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"Dominada por el deseo" (Joe y tu) Terminada

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Mensaje por CariitoJonas15 Vie 04 Mayo 2012, 7:05 pm

Aaaaa Siguelaaa pliiiiissss 99
CariitoJonas15
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http://jonatika1258.tumblr.com/

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"Dominada por el deseo"  (Joe y tu) Terminada - Página 3 Empty Re: "Dominada por el deseo" (Joe y tu) Terminada

Mensaje por CrazyxJonas Jue 10 Mayo 2012, 8:36 pm

Queee? La estas subiendo? dsakjdfasjds
Waaaa y como nunca supe xd skajdfgasj Tienes que avisarme ya?*-* daksjhfd siempre que vayas a subir una novela, xkjsagdfajs xdd oknosé sakjdfgsajf
Aaah, la subiste no puedo creerlo okno.
Me encanta, me encnataaa♥ djahsfdsajf
Y aunque ya lei el libro, me lo vuelvo a leer aqui con Joseph*-* sakjfdasd
Enserio me encanta. skjdgsajd
Y para que sepas, aún estoy como que media perdida acá en el foro asi que si no me he pasado por tus otras noves lo siento... pero lo haré asjhdfgasj :BB
Pronto, creo xjksdgfadjs xd
Yaya, siguelaaaaaa shadfas que me encanta.
CrazyxJonas
CrazyxJonas


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"Dominada por el deseo"  (Joe y tu) Terminada - Página 3 Empty Re: "Dominada por el deseo" (Joe y tu) Terminada

Mensaje por aranzhitha Dom 13 Mayo 2012, 2:44 pm

CrazyxJonas escribió:Queee? La estas subiendo? dsakjdfasjds
Waaaa y como nunca supe xd skajdfgasj Tienes que avisarme ya?*-* daksjhfd siempre que vayas a subir una novela, xkjsagdfajs xdd oknosé sakjdfgsajf
Aaah, la subiste no puedo creerlo okno.
Me encanta, me encnataaa♥️ djahsfdsajf
Y aunque ya lei el libro, me lo vuelvo a leer aqui con Joseph*-* sakjfdasd
Enserio me encanta. skjdgsajd
Y para que sepas, aún estoy como que media perdida acá en el foro asi que si no me he pasado por tus otras noves lo siento... pero lo haré asjhdfgasj :BB
Pronto, creo xjksdgfadjs xd
Yaya, siguelaaaaaa shadfas que me encanta.
Hola, :) no te avise porque como ya la leiste no sabia si querias leer de nuevo pero mil perdones por no decirte y ahora acabo de subir otra nueva nove se llama Dinastia Griega por si quieres pasarte esta muy linda
Gracias por leer esta :)
aranzhitha
aranzhitha


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"Dominada por el deseo"  (Joe y tu) Terminada - Página 3 Empty Re: "Dominada por el deseo" (Joe y tu) Terminada

Mensaje por aranzhitha Dom 13 Mayo 2012, 3:10 pm

Joe puso los ojos en blanco, lamentando el día que se lo había contado.
—No significan nada.
—Jovencito, te has criado en el bayou, a pesar del ejército y de esa enorme ciudad en la que vives. Y una maldición es una maldición. Si sueñas a menudo con una pelirroja, es que vas a conocerla y que va a convertirse en la mujer de tu vida.
«Ya estamos de nuevo con esas tonterías», pensó Joe con un suspiro. Si Brice quería usar la leyenda para justificar que se había casado con una chica sesenta años antes, que lo hiciera. Pero Joe se negaba a creer que la chica sin rostro que se le aparecía en sueños con el pelo rojizo brillando sobre los hombros desnudos bajo la luz del amanecer estaba destinada a ser su único y verdadero amor. Eso no iba a ocurrir. Esa pelirroja era sencillamente una fantasía que su mente había conjurado.
—Bueno, como no he conocido a ninguna pelirroja últimamente, no hay nada que discutir. Los sueños, sólo son sueños.
—Puedes engañarte, jovencito. Pero ella aparecerá. Y no tardará mucho. ¿No me dijiste que llevabas cinco meses soñando con eso?
«En realidad son seis». Joe se encogió de hombros.
—Ella te convencerá —afirmó Brice.
—Lo que tú digas, grand-père.
El anciano gruñó. Sabía que Joe renegaba de la famosa leyenda familiar que él tanto amaba. Para él los sueños sólo eran una coincidencia, resultado de la soledad y de que llevaba mucho tiempo sin tener una relación seria. No había manera de que entrara en razón.
—Bueno, este anciano va a llevar su viejo cuerpo a casa y a meterlo en la cama. ¿Necesitas algo más, jovencito?
—Así estaremos bien.
—Cuida a tu jolie fille.
Joe suspiró.
—No es mi chica.
Y por alguna maldita razón, le molestó decir eso. Probablemente porque ella estaba loca por un gilipollas como Brandon Ross.
Con una risa cascada por la edad y la diversión, Brice se marchó. Joe oyó que la puerta se cerraba y volvió al dormitorio.
Encendió la lámpara de queroseno de la habitación, y una luz tenue iluminó a _____. Parecía incómoda, la observó removerse y murmurar en sueños.
Le quitó los llamativos pendientes que no había visto antes y los dejó en la mesilla. El top púrpura, que no era del estilo de ______, tendría que seguir donde estaba por el momento. Si se lo quitaba, lo más probable era que la despertara. Encogiéndose de hombros se dio cuenta de que sólo podía hacer una cosa más para que estuviera más cómoda.
Con gentileza, Joe agarró la peluca rubia por la nuca y le quitó las horquillas una a una. Ella suspiró en sueños, agradecida, cuando él le retiró la peluca y la dejó en la mesilla al lado de los pendientes.
Al volver a mirarla, Joe frunció el ceño y levantó la lámpara para ver mejor a ______.
No podía ser. No era posible.
Pero bajo la brillante luz dorada, no había lugar a la duda: el tenue resplandor revelaba un brillante pelo rojizo.
aranzhitha
aranzhitha


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"Dominada por el deseo"  (Joe y tu) Terminada - Página 3 Empty Re: "Dominada por el deseo" (Joe y tu) Terminada

