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"Dominada por el deseo" (Joe y tu) Terminada

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"Dominada por el deseo"  (Joe y tu) Terminada Empty "Dominada por el deseo" (Joe y tu) Terminada

Mensaje por aranzhitha Miér 07 Mar 2012, 4:31 pm

Hola esta es mi nueva novela me dicen si quieren que la siga

Nombre: Dominada por el deseo
Autora: Shayla Black
Adaptacion: si
Advertencias: es subida de tono
Otras paginas: creo que si

Argumento

Ella no sabía que había algo por lo que estaba dispuesta a suplicar...
______ O'Malley ha sido testigo de muchas cosas extravagantes como presentadora de un programa de televisión sobre sexo. Pero nunca había conocido a un hombre como Joe Jonas, un reconocido maestro de las artes eróticas que desea proporcionarle todo aquello por lo que ella suspira en secreto. Aunque Joe es guardaespaldas y pretende protegerla del acosador que la persigue, _____ no se siente en absoluto segura en su presencia.Cuando comienza a participar en los juegos sexuales que él le propone, que la someten a su voluntad, intuye que sus motivos no son tan inocentes como parecen, pero no imagina lo personales que pueden llegar a ser. Y así, seduciendola, dominandola, Joe hará realidad sus más profundas fantasías...


Última edición por aranzhitha el Mar 02 Abr 2013, 10:32 pm, editado 2 veces
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"Dominada por el deseo"  (Joe y tu) Terminada Empty Re: "Dominada por el deseo" (Joe y tu) Terminada

Mensaje por aranzhitha Miér 07 Mar 2012, 4:43 pm



Capítulo 1
¿Te has permitido alguna vez dejarte llevar por un hombre cuyo único propósito sea el de darte placer?
Las palabras aparecieron en la pantalla del portátil de ______ O'Malley. Inspiró, sobresaltada. Hacía menos de tres minutos que había conocido a ese hombre en un chat. ¿Cómo podía saber él que era eso lo que ella quería?
Debía de haberlo intuido o adivinado de alguna manera. No le había contado nada sobre sí misma, ni una sola cosa salvo su nombre y que quería entrevistarle para su programa de televisión por cable.
Pero mientras ella permanecía en silencio, anonadada, él dejó al des­cubierto sus secretos.
¿No quieres que un hombre mire en tu interior, que conozca tus más íntimas fantasías, ésas tan oscuras que ni siquiera cuentas a tus amigos, y que consiga que se hagan realidad?
_____ sintió que una oleada de deseo se le anudaba en el vientre y le comenzaron a sudar las manos. Tragó saliva.
La silenciosa sala de estar empezaba a teñirse con todos los colores del atardecer. ______ se removió en el sofá de cuero negro, intentando ignorar esos deseos que le rondaban en la cabeza.
Esto era trabajo. Él era trabajo. No era buena idea perder la cabeza por el que sería su próximo entrevistado. Puede que sólo fuera un pro­grama nocturno de entrevistas para la televisión por cable, pero Provó­came era su trabajo, su creación, su pequeña rebelión... su vida.
Además, desear a un hombre del que no sabía ni siquiera su verda­dero nombre, al que jamás había visto en persona —cuyo estilo de vida ni siquiera conocía—, era, sencillamente, una estupidez.
Entonces, Amo J, ¿qué hace un Amo? —Tecleó la respuesta, deci­dida a mantener una conversación ligera—. ¿Convertir las fantasías en realidad?
Algunas —respondió él al fin—. Pero eso simplificaría demasiado la cuestión. Lo más importante es contar con la confianza de tu pareja. La confianza es importante en cualquier relación, especialmente en una que implica Dominación y Sumisión. Si ésta no existe, ¿cómo podría una mujer entregarse libremente al cui­dado de un hombre sin estar segura de que su bienestar y su seguridad siempre serán lo primero para él? ¿Cómo podría saber que su Amo la comprenderá hasta el punto de hacer realidad cada una de sus fantasías más atrevidas?
¿Ladominación era algo más que atar a alguien a la cama para echar un polvo? La sorpresa hizo que _____ frunciera el ceño. Confianza, seguridad, comprensión... tenía que admitir que todo ello sonaba como una fantasía en sí mismo. Era cierto que ella había echado en falta todas esas cualidades en la relación con su último novio, Nick, en especial, la comprensión.
La confianza permite que una mujer conecte con esa parte primitiva de su ser que implora rendirse a la misericordia de su Amo, sin saber si los planes que éste tiene para ella implican placer, dolor, o ambas cosas a la vez
______ no podía negar que el Amo J le intrigaba más ahora que cuando uno de sus ayudantes de producción, Reggie, le había pasado su biografía.
Entrando en su correo electrónico, abrió el dossier que le habían proporcionado y lo releyó de nuevo.
«Activo practicante de técnicas de dominación y sadomasoquismo durante casi diez años, el Amo J ha experimentado todas las facetas, pero continúa aprendiendo. Posee una compañía de seguridad personal y ha sido guardaespaldas de senadores, diplomáticos y deportistas. Gra­duado en West Point, también ha prestado servicio en las Fuerzas Es­peciales del Ejército como jefe de equipo antes de pedir la baja voluntaria».
_____ cerró el correo electrónico. El párrafo revelaba mucho del hombre cuyas palabras la hacían estremecer con oscuras fantasías. Au­todisciplina, honor, coraje. Pero al mismo tiempo decían muy poco de él. ¿Quién era ese tipo? ¿Sería cierto que podía atar a una mujer y jugar con ella hasta hacerla implorar?
¿_______?—Su nombre apareció en la pantalla—. ¿Sigues ahí?
Lo siento. Estaba pensando. Al parecer tengo que aprender más del tema para hacer bien el programa. Supongo que pensé que todo consistía en ataduras de terciopelo y esposas.
También consiste en eso.
Ella se rió, ignorando el deseo que se le enroscó en el vientre... y más abajo. Sentir curiosidad no la convertía en una depravada. Por su­puesto que no. Sencillamente sentía interés en conocer las costumbres de otras personas.
Pero además es un intercambio de poder y confianza —tecleó él—. Una mujer elige entregar su cuerpo y su mente a su Amo. Rinde su cuerpo y su libertad a cualquier cosa que él desee.
«¿Qué tipo de rendición?» Exigió saber una vocecita en su interior. Miles de oscuras imágenes de sus más íntimas fantasías le inundaron la cabeza: ella arrodillada ante el miembro de ese desconocido, él or­denándole que abriera las piernas para poder examinarla a sus anchas, ella atada a la cama mientras él se disponía a hacer cualquier cosa que quisiera.
Aturdida por el escandaloso rumbo que llevaban sus pensamientos, se obligó a ignorarlos e inhaló con fuerza.
Había leído que mucha gente tenía fantasías de sumisión en algún momento de su vida. Tenerlas era algo normal, no importaba lo que hubiera dicho Nick.
______ volvió a removerse inquieta sobre el sofá de cuero, igno­rando la humedad que sentía entre las piernas.
Pero una relación de sumisión consiste en mucho más —escribió el Amo J—. ¿Cómo es posible atar a alguien, vendarle los ojos, dejar a oscuras la habitación donde se encuentra y aún así conservar su confianza? ¿Cómo desarrollar una rela­ción gratificante cuando sólo una de las partes tiene todo el poder?
«Exacto».
aranzhitha
aranzhitha


