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La Furia Del Deseo (Joe Jonas & Tu) TERMINADA

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La Furia Del Deseo (Joe Jonas & Tu) TERMINADA  - Página 3 Empty Re: La Furia Del Deseo (Joe Jonas & Tu) TERMINADA

Mensaje por Yesie Mar 30 Jul 2013, 7:18 pm

                Capítulo 3
 
 La reacción de *__ al ver que Joe se quitaba la ropa hizo que se formara una sonrisa lenta y sensual en el rostro de éste.
El nebuloso velo de vapor que la rodeaba suavizaba sus facciones de una manera muy atractiva, pero no ocultaba el destello de puro deseo que brillaba en sus ojos ni su agitada respiración.
Sabía que no tendría que esforzarse mucho para hacerle perder el control. Si la estrechaba rudamente entre sus brazos dando rienda suelta a la pasión que le invadía, no tardaría en rendirse a él y a su propio deseo.
Pero hacer el amor con *__ no era su objetivo fundamental. Quería que ella confiara en él, al igual que él había confiado en ella antes de que lo traicionara. Y quería verla desesperada por él físicamente. Sexualmente.
–Te he echado de menos –dijo tomando su rostro en sus grandes manos y besándola rápidamente en la boca.
Se dio cuenta de que las palabras que había escogido con la intención de atraerla estaban más cerca de la verdad de lo que él estaba dispuesto a admitir.
– ¿Por qué me has seguido hasta Gales? –volvió a preguntarle mirándolo con los ojos muy abiertos y una mirada mezcla de confusión y manifiesta necesidad sexual.
–Ya te lo he dicho... Quería volver a verte. He pensado en ti todos los días desde nuestra separación.
Ella estaba inmóvil bajo la ducha. El agua le caía por los hombros y los pechos mientras ella, totalmente ajena a lo que la rodeaba, lo miraba intensamente y lo escuchaba con atención.
–Cuando ayer desapareciste no pude dejar de pensar en ti –sonrió y le pasó el pulgar con suavidad por la mejilla.
–Es un viaje muy largo para venir por un capricho repentino –*__ lo miró deseando saber la verdadera razón de su visita.
–Dadas las circunstancias, creo que mi llegada ha sido providencial –replicó él.
Ella pensó en lo que había ocurrido en la playa y sintió un estremecimiento involuntario. Aunque le costaba reconocerlo, sabía que había escapado por los pelos de la marea creciente y que tenía que agradecérselo a Joe.
–El mar podría haberme tragado entre esas rocas cuando me caí –dijo recordando el pánico que había sentido al ver que las gélidas aguas se cerraban por encima de ella.
–No –la contradijo él–. El espacio no era lo suficientemente grande. Lo más seguro es que te hubieras golpeado la cabeza en la roca y te hubieras quedado inconsciente.
Ella lo miró en sorprendido silencio, demasiado asustada para pensar en lo que podría haber ocurrido.
–Ya pasó –la voz de Joe se suavizó de repente mientras su mano se deslizaba por la nuca de *__–. No ha ocurrido nada.
Se acercó e inclinó la cabeza hacia ella. El vapor de la ducha hacía que todo pareciera ligeramente desenfocado, pero ella era intensamente consciente de cada uno de los movimientos de Joe. La manera en que inclinaba la cabeza levemente hacia un lado, sus sensuales labios entreabiertos, el modo en que se iba acercando a ella cada vez más.
Por fin, tras unos instantes que se le hicieron eternos, los labios de Joe rozaron los suyos. El delicado roce, seductoramente leve, la llenó de ganas de más. Sin darse cuenta de lo que estaba haciendo se puso de puntillas y trató de besarlo en condiciones.
Pero era Joe el que estaba en control. Le sujetó el rostro con firmeza y se apartó ligeramente para provocarla mientras que a ella se le escapaba un largo suspiro. *__ cerró los ojos, deseando que volviera a besarla. Finalmente, la boca de Joe se cerró sobre la suya y una ola de placer se extendió por su cuerpo.
La besó lenta y suavemente buscando su lengua con exquisita ternura. Fue el beso más dulce que *__ había recibido jamás, pero no por eso fue menos erótico. Joe se movía con tanta lentitud que ella podía sentir hasta el más mínimo movimiento de sus labios, cada uno de los matices de su lengua acariciando la suya. El efecto de esto en el resto de su cuerpo fue increíble. Todo su ser se estremeció y el corazón empezó a latirle a mil por hora. Cada terminación nerviosa de su cuerpo hormigueaba de puro deseo.
Tenía los ojos cerrados. El único contacto que había entre ellos era el de sus bocas y las manos de él enmarcándole el rostro, pero ella sentía el calor que irradiaba su musculoso cuerpo y sintió la necesidad de tocarlo. Alzó las manos y las apoyó contra su pecho. Al sentir su piel caliente y mojada bajo sus manos le recorrió un escalofrío de placer. Deslizó las manos por su tórax y volvió a subirlas hasta los hombros envolviéndolo en un abrazo.
Dio un pequeño paso adelante para presionar su cuerpo contra el de Joe, deleitándose con la sensación de su cuerpo duro y casi desnudo.
De pronto, él apartó la boca. Ella abrió los ojos al tiempo que emitía un leve gemido de protesta. Joe la estaba mirando intensamente con el ceño ligeramente fruncido. Tenía los labios entreabiertos y *__ vio cautivada cómo él se pasaba la lengua por el labio inferior. A continuación, se volvió y abrió la puerta de la ducha. Una ráfaga de aire frío pasó frente a ella haciéndole tiritar mientras Joe salía del cubículo y buscaba una toalla.
 
