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Mensaje por indigo. Lun 18 Sep 2017, 3:52 am

Subiré pronto, perdón por la tardanza Reminders of reality - Página 2 1054092304
indigo.
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Mensaje por Jaeger. Mar 26 Sep 2017, 6:47 pm

te esperamos Kate Reminders of reality - Página 2 2841648573
Jaeger.
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Mensaje por indigo. Jue 05 Oct 2017, 9:58 am

Chicas Reminders of reality - Página 2 1477071114 esta noche subo el capítulo, solo me falta corregirlo un poco Reminders of reality - Página 2 2841648573

Ally Reminders of reality - Página 2 3136398239:
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Mensaje por indigo. Jue 05 Oct 2017, 12:54 pm

Holaa:


Capítulo 02
Liberty River. | By hypatia.

George Harrison dijo en una entrevista que para ellos, un año eran como veinte. Para mí también. En un día, puedo sentir el dolor de un año. En un año, el de todos los días. Un día puede pasar como si fueran cinco… Desde que dejé la universidad el año pasado, mi concepto del tiempo está un poco distorsionado. Creo que es porque no estoy viviendo mi vida, no al menos como la tenía planeada. Pero John
Lennon también dijo que la vida es eso que va pasando mientras nosotros nos empeñamos en hacer otros planes.
Así que supongo que me lo merecía. Había planeado mi futuro hasta el milímetro desde primer ciclo. Sin tener en cuenta nada; ni los imprevistos, ni el cáncer, ni a Bruno.

―Vete a casa, Libbie.

Ordenó Melly, mi jefa en la franquicia de batidos en la que trabajaba (uno de mis varios trabajos a media jornada por aquel entonces) cuando entró en al almacén con dos cajas de fresas en los brazos. Acudí a ayudarla.

―Todavía falta media hora para que acabe mi turno ―objeté, abriéndole la puerta de la despensa. No es que yo fuese una obsesa del trabajo. Hubiese salido gritando «¡Libertad!» enloquecida de no ser porque necesitaba hasta el último centavo de mi ridículo sueldo.

Melly utilizó la horrible gorra del uniforme para abanicarse. Me miró con pena. Ya sabéis, como si yo me hubiese criado en un bosque  alimentada por una manada de lobos. Cuando había crecido en una casa normal, con unos padres normales, al menos hasta los quince años. La pobre creía que estaba malgastando mi juventud metida ocho horas al día en el Havana Banana.

Estaba totalmente de acuerdo con Melly.

―Es viernes, seguro que tienes algo mejor que hacer ―confirmó como si lo supiera, a la vez que me despachaba con su mano encallada. También me guiñó un ojo, señal inequívoca de que no me descontaría del sueldo esa media hora.

«Oh, claro que sí. Voy a dormir más de tres horas por primera vez en cuatro días». Un súper plan de veinteañera.

―Gracias ―respondí, desatando el delantal de color amarillo pollo que llevaba.

Me despedí, fui al vestuario a cambiarme de ropa y diez minutos más tarde corría por la calle sorteando personas como obstáculos para llegar al próximo autobús. En momentos como esos, corriendo sin aliento y con los niveles de estrés alcanzando la estratosfera, era cuando más recordaba a Bruno.

Supongo que tengo que contaros quién era. Bruno era de esa clase de chico por el que te quedabas en casa en lugar de ir a clase. Por el que perdías trenes sólo para estar un rato más con él. Esa clase de chico que con su presencia, te hacía creer que aunque existan infinitos universos paralelos, estabais destinados a encontraros en todos y cada uno de ellos. Y por supuesto, esa clase de chico es la que te dejaba tirada cuando se cansaba de ti. Pero incluso para eso Bruno era diferente, no podía limitarse a romperme el corazón sin más.

Os resumiré lo que pasó omitiendo los detalles escabrosos de ese día: Bruno se drogaba. Tenía deudas. No las pudo pagar y se borró del mapa. ¿A quién van los tíos malos a los que les debe dinero? A por la novia del chico (esa era yo.)

Sí. Bruno era el motivo por el que tuve que dejar la universidad y pluriemplearme a tiempo completo. Por su culpa, tenía que verme una vez al mes con un par de tíos de lo más espeluznante y darles mil dólares que a duras penas conseguía ganar. Sino lo hacía, bueno, me dejaron muy claro que podría «sufrir un trágico accidente.»

Lo sé, lo sé. Parecía que una película de clase B especialmente trillada. Sin embargo, por increíble que resulte, ésas cosas pasan a veces. Por lo que, o Dios se apiadaba de mí de una vez y me dejaba ganar la lotería, o tendría que pasar otro año más hasta que solventara la deuda.

Llegué a la parada de autobús por los pelos. En lugar de quedarme en el interior, subí al piso de arriba y me senté en uno de los asientos traseros, justo detrás de una pareja de japoneses que desplegaban un mapa enorme. Hacía un frío de tres pares de narices, en el trayecto de la parada a la siguiente intersección; ya se me habían congelado todos los músculos de la cara. Pero el crepúsculo es uno de los mejores momentos para hacer fotografías. La luz baja tiñe al mundo de colores misteriosos. De mi mochila saqué mi vieja cámara y les lancé una foto a los japoneses. A partir de ahí fue un no parar hasta que tuve que bajarme del autobús: Una chica que se observaba en el reflejo de un escaparate, una pareja de ancianos paseando de la mano, unos cuantos indigentes rebuscando en la basura…

Casi cualquier cosa mejora si se observa desde el ángulo correcto. Imagino que por eso me decidí a estudiar la carrera de Fotografía. Detrás del objetivo de mi cámara el mundo era mucho mejor. Odiaba tener que retrasar mi formación. Se suponía que a los veintidós años terminaría la carrera y estaría lista para lanzarme al mundo laboral, con un trabajo que de verdad me gustase, no con el puñado de ellos que me veía obligada a ejercer.

El barrio de Fremont, donde vivía, me acogió con los vecinos rezagados que ya se retiraban a sus casas, corredores de media tarde y paseadores caninos que se dirigían al parque. El apartamento en el que vivía se encontraba tres calles hacia delante, en dirección al canal. Mi casa estaba dentro de una construcción de ladrillo de 1897, que años atrás, había remodelada por algún millonario que no sabía qué hacer con su fortuna.

Creo que llamarla «mía» era un poco caradura por mi parte.

Alcancé el edificio unos minutos más tarde. En el camino en ascensor hasta el quinto piso, me detuve a observar mi reflejo. Nunca he sido una chica que pierde la mitad del día en arreglarse, pero últimamente, mi aspecto dejaba mucho que desear. La comisura de mis ojos estaba surcada de rayas negras por el cansancio. Mis pómulos se encontraban más afilados que de costumbre. Y por cortesía de la humedad, mi pelo parecía recién sacado de una centrifugadora. Suspiré, qué íbamos a hacerle.

Hendí la llave a la cerradura de la puerta y la empujé hacia adentro. Blair estaba despatarrada en el sofá, con un bol de palomitas medio vacío en el regazo. La televisión estaba encendida, pero ella se encontraba sumida en su teléfono. Tiré el bolso y las zapatillas contra la pared y fui a desinflarme a su lado en el sofá.

—Llegas pronto —comentó Blair, pasándose uno de sus rizos detrás de la oreja, aún mirando el teléfono.

El cansancio me subía y me bajaba por las piernas, por donde por fin circulaba la sangre. Tenía las piernas destrozadas tras pasarme todo el día de pie.

—Melly ha dejado que me marche antes —expliqué, metiendo la mano en el bol de palomitas. Blair me pasó el bol entero, a sabiendas de que ya no podría dejar de comer—. Cree que estoy malgastando mi juventud.

—¿No le has hablado de las fiestas que te pegas los sábados? —inquirió con burla.

—Esa eres tú —le propiné un rodillazo en la pierna y Blair me sacó la lengua al tiempo que arrugaba su nariz pecosa—. Yo me limito a servir copas.

Como con el sueldo del Havana Banana no me alcanzaba para mantenerme, pues iba todo destinado a la dichosa deuda, trabajaba en el Off the Record dos fines de semana al mes —más si tenía la oportunidad de hacer días extra—, un bar de moda de la ciudad. Blair solía ir allí con Maxie y otras chicas de la universidad cuando me tocaba trabajar. Era la nueva manera que había encontrado de sacarme de fiesta; emborracharse a mi salud mientras yo aguantaba detrás de la barra toda clase de personas.

Blair por fin se olvidó del teléfono y me miró.

—No tendrías que trabajar si me dejaras ayudarte —reprochó. Por la manera en la que se le tensaron los labios, sabía lo que vendría a continuación—: Podrías pagar la deuda y a mí me devuelves el dinero cuando acabes la carrera. O no me lo devuelves, lo que te dé la gana.

En las películas animadas siempre aparece un hada madrina cuando la protagonista se ve en apuros. Yo tenía a Blair, aunque fuese más una diablilla que una hada.

Conocía a Blair desde que éramos niñas, es de esas personas que sabes que vas a conocer toda la vida sin importar lo que suceda a lo largo de los años. Pero no supe lo buena amiga que era hasta que mi madre falleció y mi padre decidió rehacer su vida con el vodka. Cuando todos tenían miedo de acercarse a mí, Blair se mantuvo firme a mi lado. Después de lo de Bruno, me trajo a su apartamento porque yo ya no podía pagarme la habitación en la residencia.

Pero no solo Blair. También su familia. Durante mi adolescencia sus padres se habían preocupado de que estuviese bien alimentada, siempre estaban disponibles para mí y las puertas de su casa siempre estaban abiertas. ¡Incluso habían acudido a las tutorias del instituto! Blair y su familia habían hecho por mí todo lo que mi padre no había hecho, sin esperar nada a cambio. Necesitaría muchas vidas para terminar de agradecérselo.

Por eso me negaba a que Blair me ayudase con la deuda. Sería sobrepasar un límite. Había sido yo la que se había metido en ese lío, y era yo quien tenía que salir de él.  

—¿Cómo te ha ido hoy en la universidad? ¿Presentaste el cortometraje? —cambié de tema descaradamente.

Porque aquello siempre terminaba en discusión. Y cuando Blair y yo nos peleábamos acabábamos tirándonos cosas a la cabeza.

—No he ido —se encogió de hombros—. Había una manifestación contra una empresa que experimenta con animales.