Mensaje por aranzhitha Dom 13 Mayo 2012, 3:11 pm

Capítulo 4
_______ se despertó en una habitación desconocida y envuelta en las sombras. Una mosquitera cubría la cálida y elegante cama. Un poco más allá, en la mesilla de noche, había una antigua lámpara de queroseno de estilo colonial que iluminaba la habitación. ¿Dónde estaba?
Parpadeando, se incorporó con un gemido. Frunció el ceño al ver el top de cuero color púrpura que le cubría el torso y las caderas. ¿Cuero de color púrpura? ¿Ella? No es que fuera incómodo, pero la desconcertaba verse vestida de esa manera. ¿Por qué demonios se había puesto eso?
Luego recordó. Un psicópata le había disparado. El Amo J —no, Joe—, la había rescatado, luego se la había comido con la mirada hasta hacerla ruborizar, y le había recorrido todo el cuerpo con las manos.
Bueno, tenía que agradecer a Alyssa el extravagante atuendo. Eso, junto con Joe y su escandaloso comportamiento, habían conseguido sacarla con vida de Lafayette.
Una liviana manta color beige le calentaba las piernas. Una cortina oscura y transparente ondeaba ante la única ventana de la habitación a través de la cual podía verse la luz plateada de la luna. Una robusta cómoda de cerezo, ocupaba la pared junto a la ventana.
Girando la cabeza, _____ observó el otro lado del pequeño dormitorio. Una puerta entreabierta dejaba ver el hermoso suelo de madera, que brillaba en la oscuridad del pasillo.
Y en la silla que había entre la puerta y el armario estaba sentado Joe, sin camisa y despeinado, mirándola con atención.
—Buenos días, _____.
«¿Buenos días?» La mirada de Joe la acarició a través de la oscuridad iluminada por la luna, recorriendo su mejilla y deslizándose por su boca y su cuello hasta el suave montículo de los pechos que sobresalían por encima del top de cuero. Bajo esa mirada atenta, sintió que se ruborizaba. Incluso a dos metros, la evidente sexualidad de Joe era como un estruendo. En ese instante recordó todas las cosas que le había hecho en el dormitorio de Alyssa, y sintió un apremiante tirón entre las piernas.
Lo recordó todo: la manera en que la había tocado, el beso, las caricias, la forma en que asumió el control. Su misterioso aroma y sus ásperas palabras la habían intrigado. Incluso después de dormir unas horas, nada había cambiado. La curiosidad y el deseo le roían las entrañas cuando Joe la miraba fijamente, con un cálido conocimiento en sus ojos color chocolate. Una necesidad dolorosa le atravesó el cuerpo.
No podía permitirse eso, no podía permitírselo a él. ______ apartó la mirada, rompiendo el contacto visual.
Lo que sentía él o lo que sentía ella... nada de eso importaba. Tenía que concentrarse en permanecer a salvo y en recabar información para el programa. Babear ante los musculosos hombros y el pecho de Joe, que exudaban virilidad, e imaginar todas las maneras posibles en que él podía darle placer no iban a servir para el programa... ni para permanecer con vida.
—¿Qué tal? ¿Estás bien? —preguntó él.
—Sí —dijo ella finalmente—. ¿Qué hora es?
Joe se encogió de hombros y miró por la ventana.
—Deben de ser las cinco de la mañana. Puedes volver a dormir. Yo me quedaré vigilando.
______ lo miró. Como si saber que los ojos de Joe no se apartarían de ella pudiera permitirle darse la vuelta y volver al país de los sueños. «Imposible». Apenas podía respirar cuando la miraba. Dormir era imposible.
¿Qué le pasaba con ese hombre? Cierto, era muy atractivo, pero ya había salido antes con hombres guapos. ¿Sería la manera en que la miraba?
Finalmente, la verdad la abofeteó en la cara. No, era por su intensidad, su integridad, la seguridad que tenía de poder controlarlo todo. Jamás se había podido resistir a los hombres con personalidad fuerte. Y a diferencia de los demás hombres de su pasado, ______ sabía que Joe la tenía de verdad.
Utilizaba su mejor arma, el sexo. No sólo ataba a una mujer, controlaba sus reacciones y las de él, ejerciendo un control absoluto sobre su cuerpo, sus orgasmos, y en ese momento, hasta en su propia alma.
Eso atraía a ______ mucho más que cualquier otra cosa.
Moviéndose hacia el borde de la cama para poner distancia entre ellos, dijo:
—No, no tengo sueño. Si quieres dormir en la cama, puedo levantarme.
—Quédate donde estás.
Las palabras resonaron por todo su cuerpo. Era una orden, una orden clara y concisa. Cada parte de su ser ardió, confundiéndola. No le gustaba ser mangoneada... por nadie. Pero las órdenes ladradas de Joe la hacían sentir una dolorosa inquietud en todos los lugares donde no debía sentirla.
Diablos, puede que simplemente estuviera excitada porque sí, y que no tuviera nada que ver con Joe. Después de todo, hacía casi un año que había roto con Andrew.
—He dormido en la silla —aclaró él.
—Eso no puede ser cómodo.
Él se rió.
—Cher, después de pasar unos meses con el ejército en Afganistán, esta silla es como el Ritz. —______ asintió con la cabeza., dándole la razón—. Ya que estás despierta, te haré unas preguntas. ¿Quieres tomar antes un café?
Ella se estremeció.
—No bebo ese brebaje. Tiene un sabor repugnante. Es demasiado amargo.
______ supo por el destello de sus dientes blancos que estaba sonriendo.
—Yo que tú no iría por ahí diciendo eso. Somos conocidos por nuestro café de achicoria. No beberlo es un sacrilegio.
—Bueno, es más que probable que ya me haya ganado el infierno por hacer otras cosas, como cuando le pinté las uñas al G.I. Joe de mi primo cuando tenía cinco años. Sólo será otra cosa más que añadir a la lista.
Joe se rió con un sonido áspero como el papel de lija.
—Vaya, eso fue de lo más cruel. Satanás debe tener reservado un lugar especial para ti.
______ asintió con la cabeza. Luego la habitación se quedó en silencio. Atrás se quedaron las bromas dejando en su lugar una tensa calma. Podía sentir la mirada penetrante de Joe sobre ella, fija en su cabello.
Sin ser consciente de ello, se apartó los mechones de los hombros y los dejó caer sobre la espalda.
—Me quitaste la peluca. Es... rojo —tartamudeó—. Mi pelo, quiero decir.
Él vaciló.
—No me lo esperaba.
Luego su mirada se tornó pensativa. ______ frunció el ceño. ¿Qué había esperado él? ¿Por qué le importaba tanto el color de su pelo? Tal vez sólo le gustaban las rubias. Quizá. Pero su mirada decía otra cosa.
—Y veo que también me quitaste las botas.
—Estabas incómoda.
La idea de que Joe la había estado tocando mientras ella dormía como un bebé consiguió que otra oleada de calor atravesara su cuerpo. ¿Le habría tocado algo más íntimo que la cabeza o los pies?
Ese pensamiento subió aún más la temperatura de su cuerpo, sobre todo entre sus piernas. ______ se retorció buscando alivio. No lo encontró.
—¿Qué quieres preguntarme? —le dijo. Mejor conversar, sí. Mucho más seguro que mirarle fijamente en silencio.
La postura relajada de Joe se transformó de inmediato en una de alerta. Se inclinó hacia delante, apoyando los codos en las rodillas.
—Para empezar, ¿quién crees que puede estar siguiéndote para matarte?
Boom. Directo al grano. ______ no podía decir que la sorprendiera. Ése, después de todo, era el meollo del asunto, y ella sospechaba que Joe era, a fin de cuentas, un hombre muy directo.
—Sinceramente, no sé quién puede ser. No es la primera vez que recibo correos extraños de mis admiradores, pero no tan extraños como éste.
—Parece que ese tío te conoce bastante bien: el lugar en el que vives, dónde viven tus amigos y tu familia, todos los sitios donde podrías refugiarte. —Joe entrecerró los ojos—. Háblame sobre tus relaciones.
—¿De qué tipo?
—De tus novios. —La voz ronca de Joe era exigente mientras unas sombras misteriosas jugaban con los duros ángulos de su cara y su torso. Podría mirar a ese hombre durante horas, y no sentirse aburrida jamás. Excitada y molesta, sí. Pero nunca aburrida.
Maldita sea, necesitaba pensar en algo seguro, en el programa por ejemplo, pero no en su protector.
Sacudió la cabeza.
—La última vez cortaron conmigo, no al revés, así que dudo que de repente le dé por exigir que le pertenezco sólo a él.
—¿Y antes? —le espetó.
______ sintió que se ruborizaba.
—Estuve saliendo con un jugador de fútbol americano, pero cuando todo esto empezó él estaba jugando fuera, así que no pudo ser él quien me hiciera las fotos. También salí brevemente con un embajador, pero ahora está en el extranjero por lo que tampoco puede ser él. En la universidad, me enrollé con un tío, pero está casado y acaba de tener un bebé.
—¿Quién más?
—¿Quién más qué?
Joe endureció la mandíbula.
—¿Quién más te folló?
La intensidad de su voz —y las palabras— sugerían que sus preguntas no eran por motivos estrictamente profesionales.
—Haces preguntas de carácter personal, eso sin mencionar tu grosería.
—Sólo hago una lista de sospechosos sin dejar ningún cabo suelto, cher. Responde a la pregunta.
El tono sensato había regresado, y ella no encontró excusas para discutir.
—Nadie más. Y lo cierto es que ni siquiera me acosté con el embajador.
—¿Sólo has tenido tres amantes? —preguntó Joe con la curiosidad asomando en su voz—. ¿Ninguno más?
______ suponía que haber tenido sólo tres amantes a la madura edad de veinticinco años la convertía en un bicho raro. Pero no iba a contarle todos los detalles sobre su vida sexual sólo para satisfacer su curiosidad. Aunque la razón de ese intercambio fuera hacer una lista de sospechosos, el tono ronco de Joe tenía una connotación sexual que gritaba «peligro».
Y él no dejaba de mirarla fijamente. Cada una de esas miradas le traía recuerdos de sus besos y sus caricias, de la manera en que asumía el mando y su cuerpo hervía como si fuera una olla a presión.
—¿Qué importancia tiene eso? —contestó ______, consciente de que estaba eludiendo la pregunta—. ¿Acaso no es más importante averiguar cómo conoce mis hábitos, a mis amigos, a mi familia, y los lugares a los que suelo ir?
Joe se encogió de hombros.
—Cher, no hay hombre en el mundo que no esté dispuesto a matar por la mujer con la que está obsesionado. Pero si esa mujer huye de él, arrebatándole de esa manera el objeto de su deseo, ese hombre puede llegar a convertirse en un enemigo peligroso y cruel.
Con un escalofrío, ______ se preguntó si Joe había insinuado de alguna manera que esa descripción se aplicaba a alguien más que a su acosador. ¿Se estaba incluyendo él mismo en el lote? De alguna manera, no podía imaginarse que Joe necesitara excusas para mostrarse cruel, pero tampoco podía imaginárselo doblegándose ante una mujer.
—Será especialmente peligroso si ya ha disfrutado lo que ahora no tiene. Necesito conocer todas las posibilidades para ir descartándolas según proceda. Luego retomaremos tus otras preguntas. Ahora, ¿sólo has tenido esos tres amantes?
—Sí.
—Necesito saber sus nombres, su descripción, su edad, y por último dónde viven para comenzar a investigar.
—Esto es muy embarazoso.
—Es importante. Empieza a hablar.
______ suspiró, se removió inquieta y bajó la mirada a las manos entrelazadas sobre su regazo.
—Sean Gardner. Mide cerca de uno ochenta. Pelo rubio y ojos marrones. Ahora debe rondar los veintiocho años. Lo último que supe de él era que vivía con su esposa en las afueras de San Diego.
—¿Fue el primero?
Ella asintió con la cabeza.
—Cuando hacía segundo de carrera, sí.
—¿Cuándo lo viste por última vez?
—Hace cuatro años, poco después de graduarnos. Sólo salimos unos seis meses. No fue nada serio.
—¿Pero perdiste la virginidad con él?
—Ya te lo he dicho.
—¿Por qué?
—A eso no pienso contestar. Va más allá del nombre y la descripción.
—Necesito saber los motivos, cher. Quizá él todavía te ve como su pequeña virgen, y no le gusta pensar que has compartido esa hermosa rajita que tienes, y que él considera suya, con otros hombres.
______ contuvo el aliento. No estaba acostumbrada a esa manera de hablar, no con una madre tan estricta. Jamás había salido con un hombre como Joe que hablaba de esas cosas con tanta ligereza. Su madre se habría desmayado en el acto, como hizo la primera vez que vio Provócame.
—Ni en sueños. Cuando lo dejamos, me sugirió que saliera con su compañero de habitación, que era un salido. Créeme. Sean pasaba de mí tanto como yo pasaba de él.
Joe movió los hombros, como si se hubiera liberado de parte de la tensión.
—¿El segundo?
—Brent Pherson.
—¿El Brent Pherson que jugó con los Raiders hace unos años?
—El mismo. Si quieres saber cómo es, puedes verlo en ESPN.com.
Con la mandíbula tensa, él preguntó.
—¿Cómo lo conociste?
—En una fiesta de la cadena. Él estaba haciendo un programa sobre lo que hacen los deportistas en temporada baja para la misma cadena que emite Provócame. Dudo que me esté acechando. Estuvimos juntos sólo... una noche.
Jack frunció el ceño, parecía decididamente infeliz por ello.
—¿Por qué dejaste que te follara?
—¿Tienes que hablar así?
—Eso es lo que sucedió, ¿no? ¿Por qué le dejaste? ¿Sentías algo por él?