Diez minutos más tarde *__ abrió con cuidado la puerta del cuarto de baño y se asomó a hurtadillas. Por suerte Joe no estaba a la vista, aunque desde el cuarto de estar, situado al otro lado de la casita, le llegó su voz hablando por el teléfono móvil.
Se envolvió en una toalla y subió corriendo las escaleras a la seguridad de su dormitorio, donde se apresuró a vestirse con prendas secas que sacó de la maleta. Luego se sentó sobre la cama y meditó sobre lo que había ocurrido.
Su cuerpo seguía temblando tras al beso. No lo había provocado, pero había sido maravilloso. Durante unos minutos había olvidado todas sus preocupaciones mientras se dejaba llevar por una ola de felicidad. Era como si hubiera retrocedido en el tiempo y Joe y ella siguieran juntos.
La invadió una súbita e intensa tristeza. Se abrazó a sí misma temblando. Lo que creía que había tenido con Joe no había sido real. Jamás podría recuperarlo que nunca había existido de verdad. Si Joe la hubiera amado, nunca la habría tratado tan despiadadamente.
No tenía ni idea de por qué la había seguido hasta Gales. En el fondo deseaba que él se hubiera dado cuenta de que ella significaba algo para él. En la ducha le había dicho que la había echado de menos; quizá eso significara algo.
Pero le había costado tanto superar su pérdida que la aterraba albergar la esperanza de que pudiera haber algo entre ellos. Era más seguro decirse a sí misma que eso nunca ocurriría.
De pronto sonó su teléfono móvil.
–*__, cariño –dijo Francesca–. Te llamo para hablar de los preparativos de la boda. ¿Tienes papel a mano?
A *__ le dio un vuelco al corazón mientras sacaba un bloc de notas y un bolígrafo de su bolso.
Tenía cosas más importantes de las que ocuparse que su maltrecho corazón. En unos pocos días tendría que casarse con Primo Vasile. La enfermedad le estaba arrebatando a su padre; no permitiría que Vasile lo enviara a prisión. No soportaba la idea de perderlo antes de tiempo.
Joe se metió el móvil en el bolsillo y sonrió sombríamente. Sus abogados de Turín habían recopilado todos los documentos necesarios para demostrarla malversación de enormes cantidades de dinero del fondo de pensiones de Hazelton-Vasile. Las pruebas obtenidas eran sustanciosas; más que suficientes para acusar a los autores del delito.
Todo marchaba a las mil maravillas. Dentro de pocos días los viejos enemigos de Joe serían aniquilados. El inconfundible sonido de otro teléfono móvil en el piso de arriba le sacó de su ensimismamiento. Pensó que debía de tratarse del teléfono de *__ y se encaminó a la puerta del cuarto de estar preguntándose quién la estaría llamando.
De pronto se vio sacudido por el recuerdo de la noche en que dejó a *__, la noche en que descubrió que ella lo había traicionado.
Se quedó mirando las escaleras sin verlas, recordando el último día que pasaron juntos en esa misma casita de Gales. Había disfrutado tanto de su compañía y se había sentido tan conmovido por la manera en que ella le abrió su corazón que el golpe de la traición había sido mucho más duro.
Era vergonzoso pensar que se había servido de los recuerdos más antiguos de su niñez para crear una cortina de humo que resultara convincente. Había hablado conmovida de su madre, que murió siendo ella tan joven, y de su adorada abuela. Le repugnaba saber que había utilizado sus recuerdos personales para embaucarlo.
Entonces le asaltó otro pensamiento que le hizo estremecer. De pronto, supo la razón por la que ella había tenido que echar mano de sus recuerdos infantiles.
Hacía doce años, Primo Vasile, con la ayuda de Francesca Hazelton, había destrozado despiadadamente a la familia de Joe. Se habían apropiado de las posesiones más preciadas para él y para su joven e inocente hermana Bianca, incluyendo la casa familiar. Unos días después de que el negocio familiar de la familia Jonas se derrumbara, la familia de *__ se había trasladado a vivir a la propiedad de los Jonas. El padre de *__, a pesar de no haber estado involucrado directamente con la absorción, era el socio empresarial de Vasile, y Francesca, su compinche.
*__ no había podido hablar de sus años de adolescencia con Joe porque cuando tenía trece años se había ido a vivir a la casa que Vasile le había arrebatado a la familia de Joe.
Éste siempre había sabido que aquello los unía, pero durante el tiempo que duró su relación creyó sinceramente que ella lo desconocía. Él tenía dieciocho años cuando destruyeron a su familia y se había propuesto averiguar quién había sido el responsable.
*__ no era más que una niña cuando aquello pasó, y no tenía ninguna razón para saber de la familia que había habitado su hogar con anterioridad.
Pero ahora, al recordar en cómo había centrado las historias de su niñez en los primeros años de su vida, pensó que había sido otra de sus artimañas para engañarlo.
Oyó un crujido proveniente del piso de arriba y vio a *__ bajando las escaleras de madera. Hizo un esfuerzo por relegar sus recuerdos a un segundo plano y la observó. Se había cambiado de ropa y llevaba un jersey abultado que no dejaba adivinar sus femeninas formas y unos pantalones holgados. No importaba; en su mente seguía viva la imagen de ella empapada con unos tejanos ajustados que se adherían a cada una de sus curvas y una camiseta transparente que dejaba adivinar unos pezones erectos y provocadores.
La miró a la cara mientras bajaba y cuando sus ojos se encontraron se produjo entre ellos un crujido de tensión. Ella perdió el equilibrio y respiró hondo para tranquilizarse antes de hablar.
Con sólo una mirada a su lenguaje corporal Joe supo que las cosas estaban a punto de ponerse interesantes. Una corriente de excitación le recorrió el cuerpo.
–Quiero que te vayas.
La voz de *__ sonó clara y decidida a sus propios oídos, pero sus palabras no tuvieron efecto alguno sobre Joe que se limitó a permanecer de pie mirándola con una intensidad que la hizo estremecer. Él se había puesto unos vaqueros y un jersey azul noche que se ajustaba a su cuerpo realzando su estupenda forma física.
–No estoy listo para marcharme –replicó. Emanaba una potente corriente de energía y *__, no sabía por qué, percibió una sensación de peligro.
Bajó las escaleras y pasó por su lado de camino al cuarto de estar. No puedo evitar fijarse en que su oscuro pelo estaba casi seco y despeinado, lo que le daba un aspecto muy atractivo. Era como si se lo hubiera secado con una toalla y se lo hubiera peinado con la mano. Sus propios dedos vibraron deseosos de tocarlo, pero se reprimió y se obligó a recorrer la habitación con la mirada buscando sus pertenencias.
–Aquí está tu abrigo –dijo recogiendo la chaqueta de cuero que él había dejado tirada en el sofá. La pielera suave y flexible y despedía un aroma masculino que le obnubiló los sentidos, pero ignorando la desconcertante distracción, la arrojó en su dirección–. Ahora vete, por favor.
–Qué educada –dijo Joe elevando una ceja enfurecido mientras atrapaba en el aire la chaqueta justo antes de que ésta cayera al suelo–. Pero como te he dicho, todavía no estoy listo para marcharme.
–Me importa un rábano si estás listo o no –*__ estaba a punto de perder los estribos–. Yo no te he invitado a que vinieras aquí, ni siquiera te dije que pensaba venir a Gales. Eso lo averiguaste tú por tus propios y solapados medios. ¿Te sorprende que no seas bienvenido?
–No fue ésa la impresión que me dio en la ducha–dijo Joe  dando un paso hacia ella.
–Te dije que te fueras –le recordó *__ ruborizándose al notar los ojos de él fijos en su cuerpo. Se había puesto una ropa que la tapaba bien, pero sabía que él estaba acordándose de otras veces en que la había visto desnuda.
–Pero no lo decías en serio –replicó él–. De hecho me dio la impresión de que te alegrabas mucho de mi presencia.
–Pues ya no –y dándose la vuelta se dirigió hacia la puerta principal y la abrió desafiante antes de girarse hacia él. Contuvo el aliento al encontrárselo justo detrás. La había seguido silenciosamente.
Pero, por una vez, su atención no estaba centrada en ella. Estaba mirando al otro lado de la puerta y algo en su expresión la hizo volverse para seguir su línea de visión.
Los ojos de *__ se abrieron con asombro. Una espesa cortina de niebla rodeaba la casita. Y el resto de Gales también pues, hasta donde podía ver, todo se encontraba inmerso en una densa blancura.
–Es increíble –dijo Joe saliendo de la casa y dando unos pasos hacia la niebla–. Nunca he visto nada parecido.
–Yo tampoco –replicó *__ olvidándose momentáneamente de que estaba enfadada. La niebla amortiguaba sus voces y el sonido de los pasos de Joe sobre la grava mientras se adentraba en la espesa capa blanca–. Había visto niebla marina, pero nunca nada como esto. Es extraordinario.
Nunca había visto una niebla tan densa. Se percató alarmada de que Joe estaba empezando a desaparecer de su vista.
– ¡Vuelve! –exclamó–. Te perderás.
–Ni siquiera puedo ver mi coche –dijo regresando hacia ella–. Y eso que está sólo a unos metros de aquí.
–No puedes conducir en estas condiciones –dijo ella. Era imposible ver nada, la niebla era demasiado densa y las luces provenientes de la casa no ayudaban a mejorar la situación. De hecho, la niebla hacía las veces de espejo, reflejando la luz y cegándoles.
– ¿Me estás pidiendo que pase la noche en la casita?–preguntó. *__ vio sus ojos brillar en medio de aquel extraño fulgor blanco–. ¿Contigo?
–No –fue su respuesta–. He dicho que no puedes conducir, pero nada te impide dormir en el coche.
Se volvió y se metió en la casa, pero no cerró la puerta tras de sí. Unos instantes después oyó que Joe la seguía hasta dentro.
El sonido de la puerta al cerrarse reverberó como un presagio. Atrapada con Joe en la diminuta casita por culpa de la niebla, *__ supo que aquélla iba a ser una noche muy larga.

 
 
Yesie
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La Furia Del Deseo (Joe Jonas & Tu) TERMINADA  - Página 3 Empty Re: La Furia Del Deseo (Joe Jonas & Tu) TERMINADA

Mensaje por Yesie Mar 30 Jul 2013, 7:19 pm

 
 
 
 
 
 
