"Once upon a time" (Louis Tomlinson y Lila Tyler)

Louis cocinaba galletas con la abuela y parecían muy divertidos lanzando harina por todos lados. Claro, al final Lila era la que limpiaba.
Suspiré y recosté mi cabeza sobre la mesa del comedor mientras los observaba cocinar. La abuela le enseñaba a poner las chispas de chocolates sobre la masa de forma que no se hundieran en ésta. Louis se veía muy concentrado. Y muy guapo.
—Por favor, sácale una fotografía, dura más —levanté la cabeza y me encontré con Ryan, apoyado en la pared de brazos cruzados con la sonrisa burlona que ponía cada vez que me encontraba junto a Louis. Comenzaba a creer que de verdad tenía algo en contra de nosotros.
—No molestes —no le hice caso u seguí mirando a Louis cocinar. Pero Ryan arrastró una silla hasta mi lado y se sentó junto a mí. Se puso en la misma posición que yo y me imitó, suspirando cada tres segundos y murmurando “Oh, Louis”.
—Yo no sueno así, Ryan.
—Sí que lo suenas. No te das cuenta, pero estás tan enamorada de Louis como mamá de esa nueva telenovela que ve en la tarde.
Me quedé en silencio, eso no era verdad.
Louis era lindo, amable y el chico más genial –aparte de Niall- que haya conocido, pero sólo eso. Supuse que el beso de anoche fue porque estábamos con demasiada azúcar en la sangre y no nos dábamos cuenta de lo que hacíamos. No fue nada especial, ya nos habíamos besado antes, no tenía por qué ser diferente este beso.
Aunque eso Ryan no lo sabía, así que tenía que aparentar lo mejor posible.
—Cállate y déjame ser feliz a mi manera —le dije.
—Y tu manera se llama Louis Tomson, ¿no es así? —dio un respingo cuando escuché ese apellido. Era extraño que le dijeran así.
Ryan me aburrió a los minutos después, así que me levanté y fui hasta la cocina para ayudar a Louis y a la abuela. Terminé cubierta de harina y la abuela regañó a Louis, él estaba sorprendido, nunca antes le habían castigado.
—Sin galletas —le dijo la abuela y Louis casi se murió al escucharla.
—No seas tan cruel abue —le dije a la abuela y le susurré a Louis cuando ella no nos escuchaba—: No te preocupes, yo te llevo cuando ella no se dé cuenta.
Louis sonrió y me acercó a su cuerpo, estrechándome en sus brazos. Se sintió cálido estar así y recordé lo de anoche. Terminaría muy confundida si no resolvíamos esto luego.
—¿Arriesgarías tu vida por darme galletas? —murmuró contra mi oído.
—Por supuesto, no soy una plebeya debilucha.
—¡Dejen de murmurar y ayúdenme a colocar las galletas en el horno! —nos gritó la abuela, que estaba media sorda.
Esa Navidad fue inolvidable.
Le dimos el honor a Louis de poner la estrella en el árbol y cuidó de Danny todo el día, cosa que a mamá le encantó y por lo cual lo invitó a volver cuando quisiera.
La cena estuvo genial, era la única noche del año en la que todos cocinábamos y sobraban platos. Hasta Louis cocinó y demostró cierta debilidad por las zanahorias.
Visité a Niall y le entregué su regalo, lo abrió de inmediato sin esperar a que cayera la noche y gritó fascinado cuando vio un nuevo libro de cocina mexicana. Ahora aprendería a hacer tacos sin molestar a nadie.
A mis hermanos les regalé calcetines, se mostraron muy entusiasmados cuando abrieron los sobres y se encontraron con el otro par que hacia falta para completar los del año pasado. Era una broma que teníamos entre nosotros. Como Ryan que me regaló la mitad de un pantalón, Lucas un zapato y Gerald un guante. Mamá siempre nos gritaba por hacer ese tipo de bromas en una festividad tan importante, pero nosotros seguíamos tomándolo con humor.
Sin embargo, a Louis, no le regalé ninguna mitad. Le compré un abrigo nuevo, ya que el que tenía era muy aburrido. Este era blanco y venía más con su personalidad. No era de diseñador como los que tenía, pero se veía mucho más normal y de menos clase con éste.
Él me dijo que mi regalo estaba en la escuela, así que tenía que esperar al termino de las vacaciones para saber cual era.
Navidad pasó tan rápido como llegó, y cuando menos nos dimos cuenta, quedaban cuatro días para volver al calvario medieval que teníamos por escuela. Con sólo recordar la cara de interesados de los demás me daba asco volver allí, si la mentira de que Louis y yo éramos novios nunca se hubiese esparcido, seguiría siendo invisible.
(…)
Sin embargo, cuando quedaban dos días para volver a la escuela, Louis recibió una llamada. Era la directora Green.
Cuando terminó de hablar con ella por teléfono, lucía pálido y débil.
—¿Qué sucedió? —le pregunté preocupada.
Se sentó en el sofá y le tembló el labio. Algo muy grave debió haber ocurrido.
—Mis padres llamaron a la señorita Green para saber como estaba yo, y ella le dijo que estaba contigo.
—¿Y qué con eso?
