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"Dominada por el deseo" (Joe y tu) Terminada
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: "Dominada por el deseo" (Joe y tu) Terminada
waaaa el abuelito tambien los apoya jejejej me encantaaa la novela!!!
Samantha
Re: "Dominada por el deseo" (Joe y tu) Terminada
Capítulo 11
«Terminaremos más tarde».
Las palabras de Joe resonaban en la mente de _______ mientras Brice se mostraba encantador con ella durante el desayuno.
Regañó al anciano por que en vez de ropa de vestir sólo le hubiera llevado lencería. La oscura y risueña mirada, la amplia sonrisa, y el encogimiento de hombros que le dirigió en respuesta indicaban que no se arrepentía en absoluto.
Y Joe... su mirada la hacía arder, recordándole sus anteriores palabras: «Terminaremos más tarde».
_______ quería borrar aquellos recuerdos, ahogar la voz que resonaba en su mente. Por encima de los huevos revueltos que ambos hombres habían condimentado con tabasco, Joe la miraba como si _______ fuera un cruce entre un enigma indescifrable y un bocado apetecible. Como algo que codiciara y tuviera intención de poseer.
Maldita sea, ¿por qué le había dicho que sí a Joe y a su cuarto de juegos? Intentar negarse tras haber disfrutado de aquel exquisito placer le había parecido casi imposible.
Pero decir sí había sido lo más fácil —obligatorio incluso— con la boca de él gravitando sobre ella, mientras estaba al borde del clímax. Ahora que el placer no anulaba su capacidad de respirar y pensar, _______ no estaba segura de que haber cedido, dándole lo que él quería, hubiera sido una buena idea. No sólo cambiaba las cosas entre ellos, sino que la cambiaría a ella para siempre. Desde que estaba con Joe, sus fantasías eran más urgentes y explícitas. Los impulsos que siempre había tenido ahora la acosaban en forma de sensaciones y recuerdos, obsesionándola con la imagen de Joe.
Deseaba a Joe, y deseaba disfrutar del intenso placer que él le proporcionaba. El hecho de dejarse llevar por las sensaciones que Joe provocaba en su cuerpo la hacía sentirse más viva, más... completa. ¿Tenía sentido?
«Terminaremos más tarde». Sintió el peso de la mirada penetrante de Joe y _______ supo qué estaba pensando.
¿Debería o no debería hacerlo?
Como todo lo que tenía que ver con Joe, la promesa que le había hecho la avergonzaba, pero a la vez la hacía sentirse dolorida y temblorosa de necesidad. Esa mañana en el porche... Dios, todavía podía sentir la boca de él en su sexo, penetrando en ella con la lengua, tomando posesión de cada punto sensible. Le había arrebatado la capacidad de pensar. Había inundado cada parte de su cuerpo con un éxtasis capaz de desafiar las palabras, algo que le hacía imposible huir de las sensaciones que él derramaba sobre ella como si fueran miel dulce y caliente.
Y para colmo aún seguía sintiendo esa condenada curiosidad —y excitación— ante cualquier cosa que él pudiera hacer en ese toallero y en esa mesa con esposas. Y con los otros artículos que era demasiado ingenua para nombrar. Cuanto más intentaba huir de sus deseos, más insistentes se volvían éstos, apoderándose lentamente de su cuerpo como si fuera una enredadera.
¿Qué ocurriría si le permitía a Joe cumplir la amenaza de terminar lo que habían empezado? ¿Sería tan terrible permitírselo aunque sólo fuera una vez? Nadie más, aparte de ella y Joe, lo sabría.
Mordiéndose los labios, observó la impaciencia de Joe cuando Brice se quedó un rato más después de tomar el café. Los oscuros ojos prometían placer, y un leve indicio de dolor. Su intención de poseerla totalmente se reflejaba en la seductora mirada. Ella tragó saliva ante la mezcla de miedo, emoción y anticipación que le retorció el estómago. La atracción era cada vez mayor. Joe tiraba de ella, como si entre ellos hubiera una cuerda invisible que se hiciera más y más corta a cada hora que pasaba.
No tenía sentido desear con tanta desesperación a alguien que había sacado sus peores impulsos. Alguien que la llevaría a un lugar más allá de las normas, algo que horrorizaría a su madre y que enfermaría a hombres como Andrew. Si permitía que Joe siguiera adelante con su plan, la arruinaría para las caricias de otro hombre. No podría vivir consigo misma después de que él la hubiera convertido en una depravada sumisa; le sería totalmente imposible. Ser una esclava sexual no iba con ella. No le gustaba recibir órdenes, o que le dijeran lo que podía hacer o lo que no. Su madre había empezado a llamarla marimacho independiente cuando cumplió los doce años.
Pero con Joe..., _______ suspiró. Sus órdenes lograban penetrar en su interior, no sólo en su cuerpo, sino también en su mente, en su alma. Las cosas que él le exigía nunca dejaban de sorprenderla, y aun así, las cosas que él le había ordenado hacer, eran algo con lo que siempre había soñado. Algunas veces se preguntaba cómo podía leerle la mente. La sorprendía, la avergonzaba, la hacía ansiarle más que cualquier otra cosa.
En el fondo, _______ se veía incapaz de luchar contra lo que ambos deseaban.
Quizá... quizá debería acceder a estar juntos de nuevo y averiguar la verdad sobre sus deseos. Joe no le haría daño a propósito, no más allá de un pequeño dolor erótico. La opinión de su madre o de Andrew no tenía importancia allí, en un mundo apartado de la civilización. Podría disfrutar de ese tiempo secreto, antes de que atraparan al acosador y de que ella regresara a la realidad.
Brice se marchó poco después del mediodía. _______ sabía que Joe querría retomar con rapidez el punto donde lo habían dejado esa mañana. Como cualquier mujer ansiosa, _______ quería estar lo más guapa posible. Se retiró al cuarto de baño cuando Joe acompañó a Brice hacia el embarcadero y se permitió un baño relajante y secarse el pelo a conciencia. Lamentó no tener maquillaje, por lo que no había manera de suavizar las pecas de la cara. Se humedeció los labios, se pellizcó las mejillas y se encogió de hombros. Era lo más que podía hacer.
El ruido de pasos en el pasillo la sacó de sus pensamientos.
Joe. Pronto llamaría a la puerta con golpes exigentes.
Contuvo el aliento. ¿Estaba preparada? ¿Podría manejarlo? Soltó un suspiro tembloroso, dividida entre su mente racional y su exigente cuerpo. Hasta ese momento siempre había prevalecido su lado racional, pero desde que había conocido a Joe, eran los deseos de su cuerpo quienes ganaban la partida.
Estaba todo lo preparada que podía estar para un hombre como Joe, considerando que iba vestida con una bata y una ropa interior que ni siquiera cubría lo esencial, algo que no escaparía a la penetrante mirada de Joe.
En lugar de sentir rechazo hacia esa reveladora y explosiva lencería, _______ sencillamente se humedeció más al pensar que Joe la vería con ella.
—¿ _______? —ladró él a través de la delgada puerta del cuarto de baño.
«Que comience el espectáculo».
—¿Joe?
En cuanto le echara un vistazo, _______ estaba segura de que esos oscuros ojos verían cada pecaminoso secreto de su alma. Pero ahora, incluso le temblaba la voz al mencionar su nombre.
Antes de que él pudiera decir o hacer cualquier cosa, sonó el teléfono. Joe soltó una maldición obscena mientras atravesaba el pasillo. _______ se relajó visiblemente con una extraña mezcla de alivio y decepción. Pero no podía negar que el dolor entre sus piernas era cada vez más agudo.
Aspirando profundamente, lo siguió por el pasillo, permaneciendo entre las sombras. Y escuchó.
—¿Qué diablos quieres? —oyó que espetaba Joe.
Una profunda carcajada salió por el altavoz del teléfono y retumbó en el pasillo.
—Puedo nombrarte tres razones de por qué estás de tan mal humor. Dos de ellas sobran.
Era Deke. _______ reconoció la voz burlona, incluso podía ver las arruguitas de risa que se le habrían formado en torno a esos ojos azules claros y alegres. Algo incongruente en un cuerpo tan duro y enorme.
—¿Has llamado sólo para cabrearme?
—Caramba, no. Ya sabes que no me gustan las cosas fáciles. ¿Dónde estaría el reto?
—¿Así que has llamado sólo para...?
—Tengo que hablar con _______.
Joe vaciló, cerrando los puños.
—¿De qué?
En esas dos sílabas sonaron la sospecha y los celos.
—¿Acaso tu polla ha hecho que te olvides de que _______ tiene un acosador tras su trasero?
—No, hijo de perra, no se me ha olvidado. Y aparta tu mente de su trasero.
—Aún no he perfeccionado la habilidad de follar a través del teléfono, Joe. Es sólo una forma de hablar. Relájate.
_______ frunció el ceño. Deke actuaba como si pensara que Joe estaba celoso. Ese pensamiento la hubiera hecho estallar en carcajadas si no hubiera observado antes el extraño comportamiento de Joe con Deke y no hubiera parecido tan... tenso.
Con un profundo suspiro, Joe abrió los puños.
—Voy a llamarla.
—Estoy aquí. — _______ salió de las sombras y recorrió los últimos metros de pasillo hasta Joe.
El se volvió rápidamente hacia ella, taladrándola con la mirada. _______ sintió que sus pezones, desnudos bajo el escotado sujetador, pulsaban contra el suave tejido de punto de la bata. Dado que Joe tenía los ojos agrandados y las fosas nasales dilatadas, _______ supuso que lo había notado.
— _______ —la saludó Deke por el altavoz—. Hola, muñeca.
—Hola Deke. ¿Alguna noticia?
—Sí. No pudimos encontrar huellas digitales en las fotos. Lo siento. Sin embargo, hemos obtenido algunas pistas interesantes, así que tengo que hacerte unas preguntas.
La decepción se apoderó de ella. ¿Cuánto más duraría esa pesadilla? ¿Y cómo iban a llegar hasta el fondo de todo eso si Deke no podía seguir la pista de ese lunático? Quería sentirse una persona normal otra vez, regresar a casa y no tener que preocuparse de si alguien la había allanado o manchado su cama con semen. Quería recuperar su vida. Y estaba claro que por el momento eso no iba a ser posible.
Para su sorpresa, Joe se acercó a su lado y tomó su mano, repentinamente fría, en la suya, más grande y caliente. Algo sólido y seguro. Un simple gesto y, de inmediato, _______ se sintió más fuerte.
Hasta que se dio cuenta de que recuperar su vida, significaría perder a Jack. La decepción que sintió la aturdió. Se aferró a él con más fuerza. ¿Por qué no la hacía feliz el pensamiento de perderlo de vista? Debería de celebrarlo con margaritas. Regresar a su vida significaría que habían atrapado al acosador, que no tendría que cuestionarse más a sí misma. Pero en vez de eso, apretó la mano de Joe y se negó a soltarle.
—¿Qué quieres saber? —le preguntó _______ a Deke.
—¿Conoces a alguien que sea muy aficionado a la fotografía, alguien que lo considere un hobby?
—A Reggie, mi ayudante de producción. No es que sea un profesional, pero es muy bueno. Incluso ha hecho algunas exposiciones. — _______ frunció el ceño—. ¿No pensarás que es Reggie?
Él vaciló.
—Cuando mis amigos de FBI analizaron las fotos, descubrieron que habían sido realizadas por alguien que sabe manejar una cámara. No han sido reveladas en un laboratorio, ni en uno de esos sitios que revelan las fotos en una hora. No son fotos digitales. Son de la vieja escuela. Es probable que hayan sido reveladas en casa, y usando unos productos químicos bastante caros y con papel bueno. Son de alguien que se toma la fotografía en serio. Y aunque tú te sientas incómoda y amenazada cuando las miras, él, por el contrario, las ve como un arte. No es que haya sacado simplemente unas fotos. Ha buscado la simetría, la iluminación, el ángulo más interesante. Y no ha hecho un mal trabajo.
¿Reggie? ¿Su amigo Reggie? No...
Pero ella no conocía a nadie más con esa pasión por la fotografía, alguien que desdeñaba las fotos de las nuevas cámaras digitales. Trastos sin sentido las llamaba. Siempre le decía que no valía la pena echar a perder una buena imagen con aquellas cámaras. No conocía a nadie más que tuviera un cuarto oscuro en su casa.
_______ se quedó paralizada y sin aliento. Reggie, a quien consideraba casi como a un padre.
¡No!
No eran muchas las personas que conocían su dirección en Los Angeles. Pero Reggie sí... y también conocía su horario. Podría haber entrado en su casa, y haberse masturbado en su cama mientras ella no estaba. Reggie era una de las pocas personas que sabía qué vuelo había tomado para Houston y dónde se había hospedado.
Se frotó la frente ante un dolor repentino. ¿Reggie? ¿Había estado en Texas para sacar las fotografías de _______ en el patio trasero de Brandon hacía sólo unos días? Siempre hablaba con Reggie por el móvil. Así que no sabía exactamente dónde estaba. Cualquier cosa era posible. Y si Reggie había llegado tan lejos para acecharla... bueno, él sabía que tenía intención de ir a Lafayette para reunirse con Joe. Seguirla no habría sido demasiado difícil.
¿Había Reggie —el padre que nunca tuvo— sacado fotos de ella desnuda? ¿La habría espiado, se habría masturbado en su cama, había intentado matarla? ¡No! Pero... ¿quién más podría ser?
Sólo Reggie.
—Oh, Dios mío. —El impacto atravesó su cuerpo y le hizo zumbar los oídos. Le fallaron las rodillas. Se cubrió la boca con una mano temblorosa para contener un grito—. ¿Por q...? No... ¿Por qué? Confiaba totalmente en Reggie.
Cuando se tambaleó, Joe la agarró por la cintura.
—Tranquila —murmuró él.
Clavó los ojos en Joe con un repentino horror. Si no podía confiar en Reggie, el hombre que conocía desde hacía tres años y que había sido como un padre para ella, ¿cómo podía confiar en Joe, un hombre al que sólo conocía desde hacía tres días?
—¿ _______? —La preocupación de Deke resonó a través del hilo telefónico.
Ella miró a Jack con los ojos muy abiertos, llenos de incertidumbre y algo muy parecido al pánico. ¿Qué sabía de él? Sólo lo que Reggie le había dicho. Y que intentaba transformar su sexualidad en algo que ella misma no quería aceptar.
Luchó para soltarse de la presa de Joe. Se retorció con todas sus fuerzas, intentando liberarse. Quería escapar ya. Huir a algún lugar donde nadie pudiera encontrarla.
—Tranquila. —Joe usó esa voz paciente pero autoritaria que _______ conocía tan bien.
Algo en lo más profundo de su ser respondió al instante, quería obedecer a esa voz. Pero otra parte de ella tenía miedo, aunque no sabía con exactitud de qué. Alguien deseaba hacerle daño, alguien en quien había confiado plenamente. Reggie sólo probaba que ella no sabía juzgar el carácter de las personas más allegadas a ella. ¿Y si se había equivocado al confiar a un desconocido, no sólo su seguridad, sino su cuerpo y su alma?
Un desconocido al que sólo conocía porque Reggie le había pasado información sobre él.
Un terror helado atravesó a _______. Le dio a Joe una patada en la espinilla, y un codazo en el estómago. Él la sujetó con más fuerza y esquivó sus ataques como pudo.
—Te llamaré más tarde —le gruñó Joe al teléfono. Luego pulsó rápidamente el botón de apagado e interrumpió la conexión con Deke.
Joe la agarró por la cintura. _______ luchó aún con más ímpetu impulsada por el pánico que le atravesaba el vientre y le bajaba por las piernas. Joe gruñó cuando ella acertó a darle con el talón en la espinilla. Esperó que la soltara, pero la presa de él se hizo más fuerte.
Joe la condujo al dormitorio, arrastrándola con él. _______ intentó agarrarse a la manilla de la puerta para usarla como ancla, pero él era demasiado rápido y fuerte.
—¡Maldito seas, suéltame! —gritó _______ —. ¡Suéltame de una vez!
—Sé lo que estás pensando —gruñó Joe, ignorando su demanda—. Deja de pensarlo ahora mismo.
—No me digas lo que puedo o no pensar, gilipollas.
—Sé razonable, cher.
Unos instantes más tarde, _______ se encontró tumbada de espaldas sobre la cama. Con la rapidez de un rayo, él cubrió su cuerpo frío con el suyo y la inmovilizó contra el colchón. Extendió los brazos sobre los de ella, agarrándoles las muñecas en una presa suave pero inflexible. El peso de sus largas piernas aseguró las de _______ contra las sábanas suaves.
«No». La palabra resonaba en la mente de _______ mientras ella luchaba; necesitaba escapar, encontrar un lugar donde esconderse de todo aquello. Joe siguió sujetándola con fuerza incluso cuando ella se quedó inmóvil. ¡No!
—Relájate. —La oscura mirada se clavó en la de ella, penetrando en su miedo con sus tranquilos y dominantes ojos.
—¡Suéltame! — _______ se tensó contra él, pero tanto sus brazos como sus piernas estaban firmemente sujetos.
—Sé lo que está pasando por esa preciosa cabecita tuya, cher. Basta ya. No voy a hacerte daño.
—Si Reggie es el culpable, entonces..., entonces alguien como... tú, podría herirme, matarme...
Su voz sonaba jadeante, temblorosa. _______ odiaba sonar tan indefensa. En la tele, ella era la presentadora sexy; una profesional con cierto aire provocativo. Allí daba la talla. Pero en medio de los pantanos de Lousiana, bajo el techo de Joe, era una pelirroja que odiaba sentirse aterrada y estar fuera de su elemento físico, mental y... sexual.
Joe frunció el ceño, la preocupación le formó un surco entre las cejas.
—Estás pensando con la adrenalina que corre por tus venas, _______, no con la lógica. No lo hagas. Sólo llevamos aquí dos días. Podría haberte lastimado en cualquier momento si esa hubiera sido mi intención.
_______ se detuvo jadeante, pensando a toda velocidad. Joe había tenido un millón de oportunidades para violarla o matarla... o las dos cosas a la vez. No había hecho nada de eso. Pero razonar no era tan sencillo.
— ¿Cómo sé que no estás jugando conmigo, esperando a que baje la guardia y que confíe totalmente en ti para matarme? Apenas te conozco.
Joe hizo una pausa, esos insondables ojos color chocolate parecían taladrarla con una mirada tensa y frustrante.
—No soy tu acosador. No soy como ese cabrón. Si escucharas a tu corazón, lo sabrías.
—¿Nunca has querido hacerme daño?
—¿Hacerte daño? —La inmovilizó con una mirada sincera y resentida—. ¿Quién te ayudó a librarte del tirador? ¿Quién te puso a salvo?
Ella le respondió con un silencio significativo, mientras los pensamientos se agolpaban en su mente. Estaba claro que Joe no le había hecho daño, a pesar de las múltiples oportunidades que había tenido. La había ayudado en Lafayette, lo sabía. Lo que no sabía era por qué.
—Maldita sea, ¿qué he hecho para que desconfíes de mí? —le exigió él—. De lo único que soy culpable es de intentar que reconozcas quién eres en realidad, algo que te empeñas en no querer saber.
—Hace tres días ni siquiera sabía tu nombre —le gritó _______ a la cara—. Y ahora... ¿se supone que tengo que dejar mi vida y mi sexualidad en tus manos? ¿Cuántos hombres arriesgarían su vida para ayudar a una desconocida?
—Eso es algo que un soldado hace todos los días, _______. —Le agarró las muñecas con fuerza—. Es el que se la juega para proteger a los ciudadanos de su país, gente a la que no conocerá nunca. He sido soldado demasiados años para cambiar ahora. Después me convertí en guardaespaldas. No podía estar allí y observar cómo te mataban.
La blanca neblina del pánico comenzó a abandonar la mente de Morgan mientras procesaba sus palabras. Joe la había salvado porque esa era su forma de ser. Bien por instinto o bien por caballerosidad. Si estuviera compinchado con Reggie para matarla, no se habría tomado tanto tiempo. No parecía ser el estilo de Joe.
Vale, quizá no fuera el socio de Reggie, pero todavía había algo que la inquietaba. Algo que no cuadraba.
—¿El hecho de que me ayudaras en Lafayette no tuvo nada que ver con salir en mi programa?
Apoyándose sobre los codos que ahora enmarcaban la cara de _______, él sacudió la cabeza.
—Me importa un bledo la televisión. Francamente, te salvé porque tenía que hacerlo. Es mi trabajo. Pero también lo hice porque quería tocarte desde la primera vez que hablé contigo en el chat. Sentí que había un vínculo entre nosotros. —Le besó suavemente la línea de la barbilla—. Sentí tu inocencia, tu curiosidad y tu incertidumbre. La primera vez que te vi en el café me sentí noqueado. Tú y tu excitante reticencia me hicieron desearte tanto que no podía respirar. A los cinco minutos de conocerte ya estaba buscando la manera de tocarte, de acostarme contigo. Todavía te deseo.
El pulso de _______ dio un salto como si acabara de encontrar un trampolín. El acababa de poner las cartas sobre la mesa. Un estremecimiento la atravesó, y las palabras y los pensamientos se atropellaron uno tras otro. Sí. No. Quería. No quería. Tragó sin saber qué decir.
—Y tú también me deseas.
Sus palabras, tan arrogantes como él mismo, la sobresaltaron. Pero no las podía negar. Por supuesto que deseaba a Joe, incluso aunque él siguiera aprisionándola contra la cama. La pregunta decididamente sexual que asomaba a sus ojos color chocolate le endureció los pezones. Sintió que se mojaba de nuevo.
Joe le depositó un beso en la frente, otro en la mandíbula.
—Sabes que no voy a hacerte daño, ¿verdad?
Lentamente, ella asintió con la cabeza.
—Tie... tienes razón.
—Y respecto a tu amigo Reggie. Puede que sea él, o puede que no. Hasta que sepamos la verdad, no des nada por sentado.
_______ sacudió la cabeza.
—Pero es que a él le gusta mucho la fotografía. No conozco a nadie más que...
—Lo entiendo. Pero es mejor esperar. Deke seguirá investigando. Por ahora, creo que lo mejor será que no hables con Reggie hasta que no sepamos nada más. ¿Has intentado ponerte en contacto con él?
—Lo intenté ayer. Pero aquí no tengo cobertura.
—No. —Joe negó con la cabeza—. Desde aquí es imposible hablar por el móvil. ¿Denunciará tu desaparición si no le llamas por teléfono?
—Por ahora no, supongo que esperará unos días.
—Esperemos que para entonces ya lo hayan detenido. Mientras tanto no supongas lo peor. Es cierto que parece que las cosas no pintan bien para Reggie, pero no hay nada seguro. E incluso aunque él fuera culpable, sabes que aquí no te encontrará, ¿verdad?
Donde quiera que fuera «aquí».
—Sí.
—Y además, aquí estoy yo para protegerte.
—¿Por qué? —¿Por qué iba él a correr ese riesgo por ella?—. No tienes por qué hacerlo.
—Yo creo que sí. —Le acarició el cuello con la nariz, y le mordisqueó el lóbulo mientras su cálido aliento le rozaba la oreja—. Además, contigo, se trata de algo más que de protegerte.
_______ se estremeció. Se percató de que los dedos de Joe se deslizaban por sus brazos para rodearle las muñecas de nuevo, con sus piernas presionando las de ella. Una corriente cálida se deslizó entre sus cuerpos, y sintió la erección de Joe, gruesa, larga, insistente.
—No dejas de sorprenderme —susurró él—. Eres lo suficientemente lista para llevarle la delantera a un psicópata peligroso y decidido. Lo suficientemente dulce para convertirme en un adicto a ti. Lo suficientemente terca para desafiarme. Tan fuerte como para triunfar en la tele, un medio difícil donde abrirse camino.
El cumplido más agradable que _______ había recibido de Andrew era el de ser una mujer arrebatadora. Perfecta para lucir los vestidos. Sin embargo, las palabras de Joe cayeron sobre ella como si fuera dulce caramelo caliente sobre un helado, recubriendo sus miedos con algo tranquilizador y maravilloso.
A un hombre que quisiera hacerle daño no le importaría que ella fuera lista, dulce, terca o fuerte. Es más, ni siquiera se habría fijado en ella. En la mujer que verdaderamente era.
Joe la cautivaba, haciendo que se derritiera lentamente. Con la presión de sus caderas contra su sexo, _______ sintió que se derretía aún más. Una llamarada de deseo ardió y se extendió por su cuerpo. Con una profunda inspiración, se sintió envuelta por el olor de Joe. Olía a cuero, hombre, a cipreses y misterio. El deseo —y el dolor— la recorrieron y la hicieron arquearse contra su cuerpo.
—No sólo me sorprendes, me dejas perplejo —murmuró contra su piel, fingiendo no notar cómo se tensaba contra él—. Asumiste un enorme riesgo al iniciar un programa de televisión que anima a la gente a explorar su sexualidad, sea la que sea. Pero dudas en explorar la tuya propia. ¿Por qué?
—Lo hice. Pero no estoy segura de querer ser esposada... o sometida...
—¿Atada a mi cama? A ti te gusta estar a mi merced
—¡No quiero que sea así! No es normal.
—Es perfectamente «normal», no a todo el mundo le gusta el sexo vainilla*. No eres una salida por eso, cher.
—Lo soy. ¡Y no quiero serlo!
* En el argot de la cultura de Dominación y Sumisión, se denomina vainilla a las personas que practican exclusivamente el sexo tradicional, y que no sienten deseos de experimentar nuevas sensaciones. (N de las T)
Antes de Joe, nunca había estado con un hombre capaz de provocarle múltiples orgasmos. Y no sólo los había tenido porque él la hubiera atado y llenado la cabeza con pervertidas sugerencias de sumisión y otras sucias acciones que ella sólo había vivido en su imaginación. No importaba la forma en que la tocara, ese hombre era tan irresistible que le hacía perder la cabeza. El placer que le daba no tenía nada que ver con someterse a él.
—Sé que deseas ser como eres. —Le tocó suavemente un mechón del fogoso pelo rojizo que le enmarcaba el rostro—. Y si me dejaras, podría demostrártelo. Tus deseos no son sólo perfectamente normales, sino completamente maravillosos.
—Estás loco.
—Y tu escondes la cabeza como un avestruz y te niegas a ti misma lo que quieres, te niegas a ser quien eres de verdad —gruñó él, apretando la boca con frustración.
_______ negó con la cabeza. «No. Mil veces no».
Pero temía que él estuviera en lo cierto. Algo en lo más profundo de su ser revivía con sus palabras. Todo estaba allí: esperanza, necesidad, excitación; todo lo que había intentado negar y expulsar de su cabeza. Una parte de ella —la mayor parte en realidad— quería aceptar todo lo que él le ofrecía.
—¿Por qué huyes de ti misma?
Las desagradables calumnias de Andrew volvieron a la mente de _______, socavando de repente su confianza en sí misma. «Eres una depravada. ¡Sólo una puta quiere eso!»
Cuando la tensión invadió su cuerpo, Joe le sostuvo las muñecas con una mano y deslizó la otra por su nalga desnuda. El calor de la palma de la mano de Jack contra su piel fría la trajo de vuelta al presente. De regreso al hecho de que Jack estaba tendido encima de ella, con su enorme y duro cuerpo cubriéndola por completo.
—¿Por qué tiene que ser como tú dices? —lo desafió ella—. ¿Por qué tienes que tener razón?
—Puedo esposarte a esta cama —murmuró él—. Conseguir tu sumisión, follarte durante toda la noche y hacer que te corras media docena de veces.
El deseo espoleó su vientre como una espada ardiente al escuchar esas palabras terribles y provocativas. _______ cerró los ojos, apretó los dientes e, ignorando la humedad de su sexo, negó con la cabeza.
—Lo único que quiero es que te quites de encima.
Se retorció, intentando salir de debajo de su cuerpo, pero Joe no se movió.
—Puedo sentir cómo tus pezones se me clavan en el tórax y cómo tu sexo se humedece dulcemente para mí. Tengo razón y lo sabes.
—¡Mira que eres cabezota! Quizá sólo quiera ser tocada, poseída, de una manera normal.
Él arqueó una ceja oscura.
—¿Crees que quieres sexo vainilla?
—Sexo tradicional —corrigió ella—. Y sí, estoy segura de que eso es lo que quiero.
Joe vaciló, su oscura mirada le escudriñó la cara. Su incredulidad casi acabó con la compostura de _______.
—Hay algo entre nosotros. Química. No lo puedo negar —farfulló ella—. Sólo creo que encontraríamos placer juntos sin cuerdas ni órdenes.
Mirándola fijamente, Joe pareció sopesar las posibilidades. Con rapidez, llegó a una conclusión. Sonrió.
Al instante, ella desconfió de esa amplia y blanca sonrisa cajún.
—Como quieras —ronroneó él—. Será vainilla para ti, cher.
Su capitulación había sido demasiado fácil. Ahora sí que no confiaba en él.
—¿Qué quieres decir?
—Oui. Nada más que besos, tiernas caricias, y la típica postura del misionero.
Joe lo hacía sonar como algo aburrido, maldita sea, y no lo era. No sería así entre ellos. Sin embargo, sentía que una extraña puñalada de decepción le atenazaba el vientre ante la rápida aceptación de él.
Caramba, debería sentir lo contrario. Había ganado, ¿no? Debería estar emocionada.
—Gracias —murmuró _______.
Él se encogió de hombros y le dirigió una irónica sonrisa.
—Sólo quiero complacerte.
Ignorando la inquietud que crecía en su interior, ella le sonrió a Joe cuando le liberó las muñecas y movió las piernas para permitirle un poco más de libertad de movimientos. Joe relajó la espalda y aunque siguió encima de ella, apoyó el peso en los codos a ambos lados de su cabeza.
Joe deslizó gentilmente los pulgares por las mejillas de _______ y bajó la boca hasta la de ella. Con suavidad, como un aleteo, sus labios se rozaron con los de ella sin dar ni pedir nada a cambio. Un simple roce, una dulce y suave presión de los labios, un intercambio de alientos.
_______ cerró los ojos e intentó hundirse en el sensible ritmo del beso, era fluido, tranquilo y seductor.
Muy agradable. Maravilloso incluso. Pero _______ quería más. Mucho más.
Se necesitaban dos para bailar el tango, así que ella tendría que tomar la iniciativa. Estirándose para coger la cabeza de Joe, enterró los dedos entre los cortos mechones de su pelo y apretó sus labios contra los de él. Joe le dio más... presión, acceso, pasión. Ella soltó un profundo gemido.
El beso se hizo eterno, interminable. Un dulce intercambio de suspiros, un suave roce de lenguas, la entrega total de sus sentidos a ese hombre que la fascinaba. No podía esperar a acercarse más a él, a tocarle... pero no era una sensación exactamente sexual.
Fueron transcurriendo los minutos. En silencio, Joe no hizo nada más que besarla, deslizando la palma de la mano por su mejilla, por su hombro. En el interior de _______ comenzó a formarse un suave crescendo. Algo que le exigía mucho más. De nuevo _______ tomó la iniciativa. Empujando a Joe a un lado, le mordió la mandíbula, luego se apartó para desanudarse el cinturón de la bata, quitársela y lanzarla a un lado. Aterrizó en un montoncito en el suelo.
Debajo, _______ llevaba la picara lencería color burdeos con un diseño que revelaba sus pezones y su sexo. ¿Qué pensaría Joe?
Ante su gruñido de lujuria, se sintió poseída por una imagen mental. Lo imaginó invadido por una urgente necesidad que lo impulsaba a inmovilizarla, a agarrarle firmemente los muslos, abriéndoselos tanto como podía, mientras él penetraba profundamente en ella con mucha pasión y poca piedad.
¡No! No, aquello era sexo tradicional.
Temblorosa ante sus caprichosos pensamientos, le dirigió una mirada llena de incertidumbre. Joooe contenía el aliento y sus ojos ardían con un fuego abrasador.
—Eres muy hermosa, cher. —Le acarició la curva del seno con el dorso de los dedos, jugueteando con el ribete del sujetador que rodeaba su pezón.
—¿Te gusta?
—Muchísimo. —Él se inclinó para depositarle un dulce beso en el hombro.
_______ frunció el ceño.
—No me tocas.
Joe sabía lo que ella quería. Tenía que saberlo. La habilidad de leer en su cuerpo era una de las cualidades de Joe que encontraba prácticamente irresistible. Aparte de rudo, podía ser encantador, atrevido, divertido, o tierno cuando quería. Siempre sabía cómo excitarla.
—¿Cómo quieres que te toque?
—Nada de juegos —murmuró ella.
—No. Quiero tu felicidad. Sólo quiero asegurarme de que te doy lo que necesitas.
—Sólo... tócame. Haz el amor conmigo. Ya sabes.
Él sonrió ampliamente.
—Lo que yo sé y lo que tú quieres no tiene por qué coincidir. Estoy pisando un terreno poco familiar. No he tenido sexo... tradicional desde hace años. Y jamás contigo. Tendrás que echarme una mano.
_______ cruzó los brazos sobre el pecho.
—Estás siendo muy poco colaborador.
—No estoy de acuerdo —la molestia matizaba su voz—. Dime qué quieres, y te lo daré.
—Tócame, bésame... haz cualquier cosa que harías normalmente salvo atarme, someterme o provocarme dolor.
Joe miró el techo; parecía estar considerando cuidadosamente sus palabras.
—Eso me da bastante donde elegir. Lo intentaré.
Apaciguada por su aparente voluntad de colaborar, _______ se inclinó hacia delante y se deshizo de la camiseta de Joe, revelando los duros músculos de sus pectorales y sus abdominales firmes y definidos cubiertos por la suave piel dorada. Incapaz de resistirse, _______ le lamió una tetilla con la lengua y, atrapándola entre los dientes, tironeó de ella.
A él se le cortó la respiración, y ella sonrió al ver la erección que le abultaba los vaqueros. Pero cuando retrocedió para evaluar su reacción, él la miraba con expresión interrogativa.
—Me encanta cuando me lo haces tú —dijo ella en respuesta.
Asintiendo con la cabeza, Joe extendió la mano y tomó un pezón entre el pulgar y el dedo índice. Una espiral de sensaciones se abrió paso desde el seno al vientre de _______. Cuando él lo repitió en el otro pecho, obtuvo los mismos resultados.
Ahora, las duras cimas de sus pechos exigían su atención.
—Joe —le rogó.
Sin decir nada, él cerró la boca sobre un pezón, dibujando círculos con la lengua. Lo succionó y después lo soltó para repetir lo mismo en el otro pecho. Un estremecimiento de placer atravesó a _______. Sí, lo deseaba. Joe conseguía que lo deseara con la misma locura de siempre.
Bueno, no como siempre. Era más... lento. Pero eso estaba bien. Cuánto más lento más descomunal sería el clímax, ¿no? Un poco de lentitud no vendría mal.
Pero _______ se sentía aislada, Joe no hablaba con ella.
Frunciendo el ceño, se inclinó para besar la línea que dividía en dos el abdomen de Joe y se dirigió directa hacia la bragueta. Él no hizo ningún ruido, ni siquiera gimió en señal de protesta cuando ella le abrió la cremallera y le bajó los vaqueros por las caderas para luego dejarlos caer al suelo.
_______ sí que gimió. Joe tenía un cuerpo increíble. Era un dios del sexo hecho hombre, y sólo suyo.
Una vez que le hubo quitado la ropa, Joe le correspondió, bajándole las tiras de sujetador por los hombros, luego se lo desabrochó. Le plantó unos besitos hambrientos en el vientre mientras se deshacía del tanga de encaje y lo lanzaba al otro extremo de la habitación.
Por fin, estaban los dos gloriosamente desnudos. Ahora iba a comenzar el verdadero placer.
Joe la besó una vez más, deslizando un dedo por el valle entre sus pechos, y luego sobre un pezón. Un estremecimiento le recorrió el pecho. _______ se arqueó ante sus caricias. Sentir los dedos de Joe sobre su piel era placentero. Pero quería... más.
Inclinándose sobre _______, Joe capturó con la boca la cima del otro pecho y lo lamió suavemente mientras le deslizaba la palma de la mano por el abdomen. Se detuvo antes de llegar a su sexo; aparentemente se contentaba con acariciarle la curva de la cintura y la redondez de las caderas.
No era posible que eso lo satisficiera. ¿Qué le pasaba? ¿Y ese mutismo? A _______ no le gustaba. No se sentía en sintonía con él, no tenía ni idea de lo que él quería, de lo que pensaba, temía comunicarle sus necesidades en medio de ese agobiante silencio.
Frustrada, _______ estiró la mano entre los dos para agarrar su miembro. Estaba duro, siempre estaba duro y le llenaba la mano. Le dio un pequeño apretón y le frotó con el pulgar el glande seco y sensible.
Él cerró los ojos y los puños. Pero no dijo nada. No hizo nada más.
Así que ella continuó, lo acarició con la mano, subiendo y bajando por la gruesa erección. Ésta aumentó y se endureció todavía más. Deslizó de nuevo el pulgar por el glande y comprobó que todavía estaba seco. Normalmente, la punta de su pene lloraba de necesidad desde el instante en que ella lo tocaba.
Mordiéndose el labio, _______ ideó un plan de contraataque.
Lo hizo tenderse sobre su espalda. Dejó un reguero de besos sobre su piel, se dirigió a las tetillas para chuparlas y pellizcarlas otra vez y bajó por su abdomen, que se tensó bajo sus labios, hasta su miembro. Tomó el apéndice con una mano, rodando la lengua por el glande color púrpura, recorriendo las gruesas venas que decoraban el pene con los dedos, y deslizando luego la palma de la mano para ahuecar los testículos.
Joe se tensó, casi gimió en silencio, y cerró los ojos.
¿Qué diablos estaba pensando él? ¿Qué quería? _______ se preguntó, dada la falta de compenetración, si a Joe le importaría que ella abandonara la cama y se fuera a la cocina.
—¿Te gusta? —preguntó contra la tensa erección.
—Hum. —Él asintió con la cabeza.
Luego él le respondió volviendo a tomar un pezón en la boca para darle un suave tirón con los labios. Era agradable, pero nada trascendental. No era lo que Joe le provocaba normalmente.
Cuando _______ iba a agarrarle por la nuca para obligarle a aumentar la presión de la caricia, Joe rodó sobre ella y le deslizó los dedos por el sexo. Ella estaba húmeda, pero no demasiado.
Suavemente le rozó el clítoris, luego deslizó los dedos con lentitud entre los pliegues.
Era agradable. No podía negar que su contacto la hacía derretirse. Pero nada más, no le hacía perder la cabeza ni se le encogía los dedos de los pies. ¿Por qué?
Los dedos de Joe juguetearon en su interior, con el pulgar concentrado en el botón sensible de su sexo. El deseo aumentó un grado más cuando pensó en las manos de Joe dentro de su rajita. A él le gustaba usar esa palabra. Y cuando se la decía en la cama, una parte de su mente se revolvía contra esa crudeza, pero... en verdad la excitaba.
—¿Estoy mojada? —preguntó ella.
—Sí.
—¿Dónde? —le preguntó tímidamente, deseando que él hablara con esa voz ronca que despertaba su sexualidad como en una salvaje noche de lujuria.
—Shhh...
Luego él cerró los ojos, dejándola al margen otra vez. Al menos ella se sentía así, a pesar de que tenía los dedos de Joe jugueteando en el interior de su sexo y su pulgar rozándole el clítoris.
Bajo esa estimulación, se mojó un poco más. Su cuerpo latió en algunos lugares. Por lo general, su misma piel clamaba a gritos por Joe, todo lo de él la invadía, la conducía hasta la cumbre de la necesidad y el placer para hacerla caer en picado. Ahora, ella quería algo —cualquier maldita cosa— más intenso. Algo que la hiciera estar profundamente compenetrada con él.
—Háblame —lloriqueó _______.
—Eres preciosa y maravillosa —murmuró él.
—¿Qué quieres?
—Complacerte. —Le volvió a rozar el clítoris con el pulgar—. ¿Esto te gusta?
_______ no contestó, no sabía qué decir. Se sentía bien, pero no tan bien como Joe la hacía sentir normalmente. De hecho, tenía la alarmante impresión de que era como aquellas veces que había hecho el amor con Sean, Brent o Andrew. Bueno, pero no "genial”.
Él abrió los ojos y la miró con una mirada cálida y desafiante.
—¿O necesitas algo más?
El muy imbécil la estaba retando, como si supiera que eso no sacudía su mundo como había ocurrido antes. Y no podía decir que fuera porque no lo intentara. Le había estimulado los pezones y había seguido penetrándola con los dedos, rozándole el clítoris con la yema del pulgar. El deseo estaba ahí, pero faltaba algo.
—Que me penetres —susurró _______—. Eso es lo que necesito.
—Uno de mis lugares favoritos.
Con una sonrisa, Joe se enfundó en un condón que sacó de la mesilla de noche, luego se colocó sobre ella, cubriéndole la boca con un beso húmedo y cálido. Un nuevo estremecimiento de placer surcó el vientre de _______ cuando Joe buscó su entrada.
Con una suave estocada, Joe se introdujo en ella, deslizándose hasta el fondo de su canal, llenándola por completo. _______ jadeó cuando la longitud y el grosor de la erección acariciaron las sensibles terminaciones nerviosas de su interior.
Él se retiró, saliéndose hasta la punta, luego se introdujo lentamente de nuevo. Sí, era agradable. Celestial. El deseo aumentó poco a poco otro grado.
¿Estaba él disfrutando? ¿Estaba sintiendo placer? _______ deseaba que dijera algo, que gimiera... lo que fuera para saber qué sentía.
Silencio.
Dentro, fuera, dentro, fuera con lentas y suaves embestidas. La excitación iba en aumento. Ella se aferró a él mientras la presión y la necesidad la invadían. Se arqueaba ansiosa al encuentro de cada envite.
Genial. Pero, maldita sea, deseaba que él dijera algo. Normalmente lo sentía hincharse en su interior, lo veía luchar para mantener el control mientras su cuerpo se tensaba y el sudor le resbalaba por las sienes. Hoy, sólo había suaves estocadas para llevarla a un dulce clímax.
¿Por qué Joe no decía nada? _______ se había sentido más compenetrada con el vibrador que se había comprado a regañadientes.
Apartó ese pensamiento de su mente y se aferró a los duros músculos de la espalda de Joe, luego le deslizó las manos hasta el trasero y lo agarró con fuerza para que la penetrara con más profundidad, intentando convertir el ritmo de la carne que la invadía en algo urgente y profundo.
Casi... casi estaba llegando. Pero no aún. Dejó salir un gemido de frustración que él se tragó con un beso.
—Joe —jadeó—. Joe.
—¿Necesitas correrte?
—Por favor —gimió ella, clavándole las uñas en el trasero.
Doblando las rodillas, él le abrió más las piernas y, apoyándose en los codos, cambió el ángulo de las embestidas. El grueso glande se rozó contra ese sensible lugar de su interior.
Necesitaba que se clavara en ella, la excitación se centraba justo en su clítoris. Uno o dos envites deberían de haber sido suficientes para llegar al orgasmo. Pero aún no lo conseguía.
Joe buscó sus pezones y se los acarició con suavidad, incrementando las agudas sensaciones que la inundaban. Mientras, el pene erecto continuaba frotando y presionando ese sensible lugar, ella lo aferró con más fuerza. La presión seguía creciendo en el interior de _______, un latido comenzó a resonar en su cabeza. «Ahora, ahora, ahora», se exigía a sí misma.
Pero nada. No lo lograba.
Luego, Joe dijo las palabras mágicas.
—Córrete, cariño.
Ella se dejó llevar, el nudo de tensión se incrementó, brilló tenuemente y luego se disipó. No fue una violenta y rápida explosión. Fue un suave clímax, una liberación rápida. Por encima de ella, él se tensó y gimió suavemente en su oído.
Había sido un clímax y un anticlímax al mismo tiempo. Mejor que cualquiera que hubiera logrado antes con un amante, sí. Pero no había sido ni abrasador, ni arrebatador. No había habido fuegos artificiales como en las veces anteriores.
Maldita sea, quería llorar. Cerró los puños sobre las sábanas arrugadas hasta que desapareció toda la tensión y se disipó la lava de la lujuria y la frustración. Hasta que sintió la mente y el cuerpo laxos y saciados.
¿Qué demonios le pasaba?
Joe se retiró, se deshizo del condón, luego se reunió de nuevo con ella, y le cogió la mano.
—¿Te ha gustado este sexo tradicional, cher?
Demasiado rápido para su gusto. _______ recordó que Joe le había dicho que el sexo tradicional no le iba. Él solo había accedido a ello para probárselo. Y ella lo había sabido desde el principio, aunque se había negado a aceptarlo. Quizá... quizá él tenía razón.
—¿Te ha gustado? —insistió él.
_______ suspiró. Había llegado el momento de tomar una decisión: o seguía huyendo y negando lo que más deseaba o aceptaba que someterse, al menos a Joe, era algo que necesitaba más que el sexo tradicional.
Aspiró entrecortadamente y contuvo las cálidas lágrimas. La oscura mirada de Joe era tierna y comprensiva, y ardía con un explícito deseo.
_______ sabía qué respuesta debía darle. Sabía que no tenía alternativa.
—Por favor, llévame a tu cuarto de juegos y tómame como quieras —tragó saliva—, señor.
«Terminaremos más tarde».
Las palabras de Joe resonaban en la mente de _______ mientras Brice se mostraba encantador con ella durante el desayuno.
Regañó al anciano por que en vez de ropa de vestir sólo le hubiera llevado lencería. La oscura y risueña mirada, la amplia sonrisa, y el encogimiento de hombros que le dirigió en respuesta indicaban que no se arrepentía en absoluto.
Y Joe... su mirada la hacía arder, recordándole sus anteriores palabras: «Terminaremos más tarde».
_______ quería borrar aquellos recuerdos, ahogar la voz que resonaba en su mente. Por encima de los huevos revueltos que ambos hombres habían condimentado con tabasco, Joe la miraba como si _______ fuera un cruce entre un enigma indescifrable y un bocado apetecible. Como algo que codiciara y tuviera intención de poseer.
Maldita sea, ¿por qué le había dicho que sí a Joe y a su cuarto de juegos? Intentar negarse tras haber disfrutado de aquel exquisito placer le había parecido casi imposible.
Pero decir sí había sido lo más fácil —obligatorio incluso— con la boca de él gravitando sobre ella, mientras estaba al borde del clímax. Ahora que el placer no anulaba su capacidad de respirar y pensar, _______ no estaba segura de que haber cedido, dándole lo que él quería, hubiera sido una buena idea. No sólo cambiaba las cosas entre ellos, sino que la cambiaría a ella para siempre. Desde que estaba con Joe, sus fantasías eran más urgentes y explícitas. Los impulsos que siempre había tenido ahora la acosaban en forma de sensaciones y recuerdos, obsesionándola con la imagen de Joe.
Deseaba a Joe, y deseaba disfrutar del intenso placer que él le proporcionaba. El hecho de dejarse llevar por las sensaciones que Joe provocaba en su cuerpo la hacía sentirse más viva, más... completa. ¿Tenía sentido?
«Terminaremos más tarde». Sintió el peso de la mirada penetrante de Joe y _______ supo qué estaba pensando.
¿Debería o no debería hacerlo?
Como todo lo que tenía que ver con Joe, la promesa que le había hecho la avergonzaba, pero a la vez la hacía sentirse dolorida y temblorosa de necesidad. Esa mañana en el porche... Dios, todavía podía sentir la boca de él en su sexo, penetrando en ella con la lengua, tomando posesión de cada punto sensible. Le había arrebatado la capacidad de pensar. Había inundado cada parte de su cuerpo con un éxtasis capaz de desafiar las palabras, algo que le hacía imposible huir de las sensaciones que él derramaba sobre ella como si fueran miel dulce y caliente.
Y para colmo aún seguía sintiendo esa condenada curiosidad —y excitación— ante cualquier cosa que él pudiera hacer en ese toallero y en esa mesa con esposas. Y con los otros artículos que era demasiado ingenua para nombrar. Cuanto más intentaba huir de sus deseos, más insistentes se volvían éstos, apoderándose lentamente de su cuerpo como si fuera una enredadera.
¿Qué ocurriría si le permitía a Joe cumplir la amenaza de terminar lo que habían empezado? ¿Sería tan terrible permitírselo aunque sólo fuera una vez? Nadie más, aparte de ella y Joe, lo sabría.
Mordiéndose los labios, observó la impaciencia de Joe cuando Brice se quedó un rato más después de tomar el café. Los oscuros ojos prometían placer, y un leve indicio de dolor. Su intención de poseerla totalmente se reflejaba en la seductora mirada. Ella tragó saliva ante la mezcla de miedo, emoción y anticipación que le retorció el estómago. La atracción era cada vez mayor. Joe tiraba de ella, como si entre ellos hubiera una cuerda invisible que se hiciera más y más corta a cada hora que pasaba.
No tenía sentido desear con tanta desesperación a alguien que había sacado sus peores impulsos. Alguien que la llevaría a un lugar más allá de las normas, algo que horrorizaría a su madre y que enfermaría a hombres como Andrew. Si permitía que Joe siguiera adelante con su plan, la arruinaría para las caricias de otro hombre. No podría vivir consigo misma después de que él la hubiera convertido en una depravada sumisa; le sería totalmente imposible. Ser una esclava sexual no iba con ella. No le gustaba recibir órdenes, o que le dijeran lo que podía hacer o lo que no. Su madre había empezado a llamarla marimacho independiente cuando cumplió los doce años.
Pero con Joe..., _______ suspiró. Sus órdenes lograban penetrar en su interior, no sólo en su cuerpo, sino también en su mente, en su alma. Las cosas que él le exigía nunca dejaban de sorprenderla, y aun así, las cosas que él le había ordenado hacer, eran algo con lo que siempre había soñado. Algunas veces se preguntaba cómo podía leerle la mente. La sorprendía, la avergonzaba, la hacía ansiarle más que cualquier otra cosa.
En el fondo, _______ se veía incapaz de luchar contra lo que ambos deseaban.
Quizá... quizá debería acceder a estar juntos de nuevo y averiguar la verdad sobre sus deseos. Joe no le haría daño a propósito, no más allá de un pequeño dolor erótico. La opinión de su madre o de Andrew no tenía importancia allí, en un mundo apartado de la civilización. Podría disfrutar de ese tiempo secreto, antes de que atraparan al acosador y de que ella regresara a la realidad.
Brice se marchó poco después del mediodía. _______ sabía que Joe querría retomar con rapidez el punto donde lo habían dejado esa mañana. Como cualquier mujer ansiosa, _______ quería estar lo más guapa posible. Se retiró al cuarto de baño cuando Joe acompañó a Brice hacia el embarcadero y se permitió un baño relajante y secarse el pelo a conciencia. Lamentó no tener maquillaje, por lo que no había manera de suavizar las pecas de la cara. Se humedeció los labios, se pellizcó las mejillas y se encogió de hombros. Era lo más que podía hacer.
El ruido de pasos en el pasillo la sacó de sus pensamientos.
Joe. Pronto llamaría a la puerta con golpes exigentes.
Contuvo el aliento. ¿Estaba preparada? ¿Podría manejarlo? Soltó un suspiro tembloroso, dividida entre su mente racional y su exigente cuerpo. Hasta ese momento siempre había prevalecido su lado racional, pero desde que había conocido a Joe, eran los deseos de su cuerpo quienes ganaban la partida.
Estaba todo lo preparada que podía estar para un hombre como Joe, considerando que iba vestida con una bata y una ropa interior que ni siquiera cubría lo esencial, algo que no escaparía a la penetrante mirada de Joe.
En lugar de sentir rechazo hacia esa reveladora y explosiva lencería, _______ sencillamente se humedeció más al pensar que Joe la vería con ella.
—¿ _______? —ladró él a través de la delgada puerta del cuarto de baño.
«Que comience el espectáculo».
—¿Joe?
En cuanto le echara un vistazo, _______ estaba segura de que esos oscuros ojos verían cada pecaminoso secreto de su alma. Pero ahora, incluso le temblaba la voz al mencionar su nombre.
Antes de que él pudiera decir o hacer cualquier cosa, sonó el teléfono. Joe soltó una maldición obscena mientras atravesaba el pasillo. _______ se relajó visiblemente con una extraña mezcla de alivio y decepción. Pero no podía negar que el dolor entre sus piernas era cada vez más agudo.
Aspirando profundamente, lo siguió por el pasillo, permaneciendo entre las sombras. Y escuchó.
—¿Qué diablos quieres? —oyó que espetaba Joe.
Una profunda carcajada salió por el altavoz del teléfono y retumbó en el pasillo.
—Puedo nombrarte tres razones de por qué estás de tan mal humor. Dos de ellas sobran.
Era Deke. _______ reconoció la voz burlona, incluso podía ver las arruguitas de risa que se le habrían formado en torno a esos ojos azules claros y alegres. Algo incongruente en un cuerpo tan duro y enorme.
—¿Has llamado sólo para cabrearme?
—Caramba, no. Ya sabes que no me gustan las cosas fáciles. ¿Dónde estaría el reto?
—¿Así que has llamado sólo para...?
—Tengo que hablar con _______.
Joe vaciló, cerrando los puños.
—¿De qué?
En esas dos sílabas sonaron la sospecha y los celos.
—¿Acaso tu polla ha hecho que te olvides de que _______ tiene un acosador tras su trasero?
—No, hijo de perra, no se me ha olvidado. Y aparta tu mente de su trasero.
—Aún no he perfeccionado la habilidad de follar a través del teléfono, Joe. Es sólo una forma de hablar. Relájate.
_______ frunció el ceño. Deke actuaba como si pensara que Joe estaba celoso. Ese pensamiento la hubiera hecho estallar en carcajadas si no hubiera observado antes el extraño comportamiento de Joe con Deke y no hubiera parecido tan... tenso.
Con un profundo suspiro, Joe abrió los puños.
—Voy a llamarla.
—Estoy aquí. — _______ salió de las sombras y recorrió los últimos metros de pasillo hasta Joe.
El se volvió rápidamente hacia ella, taladrándola con la mirada. _______ sintió que sus pezones, desnudos bajo el escotado sujetador, pulsaban contra el suave tejido de punto de la bata. Dado que Joe tenía los ojos agrandados y las fosas nasales dilatadas, _______ supuso que lo había notado.
— _______ —la saludó Deke por el altavoz—. Hola, muñeca.
—Hola Deke. ¿Alguna noticia?
—Sí. No pudimos encontrar huellas digitales en las fotos. Lo siento. Sin embargo, hemos obtenido algunas pistas interesantes, así que tengo que hacerte unas preguntas.
La decepción se apoderó de ella. ¿Cuánto más duraría esa pesadilla? ¿Y cómo iban a llegar hasta el fondo de todo eso si Deke no podía seguir la pista de ese lunático? Quería sentirse una persona normal otra vez, regresar a casa y no tener que preocuparse de si alguien la había allanado o manchado su cama con semen. Quería recuperar su vida. Y estaba claro que por el momento eso no iba a ser posible.
Para su sorpresa, Joe se acercó a su lado y tomó su mano, repentinamente fría, en la suya, más grande y caliente. Algo sólido y seguro. Un simple gesto y, de inmediato, _______ se sintió más fuerte.
Hasta que se dio cuenta de que recuperar su vida, significaría perder a Jack. La decepción que sintió la aturdió. Se aferró a él con más fuerza. ¿Por qué no la hacía feliz el pensamiento de perderlo de vista? Debería de celebrarlo con margaritas. Regresar a su vida significaría que habían atrapado al acosador, que no tendría que cuestionarse más a sí misma. Pero en vez de eso, apretó la mano de Joe y se negó a soltarle.
—¿Qué quieres saber? —le preguntó _______ a Deke.
—¿Conoces a alguien que sea muy aficionado a la fotografía, alguien que lo considere un hobby?
—A Reggie, mi ayudante de producción. No es que sea un profesional, pero es muy bueno. Incluso ha hecho algunas exposiciones. — _______ frunció el ceño—. ¿No pensarás que es Reggie?
Él vaciló.
—Cuando mis amigos de FBI analizaron las fotos, descubrieron que habían sido realizadas por alguien que sabe manejar una cámara. No han sido reveladas en un laboratorio, ni en uno de esos sitios que revelan las fotos en una hora. No son fotos digitales. Son de la vieja escuela. Es probable que hayan sido reveladas en casa, y usando unos productos químicos bastante caros y con papel bueno. Son de alguien que se toma la fotografía en serio. Y aunque tú te sientas incómoda y amenazada cuando las miras, él, por el contrario, las ve como un arte. No es que haya sacado simplemente unas fotos. Ha buscado la simetría, la iluminación, el ángulo más interesante. Y no ha hecho un mal trabajo.
¿Reggie? ¿Su amigo Reggie? No...
Pero ella no conocía a nadie más con esa pasión por la fotografía, alguien que desdeñaba las fotos de las nuevas cámaras digitales. Trastos sin sentido las llamaba. Siempre le decía que no valía la pena echar a perder una buena imagen con aquellas cámaras. No conocía a nadie más que tuviera un cuarto oscuro en su casa.
_______ se quedó paralizada y sin aliento. Reggie, a quien consideraba casi como a un padre.
¡No!
No eran muchas las personas que conocían su dirección en Los Angeles. Pero Reggie sí... y también conocía su horario. Podría haber entrado en su casa, y haberse masturbado en su cama mientras ella no estaba. Reggie era una de las pocas personas que sabía qué vuelo había tomado para Houston y dónde se había hospedado.
Se frotó la frente ante un dolor repentino. ¿Reggie? ¿Había estado en Texas para sacar las fotografías de _______ en el patio trasero de Brandon hacía sólo unos días? Siempre hablaba con Reggie por el móvil. Así que no sabía exactamente dónde estaba. Cualquier cosa era posible. Y si Reggie había llegado tan lejos para acecharla... bueno, él sabía que tenía intención de ir a Lafayette para reunirse con Joe. Seguirla no habría sido demasiado difícil.
¿Había Reggie —el padre que nunca tuvo— sacado fotos de ella desnuda? ¿La habría espiado, se habría masturbado en su cama, había intentado matarla? ¡No! Pero... ¿quién más podría ser?
Sólo Reggie.
—Oh, Dios mío. —El impacto atravesó su cuerpo y le hizo zumbar los oídos. Le fallaron las rodillas. Se cubrió la boca con una mano temblorosa para contener un grito—. ¿Por q...? No... ¿Por qué? Confiaba totalmente en Reggie.
Cuando se tambaleó, Joe la agarró por la cintura.
—Tranquila —murmuró él.
Clavó los ojos en Joe con un repentino horror. Si no podía confiar en Reggie, el hombre que conocía desde hacía tres años y que había sido como un padre para ella, ¿cómo podía confiar en Joe, un hombre al que sólo conocía desde hacía tres días?
—¿ _______? —La preocupación de Deke resonó a través del hilo telefónico.
Ella miró a Jack con los ojos muy abiertos, llenos de incertidumbre y algo muy parecido al pánico. ¿Qué sabía de él? Sólo lo que Reggie le había dicho. Y que intentaba transformar su sexualidad en algo que ella misma no quería aceptar.
Luchó para soltarse de la presa de Joe. Se retorció con todas sus fuerzas, intentando liberarse. Quería escapar ya. Huir a algún lugar donde nadie pudiera encontrarla.
—Tranquila. —Joe usó esa voz paciente pero autoritaria que _______ conocía tan bien.
Algo en lo más profundo de su ser respondió al instante, quería obedecer a esa voz. Pero otra parte de ella tenía miedo, aunque no sabía con exactitud de qué. Alguien deseaba hacerle daño, alguien en quien había confiado plenamente. Reggie sólo probaba que ella no sabía juzgar el carácter de las personas más allegadas a ella. ¿Y si se había equivocado al confiar a un desconocido, no sólo su seguridad, sino su cuerpo y su alma?
Un desconocido al que sólo conocía porque Reggie le había pasado información sobre él.
Un terror helado atravesó a _______. Le dio a Joe una patada en la espinilla, y un codazo en el estómago. Él la sujetó con más fuerza y esquivó sus ataques como pudo.
—Te llamaré más tarde —le gruñó Joe al teléfono. Luego pulsó rápidamente el botón de apagado e interrumpió la conexión con Deke.
Joe la agarró por la cintura. _______ luchó aún con más ímpetu impulsada por el pánico que le atravesaba el vientre y le bajaba por las piernas. Joe gruñó cuando ella acertó a darle con el talón en la espinilla. Esperó que la soltara, pero la presa de él se hizo más fuerte.
Joe la condujo al dormitorio, arrastrándola con él. _______ intentó agarrarse a la manilla de la puerta para usarla como ancla, pero él era demasiado rápido y fuerte.
—¡Maldito seas, suéltame! —gritó _______ —. ¡Suéltame de una vez!
—Sé lo que estás pensando —gruñó Joe, ignorando su demanda—. Deja de pensarlo ahora mismo.
—No me digas lo que puedo o no pensar, gilipollas.
—Sé razonable, cher.
Unos instantes más tarde, _______ se encontró tumbada de espaldas sobre la cama. Con la rapidez de un rayo, él cubrió su cuerpo frío con el suyo y la inmovilizó contra el colchón. Extendió los brazos sobre los de ella, agarrándoles las muñecas en una presa suave pero inflexible. El peso de sus largas piernas aseguró las de _______ contra las sábanas suaves.
«No». La palabra resonaba en la mente de _______ mientras ella luchaba; necesitaba escapar, encontrar un lugar donde esconderse de todo aquello. Joe siguió sujetándola con fuerza incluso cuando ella se quedó inmóvil. ¡No!
—Relájate. —La oscura mirada se clavó en la de ella, penetrando en su miedo con sus tranquilos y dominantes ojos.
—¡Suéltame! — _______ se tensó contra él, pero tanto sus brazos como sus piernas estaban firmemente sujetos.
—Sé lo que está pasando por esa preciosa cabecita tuya, cher. Basta ya. No voy a hacerte daño.
—Si Reggie es el culpable, entonces..., entonces alguien como... tú, podría herirme, matarme...
Su voz sonaba jadeante, temblorosa. _______ odiaba sonar tan indefensa. En la tele, ella era la presentadora sexy; una profesional con cierto aire provocativo. Allí daba la talla. Pero en medio de los pantanos de Lousiana, bajo el techo de Joe, era una pelirroja que odiaba sentirse aterrada y estar fuera de su elemento físico, mental y... sexual.
Joe frunció el ceño, la preocupación le formó un surco entre las cejas.
—Estás pensando con la adrenalina que corre por tus venas, _______, no con la lógica. No lo hagas. Sólo llevamos aquí dos días. Podría haberte lastimado en cualquier momento si esa hubiera sido mi intención.
_______ se detuvo jadeante, pensando a toda velocidad. Joe había tenido un millón de oportunidades para violarla o matarla... o las dos cosas a la vez. No había hecho nada de eso. Pero razonar no era tan sencillo.
— ¿Cómo sé que no estás jugando conmigo, esperando a que baje la guardia y que confíe totalmente en ti para matarme? Apenas te conozco.
Joe hizo una pausa, esos insondables ojos color chocolate parecían taladrarla con una mirada tensa y frustrante.
—No soy tu acosador. No soy como ese cabrón. Si escucharas a tu corazón, lo sabrías.
—¿Nunca has querido hacerme daño?
—¿Hacerte daño? —La inmovilizó con una mirada sincera y resentida—. ¿Quién te ayudó a librarte del tirador? ¿Quién te puso a salvo?
Ella le respondió con un silencio significativo, mientras los pensamientos se agolpaban en su mente. Estaba claro que Joe no le había hecho daño, a pesar de las múltiples oportunidades que había tenido. La había ayudado en Lafayette, lo sabía. Lo que no sabía era por qué.
—Maldita sea, ¿qué he hecho para que desconfíes de mí? —le exigió él—. De lo único que soy culpable es de intentar que reconozcas quién eres en realidad, algo que te empeñas en no querer saber.
—Hace tres días ni siquiera sabía tu nombre —le gritó _______ a la cara—. Y ahora... ¿se supone que tengo que dejar mi vida y mi sexualidad en tus manos? ¿Cuántos hombres arriesgarían su vida para ayudar a una desconocida?
—Eso es algo que un soldado hace todos los días, _______. —Le agarró las muñecas con fuerza—. Es el que se la juega para proteger a los ciudadanos de su país, gente a la que no conocerá nunca. He sido soldado demasiados años para cambiar ahora. Después me convertí en guardaespaldas. No podía estar allí y observar cómo te mataban.
La blanca neblina del pánico comenzó a abandonar la mente de Morgan mientras procesaba sus palabras. Joe la había salvado porque esa era su forma de ser. Bien por instinto o bien por caballerosidad. Si estuviera compinchado con Reggie para matarla, no se habría tomado tanto tiempo. No parecía ser el estilo de Joe.
Vale, quizá no fuera el socio de Reggie, pero todavía había algo que la inquietaba. Algo que no cuadraba.
—¿El hecho de que me ayudaras en Lafayette no tuvo nada que ver con salir en mi programa?
Apoyándose sobre los codos que ahora enmarcaban la cara de _______, él sacudió la cabeza.
—Me importa un bledo la televisión. Francamente, te salvé porque tenía que hacerlo. Es mi trabajo. Pero también lo hice porque quería tocarte desde la primera vez que hablé contigo en el chat. Sentí que había un vínculo entre nosotros. —Le besó suavemente la línea de la barbilla—. Sentí tu inocencia, tu curiosidad y tu incertidumbre. La primera vez que te vi en el café me sentí noqueado. Tú y tu excitante reticencia me hicieron desearte tanto que no podía respirar. A los cinco minutos de conocerte ya estaba buscando la manera de tocarte, de acostarme contigo. Todavía te deseo.
El pulso de _______ dio un salto como si acabara de encontrar un trampolín. El acababa de poner las cartas sobre la mesa. Un estremecimiento la atravesó, y las palabras y los pensamientos se atropellaron uno tras otro. Sí. No. Quería. No quería. Tragó sin saber qué decir.
—Y tú también me deseas.
Sus palabras, tan arrogantes como él mismo, la sobresaltaron. Pero no las podía negar. Por supuesto que deseaba a Joe, incluso aunque él siguiera aprisionándola contra la cama. La pregunta decididamente sexual que asomaba a sus ojos color chocolate le endureció los pezones. Sintió que se mojaba de nuevo.
Joe le depositó un beso en la frente, otro en la mandíbula.
—Sabes que no voy a hacerte daño, ¿verdad?
Lentamente, ella asintió con la cabeza.
—Tie... tienes razón.
—Y respecto a tu amigo Reggie. Puede que sea él, o puede que no. Hasta que sepamos la verdad, no des nada por sentado.
_______ sacudió la cabeza.
—Pero es que a él le gusta mucho la fotografía. No conozco a nadie más que...
—Lo entiendo. Pero es mejor esperar. Deke seguirá investigando. Por ahora, creo que lo mejor será que no hables con Reggie hasta que no sepamos nada más. ¿Has intentado ponerte en contacto con él?
—Lo intenté ayer. Pero aquí no tengo cobertura.
—No. —Joe negó con la cabeza—. Desde aquí es imposible hablar por el móvil. ¿Denunciará tu desaparición si no le llamas por teléfono?
—Por ahora no, supongo que esperará unos días.
—Esperemos que para entonces ya lo hayan detenido. Mientras tanto no supongas lo peor. Es cierto que parece que las cosas no pintan bien para Reggie, pero no hay nada seguro. E incluso aunque él fuera culpable, sabes que aquí no te encontrará, ¿verdad?
Donde quiera que fuera «aquí».
—Sí.
—Y además, aquí estoy yo para protegerte.
—¿Por qué? —¿Por qué iba él a correr ese riesgo por ella?—. No tienes por qué hacerlo.
—Yo creo que sí. —Le acarició el cuello con la nariz, y le mordisqueó el lóbulo mientras su cálido aliento le rozaba la oreja—. Además, contigo, se trata de algo más que de protegerte.
_______ se estremeció. Se percató de que los dedos de Joe se deslizaban por sus brazos para rodearle las muñecas de nuevo, con sus piernas presionando las de ella. Una corriente cálida se deslizó entre sus cuerpos, y sintió la erección de Joe, gruesa, larga, insistente.
—No dejas de sorprenderme —susurró él—. Eres lo suficientemente lista para llevarle la delantera a un psicópata peligroso y decidido. Lo suficientemente dulce para convertirme en un adicto a ti. Lo suficientemente terca para desafiarme. Tan fuerte como para triunfar en la tele, un medio difícil donde abrirse camino.
El cumplido más agradable que _______ había recibido de Andrew era el de ser una mujer arrebatadora. Perfecta para lucir los vestidos. Sin embargo, las palabras de Joe cayeron sobre ella como si fuera dulce caramelo caliente sobre un helado, recubriendo sus miedos con algo tranquilizador y maravilloso.
A un hombre que quisiera hacerle daño no le importaría que ella fuera lista, dulce, terca o fuerte. Es más, ni siquiera se habría fijado en ella. En la mujer que verdaderamente era.