Blair siempre andaba metida en manifestaciones, marchas y cosas por el estilo. Yo apoyaba su iniciativa, pero se lo tomaba tan en serio que al final terminaba abducida a algún tipo de escándalo y siendo portada de alguna revista sensacionalista.

—Dime que no has acabado desnuda como la última vez…

De sus ojos azules saltaron chispas.

—No acabé desnuda, no del todo. Y no, me he comportado, tranquila.  

—Menos mal, así no tendré que explicarle a tus padres por qué no te lo impedí.

Benjamin y Mandy me tenían como la responsable de las dos. Cuando Blair hacia algo que llamaba la atención de los medios, acabábamos en ese mismo sofá sermoneadas por sus padres.

Blair bufó.

—Esas estúpidas revistas están deseando sacarme en portada. Gracias a mí sus ventas alcanzan niveles que de otra manera no pueden ni soñar.

—Cuidado con el ego —la pinché.

Mi mejor amiga era difícil de soportar si no la conocías bien. Engreída y caprichosa como era. Cuando éramos dos mocosas nos pasábamos la vida peleando. Porque siempre trataba de llevar la voz cantante en los juegos y yo me negaba. Pero cuando la conocías, era complicado que no terminase gustándote. Al menos a mí. Nos complementábamos bien.

Blair estaba a punto de soltarme una de sus asperezas cuando un anuncio en la televisión llamó su atención. Se incorporó del sofá y subió el volumen hasta que me molestaron los oídos. Estaban promocionando el concierto que daría One Direction la semana próxima. El último que ofrecerían en la ciudad antes de su separación temporal. Salían imágenes de ellos y la voz en off te instaba a no perdértelo, catalogándolo como el evento del año.  

—¡Tenemos que hacernos con esas entradas! —aclamó, dando puñetazos en el sofá.

One Direction había sido nuestra obsesión adolescente. Los habíamos seguido desde que salían en X Factor, habíamos forrado nuestras carpetas con sus caras, comprado todos los discos y llenado las paredes de nuestras habitaciones con posteres. En un carnaval, hasta nos disfrazamos de Louis Tomlinson y Harry Styles.

Con el paso del tiempo, mi fanatismo por ellos fue replegándose en mi interior. Todavía los escuchaba para dormir por las noches y subía el volumen de la radio cuando pasaban alguna de sus canciones. Pero nada más. Sin embargo, Blair seguía conservando parte de su amor por ellos. Los seguía en las redes sociales y debatía conmigo sobre los distintos cotilleos que salían sobre ellos.

—¿No ha habido suerte? —Habíamos tratado de comprar las entradas, pero se habían agotado de inmediato. Por eso, Blair le había pedido a Benjamin y Travis —su hermano mayor— si podían usar sus influencias para conseguir las entradas.

—No —gruñó—. Está todo vendido, ni siquiera a ellos pueden hacerles el favor.

Benjamin era un aclamado director de cine y Travis tenía una banda de música en auge que cada día atraía más seguidores.

—En otra ocasión, entonces.

—¡Pero yo quiero verlos! —chilló enfadada—. ¡Nunca hemos ido a ninguno de sus conciertos! Y ahora los muy egoístas se van a tomar un descanso y a saber cuándo se juntan otra vez. Si es que lo hacen.

La cara de Blair se puso tan roja que se le borraron las pecas.

—Puedo comprarte el DVD del concierto —me ofrecí para consolarla. Aunque lo decía de broma, ni siquiera sabía si sacarían DVD.

Blair me tiró el cojín a la cara. Por suerte lo atrapé antes de que me aplastase la nariz. La miré con pose dolida y la boca abierta. Pero estaba acostumbrada, en nuestro día a día volaban muchos objetos contra la otra.

—No bromees con esto. ¡Por qué no se nos ocurrió acampar para ser las primeras en conseguir las entradas!

—Porque ya no pensamos como adolescentes, esas ideas no nos vienen a la cabeza.

—Maldita adolescencia perdida.

Blair estuvo enfadada la siguiente hora. Pero se le pasó cuando llamé a su pizzería preferida para encargar la cena.
Cuando estábamos tan llenas que no podíamos movernos, sonó el timbre. Echamos una partida rápida a piedra, papel o tijera a ver a quién le tocaba levantarse. Me tocó a mí: como la mayoría de las veces.

Al otro lado de la puerta aguardaba Will, el novio de Blair. Era un chico guapo y bueno y displicente. Para nada el tipo de chicos que atraían a Blair. Pero habían durado más de lo que me esperaba.

—River —saludó con solemnidad, atusándose el pelo rubio.

—Monstruo de las Galletas —respondí. Acto seguido, me aparté para que entrase.

—¿Estás lista? —preguntó a su novia cuando se acercaba hacia ella. Le dio un beso en los labios y se sentó sobre la mesa.

—No me apetece salir. Quedémonos aquí —objetó Blair, haciendo pucheros.

—Bueno… si es lo que quieres.

Si estaba decepcionado, no lo dejó entrever. Se sentó a su lado en el sofá y la rodeó por los hombros, al tiempo que Blair se acurrucaba a su lado. Ese era mi pistoletazo de salida.

—Me voy a dormir —mentí, mientras me agachaba para recoger el bolso que había dejado en el suelo al llegar a casa.

—Buenas noches —respondieron al unísono.  

—No te comas mi comida, William —advertí apuntándole con el índice. A continuación miré a Blair—. Y tú avísame si tengo que ponerme tapones en los oídos.

Will se puso rojo como un tomate, pero Blair se limitó a asentir. Después me marché a mi habitación y me quedé dormida casi de inmediato.

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Al viernes siguiente, cuando llegué a casa; pensé que se había colado un ladrón. Blair y yo somos de naturaleza despistada, con frecuencia nos olvidábamos de cerrar la puerta con llave al salir.

Escuchaba ruidos provenientes de la habitación mi mejor amiga, como si alguien estuviese revolviéndolo todo. La puerta estaba entornada. Agarré el bate de béisbol que teníamos para situaciones como aquella y me acerqué con tanto sigilo como pude. Me di cuenta de que en lugar de acercarme en plan kamikaze con mi bate de béisbol debía haber llamado a la policía. Pero ya era tarde.

Asomé la cabeza con disimulo por la rendija abierta. Había un montón de prendas de ropa tiradas encima de la cama y cajas abiertas sobre el suelo. Pero no se trataba de un ladrón, sólo era Blair.

Puse los ojos en blanco y me introduje por completo en la habitación. Blair estaba subida a una escalera de mano, tratando de alcanzar los estantes más altos de su inmenso armario. Dejé caer el bate a mi costado y le pregunté:

—¿Qué haces?

Mi comentario estuvo a punto de hacerla perder el equilibrio. Con un grito sobresaltado, se aferró al borde del estante. Me acuchilló con la mirada por encima del hombro.

—¡No me des esos sustos, tonta! —exclamó.

—Pensé que eras un ladrón.

Caminé hasta la cama y me senté en una de las esquinas, con el bate entre las piernas. Blair me miraba, aún aferrada al filo del estante. Pero segundos después se dio la vuelta para seguir rebuscando.

—¿Sabes dónde están nuestras camisetas de One Direction? —su voz sonó con eco, expandiéndose dentro del armario.

—¿Para qué las quieres? —Me hizo un gesto con la mano para que respondiese—. No sé, creí que las habíamos donado.

No me respondió, siguió buscando. Yo me acomodé en la cama y encendí la televisión. Melly me había dejado salir antes otra vez y tenía dos horas antes de tener que irme a Off the Record. Puse una de las series que estaba viendo Blair en Netflix —porque se enfadaba si me adelantaba a las series que veíamos juntas— y me relajé por primera vez en toda la semana.

Estaba a punto de quedarme dormida cuando, de pronto, Blair me tiró cinco prendas de ropa en la cara. Me las aparté a manotazos y me incorporé. Blair ya había bajado de la escalera, Tenía las manos apoyadas en las caderas y una expresión de satisfacción en la cara.

—Elige una —me instó, señalando las camisetas. Eran las que había estado buscando, las de One Direction.

—¿Por qué? —pregunté suspicaz.

Blair puso los ojos en blanco.

—¡Porque vamos a ir al concierto! —exclamó, sentándose al borde de la cama.

Con delicadeza la agarré por los hombros e incliné la cabeza hacia ella, Blair me miraba como si se me hubiese fundido un cable.

—Escúchame bien —comencé a decir con la voz moderada—, por mucho que quieras ir al concierto, no podemos colarnos.

—No vamos a colarnos.

Se levantó de la cama y salió de la habitación con paso decidido. Apareció unos minutos más tarde. Con dos papeles rectangulares en una mano y, en la otra, dos collares de tela de las que pendían dos tarjetas plastificadas.

—Will me dio la sorpresa anoche, no he podido decírtelo porque cuando me he despertado ya no estabas. —Extendió la mano, tendiéndome los dos papeles—. ¡Nos ha conseguido entradas y dos pases para el backstage!

En efecto, lo había hecho. Dos entradas en primera fila. La miré con la ceja alzada.

—Cásate con este chico, no vas a pillar a otro igual —bromeé, con las entradas en la mano. Will debía haberse dejado una fortuna en las entradas y en los pases.

Blair me sacó la lengua, ofendida.

—Venga, elige una camiseta. Tenemos una hora para arreglarnos.

Y ese era el momento en el que yo desinflaba su emoción…

—Tengo que trabajar, no puedo ir —le recordé, realmente apenada. Hacía eones que no iba a un concierto y tenía ganas de salir.

Blair hizo un gesto despreocupado con la mano.

—Will ha hablado con Arthur, tienen a otra camarera para que cubra tu turno todo el fin de semana —explicó.

Supongo que ya no tenía excusa. Aunque podía haber alegado que necesitaba el dinero. Pero yo siempre necesitaba dinero y últimamente, no habíamos tenido muchas ocasiones para salir juntas.

—De acuerdo.

—¡Sí! —Blair comenzó a aplaudir.

—Pero no sé yo si quiero ponerme una camiseta…

—Tenemos que vivir la experiencia completa. Si no te pones tú la camiseta, te la pongo yo —me amenazó, sin un ápice de broma.

—Vale, vale —me rendí.