 
Capítulo 4
 
 *__ respiró hondo y se encaminó con de­cisión hacia el cuarto de baño. No quería hablar con Joe. Si daba la impresión de estar ocupada, quizá él la dejaría en paz.
Recogió la cámara digital que estaba tirada en el suelo cerca de la puerta, hizo un montón con la ropa húmeda y la llevó a la cocina para meterla en la lavadora. A continuación fue a buscar su ordenador portátil al dormitorio y se sentó a la mesa de la cocina para examinar la cámara.
A pesar de los golpes que había recibido en la playa, no parecía estar en malas condiciones. Esperó que al menos la tarjeta de memoria hubiera sobrevivido, de esa manera podría transferir las fotos al ordenador y seguir escribiendo su artículo.
En aquel momento le resultaba mucho más fácil centrarse en su trabajo que pensar en la noche que la esperaba.
–Necesito beber algo –la voz de Joe justo detrás de ella le hizo dar un respingo. Deseó que dejara de comportarse como un gato, deslizándose silenciosamente por la casa–. Y comer, estoy hambriento de repente.
La palabra «hambriento» pronunciada con su seductor acento italiano le provocó un escalofrío. Trató de contenerlo y habló sin elevar la vista.
–No tengo mucha comida, no sabía que iba a tener visita.
–No te estoy pidiendo que me prepares algo de comer –replicó él insensible al tono cortante de su voz–.Sabía que iba a pasar la noche aquí, así que he traído unas cuantas provisiones. Estás invitada si quieres.
–No, gracias –dijo ella irritada porque él hubiera dado por hecho que iba a quedarse a pasar la noche. Si no hubiera sido por la niebla, ya estaría de vuelta–. Tengo trabajo. Ahora que lo pienso, si vas a ponerte a cocinar, creo que me iré a la otra habitación.
Sin mirarlo siquiera, recogió sus cosas y se dirigió al cuarto de estar. Podría trabajar igual de bien desde la mesita baja y por lo menos Joe no la estorbaría durante un rato. Sabía que no tardaría toda la noche en preparar la cena y en comérsela, pero prefería no pensar en las largas horas que tenía por delante.
Le sorprendió ver que el fuego ardía alegremente en la chimenea. Frunció el ceño al preguntarse de dónde habría sacado Joe el tiempo para encenderla. Estaba ardiendo con fuerza, lo que le hizo pensar que llevaba un buen rato encendida. No se había dado cuenta al bajar las escaleras, tan concentrada como estaba en hacer que Joe se fuera de la casa.
Se sentó en el sofá desconcertada al darse cuenta de que Joe seguía teniendo el poder de hacerle olvidarlo que la rodeaba. Cuando él la miraba con esos ojos oscuros era como si el resto del mundo dejara de existir.
Siempre había sido así. Cerró los ojos y recordó su rostro tal y como era cuando fueron amantes. Las arrugas que se le formaban alrededor de los ojos cuando reía y su sonrisa ancha y generosa.
Ahora, cuando él la miraba, no sentía que la abandonaban las preocupaciones. Al contrario, notaba una corriente de ansiedad creciendo en su interior. La había tratado tan mal que nunca podría volver a confiaren él. Pero seguía teniendo el poder de hacerle anhelar su presencia.
Meneó la cabeza de un lado a otro tratando de aclarar su mente y volvió a su cámara. Le alegró descubrir que la tarjeta de memoria no había sufrido ningún daño, y cargó las fotos al ordenador. Comenzó a mirarlas mientras el delicioso olor proveniente de la cocina despertaba su apetito.
–Pensé que a lo mejor cambiabas de opinión –dijo Joe colocando una copa de vino especiado y un plato de tostadas untadas de queso y tomate a la parrilla en la mesita baja que tenía enfrente. Justo en ese momento su estómago rugió, haciéndole imposible rechazar la comida si no quería parecer grosera.
–Gracias –dijo secamente. Se acercó el plato, preguntándose si Joe recordaría que el queso con tomate a la parrilla era una de sus comidas ligeras favoritas.
Se llevó el vaso a los labios y bebió un sorbito del vino especiado. El líquido se deslizó con facilidad por su garganta creando un delicioso fulgor en su interior.
Comieron en silencio mientras *__ miraba las llamas anaranjadas que parpadeaban en la chimenea para evitar tener que pensar en un tema de conversación. Pero a medida que pasaban los minutos se sintió cada vez más relajada en la compañía de Joe. No sabía si era el vino caliente y condimentado o la buena comida lo que estaba aliviando la tensión, pero lo cierto es que, cuando terminó de cenar, se sentía mucho mejor.
–Estaba delicioso, mucho mejor que el sándwich que tenía pensado hacerme –dijo *__ rompiendo el silencio–. Da la impresión de que lo has hecho con mucha facilidad y has encendido la chimenea también.
–No me he complicado mucho –replicó Joe–. No se puede decir que haya sido una cena de tres platos.
–A mí se me habría quemado seguramente –sonrió
*__ sorprendida de estar manteniendo con él una conversación normal.
–Me imagino que sigues sin cocinar mucho –dijo Joe–. ¿Nunca te cansas de los sándwiches y la fruta?
–A veces –respondió *__ sorprendida de qué él recordara su tendencia a recurrir a las comidas simples que no requerían mucha preparación–. No tiene mucho sentido cocinar para uno.
Se arrepintió de sus palabras tan pronto salieron de su boca. Era una tontería puntualizar que estaba sola; era algo que Joe no tenía por qué saber. Y pronto dejaría de estar sola, ahora que había aceptado una propuesta de matrimonio. Aunque en el fondo de su corazón sabía que iba a estar más sola que nunca.
–Puede que no cocine mucho, pero me sigue gustando la repostería. La semana pasada le llevé una tarta a una compañera del trabajo por su cumpleaños –dijo precipitadamente, deseosa de cambiar de tema.
– ¿Una de las recetas de tu abuela? –preguntó él.
–Sí –*__ frunció el ceño. ¿Acaso se acordaba de todo? Por alguna razón, eso le molestaba. Había muy poca gente que supiera que su posesión más preciada era el libro de recetas manuscrito por su abuela. Era muy antiguo y estaba compuesto de páginas finas encrespadas y manchadas de grasa. Pero tras sus tapas marrones se escondían unas recetas maravillosas que para *__ significaban mucho más de lo que era capaz de explicar.
La tarta con raspaduras de limón que su abuela hacía para la merienda de los domingos cuando *__ y Héctor, su padre, escapaban de la compañía de Francesca. La gran tarta de chocolate compuesta de los más selectos ingredientes que sólo hacía por los cumpleaños. El pastel de cerezas que según la abuela había sido el preferido de su madre cuando ésta era pequeña. Y el «dulce de Navidad de mamá», que era la receta de la madre de la abuela, o sea, de la bisabuela de *__.
Nunca había llegado a conocer a su bisabuela, y había perdido a su madre cuando era muy pequeña. Pero de alguna manera aquel libro de recetas la hacía sentirse muy cerca de ambas. Cuando hacía alguno de esos dulces establecía una conexión con el pasado, como si no hubiera perdido a esas mujeres para siempre.
–Voy a rellenar las copas –dijo Joe tomando la copa vacía de las manos de *__–. Y a calentar unos pastelillos rellenos para el postre.
*__ se arrellanó en el sofá pensando en lo maravilloso que era que la sirvieran a una. Para ser un hombre tan dinámico y triunfador se le daba muy bien la cocina y no se le caían los anillos por ponerse a preparar una comida. Por alguna razón se puso a pensaren la cantidad de veces en que su Bianca había elogiado efusivamente a su hermano. No cabía duda de que Joe se había tomado muy en serio su rol de guardián de su hermana, hasta el punto de cocinar para ella.
Por encima del hombro vio que Joe volvía al cuarto de estar con dos copas de vino llenas en las manos.
–Bianca me hablaba a menudo de lo bien que te ocupaste de ella tras la muerte de vuestros padres –dijo *__–. ¿Fue así como aprendiste a cocinar?
El comentario de *__ provocó una sacudida en Joe. No tenía ningún derecho a hablar de Bianca como si fueran amigas, no después de lo que hizo. Por otro lado, oírla mencionar a su madre, la deshonrosa traidora de la familia Jonas, era algo inaceptable.
–Mi madre no está muerta –dijo Joe cortante, tratando de controlar la cólera que amenazaba con invadirle–. No sé dónde está ni me importa. Traicionó a mi familia y abandonó a Bianca, su única hija, cuando ésta todavía era una niña.
–Lo siento –*__ parecía sinceramente turbada y confundida mientras se apartaba nerviosamente un mechón de pelo de la cara–. ¿Qué ocurrió?
–Me hice cargo de mi hermana, por supuesto –respondió Joe mirándola con frialdad.
Sabía que no era la respuesta que ella esperaba, pero no tenía ninguna intención de contarle cómo Primo Vasile había seducido a su madre y la había engatusado para que traicionara a su padre.
Aunque la traición era algo que *__ entendería, pues al fin y al cabo había cometido la misma felonía que su madre. Pero todavía no había llegado el momento de acusarla de aquello.
–Lo siento, no lo sabía –dijo *__–. Lo de tu madre, quiero decir. Siempre tuve la impresión de que había muerto a la vez que tu padre.
–Por lo que a mí respecta, es como si hubiera muerto –dijo Joe con voz grave.

