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Mensaje por indigo. Mar 01 Ene 2019, 10:48 am

La Olivia de mi Popeye Reminders of reality - Página 5 1477071114
indigo.
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Mensaje por Jaeger. Miér 02 Ene 2019, 2:14 pm

Zeus & Hades:



Jaeger.
Jaeger.


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Reminders of reality - Página 5 Empty Re: Reminders of reality

Mensaje por Jaeger. Lun 18 Mar 2019, 6:36 pm

quien sigue? Reminders of reality - Página 5 2841648573
Jaeger.
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Mensaje por hange. Mar 19 Mar 2019, 7:07 pm

Reminders of reality - Página 5 1054092304
hange.
hange.


http://www.wattpad.com/user/EmsDepper
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Mensaje por indigo. Miér 20 Mar 2019, 4:39 am

Sigue Ally, pero si ella no puede yo me ofrezco para subir Reminders of reality - Página 5 2841648573
indigo.
indigo.


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Mensaje por Kida Lun 25 Mar 2019, 2:56 am

Capítulo 09
Aubrey Kennett | By Ally.

Todavía podía sentir la emoción mientras caminaba hacia el M&G. La conversación con Blair ayudaba a distraerme, pero mentía si no decía que me encontraba más que nerviosa. El concierto había sido todo lo que pude haber esperado e incluso más. Pero ahora sentía un nudo en el estómago que no sabía como quitar y solo se hacía más grande con cada paso que daba. Quería atribuírselo a la emoción y en parte lo hacía.

Cuando las puertas se abrieron y pudimos entrar al salón, me quedé inmóvil. Estaban ahí, tan cerca, tan reales, ya no eran imágenes en un video o fotos en mis paredes. Me quedé a un lado, moría de ganas por correr y abrasarlos, de hacerles tantas preguntas, pero no era la única allí. Así que me quedé a un lado y dejé que las demás pasaran. Aparté la mirada de los chicos solo para voltear a ver a Blair, era increíble la manera en la que ella brillaba y resaltaba entre todas las personas. Ella era absolutamente hermosa, pero no era solo eso, algo en su sonrisa y en su personalidad y en la manera en la que no le importaba lo que nadie pensara de ella, era admirable.

El tiempo pasó, el cuarto se fue librando y creo que de alguna manera me quedé sin excusas para quedarme de lado. Intenté respirar poco a poco, tratando de controlar el torbellino de emociones que sentía en mi estómago. Traté de armarme de valor para caminar hacia ellos, cerré los ojos y traté de respirar profundo de nuevo.

– ¿De quién nos escondemos? – reconocí la voz de Liam al instante y si me costaba respirar antes ahora estaba segura de que iba a tener un paro respiratorio, la emoción y la vergüenza sobresaliendo por sobre el resto. Iba a pensar que era indudablemente rara por el hecho de estar pegada a la pared en un M&G donde se supone que uno va a conocer a sus ídolos, no ha tratar de camuflarse con la pintura del salón. Más aún, tenía los ojos cerrados y estaba segura de que estaba hiperventilando.

Sentí un pequeño toque en el brazo. Rayos, seguía aquí. Me forcé a salir de mis pensamientos y abrí uno de mis ojos con cautela, una parte de mi esperaba que estuviera alucinando.

– Hola – saludó con una sonrisa en su rostro. Todo el miedo que sentía se esfumó al ver esa sonrisa, esa misma que me había ayudado a salir adelante en tantas ocasiones y él no tenía ni idea. Abrí ambos de mis ojos y su sonrisa se hizo aún más grande y no pensé que era posible, pero mi felicidad se hizo mayor, ya que esa sonrisa, era únicamente por mí. – ¿Por qué estás tan alejada? Te aseguro que no mordemos. – no pude reaccionar mientras tomó mi mano y me arrastró hacia donde estaban los otros tres integrantes.

No sabía qué me pasaba, pero la conexión entre mi cerebro y mis cuerdas vocales desapareció por completo. Me parecía tan irreal que realmente los estuviera conociendo que no sabía cómo debía actuar o qué debía hacer. Pero aparentemente ellos estaban acostumbrados a lidiar con este tipo de reacciones. Unos minutos luego, donde entre bromas lograron hacerme hablar, ya me encontraba en un abrazo grupal y luego llorando en los brazos de Niall. Me había prometido a mi misma no llorar, pero debía haber intuido que las promesas no valen nada, incluso las mías. Niall me encaminó al lugar donde tenían las bebidas y me tendió un vaso de refresco. Iba a disculparme, pero antes de poder hacerlo algo llamó su atención y luego de asegurarle que yo iba a estar bien, se fue. Me quedé mirado la fotografía con los autógrafos, probablemente la enmarcaría. Mi celular comenzó a sonar y estuve un rato hablando con Jamie, aparentemente su problema en el trabajo había durado más de lo que pensaba y tendría que quedarse allí, pensé pedirle a Maxie que me llevara, pero cuando volteé a buscarla ella ya no se encontraba allí, no me extrañaba, no creía que se quedara más del tiempo necesario. Al final de la llamada Jamie me informó que iba a llamar a Rob, luego me preguntó por el concierto y me dejé llevar, contándole cada detalle.

Cuando terminé la llamada, noté que seguridad estaba comenzando a sacar a las personas del lugar, dando el M&G por terminado. No fue hasta ese momento en que me di cuenta que había hecho el ridículo y por estar hablando por teléfono había perdido el tiempo que me quedaba en el M&G. Tanto había esperado por este momento y lo había arruinado. No les había hecho ninguna pregunta, no había sido para nada memorable, había sido patética. Pero no quería que esto terminara así, debía ir y disculparme y luego, luego no tenía la menor idea de que sería lo que haría, pero no podía dejar que esto terminara así. Decidida a cambiar la impresión que ellos tenían de mí, me volteé rápidamente y al instante deseé no haberlo hecho.

Todo el refresco que contenía el vaso que estaba en mi mano terminó en la camisa de Louis. Bueno, quería ser memorable, lo había logrado, pero no de la manera que esperaba.

– Louis, lo siento, lo siento, lo siento – no podía dejar de repetir la palabra mientras dejaba el vaso en la mesa y tomaba un puño de servilletas para intentar arreglar lo que había hecho.
– Aubrey – trató de llamar mi atención, pero en mi estupidez seguía tratando de secar su camisa con las servilletas. – Aubrey.
– ¿Sí? – volteé a verlo, no sé si fue el color rojo que inundaba mi cara o mi mirada de trágame tierra, pero Louis comenzó a reír a carcajadas y luego de unos segundos, comencé a reír con él. Suspiré rendida, tenía la camisa empapada, dejé las servilletas en la mesa. Él parecía tranquilo, no como si una de sus torpes fans recién le hubiera arruinado su camiseta. Caminó hacia uno de los bolsos que estaban por las mesas de autógrafos. Se quitó la camisa y en ese momento, oficialmente, dejé de respirar.

No era la primera vez que lo veía sin camisa, estaba segura de que One Direction Shirtless podía aparecer en los más buscados de mi búsqueda de Google, pero verlo en directo era una experiencia totalmente diferente. Dejó la camisa en el suelo y se colocó un abrigo que agarró de uno de los bolsos, cerrándolo para que no se notara que iba sin camisa, pero esa imagen iba a estar grabada en mi mente para siempre. Sus ojos conectaron con los míos y aparté la mirada avergonzada. Sí, le había tirado un jugo encima y luego lo había visto como boba mientras se cambiaba, iba a pensar que lo había hecho a propósito.

Se escuchó su risa a mis espaldas y decidí que ya había hecho el suficiente ridículo por el resto de mis días. Comencé a caminar a la salida, pero una mano en mi antebrazo me impidió de ir más lejos.

– Hey, espera– la sonrisa de Louis no era para nada burlona ni había enojo en su mirada, pero mi cerebro solo deseaba que se abriera el suelo y me tragara – venía a darte esto, lo encontré tirado por la puerta de entrada – me tendió un gorro de lana negro con líneas amarillas, lo miré confundida, busqué en mi bolso y en efecto faltaba mi gorro, iba a aceptarlo, cuando una idea hizo que la confusión se hiciera mayor.
– ¿Cómo sabes que es mío? – por primera vez lo vi moverse incómodo y podría jurar que apareció un leve sonrojo en sus mejillas.
– Vi que lo tenías puesto al inicio. – al ver que mi confusión solo continuaba creciendo se aclaró la garganta y continuó hablando – En la entrada, cuando hacías fila, la cámara que pasó, esas transmiten en vivo, vi que lo llevabas puesto.

Eso significaba que no había hecho el ridículo recién, lo había hecho desde hace horas con la extraña mueca intento de sonrisa que le había hecho a la cámara cuando me tomó desprevenida, bien, después de eso ya no quedaba mucho más que pudiera salvar.

– Déjatelo – hablé después de unos momentos, ya no había nada que pudiera humillarme más, por lo tanto, me atrevía a darle mi gorro a Louis.
– No, es tuyo, está bien.
– No, en serio, arruiné tu camisa y aparentemente llevo haciendo el ridículo toda la noche, sólo, déjatelo, me haría sentir mejor. – Eso último pareció convencerlo.
– Bien – se lo colocó y más allá de mi estado de vergüenza total, pude sonreír al verlo con el gorro puesto. – ¿Cómo se ve?
– Perfecto. – su sonrisa creció y abrió la boca para hablar, pero antes de poder pronunciar palabra, uno de los muchachos del staff lo llamó. Asintió y luego volteó a verme por lo que pareció ser la última vez.
– Sólo para que conste, no has hecho el ridículo. – besó mi mejilla y se fue.

Toqué mi mejilla, incapaz de creer que los labios de Louis Tomlinson hubieran estado en ese mismo lugar unos segundos atrás. Quería chillar, saltar, gritar de la emoción y todo eso lo estaba haciendo por dentro ya que por fuera, parecía incapaz de comprender lo que recién había pasado.

Eso tenía que haber sido un sueño, busqué a mi alrededor por alguien que me asegurara que había sido verdad, pero lo que vi fue a Blair junto a una Libbie llena de sangre. ¿Qué había pasado?

{*}

Era poco decir que los siguientes días había pasado en una nube. Aún sentía los brazos de los chicos a mí alrededor y los labios de Louis en mi mejilla lo que casi recompensaba el ridículo que había hecho el resto de la noche. Pero no sé si fue mi estado de felicidad constante o el hecho de que no le había estado prestando importancia a las miradas de Allen lo que hizo que él sintiera la necesidad de bajarme de mi nube y es cierto la frase que dicen, mientras más alto estés, más duro es el golpe.

Lo que pareció ser un jueves tranquilo, dejó de serlo al momento en el que unos manos me tomaron y arrastraron hasta el cuarto de mantenimiento.

Ya adentro, me tiraron al piso. Allen me miraba con burla, su séquito de neandertales detrás de él.

– Te he visto muy distraída estos últimos días Aubrey y me duele saber que por un momento olvidaste que tú y yo teníamos algo pendiente. Por qué lo teníamos, y sé que lo sabías, entonces qué pasó durante el fin de semana que lo olvidaste. – sabía que era una pregunta retórica y no esperaba respuesta, nunca esperaba respuesta de mi parte – Sé que el grupo ese que tanto te gusta estuvo en la ciudad, pero tú no eres nadie por lo que ellos nunca voltearían a verte, entonces no puede ser eso, ¿o sí? – preguntó al ver que me moví incómoda, lastimosamente, todos los años que llevábamos en esto había hecho que Allen pudiera leerme como un libro abierto, por lo que no fue difícil para él descifrar el brillo que había en mi mirada – Oh Aubrey, ¿te hicieron creer que valías algo? Eso es aún mucho más triste y te hace más daño, por que me hace a mí tener que volverte a la realidad.

Con una seña, sus neandertales me tomaron de los brazos de nuevo y me levantaron, uno de ellos sujetó mi brazo derecho.

– Entonces, tengo que quitarte eso, porque no creo que ellos te hagan bien. – señaló a mis pulseras, buscó alrededor del cuarto de mantenimiento y encontró unas tijeras de jardinería. – el miedo que había estado tratando de contener, se disparó en ese momento
– No, Allen, no lo hagas, yo entiendo, no soy nadie, lo entiendo, por favor – intenté soltarme, pero no tenía oportunidad, nunca la tenía.
– Si te mueves sólo va a ser peor.

{*}

Feliz cumpleaños a mí. Pensé irónicamente al momento en el que veía a Collette cotillear con sus amigas a la distancia. Claro que una parte de mi había permanecido intranquila cuando Collette había permitido cambiar el fin de semana con tanta facilidad, ahora conocía la razón, el siguiente fin era mi cumpleaños, detalle que hasta yo misma había parecido olvidar, nada la haría más feliz que apartarme de papá y de Robbie durante este fin de semana, esta era su propia venganza personal. De todas maneras, no me arrepentía de haberlo cambiado. Pude ir al concierto y, además, Robbie, papá, Jamie y Martie me había comprado una tarta y me había cantado cumpleaños la noche anterior, esa era toda la celebración que necesitaba. Aunque, como siempre, Collette debía tener su propia celebración.

– Creo que la cumpleañera debería estar en su propia fiesta – exclamó Kenny sentándose en el asiento libre a mi lado. Rió viendo la cara de disconformidad que se marcaba en mi rostro.

Al mi alrededor, el club de campo al que Collette normalmente asistía estaba repleto de globos, serpentinas y de personas que había visto al menos una vez en mi vida, no me relacionaba con ninguna de ellas, de todas maneras sabía que la fiesta iba más para ella misma, que para mí, razón por la que me encontraba sentada en el patio de juegos junto con Finn y Cali desde que todo esto había iniciado y nadie siquiera había notado mi partida.  

– Ellos son más divertidos – señalé a mis hermanastros que se encontraban buscando flores por todo el patio. Cali estaba decidida a traerme diecinueve flores por mi cumpleaños y había obligado a Finn a ayudarle.
– Y realmente quieren estar contigo. – completó mi oración. Me encogí de hombros dándole la razón.

La mayoría de las personas de mi edad que se encontraban en esa fiesta habían crecido juntos y preferían permanecer entre ellos que intentar entablar conversación con la hija de una de las amigas de sus madres en una fiesta a la cual probablemente habían sido obligados a asistir. No me molestaba, prefería que fuera de esa manera, disminuía mis niveles de ansiedad y las probabilidades de que me preguntaran por qué ninguno de mis amigos había asistido a mi fiesta de cumpleaños. Porque no existían, repitió una voz al fondo de mi mente.

– Bueno – su voz me sacó de mis pensamientos – te traje esto – me tendió una magdalena con una vela en medio. Reí mientras la encendía y la acercaba a mis labios – Pide un deseo – Volver al concierto, evitar el ridículo que había hecho en el M&G, recuperar un poco de la felicidad que había sentido hasta el jueves, que este fin de semana acabara y pudiera volver a mi casa, entre otras cosas. Soplé la vela y tomé la magdalena en mis manos.
– Gracias Kenny. – acepté su abrazo y cerré los ojos agradeciendo la distracción de todo este evento.
– Ken y Bee son novios, Ken y Bee son novios. – nos separamos al escuchar los canturreos de Cali, tenía una sonrisa traviesa mientras saltaba de un lado a otro. Me sonrojé y me alejé un poco más de él, aunque sabía que no tenía ningún motivo por hacerlo, no había ningún peligro con Kenny, más que todo porque estaba segura de que nunca le gustaría de esa manera.
– Ni que fuera tan afortunado – bromeó guiñándole el ojo a la niña. Finn frunció el ceño y corrió a sentarse en medio de los dos, abrasándome al mismo tiempo que le dedicaba una mirada enojada a Kenny. Cali continuaba cantando su improvisada melodía. Kenny rió y se levantó de la banca. – De acuerdo, me voy – espetó al ver que Finn no le quitaba la mirada de encima – Tengo que volver a limpiar mesas de todas maneras, esto también es tuyo – sacó un sobre de su delantal y me lo tendió, lo tomé y lo guardé con cuidado.
– Gracias – alcé mi voz para que me escuchara, me tiró un beso a la distancia y siguió caminando de vuelta al salón.
– Mía – me pareció escuchar decir a Finn mientras me abrazaba más fuerte.
– No, yo soy su favorita. – Cali se sentó en mi regazo y me tendió las flores que había recolectado – Finn solo contó que fueran 19, pero son de mi parte. – besó mi mejilla provocando que riera de nuevo. Por mucho prefería estar con ellos que en la farsa de fiesta que Collette quería crear. Además, con ellos, aparentar se hacía más sencillo.

{*}

– Ya dime, ¿cómo estuvo el concierto? Me has evitado toda la semana – se dejó caer a mi lado en la gigante cama – y ayer no cuenta. – completó al ver que iba a hablar.
– Ni siquiera te gusta One Direction, no sé por qué quieres saber. – me encogí de hombros y continué respondiéndole el correo a Liberty. Ella había mandado unas fotos a mi blog y luego de reconocer el ángulo de la cámara y a Blair en alguna de las fotos había deducido que era ella. Le había contado que el blog era mío y habíamos continuado hablando desde entonces.
– Porque, normalmente, me contarías de todas maneras, como los has hecho todas las otras veces. Pero esta semana has estado extrañamente callada, lo que me lleva a asumir que algo pasó. Quiero saber.

Justo cuando comenzaba a subir la tira cómica de Kenny en un nuevo post de mi blog, Martie cerró la computadora al ver que no le estaba prestando atención.

– La gente se va a enojar si no subo eso hoy. – señalé la computadora que alejaba de mi alcance.  
– Tus fans pueden esperar, yo no.
– No son mis fans, son los de Kenny.
– No cambies de tema Aubrey. Empieza a hablar, quiero un resumen de tu semana.
– Pensé que solo querías saber del concierto. – Me tiró una almohada, exasperada por mis respuestas. – Ya, está bien. – reí ante la clara molestia que representaban sus facciones. Le hice un resumen, evitando la parte con Louis y del sangrado de Libbie, no le oculté el hecho de que lloré, ella sabría que había llorado de todas maneras y me habría pedido una versión más detallada sabiendo que le estaba ocultando cosas. – y el resto de la semana estuvo normal, supongo, colegio, trabajos, estrés por exámenes de universidad. – Me encogí de hombros tratando de parecer tranquila y aburrida con el tema.

Luego de unas preguntas más, Martie desistió de su interrogatorio y me permitió terminar de actualizar mi blog mientras ella buscaba una película en Netflix. Casi siempre cuando dormía en la casa de Collette, Martie venía también, sabía que detestaba estar sola en esa casa y era una de las pocas personas a las cuales Collette admiraba, pero, esta noche, no me hubiera molestado estar sola.

Martie se durmió a la mitad de la película, como lo hacía la mayoría de las veces y al asegurarme que no se despertaría, me levanté de la cama y caminé al baño que estaba dentro de la habitación. Levanté las mangas y descubrí mi brazo, dejando ver las vendas que cubrían mi muñeca. Quité la venda con cuidado, estaba levemente cubierta de sangre. La tiré al basurero y miré por unos segundos el corte que cubría mi muñeca, se había vuelto a abrir luego de tener que estar alzando a niños todo el día.

– Wow, te dije que no te movieras. – escuché la voz burlona de Allen en mi cerebro mientras recordaba como rasgaba mi piel con las tijeras al tiempo que cortaba las pulseras. Como si hubiera hecho alguna diferencia que no me moviera, pensé mientras alcanzaba el ungüento y lo aplicaba con cuidado, luego lo cubrí con una nueva venda. Bajé de nuevo las mangas, me aseguré de limpiar todo a mi alrededor y salí del baño.

Martina continuaba dormida, volví a la cama, apagué el televisor y nos cubrí a las dos con las sábanas. Desde ese día, había estado viviendo de nuevo en automático, tenía que volver a un punto soportable de dolor para permitirme volver a sentir, pero cuando lo hiciera, sabía que no sentiría cerca de la felicidad que había sentido luego del concierto, Allen se había encargado de eso, siempre lo hacía. Al menos estuvo bien por le momento que duró, pero ahora lograba reconocer la razón principal del nudo que había sentido en mi estómago una semana atrás. Yo no era el tipo de persona que seguía viviendo el sueño luego del concierto. Mi experiencia terminó cuando salí de esas puertas y dejé el concierto atrás, el nudo era porque sabía que ese momento terminaría. Agarré mis audífonos y coloqué la playlist del concierto, tenía desviar mis pensamientos de alguna manera y, al menos, siempre tendría esto.

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Mensaje por Kida Lun 25 Mar 2019, 3:06 am

jeje:
Capítulo 09.2
Aubrey Kennett | By Ally.

El dolor de mi brazo me levantó del sueño en el que me encontraba. Martie ya no se encontraba en la cama, por lo que dejé escapar un sonido de dolor por el hecho de que en algún momento de la noche me había volteado y había continuado durmiendo encima de mi brazo.

Tomé una de las pastillas que encontré en mi bolso esperando que bajara un poco el dolor y caminé al baño.

Cuando estuve lista, tomé fuerzas para salir de la habitación. Collette estaba sentada en la mesa de la terraza con el desayuno enfrente, al lado había un plato colocado para mí. Martina estaba leyendo una revista en una de las sillas reclinables que se encontraban por la piscina. Si no hubiera sido por la mirada de advertencia que me dedicó Collette, hubiera seguido caminando hacia Martie.

Me senté resignada a recibir su sermón por no haber sido parte de su fiesta ayer, comencé a picar las frutas que estaban el plato mientras ella se decía a hablar.

– ¿Terminaste la aplicación que te pedí para el club? – preguntó luego de unos segundos, la miré confundida.
– No, todavía no, ya terminé de escribir el código, pero tengo que hacer las pruebas y las correcciones. No debería durar más de dos días.
– Bien, porque no quiero que tengas nada que te distraiga. – Me miró con una sonrisa y acercó su mano a la mía para apretarla con lo que parecía ser cariño. Tomó uno de los mechones de mi pelo y aunque su sonrisa flaqueó por un segundo volvió a colocarlo en su lugar y sonrió de nuevo – Aubrey, es una excelente noticia, debiste habérmelo dicho ayer, esto creará mayor peso en tu aplicación universitaria y también te dará algo que hacer, te hará bien disminuir el tiempo de ocio y enfocarte en cosas que sí puedan ayudarte en el futuro.
– Claro, ajá, ¿me disculpas un segundo? – pregunté en estado de confusión y sin esperar que respondiera me levanté y tomé dirección hacia Martina. La sonrisa en su rostro se veía desde la distancia y conforme me acercaba esta no hacía más que crecer. – ¿Qué hiciste y como lo hiciste?
– No sé de qué estás hablando. – se encogió de hombros y continuó ojeando la revista.
– No hay sermón matutino y aunque detesta ver mi pelo rizado no dijo nada al respecto, ¿por qué?
– Bree, he notado, nadie sabe apreciar cómo soy buena en todo lo que hago. – reí, ya quisiera tener yo la mitad de su autoestima.
– ¿Y qué es eso exactamente?
– Bueno, puede que te haya conseguido la pasantía en la editorial donde trabajo y puede que se lo haya mencionado a Collette.
– De acuerdo – traté de analizar lo que estaba diciendo, sí, había aplicado a la pasantía, pero la habían negado por que todavía estaba en el colegio. – ¿pensé que la habían negado?
– Insistí – se encogió de hombros, crucé mis brazos y la miré detenidamente, esperando que continuara. – Insistí mucho, de acuerdo. Esto es una excelente oportunidad y no soy tonta Bree, algo está pasando contigo y si no me quieres decir no te voy a obligar, pero vas a usar ese cerebro tuyo para alivianar mi trabajo y hacerme quedar bien con mi jefe y de paso, tal vez encuentres algo que te guste. – Asentí, antes de ponerme a analizar el orden de sus prioridades.

{*}

Olivia parecía ser una buena persona. O al menos esa fue la impresión que me dio luego de que accediera a darme un tour por las oficinas. Por lo que había entendido, ella era la pasante de jefe de Martina y yo sería la pasante de Martie, por lo que, cuando no estuviera Martie, ella me diría que hacer.

– Bueno, siguiendo las recomendaciones que ha dado Martina de ti no creo que tengas problema siguiendo la línea de trabajo, pero recuerda que estás en período de prueba. ¿Cómo vas a hacer con tus clases?
– Estoy en verano y solo estoy llevando cursos preuniversitarios, entonces únicamente voy un par de días a la semana.
– De acuerdo, pásame tu horario y lo acomodaré con tu nuevo horario de trabajo. Tengo entendido que empiezas oficialmente en dos semanas.
– Sí, mi familia tiene un viaje a Kansas por la graduación de mi hermano y era un compromiso previo que no puedo mover.