Escogí una en la que aparecían todos, en la carátula de su tercer álbum. Blair se decidió por una de Harry Styles. Después nos encerramos en el baño para terminar de arreglarnos. Por supuesto, con las canciones de One Direction de fondo. Como había dicho mi mejor amiga «teníamos que vivir la experiencia completa». Blair me aplicó maquillaje y me hizo unas hondas en el pelo mientras entonaba las canciones. Cuando me miré en el espejo, tenía un aspecto mucho más saludable del habitual. Y me sentía bien, para variar.  

—Míranos, es como si volviésemos a tener dieciséis años otra vez —comenté con nostalgia, observando nuestros atuendos en el reflejo.

—Esta noche sí —aseguró Blair, dándose los últimos retoques en el pelo.

Recogimos nuestras pertenencias y bajamos al coche. Me tocó conducir a mí, para variar. Como la chica fan que dormitaba en mi interior ya estaba lo suficientemente despierta, puse Best Song Ever a todo volumen en el estéreo. Blair se volvió loca y se puso a cantar y a bailar como si estuviese en la pista de una discoteca.

Me dejé contagiar por su espíritu. Echaba de menos esa sensación de poder hacer lo que me diese la gana, sin tener que preocuparme por nada más allá de aprobar los exámenes finales. Estaba bien que por una noche pudiese olvidarme de que una panda de matones me tenían en el punto de mira. Hacer planes como una veinteañera normal (perdón, como una chica de dieciséis años).

Pero, como protagonista de una película de clase B, no iba a ser una noche normal. Ni mucho menos.


Última edición por hypatia. el Vie 22 Mar 2019, 7:34 am, editado 1 vez
indigo.
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Mensaje por Jaeger. Mar 07 Nov 2017, 3:32 pm

Kate, Kate, Kate Reminders of reality - Página 2 1477071114 :
Jaeger.
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Mensaje por Jaeger. Mar 07 Nov 2017, 3:34 pm

Perdón con todo mi corazoncito que este tardandome tanto en subir  Reminders of reality - Página 2 3619577255 Ya para esta semana lo subo. Estuve con los exámenes, sin inspiración y sin gustarme lo que había escrito (como siempre, pero peor). Ya dentro de muy poquito lo estaré subiendo, no se si hoy o mañana, pero pronto  Reminders of reality - Página 2 77880782




Jaeger.
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Mensaje por indigo. Miér 15 Nov 2017, 3:43 pm

ksdhfkdjfh Reminders of reality - Página 2 1477071114 gracias por el comentario Kande, lo amé Reminders of reality - Página 2 1796689324 me muero por leer tu capítulo Reminders of reality - Página 2 2841648573 Reminders of reality - Página 2 1857533193
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Mensaje por Jaeger. Vie 08 Dic 2017, 11:44 pm

AQUÍ:


Capítulo 03
Blair Hawthorne | By Stark.

El clima no era apto para que volviese a pasarme desnuda solo vistiendo un cartel por delante y detrás, y definitivamente esta vez no quería que cortaran mis tarjetas de crédito. Pero creo que no lo pensé bien cuando le secunde a un tipo que tiro una bola de papel a los tipos, lance una botella de plástico en dirección al representante de la compañía porque sus monos intentaron reprimirnos. Fue demasiado tarde, no alcanzo a seguir dando su discurso sobre las leyes que nos prohíben cortar las calles frente a la empresa —contradictorio con la ley de libre expresión. Todos los protestantes no dudaron en tirar lo que tenían en la mano acompañado con abucheos e insultos.
Me subí arriba de los hombros de Kyle, mi mejor amigo, con el megáfono en la mano.
—¡Exigimos que liberen a los animales que tienen encerrados! ¡Exigimos que haya justicia para ellos y no se repitan este tipo de experimentos! —la oleada juvenil me acompaño con gritos de entusiasmo—¡No más al maltrato animal! ¡Que se metan toda su basura de maquillaje en el culo!
Lo que no conté es que la policía llegara. Kyle casi me deja caer sin más para echarse a correr, como el cobarde que es. Gracias y las malditas gracias a que Maxie me sostuvo por detrás antes que me rompiera la cabeza. La euforia y la adrenalina en ese momento lo valieron, supongo.
—¡Volveremos! ¡La represión no va a poder contra nosotros! —chille desde el megáfono mientras todos estaban corriendo en el lado contrario y unos pocos seguían la protesta —¡La libertad es un privilegio de todos, incluso de—!
—¡Ya deja de hablar y vámonos! —exclamo Maxie con cierta desesperación en su voz.
Me tomo de la mano y tiro de ella para comenzar a correr juntas lo más lejos de las patrullas. Notaba de reojo las cámaras televisivas filmándonos y uno que otro fotógrafo con su cámara. En aquel momento, lo único que pensé es que por fin habría posibilidad de exponer el trato horrible de la empresa y la represión hacia ciudadanos protestando pacíficamente —claro, hasta que lance la botella.
Sin embargo, las noticias aquella noche fueron diferentes.
—Continuamos: la extravagante hija del gran director de Hollywood, Benjamín Hawthorne y la gran actriz y guionista Mandy Bouvier, Blair Hawthorne, estuvo involucrada en una manifestación violenta contra la Empresa de Productos “Nothing”.
—Al parecer era ella quien lo dirigía, Stella —le comento el viejo y a un costado de la pantalla mostraron parte del video de la manifestación.
La pantalla mostro desde un Angulo de mi costado izquierdo, arriba de los hombros de Kyle protestando con el megáfono, incentivando a la “problemática y violenta” juventud.
—Este no sería su primer escándalo. El verano pasado protesto prácticamente desnuda…
—Ella no lo llamaría desnuda cuando pinto sus senos —se ríe la conductora y el tipo no tarda en seguirla con su mierda de complicidad.
—Lo que no entiendo es lo siguiente: ¿qué hacen sus padres para contener semejante jovencita? Stella, ¿crees que esta controversia podría traerle problemas a Hawthorne en la dominación para los Oscar?
—Si fuese así, hacía tiempo habría perdido. Recordemos que Hawthorne gano dos años consecutivos a la mejor dirección junto con su esposa, Mandy, quien obtuvo no dos, sino tres años seguidos al mejor guion escrito. Este año ambos presentaran…
Will apago la tele y paso un brazo por mi hombro para atraerme hacia él.
—No le hagas caso, bebe. Sabes que distorsionan las cosas…
Lo quite con brusquedad a la vez que me levantaba de golpe del sillón. Reprimí todas mis ganas de ponerme a gritar de la indignación y la frustración. ¡Siempre era jodidamente igual! Los medios nunca perdían oportunidad para hacerme quedar mal, y por ende, siempre estaban mis padres metidos en los escándalos. Y cada vez que existía uno nuevo, no pasaba mucho tiempo para las visitas repentinas de mamá y papá volando desde quien sabe que parte del mundo para echarnos la bronca a Libbie y a mí, cancelar mis tarjetas doradas, quitarme mi precioso auto y la amenaza de que dejarían de darme dinero para mis gastos. Papi aclaro que un solo problema más y enserio haría que me consiguiera un trabajo para mantenerme.
—Tus padres están en Rusia, Blair —dijo Will tratando de tranquilizarme.
—¡Pero Travis va a contarle! —grite sin evitarlo, llevándome las manos hacia el cabello para tirar de el —¡Ese maldito bocón!
—Calma, no es para tanto —se levantó del sillón y tomo mis manos, quitándolas de mi pelo.
—¡Claro que es para tanto, Will! ¡Mi vida esta arruinada!
—Nena, estas exagerando.
—¡No!
—Shhh… vas a despertar a Libbie.
Mordí mi labio inferior con fuerza tratando de reprimirme de nuevo. Iba a demandarlos, eso era lo seguro.
—¿Qué voy a hacer?
Los brazos de mi novio me envolvieron, estrechándome hacia él. No evite el suspiro de frustración. Odiaba cuando Will no me dejaba descargar toda mi ira. Él siempre era tan calmado, correcto y agradable. No era mal chico, la mala era yo que me parecía odioso que me abrazara en vez de que me ayudara a cortarles la cabeza.
Acaricio mis mejillas con ternura al separarse de mí, dándome su sonrisa brillante y comprensiva. Volví a suspirar, pero esta vez más calmada.
—Podríamos decirle a tu papá que yo tuve la culpa…
—No es como si me hubiesen obligado a ir. Además, yo sé tomar responsabilidades de mis propios actos…
—No, nena, no te preocupes —beso mi frente y tomo de mi mano, dirigiéndome nuevamente al sillón para sentarnos de nuevo—Estoy seguro que si le explico que lo exageraron, lo va a creer.
Tenía razón. Benjamín le creía todo lo que Will le decía, ¿y cómo no? Él era el ejemplo en persona de que era de los pocos que aún seguían por el camino correcto. Nunca una pelea, nunca una mala nota, nunca una mala imagen.
Deje recostar mi cabeza en su hombro mientras volvía a suspirar por enésima vez en la noche, encendió de nuevo la televisión, esta vez con Netflix y buscando alguna película o serie “interesante” que ver.
Por favor, que no sea Grey Anatomy. Que no sea Grey Anatomy. Que no sea…
—Este capítulo no lo vi —y le dio el play para que el jodido capitulo se reprodujera.
Que más daba, en diez minutos estaría durmiendo y babeando sobre su hombro.