—Que, bueno… te mentí. Mis padres no me dieron permiso, pero de verdad quería pasar las vacaciones contigo, se supone el profesor Blitter me cubriría, pero la señorita Green lo descubrió y lo despidió, así que me quedé sin maestro y como mis padres están furiosos porque yo vine hasta acá, me castigaron.
No acababa de digerir la mitad de lo que me dijo cuando las palabras se me atoraron en la garganta.
—¿Qué clase de castigo?
—Tener clases con los demás.
(…)
—No se besen en clases —nos dijo Ryan.
—Louis, no corras manos —le advirtió Lucas.
—Simplemente, no estén todos los días juntos, ¿de acuerdo? —terminó por decirnos Gerald.
Nos despedimos de mi familia en la estación de trenes. Iríamos solos porque un auto esperaría a Louis cuando nos bajáramos y éste nos llevaría hasta la escuela, así que no era necesario que mis padres nos acompañaran.
Mis hermanos nos ayudaron a subir las maletas al compartimiento y los despedimos con la mano a través de la ventanilla. Cuando el tren se puso en marcha y vi como mi familia se iba haciendo pequeña, adentré mi mano que se congelaba por la brisa invernal y cerré la ventanilla.
Louis aparentaba estar calmado, pero movía la pierna con insistencia una y otra vez hasta que logró desesperarme.
—Cálmate, todo irá bien.
—Es que nunca he estado en un salón con veinte personas más —me dijo. Quise corregirle y decirle que en realidad eran unas cuarenta personas, pero eso sólo lo pondría más nervioso y no ayudaría para nada, así que me quedé en silencio y me senté junto a él.
Comenzó a acariciar mi cabello y recostó su cabeza en mi hombro. Pasó su brazo por debajo del mío y se acurrucó a mi lado. Seguían pareciéndome extrañas esas muestras de cariño, se supone que lo de la fiesta de Navidad había sido un error, así que no había motivos para que siguiera haciendo esto.
Me removí incómoda, pero él me sujeto del brazo con fuerza impidiendo alejarme.
—No te vayas, quédate a mi lado hasta que lleguemos —susurró.
Parecía un niño asustado, y en parte lo era. Un niño y muy asustado.
Estuvo así unos minutos hasta que sentí su aliento chocar contra mi cuello. Eso me puso muy nerviosa, pero no podría apartarme porque me tenía bien sujeta.
—Louis, quiero estirar las piernas —le dije, tratando de zafarme de él.
—Pero recién te sentaste.
—Es que el frío entumeció mis piernas —no era la mejor excusa, pero sí la más posible.
Sin embargo, eso no pareció convencerlo y de improvisto, cruzó sus piernas con las mías y se pegó mucho más a mí. Esto no estaba ayudando.
—¿Mejor? —inquirió.
—Sí, gracias —no podía decirle que quería alejarme de él porque me ponía demasiado nerviosa estar en el mismo compartimiento que él.
No sabía que haría una vez que tuviéramos que aparentar frente a toda la escuela que estábamos perdidamente enamorados.
—Me gusta tu cabello rosa, por favor nunca lo cambies —dijo de pronto. No pude evitar sonrojarme y le agradecí el cumplido.
—También me gustan tus ojos, tus gafas que te hacen ver inteligente. Lo mejor es que de verdad lo eres. También me gusta como vistes, la manera en que caminas y le respondes a los demás, cuando te enojas con tus hermanos o lo tierna que te ves cuando jugabas con Danny.
Y ahí sí me aparté de él.
Sus palabras parecían las de un chico que en verdad estaba enamorado, y eso no podía ser. Es decir, él era un príncipe, seguro conocía miles de chicas bonitas y de mejor familia en las que fijarse que yo. Esto debía ser una broma, a Louis le gustaba bromear.
—Muy gracioso, casi me lo creo —le sonreí para que supiera que no estaba enojada con él, pero sí muy confundida.
—¿Creer qué? —me preguntó anonadado. Miré otra cosa que no fueran sus ojos, tenía que estar bromeando.
—La broma, la declaración.
—¿De verdad crees que bromearía con algo como esto? —asentí en silencio y él suspiro enfadado.
—Entonces tendré que demostrarte que esta vez no estoy mintiendo ni bromeando —dijo atropellándose con las palabras, se escuchaba exaltado, casi indignado por mi reacción, pero ¿qué se supone que pensara después de “aparentar ser novios” por semanas en mi casa?
Pero no me dio tiempo de pensarlo, ya que me sostuvo del rostro y me besó con fuerza, casi con violencia. No era un beso dulce ni mágico digno de un príncipe, sino el beso de un chico normal.
Aparté el rostro enojada, este no era el Louis que conocía.
—¿Qué te sucede? ¿El frío afectó tus neuronas? —le espeté.
—¿Es qué acaso no me quieres? Después de estar todo este tiempo besándonos y aparentando ser novios, ¿no comenzaste a creer que de verdad podríamos serlo?
Por supuesto que sí, sólo que eso no estaba bien ni para mí ni para él. Ni siquiera sabía a que nos llevaría continuar con la falsa del noviazgo.
Así que, con el dolor que esto supondría y las consecuencias que traería, negué con la cabeza.
La mirada de Louis se endureció de inmediato.
—Bien, es bueno saberlo —dijo ásperamente.
¿Qué había hecho?