Reminders of reality

Cuando las cosas se tuercen, enseguida pensamos que nuestros sueños están acabados, que ha llegado el temido gran final. Pero no es así, ese el problema con la raza humana: que confundimos el final con un mero cambio de rasante.

Por lo tanto, en vez de disfrutar esos momentos de descanso y de felicidad que nos da la vida, vivimos con miedo de que esos momentos se acaben, porque hemos aprendido que la realidad no es justa, ni nos da lo que normalmente pedimos, porque tenemos en claro que la realidad y los sueños son cosas muy diferentes.

Aún así, somos testigos de que hay personas que sí cumplen sus sueños y nos hacemos esa constante pregunta: ¿Cuando un sueño se convierte en realidad? ¿Cómo? ¿Es a causa de nosotros o es el destino?

Muy al pesar de lo que uno quiera, piense o siente, hay cosas que están destinadas a ocurrir, sueños que están destinados a cumplirse, momentos que nos llevan a otros mucho más importantes. Que nos conectan con las personas de una manera tan fuerte, que nos hacen creer que somos nosotros mismos quienes tomamos la decisión de encontrarnos una y otra vez.

Pero todo termina en eso, en una decisión, una propia, es tu vida, entonces ¿Quieres que siga siendo un sueño o lo convertirás en tu realidad?

Más allá de la realidad, incluso más allá de nuestros sueños, experimentamos momentos que no olvidaremos y creamos historias que nos marcarán el resto de nuestro camino, es tu decisión si quieres seguir pensando que es un simple sueño que no eres capaz de obtener y que se evaporará en cualquier momento o si decides actuar y hacerlo tu realidad.

Ayer me hubiera gustado soñar contigo, pero de nuevo, no he podido lograrlo, sólo es una pantalla negra que nubla las noches de descanso, si lo puedo llamar de esa manera. Todas las noches me duermo con la misma esperanza de cumplir en mis sueños lo que no puedo cumplir a tu lado durante el día, durante la conciencia; no siempre se me cumple esa esperanza.

Hay noches, como la de ayer, que no sueño absolutamente nada, en el caso de hacerlo, no logro recordarlo. Otras noches, mis sueños son tan bizarros que ni yo misma logro llegar a comprenderlos; y otras noches, las mejores de ellas, sueño contigo. Pero estas últimas son muy pocas, lo que me recuerda que, ni siquiera en mis sueños, puedo estar como realmente quisiera estar contigo.

Cerré la libreta y me quedé mirándola unos segundos. Tantos sueños y esperanzas escritos en un pedazo de papel. Tal vez algún día, en algún momento, aquellos sueños podrían… no, claro que no. Suspiré, guardé la libreta y me levanté para acercarme a uno de los tantos carteles que estaban pegados en mi pared. Sonreí ante la imagen impresa en el pedazo de papel.

Ya faltaba poco, al menos los vería en vivo y tomando en cuenta mi realidad, verlos a esa distancia, en un escenario a pocos metros, eso sería suficiente, tendría que serlo. Una risa escapó de mis labios, los vería en vivo.

– Y yo que creía que Maddie sólo exageraba – volteé a la puerta, mirando a Rob apoyado en ella con una sonrisa en sus labios. – digo, cuando me contó la parte de verte en tu cuarto riéndote sola viendo un póster… – dejó la oración en el aire mientras soltaba una carcajada. Sentía el calor subir a mis mejillas, tenía que aprender a disimular. – Ven Bree, a desayunar – cambió de tema al ver que no dije nada, realmente no sabía que decir al respecto.

Besé su mejilla y musité un “buenos días” antes de salir de mi habitación y tomar camino al comedor, con sus pasos siguiendo los míos. Al llegar al comedor, las risas y conversaciones por parte de papá y de Maddie cesaron, más por el hecho de que la mirada de Maddie se encontró con la mía, provocando que ella dejara de hablar. Papá me sonrió al verme entrar, también besé su mejilla y me senté a su lado. Miré a Maddelaine al frente mío, pero ella miraba a otro lado, por lo que respeté su espacio y me dediqué simplemente a analizar el plato que tenía enfrente, siendo consciente de la mirada de Rob y de papá en ambas. Robbie se sentó silenciosamente a mi lado mientras papá miró reprobatoriamente a Maddie, ella simplemente se encogió de hombros.