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Cuando despierto a la mañana, Will ya se había marchado y me trajo nuevamente a la cama. Desde que Libbie nos descubrió teniendo sexo a los gritos, parecía estar precavido a todo momento y sobretodo en las mañanas. Sin embargo, no había olvidado en dejar una nota junto a un chocolate en la mesita de luz.
Observe las palabras en el papel entre mis manos aun intentando desemperezarme y pensado al mismo tiempo que no me haría mal que Will fuese un poco difícil.
Me tome otros cinco minutos antes de levantarme de la cama y dirigirme hacia el baño. Beautiful Boy sonaba en la cocina, por lo que creía que Libbie estaba entretenida preparando el desayuno junto a su novio nº 1, Lennon. Un corto baño y después de pasar crema por mi cuerpo, me puse unos jeans negros, unos tacos rojos junto con una remera de los Guns con estampado de flores que caía sobre uno de mis hombros.
En mis fosas nasales, llego el olor de los panckes y casi pude saborearlos en mi boca. Con la baba casi cayendo a mi barbilla, casi saltaba de camino a la sala y mis ojos por poco salen de orbita cuando note mi plato lleno de mis ricos panckes. Me senté de golpe en la silla y no desaproveche la oportunidad de verter desde arriba el caramelo seguido del nutella. Antes de dar el primer mordisco, la mirada de Libbie sobre mí me llamo la atención.
—Buenos días —le sonreí tal cual niña en navidad. Corte con mi tenedor una porción pequeña y no tarde en llevármela a la boca, gimiendo de la felicidad y desgastándolo a todo azar.
—Blair...
—¿Qué?—inquirí a punto de llevarme mi segundo bocado.
Libb movió sus ojos hacia enfrente y le seguí con inmediato. Mi corazón comenzó a latir con fuerza al ver los ojos azules de Benjamín mirándome con dureza desde la pantalla de la laptop de mi amiga. Papá era de esos hombres que al parecer los años no le hacían efecto más que un número más de nacimiento. Cabello rubio y canas blancas a sus costados, ojos intensamente azules, facciones varoniles y duras, y por supuesto, siempre rasurado. Y pensar que ese era el hombre que desde hace treinta años venia enloqueciendo a cada mujer que existiera y de todo tipo de generación.
—Melanie Blair Hawthorne Bouvier. Estas jodidamente en problemas.
Apenas lo escuche, cerré fuerte los ojos y lance un suspiro derrotado.
—Papi...
—No me engatuses —advirtió, como si pudiera adivinar todos mis próximos movientes —¡Esto ya es demasiado, Blair! ¡Estás en el periódico en Rusia!
Liberty se golpeó la frente con la palma de la mano mientras meneaba la cabeza,  seguramente sabiendo el regaño que vendría a continuación.
Y así fue: papá nos regañó a ambas. La pobre de Libbie se llevó la peor parte, yo ya estaba acostumbrada a que papa me gritara e incluso por Skype, pero nunca me acostumbraba a que la regañaran por mi culpa.
—Dime, ¿acaso te he golpeado? ¿He sido un mal padre adoptivo para ti, Liberty?
—Claro que no, Benjamín —replico de inmediato Libbie con pena—Es que...
—Cariño, si tienes que encerrarla, hazlo. Yo sé lo difícil que es tener que mantenerla a raya, pero, por favor, haz que no se meta en problemas al menos hasta que terminemos la filmación aquí. Luego tú y yo podremos ir a tomar una cerveza y comer nachos. Te comprare una cámara nueva…
—No es necesario—interrumpió de inmediato—La tengo es buena.
—No lo suficiente para ti, cielito. Te mereces una buena cámara y sabes que no voy a aceptar que rechaces mis regalos otra vez. Es más, creo que sería interesante que te vengas con nosotros al viaje a Londres el próximo fin de semana. ¿Qué dices?
—¿Y yo?
El dulzón de Benjamín cambio al gruñón Benjamín.
—Tu estas castigada: no tarjetas...
Sentí el aire escaparse de mis pulmones. Lo que más me temía.
—¡¿Pero con que voy a vivir?!
—Consigue un trabajo como Libbie. Y vete olvidando de tu auto.
Lo poco que almorcé se me revolvió en el estómago. No, no podía hacer eso.
—¡¿Pero en que iré a la universidad?!
—Usa el metro, autobús, camina.
—Esto ya es injusto. ¡No estas dejando ni siquiera que me defienda! ¡Yo no empecé el lío!
—Te conozco, Blair.
—¡Y una mierda!
—Di lo que quieras —aleteo la mano con aires despreocupados, la sangre se me hirvió aun peor —Dale tus llaves a Libbie, ella te llevara a la universidad, así no tendrás excusa de faltar.
—¡Yo no falto a la universidad!
—Claro que lo haces. ¿Piensas que no se sobre tus movimientos?
Cerré la boca de golpe porque sabía que no me convenía seguir protestando. No era la primera vez que me quitaban el auto y se lo daban a Libbie, incluso pensaba que era más de ella que mío. Tampoco es como si siempre faltase a la universidad, a veces si porque había marchas y protestas, otras porque nos reuníamos con el comité de medio ambiente, y a veces me quedaba dormida cuando tenía clases más tarde y Libbie no estaba allí para despertarme.
—Basta de protestas y ve a clases.
—Bien —me cruce de brazos, derrotada.
—Oh, y esto —levanto entre sus dedos dos ticket largos y los acerco a la pantalla, robándonos a ambas un grito ahogado— Vete olvidando de esto...
—¡No!
Abrí en grande la boca mientras sentía las lágrimas acumularse en mis ojos. Las benditas entradas para el último concierto de One Direction estaban siendo destrozadas delante de mí y a través de una pantalla. Fue todo lo que pude aguantar.
Me incorpore de golpe, tirando la silla hacia atrás en el proceso, respirando entre cortado y las manos hechas puños. El titubeo paso por sus ojos, como si estuviera pensando si fue demasiado, y conociéndolo perfectamente, Benjamín ya se estaba arrepintiendo.
—¡Eres de lo peor! ¡Nunca crees lo que digo cuando soy sincera! —las lágrimas calientes corrieron por mis mejillas y las quite de golpe con el dorso de las manos, pero seguían cayendo sin más—¡Ojala nunca tuviera que volver a verte! ¡Te odio!
—¡Blair! —exclamo Libbie e intento acercarse.
Le lance una corta mirada asesina, deteniéndola. Cerré con fuerza la pantalla de la laptop, olvide mi buen humor, el apetito y corrí hacia mi habitación. Caí sobre mi cama abrazando con fuerza a mi peluche de Harry Styles en el proceso y sin dejar de llorar.
No había derecho alguno de ser tan cruel, no cuando había querido ir con tantas ansias y esperanzas de conseguir las entradas al menos por reventa, y ahora con las tarjetas canceladas, ni siquiera existía esa posibilidad.

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Jugaba con el puré de papatas mixtos de la cafetería mientras pensaba en cómo diablos iba a hacer para conseguir dinero para las reventas. Iban a estar el triple de costosas de lo que estaba en un principio,  eso era seguro, y con mis tarjetas canceladas no podría hacer demasiado.
Aún estaba encabronada porque Benjamín me quito lo único que me mantenía con dinero, mi precioso auto y mi gran oportunidad de asistir al concierto. Pese a que Libbie trato de disuadir mi enojo de camino a la universidad, la cara de perro no se me quito ni tampoco las ganas de llorar.
—Sabes que solo serán pocas semanas —insistió cuando el semáforo se puso en rojo, casi llegando a la universidad—El auto solo lo usare solo unos días, o al menos hasta que Owen nos deje de vigilar.
Owen era el fiel empleado de papá. Se había quedado en la ciudad a una calle de la mía para tenerme en la mira y encargarse de los negocios de papi aquí. Nos venía siguiendo hace tres cuadras en su moto y ni siquiera se gastaba en ocultarse. Se había estacionado aun lado nuestro, esperando a que el semáforo cambie de color.
Un mal agente secreto, pensaran. Un acosador, también lo pensaron. Nop, solo es un empleado fiel. Si yo no estaba en la mira, estaba Travis, y él la pasaba peor porque Owen una vez paso una gira entera con ellos, durmiendo en la casa rodante, por una pelea a la salida del boliche y a Travis lo metieron tras las rejas.
—No es solo por eso, Libb. ¡Es que es injusto! Enserio no hice nada, me comporte.
—Y te creo, Blair. De lo contrario, estarías jactándote de tus “buenas obras”.
—No uses la jodida comilla, sabes que fue una buena causa.
—Lo sé, pero cada vez que vas a protestar con los de medioambiente, siempre terminas en el ojo del público. Deberías dejar de asistir, al menos por un tiempo.
—¡Pero no quiero dejar de asistir! ¡Quiero poner mi granito de arena para evitar más muertes de animales!
—Blair, no te pongas terca.
—Soy terca, joder.
—Sé lo menos posible, aunque sea por ahora.
Libbie arranco cuando la luz verde le dio el aviso, Owen nos siguió desde su moto manteniendo una prudente distancia, pero no lo suficiente para que no lo viese por el espejo retrovisor. No se gastaba en ocultarse porque quería que yo supiera que estaba allí, listo para marcar a papa y solo le diera el “ok” para encerrarme en algún manicomio. Incluso cuando baje y cerré la puerta del auto —me controle de darle un portazo porque recordé que era mío—, Owen se estaciono y subió los lentes del casco.
—Que tenga un buen día, señorita Blair.
—Tú también, Owen. No mires demasiado porno.
Revoleando los ojos, Owen se marchó en su moto. Lo seguro era que no iría muy lejos, tal vez volvería en media hora para confirmar mi asistencia y luego vendría en dos horas más para confirmar la asistencia de nuevo en mi próxima clase.
Y allí estaba el solitario Owen, sentado en una mesa de la cafetería disfrutando del puré mixto con tres hamburguesas en su plato y una Coca-Cola.
Largue un suspiro, rindiéndome completamente con la comida. Al diablo el apetito, de nuevo. Frente de mí, Maxie y Kyle estaban devorando su hamburguesa a mas no poder mientras comentaban sobre el próximo video juego en venta.
Solté otro suspiro.
—¿Y a ti que te pasa? —pregunto Kyle con la boca llena.
—Primero traga y luego háblame —arrugue mi nariz y voltee al costado para no mirarlo.
—¿Tu papa te grito mucho?
—Lo usual.
—Entonces, sí que te grito —concluye Maxie —¿Pero eso es todo?
—Me cancelo las tarjetas y le dio mi auto a Libbie.
—No es como si no lo merecieras.
—¡Calla! —le tire la pajita de mi jugo, pero el desgraciado logro atraparla en el aire—No merezco esta infamia que se anda circulando en los medios, mucho menos si fue por una buena causa.
—¡No fui yo!
Maxie se tapa los oídos mientras Kyle hace una mueca de dolor.
—No me chilles. De por si tienes voz de caniche.
—¡Yo no…!
—¡Shhh! ¡Vas a romperme un tímpano! —le secundo Maxie.
—Hijos de puta.
Mis amigos se echaron a reír de mí como si fuese una perdedora. Me resigno con ellos también. No estaba de humor para discutir, la mala suerte incluso me quito las ganas de pelear.
—¿Paso algo más?
Kyle era mi mejor amigo desde que éramos críos. Sus padres eran amigos de los míos, también formaban parte del mundo del espectáculo y hemos compartido desde siempre el sueño de superarlos. No era de extrañar que note que me sucede algo más. Si había alguien con quien era exclusivamente sincera y entregada, además de Liberty, era con Kyle.
Quería decirle que odie a papa por lo que hizo, que no solo estaba furiosa sino también dolida, y no por las entradas (tal vez, un poco sí) sino porque nunca cree lo que le decía sino había un tercero que interviniera. Quería decirle que estaba  aburrida de mi noviazgo con Will. Que Travis está lejos y lo extraño mucho, y ni hablar de Logan. Que estaba resentida con Libbie por no dejarme ayudarla después de que el imbécil de Bruno la metiera en líos. Oh, y las benditas entradas.
—Nah —menee la cabeza y aletee la mano para restarle importancia al asunto.
Tampoco era como si fuese a hablar de estas cosas, no se solucionaría hablando para nada. Aunque Kyle me seguía inspeccionando, lo dejo pasar y volvió a su hamburguesa. Pero el tipejo era terco como una mula, en cualquier momento me acorralara para que le suelte la sopa, y presentí que me invitaría un par de copas para quitarme el estrés.
—¿Vamos el viernes a el bar? Yo invito —nos guiño un ojo.
¿Lo ven? Ese era mi chico.
—Agh, no puedo. Tengo que ir a un concierto con mi hermana.
—¿Por qué siempre vas con ella? Ya es grandecita.
—Tiene once años, Blair, no seas bestia.
—Yo a los once iba a Australia sola.
—Tú estás loca, es distinto.
—Bah.
—¿Qué iras a ver? —pregunto Kyle, frenando nuestra pequeña discusión.
—One Direction.
Como si una corriente sacudiera todo mi cuerpo, levante la cabeza hacia Maxie. Mis ojos se abrieron al tope mientras la emoción me iba circulando por las venas.
—¿Y ahora qué te pasa? —suspiro Kyle, acostumbrado a mis locuras.
—¿Vas a ir a ver One Direction?
—Eh… si…
—¡Ayyy, Maxie! —chille con alegría y prácticamente me tire sobre la mesa para tomarla de las manos. Max intento liberarse de mi agarre, pero la sujete bien fuerte para que no lo logre—¿Puedo ir con ella? ¿Puedo, puedo?
—¿Qué? ¿Mi hermana y tú en un concierto? Olvídalo, tu estas demente.
—¡Pero tu odias One Direction! ¡Es injusto que vayas si no te gustan!
—Créeme, para mí también es injusto desperdiciar mi viernes para ir a ver a esos cinco idiotas.
—¡No lo llames así, joder! Tienen nombre. Son Louis, Niall, Zayn, Liam, y mí preferido, Harry.
—Yo creía que una verdadera fan no tenía preferencias —se burló Kyle.
Lo patee por debajo, ignorando su maldición. Seguí observando fijamente hacia Max hasta que se removió en su asiento, incomoda.
—Basta, Blair. No me mires como loca.
—Benjamín hoy rompió las entradas frente a mí por Skype —solté de golpe, tomándolos por sorpresa—Si antes quedaba un poco de cordura en mí, se fueron con esas entradas.
—Santa mierda, enserio que se enojó.
—Lo siento tanto, Blair.
—No lo sientas, Maxie, solo déjame llevarla a mí.
—Mi mama no va a querer que ella vaya contigo. No después de todos los escándalos que hiciste.
Como si la gota rebalsara el vaso, golpee con fuerza la mesa con ambos puños.
—¡Yo no hice nada, joder puta mierda!
Por un momento, la cafetería se quedó en silencio y con los ojos hacia a mí. Ignore a los imbéciles y sus comentarios de mierda, sin dejar la vista sobre mi amiga.
—Tranquila, Bibble—Kyle miraba a ambos costados antes de dirigirse a Maxie —Deberías preguntarle a tu patrona, no pierdes nada, Max.
—Sí, deberías, deberías—asentí con la cabeza una y otra vez.
—De acuerdo, ven conmigo a casa y de allí veremos que dice. ¿Bien?
—¡Genial! —casi salte de mi asiento con alegría. La vida parecía sonreírme de nuevo—Verás que ella dirá que sí, estoy segurísima.