Joe la cautivaba, haciendo que se derritiera lentamente. Con la presión de sus caderas contra su sexo, _______ sintió que se derretía aún más. Una llamarada de deseo ardió y se extendió por su cuerpo. Con una profunda inspiración, se sintió envuelta por el olor de Joe. Olía a cuero, hombre, a cipreses y misterio. El deseo —y el dolor— la recorrieron y la hicieron arquearse contra su cuerpo.
—No sólo me sorprendes, me dejas perplejo —murmuró contra su piel, fingiendo no notar cómo se tensaba contra él—. Asumiste un enorme riesgo al iniciar un programa de televisión que anima a la gente a explorar su sexualidad, sea la que sea. Pero dudas en explorar la tuya propia. ¿Por qué?
—Lo hice. Pero no estoy segura de querer ser esposada... o sometida...
—¿Atada a mi cama? A ti te gusta estar a mi merced
—¡No quiero que sea así! No es normal.
—Es perfectamente «normal», no a todo el mundo le gusta el sexo vainilla*. No eres una salida por eso, cher.
—Lo soy. ¡Y no quiero serlo!
* En el argot de la cultura de Dominación y Sumisión, se denomina vainilla a las personas que practican exclusivamente el sexo tradicional, y que no sienten deseos de experimentar nuevas sensaciones. (N de las T)
Antes de Joe, nunca había estado con un hombre capaz de provocarle múltiples orgasmos. Y no sólo los había tenido porque él la hubiera atado y llenado la cabeza con pervertidas sugerencias de sumisión y otras sucias acciones que ella sólo había vivido en su imaginación. No importaba la forma en que la tocara, ese hombre era tan irresistible que le hacía perder la cabeza. El placer que le daba no tenía nada que ver con someterse a él.
—Sé que deseas ser como eres. —Le tocó suavemente un mechón del fogoso pelo rojizo que le enmarcaba el rostro—. Y si me dejaras, podría demostrártelo. Tus deseos no son sólo perfectamente normales, sino completamente maravillosos.
—Estás loco.
—Y tu escondes la cabeza como un avestruz y te niegas a ti misma lo que quieres, te niegas a ser quien eres de verdad —gruñó él, apretando la boca con frustración.
_______ negó con la cabeza. «No. Mil veces no».
Pero temía que él estuviera en lo cierto. Algo en lo más profundo de su ser revivía con sus palabras. Todo estaba allí: esperanza, necesidad, excitación; todo lo que había intentado negar y expulsar de su cabeza. Una parte de ella —la mayor parte en realidad— quería aceptar todo lo que él le ofrecía.
—¿Por qué huyes de ti misma?
Las desagradables calumnias de Andrew volvieron a la mente de _______, socavando de repente su confianza en sí misma. «Eres una depravada. ¡Sólo una puta quiere eso!»
Cuando la tensión invadió su cuerpo, Joe le sostuvo las muñecas con una mano y deslizó la otra por su nalga desnuda. El calor de la palma de la mano de Jack contra su piel fría la trajo de vuelta al presente. De regreso al hecho de que Jack estaba tendido encima de ella, con su enorme y duro cuerpo cubriéndola por completo.
—¿Por qué tiene que ser como tú dices? —lo desafió ella—. ¿Por qué tienes que tener razón?
—Puedo esposarte a esta cama —murmuró él—. Conseguir tu sumisión, follarte durante toda la noche y hacer que te corras media docena de veces.
El deseo espoleó su vientre como una espada ardiente al escuchar esas palabras terribles y provocativas. _______ cerró los ojos, apretó los dientes e, ignorando la humedad de su sexo, negó con la cabeza.
—Lo único que quiero es que te quites de encima.
Se retorció, intentando salir de debajo de su cuerpo, pero Joe no se movió.
—Puedo sentir cómo tus pezones se me clavan en el tórax y cómo tu sexo se humedece dulcemente para mí. Tengo razón y lo sabes.
—¡Mira que eres cabezota! Quizá sólo quiera ser tocada, poseída, de una manera normal.
Él arqueó una ceja oscura.
—¿Crees que quieres sexo vainilla?
—Sexo tradicional —corrigió ella—. Y sí, estoy segura de que eso es lo que quiero.
Joe vaciló, su oscura mirada le escudriñó la cara. Su incredulidad casi acabó con la compostura de _______.
—Hay algo entre nosotros. Química. No lo puedo negar —farfulló ella—. Sólo creo que encontraríamos placer juntos sin cuerdas ni órdenes.
Mirándola fijamente, Joe pareció sopesar las posibilidades. Con rapidez, llegó a una conclusión. Sonrió.
Al instante, ella desconfió de esa amplia y blanca sonrisa cajún.
—Como quieras —ronroneó él—. Será vainilla para ti, cher.
Su capitulación había sido demasiado fácil. Ahora sí que no confiaba en él.
—¿Qué quieres decir?
—Oui. Nada más que besos, tiernas caricias, y la típica postura del misionero.
Joe lo hacía sonar como algo aburrido, maldita sea, y no lo era. No sería así entre ellos. Sin embargo, sentía que una extraña puñalada de decepción le atenazaba el vientre ante la rápida aceptación de él.
Caramba, debería sentir lo contrario. Había ganado, ¿no? Debería estar emocionada.
—Gracias —murmuró _______.
Él se encogió de hombros y le dirigió una irónica sonrisa.
—Sólo quiero complacerte.
Ignorando la inquietud que crecía en su interior, ella le sonrió a Joe cuando le liberó las muñecas y movió las piernas para permitirle un poco más de libertad de movimientos. Joe relajó la espalda y aunque siguió encima de ella, apoyó el peso en los codos a ambos lados de su cabeza.
Joe deslizó gentilmente los pulgares por las mejillas de _______ y bajó la boca hasta la de ella. Con suavidad, como un aleteo, sus labios se rozaron con los de ella sin dar ni pedir nada a cambio. Un simple roce, una dulce y suave presión de los labios, un intercambio de alientos.
_______ cerró los ojos e intentó hundirse en el sensible ritmo del beso, era fluido, tranquilo y seductor.
Muy agradable. Maravilloso incluso. Pero _______ quería más. Mucho más.
Se necesitaban dos para bailar el tango, así que ella tendría que tomar la iniciativa. Estirándose para coger la cabeza de Joe, enterró los dedos entre los cortos mechones de su pelo y apretó sus labios contra los de él. Joe le dio más... presión, acceso, pasión. Ella soltó un profundo gemido.
El beso se hizo eterno, interminable. Un dulce intercambio de suspiros, un suave roce de lenguas, la entrega total de sus sentidos a ese hombre que la fascinaba. No podía esperar a acercarse más a él, a tocarle... pero no era una sensación exactamente sexual.
Fueron transcurriendo los minutos. En silencio, Joe no hizo nada más que besarla, deslizando la palma de la mano por su mejilla, por su hombro. En el interior de _______ comenzó a formarse un suave crescendo. Algo que le exigía mucho más. De nuevo _______ tomó la iniciativa. Empujando a Joe a un lado, le mordió la mandíbula, luego se apartó para desanudarse el cinturón de la bata, quitársela y lanzarla a un lado. Aterrizó en un montoncito en el suelo.
Debajo, _______ llevaba la picara lencería color burdeos con un diseño que revelaba sus pezones y su sexo. ¿Qué pensaría Joe?
Ante su gruñido de lujuria, se sintió poseída por una imagen mental. Lo imaginó invadido por una urgente necesidad que lo impulsaba a inmovilizarla, a agarrarle firmemente los muslos, abriéndoselos tanto como podía, mientras él penetraba profundamente en ella con mucha pasión y poca piedad.
¡No! No, aquello era sexo tradicional.
Temblorosa ante sus caprichosos pensamientos, le dirigió una mirada llena de incertidumbre. Joooe contenía el aliento y sus ojos ardían con un fuego abrasador.
—Eres muy hermosa, cher. —Le acarició la curva del seno con el dorso de los dedos, jugueteando con el ribete del sujetador que rodeaba su pezón.
—¿Te gusta?
—Muchísimo. —Él se inclinó para depositarle un dulce beso en el hombro.
_______ frunció el ceño.
—No me tocas.
Joe sabía lo que ella quería. Tenía que saberlo. La habilidad de leer en su cuerpo era una de las cualidades de Joe que encontraba prácticamente irresistible. Aparte de rudo, podía ser encantador, atrevido, divertido, o tierno cuando quería. Siempre sabía cómo excitarla.
—¿Cómo quieres que te toque?
—Nada de juegos —murmuró ella.
—No. Quiero tu felicidad. Sólo quiero asegurarme de que te doy lo que necesitas.
—Sólo... tócame. Haz el amor conmigo. Ya sabes.
Él sonrió ampliamente.
—Lo que yo sé y lo que tú quieres no tiene por qué coincidir. Estoy pisando un terreno poco familiar. No he tenido sexo... tradicional desde hace años. Y jamás contigo. Tendrás que echarme una mano.
_______ cruzó los brazos sobre el pecho.
—Estás siendo muy poco colaborador.
—No estoy de acuerdo —la molestia matizaba su voz—. Dime qué quieres, y te lo daré.
—Tócame, bésame... haz cualquier cosa que harías normalmente salvo atarme, someterme o provocarme dolor.
Joe miró el techo; parecía estar considerando cuidadosamente sus palabras.
—Eso me da bastante donde elegir. Lo intentaré.
Apaciguada por su aparente voluntad de colaborar, _______ se inclinó hacia delante y se deshizo de la camiseta de Joe, revelando los duros músculos de sus pectorales y sus abdominales firmes y definidos cubiertos por la suave piel dorada. Incapaz de resistirse, _______ le lamió una tetilla con la lengua y, atrapándola entre los dientes, tironeó de ella.
A él se le cortó la respiración, y ella sonrió al ver la erección que le abultaba los vaqueros. Pero cuando retrocedió para evaluar su reacción, él la miraba con expresión interrogativa.
—Me encanta cuando me lo haces tú —dijo ella en respuesta.
Asintiendo con la cabeza, Joe extendió la mano y tomó un pezón entre el pulgar y el dedo índice. Una espiral de sensaciones se abrió paso desde el seno al vientre de _______. Cuando él lo repitió en el otro pecho, obtuvo los mismos resultados.
Ahora, las duras cimas de sus pechos exigían su atención.
—Joe —le rogó.
Sin decir nada, él cerró la boca sobre un pezón, dibujando círculos con la lengua. Lo succionó y después lo soltó para repetir lo mismo en el otro pecho. Un estremecimiento de placer atravesó a _______. Sí, lo deseaba. Joe conseguía que lo deseara con la misma locura de siempre.
Bueno, no como siempre. Era más... lento. Pero eso estaba bien. Cuánto más lento más descomunal sería el clímax, ¿no? Un poco de lentitud no vendría mal.
Pero _______ se sentía aislada, Joe no hablaba con ella.
Frunciendo el ceño, se inclinó para besar la línea que dividía en dos el abdomen de Joe y se dirigió directa hacia la bragueta. Él no hizo ningún ruido, ni siquiera gimió en señal de protesta cuando ella le abrió la cremallera y le bajó los vaqueros por las caderas para luego dejarlos caer al suelo.
_______ sí que gimió. Joe tenía un cuerpo increíble. Era un dios del sexo hecho hombre, y sólo suyo.
Una vez que le hubo quitado la ropa, Joe le correspondió, bajándole las tiras de sujetador por los hombros, luego se lo desabrochó. Le plantó unos besitos hambrientos en el vientre mientras se deshacía del tanga de encaje y lo lanzaba al otro extremo de la habitación.
Por fin, estaban los dos gloriosamente desnudos. Ahora iba a comenzar el verdadero placer.
Joe la besó una vez más, deslizando un dedo por el valle entre sus pechos, y luego sobre un pezón. Un estremecimiento le recorrió el pecho. _______ se arqueó ante sus caricias. Sentir los dedos de Joe sobre su piel era placentero. Pero quería... más.
Inclinándose sobre _______, Joe capturó con la boca la cima del otro pecho y lo lamió suavemente mientras le deslizaba la palma de la mano por el abdomen. Se detuvo antes de llegar a su sexo; aparentemente se contentaba con acariciarle la curva de la cintura y la redondez de las caderas.
No era posible que eso lo satisficiera. ¿Qué le pasaba? ¿Y ese mutismo? A _______ no le gustaba. No se sentía en sintonía con él, no tenía ni idea de lo que él quería, de lo que pensaba, temía comunicarle sus necesidades en medio de ese agobiante silencio.
Frustrada, _______ estiró la mano entre los dos para agarrar su miembro. Estaba duro, siempre estaba duro y le llenaba la mano. Le dio un pequeño apretón y le frotó con el pulgar el glande seco y sensible.
Él cerró los ojos y los puños. Pero no dijo nada. No hizo nada más.
Así que ella continuó, lo acarició con la mano, subiendo y bajando por la gruesa erección. Ésta aumentó y se endureció todavía más. Deslizó de nuevo el pulgar por el glande y comprobó que todavía estaba seco. Normalmente, la punta de su pene lloraba de necesidad desde el instante en que ella lo tocaba.
Mordiéndose el labio, _______ ideó un plan de contraataque.
Lo hizo tenderse sobre su espalda. Dejó un reguero de besos sobre su piel, se dirigió a las tetillas para chuparlas y pellizcarlas otra vez y bajó por su abdomen, que se tensó bajo sus labios, hasta su miembro. Tomó el apéndice con una mano, rodando la lengua por el glande color púrpura, recorriendo las gruesas venas que decoraban el pene con los dedos, y deslizando luego la palma de la mano para ahuecar los testículos.
Joe se tensó, casi gimió en silencio, y cerró los ojos.
¿Qué diablos estaba pensando él? ¿Qué quería? _______ se preguntó, dada la falta de compenetración, si a Joe le importaría que ella abandonara la cama y se fuera a la cocina.
—¿Te gusta? —preguntó contra la tensa erección.
—Hum. —Él asintió con la cabeza.
Luego él le respondió volviendo a tomar un pezón en la boca para darle un suave tirón con los labios. Era agradable, pero nada trascendental. No era lo que Joe le provocaba normalmente.
Cuando _______ iba a agarrarle por la nuca para obligarle a aumentar la presión de la caricia, Joe rodó sobre ella y le deslizó los dedos por el sexo. Ella estaba húmeda, pero no demasiado.
Suavemente le rozó el clítoris, luego deslizó los dedos con lentitud entre los pliegues.
Era agradable. No podía negar que su contacto la hacía derretirse. Pero nada más, no le hacía perder la cabeza ni se le encogía los dedos de los pies. ¿Por qué?
Los dedos de Joe juguetearon en su interior, con el pulgar concentrado en el botón sensible de su sexo. El deseo aumentó un grado más cuando pensó en las manos de Joe dentro de su rajita. A él le gustaba usar esa palabra. Y cuando se la decía en la cama, una parte de su mente se revolvía contra esa crudeza, pero... en verdad la excitaba.
—¿Estoy mojada? —preguntó ella.
—Sí.
—¿Dónde? —le preguntó tímidamente, deseando que él hablara con esa voz ronca que despertaba su sexualidad como en una salvaje noche de lujuria.
—Shhh...
Luego él cerró los ojos, dejándola al margen otra vez. Al menos ella se sentía así, a pesar de que tenía los dedos de Joe jugueteando en el interior de su sexo y su pulgar rozándole el clítoris.
Bajo esa estimulación, se mojó un poco más. Su cuerpo latió en algunos lugares. Por lo general, su misma piel clamaba a gritos por Joe, todo lo de él la invadía, la conducía hasta la cumbre de la necesidad y el placer para hacerla caer en picado. Ahora, ella quería algo —cualquier maldita cosa— más intenso. Algo que la hiciera estar profundamente compenetrada con él.
—Háblame —lloriqueó _______.
—Eres preciosa y maravillosa —murmuró él.
—¿Qué quieres?
—Complacerte. —Le volvió a rozar el clítoris con el pulgar—. ¿Esto te gusta?
_______ no contestó, no sabía qué decir. Se sentía bien, pero no tan bien como Joe la hacía sentir normalmente. De hecho, tenía la alarmante impresión de que era como aquellas veces que había hecho el amor con Sean, Brent o Andrew. Bueno, pero no "genial”.
Él abrió los ojos y la miró con una mirada cálida y desafiante.
—¿O necesitas algo más?
El muy imbécil la estaba retando, como si supiera que eso no sacudía su mundo como había ocurrido antes. Y no podía decir que fuera porque no lo intentara. Le había estimulado los pezones y había seguido penetrándola con los dedos, rozándole el clítoris con la yema del pulgar. El deseo estaba ahí, pero faltaba algo.
—Que me penetres —susurró _______—. Eso es lo que necesito.
—Uno de mis lugares favoritos.
Con una sonrisa, Joe se enfundó en un condón que sacó de la mesilla de noche, luego se colocó sobre ella, cubriéndole la boca con un beso húmedo y cálido. Un nuevo estremecimiento de placer surcó el vientre de _______ cuando Joe buscó su entrada.
Con una suave estocada, Joe se introdujo en ella, deslizándose hasta el fondo de su canal, llenándola por completo. _______ jadeó cuando la longitud y el grosor de la erección acariciaron las sensibles terminaciones nerviosas de su interior.
Él se retiró, saliéndose hasta la punta, luego se introdujo lentamente de nuevo. Sí, era agradable. Celestial. El deseo aumentó poco a poco otro grado.
¿Estaba él disfrutando? ¿Estaba sintiendo placer? _______ deseaba que dijera algo, que gimiera... lo que fuera para saber qué sentía.
Silencio.
Dentro, fuera, dentro, fuera con lentas y suaves embestidas. La excitación iba en aumento. Ella se aferró a él mientras la presión y la necesidad la invadían. Se arqueaba ansiosa al encuentro de cada envite.
Genial. Pero, maldita sea, deseaba que él dijera algo. Normalmente lo sentía hincharse en su interior, lo veía luchar para mantener el control mientras su cuerpo se tensaba y el sudor le resbalaba por las sienes. Hoy, sólo había suaves estocadas para llevarla a un dulce clímax.
¿Por qué Joe no decía nada? _______ se había sentido más compenetrada con el vibrador que se había comprado a regañadientes.
Apartó ese pensamiento de su mente y se aferró a los duros músculos de la espalda de Joe, luego le deslizó las manos hasta el trasero y lo agarró con fuerza para que la penetrara con más profundidad, intentando convertir el ritmo de la carne que la invadía en algo urgente y profundo.
Casi... casi estaba llegando. Pero no aún. Dejó salir un gemido de frustración que él se tragó con un beso.
—Joe —jadeó—. Joe.
—¿Necesitas correrte?
—Por favor —gimió ella, clavándole las uñas en el trasero.
Doblando las rodillas, él le abrió más las piernas y, apoyándose en los codos, cambió el ángulo de las embestidas. El grueso glande se rozó contra ese sensible lugar de su interior.
Necesitaba que se clavara en ella, la excitación se centraba justo en su clítoris. Uno o dos envites deberían de haber sido suficientes para llegar al orgasmo. Pero aún no lo conseguía.
Joe buscó sus pezones y se los acarició con suavidad, incrementando las agudas sensaciones que la inundaban. Mientras, el pene erecto continuaba frotando y presionando ese sensible lugar, ella lo aferró con más fuerza. La presión seguía creciendo en el interior de _______, un latido comenzó a resonar en su cabeza. «Ahora, ahora, ahora», se exigía a sí misma.
Pero nada. No lo lograba.
Luego, Joe dijo las palabras mágicas.
—Córrete, cariño.
Ella se dejó llevar, el nudo de tensión se incrementó, brilló tenuemente y luego se disipó. No fue una violenta y rápida explosión. Fue un suave clímax, una liberación rápida. Por encima de ella, él se tensó y gimió suavemente en su oído.
Había sido un clímax y un anticlímax al mismo tiempo. Mejor que cualquiera que hubiera logrado antes con un amante, sí. Pero no había sido ni abrasador, ni arrebatador. No había habido fuegos artificiales como en las veces anteriores.
Maldita sea, quería llorar. Cerró los puños sobre las sábanas arrugadas hasta que desapareció toda la tensión y se disipó la lava de la lujuria y la frustración. Hasta que sintió la mente y el cuerpo laxos y saciados.
¿Qué demonios le pasaba?
Joe se retiró, se deshizo del condón, luego se reunió de nuevo con ella, y le cogió la mano.
—¿Te ha gustado este sexo tradicional, cher?
Demasiado rápido para su gusto. _______ recordó que Joe le había dicho que el sexo tradicional no le iba. Él solo había accedido a ello para probárselo. Y ella lo había sabido desde el principio, aunque se había negado a aceptarlo. Quizá... quizá él tenía razón.
—¿Te ha gustado? —insistió él.
_______ suspiró. Había llegado el momento de tomar una decisión: o seguía huyendo y negando lo que más deseaba o aceptaba que someterse, al menos a Joe, era algo que necesitaba más que el sexo tradicional.
Aspiró entrecortadamente y contuvo las cálidas lágrimas. La oscura mirada de Joe era tierna y comprensiva, y ardía con un explícito deseo.
_______ sabía qué respuesta debía darle. Sabía que no tenía alternativa.
—Por favor, llévame a tu cuarto de juegos y tómame como quieras —tragó saliva—, señor.
aranzhitha
Re: "Dominada por el deseo" (Joe y tu) Terminada
waaaa siguela que pasara que pasara :corre:
Samantha
Re: "Dominada por el deseo" (Joe y tu) Terminada
siguela :P
pasate por mi nueva nove:
paraiso robado
https://onlywn.activoforo.com/t35005-paraiso-robado-nick-y-y-tu
pasate por mi nueva nove:
paraiso robado
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anasmile
Re: "Dominada por el deseo" (Joe y tu) Terminada
síguela pronto por favor quiero cap :lloro:
Samantha
Re: "Dominada por el deseo" (Joe y tu) Terminada
Capítulo 12
Joe se quedó inmóvil, totalmente estupefacto. La sorpresa, el alivio, el júbilo, y algo parecido a la miel, cálida y dulce, se extendió por su pecho llenándolo de una emoción a la que no estaba acostumbrado. A pesar de ello, guardó silencio.
A _______ se le llenaron los ojos de lágrimas. Le temblaba la barbilla.
Suspirando, Joe se contuvo para no cogerla en sus brazos y salir corriendo pasillo abajo para encerrarla tras la puerta de su cuarto de juegos. Aunque le costó un gran esfuerzo. Aún no estaba seguro de que ese mediocre polvo vainilla hubiera convencido a _______ de que había nacido para ser una sumisa. Se sentía culpable por algo que él no comprendía. Y ella no sería feliz hasta que no lo resolviera.
Como tenía intención de hacerla suya —mataría con sumo gusto a Brandon o a cualquier otro hijo de perra que pensara que ella le pertenecía—, Joe creía que sería mejor llegar ahora al quid de la cuestión. Quería que, desde este mismo momento, ella empezara a reconocerlo como su amo, su amante, el hombre a quien confiar su seguridad.
Joe se inclinó hacia delante y la besó en la frente.
—¿Por qué?
Ella tardó en contestar. Se sentó en la cama, dobló las piernas hasta el pecho desnudo y apoyó la frente en las rodillas. Él no la presionó, no la tocó, sólo esperó.
Al fin, ella levantó la mirada empañada hacia él, demostrando que había estado llorando en silencio.
—Me dijiste que no me sentiría satisfecha con sexo vainilla. No quería creerte, pero creo que acabas de demostrarlo.
Maldición. _______ acababa de admitir dos cosas que tendría que tratar con sumo cuidado. La primera era fácil, así que empezó por la segunda.
—¿Cómo lo he demostrado?
Ella arqueó las cejas y luego frunció el ceño como cuestionando la cordura de Joe.
— ¿Acaso lo que acabamosos de hacer ha sido para quitarse el sombrero?
Él sonrió, intentando mantener el tono ligero.
—No lo llevaba puesto.
A _______ no le hizo gracia.
— ¿Así que ahora te parece gracioso?
—No, cher —la tranquilizó—. No fue para quitarse el sombrero, pero tampoco lo esperaba. Acepté hace mucho tiempo que a mí no me gusta nada la vainilla, ni siquiera en helado. Dime cómo ha sido para ti.
Era una orden sutil. _______ vaciló, luchando consigo misma. Finalmente se rindió.
—Lo que hemos hecho estuvo bien. Fue agradable, como ir de picnic. Me gustó un poco más de lo que me suele gustar el sexo. —Las lágrimas anegaron sus ojos, y su mirada azul reflejó su confusión—. No lo esperaba. Esperaba más... una palabra, una orden... alguna indicación de lo que querías, de lo que sentías. Algo que nos hiciera compenetrarnos. Algo más intenso.
El alivio y el júbilo inundaron a Joe. Cuando había accedido a mantener relaciones sexuales sin dominación, había esperado que esa fuera la respuesta de _______. Pero no había estado completamente seguro. Ella estaba resultando ser todo lo que él había creído. Durante años había deseado encontrar a una mujer como ella. Aun así, tenía que ir con mucho tiento.
— ¿Tus experiencias sexuales pasadas no fueron satisfactorias?
Ella le dirigió una mirada vagamente culpable.
—No... yo... No.
Ah. Eso lo decía todo. Podría haberla regañado por creer que a ella le gustaba el sexo simple, pero _______ tenía que descubrirlo por sí sola. Una de las cosas que más le gustaba de ella era cómo se aferraba a su fuerza de voluntad y a su determinación, incluso si al final llegaba a esa frustrante conclusión.
— ¿Por qué pensabas que sería diferente conmigo?
_______ encogió un hombro sin demasiado entusiasmo.
—Tú me gustas más que cualquier otro. Y, simplemente, pensé que eras tú. Que sería diferente contigo. Antes de conocerte, alcanzaba el orgasmo en muy raras ocasiones. Si ésta hubiera sido nuestra primera vez, me habría sentido eufórica por lo que acaba de ocurrir. Salvo que ya sé lo explosivos que podemos llegar a ser cuando...
— ¿Te someto? —la apremió.
—Sí. —Ella se sonrojó—. No sólo me excita estar contigo, sino la manera exigente con la que me tratas. Eres capaz de leer en mi cuerpo y en mi alma. Haces que tenga un montón de fantasías hasta que estoy tan excitada que...
Joe se obligó a contener la sonrisa de «ya te lo dije» que amenazaba con cruzarle la cara. Era muy pronto para sonreír. Tenía que asegurarse de que realmente había llegado hasta ella.
—Eso es porque necesitas que haya otro órgano sexual involucrado: tu cerebro. Eso no es posible con el sexo convencional. La Dominación y Sumisión puede ser un juego o un estilo de vida, depende de la seriedad con la que te lo tomes. Lo que sí es indiscutible, es que conecta el cuerpo con la mente. La promesa del placer puede ser tan excitante como el placer en sí mismo... quizá más, y lo que antes has descubierto es que tu mente no estaba en sintonía con tu cuerpo.
_______ vaciló, mordisqueándose ese labio exuberante y pleno que hacía que un hombre lo mirara fijamente. Luego, la compresión iluminó sus avergonzados ojos azules.
—Sí. Eché de menos la parte mental. Necesitaba saber qué pensabas, oír tu voz urgiéndome a continuar.
Parecía que por fin empezaba a darse cuenta. Joe sonrió.
—¿En qué trabaja tu novio?
_______ frunció el ceño ante esa pregunta tan fuera de lugar. Vaciló.
—Es analista para alguna organización gubernamental. No sé con exactitud a quién o qué estudia.
Interesante información, Joe se la reservó para más adelante.
—¿Y cómo es el sexo con él?
Tuvo que apretar los dientes para controlar la voz. Pensar en Brandon tocando a _______... Brandon podía ser más alto que él, pero en el ejército, Jack le había pateado el trasero en más de una ocasión. Y estaba tentado de volver a hacerlo.
_______ negó con la cabeza, los ardientes cabellos rojos le cayeron sobre los hombros pálidos. Bajó las pestañas, ocultando la expresión de sus ojos.
—Nunca lo hemos hecho.
«Nunca». Joe exhaló, asombrado. ¿Se había tirado a _______ antes que su novio? Sí, la dulce venganza era cada vez más dulce. Pero las emociones que recorrían a Joe tenían que ver más con el hecho de que Brandon jamás había tocado a esa mujer que él sentía como suya y sólo suya, que con la propia venganza. _______ sería suya, sí. Pero primero, tenía que acabar esa difícil conversación.
—En realidad, no creo que pensaras que el sexo vainilla fuera a ser mejor conmigo. De hecho lo esperabas. La pregunta es, ¿por qué? No sé nada del novio que tuviste en la universidad, pero que eligieras a un jugador de fútbol americano y a un productor de televisión indica que tú, incluso de manera inconsciente, buscabas a un hombre con poder y dominio. ¿No es cierto?
La boqueada de _______ le dijo a Joe que había acertado y que la había dejado estupefacta.
—Sí.
—¿Por qué rompiste el compromiso con el productor?
—Andrew y yo rompimos porque...
A ella le tembló la voz y apartó la mirada con una mueca de disgusto. Definitivamente allí había gato encerrado. Después de que hubiera llevado a _______ a la cabaña, la había interrogado sobre su pasado sexual, y ella se había negado a responder a las preguntas sobre Andrew o por qué lo habían dejado.
—¿Porque...?
Ella lo miró con esos atormentados ojos azules, y Joe sintió esa mirada como una puñalada en el vientre. Sí, al final iba a obtener sus respuestas, pero a _______ le estaba costando un gran esfuerzo dárselas. Le cogió la mano y se la apretó, esperando que ella comprendiera su mudo apoyo.
—Hubo bastantes razones. Pero el sexo... no es que nos fuera demasiado bien. No conseguía llegar al orgasmo con él. —_______ vaciló y sacudió la cabeza—. Recuerdo que me gustaba su sentido del humor y su inteligencia, pero cuando me tocaba, era como si pensara que me podía romper. Siempre era suave y dulce. Y silencioso. No nos compenetrábamos. Apenas sentía nada.
Joe le acunó la cabeza con una mano y le acarició la sedosa maraña de cabellos rojizos. Quería consolarla, hacerla ver que no corresponder a unas caricias suaves, dulces y silenciosas no la convertía en una mala persona. Pero no podía interrumpirla. Tenía que quitarse ese peso de encima.
—Continúa.
_______ suspiró.
—Me preguntó qué me pasaba, qué tenía que hacer para que las cosas fueran mejor. Confié en él. Parecía mundano y liberal. Así que le conté algunas de las fantasías que jamás le había dicho a nadie, esas fantasías... ya sabes. Le dije lo que pensaba acerca de...
—Ser atada, sometida y poseída—. Joe hubiera apostado todo lo que poseía a que sabía qué iba a decir _______ a continuación—. ¿Qué te respondió?
Esta vez ella tragó saliva y cerró los ojos con fuerza. Una temblorosa lágrima resbaló por su mejilla. Joe quiso pegarle a algo. No, a alguien. .. a Andrew.
—Me llamó depravada. Me dijo que sólo una puta querría algo así. Me dijo que no continuaría la relación a menos que buscara ayuda profesional y que me quitara esos pensamientos de la cabeza.
¿Ayuda profesional? ¿Dónde estaba Andrew en ese momento? No quería patearle el trasero a ese bastardo, quería matarlo por haber hecho que _______ llorara y dudara de sí misma.
—Espero que le dijeras cuatro cosas y lo mandaras al infierno —gruñó él.
—No con esas palabras. Le devolví el anillo y le dije que se lo quedara. —Se mordió el labio, y un brillo de picardía asomó a sus ojos azules—. Creo que le señalé que se consiguiera un pene de verdad.
Joe rió con alivio. La atrajo hacia él, sentándola en su regazo.
—Buena chica. No hay nada malo en ti, cher. —La miró directamente a los ojos, esperando que lo creyera—. Andrew es aquí el único que tiene problemas, menudo gilipollas. No le gustó que pusieses en duda su virilidad, tú eres más fuerte que él, y querías algo de alguien que no era lo suficientemente hombre para dártelo. No eres una depravada. Necesitas a alguien a quien le puedas confiar tu seguridad y tu placer, tu mente, tu cuerpo y tu alma. Y eso es lo que te hace tan maravillosa y perfecta.
_______ apretó la mandíbula, luchando por contener las lágrimas. Y él no quería que lo hiciera. Era el momento de desahogarse y llorar de una vez por todas. Después, cuando estuvieran haciendo el amor, no habría tiempo para lágrimas.
—Dime —la persuadió—, no pasa nada.
—Es que no podía quitarme su voz de la cabeza. —Entonces fue incapaz de contenerse más. Las lágrimas anegaron sus ojos y resbalaron por sus mejillas, una tras otra. _______ inspiró entrecortadamente—. Durante mucho tiempo, seguí oyendo su voz en mi cabeza diciéndome lo depravada que era. Que no era normal..., que estaba trastornada. Que era una puta.
Si ese imbécil estuviera allí ahora mismo, ni siquiera Dios podría haberlo salvado de la furia de Joe. Andrew casi había destrozado la sexualidad de esa hermosa mujer para seguir mintiéndose a sí mismo. Ya trataría con él más tarde. Joe se aseguraría de ello. Ahora, _______ le necesitaba.
—No eres nada de eso. —Le enjugó las lágrimas con los pulgares, luego le besó las mejillas húmedas —. ¿Acaso os gustaba la misma pizza?
Ella frunció el ceño.
—Ni siquiera le gustaba la pizza.
—Definitivamente, a ese tío le pasa algo raro.
_______ se rió entre lágrimas, y Joe le besó esa boca dulce e hinchada.
—Mi opinión, cher, es que no todo el mundo tiene el mismo gusto. Lo de la pizza es quizás un ejemplo demasiado simple, pero lo entiendes, ¿verdad? No dejes que su voz vuelva a entrar en tu mente.
Otra orden, y mucho más severa. Él no esperaba que ella le hiciera caso por completo en ese momento. Pero se conformaría con meter su propia voz en la mente de _______ y expulsar la del gilipollas de Andrew.
—Y luego estaba mi madre. Poco después de romper el compromiso, vino a visitarme para consolarme. Encontró algunos de mis libros. Libros sobre Dominación y Sumisión...
—Cher, las madres no quieren ni pensar en que sus hijos practican el sexo, y mucho menos del bueno.
_______ le miró con los ojos llenos de lágrimas y asintió.
—Fue terrible. Crecí en una casa muy religiosa. El sexo era algo sucio para mi madre, algo malo. Decir que se escandalizó con mi biblioteca privada sería quedarme corta. —Se mordió los labios cuando nuevas lágrimas amenazaron con derramarse—. Me llamó lo mismo que Andrew. Anormal..., depravada.
Y oírselo a su madre le había hecho daño. Joe podía ver el tormento por el que había pasado.
—Son unos ignorantes y unos reprimidos —le aseguró Joe—. Ninguno de los dos comprende el profundo vínculo de confianza y comprensión que implican las relaciones de Dominación y Sumisión. Tú sí lo entiendes. Llevas años buscándolo sin ser consciente de ello. Ahora que lo has encontrado, eres demasiado lista para dejarlo escapar, ¿verdad?
Hubo una imperceptible vacilación. Una muy pequeña. Ya lo pagaría más tarde con su trasero, no porque él no entendiera sus dudas o porque ella necesitara pensar detenidamente las cosas, sino porque tenía que comenzar a asociar su culpabilidad con consecuencias desagradables.
Al final ella asintió con la cabeza.
— ¿Estás dispuesta a aceptar ser quién eres de verdad?
_______ vaciló de nuevo. Tragó saliva. Pero asintió con la cabeza.
—Sí.
Joe se levantó de la cama, dirigiéndole una mirada que exigía reconocimiento y obediencia. Se inclinó para recuperar la lencería que antes había dejado caer en el suelo con un diseño intrigante que se moría por volver a explorar. La puso en las manos de _______.
Los ojos abiertos y húmedos de _______ eran como un faro azul, que brillaban con vulnerabilidad. Ella parecía una cría con la cara sin maquillar y manchada de lágrimas. Maldición, se había esforzado en tratarla con suavidad, como si se fuera a romper en mil pedazos. Había llegado el momento de ayudarla a recomponerse, de que confiara en él.
_______ le tomó la mano y entrelazó sus dedos con los de él. Cuando él extendió la otra mano para acariciarle la mejilla, Joe vio algo nuevo en su cara. Vio determinación.
En ese momento, se permitió esbozar la sonrisa que había contenido antes.
—Vuelve a ponerte esto, junto con las medias negras. Ven a mi cuarto de juegos dentro de diez minutos. Te estaré esperando.
Cuadrando los hombros, _______ alzó la mano ante la puerta negra y llamó. El sonido resonó en el pasillo oscuro. No iba a pensar en si estaba haciendo o no lo correcto. No iba a pensar más ni en Andrew ni en su madre. Lo que ellos opinaran no tenía importancia. No dejaría que la tuviera.
Joe le había abierto los ojos.
Su madre se convirtió en una mujer marchita y amargada, en el momento en que John Morgan Ross le rompió el corazón. Y en cuanto a Andrew, se dio cuenta de que era un ser frustrado. Andrew había convertido la angustia en una forma de arte. No quería ser feliz, y lo cumplía a rajatabla. Su relación con él siempre había sido una montaña rusa emocional, con escaladas y bajadas en un solo día... en una hora, si de Andrew dependía. La gente del plato de Provócame le había puesto el mote de «El rey del drama». Se había sentido amenazado ante cualquier alarde de fuerza por parte de _______, ante cualquier opinión que ella expresara. Negar la latente sexualidad de _______ había sido su manera de conseguir que se sintiera tan frustrada como él.
Sí, todavía podía oír sus voces, sus calumnias, en la cabeza. Pero no iba a dejar que eso la convirtiera en una desgraciada. Aunque _______ aún no estaba completamente a gusto con su sexualidad, sospechaba que con el paso del tiempo y otro hombre como Joe —él no era de los que mantenían relaciones a largo plazo— superaría su reticencia.
Intentó ignorar la punzada que sintió al pensar en no tener a Joe para siempre.
Así que se concentró en su cuerpo. El aire fresco le rozaba los pezones expuestos, el sujetador elevaba sus pechos invitadores. Bajó la mirada al tanga de encaje que ni siquiera le cubría el trasero ni le absorbía los jugos húmedos que resbalaban de su vagina, extendiéndose por el interior de los muslos. Sintió las ligas de las medias que se ajustaba a sus muslos, y enfatizaba el trozo de tela que le cubría los rizos húmedos.
Estaba nerviosa, sí, pero mucho más excitada. Y decidida a no examinar ni a juzgar lo que Joe y ella hicieran en esa habitación. Si la excitaba y le gustaba, simplemente lo haría.
Todo eso sonaba muy bien, pero no tenía ni idea de lo que Joe podía querer o exigir de ella, y eso la hacía consciente del dolor erótico y la necesidad que se estaba originando en su interior.
Joe abrió la puerta vestido con unos pantalones de cuero negro, y nada más.
La miró de arriba abajo, empezando por la boca hinchada que _______ llevaba mordisqueándose los últimos diez minutos, bajando luego por la pálida curva de sus pechos y la piel desnuda de la barriga para centrarse en su entrepierna cubierta por encaje de seda.
_______ observó su cara. Sus ojos desprendían calor. Las firmes líneas de su mandíbula estaban tensas. La mirada femenina descendió por los dorados músculos de sus hombros y por el ancho pecho, y siguió bajando hasta la gruesa erección que crecía a una velocidad sin precedentes.
A pesar de lo nerviosa que estaba, _______ sonrió.
—No cantes victoria tan pronto. Esta noche tendrás que ganarte mi polla y tus orgasmos.
Su sonrisa vaciló. Si Joe lo notó, no dijo nada.
—Entra y siéntate sobre la mesa.
—Pero...
—No hables a no ser que te dé permiso. ¿Está claro? Niega o asiente con la cabeza.
Severo, intenso, hermoso. _______ debería sentirse furiosa por su actitud arrogante. Pero sólo sentía curiosidad, humedad y deseo. Y una emoción electrizante.
Asintió con la cabeza.
Joeo abrió la puerta un poco más para dejarla pasar, y ese gesto le pareció simbólico. El de una puerta que se abría hacia algo nuevo. Ella iba a abrazar esa parte de sí misma sin juzgarse, sin pensar en lo que dirían los demás.
—Siéntate —ordenó él—. No volveré a repetirlo.
_______ se obligó a prestar atención. Ya tendría tiempo después para pensar. Ahora era el momento de obedecer. Con rapidez, atravesó la estancia y deslizó el trasero sobre la mesa, hasta quedar sentada. Cruzó las piernas, apretando los muslos con fuerza para aliviar el dolor, y esperó.
Con una mirada desafiante en sus ojos ardientes, Joe le colocó una mano en cada rodilla y le separó los muslos.
—No cruces las piernas delante de mí. Cuando estemos solos, quiero que estén bien abiertas, indicando que estás disponible y enseñándome esa dulce rajita mojada. ¿Entendido?
Quería sentirse enfadada por decirle cómo debía sentarse de ahora en adelante. Era demasiado exigente. Autoritario. Pero era excitante ver cómo la mirada de Joe observaba la carne mojada que acababa de exponer, y que acariciaba con los ojos. Una nueva y dolorida sensación latió en su clítoris, y pulsó suavemente al ritmo de cada latido de su corazón.
Y ella entendió. Por eso la excitaba tanto someterse a Joe. Él estaba pendiente de ella, concentrado en captar cada una de las sensaciones de _______. Llenaba de tal manera su mente con aquella experiencia sexual que era imposible que ella pudiera pensar en cualquier otra cosa.
Pronto, _______sentiría todo el poder masculino, toda la testosterona y el control enfocados en darle placer. Ante ese pensamiento, se ruborizó y casi se desmayó.
Y Joe ni siquiera la había tocado.
—¿Lo has entendido? —preguntó Joe, apretando los dientes.
_______ asintió en silencio.
Él se dio la vuelta para abrir algunas cajas del mostrador que tenía detrás. Se metió algo, que ella no pudo ver, en el bolsillo del pantalón, luego se volvió hacia ella con algo brillante y dorado en las manos. Cuando lo sostuvo en alto, vio que era una gruesa cadena de oro con un rubí en forma de corazón. Era hermoso. Impresionante. Y demasiado grande para ser una pulsera. Aunque demasiado corto para colocárselo en el cuello y que el colgante reposara entre sus pechos. ¿Qué iba a hacer Joe con eso?
—Si aceptas ponerte esto, es que aceptas ser mía. Sólo mía. En el sexo, sólo harás lo que yo te diga, cuando yo lo diga, cómo yo lo diga y dónde yo lo diga. Si te pones esto, la palabra «no» desaparece de tu vocabulario. Me responderás siempre con un educado «sí, señor».
Él le acarició con el rubí un pezón desnudo y luego el otro. La fría gema le provocó una oleada de sensaciones que la obligó a inspirar entrecortadamente.
—Puedes hablar. Pregúntame lo que quieras antes de contestar.
¿Ser de Joe? ¿Esa noche? ¿Eso era lo que estaba diciendo? No era posible que ese hombre se estuviera refiriendo a algo duradero.
_______ se humedeció los labios resecos. Estaba excitada y muy necesitada.
—No tengo preguntas, señor. Quiero ser tuya.
El pulso se disparó en la base del cuello de Joe. El tragó saliva. La nuez osciló de arriba abajo. Eso significaba algo para él, y el hecho de que no lo pudiera ocultar le llegó al corazón. Pero la mirada de _______ no se detuvo ahí, sino que se deslizó por los poderosos antebrazos, que se hincharon cuando cerró los puños y por el tenso abdomen plano, que parecía estar conteniéndose para no pasar a la acción, hasta llegar a su miembro. Jamás lo hubiera creído posible, pero le pareció todavía más largo.
—Yo también lo quiero, cher. —La mirada seductora de Joe parecía adorarla.
A _______ le sudaban las palmas de las manos. Deseó apretar los muslos para aliviar el nuevo latido que él había provocado. Pero no se atrevió.
—¿Has entendido con claridad que, en cuanto te ponga esto, serás mía para que juegue contigo, te castigue, te atormente o te posea a voluntad?
«Sí. Maravilloso. Date prisa». La espera la estaba matando. Con rapidez, ella asintió con la cabeza.
— ¿Entiendes que tu cuerpo me pertenecerá?
Ella asintió de nuevo.
— ¿Que en el momento en que te indique que quiero usar tu boca, tu sexo, tu culo tienes que asumir la posición que te pida, cueste lo que cueste?
_______ vaciló un momento, luego asintió con la cabeza. Lo desconocido, el sexo anal, y cualquier otra cosa que él pudiera imaginar, no la preocupaban. Tenía que confiar en que Joe se ocuparía de todo. Dios sabía que esas palabras evocaban las fantasías más profundas de _______, y apartaban a un lado sus reticencias pasadas y sus inhibiciones.
Le dirigió una mirada sumisa con los pezones duros como diamantes.
—Sí, señor.
—Yo me ocuparé de ti. Tienes que confiar en que sabré cuándo y cómo necesitarás mi pene. En que comprenderé cada una de tus fantasías y las haré realidad. Tienes que confiar en que sabré cuándo necesitas una buena zurra y cuándo que te tome entre mis brazos.
¿Tomarla entre sus brazos? ¿Para qué? ¿Para apoyarla? ¿Para amarla? Hablaba como si para él hubiera algo más aparte de esa noche. Como si todo eso fuera a ser para siempre...
— ¿Entendido? —su voz fue suave, pero no por ello menos exigente.
No realmente. Pero estaba demasiado impaciente para preguntar.
—Sí, señor.
Sin decir ni una palabra más, él se colocó detrás de ella y le abrochó el colgante al cuello. Se ajustaba como una gargantilla, cómoda y no restrictiva. El rubí reposaba justo en el hueco de la base de la garganta, y se calentó con rapidez ante el contacto con su piel. Joe rodeó la mesa para mirarla.
—Te queda perfecta. —Con suavidad, le rozó el colgante con un dedo.
Su mirada jamás abandonó la suya. Nunca vaciló. Había un mundo de promesas y pecaminoso dominio acumulado en sus ojos. _______ había visto a Joe de muchas maneras esos días: enfadado, dormido, protector, excitado. Pero jamás así: tan posesivo y completamente decidido.
_______ exhaló un entrecortado suspiro de excitación.
—Perfecto —murmuró él—. Túmbate y manten abiertas las piernas para que pueda ver esa dulce rajita tuya.
_______ sólo vaciló el tiempo suficiente para recordarse a sí misma que había ido allí para estar con Joe, para experimentar todo lo que él podía hacerla sentir. Para aceptar su sexualidad.
La mirada oscura y hambrienta vagó sobre _______, calentándola por todos lados. Se le veía enorme desde esa posición. Se cernía sobre ella con los duros y firmes músculos de su torso ondeando con cada respiración. A _______ se le secó la boca de repente.
Ahora, todo lo que ella tenía que hacer era confiarle a él su placer.
Lentamente, _______ hizo lo que él le ordenaba y apoyó la espalda en la mesa con las piernas abiertas. Quería preguntarle lo que había planeado para ella, para ellos, pero sabía que no estaba permitido. Tenía que confiar en él. Hasta ahora le había confiado su vida, y todavía estaba viva.
Quizá por primera vez, completamente viva.
Durante un largo momento, él no hizo nada más que contemplarla, con su oscura mirada penetrando en su cuerpo y en su mente. _______ no podría haber apartado la mirada de él ni aunque le fuera la vida en ello. Pero romper el vínculo entre ellos era lo último que deseaba. Esa certeza la aturdió y le estremeció el corazón. La dejó jadeante, en suspenso. Atormentada por la anticipación. Esperando.
—Cierra los ojos.
Oh, ¿qué tenía planeado hacer? Si no podía ver lo que tenía pensando hacer... _______ no estaba segura de poder manejarlo. Pero el peso de la gargantilla que rodeaba su cuello le recordó todo lo que había aceptado. Joe arqueó las cejas negras, advirtiéndola de que no aceptaría ni una vacilación más.
Con el corazón acelerado, _______ cerró los párpados, dejando de ver a Joe y cualquier cosa que él pudiera hacer.
Un momento más tarde, algo sedoso y cálido le rozó la cara. Joe se lo ajustó sobre los ojos, luego lo ató en la parte de atrás de su cabeza. Le había vendado los ojos. _______ tragó saliva. Dios, él quería que ella estuviera completamente a ciegas, que confiara en él plenamente.
_______ respiró hondo para tranquilizarse. Se enfrentaría a eso con confianza y optimismo. Podía hacerlo, a pesar de los latidos acelerados de su corazón.
Joe se inclinó hacia delante. Ella podía sentir su calor y el maravilloso aroma a almizcle. La tranquilizó y al mismo tiempo la hizo ser más consciente de sí misma como mujer, incluso se humedeció aún más.
Sus labios se posaron sobre los de ella como un susurro. Un roce divino, un sabor cálido, un toque prohibido de su lengua.
—Gracias por confiar en mí.
Ella se relajó en la mesa y arqueó el cuello para recibir más besos.
Pero en su lugar sintió la presa de sus dedos en torno a la muñeca derecha. Él le levantó la mano, llevándola unos centímetros más a la derecha. _______ sintió el frío metal cerrarse en su muñeca con un chasquido. No le apretaba. Y sin embargo la inmovilizaba. No había manera de que pudiera mover ese brazo. Joe repitió el proceso con la otra muñeca. Luego le inmovilizó los tobillos de la misma manera, asegurándoselos a los lados de la mesa con las rodillas dobladas y los muslos abiertos.
—Con el tiempo —murmuró él— y, estoy seguro de que con los castigos apropiados, aprenderás a confiar en mí como deberías.
La suave nota de censura reverberó en el estómago de _______ como una advertencia. Sin que se lo hubiera dicho, supo que se merecía ese castigo ahora.
Aun así, la repentina palmada de Joe en el montículo de su sexo conmocionó a _______. La sensación vibró a través de ella, bajándole por los labios inferiores. Luego el latido se centró en su clítoris, aunque no era doloroso. Sintió que el deseo reemplazaba la sorpresa y la inundaba de inmediato, con una feroz necesidad que le tensó el cuerpo y se centró entre sus piernas.
Joe repitió la acción, pero esta vez con un poco más de dureza. El feroz latido se hizo monstruoso, haciendo que se retorciera bajo su presa. _______ se mordió los labios para contener un gemido.
De nuevo, Joeo le palmeó el monte de Venus con más fuerza. La sensación la atravesó, reverberando en su vagina. Era una mezcla de dolor y placer. La necesidad apremiante la puso tan tensa que ahogó cualquier pensamiento. El gemido, que había estado conteniendo, escapó de su garganta y rompió el silencio que había entre ellos.
—Otro gemido más, y el dolor será más intenso que el placer. Me lo reservaré... a menos que vaciles otra vez. ¿Entendido? Niega o asiente con la cabeza.
El ronco sonido de la voz masculina la inundó, provocando una nueva oleada de excitación. El ya había reducido toda su existencia a los latidos de su corazón, a la pulsación de su sexo, y al vínculo que parecía existir entre ellos.
Finalmente, se dio cuenta de que Joe estaba esperando una respuesta. Asintió con la cabeza.
—Bien. Esta noche, prefiero darte placer que castigarte.
El sonido de pasos a través del suelo de madera le indicó que él se había dado la vuelta y había cruzado la habitación. ¿Se marchaba? ¡No! _______ había olvidado sus inhibiciones, había decidido aceptar lo que él quería compartir con ella. Una súbita desilusión la inundó, e intentó librarse de las esposas de sus muñecas y tobillos.
Luego el ruido de pasos —que tenía cierta cadencia militar— anunció su regreso.
—No vas a ninguna parte. Ni yo tampoco —le aseguró él, colocando la palma de la mano en su estómago. La piel de Joe era como hierro candente, una promesa de que la haría completamente suya.
_______ se tranquilizó, más aliviada de lo que ella hubiera creído posible.
La lengua mojada de Joe rozó la curva de su pecho. Un dedo siguió el suave valle entre sus senos, luego, lentamente, lo introdujo bajo el borde del provocativo sujetador, acercándose a la sensible areola. Ella se arqueó en una muda invitación.
Él la ignoró.
—Tus pezones son de un rosa más pálido que el rubor —murmuró, exhalando su cálido aliento directamente contra uno de los botones tensos—. Se ponen de un dulce e intenso color rosado cuando estás excitada.
Mientras jugaba con su boca sobre su pecho, Joe volvió a mover el dedo, dibujando un círculo caprichoso sobre el seno.
—Tus pecas son fascinantes, me pasaría las veinticuatro horas del día buscando todas y cada una de ellas para lamerlas hasta que me supliques que te folle. Pero no ahora.
Dios, sus palabras eran como acercar una cerilla a un barril de pólvora. El latido que él había provocado entre sus muslos se transformó en un dolor insoportable, tan fuerte que el sudor comenzó a resbalar por su frente. Encogió los dedos de los pies ante la necesidad. Ahora sus pechos estaban tensos, reclamando que él hiciera algo —lo que fuera— para aliviar el inclemente placer que demandaba el cuerpo de Morgan.
Y sólo llevaba allí cinco minutos.
—Esta noche, mi misión será ver lo oscuros que puedo llegar a poner esos dulces pezones rosados.
Antes de que _______ pudiera siquiera considerar lo que quería decir, la lengua de Joe aguijoneó la dura cima una vez, dos veces. La torturó con ligeras estocadas, haciendo que su corazón latiera a un ritmo acelerado. Daba la impresión de que tenía la intención de matarla muy lentamente. _______ gimió.
Joe chupó el pico sin piedad, como si quisiera tragarlo entero. Sus dientes apresaron con fuerza el pezón de _______ mientras lo succionaba con la boca. La explosiva sensación —medio placer, medio dolor— atravesó sus pechos y se extendió por todo su cuerpo hasta que, como un relámpago, estalló entre sus piernas.
_______ jadeó. En respuesta, él la mordió con más dureza y la chupó con más fuerza. El nuevo dolor la bombardeó como si fuera alfilerazos helados, que tensó sus pezones todavía más. _______ se quejó.
—Aguanta el dolor, cher. Aguántalo por mí. Puedes hacerlo.
Por alguna razón, decepcionarle no era una opción. Asintiendo, _______ apretó los labios.
Jooe metió el mismo pezón de nuevo en su boca, mordisqueándolo otra vez mientras lo succionaba sin piedad. El dolor volvió a atravesar el cuerpo de _______. Esta vez, fue seguido por un sorprendente y delicioso estremecimiento de placer. El quejido que había soltado antes se convirtió en un gemido.
Al día siguiente tendría los pezones lastimados, pero no le importó. Lo que él estaba haciendo, le dolía pero la excitaba sobremanera, la hacía temblar con un erótico dolor y una ávida sensación sexual al mismo tiempo.
Esto era todo lo que ella había soñado; sus más profundos y oscuros deseos.
Un momento después, _______ sintió la presa de sus dedos en el otro pezón y lo atormentó sin piedad. Él retorció el duro brote, arrancándole otro gemido. El pellizco coincidió con un erótico mordisco en el pezón que tenía entre los labios.
_______ jadeó.
—Eso es —la elogió, aliviándola suavemente—. Precioso.
Con el pulgar, jugueteó con el mojado pezón. Placer, dolor, placer otra vez. Los límites se desdibujaban. Todo lo que ella sabía era que deseaba que Joe la cubriera, la llenara, la hiciera correrse, la hiciera suya; Dios la ayudara para sobrevivir a esa noche.
Levantando las caderas, _______ se retorció intentando atraerlo, implorando en silencio.
La risa retumbó en el pecho de Joe.
—Oh, por supuesto que me tientas, cher. Pero todavía no. Aún queda mucho por hacer.
Ella emitió un nuevo gemido de protesta, hasta que algo afilado y metálico le pellizcó el húmedo pezón. El gemido de _______ acabó en un grito ahogado que no pudo contener.
—¡Oh, Dios mío! —jadeó ante el dolor.
—Lo sé. Respira hondo. Tengo el presentimiento de que acabarás apreciando el mordisco de las pinzas. Antes o después.
No. Era terriblemente doloroso, rozaba el límite de la crueldad. _______ aspiró profundamente. No le ayudo. Aspiró de nuevo.
Joe bajó la boca al otro pezón, con el que sus dedos habían jugueteado previamente. Una suave succión, un suave roce. El contraste de las sensaciones la mantenía en vilo. El latido de su clítoris pulsó de nuevo con intensidad. Su vagina se contrajo con fuerza, dolorosamente vacía. _______ se arqueó. Retorció las caderas con desasosiego. ¿Qué le estaba ocurriendo?
Jamás había estado tan excitada en toda su vida.
El dolor que sentía en el otro pezón comenzó a perder intensidad cuando se acostumbró a la sensación. El aguijón se acabó convirtiendo en una presión entumecida. Y la atención de Joe en la dura punta que tenía en la boca se hizo más áspera.
— ¡Joe! —gritó _______, clavando los dedos en el cuero negro que cubría la mesa.
En un abrir y cerrar de ojos, su boca abandonó el pecho y volvió a darle una palmada en el monte de Venus. Una serie de estremecimientos recorrieron el cuerpo de _______ como un grito. El clímax burbujeó entre sus piernas, y levantó las caderas para ofrecerse de nuevo.
—No es así como debes llamarme —gruñó él.
—Señor —jadeó ella—. Señor, por favor.
—Te tomaré, pero no antes de que esté preparado. No hasta que tú estés preparada. Ahora cállate antes de que me arrepienta y te caliente el trasero.
Sus palabras acabaron con sus esperanzas de alivio. Se mordió el labio con fuerza, intentando contener un gemido de protesta. Pero no sirvió de nada cuando Joe cerró los dientes en su pezón, lo mordió y lo chupó con dureza, arrancándole un gemido.
La voz de Joe vibró profundamente en su interior, reverberando en su clítoris. _______ estaba siendo torturada en el potro del placer. Las asombrosas sensaciones se apilaban una sobre otra, ahogando cualquier pensamiento o disconformidad. Estaba más dolorida de lo que nunca hubiera soñado, más de lo que hubiera creído posible. Y él ni le había tocado la vagina ni la había penetrado.
En ese momento, otra pinza se le clavó en el otro pezón, hundiéndose en su piel y su cuerpo reaccionó con más violencia. Una bola ardiente de placer se estrelló directamente contra sus pechos, descendió entre sus piernas, y se unió al incendio que ya la hacía arder. Si Joe la tocaba allí, aunque sólo fuera una vez, temía que saldría disparada como un cohete, por mucho que él le exigiera que contuviera el clímax. El orgasmo sería tan descomunal y arrollador que se la tragaría por completo. _______ luchó contra ello, negando desesperadamente con la cabeza. Comenzó a transpirar. Se agarró a la mesa con más fuerza.
El latido seguía creciendo y creciendo. ¿Cuándo llegaría al cénit?
—Y ahora estos pezones son de un rojo profundo y excitante, hermosos —murmuró él.
_______ jadeaba y gemía cuando Joe le soltó las muñecas y los tobillos. La ayudó a poner las piernas —que parecían de goma— sobre el suelo. De nuevo, ella se preguntó qué habría planeado él, pero se dio cuenta de que no importaba. Le daría un asombroso placer. Y tarde o temprano, él haría estallar ese latido que palpitaba en su interior.
De buena gana, se abandonó a sus brazos. Él le inclinó la cabeza hacia atrás y se hundió en su boca con un beso devorador. Un beso hambriento y posesivo. _______ respondió, saliendo a su encuentro y entrelazando su lengua con la suya.
—Desafías mi control, cher, con solo estar así, absolutamente hermosa y sometida. Nadie me ha tentado nunca tanto, ni con tanta rapidez —dijo con voz ronca contra la garganta de _______, luego se movió para mordisquearle el lóbulo de la oreja—. Apenas puedo esperar para hundirme en ti y mostrarte todos estos nuevos placeres.
Con desasosiego, _______ cambió el peso de pie. Tampoco ella podía esperar a tener a Joe enterrado profundamente en su interior. Lo quería ya. En ese mismo momento.
Joe la hizo girarse y le agarró los bordes del tanga de encaje. La humedad que manaba de su interior y que empapaba la delicada tela, se extendía como un reguero por el interior de sus muslos.
—Estás tan jugosa como un melocotón dulce y maduro —la elogió mientras la hacía inclinarse sobre la mesa.
Ella gimió cuando las pinzas de sus pezones entraron en contacto con la superficie de la mesa y un nuevo escalofrío de dolor recorrió su espalda y empapó su canal. Se tensó, luchando consigo misma, deseando meterse la mano entre las piernas para frotarse furiosamente el clítoris hasta hacerlo explotar. Pero de manera instintiva, sabía que eso tendría como consecuencia un duro castigo. Con otro gemido, logró controlarse.
—Buena chica. Tan hermosamente sumisa, cher. ¿Quieres que te posea?
A _______ no le importaba lo que tuviera que decir si con ello conseguía que Joe la hiciera explotar.
—Sí —dijo entre jadeos—. Sí, señor. Por favor...
Arrodillándose, Joe le quitó el tanga, deslizando la tela húmeda por su piel. Luego le esposó el tobillo a la pata de la mesa y le lamió el muslo mientras subía, más y más cerca del corazón de su latido. Ella ardió con una necesidad anhelante y gimió cuando la boca de Joe se acercó a su sexo.
El se rió y se inclinó para esposarle el otro tobillo, luego lamió los jugos que resbalaban por sus muslos... pero no le concedió alivio a su empapada entrepierna. En su lugar, se apartó; el ruido de sus pasos la avisó de su retirada. Sintió movimientos, el suave roce del plástico contra el plástico, la apertura de un cajón. Dios, ¿por qué Joe no se daba prisa?
—Ah, sí —masculló él, aparentemente satisfecho. Luego se volvió hacia ella—. Te has ganado una recompensa.
«¡Sí!» La emoción, la necesidad y el deseo resurgieron ante sus palabras, se anudaron en su clítoris y esparcieron una nueva calidez en su corazón. Se alegró absurdamente de haberlo complacido, y se sintió muy orgullosa consigo misma por haberse sometido por completo. Por supuesto, quería con todas sus fuerzas esa recompensa.
Oyó un susurró de ropas, que acrecentó su anticipación. Desnudo. Él tenía que estar desnudo. Retorció el trasero para atraer su atención.
—Te excita que te elogie. —La falsa reprimenda vino acompañada por una repentina y dolorosa palmada en su trasero.
La risa que asomaba a la voz de Joe le hizo apretar los dientes.
—Estoy perdiendo la paciencia y ya he perdido el sentido del humor—protestó _______ a sabiendas de que Joe se enfadaría mucho. Pero no podía detenerse. La había presionado demasiado.
Joe no dijo nada, simplemente se acercó un paso a ella y cubrió su trasero. Un infierno formado por músculo masculino y piel almizcleña la envolvió. La firme y gruesa columna de su erección le rozó la hendidura entre las nalgas. _______ volvió a arañar la mesa acolchada.
Por lo que Joe le agarró las muñecas y se las esposó de nuevo.
Antes de que el resonar del último chasquido se apagara, se escuchó el sonido de una palmada en su trasero.
El ardor le calentó la nalga y luego se extendió hasta su necesitado sexo. ¿Iba a seguir jugando con ella? Maldita sea, ya había tenido suficiente.
—Joe. Señor... —se corrigió—. N-no puedo resistirlo más. Por favor, tómame.
—Cuando yo quiera y cómo yo quiera —gruñó él, puntualizando sus palabras con otra nalgada.
Una nueva oleada de calor se originó en su interior, poniendo fin a su arranque de genio.
De repente, _______ sintió que los dedos de Joe indagaban en su trasero, serpenteando entre sus nalgas y extendiendo entre ellas un líquido frío.
«¿Lubricante? Oh, Dios».
El latido ronroneó con la fuerza de un motor Indy 500. Esa misma mañana le había dicho que él tenía intención de reclamar su trasero e iniciar una larga cabalgada. ¿Lo haría...?
La presión de dos dedos lubricados dentro de su trasero interrumpió la pregunta a medio formular. El estiramiento y el ardor de su carne apretada y virgen la inundaron. La presión fue seguida por una sensación de plenitud. Y cuando él movió los dedos en su interior, su cuerpo se opuso levemente, pero luego, el placer anuló su capacidad de raciocinio.
—Eso es. —Joe le agarró de la cadera con la mano libre y la alentó a que saliera al encuentro de los dedos invasores.
Ella gimió.
—¿Te gusta?
Casi sin pensar, casi en contra de su voluntad, ella dijo jadeando:
—Sí.
Los dedos se detuvieron.
—¿Sí?
—Sí, señor.
—Excelente. Veamos lo mojada que estás.
Joe apartó la mano de su cadera y rodeó con ella el cuerpo de _______, buscando el nudo hinchado y duro de su clítoris.
Ella gritó cuando los desgarradores estremecimientos atravesaron su vientre con ese simple toque.
Los dedos penetraban en su culo y frotaban su clítoris. Sintió que la sangre se le agolpaba entre las piernas, y que el placer amenazaba con escapar a su control. Intentó contenerlo, pero no fue capaz. Sintió los primeros estremecimientos del orgasmo.
Y Joe también.
—Nada de correrte —le ordenó, apartando los dedos de su clítoris y de su ano.
—Señor, por favor. ¡Por favor!
—Cuando imploras tan dulcemente, ¿cómo puedo negarme? —le murmuró en el oído—. Pero debo...
Él se retiró un momento, y ella lamentó la pérdida de su carne caliente contra la de ella, del calor de ese cuerpo penetrando en su piel. Un rasgón, un chasquido. _______ se dio cuenta de que había cogido un condón. ¡Gracias a Dios!
Pero sólo tuvo un momento para celebrarlo antes de que él le abriera las nalgas y de que ella sintiera el enorme glande de su lubricado miembro contra el ano.
—Empuja y méteme en tu interior. Haré que te corras de tal manera que gritarás hasta quedarte ronca.
«Sí. ¡Por favor, sí!»
_______ echó las caderas hacia atrás, empujando. El grueso glande se deslizó en su interior, presionando y quemando. Dolía. Oh, Dios... no iba a funcionar, no entraría. Cada vez que él se movía, incluso cada vez que respiraba, el dolor la recorría de pies a cabeza. Con desesperación, arañó de nuevo la mesa, gimiendo.
Luego, él se deslizó tras el apretado anillo de músculos y penetró en su interior lentamente. Muy lentamente. _______ jadeó cuando el introdujo un centímetro más en su cuerpo, cada vez más profundo, en un recorrido aparentemente interminable, placentero y doloroso a un mismo tiempo.
Cuando ella ya estaba de puntillas, cuando pensaba que no podría albergar ni un centímetro más del pene de Joe, _______ sintió el roce suave de sus testículos contra sus nalgas. Lo tenía dentro por completo.
—Eres muy estrecha —gimió él—. Me vas a hacer perder el control cada vez que respires.
_______ ciertamente así lo esperaba. Ese orgasmo pendiente todavía burbujeaba bajo la superficie de su piel, esperando un roce más en su clítoris, una larga embestida de su polla.
Pero Joe contuvo las caderas de _______ con dedos insistentes, respirando hondo una vez y luego otra.
—No voy a durar mucho —graznó—. Y tú tampoco.
Dicho eso, se retiró casi del todo, luego volvió a penetrar por completo las profundidades de su ano. La pervertida y ardiente presión hizo que _______ cerrara los puños sobre la mesa. Placer y dolor. Prohibido y fabuloso. Oh, ella quería perderse en esa sensación. Estaba cerca. Tan condenadamente cerca...
Joe le arrancó la venda de los ojos. _______ parpadeó, intentando acostumbrarse a la luz rojiza que tenía sobre la cabeza. Ver bien de nuevo no le hizo perder los sentidos del tacto ni del olfato en absoluto, no le pasó desapercibido el espejo que había al lado de la puerta y vio el reflejo de Joe mientras se contenía, con los músculos de los hombros acordonados y el cuello tenso. Las venas se le hinchaban en los antebrazos y los nudillos de los dedos que agarraban sus caderas estaban blancos.
—Obsérvanos —le ordenó—. Mira cómo poseo tu culo virgen y apretado.
_______ lo observó, incapaz de evitarlo mientras él la penetraba con rítmicas embestidas; salía y entraba con fuerza, llenándola mientras intentaba prolongar tan novedoso placer, tan intenso que apenas lo podía soportar. Ella gimió, perdida en la imagen, en las sensaciones de su interior.
—Una última cosa y dejaré que te corras, cher.
_______ se lamió los labios resecos.
—Sí. Lo que sea, señor.
—En las fantasías que le contaste a Andrew, ¿mencionaste que te gustaría ser esposada?
—Sí, señor.
—¿Le dijiste que querías que te prendieran los pezones?
—No.
—¿Te gusta? —él se estiró para alcanzarlos y dio un suave tirón de la cadena que unía las pinzas.
Una oleada de dolor y éxtasis se extendió desde los pezones de _______, envolvió su cuerpo e hinchó todavía más su clítoris.
—Sí.
—¿Le dijiste que querías que te poseyera por el culo?
—Sí, señor.
Y Joe lo hizo, dos agridulces envites, uno lento, otro rápido y profundo, hasta la empuñadura. _______ jadeó y gimió. No podía soportarlo más.
—¡Por favor, señor!
—Casi está —prometió—. ¿Qué más le dijiste que querías?
«No». Si le decía eso... no. ¿Qué pensaría él?
—E-eso es todo —mintió.