Brent tenía un físico imponente y era el capitán del equipo. Al principio le había parecido seguro de sí mismo y controlado. Esa imagen, junto con su impresionante físico era lo que le habían atraído de él. Sólo bastó una noche para saber lo inseguro y descontrolado que era en realidad.
—Eso no es asunto tuyo.
Joe se levantó de la silla y se acercó a la cama, cerniéndose sobre ella. ______ levantó la vista, recorriéndole con la mirada desde los duros abdominales a los anchos hombros. Tenerle tan cerca no era bueno para su salud mental. Era en parte afrodisíaco, en parte salvaje. Y ella reaccionaba ante él más de lo que quería hacerlo.
—Si quieres que te ayude, necesito conocer tu pasado. No es extraño que los antiguos amantes se conviertan en acosadores, y saben dónde vives, con quién te relacionas, e incluso es probable que tengáis amigos en común a los que sonsacar información. Comportarte con modestia mientras me tratas como a un vulgar mirón sólo servirá para que ese bastardo no tarde en encontrarte y matarte. ¿Quieres morir?
—Si esa fuera mi intención no estaría aquí, sino en Lafayette dejando que practicara el tiro al blanco conmigo —replicó ______ —. ¿Crees que nos ha seguido hasta aquí? ¿Has visto a alguien en el camino?
—No, no nos ha seguido. Estamos en medio del pantano, así que le resultará bastante difícil dar con nosotros. Pero no es imposible. No puedes permitirte el lujo de subestimar a alguien así.
Joe tenía razón. A ______ se le contrajo el estómago ante la cruda realidad.
—Lo sé.
—Bien, entonces coopera conmigo. Actuando así lo único que conseguirás es que te ponga sobre mis rodillas y te dé unos azotes en el trasero.
______ lo miró boquiabierta.
—¡No vas a tocarme el trasero!
—No me pongas a prueba, cher. Te pondré el trasero como un tomate en tres minutos.
Una llamarada de deseo explotó entre las piernas de ______. «Mal, mal, mal. ¡Detente ahora mismo!» Cerró los ojos, desterrando la sensación, el anhelo. La desenfrenada curiosidad y el dolor.
—Eres un maldito bastardo, ¿lo sabías?
—Soy un hombre dominante que está llegando al límite de su paciencia con estos juegos infantiles. Ahora dime, ¿has hablado con Pherson desde esa noche?
______ tuvo que controlar su temperamento.
—Varias veces. Me mandó flores una semana después de estar con él. Me llamó por teléfono algunas veces, cuando estaba en la ciudad. Pero a mí no me interesaba. Al final se dio cuenta y dejó de llamarme.
—¿Y desde entonces no sabes nada de él?
Ella negó con la cabeza. Y él abandonó el tema de Brent.
—Aún no lo he descartado. ¿Y el tercero?
—Andrew Cummings. Debe de ser de tu altura. Pelo entrecano y ojos grises. Tiene treinta y nueve años. Fue el productor de Provócame el año pasado. Comenzamos a salir poco después de romper con Brent. Al mes me pidió que me casara con él.
—¿Qué le dijiste? —Joe se acercó más, invadiendo su espacio.
—Que sí. Es guapo, educado, bien relacionado, inteligente y divertido. ¿Por qué iba a decirle que no?
Joe se tensó de pies a cabeza... la boca, los hombros, el abdomen.
—¿Cuándo te dejó?
—Hace unos diez meses.
—¿Por qué?
Porque había frustrado su ego masculino.
Porque ella no llegaba al clímax con él. Andrew le había parecido sofisticado, como un faro de luz en medio de un mar tempestuoso. Había estado segura de que era el hombre que lograría ver en su interior y que liberaría su cuerpo y su corazón. Y lo había intentado a menudo. Pero rara vez tenía orgasmos con él. Al final, la había convencido para que le revelara sus más profundos deseos, esos que implicaban ser atada y sometida. Pensando que eso les ayudaría, le había abierto su corazón e incluso le había revelado su más secreta fantasía: acostarse con dos hombres a la vez. No es que ella fuera a hacer cualquiera de esas cosas que guardaba en lo más profundo de su mente. Eran sólo fantasías... pero la hicieron perder a Andrew.
La había llamado depravada... y algunas otras cosas menos halagüeñas que le revolvían el estómago y la hacían sentir una enorme vergüenza cada vez que pensaba en ellas.
Le había devuelto el anillo. Él lo había cogido y había abandonado su vida. No habían vuelto a hablar desde entonces.
Y de ninguna manera se lo iba a contar a Joe.
—Simplemente no resultó —respondió evasiva.
—¿Por qué?
—Porque... sencillamente no éramos compatibles.
—Me estás ocultando algo —gruñó él, agarrándola de la muñeca.
______ se apartó de un brinco del eléctrico calor de su contacto.
—Es todo lo que te voy a contar. Él me dejó y yo me sentí encantada de que se fuera. Como te he dicho, dudo mucho que de repente quiera recuperarme.
—Hasta que me lo cuentes todo, no puedo opinar. —Cruzó los brazos sobre el pecho.
—Es todo lo que necesitas saber.
Por la tormentosa expresión de Joe, ______ supo que no estaba de acuerdo.
—El tiempo lo dirá. —Dio un paso hacia atrás—. ¿Y quién es tu «amigo» de Houston?
______ aspiró profundamente y le contestó sabiendo que tarde o temprano Joe volvería a preguntarle sobre su fallido compromiso con Andrew.
—Se llama Brandon Ross.
Joe apretó los dientes.
—¿Es algo más que un amigo?
______ vaciló. Nadie sabía que Brandon y ella estaban emparentados. Guardar ese secreto era el acuerdo al que había llegado su madre con el senador Ross años atrás. Se lo haría pagar si decía la verdad. Así que Brandon y ella habían hecho correr el rumor de que estaban enrollados cuando se fue a vivir con él. Quizá que le contara esa mentira podría enfriar las cosas entre Joe y ella.
—Sí. Es mi novio.
La boca de Joe se apretó en una línea sombría.
—¿Y dónde está ahora?
—Estará fuera del país algunas semanas.
—Mientras un psicópata con buena puntería va detrás de tu cabeza. Parece un buen tío.
—El no quería irse —lo defendió ella—. Pero su trabajo...
—¿Hizo algo más aparte de enviarte esas fotos? ¿Ha estado en tu casa?
—Sí... —______ tragó saliva y luego susurró— se masturbó en mi cama. Por eso me asusté y abandoné L. A.
Unas lágrimas repentinas le hicieron arder los ojos, y resbalaron por sus mejillas, sorprendiéndola. Sabía que no debía perder el tiempo llorando. Las lágrimas no la iban a ayudar a resolver esa situación. Pero la realidad era que todo eso la estaba afectando.
Joe se sentó a su lado al momento, todo indicio de cólera había desaparecido. Suavemente le acarició la espalda y la atrajo hacia su cuerpo, rozándole la mejilla con una mano y secándole las lágrimas.
______ clavó los ojos en ese hombre, era demasiado contradictorio. ¿Ternura y compasión en un hombre que le había arrancado la verdad a la fuerza, que la excitaba con sólo acariciarle la cara? ¿Un hombre que ataba a las mujeres?
—Hiciste lo que tenías que hacer, irte de Los Angeles, y venir aquí. Ese hombre está obsesionado y es peligroso, no hay duda.
Avergonzada por las lágrimas y demasiado consciente de la cercanía de Joe, ______ apartó la mirada.
—Odio tener miedo y que mi vida esté patas arriba. Cuando antes se arregle todo esto, mejor.
—Lo arreglaremos —murmuró él—. ¿Quién sabía dónde estabas después de que dejaras L.A.?
______ frunció el ceño mientras recordaba.
—Reggie, mi ayudante de producción. Mi vecina, que está cuidando de mi gato. Sabrina, que es la maquilladora del programa. Y no puedo recordar a nadie más. Salí de allí en cuanto pude...
—Para que alguien se haga una paja en tu cama tiene que estar perturbado.
Joe le cogió la mano entre sus firmes palmas llenas de callos mientras se inclinaba sobre ella bajo la oscura luz de la luna. Cielo santo, era tan guapo que hacía daño. Mandíbula firme, boca cincelada, la barba de dos días cubría una cara que podría definirse como bonita. Hombros anchos y musculosos que completaban un torso duro por el que cualquier mujer babearía.
______ quería ser inmune a él, a su aura de poder, a su toque. Pero no era así. Joe la recorrió con la mirada, tranquilizándola al mismo tiempo que despertaba sus tórridos recuerdos. Dios, lo recordaba todo con claridad, el aliento que le había calentado el cuello, las manos que le habían sostenido los pechos, los dedos que había enterrado en ella, llevándola casi al orgasmo. La boca que se había apoderado de la suya...
No, primero debía pensar en la supervivencia y más tarde en el placer. Mucho más tarde. Y no con Joe.
Sí, deseaba a un hombre dominante, pero no a ése. Era... demasiado. Querría demasiado de ella, y ______ no necesitaba eso en su vida. No tenía sentido pensar en él. Joe poseía un poder letal apenas disimulado. Un hombre primitivo y salvaje acechaba bajo la superficie de su piel, aunque parecía controlado bajo ese aire autoritario y su apariencia civilizada.
Una mujer no podría manipular a un hombre como Joe. Tenía la sutileza de una apisonadora, y si ______ le daba el más leve indicio de que estaba interesada en la dominación, sabía, sin ninguna sombra de duda, que él se lanzaría sobre su cuerpo inexperto sin ninguna contemplación. No, gracias.
Por ahora tenía que controlar esos pensamientos llenos de lujuria. Él sólo era su entrevistado y el hombre que intentaba protegerla. Y no podía olvidarlo. Ella tenía que centrarse en expandir su carrera y no en esa necesidad que humedecía su vagina.
Pero sabía lo que era Joe y lo que deseaba de una mujer. La curiosidad podía ser casi tan fuerte como el deseo. Y ninguna de sus recriminaciones podía ahogar el deseo que le recorría la sangre.
______ respiró hondo. Vale, él podía darle placer. Seguro que había montones de hombres que también podían hacerlo, sin todo eso de la dominación y sumisión. Sin la aterradora sensación de que él podría controlar el cuerpo de una mujer con poco más que una mirada, una palabra severa y una picara sonrisa. Pero ______ sabía que aún no había conocido a otro hombre así.
Suspiró ante la lógica de sus pensamientos. Nada importaba ahora salvo que Joe podía mantenerla a salvo. Y lo necesitaba para eso... para asegurarse de que no iba a acabar muerta en una zanja, y para escapar de la pesadilla que prácticamente había cambiado su vida de la noche a la mañana.
Joe le apretó la mano.
—En cuanto amanezca, llamaré a un amigo mío que tiene muchos contactos en el FBI y le pediré que haga un perfil.
—Gracias. —Esperaba que Joe y su amigo pudieran llegar pronto al fondo del asunto para que ella pudiera seguir con su vida y su programa.
—¿Por qué no intentas dormir otro rato?
La tensión los rodeaba como arenas movedizas, amenazando con ahogarla.
—No puedo dormir. Estoy demasiado preocupada. Demasiado tensa.
Joe se acercó más, tomó un mechón del pelo de ______ entre los dedos y frunció el ceño. Volvió hacia ella esos ojos color chocolate. El aire entre ellos era tan espeso que ______ apenas podía respirar. El calor que irradiaba de él la hacía arder hasta los huesos. Su olor la golpeaba con la fuerza de un ariete: especias, sudor, el pantano y puro misterio.
Maldita sea, era demasiado consciente de él como hombre...
—Inténtalo. Tienes que conservar las fuerzas. —Le dirigió un amago de sonrisa—. Quién sabe cuándo podrías volver a necesitarlas.
Joe salió de la cabaña profiriendo una maldición.
Cuatro amantes, de los cuales dos habían sido sus novios, incluyendo a Brandon. ¿Le habría contado el hijo del senador algo sobre él? Suponía que no.
Para sus planes de venganza, esas eran buenas noticias. ______ no tenía ni idea de quién era él.
Mientras ella se confesaba, sus ojos azules lo habían mirado con hambre. Maldición, jamás se había puesto tan duro sólo con la mirada de una mujer.
Todavía quería lo que le correspondía por derecho propio, pero la venganza ya no era lo único que lo impulsaba. Lo cierto era que ______ lo excitaba hasta lo indecible. Estar en la misma habitación que ella y no tocar la pálida piel tersa, ni saborear el especiado sabor a canela de sus besos ni los jugos almizclados de su sexo lo estaba matando. Apenas podía contener la impaciencia de atarla a la cama y someterla. La necesidad lo embargaba, exigiéndole que pellizcara esos pezones rosados y jugueteara con su clítoris hasta que ella le suplicara la liberación. Lo estaba volviendo loco. Se moría por saber lo sumisa que era, por saborear su poder cuando la penetrara con su miembro de una manera que ella nunca olvidaría.
Maldita sea, tenía que recobrar el control. Pensar en algo más que no fuera la venganza era una estupidez.
¿Por qué ella? La pregunta lo acosaba como una canción que no se podía quitar de la cabeza. Nunca se había sentido atraído por las pelirrojas. Ni por las mujeres menudas. Ni por las que ya pertenecían a otro hombre. ¿Por qué ella?
La imperturbable voz de su abuelo le resonó en la cabeza, «si sueñas a menudo con una mujer pelirroja, es que vas a conocerla y que va a convertirse en tu media naranja».
Él siempre había creído que la «maldición» familiar era una absoluta sandez que se habían inventado los alocados y románticos miembros de su familia porque les gustaba creer en ello.
Pero seguía sin tener sentido. Seguía sin creérselo.