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Al final fue un no rotundo, y por más que replique y rogué, “un no es un no”.
A un día del gran último concierto, yo estaba comiendo sushi con la mano después de que rompiera por accidente los palillos al pensar nuevamente en los malditos medios aun riéndose de mí por la protesta de la semana pasada. Papá intento llamarme y desvié su llamada todas las veces que hicieron necesarias hasta que entendió que no quería hablar con él. Con mama fue un poco distinto, si hable con ella y estuvo de mi lado, pero no podía contradecir a papá una vez que daba el castigo: era un trato entre ellos. Lo único que tenia de consuelo era que si salía un DVD con su concierto, Libbie me lo compraría ahora que había perdido mis tarjetas doradas y tendría que ir a la bolsa de empleos para conseguir uno.
La triste noche estaba nublada y parecía que llovería, pero era la sorpresa de Will y yo no pude negarme cuando me trajo a la azotea con la cena, velas y rosas por doquier, para celebrar nuestro aniversario de un año y seis meses. La culpa por haberlo olvidado fue lo que opaco mis ganas de marcharme y solo me quede sentada en el suelo sobre la manta, casi obligándome a mí misma a disfrutar del momento.
Will no era idiota, supo que mis ánimos no eran los mejores y menos esa semana.
—¿Deberíamos entrar? Esta refrescando —dijo con la intensión de levantarse.
Puse una mano sobre la suya, brindándole una sonrisa fingida.
—Está bien, aun no es tarde.
Pareció pensárselo un segundo, hasta que curvo una sonrisa dulce en su rostro y se quitó la chaqueta, colocándola sobre mis hombros.
—Me gustaría hacer algo que realmente te haga sentir bien, Blair.
—Por favor, Will, no te castigues.
—Si me dejaras, podría llamar a Benjamín y...
—No quiero que intervengas, ni Libbie ni tú. Es su culpa por no creer en mí.
—Solo está preocupado.
—No debería. Yo sé cuidarme sola.
—Eso lo sabe, Bibble, pero no lo culpes.
—Tampoco quiero que te pongas de su lado —le dirigí una mirada seca, suficiente para que entendiese que debía parar antes que me las tome con él.
Enredando su mano con la mía, Will se acercó hacia a mí y beso mi frente, atrayéndome hacia él con su mano libre por los hombros. Prosiguió a besar mis labios y le seguí al instante, casi necesitando distraerme de mis emociones oscuras.
Un año y seis meses. Nunca había durado tanto con alguien. Generalmente, salía con idiotas por menos de tres meses y gran parte de esos meses me la pasaba jugando con otro perdedor. Fidelidad y amor para toda la vida eran cosas que no creía. El único amor profundo y perfecto que sabía que existía era el de mis padres, pero eso no significaba que yo también tuviese que tener el mismo destino. Me divertía con algún idiota sexy y lo dejaba al cabo de tres meses. Libbie y Kyle se burlaban de mí diciendo que se daban cuenta cuando cambiaban las estaciones porque siempre tenía un novio nuevo. Hasta ese entonces, Will fue con quien más dure en una relación y hasta ese momento no le había sido infiel. Era difícil de explicar si lo que sentía hacia él era amor puro y verdadero, pero definitivamente lo amaba porque traía paz y tranquilidad, compañerismo y amor. Will era de esos chicos que solo conoces una vez en la vida, y estaba claro que no conseguiría a alguien así en el futuro, por ello trataba de no ser tan perra y no meter a nadie más en mi cama. Aunque desde que estaba con él, nadie había vuelto a captar mi atención.
Separándose de mí, aun se mantenía cerca con su nariz rozando la mía y estrechándome aún más hacia él, cubriéndome con sus brazos. Me deje esconder en el hueco de su cuello y aspirando su aroma. Amaba su perfume.
—Me sentía un inútil por no poder hacer nada para levantarte el ánimo.
—Ya pasara. No te preocupes.
—No has comido en estos días y duermes más de lo usual.
—No le tomes mucha importancia, Will, estoy a dieta.
—Tú nunca estas a dieta y no sueles cenar y duermes un montón cuando algo va mal.
Me encogí de hombros.
—Solo déjalo estar. Pasará.
—¿Estas segura?
—Sí, sí. No te preocupes.
—¿Entonces, que hare con esto?
Will sacó del bolsillo de su saco dos papeles rectangulares junto con dos tarjetas plastificadas. Apenas observe la "O" y seguida por la "D", solté un estruendoso grito que juraría que se escuchó por toda la ciudad. Salte prácticamente arriba de él aun llena de emoción y besándolo por todo el rostro, permitiéndole soltar varias carcajadas.
Definitivamente, tenía al mejor novio del mundo.
—¿Cómo diablos las conseguiste? —pregunte cuando termine de hacer mi pequeño y estruendoso festejo.
—El padre de Ellie es amigo de Simón Cowell y le pedí que reservara dos entradas y dos pases.
De pronto, los ánimos comenzaron a caer.
—¿Elena Monroe?
No era difícil darse cuenta que la idea me desagrado de inmediato. Elena era la mejor amiga de Will desde niños y, hace unos años atrás, fue la novia de Kyle. Curiosamente, Elena termino con Kyle porque ella estaba enamorada de su mejor amigo. Fue una sorpresa cuando supe que este justamente era mi novio.
—Por favor, Blair, no empieces. Es nuestro aniversario —me recordó.
—Es que… ¡no la soporto!
—Ella tampoco te soporta pero aun así hizo una buena acción.
—No la hizo ella, fue su papa.
—Blair…
Inspire profundamente y trate de calmar el animal salvaje que residía en mí. La mirada dulce y su sonrisa hacia un lado fue la medicina necesaria para dejar atrás el malhumor. Enredo nuevamente su mano con la mía, sujetándome con firmeza.
—Eres linda cuando te pones celosa.
—No me pongo celosa, solo no me gusta que codicien lo que es mío.
Will se rio, y hasta su risa era sexy.
—En ese caso, ¿no debería preocuparme por que me dejes por uno de ellos?
—Solo si es Harry —bromeé fingiendo pensármelo— Ya sabes, sus hoyuelos son encantadores.
—Yo soy más encantador que él.
—No, tú eres más sexy que él. Pero te gana en encanto.
El castaño volvió a echarse a reír mientras yo solo podía sonreír por verlo así. Puede que la cotidianidad me aburriera y a veces me sintiera asfixiada, pero en momentos como estos sabia lo mucho que lo amaba y lo importante que era para mí. Lo que menos deseaba en la vida era lastimarlo porque no se lo merecía. El problema era que yo era un desastre y tarde o temprano lo haría, estaba segura.
Y no me equivoque.
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Fue como volver a tener dieciséis años conduciendo por Los Ángeles en la noche escuchando One Direction a todo volumen. Libbie se veía como antes, más viva y despreocupada, como si sus problemas nunca hubiesen existido. Más que un sueño poder ir después de perseguirlos por años, quería esto para las dos, sobre todo para ella. El rostro de Bruno de inmediato vino a mi mente y jure por septuagésima vez que la próxima vez que lo viera, iba a romperle el cuello.
Estábamos en camino al concierto escuchando What makes you beautiful canturreando el coro y permitirnos desafinar como solo nosotras sabíamos hacerlo.
—Con la emoción de las entradas y eso, olvide decirte algo —hablo Libbie interrumpiendo nuestro regreso al pasado.
Resople y le eche una corta mirada de advertencia antes de volver a mirar hacia el frente.
—No me digas: Benjamín te llamo.
—¿Es tan obvio?
—Demasiado. En verdad, me sorprende que no haya llamado antes.
—Eso es seguro porque mama no lo dejo hacerlo.
—Al menos ella no trata de meterme en el medio de la guerra entre ustedes dos.
—¡Yo no te meto en nada! —chille molesta y frene de golpe cuando note la luz roja.
Libbie se hizo para delante con las manos hacia el frente.
—Lo único que faltaba: morir en tus manos, Melanie.
—¡No me digas así!
—¡Deja de gritarme!
Tenía suerte que estuviésemos en el auto y no había nada para lanzarle, seguramente ella pensaba lo mismo.
—No estoy poniéndome en tu contra —aclaro, masajeando su cuello con una mueca de dolor—pero tienes que admitir que Benjamín tenía derecho a desconfiar. Él también lo hizo mal y está muy arrepentido.
—A veces creo que te paga para sermonearme.
—Lo hago gratis. Debería empezar cobrarle.
Arranque el auto apenas vi el semáforo pasar a verde. Por el espejo retrovisor, me di cuenta que Owen nos venía siguiendo en su motocicleta.
—Owen nos sigue —le comente.
—Siempre nos sigue. ¿Qué te sorprende?
—Deberíamos denunciarlo por acoso. Ya sabes, meterlo en problemas a ver si papa deja de perseguirnos.
—No podemos denunciarlo. Benjamín nos mataría.
—¿Por qué le tienes tanto miedo a papa?
—No es miedo, es respeto. Nos cuida a su modo.
—Debes admitir que su modo es un poco retorcido —voltee a mirarla.
Libbie titubeo hasta que finalmente me dio la razón.
—Retorcido y extraño, pero con amor.
—Sí, claro. Eso es sé—
—¡Blair, la moto!—interrumpió en un chillido.
Fue demasiado rápido. Frene de golpe impulsando nuestros cuerpos hacia delante con brusquedad. Escuche un estruendo a fuera, pero tenía los ojos cerrados tan fuerte por el miedo que no me atrevía a abrirlos.
—¿Lo mate?
—No, creo que solo se calló —dijo Libbie sacudiéndome ligeramente el hombro —Tranquila, fue solo un susto.
Una mierda de susto.
—¿Que mierda le pasa a ese imbécil? ¡Cómo va a aparecer así de la nada!
Libbie me echo una mirada incrédula. Si, bien, yo no estaba mirando, pero él fue quien apareció sin más.
El tipejo se levantó sacudiendo sus ropas aun con el casco puesto. A su costado, pronto apareció Owen (¿en qué momento llego?) ayudándolo a levantar su moto.
—Creo que deberías disculparte. Casi lo matas.
—Si casi lo mato es su culpa.
Desabroche el cinturón y salí bruscamente del auto, cerrando de un portazo.
—Deja eso, Owen —ordene al verlo a punto de sacar la chequera. Me cruce de brazos frente al tipo, sus ojos mieles me miraron tras el casco con el ceño fruncido—Lo siento. Fue sin querer.
—No parecieras que lo sientas en lo absoluto —replico molesto y señalo a su motocicleta —Mira lo que le hiciste, rayones por todos lados.
—Bah —puse los ojos en blanco, carboneándolo más.
—Creo que llamar a la aseguradora sería lo ideal —comento Owen.
—Disculpe, ¿usted quién diablos es?
—Eso no importa —replique antes de que Owen contestara—Dale lo suficiente para la pintura y listo. Fue un descuido de ambas partes.
Sus ojos se abrieron en grande, incrédulo. Intento quitarse el casto, pero pareció pensárselo un momento. En su debate, observe bien sus ojos y pensé en ese instante que lo había visto en alguna parte. Era mala para las caras, pero no para los ojos. Era como si súper poder x-men o algo así.
—No fue mi descuido, sino el tuyo, Barbie.
—No soy una Barbie, machote. Ya me disculpe, de todas formas.
—Sí, y de muy mala gana. ¿Es que no te han enseñado a ser más educada y aceptar cuando te equivocas?
—Me saltee la clase.
—No necesito el dinero —rechazo el cheque con brusquedad cuando mi mayordomo intento darle el cheque—Solo quiero una disculpa apropiada.
Bufe al instante, casi divertida por su atrevimiento.
—Mira esa motocicleta —le señalo —Es una modelo viejísima y ya se ve maltratada. Te estoy haciendo un gran favor dándote el dinero para que la pintes.
—Señorita Blair...
—Cállate, Owen, no te metas donde no debes.
—¿One Direction? —pregunto de pronto el chico señalando mi camiseta.
—Sí, ¿algún problema?
—Tienes el pase vip —señalo esta vez el papel plastificado colgando en mi cuello.
—¿Y eso que tiene que ver con todo esto?
Sus ojos parecieron sonreír por un momento, extrañándome. Saco su celular de la chaqueta y de la nada el flash me llego por un instante. Dos y tres fotografías después hacia mí y a la patente del auto, fue el tiempo que me tarde en darme cuenta lo que pretendía.
—¡¿Qué diablos...?!
—Mi abogado te llamara.
—No es necesario llegar a esto —se apresuró a meterse Owen, pero de un culazo lo corrí.
—¡Ni siquiera te golpee! ¡Te tiraste solo, idiota!
No me hizo caso, solo se subió a su moto y acelero, no sin antes volver a dirigirme una sonrisa divertida.
—Nos vemos más tarde, Barbie.
—¡No me digas así, estupi—!
Pero me dejo con las palabras en la boca, perdiéndose entre los autos.
—¿Y ahora? —pregunto Libbie saliendo del auto—No me digas que va a demandarte.
—¡Que me demande si es lo que quiere! —grite enojada pisando con fuerza el suelo—Le diré a papi que envié a sus cuervos para que lo desmenucen.
—No creo que el señor Hawthorne este de su lado si se entera, señorita Blair —opino Owen.
Le eche una mirada asesina, como siempre apenas y se inmuto. A veces creía que este hombre no tenía sentimientos.
—Ya me vale mierda ese idiota. Lidiare con él luego —junte todo el malhumor en una inhalación y lo solté junto con el aire. La alegre y extasiada Blair volvió—¡Sube tu trasero al auto, Liberty River! Nos vamos al jodido concierto.
—¿No podemos pasar por la farmacia antes? Tantas frenadas, creo que me dejaran sin cuello —protesto masajeándose el área.
—Bien, solo porque fue mi culpa.
Que me demanden. Tenía en la palma de mi mano a Benjamín después de su atroz acto hacia mi persona que no dudaría en poner a todos los abogados en contra de ese idiota. En ese momento, solo quería llegar al concierto, cantar a gritos sus canciones, saltarle encima a Harry Styles y, si podía, llevarme uno a casa como regalo. Y porque me llamaba Blair Hawthorne, lo haría.