*__ miró su rostro pétreo en silencio. Debía de haber sido horrible para Bianca perder a su madre de esa manera. No le extrañó que nunca hablaran de ella.
Yesie
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La Furia Del Deseo (Joe Jonas & Tu) TERMINADA  - Página 3 Empty Re: La Furia Del Deseo (Joe Jonas & Tu) TERMINADA

Mensaje por Yesie Mar 30 Jul 2013, 7:21 pm

Continuación
–Menos mal que Bianca pudo contar con un hermano tan entregado que cuidara de ella –comentó *__.
Joe calló durante un largo rato. *__ empezó a pensar que lo había hecho enfadar al sacar un tema de conversación tan delicado. Pero él pareció sacudirse el mal humor y se giró hacia ella.
–Nunca «aprendí» a cocinar; lo hago de forma instintiva –dijo finalmente sentándose en el sofá junto a ella.
–Supongo que yo no tengo ese instinto –razonó ella–. Todo lo que hago queda demasiado hecho o quemado por fuera y crudo por dentro.
–Sabes hacer tartas –replicó Joe–. Y tienes instinto para la fotografía. Me encantaría ver las fotos que has hecho esta tarde.
– ¿De veras? –*__ lo miró sintiendo de pronto una oleada de timidez. No estaba segura de por qué querría él ver sus fotos. Pero tenían muchas horas por delante y debía aprovechar la atmósfera cordial que parecía rodearlos.
–Voy a por los pasteles –dijo Joe–. Cuando vuelva las vemos juntos.
No tardó en regresar con un plato de pastelillos rellenos de frutas con aroma de especias, y *__ empezó a desplazarse por las fotos que había tomado en la playa. Sintió cierta aprensión al verlas por primera vez delante de Joe, pero se sentía satisfecha de los resultados.
–Son alucinantes –se acercó hacia ella e inclinó la pantalla del ordenador para verla mejor. Unos instantes después cubrió la mano de *__ con la suya propia y se hizo con el control del ordenador para ver las fotografías a su propio ritmo.
*__ se estremeció al sentir el roce de sus dedos y apartó la mano con cuidado tratando de que no se notara cómo le había afectado el contacto físico.
–Estas fotos son increíbles –comentó Joe desplazando el ordenador de manera que quedara completamente enfrente de él–. Es asombroso cómo has captado la energía de los elementos.
*__ lo miró asombrada por sus elogios.
– ¿Te importa si miro el resto de tus fotos? –preguntó al tiempo que le daba un repaso a archivos antiguos. Iba pasando de una foto a otra viajando hacia atrás en el tiempo.
Diciembre en un parque de Londres. Fuegos artificiales y fogata nocturna en noviembre. Árboles otoñales en la campiña inglesa. La vendimia en el Piamonte con los Alpes de fondo. Podría parecer que esas fotografías representaban su vida de los últimos meses, pero no eran más que lugares en los que había estado, fotografías que había hecho por razones de trabajo.
No transmitían en absoluto el dolor que había ido creciendo en su interior a raíz de la enfermedad de su padre.
De pronto llegaron a las imágenes de la casa familiar y los viñedos de Turín. Eran fotos personales y pensó que debería decirle a Joe que se detuviera, pero se encontró a sí misma mirando una foto de su padre.
Estaba sentado en el patio cerca de la fuente y sonreía de felicidad. No parecía tan fuerte como lo había sido de joven, pero no había señales de la enfermedad que estaba a punto de abatirse sobre él. Parecía sano y risueño, y no la frágil sombra de sí mismo en la que se había convertido desde que enfermó.
Se quedó mirando la imagen retrocediendo en el tiempo. Deseó que su padre siguiera siendo un hombre sano y feliz, pero eso no iba a ocurrir. Nunca se recuperaría de su enfermedad.
Ella no podía hacer nada más que ver cómo empeoraba. Y casarse con un hombre al que detestaba para que su padre no tuviera que perderlo todo y enfrentarse a una investigación criminal.
Su visión se nubló y sintió que afloraban las lágrimas. No podía hacer nada por detenerlas, así que cerró los ojos con fuerza y apartó la cara mientras trataba de pensar en otra cosa.
Joe estaba mirando imágenes de su antigua casa familiar. Una oleada de malestar lo recorrió mientras observaba el edificio y los viñedos que lo rodeaban. No miró al hombre entrado en años que aparecía en primer plano, aunque reconoció a Hector Hazelton enseguida. Miró el patio de la fuente, recordando las tardes que había pasado allí junto a su hermana, mucho menor que él, y en cómo había jugado con ella antes de ir a reunirse con sus amigos.
Una repentina erupción de furia se formó en su interior y cerró los puños involuntariamente. Aquella propiedad debería pertenecer a su familia. Su hermana Bianca debería haber crecido allí con unos padres que la amaran, pero en lugar de eso había sido *__ la que se había criado en una casa que le pertenecía a él por derecho junto a su padre Hector y aquella bruja de Francesca Hazelton. Habían pasado doce años desde la destrucción de la familia Jonas, pero la furia que había consumido a Joe entonces seguía devorándolo por dentro. Su familia había sido aniquilada y sufrido la peor de las traiciones: la de uno de sus miembros, su propia madre.
Todo comenzó cuando Francesca Hazelton apareció en la vida de su madre, pretendiendo ser su amiga y ganándose su confianza. Luego le presentó a suprimo, Primo Vasile. La víbora de Vasile no tardó mucho en utilizar su encanto sibilino para seducir a la madre de Joe. Después la tentó para que se volviera en contra de su propia familia. Ella se apoderó de una enorme cantidad de dinero del padre de Joe y reveló importantes secretos acerca de la empresa que permitió que Vasile destruyera el negocio familiar. Se apropió de todo lo que se le antojó y arrasó con el resto.
El padre de Joe se había comportado con debilidad, fingiendo no advertir la traición de su esposa. No había actuado contra ella mientras tuvo la oportunidad, cuando descubrió su engaño. Pero Joe no cometería el mismo error.
Ahora sabía que *__ era una traidora y no dejaría de darle su merecido. Ella pagaría por todo lo que les había hecho a su hermana y a él.
De pronto, y a pesar de los pensamientos vengativos que llenaban su mente, percibió un cambio en la actitud de *__. Con un esfuerzo supremo de voluntad, se obligó a relajarse y a borrar la expresión de ira de su rostro. El ansia de venganza ardía en él con más fuerza que nunca, pero tenía que contenerla un poco más. Se volvió y miró a *__.
Lo que vio tuvo sobre su cólera el mismo efecto que un cubo de agua fría. *__ tenía los ojos cerrados con fuerza, mientras unos enormes lagrimones rodaban por su pálido rostro. Parecía tan triste y vulnerable que Joe reaccionó instintivamente ante su infelicidad olvidando momentáneamente lo que ella les había hecho a él y a Bianca.
Se arrodilló junto a ella. Su enfado de un momento antes se había esfumado por completo.
-*__.
Notó cómo sus hombros se ponían rígidos al oír su voz. Luego abrió los ojos y lo miró.
–Perdona –murmuró parpadeando y pasándose avergonzada las palmas de las manos por la cara–. No era mi intención echarme a llorar, pero me he emocionado al ver las fotos de mi padre.
–No te disculpes –dijo Joe tomando su mano entre las suyas–. No me di cuenta de que esas fotos te iban a disgustar.
–No tenías por qué saber que mi padre estaba en­fermo –le sonrió débilmente.
– ¿Está muy mal? –preguntó Joe con delicadeza.
*__ asintió mordiéndose el labio inferior para que dejara de temblar. –No va a mejorar; no hay esperanza. Es sólo una cuestión de tiempo.
–Lo siento –dijo él acariciándole la mejilla con suavidad. Puede que fuera una actriz consumada que había engatusado a Bianca y a él, pero eso no quería decir que no fuera capaz de amar a su padre, y su aflicción parecía sincera.
Oír la voz compasiva de Joe y sentir la ternura de su roce fue de repente demasiado para *__. Estalló en lágrimas y ocultó su rostro entre las manos, deseando ser capaz de controlar la angustia que se apoderaba de ella siempre que pensaba en su progenitor.
Unos instantes después sintió que la rodeaban los brazos de Joe. Él era fuerte y cálido y no pudo evitar aferrarse a él mientras sollozaba compulsivamente.
–Me gustaría ir a visitarlo –lloró–. Pero me aterra pensar que haya empeorado desde la última vez que lo vi la semana pasada. No soy lo suficientemente fuerte como para ocultar mis sentimientos, pero no puedo permitir que me vea así; no me gustaría disgustarle.
–Todo irá bien, dolce mia. Mañana te llevaré junto a él –murmuró él–. Y te comportarás con entereza si es necesario, pero no importará que te vea triste, pues eso demuestra lo mucho que lo quieres.
*__ se arrimó a él, pensando que parecía el Joe de antaño. En parte no quería aceptar su consuelo, no después de todo lo que había pasado entre ellos. Pero por otro lado deseaba creer que el hombre del que se había enamorado hacía cuatro años seguía existiendo. Ese hombre la habría consolado, habría removido cielo y tierra para hacerle sentir mejor.
–Él no sabe que se está muriendo –ahora que había empezado a confiar en Joe no podía detenerse. Compartir esa horrible carga le proporcionaba un alivio enorme–. Mi madrastra y los médicos pensaron que era mejor ocultárselo. Su corazón podría no aguantar el disgusto.
– ¿No crees que merece saberlo? –preguntó Joe sorprendido.
–No lo sé –replicó ella, impotente–. Mi madrastra me dijo que enterarse le provocaría la muerte.
La idea de que Joe desaprobara sus acciones hizo que prorrumpiera en llanto de nuevo.
–Lo siento, no soy quién para opinar, no conozco la situación –se disculpó Joe atrayéndola hacia sí otra vez–. Hablaremos con los médicos; puede que la enfermedad se haya estabilizado.
–Gracias –*__ apoyó la cara en el suave jersey de Joe y sintió su reconfortante fuerza y calidez a través de la prenda–. Sería estupendo. Los médicos no me lo cuentan todo; creo que mi madrastra les dijo que no entiendo muy bien el italiano.
– ¿Dónde está? –preguntó Joe.
–En un hospital de Turín –respondió ella.
– ¿Está tu madrastra con él?
–No lo sé; lo dudo –dijo *__ con la cabeza apoyada sobre su pecho. Los brazos de Joe la rodeaban haciéndole sentir completamente segura–. Francesca vive entre Londres y Turín, pero cuando está en Italia no lo visita mucho a pesar de que tiene un apartamento en la ciudad. Nunca le ha gustado el campo y no va a la casa del Piamonte a menos que sea necesario.
Habló con tristeza, deseando que su padre se hubiera enamorado de alguien que se preocupara más por él. De pronto sintió un apenas perceptible hormigueo de tensión en el cuerpo de *__. Se apartó de él ligeramente y lo miró a la cara. Le sorprendió la expresión dura de sus ojos.
– ¿Qué ocurre? –se preguntó si él desaprobaría la falta de devoción de Francesca. O quizá la estaba juzgando a ella por no dejarlo todo para acudir junto a su padre.
–Nada –suavizó el gesto inmediatamente. Pero el descubrimiento de que a Francesca Hazelton ni siquiera le gustaba la finca que le había arrebatado a su familia y a la que se había mudado tan sólo unos días después de que muriera su padre hacía que le hirviera la sangre–. Estaba pensando en lo difícil que debe de ser para ti estar atada a Londres por tu trabajo cuando en realidad lo que te gustaría sería estar en Italia con tu padre.
–Por mí habría dejado de trabajar –explicó–, pero mi padre no me lo permitió. Me puse furiosa con Francesca por contarle mi plan de dejar el trabajo, pero él se disgustó tanto ante la idea de que yo dejara de hacer mi vida por su enfermedad que no pude oponerme a sus deseos. Voy a Turín casi todos los fines de semana.
–No me extraña que tengas cara de cansada –comentó Joe pasándole la mano por el cabello.
–Debo de tener un aspecto terrible –dijo *__ sintiéndose de pronto avergonzada por haberse puesto a llorar con tan indecoroso abandono–. Seguro que estoy churretosa y no quiero ni pensar en lo rojos que tendré los ojos.
–No tienes churretes –Joe le sujetó la cabeza con ambas manos–, y no tienes los ojos rojos, éstos son simplemente luminosos y refulgen con los sentimientos que llevas dentro.
–Lo dices para que me sienta mejor –sonrió pensando que él mentía. Pero era una mentira agradable y sus palabras la habían animado.
–Estás guapísima –dijo mirándola de una manera que hizo que el corazón le latiera muy deprisa. Seguía sosteniéndole la cabeza entre las manos y la atrajo hacia sí.
Ella lo miró y pensó que estaba más guapo que nunca. Su rostro resplandecía a la luz de la chimenea y su pelo negro parecía estar bañado en oro.
Iba a besarla, lo supo con absoluta certeza. Pero de pronto se detuvo con la boca a pocos centímetros de la suya.
La voz de la razón la instaba a apartarse. Sabía que no debía volver a entablar relaciones con él. No había cambiado nada: seguía siendo el hombre que la había abandonado sin contemplaciones, el hombre que le había roto el corazón.
Respiró hondo y cerró los ojos luchando con el torbellino de sentimientos que bullía en su interior. Sus labios hormigueaban ansiosos por recibir el beso y su cuerpo temblaba de deseo, pero sabía que no debía sucumbir a éste. En pocos días tendría que viajar al Caribe para casarse con Primo Vasile. Ésa era la dura realidad.
Su idilio con Joe era un recuerdo lejano. Se había enamorado de él, y aunque él parecía haberse divertido con ella durante un tiempo estaba claro que no correspondía a sus sentimientos. Ahora había vuelto a su vida y parecía un hombre diferente, mucho más duro y amargado. No había sido su intención buscar consuelo en él, pero ver la fotografía de su padre la había afectado mucho y, aunque lo había intentado, no había conseguido contener las lágrimas. Pero el que él se hubiera mostrado comprensivo con ella no quería decir que tenía que caer en sus brazos.
–No puedo hacerlo –su voz era tenue pero firme. Se puso derecha y trató de apartarse de él.
–Sí que puedes –dijo él–. Y lo deseas tanto como yo.