Quise decirle un “buenos días”, decirle cualquier cosa a decir verdad, pero me contuve, no quería crear una pelea tan temprano en la mañana. Algunas veces realmente extrañaba a mi hermana, pero ella parecía llevar su vida mejor sin mí, por lo que no quería interponerme.

Papá y Rob se dedicaron a hablar temas de la graduación de mi hermano y los planes que debíamos hacer para viajar hasta la universidad, entre otras cosas. Terminé la comida que había en mi plato y revisé mi reloj, al parecer aún me quedaba algún tiempo de sobra antes de tener que ir al instituto.

Intenté seguir escuchando la conversación, pero no había mucho que yo pudiera decir. Por un momento deseé haber traído mi celular conmigo, al menos podría ver fotos o noticias de la próxima llegada de los chicos a la ciudad. Niall probablemente habría actualizado algunas de sus cuentas.

– Aubrey – me habló mi padre sacándome de mis pensamientos, mirándome expectante por una respuesta a la cual no sabía la pregunta.
– Disculpa – tanto Robbie como papá rieron ante mi distracción, Maddie ya no se encontraba en la mesa.
– El concierto que habías mencionado…
– El de One Direction – completé al ver que no recordaba la banda
– Sí ese, ¿cuándo es?
– El sábado.
– ¿Este sábado?
– Sí – contesté insegura al mirar que su ceño se fruncía.

Al ver esto, papá negó con la cabeza y suspiró, luego calló y continuó su desayuno. Miré a Rob, él simplemente se encogió de hombros, no entendía que había sucedido, por lo que simplemente me dediqué a callar también, hasta que el silencio se interrumpió por la voz de mi padre.

– Termina de alistarte, ya casi es hora de que vayas al instituto.

Asentí, aún confusa por su reacción y me levanté para subir las escaleras rápidamente, lavé mis dientes, tomé la mochila, me coloqué los zapatos y bajé, me despedí de mi familia y salí de la casa, aún con un poco de inseguridad debido a las palabras de mi padre. ¿Qué tenía que ver el concierto con su reacción? Él sabía que ya tenía las entradas.

Negué ante el rumbo de mis pensamientos, él no me haría faltar al concierto. Permití que la sonrisa volviera a mi rostro y comencé a caminar hacia el instituto, decidiendo que de todas maneras no era momento de pensar en ello.

Me coloqué los audífonos y comencé a tararear al momento en el que los primeros acordes de Last first kiss se comenzaron a reproducir. En ese momento recordé que no había revisado el teléfono antes de salir de la casa por lo que lo saqué y me metí a Instagram sólo para ver que, ciertamente, Niall había posteado una fotografía. Se encontraban el Punte Golden Gate de San Francisco. Sonreía ante la fotografía y ante las mismas sonrisas que ellos mostraban a la cámara. Le di “me gusta” a la foto, no obstante, antes de poder comentar la bocina de un auto retumbó en mis oídos haciéndome apartar la mirada del teléfono y mirar el auto que se encontraba a pocos centímetros.

– Lo siento – tartamudeé y me quité del camino de auto, terminando de pasar la calle. Mi corazón latía acelerado y la adrenalina aún corría por todo mi cuerpo. El sonido y la imagen del auto habían quedado grabados en mi mente. Miré a mi alrededor, viendo que algunas personas me miraban reprobatoriamente. Me detuve un segundo a retomar el aire y guardé mi celular en mi bolsillo antes de retomar camino al instituto, ya había tenido suficientes amenazas de vida por el día de hoy.