Asintió y anotó algo en la agenda que cargaba con ella, aunque ella no era mucho mayor que yo, parecía tener más dominio de lo que estaba haciendo de lo que yo nunca podría llegar a tener, al menos en la parte de comunicación.

Luego del recorrido, tomé asiento en el escritorio que se encontraba al lado del de Martie y comencé a organizar los papeles que estaban tanto en mi escritorio como en el de Martie. Luego de unas horas ya había organizado los papeles y leído gran parte del instructivo del programa que se manejaba en la compañía, era relativamente sencillo un código que combinaba el diseño y el marketing amarrando el diseño de la revista a los costos de producción y así mismo permitía que según un código de área permitiera el acceso a diferentes partes del programa, así marketing podía ver solo marketing o diseño sólo veía el área de diseño y podía compartirse los archivos, ediciones y comentarios a través del mismo programa y mantenía el trabajo actualizado en todas las áreas lo que reducía el costo de estar pasando archivo o trabajar con archivos a los cuales no se le han hecho correcciones.

– Bree – habló Martie llamando mi atención, haciendo que apartara la vista del instructivo. – ¿Puedes llevar estos archivos a recepción?
– Puedo, pero el programa puede hacerlo también.
– ¿Qué?
–  El programa tiene un sistema de conexión dp– su mirada me interrumpió, advirtiéndome que debía mantener la explicación fuera de términos técnicos – es como un intercomunicador, puedes mandar los archivos a recepción a través del programa.
– No sabía que se podía hacer eso y te aseguro que la señora que está en la recepción tampoco. Georgia todavía anota todas las conferencias a mano. No todos tienen tu pasión por las nuevas tecnologías.
– No todos se toman el tiempo de aprenderlas. – le saqué la lengua a Martie y tomé las hojas que aún me tendía para dirigirme a la recepción. – Y no todos se toman el tiempo de enseñarle a los mayores. – Completé en un susurro al ver a una señora de aproximadamente sesenta años sentada en el asiento de recepción.

Sonreí mientras caminaba hacia ella y luego de presentarme le tendí los papeles. Me miró confundida.

– Martina me dio estos papeles el viernes, ¿estás segura de que tomaste los papeles correctos?
– Casi segura – los tomé de la mano de Martie – debió haberse confundido – tomé los papeles de vuelta. – Gracias.

Revisé la fecha de los papeles y, efectivamente, tenían la fecha de la semana pasada. Seguía revisando los papeles cuando sentí como chocaba con otra persona. Cerré los ojos esperando el golpe, pero este nunca llegó. Al abrirlos de nuevo los papeles se encontraban en el suelo y yo hubiera terminado en el mismo lugar de no ser por la mano que sostenía mi muñeca. Aunque no estaba segura de qué me hubiera causado menos dolor. Quité mi mano lo más rápido que pude ignorando la punzada de dolor que atravesaba mi mano.

– ¿Es un hábito tuyo? Este de andar chocando con las personas y tirando cosas.

Levanté la mirada y mis ojos se encontraron con los azules del castaño.

– Al parecer solo cuando estás cerca. – intenté mantener mi tono divertido, en caso de alguna mueca de dolor en mi rostro podría confundirlo con una sonrisa, al menos ya había visto el vídeo y sabía de antemano que mis sonrisas podrían ser como la cara de un perro muriéndose.

El sonido de su risa llenó el espacio y parte de la calidez que había sentido hacía un poco más de una semana volvió tan rápido como se había ido. Aparté el sentimiento rápidamente, en el tiempo que había pasado había comprendido que su comportamiento hacia mi se debió por lástima a la pobre fan que torpemente había arruinado su camisa. Así que no debía pensar más allá de eso.

– Tendré que estar cerca más seguido para comprobarlo. – lo miré por un segundo, recordándome de nuevo que lo hacía por lástima y le sonreí de vuelta por cortesía. Los dos nos agachamos al mismo tiempo a juntar los papeles, provocando que nuestras manos se rozaran al tomar el mismo papel. Retiré la mano tan pronto entró en contacto con la de Louis, pero ese pequeño contacto había causado que la calidez aumentara un poco más.
– ¿Está todo bien? – asentí, continué recogiendo los papeles del lado contrario del lugar donde los recogía Louis. Al terminar nos levantamos y colocó los papeles encima de los que ya se encontraban en mis manos. Decidí hablar antes de que él lo hiciera.
– Y, ¿qué hacen aquí? Pensé que estaban en San Diego o de camino a Minneapolis. – me golpeé mentalmente, ahora iba a quedar como una fan acosadora. Miré a mi alrededor, aparentando a buscar el resto de la banda. Realmente solo quería apartar la mirada de sus ojos.
– Solo estoy yo. Me encontraré con el resto de la banda antes del concierto. – Asentí de nuevo, una parte de mí, la parte fan, se estaba muriendo por abrasarlo y gritar por ver a Louis de nuevo, la otra parte, la coherente, sabía que no había hecho más que el ridículo frente a él por lo que solo quería salir corriendo hacia el lado contrario.
– Bien, ¿necesitas ayuda para llegar algún lado?
– No – rió – he estado viniendo toda la semana pasada por motivos de la agencia, creo que ya sé como llegar. Pero, no te había visto antes.
– Empecé hoy. Por si no se nota. – señalé el área en el piso donde momentos antes habían caído todos los papeles.
– No realmente.

Asentí por lo que parecía ser la quinta vez, ¿acaso no podía hacer otra cosa? Como hablar. Simplemente caminé en dirección al elevador. ¿Qué sucedía conmigo? Era la segunda vez que me iba cuando estaba al lado de Louis y solo había visto al castaño dos veces. La primera vez me había detenido, esta vez, me imagino que no merecía la pena. Las puertas de cristal del ascensor se cerraron, permitiéndome ver a Louis caminar a la recepción y por la calidez de la mirada de la recepcionista sabía que no mentía en la parte en la que decía haber venido durante la semana pasada, ¿por qué lo haría?

Caminé hacia el escritorio de Martina, aún metida en mis pensamientos. Cuando estuve lo suficientemente cerca le tendí los papeles.

– Te confundiste de papeles, estos son de la semana pasa – mi cerebro interrumpió mi propia oración, conectado lo que decía con la mirada de leve culpabilidad que se encontraba en los ojos de Martie. – No lo hiciste. Dime que no lo hiciste.
– Oh vamos Bree, no es tan malo, tu eres su fan, yo ya no puedo soportarlo. Pensé que te alegraría trabajar con él.
– No puedo formar ni dos oraciones coherentes seguidas cuando estoy con él. Ni con ningún otro integrante de la banda. – agregué la última oración al ver la mirada inquisidora de Martina – ¿Cómo quieres que entable conversaciones con significado? Por eso me preguntaste como me había ido en el concierto. Una advertencia hubiera sido agradecida.
– Te hubiera dicho y no hubieras aparecido.
– Me tiraste a los leones. – Dejé de hablar cuando el sonido del elevador anunció su llegada. Dejé salir el aire que tenía contenido y comencé a caminar al baño.
– ¿Adónde vas? – preguntó Martina a mis espaldas.
– Al baño.
– No te sirve salir por la ventana, estamos en un quinto piso.
– Tal vez eso sea menos humillante. – susurré mientras cerraba la puerta a mis espaldas.  

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I'm just not sure whether my heart is working. And yours is beating double time. Cole & Ro. New Rules
Kida
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Mensaje por Jaeger. Sáb 30 Mar 2019, 11:53 am

CAPITULO!!! Reminders of reality - Página 5 2841648573 voy a estar comentando prontooo Reminders of reality - Página 5 1477071114
Jaeger.
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Mensaje por indigo. Vie 05 Abr 2019, 3:10 pm

Chicas, me poseyó el diablo y ya terminé el capítulo Reminders of reality - Página 5 35511020 Lo estaré subiendo para el domingo. Y dejo el comentario de Ally en estos días también Reminders of reality - Página 5 1477071114
indigo.
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Mensaje por indigo. Sáb 06 Abr 2019, 5:20 am

We will find the way through the dark Reminders of reality - Página 5 1477071114:
indigo.
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Mensaje por indigo. Sáb 06 Abr 2019, 9:23 am

Spoiler:


Capítulo 10.
Liberty River | By gxnesis.

El precipitado viaje a San Diego a penas me dejó margen para organizarme. A las horas de que Blair me comunicara sus planes, recibí una llamada de Benjamin, con quien no había hablado desde su inesperada visita a Los Angeles esa misma semana.

—Pide vacaciones para todo el mes —ordenó, sin pararse a saludar.

Parpadeé demudada. Las llamadas de Benjamin desconcertaban a cualquiera, era un hombre directo, acostumbrado a emplear un tono autoritario, tan serio para unas cosas como bromista para otras. Y, por encima de todo: protector, dramático y apasionado. Pero ese era Benjamin y me gustaba. Siempre que su insistencia no se plegara sobre mí.

—Solo vamos a estar el fin de semana —alegué tras recuperarme. Sentada a los pies de la cama, me mordisqueé una uña, aguardando a sus alegatos.

—¡Bobadas! —contrapuso, pude imaginarlo meneando la mano en el aire—. Solo Dios sabe por qué te matas a trabajar pudiendo estudiar o aceptar el estudio de fotografía que quise regalarte…

—Benjamin, no…

No rechazaba sus regalos por extravagantes ¿Un estudio fotográfico? Sabía que estaba loca por declinarlo. Pero no lo merecía. Mi futuro se había traspuesto por mi ineptitud, por la ceguera con Bruno —a pesar de todas advertencias que decidí ignorar—, tenía que enmendar mis errores, pagar por ellos.

—Como iba diciendo —Subió el tono sin dejarme acabar—, no sé por qué lo haces. Pero no creas que no me fijé en tu pérdida de peso, por no mencionar esas horrendas ojeras que profanan tu rostro. —Clavé las uñas en la colcha—. Así que te vas a tomar unas largas vacaciones lo quieras o no.

—Pero necesito el dinero —rebatí con rebosante furia. No hacía él, sino hacia mí. Odiaba no permitirme contárselo. Mentirle. Fingir que trabajar era una decisión mía y no una necesidad.

Benjamin bufó al otro lado de la línea.

—El piso es vuestro y os mando dinero para comida todos los meses —recordó—. Si quisieras pasarte todo el día tirada viendo series, lo cual, me disgustaría menos que te mataras a trabajar…—Benjamin podría haber aceptado mi decisión, pero no tenía reparos en recordarme cada poco tiempo su inconformidad—podrías.

¿Cómo negarme sin contar la verdad? No podía confesar, ni soportar la decepción en sus ojos. Desde que me adoptaron, había hecho todo lo posible por no dar problemas, porque no se arrepintieran de su decisión.

—Está bien —accedí—. Me tomaré unas vacaciones.

Benjamin exhaló una risa victoriosa.

—¡Genial, cielo! ¡Pásalo bien y mantente alejada de ese rompecorazones cabeza de brócoli!

Suspiré, siempre acababa saliéndose con la suya. Solo Blair, que tenía parte de su carácter, conseguía apaciguarlo un poco. Para mí era imposible. En el Habana Banana pedí el mes de vacaciones que me correspondía por año y en el Off the Record me dieron despidieron: cuando estuviera de vuelta volverían a contratarme. Blair me obligó a coger los mil dólares que tenía que pagar el mes siguiente a los matones de la tarjeta que me había dado Mandy para nuestros gastos. Me veía atada de pies y manos, así que acepté. La idea no me hizo especial gracia y solo acepté con la condición de ingresar ese dinero de nuevo en la tarjeta en cuanto me fuera posible. Blair tampoco se mostró satisfecha, pero optó por no discutir. Así nos iba bien, cediendo un poco cada una.

Antes de partir, me reuní con los matones y les di el dinero de aquel mes. Lo que me permitió olvidarme momentáneamente de que existían. Seguí las indicaciones de Benjamin. Me lo estaba pasando en grande. El viaje ya me había merecido la pena solo porque pude dormir como un bebé durante todo el vuelo. Sin embargo, no pude mantenerme alejada del rompecorazones cabeza de brócoli. Puesto que, al poco rato de llegar a la fiesta en el penthouse de Morrison, lo vi aparecer con Niall y Zayn.

Estaba en la barra esperando a que me atendieran cuando reparé en su presencia. Pulso acelerado y ganas de desaparecer, utilicé el pelo para taparme la cara y me encogí sobre mí misma. Había visto amanecer en la azotea de la discoteca con ese chico, hablando al descubierto, arropada por la seguridad de ser dos desconocidos, hasta que me dejó en casa alrededor de las ocho de la mañana. Habíamos seguido hablando —y tonteando un poco, no voy a mentir— por WhatsApp todas las noches hasta que me quedada dormida con el móvil sobre la cara. Durante esas conversaciones me di cuenta que teníamos más en común de lo que esperé al principio; tanto en forma de pensar, experiencias y gustos. Lo juzgué mal desde el principio, era una de las personas más humildes, sinceras y reales —aunque un poco creído— que había conocido. Pero sobretodo, vi que con Harry no me reprimía a la hora de expresarme. Resultaba liberador poder compartir pensamientos e ideas que normalmente me guardaba para mí.

En definitiva, que el chico me gustaba. Pero no había esperado encontrármelo allí, en una fiesta llena de famosos y con cámaras acechantes. No me apetecía volver a aparecer en la primera plana de una revista cuando por fin las redes sociales y el mundo en general habían dejado de interesarse por mí.

—Vaya, no te había reconocido con el pelo en la cara.

«Bueno, pues a tomar por saco». Levanté la cabeza para encontrarme con Harry, siempre más cerca de mi cuerpo de lo recomendable. En paralelo a la barra, con el codo apoyado y las manos entrelazadas.

—No me estaba escondiendo —expliqué, echándome el pelo a la espalda con dignidad.

Traté de no fijarme mucho en su sonrisa, ni en las arrugas bajo sus ojos. Ni tampoco en la forma en la que se le tensaba la camiseta sobre los hombros. Porque cuando decía que me gustaba, quería decir que una fuerza me impelía hacia él. Pero yo no pensaba darle rienda suelta.

—¿Quién ha dicho que te estabas escondiendo? —Se burló. Me había puesto en evidencia yo sola.

—Gilipollas.

—Eres más simpática por mensaje. Creí que te haría ilusión que hayamos coincidido —Continuó molestándome, llevándose una mano al pecho con aires melodramáticos.

—¿Seguro que es una coincidencia?

—Dímelo tú—se inclinó hacia mí—, sabías que estaría en San Diego—. Entrecerró los ojos, sonriendo de lado.

—No te flipes, todavía no he llegado al punto de locura en la que Blair me convence para perseguiros por el país. —Lo aparté ignorando el latido pulsátil en mi sangre por la repentina cercanía—. Hemos venido a pasar el fin de semana con Travis.

—¿Y ese quién es?

—Su hermano. Es el cantante de Yellow Monkeys. —Señalé hacia donde se encontraba el susodicho. Harry echó un vistazo, asintió. Sin darle la menor importancia.

Se quedó mirándome, con los labios fruncidos.

—Qué.

—Nada, que me hace gracia que sigamos encontrándonos.

A mí más que hacerme gracia, me daba miedo. Miré de reojo, un poco ansiosa, para comprobar que no había nadie pendiente de nosotros. Por suerte, no era así: en su lugar encontré a Blair hablando con Zayn en el centro de la sala.

—¿Cómo ha ido el concierto? —pregunté a Harry al volver la mirada, deseando desvincular la conversación hacia algo que no fueran nuestros encuentros ni la forma en la que le brillaban los ojos cuando lo mencionaba.

Encogió los hombros.

—Bien, supongo. Niall se ha caído de culo y a mí me han tirado una hamburguesa.

Mi estómago reaccionó ante la mención de comida. La fiesta podía ser de lo más lujosa y exclusiva pero no había encontrado ni una mísera patata decente en el cáterin.

—Qué suerte —respondí.

Harry arrugó la nariz con aprensión.

—Estaba mordisqueada.

—La comida es comida.

—A la próxima me la guardo para dártela.

—Bien, ganando puntos. —Le di unas palmadas en el hombro.

«No flirtees, River». Harry estaba a punto de decir algo, pero se vio interrumpido por la aparición estelar de Travis:

—¡Libbieeeeee! —Quiso rodearme por los hombros, pero como estaba borracho cayó sobre mí, haciendo que me clavara el borde de la barra en las costillas. Apreté los dientes para no chillar.

—Joder, Trav, apestas a tequila. —Intenté apartarlo un poco, pero más que abrazarme me usaba de punto de apoyo, así que desistí. Harry lo observaba con una ceja enarcada, frunciendo los labios, imagino que para no reírse. Me di cuenta en ese momento que le costaba más trabajo no reírse que hacerlo.

—Solo quería decirte que me alegro que hayas venido. —Me zarandeó, estuvimos a punto de caernos al suelo—. Además, quizás necesitabas ayuda… —Miró a Harry de reojo entre los rizos castaños, creyendo que susurraba, pero lo dijo tan alto que debieron escucharlo todos los presentes.

Puse los ojos en blanco cuando lo aparté, un poco agobiada y, ahora, molesta. Adoraba a Travis, presumido, egocéntrico y deslenguado como su hermana, pero, en esencia: un buen tipo. Aunque cuando se las daba de héroe sin capa, daban ganas de patearlo.

—Gracias, Don Quijote, pero puedo arreglármelas sola—. Odiaba que los chicos dieran por hecho que éramos damiselas en apuros incapaces de manejarnos—. Es un amigo—. aclaré.

Travis se puso recto, todavía rodeándome, aunque solo con un brazo. Miró a Harry de arriba abajo. Al igual que su padre, era experto en ridiculizarnos enfrente de chicos: fueran o no potenciales parejas.

—Ah, tú eres del grupo ese.

Le pellizqué el brazo para que se comportara. Harry también lo observaba, con expresión neutra: la línea de la mandíbula más de lo habitual.

—Soy Harry —carraspeó, mucho más educado de lo que había esperado en base a su cara—. Me ha dicho Liberty que también estás en un grupo.

—Sí, más del tipo de música que le gusta a ella ¿verdad?

«Este es tonto». Travis se quedó mirándome, esperando a que lo confirmara. Harry lo imitaba, humedeciéndose los labios con la punta en la lengua. De inmediato, cruzaron la mirada con la del otro como si estuvieran echando un pulso. Se creó una tensión a nuestro alrededor que podría haberme aplastado contra el suelo.

Resoplando, empujé a Travis lo justo para que me soltara.

—La verdad es que me gusta más One Direction —decreté, recolocándome la camiseta al tiempo que le advertía con la mirada que se quedara callado—. Y estaba teniendo una conversación antes de que vinieras. Así que si no te importa… —Lo invité a marcharse con un gesto de la mano.

Lo cierto es que eran dos estilos totalmente diferentes y no se podían comparar. Pero si Travis se afanaba en ridiculizarme y jugar el papel de hermano protector iba a darle en todo el ego. Agradecía la preocupación —a pesar de innecesaria— y sabía que no tenía malas intenciones. Pero no era una propiedad que necesitaba de su aprobación para que pudiera relacionarme con alguien.

Travis se dio la vuelta, dolido, no sin antes poner mala cara a Harry.

—Perdona, es medio tonto.

Sonrió, pasándose la mano por el pelo.  

—Me parece que estábamos hablando de hamburguesas antes de que interrumpiera.

Agradecí en silencio que no le diese la mayor importancia a la situación. Hablaría con Travis una vez dejara de estar borracho, o le compraría unos cuantos donuts como ofrenda de paz. Es lo que me gustaba de los Hawthorne, que ninguna pelea era irreversible.

—No me hables de comida, creo que me voy a desmayar del…

No puede acabar la frase porque un estruendo llenó la sala: cristal rompiéndose. Cuando miré, vi un tumulto de personas sobre los restos de una mesa, pegándose. Entre las que se encontraba Travis.

«Benjamin va a matarnos».  

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Tras cinco mensajes y diez llamadas perdidas a Blair, desistí de mi empeño por localizarla. Todo cuanto sabía era que Zayn la había sacado del penthouse cuando la pelea se había desatado. Maxie me había mandado un mensaje desde dentro de la habitación para decirme que no estaba allí. De Kyle y Travis tampoco sabíamos nada y yo no tenía la más remota idea de qué hacer. En el momento en el que llamara a Benjamin, firmaría nuestra sentencia de muerte. Así que guardé el teléfono y me permití disfrutar de mis últimos momentos de vida:

—Tenemos que dejar de encontrarnos en medio de peleas.

Estaba sentada en el pasillo, con Harry enfrente. Me había quedado allí para darle a Maxie unos segundos de soledad. Entre la pelea y la presencia de Niall, tenía los niveles de estrés por la nubes.

—Por lo menos esta vez no le has arreado un puñetazo a nadie —picó Harry.

—Solo porque me tenías agarrada —confesé—. De no ser por ti le hubiese saltado a la espalda a Morrison.

Hice crujir los nudillos de pura rabia. Pensar en que había tratado de hacer daño a Blair era suficiente para que me hirviera la sangre. Pero no había sido consciente de lo que estaba pasando hasta que Kurt lanzó a uno de los amigos de Morrison contra la mesa. Muy a pesar, sin quererlo, cuando estaba con Harry todo desaparecía.

—Un placer. —Realizó un gesto grandilocuente con la mano al tiempo que inclinaba la cabeza como un caballero. Un rizo se le cayó sobre la frente, incapaz de quedarse quieto en su sitio. Estaba irresistiblemente guapo, con la luz de la lámpara del pasillo dándole de lleno en el rostro y con la línea de la clavícula asomando por el borde su camiseta blanca, «Contrólate, no es momento».

—No te lo estaba agradeciendo. —Saqué la lengua.

—Al menos tu novio me lo agradecerá… —Alargó el comentario, mirándome con intensidad, como si esperase que fuese yo quien acabara la frase.

—¿Novio?

Carraspeó y se rascó el codo, apartando la vista momentáneamente. Con el rostro ladeado, pude ver cómo tensaba la mandíbula. Este hombre desprendía sexualidad hiciera lo que hiciese y yo no podía dejar de notarlo. «Que te controles».  

—Travis.

En cuanto pronunció su nombre, una carcajada histérica emergió de mis labios, no sé si por el estrés o por su estúpida insinuación. Me senté sobre las rodillas, con las manos apoyadas en la moqueta.

—¡Travis es como mi hermano! —exclamé tan alto que unos segundos después apareció la cabeza de una mujer de la habitación que quedaba al lado de Harry, mandándonos callar. Pedí perdón. Con cara de pocos amigos, la mujer se introdujo en la habitación.

—Pues él no parece saberlo —masculló en voz baja, despegando la espalda de la pared, quedando así más cerca de mí. Erguí un poco la espalda, en un intento por alejarme—. Le ha faltado mearme en los pies para marcar territorio cuando ha venido antes.

—No soy un territorio.

—Ya lo sé.

—Entonces no uses esa expresión.

Harry asintió, sin perder el aire insinuante.  

—Son celos de hermano mayor—expliqué con un resoplido, peinando la alfombra a su vez. Había estado más borde de lo necesario.

Frunció los labios, en un gesto de indiferencia.

—Serán celos, pero no de hermano mayor. —Estuve a nada de darle un patada en la espinilla—. Además, solo somos amigos ¿no? —remarcó con todo cantarín, aunque podía ver la lascivia dando volteretas en sus iris verdes—. Nada de lo que ponerse celoso.

—Eso a él le da igual. Travis no es nada comparado con Benjamin. Un verano, cuando todavía estaba en el instituto, empecé a salir con Leo. Y Benjamin… ¿Por qué me miras así? —Harry tenía la cabeza ladeada, casi apoyada en el hombro. Sonreía.

—Se te arruga la nariz cuando te emocionas.  

Tomé consciencia de lo rápido y fuerte que me estaba latiendo el corazón, coreando al pulso que retumbaba en mi cabeza. Empezaron a sudarme las manos de forma instantánea. Quise escudarme en la adrenalina de la pelea y la preocupación por mis amigos. Sin embargo, la palpitación constante entre mis piernas me delató. Me levanté del suelo para poner distancia.

—Será mejor que me vaya —dije apresuradamente, rodeándome el cuerpo con los brazos—. Tengo que averiguar dónde está Blair y rezar a unos cuantos dioses para que Kyle y Travis no se hayan metido en más líos.

—¿Estás huyendo?  

Harry se levantó de un salto y me arrinconó contra la pared. Con sus manos apoyadas a ambos lados de mi rostro, ejerciendo de prisión. Miraba mis labios con los ojos entrecerrados, los suyos entreabiertos y las aletas de la nariz ensanchadas. Mientras recuperaba el aliento, me pregunté cuántas chicas se le habían lanzado al cuello por menos que aquello. Por suerte, había un Bruno en mi pasado que me impidió dejarme llevar por mi parte carnal.