Unos instantes después, Joe la besó.
 
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Mensaje por Yesie Mar 30 Jul 2013, 7:24 pm

¡¡Biiiieeen Chiicuuelaas...!! Alli tienen sus caps! :corre: 🍌 


Diiiisfruuteenloos! baba  :P 
Nos estamos leendo! :D
xx
:happuy: :bye:
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Mensaje por fernanda Mar 30 Jul 2013, 8:29 pm

AYYYYYYYYYYYYYYY! :evil:
no por favor pon un cap mas :(
amo la nove ! SÍGUELA! :love:
fernanda
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Mensaje por Yesie Mar 30 Jul 2013, 8:43 pm

fernanda escribió:AYYYYYYYYYYYYYYY! :evil:
no por favor pon un cap mas :(
amo la nove ! SÍGUELA! :love:

 Biiieeen... Te subire otro cap! :xd: ... Pero te aseguro q no lo volvere aser de nuevo La Furia Del Deseo (Joe Jonas & Tu) TERMINADA  - Página 3 2278276204 ... Naaa mentira, moria x poner a Fray... asi se escribe? Bueno.  Da igual. xD
hahahahah :P


xx
:happuy: :bye:  ENSEGUIDA TE SUBO CAP...
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Mensaje por Yesie Mar 30 Jul 2013, 8:45 pm