Aunque no podía negar que jamás había respondido a una mujer con tanta fuerza.
Murmurando una maldición aún más fuerte que la anterior, rodeó la cabaña por el lado izquierdo, recorriendo el perímetro mientras el terreno pantanoso le empapaba las botas.
Iba a seducir a ______ sin cuestionarse nada. Ni siquiera un ciego podía ignorar la curiosidad y la necesidad que asomaba a sus ojos. Y él no estaba ciego. Pero también había algo que la hacía contenerse. ¿Quizás el afecto latente que sentía por Brandon? ¿O el miedo a ser sometida a pesar de su curiosidad y su naturaleza sumisa? ¿Habría mantenido más relaciones en el pasado que no había admitido, en particular con el productor?
Fueran cuales fueran las razones de ______ para negar su deseo no tenían importancia. Pronto tendría a ______ atada y aceptando todas sus exigencias, jadeando sin aliento mientras le hundía el miembro en la boca, en el sexo, en el ano. Dándole algo con lo que el mojigato de Brandon Ross ni siquiera soñaría.
¿Sería eso suficiente para que finalmente dejara a Brandon?
Joe se detuvo en la ventana del dormitorio y miró hacia dentro. Estaba vacía. ______ no estaba ni en la cama ni en ningún otro sitio de la habitación. Maldita sea, había desobedecido su orden de descansar. Sin duda, necesitaba que un hombre fuerte le calentara el trasero y la mantuviera a raya.
La palma de la mano le picó con sólo pensarlo, pero apartó a un lado la tentadora idea. Después de los últimos treinta minutos —diablos, después de haber estado observándola dormir durante las últimas horas—, su duro miembro había aceptado que no iba a tener suerte. Así que al menos agradecía poder pensar con la cabeza en vez de con el pene.
De hecho, tenía que conseguir ropas para ______. A ser posible de franela y tres tallas más grande que la suya. Si la observaba desfilar a su alrededor con ese top púrpura y esas botas de tacón de aguja, se distraería demasiado pensando en echarle un polvo en lugar de protegerla en el caso de que ocurriera lo peor. La poseería, se recordó a sí mismo, pero todavía no. No hasta que él estuviera seguro de que estaba a salvo. No hasta que hubiera conseguido que confiara un poco más en él y hubiera resuelto cómo meterse bajo su piel.
Tendría que hacerlo, si quería que se rindiera a él por completo.
Se apartó de la ventana. Sacó el móvil del clip del cinturón y marcó el número de Brice. Le pediría a su abuelo que le llevara algunas cosas. Dejó que el teléfono sonara seis veces y luego colgó mientras soltaba una maldición. El viejo estaría en el bar del pueblo con el resto de los «chicos» jugando al Bourée y resolviendo los problemas del mundo. No había conseguido convencer a Brice de que comprara un contestador o un móvil. Lo volvería a llamar más tarde... pero eso significaba que tendría que esperar para cubrir las tentadoras formas de ______.
Al llegar a la parte trasera de la cabaña, Joe se detuvo a escuchar los sonidos del bayou, a observar cómo los caimanes se metían en el agua y desaparecían bajo la oscura superficie del pantano. Las cigarras cantaban la última canción de la noche que ya estaba dando paso al amanecer. Incluso en el frío mes de febrero, el aire húmedo lo envolvía todo.
Ese lugar siempre había representado un remanso de paz para él. Pero ese día no era así. En los meses transcurridos desde que Brice le había regalado la cabaña, había hecho algunas modificaciones y mejoras..., a su gusto. Era lo más cerca que había estado nunca de tener un hogar. Era raro que llevara allí a alguien. La quería para él solo. Había mantenido alejados de ese lugar a las sumisas y a todos sus amigos. ¿Por qué entonces había llevado allí a ______?
Sin querer saber la respuesta, Joe observó con atención la cámara de vigilancia que estaba oculta entre los árboles y el alero. Funcionaba bien, serviría para vigilar la parte trasera de la cabaña. Luego continuó hacia adelante, doblando la esquina con lentitud.
Una trémula luz dorada salía del único ventanuco que había en medio de la pared. ______ estaba en el cuarto de baño y había encontrado las velas, pero no había podido cerrar las contraventanas por completo. Lo había intentado, pero como una estaba rota no había conseguido cerrarla del todo.
Lentamente, Joe se acercó al pequeño cristal. No debería mirar; lo sabía. Pero no tenía muchos escrúpulos en lo que a ella se refería.
Acercándose todavía más, Joe miró a través de la estrecha ventana. El vapor se elevaba desde la bañera con patas. A su lado, ______ metía la mano bajo el chorro de agua. Al parecer satisfecha con la temperatura, puso el tapón en la bañera y retrocedió un paso.
Se llevó las manos al primer botón del top de cuero de Alyssa. El botón se abrió con una pequeña presión del pulgar. Continuó con el siguiente. Apareció la suave y redondeada forma de su escote y parte del sujetador negro que él no había olvidado y que no había dejado de atormentarle.
El sudor cubrió el pecho de Joe y su espalda. Su pene, que había logrado controlar antes, se endureció rápidamente y celebró la vista.
Una vista que, por momentos, se ponía mejor. ______ abrió el tercer botón, el que le cubría el ombligo, y cuando el cuarto y el quinto se abrieron, Joe perdió la capacidad de respirar.
______ se quitó la prenda y la dejó sobre el tocador. El clavó la mirada en el delgado torso y en los pechos erguidos y redondos mientras ella se retorcía para desabrocharse la ceñida minifalda.
Con un sexy y erótico contoneo, deslizó la prenda por la suave curva de las caderas y por los firmes muslos.
Cuando se irguió de nuevo y dejó la falda a un lado, lo único que cubría la pálida tentación que suponía su cuerpo era el sujetador de encaje que no servía para ocultar sus duros pezones, y un diminuto tanga.
Maldición, ¿era posible tener un ataque al corazón a los treinta y un años?
Tendría que dar media vuelta y marcharse. Comprobar las cámaras de vigilancia para asegurarse de que ella estaría a salvo. Debía dejar de obsesionarse por una mujer a la que sólo quería follar una vez. Sólo una, para que Brandon pudiera conocer el dolor y la furia que sentía un hombre cuando sabía que su mujer se había rendido voluntariamente a otra dura polla.
Pero alejarse de ______ era más fácil de decir que de hacer. En ese momento, no tenía voluntad para nada.
Inspirando profundamente, observó cómo ella se llevaba las manos hacia atrás para desabrocharse el sujetador. El movimiento empujó los pechos hacia delante, acentuando la forma redonda y firme, y los hermosos pezones que él tanto ansiaba lamer.
Un momento más tarde, aparecieron ante su vista. Plenos, suaves, rosados e hinchados, lo atraían como si fueran maná del cielo y coronaban la pálida belleza de los pechos de ______, que brillaban tenuemente bajo la titilante luz de la vela. Joe se agarró al borde de la ventana y soltó un gemido entrecortado.
¿Cómo diantres iba a evitar follarla después de eso?
Antes de poder contestarse a esa pregunta, ella se quitó el tanga y lo dejó caer con descuido, revelándole el último de sus secretos. Y Santo Dios, era impresionante.
El vello que cubría el sexo de ______ era de un rojo ardiente.
Ahora sabía Joe cómo se sentía un toro cuando alguien agitaba algo rojo delante de sus narices: inflamado, listo para atacar.
«¡Eh, toro!»
Apoyó las manos contra la pared de la cabaña para no perder el equilibrio mientras ______ entraba en la bañera y se hundía en el agua vaporosa con los ojos cerrados.
Maldición, tenía que dejar de espiarla como un pervertido que no podía conseguir que una mujer se desnudara para él. Y lo haría. En cuanto ella dejara de echarse agua sobre los hombros... sobre los pechos. El agua goteaba sobre su piel cremosa, corriendo en riachuelos hasta los suculentos pezones. Daría cualquier cosa por poder lamerla.
El sol apareció en el horizonte a espaldas de Joe, haciendo que fuera más difícil ver en el interior del pequeño cuarto de baño. Era una señal para que se comportara con decencia y dejara de actuar como un vulgar mirón.
______ se pasó el pulgar sobre uno de los duros pezones y abrió los labios en un silencioso jadeo.
Que le dieran a la decencia.
Se acercó más a la ventana para ver mejor.
Los pezones de ______ reaccionaron a la humedad y el aire frío, y se tensaron todavía más, oscureciéndose levemente. Ella se recostó contra el borde de la bañera y suspiró.
Luego sacó las manos del agua... para ahuecarse los pechos. Un momento después, ______ lo sorprendió al pasar lentamente los pulgares sobre las rígidas cimas y gemir.
Una oleada de sangre le bajó hasta el vientre para inflamarle la polla todavía más. Dios, iba a volverse loco. Él, que jamás había visto un indicio de locura en la familia, acabaría como un cencerro antes de que ______ terminara su baño.
Joe contuvo el aliento mientras ella se pellizcaba los exuberantes pezones, haciéndolos rodar entre los dedos, tirando de ellos con más dureza de la que él se habría imaginado. Primero uno, luego el otro, finalmente los dos a la vez, trabajándolos con sus pequeños dedos. Echó la cabeza hacia atrás, y abrió los labios húmedos. Parecía una diosa sensual ante un buen polvo.
En ese momento, él habría corrido hacia la puerta y habría sacado ese cuerpo húmedo y desnudo del agua para clavar en ella su miembro duro como el acero. Pero no quería perderse lo que ella haría a continuación.
Cuando los pezones se oscurecieron e hincharon todavía más por las caricias, ella se hundió profundamente en la bañera, hasta que sólo las cimas gemelas de los pechos sobresalieron del agua, húmedas y tentadoras. ______ levantó la pierna derecha y apoyó el talón en el borde de la bañera, luego dobló la rodilla izquierda y abrió las piernas.
Joe no podía ver el sexo de ______ bajo el agua, pero podía vislumbrar ocasionalmente un destello de vello rojizo, y su imaginación rellenó los espacios. Los ígneos rizos custodiaban una carne hinchada, húmeda y preparada.
Si ella fuera suya, la mantendría así... desnuda y excitada. Y siempre mojada. Se pasaría las mañanas lamiéndole los pezones. Mientras ella desayunaba, él la comería a ella. Se ducharía mientras penetraba con su miembro la boca de ______ que lo tomaría profundamente hasta el fondo de la garganta. Luego se pondría serio, la llevaría hasta los límites de su cuerpo y de su confianza. No dejaría ni una parte de ella sin tocar. No había nada que no haría con ella, para ella, hasta oír sus gritos de placer.
______ lo sacó fuera de su ensueño cuando deslizó la mano desde el pecho, bajando por el abdomen hasta detenerse entre sus piernas.
Comenzó a acariciarse.
Oh, vaya... si aún no había perdido el juicio, lo haría justo en ese momento... cuando su cuerpo estallara en llamas.
Se recolocó la dolorida polla en los vaqueros y se acercó al ventanuco hasta apretar la cara contra el vidrio. Con los ojos cerrados, ______ dibujó unos círculos lentos con la mano que tenía entre las piernas mientras con la otra continuaba tirando de los pezones, manteniéndolos duros y excitados.
Muy pronto, los movimientos lentos y circulares ganaron velocidad. El agua desbordó en la bañera, goteando por los mechones de su pelo sedoso, que le caía desordenadamente sobre los hombros. Comenzó a empujar las caderas contra los dedos. Joe percibió electrizantes destellos rojos, junto con la carne húmeda y abierta. La lujuria se le arremolinó en el vientre exigiendo alivio, mientras ella, cuyo pecho bajaba y subía con rápidos jadeos, se seguía exigiendo a sí misma. ______ apuró las vueltas de sus dedos, moviéndolos cada vez más rápido. Los labios, ahora hinchados, se abrieron en una silenciosa boqueada. Cerró con fuerza los ojos. Joe se puso de puntillas al instante para poder ver todavía mejor, agarrándose con tal fuerza al alféizar de la ventana que los nudillos se le pusieron blancos al mismo tiempo que su aliento jadeante creaba unos círculos húmedos contra el cristal.
Luego ______ tensó las piernas y arqueó la espalda. Se mordió los labios para contener un grito cuando el orgasmo la inundó con una temblorosa sensación. Luego se frotó el clítoris con rapidez, prolongando el placer, y conduciendo a Joe al infierno.
Siguió jadeando, jugando, arqueándose contra la mano que la conducía a otro orgasmo que llegó momentos después, deslizándose sobre ella como una gigantesca ola. ______ gritó incapaz ya de contener el sonido. Pero el desesperado placer de su voz atravesó a Jack como una lanza de lujuria.
«Que Dios la ayudara. Que Dios los ayudara a ambos». No existía poder lo suficiente grande en la tierra para mantenerlo alejado de ese cuerpo en ese momento. A la mierda con sus planes. A la mierda las consecuencias.
Iba a tomarla. Ya.
Mientras ______ se elevaba hacia la cumbre del clímax, y se arqueaba ruborizada, abrió los ojos de repente.
Su mirada se encontró con la de él.
aranzhitha
aranzhitha


