoteos del bote de Deke saliendo del pequeño muelle. Dentro, los latidos de su corazón rompían el silencio y se podía palpar la tensión en el aire.
—Gracias por pedirle ayuda. Agradezco cualquier cosa que ayude a identificar al acosador y poder retomar mi vida de nuevo.
Joe permaneció en silencio un rato antes de contestar.
—Deke es listo y está bien relacionado. Si hay alguna prueba en esas fotos, él la encontrará.
—Bien. —Ella asintió con la cabeza.
Luego se hizo otro incómodo silencio. _______ no podía leer la expresión de Joe, pero podía sentir su desaprobación flotando en el aire. Frunció el ceño completamente confundida. ¿Acaso pensaba Joe que el flirteo con Deke significaba algo? ¿O simplemente le molestaba tener que hacerse cargo de ella después de haber conseguido que se entregara a cada uno de sus caprichos la noche anterior? Quizá sólo quería que se fuera.
—Deke parece agradable —murmuró ella, intentando aligerar la tensa atmósfera.
Joe bufó.
—Deke es muchas cosas. Pensar que es agradable podría ser un gran error.
_______ vaciló con el ceño fruncido por la confusión.
—Es tu socio. Si no es honesto...
—No he dicho que no sea honesto. Es de una honestidad a prueba de bomba. Es digno de confianza, valiente e inteligente, jamás tiene una actitud negativa. Él representa todo lo que el ejército quiere para sus fuerzas de élite. Pero en lo que respecta a las mujeres, no lo llamaría agradable.
—Parece como si me estuvieras advirtiendo contra tu amigo —lo acusó—, ¿Acaso te molestaría que mostrara interés por él?
Joe se giró con los hombros tensos.
—Si ya lo pasas mal con las ataduras de terciopelo y las órdenes suaves, Deke aplastaría tus delicados sentimientos, cher. En lo que se refiere al sexo, juega muy en serio... pero sólo si hay tres personas en la habitación.
—¿Tres personas? ¿Le gusta mirar?
La risa ronca con la que Joe respondió a su pregunta la tomó por sorpresa.
—El sexo no es algo en lo que a Deke le guste ser un espectador.
Genial. Así que a ese alemán grandote con esa típica sonrisa norteamericana le gustaba lo que en francés se llamaba un ménaje a trois. Una imagen —Joe por un lado, Deke por otro, los dos dando placer a su cuerpo impotente y atado—, atravesó su mente, llenándola con el color rojo del pecado. La humedad inundó su entrepierna. En un instante, se había puesto tan mojada que casi goteaba. El clítoris le dolía sin piedad.
_______, mareada y avergonzada, apartó la imagen de su cabeza.
—Oh.
—Sí, oh. —Joe le respondió con una amplia sonrisa que no desapareció mientras la seguía al interior de la cabaña.
—A su lado soy como un inocente niño de coro.
_______ casi se atragantó.
—¡Estás de broma! ¿Tú cantando en un coro?
—Oye, estuve en el coro hasta la adolescencia. El director del coro de Nuestra Señora de la Perpetua Esperanza decía que cantaba como un ángel.
—Pues tienes la mente de un diablo.
Joe sólo sonrió.
—Apenas te he dado una muestra, cher. Podría enseñarte muchas más cosas...
_______ lo creyó. Sin ningún género de dudas. Sólo pensar en las sensaciones y sentimientos en los que la podría iniciar la hacía temblar y sufrir. Y no sólo por la increíble liberación que eso le podría proporcionar. En sus brazos, en su cama, se había sentido libre y viva. La asustaba pensar que el único lugar donde podía sentirse completamente libre era atada a la cama de Joe.
«Dios, no. Por favor, no».
—No lo harás —prometió ella—. Me pediste una noche. Te la di. Ya sé suficiente para hacer el programa. Es todo lo que necesito.
Joe se acercó a ella, cogiéndola desprevenida.
—¿Me estás diciendo que no te gustó?