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"Dominada por el deseo"  (Joe y tu) Terminada Empty Re: "Dominada por el deseo" (Joe y tu) Terminada

Mensaje por JB&1D2 Miér 07 Mar 2012, 5:14 pm

Primera lectora!!!
JB&1D2
JB&1D2


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"Dominada por el deseo"  (Joe y tu) Terminada Empty Re: "Dominada por el deseo" (Joe y tu) Terminada

Mensaje por ElitzJb Jue 08 Mar 2012, 8:16 pm

siguela me encanta se ve q sea super ufs
ElitzJb
ElitzJb


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"Dominada por el deseo"  (Joe y tu) Terminada Empty Re: "Dominada por el deseo" (Joe y tu) Terminada

Mensaje por IlseJonasLovato Jue 08 Mar 2012, 8:56 pm

SIGUELAAAA
AMO ESTA NOVELA♥
IlseJonasLovato
IlseJonasLovato


https://www.facebook.com/icametodoshutthisthingdown

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"Dominada por el deseo"  (Joe y tu) Terminada Empty Re: "Dominada por el deseo" (Joe y tu) Terminada

Mensaje por aranzhitha Dom 11 Mar 2012, 8:29 pm



hola chicas bienvenidas todas espero les guste la nove les dejo un capi
Continuacion.....
La mirada de _______ permaneció anclada en la pantalla mientras esperaba que él escribiera más. Durante una dilatada y silenciosa pausa contuvo el aliento, pero no ocurrió nada. El Amo J no iba a revelar nada más. Supuso que era así como actuaba en el dormitorio. Que ten­dría la virtud de dar y de no dar.
Finalmente, una larga respuesta apareció en la pequeña ventana del chat.
Lo siento, acabo de recibir una llamada urgente. Tengo que irme. Si crees que puedo ayudarte con el programa podemos quedar. Te responderé entonces a todas las preguntas que quieras hacerme. En un lugar público si lo prefieres, así no tendrás que preocuparte de que sea un asesino en serie intentando camelarte. Será más rápido. Soy muy bueno dominando, pero no escribiendo a máquina . Aún tecleo con dos dedos.
_______ contuvo su impaciencia. Algo no demasiado difícil cuando ese hombre la hacía sonreír con sus chistes.
De acuerdo —contestó—. ¿Podemos quedar mañana a las tres? He es­tado «googleando»y he encontrado un lugar que parece ser bastante popular en Lafayette, llamado La Roux. ¿Lo conoces?
Cher, soy de aquí. Conozco hasta las grietas de las aceras.
_______ sonrió y tecleó:
¿Cher? ¡No soy ni lo suficientemente alta ni vieja como para haber sido can­tante en los sesenta!
Jajaja. Quiere decir cariño en francés —tradujo él—. Soy cajún, el francés es mi idioma materno.
_______ leyó la respuesta e ignoró el leve aleteo de su estómago. El flirteo era algo muy francés, y él se había criado en esa cultura. Sin duda era tan natural para él como respirar.
Supongo que he vivido en Los Angeles demasiado tiempo. ¿Quedamos entonces?
Claro. ¿Cómo te reconoceré? Hay muchas chicas bonitas en Lousiana. Quiero estar seguro de revelar mis más íntimos secretos a la correcta.
_______ no dudaba de que sería una persona fascinante. Tenía algo que ver con su interés por los látigos y las cadenas. No cabía duda de que la mayoría de las mujeres «normales» saldrían corriendo espantadas en dirección contraria al pensar en el más leve dolor o sometimiento en el sexo.
Llevaré un sombrero de paja, gafas de sol, bufanda y un enorme abrigo oscuro —contestó.
Parece como si fueras a ir disfrazada —respondió el Amo J.
No tenía ni idea. No pensaba pregonar a los cuatro vientos que tenía un acosador. _______ esperaba que la razón por la que necesitaba disfrazarse fuera atrapada pronto y comenzara a pudrirse en el infierno.
Hasta mañana —escribió.
Au revoir.
Momentos después apareció en su pantalla el mensaje que anun­ciaba que el Amo J había abandonado el chat. Con un suspiro, se movió para cerrar la ventana.
Le temblaba la mano. No, le temblaba todo el cuerpo, a pesar del calor que le hormigueaba bajo la piel.
Estaba cansada, eso era todo.
«El cansancio no te hace sentir dolor en esos lugares tan persona­les», se burló la vocecita de su mente. «El cansancio no te moja».
—El cansancio me hace oír vocecitas molestas en la cabeza —se quejó.
Intentó relegar al Amo J al fondo de su mente y centrar la atención en las preguntas que le haría al día siguiente. El guión del programa tenía que estar listo pronto, y quería estar preparada para empezar la se­gunda temporada con un bombazo. Tenía una audiencia aceptable, y con el material adecuado, el programa acabaría de despegar hacia el estrellato.
Eso significaba que que tenía que concentrarse en el objetivo de su trabajo.
Sin embargo, diez minutos después seguía con la mirada perdida en la pantalla en blanco, y _______ admitió que no podía dejar de pensar en el Amo J. ¿Por qué?
«¿Quizá porque él sí vive todas esas fantasías que a ti te gustaría experimentar?»
_______ sacudió la cabeza, resuelta a ignorar esa exasperante vocecita. Sentía curiosidad, no era una viciosa. No importaba lo que Andrew dijera ni lo que pensara su madre.
Con un suspiro cogió el teléfono y marcó el número de su ayudante de producción en Los Angeles.
—Reggie —dijo cuando le contestó—. Mira, hablé con ese tipo que me recomendaste, el Amo J, y me leí su biografía. Me reuniré con él mañana. ¿Cuál es su historia? ¿Sabes algo más sobre él?
—Sí —contestó el hombre, con esa voz ronca producto de fumarse dos cajetillas diarias—. Hice algunas llamadas a Lousiana y pregunté en los clubes de sadomasoquismo de la zona si habían oído hablar de él sólo para asegurarme de que no es un farsante. Todo cuadra.
Era un alivio... pero al mismo tiempo no lo era. Reggie se había convertido rápidamente en un segundo padre para ella, y confiaba en él. Pero ignorar la curiosidad que sentía por el Amo J habría sido mucho más fácil si Reggie no hubiera podido corroborar esos datos. Ojalá hubiera podido considerarlo como otro chiflado más que quería hablar de sexo en la tele.
_______ se mordisqueó un labio..., pero su innata curiosidad ganó la partida.
—¿Qué se comenta sobre él?
—Muchas cosas. No es un habitual en esos clubes, pero suele acudir con regularidad. Al parecer, sabe cómo tratar a las mujeres y tiene una reputación en consonancia. Muchas de las personas con las que hablé me dijeron que él sería capaz de lograr que hasta una monja le suplicara que la atara y la follara. Definitivamente le gustan las mujeres sumisas. Oye, ¿no estarás interesada en ese rollo, verdad?