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Mensaje por CrazyxJonas Dom 13 Mayo 2012, 7:52 pm

aranzhitha escribió:
CrazyxJonas escribió:Queee? La estas subiendo? dsakjdfasjds
Waaaa y como nunca supe xd skajdfgasj Tienes que avisarme ya?*-* daksjhfd siempre que vayas a subir una novela, xkjsagdfajs xdd oknosé sakjdfgsajf
Aaah, la subiste no puedo creerlo okno.
Me encanta, me encnataaa♥️ djahsfdsajf
Y aunque ya lei el libro, me lo vuelvo a leer aqui con Joseph*-* sakjfdasd
Enserio me encanta. skjdgsajd
Y para que sepas, aún estoy como que media perdida acá en el foro asi que si no me he pasado por tus otras noves lo siento... pero lo haré asjhdfgasj :BB
Pronto, creo xjksdgfadjs xd
Yaya, siguelaaaaaa shadfas que me encanta.
Hola, :) no te avise porque como ya la leiste no sabia si querias leer de nuevo pero mil perdones por no decirte y ahora acabo de subir otra nueva nove se llama Dinastia Griega por si quieres pasarte esta muy linda
Gracias por leer esta :)

Wsahkdj obvio que la leeria de nuevoo*-* si em encantaa
Dale, no te preocupees c: Pere tienes que avisarmee :¬w¬: naah, solo si quieres :BB
Ok, me pasaré :DDDDDDDDD
La nove es taaaaaan hot wjsakdfas pero es muy buena tienes que seguirla prontooo
Pondria que quiero saber que va a pasar pero ya losé asi que.... Siguela que quiero segfuir leyendolaaa♥️ sadhf
CrazyxJonas
CrazyxJonas


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Mensaje por CariitoJonas15 Lun 14 Mayo 2012, 7:06 pm

Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
Esq me quieres matar!!!
Siguelaa por el amor de diooos!!
xd
LA AMEE c:
Saludos :hi:
CariitoJonas15
CariitoJonas15


http://jonatika1258.tumblr.com/

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Mensaje por CrazyxJonas Mar 15 Mayo 2012, 8:45 pm

Siguela siguela siguelaaaaaaa
Lalalala quiero leer mas sakfjddfg
Antes de que me vaya xdd askjdf
Sigueee :BB
CrazyxJonas
CrazyxJonas


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Mensaje por aranzhitha Mar 15 Mayo 2012, 8:51 pm

mañana les subo mas es que ahorita no estoy en mi compu, pero mañana les pongo dos capis si :)
aranzhitha
aranzhitha


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Mensaje por CrazyxJonas Miér 16 Mayo 2012, 7:08 pm

aranzhitha escribió:mañana les subo mas es que ahorita no estoy en mi compu, pero mañana les pongo dos capis si :)

Ok, no te preocupees :BB
Wjsdgsa escribe tan bien ella*-*
Me lei casi todos sus librooo xd sajhdfsajf Lo siento, necesitaba decir esoo xdd
Estaré esperando el cap :¬w¬: sahfsdjg
Adiocitooo♥️ c:
CrazyxJonas
CrazyxJonas


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Mensaje por aranzhitha Vie 18 Mayo 2012, 6:37 pm