—No. —Hinqué mi dedo en el hueco entre sus pectorales y lo empujé.

«Sí», dije al mismo tiempo para mis adentros. Harry soltó una risita aguda, con los labios estirados en una sonrisa sin dientes.

—De todas formas, tengo que echar a Louis del sofá —comentó, con las manos sobre las caderas, mirando hacia el pasillo vacío.

—¿Dormís juntos? —Moví las cejas de arriba abajo, con insinuación.

Harry puso cara de disgusto.

—¡Tú también no!

Me reí. Cuando estaba loca por One Direction, había pasado tardes enteras con Blair rebatiendo sobre la supuesta relación romántica que los fans creían que mantenían Harry y Louis. Ambas habíamos llegado a la conclusión de que sería demasiado injusto para nosotras que dos de los tíos más guapos del planeta estuvieran liados entre ellos. Y ahora, en fin, ahí estaba con uno de ellos.

—Oye, cada quien con sus gustos… —Levanté las manos a la altura del cuello, sonriendo aún.
Hizo una mueca infantil en mi dirección.  

—Buenas noches, Libb —dijo acto seguido, volviendo a la normalidad.  

—Buenas noches, Harry.

Echó a andar por el pasillo, en dirección a los ascensores. Pasé la llave electrónica por el lector y me introduje en la habitación. En el reloj que había en la pared, vi que eran casi las cuatro de la madrugada. Había estado tirada en ese pasillo hablando con Harry más de dos horas.

—¡Quita esa cara de boba, por Apolo! —Maxie apareció en mi campo de visión de la nada—. Tenemos que averiguar si los chicos están bien.  

Y como si mi amiga hubiese invocado al mal, mi teléfono empezó a sonar, con el nombre de Benjamin iluminado. «Me tenía que haber quedado en el pasillo».  

—Hazle una ofrenda a Hera, lo vamos a necesitar. —Tragando saliva, contesté el teléfono—. Ben…

—¡Ni una semana! —la voz atronadora de Benjamin me hizo estremecer—. ¡No podéis dejar de meteros en líos ni una semana!

—Pero… —intenté rebatir.

—Nada de peros, voy camino a San Diego para sacar al estúpido de tu hermano y a vuestro amigo de la cárcel.

—¿Están en la cárcel? —chillé.

—¡Qué! —secundó Maxie, que no dejaba de caminar por delante de mí mordiéndose la uña.

—Más os vale estaros quietas vosotras dos.

Antes de que pudiera decir nada, un pitido me advirtió que Benjamin me había colgado. Me quedé mirando la pantalla, con la boca entreabierta.

—Ahora qué —preguntó Maxie, parándose frente a mí.

—Ahora encontramos a Blair, compramos unos billetes a Noruega y nos damos a la fuga.

—¿Y Kyle?

Marqué el número de Blair, rezando por que estuviera operativo de nuevo.

—Alguien tiene que sacrificarse por el equipo.

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Hubo momentos en los que no lo creí posible, pero logramos sobrevivir al fin de semana en San Diego. Llevábamos cinco días retozando al sol en la piscina del hotel, metiéndonos en el cuerpo toda la comida basura que fuésemos capaces de soportar y saliendo de fiesta. En la tarde de nuestro penúltimo día de vacaciones, Blair y yo luchábamos en el agua: subidas sobre los hombros de Kyle y Travis, respectivamente. Había empezado como un juego, pero ahora nos empujábamos como si la vida se nos fuera en ello. En el último asalto, logré tirarla de los hombros de Kyle. Emergió de las profundidades de la piscina hecha una furia.

—¡No es justo! —Chapoteó, porque a no llegaba a hacer pie en esa parte de la piscina—. ¡Kyle no es tan fuerte como mi hermano!

Kyle le tiró agua a la cara.

—¿De qué vas?

—Asume la derrota con dignidad —decreté, aún sobre los hombros de Travis, con la piel ardiendo por el sol de media tarde.

—Hoy pagas las copas, hermanita.

Subí los brazos por encima de la cabeza clamando la victoria y Travis dio una vuelta sobre su cuerpo, cantando We Are the Champions. Hasta que Kyle lo empujó, resbaló y acabé cayéndome al agua sin la oportunidad de coger aire. Los chicos comenzaron a hacerse aguadillas y yo nadé hacia Blair.

—Tienes que dejarme tu tarjeta. Voy a ir a dar una vuelta con Maxie… si consigo que salga del gimnasio.

—Es tuya —corregí. Mandy me había dejado a cargo de ella, pero solo porque Blair aún estaba castigada.

—No seas pesada. —Se quejó, enganchándose a mis hombros como un mono—. ¿Los separamos o dejamos que se maten?

—Que se maten.

Salimos de la piscina y Blair se marchó a la habitación para cambiarse mientras que yo me tumbé en una de las hamacas. Rato después, sentí que me caía agua en la cara. Cuando abrí los ojos, vi a Travis sacudiéndose el agua del pelo apuntando hacia a mí.

—Sigo esperando al día en el que pares de comportarte como un niño de tres años.

Me guiñó un ojo y se sentó al borde de la hamaca. Busqué a Kyle por los alrededores, pero no había rastro de él.

—¿Te apetece ir a cenar esta noche? —propuso Travis, llamando mi atención.

—Cualquier cosa que implique comida me apetece —acepté, sentándome sobre la hamaca para no tener que usar la mano como visera y poder mirarle a la cara: el moratón que tenía en el mentón a causa de la pelea le había desaparecido casi por completo—. Se lo diré…

—No, vamos solos —cortó con rapidez, sobresaltándome—. Es que hace mucho tiempo que no hacemos nada juntos—. Aclaró, pasándose la mano por el pelo mojado.

Su determinación me sorprendió, pero solo unos segundos. En los raros periodos en los que Travis estaba en Los Angeles, siempre pasábamos tiempo juntos. Íbamos a tiendas de música, exposiciones de fotografía o veíamos películas de Disney en casa de sus padres hasta la madrugada. Para mí, era una de esas escasas personas con las que bajaba la guardia.

—De acuerdo.

Sonrío, pellizcándome la mejilla con cariño fraternal.

—Nos vemos en un par de horas.

Aún estuve un rato más tirada sobre la hamaca antes de subir a la habitación a darme una ducha y cambiarme. Mientras me cepillaba el pelo frente al espejo, me percaté del cambio que había dado. Las ojeras desaparecieron, la piel me brillaba por el sol y se me había desarrugado el ceño. Me había obligado a no pensar en todo lo que me esperaba en Los Angeles una vez regresara y había conseguido descansar. Por primera vez en muchos meses no me pesaban los hombros.

Escuché el teléfono sonar desde la habitación y corrí para responder: era Harry. De los WhatsApp habíamos pasado a las llamadas. Tras el momento de tensión en el pasillo, la fotografía y que todo el mundo pareciera estar seguro de que entre nosotros había algo que no fuera amistad, había intentado mantener un poco las distancias. La última vez que lo vi fue durante la cena con mis amigos, pero había sido solo un momento y no me mostré muy comunicativa. No quería que se malinterpretaran las cosas —yo la primera—. Sin embargo: no había tardado ni dos días en volver a hablar con él como si fuera algo que lleváramos haciendo años.

«No pasa nada», me repetía constantemente. «Nada siempre y cuando tengas presente que los tíos solo traen problemas».  

—¿Qué haces? —dijo a modo de saludo.

—Arreglarme, he quedado para cenar con Travis.
—Ah, qué bien.

—Harry, tu ironía traspasa el teléfono. —Me burlé, analizando las arrugas de la camiseta que saqué de la maleta. Quizás no me dejaban entrar al restaurante con ella, deseché la idea—. Innecesaria, por cierto. —Me tire sobre la cama de espaldas—. Imagina que insinúo lo mismo si me dices que sales a cenar con tu hermana.

—La diferencia es que Gemma es mi hermana de verdad. —Matizó en medio de un bostezo—. Y salió un artículo en el que hablaban de ella como mi nueva conquista—advertí el tono de repulsa en su voz—a mí me relacionan hasta con la señora del pan. Fue… perturbador.

—Así me siento cuando insinúas lo mismo de Travis.

—Vale, solo digo que no tienes que irte con el primero que te ofrezca comida gratis.

Puse los ojos en blanco. Me di cuenta que acababa de hacer una escena de celos y no sabía cómo me sentía al respecto. No había motivos ni Harry tenía el derecho. Porque no había nada entre nosotros que no fuera una incipiente amistad. Aun así, que se pusiera celoso solo era una prueba más de que existía una tensión palpitante entre ambos que rompía la distancia.

—Sobrestimas mi amor a la comida. —Volví a incorporándome, quedando al borde de la cama—. Y Travis no es cualquiera, cuidado con lo que dices de él.

Su risa inundó mi oído.

—¿Cuándo vuelves a Los Ángeles?

—Mañana —suspiré, podría quedarme en ese hotel al menos un año más. Regresar a casa suponía la vuelta a la realidad, donde los problemas eran más difíciles de evitar.

—Ven a verme. —Propuso, bajando la voz.

El corazón empezó a correr en mi pecho. Carraspeé.

—No, tengo responsabilidades—. En ese momento, estas no me parecían tan molestas como hacía unos segundos atrás. Me levanté y comencé a caminar por la habitación.

—Puedo invitarte a cenar…

—¡Idiota!

—Como amigos, no te emociones.

Resoplé.

—Adiós.

—Eh, no me… —colgué antes que fuera capaz de completar la frase.

Tiré el teléfono sobre la cama mordiéndome el labio inferior para no reírme. Tardé unos diez minutos en decidir la indumentaria: el único requisito era que no estuviese arrugado. Me decanté por un vestido de color verde pino, de tirantes finos y escote en pico, que caía hasta los tobillos. A conjunto con unas sandalias de esparto marrones. Me dejé el pelo tal cual lo tenía y no apliqué maquillaje. Después de todo, solo iba a cenar con Travis.
Recogí el móvil y me encontré un mensaje:

Harry: ¿Te has enfadado?
Yo: No, pero me gusta molestarte.
Harry: Vale, luego hablamos.
Yo: Disfruta el concierto.


Cerré la conversación y permanecí un rato mirando a la pared. Poco después aparecieron Blair y Maxie, cargadas con bolsas de ropa. Maxie y yo cruzamos una mirada:

—Compras de consolación —explicó, mirando a Blair de soslayo.

Tiraron las bolsas en la entrada. Blair se acercó al minibar para hacerse con una botella de agua. Maxie se sentó a mi lado en el borde la cama. La observamos beber con parsimonia mientras nos alzaba la ceja.

—Eran necesarias —contradijo Blair, en tono resabido, lamiéndose los labios—. Todo mi armario se estaba quedando obsoleto. Soy una persona pública, debe ir a la moda.

—¡Has comprado tres camisetas iguales!

—Precaución.

—Seguro que la ropa soluciona tu problema con Will o, con Zayn…, la verdad es que no tengo claro del todo con quién tienes el problema —intervine. Le había dado toda la semana para que se aclarase. Pero al día siguiente regresábamos a casa, donde estaba su novio. No podía seguir huyendo.

—Libbie lleva razón —apoyó Maxie—. ¡Oye, nunca creí que diría esa frase!

Le di un puñetazo en el hombro. Blair gruñó en nuestra dirección y nos tiró la botella de agua, que esquivamos inclinándonos a en distintas direcciones.

—Sois las menos indicadas para hablar. —Me señaló con su uña de color amarillo—. Tú, te pasas el día pegada al teléfono hablando con Harry y eres incapaz de reconocer que te lo quieres tirar. Y tú—su dedo acusatorio apuntó hacia Maxie—también incapaz de reconocer que te quedan asuntos por resolver con Niall.

—¡No quiero tirarme a Harry!

—¡No tengo nada que resolver con ese engendro de pelo oxigenado!

—Tampoco me paso el día pegada al teléfono. —Añadí, colocándome el pelo tras la oreja.

Blair había descubierto que hablaba con él dos días atrás, cuando Harry me escribió un mensaje mientras ella jugaba al Candy Crush con mi móvil. Primero quiso matarme. Después se quejó de lo injusta que es la vida. Y, finalmente, cada vez que me veía tecleando, me decía que le mencionara a Harry lo virtuosa, talentosa e increíble que era mi mejor amiga.

—Entonces, yo tampoco tengo un problema con Will, ni mucho menos con Zayn —concluyó, afirmando seca con la cabeza. A continuación, se hizo hueco entre nosotras para sentarse.

Pasamos un rato en silencio.

—¿Qué estamos mirando? —susurró Maxie—. ¿Buscamos formas en la pared? Creo que veo un conejito.

Blair cruzó una mirada conmigo y me realizó un examen rápido.

—¿Adónde vas?

—He quedado a cenar con Travis. —Encogí los hombros—. Si queréis venir—. Ofrecí, imaginando que no habría problema por parte del chico. Aunque hubiera insistido en cenar solos.

Mi mejor amiga no cambió de expresión. Pero yo la conocía tan bien que notaba la tensión en cada una de sus pecas. Maxie empezó a tararear la melodía de Sailor Moon.

—No te pongas celosa, te acabo de decir que si quieres venir… —Comencé a decir, dando por supuesto que a eso se debía su perturbación.

—¿Celosa de ti? —bufó, poniendo los ojos en blanco—. Soy Blair Hawthorne, los celos se los dejo a los demás.

—Eres insoportable.

A pesar de su ataque de amor propio yo seguía teniendo la sensación que algo le molestaba en lo referente a que saliera a cenar con su hermano. Pero lo dejé correr, porque desde la fatídica noche de la pelea, a Blair todo le molestaba.

—¡Eh, mirad! —chilló Maxie, señalando la pared—¿No veis la silueta de la Rana Gustavo en esa sombra?

Me reí. No sé cuál de las tres estaba menos cuerda.

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Al final, sucumbimos al juego de Maxie y estuvimos buscando sombras en la pared —todo lo que encontró Blair tenía contenido sexual—, hasta que Travis me escribió un mensaje para que me reuniera con él en recepción.

—¡Qué guapa!

Su voz me llegó antes que su imagen. Estaba esperando junto a los ascensores, apoyado entre ellos, sobre la botonera.

—¿Esto? Es solo un trapo… —bromeé, imitando el decoro de una jovencita del siglo XVII.

El que sí se había arreglado era Travis. Vestía una camisa color negro, remetida bajo unos pantalones vaqueros oscuros que conjuntaba con unos zapatos del mismo color. Se había peinado con un tupé de pocos centímetros, que le despejaba el rostro. Creo que también estaba afeitado y el olor de su colonia flotaba en el aire. Yo, en cambio, no recordaba si me había echado desodorante tras salir de la ducha. Travis era coqueto, como Blair. Pero no pude negar que me llamó la atención su aparente empeño por estar presentable para una cena con su hermana postiza. Pues en más de una ocasión habíamos salido a cenar en pijama.  

—Vaya ¿Has quedado con alguien después? —Quise saber, buscando una explicación. A mi pesar, todas las insinuaciones de Harry en lo referente a Travis habían empezado a hacerse eco en mi cerebro. «Para, Liberty».

Travis frunció el entrecejo.

—Esta noche soy todo tuyo —sonrió y creo que me guiñó un ojo.

—¿Por qué hablas como si te hubiera poseído el musculitos de una comedia romántica?

Se le descompuso la sonrisa y apartó la mirada unos segundos. Pero acto seguido, volvió a erguirse con su porte orgulloso, aunque pude advertir un leve rubor en sus mejillas.

—Yo, eh…—Meneó la cabeza con fuerza, sacudiéndose algún pensamiento—. Déjalo, vamos a cenar.

Fuimos a un restaurante de comida turca que estaba a pocas manzanas del hotel. La noche era cálida y pegajosa y el pelo se me pegaba a la cara. La decoración del restaurante era recargada: con lámparas turcas de distintos colores, paredes en tonos azules y blancos. Las mesas estaban cubiertas por manteles granates y las sillas eran de respaldo alto, de madera maciza. Un camarero de piel oscura y marcado acento nos condujo a una sección del restaurante alejada de la cristalera.

—Aquí nadie nos molestará —explicó Travis después de correr la silla para que me sentara. No sé si había tomado setas alucinógenas o se había dado un golpe al salir de la ducha, pero estaba siendo más atento que de costumbre—. Ya sabes, la prensa.

—Ya estoy acostumbrada. A lo mejor aprovecho el tirón para hacerme influencer.

Al día siguiente de la pelea con Morrison, había despertado con unos cuantos miles de seguidores en todas mis redes sociales. Cientos de mensajes directos preguntándome si estaba con Harry, menciones en las que me insultaban o, con menos frecuencia, en las que alguien me defendía. Había perdido la cuenta de cuántas veces me habían etiquetado en la foto que nos hicieron en el penthouse. Estaban quienes afirmaban que los mánagers del grupo me habían contratado por representar el papel de la novia de Harry y así tumbar los rumores de su ficticia relación con Louis. Cuentas de odio, club de fans, difamaciones en la prensa… Hazte amiga de un famoso y llévate el pack completo.

Reconozco que la primera foto y la primera noticia, fueron como una patada en el pecho. Sabía que me habían dado un rol de cara al público: «El de la novia de», del que no me desharía a menos que dejara de ver a Harry o que, si lo hacía, fuera a escondidas. Pero no estaba dispuesta a seguir ninguno de los dos caminos. No hacía nada malo.
Además, nada de lo que esa gente pudiera decir de mí me hería tanto como lo que me mascullaba a mí misma.

—No necesitas que se te relacione con ningún chico malo para tener tirón —contravino Travis, todo seriedad, desde el otro lado de la mesa.

—Era broma, Trav, pero gracias por la confianza.

Pedimos la comida y pasamos la velada poniéndonos al día. Me habló de los conciertos, las canciones en las que estaban trabajando y de las anécdotas de Kurt en los baños de los aeropuertos. E, inevitablemente, acabamos hablando de mi situación. Insistió, una vez más, en pagar el resto del dinero de la deuda. Y, de nuevo, me negué. Mis errores, mis cargas: mi responsabilidad. Tras el postre, Travis se marchó un momento al baño y aproveché para mirar mis mensajes:

En Los Cuatro Mosqueteros, el grupo que teníamos Blair, Maxie, Kyle y yo; me avisaban de que iban a salir con el resto de los Monos a dar una vuelta, por si queríamos unirnos después. También había un mensaje de Melly (esperaba que me hubiera emborrachado todas las noches).

—¿Con quién hablas? ¿Algún posible candidato? —Me sobresalté. Guardé el teléfono en el bolso.

—Te lo dije, nada de relaciones para mí.

Daba la impresión que había hecho un voto de castidad. Pero a veces, sobre todo cuando estaba borracha, tonteaba con algún chico y me acostaba con él. Que no estuviera dispuesta a darle a otra persona la posibilidad de mangonearme, no implicaba que pasara hambre.

—Pero cuéntame tú. —Moví las cejas con insinuación, inclinándome sobre la mesa—. Hace mucho que no me pides consejo sobre chicas.

Travis se remangó, con una sonrisa tensa, avergonzada. Escuché cómo tragaba saliva.

—Hay una chica —masculló—. El problema es que no se entera de ninguna de mis señales.

—Déjate de señales y ve al grano. —Lo animé—. Seguro que pierdes mucho tiempo intentando que se dé cuenta de que le gustas, en lugar de decírselo.

—En ese caso…—Travis se remangó la camisa como quien está a punto de meter las manos en un lodazal—Me gustas.

Ladeé la cabeza, confusa.

—Espera, ¿estamos haciendo eso de que primero lo ensayas conmigo? ¡Avísame de estas cosas, tengo que meterme en el papel!

Travis soltó una carcajada que duró un suspiro: regresó a la seriedad extraña en la que se había mantenido toda la noche. Un carraspeó, bajó la vista hacia el tenedor.

—No, Libbie, que eres tú la chica de la que hablaba.

Ves cuando abres el agua de la ducha, confiando en que saldrá caliente y en su lugar sale un chorro de agua fría que termina congelándote hasta el ADN. Así me sentí yo al escuchar las palabras de Travis. Helada. Incapaz de reaccionar. Harry llevaba razón y la mirada de Blair en la habitación adquirió significado: ella lo sabía.

—Di algo —pidió, no sé si un año o solo unos minutos después. Su mirada había dejado de ser esquiva. Sus ojos verdes se clavaban en los míos.

Abrí la boca varias veces, sin pronunciar sonido alguno. «No, no, no, no». Era imposible que le gustara a Travis de esa forma. Se supone que siempre me había visto como una hermana pequeña. Por los Dioses de Maxie… ¡Se trataba de Travis! Quien a veces nos esperaba a Blair y a mí a la puerta del colegio y nos llevaba a comer helado. Quien me había ido a buscar a las puertas de las discotecas cuando me escapaba por las noches, para que mis padres no me pillaran. Me había hecho tortitas con una cara sonriente todas las mañanas, durante tres meses, tras fallecer mi madre, hasta que esa gilipollez logró que sonriera. Para mí era mi hermano, más que mi padre era mi padre. Eso estaba mal. «Mierda».

—No sé qué decir. —Me rodeé el cuerpo con los brazos, queriendo protegerme.

Travis se animó a sonreír. Pero fui incapaz de devolvérsela. Solo quería salir corriendo.

—Ya sé que es un poco raro.  

No es que fuera raro. Es que no tenía sentido. ¿Por qué le gustaba? ¿Desde cuándo? Si en último año a penas nos habíamos visto. ¿Y si llevaba sintiéndose así desde hacía tiempo?

—Travis, te habrás confundido —dije, tratando de sonar amable—. ¡Soy yo! No puedo gustarte. Es como si dices que te gusta Blair.

Intenté que razonara. Que su cabeza dijera: «Oye, tiene razón. ¡Qué gilipolleces digo!». Sin embargo, mis palabras fruncieron su ceño.

—Tú y yo no somos hermanos de verdad. —Sabía que no iba a malas, era, simple y llanamente: la verdad. No era una Hawthorne. Pero sus palabras agrandaron el hueco en mi pecho que yo me afanaba por ignorar—. Si es eso lo que te preocupa…

—Ya sé que no somos hermanos, ese no es el problema. Te diría que me siento halagada, pero mentiría, y ya miento a la gente que quiero más de lo necesario—. Me sobrepuse al torbellino de emociones que me embargaban—. Travis, no sé cómo te gusto, ni cuánto. Pero no está bien. No puede ser.

Su expresión mutó a una de irritación, rechazo. Estranguló el mantel entre los puños.

—Es por el de One Direction, ¿no? Tienes algo con él. Podías haberme avisado antes de dejarme hacer el ridículo —escupió.

—Por qué los tíos siempre creéis que os rechazamos por otro —espeté, alzando la voz. Estaba a punto de salírseme el corazón por la boca.

—¡Entonces dime el motivo! —chilló.

Respiré hondo, a trompicones. No podía discutir con Travis. No podía perder a nadie más.

—Mira, no quiero discutir —aseguré, endulzando el tono de voz—. Solo quiero que comprendas que, para mí, eres como mi hermano mayor. Siempre voy a verte de esta forma. Por favor, entiéndelo.

Esperaba que recapacitara, que me entendiera. Hablar y aclarar la situación. Pero Travis era un Hawthorne: orgulloso, volátil e impulsivo. Se levantó de la silla con brusquedad.

—Ya, me ha quedado claro —respondió, dirigiéndome una mirada llena de reproches antes de marcharse.

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Tuve que contenerme para no ir a la habitación de Travis y obligarlo a entrar en razón. Al mismo tiempo que me obligaba a mí misma a no darle excesiva importancia, para evitar así que mi cabeza elucubrara posibles futuros en los que Travis no quería volver a verme ni en pintura.

Regresé a mi habitación, dispuesta a echarme a dormir lo antes posible. Si me reunía con mis amigas, acabaría borracha: y cuando me emborracho hago tonterías. Mañana sería otro día. Arreglaría las cosas con Travis y esto se convertiría en una de las anécdotas que recordaríamos de viejos. Pero, tras abrir la puerta, encontré a Blair en la cama y se desataron dentro de mí cinco infiernos:

—¡Lo sabías! —Le lancé el bolso, que le dio en toda la cara.

—¡Gilipollas! —Me la devolvió, pero como ya me lo esperaba, lo esquivé. Blair se incorporó sobre el colchón, frotándose la mejilla—. Te lo ha dicho y, por supuesto, no se ha tomado bien que le hayas mandado a tomar por culo.

Debía reconocer que era toda una ventaja comunicarme con Blair, me ahorraba muchas palabras.

—No le he mandado a tomar por culo. —Comencé a dar vueltas por la habitación, ignorando mi determinación a que no cundiera el pánico—. ¡Dios! ¡Y no me dices nada! La próxima vez que acabes desnuda en el baño de la universidad, va a ir a llevarte ropa tu abuela.