¿No sería maravilloso poder decírselo y que se lo creyera? Pero _______ sabía que no era tan crédulo.
—No. Pero eso no quiere decir que quiera repetirlo.
—¿Qué te detiene, tu prometido?
_______ apretó los dientes. Maldita sea, había sostenido la mentira de su relación con Brandon para mantener a Joe a distancia, pero lo único que había conseguido era liar más las cosas. De hecho, la pregunta parecía una burla por ser tan pervertida como él.
—Hasta cierto punto. —Tal vez fingir remordimientos le quitaría las ganas—. Sí, me siento culpable.
—Puede, pero no lo pareces. ¿Por qué no llevabas el anillo de compromiso cuando viniste a hablar conmigo de sexo?
—A-aún no tengo. Quiero escogerlo yo.
Joe la estudió con la cabeza ladeada y esos oscuros ojos perspicaces.
—Creo que estás más asustada de tus deseos que de engañar a tu prometido. ¿Acaso puedes negarlo?
¿Cómo podía saberlo? ¿Cómo, con sólo mirarla, podía deducir todo eso?
—Vete al infierno. Te di una noche, como quedamos. No me convencerás para que te dé otra. No quiero saber nada más de dominaciones. Ni de sexo. Ni siquiera quiero hablar de ello.
Sacudiendo la cabeza, _______ se dio la vuelta. Medio esperaba que Joe la agarrara del brazo, que la detuviera, o que, simplemente, soltara un gruñido. Estaba casi en la puerta del dormitorio cuando comenzó a preguntarse si lo habría dejado sin palabras. Sintió una sensación de victoria y un desasosiego aplastante.
La voz de Joe la dejó helada para después convertir su sangre en lava líquida.
—Puedo cumplir tus fantasías, cher.
—Basta. —_______ se detuvo con la mano en la manilla de la puerta. Aspiró con fuerza—. Maldita sea. Para ya, sólo déjalo estar.
—Non. —Joe dio un paso en su dirección, luego otro, y otro, hasta que cogió a _______ por la cintura, apretándole la erección contra el trasero y murmurándole al oído—: todas y cada una de tus fantasías. Empezando desde ahora mismo.
«¿Qué demonios me pasa?»
—Bueno, sea lo que sea, suéltalo ya —le exigió Deke, sentándose en la silla al lado del ordenador.
Joe no fingió no entenderle.
Suspiró y se dejó caer pesadamente en la silla. ¿Por dónde podía empezar? Todo esa historia se estaba volviendo cada vez más complicada. Venganza, lujuria, intento de asesinato, sexo intenso..., y todo en los últimos dos días.
Pero como en toda historia, Joe supuso que lo mejor sería empezar por el principio.
—Mi ex-esposa me puso los cuernos con otro hombre antes de dejarme.
—Lo mencionaste una vez, uno de tus fines de semana locos en Nueva Orleáns.
—Con Brandon Ross.
Deke frunció el ceño.
—¿Brandon Ross? ¿El mismo Brandon con el que ________ está comprometida?
Joe apoyó los codos en las rodillas y miró atentamente a su amigo.
—El mismo.
—Diría que es demasiada coincidencia que hayas terminado protegiendo y metiendo bajo tu techo a la novia de tu enemigo y, a menos que me equivoque, también la has metido en tu cama. Te conozco lo suficientemente bien para creer que no puede existir tal coincidencia.
—Lo había planeado —confirmó Joe—. Hasta el último detalle. Iba a seducirla, a tirármela y a restregárselo a Brandon por las narices de la misma manera en que él hizo conmigo.
Deke soltó un silbido.
—Eso es tener agallas, amigo. Retorcido, pero con un par de pelotas. ¿Qué ha ocurrido?
Joe se puso de pie, paseándose de un lado a otro por la pequeña estancia sin ventanas. ¿Desde cuándo la habitación se había vuelto tan pequeña? Nunca se lo había parecido antes.