Capítulo 5
«¡Oh, Dios mío!»
_________ saltó de la bañera, agarró una toalla y se envolvió con ella, cubriéndose lo mejor que pudo. ¡La había visto... y todo lo que había hecho!
Se volvió hacia la ventana, esperando que Joe hubiese tenido la decencia de marcharse para darle privacidad ahora que ya lo había atrapado comportándose como un mirón. Pero Joe seguía allí, imperturbable, sin camisa, con su enorme pecho subiendo y bajando a causa de la respiración entrecortada, controlándose a duras penas. Peor aún, la observaba con una mirada ardiente y depredadora. Absolutamente sexual. No parecía que fuera a disculparse. Esos ojos le estaban diciendo que lo había excitado. Que la deseaba. Que tenía intención de tenerla. Punto.
El ardor entre sus muslos que había intentado apagar, latió con fuerza, volviendo de nuevo a la vida. _________ cerró los ojos, luchando contra el torbellino de deseo que crecía en su interior. Deseo y furia disputaban una carrera en su estómago. Luchando codo con codo, muy por delante de la mortificación que ocupaba el tercer lugar.
Pero al final fue la furia quien llegó a la línea de meta.
¡Maldita sea! Puede que Joe, le hubiera salvado la vida, pero eso no le daba derecho a invadir su intimidad y espiar cualquier cosa que ella estuviera haciendo, mientras él mismo se excitaba. Arrogante. ¡Grosero! Todos los hombres eran iguales.
El famoso temperamento O'Malley, del que siempre se había enorgullecido su madre, ardió como lava líquida en su interior, devorando a su paso cualquier vestigio de calma y decoro.
Dirigiéndole una mirada llena de veneno a la ventana, _________ se dio la vuelta con rapidez y abandonó el cuarto de baño, atravesó el pasillo hacia la cocina y la salita, dirigiéndose hacia la puerta trasera de la cabaña.
Antes de llegar a ella, la puerta se abrió. Joe entró, feroz y silencioso. Y tan tenso, que lo más probable era que si le lanzaba un cuchillo, éste rebotara. El cerró la puerta a sus espaldas con un tranquilo chasquido que resonó en la planta de sus húmedos pies a través del brillante suelo de madera.
—¡Hijo de perra! —le gritó, acercándose a él hasta que sólo los separó un metro—. ¿Cómo te atreves? ¿Creíste que no me daría cuenta o que no me importaría? O tal vez pensaste...
—Basta. —Él no levantó la voz, pero aún así sonó tan cortante como un látigo.
—Vete a la...
—_________ —le advirtió, rechinando los dientes.
Y ella se interrumpió, ciñéndose firmemente la toalla contra su cuerpo y con el pecho agitado por la cólera. La voz de Joe aún resonaba en la habitación. La orden implícita ardía en sus ojos. ¿Estaba furioso con ella? Increíble.
Antes de que ella pudiera replicar, él añadió:
—No tenía intención de espiarte, cher. Salí para comprobar la seguridad del perímetro. Habías dejado la contraventana entreabierta, y no pude apartar la mirada. Lo siento.
¿Una disculpa? ¿Así sin más? ¿Sin intentar justificarse ni defenderse?
La furia de _________ se disipó... demasiado rápido para su gusto. Maldita sea. Era difícil continuar furiosa con alguien que le había ofrecido una disculpa. E incluso era más difícil permanecer disgustada con un hombre que se había quedado paralizado porque le había gustado verla.
Pero ella era una O'Malley y no estaba dispuesta a rendirse sin luchar.
—¡No tenías derecho! Todo esto es demasiado embarazoso. Estoy completamente avergonzada.
El dio un paso hacia ella.
—¿De tu cuerpo? ¿De ser una mujer con necesidades?
—¡De que estuvieras observándome! No me puedo creer que estuvieras allí parado, mirándome como si fuera la estrella de una película porno o algo similar.
—No es la conducta que se espera de un anfitrión, de acuerdo. No es correcto. —Los ojos de Joe brillaron con sinceridad y un deseo que no desaparecía—. Sin embargo, _________, debes admitir una cosa: saber que te observaba, que no podía apartar los ojos de ti, te resultó excitante.
—No. —Se negó a proporcionarle esa satisfacción a pesar de saber que la humedad que manaba entre sus piernas era debida a sus palabras.
—Esos ojos azules dicen lo contrario, cher.
—Necesitas gafas. ¿Pensaste que me alegraría saber que convertiste mi baño en un espectáculo? ¿Pensaste que diría «claro, nos conocimos ayer, pero siéntete libre de espiar los momentos más íntimos de mi vida»?
—Sólo pensé en lo hermosa que estabas. —Se acercó todavía más—. Si fueras mía, no tendrías motivos para satisfacerte a solas. —Sonrió—. Por supuesto, me encantaría ver cómo te acaricias sólo por el placer de mirarte.
Bajando la vista, ella no pudo evitar percibir el contorno de la rígida erección que presionaba contra la bragueta de los vaqueros de Joe. _________ sintió que se le calentaba la piel, y que la excitación palpitaba de nuevo entre sus piernas. ¡No! Necesitaba su furia, toda esa magnífica ira.
Pero lo único que hizo fue darse cuenta de lo cerca que él estaba. De que estaba medio desnudo, mientras que ella apenas estaba cubierta. Estaba pisando terreno peligroso, en especial con Joe mirándola con ese fuego oscuro brillando en sus ojos. En especial cuando la respuesta de su propio cuerpo era tan ardiente.
_________ dio un paso atrás.
—Quieta.
El calmado tono de su orden, la hizo vibrar. _________ vaciló, pensando a toda velocidad. No tenía por qué escucharle, no tenía que estar delante de él casi desnuda y acatar sus órdenes. De hecho, sería mucho mejor que no lo hiciera.
—Que te den. No tengo dos años, ni soy un robot —le contestó antes de retroceder de nuevo.
Joe la alcanzó.
«¡Huye!» se dijo a sí misma. Pero él ya la había agarrado suavemente por la muñeca, aunque ella sentía su presa como si fuera una tenaza de acero. Y también sentía su calor...
—Quédate.
Por alguna razón, algo en su voz la atraía... No, no debía escucharle.
Tal vez era porque Joe encarnaba cada pecado que anhelaba experimentar. Alguna vez se había masturbado en su oscura y solitaria cama sólo para sentirse frustrada al difuminarse la satisfacción cuando se daba cuenta de que aquello no era real.
Él la soltó y la rodeó lentamente al mismo tiempo que le rozaba los hombros suavemente con la yema de los dedos. El corazón de _________ se aceleró. Sintió que se le ponía la piel de gallina en los brazos. Ni siquiera quería pensar en lo que le estaría ocurriendo a los pezones que tanto le dolían.
Joe se detuvo a sus espaldas. Su cálido aliento le cosquilleó en ese sensible lugar entre el cuello y los hombros. El calor de él irradió por su espalda y sus piernas. _________ contuvo el aliento. Dios mío, estaba demasiado cerca. Demasiado cerca para ignorarlo. Demasiado cerca para negar el efecto que tenía sobre ella.
El ardor de entre sus muslos alcanzó nuevas cotas, como si ella no se hubiera acabado de correr hacía sólo unos minutos.
Le dirigió una mirada cautelosa por encima del hombro. Joe estaba allí mismo, esperando, como si hubiera sabido lo que ella haría. Sus miradas se encontraron, la de él era ardiente y exigente. Joe soltó un suspiro fuerte e intenso.
Iba a tocarla.
Un estremecimiento electrizante la atravesó, a la vez que se llamaba estúpida de todas las maneras que conocía. Apartó la mirada de él y clavó los ojos en la puerta otra vez, ciñéndose la toalla con más fuerza.
Joe no dijo nada, pero _________ podía sentir sus ojos fijos en ella, observando su piel todavía húmeda, su respiración jadeante.
¿Y ahora qué? Esto había pasado de castaño a castaño oscuro en tan solo dos minutos. Y si no quería que pasara a negro, tenía que escapar ya.
—Dime por qué necesitabas un orgasmo —le murmuró al oído.
No podía. Sólo le confirmaría lo que ya debía saber: que una parte de ella, la más desvergonzada, lo deseaba, y sentía mucho más que curiosidad periodística por el placer que él podía darle.
—No es asunto tuyo, Joe.
—No me llames así, no cuando estemos a solas.
Quería que lo llamara señor. Ella siguió allí de pie, temblando, con la mente y el corazón latiendo a toda velocidad entre la incertidumbre y la emoción prohibida. _________ se sentía... reclamada por las palabras de Joe. Sus órdenes removían algo en su interior y le provocaban un ramalazo de necesidad.
«¿Cómo sería rendirse? ¿Ceder a las exigencias de esa voz?»
Peligroso. Malo. Ceder ante todo lo que Joe representaba y que no debería desear, sólo la llevaría directa al infierno.
—¿Te llamo entonces asno? Sería lo más apropiado —le soltó la bravuconada y se volvió para enfrentarse a él—. No me intimides.
Esperó una fiera respuesta, una orden que fuera más un gruñido de frustración. Pero no llegó.
En lugar de responderle, él se acercó todavía más, hasta que sólo un susurro la separaba del rugiente calor de su cuerpo.
—No hay razón para que te avergüences de tus deseos.
—No lo hago. Llámame reprimida si quieres, pero de lo que me avergüenzo es de tener público mientras tengo un orgasmo —le espetó.
—Eso no es cierto —le dijo él con suavidad.
Tragando, _________ intentó apartar la vista de su mirada conocedora y sexual. La envolvió entonces su olor, a hombre y a misterio, picante como la comida cajún y duro como la vida en el pantano.
Se apartó poco a poco de él.
—¿Crees que me conoces?
—Sé cosas sobre ti. Sé que no estás segura sobre tu sexualidad. Que tienes deseos que no quieres confesar. Los veo en tus ojos. Deseos prohibidos sobre ser sometida...
—¡No ves nada! No soy una depravada.
—No, no lo eres. Cualquiera que lo crea es idiota.
Joe intentó agarrarla de nuevo, con la determinación plasmada en las rudas facciones masculinas. _________ no quería saber exactamente qué era lo que estaba resuelto a hacer. Se sintió invadida por el pánico, y lo empujó con la mano, apartándose de su alcance. La espalda de _________ chocó contra la puerta.
Y Joe se acercó lentamente a ella. Como un depredador. Tenía que escapar. Tenía que hacerlo. Ya.
_________ fue hacia la izquierda para esquivarle. Joela bloqueó con el brazo, cortando esa vía de escape. Usó esa misma táctica en el lado derecho antes de que ella pudiera dar un paso en esa dirección.
Luego Joe se inclinó hacia delante, colocando una mano contra la puerta, al lado de su cabeza. Ella no podía mirarlo, se negaba a hacerlo. Como para captar su atención, Joe rozó su cuerpo contra el de ella, consiguiendo que crueles chispas de deseo la recorrieran de arriba abajo. En realidad, ese simple contacto fue suficiente para que ardiera como un petardo.
—Mírame. —Él se apartó para darle un poco de respiro.
Había algo en el interior de _________ que quería obedecer. Esa voz ronca con ese deje francés y esa orden explícita tiraban de ella. Pensar en rendirse hizo que su estómago se retorciera expectante y que el deseo le latiera en el clítoris. Ese hombre era una enorme contradicción. Un protector agresivo. El hombre que ataba a las mujeres era el mismo que hacía un extraordinario esfuerzo para protegerla.
Eso la confundía. Él la confundía.
Finalmente, ella levantó su tempestuosa mirada hasta que chocó con la de él.
—¿Qué demonios quieres de mí?
—Que seas sincera.
—No, no es eso. Quieres que me rinda, que abra las piernas como una descerebrada y que te dé lo que sea que andes buscando.
Una media sonrisa se insinuó en la boca de Joe.
—Tienes razón en parte. Quiero que te rindas, cher. Quiero que te abras de piernas cuando yo te lo diga. Pero no porque seas una descerebrada, sino por todo lo contrario. —Él se acercó, rozando de nuevo su cuerpo contra el de ella, y todo indicio de sonrisa desapareció—. Quiero que ardas por mí. Quiero enseñarte lo que anhelas en secreto y no te atreves a pedir... quiero enseñarte lo placentero que puede llegar a ser.
_________ tragó saliva, luego abrió la boca para replicar. Pero, ¿cómo se suponía que debía de contestarle a eso? ¿Qué respondía una mujer a un hombre que decía que iba a satisfacer todas sus fantasías sexuales? ¿Negándose?
—No pienso...
—Piensas demasiado. En todo lo que no debes, en todo lo que te asusta. Prueba a pensar en todas las formas en que podría complacerte.
Oh, ya había pensado en eso.
Joe apartó una de las manos de la puerta. Le rozó la nuca y siguió bajando por las clavículas. Y luego siguió bajando más. Le acarició el pecho cubierto por la toalla, luego le rozó el pezón erecto que suplicaba su contacto.
Incluso a través de la toalla podía sentir la caricia. Un ardiente escalofrío le hizo crepitar las entrañas como si fueran bacon frito. Se quedó sin aliento y paralizada bajo la oscura mirada de Joe.
Él repitió el movimiento otra vez. Y otra. El placer recorrió a _________ desde las doloridas y tensas cimas de los pezones, bajando en espiral por su cuerpo tenso hasta su vagina. Dejó caer la cabeza contra la puerta, incapaz de contener un gemido.
—Eso es. —Joe presionó los labios contra su garganta mientras seguía avanzando. Su otra mano se unió a la primera en el suave tormento a sus pezones con sólo la delgada toalla entre ellos.
—Quiero ver esos hermosos pezones. Necesito tenerlos en mi boca, cher. Deja caer la toalla.
El deseo burbujeó dentro de Morgan, llevándola al punto de ebuIlición incluso cuando lo poco que le quedaba de cordura gritó en algún lugar de su mente. El recuerdo de sus caricias en el club y el explosivo placer que había sentido, todavía la obsesionaban. Esos persistentes deseos, unidos a su enérgica orden, hicieron tambalear su autocontrol.
De todos los hombres que podía desear, ¿por qué tenía que ser él? ¿Por qué lo deseaba ahora, cuando un acosador la perseguía?
Maldición, puede que fuera porque Joe era la personificación de cada una de las húmedas fantasías nocturnas que la habían mantenido despierta durante tantas noches. Tal vez fuera porque en ese momento él estaba bajando la mano sobre la toalla, deslizándola sobre su estómago y la curva de su cadera, mientras su impresionante erección presionaba contra ella. No cabía duda, era él y toda esa testosterona. Todo eso distraía a su mente del acosador.
Su madre siempre le había dicho «con la cuchara que escojas, tienes que comer» ¿Podría vivir consigo misma si se alejaba del atractivo prohibido de Joe sin ni siquiera probarlo?
Él curvó la mano sobre su trasero y con la yema de los dedos comenzó a acariciar muy suavemente la hendidura entre sus nalgas. Una nueva oleada de estremecimientos la atravesó. Ella lo reconoció como lo que era, una hábil maniobra. Si ahora se arqueaba para apartarse de sus dedos se apretaría contra su erección. Él no perdía de ninguna manera.
«¿Acaso pierdes tú?», la desafió la vocecita en el interior de su cabeza.
Joe siguió acariciando la hendidura de sus nalgas, esta vez con más fuerza, profundizando un poco más. Una oscura emoción le recorrió la columna. Automáticamente, ________ jadeó y se arqueó contra su mano.
—Buena chica —le murmuró en el oído, provocando un nuevo escalofrío en su espalda.
El pulgar volvió a juguetear con su pezón, ahora con tanta fuerza que ella podía sentir cada callo de su piel. Volvió a gemir.
—Cher, deja caer la toalla. Montre moi ton joli corp —Su respiración era jadeante, la voz tensa, pero controlada—. Muéstrame tu hermoso cuerpo.
—Ya lo has visto cuando me espiabas.
—Enséñamelo —gruñó Joe.
Oh, Dios. La orden implícita en su voz convirtió el sordo dolor de su entrepierna en un latido. Quería obedecer. Mucho. Un crepitante ardor la recorrió de pies a cabeza. La sangre rugió a través de su cuerpo, hinchando su clítoris. Ya mojada por el orgasmo anterior, sintió que la humedad anegaba sus pliegues más íntimos, amenazando con derramarse. El aroma picante y carnal de Joe destruía cualquier pensamiento racional. Todas las partes de su cuerpo ansiaban sus caricias sin control.
«¿Qué podría ocurrir si cedes?», preguntó la vocecita.
Más decepción y más frustración. Más rechazo y más ridículo.
No obstante, para encontrar los zapatos perfectos tenía que probárselos antes. ¿Ocurriría lo mismo con los amantes? Quizá tres no habían sido suficientes.
—Joe —logró articular en medio de sus provocativas caricias—. Hablo de sexo con la gente para ganarme la vida. No es necesario experimentarlo para hacer el programa.
—Olvídate del programa. Necesitas lo que yo puedo darte. Deja de negártelo.
—No me estoy negando nada. —«¡Estúpida!». ________ se mordió el labio, segura de que las mejillas ruborizadas y los duros pezones desmentían sus palabras.
Él le agarró la barbilla con la mano.
—Como me mientas otra vez, te azotaré las nalgas con tanta fuerza que no podrás sentarte en una semana. Dime por qué te niegas lo que quieres.
—No me toques. —Ella intentó librarse de su presa.
Joe se mantuvo firme.
—Cher, voy a hacer mucho más que tocarte. Mucho más. Y cuanto más te empeñes en no contestarme, más te haré implorar.
Oh, Dios mío. Sus palabras la hacían arder tanto como la implacable demanda que veía en sus ojos acrecentaba sus miedos. Podría hacerlo; podría hacerla implorar. Y pensarlo la hizo estremecerse.
—Genial. Para tu información, no soy una mujer fatal. No disfruto demasiado del sexo.
El encanto cajún se superponía a su arrogancia con un simple gesto de esos labios que inspiraban el pecado. Joe le depositó unos besos calientes en el cuello y le mordisqueó la curva del hombro.
—Disfrutaste de todo lo que hicimos en Lafayette.
Sorpresa. Eso era lo que había hecho. Había estado demasiado conmocionada para reaccionar en realidad. Deseando y desconfiando de sí misma. Callándose, tensa y frustrada, hasta que su cuerpo había cedido. Además, sentía curiosidad por él. Por su estilo de vida, pero participar la comprometería mucho más que seguir con la duda. Y tenía el mal presentimiento de que saborear a Joe Jonas acabaría convirtiéndose en una adicción.
—No nos conocemos.
Las yemas de los dedos de Joe le recorrieron el hombro, dejándole a su paso un rastro de anticipación y la piel de gallina.
—Te conozco lo suficiente como para saber qué te haría gritar de placer. Pero eso no es lo que te detiene.
Le besó el cuello, la barbilla, subiendo poco a poco hasta su boca. Ella se derritió bajo sus labios. Dios, se sentía tan bien. Y ese olor... ¿contendría algún ingrediente que era kriptonita para su autocontrol?
—Ni siquiera nos gustamos —señaló ella, jadeando desesperada, eludiendo el beso... un beso que deseaba tanto que se le retorcieron las entrañas de deseo.
De nuevo, él sonrió con un destello de dientes blancos visible en la estancia bañada por la suave luz del amanecer.
—Ahora mismo me gustas mucho, cher. Me gustaste desde el primer momento, cuando hablamos en el chat. Me gusta que seas lista, intrépida y endiabladamente sexy.