—Prometiste que nunca más mencionarías eso… ¡Para de dar vueltas, me estás mareando!

Agazapada cual cazadora, Blair aguardó a que pasara por su lado para interceptarme por el brazo y tirarme sobre la cama. Escondí el rostro entre las manos.

—Debes de ser como… ¿La segunda chica que lo rechaza? —Sentí que me daba unas palmaditas de ánimo en la espalda—. Le has dado en todo el ego, se le pasará. Mañana hablo con él.

Resoplé, trasladando las manos hasta el pelo. «Tranquilízate». No se trataba solo de que Travis se enfadara de por vida, sino lo que aquello implicaba. Mandy y Benjamin me querían, pero si le hacía daño a Travis: qué iba a pasar conmigo.  Después de todo, no era su hija. Era consciente de que me estaba adelantando a los acontecimientos. Pero hay miedos que no controlo, que me toman entera.

—Libbie, la reina del drama soy yo. —Blair suavizó el tono y me rodeó por los hombros.

—¿Por qué no estás emborrachándote con el resto? —Decidí cambiar de tema. Apoyé la cabeza en su hombro y cerré los ojos.

—Will me ha escrito.

—Cuéntame algo que no sepa. —Su novio se había pasado la semana intentando hablar con ella, incluso me había pedido a mí que intercediera.

Mi cabeza rebotó contra su hombro tras su hondo suspiro.

—Me ha dicho que no pasó nada con Elena.

—Eso es bueno, ¿no?

—¿Lo es? —Se apartó, buscando ayuda y consejo de la persona menos indicada—. Confío en Will, pero él no confía en mí, no tanto como en ella, al menos. Y luego…, ya sabes.

Llegó mi turno de rodearla por los hombros.

—Yo qué sé, Blair.

—Gracias.

No pude evitar reírme. La aparté y la miré a los ojos.

—William debe aprender a confiar en ti. Te mira según tu pasado, pensando que a él también lo vas a engañar, cuando no le has dado motivos. Además, también tiene que aprender a separar vuestra relación de su amistad con la víbora.

—Mejor haz una lista y se la envías. —Procuró que su sarcasmo y su asidua malicia brillaran sobre el desasosiego en su mirada. A Blair no le gustaba mostrarse vulnerable—. No sé cómo mirarle a la cara después de lo que hice con Zayn.

—De lo que crees que hiciste. —Maticé—. ¿Quieres mi opinión?

—¿Me meterá en líos?

—Según lo mires.

—Adelante.

—No se lo digas a William. —Decreté, a mi mejor amiga por poco se le salieron las cuencas de los ojos. Yo era partidaria de la verdad, de ahí su reacción. Pero si la mentira era lo que iba a ahorrarle a Blair un mal trago, cambiaba de bando sin miramientos—. Asumamos que tuviste sexo con Zayn Malik, golpe bajo para la Liberty adolescente, por cierto…

—Estamos hablando de mí.

—Eso, que si os acostasteis debemos tener en cuenta todos los factores. Creías que Will te había dejado por Elena, estabas borracha y tenías la adrenalina por la estratosfera con todo el asunto de la pelea—. Blair arrugó el gesto, recordando nuestra primera noche en San Diego—. En fin, piensa que las cosas hubieran ido de otra forma sin estas circunstancias.

—Tenías el discurso preparado, ¿a que sí? —refunfuñó, plantando un mohín en los labios.

—Desde que me llamaste histérica aquella mañana.

Empezó a mordisquearse la uña, meditabunda.

—No merece la pena que tu relación con Will se vaya a la mierda por algo de lo que no estás del todo segura. Ni por un chico que quizás no veas más.

—Igual llevas razón —susurró, medio ausente.

—Pero habla con Zayn —añadí—. Es un hecho histórico en tu vida. Si voy a escribir tu biografía cuando seamos viejas, debo asegurarme de que los hechos sean verídicos.

Blair acogió la broma de malas maneras y se le incendiaron hasta las pecas.

—Le pediremos el número de teléfono a tu amigo Harry.

—¡Queréis dejar a Harry tranquilo! —exclamé, dándole un puñetazo.

Blair me hizo burla, devolviéndome el golpe. Me levanté, antes de que pasáramos a engancharnos del pelo.

—Esta noche duermes en el sofá.

—Bueno, de todas formas, no hemos usado la cama ni una sola vez —respondió Blair, totalmente acertada.

Vimos unos cuantos capítulos de Grace & Frankie acompañadas por toda la comida basura que encontramos en el minibar. Cuando Blair estaba medio adormilada, apagué la televisión y salí a la terraza. La temperatura había descendido bastantes grados y se me puso la piel de gallina. Regresé dentro a por una manta. Después, me senté en el suelo con la espalda apoyada contra el sillón.

Sin poder evitarlo, acabé pensando en Travis. En el pavor que me daba no poder solucionarlo. «Ahora ya no importa, Liberty. Ya se ha acabado el día». Era uno de esos momentos en los que me hubiera gustado llamar a mi madre. En los que terminaba doblada de dolor porque no podía hacerlo. Y pesaban todas las veces que me pidió que me quedara, que me preguntó si quería dormir con ella, no ser capaz de decirle que la quería con tanta frecuencia. Ya había transcurrido el tiempo necesario como para aprender a vivir con ello. Porque la pérdida no se supera, te limitas a hacerle un hueco en tu vida. Aprendes a convivir con ella. Nada más. Pero esa noche quería llamar a mi madre y no era posible. Pensé en llamar a Mandy, sin embargo, me detuve.

Batallé un poco, pues esa llamada implicaba algo que yo aún no estaba dispuesta a admitir. Porque mi mejor amiga estaba a cinco pasos de distancia y yo decidí llamar a un chico al que hacía solo dos semanas que conocía.

—Hey.

—Hey.

Me arrebujé bajo la manta, llevándome las rodillas al pecho. La línea crepitaba en mi oído, adornada por la respiración pesada de Harry.

—¿Qué tal la cena?

Tensé la mandíbula.

—Prefiero no hablar de ello.

—¿Estás bien?

—No sé. —Miré hacia arriba, buscando las estrellas que solía ver con mi madre—. ¿Te han lanzado hamburguesas hoy?—. Cambié de tema. Esa era una llamada para olvidar, no buscaba desahogarme, ni palabras de ánimo.  

—Solo unas esposas de pelo rosa, tres centavos y un plátano de peluche. Puedes elegir lo que quieras—. Y supongo que le llamé a él porque prestaba más atención a lo que no decía, que a lo que sí.

—Me quedo con las esposas, nunca se sabe con Blair… —Conseguí mi propósito: que riera y a mí se me desanudara un tanto la respiración. Pero también me resquebrajé. Cuando bajas la guardia, es mucho más fácil romperte.

—No estás bien —dijo Harry, como si hubiera estado observándome un rato. Aunque se encontraba a kilómetros de distancia y no pudiera verme.

—No.  

—¿Quieres contármelo?

—Todavía no.

—Vale, pues vamos a quedarnos callados un rato.

Y entonces sucedió aquello que venía repitiéndose desde que crucé mi mirada con él en el concierto.

Era una persona que vivía con un reloj sobre la cabeza, que marcaba el ritmo y me recordaba constantemente el tiempo que no tendría con mi madre. El que perdí junto a Bruno, el que quedaba para poder librarme de él de una vez por todas. Un tic tac insoportable que hablaba por todas las oportunidades en las que pude ayudar a mi padre, por esas en las que no me atrevía a sincerarme con Benjamin y Mandy. Un reloj que me decía que el tiempo pasaba y que no podía detenerlo. Me alejaba, no solo de la vida que tuve, sino de la persona que había querido ser. Con sus agujas afiladas arañándome la piel: eres esto, la persona que miente, que camina con miedo, que se esconde.

Como con todo, había aprendido a ignorarlo. Pasaba que con Harry desaparecía. Al condenado reloj se le agotaba la pila y por fin respiraba. No sabía si eran horas, minutos o segundos los que pasábamos al teléfono. Daba vértigo, pues, haciendo al tiempo otra vez protagonista: había transcurrido muy poco de este para sentirme así con él. Sin embargo, me gustaba estar a destiempo.

Salvo porque una parte de mí se quedaba en el plano temporal y se pasaba el día recordándome que llevase cuidado, que no me permitiera confiar, que en cualquier momento podría darme la hostia.


Terminé por contarle lo que había pasado con Travis. Lejos de regodearse porque había terminado teniendo razón, me dijo que todo acabaría solucionándose, ya fuera para bien o para mal. No ahondamos mucho en el asunto y nos tiramos más de una hora hablando de tonterías. Lo que me dio tiempo para relegar todos mis monstruos a su armario. Colgué cuando escuché ruidos provenientes de la habitación: vuelta a la realidad.

—Pero cómo puedes enamorarte de alguien que se llama Fitzwilliam.

—Hermano, un solo comentario más acerca de Darcy y no te vuelves a levantar del suelo de la patada que te doy—. Vi a Maxie empujar a Kyle contra el sofá justo cuando traspasaba las puertas de la terraza.

Traían un ligero olor a alcohol, humedad y tabaco.

—¡Se llama libertad de expresión! —gruñó, frotándose la rodilla. Blair se encontraba apoyada contra el respaldo, bostezaba y se rascaba la cabeza.

—Es una verdad mundialmente reconocida que todo ser, ya sea humano o alienígena, necesita amar a Darcy —entonó Maxie, muy orgullosa de su réplica.

—Fitzwilliam —corrigió Kyle por lo bajo por el placer de tener la última palabra. A continuación, olvidando su más reciente pelea, se fijaron en Blair y en mí—. ¿Qué os pasa?

—Travis.

—William.

Confesamos al mismo tiempo.

—¡Fernando! —chilló Maxie, los tres la miramos como si hubiera perdido el último tornillo de su cabeza—. ¿Qué? Pensé que estábamos recitando nombres. Sois muy aburridos.

Por la risita aguda que se le escapó de los labios, comprendí que estaba un poco borracha. Caminé hasta sentarme al lado de Kyle.

—Los tíos sois imbéciles.

—Ya.

—Todos menos tú —dijimos las tres a la vez, fue entonces cuando me di cuenta que quizás pasábamos demasiado tiempo juntas.

Blair se puso de pie en el sofá, rodeando a Kyle por los hombros y apoyando la barbilla en su perfecto tupé rubio.

—Vamos a clonarte. Uno para cada una. —Aseguró, por un momento pensé que iba a arrancarle un mechón de pelo.

Maxie plantó una sonrisa maliciosa.

—El mío se va a llamar Fitzwilliam.

Kyle tensó la mandíbula, nadie lo sacaba de quicio tanto como Maxie: era uno de sus talentos ocultos.

—El verdadero Kyle es irrepetible.

—¡Lo has hecho! —chillé—. ¡Has hablado en tercera persona!

Kyle me dio una patada que esquivé corriendo al lado de Maxie, quien se reía a carcajadas. Blair le apretó las mejillas, haciendo que su boca pareciera la de un pez.

—No me merecéis —suspiró.

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Un pitido atronador se colaba por mis oídos, impidiéndome dormir. Sentía la irritación ascender por mi columna. El pitido continuaba. «¡Que alguien coja el maldito teléfono!», una voz se coló a través de la inconsciencia. Siguiendo sus órdenes, tanteé por la cama con la mano en busca del aparato.

—¿Diga?

—¡Eh, que es mi pie!

Abrí los ojos y me encontré con el apestoso pie de Kyle pegado a mi cara, pues lo había confundido con el supuesto teléfono. Horrorizada, lo empujé. Giré sobre mi propio cuerpo hasta quedar tendida sobre mi estómago: me había quedado dormida a los pies de la cama. Maxie dormía en el lado derecho, despatarrada y con la boca abierta. Mientras que Kyle estaba a su lado, abrazado a sí mismo. Me sacó la lengua y volvió a cerrar los ojos. Las sábanas estaban arrugadas a su lado, donde suponía que había dormido Blair. «¿Dónde narices estaba Blair?».

En ese mismo instante, unas manos me agarraron por los tobillos y me arrastraron por el colchón.

—Muévete, mamá está en el ordenador. —Era la voz ronca de Blair.

Me tendí de espaldas y la miré sin comprender, como si hubiera perdido la cabeza. La luz que se colaba por la terraza hacía que mis ojos llorasen y Blair, aún con las manos enganchadas a mis tobillos, se asemejaba a un ángel despeinado, somnoliento y con malas pulgas dispuesta a llevarme al más allá.

—¿Cómo se ha metido ahí?

—Qué… —Hizo rechinar los dientes—. Es una videollamada, estúpida, no está dentro.

Permití que me arrastrara hasta la mesa, donde el rostro de Mandy ocupaba toda la pantalla del ordenador. ¿Qué hora sería en Rusia? Bostezando, me tiré sobre la silla. Blair se sentó encima de mí.
—¡Hola! —saludó efusivamente.

Bisbiseamos lo más parecido que encontramos a un saludo. Mandy comenzó a reír. Llevaba un moño prieto, que despejaba su rostro ovalado y resaltaba sus ojos verdes. Pero las legañas me impedían fijar la mirada. Debían ser las cinco de la madrugada cuando decidimos dejar de torturar a Kyle y nos dormimos.

—Os tengo una sorpresa.

—¿Y no nos la podías dar a una hora decente? —Se quejó Blair, medio tirada sobre la mesa.

—Es una hora decente, niña.

Volví a bostezar.

—Odio las sorpresas —añadí, usando la espalda de Blair para apoyar los codos.

Mandy parecía dispuesta a traspasar la pantalla y darnos una colleja a ambas.

—Como iba diciendo... —Nos cortó, usando su tono profesional, pragmático—. Vamos a trasladar el rodaje a Kansas para grabar las escenas de la película que nos faltan. Travis y el grupo dan un concierto allí dentro de dos días. Así que queremos que aplacéis la vuelta a casa y vayáis con él para que pasemos unos días juntos. Kyle y Maxie pueden venir, será divertido.

No presté mucha atención hasta que no escuché las palabras: «Travis» y «aplazar». Lo mismo debió sucederle a Blair, pues se incorporó como si le hubieran metido un petardo en el culo.

—Oh, por favor, controlad vuestra emoción. No sé si seré capaz de soportarla. —Ironizó Mandy, cruzándose de brazos ante nuestros rostros de espanto.

—Mamá, yo no voy. —Terció, cruzándose de brazos como si tuviera tres años—. Echo de menos a Will.

Tragué saliva. Yo todavía no sabía si Travis iba a perdonarme o había decidido dejar de hablarme para lo que me restaba de vida. Si sucedía lo segundo e iba a Kansas, igual me mandaban de vuelta de una patada.

—La verdad es que… —comencé a decir.

—No lo habéis entendido. —Mandy se acercó tanto a la cámara que fui capaz de verle todos los poros de la piel—. Vendréis a Kansas, porque de lo contrario os cancelo la tarjeta y os vais a tirar fregando platos en ese hotel cinco meses hasta que paguéis la factura.

—¡Mandy!

—¡Es mamá!

Estuvimos diez minutos alegando para librarnos del viaje. Recurrimos a todo lo que se nos ocurrió, pero Mandy se mantuvo firme. Al día siguiente cogeríamos un vuelo a Kansas, así tuvieran que mandar a Owen para obligarnos a ello. Cuando colgó, Blair se levantó y estuvo a punto de tirarme de la silla. Yo me quedé mirando la imagen congelada de Mandy en la pantalla. Tenía que arreglar las cosas con Travis.

Mi mejor amiga se convirtió en una mancha borrosa por la habitación, la seguí con la mirada.

—¿Y tú por qué no quieres ir?

—No quiero hablar, me voy a la ducha. —Recogió el teléfono de camino al baño y cerró de un portazo que hizo retumbar hasta el aire. Imaginé que tendría algo que ver con William, pero ya me lo contaría cuando quisiera.

—¡Estoy despierta!

Me giré para ver a Maxie sentada sobre la cama, con la mirada perdida.

—Bueno, no estoy despierta—. Volvió a tirarse sobre el colchón, solo que su cabeza, en lugar de aterrizar en la almohada, dio de pleno en la cara de Kyle.

—¡Puta mierda! —chillaron a la vez. Maxie incorporándose de nuevo, agarrándose la cabeza y Kyle llevándose las manos la cara, rodando hacia el otro lado.

Suspiré. Nada bueno ocurre antes de las diez de la mañana.


Última edición por gxnesis. el Sáb 06 Abr 2019, 9:29 am, editado 1 vez
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Mensaje por indigo. Sáb 06 Abr 2019, 9:25 am

Capítulo 10.2.
Liberty River | By gxnesis.

Conseguimos abandonar la habitación sin matarnos entre nosotras. Kyle no paraba de quejarse por el cabezazo que le había dado Maxie, preguntándonos cada poco rato si la herida del labio se le había vuelto a abrir.

—Mi madre piensa que quiero cambiarme de familia —dijo Maxie cuando estábamos en el ascensor para ir a desayunar—. Pero me deja ir a Kansas.

La miré por encima del hombro, tecleaba en su teléfono: imagino que en respuesta a su madre.

—Genial, puedes cambiarte por mí.

Blair dio un puñetazo al lado de la botonera. Era la primera vez que hablaba desde que había salido de la ducha. Los tres cruzamos una mirada, retándonos por preguntar qué le ocurría: existía un alto riesgo de que nos arañase. Kyle fue el valiente.

—¿Todo bien?

—¡No! ¡Nada está bien! —A causa del reducido espacio del ascensor, su voz se amplificó hasta que me dolió la cabeza—. He vuelto a discutir con Will. El idiota se piensa que voy a Kansas para pasar más días con Ryan.

Rechiné los dientes. Estaba empezando a cansarme de que su novio no confiara en ella, de verla alterada y al borde del colapso.

—Que junte su mierda. —Intervino Maxie, guardando el teléfono en el bolsillo de sus shorts vaqueros.

—Yo entiendo a Will… ¡Ay! —chilló cuando Maxie le pellizcó el brazo—. Que entienda su postura no quita que esté obsesionado—. Explicó, pues Kyle siempre trataba de empatizar con las dos partes de una pelea.

Blair me lanzó una mirada de reojo, esperando mi reacción.

—Te lo dije anoche. —Encogí los hombros—. Si no puede confiar en ti, esta relación no va a ninguna parte.

«Y si sigue igual, a lo mejor le hago una visita a domicilio con nuestro bate», añadí para mí.

—Ninguno me habéis dicho lo que quería escuchar, así que me voy a limitar a ignoraros. —sentenció, colocándose frente a las puertas, que se abrieron unos segundos más tarde.

A las puertas del buffet, frené en seco. Toda la tranquilidad y seguridad que había reunido mientras me duchaba se fue a otra parte. Las manos empezaron a sudarme y ese miedo a la pérdida que me apretaba los huesos me dominó. A lo mejor era muy pronto. Quizás tenía más probabilidades de que Travis me escuchara si dejaba pasar unas horas más.

Una señora se chocó conmigo cuando se disponía a abandonar la sala. El olor a bollos recién hechos y café me fueron indiferentes. Me quede quieta al filo de la entrada, mientras mis amigas caminaban hacia las mesas. Blair notó mi ausencia y regresó a por mí.

—Vamos, seguro que ya se le ha pasado. —Tiró de mí por la muñeca, pero yo anclé los pies en el suelo, haciendo fuerza hacia atrás.

—Mejor luego.

Blair resopló, roja por el esfuerzo.

—Las cenas de Navidad ya son bastante… complicadas… —resoplaba, luchando por hacerme andar, tiraba de mía con usando las dos manos—…. con la abuela—. Me soltó, pasándose una el antebrazo por la frente, jadeando—. Tenéis que arreglarlo.

Me froté las muñecas, adoloridas y marcadas por los dedos de Blair. Di un paso al frente, estaba siendo ridícula. Blair miró por detrás de mí.

—Hermanito —saludó.

«Genial». Con más lentitud de la necesaria, giré sobre mis pies, diciéndome en cada segundo que todo saldría bien. Pero mis esperanzas se cayeron al Tártaro cuando me crucé con la mirada de Travis: sus ojos soltaban chispas, puños apretados contra los costados. Parecía estar a punto de gruñirme.

—Trav… —Intenté empezar la conversación, haciendo caso omiso a su expresión. Rogando porque tornara a la habitual después de hablar. Sin embargo, Travis me esquivó, como si no fuera más que un obstáculo en su camino.
Lo vi caminar hacia las mesas mientras yo sentía que perdía algo más allá de la oportunidad de hablar. Las manos comenzaron a temblarme.

—Voy a hablar con él. —Blair asintió repetidas veces hacia mí, como diciéndome que todo saldría bien.

«Bueno, parece que no voy a estar en la próxima cena de Navidad».


Rehusé del desayuno, subí a la habitación a por mi cámara y pasé el día haciendo fotografías. Pateé todo San Diego detrás del objetivo. Era lo único que me impedía derrumbarme cuando me sentía así: al borde del colapso. En el fondo, era consciente que estaba sacando las cosas de quicio. Que pasara lo que pasase, Blair no me daría la espalda. Que la situación no era tan grave como para que Travis no me hablara nunca más. Pero lo irracional ataca tus puntos débiles al verse amenazados.

A media tarde, me senté a descnasar en la terraza de un mexicano del Old City. Los pies me hormigueaban de cansancio y mientras me tomaba una cerveza, revisé mis mensajes. Tenía un correo de Aubrey de hacía unos días. En él me avisaba que ya había subido la entrada con las fotografías que le envié. También me preguntaba cómo estaba. Le respondí que a punto de pasar unos días en Kansas con mi familia.

Le daba vueltas al botellín, que exudaba gotas por el calor, como si fuera a darme las soluciones que necesitaba. O una llave a un mundo paralelo. Estaba más tranquila, menos fatalista y la mirada aviesa de Travis no se me clavaba en los miedos. Tal vez solo estaba cansada y la cama del hotel era más atractiva que la silla de plástico en la que llevaba horas perdiendo el tiempo. Pagué la cerveza y esperé al autobús: no podía huir eternamente.

Mi teléfono empezó a sonar cuando ya me encontraba a tres paradas de la zona del hotel. Lo saqué del bolsillo precipitadamente, con el corazón dando palmas contra mi pecho. Al ver que sí era Harry, me odié por la reacción de mi cuerpo. Y solo para demostrarme a mí misma que no había estado esperando aquella llamada, dejé que sonara más de lo necesario.

—Hola, forastero —saludé.  

—Acabo de llegar al hotel, he visto tu mensaje. —Resultaba complicado escucharle con el ajetreo de su lado del país y el del mío. Me tapé el oído y me pegué contra la ventana—. Así que vienes a Kansas…

Le había escrito unas horas atrás para contárselo justo cuando él me había escrito un mensaje diciéndome que cogía un avión al mismo destino. La vida, que continuaba con su cruzada por ponernos a los dos en el mismo espacio. Así de pronto, como si tras conocernos fuera fácil. Aunque a mí seguía pareciéndome surrealista, a la par que acojonante. Pero supongo que ya me estaba acostumbrando.

—Obligada.

Me mordisqueé la uña.

—Lo que sea. —Despachó, pude imaginarlo rodando los ojos. Un hondo suspiro—: Ven mañana al concierto.

—No sé yo, la última vez que fui a uno de vuestros conciertos un chico me hizo una brecha.

—Esta vez estarás con el chico.

—Genial, tengo ganas de volver a ver a Louis… —bromeé.

Harry resopló. Era una persona paciente, poco dado a perder la calma. Pero, por lo visto, a mí se me daba bien hacer que la perdiera.

—¿Vas a venir? —preguntó ahora. Escuché el sonido de una puerta abrirse y cerrarse, seguido de un gruñido de Harry. Imaginé que había llegado a su habitación y se había sentado en la cama. Ante mi prolongado silencio, alegó—: Eres tú quien dijo que teníamos que parar de encontrarnos en medio de peleas.

Debía reconocer que poseía un don innato de convencimiento. Y a mí me apetecía ir a otro concierto, me daba una excusa para saltarme una cena familiar en la que no sabía si Travis me clavaría el tenedor en la mano cuando me despistara. En ese punto, prefería una posible bronca de Benjamin que la ley de hielo de su hijo.

—Iré, con mis amigas.

Otro resoplido.

—No muerdo, ¿sabes? —respondió indignado.

Fue mi turno para reír. El señor que iba sentando a mi lado me miró con malas pulgas y tuve que contenerme para no sacarle la lengua.

—Ya lo sé, pero si voy al concierto sin Blair me arrancará la cabeza. Y no voy a dejar a Maxie y Kyle en el hotel. Somos Los Cuatro Mosqueteros, o todos o ninguno.