Él le palmeó las nalgas y se hundió rápidamente en ella con una serie de estocadas rápidas y fuertes. _______ gritó. Más ardor se añadió al fuego que le quemaba entre las piernas. Maldita sea, ¿por qué no podía llegar? El ardor del clímax era mucho más grande de lo que nunca había sentido. A esas alturas ya debería de haber explotado.
¿Acaso su cuerpo había aprendido a esperar las órdenes de Joe?
—Miénteme otra vez y me masturbaré, me correré a tus pies y te dejaré aquí dolorida toda la noche.
_______ tragó; no dudó ni por un momento de que Joe cumpliría esa amenaza.
—Por favor, no me lo hagas decir, señor.
—Es tu última oportunidad —le espetó, deteniendo sus envites por completo—. O saldré de tu cuerpo.
Ella cerró los ojos y apretó los párpados, impotente entre las necesidades de su cuerpo y sus miedos. ¿Le escandalizaría a él también? ¿Pensaría Joe también que era una puta depravada?
—Dímelo —la alentó.
Con un suave tirón, Joe removió las pinzas de sus pezones. La sangre volvió a centrarse allí, hinchando las cimas con un violento despliegue de necesidad. ¡Sí! Luego la sensación bajó vertiginosamente hacia su clítoris.
Mientras llegaba allí, él tanteó en ese lugar otra vez, los dedos revolotearon cerca de su dolorido botón y _______ pudo sentir el calor de su mano. Pero él no le tocó el clítoris. _______ gimió. Todo lo que tenía que hacer era ser sincera sobre ese espantoso secreto y él le daría el mejor orgasmo de su vida.
Ése era Joe. El comprendía sus fantasías. Estaba claro que él tenía también las suyas. Hasta el momento, le había dado todo lo que su cuerpo había ansiado en secreto. La ayudaría también con eso. Tenía que creer que lo haría. Tenía que confiar en él...
—Dos hombres —farfulló mientras abría los ojos para buscar la mirada de Joe en el espejo de la puerta.
Pero lo que se encontró fue a Deke en el umbral, observándolos.
Agrandó los ojos, y se retorció bajo Joe, intentando escaparse. Pero con las muñecas y los tobillos esposados, no podía ir a ningún sitio.
Ni lo hizo Deke. Permaneció allí parado, mirando fijamente cómo Joe le penetraba el ano. El brutal calor del deseo que se reflejó en la cara del gigante rubio, junto con la gruesa protuberancia de su miembro en los pantalones, la hizo arder. Los ojos azules de Deke capturaron los suyos, y la necesidad pura y dura se abrió camino en su cuerpo.
_______ apartó la mirada y vio a Joe en el espejo a la derecha de Deke. La oscura mirada conectó con la de ella, clavándola en el lugar.
—¿Qué? —ladró Joe.
—Deseo a dos hombres. —Las palabras salieron de golpe.
Joe le agarró las caderas para penetrarla con una furia y una urgencia renovadas.
—¿Qué te posean a la vez?
—Sí —ella logró decirlo entre los gemidos de placer.
Una maldición escapó de los labios de Deke mientras se ajustaba la bragueta de los vaqueros. El corazón de _______ latía con tanta fuerza que apenas oía nada más.
—¡Mírale! —rugió Joe, rodeando su cuerpo con una mano para alzarle la barbilla y obligarla a mirar a Deke.
Y él le devolvió la mirada. Esos ojos azul claro recorrieron su piel desnuda como ácido sulfúrico mientras Joe la taladraba con lentas e implacables embestidas en ese canal prohibido. Ella podía sentir cada duro centímetro y vena de su polla; el pesado glande le rozaba todas las terminaciones nerviosas con cada envite, impulsándola hacia el orgasmo.
—¿Quieres tener la polla de Deke en tu vagina mientras yo poseo tu culo? —murmuró con voz áspera en su oído.
Incluso esas palabras consiguieron que su necesidad se volviera aún más dolorosa.
—Sí, señor —sollozó, arañando la mesa. La idea convirtió el ardor de entre sus piernas en un infierno que estaba a punto de estallar, dando lugar a una hecatombe que iba más allá de sus fantasías—. ¡Dios mío, sí!
—Joe, tócale el clítoris antes de que le dé algo a esta pobre chica. Necesita correrse —señaló Deke con la voz calmada y, a pesar de todo, llena de deseo.
—No me digas cómo tengo que follar a mi mujer —gruñó.
—La estás presionando demasiado y demasiado rápido. No está acostumbrada. La estás destrozando.
Detrás de ella, Joe masculló algo claramente desagradable sobre Deke. Pero siguió la sugerencia de su amigo. Sólo por eso, _______ le dio gracias a Dios.
Unos segundos después, los dedos de Joe le tocaron el clítoris, el sordo latido de su entrepierna se convirtió en una dura y oscura bola de fuego que atravesó y atormentó su piel.
—¡Córrete! —gritó Joe.
Las agudas y dolorosas sensaciones ardieron desde su interior mientras ella explotaba en mil pedazos.
_______ gritó mientras se convulsionaba en torno a Joe, apretando su miembro con fuerza. La afilada cresta del orgasmo se estrelló contra ella y todo lo demás desapareció. Lo único que podía sentir era a Joe y un placer tan liberador y sublime, tan perfecto, que casi perdió el sentido. El corazón amenazaba con explotarle en el pecho.
En ese instante, sintió que las manos de Joe se aferraban a ella, notó sus dientes en el cuello y luego el endurecimiento de su erección en los más profundo de su interior. Un largo y ronco gemido surgió del pecho masculino.
Joe aminoró el ritmo hasta detenerse. _______ cayó desmadejada sobre la mesa, totalmente agotada. Aun así, era consciente de la mirada de Deke sobre su cuerpo.
Pero lo peor era la tensión que sintió en Joe a sus espaldas.
De repente, él se retiró de su cuerpo, se quitó el condón y lo lanzó al cubo de basura de la esquina.
—¡Hijo de perra!
Joe le dirigió a Deke una mirada endiablada mientras se dirigía a la puerta completamente desnudo.
¿Qué...? _______ observó atontada a Joe. ¿A dónde iba?
En cuanto alcanzó el umbral, Joe se volvió hacia ella con una mirada penetrante y furiosa, como si _______ le hubiera traicionado de alguna manera. El dolor y la cólera eran patentes en esos ojos.
Luego cerró la puerta de golpe.
Joe se quedó inmóvil, totalmente estupefacto. La sorpresa, el alivio, el júbilo, y algo parecido a la miel, cálida y dulce, se extendió por su pecho llenándolo de una emoción a la que no estaba acostumbrado. A pesar de ello, guardó silencio.
A _______ se le llenaron los ojos de lágrimas. Le temblaba la barbilla.
Suspirando, Joe se contuvo para no cogerla en sus brazos y salir corriendo pasillo abajo para encerrarla tras la puerta de su cuarto de juegos. Aunque le costó un gran esfuerzo. Aún no estaba seguro de que ese mediocre polvo vainilla hubiera convencido a _______ de que había nacido para ser una sumisa. Se sentía culpable por algo que él no comprendía. Y ella no sería feliz hasta que no lo resolviera.
Como tenía intención de hacerla suya —mataría con sumo gusto a Brandon o a cualquier otro hijo de perra que pensara que ella le pertenecía—, Joe creía que sería mejor llegar ahora al quid de la cuestión. Quería que, desde este mismo momento, ella empezara a reconocerlo como su amo, su amante, el hombre a quien confiar su seguridad.
Joe se inclinó hacia delante y la besó en la frente.
—¿Por qué?
Ella tardó en contestar. Se sentó en la cama, dobló las piernas hasta el pecho desnudo y apoyó la frente en las rodillas. Él no la presionó, no la tocó, sólo esperó.
Al fin, ella levantó la mirada empañada hacia él, demostrando que había estado llorando en silencio.
—Me dijiste que no me sentiría satisfecha con sexo vainilla. No quería creerte, pero creo que acabas de demostrarlo.
Maldición. _______ acababa de admitir dos cosas que tendría que tratar con sumo cuidado. La primera era fácil, así que empezó por la segunda.
—¿Cómo lo he demostrado?
Ella arqueó las cejas y luego frunció el ceño como cuestionando la cordura de Joe.
— ¿Acaso lo que acabamosos de hacer ha sido para quitarse el sombrero?
Él sonrió, intentando mantener el tono ligero.
—No lo llevaba puesto.
A _______ no le hizo gracia.
— ¿Así que ahora te parece gracioso?
—No, cher —la tranquilizó—. No fue para quitarse el sombrero, pero tampoco lo esperaba. Acepté hace mucho tiempo que a mí no me gusta nada la vainilla, ni siquiera en helado. Dime cómo ha sido para ti.
Era una orden sutil. _______ vaciló, luchando consigo misma. Finalmente se rindió.
—Lo que hemos hecho estuvo bien. Fue agradable, como ir de picnic. Me gustó un poco más de lo que me suele gustar el sexo. —Las lágrimas anegaron sus ojos, y su mirada azul reflejó su confusión—. No lo esperaba. Esperaba más... una palabra, una orden... alguna indicación de lo que querías, de lo que sentías. Algo que nos hiciera compenetrarnos. Algo más intenso.
El alivio y el júbilo inundaron a Joe. Cuando había accedido a mantener relaciones sexuales sin dominación, había esperado que esa fuera la respuesta de _______. Pero no había estado completamente seguro. Ella estaba resultando ser todo lo que él había creído. Durante años había deseado encontrar a una mujer como ella. Aun así, tenía que ir con mucho tiento.
— ¿Tus experiencias sexuales pasadas no fueron satisfactorias?
Ella le dirigió una mirada vagamente culpable.
—No... yo... No.
Ah. Eso lo decía todo. Podría haberla regañado por creer que a ella le gustaba el sexo simple, pero _______ tenía que descubrirlo por sí sola. Una de las cosas que más le gustaba de ella era cómo se aferraba a su fuerza de voluntad y a su determinación, incluso si al final llegaba a esa frustrante conclusión.
— ¿Por qué pensabas que sería diferente conmigo?
_______ encogió un hombro sin demasiado entusiasmo.
—Tú me gustas más que cualquier otro. Y, simplemente, pensé que eras tú. Que sería diferente contigo. Antes de conocerte, alcanzaba el orgasmo en muy raras ocasiones. Si ésta hubiera sido nuestra primera vez, me habría sentido eufórica por lo que acaba de ocurrir. Salvo que ya sé lo explosivos que podemos llegar a ser cuando...
— ¿Te someto? —la apremió.
—Sí. —Ella se sonrojó—. No sólo me excita estar contigo, sino la manera exigente con la que me tratas. Eres capaz de leer en mi cuerpo y en mi alma. Haces que tenga un montón de fantasías hasta que estoy tan excitada que...
Joe se obligó a contener la sonrisa de «ya te lo dije» que amenazaba con cruzarle la cara. Era muy pronto para sonreír. Tenía que asegurarse de que realmente había llegado hasta ella.
—Eso es porque necesitas que haya otro órgano sexual involucrado: tu cerebro. Eso no es posible con el sexo convencional. La Dominación y Sumisión puede ser un juego o un estilo de vida, depende de la seriedad con la que te lo tomes. Lo que sí es indiscutible, es que conecta el cuerpo con la mente. La promesa del placer puede ser tan excitante como el placer en sí mismo... quizá más, y lo que antes has descubierto es que tu mente no estaba en sintonía con tu cuerpo.
_______ vaciló, mordisqueándose ese labio exuberante y pleno que hacía que un hombre lo mirara fijamente. Luego, la compresión iluminó sus avergonzados ojos azules.
—Sí. Eché de menos la parte mental. Necesitaba saber qué pensabas, oír tu voz urgiéndome a continuar.
Parecía que por fin empezaba a darse cuenta. Joe sonrió.
—¿En qué trabaja tu novio?
_______ frunció el ceño ante esa pregunta tan fuera de lugar. Vaciló.
—Es analista para alguna organización gubernamental. No sé con exactitud a quién o qué estudia.
Interesante información, Joe se la reservó para más adelante.
—¿Y cómo es el sexo con él?
Tuvo que apretar los dientes para controlar la voz. Pensar en Brandon tocando a _______... Brandon podía ser más alto que él, pero en el ejército, Jack le había pateado el trasero en más de una ocasión. Y estaba tentado de volver a hacerlo.
_______ negó con la cabeza, los ardientes cabellos rojos le cayeron sobre los hombros pálidos. Bajó las pestañas, ocultando la expresión de sus ojos.
—Nunca lo hemos hecho.
«Nunca». Joe exhaló, asombrado. ¿Se había tirado a _______ antes que su novio? Sí, la dulce venganza era cada vez más dulce. Pero las emociones que recorrían a Joe tenían que ver más con el hecho de que Brandon jamás había tocado a esa mujer que él sentía como suya y sólo suya, que con la propia venganza. _______ sería suya, sí. Pero primero, tenía que acabar esa difícil conversación.
—En realidad, no creo que pensaras que el sexo vainilla fuera a ser mejor conmigo. De hecho lo esperabas. La pregunta es, ¿por qué? No sé nada del novio que tuviste en la universidad, pero que eligieras a un jugador de fútbol americano y a un productor de televisión indica que tú, incluso de manera inconsciente, buscabas a un hombre con poder y dominio. ¿No es cierto?
La boqueada de _______ le dijo a Joe que había acertado y que la había dejado estupefacta.
—Sí.
—¿Por qué rompiste el compromiso con el productor?
—Andrew y yo rompimos porque...
A ella le tembló la voz y apartó la mirada con una mueca de disgusto. Definitivamente allí había gato encerrado. Después de que hubiera llevado a _______ a la cabaña, la había interrogado sobre su pasado sexual, y ella se había negado a responder a las preguntas sobre Andrew o por qué lo habían dejado.
—¿Porque...?
Ella lo miró con esos atormentados ojos azules, y Joe sintió esa mirada como una puñalada en el vientre. Sí, al final iba a obtener sus respuestas, pero a _______ le estaba costando un gran esfuerzo dárselas. Le cogió la mano y se la apretó, esperando que ella comprendiera su mudo apoyo.
—Hubo bastantes razones. Pero el sexo... no es que nos fuera demasiado bien. No conseguía llegar al orgasmo con él. —_______ vaciló y sacudió la cabeza—. Recuerdo que me gustaba su sentido del humor y su inteligencia, pero cuando me tocaba, era como si pensara que me podía romper. Siempre era suave y dulce. Y silencioso. No nos compenetrábamos. Apenas sentía nada.
Joe le acunó la cabeza con una mano y le acarició la sedosa maraña de cabellos rojizos. Quería consolarla, hacerla ver que no corresponder a unas caricias suaves, dulces y silenciosas no la convertía en una mala persona. Pero no podía interrumpirla. Tenía que quitarse ese peso de encima.
—Continúa.
_______ suspiró.
—Me preguntó qué me pasaba, qué tenía que hacer para que las cosas fueran mejor. Confié en él. Parecía mundano y liberal. Así que le conté algunas de las fantasías que jamás le había dicho a nadie, esas fantasías... ya sabes. Le dije lo que pensaba acerca de...
—Ser atada, sometida y poseída—. Joe hubiera apostado todo lo que poseía a que sabía qué iba a decir _______ a continuación—. ¿Qué te respondió?
Esta vez ella tragó saliva y cerró los ojos con fuerza. Una temblorosa lágrima resbaló por su mejilla. Joe quiso pegarle a algo. No, a alguien. .. a Andrew.
—Me llamó depravada. Me dijo que sólo una puta querría algo así. Me dijo que no continuaría la relación a menos que buscara ayuda profesional y que me quitara esos pensamientos de la cabeza.
¿Ayuda profesional? ¿Dónde estaba Andrew en ese momento? No quería patearle el trasero a ese bastardo, quería matarlo por haber hecho que _______ llorara y dudara de sí misma.
—Espero que le dijeras cuatro cosas y lo mandaras al infierno —gruñó él.
—No con esas palabras. Le devolví el anillo y le dije que se lo quedara. —Se mordió el labio, y un brillo de picardía asomó a sus ojos azules—. Creo que le señalé que se consiguiera un pene de verdad.
Joe rió con alivio. La atrajo hacia él, sentándola en su regazo.
—Buena chica. No hay nada malo en ti, cher. —La miró directamente a los ojos, esperando que lo creyera—. Andrew es aquí el único que tiene problemas, menudo gilipollas. No le gustó que pusieses en duda su virilidad, tú eres más fuerte que él, y querías algo de alguien que no era lo suficientemente hombre para dártelo. No eres una depravada. Necesitas a alguien a quien le puedas confiar tu seguridad y tu placer, tu mente, tu cuerpo y tu alma. Y eso es lo que te hace tan maravillosa y perfecta.
_______ apretó la mandíbula, luchando por contener las lágrimas. Y él no quería que lo hiciera. Era el momento de desahogarse y llorar de una vez por todas. Después, cuando estuvieran haciendo el amor, no habría tiempo para lágrimas.
—Dime —la persuadió—, no pasa nada.
—Es que no podía quitarme su voz de la cabeza. —Entonces fue incapaz de contenerse más. Las lágrimas anegaron sus ojos y resbalaron por sus mejillas, una tras otra. _______ inspiró entrecortadamente—. Durante mucho tiempo, seguí oyendo su voz en mi cabeza diciéndome lo depravada que era. Que no era normal..., que estaba trastornada. Que era una puta.
Si ese imbécil estuviera allí ahora mismo, ni siquiera Dios podría haberlo salvado de la furia de Joe. Andrew casi había destrozado la sexualidad de esa hermosa mujer para seguir mintiéndose a sí mismo. Ya trataría con él más tarde. Joe se aseguraría de ello. Ahora, _______ le necesitaba.
—No eres nada de eso. —Le enjugó las lágrimas con los pulgares, luego le besó las mejillas húmedas —. ¿Acaso os gustaba la misma pizza?
Ella frunció el ceño.
—Ni siquiera le gustaba la pizza.
—Definitivamente, a ese tío le pasa algo raro.
_______ se rió entre lágrimas, y Joe le besó esa boca dulce e hinchada.
—Mi opinión, cher, es que no todo el mundo tiene el mismo gusto. Lo de la pizza es quizás un ejemplo demasiado simple, pero lo entiendes, ¿verdad? No dejes que su voz vuelva a entrar en tu mente.
Otra orden, y mucho más severa. Él no esperaba que ella le hiciera caso por completo en ese momento. Pero se conformaría con meter su propia voz en la mente de _______ y expulsar la del gilipollas de Andrew.
—Y luego estaba mi madre. Poco después de romper el compromiso, vino a visitarme para consolarme. Encontró algunos de mis libros. Libros sobre Dominación y Sumisión...
—Cher, las madres no quieren ni pensar en que sus hijos practican el sexo, y mucho menos del bueno.
_______ le miró con los ojos llenos de lágrimas y asintió.
—Fue terrible. Crecí en una casa muy religiosa. El sexo era algo sucio para mi madre, algo malo. Decir que se escandalizó con mi biblioteca privada sería quedarme corta. —Se mordió los labios cuando nuevas lágrimas amenazaron con derramarse—. Me llamó lo mismo que Andrew. Anormal..., depravada.
Y oírselo a su madre le había hecho daño. Joe podía ver el tormento por el que había pasado.
—Son unos ignorantes y unos reprimidos —le aseguró Joe—. Ninguno de los dos comprende el profundo vínculo de confianza y comprensión que implican las relaciones de Dominación y Sumisión. Tú sí lo entiendes. Llevas años buscándolo sin ser consciente de ello. Ahora que lo has encontrado, eres demasiado lista para dejarlo escapar, ¿verdad?
Hubo una imperceptible vacilación. Una muy pequeña. Ya lo pagaría más tarde con su trasero, no porque él no entendiera sus dudas o porque ella necesitara pensar detenidamente las cosas, sino porque tenía que comenzar a asociar su culpabilidad con consecuencias desagradables.
Al final ella asintió con la cabeza.
— ¿Estás dispuesta a aceptar ser quién eres de verdad?
_______ vaciló de nuevo. Tragó saliva. Pero asintió con la cabeza.
—Sí.
Joe se levantó de la cama, dirigiéndole una mirada que exigía reconocimiento y obediencia. Se inclinó para recuperar la lencería que antes había dejado caer en el suelo con un diseño intrigante que se moría por volver a explorar. La puso en las manos de _______.
Los ojos abiertos y húmedos de _______ eran como un faro azul, que brillaban con vulnerabilidad. Ella parecía una cría con la cara sin maquillar y manchada de lágrimas. Maldición, se había esforzado en tratarla con suavidad, como si se fuera a romper en mil pedazos. Había llegado el momento de ayudarla a recomponerse, de que confiara en él.
_______ le tomó la mano y entrelazó sus dedos con los de él. Cuando él extendió la otra mano para acariciarle la mejilla, Joe vio algo nuevo en su cara. Vio determinación.
En ese momento, se permitió esbozar la sonrisa que había contenido antes.
—Vuelve a ponerte esto, junto con las medias negras. Ven a mi cuarto de juegos dentro de diez minutos. Te estaré esperando.
Cuadrando los hombros, _______ alzó la mano ante la puerta negra y llamó. El sonido resonó en el pasillo oscuro. No iba a pensar en si estaba haciendo o no lo correcto. No iba a pensar más ni en Andrew ni en su madre. Lo que ellos opinaran no tenía importancia. No dejaría que la tuviera.
Joe le había abierto los ojos.
Su madre se convirtió en una mujer marchita y amargada, en el momento en que John Morgan Ross le rompió el corazón. Y en cuanto a Andrew, se dio cuenta de que era un ser frustrado. Andrew había convertido la angustia en una forma de arte. No quería ser feliz, y lo cumplía a rajatabla. Su relación con él siempre había sido una montaña rusa emocional, con escaladas y bajadas en un solo día... en una hora, si de Andrew dependía. La gente del plato de Provócame le había puesto el mote de «El rey del drama». Se había sentido amenazado ante cualquier alarde de fuerza por parte de _______, ante cualquier opinión que ella expresara. Negar la latente sexualidad de _______ había sido su manera de conseguir que se sintiera tan frustrada como él.
Sí, todavía podía oír sus voces, sus calumnias, en la cabeza. Pero no iba a dejar que eso la convirtiera en una desgraciada. Aunque _______ aún no estaba completamente a gusto con su sexualidad, sospechaba que con el paso del tiempo y otro hombre como Joe —él no era de los que mantenían relaciones a largo plazo— superaría su reticencia.
Intentó ignorar la punzada que sintió al pensar en no tener a Joe para siempre.
Así que se concentró en su cuerpo. El aire fresco le rozaba los pezones expuestos, el sujetador elevaba sus pechos invitadores. Bajó la mirada al tanga de encaje que ni siquiera le cubría el trasero ni le absorbía los jugos húmedos que resbalaban de su vagina, extendiéndose por el interior de los muslos. Sintió las ligas de las medias que se ajustaba a sus muslos, y enfatizaba el trozo de tela que le cubría los rizos húmedos.
Estaba nerviosa, sí, pero mucho más excitada. Y decidida a no examinar ni a juzgar lo que Joe y ella hicieran en esa habitación. Si la excitaba y le gustaba, simplemente lo haría.
Todo eso sonaba muy bien, pero no tenía ni idea de lo que Joe podía querer o exigir de ella, y eso la hacía consciente del dolor erótico y la necesidad que se estaba originando en su interior.
Joe abrió la puerta vestido con unos pantalones de cuero negro, y nada más.
La miró de arriba abajo, empezando por la boca hinchada que _______ llevaba mordisqueándose los últimos diez minutos, bajando luego por la pálida curva de sus pechos y la piel desnuda de la barriga para centrarse en su entrepierna cubierta por encaje de seda.
_______ observó su cara. Sus ojos desprendían calor. Las firmes líneas de su mandíbula estaban tensas. La mirada femenina descendió por los dorados músculos de sus hombros y por el ancho pecho, y siguió bajando hasta la gruesa erección que crecía a una velocidad sin precedentes.
A pesar de lo nerviosa que estaba, _______ sonrió.
—No cantes victoria tan pronto. Esta noche tendrás que ganarte mi polla y tus orgasmos.
Su sonrisa vaciló. Si Joe lo notó, no dijo nada.
—Entra y siéntate sobre la mesa.
—Pero...
—No hables a no ser que te dé permiso. ¿Está claro? Niega o asiente con la cabeza.
Severo, intenso, hermoso. _______ debería sentirse furiosa por su actitud arrogante. Pero sólo sentía curiosidad, humedad y deseo. Y una emoción electrizante.
Asintió con la cabeza.
Joeo abrió la puerta un poco más para dejarla pasar, y ese gesto le pareció simbólico. El de una puerta que se abría hacia algo nuevo. Ella iba a abrazar esa parte de sí misma sin juzgarse, sin pensar en lo que dirían los demás.
—Siéntate —ordenó él—. No volveré a repetirlo.
_______ se obligó a prestar atención. Ya tendría tiempo después para pensar. Ahora era el momento de obedecer. Con rapidez, atravesó la estancia y deslizó el trasero sobre la mesa, hasta quedar sentada. Cruzó las piernas, apretando los muslos con fuerza para aliviar el dolor, y esperó.
Con una mirada desafiante en sus ojos ardientes, Joe le colocó una mano en cada rodilla y le separó los muslos.
—No cruces las piernas delante de mí. Cuando estemos solos, quiero que estén bien abiertas, indicando que estás disponible y enseñándome esa dulce rajita mojada. ¿Entendido?
Quería sentirse enfadada por decirle cómo debía sentarse de ahora en adelante. Era demasiado exigente. Autoritario. Pero era excitante ver cómo la mirada de Joe observaba la carne mojada que acababa de exponer, y que acariciaba con los ojos. Una nueva y dolorida sensación latió en su clítoris, y pulsó suavemente al ritmo de cada latido de su corazón.
Y ella entendió. Por eso la excitaba tanto someterse a Joe. Él estaba pendiente de ella, concentrado en captar cada una de las sensaciones de _______. Llenaba de tal manera su mente con aquella experiencia sexual que era imposible que ella pudiera pensar en cualquier otra cosa.
Pronto, _______sentiría todo el poder masculino, toda la testosterona y el control enfocados en darle placer. Ante ese pensamiento, se ruborizó y casi se desmayó.
Y Joe ni siquiera la había tocado.
—¿Lo has entendido? —preguntó Joe, apretando los dientes.
_______ asintió en silencio.
Él se dio la vuelta para abrir algunas cajas del mostrador que tenía detrás. Se metió algo, que ella no pudo ver, en el bolsillo del pantalón, luego se volvió hacia ella con algo brillante y dorado en las manos. Cuando lo sostuvo en alto, vio que era una gruesa cadena de oro con un rubí en forma de corazón. Era hermoso. Impresionante. Y demasiado grande para ser una pulsera. Aunque demasiado corto para colocárselo en el cuello y que el colgante reposara entre sus pechos. ¿Qué iba a hacer Joe con eso?
—Si aceptas ponerte esto, es que aceptas ser mía. Sólo mía. En el sexo, sólo harás lo que yo te diga, cuando yo lo diga, cómo yo lo diga y dónde yo lo diga. Si te pones esto, la palabra «no» desaparece de tu vocabulario. Me responderás siempre con un educado «sí, señor».
Él le acarició con el rubí un pezón desnudo y luego el otro. La fría gema le provocó una oleada de sensaciones que la obligó a inspirar entrecortadamente.
—Puedes hablar. Pregúntame lo que quieras antes de contestar.
¿Ser de Joe? ¿Esa noche? ¿Eso era lo que estaba diciendo? No era posible que ese hombre se estuviera refiriendo a algo duradero.
_______ se humedeció los labios resecos. Estaba excitada y muy necesitada.
—No tengo preguntas, señor. Quiero ser tuya.
El pulso se disparó en la base del cuello de Joe. El tragó saliva. La nuez osciló de arriba abajo. Eso significaba algo para él, y el hecho de que no lo pudiera ocultar le llegó al corazón. Pero la mirada de _______ no se detuvo ahí, sino que se deslizó por los poderosos antebrazos, que se hincharon cuando cerró los puños y por el tenso abdomen plano, que parecía estar conteniéndose para no pasar a la acción, hasta llegar a su miembro. Jamás lo hubiera creído posible, pero le pareció todavía más largo.
—Yo también lo quiero, cher. —La mirada seductora de Joe parecía adorarla.
A _______ le sudaban las palmas de las manos. Deseó apretar los muslos para aliviar el nuevo latido que él había provocado. Pero no se atrevió.
—¿Has entendido con claridad que, en cuanto te ponga esto, serás mía para que juegue contigo, te castigue, te atormente o te posea a voluntad?
«Sí. Maravilloso. Date prisa». La espera la estaba matando. Con rapidez, ella asintió con la cabeza.
— ¿Entiendes que tu cuerpo me pertenecerá?
Ella asintió de nuevo.
— ¿Que en el momento en que te indique que quiero usar tu boca, tu sexo, tu culo tienes que asumir la posición que te pida, cueste lo que cueste?
_______ vaciló un momento, luego asintió con la cabeza. Lo desconocido, el sexo anal, y cualquier otra cosa que él pudiera imaginar, no la preocupaban. Tenía que confiar en que Joe se ocuparía de todo. Dios sabía que esas palabras evocaban las fantasías más profundas de _______, y apartaban a un lado sus reticencias pasadas y sus inhibiciones.
Le dirigió una mirada sumisa con los pezones duros como diamantes.
—Sí, señor.
—Yo me ocuparé de ti. Tienes que confiar en que sabré cuándo y cómo necesitarás mi pene. En que comprenderé cada una de tus fantasías y las haré realidad. Tienes que confiar en que sabré cuándo necesitas una buena zurra y cuándo que te tome entre mis brazos.
¿Tomarla entre sus brazos? ¿Para qué? ¿Para apoyarla? ¿Para amarla? Hablaba como si para él hubiera algo más aparte de esa noche. Como si todo eso fuera a ser para siempre...
— ¿Entendido? —su voz fue suave, pero no por ello menos exigente.
No realmente. Pero estaba demasiado impaciente para preguntar.
—Sí, señor.
Sin decir ni una palabra más, él se colocó detrás de ella y le abrochó el colgante al cuello. Se ajustaba como una gargantilla, cómoda y no restrictiva. El rubí reposaba justo en el hueco de la base de la garganta, y se calentó con rapidez ante el contacto con su piel. Joe rodeó la mesa para mirarla.
—Te queda perfecta. —Con suavidad, le rozó el colgante con un dedo.
Su mirada jamás abandonó la suya. Nunca vaciló. Había un mundo de promesas y pecaminoso dominio acumulado en sus ojos. _______ había visto a Joe de muchas maneras esos días: enfadado, dormido, protector, excitado. Pero jamás así: tan posesivo y completamente decidido.
_______ exhaló un entrecortado suspiro de excitación.
—Perfecto —murmuró él—. Túmbate y manten abiertas las piernas para que pueda ver esa dulce rajita tuya.
_______ sólo vaciló el tiempo suficiente para recordarse a sí misma que había ido allí para estar con Joe, para experimentar todo lo que él podía hacerla sentir. Para aceptar su sexualidad.
La mirada oscura y hambrienta vagó sobre _______, calentándola por todos lados. Se le veía enorme desde esa posición. Se cernía sobre ella con los duros y firmes músculos de su torso ondeando con cada respiración. A _______ se le secó la boca de repente.
Ahora, todo lo que ella tenía que hacer era confiarle a él su placer.
Lentamente, _______ hizo lo que él le ordenaba y apoyó la espalda en la mesa con las piernas abiertas. Quería preguntarle lo que había planeado para ella, para ellos, pero sabía que no estaba permitido. Tenía que confiar en él. Hasta ahora le había confiado su vida, y todavía estaba viva.
Quizá por primera vez, completamente viva.
Durante un largo momento, él no hizo nada más que contemplarla, con su oscura mirada penetrando en su cuerpo y en su mente. _______ no podría haber apartado la mirada de él ni aunque le fuera la vida en ello. Pero romper el vínculo entre ellos era lo último que deseaba. Esa certeza la aturdió y le estremeció el corazón. La dejó jadeante, en suspenso. Atormentada por la anticipación. Esperando.
—Cierra los ojos.
Oh, ¿qué tenía planeado hacer? Si no podía ver lo que tenía pensando hacer... _______ no estaba segura de poder manejarlo. Pero el peso de la gargantilla que rodeaba su cuello le recordó todo lo que había aceptado. Joe arqueó las cejas negras, advirtiéndola de que no aceptaría ni una vacilación más.
Con el corazón acelerado, _______ cerró los párpados, dejando de ver a Joe y cualquier cosa que él pudiera hacer.
Un momento más tarde, algo sedoso y cálido le rozó la cara. Joe se lo ajustó sobre los ojos, luego lo ató en la parte de atrás de su cabeza. Le había vendado los ojos. _______ tragó saliva. Dios, él quería que ella estuviera completamente a ciegas, que confiara en él plenamente.
_______ respiró hondo para tranquilizarse. Se enfrentaría a eso con confianza y optimismo. Podía hacerlo, a pesar de los latidos acelerados de su corazón.
Joe se inclinó hacia delante. Ella podía sentir su calor y el maravilloso aroma a almizcle. La tranquilizó y al mismo tiempo la hizo ser más consciente de sí misma como mujer, incluso se humedeció aún más.
Sus labios se posaron sobre los de ella como un susurro. Un roce divino, un sabor cálido, un toque prohibido de su lengua.
—Gracias por confiar en mí.
Ella se relajó en la mesa y arqueó el cuello para recibir más besos.
Pero en su lugar sintió la presa de sus dedos en torno a la muñeca derecha. Él le levantó la mano, llevándola unos centímetros más a la derecha. _______ sintió el frío metal cerrarse en su muñeca con un chasquido. No le apretaba. Y sin embargo la inmovilizaba. No había manera de que pudiera mover ese brazo. Joe repitió el proceso con la otra muñeca. Luego le inmovilizó los tobillos de la misma manera, asegurándoselos a los lados de la mesa con las rodillas dobladas y los muslos abiertos.
—Con el tiempo —murmuró él— y, estoy seguro de que con los castigos apropiados, aprenderás a confiar en mí como deberías.
La suave nota de censura reverberó en el estómago de _______ como una advertencia. Sin que se lo hubiera dicho, supo que se merecía ese castigo ahora.
Aun así, la repentina palmada de Joe en el montículo de su sexo conmocionó a _______. La sensación vibró a través de ella, bajándole por los labios inferiores. Luego el latido se centró en su clítoris, aunque no era doloroso. Sintió que el deseo reemplazaba la sorpresa y la inundaba de inmediato, con una feroz necesidad que le tensó el cuerpo y se centró entre sus piernas.
Joe repitió la acción, pero esta vez con un poco más de dureza. El feroz latido se hizo monstruoso, haciendo que se retorciera bajo su presa. _______ se mordió los labios para contener un gemido.
De nuevo, Joeo le palmeó el monte de Venus con más fuerza. La sensación la atravesó, reverberando en su vagina. Era una mezcla de dolor y placer. La necesidad apremiante la puso tan tensa que ahogó cualquier pensamiento. El gemido, que había estado conteniendo, escapó de su garganta y rompió el silencio que había entre ellos.
—Otro gemido más, y el dolor será más intenso que el placer. Me lo reservaré... a menos que vaciles otra vez. ¿Entendido? Niega o asiente con la cabeza.
El ronco sonido de la voz masculina la inundó, provocando una nueva oleada de excitación. El ya había reducido toda su existencia a los latidos de su corazón, a la pulsación de su sexo, y al vínculo que parecía existir entre ellos.
Finalmente, se dio cuenta de que Joe estaba esperando una respuesta. Asintió con la cabeza.
—Bien. Esta noche, prefiero darte placer que castigarte.
El sonido de pasos a través del suelo de madera le indicó que él se había dado la vuelta y había cruzado la habitación. ¿Se marchaba? ¡No! _______ había olvidado sus inhibiciones, había decidido aceptar lo que él quería compartir con ella. Una súbita desilusión la inundó, e intentó librarse de las esposas de sus muñecas y tobillos.
Luego el ruido de pasos —que tenía cierta cadencia militar— anunció su regreso.
—No vas a ninguna parte. Ni yo tampoco —le aseguró él, colocando la palma de la mano en su estómago. La piel de Joe era como hierro candente, una promesa de que la haría completamente suya.
_______ se tranquilizó, más aliviada de lo que ella hubiera creído posible.
La lengua mojada de Joe rozó la curva de su pecho. Un dedo siguió el suave valle entre sus senos, luego, lentamente, lo introdujo bajo el borde del provocativo sujetador, acercándose a la sensible areola. Ella se arqueó en una muda invitación.
Él la ignoró.
—Tus pezones son de un rosa más pálido que el rubor —murmuró, exhalando su cálido aliento directamente contra uno de los botones tensos—. Se ponen de un dulce e intenso color rosado cuando estás excitada.
Mientras jugaba con su boca sobre su pecho, Joe volvió a mover el dedo, dibujando un círculo caprichoso sobre el seno.
—Tus pecas son fascinantes, me pasaría las veinticuatro horas del día buscando todas y cada una de ellas para lamerlas hasta que me supliques que te folle. Pero no ahora.
Dios, sus palabras eran como acercar una cerilla a un barril de pólvora. El latido que él había provocado entre sus muslos se transformó en un dolor insoportable, tan fuerte que el sudor comenzó a resbalar por su frente. Encogió los dedos de los pies ante la necesidad. Ahora sus pechos estaban tensos, reclamando que él hiciera algo —lo que fuera— para aliviar el inclemente placer que demandaba el cuerpo de Morgan.
Y sólo llevaba allí cinco minutos.
—Esta noche, mi misión será ver lo oscuros que puedo llegar a poner esos dulces pezones rosados.
Antes de que _______ pudiera siquiera considerar lo que quería decir, la lengua de Joe aguijoneó la dura cima una vez, dos veces. La torturó con ligeras estocadas, haciendo que su corazón latiera a un ritmo acelerado. Daba la impresión de que tenía la intención de matarla muy lentamente. _______ gimió.
Joe chupó el pico sin piedad, como si quisiera tragarlo entero. Sus dientes apresaron con fuerza el pezón de _______ mientras lo succionaba con la boca. La explosiva sensación —medio placer, medio dolor— atravesó sus pechos y se extendió por todo su cuerpo hasta que, como un relámpago, estalló entre sus piernas.
_______ jadeó. En respuesta, él la mordió con más dureza y la chupó con más fuerza. El nuevo dolor la bombardeó como si fuera alfilerazos helados, que tensó sus pezones todavía más. _______ se quejó.
—Aguanta el dolor, cher. Aguántalo por mí. Puedes hacerlo.
Por alguna razón, decepcionarle no era una opción. Asintiendo, _______ apretó los labios.
Jooe metió el mismo pezón de nuevo en su boca, mordisqueándolo otra vez mientras lo succionaba sin piedad. El dolor volvió a atravesar el cuerpo de _______. Esta vez, fue seguido por un sorprendente y delicioso estremecimiento de placer. El quejido que había soltado antes se convirtió en un gemido.
Al día siguiente tendría los pezones lastimados, pero no le importó. Lo que él estaba haciendo, le dolía pero la excitaba sobremanera, la hacía temblar con un erótico dolor y una ávida sensación sexual al mismo tiempo.
Esto era todo lo que ella había soñado; sus más profundos y oscuros deseos.
Un momento después, _______ sintió la presa de sus dedos en el otro pezón y lo atormentó sin piedad. Él retorció el duro brote, arrancándole otro gemido. El pellizco coincidió con un erótico mordisco en el pezón que tenía entre los labios.
_______ jadeó.
—Eso es —la elogió, aliviándola suavemente—. Precioso.
Con el pulgar, jugueteó con el mojado pezón. Placer, dolor, placer otra vez. Los límites se desdibujaban. Todo lo que ella sabía era que deseaba que Joe la cubriera, la llenara, la hiciera correrse, la hiciera suya; Dios la ayudara para sobrevivir a esa noche.
Levantando las caderas, _______ se retorció intentando atraerlo, implorando en silencio.
La risa retumbó en el pecho de Joe.
—Oh, por supuesto que me tientas, cher. Pero todavía no. Aún queda mucho por hacer.
Ella emitió un nuevo gemido de protesta, hasta que algo afilado y metálico le pellizcó el húmedo pezón. El gemido de _______ acabó en un grito ahogado que no pudo contener.
—¡Oh, Dios mío! —jadeó ante el dolor.
—Lo sé. Respira hondo. Tengo el presentimiento de que acabarás apreciando el mordisco de las pinzas. Antes o después.
No. Era terriblemente doloroso, rozaba el límite de la crueldad. _______ aspiró profundamente. No le ayudo. Aspiró de nuevo.
Joe bajó la boca al otro pezón, con el que sus dedos habían jugueteado previamente. Una suave succión, un suave roce. El contraste de las sensaciones la mantenía en vilo. El latido de su clítoris pulsó de nuevo con intensidad. Su vagina se contrajo con fuerza, dolorosamente vacía. _______ se arqueó. Retorció las caderas con desasosiego. ¿Qué le estaba ocurriendo?
Jamás había estado tan excitada en toda su vida.
El dolor que sentía en el otro pezón comenzó a perder intensidad cuando se acostumbró a la sensación. El aguijón se acabó convirtiendo en una presión entumecida. Y la atención de Joe en la dura punta que tenía en la boca se hizo más áspera.
— ¡Joe! —gritó _______, clavando los dedos en el cuero negro que cubría la mesa.
En un abrir y cerrar de ojos, su boca abandonó el pecho y volvió a darle una palmada en el monte de Venus. Una serie de estremecimientos recorrieron el cuerpo de _______ como un grito. El clímax burbujeó entre sus piernas, y levantó las caderas para ofrecerse de nuevo.
—No es así como debes llamarme —gruñó él.
—Señor —jadeó ella—. Señor, por favor.
—Te tomaré, pero no antes de que esté preparado. No hasta que tú estés preparada. Ahora cállate antes de que me arrepienta y te caliente el trasero.
Sus palabras acabaron con sus esperanzas de alivio. Se mordió el labio con fuerza, intentando contener un gemido de protesta. Pero no sirvió de nada cuando Joe cerró los dientes en su pezón, lo mordió y lo chupó con dureza, arrancándole un gemido.
La voz de Joe vibró profundamente en su interior, reverberando en su clítoris. _______ estaba siendo torturada en el potro del placer. Las asombrosas sensaciones se apilaban una sobre otra, ahogando cualquier pensamiento o disconformidad. Estaba más dolorida de lo que nunca hubiera soñado, más de lo que hubiera creído posible. Y él ni le había tocado la vagina ni la había penetrado.
En ese momento, otra pinza se le clavó en el otro pezón, hundiéndose en su piel y su cuerpo reaccionó con más violencia. Una bola ardiente de placer se estrelló directamente contra sus pechos, descendió entre sus piernas, y se unió al incendio que ya la hacía arder. Si Joe la tocaba allí, aunque sólo fuera una vez, temía que saldría disparada como un cohete, por mucho que él le exigiera que contuviera el clímax. El orgasmo sería tan descomunal y arrollador que se la tragaría por completo. _______ luchó contra ello, negando desesperadamente con la cabeza. Comenzó a transpirar. Se agarró a la mesa con más fuerza.
El latido seguía creciendo y creciendo. ¿Cuándo llegaría al cénit?
—Y ahora estos pezones son de un rojo profundo y excitante, hermosos —murmuró él.
_______ jadeaba y gemía cuando Joe le soltó las muñecas y los tobillos. La ayudó a poner las piernas —que parecían de goma— sobre el suelo. De nuevo, ella se preguntó qué habría planeado él, pero se dio cuenta de que no importaba. Le daría un asombroso placer. Y tarde o temprano, él haría estallar ese latido que palpitaba en su interior.
De buena gana, se abandonó a sus brazos. Él le inclinó la cabeza hacia atrás y se hundió en su boca con un beso devorador. Un beso hambriento y posesivo. _______ respondió, saliendo a su encuentro y entrelazando su lengua con la suya.
—Desafías mi control, cher, con solo estar así, absolutamente hermosa y sometida. Nadie me ha tentado nunca tanto, ni con tanta rapidez —dijo con voz ronca contra la garganta de _______, luego se movió para mordisquearle el lóbulo de la oreja—. Apenas puedo esperar para hundirme en ti y mostrarte todos estos nuevos placeres.
Con desasosiego, _______ cambió el peso de pie. Tampoco ella podía esperar a tener a Joe enterrado profundamente en su interior. Lo quería ya. En ese mismo momento.
Joe la hizo girarse y le agarró los bordes del tanga de encaje. La humedad que manaba de su interior y que empapaba la delicada tela, se extendía como un reguero por el interior de sus muslos.
—Estás tan jugosa como un melocotón dulce y maduro —la elogió mientras la hacía inclinarse sobre la mesa.
Ella gimió cuando las pinzas de sus pezones entraron en contacto con la superficie de la mesa y un nuevo escalofrío de dolor recorrió su espalda y empapó su canal. Se tensó, luchando consigo misma, deseando meterse la mano entre las piernas para frotarse furiosamente el clítoris hasta hacerlo explotar. Pero de manera instintiva, sabía que eso tendría como consecuencia un duro castigo. Con otro gemido, logró controlarse.
—Buena chica. Tan hermosamente sumisa, cher. ¿Quieres que te posea?
A _______ no le importaba lo que tuviera que decir si con ello conseguía que Joe la hiciera explotar.
—Sí —dijo entre jadeos—. Sí, señor. Por favor...
Arrodillándose, Joe le quitó el tanga, deslizando la tela húmeda por su piel. Luego le esposó el tobillo a la pata de la mesa y le lamió el muslo mientras subía, más y más cerca del corazón de su latido. Ella ardió con una necesidad anhelante y gimió cuando la boca de Joe se acercó a su sexo.
El se rió y se inclinó para esposarle el otro tobillo, luego lamió los jugos que resbalaban por sus muslos... pero no le concedió alivio a su empapada entrepierna. En su lugar, se apartó; el ruido de sus pasos la avisó de su retirada. Sintió movimientos, el suave roce del plástico contra el plástico, la apertura de un cajón. Dios, ¿por qué Joe no se daba prisa?
—Ah, sí —masculló él, aparentemente satisfecho. Luego se volvió hacia ella—. Te has ganado una recompensa.
«¡Sí!» La emoción, la necesidad y el deseo resurgieron ante sus palabras, se anudaron en su clítoris y esparcieron una nueva calidez en su corazón. Se alegró absurdamente de haberlo complacido, y se sintió muy orgullosa consigo misma por haberse sometido por completo. Por supuesto, quería con todas sus fuerzas esa recompensa.
Oyó un susurró de ropas, que acrecentó su anticipación. Desnudo. Él tenía que estar desnudo. Retorció el trasero para atraer su atención.
—Te excita que te elogie. —La falsa reprimenda vino acompañada por una repentina y dolorosa palmada en su trasero.
La risa que asomaba a la voz de Joe le hizo apretar los dientes.
—Estoy perdiendo la paciencia y ya he perdido el sentido del humor—protestó _______ a sabiendas de que Joe se enfadaría mucho. Pero no podía detenerse. La había presionado demasiado.
Joe no dijo nada, simplemente se acercó un paso a ella y cubrió su trasero. Un infierno formado por músculo masculino y piel almizcleña la envolvió. La firme y gruesa columna de su erección le rozó la hendidura entre las nalgas. _______ volvió a arañar la mesa acolchada.
Por lo que Joe le agarró las muñecas y se las esposó de nuevo.
Antes de que el resonar del último chasquido se apagara, se escuchó el sonido de una palmada en su trasero.
El ardor le calentó la nalga y luego se extendió hasta su necesitado sexo. ¿Iba a seguir jugando con ella? Maldita sea, ya había tenido suficiente.
—Joe. Señor... —se corrigió—. N-no puedo resistirlo más. Por favor, tómame.
—Cuando yo quiera y cómo yo quiera —gruñó él, puntualizando sus palabras con otra nalgada.
Una nueva oleada de calor se originó en su interior, poniendo fin a su arranque de genio.
De repente, _______ sintió que los dedos de Joe indagaban en su trasero, serpenteando entre sus nalgas y extendiendo entre ellas un líquido frío.
«¿Lubricante? Oh, Dios».
El latido ronroneó con la fuerza de un motor Indy 500. Esa misma mañana le había dicho que él tenía intención de reclamar su trasero e iniciar una larga cabalgada. ¿Lo haría...?
La presión de dos dedos lubricados dentro de su trasero interrumpió la pregunta a medio formular. El estiramiento y el ardor de su carne apretada y virgen la inundaron. La presión fue seguida por una sensación de plenitud. Y cuando él movió los dedos en su interior, su cuerpo se opuso levemente, pero luego, el placer anuló su capacidad de raciocinio.
—Eso es. —Joe le agarró de la cadera con la mano libre y la alentó a que saliera al encuentro de los dedos invasores.
Ella gimió.
—¿Te gusta?
Casi sin pensar, casi en contra de su voluntad, ella dijo jadeando:
—Sí.
Los dedos se detuvieron.
—¿Sí?
—Sí, señor.
—Excelente. Veamos lo mojada que estás.
Joe apartó la mano de su cadera y rodeó con ella el cuerpo de _______, buscando el nudo hinchado y duro de su clítoris.
Ella gritó cuando los desgarradores estremecimientos atravesaron su vientre con ese simple toque.
Los dedos penetraban en su culo y frotaban su clítoris. Sintió que la sangre se le agolpaba entre las piernas, y que el placer amenazaba con escapar a su control. Intentó contenerlo, pero no fue capaz. Sintió los primeros estremecimientos del orgasmo.
Y Joe también.
—Nada de correrte —le ordenó, apartando los dedos de su clítoris y de su ano.
—Señor, por favor. ¡Por favor!
—Cuando imploras tan dulcemente, ¿cómo puedo negarme? —le murmuró en el oído—. Pero debo...
Él se retiró un momento, y ella lamentó la pérdida de su carne caliente contra la de ella, del calor de ese cuerpo penetrando en su piel. Un rasgón, un chasquido. _______ se dio cuenta de que había cogido un condón. ¡Gracias a Dios!
Pero sólo tuvo un momento para celebrarlo antes de que él le abriera las nalgas y de que ella sintiera el enorme glande de su lubricado miembro contra el ano.
—Empuja y méteme en tu interior. Haré que te corras de tal manera que gritarás hasta quedarte ronca.
«Sí. ¡Por favor, sí!»
_______ echó las caderas hacia atrás, empujando. El grueso glande se deslizó en su interior, presionando y quemando. Dolía. Oh, Dios... no iba a funcionar, no entraría. Cada vez que él se movía, incluso cada vez que respiraba, el dolor la recorría de pies a cabeza. Con desesperación, arañó de nuevo la mesa, gimiendo.
Luego, él se deslizó tras el apretado anillo de músculos y penetró en su interior lentamente. Muy lentamente. _______ jadeó cuando el introdujo un centímetro más en su cuerpo, cada vez más profundo, en un recorrido aparentemente interminable, placentero y doloroso a un mismo tiempo.
Cuando ella ya estaba de puntillas, cuando pensaba que no podría albergar ni un centímetro más del pene de Joe, _______ sintió el roce suave de sus testículos contra sus nalgas. Lo tenía dentro por completo.
—Eres muy estrecha —gimió él—. Me vas a hacer perder el control cada vez que respires.
_______ ciertamente así lo esperaba. Ese orgasmo pendiente todavía burbujeaba bajo la superficie de su piel, esperando un roce más en su clítoris, una larga embestida de su polla.
Pero Joe contuvo las caderas de _______ con dedos insistentes, respirando hondo una vez y luego otra.
—No voy a durar mucho —graznó—. Y tú tampoco.
Dicho eso, se retiró casi del todo, luego volvió a penetrar por completo las profundidades de su ano. La pervertida y ardiente presión hizo que _______ cerrara los puños sobre la mesa. Placer y dolor. Prohibido y fabuloso. Oh, ella quería perderse en esa sensación. Estaba cerca. Tan condenadamente cerca...
Joe le arrancó la venda de los ojos. _______ parpadeó, intentando acostumbrarse a la luz rojiza que tenía sobre la cabeza. Ver bien de nuevo no le hizo perder los sentidos del tacto ni del olfato en absoluto, no le pasó desapercibido el espejo que había al lado de la puerta y vio el reflejo de Joe mientras se contenía, con los músculos de los hombros acordonados y el cuello tenso. Las venas se le hinchaban en los antebrazos y los nudillos de los dedos que agarraban sus caderas estaban blancos.
—Obsérvanos —le ordenó—. Mira cómo poseo tu culo virgen y apretado.
_______ lo observó, incapaz de evitarlo mientras él la penetraba con rítmicas embestidas; salía y entraba con fuerza, llenándola mientras intentaba prolongar tan novedoso placer, tan intenso que apenas lo podía soportar. Ella gimió, perdida en la imagen, en las sensaciones de su interior.
—Una última cosa y dejaré que te corras, cher.
_______ se lamió los labios resecos.
—Sí. Lo que sea, señor.
—En las fantasías que le contaste a Andrew, ¿mencionaste que te gustaría ser esposada?
—Sí, señor.
—¿Le dijiste que querías que te prendieran los pezones?
—No.
—¿Te gusta? —él se estiró para alcanzarlos y dio un suave tirón de la cadena que unía las pinzas.
Una oleada de dolor y éxtasis se extendió desde los pezones de _______, envolvió su cuerpo e hinchó todavía más su clítoris.
—Sí.
—¿Le dijiste que querías que te poseyera por el culo?
—Sí, señor.
Y Joe lo hizo, dos agridulces envites, uno lento, otro rápido y profundo, hasta la empuñadura. _______ jadeó y gimió. No podía soportarlo más.
—¡Por favor, señor!
—Casi está —prometió—. ¿Qué más le dijiste que querías?
«No». Si le decía eso... no. ¿Qué pensaría él?
—E-eso es todo —mintió.
Él le palmeó las nalgas y se hundió rápidamente en ella con una serie de estocadas rápidas y fuertes. _______ gritó. Más ardor se añadió al fuego que le quemaba entre las piernas. Maldita sea, ¿por qué no podía llegar? El ardor del clímax era mucho más grande de lo que nunca había sentido. A esas alturas ya debería de haber explotado.
¿Acaso su cuerpo había aprendido a esperar las órdenes de Joe?
—Miénteme otra vez y me masturbaré, me correré a tus pies y te dejaré aquí dolorida toda la noche.
_______ tragó; no dudó ni por un momento de que Joe cumpliría esa amenaza.
—Por favor, no me lo hagas decir, señor.
—Es tu última oportunidad —le espetó, deteniendo sus envites por completo—. O saldré de tu cuerpo.
Ella cerró los ojos y apretó los párpados, impotente entre las necesidades de su cuerpo y sus miedos. ¿Le escandalizaría a él también? ¿Pensaría Joe también que era una puta depravada?
—Dímelo —la alentó.
Con un suave tirón, Joe removió las pinzas de sus pezones. La sangre volvió a centrarse allí, hinchando las cimas con un violento despliegue de necesidad. ¡Sí! Luego la sensación bajó vertiginosamente hacia su clítoris.
Mientras llegaba allí, él tanteó en ese lugar otra vez, los dedos revolotearon cerca de su dolorido botón y _______ pudo sentir el calor de su mano. Pero él no le tocó el clítoris. _______ gimió. Todo lo que tenía que hacer era ser sincera sobre ese espantoso secreto y él le daría el mejor orgasmo de su vida.
Ése era Joe. El comprendía sus fantasías. Estaba claro que él tenía también las suyas. Hasta el momento, le había dado todo lo que su cuerpo había ansiado en secreto. La ayudaría también con eso. Tenía que creer que lo haría. Tenía que confiar en él...
—Dos hombres —farfulló mientras abría los ojos para buscar la mirada de Joe en el espejo de la puerta.
Pero lo que se encontró fue a Deke en el umbral, observándolos.
Agrandó los ojos, y se retorció bajo Joe, intentando escaparse. Pero con las muñecas y los tobillos esposados, no podía ir a ningún sitio.
Ni lo hizo Deke. Permaneció allí parado, mirando fijamente cómo Joe le penetraba el ano. El brutal calor del deseo que se reflejó en la cara del gigante rubio, junto con la gruesa protuberancia de su miembro en los pantalones, la hizo arder. Los ojos azules de Deke capturaron los suyos, y la necesidad pura y dura se abrió camino en su cuerpo.
_______ apartó la mirada y vio a Joe en el espejo a la derecha de Deke. La oscura mirada conectó con la de ella, clavándola en el lugar.
—¿Qué? —ladró Joe.
—Deseo a dos hombres. —Las palabras salieron de golpe.
Joe le agarró las caderas para penetrarla con una furia y una urgencia renovadas.
—¿Qué te posean a la vez?
—Sí —ella logró decirlo entre los gemidos de placer.
Una maldición escapó de los labios de Deke mientras se ajustaba la bragueta de los vaqueros. El corazón de _______ latía con tanta fuerza que apenas oía nada más.
—¡Mírale! —rugió Joe, rodeando su cuerpo con una mano para alzarle la barbilla y obligarla a mirar a Deke.
Y él le devolvió la mirada. Esos ojos azul claro recorrieron su piel desnuda como ácido sulfúrico mientras Joe la taladraba con lentas e implacables embestidas en ese canal prohibido. Ella podía sentir cada duro centímetro y vena de su polla; el pesado glande le rozaba todas las terminaciones nerviosas con cada envite, impulsándola hacia el orgasmo.
—¿Quieres tener la polla de Deke en tu vagina mientras yo poseo tu culo? —murmuró con voz áspera en su oído.
Incluso esas palabras consiguieron que su necesidad se volviera aún más dolorosa.
—Sí, señor —sollozó, arañando la mesa. La idea convirtió el ardor de entre sus piernas en un infierno que estaba a punto de estallar, dando lugar a una hecatombe que iba más allá de sus fantasías—. ¡Dios mío, sí!
—Joe, tócale el clítoris antes de que le dé algo a esta pobre chica. Necesita correrse —señaló Deke con la voz calmada y, a pesar de todo, llena de deseo.
—No me digas cómo tengo que follar a mi mujer —gruñó.
—La estás presionando demasiado y demasiado rápido. No está acostumbrada. La estás destrozando.
Detrás de ella, Joe masculló algo claramente desagradable sobre Deke. Pero siguió la sugerencia de su amigo. Sólo por eso, _______ le dio gracias a Dios.
Unos segundos después, los dedos de Joe le tocaron el clítoris, el sordo latido de su entrepierna se convirtió en una dura y oscura bola de fuego que atravesó y atormentó su piel.
—¡Córrete! —gritó Joe.
Las agudas y dolorosas sensaciones ardieron desde su interior mientras ella explotaba en mil pedazos.
_______ gritó mientras se convulsionaba en torno a Joe, apretando su miembro con fuerza. La afilada cresta del orgasmo se estrelló contra ella y todo lo demás desapareció. Lo único que podía sentir era a Joe y un placer tan liberador y sublime, tan perfecto, que casi perdió el sentido. El corazón amenazaba con explotarle en el pecho.
En ese instante, sintió que las manos de Joe se aferraban a ella, notó sus dientes en el cuello y luego el endurecimiento de su erección en los más profundo de su interior. Un largo y ronco gemido surgió del pecho masculino.
Joe aminoró el ritmo hasta detenerse. _______ cayó desmadejada sobre la mesa, totalmente agotada. Aun así, era consciente de la mirada de Deke sobre su cuerpo.
Pero lo peor era la tensión que sintió en Joe a sus espaldas.
De repente, él se retiró de su cuerpo, se quitó el condón y lo lanzó al cubo de basura de la esquina.
—¡Hijo de perra!
Joe le dirigió a Deke una mirada endiablada mientras se dirigía a la puerta completamente desnudo.
¿Qué...? _______ observó atontada a Joe. ¿A dónde iba?
En cuanto alcanzó el umbral, Joe se volvió hacia ella con una mirada penetrante y furiosa, como si _______ le hubiera traicionado de alguna manera. El dolor y la cólera eran patentes en esos ojos.
Luego cerró la puerta de golpe.
aranzhitha
Re: "Dominada por el deseo" (Joe y tu) Terminada
Capítulo 13
Un silencio ensordecedor siguió a la salida de Joe. Tras recorrer el pasillo, _______ oyó cómo cerraba la puerta del cuarto de baño de un portazo. A pesar de estar esposada a la mesa, dio un brinco, sobresaltada.
Con un largo suspiro, Deke se impulsó desde la pared. _______ observó que la miraba mientras se acercaba y comprendió cómo se sentía un ciervo delante de los faros de un coche. ¿Qué debía de pensar ese hombre de ella, después de que hubiera admitido que lo quería enterrado en su sexo mientras Joe la penetraba analmente? Era mejor no saberlo. Aunque Joe le había dicho que Deke practicaba el ménage, había algunas cosas que no se debían confesar en voz alta. Al menos, Deke parecía tomárselo con calma...
A diferencia de Joe.
Su peor pesadilla se había hecho realidad; se había rendido a Joe y a la naturaleza sumisa que él juraba que ella poseía, luego le había contado sus fantasías. Y él se había vuelto loco. No como Andrew. Joe no la había llamado puta depravada ni le había dicho que se buscara ayuda profesional. Pero había sido muy claro. No podría haber sido más gráfico ni aunque se lo hubiera dibujado.
¡Dios, lo había echado todo a perder! ¿Qué diablos le pasaba? Si esa última fantasía dejaba estupefacto incluso a Joe, ella debía de ser una completa y total depravada.
_______ contuvo el impulso de cerrar los ojos y echarse a llorar. Ya lo había hecho una vez, después de que Andrew se ensañara verbalmente con ella. Las lágrimas no servían para nada. Derramarlas no haría que desapareciera su más íntima fantasía ni los problemas que había creado.
El propio Joe le había asegurado que sus fantasías eran perfectamente normales y que no había nada de qué avergonzarse. «Mentiroso», quería gritar. Pero no iba a malgastar saliva.
Eso le pasaba por confiar en él.
Maldita sea, esas fantasías estaban echando a perder su vida, se sentía atormentada por la culpa y por ahuyentar a los hombres. Tenía que superarlas y expulsarlas de su cabeza costara lo que costase.
Deke rodeó la mesa, y _______ observó su avance, mirando por encima del hombro como él se acomodaba detrás de ella sin decir palabra. Él podía verlo todo. La larga línea de su espalda. El húmedo calor de su sexo hinchado por las caricias de Joe. Los globos desnudos de su trasero. Una oleada de mortificación la cubrió junto con otra cosa a la que no quiso dar nombre. Cerró los ojos.
Con las muñecas y tobillos esposados, _______ no podía hacer nada más que dejarle mirar y absorber el calor que él desprendía justo detrás de ella. Joe había estado en el mismo lugar hacía menos de cinco minutos. Contuvo el aliento.
En silencio, Deke se inclinó sobre ella, cubriendo su piel fría. La suave camiseta de algodón y los duros músculos de su pecho le cubrieron la espalda desnuda. Dura como el hierro, su polla ardía entre sus nalgas a través de los vaqueros. Era un calor sofocante, demasiado fuerte para ignorarlo, mezclado con humillación.
Realmente, aquello probaba cuan retorcida era. ¿No podía, simplemente, matar su deseo?
Sintió la cálida palma de la mano de Deke en la cintura, curvando los cálidos dedos sobre la redondez de su cadera desnuda. Le rozó el cuello con la nariz, y _______ soltó otro tembloroso suspiro. Oh, Dios, ¿qué iba a hacer Deke? Ella estaba desnuda, atada e indefensa. Lo único que impedía que él la violara eran un botón, una cremallera y su conciencia.
Joe le había advertido que Deke no era el tipo genial que parecía. _______ se sintió invadida por el pánico.
Ese enorme rubio era un desconocido que iba a tocarla, a seducirla. A follarla. Y ella no podía hacer ni una maldita cosa para detenerle. Dejando a un lado sus fantasías sobre un trío, no quería sexo con él... no sin Joe.
Ella se tensó temblorosa contra las extremidades masculinas y le advirtió.
—Deke.
Detrás de ella, él se irguió y lo sintió más duro.
—Ahora sé por qué Joe está tan loco por ti. Hueles genial.
Su voz era como una caricia suave que se deslizó por su espalda y se convirtió en una vibración sensual. _______ tembló. Los largos dedos se aferraron a su cadera para mantenerla quieta.
—¡Maldita sea, suéltame! —le exigió.
—Shhh —le murmuró contra su pelo, acariciándole suavemente la cadera con el pulgar—. Paciencia, muñeca.
—¡A la mierda la paciencia! Ser utilizada y abandonada no saca a relucir precisamente mis mejores virtudes. Sólo quiero salir de aquí.
Deke suspiró. Con la mano libre le quitó la esposa de la muñeca derecha. Luego le liberó la otra muñeca. Después se retiró, apartando la sólida calidez de su cuerpo de la espalda de _______. Se arrodilló y le liberó los tobillos.
—¿Puedes mantenerte en pie? —la mirada que se clavó en la de ella, brillaba con picardía y preocupación.
¿La había soltado? ¿Así sin más? Suspiró aliviada.
_______ se incorporó y lo miró por encima del hombro para descubrir que se estaba ajustando la bragueta.
—Eres preciosa y yo soy un hombre. —Una sonrisa jugueteaba en las comisuras de su boca—. Jamás te follaría sin Joeo. Palabra de Boy Scout. —Levantó tres dedos con el símbolo de los exploradores.
Pero, ¿la follaría con Joe? _______ sacudió la cabeza, ante tan ridícula pregunta. Después de cómo había reaccionado Joe a esa misma sugerencia... bien, _______ tenía más probabilidades de convertirse en una santa. Aun así su cuerpo se estremeció ante la posibilidad, totalmente irrelevante y molesta.
Se volvió hacia Deke, cruzando los brazos sobre el pecho para cubrirse los pezones visibles por encima del borde del indecente sujetador. Deke no la había tocado. Pero ella no era el tipo de mujer que se paseaba en cueros delante de un perfecto desconocido.
—Hum, gracias, pero no pareces un Boy Scout.
—No lo soy —admitió él—. Sólo quería que captaras la idea. Además, creo que ya has tenido suficiente por una noche.
Al instante, todo lo acontecido regresó a la mente de _______. Joe corriéndose. Joe maldiciendo. Joe dejándola abandonada.
¡Qué le partiera un rayo! Bueno, aquello no era culpa de Deke, era culpa de Joe, pero él no estaba allí. Deke era el espécimen masculino que tenía más a mano, así que sería su chivo expiatorio.
—¿Tú crees? —le respondió con sarcasmo mientras se alejaba, de la mesa.
Le fallaron las piernas. Si Deke no se hubiera apresurado a extender la mano para sujetarla, ella se habría caído sobre el frío suelo de cemento.
Con una maldición, él la levantó en brazos contra el duro calor de su pecho.
—Tienes todo el derecho del mundo a estar cabreada con Joe.
_______ se cubrió los inflamados pezones con los brazos y levantó la vista hacia los insondables y fuertes rasgos de la cara de Deke.
—¿No vas a ponerte del lado de Joe?
Él bajó la mirada hacia ella con el ceño fruncido.
—Demonios, no.
Lo dijo como si debiera ser obvio. ¿Acaso los tíos no se cubrían las espaldas unos a otros sólo por principios?
Sin apenas hacer ruido Deke recorrió el pasillo, pasando por delante de la puerta cerrada del cuarto de baño hasta el dormitorio y la depositó encima de la cama deshecha. Suavemente, le cubrió los hombros con la sábana, tapándole los pezones desnudos.
—Espera aquí. Ahora vuelvo.
Frunciendo el ceño, lo observó darse la vuelta y salir de la habitación con un marcado paso militar que hizo evidente sus años en el ejército. Era un soldado. Un guerrero. Preparado para luchar y proteger. Dispuesto a follar, como Joe. Pero con Deke parecía más fácil hablar. ¿Por qué entonces deseaba al enigmático Joe?
_______ suspiró. Al parecer, prefería a Joe porque necesitaba nuevos retos en su vida. Se burló en silencio. Sí, eso era exactamente.
Con pasos silenciosos, Deke entró de nuevo en el dormitorio con un tubo entre las manos. Se sentó en el borde de la cama y le apartó el pelo de la frente.
—Sé que estás enfadada. Joe rompió la confianza que depositaste en él. Prometió ocuparse de ti y de tu placer. Esta noche, no lo ha hecho. Tiene sus razones. Joe tendrá que compartirlas contigo. No soy yo quien debe hacerlo. —Encogió los hombros y dejó el tubo a un lado—. No puedo hacer nada para aliviar tu corazón, pero puedo aliviar tu cuerpo. Siéntate.
Aturdida, mientras intentaba asimilar las palabras de Deke, _______ accedió y se incorporó con la sábana por encima de los pechos. ¿Joe tenía sus razones? ¿Qué razones podía tener para provocarle un infinito placer y luego dejar que sumiera en la desesperación? ¿Para hacerla sentir otra vez como si fuera un engendro?
Antes de que pudiera profundizar en sus pensamientos, Deke le rodeó la espalda con una mano y con rapidez le desabrochó el sujetador. Mientras _______ contenía el aliento, los tirantes se deslizaron por sus brazos. El la ignoró y le colocó suavemente la mano en el hombro, luego bajó la sábana.