Capítulo 5
 
*___ se aferró a Joe y se entregó completamente al beso. Deseaba abandonarse en sus brazos durante unos dichosos minutos y olvidar todas las preocupaciones que la abrumaban. Ya no había vuelta atrás y *__ no quería que la hubiera. Decidió no pensar en lo que estaba haciendo, pues eso le podría dar a su mente una razón para protestar.
–Voy a hacerte mía otra vez.
Su voz, grave y aterciopelada, era increíblemente sensual y ella lo deseó aún más. Sus manos se deslizaron por debajo de su jersey y le acariciaron la espalda. Tenías las palmas calientes y suaves. A *___ se le escapó un elocuente suspiro, pero necesitaba más. Necesitaba sentir el cuerpo desnudo de Joe bajo sus dedos.
Fue como si él le leyera la mente, pues no tardó en quitarse el jersey.
–Es maravilloso tocarte –murmuró ella recorriéndole los costados y el pecho con las manos. Sintió cómo sus pectorales se estremecían al contacto de sus dedos y sus pezones se endurecían.
Entonces, Joe la tomó por la cintura y una milésima de segundo después ambos se pusieron en pie. *__ no pudo evitar mirar su musculoso cuerpo a la luz de la lumbre y en su estómago revolotearon miles de mariposas de expectación y deseo.
De pronto sonó el teléfono móvil de *__. Joe se puso rígido y la atmósfera se hizo añicos. Se apartó y tomó el aparato invasor de la mesita baja. Miró la pantalla y sintió una sacudida.
Era Primo Vasile.
Le tendió el teléfono a *__ y salió de la habitación. Se dirigió a la pila y se echó agua fría por la cara. Su cuerpo se vio invadido por sentimientos poderosos que lo tomaron completamente por sorpresa. Pero ahora estaba decidido a volver a asumir el control.
Había seguido a *__ hasta Gales con la despiadada intención de llevársela a la cama para vengarse de ella.
En el pasado habían hecho el amor muchas veces, pero cada vez que ella había caído en sus brazos le había estado engañando. Saberlo le resultaba insoportable.
Joe sabía que la única manera de expurgar la cólera que sintió cuando se dio cuenta de que había sido engañado era pagarle con la misma moneda. Se la llevaría a la cama bajo sus propias condiciones para perseguir su propia satisfacción, y luego la abandonaría.
No estaba preparado para admitir lo mucho que la deseaba. Su deseo le estaba quemando las venas por dentro, consumiendo todo pensamiento racional.
Pero cuando sonó el teléfono móvil de *__ y vio que era Primo Vasile, se sintió abrumadoramente posesivo. Odiaba a aquel hombre y estaba decidido a desbaratar sus planes, pero estaba horrorizado ante la intensidad de sus sentimientos por *___.
Apretó los dientes y abrió la puerta del cuarto de baño. Tenía que controlar sus emociones como siempre había hecho. Y cuando se hubiera llevado a *___ a la cama por última vez se le pasaría la obsesión por ella y se la sacaría de la cabeza para siempre.
*___ permaneció sentada en el sofá mirando el fuego de la chimenea. Su cuerpo era un hervidero de deseos insatisfechos, pero se dijo a sí misma que se había librado por los pelos. No había contestado a la llamada, perdida como estaba en el momento con Joe como para hablar con Primo Vasile, pero le había dado la oportunidad de recuperar la cordura. Se puso en pie y recorrió la habitación, agitada. ¿Qué le pasaba? ¿Cómo podía ni siquiera considerar que Joe le hiciera el amor?
Le había roto el corazón y no tenía ningún motivo para pensar que él la trataría de manera diferente si retomaban la relación. Pero una vocecita dentro de ella le recordó que, dejando a un lado la terrible manera en que él había puesto fin a la relación, siempre la había tratado con un respeto y una ternura increíbles.
En cualquier caso, ya no importaba porque aunque quisiera volver con Joe no podría.
De pronto la envolvió una oleada de pánico que le atenazó la garganta impidiéndole respirar. No había tenido más remedio que aceptar la propuesta de matrimonio de Primo, pero se agarraba desesperadamente al hecho de que se trataría de un matrimonio sólo en apariencia y que más tarde, cuando su padre no pudiera sufrir más, lo abandonaría.
Las lágrimas se agolparon en sus ojos y notó que estaba a punto de prorrumpir en sollozos. Parpadeó desesperadamente, decidida a no permitir que Joe la viera llorar otra vez. Eso era lo que había complicado las cosas momentos antes. No quería volver a hablar de la enfermedad de su padre, no podría soportarlo. Además, sabía que, si volvía a disgustarse, posiblemente acabaría contándole a Joe lo del chantaje de Vasile y su madrastra.
Y eso era lo último que deseaba hacer.
En el fondo sabía que alguien tan fuerte y seguro de sí como Joe nunca entendería lo que estaba haciendo por su padre. Se mostraría convencido de que tenía que haber otra manera de salvarlo. Estaba acostumbrado a llevar el control de su vida y tenía poder y dinero.
Pero *__ no tenía poder. Y la única manera en que podría obtener dinero era casándose y accediendo al fideicomiso. No podía hacer nada por cambiar aquello sin causarle un gran disgusto a su padre en su lecho de muerte, algo que ella nunca haría.
Siguió paseando por la habitación, decidida a pensar en otra cosa. Se dirigió hacia la ventana, aplastó la nariz contra el cristal, se enmarcó el rostro con las manos para no dejar pasar la luz de la lámpara y clavó los ojos en la oscuridad de la noche. Un ruido detrás de ella la hizo girarse.
–Ven conmigo –dijo Joe depositando dos copas de vino limpias sobre la mesita.
–Estaba mirando la niebla –explicó, reticente a sentarse junto a él. Tan pronto lo miró volvió a surgir la atracción de antes–. Es tan espesa que no se ve nada.
Joe cruzó la habitación y se situó a su lado junto a la ventana. No se había vuelto a poner el jersey y ella no podía apartar sus ojos de él. Sus movimientos eran fluidos y atléticos y había algo en su postura que le hizo pensar en la increíble fuerza contenida en su potente y masculino cuerpo.
–Es como si el resto del mundo no existiera –dijo Joe–. La casita se ha quedado completamente aislada. Es una sensación muy extraña para un hombre de ciudad.
Tan pronto oyó esas palabras, a *___ la recorrió un escalofrío. Era realmente como si el resto del mundo no existiera. Para empeorar las cosas, Joe comenzó a acariciarle con dulzura la cabeza hundiendo sus dedos en su sedoso cabello. Entre ellos se produjo una pequeña descarga eléctrica cargada de deseo, pero *___ se puso tensa y trató de apartarse.
–Mi vida... es muy complicada –tartamudeó–. No puedo hacerlo, es decir...., no puedo volver a salir contigo.
–Todo el mundo tiene una vida complicada –replicó Joe–. Pero ahora mismo sólo importa una cosa: esta noche estamos solos y no podríamos irnos de aquí aunque quisiéramos.
*___ lo miró y, cuando sus ojos se encontraron, la invadió esa sensación familiar de que era la única mujer sobre la faz de la tierra. Y en cierto modo era verdad. Estaban aislados por la niebla, completamente solos. Él era el único hombre y ella, la única mujer.
 

 
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Mensaje por Yesie Mar 30 Jul 2013, 8:47 pm

 Es corto, lo se, pero prometo mañana subirte temprano el siguiente capitulo... ¿Qe dices? :D


xx
:happuy: :bye: 
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Mensaje por fernanda Mar 30 Jul 2013, 9:15 pm

SI no mas caps hasta mañana , tengo clases y en serio necesito dormir
gracias por el cap :love:
fernanda
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Mensaje por Bianca Mar 30 Jul 2013, 9:26 pm

Oh cielos!
Que maravillosos capis :33
Me encantaron! lastima que Joe lo haga por venganza 
Pff si supiera :/
Sigueeee me encanta!
Bianca
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Mensaje por chelis Miér 31 Jul 2013, 1:37 pm

:wut:  que se lo diga y que se case con el!!!!!.... En vez del viejo ese!!!!!.....
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Mensaje por Yesie Miér 31 Jul 2013, 6:25 pm

Hoola Chicas! :D Como han estado?
 Ya han ingresado a clases??.... Que terrible!  
Bueno, enseguida les subo cap... & gracias x comentar!


xx
:happuy: :bye:

 
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Mensaje por Yesie Miér 31 Jul 2013, 6:34 pm