—Uno para todos y todos para uno. Y son tres, no cuatro.

—Lo que sea. —Lo imité, burlándome.

—Igual mañana me choco de nuevo contigo.

—Llevaré casco, voy a ir preparada.

Estuvimos molestándonos un rato más hasta que alguien del equipo fue a buscar a Harry para una prueba de sonido vespertina. Quedamos en que nos veríamos un par de horas antes del concierto. Al guardar el teléfono, recordé que estaba en un autobús. Miré a la pantalla, intentando discernir cuánto quedaba para mi parada, pero estaba apagada. Pregunté al señor de malas pulgas.

—Hija, te tendrías que haber bajado cuatro paradas atrás.

—Perfecto…

A veces, el destiempo con Harry me jugaba malas pasadas.

 
Para cuando conseguí llegar al hotel ya había anochecido y los pies no me respondían. Mis amigos estaban en la habitación haciendo las maletas. Tuve que invertir media hora en convencer a Blair para ir al concierto, pero más allá de su posible escarceo con Zayn, era fanática: así que terminó cediendo. Kyle no puso objeciones, lo veía como una oportunidad para ver cómo nos metíamos en problemas. La que se me resistió fue Maxie:

—¡No, no y no! ¡Ni siquiera Zeus amenazándome con un rayo conseguiría que fuera a ese concierto! —chilló por decimoctava vez, cruzada de brazos—. Y vosotras tampoco deberíais, todavía estáis pagando las consecuencias del último.

En el fondo me sentía mal, porque había olvidado momentáneamente la historia que arrastraba Maxie con Niall. Pero ya que había metido la pata, al menos que mereciera la pena.

—Venga, Maxie, pon de tu parte. Liberty tiene que ver a su novio. —Blair sonrió con malicia, moviendo las cejas de arriba abajo.  

—No es mi novio. Solo somos amigos, tampoco es tan difícil de entender.

—Ni siquiera sabes de quien está hablando. —Se le unió Kyle, imitando la sonrisa de Blair. Ambos se encontraban en el sofá, despatarrados, mientras comían patatas fritas—. Podría referirse al técnico de sonido.

Decidí ignorarlos, resultaba inútil. Miré a Maxie, que estaba al otro lado de la mesa de café, como dispuesta a salir corriendo de un momento a otro.

—Puedes verlo sin que esté yo delante, no necesitas carabina.  

«Me voy a tirar por la ventana».

—Es gratis. —Se me ocurrió decir.

—Con lo cual, lleva trampa.

Blair y Kyle alternaban la mirada entre una y otra, como si fueran espectadores de un partido de tenis.

—Ni siquiera vas a tener que ver a Niall, vamos a ir al concierto, no a su camerino.

Maxie dio un respingo, adoptando cierto aire pensativo.

—Oye, a Maxie no le importaría ir a hacerle una visita con unos sprays amarillo fosforito.

—¡Me apunto! —exclamó Kyle, metiéndose un puñado de patatas a la boca.

Me di una palmada en la frente. Como último intento, recurrí a una táctica que se utilizaba desde que el mundo era mundo en la amistad: el chantaje.

—Si vienes al concierto te dejo que me entrenes.

Maxie bisbiseó algo por lo bajo, apretando los puños tanto que pude escuchar cómo le crujían los nudillos. Fruncí los labios para ocultar mi sonrisa triunfal. Mi amiga llevaba años insistiendo, rogando, para que hiciera deporte, pues el único que practicaba consistía en bailar borracha hasta que se me partieran los pies. Aguardé a que me diera su respuesta, pero por la forma en la que inclinó los hombros supe que había ganado.

—Vas a ponerlo por escrito, grabar un vídeo comprometiéndote a cumplir tu parte del trato y a hacer todo lo que te diga. —Soltó, sacando su vena deportista a flote. Tragué saliva, arrepintiéndome por haberme sometido a tales extremos—. Empezamos pasado mañana.

—Has firmado tu sentencia de muerte. —Intervino Blair en tono resabido, debía estar riéndose por dentro.

—El deporte es salud, quiero que su esperanza de vida aumente. Si un concierto de One Direction es lo que hace falta para que mueva el culo, Maxie se sacrifica—. Hizo eso de juntar las manos en posición de rezo y agachó la cabeza.

—Me pido escribir tu epitafio, Libbie. —concluyó Kyle.

Crucé una mirada con Maxie, pidiendo que se compadeciera de mis veinte años de sedentarismo. Pero ya sonreía de lado y solo le faltó frotarse las manos mientras pensaba en las diez mil torturas físicas a las que planeaba someterme. Iría al concierto, tal como quería. Pero Maxie había ganado ese duelo.

Tras hacer las maletas: teníamos que estar en el aeropuerto a horas intempestivas, Blair y yo nos tiramos en el sofá de nuestro dormitorio. Ambas nos encontrábamos en estado contemplativo, con la vista clavada en la pared, las manos en el estómago y las piernas entrelazadas. Mi mejor amiga me dio una patada para llamar mi atención.

—He hablado con Travis.

Le clavé la mirada para que aumentara la información, mientras me recordaba no perder la calma. El día me había servido para serenarme y agarrar perspectiva, no quería volver a sumergirme en mi espiral de pensamientos catárticos.

—Se ha calmado, te toca a ti hacer el resto. —Me guiñó un ojo y simuló una pistola con los dedos, apuntándome. Le había salido la vena teatrera.

Respiré, de verdad, después de un día reteniendo el aire.

—¿Qué tal se ha tomado tu padre lo del concierto? —No quería hablar de Travis, al día siguiente lo solucionaría, pero en ese momento prefería no divagar sobre el asunto.

La llamada había estado a su cargo, pues sabíamos que Blair era la única que podía evitarnos una muerte segura.

—Quería desheredarnos, pero he llegado a un acuerdo. Owen vendrá para vigilarnos, a cambio, no moriremos pobres—. Lo dijo tan tranquila, pero pude escuchar la retahíla de improperios y quejas que debía haberle soltado a Benjamin en el momento.

—De acuerdo.

—A todo esto—volvió a darme una patada—, sé lo que pretendes, pero no voy a hablar con Zayn. Iré al concierto, le tiraré mi sujetador a Harry y se acabó.

Reí, con Blair era imposible hacer tácticas.

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A pesar los ánimos que Blair me había infundido la noche anterior, tuve que tomarme una hora de vuelo para prepararme mentalmente. A pesar de asegurarme que Travis se había relajado, él me había seguido aplicando el mismo trato glacial antes de montarnos al avión. Pero al final reuní el valor que me hacía falta, cogí una bolsa de Lacasitos de la cocina del jet y me abrí paso entre los asientos hasta la parte trasera: donde estaba Travis.

Le encontré con los cascos puestos, mirando por la ventanilla. Respiré más aire del que me hacía falta y me situé a sus pies, con la bolsa de Lacasitos extendida como ofrenda de paz. Travis tardó un segundo en percatarse. Extrañado, hasta que sus ojos se encontraron con los míos. Tensión palpable: yo con los malditos Lacasitos en el aire y él inexpresivo. Me mordí el labio con nerviosismo, rogándole con los ojos que los aceptara. Dudó, suspiró, pero finalmente lo hizo.

Se sacó los cascos y bajó la mirada. Me senté en asiento de enfrente, la pierna me bailaba por el nerviosismo. Nos miramos de forma prolongada. Quise descifrar las emociones de Travis, pero cuando se cerraba en banda, era imposible.

—Lo siento. —Fue lo primero que dije.

—Yo también. —Me siguió, dándole vueltas a la bolsa entre sus manos—. No debí reaccionar así, como si tuvieras que estar agradecida u obligada a sentir lo mismo. Llevo mal el rechazo, como ves.

—No te preocupes. —Su reacción era lo de menos, lo único que quería era arreglar las cosas y olvidar el asunto.
Dibujó una sonrisa débil, pero fue suficiente para que cogiera carrerilla. Apoyé los codos en las rodillas y me incliné hacia Travis.

—¿Te duele? ¿Te…—carraspeé, mi lengua no se sentía cómoda con las palabras—te gusto tanto como para que te duela estar conmigo? Porque si es así, puedo irme a casa y darte tiempo. No quiero que lo pases mal por mi culpa.

—Libbie, no me duele —aseguró, mucho más cálido que cuando había comenzado la conversación—. Te lo he dicho, llevo mal el rechazo. Me enfadé contigo en el momento, pero he comprendido que sí, era raro que te cagas—. Arrugó la nariz con disgusto.

—No te lo tomes como un rechazo. —Pedí, Travis parecía confuso—. Quiero decir, es un rechazo. Pero no por ti, sino por las circunstancias—. Quizás estaba complicando las cosas más de lo necesario. Me callé un momento, ordenando mis pensamientos—. No solo porque no pueda verte de esa manera, sino porque estoy muy agradecida con tu familia. Nunca haría nada, al menos de forma consciente, que pudiera estropearlo.

—Liberty, no es necesario que te justifiques.

Estaba a punto de responder, aliviada porque se hubiera solucionado y sus sentimientos no fueran profundos, ni reales, sino poco más que una equivocación. Pero Travis no había acabado:

—No eres la misma desde hace tiempo…

—Ya —interrumpí escéptica, no entendía qué tenía que ver mi cambio con el asunto que estábamos tratando.

—Estás más triste, apagada, por mucho que te esfuerces en ocultarlo. —Travis continuó sin tener en cuenta mis ganas de que no lo hiciera. Él también se inclinó hacia mí, pidiendo que prestaras atención—. Ya sé que superar una ruptura es jodido, Bruno, en fin… —Encogió los hombros, agradecí que no recordara en palabras todo lo que me había hecho ese capullo—. No te juzgo, ni te meto prisa porque lo hagas, que conste—. Aclaró al ver el fruncimiento de mis cejas y que me había echado hacia atrás en el asiento, como si acabara de recibir un golpe—. El caso es que me doy cuenta que conmigo te ríes y sales de detrás de ese muro que has construido a tu alrededor.

—Vaya, soy más transparente de lo que pensaba. —Comencé a jugar con un mechón de pelo, sin saber muy bien a qué atenerme.

—Y a mí eso me hace feliz, ser una de las personas que te trae de vuelta un rato. Supongo que confundí ese sentimiento con otro muy distinto.

Asentí, comprendía lo que decía. Pero me tomé unos momentos para asimilarlo sin pronunciar palabra. Había vivido los meses pasados tratando de ocultar al mundo —y a mí misma—, que seguía jodida por Bruno. Camuflaba el dolor con odio y resentimiento. Pero, por lo visto, no engañaba a nadie. Y, por otro lado, me dolió comprobar que, de forma inconsciente, Travis me veía de aquella manera: como una cosa rota.

—Entonces, ¿no te gusto? —Volví a preguntar, ignorando el resto. No quería introducirme en esos derroteros mientras pudiera evitarlo.  

—¡Pero bueno! —exclamó Travis, haciéndose el ofendido—. Ahora parece que te disguste que no sea así.  

Me reí, con menos peso sobre los hombros que con el que había me había acercado a él. Travis sonreía y volvía a tener ese aire burlesco, esa mirada cercana y segura.

—Quería asegurarme. —confesé. Después dudé un momento, pues me costaba horrores decir este tipo de cosas, pero dejé que abandonaran mis labios—. Porque te quiero mucho y eres una persona imprescindible en mi vida. Dijiste que no somos hermanos, pero para mí lo eres, me da igual que no seamos de la misma familia y…

—Hey, hey. —Me frenó, yo aproveché para recuperar el aire que se me había escapado con tanta palabra—. Lo que dije la otra noche fue fruto del enfado. Somos hermanos y somos familia. Nada de lo que hagas, ni de lo que digas, cambiará eso. Nunca. Espero que lo sepas.

Hablaba por él, aunque sabía que de forma indirecta: me animaba, una vez más, a sincerarme con Mandy y Benjamin. A dejar que me ayudaran. Pero no podía, aquel era un movimiento arriesgado que mi inseguridad no podía permitirse. Mis miedos seguían ahí y, por desgracia, hacían falta más que las palabras de Travis para que se esfumaran.

—Gracias, Trav.

Zanjamos el tema y prometimos no volver a mencionarlo. Me quedé con él el resto del viaje, cada uno a lo suyo, pero en el mismo sitio sin que eso supusiera un problema. Y volví a sentirme un poco en paz.


Me quedé dormida el resto del vuelo. Pero no acabé de despertarme hasta que salimos de la pista de aterrizaje y nos montamos en la limusina en el que Owen había venido a recogernos. Travis y los Monos iban en la furgoneta que les proporcionaba la discográfica. Maxie se encontraba absorta con el teléfono, mientras que Kyle roncaba con la boca abierta a su lado.

—Will no me responde. —Lloriqueó Blair, acurrucándose contra mí.

—William es gilipollas. —«Bueno, se acabó la amabilidad». Pero ella no se lo tomó bien y me pellizcó el muslo.  

—Lo siento, voy a tener que quitarte a Harry, ya solo me queda él—. Si tenía ganas de bromear y sacarme de quicio, el silencio de Will no le estaba afectando tanto.

—Todo tuyo.

—Ni siquiera valoras la suerte que tienes —rebatió, mirándome con suma decepción.

—¿Os importa que Bree venga con nosotras? —Blair y yo nos giramos a la vez, miramos a Maxie esperando a que se explicara, levantó la vista de móvil un segundo—. Aubrey, estuvo con vosotras en el primer concierto—. Asentimos, no la había reconocido por el diminutivo.

—No sabía que tú la conocieras —comenté. Pero tampoco había sabido que tenía una historia con Niall Horan, así que no sé de qué me sorprendía.

—Fuimos juntas a clase de arte hace unos años, a veces hablamos —aclaró, aun tecleando—. Me acaba de decir que va a pasar unos días en Kansas con su familia. Y una amiga suya está aquí, trabajando con One Direction para un artículo o algo así.

—Mira qué bien informada. —Pinchó Blair, despegándose de mi lado. Maxie le sacó la lengua.

—En fin, que le han regalado una entrada y le he dicho que viniera con nosotras.

—Por mí no hay problema —respondí, mirando por la ventana. Así tendría la oportunidad de agradecerle en persona que subiera mis fotografías a su blog.

—Cuantos más mejor —coincidió Blair—. Además, vosotras sois deplorables como fans. Ella por lo menos canta—. Nos recriminó.

—Es que tú lo vives demasiado.

—Y yo voy obligada —masculló Maxie—. Ni siquiera soy fan.

Kyle soltó un triple ronquido y Owen subió el volumen de la radio para acallar los comentarios indignados de Blair hacia Maxie porque no le gustaba One Direction. Poco después, Owen soltó un improperio desde la cabina del conductor.

—Voy a tener que dar un rodeo. —Su voz emanó desde el intercomunicador.

Blair cambió de asiento y le tocó la ventanilla, que este bajó segundos después.

—¿Qué ocurre?

—Han cortado la calle —respondió, con su voz monocorde.

—Hostias —silbó Blair.

Maxie se puso de rodillas sobre el asiento y yo me incorporé, colocando la cabeza entre el hueco de la de mis amigas. Entonces lo vi: a pocos metros comenzaba una masa homogénea de personas que rodeaban el hotel, generando un atasco en la carretera. Si prestaba atención, podía escuchar el clamor de sus gritos, aunque no se podía distinguir si estos eran de felicidad, ira o algo más. Había varios policías al borde de dicha aglomeración, tratando de contenerla.

—¿Todo esto por Yellow Monkeys? —pregunté.

—Klein mola, no me extrañaría.

—Se llama Kurt —corregí, atrapada por el espectáculo.

—No es solo por ellos, mirad los carteles—. Blair señaló hacia el frente. Entrecerré los ojos para intentar distinguir algo—. Hay bastantes por One Direction.

—¡¿Vamos a estar otra vez en el mismo hotel?! —El grito de Maxie ganó al de todas aquellas personas. Kyle pegó tal brinco que estuvo a punto de chocarse contra el techo—. No, dimito. Me voy a casa.

—No digas tonterías—. La agarré de la camiseta para asegurarme que no saltaba por la ventanilla.

—¿Qué? ¿Cómo? —bisbiseó Kyle, pasándose las manos por la cara. Esperamos a que se espabilara y viera el panorama por sí solo—. No entiendo qué esperan conseguir haciendo esto—. Meditó, rascándose la cabeza con la cara llena de sueño.

—Papá va a encerrarnos en la habitación. —Me dijo Blair—. Pero esta vez no pondré objeciones.

Lo de Zayn le había perturbado más de lo que yo esperaba para que pronunciara esas palabras.

—Yo me ofrezco voluntaria —concordó Maxie.

Owen se asomó por la ventanilla del conductor, mirando hacia atrás.

—Vais a tener que bajaros aquí. Hay más coches detrás nuestro, es imposible dar marcha atrás. —Informó, sentándose de nuevo en el asiento.

—¿E ir hacia allí? —titubeó Kyle, señalando—. Aquello es peor que cualquier emboscada de The Walking Dead.  

—Llamaré al hotel para que os ayuden a pasar.

—Protégenos, Artemisa. —Rogó Maxie.

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Posiblemente nuestra calidad auditiva se vio afectada para el resto de nuestras vidas, pero, al final, no fue para tanto. Caminamos por el lado de la calle en la que se erigía el hotel hasta los límites de la horda de fanáticos. Donde nos esperaba una empleada del hotel —tal y como nos había dicho Owen—, a pesar de que habríamos podido pasar sin problemas. La policía había puesto vallas de contención al borde de la carretera para que las personas no se lanzaran contra las puertas y trataban de calmar a la extasiada multitud.

Mi único problema fue que, además de fans, también se encontraba allí la prensa. Y sus cámaras nos dispararon sin vergüenza ni remordimientos: ya podía imaginarme los titulares del día siguiente, así como los gritos de Benjamin. Mientras nos dirigíamos al hotel, la empleada nos dijo que era una situación que se daba con frecuencia, pues allí se hospedaba mucha gente famosa. Una vez dentro, los gritos se convirtieron en una eco persistente, pero no hiriente.

—Ha sido interesante —comentó Kyle, mirando por la cristalera.

—Vale, estoy entera. —Maxie se tocaba el cuerpo, para comprobar que estaba indemne.

—Bien, estáis vivas.

Travis apareció de detrás de uno de los sillones que había en el vestíbulo. Entre las manos sostenía un sobre.

—¿Cómo habéis pasado vosotros? —preguntó Blair.

—Uno de los managers avisó al conductor, dimos un rodeo y entramos por el garaje —respondió mientras del sobre sacaba dos tarjetas—. Aquí están las llaves de vuestras habitaciones. —Me tendió una a mí y otra a Maxie—. Mamá, papá y Logan van a estar grabando hasta la tarde, hemos quedado para cenar después.

—Más horas de libertad —clamó Blair.

—Owen estará por aquí, procura no meterte en líos. —advirtió—. Voy a darme una ducha, nos vemos para comer.

Nos acercamos a Kyle y Maxie, quienes se habían pegado al cristal para continuar disfrutando del panorama del exterior. Los flashes de las cámaras eran intermitentes, pero intensos y me mareaban: era como si un foco se apagara y encendiera repetidas veces.

—Dan ganas de levantarse la camiseta y enseñar las tetas —comenté. Me sentía como un pobre animal expuesto en un zoológico y eso que yo no era el blanco.

—¡Hagámoslo! —Se emocionó Blair.

—Piensa en las tarjetas de crédito y el concierto de esta noche. —recordó Kyle.

—Puñetas.

Subimos a darnos una ducha y a cambiarnos de ropa: opté por unos mom oscuros y una camiseta blanca con una fotografía de un campo de margaritas y unas sandalias de doble hebilla negras. Comimos con los Monos y durante el transcurso de esta: mensajeé a Harry para preguntarle qué teníamos que hacer para acceder al estadio sin que nos detuvieran por colarnos. Me dijo que fuéramos una hora antes de que se abrieran las puertas, que le avisara y que él saldría a buscarnos. Pero al final, las indicaciones no fueron necesarias, porque a la que abandonaba el comedor con Blair, me lo encontré de frente en el pasillo:

—¿Qué haces aquí? —dijimos al unísono.

Blair se petrificó, como si Medusa le hubiera echado una mirada rápida. Se le pusieron rojas las mejillas mientras que el resto de la piel le empalidecía, realzando las pecas. Solo existía una persona en el planeta que la dejara sin palabras: y ese era Harry Styles. Mientras acortaba la escasa distancia que nos separada, con una sonrisa encandiladora en los labios, yo me dije que el vuelco que había sufrido en el corazón se debía a la sorpresa. Yo sabía que estaba en el mismo hotel, pero no había esperado encontrármelo en ese momento. «Sí, solo es eso».
 
—También nos hospedamos aquí —expliqué según se plantó delante.

Iba vestido con una camiseta gris oscura, unos vaqueros y las Vans. Tenía el pelo más corto que la última vez que lo vi: con cortos rizos que no llegaban a caer. Exudaba atractivo por cada poro, tatuaje y mechón de pelo que tenía. Y yo hacía lo posible por no fijarme, pero me fijaba.

—Interesante. —Se dio unos toquecitos en la barbilla con el dedo, fingiendo que meditaba.

—Quita la sonrisa de sabiondo, ha sido cosa de nuestros padres. —Le pegué un puñetazo flojo en el pecho.

—Ya, ya. —Puso los ojos en blanco y llevó la mano allí donde le había pegado. Miró a mi mejor amiga, que seguía en modo estatua—. Hola, Blair.

—Ho-ola —tartamudeó, incapaz de sostenerle la mirada. Harry se dio cuenta, así que le regaló una sonrisa amable y cálida. El problema es que a Blair no le ayudó y solo consiguió que pusiera cara de susto.

Harry me miró de reojo, en busca de ayuda. Me mordí el labio para no reírme de la situación.

—Perdónala, se dio un golpe de pequeña y así se ha quedado —bromeé, tratando de alivianar las cosas. Blair me fulminó con la mirada y me pellizcó el brazo—. ¡Idiota!

Me sacó la lengua, lanzando un vistazo a Harry con disimulo. Este se había cruzado de brazos y nos observaba con la mano bajo la barbilla.

—¡Harry!

Me giré en dirección a la voz y vi que se trataba de Zayn, que se encontraba al pie de las escaleras que bajaban del piso de arriba. Su presencia fue todo lo que hizo falta para que Blair reaccionara: enganchándose a mi muñeca y apretándola como si quisiera partirme el hueso. Me retorcí, tratando de zafarme.

—Mierda —murmuró—. ¡Hora de correr!

Estuvo a punto de arrastrarme con ella, pero en el último momento me soltó y salió despedida por el pasillo como un borrón de pelo rizado y rubio. Zayn se quedó quieto, viendo cómo mi mejor amiga huía despavorida. El chico se acercó cabizbajo hacia nosotros.

—Ya deberías estar acostumbrado a que las chicas corran cuando te acercas. —Atacó Harry, medio riendo. Zayn trató de darle un tortazo, pero lo esquivó.

Yo observaba callada, decidiendo qué hacer. Pensé preguntarle directamente si se había acostado con Blair y pasarle la información a ella. Sin embargo, era algo que debían aclarar entre ellos.

—Habitación 723, planta 15 —hablé, llamando la atención de ambos. Zayn frunció el ceño y a mí me perturbaron más de lo necesario sus ojos rasgados—. Yo no te he dicho nada.

Alternó la vista entre Harry y yo. Fue ahí cuando me di cuenta que posiblemente, Zayn había hablado con él sobre aquella noche.

—Ve. —Le ordenó Harry, empujándolo de nuevo hacia las escaleras.

—Gracias. —Agradeció Zayn mientras se revolvía para quitarse la mano de Harry de encima.

Igual que con mi mejor amiga, nos quedamos viendo cómo tomaba el mismo camino por el que había venido. Los huéspedes nos esquivaban como si fuéramos mera decoración del lugar.

—¿Tienes algo que hacer? —Harry llamó mi atención minutos después.

—Rezar para que Blair no me mate. —No estaba segura de haber tomado la decisión correcta al decirle a Zayn dónde podía encontrarla.

—Vale, vamos a dar una vuelta mientras rezas —propuso—. Iba a ir con Zayn, pero… —Encogió lo hombros, no era necesario que explicara el resto.

Iba a decir que sí hasta que recordé que el hotel estaba sitiado por periodistas y decenas de fans que quizás me amenazarían de muerte si me veían con él. Harry advirtió mi duda y suspiró.

—Saldremos por el garaje, nadie va a vernos.

—Me da igual que me vean contigo. —No mentía, de verdad me daba igual y no quería que Harry pensara lo contrario—. Es solo que no quiero morir a manos de una chica o chico de dieciséis años que piensa que le he robado el novio.  

—Estar conmigo es un deporte de riesgo. —Harry me guiñó un ojo.