Le dio la espalda a Deke. Suspiró. Entrelazó las manos. Merde, estaba nervioso.
No, era mucho más que eso. Estaba furioso porque la rabia que había sentido por Brandon antes de poner en marcha todo el asunto, el propio deseo de vengarse de su antiguo amigo, estaba siendo usurpado por el deseo de volver a tener a ________ bajo su cuerpo. Estaba furioso porque durante toda la noche, ________ no había sentido ni una pizca de remordimiento por haber engañado a su novio, y porque aún había logrado contener una parte de sí misma. Maldita sea, su cuerpo, su cara le decían que aún no había experimentado todo lo que deseaba.
Luego, había tenido que soportar el flirteo de Deke con ella y con tener las ganas de partirle la cabeza a ese rubio gigantesco.
Y por encima de todo eso, estaba ese deseo..., Joe luchó contra la necesidad que burbujeaba en su vientre. Hacía menos de cuatro horas que había estado en el interior de ________, y ya estaba de nuevo agonizando, jadeando y babeando por ella. Deseaba volver a saborearla. Esa necesidad lo enfurecía, y lo hacía perder el control. Indudablemente, eso era inaceptable.
—No lo sé —dijo Joe finalmente—. Sencillamente... no es tan fácil como creía.
—¿Has pagado al acosador para tenerla dónde querías?
—Me conoces muy bien. No te habría llamado si todo esto fuera un montaje. Sólo había pensado en seducir a ________ en Lafayette. Convencerla de que Brandon no era el mejor hombre para ella, y luego dejarla. Pero hay un acosador de verdad, y cuando le disparó en medio de la multitud a plena luz del día, estaba jodidamente aterrorizada. Así que la traje aquí.
—Me parece lógico, pero no entiendo ese sentimiento posesivo. No va contigo. En el pasado, hemos compartido...
—Ni siquiera lo pienses —gruñó Joe—. ________ es muy reservada. Además, es una mujer que lucha por su vida, no una furcia que nos hayamos ligado en un pub.
—Sin embargo, nada de eso te ha impedido tirártela.
—Déjalo ya, maldita sea.
—Está bien. —Deke respondió al gruñido de Joe con una sonrisa torcida y levantó las manos en un gesto de rendición—. No tendré más pensamientos lascivos sobre ese bomboncito pelirrojo que hay ahí fuera.
Joe se masajeó los hombros, intentando aliviar la tensión. Demonios, una noche con ________ atada y a su merced, y ya empezaba a perder la cabeza. Deseaba poder librarse de todos esos pensamientos lascivos sobre ella con tanta facilidad como Deke. Pero no podía. Deseaba a ________. Y la deseaba ya.
—La pregunta es, ¿por qué ese rollo del amante celoso? —Deke lo atravesó con una mirada penetrante, como si conociera cada maldito pensamiento que le cruzaba por la cabeza—. A menos, claro está, que estés celoso de verdad.
¡Maldición! La amarga realidad era que los celos le roían las entrañas No cabía duda. Había compartido algunas mujeres con Deke y había estado bien. Pero hacerlo con ________... sólo de pensarlo se ponía enfermo. El instinto le decía que a ella le encantaría un trío, si se permitiera considerar esa posibilidad. Pero él se sentía posesivo con ella. Prefería masticar clavos antes que permitir que su amigo y socio participara en la función.
Había algo en ________ que lo conmovía profundamente y lo dejaba sin aliento. Joe tenía demasiada experiencia para perder el tiempo mintiéndose a sí mismo. El deseo que sentía por la prometida de Brandon tenía, sencillamente, poco que ver con la venganza, y desear que fuera de otra manera no iba a cambiarlo.