_______ tragó saliva y levantó las manos para cubrirse. Deke se anticipó y le agarró las muñecas, sujetándolas a los lados.
—Suéltame —protestó ella.
El se inclinó sobre ella y soltó un suspiro de resignación. La presión de sus dedos en torno a sus muñecas era sorprendentemente suave.
—Mira, acabo de ver cómo te corrías con tal fuerza que parecías capaz de provocar un terremoto mientras mi mejor amigo te follaba el culo. ¿No crees que podemos saltarnos toda esta tontería de la virgen modesta? Estoy tratando de cuidar de ti antes de irme a meter algo de sentido en la cabeza de nuestro amigo en común.
Hum, mirándolo de aquel modo, Deke tenía bastante razón.
Con un suspiro, _______ dejó de resistirse y se relajó sobre la cama.
Sacudiendo la cabeza, Deke cogió el tubo que había dejado a un lado. Quitó el tapón y, con dedos ágiles, apretó el envase. Un charco de aceite claro cubrió la palma de su mano. Deke se frotó las manos.
Luego puso cada una encima de un pecho.
_______ jadeó tensa, y buscó su mirada. Deke la ignoró y se centró en la tarea.
El aceite, calentado por sus manos, impregnó sus pechos, cubriendo sus doloridos pezones. Hasta que él no los alivió con el aceite balsámico, _______ no se había dado cuenta de lo lastimados que estaban realmente.
Pero cuando él le frotó los doloridos pechos con las palmas, sintió que una aguda sensación atravesaba su cuerpo. _______ cerró los ojos, en parte avergonzada y en parte... mejor no pensar en ello. ¿Qué demonios le pasaba?
Luego Deke concentró el aceite justo en las fieras cimas enrojecidas, y comenzó a rodarlas suavemente entre sus dedos, masajeándolas con un ritmo lento e hipnótico. Y con cada roce, con cada caricia, con cada tirón, aquella sensación empezó a convertirse en algo que _______, molesta, reconoció como deseo.
—_______. —La voz de Deke era más ronca y profunda.
Ella intentó ignorar la atracción que ejercía esa voz. Pero la voz resonó en su cabeza, palpitando al mismo tiempo que sus doloridos pezones.
Dispuesta a presentar batalla, abrió los ojos y le lanzó a Deke una mirada de advertencia. Él tenía las mejillas ruborizadas. Sus ojos eran ahora de un profundo azul oscuro. Pero apartó las manos de sus pechos, arqueó una ceja y le dirigió una sonrisa contrita.
—Ahora sé con exactitud por qué Joe está colado por ti. Cólera y sumisión en un tierno paquete. —Aspiró bruscamente—. Date la vuelta.
—¿Colado por mí? —Agitó las manos en el aire—. ¿Estamos hablando del mismo hombre? Del que me maldijo y salió como alma que lleva el diablo de la habitación después de que le dijera... bueno, en fin, debería de haberme callado. Pero con esa actitud me quedó claro que quería que me perdiera.
—Muñeca, conozco a Joe desde hace diez años. Estuvimos juntos en el ejército. Lo hemos hecho juntos con la misma mujer, y la idea jamás le ha molestado en lo más mínimo. Hasta que te conoció a ti.
¿Joe había participado antes en un ménage? ¿Con Deke? La sorpresa la golpeó en el estómago, dejándola sin aliento. Con rapidez, recordó la conversación que había mantenido con Joe sobre las preferencias de Deke. Tenía sentido que Joe conociera la vida sexual de su amigo si en algún momento él había formado parte de ella, algo que por otra parte la llenaba de celos.
Pero si Joe había participado en algo así en el pasado, ¿por qué ahora rechazaba la idea?
—Tener fantasías sobre un ménage, es algo que Joe tenía que saber —le aseguró Deke.
—Pero...
—¿Le molestó? Bien, eso es problema suyo, no tuyo. —Suspiró—. Date la vuelta.
Ella vaciló, pero Deke no se dio cuenta ya que se levantó de la cama y desapareció de la habitación. Con el ceño fruncido, ella clavó los ojos en él cuando regresó.
Un hombre extraño. Bastante considerado, pese a lo ocurrido esa noche. A pesar de ser tranquilo, racional y normal, le gustaban los tríos. Y aunque obviamente estaba excitado, no hacía más que aliviar las marcas que otro hombre había dejado en su cuerpo. No la había presionado para hacer nada, a pesar de su reacción ante él, cuando la mayoría de los hombres hubieran considerado luz verde el evidente deseo de _______.
Luego había intentado calmar sus sentimientos heridos, asegurándole que ella significaba algo para Joe. Aunque _______ sabía que estaba equivocado, agradeció que intentara hacer que se sintiera mejor.
Rodando sobre su estómago, _______ apoyó la cara en la almohada con un suspiro cansado. Inhaló entrecortadamente, y captó el olor de Joe. Almizcle, cuero, misterio, hombre. El aroma masculino nunca dejaba de invadir su corriente sanguínea como un vino embriagador que la drogaba con deseo. Sólo que esta vez, venía acompañado con una sensación de pérdida.
En cuanto Joe había sabido cuál era su más profunda fantasía, la había abandonado. Y parecía no estar dispuesto a recuperarla. Esas malditas ganas de llorar que le atenazaban la garganta sólo conseguían cabrearla aún más.
Oyó un ruido de pasos sobre el suelo de madera. _______ se tensó hasta que reconoció la cadencia de los pasos de Deke, más largos y lentos que los de Joe, más silenciosos. Se relajó, aliviada y decepcionada a la vez.
Con manos enérgicas, Deke le cubrió las nalgas y las abrió. _______ se rebeló y abrió la boca para preguntarle qué diablos se pensaba que estaba haciendo, pero él sólo le colocó un paño caliente y lo frotó suavemente para eliminar el lubricante.
—Si más tarde te encuentras molesta, un baño te sentará bien —le murmuró, volviendo a cubrirla con la sábana—. Ahora duerme.
_______ asintió, agrandando los ojos cuando él se inclinó sobre ella. ¿No iría a...? Sí, lo iba a hacer.
Un momento después, Deke cubrió su boca con la de él. La suave presión de sus labios fue como un suspiro. Un beso seco, casi casto. De alguna manera, él había logrado transmitir afecto, consuelo e incluso un claro indicio de deseo. Luego, tras rozar una última vez los labios sobre los de ella, se apartó.
—Sí, ahora sé exactamente por qué Joe se ha vuelto loco por ti —dijo él con una agridulce sonrisa en la boca cuando se puso de pie.
—¡Un momento! —_______ t *-* le agarró la mano—. ¿Cómo llegaste a aceptarlo? ¿Cuándo has aprendido a sentirte bien con...?
—¿Con los tríos? —dijo él, acertando a la primera y encogiéndose de hombros—. Fue a los diecisiete, cuando oí que una mujer gritaba extasiada bajo una penetración doble. No hay nada mejor que saber con exactitud cómo hacer que una mujer pierda la cabeza.
—Pero no es algo que sea normal, no es algo que haga todo hijo de vecino.
Deke cruzó los brazos sobre el pecho.
—Luc y yo tenemos vecinos. Dudo que sepan que compartimos mujeres, pero me importa un bledo si lo hacen.
—¿Luc?
—Mi primo. Vivo con él ahora que estoy fuera de servicio. Es el que se encarga de tener la casa en perfecto estado, a la espera de que la mujer adecuada venga a vivir con nosotros.
Había que estar muerta para no percibir el tono sarcástico en la voz de Deke.
—¿No crees posible que eso pueda ocurrir?
Se sintió triste por él. La pena en los ojos de Deke le indicaba lo mucho que lo deseaba.
—¿Qué mujer en su sano juicio querría vivir con un chef temperamental y un ex-sargento? Si por separado haríamos que una mujer se diera a la bebida, juntos... —Se encogió de hombros—. Me conformo conque funcione una noche o dos.
Deke mentía. Le mentía a ella, y se mentía a sí mismo. Esos deseos le estaban costando la felicidad.
—Pero eso ahora no viene al caso —dijo interrumpiendo los pensamientos de _______—. Estábamos hablando de Joe y de ti.
Estaba claro que Deke no quería hablar de sí mismo más de lo que ella quería hablar de sí misma.
—Tendrás que aceptar tus deseos para ser feliz. Y no deberías conformarte con menos. Joe te ayudará. No te puedo decir cuándo o cómo ocurrirá, pero conseguirás sentirte bien contigo misma. De eso estoy seguro.
_______ intentó contener la frustración. ¿Por qué todo el mundo le decía que todo se arreglaría cuando se aceptase a sí misma? Estaba claro por la reacción de Joe que la cosa no era tan simple como parecía.
Maldita sea, se había sentido genial cuando tomó la decisión de entrar en el cuarto de juegos de Joe. La manera en que la había tocado, el placer de su tacto, cada caricia halagadora, la habían hecho sentirse aceptada, como si todo lo que había pasado entre ellos en la habitación de juegos hubiera sido correcto. Y luego... Luego, él la había abandonado. Eso quería decir que no todo era normal en ella, ¿verdad?
Maldición, ¿había estado alguna vez más confundida?
Por no contrariar a Deke, asintió con la cabeza.
—Yo... Gracias.
Una simple palabra de agradecimiento parecía insuficiente, dado que se había ocupado de su comodidad física y la había tratado con corrección. Además de haber desnudado su alma ante ella, la había hecho sentirse femenina e importante; había sido como un bálsamo tras el rechazo de Jack.
Sonriendo, _______ se arrodilló en la cama y le ahuecó las mejillas.
—No es mucho..., pero, gracias.
Luego posó su boca en la de él y con un suspiro femenino le rozó los labios antes de apartarse. Eso era realmente extraño. Esa compresión mutua había provocado una ligera llama de deseo. _______ no lo comprendía más de lo que lo comprendía a él. Pero de todas formas estaba agradecida.
—De nada. —Él se apartó, alisándole suavemente la masa de pelo rojizo—. Prueba a descansar ahora. Deberías recuperar fuerzas. Es difícil de creer después de todo lo ocurrido, pero vine hasta aquí porque nadie contestaba al teléfono. Quería deciros que al parecer el acosador ha abandonado Lousiana. Dile a Joe, porque yo estaré demasiado ocupado pateándole el trasero, que ese bastardo destrozó la casa de tu novio hace tres días, y que intentó prenderle fuego a tu casa en L. A. ayer.
—Oh, Dios mío —Pobre Brandon. Estaba tan orgulloso de esa casa y no tenía por qué haberse metido en este lío por ella. Sólo intentaba ayudarla. Y su propia casa... —¡Maldito sea!
—Lo sé —la tranquilizó Deke—. Es un asco. Pero lo bueno es que, estando tan furioso como está, si ese bastardo supiera dónde te encuentras ahora mismo, ya estaría aquí, no yendo de un lado a otro del país destruyendo tus propiedades.
Deke tenía razón, y parecía corroborar el razonamiento de que Reggie era el acosador. No se había molestado en llamarla desde hacía dos días, y él era una de las pocas personas que sabían que ella estaba en Lousiana. Además, nunca había tenido lo que se llama un buen carácter. ¿Estaría loco? ¿Obsesionado? Probablemente las dos cosas a la vez. _______ suspiró.
Hasta ahora había estado a salvo porque se había quedado con Joe. Pero esta noche las cosas habían cambiado. Dado el rechazo de Joe — otro hombre más que la había desairado después de conocer sus fantasías—, y la información de Deke, ella tenía que empezar a valerse por sí misma.
Si Reggie ya había dado el primer paso, quizás... quizás fuera el momento de que ella también tomara cartas en el asunto.
Joe había imaginado que Deke saldría al porche trasero, donde la noche se cernía sobre el pantano y el aire frío de febrero erizaba su piel desnuda. Después de tomar una larga ducha, se había puesto la bata que _______ había dejado colgada en la puerta del cuarto de baño. Esa maldita cosa olía a ella, lo que lo volvía a poner increíblemente duro.
Intentando borrar de su mente la sensación del apretado ano de _______ en torno a su polla y su expresión de dolor cuando salió disparado del cuarto de juegos, Joe agarró la botella de cerveza y se volvió hacia su amigo para recibir la reprimenda que sabía que se merecía.
—No hace falta que digas nada —le aseguró Joe, tomando un largo trago de cerveza.
—Ya, pero quiero hacerlo. —Deke se acomodó en la silla de al lado y lo fulminó con la mirada—. Te has comportado como un cabrón.
—Tienes razón. _______ sólo... me dejó noqueado. No tenía ni idea de que tuviera fantasías sobre un ménage. Apenas puede aceptar la idea de someterse a mí. Que haya pensando en ser poseída por dos hombres... —Se encogió de hombros—. Fue como si me pegara un tiro. Reaccioné sin pensar.
—Traicionaste su confianza y no cumpliste ninguna de las promesas que le hiciste.
—No lo niego. —Joe se pasó una mano por la cara cansada—. Maldita sea. Ya es malo que le haya dado la espalda, pero estuve a punto de castigarla por tener esa fantasía. Lo más probable es que se sienta miserable y rechazada.
—No quieres compartirla.
—No, no quiero —admitió Joe, bebiendo otro largo trago de cerveza. Con aire distraído se preguntó cuánto le llevaría emborracharse para dejar de preocuparse por haberse comportado como un asno.
—¿Por Kayla?
Nada como poner el dedo sobre la llaga. Su ex había traicionado los votos matrimoniales con uno de sus mejores amigos, retorciéndole las entrañas con una furia que llevaba años alimentando con ira y odio. Ahora esa vieja herida volvía a abrirse al pensar en otro hombre tocando a _______. Maldita sea, Kayla ni siquiera le había importado demasiado, y sin embargo, al descubrir que otro hombre se la había tirado, se había llenado de una rabia asesina.
Pero _______ le importaba y mucho.
—En lo que se refiere a _______ soy un egoísta bastardo que quiere conservar para sí todo ese dulce descaro, esa sumisión y esa dulce sonrisa. Quiero ser el único hombre que acaricie ese hermoso pelo de fuego, y el único que ella tome con su boca. Quiero ser el único que sepa cómo sabe su sexo, el único que sienta cómo se cierra su culo sobre su polla. —Soltó un largo suspiro—. Pero no es lo que ella quiere.
—¿Amas a esa chica?
Joe cerró los ojos apretándolos, mientras agarraba la botella fría con tal fuerza que se preguntó si la rompería. ¿Cómo podía contestar a eso cuando jamás había experimentado antes el amor? Se sentía eufórico cuando ella era feliz, y sombrío ante su tristeza; estaba dispuesto a matar a todo aquel que la amenazara, y se daría de tortas por haber maldecido sus deseos y aplastado su floreciente sexualidad. Así que...
—Sí, estoy seguro de que ése es el caso. Desde el principio todo ha sido diferente con ella —soltó una risa amarga—. Maldita sea, incluso soñé con ella antes de conocerla. Con su cuerpo, su olor, la manera en que me hace sentir. Desde el principio sentí como si me tuviera cogido por las pelotas, pero en realidad lo que ha atrapado es mi corazón.
—Tienes que hacer lo que sea mejor para ella.
—Yo no.... —Lanzó un nuevo suspiro y añadió—: Tengo intención de reclamarla, y sé que es responsabilidad mía cumplir cada uno de sus deseos. Pero sinceramente, no sé si podría ver cómo alguien, tú por ejemplo, la posee y contenerme para no arrancarle las pelotas.
—Si la amas y quieres verla feliz, tienes que darle lo que necesita. O jamás se sentirá completa y lo que tengas con ella será una mentira.
Tan tranquilo, tan cabal. ¡Maldito Deke!
—De lo contrario —continuó Deke—, siempre habrá una parte de ella que guardará para sí, algo que no te dará jamás a no ser que la satisfagas por completo.
—¿Una parte de ella que guardará para sí? — Joe se quedó paralizado. Un nudo de aprensión le retorció el vientre. Aún no había logrado llegar hasta ella por completo. Lo había esperado... pero no había sido así. Al parecer, había esperado en vano. ¿Cómo podía hacerla suya si ella no se rendía por completo?
Pero entonces las palabras de Deke le recordaron que ella ya había puesto de su parte. Él tendría que poner de la suya.
—Vamos, Joe. Ya sabes de qué hablo ¿no? ¿No lo has visto? ¿No lo has sentido?
— ¿Te produce algún tipo de perverso placer tener razón y echármelo en cara? — Joe suspiró y bebió otro largo sorbo de cerveza fría—. ¿Dónde está ________?
—La he metido en la cama, sana y salva, y espero que se haya dormido. Parecía cansada.
—Y seguro que te has aprovechado.
Deke sonrió ante el gruñido de Joe.
—Podría haberlo hecho. Es una mujer muy hermosa.
Joe también sabía eso sin lugar a dudas. Aunque no le gustaba que Deke la tocara, no podía más que culparse a sí mismo por haberla abandonado. Así que lo dejó pasar. Por esa vez.
—_______ es como una suave caricia en la polla y una patada en el trasero a la vez—masculló Joe.
—No eres el único hombre que la ama. Tiene novio en Houston, ¿recuerdas?
Brandon. ¡Menudo hijo de perra! Como si necesitase la complicación que suponía ese gilipollas.
—Sí.
—¿Qué vas a hacer con él? Mientras siga en escena, ella no será tuya.
—Gracias por recordármelo —gruñó con sarcasmo.
Arrebatársela a Brandon podría ser la mejor venganza de todas, mucho mejor que enviar un vídeo de ellos dos follando por correo electrónico. Pero esa no era la razón por la que Joe estaba tan determinado a conquistarla. Ni de lejos.
Sencillamente, la quería para él. Hoy, mañana, todos los días de su vida. Suya para siempre.
Deke se levantó con una extraña sonrisa en la cara.
—¿Para qué son los amigos?
«Cierto», pensó, observando cómo Deke bajaba las escaleras, se metía en el bote y se alejaba del embarcadero.
Durante unos interminables momentos, Joe siguió allí sentado. Y maldita sea, ni siquiera lograba emborracharse. Así que intentó lidiar con todos esos sentimientos que le estrujaban las entrañas: miedo, cólera, posesividad, celos, determinación, preocupación, necesidad..., amor.
Cuando sintió los pies congelados, el estómago comenzó a gruñirle y pensó que _________ habría descansado lo suficiente para hablar, entró en la casa, tiró la botella de cerveza vacía, y se dirigió al dormitorio.
Sólo que no encontró a _______.
El perfume a ella que se desvanecía en la habitación le dijo que no estaba allí desde hacía tiempo. El rubí que le había dado yacía abandonado en la almohada, y decía, con más eficacia que las palabras, que ella se había marchado.
La había perdido antes de tenerla.
Y si no la encontraba con rapidez, podría perderla para siempre a manos de ese loco acosador.
Un silencio ensordecedor siguió a la salida de Joe. Tras recorrer el pasillo, _______ oyó cómo cerraba la puerta del cuarto de baño de un portazo. A pesar de estar esposada a la mesa, dio un brinco, sobresaltada.
Con un largo suspiro, Deke se impulsó desde la pared. _______ observó que la miraba mientras se acercaba y comprendió cómo se sentía un ciervo delante de los faros de un coche. ¿Qué debía de pensar ese hombre de ella, después de que hubiera admitido que lo quería enterrado en su sexo mientras Joe la penetraba analmente? Era mejor no saberlo. Aunque Joe le había dicho que Deke practicaba el ménage, había algunas cosas que no se debían confesar en voz alta. Al menos, Deke parecía tomárselo con calma...
A diferencia de Joe.
Su peor pesadilla se había hecho realidad; se había rendido a Joe y a la naturaleza sumisa que él juraba que ella poseía, luego le había contado sus fantasías. Y él se había vuelto loco. No como Andrew. Joe no la había llamado puta depravada ni le había dicho que se buscara ayuda profesional. Pero había sido muy claro. No podría haber sido más gráfico ni aunque se lo hubiera dibujado.
¡Dios, lo había echado todo a perder! ¿Qué diablos le pasaba? Si esa última fantasía dejaba estupefacto incluso a Joe, ella debía de ser una completa y total depravada.
_______ contuvo el impulso de cerrar los ojos y echarse a llorar. Ya lo había hecho una vez, después de que Andrew se ensañara verbalmente con ella. Las lágrimas no servían para nada. Derramarlas no haría que desapareciera su más íntima fantasía ni los problemas que había creado.
El propio Joe le había asegurado que sus fantasías eran perfectamente normales y que no había nada de qué avergonzarse. «Mentiroso», quería gritar. Pero no iba a malgastar saliva.
Eso le pasaba por confiar en él.
Maldita sea, esas fantasías estaban echando a perder su vida, se sentía atormentada por la culpa y por ahuyentar a los hombres. Tenía que superarlas y expulsarlas de su cabeza costara lo que costase.
Deke rodeó la mesa, y _______ observó su avance, mirando por encima del hombro como él se acomodaba detrás de ella sin decir palabra. Él podía verlo todo. La larga línea de su espalda. El húmedo calor de su sexo hinchado por las caricias de Joe. Los globos desnudos de su trasero. Una oleada de mortificación la cubrió junto con otra cosa a la que no quiso dar nombre. Cerró los ojos.
Con las muñecas y tobillos esposados, _______ no podía hacer nada más que dejarle mirar y absorber el calor que él desprendía justo detrás de ella. Joe había estado en el mismo lugar hacía menos de cinco minutos. Contuvo el aliento.
En silencio, Deke se inclinó sobre ella, cubriendo su piel fría. La suave camiseta de algodón y los duros músculos de su pecho le cubrieron la espalda desnuda. Dura como el hierro, su polla ardía entre sus nalgas a través de los vaqueros. Era un calor sofocante, demasiado fuerte para ignorarlo, mezclado con humillación.
Realmente, aquello probaba cuan retorcida era. ¿No podía, simplemente, matar su deseo?
Sintió la cálida palma de la mano de Deke en la cintura, curvando los cálidos dedos sobre la redondez de su cadera desnuda. Le rozó el cuello con la nariz, y _______ soltó otro tembloroso suspiro. Oh, Dios, ¿qué iba a hacer Deke? Ella estaba desnuda, atada e indefensa. Lo único que impedía que él la violara eran un botón, una cremallera y su conciencia.
Joe le había advertido que Deke no era el tipo genial que parecía. _______ se sintió invadida por el pánico.
Ese enorme rubio era un desconocido que iba a tocarla, a seducirla. A follarla. Y ella no podía hacer ni una maldita cosa para detenerle. Dejando a un lado sus fantasías sobre un trío, no quería sexo con él... no sin Joe.
Ella se tensó temblorosa contra las extremidades masculinas y le advirtió.
—Deke.
Detrás de ella, él se irguió y lo sintió más duro.
—Ahora sé por qué Joe está tan loco por ti. Hueles genial.
Su voz era como una caricia suave que se deslizó por su espalda y se convirtió en una vibración sensual. _______ tembló. Los largos dedos se aferraron a su cadera para mantenerla quieta.
—¡Maldita sea, suéltame! —le exigió.
—Shhh —le murmuró contra su pelo, acariciándole suavemente la cadera con el pulgar—. Paciencia, muñeca.
—¡A la mierda la paciencia! Ser utilizada y abandonada no saca a relucir precisamente mis mejores virtudes. Sólo quiero salir de aquí.
Deke suspiró. Con la mano libre le quitó la esposa de la muñeca derecha. Luego le liberó la otra muñeca. Después se retiró, apartando la sólida calidez de su cuerpo de la espalda de _______. Se arrodilló y le liberó los tobillos.
—¿Puedes mantenerte en pie? —la mirada que se clavó en la de ella, brillaba con picardía y preocupación.
¿La había soltado? ¿Así sin más? Suspiró aliviada.
_______ se incorporó y lo miró por encima del hombro para descubrir que se estaba ajustando la bragueta.
—Eres preciosa y yo soy un hombre. —Una sonrisa jugueteaba en las comisuras de su boca—. Jamás te follaría sin Joeo. Palabra de Boy Scout. —Levantó tres dedos con el símbolo de los exploradores.
Pero, ¿la follaría con Joe? _______ sacudió la cabeza, ante tan ridícula pregunta. Después de cómo había reaccionado Joe a esa misma sugerencia... bien, _______ tenía más probabilidades de convertirse en una santa. Aun así su cuerpo se estremeció ante la posibilidad, totalmente irrelevante y molesta.
Se volvió hacia Deke, cruzando los brazos sobre el pecho para cubrirse los pezones visibles por encima del borde del indecente sujetador. Deke no la había tocado. Pero ella no era el tipo de mujer que se paseaba en cueros delante de un perfecto desconocido.
—Hum, gracias, pero no pareces un Boy Scout.
—No lo soy —admitió él—. Sólo quería que captaras la idea. Además, creo que ya has tenido suficiente por una noche.
Al instante, todo lo acontecido regresó a la mente de _______. Joe corriéndose. Joe maldiciendo. Joe dejándola abandonada.
¡Qué le partiera un rayo! Bueno, aquello no era culpa de Deke, era culpa de Joe, pero él no estaba allí. Deke era el espécimen masculino que tenía más a mano, así que sería su chivo expiatorio.
—¿Tú crees? —le respondió con sarcasmo mientras se alejaba, de la mesa.
Le fallaron las piernas. Si Deke no se hubiera apresurado a extender la mano para sujetarla, ella se habría caído sobre el frío suelo de cemento.
Con una maldición, él la levantó en brazos contra el duro calor de su pecho.
—Tienes todo el derecho del mundo a estar cabreada con Joe.
_______ se cubrió los inflamados pezones con los brazos y levantó la vista hacia los insondables y fuertes rasgos de la cara de Deke.
—¿No vas a ponerte del lado de Joe?
Él bajó la mirada hacia ella con el ceño fruncido.
—Demonios, no.
Lo dijo como si debiera ser obvio. ¿Acaso los tíos no se cubrían las espaldas unos a otros sólo por principios?
Sin apenas hacer ruido Deke recorrió el pasillo, pasando por delante de la puerta cerrada del cuarto de baño hasta el dormitorio y la depositó encima de la cama deshecha. Suavemente, le cubrió los hombros con la sábana, tapándole los pezones desnudos.
—Espera aquí. Ahora vuelvo.
Frunciendo el ceño, lo observó darse la vuelta y salir de la habitación con un marcado paso militar que hizo evidente sus años en el ejército. Era un soldado. Un guerrero. Preparado para luchar y proteger. Dispuesto a follar, como Joe. Pero con Deke parecía más fácil hablar. ¿Por qué entonces deseaba al enigmático Joe?
_______ suspiró. Al parecer, prefería a Joe porque necesitaba nuevos retos en su vida. Se burló en silencio. Sí, eso era exactamente.
Con pasos silenciosos, Deke entró de nuevo en el dormitorio con un tubo entre las manos. Se sentó en el borde de la cama y le apartó el pelo de la frente.
—Sé que estás enfadada. Joe rompió la confianza que depositaste en él. Prometió ocuparse de ti y de tu placer. Esta noche, no lo ha hecho. Tiene sus razones. Joe tendrá que compartirlas contigo. No soy yo quien debe hacerlo. —Encogió los hombros y dejó el tubo a un lado—. No puedo hacer nada para aliviar tu corazón, pero puedo aliviar tu cuerpo. Siéntate.
Aturdida, mientras intentaba asimilar las palabras de Deke, _______ accedió y se incorporó con la sábana por encima de los pechos. ¿Joe tenía sus razones? ¿Qué razones podía tener para provocarle un infinito placer y luego dejar que sumiera en la desesperación? ¿Para hacerla sentir otra vez como si fuera un engendro?
Antes de que pudiera profundizar en sus pensamientos, Deke le rodeó la espalda con una mano y con rapidez le desabrochó el sujetador. Mientras _______ contenía el aliento, los tirantes se deslizaron por sus brazos. El la ignoró y le colocó suavemente la mano en el hombro, luego bajó la sábana.
_______ tragó saliva y levantó las manos para cubrirse. Deke se anticipó y le agarró las muñecas, sujetándolas a los lados.
—Suéltame —protestó ella.
El se inclinó sobre ella y soltó un suspiro de resignación. La presión de sus dedos en torno a sus muñecas era sorprendentemente suave.
—Mira, acabo de ver cómo te corrías con tal fuerza que parecías capaz de provocar un terremoto mientras mi mejor amigo te follaba el culo. ¿No crees que podemos saltarnos toda esta tontería de la virgen modesta? Estoy tratando de cuidar de ti antes de irme a meter algo de sentido en la cabeza de nuestro amigo en común.
Hum, mirándolo de aquel modo, Deke tenía bastante razón.
Con un suspiro, _______ dejó de resistirse y se relajó sobre la cama.
Sacudiendo la cabeza, Deke cogió el tubo que había dejado a un lado. Quitó el tapón y, con dedos ágiles, apretó el envase. Un charco de aceite claro cubrió la palma de su mano. Deke se frotó las manos.
Luego puso cada una encima de un pecho.
_______ jadeó tensa, y buscó su mirada. Deke la ignoró y se centró en la tarea.
El aceite, calentado por sus manos, impregnó sus pechos, cubriendo sus doloridos pezones. Hasta que él no los alivió con el aceite balsámico, _______ no se había dado cuenta de lo lastimados que estaban realmente.
Pero cuando él le frotó los doloridos pechos con las palmas, sintió que una aguda sensación atravesaba su cuerpo. _______ cerró los ojos, en parte avergonzada y en parte... mejor no pensar en ello. ¿Qué demonios le pasaba?
Luego Deke concentró el aceite justo en las fieras cimas enrojecidas, y comenzó a rodarlas suavemente entre sus dedos, masajeándolas con un ritmo lento e hipnótico. Y con cada roce, con cada caricia, con cada tirón, aquella sensación empezó a convertirse en algo que _______, molesta, reconoció como deseo.
—_______. —La voz de Deke era más ronca y profunda.
Ella intentó ignorar la atracción que ejercía esa voz. Pero la voz resonó en su cabeza, palpitando al mismo tiempo que sus doloridos pezones.
Dispuesta a presentar batalla, abrió los ojos y le lanzó a Deke una mirada de advertencia. Él tenía las mejillas ruborizadas. Sus ojos eran ahora de un profundo azul oscuro. Pero apartó las manos de sus pechos, arqueó una ceja y le dirigió una sonrisa contrita.
—Ahora sé con exactitud por qué Joe está colado por ti. Cólera y sumisión en un tierno paquete. —Aspiró bruscamente—. Date la vuelta.
—¿Colado por mí? —Agitó las manos en el aire—. ¿Estamos hablando del mismo hombre? Del que me maldijo y salió como alma que lleva el diablo de la habitación después de que le dijera... bueno, en fin, debería de haberme callado. Pero con esa actitud me quedó claro que quería que me perdiera.
—Muñeca, conozco a Joe desde hace diez años. Estuvimos juntos en el ejército. Lo hemos hecho juntos con la misma mujer, y la idea jamás le ha molestado en lo más mínimo. Hasta que te conoció a ti.
¿Joe había participado antes en un ménage? ¿Con Deke? La sorpresa la golpeó en el estómago, dejándola sin aliento. Con rapidez, recordó la conversación que había mantenido con Joe sobre las preferencias de Deke. Tenía sentido que Joe conociera la vida sexual de su amigo si en algún momento él había formado parte de ella, algo que por otra parte la llenaba de celos.
Pero si Joe había participado en algo así en el pasado, ¿por qué ahora rechazaba la idea?
—Tener fantasías sobre un ménage, es algo que Joe tenía que saber —le aseguró Deke.
—Pero...
—¿Le molestó? Bien, eso es problema suyo, no tuyo. —Suspiró—. Date la vuelta.
Ella vaciló, pero Deke no se dio cuenta ya que se levantó de la cama y desapareció de la habitación. Con el ceño fruncido, ella clavó los ojos en él cuando regresó.
Un hombre extraño. Bastante considerado, pese a lo ocurrido esa noche. A pesar de ser tranquilo, racional y normal, le gustaban los tríos. Y aunque obviamente estaba excitado, no hacía más que aliviar las marcas que otro hombre había dejado en su cuerpo. No la había presionado para hacer nada, a pesar de su reacción ante él, cuando la mayoría de los hombres hubieran considerado luz verde el evidente deseo de _______.
Luego había intentado calmar sus sentimientos heridos, asegurándole que ella significaba algo para Joe. Aunque _______ sabía que estaba equivocado, agradeció que intentara hacer que se sintiera mejor.
Rodando sobre su estómago, _______ apoyó la cara en la almohada con un suspiro cansado. Inhaló entrecortadamente, y captó el olor de Joe. Almizcle, cuero, misterio, hombre. El aroma masculino nunca dejaba de invadir su corriente sanguínea como un vino embriagador que la drogaba con deseo. Sólo que esta vez, venía acompañado con una sensación de pérdida.
En cuanto Joe había sabido cuál era su más profunda fantasía, la había abandonado. Y parecía no estar dispuesto a recuperarla. Esas malditas ganas de llorar que le atenazaban la garganta sólo conseguían cabrearla aún más.
Oyó un ruido de pasos sobre el suelo de madera. _______ se tensó hasta que reconoció la cadencia de los pasos de Deke, más largos y lentos que los de Joe, más silenciosos. Se relajó, aliviada y decepcionada a la vez.
Con manos enérgicas, Deke le cubrió las nalgas y las abrió. _______ se rebeló y abrió la boca para preguntarle qué diablos se pensaba que estaba haciendo, pero él sólo le colocó un paño caliente y lo frotó suavemente para eliminar el lubricante.
—Si más tarde te encuentras molesta, un baño te sentará bien —le murmuró, volviendo a cubrirla con la sábana—. Ahora duerme.
_______ asintió, agrandando los ojos cuando él se inclinó sobre ella. ¿No iría a...? Sí, lo iba a hacer.
Un momento después, Deke cubrió su boca con la de él. La suave presión de sus labios fue como un suspiro. Un beso seco, casi casto. De alguna manera, él había logrado transmitir afecto, consuelo e incluso un claro indicio de deseo. Luego, tras rozar una última vez los labios sobre los de ella, se apartó.
—Sí, ahora sé exactamente por qué Joe se ha vuelto loco por ti —dijo él con una agridulce sonrisa en la boca cuando se puso de pie.
—¡Un momento! —_______ t *-* le agarró la mano—. ¿Cómo llegaste a aceptarlo? ¿Cuándo has aprendido a sentirte bien con...?
—¿Con los tríos? —dijo él, acertando a la primera y encogiéndose de hombros—. Fue a los diecisiete, cuando oí que una mujer gritaba extasiada bajo una penetración doble. No hay nada mejor que saber con exactitud cómo hacer que una mujer pierda la cabeza.
—Pero no es algo que sea normal, no es algo que haga todo hijo de vecino.
Deke cruzó los brazos sobre el pecho.
—Luc y yo tenemos vecinos. Dudo que sepan que compartimos mujeres, pero me importa un bledo si lo hacen.
—¿Luc?
—Mi primo. Vivo con él ahora que estoy fuera de servicio. Es el que se encarga de tener la casa en perfecto estado, a la espera de que la mujer adecuada venga a vivir con nosotros.
Había que estar muerta para no percibir el tono sarcástico en la voz de Deke.
—¿No crees posible que eso pueda ocurrir?
Se sintió triste por él. La pena en los ojos de Deke le indicaba lo mucho que lo deseaba.
—¿Qué mujer en su sano juicio querría vivir con un chef temperamental y un ex-sargento? Si por separado haríamos que una mujer se diera a la bebida, juntos... —Se encogió de hombros—. Me conformo conque funcione una noche o dos.
Deke mentía. Le mentía a ella, y se mentía a sí mismo. Esos deseos le estaban costando la felicidad.
—Pero eso ahora no viene al caso —dijo interrumpiendo los pensamientos de _______—. Estábamos hablando de Joe y de ti.
Estaba claro que Deke no quería hablar de sí mismo más de lo que ella quería hablar de sí misma.
—Tendrás que aceptar tus deseos para ser feliz. Y no deberías conformarte con menos. Joe te ayudará. No te puedo decir cuándo o cómo ocurrirá, pero conseguirás sentirte bien contigo misma. De eso estoy seguro.
_______ intentó contener la frustración. ¿Por qué todo el mundo le decía que todo se arreglaría cuando se aceptase a sí misma? Estaba claro por la reacción de Joe que la cosa no era tan simple como parecía.
Maldita sea, se había sentido genial cuando tomó la decisión de entrar en el cuarto de juegos de Joe. La manera en que la había tocado, el placer de su tacto, cada caricia halagadora, la habían hecho sentirse aceptada, como si todo lo que había pasado entre ellos en la habitación de juegos hubiera sido correcto. Y luego... Luego, él la había abandonado. Eso quería decir que no todo era normal en ella, ¿verdad?
Maldición, ¿había estado alguna vez más confundida?
Por no contrariar a Deke, asintió con la cabeza.
—Yo... Gracias.
Una simple palabra de agradecimiento parecía insuficiente, dado que se había ocupado de su comodidad física y la había tratado con corrección. Además de haber desnudado su alma ante ella, la había hecho sentirse femenina e importante; había sido como un bálsamo tras el rechazo de Jack.
Sonriendo, _______ se arrodilló en la cama y le ahuecó las mejillas.
—No es mucho..., pero, gracias.
Luego posó su boca en la de él y con un suspiro femenino le rozó los labios antes de apartarse. Eso era realmente extraño. Esa compresión mutua había provocado una ligera llama de deseo. _______ no lo comprendía más de lo que lo comprendía a él. Pero de todas formas estaba agradecida.
—De nada. —Él se apartó, alisándole suavemente la masa de pelo rojizo—. Prueba a descansar ahora. Deberías recuperar fuerzas. Es difícil de creer después de todo lo ocurrido, pero vine hasta aquí porque nadie contestaba al teléfono. Quería deciros que al parecer el acosador ha abandonado Lousiana. Dile a Joe, porque yo estaré demasiado ocupado pateándole el trasero, que ese bastardo destrozó la casa de tu novio hace tres días, y que intentó prenderle fuego a tu casa en L. A. ayer.
—Oh, Dios mío —Pobre Brandon. Estaba tan orgulloso de esa casa y no tenía por qué haberse metido en este lío por ella. Sólo intentaba ayudarla. Y su propia casa... —¡Maldito sea!
—Lo sé —la tranquilizó Deke—. Es un asco. Pero lo bueno es que, estando tan furioso como está, si ese bastardo supiera dónde te encuentras ahora mismo, ya estaría aquí, no yendo de un lado a otro del país destruyendo tus propiedades.
Deke tenía razón, y parecía corroborar el razonamiento de que Reggie era el acosador. No se había molestado en llamarla desde hacía dos días, y él era una de las pocas personas que sabían que ella estaba en Lousiana. Además, nunca había tenido lo que se llama un buen carácter. ¿Estaría loco? ¿Obsesionado? Probablemente las dos cosas a la vez. _______ suspiró.
Hasta ahora había estado a salvo porque se había quedado con Joe. Pero esta noche las cosas habían cambiado. Dado el rechazo de Joe — otro hombre más que la había desairado después de conocer sus fantasías—, y la información de Deke, ella tenía que empezar a valerse por sí misma.
Si Reggie ya había dado el primer paso, quizás... quizás fuera el momento de que ella también tomara cartas en el asunto.
Joe había imaginado que Deke saldría al porche trasero, donde la noche se cernía sobre el pantano y el aire frío de febrero erizaba su piel desnuda. Después de tomar una larga ducha, se había puesto la bata que _______ había dejado colgada en la puerta del cuarto de baño. Esa maldita cosa olía a ella, lo que lo volvía a poner increíblemente duro.
Intentando borrar de su mente la sensación del apretado ano de _______ en torno a su polla y su expresión de dolor cuando salió disparado del cuarto de juegos, Joe agarró la botella de cerveza y se volvió hacia su amigo para recibir la reprimenda que sabía que se merecía.
—No hace falta que digas nada —le aseguró Joe, tomando un largo trago de cerveza.
—Ya, pero quiero hacerlo. —Deke se acomodó en la silla de al lado y lo fulminó con la mirada—. Te has comportado como un cabrón.
—Tienes razón. _______ sólo... me dejó noqueado. No tenía ni idea de que tuviera fantasías sobre un ménage. Apenas puede aceptar la idea de someterse a mí. Que haya pensando en ser poseída por dos hombres... —Se encogió de hombros—. Fue como si me pegara un tiro. Reaccioné sin pensar.
—Traicionaste su confianza y no cumpliste ninguna de las promesas que le hiciste.
—No lo niego. —Joe se pasó una mano por la cara cansada—. Maldita sea. Ya es malo que le haya dado la espalda, pero estuve a punto de castigarla por tener esa fantasía. Lo más probable es que se sienta miserable y rechazada.
—No quieres compartirla.
—No, no quiero —admitió Joe, bebiendo otro largo trago de cerveza. Con aire distraído se preguntó cuánto le llevaría emborracharse para dejar de preocuparse por haberse comportado como un asno.
—¿Por Kayla?
Nada como poner el dedo sobre la llaga. Su ex había traicionado los votos matrimoniales con uno de sus mejores amigos, retorciéndole las entrañas con una furia que llevaba años alimentando con ira y odio. Ahora esa vieja herida volvía a abrirse al pensar en otro hombre tocando a _______. Maldita sea, Kayla ni siquiera le había importado demasiado, y sin embargo, al descubrir que otro hombre se la había tirado, se había llenado de una rabia asesina.
Pero _______ le importaba y mucho.
—En lo que se refiere a _______ soy un egoísta bastardo que quiere conservar para sí todo ese dulce descaro, esa sumisión y esa dulce sonrisa. Quiero ser el único hombre que acaricie ese hermoso pelo de fuego, y el único que ella tome con su boca. Quiero ser el único que sepa cómo sabe su sexo, el único que sienta cómo se cierra su culo sobre su polla. —Soltó un largo suspiro—. Pero no es lo que ella quiere.
—¿Amas a esa chica?
Joe cerró los ojos apretándolos, mientras agarraba la botella fría con tal fuerza que se preguntó si la rompería. ¿Cómo podía contestar a eso cuando jamás había experimentado antes el amor? Se sentía eufórico cuando ella era feliz, y sombrío ante su tristeza; estaba dispuesto a matar a todo aquel que la amenazara, y se daría de tortas por haber maldecido sus deseos y aplastado su floreciente sexualidad. Así que...
—Sí, estoy seguro de que ése es el caso. Desde el principio todo ha sido diferente con ella —soltó una risa amarga—. Maldita sea, incluso soñé con ella antes de conocerla. Con su cuerpo, su olor, la manera en que me hace sentir. Desde el principio sentí como si me tuviera cogido por las pelotas, pero en realidad lo que ha atrapado es mi corazón.
—Tienes que hacer lo que sea mejor para ella.
—Yo no.... —Lanzó un nuevo suspiro y añadió—: Tengo intención de reclamarla, y sé que es responsabilidad mía cumplir cada uno de sus deseos. Pero sinceramente, no sé si podría ver cómo alguien, tú por ejemplo, la posee y contenerme para no arrancarle las pelotas.
—Si la amas y quieres verla feliz, tienes que darle lo que necesita. O jamás se sentirá completa y lo que tengas con ella será una mentira.
Tan tranquilo, tan cabal. ¡Maldito Deke!
—De lo contrario —continuó Deke—, siempre habrá una parte de ella que guardará para sí, algo que no te dará jamás a no ser que la satisfagas por completo.
—¿Una parte de ella que guardará para sí? — Joe se quedó paralizado. Un nudo de aprensión le retorció el vientre. Aún no había logrado llegar hasta ella por completo. Lo había esperado... pero no había sido así. Al parecer, había esperado en vano. ¿Cómo podía hacerla suya si ella no se rendía por completo?
Pero entonces las palabras de Deke le recordaron que ella ya había puesto de su parte. Él tendría que poner de la suya.
—Vamos, Joe. Ya sabes de qué hablo ¿no? ¿No lo has visto? ¿No lo has sentido?
— ¿Te produce algún tipo de perverso placer tener razón y echármelo en cara? — Joe suspiró y bebió otro largo sorbo de cerveza fría—. ¿Dónde está ________?
—La he metido en la cama, sana y salva, y espero que se haya dormido. Parecía cansada.
—Y seguro que te has aprovechado.
Deke sonrió ante el gruñido de Joe.
—Podría haberlo hecho. Es una mujer muy hermosa.
Joe también sabía eso sin lugar a dudas. Aunque no le gustaba que Deke la tocara, no podía más que culparse a sí mismo por haberla abandonado. Así que lo dejó pasar. Por esa vez.
—_______ es como una suave caricia en la polla y una patada en el trasero a la vez—masculló Joe.
—No eres el único hombre que la ama. Tiene novio en Houston, ¿recuerdas?
Brandon. ¡Menudo hijo de perra! Como si necesitase la complicación que suponía ese gilipollas.
—Sí.
—¿Qué vas a hacer con él? Mientras siga en escena, ella no será tuya.
—Gracias por recordármelo —gruñó con sarcasmo.
Arrebatársela a Brandon podría ser la mejor venganza de todas, mucho mejor que enviar un vídeo de ellos dos follando por correo electrónico. Pero esa no era la razón por la que Joe estaba tan determinado a conquistarla. Ni de lejos.
Sencillamente, la quería para él. Hoy, mañana, todos los días de su vida. Suya para siempre.
Deke se levantó con una extraña sonrisa en la cara.
—¿Para qué son los amigos?
«Cierto», pensó, observando cómo Deke bajaba las escaleras, se metía en el bote y se alejaba del embarcadero.
Durante unos interminables momentos, Joe siguió allí sentado. Y maldita sea, ni siquiera lograba emborracharse. Así que intentó lidiar con todos esos sentimientos que le estrujaban las entrañas: miedo, cólera, posesividad, celos, determinación, preocupación, necesidad..., amor.
Cuando sintió los pies congelados, el estómago comenzó a gruñirle y pensó que _________ habría descansado lo suficiente para hablar, entró en la casa, tiró la botella de cerveza vacía, y se dirigió al dormitorio.
Sólo que no encontró a _______.
El perfume a ella que se desvanecía en la habitación le dijo que no estaba allí desde hacía tiempo. El rubí que le había dado yacía abandonado en la almohada, y decía, con más eficacia que las palabras, que ella se había marchado.
La había perdido antes de tenerla.
Y si no la encontraba con rapidez, podría perderla para siempre a manos de ese loco acosador.
aranzhitha
Re: "Dominada por el deseo" (Joe y tu) Terminada
Capítulo 14
—Puedes salir —dijo Deke, con la risa burbujeando en su voz.
_________ se quedó rígida bajo la lona que había en el suelo del pequeño bote. Deke estaba hablando con ella. ¡Maldición! ¿Cómo demonios había sabido que estaba allí?
Se interrumpió el rítmico movimiento de los remos, y el bote se detuvo; las turbias aguas del pantano golpearon el casco metálico de la embarcación. ¿Habían llegado ya al embarcadero de Lafayette?
—Sé que estás ahí, _________ —dijo Deke mientras levantaba la lona.
La fría brisa de la noche azotó de repente el cuerpo medio desnudo de ________ mientras levantaba la vista hacia Deke. La luna plateada iluminaba a contraluz la imponente figura masculina, oscureciendo sus pómulos angulosos y fuertes y la barbilla cuadrada. La diversión asomaba a sus rasgos.
—¿Cómo lo has sabido?
—Tuve que pasar por encima de ti para meterme en el bote —dijo riéndose—. Aunque la lona hubiera logrado ocultarte, en cuando empujé el bote se hizo evidente que había alguien más a bordo. Y alguien no muy grande. Así que eras mi única sospechosa.
Maldita sea, había intentado alejarse de Joe, y del mar de problemas en que se había convertido su vida, sin que nadie se enterara.
Con una risa ahogada, Deke se inclinó y la ayudó a ponerse en pie.
—Muñeca, pareces encantadoramente frustrada. No te lo tomes a mal. Nosotros, los de las Fuerzas Especiales, siempre prestamos atención a los pequeños detalles. Nunca se sabe cuando eso te salvará la vida. —Se encogió de hombros—. Joe te habría oído salir por la ventana del dormitorio si no hubiera estado sentado en el porche ahogando sus penas con cerveza.
El viento la azotó de nuevo, y _______ se estremeció. El enorme pantalón de chándal de Joe, la camisa de algodón que llevaba atada sobre el ombligo y los finos calcetines no eran suficiente protección contra la fría brisa húmeda. No debían de estar a más de cinco grados de temperatura.
—No voy a volver.
—No tienes por que hacerlo.
_______ se rodeó con los brazos, intentando protegerse del frío y sospechando que la respuesta de Deke tenía doble sentido.
—Bien. Sólo quiero recoger mi bolso, encontrar el coche y alejarme de aquí tanto como sea posible.
— ¿Quieres decir alejarte de Joe?
— ¿Vas a decírselo?
Él se encogió de hombros.
—Sólo si está demasiado borracho como para averiguarlo por sí solo. Pero no tardaré mucho en recibir noticias suyas, así que no tendré que avisarle.
—Borracho o sobrio no vendrá a por mí.
—Dale una hora, dos como mucho. —Le echó un vistazo a su reloj—. Apuesto a que no tarda más de cuarenta y cinco minutos.
Ella no lo creía posible. ¿Acaso Deke estaba ciego o era estúpido?
—Ese hombre me dejó tirada después de haberle provocado un shock.
—¿Le provocaste un shock? —Deke se rió—. Sería divertido, pero es imposible. Simplemente lo sorprendiste. Se marchó para pensar. Si hubiera creído por un segundo que él no vendría a por ti, te habría dejado con él en el pantano.
Deke creía en serio que Joe volvería a por ella. Esa misma noche. ¿Estaría decepcionado? ¿O se alegraría de no tener que hacer más de canguro de ella?
Pero eso ahora no importaba. Tenía que salir de allí, alejarse de los pantanos y de Lafayette, y de Joe, antes de que hiciera algo que terminaría lamentando más tarde.
—¿Por qué? Yo quiero irme. ¿Por qué me dejarías con un hombre que no quiere estar conmigo?
La brisa fría de febrero se abrió paso entre las delgadas ropas de ______, dejándola helada. Se arrebujó un poco más entre sus propios brazos.
—¿Que no te quiere? —preguntó Deke con incredulidad mientras se sacaba la sudadera por la cabeza—. Mujer, no sabes nada sobre los hombres. Cuando Joe aparezca, cosa que no tardará en hacer, pregúntale por qué te ha seguido.
______ intentó seguir la conversación sin ponerse a babear. Cada centímetro esculpido del torso de Deke estaba gloriosa y dolorosamente desnudo. Fue consciente de lo duro y fornido que era. ¡Ese hombre era enorme! Qué hombros. Tenían que medir cerca de un metro de ancho. Cielo santo, menos mal que sabía que Deke no pensaba hacerle daño, de otra manera, estaría aterrada de encontrarse a solas con él.
—Levanta los brazos —ordenó él.
—Te vas a morir de frío.
Él negó con la cabeza.
—Tengo una de reserva en el Hummer. Levanta los brazos.
Esta vez, ella accedió. El calor que prometía la prenda era demasiado atrayente para negarse. La sudadera envolvió su cuerpo como una nube cálida y suave que se extendió más allá de las yemas de sus dedos y casi hasta sus rodillas.
Deke se rió.
—Eres muy menuda, muñeca. Con mi sudadera pareces mi hermanita pequeña.
Sin saber si reír o llorar, _________ salió del bote y subió al embarcadero de madera. Deke amarró la embarcación y la siguió.
—En cuanto termines de reírte a mi costa, me gustaría que me llevaras a Las Sirenas Sexys para recuperar mi bolso y alejarme de todo esto.
Deke arqueó una ceja leonada.
—Ya sabes que ése es el primer lugar donde Joe te irá a buscar.
—Bueno, entonces tenemos que apurarnos para que no me pille si sale a buscarme —«Si lo hace, claro».
—Su carroza, milady —dijo señalando, con una pícara y brillante sonrisa, un Hummer H3 lleno de suciedad aparcado a unos tres metros. Las llantas de la enorme camioneta tenía casi la misma altura de __________.
Ella bufó. Como si un tío tan grandote necesitara tener un vehículo tan intimidador. Era excesivo.
En cuanto él desbloqueó las puertas con una llave-mando que sacó del bolsillo, le abrió la puerta del acompañante y la ayudó a subir al vehículo. No podía llamarlo «coche». Era más como un tanque con asientos de cuero y GPS.
Cuando se acomodó en el asiento, él cerró la puerta. ______ agradeció no seguir sometida a ese terrible aire frío.
Detrás de ella, se abrió y cerró una puerta. Unos momentos des-pués, Deke subió al asiento del conductor con una sudadera de West Point y una sonrisa.
Camino de Las Sirenas Sexys, ______ le pidió que la dejara en la puerta trasera. Lo último que necesitaba era atravesar el local lleno de gente con un chándal de Joe, una sudadera de Deke y sin sujetador ni zapatos. Lo más probable es que pareciera recién salida de una fiesta universitaria.
—Como si fuera a dejarte sola. —La voz de Deke destilaba sarcasmo—. Creemos que tu amiguito el francotirador está en California. Pero no es seguro. Hasta que no sepamos con certeza dónde está, no pienso arriesgarme.
No había manera de rebatir ese argumento. Era mejor ir con cuidado que lamentarlo más tarde. Quería creer que Reggie estaba todavía en California, despotricando porque ella hubiera desaparecido, pero quién podía saberlo...
Deke aparcó el Hummer en el callejón trasero, luego la ayudó a salir. Se detuvieron ante la puerta trasera y Deke llamó con el puño. Una nueva ráfaga de aire helado recorrió el callejón. A ______ le castañearon los dientes. Siendo de Los Angeles no podía soportar aquel frío. Sin decir palabra, Deke movió su cuerpo para protegerla del gélido aire y la rodeó con los brazos.
Alyssa abrió la puerta y clavó los ojos en ellos con una mirada sorprendida que cambió con rapidez por una de decepción.
—Vaya, pero si es He-Man.
La sexy propietaria del club vestía esa noche un corsé negro de cuero que rozaba la ilegalidad y una minifalda a juego que dejaba al descubierto esas piernas interminables embutidas en unas medias de liga. Dio un paso atrás sobre sus tacones de aguja para dejarlos entrar. La música retumbaba en la pequeña trastienda del club. Era difícil pasar por alto la letra de la canción, una melodía de los ochenta sobre chicas calientes que necesitaban amor.
Entraron y Deke cerró la puerta tras ellos.
—Pero si es mi bailarina favorita pole dance. ¿Qué tal te va?
Alyssa se retiró el pelo color platino de la cara y miró a Deke con desdén.
—Bueno hasta ahora me creía afortunada de no recibir noticias tuyas o de tu primo. La última mujer que estuvo con vosotros no pudo caminar en una semana.
—No tienes por qué preocuparte. Preferimos a las damas.
La ex-stripper se puso rígida.
—Te voy a joder vivo.
Deke se encogió de hombros.
—No me importaría, pero no eres el tipo de Luc. Gracias de todas formas.
—No me estaba ofreciendo —explotó la mujer—. La próxima vez que quieras algo, envía a tu primo. Al menos es educado.
Así dejaba claro que Deke no lo era. ¿Qué les pasaba a esos dos? ________ observaba la escena con el ceño fruncido. Alyssa y Deke se caían realmente mal. Muy mal.
—Odio interrumpir —intervino ______ entre dientes—, pero ¿puedo recuperar mi bolso, Alyssa?
La mujer la miró.
—¿_______? Caramba, lo siento, no te había reconocido con el pelo rojo y... ¿qué demonios llevas puesto?
—Un chándal de Joe y una sudadera de Deke.
La expresión de Alyssa sugería algo no apto para menores.
________ se sonrojó de vergüenza y cólera.
—No es lo que piensas, pero no preguntes. Sólo quiero recuperar mi bolso y salir de aquí.
—¿Encontró Joe al tío que te perseguía?
—No, pero creemos que está en California buscándome dado que ayer le prendió fuego a mi casa.
Alyssa la agarró de la mano.
—Yo no estaría tan segura, cariño. Ven conmigo. Y tú también, musculitos de esteroides.
________ la siguió por un estrecho pasillo que desembocaba en una oficina. Deke las siguió, refunfuñando que él jamás había usado esteroides. _____ no le prestó atención. ¿Sabía Alyssa algo nuevo del acosador?
La mujer cerró la puerta de la pequeña oficina. Ah, estaba insonorizada. Qué alivio.
Se dirigió detrás del escritorio con unas zancadas sorprendentemente largas y seguras a pesar de los altísimos tacones, y cogió un sobre grande. Era un sobre familiar de papel de manila. Sin franquear.
A ______ se le cayó el alma a los pies.
—Llegó esta mañana. Al parecer, la indigente que lo trajo dijo que un hombre le pagó para que lo entregara en mano. Habría llamado a Joe para decírselo, pero hoy estuve en Nueva Orleáns. Acabo de regresar y verlo.
Con manos temblorosas, ___________ abrió el sobre y sacó las fotos. Sólo había dos, habían sido tomadas en Las Sirenas Sexys el día que Joe la había llevado allí para ocultarla y disfrazarla. ¿Hacía sólo tres días de eso? Habían ocurrido tantas cosas desde entonces que parecía que había pasado toda una vida.
La primera foto mostraba a Joe, con los dedos curvados sobre la cadera de _______ y la palma de la mano sobre la curva de su trasero. Tenía la boca justo sobre su oreja. _______ se estremeció al recordar aquella voz hipnótica y la sombra de la barba que le cubría la cara que atentaban contra sus sentidos.
Se tragó el nudo de pesar y anhelo mientras pasaba a la siguiente foto. La impresión la dejó sin aliento.
Joe la agarraba por la nuca y la mantenía inmóvil bajo la firme acometida de su boca. La devoraba con los ojos cerrados. La foto fija había captado la agresividad, la posesividad de sus dedos en el frágil cuello femenino, la presión de sus hombros, como si estuviera determinado a acercarse tanto a ella como fuera posible. Su boca, completamente abierta, devoraba la de ella. __________ no pudo evitar mirar fijamente la foto; en ella abrazaba a Joe por el cuello, apretando los pechos contra su tórax y abriendo los labios con ansia para saborear todo lo que ese beso pudiera ofrecerle. No sólo aceptándolo, sino deseándolo ardientemente. Se estremecía con sólo mirarla.
Deke soltó un silbido.
—Menudo beso.
—Sí, jamás había visto a Joe tan concentrado en algo que no requiriera unas esposas —comentó Alyssa con franqueza.
_______ le dirigió una mirada atormentada. Por supuesto que Alyssa se había acostado con Joe. Probablemente más de una vez. ¿Qué mujer en su sano juicio no lo habría hecho teniendo la oportunidad al alcance de su mano? Además, no hacia falta más que mirar a la exótica criatura vestida de cuero negro y con una brillante cascada de cabello platino que exudaba sexualidad por todos sus poros para que ________ se sintiera como un patito feo... con ropas enormes, pecas y llena de represión.
Dios, tenía que alejarse de allí. Si se quedaba lo suficiente como para ver a Joe tocar a ésa o a otra mujer, la imagen la destrozaría. No tenía dudas. Había confiado en Joe, le había abierto el corazón, revelándole más de si misma de lo que nunca le había revelado a otro hombre. Él le importaba. No, era mucho más que eso. Pero no quería pensar en ello.
Era una estúpida, eso es lo que era.
—Si tanto te interesan las esposas, puedo conseguirte un par de ellas —dijo Deke intentando picar a Alyssa.
La rubia se burló:
—Ya te gustaría.
Esa conversación la estaba poniendo de los nervios. No tenía ni idea de por qué Deke seguía pinchando a Alyssa, pero tampoco le importaba.
—¿Has llamado a Joe? —inquirió ________.
Alyssa la miró con el ceño fruncido.
—No. Iba a hacerlo ahora.
______ sacudió la cabeza.
—Espera a que me vaya. Quiero estar bien lejos antes de que aparezca.
—Muñeca, no puedes irte con ese tío suelto por ahí. Podría estar esperándote.
Ella intentó no estremecerse ante esa alarmante posibilidad.
—Tengo que irme. Estoy exhausta, quiero estar sola y dormir un poco. Mañana...
—Mañana podría ser muy tarde. Tienes que esperar a Joe y enseñarle esas fotos. Deja que te proteja.
—Esta noche estaré bien. Mañana por la mañana haré varias llamadas y contrataré a alguien para protegerme. —Miró a Alyssa—. ¿Puedes darme mi bolso, por favor? Necesito el carnet de conducir, las llaves del coche, dinero...
—¿Y qué pasa con la nota? —preguntó la rubia.
—¿La nota?
Alyssa cogió el sobre de las manos de ______ y metió la mano hasta el fondo para coger una nota doblada.
—Esta nota.
La tensión se apoderó de ______ mientras cogía el papel y lo desdoblaba.
«Me perteneces a mí. Sólo a mí. Te mataré antes de que otro hombre vuelva a tocarte».
La brevedad y la osadía de esas palabras la dejaron helada. Tenía que ser Reggie. _____ se cubrió la mano con la boca y sintió que le temblaban las rodillas.
Deke la agarró antes de que sus piernas cedieran y cayera al suelo. Alyssa apareció delante de ella con la preocupación y la confusión reflejadas en su rostro.
—Deja que llame a Joe. Tiene que saber esto.
—No, no tiene por qué saberlo. —______ apartó la mirada, conteniendo las lágrimas que aparecieron de repente en sus ojos.
Alyssa se acercó a ella y le levantó la barbilla con una mano sorprendentemente fuerte a pesar de esas largas uñas con manicura francesa.
—Bueno, ahora sí que voy a llamarle para echarle una buena bronca. ¿Cómo diantres te ha roto el corazón en tan sólo tres malditos días?
—No creo que sea unilateral —aclaró Deke.
Deke estaba equivocado, resolvió ______. Ya había oído bastante de esos dos.
________ se apartó de ellos y se dirigió a la puerta. Estaba cansada y enfadada. Quería darse una ducha y dormir profundamente. Pero hasta que no saliera de allí, no conseguiría hacer ninguna de las dos cosas.
Si Reggie había conseguido entregarle ese sobre a Alyssa, quería decir que él todavía estaba resuelto a matarla. Lo más probable era que estuviera por allí. Sabía con quién y cuándo había dejado el club. Razón de más para no quedarse con Jack, para buscar un nuevo guardaespaldas.
Tenía que salir de allí YA.
—¡Dame el maldito bolso! —gritó—. Me marcho.
Alyssa levantó las manos en un gesto de rendición y volvió al escritorio. Se levantó el dobladillo de la minifalda, revelando un juego de ligueros negros. De un lazo de raso rojo colgaba una pequeña llave oculta debajo del liguero. Tiró del lazo y la llave cayó en su mano.
Dirigiendo una mirada burlona a Deke, Alyssa cerró el puño sobre la llave, se alisó la minifalda y abrió el cajón del escritorio. Luego le tendió el bolso a _______.
—Déjame llamar a Joe antes de que te vayas.
—Estaré bien. Deke puede acompañarme al coche para recuperar mis cosas y asegurarse de que no me ocurre nada. Luego decidiré qué hacer.
_________ no esperó respuesta de ninguno de los dos. Salió con rapidez de la oficina y se dirigió a la salida trasera. Estaba oscuro. Podía esperar en las sombras del callejón.
Unos momentos después, oyó el ruido de los pasos de Deke a sus espaldas.
—Me quedaré contigo esta noche, hasta que encuentres un nuevo guardaespaldas.
¿Para que luego le dijera a Joe dónde estaba y viniera a calentarle el trasero por haber huido de él?
—Acompáñame sólo hasta el coche. Cogeré mis cosas y llamaré un taxi para mayor seguridad. A partir de ahí no seré responsabilidad tuya.
—Si hago eso, Joe me matará —masculló.
—Si no lo haces, te mataré yo. Te retorceré las pelotas.
Aunque ________ era dolorosamente consciente de que no podía cumplir esa amenaza, se sintió aliviada cuando Deke sacudió la cabeza y suspiró.
Condujo hasta el coche de Brandon, se detuvo al lado y se apoyó en el volante.
—Lo que hizo Joe estuvo mal, _____. No voy a negarlo. Él lo sabe. Pero ese gilipollas que te vigila es peligroso. Y es posible que haya cogido un avión hasta aquí. Déjame llamar a Joe. Él puede protegerte hasta...
—Maldita sea. ¿Qué es lo que no entiendes?
—¿Y si ese psicópata te encuentra? Ha intentado matarte una vez. Volverá a intentarlo. Ya has visto esa nota.
—Soy una adulta bastante inteligente. Puedo esconderme yo sola esta noche. Mañana ya veré lo que hago. Joe no es el único que puede protegerme.
—Es quien más se preocupa por ti. Haría cualquier cosa para cuidarte, incluso daría la vida por ti.
—Todos los guardaespaldas corren ese riesgo.
Deke asintió con la cabeza.
—La diferencia es que en nuestro trabajo nos pagan por arriesgar la vida. Pero Joe te salvaría sin pedir nada a cambio.
—No, no es así. —______ negó con la cabeza, molesta por el temor y la alegría que burbujeaban en su interior—. Tendría que amarme para...
—Te ama.
«¿Sería posible?», susurró una vocecita en su cabeza. Una entrevista había conducido a su acuerdo para protegerla y luego a algo... más. Se vio bombardeada por imágenes de Joe; protegiéndola de las balas, empalándola contra la puerta, bromeando con su abuelo, alentándola a aceptar su sumisión y luego hacer que maldijera sus fantasías cuando la abandonó.
Joe no la amaba. Deke estaba equivocado y no iba a convencerla de lo contrario.
Se quitó la sudadera de Deke, se la devolvió y recogió su bolso.
—Estaré bien.
—No creo que subirte a este coche sea seguro. Sabe Dios lo que ese lunático podría haberle hecho. ¿Por qué no dejas que te lleve a algún sitio hasta que podamos examinarlo?
Y luego, en cuanto se diera la vuelta, le diría a Jack dónde estaba.
—Gracias, pero llamaré a un taxi.
Con un largo suspiro de derrota, Deke apagó el motor del Hummer.
—Al menos déjame comprobar que ese bastardo no ha manipulado el coche.
Por mucho que lo deseara, ______ no podía discutirle eso. Asintió con la cabeza.
Deke bajó de un salto y rodeó el vehículo para abrirle la puerta. La cogió por la cintura y la sacó del coche. Sus manos tardaron en soltarla.
—¿Estás segura?
—Sí. —Tenía un acosador dispuesto a matarla, pero podría contratar a alguien muy grande y muy feo que velara por ella, regresar a casa, y comenzar a rodar los nuevos programas de Provócame.
En la mirada de ________ asomó algo parecido a una helada determinación.
—No puedo quedarme.
_______ buscó las llaves en su pequeño bolso recién recuperado, y maldijo entre dientes cuando Deke chocó con ella y desparramó la mitad del contenido por la calle oscura. Dios, ¿es que no podía salir nada bien?
—Lo siento. He tropezado. —Deke se inclinó y recogió un cepillo, la cartera, su loción de manos, y lo metió todo de nuevo en el bolso—. Ya está.
________ abrió el maletero de Brandon después de que Deke hubiera comprobado el vehículo por dentro y por fuera, luego apagó la alarma. Con un suave juramento, él llamó a un taxi mientras ella cogía sus pertenencias del maletero.
—Gracias. —No logró que su voz sonara más alta que un susurro.
—Espero que volvamos a vernos en otra ocasión.
Palabras sinceras. No eran nada del otro mundo, ni tampoco una invitación. Una enorme oleada de decepción la inundó.
__________ asintió y observó cómo el coche de Deke se alejaba con lágrimas ardientes resbalando por sus mejillas mientras la cruda verdad se abatía sobre ella: jamás volvería a ver a Deke. Peor aún, nunca volvería a ver a Joe. Sólo lo conocía desde hacía unos días, pero se sentía como si estuviera dejando atrás una parte de sí misma, como si le hubieran arrancado el corazón.
Perfecto. Así era ella. Había tenido que dejar a Joe, para darse cuenta de que estaba enamorada de él.
Gracias a Dios el taxi llegó unos momentos más tarde y la sacó de su ensimismamiento.
Exhausta, _________ inspeccionó la enorme cama estilo europeo de un bed & breadfast en las afueras de un pueblo, con el neceser en una mano y el portátil en la otra. Había escogido para pasar la noche un pequeño vagón reconvertido en casita que no era visible desde la carretera, y que tenía un jacuzzi y una puerta trasera por donde salir pitando en caso de que fuera necesario. Era un lugar solitario, con un patio con verjas. El dueño había jurado que allí jamás había ocurrido nada en los veinte años que llevaba dirigiendo el lugar y a ______ eso le sonó a gloria bendita. Quería acostarse y dormir una semana entera y esa noche, era precisamente lo que pensaba hacer.
Pero antes tenía que hacer unas cuantas cosas.
Sacó el portátil, se dejó caer en la enorme cama y le envió un correo a Brandon. Le explicaba lo ocurrido con su casa y prometía regresar a Houston para encargarse de las reparaciones. Le decía que estaba viva y segura y que Joe la había estado protegiendo. Le dio el nombre del motel por si podía ponerse en contacto con ella, y poco más. ¿Cómo explicarle al ultraresponsable Brandon que estaba siendo acosada por un desconocido? Luego, tras suplicarle que permaneciera a salvo en Irak, cogió el móvil. Había leído en internet que algunas veces enfrentarse a un acosador con firmeza conseguía que éste desistiera de su acoso. Tal vez ese método surtiera efecto con Reggie. Pero una mirada al móvil fue suficiente para saber que esa noche no iba a poder llamarlo. Su teléfono estaba muerto. ¡Maldición!