—¿Qué? —El corazón de _______ se saltó unos cuantos latidos—. ¿Yo? ¡No! —se burló—. ¿Por qué iba a interesarme un matón que dis­fruta haciendo que una mujer se sienta inferior?
—¿Estás segura? —Reggie sonó escéptico.
—¿Tengo pinta de que me gusten ese tipo de cosas? —replicó _______.
Reggie no dijo nada y _______ sintió que la invadía la angustia.
Un sonido en el cerrojo de la puerta hizo que _______ mirara en aquella dirección. Suspiró aliviada cuando su hermanastro, Brandon, entró en la estancia.
—Tengo que dejarte —le dijo a Reggie—, te llamaré mañana des­pués de haberme entrevistado con ese tipo.
—Hola, hermanita —la saludó Brandon cuando colgó el teléfono.
Apartando de su mente la conversación con Reggie, se levantó y se acercó a él para darle un abrazo.
—Hola, ¿has tenido un buen día?
La aristócrata boca de su hermano se frunció en una mueca.
—No exactamente. Me tengo que ir a Irak y permanecer allí tres semanas.
La sorpresa y, si _______ era sincera consigo misma, el miedo, se le anudaron en el estómago.
—¿A Irak? Pensé que te pasabas la vida sentado detrás de un escritorio.
—Y así es casi siempre, pero hay excepciones.
—Oh, demonios... ¿por qué a Irak?
—Información clasificada. —Soltó una risa amarga—. Ya conoces este mundo... no puedo decir dónde voy ni lo que haré, pero no voy a estar cerca ni de un ordenador ni de un teléfono. _______, no quiero dejarte sola. Es peligroso, y sé que estás asustada.
_______ tragó saliva. Brandon ya había hecho mucho por ella aco­giéndola en su casa, a pesar de que podría provocar la ira de su querido papaíto, para protegerla de la escoria que la acechaba. Tenía miedo, pero no permitiría que Brandon se sintiera culpable sólo por hacer su trabajo.
—Estaré bien. —Ya pensaría en algo... tenía que hacerlo—. Estaré ocupada con el trabajo. No te preocupes.
—Si ocurre algo, creo que deberías llamar a papá.
_______ lo miró boquiabierta, conteniéndose para no soltar un co­mentario sarcástico.
—Puede que sea tu papá, pero para mí sólo es mi padre biológico... el mismo que ha negado mi existencia los últimos veinticinco años.
Brandon suspiró.
—_______, ya sabes cómo son los políticos, especialmente en el sur. Si la gente supiera que echó una canita al aire con una jovencita que apenas tenía edad para votar teniendo una esposa y tres hijos en casa...
—Sé que eso arruinaría al senador del gran estado de Texas.
—Se rumorea que presentará una candidatura para la Casa Blanca en el 2012. —La simpatía y la pena se reflejaron en la atractiva cara de Brandon.
—Eso es exactamente por lo que no puedo llamarle. Además, ni siquiera contestaría a mi llamada.
—Lo haría si estuvieras en peligro. Papá podría protegerte.
_______ tenía sus dudas pero no dijo nada.
—Es una pena que no podamos decirle que soy tu novia. Funciona con el resto del mundo.
—Hum, si alguna vez se descubriera nuestra verdadera relación, tendríamos que confesar que somos culpables de incesto o de mentir. No es una elección fácil.
—Esperemos que eso no ocurra. De todas formas, no creo que mi acosador sepa que he abandonado L.A., así que no tendrá ni idea de dónde encontrarme.
Asintiendo con la cabeza, Brandon comenzó a examinar el correo. Cuando llegó a un enorme sobre, frunció el ceño.
—¿Sabe alguien que estás en Houston?
¿Aparte del Amo J, con quien había chuteado quince minutos antes, y algunos amigos cercanos?
—No.
La preocupación atravesó como un nubarrón la cara de Brandon.
—Alguien lo sabe. Esto estaba en el buzón. No tiene ni remite ni franqueo. Fue entregado en mano.
Le tendió el sobre, y _______ lo tomó mientras el temor le hervía en el estómago. Conocía esa letra.
Santo Dios, ¿cómo la había encontrado allí? ¿Y cómo tan rápido?
«¡No!»
Conteniendo el aliento, abrió el sobre y sacó el contenido. Cuando lo hizo, unos pétalos de color rosa con el centro húmedo y los bordes mustios cayeron al suelo, flotando en el aire hasta el duro suelo de ma­dera. Pareció como si gruesas gotas de sangre cayeran a su alrededor.
_______ soltó un jadeo. Él sabía que ella estaba allí. ¿Cómo la había encontrado?
Luego su mirada cayó en las fotos. Fotos de ella. En la primera apa­recía llegando al aeropuerto de Los Ángeles el día que había huido a Houston. En la siguiente estaba en el patio de Brandon con un chándal y una sudadera que mostraba sus pezones erguidos por la fría brisa matutina. La última era una foto en la que aparecía con un camisón de encaje y seda y una bata a juego, mientras se despedía de Brandon con un beso en la mejilla en la entrada de la casa antes de que él se marchara a trabajar. Esa misma mañana.
Con el estómago revuelto, _______ no protestó cuando Brandon le arrancó las fotos de sus dedos entumecidos. Las examinó con una mal­dición ahogada.
—Son del acosador, ¿no? Está aquí. ¡Qué hijo de perra! —Se pasó una mano por el pelo oscuro y crespo, cortado de manera convencio­nal—. Voy a llamar a la policía.
Santo Dios, ojalá las cosas fueran tan sencillas.
—No pueden hacer nada. La policía de Los Angeles me dijo que él tenía que hacer algo ilegal antes de poder ir a por él. Hacer fotos no va contra la ley.
—Ha invadido mi propiedad. —Brandon sostuvo en alto la foto del patio trasero, arrugándola con sus grandes dedos—. Mi patio es propiedad privada. La única manera de hacer esta foto es entrando ilegalmente. Ha quebrantado la ley.
Cogió el inalámbrico y marcó el 911. _______ simplemente negó con la cabeza.
Aunque Brandon tenía razón, dudaba que la policía de Houston pudiera hacer más que la de Los Angeles. El acosador no había robado nada, no había causado ningún destrozo... aún. _______ podía sentir cómo la ira del acosador iba creciendo por la frecuencia de sus contac­tos y por el hecho de que la había seguido hasta Texas. Y a la policía no le importaría lo que ella dijera.
Brandon colgó el teléfono.
—Llegarán en un momento.
_______ se encogió de hombros e intentó controlar el pánico que burbujeaba en su interior.
Sin poder hacer nada más que esperar, volvió a meter las fotos en el sobre. Cuando se encontró con que algo se lo impedía, se dio cuenta de que había otra cosa dentro. Perpleja, metió la mano en el sobre. Por lo general, ese loco bastardo sólo enviaba fotos... unas fotos descon­certantes e inquietantemente íntimas, pero nada más.
Pero no había sido así en esa ocasión.
Sacó bruscamente del sobre marrón un recorte de papel en el que había garabateado unas feas letras negras.
«Me perteneces. Eres mía».