—¿No tienes que volver al estadio? —Decidí que era mejor ignorar el comentario. Aunque mis manos empezaron a sudar.

—Quedan cuatro horas para el concierto. Y llevo una semana encerrado en hoteles, aviones y camerinos. Me voy a volver loco si no salgo. Necesito tomar aire—. Sentí el agobio y el agotamiento en su voz. No me imaginaba lo que debía suponer tener que estar encerrada sin poder ir a donde quisiera cuando quisiera.

Tras dos semanas conociéndolo, me había dado cuenta que, como yo, se esforzaba mucho por hacer ver que las cosas no le afectaban. Hablaba de la muerte de su padrastro, de que su padre solo se acordaba que tenía hijo para presumir y del estrés de su profesión como si estuviera contando la historia de otra persona. Relativizaba. Sin embargo, si prestabas atención, era fácil darse cuenta de que había muchas cosas con las que Harry no estaba bien. Que no siempre era el chico ligero de equipaje. Poseía sus cicatrices y muchas de ellas aún sangraban.

Comprendía ese afán por ocultar sus partes débiles. Así que hice ver que no me había percatado de su cambio de actitud.

—Aprovechemos esas cuatro horas, entonces.

Se le borró del rostro todo vestigio de estrangulamiento

—¿Ya no te importa morir a manos de un adolescente? —rebatió por puro placer, recuperando la chispa traviesa de sus iris verdes.

—Cierra la boca y vamos.

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Fuimos al Oak Park Mall a dar una vuelta. Una calle ostentosa, de aceras limpias, tiendas de fachadas armoniosas y transeúntes que parecían sacados de una comedia romántica. Estaba acostumbrada a ese tipo de sitios por Blair, pero siempre me sentía fuera de lugar. No hicimos mucho, salvo caminar y mirar escaparates bajo un sol ardiente. Compré una botella de agua por ocho dólares y un pretzel por diez que equivalía al dinero que me gastaba en comer dos días.

Tampoco hablamos mucho, Harry estaba inusitadamente callado: me costaba decidir si era porque cada cinco pasos alguien lo abordaba para hacerse una foto, por las cuatro chicas que nos perseguían en la calle paralela soltando gritos y haciendo fotos o por José, su guardaespaldas, con quien discutió a la salida del hotel porque no le había dejado salir solo. Ahora caminaba unos cuantos metros por detrás nuestro, intentando no hacerse notar mucho, aunque Harry le lanzaba miradas de reproche por encima el hombro de cuando en cuando. Yo procuraba mantener una conversación fluida con él, para que se olvidara de todo lo demás, pero se limitaba a responder con monosílabos. Vibraba de malhumor.

—Lo siento. —resopló después de que un señor insistiera, hasta el punto de no dejar que siguiéramos caminando, para que le grabara un vídeo a su sobrina—. Ya te he dicho que sal…, hacer cualquier cosa conmigo es difícil.

Ver la culpabilidad en sus ojos, que creyera que debía pedirme disculpas por situaciones que escapaban de su control, me causó ternura y rabia a partes iguales. Solo había querido dar una vuelta y no estaba disfrutando, porque la parte de su vida que también le obligaba a quedarse encerrado en hoteles, se dedicaba a interferir.

—Harry, me da igual.

Una sonrisa sarcástica.

—No pasa nada si te molesta, lo entiendo. —Insistió, como si buscara que de verdad supusiera un problema para mí.

Me planté frente a él, cortándole el paso.

—Blair es la persona más polémica y mediática que te puedas encontrar. Al igual que Kyle. Por no mencionar a Travis. O a Benjamin y Mandy—. Enumeré todas las personas de mi vida que salían en revistas, televisión y prensa rosa—. Estoy acostumbrada a este mundo.

Lo único que podía llegar a importarme eran las fotos que el grupo de chicas debían haber subido a las redes sociales. Pero, de nuevo, nada de lo que pudieran decir me afectaba.

Harry parecía confuso, parpadeó, mirándome detenidamente.

—Entonces…

—Por no mencionar a Owen, nuestro guardaespaldas. Si la presencia de José te parece intrusiva, piensa que yo lidio con un señor que suele esperarme a las puertas del lavabo. —Le interrumpí, para zanjar el tema de una vez.

Adivinó mis intenciones y por fin, vi desaparecer la tensión que le había acompañado desde hacía horas.

—¿En serio tienes guardaespaldas? —preguntó. Retomamos la marcha, tomé el desvío hacia una calle adyacente.

—En realidad es Blair quien lo tiene, pero como vivimos juntas, debo lidiar con él.

Me guardé de decir que hubo una época, cuando salía con Bruno, en la que la misión de Owen era vigilarme. Todavía no estaba preparada para hablar de él con Harry.

—Me olvido de que tus padres son famosos—. Me recorrió una punzada de dolor que procuré, no se reflejara en mi rostro—. Tus padres adoptivos—. Pero Harry se dio cuenta, al cabrón no se le pasaba una.

—No hace falta que especifiques. —Sonreí, tragándome la mala sensación.

No me molestaba que se refirieran a Mandy y Benjamin como mis padres, yo lo hacía todo el tiempo. Aun así, cuando lo escuchaba en boca de alguien que no me había conocido antes, se me atragantaba. Para esa persona, mis verdaderos padres no existían: mi madre no había muerto y mi padre no estaba abrazado a botellas de alcohol vacías en algún lugar. Pero Harry lo comprendió, por eso rectificó.

Bebí agua, ganando tiempo para recuperarme. La calle en la que nos habíamos metido parecía un mundo alterno a la otra: esta se encontraba repleta de tiendas de segunda mano, ruido y caos.

—Ven.

Harry señaló hacia la tienda que quedaba a mi izquierda, zanjando el tema: tal y como había hecho yo antes. En el escaparte se veían objetos de todo tipo, desde una vajilla descascarillada a un calendario de Yoko Ono. Al traspasar la puerta, vi que el grupo de chicas que nos había estado siguiendo había aumentado considerablemente en número: José hablaba con ellas, imagino intentando que se marcharan.

El interior del establecimiento era abarrotado y variopinto, con una iluminación baja. Había vinilos en cajas de cartón en el suelo, varios estantes con velas, gafas y figuras de acción de dibujos animados obsoletos. Perchas con ropa de segunda mano, boas de plumas, sombreros de ala ancha e incluso bicicletas. El centro del lugar lo ocupaba una mesa de comedor que exponía bolas de cristal con escenarios de lo más diversos en su interior: incluso había uno de las Spice Girls.

La dependienta no debía tener más de dieciocho años, se quedó petrificada en cuanto vio a Harry. Llevaba la melena pelirroja atrapada en dos coletas, una considerable cantidad de pulseras en cada muñeca y un vestido ancho de varios colores. Él saludó y sonrió, pero ella se limitó a tragar saliva. A mí me puso tal cara de mala leche que pensé que estaba lanzándome un maleficio.

—A mi madre le encantan estas tonterías. —Harry sostenía una bola con un flamenco y una palmera. La agitó para que la nieve falsa cayera—. Cuanto más rara y fea, más le gusta.

—¿Cómo lo lleva? —Dejé el pompero de Pikachu que tenía entre las manos y me situé a su lado.

—Hay días y días, ya sabes cómo es.

Inevitablemente después de la conversación sobre familiares, habíamos tenido la de aquellos que faltaban. Así fue como enteré que su padrastro falleció el invierno anterior a causa de un cáncer. Era una de los pocos sucesos de su vida que había conseguido mantener en privado. Ni siquiera Blair, que se enteraba de todo, lo sabía.  

—Sí —murmuré. Quise preguntar cómo lo llevaba él, pero Harry era contrito respecto a aquel asunto. Como yo, prefería tragárselo para sí.

—¿Y tú? —No comprendí la pregunta—. ¿Has solucionado las cosas con Travis?

—Está todo bien, por suerte.

De pronto, me vi cegada por el flash de una cámara: situación que comenzaba a formar parte de mi día a día. Al girarme, vi que centenares de personas aporreaban el escaparate, hacían fotos y gritaban. Entre la multitud, también había paparazzi.

—No se puede decir que no tengas unas fans dedicadas —bromeé, queriendo aligerar la situación. Localicé a José, abriéndose paso a codazos.

—Ya tardaban.

Harry abandonó la bola sobre la mesa, más tranquilo de lo que esperaba, al tiempo que José conseguía traspasar la puerta. El ruido se intensificó durante los segundos que la mantuvo abierta. Me sorprendía que las fans no se precipitaran hacia el interior: pero supongo que solo querían mirar. O, pensaban que eso ya era sobrepasarse. Como si hacinar a tu ídolo en una tienda de segunda mano, en cambio, fuera normal.  

De soslayo, miré a la dependienta de la tienda: tecleaba en su teléfono con labios apretados y mirada extasiada. Lo supe. Había sido ella. Con las redes sociales, bastaba un simple tuit para congregar a más de una docena de personas en el mismo lugar.

Me contuve para no gritarle de todo.

—… iré a buscar el coche. —Escuché que decía José cuando empecé a prestar atención—. Debe haber unas treinta personas, podría ser peor—. Harry encogió los hombros. José caminó hacia el mostrador, detrás de donde estaba la chica—. Perdona por todos los problemas que esto pueda ocasionarte.

La muchacha, de grandes ojos marrones, enrojeció. Después de todo, era ella quien había comenzado el problema.

—No pasa nada. —Miró a Harry y sonrió bobalicona. Puse los ojos en blanco, apretando los puños. «Hay que ser hipócrita».

—¿Una puerta trasera por la que pueda salir? —pidió José, ya con las llaves del coche en la mano.

Salió de detrás del mostrador y lo condujo hacia un pasillo que estaba medio oculto entre el probador y una estantería llena de pitilleras metálicas. Justo entonces, mi móvil comenzó a sonar.

—Blair.

—¿Cómo llevas eso de estar atrapada en una tienda con el tío más guapo del planeta? —Puse los ojos en blanco: no me quería imaginar cuántas fotos nuestras pululaban por las redes sociales—. Ese probador parece bastante amplio…

Me rasqué el cuello, alternando la vista entre la multitud que creaba ritmos siniestros contra el cristal y un Harry que seguía mirando bolas de cristal como si nada.

—Vaya, estás de muy buen humor.

Blair ignoró mi insinuación, tal como yo había hecho con la suya.

—Solo llamaba para avisarte que estamos en el estadio, en el backstage.

—¿Y eso?

La dependienta pasó por delante de mí, retomando su posición tras el mostrador, desde donde siguió observando a Harry. Tenía el móvil colocado frente al rostro, lo estaba grabando. Me situé delante de ella con disimulo, para que no pudiera hacerlo.

—No eres la única que tiene amigos en el grupo —espetó condescendiente. Era un hecho: estaba de buen humor. Y si se encontraba en el backstage, quería decir que había hablado con Zayn—. ¿Quieres que mande a Owen?

—¡Ni se te ocurra! —chillé, sobresaltando a Harry, que casi tiró la bola que sostenía en la mano. Señalé el teléfono—. Se lo diría a Benjamin.

—Cierto —meditó—. Bueno, nos vemos luego…, si sobrevives.

Me colgó sin darme la oportunidad de responder. Guardé el teléfono en el bolsillo trasero. Volví a mirar Harry, que ya no se mostraba tan impasible como unos segundos atrás. Aferrado a los bordes de la mesa, nudillos blancos y los omoplatos sobresaliendo de la camiseta.

En un impulso, rodeé la mesa en dirección al perchero donde estaban las boas de plumas: agarré dos. A continuación, fui al estante de las gafas de sol y el de los sombreros.

—Planeas atracar la tienda o qué —preguntó Harry, con mirada suspicaz.

La chica carraspeó, pero la ignoré. Tiré las cosas sobre la mesa. Agarré un boa de pelo rosa y se la pasé a Harry por el cuello.

—Esta gente se cree que eres un mono de feria —expliqué rechinando los dientes. Cogí unas gafas de mariposa color rojo y se las coloqué—. Así que vamos a vestirnos acorde a sus creencias.

Me puse un sombrero de fieltro color marrón, unas gafas de culo de botella sin cristales y agarré un abrigo de visón de pelo sintético color amarillo. Giré sobre mí misma —rezando para no tropezarme— e hice una reverencia, con los brazos extendidos, en pos a la multitud. Harry se carcajeó a mi espalda. Le guiñé un ojo por encima del hombro cuando me incorporé. Mi único propósito había sido que se relajara, que tuviera ese momento de respiro que había salido buscando, aunque las cosas se hubieran truncado de aquella forma.

—¡No puedes jugar con la mercancía! ¡Me buscarás un problema con mi jefa! —Chilló la chica. Estaba celosa, porque yo era la persona que la prensa catalogaba como nuevo interés amoroso de su fantasía adolescente.

Harry dio un paso hacia ella, dispuesto a mediar. Extendí la mano para impedírselo, con mi lado más mezquino ascendiéndome por la columna:

—Lo que te buscaría un problema es que tu jefa se entere que probablemente no venda nada esta tarde porque su dependienta ha dado el chivatazo en redes sociales—Para cuando llegué a esa parte de mi discurso, estaba blanca como el alabastro—de que un cantante que a ella le trae sin cuidado, está en su tienda.

—Yo no…

—He tenido tu edad y la misma obsesión. —Continué hablando, haciendo oídos sordos. Me adelanté un par de pasos para quedar más cerca del mostrador—. Sé que has sido tú. Podría localizar a tu jefa y contárselo, pero tengo más decencia.

Escupí la última parte, más alterada e irritada de lo que habría querido. Sin embargo, no sentí una sola pizca de culpabilidad, esperaba que mis palabras le hicieran reflexionar. La chica agachó la mirada avergonzada.

—Liberty, déjalo. —Noté la mano firme de Harry en mi espalda—. José estará aquí en un par de minutos—. Pasó por mi lado, con la cartera en la mano. Depositó un billete de cien dólares—. Por la ropa y por las molestias.

«Es tonto». Se deshizo de la boa y me empujó con suavidad hacia el lugar por donde había desaparecido José. Era estrecho y oscuro, con dos puertas. Una de ellas conducía al almacén y la otra a la calle.

—No tienes que ser amable con la gente que te trata como un objeto. —Salimos al exterior, me vi cegada por la luz natural y me lloraron los ojos.

Harry frunció los labios, echando un vistazo al móvil.

—Solo quieren verme.

—Yo quiero ver a Paul McCartney y no me cuelo en su casa —expuse, abanicándome porque me estaba asfixiando bajo el abrigo—. Hay límites que no deberían cruzarse.

Harry ladeó la cabeza, los ojos achinados por el sol, con arrugas de expresión en las comisuras. La tensión ya no le contraía el rostro y su boca había recuperado su predisposición natural a la risa. Un rizo le escapaba bajo uno de los cristales de las gafas. Tuve otro impulso: el de apartárselo. Mi atracción por él siempre me pillaba desprevenida, como si fuera nueva y no algo que se mantenía latente, pulsátil, bajo mi piel. El sudor resbaló por mi columna. «Las manos quietas, River».  

—Gracias por… —Recorrió mi cuerpo con su intensa mirada, señalando mi atuendo con el índice. Dio un paso hacia mí. Tragué saliva.

—Se me da bien hacer le tonto.

Harry detuvo el escrutinio en mis labios, asintiendo despacio. Las gafas me resbalaron por el tabique de la nariz. ¿Cómo de malo sería que lo besara? ¿O que me acostara con él? Podía quedarse en algo de una sola vez, para quitarnos las ganas y ya. Después podíamos regresar a aquello: a una amistad. Di un paso hacia él, con mis ojos fijos en sus labios: carnosos, apetecibles. Harry alzó la mano de forma deliberada en dirección a mi rostro. «Solo una vez».

Pero no pasó nada, porque el sonido del claxon nos sobresaltó y rompió la atmósfera que se había formado entre nosotros. José se acercaba en el todoterreno por la otra esquina de la calle. Detrás de este, aparecieron varios paparazzi con las cámaras pegadas a la cara. Así como unas cuantas fans.

—Me cago en… —profirió Harry, exhausto llegados a ese punto.

—¡Apartaos! —José asomaba la cabeza por la ventanilla, tratando de contener a los cinco paparazzi que le entorpecían el camino. Una chica chilló de pura adrenalina al ver a Harry. Aquello era surrealista.

Se me ocurrió otra idea. Más surrealista que la situación, sin sentido e innecesaria: muy propia de mí.

—¿Confías en mí? —dije a Harry por encima de todo el ruido, a la vez que me sacudía el estúpido abrigo de los hombros y tiraba el sombrero al suelo.

—No sé. —Frunció el ceño, más atento a lo que se nos echaba encima que a mi pregunta.

—Me sirve.

Sonreí, con el corazón pegándome en las costillas. Le agarré de la mano y tiré de él para que empezara a correr: en dirección al todoterreno, los paparazzi y las fans locas. Lo que tomó a todos por sorpresa y se detuvieron.

—¡Qué haces! —chilló, estupefacto, aunque dejándose guiar.

—¡Tomar el aire! —Esquivé a los cuerpos petrificado, mientras los flashes impactaban en mis ojos. Una chica intentó agarrar a Harry por la camiseta pero no lo logró.

—¡Harry, vuelve aquí! —Me entró la risa floja con el tono desesperado de José.

En la esquina de la calle frené en seco, haciendo que Harry se chocara conmigo. Me faltaba el aire y no había corrido ni cuatro metros —después de todo me iban a venir bien las torturas que Maxie me tenía preparadas—. Miré el panorama que dejábamos atrás: el guardaespaldas sobrepasado que intentaba dar marcha atrás, la prensa que ya corría hacia nosotros y las puñeteras fans en posición de salida.

—Estás como una puta cabra —convino Harry, apartándose el pelo de la cara entre resoplidos.

—Lo sé.

Hice un corte de mangas en dirección a las cámaras y volví a tirar de Harry para que corriese. Me trajo sin cuidado todo el material que le estaba proporcionando a la prensa, avivar los rumores y que Benjamin fuera a encerrarme de por vida cuando se enterase. Seguí corriendo, sin pensar en nada.


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Reminders of reality - Página 5 Empty Re: Reminders of reality

Mensaje por indigo. Sáb 06 Abr 2019, 9:26 am

Capítulo 10.3.
Liberty River | By gxnesis.

Finalmente, José nos localizó y nos obligó a subir al coche. Pasó todo el camino echándole la bronca a Harry por irresponsable. Que si no se preocupaba por su seguridad. Que había un motivo explícito por el que tenía que llevar guardaespaldas y un puñado de alegatos que me aburrió escuchar. Harry aguantó el chaparrón sin pronunciar palabra. Compartiendo alguna que otra mirada conmigo.

A metros del estadio, se escuchaba el clamor de los asistentes al concierto, que ya guardaban fila. Recordé que hacía muy poco tiempo, yo había estado entre esas personas, creyendo que solo disfrutaría un concierto de mis ídolos de la adolescencia. Y ahora me hallaba en un coche con Harry Styles. Seguía siendo un suceso extraño. Me acaricié la parte de la frente donde había tenido la brecha inconscientemente.

—¿Vas a echar de menos esto? —pregunté mientras caminábamos por los pasillos del recinto. Acababa de darme cuenta de que habíamos hablado hasta del nombre de nuestros peluches favoritos, pero nunca habíamos tocado el tema de la separación del grupo.

—Sinceramente, tengo ganas de que termine. —No esperaba esa respuesta y, como con todo, debió de reflejarse en mi cara—. Voy a echar de menos subirme al escenario con los demás. Pero esto es lo que todos queremos. Poder tomar nuestras decisiones, hacer nuestra música, sin tabúes. Sin que haya cinco personas detrás de cámara que nos diga qué decir o qué no decir.

—Quieres tener la oportunidad de ser honesto —divagué.

—Sí, y la de dormir ¡Eso sí que lo echo de menos! —bromeó. Tenía las manos metidas en los bolsillos y la vista al frente. La gafas rojas colgaban de su camiseta.

Lo miré de reojo, trayendo a mi cabeza el momento en el callejón en el que había estado a punto de besarlo. Por suerte, tras la carrera por Kansas, se me había quitado aquella idea de la cabeza.

—Blair tiene el corazón roto por la separación.

—¿Blair, eh? —pinchó. El chico huraño, tenso y taciturno había desaparecido del todo y Harry volvía a ser el de costumbre. Para desgracia de mis nervios.

—Eso he dicho.

—¿Y tú no tienes el corazón roto, Forest Gump? —Su voz ya era grave de por sí, pero cuando usaba el tono insinuante, se le agravaba aún más. Era condenadamente sexy.

—Prefiero que seas feliz. —Despegó los labios con gesto de sorpresa y de nuevo esa mirada intensa que parecía leerme hasta la composición de los huesos me alteró. Ya experta, otra vez en mis cabales, ignoré lo que me provocaba—. Sé de primera mano lo que es que te priven de hacer lo que te llena. No se lo deseo a nadie.

Para cuando llegamos al backstage, tenía los pies destrozados y levitaba en una nube de agotamiento. Maxie se encontraba acompañada por Kyle, Liam, Louis y Aubrey, parecían mantener una conversación de lo más interesante. Sobretodo para Maxie, que dibujaba formas con sus manos en el aire, sin prestar ni la más remota atención. Localicé a Blair con Zayn, junto a la mesa de pin pon: ella sentada en la superficie y el chico apoyado en el borde. Supe que no me había equivocado al mandar a Zayn a nuestra habitación porque Blair volvía a mostrarse resuelta y sin la nube de turbación que le había acompañado durante toda la semana. El único que faltaba era Niall, lo que preferí, no quería que Maxie se sintiera incómoda.

—Debe ser agotador estar en tu cabeza.

—¿Perdona? —Miré a Harry por encima del hombro.

—Puedo ver los engranajes de tu cerebro funcionar a través de tus ojos. —Se plantó frente a mí, inclinado, examinándome—. Cada vez que entras a un sitio no te mueves hasta que has analizado a todos los que hay en él.

Entre fascinada e irritada por su observación, hice una de las cosas en las que me había vuelto una experta: hincarle en un dedo en el pecho para apartarlo.

—Pues tú haces lo mismo conmigo. Da mal rollo —puntualicé.

—Mientes —aseguró, en una sonrisa sin dientes—. Lo que te molesta es que te conozca.

Su frase final fue como una bofetada. Procuré no tomármelo a pecho: yo le había permitido conocerme —quizás demasiado—. De pronto me puse alerta y sentí unas compuertas invisibles cerrándose en torno a mí. No pude evitar verlo como un estratega, un cazador habituado a estudiar el que sería su próximo premio, buscando sus puntos débiles para saber exactamente cómo pillarlo. Quizás yo no había juzgado a Harry con la suficiente dureza. Quizás solo se había dedicado a endulzarme el oído para encandilarme. Como Bruno.

—Y tú piensas que vas a desarmarme con tus dotes para la observación —contraataqué. La crispación erizaba hasta el último pelo de mi cuerpo—, pero olvidas que no soy una de tus fans locas.

Recibió mis palabras como un puñetazo y también pude ver cómo se cerraba. Se acercó a mí, situando el rostro a la altura de mi oído. No me tocaba, pero su presencia era tan potente, que casi notaba su peso sobre mí. No me moví por puro orgullo. «¿Qué acababa de ocurrir?».

—Dices una cosa—susurró con lentitud, saboreando las palabras—, pero luego te comportas de una forma contraproducente. Aclárate, Liberty.

Se apartó, no sin lanzarme una mirada aviesa antes de largarse del camerino sin cruzar palabra. El portazo resonó contra mis huesos. Estuve a punto de seguirlo solo por el placer de dar uno también. Así y todo, me contuve. No iba a entrar en ese juego de tensiones. Aunque una parte de mí no paraba de darle vueltas a sus últimas palabras. A Harry le gustaba. Harry me gustaba. Ambos éramos conscientes, había un callejón que podía ejercer como testigo. La diferencia parecía radicar en que para él solo era una chica más con la que quería acostarse y, como la gran mayoría del género masculino, le había dado en todo el orgullo que sus reiterados esfuerzos no dieran fruto. Mientras que mi única motivación para pasar tiempo con Harry era que congeniábamos, más allá de la atracción sexual.  

Era posible —seguro— que me hubiera dejado llevar por el coqueteo, mandando señales erróneas. También era consciente que me estaba precipitando, formando conclusiones desde la irritación. Sin embargo, la semilla de la duda germinaba en mi interior a pasos agigantados. Y ya no podía deshacerme de ella. Es lo que pasa cuando te engañan, que luego no te fías. Y dudas y te cierras y piensas que el chico con el que hablas de marcianos y pérdidas, te hará lo mismo.