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Mensaje por Jaeger. Miér 10 Ene 2018, 3:45 pm

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Mensaje por hange. Sáb 03 Feb 2018, 7:19 pm

hello! un millón de perdones por la tardanza. Quería modificar un poco el capítulo, pero al final se me perdió lo que tenía escrito (  Reminders of reality - Página 2 2998878722  ) así que para no volverme una real pupú, he decidido subir el anterior. Mis comentarios están cortos por falta de tiempo, pero no por eso me gustaron menos sus capítulos Reminders of reality - Página 2 1477071114

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Mensaje por hange. Sáb 03 Feb 2018, 7:44 pm

¡holaaaa! aquí traigo el cap Reminders of reality - Página 2 1477071114 al final edité la última parte,
pero todo lo demás está basicamente igual. PERDON POR LA TARDANZA,
NO HAY EXCUSAS SUFICIENTES, mas que la vida pudo más conmigo que yo con ella. Reminders of reality - Página 2 1054092304
Capítulo 04
Maxie McCoy | By Ritza.

Maxie estaba segura de que iba a romper algo (como el jarrón que estaba la esquina del pasillo) si seguía así. Y por Maxie, hablaba de mí, en tercera persona. Era una de mis tantas costumbres que la gente solía llamar "raras". Había otras, como: hablar sola, reír sola…pero yo había leído en Internet que aquello era un signo de inteligencia. Así que, henos aquí.

Tenía tantas ganas de romper algo ahora mismo. Realmente, quería romper mi computadora, pero si lo hacía, me quedaría sin la mitad de mi vida (o más). Había estado diseñando un paquete de flyers y brochures por alrededor de tres horas y, de repente, el Illustrator se cerró. Ahora me encontraba sentada en el escritorio, esperando que abriera de nuevo y rogándole a todos los Dioses del mundo que se haya guardado todo el progreso. Si no era así, estaba segura de que pasaría el resto de la madrugada diseñando todo de nuevo mientras lloraba lágrimas de sangre.

Ya estaba acostumbrada a tener que acostarme a horas inhumanas para terminar un diseño que debía entregar al día siguiente. Mi proceso creativo consistía en:

1) Leer el diseño pedido.
2) Bocetar rápidamente lo primero que se me ocurriese.
3) Ver fotos/imágenes/videos por horas.
4) Comer.
5) Ya a eso de las nueve de la noche, comenzaba a hacerlo todo.