aranzhitha
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"Dominada por el deseo"  (Joe y tu) Terminada Empty Re: "Dominada por el deseo" (Joe y tu) Terminada

Mensaje por # LoveJonas } Mar 13 Mar 2012, 4:30 pm

Al fin pude volver a comentar novelassss TTT
New reader y me encantaaa. Creo que nunca tengo la ocasiom de responder a tu pregunta sobre mi nombre puesto que enferme y tube muchos problemas. Me llamo Ainhize
Siguelaaaaa
# LoveJonas }
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"Dominada por el deseo"  (Joe y tu) Terminada Empty Re: "Dominada por el deseo" (Joe y tu) Terminada

Mensaje por aranzhitha Miér 14 Mar 2012, 5:16 pm

:)
# LoveJonas } escribió:Al fin pude volver a comentar novelassss TTT
New reader y me encantaaa. Creo que nunca tengo la ocasiom de responder a tu pregunta sobre mi nombre puesto que enferme y tube muchos problemas. Me llamo Ainhize
Siguelaaaaa


Bienvenida Ainhize, espero te guste la nove, yo me llamo aranza pero puedes decirme como quieras :)
aranzhitha
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"Dominada por el deseo"  (Joe y tu) Terminada Empty Re: "Dominada por el deseo" (Joe y tu) Terminada

Mensaje por aranzhitha Miér 14 Mar 2012, 5:18 pm



_______ se tragó el nudo de miedo que le obstruía la garganta. Ahora él se comunicaba con ella. Directamente. Le transmitía su posesividad, la furia que sentía ante la idea de que hubiera otro hombre en su vida. Ese lunático no sabía que Brandon era su hermanastro. Había creído la historia que Brandon había inventado, tanto para ex­plicar la presencia de _______ en su casa como para alejar al psicópata acosador.

Aunque pensar en quedarse sola asustaba a Morgan, una parte de ella se alegraba de que Brandon tuviera que irse al día siguiente. Si le ocurriese algo, no sería porque su acosador hubiera decidido quitar de en medio a la «competencia». Ya se le ocurriría algo en las próximas tres semanas que Brandon estaría fuera. Encontraría algún otro lugar a dónde ir, de manera que cuando Brandon regresara, ella no pudiera poner en peligro al único de los hijos del senador Ross que se había puesto en contacto con ella.

Quizá, como Reggie le había sugerido antes de marcharse de L.A, necesitaba un guardaespaldas.

—¿No tienes ni idea de quién puede ser este pervertido? —gruñó Brandon, mirando fijamente la nota por encima del hombro de _______.

—No. —Ella negó con la cabeza—. Ojalá la tuviera. No me llevo mal con ninguno de mis compañeros de trabajo. Y mi novio me aban­donó, no lo dejé yo.

—¿Uno de los seguidores del programa? ¿Un fanático que no sepa que hay ciertos límites?

_______ se encogió de hombros.

—Quizá. He recibido un extraño e-mail de un seguidor del pro­grama, pero no resulta amenazador, ni invade mi intimidad.

—-Voy a buscar a alguien que llegue hasta el fondo de esto, pequeña. No voy a dejar que te ocurra nada —le prometió.

En ocasiones como ésa, _______ se preguntaba cómo era posible que Brandon y ella tuvieran algo en común con los demás hijos del se­nador Ross. No tenían nada que ver con esos hombres ávidos y ham­brientos de poder.