Pero era algo más que todo eso. Hacer el amor con ________ durante toda la noche no había satisfecho su libido ni el deseo de traicionar a Brandon. En realidad, ella había sido perfecta. Joe no recordaba haber mantenido nunca relaciones sexuales con una mujer de una manera tan completa, como si pudiera ver dentro de ella, como si conociera todos y cada uno de sus deseos. Y aunque había estado totalmente dentro de ella —al menos físicamente— no era suficiente. Quería más, quería darle todo lo que necesitara, que ella se sintiera libre de pedirle cualquier cosa que deseara.
Pero ella seguía sin confiar en él.
Maldita sea, no quería eso. Ansiarla no era parte del plan. Tirársela, plantar la semilla de la duda para que dejara a Brandon y marcharse, ése ere el plan. Así de simple.
Pero no. Joe no sólo quería que dejara a Brandon para vengarse. Una temeraria desesperación lo embargaba. No estaba seguro de poder dejarla marchar. Si bien ella había engañado a Brandon, saberlo no le bastaba. Había pensado que podía pasar de las mujeres desde el momento en que se divorció de Kayla, pero con ________ no podía. La deseaba más de lo que había deseado nunca a su ex-mujer.
Por una parte, la estúpida hormona de la felicidad que llevaba dentro lo impulsaba a ganarse la confianza de ________, hacerla suya para someterla. Su instinto de posesión le exigía que la reclamara.
Bueno, ya lo había admitido. Quizá ése fuera era el primer paso para recuperarse de esa locura y centrarse en su venganza.
Joe siguió paseándose de un lado a otro de la habitación, sin poder concentrarse, como si su mente hubiera sufrido un cortocircuito. Lo más probable es que fuera debido a la maratón de sexo y a la falta de sueño.
Pero se conocía demasiado bien. Algo en su interior le gritaba que abandonara la venganza y reclamara a ________ para sí. Que la tratara como le gustaba tratar a las mujeres, que la enseñara a aceptar sus más profundos deseos, que la cuidara. Que la hiciera suya para siempre.
También había algo que le decía que haberle enviado a Brandon el vídeo en el que tomaba a ________ contra la puerta había sido un error. Uno bien grande.
Con un suspiro, Joe se hundió en la silla. No debería preocuparle que Brandon viera la cinta en la que poseía a ________. Pero como el tonto que era, le preocupaba. Maldita sea, ojalá no hubiera compartido los detalles de su primera vez juntos, y menos de esa manera.
Era una locura sentir remordimientos. ¡Enviarle el vídeo a Brandon era parte de su venganza! A pesar de eso, Joe era consciente de que había enviado a Brandon algo que sólo les concernía a ________ y a él. ¿Qué decía eso acerca de sus sentimientos por ella?
Lo peor era que si ________ se enteraba, no comprendería por qué lo había hecho, sólo vería sus acciones como una enorme traición a su confianza. Una que socavaría cualquier avance que hiciera con ella. Y si quería poseerla de nuevo, tenía que demostrarle que no sólo quería tener relaciones sexuales con ella. Tenía que demostrarle que le importaba.
Maldita sea. Iba a tener que escoger entre ________ o seguir con su venganza, porque una sola noche salvaje con ella no había sido suficiente para saciarse. No había sido suficiente ni por asomo. Al contrario, sólo había servido para que no se la pudiera quitar de la mente.
Pero, ¿cómo diantres podía renunciar a tres años de furia, de traición, de intrigas y odios?
¿Cómo podía renunciar a una dulce sumisa como ________?
—Oh —se rió Deke—. ________ te tiene cogido por las pelotas. Te tiene bien atado. Qué fuerte. No es que te culpe. Parece tener un polvo que...
—Cállate. No hables de ________ de esa manera —gruñó Joe.
En cuanto las palabras abandonaron su boca, se dio cuenta de que no había hecho sino confirmar cada una de las sospechas de Deke.
«¡Maldición!»
Deke se rió.
Joe se esforzó por aflojar la mandíbula tensa.
—Hablemos de trabajo.
Su amigo contuvo una amplia sonrisa.
—Claro. Venga. ¿Cuál de los sospechosos piensas que es el acosador de ________?