Capítulo 6
 
Joe permaneció de pie junto a la ventana viendo cómo *__ se alejaba de él. Hasta vestida con prendas carentes de forma estaba endiabladamente atractiva. Cuando se inclinó para tomar su copa de vino, un torrente de deseo se desencadenó en su interior. La deseaba locamente.
Frunció el ceño mientras la veía caminar hacia el hogar y observar los adornos navideños que habían sido dispuestos sobre la repisa de la chimenea.
–No me lo puedo creer –dijo ella de pronto al tiempo que tomaba entre sus manos un par de figuritas y cruzaba la habitación para mostrárselas–. ¡Mi abuela tenía exactamente los mismos adornos!
Joe la miró mientras se acercaba hacia él cautivado por el fascinante balanceo de sus caderas y el dulce bamboleo de sus exuberantes pechos bajo el jersey de lana.
–Me imagino que no es casualidad –añadió–. Mi abuela y Gwen solían ir de compras a las mismas ferias locales de artesanía.
–Son objetos interesantes –intervino Joe tratando de mantener su libido bajo control–. No había visto nunca nada parecido. ¿Crees que son de la zona?
–Probablemente –respondió *__ llevándose las manos con las figurillas al pecho en un gesto natural de dicha y cariño–. Cómo me recuerdan a mi abuela y a su caja de adornos.
Mirándola, una sensación extraña se apoderó de Joe. Ya la había oído hablar de su abuela en el pasado. Pero ahora que sabía qué tipo de persona era *__ le resultaba extrañamente desconcertante oírla hablar tan animadamente de su pasado.
–Háblame de la caja –le instó Joe, interesado a pesar de que una vocecita dentro de su cabeza le decía que no tenía por qué oír más historias de su infancia.
–No hay mucho que contar –dijo–. Contenía los adornos del árbol que mi abuela coleccionó a lo largo de los años. Cada uno tenía su propia historia –sonrió, perdida momentáneamente en sus pensamientos–. Me encantaba imaginarme a mi madre ayudándome a colgarlos del árbol. Todos los años la abuela compraba uno nuevo, generalmente en una feria de artesanía local.
– ¿Ayudabas a tu abuela a adornar el árbol? –preguntó Joe.
*__ lo miró y vaciló, preguntándose si debería compartir más recuerdos personales con él. Parecía recordar en gran detalle todo lo que ella le había contado aquel verano cuatro años atrás. Miró su atractivo rostro; era increíblemente guapo. Y cuando él la miró de esa manera suya, dedicándole su absoluta atención, se sintió más importante que nunca. Parecía genuinamente interesado en lo que ella le estaba contando. Y el hecho de que recordara lo que le había dicho hacía tanto tiempo demostraba que escuchaba de verdad.
–Mi padre y yo veníamos a verla todos los años antes de Navidad y la ayudábamos a colgar los adornos–continuó preguntándose qué tenía de malo contárselo teniendo en cuenta todo lo que ya sabía sobre ella.
– ¿Tu madrastra no venía?
–Decía que Gales estaba demasiado apartado de la civilización. Además, era alérgica al perro de mi abuela –contestó *__ sintiendo un alivio indescriptible al pensar que Francesca nunca hubiera aparecido en la casa de su abuela. La idea de que ésta hubiera in­sistido en acompañarles a Gales la incomodó. ¿Atesoraría los mismos recuerdos infantiles si Francesca hubiera estampado en ellos su inconfundible sello?–. No le gustaban los adornos de mi abuela ni sus luces decolores –explicó sin poder resistir la tentación de meterse un poco con su madrastra–. Para ella las luces debían ser blancas o al menos de un color que armonizara con el resto de los adornos navideños.
– ¿Y ahora odias las luces blancas? –preguntó Joe, divertido.
–No, por supuesto que no. aunque supongo que me recuerdan a la manera en que Francesca asumió el control de la Navidad. Cada año proponía una temática diferente. Llamaba a los mejores diseñadores para que se encargaran de la decoración y nunca me dejaba ayudar. Todos los adornos eran nuevos y al final de las Navidades se tiraban a la basura.
– ¿Así que ahora tampoco te gustan los adornos nuevos? –quiso saber Joe con un brillo en los ojos.
–No tengo nada en contra de los adornos nuevos–respondió *__ decidida a no caer en sus provocaciones–. Es maravilloso elegir adornos y guirnaldas para la casa. Pero también es bonito conservar los antiguos. Cada uno de ellos encierra un recuerdo de las primeras Navidades que los disfrutaste.
Miró a Joe y le sorprendió advertir que él seguía mirándola con fijeza. En sus ojos percibió una expresión extraña que no supo descifrar, y de pronto deseó no haber compartido sus recuerdos tan alegremente.
– ¿Qué vas a hacer estas Navidades? –preguntó lo primero que se le pasó por la cabeza.
Desafortunadamente la cuestión le recordó de pronto que aquella Navidad ella se casaría con Primo Vasile. Una sensación gélida se depositó en la boca de su estómago y trató de ignorarla mientras dejaba las figurillas en su sitio.
–Este año voy a tomármelas con tranquilidad –contestó cortante. El tono de su voz hizo que *__ pensara que su pregunta le había resultado impertinente y se sintió irritada. Él tenía la cara dura de entrometerse alegremente en su vida pero le fastidiaba que ella mostrara interés por la suya. Y ni siquiera había sido una pregunta personal.
– ¿Las pasarás con Bianca? –Quiso saber–. Espero que le vayan bien las cosas; no me has dicho cómo está.
Sintió una punzada de tristeza al recordar su amistad perdida con Bianca. Estaba convencida de que Joe había tenido algo que ver con el abandono de su hermana.
–Está bien. Vive en Estados Unidos –explicó él con brusquedad cruzando la habitación para añadir un par de troncos al fuego–. Le vendrá bien durante un tiempo –añadió al tiempo que agarraba el atizador.
Se movió con tanta rapidez y de un modo tan inesperado que *__ sintió una ráfaga de aire en la piel que le puso la carne de gallina. La energía que Joe despedía era física y puramente masculina e hizo que *__ pensara en hacer el amor.
–Hay leña de sobra en la cesta –dijo con voz trémula mientras observaba a Joe atizando el fuego con sus musculosos brazos–. Debería haber suficiente para toda la noche.
Él se puso en pie y se dirigió al sillón. *__ no podía apartar los ojos de su magnífico cuerpo. Él tomó su copa de vino y a continuación tomó asiento y la contempló. Cuando sus miradas se encontraron se produjo entre ellos una descarga eléctrica. Él se había dado cuenta de la manera en que *__ lo había estado mirando y sabía exactamente lo que estaba pasando por su cabeza. Le pagó con la misma moneda, paseando su vista por todo su cuerpo.
*__ se estremeció y recogió las piernas como para protegerse de su mirada cargada de sexualidad, pero la realidad era que no deseaba ninguna protección. Lo que quería era que Joe le hiciera el amor. Ahora estaba con él y quería olvidarse del resto del mundo por una noche.
Joe miró las largas y estilizadas piernas de *__ recogidas bajo su cuerpo, y notó que su corazón empezaba a latir de deseo. Se imaginó esos ágiles miembros rodeándole las caderas con firmeza, instándole a embestir con energía su cuerpo deseoso, y sintió que se ponía tan duro como el acero.
Una ráfaga de furia estalló dentro de él y se maldijo a sí mismo por desearla tanto.
La contempló acurrucada seductoramente sobre el sillón mirándole provocativa a través de un mechón de su cabello. Ella elevó la barbilla ligeramente y se apartó el pelo de la cara. Los ojos de Joe se sintieron irremediablemente atraídos hacia los senos que se escondían bajo su jersey.
–Te sienta bien ese jersey –dijo él mirando el contorno de sus pezones a través del ligero tejido.
– ¿De veras? Es viejo y ha perdido la forma; creo que lo he lavado demasiadas veces –replicó. Agachó la mirada y se pasó la mano por la manga, pero él alcanzó a ver un brillo de placer en sus ojos.
Pensó que el jersey cubría demasiada piel para lo que estaba sintiendo en aquel momento. Su delicado cuello desaparecía bajo la prenda revelando parte de su exquisita clavícula. De pronto le pareció la imagen más sexy que había visto en su vida.
–Tienes un cuello precioso –dijo–. Y una clavícula divina.
Ella lo miró sorprendida y se ruborizó. Pero Joe sabía que se sentía halagada.
–Déjame verlos –pidiéndole con un gesto que se apartara el jersey a un lado. Se preguntó si ella se comportaría con timidez, pero ella inclinó la cabeza hacia un lado y tiró del cuello del jersey hacia abajo exponiendo su elegante clavícula.
–Es exquisita –murmuró él con la voz grave de deseo–. Quiero lamerla, saborear la piel de tu garganta y sentir cómo te late el pulso.