—Maldición —juró de pronto Brandon, rompiendo el silencio—. Ojalá no tuviera que irme mañana. Me recogerán a las cinco de la ma­drugada y no podría ser en peor momento. ¡Maldita sea! El gobierno puede ser un amante de lo más exigente.

_______ no sabía exactamente en qué trabajaba Brandon, no le per­mitían contárselo a nadie. Por cosas que él le había comentado en los tres años transcurridos desde que había descubierto el secreto de su padre y la había localizado, _______ había supuesto que trabajaba para Inteligencia. Pero no tenía ni idea de qué hacía.

—Si tanto odias tu trabajo, y deseas presentarte como candidato a un cargo público como sé que deseas hacerlo, ¿por qué simplemente no lo haces?

Por primera vez desde que lo conocía, Brandon no le sostuvo la mirada. Se dio la vuelta cerrando los puños con fuerza.

Los abrió con evidente esfuerzo y luego dijo:

—No puedo.

Al día siguiente, _______ se dejó caer en una silla de hierro forjado en la terraza de un pequeño café, junto a una pintoresca cadena de tiendas exclusivas. La tarde de febrero caía lánguidamente y era sorprendente­mente bochornosa. Luchando contra el cansancio tras haberse pasado casi toda la noche en vela, le echó una mirada al reloj de su muñeca. Las tres en punto. Había calculado bien el tiempo. El Amo J debía de estar a punto de llegar.

Se le contrajo el estómago al pensar en ello.

Sin embargo, ésa no era la única razón. Podía sentir las miradas sobre ella, observándola, evaluándola y espiándola. Tenía erizados los pelos de la nuca. Miró a su alrededor y escudriñó a la multitud. Nada.

_______ respiró hondo, intentando reprimir su inquietud. No era difícil imaginar que si un psicópata era capaz de seguirla desde Los An­geles a Houston, no iba a costarle nada seguirle la pista hasta Lafayette. Lo más probable era que estuviera a salvo allí sentada en esa soleada plaza, pero si la reconocía, su acosador la vería con el Amo J, lo que su­ponía le sentaría todavía peor que verla con Brandon. Y cuando se hi­ciera de noche, y estuviera sola en la casa de su hermanastro...

No, no podía pensar en eso ahora. Tenía que recordarse que estaba allí por un asunto de trabajo, y que si su acosador la reconocía o estaba observando ese encuentro, no vería nada sexual entre el Amo J y ella.

Se ajustó la bufanda y el sombrero para asegurarse de que le cubrían el pelo, y se colocó las gafas de sol. Tal vez estaba siendo paranoica. Nadie la iba a reconocer así vestida. Ojalá después de esa entrevista pudiera meterse en la cama de un albergue tranquilo y dormir hasta que se le ocurriera alguna forma de quitarse de encima a ese acosador.

Un camarero le dirigió una amplia sonrisa; sus dientes blancos con­trastaban contra la piel oscura. _______ se esforzó en devolverle la son­risa mientras pedía un té helado.

En cuanto se fue, tiró del largo abrigo que había tomado prestado del armario de Brandon, recolocándolo bajo las caderas y levantando las solapas, El camarero apareció con el té. Volvió a examinar el reloj de pulsera. Las tres y cinco. Le daría a Amo J, unos minutos más. Allí sentada se sentía vulnerable ante el psicópata que la estaba siguiendo... De repente, comprendió que había sido una imprudente.

—Tú debes de ser _______.

El profundo susurro llegó desde sus espaldas, casi encima de su oreja. Un cálido aliento rozó el lateral de su cuello, y _______ se estre­meció involuntariamente.

_______ se giró, aturdida por el hecho de que alguien se hubiera po­dido acercar a ella con tanto sigilo a pesar de lo nerviosa que estaba. Pero él se había acercado en completo silencio.

Y era impresionantemente guapo.

El pelo, espeso y oscuro, caía sobre una frente amplia. La mandíbula era angulosa, y la barbilla con un hoyuelo estaba cubierta por una som­bra de barba que proclamaba su masculinidad con la misma sutileza que un estampido de una bomba. La boca ancha se curvaba con una expresión que parecía mitad sonrisa, mitad desafío. Y, oh, esos ojos. La atrapaban. Acentuados por unas cejas negras, esos ojos perspicaces la observaban como si pudieran ver en su interior. Como si él conociera todos sus secretos.

Bajar la mirada por su cuerpo no ayudó a calmar los latidos de su corazón. El Amo J medía más de uno ochenta y cinco, poseía unos hombros anchos y un cuerpo lleno de músculos duros que se hacían evidentes bajo una camiseta negra y ceñida que la hizo pensar en una sólida e inquebrantable montaña. Nadie podía mover una montaña. Nadie podría mover tampoco a ese hombre, a menos, claro está, que él quisiera ser movido.

Con sólo mirarle fijamente, _______ se sintió atraída por él e inva­dida por la lujuria.

Era una suerte que su encuentro se limitara a esa reunión en pú­blico. De cualquier otra manera, _______ creía que no hubiera sido res­ponsable de su comportamiento.

Tragó saliva para recuperar el habla.

—Sí, soy _______.

Cuando le ofreció la mano, él no se la estrechó. Demasiado sencillo. Atrapándola con la mirada, se inclinó y se llevó la mano de _______ a la boca, depositándole un beso sobre los dedos.

«Oh, Dios Santo...»

Una ardiente sensación le recorrió el brazo a toda velocidad, y los latidos de su corazón adoptaron un ritmo candente. Él se recreó, dejando que su cálido aliento le acariciara el dorso de la mano, mientras sus dedos jugueteaban con el centro de la sensible palma. Estremeci­mientos ardientes le atravesaron la piel y le subieron por el brazo.

El efecto que el Amo J tenía sobre _______ no terminaba ahí. De hecho, el impacto de su presencia, de su contacto, la afectaba tan pro­fundamente que un latido comenzó a pulsar suavemente entre sus pier­nas. Como si su clítoris necesitase anunciar a su libido que quería desnudarse para ese hombre.

«¡Es sólo trabajo!», se dijo a sí misma.

Con un discreto tirón, _______ liberó la mano. El Amo J sonreía cuando se sentó a su lado —en vez de enfrente—, y acercó la silla unos centímetros más. Ella intentó ignorar lo consciente que era de él cuando el muslo masculino rozó el suyo, provocándole un hormigueo.