—Podría ser cualquiera. —Joe encogió los hombros, intentando relajarse—. No creo que sea el novio de la universidad que se casó hace poco y acaba de tener un bebé. También creo que ________ tiene razón sobre Brent Pherson. Un jugador de fútbol americano que esté de gira no pudo haberle sacado esas fotos. Lo que sólo nos deja a su antiguo novio, el ayudante de producción o algún admirador secreto.
—Sospecho que el viejo Reggie tiene madera de psicópata. No es tan leal como ________ cree. Caramba, le pagué para contactar con ella, y le pasé información sobre mí para el programa. Me cogió el dinero sin hacer preguntas, y me envió toda la información que le pedí por correo electrónico. Aunque amenazó con castrarme si se me ocurría insinuarme a ella —dijo Joe con una mueca.
—Así que la vendió y luego se volvió contra ti. Qué agradable. —Deke suspiró—. ¿En plan novio celoso o tiraba más a padre protector?
—Es difícil de decir, hablé con él por teléfono. Puede haber sido cualquiera de las dos cosas.
—Es un buen elemento. Le investigué ayer. Descubrí que se había librado de la cárcel por agresión sexual, debido a un tecnicismo legal.
El asombro embargó a Joe.
—¿En serio? ¡Maldita sea!
—Sí. Me pregunto si ________ conoce algo del pasado de Reggie.
—Lo dudo. Dijo que era como un padre para ella. No creo que pensara así si supiera que es un presunto violador. Pero, por si acaso, también tenemos que descartar a los admiradores y a los vecinos, en caso de que...
—Mi intuición me dice que es un conocido de ________, alguien en quien ella confía. Por eso cuando descubramos quién, será la primera en sorprenderse.
Joe estaba tan preocupado por la seguridad de ________que se agarró a los brazos de la silla. Ese tío estaba perdiendo la paciencia, y Joe estaba seguro de que daría problemas antes de que lo atraparan y le pararan los pies.
—Exacto.
—Así que no te despegues de ________. Tienes que vigilarla las veinticuatro horas del día.
Claro, eso sería de gran ayuda para apagar el deseo de su vientre y mantenerle cuerdo, ja.
—Sí.
Echando hacia atrás la cabeza, Deke se rió a carcajadas.
—Por lo que veo, la deseas tanto que no lo puedes controlar.
Joe suspiró. Odiaba ser tan transparente como el cristal.
—Sí.
La pregunta era, ¿su venganza o ________? ¿Qué debería elegir?
—Cuídate, ________. —Deke se había detenido en la puerta de la cabaña.
—Gracias —murmuró ella.
Desde su altura, él bajó la vista, esos inusuales ojos azules brillaban con preocupación. Le tocó el hombro con suavidad.
—Haré que examinen las fotos originales. Mientras tanto, Joe cuidará de ti.
A ________ le había gustado Deke de inmediato. Ese rostro severo se suavizaba cuando sonreía. Parecía agradable. Y lo suficientemente fuerte para protegerla. Y era de trato amable, por lo que probablemente sería más fácil hablar con él.
A diferencia de cierta persona que conocía.
________ lanzó una mirada hacia la derecha, hacia Joe. Tenía la mirada fija en la mano de Deke que le acariciaba el hombro. La furia de su mirada no podía ser confundida con otra cosa. ¿Qué le pasaba?
—Si Joe no te trata bien, llámame por teléfono. —Deke señaló el aparato negro que colgaba de la pared—. Mi número está guardado en la memoria, en el botón número dos. Vendré corriendo si me necesitas. —Le guiñó el ojo.
________ lo señaló con un dedo acusador, pero no pudo reprimir la sonrisa. Ese flirteo provocador la seducía. Era un hombre que había nacido para coquetear. Lo más probable es que las mujeres se mataran por llamar su atención, pero agradecía que intentara levantarle el ánimo cuando estaba preocupada tanto por su seguridad como por su vida sexual.