Resignada, decidió que tendría que esperar a la mañana siguiente, así que se dirigió al baño para tomarse una ducha caliente.
Veinte minutos y dos botes de champú de muestra más tarde, _________ salió del encantador cuarto de baño.
Pero ya no estaba sola.
—Puedes salir —dijo Deke, con la risa burbujeando en su voz.
_________ se quedó rígida bajo la lona que había en el suelo del pequeño bote. Deke estaba hablando con ella. ¡Maldición! ¿Cómo demonios había sabido que estaba allí?
Se interrumpió el rítmico movimiento de los remos, y el bote se detuvo; las turbias aguas del pantano golpearon el casco metálico de la embarcación. ¿Habían llegado ya al embarcadero de Lafayette?
—Sé que estás ahí, _________ —dijo Deke mientras levantaba la lona.
La fría brisa de la noche azotó de repente el cuerpo medio desnudo de ________ mientras levantaba la vista hacia Deke. La luna plateada iluminaba a contraluz la imponente figura masculina, oscureciendo sus pómulos angulosos y fuertes y la barbilla cuadrada. La diversión asomaba a sus rasgos.
—¿Cómo lo has sabido?
—Tuve que pasar por encima de ti para meterme en el bote —dijo riéndose—. Aunque la lona hubiera logrado ocultarte, en cuando empujé el bote se hizo evidente que había alguien más a bordo. Y alguien no muy grande. Así que eras mi única sospechosa.
Maldita sea, había intentado alejarse de Joe, y del mar de problemas en que se había convertido su vida, sin que nadie se enterara.
Con una risa ahogada, Deke se inclinó y la ayudó a ponerse en pie.
—Muñeca, pareces encantadoramente frustrada. No te lo tomes a mal. Nosotros, los de las Fuerzas Especiales, siempre prestamos atención a los pequeños detalles. Nunca se sabe cuando eso te salvará la vida. —Se encogió de hombros—. Joe te habría oído salir por la ventana del dormitorio si no hubiera estado sentado en el porche ahogando sus penas con cerveza.
El viento la azotó de nuevo, y _______ se estremeció. El enorme pantalón de chándal de Joe, la camisa de algodón que llevaba atada sobre el ombligo y los finos calcetines no eran suficiente protección contra la fría brisa húmeda. No debían de estar a más de cinco grados de temperatura.
—No voy a volver.
—No tienes por que hacerlo.
_______ se rodeó con los brazos, intentando protegerse del frío y sospechando que la respuesta de Deke tenía doble sentido.
—Bien. Sólo quiero recoger mi bolso, encontrar el coche y alejarme de aquí tanto como sea posible.
— ¿Quieres decir alejarte de Joe?
— ¿Vas a decírselo?
Él se encogió de hombros.
—Sólo si está demasiado borracho como para averiguarlo por sí solo. Pero no tardaré mucho en recibir noticias suyas, así que no tendré que avisarle.
—Borracho o sobrio no vendrá a por mí.
—Dale una hora, dos como mucho. —Le echó un vistazo a su reloj—. Apuesto a que no tarda más de cuarenta y cinco minutos.
Ella no lo creía posible. ¿Acaso Deke estaba ciego o era estúpido?
—Ese hombre me dejó tirada después de haberle provocado un shock.
—¿Le provocaste un shock? —Deke se rió—. Sería divertido, pero es imposible. Simplemente lo sorprendiste. Se marchó para pensar. Si hubiera creído por un segundo que él no vendría a por ti, te habría dejado con él en el pantano.
Deke creía en serio que Joe volvería a por ella. Esa misma noche. ¿Estaría decepcionado? ¿O se alegraría de no tener que hacer más de canguro de ella?
Pero eso ahora no importaba. Tenía que salir de allí, alejarse de los pantanos y de Lafayette, y de Joe, antes de que hiciera algo que terminaría lamentando más tarde.
—¿Por qué? Yo quiero irme. ¿Por qué me dejarías con un hombre que no quiere estar conmigo?
La brisa fría de febrero se abrió paso entre las delgadas ropas de ______, dejándola helada. Se arrebujó un poco más entre sus propios brazos.
—¿Que no te quiere? —preguntó Deke con incredulidad mientras se sacaba la sudadera por la cabeza—. Mujer, no sabes nada sobre los hombres. Cuando Joe aparezca, cosa que no tardará en hacer, pregúntale por qué te ha seguido.
______ intentó seguir la conversación sin ponerse a babear. Cada centímetro esculpido del torso de Deke estaba gloriosa y dolorosamente desnudo. Fue consciente de lo duro y fornido que era. ¡Ese hombre era enorme! Qué hombros. Tenían que medir cerca de un metro de ancho. Cielo santo, menos mal que sabía que Deke no pensaba hacerle daño, de otra manera, estaría aterrada de encontrarse a solas con él.
—Levanta los brazos —ordenó él.
—Te vas a morir de frío.
Él negó con la cabeza.
—Tengo una de reserva en el Hummer. Levanta los brazos.
Esta vez, ella accedió. El calor que prometía la prenda era demasiado atrayente para negarse. La sudadera envolvió su cuerpo como una nube cálida y suave que se extendió más allá de las yemas de sus dedos y casi hasta sus rodillas.
Deke se rió.
—Eres muy menuda, muñeca. Con mi sudadera pareces mi hermanita pequeña.
Sin saber si reír o llorar, _________ salió del bote y subió al embarcadero de madera. Deke amarró la embarcación y la siguió.
—En cuanto termines de reírte a mi costa, me gustaría que me llevaras a Las Sirenas Sexys para recuperar mi bolso y alejarme de todo esto.
Deke arqueó una ceja leonada.
—Ya sabes que ése es el primer lugar donde Joe te irá a buscar.
—Bueno, entonces tenemos que apurarnos para que no me pille si sale a buscarme —«Si lo hace, claro».
—Su carroza, milady —dijo señalando, con una pícara y brillante sonrisa, un Hummer H3 lleno de suciedad aparcado a unos tres metros. Las llantas de la enorme camioneta tenía casi la misma altura de __________.
Ella bufó. Como si un tío tan grandote necesitara tener un vehículo tan intimidador. Era excesivo.
En cuanto él desbloqueó las puertas con una llave-mando que sacó del bolsillo, le abrió la puerta del acompañante y la ayudó a subir al vehículo. No podía llamarlo «coche». Era más como un tanque con asientos de cuero y GPS.
Cuando se acomodó en el asiento, él cerró la puerta. ______ agradeció no seguir sometida a ese terrible aire frío.
Detrás de ella, se abrió y cerró una puerta. Unos momentos des-pués, Deke subió al asiento del conductor con una sudadera de West Point y una sonrisa.
Camino de Las Sirenas Sexys, ______ le pidió que la dejara en la puerta trasera. Lo último que necesitaba era atravesar el local lleno de gente con un chándal de Joe, una sudadera de Deke y sin sujetador ni zapatos. Lo más probable es que pareciera recién salida de una fiesta universitaria.
—Como si fuera a dejarte sola. —La voz de Deke destilaba sarcasmo—. Creemos que tu amiguito el francotirador está en California. Pero no es seguro. Hasta que no sepamos con certeza dónde está, no pienso arriesgarme.
No había manera de rebatir ese argumento. Era mejor ir con cuidado que lamentarlo más tarde. Quería creer que Reggie estaba todavía en California, despotricando porque ella hubiera desaparecido, pero quién podía saberlo...
Deke aparcó el Hummer en el callejón trasero, luego la ayudó a salir. Se detuvieron ante la puerta trasera y Deke llamó con el puño. Una nueva ráfaga de aire helado recorrió el callejón. A ______ le castañearon los dientes. Siendo de Los Angeles no podía soportar aquel frío. Sin decir palabra, Deke movió su cuerpo para protegerla del gélido aire y la rodeó con los brazos.
Alyssa abrió la puerta y clavó los ojos en ellos con una mirada sorprendida que cambió con rapidez por una de decepción.
—Vaya, pero si es He-Man.
La sexy propietaria del club vestía esa noche un corsé negro de cuero que rozaba la ilegalidad y una minifalda a juego que dejaba al descubierto esas piernas interminables embutidas en unas medias de liga. Dio un paso atrás sobre sus tacones de aguja para dejarlos entrar. La música retumbaba en la pequeña trastienda del club. Era difícil pasar por alto la letra de la canción, una melodía de los ochenta sobre chicas calientes que necesitaban amor.
Entraron y Deke cerró la puerta tras ellos.
—Pero si es mi bailarina favorita pole dance. ¿Qué tal te va?
Alyssa se retiró el pelo color platino de la cara y miró a Deke con desdén.
—Bueno hasta ahora me creía afortunada de no recibir noticias tuyas o de tu primo. La última mujer que estuvo con vosotros no pudo caminar en una semana.
—No tienes por qué preocuparte. Preferimos a las damas.
La ex-stripper se puso rígida.
—Te voy a joder vivo.
Deke se encogió de hombros.
—No me importaría, pero no eres el tipo de Luc. Gracias de todas formas.
—No me estaba ofreciendo —explotó la mujer—. La próxima vez que quieras algo, envía a tu primo. Al menos es educado.
Así dejaba claro que Deke no lo era. ¿Qué les pasaba a esos dos? ________ observaba la escena con el ceño fruncido. Alyssa y Deke se caían realmente mal. Muy mal.
—Odio interrumpir —intervino ______ entre dientes—, pero ¿puedo recuperar mi bolso, Alyssa?
La mujer la miró.
—¿_______? Caramba, lo siento, no te había reconocido con el pelo rojo y... ¿qué demonios llevas puesto?
—Un chándal de Joe y una sudadera de Deke.
La expresión de Alyssa sugería algo no apto para menores.
________ se sonrojó de vergüenza y cólera.
—No es lo que piensas, pero no preguntes. Sólo quiero recuperar mi bolso y salir de aquí.
—¿Encontró Joe al tío que te perseguía?
—No, pero creemos que está en California buscándome dado que ayer le prendió fuego a mi casa.
Alyssa la agarró de la mano.
—Yo no estaría tan segura, cariño. Ven conmigo. Y tú también, musculitos de esteroides.
________ la siguió por un estrecho pasillo que desembocaba en una oficina. Deke las siguió, refunfuñando que él jamás había usado esteroides. _____ no le prestó atención. ¿Sabía Alyssa algo nuevo del acosador?
La mujer cerró la puerta de la pequeña oficina. Ah, estaba insonorizada. Qué alivio.
Se dirigió detrás del escritorio con unas zancadas sorprendentemente largas y seguras a pesar de los altísimos tacones, y cogió un sobre grande. Era un sobre familiar de papel de manila. Sin franquear.
A ______ se le cayó el alma a los pies.
—Llegó esta mañana. Al parecer, la indigente que lo trajo dijo que un hombre le pagó para que lo entregara en mano. Habría llamado a Joe para decírselo, pero hoy estuve en Nueva Orleáns. Acabo de regresar y verlo.
Con manos temblorosas, ___________ abrió el sobre y sacó las fotos. Sólo había dos, habían sido tomadas en Las Sirenas Sexys el día que Joe la había llevado allí para ocultarla y disfrazarla. ¿Hacía sólo tres días de eso? Habían ocurrido tantas cosas desde entonces que parecía que había pasado toda una vida.
La primera foto mostraba a Joe, con los dedos curvados sobre la cadera de _______ y la palma de la mano sobre la curva de su trasero. Tenía la boca justo sobre su oreja. _______ se estremeció al recordar aquella voz hipnótica y la sombra de la barba que le cubría la cara que atentaban contra sus sentidos.
Se tragó el nudo de pesar y anhelo mientras pasaba a la siguiente foto. La impresión la dejó sin aliento.
Joe la agarraba por la nuca y la mantenía inmóvil bajo la firme acometida de su boca. La devoraba con los ojos cerrados. La foto fija había captado la agresividad, la posesividad de sus dedos en el frágil cuello femenino, la presión de sus hombros, como si estuviera determinado a acercarse tanto a ella como fuera posible. Su boca, completamente abierta, devoraba la de ella. __________ no pudo evitar mirar fijamente la foto; en ella abrazaba a Joe por el cuello, apretando los pechos contra su tórax y abriendo los labios con ansia para saborear todo lo que ese beso pudiera ofrecerle. No sólo aceptándolo, sino deseándolo ardientemente. Se estremecía con sólo mirarla.
Deke soltó un silbido.
—Menudo beso.
—Sí, jamás había visto a Joe tan concentrado en algo que no requiriera unas esposas —comentó Alyssa con franqueza.
_______ le dirigió una mirada atormentada. Por supuesto que Alyssa se había acostado con Joe. Probablemente más de una vez. ¿Qué mujer en su sano juicio no lo habría hecho teniendo la oportunidad al alcance de su mano? Además, no hacia falta más que mirar a la exótica criatura vestida de cuero negro y con una brillante cascada de cabello platino que exudaba sexualidad por todos sus poros para que ________ se sintiera como un patito feo... con ropas enormes, pecas y llena de represión.
Dios, tenía que alejarse de allí. Si se quedaba lo suficiente como para ver a Joe tocar a ésa o a otra mujer, la imagen la destrozaría. No tenía dudas. Había confiado en Joe, le había abierto el corazón, revelándole más de si misma de lo que nunca le había revelado a otro hombre. Él le importaba. No, era mucho más que eso. Pero no quería pensar en ello.
Era una estúpida, eso es lo que era.
—Si tanto te interesan las esposas, puedo conseguirte un par de ellas —dijo Deke intentando picar a Alyssa.
La rubia se burló:
—Ya te gustaría.
Esa conversación la estaba poniendo de los nervios. No tenía ni idea de por qué Deke seguía pinchando a Alyssa, pero tampoco le importaba.
—¿Has llamado a Joe? —inquirió ________.
Alyssa la miró con el ceño fruncido.
—No. Iba a hacerlo ahora.
______ sacudió la cabeza.
—Espera a que me vaya. Quiero estar bien lejos antes de que aparezca.
—Muñeca, no puedes irte con ese tío suelto por ahí. Podría estar esperándote.
Ella intentó no estremecerse ante esa alarmante posibilidad.
—Tengo que irme. Estoy exhausta, quiero estar sola y dormir un poco. Mañana...
—Mañana podría ser muy tarde. Tienes que esperar a Joe y enseñarle esas fotos. Deja que te proteja.
—Esta noche estaré bien. Mañana por la mañana haré varias llamadas y contrataré a alguien para protegerme. —Miró a Alyssa—. ¿Puedes darme mi bolso, por favor? Necesito el carnet de conducir, las llaves del coche, dinero...
—¿Y qué pasa con la nota? —preguntó la rubia.
—¿La nota?
Alyssa cogió el sobre de las manos de ______ y metió la mano hasta el fondo para coger una nota doblada.
—Esta nota.
La tensión se apoderó de ______ mientras cogía el papel y lo desdoblaba.
«Me perteneces a mí. Sólo a mí. Te mataré antes de que otro hombre vuelva a tocarte».
La brevedad y la osadía de esas palabras la dejaron helada. Tenía que ser Reggie. _____ se cubrió la mano con la boca y sintió que le temblaban las rodillas.
Deke la agarró antes de que sus piernas cedieran y cayera al suelo. Alyssa apareció delante de ella con la preocupación y la confusión reflejadas en su rostro.
—Deja que llame a Joe. Tiene que saber esto.
—No, no tiene por qué saberlo. —______ apartó la mirada, conteniendo las lágrimas que aparecieron de repente en sus ojos.
Alyssa se acercó a ella y le levantó la barbilla con una mano sorprendentemente fuerte a pesar de esas largas uñas con manicura francesa.
—Bueno, ahora sí que voy a llamarle para echarle una buena bronca. ¿Cómo diantres te ha roto el corazón en tan sólo tres malditos días?
—No creo que sea unilateral —aclaró Deke.
Deke estaba equivocado, resolvió ______. Ya había oído bastante de esos dos.
________ se apartó de ellos y se dirigió a la puerta. Estaba cansada y enfadada. Quería darse una ducha y dormir profundamente. Pero hasta que no saliera de allí, no conseguiría hacer ninguna de las dos cosas.
Si Reggie había conseguido entregarle ese sobre a Alyssa, quería decir que él todavía estaba resuelto a matarla. Lo más probable era que estuviera por allí. Sabía con quién y cuándo había dejado el club. Razón de más para no quedarse con Jack, para buscar un nuevo guardaespaldas.
Tenía que salir de allí YA.
—¡Dame el maldito bolso! —gritó—. Me marcho.
Alyssa levantó las manos en un gesto de rendición y volvió al escritorio. Se levantó el dobladillo de la minifalda, revelando un juego de ligueros negros. De un lazo de raso rojo colgaba una pequeña llave oculta debajo del liguero. Tiró del lazo y la llave cayó en su mano.
Dirigiendo una mirada burlona a Deke, Alyssa cerró el puño sobre la llave, se alisó la minifalda y abrió el cajón del escritorio. Luego le tendió el bolso a _______.
—Déjame llamar a Joe antes de que te vayas.
—Estaré bien. Deke puede acompañarme al coche para recuperar mis cosas y asegurarse de que no me ocurre nada. Luego decidiré qué hacer.
_________ no esperó respuesta de ninguno de los dos. Salió con rapidez de la oficina y se dirigió a la salida trasera. Estaba oscuro. Podía esperar en las sombras del callejón.
Unos momentos después, oyó el ruido de los pasos de Deke a sus espaldas.
—Me quedaré contigo esta noche, hasta que encuentres un nuevo guardaespaldas.
¿Para que luego le dijera a Joe dónde estaba y viniera a calentarle el trasero por haber huido de él?
—Acompáñame sólo hasta el coche. Cogeré mis cosas y llamaré un taxi para mayor seguridad. A partir de ahí no seré responsabilidad tuya.
—Si hago eso, Joe me matará —masculló.
—Si no lo haces, te mataré yo. Te retorceré las pelotas.
Aunque ________ era dolorosamente consciente de que no podía cumplir esa amenaza, se sintió aliviada cuando Deke sacudió la cabeza y suspiró.
Condujo hasta el coche de Brandon, se detuvo al lado y se apoyó en el volante.
—Lo que hizo Joe estuvo mal, _____. No voy a negarlo. Él lo sabe. Pero ese gilipollas que te vigila es peligroso. Y es posible que haya cogido un avión hasta aquí. Déjame llamar a Joe. Él puede protegerte hasta...
—Maldita sea. ¿Qué es lo que no entiendes?
—¿Y si ese psicópata te encuentra? Ha intentado matarte una vez. Volverá a intentarlo. Ya has visto esa nota.
—Soy una adulta bastante inteligente. Puedo esconderme yo sola esta noche. Mañana ya veré lo que hago. Joe no es el único que puede protegerme.
—Es quien más se preocupa por ti. Haría cualquier cosa para cuidarte, incluso daría la vida por ti.
—Todos los guardaespaldas corren ese riesgo.
Deke asintió con la cabeza.
—La diferencia es que en nuestro trabajo nos pagan por arriesgar la vida. Pero Joe te salvaría sin pedir nada a cambio.
—No, no es así. —______ negó con la cabeza, molesta por el temor y la alegría que burbujeaban en su interior—. Tendría que amarme para...
—Te ama.
«¿Sería posible?», susurró una vocecita en su cabeza. Una entrevista había conducido a su acuerdo para protegerla y luego a algo... más. Se vio bombardeada por imágenes de Joe; protegiéndola de las balas, empalándola contra la puerta, bromeando con su abuelo, alentándola a aceptar su sumisión y luego hacer que maldijera sus fantasías cuando la abandonó.
Joe no la amaba. Deke estaba equivocado y no iba a convencerla de lo contrario.
Se quitó la sudadera de Deke, se la devolvió y recogió su bolso.
—Estaré bien.
—No creo que subirte a este coche sea seguro. Sabe Dios lo que ese lunático podría haberle hecho. ¿Por qué no dejas que te lleve a algún sitio hasta que podamos examinarlo?
Y luego, en cuanto se diera la vuelta, le diría a Jack dónde estaba.
—Gracias, pero llamaré a un taxi.
Con un largo suspiro de derrota, Deke apagó el motor del Hummer.
—Al menos déjame comprobar que ese bastardo no ha manipulado el coche.
Por mucho que lo deseara, ______ no podía discutirle eso. Asintió con la cabeza.
Deke bajó de un salto y rodeó el vehículo para abrirle la puerta. La cogió por la cintura y la sacó del coche. Sus manos tardaron en soltarla.
—¿Estás segura?
—Sí. —Tenía un acosador dispuesto a matarla, pero podría contratar a alguien muy grande y muy feo que velara por ella, regresar a casa, y comenzar a rodar los nuevos programas de Provócame.
En la mirada de ________ asomó algo parecido a una helada determinación.
—No puedo quedarme.
_______ buscó las llaves en su pequeño bolso recién recuperado, y maldijo entre dientes cuando Deke chocó con ella y desparramó la mitad del contenido por la calle oscura. Dios, ¿es que no podía salir nada bien?
—Lo siento. He tropezado. —Deke se inclinó y recogió un cepillo, la cartera, su loción de manos, y lo metió todo de nuevo en el bolso—. Ya está.
________ abrió el maletero de Brandon después de que Deke hubiera comprobado el vehículo por dentro y por fuera, luego apagó la alarma. Con un suave juramento, él llamó a un taxi mientras ella cogía sus pertenencias del maletero.
—Gracias. —No logró que su voz sonara más alta que un susurro.
—Espero que volvamos a vernos en otra ocasión.
Palabras sinceras. No eran nada del otro mundo, ni tampoco una invitación. Una enorme oleada de decepción la inundó.
__________ asintió y observó cómo el coche de Deke se alejaba con lágrimas ardientes resbalando por sus mejillas mientras la cruda verdad se abatía sobre ella: jamás volvería a ver a Deke. Peor aún, nunca volvería a ver a Joe. Sólo lo conocía desde hacía unos días, pero se sentía como si estuviera dejando atrás una parte de sí misma, como si le hubieran arrancado el corazón.
Perfecto. Así era ella. Había tenido que dejar a Joe, para darse cuenta de que estaba enamorada de él.
Gracias a Dios el taxi llegó unos momentos más tarde y la sacó de su ensimismamiento.
Exhausta, _________ inspeccionó la enorme cama estilo europeo de un bed & breadfast en las afueras de un pueblo, con el neceser en una mano y el portátil en la otra. Había escogido para pasar la noche un pequeño vagón reconvertido en casita que no era visible desde la carretera, y que tenía un jacuzzi y una puerta trasera por donde salir pitando en caso de que fuera necesario. Era un lugar solitario, con un patio con verjas. El dueño había jurado que allí jamás había ocurrido nada en los veinte años que llevaba dirigiendo el lugar y a ______ eso le sonó a gloria bendita. Quería acostarse y dormir una semana entera y esa noche, era precisamente lo que pensaba hacer.
Pero antes tenía que hacer unas cuantas cosas.
Sacó el portátil, se dejó caer en la enorme cama y le envió un correo a Brandon. Le explicaba lo ocurrido con su casa y prometía regresar a Houston para encargarse de las reparaciones. Le decía que estaba viva y segura y que Joe la había estado protegiendo. Le dio el nombre del motel por si podía ponerse en contacto con ella, y poco más. ¿Cómo explicarle al ultraresponsable Brandon que estaba siendo acosada por un desconocido? Luego, tras suplicarle que permaneciera a salvo en Irak, cogió el móvil. Había leído en internet que algunas veces enfrentarse a un acosador con firmeza conseguía que éste desistiera de su acoso. Tal vez ese método surtiera efecto con Reggie. Pero una mirada al móvil fue suficiente para saber que esa noche no iba a poder llamarlo. Su teléfono estaba muerto. ¡Maldición!
Resignada, decidió que tendría que esperar a la mañana siguiente, así que se dirigió al baño para tomarse una ducha caliente.
Veinte minutos y dos botes de champú de muestra más tarde, _________ salió del encantador cuarto de baño.
Pero ya no estaba sola.
aranzhitha
Re: "Dominada por el deseo" (Joe y tu) Terminada
Capítulo 15
—¿ Joe? —El estómago se le anudó con fuerza, luego se le cayó a los pies.
Él estaba justo en la puerta del cuarto de baño, grande, fornido y con ganas de pelea, bloqueándole cualquier vía de escape. ________ se humedeció los labios repentinamente secos. Cualquier persona que no lo conociera diría que la expresión de Joe era neutra. Pero ella, que lo conocía bien, se echó a temblar.
—¿Cómo...?
Le echó un vistazo al reloj de la pared por encima del hombro. Deke le había dicho que Joe la encontraría en cuarenta y cinco minutos. Lo había hecho en treinta y siete. Y por lo que veía, a duras penas podía controlar su cólera. Apretaba los puños con fuerza, tenía las venas marcadas en los antebrazos, la mandíbula tensa, las negras cejas fruncidas sobre los reprobadores ojos oscuros. Sin duda había echado de menos todo eso.
Y la rugiente erección que presionaba contra la bragueta de los vaqueros. Pero ése no era todo el interés que tenía en ese demonio.
Joe cogió el bolso de _______, le dio la vuelta y esparció el contenido en una mesa redonda. Cogió un pequeño dispositivo de plástico. Las letras GPS en el dorso le dijeron todo lo que necesitaba saber.
¡Maldición! Deke lo había colado en su bolso, probablemente cuando ella dejó caer el contenido después de que «accidentalmente» Deke tropezara con ella y la «hubiera ayudado» a recoger lo que se había caído. _______ tomó nota mental de darle una bofetada cuando... no, no iba a volver a verlo.
—Deke te ayudó a localizarme —le espetó.
—Te habría encontrado sin importar el tiempo que me hubiera llevado. Sin importar lo que hubiera tenido que hacer. Deke sólo me lo facilitó un poco. De cualquier manera, te seguía los pasos muy de cerca.
________ masculló entre dientes un deseo imposible.
—No, no te dejaré sola. De hecho, tengo que hacerte una pregunta: ¿te has vuelto loca?
—¿Por querer alejarme de ti después de tu precipitada retirada de esta tarde? Pues sí, debo de estar loca.
Él hizo una mueca. Oh, fue algo sutil, pero ella conocía a Joe lo suficiente como para darse cuenta.
—¡Maldita sea! —Se mesó el pelo oscuro y se acercó todavía más—. Alyssa me llamó cuando dejaste el club y me contó lo de las fotos y la nota. Deke me lo confirmó. ¿Qué demonios estabas pensando? ¿O crees que tu peligroso admirador ha recogido los bártulos para marcharse a casita?
—No tenía manera de seguirme hasta aquí. Estaré segura durante un par de noches. Después de eso... —se encogió de hombros—. No eres la única persona del planeta que puede mantenerme a salvo.
Al parecer no le gustó la respuesta, porque avanzó un paso más; un tipo enorme y dominante lleno de cólera y, a pesar de todo, preocupado por ella.
—¿Conoces a algún otro guardaespaldas mejor cualificado? ¿Alguien que sea capaz de protegerte?
—No creo que sea asunto tuyo.
—¿Por qué? ¿Porque antes me comporté como un estúpido? No pongas esa cara de sorpresa. Es cierto, me equivoqué. Y lo lamento.
¿Joe disculpándose? ¿Así sin más? No. Aquello era demasiado bonito para ser verdad. Tenía que haber una trampa por algún lado.
—Sólo te disculpas para que vuelva a comportarme como una niñita buena y deje que me desprecies de nuevo.
—Estoy dispuesto a disculparme para no perderte. Pero me perdones o no, no voy a dejar que ese bastardo se acerque a ti.
________ señaló la habitación vacía.
—Como puedes ver, no hay moros en la costa. No veo ningún psicópata por aquí dispuesto a matarme. Por mí, puedes marcharte.
A Joe le palpitó un músculo en la mandíbula.
—No pienso irme a ningún sitio. Es posible que ese gilipollas te haya seguido hasta aquí desde el local de Alyssa. Puede que haya estado vigilando el club, esperando que aparecieras por allí. ¿O no has pensado en ello?
____ odiaba admitir que él pudiera tener tazón. Pero en ese caso, así era. Maldita sea, tenía que comenzar a pensar con la cabeza que Dios le había dado y no con ese estúpido corazón suyo.
—Y si crees que hemos terminado —continuó Joe, avanzando hacia ella y pareciendo más enorme y dominante si eso era posible—, estás equivocada. No voy a perderte a manos del acosador, ni de ninguna otra manera. Punto.
________ puso los ojos en blanco.
—¿Así que no quieres perderme? Ya. Un juguetito con el que follar. Eso es lo que soy para ti. Te encantó someterme y hacer que cambiara el concepto que tenía de mí misma. Te felicito por convencerme de que soy una sumisa. Ahora sal de mi vida. —Pasó con rapidez por su lado.
Joe la cogió por la cintura y la atrajo contra su pecho. _______ no tardó más de un segundo en sentir el acero de su polla presionando contra su trasero. Aquello no debería importarle, no debería ponerla tensa de necesidad, no debería hacer que se sintiera ansiosa por entregarse a él.
Pero lo hacía. _______ le deseaba con un desesperado anhelo que tensaba su cuerpo y hacía que le doliera, y se temía que sólo él podía darle alivio.
—¿Un juguetito con el que follar? —le gruñó al oído—. No. A un juguete podría haberlo devuelto a su caja y olvidarlo. Podría haberlo desdeñado sin volver a pensar en él. Un maldito juguetito no me pondría duro cada vez que oigo su voz ni me afligiría cuando lo viera llorar. Ni estaría dispuesto a entregarle mi corazón en una bandeja a cambio de una jodida sonrisa.
________ contuvo el aliento. Joe no podía estar hablando en serio. Era imposible después de cómo la había tratado esa noche.
—Suéltame.
La demanda cayó en saco roto. En su lugar, Joe le gruñó al oído:
—El colgante que te puse la noche pasada, significaba algo. Me refiero al corazón de rubí. Sé que lo sabes. No puedes haber pasado por alto el simbolismo.
¿Su corazón? No...
—No significaría tanto cuando me maldijiste antes de abandonarme. Me presionaste una y otra vez, hasta que conseguiste que me abriera a ti y te contara mis fantasías, prometiéndome que todo estaría bien. Mientras tú te guardas tus secretos para ti, yo tengo que...
—Mi ex me puso los cuernos —la interrumpió Joe con la respiración entrecortada—. Me enteré de que se acostaba con mi mejor amigo por un vídeo que me encontré.
__________ se quedó boquiabierta. Su acalorada perorata quedó interrumpida de golpe. ¿Sería verdad que Joe había visto a su mejor amigo y a su esposa juntos en la cama? ¿Qué no se había enterado por unos rumores o por la confesión de su propia esposa? ¿Qué lo había presenciado todo y que era algo que no se podía quitar de la cabeza?
Para un hombre fuerte y orgulloso como Joe aquello debía de haber sido como una bofetada en la cara.
_____ se arriesgó a mirarle por encima del hombro. Con las defensas bajas, la mirada de Joe rezumaba cólera y, a la vez, imploraba perdón.
—No estábamos... muy unidos. Fue el final. Había intentado darle lo que necesitaba: dinero, seguridad, tiempo, espacio, después de que tuviera un aborto involuntario. Siempre le fui fiel, pero...
No había sido suficiente. Y no había sabido qué más hacer. Lo proclamaba su atormentada mirada y el doloroso silencio que siguió.
Joe la giró de cara a él y luego la soltó.
—Ver cómo otro hombre se la tiraba me carcomió por dentro. Ver cómo le rogaba que la acariciara —tragó saliva—, cuando apenas podía soportar estar en la misma habitación que yo... Y luego me dejó. Por él.
El resto del mensaje brilló claramente en su mirada torturada. ________ le importaba y no la dejaría marchar. Tampoco ocultaba su intención de volver a poseerla.
Y ella le había contado que tenía fantasías sobre dos voraces pollas sometiéndola y poseyéndola a la vez. Él quería que comprendiera por qué no deseaba compartirla con otra persona.
Ver a otro hombre acostándose con su ex-mujer le había afectado mucho, había herido su orgullo. Esa ardiente y penetrante mirada le decía a ________ que Joe se convertiría en un maniaco celoso si veía cómo otro hombre la tocaba. Aquello podría llegar a destruirlo.
Oh, Dios. Él no había salido disparado del cuarto de juegos porque se hubiera sentido escandalizado; lo había hecho porque tenía miedo. De perderla.
Porque ella le importaba.
—No dejé de preguntarme qué era lo que mi ex necesitaba. —A Joe se le quebró la voz. Se aclaró la garganta y cerró los ojos. Apartó la mirada—. En diez meses de matrimonio, jamás me dijo que me amaba. En el vídeo, se lo dijo a ese tío tres veces en ocho minutos. Desde entonces, no he podido dejar de preguntarme si realmente podré hacer feliz a una mujer.
La intensidad de su mirada la dejó sin aliento. En esos ojos oscuros acechaba el miedo de que ella no pudiera amarlo. De todas las cosas que ella había esperado de él, el amor se encontraba al final de la lista.
Los sentimientos, cálidos y profundos, estallaron en el pecho de ______. Con una mano, le ahuecó la áspera mejilla oscurecida por la barba y le acarició el pómulo con el pulgar. La vulnerabilidad que escondía su ceño le rompió el corazón mientras él le besaba la palma de la mano y la observaba con una mirada que no podía ocultar la cruda verdad.
—¿Le has contado a alguien lo que hizo tu ex-mujer?
—No. —La voz tensa sonó entre un susurro y un barboteo, luego le dirigió una afligida sonrisa—. Bueno, se lo largué a Deke un fin de semana de borrachera.
Ese hombre, orgulloso y autoritario, acababa de dejar al descubierto su miedo y dolor. A ella. Para que comprendiera por qué la había dejado antes.
—Tienes todo lo necesario para hacer que una mujer te ame —le dijo _____ con voz temblorosa—. Después de todo, estoy intentando contener el peligroso deseo de enamorarme de ti desde hace tres días.
Los ojos de Joe se agrandaron y ardieron. Se acercó más a ella, metiéndole los dedos entre los cabellos, comiéndosela de arriba abajo con una mirada hambrienta.
—¿Y lo has conseguido?
_________ vaciló. Si contestaba a esa pregunta, le daría mucho poder sobre ella. Pero a pesar de ello, _______ oyó la orden sutil de su voz, aquella que siempre lograba excitar su cuerpo y que la impelía a someterse a él. Vio cómo la aprensión tensaba los rasgos de Joe y no pudo guardar silencio.
—No lo suficiente para mi tranquilidad.
Una amplia sonrisa se extendió por la cara de Jack, los dientes blancos brillaron contra la morena piel cajún. Los ojos parecían del color del chocolate derretido. Y esa expresión... tan brillante, tan feliz.
—Vale. Pero no esperes lo mismo de mí.
Luego le cubrió la boca con la suya, con un deseo urgente y exigente a la vez. Con control y maestría. Los fríos labios de _______- se calentaron bajo su tacto con rapidez. Su cuerpo se derritió, se calentó y comenzó a dolerle. El roce de esos labios, la danza sensual de su lengua, y de repente, todo su ser se llenó de Joe; de su olor y de la dura anchura de su pecho, del sabor de su boca y de la forma en que la abrazaba como si ella fuera... todo para él.
Con la respiración jadeante, Joe le dio un beso ligero en la comisura de los labios y retrocedió.
—¿Para ti es importante esa fantasía?
¿Podría prescindir de eso? No es que fuera tan importante. Después de todo, había prescindido de ello durante años. ¿Por qué perseguir algo que iba a causar más desasosiego? ¿Por qué arriesgarse a hacerle daño a ese hombre que ya había sufrido bastante?
—La verdad, _______. No me digas lo que crees que quiero escuchar.
Si le mentía, aunque fuera para no herir sus sentimientos, la castigaría severamente. El mensaje no hubiera podido ser más claro ni aunque lo hubiera anunciado con un letrero de neón.
_______ cruzó los brazos sobre el pecho. ¿Era tan importante? Suspiró e intentó aclarar ese lío.
Bien, no había tenido más que relaciones penosas desde que comenzó a tener citas. Y Joe había sabido por qué desde el primer momento en que la vio: ______ no había escuchado sus necesidades, no le había dado a su cuerpo lo que necesitaba para obtener placer. Se había sacrificado, negando y enterrando esos deseos por el bien de esas relaciones. Y lo único que había conseguido a cambio de ignorar su naturaleza sumisa era echar a perder esas mismas relaciones.
Le había costado admitirlo y tenía que agradecérselo a Joe. Él le había enseñado a no esconderse, la había obligado a afrontar que era imposible ser feliz basándose en una mentira.
Y la verdad era que de todas esas fantasías nocturnas, la idea de que la tomaran dos hombres a la vez, había sido la más explosiva. Y sí, podía renunciar a ella por ahora. Pero ¿cuánto tiempo pasaría antes de que negar sus deseos afectara a su relación?
—Me... me encantaría que no fuera así. Pero mucho me temo que no me sentiré verdaderamente realizada y satisfecha hasta que no haya experimentado esa fantasía al menos una vez.
Él frunció el ceño, asintió con la cabeza, se giró y caminó al otro lado de la habitación, dejando claro que ella quería más de lo que él estaba dispuesto a darle. La verdad le hizo daño, le desgarró las entrañas como si estuviera bajo las fauces de una trituradora de papel. Pero había hecho lo que debía. Mentir no hubiera funcionado. Al final, la caída sólo habría sido más dolorosa. Les habría hecho daño a los dos. Su anterior relación con Andrew era una buena muestra de ello.
Además, mejor dejar las cosas claras desde el principio, antes de que se sintiera totalmente unida a Joe.
¿Podría entablar nuevas relaciones después de él? Al mirar la tensa postura de los hombros masculinos, los puños cerrados con fuerza, recordó la sensación de ese pelo negro entre sus dedos y esa amplia sonrisa cajún...
Probablemente no.
______ suspiró.
—Lo siento.
Ella observó cómo encogía los hombros.
—No quería que me mintieras. —Se giró y regresó de nuevo a donde ella estaba—. Nunca me mientas, ________.
Pero sus ojos se mostraron furiosos, como si el dolor fuera superior a su control. __________ sufrió con él.
—Comprendo que no puedas...
—Shhh —murmuró él contra su boca—. Estás cansada y sólo quiero sentirte, saber que estás bien.
Joe la llevó a la cama, le quitó el elegante albornoz del establecimiento para dejar al descubierto su piel. Él se desnudó y se deslizó tras ella sobre el colchón. Le alzó los pechos, y los acarició con los pulgares. Acercó su dura polla contra las curvas de las nalgas de _______, pero no hizo nada más. Después de esa noche, _______ dudaba que lo hiciera.
—Duerme —le exigió en un susurro.
¿Se había vuelto loco? _______ contuvo las lágrimas, intentando relajarse, intentando que él no se sintiera peor por no poder darle lo que ella deseaba.
—Yo me ocuparé de todo. — Joe le besó el hombro y le acarició la curva del cuello con la nariz.
Era agradable sentirlo contra su cuerpo. Con él, ella se sentía querida, protegida, excitada. Incluso aceptada. Intentó con todas sus fuerzas no darse la vuelta para decirle que le amaba, que podría prescindir de esa fantasía. Pero con esa mentira de por medio, no habría ningún futuro para ellos.
— Joe...
—Mañana nos ocuparemos de todo. Te lo prometo.
Joe cerró el teléfono cuando __________ salió del cuarto de baño sin nada más que una toalla y una sonrisa incómoda. Se le tensó el vientre ante tal visión.
Resultaba muy tentador verla con una toalla color verde esmeralda cubriendo su piel clara y sus curvas. Saber que esos pezones rosados estaban desnudos bajo la gruesa toalla de felpa no calmaba exactamente su líbido. Con un poco de rímel negro, los vividos ojos azules resultaban enormes en su cara. La barra de labios color ámbar enfatizaba la tierna exuberancia de sus labios. El pelo le caía como una sedosa cortina hasta la mitad de la espalda, enmarcando la piel de alabastro de su rostro salpicada de pequeñas pecas color canela. Ella se ruborizó.
Y Joe la deseaba tanto que apenas podía respirar sin pensar en saltar sobre ella y tomarla de todas las maneras posibles que su retorcida mente pudiera imaginar.
¿Había tomado la mejor decisión?
Ya era demasiado tarde. Lo que tuviera que ocurrir, ocurriría.
—¿Te ha sentado bien la ducha?
Ella asintió con la cabeza, luego miró a su alrededor. La cama con una suntuosa colcha seguía deshecha, el suelo de madera brillaba, no había nada fuera de lugar.
—¿Se han llevado los restos del desayuno?
—Mientras estabas en la ducha.
—Bien. —Se mordió el labio inferior.
—Acabo de hablar con Deke. Es amigo de un poli del pueblo. —La cogió de la mano esperando que eso la tranquilizara—. A tu amigo Reggie lo arrestaron a las tres de la mañana cuando abordó a Alyssa en el club. Deke ha ido a verla. Según le contó Alyssa, Reggie le había exigido que le dijera dónde te encontrabas utilizando demasiada fuerza.
_______ contuvo el aliento. Pareció que se ponía todavía más pálida, y en los ojos azules, muy abiertos por el miedo, asomó la decepción, la cólera y el alivio.
—Así que ya no corro peligro.
—Quizá. Es posible. Reggie no estará bajo arresto demasiado tiempo, uno o dos días a lo sumo. Y aún no estamos seguros de que sea el acosador.
—Tiene que serlo. Nadie más sabe dónde vivo, o dónde estaría. La fotografía es su pasión. Si pudiera ganarse la vida con ella, no creo que estuviera trabajando en Provócame. A veces tiene un temperamento un tanto volátil. He oído rumores de que estuvo detenido... aunque yo jamás lo he visto ponerse violento. Sin embargo, no conozco a nadie más que pueda tener la habilidad de seguirme y sacar todas esas fotografías.
Era posible que ella tuviera razón, reflexionó Joe. Era lo más probable. Pero no estaba lo suficientemente seguro para bajar la guardia, en especial cuando estaba en juego la seguridad de ______. La atrajo hacia su cuerpo y le dio un suave beso en el hombro desnudo.
—Ya lo averiguaremos. Voy a hablar con él esta tarde. Si es el culpable, espero arrancarle una confesión.
_______ hundió los hombros.
—Me alegra tener unas horas de paz, pero me entristece perder a alguien que consideraba un amigo. Y... —Se apartó de su abrazo—. Supongo que es hora de que me marche, de que nuestros caminos se separen. Gr-gracias por haberme vuelto a proteger esta noche.
¿Qué sus caminos se iban a separar? No si él podía evitarlo. Nunca.
—De nada.
Joe esperó. ______ no se lo había dicho todo. En la mirada azul y pensativa vio que algo le rondaba en la cabeza. ¿Iba a preguntarle por Kayla? ¿Le diría que su fantasía no era importante? ¿O que se perdiera de vista? La impaciencia le roía por dentro como un perro a un hueso jugoso. Pero siguió esperando.
—Gracias por contarme lo de tu ex. Sé que no te resultó fácil. Agradezco que me lo explicaras... ha sido un alivio saber que no te fuiste del cuarto de juegos porque mi fantasía sobre un trío fuese demasiado para ti.
Él lamentó que hubiera pensado eso aunque sólo fuera por un instante. Lo lamentaba de verdad. Y tenía intención de resarcirla.
—Cher. —Cruzó la estancia y la agarró por los hombros—. Nada de lo que digas o hagas será demasiado para mí. Ni hará que deje de quererte.
Ella levantó la cara hacia él con una amarga sonrisa en los labios, una que hablaba de lágrimas contenidas. Y él, el hombre cuyo control era legendario en los círculos de Dominación y Sumisión de Lousiana, apenas pudo esperar para tocarla.
Tomándole la cabeza entre las manos, la atrajo hacia él y capturó su boca con un beso abrasador. La poseyó, incapaz de detenerse, incapaz de contener la sed que lo impulsaba a beber de sus labios, a hacer que se derritiera y gimiera. Y se rindiera. Demonios, ni siquiera intentó detenerse.
«Atrápala, devórala, domínala». Era como un cántico en su cerebro, que se repetía una y otra vez mientras inclinaba su boca sobre la de ella, hundiéndose profundamente en esa textura gloriosa. Buscó su lengua y la entrelazó con la suya en un baile de urgente necesidad.
Bajo él, ___________ gimió. El sonido hizo vibrar su cuerpo. ¿Cuándo no la había deseado? ¿Cuándo la había mirado y no la había conside¬rado suya?
Y la noche anterior. Había vuelto a soñar con ella. No era la imagen familiar en el porche de la cabaña del pantano con el sol destellando en sus cabellos. No. Había soñado con el futuro, con ella en su cama, llevando su colgante puesto, sometiéndose a sus ardientes exigencias, aceptando su corazón de la misma manera que él tomaba el suyo.
—Cher—murmuró contra sus labios—. J'suis fou d'te caresser
«Estoy desesperado por tocarte». Jamás había dicho nada más cierto.
— Joe, no podemos.
Él escuchó el pesar en su voz, la desesperación. Maldición, tenía que cambiar eso. Borrarlo. Hacerlo desaparecer. Reemplazarlo por una alegría y un placer ardiente. Por una completa sumisión.
—Este momento—murmuró él contra las dulces curvas de los hinchados labios de ________—. Sólo te pido este momento. Arreglaremos todo lo demás más tarde.
_______ lo miró, con los ojos azules tan relucientes como un radiante día de diciembre. Le transmitía su incertidumbre y la necesidad de ceder. Una vez más, esa mente suya tan racional la hacía vacilar.
—Morgan —bajó una octava el tono de voz, la presionó y aprovechó la ventaja—. No digas que no.
_________ cerró los ojos, sus largas pestañas sombrearon las mejillas levemente ruborizadas. Una sonrisa autorecriminatoria, curvó sus labios llenos.
—Jamás he podido decirte que no.
Joe esperaba borrar esa palabra de su vocabulario, a partir de ese mismo día. Pero primero... tenían que llevar a cabo la más íntima fantasía de ________.
La peor pesadilla de Joe.
Se sintió invadido por la tensión que le roía las entrañas hasta que se sintió cabreado y... ¿cuál era la palabra justa? Vulnerable. Sí. Su vientre se retorcía por los nervios. Comenzó a sudar.
Y a pesar de todo, tenía que saber, de una vez por todas, si Morgan y él podían hacerlo.
En algún rincón de su mente acechaba un hecho excitante, que la absoluta sumisión de _________ le proporcionaría en bandeja de plata la venganza que tanto había buscado: que la novia de Brandon le rogara que la sometiera. Que dijera que lo amara, mientras se hundía profundamente en ella. Excitante... pero la idea de vengarse ya no lo satisfacía. Nada en la manera en que deseaba a _________, en la necesidad que lo impulsaba a someter a esa mujer, tenía que ver con Brandon. Era __________. Sólo ella.
De alguna manera, había llegado a significarlo todo para él.
Y si ____________ volvía con Brandon después de ese día, pues bueno...entonces su antiguo amigo volvería a romperle el corazón y reiría el último... otra vez.
Maldita sea, ojalá pudiera evitar contarle la verdad durante un tiempo, hasta que ella ya no pudiera dar marcha atrás. _________ estaba todavía muy nerviosa, pero tenía que actuar con rapidez o la perdería.
—Ve al centro de la habitación —ordenó en la suave quietud matutina.
________ se mordió el labio inferior. Luego se pasó la lengua rosada por la superficie, y Joe se la imaginó lamiéndole el glande. Se endureció, maldiciendo el poder que tenía esa mujer para excitarle.
— Joe.
No podía retroceder. Arqueó una ceja negra, sabiendo que ella obedecería sin rechistar.
—Señor —se corrigió _________.
—Dame sólo este momento.
Con un obediente asentimiento de cabeza, ________ se giró y se situó en el centro de la habitación, cerca de los pies de la cama. De cara a la cama deshecha.
—Buena chica —murmuró él mientras se acercaba a ella sin apartar la vista de sus ojos, sintiendo la ansiosa impaciencia de su polla, hasta que estuvo justo delante de ella—. Dame las muñecas.
Por una vez, ella accedió sin vacilar. Él no pudo evitar la sonrisa que asomó a su cara. ________ había llegado muy lejos en sólo unos días. No sólo había admitido su naturaleza, sino que la asumía. ________ sabía que tenía intención de atarla y, simplemente, accedía. Con perfecta obediencia. Con una total confianza que lo hizo sentirse orgulloso y lleno de una ardiente necesidad.
—Muy bien.
La besó en el suave lugar donde se unían el cuello y el hombro y le gustó observar el estremecimiento que la recorrió de pies a cabeza. Siguió besándole el brazo, bajando por la sensible piel del codo. Ella contuvo el aliento, y él sonrió contra su muñeca, sintiendo el pulso acelerado de _______ contra los labios.
Sacó unos amarres de cuero de la bolsa que había en el suelo, la que él había dejado allí antes, y le ató uno en cada muñeca. Ella no dijo ni una palabra.
Metiendo la mano bajo la toalla, le pasó la yema de los dedos por el interior del muslo, rondando cerca de ese lugar caliente y húmedo, ese lugar dulce como la miel que no podía esperar a saborear. La rigidez comenzó a abandonar el cuerpo de _____ y cuando él palmeó suavemente la sensible carne de su sexo en una exigencia silenciosa, ella abrió las piernas. Se arrodilló ante ella y aseguró otros amarres de cuero a juego en sus muslos.
Joe sintió sobre él los ojos inquisitivos de ________, pero no levantó la vista. No quería darle ninguna pista, y sintiéndose tan tremendamente excitado como se sentía... no quería que averiguara sus intenciones. Aún no. Así que rebuscó de nuevo en la bolsa del suelo y sacó dos cintas de terciopelo y las dejó en el suelo de madera entre ellos.
Dejando que ella se imaginara lo que quisiera.
Luego le quitó la gruesa toalla verde, dejando al descubierto sus exuberantes curvas y respiró hondo intentando contener el deseo. La dejó completamente desnuda bajo la luz del sol, esos rayos dorados inundaban la estancia haciendo que su pelo rojizo brillara con el mismo color que las llamas e iluminando la piel de alabastro de sus hombros, sus pechos traslúcidos, el vientre suave. Y sus rosados pezones maduros.
____________ no se estremeció ni protestó al quedarse desnuda de repente. La única reacción que él pudo percibir fue un adorable rubor que se extendió por la pálida piel cremosa. Estaba tan condenadamente hermosa, desnuda, sometida y sorprendentemente segura de sí misma. La imagen hizo que su miembro se pusiera todavía más duro. Se sentía asfixiado por los vaqueros, por la necesidad de tocarla.
—Señor, ¿de dónde ha salido esa bolsa?
Y el resto del equipo. Eso era lo que ella quería saber. Él sonrió. No debería de haber preguntado, pero la satisfaría por esa vez.
—Cuando anoche me di cuenta de que te habías ido, cogí algunas cosas para asegurarme de que, cuando te encontrara, no podrías volver a escaparte.
—Oh —exclamó.
Maldita sea, podía sentir el deseo en su voz. Ese tono tembloroso y ronco lleno de curiosidad, y de una necesidad apremiante, consiguieron que a duras pena pudiera contenerse
Joe tragó para aplastar la ruda explosión de lujuria.
—¿Estás preparada para lo que sea que yo quiera?
Ella lo miró directamente.
—Sí, señor.
No había otra opción. Volvió a meter la mano en la bolsa y sacó un par de candados. Con ellos, aseguró los amarres de las muñecas a los de los muslos. Los cejorros resonaron al cerrarse en la silenciosa habitación, un silencio roto por la jadeante respiración de _____ y el latido del corazón de Joe en sus propios oídos.
Se puso de pie, presionándose contra ella con toda intención y forzándola a mirarlo.
—¿Estas preparada para lo que voy a darte?
—Sí, señor.
Hasta ahí muy bien. ¿Pero estaba ella realmente preparada? Encontró un juego de esposas para tobillos en la bolsa. Eran de suave cuero negro y susurraron sobre sus dedos, excitándole con la idea de que muy pronto estarían envolviendo una piel todavía más suave, manteniéndola inmóvil para que él hiciera lo que quisiera con ella. Cogió las cintas de terciopelo del suelo y ató cada una en el aro de las esposas que cerró sobre los tobillos temblorosos.
—Confía en mí —la tranquilizó.
_____ vaciló, bajando la mirada hacia él. Sí, quería saber qué sería distinto, qué la esperaba esta vez. Pero no preguntó, sólo lo miró fijamente.
—Confío en ti —susurró. Y la confianza que se reflejaba en su cara le decía que así era—, señor.
—Eres asombrosa, cher.
La visión de esos ojos azules, llenos de lujuria y confianza, fue como una patada a su autocontrol. Fue condenadamente sorprendente que no se desgarrara las ropas para penetrar ese dulce cuerpo al instante.
En su lugar, la urgió a abrir más las piernas. ________ lo hizo sin rechistar, luego ató el extremo libre de las cintas de terciopelo en la parte inferior de las patas de madera de cerezo de la cama. Lo aseguró con fuerza.
Ahora, ____ ya no podía ir a ninguna parte. Estaba preciosa, hacía justicia a las esposas de cuero y a las ataduras de terciopelo que la anclaban a ese lugar con las piernas deliciosamente abiertas. Jack jamás había visto nada tan erótico.
Se contuvo, luchando contra el deseo tembloroso que le hacía arder y amenazaba con despojarlo de su control.
Impaciente —demonios, temblando— por la necesidad de tocarla, Joe le deslizó las palmas de las manos por los costados, clavándole los dedos en la cintura mientras dejaba un reguero de besos por esa piel suave. Ella jadeó cuando las manos de Joe bajaron por sus caderas y la boca masculina encontró el lugar sensible donde la cadera se unía al muslo.
¿Existía algo más perfecto que esa piel pálida, más tentador que acariciar la firme longitud de las piernas de ______, o que arrodillarse ante el paraíso de su sexo? No para él. Esto... ______ y todo lo que ella ofrecía eran lo que siempre había estado buscando.
Rezó para poder conseguir lo que ambos deseaban del otro, para ser el amante que el otro necesitaba.
Estirándose, deslizó los dedos por sus nalgas, agarrando la parte de atrás de los muslos. ¿Era _____ tan suave por todas partes? Sí, y eso lo destrozaba. A él, que había matado en combate, que había sido herido por las balas, que tenía cicatrices de navajas, que había aprendido a joder al enemigo en ocho idiomas diferentes, _______ lo dejaba anonadado con esa piel tan perfecta. Deslizó la mano hasta los tobillos, su boca siguió el mismo camino hasta que ella tensó las piernas y se estremeció bajo sus manos y su boca.
—¿Estás mojada? —le preguntó.
—Sí —______ observaba jadeante cada uno de sus movimientos, con los ojos bien abiertos. No parecía sorprendida ni horrorizada. Estaba excitada, abierta, hambrienta.
—¿_______? —la advirtió.
—Sí, estoy mojada, señor.
—Mucho mejor —dijo él, mordisqueando la cremosa piel del interior del muslo antes de deslizar la lengua por su cadera.
El gemido de ________ resonó en sus oídos. Mierda. ¿Cómo diantres iba a aguantar sin ponerse de pie, arrancarse los pantalones y darle lo que los dos necesitaban?
Con unos suaves tirones a las cintas, Joe se aseguró de que estaban firmemente atadas. Sólo un poco más...
Acercándose de nuevo a la bolsa, sacó una gruesa bufanda de seda. «Perfecto», pensó, extendiendo la tela y colocándosela sobre los ojos. _______ podría sentir y saborear, escuchar y... experimentar a través de los sentidos todo lo que necesitaba. Pero no podría moverse ni ver, lo que le permitiría controlarse tanto como deseara y necesitara. Por si acaso.
Tras un instante, _______ se tensó. Pero se obligó a respirar y relajarse. Orgulloso de lo calmada y confiada que se mostraba, la besó suavemente en la boca, saboreando la cálida tensión y los labios ardientes, dulces como las bayas.
Apretando los puños con fuerza, pasó a su lado y se alejó de ella. Tomando aliento profundamente, rezó. Luego se obligó a abrir los puños, a cruzar la habitación y abrir la puerta de la estancia.
—¿ Joe? —El estómago se le anudó con fuerza, luego se le cayó a los pies.
Él estaba justo en la puerta del cuarto de baño, grande, fornido y con ganas de pelea, bloqueándole cualquier vía de escape. ________ se humedeció los labios repentinamente secos. Cualquier persona que no lo conociera diría que la expresión de Joe era neutra. Pero ella, que lo conocía bien, se echó a temblar.
—¿Cómo...?
Le echó un vistazo al reloj de la pared por encima del hombro. Deke le había dicho que Joe la encontraría en cuarenta y cinco minutos. Lo había hecho en treinta y siete. Y por lo que veía, a duras penas podía controlar su cólera. Apretaba los puños con fuerza, tenía las venas marcadas en los antebrazos, la mandíbula tensa, las negras cejas fruncidas sobre los reprobadores ojos oscuros. Sin duda había echado de menos todo eso.
Y la rugiente erección que presionaba contra la bragueta de los vaqueros. Pero ése no era todo el interés que tenía en ese demonio.
Joe cogió el bolso de _______, le dio la vuelta y esparció el contenido en una mesa redonda. Cogió un pequeño dispositivo de plástico. Las letras GPS en el dorso le dijeron todo lo que necesitaba saber.
¡Maldición! Deke lo había colado en su bolso, probablemente cuando ella dejó caer el contenido después de que «accidentalmente» Deke tropezara con ella y la «hubiera ayudado» a recoger lo que se había caído. _______ tomó nota mental de darle una bofetada cuando... no, no iba a volver a verlo.
—Deke te ayudó a localizarme —le espetó.
—Te habría encontrado sin importar el tiempo que me hubiera llevado. Sin importar lo que hubiera tenido que hacer. Deke sólo me lo facilitó un poco. De cualquier manera, te seguía los pasos muy de cerca.
________ masculló entre dientes un deseo imposible.
—No, no te dejaré sola. De hecho, tengo que hacerte una pregunta: ¿te has vuelto loca?
—¿Por querer alejarme de ti después de tu precipitada retirada de esta tarde? Pues sí, debo de estar loca.
Él hizo una mueca. Oh, fue algo sutil, pero ella conocía a Joe lo suficiente como para darse cuenta.
—¡Maldita sea! —Se mesó el pelo oscuro y se acercó todavía más—. Alyssa me llamó cuando dejaste el club y me contó lo de las fotos y la nota. Deke me lo confirmó. ¿Qué demonios estabas pensando? ¿O crees que tu peligroso admirador ha recogido los bártulos para marcharse a casita?
—No tenía manera de seguirme hasta aquí. Estaré segura durante un par de noches. Después de eso... —se encogió de hombros—. No eres la única persona del planeta que puede mantenerme a salvo.
Al parecer no le gustó la respuesta, porque avanzó un paso más; un tipo enorme y dominante lleno de cólera y, a pesar de todo, preocupado por ella.
—¿Conoces a algún otro guardaespaldas mejor cualificado? ¿Alguien que sea capaz de protegerte?
—No creo que sea asunto tuyo.
—¿Por qué? ¿Porque antes me comporté como un estúpido? No pongas esa cara de sorpresa. Es cierto, me equivoqué. Y lo lamento.
¿Joe disculpándose? ¿Así sin más? No. Aquello era demasiado bonito para ser verdad. Tenía que haber una trampa por algún lado.
—Sólo te disculpas para que vuelva a comportarme como una niñita buena y deje que me desprecies de nuevo.
—Estoy dispuesto a disculparme para no perderte. Pero me perdones o no, no voy a dejar que ese bastardo se acerque a ti.
________ señaló la habitación vacía.
—Como puedes ver, no hay moros en la costa. No veo ningún psicópata por aquí dispuesto a matarme. Por mí, puedes marcharte.
A Joe le palpitó un músculo en la mandíbula.
—No pienso irme a ningún sitio. Es posible que ese gilipollas te haya seguido hasta aquí desde el local de Alyssa. Puede que haya estado vigilando el club, esperando que aparecieras por allí. ¿O no has pensado en ello?
____ odiaba admitir que él pudiera tener tazón. Pero en ese caso, así era. Maldita sea, tenía que comenzar a pensar con la cabeza que Dios le había dado y no con ese estúpido corazón suyo.
—Y si crees que hemos terminado —continuó Joe, avanzando hacia ella y pareciendo más enorme y dominante si eso era posible—, estás equivocada. No voy a perderte a manos del acosador, ni de ninguna otra manera. Punto.
________ puso los ojos en blanco.
—¿Así que no quieres perderme? Ya. Un juguetito con el que follar. Eso es lo que soy para ti. Te encantó someterme y hacer que cambiara el concepto que tenía de mí misma. Te felicito por convencerme de que soy una sumisa. Ahora sal de mi vida. —Pasó con rapidez por su lado.
Joe la cogió por la cintura y la atrajo contra su pecho. _______ no tardó más de un segundo en sentir el acero de su polla presionando contra su trasero. Aquello no debería importarle, no debería ponerla tensa de necesidad, no debería hacer que se sintiera ansiosa por entregarse a él.
Pero lo hacía. _______ le deseaba con un desesperado anhelo que tensaba su cuerpo y hacía que le doliera, y se temía que sólo él podía darle alivio.
—¿Un juguetito con el que follar? —le gruñó al oído—. No. A un juguete podría haberlo devuelto a su caja y olvidarlo. Podría haberlo desdeñado sin volver a pensar en él. Un maldito juguetito no me pondría duro cada vez que oigo su voz ni me afligiría cuando lo viera llorar. Ni estaría dispuesto a entregarle mi corazón en una bandeja a cambio de una jodida sonrisa.
________ contuvo el aliento. Joe no podía estar hablando en serio. Era imposible después de cómo la había tratado esa noche.
—Suéltame.
La demanda cayó en saco roto. En su lugar, Joe le gruñó al oído:
—El colgante que te puse la noche pasada, significaba algo. Me refiero al corazón de rubí. Sé que lo sabes. No puedes haber pasado por alto el simbolismo.
¿Su corazón? No...
—No significaría tanto cuando me maldijiste antes de abandonarme. Me presionaste una y otra vez, hasta que conseguiste que me abriera a ti y te contara mis fantasías, prometiéndome que todo estaría bien. Mientras tú te guardas tus secretos para ti, yo tengo que...
—Mi ex me puso los cuernos —la interrumpió Joe con la respiración entrecortada—. Me enteré de que se acostaba con mi mejor amigo por un vídeo que me encontré.
__________ se quedó boquiabierta. Su acalorada perorata quedó interrumpida de golpe. ¿Sería verdad que Joe había visto a su mejor amigo y a su esposa juntos en la cama? ¿Qué no se había enterado por unos rumores o por la confesión de su propia esposa? ¿Qué lo había presenciado todo y que era algo que no se podía quitar de la cabeza?
Para un hombre fuerte y orgulloso como Joe aquello debía de haber sido como una bofetada en la cara.
_____ se arriesgó a mirarle por encima del hombro. Con las defensas bajas, la mirada de Joe rezumaba cólera y, a la vez, imploraba perdón.
—No estábamos... muy unidos. Fue el final. Había intentado darle lo que necesitaba: dinero, seguridad, tiempo, espacio, después de que tuviera un aborto involuntario. Siempre le fui fiel, pero...
No había sido suficiente. Y no había sabido qué más hacer. Lo proclamaba su atormentada mirada y el doloroso silencio que siguió.
Joe la giró de cara a él y luego la soltó.
—Ver cómo otro hombre se la tiraba me carcomió por dentro. Ver cómo le rogaba que la acariciara —tragó saliva—, cuando apenas podía soportar estar en la misma habitación que yo... Y luego me dejó. Por él.
El resto del mensaje brilló claramente en su mirada torturada. ________ le importaba y no la dejaría marchar. Tampoco ocultaba su intención de volver a poseerla.
Y ella le había contado que tenía fantasías sobre dos voraces pollas sometiéndola y poseyéndola a la vez. Él quería que comprendiera por qué no deseaba compartirla con otra persona.
Ver a otro hombre acostándose con su ex-mujer le había afectado mucho, había herido su orgullo. Esa ardiente y penetrante mirada le decía a ________ que Joe se convertiría en un maniaco celoso si veía cómo otro hombre la tocaba. Aquello podría llegar a destruirlo.
Oh, Dios. Él no había salido disparado del cuarto de juegos porque se hubiera sentido escandalizado; lo había hecho porque tenía miedo. De perderla.
Porque ella le importaba.
—No dejé de preguntarme qué era lo que mi ex necesitaba. —A Joe se le quebró la voz. Se aclaró la garganta y cerró los ojos. Apartó la mirada—. En diez meses de matrimonio, jamás me dijo que me amaba. En el vídeo, se lo dijo a ese tío tres veces en ocho minutos. Desde entonces, no he podido dejar de preguntarme si realmente podré hacer feliz a una mujer.
La intensidad de su mirada la dejó sin aliento. En esos ojos oscuros acechaba el miedo de que ella no pudiera amarlo. De todas las cosas que ella había esperado de él, el amor se encontraba al final de la lista.
Los sentimientos, cálidos y profundos, estallaron en el pecho de ______. Con una mano, le ahuecó la áspera mejilla oscurecida por la barba y le acarició el pómulo con el pulgar. La vulnerabilidad que escondía su ceño le rompió el corazón mientras él le besaba la palma de la mano y la observaba con una mirada que no podía ocultar la cruda verdad.
—¿Le has contado a alguien lo que hizo tu ex-mujer?
—No. —La voz tensa sonó entre un susurro y un barboteo, luego le dirigió una afligida sonrisa—. Bueno, se lo largué a Deke un fin de semana de borrachera.
Ese hombre, orgulloso y autoritario, acababa de dejar al descubierto su miedo y dolor. A ella. Para que comprendiera por qué la había dejado antes.
—Tienes todo lo necesario para hacer que una mujer te ame —le dijo _____ con voz temblorosa—. Después de todo, estoy intentando contener el peligroso deseo de enamorarme de ti desde hace tres días.
Los ojos de Joe se agrandaron y ardieron. Se acercó más a ella, metiéndole los dedos entre los cabellos, comiéndosela de arriba abajo con una mirada hambrienta.
—¿Y lo has conseguido?
_________ vaciló. Si contestaba a esa pregunta, le daría mucho poder sobre ella. Pero a pesar de ello, _______ oyó la orden sutil de su voz, aquella que siempre lograba excitar su cuerpo y que la impelía a someterse a él. Vio cómo la aprensión tensaba los rasgos de Joe y no pudo guardar silencio.
—No lo suficiente para mi tranquilidad.
Una amplia sonrisa se extendió por la cara de Jack, los dientes blancos brillaron contra la morena piel cajún. Los ojos parecían del color del chocolate derretido. Y esa expresión... tan brillante, tan feliz.
—Vale. Pero no esperes lo mismo de mí.
Luego le cubrió la boca con la suya, con un deseo urgente y exigente a la vez. Con control y maestría. Los fríos labios de _______- se calentaron bajo su tacto con rapidez. Su cuerpo se derritió, se calentó y comenzó a dolerle. El roce de esos labios, la danza sensual de su lengua, y de repente, todo su ser se llenó de Joe; de su olor y de la dura anchura de su pecho, del sabor de su boca y de la forma en que la abrazaba como si ella fuera... todo para él.
Con la respiración jadeante, Joe le dio un beso ligero en la comisura de los labios y retrocedió.
—¿Para ti es importante esa fantasía?
¿Podría prescindir de eso? No es que fuera tan importante. Después de todo, había prescindido de ello durante años. ¿Por qué perseguir algo que iba a causar más desasosiego? ¿Por qué arriesgarse a hacerle daño a ese hombre que ya había sufrido bastante?
—La verdad, _______. No me digas lo que crees que quiero escuchar.
Si le mentía, aunque fuera para no herir sus sentimientos, la castigaría severamente. El mensaje no hubiera podido ser más claro ni aunque lo hubiera anunciado con un letrero de neón.
_______ cruzó los brazos sobre el pecho. ¿Era tan importante? Suspiró e intentó aclarar ese lío.
Bien, no había tenido más que relaciones penosas desde que comenzó a tener citas. Y Joe había sabido por qué desde el primer momento en que la vio: ______ no había escuchado sus necesidades, no le había dado a su cuerpo lo que necesitaba para obtener placer. Se había sacrificado, negando y enterrando esos deseos por el bien de esas relaciones. Y lo único que había conseguido a cambio de ignorar su naturaleza sumisa era echar a perder esas mismas relaciones.
Le había costado admitirlo y tenía que agradecérselo a Joe. Él le había enseñado a no esconderse, la había obligado a afrontar que era imposible ser feliz basándose en una mentira.
Y la verdad era que de todas esas fantasías nocturnas, la idea de que la tomaran dos hombres a la vez, había sido la más explosiva. Y sí, podía renunciar a ella por ahora. Pero ¿cuánto tiempo pasaría antes de que negar sus deseos afectara a su relación?