Claro, eso era cuando era algún pedido en mi ámbito de Free Lancer. De trabajar en una compañía publicitaria, mis horas de proceso creativo se verían reducidas al -1000% y todos los diseños deberían estar "para ahora". Era la complicada y ajetreada vida del diseñador gráfico. Mientras observaba el diseño bien cool de la página de inicio de Illustraro, esperando a que terminara de abrirse, tomaba sorbos de café que había preparado para no desmayarme del sueño. Por igual, ahora mismo lo estaba usando como calmante, porque si seguía imaginándome rompiendo cosas —no iba a parar bien.

Probablemente, acabaría levantando a mi hermana, que levantaría a mi padrastro y a mi madre. Y estos dos últimos, empezarían con sus sermones inter-diarios de que acabaría muerta mucho antes que ellos por no dormir las horas suficientes. El problema era que ellos no entendían que 24 horas no me daba para hacer todo lo que tenía que hacer. A lo mejor, Dios o Zeus u Odín o quién sea que inventó el mundo, tuvo que haber hecho los días con un par de horitas más y así yo no tendría orejas como parte de mi ADN.

Al final, el documento se abrió y descubrí que, para mi suerte, solo se eliminó una pequeñísima parte del diseño. Así que solo tenía que agregar eso de nuevo, terminarlo y dormirme. Hoy me acostaría antes de las tres de la mañana— ¡Era un increíble progreso!

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Un progreso que no podía obligar a mi cerebro ver cuando tenía que levantarme a las ocho de la mañana al día siguiente. Al menos, mis clases eran a las diez y no tenía que levantarme a las seis. Había pasado por eso: para un parcial, me dormí a las cuatro y media para levantarme a las cinco para ir a imprimir antes de la hora de entrega. Estuve como un zombie, sin alma ni cerebro, hasta que en la noche llegué a la casa y morí en el sillón de la sala. A veces me ponía a pensar que era verdad. Terminaría volviéndome vieja siendo joven y moriría mucho antes de lo previsto por no dormir. Pero no era mi culpa —todo sea por terminar el diseño.

Eso se podía demostrar al ver la desesperación de Ava, mi fiel compañera desde últimos años del colegio y los que llevaba de la universidad. Cuando entré al aula, ella ya estaba allí: cabello negro con puntas azules en un moño más desordenado que el mío, pantalones joggins y una camiseta de artic monkeys. En la mesa, tenía desparramados todos sus diseños y se movía de un lado a otro, organizando la carpeta con los diseños por orden de fecha.

—Hola, ¿qué haces? —la saludé mientras me sentaba y dejaba mi mochila encima de otra mesa— La entrega de carpeta es la otra clase.

Bruscamente, Ava detuvo su cuerpo y dejó el diseño que tenía en la mano en el aire. Me miró con ojos desquiciados: por no dormir y por durar todo ese tiempo detrás de un monitor moviendo el mouse o su tableta gráfica. Hasta le temblaba el ojo izquierdo.

—No —dijo muy lentamente— Estoy segurísima de que Quezada pautó la carpeta para hoy y el práctico para la otra clase.
—No —repliqué— Porque se supone que la fecha de los parciales oficial es mañana, no puede venir y poner la carpeta…—mi voz se apagó cuando, de al lado de su carpeta y el montón de diseños, Ava agarró su libreta y me mostró la página en que estaba abierta.

Y ahí, con su letra en cajón y desorganizada, leí que la entrega era para ese mismo día. Y mi sistema hizo corto circuito. Me quedé mirando la libreta y releyendo una y otra vez hasta que por fin, pude reaccionar.

—¡Tienes que estar jodiéndome! —me levanté de la silla de golpe y tomé mi carpeta, que había dejado junto a la mochila— ¡Está loco! ¡Y tú tenías que decirme anoche! —la desesperación estaba apoderándose de mí y, si anoche tenía ganas de romper, ahora tenía ganas de hacer explotar.
—¡Te lo dije antes de ayer!
—¡Yo a penas recuerdo lo que desayuné esta mañana!
—¡Bueno eso no es mi culpa!
—¡Ugh!

Seguimos discutiendo al mismo tiempo que me adueñé de otra mesa y comencé a organizarlo todo por fecha de corrección. Quezada era un maniático de la organización y si no se le entregaba de forma totalmente organizada, te restaba puntos. No entendía qué rayos tenía que ver la fecha con el diseño, pero él era el jefe. Así que, a la velocidad de la luz, puse un diseño detrás de otro antes de que llegara y comenzara a llamar por orden de lista.

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Uno diría, lógicamente, que, si le asignaban un proyecto/diseño/exposición/cualquier forma de tarea o trabajo una semana o dos antes de la fecha de entrega, mínimo lo tendría listo para unos cuatro días antes. Eso no sucedía conmigo —por mucho que lo intentara. Maxie no podía hacer un diseño una semana antes, lo máximo que podía lograr eran tres días antes. Maxie no podía estudiar una semana antes —en serio, ¿quién hacía eso? —, sino que lo máximo que podía lograr era hacerlo la madrugada del examen.

Por lo que, fue el día anterior a la entrega del diseño del parcial que me puse a buscar el otro lado de mi inspiración para completarlo y ver si iba a imprimirlo en una de esas printerías que eran 24/7. Todo lo que era 24/7 era el futuro y un divino regalo de los señores del cielo o del Olimpo o del Valhala.

Cuando salí a la sala y encendí la televisión, porque no he conseguido inspiración a través de Netflix, lo primero que vi fue un anuncio de un concierto de One Direction. Mi espalda se tensó automáticamente y estaba a punto de presionar el primer botón con el que diera mi dedo, cuando el grito de mi hermana me interrumpió. Bailey soltó todos sus marcadores, con los que hacía la tarea y corrió desde la mesa hasta en frente del televisor, lo más que la pantalla le permitía estar cerca. Estaba segura de que, si ella pudiera, se fusionaría con el aparato.

—¡No lo quites!

Yo quise entretenerme viendo sus reacciones de adolescente primeriza hormonal, pero no podía evitar que mis ojos deambularan hasta las imágenes de la pantalla, observando aquel rostro que alguna vez conocí tan bien. Cuando el anuncio terminó, cambié de canal aliviada —no quería arriesgarme a verlo de nuevo. Al final, decidí dejar la tv en NatGeo y me puse a ver un documental sobre dragones de comodo. Aunque aún no sabía bien para qué me serviría eso de inspiración con exactitud.

Sin embargo, a pesar de los intentos, no me pude concentrar en lo que tengo que hacer tanto como me gustaría. Mi cabeza seguía dándole vueltas al hecho de que el concierto se acercaba y que, este año, Bailey tal vez terminaría de convencer a mis padres de que le compraran boletos para ir. Pero no la dejarían ir sola. Eso significaba que la que tendría que acompañarla sería yo. Y estar en un concierto de One Direction era lo último que quería en esta vida y en las otras dos siguientes.

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Me encuentro patinando a toda velocidad —o bueno, a la máxima velocidad que me permiten los patines. Y la risa, porque no puedo dejar de reír al recordar la expresión del abusivo de Johnnie cuando ha visto lo que le hemos hecho a su bicicleta. A mi lado avanza un chico (mi mejor amigo), mientras impulsa su skate con una de sus piernas y se equilibra con la otra. También viene riéndose como un lunático.
Yo nunca he podido montar skateboard bien, no sé cómo mantener la postura correcta para no acabar comiendo asfalto. Y vaya que lo he intentado.

Después de ser espectadores de una de las muchísimas veces que Johnnie hacía bullying a alguien que no lo merecía, no pude aguantarlo más y me rendí ante la vocecita de diablillo que tengo en un lado de la consciencia. Y acabamos pintando su tan apreciada bici de un color rosa chillón, con dibujos pequeños super lindos como corazones, coronas, besos, “xoxo” y más. Igualmente, consigo fabricarle un lazo y un pequeño letrero que dice “lo tengo tan pequeño como los tornillos de esta bici” colgado en la parte de atrás del asiento.

Hemos esperado a Johnnie, para ver su reacción. Igual disfrutamos ver la del resto de octavo grado. Nos escondimos detrás de las escaleras de la entrada y cuando sonó la campana y Johnnie el bravucón fue a buscar su bicicleta…Oh, valió la pena y mucho más. Su rostro se puso rojo, tan rojo como un tomate y se puso a mirar a todos lados como desquiciado a ver si encontraba al culpable. Uno de sus amigos abusivos comenzó a hacer comentarios de “no sabía que te gustaba ese estilo Johnnie” y se ganó un golpe del mismo.

Cuando la cosa se puso más tensa, entonces decidimos correr fuera de allí. Lo menos que queríamos es que Johnnie nos mate solo por estar riéndonos, porque ya sabíamos que para encontrar al culpable tendría que preguntar mucho y andar de persona en persona. Pero, sería en vano, porque nadie le hacía bromas a Johnnie. Era marcar tu propia tumba.

Decido frenar cuando hemos llegado hasta el inicio del sector donde vivimos. Me dejo caer en el banco más cercano, con las secuelas del episodio de risa y seco las lágrimas que se me han salido. Observo a Niall sacudir la cabeza y venir a sentarse a mi lado, colocando la tabla de skate en su regazo.


Abrí los ojos y me quedé mirando al techo mientras suspiraba y sentía mi corazón latir un poco más rápido de lo normal. Me enojé conmigo misma por el sueño-recuerdo que acababa de tener, aunque fuera todo por causas inconscientes y fuera de mi control. Tenía alrededor de un año sin soñar con nada de eso. Las últimas veces habían sido cuando la banda vino el año pasado. En ese tiempo había estado llena de nervios porque creía que el sueño significaba una premonición o algo de esas cosas de que me encontraría con Niall. Pero no pasó y yo dejé de creer en la magia de los sueños.

Así que, pensando lo mismo de este sueño, me levanté de la cama y me propuse olvidarlo todo para el desayuno. Los viernes no tenía clases, sino que estaban totalmente dedicados al entrenamiento de Kick Boxing en el gimnasio que quedaba a unos diez minutos del departamento. Mi padrastro había convencido a mi mamá de que me inscribiera cuando estaba en último año del Instituto, porque yo no tenía ningún deporte con qué pasar el tiempo. Y una vez él me había visto practicar boxeo con una de mis almohadas porque estaba enojada como el demonio y no sabía con qué desahogarlo. Desde ese momento, tenía el leve presentimiento de que Jude pensaba que yo tenía algún ligero problema de ira.