Otra mirada a Joe le dijo que a él eso no le hacía gracia. Ni la más mínima.
—Gracias —murmuró—. Espero que me llames si encuentras huellas digitales en las fotos. O alguna otra prueba.
Con otra caricia en el hombro, Deke arqueó las cejas.
—Puedes dar por sentado que estaremos en contacto.
De nuevo, ella se rió. Luego él saludó a Joe con la mano y salió al pantano iluminado por la puesta del sol.
La puerta se cerró y _______ se quedó a solas con Jack. Un silencio atronador cayó sobre la estancia. Dejó de sonreír. A lo lejos, oyó los chapoteos del bote de Deke saliendo del pequeño muelle. Dentro, los latidos de su corazón rompían el silencio y se podía palpar la tensión en el aire.
—Gracias por pedirle ayuda. Agradezco cualquier cosa que ayude a identificar al acosador y poder retomar mi vida de nuevo.
Joe permaneció en silencio un rato antes de contestar.
—Deke es listo y está bien relacionado. Si hay alguna prueba en esas fotos, él la encontrará.
—Bien. —Ella asintió con la cabeza.
Luego se hizo otro incómodo silencio. _______ no podía leer la expresión de Joe, pero podía sentir su desaprobación flotando en el aire. Frunció el ceño completamente confundida. ¿Acaso pensaba Joe que el flirteo con Deke significaba algo? ¿O simplemente le molestaba tener que hacerse cargo de ella después de haber conseguido que se entregara a cada uno de sus caprichos la noche anterior? Quizá sólo quería que se fuera.
—Deke parece agradable —murmuró ella, intentando aligerar la tensa atmósfera.
Joe bufó.
—Deke es muchas cosas. Pensar que es agradable podría ser un gran error.
_______ vaciló con el ceño fruncido por la confusión.
—Es tu socio. Si no es honesto...
—No he dicho que no sea honesto. Es de una honestidad a prueba de bomba. Es digno de confianza, valiente e inteligente, jamás tiene una actitud negativa. Él representa todo lo que el ejército quiere para sus fuerzas de élite. Pero en lo que respecta a las mujeres, no lo llamaría agradable.
—Parece como si me estuvieras advirtiendo contra tu amigo —lo acusó—, ¿Acaso te molestaría que mostrara interés por él?
Joe se giró con los hombros tensos.
—Si ya lo pasas mal con las ataduras de terciopelo y las órdenes suaves, Deke aplastaría tus delicados sentimientos, cher. En lo que se refiere al sexo, juega muy en serio... pero sólo si hay tres personas en la habitación.
—¿Tres personas? ¿Le gusta mirar?
La risa ronca con la que Joe respondió a su pregunta la tomó por sorpresa.
—El sexo no es algo en lo que a Deke le guste ser un espectador.
Genial. Así que a ese alemán grandote con esa típica sonrisa norteamericana le gustaba lo que en francés se llamaba un ménaje a trois. Una imagen —Joe por un lado, Deke por otro, los dos dando placer a su cuerpo impotente y atado—, atravesó su mente, llenándola con el color rojo del pecado. La humedad inundó su entrepierna. En un instante, se había puesto tan mojada que casi goteaba. El clítoris le dolía sin piedad.
_______, mareada y avergonzada, apartó la imagen de su cabeza.
—Oh.
—Sí, oh. —Joe le respondió con una amplia sonrisa que no desapareció mientras la seguía al interior de la cabaña.
—A su lado soy como un inocente niño de coro.
_______ casi se atragantó.
—¡Estás de broma! ¿Tú cantando en un coro?
—Oye, estuve en el coro hasta la adolescencia. El director del coro de Nuestra Señora de la Perpetua Esperanza decía que cantaba como un ángel.
—Pues tienes la mente de un diablo.
Joe sólo sonrió.
—Apenas te he dado una muestra, cher. Podría enseñarte muchas más cosas...