—Gracias por reunirse aquí conmigo, señor... ¿Cómo te gustaría que te llamara?

Esa amplia sonrisa pareció burlarse de su incertidumbre y procla­mar un perverso conocimiento de su próximo debate sexual.

—Por ahora, será suficiente con que me llames señor.

—Vale. Sí, señor.

En el momento que las palabras salieron de su boca, _______ se dio cuenta de lo sexuales que habían sonado. De lo sexuales que él había pretendido que sonaran. No sólo eran respetuosas, aunque lo eran. Pero con respecto al Amo J, ella no podía conseguir que su voz fuera algo más que un ronco murmullo.

¿Cómo sería llamarle señor en privado?

A pesar de que las gafas de sol la protegían, esos ojos oscuros pa­recían conocer cada uno de los pensamientos de _______, cada peca­minosa sensación, y la mantenían inmóvil mientras la miraba como si pudiera leer el deseo en su cara.

_______ utilizó el té intacto como excusa para apartar la mirada de él y se obligó a concentrarse en un tema seguro y neutral.

Algo difícil de conseguir cuando lo había invitado para hablar de sexo.

—He leído en el dossier que recibí sobre ti, que te dedicas a la se­guridad personal. ¿Eres guardaespaldas?

—Exacto. —Encogió esos hombros tan deliciosamente maci­zos—. Protejo a unos cuantos políticos y a sus familias, a diplomáticos y a algún que otro deportista.

—Estoy segura de que conoces a mucha gente interesante. ¿Traba­jas con celebridades? —le preguntó.

Un atisbo de humor curvó la ancha boca en algo parecido a una sonrisa.

—Demasiado para mí. Los políticos son mentirosos, pero por lo menos sabes qué esperar de ellos. Pero los de Hollywood son paranoi­cos y egocéntricos, y creen que cualquier persona es un psicópata en potencia. No gracias.

_______ no podía decidir si estaba molesta o divertida.

—No soy nada de eso.

—Date tiempo —él le guiñó un ojo.

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Mensaje por # LoveJonas } Jue 15 Mar 2012, 2:40 pm

Siguela pronto porfavorrrrr; ame el capitulo y me quede con ganas de leer más.
# LoveJonas }
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Mensaje por aranzhitha Jue 15 Mar 2012, 6:02 pm

Continuacion....



Incorregible era una palabra que le describiría a la perfección. Un asomo de arrogancia unido a una sana dosis de atracción sexual y humor juguetón. La mezcla resultaba demoledora, gracias a sus habi­lidades en el flirteo y al encanto sureño. Sin duda, él tenía un efecto mortal en el sentido común de cualquier mujer. _______ tragó.

El camarero se acercó a la mesa, y el Amo J pidió una taza de espeso café de achicoria típico de Lousiana. Ella se estremeció cuando el ca­marero lo llevó unos momentos más tarde.

—Cuéntame más cosas sobre tu programa. —Las palabras deberían haber sido una invitación, pero _______ oyó la sutil orden en su voz. No era ni dura ni directa. Pero la voz tenía un tono acerado..., un tono que le contrajo el estómago... y le tensó el vientre.

Provócame combina entrevistas y hechos que exploran varias face­tas de la vida sexual en parejas estables o no. La última temporada hice un programa sobre la etiqueta sexual en una primera cita, otro sobre «amigos con derecho a roce», luego continué con algunos matrimonios que se hacían tatuajes a juego. Ésta será la segunda temporada y estoy muy contenta de que el programa vuelva a estar en pantalla. Dado que la cadena emite programas orientados a mujeres y parejas, creo que éste será perfecto.

—Hum. Cuéntame qué tienes pensado para esta temporada.

De nuevo, ahí estaba esa orden sutil.

—Bueno, aún no tenemos una idea fija, pero ya hemos aprobado los siguientes temas: masajes, fotografías para parejas, pintura erótica, y...

—Dominación y Sumisión.

_______ tragó. Estaba tan entusiasmada con el programa, que casi se había olvidado de que iban a hablar de ese tema. El tema que esti­mulaba sus más vergonzosas fantasías nocturnas.

—Sí.

Él arqueó una ceja oscura con impaciencia, consiguiendo parecer severo, disgustado y poco amenazador al mismo tiempo.

_______ se sintió desconcertada y lo miró fijamente. ¿Qué quería?

—Sí, señor —aventuró.

La sonrisa con que la recompensó fue deslumbrante.

—Muy bien.

—Pensé que este tipo de tratamientos eran únicamente para los...

—¿Sumisos? Así es habitualmente, pero contactaste conmigo para una lección rápida. Pensé que ésta sería la mejor forma de empezar, un ejemplo práctico para ver cómo lo haces. —Él se inclinó hacia delante y apoyó un codo en la mesa. Su mirada siguió clavada en la de ella, de­rritiéndola de manera implacable—. ¿Entiendes lo que significa some­terse a un hombre? ¿Rendirse por completo?

_______ contuvo el aliento, aturdida por algo que se escapaba a su control. Los ojos del Amo J brillaron con aprobación.

—Esto... no es sobre mí —repuso ella con voz jadeante—. Sólo necesito captar el concepto para transmitirlo...

—¿Cómo vas a poder transmitirlo sin mantener una relación de ese tipo, chef? Probar no es malo. —La sonrisa de él transmitía algo que sólo podía ser definido como pecado puro y duro—. Incluso te podría gustar.

Eso era exactamente lo que _______ se temía.

Se esforzó por mantener una expresión profesional.

—No importa si lo pruebo o no. Después de todo, cuando hicimos el programa sobre las parejas que se tatuaban, no me hice un tatuaje. Lo que me interesó fue comprender por qué era tan importante para ellos.

—Pagar a alguien para que te haga un tatuaje mientras tu pareja mira es mucho menos personal que dejar que te venden los ojos des­nuda, y otorgar el control de tu placer a tu Amo.

Tragando saliva, _______ se dio cuenta de que él tenía razón. Peor aún, el bocado que le presentaba comenzaba a parecer un banquete para su abandonada sexualidad.