—Me... me encantaría que no fuera así. Pero mucho me temo que no me sentiré verdaderamente realizada y satisfecha hasta que no haya experimentado esa fantasía al menos una vez.
Él frunció el ceño, asintió con la cabeza, se giró y caminó al otro lado de la habitación, dejando claro que ella quería más de lo que él estaba dispuesto a darle. La verdad le hizo daño, le desgarró las entrañas como si estuviera bajo las fauces de una trituradora de papel. Pero había hecho lo que debía. Mentir no hubiera funcionado. Al final, la caída sólo habría sido más dolorosa. Les habría hecho daño a los dos. Su anterior relación con Andrew era una buena muestra de ello.
Además, mejor dejar las cosas claras desde el principio, antes de que se sintiera totalmente unida a Joe.
¿Podría entablar nuevas relaciones después de él? Al mirar la tensa postura de los hombros masculinos, los puños cerrados con fuerza, recordó la sensación de ese pelo negro entre sus dedos y esa amplia sonrisa cajún...
Probablemente no.
______ suspiró.
—Lo siento.
Ella observó cómo encogía los hombros.
—No quería que me mintieras. —Se giró y regresó de nuevo a donde ella estaba—. Nunca me mientas, ________.
Pero sus ojos se mostraron furiosos, como si el dolor fuera superior a su control. __________ sufrió con él.
—Comprendo que no puedas...
—Shhh —murmuró él contra su boca—. Estás cansada y sólo quiero sentirte, saber que estás bien.
Joe la llevó a la cama, le quitó el elegante albornoz del establecimiento para dejar al descubierto su piel. Él se desnudó y se deslizó tras ella sobre el colchón. Le alzó los pechos, y los acarició con los pulgares. Acercó su dura polla contra las curvas de las nalgas de _______, pero no hizo nada más. Después de esa noche, _______ dudaba que lo hiciera.
—Duerme —le exigió en un susurro.
¿Se había vuelto loco? _______ contuvo las lágrimas, intentando relajarse, intentando que él no se sintiera peor por no poder darle lo que ella deseaba.
—Yo me ocuparé de todo. — Joe le besó el hombro y le acarició la curva del cuello con la nariz.
Era agradable sentirlo contra su cuerpo. Con él, ella se sentía querida, protegida, excitada. Incluso aceptada. Intentó con todas sus fuerzas no darse la vuelta para decirle que le amaba, que podría prescindir de esa fantasía. Pero con esa mentira de por medio, no habría ningún futuro para ellos.
— Joe...
—Mañana nos ocuparemos de todo. Te lo prometo.
Joe cerró el teléfono cuando __________ salió del cuarto de baño sin nada más que una toalla y una sonrisa incómoda. Se le tensó el vientre ante tal visión.
Resultaba muy tentador verla con una toalla color verde esmeralda cubriendo su piel clara y sus curvas. Saber que esos pezones rosados estaban desnudos bajo la gruesa toalla de felpa no calmaba exactamente su líbido. Con un poco de rímel negro, los vividos ojos azules resultaban enormes en su cara. La barra de labios color ámbar enfatizaba la tierna exuberancia de sus labios. El pelo le caía como una sedosa cortina hasta la mitad de la espalda, enmarcando la piel de alabastro de su rostro salpicada de pequeñas pecas color canela. Ella se ruborizó.
Y Joe la deseaba tanto que apenas podía respirar sin pensar en saltar sobre ella y tomarla de todas las maneras posibles que su retorcida mente pudiera imaginar.
¿Había tomado la mejor decisión?
Ya era demasiado tarde. Lo que tuviera que ocurrir, ocurriría.
—¿Te ha sentado bien la ducha?
Ella asintió con la cabeza, luego miró a su alrededor. La cama con una suntuosa colcha seguía deshecha, el suelo de madera brillaba, no había nada fuera de lugar.
—¿Se han llevado los restos del desayuno?
—Mientras estabas en la ducha.
—Bien. —Se mordió el labio inferior.
—Acabo de hablar con Deke. Es amigo de un poli del pueblo. —La cogió de la mano esperando que eso la tranquilizara—. A tu amigo Reggie lo arrestaron a las tres de la mañana cuando abordó a Alyssa en el club. Deke ha ido a verla. Según le contó Alyssa, Reggie le había exigido que le dijera dónde te encontrabas utilizando demasiada fuerza.
_______ contuvo el aliento. Pareció que se ponía todavía más pálida, y en los ojos azules, muy abiertos por el miedo, asomó la decepción, la cólera y el alivio.
—Así que ya no corro peligro.
—Quizá. Es posible. Reggie no estará bajo arresto demasiado tiempo, uno o dos días a lo sumo. Y aún no estamos seguros de que sea el acosador.
—Tiene que serlo. Nadie más sabe dónde vivo, o dónde estaría. La fotografía es su pasión. Si pudiera ganarse la vida con ella, no creo que estuviera trabajando en Provócame. A veces tiene un temperamento un tanto volátil. He oído rumores de que estuvo detenido... aunque yo jamás lo he visto ponerse violento. Sin embargo, no conozco a nadie más que pueda tener la habilidad de seguirme y sacar todas esas fotografías.
Era posible que ella tuviera razón, reflexionó Joe. Era lo más probable. Pero no estaba lo suficientemente seguro para bajar la guardia, en especial cuando estaba en juego la seguridad de ______. La atrajo hacia su cuerpo y le dio un suave beso en el hombro desnudo.
—Ya lo averiguaremos. Voy a hablar con él esta tarde. Si es el culpable, espero arrancarle una confesión.
_______ hundió los hombros.
—Me alegra tener unas horas de paz, pero me entristece perder a alguien que consideraba un amigo. Y... —Se apartó de su abrazo—. Supongo que es hora de que me marche, de que nuestros caminos se separen. Gr-gracias por haberme vuelto a proteger esta noche.
¿Qué sus caminos se iban a separar? No si él podía evitarlo. Nunca.
—De nada.
Joe esperó. ______ no se lo había dicho todo. En la mirada azul y pensativa vio que algo le rondaba en la cabeza. ¿Iba a preguntarle por Kayla? ¿Le diría que su fantasía no era importante? ¿O que se perdiera de vista? La impaciencia le roía por dentro como un perro a un hueso jugoso. Pero siguió esperando.
—Gracias por contarme lo de tu ex. Sé que no te resultó fácil. Agradezco que me lo explicaras... ha sido un alivio saber que no te fuiste del cuarto de juegos porque mi fantasía sobre un trío fuese demasiado para ti.
Él lamentó que hubiera pensado eso aunque sólo fuera por un instante. Lo lamentaba de verdad. Y tenía intención de resarcirla.
—Cher. —Cruzó la estancia y la agarró por los hombros—. Nada de lo que digas o hagas será demasiado para mí. Ni hará que deje de quererte.
Ella levantó la cara hacia él con una amarga sonrisa en los labios, una que hablaba de lágrimas contenidas. Y él, el hombre cuyo control era legendario en los círculos de Dominación y Sumisión de Lousiana, apenas pudo esperar para tocarla.
Tomándole la cabeza entre las manos, la atrajo hacia él y capturó su boca con un beso abrasador. La poseyó, incapaz de detenerse, incapaz de contener la sed que lo impulsaba a beber de sus labios, a hacer que se derritiera y gimiera. Y se rindiera. Demonios, ni siquiera intentó detenerse.
«Atrápala, devórala, domínala». Era como un cántico en su cerebro, que se repetía una y otra vez mientras inclinaba su boca sobre la de ella, hundiéndose profundamente en esa textura gloriosa. Buscó su lengua y la entrelazó con la suya en un baile de urgente necesidad.
Bajo él, ___________ gimió. El sonido hizo vibrar su cuerpo. ¿Cuándo no la había deseado? ¿Cuándo la había mirado y no la había conside¬rado suya?
Y la noche anterior. Había vuelto a soñar con ella. No era la imagen familiar en el porche de la cabaña del pantano con el sol destellando en sus cabellos. No. Había soñado con el futuro, con ella en su cama, llevando su colgante puesto, sometiéndose a sus ardientes exigencias, aceptando su corazón de la misma manera que él tomaba el suyo.
—Cher—murmuró contra sus labios—. J'suis fou d'te caresser
«Estoy desesperado por tocarte». Jamás había dicho nada más cierto.
— Joe, no podemos.
Él escuchó el pesar en su voz, la desesperación. Maldición, tenía que cambiar eso. Borrarlo. Hacerlo desaparecer. Reemplazarlo por una alegría y un placer ardiente. Por una completa sumisión.
—Este momento—murmuró él contra las dulces curvas de los hinchados labios de ________—. Sólo te pido este momento. Arreglaremos todo lo demás más tarde.
_______ lo miró, con los ojos azules tan relucientes como un radiante día de diciembre. Le transmitía su incertidumbre y la necesidad de ceder. Una vez más, esa mente suya tan racional la hacía vacilar.
—Morgan —bajó una octava el tono de voz, la presionó y aprovechó la ventaja—. No digas que no.
_________ cerró los ojos, sus largas pestañas sombrearon las mejillas levemente ruborizadas. Una sonrisa autorecriminatoria, curvó sus labios llenos.
—Jamás he podido decirte que no.
Joe esperaba borrar esa palabra de su vocabulario, a partir de ese mismo día. Pero primero... tenían que llevar a cabo la más íntima fantasía de ________.
La peor pesadilla de Joe.
Se sintió invadido por la tensión que le roía las entrañas hasta que se sintió cabreado y... ¿cuál era la palabra justa? Vulnerable. Sí. Su vientre se retorcía por los nervios. Comenzó a sudar.
Y a pesar de todo, tenía que saber, de una vez por todas, si Morgan y él podían hacerlo.
En algún rincón de su mente acechaba un hecho excitante, que la absoluta sumisión de _________ le proporcionaría en bandeja de plata la venganza que tanto había buscado: que la novia de Brandon le rogara que la sometiera. Que dijera que lo amara, mientras se hundía profundamente en ella. Excitante... pero la idea de vengarse ya no lo satisfacía. Nada en la manera en que deseaba a _________, en la necesidad que lo impulsaba a someter a esa mujer, tenía que ver con Brandon. Era __________. Sólo ella.
De alguna manera, había llegado a significarlo todo para él.
Y si ____________ volvía con Brandon después de ese día, pues bueno...entonces su antiguo amigo volvería a romperle el corazón y reiría el último... otra vez.
Maldita sea, ojalá pudiera evitar contarle la verdad durante un tiempo, hasta que ella ya no pudiera dar marcha atrás. _________ estaba todavía muy nerviosa, pero tenía que actuar con rapidez o la perdería.
—Ve al centro de la habitación —ordenó en la suave quietud matutina.
________ se mordió el labio inferior. Luego se pasó la lengua rosada por la superficie, y Joe se la imaginó lamiéndole el glande. Se endureció, maldiciendo el poder que tenía esa mujer para excitarle.
— Joe.
No podía retroceder. Arqueó una ceja negra, sabiendo que ella obedecería sin rechistar.
—Señor —se corrigió _________.
—Dame sólo este momento.
Con un obediente asentimiento de cabeza, ________ se giró y se situó en el centro de la habitación, cerca de los pies de la cama. De cara a la cama deshecha.
—Buena chica —murmuró él mientras se acercaba a ella sin apartar la vista de sus ojos, sintiendo la ansiosa impaciencia de su polla, hasta que estuvo justo delante de ella—. Dame las muñecas.
Por una vez, ella accedió sin vacilar. Él no pudo evitar la sonrisa que asomó a su cara. ________ había llegado muy lejos en sólo unos días. No sólo había admitido su naturaleza, sino que la asumía. ________ sabía que tenía intención de atarla y, simplemente, accedía. Con perfecta obediencia. Con una total confianza que lo hizo sentirse orgulloso y lleno de una ardiente necesidad.
—Muy bien.
La besó en el suave lugar donde se unían el cuello y el hombro y le gustó observar el estremecimiento que la recorrió de pies a cabeza. Siguió besándole el brazo, bajando por la sensible piel del codo. Ella contuvo el aliento, y él sonrió contra su muñeca, sintiendo el pulso acelerado de _______ contra los labios.
Sacó unos amarres de cuero de la bolsa que había en el suelo, la que él había dejado allí antes, y le ató uno en cada muñeca. Ella no dijo ni una palabra.
Metiendo la mano bajo la toalla, le pasó la yema de los dedos por el interior del muslo, rondando cerca de ese lugar caliente y húmedo, ese lugar dulce como la miel que no podía esperar a saborear. La rigidez comenzó a abandonar el cuerpo de _____ y cuando él palmeó suavemente la sensible carne de su sexo en una exigencia silenciosa, ella abrió las piernas. Se arrodilló ante ella y aseguró otros amarres de cuero a juego en sus muslos.
Joe sintió sobre él los ojos inquisitivos de ________, pero no levantó la vista. No quería darle ninguna pista, y sintiéndose tan tremendamente excitado como se sentía... no quería que averiguara sus intenciones. Aún no. Así que rebuscó de nuevo en la bolsa del suelo y sacó dos cintas de terciopelo y las dejó en el suelo de madera entre ellos.
Dejando que ella se imaginara lo que quisiera.
Luego le quitó la gruesa toalla verde, dejando al descubierto sus exuberantes curvas y respiró hondo intentando contener el deseo. La dejó completamente desnuda bajo la luz del sol, esos rayos dorados inundaban la estancia haciendo que su pelo rojizo brillara con el mismo color que las llamas e iluminando la piel de alabastro de sus hombros, sus pechos traslúcidos, el vientre suave. Y sus rosados pezones maduros.
____________ no se estremeció ni protestó al quedarse desnuda de repente. La única reacción que él pudo percibir fue un adorable rubor que se extendió por la pálida piel cremosa. Estaba tan condenadamente hermosa, desnuda, sometida y sorprendentemente segura de sí misma. La imagen hizo que su miembro se pusiera todavía más duro. Se sentía asfixiado por los vaqueros, por la necesidad de tocarla.
—Señor, ¿de dónde ha salido esa bolsa?
Y el resto del equipo. Eso era lo que ella quería saber. Él sonrió. No debería de haber preguntado, pero la satisfaría por esa vez.
—Cuando anoche me di cuenta de que te habías ido, cogí algunas cosas para asegurarme de que, cuando te encontrara, no podrías volver a escaparte.
—Oh —exclamó.
Maldita sea, podía sentir el deseo en su voz. Ese tono tembloroso y ronco lleno de curiosidad, y de una necesidad apremiante, consiguieron que a duras pena pudiera contenerse
Joe tragó para aplastar la ruda explosión de lujuria.
—¿Estás preparada para lo que sea que yo quiera?
Ella lo miró directamente.
—Sí, señor.
No había otra opción. Volvió a meter la mano en la bolsa y sacó un par de candados. Con ellos, aseguró los amarres de las muñecas a los de los muslos. Los cejorros resonaron al cerrarse en la silenciosa habitación, un silencio roto por la jadeante respiración de _____ y el latido del corazón de Joe en sus propios oídos.
Se puso de pie, presionándose contra ella con toda intención y forzándola a mirarlo.
—¿Estas preparada para lo que voy a darte?
—Sí, señor.
Hasta ahí muy bien. ¿Pero estaba ella realmente preparada? Encontró un juego de esposas para tobillos en la bolsa. Eran de suave cuero negro y susurraron sobre sus dedos, excitándole con la idea de que muy pronto estarían envolviendo una piel todavía más suave, manteniéndola inmóvil para que él hiciera lo que quisiera con ella. Cogió las cintas de terciopelo del suelo y ató cada una en el aro de las esposas que cerró sobre los tobillos temblorosos.
—Confía en mí —la tranquilizó.
_____ vaciló, bajando la mirada hacia él. Sí, quería saber qué sería distinto, qué la esperaba esta vez. Pero no preguntó, sólo lo miró fijamente.
—Confío en ti —susurró. Y la confianza que se reflejaba en su cara le decía que así era—, señor.
—Eres asombrosa, cher.
La visión de esos ojos azules, llenos de lujuria y confianza, fue como una patada a su autocontrol. Fue condenadamente sorprendente que no se desgarrara las ropas para penetrar ese dulce cuerpo al instante.
En su lugar, la urgió a abrir más las piernas. ________ lo hizo sin rechistar, luego ató el extremo libre de las cintas de terciopelo en la parte inferior de las patas de madera de cerezo de la cama. Lo aseguró con fuerza.
Ahora, ____ ya no podía ir a ninguna parte. Estaba preciosa, hacía justicia a las esposas de cuero y a las ataduras de terciopelo que la anclaban a ese lugar con las piernas deliciosamente abiertas. Jack jamás había visto nada tan erótico.
Se contuvo, luchando contra el deseo tembloroso que le hacía arder y amenazaba con despojarlo de su control.
Impaciente —demonios, temblando— por la necesidad de tocarla, Joe le deslizó las palmas de las manos por los costados, clavándole los dedos en la cintura mientras dejaba un reguero de besos por esa piel suave. Ella jadeó cuando las manos de Joe bajaron por sus caderas y la boca masculina encontró el lugar sensible donde la cadera se unía al muslo.
¿Existía algo más perfecto que esa piel pálida, más tentador que acariciar la firme longitud de las piernas de ______, o que arrodillarse ante el paraíso de su sexo? No para él. Esto... ______ y todo lo que ella ofrecía eran lo que siempre había estado buscando.
Rezó para poder conseguir lo que ambos deseaban del otro, para ser el amante que el otro necesitaba.
Estirándose, deslizó los dedos por sus nalgas, agarrando la parte de atrás de los muslos. ¿Era _____ tan suave por todas partes? Sí, y eso lo destrozaba. A él, que había matado en combate, que había sido herido por las balas, que tenía cicatrices de navajas, que había aprendido a joder al enemigo en ocho idiomas diferentes, _______ lo dejaba anonadado con esa piel tan perfecta. Deslizó la mano hasta los tobillos, su boca siguió el mismo camino hasta que ella tensó las piernas y se estremeció bajo sus manos y su boca.
—¿Estás mojada? —le preguntó.
—Sí —______ observaba jadeante cada uno de sus movimientos, con los ojos bien abiertos. No parecía sorprendida ni horrorizada. Estaba excitada, abierta, hambrienta.
—¿_______? —la advirtió.
—Sí, estoy mojada, señor.
—Mucho mejor —dijo él, mordisqueando la cremosa piel del interior del muslo antes de deslizar la lengua por su cadera.
El gemido de ________ resonó en sus oídos. Mierda. ¿Cómo diantres iba a aguantar sin ponerse de pie, arrancarse los pantalones y darle lo que los dos necesitaban?
Con unos suaves tirones a las cintas, Joe se aseguró de que estaban firmemente atadas. Sólo un poco más...
Acercándose de nuevo a la bolsa, sacó una gruesa bufanda de seda. «Perfecto», pensó, extendiendo la tela y colocándosela sobre los ojos. _______ podría sentir y saborear, escuchar y... experimentar a través de los sentidos todo lo que necesitaba. Pero no podría moverse ni ver, lo que le permitiría controlarse tanto como deseara y necesitara. Por si acaso.
Tras un instante, _______ se tensó. Pero se obligó a respirar y relajarse. Orgulloso de lo calmada y confiada que se mostraba, la besó suavemente en la boca, saboreando la cálida tensión y los labios ardientes, dulces como las bayas.
Apretando los puños con fuerza, pasó a su lado y se alejó de ella. Tomando aliento profundamente, rezó. Luego se obligó a abrir los puños, a cruzar la habitación y abrir la puerta de la estancia.
aranzhitha
Re: "Dominada por el deseo" (Joe y tu) Terminada
Capítulo 16
____________ sintió que Joe pasaba por su lado y que abría la puerta a sus espaldas. El frío aire de febrero entró en la estancia y azotó su piel. Luego oyó el ruido de unos pasos.
Ella sofocó el pánico. Joe no iba a ir a ninguna parte. No podía hacerlo. Aquella mirada tierna y la implacable presa de sus manos la habían convencido de ello. Entonces, ¿qué diablos estaba haciendo?
Él ahuecó la mano sobre el hombro de ______ y se apoyó en ella, murmurándole al oído.
—La palabra de seguridad sigue siendo «pantano».
Incluso con los ojos vendados, la tensión de Joe no podía ser más palpable.
—Vale, pero no la voy a necesitar.
Joe exhaló. ________ sintió su cálido aliento en la mejilla, luego, con suavidad, deslizó la yema del dedo por la curva de un pecho, seguido por un duro tirón de su boca en el pezón.
Al instante, se formó un sendero de fuego entre sus pechos y su clítoris. La humedad inundó sus pliegues. El placer fue tan impactante que _____ sintió una curiosa calidez en la espalda. No podía apretar las piernas para aliviarse, ya que Joe se las había atado separadas. Y con las muñecas amarradas a los muslos, le resultó imposible levantar los brazos para estrecharlo más cerca cuando él tomó el otro pecho, consiguiendo que el segundo pezón se pusiera tan duro como el primero. No pudo evitar que se le escapara un gemido de la garganta.
Joe la recompensó, deslizándole una mano por el vientre. Sus dedos la acariciaron y dibujaron unos círculos provocadores en los muslos. Con los nudillos le rozó el vello púbico.
Le temblaba la mano.
________ contuvo el aliento, esperando, preguntándose... ¿qué estaba haciendo?
Lentamente, él se arrodilló entre sus pies separados. ¡Oh, sí! Podía sentir su cálido aliento justo en el centro mientras le abría la carne resbaladiza con los pulgares y exponía cada uno de sus secretos, desnudando sus incertidumbres e inhibiciones, destruyendo cualquier concepto de tabú, y reemplazándolo con necesidad. _______ podía sentir los ojos de Joe, devorando su carne más secreta, con ansia y determinación.
La sangre recorrió su cuerpo a toda velocidad. Los estremecimientos atravesaron su piel haciéndola sentir completamente viva. El aire frío contra sus pechos contrastaba claramente con la ráfaga de calor que arrasaba su espalda, mientras el roce de la cálida lengua de Joe avanzaba lentamente por su clítoris.
_______ echó la cabeza hacia atrás con un jadeo.
—Eso es —murmuró él. La lamió otra vez—. Mójate para mí.
Él siguió azuzándola suavemente mientras que con el pulgar le rozaba allí mismo, donde ella más lo necesitaba, una y otra vez, hasta que volvió a presionar con la lengua. Finalmente, abrió la boca y la cubrió, chupándole el clítoris, jugando con él, acariciándolo, excitándolo.
El intenso placer casi había llegado a su cénit. Era imposible de contener, incluso aunque _______ pusiera todo su empeño en ello. Pero resistirse era lo último que tenía en mente. Ese rugiente deseo se estaba apoderando de su cuerpo a la vez que la invadía una emoción agridulce. ¿Cómo iba a poder vivir sin Joe después de que hubiera terminado con ella?
Apartando a un lado ese pensamiento, _____- se centró en el aquí y ahora. En el deseo. Se clavó las uñas en los muslos. Enfrentada a una espiral de necesidad, apenas notó el afilado aguijón de las uñas. Todo su ser estaba enfocado en Joe y en su boca. Y cuando él introdujo un par de dedos en su interior, no pudo contener un jadeo. Estaba al borde del clímax.
—No puedes correrte aún, ___________.
Ella gimió.
—Por favor.
—Dímelo otra vez, ¿quieres todo lo que tengo para ofrecerte?
—¡Sí! Sí, señor, ahora.
Hubo una breve vacilación. Luego Joe le chupó el clítoris. Un agudo latido le atravesó el vientre con una fuerza desgarradora. Ella gimió cuando la creciente necesidad estuvo a punto de acabar con su resistencia. Cada músculo de su cuerpo se tensó bajo el látigo de la lengua perezosa e insistente de Joe.
—Bien —murmuró él contra su sexo húmedo e hinchado—. Córrete para nosotros.
—¿Nosotros?
Se sobresaltó. ¿Había oído bien?
De repente, sintió la presión de un enorme pecho desnudo contra la espalda. Y Joe todavía estaba arrodillado entre sus pies, excitando su clítoris con suaves golpecitos de su lengua, y presionando con dos dedos profundamente en su interior.
Desde atrás, surgieron un par de manos anchas que le ahuecaron los pechos, apretándole los pezones y provocándole un dolor electrizante.
El desconocido la besó justo detrás de la oreja, como para comprobar si era bienvenido.
—Hola, muñeca.
Ronca, ligeramente jadeante, sí, esa voz era de... Deke.
Oh, Dios... ¿estaba ocurriendo eso de verdad?
Mientras ella jadeaba, Deke le soltó uno de los pechos, deslizando la cálida palma por su vientre hasta sus rizos húmedos. Las ásperas yemas de sus dedos le rozaron el clítoris mientras los dedos de Joe seguían alojados en su interior. Dos hombres imponentes, ambos acariciándole partes de su cuerpo hasta hacerla gritar. La fricción y la presión la estaban matando, arrasando cualquier cosa salvo la doliente necesidad que la inundaba. No podía respirar, no podía pensar. No podía hacer nada que no fuera dejarse llevar por la eléctrica sensación que atravesaba su cuerpo.
—Córrete para nosotros —le exigió Deke al oído, apretando el brote hinchado mientras Jack presionaba los inflamados nervios del interior de su canal.
—¡Ahora! —le exigió Joe.
Un torrente de sangre y necesidad chocó contra su sexo y _________ estalló con una oleada de placer que la hizo gritar de éxtasis. Su cuerpo se aferró con fuerza a los dedos de Joe. Deke gimió cuando ella le empapó la mano con sus jugos.
Lentamente, el clímax fue remitiendo. Con caricias tiernas y gentiles. Joe y Deke trabajaron en un tándem perfecto, leyendo las necesidades de su cuerpo a la perfección. Aturdida e impresionada, _______ sintió que las lágrimas le inundaban los ojos. Simplemente, la realidad de lo que había ocurrido despertaba una nueva oleada de deseo en sus profundidades.
Joe sacó los dedos de la presa de su canal y le quitó la venda de los ojos. Morgan parpadeó ante la repentina luz del sol mientras cada uno de los hombres pasaba por su lado y se colocaba delante de ella.
Dos pares de ojos, unos color chocolate y los otros azul claro, la taladraron, interrogaron y abrasaron. _____ tembló cuando se acercarón más a ella, los pechos anchos y musculosos cubiertos por una piel ardiente la hacían sentirse pequeña. No tuvo que bajar la mirada para saber que vería dos pollas hambrientas dispuestas a dar y a exigir satisfacción.
_______ aspiró, conmocionada. Todo aquello parecía tan irreal. Joe, Deke y ella casi desnudos en aquella habitación, pero realmente estaba ocurriendo. Sintió un estremecimiento fruto de la emoción prohibida, una llamarada de deseo... las sensaciones la bombardeaban con tal rapidez, que _____ apenas podía distinguir una de otra.
Salvo el asombro. Sólo la noche anterior, Joe le había abierto su corazón, la había hecho partícipe de su dolor, de sus miedos. Había temido que compartirla significara perderla. ¿Qué lo había hecho cambiar de opinión?
Deke se metió un dedo en la boca, saboreando el jugo de su deseo con una sonrisa perversa. Al verlo, Morgan sintió que se ruborizaba de pies a cabeza y maldijo su piel clara. Él sólo se rió.
Joe estaba más serio.
—Deke y yo estamos aquí para hacer realidad tu fantasía, cher.
—-No te haremos daño, aunque sufrirás otro tipo de dolor —prometió Deke con un guiño.
—¿Por qué? —el susurro escapó de los labios de _________ mientras clavaba su mirada inquisitiva en Joe.
Él le tomó la cara entre las manos y se acercó un poco más.
—Me he dado cuenta de que si quiero reclamarte como mía, tengo que ser fuerte y darte lo que necesitas. De otra manera, no puedo ser tu Amo ni sería mejor que ese gilipollas de Andrew. Dime todo lo que deseas, y lo tendrás. Ambos estamos preparados para darte placer.
«¿Reclamarla como suya? ¿Después de ese día?» El corazón de _____ latió a toda velocidad ante el increíble y maravilloso pensamiento de tener a Joe en su vida para siempre.
Permaneció allí de pie, inmóvil, muda, con la cabeza dándole vueltas.
—Oh..., vaya.
—Yo estoy más que preparado —la voz de Deke destilaba ironía y diversión.
—¿Estás segura de que esto es lo que quieres de verdad? —murmuró Joe.
Esas palabras le provocaron un pesado latido entre las piernas, donde ambos la habían poseído con los dedos, proporcionándole un placer abrumador.
Dejando las sensaciones a un lado, había llegado el momento de la verdad: ¿Quería que ambos la tomaran? ¿Podría someterse a un menaje à trois? ¿Estaba preparada para experimentar todo lo que le había dicho a Jack que anhelaba desde siempre?
La imagen de Joe y Deke penetrándola, follándola, casi la hizo gemir. Le dolieron los pechos y el clítoris le latió reclamando nuevamente atención. Se le hinchó el corazón al darse cuenta de que Joe había dejado a un lado sus miedos y había confiado en ella con el fin de que pudiera experimentar su fantasía.
Joe le agarró la barbilla, tensando los dedos contra sus mejillas. Necesitaba que le respondiera. Ella buscó los familiares ojos oscuros que atraparon los suyos como un torno. Joe la necesitaba. Lo que estaba dispuesto a hacer para conservarla la dejaba totalmente anonadada. Sintió una inmensa alegría.
—¿Estás seguro tú? —dijo con voz temblorosa.
—De si quiero observar cómo te sonrojas y te excitas bajo la luz del sol, sentir cómo te aferras a mis dedos, verte sonreír, sí. — Joe sonaba como si se hubiera tragado un camión lleno de grava—. Sí, estoy seguro.
Una hermosa respuesta, pero aun así tenía que hacerle una pregunta difícil.
—¿Estás seguro de que no te vas a convertir en un destructor de esteroides cuando veas que Deke me toca? ¿No te molestará?
Ahuecándole la mejilla, Joe suspiró.
—Si no te doy esto, te perderé de todas maneras. Y creo que debemos estar juntos, cher. Tenemos que confiar el uno en el otro para tener un futuro. —Una sonrisa renuente torció su ancha boca—. Además, parecías condenadamente caliente cuando te has corrido para nosotros.
— Joe y yo hemos hablado de esto esta mañana. Tiene la cabeza en su sitio, muñeca.
—Así que es decisión tuya — Joe tragó saliva—. Todo lo que tienes que hacer es decirlo y te poseeremos como en tus sueños más tórridos. Sólo tienes que aceptar tus necesidades. Sí o no.
Por un momento _______ se sintió aturdida. Estaba asombrada. Al parecer, Joe estaba dispuesto a dejar a un lado sus recelos para concederle sus deseos. Una decisión arriesgada, una que probaba que en realidad quería tenerla en su vida porque ella le importaba.
Gracias a Dios, porque cada vez que había intentado alejarlo de ella, su cuerpo y su corazón había sufrido miserablemente.
Ahora, todo lo que tenía que hacer para cumplir sus fantasías era ser lo suficientemente valiente para admitir su deseo, su placer, sus exigencias.
Tan sólo unos días atrás, _______ no habría podido aceptar esa oferta. Oh, habría querido hacerlo. De hecho, se habría sentido dolorida y anhelante, consumida por el deseo, con sólo escuchar las palabras de Joe. Pero la vergüenza, la preocupación y el miedo la habrían hecho rechazar la idea.
Ahora. No había vergüenza ni preocupaciones. Sólo una admisión manifiesta de quién era y de lo que quería.
Joe la había liberado. Y sólo por eso, lo amaba.
Nuevas lágrimas le anegaron los ojos cuando miró a Joe.
—Te abrazaría, si pudiera.
Ella retorció las muñecas atadas a los muslos mientras la risa de los dos hombres llenaba la estancia.
—¿Es eso un «sí»?
—Sí. —Presionó su cuerpo contra el de Joe —. Por favor, sí.
—Cher, será un placer.
El selló el trato con un beso, amoldando su boca hambrienta sobre la de ella e instándola a separar los labios. Inmediatamente, él llenó su boca con ese sabor único, algo oscuro, aderezado con café cajún, whisky y misterio. Ella reconocería el sabor adictivo de Joe en cualquier parte. También saboreó un leve indicio de sus propios jugos. Pero había algo nuevo en ese beso, no sólo estaba lleno de deseo, sino de esperanzas y promesas. _______ sintió que se derretía.
Sin embargo, Deke no se contentó con seguir ocioso. Le presionó la cálida boca contra el sensible hueco entre el cuello y el hombro, recorriendo su cuerpo con los dedos desde las caderas al ombligo, y luego hasta el tenso pezón que suplicaba su atención.
Se lo rozó con el pulgar una vez. Sólo una. En respuesta, _______ jadeó en la boca de Joe. Luego gimió cuando su excitante cajún le pellizcó el otro pezón.
Esos dos juntos iban a ser pura dinamita.
Un torrente de cálido deseo inundó a _______ y sintió que se le aflojaban las rodillas cuando Joe la besó en la barbilla, en el hombro, dirigiéndose directamente hacia el pezón que todavía asía entre el pulgar y el índice.
Al parecer, Deke tomó eso como una señal porque le ahuecó las mejillas con las enormes palmas de sus manos y le alzó la cara hacia sus ojos ardientes. Cualquier rastro del tío simpático que la llamaba «muñeca», había desaparecido para ser reemplazado por un hombre duro
Y voraz. Una nueva oleada de lujuria se estrelló contra el vientre de _______.
Esa misma necesidad se percibió en el gemido de Deke cuando se apoderó de su boca. Hábil y seductora, su lengua bailó con la de ella, tentándola, saboreándola para luego retroceder. Jugueteó con ella, dándole una breve muestra de su sabor que tenía cierto matiz a menta.
________ se ahogaba en un mar de deseo. La sensación de la boca de Deke sobre la de ella mientras Joe jugueteaba con su pezón la arrastraba a un infierno de aguas revueltas.
Su habilidad para sortear las aguas de esa necesidad no mejoró cuando Deke le pellizcó el otro pezón, y los dos hombres se esmeraron a fondo con las sensibles cimas. Si no hubiera estado ya increíblemente mojada, la vista de las dos cabezas masculinas, una como la luz leonada y la otra sedosa como la medianoche, habría notado que sus jugos manaban como un grifo abierto. El deseo ardía doloroso y apremiante bajo su piel y se fusionaba entre sus piernas, creando un mar de deseo.
Los tirones y la presión de esas bocas eran diferentes, pero produjeron el mismo resultado: una necesidad que la hacía sudar. Las sensaciones se precipitaban rápidamente desde sus pezones hasta al clítoris en una secuencia ardiente que su cuerpo apenas podía soportar.
—¿Te gusta? — Joe levantó la cabeza, con los labios húmedos, rojos y condenadamente besables.
_______ gimió en respuesta.
—Creo que eso es un sí —susurró Deke a su lado.
Irguiéndose, Joe la urgió hacia la cama. Deke lo ayudó, guiándola con una mano sobre su hombro y la otra palmeando su trasero. Esperó que la ayudaran también a subir.
No lo hicieron.
Cuando sus muslos chocaron contra el colchón, la doblaron sobre la cama deshecha, luego desaparecieron tras ella. _______ cerró los ojos, consciente de estar desnuda, vulnerable y expuesta. Y de que había dos pares de ojos devorándola.
Oyó el ruido de cremalleras y el crujido de las ropas. Alguien metió la mano en la pequeña bolsa de trucos del suelo. Se oyó la rasgadura de un envoltorio metálico. El corazón de ________ latió a toda velocidad. ¿Qué iban a hacer ahora? No estaba preocupada, sólo se moría de curiosidad. Un millón de imágenes prohibidas inundaron su mente, cada una más sexy que la anterior. Y todo porque Jack quería satisfacerla para poder reclamarla como suya.
Apenas se había recobrado de ese pensamiento cuando Deke rodeó la cama, esta vez completamente desnudo. __________ ya había visto los duros músculos de su pecho y abdomen. Esa misma solidez y firmeza continuaba en los muslos que enmarcaban un miembro grueso, pesado y lleno de venas. La mirada de ______ voló a su cara y él le dirigió una sonrisa sardónica mientras se subía a la cama.
Detrás de ella, Joe le agarró las caderas y se inclinó sobre su espalda, el vello de su pecho se rozó contra la piel sensible de _______ que se estremeció.
—Yo soy quien está al mando, ________. Mi palabra es ley. ¿Está claro?
Ella tragó saliva y asintió con la cabeza.
—Sí, señor.
—-Bien. Deke... — Joe retiró una de sus manos de las caderas de ___________ sólo por un momento, al parecer para hacerle al otro hombre alguna clase de señal.
Estaba claro que Deke la comprendió porque se acercó más a ____ mientras Joe la separaba un poco de la cama para que su amigo pudiera acomodarse con facilidad delante de ella.
El corazón de _______ comenzó a martillearle en el pecho. El cuerpo de Deke estaba tan cerca que podía oler el perfume almizclado que emanaba de la unión de sus piernas ligeramente abiertas, y podía ver el vello que cubría sus muslos y cada vena que se dilataba bajo la suave piel de su miembro rígido.
Joe la atrajo más hacia sí, le asió las caderas con manos ávidas y presionó el hinchado glande en su sexo húmedo. Se introdujo un poco pero sólo lo suficiente para provocarla.
Su miembro ardía contra ella. ______ gimió, se retorció, intentando tentarle. Deseaba sentir cómo la empalaba, cómo la poseía. La oleada de deseo casi la hacía gritar. Se mordió el labio y contoneó las caderas. Joe simplemente se quedó quieto, negándose de manera tortuosa a complacerla.
—¿Quieres que te folle? —preguntó.
—Sí, señor.
—Lo haré —le murmuró al oído—, en cuanto se la chupes.
Las palabras la sacudieron como un latigazo de deseo, excitando sus sentidos. ___________ lo miró por encima del hombro con los ojos muy abiertos.
—Quiero verlo en tu boca mientras te follo. Hazlo.
Una oleada ardiente la atravesó, pulsando en su bajo vientre. _______ deseaba hacerlo. Y quería que Joe la viera, y que ardiera como si lo consumieran las llamas del infierno.
Volviéndose hacia Deke, ________ centró la atención en su erección. Estaba definitivamente a tono con el resto de su enorme cuerpo. No creía que pudiera metérsela en la boca por completo.
Pero podía ser divertido intentarlo, sabiendo que con cada pasada de su lengua, haría no sólo que Deke perdiera la cabeza arrebatado por la lujuria, sino también Joe.
—Sí, señor.
Antes de que ella hubiera acabado de hablar, Deke la agarró suavemente por la nuca con una mano callosa y envolvió su miembro con la otra. Luego la instó a bajar la cabeza.
Cuando ella le lamió el glande, Deke gimió. Joe lo secundó.
_______- volvió a hacerlo, succionando con más fuerza el glande de Deke. Mientras observaba cómo se le tensaban los muslos, le rodeó la polla con la lengua, luego volvió al glande y se vio recompensada con un gruñido en el oído, y el salobre y almizclado sabor que se filtró en su boca.
—Jesús, Joe —gimió Deke—. Es una tortura.
—Y sólo acaba de empezar. ¿No es cierto, cher?
Joe sacó la punta de su polla de la dolorida vagina, y ella gimió en señal de protesta contra la cabeza púrpura de la excitada erección de Deke.
—Chúpasela de una vez —exigió Joe —. No juegues con él.
Maldita sea, era Joe quien estaba jugando con ella.
Le echó una mirada a la cara de Deke. Las tensas líneas de expresión enmarcaban su boca. Los ojos azules ardían de deseo con un hambre voraz que la inundó de lujuria, hasta que el poder de ese deseo la obligó a satisfacer esa ansia.
Él apretó los dientes, pero aún logró bromear:
—¿Puedes darte prisa, muñeca? Me gustaría que me echaras una mano aquí abajo.
Bajando la vista, ________ observó con impotencia cómo Deke se agarraba con fuerza la erección con una presa fuerte y ruda que la conmocionó y la excitó.
Un pesado nudo de deseo palpitó entre sus piernas y se inflamó mientras lo miraba. La palmeó con ardiente impaciencia mientras Joe la alimentaba con cinco centímetros escasos de su polla antes de detenerse. El sudor le cubrió la espalda, y se lamió los labios, su mente era incapaz de controlar las necesidades de su cuerpo. El tormento era demasiado intenso.
Los dedos de Deke se tensaron en su nuca, bajándola de nuevo. Sí, quería eso. Quería saborearle sabiendo que Joe los observaba con aprobación y deseo.
______ abrió la boca y alojó cuanto pudo en su interior la dura longitud de Deke, cubriendo la seca y ardiente piel con su saliva. La humedad facilitó que se retirara, luego volvió a meterse el miembro en la boca, llevándolo hasta el fondo de la garganta.
Lo sentía pesado contra la lengua, salado, caliente y especiado. El sabor incrementó todavía más su deseo. Eso y saber que Joe observaba cada una de sus movimientos.
—Buena chica —la elogió Joe mientras le clavaba la polla profundamente, casi contra el fondo de la vagina, donde al presionar contra un lugar sensible la hizo gemir, retorcerse y contorsionarse—. Cuanto más le chupes, más te follaré. Si te detienes, me detengo. Si te corres antes que él, lo pagarás muy caro.
Un nuevo ramalazo de lujuria la atravesó como un relámpago, ardiente y electrizante. Joe no sólo había metido a tres personas en esa habitación para follar, no. Como él comprendía sus necesidades más oscuras, la sometía, le ordenaba que participara, liberándola de las riendas que su sentido de la moralidad pudiera haber impuesto.
_________ asintió con un cabeceo, con la lengua rozando contra la erección de Deke. El enorme rubio gimió de gusto, y le enterró los dedos en los cabellos, provocando deliciosos alfilerazos de dolor en su cuero cabelludo.
Dios, se estaba quemando viva. Las firmes y rudas estocadas de Joe contra su carne mojada le nublaban la mente. Con cada envite, se veía impulsada hacia la polla de Deke, y ella la rodeó con la lengua, mojándola, lamiéndola, jugueteando con ella en cada embestida, amando la sensación que esa ruda longitud producía en su boca, y la mirada de Joe desde atrás.
Allí, entre ellos dos... el tormentoso placer se extendía por su cuerpo, haciéndola arder con una lujuria agonizante. Le dolían los pezones, su clítoris reclamaba atención. Se imaginó llevando a Joe y a Deke juntos al clímax. El simple pensamiento la volvió loca de deseo.
Se tensó en torno a Joe, exprimiéndolo con fuerza mientras deslizaba la lengua por la sedosa longitud de la polla de Deke. Ambos hombres gimieron larga y guturalmente. Joe le apretó la cadera con una mano; con la otra exploró los rizos húmedos y le presionó el clítoris hasta que ella gritó. Deke incrementó el placer pellizcándole los pezones hasta que sintió dolor. El chocante hedonismo de sus demandas casi la llevó al clímax, estaba a punto de alcanzar la satisfacción.
—Todavía no —la advirtió Joe con una voz irreconocible.
Salió de su cuerpo con lentitud, deteniendo abruptamente sus embestidas.
—¡No! —protestó ella, apartando la boca de Deke. Maldita sea, ¿cómo podía Jack hacerle eso? Estaba palpitante. Atrapada en un nudo de la necesidad. ¿Acaso no era su fantasía?
—¡ Joe!
—Señor para ti —le recordó con un gruñido, una firme palmada en el trasero y un suave pellizco en el clítoris—. Ahora chúpasela hasta que se corra. Luego tendrás lo tuyo.
Sin mostrar compasión, Deke la observó con un hambre desnuda, volviéndole a meter las manos entre los cabellos y arrastrándola de nuevo hacia su pene.
______ cerró los ojos. Debería estar enfadada. Totalmente encolerizada por esas exigencias con que la controlaban y contenían. Pero no. Estaba más excitada que nunca.
—Succióname profundamente.
La voz de Deke era tan áspera como el papel de lija. El sonido convirtió su cuerpo en un horno, provocando que su sexo se contrajera de necesidad.
De nuevo, _______ albergó a Deke en su boca y lo succionó con tesón. Él se tensó todavía más contra su lengua y apretó los puños en su pelo. Como recompensa, Joe se introdujo con rapidez en ella, aguijoneando su clítoris hinchado con los dedos, ahora empapados con sus jugos. ______ gritó.
Dios, aquello era excesivo. Era superior a ella. Y si bien Joe había moderado el ritmo de sus envites, ________ todavía sentía la ardiente espiral de deseo que trepaba por su cuerpo y amenazaba con sepultarla hasta estallar en mil pedazos de placer y conducirla a la locura.
Al sentir que de nuevo ______ estaba próxima al climax, Joe se salió otra vez. Ella gimió. Tenía que correrse. «Pronto, maldición ¡Ya!»
Concentró sus esfuerzos en la polla de Deke, lamiéndola desde la raíz a la punta, demorándose en el lugar justo debajo del glande, envolviendo la lengua en torno a la gruesa longitud. Luego se lo metió en la boca profundamente, hasta el fondo de la garganta y succionó con fuerza, hundiendo las mejillas. Bajo ella, Deke se puso todavía más duro. Gimiendo y espoleándola.
—Sí, eso es. Maldición, muñeca, tienes una boca... oh, sí. Tan caliente, tan perfecta. Sigue chupando.
Empujó dentro de ella, follándole la boca una y otra vez. Y una vez más, se hinchó contra su lengua de manera que ella sintió cada surco, cada vena, cada latido del semen bajo la piel.
—Jesús, Joe —jadeó Deke—. No voy a durar mucho más.
—Buena chica —jadeó Joe en su oído mientras le cubría la espalda resbaladiza por el sudor con su cuerpo y comenzaba a embestir su dolorido sexo—. Trágate hasta la última gota.
_____ meneó la cabeza, asintiendo, frenética ahora por el deseo. Se arañó los muslos mientras el deseo crecía rápidamente en su interior, con el vientre tenso de necesidad mientras Deke la llenaba otra vez y palpitaba en su lengua con fuerza. Luego Deke gritó, un sonido gutural que le desgarraba el pecho como si el placer fuera pura agonía. El semen caliente le inundó la boca, salado y lechoso. Apenas tuvo tiempo de tragárselo antes de que Joe se tensara a sus espaldas, agarrándole las caderas con rudeza para embestirla con toda la fuerza que poseía.
El placer de ______ subió de intensidad ante la sensación del miembro de Jack llenándola. Esa voz ronca excitaba cada uno de sus nervios y los comienzos del clímax revolotearon en su interior, haciéndola gemir y preparándola para la liberación.
—No te corras —le ordenó Joe —. No te he dado permiso.
Tenía que estar bromeando. Frenéticamente, _______ sacudió la cabeza. No podía detenerse. Simplemente no podía.
Joe le palmeó el culo, y ________, por instinto, se apresuró a obedecerle. ¿Por qué, maldita sea? Quería correrse ya.
Pero por encima de todo quería complacerle. ________ se crispó, intentando contenerse, luchando contra su cuerpo para no alcanzar la satisfacción.
—Aguanta, muñeca —la alentó Deke.
Ella levantó la vista hacia él, implorando, necesitando. Él solo negó con la cabeza, sus ojos azules prometían más... pero mucho más tarde.
Ella gimió y lloriqueó. Dios, aquel doloroso placer nunca había sido tan arrollador.
Detrás de ella, Joe le agarraba las caderas mientras la embestía con unos envites penetrantes que le aflojaron las rodillas. El deseo pulsó en su clítoris mientras él la llevaba cada vez más alto.
Luego Joe se hinchó y se puso rígido. Con un grito salvaje y una última estocada brutal, él se corrió larga y duramente.
________ no lo hizo. Aunque negarse a sí misma esa satisfacción la hizo tensarse hasta límites insospechados y gritar. Dios, sentía como si la cabeza estuviera a punto de estallarle. El deseo se la estaba comiendo viva. Tan ardiente y condenadamente doloroso. Las lágrimas le anegaron los ojos. No podía seguir así...
Joe se retiró de su cuerpo y se deshizo del condón con una sonrisa de satisfacción. ¡Bastardo! La había dejado ardiendo.
Lo miró con furia, mientras se imaginaba atravesándolo con un asador, o colgándole por las pelotas. ¡Ésa era su fantasía, y era la única que no había alcanzado el orgasmo!
—Guau —comentó Deke.
—Puro fuego, ¿verdad?
—¡Dejad de hablar de mí como si no estuviera aquí! No podéis dejarme en este... estado.
—Te recompensaremos —la tranquilizó Joe.
—¿Cuándo? El mes que viene no me vale. Incluso cinco minutos me parecen demasiado.
________ se retorció con fuerza contra las ataduras llena de frustración. Pero no podía hacer nada, ni siquiera tocarse el clítoris. Y que esos dos la estuvieran devorando con los ojos sólo conseguía ponerla más caliente, aumentando aún más su necesidad de alivio.
—Súbete a la cama.
La profunda voz de Joe cortó el aire, advirtiéndole de que no iba a tolerar ningún arrebato más. ________ tuvo que morderse la lengua para no mandarle al infierno. En definitiva, no podía desobedecerle. No cuando hablaba así. No sabiendo cuánto deseaba complacerle. La sumisa que había en ella necesitaba someterse a esa presencia fuerte y confiar en que él le daría todo lo que necesitaba.
________ se acercó a la cama sin saber exactamente qué postura adoptar. Joe la sacó de dudas y la ayudó a ponerse de rodillas, montando horcajadas a Deke mientras él se tendía en la cama con una amplia sonrisa. La abrasadora mirada azul estaba fija en los empapados rizos de su entrepierna, y su miembro ya volvía a estar erguido como una columna de piedra contra su estómago.
Por favor, que no quisieran que follara a Deke sin correrse.
Tras ponerse de rodillas, Joe la urgió a escalar el cuerpo de Deke, pasando sobre sus muslos y caderas. Pero no se detuvo ahí. La impulsó a subir más, alzándola, por encima del estómago y pecho de Deke. Luego el propio rubio la levantó, colocándole las rodillas a ambos lados de su cabeza.
—Tengo que saborear esta rajita —gimió.
Y se hundió en ella como un hombre poseído, atravesando con su lengua el empapado canal. Luego le lamió el clítoris. ______ jadeó ante la ardiente sensación. Cualquier tipo de calma que hubiera conseguido en los últimos tres minutos se evaporó al sentir la boca de Deke en su sexo. Se retorció, tratando de encontrar alivio en la dulce tortura de los dientes que la mordisqueaban suavemente. Pero él no estaba dispuesto a permitírselo. En su lugar le rodeó los muslos con los brazos, inmovilizándola.
________ podía estar encima, pero era Deke quien tenía el control.
—Eres condenadamente sexy—la voz de Joe retumbó en su oído desde atrás, ronca por el deseo—. No puedo esperar a que los dos te follemos a la vez y nos empapes con tus jugos.
¿Los dos follándola a la vez? Dios, sí. Joe comprendía lo que ella deseaba con tanta desesperación. Y se lo iba a dar. Esperaba que fuera pronto antes de que muriese por el deseo insatisfecho.
Joe manipuló los candados, y de repente _______ sintió libres las muñecas, justo cuando Deke se puso a chuparle el clítoris y casi la envió disparada a la estratosfera. Casi. Pero ni siquiera entonces la dejó despegar.
—¿Me puedo correr? —se giró para mirar a _______ que se inclinaba sobre su bolsa para coger algún nuevo artículo—. Por favor.
—Todavía no. Yo te diré cuándo, cher.
—No puedo resistirlo más —jadeó ella sin aliento—. Es demasiado...
—Puedes y lo harás —le exigió Joe.
Una nueva capa de sudor cubrió la piel de _____. Un nuevo ramalazo de lujuria crepitó en su sexo. El mismo gemido que no conmovió a Joe antes, no lo conmovió ahora.
¡Maldita sea! Estaba tan cerca... sentía sus pliegues hinchados a cuatro veces su tamaño natural, y Deke seguía allí, haciéndola hervir, dándole placer para dejarla justo a las puertas de un orgasmo atómico. Y Joe se conformaba con observar la función, jugueteando ociosamente con sus pezones como si tuviera todo el tiempo del mundo.
—Inclínate hacia delante y apóyate en las manos —ordenó Joe.
_______ accedió, esperando que la dejaran correrse de una vez por todas y acabar con la vorágine de lujuria que invadía su mente. El orgasmo seguía allí, pendiente de un hilo, creciendo más y más, hasta cotas tan altas que nunca lo hubiera creído posible. Cuando finalmente estallara, iba a quedar totalmente aniquilada.
Un momento después, Joe introdujo un par de dedos profundamente en su canal. Él se retorció, su polla volvía a la vida. Pero no se detuvo. No, esos dedos arrastraron sus jugos al diminuto agujero de su trasero.
Estaba listo para follarla de nuevo. Y una vez que lo hiciera, no habría manera de que ella pudiera detener el orgasmo que burbujeaba en su vientre y bajo el que estaba a punto de sucumbir.
—¡ Joe! Señor...
—Tu piel es hermosa... este rubor... —murmuró contra su espalda mientras jugueteaba con un dedo en su arrugado ano.
—Su sabor también es adictivo —masculló Deke contra su sexo antes de volver a hundir su lengua en ella, antes de chuparle el clítoris.
El oscuro y agudo deseo palpitó con más fuerza. El clímax se acercaba deprisa, enorme, amenazador e inevitable ante esa presa ardiente. Dios, iba a estallar en llamas. No podría contenerse por mucho más tiempo. Las paredes de su sexo se contraían y estremecían. Su clítoris latía contra la lengua de Deke. Sólo un toque más y explotaría.
Joe parecía haberse olvidado de la debacle sensual de _______, tomándose su tiempo para llevar los jugos de su vagina al hueco prohibido de su trasero. _____ se encontró empujando contra los dedos, gimiendo e implorando.
—¿Eres mía? —le murmuró él al oído, tan bajo que sólo ella podía escucharlo.
—Sí.
—¿Por completo?
—Sí. Dios mío, sí.
—¿Te quedarás conmigo? ¿Te entregarás a mí? ¿Te pondrás mi colgante?
—Sí, sí, sí —gimió ella.
Él situó un dedo contra su ano, y todos los nervios de su cuerpo se tensaron cuando él comenzó a presionar hacia dentro.
—¡Oh, sí! —_______ apenas podía articular las palabras, prácticamente estaba sin aliento. Un dolor agudo y caliente atravesó su piel mientras _______ murmuraba algo incomprensible.
Joe empujó el dedo profundamente en su ano en el mismo momento que Deke le mordió el clítoris.
—¡Córrete! —gritó Joe.
Pero ella ya había empezado. Nada hubiera podido impedir que estallara en mil pedazos bajo la presión del dedo invasor de Joe y de la instigadora lengua de Deke.
Ella no gimió, ni gritó, sino que soltó un fuerte y profundo alarido, mientras se agarraba con fuerza a las sábanas y las oleadas de placer atravesaban su cuerpo. El clímax la destrozó por completo, golpeándola tan fuerte, que se quedó sin aliento. El vientre se le contrajo. Casi perdió el conocimiento mientras el corazón le martilleaba en los oídos como un redoble de tambores.
Dios, estaba agonizando. Allí mismo, en esa pequeña habitación, estallando en tantos pedazos que no creía que pudiera volver a recomponerse. Y no le importó.
Deke la soltó un instante para coger algo al lado de su cadera. ________ se dio cuenta de lo que era al cabo de un momento, cuando le observó desgarrar el pequeño paquete metálico con los dientes, colocarse el condón y volver a cogerla por las caderas en un tiempo record.
¿Otra vez? Oh... se sentía como una muñeca de trapo, era la primera vez que se relajaba en horas, y ¿querían llevarla de nuevo al orgasmo?
Antes de que Deke la penetrara, Joe sacó el dedo de su ano y lo reemplazó por la abrasadora anchura de su pene lubricado.
— Joe... señor —comenzó a protestar.
—Tómame —exigió con un gemido—. Tómanos.
Y se deslizó en su oscuro interior, exigiendo con rudeza que ella se abriera y aceptara en su ano cada centímetro de su polla. Gimiendo ante esa sensación invasiva, _____ se impulsó contra él hasta que tuvo todo el miembro en su interior y los testículos de Joe rozaron su sexo.
Y allí se quedó, completamente inmóvil.
Sorprendentemente, volvió a excitarse ante la sensación de tenerlo dentro de ese pasaje oscuro y prohibido. Intentó contonearse, gimiendo. Deke detuvo el movimiento de sus caderas. El alarido anterior la había dejado casi sin voz. La nueva y abrasadora demanda de su cuerpo se llevó el resto.
La estaban matando. De verdad que la estaban matando.
Antes de que pudiera encontrar una manera de recuperarse, de enfrentarse a ello, Deke situó su grueso miembro en la entrada empapada de su sexo y embistió con rapidez, destruyendo cualquier resistencia, introduciéndose en ella con una despiadada rudeza.
«Oh. Dios. Mío». Se sentía llena y comprimida. El ardor de esos miembros penetrándola sobrecargaba sus sentidos, atravesando su cuerpo con un estremecimiento de placer que la hizo jadear y gritar el nombre de Joe mientras se agarraba a los hombros de Deke e intentaba a aferrarse a la realidad a pesar de estar en medio de una de sus más íntimas fantasías.
Y luego comenzaron a moverse, con un ritmo que parecía estar especialmente diseñado para arrasar sus sentidos. Joe se retiraba, Deke la penetraba. Joe la embestía, Deke se retiraba. Y la fricción, oh, Dios... era tan deliciosamente ardiente. Nunca había estado tan excitada y Deke sólo consiguió empeorar más las cosas cuando le presionó el clítoris.
—Jesús, qué estrecha es —exclamó.
—Y la membrana que separa su ano y su sexo es muy fina. Siento tu glande rozándose sobre el mío. ¡Joder!
—Sí —la cara de Deke se retorció en una máscara de concentración—. Me está haciendo perder el control.
—¿Qué control? —gruñó Joe —. Cher, córrete cuando quieras, tanto como puedas.
Era toda la invitación que _____ necesitaba. La sensación de la polla de Deke contra su cerviz y la suave presión de su pulgar sobre la resbalosa superficie del clítoris inflamado, la hizo explotar, haciéndola ver toda clase de estrellas y luces bajo sus párpados. Caramba, no se sorprendería nada si alguien le decía que el cielo se había abierto en dos.
La explosión que Joe había ordenado fue tan afilada como un machete. Los dos hombres la desgarraban con un placer intenso, sublime y sobrenatural.
Joe la recompensó rodeándola y alzando uno de sus pechos hacia la boca de Deke que tomó el pezón entre sus labios con avidez, lamiéndolo con dureza, y mordisqueándolo. Una sensación electrizante bajó desde su pecho al vientre, y más abajo, donde Deke la empalaba con la longitud de su miembro. Y... donde Joe despertaba sensaciones prohibidas mientras la penetraba profundamente.
Juntos la poseyeron con rudeza, con envites que la elevaban hasta alturas imposibles, conduciéndola hasta algo enorme e irresistible. Indescriptible.
Apenas había recobrado el aliento cuando sintió que la carne de Joe empujaba todavía más profundamente en ella, provocándole estremecimientos de placer mientras exhalaba en su cuello y murmuraba:
—Eres mía. Te amo.
Algo se rompió en el interior de __________ al escuchar esas palabras. Cualquier resistencia que hubiera tenido en el pasado se evaporó. Le dirigió a Joe una mirada desnuda por encima del hombro, sabiendo que la total sumisión asomaba en sus ojos, y llegó al clímax otra vez. Contrayéndose con fuerza en torno a las dos pollas, que ambos habían introducido profundamente en su interior, el orgasmo la recorrió; una oleada tras otra de placer que la llevó a la completa sumisión.
Sintió que las lágrimas le resbalaban por las mejillas. En ese momento, _____ no era ella misma. No le preocupaba si aquello era la elección correcta ni qué pensarían los demás de ella, ni si podría vivir consigo misma. Cuando Joe y Deke se derramaron en su interior, gimiendo y jadeando, ella se sintió en paz. Una paz tan perfecta como el primer placer perfecto que había sentido en su vida.
—¡Sí! —gritó ella, mostrando en su voz dolor, necesidad, amor y placer.
—Te amo —jadeó Joe en su oído—. Dímelo.
—¡Sí! Sí, te amo.
Mientras remitía el placer, Joe la abrazó con fuerza, con tanta fuerza que parecía que no querer soltarla nunca. Justo lo que _________ deseaba.
Los rayos del sol del mediodía se filtraban por las ventanas de la pintoresca casita del bed & breadfast e incidían sobre el pelo rojizo de _____ y su pálida piel desnuda mientras estaba acurrucaba a su lado dormida, descansando la cabeza sobre su hombro. Deke estaba tumbado tras ella, con la mano, laxa por el sueño, apoyada en la cintura femenina. Parecían en paz.
Y él estaba en el infierno.
No porque Deke la hubiera tocado. Sorprendentemente, había sabido casi desde el momento que éste puso las manos en _________ que si bien ella apreciaba las caricias de Deke, no ponía su corazón en ello.
Después, Joe sólo había disfrutado con los fuegos artificiales que su fantasía había provocado.
Tal y como había esperado, ________ se había rendido por completo, entregándose a él en cuerpo y alma. Había conseguido que se sometiera sin vacilaciones, tal y como había querido desde el primer momento que la vio.
________ le había dicho que le amaba.
¿Cómo demonios pensaba decirle ahora que había planeado su primera cita con el propósito de tirársela para vengarse de su novio? Ex-novio. No había manera de que la dejara volver con Brandon Ross después de aquello.
Pero ¿y si ella quería volver con ese bastardo?
Iba a tener que confesárselo todo, explicarle cómo y por qué había amañado su primer encuentro, y jurarle por su vida que todo había cambiado casi desde el mismo momento que la tocó.
Demonios, debería habérselo contado todo mucho antes. Joe suspiró y apretó los puños. En cuanto relegó la venganza a un lado para conquistar a ________, debería haberse sincerado con ella, debería haber puesto las cartas sobre la mesa. Planear formas de ganarse su confianza para luego reconocer que le había mentido, había sido la idea más condenadamente estúpida que había tenido nunca.
Intentando no dejarse llevar por el miedo a perderla, Joe la despertó con un beso.
«Por favor, Dios, que no sea ésta la última vez que me deje tocarla».
Lentamente, _____ abrió los ojos. Su lánguida mirada azul, su sonrisa saciada y su desperezar felino, le produjo una punzada en el corazón. _______ no era simplemente hermosa, sino que era perfecta para él. La amaba como... como nunca había amado a ninguna mujer. Y si no jugaba bien sus cartas, ella saldría por esa puerta y no volvería a verla.
Joe contuvo un taco.
—______. Cher... —murmuró.
¿Y ahora qué? ¿Cómo continuar? ¿Cómo demonios podía acabar la frase?
—Tengo algo que decirte —susurró.
Las cejas color jengibre se arquearon en un ceño cansado. Bostezó, cubriéndose la boca con la mano en un gesto tan femenino como inocente.
A Joe se le encogió el corazón y se sintió como si lo hubieran pateado en el estómago. Dios, prefería que le cortaran las pelotas con un cuchillo oxidado y romo que destruir el vínculo entre ellos.
—Hum. —Ella gimió. Cerró los ojos mientras le dirigía una sonrisa somnolienta.
Detrás de ella, Deke se movió, deslizando la mano hacia abajo, hasta su cadera. Luego soltó un ronquido. ________ soltó una risita nerviosa.
Ignorando a Deke, Joe le cogió la cara, clavando la mirada en ella.
—Te amo, cher. Tengo que saber una cosa. Brandon y tú...
_______ abrió los ojos. Del todo.
Contuvo el aliento.
— Joe, yo...
—¿Le amas? —exigió saber.
_______ vaciló claramente, sin saber qué decir. Él sintió que se le encogía el estómago. Maldita sea, si ella decía lo que no quería oír, le rompería el corazón.
—Sí, pero no cómo tu piensas. Él...
Algo —alguien— golpeó la puerta. Un momento después, la madera se astilló en un sonido ensordecedor. La puerta se abrió de golpe, chocando contra la pared.
Joe se colocó de rodillas delante de ______ y se enfrentó a la amenaza que había destrozado la puerta.
Era Brandon Ross vestido con traje de oficina y con un cabreo de mil demonios.
—Aparta tus jodidas y sucias manos de ella, Cole. —Echando una significativa mirada al dorado musculitos, señaló a Joe —. ¡Ahora!
____________ sintió que Joe pasaba por su lado y que abría la puerta a sus espaldas. El frío aire de febrero entró en la estancia y azotó su piel. Luego oyó el ruido de unos pasos.
Ella sofocó el pánico. Joe no iba a ir a ninguna parte. No podía hacerlo. Aquella mirada tierna y la implacable presa de sus manos la habían convencido de ello. Entonces, ¿qué diablos estaba haciendo?
Él ahuecó la mano sobre el hombro de ______ y se apoyó en ella, murmurándole al oído.
—La palabra de seguridad sigue siendo «pantano».
Incluso con los ojos vendados, la tensión de Joe no podía ser más palpable.
—Vale, pero no la voy a necesitar.
Joe exhaló. ________ sintió su cálido aliento en la mejilla, luego, con suavidad, deslizó la yema del dedo por la curva de un pecho, seguido por un duro tirón de su boca en el pezón.
Al instante, se formó un sendero de fuego entre sus pechos y su clítoris. La humedad inundó sus pliegues. El placer fue tan impactante que _____ sintió una curiosa calidez en la espalda. No podía apretar las piernas para aliviarse, ya que Joe se las había atado separadas. Y con las muñecas amarradas a los muslos, le resultó imposible levantar los brazos para estrecharlo más cerca cuando él tomó el otro pecho, consiguiendo que el segundo pezón se pusiera tan duro como el primero. No pudo evitar que se le escapara un gemido de la garganta.
Joe la recompensó, deslizándole una mano por el vientre. Sus dedos la acariciaron y dibujaron unos círculos provocadores en los muslos. Con los nudillos le rozó el vello púbico.
Le temblaba la mano.
________ contuvo el aliento, esperando, preguntándose... ¿qué estaba haciendo?
Lentamente, él se arrodilló entre sus pies separados. ¡Oh, sí! Podía sentir su cálido aliento justo en el centro mientras le abría la carne resbaladiza con los pulgares y exponía cada uno de sus secretos, desnudando sus incertidumbres e inhibiciones, destruyendo cualquier concepto de tabú, y reemplazándolo con necesidad. _______ podía sentir los ojos de Joe, devorando su carne más secreta, con ansia y determinación.
La sangre recorrió su cuerpo a toda velocidad. Los estremecimientos atravesaron su piel haciéndola sentir completamente viva. El aire frío contra sus pechos contrastaba claramente con la ráfaga de calor que arrasaba su espalda, mientras el roce de la cálida lengua de Joe avanzaba lentamente por su clítoris.
_______ echó la cabeza hacia atrás con un jadeo.
—Eso es —murmuró él. La lamió otra vez—. Mójate para mí.
Él siguió azuzándola suavemente mientras que con el pulgar le rozaba allí mismo, donde ella más lo necesitaba, una y otra vez, hasta que volvió a presionar con la lengua. Finalmente, abrió la boca y la cubrió, chupándole el clítoris, jugando con él, acariciándolo, excitándolo.
El intenso placer casi había llegado a su cénit. Era imposible de contener, incluso aunque _______ pusiera todo su empeño en ello. Pero resistirse era lo último que tenía en mente. Ese rugiente deseo se estaba apoderando de su cuerpo a la vez que la invadía una emoción agridulce. ¿Cómo iba a poder vivir sin Joe después de que hubiera terminado con ella?
Apartando a un lado ese pensamiento, _____- se centró en el aquí y ahora. En el deseo. Se clavó las uñas en los muslos. Enfrentada a una espiral de necesidad, apenas notó el afilado aguijón de las uñas. Todo su ser estaba enfocado en Joe y en su boca. Y cuando él introdujo un par de dedos en su interior, no pudo contener un jadeo. Estaba al borde del clímax.
—No puedes correrte aún, ___________.
Ella gimió.
—Por favor.
—Dímelo otra vez, ¿quieres todo lo que tengo para ofrecerte?
—¡Sí! Sí, señor, ahora.
Hubo una breve vacilación. Luego Joe le chupó el clítoris. Un agudo latido le atravesó el vientre con una fuerza desgarradora. Ella gimió cuando la creciente necesidad estuvo a punto de acabar con su resistencia. Cada músculo de su cuerpo se tensó bajo el látigo de la lengua perezosa e insistente de Joe.
—Bien —murmuró él contra su sexo húmedo e hinchado—. Córrete para nosotros.
—¿Nosotros?
Se sobresaltó. ¿Había oído bien?
De repente, sintió la presión de un enorme pecho desnudo contra la espalda. Y Joe todavía estaba arrodillado entre sus pies, excitando su clítoris con suaves golpecitos de su lengua, y presionando con dos dedos profundamente en su interior.
Desde atrás, surgieron un par de manos anchas que le ahuecaron los pechos, apretándole los pezones y provocándole un dolor electrizante.
El desconocido la besó justo detrás de la oreja, como para comprobar si era bienvenido.
—Hola, muñeca.
Ronca, ligeramente jadeante, sí, esa voz era de... Deke.
Oh, Dios... ¿estaba ocurriendo eso de verdad?