Él murmuró esas palabras contra la boca de ________ que se sintió desfallecer. En Lafayette, Joe le había tocado los pechos, le había acariciado el clítoris, la había penetrado profundamente con los dedos, sí. Pero ese ligero beso la embriagaba, como el vino más dulce envuelto en pecado y terciopelo, con un toque de lujuria que prometía placer. Ese beso era una demostración previa de fuerza y control. Casi en contra de su voluntad, se inclinó hacia él.
Por un loco instante, ________ pensó que él se apartaría. Que jugaría con ella, excitándola para luego retirarse. Sin embargo, Joe le tomó la cara entre las manos y le atrapó la mirada con esos ojos oscuros.
—El recuerdo de tenerte entre mis brazos me ha mantenido duro durante toda la noche. Observarte dormir fue una tortura. Pensé en tumbarme junto a ti en la cama, en arrancarte la ropa a tiras y devorar todo lo que encontrara debajo. Quiero tenerte, cher. Recorrerte con mi boca. Penetrarte profundamente. Quiero que grites mi nombre mientras te corres.
________ no podía respirar. Esas palabras no sólo revolucionaban su libido, sino que impactaban en su cuerpo, minando su capacidad de resistencia ante el placer que prometían. Joe la despojaba del aire, de la voluntad de resistir. ¿Cómo sería sentir a Joe? ¿Saborearlo? Ese anhelo le hacía palpitar el clítoris de necesidad. Apenas podía contener los gemidos ante la necesidad de volver a correrse. Y él casi ni la había tocado.
¿Qué ocurriría si le daba rienda suelta a sus deseos? ¿Cómo sería dejarse llevar y entregarse a alguien con toda esa experiencia sólo una vez?
Soltó un suspiro entrecortado. El deseo era como un bosque en llamas bajo un fuerte viento que la consumía sin piedad. Su excitación amenazaba con licuarse entre sus piernas. Se humedeció los labios resecos, pero cuando la mirada de Joe captó el movimiento, subió la temperatura varios grados más.
—¿Quieres tomarme con esa boquita rosada, cher? Mientras te observaba dormir, te veía de rodillas, con mi polla en esa deliciosa boquita tuya.
________ apenas tenía experiencia con el sexo oral. Leer y hablar sobre ello en el programa no podía compensar ese hecho. Pero en ese momento, con un hombre enorme como Joe delante de ella, apretado contra ella, parecía algo irrelevante. Joe inspiraba el deseo de probar cualquier cosa, incluyendo su pene.
—Oh, ya veo que te gusta la idea —murmuró él, acariciándole los labios con su aliento—. Esos ojitos azules se han oscurecido. Me pregunto que más te gusta. Sé que te gusta esto...
Como ya había hecho antes, Joe le acarició los pezones a través de la toalla, ahora dolorosamente duros, rozándolos con los nudillos y las yemas de los dedos. ________ contuvo el aliento y no pudo evitar arquearse contra él buscando fin a tan erótico tormento.
—Unos pezones sensibles. Será un placer succionarlos hasta que los pueda sentir hincharse contra mi lengua.
¿Lo haría? La sugerencia la hizo retorcerse de placer.
—No vayas tan deprisa. No he dicho que sí —señaló ella, intentando recuperar la cordura. Pero el tono ronco de su voz hizo que la protesta pareciera un chiste.
¡No, no, no! Joe podría estar excitándola más allá de sus convicciones —más allá de su aguante—, pero al día siguiente... ¿Cómo afrontaría su vida al día siguiente si se dejaba llevar? ¿No tenía suficiente con el acosador? Había quedado con él para entrevistarle para su programa Provócame, no para convertirse en el juguete de un dominante.
—Tu cuerpo ya lo da por hecho, cher. Estás jadeando. Tienes los pezones duros como diamantes. —De repente, Joe buscó la abertura de la toalla a la altura del vientre, la abrió y apretó la cálida palma de su mano contra la piel de ________. El estaba tan caliente, que ella se sobresaltó. Quemaba. ________ se estremeció. Se acercó más a él. Ahora sus pechos se rozaban. La boca de Joe estaba sólo a un centímetro de la de ella mientras deslizaba la mano sobre su cadera, por su vientre... hasta el nacimiento del vello púbico.
—¿Vas a negarlo, cher?
________ vaciló. Si fuera una chica lista, gritaría ahora un «no» rotundo. Se apartaría de él, volvería a esa bañera que había abandonado y que ahora estaría llena de agua fría y se sumergiría en ella hasta el fondo. Pero las yemas de los dedos de Joe dibujaban círculos sobre su vientre, sobre sus muslos, tocando ligeramente el montículo que quería seducir.
________ apretó con fuerza los muslos, pero sólo sirvió para sentir más el agudo deseo que bajó por su vientre y se extendió por sus muslos. Tener sólo una toalla encima no la consolaba.
—¿O vas a decir que sí? —murmuró él—. ¿Vas a dejarme penetrarte con mis dedos y mi lengua? ¿Vas a dejar que mi polla te llene profundamente?
Oh, Dios, más palabras provocativas que le hacían tener ideas lascivas y le sugerían imágenes acordes con ellas.
________ echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos. Quería decir que sí, anhelaba más que nunca sentir ese placer prohibido que sabía que Joe podría proporcionarle.
«Una vez. Sólo una vez», le susurró la vocecita en la cabeza. «¿Qué daño podría hacerle?»
Muy pronto, con un poco de suerte, ese asunto del acosador terminaría, y volvería a Los Angeles para grabar la próxima temporada de Provócame. Joe Jonas sería un tórrido recuerdo al que recurrir en una noche fría para excitarse. Así de sencillo.
—Joe...
—¿Quieres algo? —se burlaba de ella mientras sus dedos se deslizaban con ligereza por su vientre y sus caderas. Esos ojos oscuros chispeaban, esa boca juguetona la provocaba sin piedad.
Ella y su resistencia se rindieron.
Como respuesta a su pregunta, le agarró la mano y se la colocó sobre su montículo. Él tanteó con uno de sus cálidos dedos entre los pliegues hinchados y le rodeó el clítoris una vez, dos veces. ________ se quedó sin aliento, y contuvo el deseo de abrir las piernas para él.
—Si deseas algo, cher, deja caer la toalla. Lo quiero todo de ti, te quiero desnuda.
________ se negó a detenerse a pensar, a reconsiderarlo otra vez. Ya tendría tiempo de sobra después. Así que se arrancó la toalla. Esta cayó al suelo lentamente, dejándole la piel de gallina y... nada más. Se estremeció…, pero no de frío.
Joe permaneció delante de ella con una mirada ardiente que prometía un placer capaz de hacerle perder la cabeza.
—No puedo esperar a estar en tu interior. Entraré tan profundamente que jamás lo olvidarás.
La boca de Joe cubrió la de ella en un beso arrollador. No, él hizo algo más que besarla. Él la devoró, la consumió, la poseyó. ________ se abrió para él, aceptando la estocada hambrienta de su lengua que sabía a especias y que la llenaba de una necesidad abrasadora, mientras se lanzaba a una devastadora danza de seducción. Sintió que se le aflojaban las rodillas. Su pasión era a la vez picante y dulce como la miel y tan dura como el acero. Era única. Embriagadora. ________ gimió en su boca, y él devoró el sonido con ansia.
Joe bajó las manos hasta sus caderas y las asió con fuerza, atrayéndola directamente contra la erección contenida en los vaqueros. La acomodó justo en el lugar adecuado, y ella sintió que su ansiedad crecía. Tanto que le dolía. La apretó de nuevo contra sí, obligando a ________ a levantar la pierna para rodearle la cintura, abriendo su cuerpo para él en una súplica silenciosa.
Él aceptó de inmediato, cogiéndole el muslo y anclándolo sobre su cadera, consiguiendo el roce perfecto con su clítoris. ________ se asió a sus hombros desnudos y duros, intentando resistir a pesar de la mareante necesidad.
¿Había estado alguna vez tan excitada? No. ¿Alguna vez había deseado algo tanto como para sentir que moriría si no lo conseguía? No.
Era una tortura. Era un placer.
Él continuó devorándole la boca, dándole pequeños mordísquitos en los labios, enroscando su lengua con la de él. Joe no dejó sin atender ninguna parte de la boca de ________, y la saboreó a conciencia. Con desesperación, ella restregó los pechos contra el muro caliente y duro del pecho de Joe, rodeándole el cuello con los brazos y profundizando más el beso.
Cuando apartó sus labios de los de ella, ________ se agarró a él en señal de protesta. Él le apartó los brazos y los apoyó contra la puerta con una mirada de advertencia.
Se sostuvieron las miradas, los ojos oscuros de Joe brillaban de necesidad, instándola a aceptar todo lo que quisiera hacer a continuación. ________ tenía el cuerpo demasiado excitado y la mente demasiado obnubilada por el deseo para negarse. La respiración entrecortada de Joe era la única indicación de que no estaba tan controlado como parecía.
Presionándola contra la puerta, Joe se apretó de nuevo contra ella, rozándole el pene otra vez contra su clítoris. Pero ahora, se inclinó para añadir una nueva sensación a la mezcla: su boca en los pezones de ________.
________ se arqueó contra Joe, no sólo ansiosa por ofrecerle más, sino por el dolor que sentía. Él comenzó una hábil succión, un lametazo provocador.
—Joe —protestó ella suavemente—. Joe.
—Ya sabes cómo llamarme —le advirtió, pellizcando con sus dedos los sensibles pezones—. Hasta que te corras no quiero volver a oír mi nombre en tus labios.
—Sí, señor —gimió ella. Lo que fuera para que volviera a tomar los pezones en su boca.
La recompensó con una ardiente succión de las cimas de sus pechos; primero una y luego la otra. Y viceversa. Una y otra vez. Primero con la lengua caliente, luego con tiernos mordiscos que la hicieron jadear y arañarlo.
Por primera vez en su vida, pudo sentir realmente que sus pezones se llenaban de sangre, que se hinchaban.
Con un último lametazo, Joe volvió a usar las manos.
—Muy bonitos. Deberían de estar así siempre, tiernos, rosados, erguidos, esperando que los acaricie.
Volvió a cerrar los pulgares y los dedos sobre ellos con la dureza necesaria para hacerla contener el aliento. Luego los retorció, haciendo que ________ gritara, mientras la humedad anegaba sus muslos como un torrente. Dios, jamás había estado tan sensible, sentía que podría llegar al orgasmo sólo con que jugara con sus pezones. Había leído que era posible, pero jamás se lo había creído. Hasta ahora.
—¿Estás resbaladiza y ardiente para mí? —le preguntó mientras le rozaba el cuello con su cálido aliento.
—Sí —respondió ella entrecortadamente.
—¿Sí, qué?
—Sí, señor.
Joe deslizo los dedos por el valle entre sus pechos, los arrastró por su vientre, su monte de Venus, luego los sumergió en su húmedo calor. Acarició el clítoris y ella gimió contra su boca.
—Tócame —gimió ________.
—Aquí no mandas tú, cher. Aceptas lo que te doy. No importa cómo te lo dé.
—Pero...
Joe dio un paso atrás, rompiendo todo contacto. ________ se lo quedó mirando fijamente con los ojos bien abiertos. Qué bastardo.
—O lo hacemos a mi manera o no lo hacemos. ¿Entendido?
—Maldición, eres un arrogante —le contestó rechinando los dientes mientras la excitación y la furia ardían a fuego lento en su interior.
—Eso ya lo habíamos hablado. ¿Seguimos, cher? Es tu elección.
Al final, ________ estaba demasiado excitada, y sentía demasiada curiosidad por saber lo que haría a continuación para considerar cualquier otra cosa.
—Será como tú digas, señor.
—Buena chica. Abre los muslos.
Apoyándose contra la puerta, ________ abrió las piernas. Joe arrastró los dedos entre los hinchados y húmedos pliegues femeninos, jugueteando con la punta del clítoris, y expandiendo la humedad con los dedos. La respiración de ________ se aceleró junto con los latidos de su corazón. Asombroso. Joe sabía exactamente dónde tocar, cuándo y por cuánto tiempo para llevarla hasta el precipicio, pero sin dejar que cayera.
Muy pronto, ella sintió que el rubor se extendía por toda su piel. Era una masa gimiente y temblorosa, suplicando por que él la llenara, por que aliviara esa monstruosa necesidad que había creado en ella. ________ le recorrió el pecho con manos ávidas, acariciando las increíbles líneas de los pectorales, el abdomen musculoso. Era asombroso. Tenía músculos duros, pero a la vez suaves, por todos lados.
La llevaba casi al límite de la excitación con esos habilidosos dedos, y con algún pellizco ocasional en sus pechos. Los besos largos y febriles la hacían gemir, arquearse e implorar en silencio. Jugó con ella, llevándola más y más alto hasta que ________ se sintió mareada, delirante, capaz de hacer cualquier cosa para que él acabara con ese tormento.
Desesperada, bajó la mano por el estómago de Joe y agarró la protuberancia de su miembro a través de los vaqueros. Era enorme. Grueso y duro, le daría lo que su cuerpo necesitaba. ¿Por qué no lo hacía ya?
Con un siseo, Joe le agarró la muñeca y la volvió a poner contra la puerta, cerca de la cabeza de ________.
—No me has pedido permiso para tocarme.
—Pensé que te gustaría —jadeó ella.
—Pensaste que así me privarías del control, ________, que así podrías obtener rápidamente lo que querías. Non. Me tocas cuando yo lo diga y no antes.
Inquieta, más allá de la necesidad, cambió el peso de un pie a otro. Él metió un pie entre sus muslos para que no los pudiera cerrar. Jugueteó de nuevo con sus pezones, ahora ligeramente doloridos. De alguna manera, ese diminuto indicio de dolor sólo consiguió que cada toque fuera más vivido, que cada caricia fuera directa a su clítoris.
—Por favor, señor.
—¿Por favor qué, cher? —Le volvió a pellizcar los pezones y murmuró la pregunta contra sus labios—. ¿Quieres que te folle?
Ella jamás le había dicho esas palabras a un hombre en su vida. Jamás imaginó que podría llegar a decirlas. Pero ahora, no podía imaginar no decirlas. Necesitaba a Joe ya, embistiéndola dura y rápidamente.
—Sí —murmuró—, fóllame.
Él se detuvo, arqueando una ceja con impaciencia.
—Señor —añadió ella precipitadamente, entre jadeos—. Fóllame, señor.
Como recompensa, él deslizó dos dedos sobre su clítoris y lo frotó suavemente, dibujando unos tortuosos círculos en torno al duro nudo. ________ había imaginado que, sin lugar a dudas, su deseo no podía aumentar mucho más. Se había equivocado, pensó con un gemido.
Ahora, cada aliento de ________ era un jadeo. El aire entraba y salía rápidamente de sus pulmones. Los latidos de su corazón lo ahogaban todo excepto la necesidad de sentirle profundamente en su interior.
—Bájame la cremallera de los pantalones.
________ no vaciló, ni jugueteó. Bajó la cremallera y le deslizó los odiados vaqueros por las caderas. Joe no llevaba ropa interior, así que su miembro brotó libre hacia las manos que lo esperaban.
Ella lo frotó. Su técnica era apurada e inexperta, estaba segura, pero la urgía la necesidad de tocarle, de sentir al hombre que pronto estaría dentro de ella. Cerró los puños en torno a él, uno sobre otro, y le acarició la gruesa y gloriosa longitud.
Hasta que él la agarró de las muñecas y le apartó las manos, volviéndolas a poner contra la puerta.
—No sigues mis indicaciones, cher. Dije que me bajaras la cremallera, no que me bajaras los pantalones y me acariciaras la polla. Un error más y tendrás que olvidarte de que te folle.
Ella se mordió los labios, tratando de contener la impaciencia y asintiendo con la cabeza.
—Comprendo, señor.
Le latió el clítoris al decir esas palabras. Dios, ¿qué le ocurría? Había llegado demasiado lejos para que le importara. Pero más tarde...
En silencio, él saco un paquete del bolsillo y se bajó los vaqueros hasta las rodillas. Segundos después, rasgó el cuadrado paquete metálico y se enfundó el preservativo en el glande púrpura, luego lo deslizó por toda su longitud. Lentamente. Demasiado lentamente para ________, que resistió el impulso de ayudarle o de apresurarlo o de mover los pies con impaciencia.
De repente, él se inclinó, la levantó por las caderas y apretó el cuerpo de ________ entre la puerta y su propio cuerpo.
—Rodéame la cintura con las piernas.
Ella vaciló. ¿Podía la gente realmente tener relaciones sexuales de pie? Ella jamás había intentado hacer nada más exótico que permanecer encima.
—Hazlo —la voz de Joe era afilada como el acero.
Sin más vacilación, ________ levantó las dos piernas y le rodeó las caderas. Unos momentos después, él la recompensó con la sensación de su pene indagando en su entrada, grueso y preparado. Conteniendo el aliento, se agarró a sus hombros, justo en el borde, esperando.
La penetró con la punta, y aunque dura, la sintió como un trozo de cielo, como un elixir mágico que aliviara el dolor que la carcomía viva.
—Dilo otra vez —exigió él con una voz ronca—. Dime qué quieres.
________ ni se planteó vacilar.
—Follame. ¡Ahora!
Entonces, Joe empujó las caderas de ________ hacia abajo mientras él empujaba hacia arriba. Los tiernos tejidos internos que llevaban tanto tiempo sin ser penetrados protestaron al principio, incapaces de acomodar su grosor. Ella gritó.
—Relájate —se salió de ella—. Ábrete para mí, cher.
________ se esforzó en relajar sus músculos, algo difícil cuando estaba agonizando lentamente por el deseo. Joe siguió empujando lentamente, con su carne atravesándola como si fuera mantequilla suave, despertando todas sus terminaciones nerviosas y provocándole estremecimientos de placer. ________ sintió que estallaría y le pareció que pasaba una eternidad hasta que él estuvo enterrado por completo en ella. Oh, Dios, necesitaba correrse.
Jamás había tomado a un hombre tan grande ni tan profundamente. Lo podía sentir casi en la garganta. La anchura de la erección la hizo estirarse hasta que su carne ardió. Pero no era suficiente.
Ese indicio de dolor fue como echar leña al fuego. Su sangre corrió rauda por sus venas, y rompió a sudar. El dolor la hizo ser consciente de estar viva, del intenso placer que aún estaba por llegar.
—¡Más! —exigió ella—. Nunca ha sido tan bueno.
Sin previo aviso, él se retiró casi en su totalidad, luego volvió a penetrarla con más suavidad que antes. El dolor se desvaneció, pero los sensibles pliegues del sexo de ________ se habían estirado más que nunca. Ella hubiera jurado que podía sentir cada centímetro, cada vena de su pene rozarle la carne tan repentinamente sensible de su interior.
Joe le proporcionó un placer atormentador con cada lenta estocada, cada roce del glande en su interior la hacía jadear y arder de necesidad, haciendo que se olvidara de todo menos de las sensaciones que le provocaba, de la necesidad que tenía de él.
—Cher, tu sens si douce —le murmuró Joe al oído mientras empujaba en ella una vez más—. Eres tan dulce.
Ella intentó contenerse, resistirse al placer que amenazaba con hacerle perder la cordura. Pero con esas palabras y el siguiente envite de su dura erección, el orgasmo la barrió como un furioso huracán... rápido, fuerte, distinto a cualquier cosa que hubiera experimentado antes.
—¡Joe! —gritó ella, clavándole las uñas en los hombros.
________ supo entonces que su primera suposición había sido correcta: jamás volvería a ser la misma.