No. Aunque esta vez era Adán quien le ofrecía a Eva la manzana de la tentación, ella era lo suficientemente lista como para no aceptarla. Si le interesaba, era sólo porque le estaba embotando la cabeza con esas sugerencias. Él era difícil de ignorar. Ella no era una depravada, no era el tipo de mujer que permitiría que un matón la encadenara y le dijera lo que tenía que hacer. Lo que pasaba era que la idea era nueva y _______ tenía un interés puramente intelectual en el concepto. Bueno, más que intelectual. Pero eso no significaba que fuera a acceder.

A pesar de que el Amo J parecía ser el hombre que había inventado el concepto de placer.

—¿Qué es lo que te da miedo? —preguntó él.

«Yo misma».

Ella apartó la vista de esa intensa mirada.

—Simplemente, no es lo mío.

Él frunció el ceño de nuevo. Su mirada mostraba una impaciente demanda.

—Señor —añadió _______ casi en contra de su voluntad.

Él suavizó la expresión.

—En los pocos minutos que llevo aquí sentado, te has sonrojado, se te ha acelerado el pulso, y se te han puesto duros los pezones. Co­nozco el aroma del deseo. Puedo oler el tuyo. Voy a volver a pregun­tártelo. ¿Qué es lo que te da miedo?

Sintió un impacto en el vientre. Oh, Dios... era como un libro abierto para él. Incluso más que eso. _______ cerró los ojos, soltó un suspiro. Luego otro. Su mente trabajaba a toda velocidad.

—No te lo pienses demasiado —le advirtió—. Mentir implica un castigo.

—¿Un castigo? ¡No tienes derecho! —contestó en un acalorado susurro.

Él la miró fijamente durante un largo momento.

—Te dije ayer en el chat que una relación de este tipo requiere mucha confianza. Confié en que eras quien decías ser. Para que con­fiaras en mí, permití que tu ayudante de producción consiguiera una in­formación muy personal sobre mí, ¿no? No pongas esa cara de asombro. Lo descubrí en cuanto comenzó a indagar sobre mí. Si no hu­biera dejado dicho en todos esos clubes que podían dar esa informa­ción, nadie le habría dado a Reggie ni los buenos días, así que mucho menos le hubieran contado detalles sobre mi vida sexual.

Él se movió en su asiento, rozando el muslo contra el de ella otra vez, luego le alzó la barbilla con un dedo. _______ se derritió con una mezcla de sorpresa y deseo, excitada ante el abrumador atractivo sexual del Amo J.

—Es cierto —susurró él—. Aposté por ti. Si trabajamos juntos, tie­nes que confiar en mí. No voy a raptarte, ni a forzarte a hacer ninguna cosa melodramática que se te esté pasando por la cabeza. Si quieres que te ayude a comprender la psicología de la Dominación y Sumisión, tienes que tener la suficiente confianza para ser totalmente sincera con­migo. Y contigo misma. ¿Me comprendes?

—Sí... sí, señor.

—Excelente. Ahora, por última vez, ¿por qué te asusta tanto la idea de someterte?

Era una pregunta cargada de implicaciones que ella no sabía cómo contestar. Era miedo al rechazo. A que la ridiculizaran de nuevo. Era vergüenza. Miedo al dolor y a la degradación. Le asustaba que le gustara ser dominada por alguien como él, y luego tener que asumir la ver­güenza y la culpa.

Pero no podía admitir eso... ninguna de esas cosas. Sería como ofrecerle su alma en una bandeja de plata.

—Por favor —susurró _______ —. Por favor...

El Amo J apretó la mandíbula y entrecerró los ojos. Por alguna alo­cada razón,_______ odió decepcionarle. No le debía nada, maldita sea. El era su entrevistado y sería recompensado por su tiempo e informa­ción. Punto.

Como estaba concentrada en resistir hasta que el infierno se con­gelara, _______ tardó unos momentos en darse cuenta de que el cama­rero había vuelto a rellenar el café del Amo J. Luego el joven la miró con una sonrisa incierta.

—Un hombre me ha pagado veinte dólares para que le diera esto.

Le entregó un sobre aparentemente normal... con su nombre es­crito con una caligrafía demasiado familiar.

El camarero se marchó.

El corazón comenzó a palpitarle. Abrió el sobre lo más rápido que pudo para encontrar el consabido puñado de pétalos rosas con los cen­tros suaves y los bordes mustios. Le resbalaron de los dedos, y se quedó sin aliento, sintiendo que la sangre le huía de la cara.

—No... —Miró a su alrededor con una expresión de pánico—. ¡No!

—¿_______? —la interrogó el Amo J con la voz ronca de preocu­pación.

Ella lo miró con una mirada salvaje.

—Está aquí. Me ha seguido. Oh, Dios mío... tengo que irme. —Aspiró con temor y apretó los puños para impedir que le temblaran las manos—. Tengo que irme ya.

El Amo J la sujetó por los hombros.

—¿Quién está aquí y dónde tienes que ir?


Sacudiendo los hombros para librarse de él, miró a su alrededor con frenesí, intentando reconocer cualquier cara que le resultara fami­liar o peligrosa. La mayoría de las sillas de la plaza estaban vacías, así como las del resto de las terrazas y las ventanas cercanas. Los oscuros escaparates de las tiendas podían ocultar a cualquiera, pero todo el mundo a su alrededor parecía oriundo. Los demás ocupantes de la cafetería ni la miraban ni les importaba. De nuevo él se había acercado hasta ella, silencioso como el humo, invisible como el aire. El pánico la atravesó.

—No puedo quedarme. Lo siento...

Él la sujetó de nuevo, decidido a que le contestara. Pero se quedó paralizado, con la mirada clavada en un punto al otro lado de la calle.

_______ sintió la energía que impulsaba al Amo J un segundo antes de que la empujase al suelo.

—¡Al suelo!