 
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Mensaje por Yesie Miér 31 Jul 2013, 6:34 pm

 
Continuación
 
Se puso en pie y caminó hacia ella. Tomándola de las manos hizo que se incorporara. Entonces, antes de que ella tuviera ocasión de protestar, la condujo al otro lado de la habitación y la hizo sentarse a horcajadas sobre él en el sofá. Estaba listo para hacerle el amor, el deseo ardía en su interior como una corriente de lava fundida, pero estaba decidido a hacerlo despacio. Rodeándola con los brazos se inclinó hacia delante y oprimió la boca abierta contra su cuello.
A ella se le escapó un trémulo suspiro y Joe supo que había vuelto a descubrir una de sus zonas erógenas. Siempre le había gustado que él la acariciara y besara en el cuello.
Él también disfrutaba haciéndolo, pues ella se mostraba tan receptiva que él obtenía tanto placer como procuraba.
*__ tenía agarrado a Joe por los hombros y él sintió cómo aumentaba la presión de sus dedos mientras recorría su clavícula con la lengua. Tenía la piel suave y caliente y sus pequeños gemidos de placerlo excitaron aún más. Deslizó las manos bajo el ribete del jersey y se lo subió lentamente para acariciarle los pechos. *__ dejó escapar un profundo suspiro de gozo y Joe cerró los ojos durante un instante, perdido en su propia satisfacción. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que sintió el glorioso peso de sus senos en las manos.
Tras desabrocharle el sujetador volvió a prestarle atención a sus pechos. Los elevó ligeramente y ajustó las manos de manera que pudiera acariciarle los pezones con los dedos pulgar e índice. Los masajeó con suavidad y sintió una poderosa oleada de excitación.
– ¡Oh! –oyó un gemido involuntario de placer resonando en la voz de *__.
–Necesito verte –dijo soltando sus senos durante los momentos necesarios para quitarle el jersey, que arrojó junto con el sostén hacia un lado con impaciencia. Se detuvo, momentáneamente paralizado ante la magnífica visión de sus pechos desnudos.
Su piel cremosa resplandecía a la luz parpadeante de la chimenea y sus pechos, plenos y perfectamente formados, subían y bajaban al compás de su agitada respiración, algo que él encontraba irresistible.
Centró su mirada en los pezones y empezó a salivar del ansia de metérselos en la boca y acariciarlos con la lengua. Estaban erectos, expectantes, apuntando hacia él de manera invitadora. Se inclinó y se metió un pezón duro y rosado en la boca.
*__ volvió a gemir, sintiendo que su mundo se disolvía en un gozo absoluto. Sus pechos le estaban proporcionando unas sensaciones embriagadoras. La boca de Joe estaba deliciosamente caliente y su experta lengua jugueteaba con su pezón haciendo que su cuerpo se estremeciera de puro deleite sexual. En la otra mano él sostenía el otro pecho, cuyo pezón masajeaba con los dedos. Tan intenso era el placer que él le estaba procurando que arqueó la espalda, dejando caerla cabeza hacia atrás y oprimiendo sus senos contra él. Su cuerpo entero estaba al rojo vivo y sintió en el centro de su feminidad una insistente y palpitante urgencia.
Entonces Joe se apartó para mirarla y ella se desconcertó ante la súbita pérdida de contacto y estimulación sensual. Anheló el roce mágico de su boca, pero él se limitó a contemplarla. Su respiración se hizo más pesada y de pronto vio que Joe esbozaba una sonrisa.
–Eres increíblemente sexy –dijo–. Voy a hacerlo muy despacio, a disfrutar a tope de cada segundo de placer.
Una oleada de excitación la recorrió, pero no tuvo tiempo de asimilar sus palabras porque justo en ese momento se inclinó hacia ella y apremió la boca contra su cuello. Se vio dominada una vez más por la intensidad del placer que Joe le arrancaba con tanta facilidad. Era como si sus cuerpos estuvieran perfectamente sintonizados y él supiera exactamente dónde y cómo tocarla para procurarle un gozo extraordinario.
Ella se removió sobre su regazo, intensamente consciente de que se hallaba a horcajadas sobre él, de que la zona más sensible de su cuerpo estaba abierta a él por si acaso él decidía acariciarla.
La sola idea de sentir la punta de sus dedos explorando ese lugar aceleró los latidos de su corazón y volvió a cambiar de posición. Miró hacia abajo y contempló la erección de Joe a punto de reventar el tejido de sus tejanos.
–Ayúdame –la voz de Joe la tomó por sorpresa y, antes de darse cuenta de lo que hacía, él la había apartado hacia un lado, desabotonado sus pantalones y se los estaba quitando con braguitas incluidas. Él se puso en pie, se quitó los tejanos y los calzoncillos y sacó un pequeño paquete. Luego volvió a sentarse y la sentó ahorcajadas sobre él.
*__ tomó el preservativo con manos temblorosas y se lo colocó. La sensación del miembro masculino erecto entre sus manos la hizo temblar. Dio un arrítmico suspiro desesperada de pronto por sentirlo moviéndose dentro de ella.
Pero en lugar de hacerla tumbarse sobre el sofá, Joe deslizó la mano entre sus piernas en busca del punto que había estado ansiando su roce hacía tan sólo unos instantes.
Una sensación exquisita fluyó por todo su cuerpo con cada caricia de sus dedos. *__ cerró los ojos y dejó caer la cabeza hacia delante abandonándose al placer que él le daba.
Joe aumentó la presión y el ritmo de sus movimientos provocándole oleadas de fuego y haciendo que sus terminaciones nerviosas despidieran llamaradas de deseo.
*__ oyó cómo su propia respiración se agitaba cada vez más. Gemía y emitía pequeños jadeos de placer con cada expiración mientras se retorcía en el regazo de Joe incapaz de contener las extraordinarias sensaciones que no hacían más que incrementar su intensidad.
De pronto, inesperadamente, alcanzó el éxtasis y su cuerpo de disolvió en una incontenible oleada de espasmos.
– ¡Joe, Joe! –gritó temblando sin control. Abrió la boca buscando aire mientras planeaba en las alturas del placer consumado.
Sus brazos la rodearon y sujetaron su agitado cuerpo mientras ella descendía de nuevo a la tierra. Entonces, antes de que se desvaneciera el éxtasis sublime de su orgasmo, la alzó en el aire por la cintura y la sujetó de manera que su orificio palpitante quedara justo encima de su erección.
*__ abrió los ojos y trató de asimilar la nueva posición mientras su cuerpo reaccionaba a un estímulo diferente, a la promesa de una dicha que todavía estaba por llegar.
Joe tenía la mirada fija en su rostro y ella se sabía contemplada, acompañada en su éxtasis. Y ahora él estaba a punto de volver a llevarla a la cumbre.
Contuvo el aliento mientras él tiraba de sus caderas hacia abajo guiándola para que su miembro se deslizara suavemente en su interior.
Una renovada oleada de excitación renovada le sacudió el cuerpo. Al sentirlo dentro de ella todo le pareció, de alguna manera, diferente y más excitante aún que antes.
Sus rodillas, que descansaban a cada uno de los costados de Joe, soportaban su peso mientras subía y bajaba y sentía su miembro viril deslizándose íntimamente en su interior. Repitió el movimiento una y otra vez balanceando las caderas de un lado a otro para aumentar la fricción entre ellos. Oyó un bramido de placer procedente del pecho de Joe.
Su propio cuerpo, respondiendo velozmente a este nuevo estímulo, empezó a temblar violentamente y se vio atravesado por oleadas de placer que debilitaron sus piernas haciendo que sus movimientos se volvieran arrítmicos.
De pronto Joe la agarró por la cintura y, apretándola fuertemente contra su cuerpo para no salirse de ella, la tendió de espaldas sobre el sofá.
*__ jadeó en voz alta al sentir que su cuerpo se hundía y rodeó con las piernas el cuerpo de Joe. Durante un momento él permaneció inmóvil, con su pétrea masculinidad ensartada en lo más profundo de su ser. *__ cerró sus músculos internos en torno a ella como si quisiera retenerla en su interior durante el máximo tiempo posible.
Entonces él empezó a moverse, embistiéndola una y otra vez. Cada potente arremetida le proporcionaba unas sensaciones increíbles. De nuevo sintió que estaba a punto de llegar al clímax. Joe era un amante increíble y *__ estaba absolutamente subyugada al dominio que él tenía de su cuerpo. Cada movimiento la llevaba más y más alto hasta que por fin, atravesando las nubes, alcanzó el cielo. Otro orgasmo, más fuerte y más intenso que el primero, la invadió llevándola a un mundo de abrumadora satisfacción.
Unos instantes después, Joe arqueó el cuerpo al tiempo que emitía un grito triunfante desde las profundidades de su ser y descargaba su esencia con un poderoso espasmo.
Se desplomó sobre *__, que lo rodeó con fuerza con sus brazos mientras regresaba lentamente a la realidad terrena. Ella sintió el corazón masculino retumbando con fuerza dentro de su pecho y durante unos breves instantes no supo determinar a qué cuerpo pertenecía cada latido.
Suspiró, sintiéndose más cerca de él que nunca. Los dos corazones latían al unísono y eso le hizo experimentar una conexión con él mucho más fuerte y profunda que el vínculo que habían establecido tras su apasionado encuentro sexual.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 
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Mensaje por fernanda Miér 31 Jul 2013, 8:32 pm

OH POR DIOS , TIENES QUE SEGUIRLA
no tengo más palabras.
fernanda
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