Al momento de cruzar las puertas del instituto me sentí lo suficientemente segura como para sacar mi celular de nuevo y comentar al mismo tiempo que revisaba las notificaciones restantes. Algunos eran tuits que expresaban la alegría de ellos por el concierto del sábado, otros decían las entrevistas a las que se dirigían, otros eran más fotos de Instagram o vines de Liam. Contesté a cada uno de ellos mientras miraba de reojo para asegurarme de que iba en dirección correcta a mi casillero. Reí ante la absurda idea de mi mente. La idea de que algún día alguno de ellos siguiera alguna de mis cuentas o en todo caso contestara alguno de mis mensajes. Pero tan rápido como llegó la idea así de rápido desapareció, no pasaría. Entre mil comentarios, el mío no sería nada extraordinario que llamara la atención, sólo era una más.

Al terminar con las notificaciones, apagué el celular, me quité los audífonos, los guardé en la mochila y me concentré en abrir mi casillero. Tomé los cuadernos que necesitaba, cerré de nuevo la puertecilla y me dirigí a mi clase, ahora siendo consciente del bullicio y de los adolescentes.

Todos a mi alrededor parecían tener el mejor día de sus vidas, al menos mientras la campanilla no avisara la entrada a clases. Miraba como se saludaban, como bromeaban, como reían y más que todo, como se esforzaban por dejarme fuera de todo ello. Cuando sentía que alguien me miraba y les sonreía, ellos se burlaban y miraban para otro lado. Ya estaba acostumbrada, siempre buscarían una razón para apartarme. Mientras tuviera un sueño en el cuál creer, sería suficiente para sonreír a pesar de que las circunstancias no lo ameritaran.


Desde hace varios minutos que me encontraba viendo la pizarra. No digas nada, no digas nada. Me repetía una y otra vez en mi mente conforme el profesor explicaba el ejercicio que recién había escrito en la pizarra. Mordí mi labio y apreté con mayor fuerza el lápiz que se encontraba en mi mano. Tal vez yo estaría equivocada. Copié el ejercicio en mi cuaderno y lo seguí paso a paso, sin embargo, me daba el mismo error que cuando lo había hecho de manera mental. Suspiré, y para mi desgracia, lo hice un poco más fuerte de lo que debía.

– ¿Algún problema señorita Kennett? – me golpeé mentalmente y negué. No obstante, el señor Hills ya me conocía lo suficiente como para reconocer mis mañas, tales como morder mi labio – Si hay algún problema en el ejercicio, por favor hágamelo saber.

Él me miraba fijamente, corrección, toda la clase me miraba fijamente y sabía que ya estaba perdida de todas maneras por lo que simplemente pensé que mientras más rápido lo dijera, más rápido terminaría todo esto.

– El logaritmo resultante queda inválido si lo hace de esa manera, necesita cambiar el ocho por un seis y la base del tercer logaritmo debe ser igual a su argumento. – respondí mientras encontraba la solución en mi mente.

Él me sonrió, algo que no esperaba que hiciera y se volvió a comprobar su ejercicio, para luego darse cuenta que estaba en lo correcto y cambiarlo. Me sonrió de nuevo y se dirigió al resto de la clase.

– Si todos ustedes pensaran como ella el mundo no estaría tan arruinado. – habló después de continuar con su clase, dedicándome una sonrisa de agradecimiento.

Una parte de mí se alegró ante el comentario, la otra estaba absolutamente aterrada. Ésta segunda suprimió a la primera al ver la mirada que me dedicaban mis compañeros de clase. Cerré los ojos y un escalofrío recorrió mi espalda. Hubiera preferido que fuera despectivo, como lo había sido en las veces anteriores, así ellos podría ser felices por mi humillación durante unos minutos y luego seguir con sus vidas. El profesor casi nunca se equivocaba, pero las veces que lo hacía no le gustaba que lo corrigieran. Me odiaba por ello, sin embargo, desde que me había dado la inscripción para las olimpiadas de matemática, lo veía más… condescendiente. No me gustaba, apreciaba los momentos donde lograba ser invisible hacia el resto de mi clase, esto me hacía resaltar, por lo tanto, me metía en mayores problemas.