Mientras ella jadeaba, Deke le soltó uno de los pechos, deslizando la cálida palma por su vientre hasta sus rizos húmedos. Las ásperas yemas de sus dedos le rozaron el clítoris mientras los dedos de Joe seguían alojados en su interior. Dos hombres imponentes, ambos acariciándole partes de su cuerpo hasta hacerla gritar. La fricción y la presión la estaban matando, arrasando cualquier cosa salvo la doliente necesidad que la inundaba. No podía respirar, no podía pensar. No podía hacer nada que no fuera dejarse llevar por la eléctrica sensación que atravesaba su cuerpo.
—Córrete para nosotros —le exigió Deke al oído, apretando el brote hinchado mientras Jack presionaba los inflamados nervios del interior de su canal.
—¡Ahora! —le exigió Joe.
Un torrente de sangre y necesidad chocó contra su sexo y _________ estalló con una oleada de placer que la hizo gritar de éxtasis. Su cuerpo se aferró con fuerza a los dedos de Joe. Deke gimió cuando ella le empapó la mano con sus jugos.
Lentamente, el clímax fue remitiendo. Con caricias tiernas y gentiles. Joe y Deke trabajaron en un tándem perfecto, leyendo las necesidades de su cuerpo a la perfección. Aturdida e impresionada, _______ sintió que las lágrimas le inundaban los ojos. Simplemente, la realidad de lo que había ocurrido despertaba una nueva oleada de deseo en sus profundidades.
Joe sacó los dedos de la presa de su canal y le quitó la venda de los ojos. Morgan parpadeó ante la repentina luz del sol mientras cada uno de los hombres pasaba por su lado y se colocaba delante de ella.
Dos pares de ojos, unos color chocolate y los otros azul claro, la taladraron, interrogaron y abrasaron. _____ tembló cuando se acercarón más a ella, los pechos anchos y musculosos cubiertos por una piel ardiente la hacían sentirse pequeña. No tuvo que bajar la mirada para saber que vería dos pollas hambrientas dispuestas a dar y a exigir satisfacción.
_______ aspiró, conmocionada. Todo aquello parecía tan irreal. Joe, Deke y ella casi desnudos en aquella habitación, pero realmente estaba ocurriendo. Sintió un estremecimiento fruto de la emoción prohibida, una llamarada de deseo... las sensaciones la bombardeaban con tal rapidez, que _____ apenas podía distinguir una de otra.
Salvo el asombro. Sólo la noche anterior, Joe le había abierto su corazón, la había hecho partícipe de su dolor, de sus miedos. Había temido que compartirla significara perderla. ¿Qué lo había hecho cambiar de opinión?
Deke se metió un dedo en la boca, saboreando el jugo de su deseo con una sonrisa perversa. Al verlo, Morgan sintió que se ruborizaba de pies a cabeza y maldijo su piel clara. Él sólo se rió.
Joe estaba más serio.
—Deke y yo estamos aquí para hacer realidad tu fantasía, cher.
—-No te haremos daño, aunque sufrirás otro tipo de dolor —prometió Deke con un guiño.
—¿Por qué? —el susurro escapó de los labios de _________ mientras clavaba su mirada inquisitiva en Joe.
Él le tomó la cara entre las manos y se acercó un poco más.
—Me he dado cuenta de que si quiero reclamarte como mía, tengo que ser fuerte y darte lo que necesitas. De otra manera, no puedo ser tu Amo ni sería mejor que ese gilipollas de Andrew. Dime todo lo que deseas, y lo tendrás. Ambos estamos preparados para darte placer.
«¿Reclamarla como suya? ¿Después de ese día?» El corazón de _____ latió a toda velocidad ante el increíble y maravilloso pensamiento de tener a Joe en su vida para siempre.
Permaneció allí de pie, inmóvil, muda, con la cabeza dándole vueltas.
—Oh..., vaya.
—Yo estoy más que preparado —la voz de Deke destilaba ironía y diversión.
—¿Estás segura de que esto es lo que quieres de verdad? —murmuró Joe.
Esas palabras le provocaron un pesado latido entre las piernas, donde ambos la habían poseído con los dedos, proporcionándole un placer abrumador.
Dejando las sensaciones a un lado, había llegado el momento de la verdad: ¿Quería que ambos la tomaran? ¿Podría someterse a un menaje à trois? ¿Estaba preparada para experimentar todo lo que le había dicho a Jack que anhelaba desde siempre?
La imagen de Joe y Deke penetrándola, follándola, casi la hizo gemir. Le dolieron los pechos y el clítoris le latió reclamando nuevamente atención. Se le hinchó el corazón al darse cuenta de que Joe había dejado a un lado sus miedos y había confiado en ella con el fin de que pudiera experimentar su fantasía.
Joe le agarró la barbilla, tensando los dedos contra sus mejillas. Necesitaba que le respondiera. Ella buscó los familiares ojos oscuros que atraparon los suyos como un torno. Joe la necesitaba. Lo que estaba dispuesto a hacer para conservarla la dejaba totalmente anonadada. Sintió una inmensa alegría.
—¿Estás seguro tú? —dijo con voz temblorosa.
—De si quiero observar cómo te sonrojas y te excitas bajo la luz del sol, sentir cómo te aferras a mis dedos, verte sonreír, sí. — Joe sonaba como si se hubiera tragado un camión lleno de grava—. Sí, estoy seguro.
Una hermosa respuesta, pero aun así tenía que hacerle una pregunta difícil.
—¿Estás seguro de que no te vas a convertir en un destructor de esteroides cuando veas que Deke me toca? ¿No te molestará?
Ahuecándole la mejilla, Joe suspiró.
—Si no te doy esto, te perderé de todas maneras. Y creo que debemos estar juntos, cher. Tenemos que confiar el uno en el otro para tener un futuro. —Una sonrisa renuente torció su ancha boca—. Además, parecías condenadamente caliente cuando te has corrido para nosotros.
— Joe y yo hemos hablado de esto esta mañana. Tiene la cabeza en su sitio, muñeca.
—Así que es decisión tuya — Joe tragó saliva—. Todo lo que tienes que hacer es decirlo y te poseeremos como en tus sueños más tórridos. Sólo tienes que aceptar tus necesidades. Sí o no.
Por un momento _______ se sintió aturdida. Estaba asombrada. Al parecer, Joe estaba dispuesto a dejar a un lado sus recelos para concederle sus deseos. Una decisión arriesgada, una que probaba que en realidad quería tenerla en su vida porque ella le importaba.
Gracias a Dios, porque cada vez que había intentado alejarlo de ella, su cuerpo y su corazón había sufrido miserablemente.
Ahora, todo lo que tenía que hacer para cumplir sus fantasías era ser lo suficientemente valiente para admitir su deseo, su placer, sus exigencias.
Tan sólo unos días atrás, _______ no habría podido aceptar esa oferta. Oh, habría querido hacerlo. De hecho, se habría sentido dolorida y anhelante, consumida por el deseo, con sólo escuchar las palabras de Joe. Pero la vergüenza, la preocupación y el miedo la habrían hecho rechazar la idea.
Ahora. No había vergüenza ni preocupaciones. Sólo una admisión manifiesta de quién era y de lo que quería.
Joe la había liberado. Y sólo por eso, lo amaba.
Nuevas lágrimas le anegaron los ojos cuando miró a Joe.
—Te abrazaría, si pudiera.
Ella retorció las muñecas atadas a los muslos mientras la risa de los dos hombres llenaba la estancia.
—¿Es eso un «sí»?
—Sí. —Presionó su cuerpo contra el de Joe —. Por favor, sí.
—Cher, será un placer.
El selló el trato con un beso, amoldando su boca hambrienta sobre la de ella e instándola a separar los labios. Inmediatamente, él llenó su boca con ese sabor único, algo oscuro, aderezado con café cajún, whisky y misterio. Ella reconocería el sabor adictivo de Joe en cualquier parte. También saboreó un leve indicio de sus propios jugos. Pero había algo nuevo en ese beso, no sólo estaba lleno de deseo, sino de esperanzas y promesas. _______ sintió que se derretía.
Sin embargo, Deke no se contentó con seguir ocioso. Le presionó la cálida boca contra el sensible hueco entre el cuello y el hombro, recorriendo su cuerpo con los dedos desde las caderas al ombligo, y luego hasta el tenso pezón que suplicaba su atención.
Se lo rozó con el pulgar una vez. Sólo una. En respuesta, _______ jadeó en la boca de Joe. Luego gimió cuando su excitante cajún le pellizcó el otro pezón.
Esos dos juntos iban a ser pura dinamita.
Un torrente de cálido deseo inundó a _______ y sintió que se le aflojaban las rodillas cuando Joe la besó en la barbilla, en el hombro, dirigiéndose directamente hacia el pezón que todavía asía entre el pulgar y el índice.
Al parecer, Deke tomó eso como una señal porque le ahuecó las mejillas con las enormes palmas de sus manos y le alzó la cara hacia sus ojos ardientes. Cualquier rastro del tío simpático que la llamaba «muñeca», había desaparecido para ser reemplazado por un hombre duro
Y voraz. Una nueva oleada de lujuria se estrelló contra el vientre de _______.
Esa misma necesidad se percibió en el gemido de Deke cuando se apoderó de su boca. Hábil y seductora, su lengua bailó con la de ella, tentándola, saboreándola para luego retroceder. Jugueteó con ella, dándole una breve muestra de su sabor que tenía cierto matiz a menta.
________ se ahogaba en un mar de deseo. La sensación de la boca de Deke sobre la de ella mientras Joe jugueteaba con su pezón la arrastraba a un infierno de aguas revueltas.
Su habilidad para sortear las aguas de esa necesidad no mejoró cuando Deke le pellizcó el otro pezón, y los dos hombres se esmeraron a fondo con las sensibles cimas. Si no hubiera estado ya increíblemente mojada, la vista de las dos cabezas masculinas, una como la luz leonada y la otra sedosa como la medianoche, habría notado que sus jugos manaban como un grifo abierto. El deseo ardía doloroso y apremiante bajo su piel y se fusionaba entre sus piernas, creando un mar de deseo.
Los tirones y la presión de esas bocas eran diferentes, pero produjeron el mismo resultado: una necesidad que la hacía sudar. Las sensaciones se precipitaban rápidamente desde sus pezones hasta al clítoris en una secuencia ardiente que su cuerpo apenas podía soportar.
—¿Te gusta? — Joe levantó la cabeza, con los labios húmedos, rojos y condenadamente besables.
_______ gimió en respuesta.
—Creo que eso es un sí —susurró Deke a su lado.
Irguiéndose, Joe la urgió hacia la cama. Deke lo ayudó, guiándola con una mano sobre su hombro y la otra palmeando su trasero. Esperó que la ayudaran también a subir.
No lo hicieron.
Cuando sus muslos chocaron contra el colchón, la doblaron sobre la cama deshecha, luego desaparecieron tras ella. _______ cerró los ojos, consciente de estar desnuda, vulnerable y expuesta. Y de que había dos pares de ojos devorándola.
Oyó el ruido de cremalleras y el crujido de las ropas. Alguien metió la mano en la pequeña bolsa de trucos del suelo. Se oyó la rasgadura de un envoltorio metálico. El corazón de ________ latió a toda velocidad. ¿Qué iban a hacer ahora? No estaba preocupada, sólo se moría de curiosidad. Un millón de imágenes prohibidas inundaron su mente, cada una más sexy que la anterior. Y todo porque Jack quería satisfacerla para poder reclamarla como suya.
Apenas se había recobrado de ese pensamiento cuando Deke rodeó la cama, esta vez completamente desnudo. __________ ya había visto los duros músculos de su pecho y abdomen. Esa misma solidez y firmeza continuaba en los muslos que enmarcaban un miembro grueso, pesado y lleno de venas. La mirada de ______ voló a su cara y él le dirigió una sonrisa sardónica mientras se subía a la cama.
Detrás de ella, Joe le agarró las caderas y se inclinó sobre su espalda, el vello de su pecho se rozó contra la piel sensible de _______ que se estremeció.
—Yo soy quien está al mando, ________. Mi palabra es ley. ¿Está claro?
Ella tragó saliva y asintió con la cabeza.
—Sí, señor.
—-Bien. Deke... — Joe retiró una de sus manos de las caderas de ___________ sólo por un momento, al parecer para hacerle al otro hombre alguna clase de señal.
Estaba claro que Deke la comprendió porque se acercó más a ____ mientras Joe la separaba un poco de la cama para que su amigo pudiera acomodarse con facilidad delante de ella.
El corazón de _______ comenzó a martillearle en el pecho. El cuerpo de Deke estaba tan cerca que podía oler el perfume almizclado que emanaba de la unión de sus piernas ligeramente abiertas, y podía ver el vello que cubría sus muslos y cada vena que se dilataba bajo la suave piel de su miembro rígido.
Joe la atrajo más hacia sí, le asió las caderas con manos ávidas y presionó el hinchado glande en su sexo húmedo. Se introdujo un poco pero sólo lo suficiente para provocarla.
Su miembro ardía contra ella. ______ gimió, se retorció, intentando tentarle. Deseaba sentir cómo la empalaba, cómo la poseía. La oleada de deseo casi la hacía gritar. Se mordió el labio y contoneó las caderas. Joe simplemente se quedó quieto, negándose de manera tortuosa a complacerla.
—¿Quieres que te folle? —preguntó.
—Sí, señor.
—Lo haré —le murmuró al oído—, en cuanto se la chupes.
Las palabras la sacudieron como un latigazo de deseo, excitando sus sentidos. ___________ lo miró por encima del hombro con los ojos muy abiertos.
—Quiero verlo en tu boca mientras te follo. Hazlo.
Una oleada ardiente la atravesó, pulsando en su bajo vientre. _______ deseaba hacerlo. Y quería que Joe la viera, y que ardiera como si lo consumieran las llamas del infierno.
Volviéndose hacia Deke, ________ centró la atención en su erección. Estaba definitivamente a tono con el resto de su enorme cuerpo. No creía que pudiera metérsela en la boca por completo.
Pero podía ser divertido intentarlo, sabiendo que con cada pasada de su lengua, haría no sólo que Deke perdiera la cabeza arrebatado por la lujuria, sino también Joe.
—Sí, señor.
Antes de que ella hubiera acabado de hablar, Deke la agarró suavemente por la nuca con una mano callosa y envolvió su miembro con la otra. Luego la instó a bajar la cabeza.
Cuando ella le lamió el glande, Deke gimió. Joe lo secundó.
_______- volvió a hacerlo, succionando con más fuerza el glande de Deke. Mientras observaba cómo se le tensaban los muslos, le rodeó la polla con la lengua, luego volvió al glande y se vio recompensada con un gruñido en el oído, y el salobre y almizclado sabor que se filtró en su boca.
—Jesús, Joe —gimió Deke—. Es una tortura.
—Y sólo acaba de empezar. ¿No es cierto, cher?
Joe sacó la punta de su polla de la dolorida vagina, y ella gimió en señal de protesta contra la cabeza púrpura de la excitada erección de Deke.
—Chúpasela de una vez —exigió Joe —. No juegues con él.
Maldita sea, era Joe quien estaba jugando con ella.
Le echó una mirada a la cara de Deke. Las tensas líneas de expresión enmarcaban su boca. Los ojos azules ardían de deseo con un hambre voraz que la inundó de lujuria, hasta que el poder de ese deseo la obligó a satisfacer esa ansia.
Él apretó los dientes, pero aún logró bromear:
—¿Puedes darte prisa, muñeca? Me gustaría que me echaras una mano aquí abajo.
Bajando la vista, ________ observó con impotencia cómo Deke se agarraba con fuerza la erección con una presa fuerte y ruda que la conmocionó y la excitó.
Un pesado nudo de deseo palpitó entre sus piernas y se inflamó mientras lo miraba. La palmeó con ardiente impaciencia mientras Joe la alimentaba con cinco centímetros escasos de su polla antes de detenerse. El sudor le cubrió la espalda, y se lamió los labios, su mente era incapaz de controlar las necesidades de su cuerpo. El tormento era demasiado intenso.
Los dedos de Deke se tensaron en su nuca, bajándola de nuevo. Sí, quería eso. Quería saborearle sabiendo que Joe los observaba con aprobación y deseo.
______ abrió la boca y alojó cuanto pudo en su interior la dura longitud de Deke, cubriendo la seca y ardiente piel con su saliva. La humedad facilitó que se retirara, luego volvió a meterse el miembro en la boca, llevándolo hasta el fondo de la garganta.
Lo sentía pesado contra la lengua, salado, caliente y especiado. El sabor incrementó todavía más su deseo. Eso y saber que Joe observaba cada una de sus movimientos.
—Buena chica —la elogió Joe mientras le clavaba la polla profundamente, casi contra el fondo de la vagina, donde al presionar contra un lugar sensible la hizo gemir, retorcerse y contorsionarse—. Cuanto más le chupes, más te follaré. Si te detienes, me detengo. Si te corres antes que él, lo pagarás muy caro.
Un nuevo ramalazo de lujuria la atravesó como un relámpago, ardiente y electrizante. Joe no sólo había metido a tres personas en esa habitación para follar, no. Como él comprendía sus necesidades más oscuras, la sometía, le ordenaba que participara, liberándola de las riendas que su sentido de la moralidad pudiera haber impuesto.
_________ asintió con un cabeceo, con la lengua rozando contra la erección de Deke. El enorme rubio gimió de gusto, y le enterró los dedos en los cabellos, provocando deliciosos alfilerazos de dolor en su cuero cabelludo.
Dios, se estaba quemando viva. Las firmes y rudas estocadas de Joe contra su carne mojada le nublaban la mente. Con cada envite, se veía impulsada hacia la polla de Deke, y ella la rodeó con la lengua, mojándola, lamiéndola, jugueteando con ella en cada embestida, amando la sensación que esa ruda longitud producía en su boca, y la mirada de Joe desde atrás.
Allí, entre ellos dos... el tormentoso placer se extendía por su cuerpo, haciéndola arder con una lujuria agonizante. Le dolían los pezones, su clítoris reclamaba atención. Se imaginó llevando a Joe y a Deke juntos al clímax. El simple pensamiento la volvió loca de deseo.
Se tensó en torno a Joe, exprimiéndolo con fuerza mientras deslizaba la lengua por la sedosa longitud de la polla de Deke. Ambos hombres gimieron larga y guturalmente. Joe le apretó la cadera con una mano; con la otra exploró los rizos húmedos y le presionó el clítoris hasta que ella gritó. Deke incrementó el placer pellizcándole los pezones hasta que sintió dolor. El chocante hedonismo de sus demandas casi la llevó al clímax, estaba a punto de alcanzar la satisfacción.
—Todavía no —la advirtió Joe con una voz irreconocible.
Salió de su cuerpo con lentitud, deteniendo abruptamente sus embestidas.
—¡No! —protestó ella, apartando la boca de Deke. Maldita sea, ¿cómo podía Jack hacerle eso? Estaba palpitante. Atrapada en un nudo de la necesidad. ¿Acaso no era su fantasía?
—¡ Joe!
—Señor para ti —le recordó con un gruñido, una firme palmada en el trasero y un suave pellizco en el clítoris—. Ahora chúpasela hasta que se corra. Luego tendrás lo tuyo.
Sin mostrar compasión, Deke la observó con un hambre desnuda, volviéndole a meter las manos entre los cabellos y arrastrándola de nuevo hacia su pene.
______ cerró los ojos. Debería estar enfadada. Totalmente encolerizada por esas exigencias con que la controlaban y contenían. Pero no. Estaba más excitada que nunca.
—Succióname profundamente.
La voz de Deke era tan áspera como el papel de lija. El sonido convirtió su cuerpo en un horno, provocando que su sexo se contrajera de necesidad.
De nuevo, _______ albergó a Deke en su boca y lo succionó con tesón. Él se tensó todavía más contra su lengua y apretó los puños en su pelo. Como recompensa, Joe se introdujo con rapidez en ella, aguijoneando su clítoris hinchado con los dedos, ahora empapados con sus jugos. ______ gritó.
Dios, aquello era excesivo. Era superior a ella. Y si bien Joe había moderado el ritmo de sus envites, ________ todavía sentía la ardiente espiral de deseo que trepaba por su cuerpo y amenazaba con sepultarla hasta estallar en mil pedazos de placer y conducirla a la locura.
Al sentir que de nuevo ______ estaba próxima al climax, Joe se salió otra vez. Ella gimió. Tenía que correrse. «Pronto, maldición ¡Ya!»
Concentró sus esfuerzos en la polla de Deke, lamiéndola desde la raíz a la punta, demorándose en el lugar justo debajo del glande, envolviendo la lengua en torno a la gruesa longitud. Luego se lo metió en la boca profundamente, hasta el fondo de la garganta y succionó con fuerza, hundiendo las mejillas. Bajo ella, Deke se puso todavía más duro. Gimiendo y espoleándola.
—Sí, eso es. Maldición, muñeca, tienes una boca... oh, sí. Tan caliente, tan perfecta. Sigue chupando.
Empujó dentro de ella, follándole la boca una y otra vez. Y una vez más, se hinchó contra su lengua de manera que ella sintió cada surco, cada vena, cada latido del semen bajo la piel.
—Jesús, Joe —jadeó Deke—. No voy a durar mucho más.
—Buena chica —jadeó Joe en su oído mientras le cubría la espalda resbaladiza por el sudor con su cuerpo y comenzaba a embestir su dolorido sexo—. Trágate hasta la última gota.
_____ meneó la cabeza, asintiendo, frenética ahora por el deseo. Se arañó los muslos mientras el deseo crecía rápidamente en su interior, con el vientre tenso de necesidad mientras Deke la llenaba otra vez y palpitaba en su lengua con fuerza. Luego Deke gritó, un sonido gutural que le desgarraba el pecho como si el placer fuera pura agonía. El semen caliente le inundó la boca, salado y lechoso. Apenas tuvo tiempo de tragárselo antes de que Joe se tensara a sus espaldas, agarrándole las caderas con rudeza para embestirla con toda la fuerza que poseía.
El placer de ______ subió de intensidad ante la sensación del miembro de Jack llenándola. Esa voz ronca excitaba cada uno de sus nervios y los comienzos del clímax revolotearon en su interior, haciéndola gemir y preparándola para la liberación.
—No te corras —le ordenó Joe —. No te he dado permiso.
Tenía que estar bromeando. Frenéticamente, _______ sacudió la cabeza. No podía detenerse. Simplemente no podía.
Joe le palmeó el culo, y ________, por instinto, se apresuró a obedecerle. ¿Por qué, maldita sea? Quería correrse ya.
Pero por encima de todo quería complacerle. ________ se crispó, intentando contenerse, luchando contra su cuerpo para no alcanzar la satisfacción.
—Aguanta, muñeca —la alentó Deke.
Ella levantó la vista hacia él, implorando, necesitando. Él solo negó con la cabeza, sus ojos azules prometían más... pero mucho más tarde.
Ella gimió y lloriqueó. Dios, aquel doloroso placer nunca había sido tan arrollador.
Detrás de ella, Joe le agarraba las caderas mientras la embestía con unos envites penetrantes que le aflojaron las rodillas. El deseo pulsó en su clítoris mientras él la llevaba cada vez más alto.
Luego Joe se hinchó y se puso rígido. Con un grito salvaje y una última estocada brutal, él se corrió larga y duramente.
________ no lo hizo. Aunque negarse a sí misma esa satisfacción la hizo tensarse hasta límites insospechados y gritar. Dios, sentía como si la cabeza estuviera a punto de estallarle. El deseo se la estaba comiendo viva. Tan ardiente y condenadamente doloroso. Las lágrimas le anegaron los ojos. No podía seguir así...
Joe se retiró de su cuerpo y se deshizo del condón con una sonrisa de satisfacción. ¡Bastardo! La había dejado ardiendo.
Lo miró con furia, mientras se imaginaba atravesándolo con un asador, o colgándole por las pelotas. ¡Ésa era su fantasía, y era la única que no había alcanzado el orgasmo!
—Guau —comentó Deke.
—Puro fuego, ¿verdad?
—¡Dejad de hablar de mí como si no estuviera aquí! No podéis dejarme en este... estado.
—Te recompensaremos —la tranquilizó Joe.
—¿Cuándo? El mes que viene no me vale. Incluso cinco minutos me parecen demasiado.
________ se retorció con fuerza contra las ataduras llena de frustración. Pero no podía hacer nada, ni siquiera tocarse el clítoris. Y que esos dos la estuvieran devorando con los ojos sólo conseguía ponerla más caliente, aumentando aún más su necesidad de alivio.
—Súbete a la cama.
La profunda voz de Joe cortó el aire, advirtiéndole de que no iba a tolerar ningún arrebato más. ________ tuvo que morderse la lengua para no mandarle al infierno. En definitiva, no podía desobedecerle. No cuando hablaba así. No sabiendo cuánto deseaba complacerle. La sumisa que había en ella necesitaba someterse a esa presencia fuerte y confiar en que él le daría todo lo que necesitaba.
________ se acercó a la cama sin saber exactamente qué postura adoptar. Joe la sacó de dudas y la ayudó a ponerse de rodillas, montando horcajadas a Deke mientras él se tendía en la cama con una amplia sonrisa. La abrasadora mirada azul estaba fija en los empapados rizos de su entrepierna, y su miembro ya volvía a estar erguido como una columna de piedra contra su estómago.
Por favor, que no quisieran que follara a Deke sin correrse.
Tras ponerse de rodillas, Joe la urgió a escalar el cuerpo de Deke, pasando sobre sus muslos y caderas. Pero no se detuvo ahí. La impulsó a subir más, alzándola, por encima del estómago y pecho de Deke. Luego el propio rubio la levantó, colocándole las rodillas a ambos lados de su cabeza.
—Tengo que saborear esta rajita —gimió.
Y se hundió en ella como un hombre poseído, atravesando con su lengua el empapado canal. Luego le lamió el clítoris. ______ jadeó ante la ardiente sensación. Cualquier tipo de calma que hubiera conseguido en los últimos tres minutos se evaporó al sentir la boca de Deke en su sexo. Se retorció, tratando de encontrar alivio en la dulce tortura de los dientes que la mordisqueaban suavemente. Pero él no estaba dispuesto a permitírselo. En su lugar le rodeó los muslos con los brazos, inmovilizándola.
________ podía estar encima, pero era Deke quien tenía el control.
—Eres condenadamente sexy—la voz de Joe retumbó en su oído desde atrás, ronca por el deseo—. No puedo esperar a que los dos te follemos a la vez y nos empapes con tus jugos.
¿Los dos follándola a la vez? Dios, sí. Joe comprendía lo que ella deseaba con tanta desesperación. Y se lo iba a dar. Esperaba que fuera pronto antes de que muriese por el deseo insatisfecho.
Joe manipuló los candados, y de repente _______ sintió libres las muñecas, justo cuando Deke se puso a chuparle el clítoris y casi la envió disparada a la estratosfera. Casi. Pero ni siquiera entonces la dejó despegar.
—¿Me puedo correr? —se giró para mirar a _______ que se inclinaba sobre su bolsa para coger algún nuevo artículo—. Por favor.
—Todavía no. Yo te diré cuándo, cher.
—No puedo resistirlo más —jadeó ella sin aliento—. Es demasiado...
—Puedes y lo harás —le exigió Joe.
Una nueva capa de sudor cubrió la piel de _____. Un nuevo ramalazo de lujuria crepitó en su sexo. El mismo gemido que no conmovió a Joe antes, no lo conmovió ahora.
¡Maldita sea! Estaba tan cerca... sentía sus pliegues hinchados a cuatro veces su tamaño natural, y Deke seguía allí, haciéndola hervir, dándole placer para dejarla justo a las puertas de un orgasmo atómico. Y Joe se conformaba con observar la función, jugueteando ociosamente con sus pezones como si tuviera todo el tiempo del mundo.
—Inclínate hacia delante y apóyate en las manos —ordenó Joe.
_______ accedió, esperando que la dejaran correrse de una vez por todas y acabar con la vorágine de lujuria que invadía su mente. El orgasmo seguía allí, pendiente de un hilo, creciendo más y más, hasta cotas tan altas que nunca lo hubiera creído posible. Cuando finalmente estallara, iba a quedar totalmente aniquilada.
Un momento después, Joe introdujo un par de dedos profundamente en su canal. Él se retorció, su polla volvía a la vida. Pero no se detuvo. No, esos dedos arrastraron sus jugos al diminuto agujero de su trasero.
Estaba listo para follarla de nuevo. Y una vez que lo hiciera, no habría manera de que ella pudiera detener el orgasmo que burbujeaba en su vientre y bajo el que estaba a punto de sucumbir.
—¡ Joe! Señor...
—Tu piel es hermosa... este rubor... —murmuró contra su espalda mientras jugueteaba con un dedo en su arrugado ano.
—Su sabor también es adictivo —masculló Deke contra su sexo antes de volver a hundir su lengua en ella, antes de chuparle el clítoris.
El oscuro y agudo deseo palpitó con más fuerza. El clímax se acercaba deprisa, enorme, amenazador e inevitable ante esa presa ardiente. Dios, iba a estallar en llamas. No podría contenerse por mucho más tiempo. Las paredes de su sexo se contraían y estremecían. Su clítoris latía contra la lengua de Deke. Sólo un toque más y explotaría.
Joe parecía haberse olvidado de la debacle sensual de _______, tomándose su tiempo para llevar los jugos de su vagina al hueco prohibido de su trasero. _____ se encontró empujando contra los dedos, gimiendo e implorando.
—¿Eres mía? —le murmuró él al oído, tan bajo que sólo ella podía escucharlo.
—Sí.
—¿Por completo?
—Sí. Dios mío, sí.
—¿Te quedarás conmigo? ¿Te entregarás a mí? ¿Te pondrás mi colgante?
—Sí, sí, sí —gimió ella.
Él situó un dedo contra su ano, y todos los nervios de su cuerpo se tensaron cuando él comenzó a presionar hacia dentro.
—¡Oh, sí! —_______ apenas podía articular las palabras, prácticamente estaba sin aliento. Un dolor agudo y caliente atravesó su piel mientras _______ murmuraba algo incomprensible.
Joe empujó el dedo profundamente en su ano en el mismo momento que Deke le mordió el clítoris.
—¡Córrete! —gritó Joe.
Pero ella ya había empezado. Nada hubiera podido impedir que estallara en mil pedazos bajo la presión del dedo invasor de Joe y de la instigadora lengua de Deke.
Ella no gimió, ni gritó, sino que soltó un fuerte y profundo alarido, mientras se agarraba con fuerza a las sábanas y las oleadas de placer atravesaban su cuerpo. El clímax la destrozó por completo, golpeándola tan fuerte, que se quedó sin aliento. El vientre se le contrajo. Casi perdió el conocimiento mientras el corazón le martilleaba en los oídos como un redoble de tambores.
Dios, estaba agonizando. Allí mismo, en esa pequeña habitación, estallando en tantos pedazos que no creía que pudiera volver a recomponerse. Y no le importó.
Deke la soltó un instante para coger algo al lado de su cadera. ________ se dio cuenta de lo que era al cabo de un momento, cuando le observó desgarrar el pequeño paquete metálico con los dientes, colocarse el condón y volver a cogerla por las caderas en un tiempo record.
¿Otra vez? Oh... se sentía como una muñeca de trapo, era la primera vez que se relajaba en horas, y ¿querían llevarla de nuevo al orgasmo?
Antes de que Deke la penetrara, Joe sacó el dedo de su ano y lo reemplazó por la abrasadora anchura de su pene lubricado.
— Joe... señor —comenzó a protestar.
—Tómame —exigió con un gemido—. Tómanos.
Y se deslizó en su oscuro interior, exigiendo con rudeza que ella se abriera y aceptara en su ano cada centímetro de su polla. Gimiendo ante esa sensación invasiva, _____ se impulsó contra él hasta que tuvo todo el miembro en su interior y los testículos de Joe rozaron su sexo.
Y allí se quedó, completamente inmóvil.
Sorprendentemente, volvió a excitarse ante la sensación de tenerlo dentro de ese pasaje oscuro y prohibido. Intentó contonearse, gimiendo. Deke detuvo el movimiento de sus caderas. El alarido anterior la había dejado casi sin voz. La nueva y abrasadora demanda de su cuerpo se llevó el resto.
La estaban matando. De verdad que la estaban matando.
Antes de que pudiera encontrar una manera de recuperarse, de enfrentarse a ello, Deke situó su grueso miembro en la entrada empapada de su sexo y embistió con rapidez, destruyendo cualquier resistencia, introduciéndose en ella con una despiadada rudeza.
«Oh. Dios. Mío». Se sentía llena y comprimida. El ardor de esos miembros penetrándola sobrecargaba sus sentidos, atravesando su cuerpo con un estremecimiento de placer que la hizo jadear y gritar el nombre de Joe mientras se agarraba a los hombros de Deke e intentaba a aferrarse a la realidad a pesar de estar en medio de una de sus más íntimas fantasías.
Y luego comenzaron a moverse, con un ritmo que parecía estar especialmente diseñado para arrasar sus sentidos. Joe se retiraba, Deke la penetraba. Joe la embestía, Deke se retiraba. Y la fricción, oh, Dios... era tan deliciosamente ardiente. Nunca había estado tan excitada y Deke sólo consiguió empeorar más las cosas cuando le presionó el clítoris.
—Jesús, qué estrecha es —exclamó.
—Y la membrana que separa su ano y su sexo es muy fina. Siento tu glande rozándose sobre el mío. ¡Joder!
—Sí —la cara de Deke se retorció en una máscara de concentración—. Me está haciendo perder el control.
—¿Qué control? —gruñó Joe —. Cher, córrete cuando quieras, tanto como puedas.
Era toda la invitación que _____ necesitaba. La sensación de la polla de Deke contra su cerviz y la suave presión de su pulgar sobre la resbalosa superficie del clítoris inflamado, la hizo explotar, haciéndola ver toda clase de estrellas y luces bajo sus párpados. Caramba, no se sorprendería nada si alguien le decía que el cielo se había abierto en dos.
La explosión que Joe había ordenado fue tan afilada como un machete. Los dos hombres la desgarraban con un placer intenso, sublime y sobrenatural.
Joe la recompensó rodeándola y alzando uno de sus pechos hacia la boca de Deke que tomó el pezón entre sus labios con avidez, lamiéndolo con dureza, y mordisqueándolo. Una sensación electrizante bajó desde su pecho al vientre, y más abajo, donde Deke la empalaba con la longitud de su miembro. Y... donde Joe despertaba sensaciones prohibidas mientras la penetraba profundamente.
Juntos la poseyeron con rudeza, con envites que la elevaban hasta alturas imposibles, conduciéndola hasta algo enorme e irresistible. Indescriptible.
Apenas había recobrado el aliento cuando sintió que la carne de Joe empujaba todavía más profundamente en ella, provocándole estremecimientos de placer mientras exhalaba en su cuello y murmuraba:
—Eres mía. Te amo.
Algo se rompió en el interior de __________ al escuchar esas palabras. Cualquier resistencia que hubiera tenido en el pasado se evaporó. Le dirigió a Joe una mirada desnuda por encima del hombro, sabiendo que la total sumisión asomaba en sus ojos, y llegó al clímax otra vez. Contrayéndose con fuerza en torno a las dos pollas, que ambos habían introducido profundamente en su interior, el orgasmo la recorrió; una oleada tras otra de placer que la llevó a la completa sumisión.
Sintió que las lágrimas le resbalaban por las mejillas. En ese momento, _____ no era ella misma. No le preocupaba si aquello era la elección correcta ni qué pensarían los demás de ella, ni si podría vivir consigo misma. Cuando Joe y Deke se derramaron en su interior, gimiendo y jadeando, ella se sintió en paz. Una paz tan perfecta como el primer placer perfecto que había sentido en su vida.
—¡Sí! —gritó ella, mostrando en su voz dolor, necesidad, amor y placer.
—Te amo —jadeó Joe en su oído—. Dímelo.
—¡Sí! Sí, te amo.
Mientras remitía el placer, Joe la abrazó con fuerza, con tanta fuerza que parecía que no querer soltarla nunca. Justo lo que _________ deseaba.
Los rayos del sol del mediodía se filtraban por las ventanas de la pintoresca casita del bed & breadfast e incidían sobre el pelo rojizo de _____ y su pálida piel desnuda mientras estaba acurrucaba a su lado dormida, descansando la cabeza sobre su hombro. Deke estaba tumbado tras ella, con la mano, laxa por el sueño, apoyada en la cintura femenina. Parecían en paz.
Y él estaba en el infierno.
No porque Deke la hubiera tocado. Sorprendentemente, había sabido casi desde el momento que éste puso las manos en _________ que si bien ella apreciaba las caricias de Deke, no ponía su corazón en ello.
Después, Joe sólo había disfrutado con los fuegos artificiales que su fantasía había provocado.
Tal y como había esperado, ________ se había rendido por completo, entregándose a él en cuerpo y alma. Había conseguido que se sometiera sin vacilaciones, tal y como había querido desde el primer momento que la vio.
________ le había dicho que le amaba.
¿Cómo demonios pensaba decirle ahora que había planeado su primera cita con el propósito de tirársela para vengarse de su novio? Ex-novio. No había manera de que la dejara volver con Brandon Ross después de aquello.
Pero ¿y si ella quería volver con ese bastardo?
Iba a tener que confesárselo todo, explicarle cómo y por qué había amañado su primer encuentro, y jurarle por su vida que todo había cambiado casi desde el mismo momento que la tocó.
Demonios, debería habérselo contado todo mucho antes. Joe suspiró y apretó los puños. En cuanto relegó la venganza a un lado para conquistar a ________, debería haberse sincerado con ella, debería haber puesto las cartas sobre la mesa. Planear formas de ganarse su confianza para luego reconocer que le había mentido, había sido la idea más condenadamente estúpida que había tenido nunca.
Intentando no dejarse llevar por el miedo a perderla, Joe la despertó con un beso.
«Por favor, Dios, que no sea ésta la última vez que me deje tocarla».
Lentamente, _____ abrió los ojos. Su lánguida mirada azul, su sonrisa saciada y su desperezar felino, le produjo una punzada en el corazón. _______ no era simplemente hermosa, sino que era perfecta para él. La amaba como... como nunca había amado a ninguna mujer. Y si no jugaba bien sus cartas, ella saldría por esa puerta y no volvería a verla.
Joe contuvo un taco.
—______. Cher... —murmuró.
¿Y ahora qué? ¿Cómo continuar? ¿Cómo demonios podía acabar la frase?
—Tengo algo que decirte —susurró.
Las cejas color jengibre se arquearon en un ceño cansado. Bostezó, cubriéndose la boca con la mano en un gesto tan femenino como inocente.
A Joe se le encogió el corazón y se sintió como si lo hubieran pateado en el estómago. Dios, prefería que le cortaran las pelotas con un cuchillo oxidado y romo que destruir el vínculo entre ellos.
—Hum. —Ella gimió. Cerró los ojos mientras le dirigía una sonrisa somnolienta.
Detrás de ella, Deke se movió, deslizando la mano hacia abajo, hasta su cadera. Luego soltó un ronquido. ________ soltó una risita nerviosa.
Ignorando a Deke, Joe le cogió la cara, clavando la mirada en ella.
—Te amo, cher. Tengo que saber una cosa. Brandon y tú...
_______ abrió los ojos. Del todo.
Contuvo el aliento.
— Joe, yo...
—¿Le amas? —exigió saber.
_______ vaciló claramente, sin saber qué decir. Él sintió que se le encogía el estómago. Maldita sea, si ella decía lo que no quería oír, le rompería el corazón.
—Sí, pero no cómo tu piensas. Él...
Algo —alguien— golpeó la puerta. Un momento después, la madera se astilló en un sonido ensordecedor. La puerta se abrió de golpe, chocando contra la pared.
Joe se colocó de rodillas delante de ______ y se enfrentó a la amenaza que había destrozado la puerta.
Era Brandon Ross vestido con traje de oficina y con un cabreo de mil demonios.
—Aparta tus jodidas y sucias manos de ella, Cole. —Echando una significativa mirada al dorado musculitos, señaló a Joe —. ¡Ahora!
aranzhitha
Re: "Dominada por el deseo" (Joe y tu) Terminada
Capítulo 17
—¡Brandon! —gritó _______-, mirando por encima del hombro de Joe.
Su delgado hermanastro ocupaba, elegantemente vestido, el umbral de la puerta. Y una furia mortífera se había apoderado de él al darse cuenta de que ella estaba en la cama con dos hombres. El pánico y la mortificación abrieron un agujero en el estómago de _______. Era una pena que la tierra no se abriera bajo sus pies y se la tragara, pensó mientras se envolvía en una sábana.
—¡Suelta el arma! —le exigió.
Brandon la ignoró, siguió mirando a Joe con el ceño fruncido y los fuegos del infierno ardiendo en sus ojos.
A la izquierda, Deke se había despertado y de un brinco se había puesto delante de ella, al lado de Joe, para protegerla.
—Esto no es lo que parece, Brandon —aseguró Joe.
—Sí, es exactamente lo que parece.
Su hermano gruñó, pero ella apenas lo oyó. Además de estar concentrada en el arma, acababa de darse cuenta de un hecho...
—¿Os conocéis?
—Oh, maldición —masculló Deke, y se levantó de la cama para ponerse los vaqueros—. Allá vamos.
¿Incluso Deke sabía de qué iba eso? ________ frunció el ceño y le dirigió a Joe una mirada inquisitiva, haciendo un esfuerzo por comprender. La cara de Joe estaba tensa por la cólera y el pesar. Y por una inconfundible culpabilidad. ¿Qué...? Le costaba tanto descifrar esa situación como si estuviera intentando entender una telenovela en sueco.
—¿No se lo has dicho? —dijo Brandon con incredulidad—. No, claro que no. Eso hubiera hecho que vengarte fuera más difícil. De esta manera, no sólo has conseguido tirártela y vengarte de mí, sino que también la has podido compartir con tu amiguito GI Joe para devolverme con intereses lo que demonios sea que te haya hecho.
«¿Vengarse?»
—¿Qué es lo que está pasando aquí? —preguntó ____, frunciendo el ceño.
No podía seguir la conversación. Salvo lo que parecía obvio. ¿ Joe la había llevado a la cama para vengarse de Brandon?
—Déjame explicártelo. — Joe se giró hacia ella y le puso las manos en los hombros—. Esto va a sonar fatal, pero te juro...
—Es un farsante hijo de perra que buscaba apuñalarme por la espalda —soltó Brandon—. Apártate de él, ________. No lo escuches.
—Te he dicho lo que siento, cher —susurró Joe Jack—. Oigas lo que oigas, mis sentimientos son sinceros. No te he mentido en eso.
Hasta ese momento, no lo había dudado. Ahora, se sentía cada vez más consternada. Sabía que algo iba realmente mal. Y que no le iba a gustar nada descubrir la verdad.
—¿Pero es que me has mentido en algo?
—¡Te he dicho que le quites las manos de encima! —Brandon apuntó de nuevo a Joe con el arma.
—Cálmate, hombre. — Joe se levantó de la cama y con lentitud cogió los vaqueros—. Vamos a hablar tranquilamente de la situación y...
—No, vamos a contarle a ______ la verdad y ya veremos si después tiene ganas de escucharte.
—¡Tú no sabes la verdad! —gruñó Joe, con los tendones sobresaliendo del cuello y los puños cerrados—. Tú sólo quieres creer lo que ves, pero no sabes una mierda.
—¿Así que no has perseguido a _______ y sobornando a su ayudante, Reggie, para que te pusiera en contacto con ella por algo relacionado con el programa?
________ miró hacia Joe esperando una negativa. Él no dijo nada.
—¿Por qué has hecho eso? —le preguntó ella.
Un músculo palpitó en la mandíbula de Joe.
—Yo...
—Porque quería conocerte. No, eso no es cierto. Quería seducirte, follarte, y luego asegurarse de que yo me enteraba para poder consumar su venganza. ¿No es así, Joe?
Un horror intenso atravesó a ______. Volvió la mirada a Joe, esperando, rogando que lo negara. Él cerró los ojos e inclinó la cabeza. En su rostro, la cólera dio paso a la culpabilidad y su ceño se había vuelto más profundo.
«Oh, Dios». Brandon decía la verdad. A ________ se le revolvió el estómago mientras la traición le rompía el corazón. Sintió que se quedaba lívida.
—¿Me has... hecho éso? ¿Por venganza? ¿Cómo has podido?
La oscura mirada de Joe estaba llena de vergüenza.
—Lo que yo planeé al principio, no fue lo que ocurrió luego.
La súplica de la cara de Jack, la aparente sinceridad, la desgarró en dos. Pero ya le había creído antes. Y, al parecer, le había mentido.
—Claro —dijo Brandon decidido a meter más cizaña—. Y por eso me enviaste ese vídeo por correo electrónico, ése en el que te tiras a ______. ¿O es que acaso eso no cuenta? Ella estaba allí, contra la puerta, clavándote las uñas en los hombros mientras gritaba como nunca lo había hecho. Bien planeado, Joe.
El sarcástico comentario de Brandon fue como echar sal en la herida de _______. ¿ Joe los había filmado juntos? ¿Cuándo? La espalda contra la puerta y arañándole los hombros... «Oh, Dios». Tenía que haber sido la primera vez que tuvieron relaciones sexuales, después de que la hubiera pillado masturbándose en la bañera. ¿ Joe los había filmado sin su consentimiento y le había enviado el vídeo a Brandon? Y lo tenía todo planeado. Increíble.
Cualquier sentimiento de felicidad se esfumó. La confianza se evaporó al instante. ¿Había hecho eso por venganza? Era imperdonable.
______ se llevó una mano temblorosa a la boca. Se sentía asqueada. Aquello estaba resultando ser una pesadilla. Una, tan terrible, que le retorcía las entrañas y la hacía querer despertarse. Pero era demasiado intensa y real como para poder escapar. Brandon y Joe habían montado toda una opereta y la habían atrapado a ella en el medio.
—Le has enviado un vídeo de nosotros dos. ¿Por qué?
Joe vaciló, estaba claro que intentaba buscar las palabras adecuadas. ¿O nuevas mentiras? La duda cruzó por la mente de _________.
—¿Quieres contarle tú lo de Kayla o lo hago yo?
—Brandon, cállate —gruñó Joe —. Ya sabe lo de Kayla.
¿Kayla? ¿Quién diantres era...? Ya, la ex de Joe. _______ no sabía su nombre, pero tenía que ser ella. Sí, sabía lo de Kayla, sabía que Joe había visto en un vídeo cómo su mujer mantenía relaciones sexuales con su mejor amigo...
La verdad se estrelló contra ________, dejándola sin aliento y atravesándola con un dolor tan intenso que casi la dobló en dos.
Clavó en Joe una mirada horrorizada.
—Brandon. El era tu amigo. El que salía en el vídeo haciendo el amor con tu ex.
—Mientras estábamos casados —apostilló Joe —. Traicionó años de amistad y confianza.
Y todo eso había herido el orgullo de Joe.
Morgan tembló de cólera e incredulidad. De dolor. Deke la rodeó con un brazo para reconfortarla. Ella le dio un codazo en el vientre, y apretó la sábana contra su pecho mientras les dirigía una mirada airada.
Luego señaló a Joe.
—Tú también has traicionado mi confianza. Todo lo que me has hecho hacer... —se sonrojó ante el recuerdo—. La manera en que me has hecho cuestionarme a mi misma... Maldita sea, creí en ti. En nosotros. ¡Dios, he sido tan idiota! Cómo habrás debido de reírte.
—Jamás me he reído de ti. _______... cher, yo nunca he tenido intención de hacerte daño.
—Yo...
—Nunca pensaste si esto le haría daño o no —lo acusó Brandon—. No te importaba.
—Eso no es cierto. — Joe se acercó a ella para cogerle la mano.
______ se apartó de él antes de que pudiera hacerlo. La cólera y la angustia se reflejaron en la cara de Joe y tensaron los músculos que ondeaban en su pecho y en sus hombros.
No, era una actuación. Todo había sido por venganza. No debía de preocuparle si él estaba dolido de verdad. Como Brandon había dicho, a Joe no le importaba haberla herido.
—«Pantano», hijo de perra. Ahí tienes tu palabra de seguridad. No vuelvas a tocarme.
Su rechazo hizo que un dolor afilado atravesara la cara de Joe. Él se volvió hacia Brandon.
—No eres exactamente Don Honorable —refunfuñó Joe —. Eres quien sedujo a Kayla mientras estaba casada y la hizo creer que la amaba...
—¿Es por eso por lo que me sedujiste? —le gritó _________ a Joe —. ¿Por lo que me hiciste cambiar de opinión acerca de mí misma y mi sexualidad? Me hiciste creer que me amabas, y que yo también te amaba. Te lo dije mientras... —Se interrumpió cuando la horrible verdad la atravesó como un relámpago helado—. Esa ha debido de ser la puntilla final, que te dijera que te amaba mientras hacíamos el amor, igual que Kayla se lo dijo a Brandon. ¿Sabías que lo haría o sólo lo esperabas?
—Cher, no ha sido así. Te lo juro. Yo...
—¡Santo Dios! ¿Le has hecho a ______ lo que le hiciste a Kayla? —le interrumpió Brandon con la voz llena de incredulidad—. ¿Le has comido el coco para convertirla en un robot sumiso?
—¿Te parece que se ha convertido en un robot?
—Kayla no podía soportar lo que querías de una mujer, y después de ti le daban miedo los hombres. En cuanto pensé que era mía, me dejó. —Frunciendo el ceño con incredulidad y furia, Brandon agarró a Joe por el brazo—. ¿Le has hecho lo mismo a ________, bastardo?
—¡No! —insistió Joe —. _______ es todo aquello que siempre he buscado en una mujer. Es mi mujer. La excito, que ya es más de lo que tú puedes decir. Le he dado todo lo que su cuerpo necesita, incluso un ménage, algo con lo que no estaba de acuerdo, y todo porque quiero verla feliz. ¿Qué has hecho tú, aparte de ignorar su sexualidad y abandonarla cuando un psicópata comenzó a acosarla, se masturbó en su cama y luego le disparó? ¿Es eso lo que significa el amor para ti?
—¿Te disparó, cariño? —la furia dio paso a la preocupación en la cara de Brandon. Bajó el arma a un lado.
—Aparta eso —susurró Joe, señalando el arma con la cabeza.
Con un suspiro reticente, uno que comunicaba lo cabreado que estaba, Brandon se guardó el arma en la cinturilla detrás de la espalda, y la miró.
Cuando intentó ponerle la mano en el hombro, Joe gruñó:
—¡No la toques!
Luego saltó hacia él y le propinó un puñetazo en la barbilla. Él reaccionó y se enderezó, frotándose la barbilla con una mano y cerrando la otra en un puño.
Joe bloqueó el puñetazo de Brandon.
—Dejé que me quitaras a Kayla. No la amaba y todos lo sabíamos. Pero tendrás que matarme antes de arrebatarme a _______. La amo. Siempre la amaré. — Joe se volvió entonces hacia ella con una mirada arrepentida y suplicante—. Si me dejaras explicarte y disculparme. No puedes casarte con él.
—¡No se va a casar con ninguno de vosotros! —gritó una voz desconocida desde la puerta abierta.
Brandon se dio la vuelta y Joe miró por encima del hombro de su hermano para ver quién era el nuevo visitante, pero ________ no tuvo que preguntarse quién había llegado, simplemente lo sabía. Conocía esa voz.
—¡Andrew! ¿Qué estás haciendo aquí? —Se movió para mirarlo, apretando aún más la sabana contra su cuerpo desnudo.
La sangre se le heló en las venas cuando vio que Andrew normalmente educado y amable, la miraba con rabia mientras bloqueaba la puerta. La furia lo hacía vibrar y llenaba la habitación de una fuerza letal. La adrenalina y la cólera debían de correr por sus venas a juzgar por cómo le temblaba el arma que sujetaba en las manos..., un arma que la apuntaba a ella.
_____ soltó un grito ahogado mientras su mente se esforzaba en comprender el nuevo giro de los acontecimientos.
—Alguien tiene que detenerte. —Andrew clavaba los ojos en ella como si fuera una extraña, luego miró de reojo a Deke y a Joe, ambos sin camisa y despeinados, que permanecían a unos metros. Y llegó a la conclusión acertada—. ¿Te has acostado con dos hombres a la vez? Sabía que eras una puta, pero esto supera cualquier cosa. No puedo creer que casi me haya casado contigo. Cuando te enrollaste con el hijo del senador Ross me cabreaste bastante. —A Andrew se le agitó el pelo entrecano al señalar a Brandon con la cabeza—. Te fuiste a vivir con él, decidiste casarte con él. Acostarte con él. Y ahora te has liado con otro hombre más. Tu guardaespaldas, ¿no? ¿Le has pedido también que te someta?
La burla de Andrew flotó en el aire, su hostilidad le escocía como una bofetada en la cara. Se negó a sentirse avergonzada por sus palabras. Pero el hecho de que la apuntara con un arma, hacía que el corazón le latiera a toda prisa y la llenaba de miedo.
—Sí.
Joe la miró, luego clavó los ojos en Deke. Entre ellos hubo algún tipo de comunicación silenciosa, que Morgan no pudo comprender.
Andrew sacudió la cabeza.
—Y aquí estás, poniéndole los cuernos a tu novio con estos dos musculitos. ¿Para qué? ¿Para disfrutar de unos cuantos orgasmos? Tú y yo nos compenetrábamos y disfrutábamos del sexo puro, hasta que un día lo estropeaste todo.
Brandon saltó hacia Andrew, extendiendo la mano para arrebatar el arma de su nerviosa presa. Andrew rugió y se apartó, disparando dos veces en dirección a Brandon. ______ se oyó gritar a sí misma antes de que los estallidos de las balas la ensordecieran. Su hermano se tiró al suelo para evitar ser herido.
Conteniendo la respiración, ______ saltó de la cama para saber cómo estaba.
—¡Vuelve a la cama! —rugió Andrew, apuntándola de nuevo con el arma—. ¡Ahora!
________ se metió bajo las sábanas y cubrió su desnudez de nuevo. El corazón le martilleaba en el pecho hasta casi dejarla sorda. Andrew hablaba en serio. Muy en serio. ¿Y Brandon? Oh, Dios, le había disparado.
Con lentitud, Joe se inclinó para ayudar a Brandon a ponerse en pie. El puño de Andrew se tensó blanco sobre el arma, su boca se apretó en una línea sombría.
En cuanto estuvo de pie, su hermano le dirigió una mirada tranquilizadora.
—Estoy bien. Haz lo que él diga, ________.
—Y que a nadie más le dé por hacerse el héroe —espetó Andrew, agitando los brazos como un loco, pero sin soltar el arma.
_____ se obligó a respirar hondo, intentando mantener la calma. Conocía a Andrew. Que se pusiera histérica sólo conseguiría que él se pusiera más nervioso todavía. A Andrew le gustaban las óperas, un arte donde habitualmente los personajes principales morían y cuya tragedia la gente aplaudía.
Por favor, Dios, que aquello no acabara en tragedia. Tenía que salvarse e impedir que Brandon, Joe o Deke hicieran algo que les costaran la vida.
_______ inspiró y habló en voz baja, intentando sonar mucho más tranquila de lo que estaba.
—¿Por qué estás aquí? Mi vida no es asunto tuyo, Andrew.
—Has ignorado mis fotos y mis notas. Huiste cuando dejé mi semen en tu cama para recordarte que ese era el lugar donde una vez estuvimos juntos. Intentaba hacerte ver a quién pertenecías realmente. Con el tiempo podría haberte perdonado lo de Ross. Es cierto que discutimos, pero deberías haberte dado cuenta de que tenía intención de volver contigo. Sin embargo, lo de estos dos... —agitó de nuevo el puño tembloroso, señalando con el arma que agarraba con fuerza a Joe y Deke—. Debería de haberte disparado en el club de striptease. Lo hubiera hecho si aquel lugar no hubiera estado tan abarrotado.
Las palabras de Andrew la sobrecogieron ante lo que aquello implicaba.
—Entonces, ¿Reggie no me está...?
Andrew puso los ojos en blanco y suspiró con impaciencia.
—¿Persiguiendo?
—Esto es un acoso, gilipollas —gruñó Deke.
Con una sacudida de cabeza, ________ intentó hacerle callar.
Gracias a Dios, Andrew lo ignoró.
—¿Reggie? Claro que no. ¿No me viste en el club de striptease? Estaba justo delante de ti. Casi me engañaste con aquel disfraz, pero reconocería tus ojos en cualquier lugar.
—El club estaba demasiado lleno para que pudiera verte —murmuró ella—. ¿Fuiste tú? Cuando recibí las fotos, pensé que él...
Su ex-novio puso los ojos en blanco.
—Por favor. Reggie me enseñó a hacer fotos y a revelarlas. Pero no tenía ni idea de lo que yo estaba haciendo hasta el otro día.
Andrew sorbió por la nariz, y ___________ supo que se había sentido ofendido de que ella hubiera creído incluso por un momento que Reggie podía acecharla con la misma maestría que él.
—¿No te ayudó? —«Sigue hablando, distrayéndole. Permanece tranquila mientras encuentras una salida a este peligroso enredo».
—Es demasiado estúpido. Durante un tiempo, me ayudó a seguirte la pista, es muy atento y protector. En cuanto se dio cuenta de mis intenciones, el muy estúpido vino a advertirte, pero no te encontró. —Andrew sacudió la cabeza con la cara retorcida por el desprecio—. Consiguió que la fulana esa del club de striptease lo denunciara antes de poder avisarte de que yo estaba en la ciudad.
—¿Tú? ¿Has sido tú todo el rato?
Joe hizo una mueca, luego le dirigió a Deke otra mirada. Por el rabillo del ojo, vio que Deke asentía con la cabeza. _______ se tensó.
Iban a hacer alguna estupidez heroica, y lo único que conseguirían era que los mataran a todos.
—No —les susurró.
—¡Yo soy tu salvador! —le gritó Andrew, luego se puso rígido mientras su cara se oscurecía con un ceño aterrador—. Alguien tenía que salvarte de ti misma. Cuanto empezamos a salir, eras dulce e inocente. No me importó que no fueras virgen porque ya tenías más de veintiún años y no nos habíamos conocido antes. Después de que discutiéramos tus ideas sobre el sexo, me di cuenta, finalmente, de que no te había prestado suficiente atención, y decidí darte una nueva oportunidad a pesar de que te hubieras enrollado con Ross. Decidí cortejarte, creí que podría salvarte si me casaba contigo. Pero... —amartilló el arma e hizo un gesto de desdén hacia Joe —. En cuanto conociste a Cole, empezaste a actuar como una perra en celo. Es un reconocido practicante de la Dominación y Sumisión, y comenzaste a babear por él en cuanto te puso los ojos encima.
_______ respiró profundamente, decidida a mantener la calma, a pesar de que lo único que quería era llamarle bastardo y arrebatarle el arma. Ignoró su cólera y sus manos sudorosas.
—Deseaba a Joe. Él comprende mi necesidad de ser sometida, Andrew. Me ha enseñado que no hay nada incorrecto en ello. —No importaba qué mentiras hubiera habido entre ellos, siempre le quedaría ese regalo de Joe —. El que seas incapaz de aceptarme tal como soy, sólo prueba que no encajamos. Búscate a una mujer que disfrute de tus atenciones. Tal vez a alguna le guste que seas tan obsesivo. A mí no. Sal de una maldita vez de mi vida.
—Sólo me estás demostrando lo que ya temía. Que la única manera de librarte de esa perversión es matándote.
______ se quedó helada. Andrew levantó el arma. Andrew, su productor, su ex-novio, el hombre amable y amante de las artes que no sucumbía jamás a un ataque de cólera impulsivo, estaba dispuesto a matarla de verdad.
—¡Ahora! —gritó Joe, cortando la tensión que había en el aire.
Deke la agarró y la empujó bruscamente al suelo en un enredo de brazos y piernas. Por el rabillo del ojo, _________ vio cómo Joe agarraba el arma que Brandon ocultaba en la espalda y cómo empujaba a su hermano a la esquina detrás de Andrew y fuera de su alcance. Luego no vio nada más, Deke tiró de la sábana que la envolvía y la empujó bajo la cama.
Sonó un disparo. Casi al instante algo la golpeó en el pecho, haciéndola soltar el aire con la fuerza del impacto. Sintió un aguijón ardiente en la piel. Al momento su cuerpo se retorció de dolor. Gritó. Pero un segundo disparo ahogó el sonido.
Jadeó y sintió una extraña ingravidez en el cuerpo, casi como si estuviera flotando.
Luego un ruido sordo...
—¡_____! —oyó que gritaba alguien en la lejanía.
Joe. Era la voz de Joe. Sonaba preocupado.
—Aquí —susurró ella, frunciendo el ceño ante el dolor. ¿Qué le pasaba?
—¡Maldición! —tronó Deke a sus espaldas—. ¡Le ha dado!
¿Le habían dado? A _____ se le cerraron los ojos mientras veía cómo Deke le ponía la camisa sobre el pecho y apretaba. ¡Maldita sea, dolía!
—No —gimió.
—¿Dónde? —preguntó Joe.
—Maldita sea, no lo sé. En el pecho, creo. Hay sangre por todas partes, por delante y por detrás. Mierda, está perdiendo mucha sangre. ¡Llamad al 911!
—¡Brandon! —gritó _______-, mirando por encima del hombro de Joe.
Su delgado hermanastro ocupaba, elegantemente vestido, el umbral de la puerta. Y una furia mortífera se había apoderado de él al darse cuenta de que ella estaba en la cama con dos hombres. El pánico y la mortificación abrieron un agujero en el estómago de _______. Era una pena que la tierra no se abriera bajo sus pies y se la tragara, pensó mientras se envolvía en una sábana.
—¡Suelta el arma! —le exigió.
Brandon la ignoró, siguió mirando a Joe con el ceño fruncido y los fuegos del infierno ardiendo en sus ojos.
A la izquierda, Deke se había despertado y de un brinco se había puesto delante de ella, al lado de Joe, para protegerla.
—Esto no es lo que parece, Brandon —aseguró Joe.
—Sí, es exactamente lo que parece.
Su hermano gruñó, pero ella apenas lo oyó. Además de estar concentrada en el arma, acababa de darse cuenta de un hecho...
—¿Os conocéis?
—Oh, maldición —masculló Deke, y se levantó de la cama para ponerse los vaqueros—. Allá vamos.
¿Incluso Deke sabía de qué iba eso? ________ frunció el ceño y le dirigió a Joe una mirada inquisitiva, haciendo un esfuerzo por comprender. La cara de Joe estaba tensa por la cólera y el pesar. Y por una inconfundible culpabilidad. ¿Qué...? Le costaba tanto descifrar esa situación como si estuviera intentando entender una telenovela en sueco.
—¿No se lo has dicho? —dijo Brandon con incredulidad—. No, claro que no. Eso hubiera hecho que vengarte fuera más difícil. De esta manera, no sólo has conseguido tirártela y vengarte de mí, sino que también la has podido compartir con tu amiguito GI Joe para devolverme con intereses lo que demonios sea que te haya hecho.
«¿Vengarse?»
—¿Qué es lo que está pasando aquí? —preguntó ____, frunciendo el ceño.
No podía seguir la conversación. Salvo lo que parecía obvio. ¿ Joe la había llevado a la cama para vengarse de Brandon?
—Déjame explicártelo. — Joe se giró hacia ella y le puso las manos en los hombros—. Esto va a sonar fatal, pero te juro...
—Es un farsante hijo de perra que buscaba apuñalarme por la espalda —soltó Brandon—. Apártate de él, ________. No lo escuches.
—Te he dicho lo que siento, cher —susurró Joe Jack—. Oigas lo que oigas, mis sentimientos son sinceros. No te he mentido en eso.
Hasta ese momento, no lo había dudado. Ahora, se sentía cada vez más consternada. Sabía que algo iba realmente mal. Y que no le iba a gustar nada descubrir la verdad.
—¿Pero es que me has mentido en algo?
—¡Te he dicho que le quites las manos de encima! —Brandon apuntó de nuevo a Joe con el arma.
—Cálmate, hombre. — Joe se levantó de la cama y con lentitud cogió los vaqueros—. Vamos a hablar tranquilamente de la situación y...
—No, vamos a contarle a ______ la verdad y ya veremos si después tiene ganas de escucharte.
—¡Tú no sabes la verdad! —gruñó Joe, con los tendones sobresaliendo del cuello y los puños cerrados—. Tú sólo quieres creer lo que ves, pero no sabes una mierda.
—¿Así que no has perseguido a _______ y sobornando a su ayudante, Reggie, para que te pusiera en contacto con ella por algo relacionado con el programa?
________ miró hacia Joe esperando una negativa. Él no dijo nada.
—¿Por qué has hecho eso? —le preguntó ella.
Un músculo palpitó en la mandíbula de Joe.
—Yo...
—Porque quería conocerte. No, eso no es cierto. Quería seducirte, follarte, y luego asegurarse de que yo me enteraba para poder consumar su venganza. ¿No es así, Joe?
Un horror intenso atravesó a ______. Volvió la mirada a Joe, esperando, rogando que lo negara. Él cerró los ojos e inclinó la cabeza. En su rostro, la cólera dio paso a la culpabilidad y su ceño se había vuelto más profundo.
«Oh, Dios». Brandon decía la verdad. A ________ se le revolvió el estómago mientras la traición le rompía el corazón. Sintió que se quedaba lívida.
—¿Me has... hecho éso? ¿Por venganza? ¿Cómo has podido?
La oscura mirada de Joe estaba llena de vergüenza.
—Lo que yo planeé al principio, no fue lo que ocurrió luego.
La súplica de la cara de Jack, la aparente sinceridad, la desgarró en dos. Pero ya le había creído antes. Y, al parecer, le había mentido.
—Claro —dijo Brandon decidido a meter más cizaña—. Y por eso me enviaste ese vídeo por correo electrónico, ése en el que te tiras a ______. ¿O es que acaso eso no cuenta? Ella estaba allí, contra la puerta, clavándote las uñas en los hombros mientras gritaba como nunca lo había hecho. Bien planeado, Joe.
El sarcástico comentario de Brandon fue como echar sal en la herida de _______. ¿ Joe los había filmado juntos? ¿Cuándo? La espalda contra la puerta y arañándole los hombros... «Oh, Dios». Tenía que haber sido la primera vez que tuvieron relaciones sexuales, después de que la hubiera pillado masturbándose en la bañera. ¿ Joe los había filmado sin su consentimiento y le había enviado el vídeo a Brandon? Y lo tenía todo planeado. Increíble.
Cualquier sentimiento de felicidad se esfumó. La confianza se evaporó al instante. ¿Había hecho eso por venganza? Era imperdonable.
______ se llevó una mano temblorosa a la boca. Se sentía asqueada. Aquello estaba resultando ser una pesadilla. Una, tan terrible, que le retorcía las entrañas y la hacía querer despertarse. Pero era demasiado intensa y real como para poder escapar. Brandon y Joe habían montado toda una opereta y la habían atrapado a ella en el medio.
—Le has enviado un vídeo de nosotros dos. ¿Por qué?
Joe vaciló, estaba claro que intentaba buscar las palabras adecuadas. ¿O nuevas mentiras? La duda cruzó por la mente de _________.
—¿Quieres contarle tú lo de Kayla o lo hago yo?
—Brandon, cállate —gruñó Joe —. Ya sabe lo de Kayla.
¿Kayla? ¿Quién diantres era...? Ya, la ex de Joe. _______ no sabía su nombre, pero tenía que ser ella. Sí, sabía lo de Kayla, sabía que Joe había visto en un vídeo cómo su mujer mantenía relaciones sexuales con su mejor amigo...
La verdad se estrelló contra ________, dejándola sin aliento y atravesándola con un dolor tan intenso que casi la dobló en dos.
Clavó en Joe una mirada horrorizada.
—Brandon. El era tu amigo. El que salía en el vídeo haciendo el amor con tu ex.
—Mientras estábamos casados —apostilló Joe —. Traicionó años de amistad y confianza.
Y todo eso había herido el orgullo de Joe.
Morgan tembló de cólera e incredulidad. De dolor. Deke la rodeó con un brazo para reconfortarla. Ella le dio un codazo en el vientre, y apretó la sábana contra su pecho mientras les dirigía una mirada airada.
Luego señaló a Joe.
—Tú también has traicionado mi confianza. Todo lo que me has hecho hacer... —se sonrojó ante el recuerdo—. La manera en que me has hecho cuestionarme a mi misma... Maldita sea, creí en ti. En nosotros. ¡Dios, he sido tan idiota! Cómo habrás debido de reírte.
—Jamás me he reído de ti. _______... cher, yo nunca he tenido intención de hacerte daño.
—Yo...
—Nunca pensaste si esto le haría daño o no —lo acusó Brandon—. No te importaba.
—Eso no es cierto. — Joe se acercó a ella para cogerle la mano.
______ se apartó de él antes de que pudiera hacerlo. La cólera y la angustia se reflejaron en la cara de Joe y tensaron los músculos que ondeaban en su pecho y en sus hombros.
No, era una actuación. Todo había sido por venganza. No debía de preocuparle si él estaba dolido de verdad. Como Brandon había dicho, a Joe no le importaba haberla herido.
—«Pantano», hijo de perra. Ahí tienes tu palabra de seguridad. No vuelvas a tocarme.