La empujó bajo la mesa y cubrió su cuerpo con el suyo un instante antes de que estallara un disparo por encima de sus cabezas



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Mensaje por .Lu' Anne Lovegood. Vie 16 Mar 2012, 3:42 pm

New Reader!*

Oh por Dios! Ya lei los demas caps & se lee que esta buenisimaaa!! Muy buen tema para un programa de television haha ok not -.- o si? Hahahaha ... OMG! pero quien le disparooooo??!!! Ahhhhhhhhh!!! Pleasee SIGUELAAAAAAAAAAAAA SIGUELAAAAAAAAAAAAA :bounce:
.Lu' Anne Lovegood.
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Mensaje por aranzhitha Vie 16 Mar 2012, 6:23 pm

●LalalandJonas† escribió:
New Reader!*

Oh por Dios! Ya lei los demas caps & se lee que esta buenisimaaa!! Muy buen tema para un programa de television haha ok not -.- o si? Hahahaha ... OMG! pero quien le disparooooo??!!! Ahhhhhhhhh!!! Pleasee SIGUELAAAAAAAAAAAAA SIGUELAAAAAAAAAAAAA :bounce:

Bienvenida, lala :) te puedo decir asi o como te llamas?? enseguida subo otro capi :roll:
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Mensaje por aranzhitha Vie 16 Mar 2012, 6:25 pm


CAPITULO 2
Joe Jonas curvó protectoramente su cuerpo sobre la pequeña forma fe­menina de _______ y utilizó la mesita de hierro para protegerla cuando sonó otro disparo. A su alrededor los clientes de la cafetería comenza­ron a gritar y a correr despavoridos. Maldijo entre dientes mientras ella se estremecía violentamente bajo él.

¡Maldita sea! Tenía la venganza al alcance de su mano, y pasaba eso. No podría tirarse a la mujer de su enemigo hasta hacerla gritar su nom­bre si ella moría.

La furia lo invadió, pero que alguien estuviera frustrando su ven­ganza no era la única razón de su ira. No, estaba absolutamente furioso de que algún gilipollas hubiera infundido tal pavor a esa pequeña pero vibrante mujer.

No iba a negar que había engañado a _______ para utilizarla, pero no pensaba hacerle daño. Todo lo contrario. Pensaba descubrir lo que la excitaba y así poder cumplir cada una de sus fantasías hasta que todo el cuerpo de _______ vibrara de satisfacción.

Hasta que a ella ya no le interesara Brandon Ross y abandonara a ese hijo de perra.

Sin embargo, el estúpido que empuñaba el arma tenía otras inten­ciones, como meterle una bala en la cabeza.

_______ se volvió a estremecer. Contuvo un grito. Jack la estrechó con más fuerza, apretándola contra la mesita de hierro. Salvarla era algo instintivo. El peligro era su trabajo. Una necesidad. Brandon Ross le había traicionado tres años antes, y Joe pensaba devolverle la humi­llación. Pero no estaba dispuesto a permitir que _______ muriese.

—Voy a ponerte a salvo —le susurró al oído.

El instinto le conminaba a sacar la pistola y devolver los disparos. Pero había demasiada gente alrededor como para correr el riesgo. Y le daría a _______ un susto de muerte.

Y ella ya estaba muerta de miedo, maldita sea. _______ sonreía ante la cámara para ganarse la vida, no esquivaba balas.

Cuando el camarero había llevado el sobre a la mesa y había observado cómo el color abandonaba la cara de _______ , dejándola pálida como la tiza cuando los mustios pétalos de color rosa habían caído de sus manos, él había olido su miedo. Al captar el destello del sol en el cañón de un arma en el tejado de enfrente, Joe no había dudado acerca de lo que iba a ocurrir.

Odiaba no haberse equivocado.

Mirando la silla que _______ había ocupado momentos antes, ob­servó los agujeros que habían dejado las implacables balas. Maldijo de nuevo.

Bajo él, _______ intentó incorporarse. Joe la detuvo.

—¡No te levantes!

—Tengo que irme. Huir, t-tengo que esconderme.

Una rápida mirada al tejado de enfrente le indicó que el tirador había desaparecido. O eso o estaba buscando una ubicación mejor aprove­chando el caos. Lo que los convertía en unos blancos fáciles, por lo que debía sacar a _______ de esa área descubierta lo más rápido posible.

—Tengo que ponerte a salvo —insistió Joe, ayudando a _______ a ponerse en pie—. ¿Estás herida?

Ella se caló de nuevo el sombrero y se aseguró la bufanda que le cu­bría el pelo.

—No.

—¡Entonces corramos!

Cogió su helada mano en la suya, cubriéndola por completo. Mal­dición, era una mujer diminuta, mucho más pequeña de lo que un po­deroso nombre como _______ hacía suponer.

Corriendo tanto como se lo permitían las piernas, Joe arrastró a _______ tras de sí, parapetándose detrás de las mesas que estaban patas arriba al oír más disparos. La condujo hacia la parte de atrás de la ca­fetería, y la empujó para que doblara la esquina del edificio, urgiéndola sin palabras a continuar. Ella lo hizo, mientras se agarraba firmemente el sombrero con la otra mano. Joe miró con el ceño fruncido por en­cima del hombro de _______ . No había manera de saber si el tirador seguía entre la multitud, pero debía suponer que sí. Más valía prevenir que curar.

—¿Adonde vamos?

Joe no contestó; estaba demasiado ocupado improvisando un plan. En silencio, la condujo por las calles, metiéndose en los callejones. Se oyeron más disparos. Una bala le silbó junto a la oreja, y soltó una mal­dición. Si ese hijo de perra le tocaba un solo pelo a _______, Joe iba a matarlo con sus propias manos.

Entraron en una tienda abarrotada, y casi chocaron contra una ancianita. Al echarse a un lado para que la ceñuda abuelita y su andador pudieran pasar, perdieron unos preciosos segundos.

Tan pronto como tuvieron vía libre, Joevolvió a tomar la pequeña mano de _______ y tiró con fuerza de ella, obligándola a correr de nuevo. Salieron por la parte trasera de la tienda a un callejón oscuro y estrecho. Gracias a Dios conocía aquel lugar como la palma de su mano.

Oyeron de nuevo una serie de disparos, esta vez desde la parte de­lantera de la tienda por la que habían salido.

¡Maldición!

—Tenemos que seguir, cher.

Jadeante y sudorosa, ella simplemente asintió con la cabeza y ajustó su paso al de él.

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Mensaje por aranzhitha Vie 16 Mar 2012, 6:26 pm

Lo siento el capi es chiquito pero mañana les subo mas :)
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