Sentí de nuevo el escalofrío en mi espalda y me volteé para ver la mirada de Allen fija en mí, más específicamente en las pulseras que adornaban mi muñeca. Las miré, y no vi nada distinto en ellas, aún seguían intactas, en el primero, el nombre de la banda, en el segundo, los nombres de los integrantes y en el tercero el “future Mrs. Payne” que me había regalado Robbie. Sonreí al verlos, no obstante, fruncí el ceño al pensar en por qué alguien como él estaría viendo mis pulseras. Devolví mi mirada hacia su persona y otro nuevo escalofrío me recorrió al ver que esta vez me miraba burlonamente. Me guiñó un ojo y el sentimiento de miedo que había sentido momentos antes no se comparaba con nada al que sentía ahora.

Decidí no pensar en eso por el momento y concentrarme en los nuevos ejercicios que debían encontrarse en la pizarra, pero al ver hacia ella, el profesor ya estaba dando la despedida a la clase. Suspiré resignada y guardé mis cosas con la mayor lentitud del mundo esperando que todos se fueran de la clase, incluido Allen y sus amigos, no obstante, no tomé en cuenta que al mismo tiempo me quedaba sola con el profesor.

– Entonces Aubrey. ¿Ya tienes la hoja firmada? Las inscripciones cierran pronto. – aclaró, elevando una ceja y tendiendo su mano para que yo pusiera la inscripción rellena en ella. No obstante, la hoja aún estaba en blanco. Me aclaré la garganta y me acerqué a su escritorio.
– Yo, no voy a participar, lo siento señor Hills, sé que esperaba que… – su risa irónica me cortó.
– Oh Aubrey, por favor. De ti, no espero nada. – sonrió de nuevo, tomó su maletín y se fue de la clase.

Como decía anteriormente, no le gustaba cuando las cosas no iban a su manera. Aún así, de cierta manera, me tomó por sorpresa. Detuve mis pasos y me quedé mirando el punto donde él había estado hace unos momentos, sus palabras repitiéndose en mi cabeza.

– Cielos Aubrey – la voz de Allen me sacó de mis pensamientos, haciendo que volteara asustada en dirección a la puerta al escuchar su voz – que tus compañeros de clases te ignoren es una cosa, pero que el mismo profesor crea que no vales nada, auch. Debe haber algo mal contigo, ¿no lo crees?

Mi voz se quedó atorada en mi garganta mientras Allen se burlaba y se iba. Una palabra se quedaba rondando en mi mente, “ignoraban”, ojalá fuera eso lo que hicieran.  


El resto del día no mejoró, miraba a mi alrededor con constante miedo. Sabía que Allen no había terminado, pero él no era el tipo de persona que hacía las cosas apresuradas, él tenía paciencia, por lo tanto, la inminente duda de cuando actuaría era lo que en verdad me preocupaba, sin contar que sus palabras daban vueltas una y otra vez en mi mente.

Al momento de escuchar las campanas de salida, me apresuré lo más que pude para salir del edificio y suspiré aliviada al ver la carretera exterior del instituto, no obstante, esa leve sonrisa que había aparecido desapareció rápidamente al ver a mi padre esperando por mí unos metros más adelante, él nunca venía a recogerme al instituto, dos razones, uno, siempre estaba trabajando, dos, vivía relativamente cerca.

Me acerqué indecisa a él, tomando en cuenta los rasgos de preocupación que se marcaban en su rostro. Le sonreí al momento en el que me vio llegar, tratando de evitar que notara mí confusión, y besé su mejilla, notando como su rostro se suavizaba levemente.

– Tengo algo que decirte – habló al ver que yo no diría nada, aún no sonreía. No me gustaba cuando esto pasaba, no me gustaba cuando mi padre no sonreía. Agrandé mi sonrisa para relajarlo.
– Dime
– Bree, no – tartamudeó un poco, buscando las palabras, pero al no encontrar ninguna correcta, suspiró y solo lo dijo – No vas a poder ir al concierto.

Mi sonrisa cayó, esto no.