Louis se levantó del sofá y pasó por mi lado sin mirarme, tuve que apartarme para que no me arrollase. Salió de la sala, imagino que detrás de Harry. Me vi mareada por el giro que habían dado los acontecimientos en escasos segundos.

—¿Qué has hecho? —inquirió Blair.

De pronto caí en la cuenta de que no habíamos estado solos: todos los presentes clavaban sus ojos en mí. Unos con reproche —como los de mi mejor amiga— y otros confusos; como los de Kyle. Los que más nerviosa me pusieron fueron los de Zayn, tenía una mirada tan penetrante que acababa con mis nervios. Parte de la adolescente que se quería casar con él apareció en mis entrañas, otra vez.

—Siempre asumes que he sido yo quien le ha hecho algo —repliqué, caminando hacia ella, ignorando todas las miradas.

—Liberty saca su coño interior con quien no debe —canturreó Maxie. Le propiné un zape en la cabeza al pasar por su lado.

—Liberty te escucha perfectamente.

—Maxie sabe que la escuchas.

—¡Kyle se va a pegar un tiro como sigáis haciendo eso! —Estrujó su perfecto tupé entre las manos, derrotado.  

—Sois un poco raritas —sentenció Liam, con una media sonrisa.

—Lo sabemos. —Maxie realizó un saludo japonés en su dirección.

—Rectifico: muy raritas.

—Eh, con ellas solo me meto yo. —Liam se lo tomó como una broma el comentario de Kyle. Sin embargo, nosotras sabíamos que era una amenaza real.

Aubrey se rio de su comentario, le guiñé un ojo a modo de saludo. Parecía mucho más suelta que la primera vez que la había visto. Seguramente porque no había un grupo de arpías metiéndose con ella. «…analizas a todos los que hay en él». Apreté los puños y mandé la voz de Harry fuera de mi cabeza.

Llegué hasta Blair y Zayn: me senté al lado de mi mejor amiga.

—¿Y bien? —dejé caer, inclinada hacia delante para poder mirarlos a ambos— ¿Os acostasteis o no?

Zayn se atragantó con su propia saliva y Blair intentó tirarme de la mesa, roja de rabia. Sonreí, era mi forma de devolverle el comentario anterior. Aunque era obvio que estaba todo bien. No necesitaba sus palabras.

—No me extraña que Harry te odie.

Hice oídos sordos a su comentario. Estaba ahí sentada, fingiendo que el reciente altercado no me había afectado los más mínimo, cuando, en realidad, la sangre me bullía bajo la piel. Me preguntaba si la prensa no se equivocaba con él y todos los rumores no eran más que verdades.

—Harry babea con ella ¿No te has dado cuenta? —añadió Zayn con inocencia. Mascullé un improperio para mí.

—¿La necesidad de repetirlo constantemente? —Se quejó Blair, arrugando la nariz. Pude ver un pensamiento mezquino cruzar su mente y cambió totalmente de actitud. —Lástima que —Blair me pasó un brazo por el cuello, apretando más de lo necesario. Supe lo que estaba a punto de decir e intenté impedírselo, pero se adelantó—, tú seas la fantasía sexual de mi querida Libbie.

Noté explotar los vasos sanguíneos en mis mejillas. Con toda la decencia posible, me deshice de Blair y me incorporé, alisándome la camiseta. Miré a Zayn, que reprimía una sonrisa.

—Eras mi fantasía sexual —recalqué con calma, cuando en realidad temblaba como una gelatina.

Zayn sonrió tímido, rascándose la cabeza. Parecía incómodo, aunque no me extrañaba. Tenía intención de decir algo cuando Blair profirió un alarido.

—¡Will!

—¿Qué…?

Entonces vi a su novio con los brazos extendidos hacia ella, con una bolsa de viaje cruzada sobre el cuerpo: a un paso de la puerta del quicio de la puerta. Blair dio un salto de campeonato y, un parpadeo después, estaba colgada del cuello de William tras casi arrancarle el brazo al hombre que había estado sosteniendo la puerta. No pude evitar lanzar una mirada de soslayo a Zayn, pero no hallé nada en su expresión. Tampoco sabía qué esperaba encontrar.  
Al volver a mirar, choqué con una escena de besos apasionados, brazos que volaban y una extraña danza excitada contra la pared del pasillo. Me dije mentalmente que aquella noche tendría que dormir con Maxie y Kyle.

—Por Afrodita, buscad una habitación —escuché que profería Maxie.

—Que alguien los censure —pidió Kyle, tapándose a sí mismo los ojos.

Estaba en medio de una carcajada cuando, al girar la vista de nuevo, vi a Harry, Louis y Niall: que entraron en la sala mirando anonadados el festival de besos al pasar por su lado. Lanzaron a Liam una mirada interrogativa, pero este se encogió de hombros. Maxie se levantó del sofá y vino a colocarse a mi lado, para alejarse del impresentable de su ex mejor amigo. Le hice una llave en el cuello, en afán protector.

—¿Huimos? —susurré en su oído.

—Buen plan.

Pero antes de poder perpetuar nuestra decisión, Harry se plantó frente a nosotras. Maxie se crispó como un gato entre mis brazos. Mantuve una mirada firme, beligerante.

—Tu novio está aquí —anunció con acritud, rechinando los dientes.

En lugar de desmentir el calificativo con el que se refirió a Travis, sonreí. Él se tensó, dio un paso hacia delante, dispuesto a replicar. Sin embargo, Zayn tiró de él para que se hiciera a un lado.

—Gracias —respondí en un tono alegre muy distinto a la irritación que sentía.

Salté de la mesa de pin pon, Maxie me siguió. Kyle ya se había levantado del sofá, esperándonos. Miraba a Niall y Harry con premeditada condescendencia.  

—¿Vienes? —pregunté a Aubrey, quien continuaba quieta en el sofá, mordisqueándose la uña.

—Sí —Se levantó con un respingo, no sin antes lanzar una mirada a Liam.

En ese momento apareció un miembro del equipo de One Direction.

—¡Media hora! —gritó y se marchó, tan rápido como había venido.

—Mucha mierda… a casi todos —dijo Maxie a modo de despedida, crujiéndose los nudillos en dirección a Niall.

Entre Kyle y yo despegamos de la pared al amasijo que formaban Will y Blair, que por fin se separaron, jadeantes y despeinados. Miré atrás una última vez cuando Aubrey cerraba la puerta: crucé una mirada con Harry. ¿Qué narices había ocurrido? Habíamos pasado de correr por las calles de Kansas huyendo de la prensa, riendo a carcajadas a pelear en menos de una hora. Parecían hechos separados por al menos una vida.

—Hola, William —saludé a mi cuñado ahora que había dejado de intentar merendarse a Blair y solo se conformaba con rodearla.

Sonrió como un caballero, gesto implícito en él.

—¿Qué haces aquí? —Quiso saber el cotilla de Kyle.

—Darle una sorpresa a mi novia —explicó, depositando un beso en su maraña de rizos rubios.

—Conseguido —afirmó ella. Agradecí a mi fuero interno que lo suyo con Zayn no hubiese sido más que un malentendido. Will la hacía feliz, solo esperaba que olvidara su patológica costumbre de desconfiar de ella.

—¿Y te han dejado entrar? —inquirí.

—He venido con vuestra familia. —Su respuesta generó una nueva pregunta, pero William la disipó de inmediato—. Mandy me recogió del aeropuerto, le dije que venía. Y Benjamin ha conseguido pases de último momento, se ve que uno de los técnicos le debía un favor.

—Esto se pone interesante… —Kyle se frotó las manos con sorna y expresión malévola.

Irónica la vida, había convencido a todo el mundo para venir al concierto y ahora era yo la que no tenía ningunas ganas de estar en él.

Comenzamos a andar, con la pareja por delante de nosotros, buscando un poco de intimidad. Yo me enganché al brazo de Kyle.

—¿Quién se supone que es tu novio?

—Tú —mentí.

—Vale, pero debes saber que soy hombre de muchas camas. —Siguió la broma. Me fijé en que dirigía una mirada fugaz a Maxie, quien caminaba a saltos, dibujando una línea invisible en la pared.  

—¿De verdad? —preguntó Aubrey, muda hasta el momento.

Nos miramos, soltando una carcajada que generó eco por el pasillo. Aubrey enrojeció porque pensaba que nos estábamos mofando de ella: olvidaba que ella no estaba habituada a nuestras bromas y que debía sentirse incómoda en medio de tanto desconocido. Maxie puso los ojos en blanco.

—Su supuesto novio es Travis, el hermano de Blair —aclaró.

—Nuestra Libbie también es una mujer de muchas camas —añadió Kyle, siempre oportuno

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Nos perdimos por el recinto y una chica que trabajaba como seguridad esa noche tuvo que guiarnos hacia la pista. Antes si quiera de poner un pie en ella, mi cuerpo ya retumbaba por los gritos. Me vi arrollada por la necesidad de tener una sudadera con capucha o una bolsa de cartón con la que cubrirme la cabeza. Había cometido el error de entrar a las redes sociales durante el trayecto. Mi nombre era primer trending topic mundial en Twitter. No quería imaginar la cantidad de vídeos, fotos y comentarios que habría. A los que se sumaría mi presencia en el concierto.
En ese momento, tras discutir con Harry y la cabeza germinada con la idea de que su forma de tratarme solo formaba parte de un plan de conquista: ya no me trajo sin cuidado mi huida por Kansas.  

La chica que nos había acompañado nos indicó que camináramos por el lateral del escenario y que llegaríamos a donde estaban nuestros conocidos. Es lo que tiene estar relacionada con una familia de directores, actrices y cantantes, que dejas de ser una simple persona y te tratan como alguien especial.

Traté de camuflarme entre Kyle, que caminaba delante y Maxie y Aubrey, quienes iban por detrás de mí. Blair y William precedían la marcha. El lugar se encontraba en la semioscuridad: iluminado tan solo por los focos del escenario y de las gradas más elevadas. Estaba repleto, desde la primera fila a la última. Flotaba una nube asfixiante de calor y excitación.

Nuestra familia se situaba en el hueco entre el escenario y el público, al lado derecho de la pasarela. Mandy y Benjamin charlaban animadamente con un hombre. Travis se había acercado a la valla y se sacaba fotos. Owen, manos enganchadas al estómago y expresión inquebrantable, vigilaba. Al último al que vi fue a Logan, el más pequeño de los Hawthorne, atento a su Nintendo y un mohín perpetuo de fastidio en los labios.

Blair me miró por encima del hombro. Ya sabía lo que aquello significaba: por lo que me adelanté. Empujé a Kyle y salí corriendo en dirección a Logan. Desde niñas, teníamos esa costumbre de pelear por el cariño del niño. Se nos llenaba la boca diciendo que éramos su favorita y le comprábamos con chucherías y juguetes para que fuera a la otra a decirle eso mismo. Ya no éramos niñas, pero las buenas costumbres no se pierden.

—¡Tramposa! —chilló a mi espalda.

La atención del niño se despertó por la voz de Blair. Pero par cuando se percató de que dos locas se abalanzaban sobre él, ya fue demasiado tarde para apartarse. Lo estrujé con fuerza entre mis brazos y le di besos por toda la cara, aunque Logan trató de apartarse. Era la única persona con la que era cariñosa.

—Me toca, aparta. —Blair me empujó hacia un lado y tiró de su hermano pequeño para repetir lo que yo acababa de hacer. Él peleaba por sacársela de encima, rojo de vergüenza, como conmigo.

—Cinco pavos a que muere asfixiado —propuso Kyle a Maxie, ofreciéndole el puño. Aubrey se mantenía unos pasos apartada, mirando de reojo a Benjamin y Mandy con vergüenza con quienes se había reunido William.

—Acepto. —Maxie unió su puño al suyo, sin apartar los ojos de Blair y su propósito por ridiculizar al niño.

Logan era el adorado de la familia. Sin embargo, ya tenía doce años y él no adoraba ni una pizca que siguiéramos tratándolo como si tuviera tres. No podíamos evitarlo. Con su carrera de actor en ciernes, le veíamos incluso menos que a Travis. Así que aprovechábamos las escasas oportunidades que se nos daban para sacarle de quicio.

—Dejemos que llegue a los trece al menos. —Travis separó a Blair de Logan. El segundo se creía a salvo, peinándose la melena rubia cobriza, igual a la de su madre. Pero Travis lo agarró por el cuello—. Además, desde que le ha salido barba, va de duro.

Obviamente, seguía teniendo la piel lisa de un bebé. Por eso Travis lo usaba como catalizador de su frustración. Se encontraba en esa edad entre la adolescencia y la niñez en la que quería que lo trataran como un adulto.

—¡Dejadme todos tranquilo! —Dio una patada en el asfalto.

—Me debes cinco dólares. —Maxie exigió su pago a Kyle.

—Te lo pago en alcohol esta noche.

Maxie meditó la oferta.

—De acuerdo.

Mandy y Benjamin se acercaron a nosotros. A nuestro alrededor, la gente cantaba canciones, chillaba y pedía que One Direction saliera ya a cantar. No debían quedar ni cinco minutos para que comenzara.

—¡Mis hijos! —Benjamin nos colocó en fila a los cuatro. Mandy nos dio un fuerte abrazo a Blair y a mí antes de ir hacia nuestros amigos—. No digo esto con frecuencia, pero estoy orgulloso. Porque cumplisteis vuestra promesa de no meteros en más líos… a menos dos de vosotros.

—Un placer conocerte —susurró Blair a mi oído. Tragué saliva.

Benjamin meneó la cabeza con disgusto. Me miraba como si me hubiera pillado viendo una película de Steven Spielberg a escondidas. Sopesa la idea de internarme en el público. Sonreía nerviosa, de forma inocente.

—Me prometiste que te mantendrías alejada de ese cabeza de arbusto y cuando me meto a las redes para subir una foto de Longan sacándose un moco…

—¡Papá!

—¿Cinco pavos a que es Liberty quien muere? —Kyle estaba disfrutando de lo lindo con la situación.

—Acepto. —Maxie también por el guiño que me dedicó.

—Doblo. —Maldito William.

Aubrey continuaba observando en un segundo plano, más pendiente del escenario de que de nosotros. Benjamin ignoró a todo el mundo y siguió con su interrumpido discurso.

—… me encuentro contigo disfrazada de Ozzy Osbourne corriendo de la mano de ese impresentable de Harry Styles ¡Me lo esperaba de Blair, pero no de ti! —Pedí ayuda a Mandy con la mirada—. ¡Ya te dije que Taylor Swift no le escribe canciones a cualquiera!

Escondí el rostro entre las manos. Estaba agotada, mental y físicamente. Lo que quería en ese momento era echar a Harry de mi cabeza.

—¡Papi! —protestó Blair, echándose la melena a la espalda con indignación por el ataque gratuito.

—Liberty te ha robado el novio. —Se rio Logan, ganándose un zape de su hermana en la cabeza.

—¡Dejad de recordármelo!

—¡No es mi novio!

—Basta ya.

Mandy se colocó al lado de su marido, portaba esa mirada que advertía que se le estaba agotando la paciencia.

—Liberty es mayorcita para saber lo que hace. Y yo me niego a pasar los pocos días que vamos a pasar en familia discutiendo por ese muchacho.

—Estamos en un concierto suyo, creo que es muy apropiado discutir la situación —terció el hombre, aunque no con tanta fuerza. La ceja arqueada de Mandy imponía muchísimo.

—Tú insististe en venir.

—Para intentar entender por qué nuestras hijas están obsesionadas con ellos.

—Yo no estoy obsesionada. —Alegué.

—¡Ahora no reniegues! —contradijo Blair, dándome un puñetazo por encima de la cabeza de Logan.  

—Veinticinco dólares en alcohol esta noche —amenazó Maxie a William y Kyle.

—Me encantan las reuniones en familia —intervino Travis tras estar inusitadamente callado, mirándose las uñas.
Las discusiones paralelas podrían haberse extendido durante horas. Pero justo en ese momento, los focos se apagaron, la multitud vació sus pulmones de aire y dio comienzo e concierto.

Mientras todos bailaban y cantaban, incluidos Benjamin y Maxie, yo me quedé apartada cerca del lateral del escenario, con Logan sentado a mis pies matando marcianos en su consola. Me dediqué a observar, a Harry, más que nada. Vi cómo se paraba a mitad de una frase para indicarle a un guardia que ayudara a una chica. Subió a un niño al escenario. Sonreía y hacía saber lo agradecido que estaba de que estuvieran allí esa noche. Se notaba que aquello era lo que le gustaba y, cuando estaba en el escenario se dedicaba a hacer su trabajo. Daba igual que hubiese tenido un día de mierda.

No, no le había juzgado mal. Sí, llevaba razón, aunque mi orgullo me impidiera reconocerlo en voz alta: lo que me había hecho ponerme a la defensiva unas horas atrás había sido darme cuenta que le había dado la posibilidad de conocerme sin miramientos. Me había dejado llevar por esa sensación de familiaridad y comodidad que me embargaba cuando hablaba con él. Y llegar a esa conclusión daba miedo. Era el primer desconocido al que le había permitido el acceso después de Bruno.

Era cierto que ya no tenía el juicio nublado por el enfado. Cada vez que le miraba volvía a ver al chico amable, de bueno tonto y honesto. No al mujeriego, ni al narcisista. Comenzaba a pensar que Harry había reaccionado a mis palabras de la misma forma que yo a las suyas; a la defensiva. Sin embargo, mis heridas ya andaban en alerta.

Mi atracción por él no estaba tan domada como yo pensaba, de hecho, parecía poseer más fuerza que nunca. Yo me había dicho a mí misma que no iba a permitirlo. Que no caería por otro chico. Y menos si era Harry, porque prefería el destiempo, las conversaciones, las carreras y los disfraces. Quería el respiro que me daba. Pero si yo no podía controlar mis impulsos y él no pretendía hacerlo, me preguntaba si no era mejor tomar la discusión como una excusa para alejarme antes de enturbiar todos esos momentos con una descomunal metedura de pata.

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Después del concierto, fuimos a cenar todos juntos. Salvo Aubrey, pues su tía la esperaba a las afueras del estadio para llevarla a su hotel. Nos despedimos y le dije que si en algún momento se aburría estaríamos por allí unos cuantos días más.

Tras la velada cada uno se fue a sus respectivas habitaciones. Habíamos quedado a la mañana siguiente para desayunar y pasar el día juntos. Pero Maxie, Kyle, Blair, William y yo decidimos ir a la terraza del hotel. No me apetecía nada encerrarme en la habitación para quedarme a solas con mis pensamientos, peleando por no mirar el teléfono por si Harry escribía, ni diciéndome que me traía sin cuidado si lo hacía o no.

Durante la actuación de Perfect me había mirado sin disimulo alguno. Dejándome claro que me estaba cantando esa canción. Una que hablaba de pasarlo bien, de dejarse llevar y no pensar en nada más que en el presente. Sin promesas, ni futuros, solo el ahora. Declaración clara. El problema era que si me dejaba llevar, no tenía ni una migaja de certeza que me asegurase no salir herida de nuevo.

Subimos a la habitación para cambiarnos. William nos acompañó porque parecía pegado a mi mejor amiga con pegamento. De hecho, ella no paró de hacerme señas para que me adelantara. Querían intimidad. Por lo que solo me dio tiempo a cambiar mi camiseta sudada por un top negro y a echarme desodorante. Me recordé, por segunda vez, no dormir allí aquella noche.

Estuvimos hablando de tonterías la primera hora, sentados en una mesa en el bar. Cuando se me acabó la cerveza, me acerqué a la barra a por otra, pero encontré una desagradable sorpresa:

—El señor Hawthorne ha pagado al establecimiento para que no le sirvamos más de una consumición de alcohol. —Explicó, pasando la balleta por la superficie.

—¿Y si te pago para que olvides lo que te ha dicho? —Traté de regatear, medio colgando de la barra. La camarera frunció el ceño y se echó hacia atrás, por si la agarraba por el cuello o algo.

—Lo siento, pero no.

Regresé a la mesa donde estaban mis amigos, sorteando a borrachos felices que no tenían un padre adoptivo obsesionado.  Me desplomé en la silla. Al lado de Blair y William, que hacían manitas bajo esta.

—¿Qué te ocurre? —preguntó Kyle. Le expliqué lo que había sucedido. Ambos se rieron de mi desgracia.

—¡Es lo último que le faltaba! —Blair, que iba incluida en la prohibición, parecía a punto de ir al cuarto de sus padres a reivindicar su derecho a emborracharse.

—Casi será mejor que no bebáis —bromeó Will, aunque ninguna de las dos reímos. De hecho, su novia le pellizcó la pierna.

—Cómprame una copa, Maxie —rogué, con las manos en posición de rezo frente a la nariz.

—No, mañana comienza tu entrenamiento.

—Kyle…

—¡Ah, no! —negó repetidas veces con la cabeza. Mientras el cabrón paraba para dar un sorbo a su copa—. Si acabas metiéndote en líos y Benjamin se entera que ha sido mi culpa, tendré que cambiarme de país.

Di un puñetazo sobre la mesa.

—Alguien está de malhumor ¿No tendrá que ver con el chico que no te gusta y con el que no estás saliendo? —Maxie era todo dientes.

Le di una patada por debajo de la mesa.

—¡Auch! ¿Por qué me llevo siempre todos los golpes? —Solo que se la acabé dando a Kyle, cuyos ojos azules estuvieron a punto de salírsele de las cuencas.

—Y de peor humor se va a poner… —Blair señalaba hacia la barra. Y, cómo no, allí estaban los miembros de One Direction. Quería parecer resuelta, pero yo vi cómo se le eriza el vello porque Zayn estaba allí, en la misma sala que
William.

Me puse en alerta. No estaba lo suficiente borracha para hablar con Harry. Ni siquiera había decidido si quería hacerlo. O si continuaba enfadada. Me levanté de golpe y mascullé que iba al baño.

—¡Cobarde! —escuché que chillaba Maxie.

Estuve en el baño más de lo necesario. Solo quería ganar tiempo. Pero no podía quedarme allí confinada toda la noche. Me di cuenta de que me estaba comportando de forma ridícula, escondida en el baño porque había aparecido Harry. Y darme cuenta de ello me sirvió para recolocarme la dignidad. Yo no era así, no sabía por qué me comportaba de esa forma.

Me mojé la nuca con agua para refrescarme y me dije que disfrutaría de la noche. La presencia de ese chico no iba a perturbarme, ni a dirigir mis comportamientos. Pero, cómo no, al salir de los servicios encontré a Harry bloqueando la puerta de acceso a la pista. Con los brazos apoyados en el marco. Como si estuviera sujetando el peso de la estructura.

Llevaba una camisa desbotonada hasta la mitad del pecho, dejando el descubierto el collar del crucifijo que le había visto incontables veces en fotografías. El pelo echado hacia atrás y su sonrisa problemática.

—Déjame pasar. —Decidí que no era momento para aclarar nada. El día había sido demasiado largo, tenía las defensas bajas y las emociones revueltas.

Negó con la cabeza, sus labios elevados con astucia. Sin mostrar ningún tipo de emoción, dije:

—Vale.

A la que Harry empezaba a bajar los brazos, me lancé por la izquierda intentando sobrepasarlo. Pero me hizo un placaje con el hombro: los dos gruñimos por el golpe. Me aparté el pelo de la cara y le envié una mirada cáustica, él sonreía, vanidoso. Intenté el mismo movimiento por el otro lado. En esa ocasión, me atrapó con las manos por los hombros. El frío en sus yemas me hizo estremecer la piel.

—¿Tienes prisa? —pinchó, mirándome desde arriba.

Costaba reconocer que, con su boca a una inclinación de cabeza de distancia, todo se volvía un poco confuso. Me olvidé de la pelea y mis dudas sobre continuar pasando tiempo con él. Harry también parecía haberlo olvidado. Y, solo por eso, por el placer de llevar la contraria y porque no iba a ceder tan fácil —aunque avivara ese juego que debía estar frenando—: me revolví, tratando que me soltara.

—Tengo más fuerza —constató carente de esa superioridad varonil que provocaba náuseas.

—Pero tienes un punto débil entre las piernas. —Justo cuando iba a propinarle un rodillazo en la entrepierna, Harry me hizo girar como una peonza, dejándome de espaldas contra él. Tan contra él que notaba sus abdominales moverse contra la columna. Me rodeó con los brazos por el estómago.

—No reveles a tu enemigo tu próximo movimiento, Libb —bisbiseó en mi cuello, su aliento me revolvía el pelo.

—¿Vuelvo a ser Libb? —escudriñé, con la voz entrecortada por la presión que ejercía intentando liberarme de Harry echando el torso hacia delante.

—Depende ¿Me vas a echar en cara cada comentario que haga? —Había apoyado la barbilla en mi cabeza y sus palabras resonaban en el interior de mi cráneo. Odiaba que fuera tan alto.