_______ lo creyó. Sin ningún género de dudas. Sólo pensar en las sensaciones y sentimientos en los que la podría iniciar la hacía temblar y sufrir. Y no sólo por la increíble liberación que eso le podría proporcionar. En sus brazos, en su cama, se había sentido libre y viva. La asustaba pensar que el único lugar donde podía sentirse completamente libre era atada a la cama de Joe.
«Dios, no. Por favor, no».
—No lo harás —prometió ella—. Me pediste una noche. Te la di. Ya sé suficiente para hacer el programa. Es todo lo que necesito.
Joe se acercó a ella, cogiéndola desprevenida.
—¿Me estás diciendo que no te gustó?
¿No sería maravilloso poder decírselo y que se lo creyera? Pero _______ sabía que no era tan crédulo.
—No. Pero eso no quiere decir que quiera repetirlo.
—¿Qué te detiene, tu prometido?
_______ apretó los dientes. Maldita sea, había sostenido la mentira de su relación con Brandon para mantener a Joe a distancia, pero lo único que había conseguido era liar más las cosas. De hecho, la pregunta parecía una burla por ser tan pervertida como él.
—Hasta cierto punto. —Tal vez fingir remordimientos le quitaría las ganas—. Sí, me siento culpable.
—Puede, pero no lo pareces. ¿Por qué no llevabas el anillo de compromiso cuando viniste a hablar conmigo de sexo?
—A-aún no tengo. Quiero escogerlo yo.
Joe la estudió con la cabeza ladeada y esos oscuros ojos perspicaces.
—Creo que estás más asustada de tus deseos que de engañar a tu prometido. ¿Acaso puedes negarlo?
¿Cómo podía saberlo? ¿Cómo, con sólo mirarla, podía deducir todo eso?
—Vete al infierno. Te di una noche, como quedamos. No me convencerás para que te dé otra. No quiero saber nada más de dominaciones. Ni de sexo. Ni siquiera quiero hablar de ello.
Sacudiendo la cabeza, _______ se dio la vuelta. Medio esperaba que Joe la agarrara del brazo, que la detuviera, o que, simplemente, soltara un gruñido. Estaba casi en la puerta del dormitorio cuando comenzó a preguntarse si lo habría dejado sin palabras. Sintió una sensación de victoria y un desasosiego aplastante.
La voz de Joe la dejó helada para después convertir su sangre en lava líquida.
—Puedo cumplir tus fantasías, cher.
—Basta. —_______ se detuvo con la mano en la manilla de la puerta. Aspiró con fuerza—. Maldita sea. Para ya, sólo déjalo estar.
—Non. —Joe dio un paso en su dirección, luego otro, y otro, hasta que cogió a _______ por la cintura, apretándole la erección contra el trasero y murmurándole al oído—: todas y cada una de tus fantasías. Empezando desde ahora mismo.
aranzhitha
Re: "Dominada por el deseo" (Joe y tu) Terminada
hola nueva lectora!!!
me quede atrapada con tu novela :D
siguela porfa esta genial
me quede atrapada con tu novela :D
siguela porfa esta genial
Samantha
Re: "Dominada por el deseo" (Joe y tu) Terminada
OMG!!!!! :affraid:
esta genial
joe esta celoso jajajaja :twisted:
y le mando el video a Brando esta fue mi cara cuando leí eso
la rayis se va a enojar
y su amigo Deke dijo que habia tenido pensamientos lasivo sobre la rayis :¬w¬:
esta genial debes de seguirla plis :sad:
no la podes dejar asi :D
un abrazo :hug: siguela :D
esta genial
joe esta celoso jajajaja :twisted:
y le mando el video a Brando esta fue mi cara cuando leí eso
la rayis se va a enojar
y su amigo Deke dijo que habia tenido pensamientos lasivo sobre la rayis :¬w¬:
esta genial debes de seguirla plis :sad:
no la podes dejar asi :D
un abrazo :hug: siguela :D
Nicole
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