Luego de desayunar algo que no me hiciera vomitar mientras le daba golpes a alguien o algo, salgo con los patines en manos y una mochila colgada en los hombros. Todos ya se habían ido al trabajo y Bailey a su respectiva escuela. El gimnasio era viejo, se notaba en sus paredes con pintura agotada y el nombre de luces parcialmente quemadas. Pero se había convertido en mi refugio a través de los años. Entré y saludé a Marta, la señora de la recepción y sin detenerme a hacer charla con ella, continué hasta donde se encontraba el ring y todas las demás estaciones de ejercicio.

Observé como Marty se inclinaba junto a un muchacho que parecía tener unos veinte años por su cara, pero su cuerpo era en definitiva de un enclenque. Los ojos oscuros de Marty lo miraban con severidad y furia, sus enormes labios estaban fruncidos y tenía los brazos (que eran como tres de los míos en un solo bíceps) cruzados por delante de su cuerpo. El chico estaba intentando levantar pesas con las piernas.

—¡Dale! ¡Uno, respira, dos! ¡Uno, respira, dos! —exclamaba con energía— ¡Vamos, Damian, mi abuela hace más piernas que tú! —Damian respiraba con dificultad y se notaba que quería hacer cualquier cosa menos eso— ¡Uno, respira dos! ¿Así quieres seguir siempre? ¿No me dijiste que querías tener piernas que dieran ganas de lamerlas a las chicas?

Mientras Marty sigue con su “motivación” verbal, dejo mi mochila y patines en un casillero y me preparo para comenzar el día. Comienzo a vendar mis manos con toda la paciencia, como Marty me enseñó: cita entre los dedos, en los nudillos, en el resto de la mano. No tan apretado como para cortarme la circulación, pero sí lo suficiente para que no se desatara (a menos que golpeara mucho muy fuerte). Al final, fui con los guantes colgados en el cuello y los auriculares en mis oídos, con la música de pelea de mis animes favoritos en el playlist —cada quién con lo suyo, era lo que inspiraba a Maxie a golpear.

Después de ponerme a calentar y estirar y de tomar, literalmente, menos de cinco sorbos de agua, me encontraba en frente de un zamba en posición de ataque, Marty cerca de mí, haciendo su parte de ser entrenador preferida: Gritarte en el oído hasta desfallecer.

—¡Vamos! ¡Golpea, golpea, golpea! —cada vez que decía eso, con el ritmo que llevaba, debía golpearlo con todas mis fuerzas— ¡Golpea, golpea! ¡Vamos, Max! ¡Mi abuela tiene más puño que tú!

Eso era una costumbre con Marty, algo que debías esperar siempre. Su abuela siempre podía hacer lo que sea más que tú. Me daban ganas de conocer a la anciana, porque me la imaginaba con la cara de Mary, solo que femenina y con músculos que dan miedo. Continué golpeando mientras intentaba concentrarme en la música que suena por los auriculares, pero a pesar de que he puesto el volumen en máximo, la voz de Marty lo superaba.

—¡Saca tu coño interior, Max! ¡Sácalo!

Golpeé el saco con más fuerza. La otra frase preferida de Marty era que teníamos un “coño interior” en vez de un “ki”, como atribuían las artes marciales. Para él, y cito, todo lo que tenía que ver con el ki era “una mariconería sin sentido”.

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¿Alguna vez habían tenido el presentimiento de que algo pasaría, pero no tenías ni idea de si sería algo bueno, malo u horripilante? Pero luego, al ver que no ocurría nada, bajabas las defensas y pensabas (en mi caso) que solo era producto de haber escuchado un sinfín de griteríos por parte de Marty las dos horas que pasé en el gimnasio.

Bueno, así se sentía Maxie ahora, estando de frente a su hermana en el comedor de su casa, mientras su madre terminaba de poner la mesa y su padrastro le daba las noticias más pesadas de toda su vida —después de la mudanza de años atrás.

—Irás con ella al concierto —dijo, con ese tono que quiere pretender ser suave, pero en realidad es una maldita orden.
—¿Quién? —solté mientras me servía jugo.
—Tú, Maxie. No puedes pensar que dejaremos que Bailey vaya sola a un concierto…
—¿Y por qué tengo que ir yo? ¿Por qué no va uno de ustedes? —repliqué antes de que terminaran— ¿Saben el daño que me hará estar expuesta a un montón de chicas chillonas y sin concepto de preservación?
—¡Hey! —exclamó Bailey onfendida.
—No te haría mal ir al concierto, ¿sabes? —comentó mi madre, al fin sentada— Sus canciones no están tan mal y mañana no tienes planes, ¿o sí?
—Sí —respondí de inmediato. Aunque mis planes consistían en ver animé hasta altas horas de la madrugada…
—Pues cancélalos —ordenó mi padrastro— Ya hemos comprado las boletas y tu madre y yo no podremos ir.

Tuve que hacer un esfuerzo inhumano para no decir lo que estaba pasando por mi mente. Tenía el tenedor sujetado con tanta fuerza que estaba segura de que en cualquier momento terminaría doblándolo. ¿Por qué no me había largado a una universidad lo suficientemente lejos para vivir en el campus? Ah…sí, necesitaba la comida de mi madre para sobrevivir. Aunque ahora me estaba arrepintiendo mucho. Después de habernos mudado de Irlanda, después de haber evitado todo lo relacionado con él a través de las redes sociales (que a veces era inevitable porque vivía con una desquiciada fanática), iba a verlo. A mi ex-mejor amigo-traidor-rompe-promesas, Niall Horan.

A ver, Odín, ¿yo a ti qué te he hecho para merecer esto?

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Lo intenté todo para que mis padres reconsideraran la sentencia de muerte que me dieron. Eso es, tener que acompañar a mi hermana al concierto.

—Podría nombrarte 100 razones por las cuales no quiero ir. ¡Por favor!

Le había gritado en la mañana, antes de irme a clase. Simplemente no iba a aceptar que Bailey fuera sola y tenía sus razones —pero yo no tenía que sufrir por ello.

Hacía varios años, en el periodo reciente cuando nos mudamos a este país, había hablado con mama con respecto a mi opinión sobre Niall y mi pasado en Irlanda. Supuse que se le había olvidado o que pensó que era lo suficientemente madura para ir a un concierto sin importar mi opinión personal al respecto.

Zeus la juzgará por esto.

Incluso había intentado que Blair me sustituyera. No era la persona más confiable —no porque fuera mala persona. Pero que estaba segura de que se emocionaría tanto que se olvidaría de Blair, y si eso sucedía, yo iba a caer presa.

A la noche, estoy tratando de ver mi preciado anime sentada en un puff de la sala, para no ponerme a traducir maldiciones en google debido a la injusticia de la vida. Me la había pasado todo el tiempo en la universidad quejándome: “¿Por qué a Maxie, por qué?”.

Hasta que Kyle me metió un trozo de servilleta en la boca, con Blair grabándolo.

—Tenemos que irnos tempranos al concierto mañana, ¿de acuerdo? —Blair se la pasó saltando de lado a lado en el sillón— Quiero acomodarme bien y estar allá a tiempo y tirarme muchas fotos y-
—Los asientos están numerados, Blair; no hay que ir diez horas antes.
—¡Pero van a sortear boletos para el meet & greet las dos primeras horas antes del concierto! —dejó de saltar para dar un pisotón en el mueble, que no provocó ningún ruido.
—Con más razón llegamos a la hora justa.
—¡Maxie! —casi lloriqueó y se sentó de golpe— No entiendo cual es tu problema con One Direction. No te han hecho nada, ¡ni los conoces! Solo será un día.


Levanté la vista de la laptop para fijar los ojos en el rostro ovalado y contraído de Bailey. Llevaba el cabello castaño oscuro en una trenza desarreglada por moverse tanto, y tenía un puchero en los labios.

Si tan solo supieras…


Bailey era hija de mi padrastro y había vivido aquí toda su vida, así que no tenía la menor idea de mi vida en Irlanda. Solo de cosas triviales —no era fan de hablar sobre mi oscuro pasado.

Suspiré y me pasé la mano por los ojos. La verdad era que debería irme a dormir antes de que mis ojeras llegaran hasta mi barbilla. Pero conociéndome, acabaría pensando en cosas que no quería pensar.

—Está bien. Supongo que las personas debemos aceptar el sufrimiento que nos mandan las personas del más allá para hacernos más fuertes…
—Eres tan rara —Bailey me miró como si estuviera incómoda, y luego sonrió— ¡Gracias, eres lo mejor!
—Llegaremos dos horas temprano o más si friegas por mi por un mes —sonreí de lado—, tómalo o déjalo.
—¡Dos semanas!
—Tres.
—¡Pero…!
—Voy a exponerme a cinco horas de tortura hormonal y chillonística sin siquiera poder tomarme una cerveza, Bailey —ahora fui yo quien la miró con un puchero en los labios—. Ayúdame a ayudarte.
hange.
hange.


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Mensaje por indigo. Vie 09 Feb 2018, 4:45 am

Ay Ems subiste Reminders of reality - Página 2 2841648573 Esta tarde dejo vuestros comentarios Reminders of reality - Página 2 1477071114
indigo.
indigo.


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Mensaje por indigo. Jue 15 Feb 2018, 11:05 am

Más tarde de cuando dije que comentaría (para no romper la racha Reminders of reality - Página 2 77880782), pero aquí están. Espero que os gusten :posmecallo:

Kande:


Ems:
indigo.
indigo.


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Mensaje por Kida Jue 15 Feb 2018, 12:36 pm

Apenas pueda comento propiamente, pero en serio amé sus capítulos!! Creo que sigue steph, si no me equivoco Reminders of reality - Página 2 3136398239
las quiero montones Reminders of reality - Página 2 1477071114Reminders of reality - Página 2 1477071114 y no te preocupés Ems, lo importante es que ya subiste, todas nos hemos atrasado con capítulos *por ejemplo, yo, todo el tiempo Reminders of reality - Página 2 3136398239 *

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Mensaje por Jaeger. Miér 07 Mar 2018, 2:17 am

Algún día volveré a hacerte mi comentario, Emilya de my heart Reminders of reality - Página 2 1477071114

QUE SUBA STEPH Reminders of reality - Página 2 2841648573
Jaeger.
Jaeger.


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