—Depende ¿Vas a conseguir que la camarera me dé otra copa? —lo imité, sin dejar de forcejear. Podría haberle pisado el pie, pero fingí que no había llegado a aquella conclusión.

Deshizo la llave que aprisionaba mis costillas. Cuando me di la vuelta, recolocándome la camiseta, Harry me escrutaba con los brazos cruzados: barbilla alzada y gesto inquisitivo.

—¿Así de fácil?

Sepulté en mi lengua la verdad: que prefería esto a cualquier decisión coherente, a seguir enfadada. Harry era, entre otras cosas: bromista, deslenguado y aficionado a las conversaciones intrascendentales durante horas. Mi tipo de persona. Solo tenía que mantenerme firme. Amigos y nada más.

—Benjamin ha pagado a la camarera para ponernos a Blair y a mí un límite de copas —expliqué—. Consígueme una cerveza y, entonces hablamos de lo extremadamente petulante que has sido antes.

Alzó una ceja.

—De acuerdo —accedió, echándose a un lado, desbloqueando la salida al fin—. Pero también hablaremos de tu tendencia a demonizarme.

—Hecho.

Harry cumplió su parte del trato y compró dos cervezas. Señaló hacia el exterior con la barbilla, como dando a entender que allí sería más sencillo hablar. Froté las manos en el pantalón. Temiendo cómo podría acabar esa charla. Mis amigos seguían en la mesa, aunque no había rastro ni de Blair ni William. Apoyado en las puertas de la terraza, Niall charlaba animadamente con un chico desconocido para mí. Y no sé si fue el roncola que me había tomado y que empezaba a surtir efecto o la sonrisa plena en su rostro: que me hizo pensar en todas las que le robó a Maxie. Pero tiré a Harry por la camisa sin apartar la mirada del rubio para que frenase.

—¿Qué te pasa ahora? —preguntó dándome una mirada por encima de hombro.

—Solo será un segundo —aseguré antes de plantarme delante de Niall con la sonrisa más deslumbrante y remilgada de mi repertorio.

Este se mostró anonadado, sonriendo con nerviosismo. Incluso se echó un poco hacia atrás, como queriendo protegerse de un objeto que tenía todas las de aterrizar sobre su cara.

—Liberty, ¿verdad? —carraspeó, mirando al chico que lo acompañaba de reojo, que había sustituido la conversación por su teléfono—. ¿Necesitas algo?

Asentí, todavía sonriendo a pesar de las protestas de mis mejillas, que no se encontraban acostumbradas a tal intensidad. Me incliné hacia él, para hacerme oír sobre el alboroto.

—Me caes bien —comenté con animosidad y no diciendo una mentira—, pero Maxie derrama una lágrima más por tu culpa y la patada que te dio en la nariz te parecerá una caricia en comparación con lo que te haré yo. —Siseé con calma, remarcando cada letra de cada palabra—. ¿Entendido?

Niall pasó por varias fases, confusión, alteración y finalmente, miedo. Mientras tanto, el muchacho a su lado proseguía a lo suyo. Yo no daba clases de boxeo y me costaba desenroscar el tapón de los refrescos y Niall me sacaba una cabeza y muchos músculos. Pero se tomó en serio mis palabras.

—Va-ale…

Regresé a la sonrisa remilgada.

—¡Pásalo bien! —exclamé antes de abandonarlo, como si acabásemos de tener una agradable conversación entre conocidos.

Harry, a pocos centímetros, alternaba los ojos verdes entre Niall y yo, perplejo y divertido. Lo agarré por la muñeca y salimos a la terraza.

—Recuérdame que no me meta contigo —silbó, una vez fuera.

El clima de Kansas City era seco y pegajoso durante el día. Pero por la noche, refrescaba lo suficiente para resultar agradable. Una brisa ligera nadaba en la terraza: un respiro del abarrotamiento del interior. A lo largo de la explanada, había desperdigadas distintas sillas y mesas bajas, así como pufs colocados sobre mantas hindúes. La terraza estaba delimitada por parterres de flores de las que no conocía el nombre, pero que imprimían en el aire un intenso aroma dulzón. Todo el lugar se hallada iluminado por tiras de pequeñas lucecitas que se entrecruzaban unas con otras, enganchadas a las ramas de los árboles plantados en enormes macetas.

Una atmósfera íntima rodeaba el espacio. Muy poco apropiada. Harry fue a sentarse a uno de los pufs, que se encontraba alejado de las puertas de cristal, una zona ajena a miradas indiscretas y lo bastante oscura como para que su silueta, desde donde yo estaba, costara reconocerse. En la fiesta había localizado a varios periodistas. Así que aprobé la iniciativa, un vídeo de nosotros corriendo por la ciudad como si estuviéramos en el rodaje de una película era suficiente material por un día.

Me reuní con él, dejándome caer sobre un grupo de cojines, sin ningún tipo de gracia. Harry trataba de acomodarse frente a mí. Hubo algo cómico en su gesto. Era tan alto que parecía un gigante tratando de encontrar un hueco en una aldea de gnomos.

—Estabas diciendo que soy petulante… —soltó, una vez consiguió encontrar una postura cómoda: con las piernas encogidas y los brazos rodeándolas. Donde estábamos, la única iluminación provenía de la contaminación lumínica de la ciudad. Y me costaba, en parte por el alcohol, distinguir sus facciones.

—Algunas de tus actitudes lo son —corregí.

A pesar de la oscuridad, percibí una chispa en sus ojos.

—Ah, una gran diferencia —sentenció, uniendo las manos sobre las espinillas.

Adopté la misma posición que él, encogida sobre mí misma. El mandala entretejido de la manta marcaba la distancia entre nuestros cuerpos. Y, salvo por el retumbar palpitante de la música, todo era silencio. Recordé aquella vez en el Off the Record, cuando dejé de pretender alejarme de él.

—¿Por eso piensas que te…, demonizo? —Tuve que escarbar en mi cerebro para buscar la palabra que había usado—. Porque no te adulo.

Resopló, dando un trago a su cerveza.

—¡No paras de hacerlo! —exclamó, más molesto que incrédulo. En el poco tiempo que hacía que trataba con él, me había dado cuenta que pocas veces se enfadaba de verdad—. Cada vez que abro la boca asumes que hay una intención narcisista en mis palabras. Soy muy consciente de mi encanto natural, pero…

Solté una carcajada que se perdió en la noche por su último comentario. Pero inmediatamente después, comencé a analizar su alegato. Cuando Harry daba con una parte que no elegía mostrar, había otra Liberty que reculaba, sintiéndose desnuda e indefensa. Harry era una flecha certeza a mis intenciones de aislamiento emocional. Por ello, mi cabeza había querido convencerse de que, para él, no era más que un ligue, que todo lo demás formaba parte de una táctica. Cuando lo único que le había dolido era que lo asumiera. Que Harry era la imagen que el mundo se emperraba en dar de él.

—Lo siento. —comencé a sincerarme—. Pensé…  

Ya fuera de mis meditaciones, lo pillé con el cuello alzado hacia el cielo. Las manos a su espalda, con la camiseta tensada sobre su pecho y los músculos marcados en las sombras. Mantenía las piernas estiradas, formando una V. No sabía cuánto tiempo había estado ida, pero él se había limitado a dejarme.

—Piensas bien —interrumpió incorporándose. Un destello fugaz le cruzó la mirada, reluciente en la oscuridad—. Me gustas. Pero no paso tiempo contigo porque quiera llevarte a la cama. No eres un desafío, Libb.

No pude evitar sentir un leve rubor en las mejillas. Me concentré en los dibujos de la manta, evitando mirarlo.

—Joder, qué directo. —Di un trago a la cerveza. Una risa resonó en su pecho y a mí se me puso la piel de gallina. Cerré los ojos, tragando saliva con fuerza.

Se quedó esperando a que dijera algo más. Aquella era mi oportunidad de sincerarme, de explicarle que me gustaba, pero que llevaba equipaje y que no quería estropear la relación que estaba surgiendo entre nosotros por un calentón. Sin embargo, no lo hice. Pues una cosa era reconocerme a mí misma que me atraía y otra ponerlo en palabras.  

Harry y yo, aunque conectados, siempre fuimos a ritmos distintos.

—Prefiero decir la verdad siempre que nadie me lo impida —confesó, con un cariz de seriedad en su voz pausada.

—Aunque da igual lo que digas, lo que dicen, siempre tendrá más peso —medité fatalista, ahondando en otras cuestiones. Cruzamos las miradas y supe que lo entendía. De nuevo, dio miedo ese entendimiento tácito.  

—Es agotador —confesó Harry, dándole vueltas al botellín entre sus largos dedos. El juego de luces y noche le oscurecía el rostro—. Odio la palabra famoso y todo lo que implica—. Sus dedos se tensaron alrededor de la cerveza.

—Yo odio ser la chica rota. —Me levanté para sentarme a su lado, bajo su atenta mirada. Bebí cerveza antes de seguir hablando—. Perdí a mi madre y mi padre es un cabrón, pero después de cinco años me gustaría que parasen de intentar compensarme por ello. De mirarme como si fuera un trozo de cristal—. A la par que hablaba, mi dedo bailaba por el asfalto—. A todos nos pasan cosas malas y buenas, pero no deberían definirnos, ni sugestionar la forma en la que nos tratan.

—Te entiendo. —Su mano se unió a la mía en aquel dibujo invisible sobre el suelo. En esa ocasión, fui yo quien esperó que dijera algo más al respecto. Pero su dolor no era tan antiguo como él, hablar de Marc, su padrastro, no le resultaba tan sencillo—. Eres una persona, Libb, no una cosa rota.

El corazón me dio un batacazo. No necesitaba su confirmación, pero la agradecí. Porque, así como de peligroso
resulta que te encasillen, es igual de importante que alguien te recuerde que la vida no te define.

Lo miré de frente, con la barbilla apoyada en el hombro. Su perfil parecía esculpido por uno de esos artistas del Renacimiento. Hermoso, distante e insensible. Pero el lunar a un lado de la barbilla, lo humanizaba. Solo había que detenerse. Si me fijaba bien, era fácil ver en sus facciones todo lo que ya conocía de él: la chispa sarcástica y humorística, la facilidad con la que reía, la amabilidad en sus ojos. Humano y, aun así, extraordinario.

—Tienes algo inexplicable, Harry —carraspeé, la mano congelada por el botellín, las palabras vibrando en mi pecho y el suelo endurecido bajo mi cuerpo—. Algo que hace que la gente pare de hacer cosas cuando entras en una sala y se te quede mirando. Al principio creía que era por eso: Harry Styles, estrella internacional. —Puse voz de circunstancias y dibujé un rótulo invisible en el aire. Sentía su mirada introducirse por cada poro de piel y tuve la necesidad de volcar un poco de humor—. No sé si pactaste con el diablo, practicas frente al espejo o te viene de serie. Pero es tuyo, no de las palabras con las que te definen.

Agachó la cabeza, no sé si avergonzado o escéptico. Pero, no sé por qué vez en el día, se le borró la pesadumbre de la cara. Y ser una de las personas que lo conseguía, se convirtió con el tiempo en una de mis cosas favoritas.

—Cuidado, que me vengo arriba y te pido matrimonio —bromeó, echando su cuerpo sobre el mío.  

—Gilipollas.

Mientras nos placábamos el uno al otro, me di cuenta de que quería a ese gilipollas en mi vida.

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Creo que no dormí más que un par de horas. El miedo al inminente entrenamiento de Maxie fue lo que me despertó. Me despegué de mi fiel amigo el sofá y con todo el sigilo posible, fui hacia el baño para darme una ducha al son del concierto pulsátil en mi cráneo por la resaca. No tenía que haberme saltado la prohibición de Benjamin por el alcohol.

Tras la ducha, seguí con mi sigilo en el dormitorio: Kyle y Maxie dormitaban en la cama y no quería que se despertaran. Esperaba que marchándome pronto y el inminente día en familia, le quitaran a Maxie el tiempo de entrenamiento. Como mi maleta estaba en la habitación, saqueé las de mis amigos. Elegí unos vaqueros de Maxie, que me quedaban por encima de los tobillos, sus Converse blancas y una camiseta gris con el logotipo de Jurassic Park de Kyle. Me lavé los dientes, me recogí el pelo en un moño y me marché de allí.

Medio muerta y resacosa, llegué al buffet del desayuno. Eran las siete de la mañana, lo que me daba un margen de una hora antes que aparecieran los demás. Además, no había más que un pequeño grupo de gente, con lo cual, más comida. Me acerqué a una de las mesas guiada por el olor a bollos recién hechos. Llené mi plato con dulces, huevos revueltos y estaba a punto de echar la tercera loncha de beicon cuando:

—¡Bu! —Con el corazón en la boca me di la vuelta, pinza en ristre y loncha de beicon grasienta. Era Harry, que se reía por mi reacción a carcajadas—. No vayas a matar a alguien con el beicon.

—Es demasiado pronto para que estés de tan buen humor.

Y para que tuviera tan buen aspecto. A su lado parecía una momia de cien años de antigüedad después del derrumbamiento de la pirámide que guardaba mi cadáver. Harry llevaba ropa y zapatillas de deporte y una bandana de color azul para sujetarse el pelo. Rostro despejado, ojos relucientes.

—Será porque yo no tengo resaca. —Objetó cuando yo me daba la vuelta para depositar el beicon en el plato y cogía otra loncha más—. Quién iba a decir que cupiera tan cerveza en alguien tan pequeño.

Después de hacer un rato el tonto en la terraza de la discoteca, nos unimos a lo demás en el interior. Salvo por Zayn, que había desaparecido y Niall, por razones obvias. Poco a poco, todos fueron retirándose a sus habitaciones hasta que solo quedamos Maxie, Kyle, Harry —que hicieron buenas migas— y yo. Enrojecí al acordarme que Harry había terminado por llevarme a caballito hasta a la habitación.

—Tres veces campeona de un concurso de chupitos de tequila —dije de lo más orgullosa—. No subestimes a la gente pequeña. Además, tengo una estatura dentro de la media. Lo que pasa es que tú eres muy alto.

Arrugó la nariz mientras me hacía burla. Las pulsaciones en mi estómago se acompasaron a las que entonaba la resaca en mi cerebro.

—¿Dónde te has dejado a tu entrenadora personal? —preguntó Harry, mirando a su alrededor por si veía a Maxie. A los dos les gustaba el deporte y la noche anterior nos habían torturado a los demás con tablas, carreras y cosas que me agotaron solo de oírlas.

—Durmiendo, donde espero que… —Frené cuando, por detrás del cuerpo de Harry, apareció el cuerpo de Benjamin, que se encaminaba hacia el comedor como un presagio de muerte—. Oh, no.

Me quedé petrificada, con la loncha de beicon chorreando en las pinzas. Harry me miró como si acabara de salirme una piruleta en la frente. Y, mientras esto ocurría, por el rabillo del ojo comprobé que Benjamin se percataba de nuestra presencia. Comenzó a caminar con pasos agigantados en mi dirección. Casi podía verle la vena del cuello palpitar.

—Libb, te has puesto blanca.

—¡Escóndete bajo la mesa! —Moví la mano en la que sostenía la pinza y si no llegaba apartarse, le hubiese dado en toda la cara con el beicon.

—Qué dices.

Al borde de la histeria, tiré la pinza sobre la mesa. Lo agarré por los brazos y le hice girar, exclamó indignado.

—¿Ves a ese hombre que se acerca a nosotros con expresión asesina? —susurré, asomada por encima de su hombro, quizás agarrándolo con demasiada fuerza—. Bien, es Benjamin.

—Ya sé quién es —respondió en tono resabido—. Y tú también ¿Qué mosca te ha picado?

Rechiné los dientes.

—Está obsesionado con la idea de que estamos juntos. Piensa que eres feo y que tienes brócoli en la cabeza…, o algo así. ¡Ah! Y es fan de Taylor Swift.

Harry tragó saliva, echándose hacia atrás.

—Siempre causando buena impresión —silbó.

Benjamin ya se encontraba a dos pasos.

—Ha sido un placer. —Le di unas palmaditas en la espalda. Antes de que Benjamin se abalanzara sobre su cuello me planté delante de Harry como contención—. ¡Benjamin!

Sonreí hasta que mis mejillas protestaron. Benjamin frenó en seco, con un ojo más abierto que el otro. Con un tono morado y vibrante, alternó sus iris azules entre Harry y yo.

—No esperaba encontrarte aquí tan temprano. —«Este sería un buen momento para que Mandy apareciera», rogué a los Dioses de Maxie.

—Lo que no encontrarán será su cuerpo. —Apuntó a Harry con el dedo dando un paso al frente. Este me agarró por lo hombros y me movió como si fuera un escudo, lo que no sentó para nada bien al hombre—. ¡Las manos quietas, que te veo!

Harry me soltó como si diera calambre.

—¿Disculpe? —Harry dio un paso atrás, con las manos en posición de rendición.

Lo único que me consolaba era que no creía capaz de Benjamin de matar a nadie en el buffet de un hotel. Por si acaso era capaz, extendí las manos.

—Ben… —Traté de intervenir, pero se me adelantó.

—Escúchame bien, estrella de tres al cuarto. —Se inclinó hacia delante como un T-Rex sobre un diminuto velociraptor. Mis manos en su pecho impidieron que llegara más lejos—. Conozco a los chicos como tú, fui uno de los vuestros ¡Sonreís, prometéis y cuando la metéis… PUM! —Dio una resonante palmada de énfasis. Boté sobre mis pies y creo que Harry estuvo a punto de mearse encima.

«Dios, si existes, ayuda».

—Gran discurso ¿Qué tal si lo apuntas para un chico con el que sí esté saliendo? —rogué, más que pregunté—. Ya te he dicho, varias veces, que entre Harry y yo no hay nada.

Su mirada se dulcificó un poco cuando me miró.

—Las fotos y la escena de videoclip de Beyoncé por Kansas no dicen lo mismo —contrapuso, con las manos sobre la cabeza—. Cariño, ya sé que es guapo, pero…

Di una patada de hastío y frustración en el suelo. No tenía ningún derecho a quejarme de su falta de confianza en mí porque llevaba meses mintiéndole. Pero ¿Un poco de confianza? Al menos en lo que a Harry se refería. Estaba dispuesta a continuar argumentando cuando Harry, no sé si valiente o estúpido —dependiendo cómo reaccionara Benjamin—, salió de la escasa protección que le ofrecía mi cuerpo y se situó a mi lado.

—Señor Hawthorne —comenzó, de lo más educado. «Primer error».

—¿¡Cómo que señor!? ¿Acaso me ves arrugado y calvo? —La vena de ira se hizo presente en su cuello—. Uno pasa los treinta y ya se creen que es un vejestorio…

Harry mantuvo el tipo, aunque tenía la mandíbula tensa, señal de que estaba a punto de perder la paciencia. Esperé que lo mandara a la mierda en cualquier momento. No me debía nada, no tenía por qué aguantar aquello.

—Usted, que es un gran director de cine. —Bien, los halagos funcionaban bien con Benjamin—. Sabe que la prensa vive para difamar. Su hija y yo solo somos amigos—. Asentí frenética y repetidas veces—. Además, tengo novia, no tiene de qué preocuparse, ¿verdad, Libb?

Me dirigió una mirada intencionada. Como estaba tan estupefacta porque Benjamin le hubiera permitido hablar, tardé un momento en darme cuenta de lo que acababa de hacer.

—Sí, claro. —Mentí, no sin un latigazo de culpa—. Una larga y duradera relación.

Benjamin se confundió. Se rascó la barbilla, observando a Harry de hito en hito, como si fuera la primera vez que lo veía.

—¿Es Taylor Swift? —Su lado sensacionalista salió a flote y, por un momento, olvidó por qué se encontraba allí.

—No, eso fue hace mucho tiempo —aclaró Harry—. Y fue ella quien me dejó a mí, por si le interesa.

A Benjamin y a mí se nos desencajó la mandíbula, aunque por motivos distintos. Harry acababa de quitarle la palabra y salvado el pellejo sin despeinarse. Bruno había tenido que salir corriendo de casa la primera y única que vez que vio a mi padre adoptivo.

—En fin, por algo rompería contigo. —Benjamin se recuperó un poco. Seguía siendo del equipo de Taylor. Continuó evaluándolo, meditabundo—. ¿Cómo dices que se llama tu novia?

—Esto…, Lizzie. —Se rascó la cabeza, no muy convencido.

Antes de que Benjamin pudiera pensar o decir nada, intercedí:

—Te encantará saber que gracias a Harry no acabé metida en la pelea de San Diego.

Todavía receloso y taladrando a Harry con sus ojos azules, volvió a sorprenderse.

—¿De verdad?

—Oh, sí. Yo iba, como de costumbre, dispuesta a meterme en líos. Pero Harry me lo impidió y me puso a salvo. —Jugar la baza de la damisela en apuros traicionaba mis principios, pero hacía mucho tiempo que traspasé la línea de la hipocresía—. Es una buena influencia.

Benjamin parecía no encontrarse después de mi argumento. Había venido con un objetivo claro: matarlo. Pero entre mentiras y verdades a medias, le habíamos quitado los motivos para hacerlo.

—Está bien, es posible que me haya equivocado contigo… ¡Aunque te estaré vigilando! Taylor no escribe canciones a donnadies.

Harry apretó los puños contra las caderas, sentía su crispación incluso en mis huesos. Me quedé esperando a que replicara, a que fuese él quien acababa por cometer asesinato. Pero, en su lugar, fingió una sonrisa.

—Lo que usted diga.

—¡Deja de tratarme de usted, chaval! —advirtió, con el índice desenfundado de nuevo—. Te veo en la mesa, cielo.

Asentí. Dio a Harry una última mirada de advertencia y se abrió paso entre nuestros cuerpos, para dejar claro que no aprobaba tanta cercanía. Lo vimos marchar hasta que se perdió en el comedor. Miré a Harry, que observaba por encima del hombre, el hueco vacío por el que acababa de desaparecer Benjamin. Desvió los ojos a mí, con un rictus duro, insondable. No sabía qué le estaba pasando por la cabeza. Si estaba enfadado, conmocionado o qué.

—Eres, junto a William, el único chico que no ha tenido que cambiar de identidad después de cruzarse con él —dije con una sonrisa tensa, tratando de alivianar el ambiente y aguardando por su reacción.

—Porque soy encantador. —Continuaba serio.

Me sentí como una mierda porque, por mi culpa, acababa de vivir otra situación en la que le trataban como si fuera una basura. Había tenido que soportar a Benjamin tratándolo de mujeriego, narcisista y descorazonado que se dedicaba a jugar con los demás.

—De lo protector que es resulta posesivo e hiriente. —Quise explicarle. Harry se acercó a la mesa para apartarse—. Lamento todo lo que te ha dicho.

—Estoy acostumbrado.

Y ese era el problema. Que estaba habituado a que le trataran como una escoria, a que la mayoría no le diera ni el beneficio de la duda.

—No deberías. No está bien. —Me acerqué a él y le puse una mano en el brazo.

—Tranquila. —Sonrió y me consoló ver el hoyuelo, porque este solo aparecía cuando era sincera.  

Saqué la mano de su brazo y traté de ponerla en cualquier otra parte, mientras yo también sonreía.

—¿Conque Lizzie, eh? —Segundo intento por alivianar el ambiente, solo que con otro propósito y motivo distinto—.
Buena táctica.

—¿Celosa?

Bufé, Harry ladeó la cabeza con los brazos cruzados, aguardando por ver qué decía. Me acordé que la noche anterior había confesado que le gustaba. Yo estaba dispuesta a ignorarlo. Y esperaba que él no hiciera preguntas, sobre mí, sobre qué me parecía lo que había dicho.

—Para nada. —Yo también me crucé de brazos—. Oye, gracias por aguantar a Benjamin.

Hizo un gesto con la mano de desinterés, como si no hubiera sido para tanto. Pero para mí sí significaba algo.

—Merece la pena. —Me revolvió el pelo con cariño. Como no me lo esperaba, no pude evitarlo—. Nos vemos luego.

Se dio la vuelta en dirección después de guiñarme un ojo. Yo me obligué a no quedarme ahí viendo cómo se marchaba y recogí mi plato para ir a desayunar. Pero, cuando caminaba hacia las mesas, no pude evitar darme la vuelta. Justo cuando Harry también miraba atrás.
indigo.
indigo.


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Mensaje por Jaeger. Sáb 06 Abr 2019, 9:50 am

AY SUBISTE, KATE! Fue super rápido, ahora me siento presionada(?) Voy a estar leyendo y comentando pronto Reminders of reality - Página 5 2841648573
Jaeger.
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Mensaje por Jaeger. Mar 09 Abr 2019, 10:44 pm


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