Su rechazo hizo que un dolor afilado atravesara la cara de Joe. Él se volvió hacia Brandon.
—No eres exactamente Don Honorable —refunfuñó Joe —. Eres quien sedujo a Kayla mientras estaba casada y la hizo creer que la amaba...
—¿Es por eso por lo que me sedujiste? —le gritó _________ a Joe —. ¿Por lo que me hiciste cambiar de opinión acerca de mí misma y mi sexualidad? Me hiciste creer que me amabas, y que yo también te amaba. Te lo dije mientras... —Se interrumpió cuando la horrible verdad la atravesó como un relámpago helado—. Esa ha debido de ser la puntilla final, que te dijera que te amaba mientras hacíamos el amor, igual que Kayla se lo dijo a Brandon. ¿Sabías que lo haría o sólo lo esperabas?
—Cher, no ha sido así. Te lo juro. Yo...
—¡Santo Dios! ¿Le has hecho a ______ lo que le hiciste a Kayla? —le interrumpió Brandon con la voz llena de incredulidad—. ¿Le has comido el coco para convertirla en un robot sumiso?
—¿Te parece que se ha convertido en un robot?
—Kayla no podía soportar lo que querías de una mujer, y después de ti le daban miedo los hombres. En cuanto pensé que era mía, me dejó. —Frunciendo el ceño con incredulidad y furia, Brandon agarró a Joe por el brazo—. ¿Le has hecho lo mismo a ________, bastardo?
—¡No! —insistió Joe —. _______ es todo aquello que siempre he buscado en una mujer. Es mi mujer. La excito, que ya es más de lo que tú puedes decir. Le he dado todo lo que su cuerpo necesita, incluso un ménage, algo con lo que no estaba de acuerdo, y todo porque quiero verla feliz. ¿Qué has hecho tú, aparte de ignorar su sexualidad y abandonarla cuando un psicópata comenzó a acosarla, se masturbó en su cama y luego le disparó? ¿Es eso lo que significa el amor para ti?
—¿Te disparó, cariño? —la furia dio paso a la preocupación en la cara de Brandon. Bajó el arma a un lado.
—Aparta eso —susurró Joe, señalando el arma con la cabeza.
Con un suspiro reticente, uno que comunicaba lo cabreado que estaba, Brandon se guardó el arma en la cinturilla detrás de la espalda, y la miró.
Cuando intentó ponerle la mano en el hombro, Joe gruñó:
—¡No la toques!
Luego saltó hacia él y le propinó un puñetazo en la barbilla. Él reaccionó y se enderezó, frotándose la barbilla con una mano y cerrando la otra en un puño.
Joe bloqueó el puñetazo de Brandon.
—Dejé que me quitaras a Kayla. No la amaba y todos lo sabíamos. Pero tendrás que matarme antes de arrebatarme a _______. La amo. Siempre la amaré. — Joe se volvió entonces hacia ella con una mirada arrepentida y suplicante—. Si me dejaras explicarte y disculparme. No puedes casarte con él.
—¡No se va a casar con ninguno de vosotros! —gritó una voz desconocida desde la puerta abierta.
Brandon se dio la vuelta y Joe miró por encima del hombro de su hermano para ver quién era el nuevo visitante, pero ________ no tuvo que preguntarse quién había llegado, simplemente lo sabía. Conocía esa voz.
—¡Andrew! ¿Qué estás haciendo aquí? —Se movió para mirarlo, apretando aún más la sabana contra su cuerpo desnudo.
La sangre se le heló en las venas cuando vio que Andrew normalmente educado y amable, la miraba con rabia mientras bloqueaba la puerta. La furia lo hacía vibrar y llenaba la habitación de una fuerza letal. La adrenalina y la cólera debían de correr por sus venas a juzgar por cómo le temblaba el arma que sujetaba en las manos..., un arma que la apuntaba a ella.
_____ soltó un grito ahogado mientras su mente se esforzaba en comprender el nuevo giro de los acontecimientos.
—Alguien tiene que detenerte. —Andrew clavaba los ojos en ella como si fuera una extraña, luego miró de reojo a Deke y a Joe, ambos sin camisa y despeinados, que permanecían a unos metros. Y llegó a la conclusión acertada—. ¿Te has acostado con dos hombres a la vez? Sabía que eras una puta, pero esto supera cualquier cosa. No puedo creer que casi me haya casado contigo. Cuando te enrollaste con el hijo del senador Ross me cabreaste bastante. —A Andrew se le agitó el pelo entrecano al señalar a Brandon con la cabeza—. Te fuiste a vivir con él, decidiste casarte con él. Acostarte con él. Y ahora te has liado con otro hombre más. Tu guardaespaldas, ¿no? ¿Le has pedido también que te someta?
La burla de Andrew flotó en el aire, su hostilidad le escocía como una bofetada en la cara. Se negó a sentirse avergonzada por sus palabras. Pero el hecho de que la apuntara con un arma, hacía que el corazón le latiera a toda prisa y la llenaba de miedo.
—Sí.
Joe la miró, luego clavó los ojos en Deke. Entre ellos hubo algún tipo de comunicación silenciosa, que Morgan no pudo comprender.
Andrew sacudió la cabeza.
—Y aquí estás, poniéndole los cuernos a tu novio con estos dos musculitos. ¿Para qué? ¿Para disfrutar de unos cuantos orgasmos? Tú y yo nos compenetrábamos y disfrutábamos del sexo puro, hasta que un día lo estropeaste todo.
Brandon saltó hacia Andrew, extendiendo la mano para arrebatar el arma de su nerviosa presa. Andrew rugió y se apartó, disparando dos veces en dirección a Brandon. ______ se oyó gritar a sí misma antes de que los estallidos de las balas la ensordecieran. Su hermano se tiró al suelo para evitar ser herido.
Conteniendo la respiración, ______ saltó de la cama para saber cómo estaba.
—¡Vuelve a la cama! —rugió Andrew, apuntándola de nuevo con el arma—. ¡Ahora!
________ se metió bajo las sábanas y cubrió su desnudez de nuevo. El corazón le martilleaba en el pecho hasta casi dejarla sorda. Andrew hablaba en serio. Muy en serio. ¿Y Brandon? Oh, Dios, le había disparado.
Con lentitud, Joe se inclinó para ayudar a Brandon a ponerse en pie. El puño de Andrew se tensó blanco sobre el arma, su boca se apretó en una línea sombría.
En cuanto estuvo de pie, su hermano le dirigió una mirada tranquilizadora.
—Estoy bien. Haz lo que él diga, ________.
—Y que a nadie más le dé por hacerse el héroe —espetó Andrew, agitando los brazos como un loco, pero sin soltar el arma.
_____ se obligó a respirar hondo, intentando mantener la calma. Conocía a Andrew. Que se pusiera histérica sólo conseguiría que él se pusiera más nervioso todavía. A Andrew le gustaban las óperas, un arte donde habitualmente los personajes principales morían y cuya tragedia la gente aplaudía.
Por favor, Dios, que aquello no acabara en tragedia. Tenía que salvarse e impedir que Brandon, Joe o Deke hicieran algo que les costaran la vida.
_______ inspiró y habló en voz baja, intentando sonar mucho más tranquila de lo que estaba.
—¿Por qué estás aquí? Mi vida no es asunto tuyo, Andrew.
—Has ignorado mis fotos y mis notas. Huiste cuando dejé mi semen en tu cama para recordarte que ese era el lugar donde una vez estuvimos juntos. Intentaba hacerte ver a quién pertenecías realmente. Con el tiempo podría haberte perdonado lo de Ross. Es cierto que discutimos, pero deberías haberte dado cuenta de que tenía intención de volver contigo. Sin embargo, lo de estos dos... —agitó de nuevo el puño tembloroso, señalando con el arma que agarraba con fuerza a Joe y Deke—. Debería de haberte disparado en el club de striptease. Lo hubiera hecho si aquel lugar no hubiera estado tan abarrotado.
Las palabras de Andrew la sobrecogieron ante lo que aquello implicaba.
—Entonces, ¿Reggie no me está...?
Andrew puso los ojos en blanco y suspiró con impaciencia.
—¿Persiguiendo?
—Esto es un acoso, gilipollas —gruñó Deke.
Con una sacudida de cabeza, ________ intentó hacerle callar.
Gracias a Dios, Andrew lo ignoró.
—¿Reggie? Claro que no. ¿No me viste en el club de striptease? Estaba justo delante de ti. Casi me engañaste con aquel disfraz, pero reconocería tus ojos en cualquier lugar.
—El club estaba demasiado lleno para que pudiera verte —murmuró ella—. ¿Fuiste tú? Cuando recibí las fotos, pensé que él...
Su ex-novio puso los ojos en blanco.
—Por favor. Reggie me enseñó a hacer fotos y a revelarlas. Pero no tenía ni idea de lo que yo estaba haciendo hasta el otro día.
Andrew sorbió por la nariz, y ___________ supo que se había sentido ofendido de que ella hubiera creído incluso por un momento que Reggie podía acecharla con la misma maestría que él.
—¿No te ayudó? —«Sigue hablando, distrayéndole. Permanece tranquila mientras encuentras una salida a este peligroso enredo».
—Es demasiado estúpido. Durante un tiempo, me ayudó a seguirte la pista, es muy atento y protector. En cuanto se dio cuenta de mis intenciones, el muy estúpido vino a advertirte, pero no te encontró. —Andrew sacudió la cabeza con la cara retorcida por el desprecio—. Consiguió que la fulana esa del club de striptease lo denunciara antes de poder avisarte de que yo estaba en la ciudad.
—¿Tú? ¿Has sido tú todo el rato?
Joe hizo una mueca, luego le dirigió a Deke otra mirada. Por el rabillo del ojo, vio que Deke asentía con la cabeza. _______ se tensó.
Iban a hacer alguna estupidez heroica, y lo único que conseguirían era que los mataran a todos.
—No —les susurró.
—¡Yo soy tu salvador! —le gritó Andrew, luego se puso rígido mientras su cara se oscurecía con un ceño aterrador—. Alguien tenía que salvarte de ti misma. Cuanto empezamos a salir, eras dulce e inocente. No me importó que no fueras virgen porque ya tenías más de veintiún años y no nos habíamos conocido antes. Después de que discutiéramos tus ideas sobre el sexo, me di cuenta, finalmente, de que no te había prestado suficiente atención, y decidí darte una nueva oportunidad a pesar de que te hubieras enrollado con Ross. Decidí cortejarte, creí que podría salvarte si me casaba contigo. Pero... —amartilló el arma e hizo un gesto de desdén hacia Joe —. En cuanto conociste a Cole, empezaste a actuar como una perra en celo. Es un reconocido practicante de la Dominación y Sumisión, y comenzaste a babear por él en cuanto te puso los ojos encima.
_______ respiró profundamente, decidida a mantener la calma, a pesar de que lo único que quería era llamarle bastardo y arrebatarle el arma. Ignoró su cólera y sus manos sudorosas.
—Deseaba a Joe. Él comprende mi necesidad de ser sometida, Andrew. Me ha enseñado que no hay nada incorrecto en ello. —No importaba qué mentiras hubiera habido entre ellos, siempre le quedaría ese regalo de Joe —. El que seas incapaz de aceptarme tal como soy, sólo prueba que no encajamos. Búscate a una mujer que disfrute de tus atenciones. Tal vez a alguna le guste que seas tan obsesivo. A mí no. Sal de una maldita vez de mi vida.
—Sólo me estás demostrando lo que ya temía. Que la única manera de librarte de esa perversión es matándote.
______ se quedó helada. Andrew levantó el arma. Andrew, su productor, su ex-novio, el hombre amable y amante de las artes que no sucumbía jamás a un ataque de cólera impulsivo, estaba dispuesto a matarla de verdad.
—¡Ahora! —gritó Joe, cortando la tensión que había en el aire.
Deke la agarró y la empujó bruscamente al suelo en un enredo de brazos y piernas. Por el rabillo del ojo, _________ vio cómo Joe agarraba el arma que Brandon ocultaba en la espalda y cómo empujaba a su hermano a la esquina detrás de Andrew y fuera de su alcance. Luego no vio nada más, Deke tiró de la sábana que la envolvía y la empujó bajo la cama.
Sonó un disparo. Casi al instante algo la golpeó en el pecho, haciéndola soltar el aire con la fuerza del impacto. Sintió un aguijón ardiente en la piel. Al momento su cuerpo se retorció de dolor. Gritó. Pero un segundo disparo ahogó el sonido.
Jadeó y sintió una extraña ingravidez en el cuerpo, casi como si estuviera flotando.
Luego un ruido sordo...
—¡_____! —oyó que gritaba alguien en la lejanía.
Joe. Era la voz de Joe. Sonaba preocupado.
—Aquí —susurró ella, frunciendo el ceño ante el dolor. ¿Qué le pasaba?
—¡Maldición! —tronó Deke a sus espaldas—. ¡Le ha dado!
¿Le habían dado? A _____ se le cerraron los ojos mientras veía cómo Deke le ponía la camisa sobre el pecho y apretaba. ¡Maldita sea, dolía!
—No —gimió.
—¿Dónde? —preguntó Joe.
—Maldita sea, no lo sé. En el pecho, creo. Hay sangre por todas partes, por delante y por detrás. Mierda, está perdiendo mucha sangre. ¡Llamad al 911!
aranzhitha
Re: "Dominada por el deseo" (Joe y tu) Terminada
Capítulo 18
Joe se dejó caer de rodillas al suelo al observar que la cara de _______ palidecía hasta parecer un maldito fantasma. Su sangre roja salía a borbotones, empapando la camiseta gris de Deke, y tiñéndola de un morboso tono oscuro. El olor metálico de la sangre le inundó las fosas nasales, y le estalló en el cerebro.
¡Hijo de perra, ojalá pudiera volver a matar a ese gilipollas de Andrew otra vez! Por hacerla dudar de su sexualidad y por haber pensado siquiera en hacerle daño a _________. Y esta vez, le metería una bala en la cabeza.
Pero ahora lo único en lo que podía pensar era en salvar la vida de ______.
Arrancando bruscamente la sábana de la cama, la enrolló y aplicó presión sobre la herida con una mano; con la otra cogió el teléfono. Llamar al 911 sólo le llevó un momento, y la telefonista prometió que llegaría alguien allí en unos minutos.
Joe sólo esperaba que _______ aguantara hasta entonces.
Ahora, todo lo que podía hacer era esperar. E intentar controlar la situación.
Lanzándole una mirada desesperada a Deke, se quedó sorprendido al ver reflejada en los ojos de su amigo su propia agonía. ____ había dejado huella en su rudo y duro socio.
—Coge a Brandon y salid de aquí.
—No voy a dejarla —dijo Brandon, cerniéndose sobre Joe, con los labios apretados por la preocupación.
—Si te quedas, la prensa se lo va a pasar en grande —dijo Joe —. Cuatro hombres, uno de ellos muerto, dos armas y una mujer desnuda, todo en la misma habitación. Comenzarán a hacer preguntas sobre qué clase de educación ha recibido el hijo del hombre que se va a presentar como candidato a la presidencia. Si te vas, puedo alegar que como guardaespaldas yo sólo estaba haciendo mi trabajo. Soy amigo de los polis locales. No habrá ningún problema.
Brandon vaciló. Joe podría jurar que su antiguo amigo estaba destrozado, pero lo que sintiera Brandon le importaba un carajo. Centró todos sus esfuerzos en contener la hemorragia de ________.
Pero no servía de mucho. La sangre seguía fluyendo...
—No te vayas, cher. Quédate conmigo. No puedes darte por vencida, no ahora. Je t'aime, mon coeur.
—¿La amas? —la voz de Brandon sonó suave y temblorosa. Parecía impresionado—. No me vengas con chorradas. ¿La amas de verdad?
Joe no se molestó en mirarle.
—Sí, la amo, y estoy seguro de que encontrarás la manera de hacérmelo pagar. Pero ahora mismo, necesito que te largues de aquí.
—Pero ella es...
—¡Si esto se convierte en un circo mediático por tu culpa y ella muere, te aseguro de que tendrán que recoger tus restos con pinzas!
Brandon se quedó en silencio un momento, luego asintió con la cabeza.
—Espera —lo llamó Joe —. El arma. No tienes permiso de armas en Lousiana, ¿no?
Y Joe acababa de matar a un hombre con esa arma.
El elegante hijo del senador se tambaleó.
—Oh, Dios mío.
—¿Es una nueve milímetros? —preguntó Deke.
—Sí —la voz de Brandon sonó temblorosa.
—¿ Joe? —preguntó Deke.
—En la bolsa tengo mi pistola. Cambia las balas. Dispara a la hierba ahí fuera o algo por el estilo. Es lo mejor que podemos hacer por si alguien pregunta.
—Esos buenos chicos cajunes no van a investigar demasiado. Funcionará.
Sonaron las sirenas a lo lejos. Deke maldijo y sacó las balas del arma de Brandon y se las puso a la de Joe. Abrió la ventana y con rapidez disparó a la hierba.
Joe dio un brinco, el corazón le martilleaba en el pecho. Ése era el único sonido que oía mientras pensaba que iba perder a la única mujer que había amado. La mujer con la que quería vivir el resto de su vida.
La mujer que no le pertenecía.
—Llamaré a Alyssa. Buscaremos un lugar donde ocultar a Brandon. Llámame en cuanto puedas —dijo un Deke sin camisa, conduciendo a Brandon hasta la puerta.
Joe asintió con la cabeza, todavía presionando la herida, demasiado asustado para levantar la sábana y mirar si la sangre seguía manando, temiendo que la bala le hubiera alcanzado en algún órgano vital y la estuviera matando lentamente. Maldita sea, no tenía ni idea de primeros auxilios.
—No la perderás, hombre.
Joe levantó la vista. Deke lo apoyaba, como siempre. Sin preguntas ni reproches.
—Gracias.
Ahora lo único que esperaba era poder mantenerla con vida para luchar por ella.
Cuatro largas horas más tarde, llenas de preguntas y papeleos, y con el estómago encogido por la aprensión, Joe llegó al hospital. Ya había anochecido. Estaba manchado de sangre, y no le importaba en absoluto. La policía le había estado interrogando sobre la muerte de Andrew. Durante todo ese tiempo, Joe no había dejado de preguntarse, muerto de miedo, cómo estaría __________.
Después de preguntar a la enfermera de recepción, corrió a toda velocidad a la habitación de Morgan.
Con el corazón en un puño, se detuvo en seco en el umbral.
—Mon Dieu.
Con el camisón azul pálido del hospital, ella parecía sin vida, con la cara aún más blanca que la almohada. Incluso sus sexys pecas color canela se habían desvanecido en la nada. Tenía una vía en el dorso de la mano conectada a una bolsa de suero y un vendaje en el hombro derecho que se extendía, bajo el camisón, hasta su tórax.
Si ________ moría, sería por su culpa. Si nunca hubiera puesto en marcha esa estúpida venganza, si la hubiera protegido en vez de joderle el cuerpo, la mente y... el corazón, ella no estaría debatiéndose entre la vida y la muerte.
—¿Cómo se encuentra? —le preguntó a Deke cuando entró en la habitación con las manos temblorosas.
Brandon estaba de pie al otro lado de la cama, con los brazos cruzados sobre el pecho, apoyado contra la pared. Parecía un hombre con un enorme peso sobre los hombros. Joe lo comprendía.
Se hundió en una incómoda silla del color del vómito y no pudo evitar preguntarse cómo diablos habían terminado colgándose los dos por la misma mujer otra vez. Y por qué, cada vez que lo hacían, todo acababa en desastre.
—Bueno. La trajeron del quirófano hace aproximadamente veinte minutos y dijeron que se iba a poner bien.
Genial. Se pondría bien. Eso era lo único que importaba.
—Merci Dieu. —Soltó el aliento que había estado conteniendo.
Deke continuó.
—Es una herida superficial. La bala entró y salió limpiamente, justo por debajo de la clavícula. Detuvieron la hemorragia. Vinieron a preguntar si alguno de sus amigos o familiares son AB positivo y puede donarle sangre. —Encogió los hombros, disculpándose—. Yo soy B negativo. Es también un grupo raro, pero no el adecuado. Lo siento. Voy por una taza de café. ¿Quieres?
Joe negó con la cabeza.
Maldita sea, ni siquiera podía ayudar a ______ a recuperarse. Odiaba sentirse tan condenadamente impotente.
—Yo soy 0 positivo.
Cuando Deke salió de la habitación, Brandon se quitó la chaqueta y se arremangó la camisa.
—Yo soy AB positivo. Acabo de decírselo a la enfermera. Vendrán a buscarme en unos minutos.
Era un enorme golpe de suerte que Brandon tuviera el mismo tipo de sangre que ________. Joe se atoró con las miles de respuestas que tenía en la punta de la lengua. Al final soltó la única posible.
—Gracias.
—________ también me importa. Es lo menos que podía hacer.
Y era bastante para Joe. Que Brandon donara su sangre significaba que él todavía tendría una oportunidad de redimirse y aunque _______ no quisiera volver a hablarle, se conformaba con saber que ella estaba bien.
De hecho, la herida de ________ le había hecho darse cuenta de muchas cosas. Esa absurda vendetta que había tramado casi le había destruido. Tenía que ponerle fin. Tenía que asegurarse de que no volviera a ocurrir nada como aquello. Era el momento de hacer las paces con Brandon.
Y de liberarse.
Poniéndose en pie, Joe metió la mano en el bolsillo interior del abrigo y sacó un viejo paquete con una cinta de vídeo.
—Ten —se la ofreció a Brandon.
—¿Qué es esto? —Brandon levantó hacia él sus desconcertados ojos azules.
—Estoy seguro de que sabes lo que es. La recogí de mi oficina. Está aquí cerca. Tengo otra copia en una caja de seguridad. Te la daré la semana que viene. Ya es hora de que las tengas tú.
Brandon se dio cuenta de lo que era.
—¿El vídeo de Kayla? ¿No me vas a amenazar ni a chantajearme si me presento a alguna candidatura?
—No —contestó Joe con firmeza antes de regresar a su asiento.
—¿En serio? —Brandon lo agarró por el brazo—. ¿Por qué? ¿Por qué ahora?
Joe miró a su némesis —su viejo amigo— otra vez.
—Enamorarme de _______ me demostró lo rápido que se le pueden ir a uno las cosas de las manos. Amabas a Kayla, y cuando mi orgullo no me permitió dejarla marchar, a pesar de que ella me pidió el divorcio, la reclamaste de la única manera que podías. De haber estado en tu lugar, quizás hubiera hecho lo mismo.
—La amaba. Me rompió el corazón cuando me dejó. —La monótona respuesta de Brandon fue suficiente para saber que él nunca se había recuperado de aquella ruptura.
Por primera vez en su vida, Joe comprendía lo que se sentía.
—Voy a perder a _______ por esta venganza —masculló Joe, pasándose las manos por el pelo—. Es algo que deberíamos haber resuelto hace tiempo. Y si ella quiere casarse contigo, no me interpondré. No quiero que tenga razones para odiarme. Sencillamente, hazla feliz.
Brandon se frotó la frente y sonrió con amarga ironía.
—Lo intentaré, pero no voy a casarme con ella. Joe, no es mi novia, y jamás la he tocado. Es mi hermanastra.
Si Brandon le hubiera dicho que era un rinoceronte disfrazado, Joe no se habría sorprendido tanto.
—¿Tu hermanastra?
Con un asentimiento de cabeza, Brandon continuó:
—Esto no puede salir de aquí. Siempre has sido un hombre de palabra, incluso cuando yo no lo fui.
—Tu secreto está a salvo conmigo.
—Gracias. —Brandon suspiró, se levantó y se paseó de un lado a otro de la habitación—. Mi padre dejó embarazada a su madre cuando trabajaba como becaria para él. Le pagó una suma sustanciosa para que desapareciera del mapa y nunca mencionara su nombre a nadie, ni siquiera a _______. Hace unos tres años, cuando mi padre comenzó a hablar de presentarse a la Casa Blanca, contrató a un asesor que le dijo que se hiciera cargo de todos los trapos sucios de la familia. Mi padre me habló entonces de _____. Fui a visitarla siguiendo sus órdenes para comprar su silencio. Pero ser su hermano me gustó más de lo que había imaginado. Nos mantuvimos en contacto, viéndonos cada vez que podíamos. Estuve presente cuando grabó su primer programa.
Una lenta sonrisa curvó las comisuras de la boca de Brandon, luego volvió a quedarse pensativo.
—Cuando comenzó este asunto del acosador, le ofrecí mi ayuda. Pero protegerla desde Houston era imposible, y cuando ese gilipollas se masturbó en su cama, le dije que se viniera a vivir conmigo. Inventamos la historia de que era mi novia puesto que no podíamos decirle a nadie la verdad.
Y Joe se lo había tragado como el que más. Se había creído que ______ era su novia, y la había perseguido para cumplir su venganza.
La vida iba a ser un infierno sin ella, pero al menos se alegraba de haberla tenido por un corto tiempo. Y aunque obviamente ________ no iba a casarse con Brandon, dudaba que volviera a dirigirle la palabra de nuevo.
—Apuesto que tenerla contigo no le gustó a tu padre.
—No te haces una idea. —La amarga sonrisa de Brandon hablaba por sí sola—. De cualquier manera, me sentía aterrorizado cuando recibí las órdenes de irme a Irak durante tres semanas. Sabía que la iba a dejar sola y desprotegida. Incluso pensé en llamarte; eres el mejor guardaespaldas que conozco. —Suspiró—. Pero no podía darte esa clase de poder sobre mí. Nunca se me ocurrió que estabas esperando a que me comprometiera con alguien para sacarte la espinita de encima.
—Tres años, sí. No pensaba darme por vencido.
—No te culpo —admitió Brandon con voz queda—. Me alegro de que al llegar a D.C. se pospusiera la misión. Espero que las cosas entre nosotros se hayan arreglado de una vez por todas.
—Así es. — Joe suspiró—. Gracias por decirme la verdad.
Luego guardó silencio. Joe clavó la vista en ______, como si así pudiera despertarla.
Ella no movió ni un músculo.
—¿Está sedada?
—Me temo que sí. Estaba despierta hace diez minutos, pero ahora...
La tensión y la esperanza anudaron las entrañas de Joe.
—¿Ha dicho algo?
—No. Sólo miró alrededor, nos vio a Deke y a mí, y volvió a cerrar los ojos.
No había preguntado por él. ¿Y por qué iba a hacerlo? Era una estupidez esperar que lo hiciera. Desde el punto de vista de ______, Joe le había mentido, la había utilizado y se había aprovechado de ella. ¿Por qué iba creer que la amaba? Y si ella alguna vez había pensado que lo amaba, bien, tras la esclarecedora conversación con Brandon, habría cambiado de opinión.
Perder a _____ era justo lo que se merecía. Pero le costaba aceptar la realidad. Saber que nunca volvería a tocarla le hacía sentir como si tuviera un cuchillo clavado en el corazón.
—Supongo que es lo mejor. No sentirá dolor.
—Cierto.
Y no se iba a despertar ahora. E incluso aunque lo hiciera, ¿querría que él estuviera allí?
No. Nunca querría volver a tenerlo cerca.
Joe arrastró la bota por el suelo desinfectado, sintiendo una terrible opresión en el pecho.
—-Debería irme. Dile...
¿Qué? ¿Qué diablos podía decirle para mejorar las cosas? Sería necesario un maldito milagro para hacerla cambiar de idea, y Joe no creía merecerse ningún milagro.
Al final, optó por lo más sencillo.
—Dile que lo siento.
Enterrando los puños con fuerza en los bolsillos de los vaqueros, Joe se obligó a darle la espalda a ______ y a salir de su vida.
Joe se dejó caer de rodillas al suelo al observar que la cara de _______ palidecía hasta parecer un maldito fantasma. Su sangre roja salía a borbotones, empapando la camiseta gris de Deke, y tiñéndola de un morboso tono oscuro. El olor metálico de la sangre le inundó las fosas nasales, y le estalló en el cerebro.
¡Hijo de perra, ojalá pudiera volver a matar a ese gilipollas de Andrew otra vez! Por hacerla dudar de su sexualidad y por haber pensado siquiera en hacerle daño a _________. Y esta vez, le metería una bala en la cabeza.
Pero ahora lo único en lo que podía pensar era en salvar la vida de ______.
Arrancando bruscamente la sábana de la cama, la enrolló y aplicó presión sobre la herida con una mano; con la otra cogió el teléfono. Llamar al 911 sólo le llevó un momento, y la telefonista prometió que llegaría alguien allí en unos minutos.
Joe sólo esperaba que _______ aguantara hasta entonces.
Ahora, todo lo que podía hacer era esperar. E intentar controlar la situación.
Lanzándole una mirada desesperada a Deke, se quedó sorprendido al ver reflejada en los ojos de su amigo su propia agonía. ____ había dejado huella en su rudo y duro socio.
—Coge a Brandon y salid de aquí.
—No voy a dejarla —dijo Brandon, cerniéndose sobre Joe, con los labios apretados por la preocupación.
—Si te quedas, la prensa se lo va a pasar en grande —dijo Joe —. Cuatro hombres, uno de ellos muerto, dos armas y una mujer desnuda, todo en la misma habitación. Comenzarán a hacer preguntas sobre qué clase de educación ha recibido el hijo del hombre que se va a presentar como candidato a la presidencia. Si te vas, puedo alegar que como guardaespaldas yo sólo estaba haciendo mi trabajo. Soy amigo de los polis locales. No habrá ningún problema.
Brandon vaciló. Joe podría jurar que su antiguo amigo estaba destrozado, pero lo que sintiera Brandon le importaba un carajo. Centró todos sus esfuerzos en contener la hemorragia de ________.
Pero no servía de mucho. La sangre seguía fluyendo...
—No te vayas, cher. Quédate conmigo. No puedes darte por vencida, no ahora. Je t'aime, mon coeur.
—¿La amas? —la voz de Brandon sonó suave y temblorosa. Parecía impresionado—. No me vengas con chorradas. ¿La amas de verdad?
Joe no se molestó en mirarle.
—Sí, la amo, y estoy seguro de que encontrarás la manera de hacérmelo pagar. Pero ahora mismo, necesito que te largues de aquí.
—Pero ella es...
—¡Si esto se convierte en un circo mediático por tu culpa y ella muere, te aseguro de que tendrán que recoger tus restos con pinzas!
Brandon se quedó en silencio un momento, luego asintió con la cabeza.
—Espera —lo llamó Joe —. El arma. No tienes permiso de armas en Lousiana, ¿no?
Y Joe acababa de matar a un hombre con esa arma.
El elegante hijo del senador se tambaleó.
—Oh, Dios mío.
—¿Es una nueve milímetros? —preguntó Deke.
—Sí —la voz de Brandon sonó temblorosa.
—¿ Joe? —preguntó Deke.
—En la bolsa tengo mi pistola. Cambia las balas. Dispara a la hierba ahí fuera o algo por el estilo. Es lo mejor que podemos hacer por si alguien pregunta.
—Esos buenos chicos cajunes no van a investigar demasiado. Funcionará.
Sonaron las sirenas a lo lejos. Deke maldijo y sacó las balas del arma de Brandon y se las puso a la de Joe. Abrió la ventana y con rapidez disparó a la hierba.
Joe dio un brinco, el corazón le martilleaba en el pecho. Ése era el único sonido que oía mientras pensaba que iba perder a la única mujer que había amado. La mujer con la que quería vivir el resto de su vida.
La mujer que no le pertenecía.
—Llamaré a Alyssa. Buscaremos un lugar donde ocultar a Brandon. Llámame en cuanto puedas —dijo un Deke sin camisa, conduciendo a Brandon hasta la puerta.
Joe asintió con la cabeza, todavía presionando la herida, demasiado asustado para levantar la sábana y mirar si la sangre seguía manando, temiendo que la bala le hubiera alcanzado en algún órgano vital y la estuviera matando lentamente. Maldita sea, no tenía ni idea de primeros auxilios.
—No la perderás, hombre.
Joe levantó la vista. Deke lo apoyaba, como siempre. Sin preguntas ni reproches.
—Gracias.
Ahora lo único que esperaba era poder mantenerla con vida para luchar por ella.
Cuatro largas horas más tarde, llenas de preguntas y papeleos, y con el estómago encogido por la aprensión, Joe llegó al hospital. Ya había anochecido. Estaba manchado de sangre, y no le importaba en absoluto. La policía le había estado interrogando sobre la muerte de Andrew. Durante todo ese tiempo, Joe no había dejado de preguntarse, muerto de miedo, cómo estaría __________.
Después de preguntar a la enfermera de recepción, corrió a toda velocidad a la habitación de Morgan.
Con el corazón en un puño, se detuvo en seco en el umbral.
—Mon Dieu.
Con el camisón azul pálido del hospital, ella parecía sin vida, con la cara aún más blanca que la almohada. Incluso sus sexys pecas color canela se habían desvanecido en la nada. Tenía una vía en el dorso de la mano conectada a una bolsa de suero y un vendaje en el hombro derecho que se extendía, bajo el camisón, hasta su tórax.
Si ________ moría, sería por su culpa. Si nunca hubiera puesto en marcha esa estúpida venganza, si la hubiera protegido en vez de joderle el cuerpo, la mente y... el corazón, ella no estaría debatiéndose entre la vida y la muerte.
—¿Cómo se encuentra? —le preguntó a Deke cuando entró en la habitación con las manos temblorosas.
Brandon estaba de pie al otro lado de la cama, con los brazos cruzados sobre el pecho, apoyado contra la pared. Parecía un hombre con un enorme peso sobre los hombros. Joe lo comprendía.
Se hundió en una incómoda silla del color del vómito y no pudo evitar preguntarse cómo diablos habían terminado colgándose los dos por la misma mujer otra vez. Y por qué, cada vez que lo hacían, todo acababa en desastre.
—Bueno. La trajeron del quirófano hace aproximadamente veinte minutos y dijeron que se iba a poner bien.
Genial. Se pondría bien. Eso era lo único que importaba.
—Merci Dieu. —Soltó el aliento que había estado conteniendo.
Deke continuó.
—Es una herida superficial. La bala entró y salió limpiamente, justo por debajo de la clavícula. Detuvieron la hemorragia. Vinieron a preguntar si alguno de sus amigos o familiares son AB positivo y puede donarle sangre. —Encogió los hombros, disculpándose—. Yo soy B negativo. Es también un grupo raro, pero no el adecuado. Lo siento. Voy por una taza de café. ¿Quieres?
Joe negó con la cabeza.
Maldita sea, ni siquiera podía ayudar a ______ a recuperarse. Odiaba sentirse tan condenadamente impotente.
—Yo soy 0 positivo.
Cuando Deke salió de la habitación, Brandon se quitó la chaqueta y se arremangó la camisa.
—Yo soy AB positivo. Acabo de decírselo a la enfermera. Vendrán a buscarme en unos minutos.
Era un enorme golpe de suerte que Brandon tuviera el mismo tipo de sangre que ________. Joe se atoró con las miles de respuestas que tenía en la punta de la lengua. Al final soltó la única posible.
—Gracias.
—________ también me importa. Es lo menos que podía hacer.
Y era bastante para Joe. Que Brandon donara su sangre significaba que él todavía tendría una oportunidad de redimirse y aunque _______ no quisiera volver a hablarle, se conformaba con saber que ella estaba bien.
De hecho, la herida de ________ le había hecho darse cuenta de muchas cosas. Esa absurda vendetta que había tramado casi le había destruido. Tenía que ponerle fin. Tenía que asegurarse de que no volviera a ocurrir nada como aquello. Era el momento de hacer las paces con Brandon.
Y de liberarse.
Poniéndose en pie, Joe metió la mano en el bolsillo interior del abrigo y sacó un viejo paquete con una cinta de vídeo.
—Ten —se la ofreció a Brandon.
—¿Qué es esto? —Brandon levantó hacia él sus desconcertados ojos azules.
—Estoy seguro de que sabes lo que es. La recogí de mi oficina. Está aquí cerca. Tengo otra copia en una caja de seguridad. Te la daré la semana que viene. Ya es hora de que las tengas tú.
Brandon se dio cuenta de lo que era.
—¿El vídeo de Kayla? ¿No me vas a amenazar ni a chantajearme si me presento a alguna candidatura?
—No —contestó Joe con firmeza antes de regresar a su asiento.
—¿En serio? —Brandon lo agarró por el brazo—. ¿Por qué? ¿Por qué ahora?
Joe miró a su némesis —su viejo amigo— otra vez.
—Enamorarme de _______ me demostró lo rápido que se le pueden ir a uno las cosas de las manos. Amabas a Kayla, y cuando mi orgullo no me permitió dejarla marchar, a pesar de que ella me pidió el divorcio, la reclamaste de la única manera que podías. De haber estado en tu lugar, quizás hubiera hecho lo mismo.
—La amaba. Me rompió el corazón cuando me dejó. —La monótona respuesta de Brandon fue suficiente para saber que él nunca se había recuperado de aquella ruptura.
Por primera vez en su vida, Joe comprendía lo que se sentía.
—Voy a perder a _______ por esta venganza —masculló Joe, pasándose las manos por el pelo—. Es algo que deberíamos haber resuelto hace tiempo. Y si ella quiere casarse contigo, no me interpondré. No quiero que tenga razones para odiarme. Sencillamente, hazla feliz.
Brandon se frotó la frente y sonrió con amarga ironía.
—Lo intentaré, pero no voy a casarme con ella. Joe, no es mi novia, y jamás la he tocado. Es mi hermanastra.
Si Brandon le hubiera dicho que era un rinoceronte disfrazado, Joe no se habría sorprendido tanto.
—¿Tu hermanastra?
Con un asentimiento de cabeza, Brandon continuó:
—Esto no puede salir de aquí. Siempre has sido un hombre de palabra, incluso cuando yo no lo fui.
—Tu secreto está a salvo conmigo.
—Gracias. —Brandon suspiró, se levantó y se paseó de un lado a otro de la habitación—. Mi padre dejó embarazada a su madre cuando trabajaba como becaria para él. Le pagó una suma sustanciosa para que desapareciera del mapa y nunca mencionara su nombre a nadie, ni siquiera a _______. Hace unos tres años, cuando mi padre comenzó a hablar de presentarse a la Casa Blanca, contrató a un asesor que le dijo que se hiciera cargo de todos los trapos sucios de la familia. Mi padre me habló entonces de _____. Fui a visitarla siguiendo sus órdenes para comprar su silencio. Pero ser su hermano me gustó más de lo que había imaginado. Nos mantuvimos en contacto, viéndonos cada vez que podíamos. Estuve presente cuando grabó su primer programa.
Una lenta sonrisa curvó las comisuras de la boca de Brandon, luego volvió a quedarse pensativo.
—Cuando comenzó este asunto del acosador, le ofrecí mi ayuda. Pero protegerla desde Houston era imposible, y cuando ese gilipollas se masturbó en su cama, le dije que se viniera a vivir conmigo. Inventamos la historia de que era mi novia puesto que no podíamos decirle a nadie la verdad.
Y Joe se lo había tragado como el que más. Se había creído que ______ era su novia, y la había perseguido para cumplir su venganza.
La vida iba a ser un infierno sin ella, pero al menos se alegraba de haberla tenido por un corto tiempo. Y aunque obviamente ________ no iba a casarse con Brandon, dudaba que volviera a dirigirle la palabra de nuevo.
—Apuesto que tenerla contigo no le gustó a tu padre.
—No te haces una idea. —La amarga sonrisa de Brandon hablaba por sí sola—. De cualquier manera, me sentía aterrorizado cuando recibí las órdenes de irme a Irak durante tres semanas. Sabía que la iba a dejar sola y desprotegida. Incluso pensé en llamarte; eres el mejor guardaespaldas que conozco. —Suspiró—. Pero no podía darte esa clase de poder sobre mí. Nunca se me ocurrió que estabas esperando a que me comprometiera con alguien para sacarte la espinita de encima.
—Tres años, sí. No pensaba darme por vencido.
—No te culpo —admitió Brandon con voz queda—. Me alegro de que al llegar a D.C. se pospusiera la misión. Espero que las cosas entre nosotros se hayan arreglado de una vez por todas.
—Así es. — Joe suspiró—. Gracias por decirme la verdad.
Luego guardó silencio. Joe clavó la vista en ______, como si así pudiera despertarla.
Ella no movió ni un músculo.
—¿Está sedada?
—Me temo que sí. Estaba despierta hace diez minutos, pero ahora...
La tensión y la esperanza anudaron las entrañas de Joe.
—¿Ha dicho algo?
—No. Sólo miró alrededor, nos vio a Deke y a mí, y volvió a cerrar los ojos.
No había preguntado por él. ¿Y por qué iba a hacerlo? Era una estupidez esperar que lo hiciera. Desde el punto de vista de ______, Joe le había mentido, la había utilizado y se había aprovechado de ella. ¿Por qué iba creer que la amaba? Y si ella alguna vez había pensado que lo amaba, bien, tras la esclarecedora conversación con Brandon, habría cambiado de opinión.
Perder a _____ era justo lo que se merecía. Pero le costaba aceptar la realidad. Saber que nunca volvería a tocarla le hacía sentir como si tuviera un cuchillo clavado en el corazón.
—Supongo que es lo mejor. No sentirá dolor.
—Cierto.
Y no se iba a despertar ahora. E incluso aunque lo hiciera, ¿querría que él estuviera allí?
No. Nunca querría volver a tenerlo cerca.
Joe arrastró la bota por el suelo desinfectado, sintiendo una terrible opresión en el pecho.
—-Debería irme. Dile...
¿Qué? ¿Qué diablos podía decirle para mejorar las cosas? Sería necesario un maldito milagro para hacerla cambiar de idea, y Joe no creía merecerse ningún milagro.
Al final, optó por lo más sencillo.
—Dile que lo siento.
Enterrando los puños con fuerza en los bolsillos de los vaqueros, Joe se obligó a darle la espalda a ______ y a salir de su vida.
aranzhitha
Re: "Dominada por el deseo" (Joe y tu) Terminada
Capítulo 19
______ se paseó de arriba abajo por la sala de Brandon. El suelo de madera estaba frío bajo sus pies desnudos, pero eso no calmaba sus abrasadores pensamientos.—Vas a gastarme el suelo, hermanita.
Le lanzó una mirada airada a Brandon por encima del hombro.
—Lo dudo.
—Vale, pero luego te sentirás agotada. Apenas hace una semana que te dispararon.
—Tengo que moverme o me voy a quedar agarrotada.
Él se recostó en el sofá, con las piernas abiertas y los brazos detrás de la cabeza.
—No me parece que estés estirando las piernas. Más bien pareces puro nervio en movimiento. ¿Qué es lo que te corroe?
______ no contestó. Admitir la verdad era demasiado doloroso, y, además, la haría parecer estúpida.
—Nada —murmuró al fin.
Brandon se levantó, y se cernió sobre ella. Definitivamente, él había heredado la altura de la familia. Ella era una condenada enana para los estándares de Hollywood.
La agarró por los hombros y la giró para que lo mirara, poniendo punto y final a su agitado paseo.
—Ya te había visto obsesionada con Provócame en el pasado. Pero esto no tiene nada que ver con eso, ¿verdad? Reggie se ha disculpado por delatarte. El entierro de Andrew no ha levantado mucho revuelo, y la prensa sigue sin tener ni idea de dónde estás. Casi ya no hablan del tema y te estás recuperando de la herida. —La sondeó con una suave mirada—. Sólo hay una cosa que te esté volviendo loca. ¿O debería decir una persona?
—No quiero hablar de eso.
—No has querido hablar de Joe desde que dejaste el hospital.
_________ cerró los ojos.
—No menciones su nombre.
—Eres demasiado testaruda, hermanita.
—¿Yo soy testaruda? —Se hincó un dedo en el pecho, enojada—. Perdón, pero no fui yo quien comenzó todo este asunto. Lo hizo él. Y ahora se supone que yo tengo que vivir con ello.
—¿Vivir exactamente con qué? —Brandon se cruzó de brazos—. Acabó con la vida del hombre que te habría matado sin pensárselo dos veces.
¿Eso era todo? ¿Eso era todo lo que él había admitido?
—Sí, me salvó y se lo agradezco. Pero, ¿has olvidado la parte en la que me mintió y me llevó a la cama para vengarse de ti? Te envió un vídeo de nosot... —rechinó los dientes—. Todavía no me lo puedo creer. El... —¿Cómo podía expresar con palabras esa traición?—. Actuó como si yo le importara. Y no era cierto.
—Eso no es verdad.
_______ se quedó boquiabierta.
—¿Por qué lo defiendes?
Brandon le dirigió una sonrisa contrita.
—Eramos amigos hasta que fastidié las cosas. Joe no se hubiera divorciado de Kayla sin una buena tazón. Y a pesar de lo que parezca por su estilo de vida, Joe es demasiado católico. Yo tuve que presionar a Kayla. Y la seguí presionando sin parar. Dios, cómo quería a esa mujer. Lo único que no hice fue ser franco con Joe y decirle que me había enamorado de su esposa y ella de mí. Así que me acosté con ella, y me importó un bledo lo mal que él pudiera sentirse porque poseerla me hacía sentir bien a mí. Creo que él me ha hecho un favor, hermanita, haciéndome ver cómo sentaba estar del otro lado. Si estás cabreada con alguien, debería ser conmigo.
—¿Tienes idea de lo que me hizo? ¿De lo que me hizo en realidad?
—Odio decirte esto, pero cuando me cargué la puerta de la habitación del bed & breadfast, no parecías sufrir demasiado.
El sonrojo de ________ pasó por veinte tonalidades de rojo, aunque no sabía si su rubor se debía a la furia o a la vergüenza.
—No fue por cómo me tocó. —Sin embargo, a veces, eso había sido más difícil de aceptar que admitir cuánto lo amaba—. Fue la manera en que fingió que le importaba.
Un repentino golpe en la puerta los interrumpió. Brandon maldijo por lo bajo, luego se dirigió a abrirla.
—Dios, espero que no sea la prensa —masculló ella—. Buitres.
Brandon abrió la puerta, pero sólo lo que le permitía la cadena de seguridad.
—¿Qué?
No hubo respuesta. La puerta bloqueaba la vista de _____, y ella sólo pudo ver que Brandon levantaba la mano para tomar lo que le entregaba el visitante. Luego soltó lo que parecía un suspiro de alivio.
Ella miró el artículo que tenía en la mano. Un vídeo. ¿Sería la cinta que Joe había prometido darle a Brandon?
—¿Es lo que creo que es? —preguntó Brandon.
La persona del otro lado de la puerta debió de asentir con la cabeza. «¿Quién sería? Si fuera... No».
—Gracias. ¿Quieres entrar?
El corazón de ________ comenzó a latir a toda velocidad. Oh, Dios. Tal vez... ¿sería Joe? ¿Se habría presentado allí después de una semana de absoluto y devastador silencio? A pesar de su traición, lo echaba de menos. En el lugar de su corazón había un agujero, una herida abierta que le supuraba en el pecho. Por las noches, cuando estaba en la cama incapaz de dormir, extrañaba el sonido de su voz oscura. Y su cuerpo vibraba, lleno de deseo, sólo con pensar en él. Se sentía demasiado sensible y excitada en los lugares inadecuados cuando recordaba...
Dios, ¿qué pasaría si él atravesaba ahora esa puerta?
Brandon abrió la puerta para dejar pasar al desconocido, pero no fue Joe quien apareció en el umbral.
—Deke. —La decepción se abatió sobre ella sin piedad.
—Hola, muñeca. No pareces demasiado contenta de verme.
—Lo estoy. Lo siento. —Se esforzó en esbozar una sonrisa.
—¿Cómo te va?
Ella intentó encoger los hombros, luego hizo una mueca. Mierda, ¿le dejaría de doler el hombro alguna vez?
Sí, y probablemente ese dolor desaparecería antes que el de su corazón.
—Estoy recuperándome —dijo ella—. ¿Cómo te va a ti?
—Pues estoy intentando quitarme de encima a un imbécil, cierto cajún, ya sabes. ¿Quieres ayudarme?
—¿Hablas de Joe? Dudo que pueda hacer algo. Ya me dejó claro lo poco que significo para él.
—Bueno, no creo que sea así. Desde que te fuiste no hace más que gruñir y emborracharse, luego duerme la mona hasta la borrachera siguiente. Sabe que estás enfadada con él. Le he dicho que es demasiado cobarde para verte. Me dijo...
—Puedo imaginar lo que te dijo. —_____ hizo una mueca.
—Sí, mejor no repetirlo. Él te necesita.
—Lo que necesita es una paliza —replicó ella.
—Si lo insultases, se sentiría agradecido, muñeca. Al menos estarías hablando con él.
________ no supo qué decir. Una parte de ella quería mandar a Joe al infierno. Él había hecho las paces con Brandon en el hospital. Luego se había marchado sin decir una sola palabra, creyendo que estaba sedada. Ella había estado atontada y demasiado abrumada para decir algo..., pero lo suficientemente despierta para oír toda la conversación.
Sin embargo, eso no lo convertía en un «buen chico». Era un bastardo.
—Me da igual que te incordie o que tenga una resaca diaria. Es lo que se merece, Deke. Pagué su venganza con mi corazón y con un pedazo de mi alma.
—Créeme, él también lo está pagando, y con creces.
Las palabras de Deke fueron como una patada en el estómago, como si la hubieran atizado con una vara.
—Chorradas.
—Te ama. Sólo que no tiene ni idea de cómo volver a conquistarte y piensa que ni siquiera se merece la oportunidad de intentarlo.
—Al menos coincidimos en algo —respondió ella.
Pero en su corazón renació la esperanza. ¿Sería posible que fuera eso lo que lo mantenía alejado de ella, la culpabilidad y no la falta de ganas?
—Sólo habla con él. Nos estarás haciendo al abuelo Brice y a mí un gran favor.
________ vaciló, se sentía condenadamente tentada.
—¿Por qué debería hacerle un favor a ese ancianito que me trajo lencería fina en vez de ropa para hacerme caer en las garras de su nieto?
—Porque piensa que eres perfecta para su nieto. Todos los creemos. Incluso Joe. Vamos —le rogó Deke—. Habla con él. Sólo una vez.
—Esto es absurdo. —Puso los ojos en blanco.
Pero se temía no engañar a nadie. El deseo de ver a Joe superaba sus reservas. Incluso a pesar del miedo a caer otra vez bajo sus redes, a ser derrotada por su propio deseo, a aferrarse a él como una estúpida y concederle el poder de lastimarla de nuevo, estaba dispuesta a verlo.
Deke se encogió de hombros.
—Haré lo que haga falta para ablandarte.
—Si Joe quiere verme, sabe perfectamente dónde encontrarme.
—Ya. Pero se lo impide ese sentido de culpa tan católico que tiene, ________. Sabe que fastidió las cosas, y no quiere imponerte su amor.
—¡No me ama! —gritó ella.
—No es cierto —apostilló Brandon—. Se lo oí decir en dos idiomas. Jamás había visto que Joe sintiera eso por otra persona. No me cupo la menor duda cuando lo vi: te ama.
________ inspiró profundamente. ¿Sería posible que ella significara para Joe algo más que esa maldita venganza? ¿Que ella no había sido sólo un medio para conseguir un fin?
—Puedo ver lo que pasa por esa cabecita tuya. De acuerdo, pasar una mañana en tu interior no me convierte en un experto, pero...
—No necesito oír esto —dijo Brandon con una mueca.
—Estoy seguro de que tienes un montón de preguntas sin contestar —continuó Deke—. Escondida aquí no vas a conseguir las respuestas.
Ella reculó mentalmente. Primero, ese hijo de perra le recordaba aquella horrible y maravillosa mañana que había pasado con los dos cuando cumplió al fin su fantasía. La más increíble de todas, a pesar de los temores y reservas de Joe. Luego le decía que se comportaba como una cobarde. Genial.
Y no sólo eso. También podía sentir la mirada reprobadora de Brandon. Deke se merecía una buena patada en el trasero, pero eso sería más tarde.
Sacudiendo la cabeza para aclarar sus pensamientos, ______ se obligó a centrarse. Aunque Joe hubiera alejado sus reservas, habían ocurrido demasiadas cosas.
Tenía la protesta en la punta de la lengua. De ninguna manera pensaba hablar con Joe.
Pero... maldito Deke, tenía razón. Nadie tenía respuestas para ella salvo Joe.
—Habla con él —la orden tranquila de Deke fue directa a su sentido común y lo hizo pedazos—. Ven conmigo.
Tenía la mente hecha un lío, pero una cosa estaba clara: Joe era un hombre fuerte, sagaz, puramente sexual, lo que ella había estado buscando durante toda su vida. Podía quedarse allí, preguntándose lo que podría haber sido. O podía ir a hablar con él y averiguar si sus palabras de «amor» eran algo más que papel mojado.
—Está bien. Pero no esperes que sea benevolente.
—No lo esperaba. —Deke sonrió ampliamente. Esos ojos azules chispeaban de diversión.
—Dame diez minutos para arreglarme.
Deke sonrió todavía con más amplitud.
—Que sean cinco. Joe estaba abriendo otra botella de whisky cuando salí.
Subiéndose al enorme Hummer de Deke para el largo viaje a la cabaña de Joe en Lousiana, ______ pensó que si no lo conociera mejor, habría supuesto que Deke había escogido ese vehículo para compensar un déficit en sus atributos masculinos. Pero sabía que no era así... gracias a Joe. Porque él le había concedido esa fantasía.
Era una tontería darle más vueltas a lo sucedido las dos últimas semanas, pero ella lo había hecho un millón de veces. Joe la había atrapado, la había tentado con todas esas fantasías lujuriosas con las que siempre había soñado. Él las había hecho realidad. No podía negarlo.
Pero para ella había sido algo más que simple placer. Mucho más. Cuando había estado con Joe, ______ había creído con toda su alma, que ella significaba algo para él. Saber que había hecho todo eso por venganza la había dejado destrozada y ahora era incapaz de dormir, de comer..., de respirar. Se preguntaba cómo diantres se suponía que iba a vivir con ese dolor.
—Piensas demasiado. Casi consigues que me duela a mí la cabeza.
Ella le dirigió una mirada reprobadora.
—¿A diferencia de vosotros los hombres que no pensáis en otra cosa que en vuestras pequeñas vendettas y en vuestras pollas?
A su favor, debía decir que Deke no parecía sorprendido.
—Sí, conocía el plan de Joe. Pero creo que dejó de ser una venganza con bastante rapidez.
—No hagas de abogado del diablo. No quiero oírlo.
Las palabras de Deke sólo la confundían y la hacían albergar esperanzas. Iba a ver a Joe para conseguir respuestas. Punto. Y si no le gustaba lo que oía, continuaría con su vida... sola. De cualquier manera, no esperaba que Joe pudiera convencerla de un amor imperecedero. Con sinceridad, ¿cómo podía salir adelante una relación de tan solo unos días cuando todo a su alrededor habían sido peligros y mentiras? Iba contra toda lógica.
Pero eso no cambiaba el hecho de que se hubiera enamorado totalmente de él durante ese tiempo. Y a diferencia de los otros hombres con los que había estado, lo que sentía por Joe parecía fuerte y duradero.
Maldita sea.
Deke puso el intermitente a las afueras de Houston, luego entró en el aparcamiento de un motel lleno de flores con pequeñas habitaciones cuyas puertas estaban recién pintadas.
—¿Tienes que recoger el equipaje antes de continuar? —le preguntó.
—No exactamente.
Deke aparcó, luego se giró hacia ella.
— Joe tenía intención de llevarle a Brandon la copia del vídeo él mismo. Lo hice yo, no pensé que Joe y Jack fueran una buena combinación en la carretera.
—¿ Joe y Jack?
— Joe se había bebido una botella de Jack Daniel's.(el protagonista se llama Jack por eso es como un chiste xp)
—¿Así que está aquí? —le preguntó, sintiendo que el corazón se le aceleraba como si estuviera en el borde de _un precipicio.
Deke asintió con la cabeza.
—¿Vino a Houston para entregar el vídeo y no pudo hacerlo porque estaba demasiado borracho? ¿El muy hijo de perra prefirió beberse una botella de whisky que acercarse a mí?
—No. Cuando vinimos, hicimos una pequeña parada. Al enterarse que estabas con Brandon, decidió no ir. Se negó a molestarte.
De todas las ideas alocadas y estúpidas...
Antes de que Deke pudiera decir nada más, Joe abrió la puerta de la habitación que tenían delante, despeinado, con barba de tres días y gloriosamente descamisado. La luz del sol se reflejó en su cara. Joe entrecerró los ojos y miró de mal humor hacia el Hummer.
—¿Has entregado el maldito vídeo? —gritó Joe, intentando protegerse los ojos del astro rey.
—Hum. Ya dice algo más que tacos —comentó Deke—. Quizá esté medio sobrio.
—Esto es ridículo. No sé por qué me he molestado en venir hasta aquí para escuchar las respuestas de un hombre borracho que lo único que quería era echarme un polvo para vengarse de otra persona. Llévame de vuelta con Brandon.
—Todavía no. Diez minutos. Dale por lo menos ese tiempo. —______ no dijo nada—. Si no lo haces, tendré que empezar a implorar otra vez. —______ le dirigió una mirada que debería de haberle dejado claro que esta vez no le iba a servir de nada, pero, como siempre, Deke la ignoró—. Soltaré un gemido extra si no entras.
—¡Uf! Bueno. Diez minutos, luego o me llevas de vuelta a casa o llamo un taxi. Y contrataré un matón para que os dé una paliza a los dos. Por gilipollas.
—Esa es mi chica. —Le plantó un beso suave en la mejilla, luego le dirigió una sonrisa radiante.
_____ sólo puso los ojos en blanco.
—Venga, acabemos de una vez con esto.
—Ahora te ayudo a bajar, pero espera aquí un minuto. No creo que Joe pueda verte con el sol y las ventanillas tintadas. Y quiero que oigas algo. —Deke descendió del Hummer y llamó a Joe —. Sí, ya lo he entregado.
—¿Me has traído otra botella?
—Te he traído otra cosa. ¿No quieres saber si vi a ______?
—Así que estaba allí. —Soltó un suspiro. Luego tragó saliva y tensó la mandíbula—. ¿Cómo está?
—Mejor que tú, ella no anda medio borracha.
—¿Y el hombro?
—Bien. Estaba levantada y paseándose de acá para allá. Tenía buen aspecto.
Joe asintió con la cabeza. Un simple gesto. Pero el ceño fruncido de su cara desgarró a ______. Tenía las cejas fruncidas, los ojos cerrados, la mandíbula tensa, parecía triste. Apesadumbrado. Destrozado.
La imagen la tomó por sorpresa, le desgarró el corazón. ¿Sería verdad que ella... le importaba? Eso era lo que parecía. No podía verla, no tenía ninguna razón para actuar o simular algo que no sentía.
_________ tragó saliva.
—Apuesto lo que quieras a que estaba guapísima. Siempre lo está.
Deke se detuvo delante de Joe, en la acera, bajo el sol del atardecer.
—Sí, y parecía bastante cabreada.
—No me extraña. No haberle contado la verdad fue un estúpido error que lo fastidió todo. Tuve la oportunidad y... —sacudió la cabeza, un gesto que mostraba su pesar— no la aproveché.
—Bueno, eso te convierte en un completo imbécil, pero no es por eso por lo que estaba cabreada.
—¿No? ¿Entonces por qué? —Parecía completamente confundido.
¿Joe no lo sabía? ¿Cómo podía no saberlo? ¿Cómo era posible que no lo comprendiera? Increíble.
Impulsada por la esperanza, la confusión y el mal genio, _________ abrió la puerta de Hummer y salió de un salto.
—No, estúpido, no es por eso por lo que estoy cabreada.
—Ves, ya te dije que te había traído otra cosa. —Deke le dirigió a Joe una sonrisa—. O persona.
—________ —susurró Joe, dando un paso hacia ella con las manos extendidas.
—Vaya, me alegra saber que te acuerdas de mí.
La mordaz observación lo dejó helado. Dejó caer las manos.
—Has venido a echarme la bronca. Lo merezco. Maldición, jamás tuve intención de hacerte daño. No creí que acabaríamos tan involucrados emocionalmente. Pero fue conocerte...
—Oh, déjate ya de sensiblerías románticas. Así que fui una buena alumna, guapa y sumisa, y...
—Chicos, ¿por qué no entramos para que los huéspedes del motel no tengan que conocer vuestra vida sexual?
Deke los empujó hacia la habitación de Joe.
______ siguió rápidamente a Joe al interior, horrorizada por haberse puesto a hablar a voz en grito sobre esos detalles de su vida. Dios, ese hombre se le había metido bajo la piel y le había frito el cerebro.
Dentro, encontró las típicas paredes blancas y los muebles de madera. Una colcha a rayas de color marfil y beige cubría la cama. La alfombra marrón completaba la práctica pero anodina decoración. ¿Cómo diantres había terminado teniendo allí una de las discusiones más importantes de su vida?
Se giró y encontró a Deke apoyado contra la puerta cerrada. Joe rondaba cerca de ella, tan cerca que ______ podía oler su misterioso aroma junto con el del whisky que había estado bebiendo. Pero no hizo movimiento alguno para tocarla.
—Fuiste mucho más que una buena alumna, _______. Mucho más. Y sabía que tenía que contártelo todo. Me lo dije a mí mismo una docena de veces, pero... —el remordimiento se reflejó en su cara y apretó los labios—. Te amo, y sabía que en cuanto te lo contara todo te perdería. No podía resignarme a decírtelo y que me odiaras. Aunque ibas a enterarte tarde o temprano.
_______ intentó volverse insensible a su confesión. Pero no fue lo suficientemente rápida. Sus palabras la habían cogido por sorpresa. La llenaron de esperanza, dolor y anhelo, y acabaron con su resistencia.
Las lágrimas le picaron en los ojos.
—Me amas tanto que cuando me dispararon, fuiste al hospital, mantuviste una agradable charla con Brandon sobre tu ex, y luego dejaste que me transmitiera tus disculpas. Y jamás regresaste.
Joe aspiró sobresaltado.
—Tú...
—¿Si oí cada una de tus palabras en el hospital? Sí, pero lo que no oí fue eso, si es cierto que me amabas, deberías haber vuelto. Pensaba que me habías excluido de tu vida para siempre.
Al fin, él acortó la distancia entre ellos y la agarró por el hombro sano. Su contacto fue como una descarga eléctrica, una sacudida de calor y deseo. El anhelo impactó en su corazón con tal fuerza, que casi la hizo caer de rodillas.
Pero Joe la sujetó.
—Cher, lo estropeé todo. No tenía derecho a intentar recuperarte. ¿Habrías creído una sola palabra de lo que te hubiera dicho? No —se respondió a sí mismo—. ¿Y por qué motivo ibas a aceptarme de nuevo? No lo merezco. Lo sé.
¿Serían las cosas realmente como Deke había dicho? ¿Que a Joe le remordía demasiado la conciencia para dar rienda suelta a sus sentimientos por ella? ¿Sería eso lo único que lo detenía?
Quizá la pregunta fundamental era: ¿quería ella recuperarlo? ¿Quería a Joe —y todo lo que él podría darle— todos los días de su vida?
Con sólo el tacto de sus dedos en los hombros se había sentido más viva que en cualquier momento de la última semana. El deseo ardía en su interior, resquebrajando su sentido común. Vivían en lugares diferentes, tenían vidas distintas... planteárselo era una locura. Pero si se casaban, podrían llegar a un compromiso, vivir parte del tiempo en Lousiana, y parte en Los Angeles. O algo por el estilo.
Lo más importante era lo que ambos sentían. Compartían un vínculo especial, algo que los unía física, espiritual y sexualmente. Sin él, ________ había sentido como si le faltara algo.
Había sentido como si una parte de ella se hubiera perdido para siempre.
Correr riesgos nunca había sido su fuerte, y ése en concreto la de¬jaba aterrorizada. Pero si existía la posibilidad, por muy remota que fuera, de que Joe y ella pudieran superar ese asunto de la venganza e incluso mantener una relación duradera, sería una idiota si no lo intentara.
—Simplemente contéstame a una pregunta —exigió ella finalmente—. Si pudiera perdonarte lo de esa estúpida vendetta y te dijera que quería que hablaras conmigo, ¿qué me dirías?
Detrás de Joe, Deke golpeó un puño en el aire e hizo una señal de aprobación con la cabeza. Señor, se le había olvidado que estaba allí. Antes de que pudiera decirle que sacara su culo de la habitación, Joe la atrajo contra su cuerpo.
—Te diría que eres lo que llevo buscando durante toda mi vida. Reconocería que he soñado contigo ante de conocerte, y que la primera vez que penetré en tu cuerpo supe que eras mía. Te diría que te amo.
La profunda emoción que había detrás de esas palabras ahogadas casi la desarmó, y ______ sintió que su resistencia se desmoronaba un poco más. Las lágrimas regresaron. Le tembló la boca y se le puso un nudo en la garganta. La mandíbula le tembló por el esfuerzo de contener las lágrimas. ¿Cómo era posible que ese hombre tuviera tanta labia? Maldita sea.
—Cher, desearía poder soltarte una orden y que la obedecieras. Pero no puedo controlar tus emociones. Esto es más importante que conseguir que mojes las bragas.
Le estaba ofreciendo el poder. Por completo. Podría someterla en el dormitorio, pero no iba a coaccionarla para que le ofreciera algo que no quería dar. No iba a intimidarla para que le entregara su corazón. Quería que fuera ella quien se lo ofreciera libremente.
Podía verlo reflejado en sus enrojecidos ojos oscuros y en la cara cubierta por la sombra de la barba. Parecía como si hubiera estado en el infierno durante días enteros.
Saber que él la amaba y que quería su amor a cambio la llenó de un sentimiento cálido, suave y reconfortante.
—No sé qué decir o hacer para arreglar las cosas. —Su risa contrita enterneció el corazón de _______.
—Decir «lo siento» sería un buen principio —susurró ella.
—Lo siento. Si pudiera volver al principio... al momento de la entrevista, te contaría lo de Brandon y te diría que te deseaba más que a nada en el mundo. Luego te seduciría hasta que te fuera imposible dejarme.
—Buen plan.
—Más inteligente, eso seguro. — Joe encogió los hombros y dejó caer las manos—. Pero tendrías que perdonarme.
—Y tú tendrías que prometerme que nunca volverás a hacer nada tan estúpido.
—Prometer eso será fácil.
—Y tendrías que estar dispuesto a ser amable con Brandon.
Joe se puso tenso.
—Hemos hecho las paces. No respeto lo que hizo, pero yo no fui mejor que él. No sé si volveremos a ser amigos, pero quién sabe. Todo es posible.
_______ sonrió. Ese hombre nunca dejaba de impresionarla.
—Tendrás que prometerme cumplir todas mis fantasías.
Joe reaccionó al momento. Invadió de nuevo su espacio personal y la aplastó contra su pecho. En sus brazos, ________ se sintió segura, como si hubiera vuelto a casa.
—Esa es una promesa que no tendré ningún problema en cumplir —susurró él—. ¿Has tenido más fantasías que debería conocer?
—Sólo una por el momento. —Aspiró profundamente, inhalando el aroma de Joe, sólido y enigmático a la vez, el olor de la esperanza y del futuro, del buen sexo.
—¿Sí? —murmuró él contra su boca—. Cuéntamela, mon coeur.
_______ bajó la mirada, respiró hondo y se lanzó.
—Que todo lo que hemos hablado se haga realidad. Quiero perdonarte...
—Y yo quiero que te pongas mi colgante. —Lo sacó del bolsillo—. Lo he llevado conmigo todo este tiempo para sentirte cerca de mí.
— Joe —dijo _________, deshaciéndose en lágrimas.
—Quiero cuidarte, amarte, tenerte siempre a mi lado —susurró él.
Detrás de ellos, Deke aplaudió y soltó un silbido digno de un estadio.
Joe se sobresaltó ante el sonido y soltó una palabrota. Dejó a _________ a un lado y se dirigió a la puerta. Agarró a Deke por el brazo.
—Deberías de saber que algunas fantasías son sólo para dos. —Empujó a Deke a la luz del sol—. Vete a tu habitación.
—¿Para hacer qué? Sois más entretenidos que las telenovelas de la tele.
—Que te den. — Joe le cerró la puerta en las narices, luego se acercó a _______ otra vez—. ¿Por dónde íbamos?
Ella no pudo contener la sonrisa que le curvó los labios.
—Estábamos en la fantasía en la que nos amábamos para siempre.
—Todavía tengo esa fantasía. —Le ahuecó la cara entre sus cálidas y grandes manos, y la miró fijamente con esos ojos oscuros y hambrientos—. ¿Podemos hacerla realidad, cher?
—Gracias a ti, ahora sé quién soy. —Le rozó la boca con un beso solemne—. Tus deseos... son órdenes para mí.
Fin
aranzhitha
Re: "Dominada por el deseo" (Joe y tu) Terminada
Bien después de tanto tiempo por fin termino esta nove, no la quería dejar incompleta es por eso que la subo de una vez toda y espero que la lean :bye:
aranzhitha
Re: "Dominada por el deseo" (Joe y tu) Terminada
Gracias por adaptarla, por continuarla, soy nueva lectora bueno, llego tarde y todo pero me encantó. Gracias <3
hearmeroar
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