aranzhitha
aranzhitha


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"Dominada por el deseo"  (Joe y tu) Terminada - Página 3 Empty Re: "Dominada por el deseo" (Joe y tu) Terminada

Mensaje por CariitoJonas15 Sáb 19 Mayo 2012, 5:36 pm

OMJ!!!
Eso fue wooooo :O esq me matoo!!!
Siguelaa pliiiiiiiis!!! 99
CariitoJonas15
CariitoJonas15


http://jonatika1258.tumblr.com/

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"Dominada por el deseo"  (Joe y tu) Terminada - Página 3 Empty Re: "Dominada por el deseo" (Joe y tu) Terminada

Mensaje por aranzhitha Lun 21 Mayo 2012, 4:08 pm

Continuación....
Con el grito de ________ resonando en sus oídos, Joe se sumergió en el sedoso paraíso de su vagina una vez más y perdió el control del orgasmo que retenía por un hilo.
La explosión se originó en un punto de su vientre, y el placer se extendió por su miembro. Salió a chorros de su cuerpo, llevando la dicha a todas partes. Se sintió un poco mareado. Le temblaban los dedos. Los latidos del segundo clímax de ________ lo envolvieron, ordeñando cada gota de semen, dejándolo sumido en una pesada satisfacción.
¿Había sido tan bueno alguna vez?
Luchando por recobrar el aliento, Joe abrió los ojos para ver la cara ruborizada de ________, sus labios hinchados, sus hombros relajados.
«¿Mostraría ella ese aspecto tras pasar una noche con Brandon?»
El pensamiento surgió de la nada. La cólera lo atravesó como un relámpago, como si lo hubiera invadido una corriente helada. Se quedó paralizado.
¿Cólera? Sí, Brandon la había tocado. Ella pertenecía a ese bastardo.
«Ah, pero te la acabas de tirar», se recordó a sí mismo. «La venganza es dulce».
Cierto, pero sus entrañas, ese lugar donde le supuraba una herida que lo corroía desde hacía tres años por la traición de Brandon, no gritaban de júbilo, sino que estaban pendiente de las sensaciones que ________ extendía a su alrededor, de su perfume a frambuesa. Acababa de correrse en su interior y ya quería volver a hacerlo.
«Muy listo, Joe».
La había engañado para llevarla allí y se la había tirado como pago de una deuda. El primer objetivo de la misión se había cumplido. Fin de la historia.
Joe se obligó a retirarse y a dejar a ________ de pie. Ella lo miró con los ojos agrandados, buscando consuelo y preguntándole sin palabras qué iba a pasar entre ellos ahora.
Como si él lo supiera.
Reprimiendo una maldición, se dio la vuelta, se quitó el condón de un tirón y lo lanzó al cubo de basura más próximo. El porqué volvía a estar enojado, no lo sabía. ¿Quizá porque a él le gustaba ________ y ella no merecía ser utilizada? O puede que fuera porque había querido creer que ella no traicionaría al hombre con el que pensaba casarse, abriéndose de piernas para otro.
Era una estupidez.
Se cerró la cremallera de los vaqueros y miró a ________ de nuevo. Le temblaba el labio inferior. Su expresión había pasado de saciada a precavida en unos segundos. Algo en lo más profundo de Joe quiso abrazarla y tranquilizarla. Otra parte de él estaba asustada de su reacción ante ella.
—Coge lo que quieras de la cocina —le señaló a su alrededor y se dio la vuelta para marcharse.
Con largas zancadas, Joe atravesó la cabaña hasta sus dominios privados. Sacando las llaves del bolsillo, abrió la puerta.
«Entra. Cierra. No la mires».
Imposible.
Joe se giró para mirarla. Incluso desde el otro extremo de la cabaña podía ver los temblores que la recorrían, las marcas de su barba en la piel desnuda, los pezones hinchados tan dulces y suculentos que le hacían la boca agua, y el vello rojizo que cubría la entrada de su sexo.
Se le contrajo el vientre.
«Vuelve. Cruza la habitación, cógela. Tómala otra vez».
Ignorando la voz, cerró la puerta de golpe y echó el cerrojo, luego se acercó al ordenador del escritorio de la esquina. Se desplomó pesadamente en la silla y lo encendió. Pero sus pensamientos e impulsos no estaban para acciones mundanas. Su instinto le decía que acababa de cometer un gran error al darle la espalda a ________. Si hubiera pensado más allá de su deseo de tomarla y de la reacción alocada que había tenido ante ella, se habría dado cuenta de que si quería que dejara a Brandon, tenía que mantenerla embelesada y saciada. Constantemente. Nada más le podía asegurar que ________ dejaría por su propia voluntad al antiguo compañero de Joe. Y si tuviera dos dedos de frente, se pondría de pie, volvería con ella y la llevaría a su cama para atarla.
Pero Joe vaciló. ________ había abierto una brecha en su control. Necesitaba recuperar el aliento, pensar. Morgan y sus sentimientos no eran importantes; sólo importaba haber llevado a cabo la primera parte de su venganza. Tenía que decidir cómo conseguir lo demás, la parte en que ella dejaría a Brandon. Tenía que ordenar sus prioridades.
Pero en vez de eso, pensaba en peligrosas fantasías que incluían atarla a su cama y penetrarla lentamente. Mataría por sentir la exuberante calidez de sus labios, por acariciarle la suave garganta, por saborear sus pezones rosados, el estómago plano. Por probar la humedad de su sexo que estaba seguro que sabría a ambrosía.
Maldita sea, tenía que dejar de pensar con la polla y recordar que ________ era un medio para conseguir un fin. Ella había engañado a su novio... no era la mujer adecuada con la que enrollarse. Ya había pasado por eso antes. Tenía cicatrices que lo probaban.
Por si fuera poco, a ella aún la perseguía un acosador que quería matarla. Estaba asustada y él se había prometido protegerla, y obtener de ella algunas respuestas. Era lo menos que podía hacer, por utilizarla. Tenía que concentrarse en protegerla, no en las sensaciones que le provocaba. O en imaginar cómo sería someterla por completo.
Ya encontraría la manera de convencerla de que dejara a Brandon sin que ello implicara hundir su miembro en su cuerpo repetidas veces hasta que ambos estuvieran demasiado saciados para moverse.
Una rápida mirada al reloj de su muñeca le dijo a Joe que todavía no eran las siete de la mañana, demasiado temprano para llamar a Deke, su socio, o a cualquier otra persona. Deke tenía un montón de contactos, desde senadores a conserjes. Conocería a alguien que supiera algo sobre el acosador. Pero hasta entonces, todo lo que Joe tenía que hacer era concentrarse en ________ o en la venganza.
Vale, en la venganza. Pensaría en eso, se centraría en lo dulce que sería hacer pagar a Brandon por su traición. No se sentía especialmente contento, al menos aún no. Probablemente no lo estaría hasta que ________ dejara a ese bastardo. Había sabido desde el principio que su plan tenía un enorme defecto: que ________ no le contara a Brandon su indiscreción, si era así, Joe no tenía manera de asegurarse de que Brandon lo descubría. No habría manera de probarlo. Y probarlo... era importante. De hecho, lo era todo.
Levantándose de la silla, Joe se paseó por la habitación. ¿Cómo podría probarle a Brandon que había penetrado profundamente a su mujer hasta hacerla gritar su nombre? Él había obtenido una prueba irrefutable de la traición de Brandon con un vídeo, pero...
Pero... podría pagar a Brandon con la misma moneda.
Joe sonrió. Ojo por ojo...
Ignorando una punzada de culpabilidad, volvió rápidamente a la silla y se dejó caer en el asiento para comenzar a teclear. Unos segundos después, encontró lo que estaba buscando: la grabación de seguridad de la cabaña unos minutos antes. Abrió el archivo y comenzó a mirarlo desde las 6 a.m. Lo pasó a cámara rápida hasta que ________ apareció de pronto gritando con aquella pequeña toalla verde.
Luego se reclinó en el asiento para observarlo a velocidad normal y con sonido. No quería perderse ni un segundo.
Demonios, tenía un pelo precioso, tan rojo, que caía sobre sus hombros como una tentación ígnea. Esa piel cremosa, salpicada de pecas, lo impulsaba a querer recorrerlas con la lengua. Se ponía duro sólo con recordar la manera en que olía, como a frambuesas frescas con una pizca de canela. ________ era el tipo de mujer fuerte, que no se rendía, que a él le gustaba saborear. Hacía mucho tiempo que no conocía a una mujer como ella. Perdía el tiempo con Brandon.
En el vídeo en blanco y negro, la besaba y le acariciaba los pezones. Observar cómo cerraba los ojos, cómo se ruborizaba, cómo se arqueaba para ofrecerse a él, le excitó una vez más. Experimentarlo había sido... algo increíble, pero observarla era como volver a tenerla de nuevo y saborear cada reacción.
Ella le susurró algo. Joele respondió, pero el audio del archivo no lo recogía. Aunque poco importó cuando dejó caer la toalla. Si bien su propio cuerpo bloqueaba la mayor parte de la vista del cuerpo de ________, podía verse la curva de un pecho y un atisbo de suaves pliegues rosados, protegidos por el vello rojizo. Pero también se veía mucho más. La curva exuberante de sus caderas, la flexibilidad de sus muslos. Su expresión vulnerable. Había corrido un riesgo con él, y lo sabía. Y entonces vio su reserva. No estaba convencida al cien por cien de ceder. Pero la dolorida curiosidad había derrotado, finalmente, a la preocupación. Se moría de ganas de someterse, pero no quería aceptarlo.
Y tenía que haber una razón. Estaba más que interesado en resolver ese misterio.
Joe maldijo de nuevo, debatiéndose entre la culpabilidad, la curiosidad y el repentino apremio del deseo cuando se observó a sí mismo levantarla, apretarla contra la puerta y entrar en ella con una serie de envites apasionados. Recordó —comenzando a sudar— lo estrecha que había sido, cómo se había esforzado en tomarle. Pero no había pronunciado una palabra, una queja. Una mueca de dolor le cruzó el rostro, y Joe apretó los puños. Maldita sea, ¿por qué no le había dicho nada? Hacerle daño era lo último que había querido. La próxima vez...
No puede haber una próxima vez, se recordó a sí mismo. Ya tenía lo que necesitaba en ese archivo. ¿El saber que ella había sentido tal devastación sensual a manos de un total desconocido sería suficiente para hacerla dejar a Brandon? Era muy pronto para decirlo, pero se temía que obligarla a dejar al hijo del senador no sería tan fácil. Tendría que idear algo...
Mientras la observaba aceptar toda la longitud de su miembro y la expresión de placer en su rostro, esperaba que aquel encuentro no hubiera sido suficiente, deseaba que ella se sometiera a él otra vez. Y otra. ¿Por qué negar la verdad? Lo atraía. Todo en ella lo atraía: su piel, su olor, su audacia. Era una interesante mezcla de inocencia y provocación. Tímida y contenida un momento y atrevida e implorante al siguiente. Le gustaba esa pequeña paradoja en ella.
El vídeo continuó, segundo a segundo, mientras la aplastaba con fuerza contra la puerta. Podía ver cómo el orgasmo se abría paso desde el interior de ________. Abrió los dulces labios. Gimió y apretó las piernas en torno a él. La observó quedarse sin aliento y casi podía sentir su sedoso calor envolviéndolo, incluso ahora. Borrar de su memoria su olor, sus reacciones —toda ella— no iba a ser fácil.
Joe se removió, ajustándose los pantalones. Hizo una mueca. ¿Cuándo se había puesto tan duro como una roca por una mujer quince minutos después de haberla tomado? Muy rara vez. ¿Cuándo una mujer había invadido su mente después de tomarla? Nunca.
Soltó un suspiro. ¿Por qué era ella diferente? Las palabras de su abuelo le impactaron como un ariete en el vientre. «Si sueñas a menudo con una mujer pelirroja, es que vas a conocerla y que va a convertirse en tu alma gemela». Imposible. La mujer de su mente, de sus sueños, era simplemente una fantasía. No era ________.
Pero con ella se había sentido como si fuera una fantasía hecha realidad.
En la pantalla, ________le arañaba la espalda. La podía oír claramente: «Más. Nunca ha sido tan bueno». Jadeó un par de veces, antes de que sus labios le rozaran febrilmente el cuello. «Nunca había sido así».
Joe tembló ante el recuerdo. Sí, había sido bueno. Jodidamente espectacular, si era honesto consigo mismo. Maldita sea, no tenía necesidad de tirársela de nuevo. Ahora que tenía la prueba de que lo habían hecho, esa parte de su venganza había sido completada. ________había servido a sus propósitos. Y no existía eso de la media naranja.
«¡Joe!», observó cómo ________gritaba su nombre y se dejaba caer contra él, dando y tomando placer.
Allí en la silla, con la mirada clavada en el cuerpo de ________, con las pelotas tensas por la necesidad de correrse de nuevo, Joeapretó los dientes conteniendo el deseo de acariciarse la polla a través de los vaqueros.
Pero también podía ver que ella se contenía, manteniéndose de alguna manera apartada de él, sin entregarse por completo a sus caricias. Algo de lo que no se había dado cuenta mientras estaba enterrado en su canal, apretado y húmedo, con sus gritos resonando en los oídos. Observó la pantalla con atención. Era un misterio. ¿De qué demonios se trataba?
Rebobinó y volvió a ver los últimos momentos de nuevo. Bueno, no podía saber por qué ________había contenido una parte de sí misma al final. Sólo sabía que le disgustaba mucho. Lo sentía como una traición. Algo que le impelía a conseguir su completa rendición.
Maldiciendo, Joe cortó y pegó un trozo del vídeo, incluyendo esos momentos en los que ________decía que nunca había sido tan bueno, y cuando gritaba su nombre mientras se corría. Tal vez Brandon no se daría cuenta de que ella no se había entregado sin reservas.
Una cosa era cierta. Brandon era un hijo de perra, pero no era estúpido.
Aun así eran las mejores secuencias que tenía. Serían suficientes para convencer a Brandon. Podría ocuparse de lo que fuera que ________ocultaba más tarde.
Antes de poder cambiar de idea, Jack envió el archivo al mail personal de Brandon, junto con unas palabras amistosas.
«¿Cómo va esa carrera política, viejo amigo? Joe»
¿Cuánto tiempo —se preguntó— pasaría antes de que su «colega» viera el vídeo de su antiguo compañero de escuadrón tirándose a su novia? ¿Qué haría cuando lo hiciera?
No pudo reprimir una fría sonrisa de satisfacción.
Pero ________volvió a inmiscuirse en sus pensamientos. Esbozó una sonrisa cuando la imaginó abierta y atada en su cama, y él a punto de tomarla. Completamente a su merced. Húmeda, suplicante. Dispuesta y ansiosa de que la poseyera de todas las maneras posibles.
Y se preguntó qué tendría que hacer para persuadirla no sólo de dejar a Brandon, sino de entregarse sin reservas.
Tenía que descubrirlo. Ese deseo no iba a desvanecerse, se conocía lo suficientemente bien para saberlo. Eclipsaría todo lo demás. Por ahora, el tiempo estaba de su parte. ________estaba a salvo por el momento. El acosador probablemente no tenía ni idea de dónde estaba. Sería difícil que alguien que no fuera acadiano siguiera a un hijo de los pantanos por esa salvaje e indomable tierra.
Así que Joe la seduciría, y llevaría a ________de nuevo a la sumisión. Y no sólo una vez. Ella dejaría a Brandon. Y le entregaría esa parte de sí misma que no le había dado antes. Esa parte que él sospechaba que no le había ofrecido a ningún hombre. Joe pensaba asegurarse de que se lo diera todo a él.
aranzhitha
aranzhitha


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Mensaje por CariitoJonas15 Mar 22 Mayo 2012, 1:40 pm

nooooooooooooooooooooooooo
Que malooo Joe!!!
:c Puchaaa!!!
pobre rayis! se quedo ahy tirada!
Siguelaaa :hi:
CariitoJonas15
CariitoJonas15


http://jonatika1258.tumblr.com/

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Mensaje por Vanee LovatoD'Jonas Vie 25 Mayo 2012, 7:46 pm

Porfin me puse al corriente!!! :cheers:
Joe es un maldino insensible!!!! Que Bueno que se sienta asi!!!
Si solo me uso para su venganza es mejor dejar que ese maldito acosador sepa donde estoy o.O .....Bien creo que esa idea no seria muy buena creo que es mejor quedarse con Joe xD
Siguelaaaaaaaa!
Vanee LovatoD'Jonas
Vanee LovatoD'Jonas


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